Schejtman, de La Negación Al Seminario 3
Schejtman, de La Negación Al Seminario 3
Fabián Schejtman
Introducción
Para introducirnos en el abordaje de la psicosis desde la perspectiva de Jacques Lacan tomaremos apoyo
en unos cuantos textos de Freud. No podría ser de otro modo, el retorno a Freud que Lacan impulsó, implicó
desde su inicio al menos una exigencia: el retorno a los textos freudianos.
Se corrobora a lo largo de su enseñanza: la letra de Freud es en ella la referencia principal. Para hacer
avanzar el psicoanálisis Lacan retomó una y otra vez los puntos de llegada del trayecto freudiano presentes
en sus textos: a veces para llevar las construcciones de Freud más lejos, otras para revelar la lógica que las
sostiene, algunas más para resolver sus dificultades, o para debatir, problematizar o aún, si era preciso,
contradecir a Freud -incluso en nombre de Freud mismo-, manteniendo siempre un vivo debate con el texto
freudiano, lo que sin duda ha permitido fortalecer y renovar su legado.
En este sentido el trabajo de Lacan sobre la psicosis no es una excepción. También en este campo las
referencias freudianas son insoslayables. No es posible abordar el Seminario 3 (LACAN 1955-56), por
ejemplo, al que nos remitiremos especialmente en lo que sigue, prescindiendo del apoyo, del estudio, de
determinados escritos de Freud.
En esta oportunidad comenzaremos examinando un artículo de Freud verdaderamente corto, pero
riquísimo, que es “La negación” (FREUD 1925). El recorrido nos llevará pues de “La negación” al Seminario
3. En el trayecto aludiremos también, como se verá, al estudio que Freud dedica a la psicosis del Presidente
Schreber (FREUD 1911), al caso del Hombre de los Lobos (FREUD 1918) y al ensayo “La represión”
(FREUD 1915).
Nos ocuparemos aquí de lo que puede denominarse el eje sincrónico del abordaje lacaniano de la psicosis. Eje
que hay que distinguir, por cierto, de la consideración de la psicosis en su evolución -lo que sería ya la
perspectiva diacrónica-. Lacan realiza en el Seminario 3 -y en De una cuestión preliminar a todo tratamiento
posible de la psicosis (LACAN 1958)- un examen muy cuidadoso de esta faz diacrónica, del desarrollo de una
psicosis, examinando los modos en que una estructura psicótica puede sostenerse sin presentar clínicamente la
multiplicidad de fenómenos que muestra una vez desencadenada -el tiempo de la “psicosis sin psicosis” o de la
psicosis no desencadenada-, estudia el momento mismo del desencadenamiento -tiempo en que aquello que
mantenía compensada a la estructura deviene insuficiente y entonces la psicosis se declara de modo franco- y,
finalmente, aborda algunas formas de estabilización, vías por las cuales una psicosis se compensa o estabiliza.
Pero todo eso corresponde a la diacronía, a tomar la psicosis en su evolución, y no haremos foco en ello hoy.
Vamos a abordar, más bien, la psicosis en su faz sincrónica. Nos ocuparemos de aquello que con Freud
podemos denominar el mecanismo de la formación de síntomas psicóticos o, en un sentido más amplio, el
mecanismo de la psicosis, especialmente en su diferencia con la neurosis.
En este sentido, debe señalarse que hay un esfuerzo de Freud -que se constata en el historial de Schreber pero
seguramente no sólo allí-, un empeño freudiano por situar un mecanismo específico que permita distinguir una
psicosis de una neurosis. Al respecto, puede recordarse, por ejemplo, que en la apertura del capítulo III del
historial de Schreber, Freud señala que lo peculiar de la paranoia no debe hallarse en los complejos, ni en las
fantasías sino, en relación con los síntomas, en su mecanismo de formación y en la represión. Efectivamente, al
tratar la cuestión de la diferencia estructural, veremos que lo que se subraya en la perspectiva freudiana es lo
que corresponde a los mecanismos y no tanto la presencia de tal o cual idea, de tal o cual fantasía.
Se trata en esta oportunidad, entonces, de abordar a partir del texto freudiano “La negación” las propuestas de
Lacan respecto del mecanismo en juego en la psicosis.
Demos todavía una última indicación antes de entrar en “La negación”. Digamos que utilizaremos este trabajo
de Freud como un instrumento. Es que este es un texto tan rico que nos podría tomar muchísimo tiempo
recorrer sus párrafos, a veces muy intrincados. Pero no es ese nuestro objetivo. Lo que queremos es
introducirnos, con su ayuda, en la elaboración de la psicosis tal como se presenta en la enseñanza de Lacan en
los años ‘50. De manera que no tomaremos todas las cuestiones metapsicológicas que aquel texto freudiano
plantea, y que sin duda si fuera otra nuestra meta no podríamos soslayar, sino que lo utilizaremos más bien
como una herramienta en nuestro acceso a los planteos del Seminario 3 de Lacan.
Mi madre no es
Entramos ahora sin más preludios a “La negación” a partir de aquella experiencia tan conocida que Freud
extrae de la clínica. Un analizante -no uno en particular, uno cualquiera- le dice a Freud que ha soñado. El
psicoanalista le pregunta por la persona del sueño. El sujeto responde “mi madre no es”. Freud concluye, lo
sabemos: “entonces es su madre”. En el texto señala: “Nos tomamos la libertad, para interpretar, de
prescindir de la negación y extraer el contenido puro de la ocurrencia” (FREUD 1925, 253).
