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Síntesis Del Libro de Derecho Romano de Juan Iglesias (Páginas 103-202)

El documento resume los conceptos clave del derecho romano sobre el sujeto de derecho. Explica que en Roma solo eran sujetos plenos de derecho los hombres libres que también eran ciudadanos romanos y estaban bajo su propia autoridad (sui iuris). También distinguía entre personas físicas (los hombres) y personas jurídicas (organizaciones). Por otro lado, los esclavos no tenían capacidad jurídica aunque podían realizar algunas acciones legales. La esclavitud podía terminar por manumisión u otras causas
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Síntesis Del Libro de Derecho Romano de Juan Iglesias (Páginas 103-202)

El documento resume los conceptos clave del derecho romano sobre el sujeto de derecho. Explica que en Roma solo eran sujetos plenos de derecho los hombres libres que también eran ciudadanos romanos y estaban bajo su propia autoridad (sui iuris). También distinguía entre personas físicas (los hombres) y personas jurídicas (organizaciones). Por otro lado, los esclavos no tenían capacidad jurídica aunque podían realizar algunas acciones legales. La esclavitud podía terminar por manumisión u otras causas
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Síntesis del libro de Derecho Romano de Juan Iglesias (Páginas 103-202)

1. El sujeto de derecho

En el pasado la plena capacidad jurídica no era reconocida a todo individuo como en los
ordenamientos modernos, sino que solo los hombres cualificados según unos requisitos
estrictos eran considerados aptos para llevar derechos y obligaciones. En la Antigua
Roma, existía un personaje, al cual se le denominaba pater, que era un ciudadano
independiente (homo sui iuris), poseyente de la autoridad y el dominio de todas las
personas que habitaban en su casa. Para que este pudiese cumplir con la condición de
paterfamilias, de sujeto plenamente apto para ser titular de relaciones jurídicas, debía
cumplir con el estado de ser un ciudadano libre y no estar sujeto a potestad paterna.

Del mismo modo, en el derecho romano, ser sujeto de derecho es aquel en quien, sobre
la humana condición, concurren tres condiciones: la de ser libre, ciudadano y sui iuris.
Lo es también el ente distinto del hombre al que la ley reconoce capacidad jurídica. En
Roma faltaría un nombre técnico para designar la capacidad jurídica, esto es, la aptitud
del hombre para ser sujeto – potencial o actual – de relaciones jurídicas, para tener
derechos y contraer obligaciones.

Entre los romanos, la palabra persona tiene el significado normal de “hombre”, sin que
aquí se haga alusión a su capacidad. Bajo tal aspecto, tanto es persona el hombre libre
como lo es el esclavo – persona serví –al que no se considera sujeto de derecho.

Por nuestra parte, con la palabra persona se designa, en sentido técnico-jurídico, aunque
no sea romano, al hombre capaz de derechos –libre, civis romanus y sui iuris– y a las
organizaciones humanos –complejos personales o patrimoniales– a las que la ley otorga
capacidad jurídica. Hay, en efecto, dos clases de personas: las personas físicas, que son
los hombres –entes corpóreos, visibles y tangibles– y las personas jurídicas – entes
sociales e incorporales: asociaciones y fundaciones–.

La personalidad o capacidad jurídica del hombre, así como la de las organizaciones


humanas sólo fue reconocida en época avanzada del Derecho romano. En los primeros
tiempos, la cualidad del hombre no es bastante, por sí sola, para otorgar la capacidad.
Sujeto de derecho únicamente es el paterfamilias, y dado que éste ha de ser libre,
ciudadano y sui iurís, la plenitud de la capacidad jurídica implica el concurso de tres
condiciones: libertad, ciudadanía y no sometimiento a una autoridad familiar.
1.1. Personas físicas: Existencia del hombre

El nacimiento y la muerte señalan el comienzo y el fin de la persona física, del hombre.


En orden al nacimiento, se exigen por la ley los siguientes requisitos:

 Nacimiento efectivo, esto es, total desprendimiento del claustro materno.


 Nacimiento con vida: En cuanto a la prueba de la vida, entendían los
proculeyanos que era menester la emisión de gritos, mientras los sabinianos
consideraban que bastaba cualquier signo o manifestación.
 Forma humana del nacido.

Nacido un hombre, en las condiciones antedichas, el Derecho romano no le confiere, sin


más, la capacidad jurídica. Contrariamente a lo que sucede en las legislaciones
modernas, donde persona –sujeto capaz– es el hombre, por eso solo hecho del
nacimiento, en Roma se exigía que el nacido sea libre (status libertatis) y ciudadanos
(status civitatis).

1.2. Status libertatis: Libres y esclavos

En la disciplina de la ley romana, los hombres se dividen en libres y esclavos.

Esclavo es el hombre al que la norma positiva –no la naturaleza– priva de libertad. Su


destino, por imperio legal, no es otro que el de servir al hombre Ubre, y no el hecho
mismo de estar sometido al dominio de aquél define su estado personal. El esclavo se
hallaba destinado a servir de modo permanente, solo cesando su status cuando se ponía
por obra una declaración de libertad. En los comienzos de la República esta semejante
comunidad cedió paso ante las grandes explotaciones agrícolas e industriales,
convirtiéndose el esclavo en mero instrumento de trabajo.

