Fue Bourdieu Bachelardiano - Joly y Sandoval
Fue Bourdieu Bachelardiano - Joly y Sandoval
Contenido
RESUMEN 157
ABSTRACT 157
1. INTRODUCCIÓN 158
4. CONCLUSIÓN 166
REFERENCIAS 167
AUTORES 168
Marc Joly
Université de Versailles Saint Quentin - Francia
Guyancourt, Francia
[email protected]
RESUMEN
En este artículo se analiza críticamente la relación de la epistemología de Gastón Bachelard y la sociología de Pierre
Bourdieu. En la primera parte del artículo, se analiza la lectura de la epistemología en Bourdieu que lleva a cabo el
antropólogo Denis Baranger quien, inspirado en la filosofía de la ciencia de Jean-Claude Passeron, la caracteriza
como estrictamente “bachelardiana”, lo que impide comprender la naturaleza del concepto de reflexividad, central en
la sociología de Pierre Bourdieu. En la segunda parte, se sostiene que, al abordar la relación de la epistemología de
Gastón Bachelard y la sociología de Pierre Bourdieu desde una perspectiva procesual o genética, es posible describir
el trayecto seguido por Bourdieu que va de un uso de la epistemología bachelardiana para justificar la sociología
como ciencia de las prácticas, a la construcción de esta ciencia como la base de una epistemología general reestruc-
turada. Este trayecto se caracteriza como una sociologización de la epistemología de Bachelard, por lo tanto, como
una ruptura con el régimen conceptual “filosófico”. Se concluye, a la luz de esta nueva perspectiva, que la lectura de
Baranger es insuficiente para comprender la epistemología de Bourdieu y todas sus implicaciones, particularmente
su contribución a la constitución del paradigma sociológico.
Palabras clave: Gastón Bachelard, Pierre Bourdieu, Epistemología, Sociologización.
ABSTRACT
This article critically analyzes the relationship between Gaston Bachelard’s epistemology and Pierre Bourdieu’s so-
ciology. The first part of the article analyzes Bourdieu’s reading of epistemology by the anthropologist Denis Ba-
ranger who, inspired by Jean-Claude Passeron’s philosophy of science, characterizes it as strictly “Bachelardian”,
which prevents understanding the nature of the concept of reflexivity, central to the sociology of Pierre Bourdieu.
In the second part, it is argued that, when dealing with the relationship between Gaston Bachelard’s epistemology
and Pierre Bourdieu’s sociology from a processual or genetic perspective, it is possible to describe the trajectory
followed by Bourdieu that goes from a use of Bachelard’s epistemology to justify sociology as a science of practice,
to the construction of this science as the basis of a general restructured epistemology. This is characterized as a
sociologization of Bachelard’s epistemology, therefore, as a break up with the conceptual “philosophical” regime. In
light of this new perspective, it is concluded that Baranger’s reading is insufficient to understand Bourdieu’s episte-
mology and all its implications, particularly its contribution to the constitution of the sociological paradigm.
Keywords: Gaston Bachelard, Pierre Bourdieu, Epistemology, Sociologization.
CICSH
R E L I G A C I Ó N
Joly, M., & Sandoval Aragón, S. L.(2020). Bourdieu: El impacto de una palabra en la investigación
Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades
desde América Latina
de las juventudes. Religación. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, 5(25), 157-168. https://doi.
org/10.46652/rgn.v5i25.635
RELIGACION
Revista de Ciencias Sociales y Humanidades
1. INTRODUCCIÓN
A través de investigaciones colectivas realizadas en Argelia y luego en el Centro de Sociología Europea
(CSE), Pierre Bourdieu intentó, desde principios de la década de 1960, volver a conectar el hilo de una
ciencia social integrada en términos de métodos y problematización teórica, más allá de las divisiones
artificiales entre disciplinas (sociología, historia, etnología, economía, etc.). Con este fin, se propuso en-
contrar una teoría de las prácticas de los agentes reales, es decir, siempre, socialmente situados y dispues-
tos, por su trayectoria y en el contexto de luchas y actividades específicas, a movilizar a su manera los
recursos materiales y simbólicos, más o menos variados, extensos y ajustados, que poseen. Se esforzó
por ubicar el autosocioanálisis, o “reflexividad refleja”, en el centro de las prácticas de los agentes del
campo de las ciencias sociales, funcionando en consecuencia como campo científico.
¿Cómo entender y calificar tal proyecto? El problema está lejos de resolverse, si es que algún día es
resuelto. Dicho esto, hay propuestas recientes que guían útilmente el pensamiento. Johan Heilbron, en
una obra relevante, French Sociology, usa la etiqueta de “sociología reflexiva” e insiste en el anclaje de los
grandes conceptos bourdianos en las prácticas de investigación colectiva (Heilbron, 2015, p. 197-208).1
Por su parte, en una serie de textos esclarecedores, Loïc Wacquant (2017, p. 55-69, 2018, p. 3-17, 2019,
p. 15-21) ha demostrado que el corazón de la sociología de Pierre Bourdieu reside en los conceptos de
“espacio social” y “poder simbólico” y ha identificado cuatro principios transversales que subyacen en
su práctica investigativa (ruptura epistemológica; triple historización del agente, del mundo y de las
categorías de análisis; modo de pensamiento topológico; reconocimiento de la eficacia constitutiva de
las estructuras simbólicas).2 En América Latina, Denis Baranger intenta, de manera similar a Wacquant,
un esquema expositivo similar de la obra de Bourdieu, a partir de unas “lecturas” “althuseriana”, “witt-
gensteiniana”, “nietzscheo-weberiana” y bachelardiana (Baranger, 2012, p. 19-68), lo que permite, no sin
limitaciones, exponer la absorción de esas filosofías en la sociología de Bourdieu, pero impide comprender
cómo las superó.
