III - Semana Latinoamericana de Catequesis
III - Semana Latinoamericana de Catequesis
DE LA CATEQUESIS
CAPITULO I
LA INICIACIÓN CRISTIANA EN EL ITINERARIO DEL DISCIPULO
CAPITULO II
INTIMA RELACIÓN ENTRE COMUNIDAD ECLESIAL E INICIACIÓN CRISTIANA
CAPÍTULO III
EL CATEQUISTA DISCÍPULO Y MISIONERO
CAPÍTULO IV
INSPIRACIÓN CATECUMENAL DE LA CATEQUESIS
CONCLUSIÓN
SIGLAS
ANEXO I
DINÁMICA Y AMBIENTE QUE SE VIVIÓ
ANEXO II
RESEÑA DEL EVENTO
Anexo III
LISTA DE PARTICIPANTES
PRESENTACIÓN
La semana tomó en consideración el complejo y rico contexto que vivimos, buscando leer
en él las manifestaciones de Dios. Consideramos la riqueza del esfuerzo de renovación de
la Iglesia desde el impulso del Concilio Vaticano II (1962-1965), de Medellín (1968),
Puebla (1979) y Santo Domingo (1992); los grandes documentos de la Iglesia sobre la
catequesis, de modo especial Catechesi Tradendae (1979), el Catecismo de la Iglesia
Católica (1992) y el Directorio General para la Catequesis (1997); no olvidamos las dos
Semanas Latinoamericanas celebradas en Quito (1982), en Caracas (1994) y el documento
síntesis de la catequesis para nuestro continente: La Catequesis en América Latina (1999)
publicado por el entonces Departamento de Catequesis del CELAM.
El contexto socioeconómico, cultural y religioso nos interpela y sacude. Los datos
estadísticos revelan en nuestro continente un creciente número de personas indiferentes y
ateas, pero en situación de búsqueda existencial que dé un sentido a su vida, a la historia y
al mundo. Ellos también son parte de nuestro celo apostólico y de nuestra misión
evangelizadora.
Hay señales concretas de que la Iniciación Cristiana específica y de proceso que se ofrece a
los niños a propósito de los sacramentos es muy incipiente y poco consistente;
ordinariamente no parte del encuentro con Jesucristo vivo ni lleva a ser discípulos del
Señor, además, la mayoría de católicos jóvenes y adultos nunca ha recibido dicha
iniciación. Una laguna pastoral grave. En este contexto palpamos que muchos católicos
entran en crisis de fe y llegan a buscar en otras confesiones cristianas y grupos esotéricos,
un camino para sus inquietudes; algunos abandonan su fe.
Esto plantea un desafío a la Iglesia católica, a sus pastores y agentes de pastoral, quienes
hemos de percibir que América Latina ya no está en una sociedad de cristiandad y, por lo
tanto, necesita con urgencia hacer un cambio radical hacia una Iglesia más testimonial y
misionera en un continente aún sociológicamente clasificado como de matriz cultural
cristiana.
A la luz de esta rica temática y del contexto sociocultural, dos hilos conductores guiaron
nuestra reflexión: la Iniciación Cristiana y la catequesis de inspiración catecumenal.
Juzgamos importante reflexionar sobre cuatro temas claves para dar continuidad a la
renovación de la catequesis que en todos los países, desde hace años, busca y abre nuevos
caminos. Son los capítulos de este texto orientador que ahora presentamos en su redacción
oficial.
Ofrecemos este instrumento como reconocimiento y gratitud a todos los catequistas del
continente; su testimonio y entrega al ministerio de la catequesis son pilar y alimento de fe
viva en las comunidades. Lo presentamos con un grande amor a la Iglesia y con la
esperanza de impulsar una nueva etapa en la vida de la catequesis y, por lo mismo, en la
vida de nuestras Iglesias Locales.
La Sección de Catequesis del CELAM bendice a Dios por esta gracia de la III Semana
Latinoamericana de Catequesis, agradece a las Comisiones Episcopales de Evangelización
y Catequesis, a los ponentes, a los moderadores, a los participantes que dieron su tiempo, su
competencia y su corazón para elaborar este instrumento que solo busca desencadenar
procesos de Iniciación Cristiana y un impulso cualitativo en la reflexión y praxis
catequística del continente.
Que la intercesión de Santa María de Guadalupe, Madre de Dios y madre nuestra, primera
discípula y modelo del catequista, nos alcance la gracia de llegar a ser proclamadores
apasionados de la Buena Nueva del amor de Dios para suscitar y formar verdaderos
discípulos y misioneros de Jesucristo.
CAPITULO I
LA INICIACIÓN CRISTIANA EN EL ITINERARIO DEL DISCIPULO
2 La Palabra de Dios que se hizo carne en Jesús de Nazareth (Cf. Jn 1,14), se expresa
normativamente en la Sagrada Escritura, es vivenciada y transmitida en la Tradición; se
hace presente, se comparte y se celebra en comunidad de discípulos. La cercanía y trato con
la Palabra de Dios provoca en el creyente las mismas actitudes y sentimientos de Cristo
Jesús (Cf. Flp 2,5): escucha, disponibilidad, compasión, humildad. Ella lo hace auténtico
discípulo (Cf. Mt 10,1).
4 La Palabra inspirada invita a vivir una actitud contemplativa en la historia, en los signos
de la presencia de Jesús (Cf. Jn 5,39), en los sacramentos y en la vida de las personas,
especialmente en los pobres (Cf. Mt 25,31-46). Ella se hace presente en la dimensión
celebrativa que el discípulo realiza en comunidad2 y lo mueve a un compromiso
transformador y de presencia en el mundo.
2. Testimonio y diálogo
10. La Iglesia tiene la urgente tarea de priorizar el diálogo y el testimonio para acercarse a
la gran cantidad de bautizados no convertidos y a no cristianos que van en aumento en el
actual contexto sociocultural.
11. La Iglesia existe para evangelizar, en particular el nuevo contexto cultural marcado
fuertemente por el pluralismo religioso, donde existen muchos valores pero también
situaciones como el agnosticismo y la evasión a las grandes preguntas existenciales, la
Iglesia debe acentuar su ser dialogante, alegre y propositivo. De este modo, quienes se
sienten alejados de su mensaje, podrán descubrir que la Iglesia, (pastores, fieles e
instituciones) les despierta preguntas olvidadas acerca del sentido de la vida, les abre a
nuevos horizontes y les da un testimonio convincente de fraternidad y solidaridad; al ser
auténticamente dialogante, no solo propone y anuncia, sino que además escucha, aprende,
se enriquece.
12. Con ello la Iglesia demuestra que efectivamente todo lo humano le interesa, que los
católicos se preocupan en verdad de que sus hermanos sean felices. En el fondo, es la
exigencia por el testimonio coherente que dan los discípulos ya maduros, con acento en la
diaconía; de otro modo, no habrá posibilidad de que las personas alejadas se interesen
siquiera en escuchar sobre Jesús y su Evangelio.
