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Cazau P. - Los Antepasados Del Conocimiento Científico

El documento describe los antecedentes del conocimiento científico, incluyendo el saber cotidiano, la mitología y la filosofía. El saber cotidiano es el más antiguo y se basa en la experiencia propia y ajena, con el objetivo de resolver problemas prácticos de la vida diaria de manera dogmática y sin buscar explicaciones. La mitología y la filosofía precedieron a la ciencia moderna, la cual heredó características de estas formas de conocimiento precientífico pero incorporó métodos nuevos como el uso sistemático

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Cazau P. - Los Antepasados Del Conocimiento Científico

El documento describe los antecedentes del conocimiento científico, incluyendo el saber cotidiano, la mitología y la filosofía. El saber cotidiano es el más antiguo y se basa en la experiencia propia y ajena, con el objetivo de resolver problemas prácticos de la vida diaria de manera dogmática y sin buscar explicaciones. La mitología y la filosofía precedieron a la ciencia moderna, la cual heredó características de estas formas de conocimiento precientífico pero incorporó métodos nuevos como el uso sistemático

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LOS ANTEPASADOS DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

Por: Pablo Cazau

Lo que hoy llamamos conocimiento científico es un


producto relativamente reciente en la historia de la
humanidad, y tiene sus orígenes en otras formas de
conocimiento como el saber cotidiano, la mitología y la
filosofía, con los cuales presenta algunas semejanzas y
diferencias.

En la época de los egipcios, de los griegos y aún en la Edad Media


no existía la ciencia, o por lo menos lo que hoy entendemos
habitualmente como conocimiento científico. Existían, sí, otras
formas de conocimiento que de alguna manera son los antepasados
del saber científico, ya que la ciencia no ha surgido de la nada y ha
heredado algunas de sus características, al propio tiempo que ha
incorporado otras nuevas con el fin de aumentar su conocimiento
del mundo y la posibilidad de su transformación, para bien o para
mal. La presente nota intenta hacer un breve rastreo histórico de
esas formas de conocimiento precientífico para, finalmente,
describir el sentido actual de lo que hoy entendemos por ciencia.

El surgimiento del pensamiento científico en el Renacimiento no


significó la muerte de las formas anteriores del conocimiento, del
mismo modo que el nacimiento de un nieto no significa la muerte
del abuelo. Hoy en día se mantiene viva, en los umbrales del tercer
milenio, la gran familia del saber: el bisabuelo (el saber cotidiano),
el abuelo (los mitos y la religión), el padre (la filosofía) y el hijo (la
ciencia) que aún está en pañales y que, como todo bebé en sus
momentos difíciles, suele recurrir a alguno de sus antepasados
vivientes. En nuestra caracterización de cada una de estas formas
de conocimiento tomaremos como punto de referencia varios
parámetros en función de los cuales los diferenciaremos: su
finalidad (especulativa, práctica, explicativa), sus fundamentos
(experienciales, mágicos, racionales) y su grado de dogmaticidad
(ver esquema 1).

El conocimiento cotidiano

Podemos considerar al saber cotidiano como el más antiguo de


todos, y cabe suponer que existe desde los albores de la
humanidad. Algunas veces fue llamado también 'sentido común', y
otras 'saber vulgar' y aún 'saber precientífico'. No nos gustan estas
2

dos últimas denominaciones: la primera por su connotación


desvalorizadora, y la segunda por ser excesivamente amplia, ya
que hay otras formas de conocimiento, además del saber cotidiano,
que también precedieron cronológicamente a la ciencia, como los
mitos y la filosofía.

Hemos preferido otra denominación habitual, la de 'conocimiento


cotidiano' porque hace hincapié en la idea que es un conocimiento
que 'usamos todos los días', más allá de si somos filósofos,
científicos, artesanos o simples peones. De hecho, es
perfectamente concebible que durante todo el día un eminente
científico, luego de investigar concienzudamente la efectividad de
una droga que favorezca la coagulación sanguínea en un gran
laboratorio (saber científico), llegue a su casa, se corte con el
cuchillo y se aplique el viejo remedio que su padre le enseñó, para
detener la hemorragia (saber cotidiano).

E. Nagel nos indica acertadamente que "la adquisición de un


conocimiento confiable acerca de muchos aspectos del mundo
ciertamente no comenzó con el advenimiento de la ciencia moderna
y el uso consciente de sus métodos. En realidad muchos hombres,
en cada generación, repiten durante sus vidas la historia de la
especie: se las ingenian para asegurarse habilidades y una
información adecuada, sin el beneficio de la educación científica y
sin adoptar premeditadamente modos científicos de proceder" (1).
Conocimiento cotidiano es, por ejemplo, saber que cuando sopla
viento del sudeste tendremos tormenta, saber que si uno pone los
dedos en el enchufe se electrocuta, saber que si nos aplicamos una
barra de azufre desaparecerá el dolor muscular, saber que si a una
persona la halagamos probablemente consigamos que nos haga
algún favor, etc. Para todo ello no necesitamos haber estudiado ni
meteorología, ni física, ni medicina, ni psicología, vale decir, el
saber cotidiano no es aún necesariamente saber científico.

