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PELEGRIN - Ana - El Cuento Maravilloso y El Mito - 1982

Este documento analiza las similitudes entre los mitos y los cuentos maravillosos. Explica que los cuentos conservan algunos elementos de los mitos como las pruebas difíciles que deben superar los héroes y las imágenes primordiales. También discute cómo la literatura contemporánea como la ciencia ficción y el realismo mágico heredan la tradición de explorar otros mundos iniciada en los mitos a través de la imaginación.
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PELEGRIN - Ana - El Cuento Maravilloso y El Mito - 1982

Este documento analiza las similitudes entre los mitos y los cuentos maravillosos. Explica que los cuentos conservan algunos elementos de los mitos como las pruebas difíciles que deben superar los héroes y las imágenes primordiales. También discute cómo la literatura contemporánea como la ciencia ficción y el realismo mágico heredan la tradición de explorar otros mundos iniciada en los mitos a través de la imaginación.
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ANA PELEGRIN.

LA AVENTURA DE OIR. Cuentos y memorias de tradición oral.

Editorial Cincel. S.A. Alberto Aguilera, 32. Madrid-15. Impreso en España. 1982.

EL CUENTO MARAVILLOSO Y EL MITO

Muchos de los cuentos de encantamientos, maravillosos, que recibimos de niños,


están emparentados con los mitos. En el mito hablaron los hombres de seres fabulosos, de
plantas, animales, reinos lejanos. Hablaron de la antigua fábula, relataron la creación del
mundo, la ordenación de la vida, fabularon sucesos que acompañaron el tiempo inicial de
los hombres.
Época de los orígenes, de la formación y explicación de los misterios del Universo,
que el hombre traducía en creencias, ritos, palabras impregnadas de héroes, dioses y
semidioses, naturaleza y acciones, en un espacio mítico.
En el mito, los dioses enseñan a los hombres el poder nutritivo de las plantas, las
mutaciones temporales, les enseñan el sentido de su existencia, cómo comportarse, qué
hacer; le dan una explicación del Mundo emergiendo del Caos, les revelan el origen de las
Cosas y la Vida. El mito relata esa ordenación, no como una realidad cotidiana, sino como
una experiencia mágica, religiosa, como otra realidad. Una sabiduría, un conocimiento.
Esta sabiduría se transmite a unos pocos, los elegidos, los iniciados, pues quien posee el
conocimiento del Origen de las cosas y la Vida posee también el poder mágico-religioso de
revivir, reactualizar la fuente creadora del Cosmos, la visión del tiempo transcendental de la
Creación. Los ritos de iniciación de las sociedades primitivas se realizaban para acceder al
conocimiento de los Orígenes, de las creencias que sustentan la regulación del Universo,
del comportamiento religioso-sacralizado, el comportamiento moral social, la posesión y
resguardo de la palabra generadora, la palabra creadora, la palabra que crea el Universo.
Esta visión del mito pertenece a sociedades tradicionales, aisladas. ¿Nada tiene el
mito que decir al hombre contemporáneo? ¿Nada que transmitirle?
Por el momento veamos qué puede decirnos en la huella que dejaron los mitos en los
cuentos maravillosos. La primera diferencia es la notoria pérdida de lo sobrenatural y lo
sagrado. En los cuentos, el comportamiento de los personajes, sus acciones, no son
religiosas ni transcendentales. No se nos dice cuáles son sus creencias ni sus motivaciones.
No sabemos sino a través de un desenmascaramiento que la partida del héroe del cuento, el
alejamiento, puede estar emparentado con un viaje al Más Allá, con connotaciones mágico
religiosas, con un conocimiento iniciático, como se recoge en El libro de los Muertos
egipcio. En los cuentos maravillosos, ese nivel de significación está perdido, borrado.
Aunque subsistan asuntos paralelos.
En el illo tempore -esto es, el tiempo mítico-, los dioses ayudaron a los hombres, se
transformaron para estar cerca de ellos, dejándoles sus enseñanzas o exigencias,
imponiéndoles tareas y pruebas difíciles para ser aplacados o para probar las cualidades
físicas y morales de los humanos. Los trabajos que Zeus impone a Hércules, por ejemplo el
robo de las manzanas del jardín de las Hespérides, tiene su paralelismo en la prueba difícil
que el héroe del cuento maravilloso tiene que cumplir para que el rey le conceda la mano de
la princesa o para salvar su vida. Es frecuente en los cuentos maravillosos que el héroe
tenga que volver con el testimonio (la manzana de oro, el ramo de oro, el pájaro que canta
el bien y el mal, los tres pelos del diablo, etc.) que demuestre que el héroe ha viajado hasta
otras regiones (el país del Nunca Jamás, del Irás y no volverás), cuyos nombres nos
demuestran que el regreso del héroe, supone haber atravesado difíciles pruebas, haber
vencido, alcanzado otro estadio de su madurez, crecido en la aventura.
Mircea Eliade sostiene que, en los cuentos maravillosos, los escenarios iniciáticos
continúan transmitiendo sus mensajes, operando mutaciones en el espectador-héroe, en el
creador. «Aquello que se llama "iniciación" coexiste con la condición humana, que toda
existencia está constituida por una serie ininterrumpida de pruebas, de muertes, y de
resurrecciones, cualesquiera que sean los términos de que se sirva el lenguaje moderno
para traducir estas experiencias» (16).
Toda experiencia humana vital-espiritual pasa por momentos difíciles, por pruebas
repetidas, tareas que tienen la marca de lo imposible, esfuerzos titánicos por superar vallas
y obstáculos, por sobrevivir, por la ración de triunfo a nosotros destinada, o conjurar el
fracaso, vencer tanta negrura o grisura, serpientes que nos devoran, cárceles, jaulas, cuevas
sin salida, tareas imposibles como sembrar, ver crecer el trigo, segar, amasar con nuestras
manos, tener el pan en la mesa, tarea aún más difícil que la impuesta al héroe por el
poderoso, porque no es de un día para otro, sino del día tras día... ¿No habrá un pedazo de
pan en que sentarme?, mendiga Vallejo, poeta.

