La Idea de La Teología Dogmática
La Idea de La Teología Dogmática
Sin embargo, Harnack pretende que la Iglesia no ha sido del todo honrada en su explicación
de la relación entre los dogmas y la dogmática. Según él, la historia enseña que los dogmas
son producto de la teología. Sin embargo la Iglesia obscureció su verdadero origen, los
declaró verdades reveladas y como tales los hizo fundamento para la teología. Según Forsyth
el dogma es "la revelación expresada en esencia. Es un acto de Dios puesto como verdad", y
por tanto, es una parte de la revelación de Dios. "La doctrina es la verdad acerca del dogma,
el dogma expandido... Es una teología secundaria, o la comprehensión de la Iglesia — como
en los credos. La teología es la doctrina en formación. Es la teología terciaria y tentativa, o el
grado de alcance de la Iglesia — como en I Pedro 1:18, 19 y 20".
Para Forsyth el dogma es el tuétano del Evangelio, el corazón vital de la revelación, y por eso
se encuentra en la Escritura Es la raíz de la cual la doctrina va desarrollándose por medio del
estudio teológico de la Iglesia. La teología es doctrina tentativa; la doctrina es teología
selecta. Este concepto es muy admirablemente parecido al de Barth. Al definir el dogma (en
singular) como proclamación de la Iglesia, hasta donde esté en verdadero acuerdo con la
Palabra de Dios, Barth considera a la dogmática como la ciencia no de los dogmas, sino del
dogma, la cual investiga el acuerdo que pueda haber entre el dogma y la revelación
atestiguada en la Escritura. Por tanto, la dogmática sirve para probar el dogma.43 Barth no
cree que los dogmas (en plural) formen el contenido de la dogmática, aunque para
entenderlos y formularlos tenga que ser de enorme ayuda la dogmática. Forsyth considera al
dogma como parte, y de hecho, como el corazón vital de la revelación, y Barth se acerca
mucho a la misma evaluación, tan cerca, en efecto, que éste como Forsyth considera al
dogma como el objeto de la fe. Además concuerdan en negar que los dogmas o doctrinas se
consideren como objeto de la fe, e insisten en que no son más que meras expresiones de la fe
de la Iglesia. Ambos también son de opinión que el concepto predominante de dogma es el
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del escolasticismo protestante, y no el de los Reformadores. Al considerar el concepto
histórico de las iglesias protestantes respecto a la relación entre los dogmas y la dogmática
debemos llamar la atención a varias proposiciones.
Oponiéndose a Harnack dice Seeberg: "Aún cuando la forma del dogma es obra de la
teología, su contenido se deriva de la fe común de la Iglesia cristiana". Sea bienvenida esta
corrección al concepto de Harnack de que los dogmas son producto de la teología, pero
difícilmente puede considerarse como designación correcta de la fuente de donde se originan.
Lo que Harnack dice, más bien está en armonía con la posición ritschliana. Rainy piensa con
acento más Reformado cuando señala primero que las doctrinas (dogmas) se derivan de la
Escritura, y en seguida añade: ''No creo que sea el interés científico el que fundamentalmente
haga surgir la doctrina cristiana, ni obedece propiamente esta actividad a la obligación de
cumplir con las condiciones formales de la ciencia; ni creo que, históricamente, haya sido el
impulso científico la fuerza creadora en este departamento. ... Se sostiene que la doctrina
surge, originalmente, no del interés o el impulso científico, sino de las necesidades de la
inteligencia creyente".
Los dogmas no pueden fabricarse a la orden. No pueden ser producidos por teólogos en
particular, ni por la teología científica en general, y luego impuestos desde afuera sobre la
comunidad de creyentes. Las probabilidades son que los dogmas construidos v propuestos de
esa manera no expresarían, la verdadera fe de la Iglesia, ni tocarían una cuerda sensible en la
vida común de los creyentes, y como consecuencia no se le reconocerá como autoritativas.
Los dogmas únicamente se forman durante períodos de intensa vida espiritual, de amplia y
ardiente consideración sobre la verdad, y de profunda experiencia religiosa. Sólo cuando la
Iglesia piensa profundamente en las verdades de la Escritura; sólo cuando bajo la violencia de
las controversias religiosas ha aprendido a ver la verdad con agudeza y claridad, y sólo
cuando determinadas convicciones se han convertido gradualmente en propiedad común de la
comunidad religiosa, y de esa manera ha quedado formada una comunis opinio, — sólo
entonces estará lista para confesar, y sentirá dentro de ella una irresistible urgencia de dar
expresión a su fe. Solamente la verdad confesada de esta manera constituye una confesión de
fe, queda enraizada en la vida y en la experiencia de la Iglesia, y por tanto hace sentir su
influencia sobre la Iglesia. Únicamente los dogmas que brotan de este suelo vivo pueden
designarse con las palabras de Rainy "el eco humano de la voz divina", o "la respuesta
humana al mensaje divino".
