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Relaciones Sexuales Waldo Romo

Este documento presenta una introducción a un artículo sobre las relaciones prematrimoniales como un desafío teológico-pastoral permanente. Explica el origen y propósito del artículo, y brinda contexto sobre cómo el Concilio Vaticano II influyó en los enfoques sobre este tema. También resume brevemente algunas fuentes bibliográficas relevantes sobre las relaciones prematrimoniales desde 1960 hasta la fecha de publicación del artículo en 1990.
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Relaciones Sexuales Waldo Romo

Este documento presenta una introducción a un artículo sobre las relaciones prematrimoniales como un desafío teológico-pastoral permanente. Explica el origen y propósito del artículo, y brinda contexto sobre cómo el Concilio Vaticano II influyó en los enfoques sobre este tema. También resume brevemente algunas fuentes bibliográficas relevantes sobre las relaciones prematrimoniales desde 1960 hasta la fecha de publicación del artículo en 1990.
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Teología y Vida, Vol. XXXI (1990), pp.

279-308

Waldo Romo P.
Profesor Facultad de Teología, U.C.

Las relaciones prematrimoniales, un desafío


teológico-pastoral permanente y renovado

INTRODUCCION

El origen de este artículo tiene una pequeña historia. La Revista Teolo-


gia y Vida tenía la intención de plantear -en uno de sus números de 1990-
el status quaestionis de ciertas temáticas claves o cruciales en diversos cam-
pos de la teología. En el ámbito de la moral había muchos tópicos cruciales:
revisar la situación del enfoque de ontológico vs. teleológico en moral funda-
mental, enfoques -con caracteres de "impasse" - que tienen consecuencias
importantes en toda la moral aplicada (1); profundizar en la "ley de la gradua-
lidad" como camino de acercamiento entre el orden objetivo (ley moral) y el
orden subjetivo (conciencia moral), etc. Al final, circunstancias de índole
interna en nuestra realidad nacional y eclesial nos decidieron por el tema de
las relaciones prematrimoniales en la medida que quisiéramos contribuir a la
vida desde la teología pero interrogando a ésta desde la vida. En efecto, se ha
vuelto a agitar el tema a partir de declaraciones de dirigentes importantes
de entidades que trabajan con y para los jóvenes (2). En un plano menos co-
yuntural, el interés por el tópico siempre ha existido. Cada generación vol-
verá, renovadamente, a preguntarse ¿por qué 'pololos' (3) o novios deben
privarse de la mayor manifestación de amor corporal si estiman que se aman
de verdad? En un país -donde sociológicamente es relevante el pensamiento
de la Iglesia- los jóvenes querrán saber ¿por qué ella les dice que no deben
tener esas relaciones si están decididos a futuro a formar un hogar? ¿Cómo es
posible decir que se da conocimiento entre dos personas que aspiran a casarse
si les falta una dimensión tan básica de ese conocimiento?, ¿no será parte del
proceso normal de maduración del amor que una pareja que empieza a tener
un proyecto de fu turo llegue hasta la relación sexual íntima?, ¿agrega algo al

(1) Ver la polémica suscitada a partir del Congreso Internacional de Teología Moral "Humanae
Vitae: 20 años después" (9-12 de noviembre de 1988, Roma) entre el P. BERNHARD HAR-
ING Y Mons. CARLO CAFFARRA. cr. Revista Comunión y Liberación, 28 (1989).
(2) Cf. Entrevista al director del Instituto Nacional de la Juventud, aparecida en diario "La Se-
gunda", Santiago de Chile, 18.5.90.
(3) Pensando en lector extranjero el término 'pololo' es palabra de uso común en Chile para desig-
nar al joven que está enamorado. La palabra más próxima en cuanto al sentido, en otras latitu-
des, sería "flirteo".
280 WALDO ROMO P.

amor que esa pareja se tiene "el trámite jurídico" de casarse? .. y podríamos
seguir con las interrogantes que ya se hicieron generaciones anteriores (4) y
que, renovadamente, se hacen miles de jóvenes hoy. Ciertamente que en la
actualidad el fenómeno, sin embargo, tiene rasgos peculiares:
"Siempre ha habido faltas contra la ortografía, pero hoy hay quie-
nes niegan las mismas reglas de ortografía. Siempre ha habido en
ma teria sexual quienes han vivido la genitalidad al margen del
matrimonio. Pero lo han hecho con conciencia de obrar mal.
Ahora, en cambio, no sólo hay quienes siguen actuando del mismo
modo y creyéndose pecadores, sino que hay otros muchos que
piensan que esta marginación de la sexualidad fuera del matrimo-
nio o, por lo menos, de un matrimonio en sentido estricto, no es
censurable" (5).
En el campo eclesial interesa detenerse en esta reflexión desde el momen-
to que en todas las úl timas Orientaciones Pastorales del Episcopado Nacional
la opción por los jóvenes ha estado presente (6). Si bien no es este tema el
único campo de in terés en que la Iglesia quiere iluminar -y la experiencia de
estos últimos años corrobora lo dicho- es claro que es un aspecto relevante
del trabajo pastoral con las nuevas generaciones (7).
En el ánimo de presentar el status quaestionis lo primero fue plantearnos
¿qué de nuevo se ha dicho en estos últimos años que ya no se haya escrito
antes?, ¿qué hilo conductor argumentativo se ha ido repitiendo o se ha ido
innovando?, ¿cómo se ha enlazado la reflexión desde una "antropología hu-
manista" sobre la sexualidad y el amor con una reflexión desde "una antro-
pología teológica" sobre esos mismos aspectos, referidos al tema en estudio?,
¿qué novedad es posible aportar?
Es claro que el Vaticano Il ha sido -como en otras materias- un punto
de arranque epocal, decisivo. No deja de llamar la atención que muchos ma-
nuales de teología moral que circulan entre nosotros (8) se elaboran a partir
del Concilio y empiezan a aparecer -en general- en la década del 70 al 80,

(4) Es posible que estas preguntas no se hayan hecho en forma tan abierta y tan explícita como
ahora, pero seguramente se plantearon "sotto voce". Su modalidad de planteamiento, modo
de respuesta y sancionamiento social estuvieron muy condicionados por el entorno sociocultural
y religioso de la época respectiva. Un ejemplo pertinente es recordar la situación de "los ma-
trimonios clandestinos" en la Edad Media y el enfrentamiento de este problema por el Concilio
de Trento.
(5) A. HORTELANO, Problemas actuales de Moral, 11(Salamanca, Sígueme, 1980) p. 583.
(6) Cf. Conferencia Episcopal de Chile, Orientaciones Pastorales 91-94. Los jóvenes NO. 174-187.
(7) La Comisión Doctrinal del Episcopado Chileno ha pu blicado en septiem bre de 1990 un docu-
mento titulado "Un enfoque ético-cristiano de la vida y de la sexualidad". En el número 19
expresa: "Es imposible tratar de todos los temas éticos de la actualidad en una sola carta, por
eso hemos optado por referirnos ahora sólo a algunos problemas relacionados con la vida y con
la sexualidad ... "
(8) Citaremos algunos títulos, bastante conocidos para los especialistas y alumnos de Teología,
algunos de las cuales se han constituido en textos de estudio en países de habla castellana
(varios de ellos tienen ediciones de fechas posteriores):
• AA.VV. La sexualidad humana (Madrid, Cristiandad, 1978). Traducción de la edición ori-
ginal de habla inglesa. Libro realizado por encargo de la 'Catholic Theological Society of
LAS RELACIONES PREMATRIMONIALES 281

teniendo ellos un enfoque que se nutre en las líneas matrices de ese evento
eclesial. Planteamientos, enfoques o énfasis de moral tradicional -e incluso
de lenguaje (9)-, como encontramos en Noldin, Merkelbach, Arregui-Zalba,
no aparecen actualmente asumidos.
Una adecuada selección, en nivel bibliográfico, del tema específico de la
valoración moral de las relaciones prematrimoniales la encontramos en la
obra citada de Marciano Vidal, de 1985, la cual incluye desde 1960 hasta
1984 veintitrés títulos de artículos o libros en diversos idiomas. Por nuestra
parte hemos llevado adelante una pequeña investigación a partir de 1980 de
lo que se encuentra en revistas que están en nuestras bibliotecas teológi-
cas (10). Comparativamente con otros tópicos de moral (moral social, dere-
chos humanos, tortura, aborto), el porcentaje de artículos en nuestra materia
es sensiblemente menor. Da la impresión que los elementos fundamentales
de elaboración antropológica y teológica en orden a la pastoral ya han sido
ofrecidos en los manuales indicados anterionnente. Quisiéramos, con todo,
registrar en nota una selección de lo que hemos considerado más relevante
en artículos y libros de habla castellana y que se encuentra entre noso-
tros (11). Será útil rescatarla frente a la urgencia de los pastores, los forma-
dores de juventud, y frente a las necesidades de una actualizada educación
sexual como ya se ha ido planteando en nuestros días.

America' y dirigido por A. KOSNIK, representa en varias de estas temáticas posiciones "rup-
turistas" no siempre aceptables desde un punto de vista pastoral.
• AA.VV. Sexualidad y moral cristiana (Barcelona, Herder, 1972).
• AA.VV. Sexualidad prematrimonial (Salamanca, Sígueme, 1974).
• B. FORCANO, Nueva ética sexual (Madrid, Paulinas, 19812).
• A. HORTELANO, o.C., 1980.
• E. LÓPEZ AZPITARTE, Praxis cristiana, 11(Madrid, Paulinas, 1981).
• E. LÓPEZ AZPIT AR TE, Sexualidad y matrimonio hoy (Santander, Sal Terrae, 19752)
• T. MIFSUD, Una reivindicación ética de la sexualidad humana (Santiago, Paulinas, 19882).
• ROSSI y VALSECCHI (eds.) Diccionario Enciclopédico de Teología Moral (Madrid, Pau-
linas, 19741. Traducción de edición italiana.
• A. V ALSECCHI, Nuevos caminos de la ética sexual (Salamanca, Sígueme, 1974).
• M. VID AL, Moral de actitudes II (Etica de la persona) (Madrid, PS, 19771). La última
edición -conocida en Chile- y totalmente refundida es de 1985, publicada bajo el título
de Moral de la Persona (Moral de Actitudes-II) (Madrid, PS, 1985).
• M. VIDAL, Moral y sexualidad prematrimonial (Madrid, PS, 1972).
(9) Sin desconocer la exactitud terminológica tributaria de la antropología subyacente, se hablaba
de 'sedatio concupiscentiae', 'de re venerea', de 'fornicatio simplex et qualificata', etc.
(10) El trabajo consistió en buscar en revistas especializadas en moral o en pastoral -disponi-
bles en tre nosotros- desde 1980, y comentar y comparar los hilos argumentativos de esos
documentos. También se consideró la posibilidad de algún libro en la materia, fuera de los men-
cionados a nivel de manuales, en nota anterior. Agradecemos el trabajo paciente crítico y serio de
los alumnos VERÓNICA ANGUITA, CLAUDIA GODOY y FERNANDO SANDOVAL. Varios
elementos considerados por el autor de este artículo se debatieron con los mencionados alumnos
en trabajo de sem in ario .
(11) E. FRANCHINI, Sexua~idad como proyecto, en Selecciones de Teología, vol. 19,74 (1980),
pp. 142-164; R. FERNANDEZ, Las relaciones sexuales prematrimoniales, en Carisma 7 (1982)
pp. 21-38; C. PANDELO, Las relaciones prematrimoniales, en Criterio 1915-16 (1983) pp. 716
ss.; AA.VV., en Concilium 193 (1984); L. BARAZZUTTI, Sexualidad prematrimonial. Replan-
teo moral y pastoral. (Buenos Aires, Guadalupe, 1986); E. LÓPEZ AZPIT ARTE, La fidelidad
a los compromisos definitivos, en Proyección 143 (1986) pp. 297-307; 1. GASTADI, Las rela-
ciones prematrimoniales, en Didascalia 42-409 (1988) pp. 9-15; E. BORREGO. Idea de sexua-
lidad y crisis de la an tropología, en Proyección 154 (1989), pp. 215-232.
282 WALDO ROMO P.

