0% encontró este documento útil (0 votos)
450 vistas210 páginas

Serie Gaven 03 - Medidas Draconianas - J. C. Owens

Cargado por

joshua pley
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
450 vistas210 páginas

Serie Gaven 03 - Medidas Draconianas - J. C. Owens

Cargado por

joshua pley
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 210

MEDIDAS DRACONIANAS

(Gaven 3)

J. C. Owens
Los inmortales finarios se emparejan de por vida y una vez que
encuentran a su compañero, nada en el mundo puede hacer que se alejen.
Pero, ¿qué pasa cuando ese compañero no es finario en absoluto, sino un
terco, ardiente, muy irritable draconiano? ¿Y si ese draconiano no quiere
tener nada que ver con su compañero finario? Al parecer, el príncipe
finario, Sadan, va a tener el trabajo perfecto para él. Afortunadamente, es
tan terco y mucho más persistente que cualquiera con quien dicho
draconiano ha tenido que lidiar.
3
Graitaan es el último draconiano que queda y ha atraído la atención
de un príncipe finario que dice que es su pareja de sangre. Puede que
Sadan quiera acoplarse, pero Graitaan ha desarrollado un odio
apasionado por su comandante finario, príncipe o no. Lástima que los
finarios sean endiabladamente persistentes. Especialmente éste.
Í

¡El hijo de puta me salvó la vida! ¿Qué jodida estupidez era esa?

En el momento en que pude ponerme de pie, le di un puñetazo en la


cara, con fuerza.

Sadan se quedó allí como el idiota que era, flexionando la


mandíbula, tal vez comprobando si todavía funcionaba, arqueándome
una ceja en esa calma, de esa altanera manera suya que me acercó hasta
4
la pared.

—¿Qué diablos fue eso? —se atrevió a preguntar, como si no lo


supiera.

—Eso fue por poner tu vida en peligro. El rey tendría mi pellejo si tu


preciosa persona llegara a tener cualquier daño. Apenas veo el motivo,
pero él parece pensar que vales algo. —Un gruñido retumbó en mi pecho,
y mi cola se azotaba con agitación, un signo de mi temperamento que
solía tener con la gente que huía.

Pero no Sadan. Él era demasiado altivo para ver el peligro, tonto


como era. En su lugar, tuvo el descaro de sonreírme. ¡Sonreírme!

Giré sobre mis talones, acechando el campo de batalla lo mejor que


pude con tres heridas obstaculizándome, las alas estaban sujetas
firmemente contra mi espalda en una clara señal de mi desagrado.
Jodidos finarios. Malditos chupasangres. Eran casi peor que los humanos.
Qué veía el rey en ellos, no tenía ni idea. Trataba de evitarlos a toda costa,
porque sus conductas me irritaban, pero éste —Sadan— era algo peor
que todos ellos. Estimado en el ejército, amado, querido por todos, al
bastardo se le había metido en la cabeza, de todas las personas, vigilarme
a mí.

Cualquiera podía haberle dicho que no era sabio en ningún sentido,


pero Sadan era suficientemente impulsivo para verme como un desafío,
sin duda, y pensó que podía usar su encanto para exponerme a la misma
condición que al resto de las tropas.

Ni la más mínima posibilidad. Gruñí por lo bajo, deseando solo la


santidad de mi tienda de campaña y la oportunidad de lamer mis heridas.

Condenados finarios.

Mi temperamento solo empeoró a medida que avanzaba el día. La


batalla había sido corta, demasiado corta para deshacerme de mis
energías, y la reprimida agresión hervía por dentro, necesitando
liberación. Habíamos forzado al enemigo de nuevo más fácilmente esta
vez, y no solo habían sido un par de lesiones. En cuanto a mis propias
heridas, me había metido en el meollo de las cosas de nuevo, y había sido
una sorpresa cuando cinco guerreros enemigos se habían apartado de su
huída y se habían unido para atacarme. Esa sorpresa casi me había
costado la vida. Si Sadan no hubiera... gruñí ante la idea y la aparté con
cierta prisa. El hecho de que yo hubiera sido descaradamente tonto en
mis acciones, no me sentaba muy bien. Que Sadan me sacara de ello
solamente agravó mi irritación y de alguna manera avergonzó mi
fastidio.

Yo no tenía el menor deseo de ir a los curanderos, así que atendí


mis heridas yo mismo. La herida de lanza en el muslo palpitaba, y la
atendí con los medicamentos simples que poseía, gimiendo de dolor, mis
alas extendiéndose con la reacción.

Jodidos dioses, ¡eso duele! Tanto el muslo como el ala. La herida de


la lanza latía al ritmo de mis latidos del corazón, pero el desgarrón en el
ala derecha era lo peor, picaba como una perra y estaba fuera de mi
alcance, incluso cuando traté de plegarla correctamente.

Maldiciendo amargamente en voz baja, me lamí la herida del muslo,


haciendo una mueca ante el sabor del medicamento.

La saliva draconiana contenía propiedades cicatrizantes y


antisépticas, y por lo general tendría un hermano de espada para 6
atenderme, para ayudar con esas heridas que no podía alcanzar. Pero mi
último compañero había muerto veinte años antes, y estaba solo en este
ejército, yo era el último regalo draconiano.

Nos habíamos puesto en marcha más de cincuenta personas, un


regalo impresionante de nuestro emperador al rey Masario. Nuestro
deber entonces había sido total con este gobernante extranjero, y
estábamos exiliados para siempre de nuestro mundo. Habría sido bajo
pena de muerte si nos hubiéramos atrevido a volver. Uno a uno, con los
años, habían caído, hasta que solo quedé yo, una curiosidad para las
tropas humanas, los que eran de la generación que nunca habían
conocido nuestro número, nuestra verdadera fuerza. Yo era apenas
suficiente para representar a los de mi clase.

Apenas podía recordar mi propio mundo, tanto tiempo llevaba


aquí. Tal vez lo había bloqueado de mi pensamiento para poder soportar
el aislamiento, la soledad. Aquí no había habido nadie con mi fuerza
desde mi último compañero. Aquí estaba yo, una rareza. Algo para que
contemplaran y comentaran, pero nunca para que se acercaran. Los seres
humanos eran tan condenadamente frágiles, y yo nunca había osado
tomar uno como amante.

Seguramente los mataría.

Por tanto, mi único consuelo era mi propia mano y una vívida


imaginación.

Y la gente se preguntaba por qué mi temperamento era algo


incierto. Que traten de pasar privaciones durante tanto tiempo. Serían un
poco gruñones también.

Suspiré, mi ira marcada por mi propio agotamiento. Atendí una


herida en el brazo, de menor importancia y más pequeña que la herida
del muslo, lamiéndola lentamente, mis alas caídas con el dolor y la
necesidad de descansar. 7
Tenía un hambre canina también, pero no tenía ni la fuerza ni la
voluntad para levantarme y salir de la santidad de mi tienda. Aquí yo no
tenía que fingir, no tenía que ser fuerte. Aquí podría ser yo mismo.

Antes de que pudiera hundirme en mi desesperación habitual, la


solapa de mi pabellón fue peinada hacia atrás y Sadan entró sin
anunciarse, con una bandeja de comida equilibrada en una mano, los
suministros médicos en la otra, esa familiar leve sonrisa curvando sus
labios.

Me quedé helado. Yo no llevaba nada de ropa, solo una toalla sobre


mis partes íntimas, y siempre había estado muy seguro de permanecer
cubierto en presencia de otros. Ya era un tema de conversación, y no
tenía ningún deseo de añadir más leña al fuego al mostrar mi cuerpo en
absoluto.

La vergüenza hizo que mi furia aumentara.


—Cállate, Graitaan —dijo Sadan con calma—. No quiero oírlo. Vi la
herida en tu ala, y no puedes llegar tú mismo. Sabía que serías demasiado
terco para ir a los curanderos, por lo que te estoy ofreciendo mis
servicios. Por no hablar de que nunca comes después de una batalla, así
que... aquí tienes. Di “gracias, Sadan”.

Mi mandíbula cayó abierta con mi indignación. —¡No voy a darte


las jodidas gracias! Estás loco finario, incluso más que el resto de tu loca
raza. ¡Lárgate de mi tienda!

—No. —Así tan calmado. No, como si no se estuviera enfrentando a


un airado guerrero draconiano, herido, hambriento y listo para matar...
por lo menos matar a un cierto finario, si no a nadie más.

Me quedé sin palabras. La pura hiel de Sadan siempre me tenía


balbuceando, y me llevaba hasta el borde de la cordura. Nadie más podía
hacerme esto a mí. Todos me evitaban como la peste, sobre todo cuando
me herían. Yo estaba obligado a quitar sus manos de encima si incluso lo 8
intentaban.

¿Tenía Sadan un secreto deseo de morir del que nunca había


sabido?

Ciertamente parecía que sí.

Antes de que pudiera formar más pensamientos, Sadan me gruñó


de nuevo, solo en su forma altanera refinada que hizo que todas las
escamas en mi cuerpo se pusieran de punta. —No me preocupan tus
malditas sensibilidades, Graitaan. Cállate y déjame que te atienda. Te
necesito de vuelta en mis tropas, y esa ala nunca va a sanar
adecuadamente de esa manera.

Un gruñido bajo escapó de detrás de mis dientes al descubierto,


pero al final, no podía discutir. El deber lo era todo para un draconiano y
el miserable finario sabía eso. Como era de esperar, Sadan lo usó en mi
contra.
Cualquier otro miembro del ejército sabía que tenía que dejarme
solo, sobre todo cuando me herían, así que estaba bastante
desconcertado por las acciones de Sadan. Una vez más, revoloteaba en la
idea por la que el finario tuviera un deseo de muerte o al menos
coqueteaba con la posibilidad, porque siempre estaba en mi cara,
faltándome el respeto en todos los sentidos y haciendo caso omiso por
completo de mi formidable reputación.

Me llevaba hasta el borde de la violencia pura, pero siempre el


saber que Sadan era uno de los favoritos del rey y ahora técnicamente se
había convertido en mi jodido comandante, contuvo las acciones que yo
anhelaba imponer sobre el bastardo y su sonrisa.

¿Cómo podía haberme hecho esto a mí el rey? ¿No le había servido,


y a su padre, y antes a su padre tan fielmente y bien? ¿No le habíamos —
mis compañeros, antes de su muerte, y yo— probado el valor de un
draconiano individualmente y en conjunto una y otra vez? El rey sabía
9
muy bien que los draconianos y los finarios eran poco adecuados como
compañía mutua. Había dejado eso bien claro en numerosas ocasiones al
hablar con Su Majestad.

Así que ¿por qué de repente dicha Majestad me asignó bajo las
órdenes de Sadan, un solitario draconiano en un mar de finarios?

Muy bien, así que tal vez solo hubiera doce de los bastardos, pero
con los finarios eso era un mar, ¡maldita sea!

Doce de ellos resultaban más molestos que un centenar de


humanos, incluso hasta doscientos, ahora que lo pienso. Sadan podía
contar como cien él solito.

Así que eran hermosos... más que hermosos. ¿Y qué? Altos, muy
altos, con rostros angulares y ojos rasgados de color marrón o verde. Bien
musculosos pero delgados, el poder unido con la gracia. Sus cabellos
siempre largos, tentadoramente largos y, en este grupo, al menos, de
varios tonos de rubio, hasta el llamativo de plata de Sadan. Los seres
humanos los veneraban, casi los idolatraban y a sus talentos: bebedores
de sangre, magos, guerreros de renombre. Tontos. El beber sangre era un
poco desagradable, tenía que admitir, pero eran discretos en eso, sin
hacer alarde de sus diferencias, pero sin ocultar quiénes eran tampoco.
Había oído rumores del éxtasis sexual que una mordedura finaria
producía, y mi imaginación se había desviado de rumbo con ese
pensamiento. Pasaban por ciclos de celo y de sed de sangre,
aparentemente, aunque nunca los había visto durante esas épocas, ya que
a menudo eran recluidos con sus hermanos que protegían su privacidad.
Todo lo que sabía era que la energía les sustentaba, tanto sexual como de
sangre, a pesar de que comían comida regular también, me había dado
cuenta. Me parecían misteriosos y poderosos, y me ponían incómodo de
una manera que nunca había visto antes. Especialmente su condenado
líder.

De hecho, siseé cuando Sadan se me acercó. ¡Siseé! Yo no había 10


hecho ese sonido desde la adolescencia, cuando estaba aprendiendo
control. ¿Qué pasaba con Sadan que parecía ponerme nervioso con tan
poco esfuerzo de su parte?

Era irritante y humillante. Nunca me había encontrado con esto


antes. Los humanos estaban aterrorizados de mi tamaño, fuerza y
temperamento.

Ahora los finarios eran mi igual en todas y cada una de esas cosas,
pero no eran draconianos. No eran mi pueblo, no eran mis compañeros, y
nunca podrían serlo.

Lo que el rey pensara que estaba haciendo iba más allá de mi


entendimiento. ¿Tal vez las unidades militares humanas tuvieran
demasiado miedo de un draconiano para quererme en sus filas?
Mi temperamento se calmó un poco ante ese pensamiento
gratificante. Los seres humanos deberían tener miedo de un draconiano.
Era adecuado y respetuoso.

Tal vez el rey no había tenido la intención del insulto, pero había
tratado de colocarme con lo más cercano a mis compañeros como pudo
encontrar en este mundo mal concebido.

Mis gruñidos lentamente se desvanecieron.

Estaba solo. Ese hecho me traía a casa todos los días, pero nunca
tanto como cuando resultaba herido. Por lo tanto, yo estaba obligado a
aceptar la ayuda de otra persona en mi nueva unidad para asegurar que
llegara a prepararme para la batalla lo antes posible.

Por desgracia, parecía que esa persona tendría que ser Sadan, como
mi comandante.

Maldición a los infiernos. 11

Encogiéndome como si quisiera sacudirme los pensamientos como


moscas molestas, me estremecí ante el dolor resultante. Respiré hondo y
le volví la espalda —un signo solo dado a un hermano de espada— y le
tendí mi ala herida en silencio.

Como en respuesta, él colocó la bandeja de comida delante de mí.

—Come mientras atiendo tu ala.

Me pregunto si ¿tiene alguna idea de lo hermoso que es?

Yo creo que no, porque no había nada de vanidad en Graitaan. Era


modesto y sorprendentemente solitario, y no sabía si esto era típico de su
especie o parte de su autoimpuesto aislamiento, si formaba parte de su
propia personalidad.

Yo era finario y estaba acostumbrado a gran belleza masculina a mi


alrededor. Era un rasgo de mi pueblo, pero en el momento en que puse
los ojos en Graitaan cuando nos mandaron unirnos al servicio del rey, al
principio, hace ocho años, me sorprendió hasta el mutismo su exótico
atractivo.

Descubrir cualquier cosa sobre los draconianos era casi imposible,


excepto por el hecho de que él estaba solo, su último compañero
draconiano había muerto doce años antes de mi llegada, y él evitaba la
compañía de cualquier tipo. Era difícil adivinar su sexualidad porque
nadie lo había visto en su vida con un amante. ¿Tal vez los draconianos
no eran sexuales en absoluto?

Me pareció difícil de creer cuando vi a Graitaan en movimiento.


Prácticamente rezumaba calor sexual, al menos para mí, que podía verlo, 12
y no podía creer que nadie lo hubiera perseguido.

Por supuesto que estaba su temperamento, pero para un finario,


eso era una pequeña cosa. Nuestras mujeres tenían temperamentos
temibles, y su derecho a elegir a un compañero para la reproducción nos
hacía ser cautelosos con ellas. La cópula tenía su lugar; entonces la mujer
se retiraba para estar con otras mujeres, y solo cuando el niño resultante
era lo bastante mayor, el chico sería enviado para establecerse con su
padre.

Ciertamente el temperamento de Graitaan no era peor que eso, y


después de haber tratado con este tipo de cosas toda mi vida, me pareció
bastante entrañable encontrarlo en un varón. Y tan hermoso varón...

¡¿Qué ciegos y débiles eran los seres humanos que no habían


tratado de romper las barreras en torno a un tesoro mucho antes de
esto?!
Yo no cometería el mismo error.

Durante ocho años había estado maniobrando y planificando, y


ahora, con la bendición del rey, por fin empezaba a avanzar, aunque solo
fuera porque ahora era el comandante de Graitaan. Una posición de gran
respeto en la cultura draconiana al parecer, e iba en contra de su
naturaleza, para Graitaan, ser abiertamente irrespetuoso, aunque a veces
él no podía evitarlo.

Así que esta noche llevó a esto, la primera vez que iba a ser capaz
de tocarlo en realidad más que una mano o un roce de hombros.

Casi me estremecí con anticipación.

Y fue aún más difícil de resistir esta vez, dado que estaba en mitad
de mi rutinario ciclo, donde necesitaba energía sexual, algo por lo que
cada finario pasaba una vez al mes junto con un ciclo de sed de sangre,
donde necesitaría la energía que solo podía adquirirla de la sangre. Yo 13
había tratado de mantenerme al margen de Graitaan en esas ocasiones,
por temor a que mi necesidad superara mi sentido.

Pero ahora...

Me empapé de su apariencia, mi primera mirada verdadera a su


cuerpo, incluso si algunas de las partes más importantes estaban
cubiertas por la condenada toalla. Él no era tan alto como yo, lo cual me
gustaba, su cuerpo ágil y fuerte con masa muscular, sus hombros amplios,
sumergiéndose en una cintura estrecha. Su cabeza era como la de un
dragón, con pequeñas escamas que lo cubrían, sus hermosos ojos grandes
y dorados con pupilas verticales. Pequeños cuernos coronaban su cabeza,
curvándose hacia atrás y ligeramente en espiral. Sus manos eran más
finas de lo que cabría esperar, más parecidas a los humanos, con dedos
largos y negros, con escamas solo en el dorso, y pequeñas, fuertes, garras
retráctiles, de un pálido tono dorado. Poderosas piernas dobladas hacia
atrás, totalmente diferentes a los seres humanos o los finarios, que
llegaban hasta los pies prolongándose con garras largas, una de las
razones por las que era tan veloz corredor. Sus escamas eran del negro
más hermoso y elegante, sombreadas en azul verdoso. Las escamas eran
más largas en los hombros y la espalda, más pequeñas sobre el pecho, lo
que gradualmente llevaba a la piel negra que parecía suave sobre su
vientre y la cintura. Sus alas eran enormes, pero plegables para que se
doblaran cuidadosamente en su espalda, y pudieran mantenerse fuera de
peligro. Yo en realidad nunca le había visto volar, ni siquiera sabía si
podía. Todo lo que sabía era que esas alas parecían tan suaves al tacto... y
quería tocarlas desesperadamente.

Yo sabía que él estaba cansado y dolorido. Había visto su postura


cuando entré en el pabellón. Esas alas eran un verdadero indicador de su
estado de ánimo, y habían estado cayendo tristemente cuando entré.

Su vergüenza por su estado de desnudez era entrañable. Él no me


miraba, y su postura corporal irradiaba extrema incomodidad ante mi
14
proximidad. Encontré tal timidez completamente cautivadora, ya que no
existía en mi pueblo en absoluto. Por qué Graitaan sentiría algo así, me
desconcertaba. Lo encontré completamente atractivo en todos los
aspectos, y no podía entender su propensión a tanta modestia extrema
como mostraba. Aun así, yo estaba lo suficientemente contento de estar
siempre con él, porque yo no quería ninguna competencia. Varios de mis
finarios, mis compañeros, le habían estado mirando, y yo tenía que dejar
bastante claro que Graitaan estaba fuera de los límites. Él iba a ser mío, y
mejor que nadie se interpusiera en el camino de eso o sentiría mi ira. Los
finarios eran bastante promiscuos, hasta que encontraban a su verdadero
compañero, y luego eso era todo. Con ningún otro lo harían.

Yo no sé si Graitaan era mi verdadero compañero, pero nunca había


sentido algo así: a la dificultad para respirar, una fuerza de calor en mi
interior exigía la formalización, exigía a Graitaan solo. Ninguno de mis
muchos amantes me había provocado tales profundidades de necesidad
primaria antes, y yo quería explorarlo a fondo. Mi corazón, creo, ya lo
sabía. No había explicado esto a Graitaan, pero él lo averiguaría muy
pronto. Él era mío, y eso era así. Si tuviera que esperar siglos por él,
entonces lo haría, pero no tenía intención de llegar a esa medida. Mi
pequeño draconiano descubriría los placeres del sexo finario mucho
antes de eso.

Mis dedos casi temblaron de anticipación cuando tomé suavemente


su ala y la extendí un poco para poder ver claramente el daño. Podía
sentir la fuerza al mismo tiempo que los delicados huesos de las alas se
doblaban con el movimiento. Entonces, por fin pude tocar la membrana
negra que se extendía entre ellos.

Se sentía tan suave como lo había imaginado, y tragué saliva,


imaginando estas alas envueltas alrededor de mí, acariciando mi piel
desnuda.

Tuve que sacudirme mentalmente para poner mi atención al asunto


en cuestión. 15

El desgarrón era cerca de un pie de largo y en una zona sensible,


posiblemente cerca de una articulación. No sería fácil de reparar, y
tendría que inmovilizar su ala entera hasta que sanara.

Sin embargo, yo había hablado con los curanderos sobre esto hace
mucho tiempo, queriendo saber todo y cualquier cosa que pudiera sobre
mi draconiano, incluyendo lo que se requeriría en caso de lesión. Por lo
tanto, tenía los suministros que necesitaba conmigo. Yo no quería que
ningún curandero le tocara a menos que fuera grave.

Solo le tocarían mis manos, le quitarían su dolor.

Hizo un pequeño sonido cuando flexioné el ala, y por eso yo sabía


que era muy tierno. Graitaan era estoico hasta el extremo. No haría
ningún sonido en absoluto si no estuviera más allá de su control.
Hice un sonido reconfortante que le tuvo mirándome confundido,
antes de que yo apoyara suavemente el ala entreabierta sobre la cama.

—No la muevas —le dije con severidad, y él gruñó un poco, pero


obedeció. Un paso adelante en realidad.

Saqué las tiras de tela extremadamente pegajosas que los


sanadores me habían dado. Habían dicho que era la mejor manera de
juntar la membrana del ala, ya que las puntadas tendían a desgarrarse y a
hacer más daño que la herida original. Cuidadosamente adherí un
extremo por encima de la herida y comencé a alisarla, cogiendo
suavemente la pieza rota y adjuntándola donde debía estar.

El cuerpo de Graitaan se estremeció levemente, y de nuevo le di un


gruñido de ronroneo —algo que calmaba a los finarios, ya sea joven o
adulto—.

Parecía tener un efecto similar sobre Graitaan, pues aunque él me 16


miró con recelo, su cuerpo pareció relajarse inconscientemente. Eso era
prometedor.

Suavemente pero lo más rápidamente posible, repetí el proceso


hasta que había puesto todos los bordes del desgarro en contacto unos
con otros. Luego unté el lado opuesto del ala con un ungüento que
mataría cualquier infección que pudiera surgir, junto con el
mantenimiento de la herida un poco húmeda para que no tirara, mientras
sanara. Vendé la parte inferior, manteniendo la pomada en su lugar y
protegiendo la herida.

Y luego con cautela, con el máximo cuidado, doblé el ala para que la
presión abandonara la zona desgarrada. Envolví un trozo de venda
alrededor de la parte superior de modo que Graitaan no pudiera moverla
accidentalmente sin pensar y volver a desgarrar lo que yo había
reparado.
En el momento en que terminé, él había acabado de comer y estaba
medio cabeceando, por lo que estimé que era una clase de victoria. Él no
se permitiría mostrar debilidad frente a uno que desconfiaba, y a pesar
de su antagonismo, creo que estaba empezando a sentirse más cómodo
en mi presencia de lo que nunca admitiría.

Suavemente toqué su brazo, mirando a la herida allí, y él tiró,


sobresaltado, mirándome con esos increíbles ojos, amplios y luminosos.

Le chasqueé la lengua. —Déjame ver el resto.

—Están muy bien ahora —gruñó, pero era poco entusiasta en el


mejor de los casos, y yo podía sentir el cansancio salir de él en oleadas.

—Quédate quieto —le pedí con brusquedad, ocultando lo que


sentía con la facilidad de una larga práctica, y por algún milagro,
realmente obedeció. Era una medida de su cansancio, sin duda, pero
tomaría lo que pudiera conseguir con esto. Todo era gradual, pero al 17
menos no estaba francamente alejándome como lo había hecho en el
pasado.

Contaría esto como una victoria.

Mantuve mi mano un poco más sobre su brazo herido, sintiendo el


calor de su cuerpo levantarse contra mi palma. Cerré los ojos y dejé que
la más pequeña de las llamas azules saliera de mis dedos, siempre tan
suavemente tocando el corte.

Graitaan se sacudió, y cuando abrí los ojos, solo un poco, sonreí


para mí mismo ante la mirada de fascinación en su rostro mientras
observaba el proceso de curación comenzar, el dolor detenerse. Yo no
cerraría la pequeña herida o la curaría completamente, aunque pudiera.
Llevaría una gran energía hacer una cosa así, sin duda, más de la que
podía prescindir, por mucho que quisiera hacerlo. Si hubiera tenido
suficiente, habría curando su ala, pero eso estaba más allá de mis
capacidades en este momento. Conocía mis límites, y agotarme por tal
cosa sería una tontería en realidad, cuando estábamos en medio de una
guerra. Todo lo que podía hacer era disminuir su dolor.

Cuando llegué a la herida del muslo, sin embargo, Graitaan se echó


hacia atrás, con alarma y otra cosa más en su rostro. Hice una pausa por
un momento, con una ceja levantándose cuestionadoramente. Entonces
me di cuenta del problema y tuve que luchar contra una sonrisa de
nuevo.

—¿Tienes miedo de mi toque? —le pregunté, con una pizca de


admiración incrédula en mi tono, lo suficiente como para burlarme.

—Me temo que a nada ni a nadie —gruñó al instante, deteniendo su


reacción inicial por la fuerza de voluntad, sus ojos iluminándose con
fuego y débil temperamento.

—Entonces serás sensato y me dejarás atenderla... como tu


comandante. —Ese título al parecer siempre me ponía en una categoría 18
diferente en la mente de Graitaan, y yo lo utilizaría sin piedad si
conseguía lo que quería.

Él soltó un bufido de aliento que parecía contener débiles


palabrotas antes de que mirara hacia otro lado, la mandíbula trabajando
cuando él accedió a mi tacto.

Victoria, dulce victoria.

Empujé entre sus piernas, sintiendo el calor de su muslo derecho


contra mi espalda. Él se congeló por completo, con la respiración
contenida, y yo podía sentir su conmoción por mi intrusión de su espacio
personal de una manera tan flagrante.

Me senté con las piernas cruzadas, sacando con calma los artículos
que iba a necesitar más de cerca a mano para atender la herida.
La fuerza muscular del muslo derecho temblaba siempre tan
levemente contra mi espalda, lo que indicaba la tensión extrema que
había debajo.

En cuanto a mí, estaba silenciosamente deleitado con el calor de su


carne contra mí, aunque mi túnica era molesta y estorbaba. Me habían
dicho que los draconianos radiaban calor, pero esta era mi primera
experiencia real de ello, y la sensación me encantó. Mi propia raza tendía
a gravitar hacia cualquier calor que pudiera encontrar, ya que vivíamos
en un clima norteño y el calor era un bien muy preciado.

Otra razón, sin embargo, para llevarlo a mi cama. La guerra en


invierno era una tontería y algo agotador, sin embargo, aquí estaba yo
con mis hombres por órdenes de mi rey. Si encontraba a alguien que
calentara mi cuerpo cansado y dolorido por el frío, ¿quién podría
culparme?

Al ver la posición de la herida, no pude evitar que la más leve de las 19


sonrisas curvara mis labios.

Se cortó sobre su cadera y afortunadamente había evitado su ingle,


cortándose más profundamente en la parte superior del muslo y con una
inclinación más superficialmente en la cara interna del muslo. Ah, gracias,
dioses.

Me incliné más cerca, como para ver con mayor claridad, dejando
que mi hombro rozara sobre esa molesta toalla.

Graitaan se estremeció; claramente podía sentirlo, y el calor que se


agrupaba en mi ingle incluso con tan poca reacción. Por todos los dioses,
que yo lo tenía mal. Quería volver la cabeza y quitar la toalla, descubrir
exactamente cómo estaban construidos los machos draconianos. Quería
probarle, hacerle gemir de deseo y necesidad, y...

Tiré de las riendas de mi lujuria con una sacudida mental firme.


Ahora no era el momento para movimientos absurdos. Eso sí, si se
presentara la oportunidad, tampoco sería tan tonto como para
rechazarla.

Oh mis queridos dioses, ¿cómo demonios me había metido en este


lío? Podía sentir la carne maravillosamente fresca de Sadan a través de la
túnica donde presionaba contra mi pierna, y en su lugar yo estaba
literalmente congelado, sorprendido por el toque de otro después de
tanto tiempo. Me encontré a mí mismo mirando hacia abajo a su pelo
donde se extendía sobre mi muslo, la plata fluyendo sobre la negrura de
mi piel. Mis dedos se crisparon con la repentina loca urgencia de tocar la
masa sedosa para ver si se sentía tan suave como parecía.

Cuando su hombro accidentalmente rozó mi eje mientras se


inclinaba hacia adelante, casi me corrí con esa única sensación y casi me 20
tragué la lengua tratando de evitar que yo mismo lo agarrara y lo arrojara
al suelo para joderle hasta los sesos.

Me estremecí ante la imagen, apretando lentamente mis manos en


puños mientras luchaba por el control, preguntándome frenéticamente
qué podría ser lo que me pasaba. Yo no había recibido ningún golpe en la
cabeza que pudiera recordar.

Mi mirada voló sobre mi pequeña tienda de campaña, buscando


desesperadamente distracción, aterrizando en la bandeja vacía que Sadan
había traído consigo.

¡Comida! Eso era todo. Simplemente estaba mareado por el hambre


recientemente apaciguado y de alguna manera había afectado a mis
procesos de pensamiento así que yo, por alguna maldita razón conocida
solo por mi eje, encontré a Sadan atractivo.
No es que el bastardo fuera poco atractivo, oh no. Como he dicho
antes, todo el maldito ejército le deseaba. Hombros anchos y bien
musculosos... hombros muy amplios. Todo su cuerpo estaba cubierto de
poderoso músculo, ahora que lo pienso, sin embargo cuando entró, lo
hizo con la gracia de un maldito bailarín, atrayendo la vista, incluso
cuando no querías ver. Las piernas largas y fuertes y ese culo...

De hecho, me mordí la lengua esta vez, sorprendido por el camino


que mis pensamientos estaban tomando. Por todos los dioses, no podía
desear a mi comandante. ¡No podía desear a un puto finario!

En algún momento, yo había perdido la cabeza, obviamente.

Me tragué la sangre en mi boca, cerrando los ojos ante la visión de


él. Lo que no podía ver, no podía querer, ¿no?

Un quejido casi salió de mí cuando ese hombro maldito me rozó de


nuevo, con más fuerza esta vez. Mi eje salió de su funda por completo y 21
saltó a la dureza instantánea, cosa estúpida, sin sentido como era, sin
darme cuenta de las miles de razones, por la que esto era una muy, muy
mala idea.

Los dedos de Sadan tocaron suavemente el área del muslo, donde el


corte era más profundo, y casi suspiré con alivio ante el dolor. «El dolor es
bueno; el dolor te centra, te mantiene firme. Úsalo. No dejes que te utilice»,
mi viejo instructor marcial solía inculcarnos en la adolescencia. No puedo
decir que echara de menos al miserable, sádico viejo bastardo, pero sus
palabras me habían parecido verdaderas a través de los años, y sin duda
en este momento estaba agradecido por ese conocimiento.

A medida que los músculos de mis muslos temblaban, Sadan hizo


ese ruido extraño de nuevo, como en algún tipo de comodidad. Mi cabeza
se inclinó inconscientemente mientras escuchaba. ¿Qué era ese sonido?
Era extraño, como un ronroneo sordo, y tenía el más extraño efecto sobre
mí. Podía sentir mi cuerpo relajarse cada vez que lo hacía, y esa reacción
me confundía extremadamente, por no hablar de preguntarme por qué
Sadan estaba haciendo el ruido en primer lugar.

Era como si estuviera casi tratando de calmarme o consolarme de


alguna manera que yo no podía comprender.

Hacía tanto tiempo que alguien había tratado de consolarme.

22
Í

La cultura draconiana no era conocida por su amabilidad.

Yo siempre había sido muy consciente de mi tamaño; el hecho de


que pareciera más pequeño de lo normal para mi pueblo, me marcó como
diferente, y diferente podría ser fatal en mi mundo. La perfección era
deseada, si no exigida, y los recién nacidos con regularidad eran
asesinados o les dejaban morir si se detectaba algún tipo de enfermedad
o debilidad.
23
Sabía poco de mis raíces, de mi línea de sangre, y esto también me
marcó como indeseable. Por lo que yo sabía, no tenía parientes que me
reclamaran, me marcaran como uno de ellos, uno de su clan. Los clanes
proporcionaban seguridad y honor. Solo los granujas vagaban solos.

Lo más probable es que hubiera sido calificado como un granuja yo


mismo si no hubiera sido tan ridículamente pequeño.

Recuerdo mis orígenes muy vagamente —más una sensación que


una imagen—. El calor y la seguridad... una época cuando no pasaba
hambre. Ella nunca había mencionado a mi padre, no que pudiera
recordar, y desde luego no tuve ninguna presencia masculina en mi vida
como jovenzuelo. Por qué ella no tenía clan para defenderla o mantenerla
a salvo nunca lo supe, y nunca me había hablado de ningún pariente. Tal
vez había sido una renegada ella misma, que tuvo un breve encuentro
sexual con otro renegado. No sé, y nunca lo sabré. Todo lo que sabía era
que cuando yo era muy joven, incluso antes de la enseñanza de las
memorias ancestrales, ella murió. No tenía idea de qué la mató. La
enfermedad puede ser. No recordaba ninguna violencia, así que...

Tenía vagos recuerdos de permanecer a su lado en nuestra


pequeña casa, de emitir penetrantes, chirriantes gritos de un jovencito en
peligro. La gente llegó finalmente y se llevaron su cuerpo, y aunque
esperaba que uno de ellos me reclamara, pensando tal vez que fueran
parientes, nadie lo hizo. Me dejaban de lado si intentaba acercarme,
gruñendo si perseveraba. Se hicieron cargo de la pequeña casa y me
espantaron como a un animal molesto a los peligros de las calles.

Yo tenía pocos recuerdos de los primeros tiempos —tal vez una


bendición en cierto modo—. No había nada dentro de mí que quisiera
recordar. Solo había hambre y frío y las palizas de otros granujas
mientras yo trataba de robar trozos de su comida. Aprendí a comer
desechos de la basura de la gente, demasiado joven para pensar en la
enfermedad o el orgullo. No se trataba solo de supervivencia. Pensé que
24
tal vez el hambre y las privaciones me hicieron del tamaño que soy,
aunque no lo sé con seguridad. Tal vez mis familiares y amigos fueran de
este tamaño de todos modos, pero pensaba que no.

Sin embargo, los años de escarbar por la supervivencia, de vivir al


mismo borde de la muerte, me hicieron más fuerte, mi pequeño cuerpo
era apretado, con músculo. Aprendí a ser rápido mientras esquivaba
garras y dientes, y ágil cuando escapaba por los muros y vallas, mis
pequeñas garras capaces de agarrarse al más pequeño de los asideros.

No sé qué habría sido de mí, solo que las probabilidades estaban en


mi contra si alguna vez alcanzaba la edad adulta.

Luego vino Marind.

El Capitán de la Guardia de la ciudad: enorme, poderoso, nacido en


una adinerada e influyente familia. Él era todo lo que yo no era.
Según la ley, probablemente debería haberme matado. En ese
momento, ojalá lo hubiera hecho.

Él me sorprendió robando comida en el día de mercado, su ojo


rápido detectó mi acercamiento sigiloso a un puesto de comerciante.
Cuando su mano grande cayó sobre mi hombro, le pillé por sorpresa con
mi rapidez y casi escapé, pero me acorraló en un callejón de altos muros.

Incluso entonces, yo estaba subiendo una cara de piedra


aparentemente tan imposible de escalar que mis alas inmaduras no me
podían levantar otra vez, cuando saltó y atrapó mi pie, tirando de mí
hacia abajo en un doloroso montón en el suelo lleno de basura.

Luché como el animal pequeño que era, aterrorizado.

Cuando por fin me quedé temblando, completamente agotado y no


más cerca de escapar, me fulminó con la mirada, desafiante, incapaz de
ceder, incluso frente a la muerte. 25
Él me sujetó con una mano enorme, con garras, una ceja subiendo
lentamente mientras observaba mi absurda incapacidad para rendirme.

Él enseñó los dientes.

Le mostré los míos a su vez, pequeños como eran en relación con


sus colmillos adultos.

Sus labios se curvaron, y pensé en un primer momento que me


estaba gruñendo, un aviso para un golpe, pero luego sacudió su pecho y
me di cuenta de que se estaba riendo.

La furia se levantó dentro de mí por burlarse de mi terror, y yo


traté de acuchillarle con mis pequeñas garras. Él me cogió por la cresta en
mi cuello, y me quedé inerte como un jovencito debería hacerlo, pero mis
ojos ardían con el odio que sentía.
Me mantuvo allí, cara a cara con él, y luego con un resoplido, me
metió debajo de un brazo, sujetándome con seguridad así que no pudiera
luchar, y se alejó en un tranquilo y pausado paseo, como si yo no fuera
nada en absoluto.

Yo estaba absolutamente indignado, y me retorcía y movía tanto


como la inquebrantable sujeción permitiría, pero era completamente
inútil, y pronto me di cuenta de ello. En lugar de eso me quedé inerte,
conservando mi fuerza.

Marind hizo un sonido satisfecho de aprobación, algo que un padre


hace con sus críos, y me quedé inmóvil, mirándolo con ojos amplios sin
parpadear. Yo no había oído tal sonido dirigido a mí desde que mi
procreadora murió.

Bajó la vista hacia mí, y ¿fue mi imaginación, o eran sus ojos menos
duros de lo que habían sido antes? Confundido y asustado, me quedé
quieto, esperando una oportunidad, aunque fuera pequeña, de escapar. 26

No había ninguna confianza dentro de mí, como con sus motivos, y


nunca quité mis ojos de su cara, listo para su violencia.

Era seguro que llegaría.

Él me llevó al puesto de guardia, ignorando las preguntas lanzadas


contra él por los otros ejecutores cuando me llevó a las secciones de atrás
del edificio, donde estaban las celdas. Al final de la fila, un poco apartada
de las demás, había una celda más pequeña, y allí me puso. Me apresuré a
alejarme al momento que su control se aflojó, un gruñido contorsionando
mi boca.

Él simplemente me sonrió, cerrando con llave la puerta tras de sí


cuando se fue. Me acurruqué contra el rincón más lejano, con los ojos
disparados a las otras celdas, donde varios draconianos adultos me
miraban, viéndome como la presa que era.
Me acurruqué más apretado, envolviendo mis alas totalmente
alrededor de mi cuerpo para bloquear mi vista de ellos. Con la facilidad
de una larga práctica, bloqueé sus comentarios y burlas, cerrando los
ojos, temblando cuando aprensivamente me preguntaba qué demonios
iba a pasarme ahora. Sin ningún parentesco, ni protección, Marind podía
hacer lo que quisiera conmigo. Los marginados no tenían absolutamente
ninguna protección legal. El alcance de lo que podría suceder me hizo
temblar de terror. Me las había arreglado para evitar la violación en las
calles por algún milagro, pero ahora estaba atrapado, apresado entre
draconianos adultos de sexo masculino. Si alguno de ellos estaba tan
inclinado a...

Apreté los dientes contra las débiles lágrimas. Las lágrimas nunca
me habían servido de nada en absoluto.

Había caído en un sueño ligero, mis sentidos aún alerta ante el


peligro. En la calle nunca se dormía, y yo había aprendido esa lección
27
demasiado bien como para dejar que alguna vez incluso el agotamiento
me llevara al sueño más profundo.

El sonido de pasos y voces me trajo a la plena conciencia


rápidamente, y enrollé mis alas, mirando con los ojos muy abiertos y
cautelosos cómo los guardias trajeron platos de comida a los presos. Mi
estómago gruñó con necesidad, y sentí decepción, ya que ninguno se
acercó a mi pequeño rincón. Recibir alimentos de forma gratuita sería el
único resultado positivo de mi captura, y ahora parecía que ni siquiera
esa oportunidad se me iba a presentar.
Me tensé cuando Marind volvió a aparecer a la vista, tratando de
hacerme yo mismo más pequeño en la esquina. Abrió mi celda, y en el
momento en que dio un paso dentro, me lancé hacia delante, rápido como
el pensamiento, en un intento desesperado por escapar.

Me atrapó con facilidad, por supuesto, sus propios reflejos


guerreros tan rápidos o más rápidos que los míos, y una vez más me
tomó de la cresta, acallando mis luchas inmediatamente.

Colgué de su firme apoyo durante largos momentos, gritos y


silbidos resonaban de los prisioneros mientras esperaban un espectáculo
de algún tipo.

Marind ni siquiera se dignó reconocer su existencia. Él


simplemente me metió bajo el brazo de nuevo y salió de la zona de
celdas. Habló brevemente a varios de los guardias al pasar a través de la
oficina principal, pero no se detuvo, y pronto estábamos de regreso a la
luz del sol. No luché; era bastante difícil incluso respirar adecuadamente 28
bajo el peso de ese enorme brazo.

Viajamos constantemente por la colina hacia la parte rica de la


ciudad, y miré con asombro cómo pasamos por enormes puertas a un
mundo que nunca había descubierto.

Revestimientos de piedra tallada y mosaicos intrincados se


alineaban en las calles dolorosamente limpias. Cada estructura se alzaba
sobre nosotros, en expansión a través de grandes áreas. Las personas
estaban bien vestidas, adornadas con joyas de un valor suficiente para
darme de comer durante meses. Abordaron a Marind respetuosamente,
me miraron con desdén, y siguieron su camino sin tener que preguntar
por qué estaba yo allí.

Empecé a temblar con más miedo del que había sentido incluso en
la celda.
Ahora sabía que Marind podía hacer lo que quisiera conmigo y
nadie interferiría. Yo valía mucho menos aquí que en la calle.

Por último, en lo que parecía el mismo centro del barrio rico, nos
acercamos a una vivienda realmente enorme y ornamentada. Las
enormes puertas dobles de la entrada se abrieron a nuestra llegada, y
varios guardias bien vestidos saludaron a Marind con respeto y
reverencia.

Podría también no haber existido.

Vi las grandes puertas cerrarse detrás de nosotros con una especie


de desesperación inútil. Dada la altura de los muros lisos que rodeaban el
lugar, dudaba que fuera a encontrar salida. Mis alas inmaduras no podían
levantarme tan alto.

Marind continuó, hablando de vez en cuando a un empleado o dos,


pero sin detenerse por completo. 29
Por fin entramos en un espacio abierto al lado de lo que parecía ser
un patio de entrenamiento. Aquí me bajó, aferrándose a mi brazo flaco
con un dominio inquebrantable. Sin pausa, él me dirigió hacia un área de
uno de los muros donde podía ver tuberías, y allí se agachó y bloqueó
algo alrededor de mi tobillo.

Me quedé mirando el brazalete de metal con horror, luego de vuelta


hacia él, demasiado aterrorizado para pensar en la lucha inútil.

Marind luego extendió la mano para algo en el muro y lo apretó.


Para mi horror, el agua comenzó a caer en cascada hacia abajo sobre mí, y
grité y traté de zafarme de su dominio.

Me soltó, pero yo no podía retroceder. La cadena que me sostenía


era corta, atrapándome dentro de su radio.

Apretó algo más y cogió un poco de sustancia en sus manos antes


de volverse hacia mí, con un brillo en sus ojos. Retrocedí tanto como mi
cadena me lo permitió, dispuesto a luchar, pero él simplemente me
agarró de nuevo y me acercó más, untando la sustancia sobre mi piel.

El olor que subía hasta mi nariz me congeló en confusión. Parecía


hecho de algún almizclado aroma masculino que era agradable a la nariz,
limpio de alguna manera indefinible.

Marind comenzó a frotarme, y yo miraba con fascinación cómo las


burbujas comenzaron a formarse. Jabón, me di cuenta con cierta
admiración. Nadie tenía jabón en los barrios pobres. Nadie se bañaba,
para el caso.

Me estremecí bajo el agua tibia, sin saber qué pensar de las


sensaciones, demasiado aturdido para luchar incluso de nuevo.

Marind me lavaba con enérgica eficiencia, y su tacto era neutral, sin


nada de intención sexual detrás de ello, ni nada amenazador en lo más
mínimo. Lavó y luego enjuagó y luego me lavó de nuevo, señalándome 30
que me lavara mis partes privadas.

Así lo hice con cautela, pero era mejor eso que si lo hacía él, así que
torpemente intenté limpiarme, secretamente más bien me gustaba la
sensación de estar sin la suciedad que siempre me había recubierto.

Él me animó con ese sonido de satisfacción una vez más, y lo miré


fijamente antes de continuar, con menos resistencia dentro de mí. Ese
sonido era tan reconfortante, tan maravilloso para un niño, que casi lo
había olvidado.

En el momento que habíamos acabado, yo estaba temblando


incontrolablemente, sin duda pareciendo incluso más escuálido de lo
habitual.

Marind me miró fijamente, ignorando su propia ropa empapada. —


Tienes una opción, muchacho. Puedes caminar por tu cuenta y ser
obediente, o te llevaré de nuevo. ¿Qué va a ser?
Yo no podía creer que incluso me hubiera dado una opción en el
asunto.

—Caminar —le susurré por fin. Yo apenas sabía cómo hablar. Lo


usé poco en mi vida. ¿Con quién me comunicaría?

Él asintió con la cabeza y desbloqueó el puño.

—No hay manera de salir de este lugar para ti. ¿Lo entiendes? —La
profunda, retumbante voz grave no contenía ninguna burla, solo certeza.

Finalmente asentí, viendo poco uso en ser desafiante en el


momento. Tendría que esperar una oportunidad para escapar. La
oposición a este punto solo hacía que esas posibilidades disminuyeran.
Podía ser paciente. Había aprendido tal habilidad bastante bien en las
calles.

—Haz lo que digo, y no habrá necesidad de cadenas. —Sus ojos


oscuros se clavaron en los míos, pero no parecía haber ninguna maldad 31
allí, solo una cierta determinación.

Asentí con la cabeza otra vez, y cuando se dio la vuelta y me hizo un


gesto para que le siguiera, lo hice en silencio, mis alas clavadas cerca de
mi cuerpo.

Pasamos rápido dentro de la casa, y luego se detuvo fuera de una


cierta puerta, mirándome por un momento antes de empujar la puerta y
entrar. Me asomé por la esquina, luego lo seguí lentamente dentro, mi
corazón comenzando a latir de puro miedo.

Era una habitación pequeña.

Mi mirada se disparó arriba a la suya, y acurruqué mis manos en


puños mientras trataba de ser valiente.

Este era el por qué me había sacado de la celda.


Marind sacudió la cabeza como si estuviera adivinando mis
pensamientos. —Esta es tu habitación. Te enviaré comida arriba porque
no estarás listo aún para la mesa común. Duerme. Sé que no lo hiciste en
el cuartel, pero es seguro aquí. —Sonrió un poco ante mi mirada vacía
por la incomprensión—. No dejes la habitación hasta que yo venga por ti.
Las otras personas aquí pueden ser protectores conmigo, y no saben de ti
todavía. Es mejor que guardes las distancias hasta que te conozcan.

No respondió a mi mirada de incredulidad en lo más mínimo. En


vez de eso, simplemente me alborotó la cresta por un momento, luego se
fue, cerrando la puerta suavemente detrás de él.

Me quedé en silencio durante un largo rato, luego retrocedí con


cautela en una esquina, mirando a mi alrededor con asombro estupefacto.

Fue solo cuando la comida finalmente llegó un poco más tarde,


dejada en una pequeña mesa junto a la ventana, que empecé a creer,
dentro de una pequeña parte de mí, de que tal vez, solo tal vez, esto 32
podría ser una buena cosa.

Marind dirigía una casa grande, y estaba casado con una hermosa
mujer draconiana de nombre Alysia.

—Es hermoso —fueron sus primeras palabras hacia mí, y desde ese
día en adelante, de buen grado habría hecho cualquier cosa por ella. Su
apacible y amable naturaleza era un bálsamo para un jovencito
necesitado como yo, y cuando me atrajo hacia ella y me abrazó, estaba
perdido por completo.
—Gracias, mi amor —le dijo a Marind, con lágrimas en sus ojos—.
Será nuestro hijo.

No podían tener niños, al parecer, sin embargo Marind se negó a


apartarla a un lado como hubiera sido lo habitual.

En lugar de eso él me trajo a casa.

Era asustadizo y desconfiado, pero mis tenues recuerdos de mi


madre me atrajeron a Alysia como una polilla a la llama.

Por su parte, su gentil aceptación de mi pasado y las pacientes


enseñanzas de las costumbres y los comportamientos aceptables me
acostumbraron gradualmente a ser un miembro responsable de la
sociedad en lugar del pequeño rufián que había llegado a ser.

Cuando llevaba con ellos solo un mes, Marind me llevó a una


habitación central de la casa, donde todos los miembros se habían
reunido para verme. Me había preparado para este día, pero aun así, me 33
estremecí cuando me agarró, me atrajo hacia él, y mordió profundamente
en mi hombro, marcándome.

Lo soporté y los espectadores estaban contentos con mi valentía.


Aunque mi hombro palpitaba sin piedad, miré a Marind con orgullo
mientras suavemente agitaba mi cresta.

Yo había sido reclamado. Llevaba la marca que indicaba que fui


aceptado. Ya no era un marginado, tenía parientes.

Desde ese día en adelante, me esforcé con todas mis fuerzas en


traer honor y orgullo a Marind y Alysia.

Tenía la esperanza de haberlo hecho.

Ciertamente, a medida que fui creciendo, seguí los pasos de Marind,


formándome para la protección y la práctica de las artes marciales por
largo tiempo y duramente. A causa de mi tamaño y entorno, sentía que
tenía mucho que demostrar, y yo nunca estaba satisfecho con mi
rendimiento, con mis habilidades. Siempre sentí que podía hacerlo mejor,
traer a la familia de Marind más honor.

Marind mismo nunca me empujó, nunca indicó que sentía que no


era digno de cualquier manera. Los fantasmas del pasado me guiaban —y
un miedo interior de que algún día ellos me vieran como yo realmente
era— indigno, nacido de marginados.

Ese miedo al rechazo formó el núcleo de mi vida, e incluso con todo


el amor y cuidado que recibí de los que me habían acogido tan
desinteresadamente, nunca pude arrojar esa sombra a un lado.

Contribuyó a una existencia solitaria. Realmente nunca desarrollé


la confianza en cualquier otro además de Marind y Alysia. No es que
alguien me tratara mal, y ciertamente recibí mucho respeto por ser el hijo
adoptado de Marind, pero...
34
Parecía como si mi corazón lleno de cicatrices solo tuviera espacio
suficiente para los dos y no pudiera expandirse más lejos para cualquier
otro.

A medida que crecía a la edad adulta, lo hice bien en la guardia,


pero nunca llegué a subir tan alto como podría haberlo hecho, porque me
negué a dejar a la familia de Marind. Si yo hubiera estado dispuesto a ser
ascendido a otros lugares, podría haber llegado más lejos, pero eso no
ofrecía ningún interés para mí. Mi nueva familia lo era todo. La categoría
social no significaba nada.

Si creí que no albergar aspiraciones políticas me mantendría a


salvo, estaba terriblemente equivocado.

La posición de Marind como capitán de la Guardia de la ciudad y su


infalible servicio, había sido notada, y poco después de que llegara a la
madurez, fue ascendido a Capitán de la Guardia Real, un alto honor, por
cierto. Pensé que tenían mucha suerte de contar con él, una roca de
bondad y honestidad en el mar de víboras que la corte tenía la reputación
de ser.

Esto me llevó a un mayor contacto con la nobleza, y estaban


cualquier cosa excepto contentos con el conocimiento de lo que yo había
sido.

Sus diminutos cerebros y corazones fríos no tenían espacio para


nada diferente, y a espaldas de Marind, se burlaban de mí, lanzaban
calumnias sobre mis orígenes. No les hice caso en su mayor parte.
Parecían tan poco diferentes para mí como los pícaros en las calles,
aunque tal vez un poco más crueles.

Tan ignorantes de su buena fortuna, nunca se contentaban con lo


que tenían, buscando siempre más: más dinero, más categoría social.

Yo no entendía, no buscaba comprender. Eran menos que pequeños


mosquitos para mí. 35
Mosquitos en el oído del emperador.

El emperador respetaba a Marind profundamente; no le habría


dado el ascenso si no hubiera confiado en él y no le gustara para empezar,
pero tenía los cortesanos a su espalda, y allí estaba la preocupación de
que finalmente, con la muerte de Marind, como su hijo, yo heredara la
posición.

Al parecer, el emperador no mantenía la misma confianza y agrado


hacia mí como lo hacía con mi padre adoptivo.

O tal vez él estaba bajo mucha presión de las víboras que le


susurraban al oído.

Fuera lo que fuese, cuando se dispuso el grupo de cincuenta


guerreros para ofrecérselo a un rey extranjero en un mundo extraño, mi
nombre estaba en la lista.
Marind y Alysia estaban devastados.

Ellos sabían muy bien que nunca se me permitiría regresar. El


portal se cerraba detrás de nosotros, y no habría ningún contacto.

Yo soporté su dolor con estoicismo; creo que una parte de mí había


estado esperando que esto terminara, que tal felicidad no podía ser para
mí.

Sabía que Marind tuvo una audiencia con el emperador, le suplicó


que reconsiderara, pero el gobernante se mantuvo firme en su decisión.
De alguna manera yo lo respeté. Su resolución, aunque terrible en su
significado, probablemente fue más misericordiosa que lo que me
hubiera pasado si me hubiera quedado en la corte.

Incluso Marind trató de renunciar a su cargo, con la esperanza de


que si volvía a su antiguo trabajo, el fanatismo terminaría. Hablé
largamente con él, le hice ver que no habría fin para esto. Los perros 36
habían encontrado a su presa, y me perseguirían hasta la muerte. No
había manera de quitármelos de encima.

Yo no dejaría que mi mala fortuna deshonrara a mi familia.


Permanecí firme sobre eso, y le dije a Marind que debería permitirme
seguir este nuevo camino a donde me guiara, a fin de que ninguna
mancha nunca apareciera sobre ellos por mi negativa.

Marind quería luchar contra ello, lo pude ver en sus ojos, pero sabía
muy bien cómo funcionaba la sociedad draconiana: lo que permitía y lo
que no. Había rozado el límite cuando me trajo a su familia. Ir contra el
emperador era poner a toda su familia en peligro.

Me arrodillé a sus pies esa noche, le dije cómo incluiría el honor de


mis parientes adoptivos en un mundo nuevo y lo vería florecer. Yo había
sido valiente y nunca le permití ver mi miedo de lo que estaba por venir.
Él sabía, pensé. Pero me dejó tener mi orgullo y dignidad, me dejó
ser un adulto a pesar de que yo casi no sabía lo que significaba.

El día que nos fuimos, entre pompa y ceremonia, cincuenta de


nosotros en completa regalía draconiana, armados con las armas más
finas del imperio, resplandecientes en una nueva armadura, las insignias
del emperador ondeando al viento, yo solo vi las caras de Marind y Alysia
mirándome con solemne orgullo.

Habíamos pasado nuestro dolor en privado, pero yo hablé de un


futuro brillante, un nuevo mundo, un nuevo comienzo. Había parecido
aliviarles, darles esperanza.

A medida que entramos en el portal, mis padres adoptivos fue lo


último que vi.

Mi amor permanece con ellos todavía.


37

Parpadeé, y estaba de vuelta en mi tienda, de vuelta con Sadan


arrodillado ante mí. Desde mis padres adoptivos nadie me había agitado
emoción tan grande dentro de mí como este finario lo hacía. Incluso si era
con rabia, me había despertado de las profundidades del tiempo de la
depresión y otra vez con su constante insistencia.

El regreso a la sensación de no sentir nada me aterrorizaba. Había


pasado tanto tiempo en un caparazón de ensimismamiento, que la vuelta
al mundo a mi alrededor era abrumadora.

Qué esperaba lograr él, no podía empezar a adivinar.


Í

La tensión Graitaan había disminuido gradualmente a medida que


yo trabajaba en su muslo, y podía sentir sus pensamientos alejarse,
dando rienda suelta a mi tacto. El cansancio era evidente en su postura, la
cual comenzó a hundirse mientras se acostumbraba a mi presencia.

Mi pobre pequeño.

Había muchas maneras de ver que dormía bien y profundamente.


38
Sonreí a mis propios pensamientos, sintiendo la necesidad de
ejercer el principio de mi reclamo sobre él. Necesitaba mi olor por todo
su cuerpo, una clara advertencia para que los demás mantuvieran su
distancia.

Después de haber terminado de cubrir la herida, y encontrándole


todavía introspectivo y abierto con ello, tomé mi oportunidad.

Simplemente extendí la mano y tiré la toalla. Me quedé sin aliento y


agarré mi premio: su eje. Y qué eje era.

Totalmente tan oscuro como el resto de su cuerpo, era resbaloso y


húmedo a lo largo de su longitud, permaneciendo grueso y orgulloso de
donde sobresalía de su vaina. La diferencia entre nosotros era fascinante
y absolutamente maravillosa, y no lo dudé antes de simplemente abrir la
boca y orientar el eje adentro.
Graitaan se sacudió, y levanté la vista ante mi placer para
encontrarme con los atónitos ojos dorados, que se abrieron con sorpresa.

Sonreí, cuidadoso con mis colmillos, que habían empezado a caer


con mi entusiasmo y necesidad.

Pensé que estaba demasiado sorprendido para moverse, porque no


me empujó alejándome como casi esperaba; solo me miró boquiabierto.

Su eje no era tan incrédulo. Saltó bajo mi tratamiento, comenzó a


engrosarse aún más. La humedad perlada en la punta era más dulce de lo
que yo habría esperado, y rezumaba con placer ante el sabor.

La cabeza era enorme, con más de una extensión de lo que yo


estaba acostumbrado, y esa extensión parecía moverse, expandirse y
luego contraerse, y me di cuenta de que debía ser una adaptación física
de modo que cuando un draconiano masculino estuviera
reproduciéndose con una hembra, su eje no podría fácilmente retirarse 39
libremente. Se mantendría firmemente dentro de ella hasta que la
reproducción se hubiera completado.

El pensamiento me hizo gemir de deseo, y él se estremeció ante la


estimulación extra, su sorpresa empezando a decaer en una especie de
aceptación aturdida. Vi todos los matices de la expresión que cruzaba su
rostro, y cuando lamí la parte inferior de esa extensión, yo no podría
haber pedido más en una reacción.

Él gimió, un sonido entrecortado, a regañadientes, como si se le


hubieran arrancado, algo que él había tratado desesperadamente de
contener. Sonreí alrededor de la longitud entre mis labios y empecé a
usar mi larga y poderosa lengua a mi favor.

Ciertamente ninguno de mis amantes nunca se había quejado de los


talentos de mi lengua finaria y su capacidad de exprimir el placer de
incluso el más estoico de los compañeros.
Vi sus manos agarrando con los puños las mantas de su cama como
si tratara de negarse a sí mismo la necesidad de tocarme, para hacerlo
más íntimo.

Envolví mi lengua alrededor de su longitud, lamiendo su sabor,


frotando con fuerza contra la parte inferior. Podía sentir los latidos del
corazón contra mi lengua —veloz y punzante— y sabía que no iba a
durar. Había estado demasiado tiempo sin esta liberación, mucho tiempo
desde la última vez que había sido tocado de tal manera. Yo lo había visto
alguna vez a solas y necesitándome… a mí.

Que fuera yo el que pudiera darle esto, quien iba a beber su semilla
y llevarla dentro de mí, era una bendición por la que había esperado
demasiado, demasiado tiempo.

Sus caderas se flexionaron involuntariamente, y otro gemido


arrancó de su garganta, su expresión conteniendo un toque de placer
reacio que solo se añadía a mi triunfo. Incluso mientras yo observaba, 40
cosas extrañas comenzaron a suceder.

Mi succión pareció abrir algo dentro Graitaan, porque comenzó a


hacer un sonido de bajo lamento que fue directamente a mi eje, hablando
con el ser primitivo que yacía tan poco disimulado dentro de mi propio
cuerpo.

Era un sonido tan erótico que casi me corrí con ese estímulo por sí
solo. Como si eso no fuera suficiente, su piel comenzó a cambiar de color,
para ser más clara hasta que parecía carbón pálido, un encantador brillo
satinado que era más que precioso a mis ojos. Las aletas de los oídos que
normalmente estaban pegadas con fuerza contra su cabeza comenzaron a
extenderse, y para mi asombro, comenzaron a cambiar, para mostrar un
patrón en su superficie, una magnífica tracería de carbón y tonalidad
carmesí y profundo escarlata. Lo mismo comenzó a pasar sobre su pecho,
y observé con absoluta fascinación los patrones más que preciosos. Me
atraían de alguna manera que apenas podía concebir, y gruñí alrededor
de mi premio, mis colmillos alargándose a pesar de mis propios esfuerzos
en sentido contrario. Podía sentir mis ojos empezar a brillar, el calor fácil
de percibir, algo que rara vez hacía incluso en estas circunstancias, y mi
cuerpo se apretó con la necesidad de reclamar... marcar a Graitaan
irrevocablemente.

Mío, mi bestia interior aulló, luchando en contra de mi deseo de


tomar esto lentamente. Tómale ahora, gritaba, antes de que otro lo intente.

Mi gruñido vibró a través del eje palpitante que yo sostenía, y


parecía inclinar a Graitaan sobre un borde invisible. Su lamento llegó a un
crescendo y luego se cortó abruptamente mientras sus caderas
empujaron contra mí, sus garras triturando las sábanas mientras se
arqueaba, los ojos muy abiertos y sobresaltados.

El primer pulso de semilla caliente brotó en mi boca ansiosa, y yo lo


bebí, gimiendo ante el sabor. Mi compañero... mío...
41
Fue suficiente para acabar conmigo completamente.

Grité alrededor de su eje, mi propio orgasmo haciéndome retirarme


para respirar, mi cuerpo arqueándose contra él cuando me corrí con tal
espontaneidad, que no había encontrado desde que había sido sino un
joven.

Los ojos de Graitaan se pusieron en blanco, y simplemente se


desplomó hacia atrás en la cama, inconsciente antes de caer en las
mantas.

Le lamí suavemente, limpiándole a fondo, disfrutando cada


momento que pudiera seguir tocándole. Su eje lentamente comenzó a
disminuir y a encerrarse en su vaina, y observé el proceso con absoluta
fascinación.

Me arrodillé allí, recuperando poco a poco el aliento, todavía


temblando por la rapidez de mi orgasmo, sin creer en la fuerza del
mismo. Nunca me había ocurrido esto con otro amante. Solo chupar a
alguien nunca había sido suficiente para tener mi propia liberación. Qué
poder tenía este pequeño draconiano, incluso si era completamente
inconsciente de él.

Le arreglé suavemente con mayor comodidad en la cama,


escuchando su profunda, severa respiración con una sensación de gran
satisfacción. Mis sentidos finarios podrían decir que solo estaba
durmiendo. No había nada siniestro en su desplome, solo cansancio y una
sobrecarga de sensaciones.

Mi pequeño...

Sonreí y le cubrí cuidadosamente, acariciando su rostro


suavemente y sintiendo un nudo en la garganta cuando su rostro se
volvió en mi palma con inconsciente confianza. Le di un beso en la frente
antes de recoger mis cosas y la bandeja de alimentos. Me puse de pie a su
lado, inmóvil como mi gente a menudo estaba, observando cada subida y 42
bajada de ese precioso pecho. Las marcas se habían ido ahora, se
desvanecieron como si nunca hubieran existido. Las aletas del oído
también habían regresado a su lugar, las marcas, una vez más, invisibles.
Su color de piel había cambiado de nuevo a su hermoso ébano, e inspiré
profundamente, preguntándome.

De alguna manera yo sabía que esas marcas y su apariencia me


eran de gran importancia, pero no tenía forma de saber cómo.

Tendría que preguntarle a mi pequeño draconiano más tarde, si


podía capturarle de nuevo. Tenía la sensación de que él no iba a manejar
esto muy bien.

Sonreí, mis colmillos pulsando con mis pensamientos.

Lo que quiera que intentara, mi pequeño no iba a ser capaz de


borrar lo que había sucedido. El cortejo había comenzado.
Ahora lo sabía, cada instinto se despertó.

Graitaan era mi verdadero compañero, y no había forma de escapar


de eso.

Me desperté con un sobresalto, preguntándome qué demonios era


ese ruido horrendo.

Le llevó unos momentos a mi cerebro darse cuenta de que eran los


cuernos de la mañana sonando a todo volumen, la señal para que el
ejército despertara. Me quedé allí, parpadeando, tratando de que mi
cerebro funcionara correctamente, preguntándome cómo me había
quedado dormido. Siempre me despertaba temprano, demasiado
temprano, sin poder dormir por la falta de compañeros draconianos a mi
43
alrededor, y me daba una sensación de seguridad.

Desde que mis últimos compañeros habían muerto, nunca había


dormido con profundidad, incluso en el sueño consciente de la soledad y
la falta de protección.

¿Cómo pues, había dormido tan bien anoche? Mi último recuerdo


era atender mis heridas, y luego Sadan había llegado.

Salté disparado de la cama, la respiración en suspenso, mirando a la


pared de mi tienda con ojos aturdidos.

Por los dioses, no podía estar recordando una cosa así.

Debe ser un sueño, solo un sueño.

Corrí sacudiendo los dedos sobre mi cara, maldiciéndome a mí


mismo. ¿Por qué en nombre de Azrun, el dios draconiano del destino,
podría incluso pensar en Sadan... haciendo una cosa como... esa?
Me caí de espaldas sobre la cama con un gemido. Debo haberme
quedado dormido mientras me atendía, y de alguna manera yo había
transferido su toque en algo sexual. Solo podía rezar para que no lo
hubiera notado.

¿Cómo iba a mirarle con estas imágenes quemando en mi cerebro?


De todas las personas para introducir en un sueño... Me gruñí a mí mismo.

Finalmente, con un resoplido malhumorado, me enderecé y me


froté el sueño de mis ojos antes de pararme en el aire helado y cruzar la
tienda donde una jarra de agua estaba colocada en una pequeña mesa. Me
serví un poco en un recipiente y mojé un paño retorciéndole hacia fuera
antes de limpiar mi cara, tratando de ahuyentar los pensamientos que me
atormentaban.

Después de tan completa limpieza tal como una pequeña fuente de


de agua podría suministrar, me sequé y me volví para comenzar a
ponerme la armadura. Me puse uno de mis gambesones1 acolchados 44
encima, arrugando la nariz ante el olor. Necesitaba desesperadamente
lavarlos, pero nunca parecía haber tiempo y no tenía subordinados para
cuidar de este tipo de tareas. Quizás en el próximo campamento.

Se suponía que íbamos a estar en movimiento todo el campamento


justo después de media mañana. Las tropas, incluyéndome a mí,
avanzarían después de la retirada del enemigo, así que no tenía ni idea de
dónde podría establecerse el siguiente campamento. Los días podían
pasar antes de que viera la escasa comodidad de mi tienda de nuevo. La
idea de tanto tiempo pasado en compañía de Sadan y sus finarios me hizo
estremecer.

Tuve que sacar esas imágenes de mi cabeza.

1
El gambesón (del ant. alto alemán wamba, vientre) era una especie de jubón acolchado que se traía
debajo de la coraza para llevarla cómodamente.
Salí de mi tienda, totalmente armado, con la espada en mi cadera,
las lanzas en la mano. A mi alrededor se organizó el caos ya que la gente
derrumbaban las carpas y las guardaba en los carros que seguirían al
ejército hasta el siguiente punto de asentamiento.

La gente estaba esperando que yo saliera para poder desmontar mi


tienda, y me rehuyeron con nerviosismo cuando me presenté, sin duda
pareciendo bastante impresionante en la completa regalía draconiana.

Les miré y sonreí, esa muestra de los dientes poniéndoles aún más
nerviosos.

En un estado de ánimo mucho mejor, me dirigí a la cocina, donde


todos los guerreros estarían comiendo. Me sentía muy cansado, más que
de costumbre. Mi ligero estado de ánimo duró hasta que entré en la gran
carpa donde se servía la comida a los guerreros. Llegando tarde, tenía
poca opción en cuanto a dónde me sentaría cuando me dieran mi comida,
y era tradición sentarse con un grupo. Sería muy comentado si no me 45
sentaba con Sadan y los otros.

Con la mala suerte típica, el único asiento disponible era justo al


lado de Sadan.

Hice una pausa, y varias cabezas se levantaron para ver mis


acciones cuestionadoramente. Gruñí entre dientes y me obligué a mí
mismo a seguir adelante para tomar ese asiento al lado de Sadan.

Mantuve mis ojos en mi comida, gruñendo una respuesta cuando


mi tropa finaria me saludó. Yo era apenas consciente de sus voces, pero
llegué a ser híper-consciente cuando la voz Sadan se unió a ellas.

—Muy buenos días a ti, Graitaan.

Su tono era de tan excepcionalmente buen carácter que no me pude


resistir a mirarlo con recelo. Me miró a los ojos con una sonrisa
estampada en su rostro y la diversión evidente en sus ojos.
Mis ojos se estrecharon. Sadan nunca era tan agradable. ¿Qué...?

Mis fosas nasales captaron un ligero olor a la deriva saliendo de él,


y aunque me llevó un momento identificar lo que estaba detectando... me
congelé conmocionado con los ojos muy abiertos por el horror.

Él apestaba a sexo. Débilmente podía oler la semilla en él, la suya


propia y... la mía.

No. No es posible. Solo había sido un sueño... ¿no?

Una lenta sonrisa se extendió sobre los labios de Sadan, el más leve
indicio de colmillos mostrándose, sus ojos me decían cosas que yo no
quería saber.

Arranqué mis ojos de él y traté de concentrarme en la comida,


aunque mi apetito había huido por completo. Comí mecánicamente,
usándolo como tapadera para mis emociones desordenadas.
46
Por todos los dioses, ¿qué había sucedido en realidad? Sadan
había... Tomé un respiro agudo. La boca de mi propio comandante había
estado... me quería morir de mil maneras allí, hundirme en la tierra y
nunca jamás resurgir. Quería golpear la cabeza contra la gruesa mesa
hasta que la inconsciencia bendita me envolviera.

Di las gracias en silencio que mi piel oscura no me permitiera


ruborizarme al igual que los seres humanos hacían, o seguramente todo
el mundo en la mesa sería capaz de discernir mi vergüenza. Aun así, los
finarios tenían increíbles sentidos del olfato, al menos tan buenos como
los míos.

Me negué a mirar hacia arriba, me negué ver si alguno de ellos


había captado el olor, como yo lo había hecho y si se habían dado cuenta
de la conexión.

Me obligué a respirar de manera uniforme, centrándome por


completo en cada bocado, tratando de alejar todo el pensamiento de mi
mente de lo que había pasado. Yo realmente no creía que hiciera un buen
trabajo con ello.

¿Cómo, en el nombre de Azrun se supone que debía mantener mi


dignidad cuando tenía que pasar días en su compañía?

Una vez más, quería golpear mi cabeza contra la mesa. Sería un


largo y horrible día.

Era tan mono en su aflicción. Tan encantadoramente avergonzado e


inseguro con ello. Yo no sabía si los draconianos tendrían tan buen
sentido del olfato como los finarios, pero es evidente que lo tenían si la
reacción de Graitaan era algo en lo que basarse. Pensé que podría
intentar descartarlo como un sueño o imaginación, así que no me había 47
lavado esta mañana, deseando que llegara a sus propias conclusiones sin
que yo tuviera que decir una palabra.

Definitivamente había llegado a una conclusión... una mortificante


si su expresión era algo en lo que fiarse. Lo encontraría interesante ver a
dónde iba con esto, cómo trataba de esconderlo. Que él lo haría yo no lo
dudaba. No estaba, de ninguna manera ni de cerca, preparado para
aceptar esto, pero con tiempo y paciencia, llegaría a la comprensión de
que era mío y que no era una cosa mala en absoluto.

Sonreí. Iba a ser un día maravilloso.

Reuní a mis finarios, viendo que Graitaan seguía su estela con una
expresión melancólica y pesimista que era totalmente entrañable. No lo
forcé a estar más cerca, sabiendo ahora que tenía que darle un poco de
espacio antes de intentar otro paso adelante en nuestra relación. Esto iba
más allá de la estimulación, y yo estaba muy ilusionado esperando el
siguiente paso en nuestro juego del gato y el ratón. Mi pequeño ratón
necesitaba recuperar la compostura.

El frío aire flotaba en las pequeñas nubes ante nuestros rostros. Mis
hombres y yo nos pusimos mantos ligeros, tanto para evitar la humedad
como para cualquier calidez. La mayoría de los seres humanos que nos
rodeaban llevaban equipo pesado de invierno, pero los finarios estaban
demasiado acostumbrados al verdadero frío; esto ni siquiera se acercaba
a la temperatura que nuestras propias tierras soportaban. Graitaan no
llevaba capa en absoluto, inmune al frío por el simple hecho de su calor
interno.

Muy delicioso calor interno.

Sonreí de nuevo, silbando entre dientes y sintiendo el ceño de


enfado de Graitaan sobre mí al oír el sonido alegre.

Encontramos nuestro lugar en las filas, y después de una molesta 48


demora pululando alrededor de los seres humanos, el ejército comenzó la
marcha para seguir la estela de nuestro enemigo en retirada.

El día era suave sobre nosotros, no demasiado caliente, gracias a


los dioses. Había poca humedad en esta parte de la tierra, y cada uno
tenía que llevar agua. Estábamos llegando a los pies de las colinas, y más
allá de sus suaves pendientes, las montañas se elevaban, desafiándonos.
Sería un día de marcha agotadora, sin duda. Aquí, al menos, había árboles,
escasos y retorcidos. Solo podía esperar que el sol no fuera demasiado
cruel antes de llegar a la frescura de los puertos de montaña.

El ejército masario estaba de buen humor, ya que por fin habíamos


derrotado al enemigo ayer después de intensos combates. Ese
estancamiento se rompió por fin después de varias semanas, lo que fue
un impulso a la moral, y marchamos rápidamente, contentos de ganar
terreno cuando durante tanto tiempo habíamos permanecido en la bahía.
El enemigo estaba aprendiendo el verdadero costo de tratar de
conquistar una de las colonias de Masaria. Habían estado tan seguros al
principio, tan seguros de que la distancia de Masaria de sus nuevas
tierras sería el factor decisivo en el conflicto. No habían contado con la
participación finaria y el poder de los talentos de nuestros magos.
Desplazarse tal distancia podría gravar considerablemente los recursos
de la hechicería humana, excepto que era una pequeña prueba para un
finario. Que nuestro rey hubiera decidido participar, cuando los finarios
tan rara vez se mostraban a los humanos, no era una cuestión para mí.
Tendría sus razones, y si fuera necesario que yo supiera, sería informado.
Si no, yo obedecía sus órdenes.

Era solo la parte curiosa de mi naturaleza la que clamaba saber por


qué. Esa misma curiosidad me había metido en líos con mi padre y otros
de mi familia con demasiada frecuencia. Alguna vez tengo que saber el
porqué de las cosas, cuando el resto de mi carrera parecía muy poco
curiosa. La mayoría de los finarios no tenían ningún interés en nada, más 49
allá de sus propias fronteras y sus propias preocupaciones. Los seres
humanos nos temían y evitaban nuestras tierras, así que poco se
interponía para un conflicto entre las dos razas. Yo solo había conocido a
dos seres humanos antes de nuestra asignación al ejército masario, y
había tenido que pasar tiempo con el rey masario para aprender sus
maneras antes de que a mi gente se le pudiera permitir mezclarse con las
masas. De lo contrario, mis guerreros y yo habríamos matado a decenas
de nuestros supuestos aliados el primer día, al ver sus palabras y
acciones como insultos imperdonables.

Los humanos eran tan ajenos a los matices de tono y el lenguaje


corporal. Usaban solo sus sentidos básicos para observar su mundo y
dejaban que su conocimiento interior se desperdiciara. Fue
desconcertante y sorprendente con nuestra pequeña tropa al principio,
pero poco a poco habían aprendido que era como tratar con niños; sus
comportamientos puede que fueran irritantes en extremo, sin embargo,
en su mayor parte a menudo terminaban con un extraño tipo de
inocencia en la forma en que eran percibidos por los demás. Como los
niños, estaban tan absortos con su ego que no podían entender cómo sus
acciones afectaban a otros.

Eran una raza extraña. Aunque yo había aprendido a tolerarles, en


algunos casos, incluso a disfrutar de su compañía durante tramos cortos,
estaría encantado de volver a mi tierra y estar entre esos a los que yo
entendía.

Los humanos eran demasiado complicados.

Al igual que los niños que había nombrado, podía escuchar a los
seres humanos comenzar a cantar mientras marchaban, y su buen humor
impulsó mi propio espíritu aún más alto. Podría parecer ingenuo, pero las
tropas humanas mostraban una alegría en la vida que a veces parecía
carente en nosotros como inmortales.

Encontré una sonrisa formándose en mis labios una vez más, 50


sabiendo que mis guerreros estaban seguros de notar mis ánimos y mi
olor, junto con el estado de ánimo excesivamente peligroso de Graitaan.
Eran demasiado inteligentes como para no juntar ambas cosas y llegar a
una explicación lógica.

Mi sonrisa se ensanchó. Cuando regresara a mi pueblo, llevaría una


nueva incorporación a sus filas. Una que seguro animaría las cosas y
levantaría algunas cejas.

Me reí a carcajadas ante la idea, atrayendo una mirada inquisitiva


de mi segundo al mando, Nasir, y un gruñido de mi futuro compañero.

Caminé con dificultad en la estela de la precisa tropa de los finarios,


maldiciendo entre dientes, frunciendo el ceño ante su formación perfecta
y su estúpido comandante. Mi estúpido comandante, por mucho que
quisiera negarlo.

Cerré los ojos por un momento, pensando en cómo, después de


tanto tiempo en soledad aquí, debía estar sumergido dentro de este
enigma.

Sadan era mi comandante, en primer lugar. No podía matarlo, como


deseaba hacerlo. Eso sería una mancha sobre el honor de mi raza, algo
por lo que había luchado durante mucho tiempo y con mucho esfuerzo
para mantener la perfección impecable, incluso en mi exilio. Por el bien
de mi propia cordura, no podía atacarle, ni siquiera podía hacerle daño,
por razones personales.

El gran alcance de mi situación comenzaba a ser horriblemente


claro para mí.

Mi única esperanza sería que había sido un momento de pura 51


maldad por parte de Sadan, un estímulo de sus constantes burlas hacia
mí. Seguramente no podía ser más que eso. No podría haber una
atracción por su parte. Los draconianos eran otra especie enteramente
extraña a los ojos finarios, incluso fea.

Sadan era tan... hermoso. Parecía que no había otra palabra para él,
aun cuando hubiera demostrado ser un idiota y mereciera morir en lagos
de su propia sangre.

Para mi horror, solo pensar en él despertaba mi cuerpo. Medio


tropecé en medio de mi sorpresa, recomponiéndome rápidamente y
enderezando mi postura cuando Sadan miró sobre su hombro, su agudo
oído controlando el cambio en mi paso.

Eché una mirada inicial a su mirada interrogante y luego aparté mis


ojos, sabiendo que mi molestia le estaba dando un sin fin de
entretenimiento.
¿Fue solo ayer que había estado pensando que mi vida se estaba
convirtiendo en una rutina de total aburrimiento?

Azrun obviamente me había escuchado y descargado este lío sobre


mi cabeza no consciente.

Los dioses draconianos tenían un sentido muy, muy retorcido del


humor. Me tragué la siguiente maldición antes de que saliera de mi
lengua, con la esperanza de que un corto episodio de buena conducta
pudiera desviar la atención del cielo lejos de mí y salvarme de mayor
desgracia.

52

Suspiré con pesada impaciencia cuando nos sentamos al abrigo de


un acantilado de roca que se elevaba por encima de nosotros, esperando
a que los seres humanos descansaran.

Me encontré paseando, mirando hacia el oeste, donde el ejército


enemigo había huido. Si fuera por mí y los finarios, los hubiéramos
atrapado ya, pero los seres humanos eran dolorosamente lentos.

Incluso yo había ido por delante varias veces, explorando, luego a


regañadientes volviendo atrás, frustrado con el ritmo de caracol en el que
nos movíamos. Daba a las tropas enemigas, que no eran humanos en
absoluto, demasiado tiempo para reagruparse, para trazar una
emboscada, o para parar y descansar antes de reunirse con nosotros de
frente.
Pero era un rey humano al que servíamos, y su palabra era nuestra
orden.

Gruñí de frustración, mi cola azotándose con mis pensamientos.


Entre el ritmo ridículo del ejército y mi propia problemática obsesión por
lo que había ocurrido con Sadan, en ningún momento había sido un día
muy agradable. Se había convertido en bastante evidente que íbamos a
dormir en la noche abierta, y durante tiempos cortos solamente. Era la
única manera de seguir haciendo algún progreso como mínimo.

Los finarios no mostraron signos de impaciencia, no es que yo


pudiera realmente decir. Siempre parecían tan malditamente tranquilos,
tan serenos, y era imposible leer si eso era una mera máscara de su parte
o verdadera falta de pasión. Se sentaban en varias poses, inmóviles, como
si apenas respiraran.

Todo lo que sabía era que su actitud hacía hincapié en mi propia


frustración creciente. Los draconianos no eran tranquilos, nada serenos. 53
Mostraban sus emociones claramente en su mayor parte, aunque no en la
misma forma indisciplinada que los seres humanos.

Sadan se sentó en una roca enorme que daba a la gran llanura, su


mirada perezosamente examinando la tierra, pareciendo su atención muy
lejos de donde nos esperaban. Se había atado el pelo largo de nuevo, pero
los extremos bailaban con la brisa, rozando sobre la piel dorada de sus
brazos visibles entre las partes de la armadura. Había lanzado su capa
hacia atrás por encima del hombro, obviamente, demasiado caliente a
pesar de la altitud donde estábamos actualmente. Había subido sus
piernas, con los brazos envueltos alrededor de ellas, y su expresión
parecía ligeramente pensativa, como si sus pensamientos estuvieran muy
lejos de aquí.

Cuando me di cuenta de la intensidad con la que yo lo veía, me moví


hacia atrás como si picara, maldiciéndome rotundamente. Yo no podía
entender lo que podría estar pasando en mi cabeza que me hizo actuar de
tal manera.

¿Podría ser que quieras más de su boca? Una voz maliciosa susurró
en mi cabeza, una nota de burla en el tono. Gruñí en respuesta,
deliberadamente dándome la vuelta y avanzando lo más lejos que pude
en nuestra área limitada. No encontré ninguna manera de refutar
realmente esa maldita vocecita.

La acción de Sadan parecía haber despertado algo en mi cuerpo,


algo que había sido perfectamente la satisfacción de ser casto. Ahora
aullaba de necesidad, y mi piel se crispó con irritación en las sensaciones.

¿Cómo podría un poco de sexo hacer esto?

Eso sí, había sido una boca bastante talentosa.

¡Cállate! Castigué a mi voz interior. Ya tengo suficientes problemas


así, sin que pongas tu granito de arena en el lío. 54

Dejé mi paso, deseando poder poner mi cabeza en mis manos.


Genial, ahora estaba discutiendo conmigo mismo.

Respiré fuerte y enderecé mi postura. Era draconiano, me recordé a


mí mismo. Era fuerte. Yo era el último representante de mi clase aquí.
Maldición a los infiernos, pero un solo finario no me pondría en una
posición de inseguridad. Él no tenía ningún poder sobre mí.

Ninguno.

En serio.
Í

La ruta que tomamos por la ladera era empinada y traicionera,


cubierta de cantos rodados, haciendo el caminar a pie menos que estable.

Estaba teniendo algunos problemas con el descenso, porque mis


piernas no manejan bien tal grado de inclinación. Yo era cauteloso, mi ala
ilesa se extendió a medias en previsión de una caída, mi atención
únicamente se concentraba en mi caminar.

Juro que no fue mi culpa. 55


Uno de los humanos detrás de mí perdió el equilibrio y se cayó,
comenzando un mini deslizamiento de rocas a su paso. Oí su grito, pero
no me volví con la suficiente rapidez. Capté su advertencia demasiado
tarde. Se estrelló contra mis piernas, y apenas logré evitar aplastarlo
mientras caía. Por supuesto, mi mayor peso hizo que me deslizara más
rápido, incluso cuando clavé los pies en el pedregal en un intento
desesperado de frenarme a mí mismo.

Apenas podía ver por el polvo que se produjo a partir de mi


descenso en picado, y luego vagamente haber visto a alguien en el
camino, golpeándole a una velocidad considerable.

Oí un gruñido de dolor antes de que tuviera a los finarios encima de


mí. En un puro reflejo, envolví mis brazos alrededor de él para
equilibrarnos a ambos. Pude oír débilmente una maldición finaria antes
de que nos detuviéramos abruptamente, y vi el resplandor de la magia
que nos rodeaba.
Fui cojeando con alivio, intentando calmar mi jadeante respiración.

—No necesitas precisamente ir tan lejos para llamar mi atención,


Graitaan. Estoy más que preparado si deseas mis servicios. —La voz baja
y suave contenía tremenda diversión a costa mía una vez más.

Mis brazos se contrajeron en la rapidez con la que yo las aparté del


finario que yacía en mi pecho.

No abrí mis ojos, y me quedé en silencio, por mucho que quisiera


maldecir y despotricar.

Por supuesto... De todos los finarios que podría haber tratado de


matar de tal manera, tenía que ser Sadan al que golpeara.

Un beso suave se posó en mi nariz, haciendo que mis ojos se


abrieran repentinamente, y por breves momentos, pude olerlo, ese olor
tentador que siempre exudaba y me conducía a la distracción.
56
Sadan levantó su peso de encima de mí con demasiada lentitud, y
luego ofreció una mano, la diversión en su expresión poniéndome de los
nervios como siempre.

Quería rechazar su bondad aparente, burlarme de él, pero sabía


que mi saldo sería precario en el mejor de los casos, y con mi suerte, le
derrumbaría una y otra vez o le deslizaría abajo el resto del camino por la
ladera de la montaña. Nunca tuve esta maldita torpeza, salvo en
presencia de Sadan. Estaba empezando a creer que él de alguna manera
la causaba, tal vez un poco de magia especial que él podría usar en mi
contra. Me negué a creer que tuviera que ver conmigo ni lo más mínimo.
La torpeza nunca había sido un problema antes.

Restringiendo el impulso de gruñir, tomé su mano y le permití que


me levantara. Quería zafarme mientras su otra mano agarraba mi cintura,
estabilizándome, lo que garantizó que encontrara el equilibrio.
Con los ojos brillantes, Sadan desempolvó la armadura en mi
cadera.

—Vamos a tener que encontrar un lugar para que te bañes esta


noche, Graitaan. Estoy seguro de que tienes arena dentro de tu
gambesón. No querríamos que la piel se frotara en carne viva.

Asentí con la cabeza de manera cortante, incapaz de detectar


realmente si él estaba ofreciendo la cortesía de un comandante al ver que
sus tropas estaban listas para la batalla, o si ese comentario contenía
insinuaciones que yo no quería entender completamente.

Tirando hacia atrás para recuperar una distancia respetable, me


cepillé el polvo con disgusto, estremeciéndome un poco cuando descubrí
varios pequeños cortes de las afiladas rocas. Sadan se acercó un paso, con
la mirada fija en una rebanada en mi antebrazo, justo por encima de mis
brazaletes. Antes de que pudiera protestar o incluso darme cuenta de lo
que pretendía, cogió el dedo índice y suavemente recogió un poco de la 57
sangre que goteaba de la herida.

Observé fascinado y horrorizado y sin habla cuando se la llevó a sus


labios y lamió la sangre con un barrido de esa lengua larga que tenía...

Debía parecer como un idiota boquiabierto ante él como estaba,


pero no me podía mover cuando vi una expresión de profundo placer
cruzar sus facciones ante el sabor. Los ojos de Sadan se abrieron para
mirarme, con algo caliente y posesivo en sus profundidades.

—Sabes como imaginaba... —Su voz era medio gruñido, algo que
me hizo temblar, al sentirme acorralado.

Tragué saliva, más allá de saber cómo responder. Yo sabía que era
finario, sabía lo que eso significaba hasta cierto punto, incluso sabía que
los seres humanos se entregaban voluntariamente para suministrar
sangre, diciendo que era un placer de tal grado que no podía describirse.
Nunca antes, sin embargo, realmente le había visto como el depredador
que era, y esos ojos estaban fijos en mí.

Di dos pasos irreflexivos atrás y casi me caigo de nuevo, mi mirada


en sus colmillos cuando cayeron ante el sabor de la sangre.

Él sonrió, y no era una sonrisa amable. —Nunca he probado la


sangre de esa manera. Eres verdaderamente único, Graitaan... de muchas
maneras.

Mi mano avanzó hacia mi daga, pero él se echó a reír, y sus


colmillos desaparecieron lentamente, sus ojos simplemente se volvieron
divertidos de nuevo. —No te preocupes, mi amigo draconiano. Sabrás
cuando venga a por ti, y no va a ser en la ladera de una montaña con un
ejército entero detrás de nosotros. Tendría que ser mucho, mucho más
íntimo que eso.

Se rió de mi expresión de asombro, y luego se volvió e hizo una 58


señal a sus tropas finarias, la mayoría de los cuales, ahora me di cuenta,
nos miraban con sonrisas y muchos cuchicheos.

Les miré, mis dedos apretándose y aflojándose espasmódicamente


sobre la empuñadura de mi daga en clara advertencia.

Simplemente sonrieron más ampliamente, girándose para seguir a


su comandante.

Caminé con hosca indignación sobre su estela, preguntándome por


qué, solo una vez, no podía salir claro vencedor en mis encuentros con
Sadan.

Me negué a pensar siquiera en las palabras que él había


pronunciado. Solo las dijo para sacarme de quicio; me atengo a esa teoría
y no otra.
Mi pequeño estaba teniendo un mal día.

Le di gracias a los dioses del cielo por su ayuda en facilitarme un


encuentro tan íntimo. El sabor de su sangre... Estuve cerca de correrme
por la oleada de placer que me atravesó cuando la probé en mi lengua por
primera vez.

Fue todo lo que pude hacer para domar mi bestia interior y no


tomarle allí mismo, reclamarle contra aquella montaña a la vista de todas
las tropas que nos rodeaban. Entonces sabrían en términos inequívocos a
quién pertenecía Graitaan. Mi bestia anhelaba el valor de tal conquista.

Pero mi pequeño era más valioso que eso. Nuestro apareamiento se


llevaría a cabo en soledad como se merecía, convencido y metido en el
papel que jugaría, descubriendo quién y qué era para mí.
59
No podía esperar por el privilegio de esa primera alimentación, esa
primera intimidad verdadera que nos sellaría como verdadera pareja
para siempre. La sola idea de eso me mantuvo ocupado todo el camino
por la montaña. Las imágenes que bailaban detrás de mis ojos
involucraban explorar cada centímetro de ese delicioso cuerpo. Tan
inocente de su propia atracción. Me gustaría hacer a su cuerpo cantar,
mostrarle lo que significaba volar con el placer, lograr un estado más alto
que iba más allá del cuerpo y dentro del alma.

Al final tuve que dejar mi fantasía, porque mi endurecido eje


palpitante se frotaba incómodamente contra mi armadura. Yo anhelaba la
libertad de movimiento y, estar limpio una vez más. Mi promesa a
Graitaan se alzaba en mi pensamiento como el paraíso.

Sonreí un poco mientras finalmente, gracias a Dios alcanzamos el


nivel del suelo en la llanura de abajo. Quería un lugar donde pasar la
noche que tuviera un río o un arroyo.
Mi fastidioso draconiano no sería capaz de resistirse.

Me agoté por la inútil preocupación y mis constantes preguntas, no


por la ridículamente corta caminata que habíamos logrado ese día. Mi
energía era todavía demasiado alta cuando llegamos a la zona donde
podríamos dormir durante unas horas. Los seres humanos, en forma
como estaban para los de su propia clase, se dejaron caer sobre los sacos
de dormir con alivio, muchos de ellos quedándose dormidos al instante,
sin esperar siquiera a que se preparara la comida.

Solté un bufido de disgusto. Deseaba para mis compañeros de viaje


toda su fuerza. Podríamos haber ido por delante y ganado la batalla
60
nosotros solos. No necesitábamos a los seres humanos para complicar las
cosas.

Yo mismo, sin embargo, no era un representante adecuado de mi


raza.

Una especie de cansada desesperación me pesaba. ¿Qué estaba


haciendo aquí? Yo no podría suponer mucha diferencia como un solitario
draconiano. No era más que una curiosidad, mi gente, mi mundo estaba
lejos, un lugar al que nunca podría volver. ¿Por qué estaba luchando? No
había nadie a quien le importara si yo portaba mi honor familiar, nadie
que informara de que había sido menos que perfecto, menos digno de mi
familia. Parientes que no eran mi verdadera sangre.

El asunto que me había perseguido durante tanto tiempo parecía


especialmente fuerte en ese momento, y yo no estaba de humor para
dejarlo a un lado.
Yo no podía soportar estar en presencia de otras personas en estos
momentos.

Recogí mis gambesones extras y me dirigí hacia el río que discurría


a lo largo del campo. Una vez que me había retirado del sonido del
ejército, mi tensión comenzó a desvanecerse y un largo suspiro de alivio
sonó en el silencio repentino. Por primera vez, empecé a preguntarme si
debía dejar este lugar. Yo era de poca utilidad aquí, yo solo. No podía ir a
casa, pero podía ir a otra parte.

Me detuve en seco, aturdido. Nunca había pensado en esto. ¿Y si no


hubiera cumplido con mis deberes correctamente? ¿Y si no hubiera
pasado la mitad de mi vida obedeciendo las órdenes de mi emperador,
quien, sin duda, desde hace mucho tiempo había olvidado mi existencia?
Una vez que esta guerra hubiera terminado, ¿qué me impediría
marcharme, buscar la soledad en una parte distante del mundo?

Finalmente podría ser libre, finalmente... 61

Solo.

Tragué duro, y luego me castigué a mí mismo. Estaba mucho más


solitario en este ejército que si estuviera por mi cuenta. Y sin todas las
irritaciones...

Miré a la sobrecargada luna llena, apretando la mandíbula.

Esto era entonces, el final de lo que me habían mandado hacer. No


más. Después de esto, me gustaría volver a ser verdaderamente
draconiano, no tener que tratar de encajar con los humanos.

Cerré los ojos en una oleada de alivio tan fuerte que casi me envió a
mis rodillas. Había esperanza por fin, un final a esta nada que tenía que
soportar día tras día.

Libertad.
Me sentía casi mareado por la liberación, y mi paso se aligeró,
levanté mi cabeza más alto, impulsado por mis pensamientos.

Más lejos aguas arriba del campamento, encontré un lugar donde el


río se suavizaba; sus aguas rápidas se limitaban a la mitad del río,
mientras que la otra mitad eran bancos de arena y grava, las aguas eran
poco profundas a su alrededor y estaban casi en calma.

Llevé mis dos gambesones extra y los puse en el agua para


empaparlos, hundiéndolos hacia abajo con una piedra de buen tamaño.
Entonces me despojé de mi armadura, dejándola en la grava seca y
quitándome el gambesón, llevándolo junto a los demás en el agua.
Significaría que necesitarían varios días para secarse, pero yo tenía una
semilimpia allá en el campamento, e incluso el peso extra de llevarla
húmeda valdría la pena solo para tener la ropa limpia en algún momento
pronto. Me puse de pie en la oscuridad, deleitándome en mi desnudez. La
privacidad era rara, y no iba a desperdiciar una oportunidad como esta.
62
Después me metí en las tranquilas aguas, me encontré con una zona más
profunda y me metí en la lenta corriente, dejando que la calmante
humedad me engullera. Me acosté de espaldas, avanzando
perezosamente con mis brazos, dejando que mi cuerpo se relajara por
completo. Tal placer como este, era un bien muy preciado, y decidí
disfrutar cada segundo de ello. Con mucho gusto pasaría sin dormir y no
apresuraría este momento.

La irritación seca que siempre hizo que mis escamas me picaran se


alivió, y suspiré en voz alta, mi cuerpo relajándose más. Las escamas
draconianas necesitaban atención constante y debería aplicar aceite en
ellas en climas más secos, como en esta zona en particular. Al no tener
compañero que me ayudara, solo podía aplicar aceite donde podía llegar,
y el resto a menudo me ponía medio loco con la picazón constante, la cual
me daban ganas de rasgar mi propia piel.
Este alivio sería temporal, lo sabía, pero había aprendido a tomar
cada pequeño placer en sus propios términos. Nunca sabías cuándo tales
cosas podrían venir de nuevo.

El flotar me hizo caer en un sopor, y me complacía en la relajación,


tan rara en mi existencia. Podía quedarme así para siempre.

Con los ojos cerrados, me dejé llevar... a algo. Mientras miraba hacia
arriba, me di cuenta con sorpresa de que era alguien.

Sadan estaba allí de pie, sonriendo, con las manos en las caderas
magras, en toda su gloria desnuda.

Y qué gloria era.

Grité mientras me hundía, medio ahogándome en el proceso,


sintiendo a Sadan agarrarme del brazo y transportarme hasta mis pies
con una facilidad que me impresionó a pesar de mi disgusto por la
situación. 63

Él siempre, al parecer, me veía en mi peor momento.

Ese pensamiento huyó cuando Sadan me atrajo hacia él, así que
estábamos presionados juntos, cuerpo mojado fusionándose contra
cuerpo mojado. La sensación de su piel desnuda hizo destellar algo
dentro de mí, algo que me aterrorizó por completo, como si yo quisiera
esto, lo necesitara de alguna manera que no pudiera realmente
comprender.

Traté de retirarme, pero me agarraba como el hierro, e inclinó la


cabeza hacia mí, con una larga lengua flexible que salía para lamer por
encima de mi boca.

Di un grito ahogado, y él se aprovechó, hundiendo su lengua en mi


boca y mordiendo mis labios con un gruñido salvaje que resonó dentro
de mí.
El miedo se disparó, y traté de recuperar mi equilibrio para luchar,
pero entonces él murmuró desde el fondo de su garganta y comenzó a
pellizcar justo debajo de la aleta de mi oído.

Habría caído de rodillas si él no me hubiera sostenido con tanta


firmeza.

¿Cómo demonios había sabido mi punto débil, mi zona erógena?


Toca allí y estaba totalmente indefenso. Solo otro draconiano debería
haber sabido eso, no un adversario como Sadan, de otra especie en su
totalidad.

Su larga lengua salió y trazó el área con exquisita lentitud y presión,


y me arqueé contra él, mis manos con espasmos en sus hombros, aun
cuando mi mente gritaba que me alejara de él.

—Tan hermoso, tan sensible... —Las palabras de Sadan susurraban


sobre mi piel como la seda, y me estremecí ante la sensación, incapaz de 64
evitar el débil gemido que escapó de mis labios. Flotaba en su control,
incapaz de luchar, incluso mis ojos se abrieron al sentir una de sus manos
arrastrarse por mi cuerpo y las suaves caricias debajo de mi cola, dando
vueltas cada vez más cerca de la entrada.

Di un grito ahogado y me agité débilmente, incapaz de escapar a


pesar de que me sostuvo con un solo brazo. Su fuerza —mayor de lo que
había imaginado—, superó con creces la mía propia. El miedo comenzó a
encontrar un punto de apoyo.

—Shhh, mi pequeño. Yo nunca te haría daño. —Su susurro me hizo


estremecer; su tacto me hizo retorcerme dentro de él, no lejos como yo
quería, necesitaba. Mi cuerpo tenía mente propia, y le quería
desesperadamente a él.

Tanto tiempo sin contacto, tanto tiempo sin llegar a la culminación


con un amante. Grité, mitad ahogo, mitad gemido, cuando uno de sus
dedos largos y lisos con el agua, se deslizó lentamente dentro de mí,
abriendo brecha en mi cuerpo de la más íntima de las maneras.

Mi grito sofocado, los ojos bien amplios con la sensación mientras


el dedo se deslizaba increíblemente profundo, acariciando ese lugar tan
descuidado durante tanto tiempo.

Sadan murmuraba contra mi cuello, su lengua presionando con


más firmeza. Me sacudí en su dominio, las sensaciones abrumándome por
encima y por debajo, más de lo que mi mente aturdida podría tomar a la
vez. Quería luchar, alejarlo, pero mi cuerpo anhelaba tocar, anhelaba
sensaciones que había olvidado.

Podía sentir un rubor comenzar en el pecho, trayéndome recuerdos


casi olvidados a la palestra, algo que Marind me había dicho una vez.

Mis ojos se abrieron con incredulidad; me quedé mirando al


espacio, conmocionado. 65
No... No podía... Mi cuerpo tenía que estar confuso, desesperado.
Eso era todo.

Ese rubor, ese calor, mis marcas de apareamiento se elevaban hasta


la superficie de mi piel, mi exhibición intensamente privada destinada
solo para mi pareja.

Sadan no era...

Me arqueé con un jadeo ahogado cuando otro dedo me abordó,


recordándome lo agradable que podía ser una caricia tan íntima. Mi
cuerpo se despertó con fiera necesidad, comenzando a latir hasta que me
retorcía con el calor de ello.

Sentí las aletas de mis oídos comenzar a moverse, a estallar hacia


fuera en exhibición, y una vez más el tenue recuerdo se levantó. ¿Había
hecho esto inconscientemente cuando Sadan me había tragado la otra
noche? ¿Cómo podía mi cuerpo identificarlo tan erróneamente como una
pareja?

Mi único consuelo en este lío era que no tenía ni idea de lo que


significaba tal demostración.

Sadan gruñó contra mí, y sentí el roce de sus colmillos en mi cuello


aterradoramente vulnerable.

Gemí, traté de alejarme en un débil intento de resistirme, pero él no


mordió, solo raspó sus colmillos suavemente sobre mi piel sensibilizada,
el miedo añadiendo un sabor a la necesidad que yo sentía. Él me cambió
de posición entonces, sosteniéndome en la corriente de modo que la
mitad flotaba en su abrazo, mi cola se movía entre las piernas mientras lo
enfrentaba. El agua me empujó hacia él; podía sentir su dureza ahora
presionando contra mi entrada, nada en absoluto nos separaba.

Traté de hablar, protestar, detener lo que era inminente, pero fue 66


como si hubiera perdido toda razón, toda capacidad de moverme o
incluso expresar mis pensamientos.

La gran cabeza presionaba firmemente, y aunque intenté


débilmente apretar contra la intrusión, la presión se impuso, y yo gemía
mientras se deslizaba dentro de mis defensas, espeso y caliente dentro de
mi entrada estirada al máximo. Tanto tiempo casto, mi cuerpo ardía y
palpitaba al gran tamaño del intruso, y mis dedos se apretaron sobre sus
hombros.

Miré hacia arriba, tratando de ganar la suficiente presencia de


ánimo como para exigir que se detuviera, pero una vez que vi sus ojos,
estaba perdido.

Eran totalmente rojos, totalmente ajenos, con la cara más estrecha


y más afilada cuando sus colmillos cayeron totalmente en su posición. Su
expresión era dura, feroz con la posesión y la necesidad, ni por asomo se
iba a retirar, ni iba a dejarme ir. Cualquier protesta que saliera de mí,
cuando sus labios se inclinaron hacia abajo sobre los míos, me encontré
con la respuesta, mi cuerpo arqueándose en muda súplica. Él murmuró
algo, y me encontré con mis manos levantándose aferrándome a él. Sus
dedos se cerraron por encima de los hombros desde atrás y comenzó a
arrastrarme hacia abajo sobre mi empalamiento con inexorable poder.

Mi cuerpo se abrió a regañadientes, extendiéndose sobre el grueso


eje que forzó su camino más profundamente. Me retorcía, jadeaba,
tratando de escapar de la realidad del hecho de que Sadan estaba dentro
de mí, tomándome. Esto cambiaría nuestra relación para siempre, y yo no
quería tener nada que ver con él, pero algo dentro de mí —algo que no
podía nombrar—, ignoró mi terror. Acogió con satisfacción la sensación
de su pulso dentro de mi cuerpo, el poder feroz que estaba dentro de mí
como otro corazón latiendo. Esa parte instintiva parecía aullar dentro de
mi cabeza que esto era correcto y bueno, y permitió a mi cuerpo inerte y
flexible, ser cómplice de su propia conquista.
67
Sadan me miraba sin pestañear, asimilando todos los matices de mi
expresión cuando su eje me invadió más profundamente, empalándome
sin piedad.

Se inclinó hacia abajo, bañando la aleta de mi oído con esa lengua


larga, haciéndome arquear y retorcerme en reacción, haciendo que el
grosor dentro de mí presionara cada vez más profundo con cada
movimiento.

Por fin sentí su testículos pesados descansar sobre la tierna base de


la cola, indicando que estaba totalmente asentado dentro de mi cuerpo.

Me faltaba el aliento, los ojos se abrieron ante la sensación de


Sadan clavado tan íntimamente, su miembro duro y palpitante.

Miré fijamente a esos ojos rojos, observando con una especie de


tenue fascinación mientras sus labios se retiraban con un gruñido, su
rostro completamente primitivo.
—Mío —gruñó, sonando completamente diferente a su habitual
forma de autocontrol—. Mi compañero.

Empujó, duro y profundo, su grosor presionando con perfecta


presión sobre ese punto que hacía que todos los pensamientos se
dispersaran, toda razón y resistencia huyera.

Mi pánico inicial con sus palabras me abandonó rápidamente


mientras mis pensamientos se convirtieron en poco más que impresiones
azar, necesidad y respuesta tomando todas mis habilidades.

Él no era un amante suave, y mi propio salvajismo fue a su


encuentro, dejando al descubierto los dientes en repentino desafío a su
fuerza mientras mis garras aparecieron, seguramente dejando
sangrientos verdugones sobre su piel perfecta. Encontré mi piernas
envolviéndose a su alrededor, obteniendo el control de mi parte inferior
del cuerpo mientras me introducía yo mismo en cada empalamiento,
ásperos gruñidos de afligido placer salían de mi garganta mientras 68
empujaba fuerte y rápido, más rápido de lo que nunca había sido tomado,
profundidades que llegaron a ser exclusivamente suyas.

Una parte de mi cerebro estaba conmocionado y horrorizado por


mis acciones, excepto algo más, no dejaría que mi mente tomara el
control. Quería esto, necesitaba esto con una fuerza que me habría
aterrorizado si hubiera sido capaz de comprenderlo plenamente.

El aullido dentro de mi cabeza se intensificó, respondió a las


palabras de Sadan con satisfacción y un sentido de formalización que
nunca había sentido antes.

Las sensaciones parecieron intensificarse como si me encontrara al


borde de algo, e instintivamente volví la cabeza, presentando mi garganta
en absoluta sumisión.

—Sííí —Sadan siseó, sus ojos brillando cada vez más, y se inclinó
hacia adelante, sujetándome en el lugar con los dos brazos al tiempo que
abría sus fauces sobre mi garganta. Mi mente racional farfullaba con
terror, tratando de huir, pero el lado primitivo me mantuvo en sumisa
docilidad.

Esos colmillos afilados como agujas me traspasaron, un momento


de intenso dolor. Entonces grité cuando el placer —tan fuerte y claro que
fue casi agonía—, inundó mi ser. Yo era suyo. Era parte de él, parte de
todo lo que me rodeaba. Podía oler y sentir cosas que nunca había
experimentado antes, incluso con mis habilidades draconianas
aumentadas. Era como si el mundo que me rodeaba viniera a mí
repentinamente, en vívido foco, y yo estaba asombrado ante su belleza,
ante el sentido de pertenencia con ello y ante el único que empujaba
dentro de mí con la fuerza y el poder más allá de mi imaginación. Podía
sentir a Sadan, destellos de sus pensamientos, pero sobre todo sus
emociones, brillantes y feroces, su necesidad por mí, su sentido de mí
como más que precioso en sus ojos. La conmoción ante eso trajo lágrimas
a mis ojos; ¿cómo podría ser yo lo que él imaginaba? Yo solo era Graitaan 69
nacido de marginados, miembro singular y poco llamativo de una raza
extranjera, lejos de la propia belleza y gracia de Sadan.

Pero sus pensamientos fueron claros y concisos, su necesidad y la


pasión por mí innegables.

La sensación de su boca sobre mi cuello, de extraer mi sangre para


él, era tan exquisita, tan apasionada que gemí... y me corrí... sin más
estímulo que ese. Sentí el duro pulso de mi semilla, mientras se arqueaba
desde mi eje endurecido, uniéndose a las aguas que fluían a nuestro
alrededor.

Me quedé débil con la fuerza de la liberación, pero Sadan no estaba


ni cerca de terminar. Sus brazos tiraron de mi cuerpo con rápidas
sacudidas sobre su eje, empalándome fuerte y profundo con cada
embestida de esas magras y musculosas caderas.
Gruñí impotente, clavado sobre su eje y sus colmillos, ambos. Mi
cabeza empezó a dar vueltas. Luego, lentamente, retiró sus dientes,
lamiéndose los labios con un gruñido mientras miraba hacia abajo a mi
forma gelatinosa, saciada. Lamió las heridas con largas extensiones de su
lengua, haciendo que mi eje se contrajera y comenzara a llenarse de
nuevo.

El calor en mi pecho y las aletas de mis oídos comenzaron a


intensificarse, y me sentí tan caliente y enrojecido que era una bendición
que yaciera en las frescas aguas del río para controlar el fuego interior
que parecía estallar cada vez más cuando Sadan continuó poseyéndome.

Podía ver los ojos Sadan rastreando esas marcas que yo no podía
controlar, y de repente sonrió, agudo y feroz.

—Tú quieres esta unión. —Sus ojos parecían brillar con una
comprensión repentina—. Esas son marcas de acoplamiento. Te has
sometido a mí como tu compañero, Graitaan, y no puedes alejarte de eso. 70
Esto es de tu libre albedrío ahora, y no puedes hacer que desaparezca
después. —La profunda satisfacción en su tono provocó mi racional auto
gruñido de rabia, pero mi cuerpo ronroneó en acuerdo, haciendo que
esas malditas marcas se destacaban aún más brillantes.

Él se echó a reír, con triunfo en el sonido, y sus caderas comenzaron


a golpear a un ritmo contundente que me dejó impotente aferrándome a
él como si estuviera en medio de una tormenta.

Y qué tormenta era. Grité mientras él agarraba mi eje endurecido y


comenzó a acariciarlo con dureza, casi dolorosamente.

Incluso eso parecía correcto, y mis caderas comenzaron a rebelarse


contra él, con los ojos medio retrocediendo cuando la fuerza del calor se
elevó dentro de mí, haciéndome temblar, mi respiración parecía más y
más difícil de encontrar.
Con un rugido, Sadan me estrelló contra sus caderas por última vez,
y sentí su eje latir dentro de mí, la semilla caliente palpitando
profundamente, marcándome en una forma que yo nunca podría borrar
de la memoria.

Su dominio se apretó, y me corrí una segunda vez, el cuerpo se


inclinó en un arco casi doloroso, la boca en un grito silencioso. Parecía
eterno sin embargo, solo un momento, y cuando me volví yo mismo, sentí
solo dolor mientras Sadan salió lentamente de mi cuerpo. Era como si él
me hubiera echado de la calidez y la comodidad.

Yacía en sus brazos, ambos jadeando y temblando como reacción.


Entonces Sadan me atrajo hacia su pecho y me llevó desde el río con una
fuerza que apenas podía concebir. Yo había sabido que él era más
poderoso. La idea había sido molesta y un tanto intimidante antes. Ahora
la sentía como protección, seguridad. Me quedé sin fuerzas contra él, la
mente demasiado aturdida para empezar a comprender lo que acababa
71
de suceder.

Su cuerpo se convirtió en el único consuelo para protegerme del


frío repentino que parecía venir desde muy dentro de mí, y no hice
ningún esfuerzo para luchar; de hecho me acurruqué más cerca, la cabeza
contra su pecho. Cerré los ojos lentamente en respuesta al saciado letargo
de mi cuerpo, y derivé hacia el sueño con una confianza que nunca habría
imaginado antes.
Í

Fue difícil para mí despertar. El calor que me rodeaba me mantenía


esclavo, y me acurruqué bajo las mantas con un gemido de protesta
cuando sentí un movimiento junto a mí, y luego la comodidad de otra
forma se fue de mi lado.

Mis ojos se abrieron de golpe, y me congelé con total incredulidad.

Otra forma...
72
Tomé una respiración profunda y trémula cuando el duro recuerdo
regresó con imágenes brillantes que preferiría haber refutado. Por los
dioses, ¿qué había hecho?

Me pregunté con desesperación si me quedaba debajo de las


mantas, ¿el ejército seguiría adelante sin mí? Yo solo podía quedarme
aquí, morir de vergüenza. Sería tan simple.

Podía oír a los finarios levantarse y sobre todo alrededor de mí, no


todos ellos todavía. Si iba a moverme, más valía que fuera ahora, o
tendría que enfrentarme a la gran cantidad de todos ellos, y
¿simplemente no se divertirían? Me había acostado con su comandante.
El mismo que yo había denostado persistentemente, despreciado durante
todo el tiempo que lo conocía. Encontrarían eso como algo para burlarse
de mí por el resto de la eternidad.

¿Cómo pude haber sido tan tonto como para hacer una cosa así? No
es que me acordara tener un montón de opciones. Mi voz interior se rió
de mí, haciendo alusión al hecho de que podría haberme resistido, podría
haber protestado.

¡Necio! Me castigué a mí mismo con dureza. ¿Cómo has podido


pasar de odiar completamente a Sadan a dejar que te joda?

Él debe sentirse triunfal con suficiencia por su conquista. Yo había


sido lo inalcanzable, el draconiano casto y misterioso. Ya no más. ¿Incluso
ahora Sadan compartiría los detalles con sus hombres, se jactaría de sus
proezas?

La idea me hizo estremecer de asco y vergüenza, y me enderecé,


desesperado por escapar.

Sadan estaba arrodillado al lado del fuego, atizándolo con más


madera para los que estaban despertando. Solo había otros dos finarios
despiertos, uno trayendo leña para Sadan y el otro de rodillas junto a las
débiles llamas, pareciendo totalmente helado mientras cerraba los brazos 73
alrededor de su cuerpo.

Me quedé inmóvil mientras Sadan volvió la cabeza,


inmediatamente consciente de mi movimiento. Sus ojos se encontraron
con los míos, y el calor me hizo temblar. Esa mirada era totalmente
posesiva, completamente seguro de sí mismo, y me gruñó entre dientes.
Él debe haber escuchado, porque empezó a sonreír, una lenta curva de
sus labios que hizo que mi ira aumentara en proporción. Idiota arrogante.
Retiré las mantas, solo tardíamente recordando mi desnudez. Yo se las
arranqué de nuevo, mi furia creciente ante la sonrisa más amplia que
mostraba Sadan ahora.

Miré a mi alrededor por mi ropa, dándome cuenta con una


sensación de hundimiento que la había dejado junto al río.

Aferrándome a las mantas como una virgen histérica, me


preguntaba con creciente terror cómo podía atravesar el campamento en
nada más que una manta. Mi dignidad y reputación de ferocidad nunca
iba a sobrevivir a esto.

Mis pensamientos frenéticos fueron interrumpidos como un haz


que cayera sobre mi regazo cubierto.

Mi ropa.

Miré a los cálidos ojos verdes. Sadan dobló lentamente los brazos
sobre el pecho, como si esperara algo.

Quería mirar hacia otro lado, pero rechacé la debilidad. Maldición


de los infiernos, no iba a dar marcha atrás de él. El hijo de puta iba a
pensar que yo era sumiso o alguna estupidez. En cambio le fulminé con la
mirada.

—Esto no es lo que piensas —gruñí en voz baja, tratando de no


despertar a los finarios que aún dormían cerca.
74
Sus cejas se levantaron cuestionadoramente en silencio, la
diversión en sus ojos profundizándose. Tomó cada pedacito de mi valor
continuar mirándolo.

—Equivocadamente piensas que yo quería... eso. No es así.

Los labios de Sadan se arquearon. —¿Eso? ¿Te refieres al sexo?

—Shhh —le susurré, apretando los dedos con más fuerza alrededor
de la manta que sostenía como un salvavidas. —¿Quieres que todos lo
oigan? Baja la voz.

—Me gustaría gritarlo a los cielos con gran orgullo. Quiero que
todos sepan lo que eres para mí.

Lo miré con fascinación horrorizada, como si se hubiera convertido


en un loco, o más loco de lo que había estado antes.
—Yo no soy nada para ti. Soy uno de tus hombres, y esto debería
muy bien no haber sucedido nunca.

Sadan se encogió de hombros con gracia indolente. —Por supuesto


que iba a suceder. Tú eres mi compañero destinado. Ya era hora.

Me eché hacia atrás, sintiendo mis ojos abrirse. Pensé que había
dicho esas palabras en el calor de la pasión, no con algo de verdad detrás
de ellas. Por todos los dioses, ¿qué estaba gestando en su pequeña cabeza
ese maníaco ahora?

—¡Yo no soy tu maldito compañero! —le susurré, todo mi cuerpo


estaba tenso por la necesidad de atacarlo. ¡Maldita sea, malditos
infiernos! ¿Qué gran mal había perpetrado en otra vida para que
metieran a la fuerza a este loco bastardo en mi presencia?

Sadan se limitó a sonreír, el idiota. ¡Sonrió! Como si yo no fuera a


lanzarme sobre él y lo fuera a despedazar miembro a miembro. Si 75
pensaba que esta mierda de “pareja” iba a detener mi mano, estaba muy
equivocado. El hijo de puta aprendería a su propia costa.

—Yo no estuve solo en esto, Graitaan. —La voz suave de Sadan


ronroneó sobre mi nombre como si él lo poseyera ahora—. Sus marcas de
acoplamiento eran claros indicadores de que tu cuerpo, si no tu mente,
sabían muy bien quién era yo y lo aceptaste por completo.

—No tuvo nada que ver contigo. —Ojalá mis palabras tuvieran
tanta convicción como yo quería proyectar.

Inclinó ligeramente la cabeza, sonriendo cada vez más. —Así que


¿esas marcas salen por cualquier amante?

Yo quería mentir, pero nunca había aprendido, y ahora esa carencia


me inmovilizó, sin palabras, bajo esa mirada de halcón.
—Me lo imaginaba —dijo con profunda satisfacción que me irritaba
hasta la médula de mi ser—. Yo soy tu compañero, Graitaan. Tu cuerpo lo
sabe. Ahora solo tenemos que trabajar en tu cerebro.

—Nunca voy a aceptarte como mi compañero, por lo que no tengo


ninguna maldita idea —gruñí, mis garras extendiéndose desde la punta
de mis dedos, un indicativo de mi ira.

El maldito finario ni siquiera tuvo la decencia de flaquear o parecer


intimidado en lo más mínimo. —Sé que eres tímido. —Hizo caso omiso de
la forma en que mi boca se abrió ante la ridícula declaración—. Te daré
tiempo para adaptarte a la idea de ser mío. Cuando estés listo, tendremos
una verdadera ceremonia para dejárselo claro a todo el mundo.

—Y una jodida mierda. —Apenas me sacudí con bastante furia,


buscando a tientas mi espada, la daga, algo afilado al menos.

Sadan me sonrió con suave afecto que irritaba mis sentidos como 76
zumbidos. —Llegarás a un acuerdo con esto con el tiempo, mi pequeño.
Soy un amante exigente, cierto, pero no sin mi lado amable. Te daré
espacio para llegues a la comprensión de que me anhelas tanto como yo
te anhelo a ti. —Giró sobre sus talones y se dirigió de nuevo al fuego.

Yo temblaba de emoción. ¿Pequeño? Destriparía al bastardo, lo


dejaría en el sol para las aves carroñeras. Lo...

Caminé hacia el fuego con tanta alegría en mi corazón que


necesitaba expresión. Quería que el mensajero del rey corriera la voz por
el campamento, quería gritar con toda la fuerza de mis pulmones que
Graitaan era mío, que habíamos sellado nuestra unión con el más íntimo
de los actos. No creía que realmente Graitaan pudiera sobrevivir a la
vergüenza de que ningún deseo le fuera concediera.
Era tan tímido, mi pequeño. Era absolutamente adorable. Y su
fiereza, tan entrañable. La forma en que su cuerpo se tensaba, que sus
ojos ardían... Mi cuerpo se comprimió solo con el pensamiento.

Respiré hondo, tratando de enderezarme yo mismo bajo alguna


forma de control. Todo lo que quería en ese momento era repetir la
experiencia que habíamos compartido en el río. Oh mis dioses, su calor
encerrando mi eje palpitante. Su sabor... cerré los ojos, lamiendo mis
labios como si su sangre todavía estuviera en mi lengua. Había sido
increíble, el impacto de ese sabor en mi cuerpo, mente, el alma misma.
Era como si Graitaan hubiera fluido dentro de mí, como si su esencia se
hubiera unido con la mía para formar un todo. Yo ya no era una sola
entidad, sino la mitad de un todo, algo que nunca había experimentado
antes. Una fusión de uno mismo en algo más grande, algo que nunca
podría perder sin ser despojado y quedarme desconsolado.

Él era el mío. Llevaba mi marca en su cuello. Este primer mordisco


77
lo marcaría; no lo había sanado con mi saliva como lo haría cualquier otro
de ahora en adelante. Soportaría esa marca por el resto de su vida. Mi
marca. Mi compañero. El vínculo forjado nunca podía romperse.

Sonreí. A pesar de su reticencia...

Contuve mi exuberancia y tendí hacia al fuego. Pronto volveríamos


a comer una comida fría de las sobras y reanudaríamos nuestra
persecución al enemigo. Mi sonrisa se volvió lobuna. Me encantaba ver a
mi pequeño en una pelea. La alegría con que la hacía frente, la fiereza que
irradiaba de él me puso caliente y molesto, y a menudo tuve que
castigarme a mí mismo para prestar atención a mi propia lucha, a menos
que terminara lesionado e incapaz de proteger a mis hombres y a
Graitaan. Me distraía condenadamente tanto.

Me las arreglé para mantener mis ojos lejos de donde mi pequeño


se vestía, y me di cuenta de que mis compañeros eran evidentes en evitar
esa zona. Ellos sabían, entonces, lo que había ocurrido y estaban
respetando este nuevo vínculo.

De hecho, cada uno de ellos ponía una mano en mi hombro


mientras llegaban, sus felicitaciones murmuradas solo se sumaban a mi
sentido de integridad. Mis compañeros, mi pareja... no había nada más
que yo quisiera en todo este mundo o en cualquier otro.

Salió el sol, y empezamos a armarnos. Era un nuevo y glorioso día.

El áspero gruñido desde la dirección del saco de dormir de mi


nuevo compañero me hizo sonreír un poco más ampliamente.

Si había pensado que el día anterior parecía no tener fin...


78
Este de lejos lo superó. Caminé pesadamente detrás de los finarios,
comiendo polvo y rechinando los dientes en cada punzada de mi culo
bien utilizado. El dolor me hizo comprender exactamente lo que había
sucedido la noche anterior, y no se me permitió olvidar, ni por un
momento, que mi jefe me había follado mucho y bien duro.

Mis ojos se estrecharon sobre esa amplia espalda que caminaba con
tanta facilidad seguro de sí mismo a la cabeza de nuestra unidad. Me
distraje imaginando diversas torturas infligidas a Sadan por mi mano.
Fue todo lo que me mantuvo cuerdo en este momento. El verdadero
impacto de lo que había ocurrido todavía no había penetrado. Sabía eso
en alguna parte de mí, pero quería permanecer desesperadamente en la
comodidad ajena.

Levantando una mano hasta mi cuello por enésima vez, sentí de


nuevo el elevado bienestar de la mordida que latía como un segundo
latido del corazón. ¿No era suficiente que mi culo doliera con cada paso,
sino que ese hijo de puta tenía que dejar una marca que se destacaba
como un maldito faro a los ojos de todos?

Yo no tenía idea de dónde estaba mi equipaje con los entresijos del


campamento, ya que no habíamos puesto nuestras tiendas, así que no
tenía nada con lo que cubrir la marca. Solo podía gruñir y mirar
airadamente a todo el que se atreviera a mirarlo, que se atreviera a
parecer como si fuera a preguntar.

Ninguno de los finarios lo había hecho. Habían recibido una mirada


y se habían apartado discretamente, aunque atrapé las esquinas de
algunas sonrisas que eran duramente contenidas.

Bastardos.

Quería una pelea de la peor manera, pero todo el mundo actuaba


con cuidado a mi alrededor, y yo no tenía una maldita excusa para iniciar
una. 79
La disciplina del rey entre sus tropas era dura, como debería ser.
No tenía ganas de estar en el lado equivocado de la misma, simplemente
por Sadan. Esa sería la última humillación. Me enorgullecía de la auto-
disciplina, y por los dioses, no iba a perder esa reputación también,
incluso si el resto se encontraba en ruinas.

¿Fue hace solo unos días que mi vida había sido armoniosa, incluso
tediosa? ¿Cómo podrían las cosas haber ido tan mal en tan poco tiempo?

Miré más duramente a mi némesis. La pesadilla de mi propia


existencia.

Pareja, ¡y una mierda!

Si intentaba tocarme otra vez, iba a hacer de él un luchador con una


sola mano.
Estaba tan malditamente agradecido cuando finalmente
alcanzamos al enemigo, que podría haber llorado. Por fin alguien con
quien luchar, alguien que recibiera el peso de mi ira con razón legítima.

Me metí en la refriega con un rugido de alegría que tenía a mis


oponentes con los ojos abiertos y tratando desesperadamente de salir de
mi camino.

Era como si mi cara mostrara mi rabia. Ciertamente, algo hizo que


me temieran más que de costumbre.

Podría ir no más lejos una vez que llegara a la línea de sus mejores
combatientes. Estaban endurecidos, eran soldados experimentados, y
aquí por fin conseguí el conflicto que necesitaba. Aquí había enemigos
dignos de verdad.

Mi cuerpo se movió sin pensar, fluyendo a través de los


movimientos que estaban tan arraigados dentro de mí como el acto de 80
respirar. Yo compensé mi ala paralizada, así que no era tan ágil como
normalmente era, pero algo sí que cambiaba cuando se combinaba con
mi ira.

Era golpe y parada, avance y retroceso, y apenas era consciente de


que los finarios de mi unidad se habían unido a mi avance con rugidos
propios. Había aprendido bien que si hay algo que un finario disfrutaba,
era la batalla. En eso, estaban a la par con los draconianos, por mucho
que no me gustara la comparación.

Aun así, no podría pedir mejores luchadores a mi lado, y eran de mi


unidad, después de todo. Tenía que haber una cierta lealtad.

Casi no sentía los cortes innumerables y golpes que empezaron a


aparecer en mis zonas menos protegidas. Yo era todo enfoque y furia.

Fue solo un grito de dolor a mi izquierda, que me sacó de mi bruma


interior y volví a la realidad.
Uno de los finarios de mi unidad había caído de rodillas, con una
lanza atravesándole la armadura justo debajo de su pecho, sus ojos se
abrieron llenos de incredulidad. Nada debería haber sido capaz de
superar las protecciones mágicas que hacían a las armaduras de los
finarios invencibles.

Me quedé conmocionado, casi me golpeo yo mismo, antes de


moverme para interceptar a la criatura que sostenía la lanza. Era un
temido Hanashtar, la mayor de las tropas enemigas, y por lo general era
solo uno que luchaba contra con varios números, pero acababa de
derribar a uno de mi unidad, y eso sacó al draconiano dentro de mí.

El Hanashtar era enorme, fácilmente el doble de mi altura y


anchura también, en forma masiva. Su cabeza era larga y delgada en
contraste, una boca llena de dientes relucientes, cuando comenzó a tirar
de los finarios heridos hacia él, como si fuera poco más que un pez en un
poste.
81
Borré del pensamiento el grito de agonía que se escapaba de los
finarios, con un gruñido retorciendo mis labios, mi espada barría abajo
para cortar el mango de la lanza. Entonces me paré delante de mi
compañero lesionado, que mostraba los dientes, el ala medio extendida.
El se quedó mirando fijamente durante un momento como sobresaltado.
Entonces sonrió y dejó caer el inútil extremo de la lanza, solo para
extraer su espada.

Tampoco se parecía a nada que hubiera visto antes, larga y


ligeramente curvada, con bordes dentados a lo largo de su longitud, como
los dientes de un tiburón.

Recibí el primer golpe sobre mi espada en alto, y me tambaleé con


su fuerza. Esta criatura era increíblemente poderosa, con un toque de
magia en su aura, como si tal vez estuviera controlado por alguien o algo
más. Si la magia estaba involucrada, eso explicaría que la lanza pudiera
perforar la armadura finaria.
No tenía tiempo para considerar las implicaciones. Estaba
demasiado ocupado atacando y acosando a mi oponente, distrayéndolo
lo suficiente para que tal vez otros vieran la situación que enfrentábamos
y vinieran a ayudarnos. Sinceramente, no pensé que pudiera ganar contra
este recién llegado, y no por lo que había visto hasta ahora.

Mi velocidad ayudaba, pero no lo suficiente. Mi enemigo logró


múltiples golpes de refilón que eran tan contundentes que comenzaron a
cortar pedacitos más pequeños de la armadura y romper mi protección.
Podía sentir la sangre correr por mi cuerpo con varias rebanadas, y sabía
que era solo cuestión de tiempo antes de que llegara a debilitarme más.
Corriendo el riesgo, me dejé caer y rodé justo cuando se extendió él
mismo para un poderoso golpe. Le di en la cara interna del muslo, no tan
alto como yo buscaba, pero lo suficientemente cerca.

Rugió de dolor, y dejé que una sonrisa curvara mi boca en


respuesta mientras me volví a levantar. Algunos lugares simplemente
82
eran blandos, sin importar qué clase de ser fueras.

Si hubiera pensado que tal lesión podría detenerlo, estaba muy


equivocado. Solo le pinchó en una furia que hizo que llovieran golpes
sobre mí. Me trajo de vuelta con la ferocidad de su ataque, y me obligué a
mantener mi terreno, proteger a mi compañero caído.

El sudor corría por mí, y me faltaba el aliento, el miedo comenzaba


a alcanzar una firme posición. Este ser no era nada que pudiera derrotar,
eso era suficientemente obvio. Me lancé a la derecha y me estremecí
cuando algo golpeó mi cara con tanta fuerza que mis pies salieron de
debajo de mí. Golpeé el suelo y traté de rodar pero no pude. Me parecía
estar... Miré hacia abajo, aturdido de ver la extraña espada atravesar mi
costado, justo por debajo de las costillas, atravesándome y clavándome a
la tierra.

Pero no había dolor.


Parpadeé, todavía sin comprender completamente, y luego miré
arriba hacia el desprecio victorioso de mi enemigo.

Él dijo algo en un idioma que no entendí, pero el triunfo fue lo


suficientemente claro.

Para mi vergüenza, grité cuando me retiró la espada, finalmente la


agonía despertó indescriptible, luego se quedó allí, incapaz de moverse
mientras mi sangre manaba de mí y mi enemigo levantó la espada
ensangrentada para un golpe final.

Yo le gruñí, negándome incluso a cerrar los ojos. Me enfrentaría a


mi muerte como un draconiano debía hacerlo, con coraje.

Vi un destello de luz, y el Hanashtar se tambaleó hacia atrás, con la


expresión sorprendida durante un largo momento, una cierta cantidad de
miedo pareció atraparle. Antes de que pudiera comprender lo que estaba
sucediendo, Sadan apareció delante de mí, y él brillaba... resplandeciente. 83
Parpadeé con asombro.

Los ojos Sadan estaban completamente rojos, su cabello trenzado


daba vueltas a su alrededor con cada movimiento, y se arremolinaba y
giraba y golpeaba con tal velocidad y fuerza que me quedé alucinado. Le
había visto pelear durante años, y nunca había visto mostrar esta
capacidad antes.

Él era imparable, literalmente, cortando a su oponente lentamente


en pedazos ante mis ojos. El aura mágica de su enemigo no resultó ser
obstáculo alguno. Según mis pensamientos borrosos, me pareció poco
tiempo al menos hasta que Hanashtar cayó, sus ojos aturdidos como si no
pudiera entender lo que había pasado, cómo pudo haber ocurrido.

Los sonidos de la batalla rugían a nuestro alrededor, pero era como


si estuviéramos en una cubierta protectora, porque Sadan se volvió, sus
ojos enloquecidos y salvajes, y se arrodilló a mi lado.
Mis sentidos comenzaron a desvanecerse, pero sentí su mano sobre
mi rostro, incluso mi mejilla se volvió con ese toque, lo último que
sentiría. Mi respiración se hizo áspera, y era tan difícil pensar... tan difícil.

Nunca me había sentido tan impotente como lo hice entonces.


Dividido entre los dos —mi pareja y mi compañero finario—. Gracias a
los dioses mi segundo al mando, Nasir, apareció a mi lado. Entre nosotros
probamos a estabilizarlos, pero a pesar de todo lo que podíamos hacer,
sentí que mi compañero, Melan, se iba. El dolor y la furia crecieron dentro
de mí. Los finarios eran inmortales. Esto no tenía que suceder. Yo debería
poder curarlo. Esto estaba mal, todo estaba mal.

Sin embargo, él murió.


84
Más tarde vine a descubrir la lanza, basada en la magia,
simplemente había destruido todo lo que tocó dentro del cuerpo de
Melan. No había nada que salvar.

Sin embargo, la culpa aún vivía dentro de mí, porque sentía que
presté más atención, puse más esfuerzo en mi Graitaan y sus heridas que
en Melan, al que Nasir hizo la mayoría del trabajo. Nasir discutió esto y
dejó muy claro que nada habría salvado a Melan.

No tenía idea de cómo iba a informar a la familia de Melan.


Nosotros los finarios raramente morimos. Ya había ocurrido, sí, pero en
raras ocasiones. Éramos inmortales, pero no del todo invulnerables. Y él
había estado bajo mi mando, uno de mis hombres, mis amigos.

En cuanto a mi pequeño, no podía describir el horror que sentí


cuando vi que era derribado. Nunca me había movido tan rápido, sin
embargo, ya casi llegué demasiado tarde. Ese momento se quedó con
absoluta claridad en mi mente, algo que nunca podría olvidar. Luché
como un loco, descubriendo la fuerza interior y una fuente de magia que
ni siquiera sabía que existía dentro de mí. No había piedad por mi parte
para esa criatura.

Incluso mi magia, mi don de la curación casi no era suficiente. Costó


todo mi esfuerzo estabilizar a Graitaan, y temí que no fuera a funcionar.
Yo no estaba lo suficientemente familiarizado con la fisiología draconiana
para poder asegurar que la curación finaria incluso funcionaría con él por
la terrible magnitud de su herida. Él no era inmortal, aunque los
draconianos eran extremadamente longevos. Bien pudo haber muerto
bajo mis manos.

Por algún milagro que agradezco a los dioses, sobrevivió, pero a


duras penas. Su fuerza de vida había sido tan débil bajo mi tacto, tan
cerca de extinguirse para siempre. Pensé que yo lo habría seguido por
propia voluntad, me habría desvanecido si me lo hubieran quitado.
Acababa de encontrarlo, acaba de descubrir la alegría de estar completo.
85
Que me lo arrebataran con tanta rapidez y tan brutalmente antes de que
hubiera sido capaz de descubrir las profundidades de una unión, habría
sido más de lo que habría podido soportar.

Los dioses fueron amables —otra indicación de que nuestro vínculo


fue dado por los dioses, dioses benditos—. A pesar de lo cerca que había
estado de la muerte, Graitaan no cruzó; no me abandonó.

La curación a base de magia que utilicé con él lo mantuvo con vida,


pero la gravedad de sus heridas, la destrucción dentro de su cuerpo, no
podría ser curada en ninguna otra parte, excepto en mi patria. Ahora que
mis energías estaban dentro de Graitaan, tenía algunas habilidades
finarias, y su curación solo sería completa una vez que estuviéramos en
suelo finario.

La guerra había terminado.

Los masarios habían ganado.


Eso era bueno. Y el rey nos había felicitado por nuestra parte,
pagándonos bien.

Solo podía estar agradecido de que fuéramos libres al fin. Deseó


que nos quedáramos, pero yo terminé con la guerra y los conflictos entre
los seres humanos. Me había costado muy caro. Había hecho lo que mi rey
deseaba, completé su mandato, y ahora podía volver a sentirme orgulloso
de nuestros logros.

Volvería con un compañero. No uno que nadie, incluyéndome a mí,


jamás hubiera esperado.

Un draconiano entre finarios.

Esto debería animar el lugar.

86
Í

Me desperté con un horrible dolor de cabeza que la mayoría los


dioses jamás habían tenido. Lo sentía como si mi cráneo pudiera
separarse por la fuerza, y yo gemía débilmente, un sonido suave, dulce
con respecto al dolor.

Mi mente logró lentamente moverse más allá de la agonía lo


suficiente como para darme cuenta de que mi cuerpo yacía en algo muy
cómodo, muy grueso, y estaba en movimiento. Dondequiera que
estuviera recostado parecía balancearse un tanto. 87

La confusión engendrada me hizo gemir de nuevo antes de que


empezara a sentir una oleada de náusea que me tenía tenso.

De repente, unas manos conocedoras estaban sobre mí, y me


giraron para vomitar sin remedio en un cuenco grande que se mantenía
constantemente delante de mí.

El simple movimiento de estar enfermo hizo que me retumbara la


cabeza hasta el punto de que las lágrimas subieron a mis ojos más allá de
mi capacidad de contenerlas.

Cuando terminé, esas mismas manos me tumbaron de nuevo y


arreglaron lo que parecían almohadas detrás de mí, recostándome
ligeramente. El ángulo cambiado parecía ayudar, y la náusea se
desvaneció de alguna manera. Poco a poco me di cuenta de un intenso
dolor irradiando de mi costado, latiendo al compás de mi cabeza.
Largos dedos ahuecaron mi cráneo, ignorando mi gemido de
protesta, y oí canto suave, meros susurros.

La calidez calmante parecía rodear mi cabeza, y para mi gratitud


eterna, sentí el dolor agudo y punzante atenuarse gradualmente a un
latido sordo y hosco que era al menos soportable.

Las manos abandonaron mi cabeza, y un dedo suavemente enjugó


las lágrimas de dolor que surcaban mis mejillas.

Debería haber sentido vergüenza de que alguien viera tal debilidad


en mí, pero mis pensamientos estaban demasiado dispersos para sentir
tanto de nada en absoluto.

Traté de imaginar por qué estaba aquí, traté de remontar ni


memoria a lo que había sucedido, pero todo estaba atontado y confuso, y
me calmé, solo centrándome en el hecho de que podía respirar de nuevo,
ahora que mi cabeza no la sentía como si fuera a caerse de mis hombros. 88
Muy lentamente, con cautela abrí los ojos, el miedo a la luz haría
que mi dolor de cabeza empeorara, si eso fuera posible. Para mi alivio, lo
que me rodeaba parecía tenue y sombrío.

Esas manos suaves acariciaban a lo largo de mi mandíbula, y


parpadeé, aturdido, finalmente logrando centrarme en la cara que se
cernía sobre la mía.

Era Sadan... pero no. Me pregunté si yo estaba plenamente


consciente, por su pelo que era de color oscuro. Traté de abrir la mano
para tocarlo, sintiendo una extraña punzada de dolor, como si algo dentro
de mí echara de menos la gloria brillante de ese pelo claro. A pesar de mi
esfuerzo, no podía ni siquiera levantar un dedo. Mis ojos se abrieron, una
pizca de pánico creció dentro de mí, pero antes de que pudiera reaccionar
con más fuerza, Sadan puso una mano por debajo de los hombros y me
sujetó, luego me ofreció una taza de líquido.
No podía ni siquiera protestar o apartarme. Lo presentó a mis
labios, pero al sabor inicial, fresco en mi lengua, mi cuerpo lo ansiaba
desesperadamente. Tragué el primer bocado y medio me atraganté,
lloriqueando cuando él casi retiró la taza.

—Shhh, mi pequeño. Con cuidado, bebe lentamente. Puedes tomar


más, pero poco a poco.

Me aferré a esa voz, a la presencia de Sadan, lo único sólido en mis


pensamientos desconcertados. Obedecí, dejando el goteo de humedad
sobre mi lengua esta vez, luego, tragando pequeñas cantidades. El mero
acto de tragar hizo que el dolor en mi costado me ardiera, y di un
respingo estremeciéndome con la intensidad de ello.

—Bebe más, Graitaan. Esto ayudará a quitarte el dolor. —El tono


sonaba suave y tranquilo, y lo escuché en una manera que nunca habría
considerado si hubiera estado plenamente consciente. Por ahora, yo
obedecí, tragando con más determinación ante la idea de que la mezcla 89
aliviara mi dolor.

Llevó toda mi fuerza para siquiera lograr eso, y el miedo a esta


extraña debilidad resucitó de nuevo. Quizás Sadan lo viera en mis ojos,
porque cuando terminé la taza, la dejó a un lado y se inclinó sobre mí, sus
labios contra mi frente. Suavemente acarició mi cresta mientras estaba
apoyada contra él, provocando una respuesta primitiva que me hizo
debilitarme a pesar de mi inquietud.

Sus palabras suaves y su dulce toque me calmaron de alguna


manera que no pude comprender bastante.

—Duerme, mi amor. Estoy aquí. No te dejaré. Ahora estás a salvo.


—El tono tranquilo, lleno de certeza, me siguió hasta en un sueño
drogado que solo podía estar agradecido, el dolor desvaneciéndose en el
bendito olvido.
Tan largo viaje a casa, nunca terminaba a mis ojos. Normalmente
podríamos haber ido a través de un portal, pero una persona herida a
menudo se influenciaba negativamente por dicho viaje, y tenía tan poco
de conocimiento de lo que afectaría negativamente a Graitaan que no
tenía el menor deseo de correr el riesgo. Así que se redujo a los caballos y
carros de humanos, un modo muy lento de transporte. Envié a dos de mis
guerreros por delante a través de un portal para anunciar nuestra llegada
y lo que se necesitaría, tanto en el caso del cuerpo Melan, como en el de
mi herido compañero recién vinculado.

Solo podía esperar que mi padre me lo perdonara. Esta forma de


descubrir que tenía un nuevo miembro de su familia no le agradaría, y él
era rígido en sus puntos de vista sobre el decoro. No pensaría bien de mi
falta si siquiera le mencionara a Graitaan, mucho menos si de repente
apareciera apareado con un extraño, y uno de una raza extranjera, nada 90
menos.

Yo no tenía muchas ganas de la “charla” que tendríamos.

Por lo menos esperaría hasta que mi pequeño se hubiera curado.


Tenía la esperanza.

Que Graitaan mejoraría era una determinación y oración en una. Le


habíamos estado manteniendo sedado tanto como fue posible, a
excepción de esa vez que había recuperado un grado de conciencia.

Fue entonces cuando descubrimos que los draconianos parecían


tener bastante resistencia a los medicamentos que habrían derribado a
un finario durante una semana. Habíamos tenido que ajustar en
consecuencia, e incluso entonces, una o dos veces se había acercado a la
superficie otra vez. Yo no quería que sintiera dolor, ni entendiera
exactamente lo que estaba pasando. Tenía la sensación de que Graitaan
no iba a ser feliz una vez que descubriera que estaría dentro de las
fronteras finarias e incapaz de escapar.

Nuestras fronteras se cerraron. Nadie, ni siquiera un finario, podría


pasar por encima de ellas sin el permiso expreso de nuestro rey. Eran una
barrera impenetrable, y sabía que mi feroz draconiano lo vería como un
encarcelamiento, no como la protección del exterior.

Sería un reto para él llegar al punto donde pudiera aceptar su


estancia aquí como menos que cautiverio y más como una casa. El lado
positivo de la cuestión era que se mantendría cerca de mi lado, donde
podía cortejarle adecuadamente, hacer que me viera como su compañero,
no su enemigo.

No me hacía ilusiones de que tal tarea fuera fácil. Mi Graitaan nunca


hizo nada fácil, y tal vez ese era el por qué me había enamorado de él con
tanta fuerza.
91
Mi padre siempre decía que era completamente perverso en mis
deseos y necesidades, siempre teniendo que luchar por lo inalcanzable.

Él probaría tener razón, y a pesar de que me irritaba hasta el punto


del hijo rebelde que yo era, estaría dispuesto a admitir la derrota a mi
padre si eso significaba que tendría a Graitaan como mi amado.

¡Qué cosa más bella ser capaz de decirlo! Amado. Mis labios se
curvaron en una sonrisa, sin duda, fatua, a juzgar por el aspecto de la
diversión que Nasir lanzó en mi dirección.

Chiflado, me había llamado, y no podía negarlo.

La sonrisa murió lentamente con el regreso a la realidad.

Primero Graitaan debía curarse y debíamos estar en casa.

Maldije el ritmo pesado al que nos movíamos.


Pasó otro medio día antes de llegar a la frontera. Los dos hombres
que había enviado por delante estaban esperando con un contingente de
la familia de Melan que llegó para acompañar el cuerpo a casa en
reverencia.

Dejando a los caballos en libertad y abandonando los carros,


pasamos a través de la barrera abierta, y dejé escapar un largo suspiro
tembloroso de alivio cuando lo vi de cerca detrás de nosotros. Estábamos
a salvo al fin, separados del mundo exterior, separados del caos que los
seres humanos engendraron.

Quería llorar de repente por el sentido de liberación dentro de mí.


Solo que ahora entendía la tensión bajo la que había estado todos estos
años entre los humanos, responsable de mis guerreros. Me sentí como si
una carga se hubiera quitado de mis hombros que no me había dado
cuenta que llevara.

Esa liberación se sentía como una traición, mientras caminaba 92


hacia adelante para arrodillarme a modo de disculpa ante el padre de
Melan. Las lágrimas subieron a mis ojos, y mi voz se quebró. Hablé de la
valentía de Melan, de su presencia constante y leal a mi lado. Miré hacia
arriba mientras terminaba, esperando condena, solo para ser acercado
por grandes manos sobre mis hombros.

Me abrazó entonces, y ambos lloramos. No pude contener mi culpa,


y le dije todo, necesitando, queriendo, que él me odiara como yo merecía.

Pero el padre de Melan no era ningún tonto. Había servido más allá
de las fronteras en el pasado, sabía lo que habíamos enfrentado. Detuvo
mis palabras de auto-odio con un gesto de la mano y me tomó de los
hombros firme mientras se reunía con mis ojos.

—Los dioses dan y quitan, donde mejor les parece. Había una razón
para la muerte de Melan, incluso cuando hay una razón por la cual tu
pareja por fin ha venido a ti. No tenemos el entendimiento, la perspectiva
general para ser capaces de cuestionar las acciones de los dioses. —Solo
podemos aceptar que había una razón y dejamos que nos den magro
consuelo en nuestra pérdida. Mi hijo conocía los peligros que había más
allá de nuestras tierras. Él fue de buena gana.

Respiré profundamente y me encontré con sus ancianos ojos


sabios. —Perdóname —le susurré—. Por favor, perdóname.

Él ahuecó mi mejilla, sonriendo a través de sus propias lágrimas. —


Te perdono libremente por lo que percibes como un acto culpable, Sadan.
Pero al final, tendrás que perdonarte tú mismo, y eso es lo más difícil de
todo. Sé amable contigo mismo, mi muchacho. No dejes que esto te
persiga durante mucho tiempo. No sería lo que querría Melan, ¿verdad?

Finalmente negué con la cabeza, y el padre Melan puso su brazo


alrededor de mis hombros y me di la vuelta, así que caminamos juntos.

—Ahora háblame de tu pareja. 93

El ritmo era más rápido desde que mi padre había enviado finarios
Vasleia para que nos llevaran a casa. Era una procesión solemne la que
hicimos. La familia de Melan viajaba primero, con el cuerpo de Melan con
gran pompa en un carro cubierto. Estábamos en el siguiente, con el
propio carruaje de mi padre que nos llevaba a Graitaan y a mí. Los
curanderos también habían sido enviados, y trabajaban conmigo para
estabilizar a Graitaan mejor.
Su sorpresa porque mi compañero fuera draconiano fue bien
disimulada, y aprecié su discreción. No tenía la fuerza para explicar a los
demás de qué raza era Graitaan, aunque ciertamente ninguno de mi
pueblo se había encontrado nunca con un draconiano. Tuvo que levantar
algunas cejas, pero los curanderos, con muchos de los cuales yo había
crecido, fueron imperturbables con su aplomo, centrándose solo en lo
que había que hacer.

Dejamos que mi pequeño se aliviara más por el sueño, por lo que el


dolor por el viaje ni siquiera existiría en sus pensamientos más
profundos.

Solo entonces pude respirar hondo y mirar alrededor, mi corazón y


mi cuerpo cantando por la alegría de estar en casa. Tan diferente desde el
otro lado de la barrera, donde la tierra había sido marginal, destruida por
la mano del hombre, aquí era rica y verde, la lluvia de las montañas
trayendo consigo un crecimiento exuberante y campos productivos.
94
Espesos bosques nos rodeaban en esta primera etapa de la vuelta a casa,
y cerré los ojos, sintiendo la tierra, las criaturas que abundaban aquí, y el
cántico del agua, la fuerza de la vida de mi casa. Me sentí renovado, casi
renacido, y rezaba para que nunca tuviera que salir de nuevo.

Mis sentidos podían realmente abrirse sin encontrar el sonido


ruidoso e invasivo del pensamiento humano, la fuerza de sus emociones
que azotaba a una mente empática. Tanto tiempo que habíamos tenido
que ser introvertidos, cautelosos. Esta libertad de uno mismo era la
renovación y liberación de ambas.

El hogar.

Me desperté lenta y gradualmente, consciente de que algo


desagradable me esperaba en el mundo real. Fueron los olores débiles
primero: un rico olor, espeso que burlaba los sentidos. Luego el sonido de
pájaros cantando en voz baja y el leve suspiro de la brisa. Finalmente no
pude prolongar el momento más, abrí los ojos.

Se hizo evidente de inmediato que no estaba en ningún lugar que


yo conociera.

El techo adornado por encima me mostró un lujo de buen gusto que


nunca había visto antes, ni siquiera en el palacio allá en mi mundo de
origen. Lo miré fijamente con vago asombro, sospechando que tal vez
podría estar soñando y no estar despierto del todo.

Después de un largo rato de mirar fijamente, se hizo evidente que


esto puede que no fuera un sueño en absoluto, por mi costado que
despertó para atenuar el dolor cuando me moví ligeramente.

Tomé una respiración, cauteloso entonces cuando volví la cabeza.

Unos ojos verdes se clavaron en los míos, y parpadeé lentamente, 95


tratando de que mi proceso mental pensara.

Era un joven finario —muy joven—, con despeinada cabellera


dorada que se extendía poco más allá de sus hombros. Se me quedó
mirando con la misma perplejidad con la que yo lo veía.

Después de un momento, frunció el ceño, arrugando la frente con


fiereza. Tuve que reprimir una sonrisa débil. Era guapo, este, como un
dragonet tratando de silbar por primera vez.

—¿Por qué estás aquí? —La voz, aunque joven en el tono, contenía
los mismos tonos suaves y melódicos que los otros finarios con los que
me había encontrado.

Traté de responder, pero mi garganta estaba seca y no salió nada.

—No puedes tener a mi padre. —La voz del chico tenía ambas
cosas: determinación e ira.
Parpadeé hacia él en confusión, preguntándome de nuevo si estaba
soñando este encuentro, ya que estaba teniendo poco sentido para mí.

—Vlar.

Tanto el joven como yo volvimos la cabeza para reunirnos con la


severa mirada de Sadan mientras permanecía de pie en el umbral.

Parpadeé de nuevo, decepcionado de alguna manera. El pelo de


Sadan todavía era oscuro. No lo había imaginado, entonces.

El muchacho se puso rígido a mi lado, entonces se desplomó un


poco, en una postura culpable si alguna vez vi una.

—¿No te dije que permanecieras fuera de esta habitación? Graitaan


no debería haberse despertado.

El chico, Vlar, inclinó la cabeza a modo de contrita disculpa, pero


pude ver la débil rebelión todavía gestándose en sus ojos. 96
—Lo siento, padre.

Mis aletas del oído se dilataron de asombro.

¿Padre? ¿Sadan tenían niños? En ese caso, ¿por qué demonios me


llamaba pareja? Él ya debe tener una. El pensamiento me hizo apretar los
dientes. Si el hijo de puta me estaba usando para engañarla, iba a tener
las pelotas como desayuno.

La cara de Sadan podría ser severa, pero agitó el pelo de Vlar con
mucho cariño una vez que se plantó sobre el rendido muchacho.

Vlar miró hacia arriba con tanto amor evidente en su expresión que
medio me ahogué por un momento. Parecía tan reminiscente de la forma
que había visto en Marind y Alysia que la nostalgia se apoderó de mí, un
anhelo de los únicos que alguna vez me habían querido, con todas mis
faltas flagrantes. Un recordatorio de que nunca los volvería a ver de
nuevo, algo que había mantenido reprimido dentro, tratando de olvidar
lo solo que me había quedado.

Volví la cabeza, cerrando los ojos ante la visión de su amor, porque


era amor, la emoción clara en los ojos de Sadan mientras miraba a su hijo.

Les envidiaba esa relación más de lo que podría expresar siquiera.

Las palabras de Vlar ahora tenían sentido. Él pensaba que iba a


interponerme entre él y Sadan. No podía estar más equivocado. No había
absolutamente ningún vínculo emocional entre su padre y yo, a pesar de
los conceptos erróneos de Sadan. Y, ciertamente, no habría nada
considerando que Vlar tenía una madre. Sadan podría tener una esposa.

No examiné la opresión en mi pecho que surgió ante la idea de


Sadan perteneciendo a otro.

Así atrapado en mis pensamientos, me estremecí cuando Sadan


acarició mi cara, retirándome para mirarle salvajemente. El muchacho ya 97
no estaba en la habitación, y nos quedamos solos.

—Sshhh, Graitaan. Estás a salvo aquí.

De nuevo traté de hablar, y Sadan alargó la mano inmediatamente a


su lado para recuperar una taza de agua. Él me levantó, calmándome
mientras el dolor latía en mi costado, y me ofreció la taza en los labios.

Bebí con avidez, y el acto de tragar no parecía tan doloroso como lo


había sido antes, en el tenue recuerdo.

Cuando por fin se había templado el ardor de mi sed, Sadan puso


algunas almohadas detrás de mí, me recostó de modo que yo pudiera
reunirme con él en un nivel más uniforme.

—¿Dónde exactamente es “aquí” ? —cuestioné con voz ronca,


frunciendo el ceño ante el estado ronco de mi voz.
Sadan se sentó de nuevo, sus ojos verdes se pusieron serios. Eso
solo me hizo tensarme. Algo no andaba bien aquí. Esto no era ningún sitio
que conociera; incluso la energía alrededor de mí se sentía diferente, más
poderosa, más invasiva a mis sentidos.

—¿Te acuerdas de haber sido herido en la batalla?

Pensé durante un largo momento, luego respiré profundamente


cuando las imágenes empezaron a venirme a la mente, desoladoras en su
significado.

—Sí —respondí finalmente—. No todo, solo... —Mis ojos se


abrieron, y traté de estirar la mano para tocar a Sadan—. Melan... Él cayó
y yo traté... —Mi voz se quebró—. Ese ser...

—Sí. —La voz de Sadan era plana, con una expresión dolida, y yo
sabía antes de que él llegara a decir las palabras.

—Melan murió. —Literalmente, podía sentir el dolor de Sadan por 98


las palabras, por la pérdida de uno de sus compañeros. Melan, que
siempre había sido el más fácil con el que tratar, que siempre había
tenido un sentido del humor para aligerar situaciones difíciles.

—Lo intenté —ofrecí sin convicción, pero Sadan llevó mi mano


entre las suyas y acarició el dorso con su pulgar.

—No fue de ninguna manera tu culpa, Graitaan. En todo caso, fue


mía por no ser capaz de curarlo. —La culpa era evidente, y frunció el
ceño, casi sin siquiera darse cuenta de que la mano se volvió para coger la
suya en un consuelo que no estaba acostumbrado a dar a los demás.

—Nasir trata de decirme que estaba más allá de la esperanza, pero


debería haber sido capaz de hacer algo. —Sadan dio una pequeña risa
áspera, sin nada de humor en ella—. Adiós a mi capacidad de ser un
sanador.
—Tú me curaste, ¿verdad? —Mi pregunta detuvo su auto-
recriminación, y él me miró con una respiración profunda.

—Me las arreglé para conseguir estabilizarte lo suficiente como


para moverte. Eso era todo lo que podía hacer.

Me encogí de hombros. —Entonces me salvaste. ¿Te sientes


decepcionado de que yo viviera y Melan no? —La pregunta era
pertinente, pensé, pero dejó a Sadan pálido.

—¿Cómo puedes pensar eso? Tú eres mi apareja. ¡Eres todo! —La


mirada triste había huido gracias a Dios, sustituida por indignación.

La indignación podía manejarla. El dolor y la culpa no.

—Yo no creo ya esta tontería de “pareja”. He conocido a tu hijo. No


me dijiste que ya te apareaste. —Estaba orgulloso de la firmeza de mi
tono.
99
Sadan pareció inquisitivo por un momento. Luego sonrió, sus ojos
brillando. —No estoy emparejado, Graitaan, excepto contigo. No tienes
que temer a la competencia.

Mis fosas nasales quemaban, y gruñí débilmente entre dientes, lo


mejor que podía hacer en mi actual estado de debilidad.

—¿El chico no tiene madre, entonces? —Casi me arrepentí de mi


dureza con Sadan. Él no había indicado que hubiera perdido a un
compañero antes.

—Por supuesto que tiene madre, pero ella no es mi pareja. Esa no


es la manera finaria.

Parpadeé en confusión.

—Las hembras finarias son una fuerza propia. Es muy raro que den
su consentimiento para aparearse con un macho de por vida. No puedo
pensar en solo cuatro o cinco casos que haya oído hablar. Son feroces e
independientes, y solo vienen a los hombres cuando están listas para
producir crías. Eligen el padre, y si el hombre sabe lo que le conviene, no
se negará. —Una pequeña sonrisa iba y venía sobre los labios de Sadan
como si tal pensamiento trajera recuerdos divertidos—. ¡Ay del hombre
que se ponga del lado equivocado de una hembra finaria!

Lo miré fijamente durante un largo momento. —Así queeeee... la


madre de Vlar te eligió para el apareamiento. Entonces ¿simplemente se
marchó? —El concepto me parecía extraño y completamente frío. En mi
mundo, en su mayor parte, hombres y mujeres se unían de por vida y se
tomaban en serio el dedicado trabajo de la crianza de sus crías. ¿Qué
clase de sociedad les negaba a las crías uno de los padres?

Sadan asintió, completamente a gusto con lo que, para él, era


normal.

Traté de concentrarme en este concepto extraño. —Así que


cualquier mujer puede elegir a cualquier hombre, ¿y él tiene que copular 100
con ella?

Sadan sonrió un poco. —No suele ser una dificultad, Graitaan.


Nuestras mujeres son muy hermosas. —Su sonrisa se ensanchó—.
Aunque por lo general es mejor admirarlas desde una distancia.

Medité sus palabras por un momento, tratando de hacer que mi


mente funcionara correctamente. —¿Vlar es tu único hijo? —Estaba
empezando a tener un mal presentimiento sobre esto.

—No, tengo actualmente ciento cincuenta y siete hijos.

Me quedé boquiabierto. Seguramente tenía que haber oído mal. —


¿Ciento cincuenta y siete? —susurré, inclinándome hacia atrás en la
almohada como si pudiera dejar escapar el mero pensamiento. Yo sabía
que era inmortal, pero aun así.

—La mayoría están crecidos ya —declaró Sadan con orgullo.


—Buen Dios —susurré, mirándolo fijamente con horror—. ¿Para
qué demonios me necesitas como compañero entonces? Tienes un
montón de sexo. Demasiado, por cómo sonaba. —Un pensamiento se
entrometió—. ¿Cómo te has ido durante tanto tiempo si tenías todos
estos niños que cuidar? —Lo miré, listo para acusarlo de abandono de
niños, si no de abuso total. ¿Los finarios no valoraban a sus crías?

—No toda mi descendencia permanece conmigo, Graitaan. —Sadan


estaba divertido, su tono ligero con la sonrisa que curvó su boca y atrajo
mis ojos infaliblemente a esos labios.

Maldije en silencio y lancé mi mirada hacia arriba. ¿Cómo podría


estar pensando en estas cosas sobre alguien que odiaba, y siendo un
padre terrible?

—Si el hijo es de sexo femenino, se quedará con la hembra. Rara


vez veo a mis hijas, y no tienen ningún interés en mí. Nunca serán parte
de mi vida. Los hijos, por otro lado, son criados con la hembra durante los 101
primeros diez años, aproximadamente, y luego se les da al padre para su
crianza y la mujer no quiere tener nada más que ver con el niño.

Me quedé horrorizado, y Sadan debió haber leído mi expresión,


porque se encogió de hombros, a pesar de ese movimiento elegante. —Es
la forma finaria. El vínculo de hombres con hombres, mujeres con
mujeres. Créeme, para cuando el niño llega a su padre, él es feliz de estar
entre los hombres. Es el lugar donde se siente cómodo y adonde
pertenece, rodeado de sus hermanos varones, medio hermanos, y
parientes mayores, incluyendo a su padre. Con el tiempo, en su madurez,
comenzará a encontrar amantes fuera de su círculo y, finalmente, a un
compañero. Los jóvenes son cuidados por todos, no solo por el padre.
Toda su familia se encarga de educar y enseñar al joven lo que es ser un
finario. Nunca está solo y nunca sin cuidados. El grupo de la familia
entera se hace cargo de la crianza de un niño.
Me quedé en silencio durante un largo rato, dándole vueltas al
concepto en mi mente. La segregación entre hombres y mujeres era tan
total, tan ajena a mi gente, con todo, Sadan había resultado fuerte con tal
infancia, al igual que los otros de mi unidad. Ninguno de ellos parecía
estar marcado por tan extraña crianza. Parecían confiados y bien
equilibrados en sí mismos, a pesar de que no habían tenido verdadera
influencia femenina más allá de un cierto punto en su desarrollo.

Pero mi mente seguía volviendo a ese número horrible. Ciento


cincuenta y siete. Buen Dios.

—Entonces, ¿cuántos hijos varones tienes? —Me preparé para la


respuesta.

—Aproximadamente la mitad son hombres, así que tengo setenta y


nueve hijos.

Parpadeé. —¿Y quieres que me convierta en tu pareja? Estás loco, 102


finario. —Mi voz podría haber sido un susurro, pero era completa y
totalmente sincera.

De ninguna manera iba a convertirme en padre de setenta y nueve


niños. No tenía ni idea de cómo, y no quería que ningún niño sufriera por
mis retorcidos antecedentes.

¿Qué estaba pensando? Más allá de eso, nunca, de ninguna manera,


iba a ser el compañero de Sadan.

Problema resuelto.
Í

Todo lo que sabía era que si alguna vez recuperaba mis fuerzas, iba
a matar a Sadan. Esa era una prioridad. Yo, obviamente, no fui lo
suficientemente serio antes, pero ahora me daba cuenta de que él estaba
sordo y un poco loco por añadidura y la única manera de eliminar su
influencia sobre este mundo era matarlo. Despacio.

Ha sido un largo y doloroso camino de sanación para mí, a pesar de


esas tan llamadas energías increíbles de las que Sadan hablaba. La herida
de mi costado estaba sanando, cierto, pero causaba dolor para estallar 103
cada vez que me movía, y yo estaba perdiendo la paciencia. Mi estúpida
ala estaba siendo muy poco cooperativa y hacía lo que le daba la gana
también, y yo quería estar bien ahora. Ya era suficiente. Tenía que ser
fuerte ahora. Necesitaba escapar ya.

Había aprendido hoy, varias semanas después de mi llegada, que no


podía irme sin el visto bueno del rey finario. Y como Sadan era su maldito
hijo, había pocas probabilidades de que eso ocurriera. Príncipe. Sadan era
un príncipe de sangre. Obvio. Era arrogante y bastante maleducado para
ser uno. Si él pensaba que yo le daría el respeto debido a cualquier título...
bueno, estaba muy equivocado. Esa información —de su elevada
posición— probaba para mí más que cualquier otra cosa que solo estaba
jugando conmigo cuando hablaba de que yo era su compañero. Como
príncipe me querría. Yo no era nada para él, sino una diversión, una
curiosidad. Cabrón.
Yo era un prisionero. Por un desafío mental, el completamente loco
príncipe finario tenía un deseo de muerte. Me había traído aquí sin mi
permiso, sin mi conocimiento, y desde entonces había dicho, con
totalmente falsa finalidad y sinceridad, a todo el maldito mundo que yo
era su compañero.