Ya en estos tiempos se produce también, aunque sólo sea de hecho –fuera de la


intervención legislativa–, una corriente humanitaria encaminada a mejorar la situación
de los serví y a favorecer con largueza las declaraciones de libertad. Es luego, en la
época Imperial, cuando la humanitas penetra con firmeza, reconociéndose el derecho
del esclavo a la vida, a la integridad personal y moral.

La situación del esclavo puede resumirse en los siguientes términos:

 El esclavo carece de capacidad jurídica, ya sea personal o patrimonial. No es


sujeto de derecho, sino cosa –res–, simple objeto.
 El esclavo tiene capacidad de obrar, esto es, capacidad negocial y capacidad
penal. Puede realizar negocios jurídicos, si bien todo lo que adquiera con ellos
pasa al patrimonio del dueño, sobre el cual, por lo demás, cabe que recaiga la
responsabilidad dimanante de ciertas normas pretorias.
 El esclavo goza de personalidad jurídica. Le es dable constituir relaciones
familiares de naturaleza y fines semejantes a las que son propias de los hombres
libres. Este también puede tener una pequeña cantidad de bienes que el dominus
le confiere en disfrute y administración, si bien la posesión y la propiedad
quedan vinculados al último.
 El esclavo tiene personalidad en el orden religioso, que se manifiesta en el culto
público y familiar, en el voto, en el juramento, en el sepulcro, etc.

Entre las causas principales por las que se incurre en esclavitud son las siguientes:

 Nacimiento: Nace esclavo el hijo de madre esclava, aunque sea concebido por
obra de hombre libre.
 Cautividad de guerra: Es la causa más importante de esclavitud (captivus). Eran
esclavizados los prisioneros hechos a pueblos no aliados de Roma, aun sin
declaración de guerra, que era necesaria, en cambio, cuando se trataba de
pueblos que tenían tratados de alguna especie con Roma. Esos prisioneros de
guerra eran vendidos como esclavos. También son esclavos los ciudadanos
romanos apresados por el enemigo, más el ius civile Romanorum sólo considera
serví iusti a los prisioneros hechos por Roma.
 Condena penal: Caían en esclavitud los condenados a ciertas penas graves. Así,
los condenados estaban destinados a morir o a trabajos forzados en las minas.
 Disposición especial de la ley: En el Derecho clásico, incurrían en esclavitud el
hombre libre y el mayor de veintiún años que se hacía vender como esclavo, esto
es, para dividir el precio con el fingido vendedor, luego de recobrar la libertad.
También la mujer libre, romana o latina, que, manteniendo relaciones
concubinarias con un esclavo, no atendiese la triple intimación del dueño de éste
para que cesaran las mismas.
 Otras causas por las que se caía en esclavitud, en el Derecho antiguo, eran las
siguientes: faltar al pago de impuestos, eludir el servicio de las armas, sustraerse
al censo, desertar del Ejército, causar ofensa al Derecho de gentes, cometer hurto
en ocasión de ser sorprendido y no pagar a los acreedores.
Por otro lado, la esclavitud se extingue por acto voluntario del dueño (manumisión) o
por decisión de la ley.

 Por manumisión: Es un acto de disposición por virtud del cual el esclavo se hace
libre y ciudadano. En Roma existían dos formas de otorgar la manumisión:

1. Forma solemne (Civil), por la cual el esclavo manumitido pasaba a ser


considerado libre y con calidad de ciudadano romano.
Per censum (por censo): Si el dueño del esclavo lo inscribe en algún
censo realizado por el magistrado correspondiente, el esclavo pasa a ser
libre desde la entrada en vigencia del censo.
Per vindicta (por juicio): En sí, se trata de un juicio simulado en el cual
el dueño del esclavo (dominus) se presenta ante algún magistrado y
declara su deseo de hacerlo libre; este pasa a ser hombre libre desde el
momento de la sentencia.
In sacrosanta ecclesia (en la iglesia): Se produce si, en la iglesia, el
dueño toma como testigo al obispo para dar libertad al esclavo. También
se considera el otorgarle la libertad al esclavo frente a los feligreses.
Per testamentum (por testamento): Cuando el dueño del esclavo
transcribe sus bienes en su testamento y declara al esclavo hombre libre,
este queda en libertad al momento de la muerte de su dueño.

2. Forma no solemne (Pretoria), en la que el esclavo era liberado, pero no se le


otorgaba la ciudadanía romana sino que quedaba en condición de ciudadano
latino (latini iuniani), esto obligaba al liberado latino a traspasar todos sus
bienes a su antiguo dueño al momento de su muerte.

Inter Amicos (entre amigos): El dueño declara libre al esclavo en


presencia de cinco testigos.
Per Epistolam (por carta): El dominus le escribía una carta al esclavo
otorgándole la libertad. Justiniano exigió, además, cinco testigos que
firmaran o dieran fe del contenido de la carta.
Per Mensam (en la mesa): Cuando el esclavo es invitado a comer a la
mesa del dominus.
 Por decisión de ley: A través de la concesión del Estado, fueron declarados
Ubres, ya en tiempo de la República, los esclavos que hubieran observado una
conducta benemérita, descubriendo conspiraciones o denunciando la comisión
de delitos.

Del mismo modo, ciertas categorías de personas ocupan una posición semejante a la de
los esclavos.