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auxiliar poderoso en este proceso. Y no podía ser de otro modo, puesto que en su campo la
Teología tiene la tarea especial de reflejar la verdad tal como está revelada en la Palabra de
Dios y de reproducirla (la verdad) en forma sistemática. Pero debe recordarse que la tarea de
la teología en esta esfera es de naturaleza puramente formal. No proporciona el contenido de
los dogmas sino que ayuda, nada más, a la Iglesia a formarlos y a definirlos. Naturalmente, en
la medida en que la teología participa en la formación de los dogmas, éstos asumen una
forma más sistemática que la que de otro modo hubieran tenido.
Aunque la teología puede servir como auxiliar en la formación de los dogmas, su cuidado
principal con ellos no es esto. Los dogmas forman el núcleo del material con el cual la
teología debe construir y con el cual tiene que edificar una estructura sistemática; tendrán
naturalmente una influencia determinante sobre la estructura y la conformación del sistema
como un todo. Los dogmas ocuparán un lugar muy importante en la teología y le prestarán un
carácter distintivo. El dogmatista se afirma en las enseñanzas confesionales de la Iglesia a
que pertenece, es decir, ellas determinan su inclinación. Se objetará que, como es natural, tal
circunstancia pone en peligro su libertad intelectual; pero no necesariamente ha de ser así.
Mientras permanezca como miembro de una determinada iglesia, debe considerarse que lo
hace por convicción. Y siendo así, será natural que considere los dogmas de su iglesia no
como odiosos grillos que encadenan su libertad, sino más bien como amables guías que le
informan acerca de la dirección en la que debe movilizarse.
Además, es bueno recordar que no hay nadie que carezca por completo de alguna
determinada inclinación en su trabajo científico; y que aquel que rehúse dejarse afectar por
los dogmas de su iglesia no podrá posar como dogmatista de ella. Hacerlo sería incurrir en un
acto moralmente reprensible. Repetimos que estos dogmas constituyen la parte más
importante de los materiales que el dogmatista debe usar en la construcción de su sistema y
que por tanto entrarán en esa estructura para formar su núcleo y corazón, como también su
elemento unificador.
Pero el teólogo no puede limitarse a los dogmas que están contenidos en la Confesión de Fe
de la Iglesia porque dicha confesión de ninguna manera podría ser expresión exhaustiva de la
fe de esa Iglesia. El teólogo tiene que utilizar todas las verdades doctrinales que están
reveladas en la Palabra de Dios y tiene también que recurrir a las fuentes de otros estudios,
por ejemplo: Exégesis, Teología Bíblica, Historia de las Doctrinas y otras. Encontrará de
provecho allegar la contribución de individuos y de grupos. Pero cualesquiera que sean los
elementos que incorpore en su sistema, tiene que presentarlos no sólo como datos históricos,
sino como partes componentes de la estructura que está edificando, y las cuales considera no
solamente como expresión de su propia creencia, sino como verdad absolutamente válida.
Además no puede considerar estas doctrinas como desnudas y abstractas fórmulas
intelectuales, o como otras tantas verdades aisladas; antes bien, tendrá que estudiarlas y
presentarlas como plantas vivas que han alcanzado su desarrollo en el curso de los siglos y se
han enraizado profundamente en el suelo escriturario, contemplándolas en su majestuosa
unidad.
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teología moderna "la dogmática no describe doctrinas ni hechos que hayan sido revelados de
manera sobrenatural, sino experiencias del alma humana, o sentimientos que el alma religiosa
experimenta en sus relaciones con Jesús el Salvador". Lobstein explica la posición ritschliana
diciendo: "Como el dogma, tal la dogmática. Se obtiene entre la noción del dogma y el papel
de la dogmática una relación necesaria y directa... Es claro que el retorno al principio vital de
la Reforma y la correspondiente transformación de la idea de dogmas en la Iglesia evangélica
envuelve una modificación paralela a la tarea confiada al dogmatista. La dogmática. ... es la
exposición científica de la fe protestante. La dogmática nada crea; únicamente formula los
problemas cuyos elementos le han sido dados, mediante la experiencia religiosa del cristiano
en la presencia de las realidades vivientes del Evangelio La dogmática es una ciencia
experimental y positiva, pero recibe su material de la fe; más bien su material es la fe misma
con el contenido divino de la fe".
Van Dijk, uno de los representantes del Movimiento Etico en los Países Bajos, y que nos trae
algo del recuerdo tanto de Schleiermacher como de Ritschl, pero que parece tener una
inmensa deuda con Vinet, se expresa en este asunto del modo siguiente: "El dogma es fruto
del intento para reproducir un determinado punto, una cierta relación de la vida de la Iglesia
en el lenguaje del intelecto, en tanto que la dogmática viene siendo la descripción, la
transformación en conceptos de aquella vida como un todo". La objeción, de que esto
obstruye la distinción entre dogmática y ética, se contesta haciendo notar que aunque ambas
describen la vida, no la contemplan en el mismo sentido: . . . "La dogmática describe la base
y el contenido, en tanto que la ética, la manifestación y el ideal de vida".
