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Comentario Bíblico Del Maestro - 1 JUAN (Lawrence O. Richards)

Este documento discute la importancia de entender que la Biblia no es simplemente un registro de especulaciones humanas, sino la Palabra de Dios. Argumenta que los autores bíblicos creían que estaban transmitiendo mensajes de Dios, no sus propias ideas. También señala que Jesús trató eventos del Antiguo Testamento como históricos, no como mitos. Concluye que cada libro bíblico es un mensaje de Dios para nosotros y que al estudiarlos podemos conocer mejor a Dios.

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Comentario Bíblico Del Maestro - 1 JUAN (Lawrence O. Richards)

Este documento discute la importancia de entender que la Biblia no es simplemente un registro de especulaciones humanas, sino la Palabra de Dios. Argumenta que los autores bíblicos creían que estaban transmitiendo mensajes de Dios, no sus propias ideas. También señala que Jesús trató eventos del Antiguo Testamento como históricos, no como mitos. Concluye que cada libro bíblico es un mensaje de Dios para nosotros y que al estudiarlos podemos conocer mejor a Dios.

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COMENTARIO

Bíblico del maestro


Lawrence O. Richards
Prefacio
La Biblia apasiona y enriquece a quien la lee. Es un privilegio estudiar ese Libro y un
privilegio aun mayor enseñarlo.
Hace años que vengo observando la necesidad de un comentario sólo para maestros,
que ayude al(a la) maestro(a) a entender el sentido más amplio del pasaje o de la historia
bíblica que necesita enseñar y contenga ideas que le permitan transmitir a alumnos de
todas las edades la verdad que transforma vidas. Fue una gran alegría trabajar en
conjunto con Victor Books y su excelente equipo editorial para redactar este
comentario.
A lo largo de los años, tuve el privilegio de enseñar cada pasaje tratado en este
comentario a estudiantes universitarios de Wheaton College, así como en clases de
adultos y grupos de estudio bíblico familiares de varias iglesias y, muchas veces, a
niños, ya fuera en el aula o en el cumplimiento del plan de estudios de la Escuela
Bíblica.
Si este comentario le ayuda a perfeccionar la enseñanza, estimula su creatividad y le
ayuda a experimentar la alegría que hay en hablarles a otros de la Palabra de Dios, se
habrá realizado mi más profundo deseo.

Lawrence Richards
Explicación de los símbolos
Se escribió este comentario para maestros, y por eso tiene recursos especiales para quien
se dedica a la enseñanza. El símbolo ► indica una palabra o una frase que lo ayudará a
entender mejor la lección. El símbolo ■ sugiere que usted estudie el pasaje en cuestión
de modo más profundo en otro buen comentario bíblico. El símbolo ♥ presenta ideas
específicas, ya sea para niños, adultos y jóvenes, que serán útiles en la enseñanza a esas
edades.
Visión general del AT
__________________________________________
Hay un material de Escuela Bíblica para niños mayores que los orienta a considerar
mitos algunas partes de la Biblia, como si fueran “historias inventadas para explicar los
misterios de una época en que las personas no conocían la ciencia ni sabían la causa de
cosas como el trueno o las montañas”. Según ese punto de vista, gran parte del Antiguo
Testamento (AT) es leyenda o mito, en especial el libro de Génesis. El mismo autor
descarta la historia del diluvio y explica así el “mito” del arco iris: “En la actualidad,
sabemos cómo se forma el arco iris, y el concepto que tenemos de Dios no es el de un
guerrero con un gran arco. Esa historia nos muestra sencillamente cómo los judíos, hace
muchísimos años, trataron de explicar esa cosa misteriosa que a veces veían en el cielo.”
Para ese escritor de lecciones para niños, los elementos difíciles del AT deben
considerarse mito o leyenda, o incluso como historias verosímiles de lo cotidiano
presentadas en forma de ficción.

¿Palabra del hombre o Palabra de Dios?


Puntos de vista como el mencionado respecto a la Biblia no son raros. Muchos parten
del presupuesto de que la mejor forma de interpretar la Biblia es considerándola el
proceso en el que el ser humano trata de llegar a Dios o el conjunto de las mejores
conclusiones a que pudieran llegar personas profundamente religiosas. Sin embargo, los
defensores de tales puntos de vista deben tener en cuenta la posibilidad de que los
autores de la Biblia estén equivocados, de que sus ideas sean falsas y de que sus
historias no sean más que ficción. Si la Biblia representa simplemente los mejores
esfuerzos del ser humano para entender el universo, no hay razón para que ella tenga
autoridad alguna en nuestros días.
Pero ¿serán las Escrituras simples documentos redactados por los hombres? Por
cierto que no era esa la idea que los autores de la Biblia tenían respecto a los escritos del
AT y del NT. Sólo en el AT, ellos afirman más de 2.600 veces estar hablando o
escribiendo en el nombre de Dios, ¡y no por sí mismos! “Vino a mí palabra de Jehová
[...] Así dice Jehová [...] Oíd la palabra de Jehová” Jeremías 2:1, 4). Esos hombres no
tenían duda alguna acerca de las cosas que estaban relatando. Creían firmemente estar
registrando mensajes de Dios para la humanidad.
Esa es también la posición del NT. Hay un pasaje que declara eso abiertamente: 1
Corintios 2:9 – 13, en el que leemos que Dios nos revela cosas que jamás pudiéramos
descubrir o imaginar por nosotros mismos. Se nos revelan los pensamientos de Dios por
medio del Espíritu Santo.
Sin duda esa era también la posición de Jesús. Él hablaba de la creación, del diluvio,
de Jonás y de la destrucción de Sodoma y Gomorra como si fueran acontecimientos
históricos, y no mitos. Además de eso, distinguía en los hechos relatados en el AT
mensajes vivos y esenciales para el ser humano de todas las épocas y de todas las
edades.
Hay otro hecho sobresaliente que diferencia a la Biblia de los mitos y las leyendas,
que son el fundamento del folklore de los pueblos gentiles. Los escritos sagrados de los
judíos no son sólo históricamente exactos y verídicos. Esos documentos, que describen
la herencia de Israel, se consideran como revelación divina y no especulación humana, y
se consideran una herencia viva. Por medio de las Escrituras, el Dios que habló al
pueblo de aquella época se comunica con los fíeles de la actualidad.
De forma muy especial, nuestra herencia en la Palabra de Dios es contemporánea y
también histórica. Para entender la Palabra de Dios y aprovechar sus enseñanzas,
tenemos que recurrir a ella como verdad que tiene que ser comprendida y como la
Palabra viva de Dios dirigida a nosotros hoy.
El AT es parte fundamental de la herencia cristiana. Es la raíz de nuestra fe y de todo
lo que entendemos respecto a Dios, ya que en esos escritos es donde el Señor se revela
al ser humano. El AT es parte fundamental de nuestra herencia viva. Fue preparado por
Dios para hablamos hoy, para transformar nuestra vida conforme obedecemos a su
llamado.
Observemos el énfasis en ese punto cuando el apóstol Pablo, al mirar a una antigua
generación de hebreos, declaró: “Estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están
escritas para amonestamos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos”
(1 Corintios 10:11). Dios habló directamente a aquella generación del AT. Ahora, de
forma semejante, también nos habla a nosotros.
En todo lo que Dios dijo e hizo y en todo lo que los hombres experimentaron
antiguamente, tenemos una herencia sumamente rica. Los registros del AT se hicieron y
se preservaron a lo largo de los milenios para nosotros.

Mensaje, no mito
Esa es, por tanto, la convicción que asumimos como base para enseñar el AT. Cada
libro es un mensaje para nosotros, y todos ellos, incluso Génesis, son históricos, ya que
narran precisamente acontecimientos ocurridos en el tiempo y en el espacio, en la
realidad de nuestro universo. Cada libro es también, al mismo tiempo, una revelación
concentrada en un campo específico de acontecimientos. Los hechos registrados fueron
seleccionados deliberadamente. Los detalles – incluidos y excluidos – fueron
seleccionados cuidadosamente. Las razones de la elección, o sea, el criterio de selección
que determina el fundamento del AT y nos conduce cuando vamos a enseñarlo es el de
su mensaje. Mediante su Palabra, Dios nos habla de forma cuidadosa y clara.
No hay duda de que la Biblia es historia. Sin embargo, es mucho más que historia.
Los acontecimientos narrados, actos poderosos de la intervención de Dios en el mundo,
nos muestran quién es el Señor y muestran su forma de actuar. Las Escrituras van
mucho más allá del simple registro de acontecimientos: explican en palabras la
intención, el propósito, las emociones y las preocupaciones que llevaron a Dios a actuar.
En ese sentido, la Biblia es una combinación importante. Nos muestra a Dios en acción
y después revela sus pensamientos e intenciones.
Cuando nos damos cuenta de eso, nos encontramos con un gran milagro. Encontra-
mos en la Biblia tanto la revelación proposicional (afirmaciones objetivas de la verdad
expresada en palabras) como la revelación personal (contacto con Dios mismo, no sólo
ideas respecto a Él). Cuando leemos o enseñamos lo que Dios hizo en la historia y
conocemos sus pensamientos y motivaciones, Dios mismo se encuentra con nosotros.
Se nos presenta a Él, y Él habla con nosotros. Mediante su Palabra, la fe nos atrae hacia
una relación personal con Él. Si respondemos con obediencia, nuestra relación crecerá y
se profundizará cada vez más.
Por lo tanto, el mensaje de las Escrituras abarca la comunicación de la verdad res-
pecto a Dios y a la revelación de Dios mismo como persona. Si observamos el trato que
Dios dio a su pueblo a través de los siglos, podremos conocerlo mejor, incluso
conocerlo bien.
Debido a la naturaleza de la Palabra de Dios, tanto la forma de estudiarla como la de
enseñarla recibe gran influencia. Al enseñar, tengamos en mente esto:
 El AT debe tratarse como la propia Palabra de Dios. No es un registro de
especulaciones humanas, sino una revelación divina y verbal (transmitida por
palabras).
 El AT debe tratarse como historia viva. Los acontecimientos narrados son
históricos. Pero esa narración nos habla hoy.
 El AT debe tratarse como mensaje de Dios. Todo en él tiene un tema central,
escogido para contarnos algo respecto a Dios y revelar sus intenciones. Debemos
distinguir el mensaje en los acontecimientos narrados.
 El AT debe tratarse como la revelación de Dios de sí mismo. No encontramos en
él solamente la verdad respecto a Dios, sino a Dios mismo, cara a cara, en su
Palabra. Debemos abrir nuestro corazón, ansiosos por ver su rostro y dispuestos
a responder a sus palabras.
 El AT debe analizarse desde la perspectiva de Cristo. El NT es un comentario
divino del AT. Tenemos que considerar el AT como verdadero, aunque
incompleto. En Jesucristo y en el NT encontramos la perspectiva correcta para
analizarlo.
¿Qué ocurre cuando tenemos fe con esa perspectiva en el estudio y en la enseñanza
del AT? ¡Descubrimos nuestra herencia! Nos identificamos, por la fe que compartimos,
con todos los que confiaron en Dios. Afirmamos profundamente nuestras raíces en lo
que descubrimos acerca de Dios. Y, conociendo mejor a Dios, recibimos fuerza para
llevar la vida con alegría. Todo eso es herencia nuestra. Es nuestro ministerio enseñar el
AT a niños, jóvenes y adultos.

