100% encontró este documento útil (1 voto)
131 vistas40 páginas

Incidentes Diplomáticos Del Paraguay

1) Las negociaciones entre Paraguay, Brasil y Argentina sobre los límites territoriales fueron difíciles y causaron desacuerdos diplomáticos. 2) Brasil negoció de forma independiente con Paraguay sin el consentimiento de Argentina, firmando el Tratado de Límites de 1872. 3) El Tratado de Límites de 1872 y otros tres tratados definieron formalmente la paz y los límites entre Brasil y Paraguay.

Cargado por

Mariano
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
100% encontró este documento útil (1 voto)
131 vistas40 páginas

Incidentes Diplomáticos Del Paraguay

1) Las negociaciones entre Paraguay, Brasil y Argentina sobre los límites territoriales fueron difíciles y causaron desacuerdos diplomáticos. 2) Brasil negoció de forma independiente con Paraguay sin el consentimiento de Argentina, firmando el Tratado de Límites de 1872. 3) El Tratado de Límites de 1872 y otros tres tratados definieron formalmente la paz y los límites entre Brasil y Paraguay.

Cargado por

Mariano
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 40

CLASE 3: INCIDENTES DIPLOMÁTICOS.

TRATADOS Y
ACUERDOS.

RELACIONES CON BRASIL, ARGENTINA Y BOLIVIA

La demarcación de los límites con Argentina, Brasil, y Bolivia. Tratados de Límites, con Brasil y
Argentina. El Chaco, pretensiones bolivianas. • El tratado Decoud-Quijarro. Bolivia penetración
en el Chaco. Incidente diplomático – solución del problema. Incidente diplomático paraguayo
boliviano en Washington. • La diplomacia Americana y la guerra del Chaco. • La comisión de
Neutrales, propuesta, declaración americana del 3 de agosto de 1932, respuestas de las partes.
• Acta de Río de Janeiro y respuesta paraguaya. Proyectos energéticos y relaciones
diplomáticas. La cuestión del Salto del Guaira. • Proyecto brasileño y protesta paraguaya. La
cuestión de la frontera seca. Ocupación brasileña en un sector. • Notas de la Cancillería
Paraguaya: 25/09/65 y del 14/XII/65, respuesta de la Embajada del Brasil.

NEGOCIACIONES DE LIMITES CON BRASIL

“Constituido el país y dotado de su gobierno regular —escribe Sienra Carranza—,


llegaba el momento de las más graves cuestiones, esto es, de la celebración de los
tratados con las potencias de la alianza, firmándose definitivamente la paz, para el
cese de la ocupación de los ejércitos extranjeros”.

Efectivamente, para el Paraguay comenzaba la etapa más difícil de su historia


diplomática, cual era hacer frente a las demandas territoriales ya estipuladas en el
Tratado del 1º de Mayo de 1865.

Este Tratado, sin embargo, tiene sus antecedentes y, de revisarlos, es casi seguro que
comprenderemos mejor las posteriores desinteligencias que se produjeron entre
argentinos y brasileños en el momento de la repartición del botín.

Ya en 1865, apenas producida la derrota paraguaya en Uruguayana, el Ministro del


Brasil José Antonio Saraiva se había dirigido por nota al Consejero Octaviano de
Almeida Rosa, firmante del Tratado de la Triple Alianza, para determinar la suerte del
Paraguay y su Gobierno al que se impondría, no solamente las cláusulas allí
estipuladas, sino la neutralización de todo el territorio de la República.

Por su parte, el Gobierno argentino llegó a proponer al Gobierno del Brasil un proyecto
de tratado de paz que se impondría al Paraguay en la creencia seguramente de que la
guerra no duraría tanto. En él, “el territorio de la República Argentina se dividirá del de
la República del Paraguay por la mitad del canal principal de los ríos Paraná y Paraguay,
y desde los límites de la República Argentina con el Imperio del Brasil en la margen
izquierda del Paraná hasta los límites con el mismo Imperio en la margen derecha del
Paraguay, que son la Bahía Negra” ... Las islas de Apipé y del Atajo son reconocidas ya
como pertenecientes a la República Argentina y la de Yacyretá a la del Paraguay” ...

Como el Gobierno del Brasil lo sometió para su consideración a dictamen de la Sección


de Negocios Extranjeros del Consejo de Estado, éste se expidió sobre el particular el 30
de Noviembre de 1865, confirmando la política del Brasil en el Río de la Plata. En lo
que a límites respecta, decía el dictamen: “fuese cual fuese su gobierno (de Argentina),
siempre abrigó la Confederación el propósito de anexionarse el Paraguay, ya por pacto
federativo, ya por alianza, o de cualquier otra manera. Evitarlo fue el pensamiento
provisional, constante, previsor del Brasil, para quien era importantísimo no sólo el
mantenimiento de la independencia del Paraguay, sino que éste tuviese el territorio
necesario para impedir el contacto inmediato entre nuestra frontera occidental y la
Argentina ... Lo que en verdad produce intensa pena es lo pactado en el artículo 16 (de
la Alianza). Queda la Confederación Argentina dueña de toda la margen izquierda del
Paraná hasta el Yguazú, y lo que es aún más, de toda la margen derecha del río
Paraguay hasta Bahía Negra, próximo al fuerte Coímbra... se atribuye a la
Confederación una gran parte de la América del Sud, que ambicionó siempre, sin
atreverse nunca a manifestar abiertamente sus aspiraciones... Ningún título valioso
podía alegar la Confederación en favor de pretensión semejante. .. Nunca le reconoció
el Paraguay derecho alguno sino hasta el Bermejo ... Además del perjuicio que la
pérdida de la importancia e independencia efectiva del Paraguay ocasiona al Brasil
sentirá éste daño en otros conceptos. .. Nuestra frontera de Coímbra y Miranda sólo
tenía que temer la invasión paraguaya; de ahora en adelante temerá también la
Argentina... Lo que al Brasil convenía, aunque por necesidad consintiese en la cesión
de la margen izquierda del Paraná, es que la Confederación no tuviese ni un palmo de
costa en el Paraguay más arriba del Pilcomayo; que desde ahí hasta el Pan de Azúcar,
perteneciese al Paraguay y que más arriba de este punto fuese atribuida a Bolivia, no
porque ésta cuenta con mejor título, sino porque así lo exigen los intereses de la
navegación, comercio y seguridad del Brasil”.

"Queda así definida la acción futura del Imperio respecto del Chaco —escribe Marco
Antonio Laconich—; después de servirse del Gobierno de Buenos Aires para destruir al
Paraguay, la intención es atraer a Bolivia para contrarrestar las concesiones hechas a
Argentina. En ambos casos, el precio ofrecido son tierras paraguayas”.

a) NEGOCIACIONES EN BUENOS AIRES


Los representantes de los gobiernos aliados se reunieron en Buenos Aires, en
Diciembre de 1870, para discutir las bases de los ajustes de paz y límites con el
Paraguay.

El Brasil estuvo representado por da Silva Paranhos, la Argentina por el Dr. Tejedor y el
Uruguay por el Dr. Rodríguez. “Las discusiones — dice Amarilla Fretes — fueron
prolongadas, no llegándose a acuerdo concreto sobre los dos puntos que dividía la
opinión de los plenipotenciarios, cuales eran, la cuestión de límites y la demolición de
las fortificaciones de Humaitá”. (5)

Por último, lograron coincidir en los siguientes puntos:

1º) que los gobiernos aliados irían a negociar con el Paraguay los ajustes de paz de
acuerdo con el convenio preliminar del 20 de Junio de 1870.

2º) Respecto a la cuestión de límites y la demolición de las fortificaciones de Humaitá,


resolver en definitiva después de conocer las pretensiones y títulos invocados por el
Paraguay, según quedó establecido en el acuerdo preliminar citado.

b) NEGOCIACIONES EN ASUNCIÓN. COTEGIPE Y QUINTANA NO PUEDEN LLEGAR A UN


ACUERDO

En cumplimiento de lo resuelto en Buenos Aires, los representantes de los gobiernos


aliados se trasladaron a la Asunción, donde las conferencias se reiniciaron recién en
Noviembre de 1871. Esta vez, al Brasil representó Juan Mauricio de Wanderley, Barón
de Cotegipe, y a la Argentina el Dr. Manuel Quintana. Paranhos había recibido en Río
de Janeiro el encargo de organizar el nuevo Gabinete y el Dr. Tejedor quedó en Buenos
Aires para integrar el Gobierno en el carácter de Ministro de Relaciones Exteriores (6).

Respecto al proyecto definitivo del Tratado de Paz, los representantes aliados llegaron
a un acuerdo; la divergencia se mantuvo en lo referente a la cuestión de límites. En
este terreno, la Argentina buscaba que el Brasil no se inmiscuyera en la cuestión de
límites con el Paraguay de modo a imponerle los que ya estaban fijados por el Tratado
de la Alianza. Con ello pasaba definitivamente a olvido la mentada frase de Varela de
que “la victoria no da derecho”.

En lo que al plenipotenciario uruguayo respecta, éste declaró que a él no le competía


inmiscuirse en los arreglos de límites de la Argentina y el Brasil, y que sus instrucciones
limitaban sus funciones a ofrecer buenos oficios si los otros no pudieran concurrir a
una conciliación amigable.

3
c) BRASIL SE DESLIGA DE SU COMPROMISO DE NO NEGOCIAR POR SEPARADO;
TRATADO LOIZAGA - COTEGIPE

El Barón de Cotegipe soslayó todas las divergencias sostenidas con el plenipotenciario


argentino y, a pesar de su oposición, que pretendía sostener con la fuerza colectiva de
la Alianza sus pretendidos derechos sobre los territorios paraguayos reclamados,
continuó adelante sus negociaciones con el Paraguay. Lamentó no poder aceptar la
sugestión de su colega de trasladar las negociaciones a Buenos Aires y declaró,
finalmente, que “en la situación que no deseó y mucho menos provocó, sólo le
quedaba el arbitrio de iniciar con el Gobierno paraguayo si éste conviniera, los ajustes
de los Tratados peculiares al Brasil, en los cuales no tenían que intervenir” ...

El plenipotenciario argentino respondió que “mientras la disidencia pendiente no sea


previamente saldada, se niega a la apertura de las negociaciones con el Gobierno
paraguayo. Que desconoce formalmente a su colega el derecho de abrir aisladamente
esas negociaciones. Que reserva a su Gobierno toda libertad de acción para el caso en
que las abra sin su consentimiento. Que inmediatamente se retiraría de Asunción para
dar cuenta a su gobierno de todo lo obrado”.