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Una primera versión de este trabajo fue publicada en Mazzuca y cols., Las psicosis. Fenómeno y estructura, 1ª edic.
Eudeba, Buenos Aires, 2001; 2ª edic. Berggasse 19, Buenos Aires, 2003.
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Tanto es que “es su madre”, según Freud, que muchas veces el analizante no dice que no es su madre, no
sabe a quién se refiere el sueño, y entonces Freud echa mano a un artilugio y en tales casos interroga a su
paciente de esta manera: “¿y quién piensa usted que no podría ser de ningún modo?” o “¿quién es la última
persona que usted pensaría que podría ser la del sueño?”. Trampa freudiana en la que su paciente cae cuando
le contesta: “mi madre seguro que no”. Allí Freud ya pude agregar: “entonces es su madre”. Si el paciente cae
en la trampa nombrando aquello que cree lo más improbable, casi siempre, según Freud, ha confesado lo
correcto.
En cualquier caso Freud nos dice que en ese “no es mi madre”, lo reprimido -el “es mi madre”- logra penetrar en
la conciencia: “...un contenido de representación o de pensamiento reprimido puede irrumpir en la conciencia
a condición de que se deje negar” (ibíd.).
Lo reprimido, de este modo, irrumpe en la conciencia agregándose el “no”. Así, asevera Freud: “la negación es
un modo de tomar noticia de lo reprimido; en verdad, es ya una cancelación de la represión...” (ibíd.). Y esto,
porque algo de la represión fracasa cuando el sujeto dice “no es mi madre”, en tanto que lo reprimido se
abrió paso hasta la conciencia.
Pero está claro que ello no significa una aceptación de lo reprimido. La negación conlleva al mismo tiempo
una suspensión y un mantenimiento de la represión. Freud utiliza allí un término que incluye en su acepción
estas dos vertientes, la palabra Aufhebung (traducida por “cancelación” en la edición de Amorrortu): “... es
ya una cancelación de la represión, aunque no, claro está, una aceptación de lo reprimido” (ibíd., 253-254).
Y continúa: “Con ayuda de la negación es enderezada sólo una de las consecuencias del proceso represivo,
a saber: la de que su contenido de representación no llega a la conciencia. De ahí resulta una suerte de
aceptación intelectual de lo reprimido con persistencia de lo esencial de la represión” (ibíd., 254).
La negación puede ser situada entonces, si tomamos por ejemplo los tres tiempos de la represión que Freud
distingue en el historial de Schreber -y que retoma en “La represión”- en el nivel del tercer tiempo, en el lugar del
retorno de lo reprimido: irrupción de lo reprimido, pero no levantamiento “de lo esencial de la represión”.
Efectivamente, tampoco la serie que Lacan denominó -leyendo a Freud- “formaciones del inconsciente” -el
síntoma, el sueño, el lapsus, etc.-, tampoco hay ahí una cancelación absoluta de la represión. Tales
formaciones son modos en que lo reprimido se manifiesta, corresponden al retorno de lo reprimido, pero no
podría hablarse para ellas de levantamiento de la represión. La negación, como forma del retorno de lo
reprimido, no supone entonces un levantamiento de la represión, sólo es un índice de su fracaso.
Finalmente, agrega Freud: “En el curso del trabajo analítico producimos a menudo otra variante, muy
importante y bastante llamativa, de esa misma situación. Logramos triunfar también sobre la negación y
establecer la plena aceptación intelectual de lo reprimido...” (ibíd.).
El sujeto dice: “no es mi madre”; Freud corrige: “sí es su madre”; y ahora -en el mejor de los casos- el
analizante acepta: “sí, tiene razón, es mi madre”. Aceptación intelectual (en última instancia de la
interpretación del analista) que finalmente deshace la negación... pero no la represión. Obsérvese como
sigue Freud: “Logramos triunfar también sobre la negación y establecer la plena aceptación intelectual de lo
reprimido, a pesar de lo cual, el proceso represivo mismo no queda todavía cancelado” (ibíd.).
2
El 10 de febrero de 1954. Pueden leerse la introducción y la respuesta de Lacan a su exposición: LACAN 1953-54, V y
LACAN 1956a y b.
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Veámoslo con un ejemplo. Obsérvese la siguiente diferencia. Una cosa es decir: “esa pared no es roja” -
enunciado que se ubicaría, para Hyppolite, como una “negación interna al juicio”, una negación de enunciados-,
pero otra muy diferente es proponer: “yo no digo que esa pared sea roja”. En este segundo caso ya no se trata
de una “negación interna al juicio”, ya no se trata de negar enunciados, contenidos, sino que se está negando el
lugar mismo de la enunciación. Aquí no niego que la pared sea roja, estoy negando que yo lo digo.
Y bien, es en relación con esta negación de la posición de enunciación, que Hyppolite llama “desjuicio”, que se
ubica la Verneinung freudiana. Para retomar el hilo de la experiencia de Freud, antes expuesta, podríamos
formularlo de este modo: “No vaya usted a creer que yo digo que es mi madre”. Aquí la negación indica la
posición de la enunciación, no es una negación del enunciado, se revela algo de la posición misma del sujeto
de la enunciación.
