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La Conquista Del Espacio Cubano. Perez de La Riva

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vse MN BIBLIOTECA a CANTRAL cafetalera; en fin, que este autor sigue siendo una fuente de obligada consulta, no sé6lo por sus temas y resultados, sino muy especialmente por sus métodos, por la constante problematizacién, su ojo critic y el agudo dominio de las fuentes. Es una obra fundamental para la nueva hornada de profesores e investigadores de ciencias sociales y hu- manidades. Jess Guaxcne Algo mds que una introduccién La obra intelectual de Juan Pérez de la Riva Pons (1913-1976), tanto la publicada como aquella ma- nuscrita, recorre el campo de la historia, la geogra- fia, la demografia, y una gran diversidad de temas dentro de éstas, y resulta de compleja clasificacion temitica debido al cardcter multidisciplinario de gran parte de lo que escribid; aunque muestra como ca- racteristica comin el tratamiento de lo cubano. Se exponen a continuacién imprescindibles re- ferencias de cardcter biografico para facilitar el co- nocimiento del hombre, del cientifico social tuya diversidad llamara la atencién, asi como diversos aspectos relativos a su obra y al método que aplica- 1a; finalmente, la presentacién del contenido de este volumen cierra esta suerte de introduccién. ‘l autor Juan Pérez de la Riva, o mejor Juan, como preferia que le llamaran, sintetiz6 su curriculum en ocasién «le la edicién para la editorial espafiola Ariel del li- bro Para la historia de las gentes sin historia, publicado on 1976, de la siguiente manera, y cito: Naci en 1913. Estudios universitarios en Grenoble y Parfs. Profesor titular de la Facultad de Humanidades de La Habana. Profesor invita- do del College de France y del St. Anthony's College de Oxford; profesor asociado de Paris. Nanterre. Geégrafo e historiador. Cubano y re- volucionario, El propio Juan, un afio antes, cuando preparaba su ficha autobiografica para la edicién de los dos Primeros voltimenes del Anuario de Estudios Cubanos que Ramén de Armas editara, decfa En Cuba se me considera més bien como demégrafo, aunque mi obra en este campo sea bastante transparente. En Francia, como geé- grafo —pero en este ambito tampoco he publi- cado nada muy digno de mencién—. En los pai- ses socialistas creen que soy historiador. En otras artes tal vez me tengan por economista o so. Cidlogo. La obra de Juan fue comentada pot amigos y co- laboradores, quienes se pronunciaran al respecto, sin eludir, logicamente, la necesidad de referirse tam. bién a las cualidades del hombre para entonces explicar al cientifico, El propio Ramén de Armas, en el prélogo que escribiera en 1973 para la edicin de El barracén y otros ensayos, decia a propésito de los trabajos de Juan Pérez de la Riva: han representado en nuestro pais, un aporte metodolégico fundamental: la introduccién de las cifras en el andlisis histérico; la instrumen- tacién de indices numéricos que permitan ir mas hondo y més lejos tanto en el conocimiento de nuestro pasado como en la interpretacién de nuestro presente. Angel Luis Fernandez, al hablar de Juan en una crénica publicada en La Gaceta de Cuba con posterio- ridad a su muerte, lo calificaba como demégrafo bri- ante, profundo conocedor de nuestra historia y del entramado econdmico que la sustenta. Frank Pérez, en la presentacién a las entrevis- (as sobre Juan Pérez de la Riva que aparecen publi- cadas en la Revista Catauro, n° 2 del 2000, lo califica como: notable cubano, enciclopédico, erudito, criollo yuniversal, dotado a su vez de una extraordina- ria modestia y honestidad intelectual sin limi- tes [...] métodos novedosos, audaces [...] Juan conjugaba su rigurosa formacién cientifica con una profunda vocacién humanistica, Miguel Barnet, a quien Juan conociera en 1960 cuando ya dirigia la Revista de la Biblioteca Nacional José Marti, loveia y asf también lo expresa en una de Jas entrevistas que aparecen publicadas en la revista ya citada, como: un auténtico intelectual, un intelectual inte- gral [...] Era un hombre generoso, desprendido, que no tenfa ese afin desmedido por publicar (...] de una formacién y una vocacién universa- les, mas que un poligrafo, fue un verdadero enciclopedista, y su método constitufa una crea- cién propia. Su obra Su trabajo y su obra tocaron diversos angulos de la geografia, la historia y la demografia, por lo que con iguales derechos, tanto geégrafos, como historiado- res y demégrafos, entienden muy justo identificarle como tales. La contribucién cientifica que legé a las dife- rentes ramas de las ciencias sociales en las que tra- bajé puede resumirse expresando que Juan devino el primer demégrafo que la Revolucién Cubana apor- t6; fue a su vez introductor de las técnicas de medi- cién cuantitativa en la investigacién histérica, y més que eso, el precursor en Cuba de una concepcién nueva de la historia; gedgrafo integrador de la rela- cién sociedad-hombre-naturaleza a la hora de inter- pretar la evolucién del poblamiento, a la vez que intérprete de la dindmica de los paisajes geogréficos desde el punto de vista histérico-econdmico. La diversidad y el rigor que distinguen los re- sultados de su labor cientifica obedecen no sdlo a 10 la influencia positiva que representaron en su for- macién profesional sus estudios en Francia a fina- les de los afios 30, sino también al conocimiento del materialismo historico que adquirié a través de lecturas organizadas por los presos politicos en el presidio a inicios de la misma década. Pero a su vez, la diversidad y alcance de su obra también se explican debido a su experiencia al frente de la ha- cienda propiedad de la familia en las serranias pinarefias, asi como al destino que tomé su propia vida a partir de 1959, cuando al dejar de ser propie- tario de tierra, luego de la entrega de éstas al Insti- tuto Nacional de la Reforma Agraria (INRA), se convirtié en asesor de la Coleccién Cubana de la Biblioteca Nacional, y poco tiempo después direc- tor de la Revista de dicha institucién, profesor de la Escuela de Geografia de la Universidad de La Habana ¢ investigador del Instituto de Geografia de la Academia de Ciencias, creados ambos en la primera mitad de los aftos 60. Su labor como intelectual cubano que publica fundamentalmente después de 1959, pudiera resumitse en tres grandes campos de actividad, y a cada una de ellas vale la pena referirse: la investiga cién y publicacién cientificas, la docencia y el aus- picio de innumerables ideas que a través de la colaboracidn y la asesorfa ofrecié a especialistas de muchas organizaciones e instituciones del pais. Mas, todas estas diferentes formas de proyectar su traba- jo cientifico se caracterizaron a su vez por la cubania, el sentido critico y la imaginaci6n y creatividad que ul imprimia a todo lo que hacia, tal como muchos le reconocen. Esa pasién por lo cubano es expresiva de sentimentos de identidad y arraigo patrios, que la revolucién fertiliz6. El desarrollo de la fantasia, la imaginacién y la creatividad que matizan su obra obedece a su propia decisién, cuando decia: me gusta andar por caminos nuevos, si me limi- tase a cosas simples, a lo que se encuentra en los manuales, si no hubiera hecho mas que de- mografia estadistica e historia narrativa no hu- biese sido yo mismo. Su trabajo de investigacién se expresé en mas de 110 titulos que han sido ya publicados; 72 arti- culos cientificos, casi a razén de mas de cuatro artf- culos como promedio anual entre 1960 y 1976, periodo que comprende su vida intelectual activa, 25 libros y folletos, ademas varias contribuciones entregadas en eventos cientificos internacionales. & Ms de la tercera parte de su produccién con- sistente en articulos, se publicé en la Revista de la Biblioteca Nacional José Marti y en menor proporcién en las revistas Bohemia, Economia y Desarrollo, Cuba Internacional y en el Boletin Demogréfico, Suplemento del Militante Comunista. La cuarta parte de su pro- duccién de libros y folletos ha resultado publicada por la Editorial de Ciencias Sociales, mientras que una décima parte de ella integré los trabajos publi- cados por la Escuela de Geografia, Algo menos de la 12 tercera parte de su obra, esta a su vez compilada en dos importantes trabajos, El barracén y otros ensayos y Para la historia de las gentes sin historia que aparecie- ron en 1975 y 1976, respectivamente. Finalmente, en