Otro elemento importante para el status quaestionis ha sido conocer lo


que ocurre tanto a nivel estadístico cuanto a nivel interpretativo de esos
datos. Para ello hemos recurrido a investigaciones recientes (12) Y a expertos
en línea de comentario, sea de esos datos, sea de conocimiento de la realidad
juvenil, por tratarse de informantes claves (13).

PANORAMA MUESTRAL

Podrá ex trañar que en un trabajo de índole teológico-pastoral ("teología


y vida") nos detengamos en presentar algunos elementos de un panorama
muestral. Ello obedece a un acendrado convencimiento personal: la peculia-
ridad de las exigencias metodológicas en la teología moral. Esta debe elabo-
rarse en diálogo con todos los "saberes humanos". No se trata de renunciar a
hacer su aporte específico (de lo contrario no habría diálogo sino monólogo)
que brota de la antropología humano-salvífica: el mismo Dios que nos crea es
el que nos redime. Este diálogo exige que la "moral formulada" se confronte
con la "moral vivida" tanto como punto de arranque (saber qué está ocurrien-
do con las mores de una comunidad) cuanto como punto de llegada: hacia
dónde encauzar las costumbres para que sean factor de humanización que se
resuelve -en clave cristiana- en divinización (14).
No se trata, tampoco, de sacar conclusiones definitivas de un estudio
muestral. Este, más bien, debe ser el detonante para entrar a la interpreta-
ción causal y así "discernir" y "juzgar" ese "ver" con los criterios humano-
salvíficos en orden al "actuar" pastoral.
Por la seriedad del estudio presentaremos algunas conclusiones de la pri-
mera investigación mencionada en la nota 12 (15). Se trata de un trabajo sig-
nificativo y riguroso, basado en encuestas similares realizadas en México,
Guatemala, Jamaica, Brasil y Ecuador, adaptando parte de las 158 preguntas
a la idiosincrasia de los jóvenes chilenos. El estudio contó con el apoyo téc-
nico de algunas entidades especializadas de los Estados Unidos (Centro de
Control de Enfermedades de Atlanta y el Centro de Opciones de Población
de Washington). Parte importante del financiamiento se obtuvo de la Organi-
zación Panamericana de la Salud.

(12) • Encuesta sobre salud reproductiva en adultos jóvenes. Realizada por el Departamento de
Salud Pública de la Facultad de Medicina Occidente de la Universidad de Chile. Se trata de
un trabajo de investigación efectuado a fines de 1988 en 34 comunas urbanas del Gran
Santiago y abarcó un total de 865 mujeres y 800 hombres entre 15 Y 24 años de edad.
Por la muestra representa un universo significativo para avalar sus conclusiones.
• Actitudes, valores y opiniones de alumnos de cuartos medios de colegios católicos. Inves·
tigación efectuada por M.l. HARRIET y G. V ALDIVIESO, de la Oficina de Sociología
Religiosa del Episcopado (OSaRE), en noviembre de 1989.
(13) El trabajo mencionado en nota 10 también implicó entrevistas a expertos en consejería juvenil
o psicólogos especializados en la materia.
(14) Cf. M. VIDAL, Moral de Actitudes l, (Moral Fundamental) (Madrid, PS (1981), p. 148.
(15) La presentación y ordenación básica de los resultados del estudio en cuestión los hemos tomado
del trabajo de Seminario "Las relaciones prematrimoniales y su orientación pastoral", para
optar al Grado de Licenciado en Ciencias Religiosas, del alumno Patricio Araya, trabajo que
hemos dirigido como profesor guía, Cf. pp. 15-21.
LAS RELACIONES PREMATRIMONIALES 283

Muchos de los resultados sorprendieron a los profesionales chilenos que


trabajaron en la muestra pensando que encontrarían una juventud más conser-
vadora en materia de actividad sexual. Claramente, adolescentes y adultos
jóvenes del Gran Santiago respondieron a cada una de las preguntas que fue-
ron desde temas de educación sexual hasta los sentimientos experimentados
la primera vez que tuvieron una intimidad sexual.
Los resultados revelaron que una parte significativa de los varones y de
las mujeres de la muestra (800 y 865, respectivamente) han tenido experien-
cias sexuales antes de casarse: el 65% de los jóvenes varones de la muestra,
en comunas del Gran Santiago, entre 15 y 24 años, y el 35% de las mujeres
de la misma proveniencia y rango de edad, han tenido al menos una experien-
cia sexual prematrimonial. La edad promedio de la primera relación en las
mujeres fue a los 18 años; en los hombres a los 16. Estas cifras pueden ser
índice de la liberalidad de los tiempos que se viven. No es fácil corroborar
esa hipótesis dado que no hay encuestas anteriores similares en el Gran San-
tiago, para establecer posibles comparaciones.
En el estudio presentado, en el 6,9% de las mujeres y en e126% de los hom-
bres que tuvieron intimidad prematrimonial, la primera relación sexual
ocurrió antes de los 15 años.
Para el 80% de las jóvenes su primer compañero fue el "pololo"; en el
caso de los varones, la "amiga" ocupó el primer lugar con el 48% . A diferen-
cia de otros países, las prostitutas no tuvieron mucho protagonismo en la
primera relación íntima de los hombres. El porcentaje total de casos fue de
4,2%.
Ambos sexos tendieron a tener compañeros sexuales mayores que ellos
en su primera experiencia. En las mujeres, 3,5 años mayor y en los hombres, 2,5
años. A juicio de los investigadores "estos datos sugieren que la norma es te-
ner un compañero experimentado en la primera relación".
En cuanto al lugar donde ocurrió esa primera intimidad la mayoría ex-
presa que tuvo lugar en los propios hogares o en el de su pareja; los moteles
ocuparon el tercer lugar con un 18%.

"También se consultó a los jóvenes por los sentimientos experi-


mentados después de su primer coito premarital. Los resultados
arrojaron interesantes patrones y notables diferencias entre los
dos sexos. Para las mujeres, el sentimiento con mayores respues-
tas afirmativas fue el 'amor'. El 'miedo' alcanzó el segundo lugar
con un 80%. Sólo la mitad de las encuestadas sintió alegría o pla-
cer. Para los hombres fue diferente. El sentimiento que recibió la
primera frecuencia fue el 'placer' con un 79%, seguido por la 'ale-
gría' con el 73%. Pese a que estaban 'haciendo el amor' sólo el
43% reconoció haberlo sen tido" (16).

(16) a.c., p. 18
284 WALDO ROMO P.

La precaución de los jóvenes en su primera intimidad, en orden a evitar


el embarazo, fue escasa: el 20% de las mujeres y el 19% de los varones seña-
laron haber usado anticonceptivos. No lo hicieron, preferentemente, porque
no esperaban tener dicha intimidad. En todo caso, los métodos que -en ge-
neral- (no en relación a la primera intimidad) aparecen más usados son el
ritmo y "la píldora". También cuenta un porcentaje significativo el coitus
in terrup tus. Llama la atención, sin embargo, que la determinación del perío-
do fértil de la mujer -necesaria para la eficacia del método natural- sólo fue
contestada en forma correcta por el 28% de las mujeres y el 25% de los
hombres. A juicio de los investigadores, "resulta difícil explicarse cómo no
hay más embarazos entre los jóvenes, pues en su gran mayoría se cuidan con
un método que no conocen". Además, sólo un 60% de mujeres y un 66% de
varones saben que puede haber embarazo en la primera relación.
Desde un punto de vista valorativo, la muestra detectó un fuerte machis-
mo y una contradicción entre lo que piensan los jóvenes (actitud) y lo que
en definitiva hacen (comportamiento). Las propias mujeres, en un porcentaje
cercano al 30%, estuvieron de acuerdo con que "el hombre necesita tener ex-
periencia sexual para casarse". Para el 52% de las mujeres encuestadas la
virginidad aparece como una condición para llegar al matrimonio, mientras
que para otro 43% de ellas existe problema en que una mujer soltera tenga un
hijo. Con todo, el 67% expresó la idea que "las mujeres deben tener todos los
hijos que Dios les mande". En el caso de un embarazo de una mujer soltera
la actitud mejor aceptada -un 35% - entre las mujeres fue que "la joven críe
al niño y la pareja la ayude económicamente". En los hombres esta alternati-
va constituyó el 25%.
En materia de educación sexual, el 75% reconoció haberla tenido en el
colegio pero a través de charlas esporádicas y sin un programa sistemático.
Un 20% expresó no haber recibido ningún tipo de información a nivel esco-
lar. En el sistema ex traescolar la Iglesia ocupa el primer lugar en cuanto a
proporcionar la primera información sobre educación sexual.
Los temas divulgados en charlas escolares giraron preferentemente en tor-
no a biología de la reproducción; sin embargo, los jóvenes reconocieron que
lo más importante para ellos es recibir información sobre enfermedades de
transmisión sexual y sobre las mismas relaciones sexuales. En la materia estu-
diada la encuesta midió una dimensión cuantitativa más que cualitativa. Sin
embargo, los investigadores estiman que la educación sexual, medida por la
tendencia de las respuestas, no es buena sino más bien deficiente.
En relación al segundo estudio muestral realizado por investigadores de
la Oficina de Sociología Religiosa del Episcopado (Cf. nota 12, segunda in-
vestigación) cabe señalar lo siguiente: se trata de una encuesta temática am-
plia a jóvenes de último año de educación media de colegios católicos de la
Arquidiócesis de Santiago de Chile. El cuestionario abarcó muchos centros
de interés, uno de los cuales fue sobre moral sexual y familiar.

