Incidentes Diplomáticos Del Paraguay
Incidentes Diplomáticos Del Paraguay
TRATADOS Y
ACUERDOS.
La demarcación de los límites con Argentina, Brasil, y Bolivia. Tratados de Límites, con Brasil y
Argentina. El Chaco, pretensiones bolivianas. • El tratado Decoud-Quijarro. Bolivia penetración
en el Chaco. Incidente diplomático – solución del problema. Incidente diplomático paraguayo
boliviano en Washington. • La diplomacia Americana y la guerra del Chaco. • La comisión de
Neutrales, propuesta, declaración americana del 3 de agosto de 1932, respuestas de las partes.
• Acta de Río de Janeiro y respuesta paraguaya. Proyectos energéticos y relaciones
diplomáticas. La cuestión del Salto del Guaira. • Proyecto brasileño y protesta paraguaya. La
cuestión de la frontera seca. Ocupación brasileña en un sector. • Notas de la Cancillería
Paraguaya: 25/09/65 y del 14/XII/65, respuesta de la Embajada del Brasil.
Este Tratado, sin embargo, tiene sus antecedentes y, de revisarlos, es casi seguro que
comprenderemos mejor las posteriores desinteligencias que se produjeron entre
argentinos y brasileños en el momento de la repartición del botín.
Por su parte, el Gobierno argentino llegó a proponer al Gobierno del Brasil un proyecto
de tratado de paz que se impondría al Paraguay en la creencia seguramente de que la
guerra no duraría tanto. En él, “el territorio de la República Argentina se dividirá del de
la República del Paraguay por la mitad del canal principal de los ríos Paraná y Paraguay,
y desde los límites de la República Argentina con el Imperio del Brasil en la margen
izquierda del Paraná hasta los límites con el mismo Imperio en la margen derecha del
Paraguay, que son la Bahía Negra” ... Las islas de Apipé y del Atajo son reconocidas ya
como pertenecientes a la República Argentina y la de Yacyretá a la del Paraguay” ...
"Queda así definida la acción futura del Imperio respecto del Chaco —escribe Marco
Antonio Laconich—; después de servirse del Gobierno de Buenos Aires para destruir al
Paraguay, la intención es atraer a Bolivia para contrarrestar las concesiones hechas a
Argentina. En ambos casos, el precio ofrecido son tierras paraguayas”.
El Brasil estuvo representado por da Silva Paranhos, la Argentina por el Dr. Tejedor y el
Uruguay por el Dr. Rodríguez. “Las discusiones — dice Amarilla Fretes — fueron
prolongadas, no llegándose a acuerdo concreto sobre los dos puntos que dividía la
opinión de los plenipotenciarios, cuales eran, la cuestión de límites y la demolición de
las fortificaciones de Humaitá”. (5)
1º) que los gobiernos aliados irían a negociar con el Paraguay los ajustes de paz de
acuerdo con el convenio preliminar del 20 de Junio de 1870.
Respecto al proyecto definitivo del Tratado de Paz, los representantes aliados llegaron
a un acuerdo; la divergencia se mantuvo en lo referente a la cuestión de límites. En
este terreno, la Argentina buscaba que el Brasil no se inmiscuyera en la cuestión de
límites con el Paraguay de modo a imponerle los que ya estaban fijados por el Tratado
de la Alianza. Con ello pasaba definitivamente a olvido la mentada frase de Varela de
que “la victoria no da derecho”.
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c) BRASIL SE DESLIGA DE SU COMPROMISO DE NO NEGOCIAR POR SEPARADO;
TRATADO LOIZAGA - COTEGIPE
El Tratado de Paz, que consta de 23 artículos, legisla sobre paz y amistad perpetua
entre ambos países; determina que los límites serán ajustados y definidos en Tratado
especial; reconocimiento por parte del Paraguay de la indemnización de los gastos de
la guerra del Imperio; la libertad de navegación de los ríos desde su boca hasta los
puertos habilitados, para navíos mercantes y de guerra de países ribereños; respeto
perpetuo de la independencia, soberanía e integridad del Paraguay; restitución
recíproca de los prisioneros de guerra, etc.
Del Salto Grande de las Siete Caídas continúa la línea divisoria por la cumbre de la
sierra Mbaracayú hasta donde ella concluye.
De ahí sigue en línea recta, o que más se le aproxime por los terrenos más elevados a
encontrar la sierra de Amambay.
Prosigue por lo más alto de esta sierra, hasta la naciente principal del río Apa, y baja
por el canal de éste, hasta su boca en la margen oriental del río Paraguay.
Todas las vertientes que corren para el Norte y Este pertenecen al Brasil, y las que
corren para el Sud y Oeste pertenecen al Paraguay”.
Cuando llegó a Buenos Aires la noticia de la firma de los tratados con el Brasil, el
gobierno argentino se sintió no solamente desairado sino humillado. La opinión
pública no fue menos sensible. “La Nación” de Buenos Aires renovó sus críticas a la
doctrina Varela en los siguientes términos: “Tomó en serio (el Gobierno) una doctrina
buena como arma de oposición, pero inadmisible como base de una política sabia y
patriótica; reconoció al Paraguay para discutir cuestiones resueltas por el Tratado de la
Alianza; consintió que los aliados tratasen separadamente, y adoptó otros principios
tan peligrosos y arriesgados como esos”.
También sostuvo, que la ocupación militar después de la guerra, por el Imperio sólo,
no podía garantizar bien la existencia de la República ayudándola a salir del abismo en
que había caído. El protectorado en tal caso sería en otros términos la absorción; y de
este modo la República Argentina aparecía a los ojos de las naciones haciendo la
alianza y la guerra para el engrandecimiento del Imperio.