13. Para un nuevo talante de fe, de esperanza y de caridad de los católicos, la Iniciación
Cristiana que hoy la Iglesia desea recuperar tiene como fundamento y punto de partida una
instancia oficial con recursos humanos y materiales específicos: es el kerigma, el anuncio
alegre, directo e incisivo de Cristo vivo (Cf. Hch 2,22-24; 5,29-32).
14. Esta premisa que parece repetirse trilladamente en los textos actuales, ciertamente no lo
es tanto, ya que no significa simplemente una opción pastoral novedosa sino lo central de la
evangelización misma. El anuncio de Cristo vivo y la respuesta de conversión de quien lo
acoge es lo que da posibilidad de una Iniciación Cristiana verdadera y de un crecimiento
continuo en la fe, pues las personas no profundizarán aquello que nunca les motivó.
15. Por eso, la Iglesia ha de tener presente el kerigma en todas sus acciones, para
comunicarlo a quienes la invitación es oficial porque deben iniciarse en la fe cristiana y,
especialmente cuando se dirige a la gran masa de bautizados no convertidos que
sustancialmente desconocen la persona y el anuncio de Jesucristo y, por lo tanto, lo que Él
significa en su vida personal, eclesial y social; también la necesidad de un anuncio
misionero a los no cristianos, quienes después serán iniciados en el catecumenado
bautismal propiamente dicho.
17. No es fácil para ningún pastor vislumbrar la manera de emprender caminos pastorales
que faciliten erradicar la costumbre de nuestros pueblos de buscar los sacramentos
desconectados de la vivencia del Evangelio que dé sentido a sus vidas y a sus
responsabilidades cotidianas. Luchar abiertamente contra esta mentalidad mágico-
sacramental es un reto histórico no fácil de vencer.
18. Es necesario volver a anunciar a Cristo en nuestros ambientes; se trata sin duda de una
urgencia pastoral: o anunciamos nuevamente a Jesucristo o el mundo ya no será más
cristiano.
20. La preocupación ampliamente expresada por los distintos agentes de pastoral de revivir
esta dimensión kerigmática del ser y del quehacer de la Iglesia, manifiesta claramente que
en nuestra catequesis la ausencia del kerigma es un vacío de graves consecuencias que se
traducen en la presencia de una gran masa de bautizados no convertidos.
21. Este vacío del kerigma ha motivado en distintas Iglesias iniciativas fundamentadas y
esfuerzos serios por llenarlo. Existen itinerarios catequísticos sólidos y graduales que
garantizan una progresiva valoración del Bautismo tanto en quienes no lo han recibido
cuando niños como en aquellos que después de mucho tiempo de haber abandonado la
Iglesia, por gracia de Dios, redescubren el valor de su fe.
22. Además, aún cuando pastoralmente estamos conscientes del paulatino crecimiento del
neopaganismo con el consiguiente alejamiento de los creyentes, existe no obstante la serena
intuición de orientarse hacia comunidades cristianas numéricamente más pequeñas pero
más auténticas. Lo que importa no es tanto la cantidad de bautizos sino la calidad de los
cristianos; sin embargo la Iglesia no puede descuidar a los alejados. “Los bautizados no
evangelizados sean los principales destinatarios de la Nueva Evangelización”.
23. Urge para todos los agentes de pastoral una formación específica de tal manera que el
kerigma no sea un enigma que muchos no saben qué es, ni cómo se hace. Ellos requieren de
una exigente formación pedagógica seria que les ayude a transmitir el anuncio de Cristo
con un lenguaje significativo y con una nueva expresión de modo que lo esencial del
Kerigma llegue con la misma fuerza salvadora al corazón del hombre de hoy.
24. El kerigma no es sólo una etapa, sino el hilo conductor de un proceso que culmina en la
madurez del discípulo de Cristo (Cf. Ef 4,13); sin él, otras etapas de la evangelización
estarían condenadas a la esterilidad, sin corazones verdaderamente convertidos al Señor.
25. Es necesario que las Iglesias Particulares tomen la acción misionera, el primer anuncio
y el kerigma como línea programática de sus planes pastorales en orden a una auténtica
renovación de toda la pastoral, especialmente de la catequesis, pues, “la renovación
catequética debe cimentarse sobre esta evangelización misionera previa”. Igualmente se
han de preocupar por garantizar que aparezcan en los subsidios para la catequesis.
5. La Iniciación Cristiana
26. La Iniciación Cristiana es ante todo obra de Dios; Él es quien toma la iniciativa de
llamar gratuitamente a la salvación; el Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos y el
Catecismo de la Iglesia Católica presentan la Iniciación Cristiana como participación en la
naturaleza divina (Cf. 2 Pe 1,4). En la pedagogía catequética entendemos por Iniciación
Cristiana el proceso extendido en el tiempo en el cual, el convertido, recibe la instrucción
evangélica y se ejercita para conformar su vida al estilo del Evangelio en fidelidad a la
iniciativa divina y se introduce en la vida nueva del Señor Resucitado por el bautismo, la
confirmación y la eucaristía en la comunidad eclesial y también en el mundo.
27. Una catequesis de Iniciación Cristiana hoy necesita profundizar los gestos y los pasos
del camino de Jesús (Cf. Jn 14,6); él vivió en obediencia a la voluntad del Padre (Cf. Hb
10,7-10; Jn 4,34), en una opción radical y absoluta llamada Reino de Dios; por tanto en
nuestros procesos catequéticos necesitamos recuperar la centralidad del Jesús histórico, el
Dios encarnado que se hizo pobre y sufriente por amor a nosotros dedicado totalmente a
construir el Reino de Dios.
28. Para iniciar el itinerario de formación del discípulo, muchas veces se hace necesario un
nuevo anuncio que permita al bautizado experimentar a Jesús vivo como Señor y Salvador
de toda la vida y dador del Espíritu Santo y profundizar, mediante la catequesis y los
sacramentos de iniciación, el crecimiento en la fe que pone en comunión con Cristo e
introduce al creyente a la comunidad eclesial. Sin este proceso se cae en la simple
transmisión de una sana y ortodoxa doctrina, pero que no penetra verdaderamente en el
corazón del creyente.
29. Esto plantea la necesidad de una formación integral y de proceso del discípulo: que
responda a los tiempos desde una expresión de fe adulta y comprometida; que redescubra el
sentido festivo de la liturgia con oportunas celebraciones de la Palabra en la utilización
adaptada de los ritos del catecumenado; que integre progresivamente en la comunidad de la
Iglesia como lugar de acogida, crecimiento y maduración de la vida cristiana al servicio de
la evangelización y de la transformación del mundo.
30. Además de ser don, la Iniciación Cristiana es también respuesta, acogida y conversión.
Respuesta que es educada y acompañada en la comunidad por medio de la catequesis.
32. El Magisterio actual, desde el Concilio Vaticano II nos ha invitado reiteradas veces a
retomar la inspiración catecumenal adaptando este proceso a las diferentes edades,
ambientes, realidades socio-religiosas y culturales para responder a los desafíos de un
nuevo discipulado hoy.