el 2000 vié la luz su libro escrito antes de 1970, Los culies chinos en Cuba donde se recogen en mas de 400 paginas una extensa obra sobre todo lo conocido hasta entonces —porque ya habia sido parcialmente publicado por Juan antes de su fallecimiento— uni do a materiales hasta ese momento inéditos sobre esta salvaje forma de explotacién humana. Tanto su quehacer investigativo como su obra cientifica misma, es decir lo publicado, puede clasificarse en cuatro grandes tematicas: estudios re- gionales, en lo que lo histérico y 1o geogréfico se entrelazan para apreciar e interpretar la evolucién del poblamiento cubano a lo largo de los siglos; la demografia propiamente; la historia de las gentes sin historia, es decir el interés de la historia del pueblo, de los cules chinos, los negros esclavos y los anti- lanos llegados a Cuba, ensayos estos en donde la demografia histérica y la antropologia social se solapan con la historia econémica, y por tiltimo el anélisis de hechos de nuestra historia. Si asf de voluminosa resulta su obra en tan poco tiempo publicada, tan importante y cuantiosa lo es aquella inédita e inacabada, y al respecto habria que citar la historia de la esclavitud y la trata, la evolu- cién del poblamiento precolombino de Cuba y Amé- rica Latina y El niimero de los hombres, obra que pretendia ser la versién cubana de los anuarios de- 13 mogréficos de las Naciones Unidas, sélo que contentiva también de ensayos, anilisis y comenta- rios alas tablas y graficos, en donde encontrara que- hacer cuanto alumno trabajara con Juan Su método de trabajo y la labor como formador Quienes valoran a Juan se refieren con especial inte- rés al método de trabajo, que califican de original. Juan le imprimfa a todo lo que iba a investigar, a publicar, una vision de integralidad, visién de con- junto del objeto en si mismo y del entorno, enten- dido éste como un momento histérico determinado, tuna regién, una hacienda, una merced otorgada por el cabildo, el paisaje, segtin fuera el caso. Luego se esforzaba por escudrifiar las relaciones entre el pro- pio objeto de investigacién y su entorno, aspecto que partia indudablemente de una comprensién y dominio previo del tema, alcanzados a través de muchos afios de lectura y del vasto conocimiento que posefa de las fuentes de referencia y de los ar- chivos cubanos. No le resultaba necesario explicitar de forma esquematica todo lo que ahora conocemos como elementos del disefio de la investigacién, aun- ue si tenia una claridad meridiana del problema que queria explicar. Cualquier objeto de investigacion que abordaba, era presentado en forma desmenuza- da, transitando de lo més general, a lo particular, y Iuego se ocupaba de entrelazar todos los hilos de la madeja que iba abriendo. Hay en el plan de sus obras 14 cespacios ocupados por epigrafes que se suceden unos tras otros, como respondiendo ala logica del hecho analizado, los que luego resultan de una forma tan exhaustivamente tratados que, al final de la obra en cuestién, cada uno de los epigrafes puede generar una nueva linea de investigacién. Quien lee su obra queda impresionado por la erudicién que muestra, por ese afin que debe animar a todo investigador de argumentar y probar todo lo que afirma, apoydindose pata ello en rigurosas citas y referencias 0 notas bi- bliograticas Juan desempefié también un papel importante como auspiciador y promotor de ideas mediante el Gjercicio de la asesoria a organismos, como fueron sus colaboraciones con el Ministerio de Salud Pa- blica y el Ministerio de Educacién, entre otros. Al- ‘gunos quizés no conozcan que el influjo de su obra —més una serie de coyunturas demograficas exis- tentes en el pais— explican que en el decenio de los 60 Cuba tuviera, por primera y Gnica vez, una Comi- sin Demogrifica adscrita al Departamento de Orien- tacién Revolucionaria del Comité Central que dirigiera Juan Mier Febles, con la asesorfa cientifica y ejecutiva de Juan Pérez de la Riva; comisin ésta que editara el Boletin Demografico, serie interesante, novedosa y esclarecedora en cuanto a posiciones demogrificas de trascendencia ideol6gica, de la cual fuese su redactor principal Pero si hay algo que resaltar sobremanera en la obra de Juan es su trabajo como formador de las nuevas generaciones de demégrafos, gedgrafos e his- 15 toriadores que la Revolucién promovid. Lo mejor de su proyeccién como educador no estuvo en el ma- gisterio de sus conferencias plagadas de sabiduria y argumentacién, sino en su didlogo con los estudian- tes en el contexto del trabajo de gabinete o en el campo,y lo cito cuando expresara: Para mi lo mejor de todo han sido las charlas con los estudiantes, el trabajo de campo en las Sierras, las discusiones en mi “perrera”” de la Biblioteca Nacional, todo aquello de lo que no queda huella visible, las vocaciones orientadas, Ja metodologia ensefiada de boca a oreja, las amistades jévenes, la informacién cotidiana a numerosos compafieros. Mucho aprendimos trabajando con él, primero como estudiantes y luego como colaboradores cuando ya nos sentiamos algo més seguros. Mucho tam- bién debemos hoy a esa experiencia de trabajo que siendo estudiantes tuvimos. Pero equivocados estd- bamos, cuando como estudiantes pensibamos que s6lo nosotros nos beneficiabamos de aquella rela- cién. Un dia nos expres6 y asi lo recogié en su auto- biografia: La impresién de plenitud que he tenido no ha sido mas que el reflejo de los afios de trabajo * Manera que tenia de referirse carfiosamente a su estrecho Tocal de trabajo eno de ios donde la cscusion centien siempre estaba presente. ni 16 con ustedes, He sido hasta cierto punto un amplificador de lo que hay en ustedes. Tal vez no tienen plena conciencia de ello. El trabajo en la Sierra y en la Biblioteca fue para mi un esti- mulante; ideas que ustedes me Ilegaban a for- mular yo les daba cuerpo, forma, pero a mi solo no se me hubieran ocurrido. Juan murié en diciembre de 1976, cuando su obra cientifica alcanzaba la plenitud de su realiza- vin y daba los frutos mas valiosos; mas su mejor obra fue todo lo que con tanto affn se empefio por brindar. La presentacién de esta coleccién de ensayos La tarea de preparar una compilacién resulta enton- ces algo dificil, no solo por la diversidad ya comen- tada de su obra, sino también por el alcance y tamafio delamisma Manuel Alvarez Mufiiz y Rina Caballero del Ris- co, ambos gedgrafos y antiguos alumnos de Juan, contribuyeron con la que suscribe, de igual profe- sién y también discipula y colaboradora de Pérez de la Riva, en la preparacién de este volumen. El mis- mo constituye el primer resultado de un propésito convertido en proyecto, cual es la tarea de compilar una parte importante de la obra de Juan, tanto la publicada, como en una segunda etapa, la inédita Esta coleccién contiene diferentes articulos y ensa- 7 yos publicados todos entre 1965 y 1976, que apare- cieron en diversas revistas y libros de la 6poca. No hemos dudado en publicar lo ya publicado, especial- mente cuando han transcurrido més de 20 afios, pues hoy conviven en nuestro pais diferentes gene- raciones de investigadores, y una parte importante de ellos ha devenido como tal después del Periodo Especial que lastimé con creces la produccién cien- tifica y la politica editorial de nuestras institucio- nes, raz6n por la cual algunas de estas obras, son de dificil consulta. Por otra parte, la posibilidad de com- pilar los trabajos, agrupdndolos de una u otra ma- nera, facilita la aprehensién del conocimiento de manera sistémica y répida, Valoramos que resulta posible la publicacion de diferentes compilaciones, en donde los articu- los y ensayos que las compongan tengan determi- nada unidad. Asi por ejemplo, distinguiamos la posibilidad de compilar todos aquellos trabajos donde Juan recoge y valora el testimonio que dife- rentes viajeros y personalidades de ios siglos xvin y 20x escribieron sobre Cuba y en particular sobre la ciudad de La Habana. De igual manera, los articulos y ensayos que abordan el tema de la esclavitud y el trafico de negros durante el siglo xix, constituyen otra unidad susceptible de ser reunida con vistas a su ulterior publicacién. La demografia, pudiera tam- bién convertirse en tema para la publicacién de otro libro. Y hasta aqui hacemos tan s6lo referencia ala compilacién de su obra ya publicada, Su obra inédi- 18 \a, dispersa en manuscritos y proyectos inconclu- sos es mucho