“Antropólogo especializado en temas epistemológicos, (…) autor de un perspicaz libro sobre la meto-
dología y epistemología de Bourdieu”, según Marco Santoro (2008, p. 21), Denis Baranger es uno de los
pocos autores, sino el único, que en América Latina se han propuesto dilucidar (sistemática y explíci-
tamente) el problema, planteado por el propio Bourdieu, acerca de la posibilidad de que la sociología
sea “una ciencia como las demás”, como se afirmaba en El oficio de sociólogo. Su trabajo tiene el mérito
de buscar la disciplina y la sistematicidad necesarias para acometer semejante tarea recurriendo a las
fuentes habituales, esto es, de las propias obras de sociólogos, filósofos, antropólogos, etc., procedien-
do tanto a la exégesis como al análisis de la producción y circulación de las mismas (incluso por medio
de análisis estadísticos), a los testimonios (biografías y entrevistas) y además a estudios históricos que
contextualizan su investigación. Asimismo, es indiscutiblemente un gran lector de Bourdieu y uno de
los pocos que se han interesado en su recepción en América Latina (Baranger, 2008, 2010 y 2013). Sin
embargo, como se mostrará en una primera parte de este artículo, su lectura “bachelardiana” de la epis-
temología y la metodología en Bourdieu impide comprender la naturaleza del concepto de reflexividad y
su contribución, en tanto “nomos sociológico”, a la constitución de un paradigma.
Metodológicamente, la mejor manera de contrarrestar este tipo de lecturas es favorecer una perspec-
tiva de largo plazo, en torno a la reconstrucción de la línea del criticismo que ha condicionado, en la
historia del conocimiento y la ciencia, un enfoque intelectual como la crítica kantiana, luego su refun-
dación en su conjunto por las ciencias antropológicas, que son al mismo tiempo solidarias de un sis-
tema de pensamiento tridimensional coherente (bio-psico-sociológico) y que operan una estructuración
simple del “sistema” de las ciencias en torno a la distinción entre, por un lado, las ciencias formales
(matemáticas, lógica) y, por otro, las ciencias teórico-empíricas (física, química, biología, psicología
y ciencias sociales).3 Tan pronto como el término “crítica” se convierte en sinónimo del estudio de lo
1 Esas páginas resumen una demostración desarrollada en Heilbron (2011).
2 Las propuestas de Wacquant son notables en profundidad y concisión. Sin embargo, se pueden lamentar algunas comparaciones
forzadas (la triple historización del agente, el mundo y las categorías de análisis no se encuentran explícitamente en Max Weber, por ejemplo),
así como el énfasis puesto en el supuesto “diálogo subterráneo con filósofos” de Pierre Bourdieu, en detrimento de la comprensión del cambio
fundamental de punto de vista introducido históricamente por la sociología. Pues de la absorción-superación de la herencia filosófica por la
sociología (y también por el psicoanálisis y la psicología piagetana), resulta que ciertas disputas están definitivamente fuera de tiempo, ciertos
patrones de oposición conceptual y modos de problematización, irrevocablemente inoperantes y des-funcionalizados. Por lo tanto, parece un
poco excesivo el lugar que le da a Ernst Cassirer como “inspiración” en la obra de Bourdieu (Wacquant, 2018, p. 11-12). Para conceptualizar mejor
la transición en juego, es necesario acercar la trayectoria de Bourdieu a la de Norbert Elias, quien “absorbió” a Cassirer, Simmel y Weber y evitó
deliberadamente la fenomenología husserliana y la ontología heideggeriana, que se presentaban como posibles en el campo académico alemán
de la década de 1920 (Joly, 2020, p. 405-438).
3 Norbert Elias, en sus críticas a Karl Popper, Thomas Kuhn e Imre Lakatos, es probablemente el sociólogo que ha sistematizado más
claramente la distinción entre, por un lado, las limitaciones involucradas en la elección de un axioma y, por otro lado, las restricciones impuestas
que es posible que los seres humanos interdependientes hagan y piensen en un momento y lugar determi-
nados, entramos en un régimen de pensamiento y práctica inconmensurable (en el sentido de Thomas
Kuhn) con los regímenes precedentes. La sociología da fe de esto histórica y epistemológicamente.4
Esto explica por qué podría haber estado indisolublemente vinculado, con Bourdieu, a la realización de
un proyecto, aparentemente tan poco razonable, como aquel destinado a avanzar en el conocimiento
del mundo social al mismo tiempo que en el conocimiento de los límites y las posibilidades reales de este
mismo conocimiento, así como de todo conocimiento.
Es a la luz de esta revolución del conocimiento, y por consecuencia en oposición a la lectura propuesta
por Baranger, que se interroga, en la segunda parte de este artículo, sobre la relación de la sociología de
Pierre Bourdieu y la epistemología de Gastón Bachelard.
En suma, la reflexividad según la entendió y practicó Bourdieu, es defendida. Sin embargo, al considerar,
al final de su artículo, la chance que pueda tener esta reflexividad como vía para la configuración de un
paradigma sociológico, Baranger se ve obligado a concluir negativamente al recurrir al argumento “de
la inexistencia de un nomos unificado para la sociología” en la actualidad (Baranger, 2018, p. 46), circuns-
tancia que no sería simplemente transitoria, sino que se debería a una supuesta imposibilidad, inherente
a las ciencias sociales, de desarrollar semejante nomos.
por las características de un objeto de estudio y el objetivo de una adecuación generalizadora a procesos y estructuras circunscritas; entre lo que
él llama “ciencia de un solo nivel” y “ciencia de doble nivel” (Elias, 2009).