Pero dame / en español algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, de reposarme, y


después me iré...

Habrá que afrontar caídas, pozos sin fin, desmembramientos, letargos, anulaciones, el
porvenir de la nada, abandono, sueño de cien años, durmientes anestesiados en vida, Ofelia
deslizándose río abajo, reposo en la quietud del tiempo eterno, aguardar, restañando la
herida, como la niña de El espíritu de la colmena, jugando con su muerte, o esperando
frágil cicatriz, lenta recomposición del maltrecho cuerpo, concentración de la fuerza,
tenuemente asfixiada, envenenada en cajita de cristal, plumón durmiente. «¿Cómo poder
gozar de todo? / Mejor borrarlo todo. El hombre de la movilidad Total / del sacrificio
Total, de la conquista Total / Duerme, duerme. Duerme, duerme / Borra con sus suspiros la
noche minúscula, invisible» (Paul Eluard).
Suspensa en el umbral, la muerte-vida anuncia el resurgir, el despertar. Emerger con
el esplendor de la fuerza concentrada, romper el encierro-límite, romper límites,
desplegarse en el espacio, recobrar la corporeidad, el impulso, resucitar furiosamente vivo...

desatando estos nudos; ¡ah Dios mío! estos nudos


destrozando, quemando, arrasando
como una lava loca lo que existe,
correr fuera de mí mismo, perdidamente
libre de mí, furiosamente libre.

NERUDA
La iniciación primitiva late escamoteada en la iniciación de lo imaginario, y lo onírico, y en
la creación literaria. Porque es una experiencia humana, de todos los estadios históricos, de
los primitivos y los muy contemporáneos. A su escenario regresa el que juega con la
palabra como acto creador. El escritor, el poeta, parte siempre hacia la aventura, hacia el
viaje, atraviesa duras pruebas, inquiere al Aire, a la Luz o a las Tinieblas, sucumbe en la
Oscuridad o es cegado por la Luz, sufre transformaciones, desintegraciones,
despedazamientos, acosamientos, hostigamientos de monstruos y fantasmas
interiores/exteriores.
Romper, transgredir los márgenes impuestos por una realidad dominante, buscando
otra realidad para transformarla con su acción-palabra. Conquistar, dominar osadamente lo
imposible, que no someterse a lo llanamente posible. Transgresión-aventura-audacia.
Lo maravilloso primitivo, lo mágico, es creación de lo imaginario, aventura literaria
sin irrupciones en el tiempo, continuamente transformada, justamente por audaz relación
con la realidad histórica.
Literatura llamada fantástica; lo sobrenatural acechando lo real -los cuentos de Poe,
de Lovercraft- el asombro, la búsqueda de lo onírico, lo maravilloso del empeño surrealista,
los mundos laberínticos, las ficciones de Borges, la ciencia-ficción, Bradbury, Arthur Clark,
realismo mágico de Cien años de soledad.
Incesante aventura literaria que desasosiega, descalabra, interroga los insondables
escenarios del hombre, imaginación-realidad de la literatura.
«No deberíamos hablar de literatura fantástica -ironiza Jorge Luis Borges- porque no
sabemos a qué género pertenece el universo: si al género fantástico o al género real.»

