La modernidad líquida
Bauman Zygmunt. Modernidad líquida. 2003. México. Fondo de Cultura Económica
En este libro el sociólogo y filósofo polaco, Zygmunt Bauman nos presenta cinco conceptos básicos
de importancia en las actuales condiciones humanas: emancipación, individualidad,
tiempo/espacio, trabajo y comunidad. El autor aborda dichos temas desde la perspectiva de la
sociología e intenta dar respuestas a interrogantes como: ¿qué es una sociedad?, ¿cómo se
identifica?, ¿qué la compone?, ¿qué relación hay entre los elementos que la componen, y el
mundo exterior?, ¿la sociedad va hacia una modernidad, o ya está en ella?, ¿qué es modernidad?,
¿sólida?, ¿líquida? Mediante estas preguntas analiza la complejidad de las nuevas sociedades y la
manera de enfrentar el fenómeno de la inmediatez.
El propósito principal de Modernidad líquida es tratar de responder a estas preguntas, una tarea
nada fácil. Zygmunt Bauman realiza un valioso análisis sociológico. Uno de los puntos relevantes
del texto es que nos encontramos ante la disolución del sentido de pertenencia social del ser
humano para dar paso a una marcada individualidad. Cuando el ser humano tiene posibilidades
reales de ser independiente, la sociedad ya no es aquella suma de individualidades sino el
conjunto de las mismas.
Para Bauman, la modernidad líquida es como si la posibilidad de una modernidad fructífera y
verdadera se nos escapara de entre las manos como agua entre los dedos. Este estado físico es
aplicado a esta teoría de modernidad en el sentido de que, posterior a la segunda guerra mundial,
nos encontramos con por lo menos tres décadas de continuo y próspero desarrollo, en el que el
ser humano encuentra tierra firme para ser y relacionarse con los demás.
Años más tarde, este mismo desarrollo, traducido en la ciencia y la tecnología, así como también
en lo político, económico, intercambio cultural, apertura de mercados, globalización, ha llevado al
ser humano a alejarse de aquello con lo que se mantenía unido, la sociedad. Es decir, de una
sociedad sólida pasa a una sociedad líquida, maleable, escurridiza, que fluye, en un capitalismo
liviano.
Bauman nos explica que ante la posibilidad de cambios reales, podemos reaccionar de una manera
favorable al sentirnos cada vez más independientes y rectores de nuestro destino, pero también
habrá quienes se sientan con miedo ante tales circunstancias. Ser independientes no es tan fácil, la
liberación-emancipación puede traer consecuencias a las que no estamos acostumbrados. Nos
consideramos modernos, pero no lo somos. Primero porque hay deficiencias que subsanar en
diferentes rubros; segundo porque dentro de algunos años, esta modernidad dará paso a otra,
pero necesariamente tendrá que dar paso a otra concepción.
Para Bauman, el hombre deja de lado esa sensación de satisfacción y bienestar, derivados de la
industrialización posterior a la segunda guerra mundial y busca su libertad. Considera que esa
libertad conseguida con su emancipación, ha hecho que el hombre se vaya guardando más para sí
mismo, despreocupándose aún más de lo que sucede a su alrededor. Señala que el hombre está
inmerso en una sociedad consumista, que cada vez más busca satisfacción y más rápido, dadas las
condiciones de expiración de los productos oferta-dos, y no necesariamente productos
alimenticios. Tales son los casos de las colecciones de la moda, lo último en tecnología, que hoy lo
es y mañana dejará de serlo. Considera que esa necesidad por las compras tiene como causa la
búsqueda desesperada de pertenencia al grupo que guía los rumbos de la sociedad capitalista-
consumista.
Señala que cuando salimos de compras, exorcizamos esos espíritus que sólo nos muestran una y
otra vez que, efectivamente, tenemos necesidades básicas que serán cubiertas en el mayor de los
casos; pero sólo esas, no más, no tenemos oportunidades de obtener más. Los de alto poder
adquisitivo tendrán un mayor número de opciones. Los de menor poder adquisitivo sólo podrán
adquirir lo que les corresponde. Conformidad: el hombre terminará indefectiblemente por caer en
las redes del consumismo, su identidad no será suficiente para salvarlo de ser parte de la sociedad
sinóptica. Sin embargo, aún existe sutilmente una clara diferencia entre el enemigo número uno
de la sociedad, el individuo.
