Algunas reflexiones sobre la psicología forense en el ámbito penitenciario.
(Febrero de 2010)
Leonardo Alberto Rodríguez Cely.
Psicólogo, Magíster en Educación de la Pontificia Universidad Javeriana, Master en Psicología Clínica,
Legal y Forense de la Universidad Complutense de Madrid, estudiante de doctorado en Criminología de
la UCLM (España), miembro fundador del Centro de Criminología y Victimología Jorge Enrique
Gutiérrez Anzola de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la P.U.J, Coordinador del proyecto de Psicología
jurídica en Comisarías de Familia en Bogotá, Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Profesor de las
asignaturas de Psicometría, Evaluación Psicológica, Evaluación psicológica forense de la Facultad de
Psicología de la P.U.J , Profesor de los módulos de Psicología Forense y Victimología de la
especialización de Psicología Jurídica de la Universidad Católica de Colombia, Presidente unidad
profesional de psicología jurídica del Colegio Colombiano de Psicólogos y Vicepresidente de la
Asociación Iberoamericana de Psicología jurídica. Autor de diferentes artículos. (2008-2010).
[email protected],[email protected]
El presente trabajo, se enmarca dentro del contexto de la psicología forense en el
campo penitenciario, y busca a través de un estudio de meta-análisis dar respuestas a las
siguientes preguntas:1) ¿Qué es el riesgo de violencia y delincuencia? y ¿Cuáles son las
estrategias científicas para su evaluación en la actualidad?; 2)¿Cuáles son las
implicaciones del concepto jurídico del tratamiento penitenciario comparado entre la
legislaciones en esta materia de España y Colombia?, 3) Qué son las necesidades
criminogénicas en relación con el tratamiento de delincuentes, 4) ¿Qué significado
tiene, que los programas de tratamiento enseñan nuevas habilidades, desarrollan el
pensamiento, regulan las emociones y previene recaídas?, 5) ¿Cuál es la eficacia de los
tratamientos penitenciarios para delincuentes y qué perspectivas se tienen hacía el
futuro? y por último se hará un resumen sobre la eficacia de los tratamientos a
delincuentes y las respectivas conclusiones.
Iniciemos por tratar de dar respuesta a la primera pregunta sobre: ¿Qué es el riesgo
de violencia y delincuencia y cuáles son las estrategias científicas para su evaluación en
la actualidad?
La violencia es una condición inherente a todos los seres humanos, que para su
expresión dependen de múltiples factores y contextos. La violencia puede ser
interpretada como un acto reprobable, aceptable o relativo para calificar de acuerdo al
juicio argumentativo del contexto, la situación y el significado que cultural, social,
familiar o individual se le otorgue a determinado comportamiento. La violencia, puede
ser aceptada y justificada con diversos razonamientos ya sea desde una ideología
política predominante, un momento histórico, un paradigma de conocimiento científico
ó que estaría de acuerdo con un sistema de creencias, normas y valores aceptado en
determinado grupo humano.
La violencia para algunas corrientes del conocimiento, se adquiere y se aprenden a lo
largo de un proceso con una importante influencia en las representaciones sociales y
culturales donde al comportamiento violento se le asocia generalmente con el abandono,
las vejaciones, la negligencia, el maltrato físico, el maltrato psicológico, el daño moral,
la discriminación, la marginación, entre otros calificativos producto de determinados
ambientes basados en la competitividad, el dominio, la posesión, la fuerza, y
concepciones de éxito basados en la riqueza y el poder. (Beceiro 2000; citado por
Clemente y Espinosa 2001).
La violencia, analizado desde el modelo explicativo del aprendizaje social de
Bandura (1973), estarían asociados a la explicación del comportamiento agresivo que se
aprende y mantiene por medio de experiencias ambientales, de manera directa ó vicaría,
y que el aprendizaje de la agresión es controlado por experiencias de reforzamiento y
castigo como el aprendizaje de cualquier otra conducta, es decir, que los niños aprenden
de los adultos y de otros niños a través de dos fenómenos básicos en su teoría: la
observación y la imitación. Además otros autores como Akers (2006; Akers y Sellers,
2004; Redondo y Pueyo, 2007), consideran que el aprendizaje del comportamiento
delictivo intervienen mecanismos interrelacionados como: La asociación diferencial con
personas que muestran hábitos y actitudes delictivos, la adquisición por el individuo de
definiciones favorables al delito, el reforzamiento diferencial de sus comportamientos
delictivos, y la imitación de modelos pro-delictivos.
