LA SABIDURÍA EN
TOMÁS DE AQUINO.
INSPIRACIÓN Y REFLEXIÓN:
Perspectivas filosóficas y teológicas
Compilación y edición:
Liliana B. Irizar
Con la colaboración de:
Miguel A. Romero Ramírez, Diego F. Barrios Andrade,
Julián Rodríguez Lovo y Angélica Gómez
Escuela de Filosofía y Humanidades Sociedad Tomista Argentina
La sabiduría en Tomás de Aquino. Inspiración y reflexión: perspectivas filosóficas
y teológicas / compilación y edición Liliana B. Irizar; con la colaboración de
Miguel A. Romero Ramírez … [et al.] – Bogotá: Universidad Sergio Arboleda;
Sociedad Tomista Argentina, 2017.
211 p.
ISBN: 978-958-8987-57-6 (rústica)
1. SABIDURÍA 2. TOMISMO 3. TOMÁS DE AQUINO, SANTO
-- PENSAMIENTO FILOSÓFICO I. Romero Ramírez, Miguel A.
II. Barrios Andrade, Diego F. III. Rodríguez Lovo, Julián IV. Gómez,
Angélica V. Título
189.4 ed. 21
LA SABIDURÍA EN TOMÁS DE AQUINO. INSPIRACIÓN Y REFLEXIÓN:
Perspectivas filosóficas y teológicas
ISBN: 978-958-8987-57-6 (rústica)
ISBN: 978-958-8987-58-3 (.pdf )
Compilación y edición: Liliana B. Irizar
Con la colaboración de Miguel A. Romero Ramírez,
Diego F. Barrios Andrade, Julián Rodríguez Lovo y Angélica Gómez
© Universidad Sergio Arboleda
Escuela de Filosofía y Humanidades
Sociedad Tomista Argentina
Edición: septiembre de 2017.
Fondo de Publicaciones de la Universidad Edición:
Sergio Arboleda. Yadira Caballero Quintero
Queda prohibida toda reproducción por cualquier Carlos Andrés Caho Rodríguez
medio sin previa autorización escrita del editor. Director del Fondo de Publicaciones:
El contenido del libro no representa la opinión Jaime Arturo Barahona Caicedo
de la Universidad Sergio Arboleda y es
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Lo que reviste un interés primordial es
lo eterno y lo que merece ser eterno.
Lawrence Dewan, O.P.
Capítulo 6
El asombro y el agradecimiento: una actitud sapiencial
desde G. K. Chesterton
Miguel Ángel Romero Ramírez
Javier Nicolás González Camargo
Universidad Sergio Arboleda (Colombia)
Dentro del tratamiento que hace Santo Tomás de la sabiduría en
la Suma Teológica, II-IIae, cuestión 46, afirma que la necedad se
opone a la sabiduría1. Santo Tomás define la necedad como una
estupidez espiritual, un atontamiento para tener claridad y buen
juicio sobre las cosas2 . El necio3 es un hombre sin gusto, que no
sabe saborear y sentir los significados de las cosas según su causa
suprema. Debido a que no ve la conexión de los efectos con sus
causas más radicales, vive con fines inmediatos y perecederos, los
que le son mostrados en las apariencias. Esta visión de la realidad,
Tomás la llama la sabiduría del siglo “que considera como causa
1
Cf. S.Th., II-IIae, q. 46, 1: “Es adecuada la oposición de la necedad a la
sabiduría”.
2
Cf. Ibid.: “Como dice San Isidoro: Sabio viene de sabor, porque, al igual que
el gusto es idóneo para percibir los sabores, discierne el sabio las cosas y las
causas… El fatuo carece del sentido de juzgar; el necio, en cambio, lo tiene,
pero embotado; y el sabio, por su parte, lo tiene sutil y perspicaz.” [Cursivas
nuestras]
3
La necedad apunta al ofuscamiento del intelecto, pero también de la voluntad.
Tal como explica Hildebrand: “es, ante todo, una falta de lucidez la que lleva
a considerar como algo natural o, incluso, a pasar por alto esas pruebas de la
bondad y el amor... Es, además, una falta de amor por nuestra parte, no solo
una general falta de lucidez, sino también un “adormecimiento” de nuestro
amor”. Dietrich Von Hildebrand, La gratitud (Madrid: Encuentro, 2000), 46.
135
LA SABIDURÍA EN TOMÁS DE AQUINO. INSPIRACIÓN Y REFLEXIÓN
suprema y último fin algún bien terreno”4 o, por lo mismo, es “el engolfa-
miento del alma en lo terreno”5. Aquino dice que esta consideración necia
de la realidad es menguada debido a que su captación se encuentra obs-
taculizada, ya que “lo mismo que no saborea las cosas dulces quien tiene
estragado el gusto con mal humor”6, no puede captar, integralmente o en
su totalidad, la riqueza de la realidad. El asunto es, pues, que el necio, de
la misma manera de quien tiene estragado el gusto, sí tiene entendimiento,
pero éste no percibe bien.
Si lo que caracteriza al necio es su captación ofuscada del mundo que-
dándose en lo terrenal, la actitud sabia frente al mundo debe ser el descu-
brimiento de la unión íntima de las cosas con su causa suprema7. Sentado
esto, ¿cómo hay que encontrarse frente al cosmos para alcanzar esa actitud
sabia o sapiencial? Nuestra hipótesis es la siguiente: la actitud sapiencial
frente al mundo brota de una experiencia particular de asombro y agrade-
cimiento del hombre que se encuentra en el cosmos.
Así pues, el propósito de estas páginas es mostrar que la sabiduría, en-
tendida como el recto juicio sobre la realidad de acuerdo con las causas su-
premas8, es un juicio que brota de una actitud particular del hombre frente
al mundo. La particularidad de esta actitud radica en una experiencia de
asombro y gratitud del hombre frente al cosmos, tal como el filósofo in-
glés G. K. Chesterton la estudió. La actitud sapiencial está sostenida por el
descubrimiento sorprendente de la unión íntima del cosmos con su Causa
Suprema. Así, esta actitud nos ayuda a encontrar nuestro correcto lugar en
el cosmos9, porque la actitud sapiencial implica la gratitud de una visión
4
S.Th., II, IIae, q. 46, 1, ad 2
5
S.Th., II-IIae, q. 46, 3, ad. 3
6
S.Th., II-IIae, q. 46, 2
7
S.Th., II-IIae, q. 45, 1: “Compete al sabio considerar la causa suprema por la cual juzga
ciertísimamente de todo, y todo debe ordenarse según ella”.
8
Cf. S.Th., II-IIae, q. 45, 1
9
De hecho, un planteamiento cosmológico completo debe estar acompañado de una
antropología, porque el que se pregunta por el universo es el hombre. Así, afirma Remi
Braghe que “una cosmología debe dar cuenta de su posibilidad, así como de la primera
136
Capítulo 6. El asombro y el agradecimiento:
una actitud sapiencial desde G. K. Chesterton
integral: entender que todo el cosmos depende de Dios. Por lo tanto, esta
gratitud es una fuente de despliegues religiosos y éticos10.
Entonces, ¿en qué consiste el método de descubrimiento del mundo
que propone G. K. Chesterton para alcanzar la actitud sapiencial? Para
responder a esta pregunta se seguirá el siguiente esquema. En primer lugar,
exponemos brevemente diversas actitudes necias que pueden ofuscar el
camino a la sabiduría. En segundo lugar, analizamos el método chester-
toniano del descubrimiento del mundo a partir de la contingencia. En
tercer lugar, estudiamos las actitudes de asombro y agradecimiento corres-
pondientes a esta nueva captación del mundo posibilitadas por la reflexión
previa en torno a la contingencia. Y finalmente, exponemos brevemente
algunos despliegues de la actitud sapiencial de Chesterton en referencia a
las cosas del mundo.
Todo lo anterior llevará a afirmar que la experiencia particular del hom-
bre frente al mundo dispuesta11 por el asombro, y fructificada y realizada en
el agradecimiento, experiencia estudiada por G. K. Chesterton; desemboca
en la sabiduría, que radica en una mirada encendida por la conexión de la
realidad con las causas supremas, tal como lo planteó Santo Tomás. Esta
actitud sabia se caracteriza, entonces, como una captación completa, en el
asombro y la gratitud, del significado de la realidad, que “nos prepara para
observarla bajo una óptica de mayor profundidad existencial”12 .
condición de su existencia, a saber, la presencia en el mundo de un sujeto capaz de
experimentarlo como tal -el hombre-. Por lo tanto, una cosmología debe necesariamente
implicar algo como una antropología” Rémi Braghe, La sabiduría del mundo, Historia
de la experiencia humana del universo (Madrid: Encuentro, 2008), 20.
10
“Es decisivo para el hombre estar en el adecuado lugar en el cosmos; y lo está cuando
es agradecido. En la gratitud vive la verdad, la libertad, la humildad, la bondad y la
magnanimidad”. Dietrich Von Hildebrand, La gratitud (Madrid: Encuentro, 2000), 51.
11
Que quede claro que la experiencia humana del universo no es pasiva, sino que siempre
está mediada por unas actitudes personales que se refieren de alguna manera a la
realidad. En el encuentro con el mundo se da, pues, una tensión de encuentro entre
sujeto y objeto. “El mundo no es algo que se pueda comprobar pasivamente, sino algo
que el sabio debe poner como tal” Rémi Braghe, La sabiduría del mundo…,46.
