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Francisco Antonio Uzcátegui y Dávila

Francisco Antonio Uzcátegui Francisco Antonio Uzcátegui y Dávila nació en Marida, en 1748. Pertenecía, tanto por la línea paterna como por la mater­na, a familias notables y acomo­dadas - Compilacion, Edicion y Publicacion Xabier Iñaki Amezaga Iribarren

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Francisco Antonio Uzcátegui Francisco Antonio Uzcátegui y Dávila nació en Marida, en 1748. Pertenecía, tanto por la línea paterna como por la mater­na, a familias notables y acomo­dadas - Compilacion, Edicion y Publicacion Xabier Iñaki Amezaga Iribarren

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Francisco Antonio Uzcátegui y Dávila nació en Marida, en 1748.

Pertenecía, tanto por la línea


paterna como por la materna, a familias notables y acomodadas.

Hizo los estudios en Bogotá, donde recibió el doctorado. Allí mismo fue ordenado sacerdote.
Para 1781 figuraba como Vicario Juez Eclesiástico de Mérida.

En 1782, fundó una escuela pública gratuita, para cuyo sostenimiento le asignó un capital de
cuatro mil pesos, asegurados en sus bienes personales. Fue
ésta la primera escuela de esa especie que hubo en Mérida. Años más tarde, funda en Ejido
otra escuela gratuita, a la que asigna un capital de tres rnil pesos, asegurados igualmente so-
bre sns bienes personales. Esta escuela de Ejido estaba destinada al aprendizaje de artes y
oficios.

Elevada Mérida a capital de la Diócesis, el primer Obispo, Fr. Juan Ramos de Lora, llegó a
Maracaibo en 1784. Allí los maracaiberos lo detuvieron, mientras rogaban al Rey que fi-
jara en esa ciudad la sede d Obispado y asustaban al Obi~j con las dificultades de los can
nos para llegar a Mérida y «i la enfermedad de las "paperas que dizque abundaba en El
Obispo se hallaba vacilan! cuando inopinadamente se presentó el Pbro. Dr. Uzcátegí
quien desvaneció aquellos tem res e hizo saber al Prelado en el puerto había dejado, pal que
se trasladara a Mérida. un litera con los suficientes peone) muías de silla y todo lo necesí rio
para el viaje. Movido por fa do esto, el Obispo decidió en prender ese viaje, en compañí
del Padre Uzcátegui.

Llegado Mérida. se apresuró a escribir a Rey para que tuviera por no he chas las súplicas
que desde Ma racaibo le había dirigido, Padre Uzcátegui, pues, se debn que Mérida no
fuera privada d su dignidad de Sede Episcopa Los canónigos Irastorza v Ma teo Más y
Rubí, enemigos d Mérida y partidarios de Mará caibo^para capjlvü deJ adujeron como
razón que en rida nunca se comía carne fresca, sino oreada. El Padre Uzcátegui ofrece
entonces una de su propiedad al Ayuntamiento para establecer un Matadero Público y se
compromete él minio, a falta de pastores, a beneficiar anualmente para el consumo de la
ciudad doscientos novillos.

El 6 de mayo de 1800. el Padre Uzcáíegui entró a formar parte del Capítulo Catedralicio
como Canónigo Racionero.

En 1804 contribuyó con una buena suma a la obra de dotar a Mérida de agua limpia, em -
prendida por Antonio Ignacio Rodríguez Picón en su carácter de Justicia Mayor.

En 1807, el Obispo Milanés fundó en Marida un Lazareto. El Canónigo Uzcátegui fue nom-
brado Director económico de esa institución benéfica.

En 1810 formó parte de la Junta Patriótica de Mérida. Cuando acababan de firmar la célebre
acta del 16 de setiembre de ese año, alguien observó que, si la independencia estaba decla-
rada, lo difícil era lo que aún faltaba, o sea, el sostenerla. El Canónigo Uzcátegui se alzó al
punto la sotana y repuso: "Para lo que falta, hay calzones debajo de estos hábitos!".
Convirtió su quinta cercana a la ciudad en una fundición, de la que salieron diez y seis
cañones para la Patria y otras armas.
Fue el primer Presidente Constitucional de Mérida, en 1811, cargo entonces sin sxieldo, en el
que "bien estaba el Canónigo, según dice Don Tulio, porque tratándose de la Patria, nunca
llegó a servirla por la paga, sino que más bien pagaba por servirla".

