EDUCACIÓN INTERCULTURAL: UN NUEVO DESAFÍO EN LA FORMACIÓN DEL
PROFESORADO.
Pilar Sotos Villarejo
Teresa Alcocel Cardona. Escuela de Magisterio Ausias March de Valencia
Concepción Gómez Ocaña. Consejería de Educación y Ciencia de la Embajada
Española de Roma.
Mientras una civilización ejerza sobre otras una presión política, intelectual y moral
basada en aquello que la naturaleza y la historia le han concedido, no podrá haber
esperanza de paz para la humanidad: la negociación de las especificidades culturales
de un pueblo equivale a la negociación de su dignidad.
Alpha Oumar Konaré. Presidente de la República de Malí, 1993
La cultura de la diversidad.
La creciente presencia de minorías étnicas, religiosas y culturales, en nuestra
comunidad y en nuestro país supone un verdadero reto para el sistema educativo
español y para la sociedad en su conjunto. La escuela de nuestros días con la
participación y compromiso de otros sectores del tejido social, se enfrenta al reto de
ofrecer una respuesta educativa a una población escolar cada vez más heterogénea
procedente de la inmigración, procurando una acogida adecuada y para lograr así una
convivencia enriquecedora entre miembros de una sociedad cada vez más compleja y
necesitada de valores compartidos .
Valores que lejos de constituirse en pilares de doctrinas sectarias, deben ser el
punto de partida ineludible para el diálogo y el consenso sobre normas y actitudes que
aún no compartimos. En torno a esta temática Victoria Camps (1993) afirma que “si la
educación ha de proponerse no sólo la instrucción en unas materias, sino la formación
de las personas es urgente que incorpore explícitamente los valores éticos que hoy
juzgamos básicos y fundamentales”.
En este sentido la Ley Orgánica 10/2002 de 23 de diciembre, de calidad de la
Educación en su Título Preliminar, Capítulo I, “De los principios de calidad”, señala
como principio de calidad del sistema educativo:
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“ la capacidad de transmitir valores que favorezcan la libertad personal, la
responsabilidad social, la cohesión y mejora de las sociedades, y la igualdad de
derechos entre los sexos, que ayuden a superar cualquier tipo de discriminación, así
como la práctica de la solidaridad, mediante el impulso a la participación cívica de los
alumnos en actividades de voluntariado”.
Educar en y para la diversidad significa la transformación del aula en “el lugar
de los puntos de vista distintos” (Tonucci, 1993,26), donde la diversidad del alumnado
constituye la mayor fuente de riqueza, donde necesitamos buscar nuevos modelos de
enseñanza-aprendizaje para reestablecer el equilibrio educativo en la clase. La
diversidad hace referencia a que cada uno de nosotros es un ser original e irrepetible,
en una sociedad donde hay grupos diferentes, motivaciones y pensamientos diversos.
Todas las personas son iguales pero no idénticas, tampoco las que pertenecen a la
misma etnia o cultura. Cada persona se expresa y “vive” a través de su cultura. La
cultura en la que nos desarrollamos constituye un cúmulo de factores, de significados,
de convicciones que aprendemos y practicamos. No es algo estático, la cultura se
mueve, se construye, heredamos una parte y convenimos otra. Partimos de un
concepto de cultura, abierto y dinámico, según el cual todos y cada uno de nosotros
formamos parte de distintos grupos que comparten valores diferentes e incluso
contrapuestos.
La cultura de la diversidad es un proceso de aprendizaje permanente que nos
va a permitir construir una escuela de calidad donde la diferencia sea una valor a
apreciar y no un obstáculo a superar, donde prime la cultura de la cooperación, donde
alumnado y profesor emprendan la tarea de aprender conjuntamente a resolver
situaciones, donde se vivan las diferencias de las personas como algo valioso. El
aceptar estos principios va abriendo el camino al conocimiento, a la comprensión y al
respeto del otro, a la existencia de la escuela como una comunidad de aprendizaje
permanente centrada en saber aprender estrategias para la resolución de problemas
de la vida cotidiana de manera cooperativa y solidaria.