 Personas “in mancipio”: Dícese que está in mancipio el flliusfamilias cuyo pater
lo vende o entrega a otro pater, en reparación de un delito que aquél cometió.
 Colonos: Son los individuos que, no obstante tener personalidad jurídica, se
hallan adscritos permanentemente, con sus familiares, a la tierra.
 Auctoratus: Llamándose así al hombre libre que arrienda sus servicios como
gladiador a un empresario, obligándose bajo juramento a dejarse quemar, sujetar
y morir con el hierro.
 Redemptus ab hostibus: Es el ciudadano rescatado por un tercero de la
cautividad, mediante una cantidad de dinero. Considerado esclavo del liberador
y sólo recupera su antiguo status, estos es, su libertad, pagando a éste lo que dio
por su rescate.
 Addicti: Son los individuos que, no habiendo satisfecho la prestación debida al
acreedor, son objeto de un procedimiento de ejecución en la propia persona,
autorizándose por el magistrado su aprehensión.
 Homo líber bonaflde serviens: Es el hombre que, no obstante ser libre, sirve de
buena fe como esclavo.

En fin, ciudadano romano con ciudadanía plena es el que se halla facultado para
participar en toda suerte de derechos: en los de razón pública y en los de razón privada.
La capacidad jurídica implica, en el orden político, la tenencia de los siguientes
atributos: derecho de voto en las asambleas, derecho de acceso a los cargos
magistratuales, derecho a servir en las legiones, derechos de ser sujetos activos o
pasivos en las relaciones contractuales, derecho de actuar en juicio civil, derecho a
contraer matrimonio romano y constituir una familia, etc.

1.3. El status familiae


Esto nos lleva a nuestro siguiente tema sobre el status familiae, que es la situación en
que se encuentra un hombre libre u ciudadano con relación a una determinada familia.
La distinta situación en la familia y no la situación misma –el status–, puede influir
sobre la capacidad jurídica, en el sentido de aumentarla o disminuirla. La plena
capacidad se da en el homo sui iurís, esto es, en el individuo que carece de ascendientes
legítimos varones, o bien en el que ha salido de la potestad bajo cuya dependencia se
encontraba.

El homo sui iurís es llamado paterfamilias, sin que tal denominación haga referencia al
hecho de que tenga o no hijos, ni tampoco al de que sea o no mayor de edad. La
condición de paterfamilias sólo se predica respecto al varón no sujeto al poder familiar
romano y siempre en cuento que es o puede ser jefe de una familia. De tal posibilidad
está excluida la mujer, aunque sea sui iurís.

El sometido al poder familiar, cualquiera que sea su edad y sexo, es persona alieni iurís
o alienae potestatis subiectus. En semejante categoría se comprenden: a) el
flliusfamilias, descendiente legítimo o adoptivo de un pater viviente; b) la mujer sujeta a
la voluntad de su propio marido; c) el in causa mancipii, individuo recibido en noxa tras
haber cometido un delito, o en garantía de obligaciones del paterfamilias del que
dependía.

La pérdida de la libertad –status libertatis–, o de la ciudadanía –status civitatis–, o de la


posición que se ocupa en la familia –status familiae– es designada por los clásicos con
la expresión capitis deminutio. Aunque este concepto no se traduce por el de pérdida o
disminución de la capacidad jurídica, si llevan aparejado un empeoramiento de esta
condición.

2. Negocios jurídicos

La concreta aplicación de la norma jurídica depende de que se verifiquen ciertos hechos


por ella genéricamente prefijados. Los hechos que son presupuestos para la aplicación
reciben el nombre de hechos jurídicos.

El hecho que produce consecuencias jurídicas tanto puede pertenecer al mundo humano
como al mundo de la naturaleza. Se distinguen así entre hechos no voluntarios y hechos
voluntarios. Los primeros son los independientes de la voluntad del hombre, como el
nacimiento o la muerte de una persona. Los segundos son llamados propiamente actos
jurídicos.

Los actos jurídicos se dividen en dos categorías: el acto ilícito, perseguidor de un fin
prohibido por la ley, y contra el cual ésta reacciona con miras a restaurar el orden
jurídico; y el negocio jurídico, acto enderezado al logro de un fin que la norma jurídica
reconoce y tutela.

El negocio jurídico es una manifestación de voluntad encaminada a la consecución de


un fin práctico permitido y protegido por la ley. Consecuencia del mismo es la
adquisición, la modificación o la pérdida de un derecho subjetivo, según conformidad
con el fin práctico. Esta categoría está integrada por una amplia variedad de figuras,
atendiendo a las particulares circunstancias con que las mismas se presentan, la ciencia
moderna formula diferentes clasificaciones. He aquí las principales:

 Negocios personales y negocios patrimoniales

Atiende esta división a la propia naturaleza de las relaciones jurídicas reguladas por
tales negocios. En el caso de los negocios jurídicos patrimoniales se regularán los
aspectos de contenido económico (contratos, testamentos...); en cambio se califican de
negocios personales los referidos a relaciones jurídicas de las personas cuyo objeto
fundamental radica en aspectos de naturaleza primordialmente extrapatrimoniales
(matrimonio, adquisición de nacionalidad...).