Efectivamente, el Dr. Quintana se retiró y el Barón de Cotegipe inició inmediatamente


las negociaciones con el Paraguay. El 4 de Enero de 1872 tuvo lugar la conferencia
preliminar y el 9 estaban ya concluidos los Tratados que, en número de cuatro fueron
firmados: el 9 de Enero el Tratado definitivo de Paz y el de Límites; el 16 de Enero el
Tratado de Extradición y el 18 del mismo mes el Tratado de Amistad, Comercio y
Navegación.

El Tratado de Paz, que consta de 23 artículos, legisla sobre paz y amistad perpetua
entre ambos países; determina que los límites serán ajustados y definidos en Tratado
especial; reconocimiento por parte del Paraguay de la indemnización de los gastos de
la guerra del Imperio; la libertad de navegación de los ríos desde su boca hasta los
puertos habilitados, para navíos mercantes y de guerra de países ribereños; respeto
perpetuo de la independencia, soberanía e integridad del Paraguay; restitución
recíproca de los prisioneros de guerra, etc.

El tratado de Límites consta de cinco artículos. El primero de ellos expresa


textualmente lo siguiente: “La República del Paraguay, y su alteza la Princesa Imperial
del Brasil, Regente en nombre del Emperador Señor Don Pedro II, estando de acuerdo
en señalar sus respectivos límites convinieron en declararlos, definirlos y reconocerlos
del modo siguiente:
El territorio del Brasil se divide con el de la República del Paraguay por el cauce o canal
del río Paraná, desde donde comienzan las posesiones brasileñas en la boca del Yguazú
hasta el Salto Grande de las Siete Caídas del mismo río Paraná.

Del Salto Grande de las Siete Caídas continúa la línea divisoria por la cumbre de la
sierra Mbaracayú hasta donde ella concluye.

De ahí sigue en línea recta, o que más se le aproxime por los terrenos más elevados a
encontrar la sierra de Amambay.

Prosigue por lo más alto de esta sierra, hasta la naciente principal del río Apa, y baja
por el canal de éste, hasta su boca en la margen oriental del río Paraguay.

Todas las vertientes que corren para el Norte y Este pertenecen al Brasil, y las que
corren para el Sud y Oeste pertenecen al Paraguay”.

Cuando llegó a Buenos Aires la noticia de la firma de los tratados con el Brasil, el
gobierno argentino se sintió no solamente desairado sino humillado. La opinión
pública no fue menos sensible. “La Nación” de Buenos Aires renovó sus críticas a la
doctrina Varela en los siguientes términos: “Tomó en serio (el Gobierno) una doctrina
buena como arma de oposición, pero inadmisible como base de una política sabia y
patriótica; reconoció al Paraguay para discutir cuestiones resueltas por el Tratado de la
Alianza; consintió que los aliados tratasen separadamente, y adoptó otros principios
tan peligrosos y arriesgados como esos”.

El Gobierno argentino pretendió que el Emperador no ratificara aquel tratado que a su


juicio estatuía un verdadero protector unilateral sobre el Paraguay. Entonces,
haciéndose eco del sentir general, el Ministro Tejedor dirigió al Brasil su nota del 15 de
Febrero de 1872 en la que le acusa de “violación flagrante del texto del Tratado del 1º
de Mayo”... por cuyo artículo VI los aliados se comprometieron solemnemente a “no
negociar con el enemigo común separadamente, ni firmar tratados de paz, tregua,
armisticio ni convención alguna, para poner fin, o suspender la guerra, sino de perfecto
acuerdo de todos”.

También sostuvo, que la ocupación militar después de la guerra, por el Imperio sólo,
no podía garantizar bien la existencia de la República ayudándola a salir del abismo en
que había caído. El protectorado en tal caso sería en otros términos la absorción; y de
este modo la República Argentina aparecía a los ojos de las naciones haciendo la
alianza y la guerra para el engrandecimiento del Imperio.

5
El Brasil contestó en términos mesurados pero enérgicos. Y haciendo caso omiso de
sus exigencias, ratificó el Tratado de Asunción. La nueva réplica de Tejedor adquirió
entonces un tono de gran violencia. En la nota anterior el Brasil había hecho un
intencionado recuerdo de Caseros; en ésta replicaba Tejedor con la mención de
Ituzaingó. La guerra de notas contribuyó a caldear el ambiente. La prensa argentina,
sin excepción, predicó la guerra al Brasil; los diarios de Río hablaron de aplastar a la
Argentina. Ambos países realizaron apresurados preparativos bélicos y algunas
naciones ofrecieron su mediación, considerando inminente la guerra. Pero ésta, que
sería la consecuencia más lógica, no vino porque ambas potencias se habían
desgastado considerablemente en la campaña contra el Paraguay.

Empero, la Argentina, que era el aliado agraviado por el Brasil, reaccionó contra el
Paraguay. El 31 de Enero de 1872, el Presidente Sarmiento nombró al general Julio de
Vedia, Gobernador de los territorios del Chaco, con retención de su cargo de
Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Argentinas, durante su permanencia en
Paraguay. Al conocerse en Asunción la mutilación de hecho de que era objeto la mitad
de su territorio, el Gobierno paraguayo elevó inusitadamente el tono de su protesta
anterior en su nota del 18 de Febrero, expresándose como sigue:

“El Gobierno de la República del Paraguay —decía—, en el deber de salvar los


legítimos derechos de la patria, usurpados por un acto arbitrario del Gobierno
Argentino, en que, por medio de un Decreto, se apodera del territorio del Chaco,
apelando a la fuerza de las armas que emplea contra quien no puede resistir, hace su
protesta ante el mundo civilizado y ante todas las naciones amigas contra el proceder
incalificable del Gobierno Argentino”.

En otro pasaje de la nota expresaba:. . . “el territorio del Chaco incontestablemente ha


pertenecido al Paraguay de tres siglos atrás, sin que la República Argentina jamás
pretendiese semejante territorio. La primera vez que salió a luz la pretensión de ese
dominio fue cuando apareció publicado el Tratado de la Triple Alianza que fija la
frontera de la República Argentina en la Bahía Negra” . ..

Más adelante se muestra todavía más categórico y preciso al mencionar que “el
Gobierno de la República del Paraguay ve en el Decreto del Gobierno Argentino una
amenaza a su existencia política; un desconocimiento de sus derechos como nación
soberana, independiente y libre; un ataque directo a su integridad territorial; y por
último, mira como una conquista que hace, prevalido de la fuerza, a falta de títulos
legítimos” ... “Pero ante semejante Decreto ya no queda duda al pueblo paraguayo de
las ideas de absorción que tiene la República Argentina sobre el Paraguay, y es por esta
razón que el Gobierno cumpliendo su deber, protesta y no reconocerá el Chaco por
territorio argentino, hasta que no se presenten mejores títulos que los que él posee”.
La vehemencia del tono en que fue escrita la nota precedentemente mencionada,
supone inevitablemente la influencia de los diplomáticos brasileños en el Gobierno
paraguayo.

d) LA DISCUSIÓN SOBRE EL ARROYO ESTRELLA

Las discusiones que se suscitaron sobre el arroyo Estrella tuvieron su causa en un


equívoco técnico. “En 1873, al hacerse la demarcación de las fronteras —dice Marco
Antonio Laconich—, se planteó un conflicto entre los comisionados de ambos países
en relación con la horqueta formada por aquel río y el arroyo Estrella, su afluente. La
Comisión Paraguaya sostenía, como era la verdad, que el brazo norte, como corriente
principal, debía ser considerado por el verdadero río Apa y que por su curso debía
seguir, hasta sus nacientes, la línea demarcatoria. La Comisión Brasileña defendía el
brazo Sud, no obstante la evidencia de que se trataba solamente de un afluente,
conocido con el nombre de arroyo Estrella. La divergencia se solucionó por el acuerdo
del 7 de enero de 1874, suscrito por el Canciller Miranda y el Ministro Gondim. Y la
línea siguió por donde lo quería el Brasil, no por el río aceptado en el Tratado, sino por
el Arroyo de última hora. Nueva pérdida de territorios, cien leguas de ricos yerbales ...
El Jefe de la Comisión paraguaya se retiró dignamente”.

e) LA PROPIEDAD DEL SALTO DEL GUAIRA

El Salto del Guairá o Salto Grande de las Siete Caídas como lo llama el Tratado de 1872,
es un accidente acuático fluvial que se forma cuando el río Paraná, que corre de Norte
a Sur, es interceptado por la Cordillera de Mbaracayú, originándose un gran embalse
que produce numerosas caídas de agua, de las cuales siete son las principales.

Casi hasta fines de la década de 1960 el Paraguay y el Brasil se disputaron su propiedad


en la medida en que avanzaba la demarcación de las fronteras hasta ahora
inconclusas. Sobre dicha propiedad existieron dos tesis que en su oportunidad fueron
objeto de las más encontradas opiniones en el ámbito nacional aunque el Brasil
sostuvo invariablemente que el Salto le pertenecía íntegramente.

La primera pertenece al historiador Efraím Cardozo, tesis tradicional basada en títulos


seculares y tratados vigentes con el Brasil que considera que el dominio territorial y
fluvial se extiende sobre el Salto del Guairá en la medida que será determinada por los
resultados de la demarcación y caracterización de la frontera.

Según esta tesis, gráficamente expuesta en un mapa de la Comisión Nacional


Demarcadora de Límites del año 1964, la línea roja de la frontera, siguiendo las
cumbres del Mbaracayú, por el ramal norte, toca el río a la altura de la Primera Caída,

7
atraviesa todo el estuario y va a tocar territorio brasileño, a la altura de Ciudad Guayra,
dejando la totalidad de los Saltos, sin excepción dentro del dominio paraguayo. Sobre
el particular, el doctor Cardozo expresa: “Al firmarse el Tratado de 1872 la situación
posesoria era clara: el Paraguay estaba en posesión de los Saltos del Guairá. Era el
soberano secular. Pero el Brasil era el vencedor. Y el Paraguay estaba hecho ruinas, sin
voluntad ni fuerza para oponerse a los designios de su victorioso contendor. Así como
el tratado que se le arrancó con la punta de la bayoneta ensangrentada de Cerro Corá
consumó la pérdida de tantas tierras que anteriormente habían sido del Paraguay,
pudo haberse adjudicado el Brasil la soberanía de los Saltos del Guairá. De nada
hubieran valido, en ese momento, todos los títulos de la historia. ¿Fué así? ¿El Tratado
de 1872 innovó la situación existente en los Saltos? ¿Consagró su cesión al Brasil?