LAS IMAGENES, LOS MOTIVOS

... Y la iniciación a lo imaginario aparece en el cuento maravilloso en imágenes


primordiales, las imago princeps, imágenes persistentes, partículas de gran fuerza que se
imprimen en la psiquis, en la emoción y en la memoria del receptor del cuento. Estas
partículas, estas imágenes esenciales, construyen el nivel de lo imaginario enlazado con
estratos profundos de la interioridad de la persona. ¿Quién no se emociona, se conmociona
recordando la cabaña, el espejo de la madrastra, la planta de habichuelas creciendo en la
noche, enredándose en el sueño, en las ansias, en el impulso por subir; Almendrita
meciéndose en hojas de nenúfar, Garbancito en la oscuridad rumiante del estómago de la
vaca, la bruja carcelera devoradora, los niños abandonados en el bosque?
Estas imágenes, estos motivos, estos elementos nuevos, que han sido recogidos en la
infancia, hablan calladamente en la olvidada memoria. La nutren silenciosamente. Células
vivas de los cuentos maravillosos, tienen la fuerza de ser esencialidad, la fuerza de su plural
latencia. Y nos remiten a nuestra infancia; o enlazan con la infancia de los niños de hoy;
con algunos motivos míticos y con el nacimiento de la literatura, con el acto creador.
Imágenes y motivos que persisten en la literatura oral saltando de uno a otro cuento
maravilloso, o se quedan con uno de ellos estructurándolo; por ejemplo, el objeto mágico
de la flauta, en El flautista de Hamelin.
Según S. Thompson motivo (en un cuento) es el elemento más pequeño, con poder
para persistir en la tradición (17).
Y un cuento maravilloso tiene una suma de motivos, articulación de estas partículas,
unidades mínimas de significación, y que aquí llamamos motivos o imágenes primordiales,
o imágenes, indistintamente. Si yo digo La bella durmiente, ¿no surgen las imágenes que
despiertan las palabras? Aquel sueño de años, la torre con la viejecilla, la herida del huso, y
la zarza creciendo. El-que-llega cumplido el plazo...
Estas imágenes primordiales valen literalmente por ellas mismas, palpitan con una
realidad poética, construyen lo imaginario. Pero también enlazan con motivos iniciáticos,
creencias arcaicas: la bella en el ataúd relacionada con la Casa del bosque, según lo estudia
Propp en sus Raíces históricas del cuento, o con mecanismos psíquicos profundos, según lo
analiza Bettelheim (capítulo sobre la bella durmiente) en su Psicoanálisis del cuento de
hadas. Las imágenes primordiales, como realidad literaria, son ambiguas, plurivalentes, es
decir poéticas, simbólicas.
La choza o cabaña de los cuentos maravillosos de hadas es una imagen polivalente:
protectora, refugio, cabaña de los padres, en Pulgarcito, incluso en Hansel y Grettel, cuando
reencuentran la cabaña paterna; pero de la que se aleja (Pulgarcito) o son expulsados
(Hansel y Grettel); la luz en medio del bosque que asegura refugio (Blancanieves), pero, al
mismo tiempo, expectación, temor, es una Casa misteriosa, diferente, donde no se sabe con
exactitud si va a deparar protección o se convertirá en prisión. Esa cabaña atrapadora de
Hansel y Grettel: «vieron que la casita estaba hecha de pan y cubierta de galletas y las
ventanas eran de transparente azúcar». Cabaña-trampa, cabaña construida para atrapar a los
niños, cabaña para devorar, que se transforma en el espacio cerrado donde serán devorados.
Salir de la cabaña significaría un tiempo de maduración de los niños, el control, equilibrio
de la cabaña devorada devoradora, el testimonio de su crecimiento, la victoria sobre su
pulsión, indefensión inicial.
La cabaña, el castillo de oro, la habichuela que crece hasta el cielo, los peinecillos
hirientes, los ramos de oro, la varita mágica, son imágenes de los cuentos maravillosos que
nos remiten a imágenes primordiales, pues como señala Bachelard: «Las imágenes
princeps, (... ), son invitaciones a imaginar de nuevo. Parece que habitando tales imágenes
(... ) se volviera a empezar otra vida, una vida que sería nuestra, que nos pertenece en las
profundidades del ser.» (18)

Citas bibliográficas:

16 ELIADE, Mircea. Mito y realidad, Guadarrama, Col. Punto Omega, Madrid, 1973,
(página 221).

17 THOMSON, Smith. El cuento folklórico, Universidad Central de Venezuela, Ed.


De la Biblioteca, Caracas, 1972 (página 529).

18 BACHELARD, Gastón, La poética del espacio, Fondo de Cultura Económica,


México, 1965 (páginas 64-65).

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