Pero no sólo eso, sino que la escuela de la diversidad, como más tarde
abordaremos requiere una formación permanente del profesorado, debidamente
planificada de un modo regular, y concebida como una acción positiva que facilite la
integración en cuanto proporcione herramientas para la comprensión de la realidad
educativa.
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Una aproximación a la Educación Intercultural.
Es complejo el panorama de los programas y políticas sociales que se han
planteado en respuesta a la multiculturalidad pero podemos hablar, a grandes rasgos,
de tres enfoques: el enfoque asimilacionista, el enfoque multicultural y el enfoque
intercultural.
En un primer momento, la orientación de las políticas sociales multiculturales
estaban orientadas claramente por ideologías asimilacionistas. Desde esta perspectiva,
la reflexión sobre la multiculturalidad se plantea como el proceso por el que los
individuos y las comunidades adoptan valores, creencias y características
socioculturales del país de residencia perdiendo los rasgos socioculturales propios de
su país de origen. Por tanto, la perspectiva asimilacionista se apoya en la creencia de
la incompatibilidad de diferentes culturas en un mismo contexto social y, por añadido,
en el diferente peso específico de cada una de ellas. Así, la cultura dominante se
presenta “como la norma en relación a la cual han de ser apreciadas las otras culturas.
Es sólo desde ella desde donde todas las otras reciben sentido y alcance”. Esta
orientación asimilacionista deviene en un planteamiento que centra sus intervenciones
en la compensación de los déficit entendidos como un obstáculo hacia la integración
sociocultural entendiendo a los colectivos culturalmente diferentes como susceptibles
de ser compensados por razón de esa misma diferencia.
La perspectiva Multicultural se entiende como la generalización de la
enseñanza de valores y normas de la cultura dominante, partiendo de la aceptación y
respeto hacia otras culturas minoritarias. Se tiende al reconocimiento formal de tal
diversidad, pero el tipo de intervenciones que se desarrollan se centra en aspectos
más externos.
Por su parte, el interculturalismo va más allá de la perspectiva Multicultural
porque, partiendo de la constatación y reconocimiento del hecho de la diversidad
cultural considere necesario el mantenimiento de las particularidades culturales de
cada una de las comunidades de origen como fuente de reconocimiento.
El Interculturalismo plantea un enfoque propositivo, un modelo de relaciones
entre las culturas que sitúa la interacción cultural como un hecho educativo en si
mismo. Con la práctica de la interculturalidad se aplica el concepto de “ interacción,
poner en contacto elementos de las diversas culturas y pueblos, expresándose
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suprimiendo las barreras entre los pueblos, y promoviendo un diálogo enfocado en la
búsqueda de la aceptación mutua y a la reciprocidad. La interculturalidad significa
relaciones dinámicas entre culturas, significa aprovechar lo mejor de cada cultura, se
trata de que exista reciprocidad, voluntad, conocimiento, valoración, entendimiento,
participación, respecto y solidaridad entre las culturas.
De acuerdo con Vera Mª Candau (1996,31), la educación intercultural invita a “la
acogida de lo diferente como diferente, no superior ni inferior, a dejarse afectar por lo
distinto, a reconocer y cuestionar los estereotipos sociales, raciales y culturales
vigentes en nuestra sociedad, a desarrollar el interés y el deseo de penetrar intelectual,
afectiva y vitalmente en mentalidades y universos culturales distintos”.
Un reto a la educación de nuestro tiempo: la formación del profesorado.
El concepto de Formación , generalmente se asocia a alguna actividad, siempre
se trata de formación para algo (Honoré, 1980). Puede entenderse como una función
social de transmisión de saberes, de saber-hacer o del saber–ser que se ejerce en
beneficio del sistema socioeconómico, o de la cultura dominante..
Algunos autores vienen planteando la necesidad de desarrollar una teoría de la
formación, al igual que existen teorías de la educación, la enseñanza...
Honoré ( 1980 ), en su libro, para un teoría de la formación propone utilizar el término “
Formática” para referirse al campo de conocimiento que estudie los problemas relativos
a la formación, destacando como concepto importante en la teoría de la formación la
Acción Formativa. Una peculiaridad de las acciones de formación es que se desarrollan
en un contexto específico con una organización material determinada y que se
desarrolla con unas reglas de funcionamiento.
