CASO ALFA S. A. Alfa S. A.
es una conocida empresa metalúrgica que fabrica tanques y calderas de
acero para el mercado industrial. Produce exclusivamente bajo pedido y de acuerdo con las
necesidades de cada cliente. De ahí que cada producto presente especificaciones diferentes y
deba —antes de iniciar la fabricación y el montaje— ser proyectado por el Departamento Técnico,
compuesto por ingeniero y proyectistas. La dirección de alfa S. A. está compuesta así: Director-
presidente: Alfredo Batista de Campos Director financiero: Eduardo Negreiros Director Industrial:
Oswaldo Leone Oswaldo Leone es un ingeniero mecánico de 45 años de edad, amigo íntimo de
Alfredo Batista de Campos. Ambos tienen muchos puntos de vista en común, como por ejemplo, el
de que ningún operario es digno de confianza. Creen que los obreros son holgazanes, tienen
prejuicios, son astutos y necesitan ser tratados con mucha disciplina, control y rígida supervisión,
punto de vista con el cual no está de acuerdo Eduardo Negreiros, el director financiero. Eduardo es
graduado en administración, tiene 38 años y es el único director que no tiene participación
accionaria en la empresa. Tiene fama de ser el defensor de los obreros, desde cuando era
asistente del director, y posteriormente cuando como gerente del departamento de personal,
tenía contacto frecuente con todos los empleados. Al ser nominado director financiero, le fue
encargada la administración de una empresa de servicios subsidiaria, localizada en Rio de Janeiro.
Hace dos años volvió a Sao Paulo como director financiero de Alfa S. A., en la fábrica localizada en
Santo Amaro. Rápidamente renovó sus contactos con los empleados, quienes siempre tuvieron
gran simpatía por él. Oswaldo Leone es el más nuevo de la casa. Fue nombrado director industrial
hace poco menos de dos años, habiendo trabajado antes como gerente de producción en una gran
industria textil. Luego de asumir la dirección industrial, percibió que existía en Alfa un gran
número de pequeños grupos de trabajo, de 5 ó 6 operarios bajo la jefatura de un maestro, que
también trabajaba directamente en la producción, frente al pequeño número de subordinados.
Cada grupo trabajaba en uno o dos proyectos a la vez, pasando a otros proyectos a la vez, pasando
a otros proyectos cada vez que faltaba materia prima o terminaba la obra. Las tareas eran siempre
no-repetitivas e involucraban a los obreros en una porción de actividades diferenciadas y
especializadas. Leone creía que este sistema dificultaba el planeamiento y control de la
producción. Como cada grupo era pequeño, no se disponía de todos los especialistas (como
herreros, mecánicos, soldadores, etc.) necesarios totalmente un proyecto. Además de eso como
los grupos gozaban de un exceso de autonomía en la ejecución del trabajo, presentaban un alto
índice de ineficiencia. El nombramiento de Leone para el cargo de director industrial fue
provocado por la aprobación de un plan de ampliación de la producción (en la parte de tanques y
calderas) y de diversificación de productos (lo cual involucraba otros tipos de equipos industriales
bajo pedido). Después de 15 meses, el número de obreros se elevó de 550 a 1.200. Así, al lado de
empleados que, en su mayoría, tenían más de 10 años en la empresa (los “estables”), entró a
trabajar un volumen apreciables de nuevos contratación de “novatos”, a quienes criticaban
severamente por su inexperiencia en el sector y por su incapacidad en el trabajo, ante la carencia
de entrenamiento. Uno de los empleados “estables” llegó en cierta ocasión a reclamar al ingeniero
Leone: “¿Por qué contratan ustedes tanto novatos? Nosotros podemos trabajar muchos más y
mejor”. Leone entendió que aquel significaba que los obreros podían trabajar mucho más y que si
no lo hacían era por falta de voluntad y no por falta de trabajo. Así, Leone aprovechó la situación
para aumentar el tamaño de los grupos de producción a 20 obreros subordinados a un maestro,
que no necesitaría trabajar directamente en la producción sino sólo en supervisión. El
planeamiento y el control directamente en la producción quedaría totalmente a cargo de la oficina
y todas las tareas pasarían a ser escrupulosamente definidas, detalladas y medidas en términos de
tiempo. El maestro tendría todo el tiempo disponible para la disciplina, supervisión y control de
sus obreros. Como tal sistema había dado buenos resultados en la industria textil donde trabajara,
Leone creía poder aumentar así poderosamente la eficiencia de los trabajadores y reducir
drásticamente los costos industriales de producción. Leone tiene fama de ser un administrador
“duro” y centrado casi exclusivamente en los problemas técnicos de la producción. Aunque sólo ha
ordenado un mínimo de medidas disciplinarias, como suspensiones y destituciones, mantiene
mucha distancia con relación a los obreros y solamente conversa con ellos sobre asuntos
relacionados con el trabajo. El nuevo sistema impuesto por Leone no fue bien aceptado por los
obreros: los “estables” consideraban el antiguo sistema mucho mejor y más saludable. Así las
cosas, conformaron una pequeña comisión para tratar ciertas reivindicaciones con Leone, pero
encontraron tanta dificultad en lograr una entrevista, que acabaron desistiendo. Las relaciones
entre la administración de Alfa S. A. y sus trabajadores fueron siempre relativamente buenas, con
algunos altibajos ocasionales. Sin embargo, todos los problemas siempre se resolvían
internamente. La dirección de la empresa, por tanto, recibió con asombro un comunicado del
sindicato de obreros, denunciando en términos violentos una serie de medidas erradas e injustas
tomadas por Alfa S. A. contra sus obreros, acusándola también de pagar salarios bajos, de
proporcionar condiciones pésimas de trabajo, de controlar rígidamente el personal y de exigir una
producción por encima de lo normal para cada uno. Esa comunicación fue también distribuida
entre los obreros y empleados sindicalizados de otras empresas. Eduardo Negreiros no admitió la
forma ni el contenido de las acusaciones hechas. Principalmente porque muchas acusaciones no
eran correctas. Los salarios de Alfa, por ejemplo, siempre equivalían al promedio establecido en el
mercado. Las condiciones físicas de trabajo eran relativamente satisfactorias. El sistema de trabajo
era el mismo desarrollado sin problemas por otras empresas. Las exigencias de producción se
basaban en tiempos estándares estimados por cronometristas y cronoanalistas expertos. “¿Por
qué los obreros no nos vinieron a reclamar directamente a nosotros, que estamos más próximos y
que tenemos todas las condiciones para resolver sus problema ?