 Negocios típicos y negocios atípicos

Generalizando la división de los contratos típicos y atípicos, se aplican tales epítetos al


negocio jurídico. Negocios típicos serán aquellos que, al tiempo que tienen
reconocimiento legal expreso, gozan de un régimen normativo específico (adopción,
contrato de compraventa, testamento, etc.). Frente a ellos, negocios atípicos serán los
acuerdos de voluntades que, siendo lícitos y admisibles con carácter general, como
derivación de la autonomía privada, carecen de regulación institucional por no haber
sido contemplados expresamente por el legislador (uniones de hecho, contrato de garaje,
etc.).

 Negocios causales y negocios abstractos


Atendiendo a la relevancia de la causa, se distingue entre negocios causales y negocios
abstractos. Estos últimos serán aquellos que producirán efectos por la mera voluntad de
las partes y sin necesidad de tener en cuenta el elemento causal, si bien no parecen ser
admisibles en nuestro sistema jurídico.

 Negocios gratuitos y negocios onerosos

Se habla de negocio gratuito (o lucrativo) cuando uno de los sujetos se enriquece u


obtiene un beneficio a consecuencia del negocio, sin asumir carga o contraprestación
alguna (donación o regalo y para el Código Civil son igualmente gratuitos los contratos
de mandato, préstamo y depósito, que también se encuentran transidos de la idea de
altruismo, beneficiar a alguien sin exigir nada a cambio)

Por el contrario, en los negocios onerosos la prestación de una parte encuentra su razón
de ser en la contraprestación de la otra (arriendo para que me paguen el arrendamiento y
el arrendatario paga para tener un local). Se trata de conseguir algo mediante la
transferencia a la otra parte de un valor equivalente.

 Negocios bilaterales y negocios unilaterales

Los negocios unilaterales surten (o pueden surtir) efectos en virtud de la declaración de


voluntad de una sola persona (o, en su caso, de varias si actúan ocupando la misma
posición jurídica). Así ocurre con el testamento o en el acto de apoderamiento.

Por el contrario, los negocios se consideran bilaterales cuando para ser eficaces
requieren la emisión de las declaraciones de voluntad de dos o más personas que ocupan
posiciones jurídicas distintas o contrapuestas (contratos).

En el caso de que varias personas tengan que manifestar su voluntad y ocupen


posiciones similares o persigan un mismo objetivo (contrato de sociedad, constitución
de asociación o fundación...) es necesario hablar de acto plurilateral o de acto colectivo.

La contraposición entre unilaterales y bilaterales se fundamenta en el nacimiento de


obligaciones a cargo de una o de ambas partes y así se considerarán bilaterales o
sinalagmáticos aquellos que general obligaciones para ambas partes, de forma recíproca
y correspondiente, y serán unilaterales los que generan obligaciones para una sola de las
partes contratantes.

 Negocios solemnes y negocios no solemnes


Esta división se establece atendiendo a si la declaración de voluntad en que asienta el
negocio debe instrumentarse ajustándose a una determinada forma (o no). Se consideran
negocios solemnes o formales aquellos que para producir los efectos que le son propios
deben asumir una forma determinada, legalmente prescrita.

En rigor es necesario distinguir entre forma propiamente dicha y formalidad para aclarar
la contraposición entre ambos tipos de negocios ya que es evidente que toda declaración
de voluntad tiene que asumir una forma determinada (verbal, por gestos, por hechos...).

Por consiguiente, deben considerarse negocios solemnes aquellos en que


imperativamente se impone una formalidad determinada, sin la cual el negocio no
producirá efectos: escritura pública, declaración ante el Encargado del Registro Civil,
etc.

2.1. Formas de manifestación de la voluntad

El elemento principal del negocio jurídico es la voluntad. La misma se cifra en tener


conciencia del negocio las partes que lo realizan, queriendo efectivamente realizarlo. La
voluntad interna no es suficiente para que el negocio nazca a la vida de la realidad
jurídica. La voluntad ha de ser declarada o manifestada, ya sea de acuerdo con las
normas prescritas por la ley, ya a tenor de la peculiar naturaleza de las relaciones que
entran en juego. Tal declaración puede ser oral o escrita, expresa o tácita, con
solemnidad o sin ella.

La voluntad también puede manifestarse por medio de otra persona, lo cual no debe ser
confundido con la facultad de representar. El intermediario no es más que un agente o
instrumento, un vocero del declarante. En cualquier caso, el negocio produce todos sus
efectos en cabeza del sujeto que se sirve del nuntius. El Derecho romano conoce
únicamente la posibilidad de que se lleve a cabo un negocio por cuenta de otro, pero no
en nombre de otro.

2.2. Elementos accidentales del negocio jurídico

Los elementos accidentales del negocio jurídico son la condición, el término y el modo.

1. La condición
Es un acontecimiento futuro y objetivamente incierto, del cual las partes hacen depender
la eficacia de un negocio jurídico. Durante la investigación del tema, nos encontramos
con numerosas condiciones de las cuales solo se explicarán las siguientes:

 Atendiendo a la naturaleza del hecho, se distinguen en positivas y negativas,


según prescriban un hecho o una omisión.
 Considerada la causa del evento, se clasifican en potestativas, casuales y mixtas.