Resumamos: habría entonces dos niveles diferentes para la negación -y cuando digo ahora “negación” se trata
de un registro más amplio que la Verneinung-: por un lado, la negación de la enunciación, negación de la
posición de la enunciación -ahí ubicamos a la Verneinung freudiana-; por el otro, la negación de enunciados,
negación de contenidos.
Hyppolite distingue, hasta aquí, estos dos niveles. Pero hemos adelantado que al texto freudiano lo aborda a
partir de la delimitación de tres. Nos falta todavía destacar un nivel. La Verneinung, como negación de la
enunciación, ya lo anticipamos, puede ser considerada en el segundo nivel, mientras que la negación interna al
juicio -la negación de enunciados y el juicio en un sentido amplio- en el tercero. ¿Qué sitúa pues Hyppolite en
su lectura de “La negación” en un primer nivel lógico?
Bejahung - Ausstossung
Para responder a ese interrogante, volvamos al texto freudiano. Partamos de una frase que se encuentra
casi al final del mismo. Freud allí señala: “el estudio del juicio nos abre acaso por primera vez la intelección
de la génesis de una función intelectual a partir del juego de las mociones pulsionales primarias” (FREUD
1925, 256).
Es decir, propone pensar la génesis del juzgar, de esa función intelectual que es el juicio, a partir un estadio
inicial que es aquel del “juego de las mociones pulsionales primarias”. Así, si al juzgar lo habíamos situado -
como negación interna al juicio- en un tercer nivel, distinguiéndolo de la Verneinung (segundo nivel), podemos
establecer con Freud este primer nivel, pulsional, a partir del cual él ha inteligido la génesis del juzgar.
Tendríamos así:
Pero, ¿qué es este primer tiempo, pulsional, a partir del cual es posible elucidar la génesis del juzgar? ¿A
qué juego y a cuáles mociones pulsionales primarias se refiere Freud allí? Puede seguirse leyendo: “El
juzgar es el ulterior desarrollo, acorde a fines, de la inclusión dentro del yo o de la expulsión de él, que
originariamente se rigieron por el principio del placer” (ibíd., 256).
El juicio (tercer nivel), para Freud, es algo que se origina en un movimiento primario (primer nivel) que
podría describirse de este modo: “‘Quiero introducir esto en mí o quiero excluir esto de mí’. Vale decir: ‘Esto
debe estar en mí o fuera de mí’” (ibíd., 254).
Según Hyppolite, se trata de “un primer mito del fuera y del dentro”. Un mito de la constitución del aparato
psíquico. Lo que introduzco en mí, constituye el “dentro”, lo que expulso, el “fuera”. Lo que queda adentro, lo
que se incluye, ha sido objeto de una Bejahung, de una afirmación primordial. En tanto que el “quedar fuera” es
efecto de una Ausstossung, de una expulsión primordial. Lo que cae bajo el registro de la Bejahung, de la
afirmación primordial, va a quedar del lado del aparato, constituyéndolo; lo que es efecto de la Ausstossung, lo
expulsado, quedará fuera, del lado del exterior.
Agreguemos ahora que esta primera polaridad “inclusión-exclusión”, según Freud, termina por
“corresponder a la oposición de los dos grupos pulsionales que hemos supuesto” (ibíd., 256). Es decir,
Freud está trabajando aquí -estamos en 1925- con la dualidad pulsional: pulsión de vida-pulsión de muerte
o Eros-Tánatos, que había presentado en “Más allá del principio del placer” (FREUD 1920). E indica lo
siguiente: “… la afirmación (lo que ubicamos como Bejahung) -como sustituto de la unión- pertenece al
Eros, y la negación (la Verneinung) -sucesora de la expulsión-, a la pulsión de destrucción” (ibíd., el
destacado es nuestro).
Sin detenernos aquí en el problema que significa ubicar a la Verneinung en relación con la expulsión -y con la
pulsión de destrucción-, lo que conviene destacar ahora de este párrafo, siguiendo a Hyppolite, es la disimetría
que Freud establece entre la afirmación (Bejahung) y la negación (Verneinung). La afirmación, para Freud, es
sustituto o equivalente de la unificación que Eros, la pulsión de vida, promueve. Mientras que de la negación -
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Verneinung- afirma que sería sucesora de la expulsión. Es decir que la negación, la Verneinung freudiana, se
encuentra en un “nivel de historia” distinto de aquel de la pareja originaria Bejahung-Ausstossung.
La afirmación, en ese movimiento originario, no se contrapone a la negación. La idea de Freud, que tanto
Hyppolite como Lacan destacan, es que a la afirmación primordial se le opone -y aparea- no la negación sino la
expulsión primordial. La negación es, más bien, “sucesora” -como se indica en el texto-, secundaria, respecto de
ese primer movimiento por el que el aparato se constituye.
Aunque uno ingenuamente se vea tentado de “emparejar” casi naturalmente a la afirmación con la negación, no
es esa la perspectiva con la que Freud aborda el asunto. La pareja inicial es “afirmación-expulsión”, y sólo más
tarde puede producirse la negación. Más aún, la disimetría que subraya Hyppolite en este párrafo nos permitir
decir entonces que para negar algo, aquello que es negado tuvo que ser afirmado en un tiempo anterior. Esto
es, que solamente es posible negar aquello que ha entrado en el aparato, que ha sido afirmado.