33. Los distintos procesos adaptados deben tener en común ciertas etapas del proceso
evangelizador que llevan a las personas a una creciente adhesión al Señor Jesús en la
Iglesia. Según el Directorio General de la Catequesis 47-48 tales etapas son: Testimonio –
Kerigma – Catequesis – Vida comunitaria – Sacramentos – Misión, que se suelen articular
en etapa de acción misionera, etapa de acción catecumenal, etapa de acción pastoral y de
presencia en el mundo.
- Son etapas que deben cumplirse en ese orden para que haya lógica en la madurez de la fe
que la Iglesia promueve con sus hijos.
- Estas etapas no necesariamente se despliegan de un modo lineal y acotado en un tiempo
preciso; se caracterizan más bien por ser dinámicas, de proceso y circulares. Dado que son
muchos los bautizados no convertidos, es necesaria una catequesis misionera previa.
- Ellas permiten la creatividad de numerosos métodos para llevarlas a cabo.
35. La catequesis de Iniciación Cristiana entendida como formadora de discípulos busca ser
un itinerario pedagógico que permita aprender a vivir conforme a la fe cristiana. Esta
catequesis de proceso busca integrar todas las dimensiones de la persona, atender sus
búsquedas y necesidades, avanzando a través de sucesivas etapas del recorrido espiritual;
recorrido siempre singular, según las personas y los grupos.
36. Para realizar esta catequesis téngase en cuenta los siguientes criterios básicos:
37. En las condiciones actuales del continente y de la Iglesia latinoamericana y del Caribe
urge una profunda renovación y actualización de la catequesis que incorpore dimensiones
esenciales olvidadas por mucho tiempo.
41. La tarea primordial del discípulo consiste en asumir el Reino de Dios como proyecto
central del ministerio de Jesús (Cf. Lc 9,60. 10,9). Este compromiso crea en él una
identidad y un conjunto de convicciones que lo han de llevar a ver en los pobres y en los
débiles a los principales destinatarios de la Buena Nueva (Cf. Lc 4,14-21) y asumir que la
Iglesia existe para servirlos; ella es el sacramento universal de salvación, “señal de la
fraternidad que permite y consolida el diálogo sincero” y descubre el mundo como un
conjunto de epifanías de la presencia del Reino de Dios.
43. La cultura, por ser matriz principal de la existencia humana, con sus relaciones vitales,
cosmovisiones, valores, lenguajes y comportamientos, contiene ocultas semillas del Reino
que al discípulo corresponde hacer crecer; para él la cultura no es algo opcional.
CAPITULO II
INTIMA RELACIÓN ENTRE COMUNIDAD ECLESIAL E INICIACIÓN CRISTIANA
48. No se puede entender la Iniciación Cristiana sin una comunidad misionera que la
origine, la realice y la lleve a plenitud; la vida cristiana del discípulo es un don destinado a
crecer. El momento pastoral comunitario de educación permanente en la fe se orienta a
alimentar de modo continuo el don de la comunión y de la misión.
49. Es claro que para salir de la encrucijada en la que se encuentra la catequesis en nuestro
continente, centrada en lo sacramental y en lo doctrinal, poco atenta a educar la conversión
dándola por supuesta y, por lo mismo poco misionera, e igualmente que conduce poco a
vínculos comunitarios y al sentido de la misión en la Iglesia y en el mundo, ha de asumirse
la dinamicidad y circularidad del proceso evangelizador como principio de renovación y de
cambio. Si se parte de una acción misionera previa, ésta a su vez va a exigir que la
catequesis sea Iniciación Cristiana, lo que a su vez va a producir comunidades más vivas y
dinámicas; pero para ello se necesita de comunidades maduras que se lancen a la misión y
realicen adecuadamente la tarea de la iniciación. Una comunidad que hace de la iniciación
una opción prioritaria va a necesitar despertar su carácter misionero y renovar su vida
comunitaria.
53. La catequesis es un proceso donde una comunidad ayuda a las personas a leer su propia
vida y a discernir su vocación y el rumbo que el Espíritu Santo les indica; este camino en la
fuerza del Espíritu es siempre nuevo (Cf. Ap 21,5) y esa novedad se manifiesta en una vida
eucarística, de justicia, de fraternidad, de alegría en el pan compartido y en una acción a
favor de una vida humana digna para todos.
54. La comunidad parroquial es para muchos de los cristianos católicos la única forma de
conocer y vivir la Iglesia: la experiencia positiva o negativa que se tenga depende de ella.
57. La comunidad parroquial necesita de una profunda renovación, la cual podrá realizarse
si asume las opciones del anuncio misionero, del kerigma, de la iniciación cristiana y de la
vida comunitaria. La renovación será también consecuencia de una pastoral que tenga en
cuenta la dinamicidad y circularidad del proceso evangelizador. En nuestro continente
muchas diócesis y parroquias han entrado desde hace años en procesos de seria renovación
pero, en algunos casos, falta integrar la dimensión catecumenal de la catequesis,
particularmente en el caso de los niños y la experiencia de nueva evangelización de adultos
y jóvenes en pequeñas comunidades.
58. Hoy la tarea de la Iniciación Cristiana se presenta a la comunidad parroquial en una
triple vertiente:
c) Iniciar a los no bautizados que habiendo escuchado el kerigma quieran abrazar la fe, es
hoy un imperativo para la Iglesia. En este sentido la comunidad parroquial ha de organizar
una acción misionera hacia los no bautizados, organizando un catecumenado con apoyo del
RICA.
Una parroquia renovada ha de serlo en vistas a formar cristianos capaces de vivir, celebrar
y anunciar la fe como presencia del Reino; esta renovación parroquial supone una
verdadera conversión pastoral de Obispos, presbíteros, religiosos, religiosas y laicos.
59. Abundan en el mundo de hoy diversos modelos o núcleos familiares; sabemos que la
familia hoy, por lo general se encuentra sumergida en una crisis difícil de superar;
constatamos el debilitamiento de los vínculos conyugales y fraternos, la ausencia del padre
o la madre, la sobrecarga de tareas de la mujer, la consiguiente desorientación de los hijos.
Son muy diversos los factores que influyen: la movilidad humana que crea distancias entre
sus miembros agravando su desintegración, filosofías y culturas que despersonalizan,
medios de comunicación consumistas y hedonistas que manipulan, sistemas políticos y
económicos corruptos que crean espejismos, la informática que es oportunidad y al mismo
tiempo es riesgo ante los valores, la ruptura de tradiciones valiosas, nuevas corrientes
pseudoéticas que crean comportamientos dispares, pragmatismos que ofenden a la persona.
Los programas de catequesis de inspiración catecumental deben asumir estos problemas
como contenido en lugar de ignorarlos.
61. La familia vive hoy un contexto pluri-religioso y pluricultural. Se hace necesario que la
catequesis capacite a la familia para dar un testimonio profético ante la corrupción de
valores y la descristianización de una sociedad globalizada; por lo que se hace urgente que
todo proceso de catequesis familiar fortalezca la conciencia de la vida comunitaria. Es
fundamental que la catequesis ofrezca criterios evangélicos para que el creyente logre vivir
con sólida convicción y testimonio, con fraternidad y cooperación en causas humanitarias,
con personas de distintas opciones religiosas, filosóficas y culturales
64. La familia, a pesar de las inmensas dificultades que la perturban es sin duda un lugar
testimonial, catequético, celebrativo y misional; es llamada a ofrecer a sus miembros,
especialmente a los niños y jóvenes, valores humanísticos y evangélicos fundamentales, un
sentido cristiano de la vida y acompañarlos en la elaboración de su proyecto de vida como
discípulos-misioneros de Jesucristo al servicio del mundo.