12
José Antonio Hernández García, Presentación. En: G. K. Chesterton, Barbagrís en
escena (México: Uam, Casa del tiempo, n. 81, 2005), 10. Para una ampliación biográfica
137
LA SABIDURÍA EN TOMÁS DE AQUINO. INSPIRACIÓN Y REFLEXIÓN
1. La necedad de la conciencia
Quisiéramos comenzar describiendo un poco a qué se hace referencia con
el término necedad o embotamiento del entendimiento o de la conciencia
frente al mundo. La necedad la caracterizamos como un estado de atur-
dimiento, somnolencia y mareo frente al misterio del cosmos. Desaparece
en este estado el preguntarse sincero por el mundo. Este es un estado en
el cual ya no se quieren sólidas respuestas, solamente se quiere sobrevivir
al día con lo que hay disponible y fácil. Todo parece natural y normal,
incluso el mal no aguijona la conciencia, simplemente se piensa que así
son las cosas, un mundo donde hay que vivir, en el cual unos sufren más
otros menos, en donde hay malos y hay buenos, hay gente rica y hay gente
pobre, unos nacen otros mueren, y algún día tocará morir. De esta forma
se escurre la vida y se limita a verla de lejos, algo que no incumbe real-
mente. Dios tampoco interesa mucho, se sigue una religión por rutina o
simplemente se vive en un halo confuso de agnosticismo.13 Generalmente
hablando, nuestro mundo está afectado de un lamentable orgullo, esto es,
una vida de bienestar sin interrogantes, o de un triste vacío, es decir, una
vida sin sentido.14
de G. K. Chesterton en torno al asombro y el agradecimiento ver: Miguel Ángel Romero
& Liliana B. Irizar, “G. K. Chesterton y el gozo agradecido de un hombre que ve”, en
Visión sapiencial y sentido de la vida: un estudio desde Lawrence Dewan, Liliana B.
Irizar (Bogotá: Fondo de Publicaciones Universidad Sergio Arboleda, 2017), 107-117.
13
Una religión bien vivida o un ateísmo de alguna manera basado en razones tienen bases
de pensamiento fuerte. Al contrario, la rutina y el agnosticismo son débiles en sí mismos.
Por eso dice Dietrich Von Hildebrand que “La costumbre es un gran peligro en nuestra
vida religioso-moral: el peligro de abotargarse y después de algún tiempo no apreciar ya el
regalo… En segundo lugar, existe el peligro de considerarlo natural y no sentirse obligado
a un agradecimiento especial”. Dietrich Von Hildebrand, La gratitud, 45.
14
Hay que resaltar aquí el fenómeno abrumante de los Hikikomori que son adolescentes
que se encierran en su cuarto por largos meses viviendo en un mundo virtual en frente
de un computador. Cf. The japan times news, Japan’s middle-aged recluses in dire need
of help, survey finds, Tomado de: http://www.japantimes.co.jp/news/2017/01/25/
national/soci al-issues/japans-middle-aged-recluses- dire-need-help-sur ve y-
finds/#XV5wihU18dU, (Consultada el 6 de julio de 2017). No viene mal traer a colación
que hay un estilo de vida que comienza por un serio preguntar por la realidad, pero se
decanta en negros pesimismos, de hecho, hay todo un estilo de vida oscuro basado en
la literatura, en la filosofía, en el arte y en la música. Ver: Capítulos XI y XI de Mariano
138
Capítulo 6. El asombro y el agradecimiento:
una actitud sapiencial desde G. K. Chesterton
Este estado de necedad hace referencia, entonces, a un ocultamiento
del significado completo de la realidad, reduciéndola a unas visiones ses-
gadas. Ante ese ocultamiento, Chesterton alude a la necedad como un ver
las espaldas del mundo. Significa ver el mundo como monstruoso, esto es,
incoherente en sí mismo. En una de sus novelas de juventud escribe:
-Óiganme ustedes- exclamó Syme con énfasis desusado-. ¿Quieren uste-
des que les diga el secreto del mundo? Solo lo vemos por detrás: por eso
parece brutal. Eso no es un árbol, sino las espaldas de un árbol; aquello no
es una nube, sino las espaldas de una nube. ¿No ven ustedes que todo está
como volviéndose a otra parte y escondiendo la cara?15
En ese momento Syme, el protagonista y quien representa el pensa-
miento de Chesterton, y otros policías se encuentran en persecución de
Domingo, que es el presidente anarquista. Ahí, Syme al ver las espaldas del
Domingo, dice que Domingo es un monstruo, pero, finalmente, y después
de una larga búsqueda, llega afirmar Syme que Domingo es divino cuando
le muestra el rostro16, de hecho, al final de la novela se da a entender que
Domingo hace referencia a Dios y al universo17. En ese juego de las doble
Fazio, Historia de las ideas contemporáneas (Madrid: Rialp, 2015), 309-380. También
está la visión campechana basada en una vida de placeres que corresponden a las idas y
venidas de la moda, y con ello la música de moda, las novelas de moda, las películas de
moda, el vestir de moda, todo ello envuelto en un hado de aparentes riqueza, alegría y
bienestar. El resultado al fin y al cabo es una falta de identidad, viviendo la vida de otros
“famosos” y de lo que disponen los que detentan el poder económico y financiero. Cf.
Francisco, Laudato si´ (Bogotá: San Pablo, 2015), n. 203.
15
G. K. Chesterton, El hombre que fue jueves (Bogotá: La Oveja Negra, 1985), 135.
16
Ibid.: “Su cara me asustó como asusta a todos. Pero no por brutal, no por perversa. Me
asustó, al contrario, por su hermosura, por su bondad… Pero si por detrás me pareció
un animal, por delante me pareció un dios…Ahora comprendo que era mi amigo, mi
amigo en las tinieblas”.
17
Ver: Daniel Ruelas Bernes, “La alegoría y la paradoja político-religiosa en El hombre que
fue jueves, de Chesterton” (Tesis de Licenciatura en Literatura con área en Literatura,
Universidad de las Américas Puebla, 2003). Chesterton en esta novela hace un uso
maestro de la paradoja ya que a lo largo del relato se van dando pequeñas revelaciones
de lo monstruoso como angelical, de lo anárquico como ordenado. Por eso, la paradoja
principal de esta novela es ver a Dios y al mundo como inabarcables, inmensos, ilógicos,
para después verlos como amables, cercanos, disponibles.
139
LA SABIDURÍA EN TOMÁS DE AQUINO. INSPIRACIÓN Y REFLEXIÓN
facetas, que es permanente en la novela El hombre que fue jueves, Chesterton
refleja la pesadilla del hombre frente al mundo como el paso de la necedad
al despertar de la conciencia. Es decir, en un primer momento, la realidad
se presenta, por diversas causas, como carente de significado trascendente,
como estando ahí sin más. Sin embargo, en un segundo momento, cuando
hay una pregunta sincera por la realidad y se va a sus raíces más profundas,
se percata de que hay una conexión con lo trascendente. Este segundo mo-
mento se caracteriza por un despertar de la conciencia frente a la realidad,
un preguntar por el significado profundo de los hechos. Ahí tiene sentido
la siguiente frase que pronuncia Syme en la escena: “¡Si pudiéramos salirle
al paso al mundo y verlo por enfrente…!”18
Este deseo de querer ver el mundo tal cual no se consigue sin una de-
terminada visión, ya que el mundo se ofrece tal cual es, pero la vista puede
estar ofuscada. Para pasar, pues, de este estado de necedad, hay que hacer
una reflexión, es decir, un volverse a sí mismo para darse cuenta cómo se
está dando el mundo y cómo se está interpretando.
2. El descubrimiento del mundo por medio de la contingencia
Hay una experiencia recibida del mundo que está implicada en él. Esta es
la experiencia de la nada, y con ella, la experiencia de lo no-obvio, de lo no
totalmente explicado, es decir, el misterio. Ahora bien, la experiencia de la
nada, según el análisis de Chesterton, puede llevar a unas actitudes pos-
teriores que son el asombro y el agradecimiento que posibilitan la actitud
sapiencial. De hecho, el asombro nace cuando se rompe con la familiaridad
del objeto a través de la posibilidad de la nada, del misterio del ser y de su
dependencia con respecto a Dios.
Chesterton reflexiona frente a la constatación de que las cosas se le
muestran con la posibilidad de no ser. El filósofo inglés, frente al enten-
dimiento común del estar de los seres, comenta que “parece mucho más
sorprendente pensar que cualquier persona de las que andan por la calle
18
G. K. Chesterton, El hombre que fue jueves, 135.
140
Capítulo 6. El asombro y el agradecimiento:
una actitud sapiencial desde G. K. Chesterton
podría no haber sido”19. Por un lado, esto conlleva ver que realmente las per-
sonas existentes pudieron no haber sido, pero por otro lado, que realmente
son, y que eso es lo más grande. Esta constatación de la nada no se puede
dar sin percatarse aún más realmente del ser. Comenta Chesterton:
Hasta que no nos demos cuenta de que las cosas pueden no ser, no podre-
mos darnos cuenta de lo que las cosas son. Hasta que no veamos el fondo
de oscuridad no podremos admirar la luz como cosa única y creada. En
cuanto vemos la oscuridad, toda la luz se ilumina, repentina, cegadora y
divina. Hasta que no imaginamos la no entidad, subestimamos la victoria
de Dios, y no podemos darnos cuenta de las victorias de Su guerra antigua.