La pregunta acerca del objeto de la teología, y por tanto también acerca del objeto de la
teología dogmática, puede considerarse muy apropiadamente en relación con su definición.
La teología no siempre se ha definido de la misma manera. Al determinar cuál ha sido y cuál
debe considerarse el objeto de la teología, puede sernos muy provechosa una breve
consideración de las definiciones más importantes que se han sugerido en el correr del
tiempo.
Antes de la Reforma, hubo varias ideas respecto al objeto de la Teología Dogmática. Según el
concepto de S. Agustín, trata de Dios, el mundo, el hombre y los sacramentos. Pedro
Lombardo compartió este concepto. Otros consideraron como objeto de la Teología
Dogmática al cuerpo místico de Cristo, es decir, la Iglesia (Alejandro de Hales y
Buenaventura) y todavía otros, la obra redentora de Dios (Hugo de San Víctor). Tomás de
Aquino se expresó de la manera siguiente: "Theologia a Deo docetur, Deum Docet, et ad
Deum ducit" (Dios enseña teología, la teología nos enseña a Dios, y nos conduce a Dios").
Esto está más en armonía con la etimología del vocablo hasta donde con él se presenta a Dios
como el objeto de la teología. Un número considerable de teólogos Luteranos y Reformados
del período posterior a la Reforma definieron la teología como el conocimiento o ciencia que
se refiere a Dios. Algunos objetaron esta definición fundándose en que no nos es posible
tener un conocimiento perfecto de Dios mientras estamos sobre la tierra. Pero aquellos que
hicieron uso de esta definición, en lo general tuvieron cuidado de indicar que no tenían de
Dios el conocimiento que El tiene de Sí mismo (conocimiento arquetípico) sino el que el
hombre tiene acerca de Dios, en virtud de la revelación que El ka hecho de Sí mismo
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(conocimiento ectípico). Consideraban posible tal conocimiento de Dios, porque El se ha
revelado. El deseo de acentuar la naturaleza práctica de esta ciencia impulsó a algunos
teólogos del siglo XVII a definirla con referencia a su finalidad o propósito más bien que con
vista a su objeto. La concibieron (a la teología) como la maestra que enseña al hombre la
religión verdadera para salvación, la vida para Dios en Cristo, o el servicio para Dios según a
El le agrada. Estas y otras descripciones un tanto parecidas se encuentran en las obras de
Hollaz, Quenstedt, Gerhard, Amesius, Mastricht y a Marck. Sin embargo, en general puede
decirse que los teólogos Reformados concibieron la teología como la ciencia que trata de
Dios. No obstante esta sencilla definición a menudo recibe ciertas adiciones
complementarias. Con frecuencia toma formas parecidas a las siguientes: La teología es la
ciencia de Dios y de las cosas divinas; o ... de Dios y de sus relaciones con el universo; o . . .
de Dios, tal como es en Sí mismo y en sus relaciones con todas sus criaturas.
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Esta tendencia subjetiva, con el transcurso del tiempo, dio origen a la definición tan popular
en nuestro día, según la cual, la teología se define como "la ciencia de la religión", o, de
modo más específico, como "la ciencia de la religión cristiana". En esta definición, tal como
por lo general se usa en la teología moderna, la palabra "religión" se toma en el sentido
subjetivo, para designar a la religión como un fenómeno de la vida humana. Además, con
frecuencia se concibe a esta religión en forma muy unilateral e insatisfactoria, y a veces se la
explica como un mero fenómeno natural. De manera que, aquel aspecto de la vida humana
que indica las relaciones del hombre con un Ser Divino se convirtió en el objeto de la
teología. Este concepto dio por resultado un énfasis mayor en el estudio de la historia de la
religión, de la filosofía de la religión y de la psicología de la religión.
De consiguiente, hay serias objeciones hacia este concepto de la teología, de las que
señalaremos tres: (a) que divorcia a la teología de su fundamento objetivo en la Palabra de
Dios, y la funda por completo en experiencias subjetivas desprovistas de valor normativo; (b)
que despoja a la" teología de su carácter positivo y la reduce a una ciencia meramente
descriptiva, describiendo fenómenos históricos y psicológicos en lugar de aspirar a la verdad
absoluta; y (c) que involuntariamente conduce hacia una representación de la religión
cristiana como nada más que una de tantas religiones del mundo, difiriendo de ellas,
realmente, en grado, pero no en esencia.
Sin embargo debe llamarse la atención al hecho de que la definición de teología como la
ciencia de la religión a veces se encuentra en las obras de los más antiguos teólogos
Reformados, y todavía se encuentra en los escritos teológicos de hombres de la generación
próxima anterior a la nuestra, tales como Thornwell, A. A. Hodge y Girardeau. Pero cuando
estos hombres definen así la teología, usan el término "religión" en sentido objetivo, es decir,
designando la revelación divina, la cual es norma para el verdadero servicio de Dios, la regla
para la vida religiosa del hombre, la devoción y la adoración. Entendida de esta manera, la
definición no queda expuesta a la crítica que dejamos consignada. Al mismo tiempo, debido a
su ambigüedad tampoco merece que la recomendemos.
