Alfón, Fernando (2020) Las Ciencias Sociales y La Proscripción de La Escritura
Alfón, Fernando (2020) Las Ciencias Sociales y La Proscripción de La Escritura
Fernando Alfón
EDITORIAL Universidad
Nacional
de Córdoba caterva
EDITORIAL DE LA UNC
íNDICE
Directores:
Dr. Marcelo Bernal
Mgtr. José E. Ortega
Diseño de colección, interior y tapa: lo Díaz
Diagramación: Marco J. Lio
Edición: Juan Manuel Conforte
Coordinación editorial: Lorena Díaz
Universidad Nacional de Córdoba. Pabellón Argentina,
Haya de la Torre sIn. Ciudad Universitaria. Córdoba.
+54 0351 5353710 1711 • www.editorial.unc.edu.ar 9
Prólogo
Queda hecho el depósito gue marca la ley 11.723 En torno al estilo 110
Impreso en Argentina.
4. Los ensayos, según Montaigne 115
Universidad Nacional de Córdoba, Editorial Caterva
2020 ' Bibliografía 155
LAS CIENCIAS SOCIALES Estado hace un esfuerzo enorme por formar durante años a una
Y LA PROSCRIPCiÓN DE LA ESCRITURA persona hasta llegar al grado más alto que concede la educación
superior, pero luego se desentiende de su máxima producción,
como si se avergonzara de lo que ha gestado. Así, es comprensible
que ninguna editorial quiera editarlas; ni siquiera las editoriales
universitarias, cuando lo lógico sería que las apreciaran, conside-
rando que es la consumación de toda una vida de estudio, que las
mismas universidades promovieron, sostuvieron y aprobaron.
Elección de objetos, dirección, evaluación y depósito mor-
tuorio constituyen una función a puertas cerradas. La crisis podría
Las producciones escritas de las ciencias sociales son muy diver- considerarse de suma gravedad, si las consecuencias fueran percep-
sas: van desde simples trabajos universitarios o periodísticos hasta tibles extramuros. Pero casi no hay un afuera de las tesis. Los que
exhaustivos informes o investigaciones impresas. La escritura so- no participan del espectáculo no ven ningún fragmento de la obra.
ciológica, en sus distintos géneros, acompaña al cientista a lo largo Si uno no ingresa a ese teatro (el resto del mundo ajeno a la univer-
de sus distintos oficios, a tal punto que se ha constituido en un sidad), es como un colosal edificio a oscuras, del que se presume
problema. Para observarlo, tomemos uno de sus productos más que labora denodadamente, pero cuyos indicios de vida no se co-
acabados: las tesis doctorales. Una rápida observación nos infor- nocen. Las tesis se escriben para tesistas que escriben para tesistas.
ma que -fuera del abnegado director, del tribunal evaluador y de Las formas que el tesista aprendió para garantizar la no lectu-
uno o dos especialistas- las tesis no se leen. La razón es que no se ra de sus tesis son varias, pero hay tres que se prestan a la observa-
escriben para ser leídas. Excepto los casos extraordinarios, la enor- ción directa: versan sobre temas intrascendentes, abruman por su
me producción tesística termina en un repositorio que suele ser su volumen y repelen al lector por su prosa. En cuanto a los temas, se
lecho de muerte. La ilegibilidad es la última curva del circuito que cree que cuanto más específico sea el objeto, más garantías hay de
el tesista comenzó a correr cuando ingresó a la universidad, en cuyo abordarlo por completo. En cuanto al volumen de la tesis, se cree
punto de partida fulguraba la esperanza de algún día ser leído. que el aspecto elefantiásico es indicio de rigurosidad. En cuanto a
Durante su formación de grado, aunque se la pasa escribien- la prosa, se la atesta de palabros (tecnicismos, neologismos, sustan-
do, el tesista no oye hablar de escritura. Dada por natural, como tivaciones), de referencias superfluas (hacinamiento de apellidos y
caminar o respirar, su formación la soslaya y la currfcula refrenda cifras) y de una sintaxis deliberadamente enmarañada.
esa omisión. Dispuesto a doctorarse, se encuentra con un director A mediados del siglo XX, el escritor estadounidense Mal-
que, quizá, refuerce la idea de que basta con satisfacer al tribunal com Cowley impugnó la prosa sociológica por jergal, y aunque
evaluador; un tribunal que premiará cum laude esa ilegibilidad entre las cosas que más condenó de esa jerga fue su tendencia al
y recomendará su publicación con la liviandad de quien se des- neologismo, no se privó de usar uno (socspeak) para rebautizarla.