Que nada sepamos hasta que no conocemos la nada es uno de los millones
de bromas de la verdad.20
Esta mirada permite darse cuenta de que las cosas son. Permite romper
la atadura de lo común según la cual las cosas son así porque están ahí
desde siempre o son porque así son. Al contrario, las cosas pueden no ser
y frente a la nada se alza el ser. De esta manera, la actitud sapiencial nace
del descubrimiento de la condición contingente21 de todas las criaturas del
universo. En la medida en que su condición contingente consiste en la po-
sibilidad de ser o no ser, se rompe la familiaridad con los seres del universo,
y gracias a la ruptura de esa posibilidad nace el asombro ante el hecho de
que sean.
G. K. Chesterton, Ortodoxia (Barcelona: Acantilado, 2014), 83. [Cursivas nuestras].
19
20
G. K. Chesterton, Herejes (Barcelona: El Cobre ediciones, 2007), 59.
21
Cf. Ferrater Mora, “Contingencia”, Organización Ferrater Mora, http://www.
ferratermora.org/ency_concepto_ad_contingencia.html: ‘Es contingente que p’ es
equivalente a la conjunción: ‘Es posible que p’ y ‘Es posible que no p’. En la literatura
lógica clásica es frecuente definir la contingencia como la posibilidad de que algo sea
y la posibilidad de que algo no sea. Si el término ‘algo’ se refiere a una proposición, la
definición corresponde efectivamente a la lógica; si ‘algo’ designa un objeto, corresponde
a la ontología… Las definiciones medievales de ‘contingente’ pueden resumirse en la
tesis de Santo Tomás, según el cual (como hemos visto antes a propósito del sentido
lógico) lo contingente es aquello que puede ser y puede no ser. En este sentido el ens
contingens se contrapone al ens necessarium. Metafísicamente, el ente contingente ha
sido considerado como aquel que no es en sí, sino en otro, y ello de tal forma que todo
ens contingens es un ens ab alio.
141
LA SABIDURÍA EN TOMÁS DE AQUINO. INSPIRACIÓN Y REFLEXIÓN
Esto se completa teniendo en cuenta que las necesidades que conside-
ramos definen a los seres de este universo, que son las necesidades descritas
por la ciencia, no son verdaderas necesidades ontológicas. En efecto, las
necesidades expresadas en las leyes científicas pueden provocar, de alguna
manera, el ofuscamiento de la admiración. Esto es, la tentación de la ex-
plicación científica del mundo consiste en que las respuestas de la ciencia
a veces proclamadas como indudables tienen el efecto de decantar en una
mirada que concibe la realidad como obvia y debida.
Chesterton en su libro cumbre, Ortodoxia, hace una crítica a la concep-
ción de los hechos físicos por parte de la ciencia. La ciencia, según Ches-
terton, considera que los hechos físicos son inevitables, cometiendo el error
de ver que dos hechos consecutivos y repetidos tienen una necesidad, una
verdad que los conecta:
A los científicos se les nubla la cabeza hasta que creen imaginar una re-
lación intelectual necesaria entre que una manzana deje el árbol y que la
manzana llegue al suelo. Hablan como si no solo hubiesen descubierto
una serie de hechos maravillosos, sino una verdad que los conectara entre
sí. Hablan como si la conexión física de dos cosas las conectara también
filosóficamente.22
Para desarrollar esta objeción, Chesterton parte del análisis de los cuen-
tos de hadas. Aunque los cuentos de hadas acepten las secuencias mate-
máticas y lógicas como razonables y necesarias, los hechos físicos de lo
cotidiano son tomados como repeticiones que pudieran dar lugar a otro
producto, lo que no sucede en una cadena fatalista. Por eso dice el escritor
inglés que en el país de los elfos hay una enorme diferencia: “es imposible
imaginar que uno y dos no sumen tres. Sin embargo, es facilísimo imagi-
nar un árbol que no dé fruta”23 y pueda dar otra cosa.
Chesterton sostiene que una “ley implica que conocemos la naturaleza
de la generalización y de la promulgación, no solo que hayamos reparado
22
G. K. Chesterton, Ortodoxia, 66.
23
Ibid., 64.
142
Capítulo 6. El asombro y el agradecimiento:
una actitud sapiencial desde G. K. Chesterton
en algunos de los efectos”24. Por eso, Chesterton dice que se presentan
a la mirada científica sucesos consecutivos de dos cosas incomprensibles,
con los cuales, paradójicamente, la ciencia emite una relación comprensible
entre ellos. El filósofo inglés, al contrario, propone ver las cosas de otra
manera. Escribe que si le preguntaran el porqué de los sucesos diría “que es
cosa de magia. No se trata de leyes, porque no comprendemos su formula-
ción general; ni tampoco de necesidades, porque, aunque podemos contar
con que ocurran en la práctica, no tenemos derecho a decir que así ocurrirá
siempre”25. El punto es que la necesidad que liga dos fenómenos y que des-
cribe una ley de la naturaleza no es una necesidad ontológica que remita a
la existencia misma de los seres del mundo, sino una mera generalización
de lo que, se asume, es una relación más o menos constante.
Por eso se guarnece y complace en los cuentos de hadas, en los que el
mundo fáctico es el resultado de procesos incomprensibles que dan como
resultado algo incomprensible. Por ejemplo, en los cuentos de hadas un
manzano puede producir tulipanes rojos, las manzanas pueden ser doradas
y en los ríos puede correr vino26; en el país de las hadas, las palabras que
rigen las cosas no son “ley”, “necesidad”, sino “encantamiento”, “ensal-
mo”27. Chesterton toma, pues, los cuentos de hadas para volver a avivar la
antigua fibra de lo maravilloso, y despertar, de esta manera, la admiración.
Aquellos relatos “afirman que las manzanas eran doradas para traernos
a la memoria el momento olvidado en que descubrimos que eran verdes.
Hacen que en los ríos corra vino para recordarnos por un instante que en
ellos corre agua”28. Consiste en poder ver las cosas por primera vez, aunque
ya se hayan visto muchas veces, “si miras una cosa novecientas noventa y
nueve veces, estarás perfectamente a salvo; si la miras una milésima vez, te
expondrás al espantoso peligro de verla por vez primera”29.
24
Ibid., 66.
25
Ibid., 67.
26
Cf. Ibid., 68.
27
Cf. Ibid., 67.
28
Ibid., 68.
29
G. K. Chesterton, El Napoleón de Notting Hill (Bogotá: La Oveja Negra, 1904), 23.
143
LA SABIDURÍA EN TOMÁS DE AQUINO. INSPIRACIÓN Y REFLEXIÓN
La crítica de Chesterton contra la ciencia no es a favor de un pueril
escepticismo, por el contrario, se resguarda del escepticismo metafísico del
positivismo o del criticismo kantiano. Su animadversión está no contra
la ciencia como tal, sino contra el poder desencantador del mundo que
esta trae cuando acapara la cultura. El modernismo pone en escena un
universo, o bien caótico, o bien necesario, haciendo olvidar que el carácter
contingente de los seres. Por el contrario, Chesterton con su didáctica de
los cuentos de hadas enfatiza en la contingencia de las cosas, contingencia
que se dice de la forma puede que NO x; enfatizando en la posibilidad de
no ser, en el trasfondo de las entrañas de la nada. No obstante, tampoco es
una reivindicación del argumento de razón suficiente leibniziano, pese a su
proximidad, puesto que la apuesta de Chesterton no se corresponde a una
deducción lógica, atada a las interminables discusiones de los dialécticos.
Es una actitud existencial en la que la gratitud media entre la contingencia
y la necesidad.
Entonces, lo esencial en este paso de volver a la genuina ignorancia es
alcanzar la actitud de expectación y correspondencia, esto es, la admira-
ción que lleva al agradecimiento: “la maravilla tiene un elemento positivo
de alabanza. He ahí el siguiente hito que debemos señalar”30. De hecho, la
gratitud y la confianza que se suscitan en la contemplación verdadera de la
realidad para Chesterton no son meras palabras o sentimientos pasajeros,
sino que son “el pilar mismo de la realidad; hechos palmarios, no fanta-
sías; es más, en comparación con ellos, lo demás es pura fantasía. Todos
dependemos minuto a minuto y hasta en el menor detalle de Dios”31. Esta
conexión hay que verla de forma más explícita.
3. Actitud frente al mundo: admiración y agradecimiento
En primer lugar, está la pregunta ¿qué nos dice, pues, la nada? Que hay
ser. Es decir, frente a la realidad que puede no ser, se afirma la existencia
indudable de su ser. En segundo lugar, aparece la pregunta ¿debido a quién
hay ser? Ya que, como se ha visto, los seres son contingentes, podrían no
30
G. K. Chesterton, Ortodoxia, 70.
31
G.K. Chesterton, San Francisco de Asís (Madrid: Encuentro, 2012), 93.
