LA DIVISIÓN DE LAS CIENCIAS SOCIALES Y LA EPISTEMOLOGÍA
CAPITALISTA: UNA MIRADA DESDE EL CAPITAL*.
Guillermo Rochabrún
Resumen:
Hay una pregunta persistente en el ámbito de las ciencias sociales: ¿por
qué ellas existen como disciplinas no sólo diferentes, sino inclusive
autónomas, a pesar de reiterados argumentos sobre la inconveniencia
de tal situación? Si a fin de cuentas el objeto de todas ellas sería “uno
solo”, las divisiones no tendrían razón de ser, por lo que su origen sería más
o menos azaroso, cuando no arbitrario. Aquí sostendremos una opinión
muy diferente. No es que defendamos ni estas escisiones ni alguna otra;
pero sostenemos que, nos agraden o no, son una resultante obligada de
las relaciones sociales de la sociedad capitalista tal como las hemos visto
desde El Capital. Por eso procuraremos entender por qué estas divisiones
han ido apareciendo -todas en la misma época-, y qué fundamento
tienen, el cual, aunque sea históricamente relativo, no por ello es menos
real. Así también será claro que un panorama diferente dependerá de
un cambio en las relaciones sociales mismas; finalmente, de las relaciones
de producción.
I) Economía – Economía Política – Economía.
En el mundo contemporáneo quizá la Ciencia Económica sea la más
antigua de las ciencias sociales; sin embargo, más importante que esa
antigüedad es su ubicación en un eje central: aquel que define lo público
y lo privado, situándose además en el polo capitalistamente dominante
de dicho eje: el ámbito privado. En la historia de esta disciplina,
*La base de este documento es una clase en el curso Sociología Económica, del 25 de
mayo del 2015, que fuera transcrita por Andrea Bernal, Andrés Figueroa y Carla Glave.
Desde entonces ha recibido muchos cambios y ampliaciones. Con algunas variantes
menores, este artículo ha sido publicado, con el mismo título, en el libro coordinado por
Óscar Martínez: Karl Marx desde América Latina (pp. 109-130). GISLAT Editores y Editorial
Ande. Lima, diciembre 2019.
1
incluyendo lo que algunos considerarían su “prehistoria”, podemos
distinguir tres momentos. a) El primero remite a cómo era entendida en la
Grecia Antigua, en particular en el pensamiento de Aristóteles hace 2,300
años. Si bien él no fue el primero en reflexionar sobre el tema, con grandes
intermitencias y eclipses este pensamiento se extiende hasta los siglos XVII
y XVIII. b) Luego sigue una etapa donde experimenta una drástica
metamorfosis con la aparición de la Economía Política, y más claramente
en el siglo siguiente, continuando con tal nombre hasta fines del S. XIX. A
partir de entonces c) cambia otra vez su denominación, “recuperando”
el término original –Economía, a secas-, aunque con un contenido
radicalmente diferente al que recibía en la Antigüedad. Como veremos,
detrás del cambio en los términos hay mucho más.
En Tiempos de Jenofonte (430-354 a.J.C.) y Aristóteles (384-322 a.J.C.)
El término griego “economía” (οíκονομία) significa “ciencia del hogar”.
Surgió a partir de un régimen social en el cual la familia –o el hogar, que
comprende a parientes, criados y esclavos- era la unidad económica por
excelencia. Al lado de esta economía doméstica puede haber
comerciantes, financistas; más aún, en la Antigüedad hubo pueblos
dedicados al comercio, como Fenicia. La Economía fue así, inicialmente,
la ciencia (o el arte) de llevar bien el hogar, en un régimen de producción
en el cual, si bien no está ausente el mercado, éste no recubre toda la
actividad productiva. Dicho en términos de la Economía Política
posterior, el comercio sería un mundo donde predomina el dinero, el afán
de lucro: en una palabra, el valor de cambio; mientras que en la
οíκονομία predomina el valor de uso. Por eso, para Aristóteles el mundo
del dinero más que a la “economía” pertenece antes bien a la
crematística1.
Recordemos la cita de Aristóteles que refiere Marx en el cap. I de El
Capital, donde el filósofo hace una ecuación en la que cinco camas se
1“La palabra crematística viene del griego χρηματιστική (chrematistike), que a su vez se
deriva de χρήματα (chremata), traducido como bienes, riqueza, dinero. De modo que
originariamente la crematística sería el arte de adquirir bienes o dinero. En el primer libro
de la Política Aristóteles afirma que hay dos tipos de crematística: la doméstica y la
comercial o de cambio. La crematística doméstica se sirve a veces del dinero para
obtener lo necesario para la vida y el hogar y la crematística de cambio tiene por objeto
el dinero mismo. Aristóteles considera que la riqueza doméstica tiene un límite, las
necesidades del hogar, mientras que la riqueza a que aspiran los que se dedican al
cambio es ilimitada, pues no persiguen otro fin que el aumento indefinido de su caudal
de dinero. Aristóteles muestra mayor simpatía por la primera que por la segunda. No
obstante, en el libro V de la Ética Nicomáquea, Aristóteles volvió a meditar sobre la
función del dinero, esta vez con mayor simpatía por la actividad comercial.” Tomado
de http://etimologiaspalomar.blogspot.com/2011/11/economia-y-crematistica.html
(Consultado el 07/junio/2015).
2
igualan a una casa2. Lo que –según Marx- intriga a Aristóteles no es tal o
cual proporción cuantitativa, sino que ambos objetos queden igualados.
Si en cuanto al uso son totalmente distintos, ¿en qué pueden ser
equiparados? Ahí estamos pues, ante una primera sospecha de la
divergencia entre valor de uso y valor de cambio. Marx comenta que el
genio de Aristóteles se revelaba en que fue capaz de plantearse esa
pregunta, aunque por las condiciones sociales entonces existentes no
pudiera dar con la respuesta.
Si hemos hecho alusión al eje público-privado cabría mencionar a la
Política, campo que en dicho eje se sitúa sobre todo en el primer polo, y
en el cual Aristóteles es hoy mucho más reconocido que en la Economía.
Sin embargo, no hay una equivalencia directa en el significado de estos
términos entre el mundo clásico y el mundo contemporáneo, aunque no
podemos ahora detenernos a explicarlo3.
¿Por qué Economía “Política”?
Luego transcurren algo más de dos milenios, sin que la “economía”
concitase ninguna atención intelectual en particular, hasta los inicios del
mundo que llamamos moderno. Esta coincidencia tiene una explicación,
pues la Antigüedad clásica y el mundo moderno tienen en común,
aunque con muy distintas implicancias y grados de desarrollo, una matriz
de categorías centrales que incluyen al ser humano como individuo
diferenciable de lo social, la distinción entre lo público y privado, así
como la elección entre alternativas como un problema cotidiano. Y por
supuesto, el mercado como espacio de intercambio entre individuos
libres.
Como sabemos, el mundo moderno comprende un abigarrado conjunto
de fenómenos nuevos, o al menos bajo una nueva configuración. Entre
éstos, considerando su amplitud y visibilidad, está la aparición de una
forma nueva de organización política que es el Estado, el cual constituye
centralmente la separación entre –una vez más- una esfera pública y una
esfera privada. Esta separación no existía con claridad en la Edad Media,
cuando la diferenciación central en ese campo estaba entre el poder de
la Iglesia, y el poder de señores y reyes: vale decir, el “poder temporal”,
mientras que al interior de éste la división se daba entre nobles y plebeyos.
En este mundo histórico el poder de los nobles es un poder personal; no
2KarlMarx: El Capital, tomo I pp. 72-73. En adelante esta obra será citada como EC.
Corresponde a la edición de Siglo XXI, México 1976.
