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Marco Sifuentes K.O. P.P.K.

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Marco Sifuentes

K.O. P.P.K.
Caída pública y vida secreta de
Pedro Pablo Kuczynski

Con la colaboración de
Jonathan Castro
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema infor-
-
nico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor.

intelectual (arts. 270 y siguientes del Código Penal).

K. O. P.P.K.
©2019, Marco Sifuentes

Diseño de portada: Talento Creativo


Fotografía de portada: Lino Chipana El Comercio
Diseño de interiores: B.Mad
Corrección de estilo: Juan Carlos Bondy

© 2019, Editorial Planeta Perú S.A.


Av. Juan de Aliaga 425, of. 704 - Magdalena del Mar. Lima-Perú
www.planetadelibros.com.pe

Primera edición: mayo 2019


Tiraje: 5,000 ejemplares

ISBN: 978-612-319-439-0
Registro de Proyecto Editorial: 31501201900604
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N.º 2019-07103

Impreso en Cecosami S.A.


Calle 3 Mz.
www.cecosami.com

Lima – Perú, julio 2019


Índice

Trigger warning 9
Cuarenta días después 15
1. No los defraudaré 21
2. Ce n’est pas le Pérou 36
3. Bien folclórico todo 46
4. La fuga del banquero hippie 60
5. Un pequeño acto de suicidio 70
Mientras tanto... KEIKO 87
6. I know what you did last time 107
7. Un ministro de la gran flauta 120
8. Voltear la página 133
9. American Idol 148
10. Paranoias, piñatas y peluqueros 163
Mientras tanto... KENJI 176
11. Puertas giratorias 195
12. Una razón legítima para el apuro 215
13. Murallas chinas 229
14. Espero que estemos haciendo lo correcto 243
15. Highway to hell 261
16. El presidente que se robó la navidad 280
Mientras tanto... KENYA 290
17. PPKeiko 311
18. PPKenji 327
19. Ya qué chucha PPK 340
20. K.O. P.P.K. 359
EPÍLOGOS 381
A Víctor, mi padre,
por las raíces y por las alas.

7
Trigger warning

Este libro es una fábula de expresidentes presos, empezando por


Leguía. Es una épica de hijos luchando por sus padres, reales y adop-
tivos. Aunque, también, es Electra al revés. Es, en líneas generales, la
narración de un ascenso y de un derrumbe. O de varios, incluyendo
el ascenso y el derrumbe de la ilusión democrática peruana del siglo
XXI. Y, por eso mismo, es la disección de algunos negocios. Muchos
negocios.
El título de este libro alude a un evento específico de nuestra his-
toria política reciente, pero, al momento de indagar por sus causas
últimas, hubo que asomarse a las costumbres de la clase dirigente
limeña, al manejo de las finanzas internacionales y al melodrama
de la familia Fujimori. Todo eso, a su vez —desde la política, desde
los negocios y, con demasiada frecuencia, desde ambos en simultá-
neo—, engloba una forma de conducir nuestro país que se revela
en estas páginas como inmutable. Por eso, este libro, que podría ser
muchos, es un solo relato. Cada eslabón lleva al siguiente.
K.O. P.P.K. no pretende abarcar la biografía entera de un perso-
naje que, por lo demás, aún continúa con su trayectoria vital. Sí se
trata de un recuento no autorizado de la vida pública de Pedro Pablo
Kuczynski. Por esta razón, se resolvió no buscar una entrevista con
él. Su versión de cada acontecimiento controversial está consignada.
Hay un viejo Perú que ha colapsado en estos años. Kuczynski fue
el quinto presidente peruano al que se le dictó una orden de deten-
ción. El tercero en terminar en una celda. El lector decidirá si se