144
Capítulo 6. El asombro y el agradecimiento:
una actitud sapiencial desde G. K. Chesterton
ser y, sin embargo, son. Esto exige, entonces, una razón. Esto lo expresa
muy bien Chesterton cuando dice en contraposición a la mirada orgullosa
o rutinaria:
Que Shaw tuerza el gesto y mire con altivez el colosal panorama de impe-
rios y civilizaciones no ha de convencernos necesariamente de que vea las
cosas tal como son. A mí me convencería más de que las ve como son si
lo encontrara mirándose los pies poseído de asombro religioso. “¿Qué son
esos dos hermosos e industriosos seres –lo imagino preguntándose entre
murmullos– que veo por todas partes y que me sirven sin yo saber por
qué? ¿Qué maravillosa diosa madre me los ofreció, sacándolos de la tierra
de los gnomos? ¿A qué dios de los confines, a qué bárbaro dios de las pier-
nas, debo rendir tributo con fuego y vino, para que no salgan corriendo
conmigo encima?”32
Para entender lo anterior, hay que tener en cuenta que Chesterton pasó
del ateísmo al agnosticismo y de ahí al anglicanismo alrededor del año
1900, hasta convertirse al catolicismo en 192233. La cita anterior extraída
de Herejes, un libro que escribió en 1905, hace referencia a esa búsqueda de
la Causa por la cual estaba vivo y no muerto o en una pesadilla. De hecho,
en todo hombre que se percate de la realidad del ser frente a su posibili-
dad de no ser surgirá instantáneamente el sentimiento de gratitud. Y este,
aunque no se refiera a Dios explícitamente, está cerca de encontrarlo. Por
eso dice Von Hildebrand que “con la gratitud igual que con la esperanza,
incluso en aquel que no ha encontrado a Dios, está vinculado un tácito
contar con Dios omnipotente y bueno”34.
Esto es así porque la conexión que se expresa ahí es la dependencia:
Una de las consecuencias de contemplar el mundo al revés, con los árboles
y las torres colgando cabeza abajo, tal y como los vemos reflejados en un
estanque, sería el subrayar la noción de dependencia. Tiene una relación
literal con el latín porque el verdadero significado de “depender” es colgar;
32
G. K. Chesterton, Herejes, 58.
33
Cf. Joseph Pearce, G. K. Chesterton. Sabiduría e inocencia (Madrid: Encuentro, 2009),
331-349.
34
Dietrich Von Hildebrand, La gratitud, 14.
145
LA SABIDURÍA EN TOMÁS DE AQUINO. INSPIRACIÓN Y REFLEXIÓN
en ese sentido sería mucho más gráfico el pasaje de las Sagradas Escrituras
que narra que Dios colgó el mundo de la nada.35
Todo esto llevó al propio Chesterton a una actitud de gratitud, cómo
él mismo narró: “un fino hilo de agradecimiento me mantenía unido a un
resto de religiosidad. Daba las gracias, a quienesquiera que fueran los dio-
ses”36 . De hecho, la constatación de la dependencia entitativa de las cosas
implica la aceptación reconocida del Ser que las sostiene. Y cuánto más se
percate de su dependencia más se dará cuenta de que podrían no haber
sido, hay mayor agradecimiento porque las cosas son frente a la nada. Por
eso, dice Chesterton:
Sabía que la alabanza a Dios se asienta sobre los cimientos más firmes
cuando se apoya sobre la nada y que cuando mejor apreciamos la inmen-
sidad del milagro del mero hecho de existir es cuando caemos en cuenta
dque si no fuera por una extraña misericordia, podríamos no estar vivos
siquiera.37
Esta actitud fue acompañada por algunas lecturas que mantuvieron su
espíritu en guardia del pesimismo y solipsismo de su época. Chesterton
leyó algunos autores que compartían esa mirada agradecida, por ejemplo,
Walt Whitman que cantó a la vida humana y a las realidades terrenas, el
amor de Robert Browning al mundo, la alegría y la vida aventurera de las
historias de R. L. Stevenson, el amor a Dios y a las criaturas de San Fran-
cisco de Asís, y la sorpresa por las pequeñas cosas de Charles Dickens38.
El asombro y el agradecimiento basado en la dependencia de la finitud de
las criaturas con respecto a Dios llevó a Chesterton, finalmente, a su con-
versión. Hasta aquí el inciso biográfico.
Continuando con las reflexiones en torno a la dependencia, se puede
afirmar que hay una nueva mirada de la realidad, ya que esta perspectiva
35
G.K. Chesterton, San Francisco de Asís, 90.
36
G. K. Chesterton, Autobiografía (Barcelona: Acantilado, 2010), 104.
37
G.K. Chesterton, San Francisco de Asís, 166.
38
Cf. Joseph Pearce, G. K. Chesterton. Sabiduría e inocencia, 114-118. Cf. Juan Carlos de
Pablos, Introducción: Santo Tomás de Aquino (Granada: Chestertonblog, 2013), 7.
146
Capítulo 6. El asombro y el agradecimiento:
una actitud sapiencial desde G. K. Chesterton
tiene una “la luz nueva y divina de la dependencia y del peligro eternos”39,
y esa mirada conlleva, consecuentemente, al agradecimiento constante
porque el mundo es y se mantiene siendo. Como Chesterton escribió de la
vida de San Francisco: “le daría las gracias por no permitir que todo el cos-
mos se cayera y se hiciera añicos como un enorme cristal, transformándose
en estrellas fugaces”40.
En efecto, la constatación de la finitud y la contingencia de las cosas
hace levantar la mirada a su creador. Ahí está la verdadera conexión bus-
cada por la sabiduría. Como se mencionaba anteriormente, es un nuevo
despertar: “es cierto que cuando vemos las cosas por primera vez, sentimos
inmediatamente que son creaciones ficticias; sentimos el dedo de Dios”41.
Las cosas se ven como apuntando hacia una causa trascendente. La verda-
dera sabiduría, pues, ve la conexión de las cosas con su Causa Suprema.
Una de las actitudes existenciales que se oponen a esta actitud de de-
pendencia es la actitud orgullosa del hombre que solo cree en sí mismo. De
hecho, Chesterton en varios de sus libros lucha contra la autosuficiencia
humana. En el primer capítulo de su libro Ortodoxia, el filósofo inglés hace
un análisis en torno al prejuicio de la creencia en sí mismos. Chesterton
desarrolla el análisis no argumentando su falsedad o verdad sino viendo si
da la verdadera fuerza y energía para vivir realmente y en plenitud la vida
o si solamente hace dar vueltas en torno a sí mismos llegando a la locura42 .
Esta autosuficiencia se caracteriza por querer comprenderlo todo, tener-
lo todo medido, calculado y resuelto. Chesterton hace una comparación
entre el poeta y el lógico: “el poeta solo pretende rozar el cielo con la frente.
39
G.K. Chesterton, San Francisco de Asís, 90.
40
Ibid.
G. K. Chesterton, Lo que está mal en el mundo (Barcelona: Acantilado, 2008), 127.
41
42
Cf. G. K. Chesterton, Ortodoxia, 17. Es importante resaltar aquí que el método
chestertoniano no es un método silogístico estricto, sino como él mismo ha llamado una
“serie de imágenes” Ibid., 9., para mostrar la bondad de sus conclusiones y su salubridad
para la vida. Para ello muestra cómo las otras teorías, a las que combaten, no es que sean
falsas (pueden serlo o no), sino que si son saludables o no. Por eso es por lo que él llama
a su sistema de pensamiento “Filosofía de la cordura” Cf. Ibid., 19.
147
LA SABIDURÍA EN TOMÁS DE AQUINO. INSPIRACIÓN Y REFLEXIÓN
En cambio, el lógico quiere meterse el cielo en la cabeza. Y por eso acaba
estallándole”43. Para Chesterton es muy saludable la aceptación confiada
del misterio, al contrario, el querer abarcarlo todo, el tenerlo todo en las
propias manos, es algo que no genera vida ya que se la reduce a pocas
premisas aceptadas pretensiosamente. Chesterton en este punto propone
una justa despreocupación, un correcto olvido de sí que permita abrirse y
aceptar el misterio esencial de la vida44.
Chesterton propone, en contraposición a la autosuficiencia, un gesto
vigoroso o una actitud de la voluntad que se disponga al misterio. Si no se
quiere permanecer sentado eternamente en el círculo lógico errando hay
que llevar a cabo “el acto voluntario, vigoroso y místico de apearse”45. Es
como decirle a un loco que cree que todos conspiran contra él: “pero ¡qué
feliz serías si pudieras convencerte de que en realidad le traes sin cuidado
a toda esa gente! ¡Qué anchurosa sería tu vida si pudieras empequeñecer y
mirases a los demás con mera curiosidad y placer”46, o decirle al loco que
se cree dios:
¡Qué feliz serías y cómo se colmaría tu vida si el martillo de un Dios más
poderoso hiciera pedazos tu pequeño cosmos, dispersara las estrellas como
lentejuelas y te dejara en terreno despejado donde pudieras mirar hacia
arriba o hacia abajo como los demás hombres!47
Quitando la pretensión de la autosuficiencia se posibilita, entonces,
mucho más fácilmente, la captación de la sabiduría. Chesterton afirma
que “la verdad es que toda apreciación auténtica se basa en cierto misterio,
en cierta oscuridad, en cierta humildad”48. Es que quitando todos los es-
pejismos que provoca la soberbia se puede volver a contemplar a sí mismo
y al mundo como lo que son, como dependientes de su Causa Suprema.
43
Ibid., 20.
44
Cf. G. K. Chesterton, Herejes, 197.
45
Chesterton, Ortodoxia, 25.
46
Ibid., 24.