Trabajó tesoneramente en la reconstrucción de Mérida, después del terremoto del año 1812,
y pagó de su bolsillo la mitad de los sueldos de los empleados de la Catedral, a fin de
restablecer los sagrados oficios.

En 1814. huyendo de los ejércitos realistas, emigra hacia la Nueva Granada. A mediados de
1815 muere en Bogotá.

Una Junta patriótica, con idénticos principes y fines que los de la de Caracas, constituíase en
aquella otra ciudad. Tratábase con ello de secundar el ingente movimiento insurreccional que
había empezado a las puertas de la Santa Iglesia Catedral de Caracas, en la mañana de
aquel memorable Jueves Santo, cuando con gesto cívico y viril, el líder patriota don
Francisco Salías, detuvo al gobernador Emparán y le arrebató ante las miradas del pueblo el
bastón símbolo del mando.

Se reunió la Junta de Mérida en la Casa Consistorial. Este sólo detalle, al parecer tan
insignificante, constituía un verdadero y trascendental escándalo provincial. Integraban el
núcleo patriótico una gran mayoría de los ciudadanos de más prestigio respaldados por la
unánime opinión del pueblo. Tras dicha acción firmóse la inflexible resolución de libertad
hecha por la fe de aquellos hombres.

Empezaron los trabajos con gran empeño. Sin ninguna vacilación. Sin tomar en cuenta los
peligros y dificultades que desafiaban al asumir aquella actitud y grave responsabilidad.
Una de las mayores e inmediatas amenazas que necesariamente tendrían que contemplar la
establecían las fuerzas realistas acantonadas en la ciudad de Maracaibo. Indudablemente,
éstas, al darse cuenta de lo sucedido, caerían sobre el movimiento insurreccional en el
término de la distancia. Eran un peligro cierto contra la indefensa provincia.
No obstante todas aquellas perspectivas, los enardecidos patriotas abrazaron con infinita de-
cisión su hermosa causa. Se dispusieron a afrontar cuantos sacrificios fuesen necesarios
para llevarla avante.

Entre otros patriotas de gran espíritu y carácter encontrábase el bravo y luego glorioso Cam-
po Elias. Por aquella distinción fue nombrado Capitán de Granaderos, encargado de las
defensas de la Provincia.

Desplegando grandes actividades hizo cortar estratégicamente los caminos. Construir


trincheras. Establecer sitios de observación para vigilar el movimiento que pudiera darse en
la navegación del Lago de Maracaibo. En fin, tomó todas las medidas que juzgó prudentes y
necesarias para asegurar el éxito del evento.

Entre los principales propulsores de aquel movimiento revolucionario, como persona de gran
influencia y exaltación, encontrábase el Canónigo doctor Francisco Uzcátegui. Era él el
verdadero ductor de almas de aquella ciudad.

En la casa de habitación del Canónigo, se improvisó entonces un taller de fundición. Sus acti-
vidades las notó el vecindario cuando una densa nube de humo se alzó hacia el espacio
desde la casa del Clérigo. Casas, criados, dinero y propias fuerzas, todo lo había puesto el
generoso eclesiástico al servicio de la causa justa y humana que había decidido defender.
De aquella improvisada industria salieron cañones, lanzas y otros instrumentos de guerra.
Grandes simpatías del pueblo merideño obraban en pro de los esfuerzos y actividades del
Padre Uzcátegui. Este a su vez, sin preocuparse por los peligros ingénitos de su actividad
revolucionaria, dedicaba a ellas todas sus energías, en forma valerosa y decidida.

No obstante su notable decisión, no faltaron quienes con justos recelos, temiesen por la
seguridad del Padre Uzcátegui, dados sus descarados y definitivos preparativos y diligencias

Compilacion, Edicion, y Publicacion


Xabier Iñaki Amezaga Iribarren

Editorial Xamezaga (Catalogo Obras (960)


La Memoria de los Vascos en Venezuela.

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