Con lo desarrollado hasta aquí puede entenderse por qué a la negación -Verneinung- la habíamos ubicado en
un segundo tiempo lógico: es sucesora del primero, es posterior al primero. Mientras que al juego de las
mociones pulsionales primarias, ahora entendido a partir de la oposición Bejahung-Ausstossung, lo inscribimos
en ese primer tiempo:
Ya aquí ubicamos a la Verneinung debajo -pero en la línea- de la Bejahung, por aquello que anticipamos: que
no es posible negar algo que no ha sido afirmado, que no ha entrado al aparato. Aunque dejamos constancia en
este punto que este modo de plantear las cosas supone ya una lectura -incluso un cierto forzamiento- del
planteo freudiano. En efecto, como hemos leído, Freud pone en relación la Verneinung con la expulsión y sería
preciso entonces desplegar de qué modo este vínculo afecta lo que venimos desarrollando. Pero, como
señalamos, no podremos en esta oportunidad detenernos en ello.
Adelantemos, sí, que a partir de esta primera operación de constitución del aparato (porque conviene destacar
que para Freud se trata finalmente de una única operación que presenta dos caras: Bejahung -la inclusión en el
aparato- y Ausstossung -la exclusión, el rechazo fuera del mismo-), que a partir de este primer movimiento, lo
que cae bajo la acción de la afirmación primordial tendrá determinados destinos, mientras que lo que es efecto
de la expulsión primordial, tendrá otros. Lo retomaremos enseguida en la perspectiva de Lacan.
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El tercer nivel que antes delimitamos en “La negación”, el del juicio o la negación interna al juicio, no encuentra
correlato en el texto sobre Schreber o en “La represión”. Podría funcionar allí como un cuarto tiempo, luego de
los tres de la represión, pero esto no interesará en la dirección que seguimos.
El Seminario 3
Ahora sí, debemos pasar al Seminario 3 de Lacan para ver cómo se reelabora allí lo que hemos planteado,
sobre todo con la mira puesta en la distinción neurosis-psicosis. Partimos del capítulo I, parágrafo 3, en
donde Lacan afirma: “Espero que muchos de ustedes recuerden el comentario que Jean Hyppolite hizo aquí
de la Verneinung [se trata del comentario que realizó Hyppolite dos años antes, al que nos acabamos de
referir], y lamento su ausencia de esta mañana, que me impide asegurarme que no deformo los términos
que puntualizó. Lo que destacaba claramente su análisis de este texto fulgurante, es que, en lo
inconsciente, todo no está tan sólo reprimido, es decir desconocido por el sujeto luego de haber sido
verbalizado, sino que hay que admitir, detrás del proceso de verbalización, una Bejahung primordial, una
admisión en el sentido de los simbólico, que puede a su vez faltar” (LACAN 1955-56, 23).
Detengámonos, entonces, en el modo en que retoma Lacan lo puntuado por Hyppolite del texto freudiano. “En
lo inconsciente -nos dice- todo no está tan sólo reprimido”. Aquí reprimido, se entiende, es la represión
propiamente dicha, la represión secundaria. De esta manera, para Lacan, para que algo sea reprimido -
Verdrängung- primero tuvo que haber sido admitido en el aparato, en lo simbólico según sus términos.
A esa inscripción en lo simbólico, Lacan la llama aquí, siguiendo a Freud, Bejahung primordial, afirmación
primordial. Nos encontramos así ahora en el primer nivel que habíamos destacado en “La negación”. Lo que
hacemos, de este modo, es suponer un nivel mítico o mejor aún, si adoptamos la perspectiva de Lacan, un nivel
estructural, de inscripción de significantes. Porque es necesario precisar que en esta operación originaria, en
principio -es lo subrayado por Lacan en el Seminario 3-, son significantes los que se admiten en lo simbólico y
también significantes los que se rechazan. Afirmación, inscripción o admisión de estos significantes en un
tiempo que podemos llamar, ahora con Freud, primario-: significantes que luego podrán, llegado el caso, ser
reprimidos y, por fin, retornar de la represión (tomando, por ejemplo, la vía de la Verneinung).
Pero entonces, lo que destacamos es que para ser reprimidos -en el sentido de la represión secundaria- estos
significantes primero han debido ser inscriptos en lo simbólico, admitidos en el sentido de la Bejahung
primordial. Lo que podemos escribir así:
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Entonces, es un significante determinado el que no es admitido en lo simbólico en la psicosis. Es el nombre-del-
padre, un significante primordial a esta altura de la enseñanza de Lacan, el que no toma la ruta de la Bejahung
y no es inscripto en lo simbólico. Es decir, podemos afirmar que en la psicosis no hay Bejahung... del nombre-
del-padre. Pero la Bejahung como tal, como operación de simbolización, o afirmación primordial, la suponemos
en todo ser hablante. Corresponde a la mítica captación del organismo por el lenguaje y no concebimos la
psicosis por fuera de ese campo.
Verwerfung
Volvemos ahora al capítulo I del Seminario 3. Así prosigue Lacan: “Este punto se cruza con otros textos, y
especialmente con un pasaje todo lo explícito posible, donde Freud admite un fenómeno de exclusión para
el cual el término Verwerfung parece válido, y que se distingue de la Verneinung, la cual se produce en una
etapa muy ulterior” (ibíd., 23).