3Sobre el tema puede verse el artículo de Agnes Heller: “La Sociología como
Desfetichización de la Modernidad” [1987], especialmente pp. 24-25. Debates en
Sociología No. 16. Set. 1991. Departamento de CCSS – PUCP.
3
deriva del desempeño de un cargo. En términos de Max Weber
corresponde a la dominación que denomina tradicional, con fuertes
componentes patrimoniales4. Quiere decir que el soberano tiene
potestad e incluso propiedad personal sobre los bienes del reino, e
inclusive sobre sus mismos súbditos.
En líneas generales, a partir del siglo XVI junto con una nueva división del
trabajo que se “resuelve” mediante el mercado, empieza a generalizarse
y cobrar relevancia nociones, como “ciudadano”, “pueblo”, “nación”,
“Estado”, “soberanía”, y realidades institucionales como la diferenciación
de poderes. Se trata de un largo proceso en el cual lo público va
surgiendo de una evolución que va a terminar minando al gobierno de
la élite que estaba destinada a mandar: las familias “nobles”. El Rey, el
Señor, condensaban en su persona el ser social de sus súbditos. Por
ejemplo, si los Estados modernos tienen una ciudad capital, en tiempos
feudales ésta no era un lugar fijo, sino aquél donde se encontrara el
gobernante. Éste llevaba, en su cuerpo mismo la personificación de lo
colectivo -el reino, el condado, el ducado- donde él era la autoridad
política. Bajo sus designios se encontraban los súbditos, que estaban para
servirlo. No era el señor quien estaba para servir a sus súbditos, aunque
brindara algún servicio, como la administración de justicia.
Los procesos que según Marx constituyeron la “acumulación originaria” –
básicamente la expropiación a los campesinos de las parcelas que
cultivaban, y la transformación de los talleres artesanales en empresas
capitalistas- trajeron consigo la aparición de una amplia capa de
propietarios plebeyos (los burgueses) y de proletarios, que tenían en
común la ausencia de lazos de subordinación a algún noble. Aparece
pues, una riqueza privada, resultado de un trabajo que se experimenta
como actividad de hombres libres, y por tanto dignos. La riqueza de la
nación va a irse convirtiendo en algo diferente a la del gobernante.
Será cada vez más evidente que esta última empieza a depender de la
primera, por lo cual va a estar en el interés del poder político crear
condiciones para su mayor desarrollo. Solamente así el poder político
podrá recaudar una parte de la riqueza privada para mejorar las
condiciones que permitan incrementarla. Finalmente, a través de una
larga evolución la concepción del Estado Moderno va a incluir la figura
según la cual el gobernante ocupa un cargo público, no debido a su
persona sino en razón de determinados procedimientos legalmente
constituidos, y está para servir a quienes ya no son súbditos, sino
ciudadanos. Ahora el espacio privado aparece como una instancia
fundante, desde la cual se explica la existencia de lo público.
4Max Weber: Economía y Sociedad, Ira parte, Cap. III, III. FCE, México 1969.
4
Sin embargo, en la teoría política y en la Filosofía Política este punto
presenta un problema: ¿cómo podría existir un Estado -sin convertirlo en
una entelequia- “antes” de que existan los ciudadanos?, ¿y cómo se
puede ser “ciudadano” antes de la constitución de lo estatal 5? En el
capítulo sobre el intercambio (Cap. II) Marx presenta un problema
análogo: ¿qué es primero, el valor de uso, o el valor de cambio? ¿Cómo
saber si un objeto tiene un valor de uso antes de haber pagado su valor
de cambio, y cómo pagar éste antes de conocer su valor de uso? (EC
105). Aparece un “círculo vicioso” que no es otra cosa que la traslación
al campo de la economía de esta antinomia o dicotomía entre
ciudadano y Estado, y cuyo equivalente en la Sociología viene a ser la
dicotomía entre individuo y sociedad: ¿vamos a explicar a la sociedad a
partir del individuo, o explicaremos al individuo a partir de la sociedad?
No es por azar que estas disciplinas encuentren la misma dificultad en sus
respectivos fundamentos. Su origen está en esa escisión entre el individuo
privado y el medio social, escisión que luego se proyecta en múltiples
direcciones.
Pero regresemos a la Economía Política. En la medida en que a) se va
delimitando una esfera pública, donde el gobernante ya no es “dueño”
del país incluyendo a sus súbditos, cuando b) empieza a diferenciarse un
cuerpo administrativo (lo que ahora viene a ser la Administración
Pública), y c) junto con todo ello cuando los gastos del gobierno y los
gastos personales del gobernante dependen de una recaudación que
brota de los particulares, la riqueza pública aparece dependiendo de la
riqueza privada. A su vez ésta demanda un marco legal apropiado, y el
Estado requiere un sistema de recaudación.
Tales circunstancias marcan los orígenes de la Economía Política –
totalmente diferente a la Economía (del hogar) heredada de la
Antigüedad. De ahí que para Marx un personaje clave en los orígenes de
la economía política sea William Petty (1623-1687), médico de profesión,
quien estuvo al servicio de Oliver Cromwell. Petty era un hombre práctico
que realizó labores de catastro –tras las cuales se hizo de grandes
propiedades en Irlanda, y como tal es uno de los protagonistas y
beneficiarios de la “acumulación originaria”-, que formuló algunas ideas
y prescripciones sobre las funciones públicas y la manera cómo debían
alentar las actividades privadas6. No obstante, habrá que recorrer un
largo camino desde la formulación de simples medidas prácticas de
recaudación, hasta la constitución de una ciencia que siga el modelo
que para la Física venían estableciendo por entonces Galileo y Newton.
5John Locke (1632-1704) así lo sostuvo, si bien ello no resolvió el problema en la vida
política misma. Sobre Locke puede consultarse http://www.iep.utm.edu/locke/.
6Puede verse sobre Petty http://es.wikipedia.org/wiki/William_Petty.
5
Como puede verse, en ese entonces la preocupación central no está en
problemas teóricos, sino en cómo el Estado puede recaudar lo suficiente
para sus gastos, y cómo debieran ser éstos para incrementar la riqueza
general, de modo de acrecentar la recaudación. En los títulos de las dos
obras más importantes de la Economía Política “clásica” -An Inquiry into
the Nature and Causes of the Wealth of Nations (1776) de Adam Smith, y
Principles of Political Economy and Taxation (1817) de David Ricardo-
figuran los dos ámbitos aludidos: a) las naciones en las cuales se produce
riqueza, de modo que b) los productores puedan tributar bajo
condiciones que protejan esa riqueza y permitan que ella aumente de
continuo.
Ahora bien, el mundo privado es un mundo de individuos –a los cuales
casi siempre se les visualiza como varones adultos- cuyas propiedades
deben estar garantizadas. Locke había formulado los principios clave del
liberalismo, en política y en economía, como campos de actividad. Para
él es la propiedad lo que puede asegurar la condición ciudadana y
constituir un cuerpo político gobernable sobre la base de la voluntad de
los gobernados. Locke está confrontándose con Hobbes, aunque sobre
las mismas premisas fundamentales que éste había formulado: un
gobierno de fundamento secular y basado en un “contrato social”.
Para Hobbes el mundo de los sujetos privados era un mundo caótico al
cual había que poner orden. Más que un mundo de propietarios o no
propietarios es un mundo de gente sin ley. "La vida era violenta, brutal y
breve" -uno podía ser asesinado impunemente en cualquier momento.