entiende de sus posibilidades reales de edición. Al momento de Charles Wright Milis, después, recogió esa impugnación y agre-
plantearse la publicación de la tesis, se corta ellarguísimo camino gó una hipótesis sobre sus causas. En los Estados Unidos (segui-
que llevó hasta ella. En el caso de las universidades argentinas, el mos en la mitad del siglo XX) el discurso sociológico no goza de
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legitimidad suficiente. El cientista social cree que, para ser leído, Luego de enfatizar la compartimentación de los saberes,
primero tiene que granjearse el respeto del lector. Cree que ese escindir el mundo entre interior y exterior, y aconsejar al inves-
respeto provendría del aspecto formal de sus enunciados, de cierta tigador de no opinar sobre los hechos, quedó allanado el camino
oscuridad en el estilo, tal como juzga la lengua de las ciencias con- para una escritura científica que se tornara ilegible. El propio
sagradas. Para crear, entonces, las condiciones «científicas» de su Durkheim lo adivinó en aquel entonces: al arribar a las conclusio-
discurso, retuerce la prosa hasta tornada ininteligible. Sacrifica lo nes de su método, dedujo que no se le podía pronosticar ninguna
que tiene para decir en función de persuadir que es alguien, ante popularidad. No lo lamentó, sin embargo, pues a la sociología le
todo, «autorizado para decir» algo. Pero como estas deducciones había llegado el momento «de renunciar a los éxitos mundanos,
emanan de un complejo de inferioridad, no logra comprender que por así decido, y de tomar el carácter esotérico que conviene a toda
la sospecha que recae sobre su prosa radica justamente en su aspec- ciencias-", Con ese esoterismo, por lo demás, ganaría en dignidad
to ilegible, al que el lector desaprueba por encontrarlo una mera y autoridad lo que perdiera en popularidad. He aquí la desafor-
búsqueda de prestigio. El problema es sencillo, pero ante el soció- tunada oposición entre «éxitos mundanos» versus «carácter eso-
logo se despliega como un drama complejo. Se encuentra encerra- térico», entre «popularidad» versus «autoridad» -inesperada,
do en un círculo vicioso en el que, si no logra ser reconocido, cree por lo demás, por venir de un libro destinado a poner punto final
que es porque no alcanzó aún el grado de rarificación suficiente a los desaciertos-o Si el método de Durkheim no prosperó fue
en su escritura. Puja por salir del ostracismo, hundiéndose más en porque, o no era tan infalible, o no supo expresado bien. Descar-
él. De aquí que para superar esa prosa académica, Wright Mills temos esto último; como dije, su ensayo no puede ser más claro. El
recomendó primero superar la pose que la genera. «To overcome problema radicó en que el mundo social no se comprendía con las
the academic prose you have first to overcome the academic pose» l. reglas del método impartidas por Les regles; ni los hechos sociales
La hipótesis del complejo de inferioridad, para explicar la na- eran cosas, ni las cosas eran externas al individuo, ni alcanzaba con
turaleza de la prosa sociológica, es verosímil. Quiero sugerir otra, describirlas como si fuéramos sus espejos.
que no se le opone, sino que indaga más sobre sus fuentes. Se trata El método no prosperó, pero pervive su léxico, sus metáforas
de un libro emblemático que, para agregar un aspecto paradóji- y analogías. Hizo escuela; y si hoy día ya no se lo enseña a partir de
co al asunto, está escrito de manera formidable: Les regles de la su fuente, es porque impregnó la lengua científica al punto de ser
méthode sociologique (1894). Afectado por el prestigio de las cien- la lengua misma. Se borró la auto ría y devino tradición. Con este
cias naturales, Durkheim imaginó un método para la sociología antecedente, la escritura académica en general, y la de la tesis en es-
que terminó influyendo en todas las ciencias. Entendió que ella pecial, se vuelve cada vez más hermética, a medida que se enfatiza
debía consagrase al estudio de los hechos sociales, que estos debían la pretensión disciplinar. Se cree, finalmente, que su proceso de
considerarse como cosas, que en tanto cosas eran externas al obser- escritura es el paso final y mecánico. Que primero está la elección
vador (objetivas), y que su tarea consistía en limitarse a describírlas del objeto, luego la investigación, la constatación empírica de las
tal cual las cosas eran. Exhortó a los investigadores, por tanto, a
abstenerse de verter juicios valorativos sobre ellas. 2 DURKHEIM 1894, 178: «Nous croyons, au contraire, que le moment est venu
pour la sociologie de renoncer aux succes mondains, pour ainsi parler, et de
1 WRIGHT MILLS 1959,219. prendre le caractere ésotérique qui convient a tome science».
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hipótesis, el arribo a conclusiones robustas y, finalmente, la escri- una se articula y fortalece en la configuración exitosa de la otra.