4 Se refiere a la “revolución sociológica”, que tuvo lugar entre los siglos XIX y XX en Europa, en la que se estructuró el “régimen con-
ceptual” bio-psico-sociológico que dio origen a las ciencias sociales y que, junto con las ciencias naturales modernas, relevaron de su papel
explicativo y orientador a los dos grandes regímenes que le antecedieron: el religioso y el filosófico. Esta idea es minuciosamente demostrada
en Joly (2017, 2018 y 2020).
5 Como se verá más adelante, el título de esa obra no deja de ser sintomático: ¿por qué usar la expresión “condenados” cuando, en
la concepción de Bourdieu, la reflexividad es exactamente lo contrario: el medio para una liberación de las determinaciones y heteronomía que
amenazan el pensamiento científico?
6 Para Bourdieu, esta reflexividad se concreta en “la historia social y la sociología de la sociología, entendidas como la indagación de lo
científico inconsciente de los sociólogos [que] permiten, a través de la formulación del problema de la génesis de las categorías de pensamiento
y de los instrumentos de investigación por ellos utilizados, constituir la condición absoluta de la práctica científica” (Bourdieu, 1993/2020, p. 277-
278).
7 Para otra interesante lectura crítica de Burawoy, ver Quijoux (2019).
en la obra de Pierre Bourdieu (Baranger, 2012),8 Baranger traza la genealogía de la noción de reflexividad en
Bourdieu, rastreando su formulación hasta El oficio de sociólogo, librándose a una minuciosa comparación
de las sucesivas ediciones de esa obra, tratando de explicar entre otras cosas a qué pudieron deberse
las diferentes supresiones o modificaciones de algunos textos, por ejemplo los de P. Lazarsfeld, L. Al-
thusser o R. Aron a lo largo del tiempo.9 Después de advertir, empero, que “lo que revela la comparación
de las sucesivas ediciones, es que los cambios fueron cosméticos: el argumento básico se mantuvo sin
alteraciones” (Baranger, 2012, p. 68),10 a saber, en última instancia, la definición de una:
...teoría del conocimiento sociológico como sistema de las reglas que rigen la producción de to-
dos los actos y de todos los discursos sociológicos posibles” que “es el principio generador de
las diferentes teorías parciales de lo social (...) y, por esta vía, el principio unificador del discurso
propiamente sociológico que no hay que confundir con una teoría unitaria de lo social (Bourdieu, Cham-
boredon y Passeron, 1968/2002, p. 50, itálicas de los autores).
Según el antropólogo argentino, “es evidente todo lo que el Oficio le debe a las ideas de Gastón Ba-
chelard” (Baranger, 2012, p. 69). “El Oficio es una obra eminentemente bachelardiana” afirma, con la
aquiescencia de Passeron (Baranger, 2004, p. 15). Ciertamente, Baranger acude a la “raíz” bachelardiana
de Bourdieu para exponer la reflexividad de este último (pp. 31 y 33):
Todo el ‘sistema’ de Bourdieu se nos presenta como un formidable chassé-croisé teórico y filosó-
fico. Así, si hubiera que elegir un adjetivo, otro que el de ‘pascaliano’ (...) deberíamos hablar de
un pensamiento bachelardiano, en constante tensión consigo mismo, que fue haciendo camino
recorriendo todas las modalidades del espectro epistemológico, de negación en negación (p. 57).
Sin embargo, el análisis de Baranger es, en el fondo el de Jean-Claude Passeron, “co-autor del Oficio”
quien en 1991 “publicó un texto sustancioso para argumentar sobre la especificidad del razonamiento
sociológico, inscripto en el “espacio no-popperiano del razonamiento natural” (Baranger, 2012, p. 11).11
Según esto, en el Oficio original habrían cohabitado, no sin dificultades, más de una postura epistemoló-
gica, particularmente la suya y la de Bourdieu (Baranger, 2012, p. 68), posturas que se irían decantando
y diferenciando al paso del tiempo a partir de la “ruptura” entre ambos sociólogos en 1970 (Baranger,
2012, p. 61). Mientras Bourdieu habría permanecido “bachelardiano”, al desarrollar hasta sus límites las
tesis bachelardianas (Baranger, 2012, p. 70), especialmente la “vigilancia epistemológica” (Baranger,
2012, p. 195), Passeron asumiría un ángulo de la tradición bachelardiana distinta, según “una episte-
mología que pretende reflexionar sobre las ciencias —o mejor aún, junto a ellas— a medida que van
haciéndose; todo lo contrario de la idea de la filosofía como disciplina-reina que vendría después de la
batalla a juzgar sus resultados en función de categorías preconstituidas” (Baranger, 2012, p. 71). Por lo
que Passeron sería el auténtico heredero de la tesis original del Oficio (Baranger, 2012, p. 89).
Pero hay otra componente además de la bachelardiana, evidenciada en el subtítulo del libro de Passe-
ron de 1991: El espacio no-popperiano del razonamiento natural. Si bien Baranger admite que “la hipótesis
de una vena popperiana en el Oficio parece casi una idea tirada de los cabellos” y que “toda la obra
está construida bajo la égida de Bachelard”, sin pretender “establecer una indemostrable influencia de
Popper”, trata de “remarcar una suerte de afinidad entre pensamientos que suelen visualizarse como
8 Google Scholar registra, entre 2004 y 2020, 202 artículos que lo citan. Ciertamente, este libro (cuya primera versión, a partir de una
tesis doctoral de 2003, data de 2004) es esclarecedor en muchos sentidos y el tema que aquí se destaca es uno entre otros que desarrolla; por
ejemplo, su revisión del uso que hizo Bourdieu de los análisis de correspondencias múltiples (capítulo 4) sigue siendo muy orientador.