A dichas interrogantes responde el mismo Cardozo diciendo: “Si de manera tan fácil y
expeditiva con un sólo trazo de caligrafía, en la mesa de las “negociaciones”, el Barón
de Cotegipe logró el traspaso de enormes extensiones de territorio de manos de su
primitivo soberano, el Paraguay, a las del Imperio del Brasil cuyo único derecho era el
de la conquista, por qué habría de encontrar dificultad en hacer la misma operación
tratándose de los Saltos del Guairá? De nada hubieran valido los títulos emanados de
la historia y la posesión ininterrumpida, ante el hecho brutal de la conquista. Loizaga
hubiera tenido que aceptarlo como consintió todas las otras adjudicaciones. Si tal
hubiera sido su voluntad el Brasil se hubiera adjudicado los Saltos. Pero no lo hizo. En
el Tratado de 1872 no se registró la adjudicación de los Saltos del Guairá al Brasil. Ni
siquiera su partición, como se hizo con los demás accidentes geográficos adoptados
como fronteras (los ríos por su cauce o canal, las cordilleras por sus cumbres). Los
Saltos conservaron su unidad. Quedaron como estaban. El Brasil dejó en pie el estado
de derecho vigente en 1872 respecto de la soberanía de los Saltos. Y el Paraguay era
en el momento de la firma del Tratado, como lo fue desde el comienzo de su historia,
el único señor, con soberanía jamás compartida ni nunca restringida. El Brasil respetó
esa situación”.

“Al no convenirse en 1872 nada en contrario —continúa Cardozo—, el Paraguay


prosiguió en la propiedad entera y legítima de todos los territorios y aguas de que
expresamente no fue despojado por el Tratado, entre ellos los Saltos. De que estos no
le hayan sido atribuidos expresamente nada arguye en contra de sus derechos. El
Paraguay no necesitaba de ninguna adjudicación de lo que nunca fue contencioso ni
había salido de su dominio. La presunción de derecho prevalecía en su favor, y no
requería adjudicación, ni siquiera expresa declaración. La traslación de dominio es lo
que reclama plena prueba. Para que los Saltos pasaran de la soberanía del Paraguay en
que estaban, a la del Brasil bajo la cual nunca estuvieron, era menester una explícita
adjudicación en favor de este país. Al no formularla, el Tratado de 1872 vino a
consagrar, con la firma del Brasil, la soberanía única y exclusiva del Paraguay sobre la
totalidad de ese accidente geográfico”.

La segunda tesis pertenece al doctor Juan José Soler, quien en cambio sostiene la
copropiedad del Salto en su trabajo “Las Cataratas del Guairá son del Brasil, del
Paraguay o de ambos?”. “Tesis aceptada por el Paraguay según instrucciones cursadas
por la Cancillería Nacional a la Embajada del Paraguay en Río de Janeiro el 12 de junio
de 1963. Además, en un mapa de la Comisión Nacional Demarcadora de Límites del
año 1966, la línea roja de la demarcación ya no llega a la otra orilla sino que muere en
el canal del río, a la altura de la primera caída.

En efecto, en las negociaciones preliminares del Tratado de Límites, se adoptó la línea


del Guairá por ser la intermedia entre las pretensiones de ambas partes, pues Loizaga
propuso la línea del río Igamití y Cotegipe la del río Ygurey, río que los brasileros
ubicaban al sur del Salto (y que no era, pues, el verdadero Ygurey localizado por Azara
en el Ivinheima).

Volvamos otra vez al artículo primero del Tratado de 1872 que dice: “El territorio del
Imperio del Brasil se divide del de la República del Paraguay por el cauce o canal del río
Paraná, desde donde comienzan las posesiones brasileñas en la boca del Yguazú hasta
el Salto Grande de las Siete Caídas del mismo río Paraná”. La soberanía del Paraguay
no puede, por tanto, morir en la costa. Debe llegar al canal porque ese es su límite. Y
debe llegar, siguiendo ese canal, hasta el Salto, porque es allí y no en la costa, donde
empieza la segunda línea divisoria.

Prosigue el artículo primero: “Del Salto Grande de las Siete Caídas, continúa la línea
divisoria por la cumbre de la Sierra de Mbaracayú hasta donde ella concluye”. La
cumbre del Mbaracayú es el ramal norte.

Siendo, pues, el Salto un mojón natural —donde termina la línea y nace otra— se
puede prescindir de él. Además, —continúa Soler— no está en un río nacional
brasileño, sino en un río internacional. Para lo primero —es decir para que sea
nacional— es menester que el tratado dijera que el límite empieza o termina en la
costa paraguaya, cosa que el tratado no dice. Y siendo el Paraná en ese tramo un río
internacional, sus aguas son de ambos ribereños, separados por el canal o la línea
media. Y la comunidad apuntada, se extiende en los ríos internacionales a la caída de
sus aguas.

De modo que, como queda visto, el Brasil se reservaba la apropiación de todo el Salto
mediante el Ygurey como límite. Y aunque no se adoptó dicho río, la tesis

9
predominante en el Brasil sigue siendo la de que el salto del Guairá le pertenece
íntegramente”.

“El nombre de Ygurey —consigna por su parte Marco Antonio Laconich—, que se da al
primer río que desemboca en el Paraná por su margen derecha abajo del Salto Grande,
era seguramente una forma de resolver igualmente por la fuerza las controversias
pasadas, sobre la verdadera ubicación de dicho río Ygurey, que era conocido también
por los nombres de Yaguarey, Monice o Ybineima según comprobación de los
comisionados españoles y está situado muy al norte del Salto Grande, aún más arriba
del río Igatimí.

Así lo entendieron siempre todos los gobiernos paraguayos, desde la independencia, y


no por otro motivo Don Carlos Antonio López dio el nombre de “Ygurey” a una de las
unidades de nuestra marina, lo que jamás hubiera hecho si el río Ygurey estuviese
abajo del Salto del Guairá, de tradición multisecular como dominio exclusivo del
Paraguay”.

f) LAS NEGOCIACIONES PARAGUAYO BRASILEÑAS

Consignemos ahora que el río Paraná es un río internacional continuo y contiguo


porque atraviesa en su curso distintos Estados y porque también los divide o se
constituye en límite arcifinio. En la parte denominada “Salto del Guairá” el río Paraná
es un río internacional contiguo, porque su margen izquierda pertenece al Brasil y su
margen derecha al Paraguay. A pesar de ello, el gobierno del Brasil invocó para sí el
dominio y soberanía exclusiva sobre el Salto del Guairá o de “Sete Quedas”.

El 19 de enero de 1964 mantuvieron una entrevista en “Tres Marías”, Estado de Matto


Grosso, los Presidentes Stroessner y Goulart del Paraguay y Brasil respectivamente,
acordando y resolviendo que era de interés para ambos países que la Comisión Mixta
concluyera cuanto antes sus trabajos y, que a tal fin, ambos gobiernos darían las
instrucciones necesarias y proporcionarían todas las facilidades para que dicha
Comisión Mixta diera cuanto antes fin a su cometido. Sm embargo, en junio de ese
mismo año, un destacamento militar brasileño se instaló en el trecho de 70 kilómetros
de línea de límites no caracterizados aún, cuyos componentes manifestaron a los
miembros de la Comisión Paraguaya de Límites que tenían instrucciones de instalarse
en Puerto Renato, lo que fue posteriormente confirmado por el Embajador del Brasil
en Asunción al propio Presidente de la República el 1º de septiembre de 1965.

La Cancillería paraguaya reclamó entonces en nota de fecha 25 de septiembre de 1965,


diciendo que el contingente militar brasileño no estaba instalado en Puerto Cnel.
Renato sino en la zona donde la frontera debe ser caracterizada y los límites fijados
mediante los últimos hitos a ser colocados e inaugurados sobre las cumbres del
Mbaracayú, obstáculo que debía salvarse para que la Comisión Mixta continúe en
forma regular y normal su trabajo, por lo que se considera que él no presta servicio
alguno a las relaciones existentes entre ambos países.

Itamaraty instruyó a su embajada en Asunción para que respondiese a la nota


paraguaya con otras de fechas 29 de octubre y 8 de noviembre de 1965
respectivamente, en las que se expresa que el gobierno brasileño “considera
enteramente demarcado el trecho de la frontera común que se extiende desde el hito
demarcatorio del Ybicuí hasta el Salto Grande de las Siete Caídas”. Pero nuestra
Cancillería, en su nota del 14 de diciembre de ese mismo año, rechaza la errónea
apreciación y expresa que ella contradice y niega todo valor a tratados y convenios
internacionales, y desconoce el trabajo conjunto que por decenas de años realizaron
de común acuerdo el Paraguay y el Brasil para demarcar sus fronteras. En la misma
nota expresa que “el Paraguay no desea un centímetro de territorio que no le
pertenezca, pero tampoco está dispuesto a ceder un centímetro del suyo propio”.
Seguidamente analiza el contenido del Tratado de límites del 9 de enero de 1872, los
trabajos cumplidos por la Comisión Mixta Demarcadora de Límites durante 1872-74;
recuerda el Tratado de Límites Complementario firmado en Río de Janeiro el 21 de
mayo de 1927 y el Protocolo de Instrucciones para la demarcación y caracterización de
la frontera del 9 de mayo de 1930 que crea una comisión mixta de demarcación y
caracterización de fronteras, que está en actividad y que había colocado e inaugurado
846 hitos, de los cuales 341 corresponden a la línea de cumbres del Mbaracayú,
enumera los trabajos cumplidos por la Comisión Mixta y termina reiterando su
demanda de que el gobierno brasileño retire de la zona no demarcada sus fuerzas
militares de ocupación para hacer posible la solución pacífica del diferendo de
demarcación; que la Comisión Mixta prosiga normalmente sus trabajos; y que en caso
de desacuerdo entre ambos gobiernos se recurra a todos los medios de solución
pacífica de los conflictos internacionales, comenzando por las negociaciones directas
(7).

g) ACTA DE FOZ DE YGUAZU

La solución del diferendo, en lo que al retiro de tropas se refiere, vino con la entrevista
de los Cancilleres Raúl Sapena Pastor y Juracy Magalhaes en Foz de Iguazú, donde se
firmó el Acta de su nombre el 22 de junio de 1966. También en dicho acta, ambos
cancilleres proclamaron la disposición de sus respectivos gobiernos de proceder, de
mutuo acuerdo, al estudio y evaluación de las posibilidades económicas, en particular
de los recursos hidráulicos, pertenecientes en condominio a los dos países, del Salto
del Guairá; y acordaron “en establecer, desde ya, que la energía eléctrica
eventualmente producida por los desniveles del río Paraná, desde e inclusive el Salto

11
del Guairá hasta la boca del río Iguazú, será dividida en partes iguales entre los dos
países.

Se nota así que, si bien el Brasil ha variado en forma radical su posición con respecto a
los recursos hidráulicos del Salto del Guairá, ha mantenido en cambio, firme su
posición en el diferendo sobre demarcación y caracterización de un tramo de la línea
fronteriza.