9
K.O. P.P.K.

trata de un destino justo. De lo que no queda duda es de cuán repre-


sentativo era PPK de ese antiguo orden, de ese viejo país. Un Perú
que, como diría Hemingway, está destruido, pero no derrotado. Es
muy pronto para decretar la defunción de nada. Por ese motivo, hay
también en estas páginas una interrogante generacional. Para los que
nacimos a fines de los 70 o inicios de los 80, estos han sido los años
en los que vimos a miembros de mi generación ejerciendo el poder.
Keiko Fujimori (1975) y su hermano Kenji (1980) son los ejemplos
más saltantes, pero, ni de lejos, los únicos. De hecho, tengo una cer-
canía personal con algunos de los personajes —nombrados o no—
de las próximas páginas. Intentar un disclaimer en cada caso sería
farragoso e inútil. Quizás este libro entero es su propio disclaimer.
Vale la pena advertir de algo que podría ser atribuido a una defor-
mación profesional —y también lo es—, aunque se trata, en buena
parte, de un código de clase social: el uso del idioma inglés. Hay una
razón por la que, en las siguientes páginas, las citas en ese idioma se
han mantenido tal cual. Para las encuestadoras, ganar más de seis
mil soles ya te convierte en parte del ‘sector A’. Pero en la reali-
dad peruana, la clase alta limeña tiene una serie de protocolos que
determinan tu integración a ella o, por lo menos, su aprobación.
El dinero no es suficiente. Una de esas señas es el uso frecuente de
expresiones en inglés. Conservar inalteradas las citas en ese idioma,
además de mantener fidelidad a lo dicho, permite que el lector ubi-
que en sus propias coordenadas cuán cercano o lejano se sitúa res-
pecto del mundo de la persona citada. La forma, en este caso, ayuda
a comprender el fondo.
Nuevamente he tenido el privilegio de contar con la colaboración
de Jonathan Castro, sobre todo en la investigación y el fact-checking.
Entre ambos, conversamos con un total de 102 personas. Muchas
de esas conversaciones se pactaron off the record. Más de la mitad de
los sucesos narrados en estas páginas son muy recientes, protagoni-
zados por políticos aún en actividad, y muchos de ellos están siendo,
actualmente, investigados por las autoridades correspondientes. En
esos casos, la reserva de sus identidades no era solo una necesidad

10
T 

personal sino un requerimiento procesal. Por otro lado, dejo aquí


constancia de mi agradecimiento a quienes aceptaron aparecer con
su nombre y apellido.
En el caso de los eventos más delicados que se cuentan por pri-
mera vez se ha aplicado la célebre regla de las tres fuentes desarro-
llada por el Washington Post durante su investigación de Watergate:
solo si tres fuentes independientes confirman un suceso, este puede
publicarse con certeza. Cuando no se pudo conseguir la corrobora-
ción triangulada, se ha procurado dejar muy en claro que se trata de
una versión de parte. Con todo esto quiero decir que cada dato y
cada nombre que aparecerán en las siguientes páginas ha merecido
una ponderación considerable. Cualquier error es únicamente atri-
buible a mí.
En cuanto a los tejes y manejes de las finanzas internacionales,
se ha privilegiado lo didáctico sobre lo específico. Es más útil —y
sorprendente— para el lector comprender el mecanismo, en vez de
detenerse en la minuciosidad de cada detalle. Para ampliar la exac-
titud de cada jugada, se puede recurrir a los apuntes documentales,
al final de cada capítulo, en donde se ha proporcionado material
de lectura complementaria para el interesado en algún asunto en
particular.

Marco Sifuentes
Madrid, 24 de junio de 2019

11
No te metas en política.
M K, poco antes de morir,
a su hijo Pedro Pablo.
Cuarenta días después

¿Y si el doctor Kuczynski se muere ahora?, pensó el chofer, temiendo


lo peor. ¿Por aquí? Sí, por aquí. Su jefe lo dirigía desde el asiento de
atrás, con la voz apagándose, tú sigue el río nomás. Estaba seguro.
Él conocía. Qué terco puede ser el doctor Kuczynski, pensó Pepe
Luchín, y pisó el acelerador.
El señor Pedro Pablo, de 79 años, había decidido tomar una lata
de Red Bull a 3700 metros sobre el nivel del mar. El previsible ataque
de taquicardia le sobrevino cuando estaban cerca de la localidad de
Chinchero, en Cusco. No quiso ir a la posta médica más inmediata;
insistió en que conocía una clínica cercana. Su chofer de más de una
década, Pepe Luchín, asustado, contempló la vastedad deshabitada
de la carretera que serpentea junto al río Vilcanota. El crepúsculo
iluminaba el camino. Volvió a pisar el acelerador.