9 Así, por ejemplo, atribuye la “exclusión” de un texto de R. Aron a que “mayo del 68 fue la ocasión para Bourdieu de cortar sus atadu-
ras con una persona con quien tenía demasiados puntos de divergencia” (Baranger, 2012: 65). A juzgar por su respuesta a las críticas de Burawoy
y otros, como apuntamos antes, actualmente Baranger ya no recurre a este tipo de “explicaciones”, propias de cierta psicología popular que su-
ponen un “maquiavelismo” de parte de Bourdieu y que caen fácilmente en una denuncia moral. Sin embargo, aún está lejos de una explicación
que incorpore un análisis de los cambios estructurales en el sistema de enseñanza e investigación, en torno a mayo del 68 (una explicación de
esta naturaleza puede verse en: Joly, 2020: 321-350).
10 En lo sucesivo, en esta sección, las páginas citadas mencionadas corresponden a la misma obra.
11 El libro se tituló Le raisonnement sociologique. L’espace non-poppérien du raisonnement naturel, subtítulo que cambió en la versión
española a El espacio comparativo de las pruebas. En todo caso, como advierte Moreno Pestaña en el estudio preliminar a esta última, el recurso
a Popper fue una estrategia escogida por Passeron para polemizar con su entorno intelectual inmediato (Passeron, 2011, p. 9 y p. 44-46).
contrapuestos”, pues “toda la obra de Bachelard debe leerse como un intento —luego del Círculo de
Viena, y paralelamente al de Popper— de dar cuenta de la colosal revolución científica producida en
las ciencias físico-químicas a principios del siglo veinte”. Por lo que “tanto la perspectiva de Bachelard
como la de Popper pueden alimentar la tesis básica del Oficio”, que atañe a “la naturaleza del conoci-
miento sociológico” y “la posibilidad de unidad disciplinar de una ciencia que es a la vez ‘como las demás’
y, no obstante ello, distinta de las demás” por lo “que está en juego es el estatuto mismo de la teoría
social” (Baranger, 2012, p. 74-79, itálicas de los autores). Según esto, entonces, habría un aspecto del
problema planteado por el Oficio, de corte popperiano, que no fue desarrollado sino más tarde, y de
manera negativa, por Passeron.12
El argumento de Passeron que Baranger recoge a pies juntillas fue desarrollado en un artículo posterior
(Passeron, 1994) en el que se cuestiona la tesis del Oficio sobre la “teoría del conocimiento sociológi-
co”.13 Según esto, Bachelard nunca postuló una “metaciencia o una epistemología” situada “por enci-
ma” de las ciencias “de la que podría deducirse la teoría científica propiamente dicha”. Pero, siendo
esa idea la base del Oficio, y “para no entrar en contradicción, la solución a la que apelan los autores es
desdoblar el término de la teoría por un lado en su aspecto epistemológico de ‘teoría del conocimiento
social’ (...) y por el otro en su aspecto sustantivo de teoría sociológica propiamente dicha” (Baranger,
2012, p. 83).14 Desdoblamiento que, siguiendo el esquema de Passeron, genera un supuesto problema.
Baranger trata de llevar sus análisis sobre la metodología y la epistemología en la obra de Bourdieu hasta
sus últimas consecuencias, esto es, determinar si acaso Bourdieu ofreció, o no, el nomos específico del
campo de las ciencia sociales. Asume la existencia de una “proliferación de paradigmas divergentes” en
las ciencias sociales, particularmente en la sociología, problema que sería de naturaleza “política”: “En
una situación de competencia entre una diversidad de pretendientes al título, se carece de la fuerza
suficiente para imponer al verdadero nomos. El problema entonces no es epistemológico, sino político”
(Baranger, 2012, p. 205).
Baranger concluye en su libro que las ciencias sociales no funcionan como las demás ciencias, no sólo
porque las leyes que enuncian son meramente “tendenciales”, entre otras cosas, sino debido a que no
existe en ellas un nomos unificado. Según esto, Bourdieu “da por resuelto el único problema importan-
te: el de la existencia de un nomos reconocible para la sociología. Porque, si efectivamente existiera el
tal nomos o paradigma universalmente compartido, y si Bourdieu nos proporcionara los criterios que
permitieran su identificación, entonces no se plantearía ningún problema epistemológico”. En lo que
a la “teoría” de Bourdieu respecta, no reuniría las condiciones para ser considerada tal nomos porque
“obviamente” no goza de un consenso general (Baranger, 2012, p. 207-208).
...lo que funda la especificidad del campo científico es que los competidores se ponen de acuerdo
sobre los principios de verificación de la conformidad a lo “real” sobre métodos comunes de vali-
dación de las tesis y de las hipótesis, en suma sobre el contrato tácito inseparablemente político y
cognitivo que funda y rige al trabajo de objetivación (Bourdieu, 1997, p. 27, itálicas de los autores).
“Acuerdo que no opera sólo al nivel de las “teorías” concurrentes, sino también y primeramente en
un nivel superior de “objetivación” que, en el caso de la sociología, se resume en el imperativo de la
reflexividad.15 Baranger acepta que el imperativo de la reflexividad (expresado en su forma más simple
12 La tesis de Passeron es que el “razonamiento sociológico” sólo es capaz de elaborar presunciones dentro del “espacio lógico del
razonamiento natural”, y por lo tanto fuera del “espacio lógico del razonamiento experimental”, esto es, un “espacio no popperiano de la argu-
mentación”. Sin embargo, hay que decirlo, esto solo proyecta a la sociología, “no en algún régimen lógico propio de las ciencias sociales, sino,
simplemente, fuera de la lógica formal y de las matemáticas puras” (Joly, 2018, p. 268). Como advierte Vázquez: “no es la adquisición de un esta-
tuto científico, imitando el canon epistemológico de las ciencias ‘duras’, lo que lleva a liberar de prejuicios la mirada del sociólogo. A la inversa:
es la emancipación lograda a través de la reflexión, entendida como objetivación colectiva de los propios objetivadores, lo que eleva el grado de
autonomía del saber sociológico, acortando la distancia que lo separa de los campos científicos más exigentes” (Vázquez, 2006, p. 88).