Pero ya no hay una instancia divina de la cual pueda emanar
directamente la autoridad sobre los hombres; por lo tanto, la única salida
es que ellos mismos constituyan esa autoridad. En el planteamiento de
Hobbes los hombres constituyen el Leviathan, una figura humana
gigantesca compuesta por “homúnculos”: es decir, por los humanos
mismos a los cuales ese Estado va a gobernar. Es una instancia que,
emanando de ellos, los supera, los trasciende, manteniendo
estrictamente una jerarquía por la cual ese Estado, encarnado en un
monarca absoluto, reina y gobierna de manera vitalicia sobre los
gobernados7.
En cambio, en Locke la sociedad está formada por propietarios dotados
de razón, y cuyas propiedades derivan de su trabajo. Obviamente les
interesa preservar su propiedad y necesitan garantías para ello; es así que
demandan un gobierno encargado de dar las mejores condiciones para
manejar sus propiedades en beneficio personal, y dejando claro que los
derechos de uno terminan donde comienzan los derechos de los demás.
El Estado será quien se encargue de restituir los derechos que
eventualmente hayan sido transgredidos Estamos aquí ante el liberalismo
7Aquí es muy pertinente la explicación que da Agnes Heller en el artículo citado.
6
inglés clásico, que fundamenta una monarquía constitucional, la cual
incluye la separación de poderes8.
Por supuesto, los cambios en la realidad y en el pensamiento económico
no habían ocurrido solamente en Inglaterra, y así en varios países hubo
también el desarrollo de ideas sobre la mejor forma de incrementar la
riqueza. En particular se desarrollaron el mercantilismo (la riqueza reside
en los metales preciosos, de ahí que para los mercantilistas un Estado
debiera tener las mayores reservas posibles de éstos), y la fisiocracia (la
agricultura es la única actividad capaz de producir un excedente: de
obtener más de lo que se invierte), pero en todos los casos las arcas
fiscales eran la preocupación central. Ahora bien, fue en Inglaterra
donde aparece, aproximadamente junto con la generalización del
“mercado de fuerza de trabajo libre”, la concepción según la cual “el
trabajo es la fuente de todo valor”.
No deja de llamar la atención que por entonces se vaya constituyendo
una nueva disciplina, la cual ahora tiene como miras alcanzar un status
científico sobre un campo que también es propiamente nuevo: el
fundamento económico del Estado-Nación. Puede apreciarse la
celeridad de este cambio en las ideas sobre la actividad económica si
vemos que Francis Hutcheson (1694-1746), quien fuera profesor de Adam
Smith (1723-1790), en el libro III de su obra A System of Moral Philosophy,
titulado “Economía y Política” -y muy al margen de Petty-, incluía
capítulos sobre matrimonio y divorcio, deberes entre padres e hijos,
patrones y sirvientes. En cambio, era en el libro II donde figuraba el estudio
de la propiedad, la sucesión, los contratos, el valor de bienes y moneda,
y las leyes de la guerra. Pero ese libro llevaba como título “Elementos de
la Ley de la Naturaleza”. Esto acontecía en 1742: apenas 34 años antes
de La Riqueza de las Naciones. Con sutil ironía Moses Finley lo explica así:
“Hutcheson no era descuidado ni mal intencionado: se hallaba al final de
una tradición que se remontaba a más de dos mil años antes… [El
modelo] fue el Oikonomikos, escrito por el ateniense Jenofonte antes de
mediar el siglo IV a.C.”9.
La división que hace Hutcheson parece coincidir con la que tiene lugar
entre la producción de valores de uso y la trama social a su alrededor, y
la crematística, donde el comercio no dejaba de estar asociado a la
guerra. Ello no significa que la realidad inglesa del siglo XVIII
correspondiera a la de Grecia dos mil años antes, sino que la reflexión
sobre la vida económica seguía anclada a épocas que ya no
correspondían a lo que venía ocurriendo. Estábamos entonces en un
8De todos modos, en Locke se mantiene la “trascendencia” del Estado sobre los
individuos.
9Moses Finley: La Economía de la Antigüedad, p. 15. FCE, México 1974.
7
momento de muy grandes transformaciones reales y en la forma de
pensar, la cual se va a ir acoplando a tales transformaciones. El caso es
que esa “puesta a tono” –y este es un punto particularmente interesante-
va a darse mediante la Economía Política en su forma “clásica” inglesa –
más específicamente escocesa-; y lo va a hacer, como vimos, de la
mano de la filosofía política a través de Locke.
Sin embargo, esa Economía Política que está basada en el valor-trabajo
va a manifestar vacíos e inconsistencias, siendo la más notoria la
explicación del origen de la ganancia. A ello se agregará la dificultad de
explicar las crisis –por entonces un nuevo fenómeno-, y también la
sospecha de que hay una tasa de ganancia decreciente y cuya
explicación no brota del valor-trabajo. Ante estos vacíos van a ir
apareciendo posturas eclécticas, agregando segmentos teóricos
heterogéneos para “tapar baches” de aquella teoría basada en el valor-
trabajo. Tal eclecticismo, contrastante con la unidad y coherencia
iniciales, va a ser denominado por Marx “economía vulgar”, y frente a la
cual se mostró inapelablemente despectivo. Basten como ejemplos las
frases que dedica a Jean-Baptiste Say o a John Stuart Mill.
En esta historia el papel de Marx consistió, aparentemente, en el salvataje
de una teoría que naufragaba e iba siendo abandonada. Según él había
que rescatarla, pues en ella subyacía un principio que no podía ser
descartado –el trabajo como fuente, sustancia y medida del valor-,
aunque al mismo tiempo debía ser reconstruida, de modo de resolver sus
vacíos y contradicciones y pudiese ir mucho más allá de lo que sus
mismos forjadores burgueses pudieron lograr. Marx entendía que la
diferencia última entre él y los clásicos dependía de la filiación de clase
de cada cual. A fin de cuentas los clásicos no solo estudiaron el
capitalismo, sino que estaban a su favor; por lo tanto, sin saberlo y quizá
sin quererlo, asumían una visión “apologética” del mismo. Tal visión se
correspondía con los intereses de una clase burguesa, particularmente
en su fase industrial, que en muchos sentidos era una clase revolucionaria
porque desarrollaba fuerzas productivas, desmantelaba instituciones
obsoletas, abría nuevos horizontes, etcétera10. Pero esa misma clase tenía
ante sus propios ojos una suerte de “pecado original” que no podía
confesar: la explotación al proletariado como fuente de la ganancia; y
en esta ceguera estaba la razón de fondo de sus inconsistencias.
Contrariamente, para Marx era claro que si en la sociedad había una
clase que no trabajaba ello sólo podía explicarse por la generación de
un trabajo y un producto excedentes, ejecutado por otros y disfrutado
10Al
respecto es emblemático el elogio a la burguesía del Manifiesto del Partido
Comunista, Cap. I.
8
por los primeros11. La “clase burguesa” no podía admitir que el excedente
procediera de un trabajo no pagado, pues para ella era evidente que
las relaciones sociales se fundaban en la igualdad que rige en los
intercambios, y por la cual todo se paga a su valor. El propósito de Marx
fue resolver esa contradicción. No debe extrañar que su argumento haya
tenido muy poco eco en los medios académicos, lo cual Marx atribuía a
una “conspiración del silencio”: ante la imposibilidad de refutar su obra
la única salida era ignorarla.