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El Brasil contestó en términos mesurados pero enérgicos. Y haciendo caso omiso de
sus exigencias, ratificó el Tratado de Asunción. La nueva réplica de Tejedor adquirió
entonces un tono de gran violencia. En la nota anterior el Brasil había hecho un
intencionado recuerdo de Caseros; en ésta replicaba Tejedor con la mención de
Ituzaingó. La guerra de notas contribuyó a caldear el ambiente. La prensa argentina,
sin excepción, predicó la guerra al Brasil; los diarios de Río hablaron de aplastar a la
Argentina. Ambos países realizaron apresurados preparativos bélicos y algunas
naciones ofrecieron su mediación, considerando inminente la guerra. Pero ésta, que
sería la consecuencia más lógica, no vino porque ambas potencias se habían
desgastado considerablemente en la campaña contra el Paraguay.
Empero, la Argentina, que era el aliado agraviado por el Brasil, reaccionó contra el
Paraguay. El 31 de Enero de 1872, el Presidente Sarmiento nombró al general Julio de
Vedia, Gobernador de los territorios del Chaco, con retención de su cargo de
Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Argentinas, durante su permanencia en
Paraguay. Al conocerse en Asunción la mutilación de hecho de que era objeto la mitad
de su territorio, el Gobierno paraguayo elevó inusitadamente el tono de su protesta
anterior en su nota del 18 de Febrero, expresándose como sigue:
Más adelante se muestra todavía más categórico y preciso al mencionar que “el
Gobierno de la República del Paraguay ve en el Decreto del Gobierno Argentino una
amenaza a su existencia política; un desconocimiento de sus derechos como nación
soberana, independiente y libre; un ataque directo a su integridad territorial; y por
último, mira como una conquista que hace, prevalido de la fuerza, a falta de títulos
legítimos” ... “Pero ante semejante Decreto ya no queda duda al pueblo paraguayo de
las ideas de absorción que tiene la República Argentina sobre el Paraguay, y es por esta
razón que el Gobierno cumpliendo su deber, protesta y no reconocerá el Chaco por
territorio argentino, hasta que no se presenten mejores títulos que los que él posee”.
La vehemencia del tono en que fue escrita la nota precedentemente mencionada,
supone inevitablemente la influencia de los diplomáticos brasileños en el Gobierno
paraguayo.
El Salto del Guairá o Salto Grande de las Siete Caídas como lo llama el Tratado de 1872,
es un accidente acuático fluvial que se forma cuando el río Paraná, que corre de Norte
a Sur, es interceptado por la Cordillera de Mbaracayú, originándose un gran embalse
que produce numerosas caídas de agua, de las cuales siete son las principales.
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atraviesa todo el estuario y va a tocar territorio brasileño, a la altura de Ciudad Guayra,
dejando la totalidad de los Saltos, sin excepción dentro del dominio paraguayo. Sobre
el particular, el doctor Cardozo expresa: “Al firmarse el Tratado de 1872 la situación
posesoria era clara: el Paraguay estaba en posesión de los Saltos del Guairá. Era el
soberano secular. Pero el Brasil era el vencedor. Y el Paraguay estaba hecho ruinas, sin
voluntad ni fuerza para oponerse a los designios de su victorioso contendor. Así como
el tratado que se le arrancó con la punta de la bayoneta ensangrentada de Cerro Corá
consumó la pérdida de tantas tierras que anteriormente habían sido del Paraguay,
pudo haberse adjudicado el Brasil la soberanía de los Saltos del Guairá. De nada
hubieran valido, en ese momento, todos los títulos de la historia. ¿Fué así? ¿El Tratado
de 1872 innovó la situación existente en los Saltos? ¿Consagró su cesión al Brasil?
A dichas interrogantes responde el mismo Cardozo diciendo: “Si de manera tan fácil y
expeditiva con un sólo trazo de caligrafía, en la mesa de las “negociaciones”, el Barón
de Cotegipe logró el traspaso de enormes extensiones de territorio de manos de su
primitivo soberano, el Paraguay, a las del Imperio del Brasil cuyo único derecho era el
de la conquista, por qué habría de encontrar dificultad en hacer la misma operación
tratándose de los Saltos del Guairá? De nada hubieran valido los títulos emanados de
la historia y la posesión ininterrumpida, ante el hecho brutal de la conquista. Loizaga
hubiera tenido que aceptarlo como consintió todas las otras adjudicaciones. Si tal
hubiera sido su voluntad el Brasil se hubiera adjudicado los Saltos. Pero no lo hizo. En
el Tratado de 1872 no se registró la adjudicación de los Saltos del Guairá al Brasil. Ni
siquiera su partición, como se hizo con los demás accidentes geográficos adoptados
como fronteras (los ríos por su cauce o canal, las cordilleras por sus cumbres). Los
Saltos conservaron su unidad. Quedaron como estaban. El Brasil dejó en pie el estado
de derecho vigente en 1872 respecto de la soberanía de los Saltos. Y el Paraguay era
en el momento de la firma del Tratado, como lo fue desde el comienzo de su historia,
el único señor, con soberanía jamás compartida ni nunca restringida. El Brasil respetó
esa situación”.
La segunda tesis pertenece al doctor Juan José Soler, quien en cambio sostiene la
copropiedad del Salto en su trabajo “Las Cataratas del Guairá son del Brasil, del
Paraguay o de ambos?”. “Tesis aceptada por el Paraguay según instrucciones cursadas
por la Cancillería Nacional a la Embajada del Paraguay en Río de Janeiro el 12 de junio
de 1963. Además, en un mapa de la Comisión Nacional Demarcadora de Límites del
año 1966, la línea roja de la demarcación ya no llega a la otra orilla sino que muere en
el canal del río, a la altura de la primera caída.
Volvamos otra vez al artículo primero del Tratado de 1872 que dice: “El territorio del
Imperio del Brasil se divide del de la República del Paraguay por el cauce o canal del río
Paraná, desde donde comienzan las posesiones brasileñas en la boca del Yguazú hasta
el Salto Grande de las Siete Caídas del mismo río Paraná”. La soberanía del Paraguay
no puede, por tanto, morir en la costa. Debe llegar al canal porque ese es su límite. Y
debe llegar, siguiendo ese canal, hasta el Salto, porque es allí y no en la costa, donde
empieza la segunda línea divisoria.