13 Eventualmente, Baranger (2004) publicó una larga entrevista con Passeron en la que prácticamente se expone el contenido de este
artículo y que muestra la preeminencia que aquel le concede.
14 Baranger cita a un “filósofo y sociólogo” quien, a propósito del Oficio, objeta que “la epistemología no es una ciencia” (De Ipola, 1970,
p. 133), afirmación que suscribe y que va en contra de la concepción de Jean Piaget, quien demostró que la epistemología no puede no ser cientí-
fica: “toda filosofía presupone una epistemología -afirmó- sin embargo, la recíproca no es verdadera” (Piaget, 1987, p. 30).
15 En efecto, aquí el calificativo “político” es usado en un sentido de homología, pues a diferencia de la “política” (en el sentido de las
luchas por el poder legítimo), donde el recurso principal es la retórica, en el campo científico lo son el razonamiento lógico y la prueba empírica,
como “objetivar el sujeto de la objetivación”) podría ser tratado como la expresión de un paradigma y que
eventualmente podría instituirse en un nomos, de llegar a darse el consenso entre los científicos sociales.
Concuerda en la necesidad de objetivar al sujeto de la objetivación aunque, según él, es evidente que
para Bourdieu esa tarea sólo se puede lograr “desde su propia concepción del espacio social y de los
campos, con lo que no dejamos de girar en redondo” (Baranger, 2012, p. 205).16
Pero no es que “se gire en redondo”, sino que Baranger (como Passeron), se resisten ante este falso
dilema, que ellos mismos se han creado: aceptar la necesidad de reflexividad, en su sentido más pleno,
sería tanto como aceptar la teoría de Pierre Bourdieu e, implícitamente, aceptarla como nomos, por lo
tanto, como paradigma triunfante o al menos como una de sus partes fundamentales. Máxime porque
ellos creen que eso sería verdadero sólo bajo la condición de aceptar que la “teoría” de Bourdieu es la
única capaz de reflexividad. Así, la “solución” de Baranger es aceptar que en sociología “es imposible
la constitución de un paradigma en el sentido kuhniano” (Baranger, 2012, p. 87), por lo que “hay que
resignarse a aceptar, en un grado mucho más importante que el reconocido por Bourdieu, que las cien-
cias sociales no funcionan ‘como las demás’ ciencias (...) debido a la inexistencia de un nomos unifica-
do” (Baranger, 2012, p. 207). Pero, si la reflexividad es necesaria, si el científico social está inevitablemente
“condenado” a practicarla (porque, en caso contrario, ¿cómo se justificaría esa excepción y desde qué
epistemología?17) y si postulamos que la reflexividad no es, en efecto, una propiedad exclusiva de una deter-
minada teoría, sino una propiedad inherente a la producción del conocimiento sociológico en general,18 entonces
no tiene sentido preguntarse si esa reflexividad puede realizarse sobre la base de otras teorías distintas
a la de Bourdieu o si sólo ésta última es la que la puede realizar.19 Para poder superar este (falso) dilema,
esta suerte de “trampa epistemológica”, el problema tiene que ser abordado desde una perspectiva
diferente que cuestione, entre otras cosas, la herencia de Gastón Bachelard en la sociología de Pierre
Bourdieu.20
no tiene precio.
El hecho es que hacer de Bourdieu un “bachelardiano” no es menos insensato que retratarlo como
“weberiano”, “durkheimiano” o “marxista”. Él era todo esto a la vez. Su “habitus intelectual”25 lo pre-
disponía a nunca leer a un autor sin ponerlo en contacto con otro y reformular constantemente lo que
asimilaba en la dirección de sus problemáticas de investigación. Nada testimonia mejor esto, que el
alcance de las innovaciones y las rehechuras propiciadas por su proceso de sociologización de la epis-
temología bachelardiana:
2. La exigencia de una ruptura con las ideas preconcebidas en general ha dado paso a la crítica de
la razón escolástica y, por lo tanto, al requisito de una ruptura con las ideas preconcebidas del
sociólogo en particular, como parte interesada en un campo específico y un universo escolar;
Tal proceder equivale no solo a anclar la epistemología general en la sociología de la ciencia y del cono-
cimiento, sino a hacer que cualquier empresa filosófica dependa de una ciencia general de las prácticas
sociales (a falta de la cual, por citar solo estos ejemplos, ni el “poder” de la palabra, ni la capacidad de
reproducción de las “parejas epistemológicas” pueden explicarse).
Toda la apuesta de El oficio de sociólogo es, de hecho, operar un desplazamiento de la redefinición ba-
chelardiana de la epistemología desconectada de la búsqueda de una metodología abstracta, hacia
una sociología de los agentes productores de conocimiento situados en espacios de posiciones donde
están más o menos inclinados, dependiendo de su capital, a luchar para transformar las prácticas y las
representaciones legítimas. En resumen, alejar la epistemología del objetivo normativo de una meto-
dología abstracta solo tendría sentido si daba un salto final, en la dirección del análisis de los valores
que estructuran efectivamente las comunidades o configuraciones cuyos diferentes agentes siguieron
cursos de formación más o menos homogéneos. La epistemología, sociologizada después de haber sido
historizada, consistiría en recapturar todo lo que ella condiciona y todo lo que estos valores condicio-
nan. Baste decir que es inseparable de una sociología de prácticas:
Pero la acción polémica de la razón científica no tendría toda su fuerza si el “psicoanálisis del es-
píritu científico” no se continuara en un análisis de las condiciones sociales en las cuales se produ-
cen las obras sociológicas: el sociólogo puede encontrar un instrumento privilegiado de vigilancia
epistemológica en la sociología del conocimiento, como medio para enriquecer y precisar el cono-
cimiento del error y de las condiciones que lo hacen posible y, a veces, inevitable […] una epistemo-
logía que se remite a una sociología del conocimiento, menos que ninguna otra puede imputar los
25 Louis Pinto ha reflexionado mucho sobre la formación y los efectos de este habitus. Ver, sobre todo, Pinto (1998/2002).