tura de todo esto, como si se volcara una pócima de un recipiente a El refuerzo de la tendencia esotérica de las tesis es triunfo de las
otro. Se traduce la investigación acabada hacia una narración argu- tesis traslúcidas. O dicho de otra manera: se publican libros de
mentativa. La misma presunción de recolección prístina del dato divulgación, porque se producen investigaciones herméticas. La
se lleva literalmente a un texto que, a manera de espejo, reflejaría naturaleza del problema, por tanto, está en otra parte.
fielmente el conocimiento logrado. Partamos de un hecho que, por demasiado evidente, a menu-
Esta proscripción de la escritura en las ciencias sociales ha do se soslaya: una tesis es un escrito. La tarea de escritura no es el
sido tan vasta que tres cuartos de siglo más tarde, al publicarse Le último paso; es la tesis misma. No hay tesis antes de su escritura. La
Métier de sociologue (libro-emblema para formarse una idea de qué subestimación con que algunos tesistas encaran esta evidencia radi-
se trata el oficio del sociólogo) se habla profusamente de «análisis», ca en una mala interpretación de qué implica que a la tesis haya que
«método», «técnica», «objeto», «vigilancia epistemológica», escribirla. Decir que la tesis es un escrito implica enmarcarla dentro
pero no encontramos una sola palabra sobre «escritura». No po- de un género discursivo. Como todo género de discurso, admite
demos soslayar la remota influencia de Durkheim en esta omisión. ser estudiada de forma genérica. Toda escritura, abordada desde
Al haber persuadido a los investigadores de que desaparezcan de este punto de vista, se traza en un conjunto de reglas. Al igual que
sus investigaciones, también retiró a sus escrituras del problema la novela o el cuento, la tesis admite que su escritura sea concebida
central de toda ciencia social. Si es en el método donde radica la de una determinada manera, solo que debemos saber bien qué sig-
cientificidad es natural que los escritos tengan el aspecto del méto- nifica determinada. El concepto no es inapropiado. Un género no
do y se presenten de la manera más desangelada e impersonal posi- es un texto concreto; un género es una abstracción. Ningún texto,
ble. La labor del cientista se limitó a la implementación adecuada ni siquiera aquel que quiera adoptar todas las reglas de un género,
de un conjunto de reglas. Quien escribe las tesis no parece atrave- puede usurpar la idealidad del arquetipo. Y allí donde un texto vio-
sado por una vida, una nación, una lengua; se despersonaliza en le, incluso, todas las leyes del género, si el resultado es afortunado,
una disciplina, una corporación o un sistema. El método produce no es más que otro apogeo del género: abandona las viejas reglas y
por sí solo. La ciencia es y se agota en el método. El divorcio de las adopta las nuevas, que se imponen por su fuerza. Eso sucedió con
tesis con respecto al estilo radica en que se sospecha que tras el esti- el Quijote, con A la recherche du temps perdu, con el Ulysses. La
lo aflora el sujeto. Esta pretensión estilística dominó durante la vi- excepción deviene en regla. ¿Eso podría suceder con las tesis?
gencia del positivismo, del que las universidades argentinas creen A menudo se cree que las determinaciones para la tesis son
estar emancipadas, pero las marcas del régimen vencido son tan mucho más determinadas que cualquier otro género discursivo,
visibles que parecen arraigadas a la matriz misma de producción. como si sus reglas fueran inflexibles. Es un error. Son innumera-
Si consentimos en que las ciencias sociales tienen un proble- bles las tesis que violan sus «severas reglas». La rigidez del género
ma con la escritura, no apuremos una solución festejando la prosa solo impera para quienes se rinden ante ella. Pero incluso los ren-
de divulgación. Es un atajo falso. La contracara de una ciencia ile- didos se encuentran ante una diversidad de formas entre las que,
gible es su divulgación simplificada. Ambos tipos de prosa se com- de todos modos, deberán elegir. Cada acto de escritura implica
plementan y necesitan para perpetuar su pervivencia. Existe una una decisión estilística única. La tesis no es más ni menos rígida
mutua correspondencia entre la ilegibilidad y la transparencia; que cualquier otro género.