→Las condiciones son potestativas cuando el acontecimiento depende de la voluntad de


una de las partes. Dentro de estas condiciones hay que distinguir las que son
simplemente potestativas de las puramente potestativas. Las primeras son las que
dependiendo de la voluntad del interesado, requieren que el acto no consista en un
simple querer. Las segundas están constituidas por un simple querer.

→Son casuales cuando el acontecimiento futuro e incierto al cual se subordina el


negocio, depende de la casualidad; por ejemplo, si se da una cosecha. Observamos
entonces la independencia de este hecho a la voluntad de las partes.

→La condición es mixta cuando depende de un hecho de la naturaleza o de un tercero,


conjuntamente con la voluntad de una de las partes.

 Bajo el calificativo de "impropias" conoce la doctrina ciertas condiciones que,


en realidad de verdad, no tienen el carácter de tales, por faltar alguno de los
requisitos que definen su esencia. Son las siguientes:

→Condiciones imposibles. Se da esta denominación a aquellas condiciones de las que a


priori se tiene conciencia de que no han de ser cumplidas, por ser física y jurídicamente
irrealizables. Si afectan a actos inter vivos, se consideran nulas, en tanto que si atañen a
actos mortis causa, se toman por no puestas, y producen el mismo efecto que si éstos
fueran puros.

→Condiciones ilícitas. Se rigen –al menos en la legislación justinianea– por los mismos
principios que las imposibles.

→Condiciones "iuris" o "tacitae". Son las afectas a requisitos ya predeterminados por la


ley, en términos de considerarse innecesariamente repetidos. Tal ocurre, por ejemplo,
cuando se condiciona la entrega de la dote a la celebración del matrimonio: si nuptiae
fuerint secutae.
→ Condiciones in praesens vel in praeteritum collatae. Las condiciones relativas a un
hecho presente o pasado –por ejemplo: si Maevius vivit, si Titius consul fuit–, son
también impropias. Se trata de un hecho cierto, según la naturaleza de las cosas, aunque
para nosotros resulte incierto.

→Condiciones quae omni modo extiturae sunt, o condiciones referentes a


acontecimientos que, no obstante ser futuros, han de ocurrir inevitablemente

2. El término

Es un acontecimiento futuro y objetivamente cierto, a partir del cual comienzan o cesan


los efectos de un negocio jurídico.

De la misma definición deducimos que existen dos clases de término: el suspensivo y el


resolutorio o final: Es suspensivo cuando la llegada del término determina el comienzo
de los efectos del negocio; y es resolutorio cuando el cumplimiento del término
determina la cesación de los efectos del negocio.

La diferencia fundamental entre el término y la condición estriba en que ésta consiste en


un acontecimiento futuro y objetivamente incierto, mientras que el término entraña un
acontecimiento futuro y cierto.

3. El Modo

El modo es una carga impuesta a una persona beneficiada por un acto de liberalidad. Se
da en los negocios a título gratuito (es su requisito), como la donación y el legado, y
consiste en dar un destino determinado a alguno de los bienes que se han recibido.

Tiene cierta afinidad con la condición, pero se diferencian sustancialmente; mientras en


la condición suspensiva si ésta no se realiza, el negocio no surte efectos; en el modo, el
negocio sujeto a una carga modal, surte todos sus efectos.

2.3. Vicio y manifestación: Vicios de la voluntad

La voluntad –nervio del negocio jurídico– puede ser destruida o alterada por vicios que
afecten a su esencia o a sus notas singulares. Los vicios de la voluntad se distinguen en
conscientes o intencionados, esto es, conocidos y queridos por el sujeto declarante, e
inconscientes o inintencionados, en el supuesto contrario.
El error supone un conocimiento falso de algo, siendo esta falsedad reconocible para
una de las partes y excusable para la otra. El error, para tener trascendencia anulatoria,
debe ser esencial y recaer sobre la sustancia de la cosa que fue objeto del contrato, o
sobre aquellas condiciones de la misma que principalmente hubiesen dado motivo a
celebrarlo.

El dolo como vicio del consentimiento, muy diferente del dolo como criterio de
imputación en la responsabilidad civil, son las palabras o maquinaciones insidiosas de
parte de uno los contratantes que inducen al otro a celebrar un contrato que, sin ellas, no
hubiera hecho. El dolo debe ser principal o causante, exigiéndose un nexo causal entre
él y la celebración del contrato

La violencia es la coacción física o amenaza, de tal forma que se emplea una fuerza
irresistible para arrancar el consentimiento. La intimidación por su parte es la coacción
moral, cuando se inspira a uno de los contratantes el temor racional y fundado de sufrir
un mal inminente y grave en su persona (véase personalidad) o bienes o en la persona o
bienes de su cónyuge, descendientes o ascendentes.

La alegación de los vicios del consentimiento se hace a través de la acción de


anulabilidad. Esta acción tiene una legitimación activa restringida, de tal manera que la
pueden ejercitar los obligados principal o subsidiariamente por el contrato, pero las
personas capaces no podrán alegar la incapacidad de aquellos con quienes contrataron,
ni los que causaron la intimidación, la violencia o emplearon el dolo o produjeron el
error podrán fundar su acción en esos vicios del contrato. Su duración es de cuatro años
desde que se pudo ejercitar.