26 En lo sucesivo se hace referencia a esta obra solo como El oficio de científico, aunque el subtítulo de la versión española (ciencia de la
ciencia y la reflexividad) era de hecho el título de la versión original francesa.
errores a sujetos que no son, nunca ni totalmente, sus autores (Bourdieu et al., 1968/2002, p. 14).
…el formalismo y el fijismo de una Razón una e indivisible en favor de un pluralismo de los racio-
nalismos ligados a los ámbitos científicos que racionalizan, y, asentando como axioma primero el
‘primado teórico del error’, defin[iendo] el progreso del conocimiento como rectificación ince-
sante”, faltaba deducir, según los autores de El oficio de Sociólogo, que ella estaba “predispuesta
a suministrar un lenguaje y una asistencia teórica a las ciencias sociales que, para constituir su
racionalismo regional, deben vencer obstáculos epistemológicos particularmente considerables
(Bourdieu et al., 1968/2002, p. 113).
Ahora, ¿con qué se relaciona el “pluralismo de racionalismos”, si no con la dinámica social y cognitiva
de las ciencias teórico-empíricas?
La sociología se inscribe en esta dinámica, al tiempo que favorece la recuperación de sus condiciones
de posibilidad. Se deduce que, si algo tiene que “prevalecer”, sería más bien un cuerpo de conoci-
mientos establecidos constituido en virtud de aproximaciones y rectificaciones sucesivas, es decir, un
cuerpo de “verdades primarias”, de teorías que pretenden ordenar lo real, que es importante primero
apropiarse antes de poder discutir sus límites, si es necesario, o identificar los puntos de escape.
“No podría haber una verdad primera”, dijo Bachelard (1970/2002), implícitamente en la escala del sujeto
aislado. Considérese, preferiblemente, la transmisión intergeneracional del conocimiento y la forma-
ción de fondos cognitivos: parece que necesariamente, siempre, hay verdades primeras. Esto invierte la
perspectiva: se llega a una visión sociológica del desarrollo de cuerpos de conocimiento ajustados a sus
“dominios de la realidad” que puede proporcionar una asistencia teórica a la epistemología general refundada.
Con todo, tan pronto como se privilegia la escala de los procesos de desarrollo social (para el caso,
los procesos de transmisión del conocimiento, los cambios configuracionales y los procesos de consti-
tución de los campos científicos), se sale de las oposiciones dualistas (por ejemplo, aquí, la oposición
racionalismo/realismo, que no atañe más que a la escala del sujeto aislado o del “espíritu humano” abs-
traído de determinaciones objetivas).
Es este cambio sociológico el que anuncia El oficio de Sociólogo y que Bourdieu ratifica en El oficio de
científico, señalando que “el descubrimiento del vinculo entre las parejas epistemológicas descritas por
Bachelard y la estructura dualista de los campos inclina a desconfiar de los dualismos y a someterlos
a una crítica sociológica y no únicamente epistemológica” (Bourdieu, 2001/2005, p. 160). Lo que se da
previamente ya no son alternativas trascendentes e inmutables, a las que el filósofo accedería de mane-
ra privilegiada y que aplicaría a los resultados y prácticas de los estudiosos. Estas son representaciones,
esquemas de pensamiento, prácticas socialmente constituidas, situadas y fechadas, es decir, un orden
de cosas que podría no haber sido pero que, al ser, restringe la comprensión de este que uno puede
tener (en tanto que orden).
En los hechos, se puede citar una multitud de proposiciones o de expresiones de Bachelard cuyo sen-
tido no se libera plenamente más que en referencia a las realidades puestas al día y analizadas por la
sociología y más que por la intermediación de conceptos sociológicos. El “superego activo” y la “vigi-
lancia del tercer grado”, por ejemplo, no solamente deviene de realidades perfectamente observables
en el marco teórico del campo y del habitus, sino que encuentran su mejor expresión “normativa” y
práctica, en sociología, en la noción de “reflexividad”.27
Bachelard destaca también, en El racionalismo aplicado, que “hace falta al pensamiento científico una
realidad social” (Bachelard, 1949/1994, p. 6): en efecto, no hay pensamiento científico sin condiciones
sociales propicias. Los mismos autores de El oficio de sociólogo destacan que “no es una casualidad que
Bachelard use el lenguaje del sociólogo para describir la interpenetración del mundo científico y de su
público mundano, que caracterizaba a la física del siglo XVIII” (Bourdieu, Chamboredon y Passeron,
1968/2002, p. 99). De hecho, lo que Bachelard describe en el largo extracto de La formación del espíritu
27 Yves Gingras ha examinado perfectamente el caso de la noción de “ciudad científica” (Gingras, 2003). Dicho esto, es
incierto que “sea suficiente con invertir la flecha del tiempo para comprender sociológicamente lo que Bachelard analiza filo-
sóficamente” (Gingras, 2003, p. 118). Es también la manera de juzgar el presente y de tomarlo como punto de partida lo que es
invertido por la epistemología sociologizada. Sobre la reflexividad como “vigilancia intelectual de sí”, ver Gingras (2004/2007).