Otros estudios siguiendo los hallazgos del modelo del aprendizaje, profundizan
respecto al modo en que el sujeto percibe e interpreta los acontecimientos determinará si
responderá en forma agresiva o con algún otro comportamiento. Asimismo, Bandura
(1986) introdujo el concepto de auto-eficacia, que hace especial énfasis en lo
competente que se siente el sujeto al responder de manera agresiva o no. Estos
planteamientos teóricos (Huesman y Eron 1984) comparten la tesis que la cognición y
sus procesos psicológicos de atención, percepción, memoria, emociones y aprendizaje
en la niñez tiene una función relevante en el mantenimiento de la estabilidad o la
modificación del comportamiento violentos a lo largo del tiempo y de una situación a
otra donde pueden influir las variables contextuales dentro de la familia (condiciones
socioeconómicas, prácticas de crianza de los padres, experiencias vitales estresantes,
consumo de drogas, alcohol, por parte de los padres) y fuera de ella (violencia en el
barrio, la pobreza, relación con compañeros, exposición a la violencia a través de los
medios de comunicación ) ayudan a moldear la cognición, la cual después ejerce una
influencia más directa en el comportamiento agresivo. (Eron 2002)
La violencia tiene importantes diferencias con la peligrosidad y la agresión; ya que
esta última tiene un nivel de análisis desde la etología, la psicofisiología, neurobiología,
donde se presenta la agresión como la capacidad del organismo para defenderse de los
peligros potenciales procedentes del exterior, analizándose como la respuesta adaptativa
bajo impulsos e instintos que responden a estímulos específicos desencadenantes al
servicio del hombre que ayuda a la adaptación y supervivencia en el medio en que vive,
(Lorenz K 1976; Eibl-Eibesfeldt 1996; Clemente y Espinosa 2001). Es decir que un
organismo responde de determinada manera a una situación en particular en función del
estado en que se encuentre en dicho momento. Dicho estado sólo puede estar contenido
como especificaciones físicas de las células que constituyen al organismo; por encima
de todo, como especificaciones del sistema endocrino. Así tanto factores genéticos
como ambientales y las interacciones entre estas deben intervenir para alterar la base
fisiológica del comportamiento. (Ggray, 1972; Newman P,2002).
Los estudios encaminados a la predisposición al comportamiento antisocial, exige al
parecer integrar los resultados de los campos fisiológicos, neuroendocrino, psico-
fisiológicos, conductual, cognitivo, emocional y de la personalidad. A medida que
aumente el conocimiento en cada uno de estos campos, aumentará por tanto la
necesidad de instrumentos heurísticos para conceptuar estas influencias diversas y sus
interacciones. Newman (2002).
En este orden de ideas autores como (Pueyo y Redondo, 2007), llaman la atención
sobre la importancia de definir correctamente la violencia, encontrando una doble
interpretación como acción (comportamiento) y disposición (capacidad, atributo
psicológico). Aluden a la necesidad de diferenciar la cualidad de ser violento que puede
entenderse a la vez como sinónimo de peligrosidad y la acción de comportarse
violentamente. Estos mismos autores consideran que la violencia es una estrategia
psicológica para alcanzar un fin determinado, por tanto identifican que el agente “causal
del acto violento es el individuo, pero éste actúa en un contexto o situación que facilita
o estimula la aparición”. (Pueyo y Redondo 2007; pag 157). Identificando de esta forma
componentes que elicitan, modulan, y mantienen la conducta violenta. De esta manera
sustentan que los determinantes de la violencia como estrategia no son los mismos que
los de la acción violenta, sino que esta última es el determinante más importante en la
decisión intencionada de actuar de ese modo.
Para complejizar y profundizar la definición de la violencia y para acceder a un
estudio más rigurosos, (Pueyo y Redondo, 2007), distinguen cinco propiedades a saber:
1) La complejidad: entendida como estrategia psicológica donde intervienen aspectos
cognitivos, actitudinales, emocionales y motivacionales, 2) Es heterogénea: por
presentar varios tipos de violencia (física, psicológica, sexual, deprivación, abandono,
económica, entre otros). Además pudiendo ser auto-dirigida, interpersonal y colectiva,
3) Es multicausal, es decir, que coinciden en el acto numerosos factores de riesgo; 4) Es
infrecuente sobretodo en el tipo de violencia grave y muy grave.
En este orden de ideas, cada tipo de violencia tiene factores de riesgo y de protección
específicos y por tanto se debe adecuar los procedimientos genéricos de predicción de
riesgo al tipo concreto de violencia y por ende de los protocolos diseñados para cada
caso. Es importante hacer anotar que la valoración del riesgo tiene las siguientes
ventajas: a) el constructo que se estudia es continuo, variable y específico que permite
hacer pronósticos; b) tiene la posibilidad de la intervención individual y contextual; c)
puede distinguir entre los factores estáticos y dinámicos que son susceptibles de
modificar o no.
Respecto a las estrategias científicas y considerando que el resultado ideal de todo
tratamiento, tiene como objetivo que los y las delincuentes luego de cumplir la pena
impuesta, vivan de forma honesta y productiva en la sociedad sin reincidir en la
comisión de delitos, se hace necesario “evaluar” todo tratamiento para conocer su grado
de eficacia y eficiencia, y es por ello que la Ley Penitenciaria considera que el régimen
y el tratamiento penitenciario deben coordinarse entre sí, utilizando estrategias que
permitan alcanzar los objetivos propuestos que incluye actividades generales para todos
los reclusos y programas específicos que van dirigidos a determinados grupos con
características particulares, tales como: internos jóvenes, extranjeros, o condenados por
violencia de género (Redondo, Pozuelo y Ruiz 2007)
La Instrucción 12 / 2006 de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias
reglamenta un procedimiento para programar, evaluar e incentivar la participación de
los internos en actividades y programas de tratamiento. En el programa individualizado
de tratamiento se le asigna al interno dos grupos de actividades: a) actividades
prioritarias: aquellas que subsanan las carencias más importantes del sujeto,
interviniendo en los factores directos de su conducta delictiva o sobre sus carencias
formativas básicas, b) actividades complementarias: que ofrecen al interno una mejor
calidad de vida y una perspectiva profesional, educativa o cultural.