"La muestra de colegios fue seleccionada mediante un plan de


muestreo al azar simple, por medio del cual se seleccionó el 10%
LAS RELACIONES PREMATRIMONIALES 285

de los colegios católicos de la Arquidiócesis. Posteriormente, en


cada uno de los colegios se procedió a encuestar un curso de Cuar-
to Medio" (17).

El total de estudiantes encuestados llegó a 499, de los cuales 232 fueron


hombres y 267 mujeres.
La pregunta que se planteó en cuanto a las relaciones prematrimoniales
fue la siguien te:

"¿Piensas que dos personas solteras que se aman pueden vivir juntas sin ca-
sarse o es necesario que se casen?" [Total de respuestas = 499].

Frecuencia Porcentaje
1. Pueden vivir juntas sin casarse 266 53,3
2. Es necesario que se casen 203 40,7
3. Otras respuestas (como prueba,
mientras no tengan hijos, etc.) 18 3,6
4. No responden 12 2,4
Total 499 100,0

El porcentaje de jóvenes que aceptan vivir juntos sin casarse, con o sin
condiciones (alternativas 1 y 3), supera la mitad de los encuestados, llegando
casi al 57% de los jóvenes. Si a esto se agrega la información del cuadro si-
guiente, cabe preguntarse si estamos enfatizando el valor del matrimonio y
del sacramento, y si este valor está siendo mostrado a los jóvenes con verda-
dero convencimiento y testimonio.

¿Piensas que basta que se casen por el Civil o deben casarse por su Iglesia?
[Total de los que respondieron "es necesario que se casen" = 203].

Frecuencia Porcentaje
1. Basta con casarse por el Civil
6 3,0
2. Deben casarse por su Iglesia 113 55,7
3. Depende si son o no creyentes 81 39,9
4. No responden 3 1,4
Total 203 100,0

(17) Actitudes, valores y ... o. e., p. 2.


286 WALDO ROMO P.

¿Qué dice la Iglesia Católica sobre las relaciones sexuales antes del matrimo-
nio? [Total de respuestas = 499].

Frecuencia Porcentaje

1. Las acepta siempre 13 2,6


2. Las acepta sólo cuando son novios y
están por casarse 31 6,2
3. N o las acep ta 416 83,4
4. Otras respuestas (sólo si existe amor) 4 0,8
5. No saben 20 4,0
6. No responden 15 3,0

Total 499 100,0

La gran mayoría de los jóvenes encuestados conoce la posición de la Igle-


sia sobre las relaciones prematrimoniales. A los que la conocen se les pre-
guntó si están o no de acuerdo con la posición de la Iglesia. Los resultados
son los siguientes:

¿Estás de acuerdo o en desacuerdo con lo que dice la Iglesia Católica sobre


las relaciones antes del matrimonio? [Total de los que respondieron "no las
acepta" = 416].

Frecuencia Porcentaje
1. De acuerdo 139 33,4
2. Más o menos de acuerdo 138 33,2
3. En desacuerdo 126 30,3
4. No responden 13 3,1

Total 416 100,0

Los jóvenes encuestados se distribuyen en tres tercios. El erotismo rei-


nante se hace sentir. Frente a esta realidad no valen las respuestas legalistas ni
las campañas del terror que apelan al peligro del em barazo. ¿Habrá quienes
se atrevan a testimoniar el valor de la virginidad?" (18).

(18) a.c., pp. 8-9.


LAS RELACIONES PREMATRIMONIALES
287

A LA BUSQUEDA DE LAS CAUSAS ... Y SUS INSUFICIENCIAS

El panorama muestral sólo nos ha planteado una situación, no pretende


ser explicativo. Tampoco quiere fundamentar la norma en la frecuencia de
un comportamiento. Si hemos de evitar una fundamentación heterónoma
de la moral, el peor de esos intentos sería someterse al imperio de la estadís-
tica. Estimar que un comportamiento es adecuado porque lo realizan muchos
sería constituir -por ejemplo- la mentira en un valor moral, ya que hay mu-
chas personas que mienten, y sería erigir los hechos en el criterio determinan-
te para juzgar el valor ético de la conducta humana (19). Es claro, sin embar-
go, que dicho panorama es síntoma manifestativo de "algo" que está ocurrien-
do en la cultura actual en este campo -yen otros- y que impacta en forma
preferencial en los jóvenes. Para hacer de la teología, vida, no es posible pres-
cindir de esos síntomas. Querer ignorarlos sería no saber o no querer acoger
las interrogantes que el mundo moderno plantea a la reflexión teológica.
¿Cómo responder a esas inquietudes? ¿Qué decir frente a los planteamientos
que trasuntan los datos estadísticos? Las posibles respuestas exigen, sin em-
bargo, un paso previo: hurgar en las posibles causas. La pretensión de abor-
dar este paso previo no es fácil porque hay una constelación entrecruzada de
causalidades y siempre será posible plantear nuevas explicaciones que no se
dijeron o motivaciones que quedaron insuficientes. Se trata, entonces, de un
intento de búsqueda, abierto a la crítica, ya continuar detectando -en forma
permanente y renovada- ese "ver" para el paso ulterior del "juzgar".
En este enjambre de causalidades hay algunas que -a nuestro juicio- son
más básicas que otras. Una causa fundante es la pérdida del sentido de Dios
latente en la moderna civilización técnico-consumista. "Esto toca el corazón
de los valores y lleva a perder el sentido del hombre y de la comunidad hum-
mana" (20). Sin embargo, no se trata de rehacer el orden cristiano de antaño.
La Iglesia debe ayudar a construir otro asumiendo la realidad de la seculari-
zación. Salvo el Islam -donde se une lo sagrado y lo profano-, la imagen que
el mundo actual nos entrega de sí mismo es la de un mundo secularizado. Las
formas sacrales de sociedad han sido desplazadas. La cul tura de origen occi-
dental, ampliamente expandida en el mundo, se nos presenta profana y laica.
En virtud de ella, la sociedad ha dejado las nociones, creencias e instituciones
religiosas que regían su existencia para constituirse en sociedad autónoma y
encontrar en su consistencia propia, los métodos, las estructuras y las leyes
(19) El documento de la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe, titulado "Declaración acerca
de ciertas cuestiones de ética sexual" (Ciudad del Vaticano, diciembre de 1975) en su nota 21,
citando a PAULO VI, expresa: "Si las encuestas sociológicas nos son útiles para mejor conocer
la mentalidad ambiental, las preocupaciones y las necesidades de aquellos a quienes anuncia-
mos la palabra de Dios, así como la resistencia que le opone la razón moderna con el sentimien-
to ampliamente extendido de que no hay forma alguna legítima de saber, fuera de la ciencia,
sin embargo, las conclusiones de tales encuestas no podrían constituir por sí mismas un criterio
determinante de verdad" (PAULO VI, Exhort. Apost. 'Quinque iam anni', 8-dic-1970: AAS 63
(1971), p. 102.
(20) Comisión Doctrinal, Conferencia Episcopal de Chile, "Un enfoque ... " o. e., 17. El mismo docu-
mento en su nO. 20 señala que -sin desconocer otros factores- la raíz última de muchos de los
males que afectan gravemente a la dignidad humana "se ~ncuentra en una mentalidad seculari-
zada que voluntariamente ha decidido abandonar los principios morales del Evangelio".
288 WALDO ROMO P.

de su organizaclOn. (Cf. Gaudium et Spes, 36). Así entendida, la seculariza-


ción no es un mal. Sólo expresa el desarrollo lógico de la creación. Dios es el
único autor de creación y redención y El, en su sabiduría, no ha podido
establecerlas en mutua contradicción. Los conflictos vienen de nosotros, no
de El. Está en la lógica de ambas dimensiones que se desarrollen sin que una
ahogue a la otra. El fin último del ser humano es uno pero tiene dos aspectos
y la persona humana crece como tal en la medida que cultiva ambos. Lo que
se quita a un aspecto o al otro se sustrae a Dios mismo y lo que se da a cada
uno se entrega a Dios.
Este es el pensamiento del capítulo de Gaudium et Spes (GS) sobre la
actividad del hombre en el mundo. Estas relaciones, sin embargo, entre el
orden de la creación y el orden de la redención han implicado caminos des-
conocidos, desiertos que ha sido necesario atravesar y ello ha producido des-
concierto, ha conllevado exageraciones, unilateralidades, oposiciones.
Estamos ante lo desconocido y tam bién an te lo agresivo: una cultura con
pretensiones de infinito y, sobre todo, una secularización invadida por un secu-
larismo que quiere sacudirse de Dios, creer que Este es una invención del hom-
bre. Cuando la materia se absolutíza se convierte en locura, los hombres se en-
frentan entre sí, vuelven a sus soledades y se hacen esclavos de aquélla. Suce-
de entonces que junto con una válida secularización (GS,36, primera parte)
llega también el secularismo (GS,36, segunda parte); una explosión gigantes-
ca de orden material y de valores terrenos pero también el materialismo que
niega a Dios.
Se hace necesario, entonces, que la Iglesia conduzca a la materia a la Casa
del Padre. Es lo que ha procurado plantear el Vaticano II al distinguir los di-
ferentes sentidos de "mundo", de modo de vincularlo con la esperanza cris-
tiana. Esta tarea debe atender varios frentes a la vez: es necesario dar una
respuesta al hombre que se plantea como rival de Dios; es necesario presentar
una nueva antropología, más rica y más dinámica; es necesario separar el
trigo de la cizaña en relación a las nuevas mitologías de nuestra época; es
necesario, especialmente, hacer comprender al hombre moderno que la
autonomía de lo profano -fundada en su consistencia propia- deja total-
mente abierta la interrogante acerca de la utilización de los valores terrenos
por parte de la persona humana. Todo valor secular, cualquiera que sea su
autenticidad en el plano ontológico, permanece siempre ambivalente cuando
se le mira en relación al hombre, capaz de bien y mal, hecho para adorar a
Dios pero expuesto igualmente a entregarse a los ídolos.
La enseñanza de Gaudium et Spes se basa en dos puntos básicos: por una
parte, la autonomía del mundo temporal, del orden cultural, del desarrollo
humano; por otra, la ambivalencia de estas mismas realidades. Su auto-
nomía se desprende de su ontología. Su ambivalencia no es -por el contra-
rio- una invención de la Iglesia sino que es una constatación existencial: el
ser humano es un ser escindido, dividido. Quiere hacer el bien y hace el mal.
Es un enigma para sí mismo. Quiere poseerse y cae en graves alienaciones.
Cuando rechaza a Dios se somete al dominio de falsos dioses y de ídolos.
Requiere, por eso, que esa autonomía sea redimida.
LAS RELACIONES PREMATRIMONIALES 289