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teología y que por lo mismo hablan de ella como de la ciencia de Dios, son Hill, Dick. Heppe,
Schmid, Dabney, Boyce, Hastie Orr y Warfield.
El párrafo precedente no menciona a los teólogos holandeses. Sin embargo, esto no significa
que la posición de ellos difiere materialmente de la de aquellos autores que acabamos de
mencionar Se les menciona aparte nada más porque algunos de ellos variaron un tanto su
definición, precisamente como Charles Hodge hizo en nuestra propia tierra (E. V. A.)
Este cambio fue motivado, al menos en parte, por el deseo de evitar la dificultad sugerida por
la consideración de que no podemos convertir a Dios en el objeto directo de nuestro estudio
científico. Hodge encuentra el objeto de la teología en las "verdades" y "hechos" de la
Escritura, los cuales, los teólogos deben "coleccionar, comprobar, arreglar y exhibir, en la
relación natural que guardan el uno con el otro"
Según lo estimaba Kuyper esta definición "no es básicamente incorrecta", pero tanto él como
Bavmck objetaron juntamente a la idea de que el teólogo debe '"comprobar" las verdades y
hechos de la Escritura, porque tal cosa, prácticamente, destruye el concepto de la teología
ectípica, y lógicamente coloca el teólogo, una vez más, bajo el dominio de una ciencia
natural.
Kuyper prosigue sobre la hipótesis de que Dios no puede ser objeto directo de un estudio
científico. En un estudio tal, el sujeto se levanta por arriba del objeto, y tiene potencia para
examinarlo y comprenderlo. Pero el hombre pensador no puede relacionarse en tal forma con
Dios, I Cor 2: 11. Según Kuyper es por completo esencial distinguir entre dos clases de
teología, es a saber:
(b) teología corno ciencia, la cual encuentra su objeto en la revelación que Dios ha hecho de
sí mismo. La primera consiste en el conocimiento ectípico de Dios, contenido en la Escritura,
y adaptado a las facultades cognoscitivas del hombre; en tanto que la otra se define como
"aquella ciencia que toma el conocimiento revelado de Dios cerno el objeto de su
investigación y lo levanta al grado de sunesis (intuición, comprensión)".
Procuró por medio de esta distinción establecer una relación orgánica general, entre teología
y ciencia Y ahora habrá que preguntar si esta posición equivale a una negación del hecho de
que Dios es el objeto de la teología. Por una parte; en verdad, así parece, y de hecho Kuyper
claramente dice que el conocimiento revelado de Dios y nada más es el objeto de la teología
como ciencia.2 Este punto llegó a convertirse en asunto de debate teológico en los Países
Bajos. Al mismo tiempo también dice que esta ciencia todavía no merece el nombre de
teología si no profundiza nuestra penetración en el conocimiento ectípico de Dios.3 Se
preguntará si el método de Kuyper de presentar las cosas no es nada más otro modo de decir
que Dios es el objeto de la teología como ciencia, únicamente hasta donde El mismo se ha
revelado en su Palabra. O, para decirlo en otras palabras, que Dios no es el objeto directo de
la teología, aunque sí, es el último objeto de ella; que Dios no es el objeto inmediato, pero sí,
el objeto mediato por medio de la divina revelación de Sí mismo. Después de todo, según su
concepto, la teología como ciencia trata del Conocimiento de Dios, procura apropiarse y
asimilarse sus diferentes datos, para explicarlos en su grandiosa unidad, y forjarlos en una
estructura que satisfaga el conocimiento humano, y puede llamarse teología, únicamente, en
la medida en que profundiza nuestra penetración en el conocimiento de Dios. Además,
merece atención
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(a) que Kuyper afirma que la ciencia de la teología no admite otro motivo que "conocer a
Dios o aprender a conocerlo";
(b) que su negación de que Dios pueda ser el objeto de la ciencia humana, significa nada más
que no podemos por nosotros mismos alcanzar un conocimiento científico de Dios, sino que
estamos sujetos a su propia revelación;
(c) que él considera como un fenómeno muy precario que en teología "el objeto de la
investigación ya no sea la realidad de Dios sino la realidad de la religión."