més vasta, pero también requiere de tiempo y de recursos. La compilacién que recoge el libro que se pre- senta abarca el tema del proceso de poblamiento cubano, Este término de cardcter geografico, se re- serva para describir la forma en que los hombres y mujeres van asentandose en un territorio, o sea, van ocupando el espacio geogrifico alo largo de la historia, Juan pretendia en las postrimerias de su vida, escribir precisamente un libro donde descri- biera este proceso, cuyo proyecto denominé “La con- quista del espacio cubano” y al respecto ya habia publicado parte de las piezas que comprenderia, y venia escribiendo y preparando el resto de ese todo. A pesar de no haberse localizado atin los manus- critos en los que trabajé durante los titimos meses, dle su vida, se ha preferido utilizar el titulo sugeri- do por él. Esta coleccién retine ensayos y varios articulos sobre este proceso de caracter geogréfico-econémico chistérico, yel lector, encontraré también la referen- cia de la fuente bibliogrdfica donde fueron original- mente publicados. Los textos seleccionados se disponen en tres grandes partes, cuya disposicién interna responde a la légica de transitar por las, condicionantes y las repercusiones, que desde el punto de vista histérico y econémico implicé este proceso de ocupacién del espacio geogréfico cubano. En la primera parte se han reunido dos articu- Jos y la versién de una entrevista colectiva en donde 19 participara Juan y algunos de sus estudiantes cola- boradores. En ellos se exponen los elementos deter- minantes del citado proceso. El articulo “Poblamiento y ciclos econémicos en Cuba” resulta la traduccién del francés del publicado en Francia en 1973. Tiene la exclusividad y novedad de analizar la accién del hombre en la transformacién del paisaje geografico a través del balance del papel de este dltimo como recurso, indeferencia o resistencia a la implantacién humana, y también de identificar diferentes ciclos enlaevolucién histérica de nuestro pais, asociados al transito de la flota y al desarrollo de la ganaderia, el tabaco, el café y el azticar. Se incluye también la intervencién que hiciera Juan durante una confe- rencia impartida en 1965 para abordar el tema del origen y evolucién histérica de los asentamientos rurales en Cuba, y en particular de los bateyes azu- careros. La segunda parte toma su nombre del articulo titulado “Una isla con dos historias” publicado en 1978 en la revista Cuba Internacional, nimero dedi- cado a los cien afios de lucha de la nacién cubana. Este articulo ofrece una interpretacién exclusiva, hasta entonces no debatida de manera tan sistema- tica e integralmente expuesta, del desarrollo evolu- tivo del poblamiento cubano y de las diferencias geogréficas y econdmicas que implicé. Ese proceso dié lugar a la aparicién de dos regiones a las que Juan bautiz6 como la Cuba Ay la Cuba B, al oeste y este de la llanura de Manacas, con desiguales nive- les de desarrollo que obedecian a razones de tipo 20 hhistérico-econémico. El segundo de los articulos contenidos en dicha parte, aunque repite en cierta inedida los contenidos del anterior ya citado, decidi- mos ineluirlo pues aporta un nuevo enfoque de ané- lisis que complementa la interpretacién hasta entonces existente del desarrollo del proceso politi- co de Cuba durante el siglo xtx. El tema de la inmigracién internacional no po- dria dejar de ser abordado cuando se analiza la evolu- cin histérica del poblamiento cubano, y por elld resultaron seleccionados los dos articulos que anali- an las caracteristicas, las causas y la repercusion de este fendmeno en el primer tercio del siglo xx, los cuales integran la tercera y iltima parte de este libro. Las muestras que hemos recogido para disfrute del lector, corroboran de manera harto elocuente todo lo que ya se ha comentado acerca de Juan Pérez dela Riva y de su obra. Me atrevo esta vez a parafrasear a Ramén de Armas, cuando en el prélogo de El barra- cén y otros ensayos, expresara que en la obra de Juan —aqui hay prueba de ello— el andlisis demogréfico, el examen econémico, la observacién minuciosa del paisaje, el cuidadoso abordaje histérico de las cir- cunstancias se unen a la sagacidad y ala agilidad en lapercepcién del detalle, que se pone en funcién del conjunto, y a una fuerte intuicién que sélo resulta de los afios de profundo trabajo investigativo y de extensas lecturas. Sus antiguos estudiantes, que més tarde devenimos colaboradores, aceptamos el desafio que entrafia la necesidad de poner en conocimiento 21 de las nuevas generaciones de investigadores y de estudiosos de lo cubano, lo que modestamente po- damos hacer para contribuir a que toda la dimen- sién de su creacién pueda ser reconocida. Esta compilacién es hija de ese empefio, Ojalé crezca, re- conforte y se multiplique. BLANCA MorEJON La Habana, abril de 2001. 22 La conquista del espacio cubano Desaparicion de la poblacién indigena cubana* |.os demégrafos se han interesado muy poco hasta thora por la poblacién indigena cubana, y atin el nionto demografico total sigue siendo objeto de con- roversias de una amplitud que desconcierta. En cuanto a la cultura sexual de los indocubanos y al movimiento natural de su poblacién, poco o nada es lo que se ha escrito. En una obra en preparacién’ hiemos abordado estos temas, aungue todavia de modo preliminar. La primera cuestién que se plan- ‘caes el monto demografico, su distribucién y com- posicién; luego el movimiento de la poblacién, las tasas de fecundidad, relacionadas con la cultura sexual de la comunidad, y las de mortalidad depen- lentes de su nivel de desarrollo tecnolégico asi como dle las relaciones de produccién imperantes; final- mente, la desaparicién de la poblacién aborigen. Aho- 1a nos proponemos presentar inicamente esta tiltima parte, en versin provisional; pero parecié necesa- rio, sin embargo, decir algo sobre el monto demo- * Revista de la Universidad de La Habana, n° 196-197, 1972, pp. 61-84 " El nimero de os hombres, en colaboracién con Blanca Morején Seijas. (No pudo ser concluido, Existen sélo su proyecto y algunos borradores primatios.] 25 grafico y los distintos valores que sucesivamente le han dado los diversos autores. El monto demograiico del archipial Elmonto demogréfco de archpiéago cubano No podemos entrar aqui en la discusién de todas las hipétesis que condujeron a aceptar como 112 000 habitantes la poblacién més probable de Cuba en el momento de la conquista. Desde el punto de vista arqueoldgico nos basamos fundamentalmente en la obra de Ernesto Tabjo y Estrellita Rey? que en nues- tro criterio reemplaza con ventaja toda la literatura anterior, pero queda pendiente la antigiiedad del hombre cubano; si se aceptasen fechas més anti- guas habria que modificar en consecuencia las ci- fras aqui sugeridas. La antigtiedad de la presencia humana en las Américas es escasa, apenas 42 000 afios contra més de 1 000 000 en Europa, y en nuestro archipiélago mucho menos atin: 3 000 afios seguin la opinién de los mas autorizados arquedlogos en la actualidad Es bien poco, apenas 7 centésimas del hombre ame- ricano y 3 diez milésimas del hombre europeo. Los indocubanos fueron siempre escasos, permanecie- ron pocos afios en nuestro archipiélago y estuvie- ron siempre mal equipados para arrancar su ? Emesto Tabio y Estrella Rey: Prehistoria de Cuba, La Habana, Benes iba, La Habana, 26 subsistencia al medio natural. Un simple célculo nu- inérico permitiré materializar esta tenue presencia :penas 30 millones de afios/hombres para toda la prehistoria cubana, una presién demografica de 3 000 afios/hombres por km?, quince veces menos que en Francia, en similares condiciones de de- sarrollo cultural. Esto explica en parte la escasa huella que los indocubanos dejaron en el paisaje y 1a improba ta- rea de los cientificos que tratan de reconstruir su cultura. Pero hay mas, cronolégicamente, incluso en sus grupos més adelantados tenian un retraso cultural de 4 500 afios sobre sus invasores eu- ropeos del siglo xvi. La ausencia de grandes cua- dripedos domesticables basta para justificar este rezago: el caballo y el buey, desconocidos en las ‘Américas, fueron los verdaderos promotores del desarrollo cultural del Viejo Mundo. La invasion espafiola de 1511 trastocé las culturas indigenas, destruyé en un abrir y cerrar de ojos el precario equilibrio ecolégico que los indocubanos habjan logrado establecer, provocando