Síntesis del AT
Génesis, el primer libro de la Biblia, es sumamente rico. En cierto sentido, nos ofrece
una visión panorámica del AT.
En su mensaje, Génesis presenta dos temas distintos y de gran influencia. El primero,
en los capítulos del 1 al 11, afirma que vivimos en un universo personal. El universo
físico es creación y proyecto de una persona. Los seres humanos son distintos de los
otros animales y de la creación inanimada. Fueron formados para ajustarse tanto a la
estructura de la realidad física como a la de la realidad espiritual. En Génesis, así como
en el resto del AT, no hay vestigio de las ideas paganas que personifican las cosas
inanimadas. El sol y la luna no son dioses. Ellos no crearon la tierra ni fue de su
sustancia que surgió la vida animal. El relato de Génesis niega de modo tajante la
ficción moderna de que la vida se produjo espontáneamente a partir de materia muerta
que se habría desarrollado gradualmente de células sencillas y excepcionales para las
innumerables formas complejas de vida que conocemos hoy.
¡No! Génesis nos presenta a un Dios personal, y Dios mismo se revela a lo largo de
todo el AT. El Señor es la realidad definitiva y distinta y, al mismo tiempo, la base de la
existencia de todo lo que existe. Todo en nuestra vida necesita entenderse a la luz de su
personalidad y de sus propósitos.
Oyendo el mensaje de Génesis y siguiendo su desarrollo por todo el AT, nos
entendemos a nosotros mismos y conocemos nuestro destino. Aprendemos a valorarnos
como creación especial de Dios, ya no como uno entre los otros animales. Como objetos
del amor de Dios, aceptamos nuestra condición de herederos de todo lo que Él creó.
Dios hizo el universo personal y en él nos puso como seres humanos, objetos de su
amor y centro de su propósito.
Hay aun otro mensaje en Génesis, destacado en los capítulos del 12 al 50: vivimos en
un universo de propósitos. El Dios personal, que formó todo lo que existe, sigue
participando con su creación, dándole dirección y propósito. Dios tiene un plan que da
forma y sentido a toda la historia y nos ayuda a entender la situación personal y general
de la raza humana. Entender ese plan nos da seguridad, aunque guerras, crímenes y
tragedias fustiguen al mundo contemporáneo. Cuando se presenta el segundo mensaje
del libro de Génesis, toda la historia bíblica comienza a tomar forma y a tener sentido.
Génesis 1-11 dirige nuestra atención al universo personal de Dios. Las cuestiones
fundamentales de la vida se presentan en resumen. Dios crea a la humanidad a su
imagen (caps. 1 y 2). El pecado trae la muerte y el sufrimiento (caps. 3 y 4). Dios revela
que tiene que juzgar y castigar el pecado (6 – 9); sin embargo, se dispone a salvar a los
que – como Noé – confían en Él. Cada uno de esos temas se entreteje en la narración del
AT, dándonos así la perspectiva bíblica de la realidad.

Visión general del AT

11 capítulos 918 capítulos


Génesis 1:11 Génesis 12 – Malaquías

CREACIÓN ABRAHAM CRISTO


(?) (2100 a.C.) (30 d.C.)
.
Trata de . Trata de
Toda la raza . Israel
.
Adán – Noé – Abraham . Abraham – Cristo
.
Énfasis: la comprensión de . Énfasis: la comprensión de
quién es el ser humano en el . los propósitos de Dios, a
universo de Dios. . medida que se concretizan
. en Israel a lo largo de la
. historia.

Períodos de la historia bíblica

I. EL PERÍODO DE LOS CREACIÓN Génesis 1 – 11


ORÍGENES Creación hasta Abraham Job

II. PERÍODO PATRIARCAL PACTO Génesis 12 – 50


(2166 – 1446) Abraham hasta Moisés

III. PERÍODO DEL ÉXODO LEY Éxodo


(1446 – 1406) (Liderazgo de Moisés) Números
Levítico
Deuteronomio

IV. CONQUISTA DE CANAÁN CONQUISTA Josué


(1406 – 1390) (Liderazgo de Josué)

V. PERÍODO DE LOS JUECES JUECES Jueces


(1367 – 1050) (Sin liderazgo) Rut
1 Samuel 1 – 7

VI. REINO UNIDO REINO 1 Samuel 8 – 30


(1050 – 931) (Monarquía establecida) 2 Samuel
1 Reyes 1 – 11
1 Crónicas
2 Crónicas 1 – 9

Confirmación Salmos
(David)
Decadencia Eclesiastés
(Salomón) Proverbios
Cantar de los Cantares

VII. REINO DIVIDIDO MOVIMIENTO 1 Reyes 12 – 22


(931 – 722) PROFÉTICO 2 Reyes 1 – 17
Israel Dos reinos 2 Crónicas 10 – 29
Elías Isaías
Eliseo Oseas
Judá Joel
Amós
Abdías
Jonás
Miqueas

VIII. REINO SOBREVIVIENTE Judá permanece 2 Reyes 18 – 25


(722 – 586) 2 Crónicas 30 – 36
Jeremías
Nahúm
Habacuc
Sofonías

IX. CAUTIVERIO BABILÓNICO JUICIO Ester


(586 – 538) Sacados a la fuerza de Ezequiel
Palestina Daniel

X. RESTAURACIÓN Regresan los judíos Esdras


(538 – 400) Nehemías
Período Intertestamentario Hageo
Zacarías
Malaquías

De Génesis 12 a Malaquías se alterna el centro de atención entre la raza humana


como un todo y la búsqueda e identificación del propósito de Dios, a medida que este se
expresa en las promesas del pacto entre Dios y Abraham. En Génesis, se nos lleva a una
aventura que se extendió por los siglos, en marcha constante hasta el cumplimiento en
Cristo.
Se vuelve claro, en la medida que se conozca el fundamento del AT, de modo que
podamos observar el propósito divino a lo largo de la historia, que Dios quiere que
entendamos lo que hizo y lo que aun hará. En realidad, si observamos con atención el
AT, veremos por lo menos tres propósitos generales de Dios. Él tiene:
 Un propósito redentor. La familia de Abraham fue separada por Dios como
pueblo especial. Israel fue, en cierto sentido, el útero en el que fue formado
Jesús. Y Jesucristo es la fuente de nuestra salvación.
 Un propósito regio. Los profetas del AT miraban hacia adelante, a la época en
que Dios establecería su gobierno soberano y su autoridad personal sobre todo el
mundo. Ese propósito también se cumplirá en Jesucristo, el que, como el Mesías
prometido de Israel, reinará un día sobre toda la tierra.
 Un propósito de revelación. Dios se reveló al mundo en los escritos del AT por
medio de la familia de Abraham y de Israel. En la Palabra escrita, Dios sigue
revelándose a nosotros. Por lo tanto, el conocimiento de Dios también se nos dio
por medio de la familia de Abraham.
Al estudiar el AT, nos encontraremos constantemente con la realización de esos tres
propósitos predominantes. Seremos atraídos más cerca de Dios, al sentir su gran y
maravilloso amor en cada uno de esos designios.

Bosquejo de la historia del Antiguo Testamento


Nuestro estudio del AT se divide en unidades, que ayudan a seguir el desarrollo de
los propósitos de Dios a lo largo de la historia. Los 929 capítulos del AT registran
algunos millares de años de la historia de la humanidad. Esa historia puede dividirse en
diez períodos históricos, cada uno mostrando un paso específico del desdoblamiento de
los designios de Dios. Cada período está asociado a libros específicos del AT.
La tabla en la página anterior muestra un bosquejo de esos períodos y destaca el
énfasis de cada uno de ellos. Usted puede usar esa tabla para estudiar y enseñar el AT.
Puede también relacionar de inmediato el pasaje bíblico con el propósito de Dios y con
su mensaje a la humanidad cuando observa el lugar en que cada pasaje del AT encaja en
la historia sagrada.
Estudiar y enseñar el AT puede ser muy emocionante. Cada historia tiene su mensaje,
no sólo en sí misma, sino en la esfera de acción general de los propósitos revelados de
Dios. Cada acontecimiento nos revela un poco más acerca del Señor y nos enseña a
corresponderle de forma apropiada. Estudiando juntos el AT, entenderemos con más
claridad los propósitos de Dios y comenzaremos a conocerlo de modo más profundo y
personal. Tendremos una mejor idea de lo que significa ser cristiano en cada aspecto de
la vida.

Usando este comentario para enseñar


El Comentario bíblico del maestro fue preparado específicamente para quien enseña
la Palabra de Dios a niños, jóvenes y adultos. Él le ayudará a usted de varias maneras.
 Con informaciones fundamentales contextualizadas. Este comentario sigue el
modelo de la “visión panorámica”, y no el del “versículo por versículo”. El
modelo que adoptamos enfoca el cuadro general en vez de los detalles. Pero
usted acabará viendo el bosque y también los árboles individualmente. Usted
puede estar enseñando una historia específica relatada en algunos párrafos del
AT. Nuestro método proporciona la contextualización de esa historia de acuerdo
con los propósitos de Dios y con el mensaje fundamental del libro bíblico o
período histórico específico. Usted descubrirá que este comentario le dará más
seguridad, ya que proporciona amplia comprensión del significado más profundo
de la historia o del pasaje que ha de enseñarse.
 Con enriquecimiento espiritual. Su crecimiento espiritual es importante si usted
quiere influir espiritualmente en las personas a quienes enseña. Se preparó este
comentario para enriquecerlo espiritualmente, ya que lo ayudará en la aplicación
de las verdades divinas a su vida. Además de darle informaciones respecto a los
hechos del AT, lo ayudará a percibir el significado de la Palabra de Dios para su
vida, así como para la vida de quienes estudian la Biblia con usted.
 Con explicación de las palabras y acontecimientos clave. Este comentario
presenta definiciones concisas de los principales términos teológicos y el
significado de hechos históricos. Usted entenderá mejor el significado real de
términos bíblicos y su significado en el contexto histórico.
 Con ideas y sugerencias didácticas. Ideas estrechamente relacionadas con la
vida diaria le mostrarán cómo transmitir el mensaje de la Biblia a los niños,
jóvenes y adultos. La intención no es sustituir el plan de estudios de la Escuela
Bíblica, sino complementar la lección con ideas nuevas y creativas que hacen
clara e importante la Palabra de Dios.
 Con la posibilidad de enseñarse como visión panorámica de la Biblia. Cada una
de las 174 unidades de este comentario termina con el plan de la lección, que
sugiere formas de presentar el material a la clase de jóvenes y adultos. Usted
puede usar este comentario como fuente de referencia para enseñar cualquier
libro del AT o del NT en un curso breve, o respecto a un tema específico – como
“Profetas menores” o “Evangelio según San Mateo” – en un curso de un
trimestre, ¡o incluso el curso “Visión panorámica de la Biblia” en tres años y
medio! Usted puede usarlo como guía para enseñar en la Escuela Bíblica o en un
grupo de estudio bíblico semanal.
En todos esos aspectos, el Comentario bíblico del maestro difiere de los comentarios
tradicionales. Siempre que tenga que dar lecciones acerca del AT o del NT, usted querrá
investigar primero en este comentario, que fue preparado específicamente para usted,
maestro(a). Usted enseñará con seguridad y entusiasmo, ya que tendrá una mejor
comprensión de la Palabra de Dios y de lo que el Señor significa para usted y para el
grupo.
GUÍA DE ESTUDIO 166___________________________________________________

1 Juan 1:1—2:2
ANDANDO CON DIOS

Visión general
Es probable que las cartas de Juan sean las últimas escritas del Nuevo
Testamento. A pesar de la persecución en la última parte del primer
siglo, las cordiales cartas pastorales de Juan llaman a los cristianos a
llevar una vida de amor sencilla y de obediencia. Es la vida interna del
hombre y de la mujer de Dios lo que le interesaba a Juan, ya que las
cuestiones más profundas de la vida vienen del interior.
Las cartas de Juan no son muy lógicas ni se caracterizan por
argumentos del tipo paso a paso. En vez de eso, Juan hace una
declaración y entonces vuelve varias veces a los temas que son
importantes para él – temas como luz, amor y verdad. En una prosa
sencilla y elocuente, Juan nos recuerda las verdades fundamentales que
moldean nuestra vida y nuestra relación con el Señor.

Bosquejo
I. Invitación al gozo 1:1-4
II. Caminando en la luz 1:5—2:29
A. Siendo sinceros 1:5—2:2
B. Siendo amorosos 2:3-11
C. Siendo separados 2:12-17
D. Estando alerta 2:18-29
III. Caminando en el amor 3:1—4:19
A. Hijos de Dios 3:1-10
B. Interesándose en los demás 3:11-20
C. Confianza 3:21-24
D. Lealtad 4:1-6
E. El amor de Dios 4:7-21
IV. Andando en la fe 5:1-21
A. Tenemos vida eterna 5:1-2
B. Sabemos que Dios nos oye 5:13-15
C. Somos libres 5:16-21

Comentario
Es bastante fácil detectar las personalidades de Pedro y de Pablo en los
textos del Nuevo Testamento. En los Evangelios, el Pedro explosivo
expresaba rudamente sus primeros pensamientos; en Hechos un Pedro
maduro y lleno del Espíritu dominaba la historia de la Iglesia primitiva.
Y Pablo habló con tanta franqueza de sus sentimientos y motivaciones
que a veces somos desconcertados por sus revelaciones sinceras.
Pero es difícil que visualicemos a Juan. Él es tan humilde que en su
evangelio no llega a mencionar su propio nombre. Con un gozo
silencioso se refiere evasivamente al ―discípulo a quien Jesús amaba‖
(Juan 21:7). Sabemos que Juan formaba parte del círculo íntimo de Jesús
junto con su hermano Jacobo y Pedro. Sabemos también que en la última
cena Juan encontró el lugar más cercano posible a Jesús. Pero ¿qué más
sabemos acerca de ese apóstol silencioso? ¿Y qué sabemos acerca de sus
escritos?

