Colegio Técnico Profesional Primer Semestre Lengua y Literatura
Santa Teresa de Los Andes Guía N° 7 Pamela Ruíz B. y Andrea Cárdenas M.
Osorno 08/06/2021 1° Medio A y B
WETRIPANTU: Leyenda Mapuche
INSTRUCCIONES
1. Materiales:
Una hoja de block
Témpera y pinceles
Lápiz grafito y goma
2. Plazo de entrega en forma física y/o digital:
Martes 22 de junio
3. Luego de realizado tu trabajo:
Lo puedes entregar de forma física hasta el martes 22 de junio, cuando retires tu set de guías.
O, podrás enviar fotos de tu trabajo al siguientes correo:
Primero Medio A: [email protected]
Primero Medio B: [email protected]
OBJETIVO: Conmemorar el Wetripantu o Año Nuevo Mapuche a través de la literatura.
CONTEXTUALICEMOS…
La leyenda pertenece al folclore y por ello corresponde a la más arraigada sabiduría de un pueblo.
Es un relato hablado que se conserva en su tradición oral. Indica lugares con precisión y en su
origen tiene antecedentes históricos. Por lo mismo, sus personajes son identificables, aunque nunca
iguales al personaje o hecho en el cual se basan. Las leyendas son relatos que intentan explicar
hechos que habrían ocurrido en tiempos remotos, tales como el origen del nombre de un lugar o de
una costumbre, y que la fantasía popular ha ido modificando.
ACTIVIDAD:
Ahora te invito a leer la Leyenda de Licarayén, para luego crear, una ilustración a partir de éste.
Guíate por los siguientes ejemplos:
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Santa Teresa de Los Andes Guía N° 7 Pamela Ruíz B. y Andrea Cárdenas M.
Osorno 08/06/2021 1° Medio A y B
Leyenda de Licarayén
Cuando aún no habían llegado a estas tierras los hombres blancos, vivían alrededor de los volcanes
Osorno y Calbuco, varias tribus huilliches. La princesa Licarayén era la más pura y linda de las
jóvenes y el apuesto y valiente toqui Quitralpi, que prendado de la belleza y dulzura de la virgen
desde que la vio por vez primera. Enamorados, ya se había dispuesto que la primavera siguiente
celebrarían la ceremonia que los uniría para siempre.
Pero un antiguo pillán Peripillán, que habitaba y estaba prisionero en el volcán Osorno al que había
dado origen después de ser desterrado por y lanzado desde lo alto, tuvo envidia. No pudo resistir
tanto amor entre los jóvenes y decidió interrumpir la felicidad de Licarayén y Quitralpi. Pirepillán
comenzó entonces a vomitar humo, azufre y fuego, haciendo temblar la tierra. Era tanta la furia de
este pillán, que en las noches esos lugares presentaban
un aspecto verdaderamente pavoroso: grandes llamaradas que salían de los cráteres iluminaban el
cielo con fulgores de fuego; las montañas vecinas parecía que ardían y las inmensas quebradas que
circundaban los volcanes Osorno y el Calbuco parecían como bocas del mismo infierno.
Los huilliches se reunieron entonces en un parlamento para resolver cómo podrían aplacar el enojo
de ese gran pillán. Fue así, que apareció entre ellos una machi muy vieja a la que nadie conocía y
dijo: “Para llegar al cráter es necesario que sacrifiquéis a la virgen más hermosa de la tribu. Debéis
arrancar el corazón y colocarlo en la punta del cerro Pichi Juan, tapado con una rama de canelo.
Veréis entonces que vendrá un pájaro desde el cielo, se comerá el corazón y después llevará la
rama de canelo y elevando el vuelo la dejará caer en el cráter del hogar de Pirepillán”. Así habló la
vieja sabia y, sin que nadie se diera cuenta, desapareció tan misteriosamente como había llegado.
El lonco hizo entonces averiguaciones para establecer cual de las vírgenes de su tribu era la más
virtuosa, y muy a pesar de sus deseos, aceptó la decisión de que la más bella y virtuosa era su
propia hija Licarayén. Con lágrimas el lonco comunicó a su hija que había sido elegida para salvar a
la tribu de la ira del pillán.
-No llores -respondió ella-. Muero contenta, sabiendo que mi muerte ha de aliviar las amarguras y
dolores de toda nuestra valerosa tribu. Solo pido un favor: que para matarme no uséis hachas ni
lanzas.
Y pidió que su lecho de muerte fuera preparado por el toqui Quitralpi, y que sólo él tocara su
corazón, ya que él era el dueño desde que lo conoció. Al día siguiente, cuando el sol empezaba a
aparecer por encima de la cordillera y los pajarillos a trinar su canto matinal, un gran cortejo
acompañó a Licarayén al fondo de la quebrada, donde el toqui tenía preparado un lecho con las más
perfumadas flores que había encontrado en los prados y bosques. Llegó Licarayén y sin queja ni
protesta alguna se tendió sobre aquel lecho de flores que había de transportar su alma a la
eternidad. Los jóvenes, silenciosos y apenados, se sentaron alrededor de aquel catafalco florido y
lloraron largas horas a su hermana que moría.
Cuando sus hermosos ojos se cerraron para siempre, Quitralpi acercó sus labios a la frente de la
doncella, y después, haciendo un enorme esfuerzo para no estallar en llanto y gritos de dolor, le
abrió el pecho, extrajo su corazón, y acogiéndolo entre sus manos como quien acuna un niño, con
fervorosa unción, lo entregó al padre de la virgen.
El más fornido de los mancebos fue encargado de llevar el corazón y la rama de canelo a la cima del
cerro.
Toda la tribu quedó en el valle esperando la realización del milagro. Apenas el mancebo había
colocado el corazón y la rama de canelo en la roca más alta del cerro Pichi Juan, apareció en el
cielo un enorme cóndor que, bajando en raudo vuelo, de un bocado se engulló el corazón y
agarrando la rama de canelo emprendió el vuelo hacia el cráter del Osorno, que en esos momentos
arrojaba enormes lenguas de fuego. Dio el cóndor, en vuelo espiral, tres vueltas por la cumbre del
volcán y, después de una súbita bajada, dejó caer dentro del cráter la rama sagrada.
En ese mismo instante comenzó a caer sobre la tierra, blanquísima nieve que fue cubriendo el
cráter, parecía que el alma pura de la virgen volvía hacia la tierra en busca de Quitralpi y en ese
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mismo momento el toqui se arrojó sobre la punta de su lanza
atravesando su rudo pecho, se partió el corazón para así unirse con su amada Licarayén.
Y llovió nieve; días, semanas, años enteros. Fue una verdadera lucha entre el fuego que subía del
infierno y la nieve que caía del cielo. La nieve fundida corría formando impetuosos torrentes por las
faldas del Osorno y del Calbuco y corriendo se despeñaba en los inmensos barrancos que servían
de defensa a la morada de Peripillán, hasta que llenando las hondonadas profundas, las aguas
quedaron al nivel de las tierras cultivadas.
Cuando los mapuches volvieron al lugar en que se había consumado el sublime sacrificio de la
virgen y del toqui, vieron con asombro que las flores que habían servido de lecho mortal a Licarayén,
habían echado raíces y que sus ramas, entrelazándose, formaban el más hermoso aposento que
jamás mente humana pudo imaginar.