A la luz de este contexto globalizador es posible entender mejor el im-


pacto del secularismo en relación a la sexualidad y su incidencia en las rela-
ciones prematrimoniales. Un rasgo de la cultura actual es su "inmediatismo".
Busca satisfacer de inmediato el deseo sexual, quiere "consumir" sexo, encon-
trando absurda la posibilidad de postergar esa satisfacción. Al carecer de ho-
rizonte trascendente -escatológico-, la cultura moderna quiere erigir como
un absoluto el principio del hedonismo puntual e instantáneo (21), buscando
maximizar el "hoy" placentero. Con todo, ante este peligro de absolutiza-
ción se corre, también, el peligro de caer en el extremo contrario: negar
todo valor al placer considerándolo en sí mismo como una realidad peca-
minosa (22).
y este enfoque nos lleva a una segunda causalidad: la reacción negativa,
especialmente entre los jóvenes, a una fundamentación heterónoma de las
exigencias de la moral cristiana. Afirmar simplemente que "las relaciones
sexuales prematrimoniales son malas porque están prohibidas", es insufi-
ciente. En efecto, los jóvenes quieren que les den razones convincentes que
fundamenten esta prohibición y no sólo que se les plantee la proclamación
exigitiva de la misma. Está en cuestión una crisis de autoridad que se ha tra-
ducido en un fuerte rechazo a la imposición "desde fuera" de la norma mo-
ral. En esta óptica, les dice muy poco la mera reiteración de la doctrina mo-
ral católica porque ella "no es recibida" en sus marcos culturales. Lo anterior
se ve agravado -con frecuencia- cuando se pretende fundar la prohibición
en una antropología insuficiente y superada, que no tiene eco en las genera-
ciones presentes: hacer una presentación del placer sexual como sospechoso
de 'eticidad positiva, "tolerando" su satisfacción al interior del matrimonio
y una exclusiva orientación "procreacionista" de la intimidad sexual a ex-
pensas de su dimensión unitiva (23). No es, por cierto, la antropología que
se desprende de Gaudium el Spes al referirse a la dignidad del matrimonio
(GS, 48-52).
La clásica pregunta de muchos de nuestros jóvenes que nos interrogan:
"¿por qué no a las relaciones sexuales prematrimoniales?" debe ser respon-
dida ~a nuestro juicio- con una contrapregunta: "¿por qué sí a las relacio-
nes prematrimoniales?". Este desplazamiento en la respuesta no es un ardid
estratégico para evitar contestar. Implica resituar la pregunta en una perspec-
tiva de autonomía teónoma. En efecto, se trata de plantear la norma moral
que proclama la Iglesia -en fidelidad a su Maestro- en estrecha relación
con lo que constituye la bondad o la maldad para la persona humana, en cuan-

(21) Los dichos populares algo nos dicen de este inmediatismo: "lo comido y lo bailado no me lo
quita nadie"; "comamos y bebamos que mañana moriremos". Un ejemplo relevante al respecto
es la imagen que nos presentara el personaje principal de la película, de hace algunos años,
"Zorba, el griego".
(22) CL A. HORTELANO, o. e.o pp. 548 ss.
(23) El fenómeno mismo de la anticoncepción ha introducido la posibilidad de establecer una disocia-
ción entre la intimidad sexual y la consecuencia procreativa, lo que ha constituido un factor de-
cisivo en la permisividad sexual prematrimonial. En efecto, si el solo temor al embarazo podía
ser -en muchos- el elemento de freno al encuentro íntimo prematrimonial, esta consideración
puede darse por superada a partir de la alta eficacia de la anticoncepción.
290 WALDO ROMO P.

to ese comportamiento -imperado o prohibido- es factor de humanización


o de deshumanización. Dios manda o prohíbe algo al ser humano no porque
su voluntad es libérrima y puede, si quiere, ser arbitrario. Tal planteamiento
desconocería el valor ontológico de la creación divina, la moral cristiana se
convertiría en un "asalto" a la razón humana y la bondad y maldad serían
simples nombres asignados por Dios o por la Iglesia a tales o cuales com-
portamientos (24). Se trata de llegar a descubrir que "tal comportamiento
está mandado por Dios porque es bueno para el ser humano ya que lo per-
sonaliza", o, en concreto, valorar que las relaciones prematrimoniales están
prohibidas porque son malas para la persona ya que la deshumanizan. En
esta perspectiva, el mandato y la prohibición se mantienen pero su funda-
mento se ha desplazado hacia la autonomía. Dios "condesciende", quiere
lo mejor para el ser humano porque está interesado en nuestro bien y por eso
nos manda o nos prohíbe determinados comportamientos ya que desea nuestro
máximo desarrollo como persona integral. Pero se hace necesario, tam-
bién, un desplazamiento en la comprensión de Dios por parte del hombre
y en esto la propia pedagogía divina ha sido fundamental. En efecto, no se
trata de una visión de Dios lejana, "sinaítica", impositiva, sino de un Dios
que se ha hecho historia, que se ha encarnado propter nostram salutem.
Por eso la respuesta nuestra será no desde el temor -la lógica de la moral
heterónoma- sino desde el amor -"quien me ama, cumple mis mandamien-
tos" - que es la lógica de la moral de autonomía teónoma. A la luz de lo
anterior cabe preguntarse, entonces, ¿por qué las relaciones prematrimonia-
les pueden ser un factor de despersonalización?, ¿por qué Dios ha mandado
que el encuentro íntimo sexual quede reservado al interior del matrimonio?,
¿qué puede implicar, en línea de humanización, esta exigencia enseñada por
la Iglesia en coherencia con la Palabra de Dios? Son las interrogantes que
procuraremos enfrentar -en ese marco de autonomía teónoma- en la úl-
tima parte del trabajo. Pero ya el sentido de las interrogantes mismas ha cam-
biado de centro y las respuestas se buscarán en clave del desarrollo integral
y global de la persona.
Esta misma aspiración de integralidad en la relación humana puede llevar
a muchos jóvenes a justificar las relaciones prematrimoniales, encontrándose
aquí otra causa de su explicación. En efecto, hay grupos familiares que son
poco adecuados para satisfacer las necesidades afectivas de los jóvenes. Las
razones son múltiples: el escaso tiempo que los padres están con sus hijos, en
razón de los horarios laborales; el ritmo "stressante" de la vida actual que

(24) Este ha sido el enfoque del nominalismo ético de GUILLERMO DE OCKAM. Lo traemos al
presente porque la vi&ión de moral de muchos cristianos está impregnada de nominalismo
y, con frecuencia, la ':;"isma enseñanza de la moral adolece de este problema. Fruto de ello
es la típica pregunta en el campo de la moral: ¿Esta acción es lícita o ilícita? y, peor, ¿hay per-
miso o no para hacer esto? En esta perspectiva el fundamento de la obligación moral no es la
bondad objetiva, sino la voluntad absolutamente libre de Dios. Dios no manda algo porque sea
bueno para el hombre, sino que es bueno porque Dios lo ha ordenado así. y la Iglesia, haciendo
cumplir lo mandado por Dios, sigue la misma lógica de presentación. De ahí que la conciencia
se entienda como el juicio que refiere un acto concreto a una orden o prohibición divinas, sin
referencia al fin último del hombre. El problema ya no es ¿cuál es el valor último fundante
de la moralidad? sino ¿esta acción está permitida o prohibida?
LAS RELACIONES PREMATRIMONIALES 291

dificulta una relación cálida interpersonal; el no saber "estar en el hogar",


considerándolo un tiempo "muerto" o menos exigente y creativo (25) que
el tiemp o laboral; los estilos de relación habitualmente conflictivos o casti-
gadores y escasamente comunicativos en el ámbito de la acogida de los sen-
timientos, el modelo matrimonial decepcionante de los padres, etc. To-
do ello impulsa a los jóvenes a compensar sus carencias afectivas con
sus padres fuera del hogar, llegando hasta la intimidad sexual con ami-
gas o "pololos". Es lo que permite explicar el cambio que se ha pro-
ducido en el mundo juvenil -y que reflejan diversas investigaciones (26)-
cuando se quiere saber "con quién" se ha tenido la primera relación sexual.
Es indudablemente más humanizador que el primer coito no sea en una rela-
ción de prostitución sino como una manera de vinculación afectiva. No
podemos negar que se ha dado un paso en la línea de personalización. Sin
embargo, cabe preguntarse si ese paso es el terminal (27). Lo que los jóvenes
han unido es el deseo o impulso sexual con el acto sexual, pero no con el
amor. Este tiene un elevado contenido ético y trascendente para hacerlo si-
nónimo de "experiencia" transitoria o "prueba de amor": Un clásico del estu-
dio de amor, como es E. Fromm, lo señalará magistralmente:
"Como la mayoría de la gente une el deseo sexual a la idea del
amor, con facilidad incurre en el error de creer que se ama, cuan-
do se desea físicamente. El amor puede inspirar el deseo de la
_____ unión sexual; en tal caso, la relación física hállase libre de avidez,
(25) Aquí, una vez más, nos puede ayudar el "decir" popular: esta persona "es luz de la calle y
oscuridad de la casa", hay personas que "son las nerviosas de fin de semana" porque no saben
estar en el hogar.
(26) CL respuesta pertinente de la "Encuesta sobre salud reproductiva en adultos jóvenes", o.c.,
notas 12 y 15.
S.H. PFÜRTNER en su obra Kirche und Sexualitat (Hamburg, Rowohlt, 1972) pp. 33-34, pre-
senta la comparación de dos encuestas realizadas en Alemania en épocas diferentes. Una en
1912 de los investigadores MEIROWSKY-NE1SSER y otra en 1968 de GIESE-SCHMIDT. En
am bos casos se trataba de una muestra de estudiantes casados. Según la primera investigación,
de los estudiantes que tuvieron relaciones prematrimoniales, 2/3 tuvieron su primer coito con
prostitutas; 17% con criadas o camareras; sólo un 4% con sus futuras esposas. Según GIESE-
SCHMIDT, el 50% tuvo su primer coito con su futura mujer; el 40% con muchachas conocidas
y sólo el 10% con prostitutas. Para estos autores -citados por Pfürtner- "los estudiantes de
1912 disociaban amor y sexualidad prematrimonial, mientras que los de 1968 lo integran".
(27) "Hace días se publicó un artículo en estas páginas que merece precisiones. El articulista afir-
maba, con datos estadísticos, que la juventud actual en las relaciones prematrimoniales ha sabio
do unir amor y sexo, de lo que fue incapaz de hacerlo la generación anterior, que unió sólo
sexo y satisfacción libidinosa. Es positivo constatar un progreso: el paso de una relación pura-
mente egoísta a una de mejor calidad humana, más altruista. Es un 'progreso', como lo fue para
la humanidad cuando de la venganza de los primeros hombres, como narra la Biblia, que por
un 'ojo' herido devolvían siete heridas más, y por un muerto, siete muertos, consiguió la ley
del 'Talión': 'un ojo por un ojo y un diente por un diente', más justo y proporcionado. Fue
un paso gigantesco, pero todavía muy insatisfactorio.
La Humanidad caminó mucho más adelante que la ley del Talión y llegó a eliminar 'la venganza
personal', al someter al culpable an te tribunales imparciales, y con el cristianismo llega hasta la
cumbre del perdón de las ofensas.
Por lo mismo nuestra juventud debe ser invitada hacia un mayor humanismo, a ser más profun.
da en el amor. Una humanidad más evolucionada, más humanizada, no sólo no separará el sexo
del amor, sino que no separará tampoco el sexo y el amor de la 'responsabilidad de futuro',
de la entrega total y plena, que no se detiene en el momento fugaz del abrazo, sino que aspira
a una relación completa en espacio y tiempo ... " G. FERRARIS,Amor, sexo y futuro en diario
"La Epoca", 24.6.1990.
292 WALDO ROMO P.