Brasil mantiene las siguientes pretensiones:

1) Que la frontera común, en esa parte, está demarcada desde 1874.

2) Que la línea de frontera llega frente a la Quinta Caída y surca el río Paraná dejando
al norte y al este, —es decir a Brasil— el Salto.

3) Que el Salto del Guairá es de pertenencia exclusiva del Brasil y se halla íntegramente
situado en territorio brasileño y sobre el que dice ejercer posesión desde hace casi un
siglo.

4) que estos puntos no admiten discusiones.

h) EL TRATADO DE ITAIPU

Las relaciones paraguayo-brasileñas cobraron inusitado impulso cuando el 7 de julio de


1971 se entrevistaron el Presidente del Paraguay, General de Ejército Alfredo
Stroessner, y el Presidente del Brasil, General de Ejército Emilio Garrastazú Médici, con
motivo de inaugurarse el puente sobre el río Apa. En la ocasión se apreciaron, entre
otras cosas, los estudios conjuntos que sin interrupción venían realizándose sobre el
aprovechamiento hidroeléctrico del río Paraná desde e inclusive el Salto del Guairá
hasta la desembocadura del río Yguazú.

Poco después, en abril de 1973, el Presidente Stroessner visitó Brasilia


correspondiendo a una invitación del Presidente Garrastazú Médici en cuya
oportunidad los cancilleres del Paraguay y Brasil, Raúl Sapena Pastor y Mario Gibson
Barboza respectivamente, firmaron el Tratado de Itaipú el 26 de abril a pesar de una
tenaz oposición argentina que en la víspera llegó a protestar violentamente contra el
Brasil acusándole de no cumplir sus compromisos internacionales en torno a la obra de
la represa brasileña de la Isla Solteira, sobre el río Paraná. Así es como la firma del
tratado para la construcción de la mayor represa del mundo en Itaipú, cortando las
aguas del río Paraná, avivó la vieja rivalidad cultural, política y económica entre la
Argentina y el Brasil. Con una producción del orden de diez millones de kilovatios,
Itaipú superará a las de gran capacidad de los Estados Unidos, Unión Soviética, Canadá
y Egipto.

Por el art. 3º del citado tratado, “las Altas Partes Contratantes crean, en igualdad de
derechos y obligaciones, una entidad binacional denominada Itaipú, con la finalidad de
realizar el aprovechamiento hidroeléctrico a que se refiere el Artículo Iº. En el
parágrafo 1° se menciona que “la ITAIPU será constituida por la ANDE y la
ELECTROBRAS, con igual participación en el capital, y se regirá por las normas
establecidas en el presente Tratado, en el Estatuto que constituye su Anexo A y en los
demás Anexos”.

El Tratado de Itaipú fue ampliamente debatido en el Parlamento paraguayo donde la


oposición criticó sus consecuencias políticas y económicas a más del pertinente
instrumento jurídico, tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores. La
bancada liberal radical produjo un dictamen en minoría aconsejando rechazar el
pedido de aprobación del tratado, expresando entre otras cosas que, “al no definirse
previa o simultáneamente la demarcación de la zona litigiosa del Salto del Guairá,
pueden suscitarse situaciones de hecho y conflictivas en perjuicio del legítimo interés
paraguayo”. También la prensa independiente opuso numerosos reparos que fueron
objeto de enconadas controversias en el ámbito nacional.

Sin embargo, el Tratado de Itaipú fue aprobado en el Parlamento con los votos de los
parlamentarios de la mayoría colorada y la minoría liberal con la sola oposición de los
liberales radicales. Entonces el Poder Ejecutivo promulgó la Ley Nº 389, el 11 de julio
de 1973. El canje de los instrumentos de ratificación se produjo en Asunción el 13 de
agosto siguiente. La instalación del ente binacional por los presidentes Alfredo
Stroessner del Paraguay y Ernesto Geisel del Brasil se produjo en Foz de Iguazú, el 27
de mayo de 1974.

BOLIVIA ANTE LOS ALIADOS

a) LAS REVERSALES DE LOS ALIADOS Y LAS GESTIONES DE REYES CARDONA EN BUENOS


AIRES Y RIO DE JANEIRO.

Por el artículo XVI del Tratado de la Triple Alianza se establece que la República
Argentina “será dividida de la República del Paraguay, por los ríos Paraná y Paraguay
hasta encontrar los límites con el Imperio del Brasil, siendo éstos por la margen
derecha del río Paraguay la Bahía Negra”. Estas disposiciones, que afectaban las
pretensiones que sobre el Chaco guardaba Bolivia desde la protesta de Benavente, fue
motivo para que su gobierno se dirigiese a los Aliados solicitando una declaración
oficial respecto a la autenticidad del Tratado.

13
El pedido de Bolivia motivó las reversales de los Aliados, los que expresaron que las
estipulaciones del Tratado “no perjudicaban cualquiera reclamaciones que haga la
República de Bolivia de territorios en la margen derecha del río Paraguay”.
Embarcados los Aliados en una guerra, no iban a crear dificultades voluntariamente y
tal vez otro enemigo disponiendo del territorio de un país cuya amistad o neutralidad
deseaban asegurar (8).

NEGOCIACIONES DE LIMITES CON ARGENTINA

El Imperio del Brasil, que domina el campo militar y, entre bastidores el diplomático,
decide por sí mismo lo que entiende “su perfecto derecho” en los tratados de 1872;
pero cuando la Argentina pretende proceder en la misma forma, se encuentra con una
raya, el río Pilcomayo, que su aliado no le consiente pasar.

La expansión territorial hasta la Bahía Negra, adjudicada a la Argentina por el artículo


XVI del Tratado Secreto, no era más que una promesa del Imperio hecha en un
momento difícil, para contar con un aliado decisivo; pero sin intención alguna de darle
satisfacción, en cuanto las circunstancias lo permitiesen.

En efecto, el famoso dictamen de la Sección Negocios Extranjeros del Consejo de


Estado del Imperio sobre el Artículo XVI del Tratado de 1865, vendría muy pronto a
determinar la posición brasileña ante su aliada del Sur. De modo que después de
servirse del Gobierno de Buenos Aires para destruir al Paraguay, la intención es atraer
a Bolivia para contrarrestar las concesiones hechas a la Argentina. En ambos casos, el
precio ofrecido son tierras paraguayas. El 5 de Mayo de 1866, el Canciller Saraiva
instruye en estos términos al agente diplomático en Buenos Aires, Octaviano de
Almeida Rosa:

“El Gobierno Imperial propone que el Argentino, conservando el territorio de la


margen derecha del Paraguay, en la boca de este río hasta la del Pilcomayo, reconozca
desde luego, como de entera propiedad de Bolivia la región que se extiende desde este
segundo punto hasta la Bahía Negra”.

Son estas mismas las ideas del Emperador, Don Pedro II: “A condición del arrasamiento
de las fortificaciones, es importante y conviene que Bolivia sea también ribereña del
río Paraguay en esa parte (Chaco Boreal) para que más fácilmente se mantenga la libre
navegación”. (Carta al Barón de Cotegipe, Mayo 9 de 1869).

Los estadistas más influyentes del Imperio preparan el plan que pronto entrará en
ejecución.
a) MISIÓN MITRE AL BRASIL

Como las relaciones entre los dos grandes aliados habían alcanzado un grado tal de
tensión y hasta de gravedad después de la firma de los tratados Loizaga- Cotegipe, el
Gobierno de Buenos Aires decidió que era conveniente la normalización de dichas
relaciones enviando a Río de Janeiro al hombre capaz de cumplir una misión tan
importante. Tejedor, Canciller de Sarmiento, seleccionó entonces para el efecto al
general Bartolomé Mitre, a quien encomendó fundamentalmente la misión de
entenderse con el Gobierno del Brasil “a fin de arribar a un acuerdo que, ajustándose a
las prescripciones del tratado de alianza y tomando en cuenta los hechos que se han
producido, establezca la buena armonía que debe existir entre los dos Gobiernos, así
en el presente como en el futuro”.

Mitre quiso rehuir la misión, pero finalmente la aceptó, llegando a Río de Janeiro el 6
de Julio de 1872. Desde su llegada sufrió amargos y notorios desaires personales, aún
de parte del propio Emperador; los soportó con resignación comprendiendo cuánto
interesaba a él y a su país el éxito de su misión. Su paciencia y su habilidad lograron al
cabo de largas gestiones que la alianza quedara nuevamente soldada, mal que bien. El
19 de Noviembre se consignaron en el Acuerdo Mitre-San Vicente el fruto de las
conferencias sostenidas en Río de Janeiro. Los artículos más interesantes son los
siguientes:

“Art. 1º — Se declara y conviene que el tratado de 1º de Mayo de 1865 continúa en


toda su fuerza y vigor, y por lo tanto el Brasil está dispuesto a cumplir todas las
obligaciones recíprocas que él impone a los aliados, y dar y aceptar todas las garantías
en él estipuladas.

Art. 2º — Queda igualmente declarado y convenido que los tratados de la Asunción


celebrados por parte del Brasil en 9 y 18 de Enero de 1872, continúan en su positivo y
pleno vigor. . .

Art. 3° — La República Argentina negociará por su parte con el Paraguay sus


respectivos tratados definitivos de paz, comercio y navegación, así como de límites con
sujeción al tratado de alianza...

Art 4º El Gobierno Imperial cooperará eficazmente con su fuerza moral, cuando los
aliados así lo juzgaren oportuno, a fin de que la República Argentina y el Estado
Oriental lleguen a un acuerdo amigable con el Paraguay respecto a los tratados
definitivos a que se refiere el pacto di alianza.

15
Art. 5º— Si la República del Paraguay no se prestase a un acuerdo amigable, el Brasil y
los demás aliados examinarán la cuestión y combinarán entre sí los medios más
adecuados para garantir la paz, removiendo las dificultades.

Art. 6º — La República Argentina y el Brasil retirarán las fuerzas de sus ejército: que
aún conservan en territorio paraguayo, tres meses después de celebrados los tratados
definitivos de paz entre los aliados y la República del Paraguay, o antes, si ambos
aliados así lo acordaren entre sí. . .

b) MISIÓN LOIZAGA A BUENOS AIRES

Con el acuerdo, precedentemente mencionado, que significaba la promesa del apoyo


brasileño a las pretensiones argentinas, Mitre regresó a Buenos Aires.

Mientras tanto, el Gobierno de Asunción, que también deseaba una pronta solución de
su diferendo de límites con la Argentina, decidió comisionar a Buenos Aires al propio
firmante de los tratados con el Brasil, Don Carlos Loizaga Este tenía como instrucciones
reclamar como paraguayo el territorio de Misiones y el comprendido entre una línea
de Bahía Negra hasta el grado 63 de longitud, frente a Corrientes. Si no podía obtener
esto, cediese las Misiones en cambio del reconocimiento por parte de la Argentina de
todo el territorio del Chaco hasta el Bermejo. Si aún esto no era concedido al Paraguay,
se aplazará la cuestión de límites por diez años, pero a condición de evacuar la
Argentina Villa Occidental y retirar sus fuerzas de la Asunción.