De nuevo “Economía”: el marginalismo y la “escasez”
Ahora bien, ya desde la segunda mitad del siglo XIX en varios países de
Europa estaba germinando una teoría económica completamente
distinta a todo lo anterior: el marginalismo. Con él acontece una cesura,
un corte radical con la Economía Política previa, al punto que la ciencia
económica cambia de nombre y va pasar a denominarse simplemente
Economía. Quizá la mejor manera de entender al marginalismo sea como
una teoría de las decisiones. Constituir este objeto requiere ante todo un
tipo particular de sujeto: el sujeto que decide. Aquí la mirada es
estrictamente individualista; no hay una visión de conjunto, como existía
en la Economía Política –pese a que haya compartido la imagen de una
sociedad formada por propietarios privados-, pero ya no percibe una
estructura económica. Lo que existe son sujetos dotados de recursos12;
ante ellos encuentran opciones distintas de acción, de modo que la
pregunta pasa a ser cómo elegir entre éstas, cómo actuar
racionalmente. Se verá que a una ciencia con este objeto le será
prácticamente imposible distinguir entre su punto de vista y el del sujeto
actuante.
Pero al margen de esto el marginalismo constituye un agente muy
diferente al que antes había caracterizado al pensamiento económico:
si antes fue el productor, ahora es el consumidor, pues las decisiones a
estudiar lo son respecto al consumo de bienes y servicios. Cabe precisar
pues, que se trata de todo consumo, y no solamente del consumo de
bienes y servicios personales: consumidor es igualmente el industrial que
11Véaselas citas de diversos autores reconociendo y justificando la existencia de un
producto excedente en EC 761-764.
12Visto de esa manera, para buscar un punto en común con la Economía Política
anterior, tales sujetos serían “propietarios”, aunque el significado del término sería aquí
muy diferente. En la Economía Política eran productores, la propiedad había derivado
de su trabajo; en cambio en el marginalismo no es necesario ninguna explicación del
acceso a esos recursos; lo que interesa es lo que el sujeto va a hacer con ese recurso.
Quien decide puede ser el propietario, o un administrador contratado a tal efecto.
Veremos más adelante una explicación socio-política del abandono explícito de la
relación entre valor y trabajo.
9
debe optar por 1 de capital y 5 de trabajo, por las proporciones
contrarias, o por un punto intermedio13. A fin de cuentas en todos los
casos los agentes económicos están sujetos a disyuntivas, y entre ellas
deben optar. La racionalidad se entiende como el criterio que permite la
mayor satisfacción o que proporciona el mayor rendimiento, pues esos
recursos son limitados. Sin embargo “limitado” no será el término que el
marginalismo va a utilizar para calificarlos, sino la escasez. Es sintomática
la elección de éste término, que evoca insuficiencia, insatisfacción,
déficit, penuria. Véanse estos ejemplos:
“Nunca es posible satisfacer hasta la saciedad por medio de la
producción todas las necesidades que surgen en un período. La tensión
entre necesidades y medios para satisfacerlas subsistirá siempre con toda
probabilidad. La vida del hombre sobre la tierra siempre estará bajo la
fría estrella de la escasez.” (Eric Schneider, Teoría Económica Tomo I, p.
13. Aguilar, Madrid 1964.)
"Para la mayor parte del mundo la escasez económica es dolorosamente
evidente. Incluso en los Estados Unidos estamos lejos de ser lo
suficientemente ricos como para escapar a la omnipresente necesidad
de economizar. Es decir, de elegir entre alternativas cuando quisiéramos
tener ambas. A nivel individual, pocos de nosotros tienen todo el dinero
que desearíamos. Si usted hace un viaje de vacaciones a Florida, no
puede permitirse un nuevo terno. La escasez y el problema de elección
que de ella se deriva, es tan omnipresente a nivel colectivo en lo nacional
como en nuestra vida a nivel individual“. (George L. Bach: Economics. An
Introduction to Analysis and Policy, p. 13. Prentice-Hall 1968, 6ª edición.)
“Las necesidades humanas que se pueden satisfacer consumiendo
bienes y servicios pueden ser consideradas, en el mundo actual, como
insaciables. La oferta existente de recursos…es suficiente para producir
sólo una pequeña parte de los bienes y servicios que los individuos
desean. Esto origina uno de los problemas básicos de la economía: la
escasez. Así…debe existir un mecanismo por el que se decida qué es lo
que debe hacerse y qué es lo que debe dejarse de hacer…” (Richard
Lipsey: Introducción a la Economía Positiva, pp. 68-59. Vicens Vives,
Barcelona 1999)
Sorprende la opción por dicho término, considerando los equívocos que
produce. Bastaría que en un momento determinado la oferta supere a la
demanda para que en ese caso no haya “escasez”, de modo que al
menos teóricamente la “no escasez” sería una situación igualmente
elemental. En cambio otros términos, como “finitud”, carecen de esos
problemas, librándose además de los tonos sombríos14.
13Aunque en principio también estaría sujeto al mismo tipo de análisis, el trabajador ha
quedado muy al margen de éste.
14Los párrafos citados se encuentran en mi artículo “La Zanahoria y el Asno: Para un
Análisis Crítica de la Noción de Escasez”, en Batallas por la Teoría. En torno a Marx y el
Perú. IEP, Lima 2009. Centralmente ahí sostengo que lo único en verdad “escaso” –
10
Del marginalismo como corriente de pensamiento es sumamente
llamativo que sus planteamientos básicos fueran apareciendo a la vez en
distintos países de Europa, sin que sus distintos gestores se hayan
conocido entre sí: Leon Walras en Francia (1834-1910), aunque nació en
Suiza), Stanley Jevons en Inglaterra (1835-1882), y Carl Menger en Austria
(1840-1921). Asombra también que su punto de partida consista en una
elemental experiencia universal: el nivel de satisfacción decreciente que
se obtiene con cada unidad adicional consumida de un bien
determinado, satisfacción que el sujeto puede comparar con la que
obtendría de consumir algún otro bien. El sujeto optará por aquello que,
en esas circunstancias, le procure la mayor satisfacción.
Como dijimos, se trata de un sujeto consumidor. En consecuencia, aquí
desaparece el mundo de productores de la Economía Política; tampoco
interesa saber de dónde surgieron los bienes cuya utilidad marginal se
compara: basta con saber que están en el mercado, y que ante la
imposibilidad de tomar todos los bienes deseados habrá que escoger
entre ellos. El criterio será la utilidad marginal que cada uno proporciona.
Tal es la pregunta y la respuesta de la economía marginalista15. Como
puede apreciarse, hay un cambio total del escenario a estudiar.
Ahora bien, ¿por qué recién a fines del siglo XIX una experiencia tan
elemental y de sentido común, empieza a constituir la piedra angular de
un edificio teórico que resultó ser tan novedoso y revolucionario?16 ¿Por
qué no habría ocurrido antes, y por qué ahora sí? Además, ¿por qué
terminó imponiéndose y siendo universalmente aceptada como el
fundamento de la ciencia económica, la cual –repetimos- pasó a ser una
nueva disciplina, más en divergencia que en continuidad con los
“clásicos”? Veamos primero algunas respuestas insatisfactorias.
limitado- es el tiempo. Los bienes existen en la medida en que son producidos, siempre
en magnitudes limitadas; de no ser producidos no son escasos, sino inexistentes. También
cuestiono la idea de “necesidades ilimitadas”, pues no hay más necesidades que los
bienes y servicios que puedan ser producidos. Lo que sí es cierto, y siempre lo será, es la
necesidad de optar. Pero ello es por completo diferente a la “escasez” de los manuales
de Economía.
15Enlas historias del pensamiento económico se encuentran referencias a que ciertos
monjes medievales habían anticipado una idea análoga. Así también se puede ubicar,
décadas antes de los marginalistas, a Ernst Engel, quien mostró el desplazamiento de las
preferencias a medida que el ingreso aumentaba o decrecía. A lo largo del siglo XIX la
idea de la utilidad marginal apareció numerosas veces.
16José Manuel Naredo, siguiendo a Schumpeter y a otros, llega a una conclusión
diferente. Según ellos el marginalismo no habría implicado un cambio tan radical como
generalmente se piensa. Cfr. La Economía en Evolución, capítulo 13. Siglo XXI, 4ª.
edición, Madrid 2015.