47
G. K. Chesterton, Ortodoxia, 24.
48
G. K. Chesterton, Herejes, 59.
148
Capítulo 6. El asombro y el agradecimiento:
una actitud sapiencial desde G. K. Chesterton
Además, de ahí se desprenden algunas actitudes morales que correspon-
den a esa apertura al misterio. Por ejemplo, la complementariedad de los
seres ya que cada uno de ellos no es autosuficiente y necesita de los otros.
Efectivamente, esta perspectiva se torna social. Cuando el hombre se reco-
noce junto con los demás, no busca imponerse sobre ellos, como lo hace
el autosuficiente, sino compartir49; “ha descubierto la diferencia, donde el
desprecio conoció solo indiferencia”50.
La humildad es otra actitud moral que se despliega a partir de la de-
pendencia. En referencia a esta captación verdadera del ser, la humildad
permite el verdadero disfrute de la realidad ya que ella permite captar la
belleza de las cosas. Chesterton se dio cuenta de que en la soberbia “pensar
en sí mismo le llevará [al soberbio] tratar de ser el universo; y tratar de ser
el universo le hará dejar de ser cualquier cosa”51. Al contrario, el que ve el
mundo tal cual es, el humilde, lo verá a la manera como se le ha concedido:
“verá la hierba como ningún otro hombre puede verla, y verá un sol que
solo él conoce”52, y tendrá deseos de conocerlos más profundamente.
La humildad permite tener conciencia de sí mismo como indigno de la
realidad. En efecto, el hombre humilde se da cuenta de lo poco que es y de
lo mucho que recibe por la mano generosa del Creador. Esto abre la puerta
del verdadero goce de las cosas: “el único modo de disfrutar hasta de una
mala hierba es sentirse indigno incluso de una mala hierba”53. La humildad
abre, pues, una auténtica relación con la realidad referente a la “simplici-
dad que acepta y disfruta”54, al verdadero gozo en ellas, porque el humilde
sabe de dónde vienen, qué le proclaman y hacia dónde se dirigen. Por eso,
“la humildad nos devuelve siempre a la oscuridad primera. En ella, toda
49
Cf. Ibid., 188.
50
G. K. Chesterton, Santo Tomás de Aquino (Granada: Chestertonblog, 2013), 116.
G. K. Chesterton, Herejes, 111.
51
52
Ibid.
53
G. K. Chesterton, Autobiografía, 379.
54
G. K. Chesterton, Herejes, 114.
149
LA SABIDURÍA EN TOMÁS DE AQUINO. INSPIRACIÓN Y REFLEXIÓN
la luz resulta deslumbrante, desconcertante, instantánea”55. La humildad
consiste, también, en una lucha constante por mantenerse en esa visión
del ser porque por la rutina, el acostumbramiento y la desidia se ofusca la
realidad y el propio ser, se caería, así, de nuevo en la necedad. De hecho, es
mediante la humildad como:
los cielos para nosotros más antiguos siguen frescos y fuertes. La maldi-
ción que se produjo antes de la historia ha puesto en nosotros la tendencia
a cansarnos de las maravillas. Si viéramos el sol por vez primera, nos pare-
cería el meteoro más temible y hermoso de todos.56
Esta visión del ser basada en la humildad le aporta a Chesterton una
visión de la prehistoria cósmica:
Los ángeles vuelan porque se toman a sí mismos a la ligera… En cambio,
los reyes, con sus adornos de oro y sus mantos purpúreos, caen por su pro-
pia naturaleza, pues el orgullo no conduce a la levedad ni a la levitación.
El orgullo es el lastre que arrastra sencillamente a la solemnidad. Uno
“cae” en una especie de seriedad egoísta cuando lo que tiene que hacer
es elevarse a una especie de olvido de sí mismo. También “se sume” en la
melancolía o se alza hacia el cielo. La seriedad no es una virtud. Sería una
herejía, aunque muy sensata, decir que la seriedad es un vicio. En realidad,
es una tendencia natural tomarse a uno mismo en serio, porque es lo más
sencillo. Es fácil ser pesado, difícil ser ligero. Satán cayó por la fuerza de
la gravedad.57
Ahora bien, esta mirada basada en el asombro y el agradecimiento y
matizada por la humildad, indujo a Chesterton a plantear una ética que
correspondiera a estas actitudes. La llamó la doctrina del goce condicional,
también la fundamentó a partir de sus reflexiones de los cuentos de hadas58.
Para entender esta teoría hay que tener en cuenta que Chesterton la formu-
55
Ibid., 137.
56
Ibid.
57
G. K. Chesterton, Ortodoxia, 158. Vale la pena aclarar que esta “crítica” a la “solemnidad”
y la “seriedad” no apuestan por la frivolidad, sino que apuntan a la impostura acartonada
y gris que era ley de los “gentleman” en el mundo tardo victoriano en que vivió.
58
Después se dará cuenta de que esta doctrina coincide con la ética cristiana.
150
Capítulo 6. El asombro y el agradecimiento:
una actitud sapiencial desde G. K. Chesterton
ló antes de su conversión. Permítasenos, pues, explicarla refiriéndonos, en
pasado, a la evolución del pensamiento del joven Chesterton.
Las lecturas que hizo Chesterton de los cuentos de hadas de Grimm y
de George MacDonald le permitieron darse cuenta de que la comprensión
de la vida que se tiene en el ambiente general que envuelve el cuento de
hadas descansa el principio de la luminosidad de la vida pero, al mismo
tiempo, de la fragilidad de ella. Estos cuentos expresan que “la vida es lu-
minosa como el diamante, pero frágil como el cristal de una ventana”59.
Gilbert descubrió en su juventud que la vida era digna de ser vivida, pero
que también por diversas causas podría trocarse en muerte. Ese es el am-
biente general de los cuentos de hadas. En estas historias existe la condición
de poder disfrutar de todo con tal de que no se haga una determinada
acción, comúnmente prohibida por un hada. Si se incumple el mandato,
todo se troca en oscuridad y tristeza.
Sin embargo, este mandato muchas veces está envuelto en algo incom-
prensible. Por ejemplo, por qué no podía la muchacha quedarse en la reu-
nión después de las doce, o por qué si se apagaba la vela se caía el castillo,
o por qué se podía disfrutar un palacio de oro con tal de no decir “vaca”60.
Chesterton mismo se percató de que, al igual como sucede en los cuentos
de hadas, “tenía la impresión de que la existencia era un legado tan excén-
trico que no tenía derecho a quejarme de no entender las limitaciones de la
visión cuando no entendía la visión que limitaban”61. De aquí Chesterton
llegó a la conclusión de que “la verdadera forma de dar gracias es demostrar
cierta humildad y dominio de uno mismo: deberíamos dar gracias a Dios
por la cerveza y el borgoña no bebiendo demasiado. También debíamos
alguna obediencia a lo que nos haya creado”62 .
Además, esta actitud de asombro y agradecimiento, especificada en el
gozo condicional, le permitió captar el cosmos como algo que no es basto,
59
G. K. Chesterton, Ortodoxia, 72.
60
Cf. Ibid., 70.
61
Ibid., 73.
62
Ibid., 84.
151
LA SABIDURÍA EN TOMÁS DE AQUINO. INSPIRACIÓN Y REFLEXIÓN
expansivo, enorme, sino como algo frágil, diminuto y salvado de un de-
sastre universal. Él resume esta visión con la imagen de un cosmos salvado
de un naufragio. Escribe: “llegué a tener la vaga y avasalladora impresión
de que, en cierto sentido, todo bien era un resto de un desastre primordial
que debíamos atesorar y guardar como si fuese sagrado”63. Es decir, en
contra de la visión derrochadora y consumista del que usa y bota, Chester-
ton quería ver las cosas y a sí mismo como valiosos por ser salvados de un
terrible accidente, como “salvados por los pelos…todos hemos vivido una
terrible aventura, pues podíamos haber sido seres abortados, niños que no
llegan a ver la luz”64. Esto es todo lo contrario al pesimismo victoriano que
pusiera al hombre en la posición más ínfima de las criaturas o que se alu-
diera a su destino como si de la muerte o la nada se tratara. La mirada de
humildad que tenía Chesterton le posibilitó captar la verdadera pequeñez,
la grandeza y el destino del hombre, escribía: “el hombre era una estatua de
Dios paseando por el jardín y tenía preeminencia sobre todos los animales;
solo estaba triste porque no es un animal, sino un dios caído”65. Todas
estas intuiciones que tuvo en su juventud fueron después ratificadas por la
doctrina cristiana.
4. Los despliegues de la sabiduría
El descubrimiento del mundo a partir del asombro y del agradecimiento,
especificado por la mirada original de Chesterton, posibilita el segundo
paso que menciona Santo Tomás de la sabiduría: “dirigir los actos huma-
nos en conformidad con las razones divinas”66 . De hecho, la visión sapien-
cial aporta un nuevo significado a las cosas, una nueva luz a cada una de las
realidades que se contemplan, a cada uno de los actos que hacen la existen-
cia y que constituyen el mundo. Veámoslas a partir de las particulares re-
flexiones de Chesterton. Él bajo esta luz de verdadera sabiduría, contraria a
la necedad, intenta juzgar las cosas del mundo según principios divinos. Al
63
Ibid.
64
Ibid., 83.
65
Ibid., 124.