Juan y sus escritos


El hombre. Cuando Juan y su hermano Jacobo, los hijos de Zebedeo,
comenzaron a seguir a Jesús, eran al parecer muy jóvenes e impetuosos.
En cierta ocasión los discípulos iban pasando por Samaria camino a
Jerusalén. Jacobo y Juan iban delante a fin de buscar alojamiento en el
pueblo. Cuando los samaritanos, que odiaban a los judíos tanto como
eran odiados por ellos, vieron que el grupo viajaba rumbo a Jerusalén, les
negaron abrigo. Furiosos, Jacobo y Juan confrontaron a Jesús. ―Señor,
¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías,
y los consuma?‖ (Lucas 9:54). Su apellido era apropiado: ―Hijos del
trueno‖.
En otra ocasión, los discípulos vieron a un hombre expulsando
demonios en nombre de Jesucristo, pero ese hombre no era uno de ellos.
―Se lo prohibimos‖, dijo Juan, ―porque no nos seguía‖. (Marcos 9:38).
Juan fue otra vez corregido por Jesucristo porque su celo no había
entendido el espíritu de su maestro.
El incidente final del evangelio (Mateo 20:20-28) completa el cuadro
de Juan. Él y su hermano susurran algo a su madre en particular.
Inmediatamente después, ella se acerca a Jesús. ¿Acaso los lugares de
autoridad del lado derecho y del lado izquierdo pudieran quedar
reservados para sus hijos cuando el Señor reinara con poder en su reino?
Jesús explica a la madre y a los dos hijos que Él no tenía autoridad de
atender a una petición como esa. Después los demás discípulos oyeron
acerca de la tentativa de los hermanos de obtener ventaja y reaccionaron
con indignación comprensible. Entonces Jesús explicó a los doce que la
grandeza en su reino no se encuentra en la autoridad sino en el servicio:
un servicio muy diferente de la actitud egoísta de Jacobo y de Juan.
Podemos entender a Juan; todos hemos conocido (o tal vez sido) ese
tipo de persona rebelde. Entendemos su rapidez en ofenderse y la ira que
lo impulsa a devolver el golpe. Entendemos el deseo de tener éxito, el
deseo de ser alguien y quedar en una posición destacada aun a costa de
los amigos. Entendemos todo eso porque esas son las pasiones
(epithumia) motivadoras en nuestro mundo. Esos son los deseos que el
Nuevo Testamento nos alienta a sustituir por un conjunto de valores
resumidos en el concepto de santidad. Sí, entendemos muy bien a ese
joven Juan. ¡Se parece mucho a nosotros!
Pero cuando comenzamos a leer los escritos de Juan, encontramos a
un hombre diferente. Encontramos a un hombre cuya palabra favorita es
amor, un hombre que es gentil, tan altruista que rara vez se menciona a
sí mismo o sus sentimientos, a no ser cuando se relacionan con las
necesidades de los hombres y mujeres a quienes sirve. Encontramos a un
hombre que fue transformado, que mostró en su propia personalidad la
promesa de la Biblia de que podemos ser transformados al contemplar a
Jesús (2 Corintios 3:12). Juan subraya el amor que Jesús mostró por él en
los días anteriores a su madurez; por tanto él se llama a sí mismo ―el
discípulo a quien amaba Jesús‖. ¡Qué mensaje para usted y para mí!
Jesucristo nos ama y nos acepta, sin que importe la etapa de nuestro
crecimiento. La vida nueva de Jesucristo va a crecer en nosotros, y al
igual que Juan, vamos a volvernos cada vez más parecidos a nuestro
Señor.
Los escritos de Juan. Es probable que las epístolas de Juan fueran
escritas desde Éfeso y circulaban en las iglesias de Asia. Ellas fueron de
inmediato aceptadas por toda la iglesia: tenemos hasta evidencia de mala
exégesis (estudio y explicación) del Evangelio según San Juan alrededor
del año 150 d.C.
Como Pedro y Judas, Juan aconsejó a la iglesia en cuanto a los peligros
dentro de la iglesia. Él advirtió contra los anticristos que estaban
tratando de apartar a los creyentes del camino. Como otros, Juan
identificó al espíritu del anticristo con la negación de que ―Jesucristo
vino en carne‖ (1 Juan 4:2). La persona de Jesucristo es la verdad
doctrinal central, y una relación con Él, que es Dios, es la esencia
insustituible de nuestra experiencia cristiana. Él también nos recuerda
que el pecado, cualquiera que sea, es obra del diablo: no debemos ser
movidos por el atractivo de nuestras pasiones.

Invitación al gozo: 1 Juan 1:1-4


La herejía que estaba surgiendo en los días de Pedro y Judas se volvió
aun más peligrosa en los últimos años de Juan. A medida que maestros
rivales introducían doctrinas conflictivas, muchos cristianos quedaron
confundidos respecto a quién era el falso maestro y quién era el
verdadero. También provocó confusión cuando el deseo de santidad trajo
una reacción inesperada: los que volvían al pecado comenzaban a poner
en duda si aun tenían una relación personal con Dios.
Juan se concentró en las dudas, los miedos y las incertidumbres que se
acumulan en los creyentes de todas las épocas que tratan de seguir a
Jesucristo, pero que muchas veces se encuentran tropezando y están
inseguros.
A renglón seguido Juan nos comunicó su profundo interés personal.
Escribió para que ―vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra
comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo‖ (v.
3). ―Comunión‖ es la palabra griega koinonia. Es una palabra de
intimidad y significa ―comunión; relación íntima; participación‖. El
deseo de Juan por nosotros es lo que nosotros mismos deseamos: una
relación cordial con Dios en la que estamos conscientes de que estamos
cerca de Él en el corazón y en la mente.
Juan vio en el Jesús histórico (vv. 1-2) la realidad de la vida. La vida
eterna para el ser humano se inicia con Jesús, y por medio de Jesucristo
Juan experimentó esa comunión que deseaba para todos nosotros. Casi
podemos ver a aquel señor anciano profundamente consciente de cuán
cerca está ahora de su Señor, invitándonos a usted y a mí a que nos
acerquemos más a Él y tengamos con Él esa relación íntima con el Padre
y con el Hijo para que nuestro gozo sea completo.

Andando en la luz: 1 Juan 1:5—2:1


¿Cómo podemos tener comunión con Dios? En ese texto conocido y
esencial del Nuevo Testamento, Juan revela verdades que pueden
transformarnos y transformar nuestra actitud con relación a nosotros
mismos y a Dios.
Luz (1 Juan 1:5-7). La primera respuesta a la pregunta de cómo los
creyentes pueden tener comunión con Dios es sencilla. Dios es luz. Si
andamos en luz, tendremos comunión.
A menudo, cuando Juan habla de la luz (y empleó ese término treinta
veces en sus escritos), está citando a Jesús: ―Yo soy la luz del mundo; el
que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida‖
(Juan 8:12; véase 9:5; 12:46). La naturaleza esencial de Dios como luz
distancia a Dios de los hombres. La condición pecaminosa del hombre ha
hecho que el mundo permanezca en las tinieblas. Y lo que es aun peor:
―los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran
malas‖ (3:19). Confrontados con la naturaleza de Dios, los hombres se
retuercen y luchan para apartarse de esa santidad. ―Luz‖ y ―tinieblas‖ son
términos morales en los escritos de Juan. El carácter de Dios se expresa
como luz; el carácter del hombre pecador se expresa como tinieblas.
En esa primera carta Juan nos confronta con una realidad
desconcertante. Si queremos estar bien con Dios y vivir en comunión
íntima con Él, debemos andar ―en luz, como él está en luz‖ (1 Juan 1:7).
Nuestros valores, nuestro comportamiento, nuestras actitudes, nuestros
compromisos deben estar en armonía con el carácter de Dios y no con
las pasiones naturales de la humanidad decaída.
Pero eso parece levantar una barrera terrible. Si debemos andar en la
luz para tener comunión, ¿cómo podemos, nosotros que sentimos la
atracción del pecado y tantas veces caemos en la tentación, sentirnos
bien con Dios? ¿No es verdad que cada pecado nos lleva de vuelta a las
tinieblas? Si la ausencia de pecado es la vía de acceso para la comunión,
¿quién entonces puede estar en la presencia de Dios?
Pero Juan no está hablando de la ausencia de pecado. ―Pero si
andamos en luz‖, dijo él, ―la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de
todo pecado‖ (v. 7). Aun aquellos que andan en la luz necesitan del
perdón y de la purificación de los pecados que cometen. Aunque para los
que estamos en Cristo sea posible no pecar, nunca podemos afirmar que
es imposible pecar.
El primer objetivo de Juan parece ser los que dicen tener ―comunión
con él‖ pero que andan en las tinieblas (v. 6). Esos hombres y mujeres
hablan con mucho entusiasmo acerca de su comunión con Dios y de la
comunión de que disfrutan, ¡pero siguen en la práctica del pecado! Su
estilo de vida no es piadoso; está moldeado de acuerdo con los falsos
maestros descritos por Judas y Pedro. Nadie que practica el pecado puede
afirmar que tiene comunión con Dios. La naturaleza de Dios es luz, no
tinieblas. Aquellos que andan en la luz como Él está en la luz pueden
caer, pero rápidamente se apartan de aquel viejo estilo de vida y
encuentran perdón en Jesucristo.
Podemos resumir la enseñanza de Juan de esta manera: si su vida está
yendo al encuentro de la Fuente de luz, usted va a encontrar perdón
para sus defectos e insuficiencias. Pero si su vida está yendo al encuentro
de las tinieblas, entonces usted puede estar seguro de que no tiene nada
en común con Dios.
Confesión (1 Juan 1:8-10). Los lectores de Juan estaban confundidos
con dos enseñanzas falsas. La primera era la afirmación de que quienes
escogen un estilo de vida pecaminoso pueden mantener comunión con
Dios. Juan califica eso de una mentira. La segunda afirmación era la de
aquellos que decían no tener pecado (v. 8). Basaban su afirmación de
tener comunión con Dios en la creencia de que ¡se parecían a Dios en su
perfección moral! Juan llamó a esa afirmación o reclamación engaño
propio: ―Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros
mismos, y la verdad no está en nosotros‖ (v. 8).
La verdad y la falsedad no están relacionadas tanto con lo fiel que sea
el narrador como con la verdad. El problema con el reclamo de la
ausencia de pecado no es que la motivación del que reclama sea impura.
Esa persona puede ser sincera en cuanto a sus creencias. Pero está
engañada: esa posición no se corresponde con la realidad. ―Nos
engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros‖.
¿Cuál es la realidad del pecado para el cristiano? El simple hecho es
que, mientras en su muerte Jesús enfrentó por completo al pecado, no se
erradica la naturaleza del pecado en nosotros. Los efectos del pecado que
están arraigados en nuestro ser interior siguen inquietándonos. Seguimos
experimentando orgullo, lujuria, enojo, odio y miedo. La capacidad de
pecar sigue en nosotros, y va a ser un peso siempre presente hasta que
encontremos la completa liberación en la resurrección.
Pero la capacidad para pecar, e incluso la tentación al pecado, en
realidad no es la cuestión principal de la vida cristiana. La verdadera
cuestión tiene que ver con nuestras decisiones. Aunque podamos sentir
que las viejas pasiones nos inquietan, también tenemos un nuevo aprecio
por las cosas de Dios. ¡Queremos ser semejantes a Jesucristo! Ahora dos
tendencias de deseos luchan dentro de nosotros, y nos es dada la libertad
de elección. Podemos caminar en la luz y vivir en el brillo de la Palabra
viva. O podemos volver la espalda a la verdad y escondernos en la
oscuridad detrás de los placeres ilusorios del pecado. La decisión que
tomemos, no las tentaciones que sufrimos, es lo que nos mueve hacia las
tinieblas o hacia la luz.
Pero Juan es sensible. Hombres y mujeres que van al encuentro de la
luz, y comienzan el titubeante camino en dirección a la santidad, ven
que se pondrán al descubierto sus obras pecaminosas (Juan 3:20). En el
brillo de la luz de Cristo nos volvemos conscientes de la oscuridad que
hay en nosotros. Cosas que hacíamos antes, que parecían naturales, se
vuelven inapropiadas y vergonzosas. Motivos que suprimíamos salen a la
luz. La acción que justificábamos la vemos ahora como una escapatoria
banal de antagonismo. Nuestro deseo por el éxito es reconocido como un
materialismo que puso de lado las necesidades de la familia y sustituyó el
valor de las personas por el amor al dinero.
Cuanto más vivimos en la luz de Jesucristo, tanto más conscientes nos
volvemos de cuán diferentes de Dios somos. En vez de sentirnos
cómodos en su presencia, nos alejamos avergonzados y en desesperación,
decidiendo que estamos para siempre separados de Él. O, incapaces de
afrontar la realidad, nos engañamos a nosotros mismos y negamos las
imperfecciones que aparecen. ―Mi pecado ya no existe‖, insistimos. Y
como la mezquindad y el antagonismo son malos, ―rebautizamos‖
nuestras reacciones como ―indignación justa‖. Nos atrevemos a no
reconocer nuestro materialismo y valores distorsionados, y de esa forma
justificamos nuestra atracción por el éxito con el dinero que podemos
dar para las misiones. Al cerrar los ojos ante la realidad, pasamos por la
vida, insistiendo en que no tenemos pecado y, al mismo tiempo, nos
maravillamos porque sólo tenemos un vacío doloroso en nosotros en vez
de un gozo que da la comunión íntima con Jesucristo.
¿Cuál es entonces la alternativa? ¿De qué manera un ser humano
pecador puede mantener una relación alegre y agradable con un Dios
santo? Juan dice: ―Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad‖ (1 Juan 1:9). El
fundamento de nuestra comunión con Dios no es nuestra falta de
pecado, sino su perdón.
Vamos a recordar el desarrollo de la explicación de Juan antes de que
continuemos. A usted y a mí se nos invita a vivir nuestra vida en una
relación íntima con el Señor, en una agradable y alegre comunión. La
clave para experimentar ese tipo de comunión es andar en la luz, no en
las tinieblas. Algunas personas tal vez afirmen estar en comunión
aunque estén obviamente decidiendo por el pecado. Ellos mienten. Otras
tal vez afirmen estar en comunión en base a una presunta falta de
pecado. Se están engañando. La realidad es que somos imperfectos, ¡y
aun así podemos tener comunión!
Tener comunión implica escoger una dirección esencial hacia la
santidad; al andar en dirección a la luz, podemos ver a Dios y la realidad.
Pero también nos volvemos conscientes de nuestros pecados y defectos.
Vamos a informarnos de todo lo que Dios aun tiene que hacer en
nosotros para hacernos semejantes a Jesucristo.
No podemos vivir en comunión con Dios si vivimos en la mentira:
andar en la luz significa que debemos enfrentarnos con la realidad de
nuestro pecado.
¿Cómo enfrentarnos con el pecado? Confesamos (literalmente
―reconocemos‖) los pecados. En vez de fingir o esconder nuestros
pecados, los admitimos delante de Dios. Y Dios va a ―perdonar nuestros
pecados, y limpiarnos de toda maldad‖. La gracia perdonadora de Dios va
a quitar cada barrera entre el creyente y Dios, aun aquella barrera
llamada culpa, para que nos sintamos bien en la presencia de nuestro
Señor.
Una última promesa importante se nos da en Juan. Dios no sólo va a
perdonarnos a medida que reconozcamos los pecados que descubrimos,
sino que también va a purificarnos. Dios va a tocar nuestra motivación y
nuestros deseos, y va a transformarnos gradualmente. Al igual que Juan,
a medida que andamos en la luz de Cristo, vamos a perder gradualmente
el antiguo enojo y el deseo de prestigio, y vamos a convertirnos en
hombres y mujeres que aman.
¿Una promesa peligrosa? (1 Juan 2:1-2). Algunos, al leer las cartas de
Juan, hacen objeciones a algunas de sus enseñanzas. ―Si sabemos que
podemos ser perdonados‖, dicen ellos, ―entonces ¿por qué no pecar? Si es
sólo eso lo que es necesario para tener comunión, ¿por qué hacer el
esfuerzo de seguir a Jesucristo?‖ Esos opositores, es claro, tienen una
comprensión equivocada de las cosas espirituales. Solamente la persona
que quiere vivir en las tinieblas va a convertir la promesa del perdón en
un permiso para pecar.
Juan estaba escribiendo para ayudarnos a evitar el pecado. ―Si alguno
hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.
Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los
nuestros, sino también por los de todo el mundo‖ (vv. 1-2).
¡La sangre de Jesucristo es suficiente! Si esa sangre es suficiente para
todo el mundo, sin duda Él es suficiente para usted y para mí. Vamos
entonces a seguir firmes, con toda confianza en Él, y a caminar en la luz.
Estamos moviéndonos en la dirección a la santidad. Pero en el viaje no
tenemos que esconder nuestros pecados. Tenemos que admitirlos y
recibir no sólo el perdón sino el poder purificador de nuestro Dios.