11
Nicolai Bujarin sostenía en 1919 que el marginalismo era la expresión
intelectual de una clase internacional de rentistas17; sin embargo, no
sustentó ni desarrolló esta idea. Un cuarto de siglo más tarde Werner Stark
afirmaba, por el contrario, que “nunca estuvo la sociedad más próxima
al estado de la competencia perfecta que en los años en que surgió la
teoría utilitarista del valor; nunca, de hecho, hubo una suma mayor de
individuos independientes.” En verdad la hipótesis de Stark encontraría
dificultades ante vastos fenómenos que entonces tenían lugar, como la
formación de monopolios, grandes corporaciones, organizaciones
sindicales, la creciente intervención del Estado en la economía, la
adopción de “políticas sociales”, sin dejar de mencionar los nuevos
imperios coloniales y sus efectos en la expansión del “libre cambio”. Y sin
embargo, según el mismo Stark la teoría económica era un “sistema en
equilibrio de hombres-átomos que luchan conforme a la realización
máxima del placer.” (Stark, op. cit. p. 83.)18 Como puede verse, desde
interpretaciones opuestas Bujarin y Stark intentaron trazar un estricto
paralelo entre las ideas económicas y las circunstancias sociales que a su
entender serían predominantes; en tal sentido todas las doctrinas
económicas habrían “reflejado” la realidad que sus autores habían
conocido19.
En cambio, el sociólogo marxista Simon Clarke ha dado una explicación
mucho más elaborada y convincente, cuando expone los debates
intelectuales que tuvieron lugar en algunos países europeos,
particularmente en Inglaterra y Alemania, y la manera cómo hacían eco
de problemas socio-políticos. Clarke muestra la centralidad que tuvieron
fenómenos como las demandas de derechos sociales y políticos del
movimiento obrero, y las tensiones acerca de la unidad nacional. El
marginalismo -cuyos primeros exponentes mostraron una amplia gama
de posiciones frente a la “reforma social” y a la intervención del Estado-,
habría sido la solución encontrada ante la necesidad de la teoría
económica de obviar toda vinculación entre propiedad y trabajo, que
aunque debilitada aún había persistido en autores como John Stuart Mill,
y que no permitía establecer límites claros a la intervención del Estado en
economía y sociedad20.
17Nicolai Bujarin: The Economic Theory of the Leisure Class, p. 34. Monthly Review Press,
1972.
18Werner Stark: Historia de la Economía en su Relación con el Desarrollo Social [1944].
FCE, México 1961, p 81 y 83, respectivamente.
19A diferencia de su tratamiento de otras épocas, en el libro de Naredo no hay ninguna
indicación al respecto. En cambio, Mark Blaug en Economic Theory in Retrospect.
(Cambridge University Press, 1997) asume un punto de vista ecléctico.
20SimonClarke: Marx, Marginalism and Modern Sociology: From Adam Smith to Max
Weber, capítulo 6. Macmillan 1991, 2a edición.
12
En las siguientes décadas, hasta que en 1960 apareció la crítica
inapelable de Piero Sraffa21, el marginalismo pareció ser sumamente
coherente, lógicamente sólido, alcanzando -salvo en la vertiente
austríaca de Menger y Ludwig von Mises-, una fuerte sofisticación
matemática; por todo ello se acercaba, y buscaba hacerlo, al modelo
de la Física y a las ciencias naturales. En medio de todos estos
desplazamientos, alejado del mundo académico, el pensamiento de
Marx fue siendo dejado de lado, en particular luego de la crítica de
Eugen Böhm-Bawerk a El Capital22. Pero no es ahora el momento de trazar
esta historia, sino de examinar la trayectoria paralela de las otras ciencias
sociales, las cuales en su forma actual se constituyeron precisamente
alrededor del espacio creado por el margnalismo.
II) Las Polaridades de las Ciencias Sociales
Trataremos aquí de explicar las divisiones entre las ciencias sociales que
están referidas a lo que se puede denominar “la sociedad global” o “la
sociedad en su conjunto”: aquel espacio físico y social en el que los seres
humanos pueden vivir íntegramente sus biografías y relaciones sociales.
Es por esto que vamos a considerar a la Economía, Ciencia Política,
Sociología, Historia y Antropología23, las cuales bajo su forma actual se
constituyeron en el último tercio del siglo XIX. Cabe hacer aquí unas
breves aclaraciones.
Acabamos de ver a grandes rasgos los desarrollos de la Economía
Política, cuyos inicios pueden trazarse sea en el siglo XVII (Petty) o XVIII
(Smith), como también hemos visto que la Economía actual se constituye
aproximadamente entre 1870 y 1890 precisamente en contra de los
fundamentos de la época “clásica”. Si vemos a la Sociología usualmente
se atribuye su fundación a Auguste Comte alrededor de 1830-40; sin
embargo, prácticamente nada de su contenido es reconocible en la
disciplina que con ese nombre se constituirá desde fines de ese siglo. De
21Piero Sraffa: Producción de Mercancías por Medio de Mercancías. Preludio a una
Crítica de la Teoría Económica. Oikos-Tau, Barcelona 1966. Sraffa había esbozado su
crítica en un artículo publicado en 1926.
22Lacrítica de Böhm-Bawerk y la réplica del marxista austríaco Rudolf Hilferding se
encuentran en el volumen Economía Burguesa y Economía Socialista. Cuadernos de
Pasado y Presente, Córdoba 1974.
23No vamos a considerar a la Psicología, por estar referida al “mundo interior”, ni a la
Lingüística, dirigida a una capacidad del ser humano. Podría decirse que ambas tienen
objetos “naturales”: la mente humana y el lenguaje. En verdad este último es una
realidad extremadamente compleja, pues existe tanto como fenómeno
eminentemente colectivo (en la cultura), individual-cerebral (al menos según la
lingüística generativa de Noan Chomsky), y lógico (reglas para su manejo).
13
la misma forma, aunque la Ciencia Política tiene sin duda antecesores
inclusive más antiguos, bien se puede decir que en este caso se trata más
de Filosofía Política, que de ciencia en los términos en que ahora es
practicada. En el mismo sentido, si convencionalmente se considera a
Herodoto (484?-425 a. C.) como “padre de la Historia”, bajo los cánones
contemporáneos su punto de arranque contemporáneo se atribuye al
Seminario que Otto von Ranke impartió en la Universidad de Berlín a partir
de 187024.
Nuestro argumento busca llegar a ellas de manera orgánica para mostrar
que sus líneas divisorias se ordenan según un conjunto de ejes
estructurados por la modernidad capitalista. Entre ellos hay un eje básico
constituido por lo privado y lo público. ¿Pero por qué empezar por este
eje? Debido a que se entronca con la categoría más elemental y
fundamental del capitalismo y del mundo moderno: el individuo
autónomo -Marx diría el “individuo abstracto”-, aquella entidad capaz de
fundamentarse a sí misma. En realidad, es una suerte de absoluto, pues
se fundamenta sin tener que recurrir a alguna instancia que le sea
exterior, como podría ser un dios, un gobernante, un territorio, un grupo.
En forma correspondiente, dicho individuo no es un medio, sino un fin en
sí mismo.
Del eje mencionado el individuo se identifica obviamente con lo privado.
Es cuando ante la presencia de otros individuos –lo “colectivo”-, surja el
problema de cómo “vivir en paz”, que, como entidad supletoria,
aparecerá su antítesis: un espacio público, que deberá ser heterogéneo
con el primero para que la autonomía de los individuos pueda
mantenerse. Este eje va a marcar la presencia de otras polaridades,
dando lugar al siguiente cuadro.