66
S.Th., II-IIae, q. 45, 3, ad. 3
152
Capítulo 6. El asombro y el agradecimiento:
una actitud sapiencial desde G. K. Chesterton
mismo tiempo, las actitudes de asombro y agradecimiento le permiten no
ver todo color de rosa67, sino captar las cosas en su verdadero significado, y
desde ahí, poder juzgarlas según ese fin último, cometido de la sabiduría 68.
Para ello, es necesario desprenderse, antes que todo, de una visión que
niega la posibilidad y la validez de tener la mirada fija en tal fin. De hecho,
había una atmósfera intelectual en la época de Chesterton69 que criticaba
abiertamente cualquier tipo de definición o dogma y propugnaba el ag-
67
Sorprende que dentro de la sabiduría griega y latina el término que se utilizó para expresar
el conjunto de la realidad no fue un término defectuoso o apocado. Se utilizó kosmos
y mundus que designan orden y belleza. “El término [káta kósmon] designa el orden y
la belleza, de forma más precisa la belleza resultante del orden, la que considera todavía
hoy una actividad que toma de ella su nombre, la cosmética… Paralelamente, el latino
mundus, de donde viene nuestro “mundo”, es, sin duda, la misma palabra que mundus,
“arreglo, adorno de la mujer”, cuyo sentido cosmológico está tomado por imitación
del griego”. Rémi Braghe, La sabiduría del mundo…, 38-39. Sin embargo, esto no
oculta o deja de lado la experiencia del mal. Incluso una de las primeras tentaciones de
Chesterton fue ocultar el mal, cuando intentaba explicar su original punto de partida del
asombro agradecido. En una entrevista que concedió a W. R. Titterton expresa que tuvo
que dejar su primer intento de herejía porque no expresaba toda la realidad, el mal, o en
sus palabras “el dolor de muelas”, dice que “la herejía no es una mentira; es una verdad
aislada de las demás verdades. Y descubrí que mi alabanza de “cualquier cosa”, por sí
sola, era una buena excusa para el tirano, el opresor de los pobres, y otros condenables
defensores del “dejemos las cosas como están”. Abjuré de mi herejía; es decir, recuperé
el equilibrio. Y perdí a mis discípulos… Pero observarás lo que le ocurre al Aga Khan
—prosiguió—: padece de mi antigua enfermedad. Lo alaba todo. Y hace caso omiso
de las verdades equilibradoras que completan la espléndida paradoja de la existencia. Él
dice: “¡Hágase Tu voluntad!” pero no “¡Líbranos del mal!” Nosotros reconocemos que
el universo es de Dios, pero que el enemigo existe”. W. R. Tittterton, G. K. Chesterton,
mi amigo (Madrid: Rialp, 2011), 57-58. Por eso, el reconocimiento del mal permitió a
Chesterton denunciarlo y atacarlo. Así se entiende que gran parte de la obra periodística
de Chesterton fuese crítica social.
68
Si el primer cometido de la sabiduría según santo Tomás es contemplar y examinar las
cosas divinas y necesarias, el segundo, es consultarlas para dirigir las acciones humanas
que son contingentes: “por eso a la sabiduría incumbe, primero, la contemplación de
las cosas divinas, que es la visión del principio; después, dirigir los actos humanos en
conformidad con las razones divinas. (S.Th., II-IIae, q. 45, 3, ad. 3)
Cf. G. K. Chesterton, Herejes, 235: “el vicio de la idea moderna de progreso mental
69
es que siempre se trata de algo relacionado con la ruptura de vínculos, la supresión de
límites, la marginación de dogmas”. Cf. G. K. Chesterton, Autobiografía, 101.
153
LA SABIDURÍA EN TOMÁS DE AQUINO. INSPIRACIÓN Y REFLEXIÓN
nosticismo, como verdadero estado de una persona inteligente. En contra
de esto, él responde con humor que “lo que hacen es retroceder hacia la
vaguedad de los animales errantes, hacia la inconsciencia de la hierba. Los
árboles carecen de dogmas. Los nabos son excepcionalmente amplios de
miras”70.
Una vida humana, al contrario, debe vivir con un pensamiento seguro
y estable, llegar a unos principios fijos, para finalmente tener conclusio-
nes válidas para la conducta. Porque “como se expresa sensatamente en el
Antiguo Testamento: “Donde no hay visión profética, el pueblo perece”
(Prov. 29:18)”71. El que piensa y llega a “conclusión tras conclusión, en la
formación de un asombroso plan filosófico y religioso, se convierte, en el
único sentido legítimo del que la expresión es capaz, en un ser cada vez más
humano”72 . Y la razón de esto es que sabrá ver en todas las cosas la verdad
de ellas y, por tanto, comprenderá su bondad, verá su conexión intrínseca
con su causa suprema, comprenderá así sus significados profundos, ya que
Quien pasee por el bosque de la doctrina los verá [los significados] por
todas partes. En él todo tiene un relato atado a la cola, como las herra-
mientas o los cuadros en la casa de mi padre, porque es la casa de mi
padre.73
En cambio, para el escéptico todo es un confuso vaivén donde no se
percibe definidamente la realidad, porque:
El grado en que podemos percibirlas depende estrictamente de hasta qué
punto haya en nosotros una concepción cierta de lo que es la verdad…
Porque lo cierto es que, cuanto más seguros estemos de lo que es el bien,
más veremos el bien en todas partes.74
70
G. K. Chesterton, Herejes, 236.
71
Ibid., 244.
72
Ibid., 236.
73
G. K. Chesterton, Ortodoxia, 207.
74
Ibid., 241.
154
Capítulo 6. El asombro y el agradecimiento:
una actitud sapiencial desde G. K. Chesterton
Sin embargo, el hombre sabio también, como se afirmó anteriormente,
podrá ver en las cosas su precariedad, en cuanto están faltas de algo, mi-
rará lo que hay de apariencia y falso, y querrá ayudar a mejorarlas, ya que
el amor que concede esta visión frente a la realidad “no es ciego; es todo
menos ciego. El amor es tenaz, y cuanto más tenaz, menos ciego”75, y por
tanto, se produce una “extraordinaria creencia en la importancia de decir
la verdad”76 .
Chesterton se da cuenta de que, por falta de una verdadera visión, por
falta de tener la mirada precisa en el punto fijo, en el fin último, muchas
veces, a pesar de las buenas intenciones, no se mejora el mundo, se hacen
cambios, nuevas teorías, descripciones de problemas, miles intentos de
cura, pero que, con todo, no se logra mucho, no se va a la raíz de los asun-
tos. Por esta razón proclama que “necesitamos adquirir una visión correcta
de los seres humanos, una visión correcta de la sociedad humana”77; pro-
pone, también, “abandonar nuestro agnosticismo diario y tratar de rerum
cognoscere causas”78. Porque si se tiene una recta comprensión de las cosas
se pueden mejorar radicalmente y cada vez más, es que “el corazón debe
sustentarse en lo que es correcto; y, una vez tengamos el corazón firme,
tendremos las manos libres”79.
Pero, también, permitirá, por otro lado, realizar esta visión sapiencial, y
es que “solo hay una cosa realmente sorprendente que se puede hacer con el
ideal, y es llevarlo a cabo. Enfrentarse al deslumbrante hecho lógico y a sus
temibles consecuencias”80. Así, propone Chesterton que “iniciemos, pues,
un largo viaje y adentrémonos en una búsqueda tremenda”81.
75
Ibid., 93.
G. K. Chesterton, Autobiografía, 226.
76
77
G. K. Chesterton, Herejes, 117.
78
G. K. Chesterton, Lo que está mal en el mundo (Barcelona: Acantilado, 2008), 20.
79
G. K. Chesterton, Ortodoxia, 93.
80
G. K. Chesterton, Lo que está mal en el mundo, 46.
81
G. K. Chesterton, Herejes, 250.
155
LA SABIDURÍA EN TOMÁS DE AQUINO. INSPIRACIÓN Y REFLEXIÓN
Ahora queda ver, sucintamente, algunos despliegues de la sabiduría en
el mundo. Chesterton ha explicado en varios de sus libros la especificidad
que aporta a la visión la luz de la sabiduría. Incluso, en sus novelas, algunos
personajes simbolizan esa visión82 . Para él estos hombres comparten una
visión del mundo que se sale de lo normal, de lo establecido por la rutina,
por lo útil o por lo placentero. No en vano a veces los llama como locos o
poetas. Esa sabiduría es una nueva captación de la realidad, donde se per-
cibe su verdadera esencia, y aquella se sale, muchas veces, de la captación
común de las cosas.
Es una mirada que se va desplegando en cada una de las situaciones
en que se encuentra el hombre que posee la actitud sapiencial. Esta mi-
rada especificada por el asombro, Chesterton la matizó claramente en los
siguientes temas: el hombre, la amistad, el hombre común, la familia, la
educación, la mujer, la ciencia, el placer, los milagros y la concepción de la
vida. Veamos estos despliegues característicos de la sabiduría de Chester-
ton que invita a que “nos acostumbremos a desentrañar los significados”83.