El pasaje mencionado por Lacan corresponde al texto del historial del Hombre de los Lobos en el que Freud, a
propósito de la alucinación del dedo cortado, utiliza el término “Verwerfung” (rechazo) para subrayar que el
mecanismo que ha operado es diferente de la Verdrängung (represión). Lacan extrae aquí, de este historial
freudiano entonces, la expresión Verwerfung y, poniéndola en serie y hasta equiparándola con el término
Ausstossung, la ubica en su lectura de “La negación” como uno de los dos términos de esa mítica operación
originaria de inclusión-exclusión que, según Freud, da lugar a la constitución del aparato. En efecto, Lacan
nombra Verwerfung, en el Seminario 3 -y no sólo allí, sino también en otros textos3- a la expulsión primordial,
ubicándola de esta manera en el lugar de la Ausstossung, como contracara de la afirmación primordial, como
contrapartida de la Bejahung.
En este punto podríamos preguntarnos a qué se debe esta operación que Lacan realiza en su lectura de “La
negación”: ¿por qué razón es el término Verwerfung el que empareja al de Bejahung, según la lectura que hace
del texto freudiano? Ensayaremos una respuesta, pero un poco más adelante.
Por el momento indicamos que Lacan toma el término Verwerfung del historial del Hombre de los Lobos y lo va
a oponer a esa Bejahung primordial, de modo tal, digámoslo de forma sencilla, que el aparato se constituiría por
esa operación en la cual, por un lado se inscriben determinados significantes que van a formar el mundo
simbólico de un sujeto y, por el otro, se excluyen otros que tendrán otro destino. Enseguida señalaremos cuál.
Por otra parte, la Verneinung -la negación- se ubica claramente, en este párrafo del seminario, tal como lo
venimos señalando en nuestra lectura de “La negación", como “algo que se produce en una etapa muy ulterior”,
es decir, posteriormente.
Lo que nos interesa ahora, siguiendo el desarrollo del Seminario 3, es diferenciar el modo de retorno de
aquello que fue expulsado originariamente del aparato -el modo de retornar de lo que ha sido rechazado, de
lo que fue tomado por la Verwerfung-, del retorno de lo reprimido -el modo de retorno de lo que ha caído
bajo la Verdrängung-. Así comienza a plantearlo Lacan en este mismo capítulo: “Lo que cae bajo la acción
de la represión retorna, pues la represión y el retorno de lo reprimido no son sino el derecho y el revés de
una misma cosa. Lo reprimido siempre está ahí y se expresa de modo perfectamente articulado en los
síntomas y en multitud de otros fenómenos” (ibíd., 24).
¿Qué quiere decir que lo reprimido se expresa de modo articulado? Que no fue expulsado de lo simbólico -
como lo rechazado primordialmente-, sino que se articula en una cadena significante. Que insiste en la cadena,
en lo simbólico. Es decir, lo que se inscribió en lo simbólico, lo que tomó el camino de la Bejahung, pudo ser
reprimido -Verdrängung-, pero como la represión es una operación que se cumple en el campo de lo simbólico,
podrá retornar en ese campo, en lo simbólico. Agreguemos: en lo simbólico de las formaciones del
inconsciente, “los síntomas” y “la multitud de otros fenómenos”. Podemos incluir allí también a la Verneinung. El
retorno de lo reprimido entonces, no es para Lacan sino la insistencia misma de lo simbólico... una memoria
simbólica que insiste.
En cambio, lo que cae bajo la acción de la Verwerfung tiene un destino totalmente diferente, ya que se trata
de una expulsión, de una no admisión al registro simbólico y, por lo tanto, el retorno no se producirá en lo
simbólico. Para Lacan, aquello que es expulsado de lo simbólico va a retornar en lo real. Lo propone de este
modo: “No es inútil recordarles al respecto mi comparación del año pasado entre ciertos fenómenos del
orden simbólico y lo que sucede en las máquinas, en el sentido moderno del término [...]. Se las nutre con
pequeñas cifras y se espera que nos den lo que quizá nos hubiera tomado cien mil años calcular. Pero sólo
podemos introducir cosas en el circuito respetando el ritmo propio de la máquina: si no, caen en el vacío, no
pueden entrar. Podemos retomar la imagen. Sólo que además, todo lo rehusado en el orden simbólico, en el
sentido de la Verwerfung, reaparece en lo real” (ibíd.).
El mundo simbólico de un sujeto, por lo tanto, está constituido por los significantes que se han inscripto
originariamente, que han sido tomados por la Bejahung, mientras que aquello que ha quedado, podríamos
decir, “fuera del programa”, “lo que no ha entrado en la máquina, en el circuito simbólico”... retornará en lo real.
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Cf. p. ej., LACAN 1956b, 371-373 y LACAN 1958, 539.
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Verwerfung... del nombre-del-padre
Ahora bien, debe tenerse en cuenta que si planteamos al par Bejahung-Verwerfung como operación constitutiva
del aparato, si suponemos con Freud que no hay una sin la otra, de esto se deduce que la Verwerfung
(considerada de este modo, es decir de un modo amplio) no podría ser concebida como el mecanismo
específico de la psicosis, sino que debe ser entendida, junto con la Bejahung, como fundante del aparato
psíquico en cualquiera de las tres estructuras subjetivas.