del deseo de conquistar o de ser conquistado, porque está unida


con la ternura. Si el deseo de unión física no está estimulado por
el amor, si el amor erótico no es a la vez fraterno [el subrayado es
nuestro], jamás conduce a la unión salvo en un sentido orgiástico
y transitorio. La atracción sexual crea, por un momento, la ilusión
de la unión, pero sin amor tal 'unión' deja a los desconocidos tan
separados como antes -a veces los hace avergonzarse el uno del
otro, o aun odiarse recíprocamente, porque cuando la ilusión
se desvanece sienten su separación más agudamente que an-
tes-o La ternura no es en modo alguno, como decía Freud, una
sublimación del instinto sexual; es el producto directo del amor
fraterno, y existe tanto en las formas físicas de amor, como en las
no físicas" (28).
A la luz de 10 recién señalado se puede comprender por qué las experien-
cias de intimidad sexual en el "pololeo" no alcanzan a compensar las caren-
cias afectivas del hogar, 10 que proponíamos como una de las explicaciones
de las relaciones prematrimoniales. Hay en aquéllas -en lenguaje 'from-
miano' - amor erótico pero ellas no han tenido su origen en el amor frater-
no. Por eso el exclusivo lenguaje hedonista del cuerpo va haciendo desapare-
cer el lenguaje verbal y el lenguaje del silencio lleno de comunicación. De
ahí que podamos decir que un 'pololeo' que rápidamente llega a la intimidad
sexual es un 'pobre pololeo', por cuanto se va reduciendo a la sola experien-
cia corporal o al uso de cuerpos-objetos. Se disminuye, con frecuencia, el
compromiso social, la responsabilidad intelectual, la riqueza de la amistad
con muchos otros jóvenes porque la pareja busca, a veces obsesivamente, el
aislamiento. Aumentan, así, la mutua soledad, la recíproca dependencia, con-
virtiendo -a menudo- su intimidad en un egoísmo de dos. Con ello los
jóvenes no sólo no han satisfecho sus ansias de afectividad sino que se han
hecho mu tuamente vulnerables e inseguros por temor a fracasar en su rela-
ción que, en ocasiones, los empieza a hastiar.
Un experto consejero juvenil, entrevistado como "informante clave" en
la investigación señalada en nota 13, expresaba, en perspectiva psicoeducati-
va y no estrictamente moral, 10 siguiente:
"Al hablar de las relaciones prematrimoniales es necesario distin-
guir dos tipos de 'pololos' diferentes: aquellos que tienen proyec-
tos comunes con otras personas y que están abiertos a que cada
uno tenga sus propias realizaciones y actividades y aquellas pare-
jas que se encierran en los dos miembros y tienden a aislarse.
Los primeros no se ensimisman mutuamente ni se enclaustran;
descubren que su amor va creciendo lentamente, que no tiene
prisa. Incluso dejan espacio entre ellos para no verse diariamente
porque tienen otras urgencias, exigencias y responsabilidades.
Aprenden a conocerse y amarse mejor desde sus respectivas sole-
dades. Son capaces de hablar de muchos temas porque ello les
permite conocerse y descubrirse -sin máscaras- si son uno para
(28) E. FRüMM, El arte de amar, Buenos Aires, 1963, p. 69.
LAS RELACIONES PREMATRIMONIALES 293

el otro. Se dan cuenta que sería inconveniente seguir juntos si


sólo hay acostumbramiento y no la posibilidad de proyectos co-
munes. Son parejas que no ahogan el amor ni se aíslan en su
amor. Entienden que la castidad no es represión sino hacer lo que
deben hacer en el momento preciso. Los controles que ellos mis-
mos establecen no son represiones, sino la exigencia que 'sus
cuerpos no pueden ir delante de sus corazones'. Para llegar a te-
ner la intimidad se plantean primero una adultez de relación,
que se traduce en acoger al otro, en aceptarlo, en respetarlo
('respicere' = mirar por el otro) y entienden que todo lo que
mutuamente los desproteja no les es conveniente.
Los otros tipos de 'pololos' tienen, en cambio, proyectos indi-
vidualistas y por eso se orientan a un exclusivo o mutuo egoís-
mo. Buscan, con frecuencia compulsivamente, las circunstancias
para llegar a la intimidad sexual, 'pololeando' aisladamente. Como
carecen de amplitud de horizontes sufren los 'acaloramientos'
del momento que los lleva al encuentro epidérmico pero 'in-
significante'. No son capaces de plantearse límites al inmedia-
tismo del placer y se dejan llevar por las situaciones que los hace
tener dichas relaciones. Luego buscan justificarlas -porque ya las
han tenido- autoengañándose y diciéndose que hay verdadero
amor entre ellos. Al no tener capacidad de comunicación temá-
tica amplia se reducen sólo a la comunicación genital que empe-
queñece el horizonte de su sexualidad: illegan a aquélla porque
no tienen nada que hacer! Se dejan llevar por sus impulsos de mo-
mento y sus relaciones son, así, "prerresponsables" más que pre-
matrimoniales. Justamente, como en el horizonte de futuro no
quieren asumir el compromiso de llegar a ser dos "mirando en la
misma dirección", no se preocupan uno del otro sino que se utili-
zan recíprocamente en busca de placer. Quedan, así, instrumentali-
zados, desprotegidos. Ahora bien, como la relación íntima es el
momento en que están más expuestos y son más vulnerables, su
desnudez física se traduce en una desnudez psicológica que los
llevará a no respetarse, ni acogerse ni sacrificarse. La intimidad
será, de este modo, absolutamente negativa porque no habrá
sido donación de vida y crecimiento mutuo".
Atendiendo a lo expresado hasta aquí, se entiende que la sexualidad
está experimentando una profunda transformación en su comprensión
(29). Sin embargo, esas transformaciones permanecen ambivalentes. Tienen
dimensiones muy positivas pero también se las asume en forma insuficiente.
(29) M. VIDAL en Moral de la Persona hace una adecuada síntesis de esos cambios: "Se ha pasado
de una comprensión de la sexualidad como 'genitalidad' a la sexualidad como 'dimensión in-
tegral' de la existencia humana, de la sexualidad como 'función procreativa' a la sexualidad
como 'expresión o lenguaje' de la persona, de la sexualidad como 'placer' a la sexualidad como
'comunicación interpersonal', de la sexualidad como 'bien referido al matrimonio' a la sexuali-
dad como 'valor autónomo'. Estas variaciones en la comprensión de la sexualidad han tenido y
seguirán teniendo grandes repercusiones en los comportamientos previos al matrimonio", o. e.o
p.734.
294 WALDO ROMO P.

A la misma positividad le ronda el peligro de ser entendida en forma unila-


teral: convertirse en "revanchismo" de la situación precedente. Es avance
en humanidad que la sexualidad no sea reducida a genitalidad. Sin embargo,
comprenderla como 'dimensión integral' significa de hecho -en muchos-
una relación afectiva sin compromiso. Con eso estamos a medio camino.
Es positivo, también, valorar la sexualidad como 'expresión o lenguaje' de
la persona superando una exclusiva 'función procreativa'. N o obstante, di-
cho lenguaje puede reducirse a un intimismo egoísta de dos, que elimina del
horizonte de comprensión de ese mismo lenguaje la donación de vida ... y,
así, podríamos seguir con esas ambivalencias.
Sería posible continuar señalando otras diversas causas de la prolifera-
ción de las relaciones prematrimoniales. En un listado no exhaustivo y
someramente explicado podemos indicar:
* la irrupción de la mujer en el mundo del trabajo, de la universidad y,
en general, de la sociedad, ha permitido una relación igualitaria entre los
sexos anteriormente desconocida. Baste recordar, en nuestra novelística
costumbrista, cómo se daba el romance entre un joven y una joven en el
siglo pasado, donde ésta salía escasamente de casa o lo hacía siempre
acompañada (30). En nuestra época la positiva igualdad de los sexos y
la incorporación del automóvil han sido determinantes en el nivel de cer-
canía y de privacidad del encuentro entre los sexos;
* el tránsito de la sexofobia a la sexomanía ha llevado a considerar a las
relaciones prematrimoniales con una sensibilidad social y ética diferen-
tes. Antes, según el patrón cultural, eran expresión de baldón y atenta-
do al pudor. Hoy, en muchos, son manifestación de autonomía, de
remoción de tabúes o superación de un trasnochado moralismo victo-
riano.
* la prolongación del período del noviazgo por razones ajenas a los propios
novios: motivos de estudio, de posibilidad de vivienda, de carencia actual
de trabajo, etc. Es una de las situaciones causales más conflictivas, des-
conocidas en otros sistemas de estructura familiar. En efecto, en algunos
tipos de familias patriarcales los adolescentes podían -si era preciso-
casarse precozmente y los hijos de esos matrimonios (y los matrimonios
mismos) eran apoyados, recibidos y educados por "la gran familia".
En la actualidad, en cambio, el matrimonio implica -frecuentemente-
el "corte" con la familia nuclear de origen y si éste no se puede realizar,
se llega a la intimidad, protegiéndose del embarazo por eficaces medios
contraceptivos. La misma causalidad se puede expresar -de otro mo-
do- en la constatación siguiente: el largo tiempo que media entre la
madurez genital (alrededor de los 14 años) y el momento en que se
está en capacidad de socializar el amor por medio del matrimonio. Justo
es reconocer que esos diez años aproximadamente son un período muy
difícil de asumir si no se tiene una constelación de valores internalizados
y convincentes, lo que a menudo no ocurre;

(30) Cf., por ejemplo, Martín Rivas de A. BLEST GANA.


