LA RECETA DE LA ABUELA PARA SER FELIZ
Autora:
Yolanda Fernández
Edades: Todas las edades
Valores: bondad, colaboración, amor, buen humor
La abuela era maga. Pero no lanzaba
hechizos ni usaba sombrero de punta
o túnica hasta los pies. Tampoco
necesitaba una barita mágica en
forma de estrella plateada.
Poseía el preciado don de
transformar los trajes anticuados en
vestidos de princesa, de crear a base
de retales y lanas delicadas muñecas
de trapo y bordar sábanas que con los
años se transformaban en disfraces que convertían a sus nietos en
traviesos fantasmas.
Con su carácter alegre llenaba la casa de risas y colmaba a los nietos
de tiernos abrazos que conseguían hacer desaparecer los problemas
en menos de un segundo.
Un día, esa abuela que olía a azúcar, les contó uno de sus preciados
secretos a sus nietos: la receta de su tarta de chocolate. Es decir,
la receta para convertir un día que ha comenzado triste y aburrido,
en otro lleno de sonrisas de oreja a oreja y risas contagiosas que
provocan hipo.
Llevó a sus nietos hasta la cocina y sacó una serie de alimentos de la
bolsa de la compra: un paquete de galletas, 50 gramos de mantequilla,
150 gramos de chocolate negro, chocolate con leche y chocolate
blanco, 3 sobres de cuajada, un brick de nata líquida, 750 mililitros
de leche y 600 mililitros de nata para montar.
- ¿Sabéis cuál es el ingrediente principal? – preguntó la abuela.
- ¡El chocolate! – dijo el mayor.
- No – respondió la abuela dulcemente.
- ¡Las galletas! – dijo el mediano.
- No, tampoco son las galletas – contestó nuevamente la abuela.
- ¡La leche! - dijo la más pequeña.
- Tampoco. El ingrediente más importante es el cariño con el que
hagáis esta receta. Si ponéis grandes dosis de cariño, la tarta
siempre será exquisita ¡Vamos a comenzar a prepararla! ¿Listos para
ayudarme?
- ¡Sí! –gritaron los niños.
El mayor trituró las galletas y ayudó al mediano a mezclarlas con la
mantequilla. Luego la pequeña les ayudó a extender la mezcla
resultante sobre un molde con forma de corazón. La abuela les iba
explicando que de esta manera se obtenía la base para la tarta al
mismo tiempo que ponía un cazo en el fuego y añadía el chocolate
negro, la nata líquida, un vaso de leche y el sobre de cuajada.
- ¿Os animáis a ir removiendo la mezcla?
- ¡Sí!
Y la abuela les pasó unos cucharones de madera con los que no
pararon de remover y remover hasta que se derritió el chocolate y
espesó un poco. Luego entre los cuatro volcaron la mezcla del cazo
sobre la base anterior que había dentro del molde, y lo introdujeron
en la nevera. La misma operación la repitieron con los otros dos tipos
de chocolate. Dejaron reposar las tartas en el frigorífico y
finalmente las decoraron con nata montada a la vez que incorporaron
dulces fresones cortados en láminas y apetitosas cerezas.
Cuando los niños crecieron no se olvidaron de seguir elaborando la
tarta de chocolate con mucho cariño, y de esa forma conseguían que
la cocina se llenara de una alegría desbordante que inundaba la casa
y se filtraba por las paredes subiendo hasta el cielo y creando un
arco iris.