Digamos entonces, siguiendo con la comparación de Lacan, que no hay estructura subjetiva en la que “el
programa” -el Otro- se halle completo. No hay remedio, la “instalación del programa”, para cualquiera de las tres
estructuras -neurosis, psicosis, o perversión- comporta, además de la inscripción de significantes -Bejahung-, la
imposibilidad de inscribirlos todos. Esto es, que algunos queden fuera -Verwerfung-.
Este es un modo amplio de referirse a la Verwerfung: hablamos así de una Verwerfung que afecta, de esta
manera, a cualquier ser hablante. Pero si nos disponemos a distinguir estructuras clínicas, hay que remarcar
que no es sin consecuencias cuáles significantes se inscriben en el aparato y cuáles quedan fuera.
Así pues, para la psicosis -para avanzar estrictamente sobre la operación fundante de la psicosis- no
hablaremos entonces solamente de Verwerfung -o de forclusión, como finalmente la llamará Lacan (cf. LACAN
1955-56, 456)- sino que tendremos que hablar de Verwerfung -o forclusión- del nombre-del-padre, de ese
significante en particular y, por cierto, de sus efectos, porque en verdad, sólo sabemos de la forclusión del
nombre-del-padre, que es de estructura, por sus consecuencias. De este modo tomamos ahora a la Verwerfung
en un sentido restringido: estrictamente como Verwerfung o forclusión del nombre-del-padre, para la estructura
psicótica.
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En efecto, en el Historial del Hombre de los Lobos la Verwerfung de la castración parece ser situada por
Freud en la diacronía, en la vida misma del sujeto4. Mientras que para Lacan, la Verwerfung, ubicada ya
como uno de los términos de la operación primordial Bejahung-Verwerfung, es constitutiva de la estructura,
primaria -para decirlo en términos de Freud-. Por eso, en el esquema que estamos planteando se puede
notar cómo la Verwerfung es disimétrica, nos queda en un nivel “de historia” diferente al de la Verdrängung.
En el mismo sentido, debemos estar advertidos de que, cuando Lacan retoma esa perla freudiana del
historial de Schreber, aquella frase que no se ha vuelto famosa sino por haber sido puesta de relieve por el
mismo Lacan, ese párrafo que dice: “No era correcto decir que la sensación interiormente sofocada es
proyectada hacia afuera; más bien inteligimos que lo cancelado [Aufgehobene] adentro retorna desde
afuera” (FREUD 1911, 66), y bien, estar advertidos entonces de que cuando Lacan comenta este párrafo, se
sirve del mismo para producir una distinción que no se encuentra presente en el texto freudiano.
En el historial de Schreber lo reprimido (sofocado en la traducción de Amorrortu) y lo cancelado
(Aufgehobene) se encuentran en un mismo “nivel de historia”: la segunda fase de la represión, lo que es
conceptualizado como la retracción libidinal. Mientras que cuando Lacan lee en “lo cancelado” [Aufgehobene]
la Verwerfung, transporta esta “cancelación”, este “rechazo”, a un “nivel histórico” lógicamente anterior: primario,
estructural. Al mismo tiempo que prefiere, como se sabe, “abandonar el término de proyección” (LACAN 1955-
56, 73), porque ya a nivel del retorno, el retorno en lo real es algo muy distinto de la proyección que estaría en
juego en la “normalidad”, con lo que retoma y extrema el cuestionamiento de la proyección que Freud mismo
inició en el capítulo III del historial de Schreber (cf. FREUD 1911, 61-2).
Podemos subrayar hasta aquí una serie de términos freudianos que, de este modo, se presentan como
referencias para la construcción del concepto de forclusión en Lacan: 1. Ausstossung, ubicado en “La
negación”; 2. Aufgehobene, destacado en el capítulo III del historial de Schreber (pero que ya habíamos
mencionado a raíz del comentario de Hyppolite: Aufhebung); y 3. Verwerfung, extraído del historial del Hombre
de los Lobos y del que Lacan se sirve para leer los anteriores y distinguirlos, en su funcionamiento, de la
Verdrängung.
Ahora bien, poner estos términos en serie no supone concebir una identidad absoluta entre ellos, lo que nos
permite, ahora sí, ensayar alguna respuesta a la pregunta antes formulada en relación con la ubicación del
término Verwerfung en el lugar del de Ausstossung en la lectura lacaniana de “La negación” en el Seminario 3.
La Verwerfung es explícitamente abordada por Lacan como una operación que recae sobre significantes (cf. p.
ej. LACAN 1958, 540). Es decir, son significantes los rechazados de lo simbólico -en la psicosis,
específicamente el nombre-del-padre- y estos significantes retornan en lo real. Pero debe indicarse enseguida
que en lo real no se encuentran únicamente estos significantes que quedan fuera de lo simbólico por la
Verwerfung. La entrada al universo simbólico supone también la pérdida radical, originaria, del objeto.
En efecto, hay entonces, además, el objeto perdido por el hecho de hablar, por el hecho de habitar el
lenguaje. El objeto se pierde en el tiempo mítico en el que el viviente es sumergido en el baño del lenguaje
quedando, de este modo, también fuera de lo simbólico o, mejor aún, en una relación de “exterioridad
íntima” respecto de lo simbólico: lo que Lacan llama “extimidad”.