❤Conexión con la vida: Jóvenes / Adultos


Estudie cuidadosamente 1 Juan 1:5—2:2, y compruebe que los
miembros de su grupo entendieron cada término clave.
Acto seguido, describa de forma resumida cada una de esas tres
mujeres que se mencionan a continuación, y pida que cada
persona de su grupo escoja aquella a la que más se parece.
*María. Usted siempre se sintió una fracasada. Nunca le fue bien
en la escuela. Los niños se alejaban de usted. Usted sentía que no le
agradaba a nadie. Usted pensaba que hacerse cristiana resolverla su
situación. Pero ha fallado tantas veces en ser una ―buena cristiana"
que está casi desesperada.
*Julia. Usted nunca falló. Siempre obtuvo las mejores notas de la
clase. Usted le cae bien a todo el mundo. Quedó en tercer lugar
como mejor estudiante de la escuela de derecho y está ascendiendo
de puesto en la empresa. Como cristiana nueva, usted está tan
determinada a no fallar en su fe como ha sido en otras esferas. En
realidad, usted ni siquiera admite la posibilidad de fallar.
*Sara. Usted es sólo una persona normal. Gana algunas veces,
pierde otras. Es claro que ahora usted tiene una meta muy
importante: vivir cerca de Dios. Y eso la está inquietando un poco.
Usted es tan…, bueno, vamos a decir, común y corriente. ¿De qué
manera usted puede volverse especial hasta el punto de llegar a
estar cerca de Él?
Divida en equipos basándose en la selección que hicieron las
personas del grupo (con quiénes se identificaron mejor). Tome
algunos minutos para decir por qué cada miembro escogió
determinado personaje.
Después examinen la pregunta siguiente: ―¿De qué manera la
enseñanza de Juan en 1 Juan 1:5—2:2 va al encuentro de esas
necesidades especiales de esas tres mujeres?"

____________________________________________________________
PLAN DE CLASE

Preparación
La enseñanza de Juan acerca del andar en la luz y del papel de la
confesión en la vida cristiana es tan importante que usted puede querer
gastar todo un encuentro con ese tema. Ore para que los miembros de su
grupo experimenten lo que usted está enseñando, y encuentren el gozo
de andar en la luz.

Presentación
1. Pida a los miembros de su grupo que digan sus impresiones: ¿Qué
tipo de persona considera que era Juan? ¿Qué recuerdan en cuanto a los
Evangelios? Introduzca los tres incidentes mencionados en el texto que
revelan su carácter impetuoso. Termine el intercambio de ideas,
subrayando que, aun con sus imperfecciones, a Juan se le llama el
discípulo ―que amaba Jesús‖.
2. Examine 1 Juan 1:1-4. Pida que cada miembro escriba en diez
palabras o menos el propósito de esa carta. Oiga diversas opiniones.
Después intercambien ideas acerca de lo siguiente: ―¿Qué hace que ese
propósito sea importante para usted?‖

Desarrollo
En una breve exposición repase con su grupo 1 Juan 1:5—2:2, tratando
de cerciorarse de que ellos entiendan lo que Juan enseñaba. Después use
la sugerencia de la ―Conexión con la vida‖ correspondiente a esta sesión
para ayudar a cada miembro a aplicar esas verdades en su vida.

Aplicación
Pida que los equipos digan cómo 1 Juan 1 se aplica a su vida.
GUÍA DE ESTUDIO 167___________________________________________________

1 Juan 2:3—4:21
ANDANDO EN EL AMOR

Visión general
Cuando Juan nos llamó a la comunión, nos llamó para que
―conociéramos‖ a Jesucristo. Pablo pronunció el mismo llamado: ―...a fin
de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus
padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna
manera llegase a la resurrección de entre los muertos‖ (Filipenses 3:10,
11). Conocer a Jesucristo abre las puertas para una experiencia del poder
de la resurrección.
Pero ¿cómo podemos saber si lo ―conocemos‖? Parte de nuestro
problema es que podemos ser confundidos por diferentes significados del
verbo ―conocer‖. Por ejemplo:
 ―Conozco eso‖ significa que tengo una información.
 ―Conozco todo acerca de los peces‖ significa que afirmo que logro
pescarlos.
 ―Conozco a Enrique‖ puede expresar amistad, relación o
sencillamente la capacidad de identificar a una persona en la
multitud.
 ―Conozco a Platón‖ probablemente quiere decir que conozco su
filosofía.
 ―Conozco tus intenciones‖, puede ser una expresión de simpatía o
solidaridad.
Entonces ¿qué quiere decir ―conocer‖ a Jesucristo?
Un diccionario teológico del Nuevo Testamento destaca que la palabra
griega empleada aquí esginosko, significa esencialmente
―comprendiendo toda la realidad y naturaleza de un objeto considerado.
Por tanto, puede distinguirse de una simple opinión, que tiene la idea de
comprender el objeto de forma indebida o incluso falsamente‖.
La promesa de Juan es muy importante: ―Y en esto sabemos que nosotros
le conocemos‖ (1 Juan 2:3).

Comentario
Evidencia interna de relación: 1 Juan 2:3-17
Juan escribió a personas que conocían algo acerca de Jesucristo, pero
que no tenían seguridad de si lo conocían. Conocemos a Jesucristo, pero
nuestra comprensión de la verdad puede estar incompleta, o podemos
haber sido desorientados por un falso sistema de doctrina. ¿Cómo
podemos estar seguros de que, a pesar de las lagunas en nuestro
entendimiento, podemos tener una relación íntima y personal con el
Señor?
Juan trató de dar una explicación de cómo podemos estar seguros, no
teórica sino experimentalmente, de que conocemos a Jesucristo. Él
quiere que estemos libres de dudas y de miedos.
Debemos guardar sus mandamientos (1 Juan 2:3-6). Jesús dijo: ―Mis
ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen‖ (Juan 10:27). Los que
son de Cristo responden a su voz.
Es importante no entender mal aquí. Juan no sugiere que la relación
con Dios se establece por la obediencia; en vez de eso, la relación se
demuestra por la obediencia.
A veces las personas afirman que conocen a Dios mas no responden a
su Palabra y a la manera de vivir que le agrada. Esa persona puede tener
información correcta respecto a Dios y puede ser capaz de debatir puntos
teológicos sofisticados. Esa persona puede haber memorizado muchos
textos de la Biblia e ir regularmente a la iglesia. Pero la insensibilidad a
la voz de Dios muestra que la afirmación ―yo lo conozco‖ es falsa. La
relación se demuestra al ―andar como él anduvo‖. (1 Juan 2:6).
El mandamiento principal (1 Juan 2:7-11). Esa idea de la sensibilidad
puede ser tergiversada en un legalismo en el que la lista de los ―haga‖ y
―no haga‖ aumenta cada vez más. Tratamos de evaluar nuestra relación
con Dios como hacemos con la temperatura, por los grados en una
escala.
Para evitar ese error, rápidamente Juan destaca un mandamiento
central del cual fluye todo el resto. Ese mandamiento ha sido conocido y
revelado en los dos testamentos, pero recibió un significado nuevo con la
venida de Jesucristo. ―Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis
unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros‖.
(Juan 13:34). Juan dijo que aquel que odia a su hermano no puede andar
en la luz (1 Juan 2:11).
Si usted y yo queremos tener seguridad de que estamos oyendo la voz
de Jesucristo, no tenemos que evaluarnos basándonos en una lista de
cosas que hacemos o dejamos de hacer para agradarle. Todo lo que
necesitamos hacer es mirar hacia dentro de nosotros para ver si estamos
yendo al encuentro de los demás e interesándonos en nuestros
compañeros cristianos.
Los lectores (1 Juan 2:12-14). Juan parece tener más confianza en las
personas a las que escribe que la que ellas tienen en sí mismas. Él no
cuestiona la relación de sus lectores con Jesucristo. Tiene la seguridad de
que ellos lo conocen y que saben vivir en comunión con Dios.
Juan tenía motivos para su confianza:
 Esos hijitos asumieron un compromiso inicial con Jesucristo, y sus
pecados fueron perdonados.
 Esos padres viven en una relación con un Dios que se ha mostrado
estable y digno de confianza desde el comienzo del universo.
 Esos jóvenes han sido desafiados en su fe por el maligno, y la
fuerza de Dios y su Palabra que está en ellos los capacita para
vencer la amenaza.
Esas personas pueden pasar por la prueba sugerida por Juan. Pueden
examinarse a sí mismas y descubrir que son obedientes a la voz de
Jesucristo; ellas han comenzado a amar. Esa atracción interior hacia
Jesucristo nos ayuda a estar seguros de que lo conocemos.
Corazones divididos (1 Juan 2:15-17). Juan nos ayuda a mirar dentro
de nosotros mismos para descubrir evidencias de la realidad de nuestra
relación con Jesucristo. Juan advierte que para amar y responder a Dios,
debemos dejar de actuar a partir de la motivación que refleja los valores
del sistema mundano.
Juan da a una palabra común un punto de vista moral distinto. Kosmos
(―mundo‖) en el griego puede significar el propio universo, el planeta en
el cual vivimos, o la humanidad. En un sentido moral, ―mundo‖ se
refiere al universo creado y a la humanidad como caída. Ese mundo, dice
Juan más adelante (5:19) ―está bajo el maligno‖ (o está bajo el poder del
maligno). Los valores y las actitudes que caracterizan este mundo – ―la
concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de
la vida‖ (2:16) no vienen de Dios.
Un cristiano no puede vivir con un corazón dividido, reaccionando en
determinado momento con amor a Dios y en el momento siguiente con
simpatía por el mundo de los placeres. Si queremos demostrar (para
nosotros mismos y para Dios) que lo conocemos, tenemos que asumir un
compromiso muy claro con la práctica de la voluntad de Dios en vez de
seguir las pasiones del mundo.