Cabe la siguiente duda: cuando yo aprendo algo porque se lo


escuché al Dr. Socolinsky en la televisión, ¿es eso conocimiento
cotidiano o conocimiento científico, habida cuenta de que
supuestamente el Dr. Socolinsky representa la ciencia? Respuesta:
en principio sigue tratándose de saber cotidiano, ya que no
obtuvimos ese conocimiento aplicando el método científico, sino
que lo hemos incorporado por la vía de una autoridad en la que
confiamos. Ese conocimiento sólo es científico en la medida en que
fue producido por el investigador que escribió un artículo que luego
leyó Socolinsky, y que luego éste nos lo transmitió a nosotros. Y
3

así, lo que caracteriza el saber cotidiano, entre otras cosas que


enseguida veremos, es el modo de obtenerlo: una cosa es
producirlo mediante la aplicación de un método científico, y otra
muy distinta incorporarlo por la experiencia propia o ajena. De
hecho, en la vida diaria aprendemos muchas cosas útiles tanto si
vienen del Dr. Socolinsky como si vienen de la abuela, y solemos
poner ambos saberes en un mismo rango de importancia.

Vamos a caracterizar con mayor precisión este saber cotidiano a


partir de cuatro características, tres positivas y una negativa: es
práctico, es dogmático, es experiencial y no es explicativo.

1) El saber cotidiano es práctico.- La finalidad principal del saber


cotidiano es obtener información para producir algún resultado útil,
y poder movernos así en el mundo de todos los días. Sólo
secundariamente puede estar motivado por la simple curiosidad o
el afán de saber por el saber mismo. Conocer qué colectivo
conviene tomar para viajar sentado, o saber cómo se hace un
huevo frito o cómo se cambia la rueda de un coche no es el
resultado de algún impulso epistemofílico o de una sed de
conocimiento por el conocimiento en sí, sino una exigencia de la
vida diaria.

Por este motivo, el saber cotidiano es universal, es decir,


patrimonio de todas las personas, más allá de su grado de
instrucción e incluso de sus predilecciones vocacionales, ya que,
por ejemplo, una persona puede no tener vocación ni interés por el
arte culinario, pero si por las circunstancias de la vida está obligado
a cocinar, deberá incorporar este saber a los efectos de su
supervivencia. En suma, detrás del saber cotidiano debemos ver no
un afán especulativo por conocer sino un afán por dominar nuestro
entorno, por ejercer un poder que nos permite sobrevivir, o al
menos vivir mejor.

2) El saber cotidiano es dogmático.- Un saber dogmático es un


saber que no cuestiona, no se critica, no se discute, y su lema es
"las cosas son así, y punto". Desde ya, cuando decimos que el
saber cotidiano es dogmático estamos queriendo decir que tiene
una tendencia a serlo, que es más fuerte que la tendencia a la
rectificación. Dentro de nuestro conocimiento diario podemos
introducir algunas modificaciones, cuestionar ciertos
procedimientos, pero esto no es la regla: una vez que nuestra
madre nos enseñó a hacer un huevo frito de tal manera, o a utilizar
4

cierto remedio en ciertos casos, tendemos a seguir haciéndolo de la


misma forma, sin cuestionarlo, el resto de nuestros días.

Y es natural que ello sea así, ya que si a cada cosa que


aprendemos o que hacemos la cuestionamos y la criticamos, no nos
quedaría tiempo para vivir y nuestra existencia sería un caos.
Autores como Cohen y Nagel invocan una tendencia muy humana a
la "tenacidad", cuando señalan que "el hábito o la inercia hacen que
nos resulte más fácil seguir creyendo en una proposición
simplemente porque siempre hemos creído en ella" (2). Esta
tendencia también podría explicar esta característica dogmática del
saber cotidiano, que por otro lado está convalidada por infinidad de
hechos donde vemos cómo las personas y los pueblos han
mantenido durante siglos, prácticamente sin modificación, y
transmitiéndose de generación en generación, procedimientos para
fabricar el pan o para ordeñar la vaca.

3) El saber cotidiano es experiencial.- ¿De dónde nos viene este


saber de todos los días? ¿Cómo lo justificamos si alguien nos
pregunta acerca de la legitimidad de nuestro saber diario? Podemos
hablar al respecto de dos fuentes principales: la experiencia propia
y la experiencia ajena. Lo que sabemos de todos los días lo
sabemos porque 'yo mismo lo he comprobado por mis propios
medios', o bien porque 'me lo dijo mi papá, que de eso sabe
mucho' (quien a su vez lo sabe porque él mismo lo ha comprobado
por experiencia personal). El saber ordeñar una vaca es un típico
conocimiento que se enseña y se transmite de generación en
generación, pero el primero que lo adquirió lo hizo por propia
experiencia. Otro tipo de saber lo hemos incorporado por
experiencia propia porque no hemos encontrado a nadie que ya lo
sepa, o bien porque no hemos tenido tiempo para consultarlo. En
última instancia, se trata de un saber aprendido por el método del
ensayo y error: aprendemos ciertas conductas e incorporamos
ciertos conocimientos porque efectivamente han dado resultado,
han sido exitosos, y eso es más que suficiente para poder
movernos en la vida diaria.