En la evaluación de dicho programa se analizan tres variables: asistencia,
rendimiento y esfuerzo realizado por parte del interno, para poder conceder el
“incentivo” que puede ser: notas meritorias; premios en pequeñas cantidades de dinero;
comunicaciones especiales con familiares o amigos; becas de estudio; material
educativo y cultural; material deportivo y recreativo; revocación o reducción de
sanciones. (Redondo, Pozuelo y Ruiz 2007).
En otros casos, se utiliza la elaboración de un “Plan Marco” de intervención que
debe ser concretado por cada establecimiento penitenciario que lo implementa, es
aplicado a internos en régimen cerrado, extranjeros, y discapacitados, a partir de la
evaluación de cada interno se diseña un programa individualizado de tratamiento que
deberá contener las actividades a desarrollar como por ejemplo: educativas, higiénico-
sanitarias, socio familiar, terapéutica, laboral, deportiva, recreativa, cultural y
ocupacional. Las estrategias utilizadas en el área terapéutica van dirigidas generalmente
a: El control de la ansiedad y la agresividad, la deshabituación de drogas, educación
para la salud, educación en valores, conciencia emocional, resolución de conflictos y
entrenamiento en habilidades sociales. (Redondo, Pozuelo y Ruiz 2007)
Existe otro grupo de programas que tienen un “Manual detallado de procedimiento
terapéutico”, utilizado por ejemplo con agresores sexuales, violencia de género y
programa de pensamiento pro-social para internos jóvenes. Es importante señalar que en
los procedimientos de evaluación se pueden valorar aspectos objetivos y documentados,
así como: utilización de recursos, calificación obtenida, disminución de faltas
disciplinarias, y número de aplicaciones en un programa específico. Con la utilización
de estos procedimientos se logra observar modificaciones en la conducta y actitudes de
los internos, a partir de una línea base inicial de los niveles de la conducta y las
actitudes con anterioridad a la intervención. (Redondo, Pozuelo y Ruiz 2007)
Otros instrumentos utilizados además de la Observaciones, análisis de documentos
judiciales, las entrevistas, los auto-informes e historias clínicas, son las pruebas
psicológicas y psicodiagnósticas “Escalas y Cuestionarios”, que deben cumplir con
criterios psicométricos y estadísticos de validez (contenido, constructo, criterio,
predictiva, concurrente) y la estabilidad del dato a través de los procedimientos
estadísticos de confiabilidad y hacer un uso adecuado en la calificación e interpretación
de los mismos bajo los procesos de estandarización y normalización en muestras y
poblaciones penitenciarias. Además, de tener la capacidad de discriminar a partir de los
indicadores de simulación, disimulación, mentiras y distorsión. El uso de las pruebas en
el ámbito penitenciario, comparan los resultados obtenidos antes y después del
tratamiento, aunque ésta estrategia presenta dificultades por falta de comprensión,
concentración, y no sinceridad de los internos al responder cada uno de los ítems.
En la actualidad, se ha diseñado pruebas específicas de acuerdo a las tipologías de
los delitos que según, Pueyo y Redondo (2007) deben cumplir con los siguientes
criterios y supuestos para establecer el riesgo de violencia: a) Conocimientos actuales de
la psicología de la violencia y el papel de los profesionales acerca del comportamiento
futuro; b) Cada tipo de violencia tiene sus factores de riesgo y protección específicos y
no se puede predecir en forma general cualquier tipo de violencia, c) El criterio del
evaluador para hacer predicciones, se debe basar en protocolos contrastados y basados
en conocimientos empíricos; d) la conducta violenta requiere de una decisión sobre si la
conducta se puede producir a futuro y en qué grado; e) Importante diferenciar los
factores de riesgo estáticos y dinámicos de la conducta violenta. Además de analizar el
tipo de valoración a realizar haciendo especial énfasis en la valoración por medio de
juicio clínico estructurado, donde el evaluador se caracteriza por decisiones basadas en
el conocimiento experto de la violencia, utiliza las guías y protocolos de valoración
estructurados, donde indica la forma de recolectar, sistematizar y analizar los datos
obtenidos. Las guías y los protocolos ofrecen los factores de riesgo y protección
mínimos de acuerdo con la población estudiada, evitan los sesgos clínicos, soslayar
olvidos entre otros aspectos.
Para dar algunos ejemplos sobre las técnicas e instrumentos más utilizadfos, se
encuentra: Escala de calificación de la Psicopatía de Haré. PCL; Psychopathy Checklist:
Screening Versión (PCL: SV, PCL-YV), (Hart,Cox y Hare, 1995); la Escala de
Evaluación Psicológica de los Agresores Sexuales (EPAS); La escala HCR-20 de
evaluación de factores históricos, clínicos y de riesgo de violencia; Escala de actitud
hacia la mujer Spence, J.T & Helmreich R.L (1978); Inventario de Pensamientos
distorsionados sobre la Mujer y sobre el Uso de la Violencia (Echeburúa y Fernández-
Montalvo,1997); Inventario de Hostilidad [BDHI] (Buss y Durkee, 1957); Escala De
Riesgo De Violencia De Plutchik; Escala HCR-20 de Evaluación de Riesgo de
Violencia( SVR-20, SARA, SAVRY,EARL-B);DA Dangerous Assesment; ODARA de
Hilton y Harris (2004); STATIC 99de Hanson y Cols (1999); VRAG de Hanson (199);
Escala De Impulsividad De Plutchik; Cuestionario De Agresión. AQ. (Buss y Perry,
1992); Escala de evitación y ansiedad social (Watson, David & Friend R. (1969); Escala
de Inadaptación (Echeburúay Corral, 1987); Escala de Autoestima (Rosenberg,1965);
Indice de Respuesta Interpersonal; Davis, M. H.; Test de Exploración de Alcoholismo
de Michigan TEAM; Lifestyle criminality screening form G.D Walters , T.W White y
D.Denney , Sexual Violence Risk – 20. SVR-20; Cuestionario de Fantasías Sexuales de
Wilson. Inventario Multifásico de la sexualidad (Nichols y Molinder, 1984); Índice de
respuesta interpersonal [IRI] (Davis, 1980); Tests de competencia situacional (Garrido y
Beneyto, 1995); Inventario Multifasico De Personalidad De Minnesota MMPI,
Inventario Clínico Multiaxial De Millon II (MCMI II), Inventario de Personalidad
(NEO PI-R), Prueba de inteligencia de WAIS III-R; Examen Internacional De Los
Trastornos De La Personalidad IPDE Modulo DSM IV TR. Principales Instrumentos de
Evaluación Psicológica en Personalidades Violentas. Melis, F. (2007).