65. El mundo ha pasado por cambios inmensos, con fuertes influencias sobre la persona, la
familia y la sociedad. “Frente a este panorama, la escuela católica está llamada a una
renovación valiente”. Es necesario que los estudiantes reciban en ella una educación
integral en la que se encuentren con Jesucristo vivo y maduren en la fe mediante un proceso
de Iniciación Cristiana y que los maestros acompañen e impulsen lo que ellos mismos han
vivido y asumido en la vida. Así irá logrando “crear un ambiente de la comunidad escolar
animado por el espíritu evangélico de libertad y de caridad, ayudar a los adolescentes para
que en el desarrollo de la propia persona crezcan a un tiempo según la nueva criatura que
han sido hechos por el bautismo y ordenar últimamente toda la cultura humana según el
mensaje de la salvación, de suerte que quede iluminado por la fe, el conocimiento que los
alumnos van adquiriendo del mundo, de la vida y del hombre”.
66. La actual necesidad de formar discípulos misioneros exige una renovada acción eclesial
para atender el mundo escolar. En este sentido, la Iglesia Particular por su deber apostólico
“ayuda a los muchísimos que se educan en escuelas no católicas, ya por medio del
testimonio de la vida de los maestros y formadores, ya por la acción apostólica de los
condiscípulos, ya por el ministerio de los sacerdotes y seglares que les enseñan la doctrina
de la salvación”.
67. Entre las tareas para renovar la pastoral educativa sobresale la formación inicial y
permanente de los formadores católicos; la enseñanza religiosa ha de preocuparse no solo
de los alumnos sino también de sus familias y del personal escolar.
CAPÍTULO III
EL CATEQUISTA DISCÍPULO Y MISIONERO
69. La formación del catequista se ubica en el contexto eclesial, ya que él es antes que nada
miembro de la Iglesia, testigo de la fe y enviado por ella para anunciar el mensaje
evangelizador.
70. Este contexto nos desafía y exige una revisión profunda de la manera de educar en la fe
y, por lo mismo, de la formación del catequista. Urge diseñar una educación en la fe que
forje una identidad cristiana sólida, con una conciencia lúcida de ser discípulos y
misioneros de Jesucristo en la comunidad.
71. Para formar discípulos y misioneros la catequesis necesita hoy de un proceso que inicie
verdaderamente a las personas en el misterio de Dios, o sea, un modelo catecumenal, y un
cambio de paradigmas que tiene tanta influencia sobre la catequesis como en toda la acción
de la Iglesia Local.
72. Este modelo implica una educación en la fe que lleve a un encuentro vivo con
Jesucristo a través del testimonio del catequista y de la comunidad, de la lectura orante de
la Palabra de Dios, de la experiencia litúrgica y de la profundización en la doctrina
evangélica con la Biblia como texto por excelencia de la educación en la fe, superando la
catequesis como mera enseñanza y trasformándola más en mistagogia que conduzca a la
interiorización del misterio, valiéndose del lenguaje de los símbolos, de los ritos y de las
celebraciones.
73. La propia formación de los catequistas ha de ser conducida por este modelo
catecumenal para que, una vez convertidos y evangelizados, se conviertan ellos mismos en
discípulos y misioneros. Esta formación en el proceso de la experiencia catecumenal se
verá enriquecida si los mismos catequistas conocen y aprenden la estructura pastoral del
RICA, y lo asumen como un proceso de Iniciación Cristiana integral que comienza desde el
anuncio kerigmático y la conversión, conduce a la vida comunitaria, a la Eucaristía en la
comunidad adulta y a la acción de presencia y transformación en el mundo.
e) Se ejercite en el servicio solidario al mundo, sabiendo dar razón de la propia fe, siendo
sal y levadura de su transformación y abierto para acoger las semillas del verbo presente en
él.
77. Al estilo de los profetas, sabe iluminar con la Palabra de Dios la vida propia y discernir
los signos de los tiempos, a su vez descubre la voz de Dios en el acontecer de cada día; así
el catequista es servidor de la palabra: la anuncia a los hermanos, compartiendo con ellos la
riqueza de lo que primero aconteció en su corazón.
79. El catequista cumple tareas misioneras y hace del kerigma el hilo conductor de su
acción; para ello se hace necesario que, en su formación bíblica, realice un estudio orante
de los grandes textos misioneros y kerigmáticos del Nuevo Testamento en los que pueda
comprender la diferencia existente entre los destinatarios del mismo, trátese de judíos o de
paganos. Esta formación le permitirá asumir el principio de la jerarquía de verdades tan
necesario en orden al anuncio kerigmático e iniciatorio en el cual la tarea de la catequesis
consiste en ir a lo nuclear, a lo fundamental de la experiencia cristiana y explicitar y
profundizar en el kerigma.
82. Por el bautismo, ha pasado por una muerte semejante a la de Cristo y se cambió en una
sola cosa con Él (Cf. Rom 6,4); ahora es parte integrante de su Cuerpo, la Iglesia (Cf. 1 Cor
12,13) Igualmente, el don de la filiación divina lo lleva a desarrollar una vida de alianza
animado por el Espíritu; asume así la vida y la misión de Jesús que pasa a ser su propia
manera de vivir.
83. El Espíritu Santo, recibido en la Confirmación, fortalece al discípulo con sus dones para
que tenga la fuerza y la valentía de abrazar la cruz que encuentra en el servicio de amor a
los hermanos.
84. Así el catequista crece siempre más perfectamente en la vida cristiana y por su
participación en la comunidad, en la liturgia de la palabra, en el año litúrgico, en la liturgia
de las horas y, sobre todo, en la celebración eucarística encuentra la cumbre de su entrega al
Padre y la fuente de santificación para vivir en Cristo como discípulo, misionero y ministro
del Reino.
85. Es un hecho que la poca formación de la mayoría de los catequistas se debe a la falta de
oportunidades tales como escuelas, cursos y formadores. Por lo tanto, la formación de
catequistas y de sus formadores es una urgencia para las Iglesias Particulares.
87. Esta formación debe de ser permanente atendiendo a las dimensiones fundamentales de
su ser, saber, saber hacer y saber convivir; debe privilegiar el aspecto de proceso, la
capacitación para la responsabilidad y para vivir y celebrar la fe en las acciones litúrgicas;
ha de contar con el aporte, siempre necesario, de las ciencias humanas.
88. Los catequistas, después de un aprendizaje de discipulado, estarán capacitados para
responder a las necesidades y demandas del mundo como testigos que dan razón de su
esperanza (Cf. 1 Pe 3,15); así se convierten en misioneros haciéndose presentes en todas las
etapas del proceso evangelizador ya que, particularmente el contexto de hoy, pide asegurar
una formación específica para la acción misionera, es decir, del primer anuncio.