Sin embargo, en vez de empeñarse en cumplir las instrucciones, de entrada las enseñó
al Dr. Tejedor para al final hablar lisa y llanamente de anexión del Paraguay a la
Argentina.

Conocida la posición paraguaya, Tejedor respondió a Loizaga que el gobierno argentino


no podía ni siquiera oír esas proposiciones”. Entonces, éste se vio en la necesidad de
solicitar al Gobierno de Asunción nuevas instrucciones; en cambio recibió solamente la
orden de regresar.

Una vez logrado el Acuerdo Mitre-San Vicente, el Gobierno de Buenos Aires tenía las
manos libres, para exigir al Gobierno paraguayo el inicio de negociaciones que debían
satisfacer sus demandas de límites.

c) MISIÓN MITRE A ASUNCIÓN

El Dr. Tejedor consideraba que era el general Mitre, que tanto éxito había obtenido en
Río de Janeiro, el negociador indicado para el efecto.

Mitre se trasladó entonces a la Asunción en 1873 con instrucciones expresas del


Presidente Sarmiento y el Canciller Tejedor para exigir como argentino todo el Chaco
hasta la Bahía Negra. Ministro de Relaciones Exteriores del Paraguay era entonces Don
José del Rosario Miranda.

También es destacado a Asunción el señor Magalhaes, Barón de Araguaya, con el fin


de prestar al general Mitre, Plenipotenciario argentino, la ayuda moral prometida en el
Protocolo del 19 de Noviembre.

"Sobre el alcance de esta ayuda moral —dice Marco A. Laconich— arroja mucha luz lo
que el Barón manifestó al general Mitre cuando fue explorado en ese sentido:

“El Sr. Magalhaes me replicó, con viveza y casi interrumpiéndome, que ciertamente no
debíamos contar con la cooperación del Brasil en esta cuestión, sino hasta cierto
punto; que en ningún caso nos ayudaría en nuestras exigencias para pretender todo el
Chaco hasta Bahía Negra, agregando que si tales hubieran sido las disposiciones del
Gobierno, él no se hubiese encargado de ejecutarlas por ser de todo punto contrario a
ellas (a esas pretensiones)”. Nota confidencial de Mitre al Canciller Tejedor, fechada en
Asunción el 30 de Junio de 1873.

Confirmaba ello que la diplomacia brasileña había cambiado de frente. Desconocía el


Tratado de Alianza, en la parte de límites con la Argentina, y lanzaba al Paraguay a
resistirle en la cuestión del Chaco. El acuerdo Mitre - San Vicente no resultaría tan
efectivo como lo esperaban en Buenos Aires.

Las bases presentadas por el general Mitre para un acuerdo sobre las fronteras
definitivas se concretan en los siguientes puntos: 1º) Las Misiones para la Argentina;
2º) La isla del Cerrito o Atajo, idem; 3°) El Chaco Central, entre los ríos Bermejo y
Pilcomayo, idem; 4º) Desde el Pilcomayo hasta la Bahía Negra, a decidirse por
comisarios nombrados de común acuerdo o sometido a arbitraje.

“El Plenipotenciario paraguayo —dice el Dr. Aceval en su alegato (citado por


Laconich)— atendiendo a las circunstancias especiales en que se encontraba el
Paraguay en su calidad de vencido y destruido por la Alianza, después de muchas
hesitaciones y aunque firmemente convencido de los derechos del Paraguay a todo el
territorio que siempre ha poseído, se consideró obligado a hacer las mayores
concesiones posibles en obsequio a la paz y armonía con sus vecinos, y se resignó, con
el dolor del patriota, a acordar la cesión a la República Argentina: 1º Del territorio de
las Misiones a la izquierda del Paraná; 2° De la isla del Atajo o Cerrito; 3° De la parte
del Chaco paraguayo comprendido desde el Bermejo hasta el río Pilcomayo, en el
brazo que desemboca casi frente a la Asunción, debiendo quedar lo demás del Chaco,
al Norte de este río hasta la Bahía Negra, reconocido como paraguayo; y para el caso
de no arreglarse así por transacción, propuso que se sometiera al arbitraje todo el
territorio del Chaco discutido, desde el Bermejo hasta la Bahía Negra”.

17
El general Mitre tenía el ánimo dispuesto para aceptar la línea transaccional del
Pilcomayo, convencido de que será inútil pretender más; pero en Buenos Aires el
Canciller Tejedor, tenaz y agresivo, no pensaba ni remotamente dejar de lado su
pretensión casi obsesional de poseer la Villa Occidental. Dichas divergencias surgen del
intercambio de notas confidenciales habidas entre Mitre y Tejedor.

El Plenipotenciario argentino había escrito que “la Villa Occidental es una población
originariamente paraguaya, que siempre estaría presente ante los ojos de este país
como un despojo hecho en nombre de la fuerza”. Refiriéndose al derecho que nace de
las glorias militares —aducidas por Tejedor— replicaba que debió pensarse en eso
“cuando se proclamó que las armas triunfantes no daban ningún derecho y cuando se
declaró que la Villa Ocicdental se conservaba a título de depósito para entregarla al
Paraguay si probaba que era suyo”... “A la penetración de V. E. no puede ocultarse,
que someter al fallo arbitral la Villa Occidental es lo mismo que hacer abandono de
ella” (previsión que el fallo Hayes confirmó después).

Varadas las conversaciones con el Paraguay debido al incidente Mitre-Tejedor a


propósito de la Villa Occidental, el Plenipotenciario argentino regresó a Buenos Aires
con las manos vacías quedando nuevamente interrumpidas las negociaciones, sin plazo
fijo.

Por nota del 2 de setiembre de 1873 el Gobierno paraguayo se permite advertir al


Canciller Tejedor que “no pudiendo la República ceder más de lo que ha cedido, ni
voluntariamente decretar por un tratado su propia ruina”, espera una contestación de
parte del Gobierno argentino hasta el día 30 de noviembre venidero, “pues fenecido
ese término se considerará sin efecto y sin ningún valor las concesiones que el
Paraguay vencido se resignaba no por reconocer derecho alguno a la República
Argentina al territorio que ella exige, sino tan sólo por la fuerza de las circunstancias y
por el íntimo deseo de vivir en paz y buena armonía con una vecina República”.

Tejedor contestó en la parte pertinente del modo siguiente: “el Gobierno argentino no
está dispuesto a cambiar sus anteriores proposiciones, comunicando lo mismo al
Gobierno Imperial”. Y proponiéndose obtener él mismo lo que Mitre no pudo, decidió
viajar a Río de Janeiro para encargarse personalmente de sus deseos.

b) MISIÓN DE JAIME SOSA A RIO; SUS INSTRUCCIONES

Fracasada la Misión Mitre al Paraguay, las conferencias paraguayo-argentinas tienen


por escenario la Corle del Brasil. A tal efecto nuestro Gobierno comisionó al joven
Jaime Sosa y el argentino al propio Dr. Tejedor. El Imperio, por su parte, confía la
defensa de su política a los vizcondes de Río Branco y de Caravellas.
Nuestro comisionado recibió las siguientes instrucciones:

1º Queda autorizado a negociar, ajustar y firmar el tratado de límites con la República


Argentina, bajo una de las siguientes bases:

1) Abandono espontáneo por parte del Gobierno Argentino del arbitraje limitado... y
su sustitución por la línea del Pilcomayo aceptada ad-referéndum por el general Mitre
(cuya línea divisoria debe ser por el brazo principal al Sur de la Asunción).

2) Recomendación de esta línea por Brasil, con la declaración de la retirada inmediata


y simultánea de las fuerzas brasileras que se conservan en esta Capital y en la isla del
Atajo o Cerrito y las argentinas que ocupan el Chaco al Norte del Pilcomayo inclusive la
Villa Occidental, según la indicación hecha por el Sr. Tejedor en la conferencia con el
Sr. Araguaya.

3) Esa misma recomendación, pero modificada cuanto a la retirada de las fuerzas


brasileras, la cual limitaría a las que ocupan la isla de Atajo o Cerrito.

2º Aceptar la línea divisoria por parte del Alto Paraná, por la mitad de la corriente del
canal principal de dicho río, desde su confluencia con el río Paraguay hasta encontrar
los límites del Imperio del Brasil por la margen izquierda, perteneciendo la isla de
Apipé a la República Argentina y la de Yacyretá a la del Paraguay, sin perjuicio de los
arreglos que se hagan sobre las demás islas.

3º Reconocerá las propiedades acordadas por el Gobierno Argentino en la Villa


Occidental, sin perjuicio de tercero.

4º Hará todos los esfuerzos posibles para obtener la devolución de la Villa Occidental
en el estado que hoy se halla, sin indemnización de clase alguna, y para ese fin
solicitaría la amistosa cooperación del Gobierno Imperial.

5° Cederá la isla de Atajo o Cerrito a la República Argentina, haciendo todo lo posible


para obtener la declaración explícita que en ella no se hagan trabajos que perjudiquen
la libre navegación y que los dos canales serán comunes a ambas Repúblicas.

Estas instrucciones llevan fecha 21 de agosto de 1874 y están suscritas por el Vice-
Presidente en ejercicio de la Presidencia Salvador Jovellanos y su Ministro Juan B. Gill.
Sin embargo, según el doctor Cecilio Báez, el Presidente Jovellanos procedió de una
manera desleal y antipatriótica: entregó una instrucción secreta a Jaime Sosa
revocando sus instrucciones oficiales, le autorizaba a confabularse con el Ministro
Tejedor y ceder a la Argentina la Villa Occidental hasta el río Verde.

Por su parte, el Dr. Tejedor era portador de las siguientes instrucciones:

19
“El Gobierno aceptaría sin embargo esta misma transacción (la línea del Pilcomayo)
siempre que se convienen en el mismo acto el Paraguay en ceder a la República
Argentina la Villa (Occidental) con un territorio que tenga por lo menos cuatro leguas
de fondo al Oeste sobre el frente comprendido entre el Arroyo Confuso y cualquier río
más inmediato al Norte. La República Argentina por su parte renunciaría, como ya lo
había anunciado en otra ocasión a la indemnización por gastos de guerra”.