su rapid extincién, Despreciando cuanto no conocia, el conquis- tador espafiol destruyé todas las manifestaciones culturales indigenas que pudo y aun los mejores cronistas, como Las Casas, Pedro Mértir d’Angleria, Oviedo, es poco, fragmentario y contradictorio lo que nos dicen sobre la poblacién indigena. Lo cual no quiere decir que un minucioso andlisis de la literatura del siglo xvi no aporte un apreciable cau dal de datos para el estudio cuantitativo de los 27 indocubanos; pero hay otra via més directa y mas, répida: el andlisis de la evidencia arqueolégica acu- mulada hasta el presente. Esta es la que hemos se- guido en el presente bosquejo que se fundamenta en la distribucién y tamafo de los residuarios y en la reconstruccién cultural que partiendo de ellos han efectuado los mejores arqueélogos. Cultura, distribucién geografica y cronolégica son los tres, elementos en los que se basa la evaluacién que pre- sentamos. Dicho en otros términos, estimamos que el monto de una poblacién en régimen demografi- co natural —no maltusiano— depende de tres va- riables: espacio, tiempo y trabajo. Las dos primeras, consideradas como independientes, incluyen los. recursos y resistencias que la naturaleza ofrece ala subsistencia del hombre y el ntimero de afios que ésta emplea en modificarlos mediante la aplicacién de los medios técnicos a su alcance al objeto de trabajo, la tierra. En el momento de la conquista el 90% de la po- blacién indocubana estaba compuesta por tainos que respondian a un patrén cultural neolitico medio, agri- cultores ceramistas, y el 10% restante, los grupos llamados Guayabo Blanco y Cayo Redondo, a.un paleoli- tico aurifiaciense segiin el patron europeo.? Los cronistas espafioles contemporaneos de la conquista no mencionan guerras intestinas entre grupos indigenas, lo mas que puede sefialarse es » E. Tabfo y E. Rey: Ob. cit. (Se ha suprimido la caracterizacién de diversos grupos culcurales indocubanos. (.PR.)] 28 (al vez una subordinacién de los Cayo Redondo a los uubtainos alli donde habia contacto entre ambas po- blaciones, aquellos serian los naborios [sic] [naborias], «jue para Oviedo eran un indio “que no es esclavo pero ue est obligado a servir aunque no quiera”. Pu- icra argilirse que la paz que reinaba entre las co- munidades primitivas de Cuba se debfa a su escasa, productividad social, la cual no alcanzaba a mante- nner una clase profesional de guerreros. Sobre la base «le lo expuesto por los cronistas, Rouse‘ estima que a productividad de los subtainos “s6lo les permitia \|macenar para un perfodo maximo de cuatro a ocho \ligs”, Esto explicaria por si solo la facilidad con que los espafioles sometieron a una poblacién por lo menos trescientas veces mas numerosa que ellos y también su répida disminucién cuando se rompié el precario equilibrio ecolégico en que vivian. Monto y distribucién geografica de la poblacién ub-taina Sobre la base de cuanto sabemos de los sub-tainos s posible intentar un bosquejo de distribucién es- ppacial o proponer algunas densidades maximas. Todo, obviamente, con carécter conjetural, més como hipétesis de trabajo que como conclusién cientifica. ndonos en los residuarios conocidos y en la pro- lnving Rouse: “The Arawak", en: Handbook of South American Indians, v° 4, Washington, D. C., 1948, 29 ductividad social que se desprende de los testimo- nios espafioles contemporaneos, nos atrevemos a proponer las siguientes cifras: Cuadro 1 Cuba: Poblacién sub-taina hacia 1510 Toman Ba at bares Trico Danco Big eco Viento eae sean Perot else (Cte Cus) eo Conan een nets) ES Sod er wial moan sw ee ee oS ons ote (Nos Na am «6 Deters aoe to 3 ta Conasir elaine Vina igu) seman rt Fetgowal 20033 ‘Veamos ahora cudl podia ser el patrén demogré- fico de esta poblacién, tomando como marco de re- ferencia el Neolitico inferior europeo: la esperanza de vida al nacer podria estimarse entre 20 y 25 afios, con tasas de mortalidad algo inferiores alas de los. ciboneyes Cayo Redondo, 28% a 32%, con una natali- dad més elevada, 35% a 40%, pero también con gran- des oscilaciones ciclicas. En este supuesto el crecimiento natural podria oscilar entre un 3% y un 30 ‘., con un valor modal probable del 6%. Esto im- plica una duplicacién cada 115 afios. En los siete ivlos yalgo més de su existencia en Cuba pudieron \cctuar casi siete duplicaciones, si los componen- \es demograficos propuestos se hubiesen manteni- Jo estables durante este lapso, lo cual es verosimil Vor consiguiente, si consideramos la regién de Banes ome centro principal de dispersion de la cultura uub-taina en la regi6n oriental, bastaria una pobla- \16n inicial de 1 500 habitantes a comienzos del si- |o 1 para asegurar el efectivo propuesto. Otras wviantes podrian barajarse: una de elas seria acep- |. un efectivo menor para comienzos del siglo wx, y un poblamiento por contacto de la regién central; sto daria margen a suponer una corriente migratoria, continua por lo menos hasta los siglos xu-xIv. De los tainos sabemos poco atin, el testimonio «lel padre Las Casas y de otros cronistas hace ascen- slorla antigiedad de su implantacién a unos 50a 60 viios antes de la Conquista, pero esta fecha tan tar- lia no concuerda con la importancia de los residuarios \rqueolégicos descubiertos. De acuerdo con ellos licmos aceptado un monto demografico posible de 10.000 en 151010 cual implicarfa una intensa inmi- yacién durante el primer decenio del siglo xvi, 0 ‘ina implantacién mucho més antigua, que parece iinis verosimil. El testimonio de Las Casas no es con- cluyente pues se trata de informacién verbal de los propios indios cuyo sentido de la cronologia no po- lia ser muy exacto, o también referirse s6lo a un strato de inmigracién reciente. 31 Monto demogréfico del archipiélago cubano en 1510 y su distribucién general Resumiendo cuanto antecede, podriamos proponer la siguiente tabla de la poblacién indocubana en el momento dela conquista. Cuadro2 Cuba: Evaluacién de la poblacién aborigen hacia 1510 Grupo cultural y nivel de desarrollo (Ciias conjetrables) Tempo Mone % Grupo tort ven pobain i eden _calral__ Conia _sto_1t0 7810 ama Recolecores, Aspecto—1000ane. 2000 Chradores Gata Bano 10000 percramists Aspecto, Ine. 1600 11001000 ape Redonto 1600) Agicutura Mayet seen imepiente, — Sobtaino Samia @) Agticulores — Subtaino 600570) 710 91000 1010 ‘hiro 14505500) m0 1000090 eT} To) Por grandes regiones la distribucién seria la siguien- te: Oriente 61 000 habitantes, 54.4% de la pobla- cién total; Camagiiey, 23 000 habitantes, 20.5%; Las Villas, 18 000 habitantes, 16%; Occidente, 10 000 habitantes, 9.1%. 32 Evaluaciones anteriores del monto demogréfico En el siglo pasado el monto de la poblacién indocubana en el momento de la conquista sirvié de discreta arma en el continuo enfrentamiento entre cubanos y espafioles, puesto que todos coin- ciden en que para 1550 ya casi no quedaban indios, mientras mayor fuese su ntimero inicial mAs grande seria la culpabilidad de los conquistadores. Mien- tras los cubanos ponfan el acento en las masacres y los malos tratos —entonces no se usaba la pala- bra genocidio—, los peninsulares se extendian so- bre las epidemias, la debilidad fisica y moral de los indios y las virtudes del bautismo, tratando de re- ducir el ntimero de las presuntas vietimas o renun- ciando, simplemente, como La Sagra’ a evaluarlo, al tiempo que acusaba a Las Casas de apasionada exageracién. En realidad unos y otros utilizaron como tni- ca fuente el relato de cronistas, mas o menos con- temporaneos de los hechos, los cuales cayeron en cl mismo error que sus informantes, los conquis- tadores, quienes, siguiendo la tradicién de Colén exageraban la importancia de la conquista para ha- cer méritos en la Corte, y ademas extrapolaron para toda la isla las densidades observadas en las regio- nes de Banes y Bayamo, las mas pobladas. Ningin “ Ramén de la Sagra: Historia fsica, politica y natural de la isla de Cuba, Paris, 1842, t. 1, p. 144 33 contempordneo, que sepamos, aventura evaluacién positiva ni digna de crédito; sin embargo, Pedro Mexia de Ovando‘ escribiendo en 1639, dice que “la poblacién india era de medio millén de almas”. Humboldt’ al refutar las exageraciones de los americanistas franceses del siglo xvit que duplican la cifra de Mexfa de Ovando, dice que le parece im- posible que la isla contuviese no ya un millén, pero ni siquiera 300 000 0 400 000 almas. Esto no impi- de a Pedro José Guiteras,*tan comedido en otras ocasiones, escribir que la poblacién “debié ser de un millén por lo menos como se cree hoy general- mente entre los cubanos ilustrados”. Los espafio- les prefirieron atenerse a lo dicho por Las Casas de que Velazquez al instalarse en Baracoa prometié repartir entre sus secuaces los 200 000 habitantes de la regién, tomando esto por una evaluacién para Iaisla entera. © Pedro Mexia de Ovando: Libro o memorial préctco del Nuevo Mand Mati, 1699. Blotcea Naina xpaaMo-308, © 106, citado por A. Rosemblat: La poblacién indigena y el imestizaje en América, Buenos Aires [1954], tl, pp. 293-294. ? Baron Alexandre de Humboldt: Essai politique su 'ile de Cuba, Paris, 1826, tI, pp. 149, 153-154. " * Pedro Jou Guieras (1814-1880): israel de Cub a. ed, Habana Cultural 1928, t. Il, p. 261 (I*ed., La Haba. nna, 1865) hin » Fray Bartolomé de Las Casas: Historia de las Indias, FCE, Méxi- co, [1951], & Il, p. 525: “[..] comenz6 Diego Velézques a pensar en repartir los indios [.] y para esto consticuyé una villa en Baracoa (..] la cual por ser la primera villa decta que habia que repartr alos vecinos della 200 000 indios (..)" 