La verdadera sabiduría permite tener una recta comprensión del hom-
bre, ella defiende, como expresó Chesterton, “reciamente que el cuerpo de
un hombre es su cuerpo como su espíritu es su espíritu: que el hombre solo
82
En sus novelas plantea constantemente la situación inusual del hombre que ve y cómo ve
las cosas. Por ejemplo, en Manalive un supuesto loco es juzgado por intento de suicidio
de un pesimista, de robo, de abandono y de poligamia, cuando en realidad lo que hace
el loco es vivir de otra forma estas situaciones: como despertando a la vida al pesimista,
robando su propia casa para comprender el misterio de que esa es su casa, abandonando
su hogar para después de darle la vuelta al mundo ver de nuevo su hogar y dejando a
su mujer para volverse a enamorar de ella. En El Napoleón de Notting Hill otro loco
en una Inglaterra del futuro es coronado rey y emprende una batalla medieval con todo
su esplendor entre los barrios ingleses para ver en su real perspectiva la ciudad y sus
barrios. En El club de los negocios raros, describe las hazañas de un juez que se ha vuelto
loco y recorre el mundo descubriendo nuevas profesiones. O en La taberna errante
donde dos excéntricos amigos recorren Inglaterra huyendo de la policía, pero ayudando
a mucha gente a despertar el sentido común; también sobresale, en El Padre Brown,
cómo un sencillo sacerdote puede resolver los más intrincados y terribles crímenes por
su mirada distinta sobre las cosas, y así también lo hace el poeta Gabriel Gale en El poeta
y los lunáticos.
G.K. Chesterton, San Francisco de Asís, 63.
83
156
Capítulo 6. El asombro y el agradecimiento:
una actitud sapiencial desde G. K. Chesterton
puede ser equilibrio y unión de los dos”84. Incluso ante las posturas espiri-
tualistas y materialistas, Chesterton concibe al hombre completo llamado
a una plenitud de vida:
El hombre no es un globo que asciende al cielo ni un topo que abre ga-
lerías en la tierra, sino más bien algo como un árbol, cuyas raíces reciben
alimento de la tierra mientras sus ramas más altas parecen subir casi a las
estrellas.85
Dentro de la amistad Gilbert propone ver a cada una de las personas
como bien sustancial, por sí mismas. Comprenderlas teniendo “la lealtad
de los niños, y la gran paciencia de los poetas”86, compartir la misma mira-
da que él descubrió en San Francisco:
Todo el que le miraba a los ojos, a aquellos ardientes ojos castaños, tenía el
convencimiento de que Francisco Bernardone se interesaba realmente por
él, por su propia vida interior y personal, desde la cuna hasta la sepultura;
estaba seguro de que le valoraba y le tomaba en serio y sabía que no iba a
ser considerado un mero triunfo más de una política social determinada o
un nombre más a añadir en algún documento burocrático.87
En su época se desarrollaban filosofías de la aristocracia que muchas
veces salían despreciando el sentido común de la gente corriente, la visión
del hombre de a pie. Chesterton tuvo que combatir esas filosofías, por
ejemplo, las de H. G Wells y G. B. Shaw. Chesterton, al contrario, pro-
pone “ama[r] y respeta[r] profundamente al hombre común y a las cosas
corrientes”88, y también ayudar a que “los hombres corrientes fueran co-
rrientes con una alegría extraordinaria”89. Esto no significa que se volvieran
del montón, sino, más bien, que vivieran con alma sencilla su llamada a
84
G. K. Chesterton, Santo Tomás de Aquino, 45.
85
Ibid., 164.
86
G. K. Chesterton, Herejes, 48.
87
G.K. Chesterton, San Francisco de Asís, 110.
88
Ibid., 119.
89
Idem.
157
LA SABIDURÍA EN TOMÁS DE AQUINO. INSPIRACIÓN Y REFLEXIÓN
la plenitud. De hecho, la sabiduría permite poner en conexión a todas las
personas con Dios. Incluso Chesterton explica que:
Ese ponerse de parte de los pequeños, de los derrotados, que con frecuen-
cia han reprochado liberales y nacionalistas, no es en absoluto un inútil
sentimentalismo, como creen Wells y sus amigos. Es la primera ley de la
valentía práctica. Hallarse en el campo más débil es hallarse en la más
poderosa de las escuelas.90
El escritor inglés aporta también una visión sapiencial de la familia.
De la valoración tan grande que tenía de ella salió en su defensa contra las
teorías y las prácticas socialistas que ya se iban imponiendo en Inglaterra
a principios del siglo XX, incluso Chesterton proclama: “si queremos con-
servar la familia, debemos revolucionar la nación”91. Por eso, en contra de
los ataques que se hacían contra la familia y contra el hombre común Ches-
terton y Hillaire Belloc fundan una propuesta político-económica llamada
el distributismo. Con esta propuesta se propusieron defender la familia, el
hombre común y la propiedad; que ellos pudieran tener los medios de pro-
ducción, y por ende, la ganancia. Y esto no se podría hacer sin una buena
justicia distributiva –por esta su nombre- de la propiedad de la tierra, de
talleres, de medios de producción, de tiendas y de casas. Que posibilitara
al mismo tiempo una participación humana y solidaria en la economía y
en la política, para un mejor desarrollo integral de todos y cada una de las
personas92 .
En lo referente a la educación, Chesterton le otorga una perspectiva
sabia. Se daba cuenta, primero que todo, que la educación estaba en peli-
gro. Había en su tiempo un pulular de teorías educativas que muchas veces
llegaban al fracaso, como el intento de Bertrand Russell, con quien tuvo
90
G. K. Chesterton, Herejes, 75.
91
G. K. Chesterton, Lo que está mal en el mundo, 237.
92
Cf. G. K. Chesterton, Los límites de la cordura. El distributismo y la cuestión social,
26-76.
158
Capítulo 6. El asombro y el agradecimiento:
una actitud sapiencial desde G. K. Chesterton
que debatir93. Al mismo tiempo, se daba cuenta de los peligros constantes
que sobresalían en el mareo citadino, pues veía que los niños
Están ensordecidos y desconcertados por la cantidad de consejos estriden-
tes y despóticos. No son como ovejas sin pastor. Son más bien como una
oveja a la que le están gritando veintisiete pastores. Todos los periódicos,
todos los nuevos anuncios publicitarios, todas las nuevas medicinas y las
nuevas teologías, todo el relumbrón de los tiempos modernos94.
Observa también, en segundo lugar, que la escuela debe apuntar, antes
que nada, a lo esencial: debe dar de verdad una formación integral de la
persona para que pueda tener criterios válidos y permanentes para la vida95,
“pero a ningún escolar inglés se le enseña nunca a decir la verdad, por la
simple razón de que nunca se le enseña a desear la verdad”96 . Entonces,
plantea que la escuela
93
Russell y Chesterton discutieron en la BBC en 1935 la pregunta: “¿quién debería educar a
nuestros hijos?” Russell sostuvo que los padres, ya sean pobres o ricos, no eran adecuados
para criar a sus hijos debido a su incapacidad para educarlos en las mejores condiciones.
Argumentó, entonces, que los criaran unas personas entrenadas por el Estado, distintas
de los inexpertos padres. Para ello, propuso que el Estado debería educar a los niños,
sustrayéndolos de sus padres, y enviándolos a una institución de crianza pública. Sin
embargo, Chesterton se opuso rotundamente y sostuvo la importancia de la educación
dada por los padres, en el hogar, y especialmente, de la madre para educar a sus hijos.
Con ello, no quitaba importancia a la escuela, al contrario, Chesterton pidió en su
tiempo una reforma de la escuela para que educara mejor. Cf. Joseph Pearce, G. K.
Chesterton. Sabiduría e inocencia, 564-565. Sorprende esta afirmación de Chesterton:
“mi oponente ha dicho que las madres a veces están irritadas con sus hijos y por eso no
deben educarlos. ¡Claro, a veces se irritan! Pero, cuando recuerdo cómo era yo con mi
madre me sorprendo de que ella no se pusiera tan irritada como de verdad lo estaba.
Pero ¿quiere decirme que las madres se irritan más fácilmente que los pobres, cansados,
agotados y estresados funcionarios que manejan los hijos de otras personas?” G. K.
Chesterton & Bertrand Russell, ¿Quién debería educar a nuestros hijos? Un debate
entre Chesterton y Russell (Inédito, Trad. Miguel Ángel Romero Ramírez).
94
G. K. Chesterton, Lo que está mal en el mundo, 184.
95
Cf. G. K. Chesterton, William Blake y otros temperamentos (Santiago: Universidad
Diego Portales, 2012), 191: “No permitir que el vuelo de los pájaros pase inadvertido,
entretener pacientemente las piedras y la maleza, atesorar crepúsculos en la memoria,
requiere disciplina en el placer y educación en la gratitud”.
96
G. K. Chesterton, Lo que está mal en el mundo, 202.
159
LA SABIDURÍA EN TOMÁS DE AQUINO. INSPIRACIÓN Y REFLEXIÓN
Debería ser más clara que una postal, más inteligente que un concurso
de rimas, más rápida que un tranvía y más amable que una taberna. De
hecho, la escuela tiene la responsabilidad de la rivalidad universal. No
hace falta negar que en todas partes hay una luz que debe conquistar la
oscuridad. Pero pedimos una luz que pueda conquistar la luz.97
En este tema de la educación sapiencial, Chesterton valora inmensa-
mente el papel de la mujer. Él comprendió la maternidad y luchó escar-
necidamente contra los que denigraban a las mujeres criticando su papel
de madres como insignificante: “¿cómo puede ser una carrera importante
enseñar a los niños la regla de tres y una carrera mezquina enseñar a los
hijos el universo? ¿Cómo puede ser amplio resultar lo mismo para todos,
y ser estrecho resultar todo para alguien?”98. Y más adelante escribe muy
personalmente la relación entre la maternidad y la educación:
Hubo un tiempo en el que usted y yo y todos nosotros estábamos muy
próximos a Dios; de modo que incluso el color de un guijarro (o una
pintura), el olor de una flor (o unos fuegos de artificio), llegaba a nuestros
corazones con una especie de certeza y autoridad, como si fueran frag-
mentos de un mensaje confuso o rasgos de un rostro olvidado. Incorporar
esta tremenda simplicidad al conjunto de la vida es el único fin real de la
educación, y la que está más cerca del niño es la mujer: ella comprende.99
También respondió abiertamente a quienes ponían a las mujeres den-
tro del engranaje industrial y marcial volviéndose así la esclava moderna.