Entendida como tal la formación del profesorado representa un encuentro entre
personas adultas, una interacción entre formador y formado. Berbaum, (1982,15)
destaca “se llamará acción de formación a aquella en que el cambio se consigue a
través de una intervención a la que se consagra un tiempo determinado, por la cual hay
participación consciente del formado, en la que existe voluntad explícita a la vez de
formador y formado de conseguir un objetivo explicitado”.
Para Gimeno (1982,77), la formación del profesorado representa “ una de las
piedras angulares imprescindibles de cualquier intento de renovación del sistema
educativo”.
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Doyle (1990,3) ofrece un punto de vista crítica respecto a la formación cuando la
caracteriza como un “ conjunto de experiencias débilmente coordinadas, diseñadas
para mantener un profesorado preparado para las escuelas primarias y secundarias.
Medina y Domínguez (1998,87) afirman: “la formación del profesorado la
consideramos como la preparación y emancipación profesional del docente para
elaborar crítica, reflexiva y eficazmente un estilo de enseñanza que promueva una
aprendizaje significativo en los alumnos y logre un pensamiento-acción innovador,
trabajando en el equipo con los colegas para desarrollar un proyecto educativo común”.
Estos autores abogan por una imagen del profesor como un sujeto reflexivo e
innovador.
No olvidemos la doble dimensión que ha de tener la formación:
a) Como desarrollo personal (necesidad personal), y
b) Como desarrollo profesional (necesidades profesionales del sujeto y del propio
centro).
Ambas dimensiones han de compaginarse y han de estar presentes en todo el
plan.
Esta formación ha de basarse en dos pilares fundamentales: por un lado estar
convencido de la necesidad de formarse, y por otro tener la firme voluntad de satisfacer
esa formación. Un aspecto primordial y previo a la formación es la motivación del
profesorado por querer formarse y estar constantemente en situación de prepararse
para el desempeño profesional.. abogamos por una formación que afronte la
resolución de problemas con los que se encuentra el profesional de la educación: ha
de adquirir una sólida formación teórico-práctica, y proporcionar una reflexión sobre su
propia práctica a través de la investigación aplicada.
Como docentes debemos analizar la forma en que la escuela interactúa con lo que
el alumno y alumna aporta en cuanto a cultura, situación social y entorno familiar y
contribuir a crear un clima de respeto, solidaridad y convivencia que contribuya a que
el proceso de enseñanza-aprendizaje se desarrolle en las condiciones más óptimas
dentro de una educación de calidad. La calidad hace referencia al cambio en la forma
de trabajo, a la mejora continua de los procesos y de las personas, al
perfeccionamiento profesional de los docentes y no docentes, a resultados que
respondan a las expectativas de los alumnos, familias e instituciones.
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Así pues, debemos pensar en un sistema de calidad para todos, es decir un
sistema de calidad en un contexto de diversidad, por lo que debemos asociar
educación de calidad con el concepto de igualdad de oportunidades y el derecho a la
educación.
Esta igualdad de oportunidades está claramente relacionada con el principio de
equidad, como un nivel de adecuación que atienda a todos los alumnos. La equidad va
más allá del concepto de igualdad. Si la educación es de calidad, eleva los logros y la
motivación de los propios alumnos y alumnas, fomentando la permanencia en el
sistema con rendimientos progresivos. Mejorar las condiciones de acceso al sistema y
de permanencia en éste con un criterio de equidad exige, pues, apoyar la demanda
educativa y, para ello, la participación de la comunidad.
La formación del profesorado puede constituir pistas de reflexión para la acción en
cuanto:
• Problemática socio-cultural asociada a los inmigrantes.
• Diseños organizativos del sistema educativo frente a las condiciones de vida de
determinados colectivos.
• Problemática asociada a una política educativa que vincule la intervención
educativa intercultural con la educación compensatoria.
• Importancia de la coexistencia del aprendizaje de lenguas (la del medio familiar
y la del país receptor) así como programas y metodologías que faciliten este
aprendizaje.