2. ¿Cuál es en España el concepto jurídico de tratamiento penitenciario? ¿Podría
relacionarlo y compararlo con el concepto jurídico de tratamiento de su propio país?
Al comparar el concepto jurídico Español y Colombiano, respecto al tratamiento
penitenciario. En la Constitución Española, se establece como objetivo primordial la
reeducación y reinserción social y procura a través de la ley orgánica que “la medidas
de lo posible desarrollar en los penados una actitud de respeto, hacía sí mismos y de
responsabilidad individual y social con respecto a la familia, al prójimo y a la sociedad
en general”. Lo anterior coincide con el ordenamiento penitenciario Colombiano. Sin
embargo, hay lineamientos y posturas más claras y desarrolladas en la ley orgánica
Española, en cuanto a la características dadas en los artículos 60 y 62, donde se
caracteriza los programas por estar basados en los siguiente principios: a) En el estudio
científicos de la intervención; b) trata peculiaridades del interno como su temperamento,
del carácter, actitudes, sistema dinámico motivacional, evolución de la personalidad
haciendo uso de protocolos internos; c) el grado de relación que debe guardar entre el
diagnóstico de personalidad criminal, el pronóstico, la actividad delictiva, todos los
datos individuales, familiares o sociales del Sujeto (ambientales); d) El carácter
individualizado con los métodos medico-biológicos, psiquiátricos, psicológicos,
pedagógicos y sociales; e) Parte de la complejidad y la integración de varios métodos; f)
La planeación y ejecución del programa de acuerdo con la intensidad, el método y los
profesionales que deben participar; g) El carácter continuo y dinámico de la
intervención dependiendo de la incidencias en la evolución de la personalidad del
interno. Además el sistema penitenciario Español, trabaja los conceptos de la progresión
y regresión de grados basados en los siguientes argumentos: a) las evaluaciones del
tratamiento determinan nueva clasificación; b) la progresión del tratamiento dependerá
de las modificaciones de los rasgos de personalidad relacionado con la actividad
delictiva, c) la regresión del grado con la evolución desfavorable de la personalidad; d)
se establece que máximo cada seis meses será evaluado el interno; e) Cuentan con las
garantías que cuando un mismo equipo reitere por segunda vez la calificación de primer
grado, el interno podrá solicitar que se pueda realizar por Central de Observación. El
mismo derecho se tendrá al encontrarse en segundo grado y se haya alcanzado la mitad
de cumplimiento de la condena. Zaragoza y Gorjón (2006)
En España además es importante el principio de comunidad terapéutica en el
tratamiento penitenciario, donde se tiene respeto por la programación del tratamiento y
los criterios de selección usando aquellos métodos tendientes a modificar el sistema de
actitudes del interno cuando sean desfavorables o negativos, con absoluto respeto a la
personalidad del mismo. Además promueve la formación y orientación para el
perfeccionamiento profesional. Zaragoza y Gorjón (2006)
Otro aspecto importante a destacar de la ley, es la utilidad del informe pronóstico final,
la intervención del equipo técnico con una visión integral, interprofesional del sujeto y
el apoyo de la Central Penitenciaria en materia de observación, clasificación, y
tratamiento de internos realizando labores como: asesoramiento, resolver dudas de
carácter técnico, efectuar investigaciones criminológicas, desarrollar tareas docentes y
la clasificación dudosa que se enuncio anteriormente de los equipos técnicos. Zaragoza
y Gorjón (2006)
En Colombia y de acuerdo con el Art. 9 de la Ley 65 de 1993, la pena privativa de
libertad tiene una finalidad protectora, preventiva y, sobre todo, resocializadora. Estas
funciones se pretenden llevar a cabo con una serie de componentes de la propia pena
privativa de libertad. En primer lugar, la pena privativa de libertad supone una
separación del individuo condenado con relación a la sociedad en general y a su entorno
social particular –familia, amistades, compañeros/as del ámbito laboral-. En segundo
lugar, el derecho penitenciario Colombiano hace especial hincapié en la prevención
especial, es decir, en que la pena tenga un efecto disuasorio sobre el individuo con
relación a la realización de nuevos delitos. Un elemento de la función disuasoria de la
pena es la duración de la misma, es decir, dado que se castiga privando de la libertad, la
prolongación de esa privación será proporcional al daño causado (Tamarit y otros
1996), lo cual subraya el carácter retributivo de la pena, además de la función
resocializadora de la pena es asignada al tratamiento penitenciario, entendido en la
legislación penitenciaria colombiana como “…la educación, el trabajo, la actividad
cultural, recreativa y deportiva y las relaciones de familia” (Art. 143, Ley 65/1993).