3. El procedimiento civil

Como ya es sabido, la norma jurídica atribuye al individuo singulares derechos o


facultades –derechos subjetivos– merced a los cuales le es dable atender a la
satisfacción de sus naturales exigencias. Ahora bien, tales derechos, facultades,
autorizaciones o pretensiones nada son y nada representan si la misma norma u orden
jurídico que les da vida no procura su mantenimiento y defensa. Y ya se comprender
que uno y otra sólo pueden conseguirse a través de la vía jurídica.
De aquí es relevante mencionar la palabra actio que para los romanos se empleaba en un
doble sentido: en sentido formal, como instrumento que abre puertas al proceso al logro
de la tutela jurisdiccional; y en sentido material, cual reclamación de un derecho civil
obligatorio como pretensión.

Faltaría en Roma un concepto unitario de denuncia o reclamación. De tal forma, no hay


una actio, sino particulares actiones con nombres diversos. Cada derecho se halla
sellado con una actio, y, en cualquier caso, no hay pretensión que tenga acceso a los
tribunales cuando respecto de ella no haya sido concedida una acción.

3.1. Clases de acciones

Las acciones pueden agruparse en varias clases o categorías Estas son en:

 Acciones civiles y acciones honorarias (o pretorias), Las primeras tienen su


descanso en el ius civile, y su tenor viene puesto de relieve por el de la fórmula,
concebida in ius. Las segundas dependen de la iurísdictio del magistrado.
 Acciones persecutorias, penales y mixtas.
 Actiones in rene e in personam.
 Actiones (iudicia) bonae fideo y strícti iuris.
 Actiones in bonum et aequum conceptae.
 Ationes arbitrariae.
 Acciones perpetus y temporales.
 Acciones directas y útiles. Las primeras son creadas para la defensa de un caso
o situación determinada, mientras que las segundas se extienden a casos o
situaciones parecidas.
 Acciones privadas y acciones populares. Las primeras concedidas a los
particulares y las segundas otorgadas a los ciudadanos para defensa de un interés
público.

3.2. El procedimiento civil romano

El proceso civil atravesó en Roma por dos grandes períodos: el del ordo iudiciorum
privatorum (desde los orígenes hasta el siglo III de nuestra era) y el de la extraordinaria
cognitio (desde el siglo III hasta el final). Dentro del primero, sin embargo, es menester
diferenciar dos épocas: la de las legis actiones (que se prolonga hasta la mitad del siglo
II A. C.) y la del procedimiento formulario. Característica común a ambas épocas es la
división del procedimiento en dos etapas: in jure y apud iudicem o in iudicio. La
primera tiene lugar ante un magistrado que ejerce los poderes inherentes a la
jurisdicción, pero carece de facultades decisorias, y la segunda ante un juez privado
iudex unus), que es designado por las partes de común acuerdo y a quien incumbe la
facultad de resolver la controversia, aunque carece del imperium necesario para hacer
cumplir su decisión.

3.3. Procedimiento de las legis

Legis actio es el procedimiento solemne entre dos litigantes, que tiene lugar ante un
magistrado jurisdicente, y por medio del cual, empleando palabras solemnes y hasta
ademanes simbólicos, en presencia de testigos, se prepara el juicio, que recibirá luego
ante el juez su ulterior desarrollo. Las legis actiones eran cinco, pero tan sólo tres
miraban al procedimiento de cognición, tales eran: la legis actio sacramento, la iudicis
postulatio, y la condictio; las otras dos, la manus iniectio y la pignoris capio,
correspondían al procedimiento de ejecución. En todas estas se procedía con tal
solemnidad de forma y con una precisión tan rigurosas, que la menor inexactitud llevaba
aparejada la pérdida del proceso.

3.4. Procedimiento formulario

El procedimiento formulario es, en Derecho romano, el tipo de proceso civil cuyo uso
sustituye al de las acciones de la ley a partir del siglo I a.C., aunque contiene sus
avances. Con éstas conforma la etapa del ordo iudiciorum privatorum, caracterizada por
el mayor peso del elemento privado ante el público. Es en esta etapa, cuya vigencia se
extiende desde el siglo I a.C. hasta finales del siglo II d.C., es cuando se desarrolla el ius
honorarium, que ayuda, suple y corrige al ius civile a través del Edicto. Su origen se
encuentra en la jurisdicción del pretor peregrino.

Las acciones formularias se basan en un texto escrito denominado fórmula y se


caracterizan por su tipicidad y flexibilidad (cada interés tiene una fórmula que lo
proteja; en caso contrario, se crea una nueva fórmula a través del Edicto y con la ayuda
de las actividad jurisprudencial). Estas pueden ser civiles (derivadas de las legis
actiones) o pretorias, entre las que distinguimos las ficticias, las de trasposición de
personas y las de hecho.

3.5. La fórmula
La fórmula es el punto central del nuevo procedimiento; constituye la base de la litis
contestatio, contrato arbitral que fija el proceso y da al juez la pauta para su decisión. La
fórmula escrita, redactada y otorgada por el magistrado, aunque aceptada por las partes,
sustituye, en este nuevo sistema procesal, a las fórmulas verbales usadas por los
litigantes y características del proceso anterior.