Esta idea del asunto se corrobora con el hecho de que Bavinck considera a Dios como el
objeto de la teología, y sin embargo, define a la dogmática como "el sistema científico del
conocimiento de Dios"; que Hepp, uno de los discípulos y sucesores de Kuyper, dice que
Dogmática "es aquella parte de la ciencia que hace de Dios su objeto, tal como puede ser
conocido mediante su revelación, o para expresarlo más brevemente, que hace de la Escritura
su objeto"; y que Honig, uno de los primeros discípulos de Kuyper también sostiene que
ambas definiciones, — es decir que la teología es la ciencia de Dios, y que es la ciencia del
conocimiento de Dios, — son buenas, y que la disputa referente a ellas fue, en su mayor
parte, una disputa de palabras.4 Evidentemente el Dr. Warfield también siente que no están
en conflicto esas dos definiciones. El Dr. Warfield define la teología como "la ciencia que
trata de Dios y de las relaciones entre Dios y el universo", pero también dice: "Realmente el
objeto de la teología, como el Dr. Kuyper justamente ha insistido con frecuencia, es el
conocimiento ectípico de Dios". Para él esto no equivale a decir que las Escrituras
constituyen el objeto de la teología, porque explícitamente dice que "Las Escrituras, después
de todo, no son el objeto de la teología, sino nada más su fuente".1
En Alemania, en años recientes, surgió una reacción en contra del subjetivismo que introdujo
Schleiermacher, en la teología colocando al hombre en el centro, más bien que a Dios De
nuevo hay quienes acentúan el hecho de que Dios es el objeto propio del estudio teológico.
Esta nueva tendencia encuentra expresión en la obra de dos volúmenes de Schaeder. Este
autor comienza su segundo volumen con esta^ significativas palabras: "La teología tiene que
ver con Dios; siempre y en todo con Dios. Cada pregunta de la teología aun cuando se trata
de la naturaleza e historia del mundo, o del hombre y su vida, es realmente de carácter
teológico sólo cuando en última instancia gira alrededor de Dios". La teología de crisis difiere
considerable-mente de la teología teocéntrica de Schaeder, y eso, entre otras cosas porque se
aparta más completa y radicalmente del método de Schleiermacher. Aunque en la teología de
Schaeder es más prominente a la Palabra de Dios que en la de Schleiermacher, no se levanta
por encima del subjetivismo de éste. La teología de crisis, por otra parte, coloca la Palabra de
Dios, es decir, la revelación sobrenatural de Dios, prominentemente al frente, y por esa razón
se le llama "la teología de la Palabra de Dios". Barth define la tarea de la dogmática de la
manera siguiente: "Como disciplina teológica, la dogmática es la prueba científica a la cual la
Iglesia se autosujeta con respecto al lenguaje acerca de Dios que ella ha hecho peculiarmente
suyo". El mismo Barth, en El Credo se expresa de la manera siguiente: "La dogmática se
empeña en tomar lo que acerca de Dios se le dice primero en la revelación, y en pensarlo de
nuevo con pensamientos humanos, y en volverlo a decir en lenguaje humano Con esa
finalidad la dogmática desdobla y exhibe aquellas verdades en las cuales, concretamente, nos
atañe la verdad de Dios". * De manera que la dogmática se ocupa del material doctrinal que
la Iglesia ha sacado de la revelación de Dios.
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En realidad, no hay una buena razón por la que no debiéramos seguir hablando de la teología
considerándola como la ciencia que se ocupa de Dios De consiguiente, es posible considerar
el conocimiento ectípico de Dios como el objeto inmediato de la teología, y
bajo determinadas circunstancias sería deseable explicarlo de esa manera; pero desde todo
punto de vista sería preferible hablar de Dios, según se ha revelado en su Palabra,
considerándolo el objeto verdadero de la teología. Esto no implica que el sujeto pensador
pueda colocarse por encima de Dios considerándolo como objeto, y que el hombre pueda de
sí mismo extraer del Ser Supremo el conocimiento de la Deidad, ni que el sujeto humano
pueda comprender a Dios y de ese modo alcanzar acerca de El un conocimiento perfecto.
Cuando empleamos la definición antigua damos por entendido:
(a) que Dios se ha revelado y de este modo ha traído al hombre el verdadero conocimiento
del Ser Divino;
(b) que el hombre, creado a la imagen de Dios, es capaz de apropiarse y entender esta verdad
divina; y
(c) que el hombre tiene una tendencia inherente de sistematizar este conocimiento con la idea
de tener un mejor entendimiento acerca de Dios y de sus relaciones con sus criaturas.
Estamos con Bavinck y hacemos nuestra su definición: "La dogmática es el sistema científico
del conocimiento de Dios".