En el tercer apartado Bauman reflexiona acerca del espacio/tiempo y su separación, antes éstos
estaban unidos y representaban fuerzas con-juntas para sí. Actualmente, no sólo se han separado,
sino que también hacen fuerza en contra de sí, sobre todo el tiempo frente el espacio. El primero
es el medio, herramienta de conquista del segundo; antes se encontraba a la par de nuestros
sentidos, sin embargo, con los avances tecnológicos, esta percepción del tiempo se ha
transformado de manera tal que lo que antes nos parecía tan lejos, ahora sólo está a un click de
nosotros, de esa manera conquistamos el espacio. Una conquista instantánea, que más tarda en
tener pasado que futuro.
Otra gran aportación del texto es la que se refiere a la clasificación de espacios en el ámbito de la
con-vivencia humana. Los espacios o lugares émicos (aquel destinado a la exclusión), los lugares
fágicos (aquel destinado a la inclusión masificada del consumo), los no-lugares (es un espacio
despojado de las expresiones simbólicas de identidad) y los espacios vacíos (lugares que siempre
han estado ahí, pero inexistentes en nuestro mapa mental). Es precisamente en estos espacios, en
los que la humanidad se desenvuelve actualmente, que se da una cierta necesidad de exclusión.
El ser humano se siente más seguro estando solo que en sociedad, está perdiendo las habilidades
de convivencia, sólo se moverá y expresará, en cierta medida, con aquellos a quienes considere de
su propia clase. El no hables con extraños, como lo señala Bauman, se ha convertido de una frase
de protección infantil, a una coraza de protección adulta.
Otro tema que el autor nos ex-plica es que la sociedad liquida ha transformado la esencia del
trabajo como bien común, a la esencia del trabajo individual. Por mis propios intereses. Aquí el
trabajo como tal tiene dos aristas. Primero la de los capitales financieros que los producen a partir
de fábricas, etcétera, el interés es sólo como capital humano. Es decir, como el medio por el cual la
materia se transforma en un bien que será comprado y que rápidamente pasará a la historia por
obsoleto. Los trabajadores son el recipiente que contiene el trabajo. Por otro lado, el trabajador
pasa primero de un trabajo a largo plazo -duradero y en el que se crean vínculos afectuosos con
compañeros y empresa, existe una identificación y un agradecimiento-, a un trabajo inmediato -en
el que la durabilidad no es importante y los vínculos personales dejan de existir y sólo la
gratificación instantánea importa.
Si bien es cierto que los individuos viven en conjunto alrededor de ciudades o localidades, se
encuentran inmersos en un mecanismo del cual es muy difícil salir, una individualidad colectiva. El
individuo como tal sólo puede confiar en sí mismo, ya no en los demás, ya que su seguridad está
muy por encima de intereses colectivos o mejor dicho comunitarios. Si a esto le agregamos que el
Estado
-antes garante de la seguridad, certeza, y hasta cierto grado, libertad- ya no brinda estas garantías,
entonces se da esa separación entre lo nacional, dentro del cual va inmerso el patriotismo. Sólo le
queda tratar de conseguir esa seguridad, entendida no solamente como seguridad física, sino
también como seguridad psíquica.
Es decir, en la modernidad sólida, el individuo se sentía identificado con el Estado, además de que
éste representaba un futuro, si no más prometedor, por lo menos un futuro. Ahora el individuo se
encuentra con que ese futuro se ha desvanecido, no sabe cómo se va a encontrar en cuatro o
cinco décadas. Por ello es importante señalar que el individuo, al verse cooptado por esas
necesidades creadas, se refugia en sí mismo para poder hacerse de esa seguridad, evaporada
entre los poderes de los mercados financieros. El concepto de Estado-nación representaba una
comunidad sólida, sin embargo la seguridad y la certidumbre buscan un nuevo modelo para basar
sus expectativas. El Estado ha dejado de ser benefactor. Actualmente ha tomado el papel de
mediador entre los poderes fácticos y los individuos, ha cedido sus facultades de decisión. El
Estado y la nación han tomado caminos distintos en la modernidad liquida.
Finalmente, Bauman señala que sumergidos en la sociedad liquida sólo podemos esperar un
cambio, en mucho tiempo. No podemos cambiar en unos cuantos años lo que ha sucedido durante
siglos. Eso sí, debemos tener esperanza. Pero vale la pena señalar que la búsqueda de identidad,
para nuestro autor, es una constante lucha por detener el flujo. Percibir la identidad por fuera nos
llama la atención, nos provoca atracción, queremos ir tras ella, de una manera que nos permita no
ser tan dependientes de una sociedad consumista. Sin embargo, al estar dentro de ella, al
poseerla, nos parecerá algo ilusorio, volátil, por lo que preferimos siempre volver al estadio de
sociedad sólida y consumista. Formar parte de un grupo.