Los juristas romanos suelen distinguir en la fórmula cuatro partes: demonstratio,


intentio, adjudicatio y condemnatio. Estas cuatro cláusulas pueden agruparse, aunque
los romanos no lo hagan así, bajo el nombre de partes ordinarias. Lo cual no quiere
decir, ni mucho menos, que toda fórmula haya de contener necesariamente las cuatro;
lejos de eso, las hay que sólo contienen una; otras, dos o tres; y algunas, las cuatro. Pero
cada modalidad concreta de acciones presenta siempre, como elementos típicos, alguna
o algunas de estas partes.

También están las partes extraordinarias a las cuales podemos llamar a las que no son
típicas de la fórmula en ninguna clase de acciones, aunque se inserten obedeciendo a las
necesidades de cada caso. Estas son la exceptio y la praescriptio.

3.6. La marcha del procedimiento

 Magistrado y jueces

Ante el magistrado, dotado de imperium, se ventila el pleito en la primera fase. La


misión del magistrado no es otra que la de dar acogida o denegar las alegaciones de las
partes, permitiendo o no el planteamiento del proceso. Su misión, pues, escriba en
instituir y formalizar la causa.

Los jueces podían ser de varias clases: a) unus iudex, juez particular único; b)
recuperatores, tribunal integrado por particulares, en número de tres o cinco, según la
norma corriente, nombrados a instancia del pretor, que intervienen en causas donde
litiga algún extranjero, y, sobre todo, en los procesos de libertad, a partir de Augusto; c)
decemviri litibus iudicandis, tribunal de diez jurados, también con carácter de
particulares –no obstante su nombramiento por los comicios, en las postrimerías de la
República–, con misión de juzgar, durante la época republicana, en las causas de
libertad; d) centumviri, tribunal integrado por 105 miembros, en los orígenes, y 180
después, nombrados a propuesta de las partes, actuando igualmente con el carácter de
particulares en procesos vindicatorios relativos a propiedad, familia y herencia.
 El fuero

Fuero es el término que tanto alude al tribunal actuante, como a los límites en que se
produce la función que a éste compete. El fuero determina la razón en virtud de la cual
el magistrado ejerce su jurisdicción, a la vez que la facultad de actuar en la medida que
señala el ordenamiento jurídico.

 El tiempo

En el viejo calendario romano se distinguía entre dies fasti –días hábiles o días
judiciales– y dies nefasti –días no aptos para la actividad procesal jurisdiccional–. El
año judicial se hallaba dividido en un período de invierno –menses hiberni– y otro de
verano –menses aestivi–, interrumpiéndose la actuación judicial durante la época de las
cosechas, de la vendimia y de los juegos públicos, si bien esta práctica llegó a
desaparecer cuando el juez popular dejó de ser nombrado de entre los ciudadanos que
figuraban en el album iudicium selectorum.

 La parte y sus representantes

Las partes –partes, adversarii, en la terminología latina– que intervienen en la causa o


litigio –lis, controversia–, se llaman demandante o actor –is qui agere vult, antes de la
litis contestatio, y actor, después–, y convenido o demandado –conventus, reus–.

En el viejo sistema de las legis actiones, se hallaba admitida la representación procesal,


si bien restringida a cuatro singulares casos: a) pro populo, en defensa de un interés
público; b) pro libertate; c) pro tutela, en defensa del pupilo; d) ex lege Hostilia, en las
acciones de hurto sufridas por un ausente. Por el contrario, en el sistema formulario se
admite la representación con carácter amplitud y generalidad.

 Procedimiento "in iure": Iniciación del proceso


La iniciación del proceso tiene efecto con la in ius vocatio o llamamiento para
comparecencia del demandado ante el magistrado, hecho por el propio demandante. En
el caso de que el demandado no aceptase los términos de la invitación, se autorizaba al
demandante, a partir de las XII Tablas, a llamar testigos y recurrir al empleo de la
fuerza, obligándole a personarse. Cabía, no obstante, que el convenido ofreciese un
substituto –vindex–. Si no comparecía ni aseguraba la comparecencia del otro, se le
tenía por indefensus, entregando el pretor sus bienes al demandante –missio in bona–.
Presentes las partes in iure, el actor formulaba su demanda –editio actionis–. Por su
lado, el convenido puede adoptar diferentes posturas: a) solicitar un aplazamiento para
la contestación, prometiendo comparecer de nuevo, con garantía de tercero –vades–; b)
contestar allanándose a la demanda –confessio in iure–, sin que haya lugar a entrar en
un iudicium; c) atender el juramente deferido por el demandado –iusiurandum in iure
delatum–, reconociendo o no la existencia de la deuda, dando lugar, en el primer caso, a
tener por concluido el asunto, sin pasar a juicio; d) oponerse a las alegaciones del
demandante.

 La "litis contestatio"
Si el magistrado tiene por atendibles los términos de la demanda –datio actionis–, se
abren puertas al iudicium, previa la formalización de la litis contestatio. En la época de
las legis actiones, la litis contestatio era un contrato arbitral, subsiguiente a la
formulación de la demanda, hecho en presencia de testigos solemnemente llamados, por
virtud del cual las partes acuerdan, ante el magistrado, someter la cuestión litigiosa a la
decisión de un iudex, aceptando el fallo que éste emita. En el sistema formulario, la litis
contestatio consiste en el traspaso de la fórmula al iudex, de manos del pretor,
verificado en presencia de testigos, según la vieja y luego decaída práctica. Propiamente
la litis contestatio es un contrato arbitral, residiendo su fuerza de obligar en la
"proposición" y "aceptación" de la fórmula –edere, dictare formulam seu iudicium;
accipere formulam s. iudicium– por el actor y el demandado.

