El amor en el Martín
Fierro
IES 9-007 Salvador Calafat
Prof. de Lengua y Literatura
Literatura Argentina I
Prof. Cristián Mercado
M. Cristina Valdes
2019.
Introducción
En este trabajo me propongo analizar los tópicos del amor en la literatura gauchesca,
particularmente, en el libro Martín Fierro.
El amor se encuentra presente en todas las esferas del hombre, en todos los tiempos y
regiones. Es por ello, que a lo largo de la historia se ha manifestado en el arte de diferentes
formas. Los poetas épicos cantaron el amor a la patria; los medievales, a las doncellas
hermosas –amor cortés-, los románticos a la mujer ángel y a la mujer demonio. También se ha
expresado en la literatura el amor a Dios –La noche oscura, Llama de amor viva de San Juan de
la Cruz- la familia –Coplas a la muerte de su padre de Manrique- a la justicia –Don Quijote de
la Mancha- a un amigo –Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández-; en resumen, en cualquier
obra literaria a la que nos acerquemos, el amor se hallará presente de diversas formas.
Sin embargo, en la literatura gauchesca lo encontraremos manifestado de una manera muy
sutil. En la construcción del gaucho el amor es casi imperceptible. Sarmiento en el Facundo
dibuja al gaucho despersonalizándolo, deshumanizándolo, convirtiéndolo en un animal salvaje
que habita la Pampa, y lo logra quitándole el amor. El gaucho de Sarmiento no ama. Y esta
concepción ha trascendido, las escenas que manifiestan este noble sentimiento en la literatura
gauchesca son contadas, más bien se nos presenta a un gaucho solitario, fuerte –como si la
fortaleza impidiera amar- y cabizbajo.
En este ensayo analizaré las escasas escenas en que el amor se hace presente en el poema
constituyente del ser argentino.
Desarrollo
El Martín Fierro, de José Hernández es un poema narrativo que se ha constituido poema
nacional del pueblo argentino. Consta de dos partes: El gaucho Martín Fierro, publicado en
1872, compuesto por 2316 versos; y la segunda parte, La vuelta de Martín Fierro, de 1879, que
consta de 4894 versos.
A pesar del éxito que obtuvo en los lectores, la crítica de la generación del ’80 no le dio
demasiada importancia a la obra. Sin embargo, a partir de 1910 autores como Leopoldo
Lugones y Rojas recuperan al Gaucho Martín Fierro y le otorgan una nueva valoración, frente al
problema de identidad que sufría el pueblo argentino a causa de las corrientes inmigratorias.
De esta manera, consagran al Martín Fierro la obra épica constituyente del gaucho argentino. 1
El amor a la mujer
Como dijimos en la introducción, se ha creado una imagen del gaucho deshumanizada, ya que
se lo ha despojado de sentimientos y actitudes propios del hombre como es el amor, la
ternura, la compasión. Esto se manifiesta al comienzo de El Gaucho Martín Fierro: en su
presentación, afirma:
Yo no tengo en el amor
quien me venga con querellas,
como esas aves tan bellas
que saltan de rama en rama;
yo hago en el trébol mi cama,
y me cubren las estrellas. 2
El gaucho que va a describir José Hernández no es un enamorado, se encuentra solo y
desamparado. Incluso, pareciera que en un principio esta característica está valorada de
manera positiva, ya que no hay quien lo pelee y se encuentra tan libre como las aves del cielo.
“Es sonso el cristiano macho/ cuando el amor lo domina” nos dice en boca de Cruz.
En el momento en que se encuentra con sus hijos, no estalla en llanto, besos y abrazos como
hubiera sido natural a cualquier hombre, sino que reprime sus impulsos y los esconde del
resto:
La función de los abrazos,
de los llantos y los besos
se deja pa las mujeres,
como que entienden el juego;
pero el hombre que compriende
que todos hacen lo mesmo,
en público canta y baila,
abraza y llora en secreto.3
Sin embargo, más adelante se desmiente, cuando describe la vida feliz que tenía junto a su
esposa, antes de partir a la frontera:
1
CF Gramuglio, María Teresa. Sarlo, Beatriz. José Hernández. Centro Editor de América Latina (CEAL),
1980.
2
Hernández, José. El Gaucho Martín Fierro, Ed. Kapelusz, Bueno Aires, 2004. V. 97-103. Pág. 38.
3
Ídem, v. 1669-1676.
Y con el buche bien lleno
era cosa superior
irse en brazos del amor
a dormir como la gente,
pa empezar el día siguiente
las fainas del día anterior. 4
En estos escasos versos que Fierro dedica a la mujer, se puede observar como toma otra
actitud respecto de la que manifestó en los primeros versos, ya que admite, como lo
confirmará más adelante, que es en el amor donde encuentra su descanso, y que su ausencia
es gran parte del sufrimiento que experimenta; añora inmensamente el cariño de su mujer.