90. Es necesario que el catequista en formación conozca en profundidad que el ser humano
en su desarrollo pasa por diversas etapas; en cada una tiene diferentes exigencias vitales
que deben ser satisfechas. Por tanto, es necesario que conozca:
a) A sus catequizandos como personas, como son, como viven, con las inquietudes,
dificultades y sueños que poseen culturalmente.
c) Las actitudes y destrezas para relacionarse mejor con el ser humano en cada una de esas
etapas.
e) A las personas que ofrece la catequesis en situaciones distintas como son los
discapacitados, los marginados sociales y aquellas que son propias de nuestra cultura
latinoamericana: campesinos, indígenas, afrodescendientes.
92. Una de las más apremiantes tareas es formar a los catequistas para las necesidades
evangelizadoras del momento, caracterizado por el pluralismo, la complejidad y el
crecimiento de la pobreza. Para asumir y evangelizar este tiempo, además de la formación
bíblica, litúrgica, teológico y pedagógica, el catequista necesita comprender los cambios
profundos del momento actual a partir de las ciencias humanas, especialmente las sociales.
95. Es una formación que no toma en cuenta sólo el lenguaje teórico y dogmático sino que
es original y da espacios a la actuación de la gracia de Dios, busca el seguimiento y el
discipulado de Jesucristo. Así, el método se transforma en contenido y estrategia eficaz que
conduce al catequista a oír, ver, escuchar, contemplar, mirar y actuar conforme a la bondad
de Dios. Por consecuencia, esta formación desembocará en la escuela de ciudadanía
evangélica en la cual el catequista comprometido transforma su propia vida y se empeña en
la construcción del Reino de Dios.
9. El formador de catequistas
96. En la acción catequística no solamente es necesario formar bien a los catequistas sino
promover, con excelencia apostólica y académica, formadores de catequistas.
98. No basta que el catequista haya aprendido los contenidos de la fe sino que, convertido
realmente a Jesucristo, muestre estar cambiando y caminando continuamente hacia la
santidad. Un catequista que viva un proceso de tipo catecumenal podrá luego acompañar a
otros a recorrer este camino, lo que hemos visto y oído, eso les anunciamos… (1 Jn 1,3).
99. En la formación de los agentes de pastoral para la misión eclesial se requiere, de manera
muy especial, la formación catequética de los seminaristas y de los presbíteros, ya que de
los ministros ordenados depende de manera decisiva la vitalidad y la animación de la
comunidad eclesial.
100. Seguimos constatando, con preocupación, serias carencias en este campo, porque en la
actualidad muchos presbíteros no se involucran en la animación de la catequesis ni en la
formación de los catequistas y, en los seminarios, no se han implementado programas
adecuados en este campo. La misma laguna existe en la formación de los diáconos
permanentes.
101. Volvemos a insistir en la necesidad de que los presbíteros estén activamente presentes
en la formación de los catequistas de base y que los seminarios diocesanos y religiosos
incluyan procesos de formación catequética en el lenguaje, en la metodología y su praxis
concreta, lo que les permitirá estar más cercanos a aquellos que ejercen la misión de
formadores en sus parroquias. Convendría diseñar el año propedéutico del seminario desde
el modelo catecumenal, en orden a su formación como pastores y catequistas.
102. Hay que resaltar que la opción por el kerigma y la Iniciación Cristiana va a renovar y
vitalizar la pastoral vocacional, tanto laical, como religiosa y ministerial. Los problemas
vocacionales en nuestro continente obedecen, entre otras razones a la falta de anuncio
misionero, de bautizados no convertidos, y de inadecuados procesos iniciatorios. La
Iniciación Cristiana ha de implementarse en los seminarios no sólo como tema de estudio,
sino también como proceso educativo tanto en el propedéutico como en el momento previo
de selección.
106. El catequista debe saber operar con una visión global, integral, dinámica, de proceso y
circular de la evangelización. De modo tal que esté en capacidad de ubicar lo propio de la
acción de iniciación en el proceso de evangelización, así como de favorecer su integración,
colaboración e incidencia, en la etapa misionera que la prepara y antecede, en la etapa de
pastoral y presencia que le precede y es consecuencia. Así supera también una mirada lineal
de la misma y asume en su acción la complejidad del proceso evangelizador y la
importancia de la Iniciación Cristiana dentro del mismo.
CAPÍTULO IV
INSPIRACIÓN CATECUMENAL DE LA CATEQUESIS
107. El proceso de la Iniciación Cristiana, que tiene como destinatarios tanto a las personas
no bautizadas como a las ya bautizadas que no recibieron en su momento el primer anuncio
misionero, se dirige tanto a los adultos como a jóvenes y niños. El lugar propio de la
Iniciación Cristiana es la comunidad eclesial; para que ésta sea verdaderamente eclesial, ha
de ser misionera y debe ocuparse de los hombres y mujeres en sus circunstancias histórico-
sociales y religiosas, llegar a ellos con un anuncio que sea una buena noticia al presentarles
a Jesucristo (Cf. Ef 3,6-7) y su mensaje como fuente de vida y liberación de todos los
males.
108. En esta tarea evangelizadora la comunidad eclesial como sujeto evangelizador (Cf. 1
Pe 2,9) no debe presuponer la fe en sus interlocutores y, en consecuencia, antes de realizar
la catequesis debe implementar de manera permanente el primer anuncio, el kerigma.
110. Esta unidad está bien expresada en la celebración del Bautismo de adultos cuando los
tres sacramentos son celebrados en la Vigilia Pascual. Cuando un bautizado adulto recorre
el camino catecumenal, si no lo hizo antes, ha de celebrar unidos los sacramentos de la
Confirmación y de la Eucaristía.
112. La celebración de los tres sacramentos recibidos en diversos momentos, a los que se
une la celebración del sacramento de la Penitencia, deberá ser asumida integralmente,
conservando la unidad interna de los sacramentos y del proceso catecumenal. Una praxis
litúrgico-catequética que respete la unidad de los sacramentos ayudará a superar una praxis
pastoral fragmentada y desarticulada, y a construir verdaderos procesos de Iniciación
Cristiana.
113. Por otra parte, la praxis pastoral que respete la unidad de la Iniciación Cristiana
ayudará a los fieles a forjar su identidad y, a la comunidad eclesial, a descubrirse como
comunidad de discípulos y misioneros.
114. Frente a la praxis pastoral de la Iniciación por edades, concebir la unidad de los tres
sacramentos de la Iniciación Cristiana en un proceso de fe, comporta un cambio de
paradigma que compromete a la Iglesia en el acompañamiento de todo cristiano, para que
recorra el camino completo de su Iniciación. En la formación de los pastores y de los
agentes de pastoral, téngase en cuenta esta visión unitaria que respeta la nueva identidad del
discípulo de Jesús, misionero del Reino de Dios.
a) Comunidad atractiva que suscita en el corazón del otro que no cree el interrogante por las
causas de esta comunión y busque integrarla: que se amen los unos a los otros (Juan 15,17).
b) Dinamismo misionero que impulsa al contacto personal fraterno con los no creyentes
para testimoniar acogida y amor desinteresado, porque a la persona se llega primeramente
por el corazón.
d) El momento del anuncio explícito del kerigma, preparado por el encuentro, la capacidad
de escucha, el testimonio personal y solidario, y el abrirse a los interrogantes profundos de
la persona, es ocasión de dar un nuevo sentido a la vida.