Tejedor, que ya algo tiene aprendido del modus eperandi de la diplomacia imperial, se
asegura antes de emprender viaje la cooperación del plenipotenciario paraguayo. Una
carta confidencial de Sosa, escrita desde Río de Janeiro en fecha 1º de abril de 1875,
lleva a Tejedor este importante secreto: “Cúmpleme manifestar a Vuestra Excelencia
con sincera franqueza, que tanto Vuestra Excelencia como su Gobierno pueden contar
con mi humilde contingente y buena voluntad en todo aquello que de mí dependa
para la consecución de sus grandes y elevados propósitos”. Agregaba Sosa en su
referida carta que, si bien esos grandes y elevados propósitos no son los que abrigan
los hombres de su gobierno, en cambio son “con toda seguridad los de la Nación
paraguaya, y en particular de aquellos que, como elementos más inteligentes,
combatieron al lado de la alianza al tirano López y a los verdugos del pueblo
paraguayo”:

“Tras proporcionarle consejos, “con conocimiento de causa”, el diplomático legionario


—dice Marco A. Laconich— define su papel en las próximas conferencias: “Creo que
con lo dicho basta para que Vuestra Excelencia conozca la disposición en que me
encuentro respecto a la persona de Vuestra Excelencia y su gobierno”.

c) EL TRATADO SOSA-TEJEDOR CEDE VILLA OCCIDENTAL; SU DESAPROBACION POR


EL CONGRESO PARAGUAYO

En Abril de 1875 se iniciaron las conferencias diplomáticas. En dichas conferencias se


plantearon dos soluciones: el arbitraje o la transacción.

La propuesta de arbitraje presentada por Tejedor, comprendía en someter a la


decisión de un árbitro o árbitros nombrados de común acuerdo, la pertenencia de la
Villa Occidental, con su territorio de dos leguas al Sur, cuatro al Norte y cuatro al
Oeste.

Las reglas a las cuales estaría sometido al arbitraje, serían las siguientes:

1º Que cualquiera fuese el resultado, en ningún caso la Villa Occidental podrá salir del
poder de la República a que se adjudicare.
2º Que en la hipótesis de un fallo desfavorable a la República Argentina, los derechos
territoriales adquiridos por los actuales pobladores, serán respetados en propiedad y
dominio.

3º Que en la misma hipótesis, el Gobierno Argentino será indemnizado, previamente a


la entrega, de los gastos hechos en la ocupación y fomento de la Villa, fijándose por
una sentencia arbitral el monto y forma de pago.

4º Que la misma indemnización será debida a los pobladores, desde la posesión que
tomaron las armas argentinas, si quisiesen mudar de domicilio y lo declarasen así
dentro del primer año.

5º Que durante el juicio arbitral podrá mantenerse el statu-quo de la ocupación


brasileña, reduciendo sus fuerzas al número que sostenga el Gobierno Argentino en la
Villa Occidental.

6º Que por el mismo hecho quedan apartados de toda discusión y reconocidos como
propios del Paraguay los territorios al Norte del Pilcomayo, con excepción de la Villa y
municipio sujeto a arbitraje; y como igualmente propios de la República Argentina los
territorios al Sud del río Pilcomayo en toda su extensión, debiendo por lo tanto
desocuparse y entregársele la isla del Atajo.

El Plenipotenciario paraguayo Don Jaime Sosa, no obstante los consejos del Brasil de
decidirse por el arbitraje, optó por la transacción de ceder la Villa Occidental a cambio
de la condonación de la deuda de guerra. Pero la diplomacia imperial no se aviene a
prestar su conformidad con esta decisión, que siempre había rechazado, y por tercera
vez se rompen las negociaciones. Entonces Tejedor ensaya su jugada maestra y, a lo
Cotegipe en Asunción del año 1872, prescinde de su aliado y firma separadamente con
Jaime Sosa el Tratado de Límites del 20 de Mayo de 1875 y la Convención adicional, de
la misma fecha, sobre daños y perjuicios de la guerra. El ajuste de límites registra todas
las pretensiones de la transacción citada. He aquí sus cláusulas:

Art. Iº No obstante el Tratado de 1º de Mayo de 1865, la República Argentina se


dividirá por el Sud y Este de la República del Paraguay por la mitad del canal del río
Paraná hasta encontrar por su margen izquierda los límites del Imperio del Brasil; por
el Oeste, por el Río Paraguay desde su confluencia con el Río Paraná hasta la
desembocadura del Arroyo Verde, situado inmediatamente al Norte de la Villa
Occidental, continuando por el brazo principal del mismo arroyo hasta la distancia de
cuatro leguas en línea recta, por su margen derecha y desde este punto por una línea
paralela del río Paraguay, hasta encontrar el Pilcomayo.

21
Art. 2º Las islas de los ríos Paraná y Paraguay, dentro de los límites expresados, serán
adjudicadas de conformidad con los principios del derecho internacional con excepción
de la isla del Atajo o Cerrito, en la confluencia de los ríos, que desde ahora se declara
del dominio de la República Argentina; y de las islas Apipé y Yacyretá en el Paraná, de
las cuales la primera seguirá perteneciendo a la República Argentina y la segunda al
Paraguay, según lo estipulado en el tratado del 29 de Julio de 1856.

El mismo día se suscribía la Convención Adicional de Daños y Perjuicios. Por esta


Convención el Gobierno Argentino renuncia en favor del Paraguay los gustos de guerra
y daños públicos (art. 1º), y se fija un plazo de un año para que los ciudadanos
argentinos perjudicados por la guerra presenten sus reclamos, pasado el cual ninguno
será admitido. Estos reclamos serán examinados y liquidados por una Comisión Mixta
que se nombrará, dos meses después de canjeadas las ratificaciones y se compondrá
de dos árbitros y dos jueces, escogiéndose a la suerte en el caso de divergencia de
éstos, a uno de los árbitros, quien decidirá la cuestión sin más recurso. Esta Comisión
funcionará en la Asunción. La deuda de esta procedencia será abonada por el Gobierno
paraguayo a medida que se vaya liquidando, en bonos a la par, que ganen el interés de
seis por ciento y gocen de uno por ciento de amortización al año. La amortización se
hará a la par y a la suerte, con asistencia del Cónsul Argentino. Los intereses de los
bonos comenzarán a correr desde la fecha en que se haga el canje de las ratificaciones
del Tratado de Límites y de este Convenio (art. 2º).

“Pero la creencia de Tejedor —dice Marco A. Laconich—, de que ha conquistado al fin


la Villa Occidental, es solamente una ilusión. Pronto el Imperio toca otros resortes de
su mecanismo diplomático. “Si los elementos más inteligentes que combatieron al lado
de la Alianza” respondían a la Argentina, “los menos inteligentes” —según la
autoclasificacion de Sosa— respondían al Brasil. Y como éstos estaban en el Gobierno,
no se hizo esperar una resolución estrepitosa en Asunción”.

De modo que el Gobierno paraguayo, a cuyo frente ya estaba el señor Gill, a los pocos
días de conocer el tratado lo desaprobó por el Decreto del 17 de Junio de 1875, en
cuyo considerando consignaba: “que en dicho tratado, a la vez de haberse separado el
Plenipotenciario Paraguayo de sus instrucciones, llegando hasta el punto de
contrariarlas, se desconocen y perjudican no ya los intereses que la dignidad y el buen
deseo de arribar a un arreglo le habían permitido a la República sacrificar, sino
también sus derechos vitales”.

Por otro Decreto de la misma fecha se expresaba que: “No pudiendo ni debiendo el
gobierno continuar depositando su confianza en don Jaime Sosa por la manera como
se ha conducido en su misión de Plenipotenciario, desviándose de sus instrucciones y
defraudando profundamente aquella confianza al celebrar el Tratado de Límites ad-
referéndum entre esta República y la Argentina en Río de Janeiro, Decreta: 1º Cesa
don Jaime Sosa en el carácter de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en
misión especial cerca del Gobierno de Su Majestad el Emperador del Brasil”.

El presidente Gill (9), temiendo el resentimiento del Brasil, cuyo apoyo solicitaba en la
cuestión con la Argentina, envió al doctor Facundo Machaín ante la Corte de Río de
Janeiro, a fin de dar las satisfacciones correspondientes. Le entregó una carta dirigida
al Vizconde de Río Branco, don José María da Silva Paranhos, en la cual se expresaba
que el viaje del doctor Machaín tiene por objeto hacer presente al Gobierno Imperial
“toda la indignación que nos ha producido un hecho tan detestable y tan en
contradicción con los intereses de la Nación en el espíritu del Gobierno y pueblo
paraguayos, y darle a la vez la más amplia satisfacción por el resentimiento que
pudiera haber producido en el ánimo del gobierno imperial la conducta altamente
desleal e impolítica del señor Sosa, que lejos de buscar, para facilitar y acertar el
desempeño de su cometido, el poderoso y benévolo concurso del gobierno imperial,
como se le ha recomendado en sus instrucciones y notas particulares, se ha retraído,
sancionando una afrenta más sobre el pueblo paraguayo y su gobierno” (julio 22 de
1875).

Comentando la rápida reacción del gobierno paraguayo ante Sosa y las satisfacciones
hechas llegar al Brasil, Eduardo Amarilla Fretes escribe del modo siguiente:
“Indudablemente que la política del Gobierno Paraguayo de aquel entonces, no estará
libre de críticas, por la influencia del Brasil en las cuestiones del Paraguay, pero
contemplados los hechos desde un punto de vista sereno y elevado, nosotros
interpretamos que al Paraguay no le quedaba otro camino para salvarse: buscar el
apoyo del Brasil para sentirse fuerte contra la Argentina que deseaba a toda costa
quedarse con la Villa Occidental y su territorio. En caso contrario, el Paraguay aislado,
sólo, en su calidad de país vencido, desorganizado y pobre, no tendría partida frente a
su contendor victorioso. En ese sentido, la política paraguaya, en lugar de ser errada
estuvo acertada, mediante ella se salvó la Villa Occidental que de quedar en poder de
la Argentina, sería un permanente peligro para la estabilidad del Paraguay, tanto desde
el punto de vista interno como internacional. Interno, porque hubiera sido el foco de
todas las subversiones y atentados contra la estabilidad institucional del Paraguay, e
internacional, por su situación estratégica respecto a nuestra Capital. La República
Argentina, desde la Villa Occidental, podría decretar si lo deseare, la asfixia del
Paraguay”.

Por otra parte, debe consignarse que ambos aliados seguían manteniendo sus fuerzas
de ocupación en nuestro país. “Evidentemente, dice Marco A. Laconich, la
permanencia de las tropas brasileñas después de los ajustes de 1872 tenía una sola
razón de ser: respaldar la intervención de la diplomacia imperial en el arreglo de los

23
límites de la Argentina y el Paraguay en la parte del Chaco. Comprendiéndolo así, el
Canciller Tejedor deseaba eliminar ese estorbo, interesándose especialmente por la
evacuación de las tropas de ocupación, para descontar ventajas; pero el Brasil tenía
otro punto de vista, primero el arreglo de las fronteras paraguayas y la desocupación
después.