❤Conexión con la vida: Jóvenes / Adultos


Copie las diferentes explicaciones de la palabra "conocer‖ de
diversos diccionarios y distribuya a su grupo. Divida al grupo en
equipos y pida que traten de encontrar el mayor número posible
de significados de la palabra "conocer‖.
Después pida que cada equipo lea 1 Juan 2:3-17. ¿Qué tipo de
―conocimiento‖ parece importante para Juan? ¿De qué manera
puede medirse ese tipo de conocimiento?
¿Qué podemos hacer para enriquecer nuestro ―conocimiento‖ de
Dios?

Advertencia contra el anticristo: 1 Juan 2:18-27


Juan nos ayuda a ver la evidencia interna y subjetiva de que
conocemos a Jesucristo. Sólo usted sabe si está obedeciendo a la voz de
Dios. Un cristiano nuevo puede ser sensible, pero mostrar poco cambio
en su estilo de vida. Sólo usted sabe si está comenzando a amar. Si usted
siente el estímulo de la obediencia y del amor, entonces puede estar
seguro de que conoce a Jesucristo.
Pero ¿cuál es el criterio objetivo? ¿Qué decir de aquellos que dicen ser
cristianos, o incluso maestros, pero que en realidad son anticristos? ¿De
qué manera podemos reconocer a los falsos maestros y a los falsos
profetas?
Juan nos da varios principios que van a guiarnos. En primer lugar,
ellos ―salieron de nosotros‖ (v. 19). El falso maestro viene para una
reunión local, comienza a enseñar sus mentiras y, cuando no logra
influir en todo el grupo para que lo siga, lleva consigo a un grupito que
logró engañar y comienza su propia secta o movimiento. Tenga cuidado
de aquellos que pueden dividir y separar al pueblo de Cristo. Ellos
salieron porque ―no eran de nosotros‖ (v. 19).
En segundo lugar, niegan que Jesús es el Cristo. Al rechazar al Hijo,
también rechazan al Padre. Judas y Pedro también resaltan que los falsos
maestros, tarde o temprano, tuercen la enseñanza bíblica acerca de quién
es Jesucristo.
Finalmente, hay un elemento subjetivo para saber quiénes son los
falsos maestros. Dios, el Espíritu Santo, mora en cada verdadero
cristiano. El maestro que reside en nosotros es un acertado intérprete de
la Palabra escrita y de las enseñanzas de los hombres, ―y no tenéis
necesidad de que nadie os enseñe‖, declaró Juan de forma osada (v. 27);
el Espíritu Santo ―os guiará a toda la verdad‖ (Juan 16:13).
Ese texto es un gran correctivo para nuestros días. ¿Acaso tenemos
miedo de tener comunión con quienes piensan de manera diferente de
nosotros, pero son hermanos y hermanas en Cristo? ¿Acaso nos
preocupamos cuando pequeños grupos de creyentes se reúnen en los
hogares para orar y estudiar la Biblia, con miedo de que se van a perder
si el pastor no está presente para responder a todas las preguntas y
corregir todos los malentendidos? Si ese fuera el caso, estamos fallando
con relación a nuestra confianza en la capacidad del Espíritu Santo de
enseñar y guardar lo que es suyo.
Así, hay criterios objetivos que sirven para evaluar las relaciones con
Cristo. También hay orientación inspiradora y amorosa de aquella
persona que vive permanentemente en nuestra vida.

La cuestión del pecado: 1 Juan 2:28—3:10


La importancia del hecho de que miremos dentro de nosotros a fin de
hallar un fundamento subjetivo para la confianza de que conocemos a
Jesucristo plantea una serie de preguntas. Pablo insistía en que los líderes
escogidos debían tener vidas santificadas. Judas identificó a los falsos
maestros por sus acciones. ¿Por qué entonces parece que Juan evita un
desafío bien definido a la santidad activa? ¿Por qué primero nos asegura
del perdón cuando caemos, y entonces renueva nuestra confianza de que
podemos estar seguros de que conocemos a Jesucristo al mirar dentro de
nosotros para que veamos nuestra sensibilidad y el amor? ¿Acaso no
importa lo que hacemos?
Juan estaba escribiendo a personas comunes y corrientes como usted y
como yo, que se hicieron cristianas, que miraban hacia delante a un
nuevo tipo de vida; pero entonces tal vez quedaban aplastadas al
descubrir que en realidad nada cambió. No vino la liberación prometida
de los viejos hábitos y pecados.
Experiencias como esas son comunes, ya que la vida cristiana incluye
crecimiento. Nacemos de nuevo en un nuevo mundo por medio de la fe
en Cristo.
Sin embargo, el viejo kosmos que conocíamos tan bien ha moldeado
nuestra personalidad. El don de la vida nueva no incluye amnesia
espiritual, ni purifica viejos modelos de pensamientos, emociones y
reacciones. Todo eso continúa allá, profundamente arraigado. Lo viejo va
a ser sustituido, pero gradualmente, mediante crecimiento y gracia.
Es ese ―gradualmente‖ que tanto nos inquieta. Queremos librarnos de
lo viejo instantáneamente. Queremos ser completamente nuevos, ahora.
Cuando tropezamos y caemos y luego volvemos a caer, es lógico pensar
que erramos en nuestra relación con Dios. Tal vez ni hayamos nacido de
nuevo. ¡Tal vez nuestros defectos y tropiezos en el pecado indican que
sólo pensábamos que creíamos!
Juan escribió para librarnos de ese tormento. Si usted desea estar
seguro de que conoce a Jesucristo, primero mire dentro de usted. Si usted
obedece, aun en los tropiezos – si usted encuentra amor en su corazón –
usted puede estar seguro.
Pero ¿qué decir de nuestros defectos y pecados? ―Hijitos‖, escribe Juan,
"permaneced en él‖ (2:28).
¡Cuán consolador! Ocupe su posición de hijo. No espere madurar de
un día para otro. Pero permanezca en Él. Siga creciendo. Y, a medida
que vaya madurando, va a obtener la victoria sobre el pecado.
Juan dijo varias cosas importantes acerca del pecado en ese breve
texto:
 Por medio de la fe ahora somos hijos de Dios. Cuando Jesucristo
aparezca, seremos completamente semejantes a Él. A medida que
tenemos en cuenta la promesa de la transformación y fijamos
nuestro deseo en el blanco de la perfección, vamos a crecer en
pureza aquí y ahora (vv. 1-3).
 No hay negociación con el pecado. Violar la norma de Dios de
justicia es pecado. No hay pecado en Dios. Nadie que permanece
en Él sigue pecando (vv. 4-6).
 Objetivamente, podemos decir que alguien que vive en la práctica
del pecado es ―del diablo‖ y no de Dios. ―Todo aquel que es nacido
de Dios, no practica el pecado‖ (vv. 7-10).
Al leer esos versículos, comprendemos que Juan estaba hablando
acerca de la norma de una vida personal. Él no estaba hablando acerca de
actos aislados de pecado, sino acerca de la dirección de nuestro camino.
La pregunta no es: ―¿Está él pecando?‖ sino: ―¿Hace del pecado un
hábito?‖ Cuando la vida de Dios se arraiga en la personalidad del
hombre, aquella simiente divina ―permanece en él‖ (v. 9), la vida de Dios
dentro de nosotros lucha contra el pecado, el Espíritu nos lleva en una
nueva dirección.
Asimismo, con el tiempo, hay una evidencia objetiva de una vida justa
para combinar con el testimonio interior de amor y sensibilidad a Dios.
Con el tiempo. No es necesariamente inmediato. Pero la evidencia
objetiva va a llegar.
Juan promete: ―Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el
pecado‖ (v. 9). No es posible que el pecado nos mantenga esclavos, ya
que la vida con Dios dentro de nosotros va a vencer el mal.

❤Conexión con la vida: Jóvenes / Adultos


Pida que cada miembro del grupo lea 1 Juan 2:38—3:10
cuidadosamente, y anime a cada uno a que encuentre quince frases
acerca del pecado.
Cuando todos terminen, en primer lugar, respondan a las
preguntas. Muchos van a tener que entender que Juan está
hablando no acerca de "no pecar más‖, sino acerca de no escoger
una manera pecaminosa de vida.
Cuando se hayan respondido las preguntas, escriba en la pizarra
la lista de frases (acerca del pecado) de los miembros de su grupo.
Después de terminada esa tarea, traten como grupo de escribir
un párrafo acerca del "pecado y el cristiano‖.