A su vez, el Sistema Penitenciario Colombiano se estructura en torno al modelo que
ofrecen los sistemas progresivos. Es decir, el cumplimiento de la pena privativa de
libertad se realiza a través de una serie de etapas y de mecanismos previstos en la
legislación para regular el grado de severidad del control de la conducta que el sistema
penitenciario ejerce sobre la persona condenada y para ir aproximando al sujeto a
recobrar el contacto con la sociedad extra carcelaria. (Ruiz J, 2008)
La legislación vigente, trabaja por etapas del tratamiento del sistema progresivo son
(Art. 144 y siguientes del Código Penitenciario y Carcelario):1) Observación,
Diagnóstico y Clasificación; 2) Alta seguridad, o periodo cerrado; 3) Mediana
seguridad, o periodo semiabierto; 4) Mínima seguridad, o periodo abierto; 5) De
confianza, o libertad condicional
Las etapas del tratamiento penitenciario constituyen un ámbito de actuación diferente
del que se refiere a los niveles de seguridad de los establecimientos de detención. Así, el
artículo 22 del Código Penitenciario y Carcelario reza de la siguiente manera: “Los
centros de reclusión serán de alta, media y mínima seguridad (establecimientos
abiertos)”. Estos niveles de seguridad se refieren al tipo y número de dispositivos de
seguridad con que cuenta el establecimiento con relación a la custodia de los reclusos, la
evitación de fugas y la protección al personal laboral –cuerpo de custodia y vigilancia,
de tratamiento-, mientras que las etapas del tratamiento penitenciario se describen a
continuación.
Observación, diagnóstico y clasificación: el interno o interna condenado/a al llegar al
establecimiento debe ser sometido a una evaluación de la cual dependerá su asignación
a una de las siguientes fases, que constituyen las etapas del sistema progresivo en el
cual se estructura el tratamiento penitenciario. Así mismo, de esta observación y
diagnóstico se derivaría el diseño de un tratamiento individualizado para cada persona
condenada. a) Alta seguridad: en esta etapa, denominada también periodo cerrado, el
condenado pasa prácticamente todo el día en la celda, con una o dos horas de salida a
patio para pasear; b) Mediana seguridad: se designa también periodo semiabierto. La
mayor parte de los internos condenados se encuentran asignados a esta fase, en la cual,
se sale de la celda por la mañana y se regresa a la hora fijada por la dirección del
establecimiento para dormir. c) Mínima seguridad o periodo abierto: en este periodo
abierto, el sujeto puede salir del establecimiento durante el día, por razones de trabajo o
estudio, y retornar al mismo durante la noche. Ello comprende el trabajo en áreas
agrícolas del centro donde las haya, que suelen estar ubicadas enextramuros. Vemos con
frecuencia que en estas áreas se suelen destinar los internos de la tercera edad; d) De
confianza (libertad condicional): en esta fase, el sujeto condenado sale del
establecimiento para llevar una vida totalmente en libertad, con la obligación de
presentarse al director del establecimiento de forma periódica, hasta que cumpla el total
de la condena impuesta por el juez, menos los descuentos por actividades de trabajo,
estudio, participación en talleres, etc. La comisión de un delito durante el disfrute de la
libertad condicional constituye quebrantamiento de condena, el cual se sanciona con la
suspensión del disfrute de la libertad condicional, y la sanción correspondiente en
cumplimiento de privación de libertad condicional, además, claro está, del
cumplimiento de una nueva sanción penal en caso de sentencia condenatoria con
relación al nuevo delito imputado al sujeto. (Ruiz J, 2008)
Por otro lado, los beneficios administrativos son los mecanismos que la normativa
penitenciaria establece para acercar al recluso al medio libre. Ellos son a) los permisos
de hasta 72 horas, b) la libertad preparatoria, c) la franquicia preparatoria, d) el trabajo
extramuros y e) la penitenciaría abierta.
Así, las fases del tratamiento penitenciario se refieren especialmente a la severidad
del régimen de control sobre el individuo dentro del establecimiento, regulando el
grado de contacto del interno con los demás miembros de la comunidad carcelaria –
internos, funcionarios-, mientras que los beneficios administrativos buscan el
acercamiento del individuo a su entorno social exterior al establecimiento.
Ahora bien, así como los criterios objetivos/jurídicos son precisos y fácilmente
evaluables en la situación jurídica penitenciaria de un interno/a en particular, es más
difícil operacionalizar aspectos como “buena conducta”, “claro mejoramiento” o
“proceso de adaptación social” o “preparar para vivir en libertad”. Además de ello, en
ocasiones, los criterios jurídicos y los psicológicos se pueden oponer entre sí a la hora
de recomendar o no la concesión de un permiso de salida, lo cual puede dar lugar a que
el sentido de los dictámenes de juristas y de psicólogos se puedan contradecir entre sí,
es decir, mientras unos recomiendan la concesión del permiso en base a unos criterios,
otros recomiendan no otorgar tal beneficio, apoyándose en otros criterios (Sacau y
Sobral, 1998).