“Por otra parte, el gobierno legionario, que con taba con las tropas extranjeras para su
estabilidad política, tenía interés en que la ocupación continuase. La aludida carta de
Jaime Sosa a Tejedor revela que “por orden de mi gobierno debo solicitar por escrito (y
solicité ya verbalmente en varias conferencias) del Gobierno Imperial, la permanencia
de sus tropas en territorio paraguayo por el mayor espacio de tiempo posible”.

f) TRATADO MACHAIN-IRIGOYEN

La presencia de un hombre de temperamento más moderado frente a la Cancillería


argentina, como don Bernardo de Irigoyen, atenuó la política agresiva de Tejedor con
miras a conservar la Villa Occidental “por conveniencias políticas y militares”, como un
trofeo más de la victoria.

El nuevo Canciller insistió, no obstante, por última vez, en una propuesta confidencial,
en las mismas pretensiones; pero una contrapropuesta paraguaya en sentido contrario
fue aceptada en principio. Delineadas entonces las bases generales para un acuerdo, el
Imperio, que comenzaba a inquietarse ante un posible entendimiento directo sin su
intervención, fue invitado para hacerse representar en las conferencias conjuntas, que
esta vez radicarían en Buenos Aires.

Las conferencias se iniciaron el 21 de enero de 1876. Representó en ellas al Paraguay,


el Dr. Facundo Machaín y a la Argentina, el Dr. Bernardo de Irigoyen, ambos
Cancilleres. En nombre del Brasil estuvo presente su Ministro Plenipotenciario en
Montevideo, Barón Aguiar D’Andrada.

El Canciller Irigoyen recordó que dos eran las propuestas discutidas en Río; la
transacción y el arbitraje. El Canciller Machaín manifestó que la transacción fue
rechazada por su Gobierno, de modo que sólo quedaba discutir el arbitraje.

El Plenipotenciario argentino propuso entonces discutir el arbitraje apartando aquellos


territorios sobre los cuales había acuerdo, como ser los límites por el Este y el Sur
(Protocolo Mitre-Miranda 1873) que fijaba las fronteras en el río Paraná. El
Plenipotenciario paraguayo manifestó que reconocería dichos límites, siempre que se
arribara a un acuerdo sobre los demás puntos, y con esta reserva aceptó la redacción
de las bases que posteriormente pasaron a ser los tres primeros artículos del tratado
firmado, poniendo fuera de discusión los territorios de Misiones al Sur del Paraná y el
Chaco hasta el Pilcomayo (línea del general Mitre).

En este estado, el Dr. Irigoyen declara que establecidos los límites por los ríos Paraná,
Paraguay y Pilcomayo, restaba discutir el territorio comprendido entre este último río
y Bahía Negra, hasta cuyo punto decía, la Argentina creía tener derechos, como lo
reconoció el Tratado de la Alianza, y que en tal virtud, proponía se sometiera al
arbitraje el territorio entre Bahía Negra y el Pilcomayo.

El Dr. Machaín se mostró extrañado por la proposición enunciada, dado que la


Argentina se había conformado con limitar el arbitraje a la Villa Occidental y territorio
anexo, y que la Alianza no había reconocido a la Argentina más allá del Pilcomayo.

De modo que, después de un intercambio de discusiones en que ambos Cancilleres


expresaron sus respectivas posiciones, prevaleció como no pudo ser de otra manera
las pretensiones del Dr. Irigoyen, suscribiéndose por fin, el 3 de febrero de 1876, los
tratados de paz, de límites y de comercio y navegación.

El Tratado de Paz impone al Paraguay los gastos de la guerra, daños y perjuicios;


determina la forma de su liquidación y pago. Dispone sobre la navegación de los ríos,
policía fluvial, etc.

El Tratado de Límites deslinda las fronteras argentino-paraguayas en la forma


siguiente:

Art. 1º La República del Paraguay se divide por la parte del Este y Sud de la República
Argentina por la mitad de la corriente del canal principal del río Paraná desde su
confluencia con el río Paraguay, hasta encontrar por su margen izquierda los límites
del Imperio del Brasil; perteneciendo la isla de Apipé a la República Argentina, y la Isla
de Yacyretá a la del Paraguay, como se declaró en el tratado de 1856.

Art. 2º Por la parte del Oeste, la República del Paraguay se divide de la República
Argentina por la mitad de la corriente del canal principal del río Paraguay, desde su
confluencia con el río Paraná, quedando reconocido definitivamente como
perteneciente a la República Argentina el territorio del Chaco hasta el canal principal
del río Pilcomayo, que desemboca en el río Paraguay en los 25º 20 m. según el de
Brayer.

Art. 3º Pertenece al dominio de la República Argentina la isla del Atajo o Cerrito. Las
demás islas firmes o anegadizas que se encuentran en uno u otro río, Paraná y
Paraguay, pertenecen a la República Argentina o a la del Paraguay, según sea su
situación más adyacente al territorio de una y otra República, con arreglo a los
principios del Derecho Internacional que rijan esta materia. Los canales que existen,

25
entre dichas islas, incluso la del Cerrito son comunes para la navegación de ambos
Estados.

Art. 4º El territorio comprendido entre el brazo principal del Pilcomayo y Bahía Negra
se considerará dividido en dos secciones, siendo la primera comprendida entre Bahía
Negra y el río Verde que se halla en los 23º 10 m. de latitud Sud, según el mapa de
Mouchez; y la segunda la comprendida entre el mismo río Verde y el brazo principal
del Pilcomayo, incluyéndose en esta Sección la Villa Occidental.

El Gobierno Argentino renuncia definitivamente a toda pretensión o derecho sobre la


primera sección.

La propiedad o derecho en el territorio de la segunda sección, inclusa la Villa


Occidental, queda sometida a la decisión definitiva de un fallo arbitral

Art. 5º Las Altas Partes Contratantes eligen como Árbitro para resolver el dominio de la
segunda sección arriba citada, al Presidente de los Estados Unidos de Norte América.

Marco Antonio Laconich juzga en estos términos la firma de dichos tratados: “Así,
pues, la Argentina renunció a lo que no podía renunciar, porque nunca le perteneció, y
el Paraguay reconoció como argentino lo que siempre había sido paraguayo. El
despojado reconoce y el conquistador renuncia”. . .

g) LAUDO ARBITRAL DEL PRESIDENTE ESTADOUNIDENSE RUTHERFORD B. HAYES

El arbitraje fue aceptado por el Presidente de los Estados Unidos de Norte América, Dr.
Rutherford B. Hayes. Para la presentación de sus respectivos alegatos el Paraguay
designó al Dr. Benjamín Aceval, y la Argentina al Dr. Manuel R. García. Las respectivas
memorias fueron redactadas, para el Dr. Aceval, por el Dr. José Falcón con valiosos
datos; y para el Dr. García, por el Dr. Ángel J. Carranza.

Aceval no se limitó a demostrar los derechos del Paraguay en la zona litigada. Su


exposición abarca no solamente la región situada entre los ríos Verde y Pilcomayo, sino
también el Chaco Central, entre los ríos Bermejo y Pilcomayo, y la zona comprendida
entre la Bahía Negra y el río Verde. El alegato paraguayo considera el Chaco como
unidad histórica y geográfica, y demuestra que el Paraguay ejerció dominio sobre ese
territorio en general, sin particularizar su posesión sobre zona o región determinada.

Aceval presentó su memoria con los anexos el 20 de marzo de 1878. El alegato hacía
constar que “tantos y tan preciosos documentos que eran más concluyentes aún sobre
los derechos del Paraguay han desaparecido de los Archivos de la Asunción en el
torbellino de la desastrosa guerra de cinco años”, pero que, “con todo”, los
documentos que se han salvado de la gran catástrofe que ha desolado al Paraguay, y
cuyos testimonios van anexos, así como los mapas y autores que se citan, son a mi
juicio más que suficientes para llevar al ilustrado criterio de V. E. la suficiente luz y el
convencimiento de sus innegables derechos”.

El 12 de noviembre de 1878 se produjo el fallo arbitral sobre el mejor derecho a la


zona del Chaco comprendida entre el río Verde y el Pilcomayo. Laudo breve y conciso,
resolvió la cuestión a favor del Paraguay. Como se recordará, ya el general Mitre había
prevenido a Tejedor en 1873 que: “A la penetración de V. E. no puede ocultarse, que
someter el fallo arbitral a la Villa Occidental es lo mismo que hacer abandono de ella”.
Con este criterio razonaría el doctor Juan Bautista Alberdi cuando, —nos relata Marco
A. Laconich— en tren de confidencias con el señor Mallarin, no ocultó que de
someterse también al arbitraje el Chaco Central y las Misiones “eran muy fácil su
pérdida’'.

"La opinión de Alberdi no es caso aislado, pues lo mismo pensó otro gran argentino,
don Carlos Pellegrini: “La frase (la victoria no da derecho) no fue una realidad ni en el
momento que se la lanzaba, puesto que nuestras fronteras hasta el Pilcomayo, aunque
para nosotros fuera una reivindicación, para el Paraguay fue una imposición de la
victoria, y la sentencia del árbitro sobre la pequeña porción de territorio que
sometimos a juicio, vino a comprobarnos que nuestro título no era tan incuestionable
como pretendíamos”. (Carta a Indalecio Gómez, julio 21 de 1902).

El Presidente Hayes declaró: que “habiendo tomado en debida consideración las


referidas exposiciones y documentos, vengo en decir por la presente que la expresada
República del Paraguay tiene legal y justo título a dicho territorio situado entre los ríos
Pilcomayo y Verde, así como a la Villa Occidental comprendida dentro de él; en
consecuencia, vengo en adjudicar por la presente a la expresada República del
Paraguay el territorio situado sobre la orilla occidental del río de dicho nombre entre el
río Verde y el brazo principal del Pilcomayo, inclusa la Villa Occidental.

Definida en la forma precedentemente mencionada la cuestión de la Villa Occidental,


se acordó que la entrega de ella se haría el 14 de mayo de 1879, y fue designada para
tomar posesión del territorio reconocido como indiscutiblemente paraguayo, una
comisión especial integrada por los Sres. general Patricio Escobar, Dr. Benjamín Aceval
y D. Higinio Uriarte.

El día señalado embarcóse la Comisión a bordo de la cañonera de la escuadra brasileña


“Fernándes Viera”, siendo recibida en la plaza por el Secretario Gobernador interino,
Luís J. Fontana, y conducida al edificio de la Gobernación.