Así, podríamos proponer que Lacan reserva el término Ausstossung para lo que queda en lo real, pero no
del lado del significante, sino del lado del objeto. Es decir, que mientras que la Verwerfung se restringiría a
la operación que deja fuera de lo simbólico determinados significantes, la Ausstossung se referiría a la
operación por la cual se pierde originariamente el objeto -el que, como se sabe, Lacan denomina a-5. Lo que
nos empuja a concebir un real seguramente distinto, en este caso, que aquel de los significantes
rechazados.
Pero intentemos arriesgar ahora, a partir de la distinción recién expuesta, una respuesta posible para el
interrogante que formulábamos precedentemente: ¿por qué Lacan habla de Verwerfung y no de
Ausstossung en el Seminario 3? Y bien, porque en el Seminario 3 es del lado del significante, en principio,
es decir en relación con la inscripción o no del nombre-del-padre, que se logra oponer neurosis y psicosis.
Creemos que es por ello que allí es acentuado el “lado significante” de la operación de rechazo,
representado por la Verwerfung. Mientras que podría decirse que del lado de la Ausstossung, tanto en la
neurosis como en la psicosis el objeto se pierde originariamente por el hecho de habitar el lenguaje: el
significante “lo mata”. La diferencia estructural no se presenta “aún” en este nivel.
Ahora bien, para articular ambas operaciones de rechazo -la del significante y la del objeto- es preciso
agregar que en la neurosis, donde el nombre-del-padre se inscribe y no es rechazado -o forcluido, como
termina por proponer Lacan-, esa pérdida inicial del objeto (que ponemos aquí en la cuenta de la
Ausstossung) va a tener una inscripción simbólica. El nombre-del-padre, por su operación metafórica,
redobla en la neurosis esa pérdida fundamental del objeto: redoblamiento que inscribe esa pérdida en
términos fálicos, lo que permite que el deseo neurótico encuentre su razón en el falo y se normalice. En
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Este modo de plantear las cosas no impide, por cierto, que podamos encontrar algunos otros lugares en la obra
freudiana en los que la cuestión se elabora en términos que ya no son diacrónicos, y entonces se acerca más al planteo
estructural de Lacan.
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Aquí sería necesario deslindar las diferentes versiones del objeto a que entrega la enseñanza de Lacan. Los límites
del presente trabajo nos impiden desarrollarlo.
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tanto que en la psicosis, donde el nombre del padre es tomado por la Verwerfung -donde el nombre del
padre ha sido forcluido-, la pérdida original del objeto no es redoblada simbólicamente, con las
consecuentes dificultades que eso conlleva para la normalización de la función del deseo. Estas son
cuestiones que señalamos pero sobre las que no nos explayaremos aquí6.
SIMBÓLICO REAL
Y si esto es así, establecidos los dos campos, el de lo simbólico y el de lo real, y los dos modos de retorno,
podríamos, correlativamente, proponer el planteo de dos estados posibles para el significante. Podemos, en
primer lugar, encontrar al significante -digamos- en su patria, es decir, en lo simbólico. O bien -segunda
posibilidad-, hallarlo exiliado... en lo real. Y conviene establecer con claridad esta distinción: no es lo mismo el
significante en lo simbólico que el significante en lo real.
Así, si decimos que la patria del significante es lo simbólico, señalemos que es para tal estado del significante,
para el significante en lo simbólico, que vale la definición que Lacan luego establecerá: “un significante es lo que
representa a un sujeto para otro significante”.
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Puede consultarse al respecto SCHEJTMAN 2002.
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Subrayo en esta oportunidad ese “para otro significante”, porque es sólo en este caso, es decir, cuando lo
encontramos en lo simbólico, que el significante se encadena con otro, que representa a un sujeto... para otro
significante. Solamente “en su patria”, el significante, encadenándose, se articula con otro, produciéndose la
significación (es necesario destacar que la significación no se engendra más que por esta concatenación
significante). Esto ocurre únicamente entonces para los significantes en tanto que se encuentren en lo
simbólico, mientras forman parte de una red, de una cadena. Esto acontece para los significantes que han sido
admitidos en el mundo simbólico y pueden, de este modo, sufrir destinos diversos: ser reprimidos, retornar en
un síntoma, en un lapsus, en un sueño, etc.
Porque además tenemos otro estado del significante, del que da testimonio el cúmulo de trastornos del lenguaje
que una psicosis presenta. Se trata del significante en lo real. En este caso el significante se encuentra exiliado
de lo simbólico, solo, suelto. Es el significante aislado de la cadena.
Así, si una alucinación en la psicosis no es interpretable (al menos no en el sentido en que hablamos de
interpretación cuando se trata de una formación del inconsciente), no lo es porque no está conectada en tanto
que significante con otro, no está enlazada con el resto de la cadena. Se trata aquí, entonces, de un significante
que retorna en lo real. Y de este modo queda claro que el significante en lo real es el significante en tanto que
“des-encadenado”.
Pueden examinarse desde esta perspectiva, si se quiere, las dos vertientes con las que se presenta el
neologismo en la psicosis en el Seminario 3. Los dos polos de todas estas manifestaciones, tanto la
intuición delirante (la plenitud de la significación), como la fórmula, el estribillo (el vacío absoluto de
significación), según indica Lacan en el capítulo III: “ambas formas, la más plena y la más vacía, detienen la
significación, son una especie de plomada en la red del discurso” (ibíd., 53). O, como señala en la página
anterior: “El enfermo mismo subraya que la palabra en sí misma pesa. Antes de poder ser reducida a otra
significación, significa en sí misma algo inefable, es una significación que remite ante todo a la significación
en cuanto tal” (ibíd., 52).