El camino del amor: 1 Juan 3:11-24


Desde el comienzo, el mensaje de Dios para el hombre ha sido el
siguiente: ―Que nos amemos unos a otros‖ (v. 11). Sin embargo, de
alguna manera la actitud de Caín interrumpió ese mensaje. El Antiguo
Testamento ordenaba: ―Amarás a tu prójimo como a ti mismo‖ (Levítico
19:18). Un diccionario teológico del Nuevo Testamento comenta: ―Amar
en ese contexto significa devoción hacia nuestro prójimo por su causa,
aceptándolo como un hermano y permitiéndole ser él mismo‖.
Aun así, entre las pasiones que nos mueven falta un amor espontáneo
por los demás. Podemos responder afectuosamente e incluso de manera
altruista a aquellos con quienes tenemos vínculos especiales. Pero
incluso las relaciones familiares pueden degenerar en odio como fue el
caso de Caín. Heridas, frustraciones, desprecios reales e imaginarios,
todo se acumula. La tasa explosiva de divorcios y los profundos abismos
de separación que arruinan a tantas familias hoy son evidencias vividas
de que la tendencia de Caín sigue con nosotros.
El contraste es muy claro cuando vemos cómo Juan emplea la palabra
―amor‖ (ágape). El amor es la realidad central de la naturaleza de Dios.
―Dios es amor‖, nos recuerda Juan (1 Juan 4:8). Dios expresa el amor
mediante el don de Jesucristo; nosotros recibimos ese don mediante la
respuesta a ese amor. Saber que somos amados, y amar como respuesta,
expulsa el miedo que destruye la confianza (v. 18). Alguien que
pertenece a Dios y que camina en su luz va necesariamente a vivir en
amor. Ese tipo de amor no sólo va a modificar el carácter de la relación
de un individuo con Dios sino también el carácter de esa relación con
otras personas. Si de veras vivimos en Dios, entonces vamos a vivir en
amor, ya que Dios es amor.
Dios promete a quienes conocen a Jesucristo que las reacciones y
respuestas de Caín van a ser sustituidas por las reacciones y respuestas de
Cristo. A renglón seguido, Juan nos confronta con esa comparación: ―No
como Caín, que era del maligno y mató a su hermano‖ (3:12). ¿Acaso el
homicidio llevó a Caín a los brazos de Satanás? De ninguna manera. En
realidad, el homicidio mostraba cuán hondamente estaba preso Caín en
las garras del mal.
¿Por qué Caín mató a Abel? ¿Era por causa de los desaires e injusticias
de los padres? No, era ―porque sus obras eran malas, y las de su hermano
justas‖ (v. 12). La bondad de Abel reveló la pecaminosidad de Caín. En
vez de reconocer sus pecados, Caín trató de esconderlos de sí mismo.
Convirtió su vergüenza en enojo contra Abel; el antagonismo se
acumuló en su corazón; y mató por rencor. Todo el proceso deja claro
que Caín no conocía a Dios.
Y así volvemos al tema de la carta de Juan. ¿Cómo podemos estar
seguros de que conocemos a Dios? Al amar a nuestros hermanos,
podemos estar seguros de que no caminamos en las tinieblas de Caín sino
en la luz de Cristo.
Contraste (1 Juan 3:11-15). Juan nos presenta a Caín y a Cristo para
que podamos comparar. Caín reaccionó con odio ante su hermano que
era bueno. Cristo responde con amor a los pecadores que rechazan a
Dios. Cada uno expresa sus sentimientos mediante acción. Caín le quitó
la vida a otro ser humano. Cristo dio su propia vida por los demás. Las
acciones de Caín revelaban que era malo. Cristo muestra que Él es
bueno, un Dios de amor.
Anteriormente Juan comparó luz y tinieblas para ayudarnos a
entender la vida cristiana. Ahora él contrasta amor y odio. Nadie que
odia vive en Dios. Pero alguien que vive en Dios va a amar.
Expresión de amor (1 Juan 3:16-20). Juan deja claro que el amor no es
un sentimiento o una intención. El amor es una elección que nos une a
un curso distinto de acción. ―Debemos poner nuestras vidas por los
hermanos‖, dice Juan. ―Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su
hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el
amor de Dios en él?‖ (vv. 16-17) El amor no es una cuestión de palabras,
sino de acciones.
Entonces Juan añade: ―Y en esto conocemos que somos de la verdad, y
aseguraremos nuestros corazones delante de él; pues si nuestro corazón
nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las
cosas‖ (vv. 19-20). Juan destacó anteriormente que podemos
desalentarnos cuando caemos, involuntariamente, en el pecado. Él nos
anima a que miremos dentro de nosotros y veamos el amor despertar en
nuestro corazón sensible. Cuando usted y yo sentimos esa sensibilidad en
nosotros, podemos estar seguros de que lo conocemos.

Tratando con la incertidumbre en cuanto a la relación con Dios


INCERTIDUMBRE CONFIANZA INCERTIDUMBRE

Porque nos vemos Porque nuestro co- Porque nos sentimos


cayendo otra vez en razón es sensible y nos atraídos por el pecado
los actos de pecado. sentimos amados y hostiles con nuestros
hermanos.
Entonces… examine Entonces… decidimos Entonces… examine
el corazón y sienta el ser obedientes y las acciones y vea en
deseo de ser sensible. practicar el amor. la práctica la
obediencia y el amor.

Esa es una evidencia Esa es una evidencia Esa es una evidencia


de que lo conocemos. de que lo conocemos. de que lo conocemos.

Pero ¿qué hacer si nuestro corazón nos condena? ¿Qué hacer, si al


mirar dentro de nosotros, vemos sentimientos de antagonismo con
relación a un hermano? ¿Qué hacer si la amargura nos impide dar o
recibir perdón? Si nuestro corazón nos condena en vez de justificarnos,
entonces parece lógico que no lo conocemos.
A menudo usted y yo estamos conscientes de los defectos en nuestro
interior que tal vez los demás no vean. Puede venir la depresión, y con la
depresión todo parece oscuro. Nos sentimos culpables e incapaces. Juan,
con su profunda sensibilidad de nuestra experiencia humana, comprende
y responde. Cuando su corazón le causa incertidumbre acerca de la
relación con Dios, entonces observe otra evidencia de relación. ¿Qué
evidencia? El amor. No como un sentimiento o emoción, sino amor
expresado ―de hecho y en verdad‖ (v. 18). Cuando escogemos el camino
del amor en vez de nuestros sentimientos, tenemos una evidencia de que
lo conocemos.
El deseo de Dios es que cada uno de nosotros encuentre reposo. Pero
si estamos atribulados con una incertidumbre incómoda por causa de
nuestras acciones o de nuestro corazón, Dios quiere que sigamos
confiando en Él. A medida que vivamos en Él, su Espíritu va a
purificarnos y a transformarnos.

Falsos maestros: 1 Juan 4:1-6


Juan vuelve al tema de muchas de las últimas cartas del Nuevo
Testamento. ¿Cómo podemos probar la falsedad y a los falsos profetas?
En primer lugar, doctrinalmente. Jesucristo, el Hijo de Dios, vino en
carne. Esa confesión nunca la van a hacer los falsos profetas. Y en
segundo lugar, por el estilo de vida. El creyente maduro deja a un lado al
mundo, con ―los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria
de la vida‖ (2:16). Cuando un maestro habla desde el punto de vista del
mundo, sabemos que no es de Dios.
El verdadero creyente también va a reconocer los escritos de Juan
como la verdad de Dios. El Espíritu Santo va a confirmar eso. Cuando la
enseñanza está en armonía con la Palabra escrita, el propio Espíritu va a
traer inquietud al corazón del creyente.

Dimensiones del amor: 1 Juan 4:7-21


En esos versículos que siguen Juan nos ayuda a ver el camino del amor
en la comunidad cristiana. Él quería que experimentáramos una
comunión estrecha con Jesucristo y el Padre, y viviéramos en íntima
comunidad con los hermanos creyentes. Juan no estaba exhortándonos a
forjar una emoción que llamamos ―amor‖. Él estaba explicando por qué
el amor es valioso en la iglesia, y cómo podemos decidir vivir ese amor.
En esos versículos no hay una amenaza de hacernos sentir culpables si
dejamos de amar como debemos. Juan no pone el peso de obligación para
que trabajemos de forma más ardua para hacer algo que no podemos
hacer. En vez de eso, sencillamente destaca que Dios es amor, y que vivir
en comunión con Él es vivir en amor. Si en nuestra asociación con otros
cristianos caemos en la manera del mundo del antagonismo y del
egoísmo, entonces no estamos experimentando la presencia de Dios.
Esas palabras de Juan traen esperanza. Si no amamos, debemos
reconocer nuestro pecado ante Dios y experimentar su perdón y
purificación. Sólo si negamos la importancia del amor en nuestras
relaciones en la iglesia y dejamos que se levanten barreras entre las
personas, vamos a perder la batalla. ¿Qué tienen que entender los
creyentes acerca del amor para que experimenten comunión con Dios?
Vamos a tratar de entender y de seguir el pensamiento del texto.
El amor es central (1 Juan 4:7-8). Dado que Dios es amor, la persona
que comparte el amor de Dios va a amar. Eso sencillamente es un hecho;
es una reflexión de la realidad de que donde no hay el deseo de amar,
Dios está ausente.
El amor toma la iniciativa (1 Juan 4:9-12). Juan hizo que el amor
abstracto se volviera personal cuando explicó que Dios nos amó y ―envió
a su Hijo en propiciación por nuestros pecados‖ (v. 10). La acción de
Dios es muy asombrosa dado que nosotros no amábamos a Dios cuando
Él se entregó por nosotros. Amar significó comenzar una acción sin una
respuesta inmediata (y, en el caso de muchas personas a quienes Dios
ama, sin respuesta alguna). Aquí está un modelo de amor para la
comunidad cristiana. Dado que Dios nos amó de esa manera, nosotros
debemos amarnos unos a otros de la misma manera.
Las relaciones en la sociedad son por lo regular regidas por la
reciprocidad. Soy amable con quien es amable conmigo. Jorge me
convida para un almuerzo; y voy a convidarlo en otra oportunidad.
Tomo prestadas herramientas de Sergio; después le presto mis
herramientas a él. Aun los pecadores, comentó Jesús cierta vez, aman a
aquellos que los aman (Mateo 5:46). Pero amar en la comunidad cristiana
no tiene nada que ver con retribución. Nosotros debemos tomar la
iniciativa de amar, aun cuando aquellos a quienes amamos no
corresponden.
Al principio eso parece una instrucción extraña. ¿Será que las personas
no van a aprovecharse de personas que aman de esa forma? ¿Será que los
indiferentes no van a aprovecharse de las personas que se interesan? La
respuesta de Juan es doble. En primer lugar, la capacidad de amar de esa
manera existe en cada persona que ha nacido de Dios. Por lo tanto, no
son algunos los que aman a todos los demás, ¡sino que son todos
amándose unos a otros! Cada uno de nosotros tiene la oportunidad de ir
al encuentro del otro e iniciar acciones que van al encuentro de las
necesidades más profundas de nuestros hermanos y hermanas. En
segundo lugar, a medida que tomo sobre mí la carga agradable de amar a
los demás, Dios, a quien nadie vio, se vuelve peculiarmente visible en la
iglesia. Vemos a Dios mismo cuando ―su amor se ha perfeccionado en
nosotros‖ (v. 12). A medida que Dios se vuelve más real entre nosotros,
aun aquellos que no reaccionaron van a ser tocados por su amor.
Dios vive en nosotros (1 Juan 4:13-16). ¿Acaso es posible ese tipo de
amor? ¡Claro que sí! No dependemos de nuestra propia capacidad para
amar a nuestros hermanos. En la persona del Espíritu Santo, Dios vive en
nosotros y va a amar por medio de nosotros. Aprendemos a compartir el
amor de Dios por nosotros.
El amor nos libra del miedo (1 Juan 4:17- 18). Juan tiene una
perspectiva fantástica para el temeroso y para aquel que duda. A medida
que vemos el amor de Dios tomar forma visible en la comunidad de fe,
nos volvemos más confiados y más parecidos a Dios. ―En este mundo‖,
dijo Juan, en la comunidad de creyentes, ―como él es, así somos nosotros‖
(v. 17). El amor nos transforma. Vemos que Dios no está airado ni
dispuesto a castigarnos; el amor quita el miedo.
Es bonita la manera en que el amor expulsa el miedo. Cuando Sergio
se hizo cristiano, era un busca pleitos, amargado y se ofendía fácilmente
porque le parecía que otros lo despreciaban. Oprimido por una imagen
muy pobre de sí mismo, Sergio no lograba creer que Dios lo aceptaba
con todos sus defectos. Cada vez que algo salía mal, él tenía la seguridad
de que Dios lo castigaría. Aun cuando todo parecía salir bien, había
cierto miedo que impedía que Sergio sintiera paz o satisfacción.
Entonces Sergio se hizo miembro de una iglesia verdaderamente
amorosa, cuyos miembros le aceptaron como era. Ellos entendieron su
comportamiento, pasaron por alto sus insultos y lo amaron en verdad.
Ellos convidaron a ese hombre joven y desagradable a sus casas.
Gradualmente Sergio comenzó a ver que esas personas lo amaban a
pesar de sus defectos. Él podía ser sincero con ellos, y ellos seguían
interesándose en él. Al principio Sergio se puso peor, probando la
aceptación de ellos para ver si ese amor era verdadero. Finalmente quedó
convencido. Fue amado. Con ese descubrimiento vino un gran alivio.
Mediante el amor de sus hermanos y hermanas en Cristo, Sergio
experimentó la realidad del amor de Dios. El mensaje del Calvario que
había aceptado intelectualmente ahora desataba los nudos de la culpa y
del miedo en lo profundo de su ser. Cuando Sergio encontró una
comunidad de personas que eran como Dios en este mundo, fue libre
para también volverse una persona amorosa.
El amor es nuestra respuesta a Dios (1 Juan 4:19- 21). Sergio fue
liberado para amar sólo por haber sido amado. Juan destacó que lo
mismo ocurre con todos nosotros. No amamos a Dios; Dios nos amó.
Dios nos alcanzó primero. Pero al ser amados por Dios, somos liberados
para amar a cambio. Ahí podemos ir al encuentro de los demás.
¿A quiénes amamos cuando el amor de Dios nos libera? Sí, amamos a
Dios. Pero también amamos a nuestros hermanos. En realidad, el amor
de Dios y el amor de su familia están inseparablemente relacionados
como Juan declara de forma inequívoca: ―Si alguno dice: Yo amo a Dios,
y aborrece a su hermano, es mentiroso‖ (v. 20). El amor no emplea
vendas para descartar a algunos y concentrarse en otros. Cuando el amor
nos toca, se afecta toda nuestra personalidad. Vemos a Dios, sentimos su
amor y somos atraídos a Él. Vemos a las personas por primera vez.
Vamos al encuentro de los demás para tocarlos e interesarnos en ellos. El
amor nos transforma.
En Cristo, y en su comunidad de fe, vamos a aprender a andar en
amor.