Prosigue el artículo primero: “Del Salto Grande de las Siete Caídas, continúa la línea
divisoria por la cumbre de la Sierra de Mbaracayú hasta donde ella concluye”. La
cumbre del Mbaracayú es el ramal norte.
Siendo, pues, el Salto un mojón natural —donde termina la línea y nace otra— se
puede prescindir de él. Además, —continúa Soler— no está en un río nacional
brasileño, sino en un río internacional. Para lo primero —es decir para que sea
nacional— es menester que el tratado dijera que el límite empieza o termina en la
costa paraguaya, cosa que el tratado no dice. Y siendo el Paraná en ese tramo un río
internacional, sus aguas son de ambos ribereños, separados por el canal o la línea
media. Y la comunidad apuntada, se extiende en los ríos internacionales a la caída de
sus aguas.
De modo que, como queda visto, el Brasil se reservaba la apropiación de todo el Salto
mediante el Ygurey como límite. Y aunque no se adoptó dicho río, la tesis
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predominante en el Brasil sigue siendo la de que el salto del Guairá le pertenece
íntegramente”.
“El nombre de Ygurey —consigna por su parte Marco Antonio Laconich—, que se da al
primer río que desemboca en el Paraná por su margen derecha abajo del Salto Grande,
era seguramente una forma de resolver igualmente por la fuerza las controversias
pasadas, sobre la verdadera ubicación de dicho río Ygurey, que era conocido también
por los nombres de Yaguarey, Monice o Ybineima según comprobación de los
comisionados españoles y está situado muy al norte del Salto Grande, aún más arriba
del río Igatimí.
La solución del diferendo, en lo que al retiro de tropas se refiere, vino con la entrevista
de los Cancilleres Raúl Sapena Pastor y Juracy Magalhaes en Foz de Iguazú, donde se
firmó el Acta de su nombre el 22 de junio de 1966. También en dicho acta, ambos
cancilleres proclamaron la disposición de sus respectivos gobiernos de proceder, de
mutuo acuerdo, al estudio y evaluación de las posibilidades económicas, en particular
de los recursos hidráulicos, pertenecientes en condominio a los dos países, del Salto
del Guairá; y acordaron “en establecer, desde ya, que la energía eléctrica
eventualmente producida por los desniveles del río Paraná, desde e inclusive el Salto
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del Guairá hasta la boca del río Iguazú, será dividida en partes iguales entre los dos
países.
Se nota así que, si bien el Brasil ha variado en forma radical su posición con respecto a
los recursos hidráulicos del Salto del Guairá, ha mantenido en cambio, firme su
posición en el diferendo sobre demarcación y caracterización de un tramo de la línea
fronteriza.
2) Que la línea de frontera llega frente a la Quinta Caída y surca el río Paraná dejando
al norte y al este, —es decir a Brasil— el Salto.
3) Que el Salto del Guairá es de pertenencia exclusiva del Brasil y se halla íntegramente
situado en territorio brasileño y sobre el que dice ejercer posesión desde hace casi un
siglo.
h) EL TRATADO DE ITAIPU
Por el art. 3º del citado tratado, “las Altas Partes Contratantes crean, en igualdad de
derechos y obligaciones, una entidad binacional denominada Itaipú, con la finalidad de
realizar el aprovechamiento hidroeléctrico a que se refiere el Artículo Iº. En el
parágrafo 1° se menciona que “la ITAIPU será constituida por la ANDE y la
ELECTROBRAS, con igual participación en el capital, y se regirá por las normas
establecidas en el presente Tratado, en el Estatuto que constituye su Anexo A y en los
demás Anexos”.
Sin embargo, el Tratado de Itaipú fue aprobado en el Parlamento con los votos de los
parlamentarios de la mayoría colorada y la minoría liberal con la sola oposición de los
liberales radicales. Entonces el Poder Ejecutivo promulgó la Ley Nº 389, el 11 de julio
de 1973. El canje de los instrumentos de ratificación se produjo en Asunción el 13 de
agosto siguiente. La instalación del ente binacional por los presidentes Alfredo
Stroessner del Paraguay y Ernesto Geisel del Brasil se produjo en Foz de Iguazú, el 27
de mayo de 1974.
Por el artículo XVI del Tratado de la Triple Alianza se establece que la República
Argentina “será dividida de la República del Paraguay, por los ríos Paraná y Paraguay
hasta encontrar los límites con el Imperio del Brasil, siendo éstos por la margen
derecha del río Paraguay la Bahía Negra”. Estas disposiciones, que afectaban las
pretensiones que sobre el Chaco guardaba Bolivia desde la protesta de Benavente, fue
motivo para que su gobierno se dirigiese a los Aliados solicitando una declaración
oficial respecto a la autenticidad del Tratado.
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El pedido de Bolivia motivó las reversales de los Aliados, los que expresaron que las
estipulaciones del Tratado “no perjudicaban cualquiera reclamaciones que haga la
República de Bolivia de territorios en la margen derecha del río Paraguay”.
Embarcados los Aliados en una guerra, no iban a crear dificultades voluntariamente y
tal vez otro enemigo disponiendo del territorio de un país cuya amistad o neutralidad
deseaban asegurar (8).
El Imperio del Brasil, que domina el campo militar y, entre bastidores el diplomático,
decide por sí mismo lo que entiende “su perfecto derecho” en los tratados de 1872;
pero cuando la Argentina pretende proceder en la misma forma, se encuentra con una
raya, el río Pilcomayo, que su aliado no le consiente pasar.