También dice el gaucho Cruz:
¡Quién es de un alma tan dura
que no quiera una mujer!
Lo alivia en su padecer:
si no sale calavera
es la mejor compañera
que un hombre pueda tener.
Si es buena no lo abandona
cuando lo ve desgraciao,
lo asiste con su cuidao
y con afán cariños,
y usté tal vez ni un rebozo
ni una pollera le ha dado.5
El gaucho Fierro nos cuenta también el momento en que su amada se va con otro hombre:
Y la pobre mi mujer
Dios sabe cuánto sufrió.
Me dicen que se voló
con no sé qué gavilán,
sin duda a buscar el pan
que no podía darle yo.
(…)
¿qué más iba a hacer la pobre
para no morirse de hambre?6
En los versos citados, el narrador toma una postura diferente a la que se hubiese esperado de
un gaucho en esta circunstancia. En lugar de enojarse, comprende que el accionar de su mujer
correspondía también al sufrimiento que se denuncia en la obra, ya que es la miseria quien la
empuja a tomar esa decisión. Cruz vive una circunstancia similar: su mujer lo traiciona con un
Comandante superior a él. Él no la culpa, sin embargo la abandona a causa de la afrenta, y se
va de gaucho matrero. Exclama:
Es triste a no poder más
el hombre en su padecer,
4
Idem, v. 199-204. Pág. 42.
5
Idem, v. 1759- 1764
6
Ídem, v. 1051-1056. 1061-1062. Pág. 69.
si no tiene una mujer
que lo ampare y lo consuele;
mas pa que otro se la pele
lo mejor es no tener. 7
Las diferencias que pueden observarse entre el amor de Fierro y el de Cruz responden a la
manera en que conciben a la mujer. Mientras el primero la ama libremente, y ante el dolor, no
se enfurece contra ella sino que comprende y la sigue amando, el segundo la cela y enfrenta al
traidor violentamente. En los versos que Hernández pone en su boca se deja ver cierto
resentimiento por la traición: “”más pa que otro se la pele”, “si no sale calavera”.
Cruz y Fierro, luego de conocerse, entablan una amistad profundísima y cruzan juntos la
frontera. Más adelante analizaremos este amor entre ellos, pero ahora nos ocuparemos de la
forma en que ellos perciben al indio. De la misma manera en que Sarmiento y Echeverría han
deshumanizado al gaucho, así Hernández deshumaniza al habitante del desierto, quitándole
todo lo que pueda darle dignidad humana y convertirlo en una fiera más. Afirma: “el indio
nunca se ríe/ el pretenderlo es en vano” (v. 571-572) “El deseo de mejorar/en su rudeza no
cabe” (v. 567-568). El poeta sabe muy bien que solo el ser humano puede reír, y solo él puede
crecer. El tigre siempre casará de la misma manera, al igual que abeja no cambiará el método
para hacer miel. Conociendo esto, lo despoja de estas características, y por supuesto, también
lo despoja de la capacidad de amar:
No tiene cariño a naides
Ni sabe lo que es amar.
Ni que se puede esperar
De aquellos pechos de bronce!8
Como bien dice, los matrimonios no se fundamentan en el amor sino en la servidumbre: el
padre entrega a la hija a su esposo, su nuevo dueño:
El marido es su señor,
Como tirano la manda,
Porque el indio no se ablanda
Ni siquiera en el amor.
La función de la mujer en la tribu es servir al hombre – “Todo el peso del trabajo/ lo dejan a las
mujeres” (v. 583-584); “y entra la china a cueriar/ con un afán desmedido” (v. 653-654) – y la
diversión después del malón:
Son salvajes por completo
hasta pa su diversión,
pues hacen una junción
que naides se la imagina;
recién le toca a la china
el hacer su papelón.
(…)
Hacen un cerco de lanzas,
los indios quedan ajuera;
dentra la china ligera
7
Ídem. V. 1801- 1806. Pág. 93.
8
Ídem. V. 717-124. Pág. 140.
como yeguada en la trilla,
y empieza allí la cuadrilla
a dar güeltas en la era.
A un lao están los caciques,
capitanejos y el trompa
tocando con toda pompa
como un toque de fajina;
adentro muere la china,
sin que aquel circulo rompa.9
Aprovecha Martín Fierro, frente a estas injusticias, a realizar su valoración sobre la mujer:
No se hallará una mujer
A la que esto no le cuadre;
yo alabo al Eterno Padre,
no porque las hizo bellas,
sino porque a todas ellas
les dio corazón de madre. 10
Sin embargo, en estos versos deja ver su concepción de la mujer en función del hombre y no
como sujeto en sí misma: “Todo el que entiende la vida/ busca a su lado placeres” (v. 691-692)
“Pa servir a desgraciao/ pronta está la mujer” (v. 696-697) “ni hay una a quien no le guste/ una
obra de caridad” (v. 701-102).