24Heraclio Bonilla: La Construcción del Conocimiento Histórico. Errata y Bricolage de la
Historia, p. 11. 2ª ed. IEP, Lima 2017.
14
En síntesis, los ejes que componen el cuadro vienen a ser:
privado-público
adquirido-adscrito [acción-estructura]
presente-pasado
occidental-no occidental
Este esquema “pinta” el panorama de las ciencias sociales
contemporáneas en ese momento originario. En modo alguno cabe
olvidar que todas estas disciplinas han experimentado, y no de manera
marginal, tensiones y cambios hasta la actualidad, los cuales no van a
poder ser considerados aquí25. A su vez tales tensiones derivan de la
misma unilateralidad que es consustancial a estas disciplinas, y que el
cuadro pone de manifiesto. Las tensiones y cambios no van a darse al
azar, sino a lo largo de las líneas de fuerza aquí señaladas. Por nuestra
parte nos limitaremos a examinar la situación originaria o “típica” de
cada una de ellas.
25Solamente a modo de ejemplos, a inicios del siglo XX en los EEUU surgió una escuela
económica denominada “institucionalista” (en ella se formó el futuro sociólogo Talcott
Parsons). Sin embargo, no constituyó un cuerpo teórico propiamente dicho. Años más
tarde Keynes iba a desarrollar ideas diferentes a las conclusiones marginalistas en
política económica y papel del Estado, pero a propósito de situaciones específicas y
desde los mismos fundamentos teóricos. Esto también ha sido así para la segunda
escuela institucionalista, identificada con Douglass North.
15
Tanto la Economía como la (Ciencia) Política se constituyen alrededor
del eje privado-público, y si bien administran de una u otra forma ambos
polos, privilegian el uno o el otro, siendo atravesadas por la tensión que
los recorre. El campo “originario” de la Economía Política, a fines del siglo
XVIII era un campo público –un Estado monárquico-, que está orientado
hacia lo privado como fuente de riqueza de la cual obtener tributos
suficientes. Esta orientación va a transformarse un siglo después cuando
a través del marginalismo la Economía Política pase a ser Economía a
secas, donde el balance se inclina netamente hacia lo privado. Éste se
compone de las actividades a través de las cuales los sujetos consiguen
como propio aquello que poseen: cosas, aunque también vínculos
contractuales; así se sitúan en el ámbito de lo adquirido –los define los
resultados del trabajo, o de la actividad económica en general.
Es claro que en los hechos lo privado no puede existir sin la presencia, por
embrionaria que sea, de una esfera pública: un conjunto de bienes de
uso común, un patrón de precios, la acuñación del dinero, una instancia
que dirima conflictos a través de normas universales, otra que se
encargue de hacer cumplir estas decisiones. Sin embargo, ese ámbito no
será sino un “rincón incómodo” para la Economía, un espacio que
deberá quedar todo lo delimitado –y limitado- que fuese posible.
Inversamente, la Ciencia Política va a tener como objeto central la esfera
pública, así como sus vínculos con la esfera privada, bajo el supuesto de
que entre ambas hay –o puede haber- una relación de equilibrio. Cabe
advertir que no se trata estrictamente de la misma esfera pública que
para la Economía. En ésta ella consiste del Estado, quien se dirige hacia
los “contribuyentes”, quienes lo mantienen a cambio de servicios que
ellos no pueden proporcionarse a sí mismos. En cambio en la Ciencia
Política esta esfera consiste de la relación entre el Estado y los individuos
en tanto ciudadanos.
Ahora bien, cabría preguntarse si la Economía Política hubiera podido
asumir el campo de la Ciencia Política. En verdad, de intentar hacerlo
enfrentaría escollos insuperables: a saber, que quienes formaban la
esfera pública eran mucho más que solamente sujetos económicos, y
sobre todo no se definían únicamente por lo adquirido. Como
participantes de una esfera pública aun imperfectamente moderna, los
sujetos exhibían un número abrumador de características adscritas: no
solamente sexo, o lugar de nacimiento, o un mundo cultural que incluye
el idioma -y con él un conjunto de categorías cognitivas y afectivas-,
religión, etcétera, que van a incidir de forma constituyente en dicha
esfera. Incluirán también una determinada condición estamental (siervo-
señor, noble-plebeyo, religioso-laico) que traía consigo un conjunto de
lazos, y ligados a ellos, deberes y derechos. La piedra de toque de todo
ello ha pasado a ser la ciudadanía y la nacionalidad. Por tanto el
despliegue de la sociedad moderna va a ser visto como la lenta
16
caducidad o erosión de muchas de las antiguas características, si bien
en modo alguno lo adscrito desaparece.
En resumen, la Economía puede desplegar su visión de los sujetos (como
homo economicus) solamente a través de la negación de lo adscrito,
tanto en la esfera pública como en la privada. De ahí su imposibilidad
para extenderse a esos campos, los cuales para ella se constituyen
precisamente a partir de la proclamación unilateral y excluyente del
individuo como sujeto absoluto. El espacio vacío tendrá que ser llenado
desde otras disciplinas, como la Sociología.
De ahí que la Sociología vaya a constituirse fundamentalmente a lo largo
del eje adscrito-adquirido, como modalidades de una existencia social
estructurada. Autores y escuelas van a dar énfasis a uno u otro polo, pero
en ambos casos lo peculiar de la Sociología será –para su gusto o
disgusto- su énfasis en lo estructurado. En la experiencia biográfica de
cada individuo está su paulatino reconocimiento e interacción con un
mundo social que le precede y que va a ir asimilando, absorción que va
más allá de su conciencia y voluntad; ello pertenece en principio a lo
“adscrito”. A diferencia del intercambio económico -esfera en
permanente tránsito, donde se sabe que todo lo que ahí acontece es
obra de algún agente, sea visible o tácito26-, el mundo social se presenta
como pre ordenado y estable, sin que ello pueda ser atribuido a agente
alguno, ni a una “mano invisible”. Los “actores” se desempeñan a través
de esos cauces sin que se transparente ni la eficacia relativa ni los efectos
finales de su accionar; de ahí la presencia tan continua en la Sociología
de: a) la figura de la marioneta, movida por fuerzas que la trascienden27,
o b) la disparidad entre las intenciones de los agentes y los resultados que
obtienen. Por eso es que si comparamos a la Economía con la Sociología
no sorprenderá encontrar entre ambas una divergencia crucial, que el
sociólogo Ludolfo Paramio ha expresado de manera inmejorable con las
siguientes palabras:
“Existe una idea muy extendida de que, así como los economistas
explican por qué o cómo la gente hace lo que quiere hacer, los
sociólogos tratamos de demostrar por qué la gente no puede hacer sino
lo que hace. Es decir, que la sociología sería algo así como la explicación
26No debe llevar a confusión el que esa contingencia tenga lugar entre actos idénticos:
intercambios “racionales”. Volveremos sobre este punto a propósito de la Historia.
27Esel caso de lo que Dennis Wrong llamó la imagen “hipersocializada” (oversocialized)
del hombre en la Sociología –concretamente, en el funcionalismo estructural-, o que
Ralf Dahrendorf –a imagen y semejanza del “homo economicus”- denominó el homo
sociologicus: el hombre que desempeña los roles a los cuales accede.
17
de la ausencia de libertad, mientras que la economía partiría de la
hipótesis de que, en principio, las personas son libres para elegir.”28.