Son estas mismas las ideas del Emperador, Don Pedro II: “A condición del arrasamiento
de las fortificaciones, es importante y conviene que Bolivia sea también ribereña del
río Paraguay en esa parte (Chaco Boreal) para que más fácilmente se mantenga la libre
navegación”. (Carta al Barón de Cotegipe, Mayo 9 de 1869).
Los estadistas más influyentes del Imperio preparan el plan que pronto entrará en
ejecución.
a) MISIÓN MITRE AL BRASIL
Como las relaciones entre los dos grandes aliados habían alcanzado un grado tal de
tensión y hasta de gravedad después de la firma de los tratados Loizaga- Cotegipe, el
Gobierno de Buenos Aires decidió que era conveniente la normalización de dichas
relaciones enviando a Río de Janeiro al hombre capaz de cumplir una misión tan
importante. Tejedor, Canciller de Sarmiento, seleccionó entonces para el efecto al
general Bartolomé Mitre, a quien encomendó fundamentalmente la misión de
entenderse con el Gobierno del Brasil “a fin de arribar a un acuerdo que, ajustándose a
las prescripciones del tratado de alianza y tomando en cuenta los hechos que se han
producido, establezca la buena armonía que debe existir entre los dos Gobiernos, así
en el presente como en el futuro”.
Mitre quiso rehuir la misión, pero finalmente la aceptó, llegando a Río de Janeiro el 6
de Julio de 1872. Desde su llegada sufrió amargos y notorios desaires personales, aún
de parte del propio Emperador; los soportó con resignación comprendiendo cuánto
interesaba a él y a su país el éxito de su misión. Su paciencia y su habilidad lograron al
cabo de largas gestiones que la alianza quedara nuevamente soldada, mal que bien. El
19 de Noviembre se consignaron en el Acuerdo Mitre-San Vicente el fruto de las
conferencias sostenidas en Río de Janeiro. Los artículos más interesantes son los
siguientes:
Art 4º El Gobierno Imperial cooperará eficazmente con su fuerza moral, cuando los
aliados así lo juzgaren oportuno, a fin de que la República Argentina y el Estado
Oriental lleguen a un acuerdo amigable con el Paraguay respecto a los tratados
definitivos a que se refiere el pacto di alianza.
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Art. 5º— Si la República del Paraguay no se prestase a un acuerdo amigable, el Brasil y
los demás aliados examinarán la cuestión y combinarán entre sí los medios más
adecuados para garantir la paz, removiendo las dificultades.
Art. 6º — La República Argentina y el Brasil retirarán las fuerzas de sus ejército: que
aún conservan en territorio paraguayo, tres meses después de celebrados los tratados
definitivos de paz entre los aliados y la República del Paraguay, o antes, si ambos
aliados así lo acordaren entre sí. . .
Mientras tanto, el Gobierno de Asunción, que también deseaba una pronta solución de
su diferendo de límites con la Argentina, decidió comisionar a Buenos Aires al propio
firmante de los tratados con el Brasil, Don Carlos Loizaga Este tenía como instrucciones
reclamar como paraguayo el territorio de Misiones y el comprendido entre una línea
de Bahía Negra hasta el grado 63 de longitud, frente a Corrientes. Si no podía obtener
esto, cediese las Misiones en cambio del reconocimiento por parte de la Argentina de
todo el territorio del Chaco hasta el Bermejo. Si aún esto no era concedido al Paraguay,
se aplazará la cuestión de límites por diez años, pero a condición de evacuar la
Argentina Villa Occidental y retirar sus fuerzas de la Asunción.
Sin embargo, en vez de empeñarse en cumplir las instrucciones, de entrada las enseñó
al Dr. Tejedor para al final hablar lisa y llanamente de anexión del Paraguay a la
Argentina.
Una vez logrado el Acuerdo Mitre-San Vicente, el Gobierno de Buenos Aires tenía las
manos libres, para exigir al Gobierno paraguayo el inicio de negociaciones que debían
satisfacer sus demandas de límites.
El Dr. Tejedor consideraba que era el general Mitre, que tanto éxito había obtenido en
Río de Janeiro, el negociador indicado para el efecto.
"Sobre el alcance de esta ayuda moral —dice Marco A. Laconich— arroja mucha luz lo
que el Barón manifestó al general Mitre cuando fue explorado en ese sentido:
“El Sr. Magalhaes me replicó, con viveza y casi interrumpiéndome, que ciertamente no
debíamos contar con la cooperación del Brasil en esta cuestión, sino hasta cierto
punto; que en ningún caso nos ayudaría en nuestras exigencias para pretender todo el
Chaco hasta Bahía Negra, agregando que si tales hubieran sido las disposiciones del
Gobierno, él no se hubiese encargado de ejecutarlas por ser de todo punto contrario a
ellas (a esas pretensiones)”. Nota confidencial de Mitre al Canciller Tejedor, fechada en
Asunción el 30 de Junio de 1873.
Las bases presentadas por el general Mitre para un acuerdo sobre las fronteras
definitivas se concretan en los siguientes puntos: 1º) Las Misiones para la Argentina;
2º) La isla del Cerrito o Atajo, idem; 3°) El Chaco Central, entre los ríos Bermejo y
Pilcomayo, idem; 4º) Desde el Pilcomayo hasta la Bahía Negra, a decidirse por
comisarios nombrados de común acuerdo o sometido a arbitraje.
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El general Mitre tenía el ánimo dispuesto para aceptar la línea transaccional del
Pilcomayo, convencido de que será inútil pretender más; pero en Buenos Aires el
Canciller Tejedor, tenaz y agresivo, no pensaba ni remotamente dejar de lado su
pretensión casi obsesional de poseer la Villa Occidental. Dichas divergencias surgen del
intercambio de notas confidenciales habidas entre Mitre y Tejedor.