Con esta valoración casi idílica –me animaría a decir- de la mujer como don de Dios, es que
presenciamos a una de las escenas más crudas de la literatura argentina: el rescate de la
cautiva a quien le han muerto a sus pies a su pequeño niño y le han atado las manos con sus
tripitas:
(…) y, por colmar su amargura,
a su tierna criatura
se la desgolló a los pies.
"Es increible" me decía,
“que tanta fiereza esista;
no habrá madre que resista;
aquel salvaje inclemente
cometió tranquilamente
aquel crimen a mi vista."
Esos horrores tremendos
no los inventa el cristiano:
"Es bárbaro inhumano"
-sollozando me lo dijo-
"me amarró luego las manos
con las tripitas de mi hijo."11
9
Ídem. V. 679- 685. 745-750.
10
Ídem. V. 703-708. Pág. 140
11
Ídem, v. 1102- 1116. Pág. 152.
Con este crudelísimo relato, Hernández logra establecer la diferencia del cristiano con el indio.
El cristiano, el gaucho sí sabe de amor al prójimo, de respeto, de querencia. El gaucho, como la
china, han sufrido los mismos tormentos y dolores: de manera diferente, ambos saben lo que
es perder pareja, hijos y patria, y por ello, reconocemos una nueva manera de amar, que no
habíamos observado en la historia hasta el momento. El cristiano ha aprendido a amar a su
prójimo, uno de los mandamientos más importantes, y por eso lo respeta y salva a la
desgraciada.
El antihéroe de Martín Fierro, el viejo Vizcacha, presenta una visión extremadamente negativa,
pero que concuerda y justifica de alguna manera la creación del gaucho solitario. Sabemos que
este hombre repugnante, que mató a mujer porque le dio un mate frío, cuando se
emborrachaba, aconsejaba al hijo menor de Fierro, y entre esos consejos, le decía:
No "olvidés", me decía, "Fierro,
que el hombre no debe crer
en lágrimas de mujer
ni en la renguera del perro."
(…)
"Si buscás vivir tranquilo
dedicate a solteriar
mas si te querés casar,
con esta alvertencia sea:
que es muy difícil guardar
prenda que otros codicean."
"Es un bicho la mujer
que yo aquí no lo destapo,
siempre quiere al hombre guapo;
mas fijate en la eleción,
porque tiene el corazón
como barriga de sapo."12
La mujer es considerada un animal, e incluso un trofeo que otros querrán ganar. De manera
hiperbólica, Hernández pone en boca de Fierro la concepción de la mujer que tuvo el gaucho
en general, como posesión del marido. Si establecemos algunas intertextualidades con otras
obras que recogen la cultura gauchesca, nos encontraremos con escenas en que esto se
manifiesta. 13
Amor de amistad
La amistad que Fierro y Cruz han forjado es la relación más profunda que se observa en toda la
obra. El gaucho siempre anda solo, sin embargo, Martín Fierro ha encontrado en Cruz a su
alma gemela, su compañero de viaje, de aventuras, de vida. Gamerro se atreve a afirmar: “La
imagen más fuerte que nos deja el poema no es la del amor de Fierro y su innominada mujer ni
la relación de Fierro y sus hijos sino la amistad de Fierro y Cruz” 14 Afirma que estos pasajes del
12
Ídem. V. 2345-2348. 2391- 2402.
13
Vease “El hombre de la esquina rosada” J. L. Borges; “Las actas del juicio” R. Piglia.
14
Gamerro, Carlos. Facundo o Martín Fierro: libros que inventaron la Argentina. Editorial
Sudamericana. 2015.
Martín Fierro son los que han cimentado la amistad argentina en un país en que esta es más
importante que el amor mismo –según opina Borges-.
Es terrible el dolor que consume a nuestro gaucho al presenciar la muerte de su amigo:
El recuerdo me atormenta;
Se renueva mi pesar;
Me dan ganas de llorar;
Nada a mis penas igualo;
Cruz también cayó muy malo
Ya para no levantar.
Todos pueden figurarse
Cuánto tuve que sufrir;
Yo no haciá sino gemir,
Y aumentaba mi aflición
No saber una oración
Pa ayudarlo a bien morir.
(…)
De rodillas a su lado
Yo lo encomendé a Jesús.