4) El saber cotidiano no es explicativo.- Los paños fríos alivian una


herida, cierto botoncito del control remoto anula el sonido del
televisor, el polvo leudante hace más esponjoso el puré, y las
papas se conservan mejor en un lugar seco y oscuro. Sabemos
todo esto pero no nos interesa el porqué ocurre así, es decir, en
general, el saber cotidiano no intenta buscar explicaciones.
5

Desde ya, estamos hablando de explicaciones profundas, no de


explicaciones superficiales: la explicación superficial de porqué se
esponja el puré remite simplemente a que le hemos puesto polvo
leudante, mientras que una explicación profunda remite a lo
inobservable a simple vista, como por ejemplo invocar cierta
supuesta mezcla o combinación química entre ambos productos. El
interés del saber cotidiano se agota a lo sumo en una explicación
superficial, y a veces ni siquiera en ello, sino solamente en el
percatarse de una simple correlación. Es como si pensáramos: "no
sé si el polvo leudante es o no la causa del esponjamiento;
simplemente, cada vez que agrego ese polvo, el puré se esponja".
Todo esto no significa que en el ámbito del saber cotidiano no se
invoquen explicaciones más profundas, pero estas tienen a lo
sumo, en la vida diaria, el valor de un argumento persuasivo, como
cuando alguien intenta vendernos determinado medicamento
argumentando que actúa sobre las sinapsis neuronales
favoreciendo la liberación de serotonina. Una vez que hemos
comprado el remedio, nos interesará menos la cuestión de la
serotonina que el hecho real y concreto de que elimina el síntoma
molesto.

A propósito de este tipo de argumentación, consignemos que el


saber cotidiano puede confundirse con el saber científico en otro
aspecto: el lenguaje. Muchas personas, luego de haber leído
muchas revistas de interés general, afirman que ellas consumen
alimentos con vitamina E para poder destruir los radicales libres y
demorar el envejecimiento prematuro de las membranas celulares,
y otras sostienen con énfasis que las cremas hidratantes mantienen
la piel lozana porque la llenan de agua. Se trata casi siempre de
simple palabrerío, e incluso hasta muchas veces equivocado,
porque por ejemplo la crema hidratante no 'llena' de agua la piel,
sino que tapa sus poros evitando que el agua salga al exterior.
Además, no es conocimiento científico porque no está organizado
como tal y conectado lógicamente con otros conocimientos.

Una prueba de ello es que si preguntamos al que hablaba de la


vitamina E qué son los radicales libres, ahí ya no sabrá qué
responder (o se manda una broma y dice que un ejemplo de radical
libre es Angeloz). Habida cuenta de que el hombre tiene siempre
una tendencia a preguntarse los porqués, el saber cotidiano tiene
dos razones principales para oponerse a esa tendencia y no buscar
explicaciones profundas (o explicaciones propiamente dichas): 1)
con o sin explicación, el saber diario es igualmente efectivo,
práctico, útil. ¿Para qué entonces complicarse la vida buscando
6

explicaciones a todos los pequeños sucesos de la vida cotidiana? El


hecho de conocer la explicación bioquímica de porqué la aspirina
quita el dolor no aumenta la eficacia de la aspirina; 2) la necesidad
de concentrarnos en nuestras actividades cotidianas como
peinarnos, estudiar, trabajar o divertirnos, nos resta oportunidades
para satisfacer necesidades menos acuciantes, como la curiosidad.
Esta se despierta en todo caso cuando estamos frente a fenómenos
raros que contradicen nuestra experiencia habitual, como cuando
vemos al prestidigitador hacer un truco de magia, pero
normalmente nuestra curiosidad no llega al extremo de intentar
buscar una explicación sobre el porqué la aspirina es efectiva o
sobre el porqué de las mil cosas que hacemos diariamente.

Si nuestro saber diario es efectivo o si no somos curiosos, no


buscaremos explicaciones. Pero sí comenzaremos a buscarlas
cuando: 1) nuestro saber empiece a fallar: la aspirina que
tomábamos ya no nos cura el dolor de cabeza, y 2) se nos
despierte la curiosidad por averiguar las causas de todo lo que
ocurre. Tal vez ambas situaciones se realimenten entre sí,
influyéndose mutuamente: no es algo que intentaremos resolver en
estas líneas. Lo que sí es importante destacar es que fue la
impotencia del saber cotidiano y el afán de satisfacer su curiosidad,
lo que impulsó al hombre a trascender el simple saber diario y
buscar nuevas formas de conocimiento, el primero de los cuales fue
el mítico.

El conocimiento mítico

Dentro de este tipo de saber incluimos una vasta gama de


inquietudes humanas, desde las supersticiones hasta las mitologías
y las religiones monoteístas, las que, si bien son diferentes entre sí
en muchos aspectos, comparten no obstante el hecho de constituir
una forma de conocimiento distinta al saber cotidiano, y cuyas
características enunciamos a continuación.