• Formación del profesorado y necesidad de asumir por parte del colectivo de
docentes la transformación que el fenómeno multicultural reporta a la escuela.
La formación del profesorado constituye una de las piezas claves que aparece con
fuerza dentro del sistema educativo. La preocupación por la formación permanente del
profesorado ha ido evolucionando en todo el Estado Español con dos características
claras: extensión y diversificación. En la actualidad asume aún mayor importancia ya
que son las diversas Administraciones Educativas las que lo incorporan a sus
propuestas legislativas, orientadoras o normativas.
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Recordemos que en 1987 durante la reunión de ministros de Educación del
Consejo de Europa celebrada en Helsinki, se propusieron diversas medidas respecto a
la formación del profesorado:
• La imagen de la enseñanza debe ser mejorada para permitir que accedan
candidatos valiosos.
• La formación del profesorado ha de ser concebida como un todo y considerada
como una forma de educación permanente.
• La evaluación del profesorado ha de contar con su participación y no ha de
basarse en objetivos educativos restringidos.
• Es necesario disponer y preparar formadores de enseñantes, directores,
inspectores y administradores.
• Hay que tomar medidas contra la pasividad de los enseñantes.
Una necesidad personal y profesional.
A la formación pedagógica en profundidad se añade la necesidad de una
formación en educación intercultural que prepare a los docentes ya no sólo para
situarse ante la eventual presencia de niños y niñas pertenecientes a minorías, sino de
un modo especial capacitarlos para vivir en la nueva sociedad intercultural, es decir,
para comprender a sus alumnos en sus entornos familiares, los estilos de vida, para
promover en él habilidades didácticas capaces de promover respeto al pluralismo en el
aula .para garantizar en enriquecimiento cultural. Un profesional capaz de analizar el
contexto en que se desarrolla su actividad y de planificarla, dando respuesta a la
sociedad cambiante y plural. En este sentido afirma Rey (1986,37), “la formación del
profesorado es la llave real de una educación intercultural”.
Su formación, pues, no puede quedar a merced de su propia iniciativa, sin que
esta sea despreciable de modo alguno. Como afirma Liegeois (1990,141) “lo
intercultural puede ser espontáneo- y es así como lo viven los niños- pero no puede ser
una chapuza. El profesor que pretende ponerlo en práctica, en la forma como quieran
las autoridades, debe estar preparado”.
En este sentido el Seminario de Enseñantes del Consejo de Europa (1983) ya
avanzó unas pautas sintéticas de formación del profesorado en el ámbito de la
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pedagogía intercultural, que entendemos siguen teniendo vigencia en el plano
formativo.
Según esta propuesta la formación del profesorado debería introducir en los
programas elementos de pedagogía general que son importantes para lo que nos
preocupa:
• Se precisa de una formación en las posibilidades y formas de trabajo en equipo.
• Preparar a los profesores para que en la práctica profesional se tenga en
cuenta el medio de procedencia del alumnado, incluso cuando ese medio esté
muy distanciado del que es habitual para el profesorado.
• Introducir en el plano lingüístico nociones tales como es estatuto de una lengua,
la relación entre lengua y cultura y las características básicas de tales
elementos culturales.
• Abordar otros sistemas pedagógicos y sus fundamentos psicológicos, así como
otros sistemas de comunicación ( no verbales).
• Las exigencias del centro de establecer un diálogo real con los padres de
medios culturales minoritarios, teniendo presente lo que conlleva la pertenencia
a un grupo cultural minoritario.
• La importancia de recalcar que el objetivo central de este trabajo, debe ser una
modificación de las posturas en relación a la ideología dominante para
conseguir la deseada transformación del sistema educativo.
Tomando como base esta propuesta global, proponemos algunos reflexiones
sobre algunos de los ámbitos que deberían trabajarse especialmente con el
profesorado para dotarles de instrumentos básicos en el tratamiento de la diferencia
cultural:
La primera propuesta consistiría en que sea el propio profesorado quien analice
y reflexione sobre sus propias actitudes hacia los alumnos diferentes. Es necesario
trabajar este ámbito, ya que las propias actitudes del profesorado determinarán las
relaciones que se establecen con el alumnado.