El Plenipotenciario argentino había escrito que “la Villa Occidental es una población
originariamente paraguaya, que siempre estaría presente ante los ojos de este país
como un despojo hecho en nombre de la fuerza”. Refiriéndose al derecho que nace de
las glorias militares —aducidas por Tejedor— replicaba que debió pensarse en eso
“cuando se proclamó que las armas triunfantes no daban ningún derecho y cuando se
declaró que la Villa Ocicdental se conservaba a título de depósito para entregarla al
Paraguay si probaba que era suyo”... “A la penetración de V. E. no puede ocultarse,
que someter al fallo arbitral la Villa Occidental es lo mismo que hacer abandono de
ella” (previsión que el fallo Hayes confirmó después).
Tejedor contestó en la parte pertinente del modo siguiente: “el Gobierno argentino no
está dispuesto a cambiar sus anteriores proposiciones, comunicando lo mismo al
Gobierno Imperial”. Y proponiéndose obtener él mismo lo que Mitre no pudo, decidió
viajar a Río de Janeiro para encargarse personalmente de sus deseos.
1) Abandono espontáneo por parte del Gobierno Argentino del arbitraje limitado... y
su sustitución por la línea del Pilcomayo aceptada ad-referéndum por el general Mitre
(cuya línea divisoria debe ser por el brazo principal al Sur de la Asunción).
2º Aceptar la línea divisoria por parte del Alto Paraná, por la mitad de la corriente del
canal principal de dicho río, desde su confluencia con el río Paraguay hasta encontrar
los límites del Imperio del Brasil por la margen izquierda, perteneciendo la isla de
Apipé a la República Argentina y la de Yacyretá a la del Paraguay, sin perjuicio de los
arreglos que se hagan sobre las demás islas.
4º Hará todos los esfuerzos posibles para obtener la devolución de la Villa Occidental
en el estado que hoy se halla, sin indemnización de clase alguna, y para ese fin
solicitaría la amistosa cooperación del Gobierno Imperial.
Estas instrucciones llevan fecha 21 de agosto de 1874 y están suscritas por el Vice-
Presidente en ejercicio de la Presidencia Salvador Jovellanos y su Ministro Juan B. Gill.
Sin embargo, según el doctor Cecilio Báez, el Presidente Jovellanos procedió de una
manera desleal y antipatriótica: entregó una instrucción secreta a Jaime Sosa
revocando sus instrucciones oficiales, le autorizaba a confabularse con el Ministro
Tejedor y ceder a la Argentina la Villa Occidental hasta el río Verde.
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“El Gobierno aceptaría sin embargo esta misma transacción (la línea del Pilcomayo)
siempre que se convienen en el mismo acto el Paraguay en ceder a la República
Argentina la Villa (Occidental) con un territorio que tenga por lo menos cuatro leguas
de fondo al Oeste sobre el frente comprendido entre el Arroyo Confuso y cualquier río
más inmediato al Norte. La República Argentina por su parte renunciaría, como ya lo
había anunciado en otra ocasión a la indemnización por gastos de guerra”.
Tejedor, que ya algo tiene aprendido del modus eperandi de la diplomacia imperial, se
asegura antes de emprender viaje la cooperación del plenipotenciario paraguayo. Una
carta confidencial de Sosa, escrita desde Río de Janeiro en fecha 1º de abril de 1875,
lleva a Tejedor este importante secreto: “Cúmpleme manifestar a Vuestra Excelencia
con sincera franqueza, que tanto Vuestra Excelencia como su Gobierno pueden contar
con mi humilde contingente y buena voluntad en todo aquello que de mí dependa
para la consecución de sus grandes y elevados propósitos”. Agregaba Sosa en su
referida carta que, si bien esos grandes y elevados propósitos no son los que abrigan
los hombres de su gobierno, en cambio son “con toda seguridad los de la Nación
paraguaya, y en particular de aquellos que, como elementos más inteligentes,
combatieron al lado de la alianza al tirano López y a los verdugos del pueblo
paraguayo”:
Las reglas a las cuales estaría sometido al arbitraje, serían las siguientes:
1º Que cualquiera fuese el resultado, en ningún caso la Villa Occidental podrá salir del
poder de la República a que se adjudicare.
2º Que en la hipótesis de un fallo desfavorable a la República Argentina, los derechos
territoriales adquiridos por los actuales pobladores, serán respetados en propiedad y
dominio.
4º Que la misma indemnización será debida a los pobladores, desde la posesión que
tomaron las armas argentinas, si quisiesen mudar de domicilio y lo declarasen así
dentro del primer año.
6º Que por el mismo hecho quedan apartados de toda discusión y reconocidos como
propios del Paraguay los territorios al Norte del Pilcomayo, con excepción de la Villa y
municipio sujeto a arbitraje; y como igualmente propios de la República Argentina los
territorios al Sud del río Pilcomayo en toda su extensión, debiendo por lo tanto
desocuparse y entregársele la isla del Atajo.
El Plenipotenciario paraguayo Don Jaime Sosa, no obstante los consejos del Brasil de
decidirse por el arbitraje, optó por la transacción de ceder la Villa Occidental a cambio
de la condonación de la deuda de guerra. Pero la diplomacia imperial no se aviene a
prestar su conformidad con esta decisión, que siempre había rechazado, y por tercera
vez se rompen las negociaciones. Entonces Tejedor ensaya su jugada maestra y, a lo
Cotegipe en Asunción del año 1872, prescinde de su aliado y firma separadamente con
Jaime Sosa el Tratado de Límites del 20 de Mayo de 1875 y la Convención adicional, de
la misma fecha, sobre daños y perjuicios de la guerra. El ajuste de límites registra todas
las pretensiones de la transacción citada. He aquí sus cláusulas:
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Art. 2º Las islas de los ríos Paraná y Paraguay, dentro de los límites expresados, serán
adjudicadas de conformidad con los principios del derecho internacional con excepción
de la isla del Atajo o Cerrito, en la confluencia de los ríos, que desde ahora se declara
del dominio de la República Argentina; y de las islas Apipé y Yacyretá en el Paraná, de
las cuales la primera seguirá perteneciendo a la República Argentina y la segunda al
Paraguay, según lo estipulado en el tratado del 29 de Julio de 1856.