34 El siglo xx disipa todas estas fantasfas al co- menzarse los estudios arqueolégicos serios, y la ci- fra mas aceptada es 100 000 habitantes"* hasta que Steward! Ja reduce a 80 000 para la época del descu- brimiento y Coscullucla'*a 60 000 para la misma fecha. Todavia hay una evaluacién mucho mas baja: 16,000, que cita Hugh Thomas, pero que nos parece simplemente absurda. En 1966 Dobyns, empleando cl andlisis demografico —método del nadir—, pro- puso para todas las Antillas un minimo de 443 000 habitantes y un maximo de 553 750, sin detallar la poblacién de cada isla. Si se aceptasen las propor- Giones que propone Rosemblat'*le tocarfan a Cuba dle 120 000 a 130 000 habitantes. Lo cual parecerfa Jo mas verosimil, si no se tiene en cuenta una ma- yor antigiiedad de la implantacién. Pero hay motivos para suponer que cuando se multipliquen las exploraciones cientificas de los residuarios aborigenes y se generalice el empleo del C,, para obtener fechas més precisas, se rectficarén » Ramiro Guerra y Sinchea: en Historia de ta Nacién Cubana, La Habana, 1952, «1, p. 228; Emeterio , Santovenia: Historia de Cuba, Tropico, La Habana, 1939, t., p. 84; Rafael Azcirate y Rosell: Historia de los nds de Cuba, La Habana, 1931, pp. 93-94. JH, Steward: “The nature of population of South America”, ten: Handbook of South American Indians, 1949, v° 5, pp. 661-664. = Juan Antonio Cosculluela: {Cuba precotombina] en Historia de la Nacién Cubana, La Habana, 1952, v° I, p. 38. Véase también del mismo autor: Prehistoria documentada de Cuba y Haiti, La Habana, 1947, © Hugh Thomas: Cuba for the pursuit of freedon, London, 1971. » Rosemblat Lo. cit. (6), p. 102. 35 sustancialmente los lapsos de implantacién. A la luz de la nueva informacién asi obtenida es mas que probable que sea necesario aumentar el monto de- mogréfico aborigen. éEn qué cuantfa? Tal vez hasta 200 000, es dificil predecirlo. Entre tanto hemos preferido mantener una poblacién minima de 112 000 habitantes para el archipiélago cubano en 1510, o sea en visperas dela invasién. Si quisiéramos retrotraerlo a la tiltima década del siglo xv, a la que parecen referirse los autores citados, habria que disminuir la poblacién en unos diez mil habitantes para tener en cuenta el creci- miento natural durante casi dos decenios, mas la huida de los tainos de Haiti hacia Cuba que debid ser importante después de 1500, Asi nuestra eva- Iuacién concuerda con las imprecisas cifras de Ramiro Guerra’ més que con las de otro autores, pero el debate queda abierto. Veamos sin mas preambulo cudles fueron las causas del aniquila- miento de esta poblacién, establecido ya su orden dedimensién. * Ramiro Guerra y Sanchez: “Historia social, econémica, aa- bajo y poblacién (hasta 1697)", en: Historia de la nacién cuba- na, Habana, 1952, tI, pp. 227-228: “El nimero de indios que poblaba a Cuba no ha podido fijarse ni aun aproximadamente [1 los indios cubanos pueden considerarse incluidos en el tercer grupo de la clasificacién de Ratzel [...] 0 sea 22 00 de 88 000 personas [...] si fuesen incluidos en el cuarto grupo [...] su nimero podria elevarse hasta una cifra maxima de 220 000 personas [...]. Después de atenta consideracién [...] parece razonable estimar [...] el nimero de indios en una ‘cantidad menor de cien mil.” 36 La desaparicién de la poblacién indigena cubana, 1511-1550 La rapida despoblacién de laisla, efectiva en menos dle treinta afios, sorprendié a los propios conquista- dores y aterr6 al buen Padre Bartolomé de las Casas; Oviedo'® relatando en La Espafiola, en 1535, lo que presenciara en Cuba hacia 1520, decia: “e assi quassi se despoblo la isla de Cuba e acabose de destruir en se morir los indios por las mismas cusas que gallaron, en esta isla Espafiola, e por la dolencia pestilencia de las viruelas [.. Pero las epidemias y otras enfermedades infecto- contagiosas introducidas por europeos y africanos, de las que luego hablaremos, asi como las indiscriminadas matanzas efectuadas en los primeros afios por los con- quistadores, no fueron las Gnicas causas de esta dra- matica despoblacién, otras y muy variadas concurrieron y tal vez las més importantes son las que menos se han puesto de relieve hasta ahora. choque de dos civilizaciones La invasién espafiola provocé en el taino y en el ciboney un trauma psicoldgico de una intensidad dificil de imaginar. Los 300 expedicionarios que des- » Gonzalo Fernindez de Oviedo y Valdés (1478-1557): Histo- rin general y natural de las Indias [..], Madrid, 1851, t. 1 pp. 499-500, (El autor estuvo varias veces en Cuba entre 1514 y 1520). 37 embarcaron con Velézquez en la regién oriental de Cuba a principios de 1511 estaban conscientes del peligro que corrian si no se imponian rapidamente por el terror. Era oro lo que buscaban individual- mente y sélo oro; y esto era también lo que interesa- baa Fernando el Catélico, aunque la fachada de estas codiciosas expediciones predatorias fuese siempre “poblar”, someter, civilizar y convertir al catolicis- mo las poblaciones indigenas. En Cuba la produccién de oro fue siempre alwvial yllos placeres se encontraron casi siempre muy lejos, de los poblados indios, pues a éstos no les interesa- ba en lo mas minimo el metal amarillo que tanto codiciaban los espafioles. Como primera providen- cia fue pues necesario desplazar importantes masas, de poblacién a lugares apartados de su asentamien- to, esto.con tragicas consecuencias tanto fisicas como morales. Fernando Ortiz""ha dicho acertadamente que “el sometimiento a las minas, a su labore monétono, insano y duro, sin sentido tribal, sin ritualidades religiosas fue como arrancarle al indio la raz6n de su vida”. Destruidos sus idolos, escarnecida su reli- gién por frailes fandticos que predicaban otra in- comprensible para ellos; asesinados o continuamente vejados y humillados sus jefes tradicionales, deshe- cha la sociedad ancestral que al menos le garantiza- © Fernando Ortiz Fernindez: “Introduccién” en José A. Saco: Historia de la esclavitud de los indios en el nuevo mundo, Cultu- ral, La Habana, 1932, ¢. 1, p. XXXVIL 38 ba cierta seguridad en el seno de una comunidad stable; arrebatadas sus mujeres ¢ hijas por los es- pafioles; el indio solo e indefenso frente a un grupo extranjero poderoso y cruel, perdié todo interés en una vida ya carente de sentido para él Mientras los conquistadores pensaron que la poblacién india estaba repartida uniformemente por toda la isla, mataron indiscriminadamente, acuchillando o despedazando por gusto a los indios con sus perros de presa. Dispersaron poblados que hubiesen podido ser luego titiles centros de produc- cién. El resultado de este bafio de sangre y del tras- plante, repartimiento, de grandes masas de tainos no se hizo esperar, la nica regién realmente pobla- dda de laisla, al norte y centro-occidente de Oriente, se despoblé répidamente. El padre Bartolomé de las Casas'*da un testi- monio directo y emocionado de lo que acaecié en- tonces “y porque no dejaban ni hombre ni mujer que se pudiese tener sobre sus piernas que no lleva- sen a los trabajos, a las mujeres paridas que tenian hijos e hijas, secéndoseles las tetas con la poca co- mida y el trabajo, no teniendo con que criarlos, se les morfan; por esta causa se murieron en obra de tres meses 7 000 nifios e nifias; y asi se escribié al Rey Catélico por persona de crédito que lo habia ® Fray Bartolomé de Las Casas: Historia de ls Indias, Edicién de ‘Agustin Millares Carlo y estudio preliminar de Lewis Hanke, FCE, México, [1951], t. Ill, p. 91 (1 ed. Academia de la Historia, Madrid, 1876. La obra fue escrica entre 1527 y 1559). 