0% encontró este documento útil (0 votos)
90 vistas8 páginas

El Alma Es Inmortal

El alma es inmortal porque es espiritual y por lo tanto no puede morir. Si Dios ha puesto en el alma humana esta tendencia irresistible de felicidad, es porque esta dispuesto a darnos los medios para satisfacerla.

Cargado por

PABLO SINI
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
90 vistas8 páginas

El Alma Es Inmortal

El alma es inmortal porque es espiritual y por lo tanto no puede morir. Si Dios ha puesto en el alma humana esta tendencia irresistible de felicidad, es porque esta dispuesto a darnos los medios para satisfacerla.

Cargado por

PABLO SINI
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 8

El alma es inmortal.

El alma es inmortal porque es espiritual y por lo tanto no puede


morir. Si Dios ha puesto en el alma humana esta tendencia
irresistible de felicidad, es porque esta dispuesto a darnos los
medios para satisfacerla.

Por: P. Jorge Loring | Fuente: Para Salvarte 

6. El alma es también inmortal porque es espiritual. 


Lo espiritual no tiene partes como la materia. 
Por lo tanto lo que es espiritual no puede morir, ni por descomposición y
corrupción de sus partes (que no tiene por ser espiritual), ni por
corrupción del cuerpo (del que no necesita para existir) 176.

La Iglesia afirma la supervivencia y la subsistencia del alma


después de la muerte 177, de un elemento espiritual 178 que está
dotado de conciencia y de voluntad, de manera que subsiste el
mismo yo humano 179.

Además, Dios nos ha dado a todos los hombres un ansia tal de


felicidad que exige la inmortalidad 180. 

Felicidad que se acaba, no es verdadera felicidad: si a un ciego le


devolvieran la vista sólo por un día, y si a un prisionero le
pusieran en libertad sólo una hora, ni el ciego ni el prisionero
serán felices sólo con esto. 

Les atormentaría el pensamiento de que pronto se les acabaría


esa felicidad. 

La felicidad, para que sea completa, debe serlo para siempre.

Como dice Aristóteles, todos los hombres queremos ser felices y


en el grado máximo. 
Sin embargo, en este mundo nadie es totalmente feliz. 
Todos tenemos nuestras penas. 
En unos serán dificultades materiales. 
En otros, enfermedades. 
En otros, disgustos morales. 
Pero todos tenemos en la vida nubes que nos oscurecen ese sol
de la felicidad que tanto ansiamos.

Es que nuestra alma está hecha para el cielo, y sólo allí


encontrará esa felicidad infinita y eterna que la sacie por
completo 181.
Dice Enrique Rojas en ABC: «El hombre es un ser descontento. Su
existencia es una toma de conciencia permanente de sus
limitaciones. Ortega decía que la esencia del hombre era la
soledad. Para Zubiri, la inquietud. Para Unamuno, el sentimiento
trágico. Para Heidegger y Kierkegaard, la angustia. Para Sartre, la
náusea. Todo lo humano es deficitario, indigente» 182.

El investigador español Dr. Manuel Losada, Profesor de la


Universidad de Sevilla, el 10 de Junio del 2001, a las 10:30 de la
mañana, dijo en televisión (Canal Sur), en una entrevista que le
hizo José Mª Javierre: «Para Ramón y Cajal, uno de los mayores
talentos de nuestra generación, había que partir de dos
postulados: la existencia de Dios y la inmortalidad del alma».

Si Dios ha puesto en el alma humana esta tendencia irresistible


de felicidad, es porque está dispuesto a darnos los medios de
poder satisfacerla 183. Lo contrario iría contra su Sabiduría y su
Bondad. Es así que la felicidad que apetecemos exige la
inmortalidad, y nuestro cuerpo es mortal, luego nuestra alma
tiene que ser inmortal.

El Concilio Vaticano II dice: «El afirmar la espiritualidad e


inmortalidad del alma no es un espejismo ilusorio, sino una
profunda realidad» 184. 
La Sagrada Congregación de la Fe, el 17 de mayo de 1979,
publicó un documento sobre cuestiones de escatología en cuyo
nº 3 se dice: «La Iglesia afirma la continuación tras la muerte de
un elemento espiritual del Yo que carece, durante este tiempo,
del complemento corporal» 185. 
La inmortalidad del alma es dogma de fe 186.

7. Los Testigos de Jehová niegan la inmortalidad del alma porque


la palabra del Génesis néphesh significa principio vital común a
los animales y a los hombres 187. 
Pero en el salmo 49,16 se dice que Dios librará al néphesh del
justo del sheol . «La palabra néphesh que había significado hálito
vital, vida, toma así el significado de alma, núcleo personal del
justo, que Dios toma consigo cuando el justo muere» 188.
Es que la revelación del mensaje bíblico es progresiva. Dios se
acomodaba a la mentalidad del pueblo al que se dirigía.