De modo que el Gobierno paraguayo, a cuyo frente ya estaba el señor Gill, a los pocos
días de conocer el tratado lo desaprobó por el Decreto del 17 de Junio de 1875, en
cuyo considerando consignaba: “que en dicho tratado, a la vez de haberse separado el
Plenipotenciario Paraguayo de sus instrucciones, llegando hasta el punto de
contrariarlas, se desconocen y perjudican no ya los intereses que la dignidad y el buen
deseo de arribar a un arreglo le habían permitido a la República sacrificar, sino
también sus derechos vitales”.
Por otro Decreto de la misma fecha se expresaba que: “No pudiendo ni debiendo el
gobierno continuar depositando su confianza en don Jaime Sosa por la manera como
se ha conducido en su misión de Plenipotenciario, desviándose de sus instrucciones y
defraudando profundamente aquella confianza al celebrar el Tratado de Límites ad-
referéndum entre esta República y la Argentina en Río de Janeiro, Decreta: 1º Cesa
don Jaime Sosa en el carácter de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en
misión especial cerca del Gobierno de Su Majestad el Emperador del Brasil”.
El presidente Gill (9), temiendo el resentimiento del Brasil, cuyo apoyo solicitaba en la
cuestión con la Argentina, envió al doctor Facundo Machaín ante la Corte de Río de
Janeiro, a fin de dar las satisfacciones correspondientes. Le entregó una carta dirigida
al Vizconde de Río Branco, don José María da Silva Paranhos, en la cual se expresaba
que el viaje del doctor Machaín tiene por objeto hacer presente al Gobierno Imperial
“toda la indignación que nos ha producido un hecho tan detestable y tan en
contradicción con los intereses de la Nación en el espíritu del Gobierno y pueblo
paraguayos, y darle a la vez la más amplia satisfacción por el resentimiento que
pudiera haber producido en el ánimo del gobierno imperial la conducta altamente
desleal e impolítica del señor Sosa, que lejos de buscar, para facilitar y acertar el
desempeño de su cometido, el poderoso y benévolo concurso del gobierno imperial,
como se le ha recomendado en sus instrucciones y notas particulares, se ha retraído,
sancionando una afrenta más sobre el pueblo paraguayo y su gobierno” (julio 22 de
1875).
Comentando la rápida reacción del gobierno paraguayo ante Sosa y las satisfacciones
hechas llegar al Brasil, Eduardo Amarilla Fretes escribe del modo siguiente:
“Indudablemente que la política del Gobierno Paraguayo de aquel entonces, no estará
libre de críticas, por la influencia del Brasil en las cuestiones del Paraguay, pero
contemplados los hechos desde un punto de vista sereno y elevado, nosotros
interpretamos que al Paraguay no le quedaba otro camino para salvarse: buscar el
apoyo del Brasil para sentirse fuerte contra la Argentina que deseaba a toda costa
quedarse con la Villa Occidental y su territorio. En caso contrario, el Paraguay aislado,
sólo, en su calidad de país vencido, desorganizado y pobre, no tendría partida frente a
su contendor victorioso. En ese sentido, la política paraguaya, en lugar de ser errada
estuvo acertada, mediante ella se salvó la Villa Occidental que de quedar en poder de
la Argentina, sería un permanente peligro para la estabilidad del Paraguay, tanto desde
el punto de vista interno como internacional. Interno, porque hubiera sido el foco de
todas las subversiones y atentados contra la estabilidad institucional del Paraguay, e
internacional, por su situación estratégica respecto a nuestra Capital. La República
Argentina, desde la Villa Occidental, podría decretar si lo deseare, la asfixia del
Paraguay”.
Por otra parte, debe consignarse que ambos aliados seguían manteniendo sus fuerzas
de ocupación en nuestro país. “Evidentemente, dice Marco A. Laconich, la
permanencia de las tropas brasileñas después de los ajustes de 1872 tenía una sola
razón de ser: respaldar la intervención de la diplomacia imperial en el arreglo de los
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límites de la Argentina y el Paraguay en la parte del Chaco. Comprendiéndolo así, el
Canciller Tejedor deseaba eliminar ese estorbo, interesándose especialmente por la
evacuación de las tropas de ocupación, para descontar ventajas; pero el Brasil tenía
otro punto de vista, primero el arreglo de las fronteras paraguayas y la desocupación
después.
“Por otra parte, el gobierno legionario, que con taba con las tropas extranjeras para su
estabilidad política, tenía interés en que la ocupación continuase. La aludida carta de
Jaime Sosa a Tejedor revela que “por orden de mi gobierno debo solicitar por escrito (y
solicité ya verbalmente en varias conferencias) del Gobierno Imperial, la permanencia
de sus tropas en territorio paraguayo por el mayor espacio de tiempo posible”.
f) TRATADO MACHAIN-IRIGOYEN
El nuevo Canciller insistió, no obstante, por última vez, en una propuesta confidencial,
en las mismas pretensiones; pero una contrapropuesta paraguaya en sentido contrario
fue aceptada en principio. Delineadas entonces las bases generales para un acuerdo, el
Imperio, que comenzaba a inquietarse ante un posible entendimiento directo sin su
intervención, fue invitado para hacerse representar en las conferencias conjuntas, que
esta vez radicarían en Buenos Aires.
El Canciller Irigoyen recordó que dos eran las propuestas discutidas en Río; la
transacción y el arbitraje. El Canciller Machaín manifestó que la transacción fue
rechazada por su Gobierno, de modo que sólo quedaba discutir el arbitraje.