Chesterton fue una de las pocas personas que, por tener una sabiduría
práctica, levantaron su voz y proclamaron la injusticia que se estaba hacien-
do: “las mujeres están bajo una vergonzosa tiranía en talleres y fábricas”100.
En el ámbito de la ciencia, por la luz de la sabiduría, Gilbert observa
que hay una corriente muy fuerte de reducir todo a lo cuantificable y lo
medible, suprimiendo las características singulares del hombre, por ejem-
97
Ibid., 184.
98
Ibid., 118.
99
Ibid., 219.
100
Ibid., 158.
160
Capítulo 6. El asombro y el agradecimiento:
una actitud sapiencial desde G. K. Chesterton
plo, su libertad. Al contrario, Chesterton propugna por una conciencia
viva de la libertad y de la espiritualidad del hombre, asuntos que no se
pueden reducir a sus condiciones materiales. Por eso dice jocosamente:
El mortal se viste de inmortalidad. Incluso lo que llamamos deseos ma-
teriales son espirituales, porque son humanos. La ciencia puede analizar
una chuleta de cerdo y establecer cuál es su proporción de fósforo y cuál
es su proporción de proteína. Pero la ciencia no puede analizar el deseo de
un hombre por una chuleta de cerdo, ni establecer cuál es su proporción
de hambre, cuál la de costumbre, cuál la de imaginación nerviosa, cuál la
de amor constante por lo bueno. El deseo de un hombre por una chuleta
de cerdo sigue siendo, literalmente, tan místico y etéreo como su deseo de
alcanzar el cielo.101
Esta mirada sabia sobre las cosas le permite valorar y poner en su justo
sitio el placer. Por ejemplo, para Gilbert la unión del hombre y la mujer,
cuando se vincula verdaderamente en el amor, cuando está a su servicio,
se vuelve exclusiva, fiel, total, imperecedera y eterna; así dice Chesterton
que “el amante cree que su amor es algo que no terminará nunca. Esos mo-
mentos están llenos de eternidad, y son felices porque no parecen momen-
táneos… El hombre no puede amar cosas mortales”102 . Lo que no sucede
cuando se degrada el amor humano, cuando se desvincula el eros del amor,
se tergiversa el amor en sola sexualidad. Y así, “en cuanto el sexo deja de ser
siervo, se convierte en tirano; ocupa un lugar peligroso y desproporcionado
en la naturaleza humana”103. Se deja de lado la capacidad real de entregarse
al otro, de hacer don de sí la vida, la capacidad de enamorarse verdade-
ramente, de tal forma que el sexo queda así sin alas. El sexo buscado por
sí mismo solamente lleva a la frustración y al vacío, aquello que se busca-
ba ansiosamente, el encuentro personal, la felicidad, la superación de la
soledad y de los engranajes del sistema, queda reducido al fracaso. Incluso
el gozo que acompaña al placer sexual queda casi extinguido, desperdigado
en supuestos amores efímeros. Chesterton afirma:
G. K. Chesterton, Herejes, 122.
101
102
Ibid., 93.
103
G.K. Chesterton, San Francisco de Asís, 49.
161
LA SABIDURÍA EN TOMÁS DE AQUINO. INSPIRACIÓN Y REFLEXIÓN
La religión del carpe diem no es la religión de las personas felices, sino de
las personas desgraciadas. La gran dicha no recoge los capullos de las rosas
mientras puede; sus ojos están fijos en la rosa inmortal que vio el Dante.
La gran dicha posee en su seno el sentido de la inmortalidad.104
Otro punto por el cual el filósofo inglés aporta una visión sabia fue la
creencia en los milagros, como parte de la apertura al misterio que hace
posible la sabiduría. Las teorías modernistas que estaban en boga en su
tiempo negaban rotundamente la posibilidad del milagro. A Chesterton
le parecía paradójico que los que se llamaban a sí mismos librepensadores
o los que hacían supuestamente teologías liberales, negaban los milagros
aludiendo a que eran una negación de la libertad del hombre. En cambio,
él ve todo lo contrario: la negación de los milagros es producto de teorías
deterministas, del dogma del materialismo, en la creencia en la “incurable
rutina del cosmos”105. Le parece que la creencia en los milagros proclama
la libertad desde cualquier ángulo que se los mire. Porque “el milagro es el
control repentino de la materia por el espíritu… un milagro es la libertad
de Dios… suponen la libertad del alma y su dominio sobre la tiranía de las
circunstancias”106 .
Otras de las principales actitudes que se despliegan de la visión sa-
piencial de Chesterton es la visión de la vida como una gran aventura. Él
veía con sospecha aquellas filosofías que proponían una visión de la vida
como ciencia, como plan donde todo estaba ya predestinado, lo malo, lo
bueno, la condena o la salvación. En este sentido, Chesterton no solo se
adelantó a los fenomenólogos en muchas de las cosas que han sido dichas,
sino también a los hermeneutas, puesto que, teniendo en cuenta el papel
fundamental de la voluntad y la libertad, observaba que la vida para un
hombre con visión sapiencial es “un relato… una novela emocionante”107.
Es el terreno de la actuación donde el hombre va construyendo su vida.
Además, otro punto fundamental es la importancia del instante, el mo-
104
G. K. Chesterton, Herejes, 92.
G. K. Chesterton, Ortodoxia, 167.
105
106
Ibid., 168.
107
Ibid., 179.
162
Capítulo 6. El asombro y el agradecimiento:
una actitud sapiencial desde G. K. Chesterton
mento y el lugar donde se dan las decisiones constantes y fundamentales
de cada día: “¿seguirá uno por ese camino o por el otro? He ahí lo único
en lo que vale la pena pensar, suponiendo que a uno le guste pensar”. 108 De
la misma manera, de esta consideración brota una mirada distinta de la
muerte, como una continuación de una novela emocionante que llega a su
clímax; así comenta Chesterton que la vida
Se parece mucho a una novela por entregas: la vida concluye con la prome-
sa (o la amenaza) de “continuará en el próximo número”. Además, la vida
imita con noble vulgaridad a las novelas por entregas y se interrumpe en el
momento más emocionante. Pues no hay duda de que eso es la muerte.109
Finalmente, Chesterton observa que esta sabiduría puede ser purifi-
cada por una transformación final. La actitud sapiencial, producto de la
reflexión en torno a la contingencia y de las actitudes de asombro y agrade-
cimiento, desarrollada en Chesterton, por último, puede ser transformada
con una nueva visión. Es el paso de la sabiduría natural a la sobrenatural,
esta es dada gratis. Lo descrito hasta ahora permite afirmar que la sabiduría
natural permite contemplar todas las cosas en referencia a Dios, pero, como
lo afirma la cita siguiente puede haber un giro en la contemplación sabia
de la realidad. Este giro consiste en ver en Dios y desde Dios la realidad110.
Ésta se puede volver a captar con un nuevo asombro y agradecimiento. La
humildad y la gracia divina abre, pues, un nuevo camino, una transición o
una amplitud de mirada. Ésta es purificada y llevada a plenitud, es decir,
participa de una mirada divina. En definitiva, consiste en que:
108
Ibid.
109
Ibid., 180.
Es válida la pregunta acerca de la posibilidad de que Chesterton participara de la sabiduría
110
sobrenatural. Pero esa no es labor nuestra. Si es posible, el proceso de canonización del
siervo de Dios Gilbert Keith Chesterton la responderá. Por lo pronto, es válido resaltar
que las obras de Chesterton ayudaron en la conversión de C. S. Lewis, Evelyn Waugh,
Graham Greene (Cf. Joseph Pearce, G. K. Chesterton. Sabiduría e inocencia, 11); y
cuando murió Chesterton llegaron unos telegramas del cardenal Pacelli, el que fuera Pío
XII, en nombre del papa Pio XI, donde expresa sus condolencias y habla de Chesterton
como hijo devoto de la Iglesia y le dio el título de fidei defensor (Cf. Joseph Pearce, G.
K. Chesterton. Sabiduría e inocencia, 595.
163
LA SABIDURÍA EN TOMÁS DE AQUINO. INSPIRACIÓN Y REFLEXIÓN
Se pasa de contemplar la creación como imagen y explicación de Dios, a
ver a Dios como imagen y explicación de la creación. Es algo similar al
cambio que sufre un enamorado: la primera vez que ve a su dama, la equi-
para a una flor, pero después proclama que todas las flores le recuerdan a
su amada…el artista percibe la dependencia de Dios como un fogonazo
brillante, mientras que para el santo es una luz completa y total como el
sol del mediodía. El santo se coloca en la vertiente espiritual de las cosas
y las ve a partir de la divinidad, como si fueran niños que salieran de un
hogar familiar acreditado.111
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