118. Este proceso, con la gracia de Dios, suscita el despertar de la fe y lleva a la conversión
que se expresa en el pedido a la comunidad eclesial de comenzar el camino de iniciación
con el ingreso al catecumenado; con las etapas, procesos y con todos los signos que pide el
Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos y otros que sean significativos para la persona.
119. Todo este proceso se realiza en la comunidad eclesial y requiere tiempo suficiente,
catequistas bien formados, espacios físicos propios y adecuados, comunidad que acoge y
pastores que acompañan.
120. Es necesario tomar en cuenta el proceso personal del catecúmeno que tiene que
experimentar en su vida un cambio profundo, en el que la adhesión a Jesús, a la Iglesia y al
Reino y la renuncia a los ídolos, son signos importantes dentro de todo el itinerario (Cf. 1
Tes 1,9-10).
121. El paso a la etapa de los sacramentos exige haber experimentado qué significa ser
discípulos de Jesús y a qué nos compromete. Esta etapa adquiere particular sentido cuando
se realiza durante la Cuaresma y se culmina en la Vigilia Pascual con la solemne
celebración de los sacramentos de la Iniciación.
122. Este proceso iniciático culmina con la mistagogia que introduce al neófito plenamente
en la celebración litúrgica y en la comunidad eclesial (Cf. 1 Pe 2,5), así lo introduce a la
formación continuada para desarrollar su vocación específica e impulsarlo a la misión.
123. En tal sentido, la Iglesia Particular, teniendo en cuenta el RICA y adaptándolo según
las mismas posibilidades que ofrece este ritual, según la cultura de sus fieles y las
necesidades pastorales propias, implementará catequesis e itinerarios que desarrollen el
proceso antes descrito.
124. Signo de una comunidad que ha hecho del anuncio misionero y de la Iniciación
Cristiana una opción, es el crecimiento del catecumenado de adultos propiamente dicho de
cara a su bautismo, hasta el punto que podría decirse que el desarrollo del catecumenado de
adultos en América Latina será indicador de evaluación de la asunción de estas opciones.
125. Los cristianos que fueron bautizados en su infancia y que posteriormente no tuvieron
una adecuada evangelización, para poder alcanzar la madurez de la fe a la que Dios los
llamó y les concedió por el bautismo, necesitan una nueva evangelización en orden a su
conversión a Jesucristo y una catequesis de Iniciación Cristiana que dé solidez a su opción
vital de fe (Cf. Lc 1,1-4). A tal efecto, la Iglesia Particular hará de la Nueva Evangelización
su primer plan orgánico de pastoral.
126. La comunidad cristiana ejerce en esta acción evangelizadora una función maternal y
pedagógica mediante una cálida acogida a los bautizados que buscan integrarse a ella, y un
acompañamiento especial tanto en el anuncio misionero como en las celebraciones
litúrgicas, y en su vida familiar y social; pero sobre todo, la comunidad hace sentir a estos
hermanos su alegría porque, habiendo escuchado a Dios en su corazón, han decidido seguir
fielmente a Jesucristo; celebra con ellos este paso decisivo.
127. Esta catequesis, que ha de realizarse por grados continuos y progresivos, según lo
señala el RICA, adaptada a la cultura de los catequizandos, destinada a completar la
Iniciación Cristiana por la recepción de los sacramentos de la Confirmación y de la
Eucaristía, los incorpora a la Pascua de Cristo y los inserta a la comunidad cristiana como
piedras vivas (Cf 1 Pe 2,5), los lleva a descubrir su lugar dentro de la Iglesia y su propia
vocación en el mundo.
128. Urge que las Iglesias Particulares asuman el catecumenado como camino ordinario de
evangelización de estos adultos alejados de la fe y de la comunidad; de la misma manera,
que establezcan criterios, líneas de acción y formas de catecumenado que respondan
adecuadamente a tal necesidad y lo incluyan en su plan orgánico de pastoral.
129. La Nueva Evangelización deberá llevar a los bautizados no convertidos a una auténtica
reconciliación con Dios, con ellos mismos y con los demás; es fundamental que
previamente, el catequista o evangelizador vaya hacia ellos como el Buen Pastor que va en
búsqueda de la oveja perdida (Cf. Lc 15), en una actitud de misericordia y comprensión,
escucha y amor.
132. No se puede olvidar que la catequesis debe iniciar en todas las dimensiones de la fe: el
conocimiento, la oración, la liturgia, los sacramentos, la dimensión comunitaria, la moral
del Reino, la misión y el compromiso social; sólo así cumplirá su tarea de iniciar al
discípulo misionero de modo integral.
136. Los jóvenes son la gran riqueza de nuestros pueblos y de la Iglesia en América Latina:
es la etapa privilegiada de las opciones, de las búsquedas y de proyectar la vida; la mayoría
de nuestros adolescentes y jóvenes no han tenido oportunidad de descubrir las exigencias
del Bautismo recibido; la sociedad laicista y el ambiente consumista, vacío de valores,
ejercen su influencia negativa sobre ellos. La pobreza y la violencia de nuestros pueblos,
intensifican la inseguridad propia de su edad; por todo esto, es particularmente importante y
urgente presentarles a Jesucristo como modelo en su búsqueda de identidad y participación.
137. La Iniciación Cristiana conduce a los jóvenes hacia la madurez del discípulo que se
convierte en misionero (Cf. Hch 13,2-3). Para los jóvenes es preciso presentar a Jesús como
don de Dios y modelo logrado de humanidad que suscita la fe y la conversión continua, la
admiración y el seguimiento, de modo que su proyecto de vida se plantee como
discipulado. Por ello, debemos proponer al joven discípulo las diversas formas de vocación
cristiana: el servicio laical, la vida consagrada y el ministerio sacerdotal, acompañándolo
para que descubra y asuma su vocación con coherencia y fidelidad.
138. Es importante proponer a los adolescentes y jóvenes modelos de discípulos tanto del
evangelio como de la historia y de la actualidad; ofrecer experiencias de acercamiento,
servicio y solidaridad en ambientes de pobreza y marginación, desde modalidades
creativas, en clima propositivo de fe, fraternidad, celebración, alegría y fiesta.
139. Es necesario insertar a los jóvenes en grupos o comunidades juveniles que acompañen
su maduración cristiana y servicio misionero; de esta manera se van integrando a la
comunidad eclesial. Los catequistas y asesores de jóvenes requieren una formación especial
para comprender su mundo y encauzar su protagonismo, desde Cristo, en la transformación
cristiana de la sociedad. Se insiste para que Asociaciones, Movimientos y Congregaciones
conduzcan sus grupos de jóvenes hacia la vida eclesial en la comunidad parroquial y
diocesana y a que compartan su experiencia, de modo fraterno, con otras modalidades de
grupos juveniles evitando competencia y segregación.