Peleé con él, lo insulté, le arrojé cada cosa a la que pude llegar. Él
solo se limitó a sonreír de esa manera fatua que me hizo desear tener la
espada a mano. Estaba completamente loco. Si eso era lo que tener 157
niños te hacía, yo nunca iba a tener un hijo. No es que realmente quisiera
un niño, pero aun así.

Había conocido a una gran cantidad de sus hijos. Algunos poco más
jóvenes que él, hasta Vlar, que era actualmente el más joven. Todos ellos
tenían su belleza, su gracia y su maldito barniz cortés y encantador que
escondía un alma verdaderamente diabólica. Setenta y nueve copias de él
corriendo por ahí. Que los dioses nos ayuden a todos.
104
Vlar y yo habíamos llegado a un acuerdo. Él venía y me gritaba, me
decía que me odiaba y que no iba a quitarle a su padre, y yo asentía y
estaba de acuerdo con él solemnemente. Luego se marcharía a zancadas
de la habitación en una versión en miniatura de Sadan furioso y no le
vería durante el resto del día.

Le esperaba todos los días a la misma hora aproximadamente.

Él era la única cosa que valía la pena aquí, esta pequeña bola de
fuego. Él me podía entender. Sadan nunca estaba presente durante estas
visitas clandestinas, y después de los primeros días, me formé una
sospecha de que se largaba con el propósito de permitirnos interactuar
por nuestra cuenta. Estaba empezando a pensar que había un orden del
día en todo esto, pero yo era demasiado terco para preguntar sus
razones. Vlar animaba mi día. Era tan familiar en su furor, al igual que las
crías en el hogar. Aliviaba mi nostalgia y mi aburrimiento, ambos.
Tuve cuidado de no volver nunca a sonreír en su presencia, sino ser
totalmente sombrío y escuchar lo que él me dijera. Yo no había
respondido todavía, pero quizás hoy lo hiciera. Me encantaba verlo
encolerizarse. Tan draconiano, esto. Testarudo hasta la exageración, feroz
y valiente con ello. Él era digno de mi pueblo. Más bien como su pad-

Mi mente se asustó con ese pensamiento, y estaba enojado porque


se me ocurriera en absoluto. Sadan no era más que un dolor en el culo, y
eso era todo lo que él sería alguna vez. El bastardo me trajo aquí en
contra de mi voluntad, porque habría sido contra mi voluntad, si yo
hubiera estado consciente, y él lo sabía. Nunca en un millón de años
habría accedido a venir a su casa, donde tenía todo el control de la
situación y yo estaba inseguro y potencialmente vulnerable debido a eso.

Bueno, averiguaría qué ingeniosos los draconianos podrían ser.


Encontraría una manera de salir de este lugar olvidado de Dios, y lo
dejaría en el polvo. Tenía que haber una forma de salir, y muy bien que la
105
encontraría.

Entonces nunca tendría que ver al idiota de nuevo. Plegué las


sábanas, inquieto ante la idea.

Afortunadamente Vlar eligió ese momento para aparecer, y volví mi


atención sobre él con un cierto grado de alivio.

El muchacho entró y me miró durante un largo momento, sus labios


apretados firmemente, antes de trasladarse a la silla junto a la cama y
dejarse caer en ella, con la cara arrugada en una mueca.

Levanté una ceja. Esto era diferente. Por lo general, él se quedaba


junto a la cama gritándome. Nunca se había sentado desde el primer día
que lo vi.

Le dejé tener su silencio, y él sacó las piernas furiosamente como si


ventilara sus sentimientos a través del movimiento en lugar de las
palabras. Tenía su orgullo, este, casi demasiado para un cuerpo tan
pequeño. Entendía el orgullo y lo difícil que era dejarlo atrás a veces.
Obviamente, tenía algo más en mente hoy que el sermón de costumbre.

El balanceo de la pierna se detuvo, y le vi mirarme a través de la


caída de su pelo, por la esquina del ojo.

Miré de nuevo sin expresión, simplemente esperando.

—¿Así que eres un draconiano?

Mi ceja se elevó más. Esto no era lo que yo esperaba. El tono era


enojado, pero las palabras contenían algo más, casi curiosidad. Por lo
tanto, había llegado a esto, ¿no?

Asentí con la cabeza, pero no dije nada. Se hizo el silencio, y él sacó


las piernas de nuevo, aunque el ceño fruncido era un poco menos
pronunciado de lo que había sido.

Sus ojos se deslizaron a mí o, más correctamente, a mis alas antes 106


de alejarse.

Sonreí interiormente.

—Así que ¿tienes alas? —Esta vez la verdadera curiosidad


mezclaba las palabras, probablemente a pesar de lo informal que quería
que sonaran.

—Las tengo. —El sonido de mi voz le sobresaltó un poco, los tonos


ásperos causando que me viera con los ojos abiertos durante un
momento mientras me oyó hablar por primera vez en su presencia.

Tragó saliva, y luego sacudió la cabeza en alto, mirándome de


frente.

—Quiero ver lo grandes que son.

Simplemente lo encontré buscando la mirada, sin moverse.


Su mirada vaciló. —Por favor —medio gruñó, lo más cerca de la
educación como podía llegar en este momento—. ¿Podría ver tus alas?

Saqué mi ala izquierda más allá de su forma sorprendida,


evitándole por centímetros, antes de abrir más despacio mi ala derecha
que estaba en proceso de curación, con cuidado de no estirarla
demasiado. Vlar era pequeño en su figura, y sus ojos estaban muy
abiertos de asombro en lugar de miedo. Era casi demasiado valiente.
Tendría que aprender precaución. Eso solo demostraba lo bien que había
sido cuidado para que no supiera nada sobre el miedo. Las palabras de
amor de Sadan y el cuidado de las crías deben haber sido ciertas si Vlar
era un ejemplo.

Vi sus largos dedos desenroscarse de los puños, y se movió inquieto


antes de mirar en mi dirección, su ira se sumergió bajo la curiosidad.

—¿Puedo tocarlas? —Había más entusiasmo en su voz que el que


yo hubiera querido escuchar, pero me limité a asentir, conteniendo mi 107
diversión.

Él extendió la mano tentativamente, las yemas de los dedos


tocando los huesos delgados antes de deslizarse a la membrana que se
extendía entre los ojos muy abiertos, ante el descubrimiento y una cierta
fascinación.

—Es suave —murmuró, casi para sí mismo. Vio el vendaje de mi ala


derecha y me lanzó una mirada llena de preguntas.

—Una lanza —aclaré.

Sus ojos se agrandaron por la emoción, y él tocó tan de cerca la


herida como se atrevió. —Eres un guerrero entonces, como mi padre.

Asentí con la cabeza mientras lo miraba de arriba abajo. —¿Hasta


dónde has llegado en tu entrenamiento con armas?
Su boca se abrió, y se quedó sin habla durante un largo rato. —Soy
demasiado joven para entrenar todavía. Padre dice que pasarán varios
años hasta que pueda empezar.

Solté un bufido. —En mi mundo, ya estarías entrenando con armas


romas.

Me miró fijamente, la impaciencia en cada línea de su cuerpo. —


¿Has entrenado a jóvenes en tu mundo?

—Lo he hecho. Fue una de mis funciones en mi hogar.

Vlar se quedó en silencio durante un largo momento, digiriendo la


información con una mirada de la interior contemplación, como si su
mente se revolviera.

—¿Me entrenarías a mí? —El entusiasmo me pareció encantador, y


se convirtió en un chico guapo cuando su rostro no se arrugó en una
mueca. Sus ojos eran de un verde más oscuro que los de Sadan y su 108
cabello más dorado, menos de tono plateado.

—Podría. —Atemperé su inmediata alegría—. Tu padre tendría que


estar de acuerdo, y tú quieres que yo hable con él.

Su rostro se ensombreció. Luego frunció el ceño, pensando


furiosamente. Tuve que morderme los labios para evitar que una sonrisa
se escapara.

—Bueno —respondió finalmente, tratando de parecer informal—.


Podrías hablar con mi padre. Quiero decir, podéis ser amigos. Tú solo no
puedes ser su compañero.

—Estoy totalmente de acuerdo —le contesté.

Se volvió para mirarme, la confusión reinaba en su expresión. —


¿Qué quieres decir? —preguntó lentamente.
—Yo no quiero ser el compañero de tu padre, y se lo he dejado muy
claro.

Vlar se quedó mirando fijamente, frunciendo el ceño arrugándolo


como si sospechara un truco. —Pero todo el mundo lo quiere —dijo
lentamente, mirándome con una mirada intensa.

—No soy yo. Quiero salir de aquí tan pronto como esté mejor, y no
quiero tener nada que ver con tu padre.

Vlar se enderezó en la silla, con una expresión de indignación


inquietantemente similar a la de Sadan que aparecía en su rostro. —Todo
el mundo quiere a mi padre.

—No yo. Solo quiero ser libre de este lugar.

—Pero eso le entristecería. Él ya te ha reclamado. No puedes


hacerle eso. —Vlar se sentó en el borde de su asiento ahora, la ira
empezándose a mostrar. 109

Me encogí de hombros.

Apretó los puños. —No puedes abandonarle. No te dejaré. No vas a


ponerle triste.

Levanté una ceja. —Pensé que serías el primero en ayudarme a


dejarle. No quieres que te quite a tu padre, ¿recuerdas?

Apretó los dientes, mirándome con fervor. —Eso fue antes de que
supiera que no lo querías. No te ayudaré ahora. No lo haré. Tienes que
quedarte. Se lo diré a padre. —Se puso de pie, gruñéndome antes de casi
salir corriendo de la habitación.

Me recosté en las almohadas. Molestarle era casi tan divertido


como rechazar a Sadan. No del todo con la misma intensidad tal vez, pero
aun así...
Cerré los ojos con un pequeño resoplido de risa. El muchacho era
tan perverso como su padre. Lo guiaba de una manera y él estaría
obligado y decidido a ir de la otra, con terquedad tanto como cualquier
otra cosa.

Encantador.

Me quedé en la puerta durante mucho tiempo, apoyado en la


madera y solo viendo a Graitaan. Debió haberse quedado dormido en
algún momento, sin querer, porque él estaba desplomado sobre las
almohadas, con el cuerpo medio tumbado.

No pude evitar sonreír. Se veía tan joven de esa manera, tan


pacífico y tranquilo, un completo contraste con el ser de fuego que era
110
cuando estaba despierto. Entré en silencio y saqué una silla cerca de la
cama. Sentado allí, en silencio, le observé respirar, aún atrapado en la
maravilla de que era mío, que el destino había sido tan amable como para
regalarme un compañero. Una vez más, ya que lo tenía tan a menudo
últimamente, di las gracias a los dioses por su generosidad. Si hubiera
buscado por todos los mundos, no creo que hubiera podido encontrar a
alguien tan perfecto para mí como lo era Graitaan. Habría dificultades; no
tenía ninguna duda de eso. Él era de una raza extraña de la que sabía
poco, y con mi posición como príncipe, yo sabía que habría disputa sobre
la legitimidad de este apareamiento. Graitaan mismo lucharía contra esto
con uñas y dientes, pero ya se tratara de la renuencia de Graitaan, o las
protestas de mi propia gente, yo nunca le dejaría, ni siquiera si tuviera
que renunciar a mi herencia.

La conversación que había tenido recientemente con mi padre


había sido tensa en muchos niveles, y solo podía esperar que él llegara a
conocer a Graitaan antes de condenarlo como un compañero no apto
para mí.

Sonreí suavemente mientras me incliné hacia delante y pasó un


dedo sobre la cresta de la frente de Graitaan. Se movió un poco,
murmurando, con la cabeza vuelta hacia mi toque. Respiré
profundamente con este gesto inconsciente de confianza, sintiéndome
verdaderamente bendecido. Él era mío —mi compañero— y yo le
mostraría lo que era ser amado. Verdadera y profundamente de una
manera que yo sentía que aún no había experimentado. No con la dura
cautela que mostraba a todos a su alrededor. Parecía que mi fiera había
conocido muy poca amabilidad y amor en su vida, y yo estaba decidido a
mostrarle una manera muy diferente de ser.

Después de colocar suavemente una mano detrás de él, lo levanté


lentamente y quité las almohadas para que pudiera acostarse
completamente con comodidad.
111
Él suspiró y fue a acurrucarse de lado, dando un suave gemido de
dolor cuando se encontró con su herida que estaba curándose.

Me acosté a su lado, disfrutando de su calor y el olor de su piel,


sintiendo una oleada de orgullo mientras rodaba de nuevo hacia mí, con
la larga frente enclavada contra mi pecho. Tirando de una almohada
debajo de la cabeza, cerré los ojos, una sonrisa subiendo por mi garganta.

Graitaan no estaría contento cuando se despertara en esta


posición...

Tendría que acostumbrarse a mi proximidad, porque yo no tenía


ninguna intención de volver a dormir solo.
Me desperté lentamente, abriendo los ojos para encontrarme con
los dorados volviendo a mirar, la confusión y la ira estaban claras en sus
profundidades.

Bostecé y me estiré, rascándome el pecho, donde el peso de su


cabeza había estado descansando durante nuestra siesta.

—Yo no estaba abrazando, y no tienes derecho a estar en la cama


conmigo. —Graitaan no creía esperar para obtener su palabra.

Es una pena. Hubiera sido agradable si pudiéramos haber estado 112


pacíficamente juntos por un momento al despertar, pero aun así, tal vez
eso venga en el futuro. Por ahora estaba inseguro y gruñón con él.

—Estaba cansado y decidí acostarme un rato para hacerte


compañía, y allí estaba yo, inocente, y te giré hacia mí y te abracé. ¿Qué
iba a hacer, sino permitirte estar a tu manera? Yo apenas soy quién para
rechazar tus avances, mi compañero. De hecho me alegro de que estés
empezando a ver que nuestra cercanía puede ser una ventaja.

Graitaan retrocedió, gruñendo, los labios curvados para mostrar los


dientes afilados. Me incliné hacia delante y besé su hocico.

Él farfulló, y era todo lo que podía hacer para no reír a carcajadas


mientras rodaba fuera de la cama.

—Ven, mi amor. Es hora de salir de esta habitación. No podrás


caminar mucho, pero podría llevarte si lo deseas.
Él susurró, con los ojos relucientes de indignación completa, la cola
amarrada por debajo de las sábanas. Quería besarlo de nuevo, pero sus
garras estaban fuera, y yo sentí que estaba suficientemente irritado para
atacarme. No quería que otra lesión se interpusiera entre nosotros. Solo
estaba esperando que el costado y el ala de Graitaan se curaran antes de
moverme completamente al completo cortejo. Esto solo era un juego,
para mantener su pensamiento lejos de su dolor. Cuando yo hablara en
serio, él no tendría ninguna posibilidad en absoluto.

—Oigo que Vlar está enojado contigo porque no me quieres. No le


molestes así. Tarde o temprano, se dará cuenta de lo mucho que me
quieres, y entonces él va a creer que lo engañaste.

Graitaan me lanzó una almohada, seguida por el vaso sobre la


mesita junto a la cama y seguido de la mesa. Las cogí con destreza y las
coloqué cuidadosamente hacia atrás junto a la puerta, volviéndome para
esperar más proyectiles. Mi pequeño y ardiente compañero me mantenía
113
sobre mis pies, siempre tratando de llamar mi atención.

Si él supiera que ya la tenía. No necesitaba recurrir a este tipo de


gestos dramáticos. Yo era suyo.

Solo el tiempo lo convencería de ello, y estaba dispuesto a ser


paciente. Él se conformaría una vez que supiera que le sería fiel y leal a él,
para que nuestra relación fuera para siempre y no algo a corto plazo.

Él era muy dulce sin embargo, me necesitaba.

—Ten cuidado, mi amor. No te hagas daño en ese lado. No me


gustaría que te quedaras confinado a la cama de nuevo. A pesar de que
podría ser más divertido ahora que tengo tiempo para dedicarme a ti. —
Le miré de reojo, ocultando mi diversión mientras él salía disparado de la
cama, sosteniendo las mantas como si fuera una cuerda salvavidas.

Tan modesto, tan encantador.


—Tu ropa está en el cuarto de baño. ¿Necesitaste ayuda para
vestirte? —Pensé que mi tono contenía la cantidad justa de cariño y
ninguna de las imágenes sensuales que corrían por mi imaginación, pero
él agarró las mantas de forma más apretada y retrocedí en la dirección
indicada, mostrando los dientes.

Me encogí de hombros mientras la puerta se cerró detrás de él.

Parecía que tendría que demostrar mis habilidades para cortejar


más enérgicamente. Él se resistía a mis acercamientos con demasiada
frecuencia y determinación.

Tendríamos que trabajar en eso.

114
Í

Si yo no hubiera querido salir de esa maldita habitación tan


desesperadamente, habría hecho más esfuerzos para resolverlo con
Sadan. Su idiotez estaba alcanzando nuevas alturas y tendría que lidiar
con ella pronto.

Su estúpida declaración sobre que yo le amaba casi me había


conducido a la violencia. Tan cerca había estado de recortar esa sonrisa
de su cara... pero luego pensé en Vlar y cómo iba a reaccionar al ver a su
padre herido. 115

Maldita sea. Ahora el estúpido niño me había impactado. ¿No era


suficiente que tuviera que lidiar con el padre? Ahora el hijo me odiaba y
había comenzado a dictar mis acciones. El vaivén de emociones que los
finarios engendraban dentro de mí era tan agotador y tan fuera de mi
experiencia que me sentí perdido, quedé pensando cómo todo podría
haber ido tan terriblemente mal.

¿Qué había hecho yo para atraer el interés Sadan? Eso, por encima
de todas las consideraciones, me hizo reflexionar malhumoradamente
cómo podría haber evitado esta tortura.

Ahora, como si eso no fuera suficiente, estaba atrapado dentro de


una frontera impenetrable con una población entera de bastardos.

Antes, había estado seguro de que Sadan tenía que estar jugando
conmigo, pinchándome para ver una reacción violenta. Pero ahora no
podía estar tan seguro, y eso me aterraba más que nada. Si él estuviera
jugando, nunca me habría traído aquí entre su propia gente y nunca
hubiera reclamado ser mi pareja. Esto se estaba convirtiendo en
demasiado, demasiado real.

Tuve que encontrar las palabras para convencerle de que esto de


ninguna manera podría suceder. De alguna manera tenía que hablarle de
forma racional durante el tiempo suficiente para obtener mi libertad.

Dejamos la habitación después de que me había vestido,


descubriendo con una cierta cantidad de alivio que Sadan debía haber
traído mis cosas desde el tren de equipaje del ejército. No es que tuviera
mucho, pero había elementos que había traído desde mi mundo natal, y
me habría entristecido si se hubieran perdido.

Ese descubrimiento también me hizo darme cuenta de que había


sabido incluso entonces que no iba a volver al ejército Masario. Él había
tomado esa decisión por mí, y yo no estaba satisfecho por el hecho. La
pura arrogancia... 116

Hervía mientras caminábamos, decidido a mantener el silencio en


su presencia, y hablar con él solo sacó mi ira. No valía la pena el esfuerzo
de discutir.

A Sadan le parecía bien que yo le ignorara, lo que solo me hizo


bullir más. Me di cuenta de que habría un montón de plena ebullición
durante mi estancia aquí; Sadan parecía tener ese efecto sobre mí sin
siquiera intentarlo.

Mi ritmo era lento, y me tomé tiempo para subir escaleras. Sadan


parecía haber ganado algo de sabiduría al fin, porque él conservaba la
longitud de un brazo entre nosotros, y aunque observaba con atención
mientras seguía mi dirección, no hizo ninguna oferta para ayudarme.
Obviamente, él sabía cómo sería recibido tal movimiento.

Estaba tan aliviado de finalmente salir de los muros de


confinamiento del palacio. Sí, el palacio. Por supuesto, el bastardo había
resultado ser un príncipe. Un maldito príncipe. Ahora residía en su ala
privada del vasto complejo. Temía encontrarme con su padre, el rey. Solo
podía imaginar lo idiota que tenía que ser si su hijo era un indicador.

Los pasillos adornados habían estado vacíos, y yo no veía ningún


otro finario durante nuestra dolorosa caminata al patio. Encontré eso
extraño, ya que la magnitud del lugar significaba que tenía que haber
muchos ocupantes, por no hablar de los sirvientes. Aun así, yo estaba
agradecido por el indulto. Ya había sido bastante humillante saber que mi
unidad creía que yo era compañero de Sadan. Yo no podía soportar las
sonrisas y las miradas lascivas de los extraños también. Malditos
finarios. Y uno en particular...

El patio en el que entramos era muy grande, y su cuidado jardín era


exuberante y espeso, hermosos árboles se elevaban sobre nosotros, y
flores... Yo nunca había visto tantas flores creciendo de forma natural.
Había vides que se trenzaban a los árboles, y cada enredadera parecía
117
estar compitiendo con otras para producir la mayor cantidad de flores.
Una alfombra de hierba gruesa se sentía suave bajo mis pies, bienvenido
respiro de los duros mosaicos de los pisos que se alineaban en el palacio.

El goteo suave de agua me llevó a una cascada ingeniosamente


dispuesta, las rocas que simulaban perfectamente la naturaleza. Me hundí
en un banco cerca del agua, tratando de no admitir lo muy agotado que
estaba incluso con ese pequeño paseo. La debilidad dentro de mí era casi
aterradora en su intensidad. Siempre había tenido dificultades para
aceptar la debilidad en mí mismo, y el hecho de que esta vez estuviera
solo entre una raza extranjera hizo que la sensación fuera aún peor.

Mi barbilla se levantó. Yo no le daría a Sadan ni siquiera un indicio


de mis pensamientos. Usaría cualquier grieta en la armadura mental, sin
piedad, de que yo no tenía la menor duda. Él era un diestro cazador, y yo
sabía que era su presa, por alguna retorcida razón estaba al acecho en esa
mente intrigante suya. No lo dejaría que me afectara.
Mi némesis se sentó a poca distancia de mí, en el otro extremo del
banco de madera tallada, con la cara vuelta hacia el sol, con una
expresión de satisfacción en calma sobre sus características. Su pelo
oscuro se agitaba con la brisa, hebras largas fluían sobre sus hombros. El
color, que había descubierto, era una señal de su luto por Melan. Después
me encontré yo mismo mirando, echando de menos lo plateado que su
pelo había sido, aparté mi mirada de él y traté de concentrarme en mi
entorno. Sadan estaba al frente de mis pensamientos con demasiada
frecuencia, y estaba empezando a ser preocupante en extremo.

Él no era nada para mí, sino un dolor.

El palacio se cernía sobre nosotros, vasto por lo que había visto en


el interior, y los edificios desde esta perspectiva parecían no terminar
nunca. Era adornado, tallado de piedra en suaves patrones orientados a
la naturaleza, algunos de los diseños tan delicados que solo uno podía
admirar el talento del escultor. La zona más alta era de cuatro pisos de
118
altura, el resto a menudo solo dos, y todo el efecto era uno de un lugar en
armonía con la naturaleza en sí misma, siendo parte de ello en lugar de
dominarla.

Me sorprendió. Yo había pensado que la arquitectura finaria sería


como una fortaleza y severa, no esta belleza llena de luz.

El viento cambió, fortaleciéndose la brisa, y la niebla de la cascada


flotaba por encima de mi cara. El olor de la miríada de las flores era más
fuerte en el aire húmedo, y respiré profundamente, sacando fuerzas de la
belleza que me rodeaba. Yo nunca me había encontrado bien encerrado
dentro de las paredes de piedra, y era un enorme alivio estar libre,
aunque fuera dentro de la contención de este jardín creado.

Era tan diferente aquí. Diferente de mi mundo, sin duda. Nuestras


tierras eran a menudo secas, con solo unos pocos oasis dispersos aquí y
allá, lo suficiente para mantener la población pequeña de mi mundo.
El área en el que mis draconianos y yo habíamos llegado a este
nuevo mundo había sido más fértil, con campos de cereales y otros
cultivos en la medida que el ojo podía ver, llevando a la guerra por su
posesión. Había pensado que el lugar era hermoso y rico, hasta ahora.

Podía ver a través de las puertas del enorme complejo aquí, y


también sobre los grandes muros, que estaban a cierta distancia. Por
encima de sus límites pesados, enormes árboles se alzaban, dando una
sensación de fragilidad a las creaciones de los finarios. Era muy evidente
que el jardín que estaba situado allí no era una anomalía creada dentro
de estas paredes y solo existía debido a la interferencia de los finarios.
Era simplemente una extensión de la tierra verde más allá de las puertas.

El aire mismo estaba cargado de olor, no solo de las flores sino de la


tierra misma. Las energías de este lugar se arremolinaron alrededor de
mí con más fuerza, ahora que estaba libre del confinamiento de las
paredes, y para mi sorpresa, eran más fáciles de soportar ahora, menos
119
extraño y casi aterrador como lo habían sido antes en su intensidad. Ya
sea que me estaba acostumbrado a ellas, o que era más suave aquí en este
lugar de descanso.

Sadan no habló, no rompió el silencio que había caído sobre


nosotros, y yo estaba agradecido por su paciencia. Necesitaba esto,
necesitaba un poco de tiempo para acostumbrarse a los enormes cambios
que habían de venir sobre mí, la mayoría de ellos sin mi conocimiento o
consentimiento. Era difícil encontrar la fuerza para luchar contra
cualquier cosa en este momento, y mucho menos entender qué era
exactamente contra lo que estaba luchando.

Yo quería cambiar mi vida, había decidido incluso que esta última


batalla sería el fin de mi servidumbre al rey humano. Con cansancio me
recordé a mí mismo que uno debía tener cuidado con los pensamientos y
deseos que pueden ser percibidos por los propios dioses. Su sentido del
humor a menudo se retorcía, o tal vez su punto de vista de la eternidad en
todos sus complejos patrones les hacía indiferente a las preocupaciones
mortales. Solo nos movían como piezas de este gran plan. Nuestras
protestas significaban poco.

Esto puede que no fuera lo que había planeado, pero había logrado
mi deseo de cambio, abandonar la lucha de los conflictos humanos detrás
y ser libre de sus extrañas e intensas energías.

Si solo todo el asunto no incluyera a Sadan.

¿Qué plan guiado por Dios había resultado con tan extraño hilo del
destino como para considerar siquiera emparejarnos en cualquier forma?

Sadan era una criatura de la magia y de la tierra. Sentía energías y


las utilizaba de una manera que yo no tenía verdadera comprensión. Sus
poderes y su fuerza interna de propósito eran casi aterradores para mí,
quien existía solo como una herramienta para los demás. Nunca había
tenido mi propio control de mi vida, y ahora aquí se me ofrecía algo de lo 120
que yo tenía poco conocimiento.

Parecía tan seguro de lo que hablaba, parecía creer que nuestra


pareja verdaderamente estaba destinada a ser y que iba más allá de
nuestra capacidad de elegir. ¿Cómo podía saberlo?

Me sentía a la deriva. Este era un lugar tan extraño, y yo estaba


atrapado aquí sin ningún recurso sino tratar de obtener una comprensión
de quién era Sadan y por qué había vuelto tan erróneamente a creer que
somos compañeros.

Negué con la cabeza, irritado, deseando tener la fuerza para ser


más vigoroso en mis negaciones de sus avances.

Si se trataba de la propia herida, o si el cansancio que yo sentía era


por años de negar cualquier tipo de emoción o auto-gratificación, no me
di cuenta. Me sentí extrañamente entumecido, y mis pequeños estallidos
a Sadan eran la única realidad que podía de verdad sentir. Incluso
aquellas que parecían sombras patéticas de la llama feroz y brillante
draconiana, que una vez había poseído dentro de mí.

En este momento yo realmente no sabía quién o qué era yo.

Solo podía rogar que mi perplejidad y debilidad no fuera evidente


para Sadan. Él sería completamente despiadado en usarla para sus fines,
de eso tenía pocas dudas.

Disparé otra mirada hacia él, preguntándome de nuevo qué podía


querer de mí. Estaba rodeado de tanta belleza, cada finario que había
conocido poseía un encanto y esplendor físico que yo nunca podría
igualar. ¿Cómo podría incluso considerar la unión con alguien que debía
parecer muy extraño y hasta feo a estas personas? Nunca había sido
digno de cualquier cosa a mi propia gente, a excepción de Marind y
Alysia. ¿Por qué de repente Sadan encontraría más dentro de mí?

Yo no tenía nada de magia, ninguna conexión con este mundo que 121
me permitiera sentir las energías. De hecho, cuando Sadan me había
llevado al río, esa había sido la primera experiencia que había tenido
nunca que me dio una visión de una forma de ser finaria, y era hermoso,
de gran alcance en una forma que yo nunca podría igualar.

Yo era solo yo, un guerrero draconiano sin ningún mérito especial,


sin crianza alguna que pudiera hacerme un igual. No mantenía ningún
encanto de personalidad que explicaría la persecución de Sadan, y mis
respuestas espinosas a sus avances habrían impulsado a cualquier
persona cuerda a alejarse de mi presencia.

Todo se reducía al hecho de que Sadan era un ejemplo increíble de


su pueblo. Tal vez había endogamia en su línea o alguna deformidad
mental, desde la infancia. Ciertamente, algo tenía que explicar sus
decididas afirmaciones sobre nuestro apareamiento.
Levanté una mano insegura a la marca en relieve en mi cuello.
Desde el momento de su creación, todos los demás habían visto y sabido
lo que significaba.

¿Era yo el único que no entendía y no aceptaba?

Me reorienté a mi entorno, solo para pronunciar un chillido


humillante mientras me encontraba perdido en los ojos verdes que
estaban demasiado cerca, así como fuertes brazos que me levantaron del
banco y me pusieron sobre la hierba fresca.

—Te preocupas demasiado, mi pequeño. Los cómos y los porqués


de todo se entenderán con el tiempo, pero todo lo que es importante
ahora es el nosotros. Todo lo que necesitamos hacer es explorarnos el
uno al otro, aprender de nuestros deseos y necesidades, y el resto caerá
en su lugar. El exceso de pensamiento solo complica las cosas.

Se pasó la lengua por los labios, y yo estaba congelado, dejando que 122
lo hiciera, ni siquiera luchando en lo más mínimo. De hecho mi cuerpo
aún parecía inclinarse hacia él, expresando su necesidad de una manera
que totalmente humillaba la parte de mi cerebro que estaba gritando que
me resistiera...

Por los dioses, que era bueno besando. Tenía que concederle eso,
aunque de mala gana. Nuestra fisiología era muy diferente, sin embargo,
no le contuvo en absoluto. Pasó la lengua a lo largo de la longitud de mis
labios, la lengua lanzándose hacia el interior para atropellar los dientes
afilados, burlando las sensibles encías con la deslizante presión. Yo no
cerré mi mandíbula contra él, sino que le permití avanzar. Todo parecía
parte de mi extraño cansancio, esta obediencia que era tan ajena a mi
naturaleza.

En alguna parte de mí, se sentía bien ser tocado, ser querido, y si no


hubiera verdad real para él, tal vez yo no lo quería saber en este
momento. Tal vez solo quería dejar que todo siguiera, absorber el toque
del otro en mi ser solitario.

Cualquiera que fuera la razón, no me resistí, y si Sadan se dio


cuenta de que mi sumisión dio rienda suelta a su conquista, no lo sé. Solo
me di cuenta de que sus ojos se iluminaron como fuego y un gruñido
retumbó en su pecho que me hizo temblar, lo que hizo que me preguntara
si estaba en el ciclo de celo.

Su estructura mayor se cernía sobre mí, y por primera vez no sentí


ninguna sensación de competencia o resistencia. Algo dentro de mí se
elevó a la superficie, se convirtió en sumiso de una manera que yo nunca
hubiera creído posible.

Sus labios se movieron a la marca de la mordedura de nuestra


llamada de apareamiento, y el fuego se extendió a través de mis venas
con el toque. Me arqueé, jadeando, sorprendido por el repentino aumento
de la sensibilidad, por la intensidad de la misma. 123

Tal vez esa marca significara mucho más de lo que yo me había


dado cuenta. Ciertamente, su efecto sobre mí fue instantáneo y salvaje.

Podía sentir el rubor sobre mi pecho, sabía que las marcas de


apareamiento estaban repentinamente presentes en toda su gloria, pero
con tanta velocidad como nunca lo hubiera creído. Su lengua lamió sobre
la marca de nuevo; luego sus labios se cerraron sobre ello, y Sadan
succionó su objetivo con suave destreza. Mis aletas de los oídos se
abrieron de golpe y no pude hacer nada para evitarlo. Mis pensamientos
estaban tan enredados y sin sentido que los dejé escapar, dejando que mi
cuerpo gobernara mi mente de una manera tan totalmente diferente de
mí que debería haber sido aterradora.

Apenas lo noté. Me convertí en todo sensación y necesidad, como si


esa marca fuera una línea directa a todo dentro de mí que quería
cercanía, quería saber que yo no estaba solo.
La pura liberación de sumisión en mi cuerpo me hizo gemir con
alivio, y Sadan ronroneó en respuesta, sus ojos lentamente girando al rojo
lleno de lujuria. Podía sentir su miembro duro contra mi muslo, forzando
a los ricos materiales de ropa, un símbolo de su deseo por mí.

Para mí. Por una vez era embriagador, ese pensamiento, ni


aterrador ni completamente irracional, mientras generalmente
terminaba. Por una vez deseaba que volviera.

Me arqueé contra su cuerpo, presionando sobre su eje y


disfrutando del silbido de sorpresa que la acción forzó en él.

Se apartó un poco, me miró durante un momento antes de que


bajara la cabeza de nuevo para mordisquear a lo largo de mi pecho,
trabajando camino abajo hasta las escamas sensibles, menos rígidas que
lentamente se fundían en la suave piel de mi vientre.

Una vez que su lengua tocó esa piel, estaba perdido. Yo habría 124
estado humillado por el maullido que salió de mi boca si de verdad me
hubiera reconocido, pero era un pensamiento vago en el mejor de los
casos. Solo había esa talentosa lengua arremolinándose sobre mi piel y
las manos hábiles comenzaron a desprenderse de mi ropa con una
velocidad y destreza de la que solo podía estar agradecido. Mis manos se
levantaron, con un temblor en ellas que era molesto, mientras trataba de
corresponder. Creo que mis garras extendidas hicieron cosas terribles a
la tela en más de un lugar, pero al parecer no podía retraerlas. Mi deseo
las mantenía extendidas, y gruñía con irritación. Tendría que trabajar en
esto, porque yo quería tocar su piel desnuda, dar placer, no hacer daño.

Respiré profundamente y me concentré, deseando que mis garras


disminuyeran de nuevo a sus vainas, y por alguna maravilla funcionó.

Mi trabajo fue más fácil entonces, y pequeñas bocanadas ansiosas


de aire escaparon de mis pulmones cuando expuse cada pieza de Sadan.
Su gemido de liberación mientras empujaba la gruesa tela sobre sus
caderas y saqué su pene de su encarcelamiento era dulce a mis oídos. No
se trataba solo de mí en esta esclavitud sensual. Sería un participante en
esta danza.

Sadan farfulló mientras lamía mi piel, pareciendo apreciar mi


sabor. Mi necesidad se movió en espiral como la lengua que se
arremolinaba más abajo, burlando los bordes de mi vaina. Mi eje
comenzó a deslizarse más allá de los pliegues de protección, y mis bolas
comenzaron a descender desde su posición encerrada.

Grité, incapaz de permanecer en silencio, cuando la larga lengua de


Sadan se envolvió alrededor de la punta emergente de mi eje, un sonido
de placer escapándose de su garganta, ante el sabor tal vez, ¿o era el
calor?

Mis pensamientos se dispersaron como hojas en una ráfaga de


viento cuando él rodó en la superficie húmeda de mi eje excesivamente 125
sensible, la punta de la lengua sumergiéndose en los bordes de mi vaina.
Me arqueé del suelo conmocionado, nunca había sentido esa sensación
antes, y la extrañeza de eso fue una emoción por sí sola.

Sadan parecía complacido con la respuesta, y su lengua se hundió


más, rastreando hasta la longitud caliente de mi eje que ya iba a ser
revelado.

Mis ojos rodaron hacia atrás en mi cabeza ante la sensación


engendrada, el doloroso placer cuando mi envoltura se estiró de una
manera que nunca había visto antes. Mi eje aumentó más, y su
engrosamiento y la anchura de la lengua de Sadan me condujo a una
presión que me tenía retorciéndome sobre la suave hierba, pequeños
jadeos de necesidad escaparon de mis labios para elevarse en el aire
húmedo.
Un pensamiento perdido me invadió, seguramente nos estaban
viendo. No había privacidad en un lugar así, pero quedó lejos de nuevo en
los recovecos de mi mente, y no me atreví a actuar sobre esa revelación.

Sadan tejió tal telaraña de placer y sensación a mi alrededor que no


me importaba en lo más mínimo.

Por fin, lentamente retiró su lengua desde el fondo de mi vaina y a


su vez envolvió sus labios alrededor de mi ahora totalmente extendido
eje. Miré hacia abajo, sintiendo una punzada de lujuria cuando vi que la
boca se extendía sobre mi circunferencia, vi el fuego en sus ojos mientras
chupaba, sin apartar sus ojos de los míos. Su belleza pálida estaba
completamente contra la oscuridad de mi piel, el pelo tristemente
oscurecido se extendía sobre mis muslos y vientre, ligeramente marrón
contra mi oscuridad. Me agaché para recoger algo en mi mano,
disfrutando de la lujosa suavidad sinuosa alrededor de mis dedos,
echando de menos la plata hermosa que tanto me deslumbró.
126
El contraste entre nosotros no podría haber sido más grande, sin
embargo, en ese momento, era hermoso, justo por sus diferencias.

Traté de sostenerle la mirada, pero cuando sus dedos se


arrastraron para acariciar mis bolas sensibles que había dejado en toda
su longitud, solo podía echar hacia atrás la cabeza y gemir. No tenía ni
idea de cómo Sadan parecía ser capaz de encontrar mis zonas erógenas
de manera tan precisa, pero solo podía pensar que de alguna manera él se
sentía dentro de mí. Si el sexo me hacía tan abierto a él, tan capaz de
sentir lo que él sentía, entonces ¿qué sentía con sus poderes mayores?

Sentí su otra mano untar suavemente a través de la humedad de mi


vaina, usándola para humedecer mi entrada inferior, el dedo presionando
lentamente dentro.

Oh, dioses...
Mi cuerpo reaccionó sin mi permiso, empujando contra su toque,
obligando a su dedo a profundizar más.

Mi cabeza bombeaba de lado a lado mientras presionaba un


segundo dedo dentro.

Gemí vergonzosamente, mis manos dejando su cabello para agarrar


sus hombros, tratando de obligarlo a mí, tratando de tomar su eje para
reemplazar esos dedos enloquecedores. Lo quería dentro de mí, quería el
placer que recordaba del río. Entonces yo había estado demasiado
conmocionado para registrar totalmente las sensaciones. Ahora quería
deleitarme con ellas, quería volver a ese estado de felicidad.

Con una última lamida a mi eje, Sadan cedió ante mi insistencia y se


elevó por encima de mí, con los dedos ahora utilizando el débil flujo de mi
semilla para preparar su propio eje. Vi esos dedos deslizarse sobre la piel
sedosa y lamí los labios, sintiendo al deseo probar esa dureza.
127
Sadan gimió, bajando la cabeza para lamer una vez más en la
cicatriz de apareamiento sobre mi cuello. Podía sentir sus colmillos
descender. Su longitud se apretó contra mi cuello en preparación.

Me estremecí de necesidad, sin temor en mis pensamientos, solo el


deseo de volver a sentir una vez más esa afinidad con Sadan, esa apertura
de nuestras mentes una con la otra. Mi dominio se apretó mientras le
acercaba, mis caderas arqueándose hacia arriba por su propia voluntad,
en busca de su longitud.

Guió su eje a mi entrada, y sentí su destreza contra la arruga que


protegía a ésta, el más íntimo de los lugares. Él siguió adelante, y sentí la
presión, sentí mi cuerpo estirarse, los músculos crisparse en señal de
protesta, aún sin estar totalmente acostumbrados a este tipo de invasión.

A medida que la cabeza se deslizaba dentro, más allá de los


primeros músculos guardianes, tomaron medidas drásticas contra el eje
de Sadan, uniéndonos con tal presión que era casi doloroso para ambos.
Sadan apretó los dientes, los labios hacia atrás en una mueca, con
los ojos ardiendo en los míos.

Me obligué a aceptar al intruso, para relajar esa pequeña cantidad


que permitiría a Sadan ganar aún más el acceso a las profundidades de mi
cuerpo. Podía sentir el temblor de su gran forma por encima de mí
mientras se esforzaba por retener su necesidad de empuje. Tomé varias
respiraciones profundas, y los músculos cedieron a esa pequeña cantidad.
Sadan gruñó, empujando más. Mi canal se extendía con impotencia,
dando espasmos alrededor de la circunferencia del eje Sadan que ahora
surgía más profundo, como si no pudiera detenerse.

Apreté los dedos sobre sus hombros, con la cabeza echada hacia
atrás mientras miraba ciegamente al rubor cerca de mi cara. Sus colores
estaban velados por su proximidad, y yo traté de centrarme en ello,
cualquier cosa excepto sentir el estiramiento casi insoportable dentro de
mí. El incidente en el río, tal vez debido a las frías aguas que habían
128
reducido el engrosamiento de Sadan, había estado muy lejos de ser tan
doloroso.

Era enorme dentro de mí, dominando todo lo que era.

Casi sollocé con alivio cuando sentí sus bolas acurrucadas contra
mí.