científico reproducida en la conclusión de la antología, es una configuración del saber insertado en la so-
ciedad cortesana, es decir, en el campo del poder: una configuración del saber que no se confunde aún
con el campo científico, o que aún no ha dado nacimiento a uno. La “ruptura epistemológica” no es otra
cosa que un cambio de configuración del saber que da lugar a la constitución de un campo científico. Si
“la ciencia en el siglo XVIII no es una vida, ni siquiera un oficio”, subraya Bachelard, es porque ella no fun-
ciona todavía plenamente como un campo. Es hacia esta idea que Bourdieu estará como irresistiblemente
impulsado. Él no escribe por azar, en El oficio de científico, que “la dificultad de la iniciación en cualquier
práctica científica (física cuántica o sociología) procede de que hay que realizar un doble esfuerzo para
dominar el saber teóricamente, pero de tal manera que dicho saber pase realmente a las prácticas, en
forma de ‘oficio’” (Bourdieu, 2001/2005, p. 76). El guiño al El oficio de sociólogo (y al intérprete de la nueva
física que era Bachelard) es evidente.
Siendo la sociología una “práctica científica” al igual que la física cuántica, dice Bourdieu, se plantea sin
embargo la cuestión de saber lo que ofrece la sustitución del vocablo “sociología” por el de “ciencia”
en ciertas proposiciones bachelardianas célebres.
“La ciencia ordena la filosofía misma”, afirma Bachelard. ¿Pero qué puede significar eso parea una
ciencia que, como la sociología, se asume como ciencia de las costumbres o ciencia de las prácticas
(o, como la psicología, se afirma en tanto ciencia de la construcción de la inteligencia individual o del
descubrimiento, o en tanto que ciencia de la formación de la personalidad afectiva)? ¿Qué ordena, exac-
tamente, la sociología? Ordena la toma de conciencia de que las ciencias ordenan el saber en general y
que un conjunto reticular de ciencias ordena el saber antropológico en particular. Ordena la compren-
sión de los cambios configuracionales de donde resultan la emergencia de campos científicos, la pre-
eminencia del saber científico, la asunción sobre nuevas bases de cuestiones filosóficas tradicionales
relativas al “pensamiento” y a la “razón”. Imposible, por tanto, ubicarla en una suerte de vis-à-vis con
la “filosofía”: en lugar de “un no-kantismo susceptible de incluir a la filosofía criticista superándola”
(Bachelard, 1940/2003, p. 79), ella incita a pronunciar un “no al neokantismo” que vuelve a incluir a la
filosofía criticista en una configuración del saber superada (a manera de estadio en el desarrollo de los
conocimientos objetivos y de los modos de relación con el mundo) por una nueva configuración del
saber dominada por disciplinas científicas relativamente autónomas.
Bachelard notaba aún, en el inicio del Nouvel esprit scientifique, que “la ciencia crea […] filosofía” y que
“la filosofía debe por consiguiente modificar su lenguaje para traducir el pensamiento contemporáneo
en su flexibilidad y su movilidad” (Bachelard, 1934/1983, p. 7).28 Pero ¿cómo creer, en vista de las relacio-
nes de fuerza propias del campo de producción cultural y de las jerarquías entre disciplinas, que la so-
ciología pueda imponer al filósofo “modificar su lenguaje” “para traducir el pensamiento contemporá-
neo”? ¿A qué se podría parecer esa “polémica filosófica” cuyo “tema fundamental” sería proporcionado
por “el pensamiento sociológico”? (“Tarde o temprano, es el pensamiento científico el que devendrá el
tema fundamental de la polémica filosófica” (Bachelard, 1934/1983, p. 6)). Definitivamente, la sociología
es la ciencia que deja de “crear” filosofía. No lo sería más que, por ejemplo, porque ella se inclina menos
a “respetar esta extraña ambigüedad que quiere que todo pensamiento científico se interprete a la vez
en el lenguaje realista y en el lenguaje racionalista” (Bachelard, 1934/1983, p. 7), que a historizarlo y a
analizar sus funciones (en particular en el marco del gran antagonismo social y epistémico entre la “filo-
sofía” y el régimen de pensamiento bio-psico-sociológico de la humanidad configurado en el siglo XIX).
Resulta, de esta pequeña experiencia de pensamiento, que ciertas proposiciones bachelardianas sobre
“la ciencia” no valen para la sociología y que una epistemología sociológica obliga a enfrentar decidida-
mente las ciencias en plural. De hecho, si Bachelard (en una de las raras ocasiones en que evocó a las
“ciencias sociales”) veía en la sociología una “ciencia positiva”, los “fenómenos sociales” al tener “leyes
que obedecen a un determinismo”, él estimaba, muy vagamente, que liberar a la “filosofía positiva” de
las “ciencias del hombre” era más difícil “por el mismo hecho que estas ciencias nunca han abandona-
do la nebulosa metafísica original” (Bachelard, 1957/1972, p. 37-38). En cierto sentido, haría falta que la
sociología y la psicología no tuvieran verdaderamente derecho al título de “ciencia”, o que este derecho
fuera estimado no en relación con una serie de determinaciones epistémicas y sociales, sino según el
criterio del “núcleo mismo del espíritu científico” simbolizado por las matemáticas y por las ciencias (la
física y la biología) al fin “desembarazadas de las ingenuidades primarias” (Bachelard, 1957/1972, p. 38),
28 Mientras que Bachelard constataba que “el sentido de evolución filosófica de las nociones científicas es tan claro
que habría que concluir que el conocimiento científico ordena el pensamiento, que la ciencia ordena la filosofía misma” (Ba-
chelard 1940/2003, p. 21), Canguilhem fue más lejos y tradujo: “le corresponde a la ciencia ordenar a la filosofía” (Canguilhem,
1963, p. 444).
para poder tener, entretener y mantener el discurso de la filosofía como reflexión privilegiada sobre “la
ciencia” en vías de hacerse.