1) El saber mítico es explicativo.- Quizá los antiguos sabían cómo


hacer para matar a ciertos bichos que comían la cosecha, pero no
sabían cómo hacer que llueva para que la cosecha no se perdiera.
El saber cotidiano revela aquí toda su impotencia frente a
cuestiones que están más allá de sus posibilidades reales: no
puede recurrir ni a la experiencia ajena porque sus padres no
saben como hacer llover, ni a la experiencia propia porque una vida
no le alcanza para descubrir cómo controlar la lluvia.
7

El hombre decide entonces inventar una causa para actuar sobre


ella y producir el efecto deseado. Tal vez se pueda hacer llover si
en las noches de luna llena duermo con un sapo muerto debajo de
la cama (solución supersticiosa), o si invoco la clemencia o los
favores del dios de la lluvia (solución religiosa). Como vemos, el
hecho de inventar una causa de la lluvia es ya plantearse una
explicación para la misma: llovió porque dormí con el sapo o
porque un dios tuvo clemencia de mi pueblo. No se trata ya, como
vemos, de una explicación superficial sino de una explicación más
profunda, fundada en vínculos de causa-efecto mágicos.

Dotado de esta nueva herramienta explicativa, y tal vez motivado


también por su afán y su curiosidad, el hombre se lanzó a partir de
allí a explicaciones más vastas, como dar cuenta de los orígenes
del universo, del hombre o de los animales, naciendo así los
diversos mitos de la humanidad.

2) El saber mítico es práctico.- No obstante, lo que prevalece en el


saber mítico es la finalidad práctica sobre la especulativa. Cada vez
que se necesitaba resolver una situación concreta y el saber
cotidiano nada podía hacer, se recurría a actitudes supersticiosas o
religiosas.

3) El saber mítico es dogmático.- Nada más dogmático que una


creencia supersticiosa o religiosa. Se trata de 'ilusiones' en un
sentido similar al freudiano (3), es decir, una creencia muy
particular porque en su motivación u origen se esfuerza el trabajo
del deseo, lo que implica que el sujeto mantiene su creencia a
pesar de que la realidad objetiva le dice lo contrario.

En efecto, el sapo debajo de la cama no es la causa de la lluvia, y a


pesar de que el campesino duerme con él, no siempre llueve (esta
es la realidad objetiva). Su creencia inconmovible en el sapo hace
entonces que no la abandone e invente entonces explicaciones ad
hoc para justificar el fracaso, como por ejemplo, pensar que el
ritual no se realizó con la debida exactitud ni el debido orden en los
pasos. Tal vez la complejidad de ciertos rituales sirva a este
propósito de poder encontrar fácilmente explicaciones que permitan
mantener la creencia cuando fracasan los intentos por controlar la
naturaleza.

Acerca del por qué este saber es dogmático, podría pensarse que
es la última oportunidad que el hombre siente que tiene a su
disposición para dominar los acontecimientos del mundo, lo que lo
8

fuerza a creer en él más allá de toda consideración de la realidad


objetiva.

4) El saber mítico es mágico.- El carácter mágico de este saber


reside en el tipo de explicaciones que plantea, es decir,
explicaciones que, no solamente no están fundadas en los hechos,
sino que además invocan vínculos mágicos de causa-efecto, como
lo hemos ya indicado. El pensamiento mágico implica el
convencimiento de que de cualquier cosa puede salir cualquier otra
cosa: así como de una galera puede salir un conejo, de un sapo
puede salir la lluvia o de una invocación religiosa un deseo
realizado. No es lo mismo creer en la magia que creer en el azar,
donde también de cualquier cosa pueda salir cualquier otra cosa: la
diferencia está en que en el pensamiento mágico hay un fatal
determinismo de que de cierta cosa saldrá obligatoriamente otra,
mientras que el azar es todo lo contrario (indeterminismo): de algo
no se sabe que saldrá.

En el plan general de la evolución de un tipo de conocimiento a


otros, el saber mítico representa, por un lado, un retroceso, porque
se pasa de un conocimiento fundado en la experiencia a un
conocimiento mágico, pero por el otro lado representa un avance
por ser el primer saber que se propone dar explicaciones, es decir,
responder a un por qué, ahondar en el conocimiento de la realidad
más allá de lo fenómenico y de la experiencia inmediata.

El conocimiento filosófico

Existe una filosofía occidental y una filosofía oriental. Lo que aquí


consideraremos como comienzo del conocimiento filosófico tiene
relación con la primera, porque la filosofía oriental representa una
transición donde aún el saber filosófico propiamente dicho está
muy impregnado del saber mítico religioso.

En general, el pensamiento oriental corresponde a los sistemas


filosófico-religiosos de los países del Cercano, Medio y Lejano
Oriente, por ejemplo Asia Menor, Siria, Irán, Japón y
particularmente India y China. Las filosofías árabe y judía están en
un punto intermedio entre el pensamiento oriental y el occidental.