140. Es común entre nosotros cierta Iniciación Cristiana de los niños, adolescentes y
jóvenes, después de celebrado el Bautismo en la infancia; pero este proceso hoy día
presenta cantidad de dificultades que han de tenerse en cuenta para evitar reducir la
catequesis de esas edades a la enseñanza o a su tarea presacramental.
141. No se ha de dar por supuesta la fe y la conversión en los niños; se hace necesario
tomar conciencia que los bautizados de toda edad son destinatarios del primer anuncio,
incluyendo a los niños bautizados; por eso, ha de asumirse el despertar religioso de los
niños y plantear el primer anuncio a ellos, a sus familias y a los adultos responsables de su
educación, como paso previo a cualquier forma de catequesis. Esto pide que, celebrado el
Bautismo, la comunidad cristiana no deje abandonada a la familia ni al niño para que en el
hogar mismo suceda la socialización primaria de la fe.
142. Se hace necesario comprender que la Iniciación Cristiana del niño no es una acción
separada de la familia y de la comunidad cristiana; no se cierra con la catequesis
presacramental a la Eucaristía sino que se abre a la juventud y a la vida comunitaria. La
finalidad de la Iniciación Cristiana de los niños no es la Primera Comunión sino la
incorporación a la vida comunitaria y a la Eucaristía en la comunidad adulta.
143. Dadas las dificultades que se encuentran hoy para que la familia cumpla su tarea de
evangelización, la comunidad eclesial ha de evangelizar a la familia y favorecer espacios
comunitarios a los niños, de modo que ellos puedan crecer permanente y continuamente en
la fe y así se hagan también ellos discípulos y misioneros de Cristo en la familia, en la
Iglesia y en el mundo; al mismo tiempo se debe realizar con los adultos de sus familias un
proceso de catequesis de adultos.
CONCLUSIÓN
144. Como católicos tenemos la gracia de vivir un momento de renovación, impulsados por
el evento eclesial de especial significado para la Iglesia, la V Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano en Aparecida, Brasil, del 13 al 31 de mayo del 2007. El tema
“Discípulos y Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida” y el
lema “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6) es, por su naturaleza misma,
profundamente catequético; por ello hemos celebrado en Bogotá del 1º al 5 de mayo 2006
la III Semana Latinoamericana de Catequesis. El documento de esta III Semana, como lo
hemos visto, es una primera lectura desde la catequesis del tema Discípulos y Misioneros
de Jesucristo, poniendo énfasis en dos vertientes: la Iniciación Cristiana y la inspiración
catecumenal de toda la catequesis.
SIGLAS
Sal Salmos
Mt Evangelio de san Mateo
Mc Evangelio de san Marcos
Lc Evangelio de san Lucas
Jn Evangelio de san Juan
Hch Hechos de los Apóstoles
Rom Carta a los Romanos
1 Cor Primera carta a los Corintios
Ef Carta a los Efesios
Flp Carta a los Filipenses
1 Tes Primera carta a los Tesalonisences
2 Tim Segunda carta a Timoteo
1 Pe Primera carta de Pedro
2 Pe Segunda carta de Pedro
Heb Carta a los Hebreos
Ap Libro del Apocalipsis
LG Lumen Gentium
GS Gaudium et Spes
EN Evangelii Nuntiandi
DV Dei Verbum
DCG Directorio Catequístico General
SC Sacrosanctum Concilium
DGC Directorio General para la Catequesis
CD Christus Dominus
Medellín Documentos de Medellín, II Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano
Puebla Documento de Puebla, III Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano
DSD Documento de Santo Domingo, IV Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano
RICA Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos
GE Gravissimum Educationis, Declaración sobre la educación cristiana de la
juventud
CEC Catecismo de la Iglesia Católica
CT Catechesi Tradendae. La Catequesis en Nuestro Tiempo
CEBs Comunidades Eclesiales de Base
ANEXO I
DINÁMICA Y AMBIENTE QUE SE VIVIÓ
Siguiendo el Plan propuesto para los cuatro años se realizaron 3 reuniones regionales cada
año, en 2004 y en 2005. El primer año se trabajó con el tema de Proceso de Kerigma; el
segundo con el de la Iniciación Cristiana; en el 2006 se realizó la III Semana
Latinoamericana de Catequesis; en ella participaron varias personas que habían estado en
las reuniones regionales y que son impulsores de los procesos de kerigma e Iniciación
Cristiana en sus países. La temática fue la misma de las regiones.
Los participantes y la temática hicieron que la III Semana fuera la culminación del trabajo
latinoamericano en la catequesis. En la misma III Semana se elaboró un aporte para la V
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. El cuarto año se hará una
evaluación del trabajo realizado y una posible proyección de la catequesis hacia el futuro.
Los Objetivos Específicos fueron: 1)- Proponer el kerigma y la iniciación cristiana como
acciones urgentes e indispensables para la formación de discípulos misioneros; 2)- Dar
nuevas luces para la formación de catequistas como animadores cualificados de procesos
para la formación de discípulos misioneros; 3)- Aportar criterios claros para que las
estructuras y lugares tradicionales y nuevos de la catequesis respondan con eficacia a la
formación de discípulos misioneros y 4)- Proponer estrategias de iniciación cristiana en
diferentes edades y circunstancias para la formación de discípulos misioneros.
Se espera que las Comisiones de Catequesis envíen sus sugerencias para la organización de
la Semana Latinoamericana de Catequesis a realizarse después de la V Conferencia General
del Episcopado Latinoamericano.
ANEXO II
RESEÑA DEL EVENTO
1º de mayo 2006
Los trabajos iniciaron con la reunión del Equipo de Expertos de la Sección de Catequesis
del CELAM, P. Luiz Alves de Lima (Brasil); Hermano Enrique García Ahumada (Chile);
Hermana Irene Nesi (Venezuela); P. Manuel Jiménez (Colombia); P. Ovidio Burgos (Costa
Rica) y Señor Víctor Hugo Escalante Gutiérrez (México), fue presidida por Monseñor José
Luis Chávez Botello Obispo Responsable de la misma y con la presencia del Secretario
Ejecutivo, Padre Efraín Martínez Delgado. En ella se revisaron los últimos detalles
prácticos de la Semana.
Por la tarde entronizamos la Palabra de Dios y el Cirio Pascual e hicimos oración para
invocar al Espíritu Santo. Acto seguido, iniciamos con la primera sesión de trabajo.
En el discurso inicial Monseñor José Luis Chávez Botello destacó la labor catequística de
todos los presentes, razón fundamental de su presencia en los trabajos de esta Semana, se
hizo el recuerdo de santos latinoamericanos que nos precedieron connotadamente en el
ministerio de la catequesis. Se destacó el objetivo central de este encuentro. Los aportes de
la Semana se propondrán como una guía pastoral para la formación de verdaderos
discípulos en las distintas Iglesias de todo el Continente. Esta III Semana es distinta de las
anteriores, ya que aquellas se celebraron después de realizadas las Conferencias Generales.