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certidumbre en una revelación autoritativa más bien que en la razón humana, única autoridad
en la ciencia. Actualmente resulta común encontrar científicos que sonríen de manera
significativa cuando oyen que el pueblo habla de la ciencia teológica. Harry Elmer Barnes
llega hasta declarar que el teólogo es notoriamente incompetente para ocuparse del contenido
del propio campo de estudio que escogió como suyo. He aquí lo que dice: "El concepto nuevo
de estos asuntos deja ver muy claro que el clérigo ya no puede pretender pasar por experto
competente en la manera de descubrir la naturaleza, voluntad y opera-ciones del nuevo Dios
cósmico. Si se tratara este
problema y se alcanzara alguna solución, tendría que hacerse mediante los esfuerzos
cooperativos de los sabios que se ocupan de las ciencias naturales y los filósofos de la
tradición de Dewey. En el mejor de los casos, el teólogo podría ser nada más un intérprete
competente, de segunda o tercera clase, respecto a los hechos e implicaciones que recogieran
especialistas en ciencia y filosofía, acerca del cosmos y de sus leyes . . . Pero ahora, cuando
Dios tiene que ser buscado, siquiera en parte, en términos de los descubrimientos que se
produzcan en el tubo de ensaye, en el componente microscópico, en el interferómetro, en el
tubo de radium y en las ecuaciones de Einstein, el clérigo tradicional, queda en las premisas,
muy desesperadamente fuera de lugar". Hay más de un grano de verdad en las siguientes
palabras de Macintosh: "Entre las ciencias empíricas, la teología no hallará una siquiera, tan
pobre que la reconozca como ciencia, y mucho menos que le muestre reverencia. Además,
hasta gran parte del mundo, incluyendo multitud de personas que todavía se precian de
religiosas, van llegando a la participación del desprecio que los hombres de ciencia sienten
hacia la teología".
No dejó de sentirse el efecto que produjo en la actitud de los teólogos y del pueblo religioso
en general, esta extendida negación de hombres de ciencia y filósofos, repetida por gran
número de personas menos ilustradas que popularizaban la opinión en boga. Especialmente
fue doble la reacción de aquellos teólogos que aceptaron el fallo de los hombres de ciencia.
Algunos simplemente abandonaron la pretensión de la teología al elevado honor de ser
científica, y aparecieron perfectamente de acuerdo en asignarle una posición inferior. Dice
Macintosh: "Recientemente bajo la presión de mucha crítica hostil, ha habido una retirada
estratégica, y las definiciones que generalmente resultan favorecidas son afirmaciones
modestas de las que resulta que la teología es la expresión intelectual de la religión".
Sin embargo, otros se han dedicado a la tarea de reconstruir la teología en forma tal que
vindique su antigua y venerable reclamación a que se le reconozca una posición científica. En
lugar de la experiencia religiosa, de la fe religiosa, o de la religión en general, tomaron a Dios
como objeto de la teología, lo que significa que se volvieron de lo objetivo a lo subjetivo, de
lo divino a lo humano, de lo supersensible a ciertos fenómenos psicológicos que caen bajo la
observación humana. Constantemente se empeñan más y más en el estudio y la interpretación
de la vida religiosa, por medio de la aplicación del verdadero método científico, el que
Macintosh describe como "el método de observación y experimento, de generalización y
explicación teórica". Añade este autor que "si la teología, verdaderamente, se ha de convertir
en científica, lo ha de lograr convirtiéndose, fundamentalmente, en empírica". No cree que
los métodos de Schleiermacher, Ritschl y Troelsch hayan tenido éxito, pero no por eso
abandona toda esperanza. Se expresa así: "La teología sistemática ni ahora, ni nunca ha sido
una ciencia empírica. Sin embargo, esto no quiere decir que no pueda convertirse en ciencia,
y eso en un futuro muy cercano". Es muy notable que este teólogo moderno, al igual que
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Schaeder en Alemania, acentúa de nuevo el hecho de que el objeto de la teología no es la
religión, sino Dios tal como se ha revelado en la experiencia religiosa (tomando la
experiencia en su más amplio sentido) y en la historia de las religiones.
11
b. Desde otro punto de vista sí es posible La situación resulta muy diferente si el vocablo
"ciencia" se toma en el sentido del vocablo alemán "wissenschaft" o del holandés
"wetenschap".
La teología tiene su método distintivo, pero después de todo hay mucho que tiene en común
con otras ciencias. Si el asunto que trata ha sido dado mediante revelación, también así
acontece, estrictamente hablando, con los asuntos que las otras ciencias erigen en sistemas.
La razón no puede considerarse como la fuente de este asunto, sino nada más como el
instrumento por medio del cual lo domina, analiza, clasifica y sistematiza. Y si en general, las
ciencias se valen de la razón humana para la construcción de sus sistemas de conocimientos,
así también depende la teología de la razón humana santificada, para su trabajo de
investigación y construcción. Es verdad que en el trabajo del teólogo resulta fundamental el
elemento de la fe, pero tampoco hay un solo hombre de ciencia que por completo pueda
excluir la fe de su trabajo. Y si el teólogo tiene que dejar sin solución un gran número de
preguntas decisivas, esto también es cierto en alto grado respecto a cada una de las otras
ciencias.
La teología, pues, no se mueve en la esfera de las ciencias naturales y, por eso, no aplica ni
quiere aplicar sus métodos. Si lo hiciera tendría como único resultado destruirse a sí misma
mediante la aplicación del método experimental. Tiene mucho más en común con las
llamadas Geisteswissenschaften un término que Baillie tradujo como "ciencias del espíritu".