Siendo las 12 horas del día, los comisionados de ambos países, se encaminaron a la
plaza donde estaba enarbolada la bandera argentina. Allí, ante las fuerzas paraguayas

27
y argentinas formada, entre una salva de 21 cañonazos fue bajada la bandera
argentina por el Gobernador interino Fontana, después de haber pronunciado un
breve discurso alusivo al acto.

Inmediatamente después fue enarbolada por los miembros de la Comisión Paraguaya,


el tricolor nacional, también saludado por 21 cañonazos. El Dr. Aceval pronunció el
discurso de circunstancia.

Seguidamente, al pie del asta de bandera donde volvía a flamear nuestro estandarte,
se firmó el acta respectiva de toma de posesión por el Paraguay del territorio
reintegrado a su dominio.

Cabe destacar, finalmente, que en mérito al justiciero acto del Presidente Rutherford
B. Hayes, el Congreso paraguayo —por ley del 13 de mayo de 1879— tuvo un gesto no
menos justiciero para él: determinó que será cabeza del Departamento del Chaco, la
Villa Occidental, en lo sucesivo con el nombre de Villa Hayes.

El Chaco fue salvado de la voracidad argentina (10).

El 22 de junio de 1876 las fuerzas imperiales evacuaron Asunción tras una ocupación
de siete años.

El día fue declarado fiesta nacional. La desocupación del territorio fue un triunfo para
la Nación y el Gobierno.

h) RETIRO DE LOS ÚLTIMOS INVASORES

“El Presidente Juan Bautista Gill, —nos relata Efraím Cardozo— a poco de firmado el
tratado Machaín-Irigoyen reclamó la inmediata desocupación del territorio paraguayo.
Y se empeñó grandemente en obtenerla. No fue sino el 12 de mayo de 1876 que
comenzó la evacuación. El efectivo que mantenía el imperio era de ocho mil hombres .
. El día 22 de junio de 1876 se embarcaron en el puerto de Asunción los últimos
soldados del imperio, que formaban el 8º de infantería. Inmenso fue el júbilo nacional.

Ese mismo -día el Congreso Nacional sancionó y el Poder Ejecutivo promulgó una ley
que declaró feriado el 22 de junio. . . También el Presidente Gill lanzó una proclama
señalando la significación del acto. Comenzaba así: “Como consecuencia de la
desastrosa guerra de cinco años que sostuvo el país contra los ejércitos de la Triple
Alianza,-quedó a pesar de la paz, ocupado militarmente nuestro territorio por una
fuerza argentina, otra brasileña. El estado de postración a que quedó reducida nuestra
patria, indujo tal vez a los primeros gobiernos nacionales constituidos bajo el amparo
de la alianza, a no oponerse a esa ocupación, que sin duda consideraron como una
garantía de orden y estabilidad. En efecto, rotos totalmente los resortes que
vinculaban y unían al sistema administrativo del dictador Francisco Solano López;
derribado su gobierno y rebajado el principio de autoridad, no fuera extraño que los
primeros ciudadanos que ocuparon el poder, creyeran necesitar las fuerzas extranjeras
para crear a su sombra, una nueva administración y afianzar la tranquilidad interna de
la República. Más de seis años han transcurrido desde que se firmó el tratado
preliminar de paz; más de seis que la guerra llegó a su definitivo término; hemos
logrado reconstruir nuestra nacionalidad y restablecer la autoridad requerida para el
libre ejercicio de nuestros derechos como nación soberana e independiente.
Agrupados todos en torno a nuestra gloriosa bandera, proclamamos leyes
fundamentales, y organizados al fin de una manera conveniente, no había ya razón
ostensible para que esa ocupación militar se prolongara por más tiempo”.

RELACIONES CON BOLIVIA

a) TRATADO DECOUD-QUIJARRO

Después del laudo Hayes fue comisionado a Asunción con el rango de Enviado
Extraordinario y Ministro Plenipotenciario el Dr. Antonio Quijarro, quien sin hacer
ninguna exposición de los títulos de Boiivia pretendía aducir la conveniencia
económica que reportaría al Paraguay la cesión de una parte del litoral y el consiguiera
acusamiento del comercio boliviano hacia el Río de la Plata por el territorio paraguayo.
Bolivia, conviene recordar, terminaba de perder su costa marítima en la guerra del
Pacífico que juntamente con el Perú sostuvo contra Chile, y quiso ganar una salida al
Río de la Plata por el río Paraguay para romper su enclaustramiento.

Las proposiciones de Quijarro, amistosamente planteadas, encontraron atmósferas


favorable en la esfera oficial donde se creía que ella aportaría la solución de los
angustiosos problemas económicos en que se debatía el Paraguay. Así, el 15 de
octubre de 1879, el Ministro Plenipotenciario Quijarro y el Ministro de Relaciones
Exteriores José Segundo Decoud, firmaron el tratado por el que el segundo cedía al
primero el territorio chaqueño situados al norte del Paralelo del río Apa. Más de la
mitad del Chaco era transferido a Bolivia por una supuesta conveniencia económica
verdaderamente absurda. Sin embargo, el Congreso Nacional, haciéndose eco del
sentir del pueblo, repudió indignado esta donación simple y llana del territorio
chaqueño.

El Art. 1º decía: “Las Repúblicas del Paraguay y de Bolivia declaran que han convenido
amigablemente en fijar sus límites divisorios, sin discutir títulos ni antecedentes, y sin
que las estipulaciones del presente Tratado importen la renuncia de los derechos que
Bolivia tuviere que hacer valer en su cuestión de límites con la República Argentina”.

29
El Art. 2º consignaba: “La República del Paraguay se divide de la de Bolivia, al Norte del
territorio en la derecha del Río Paraguay, por el paralelo que parte de la
desembocadura del Río Apa hasta encontrar el Río Pilcomayo. En consecuencia, el
Paraguay renuncia a favor de Bolivia el derecho al territorio comprendido entre el
mencionado paralelo y la Bahía Negra; y Bolivia reconoce como perteneciente al
Paraguay la parte Sud hasta el brazo principal del Pilcomayo”.

El Art. 3º aclaraba que “Aquella parte del Río Pilcomayo que antes o después del
arreglo de límites entre la República Argentina y Bolivia fuera del dominio de esta
última, se entiende que se divide de la República del Paraguay por la mitad del canal
principal de dicho Río o de su brazo más importante.
b) FIN DE LA PRIMERA DÉCADA DE LA GUERRA

Con don Cándido Bareiro, que había asumido la presidencia de la República el 25 de


noviembre de 1878, habría de terminar la primera década de la post-guerra. Su
Gobierno, que duró hasta su muerte el 4 de septiembre de 1880, “era la transición del
poder de las manos quemantes para nuestro nacionalismo, a las de la ciudadanía
irreductible y heroica de la raza. Representaba la hora de las retiradas estratégicas de
las servidumbres enemigas; de los que rubricaron el dicterio oprobioso contra el
primer soldado de la República: Francisco Solano López”, al decir de Alonso Ibarro.

Por su parte, Antonio E. González, nos hace la siguiente descripción: “La primera
década de la post-guerra transcurre en medio de sobresaltos políticos anunciadores de
graves sucesos futuros; los encomenderos transformados en comerciantes, de
comerciantes en ideólogos liberales, de ideólogos liberales en legionarios y de
legionarios en gobierno liberal, no se entienden entre sí: no se trata de trabajar para
rehacer los derruidos hogares, sino de apoderarse del mando, de usufructuarlo, de
actuar en intermediarios de empresas nacientes. Y los cargos públicos son escasos en
cantidad y exiguos en remuneración: el presupuesto de la nación derrumbada, y las
posibilidades son demasiado pequeñas para tanto aspirante. Los arañazos se suceden.
La puja es sin piedad ninguna. Se mata por el poder, se asalta el palacio y la silla
presidencial, se toman los cargos a manotones y a tiros de fusil. El batallón “Guarará”,
predecesor conspicuo de la policía liberal y del ejército liberal, asegura a unos los
puestos y baja a otros a empellones o asesina presos en la cárcel y en las calles.

Los antiguos soldados del mariscal regresan de los campos de prisioneros, y los
campesinos rehacen a golpes de brazo la pequeña economía individual. Pero todos
ahora chocan con una triste realidad: el producto del trabajo no les pertenece, ahora
son sus dueños los nuevos encomenderos que han empezado a vender al extranjero
las fuentes de la riqueza nacional. Ahora el paraguayo debe trabajar, a jornal o vender
sus productos agrícolas a un intermediario. La libertad liberal se ha encargado de
encontrar dueño a la plusvalía del brazo paraguayo.

La rebelión se enciende: el paraguayo no puede soportar la estafa. Pero sus fuerzas


son demasiado pequeñas: se produce el período de la lucha entre el arco aborigen de
madera y la coraza del conquistador. El paraguayo debe bajar la cabeza y aceptar el
salario, y si quiere trabajar la tierra, debe pagar un arrendamiento al nuevo dueño que
ha llegado a la patria envuelto en nubes de incienso liberal, al nuevo dueño que le ha
despojado de la tierra.

La tierra ya no pertenece a quien la trabaja. Asunción deja de ser el asiento del estado
fuerte, del estado control, del estado regulador, del estado motor: ahora es sede de
agentes de comercio, de revendedores, de intermediarios, y de gobernantes liberales

31
cuya ejecutoria es actuar de capataces de compradores de tierra y de productos y de
empresarios que todos los días llegan en vapores que surcan las aguas del río nacional
hasta entonces libres.

La patria vieja, la patria de la independencia, la patria del guaraní y del paraguayo, ha


muerto. Ahora imperan soberanos y prepotentes, el encomendero, el comerciante y el
político asalariado por las empresas.

Ya un existe el estado fuerte. Ahora es el estado liberal”.


ANEXO DE MAPAS:

33
35
37
ORIGEN DE LOS MAPAS PUBLICADOS:

MAPA "A": Tomado de EL PARAGUAY MUTILADO de MARCO ANTONIO LACONICH. Año


1938.

39
MAPA “B”: Tomado de POLITICS OF THE CHACO PEACE. Año 1970 de Leslie Rout.

MAPAS “C”, "D", "E", “F”: Tomados de CANCILLERES Y OTROS DEFENSORES DE LA


REPÚBLICA, de LUIS G. BENÍTEZ.

MAPA "G" : Similar al "B".

Referencias:

HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL PARAGUAY DE 1869-1938 Por ANTONIO SALUM-FLECHA


TERCERA EDICIÓN – CORREGIDA Y AUMENTADA INSTITUTO PARAGUAYO DE
ESTUDIOS GEOPOLÍTICOS E INTERNACIONALES

EL CHACO PARAGUAYO UNA HISTORIA DE DESPOJOS, RENUNCIAS, MUTILACIONES Y


ENTREGAS ARTURO RAHI Arandurã Editorial

También podría gustarte