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Pero volvamos a Les regles, pues resta decir algo fundamen- fin y al cabo, la nomenclatura binominal de Linneo o una novela
tal. Durkheim no solo imaginó un método desentendido del esti- como Germinal, en torno a una huelga de mineros en el norte de
lo, sino que, al situar a las ciencias naturales como precursoras de Francia? Al sociólogo, ¿le es más afín la anatomía comparada de
las sociales, trazó una historia de la sociología que se apreció como Cuvier o los estudios de costumbres que leemos en La comédie
irremediable. Esa historia, vista a la distancia, es una tara. Veamos. humaine? Es elocuente el modo en que Robert Nisbet lo escribió
Karl Marx desestimó los discursos de una época porque en su Sodology as an Art Form: «Es difícil imaginar qué hubiera
creyó mucho más relevante las condiciones económicas de pro- sucedido con las ciencias sociales si, en el momento de su forma-
ducción de donde esos discursos surgían. Parece haber hecho ción sistemática, durante el siglo XIX, hubieran tomado como
una excepción con el discurso literario: encontró que los moder- modelo a las artes, del mismo modo en que tomaron a las ciencias
nos novelistas ingleses «revelaron al mundo muchas más verda- físicas» 4. Nisbet intentó demostrar que los intelectuales más des-
des políticas y sociales que las mostradas por todos los políticos, tacados de las ciencias sociales percibían aún el estrecho vínculo
periodistas y moralistas juntos»:'. De modo que hasta mediados entre arte y ciencia, y ese mismo vínculo los libraba de quedar a
del siglo XIX, las incipientes ciencias sociales aún no se habían merced de la burocratización del saber, signada por el celo disci-
apartado de la literatura, o mejor dicho, aún no habían cerrado un plinar, y metodológico.
pacto de convivencia exclusivo con las ciencias naturales. En Les Durante la segunda mitad del siglo XX, al mismo tiempo
regles, algunas décadas más tarde, ya no encontramos a los nove- que Bourdieu, Chamboredon y Passeron presentaban Le métier
listas ingleses, pero tampoco a Honoré Balzac ni a Émile Zola; sus de sodologue, ya se desplegaba en Latinoamérica un tipo de novela
antecedentes son Auguste Comte y Herbert Spencer, y más atrás que ensanchaba las reglas del realismo al punto que se llegó a lla-
Linneo, Buffon y Lamarck. Durkheim cambió el objeto natural mar realismo mágico. Muchos cientistas sociales se vieron interpe-
por el social, pero creyó irremplazables la matriz del método y las lados por esa literatura, al encontrar en ella mucha más sociología
analogías naturalistas: la célula era el individuo; el órgano: la socie- que en la profesión específica. Los exilios de un territorio al otro
dad; la patología: la anomia; la enfermedad: el conflicto. También forzaron a algunos sociólogos, incluso, a querer remarcar la fron-
anheló hacer de la sociología una ciencia prestigiosa y con fiable tera. Las heridas de ese éxodo aún no han sido narradas; para di-
como la biología. No sabía bien hacia dónde iba, pero, siguiendo mensionarlas basta recordar la expatriación del ensayo del campo
la ruta de las ciencias establecidas, creyó que el camino estaba pa- de las ciencias sociales, a causa, justamente, de su vocación litera-
vimentado. Durkheim pudo haber abrevado en la literatura rea- ria. La proscripción del ensayo fue una forma de inhibir el estilo
lista -esa que Marx consultaba tanto- para hacer derivar de ahí que se despliega al liberar la escritura. Se proscribió al sociólogo
una sociología: eligió como antecedente las ciencias naturales. La en nombre de centrar la profesión en el método. La sospecha del
elección se impuso a lo largo del tiempo, pero vista a la distancia estilo, por donde se creyó se infiltraba el error metodológico, hizo
parece desafortunada. ¿Qué está más cerca de una ciencia social, al que las ciencias sociales erradicaran de sus debates el problema del
3 MARX 1854, 664: «The present splendid brotherhood of fiction-writers in 4 NISBET 1976, 16: «How different things would be, one cannot help reflect-
England, whose graphic and eloquent pages have issued to the world more ing, if the social sciences at the time of their systematic formation in the nine-
political and social truths than have been uttered by all the professional teenth century had taken the arts in the same degree they took the physical sci-
politicians, publicists and moralists put togerher [oo.]». ences as models».