❤Conexión con la vida: Jóvenes / Adultos


¿Qué hace a una iglesia una comunidad amorosa? Haga un
―intercambio de ideas‖ con el grupo para encontrar cualidades y
acciones que son características de una comunidad cristiana
amorosa.
Después lea o cuente la historia verdadera de Sergio. ¿Cuáles
eran las cualidades de la iglesia de la que se hizo miembro? ¿Qué
cualidades sugiere su historia aparte de las ya enumeradas?
¿De qué manera su congregación es una iglesia amorosa? ¿Qué
pueden hacer los miembros de su grupo para mostrar amor en su
comunidad?
____________________________________________________________
PLAN DE CLASE

Preparación
Escoja las verdades fantásticas de ese texto que van a ser las más
importantes para los miembros de su grupo.

Presentación
1. Reparta algunas definiciones de ―conocer‖ para que su grupo
estudie y determine cómo puede demostrarse el ―conocimiento‖.
Pida que los miembros del grupo lean 1 Juan 2:3-17 para
determinar lo que Juan quería decir con ―conocer‖ y cómo se
demuestra ese conocimiento. Véase la 1ra ―Conexión con la vida‖
correspondiente a esta sesión.
2. O pida que los miembros de su grupo lean individualmente 1 Juan
2:28—3:10 para redactar frases respecto a ―pecado‖. Su objetivo es
ayudar a sus miembros a ver que la presencia de Dios en sus vidas
significa que no van a pecar habitualmente', el Espíritu Santo va a
efectuar una transformación gradual en nuestra relación con el
Señor. Véase la 2da ―Conexión con la vida‖ correspondiente a esta
sesión.

Desarrollo
1. Use el cuadro que aparece en esta sesión para presentar una breve
exposición, explicando como Dios nos ayuda a saber
(subjetivamente) que realmente lo conocemos.
2. Concéntrese en la evidencia objetiva primaria por la cual una
persona o una congregación realmente conoce a Jesucristo de una
manera experimental; las expresiones de amor que Dios obra
dentro de nosotros. Pida a los miembros de su grupo que lean 1
Juan 2—4 y enumeren maneras por las cuales los cristianos
muestran el amor, o use la idea de la 3ra ―Conexión con la vida‖
correspondiente a esta sesión.

Aplicación
Pida que cada persona se examine, empleando el criterio del estudio.
¿Cómo cada uno sabe que realmente ―conoce‖ a Jesucristo?
Invite a las personas que están inseguras a que se queden después del
encuentro para que hablen con usted o para que las llame después
durante la semana.
GUÍA DE ESTUDIO 168___________________________________________________

1 Juan 5; 2 y 3 de Juan
ANDANDO POR LA FE

Visión general
―Vida‖ y ―muerte‖ son palabras clave en el Evangelio según San Juan
así como en las epístolas. Pero ellas no son solamente las palabras
respecto al futuro. Esas palabras describen la experiencia presente de los
seres humanos.
Una persona que tiene una relación personal con Jesucristo
experimenta un nuevo nacimiento y tiene vida eterna ahora. Una
persona sin esa relación personal, que se establece por la fe, está
espiritual y eternamente muerta, aunque continúe la vida física.
En el último capítulo de la primera carta pastoral de Juan, él escribe
respecto a la vida, deseoso que los creyentes puedan saber que ellos
tienen vida ahora.
Las breves cartas siguientes de 2 y 3 Juan reflejan temas vistos en
todos los escritos de Juan. Encontramos amor, obediencia, verdad,
advertencias y notas de gozo.
Los cuidados pastorales de Juan se ven con toda claridad, dándonos a
usted y a mí un ejemplo a medida que nosotros también presentamos la
Palabra viva de Dios.

■ 1 Juan 5 tiene tres textos acerca de los cuales hay mucho debate entre
los teólogos. Esta guía de estudio analiza cada uno, pero usted puede
estudiarlos más a fondo en un comentario bíblico versículo por
versículo. Los tres textos que se debaten son:
 1 Juan 5:6-7: Jesucristo ―vino mediante agua y sangre‖.
 1 Juan 5:14: Debemos orar y pedir ―conforme a su voluntad‖.
 1 Juan 5:16-17: ―Hay pecado de muerte‖.
Comentario
―Deseo morir para poder vivir.‖
Esa declaración algo extraña en realidad refleja la actitud de algunos
cristianos mal informados, que piensan que la vida eterna es algo que
heredamos sólo después de nuestra muerte. Esas personas, que miran su
vida presente con desesperación y suponen que solamente la eternidad
trae esperanza, tienen que prestar atención a los pensamientos
concluyentes de Juan. ―Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en
su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida‖ (5:11-12, cursivas del autor).
La vida eterna es nuestra, y podemos disfrutarla ahora.

Fe: 1 Juan 5:1-12


El significado central de la ―fe‖ (pistis en griego) es una relación
personal establecida por confianza y fidelidad. El que un cristiano diga
―Creo en Jesucristo‖ no significa tanto una declaración afirmando ciertas
creencias respecto a Jesucristo, como es una afirmación de confianza. Y
una confesión de que la persona de Jesucristo, acerca de quien yo
aprendo en la Biblia, se convirtió en más que una figura histórica para
mí. Lo reconocí como una persona real y viva, y no he vuelto atrás por
miedo. En vez de eso, puse confiadamente todo lo que soy y todo lo que
espero ser en sus manos. Fe es abandonarnos a nosotros mismos y
abandonar nuestros esfuerzos, y descansar en la promesa de Jesucristo de
perdón y transformación.
El énfasis especial de Juan dentro de este aspecto fundamental del
significado de la fe es este: La afirmación de Jesús de ser verdadero y
digno de confianza fue autenticada y confirmada por Dios.
Solamente la fe va a recibir el testimonio respecto a Jesucristo. Juan
quiere que sepamos que la fe trae vida. Al responder con fe a Jesucristo,
formamos parte de una gran multitud que tiene vida eterna, ahora.
El centro de la fe (1 Juan 5:1-5). Juan deja claro que el nuevo
nacimiento, mediante el cual recibimos vida de Dios, viene únicamente
por medio de la fe en Jesucristo. El primer versículo dice: ―Todo aquel
que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios.‖ Juan sigue destacando
que creer es una respuesta de fe y que no puede haber relación con Dios
a no ser por medio de Jesucristo.
El acto inicial de la fe nos lleva a un mundo nuevo en el que amamos a
Dios y mostramos ese amor mediante la obediencia. La presencia de la
vida eterna ahora significa que podremos vencer los problemas que nos
inquietan. Seremos fortalecidos por la vida eterna que se arraigó en
nuestras personalidades. Las cosas que son imposibles para nosotros hoy
van a hacerse posibles mañana.
El testimonio de la fe (1 Juan 5:6-12). El significado del versículo 6 es
confuso, y es tema de mucho debate. El versículo identifica a Jesucristo
como aquel ―que vino mediante agua y sangre‖ – no sólo mediante agua.
¿Acaso estaba Juan refiriéndose a aquel ―que vino al mundo‖? ¿O a aquel
―que vino a nuestra vida?‖ O tal vez sencillamente quería decir que ―se
presentó a nosotros‖. ¿Acaso el agua se refiere a la bolsa de agua en la
madre, que se rompe poco antes de que nazca el niño? Si fue eso,
entonces Juan estaba refiriéndose a la encarnación, y afirmó que Jesús, el
Hijo de Dios, entró en el mundo como ser humano para vivir en el
tiempo, en el espacio y en la historia. Su presencia fue comprobada por
los hombres y registrada por todas las generaciones venideras.
¿O esa agua se refiere al bautismo de Jesús por Juan el Bautista en el
río Jordán, que marcó el inicio de su ministerio público?
¿Se refiere la sangre a la muerte expiatoria por medio de la cual Él nos
liberó? Sin duda, ese es el uso central de ese término en el Nuevo
Testamento.
¿O acaso Juan empleó los dos términos de una manera muy específica,
para repetir lo que él escribió en su Evangelio, que en el Gólgota ―uno de
los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y
agua‖? (Juan 19:34).
Cualquiera que sea la idea que Juan tenía en mente él añadió una
tercera fuente muy clara a las primeras dos fuentes de testimonio. Dios,
el Espíritu Santo da testimonio a cada creyente que está en armonía con
las otras dos. La historia nos cuenta del nacimiento de Jesús como
hombre. Las Escrituras mencionan su muerte y resurrección y explican
el significado de esos acontecimientos. Al oír acerca de la historia del
evangelio, el propio Espíritu Santo de Dios confirma esa verdad en
nosotros. Esos tres testigos dan un testimonio unificado respecto a
Jesucristo que podemos aceptar, porque el testimonio de Dios es seguro.
Cuando oímos y creemos, comprendemos; Dios el Espíritu confirma la
verdad en nuestro corazón (1 Juan 5:10).
¿Qué decir de aquellos que oyen la promesa de vida del evangelio y
prefieren buscar a Dios en alguien o en algo diferente de Jesucristo? La
respuesta de Juan es clara e inequívoca. Esa persona hace de Dios un
―mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado
acerca de su Hijo‖ (v. 10). Dado que la vida eterna es sólo por medio del
Hijo, ―el que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios
no tiene la vida‖ (v. 12).
La afirmación de que Jesucristo es el único camino hacia Dios irritaba
a las personas del primer siglo. Ellas querían buscar a Dios a su manera.
Ellas querían sus filosofías, a sus dioses y diosas que encarnaban pasiones
humanas y reflejaban la imagen del hombre. Hoy las personas también
exigen el derecho de hacer lo que quieren en la esfera moral y religiosa.
Ellas rechazan la idea de un absoluto.
Pero Juan no estaba preocupado con lo que las personas querían creer
sobre Dios. Juan estaba preocupado con la realidad. El hecho es que Dios
había hablado. Él había dicho que la vida puede encontrarse sólo en
Jesucristo. Usted o yo podemos rechazar lo que Él dice, pero nuestro
rechazo no va a cambiar la realidad.
Es importante que comprendamos las implicaciones del carácter
inmutable de la Palabra de Dios. Conferencias y concilios pueden
anunciar cambios en la doctrina y en la práctica. Quienes afirman que
representan a la iglesia pueden decir que la homosexualidad hoy es
aceptable, pero eso no va a cambiar el hecho de que Dios condene ese
estilo de vida. Algunos que dicen representar a la iglesia pueden decir
que, al evangelizar, debemos respetar lo bueno en las otras religiones y
nunca sugerir que la fe tradicional de ellos no pueda llevarlos a Dios.
Pero Dios dice que la vida sólo puede encontrarse en Jesucristo.
Hoy, como en la época de Juan, tenemos que llevar a un mundo sin
esperanza no la ilusión que las personas desean, sino la realidad que
necesitan. Jesucristo, el Hijo de Dios, es la promesa de victoria, y el
único camino hacia Dios.

❤Conexión con la vida: Jóvenes / Adultos


Escriba en la pizarra 1 Juan 5:12: ―El que tiene al Hijo, tiene la
vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida‖.
Divida al grupo en equipos de cuatro o cinco personas. Cada
equipo debe encontrar por lo menos diez preguntas que ese
versículo pueda responder. Por ejemplo: ―¿Será que los paganos
realmente están perdidos?‖
Acto seguido, reúna al grupo, enumere las preguntas en la
pizarra y analicen lo siguiente: ―¿Cuál de esas preguntas es más
importante para usted? ¿Por qué?‖
Esa actividad puede ser muy importante para cualquier persona
que está insegura en cuanto a su salvación. Si creemos en el
testimonio de Dios respecto a Jesucristo (vv. 9-11), entonces
basándonos en la propia Palabra de Dios podemos saber que
tenemos vida eterna.