La significación, en estos neologismos, remite, vuelve sobre sí misma, y esto es efecto del des-encadenamiento
del significante. Se trata, así, de significantes que no remiten a otros en una cadena. Esto es lo que explica el
“peso” tan particular del neologismo. Del estado de “des-encadenado” que presenta el significante en lo real se
sigue, entonces, su independencia respecto de la significación. Tanto por vaciarse absolutamente de ella
(fórmula, estribillo) o por ser tan pleno de significación (intuición delirante) que ya no significa nada.
Justamente por todo esto, no es en absoluto contingente que sea en el Seminario 3, dedicado a las psicosis,
donde Lacan haya forjado el concepto de un significante asemántico, un “significante que no significa nada”
(LACAN 1955-56, 264) por estar aislado, no concatenado con los otros.
Para terminar, señalemos lo siguiente. Distinguidos los dos estados del significante (significante en lo
simbólico - significante en lo real), conviene ahora -si seguimos a Lacan- pensarlos en disyunción. En
efecto, un significante no puede al mismo tiempo estar en su patria y estar exiliado. Un mismo significante
no puede, a la vez, haber sido admitido en lo simbólico y ser rechazado a lo real. Es lo que Lacan afirma de
este modo en el capítulo VI del seminario: “En el origen hay pues Bejahung, a saber, afirmación de lo que
es, o Verwerfung” (ibíd., 120).
Dice “en el origen” casi en el mismo sentido en que el religioso afirma “en el principio fue el verbo”.
Efectivamente, “en el principio fue el verbo” eso es la Bejahung. Y Lacan señala que en el principio hay
Bejahung o Verwerfung. Pero entonces la cuestión pasa a ser ahora cómo leemos esa disyunción, qué valor le
damos a esa “o” que Lacan ubica entre Bejahung y Verwerfung.
Si tomamos la perspectiva de un significante, allí la exclusión es tajante: un significante -así lo señalábamos- no
puede ser admitido y expulsado al mismo tiempo. Si pensamos en determinado significante, tenemos que decir
del mismo que, o toma el camino de la Bejahung o toma el de la Verwerfung. Pero no ambos.
Por ejemplo, en la perspectiva en que lo plantea Lacan, el nombre-del-padre como significante, o se inscribe en
lo simbólico, o se rechaza, se forcluye, pero no ambas cosas. En el primer caso tendremos a la neurosis o la
perversión. En el segundo a la psicosis. En esta dimensión del problema, la exclusión es terminante. Y se
puede ver ahí la posición estructural de Lacan: no es posible ser al mismo tiempo neurótico y psicótico. El
significante del nombre-del-padre no puede inscribirse en el Otro del sujeto y al mismo tiempo haber sido
forcluido de allí. No somos más o menos psicóticos o más o menos neuróticos, según se haya inscripto un
poquito más o un poquito menos del nombre-del-padre. O se inscribe el nombre-del-padre y se producen los
efectos de esta inscripción en la neurosis y la perversión, o no se inscribe el nombre-del-padre y observamos
los efectos de su no inscripción en la psicosis.
Ahora bien, por el otro lado, si pensamos en la operación en sí misma, no podemos dejar de decir -insistimos en
ello- que no hay Bejahung sin Verwerfung y viceversa. Recuérdese que planteábamos a la Bejahung y a la
Verwerfung como las dos caras de una operación que se halla en el origen mismo de la simbolización. La
constitución del aparato tiene pues estas dos vertientes. Se inscriben significantes, constituyéndose así el
mundo simbólico de un sujeto y, correlativamente, hay significantes -y otros elementos que no son significantes:
hemos señalado la Ausstossung del objeto- que no se inscriben o no se aceptan, que son rechazados, que se
forcluyen.
En ese nivel entonces, en el nivel de la operación, antes de tomar en cuenta los significantes que son tomados
allí, no hacemos diferencias estructurales. Las diferencias entre las estructuras subjetivas aparecen cuando nos
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planteamos cuáles significantes se inscriben y cuáles son rechazados. Y esto, subrayémoslo, no es sin
consecuencias. Más aún, es sólo a partir de tales consecuencias que podemos plantear un diagnóstico
diferencial, porque en la vida de los sujetos no nos topamos con la inscripción o la forclusión -que como tales
son de estructura- sino con sus efectos.
Bibliografía
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autobiográficamente”, en Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1986, t. XII.
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- FREUD, S. (1918), “De la historia de una neurosis infantil”, en Obras Completas, op. cit., t. XVII.
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Siglo Veintiuno, México, 1984.
- LACAN, J. (1953-54), El seminario. Libro 1: “Los escritos técnicos de Freud”, Paidós, Buenos Aires,
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Escritos, 1, Siglo Veintiuno, México, 1984.
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op. cit.
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Schejtman, F. y Zlotnik, Psicoanálisis y psiquiatría: encuentros y desencuentros. Temas introductorios a
la psicopatología, 1ª edic. Eudeba, Buenos Aires, 2002. 2ª edic., corregida y aumentada, Berggasse 19,
Buenos Aires, 2003.
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