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talento. Max Weber, muchos años antes (1904), ya había adver- EL ENSAYO Y LA UNIVERSIDAD
tido el problema. Aún exhortando a una neutralidad valorativa,
cuya garantía de objetividad descansaba en el empleo de tipos
ideales, supo que esos tipos no debían arribar a leyesgenerales o a
análisis abstractos, sino a localizar lo más significativo del mundo
cultural, para lo cual era indispensable el talento del investigador,
pues «lo que hay de "personal" en un trabajo científico es lo real-
mente valioso de él»".
La herencia biologicista se arrastra hasta el día de hoy, pero
aceptar esa cuna como un hecho irremediable es creer en una suer-
te de destino trágico, signado por el origen. El asunto no es menor, Si por ensayo se entiende escribir algo sin énfasis de que sea de-
porque no se trata de una mera necesidad de reescribir sus anales. finitorio, ni absoluto, ni divino; algo que admite ser corregido,
Reempadronar a las ciencias sociales en el ámbito de la literatura mejorado o refutado; o bien algo que uno cree y defiende, pero
-hacerlas provenir de esas lejanas fuentes- es restituir al soció- no de manera dogmática: entonces ensayistas somos todos. Inde-
logo, al antropólogo, al comunicador social, el carácter de escritor. pendientemente del género que adopte nuestro texto -diálogo,
Esa afiliación redundaría en una drástica reforma en sus métodos. manifiesto, tesis, tratado- el carácter ensayístico subyace a todo
En primer lugar, olvidar que es en el método donde reside la ga- tipo de texto orientado a la argumentación y el conocimiento. No
rantía de cientificidad. Así como atenerse a un manual de estilo es este sentido tan general de ensayo, sin embargo, el que campea
no basta para escribir una buena novela; no basta para crear una por las universidades, sino algo cercano a la literatura, cuyas mar-
buena obra sociológica atenerse a un conjunto de reglas. El mé- cas más características serían la brevedad, el estilo, la subjetividad:
todo, por sí solo, no produce ciencia. Con Les regles que publicó el ensayo tal cual lo ejerció Montaigne y cuya popularidad termi-
Durkheim, ningún sociólogo escribe Les formes élémentaires de nó por devenir en un género literario. Este ensayo montaigneano
la vie religieuse, ensayo cuya fuerza final descansa en la fortuna de -ámbito del boceto y lo diverso- se lo contrapone al ensayo aca-
su estilo. Me atrevo a decir incluso que, para escribir Les formes démico -ámbito de lo acabado, lo riguroso y sistemático-o
élémentaires, hace falta olvidar Les regles. Esta contraposición nos interesa, porque reconstruir el
modo en que el ensayo se fue bifurcando en dos tendencias opues-
tas es también trazar una nueva historia de los avatares de la escri-
tura argumentativa. Al ensayo montaigneano, efectivamente, hoy
día lo vemos distanciado del tratado, ocupa un lugar periférico y
se percibe como una desviación; pero para comprender esta bi-
furcación, deberíamos recordar que fue el tratado quien comenzó
siendo un discurso periférico del ensayo y creció hasta convertir-
se en el género preferido por las instituciones del conocimiento.
5 WEBER 1904, 56: «daf das "Personliche" eines wissenschafdichen Werkes das
eigendich Wertvolle an ihm sei».
No son Les essais (1580) los que pretenden refutar al racionalismo
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Lo c:¡ue estimo (111, 13, 43) BIBLIOGRAFíA
¿Qué diremos de este pueblo que solo tiene en cuenta los testi-
monios impresos, que no cree lo que los hombres dijeron si no
está en un libro, ni cree que algo sea verdadero si no viene de una
época de reputada credibilidad? Concedemos dignidad a nuestras
estupideces, solo porque están impresas. Para este pueblo es algo
bien distinto decir «lo he leído», que «lo he oído decir». Pero
yo -que no dudo más de la boca de un hombre que de su mano,
que sé que se escribe con la misma ligereza que se habla, y que es-
timo este siglo igual que a cualquier otro del pasado- cito con el ADORNO, Theodor W. (1958) «Der Essay als Form», en Deutsche Es-
mismo gusto a un amigo mío, como a Aula Gelio o a Macrobio, y says. Prosa aus ziueifabrbunderten. Ausgewahlt, eingeleitet und
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enjunio de 2020
Córdoba I Argentina