En este estado, el Dr. Irigoyen declara que establecidos los límites por los ríos Paraná,
Paraguay y Pilcomayo, restaba discutir el territorio comprendido entre este último río
y Bahía Negra, hasta cuyo punto decía, la Argentina creía tener derechos, como lo
reconoció el Tratado de la Alianza, y que en tal virtud, proponía se sometiera al
arbitraje el territorio entre Bahía Negra y el Pilcomayo.
Art. 1º La República del Paraguay se divide por la parte del Este y Sud de la República
Argentina por la mitad de la corriente del canal principal del río Paraná desde su
confluencia con el río Paraguay, hasta encontrar por su margen izquierda los límites
del Imperio del Brasil; perteneciendo la isla de Apipé a la República Argentina, y la Isla
de Yacyretá a la del Paraguay, como se declaró en el tratado de 1856.
Art. 2º Por la parte del Oeste, la República del Paraguay se divide de la República
Argentina por la mitad de la corriente del canal principal del río Paraguay, desde su
confluencia con el río Paraná, quedando reconocido definitivamente como
perteneciente a la República Argentina el territorio del Chaco hasta el canal principal
del río Pilcomayo, que desemboca en el río Paraguay en los 25º 20 m. según el de
Brayer.
Art. 3º Pertenece al dominio de la República Argentina la isla del Atajo o Cerrito. Las
demás islas firmes o anegadizas que se encuentran en uno u otro río, Paraná y
Paraguay, pertenecen a la República Argentina o a la del Paraguay, según sea su
situación más adyacente al territorio de una y otra República, con arreglo a los
principios del Derecho Internacional que rijan esta materia. Los canales que existen,
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entre dichas islas, incluso la del Cerrito son comunes para la navegación de ambos
Estados.
Art. 4º El territorio comprendido entre el brazo principal del Pilcomayo y Bahía Negra
se considerará dividido en dos secciones, siendo la primera comprendida entre Bahía
Negra y el río Verde que se halla en los 23º 10 m. de latitud Sud, según el mapa de
Mouchez; y la segunda la comprendida entre el mismo río Verde y el brazo principal
del Pilcomayo, incluyéndose en esta Sección la Villa Occidental.
Art. 5º Las Altas Partes Contratantes eligen como Árbitro para resolver el dominio de la
segunda sección arriba citada, al Presidente de los Estados Unidos de Norte América.
Marco Antonio Laconich juzga en estos términos la firma de dichos tratados: “Así,
pues, la Argentina renunció a lo que no podía renunciar, porque nunca le perteneció, y
el Paraguay reconoció como argentino lo que siempre había sido paraguayo. El
despojado reconoce y el conquistador renuncia”. . .
El arbitraje fue aceptado por el Presidente de los Estados Unidos de Norte América, Dr.
Rutherford B. Hayes. Para la presentación de sus respectivos alegatos el Paraguay
designó al Dr. Benjamín Aceval, y la Argentina al Dr. Manuel R. García. Las respectivas
memorias fueron redactadas, para el Dr. Aceval, por el Dr. José Falcón con valiosos
datos; y para el Dr. García, por el Dr. Ángel J. Carranza.
Aceval presentó su memoria con los anexos el 20 de marzo de 1878. El alegato hacía
constar que “tantos y tan preciosos documentos que eran más concluyentes aún sobre
los derechos del Paraguay han desaparecido de los Archivos de la Asunción en el
torbellino de la desastrosa guerra de cinco años”, pero que, “con todo”, los
documentos que se han salvado de la gran catástrofe que ha desolado al Paraguay, y
cuyos testimonios van anexos, así como los mapas y autores que se citan, son a mi
juicio más que suficientes para llevar al ilustrado criterio de V. E. la suficiente luz y el
convencimiento de sus innegables derechos”.
"La opinión de Alberdi no es caso aislado, pues lo mismo pensó otro gran argentino,
don Carlos Pellegrini: “La frase (la victoria no da derecho) no fue una realidad ni en el
momento que se la lanzaba, puesto que nuestras fronteras hasta el Pilcomayo, aunque
para nosotros fuera una reivindicación, para el Paraguay fue una imposición de la
victoria, y la sentencia del árbitro sobre la pequeña porción de territorio que
sometimos a juicio, vino a comprobarnos que nuestro título no era tan incuestionable
como pretendíamos”. (Carta a Indalecio Gómez, julio 21 de 1902).
Siendo las 12 horas del día, los comisionados de ambos países, se encaminaron a la
plaza donde estaba enarbolada la bandera argentina. Allí, ante las fuerzas paraguayas
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y argentinas formada, entre una salva de 21 cañonazos fue bajada la bandera
argentina por el Gobernador interino Fontana, después de haber pronunciado un
breve discurso alusivo al acto.
Seguidamente, al pie del asta de bandera donde volvía a flamear nuestro estandarte,
se firmó el acta respectiva de toma de posesión por el Paraguay del territorio
reintegrado a su dominio.
Cabe destacar, finalmente, que en mérito al justiciero acto del Presidente Rutherford
B. Hayes, el Congreso paraguayo —por ley del 13 de mayo de 1879— tuvo un gesto no
menos justiciero para él: determinó que será cabeza del Departamento del Chaco, la
Villa Occidental, en lo sucesivo con el nombre de Villa Hayes.
El 22 de junio de 1876 las fuerzas imperiales evacuaron Asunción tras una ocupación
de siete años.
El día fue declarado fiesta nacional. La desocupación del territorio fue un triunfo para
la Nación y el Gobierno.
“El Presidente Juan Bautista Gill, —nos relata Efraím Cardozo— a poco de firmado el
tratado Machaín-Irigoyen reclamó la inmediata desocupación del territorio paraguayo.
Y se empeñó grandemente en obtenerla. No fue sino el 12 de mayo de 1876 que
comenzó la evacuación. El efectivo que mantenía el imperio era de ocho mil hombres .
. El día 22 de junio de 1876 se embarcaron en el puerto de Asunción los últimos
soldados del imperio, que formaban el 8º de infantería. Inmenso fue el júbilo nacional.