Se detuvo entonces, y respiró hondo, tratando de detener las ondas


de dolor mientras mi cuerpo luchaba para expulsarle, liberarse de este
intruso que me dominaba por completo.

Sadan lamió mi cuello; luego, sin previo aviso, sus colmillos


traspasaron mi carne.

Como distracción, funcionó maravillosamente. Se me olvidó el


dolor dentro de mi cuerpo por completo con las sensaciones
abrumadoras que inundaron mi cuerpo y mente.
Envolví mis brazos alrededor de Sadan como si pudiera fundirme
con él, convertirme en parte de él de verdad.

No podía concentrarme en una sola cosa. Tanto sentimiento me


inundaba que mi pobre mente no podía dar sentido a todo.

Podía oír el latido de Sadan, escuchar la respiración en sus


pulmones mientras empezaba a empujar, lentamente al principio, luego
con más fuerza mientras mi cuerpo se rendía, los músculos de mala gana
extendiéndose para adaptarse a su tamaño. Yo era parte de él, percibía
cosas de una forma vertiginosa que se convirtieron en casi demasiado
para que mis sentidos lo manejaran. Anulando todo, la extraña sensación
de sentir tanto su eje como mi canal, desde su punto de vista y el mío al
mismo momento.

Rayos del éxtasis más puro parecían irradiar de la propia


mordedura, y, literalmente, pude probarme a mí mismo en su lengua,
sentir la fuerza y el placer que lo inundaba mientras tomaba la esencia 129
misma de mí dentro de su propio cuerpo. Por encima de todo, en voz alta
y clara, su canto interior.

—¡Mío! —Ese susurro que sonaba como si viniera de lo más


profundo de su ser primitivo me nombró como su compañero, y ya no
podría haber duda en mi mente de que esto era cierto. No podía haber
engaño en este lugar, solo la más pura intención y claridad del deseo.

Para Sadan, yo era suyo, ahora y siempre. No habría nada más,


nadie más.

Mi corazón solitario saltó ante esta confirmación, y yo luché por


recuperar la distancia. Pero aquí, no tenía espacio para las mentiras
interiores o auto-engaños. Solo había verdad.

Mi propia verdad me aterrorizó en algún rincón de mi mente que


todavía era capaz de pensar.
Sadan lentamente liberó su mordida, y yo podía sentir su
preocupación por mí, inquietud por mi lesión. No tomó más sangre, por
mucho que quisiera.

Se lamió los labios, los ojos mirando profundamente a los míos, y


me estremecí con la más extraña de las emociones cuando vi mi sangre
sobre esa boca.

Su brazo se deslizó por debajo de mí y medio levantó mis caderas,


me empaló más sobre su eje mientras me acercaba a él, inclinándome de
modo que empujaba aún más profundo.

Acomodándose, gruñó una vez más y comenzó a empujar profundo


y duro, tirando de mí en cada empalamiento.

Gritaba en voz baja cada vez, un canto de necesidad y fuerte deseo


que comenzó a girar más y más dentro de mí hasta que me retorcí sobre
él, mi cuerpo se tensó con tanta necesidad, que nunca lo había 130
experimentado. La conexión entre nosotros parecía latir. Yo era
consciente de todos los matices, cada movimiento de su cuerpo, cada
respiración que tomábamos en acalorada sincronía...

Entonces la respiración se congeló en mis pulmones así que mi


grito de culminación fue en completo silencio, congelado dentro. Me
arqueé con su agarrón, sintiendo las corrientes calientes del chorro de
semilla a través de mi pecho agitado, pintándome con la evidencia
pegajosa de mi propio placer.

Sadan gruñó mientras yo convulsionaba bajo su longitud,


tensándome sin duda dolorosamente sobre su eje. Mi cuerpo se relajó por
fin, las convulsiones disminuyeron, y comenzó a martillarme, cada aliento
era explosivo, persiguiendo su propio clímax.

Mi cuerpo se sacudió con cada embestida, y yo yacía débil bajo su


fuerza. Luego magulló mis caderas con la presión de sus dedos mientras
se arqueaba, la cara contraída por el placer que le atormentaba sin
piedad.

Podía sentir su semilla pulsar en mi cuerpo, en mi interior, una


marca de posesión que me hizo ronronear de contento en esta prueba
innegable de nuestro apareamiento.

Sadan se desplomó sobre mí durante un largo rato, con la


respiración áspera en su garganta, los párpados de los ojos pesados
mientras disfrutaba de su propia culminación, su cuerpo temblando con
las secuelas.

Mi propio cuerpo temblaba, derrumbándose lentamente desde sus


alturas, todo mi ser comenzando a afligirse cuando tan rica sensación
comenzó a desvanecerse, el vínculo pulsante gradualmente atenuándose
a individual, una vez más.

Gemí con la pérdida mientras Sadan lentamente salió 131


cuidadosamente de mi cuerpo. La sensación de soledad fue exagerada
entonces, y él debió haber visto la tristeza que amanecía en mis ojos,
porque se acostó a mi lado, para acercarme medio encima de él para
disiparla.

Cerré los ojos, la realidad reacia a inmiscuirse, deseando solo


aferrarme a la cercanía solo un poco más de tiempo. Apenas me di cuenta
que mis manos se aferraron a él.

Sus suaves murmullos seguían raspando con una leve falta de


aliento, hizo más fácil el fingir que no había nada más, ni pasado, ni
futuro, solo este momento.

Sus manos acariciaron mi cresta, y dejé mi mente vagar, dejé que


mi cuerpo se mantuviera en su saciado letargo. Casi no recuerdo caer en
un sueño profundo y relajado, como no había conocido desde mi llegada a
este mundo.
Me quedé allí, sin creer que un hecho tan increíble hubiera
sucedido realmente. Mantuve a Graitaan cerca, incapaz de concebir
alguna vez dejarle en libertad, tal era la fuerza de mi emoción. Él había
participado de buen grado, me había querido, me necesitaba con tal
profundidad que rivalizaba con mi propia necesidad de él. Sentí las
lágrimas subir a los ojos con la belleza de ello, y las contuve. Tal regalo
que mi pequeño me había dado. Nunca había pensado en recibir el éxtasis
de tomarle hasta años en un futuro, nunca había creído que se hubiera
sometido a mis toques con cualquier cosa excepto resistencia durante
algún tiempo por venir. Eso me daría un placer total el devolvérselo a
cambio.

Yo estaba conmocionado, apenas capaz de concebir mi suerte. Di 132


las gracias a todos los dioses que se me ocurrieron, por la magnitud de
este momento más de lo que podía realmente asimilar. No solo eso, sino
que había sentido tal poder actuar sobre nosotros que empecé a creer
que habíamos sido bendecidos con algo más que la creación de
compañeros de vida. Esto iba más allá de eso, de una manera que solo
alguna vez había leído.

Una pareja de sangre, un vínculo de cuerpo, mente y alma hasta la


eternidad, un regalo dado a muy pocos. Si esto fuera cierto, sería un
regalo sin precio. Tendría que preguntarle a mi padre; él sabía mucho
más de estas cosas que yo.

Una amplia sonrisa se formó lentamente al contemplar lo que


acababa de suceder. Tal placer, tal lazo que empequeñecía hasta nuestro
acoplamiento inicial en el río. Esto era mucho más profundo y más rico
con la participación voluntaria de Graitaan. Mi sonrisa llegó a ser sin
duda fatua mientras contemplaba el futuro. Este era solo el comienzo.
¿Cuánto crecería este vínculo a través de los años a medida que nos
entrelazáramos cada vez más completamente dentro de los
pensamientos y acciones el uno del otro?

Una profunda risa sacudió mi pecho, haciendo que mi pequeño


compañero se revolviera ligeramente y gimiera en sueños.

Le acaricié la cara, mirando sus facciones con intensidad posesiva.

Tendríamos nuestros reveses; de eso no tenía ninguna duda.

Graitaan no iba a aceptar sus propias acciones fácilmente una vez


que se despertara, pero yo estaría con él a lo largo de todo, sin nunca
dejarlo retroceder lo suficiente para destruir lo que ya habíamos ganado.
Sería un juego de avance y retroceso, hasta el momento en que mi
pequeño no fuera capaz de evitar sus propios sentimientos, su propia
necesidad de vincularse totalmente conmigo. Moría de impaciencia por
ese día, me moría de ganas de que llevase la marca en el cuello para que 133
todos la vieran. Entonces yo estaría completo. Después, el vínculo sería
irrompible.

Farfullaba en mi garganta, contemplando las batallas por venir y el


triunfo al final de todo.
Í

Me quedé mirando fijamente con una intensidad sombría al paisaje


por debajo de mi posición, tratando de atraer mi mente a algo parecido a
la normalidad.

Mis acciones, esperaba, finalmente habían sorprendido a ese hijo de


puta finario.

Al despertar en una posición tan comprometedora, tumbado


encima de Sadan, completamente desnudo en un patio en el que 134
cualquier número de ojos nos podría estar viendo, me había levantado
para vestirme, sin hablarle. Sin despotricar, simplemente me alejé.

Y él me había dejado hacerlo, lo cual era molesto porque había


esperado una gran batalla en mi retirada. Sin embargo, no lo había hecho,
lo que probablemente indicaba que él sabía que yo necesitaba espacio, y
eso me irritaba enormemente. Yo no quería que me comprendiera, sobre
todo porque yo no le comprendía a su vez, y eso era totalmente injusto en
mi opinión.

Para mi total sorpresa, los guardias de las puertas me habían


dejado pasar sin comentarios. Me habían visto mientras salía de los
jardines del palacio y me dirigía a la exuberante zona boscosa delante.
Una vez que gané el santuario de los árboles, suspiré aliviado por sentir
la presión de los ojos curiosos dirigidos a mí.

Caminar por la fuerte espesura fue difícil, y no tenía ni idea de lo


lejos que había llegado en realidad antes de que encontrara una pared
rocosa que se extendía hacia arriba ante mí. Comenzando a sentirme
perdido en la extrañeza del bosque, acepté con entusiasmo esta escapada
y ágilmente subí a la pared de roca casi vertical con una habilidad casi
olvidada. Pasó muy poco tiempo hasta que me puse de pie sobre la cima
plana del inmenso acantilado y me enfrenté al viento que se
arremolinaba en toda su altura.

Aquí podía ver millas, y fue con fastidio que me di cuenta de que
con mis sentidos de raza de ciudad, obviamente había estado caminando
en círculos, porque estaba a poca distancia de los jardines del palacio.

Bufando exasperado, di la espalda a la panorámica con un resoplido


y me senté frente a la dirección opuesta, mirando por encima de la
prodigalidad de la selva abajo. A lo lejos pude ver el brillo tenue de agua,
pero desde este ángulo no podía decir si era mar o un lago interior. Tomé
una respiración profunda, pero no podía oler nada de sal, por lo que tal
vez fuera un lago después de todo. Fuera lo que fuese, brillaba a la luz del
135
sol, atrayente.

Un día tendría que ir allí. La perspectiva de un agradable baño era


demasiado buena para dejarla pasar. Seguramente debe haber un camino
o una carretera en esa dirección, porque no iba a arriesgarme en la ruta
del bosque de nuevo.

Yo no tenía habilidades de leñador. En mi mundo de origen, los


árboles no crecían más altos que cualquiera de una casa de un solo piso.
Aquí parecían crecer fuera de control, salvajes, como los finarios mismos.

Desde mi posición, pude ver grandes extensiones de bosques en


todas las direcciones, con huecos ocasionales que podrían indicar
campos, pueblos o claros incluso naturales. Todo era muy ajeno a
cualquier cosa que había visto o experimentado, y aunque su belleza era
realmente inspiradora, en este momento solo se añadía a la sensación de
desplazamiento y lo extraño de mi situación actual. Me sentí bastante
impotente en un ambiente así.
Debería probar las fronteras, ver si eran tan infranqueables como
Sadan había explicado, o si simplemente estaba esperando que yo le
creyera y no lo viera por mí mismo.

Por el momento, no podía ni siquiera imaginar encontrar el camino


más allá de una milla y media o dos, y eso me convertiría en
irremediablemente perdido y sin duda, tener a una especie de gentil
finario que me condujera de vuelta al palacio.

La humillación de ese escenario me mantendría en prisión hasta


que tuviera más detalles de mi ubicación en relación a la barrera.
Realmente dudé de que Sadan me hubiera mentido.

Las historias que había escuchado de los seres humanos señalaban


la misma cosa, pero en algún momento necesitaba ver por mí mismo.

Allí sentado en la roca calentada por el sol, contemplé lo que


acababa de suceder con Sadan y qué significaba todo aquello. 136
Era sexo, solo eso, no más.

Había estado solo durante tanto tiempo y sin ningún tipo de


gratificación; por supuesto que estaba necesitado. ¿Quién no lo estaría?

Eso fue todo.

Una pequeña voz dentro de mi mente maliciosa se mofó del


concepto, trayendo de vuelta las imágenes y sensaciones que estaban
totalmente en desacuerdo con mi fría evaluación.

Fruncí el ceño en respuesta. Si mi propia mente iba a discutir,


entonces yo no estaba pensando nada en absoluto. ¡Vaya!

El tiempo pasó rápidamente, o al menos eso parecía, y por el dolor


que sentía en mi vientre, pronto necesitaría tratar de volver sobre mis
pasos. Eso al menos podía hacerlo por el olor. No estaba completamente
indefenso, maldita sea.
El sonido de una pisada suave me hizo ponerme rígido, y me volví
en redondo, emergiendo en reacción.

Abrí la boca para fustigar a Sadan por su incapacidad para darme


cualquier tipo de privacidad, solo para congelarme de vergüenza al
darme cuenta de que no era Sadan en absoluto, sino un desconocido
finario.

Me habría sonrojado si mi cuerpo lo hubiera permitido, al tener a


este extraño viendo mi actitud defensiva aparecer tan fácilmente. Un
guerrero debería tener mejor control que eso. Pero podría haber sido un
enemigo —en protegidas tierras finarias—, que solo había conocido
alguna vez la paz.

El finario me vio sin expresión durante largos momentos. Entonces


un brillo tenue iluminó sus ojos, y se me acercó con pasos silenciosos, lo
que me llevó a creer que solo había hecho ruido deliberadamente para
avisarme de su presencia. 137

Vestía simples pantalones negros con una holgada túnica azul, de


manga larga, sorprendentemente subestimada por un finario, la mayoría
de ellos parecía preferir ropa formal de adornada belleza.

Tal vez éste era de la gente común, ninguno de los cuales yo había
encontrado en el propio palacio. Al menos yo no creía que hubiera. Sin
duda, los sirvientes parecerían algo diferentes, ¿no? En mi mundo, los
sirvientes llevaban algo verde encima en todo momento, mostrando su
casta. El color era importante para los draconianos.

Aquí, yo no estaba tan seguro. El color parecía irrelevante, como si


cualquier casta pudiera usar lo que quisieran. Era confuso, sin exagerar.
¿Cómo sabías de qué casta era alguien sin que el color te lo dijera?

Este finario llevaba azul, pero tenía la sensación de que había


tomado la decisión por elección, no por necesidad.
Asentí con la cabeza en cortesía de mala gana, y luego me volví a la
panorámica, manteniéndole a la vista por el rabillo del ojo.

No tenía ninguna razón para confiar en nadie aquí, tranquilo como


era. No me podía imaginar a ninguno de ellos estar complacido con mi
presencia, excepto quizás por curiosidad, un bicho raro al que mirar
boquiabierto.

¿Cómo iban a aceptar mi ser con alguien tan hermoso y tan


importante como Sadan?

Mi cómoda soledad había sido destrozada, y no podía dejar de


sentir resentimiento hacia la presencia del otro. Tal vez fuera el momento
de salir ahora, tratar de encontrar el camino de vuelta antes del
anochecer.

—¿Qué piensas de Finnaria? —La voz del intruso sonaba bonita,


casi musical en su tono, pero con una potencia subyacente que encontré 138
un poco intimidante.

Le lancé una mirada, pero él no me miraba a mí, estaba mirando en


su lugar a lo largo de la panorámica abajo, con algo muy parecido al
orgullo brillando en sus ojos verdes.

—Es hermoso, diferente a todo lo que he visto. —Había algo de


verdad en mi voz, aunque con un poco de amargura ante la idea de que
no era mi elección estar aquí.

El finario suspiró profundo y bajo, y se hundió para sentarse con las


piernas cruzadas peligrosamente cerca del borde de caer.

Encontré mis dedos retorciéndose con la necesidad de


transportarle de nuevo a una zona más segura, pero me lo impedí yo
mismo con la idea de que el mundo podría ser un lugar mejor sin otro
finario.
Aun así, mantuve un ojo avizor sobre sus movimientos. Tonto
bastardo. Estaba convencido de que todos los finarios rozaban el borde
de la locura. La inmortalidad era un regalo desperdiciado en ellos, porque
siempre probaban los límites de su protección. Cómo la especie había
logrado durar el tiempo suficiente para reproducirse y multiplicarse, en
realidad era una maravilla constante para mí.

Todo belleza y nada de cerebro.

Bufé y miré hacia otro lado. Si el idiota quería hacerse daño a sí


mismo, ¿quién era yo para detenerlo?

—Así que tú eres el compañero de Sadan. —Fue una declaración en


lugar de una pregunta, y algo me molestó bajo la apariencia del tono.

—No, yo soy el que Sadan piensa que es su compañero. Hay una


gran diferencia entre las dos cosas. —Mi propio tono contenía una cierta
advertencia en las profundidades. 139
Una ceja plateada se arqueó ante mis palabras, y se volvió para
mirarme totalmente, con algo como un desafío en su expresión. —Uno
pensaría que saltarías a la oportunidad. Él es un príncipe, después de
todo, rico, poderoso...

Solté un bufido. —Es un bastardo insistente, tan lleno de arrogancia


que me sorprende que pueda caminar bajo el peso de la misma. No me
enteré de que era un príncipe hasta que llegué aquí—. La tristeza en mi
tono indicaba con toda claridad que no había sido un descubrimiento
feliz.

La mirada del finario bajó a la marca de la mordedura en el cuello.


—Y sin embargo, llevas su marca. Debes haber dado consentimiento.

Lo miré. —¿Consentimiento? ¿Alguna vez has tratado a Sadan? No


hubo “consentimiento” involucrado. El hijo de puta se llevó lo que quería.
Él es como una fuerza de la jodida naturaleza. Bastardo.
Una sonrisa cruzó el rostro sorprendido del finario, y miró hacia
otro lado durante un momento, como para recobrar la compostura.

—He tratado con Sadan en alguna ocasión. Él puede ser un poco...


contundente cuando quiere algo lo suficiente.

Resoplé. —Un monstruo malcriado eso es lo que es. Nunca debería


haber estado suelto fuera de Finnaria.

—Su padre lo envió fuera a hacer frente a una amenaza a nuestras


fronteras en la forma de la guerra en la que tú tomaste parte.

—Bueno, su maldito padre tiene mucho por lo que responder,


entonces. Por no hablar de que es bastante obvio que él nunca disciplinó
a su hijo de una manera apropiada. En su lugar, le envía a sembrar el caos
en la tierra.

La sonrisa se convirtió en una sonrisa llena. —No tenía idea de que


Sadan fuera tan poderoso que causara tantos estragos. El rey Masario no 140
dijo nada acerca de este tipo de acciones. Seguramente si Sadan hubiera
hecho cosas tan terribles, lo habría mencionado.

—Al real idiota le gustaba —entoné sombríamente—. Le hizo mi


maldito comandante, de todas las cosas.

—Ahh. —La palabra contenía entendimiento implícito. Tal vez este


finario había estado en el ejército también en algún momento.

—Tal vez el rey pensó que tú eras digno de luchar con ellos.

—¿Digno? Los draconianos son muy superiores en destreza militar,


más que los finarios, no debería hablarse de ello inmediatamente
después. —Golpeé mi mano en mi muslo para dar énfasis—. Es solo que
yo era el único que quedaba. —Pensé por un momento, demasiado
honesto para dejar las cosas así—. Tengo que admitir que Sadan y sus
tropas no estaban nada mal. Simplemente no eran draconianos. —Me
encogí de hombros, recuperando el aliento cuando se detuvo a mi lado—.
Aun así, eran muchas millas superiores a los seres humanos. —Puse los
ojos en blanco—. Cómo es que esa raza ha sobrevivido de todas formas,
no tengo ni idea. Debe ser porque se reproducen como conejos. De lo
contrario, hace tiempo que se habrían extinguido.

El finario me miró un momento, con un brillo tenue de afrenta en


sus ojos al ver mi expresión de superioridad draconiana, a pesar de que
parecía estar de acuerdo con la evaluación sobre los seres humanos.

—Así que no habrías venido aquí si te hubieras dado cuenta de lo


que Sadan había planeado.

Le di una mirada que sugería que era un idiota. —Por supuesto que
no habría venido. ¿No tuve que lidiar con bastantes finarios en Masaria?
¿Por qué demonios vendría adonde se congregan? —Agité mis manos
para dar énfasis.

—En efecto —murmuró él, el humor parecía haber vuelto con toda 141
su fuerza, porque sus labios temblaban.

Yo estaba ofendido de que tomara mi esfuerzo con Sadan tan a la


ligera. No había sido una agradable experiencia los últimos años, y aquí a
este tonto lo descartaba a la ligera.

—No tienes idea de lo que he sufrido con ese loco. Ha estado en mi


cara en cada oportunidad durante muchos años y luego comenzó… —
Corté bruscamente, dándome cuenta de lo que había confesado.

—¿Comenzó? —El otro cuestionó con interés.

—Nada —le espetó—. Solo es un dolor en el culo, y está loco si


piensa que voy a ceder a este disparate de apareamiento que está
escupiendo. —Ignoré el recuerdo de lo mucho que esto significaba para
Sadan, lo frecuente que estaba en sus pensamientos. No significaba que
yo tuviera que sentir lo mismo.
El finario se puso serio, sus ojos deslizándose sobre mi expresión
hosca. —Así que ¿te irías entonces, dada la elección? —Un indicio de
desaprobación en su tono me había erizado.

—Por supuesto que me iría. Nunca pedí que me trajera aquí, y no


hay absolutamente nada que me retenga aquí, salvo esa barrera. —Lo
miré. ¿Por qué estaba incluso discutiendo con este idiota que estaba
demostrando ser él mismo tan necio como el resto de su maldita raza?

—Hay más cosas que la barrera lo que debería convencerte para


que permanezcas. —El rostro del finario se había transformado en
severas líneas que me recordaron a mi padre adoptivo, Marind, que había
tenido justo ese tono cuando yo le había disgustado, cuando creía que
estaba siendo particularmente obtuso.

Este finario tenía esa misma desaprobación paternal, y tuve que


luchar contra mí mismo para seguir siendo desafiante, y no mirar hacia
otro lado en adecuada sumisión hacia un anciano. 142

—¿Harías eso a Sadan? ¿Dejarle en una soledad implacable para el


resto de su existencia?

Solté un bufido, mi mirada intensificándose. —No creo que fuera a


llorar durante mucho tiempo. Estoy seguro de que hay muchos que le
buscarían. Su soledad sería corta en realidad.

Los ojos del finario se estrecharon como si estuviera calibrando mi


honestidad. —Sabes muy poco de los apareamientos finarios para hacer
tal declaración. Un finario se vincula de por vida. Una vez que elija, no
habrá otro que vaya a aceptar. Ningún otro le va a interesar sexual o
mentalmente, y la aflicción sería para toda su existencia inmortal. ¿Tanto
le odias, que le regalarías tal dolor?

Lo miré con asombro lentamente hundiéndose en el horror. Tenía


que estar mintiendo. No podía tener tal responsabilidad sobre mis
hombros. Yo sería capaz de marcharme, hacer otra vida...
No estar atrapado aquí a fin de evitar el dolor de Sadan.

—No estamos realmente emparejados. No he correspondido. —


Odiaba la actitud defensiva que cubrían mis palabras, mostrando que no
era inmune a lo que me acababa de decir.

—Él ha hecho su parte. Si tú no la completas, los resultados serán


los mismos. Él se ha comprometido totalmente con esta relación. Ahora
es tu responsabilidad procurar que él sea feliz y de una manera plena.

—Pero yo no quiero esto —gemí, entrando cada vez más en pánico


cuando me di cuenta de que este finario estaba diciendo la verdad. Estaba
al tanto del peso de cada palabra que decía.

—¿Eres un niño entonces, para huir del compromiso? Sadan te


ofrece mucho, con poca seguridad de su parte en cuanto a tus reacciones.
Ha mostrado un gran coraje buscándote, un gran amor en su trato. ¿Vas a
tirárselo de nuevo a la cara? ¿Tienes tanto a lo que volver, que 143
rechazarías esta oportunidad por un verdadero cariño, un gran amor?
Piensa en esto cuidadosamente antes de tirarlo a la basura con ira
despreocupada. Podrías llegar a lamentar eso con cada parte de tu alma.
—Su tono contenía absoluta convicción, como si tuviera acceso al futuro,
y pudiera verlo en cada detalle.

Lo miré fijamente, abriendo y cerrando los dedos con la trampa que


sentía, la necesidad de huir de esta unión.

Nunca nadie me había amado de esta manera; no era ni cómodo ni


lo quería.

Si mi corazón decía otra cosa, entonces yo estaba decidido a no


escuchar.

Me levanté con rigidez, y sin decir una palabra al finario, me di la


vuelta para comenzar mi viaje de vuelta al palacio.
Me dejó ir en silencio, pero podía sentir el peso de sus palabras
sobre mí todo el camino de regreso.

Me senté mirando por la ventana, luchando contra mi ira.

—¿Cómo pudiste ser tan estúpido? Para realizar una unión fuera de
tu propio pueblo. No se ha hecho antes y solo te puede conducir al dolor,
a todos nosotros mientras vemos tu infelicidad. Un vínculo de pareja de
sangre como es este seguramente por las energías que estoy sintiendo,
podría dar lugar a la muerte por aflicción si se rompe. La voz de mi padre
era brusca con desagrado mientras recorría la pequeña sala de
reuniones. —Me han dicho que tu “pareja” no quiere nada más que
escapar de este lugar, escapar de ti. ¿Esto puede conducir a la felicidad
para los dos? Esto está mal hecho, Sadan. No estoy del todo contento. La 144
vinculación es un asunto serio. Años de preparación y garantías de
compatibilidad y verdadera emoción entran en juego en cada ceremonia.
Pero esto... esto está más allá de las palabras. ¡Has dado tu corazón a
quien no lo quiere!

La dureza de la declaración final me cortó, encontró esa pequeña


duda en mi mente que susurraba que Graitaan nunca me aceptaría, nunca
se vincularía plenamente conmigo, no importa el tiempo que lo
mantuviera retenido en un intento de ganar su corazón.

Yo había mantenido ese miedo profundamente enterrado,


convencido con verdadera creencia, que me ganaría mi mayor deseo.

Siempre había admirado a mi padre, respetado su juicio y


sabiduría.

Escuchar esas palabras provenientes de él, mi padre, mi rey, era


más doloroso que cualquier herida de batalla.
Mi ira murió, y yo podía sentir mis dedos cerrarse en puños. Tenía
que mantener una actitud positiva, tenía que creer.

Una suave mano acarició mi cabello hacia atrás, pegado detrás de la


oreja en un ritual familiar de mi infancia. —Te quiero, hijo mío. Verte
perpetuamente llorar por una meta imposible... esto no es lo que quería
para ti.

Miré arriba a los ojos verdes, espejo de los míos propios. —Lo amo,
padre. Lo hago desde el momento en que lo vi. Esperé ocho largos años
antes de que tomara la decisión de forzar la situación. Graitaan no es de
los que se dejan convencer o atraer. Está demasiado herido por dentro
para creer esas cosas. Solo los actos tendrán su atención. Sinceramente,
creo que los dioses nos eligieron como compañeros. No podría confundir
este sentimiento, ¿puedo?

Se quedó en silencio durante un largo rato, y luego puso una mano


sobre mi mejilla, sus ojos cerrándose mientras manifestaba su poder. 145
Subió a mi alrededor, a través de mí, y me preparé para ello, tratando de
mantenerme lo más abierto posible.

Cuando por fin tomó una respiración profunda y el poder se


desvaneció a débiles hormigueos, lo miré, casi sin respirar por la
ansiedad que sentía.

Mi corazón se hundió ante la severidad de sus facciones mientras


abría los ojos.

—No es cierto. Hay muchos caminos. Has caminado el tuyo hasta


este punto, pero ahora es hasta Graitaan. No hay más que puedas hacer.
Son sus decisiones las que determinarán esto.

Hasta una obstinado draconiano que pensaba tan poco de sí mismo


y evitaba cualquier bondad lanzada en su dirección...

Esto no era reconfortante. De ningún modo.


Entré en las puertas del palacio, con sombría determinación
después de vagar durante horas, perdido en mis pensamientos. Sin duda
no había nada de cierto en lo que el finario me había dicho. Yo no iba a
ser obligado a quedarme, a entregarme a Sadan por alguna creencia sin
sentido de eterno duelo.

Eso era rebuscado hasta el extremo.

Yo era reacio a enfrentar a Sadan; necesitaba tiempo para pensar,


así que volví al patio.

Eso fue un error. Fui rápidamente asaltado por los recuerdos


vívidos de nuestra vida sexual. Sacudí con la cabeza en negación
inmediata. Sexo, había sido sexo; eso era todo. 146
Me dejé caer en el banco más cercano, lejos de donde habíamos...

Gruñí bajo mi respiración por mi incapacidad para borrar las


imágenes que hicieron que mi cuerpo se sonrojara, las aletas de mi oído
cosquilleaban.

Tomé varias respiraciones profundas para purificarme de…

Un pequeño resoplido sonó justo detrás de mí, un área a la derecha


de la cascada, adornada con gruesos arbustos, finamente podados.

Me quedé inmóvil en su lugar, preguntándome si un animal


pequeño vagaba dentro y se las arregló para quedarse de alguna manera
atrapado.

Me levanté y con paso suave y silencioso me dirigí hacia los


pequeños sonidos, rastreándolos con bastante facilidad.
Poco a poco y con cuidado me agaché para ver debajo del arbusto
cercano.

Unos ojos verdes llenos de lágrimas se encontraron con los míos,


sobresaltado. Una mano pequeña se tapó la boca para tratar de
amortiguar los sonidos del llanto.

—¿Vlar? —Seguí con mi tono suave. La visión de su cara llena de


lágrimas sacudió algo profundo dentro de mí. Siempre me había
encantado estar con pequeñuelos. No había querido uno mío propio,
pero... Me pareció que su inocencia y honestidad eran un cambio
refrescante, y a ellos parecía gustarles yo a cambio, llenando una
necesidad y un objetivo que ni siquiera me di cuenta de que fuera
importante para mí. Me había preocupado con mucho gusto por los
pequeños dentro de mi clan adoptivo, enseñándoles, queriéndoles ya que
yo no había sido amado. Les echaba de menos... pero tenía a Vlar ahora.

Su mano lentamente cayó de su boca, y dio un suspiro hipando, 147


mirándome como si yo fuera un fantasma.

—No te fuiste —susurró, el agradecimiento en su tono me había


asombrado.

Antes de que pudiera disfrutar de las palabras, que había lanzado


hacia mí, me encontré con un montón de sollozos finarios.

—No te vayas. Lamento haber sido malo contigo. No hagas que


padre esté triste. Por favor, lo siento.

Durante un largo momento, me quedé helado completamente


abrazándolo y dándole palmaditas en la espalda antes de
cuidadosamente, tratar de golpear una cresta que no estaba allí, el
movimiento pareció calmarlo, aunque no era draconiano.

—Shhh —tranquilicé, distraídamente preguntándome si hoy era


parte de un plan impulsado por dios para asegurarse de que no pudiera
dejar Finnaria. Entre Vlar y ese finario anteriormente, esto estaba
llegando a ser un poco demasiado.

—Estoy aquí. Solo me fui a dar un paseo, Vlar, nada más siniestro.

Me miró arriba desde debajo de su caída de dorado cabello,


agarrando la túnica, como a una cuerda salvavidas.

—¿No te irás? Por favor, no te vayas. Seré tan bueno. No seré


gruñón contigo de ningún modo.

Tuve que sonreír. —No hagas promesas que no puedas mantener,


muchacho. Echaría de menos tu temperamento, ahora ¿verdad que lo
haría?

Me miró con incertidumbre, calibrando la verdad en mis palabras,


sin duda. —¿No te importa que yo esté enfadado?

—¿Te referías a eso? —repliqué. 148


Hizo una pausa, sacudiéndose su llanto. —En realidad no. —Se
frotó un ojo con menos que un puño limpio—. Eras tan interesante, pero
yo no quería que hicieras que me alejara de padre.

Lo miré de reojo. —¿Es esa la costumbre aquí, hacer que los niños
vayan a otra parte cuando hay un vínculo?

Se encogió de hombros, un poco avergonzado. —En realidad no,


pero podría suceder. Y tú no eras finario.

Suspiré, limpiando una mancha de suciedad de su mejilla. —Chico,


tienes que aprender a llegar a la verdad de las cosas antes de
descontrolarlas. Yo nunca habría hecho una cosa así. Los pequeños son
muy importantes en mi cultura. Nunca me hubiera imaginado separarte
de tu padre. ¡Qué terrible pensamiento!
Él bajó la cabeza, retorciendo sus dedos en mi túnica. —Así que ¿te
quedarás? ¿Me lo prometes? —La esperanza en sus ojos cuando me miró
casi me partió el corazón en dos.

Dioses.

Las palabras de ese maldito finario al que me había unido en el


acantilado volvieron a atormentarme. —¿Tienes tantas cosas a las que
volver, que rechazarías esta oportunidad por un verdadero cariño, un gran
amor?

En verdad, ¿a qué es lo que tenía que volver? Yo había querido


abandonar el ejército, es cierto. Pero, ¿qué pasaría entonces? Mi vago
plan había sido retirarme a un rincón lejano de tierras, en el que pudiera
estar solo. ¿Y luego? No tenía ni la habilidad de un hombre de bosque, ni
talento para vivir de la tierra. Necesitaría algún tipo de contacto con la
gente, aunque solo fuera para obtener suministros. ¿Y era eso posible? Si
nunca habían visto a un draconiano antes, parecería un monstruo. Los 149
detalles de vivir de tal manera parecían imposibles bajo un fiel reflejo. Así
que ¿dónde me dejaba eso?

En Finnaria.

Aquí estaba, lejos de los seres humanos, una verdadera bendición.


Tenía acceso a una comunidad de suministros. ¿Era posible que pudiera
tener alguna relación con Sadan que no fuera íntima y me ofreciera mi
soledad? Entonces no sería realmente separarse de mí; y no pasaría por
la aflicción sin sentido, ¿verdad?

Me hubiera gustado saber más acerca de este apareamiento. Había


sido una tontería tratar de ignorarlo. Era obvio que no iba a desaparecer
como yo lo había deseado. Era un hecho, por lo visto, y tenía que tratar
con él. El primer paso era entender más.
Pero por ahora, tenía una promesa que hacer. Si tuviera que
quedarme aquí, tal vez podría ser en mis propios términos. Eso era difícil
de imaginar con Sadan involucrado, pero aun así...

Puse mi mano sobre la mejilla de Vlar, haciendo que me viera a los


ojos. —Me comprometo a quedarme, jovencito. Y yo no rompo una
promesa, nunca.

Mi recompensa fue una llorosa y brillante sonrisa y un abrazo que


medio me estranguló.

150
Í

—¡Padre! —Me aparté de la taciturna contemplación de un simple


dibujo que había esbozado de Graitaan para prepararme cuando mi hijo
menor se lanzó sobre mí. Vlar siempre tuvo gran entusiasmo, y una
persona tenía que estar preparada o ciertas partes masculinas recibían
pequeños rodillazos en lugares delicados.

Agarré su cintura y le giré hacia mi regazo, sentándolo con


seguridad antes de que hiciera algún daño. La felicidad iluminaba su
rostro, y no pude evitar sonreír, su presencia ahuyentando las dudas 151
oscuras que habían descendido sobre mí tras la charla con mi padre.

Le besé la parte superior de la cabeza, alisando hacia atrás su pelo


grueso y rebelde con cariño. De todos mis hijos, éste era más como yo, y
aunque nunca lo admitiría, porque yo amaba a todos mis hijos en gran
medida, éste tenía un lugar especial en mi corazón.

Alzó la mano y acunó mis mejillas en sus pequeñas manos, con los
ojos brillantes.

—¡Lo hice, padre! Yo estaba tan triste, y me puse a llorar, y no


debería haberlo hecho porque eso no es valiente, pero todo resultó
porque él me encontró a mí, y es tan agradable, padre. Mucho mejor de lo
que pensaba, y me abrazó como tú lo haces, y luego hablamos, y le hice
prometer que se quedara, y pensé que me diría, tal vez, porque los
adultos siempre dicen tal vez, pero luego ¡lo prometió! Y dijo que nunca
rompe sus promesas, y creo que tal vez esté todo arreglado, y entonces
no tienes que estar triste, y puedo ver sus alas de verdad, y entonces
podemos hacer cosas juntos, y será como tener un nuevo tío...

Escuché con creciente desconcierto, preguntándome cómo es que


no tenía ni idea por completo de lo que estaba hablando. Las alas sonaban
como si se refiriera a Graitaan, pero el resto... Vlar negó tener nada que
ver con Graitaan, excepto para ir a su habitación cada día a despotricar
contra él. Yo había ido a detener ese comportamiento hasta que vi la
reacción de Graitaan y me di cuenta que esto era cosa de los dos y nada
para que yo interfiriera.

Entonces, ¿qué fue entonces?

Por último, puse una mano sobre la boca de Vlar, a veces la única
manera de poner fin a sus divagaciones.

Estaba acostumbrado a este tratamiento de su familia, y él


simplemente se detuvo, sus ojos verdes brillando alegremente hacia mí 152
sobre mis dedos.

Mantuve mi mano donde estaba, sabiendo que iba a empezar de


nuevo en un instante si le dejaba.

—Vlar, para un momento. ¿De qué estás hablando? ¿Graitaan te


encontró llorando? —Mi frente se frunció con preocupación. —¿Por qué
llorabas, hijo?

Cuando dejé de cubrir la boca, me dio unas palmaditas en la mejilla,


con una expresión demasiado adulta por un momento. —Porque si
Graitaan se iba, tú habrías estado triste para siempre. Oí al abuelo hablar
de ello, y yo sabía que iba a ser culpa mía si Graitaan se iba, porque fui
malo con él, y él realmente no es tan malo y…

Sentí que mi corazón se hinchaba de amor. —Hijo mío. —Mi voz


detuvo sus palabras mientras él me miró inquisitivamente—. Tienes un
corazón tan cariñoso. Esto no es para que te preocupes. Los adultos
tienen que arreglar sus propios problemas. Si las cosas no funcionaron
entre Graitaan y yo, no es tu culpa. Es necesario que comprendas eso.
Haría falta mucho más que estar enojado con Graitaan para obligarle a
hacer algo que no quiere. No quiero que te preocupes por esto.

Él asintió solemnemente, pero luego rompió una amplia sonrisa de


nuevo. —Sí, padre. Entiendo. Pero lo arreglé.

Arqueé una ceja ante eso.

—Le hice prometer que se quedaría, y lo hizo.

Parpadeé, apenas logrando dejar que mi mandíbula cayera por el


asombro. —¿Se comprometió a quedarse? ¿Aquí? ¿En Finnaria? —Ni
siquiera podía concebir la idea.

—Lo hizo. —Vlar rebotó en su alegría, y yo tuve que proteger cosas


dado su vigor—. Quiere decir eso también, porque dijo que nunca rompe
una promesa. 153

Me quedé sin habla durante un largo rato, y la mirada Vlar volvió a


la preocupación.

—Pensé que esto te haría feliz, padre.

—Lo hace, —me las arreglé para decir un poco aturdido. Cuando
empecé asimilarlo, una sonrisa curvó los labios. —Realmente lo hace,
Vlar. —Le abracé con fuerza—. Tú, pequeño diablo, lograste lo que todo
un ejército no pudo hacer.

Él sonrió con orgullo.

Besé su frente. —Este es un regalo maravilloso, muchacho. Te lo


agradezco, más de lo que puedo decir. Gracias.

El amor en sus ojos me hizo estar intensamente agradecido por


todo lo que tenía y la esperanza de que el futuro podría deparar la
satisfacción final.
Mi corazón saltó con una renovación de esperanza. Si Graitaan se
quedaba, entonces yo podría tener la oportunidad de mostrarle las
ventajas de ser amado. Si Vlar le aceptó, entonces, a todos los efectos
seríamos una familia. Con el tiempo, ¿quién sabe?

Pero por ahora, tal vez requiriera un cambio de táctica.

Yo esperaba que Sadan buscara su ventaja ante mi promesa de


permanecer aquí, pero de la manera infernalmente perversa en que él
parecía destacar, no dijo nada, no hizo nada. Lo único que cambió fue que
trajo la comida a mi habitación personalmente y con frecuencia se
quedaba para hablar.

Eligió temas interesantes y neutrales, por lo que yo nunca pude ser 154
simplemente grosero sin sonar como un niño caprichoso. Tuve que
apretar los dientes y fingir civismo. No dejaría mostrarme como menos
civilizado entonces de lo que él mismo podría ser.

El problema es que era inteligente y aprendía y sabía lo suficiente


sobre una amplia gama de temas para que fueran interesantes. A pesar de
mi aversión por él, me encontraba escuchando e involucrándome lo
suficiente para hacer comentarios, por mucho que me maldijera después.