A diferencia del pensar occidental, las filosofías orientales están


más directamente relacionadas con la religión que con la razón. Por
ello, el problema central no es la actividad cognoscitiva sino la
posibilidad de salvación del hombre, sea en un contexto cósmico,
9

como en la filosofía india, sea en un contexto social, como la


filosofía china. Así, el hombre no cuenta casi como individualidad,
como voluntad autónoma capaz de conocer mediante la razón, sino
como un ser que ha de cumplir un ciclo en el marco de una religión
suprapersonal: el hombre deja de ser independiente para ser un
eslabón dentro de un orden religioso- filosófico, o para ser un
medio para el cumplimiento de un plan divino. El sabio oriental
busca la salvación, y el sabio occidental el conocimiento, de donde
se desprende que la primera sea una filosofía de la acción, donde el
hombre debe hacer ciertas cosas para poder salvarse, y la segunda
una filosofía de la contemplación de la realidad y de una reflexión
sobre ella. El oriental atiende su mundo interno, mientras que el
occidental está más centrado en el mundo exterior (10).

PENSAMIENTO ORIENTAL PENSAMIENTO


OCCIDENTAL
Inclinación hacia lo afectivo Inclinación hacia lo
cognoscitivo
Valor: la salvación Valor: la razón
No hay individualidad: el Individualidad, Autonomía
sujeto se fusiona con el
universo.
Predomina la interioridad Predomina la acción
transformadora del yo. transformadora sobre la
realidad exterior.
Predomina lo religioso Predomina lo filosófico.

Situamos el origen de la filosofía occidental alrededor del siglo VI


AC con los primeros filósofos griegos, verdaderos pioneros en esto
de luchar contra el pensamiento mitológico, tan arraigado en sus
mismos congéneres. Este pasaje de una conciencia mítico-religiosa
a una conciencia racional-filosófica se va produciendo
gradualmente: de hecho, el pensamiento de los primeros filósofos
griegos -los presocráticos- está bastante imbuido aún de la
mitología, pero poco a poco se van desprendiendo de ella y, cuando
llegamos a la culminación de la filosofía griega, en Aristóteles,
apenas si hallaremos vestigios de esta mitología. La obra de Platón
representaría, a nuestro criterio, una etapa intermedia en este
proceso donde coexisten relatos mitológicos y pensamiento
propiamente filosófico. Es probable que el mismo Platón haya sido
bastante escéptico en cuanto a sus relatos míticos, y quizá los haya
utilizado sólo como metáforas para hacerse entender por un
entorno aún muy pegado a la mitología.
10

Veamos entonces las características de este saber filosófico


occidental, tal como lo conocemos desde los griegos hasta nuestros
días.

1) El conocimiento filosófico es explicativo.- No cabe duda de que


las teorías filosóficas intentan dar explicaciones del mundo, del
hombre, del conocimiento, de la vida y la muerte, etc. Pero a
diferencia de las explicaciones mítico-religiosas, que apelan a
entidades sobrenaturales como los dioses, los ángeles o los
demonios, la explicación filosófica apela bien a entidades naturales
(el agua, el aire, la tierra, el fuego, etc), bien a entidades
abstractas e impersonales (arjé, etc), con lo cual se liberan de
explicar el fundamento y origen de las cosas a partir de supuestas
entidades antropomórficas que, como los dioses del Olimpo,
pueden decidir sobre el destino de los acontecimientos.

2) El conocimiento filosófico es racional.- El fundamento del saber


puede ser experiencial, mágico o racional. El saber cotidiano es
experiencial porque se funda en un enlace entre hechos
descubiertos a través de la experiencia; el saber mítico es mágico
porque se funda en una relación 'mágica', inventada, no
empíricamente constatada; el saber filosófico es racional porque se
funda en una relación lógica: los hechos ocurren de tal o cual
manera porque son una consecuencia lógica de ciertos principios
considerados verdaderos (los axiomas, por ejemplo). Esto significa
que la racionalidad del saber la entendemos aquí como la
posibilidad de organizar los conocimientos en un sistema deductivo,
donde unos se pueden inferir a partir de otros en forma necesaria.
El prototipo de este saber podemos encontrarlo en la geometría de
Euclides o en la metafísica aristotélica.

El conocimiento está así jerarquizado: unos son más generales que


otros, existiendo entre ellos relaciones de deducibilidad (unos se
deducen de otros), de manera tal que un juicio es verdadero no en
virtud de una correspondencia con la realidad (saber experiencial)
sino simplemente porque se infiere deductivamente de otro juicio
considerado verdadero por su simplicidad y su autoevidencia.

En las mitologías hay también una jerarquización, sólo que aquí lo


que sobresale es una jerarquía de parentesco: el mundo de los
dioses es una gran familia donde están los padres, los hermanos,
los primos y los tíos, y donde por ejemplo Urano se casó con Vesta
y tuvieron un hijo que se llamó Saturno, el cual a su vez se casó
con Cibeles y tuvo varios hijos como Júpiter, Neptuno, etc. Y así,
11

los filósofos griegos sustituyeron la relación "su padre es" por la


relación "se deduce de".

3) El conocimiento filosófico es crítico.- En los últimos 2000 años,


la religión cristiana ha variado muy poco en sus dogmas, mientras
que la filosofía ha cambiado mucho porque ha sido capaz de revisar
críticamente sus propias afirmaciones y las de filosofías anteriores.
Y más aún: la época en que la filosofía se ha estancado ha sido
precisamente la época de los 'años oscuros' de la Edad Media,
coincidentes con un neto predominio religioso.

Desde ya que hubo cismas religiosos, y no sólo por razones


políticas sino también de dogma, pero donde con mayor fuerza se
puede apreciar el carácter crítico del conocimiento es en la filosofía,
que no está tan obligada a soportar el peso de las tradiciones
anteriores. Antes bien, muchas filosofías, por no decir todas,
surgieron oponiéndose a planteos previos, mientras que las
religiones no suelen surgir oponiéndose a otras religiones distintas.
Y aún dentro de la evolución de un mismo filósofo, pueden verse
también discontinuidades, como cuando se habla de un 'primer', de
un 'segundo' y de un 'tercer' Husserl, o de un 'primero' o 'segundo'
Wittgenstein. Pero tal vez sea Descartes el ejemplo más
espectacular, cuando decide poner en duda todos los saberes
anteriores y, consecuente con el espíritu de la filosofía, se propone
iniciar desde sus fundamentos y sin supuestos previos, un nuevo
conocimiento.

4) El conocimiento filosófico es especulativo.- Mientras que la


principal finalidad del saber cotidiano y del mítico es obtener
conocimiento para dominar y controlar los acontecimientos de la
realidad, la filosofía tiende a considerar el conocimiento como
medio para satisfacer la curiosidad acerca de cómo y por qué el
mundo es como es, o para alcanzar una cierta perfección del alma,
con ciertas resonancias platónicas, más allá de la utilidad inmediata
y material que este saber pueda reportar.

Así, el conocimiento deja de ser práctico y pasa a ser especulativo,


tomando esta expresión en el buen sentido: especular no significa
aquí hablar de cualquier pavada, sino reflexionar, pensar, discutir,
criticar, relacionar ideas más allá de las posibles utilidades
inmediatas de estas actividades pensantes, con el fin de alcanzar
un sistema coherente de conocimientos sobre el mundo y el
hombre. Los mitos populares suelen recoger estas características
12

cuando dicen que la filosofía es inútil porque habla de todo sin


hablar de nada en particular.

Lo que mueve a los saberes cotidiano y mítico es la necesidad (de


controlar el mundo), y lo que mueve a la filosofía es la curiosidad
(5): después de todo los ladrones, los chismosos y los filósofos
iniciaron sus carreras siendo curiosos.

Consignemos, por último, que cuando decimos que la filosofía es


especulativa nos referimos a cierta actitud de los filósofos. Desde
otro punto de vista, la filosofía es práctica si consideramos la
influencia que pueda tener para la vida cotidiana, más allá de la
intención de los filósofos. Por ejemplo, el ejercicio de la medicina
en un país se ve afectado por la tradición filosófica. Descartes
introdujo en Francia el respeto por el razonamiento y el desprecio
por la praxis. Como resultado, el médico francés se vio siempre
más preocupado en estudiar procesos más que resultados, e ideas
más que evidencias. En el otro extremo, los filósofos empiristas
británicos creen que el conocimiento deriva de la experiencia, con
lo cual los médicos de ese país se basan más en la experiencia que
en la teoría.

En síntesis, si lo comparamos con el saber mítico, el conocimiento


filosófico deja de ser mágico y comienza a ser racional, deja de ser
dogmático para ser crítico, y empieza a perder practicidad para
adquirir un sesgo especulativo.

El conocimiento científico

Luego de un largo trayecto llegamos así al surgimiento del


conocimiento científico, que un poco convencionalmente podemos
situar en la época de la historia llamada comúnmente Renacimiento
o Humanismo (siglos XV y XVI). Si tenemos que mencionar a algún
conspicuo representante de esta nueva forma de conocer
deberíamos referirnos, a riesgo de quedar mal con muchos otros, a
Galileo Galilei. Examinemos entonces las características de este
saber científico, que ha ido creciendo ininterrumpidamente desde
entonces hasta nuestros días.

1) El conocimiento científico es racional y experiencial al mismo


tiempo.- Esta característica del saber filosófico de estar organizado
como un sistema jerárquico de enunciados deducibles unos de
otros, y que es lo que aquí designamos racionalidad, y fue algo que
el saber científico heredó de la filosofía. Incluso algunos autores
13

llegan a considerar esta característica como lo esencial de la


ciencia: "Reservamos el término 'ciencia' para el conocimiento
general y sistemático, esto es, aquel en el cual se deducen todas
las proposiciones específicas de unos pocos principios generales"
(4).

Galileo sintetiza estas dos características -racional y experiencial-


que por primera vez se dan juntas, en una frase que aparece en
una carta que le envía a su protectora, Cristina de Lorena, en 1615,
donde cuestiona ciertos dogmas religiosos y plantea la necesidad
de empezar a confiar más en "los datos de los sentidos y en las
demostraciones necesarias". Los datos de los sentidos tienen que
ver con lo experiencial, y las demostraciones necesarias con lo
racional.

Cualquier afirmación científica, para ser tal, debe estar verificada -o


por lo menos ser verificable- empíricamente, pero además debe
estar incluida en un sistema deductivo más amplio donde se
relaciona con otras afirmaciones y donde todas son inferibles a
partir de algunos principios fundamentales. El saber cotidiano no
encuentra relación entre un rayo de luz, un sonido y las ondas que
se forman en el agua al tirar una piedra, mientras que el saber
científico los relaciona viéndolos como diferentes manifestaciones
de un mismo principio de propagación ondulatoria. Del mismo
modo, el saber cotidiano puede no encontrar relación entre los
chistes y los sueños, cuando el saber científico los relaciona a partir
de un mismo principio del cual se deducen: la hipótesis del
inconsciente. Esto es lo que queremos afirmar cuando decimos
"racional": los diversos conocimientos no están aislados sino
organizados sistemáticamente en función de ideas más generales.

La filosofía es también racional, pero no se preocupa por verificar


empíricamente sus afirmaciones. La ciencia en cambio, es un saber
experiencial porque intenta siempre someter a prueba sus
hipótesis, por ejemplo mediante un experimento: "la prescripción
de que las hipótesis científicas deben ser capaces de aprobar el
examen de la experiencia es una de las reglas del método
científico" (6).

2) El conocimiento científico es especulativo y práctico al mismo


tiempo.- La ciencia no tiene solamente como objetivo aumentar el
conocimiento del mundo por una cuestión de afán de saber, sino
que también se propone sacarle un provecho a ese conocimiento
con el fin de poder predecir los acontecimientos y así dominar la
14

naturaleza. 'Hereda' así el carácter especulativo de la filosofía, al


mismo tiempo que la practicidad del saber cotidiano: la ciencia es
el único tipo de saber que es al mismo tiempo especulativo y
práctico.

3) El conocimiento científico es explicativo.- Mientras el saber


filosófico intenta explicaciones 'últimas', las explicaciones científicas
no tienen tantas pretensiones, aunque tampoco llega al extremo de
contentarse con las 'explicaciones' superficiales del saber cotidiano,
ni menos aún con las mágicas del conocimiento mítico. El saber
cotidiano podría explicar un ataque de histeria diciendo que
alguien la puso nerviosa, o apelando a explicaciones más
tautológicas del tipo "y bueno, la mujer estaba loca". El saber
mítico tal vez invocaría una posesión demoníaca o un maleficio. En
cambio, una explicación científica procuraría explicaciones de otro
tipo, invocando procesos inobservables a partir de una teoría de la
neurosis, como hace el psicoanálisis.

La filosofía, por su parte, considera, en general, que no son esos


los tipos de problemas que intenta abordar o, si lo hace, los aborda
desde una perspectiva mucha más abstracta y general. Por dar un
ejemplo, un filósofo podría contestar por qué este ataque histérico
simplemente "es", es decir, contestaría desde la teoría general del
ser (o metafísica, tal vez la rama más importante de la filosofía).

Esto es así porque la filosofía intenta ser un saber sin supuestos, o


sea, no da nada por sentado, como hace el científico. A este último
ni se le ocurre preguntarse por el ser o el existir: parte del
supuesto de que las cosas son y existen, y desde allí comienza su
investigación.

4) El conocimiento científico es crítico.- La ciencia cambia mucho


más rápidamente que los dogmas religiosos, porque no suele
aceptar sin más las opiniones prevalecientes y busca ella misma
probarlas con sus propios métodos. Lacan decía que la ciencia es
un cementerio de teorías, donde las nuevas van matando a las
anteriores, y la misma obra de Freud es un ejemplo típico de ello
en cuanto está constituida por un número considerable de
rectificaciones de afirmaciones anteriores, que incluso habían sido
planteadas por el mismo creador del psiconálisis.

A diferencia del saber mítico, que es cerrado, el conocimiento


científico tiende a no considerar que ya está todo explicado: la
15

ciencia es un saber abierto que deja un interrogante detrás de cada


nueva respuesta encontrada.

La opinión del positivismo de Comte

Hacia mediados del siglo XIX Augusto Comte, padre del


positivismo, publica su "Discurso sobre el espíritu positivo" (7), que
es uno de esos textos que podríamos llamar fundacionales, por
cuanto exponen los principios de una doctrina y un programa
general para desarrollarla. Esta doctrina se llamó positivismo, y de
alguna forma viene a condensar en poco espacio toda la concepción
sobre la ciencia que había comenzado a perfilarse desde el
Renacimiento. Aún hoy, muchas veces sin darnos cuenta, seguimos
pensando sobre la base de este programa y, a pesar de las
diversas rectificaciones y críticas que ha sufrido, no hay aún, a
nuestro criterio, una posición que sea realmente alternativa.

En cualquier texto es posible encontrar, en efecto, una apología del


saber científico de inspiración positivista, donde hasta llegan a
parafrasearse algunas ideas famosas de Comte. Bunge, por
ejemplo, sostiene que "la ciencia es un estilo de pensamiento y
acción: precisamente el más reciente, el más universal y el más
provechoso de todos los estilos" (8).