Recuérdese que la teología no es nada más una ciencia descriptiva que proporciona sólo
conocimientos históricos, sino muy ante todo, es decididamente una ciencia normativa que
trata de la verdad absoluta, dada por medio de revelación y que obliga a la conciencia. Shedd
habla de ella como de una ciencia absoluta que resulta verdadera no sólo para el intelecto
humano sino para toda inteligencia racional. También la llama ciencia positiva para indicar
que la fe produce el conocimiento real y verdadero de su objeto, aunque tenga que dejar
muchos misterios sin explicación. Si ocasionalmente otros niegan que sea ciencia positiva,
dan a entender con ello que no es ciencia positiva en el sentido en que Comte utilizó la
palabra.
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Bajo este encabezado general consideremos la pregunta respecto al grupo al que pertenece la
dogmática, y de manera más particular, la relación que guarda con la apologética y la ética.
Hay muy poca diferencia de opinión en cuanto al grupo de estudios teológicos al que
pertenece la dogmática. Casi siempre se le clasifica con la Sistemática o, como Kuyper la
llama, el grupo dogmatológico, es decir, el que se centra alrededor del dogma de la Iglesia.
Los otros estudios más importantes que Kuyper incluye en el mismo grupo son los Símbolos
o Credos, la Historia del Dogma, la Ética, la Apolo-gética y la Polémica. Esto, no obstante,
Schleiermacher se aparta de la clasificación común y la clasifica con la Teología Histórica.
Esto se debió al hecho de que concibió la dogmática como la exposición sistemática de la fe
cristiana en cierta etapa de su desarrollo, y de todo más específico, como la ciencia de la
doctrina confesada por una iglesia cristiana particular, en una determinada etapa de su
desarrollo histórico. Según Schleiermacher el dogma se caracteriza más por el cambio que
por la estabilidad. Es producto de la siempre cambiante experiencia religiosa de la Iglesia, y
tiene valor e importancia sólo hasta donde está de acuerdo con la inmediata y creyente
conciencia cristiana. De acuerdo con este concepto del dogma la teología dogmática se
explica como la "ciencia de la presentación unida de la doctrina vigente en una asociación de
Iglesias Cristianas, en una época determinada". Como una expresión de la siempre cambiante
vida religiosa, la dogmática, según estima Schleiermacher, no es expresión de verdad
absoluta y, por tanto, carece por completo de autoridad permanente.
Sin embargo, esta idea de Schleiermacher no resultó muy favorecida en el mundo teológico,
ni siquiera entre los teólogos amplitudistas. Rothe y Dorner son los eruditos más notables que
en este asunto siguieron a Schleiermacher. Raebiger dice correctamente: "Según el lugar que
Schleiermacher asigna a la dogmática, ésta debe ser una historia de la doctrina comúnmente
aceptada el día de hoy" El mismo George Burman Foster levanta objeciones a la definición
de Schleiermacher, en las siguientes palabras: "Pero la teología histórica tiene que ver con
hechos, no con verdades: con lo que fue, no con lo que debe ser. Y ciertamente, esta
limitación de la tarea dogmática a la teología histórica no ha encontrado adherentes, ni
siquiera entre estos mismos grandes teólogos, y mucho menos en Schleiermacher, el gran
campeón de la idea".
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elaborada La apologética se convirtió en una especie de fundamento y desde entonces,
algunas veces se le ha llamado Teología Fundamental.
Este concepto de Schleiermacher fue adoptado por Ebrard, un teólogo Reformado. Beattie
también lo favorece en su libro sobre Apologética. Dice así: "Sería mejor, por tanto, dar a la
Apologética un lugar propio y considerarla como una disciplina introductoria a todo el
sistema teológico. Esta, a no dudarlo, es la mejor idea" El Dr. Warfield comparte este
concepto acerca de la apologética. La concibe como "el departamento teológico que establece
los principios constitutivos y reguladores de la teología considerada como ciencia; y al
establecer estos principios, establece también todos los detalles que de ellos se derivan,
mediante los departamentos adecuados, explicándolos y sistematizándolos correctamente".
Dice además que, la apologética se ocupa de "establecer la verdad del cristianismo como
religión absoluta, haciéndolo en forma directa sólo cuando la considera como un todo, e
indirectamente, sólo cuando la considera en sus detalles". Se supone que la apologética,
apelando directamente a la razón en favor de sus evidencias, se ocupa de los grandes temas
de Dios, la religión, la revelación, el cristianismo y la Biblia. Los restantes departamentos de
la teología únicamente pueden construir sobre el fundamento puesto por la apologética.
Según Bruce, de este modo se convierte la apologética en una clase de mediador entre la
filosofía y la teología, pero un mediador en el cual Bruce no tiene mucha confianza. Bruce
concibe la apologética como "una que prepara el camino de la fe, un auxiliar de la fe en
contra de las dudas, vengan de donde vinieren, y de manera especial, aquellas que son
engendradas por la filosofía y la ciencia". Este modo de hablar, refiriéndose a la apologética
como "una que prepara el camino de la fe" no obstante lo diferente que en otros sentidos sea,
parece una idea más o menos alineada con el concepto de Schleiermacher. Henry B. Smith
expresa su posición en estas palabras: "Es mejor considerar a la Apologética como dogmática
histórico-filosófica. Es todo el contenido y la sustancia de la fe cristiana arreglado para
utilizarse en forma defensiva y ofensiva".