***

Era mayo de 2018. Hacía poco más de un mes que había renunciado
a la Presidencia de la República del Perú. Pedro Pablo Kuczynski
pensó que eso significaría volver a su vida normal. Pero a los tres
días de su renuncia, unos fiscales allanaron sus casas, congelaron sus
cuentas bancarias y le prohibieron salir del país. Quedó completa-
mente solo en su enorme casa de San Isidro, una residencia de 700
metros cuadrados que en los últimos años andaba siempre rebo-
sando de gente. A la amarga visita de los fiscales solo le siguieron el

15
K.O. P.P.K.

silencio y la quietud, que se instalaron para siempre en su casa. Nada


más lejos de lo que alguna vez fue allí la normalidad. No le quedaba
nadie. Su esposa, fuera del Perú, le dijo que no volvería nunca más
a ese país ingrato. Sus hijas vivían en Estados Unidos. Su hijo nunca
había pisado esa casa ni la pisaría jamás. Todos sus amigos, los que
quedaban, se habían esfumado.
Con el pasar de los días, el vacío fue ocupado por expedientes,
cientos de papeles amontonados uno encima de otro, un ominoso
recordatorio de que podría pasarse lo que le quedaba de vida yendo
y viniendo de procesos judiciales, sin que a nadie le importase. Un
amigo que lo visitó un par de semanas después de su renuncia lo
puso así: “Para alguien que se creía la mamá de Tarzán, la indiferen-
cia de todo el mundo es lo más duro”.
No tenía prohibido salir de su casa, solo del Perú. Pero era casi
lo mismo para él, que no quería poner un pie en la calle. Recibía a
sus pocos visitantes con un vaso de agua, con la excusa, medio en
broma, del congelamiento de sus cuentas. Al mismo tiempo, llenaba
de gin el vasito de plástico azul que siempre usaba cuando quería
ocultar la cantidad de alcohol que se servía. El temblor de sus manos
amenazaba con derramar el líquido y dejarlo en evidencia pero él,
como de costumbre, parecía no darse cuenta. Luego, comentaba que
ya estaba traduciendo sus memorias del inglés al español. Se volvía a
servir un buen trago. Gastaba una broma tonta. Por último, deslum-
braba a su contertulio con su mejor y más viejo truco: un fascinante
análisis, con asombrosa precisión, del más reciente incidente econó-
mico internacional. Y volvía a llenar el vasito azul.
Otro de sus coetáneos grafica su situación así:
—¿Has visto Sunset Boulevard?
Es una película de 1950 sobre una antigua actriz del cine mudo,
que deambula —solitaria, desfasada y olvidada— en su mansión
mientras mira, una y otra vez, proyecciones de sus viejas películas,
se viste con sus mejores galas y contesta cartas de sus fans, que en
realidad son escritas por su mayordomo.
—Ya, así está Pedro Pablo. Solo que en buzo.

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C  

Toda exageración surge de una verdad. El expresidente parecía


empecinado en convencerse de que la vida continuaba como antes,
de que el final no había llegado aún. Pero pasaba el día en una sole-
dad impasible, leyendo, tomando, sin salir a la calle, cada día idén-
tico al anterior y al siguiente. Si no era el final, empezaba a parecerlo.
Quizás por eso decidió retomar su añeja costumbre de recorrer el
Perú en camioneta. Dejar Lima, pasear bajo el sol del Urubamba,
volver a la normalidad. Quería estar atento todo el trayecto “porque
yo tengo que estar despierto para ayudar al chofer”, así que, en el
camino, se compró una lata de Red Bull. Después vinieron la taqui-
cardia, la voz apagándose, la necedad de ir por la carretera junto al
Vilcanota.

***

Pepe Luchín llegó a tiempo al lejano poblado de Coya, en Calca,


y el doctor Kuczynski se internó en la Clínica Kausay Wasi, una
iniciativa social en la que la mitad de los médicos son voluntarios
extranjeros. En los Andes hay pocos lugares más concurridos que el
Urubamba, lo que significa que no escasean las postas médicas en
caso de emergencia. Pero el expresidente quería atenderse en Kausay
Wasi. Conocía el local gracias a una visita durante la campaña y se
había sentido a gusto. Acogido. Algo allí resonaba dentro de él. Esos
doctores eran gringos rodeados del Perú más profundo. Como su
padre. Incluso, quizás, como él.
Un par de días después, ya recuperado, accedió a tomarse fotos
con los lugareños. Las imágenes se filtraron a los medios. Fuera de
contexto, habría parecido otro viajero sonrosado de los tantos que
recorren el Valle Sagrado. Se le veía sonriendo, feliz de la vida, como
si nada, como si se estuvieran tomando la foto con él por gringo y no
por expresidente, como si pudiera volver a Wisconsin, como si los
dos últimos años jamás hubieran ocurrido, como si hubiese seguido
el consejo de su padre.

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