Faltó a mis ojos la luz,
Tuve un terrible desmayo;
Caí como herido del rayo
Cuando lo vi muerto a Cruz.15
Si recordamos el momento en que Fierro se entera que ha perdido a su mujer y a sus hijos, nos
daremos cuenta de la desproporción del llanto en uno y otro caso. Existe dolor en la pérdida
de su familia, pero no es comparable al sufrimiento que ocasiona la muerte de su amigo. Se
desmaya, siente que un rayo lo parte, pierde la luz de sus ojos cuando siente expirar a su alma
gemela. E, inmediatamente, dedica unos versos a la entereza de su persona:
Aquel bravo compañero
En mis brazos espiró;
Hombre que tanto sirvió,
Varón que fue tan prudente,
Por humano y por valiente
En el desierto murió.16
Luego de su muerte, lo recuerda constantemente, lo llora aún más que a su familia perdida.
Cuando se entera de la muerte de su mujer también la llora, sin embargo apenas le dedica
estos versos:
Lo único que me han contado
Es que mi mujer ha muerto
(…)
Les juro que de esa pérdida
Jamás he de hallar consuelo,
Muchas lágrimas me cuesta
Dende que supe el suceso;
15
Hernández, José. El Gaucho Martín Fierro, Ed. Kapelusz, Bueno Aires, 2004. V. 901-912. 925-930. Pág.
146.
16
Ídem, v. 931-936.
mas dejemos cosas tristes
Aunque alegrías no tengo.17
Cruz ocupa un gran lugar en la vida de Fierro, así lo han manifestado los citados versos. La
amistad ha resultado ser un amor primordial en la vida del paisano argentino. Esta idea que
postula Gamerro es reforzada por las palabras del hijo mayor en la Penitenciaria. A él no le
duele haber perdido a su familia, tampoco el preciado y perdido don de la libertad. Él sufre
porque es obligado al silencio, y por eso, no puede entablar amistad con sus iguales:
Porque de todos los males
(en mi inorancia lo infiero)
que le dio al hombre altanero
su Divina Majestá,
la palabra es el primero,
el segundo, la amistá.18
Si observamos las prioridades de Fierro, la palabra y la amistad se elevan por encima de la
madre, el padre, su hermano, o alguna mujer que pudiera amar. No desea una mujer, una
compañera, desea un amigo para compartir su vida.
Amor a la familia
Fierro, antes de ser llevado a la frontera, era feliz porque compartía su vida con su mujer y sus
hijos. Para ellos vivía y trabajaba. Cuando lo llevan y quitan al padre de la casa, la familia se
desmorona. En toda su travesía, Fierro sufre por sus hijos, continuamente los recuerda y se
martiriza pensando cómo estarán viviendo los desgraciados. Conoce la mala vida de los
huérfanos, y eso lo tortura. Sin embargo, no los busca hasta el final de la segunda parte,
cuando él está seguro que su libertad no corre peligro.
Cuando los encuentra, como señalamos anteriormente, no se permite el llanto, ni los besos ni
los abrazos. Solo cantan y bailan, porque eso corresponde hacerlo en secreto. Una vez que
conocen su historia, Fierro los aconseja con amor de padre, y luego cada uno continúa su
camino.
17
Ídem, v. 1677-1678. 1687-1692
18
Ídem. V. 2019-2024.
Conclusión
Si bien es cierto que José Hernández ha desmitificado en cierta medida la imagen del gaucho
que no puede amar, no ha logrado hacerlo por completo. Los personajes del poema aman,
pero esos amores son siempre fracasados, frustrados. Las esposas huyen con otros hombres,
los amigos mueren, el padre se separa de sus hijos. Porque el destino del gaucho, pase lo que
pase, será siempre estar solo, andar solo por la vida. Ninguno de los personajes que nos
presenta el Martín Fierro tiene un final feliz, sino que, de alguna manera, el gaucho está
condenado a vagar solo por la pampa en busca de techo y sustento.
Podríamos leer, entonces, que si bien, el gaucho sabe amar, ha sido deshumanizado por las
circunstancias sociopolíticas de la Argentina, ya que las guerras, la persecución y la
marginalización le han quitado al gaucho lo que le quedaba de hombre: el amor, la familia, la
amistad, la alegría.
Bibliografía
Gamerro, Carlos. Facundo o Martín Fierro: libros que inventaron la Argentina. Editorial
Sudamericana. 2015.
Gramuglio, María Teresa. Sarlo, Beatriz. José Hernández. Centro Editor de América Latina
(CEAL), 1980.
Barcia, Luis Pedro. Introducción a la gauchesca.
http://www.cervantesvirtual.com/portales/literatura_gauchesca/introduccion/
Hernández, José. El Gaucho Martín Fierro, Ed. Kapelusz, Bueno Aires, 2004.