Por un lado, si la persona ha sido castigada por cometer un delito, la buena conducta,
que debe ser certificada por el Consejo de Disciplina (Art. 147 del Código Penitenciario
y Carcelario) y la resocialización entendida como estar preparado para vivir en libertad
no pueden de ninguna manera referirse a conductas compatibles o referidas a la
realización de actos antisociales. Entonces, la buena conducta, el mejoramiento y el
prepararse para vivir en libertad implican necesariamente la evaluación y el tratamiento
de aquellas variables que pueden estar relacionadas, para una persona determinada, con
la posibilidad de realización de conductas delictivas y de infracciones al régimen
penitenciario. Esta posibilidad se relaciona con los conceptos de peligrosidad y de
reincidencia. La primera se refiere a la probabilidad atribuida a alguien de que en el
futuro a corto plazo lleva a cabo un comportamiento antisocial, castigado por la
normativa penal o penitenciaria a corto plazo. La reincidencia, en cambio se refiere a la
realización de un delito tras el abandono de la prisión (Ruiz J, 2008). En síntesis, en
Colombia falta un mayor desarrollo de programas penitenciarios dirigidos y de acuerdo
a los tipos de delitos, la caracterización de la población carcelaria y las necesidades
particulares de los internos, de protocolos que sustenten los aspectos teóricos,
metodológicos e instrumentales para la respectiva evaluación y valoración, además falta
establecer la estandarización, la normalización, la validez y la confiabilidad de los
instrumentos utilizados por los psicólogos y demás profesionales encargados de los
programas penitenciarios. No se encuentra dentro de la normatividad los principios
rectores de los procesos de resocialización y de rehabilitación, ni de forma discriminada
las competencias de los profesionales en los programas penitenciarios a desarrollar.
3. ¿Qué son las necesidades “criminogénicas” en relación con el tratamiento de los
delincuentes?
Hace referencia a la dinámica de delincuentes o factores variables que, directa o
indirectamente, causa que el delincuente cometa crímenes. El principio de necesidad
postula que el tratamiento para reducir el riesgo de reincidencia debe centrarse en las
necesidades individuales, del contexto, las interacciones y aspectos históricos y/o
biográficos de acuerdo a cada caso en particular y proporciona una estructura de
necesidades al plan de tratamiento a fin de aliviar los problemas intentado usurpar la
agenda del tratamiento. (Hervé,H 2006).
Este concepto es importante, porque ayuda a establecer aquellos factores de riesgo
directamente relacionados con sus actividades delictivas y por tanto permite tener el
suficiente criterio para saber entre otros aspectos si la conducta delictiva está
relacionado con los factores estáticos o dinámicos, además de tomar decisiones sobre el
tipo adecuado de tratamiento penitenciario basados en las carreras delictivas y la
criminología de desarrollo. Autores como Andrews y Bonta (2006) citados por Redondo
y Pueyo (2007), han hecho énfasis en "cuatro grandes" factores de riesgo: 1) las
cogniciones antisociales, 2) las redes y vínculos pro-delictivos, 3) la historia individual
de comportamiento antisocial, y 4) los rasgos y factores de personalidad antisocial.
En relación con las necesidades criminogénicas y los resultados de la valoración se
pretende tomar decisiones sobre la conducta que puede estar asociada al tipo de delito,
dentro de los que se encuentran, las agresiones sexuales, el homicidio, la violencia
familiar, el maltrato, consumo de sustancias toxicas, entre otros.
De acuerdo con la literatura científica se ha desarrollado en las últimas décadas
importantes programas dirigidos al entrenamiento de actividades del tiempo libre, a la
prevención de abuso de sustancias tóxicas, habilidades de crianza de los hijos, a la
prevención del aislamiento de acuerdo al grado penitenciario, sobre integración
comunitaria, programas para mujeres delincuentes, para agresores sexuales, programas
sobre motivación, conducta prosocial, sobre habilidades sociales, desarrollo del
pensamiento, solución de problemas interpersonales, desarrollo moral, regulación
emocional y control de la ira, prevención de recaídas, programas de agresión verbal y
física. Además programas basados en el modelo cognitivo-comportamental donde se
trabaja el reforzamiento, el modelado, la reestructuración cognitiva, el control
emocional, la relajación, desensibilización sistemática, autocontrol, inoculación del
estrés, competencias sociales, condicionamiento operante, repertorio conductual.
Además estos nuevos programas tienen en cuenta la población a la cual va dirigida
como por ejemplo, extranjeros, discapacitados, delincuentes juveniles, mujeres (Marlatt
y Gordon, 1985; Lösel, 1996; Novaco, Ramm y Black, 2001; Laws, 2001; Edwards,
Schoenwald, Henggeler y Strother, 2001; Goldstein y Glick, 2001; Dobash y Dobash,
2001; Cooke y Philip, 2001; Marshall y Redondo, 2002; Echeburúa, Fernández-
Montalvo y Amor, 2006; McGuire, 2004; McGuire, 2004; Hollin, 2006; Cullen y
Gendreau, 2006; Arce y Fariña, 2007) citado por (Redondo y Pueyo, 2007).
4. ¿Cuál es el significado de que los programas de tratamiento enseñan nuevas
habilidades, desarrollan el pensamiento, regulan las emociones y previenen recaídas?