39 inquirido. También acaecié entonces que habiendo dado en repartimiento a oficial del Rey 300 indios tanta priesa se dio, echdndolos a las minas y en los dems servicios, que en tres meses no les restaron mas del diezmo vivos” Los espajioles acabaron por comprender que si segufan exterminando a los indios no tendrian mas que dos caminos a elegir: abandonar la isla, lo que muchos hicieron en los afios veinte; 0 ponerse a trabajar con sus manos para poder subsistir; cosa inimaginable para ellos, pues el conquistador haba venido a tan lejanas tierras para todo menos para eso. Hubo pues alguna mejoria en el trato a los in- dios después de 1515, en el sentido de que una par- te se destiné a las siembras, se abrieron “conucos” cerca de los lavaderos de oroy la hambruna fue des apareciendo, pero... ia qué precio! Las Casas, testigo presencial, en 1514 dice: “[..] en mi presencia y de otras personas nos contd uno [de los encomenderos] como si refiriera una muy buena industria o hazafia, que con los indios que tenia en su repartimiento habia hecho tanto mil montones [de yuca] envidndoles cada tercer dia 0 de dos en dos dias, por los montes a que comiesen los frutos que hallasen y con lo que traian en los vientres los hacia trabajar otros dos o tres dias en la dicha labranza sin darles de comer de cosa algu- na un solo bocado [...] Asi que por esta hambre, no teniendo qué comer y metiéndose en tan gran- des trabajos, fue mas vehemente y mas en breve la 40 muerte de aquellas gentes que en otra parte”. A lo jue habfan quedado reducidos los poblados indios, otrora apacibles y desbordando infantil alegrfa, tam- bién ha dejado Las Casas una imagen vibrante, de rara intensidad: “[...] y quedaban en los pueblos solos los viejos y enfermos, sin que persona los socorriese y remediase, alli perecian todos de an- gustiay enfermedad sobre rabiosa hambre, yo vide \lgunas veces andando camino aquellos dias (1513- 1514] por aquella isla, entrando en los pueblos, lar voces alos que estaban en las casas; y entrando 1 vellos, preguntando que habian, respondfan: ham- bre, hambre [...].” Se ha acusado a Las Casas de exageracién en cuanto a las masacres, y es probablemente cierto; de listorsionar la verdad hiistérica, y es verosimil; pero no cabe duda que la imagen de aquello que realmen- te vio quedé grabada en su memoria y, gran escritor, supo hacerla palpable a las generaciones futu- ras.” Pero estos parrafos admirables son los que menos han sido citados. ‘Apesar del esfuuerzo realizado para crear una base alimenticia adecuada a la explotacién aurifera, el indocubano siguié escaseando, la poblacién se fun- dia como nieve bajo el sol tropical. Los sobrevivien- tes —tal vez hacia 1525 ya sélo la cuarta parte dela poblacién inicial— no alcanzaban para abastecer a EI Padre Las Casas ordené en su testamento que su historia ro fuese publicada hasta 40 afios después de su muerte. En realidad no lo fue hasta 1876, ut supra, loc. cit. (18), p- XXXVIL 41 los buscadores de oro ya la creciente poblacién eu- ropea que la ficticia prosperidad de los primeros afios habria atraido.2*La reaccién inmediata de los con- quistadores fue importar esclavos, primero indios de Tierra Firme y de otras islas* que se vendieron como esclavos legitimos: reos de culpas imagina- rias, sodomia, apostasia, rebelién a los conquista- ® La extraccién anual de oro subi6 a un valor de 100 000 ps. cn los aftos 1517-1519 para caer después répidamente y el promedio para los afios 1527-1529 parece haber sido de 20 000 ps. Hubo una nueva subida en la produccién en los primeros afios del decenio treinta pero al final de éste una brusca cafda con el agotamiento de los placeres. Levi Marrero: Historia econdmica de Cuba, Universidad de La Habana, Instituto Superior de Estudios Hispanicos [La Habana], 1956, p. 68. % El testimonio de Bernal Diaz del Castillo es concluyente Estando en Santiago en 1515 mientras se organizaba una expedicién contra cierto lugar en Meso América, al mando de Hernindez de Cérdoba —rico vecino de Cuba, con pue- blo de indios— Velézquez ofrecié fiada otra embarcaci6n que con las adquiridas por Hernandez de Cérdoba comple- ‘arfan ka expedici6n, pero “con candiciéa que primero que nos lo diese, nos aviamos de obligar que aviamos de ir con aquellos tres navios a unas isletas que estaban entre Cuba y Honduras [..] y que aviamos de ir de guerra y cargas los navios de indios de aquellasislas para pagar con indios el barco para servirse dellos como esclavos”. Frente a la resis- tencia de Hernndez de Cérdoba que no queria probable- mente perder tiempo, Velézquez se avino a que el pago fese con el oro que pudiesen rescatar. Historia verdadera de la conguista de Nueva Espaia por (..J, Edicién critica, Ma- drid, 1950, «1, p. 4 (Consejo Superior de Investigaciones Cientificas, Instituto Gonzalo Fernéndez de Oviedo). 42 dores después de haber aceptado (?) su dominacién, ctc.* También se trajeron africanos, pero de la Pe- ninsula y ya esclavizados alli —siempre por justa causa (/)—. Sin embargo, esta mano de obra supletoria fue escasa y dio mal resultado, los escla- vos africanos se alzaron y los indios importados murieron igual que los indocubanos. ©" Sino hubiese sido por la fantastica multiplica- cién de los puercos trafdos por Velazquez de La Es- paola, los propios conquistadores hubiesen tenido que abandonar su conquista, sefiores absolutos de cien mil kilémetros de fértiles tierras cubiertas de bosques y sabanas, pero tan imitiles para ellos como las arenas de un desierto. Bn 1513 se reunié en Burgos por orden de Fernando el Catlico una junta de te6logos los cuales acordaron “que el Paga habia podido dar aquella tierra al Rey Catélico, e que el rey les podfa enviar a requerir [2 los indios] que se la diesen, ce que si no se Ia quisiesen dar, les podtia hacer la guerra tomarsela por fuerza e matarlos e prenderlos sobre ella e «que los que fuesen presos los podia dar por esclavos". Mar- lin Fernandez de Enciso: Suma de geografia que trata de todas las partes del mundo, Sevilla, 1519, 2* ed., 1846. Véanse también Oviedo: Loe. cit. (16), t IIL, pp. 27, 28, 31; Las Casas: Loc. cit. (18), t. Il; Antonio de Herrera: Historia general de los hechos de fos castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Océano, etc,, Madrid, 1726-1730, Década Il, Libro I, Cap. IL, pp. 3-4, Comentarios y critica moderna: Silvio, Zavala: La encomienda indiana, Madrid, 1935, p. 36; Juan ‘Manzano Manzano: La incorporacién de las Indias a la corona dle Castilla, Madrid, 1948, pp. 27-42. 43 El cerdo, recurso y resistencia®® El puerco europeo encontré en el monte tropical un habitat adecuado y se multiplicé con fantastica ra- ® ‘Sobre la propagacién del cerdo en Cuba y en el resto de las ‘Américas conocemos poca literatura, Puede consultarse sin, embargo: Espafia. Ministerio de Trabajo y Previsién: Apar- tacién de los colonizadores espatioles ala prosperidad de América (1493-16...) Madrid, 1923, p. 122. “Ocurri6 que, en los primetos tiempos, después de realizado el segundo viaje del Almirante (1493) una pareja de animales o bien alguna cerda con sus ctias de los llevados por Colén, huyeron al monte y alli se reprodujeron en tal abundancia, en estado ‘montés, que por los dafios que causaban y por servirse de ellos pars el sustento de los colonos, llegaron a pedirse ala Penfnsula perros para cazar dichos cerdos, peticién que ve- ‘mos especificada en la R.C. de 1508, Burgos al Gobernador Ovando". En 1521 los puercos estaban tan abundantes en Jamaica como para mandar al gobernador que suministrase ala recién fundada ciudad de Panamd “mil cabezas de puer- cos”, p. 125. “Francisco Pizarro fue quien en 1533 Ilevé los primeros cerdos al Peri donde se propagaron con toda rapi- ez [..] en. 14 de agosto de 1536 el cabildo de Lima ordena- ba que diariamente se matase un cerdo para el abasto de la recién fundada poblacién”, p. 135. Al principio los cerdos alcanzaron precios considerables. “De los vientres de las uercas compraban los lechones a diez pesos y més, dice Cieza de Leén”. El testimonio de Oviedo, loc. cit. (16), t. 1, . 