Kuyper, Bavinck y Hepp tienen objeciones serias contra el concepto que tiene
Schleiermacher de la apologética, y las críticas tajantes de aquéllos parecen estar plenamente
justificadas. Registran de manera especial las siguientes objeciones: (a) aunque, como el
nombre lo indica, la apologética es propiamente una ciencia defensiva, resulta que bajo el
concepto de Schleiermacher se cambia en ciencia constructiva, que aspira a la construcción
de un sistema independiente, surgido de datos filosóficos y por medio de argumentos
racionales nada más. (b) Según este concepto la apologética precede a los cuatro
departamentos de la teología como una clase de Principios y la teología tiene que construir
sobre un fundamento colocado por la razón humana, (c) De esta manera la teología queda
despojada de su carácter independiente y deriva sus principios de un sistema que es producto
de la razón pura, todo lo cual 'resulta en contra de la naturaleza de la teología.
Los teólogos con cuyos nombres iniciamos el párrafo anterior le conceden a !a apologética un
lugar en relación con el estudio de la dogmática, y le señalan la tarea de vindicar el sistema
cristiano de la verdad en contra de los ataques de la falsa filosofía y la ciencia. Por una parte
tratan de evitar que se dé a la apologética un valor exagerado, y por la otra, que no se la
menosprecie. No quieren descuidarla, ni considerarla nada más como un estudio de
importancia práctica, sino señalarle una tarea modesta y sin embargo, importante, cual es la
defensa del dogma de la Iglesia en contra de todos los ataques, y que al hacerlo lo haga en
forma constructiva y fundamental, y no nada más ocasionalmente según lo determinen las
controversias en boga.
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3. LA RELACIÓN ENTRE LA DOGMÁTICA Y LA ÉTICA.
Ninguna rama de los estudios teológicos está tan estrechamente relacionada con la dogmática
como la Ética Cristiana o Teológica. Antes y durante la Reforma muchos teólogos
incorporaron la ética cristiana en sus dogmáticas, y varios teólogos del siglo XVII la tratan en
una segunda parte que sigue a la dogmática, y sin embargo, hasta en esos primeros tiempos
algunos comenzaron a descubrirla como una disciplina separada, con objeto de hacerle mayor
justicia que la que se podría hacerle en una semana tratando de dogmática. Según Geesink
Daneau fue el primero que publicó una Ética Reformada en 1577. Esta separación entre la
dogmática y la ética no se generalizó de inmediato, aunque los teólogos comenzaron a hacer
en sus tratados una distinción más aguda entre el material dogmático y el ético, credenda y
faciendo, (entre el creer y el hacer). Sin embargo, gradualmente, fue aumentando la práctica
de separarlas. Aunque esto, en sí, nada tenía de perjudicial, tuvo resultados desastrosos
puesto que la ética gradualmente se fue apartando de sus amarras religiosas. Bajo la
influencia de la filosofía del siglo XVIII la ética cristiana gradualmente quedó despojada de
su carácter teológico. En la filosofía de Kant la religión se fundó sobre la ética más bien que
la ética sobre la religión. Y en los escritos de autores como Schleiermacher, Ritschl, Rothe,
Herrmann y Troeltsch la moralidad queda divorciada de la religión y adquiere carácter
autónomo.
Volvieron a ligar la ética con la religión escritores como Dorner, Wuttke y Luthardt, sólo que
lo hicieron en forma muy insatisfactoria. De hecho no hay diferencia de principios entre la
dogmática y la ética. Los principios de la una, son también los de la otra. Por tanto, no hay
por qué admirarse de que algunos hayan vuelto a buscar una relación más estrecha entre las
dos. En el siglo pasado Raymond incluyó por separado un sistema de Etica en su Systematic
Theology, George Burman Foster en su obra, Christianity in Modern Expression hizo lo
mismo. Y teólogos Reformados tan distinguidos como Charles Hodge y Robert L Dabney
incorporaron una discusión sobre los Diez Mandamientos en sus tratados de teología
sistemática. Kuyper considera deseable tratar por separado a la ética teológica debida: (a) las
verdades éticas se han venido desarrollando de manera diferente a las verdades dogmáticas; y
(b) el estudio de cada una de ellas tiene sus propios requisitos y métodos. La dogmática
discute los articula fidei, en tanto que la ética los praecepta decalogi. Y Geesink dice que se
admite por lo general que es incorrecta la separación entre dogmática y ética, aunque su
estudio por separado es recomendable. x Fuera de toda duda, es cierto que las dos debieran
considerarse y estudiarse siempre teniendo en cuenta que guardan entre sí la más estrecha
relación. La verdad revelada en la Palabra de Dios demanda una vida que armonice con esa
verdad. Las dos son inseparables en esencia.
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