De acuerdo con los desarrollos de la psicología y sus modelos teóricos como el
conductismo, el modelo sistémico, el modelo psicoanalítico, los modelos de
procesamiento de información, los modelos cognitivos, los avances en psicología del
desarrollo humano, la psicología clínica y los procesos básicos de atención, percepción,
memoria, aprendizaje, y los programas de condicionamiento, pensamiento y resolución
de problemas, el desarrollo y diferencias individuales, la influencia social, los factores
humanos del lenguaje y el desarrollo estadístico en las pruebas psicométricas y
psicodiagnósticas han permitido su aplicación en programas dirigidos en el desarrollo
de habilidades, que promueven la enseñanza de nuevos comportamientos y el
mantenimiento de las competencias sociales que ya puedan existir en el repertorio
conductual de un individuo. Entre las técnicas que sirven para 1). El Desarrollo de
nuevas conductas, destacan el reforzamiento positivo y el moldeamiento, a partir de
dividir un comportamiento social complejo en pequeños pasos y reforzar al individuo
por sus aproximaciones sucesivas a la conducta final (Redondo y Pueyo 2007); 2).En el
Desarrollo del pensamiento es importante citar los estudios de Ross y Fabiano, 1985,
citado por (Redondo y Pueyo 2007), quienes crearon un programa, denominado
Reasoning and Rehabilitation (R&R), que adaptaba e incorporaba distintas técnicas de
otros autores que habían mostrado ser altamente eficaces. Muchos delincuentes son muy
poco competentes en la solución de sus problemas interpersonales, por lo que una
estrategia de tratamiento especialmente aplicada ha sido la de "solución cognitiva de
problemas interpersonales". Otro de los grandes avances en el tratamiento cognitivo de
los delincuentes lo constituyen las técnicas destinadas a su desarrollo moral de autores
como Piaget y, especialmente, de Kohlberg, quien diferenció una serie de niveles y
„estadios‟ de desarrollo moral, desde los más inmaduros (en que las decisiones de
conducta se basan en evitación del castigo y en recompensas inmediatas) a los más
avanzados (imbuidos de consideraciones morales altruistas y autoinducidas). Las
técnicas de desarrollo moral enseñan a los sujetos, mediante actividades de discusión
grupal, a considerar los sentimientos y puntos de vista de otras personas (Palmer, 2003)
citado por (Redondo y Pueyo 2007); 3). Regulación emocional y control de la ira,
parten del supuesto de que muchos delincuentes tienen dificultades para el manejo de
situaciones conflictivas de la vida diaria, lo que puede llevarles al descontrol emocional,
y a la agresión tanto verbal como física a otras personas. En ello suele implicarse una
secuencia que incluye generalmente tres elementos: carencia de habilidades de manejo
de la situación, interpretación inadecuada de las interacciones sociales (por ej.,
atribuyendo mala intención) y exasperación emotiva y 4). Prevención de recaídas, tiene
como objetivo la transferencia proactiva de las nuevas competencias adquiridas por los
delincuentes durante el programa de tratamiento, empleando programas de refuerzo
intermitentes, entrenamiento amplio de habilidades por diversas personas y en múltiples
lugares, inclusión en el entrenamiento de personas cercanas al sujeto (que luego estarán
en sus ambientes naturales), uso de consecuencias y gratificaciones habituales en los
contextos del individuo (más que artificiales), control estimular y autocontrol, citado
por (Redondo y Pueyo 2007).
5. Resuma los conocimientos sobre eficacia de los tratamientos de los delincuentes.
1). Los programas más efectivos son los que se fundamentan en los modelos
teóricos conductual y cognitivo-conductual. Conclusiones similares se han obtenido en
Gendreau y Ross (1979), Ross y Fabiano (1985), Ross et al. (1990), Andrews et al.
(1990), Palmer (1992), McGuire (1992), Lösel (1995ª, b. 1996) y Redondo et al. (1997);
2). Los delincuentes juveniles parecieron ser los más susceptibles de rehabilitarse,
debido a que fueron tratados en general mediante las técnicas más efectivas
(conductuales y cognitivo-conductuales). Sin embargo, cuando en un segundo análisis
se controló la influencia del tipo de tratamiento, la mayor efectividad se obtuvo con los
delincuentes adultos. Estos datos nos indican que pueden obtenerse buenos resultados
tanto con los delincuentes juveniles como con los delincuentes adultos. Más allá de la
edad de los sujetos tratados, que es sin duda un factor condicionante, lo más relevante
para la efectividad del tratamiento es aplicar programas basados en modelos teóricos
plausibles; 3). Con relación con la tipología delictiva, los programas aplicados a
delincuentes contra las personas (sin incluir a los delincuentes sexuales) muestran la
mayor efectividad. En este punto, a pesar de que el reducido número de estudio en las
categorías delictivas limita la obtención de conclusiones generales, los resultados
obtenidos son coherentes con los criterios de calidad de las intervenciones, propuestas
por Andrews et al. (1990) con base al denominado “principio de riesgo”. El principio de
riesgo sugiere que el tratamiento será más efectivo con los delincuentes de alto riesgo
(violentos, reincidentes, etc.) que con los de menor riesgo, ya que generalmente se
utilizarán con aquéllos los tratamientos y servicios más intensivos y de mayor calidad.
De esta manera, teniendo en cuenta que los delincuentes violentos son de mayor
“riesgo” (que los delincuentes contra la propiedad) y presentan mayores necesidades de
intervención, cabría esperar que se les hubieran destinado programas de mayor calidad
implícita y, de ahí, la mayor efectividad obtenida por ellos y 4). Con respecto al
contexto de las intervenciones la mayor efectividad se produce en las instituciones de
jóvenes, tanto en los centros de reforma como en las prisiones de jóvenes.