LAS RELACIONES PREMATRIMONIALES
295

* el bombardeo erótico como manifestación del 'consumismo' sexual ma-


sificado por los medios de comunicación social, especialmente en el
campo del cine, la televisión y los videos. En todos ellos las relaciones
prematrimoniales se presentan como algo absolutamente normal. Al
contrario, pasa por persona "rara" quien valora la virginidad, el pudor
y un 'pololeo' que se abstiene de la intimidad genital. Ahora bien, en
virtud del momento de su desarrollo moral, el adolescente y el joven
se encuentran o en una etapa socioeconómica o de autonomía absoluta.
En el primer caso, le será difícil ir en contra del parecer de sus pares ya
que no quiere verse excluido de la aceptación del grupo y acatará -aun-
que en su fuero interno no lo considere así- lo que aquél le impon-
ga (31). En el segundo caso la 'normalidad' propagandística de las
relaciones prematrimoniales reforzará al joven en su subjetivismo y lo
hará estimar como humanizador el comportamiento que él recibe acrí-
ticamente de ese poder masificador (32);
* la crisis de la socialización del amor (33), entendiendo el gesto institu-
cional como un trámite jurídico intrascendente más que la cristaliza-
ción de un amor que ha llegado a la madurez y que postula -desde den-
tro- su pub licitación. Sobre este punto volveremos más adelante. Baste
por ahora anotar lo siguiente: la mayor importancia que se da a los
criterios individuales sobre las normas institucionales, la psicologización
de la sexualidad y la satisfacción sexual como índice de madurez huma-
na y social. En general, el acento está puesto en la vivencia del individuo
y en el campo de las relaciones sexuales hay una especial dificultad para
considerar una perspectiva más amplia y más universal. Llama la aten-
ción tantos jóvenes que en materia política son de orientación socialista,
pero en materia de amor son absolutamente privatistas y de un rancio
liberalismo "manchesteriano". Esto se traduce -incluso en algunas co-
munidades cristianas- en la existencia de jóvenes que tienen especial
interés en el amor sentido y vivido en pareja, pero, en general, el ma-
trimonio o las normas de conducta sexual tradicionales son sólo acep-
tadas pasivamente y no integradas en el proceso de maduración indivi-
dual y de pareja. Por el contrario, el compromiso social y 'socializante'
eselmás altamente apreciado como encarnación de los valores del Evan-
gelio en la cultura contemporánea.

(31 ) Se comprende, entonces, la decisiva importancia pastoral que adquieren las comunidades juve-
niles cristianas para que sean capaces de asumir -corno grupo- una perspectiva crítica ante
el "establishment" social en esta materia.
(32) Se comprende, también, la importancia pastoral que encierra educar la conciencia, creando
una capacidad crítica en relación a los MCS y a la propaganda manipuladora.
(33) Cf. A. HORTELANO, O.C., pp. 360-372. Esta crisis se ahonda con las familias de origen en que
los padres, con frecuencia, no hacen atractivo el compromiso matrimonial para sus hijos, con su
propia forma de vivirlo.
296 WALDO ROMO P.

INTENTOS DE RESPUESTA TEOLOGICO-PASTORAL

Esta última parte del trabajo no pretende hacer una revisión exhaustiva
de la manera cómo los diversos autores han presentado las líneas de respues-
ta. Queremos, más bien, hacer un esfuerzo de síntesis y organizar una ila-
ción de esas respuestas tocando aspectos que no pueden quedar afuera y
maneras de aproximación que, estimamos, son las más adecuadas.
Un primer aspecto que nos parece relevante, aunque no sea sustantivo
en el hilo argumentativo, es el problema del lenguaje. Es necesario, a nues-
tro juicio, hacer un esfuerzo por llegar al mundo de los jóvenes a partir de
sus valoraciones, intereses y motivaciones. Actualmente es un verdadero
lugar teológico el explicitar "desde dónde" se hace teología. Una de las pe-
culiaridades de la teología de la liberación ha sido su permanente insistencia
en partir desde el pobre y el marginado para teologizar. Esta consideración
de la situacionalidad implica "tomar en serio" la Encarnación, porque lo
que no ha sido aumido no puede ser redimido. Ahora bien, nos asiste la
convicción de que -salvo comunidades cristianas muy comprometidas y con
alta cultura religiosa- al cristiano 'de censo' le es difícil, por ejemplo, en-
tender en profundidad la riqueza de los argumentos teológicos paulinos que
nos aporta la primera carta a los Corintios en su capítulo 6,12-20. Valorar
el significado de nuestro cuerpo como templo del Espíritu Santo o asumir
que nuestro cuerpo forma parte del Cuerpo de Cristo implica saber algo de
teología trinitaria con la inhabitación del Espíritu y haber entrado, tam-
bién, en la teología del Cuerpo Místico. No es que desconozcamos la validez
de esta fundamentación. Al contrario, para un cristiano es el basamento más
rotundo y más definitivo, es la "roca firme" sobre la cual construir. Sin
embargo, eso supone un proceso de evangelización previa y formación
sistemática (34). Si nuestra manera de abordar el tema de las relaciones
prematrimoniales comienza por la dimensión mística o sacramental de la
relación sexual, estamos desconociendo el impacto que el fenómeno de
la secularidad ha implicado en el mundo de la sexualidad. A nuestro pare-
cer, estaríamos comenzando por el techo antes de haber puesto las bases
de la casa. Es necesario 'hacerse oír' no sólo en ambientes de 'iniciados'
teológicamente sino también entre cristianos por 'osmosis cultural' y, espe-
cialmente, entre los jóvenes que, aunque algunos están sacramentados (han
recibido el bautismo), no han sido -todos ellos- evangelizados.
Estamos conscientes de que este planteamiento involucra una estrategia
pastoral discutible. Puede haber agentes pastorales que estimen necesario
afirmar desde un principio el dato de la fe explícita expresando su cohe-
rencia con otros caminos de respuesta desde una antropología "humanista".
Sin embargo, el desafío de la secularidad hace urgente, también, partir de

(34) La vez que nos fue más fácil referirnos al rechazo de las relaciones prematrimoniales fue en un
grupo de jóvenes pertenecientes a un movimiento apostólico laical que tenía trayectoria cris-
tiana y formación teológica. Allí fue posible desplegar toda la riqueza de significación de la
intimidad sexual para que los jóvenes captaran la coherencia de la enseñanza de la Iglesia en esta
materia.
LAS RELACIONES PREMATRIMONIALES 297

los presupuestos y valoraciones del mundo actual -cf. el cambio de situa-


ción en relación a la sexualidad que señalábamos en nota 29- y desde allí
llegar necesariamente al dato de la fe. En el fondo es asumir la unicidad de
nuestra historia de salvación y, por tanto, señalar que las respuestas desde
una antropología humanista no son contrarias a las respuestas desde una
antropología teológica, sino que forman un continuum. Debe quedar claro,
sin embargo, que esta opción pastoral -para ser respuesta integral- tiene
que hacer el recorrido completo de ese continuum ya que el orden de la
redención es el 'pleroma' de la creación. De lo contrario nos quedamos en
respuestas exclusivamente horizontalistas y no hemos llegado al núcleo de
la evangelización: "No hay evangelización verdadera, mientras no se anun-
cie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús
de Nazaret Hijo de Dios" (Evangelii Nuntiandi, 22).
Esta respuesta desde los intereses de los jóvenes, que modela un lenguaje
de contestación, plantea la crisis de las argumentaciones pragmáticas (35).
M. Vidal señala que estas fonnas de respuesta sirven tanto para apoyar la
licitud como para defender la ilicitud de las relaciones prematrimoniales y
son claramente insuficientes.
Un segundo aspecto que es menester destacar es la vinculación necesaria
que hay que establecer entre el discurso moral y la cultura a la cual se
pretende llegar. Es otra manera de abordar el problema del lenguaje. En
efecto, desde el punto de vista de cada persona,
"el juicio acerca de lo que es bueno y malo -y la consiguiente con-
ducta moral- dependen en gran medida de lo que en su cultura
se considera bueno y malo, y de las consiguientes nonnas de con-
ducta.
Esto es así -sea bueno o malo, guste o no- debido a que cada
uno llega a ser persona, madura como ser humano, gracias a los
procesos de socialización ... , mediante los cuales el individuo va
asumiendo -al comienzo sin ninguna posibilidad de selección
crítica-, la cultura de los diversos grupos a los que pertenece.
Por esto, no suele tener resultado real la mera proclamación de la
doctrina moral católica. Para que lo tuviera debería ir acompaña-
da y penneada por una toma de conciencia de esta imbricación
con lo cultural y dirigir ahí el llamado a la conversión" (36).
Se trata, entonces, de una llamada a la conversión no sólo individual si-
no también un llamado a la conversión de la cultura. Es lo que "Evangelii
Nuntiandi" plantea cuando expresa que es necesario
"alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios
de juicio, los valores detenninantes, los puntos de interés, las lí-
neas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vi-
da de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios
y con el designio de salvación." (E.N. 19).
(35) Cf. M. VIDAL, a.c., pp. 750-751.
(36) S. SILVA, Sobre Moral y Cultura (Notas internas de aporte a la Comisión Doctrinal del Episco-
pado),p.l.
298 WALDO ROMO P.

Referido a nuestro tema, para que la enseñanza sobre las relaciones pre-
matrimoniales sea asumida realmente, debe ir acompañada de una crítica a la
cultura y a la antropología subyacente. Dicha crítica es preciso que muestre
que la conducta censurada moralmente es funcional a la cultura moderna y
a su estilo de vida. De este modo, el urgimiento de la conversión no se dirigi-
rá sólo a la conducta individual, sino a la cultura que le sirve de 'caldo de
cultivo'. Además esa crítica deberá mostrar, también, que ese comportamien-
to reprobado trae consecuencias negativas y deshumanizadoras a las perso-
nas. "El problema es que normalmente son consecuencias en el largo plazo,
que subjetivamente no 'le hacen el peso' a las consecuencias inmediatas de
esas mismas conductas". (37).
Es la dimensión de "inmediatismo" que aludíamos en páginas anteriores
y que impregna, especialmente, el ámbito de la satisfacción sexual. Cabe de-
tenernos, entonces, en este rasgo de la cultura actual y hacer una crítica al
estilo de vida que conlleva esa forma de vivir el placer, porque como toda
realidad intramundana es ambivalente:
"El placer ha sido visto siempre como una realidad ambigua y
equívoca desde Aristóteles a Ricoeur, pasando por Kant. Aristó-
teles dice que por su propia esencia el 'deseo no tiene límites,
es apeiron y que la mayoría de los hombres viven para satisfacer-
lo'. Ahora bien, los hombres espontáneamente, cuando se trata
de satisfacer la capacidad de deseo que hay en ellos, piensan en el
placer. Y piensan lógicamente en él porque el placer, según Aris-
tóteles, es teleios, es decir, termina y acaba la acción. El placer
es la perfección de las cosas. Los medievales decían que la delec-
tatio (placer) es tata et simul (toda y al mismo tiempo).
Aquí radica, precisamente, la ambigüedad del placer. El placer
acaba y corona un acto particular aislado, pero nuestra capacidad
de deseo, en cambio, no tiene límites, es insaciable. Por otra parte
el placer dura un instante, y no puede extenderse en una duración
prolongada siempre. En cambio, el deseo es por naturaleza inde-
finido e interminable. Nunca se puede dar por satisfecho. Y siem-
pre tendrá ganas de más.
El drama de los hombres a este propósito consiste en que identifi-
can subrepticiamente placer y deseo. El deseo es de por sí ilimi-
tado, lo quiere todo y para siempre. En cambio el placer, por su
misma naturaleza, es limitado: algo vivido en un instante fugitivo.
La ambigüedad del placer consiste en que éste pretenda satisfacer
plenamente nuestra capacidad de deseo. Los hombres no pueden
absolutizar el placer identificándolo con sus deseos" (38).
Esta es la razón de la moralización del placer, pero no entendida como
una imposición desde la heteronomía, sino como una exigencia desde la per-
sonalización. En efecto, no se trata de negar el valor del placer diciendo que