«En su revelación a los hombres, Dios sigue una lenta pedagogía.


(...) Era importante la exclusión de un culto a los muertos (...)
paralelo al que tenían los pueblos paganos vecinos, en el que se
incluía una cierta “divinización” de los muertos. 
»Se explica, por ello, que Dios haya levantado a Israel muy poco
a poco el velo que cubre los misterios del más allá» 189. 

La distinción entre alma y cuerpo no aparece hasta Daniel, en el


siglo II antes de Cristo190. 
Después, en el Libro de la Sabiduría ya aparece clara la idea de
inmortalidad: «Dios creó al hombre para la inmortalidad»  191. 

El cuerpo se muere y desaparece. 


Lo que permanece es el alma 192. 
Por eso Saúl habla con el espíritu de Samuel, que ya había
muerto 193. 
Dijo Jesucristo: «No temáis a los que solamente pueden matar el
cuerpo; temed más bien al que puede perder el alma en el
infierno» 194. «Quien cree en Mí, aunque muera vivirá; quien
cree en Mí, no morirá jamás» 195.
Con estas palabras Jesús confirma el pensamiento que tenían los
judíos de que el alma seguiría viva después de la muerte 196.

8. Últimamente ha circulado una teoría de que la separación


alma-cuerpo era un dualismo de origen platónico, y que por lo
tanto el hombre resucita en el momento de la muerte. 

«Pero no debe olvidarse que tan categorías humanas son las


semíticas como las helenísticas, y en este sentido son igualmente
aptas para ser instrumento de la revelación de Dios» 197. 

Eso de que la resurrección es inmediatamente después de la


muerte, es una doctrina rechazada por la mayor parte de los
teólogos católicos, e incluso por los protestantes de la talla de
Oscar Cullmann, Profesor de la Universidad de París, y una de las
primeras figuras de la teología protestante 198. 

A su vez el Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación


Vaticana para la Doctrina de la Fe, afirma: «La hipótesis de una
resurrección en el momento de la muerte no se puede probar ni
lógica ni bíblicamente» 199.

9. Cristo habla de que el hombre sigue vivo más allá de la


muerte: la parábola de Lázaro y el rico Epulón habla de la
realidad del infierno después de la muerte 200; y al buen ladrón le
promete el paraíso después de la muerte 201.
Antes había dicho: «Si quieres entrar en la vida eterna, guarda
los mandamientos» 202. «Los impíos irán al suplicio eterno, y los
justos a la vida eterna» 203. «Alegraos y regocijaos, porque es
grande vuestra recompensa en el cielo» 204.
El Evangelio dice que el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, no
es Dios de muertos sino de vivos 205. Luego si Abrahán, Isaac y
Jacob están vivos es porque su alma es inmortal.

También San Pablo dice que en esta vida conocemos a Dios


imperfectamente, pero que en la gloria lo veremos cara a
cara 206; y añade: «deseo morir y estar con Cristo lo cual es
muchísimo mejor» 207. «Es indescriptible la felicidad del
cielo» 208.
Es decir, está claro que seguiremos vivos más allá de la muerte.

El Papa Juan Pablo II les dijo a los jóvenes en Vancouver (Canadá)


el 18 de Septiembre de 1984:«No dejéis que nadie os engañe
acerca del verdadero sentido de la vida. La vida viene de Dios.
Dios es la fuente y la meta de vuestras vidas.
»En el Evangelio Jesús nos avisa de que en el mundo hay
ladrones que vienen a robar209.
» Encontraréis estos ladrones que intentan engañaros. 
»Os dirán que el sentido de la vida está en el mayor número de
placeres posibles. Intentarán convenceros de que este mundo es
el único que existe, y que debéis atrapar todo lo que podáis
ahora. 
»Habrá quien os diga que vuestra felicidad está en acumular
dinero y disfrutar de la vida. Nada de esto es verdadero. 
»Nada de esto proporciona la auténtica felicidad de la vida. La
auténtica felicidad de la vida no se encuentra en las cosas
materiales. 
»La auténtica vida se encuentra en Dios. Y vosotros descubriréis
a Dios en la persona de Jesucristo. 
»Amadle y servidle ahora para que pueda ser vuestra la plenitud
de la vida eterna» 210.