El efecto característico de la litis contestatio reside en la consunción procesal de la


acción –actio consumitur–, esto es, en la imposibilidad de repetición: bis de eadem re ne
sit actio. Tal sucede cuando se trata de acciones que versan sobre derechos de crédito,
concebidas in ius y ejercitadas en iudicium legitimum, pero en las acciones reales, en las
acciones personales concebidas in factum y en los juicios no legítimos –iudicia imperio
continentia–, la acción no se consume o agota, siendo menester para evitar la repetición
de la misma, en nuevo juicio, que el pretor otorgue una exceptio rei iudicatae vel in
iudicium deductae.

 Procedimiento "apud iudicem": Tramitación hasta la sentencia


Celebrada la litis contestatio, las partes comparecen ante el iudex. La no comparecencia
del demandado lleva consigo, en los orígenes, el que el pleito concluya con sentencia
dictada de acuerdo con las pretensiones del demandante, pero más tarde la condena sólo
tenía efecto cuando el iudex hubiese logrado plena convicción de la justicia que asistía
al reclamante –sententia in eremodicio–. Si el no compareciente era el actor, recaía
sentencia absolutoria para el demandado.

El procedimiento apud iudicem se caracterizaba: a) por la oralidad en los alegatos,


defensas e interrogaciones; b) por la publicidad; c) por la inmediación.
Las partes, que pueden acudir asistidas por oradores representantes, han de facilitar al
juez las pruebas en que fundan sus alegaciones. A este respecto, rige el principio según
el cual la carga de la prueba incumbe a todo aquel que sostiene una pretensión, sea
accionando o excepcionando: necessitas probandi incumbit illi qui agit. Tanto el actor
como el convenido –siempre que la posición de éste no sea pasiva–, vienen obligados,
según lo dicho, a suministrar los datos, las pruebas de hechos que sirvan de
confirmación a lo aducido.

Sin embargo, hay hechos de los que no exige la probanza, en cuanto que la ley los tiene
por ciertos e indubitados, no admitiéndose la prueba contraria –praesumptiones iuris et
de iure–; hechos que, presumidos por la ley, valen como verdaderos en tanto en cuanto
no se demuestre lo contrario, en una contraprueba autorizada –praesumptiones iuris–; y
hechos, en fin, admitidos por la libre y racional presunción del juez –praesumptiones
hominis–.

Los medios de prueba son varios: testigos, documentos, juramento, dictamen pericial,
inspección ocular, etc. En orden a la prueba, rige el principio de la libre apreciación,
sólidamente afirmado en la época clásica.

 La sentencia
El juez, luego de hecha, ponderada y apreciada la prueba, según las reglas de la sana
crítica –ex animi sententia–, resuelve el pleito en definitiva, mediante un fallo.
La sentencia, que pone fin al iudicium, puede ser: a) absolutoria; b) condenatoria; c)
declarativa –en las acciones prejudiciales–, y d) constitutiva –en los procesos de
división–.
La sentencia pone fin a la cuestión litigiosa, que ya no es susceptible de deducirse en
nuevo juicio: res iudicata pro veritate habetur. En la época de las legis actiones y en la
del procedimiento formulario la sentencia se tiene por firme, no admitiéndose apelación.

 Ejecución de la sentencia
En el caso de que el vencido o condenado no acepte libremente el cumplimiento de la
sentencia, es menester recurrir a un procedimiento de ejecución.
En la época antigua existen dos acciones de ley encaminadas a este fin: la legis actio
per pignoris capionem y la legis actio per manus iniectionem.

3.7. La cognitio extra ordinem y el proceso posclásico

El procedimiento formulario se mantuvo en vigor durante toda la época clásica. Sin


embargo, la práctica procesal de resolver los litigios en una sola vía (extra ordinem),
ante el magistrado, llegó a constituir el sistema normal durante el Imperio, hasta el
punto de que con Justiniano el carácter extraordinario es común a todos los juicios.

Por otra parte, el procedimiento per extraordinariatn cognitionem acaba con la clásica
bipartición del proceso en las fases in iure y apud iudicem. El juez es ahora funcionario
público, órgano de la administración del Estado, y ante él se sustancia el pleito en un
solo momento procesal.

Razones de orden político-social, el carácter del régimen imperial, junto con la


desaparición de las viejas libertades romanas, favorecieron la instauración del nuevo
sistema, que ya traía antecedentes del periodo clásico, singularmente significados en la
tramitación extraordinaria que entonces comenzó a darse a las controversias relativas a
alimentos, pago de honorarios en profesiones liberales, litigios con el Estado, etc.

3.8. Procesos especiales

Algunos procesos tienen una tramitación especial, como son: el proceso por rescripto, o
recurso de apelación ante el emperador y los procesos sumarios de alimentos,
manumisiones testamentarias, posesión de la herencia a favor de un impúbero,
interdictos, etc.
Bibliografía

 Derecho Romano, Instituciones de Derecho Privado | Juan Iglesias | Páginas 103


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