Observaciones finales: 1 Juan 5:13-21


Las observaciones finales de Juan resumen y aplican sus enseñanzas.
Juan nos ayuda a ver el gran regalo que recibimos en Jesucristo y en
nadie más.
Oración (1 Juan 5:13-15). Toda nuestra actitud con relación a la
oración cambia cuando sabemos que ahora tenemos vida eterna. No
somos personas siendo probadas, esperando de forma temerosa al otro
lado de la puerta hasta que la muerte nos lleve a la vida. No, Juan
escribió: ―para que sepáis que tenéis vida eterna‖ (v. 13). ¿De qué manera
ese conocimiento afecta nuestras oraciones? Juan explica que ―esta es la
confianza que tenemos en él‖ (v. 14).
¿Será que Dios va a aceptarnos? ¿O acaso nuestros defectos lo dejaron
irritado? ¿Acaso Dios nos va a volver la espalda por causa de alguna
actitud interior inalterada que está oculta en nuestra personalidad? ¿O
no va a hacernos caso por causa de algún hábito que aun no hemos
podido vencer? Ese tipo de miedo nos priva de orar con confianza.
Pero la carta de Juan ha calmado esos miedos. Ha habido fallas, pero la
sangre de Cristo purifica. El pecado confesado, perdonado y olvidado no
es una barrera para nuestra comunión con Dios. ¿Acaso alguna actitud
interior aun está torcida? ¿Hay aspectos de mi estilo de vida que aun no
han cambiado? Juan nos dice que tenemos vida eterna por medio de la fe
en Jesucristo. Vamos a ver su vida en nosotros vencer esas
imperfecciones.
Con esas preocupaciones resueltas, ¿cuáles debieran ser nuestras
mayores preocupaciones en la oración? Sólo pedir que lo que deseamos
sea la voluntad de Dios. Cualquier cosa que pidamos de acuerdo con su
voluntad, podemos estar seguros de que la recibiremos.
Aquí la palabra para la voluntad de Dios es thelema. Por lo regular no
se refiere al decreto de Dios o plan inmutable, sino a lo que Dios desea
que ocurra. Podemos decir que orar conforme a la voluntad de Dios
significa armonizar nuestras aspiraciones y nuestros deseos con los de
Dios.
¿Cómo es posible ese tipo de armonía? En primer lugar, Dios revela
sus valores, actitudes, planes, propósitos e intenciones para nosotros.
Sabemos, por ejemplo, que el orgullo de las posesiones que motiva a las
personas del mundo es rechazado por Dios. Él valora a las personas, no a
las cosas. Se deduce entonces que una petición a Dios que expresa un
deseo orgulloso por posesiones no está de acuerdo con su voluntad.
Podemos esperar que una petición como esa será rechazada. Pero
podemos esperar que una petición que está en armonía con el profundo
interés de Dios por las personas será oída y concedida. Asimismo,
entender y adoptar los valores de Dios nos ayuda a orar de acuerdo con
su voluntad.
También es posible orar de acuerdo con la voluntad de Dios porque el
Espíritu Santo vive en nosotros. Los creyentes oyen su voz. Él puede
llevarnos a desear y a orar por aquellas cosas que Dios quiere para
nosotros.
Es importante ver que Juan no está poniendo una ―condición‖ que
debemos cumplir antes de esperar que Dios responda a nuestras
oraciones. ¡Ocurre precisamente lo opuesto! Con nuestra relación con
Dios establecida en Cristo, podemos acercarnos a Dios con confianza. A
medida que Dios, el Espíritu, obra en nosotros, nuestras oraciones van a
armonizar cada vez más con la voluntad suya. Podemos mirar hacia
delante y ver nuestras oraciones respondidas como una experiencia
diaria en nuestra vida cristiana.

❤Conexión con la vida: Jóvenes / Adultos


En una breve exposición destaque la confianza que podemos tener
en nuestra relación con Dios y la expresión de esa confianza en
Dios. Entonces ayude a los miembros de su grupo a sentir esa
realidad por imágenes alternativas.
Es decir, pida que los miembros sugieran imágenes alternativas
que contrasten con la imagen negativa que interpreta mal la
promesa en cuanto a orar conforme a la voluntad de Dios. Por
ejemplo: ―Orar en la voluntad de Dios no es una serie de
obstáculos que debemos pasar, sino…".
Pida que cada miembro del grupo complete la sentencia con otra
imagen que contradice la ―condición’ de la imagen sugerida por la
serie de obstáculos. Otras imágenes pueden incluir: Orar conforme
a la voluntad de Dios no es:
 Una carrera que usted debe realizar sin derribar ningún
obstáculo, sino…
 Una montaña que usted debe escalar para que Dios lo oiga,
sino…
 Un precio que usted tiene que pagar para comprar el interés de
Dios, sino…
Después de hacer algunos de esos ejercicios juntos, deje que los
miembros de su grupo presenten imágenes alternativas de lo que
no es y de lo que es.

Pecado en la comunidad (1 Juan 5:16-17). Cuando reconocemos


nuestros pecados delante de Dios, Él nos perdona y nos purifica. Pero
¿qué hacer si vemos a un cristiano resbalar? Juan nos exhorta a que
oremos por el hermano. Dios va a responder a nuestras oraciones y traer
de vuelta a nuestro hermano.
Pero Juan observa que ―hay pecado de muerte‖ (v. 16). ¿Acaso estaba
Juan enseñando que aquellos que tiene vida eterna pueden perderla?
En la Biblia, la ―muerte‖ tiene varios significados. La muerte biológica
ocurre con todos los seres vivientes. La muerte espiritual, el legado del
pecado, se apodera de cada uno de nosotros hasta que su dominio sea
quebrado por Cristo. Y hay un reino de la muerte, que es la experiencia
de separación de Dios, de cautiverio en los moldes del mundo, del cual es
liberado el creyente.
Juan tenía la tendencia a omitir la muerte biológica. Para él, la
gloriosa posesión actual de la vida eterna era tan vital y real que el
momento de transferencia de ese mundo para el mundo del más allá no
llegaba a ser una preocupación.
Sin embargo, aun para el creyente, el pecado puede llevarnos de
vuelta a experimentar la muerte. ¿Qué pecado? El pecado negado y no
confesado; el pecado justificado por excusa o argumentación; el pecado
que no se ha llevado para que lo cubra la sangre de Jesucristo, porque
decidimos apartarnos de la luz y andar en las tinieblas. Lo que Juan
parece estar diciendo es que hay pecado que abre las puertas para el
reino de la muerte. No todo pecado nos lanza al mundo de ilusión del
que fuimos liberados, sino que algunos lo hacen.
Si vemos a un hermano cuyo espíritu airado lo lleva a ofender a otros,
o cuyos deseos siguen cautivos de cuando en cuando por la codicia,
debemos orar por él. Ese tipo de actitud es pecado, pero no ciega
necesariamente a nuestro hermano a la luz.
Pero algunos pecados son tan oscuros que al escogerlos, se lleva de
vuelta a la persona a la oscuridad más profunda de este mundo. ¿Cuáles
son esos pecados? Juan no especificó.
Lo que dijo es que aquel que ha nacido de Dios no va a seguir pecando.
La vida de Dios en nosotros va a luchar contra el pecado y a llevar al
creyente otra vez a la luz. Todo el mundo puede estar bajo el control del
maligno, pero aquel que tiene vida nueva de Dios se mantiene seguro: ―el
maligno no le toca‖ (v. 18).
Aunque Juan no definiera el pecado que lleva directamente al reino de
la muerte, es posible especular. Todas las últimas cartas del Nuevo
Testamento se preocupan con la herejía, con las falsas enseñanzas acerca
de doctrina y estilo de vida. Juan mismo dijo que los falsos maestros se
introducirían sutilmente en la comunión de la iglesia, pero después
―salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros‖ (2:19).
Es probable que el pecado al que Juan se refería era el pecado de la
apostasía: el pecado de apartarse de la verdad y del estilo de vida
cristiana.
Espere, estaba diciendo Juan. Si usted ve a un hermano apartarse de
Cristo, ore. Y si alguien nace de Dios, no va a seguir en su pecado. Dios
va a protegerlo de las garras de Satanás y a llevarlos de vuelta. Pero si
sigue pecando, eso indica que era un hermano falso; entonces deje de
orar. Déjelo establecerse en el mundo de los muertos y de las tinieblas,
que es su casa y su destino.
Juan trató de dejar muy claras las cosas. Para usted y para mí, no hay
duda acerca de nuestra relación personal con Cristo. Cada uno de
nosotros conoce su corazón; recibimos el testimonio de Dios y su
garantía de vida eterna. Pero no juzgamos al otro que afirma ser
hermano. Oramos cuando vemos a un hermano perturbado por la
mancha remanente del pecado. Y, si alguien se aparta de Cristo,
esperamos. Si es un escogido de Dios, se mantendrá en seguridad y va a
volver.
Respecto a los demás, nos abstenemos de juzgar.
Respecto a nosotros mismos, ah, ¡respecto a nosotros mismos podemos
estar seguros!

2 y 3 Juan
Esas dos cartas breves escritas a personas muestran cómo los temas
vistos en la primera carta de Juan dominan su pensamiento posterior. Se
encuentra el gozo al andar en la verdad. Se nos llama y se nos ordena a
andar en el amor (2 Juan 6). Al seguir la enseñanza de Cristo, somos
protegidos de engañadores, que atacan el cuerpo de Cristo en la tierra.
Aunque cada una de esas cartas pueda estudiarse de manera
independiente, también pueden verse como un resumen de los
pensamientos de Juan. De esa forma usted puede usar mejor esas dos
cartas pastorales para resumir las enseñanzas principales del apóstol del
amor.

❤Conexión con la vida: jóvenes / Adultos


Divida al grupo en equipos de cinco personas. Pida que la mitad de
los equipos estudien 2 Juan y la otra mitad 3 Juan.
Cada equipo debe primero subrayar palabras que reflejan temas
comunes en los escritos de Juan.
En 2 Juan encontramos: amor, verdad, gozo, obediencia y el
anticristo engañador.
En 3 Juan encontramos: amor, verdad y gozo.
Después que cada equipo haya identificado las palabras del
tema, los miembros deberán (1) desarrollar una definición del
término, y (2) ilustrar su importancia para la vida y experiencia
cristiana de su carta y de 1 Juan.
Usted puede darle una concordancia bíblica a cada equipo.
Reúnanse después de unos veinte minutos y comenten los
descubrimientos.
____________________________________________________________
PLAN DE CLASE

Preparación
Lea la carta de 1 Juan para repasar el significado de las palabras clave:
verdad, amor, gozo, obediencia y el anticristo engañador.

Presentación
Comience dividiendo en equipos. La mitad estudiará 2 Juan y la otra
mitad, 3 Juan. Encuentre palabras clave empleadas por Juan, defínalas y
muestre su importancia con relación a 1 Juan. Eso va a comenzar su
estudio con un buen repaso. Véase la 1ra ―Conexión con la vida‖
correspondiente a esta sesión.

Desarrollo
1. Si alguien de su grupo no tiene seguridad de su salvación,
concéntrese en 1 Juan 5:12. Al anotar preguntas que ese versículo
de tanta influencia responde, usted puede ayudar a cultivar la
confianza en Dios y en las promesas del evangelio. Véase la 2da
―Conexión con la vida‖ correspondiente a esta sesión.
2. O concéntrese en la necesidad de su grupo para una mayor
seguridad en la oración. 1 Juan 5:14 ha confundido a muchas
personas con su llamado de orar ―conforme a su voluntad‖.
Presente una breve exposición para ayudar a los miembros de su
grupo a entender que esa es una promesa y no una condición para
oraciones respondidas. Después trabajen juntos para desarrollar
imágenes contrastantes que van a resaltar el profundo deseo de
Dios de oírnos y la garantía de que podemos llevar todas nuestras
necesidades a Él.

Aplicación
Exprese su propio gozo en el progreso personal que ve en la vida de
aquellos a quienes usted enseña (véase 3 Juan 4). Deje que los miembros
de su grupo sepan que usted los ama, de la misma manera que Juan amó
a aquellos a quienes él ministraba en el primer siglo.

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