10. Tenemos alma inmortal. Nos guste o no nos guste. 


Esto es una verdad indudable. 
Y además, dogma de fe. Y el que no lo crea, se va a enterar,
porque se va a morir. Negar que tenemos alma es como el que
niega que tiene hígado porque no lo ve o no lo siente. 
Somos como somos, independientemente de cómo quisiéramos
ser. 
Dentro de mil millones de años estaremos todavía vivos: felices
en el cielo, o sufriendo en el infierno; pero vivos. 
Y vivos para siempre. 
Y para siempre felices, o para siempre sufriendo. 
Y esta felicidad o este tormento, depende de los años de vida en
este mundo.

Por otra parte, ante la afirmación de Cristo-Dios, de que el


hombre sigue vivo más allá de la muerte, es lógico y prudente
tener esto en cuenta. 
Si voy por la carretera y me encuentro un letrero que dice
«Carretera cortada después de la curva: puente hundido», lo
lógico es frenar. Tomar esa curva a toda velocidad es suicida.

Quien vive en esta vida sin preocuparse de la otra es un loco. Lo


lógico, lo racional, lo inteligente, es vivir aquí pensando en lo que
ciertamente ha de venir después de la muerte.

Nos preocupamos de mantener la salud, la buena presencia


física, el capital, etc. Por conservar o mejorar todo esto hacemos
esfuerzos, sacrificios y gastamos dinero. ¿Y abandonamos la
salvación del alma? 
Si la perdemos, lo hemos perdido todo y para siempre. 
Si la salvamos, nos hemos salvado para siempre.

La preocupación por nuestra salvación nos impedirá vivir en


pecado mortal, pues una muerte repentina nos llevaría a una
condenación eterna. 
Son frecuentísimas las muertes repentinas: accidentes,
enfermedades inesperadas y fulminantes, etc. 
¿Quién dormiría tranquilo con una víbora en su cama? 
Muchos habrá en el infierno que dejaron su conversión para
después, y ese después no llegó nunca porque ellos murieron
antes. 
Jesucristo nos lo avisa repetidas veces en el Evangelio: «No
sabéis el día ni la hora» 211. 
Y nos lo jugamos todo a una sola carta, pues sólo se muere una
vez. 
No hay segunda oportunidad. Y todo a cara y cruz. 
No hay término medio entre salvarse y condenarse. O cielo o
infierno. Y esto para toda la eternidad. El equivocado en el
momento de morir, jamás podrá rectificar su yerro.

Una persona consecuente aprovecha esta vida para hacer todo el


bien posible. En la hora de la muerte nos arrepentiremos no sólo
del mal que hayamos hecho, sino también del bien que pudimos
hacer y tontamente no hicimos. 
No debemos hacer las cosas porque nos gustan, sino porque nos
conviene para el bien del alma y del cuerpo; y para bien de los
demás. 
Cada día deberíamos hacer una buena acción. Y cada día hacer
también una cosa que no me apetece, sobre todo si es en bien
del prójimo. 
Si alguien estuviera cierto que pronto sería trasladado a otro
lugar para el resto de sus días, ¿no sería lógico que trasladase allí
todos los bienes que pudiera? Por lo mismo el cristiano procura
atesorar para el cielo 212.

11. El dogma de la inmortalidad del alma no tiene nada que ver


con la hipótesis de la reencarnación, propia del hinduismo y del
budismo, que es inaceptable para un católico (ver n. 104,3).

Tampoco hay que confundir el orar por los difuntos o la


invocación a los santos como mediadores ante Dios con la
evocación a los espíritus, propia del espiritismo, que repetidas
veces ha sido condenada por la Iglesia 213. No es lícito «evocar las
almas de los muertos, recibir respuestas, descubrir cosas lejanas
y desconocidas,etc» 214.

«Hay una diferencia fundamental entre invocación y evocación:


ésta pretende siempre una comunicación perceptible; aquélla no
es más que una forma de oración o súplica»215.

Las prácticas espiritistas pretenden contactar con los muertos.


Pasquali aduce el testimonio de Bozzano, espiritista de fama
europea, quien afirma que el 98% de los casos son fraudulentos.
Pero puede haber casos reales con intervención diabólica  216.

El Sr. Obispo de Stockton, California, (EE.UU), Donald W.


Montrose publicó una Carta Pastoral interesantísima sobre el
ocultismo, el satanismo y las supersticiones. En ella empieza
diciendo: «Por "ocultismo" entendemos una influencia
suprahumana o sobrenatural que no es de Dios y comúnmente lo
asociamos con lo que tiene influencia demoníaca» 217. 
En el juego de la «ouija» consta de las intervenciones diabólicas. 
El sacerdote exorcista de la novela histórica con este nombre dijo
por la televisión mejicana que la posesión tuvo lugar jugando a la
«ouija». 
Así me lo dijo a mí en Méjico quien lo oyó directamente.

También podría gustarte