Esta se realiza antes con el fin de dar aportes mediante un documento que sea instrumento
guía que articule y fortalezca el trabajo que se ha realizado en los Encuentros Regionales de
los países del Cono Sur, Bolivarianos y México-Centro América, El Caribe y Las Antillas.
Además se propone la realización de otra Semana de Catequesis después de la V
Conferencia.
En seguida Monseñor José Luis Chávez Botello inicia con la presentación del Grupo de
Expertos de la Sección de Catequesis del CELAM y el Padre Luiz Alves coordinó la
dinámica de presentación de todos los demás.
Durante todos los días de trabajo, por iniciativa de Monseñor José Luis Chávez Botello, es
expuesto el Santísimo con el fin de que, el encuentro con Jesucristo Sacramentado, sirva de
fuerza espiritual que garantice el éxito de nuestras labores. Se organizaron grupos que
fueron pasando cada media hora.
2 de mayo de 2006
En la primera sesión de trabajo se presentaron los temas principales con la dinámica del
panel. Los temas darán luz a las reflexiones de las mesas de diálogo. Las ponencias
estuvieron a cargo del P. Luiz Alves, P. Manuel Jiménez, Hermano Enrique García y como
sintetizador de todo el Padre Francisco Merlos de México.
El trabajo de las siguientes sesiones continuó con la presentación de cada uno de los
trabajos personales que previamente se habían pedido en base a cuatro temas y que se
presentarían en cuatro mesas de diálogo bien definidas, cuyos integrantes se escogieron
según criterios de región, ministerios y género.
3 de mayo de 2006
La jornada comenzó con la Celebración Eucarística, presidida por Monseñor Ramón Benito
de la Rosa, Arzobispo de Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Celebramos
la Fiesta de la Santa Cruz.
Durante el almuerzo tuvimos la visita del Padre Sydney Fones, Secretario General Adjunto
del CELAM.
Entregado el documento de los grupos en las primeras horas de la tarde fue enviado a la
primera revisión por parte de las otras mesas. Y terminado este trabajo, recibimos el
documento de otro grupo para hacer la segunda revisión en las primeras horas del día
siguiente.
4 de mayo de 2006
A las 6:00 p.m. nos reunimos en el salón principal para la lectura “oficial” de los
documentos reelaborados en segunda redacción. Las sugerencias y correcciones se hicieron
por escrito y de manera personal, según los numerales específicos de cada documento.
Acabada la lectura de los documentos se abrió el espacio para hacer resonancias, en las que
se valoró no solo el documento mismo en sus contenidos, sino la “experiencia sinodal” con
que se elaboró. Dentro de la pluralidad el documento expresa el valor de un trabajo hecho
en común, aún con sus diversas teologías y mentalidades, propias de un documento de
autoría colegiada.
Esta sesión terminó con las palabras de Monseñor Chávez Botello quien indicó que aún con
los limitaciones y vacíos que pueda presentar el documento, el trabajo suscita actitudes
como el deseo de seguir creciendo, entre otras.
La jornada de este día terminó con una breve presentación de un video sobre el Santuario
de Aparecida en Brasil, hecha por los representantes de este país.
5 de mayo de 2006
El día comenzó con el rezo de las Laudes. La Eucaristía de este día concluye los trabajos
por la tarde.
En la primera sesión Monseñor José Luis Chávez Botello delineó las actividades del día
que consistirían, en primer lugar, en preparar los aportes de la Semana para la V
Conferencia del Episcopado Latinoamericano, tomando lo más significativo del documento
elaborado por la asamblea. En segundo lugar, en hacer una lluvia de ideas en orden a
aprovechar el documento en cada uno de nuestros países. Y en tercer lugar, se haría la
evaluación del trabajo de la Semana.
La dinámica de trabajo estuvo a cargo del Hermano Israel Nery, el cual dio las
orientaciones generales para que las mesas elaboraran las proposiciones para la V
Conferencia.
Esta sección fue cerrada con las apreciaciones del P. Merlos, quien resumió la Semana con
los siguientes elementos:
1. Acerca de la pregunta que decía si la catequesis tiene futuro, responde que todo lo bueno
que hay en América Latina se debe a la catequesis, siempre tan antigua y necesaria.
3. Nosotros no podríamos hacer estos aportes sin el “magisterio” de los catequistas, quienes
son los que evangélicamente nos enseñan de qué manera se puede ser discípulo. Nuestro
agradecimiento a ellos por su testimonio que construye el Reino y por darlo todo sin
esperar nada.
4. Durante esta Semana no se perdió en ningún momento la óptica catequética.
5. La catequesis tiene una serena audacia: mira de frente y se plantea muchas cosas para
reconstruir la esperanza. Ella es espacio para el autocuestionamiento y para poder hacer
cuestionamientos certeros y oportunos.
Anexo III
LISTA DE PARTICIPANTES
Equipo del CELAM
4. Presbítero Luiz Alves de Lima, Brasil, Miembro del Equipo de Expertos CELAM.
5. Presbítero Manuel Jiménez, Bogotá, Colombia, Miembro del Grupo de Expertos del
CELAM.
6. Presbítero Ovidio Burgos, San José, Costa Rica, Secretario Ejecutivo de a Comisión
Nacional de Catequesis y Miembro del Grupo de Expertos del CELAM.
8. Hermana María Irene Nesi, Caracas, Venezuela, Miembro del Grupo de Expertos del
CELAM.
9. Sr. Víctor Hugo Escalante, Guadalajara, México, Miembro del Grupo de Expertos del
CELAM.
Obispos
10. Monseñor Benjamín Castillo P., México, Obispo de Tabasco, México. Presidente de la
Comisión Episcopal de Catequesis.
11. Monseñor Diego Padrón S., Arzobispo de Cumaná, Venezuela.
12. Monseñor Eugenio Lambert Adrián Rixen, Obispo de Goias, Brasil. Presidente de la
Comisión Episcopal para la Animación Bíblica y Catequística.
16. Monseñor Ricardo Ezzati Andrello, Obispo Auxiliar de Santiago de Chile, Responsable
del Proyecto de Formación de Laicos.
Presbíteros
19. Presbítero Antonio Francisco Lelo, San Pablo, Brasil, editor de catequesis Ediciones
Paulinas.
24. Presbítero Javier Lino Castillo Arrollo, Huancayo, Perú, investigador de la historia de la
catequesis en Perú.
Religiosas y Religiosos
27. Hermana Adais Aparecida Sberga, San Pablo, Brasil, Profesora y coordinadora Instituto
Pio XII.
29. Hermana Eleana Salas Cáceres, Lima, Perú, Secretaria Ejecutiva de la Comisión
Episcopal de Catequesis, Pastoral Bíblica e Indígena.
Laicos y laicas
36. Señora María Elena Ocegueda, Guadalajara, México, Secretaria Ejecutiva Sección
Diocesana de Evangelización y Catequesis.
37. Señora Nora María París, Bogotá, Colombia; Instituto de Investigación Buen Pastor.
41. Señor Javier Díaz Tejo, Santiago de Chile, Secretario Ejecutivo del Departamento de
catequesis de la Congregación Salesiana y Miembro de la Comisión Nacional de
Catequesis.