Lo que vale para el conocimiento, vale para el lenguaje. Ludwig Wittgenstein (en un ánimo muy diferen-
te al de Bachelard), deplorando los límites del lenguaje, no se preocupaba claramente del progreso de
las ciencias. Norbert Elias, haciendo lo mismo, estaba en una lógica de progreso científico. El matiz es
fundamental. Mientras que el primero quería explicar la razón por la cual “la filosofía no hacía, propia-
mente hablando, ningún progreso”, el segundo, lejos de perturbarse por ello, aspiraba simplemente a
pasar a otra cosa. Al respecto se cita a menudo este pasaje de los Aforismos:
Mientras haya un verbo ‘ser’ que parece funcionar como ‘comer’ y ‘beber’, siempre que existan
los adjetivos ‘idéntico’, ‘verdadero’, ‘falso’, ‘posible’, siempre que hablemos de un flujo del tiempo
y una extensión del espacio, etc., etc., los hombres siempre vendrán de nuevo a toparse con las
mismas dificultades enigmáticas y a contemplar, con aparente fijeza, aquello para lo que no parece
lograr ninguna explicación (Wittgenstein, 1984/2002, p. 69).
Pero se olvida, por lo tanto, plantear preguntas esenciales. ¿No bastaba, por ejemplo, para evadir los
obstáculos del lenguaje o para evitar hacer nacer, de su encuentro, el fantasma de poder trascender
libremente, liberarse de una perspectiva centrada en el “yo”? Tómese prestada a Elias su visión socio-
lógica de la realidad y de la reforma de la realidad. Resulta que nada impide usar el verbo “ser” de otra
manera y dejar de usar mecánicamente los adjetivos y expresiones mencionados por Wittgenstein. Sólo
hay que confiar en las lecciones de la investigación sociogenética. Sólo hay que someterse a la primacía
de la reflexividad científica (antinarcisista). No es sino, renunciando a una función que tiene la caracte-
rística de no oponer ninguna barrera a los estados de ánimo del sujeto pensante y a la ilusión (narcisis-
ta) que se alienta, por el contrario, a ser los primeros en declarar y denunciar tal o cual paradoja.
4. CONCLUSIÓN
La sociología es decididamente la disciplina del desencantamiento: ella desencanta incluso el “bache-
lardismo” feliz de Bourdieu y de la casi totalidad de sus discípulos y alumnos. En este espíritu, faltaría
igualmente someter a crítica el uso por Bourdieu de la noción de “caso particular de lo posible”. O aún
el acercamiento Bachelard-Cassirer que opera sistemáticamente a partir de los inicios de la década de
1990, en torno a la idea según cual el modo de pensamiento relacional es el de toda la ciencia moderna:
puesto que probablemente es más por la articulación observación-teoría, que, por vía del privilegio
atribuido a las relaciones sobre las substancias, que las ciencias han podido constituirse. Además, es
una cuestión central cuyo tratamiento, por vía de los útiles bachelardianos, está claramente ausente
en El oficio de sociólogo: aquella de saber cómo se pasa de un conocimiento “menos verdadero” a un
conocimiento “más verdadero”. Esto es exactamente el objeto de las investigaciones de Jean Piaget, en
la escala del desarrollo cognitivo del niño. Avanzar en la solución de este problema supone trabajar, ya
sea con una teoría de los cambios de configuración del saber y de lo pensarle, ya sea con una teoría de
los “estadios” o de los “niveles de desarrollo” de los que depende todo conocimiento (conocimiento
propio de un sujeto epistémico asignable o susceptible de ser “ligado” a un estado dado de una confi-
guración social-histórica del saber y a un nivel de desarrollo dado).
El trayecto de Bourdieu sigue, así, una lógica implacable: del uso de la epistemología bachelardiana para
justificar la sociología como ciencia de las prácticas, a la construcción de esta ciencia como la base
de una epistemología general reestructurada (una vez echados, y puestos a prueba, los fundamentos
sociológicos). Así, al suscribir Denis Baranger la filosofía de la ciencia de J.-C. Passeron, se priva de los
medios para superar una comprensión escolástica (y un tanto política) del pensamiento de Pierre Bour-
dieu: sus análisis de las “obras” y de sus versiones sucesivas (como es el caso de El oficio de sociólogo),
junto con su (somera) reconstrucción de los “contextos” de producción (p. ej. mayo de 1968), no son
suficientes para llegar a una comprensión cabal del trayecto de Bourdieu antes descrito, por lo que
sigue viendo en su sociología un “bachelardismo estricto” (Baranger, 2012, p. 90). Asimismo, esta error
de perspectiva lo inclina no sólo a rechazar a la reflexividad como candidata a constituir el nomos de la
sociología, sino también a privarse de una perspectiva procesual o genética según la cual el paradigma
sociológico no sería algo que está por venir, sino algo que de hecho se ha venido configurando desde
la segunda mitad del siglo XIX.
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AUTORES
Joly, Marc. Investigador del Centre National de la Recherche Scientifique, Laboratoire Printemps, Université de
Versailles Saint Quentin en Yvelines.
Sandoval Aragón, Sergio Lorenzo. Investigador en el Centro de Estudios y Sociales y Regionales, Centro Univer-
sitario de la Ciénega, Universidad de Guadalajara,
CONFLICTO DE INTERESES
Marc Joly y Sergio Lorenzo Sandoval Aragón, coautores del presente artículo, declaramos que no tenemos ningún
interés comercial o asociativo que represente un conflicto de intereses en relación con el trabajo presentado.
Financiamiento
No existe ayuda financiera de partes externas al presente artículo.
Agradecimientos
N/A