Ese mismo -día el Congreso Nacional sancionó y el Poder Ejecutivo promulgó una ley
que declaró feriado el 22 de junio. . . También el Presidente Gill lanzó una proclama
señalando la significación del acto. Comenzaba así: “Como consecuencia de la
desastrosa guerra de cinco años que sostuvo el país contra los ejércitos de la Triple
Alianza,-quedó a pesar de la paz, ocupado militarmente nuestro territorio por una
fuerza argentina, otra brasileña. El estado de postración a que quedó reducida nuestra
patria, indujo tal vez a los primeros gobiernos nacionales constituidos bajo el amparo
de la alianza, a no oponerse a esa ocupación, que sin duda consideraron como una
garantía de orden y estabilidad. En efecto, rotos totalmente los resortes que
vinculaban y unían al sistema administrativo del dictador Francisco Solano López;
derribado su gobierno y rebajado el principio de autoridad, no fuera extraño que los
primeros ciudadanos que ocuparon el poder, creyeran necesitar las fuerzas extranjeras
para crear a su sombra, una nueva administración y afianzar la tranquilidad interna de
la República. Más de seis años han transcurrido desde que se firmó el tratado
preliminar de paz; más de seis que la guerra llegó a su definitivo término; hemos
logrado reconstruir nuestra nacionalidad y restablecer la autoridad requerida para el
libre ejercicio de nuestros derechos como nación soberana e independiente.
Agrupados todos en torno a nuestra gloriosa bandera, proclamamos leyes
fundamentales, y organizados al fin de una manera conveniente, no había ya razón
ostensible para que esa ocupación militar se prolongara por más tiempo”.
a) TRATADO DECOUD-QUIJARRO
Después del laudo Hayes fue comisionado a Asunción con el rango de Enviado
Extraordinario y Ministro Plenipotenciario el Dr. Antonio Quijarro, quien sin hacer
ninguna exposición de los títulos de Boiivia pretendía aducir la conveniencia
económica que reportaría al Paraguay la cesión de una parte del litoral y el consiguiera
acusamiento del comercio boliviano hacia el Río de la Plata por el territorio paraguayo.
Bolivia, conviene recordar, terminaba de perder su costa marítima en la guerra del
Pacífico que juntamente con el Perú sostuvo contra Chile, y quiso ganar una salida al
Río de la Plata por el río Paraguay para romper su enclaustramiento.
El Art. 1º decía: “Las Repúblicas del Paraguay y de Bolivia declaran que han convenido
amigablemente en fijar sus límites divisorios, sin discutir títulos ni antecedentes, y sin
que las estipulaciones del presente Tratado importen la renuncia de los derechos que
Bolivia tuviere que hacer valer en su cuestión de límites con la República Argentina”.
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El Art. 2º consignaba: “La República del Paraguay se divide de la de Bolivia, al Norte del
territorio en la derecha del Río Paraguay, por el paralelo que parte de la
desembocadura del Río Apa hasta encontrar el Río Pilcomayo. En consecuencia, el
Paraguay renuncia a favor de Bolivia el derecho al territorio comprendido entre el
mencionado paralelo y la Bahía Negra; y Bolivia reconoce como perteneciente al
Paraguay la parte Sud hasta el brazo principal del Pilcomayo”.
El Art. 3º aclaraba que “Aquella parte del Río Pilcomayo que antes o después del
arreglo de límites entre la República Argentina y Bolivia fuera del dominio de esta
última, se entiende que se divide de la República del Paraguay por la mitad del canal
principal de dicho Río o de su brazo más importante.
b) FIN DE LA PRIMERA DÉCADA DE LA GUERRA
Por su parte, Antonio E. González, nos hace la siguiente descripción: “La primera
década de la post-guerra transcurre en medio de sobresaltos políticos anunciadores de
graves sucesos futuros; los encomenderos transformados en comerciantes, de
comerciantes en ideólogos liberales, de ideólogos liberales en legionarios y de
legionarios en gobierno liberal, no se entienden entre sí: no se trata de trabajar para
rehacer los derruidos hogares, sino de apoderarse del mando, de usufructuarlo, de
actuar en intermediarios de empresas nacientes. Y los cargos públicos son escasos en
cantidad y exiguos en remuneración: el presupuesto de la nación derrumbada, y las
posibilidades son demasiado pequeñas para tanto aspirante. Los arañazos se suceden.
La puja es sin piedad ninguna. Se mata por el poder, se asalta el palacio y la silla
presidencial, se toman los cargos a manotones y a tiros de fusil. El batallón “Guarará”,
predecesor conspicuo de la policía liberal y del ejército liberal, asegura a unos los
puestos y baja a otros a empellones o asesina presos en la cárcel y en las calles.
Los antiguos soldados del mariscal regresan de los campos de prisioneros, y los
campesinos rehacen a golpes de brazo la pequeña economía individual. Pero todos
ahora chocan con una triste realidad: el producto del trabajo no les pertenece, ahora
son sus dueños los nuevos encomenderos que han empezado a vender al extranjero
las fuentes de la riqueza nacional. Ahora el paraguayo debe trabajar, a jornal o vender
sus productos agrícolas a un intermediario. La libertad liberal se ha encargado de
encontrar dueño a la plusvalía del brazo paraguayo.
La tierra ya no pertenece a quien la trabaja. Asunción deja de ser el asiento del estado
fuerte, del estado control, del estado regulador, del estado motor: ahora es sede de
agentes de comercio, de revendedores, de intermediarios, y de gobernantes liberales
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cuya ejecutoria es actuar de capataces de compradores de tierra y de productos y de
empresarios que todos los días llegan en vapores que surcan las aguas del río nacional
hasta entonces libres.
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ORIGEN DE LOS MAPAS PUBLICADOS:
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MAPA “B”: Tomado de POLITICS OF THE CHACO PEACE. Año 1970 de Leslie Rout.
Referencias: