El Sistema Preventivo de Don Bosco
La aplicación del Sistema Preventivo de Don Bosco en el ámbito educativo supone en el
educador un conjunto integrado de virtudes y habilidades; sin éstas, las teorías y las
técnicas son ineficaces. Quizá por esta razón cuando Don Bosco habla o escribe sobre
el Sistema Preventivo, no se dirige a los educandos, sino a los educadores, señalando
que el Sistema Preventivo se basa en la razón y la amabilidad de los educadores. En
otras palabras, la aplicación práctica del Sistema Preventivo supone la adquisición de
una forma de ser por parte del educador. Por esta razón, para nosotros, salesianos, el
Sistema Preventivo no sólo es un método educativo, sino también y sobre todo una
experiencia espiritual.
EL SISTEMA PREVENTIVO DE DON BOSCO
La experiencia pastoral y educativa de Don Bosco respondió a la situación peculiar de
los jóvenes y adolescentes con los que se encontró en la ciudad de Turín. Era una
situación de abandono y de soledad afectiva. Don Bosco respondió a esa situación
desde una actitud que incluía tanto lo humano como lo espiritual; por eso se preocupó
por proporcionar a esos jóvenes abandonados lo necesario para potenciar en ellos lo
humano, lo cultural, lo profesional, lo social, lo afectivo y lo religioso.
La respuesta a los desafíos concretos de esos jóvenes abandonados requería de una
gran capacidad preventiva. Para Don Bosco la prevención es un concepto clave en lo
que se refiere a la educación y formación de los jóvenes necesitados; se manifiesta en
dos dimensiones: asistencial y educativa.
La dimensión asistencial supone proporcionar a los jóvenes aquello que les falta en lo
que se refiere a lo más elemental para vivir: casa, vestido, alimento..., pues si carecen
de lo necesario, la intervención educativa resulta ineficaz.
La dimensión preventiva en el nivel educativo consiste en promover el crecimiento
integral de los educandos anticipándose a las situaciones, en modo tal que, en lugar de
castigar las faltas, resulte imposible que ocurran.
La capacidad preventiva sólo es posible si el educador razona para encontrar las
causas de lo que sucede, pues, de otra forma, no podrá intervenir sobre ellas y, por
tanto, no podrá prevenir.
Igualmente, sin un trato visiblemente amable y justo, no será posible responder a la
soledad afectiva de los jóvenes, ni será posible transmitirles los verdaderos valores,
Para Don Bosco la preventividad supone en el educador un modo de ser armónico
fundamentado en la razón, la religión y la amabilidad.
En este sentido los tres elementos constitutivos del Sistema Preventivo (razón,
religión y amabilidad), están intrínsecamente conectados; es, precisamente, esta
integración armónica lo que hace capaz al educador para involucrar en los jóvenes lo
más significativo de sus potencialidades: su mente, su corazón, su voluntad y su fe,
pues él mismo se presenta como modelo operativo de los valores que trasmite.
De los tres elementos fundamentales del Sistema Preventivo, la prioridad la tiene sin
duda la amabilidad.
En el lugar y en el tiempo en que vivió Don Bosco el término amabilidad indicaba un
conjunto de virtudes y actitudes de tipo relacional, que se demostraban en palabras,
en gestos, en ayudas, en regalos, en benignidad, en solicitud. Se trata de signos que
pueden darse entre esposos, padre e hijos, novios, amigos, benefactores y personas
protectoras.
Cuando se usaba en el ambiente religioso, indicaba el amor misericordioso visible y
acogedor, humano y divino. En síntesis, la amabilidad se manifiesta en palabras,
gestos y actitudes familiares y de amistad, que expresan cercanía, delicadeza,
cordialidad, solicitud, cuidado y misericordia.
Don Bosco asume el significado de la amabilidad propio de su tiempo, pero lo entiende
y lo propone en clave pedagógica-cristiana y asistencial-educativa. Para nuestro Padre,
la amabilidad se demuestra más con hechos que con palabras, a través de un
complejo código de símbolos, signos y conductas con los cuales el educador manifiesta
que toda su solicitud tiene como única finalidad el bien espiritual y temporal de sus
alumnos. En este contexto, se entiende que la amabilidad salesiana es
inseparablemente efectiva y afectiva.
En cuanto creyente y en cuanto pastor, Don Bosco también entiende la amabilidad
como una de las expresiones privilegiadas de la virtud más importante para el
cristiano: la caridad.
De hecho, en el opúsculo sobre el Sistema Preventivo escrito en 1877, Don Bosco
escribe explícitamente que sólo el cristiano puede aplicar con éxito el Sistema
Preventivo, porque dicho sistema se apoya por completo en las palabras de san Pablo,
que dice:
«La caridad es benigna y paciente; todo lo sufre, todo lo espera y lo soporta
todo»
La gran virtud de la caridad, además, le da consistencia profunda a la amabilidad que,
en principio, se refiere a una serie de características de relaciones humanas.
Además de la caridad, también la razón enriquece y fortifica a la amabilidad, de forma
tal que, a pesar de la riqueza afectiva que expresa, no degenera en sentimentalismo ni
expresa debilidad afectiva.
La razón, además, no sólo da consistencia a la amabilidad, sino que, junto con ella,
también es expresión de caridad, en cuanto que es esencial para el ejercicio de la
justicia, para prevenir y para comprender al prójimo. Veamos brevemente estos
tres aspectos:
La justicia consiste en «dar a cada quien lo que le corresponde», y se convierte en
virtud cuando se ejerce en las relaciones cotidianas, en las que todos somos juez y
parte: ser justo cuando están de por medio los propios intereses es una verdadera
virtud.
Cuando Don Bosco habla de la razón, se refiere, entre otras cosas, a la capacidad de
tratar con justicia a los educandos, en forma tal que el educador se gana el corazón
de sus alumnos aun cuando los corrige, pues su justicia es del todo manifiesta.
La razón salesiana, además, es indispensable para prevenir, pues sólo se puede llegar
antes (prevenir) de que algo suceda, si se comprende que cuanto acontece en la
vida siempre tiene una causa, y que las medidas preventivas sólo son eficaces si se
interviene sobre las causas. Ahora bien, la facultad humana que nos permite
comprender la estructura causal de los fenómenos es la razón.
No usar la razón equivale a no prevenir. En este sentido, el uso de la razón es una
condición para amar, sobre todo a quien se encuentra indefenso. Por ejemplo, para
quienes tienen hijos pequeños la prevención de situaciones potencialmente peligrosas
es una responsabilidad fundamental, de tal forma que, no prevenir, es decir, no usar la
razón en todo su potencial lógico, equivale a una grave falta de amor.
La razón salesiana también es fundamental para comprender al prójimo, ya que indica
precisamente la voluntad de entenderlo. En este sentido, la razón es una de las
bases del verdadero diálogo puesto que indica la disposición de lograr consensos,
más que defender las propias posiciones.
Como puede deducirse de los datos apuntados en los párrafos anteriores, la vivencia
del Sistema Preventivo supone educadores equilibrados e integrados, abiertos y
sociables, sensibles a las necesidades de los demás y dispuestos a la relación
interpersonal, especialmente con los jóvenes pobres y abandonados.
Supone educadores con gran capacidad de control interior y exterior, temperantes,
prudentes, capaces de promover la solidaridad y la colaboración.
Los educadores salesianos son personas ricas en valores humanos que los
convierten en modelos y testigos de los mismos valores que comunican a los jóvenes.
La consecuencia lógica de esta integración personal es la capacidad para hacer
evidente y visible el amor auténtico y genuino hacia los educandos y, de esta forma,
ganarse el corazón de los jóvenes. Sólo desde esta integración personal se puede
cumplir lo que decía Don Bosco:
«No basta con amar a los jóvenes, es preciso que ellos se den cuenta de que son
amados».