REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD EXPERIMENTAL DE LOS LLANOS
OCCIDENTALES
“EZEQUIEL ZAMORA”
VICERECTORADO DE PLANIFICACIÓN Y DESARROLLO
REGIONAL APURE
PROGRAMA CIENCIAS SOCIALES
SUB-PROGRAMA DE DERECHO
DITED-APURE
PRACTICA I
“El Sistema de Administración y Gobierno del Poder Judicial”
FACILITADOR:
Dra. Maribel Quintana
Lic. Miguel Alfonzo Correa Correa
C.I. V-16.672.797
SAN FERNANDO DE APURE, MAYO 2021.
El poder judicial es un poder del Estado encargado de impartir Justicia en
una sociedad. Es uno de los tres poderes y funciones primordiales del Estado
(junto con el poder legislativo y el poder ejecutivo), mediante la aplicación de las
normas y principios jurídicos en la resolución de conflictos. Por poder, en el
sentido de poder público, se entiende a la organización, institución o conjunto de
órganos del Estado, que en el caso del poder judicial son los órganos judiciales o
jurisdiccionales: juzgados y tribunales, que ejercen la potestad jurisdiccional, que,
suele gozar de imparcialidad, autonomía y poder absoluto dentro de la ley.
La administración de justicia es el modo en que es impartida la justicia. Esto
se aplica sobre todo a la organización del poder judicial y al sistema procesal que
se utiliza para concretar una solicitud ante los órganos judiciales. Ejemplo: Una
correcta administración de justicia exige la elección de jueces por concursos y no
a dedo.
Según la teoría clásica de Montesquieu de la separación de poderes, que
distingue entre poder legislativo, ejecutivo y judicial, la división garantiza
la libertad del ciudadano. Montesquieu compuso su teoría después de un viaje
a Inglaterra en donde interpretó que un poder judicial independiente puede ser un
freno eficaz del poder ejecutivo. Bajo esta separación de poderes, nace el
llamado estado de derecho, en el cual los poderes públicos están igualmente
sometidos al imperio de la ley. El poder judicial debe ser independiente para poder
someter a los restantes poderes, en especial el ejecutivo, cuando estos
contravengan el ordenamiento jurídico y convertirse en el encargado de hacer
efectivo la idea del Derecho como elemento regulador de la vida social.
Venezuela ha transitado por diversos sistemas de gobierno judicial a lo
largo de los últimos cincuenta años, sin que por ello la situación de la justicia, o
cuando menos la percepción pública que de ella se tiene, haya mejorado. Esta
apreciación local se ve reforzada por la experiencia internacional, pues existen en
el mundo distintos ejemplos de sistemas de administración de justicia exitosos, sin
que sea una constante entre ellos el sistema de gobierno judicial elegido.
en la reforma Constitucional se concibe al Poder Judicial no sólo como una de las
manifestaciones del Poder Público, sino como un verdadero Servicio Público, al
que se le imponen pautas obligatorias a favor de los ciudadanos. De esta forma, el
ciudadano o justiciable tiene derecho de acceder a la justicia, pero no a cualquier
justicia, sino a una con determinadas características: gratuita, accesible, imparcial,
idónea, transparente, autónoma, independiente, responsable, equitativa y
expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles.
La gestión judicial en ciertos tribunales ha mejorado de forma considerable
y se han tomado iniciativas importantes en este ámbito, incluso innovadoras. Esto
es producto de la nueva autonomía funcional de orden constitucional del Poder
Judicial que le ha permitido dictar reglamentos para regular su funcionamiento y
organización, lo que es competencia del Tribunal Supremo de Justicia en Pleno,
pero también de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura y de los Presidentes de
los Circuitos Judiciales Penales, el propio Poder Judicial, en la cabeza del Tribunal
Supremo de Justicia, selecciona, nombra, remueve y asciende a su personal,
incluidos los jueces, de forma discrecional y sin mayor procedimiento.
El sistema de gobierno judicial en Venezuela, no ha sido por sí mismo una
garantía para la mejora de la administración de justicia. No obstante, esa
comprobación no anula la importancia del tema del gobierno judicial, sólo nos da
señales de que el tema del gobierno judicial no es simplemente un asunto
orgánico ni normativo o formal, sino que requiere de ciertas garantías sustanciales
y de medidas concretas, para que el mismo influya positivamente en el
desempeño de la justicia.
En efecto, la experiencia venezolana demuestra que una adecuada
organización y un buen funcionamiento del gobierno judicial son esenciales para el
éxito de una reforma judicial, y en consecuencia de una adecuada administración
de justicia, en la medida en que éstos garanticen una gestión eficiente y
transparente, jueces independientes y capaces, personal judicial calificado y
liderazgo del órgano judicial, por lo que no es fundamental el modelo de gobierno
judicial en sí mismo considerado, sino los cambios reales que se hagan en el
sistema, aunados a ciertas garantías indispensables.
Efectivamente, Venezuela ha transitado por diversos sistemas de gobierno judicial
a lo largo de los últimos cincuenta años, sin que por ello la situación de la justicia,
o cuando menos la percepción pública que de ella se tiene, haya mejorado. Esta
apreciación local se ve reforzada por la experiencia internacional, pues existen en
el mundo distintos ejemplos de sistemas de administración de justicia exitosos, sin
que sea una constante entre ellos el sistema de gobierno judicial elegido. Así, no
parece ser la estructura o el modelo de gobierno judicial, lo que determina el buen
funcionamiento de la justicia o el éxito de un programa de reformas judiciales.
Tampoco parece ser el conjunto normativo que regula el sistema de justicia, lo que
garantiza una adecuada administración de justicia.
En este sentido, Venezuela ha cambiado de Constitución, prácticamente
cada vez que ha hecho un cambio institucional en la administración de justicia, sin
mayores resultados. De hecho, la experiencia general, nacional e internacional,
nos demuestra como muchas veces los cambios normativos se quedan en papel,
por lo que la realidad dista mucho de la norma. Lo que hace en realidad la
diferencia son los valores y la cultura de los individuos que imparten justicia, así
como los de la sociedad y ciudadanos que la reciben.
Por esto es que, lo que realmente marca la diferencia y garantiza que el
poder judicial funcione de manera adecuada, independientemente del modelo de
gobierno que tenga, es que esa estructura permita que se incorporen mecanismos
de evaluación y control, tantos de los individuos que integran el Poder Judicial,
como de la institución.
En efecto, en el caso venezolano queda claro que la diferencia en la gestión
judicial en los distintos periodos a los que se hace referencia, más que ser
producto del modelo de gobierno judicial imperante, era producto de la existencia
o no de mecanismos de evaluación de los jueces, y rendición de cuentas a la
sociedad civil.
La perspectiva en Venezuela parece aún encontrarse en la capacidad de
autocrítica de las instituciones gubernamentales. Sin embargo, es necesario que la
propia sociedad civil y el ciudadano así lo exijan, con el fin de tener un sistema de
justicia independiente, eficiente y transparente, ya que está actualmente claro que
el grado de libertad de un país depende del respeto y la práctica de los derechos
políticos y libertades civiles.