Estamos de acuerdo en que es el más reciente, mientras que con


respecto a lo demás es algo por lo menos criticable: desde el punto
de vista de la cantidad de gente que detenta saberes, el
conocimiento cotidiano o el mítico es más universal que el
científico, y desde el punto de vista del nivel de profundidad de las
reflexiones, la filosofía es más universal que la ciencia.

En cuanto a la idea de ciencia como conocimiento provechoso, se


trata de otra conceptualización de Comte donde relaciona
indisolublemente la ciencia con el progreso de la humanidad,
cuestión también bastante discutible no sólo por la cuestión de la
bomba atómica, sino sobre todo porque hay otros tipos de saberes
que han demostrado ser más eficaces que el científico (9).

Una evaluación objetiva del original programa positivista comtiano


nos obliga a pensar que: a) por un lado, valoriza la ciencia más de
la cuenta, sobre todo cuando dice que después del saber científico
no puede haber ningún otro tipo de conocimiento superior (lo
mismo podrían haber dicho los griegos de la filosofía, o los teólogos
medievales de la religión); b) por otro lado rescatamos algunas
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características definitorias de Comte sobre la ciencia, y que hemos


enumerado anteriormente.

Rescatamos también su reseña histórica sobre la evolución del


conocimiento humano: yo mismo, al referirme a los antepasados
del saber científico, recibí sin saberlo esta influencia comtiana. En
efecto, en su "Discurso sobre el espíritu positivo", Comte describe
su 'ley de la evolución intelectual de la humanidad o ley de los tres
estados', según la cual ella atravesó tres etapas: la teológica o
'ficticia' (que corresponde al saber mítico y donde el fundador del
positivismo incluye el fetichismo, el politeísmo y el monoteísmo), la
metafísica o abstracta (el saber filosófico), y la positiva o 'real' (el
saber científico).

Por ejemplo, al referirse al tránsito del saber mítico-religioso a la


filosofía, dice que "en realidad, la metafísica, como la teología,
trata sobre todo de explicar la naturaleza íntima de los seres, el
origen y el destino de todas las cosas, el modo esencial de
producción de todos los fenómenos; pero en lugar de operar con
los agentes sobrenaturales propiamente dichos, los reemplaza cada
vez más por esas 'entidades' o abstracciones personificadas cuyo
uso, verdaderamente característico, ha permitido a menudo
designarla con el nombre de 'ontología'" (9).

Si algo hemos de concluir, en suma, es que el conocimiento


científico tiene su propia identidad que lo distingue de otros
saberes, pero las diferencias con estos a veces no son tan tajantes
como tal vez haya podido mostrarse, a los fines didácticos, en la
presente nota.

Pablo Cazau. Licenciado en Psicología y Profesor de


Enseñanza Media y Superior en Psicología.
Buenos Aires, Mayo 1997

(1) Nagel Ernest, "La estructura de la ciencia: problemas de la


lógica de la investigación científica", Buenos Aires, Paidós, 1968,
página 15.
(2) Cohen Morris y Nagel Ernest, "Introducción a la lógica y al
método científico", Volumen II, Buenos Aires, Amorrortu editores,
1979, página 9.
(3) Freud S., "El porvenir de una ilusión", 1926.
(4) Cohen Morris y Nagel Ernest, "Introducción a la lógica y al
método científico", Volumen II, Buenos Aires, Amorrortu editores,
1979, páginas 8-9.
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(5) Y también el asombro, la duda y las situaciones límites, como


se indica en Carpio A., "Principios de Filosofía", Buenos Aires,
Glauco, 1987, capítulo 1. En rigor, el asombro y la duda pueden ser
condiciones necesarias, pero no son aún suficientes para filosofar,
debiendo estar acompañadas de la curiosidad, que es lo que
realmente motiva para resolver aquello que asombra o para buscar
una respuesta sobre aquello de lo que se duda.
(6) Bunge Mario, "La ciencia, su método y su filosofía", Buenos
Aires, Eudeba, página 24.
(7) Comte Augusto, "Discurso sobre el espíritu positivo", Buenos
Aires, Aguilar, 1982, 9° edición.
(8) Bunge Mario, "La investigación científica: su estrategia y su
filosofía", Barcelona, Ediciones Ariel, 1971, página 19.
(9) Cazau Pablo, "Investigación teórica e investigación empírica", El
Observador Psicológico N°18, página 339.
(9) Comte Augusto, "Discurso sobre el espíritu positivo", Buenos
Aires, Aguilar, 1982, 9° edición, página 49.
(10) Ferrater Mora J., "Diccionario de Filosofía", Madrid, Alianza
Editorial, 1979, Tomo II, págs. 1239-1242.

ESQUEMA 1

SABER Practico Dogmático Experiencial No


COTIDIANO explicativo
SABER MITICO Practico Dogmático Mágico Explicativo
SABER Especulativo Critico Racional Explicativo
FILOSOFICO
SABER Especulativo Critico Racional y Explicativo
CIENTIFICO y practico experiencial
Lo subrayado representa una novedad respecto del conocimiento
anterior.

Fuente: http://galeon.hispavista.com/pcazau/artep_antep.htm

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