400, merece citarse: “De puercos ha avido grandes hatos en esta isla, e después que se dieron los pobladores a la granjeria de los agcucares, por ser dafiosos los puci cos para las haciendas de campo, aquellos se dexaron de tales granjerias; pero todavia hay muchos en los campos y estin lenos de salvajina". En muchos lugares el factor limitante a la multiplicacién del cerdo, antes de que se le- gase al punto de saturacién, fue el desarrollo paralelo del 44 pidez en tanto tuvo suficiente comida con los frutos y tubérculos silvestres as{ como con la fauna rastre- rajDe esa forma permitié valorizar rapidamente un, recurso natural, el monte, con muy poca inversién de trabajo. Los espafioles introdujeron también re- ses y caballos, pero el poder multiplicador de estas especies es por lo menos 15 veces inferior a] del cer- do, en igualdad de condiciones ecolégicas. ‘Mas si el puerco resolvié casi instantareamente las necesidades de la poblacién europea en grasas y carnes, y al cabo de un lustro 0 algo més también las de la poblacién india sedentaria, constituy6 des- pués de 1520 un serio problema para el indio fugiti- vo pues lo privé de los recursos alimenticios que el monte podia brindarle y también dificulté, cuando no hizo imposible, sus siembras en los pequefios claros abierto en lo més intrincado del bosque. Mas tarde también resulté molesto aun para los propios europeos, pues obligé a cercar las labran- zas, los sitios de labor. Sélidas cercas de postes y trozos de madera o rajas de cedro, que requerfan una agobiante suma de trabajo, Nunca en ningiin pais llegé a ser mas cierto el viejo adagio castellano: crian- za quita labranza. perro j{baro. Oviedo da también testimonio de ello en el texto antes citado: “e los campos estan Hlenos {...] de mu- chos perros salvajes que se han ido al monte e son peores que lobos e mas dafio hacen”, Ramén de la Sagra: Historia Fisica, Politica y Natural de fa Isla de Cuba, Parfs, 1842, t. Il Apéndice, p. 4; Diego Velazquez a S.A., I de abril de 1514 “Los puercos que se trajeron se han multiplicado hasta trein- a mil” La rebelién india Hacia 1520 también empezé a hacerse notar la pre- sencia de los palenques indios, los mas audaces y vigorosos de los tainos y ciboneyes abandonaron con sus familias los lavaderos de oro y los conucos de las haciendas refugiéndose en lo més intrincado del monte. Esto debid de ocurrir desde mucho antes, sin que los espafioles, teniendo atin brazos suficien- tes, se molestasen en perseguirlos. Las cosas cam- bian cuando la densidad de los puercos jibaros fue tal que el indio apalencado no pudo ya sembrar. Ya se habian familiarizado con algunos elemen- tos de la civilizacién espafiola, sobre todo con los, que antes més aterraban, los caballos y los perros, y aun aprendieron a servirse de ellos. Entonces baja- ron a las haciendas en busca de comida y ayuda de sus hermanos de raza. Los caminos perdieron segu- ridad para los espafioles y cuando transitaban aisla- in ser atacados por un grupo de indios Tiene lugar entonces en Cuba la primera guerra de guerrillas de cardcter nacional, y la reaccién es- pafiola, dictada por el miedo, fue atroz, como era de esperarse: Velazquez en comunicacién a Rodrigo de % Cuba. Academia de la Historia. Papeles (...] existentes en ef Archivo de Indias [...] Donativa Néstor Carbonell, La Haba- na, 1931, tI, p. 89. No hemos podido consultar la obra de Jorge Castellanos: La primera rebelién india de Cuba, asi como tampoco la de Jorge Ibarra sobre el mismo tema, Sensible laguna que lamentamos. Lamayo, vecino de Bayamo, designandolo para com- hhatir alos indios alzados, dice: “[...] 0s doy licencia para que los podays, partir y partays entre vos ¢ los ‘otros espafioles que con vos fueren a la dha con- uista e los podays bender, trocar, cambiar y enagenar yendo herrados con el hierro que yo en nombre de 1 mag, deposytar en podr. de Pedro Morén” (en sayamo).. Parece que la empresa de Rodrigo Tamayo no tuvo todo el éxito que se esperaba pues Manuel de Rojas, sucesor de Velazquez, vuelve a dirigirse a él ch 1525 en estos términos: “os mando q avida ynformaon de a donde andan los dhos indios alza- clos vays con la gente de espafioles que vierds ser necesariaa hazer guerra alos dichos yndios cayos a los cuales podais prender e si es os defendieren asy a cllos como a los demas yndios que en su campalia iniduviesen los podais ferir 0 matar e a los que asy «lcllos tomaredes os los doy por esclavos para que como tales los podays traer ala dha villa [Bayamo] y \nte los [alcaldes] hordinarios della los poddis he- ivar e asy herrados desgobernarlos de un pie (lesjarretares) y repartizlos entre los que con vos tueren [..]” Las cuadrillas tuvieron algin éxito y una man- dada por el propio Rojas logré en la region de Baracoa «lar muerte al cacique Guamé y exterminar a sus compajieros. Los ataques de los indios alzados con- \inuaron no obstante, aunque intermitentes, man- Loc. cit, (24), p. 91. 47 teniendo viva la la inquietud entre los espafioles. En 1532 Rojas*escribia a la Corte “(...] los indios. cimarrones se alzaron otra vez con mayor atrevimien- to e comenzaron azer mucho dafio en espafioles e indios. Especialmente en la villa de Puerto Principe quemaron el pueblo de los espafioles [...].” EI 15 de agosto de 1539 desde Santiago, el Obispo Sarmiento” se dirige a Carlos V quejandose de Hernando de Soto que al partir de su desgraciada expedicién a la Florida habia dejado la isla desguarecida y arruinada: ‘Afiédase que lleva la gente della util para la guerra. De ahi es alzarse los indios ede temer que no dejen cristiano vivo. Vasco Porcallo tenia su asiento en medio de la Isla; era poderoso esforzado y temido; se lo ha llevado y con su ausen- cia cosa el temor de los indios” En efecto, hubo alzamientos en Baracoa y Bayamo, y las cuadrillas de espafioles y negros or ¢ganizados para perseguirlos tuvieron esta vez seve- ras pérdidas sin lograr éxito alguno; entonces acordaron los cabildos de Santiago, Puerto Princi- pe y Sancti Spiritus®* utilizar contra los alzados a indios traidores, espafiolizados; asi en 1541 “se hizo ® Jacobo de la Pezuela: Historia de la isla de Cuba, Madrid, 1868, cl, p. 132. ® Pezuela: Lo. ct. (26), p. 171 ® Espafia. Real Academia de la Historia: Coleccién de documen- tos inéditos relativos al deseubrimiento, conquista y colonizacién de las antiguas posesiones de Ultramar. Segunda Serie. Madrid, 1891, t.6, p. 175 (28 de abril de 1542). 48 una cuadrilla de 24 indios naturales de esta isla dellas de los que estan en libertad y algunos esco- sidos por buenos de algunos pocos vecinos [...] a los que se les dio todo lo necesario para la guerra |...] Estos fueron rastreando e buscando la Isla; dieron en el rancho donde estaban los alzados, con los que tuvieron recia pelea, en la que mataron diez y seis hombres e prendieron otros tantos hombres mujeres y otros se les fueron, e quemaronles los ranches [...].” La resistencia india tocaba a su fin, pero con lla también la poblacién indigena, y los escasos -spafioles que vivian en los raquiticos pueblos de la Ja, encontraron seguridad... en la soledad. Dos fac- ores contribuyeron de modo bien diferente a este \riste resultado. Primero, el advenimiento de una nueva generacién de indios, traidores a su raza, inestizos o criados junto a los espafioles y ya algo \similadosa su cultura. Algunos de ellos, probable mente monteros de cochinos, eran buenos cono- lores del terreno y recios en cl andar monte a mon- . Por otra parte la infinita multiplicacién de los juercos en los bosques de la isla, fue el segundo \,ctor adverso para la presencia de las guerrilas in- dias por las razones ya sefialadas. Ju reaccién humanitaria y sus resultados |.) primera reaccién publica contra el trato a que era inetido el indigena se manifest6 en 1510 en La 49 Espafiola. Fray Antén Montesino”en sus sermones “troné contra la crueldad de aquellos oyentes suyos para con los indios”. Otros clérigos censuraron con mayor 0 menor vehemencia la politica colonial de Fernando el Catélico, pero fue el Padre Las Casas quien va a simbolizar la reacci6n humanitaria. Las Casas vino a Cuba con Velazquez y recibid indios encomendados en sociedad con Pedro de Renteria, teniendo su hacienda en las cercanias de ‘Trinidad; pero advirtiendo la catastrofe que se ave- cinaba por la gran mortalidad de los indios que pre- senciaba, decidié entrevistarse con Velézquez para pedirles sustanciales cambios. Esto ocurrié en 1514, en larecién fundada Sancti Spiritus. El gobernador se mostré inflexible y entonces Las Casas decidié apelar directamente al rey, y el afio siguiente ya es- taba en Sevilla con ese propésito. Durante cincuenta afios, hasta su muerte ocurrida en 1566, no cejé en su combativa campafia en pro de todos los in- dios de América. Esta lucha tenaz es acreedora de un emocionado recuerdo, pero esto no debe hacer olvidar que Las Casas fue, como los demés espafio- Jes de su tiempo, un colonialista convencido y no podia ser de otro modo en aquella coyuntura his- torica. Mas lo que cuenta fue que, consciente 0 no de ello, promovié una nueva politica de poblacién ® José M+ Chacén y Calvo: Criticismo y calonizacién, Madrid, 1935; Emeterio S. Santovenia: Historia de Cuba, Tr6pico, La Habana, 1939, tI, p. 210. 