(37) a.c.,
p. 2.
(38) A. HORTELANO, o. c., pp. 548 ss.
LAS RELACIONES PREMATRIMONIALES 299

sea en sí una realidad pecaminosa (39), sino sustraerse a su magnificación


porque se le exige que dé algo más allá de su propia naturaleza: que colme
la aspiración de felicidad de la persona humana que es permanente, la cual se
entronca con su trascendencia escatológica. (40). Aplicando lo expresado al
propio placer sexual, la cultura contemporánea quiere hacernos creer que és-
te se encuentra en condiciones de satisfacer nuestro ilimitado deseo de pleni-
tud. Para ello le pide más de lo que puede entregar de sí. Como el placer
sexual es momentáneo, instantáneo, un "pick" orgásmico, queda constituti-
vamente corto para lo que se le exige, y por eso -si no está vinculado al
amor, ni emana de él- deja cada vez más aislado y más vacío. Ciertamente
que el episodio del postcoito sin vinculación afectiva, comporta una soledad
mucho mayor que el instante antes del coito.
La búsqueda de la satisfacción inmediata siempre será puntual y nunca
podrá llenar el hambre de infinito que hay en nosotros. Por eso el placer, sin
rechazarlo, tiene que ser vivido como una modesta introducción al encuentro
in terpersonal, única dimensión que puede acercarnos a la plenitud (41 ).
Es necesario, entonces, una denuncia a una cultura que no sabe postergar
la satisfacción y que ha erigido como lema 'goza ahora y paga después' (42).
Desde esta perspectiva se hace incapaz de valorar positivamente la relación
de amistad heterosexual o el "pololeo", como un proceso de donación, de
mutuo dominio y renuncia a la satisfacción inmediata para velar por el bien
del otro. Cuando el joven descubra que ama a lajoven porque "quiere hacer-
la integralmente feliz" y no porque ella lo hace momentáneamente feliz (y
viceversa), estaremos acercándonos a responder a los jóvenes -desde la pro-
pia humanización- "por qué no a las relaciones prematrimoniales". Si no
somos capaces de postergar la satisfacción del placer, si queremos agotar en
un único momento el deseo de intimidad, sólo alcanzaremos epidérmicamen-
te al otro y nunca seremos capaces de amar y, por ende, personalizamos.
Un tercer aspecto es necesario considerar y que tendrá incidencia en
el discernimiento ético del comportamiento: distinguir las diversas experien-
cias y situaciones que involucran las relaciones prematrimoniales (43). En

(39) Sería caer en el extremo opuesto y constituiría otra mitificación: para evitar absolutizarlo,
negarle todo valor, reducirlo a nada.
(40) "Nos creaste, Señor, para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que no llegue a Ti" (San
Agustín).
(41) Llama la atención que, en algunas ocasiones, para experimentar el saciamiento y quietud se
'exprime' al placer sexual Y cuando queda insuficiente se lo reitera en dosis más fuertes y por
caminos cada vez más aberrantes. Provoca, así, una verdadera adición como la droga y el
alcohol, en dosis y grados cada vez mayores.
(42) M. SCOTT PECK, La nueva psicología del amor (Buenos Aires, Emecé, 1986), pp. 18 ss.
(43) A. HORTELANO habla de relaciones sexuales paramatrimoniales entendiendo por ellas el
uso pleno de la sexualidad fuera del matrimonio y las principales manifestaciones serían las
relaciones pre o extramatrimoniales. "Lo primero que hemos de hacer para enfocar adecuada-
mente este problema es distinguir convenientemente entre matrimonio 'in fieri' o matrimonio
de prueba, por una parte, y relaciones prematrimoniales por otra. En el primer caso no se trata
propiamente de relaciones prematrimoniales, sino intramatrimoniales, mientras que en el se-
gundo caso las relaciones son extramatrimoniales, aunque se vivan como una preparación al
matrimonio. Por no hacer esta distinción de un modo claro y preciso existen no pequeñas
confusiones a este respecto". o, e" pp. 583 ss.
300 WALDO ROMO P.

efecto, cubren un abanico muy diferente y no pueden ubicarse todas ellas en


el mismo plano, como si tuvieran igual grado de significación: hay algunas
totalmente deshumanizadas, otras muy superficiales, otras más densas. La
posibilidad de establecer una gradación expresa la realidad bifronte de la
sexualidad humana. Por una parte es una realidad que "está en nosotros"
-regida por el diencéfalo-, y que se expresa en la atracción heterosexual.
Por otra parte, sin embargo, esa realidad podemos "hacerla nuestra" -regida
por el córtex-, dándole significaciones diversas a las formas de expresar esa
atracción heterosexual, conteniendo algunas de ellas mayores niveles de
humanización que otras. Este fenómeno no se produce en el mundo animal
donde la sexualidad es una realidad que simplemente está allí y nunca podrá
ser asumida. Esto explica que en dicho mundo esa atracción esté determina-
da en su actuación por la presencia o ausencia de estro o celo. En la especie
humana dicha actuación estará regulada por la libertad -en la medida que
hay permanente atracción heterosexual- lo que implica ejercicio de la res-
ponsabilidad.
Si hacemos un somero recorrido por las maneras que pueden asumir las
relaciones prematrimoniales y sus significaciones, encontraremos en el polo
más deshumanizador la situación de violación y en el polo más próximo a
una humanización plena, la intimidad de novios en perspectiva de matrimo-
nio. Entre ambos polos se sitúa una gradación de experiencias de significado
diverso, que va desde la prostitución, pasa por las relaciones genitales juveni-
les (aventura sexual) y alcanza a la unión libre estable (convivencia). En todo
este abanico encontramos insuficiencias de plenitud humanizadora, pero en
niveles diferentes. En el caso de la violación la relación es tan despersonali-
zadora que constituye delito; en la prostitución hay consentimiento, pero el
encuentro sexual se convierte en una mera mercancía, que se vende y se pa-
ga; en las relaciones genitales juveniles hay equivocación o ilusión del mo-
mento al no haber compromiso de vida; en la unión libre está ausente la di-
mensión social del amor y se da una falta de valoración -por menosprecio o
contestación-, de la institución familiar (44); en las relaciones sexuales en
nivel de noviazgo hay prematuriedad porque en ese momento aún no se llega
a la plenitud estructural y las relaciones íntimas son el gesto definitivo, el
más expresivo, el más integral del amor.
Distinguir estos niveles diversos de densidad personalizadora es muy im-
portante para la teología moral y para la labor pastoral. Todos ellos implican
algún grado de falta moral a no ser plenos (45). Sin embargo, al discernir

(44) JUAN PABLO n al hablar en 'Familiaris Consortio' de las 'uniones libres de hecho', presenta
un conjunto de elementos causales, "actuando sobre los cuales será quizás posible limitar sus
consecuencias": situaciones económicas que se verían dañadas con un matrimonio, actitud
despreciativa o contestataria de la institución familiar, cierta inmadurez psicológica que hace
temer atarse con un vínculo estable y definitivo, situaciones culturales de 'matrimonio progre-
sivo', etc. ef. JUAN PABLO n, Fami/iaris Cansartia, 81.
(45) Afirmar que todas las relaciones prematrimoniales tienen grados de inmoralidad no significa
que la intimidad sexual, al interior del matrimonio, por el solo hecho de ser realizada en la insti-
tucionalidad jurídico-canónica, sea humanizadora y, por ende, éticamente correcta. Hay, por
ejemplo, uniones libres que son más plenas que matrimonios canónicamente estabilizados.
LAS RELACIONES PREMATRIMONIALES 301

moralmente el grado de ruptura con la opClOn fundamental cristiana que


conllevan todas las relaciones prema trimoniales, no podrán en trar todas ellas
en un pie de igualdad. La inmoralidad que encierra la violación es mucho
más honda y grave que la inmoralidad que encierran las relaciones íntimas
juveniles; la inmoralidad que éstas conllevan es más seria que la intimidad
de novios, en perspectiva de matrimonio y ello porque el grado de deshuma-
nización es diferente. Lo expresado no significa legitimar esta última desde
un punto de vista moral (46), pero importa conocer su significación y reso-
nancia diferente a la hora de guiar el consejo pastoral y la dirección espiritual
que se puede proporcionar a los novios, sabiendo aplicar también, con discer-
nimiento, la ley de la gradualidad (47).