Respecto al tratamiento de los delincuentes juveniles, el peso de las pruebas indica
que los métodos punitivos y el enfoque exclusivo en los procedimientos legales no
influirá de manera significativa en la disminución de la delincuencia. Hay pruebas de la
eficacia de diversos métodos de tratameinto de la delincuencia (Lipsey, 1992; Mulvey et
al., 1993; Tolan y guerra, 1994a), en particular, los que se estructuran y concentran en la
modificación del comportamiento. Los programas de tratamiento que enseñan
habilidades laborales prácticas tienen relativamente buenos efectos. Los programas que
incluyen la educación de los padres u organización familiar y los que se concentran en
modificar las opiniones y las actitudes sobre la agresividad y la violencia parecen más
prometedores en la prevención o reducción de los comportamientos delictivos. En
general, se recomiendan los programas constituidos por componentes múltiples.
También se ha detectado que son eficaces los que tienen por base la comunidad o la
escuela (Tolan y Guerra, 1994b).
El peso de las pruebas demuestra que las intervenciones con sede en la comunidad
son tan eficaces como las intervenciones basadas en el tratamiento residencial o el
encarcelamiento. De hecho, acaso sean más eficaces. Sin embargo, los programas con
sede en la comunidad conllevan la posibilidad de que aumente la percepción negativa
del público, en particular cuando se atribuye cualquier delito cometido por quienes están
en programas comunitarios al hecho de que no fueron encarcelados. De igual modo, las
pruebas favorecen una programación más intensiva en la que se enseñe habilidades, se
ofrezca apoyo y se dé seguimiento. Sin embargo, se dice que estos programas
consienten a los delincuentes o que son un desperdicio del dinero de los impuestos. Así
pues, hay que difundir la proporción entre costos y beneficios y las pruebas empíricas
que sustentan estos métodos.
Los recientes meta-análisis sobre el tratamiento de los delincuentes contradicen la
idea de que “nada da resultado”, que fue la principal conclusión de la investigación más
antigua; muchos programas de tratamiento de la delincuencia juvenil y adulta son
efectivos con amplios grupos de delincuentes. De acuerdo con Dilulio, “la noción
errónea „nada da resultado‟ puede ser arrojada a los desechos de la historia de la
evaluación correccional” (citado en Taylor, 1992, p. 133).
Desde nuestro punto de vista, en los próximos años deberá priorizarse la
investigación de aquellos factores que propician la efectividad de los programas de
tratamiento en contextos determinados (véase Palmer, 1995). Estas “contingencias
ambientales específicas” son difíciles de evaluar en estudios meta-analíticos, pero sí que
pueden ser adecuadamente estudiadas mediante investigaciones primarias directas, que
nos ayudarán, sin duda, a mejorar nuestra efectividad en la rehabilitación de los
delincuentes.
Por ejemplo, se ha considerado que una “trayectoria laboral manifiestamente inestable”
posee una valencia negativa, o de predictor de riesgo. Como quiera que en el grupo de
los reincidentes un porcentaje significativamente superior de sujetos presenta
“trayectorias laborales manifiestamente inestables”, dicho factor estaría operando como
un predictor de riesgo en perjuicio del grupo de los reincidentes, ya sí favoreciendo
probablemente su reincidencia. Pág. 143
6. CONCLUSIÓN. Opinión del alumno sobre la realidad y futuro del tratamiento de los
delincuentes, especialmente en las prisiones.
De acuerdo con los reportes científicos en el ámbito penitenciario y gracias a la
política criminal y el desarrollo de la jurisprudencia a nivel internacional en este campo,
en las últimas décadas se ha consolidado un cuerpo de conocimiento a partir de grupos y
líneas de investigación mundial que han permitido generar criterios para el diseño y
puesta en marcha de los diversos programas dirigidos a seleccionar, valorar, tratar y
monitorear el comportamiento criminal teniendo en cuenta los presupuestos de la
rehabilitación, la resocialización y disminuir los niveles de reincidencia. Estos avances
han permitido el desarrollo de programas que pueden discriminar la tipología de los
delitos, el tipo de población y las características particulares de cada persona teniendo
presente los aportes que desde la criminología, la victimología, el derecho, la sociología,
la educación, el trabajo social, la psicología de la delincuencia y los diversos estudios
sobre las carreras delictivas y criminología del desarrollo han realizado sus diferentes
aportes.
Queda como aprendizaje la importancia en la definición de los riesgos de
violencia, las necesidades criminogénicas, conocer los factores de riesgo y de
protección, dinámicos y estáticos del comportamiento criminal que se vinculan al inicio,
mantenimiento y finalización de la actividad delictiva, la necesidad de conocer la
normatividad a través de los códigos penitenciarios comparados y los diversos
programas y protocolos para la prevención y el tratamiento penitenciario haciendo
importantes reflexiones sobre la eficacia y la eficiencia de estos programas y las
preguntas que surgen para seguir desarrollando este campo.
En la eficiencia de los programas se demuestra que es posible el desarrollo de
nuevas habilidades, del pensamiento, de la regulación emocional y del control del
comportamiento violento y es posible la prevención de recaídas. Por último, hay
suficiente evidencia empírica que es posible acercarnos desde la ciencia y bajo los
supuestos de probabilidad que se puede llegar a la predicción del riesgo de la conducta
antisocial.
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