Se dirá que la Sociología –en aparente contradicción con lo anotado- se
encuentra saturada de puntos de vista que afirman la acción, la
agencia, el actor, etcétera; y ello es totalmente cierto. Pero por lo general
el actor será visto en lucha contra estructuras limitantes, o en su defecto
–y sabiéndolo o no- contribuyendo con su acción a la constitución de un
determinado “orden social” o statu quo (estado de cosas), o a su
modificación, pasando así de una estructura a otra. Tal como la anterior
escisión entre lo privado y lo público, también esta dualidad entre la
acción y la estructura, y otras afines –como lo individual y lo colectivo- así
como su centralidad, se constituyen a partir del individuo autónomo
como principio absoluto. Son corolarios lógicos de esta premisa,
corolarios que se asientan en un campo diferente de la premisa misma,
gracias a lo cual aquélla se mantiene incólume.
Por último, tanto en los hechos como en el pensamiento este escenario
acontece en un tiempo y en un espacio. Cada uno da lugar a una nueva
escisión: a saber, entre el mundo moderno, capitalista desarrollado; o si
se prefiere el mundo del presente, que se define en contraste con su
propio pasado, así como con el de otras sociedades, no obstante, lo cual
todas quedan colocadas en el mismo calendario. Esta escisión –el
“pasado” versus el “presente”- crea el ámbito para la Historia como
disciplina separada. En cuanto al espacio, las sociedades estudiadas
serán colocadas según la mayor o menor distancia con lo “moderno”, lo
cual define un grado mayor o menor de “exotismo” en esta misma
comparación; esta escisión da lugar a la Antropología. Veamos todo esto
en el siguiente cuadro.
Cabe observar que en las décadas precedentes a esta constitución
moderna –hacia mediados del siglo XIX- quienes son considerados ahora
28LudolfoParamio: “Teorías de la Acción Racional y de la Acción Colectiva” Sociológica,
año 19, No. 57, enero-abril de 2005, p. 14.
18
los antecesores de ambas disciplinas, no estuvieron mayormente
diferenciados, pues estudiaron el pasado de sus propias sociedades. Sin
embargo, conforme avanzó el siglo y la expansión colonial que lo
acompañó, se establecieron las fronteras que luego quedaron
consolidadas.
No es accidental, y a la vez es muy significativo, que a diferencia de las
otras tres disciplinas, Historia y Antropología se presenten como definidas
no por lo universal, sino por lo particular; corresponde en tal sentido su
carencia, sobre todo en sus inicios, de un cuerpo de categorías teóricas.
En la Antropología ello se debe a que sus objetos de estudio –lo “otro”, lo
“exótico”- serán mostrados como carentes de la “racionalidad” que en
Occidente moderno aparece fundamentando su peculiar
“universalidad”; la Antropología reunirá una colección de “hechos” que
tratará de ordenar en razón de universales extraídos desde la división del
trabajo social de las sociedades modernas –familia, economía, gobierno,
religión, etc. En la Historia porque mientras que los resultados de la acción
pueden mostrar un orden determinado, una estructura, la acción misma
aparecerá como el reino de lo contingente. Se trata pues, de la dualidad
acción-estructura.
En cuanto al tiempo, en el cuadro también puede observarse una
escisión según la mayor o menor distancia con la Modernidad, que es
paralela a la del espacio. El tiempo hasta llega a desaparecer cuando
es estudiado en un espacio no moderno; en consecuencia, estaríamos
ante un presente continuo, de situaciones ya dadas: es el tiempo de las
“sociedades primitivas”, de “los pueblos sin historia”. En cambio, cuando
el objeto pertenece a la Modernidad, surge como vimos una dicotomía
radical entre la acción -que se presenta como indeterminada y libre-, y
sus resultados, los cuales asumen la condición de lo dado.
Nótese que las otras tres disciplinas, si bien en principio aspirarían a la
universalidad –a la manera de las ciencias naturales- en la práctica se
han concentrado en estudiar la modernidad capitalista; vale decir a un
espacio y un tiempo muy circunscritos, sobre todo al tiempo presente. El
caso más extremo es la Economía, porque si bien postula que la
conducta de los agentes es la misma en todo tiempo y lugar, en el fondo
los economistas saber que no es así. De ahí que la historia económica sea
otro “rincón incómodo”, y muy ajeno al núcleo básico de la disciplina.
En la Ciencia Política la restricción en el tiempo y en el espacio brota de
la importancia dada a lo institucional. La Sociología es más permeable,
al punto que existen tanto la “historia social” como la “sociología
histórica”, pero cuyo desarrollo en distintos momentos –correspondiendo
el primero a Max Weber– no ha afectado las bases teóricas de la
19
disciplina. Por eso, entre presente y pasado existe una brecha
epistemológica29.
Se comprenderá que, en la perspectiva aquí esbozada, esta
configuración no pueda ser alterada a menos que haya una
transformación en las relaciones sociales mismas que estarían en el origen
de tales escisiones. En otras palabras, éstas no podrían ser eliminadas a
través de un reordenamiento de las facultades universitarias ni de los
centros de investigación30. No han faltado y hasta podría decirse que
crecientemente abundan intentos y proyectos –o programas de
investigación en la acepción de Lakatos-, así como políticas públicas de
mayor o menor alcance, que reúnen a especialistas de distintas
disciplinas. En principio no cuestionan nuestro argumento, porque no
repercuten en las bases teóricas de las mismas. Y así seguirá siendo
mientras no se transformen las relaciones sociales de modo tal que
cambien las relaciones de producción mismas.
Una excepción que confirma la regla
Por su carácter excepcional cabe mencionar una investigación a cargo
de un economista, un antropólogo y un sociólogo, que fue más allá de
los usuales “estudios interdisciplinarios”. Nos referimos a Adolfo Figueroa,
Teófilo Altamirano y Denis Sulmont, autores de Exclusión Social y
Desigualdad en el Perú31. Los autores recibieron el encargo de examinar
en qué medida se manifestaba en el país un fenómeno que había sido
detectado en los países desarrollados: la extrema dificultad que venían
encontrando quienes perdían su empleo, para conseguir otro y en
condiciones análogas al que debieron abandonar; este fenómeno fue
denominado “exclusión”.
29Constatando este impasse, y contrastándolo con la concepción materialista de la
historia, Gyorgy Lukács los expresaba como la incapacidad del pensamiento burgués
de entender “el problema del presente como problema histórico”. Historia y Conciencia
de Clase, pp. 174-176. Grijalbo, México 1969.
30Puede compararse este argumento con el informe sobre las ciencias sociales
elaborado por la Comisión Gulbenkian para la Reestructuración de las Ciencias Sociales
que presidiera Immanuel Wallerstein, publicado bajo el título Abrir las Ciencias Sociales
(Siglo XXI, México 1997). Los parecidos son múltiples, por ejemplo entre nuestras
“escisiones” y las “antinomias” que el Informe menciona. Y también hay diferencias; la
más importante consiste en que nosotros hemos anclado a las ciencias sociales en las
antinomias engendradas por las relaciones capitalistas, y en particular por la centralidad
de la “economía”. Por eso de ello se desprende que las fronteras entre las disciplinas
solamente se podrían borrar a través de otras relaciones de producción, y no mediante
meros cambios institucionales.
31OIT (Oficina Regional para América Latina y el Caribe. Lima, 1996.
20
Por una parte los autores debieron redefinir el término, y por otra –siendo
esto lo que se relaciona directamente con nuestro tema- utilizaron en su
análisis la noción de mercados no walrasianos: aquellos donde
determinadas circunstancias impiden que un mercado equilibre oferta y
demanda, quedando siempre insatisfecha una parte de esta última.
Diversas relaciones discriminantes que hacían parte de formas de
dominación –fenómenos centrales a la Antropología y la Sociología-
daban cuenta en el Perú del carácter “no walrasiano” de mercados
como el trabajo, el crédito y los seguros.