50 tendiente a crear una base demogréfica estable para la dominacién espafiola, y si el fracaso fue rotun- do, se debid a que las leyes protectoras de los in- dios entraron en contradiceién con la politica econémica seguida, que se mantuvo invariable. Es injusto por otra parte hacerlo responsable del ul- terior desarrollo de la trata de negros, sobre la que va a sustentarse durante tres siglos la politi- ca demografica de Espafia en Cuba. Ya habia en Li Espafiola y en Cuba esclavos africanos cuando Las Casas llegé a la Peninsula (1515), y los hubiera habido de todos modos. La trata fue un corolario| de la politica colonial en América. Nadie en part cular fue responsable de ella, sino el modo de pro-, duccién existente. “La experiencia del indio” En 1528 Manuel de Rojas, sucesor de Velazquez, habiendo perdido la esperanza de acabar con las gue- rrillas indias, expuso pablicamente la idea de liber- tara los indios “para ver si ellos solos, sin presién por parte de los espafioles podian vivir”. La Corona icepté la sugerencia® y en 1531 Gonzalo de Guzmén llegé a Santiago con un proyecto de ensayo de co- munidades indias auténomas. El proyecto fracas6 " José MY Chacén y Calvo: La experiencia del Indio. (Un antece dente a las doctrinas de Vitoria), Madrid, 1934, p. 76; Santovenia: oc. cit. (29), pp. 223-226. 51 antes de comenzar tanto por la hostilidad unénime de los espafioles que tenian indios encomendados, como por el escaso mimero de sobrevivientes y el trauma psicosocial de que habfan sido victimas. Sin contar con la impreparacién de los propios encarga- dos de realizar la experiencia, Se creé sin embargo una aldea india experimen- tal (iguan{?); el fiasco fue total y en 1532 Vadillo, designado por Rojas para que inspeccionase el lu- Sar, reporta que muchos indios habfan muerto, otros. se habfan fugado, los restantes estaban exacerbados y hambrientos, y Vadillo estimé que de todos los sobrevivientes sdlo uno estaba capacitado para la li- bertad. La conclusién a que Ilej6 Rojas,en comu- nicacién a Carlos V, fue que lo tinico prdctico era “dar libertad s6lo a aquellos indios que pedfan ese privilegio y que podfan demostrar su habilidad para usar sabiamente de ella”. Argumento que serd des- pués incansablemente esgrimido por los esclavistas del siglo xrx. * Lewis Hanke: The first social experiments in America. A study in the development of Spanish indian policy, Harvard Univ. Press, Cambridge, 1935, (en Santovenia: Loc. ct. (29), p. 226. El texto de una carta de Manuel de Rojas al Emperador, Santia- g0 de Cuba, 10 de noviembre de 1531 relacionado con esta ‘experiencia esté publicado en Real Academia de la Historia Loc. it. (28), t. I, pp. 532-553. “[..] y en laverdad nunca en ellos conoci el deseo que naturalmente debian tener a su libertad por ningin respecto més de para vivir libres y descanséndose como ellos lo han estado tres afios sin haber- se sacado ningiin otro provecho”, 52. Las Leyes Nuevas. Fin de la servidumbre india En Espafia, entre tanto, siguieron derrochéndose torrentes de elocuencia sobre si el indi apto para la libertad, y mientras la cuestién no se dilucidaba, se importaban directamente de Africa las primeras cargazones de esclavos. Conocidas son las “Leyes Nuevas” de 1542 que declaraban libre al indio y stibdito de la Corona al igual que los espafioles, pero su aplicacién fue re- tardada en Cuba por consulta del propio Consejo de Indias,”*que en 1543 informé al Emperador “que la libertad de los indios traerfa gran inconveniente porque los espafioles son pocos [...] asf parece a los més del Consejo que por ahora no se ejecute en Cuba”, Més de ocho afios demoré la promulgacién ‘) Peauela: Loe. cit. 27), 1, p. 136: “[a] en 1522 se trajeron 300 [negros) a Santiago [..] la superioridad de los afticanos sobre los indigenas por su mayor fortaleza y sumiston para Jos trabajos fatigosos, indujo desde Iuego a los pobladores preferir esos brazos forasteros alos naturales. Fue esa prefe- rencia desde un principio tan marcada y absoluta que no se contentaron con los pocos negros que se tafan entonces con ppermiso sino que cada cual segin su arte y recursos se pro- porcionaba los que venian de contrabando o podia adquirir de otras colori Reales cédlulas para el buen trato a los indios de 20 de no- viembre de 1542 y de 4 de julio de 1543. [Torres y Mendoza:] Coleccion de documents inéits relativos al deseubrimiento, Ar- chivo de Indias, Primera serie, t. 16, pp. 385-408. " Espafia, Real Academia de la Historia: Loc. cit. (28), t. VI p. 182. de la ley por la resistencia de los colonos. Pero ésta no parece haber sido tanto a causa de los indocu- banos encomendados, sino de los importados de otras islas o del continente y que fueron vendidos como esclavos. En 1548 Pérez de Angulo, apremia- do por la Corte para que promulgase la ley, suspen- dié la ejecucién ante el alegato de los colonos de que los indios que tenian los habian adquirido en el exterior de acuerdo con la legislacién anterior y pre- vio el pago de derechos fiscales. Con estos tramites se ganaron de nuevo cuatro afios, pero en noviem- bre de 1552 el gobernador promulgé en La Habana laley de 1542 que declaraba libres a los indios. En marzo del afio siguiente se hizo lo mismo en Santia- g0, Bayamo y asi sucesivamente en los demas pue- blos de la isla* El resultado de esta tardia liberacién, que pone punto final a la tragedia de los indocubanos, fue escaso: sélo fueron hallados 1 800 indigenas que liberar y unos 200 indios esclavos trafdos del conti- nente. Tal vez quedasen algunos miles més, cima- rrones, vagando por los montes. Estos tristes despojos fueron encontrados en tres 0 cuatro luga- res para formar algunos pueblos: Guanabacoa, cerca de La Habana; Jiguani, en el valle del Cauto; y El Caney, cerca de Santiago de Cuba, Alli se extinguie- ron en las primeras décadas del siglo xvu, fundién- dose por mestizaje en la poblacién blanca. * Marrero: Op. cit., pp. 57, 60, 195-196; Santovenia: Op. cit. pp. 223-230 , 54 Principales causas de la extincién de la poblacién aborigen En cuarenta afios una poblacién de 100 000 indivi- duos asentada en tierras fértiles fue reducida a la mifsera cantidad de menos de 5 000 por obra y gracia de la colonizacién espafiola, y parecidas hecatombes ocurtieron también en México y Perit, pero en el continente fueron millones y no decenas de miles Jas victimas de la “civilizaci6n” occidental, y de an- sia de oro y plata que la caracteriz6 en el siglo xvi. > éCudles fueron en Cuba las principales causas de este desastre y su relativa importancia? La primera y mds mencionada causa de despobla- cién fueron las masacres perpetradas por los con- quistadores para imponerse por el terror, asi como los homicidios, mas bien asesinatos, cometidos por los colonizadores para mantener sujeta, también por cl terror, la masa indigena que les habfa sido “enco- mendada” por leyes emanadas dela corona de Castilla Pero a pesar del horror que inspira la salvaje y sistemtica crueldad de los “pobladores” de la épo- a, no cabria imputar a esta sola causa més del 10% de la pérdida demogréfica sufrida por los indigenas. Otro tanto es imputable a la hambruna provo- cada por los rapidos desplazamientos de la pobla- cién hacia nuevos lugares de trabajo sin crear previamente una base de alimentacién. Por una par- ic los invasores estaban demasiado apurados para “Ja saca del oro” y crefan inagotables las reservas humanas de que disponfan, y por otra carecian de 55

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