Una segunda propuesta supondría promover la formación del profesorado en
contenidos actitudinales, valorales, y procedimentales, con una doble finalidad; en
primer lugar para que conozcan las actitudes y valores básicos que cabría desarrollar
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en todo el alumnado para facilitar las relaciones de convivencia pacífica entre culturas
diferentes. Y por otra parte habilitarlos en una serie de competencias dirigidas a la
mejora del clima del aula, procesos de comunicación y mediación de conflictos
interculturales, desarrollando en ellos habilidades de organización, de comunicación y
de solución de conflictos.
A este respecto Escámez, y otros (2002) Claves educativas para escuelas no
conflictivas, realizan un análisis de aquellas variables que favorecen o dificultan la
comunicación y el diálogo. Se proponen nueve habilidades verbales que pueden
mejorar la comunicación clara y eficaz, sobre todo, para afrontar los conflictos de modo
pacífico. Por su interés vamos a señalarlas. Estas son:
• Expresar las opiniones personales. Aquellas personas que guardan sus
problemas para sí mismas durante mucho tiempo, aumentan la posibilidad de
explotar de manera violenta; sin embargo hablar de los conflictos, elimina o
reduce la posibilidad de tales explosiones.
• Utilizar mensajes “yo” en lugar de “tu”. Utilizando el mensaje “yo” se comunica
lo que la persona siente y por qué; sin embargo en los mensaje “tú” se tiende a
enfatizar la crítica y la culpa, provocando posiblemente el enfado en el otro.
• Ser específico y concreto. Cuando alguien hace o dice algo que parece
ofendernos es preferible que nuestra repuestas se centre en describir
concretamente la conducta que nos gustaría que realizara y no emplear
etiquetas como “ irresponsable”, ya que eso hace que la gente se sienta mal, y
no diga la verdad sobre el problema causante de la discusión.
• Ser breves. Hay que intentar expresar con brevedad la idea que queramos.
• Comprobar que las otras personas han entendido lo que queremos expresar.
En un verdadero diálogo hay que parar de vez en cuando para asegurarnos que
los demás están entendiendo lo que decimos.
• Averiguar lo que las otras personas están pensando. Tampoco hay un
verdadero diálogo si no animamos a los demás a expresar sus ideas y sus
puntos de vista.
• Demostrar que se está escuchando.
• Preguntar en los casos en que hay discusión. Es conveniente no interrumpir
continuamente pero sí para asegurarnos que entendemos lo que nos están
diciendo y evitar interpretaciones incorrectas, hacer alguna pregunta que nos
aclare algún punto de la conversación.
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• Detenerse y dejar ver a las otras personas que la comunicación se ha
interrumpido. Se trata de ejercer nuestro propio autocontrol. No todos los
conflictos se resuelven sólo por afrontarlos. Hay momentos en los que parece
que se ha llegado a un punto sin salida. Cuando estamos tranquilos y relajados
nos podemos comunicar bien, pero cuando estamos alterados nuestra
comunicación puede distorsionarse por nuestras emociones hasta el punto de
llegar a decir lo que no queremos y ofender al otro. Es preferible dejar la
conversación para otro momento.
A modo de conclusión.
Sólo si en el contexto escolar damos oportunidades para dialogar
estableceremos las condiciones mínimas para iniciar un proceso e aprendizaje, donde
el profesorado tiene un papel muy importante, no sólo como modelo de diálogo
positivo, sino como agente que facilita las condiciones en las que pueda darse ese
diálogo entre sus alumnos. Parece plausible pensar que lo dicho hasta ahora exige
otorgar un papel esencial a la formación del profesorado, considerándola como un
proceso mediante el cual se desarrollarán competencias para percibir, evaluar y actuar
en contextos culturalmente diversos. Queremos terminar nuestra comunicación con
una reflexión: “Quien comprende un bagaje cultural diferente al suyo, se comprende
mejor a sí mismo porque adquiere nuevas perspectivas, nuevas miradas”
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