En otras palabras, los autores encontraron un significado teórico preciso,
que era expresado en las distintas disciplinas mediante distintos
significantes, y que les sirvió como puente a lo largo de la investigación.
Esto es excepcional en las ciencias sociales. No deberá extrañar que ese
significado mediador sea muy marginal en la teoría Económica, y
moneda corriente en las otras dos disciplinas.
Una nota sobre la Psicología
“Cercada” entre la Lógica -cómo pensar haciendo un uso correcto de la
razón-, y la Economía –los resultados del comportamiento racional-, la
Psicología se ha centrado en estudiar los fenómenos psíquicos no
racionales, o aquellos donde la percepción y el comportamiento no se
corresponderían con “la realidad objetiva”. Piénsese en aquellos
manuales donde muestran cómo las líneas rectas divergentes de un haz
hacen que dos líneas paralelas se vean ligeramente curvas; o cómo la
percepción de una figura cambia radicalmente según la atención se
concentre en la parte central o en la periferia de los trazos. O cómo
inciden las experiencias personales dramáticas para desarrollar
determinadas asociaciones de ideas, provocar emociones, afectos,
etcétera.
De este modo, en términos de nuestro enfoque, la Psicología se ubica en
el polo “no racional” frente al polo opuesto, dominado por la Lógica y la
Economía. No es por accidente que, tras las crecientes críticas de las
últimas décadas, una alternativa al marginalismo haya sido lo que se
denomina la “Economía Conductual”, la cual intenta tomar en
consideración los aspectos “no racionales” que intervienen en la toma
de decisiones32. A qué resultados conduzca esta línea de trabajo es algo
que deberá evaluarse en el futuro.
32Lacrítica es de larga data. Véase un recuento en el artículo de Héctor Maletta “La
evolución del Homo economicus: problemas del marco de decisión racional en
Economía.” Economía, Vol. 33 No. 65 (2010) Departamento de Economía, Pontificia
Universidad Católica del Perú.
21
Conclusión: el Pensamiento de Marx y las Ciencias Sociales
Al rechazar la premisa del individuo abstracto, y colocándola como un
resultado histórico-cultural, la crítica de Marx se coloca de una manera
muy diferente ante los objetos que las Ciencias Sociales definen como
propios. En rigor no es que en ella estas escisiones encuentren una
“resolución”, pues no estamos ante el mismo cuadro: para Marx la
“premisa” de la que parte la Economía Política no es tal. La sociedad
capitalista se ve a sí misma como hechura de las acciones individuales,
paradójica consecuencia de la mayor división social del trabajo que
jamás se haya conocido, y del mayor tejido socioeconómico que haya
constituido sociedad alguna.
La historia es para Marx el escenario donde se desarrollan diversas
relaciones de producción y fuerzas productivas; vale decir, una historia
inherentemente colectiva colocada en medio de sus vínculos con la
naturaleza. De esta manera los campos de la Economía Política, la
Sociología y la Historia quedan fusionados. Pero además tendrá una
percepción en diferentes planos de lo constituyente y lo constituido,
enfrentando de manera no dicotómica los ejes acción-estructura y
adscrito-adquirido, así como sus tensiones internas.
Aquella premisa del individuo abstracto es para Marx un principio que
expresa bajo una forma mistificada una realidad histórica determinada:
la autonomía de los propietarios de los medios de producción, así como
la “autonomía” de la población proletarizada. Es una noción ideológica
por lo que encubre:
a) presenta como una “realidad natural” lo que es una situación
histórica, resultado de procesos gestados por los seres humanos, y por
tanto sujeta a modificaciones ulteriores;
b) vuelve invisibles las relaciones sociales de dominación y explotación,
ocultas tras el intercambio de mercancías.
Por eso al ponerlas de manifiesto la crítica muestra cómo lo que desde la
modernidad capitalista se presenta como irremediablemente
“separado” es, desde la concepción materialista de la historia, una
unidad desgarrada.
Sin embargo, no todo queda así resuelto. El énfasis en la producción
privilegia al ser humano como productor, como creador, y de esta
manera termina definiéndolo por sus capacidades cognitivas –las cuales,
digamos de paso, pueden entenderse con un sesgo individualista-:
aquellas que posibilitan una intervención exitosa sobre el mundo externo.
Como corolario confina a un lugar subordinado otras dimensiones
22
centrales de la vida colectiva, como la política, la moral, y lo que estaría
más allá de lo racional y sensorialmente comprensible: las desgracias, los
“accidentes”; y la muerte.
Como estas últimas son preguntas sin respuestas racionales posibles, y a
menudo calificadas por los marxistas hasta despectivamente como
“existenciales”, en el pensamiento de Marx –o cuando menos en su
“crítica de la economía política”- no han encontrado lugar. Al concebir
la política como una relación de dominación que protege la extracción
de un plus-trabajo en beneficio de una minoría, la política finalmente va
a carecer de sustancia propia33. Por último, su pensamiento está atado a
la Modernidad occidental, de modo que, aunque tiene poderosos
instrumentos analíticos para lanzar una mirada no occidentalizante a los
mundos situados fuera de occidente moderno34, su “encuentro” con las
propias concepciones de estos mundos ha sido tan problemático como
el que pueda hacerse desde cualquier otro punto de vista35.
Si confrontásemos los contenidos de las distintas ciencias sociales con los
de la “crítica de la Economía Política” de Marx, cuya expresión más
desarrollada fue El Capital, o con la “concepción materialista de la
historia”, que no fue desarrollada más allá del manuscrito que
conocemos como La Ideología Alemana (1845-1846), encontraremos
muchas áreas que se superponen –y por lo tanto compiten en mayor o
menor medida-, mientras que otras no. Es así que, en cuanto a la
Economía, Marx nada dice sobre el tema clave del marginalismo: la
opción entre alternativas. Respecto a la Ciencia Política no hay sino
generalidades sobre el Estado, las formas de gobierno, la administración
pública, o un gran silencio sobre la legitimidad de éstas y respecto al
liderazgo, entre otros temas. En cuando a la Sociología tampoco hay sino
un gran vacío sobre aspectos sociográficos, demografía, o frente a
relaciones sociales no marcadas por las relaciones de producción.
¿Qué hacer ante ello? ¿Declarar que son “falsos temas” por no aparecer
en los innumerables textos de Marx -aunque de varios de ellos anunció su
inclusión? Ante todo, reconocer que desde este pensamiento no es
posible llegar a cualquier tema socialmente válido. Esto no es solamente
33Un análisis exhaustivo de esta problemática se encuentra en la tesis doctoral en
Filosofía de Levy del Águila: Comunismo, Poder Político y Libertad Personal en Marx.
PUCP, Lima 2013.
34Nos referimos a la estructuración social del tiempo, las relaciones de producción y los
vínculos hombre-naturaleza.
35György Lukács, en un texto que sintetiza buena parte de su monumental obra
Ontología del Ser Social, abre vías muy prometedoras que enfrentan estos límites. Se
trata de “Los Fundamentos Ontológicos del Pensamiento y de la Acción Humanos”.
Incluido en Ontología del Ser Social: el Trabajo, pp. 35-53. Ediciones Herramienta, Buenos
Aires 2004.
23
un asunto cognitivo, sino político y hasta moral. Sospecho que el
“socialismo real” hizo pagar un altísimo precio a las sociedades donde
rigió, en gran parte por no reconocer estos contenidos y asumir que
solamente era necesario atender a lo que se encontraba en la crítica de
la Economía Política y en el “materialismo histórico”. En otras palabras,
por condenar a las personas a no ser sino la personificación de
categorías. Si así fuese, la importancia de este tema no sería meramente
histórica, ni académica.
24