Cuando él era así, Sadan era un compañero agradable, y mi


respuesta a sus temas me ponía incómodo, mostrando lo hambriento que
yo estaba de conversación. Desde mi exilio, yo siempre había pensado en
mí mismo como un verdadero solitario, sin necesidad de nadie ni de
nada, y esta revelación de que yo tenía realmente la intención de hablar
con otras personas, de querer ser escuchado, no era la más cómoda
posible para mí.
Como es habitual en presencia Sadan, yo parecía estar en
contradicción incluso conmigo mismo. No solo eso, sino que me di cuenta
de que mi extraño hábito de mirar a Sadan sin pensar estaba creciendo.
Había momentos en que hablaba y me gustaría ver esos labios y
recordarlos en mi cuerpo, recordar la imagen de ellos envueltos
alrededor de la circunferencia de mi eje.

Miraba hacia otro lado entonces y luego con una especie de


desesperación sin aliento, una parte diabólica de mi mente deseaba que
Sadan solo se callara y me dominara, me tomara para no tener que luchar
contra mí mismo. Le quería; no le quería. Si él se hacía cargo, no sería mi
culpa entonces, ¿verdad? ¿Dónde estaba ese ciclo de celo cuando lo
necesitaba?

¿Por qué, por los dioses, estaba yo tan atraído por él? Sí, el resto del
mundo pensaba que era hermoso, pero nunca le había querido antes de
que él hubo tomado el asunto en sus propias manos, por así decirlo.
155
Nunca lo he visto como algo más que un dolor en el culo y mi
maldito comandante. ¿O sí?

¿Y si hubiera habido algo allí todo el tiempo, y no me había dado


cuenta hasta ahora?

Cómo éste finario había ganado el poder de transformar mi vida al


final, yo no entendía. Aun así, hice un esfuerzo para frenar mi hosquedad
y encontrar algún tipo de terreno común en el que pudiéramos
posicionarnos para crear una especie de relación de trabajo. Tenía que
haber una manera de encontrar un nicho en el que cada uno de nosotros
se sintiera cómodo, pero el problema era que era demasiado cobarde
para preguntar a Sadan directamente sobre sus expectativas de tener un
compañero. Él había dejado claro que no habría demandas sexuales, y yo
todavía no estaba seguro de dónde tomar postura sobre este asunto. Si
pudiera ser solo sexo, bueno, era bastante agradable —más que bastante
en realidad— y si las emociones se quedaban fuera de ello, tal vez
pudiéramos lidiar el uno con el otro.

Mi pequeña voz se rio histéricamente sobre esta meditación


especial, y tuve que admitir que no podía realmente ver a Sadan tocarme
en la forma desapasionada de la simple gratificación sexual. Tal imagen
me perturbaba incluso a mí en algún nivel, lo suficiente para que me
preguntara sobre mis propios motivos. Si me gustaba el sexo, pero no
quería que fuera frío e impersonal, ¿qué quería realmente?

Tenía miedo de enfrentarme a esa pregunta de frente. Tenía miedo


de que la respuesta fuera sorprendentemente simple y devastadora para
mi independencia. No necesitaba a Sadan, a nada con respecto a este
vínculo.

Esa voz interior solo se burló de mí aún más.

156

Tuve la oportunidad de permanecer en mi caparazón de negación


durante aproximadamente tres semanas después de mi promesa a Vlar.

Fue absolutamente increíble que Sadan me diera tanto tiempo.

Había aumentado mi inquietud por los confines del palacio,


después de haber explorado todo lo que contenía, así como sus extensos
jardines. Había conocido a muchas personas, la mayoría de ellas
sorprendentemente agradables y acogedoras, un gran número de ellas
parecían estar relacionadas con Sadan de alguna manera. Estaba un poco
abrumado por la inmensidad de su árbol familiar, y había renunciado
enteramente a tratar de dejar las cosas claras a cada uno. Se reunieron
conmigo después de la primera vez para simplemente declarar a Declan,
el tío treinta y uno, o a Parlain, hijo cuarenta y dos. No parecían menos
insultados de que no pudiera recordar sus nombres o les encajara en las
vastas y sobrecargados ramas familiares. Gracias a Dios que no se
reproducían como los seres humanos o el mundo habría sido invadido
por los finarios. Considerando que Sadan tenía 3.500 años, eso habría
supuesto un montón de niños.

¿Cómo podía uno hacer frente a la idea de que su supuesto


compañero tenía 3.500 años de edad y se considerara relativamente
joven?

Fue un poco sorprendente cuando averigüé ese pequeño detalle.


Luego, por supuesto estaba el pensamiento de que Sadan encontraría
penosa esta unión de todos modos, porque yo no era inmortal. Con el
tiempo iba a morir, y quedaría desolado de todas formas.
157
Los draconianos vivían aproximadamente mil años, de acuerdo a la
salud o las lesiones, y yo había llegado a 450 hacía apenas dos meses. Ya
había pasado casi la mitad de mi tiempo de vida, y después de
ochocientos más o menos, mi fuerza y velocidad empezarían a
deteriorarse. Casi no quería cargar a Sadan con una carga tan pesada. Un
inmortal no podría entender la edad. Él solo me veía ahora en el
momento culminante de mi vida.

Yo le había hablado, con voz entrecortada, sobre mi preocupación


en este ámbito. Aun así, me pareció difícil hablar con él cara a cara si yo
no tenía el calor de la ira o estaba totalmente involucrado en una
discusión o debate sobre algún tema u otro. Solo hablar de forma casual
era difícil para mí, y yo por lo general le permitía tomar la iniciativa. Era
raro que me dirigiera a él en primer lugar.

En cuanto a mi preocupación, él parecía muy displicente sobre el


asunto, pero con un toque de secretismo en su actitud. Había algo que no
me estaba diciendo, y eso me preocupaba. Al bastardo le encantaba
soltarme cosas, no darme nada de tiempo para alejarme de sus
maquinaciones. Por los siete infiernos, pero ¡era irritante!

Bien entonces, yo moriría de vejez, ¡y eso le enseñaría! Idiota


obstinado.

Así que hoy me había invitado a ir a nadar a ese lago lejano que
había visto desde la cima del acantilado. Pensé que era una artimaña para
calmarme después de que me dijo que nos reuniríamos con su padre esa
misma noche.

Como ardid, era uno muy bueno. En primer lugar porque no quería
pensar en satisfacer al rey finario. Él no tendría ninguna razón para
darme la bienvenida al redil familiar. En segundo lugar, porque quería
nadar desesperadamente en ese lago. En mi mundo nunca hubo agua en
cantidad suficiente para nadar. Cuando mis compañeros y yo habíamos
llegado a este mundo, había aprendido a nadar de varios seres humanos, 158
y me encantó la sensual rica sensación de esa cantidad de preciosa agua
fluyendo sobre mi piel. Era un lujo pecaminoso en términos draconianos.

Tuve que admitir que el clima de Finnaria me agradaba en gran


medida. La humedad había curado, en su mayoría, el picor de mis
escamas, aunque todavía me hubiera gustado poner aceite a las de mi
espalda. Tal vez con un compañero a mano...

Quizás Sadan en realidad podría ser útil.

Es difícil de imaginar.

Pensé que tendríamos que caminar, pero Sadan me dirigió a los


establos. Había cabalgado caballos antes. Particularmente no me gustaba.
Ni tampoco a los caballos. A menudo se asustaban por mi olor y
apariencia, por lo que montar a caballo era un asunto bastante salvaje en
el mejor de los casos.
Debería haber sabido que los finarios tendrían que tener monturas
superiores y aterradoras.

Pseudo-caballos, sí. Si no les mirabas a los ojos rojos, a los cuernos


que iban en espiral hacia adelante y dientes carnívoros tan largos que se
extendían hasta la mitad y más allá de sus bocas.

Eran más grandes que los caballos para adaptarse a la estatura de


los finarios, y no estaban confinados en sus cuadras, sino que les
permitían entrar y salir cuando quisieran.

Mirándoles, no me sorprendió. ¿Quién iba a tratar de encerrarlos?


Los finarios no eran totalmente estúpidos, al parecer.

Sadan habló con dos de ellos, en voz baja para que yo no pudiera
oír sus palabras de verdad, y luego los cabalgó a ambos, pero sin brida
para guiarlos.

Oh, alegría. 159

Siguieron a Sadan mientras regresaba a mí, y vigilé a las bestias con


cautela, sin saber qué esperar.

—Se les llama Vasleia. Son una antigua raza de seres que
amablemente consienten en llevarnos a cambio de nuestro buen cuidado
para con ellos. Trátales con respeto, y te tratarán bien a ti. Trátales como
caballos, y te matarán.

Encantador. —¿Consumen carne? —pregunté con cautela,


luchando contra el impulso de retirarme cuando el Vasleia se alzó sobre
mí.

—Son omnívoros. Comen tanto carne como vegetación. —Sadan


rascó el cuello del Vasleia más cercano con verdadero evidente afecto en
su rostro, y la bestia se inclinó en esos dedos con un débil gemido de
agradecimiento.
La segunda bestia me miró, esperanzadoramente sin intención de
probar la carne draconiana, mientras yo miraba de nuevo con cauteloso
respeto.

Yo no era muy hábil con los caballos, por lo que Sadan tuvo que
alzarme hasta el lomo del Vasleia, una humillación de la que podría haber
prescindido. Sí, podría haber saltado hacia arriba, pero no sin infligir tal
vez alguna pequeña herida en la bestia que podría haberme dejado como
cena.

Una vez que gané el lomo del Vasleia y me alejé del toqueteo de las
manos de Sadan, me enderecé, cauto con la altura. El Vasleia era amplio, y
agarré sus costados con mis piernas con cautela, pues no quería irritarlo.

Sadan montó con un salto de suave gracia, por supuesto, luego se


sentó sonriéndome desde su posición privilegiada. Solté un bufido y rodé
mis ojos.
160
Presumido.

Se inclinó hacia delante y habló al oído del Vasleia, describiendo


nuestro destino. Entonces empezamos el camino. Después de los
primeros momentos de tensión cuando mi Vasleia y yo tratamos de
ajustarnos al movimiento de cada uno, nos instalamos en un paseo de
ritmo rápido y a gran velocidad en el que era fácil sentarse también.
Sadan y su montura se retiraron junto a nosotros, pero Sadan no hablaba,
solo me sonreía antes de cerrar los ojos y respirar profundo.

No podría decir si me estaba olfateando o a los alrededores, pero


me sentí ruborizado y miré hacia otro lado a toda prisa, en realidad no
queriendo saber cuál de las dos cosas era.

El viaje en sí, sin embargo, seguía siendo agradable. El día había


amanecido claro y brillante, sin apenas una nube en el cielo, y una suave
brisa, cargada de olor y humedad, acarició mi rostro. La humedad fue
aumentando, pero a un ritmo agradable, no era insoportable. Yo quería
extender mi ahora sana ala para estirarla, pero estaba preocupado por las
reacciones del Vasleia.

El Vasleia resopló despectivamente, y salté por la sorpresa.

Sadan sonrió. —Son un poco hábiles para leer los pensamientos.

Genial, ahora me lo dice. Revisé mis pensamientos más


frenéticamente, preguntándome si había habido algo que pudiera ser
ofensivo.

La montura de Sadan retumbó en su pecho, y el finario se rio. —Él


dijo que no teme a nada, así que haz lo que quieras.

Lo miré, luego al Vasleia en el que cabalgaba. Bien entonces.

Abrí mis alas, procurando extenderlas en toda su longitud, un


movimiento que rara vez me daba el lujo de hacer por falta de espacio.

Sadan observó, sus ojos oscureciéndose a un verde más profundo, 161


algo que ahora yo era capaz de discernir como lujuria en sus
profundidades.

Por un momento salvaje, consideré hacerle perder su montura con


un bien colocado zarandeo de mi ala derecha.

Ambos Vasleia hicieron un ruido agudo que sonaba notablemente a


risa.

—Si haces eso, mi pequeño, tendré que tomar represalias, y quizás


no podamos llegar a la laguna hoy. —La expresión de Sadan era travesura
pura como si realmente esperara que yo lo intentara.

Le resoplé a él y al Vasleia que me había delatado, doblando mis


alas de nuevo con una agitación de piel, sujetándolas firmemente contra
mí en un signo de irritación.
Sadan solo se rio, y luego su Vasleia saltó al galope. Solo tuve un
momento para agarrarme a un asidero de la melena antes de que el mío
le siguiera.

La velocidad era increíble, y vi a Sadan agacharse hacia adelante,


con el pelo batido por el viento, por lo que le seguí, los ojos llorosos por la
fuerza del aire en mi cara. Era aterrador y totalmente estimulante.

Realmente no podía concentrarme en lo que estaba delante de


nosotros, si no quería soltar mi sujeción mortal sobre la crin para limpiar
mis ojos. Pareció pasar muy poco tiempo desde el momento en que
empezamos esta salvaje carrera hasta el momento en que sentí mi
montura saltar en el aire, y aterrizar.

El choque del agua fría hizo que mis manos se abrieran, y me di la


vuelta sobre el cuello del Vasleia, para terminar hundiéndome de cabeza
en las gélidas aguas del lago. Hubiera gritado con el frío si tal movimiento
no hubiera conseguido ahogarme. 162

Yo me levanté, farfullando con furia tan pronto como mi cabeza


salió a la superficie en el aire dulce.

El primer sonido que oí fue la risa de Sadan, y después de haber


escupido medio lago, me sequé los ojos hasta que lo pude localizar
flotando a alguna corta distancia, riéndose de mí como un tonto idiota.

—¡Maldito maníaco! ¿Estás tratando de matarme? —Yo ni siquiera


intenté nadar detrás de él. No hay duda de que era un maldito nadador
consumado también, y solo haría el ridículo. Yo sabía nadar, pero sin
gracia en ello; mis alas me hacían menos elegante en el agua. Incluso el
Vasleia, nadando felizmente no muy lejos, era más adecuado para el agua
que yo.

—Dijiste que querías llegar al lago tan pronto como fuera posible,
que tenías ganas de darte un baño. —El tono de Sadan era la inocencia
misma.
Le di mi mejor mirada asesina.

—¿Deseas que te trate con más delicadeza, mi compañero? Puedo


arreglar eso también. —Esa voz seguramente debía pertenecer a un
demonio.

—Si alguna vez me tratas como a una mujer, te retorceré las pelotas
—le anuncié con sombría certeza.

—Entonces yo solo estaba celebrando tu fortaleza y valentía, mi


pequeño. —La maldita sonrisa que usaba sangraba a través incluso de
sus palabras.

Golpeé mi puño sobre el agua con frustración.

—Si te mato, entonces no tendré que preocuparme por este


absurdo dolor. Recuerda eso.

Su risa resultante era tan irritante como un zumbido en la 163


entrepierna.

Jodidos finarios.

Satisfacción. El sol brillaba sobre nosotros, el cielo sin nubes,


hermoso y se hizo más por la presencia de mi pareja en este lugar que
tanto amaba. El agua del lago se veía espectacular a la luz del sol, ese tono
azul-verdoso de profunda mineralización que calmaba los sentidos. Había
sentido una afinidad con estas aguas desde que aprendí a nadar cuando
era niño. Aquí me sentía más cerca de los dioses que en cualquier otro
momento, y esa era la razón por la que había traído a Graitaan.

Sentí fuertemente que se quedaría aquí, por fin, que él


correspondería plenamente, participaría voluntariamente en nuestro
apareamiento. El vínculo solo sería completo cuando inició un
acoplamiento, se entregó de lleno a la mentalidad de que estábamos
juntos, que éramos un solo corazón.

La magia de este lugar me dio la esperanza de que se sometería a la


voluntad de los dioses, al fin, que me querría, realmente me querría.
Tragué saliva con la fuerza de la necesidad dentro de mí para ese
momento tan esperado, saber que Graitaan deseaba estar conmigo en
verdad, no solo porque yo le hubiera metido en esta situación. No pude
evitar mi propio optimismo desesperado.

Después de la primera ola de maldición, mi Graitaan se acomodó


muy bien, y aunque me insultaba de vez en cuando, el calor de eso había
disminuido un poco y comenzó a disfrutar de nadar.

La luz del sol hacía hincapié en su belleza. Sus escamas brillaban


con un brillo azul y negro que era completamente impresionante, y su
cuerpo parecía relajado, por una vez, sin la tensa garantía del ataque de 164
otros que tan a menudo parecía que era su forma habitual de ser. Me
entristecía que él esperara nada más que dolor de los que le rodeaban.
Tan solitario estaba, sin otros de su especie que le entendieran.

Yo ocuparía su lugar, y le haría feliz. Tan feliz como la personalidad


de Graitaan alguna vez le dejara ser. Creo que le gustaba ser el ermitaño
gruñón. Pero yo sabía ahora, después de hablar con Vlar y escuchar a mi
propio corazón, que había una alma gentil debajo, y si eso solo alguna vez
salía en mi presencia o la de los pocos que podría confiar en los tiempos
por venir, entonces yo estaría feliz.

Yo no quería que llegara a ser menos que hosco y gruñón. Hacía que
las ráfagas de vulnerabilidad y necesidad fueran mucho más
conmovedoras.

Pero como había dicho mi padre, era Graitaan quien tenía que dar
el siguiente paso. Que él hubiera consentido en quedarse en Finnaria
había sido la mayor bendición que podía imaginar, pero ahora, no
importa lo que yo quisiera presionar las cosas, él tendría que tomar
realmente las riendas de nuestro amor para hacer de este lazo
verdaderamente irrompible.

Hubo momentos en que mi optimismo se deslizó en un tipo de


desesperación tranquila. No solo era mi Graitaan terco en extremo y con
talento en alejar a todo el mundo, sino que ¿podría yo ser demasiado
vanidoso al pensar que podía desearme de todos modos, más allá de la
satisfacción sexual? Yo no me consideraba terriblemente guapo o
excepcional. Había sido criado rodeado de lo que los extranjeros
llamaban gran belleza, por lo que era un rasgo finario, pero ¿constituía
belleza a los ojos Graitaan? Podría ser una forma totalmente diferente
que privadamente deseaba. Yo no era draconiano, no era uno de su
especie. Yo parecía tan opuesto a todo lo draconiano que me pregunté si
alguna vez Graitaan podría verme como alguien que quisiera, alguien con
quien vivir por siempre. 165

Y sería para siempre.

Yo no había tenido la oportunidad todavía de hablar con Graitaan


sobre lo que su permanencia aquí en Finnaria cambiaría para él. No le
había dicho que las energías trabajarían con él, con el tiempo le
concederían la inmortalidad tan grande como la mía, al menos según mi
padre y lo que los dioses habían indicado. No creía que mi compañero
estuviera preparado para tal revelación. Él estaba tratando de hacer
frente a tantos cambios ahora, tratando de orientarse en este mundo
extraño, en medio de gente extraña. No le cargaría con el conocimiento de
que nunca envejecería otro día más allá de cuando primero había entrado
en la frontera finaria. Él todavía no era inmortal, pero el proceso había
comenzado de inmediato. Algún día le enseñaría a utilizar las energías
para sus propios fines, pero por ahora...
Si tan solo pudiera convencerle... Suspiré para mis adentros,
sintiendo mi estado de ánimo más tenue. No, tenía que venir de Graitaan
esta vez, y realmente, de sus ojos, lo que yo tenía para ofrecerle, tan
diferente de su propia especie, un príncipe de nada. Mi padre estaba
acoplado a una hembra finaria, una gran rareza. Debido a eso, porque no
se acoplaría con otra mujer, solo tenía nueve hijos: cinco mujeres, cuatro
hombres. Yo era el más joven, y hasta ahora mi padre no me había dado
tierras para gobernar, ni grandes responsabilidades. Tal vez no creía que
yo fuera digno o bastante responsable de tal cosa, pero nunca me irritó
tan grandemente como ahora, cuando yo quería probarme con mi
compañero.

Rodé sobre mi espalda, mirando al cielo durante un largo rato antes


de girarme y vagar por la tierra. De alguna manera el placer de nuestro
tiempo juntos se había ido. Dejaría a Graitaan en su baño, y cuando
estuviera listo, volveríamos.
166
Mis planes para el día, para que Graitaan sintiera a mis dioses, de
repente parecían tontos en extremo.
Í

Nadé de un lado a otro, disfrutando del agua inmensamente. El


ejercicio y la belleza del día calmaron mis nervios y trajeron una alegría
sutil a mi alma que no podía recordar haber experimentado antes. No
había nada que yo tuviera que tener a tiempo o de lo que fuera
responsable. No había ninguna guerra, ni muerte, ni sangre, ni miseria
que me rodeara. No había ojos críticos. Ninguna decisión de futuro me
estaba presionando ahora que había hecho la promesa de permanecer en
Finnaria. 167
Simplemente me había ocurrido ahora que estaba libre de las
expectativas de mi pueblo, libre del vínculo bajo el que mi emperador me
había puesto cuando habíamos llegado primero a Masaria. Era bastante
evidente que Sadan me consideraba un igual, no alguien a quien mandar,
y estaba liberado de una manera que era completamente nueva para mí.
Yo siempre había sido de bajo perfil en las filas de mis compañeros,
porque a pesar de que ellos mismos habían sido leales, de los cuales yo
era uno, el estigma de mi nacimiento era muy conocido y sutilmente me
separaba de ellos desde el principio. Con el tiempo nos habíamos
convertido de alguna forma en más cercanos al modo en el que la gente lo
es cuando están atrapados entre extraños, pero nunca creció hasta el
punto de que los quisiera como familia o los contara como amigos
íntimos.

Luego había llegado el momento en que me di cuenta que estaba


completamente solo entre los seres humanos. Sí, había habido respeto
gratificante y miedo en cierto grado, pero cercanía, nunca. Si era mi
propia desconfianza innata, o si era que los propios seres humanos me
veían como demasiado ajeno para intentar amistad o atracción, yo no lo
sé. Solo sabía que había estado solo durante tanto tiempo, y a pesar de
que había encontrado a Sadan como un importante ser irritante, una vez
que irrumpió en mi vida, yo también solo me sentía realmente vivo en los
momentos que luchamos, las veces que me puso tan enojado que quería
gritar. Fue la emoción, cuando durante tanto tiempo había sido insensible
a todo lo que me rodeaba, excepto mi deber.

Desde que había llegado a Finnaria, una carga que ni siquiera yo me


había dado cuenta de que había estado llevando sobre mis hombros, se
levantó dejándome aligerado y sin saber qué hacer con este nuevo
sentimiento. Era completamente ajeno a todo lo que había conocido.

Aquí nadie, aparte de Sadan y su unidad, me conocían en absoluto.


Los otros finarios no tenían expectativas de mi comportamiento o
168
acciones. Me gustaría ser juzgado por lo que hice, desde ahora, no por mi
pasado o nacimiento. Aquí nadie siquiera conocía la sociedad draconiana
y su estricto sistema.

Mi vida era una pizarra en blanco a partir de ahora, y todo lo que


tenía que hacer era contemplar lo que quería o cómo proceder. Era
embriagador, ahora que por fin me había sumergido. Qué extraño que mi
encarcelamiento inicial debiera conducir a un tipo de libertad.

Todo debido a Sadan.

Dejé de nadar y aplasté el agua por un momento, en busca de él.

Para mi sorpresa, él ya no estaba en el agua en absoluto, sino que


estaba sentado en la playa, con los brazos envueltos alrededor de sus
piernas, mirando hacia el lago. Algo en su postura irradiaba tristeza, y tal
impresión fue reforzada por la forma en que ambos Vasleia permanecían
con él, casi protectores.
Fruncí el ceño. Todo fue muy bien para luchar con Sadan cuando
era un digno oponente, pero nunca lo había encontrado en otra cosa que
en un estado de ánimo confiado, arrogante. El manto de melancolía que
se cernía sobre él era inquietante y diferente a todo lo que había visto en
él.

Nadé lentamente en su dirección, preguntándome qué había


causado este cambio de humor repentino. Desde luego, había estado bien,
cuando llegamos aquí, a juzgar por su risa sobre mi espectacular
desmonte, pero yo no estaba al tanto de todo lo que podría haber
sucedido desde que me desentendí de él.

Salí del agua un poco tímidamente, demasiado consciente de que mi


ropa se aferraba a mi cuerpo en una forma demasiado reveladora hasta
cierto punto, pero Sadan no miró, ni siquiera envió una mirada lasciva en
mi dirección.

Mi creciente preocupación se acentuó. Por qué ver a Sadan 169


malhumorado era tan molesto, no podía comprender del todo. Debería
estar disfrutando de todo lo que causara malestar a mi némesis, pero esto
no lo sentía bien. Dudé, pero finalmente llegué a sentarme en una roca a
una pequeña distancia de él, dejando que los rayos del sol secaran
rápidamente mi forma oscura.

Recogí los guijarros de la playa y traté de esquivarlos sobre el agua.


Se alivió mi creciente tensión interna.

El silencio se extendió entre nosotros durante algún tiempo.


Entonces Sadan pareció sacudirse mentalmente y se volvió hacia mí con
una sonrisa que no llegó a sus ojos.

—¿Disfrutaste el baño, Graitaan?

El hecho de que fuera a tratar de ocultar su angustia interior me


fastidiaba, aunque tenía que admitir que yo habría hecho lo mismo.
Asentí con la cabeza. —Fue hermoso. Gracias por traerme aquí.

Sentí su mirada de asombro por mi civismo y volví la cabeza a un


lado mientras buscaba una piedra.

Este es mi lugar favorito en Finnaria. —La voz de Sadan era más


suave de lo que había oído, casi melancólica—. Mi padre solía traerme
aquí para aprender a nadar, y cuando fui más mayor, he venido casi todos
los días que podía escapar de la escuela.

Traté de imaginarle como un jovencito, y solo podría resultar con


una imagen de Vlar, confiado y feroz, con orgullo. Hubiera sido tan mono
como su hijo.

Me burlé de tal pensamiento. No había nada de lindura en Sadan. Lo


miré por el rabillo de mi ojo.

Hermoso, sí, sexy hasta no más, ¿pero lindo? Esa palabra no se


ajustaba al ser asombroso que era Sadan, no cubría su poder y presencia. 170

Tiré un poco de mi propia descripción. ¿Sexy?

Me asomé con cautela a él de nuevo.

Oh sí, muy sexy. Yo había tocado ese cuerpo, conocía su forma, una
imagen estampada en mi imaginación.

Mis dedos se contrajeron sobre la piedra que sostenía. Tal vez era
la energía aquí en este lugar, pero mi libido parecía particularmente alta
este día. Me moví incómodo en la roca. El calor parecía elevarse en mi
cuerpo, y todo se centró en el enloquecedor finario a mi lado. Yo había
visto muchas finarios hermosos durante mi corta estancia aquí, algunos
tal vez incluso más sorprendentes que Sadan, y sin embargo... no podía
concebir anhelar su toque, el ser íntimo de tal manera como lo había
hecho con Sadan.
Por alguna razón, era solo Sadan el que atraía las intensas
emociones de ira y necesidad. No podía imaginar mi reacción más ahora
que cuando había cruzado los caminos con él al principio.

—Probablemente fuiste un mocoso salvaje —me burlé, tratando de


conducir la extraña tristeza de sus ojos.

Sonrió, y sentí mi corazón de nuevo elevarse.

—Yo fui el hijo perfecto. Pregunta a mi padre. —Sadan se echó el


pelo hacia atrás por encima del hombro de manera espectacular, la
familiar sonrisa regresando.

Negué con la cabeza. —Los padres no son jueces de sus hijos, y


dado que los finarios dejan a sus madres siendo tan jóvenes, tampoco las
madres son una buena voz de la razón. Tengo que hablar con uno de tus
hermanos o un tío para que me ponga al tanto con tus travesuras.

Su ceja se levantó arrogantemente. —No encontrarás a nadie que 171


hable mal de mí.

Resoplé de verdad esta vez. —Puedo sentir las olas de engaño


recorrerme.

Se echó a reír plenamente, y luché contra una sonrisa propia. Nunca


haría que Sadan se diera cuenta del impacto que sus estados de ánimo
habían empezado a tener en mí. El bastardo era arrogante ya como era.
Los dioses nos ayuden si alguna vez se daba cuenta de que incluso un
draconiano se sentía atraído por él.

—Vi eso —acusó, inclinándose para mirarme.

—¿Qué? —Afilé mi expresión en una mueca rápida.

—Sonreíste. Lo vi.

—Nunca sonreí y ciertamente no a tu alrededor, tú, irritante


espumarajo —gruñí en respuesta.
Malditos finarios y su velocidad. En un momento estaba sentado a
una distancia de seguridad, y al siguiente inclinado sobre mí, acariciando
la parte de atrás de mi cuello mientras se inclinaba para dejar que sus
labios rozaran el borde de los míos.

—Ah, pero este espumarajo puede terminar en algunos de los


lugares más interesantes. —Su susurro flotó sobre mí, haciéndome
temblar, y yo lo podía oler, marcadamente masculino y con un ligero
aroma a almizcle que hizo que mis escamas empezaran a erizarse con
deseo. Estaba tan cerca y olía tan condenadamente bueno.

Casi no sentía mi mano subir para reflejar su control sobre mí. Mi


larga lengua recorría su boca por dentro antes de que tuviera el control
de la misma, como si tuviera mente propia y supiera muy bien lo que
quería.

Le quería a él y a los infiernos con la razón y modestia y aversión. Y


mi cuerpo estaba totalmente de acuerdo, empezando a despertar a la 172
ocasión.

Fue solo mi mente que gritó que esto era una muy, muy mala idea.

Por una vez no le hice caso a mi mente o a los muchos miedos que
me atormentaban. Mi cuerpo quería esto desesperadamente, y para este
momento, decidió.

Mis manos subieron por propia voluntad, acunando su cara


mientras inclinada la cabeza para tener un mejor ángulo y que mi lengua
barriera su boca, probara cada respiración que tomaba. Él sabía dulce, y
yo no podía conseguir lo suficiente.

Él gimió, y sus manos llegaron a mis hombros, amasándolo inquieto


mientras devolvió el beso, su lengua deslizándose por la mía, parecía
deleitarse con nuestras diferencias en vez de sentir repulsión por ellas.
Él se arqueó contra mí, conduciendo nuestros cuerpos húmedos
dentro del otro, haciéndome jadear con el toque de su dureza bajo el
paño húmedo y frío. Movimos nuestros ejes el uno con el otro, calentando
gradualmente la carne tierna, sintiendo el resto de nuestros cuerpos
seguir al calor recién descubierto.

—Graitaan —susurró, y la necesidad de su voz me hizo temblar.


Proporcionaba la prueba de que Sadan sabía a quién abrazaba, no
imaginaba a otro, o fingía. Era yo quien le ponía duro, quien hacía que su
cuerpo temblara de necesidad y calor.

Yo.

La idea me pareció extraña, sin embargo, este finario nunca me


había mentido, nunca pretendió querer otra cosa que la unión total desde
que me había traído aquí. Era honesto conmigo. ¿Era yo tan honesto con
él o conmigo mismo?
173
Yo le quería. Si esto podía ser profundo y verdadero y para siempre,
no lo sabía, pero en este momento no podía imaginar querer a otro.

Solo estaba Sadan.

Su mano derecha se extendió por mi cuerpo y apretó


deliciosamente sobre mi eje ahora totalmente extendido y endurecido.
Retiré mi lengua para lamer sobre su cuello, poniendo a prueba su pulso
acelerado, sintiendo su deseo latir a través de su cuerpo.

Yo no podía esperar para desnudarle, tener ese cuerpo a mi


merced, lamer y saborear cada pedacito de esa hermosa carne y verlo
retorcerse debajo de mis toques, oírle gemir mi nombre y tenernos...

—Alteza. —La voz cortó nuestro ardor como una hoja, y nos
quedamos inmóviles, mirándonos a los ojos, a la vez demasiado
asustados para movernos.
Sadan tragó con fuerza, cerrando los ojos por un momento, como
para recuperar el control de sí mismo.

—Sí, Nasir. —La voz de Sadan tenía el más pequeño rastro tenso de
pasión contenida, y solo podía admirar su control. En cuanto a mí, yo
quería arrancarle la cabeza al segundo al mando y eso sería una lástima,
porque me gustaba bastante Nasir, la mayor parte del tiempo.

Desde luego, no en este momento, sin embargo.

Nasir se aclaró la garganta. —No habría venido, pero vuestro padre


exige vuestra presencia y la de Graitaan inmediatamente. Un mensajero
ha venido del rey de Masaria, y la noticia que trae es urgente. —Había
una buena cantidad de molestia en su propio tono.

Mi mano cayó de la cara de Sadan, y se apretó en un puño. Si esto


nos reclamaba a una batalla...

Sadan suspiró profunda y largamente, acariciando suavemente 174


antes mi cara y dando un paso atrás, su expresión llena de pesar y
frustración igualó a la mía.

—Mi padre no nos llamaría si no fuera importante. Se suponía que


debías conocerlo oficialmente esta noche. Vamos a cenar con él.

Inhalé una respiración profunda y traté de serenarme, traté de


domar a la bestia dentro de mí que gruñía y luchaba para que volviera
Sadan. Yo solo pude asentir, porque mi voz hubiera fracasado totalmente
o sonado completamente animal.

Me volví hacia Nasir y me sentí un tanto apaciguado por la mirada


de disculpa en su rostro. Estaba claro que se trataba de algo de
importancia o nunca nos hubiera interrumpido.

Sadan suspiró e hizo una señal a nuestros Vasleias, que estaban


pastando cerca.
—Esperemos que esto no tarde demasiado Graitaan. —Su mirada
sobre mí irradiaba suficiente calor como para encender la madera—.
Luego comenzaremos donde lo dejamos, pero tal vez en un entorno más
cómodo.

Claro que lo haríamos. Gruñí, lamiendo mis labios, mostrando


claramente mi intención.

Él sonrió entonces, y nuestros ánimos amainaron poco a poco a la


decepción y a la calmada necesidad.

La noche por delante estaba demasiado lejos para mi gusto.

175

En el momento en que regresamos, la cena estaba casi lista de


todos modos, y así fue como conocí al padre de Sadan cuando entramos
en el comedor privado del rey.

Estaba de pie, de espaldas a nosotros, y fruncí el ceño ante la débil


sensación de familiaridad antes de volverse, su profunda mirada verde
fija sobre mí con poca amabilidad en sus profundidades.

Contuve el aliento ante el molesto reconocimiento.

Sadan se inclinó ante su padre, una mano en su corazón en respeto.

—Padre, este es Graitaan. Graitaan, este es mi padre, Tanis, Rey de


Finnaria.

Hice una pequeña inclinación. —Ya nos conocemos —mi tono era
afilado—, aunque tu padre no me hizo el honor de presentarse él mismo.
Sadan se enderezó con el ceño fruncido, mirando entre nosotros. —
¿Cómo os habéis conocido ya? —La confusión en su voz dejó en claro que
no sabía nada del subterfugio de aquel día sobre el acantilado.

Tanis se enfrentó a mi ira con calma, con fría tolerancia. —No vi


razón para revelar mi identidad. No me habrías hablado libremente
entonces.

Sadan hizo una mueca, obviamente preguntándose qué había dicho


y conociendo mi temperamento demasiado bien.

—Estaba preocupado por mi hijo, por lo que le pregunté si sería tu


compañero. —El tono de Tanis no tenía ningún sentimiento de culpa por
sus acciones—. Nuestra conversación dejó muy claro que Graitaan
deseaba irse, que no tenía interés en completar este apareamiento.
¿Cómo voy a tomar esa información, entonces? ¿Debo felicitarte por ser el
que tenga el corazón de mi hijo en tu insensible mano?
176
Sadan hizo un ruido con la garganta y dio un paso hacia adelante,
pero yo puse una mano en el brazo y detuve su movimiento.

No separé ni un momento mis ojos de Tanis. El rey tenía el derecho


a proteger a su hijo; Solo podía admirar su preocupación, si no sus
métodos. Él había tomado mis palabras y mi renuencia en serio ese día, y
ahora volvían para burlarse de mí, por lo que sentí que había cambiado
de alguna manera que ni siquiera yo entendía. Todo lo que sabía era que
ya no quería irme. Había tomado esa decisión y actué en consecuencia, tal
vez solo por las súplicas de Vlar, pero tal vez por mucho más que eso.
Pero Tanis no sabía el por qué o el cómo de eso. Por lo que sabía, podría
haber cambiado de opinión únicamente por el hecho de que Sadan era un
príncipe, rico y poderoso.

—He pensado mucho en vuestras palabras ese día. —Luché para


mantener mi voz tranquila, aunque me enfrenté a él con la cabeza alta,
con la esperanza de que viera mi necesidad de tener espacio para
explorar lo que existía entre Sadan y yo. Necesitábamos tiempo, pero este
gobernante ejercería gran dominio sobre si realmente lo recibiríamos. —
Yo creo que lo que dijisteis tenía gran peso y sabiduría, y estoy tratando
de conciliar eso con mis propios sentimientos. Esto no es nada fácil, para
ninguno de nosotros. Necesitamos tiempo.

Tanis simplemente me miró fijamente, sin ceder en su expresión. —


Bueno, no hay más tiempo. Un mensaje ha llegado del Rey de Masaria.

Sadan respiró hondo, su mirada parpadeó entre su padre y yo, la


confusión y la preocupación escrita por toda la cara. —Por favor, que no
sea otra solicitud de ayuda, padre. Seguramente hemos terminado con su
conflicto.

Tanis asintió, sin apartar su penetrante mirada de mí. —Hemos


terminado con ellos, pero al parecer Graitaan no.

Gruñí débilmente, los dedos se cerraron en puños. ¿Qué podría...? 177


—Un emisario ha llegado para hablar con el rey de Masaria. Un
draconiano.

Me puse rígido con incredulidad, mi boca abierta. ¿Otro draconiano,


aquí en este mundo? Mi corazón empezó a latir dolorosamente.

Sadan me lanzó una mirada, observando mis reacciones, con un


cierto temor evidente en sus ojos. —¿Un draconiano? ¿Por qué viene aquí
ahora? ¿Pensé que no había más contacto con su mundo?

Tanis cruzó los brazos sobre el pecho.

—Todo lo que sé por el mensajero es que cuando el emisario


descubrió que Graitaan era el único draconiano vivo que quedaba, exigió
verlo.

Me estremecí, sin saber lo que estaba sintiendo. Otro de los míos.


¿Por qué estaba aquí?
—He arreglado el transporte hasta la frontera inmediatamente. Se
enviará comida contigo para que puedas comer en el camino. Un mago te
acompañará hasta el portal a Masaria para acortar el viaje. —Tanis miró
a Sadan, y le puso una mano en su hombro. —Esto se debe hacer lo más
pronto posible. —El tono de su voz indicaba claramente que no podía ver
que saliera nada bueno de esto.

Sadan asintió, había conmoción en su expresión, antes de que él me


mirara, algo parecido a la desesperación lentamente apareció en sus ojos.

Nuestro tiempo, al parecer, se había agotado, y sin haber


establecido ninguna decisión clara.

Tomé una respiración profunda. Esto no cambiaba nada. Regresaría


con Sadan, y Tanis podía comerse sus palabras y su actitud al mismo
tiempo.

178

Estuvimos acompañados por la unidad de Sadan como guardias y


un mago finario, que me evitaba como si portara una enfermedad. Sadan
lo desterró al final de la procesión después de un breve tiempo de su
actitud y se disculpó profusamente.

Negué con la cabeza. —Puede pensar lo que quiera, Sadan. No toda


tu gente va a apreciar mi presencia en tu vida. Déjalo.

—¿Y vas a seguir siendo una presencia en mi vida después de esta


reunión? —La voz de Sadan normalmente lírica sonaba tensa y apretada
por la emoción contenida.
Le miré con incredulidad, solo para castigarme a mí mismo. Yo no
había hablado con él de muchas cosas. ¿Me imaginaba que podía leer mi
mente como el Vasleia lo hacía? Yo le dejé suponer muchas cosas, la
mayoría de ellas negativas.

Puse una mano para agarrar su brazo justo antes de que


entráramos en el portal. —Dije que me quedaría en Finnaria, Sadan. Se lo
prometí a Vlar. En cuanto a lo demás, no sé ni entiendo lo que siento. Eso
es algo de lo que solo el tiempo se encargará, pero yo... —Inhalé una
respiración profunda—. Siento algo por ti. No solo irritación.

Él dejó escapar una carcajada, su tensión liberada por un momento.


—Eres tal adulador, Graitaan. Siempre puedo confiar en eso al menos.
Haces que me sonroje con tus protestas fervientes de amor sin fin.

Puse los ojos en blanco y gruñí. —No me hagas replantearme


terminar con la irritación.
179
Se llevó una mano a la mejilla y se puso serio. —No hagas promesas
que no puedas mantener, mi pequeño. No sabes lo que este emisario
puede ofrecer.

Me encogí de hombros. —No es posible comparar con lo que


Finnaria tiene que ofrecer. —Deslicé mi mirada hacia él y luego la
aparté—. Y eso podría incluirte a ti posiblemente.

Se inclinó con una leve sonrisa que iluminó su tensión, entonces me


presionó tropezando dentro del portal y empujándome.

Idiota.
Í

Me había recompuesto en el impresionantemente corto tiempo que


llevó navegar por el portal, e incluso me las arreglé para no tomar
represalias contra Sadan cuando entramos en suelo masario. Me pareció
que era muy maduro por mi parte.

Varios soldados esperaban por nosotros, y después de un rápido


vistazo alrededor, me di cuenta de que estábamos a pocos pasos del
palacio. Respiré profundamente y seguí la estela de los guías,
preguntándome qué demonios querría de mí un emisario. Tal vez solo 180
obtener un recuento de cómo nuestra unidad había seguido las órdenes
del emperador draconiano. Ese parecía el escenario más probable, y me
calmé un poco. Eso sería bastante fácil de atender, y podría estar de
vuelta en Finnaria por la mañana.

Estaba un poco sorprendido por mi propia impaciencia por volver,


como si la patria de Sadan hubiera llegado a ser parte de mí, necesaria
para mi bienestar.

Por no hablar de los finarios a mi lado.

Tenía muchas ganas de volver a los momentos llenos de placer que


habían sido interrumpidos tan groseramente. Estaba empezando a darme
cuenta de que mi aversión estaba cambiando en algo muy diferente, con
el potencial de ser poderoso a su propio modo. O tal vez tuviera la idea de
que si no podía deshacerme de ese bastardo, tal vez besarle para que
cerrara la boca podría ser la solución.
Durante la caminata hacia el palacio, pensé en escenarios reñidos y
agradables donde a Sadan no se le permitía hablar en absoluto.

Sadan estaba cada vez más tenso a mi lado; podía sentir su energía
pulsar. Obviamente, mi estancia en Finnaria, corta como había sido, había
abierto mi sensibilidad a las energías en general y a Sadan en particular.

Entramos en la sala del trono como un grupo antes que los otros
finarios se frenaran. Sadan y yo nos inclinamos ante el rey masario,
Inean, y luego procedí hacia adelante a su reconocimiento.

Una figura se levantó de donde se había sentado en el banquillo, y


sentí el aliento congelado en mi pecho al ver a otro draconiano después
de tanto tiempo.

—Este es Einas. Él quiere hablar contigo en privado, Graitaan. —


Los ojos de Inean se movieron entre Sadan y yo, con una cierta
preocupación evidente en su expresión. 181
Dudé, pero Sadan puso una mano en mi hombro y trató de sonreír,
aunque era un débil esfuerzo en el mejor de los casos.

—Ha pasado largo tiempo desde que pudiste hablar con otro de tu
especie, Graitaan. Ve a disfrutarlo. —Su voz era ronca, como si tuviera
que forzar las palabras.

Busqué en sus ojos, le hice mirar a los míos. —Voy a volver, Sadan.
No dudes de eso.

Él asintió con la cabeza, pero yo sabía que no lo había convencido.


Quería gruñir con frustración, pero este no era el momento ni el lugar
para persuadirle de que mis sentimientos cambiaron. Eso era para la
privacidad y el entorno finario.

Después de volver a Einas, seguí al draconiano desde la habitación.


Qué extraño sentarse en una mesa, encontrarse con otro
draconiano cara a cara.

Einas era más joven que yo; podía sentir eso y su curiosidad por mí
y todo lo que le rodeaba en este lugar de humanos.

—Nuestro emperador me ha enviado para determinar el destino de


la unidad que envió aquí hace tanto tiempo. Me dijo que si había
sobrevivientes que te comunicara que tus hazañas y longevidad a su
servicio habrían de ser recompensadas por la apertura de un portal para 182
tu regreso.

Lo miré con asombro escandalizado, las palabras volaban alrededor


de mi mente sin tener verdadero sentido.

¿Yo podría ir a casa?

Mi corazón se hinchó. Ver a Marind y a Alysia una vez más. Era un


sueño hecho realidad. Le sonreí de verdad, la alegría era creciente.

—Podemos irnos ahora si quieres. —Einas parecía complacido por


mi respuesta.

Casi me estremecí con bastante entusiasmo ante un pensamiento


que se entrometió. —¿Cuando se me permitirá volver aquí, sin embargo?

Einas frunció el ceño, la confusión evidente en su actitud. —No


habría ningún retorno. La puerta de aquí se cerraría una vez más. No
tendremos más relaciones con los seres humanos a menos que el
emperador elija hacerlo, lo que no puedo ver en el futuro. Los seres
humanos se han convertido en una amenaza tanto como en aliados. —
Negó con la cabeza—. Este será el último contacto.

Inean nos había dado paso a una pequeña sala de reuniones, donde
ordenó que nos proporcionaran comida y bebida.

No pude ver ninguna. Mi corazón se congeló en mi pecho, y miraba


por una adornada ventana en un silencio entumecido.

Había estado tan seguro en mi corazón. Tan seguro de que Graitaan


había sido el único, el que los dioses me dieron para que fuera mi
compañero, sin embargo...

Ahora desaparecería para siempre, y yo estaría solo. 183

Inean me había dicho a lo que el mensajero vino, y yo había muerto


un poco por dentro.

Era lo que Graitaan siempre había deseado, por lo que siempre se


había afligido. Él me había hablado de su mundo natal en varias de
nuestras discusiones/debates, y yo sabía lo mucho que extrañaba a sus
padres adoptivos.

Que esto sería un adiós definitivo había sido claro por lo que Einas
había dicho a Inean. Mi draconiano era libre al fin.

Era yo quien estaría prisionero.

Bajé la cabeza, mirando mis dedos, donde se apoderaban los unos


de los otros, mis nudillos blancos brillantes. Mi pecho se sentía tan
apretado que mi mano fue a masajear el dolor.
Graitaan siempre había dejado en claro su aversión por mí, y yo
había imaginado que era porque sentía más por mí de lo que él
consideraba cómodo. Ahora solo podía reírme severamente de esa
arrogancia. Yo había presionado, tratando de lograr lo imposible, y ahora
tendría que soportar toda la eternidad a mi locura. Yo había estado
seguro de que en alguna parte de él, Graitaan sentía lo que yo, que
llegaría a amarme.

Idiota. Maldito idiota.

Mi padre había tenido razón.

La mano de Nasir descendió sobre mi hombro, sacudiéndome de mi


aturdimiento. Solo había una cosa que quedaba por hacer, dejar a mi
draconiano libre.

184

Muchas horas después, cuando por fin dejé a Einas, estaba


entumecido y agotado, demasiado cansado para pensar más allá. ¿Había
tomado la decisión correcta? ¿Y cómo afectaría a los demás? Cualquier
camino que tomara, las personas se verían perjudicadas, pero al final,
solo había un camino. Ahora quedaba la difícil tarea de decírselo a los
demás.

Al salir de la habitación con cansancio, anhelaba algo de beber, y


como por arte de magia, una jarra de agua se presentó ante mí. Miré hacia
Inean con sorpresa que se convirtió en gratitud y asintió con la cabeza en
señal de agradecimiento antes de tragar el agua con avidez.

—He enviado por la comida, Graitaan. No estaba seguro de cuándo


te irías. —Inean hizo una pausa, su mirada aguda sobre mí—. O si te irías.
Le miré con el ceño fruncido, y él llevó una gran mano sobre mi
hombro y me condujo a las lujosas sillas cercanas.

Me empujó abajo en una, incluso cuando la comida llegó.

Caí sobre ella vorazmente, con poco cuidado de los modales en el


momento.

Inean observaba con una expresión neutra que yo sabía muy bien
que era un mal presagio. Había tratado con Inean durante demasiados
años para no conocer su estado de ánimo, y este era serio en extremo,
con una fuerte preocupación evidente en su expresión.

Terminé de comer con un suspiro de satisfacción y me acomodé,


bebiendo el vino con reconocimiento. Solo entonces miré al rey al que
había servido durante tanto tiempo y que tan bien conocía.

Él se echó hacia atrás, con las manos recogidas sobre los brazos de
la silla, mirándome a los ojos de frente. 185

—¿Cuando te vas a tu mundo?

Le fruncí el ceño. —¿Qué te hace pensar que esa es mi elección?

Él soltó un bufido de manera poco elegante, que era menos de un


rey y más de un hombre, una especie de amigo como lo había sido a
través de los años, como su padre lo había sido, y su abuelo antes. Todos
a los que yo había servido con lo mejor de mis habilidades. Me parecía
extraño no recibir órdenes de él, sabiendo que había sido liberado yo
mismo de este deber que me había mantenido tanto tiempo firme.

—Has anhelado este momento con todo tu ser, Graitaan. No has


hablado de ello, pero lo he visto en tus ojos, lo he oído en tu voz cuando
hemos hablado de tus padres adoptivos. Esto ha sido solo un sueño.
Ahora es realidad.
Miré al vino con una mueca, girando el líquido de color rojo oscuro
con aire ausente. —Es cierto. Fue una decisión difícil decir que no. —Un
suspiro estremeció mi pecho, y una vez más me preguntaba por mi
propia cordura con mi elección final.

Inean se puso rígido, luego se inclinó hacia delante en su silla, la


sorpresa evidente en su expresión. —¿Te negaste a ir a casa? —Su tono
de incredulidad solo aumentó mis propias dudas.

Me encogí de hombros, incómodo. —Lo hice. Le dije a Einas que


transmitiera mi amor a Marind y Alysia, y que les explicara por qué no
puedo volver.

Inean se desplomó hacia atrás, mirándome como si me hubiera


crecido otra cabeza. —No puedo creerlo —susurró—. En realidad lo
amas.

Me atraganté con el vino, luego agarré un paño para limpiarme, 186


mirando a Inean. —¿De qué estás hablando? —gruñí, secándome la
túnica con golpes irritados.

—Sadan. Tú lo amas. Todo este tiempo, pensé que lo matarías. Pero


eso no fue así en absoluto. —Sus ojos estaban muy abiertos, como si
acabara de hacer un gran descubrimiento.

Fruncí el ceño aplastante sobre él. —Hice una promesa a su hijo,


Vlar. Le prometí que no continuaría con eso.

Inean inclinó la cabeza, mirándome con ojos astutos, sabios. Él no


era ningún tonto, este rey. Veía demasiado a veces para la comodidad de
cualquier persona. Sobre todo la mía.

—Puede que digas eso, incluso puedes pensar eso, pero en realidad,
amigo mío, se trata de Sadan. Tú le amas.

Gruñí, pero no tan intensamente como me hubiera gustado. —Él


me arrebató la decisión. Me hizo su maldito compañero.
Inean sacudió la cabeza, negándose a liberarme de su mirada
penetrante. —No, te han dado otra opción, y solo tomaste la que te
mantiene aquí, la que confirma verdaderamente este vínculo. Es lo mismo
que gritar desde la punta del árbol más alto, amigo mío. Esta decisión lo
confirmará para cualquiera y para todos los que escuchan al respecto.

Él se quedó en silencio durante un momento, mirando mi malestar


con un ojo entusiasta.

—Esto no lo está haciendo Sadan ya, Graitaan. Esta es tu elección, y


estoy muy, muy contento. Estoy feliz por ti, por ambos, más allá de las
palabras. —Su repentinamente sombrío semblante no daba crédito a sus
palabras—. Sin embargo, creo que es posible que tengas un poco de lucha
en tus manos.

Sentí hundirse mi corazón.

—Sadan y sus finarios se fueron, se marcharon a casa. Sadan estaba 187


seguro de que te irías. Ni siquiera puedo describir el dolor que vi en su
rostro.

—¡Qué! —grité, haciendo una mueca por el volumen de mi propia


voz.

Ese hijo de puta. Iba a matarlo si era la última cosa que hacía.

Jodidos finarios.
Estoy seguro de que les di un montón de información para los
futuros cuentos de los draconianos cuando salí del palacio de Inean. No
podía entrar en el portal sin un mago finario, los caballos eran demasiado
lentos, y era un terreno demasiado duro para correr.

Por lo tanto, tenía que volar.

Nadie en este mundo jamás me había visto volar. Lo había hecho de


vez en cuando, pero siempre en privado, manteniendo mis diferencias
ocultas. Todos los draconianos podían volar, pero con el tiempo se había
vuelto más intenso cuando nuestro tamaño crecía en relación a nuestras
alas. No éramos tan ligeros de huesos como nuestros antepasados lo
habían sido. Nos convertimos en perezosos y preferíamos modos más
mundanos de transporte, más que el esfuerzo de volar. Yo solo lo había
hecho en este mundo para mantener los músculos afilados, con fuerza
suficiente para el vuelo si alguna vez lo necesitaba.

Ahora lo necesitaba. 188

Después de decir un precipitado adiós a Inean, apenas había


cruzado más allá de las puertas del palacio antes de extender mis alas
ampliamente y desplegarlas en preparación.

Podía oír a los humanos, sentir las miradas sobre mí, su curiosidad
y la emoción casi palpable, pero no tenía ninguna preocupación ahora
con la forma en que me veían. Tenía cosas más importantes en que
pensar y a un finario como mi presa.

Volviendo al viento, corrí un par de pasos y despegué.

Escuché el grito de Inean de “buena suerte” vagar por el viento,


pero no me volví, luchando fuerte para ganar altura, para utilizar los
sutiles cambios de viento a mi favor.

Yo estaba sin aliento por el esfuerzo en el momento en que llegué a


un nivel en el que podía coger las corrientes ascendientes y derivar en su
abrazo, las alas extendidas en todo su potencial, en espiral cada vez más
alto.

Era más fácil aquí, y pude ver la disposición de la tierra a lo lejos.


No tenía necesidad de orientación. Era como si mi corazón supiera
adónde pertenecía y me llevara allí sin pensamiento consciente.

El simple placer de volar me sobrepasó, y rodaba en el aire,


sonriendo ferozmente. Así es como mis antepasados se debían haber
sentido, señores del aire, depredadores de renombre. Era embriagador,
este sentimiento de parentesco con el cielo y la alegría de una cacería.

Dejé la tierra de los seres humanos detrás por última vez y me


dirigí hacia Finnaria, la ira y la determinación me guiaban fuertemente.

Fue un tiempo sorprendentemente corto después de que llegué a la


frontera finaria, la barrera era brillante como el fuego opalescente en el
sol. 189
Aterricé más fuerte de lo que me hubiera gustado, mis músculos de
las alas ardían por el esfuerzo inesperado a las que habían sido
sometidas. Era evidente que tendría que practicar más a menudo si
quería mantener mis habilidades intactas.

Todavía no había tenido tiempo de juzgar mi propia fuerza; me


sacudí el dolor en mis alas con una mueca y me acerqué a la barrera con
un sentimiento de furia incipiente.

Ninguna entrada.

Anduve por la barrera, en busca de una debilidad, una puerta de


algún tipo, cualquier señal de que pudiera entrar, pero no encontré nada.

Cada vez que me acercaba demasiado, enfermaba físicamente y


tenía que retroceder o colapsar.
Mi ira fue creciendo, la desesperación comenzando a entrelazarse
con ella.

—Sadan —grité, poniendo toda mi fuerza en ese grito.

Los pájaros de los árboles cercanos se asustaron como ecos de mi


voz que rebotaba hacia el valle.

Grité hasta que mi voz era poco más que un graznido ronco,
tratando de utilizar las energías de la propia barrera para enviar mi
mensaje, para que llegara a mi compañero, pero no había nada, solo la
fría extensión de la barrera interminable.

Por fin me hundí en la hierba, jadeando, tratando de no dejar que la


desesperanza me desgarrara y minara mi voluntad.

De alguna manera pasaría, y cuando encontrara a ese maldito


finario...
190
Si él era mi compañero de sangre, entonces ¿no sería capaz de
sentir mi presencia, sentir mi necesidad de él?

—No puede sentirte.

Por un momento salvaje, pensé que era mi voz interior la que


hablaba, antes de que me diera la vuelta para enfrentar al padre de
Sadan.

Estaba allí de pie, literalmente, dentro de la barrera, ni en un lado


ni en el otro, las poderosas energías no tenían ningún efecto visible sobre
él.

La opalescencia se arremolinaba a su alrededor, dejándole una


figura de otro mundo, no completamente sólido en mi visión.

Un destello rojo de sus ojos me dio aviso al paso ligeramente, pero


yo no estaba de humor para complacer a Tanis. Se puso de pie entre
Sadan y yo. Me enfrenté a él, con la cabeza bien alta. Literalmente podía
sentir las energías que se produjeron y que se envolvían a mi alrededor
como tentáculos, lamiendo a lo largo de mi carne, y diciéndome en
términos inequívocos que él no tenía la capacidad para destruirme si
decidiera hacerlo.

Sus colmillos eran visibles, deslizándose lentamente en su lugar


mientras sus ojos se enrojecieron aún más, y él era un espectáculo para la
vista, el rey de los finarios y nadie con el que había que cruzarse.

Enojado como yo estaba, draconiano como era, me acerqué a él en


lugar de alejarme.

Su pelo bailaba con el poder que irradiada de su alta figura, y había


muerte en el aire a mi alrededor.

—La barrera es mi decisión. Se quedará sólida contra cualquiera


que se atreva a sus poderes. Nadie va a pasar mis fronteras sin mi
permiso. —Su voz sonaba extraña, reverberando en los confines de la 191
propia barrera—. Tú no eres de mi gente, y no has traído nada más que
dolor a mi hijo. No entrarás en Finnaria otra vez.

Caminé hacia él, estremeciéndome cuando mi piel empezó a


calentarse dolorosamente.

—Sadan es mi compañero, e iré hacia él, de una manera u otra. No


os interpondréis entre nosotros.

Mi tono sonaba sorprendentemente tranquilo, dadas las


circunstancias, pero si Tanis parecía inamovible como una roca, entonces
yo era como el acero.

Yo no cedería.

Su ceja se levantó, torciendo los labios, revelando delgados


colmillos afilados, como agujas, más largos que los de Sadan.
—¿Ahora quieres reconocer esa unión? No tenías necesidad de ella
antes. Tus protestas por el contrario eran en el mejor de los casos débiles.

Apreté los puños. —¿Reclamáis amarle pero ciertamente me


impediréis ir hacia él? Si los dioses crearon este apareamiento, como
Sadan ha afirmado, entonces vais en contra de su voluntad.

Su expresión no vaciló. —¿Reconoces que esto puede ser concesión


de los dioses?

—Si Sadan lo cree, entonces sí, yo también. —Lo encaré de frente.

—Entonces díselo. Di a los mismos dioses que esto es lo que


quieres. —Su tono era burlón, incitándome.

—Muy bien. —Miré hacia el cielo por un momento, y luego a


Tanis—. Dioses finarios, acepto la reclamación de Sadan de que yo soy su
compañero, y a su vez, le quiero como mío. Oíd esto también. —Miré a
Tanis—. No voy a dejar que nadie se interponga entre nosotros, ni 192
ninguno de vosotros, ni su padre. Esto lo juro.

La barrera se abrió, proporcionando una salida.

Lo repentino de ello me sorprendió por lo que me quedé con la


boca abierta conmocionado.

Tanis dio un paso atrás, los colmillos se habían ido, los ojos eran
verdes una vez más, los brazos estaban cruzados sobre el pecho con
calma.

En mi duda, una de sus cejas se arqueó de una manera muy


reminiscente de Sadan en su peor momento.

—Bueno, entonces, entra.

Gruñí entre dientes, pero apresuradamente al trote por la brecha


antes de que el hijo de puta pudiera cambiar de opinión.
Tanis selló la barrera una vez más con un movimiento informal de
la mano. Se volvió hacia mí con la más débil de las sonrisas, lo suficiente
para subir mi presión arterial varias muescas.

La sonrisa estaba presente, pero sus ojos eran duros.

—Ve entonces; ve a ver a Sadan. Está en el lago con su unidad de


guardia permanente. —Atrapó mi hombro antes de que pudiera darle la
espalda.

—Que sepas esto, Graitaan. Si le haces daño... —La amenaza en el


tono aterciopelado era lo suficientemente clara.

Me sacudí su mano y me paré frente a él durante un buen rato. —Si


lo hago, entonces yo daría la bienvenida a vuestra furia.

Midió mi convicción durante un largo momento, luego sonrió, la


dureza desapareciendo como si nunca hubiera existido. —Nos
entendemos entonces. —Golpeó mi espalda con tanta fuerza que me hizo 193
medio tropezar—. Bienvenido a la familia. —Su sonrisa era pura maldad,
posiblemente incluso peor que la de Sadan.

Entonces la energía se arremolinó entre nosotros, y él se había ido.


Simplemente desapareció. ¿Qué truco era este? Me quedé boquiabierto
por el más mínimo momento, entonces gruñí en voz baja y me alcé yo
mismo en el aire.

Malditos finarios. Debería haber sabido que Sadan procedía de


mala sangre. Tenía sentido que lo peor de ellos gobernara Finnaria.

Podía volar más rápido aquí, y no sabía si era mi corazón el que me


llevaba, o si las energías de esta tierra estaban dotadas de parte de ella.
Fuera lo que fuese, lo tomé y volé como nunca lo había hecho antes.

El gran lago brillaba como una joya verde azulada debajo, se


extendió ante mí desde mi vista en el cielo. Su belleza no me movió, sin
embargo; busqué a mi finario, y nada desviaría mi búsqueda.
Yo lo sentía ahora, podía sentir su total, profundo dolor del alma, y
me desgarraba como las garras. Si hubiera tenido alguna duda de que él
me amaba con la profundidad de su ser, eso fue arrasado en ese
momento.

Vi a un débil destello de plata, donde emergía el verdadero color de


su pelo de la oscura tintura de luto, y fue eso lo que me llevó a él. Cuando
lo vi por fin, sentado en la misma roca de la última vez que habíamos
estado aquí, mi corazón dio un vuelco y supe entonces que esto era
correcto y bueno. Amaba al bastardo, después de todo.

Nasir y los otros estaban desperdigados, alguna pequeña distancia


hacia atrás para dar a Sadan privacidad, sin duda.

Plegué mis alas y me agaché, el viento recio pasaba junto a mí en un


vertiginoso rugido como sonido, mis ojos nunca fueron vacilantes de mi
presa.
194
Tendría que enseñar a estos necios finarios, que puede que fueran
un terror en el suelo, pero necesitaban aprender a protegerse de los
ataques por aire.

Ni siquiera levantaron la vista.

Sadan debió haber sentido algo, porque se enderezó un poco,


mirando a su alrededor con el ceño fruncido en su cansado rostro
arrugado.

Solo cuando extendí mis alas, de repente ralentizando mi descenso,


se volvió, los ojos muy abiertos cuando me vio.

Era demasiado, demasiado tarde.

Me abalancé sobre él y lo golpeé de plano, poniendo amablemente


una mano debajo de la cabeza para evitar que se quedara inconsciente.
Casi lo quería fuera de combate para lo que yo había planeado.
Oí los gritos de los otros, pero yo simplemente sonreí a un medio
aturdido Sadan, atrapado sin aliento debajo de mí, con expresión
incrédula.

Nuestros labios se encontraron, y robé el poco aliento que le


quedaba con un beso que curvaba mis propios pies y hacía que mis alas
se extendieran como reacción, una cortina de privacidad. Sentí una de sus
manos golpear sobre mi mejilla, y el amor en ese toque, el principio de la
creencia en sus ojos hizo que mi pecho doliera.

Durante un largo rato, me encontré con él, cara a cara, me abrí yo


mismo a todo dentro de mí, le dejé ver y sentir todo lo que le ofrecí, todo
lo que únicamente iba a ser suyo algún día.

Me aparté y me paré, tendiéndole una mano. Él la tomó, sin


palabras, por una vez, y tembloroso ganó sus pies, sin alejarse de mí
nunca.
195
Sonreí y acurruqué mis alas que nos rodeaban de nuevo,
bloqueando el mundo.

—Ahora —murmuré contra su boca, sintiendo el calor de su cuerpo


en respuesta a mi tacto—. ¿Dónde demonios estábamos?
Í

Me desperté lentamente, demasiado cálido y cómodo para querer


salir de la cama. Suspiré un poco, reacio, pero sabiendo que era un
propósito para mí el levantarme tan temprano.

Aparté las mantas y me enderecé, frotándome la cara en un intento


de agitarme yo mismo el estado de vigilia.

Un débil gemido y un gruñido quejoso sonaban detrás de mí. Luego,


las mantas fueron arrancadas de nuevo de la cama.
196
Sonreí y miré por encima de mi hombro, mi mirada suavizándose
mientras miraba a mi pequeña pareja, profundamente dormida, tendido
sobre la mayor parte de la cama como siempre lo estaba. Extendí una
mano para arreglar las mantas de forma más segura a su alrededor,
metiendo su cola que siempre parecía lograr arrastrarse por el costado
de la cama y enfriarse. Mi toque se demoró, y no fui capaz de resistirme a
acariciar su cresta.

Él medio ronroneó en adormilado reconocimiento, luego se dio la


vuelta, de espaldas a mí en claro descarte de otros avances.

Me reí entre dientes y me levanté para pasear desnudo por la


habitación.

Me vestí lentamente, retrasando la llegada de la despedida. Por fin


no podía posponerlo más tiempo y salí de la habitación, cerrando la
puerta con suavidad en mi estela.
Por las retorcidas escaleras donde iba, arrastraba mis dedos sobre
las tallas ornamentales de la barandilla. Nunca di por sentado nuestra
casa, nuestro modesto palacio, mucho más pequeño que el de mis padres,
sino para satisfacer nuestra pequeña población de este principado
situado más al norte.

Nuestro principado, donde Graitaan y yo gobernábamos y habíamos


gobernado durante tanto tiempo ahora.

Nuestra casa.

El patio era un mar de actividad, incluso tan temprano cuando los


sirvientes se preparaban para la salida.

Me puse de pie durante un momento, mirando a su espalda,


preguntándome cómo este día había llegado con tanta rapidez.
Demasiado rápido para mi paz mental.

—Vlar. 197

Se volvió al oír mi voz y sonreía, caminando hacia mí para


abrazarme, con los ojos brillantes de amor.

Lo atraje cerca, deseando poder mantenerlo aquí, seguro.

—Padre —susurró, devolviendo mi abrazo con una demostración


de fuerza que me hizo sentir orgulloso.

Él dio un paso atrás, y me sostuvo los hombros, enfrentándome


cara a cara.

Era solo un poco más bajo de lo que yo era ahora, el más alto de mis
hijos mayores y el más voluntarioso, el más obstinado y aventurero.
Había sabido que Finnaria no podía retenerlo para siempre. Quería
conocer el mundo exterior, siempre curioso. Luego, el año pasado sus
poderes le habían dicho que su compañero existía ahí fuera en alguna
parte. Al igual que yo, parecía que estaba destinado a encontrar el amor
más allá de nuestro pueblo. Él era más serio que yo, más retraído en sus
propios pensamientos, y me preocupaba por su felicidad, me preocupaba
que el mundo más allá de nuestras fronteras no lo tratara amablemente a
pesar de su fuerza.

Él se negó a llevar a nadie con él, y había habido muchos meses de


discusión antes de que yo hubiera sido capaz de dejar que se fuera. Al
final, fue Graitaan, como de costumbre, quien se había interpuesto entre
nosotros y había mediado por la paz.

Mi feroz Graitaan, pacificador. Difícil de creer, pero cierto. Él y Vlar


eran tan cercanos, estaban tan unidos que a veces sentía que estaban
compinchados en contra cuando se levantaban contra mí. Aun así, ha
habido momentos en los que mi pequeño había establecido la norma con
Vlar cuando yo no sabía nada de la transgresión, por lo que mi
compañero no era ningún padre fácil.

Él y Vlar, junto con amigos y familiares, habían celebrado la noche 198


anterior, pasando el tiempo con los demás de una manera que podían
aceptar, no demasiado emocional, ni demasiado descarado. Yo no había
sido capaz de asistir a la celebración, demasiado hundido en la
malhumorada contemplación de la salida de mi hijo. En su lugar,
necesitaba este momento con mi hijo antes de irse, sin los demás, incluso
sin mi compañero.

Me quedé mirándolo, preguntándome cuándo había crecido,


cuando había dejado de ser un niño y se había convertido en una
poderosa presencia, un adulto finario por propio derecho.

Él era conocido en nuestras tierras como un gran luchador,


entrenado tanto por Graitaan como por mí, rivalizando incluso nuestros
talentos. Yo estaba orgulloso, pero para mí siempre sería mi hijo, siempre
alguien a quien quería proteger. Era tan difícil dejarle marcharse.
Él lo sabía, trató de suavizarlo con humor y burlas suaves. Debo
dejarle salirse con la suya, someter mi deseo de mantenerlo aquí.

Vlar tenía derecho a buscar su propio destino, caminar su propio


camino, y ¿quién era yo para interferir con lo que los dioses habían
planeado para él?

Me habían traído a mi Graitaan. Tenía que confiar en ellos.

—Estaré bien, padre. Enviaré un mensaje al abuelo, que pueda


pasarte. Siempre sabrás cómo estoy y dónde, ¿de acuerdo?

Mi padre, el rey, era el único que podía recibir un enlace mental


fuera de la barrera.

Asentí con la cabeza, sin palabras para todo lo que sentía, y su


sonrisa se volvió torcida por un momento, reconociendo mi dolor
interior.
199
Vlar no era de los que prolongaban las cosas; era como Graitaan, de
esa manera, enfrentándose a lo desagradable con una oleada de rebeldía.

Vlar me abrazó una vez más, luego dio un paso atrás y se volvió
hacia el Vasleia que lo llevaría a la barrera. A partir de ahí...

Yo le había dicho que parara en Masaria, que viera qué rey


gobernaba ahora, generaciones después de Inean. Vlar podría ofrecer los
servicios finarios, ganarse la vida y ser independiente de su estatus real
aquí si así lo deseaba. Complacería a Vlar ser capaz de luchar, y sería un
brillante profesor de habilidades marciales.

Masaria tendría la suerte de contar con él.

Vlar montó con suave habilidad y me miró por última vez, con el
corazón en un puño en un gesto de respeto, antes de girar el Vasleia y
salir por las puertas.
Me quedé en silencio, el viento soplaba el pelo en mi cara,
pegándose a la humedad allí.

—Hiciste lo correcto.

Cálidos brazos me rodearon cuando me senté en el borde de la


cama, mirando al vacío.

Solté un bufido, un sonido débil, en el mejo de los casos, revelando


claramente mis menos que estables emociones.
200
—Lo hará bien por ahí fuera. Es demasiado salvaje para
permanecer aquí. Demasiado tranquilo, y no ha aprendido el significado
de la paz, no sabe apreciarla todavía. —Pude sentir el encogimiento de
hombros de Graitaan contra mi espalda—. Aprenderá como hemos
aprendido nosotros, y volverá algún día gracias a ello.

Asentí con la cabeza, pero no podía apartar mi pensamiento de mi


hijo a caballo aún ahora para dejar Finnaria. Para dejarnos.

Me besó en el cuello y se inclinó para arrastrar los dientes sobre la


piel, sabiendo muy bien lo que me hacía cuando yo estaba en el borde de
mi ciclo de lujuria.

Maldije suavemente en voz baja, y se rió en su garganta, el sonido


bajo yendo directamente a mi eje.
Un gruñido primario creció en mi pecho, y me di la vuelta,
presionándolo plano en la cama, cerniéndome sobre él. Si esta era su
manera de divertirme, estaba haciendo un maldito buen trabajo.

Él sonrió y se estiró, arqueándose ligeramente para frotar su


cuerpo contra el mío. La piel suave de color negro de su vientre me tentó,
como las escamas gruesas sobre el pecho me incitaban a la acción futura.
Durante todos los años que habíamos estado juntos, nunca nuestra
pasión murió o se quemó o fue menos brillante. En todo caso, había
aumentado con el tiempo, perfeccionada con una buena conciencia
mutua.

—Estás jugando con fuego, pequeño —le susurré, sabiendo que mis
ojos se volvían rojos cuando el calor se levantaba en mi ingle, exigiendo
satisfacer el hambre, exigiendo energía sexual para alimentar mi cuerpo
finario.

Su sonrisa se ensanchó, y él levantó la mano para ahuecar mis 201


mejillas y me acerqué más para que nuestras bocas rozaran entre sí.

—A los draconianos les encanta el fuego —murmuró contra mis


labios.

Quería alargar el juego, resistir su tentación, pero yo estaba


demasiado ido en mi ciclo ahora, demasiado necesitado para poder
castigar a mi pequeño de la forma que se merecía. Eso tendría que
esperar para más tarde.

Alimenté sus labios, mordiéndolos no muy gentilmente, apenas


logrando retener los bordes de mis colmillos para perforarlos.

Él gimió debajo de mí, moviendo las manos a mis hombros,


amasándolos inquieto mientras separaba sus piernas para envolverlas
alrededor de mí. Podía sentir su eje salir de su vaina, caliente y húmedo
contra mi piel.
—Siente mi energía —gimió, moviendo nuestros ejes frotándolos,
haciendo que siseara mientras mi necesidad pinchaba—. Tómalo ahora.
Tómame. —Tenía los dientes al descubierto con desafío, su ojos
abriéndose para satisfacer los míos, feroces y brillantes.

Mis instintos finarios se despertaron, innegables en su fuerza, y lo


sujeté, jadeando en torno a la distensión de mis colmillos, mi cuerpo
comenzaba a arder con el calor. Esto no sería un largo, lento
acoplamiento, no ahora.

Deslicé mi mano izquierda por su figura, disfrutando cada


centímetro de él, antes de sumergirme en los bordes de su vaina,
extrayendo la humedad resbaladiza para recubrir los dedos también.

Él gimió, y pude sentirle temblar. Su vaina era muy sensible, y


sonreí cuando mi cara cayó contra su cuello, lamiendo la suave piel allí
justo donde las duras escamas de la nuca se reunían con la piel más suave
de los lados. Aspiré su olor, cerrando los ojos ante la oleada de pasión que 202
casi me abrumó.

Presenté mis dedos mojados en su entrada y ensarté dos


profundamente. Él se arqueó con el empalamiento, una media mueca de
dolor agradable se escapó de su boca. Sus garras surgieron, clavándose
en mi espalda ahora, y podía sentir su cuerpo temblar de la energía
salvaje que fluía a través de él, despertada por nuestro acoplamiento. Sus
alas se agitaban débilmente, de vez en cuando encerrándonos por
completo.

Tuve que medio sujetarle solo para montarle completamente, y me


deleité en la pequeña lucha que presentó mi eje en su entrada, mirándolo
a los ojos dorados mientras presionaba dentro.

Echó la cabeza hacia atrás, gimiendo, un estremecimiento de dolor


momentáneo recorriéndole antes de que él me devolviera la mirada, con
un desafío en sus ojos.
Gruñí en respuesta, empujé con fuerza una y otra vez, hasta que
descansé las bolas profundamente en el cuerpo de mi compañero,
completamente envuelto en el calor y la energía que fluía sobre mí,
calmando la lujuria por un momento para que pudiera pensar de nuevo.

Hasta que Graitaan condujo sus caderas hacia arriba, obligándome


aún más en el calor apretado. Apreté los ojos cerrados por un momento,
luego los abrí de nuevo, encontrándome con la sonrisa triunfante de mi
compañero.

Puse una mano bajo su cuerpo y empujé, conduciéndolo hacia mi


eje con cierta fuerza.

Se quedó sin aliento, pero sentí el placer cuando nuestro vínculo


comenzó a palpitar con nuestra unión. Se retorció sobre mi eje, gruñidos
suaves me urgían sucesivamente. Sus alas se envolvieron en torno a mí, la
membrana suave me sostenía seguro, aislándonos del mundo exterior.
203
Usé mi mano para mantenerle estable cuando comencé a sacudir
mis caderas, conduciendo mi eje en su cuerpo cada vez con mayor
velocidad y presión, un gruñido curvando mi boca mientras me inclinaba
hacia abajo, lamiendo su cuello una vez, antes de sumergir mis colmillos
dentro de él.

Graitaan gritó en éxtasis, apretándome más contra él, sus propios


dientes al descubierto, sus garras clavándose en mi carne y mi sangre
mientras bebía la suya.

Nuestro vínculo se hinchó y latía con la fuerza de la unión, y nos


elevamos vertiginosamente en su réplica, totalmente el uno con el otro en
ese precioso momento de tiempo.

Su energía fluyó dentro de mí, alimentó mi cuerpo y mi alma con


integridad.
Me corrí tan fuerte que por un momento pensé que casi me había
desmayado, vagamente consciente de que Graitaan me seguía en la dicha
solo un segundo o dos más tarde, la crema caliente salpicando sobre mi
pecho y estómago mientras sus alas se extendían en toda su extensión en
reacción.

Después de retirar mis colmillos, colgué sobre él, jadeando, incapaz


de moverme, deleitándome en la tranquila paz que siempre inundó mi
ser después de un acto tan íntimo con mi pequeño. Tantos años —
Graitaan era inmortal ahora— y todavía esto nunca palideció, nunca
pareció menos que increíble.

Respiró hondo y acarició suavemente mis labios antes de levantar


una de sus garras en la cara y lamer mi sangre con largas lamidas de esa
lengua increíble, su mirada pura seducción sexual.

Sonreí, recuperando poco a poco el pensamiento y la fuerza,


rodando mis hombros para que pudiera sentir los signos de la propia 204
pasión en mi espalda.

—Sabes bien, finario —ronroneó, limpiando cada garra a su vez—.


Me pregunto si mis antepasados comieron a los tuyos.

—Probablemente solo una vez. Entonces mis antepasados


atraparon a los tuyos y crearon las mejores esclavas sexuales que haya
conocido nunca. —Mi mirada lasciva le hizo sonreír y me tiró hacia abajo
para lamer mis labios limpios de su propia sangre.

Nos acostamos juntos por un tiempo, y le abracé, necesitando su


toque para calmar mis pensamientos en orden. Él acarició mi pelo con
dedos suaves, mostrando cómo sentía mi estado de ánimo, y yo podía
sentir su propia tristeza justo debajo de la superficie.

Que él estuviera triste era algo que nunca podía soportar.


Me levanté de la cama, por fin, y él estaba allí, viendo vestirme con
su interés habitual en cada uno de mis movimientos.

Meditaba cómo lo distraería. Entonces, una pequeña sonrisa se


formó en mis labios mientras me dirigía hacia la puerta.

—Vi eso. —Su voz contenía sospecha, conociéndome muy bien, al


parecer.

Abrí la puerta, siempre previendo un escape antes de que lo


enfrentara. —¿Qué? —interrogué con plena inocencia en la palabra.

Graitaan cruzó los brazos sobre su pecho donde yacía,


entrecerrando los ojos, sin apartar esa mirada penetrante sobre mí. —
Estás tramando algo o tal vez has olvidado decirme algo que no me
gustará.

Arqueé una ceja, en sorpresa herida. —Yo nunca lo haría.


205
—Sí, lo harías. Escúpelo.

—Bueno, tal vez haya un pequeño detalle que he olvidado decirte.


Solo lo descubrí ayer, y lo aparté de mi mente debido a la partida de Vlar.

Graitaan se enderezó, un indicio de la preocupación que aparecía


en su rostro. —Oh, dioses, ¿ahora qué? Cada vez que olvidas, por lo
general es algo...

—Bueno, ¿ya sabes que nuestro próximo hijo llega hoy de la casa de
su madre? —Observé su expresión con avidez.

Afortunadamente, la cuestión de la crianza se había resuelto desde


hace mucho tiempo. A Graitaan le parecía bien que mi semilla fuera
donada a una mujer finaria, pero él había vetado el contacto real, algo
que estaba más que dispuesto a cumplir. Yo no quería a nadie más que a
mi pequeño compañero de sangre.
Habíamos tenido otros dos hijos además de Vlar; un número
pequeño, es cierto, pero lo suficiente para Graitaan, quien afirmó que
tenía más que suficiente. Uno solo se había mudado, y habíamos oído que
habría otro que llegaba dentro de poco.

Graitaan había mirado hacia adelante con ello y había pasado todo
un mes arreglando la habitación y asegurándose de que todo estaba en su
lugar. A mi pequeño compañero le gustaban las cosas resueltas antes de
tiempo. No trataba bien con los imprevistos, que por eso era que a
menudo yo se los suministraba solo para ver las chispas volar.

Nunca quise ser aburrido.

—Sssí —dijo lentamente, buscando el ángulo en esto que tenía mis


labios ya encrespándose con anticipación.

—Bueno, parece que podría haber más.

—¿Más qué? 206

Puse un pie fuera de la puerta. —Parece que la madre no nos


informó de que se trataba de un parto múltiple.

La boca de Graitaan se abrió, y sus ojos se iluminaron con fuego. —


¿Gemelos? —Su tono era puro horror ante la idea de tener dos imágenes
idénticas de mí corriendo por el palacio creando el caos a su paso. Uno ya
daba suficiente trabajo.

—No, trillizos.

Salí por la puerta antes de que la mesita de noche golpeara el


pasillo y se estrellara contra el muro de piedra.

Me reí cuando me escapé.

—¡Jodidos finarios! —El rugido de Graitaan me siguió por las


escaleras.
Todo estaba bien en nuestro mundo de nuevo.

207
J.C. Owens originalmente escribía ficción histórica, con tres libros
publicados bajo el nombre de J.C. McGuire, y todavía le encanta el género,
pero, después de haber descubierto el arte de escribir ficción erótica
m/m, ahora está obsesionada con ella. El telón de fondo de la fantasía
crea una muy hermosa página en blanco con la que trabajar y JC solo
desea ¡que los personajes sean reales!

J.C. pasó muchos años en un grupo de recreación medieval


renacentista, aprendiendo y viviendo la historia, y esa personalidad y
experiencia es la que da vida a los escritos de J.C. El interés en la historia
aún más antigua le impulsó a viajar a Italia, Grecia, Turquía y Egipto, y 208
esas experiencias también colorean los personajes y los mundos de los
libros.

El amor por los hurones y los galgos y por todas las criaturas
vivientes es el punto central alrededor del cual gira la verdadera vida de
J.C.

Por encima de todo, a J.C. le encanta contar historias...

Echa un vistazo al sitio web de J.C. en:

http://www.jcowensauthor.net/
Ó

Ó Ó
Ó
¡Y no olvides comprar a los autores, sin ellos no podríamos disfrutar
de todas estas historias!

También podría gustarte