Si el aspecto jurídico es sólo el trámite legal, si la dimensión canónica es sólo 'el permiso para
no pecar', la intimidad sexual podrá ser tan despersonalizadora como la peor de las relaciones
prematrimoniales y el matrimonio habrá perdido toda densidad de significación culminante y
mistérica, para transformarse en un rito vacío de contenido exigitivo. En esa situación po-
dremos decir que dicha relación íntima matrimonial es inmoral porque es deshumanizadora.
(46) No desconocemos los intentos que se hacen desde la moral por distinguir formas vinculantes
regresivas y formas vinculantes progresivas al hablar de las relaciones sexuales de novios. Para
M. VIDAL las primeras serían inmorales aun cuando realizaran algún tipo de valores humanos
como camaradería, mutua ayuda, deseo de justicia social. Las segundas podrían estimarse
éticamente positivas en cuanto "han de ser consideradas en su valor tendencial, aunque incom-
pleto" (M. VIDAL, a.c., p. 757). Esto porque las 'formas vinculantes progresivas' sin realizar
en sí el ideal de la institución matrimonial, tienen una orientación efectiva hacia él. Por eso, el
mismo autor propone "la creación de nuevas institucionalizaciones para el amor prematrimo-
nial. Se puede hablar de un 'catecumenado' para el matrimonio. Pero habría que darle a esa rea-
lización toda la fuerza, institucional y jurídica, que necesita. Si se admitiera la existencia de
formas institucionalizadas, previas al matrimonio, en ese caso se podría pensar en la licitud de
las relaciones sexuales prematrimoniales. El matrimonio, sobre todo el matrimonio-sacramento,
sería la estructura última para el amor humano" (a.c., 758). Con franqueza decimos que no
estamos de acuerdo con este 'catecumenado'. O me comprometo para siempre y totalmente
con una persona o no me comprometo. Compartimos, por eso, la crítica que R. FERNÁNDEZ
hace al planteamiento de M. VIDAL: "Si esta hipotética institucionalización del noviazgo in-
cluyera la estabilidad y el para siempre, de suyo equivaldría al matrimonio, aunque seguiría
siendo incompatible con la disposición positiva de la Iglesia para los bautizados. Además, nos
preguntamos ¿quién define que la relación sea 'progresiva' o 'regresiva'? ¿cuándo se pasa de un
tipo de relación al otro? Sin duda, la gran mayoría de los 'pololos' o novios pensará que su tipo
de vinculación es precisamente la progresiva ... hasta que sufran un desengaño y terminen sepa-
rándose y buscando otra pareja. Si se da un carácter jurídico a este 'catecumenado', éste debería
hacerlo 'irreversible' y, en ese caso, como recién dijimos, tendríamos simplemente el matrimo-
nio que, para los bautizados, sólo se da como un sacramento". (R. FERNÁNDEZ, Las relacio-
nes sexuales prematrimoniales, en Carisma, a.c., p. 28). Esto no implica desconocer que a este
tipo de relaciones les falta muy poco para su significado pleno y, desde esta perspectiva, sean
menos inmorales que otras. Por eso será frecuente que en esta situación se encuentren parejas
que no experimenten, con sinceridad, la iluminación que quiere proporcionarles la enseñanza
de la Iglesia -aunque conozcan su doctrina- y crean, en conciencia honesta, que su compor-
tamiento es moralmente correcto. Esto plantea también el complejo debate teológico si en ma-
teria sexual todo comportamiento desviado de la norma moral es siempre objetivamente grave.
Ello nos abre un frente de análisis que sobrepasa los límites y propósitos de este artículo. Bas-
te remitir, entre otros, a E. LÓPEZ AZPIT AR TE, Praxis cristiana, o. e., p. 348 y ss. con sus
notas respectivas, y al criterio de personalización/despersonalización que hemos expresado.
(47) Con frecuencia en el trabajo pastoral concreto muchos sacerdotes consideran esta valoración
diferente de significado en las relaciones prematrimoniales. En el trabajo de Seminario citado
en la nota 15 se consultó la opinión de sacerdotes, con experiencia en pastoral juvenil, sobre
la manera de afrontar el tema en estudio. Reproducimos, como muestra significativa, parte de
la respuesta de uno de los sacerdotes entrevistados: "Lo primero que trato de hacer es no escan-
302 WALDO ROMO P.

Llegamos a un cuarto aspecto en esta propuesta de caminos de respuesta:


la dimensión de lenguaje que comporta toda vivencia sexual y la coherencia
-en virtud de nuestra unidad psicosomática-, entre el gesto corporal y el
grado de compromiso. La simple experiencia fenomenológica nos permite
decir que no 'tenemos' sexualidad, sino que 'somos' sexuados. Descubrimos,
así, que la sexualidad es una realidad compleja, pero integradora; la sexuali-
dad se identifica con nuestra personalidad (48). Esta concepción integradora
implica que la propia relación sexual no se agota, entonces, en un sentido
puramente biológico, sino éste es la manifestación sensible de una realidad
mistérica: el gesto físico sexual como lenguaje de amor.
El ser humano, sexuado, quiere decir algo -lenguaje- con cada gesto
de su cuerpo. Si alguien quiere expresar distancia en la relación con una
persona, se aparta de ella o adopta una posición corporal lejana, fría, altanera
o solemne. Si desea manifestar algo de interés en la otra persona o quiere
expresar que viene en son de paz y no de agresión, le da la mano. Este gesto
se constituye, así, en el primer contacto "piel-piel". Más significativo que el
apretón de manos será el abrazo, y para que sea una manifestación 'propor-
cionada' deberá trasuntar un grado de comunicación más profundo. Cuando
dos personas se besan están expresando -si hay coherencia- un nivel más
intenso de amistad. De lo contrario, ese beso es una traición.
"Cuando dos personas se besan en la boca están intercambiando
su aliento, es decir, están dándose mu tuamente la vida. El aliento
es el vehículo y espejo de la vida. Por eso un beso de amor, un
beso en la boca, no se lo pueden dar... un hermano con una
hermana o dos personas que son simplemente amigos. Significa
que ya hay una voluntad seria de fusión recíproca, de intercambiar
mutuamente la vida" (49).
Pues bien, el gesto corporal más profundo que la especie humana tiene,
el más significativo, es la relación sexual. Después de ese gesto no hay otro
más expresivo. Por eso, para que ese gesto no sea una estafa ni una mentira,
para que sea una veracidad tiene que estar respaldado por el compromiso

dalizarme, ni 'tirarles' todos los principios de la moral cristiana al respecto. Trato de acogerlos
con cariño, respeto y escuchando atentamente sus razones. Al venir a plantearlo a un sacerdote,
pienso siem pre que es porque algo en ellos les dice que lo que están realizando no es de acuerdo
a su conciencia. Después trato de distinguir:
1. Si están en vista a un compromiso matrimonial, que han pensado en contraer matrimonio;
2. O es una pareja de jóvenes que tienen relaciones porque dicen que se quieren, pero no tienen
pensado un compromiso matrimonial, más aún les asusta el pensarlo.
Me parece que esta diferencia da la clave de la respuesta y del valor que uno puede dar a este
tipo de experiencia humana [subrayado nuestro j. Para aquellos que tienen en vista el matri-
monio les hago hincapié sobre el valor de crecer en una ascesis cristiana, donde el control de la
propia sexualidad ayuda a crecer en la entrega del amor profundo.
Para el resto, siempre he partido por el valor de la libertad en la relación afectiva ... Ciertamente
el no mantener relación sexual en pareja les hace mucho más libres, para descubrir el proyecto
que Dios tiene sobre ellos. El mantener relaciones sexuales hace que se pierda la libertad para
distinguir lo que es un sentimiento profundo de amor, con elementos de pasión, placer sexual,
que no siempre permite ver con claridad la pureza de los sentimientos ...•• P. ARA YA, Las re-
laciones ... a.c., p. SS.
(48) CL W. ROMO, Amor y sexualidad, en Teología y Vida, vol. XVIII. 4 (1977), p. 296.
(49) R. HASBÚN, Charla, citado por R. FERNÁNDEZ, a.c., p. 34.
LAS RELACIONES PREMATRIMONIALES 303

más profundo, más significativo y más expresivo: el compromiso matrimo-


nial. Este implica la voluntad y decisión de compartir para siempre, compar-
tir todo y exclusivamente. Es por eso que sólo de este gesto íntimo la Pala-
bra de Dios dice que "llegarán a ser los dos una sola carne".
Es desde esta coherencia exigida por el dinamismo interno del amor
por qué puede decirse que las relaciones prematrimoniales en el noviazgo son
inmorales. Ellas
"tienen hasta cierto punto valor, en cuanto que son expresión
de un amor auténtico, pero son un gesto desaforado [el subraya-
do es nuestro] si tenemos en cuenta el momento en que se produ-
cen. Es decir, son bonitas, pero prematuras, algo así como el niño
sietemesino. No podemos decir de él que sea un monstruo ... Pero
en ningún caso podemos aconsejar a una madre que tenga un niño
a los siete meses. No es un bien, sino un mal... Lo mismo ocurre
con las relaciones sexuales prematrimoniales. No deberían haber
ocurrido antes de la boda. En ningún caso puede decirse que están
bien. Son malas, y por lo tanto culpa moral. Aunque expresan el
amor, por hablar de algún modo, al ochenta por ciento les falta un
veinte por ciento de madurez. Son prematuras y, por lo tanto, en
parte, inauténticas, de lo que se deduce que no son expresión com-
pleta del amor y, por lo tanto, inmorales" (50).
Toda expresión corporal será válida, y por lo tanto cargada de eticidad,
si de verdad manifiesta amor. Ahora bien, el gesto máximo físico en nuestra
especie es la intimidad sexual. Para ser verdadero exige internamente -no
por imposición ex terna heterónoma- totalidad, permanencia, exclusividad,
fidelidad, apertura a la vida. Por eso es un verdadero "chantaje" mentiroso
la exigencia de la "prueba de amor" entre los 'pololos'.
" ... '¿No me quieres lo bastante para acostarte conmigo?', es una
antigua artimaña. La pregunta exige otra: 'Por supuesto, te quiero
lo bastante para casarme contigo. Pero el matrimonio no es exac-
tamente dormir juntos; es comer, vivir, crecer, tener hijos, estar
unidos para el bien. Mientras no podamos tenerlo todo no puedo
decepcionarte contentándome con una parte; no pertenezco a esa
clase de personas. Aunque no puedas entender esto ¿me amas lo
bastante para esperar?'" (51).
Aquí está, en el fondo, la diferencia entre ser amantes y ser esposos: en
la primera situación hay intimidad, pero no convivencia de comunión: "al
terminar nuestro 'momento' de amor nos tenemos que levantar para irnos
cada uno a su casa". En la segunda situación hay conviviencia de comu-
nión, más intimidad: "porque estamos juntos para siempre, tenemos proyec-
tos de futuro, y cuando nos amamos íntimamente permanecemos unidos y
nos abrimos a la vida como parte de esos proyectos".

(SO) A. HORTELANO, o.c., pp. 596-597.


(SI) M. VIDAL, o.C., p. 753.
304 WALDO ROMO P.

Podrá quedar, con todo, una posible justificación: la necesidad de las


relaciones prematrimoniales para verificar la armonía sexual. La verdad es
que la experiencia prematrimonial no garantiza la experiencia postmatri-
monial y aún menos el éxito del matrimonio, ya que éste no sólo depende
de la dimensión de "armonía" genital. Puede haber adecuación sexual
prematrimonial, por tratarse de algo inédito, espontáneo ... y no existir des-
pués. Y puede no haber armonía sexual antes del matrimonio y que después
se dé. En la mayoría de los casos la armonía sexual verdadera sólo se logra
después de un lapso más o menos largo. En el fondo, el problema que se
plantea es que no podemos experimentar lo definitivo a partir de una
experiencia provisoria: el amor para siempre no surge porque probamos tran-
sitoriamente que tenemos buena armonía genital. En cambio, si asumimos
una decisión de compromiso definitivo estaremos abiertos a las experiencias
de intimidad sexual exclusivas (52). Si queremos "conocernos" en el sentido
bíblico, la provisionalidad de esa entrega sexual, en lugar de alimentar el
amor, impedirá que se profundice en él. En cambio, si hemos dado una pro-
mesa de amor irreversible, esa intimidad será parte del proceso del 'conocer-
se'.
Queremos todavía presentar un quinto aspecto: la dimensión social del
acto sexual. La madurez del amor implica superar el intimismo de dos. Por
eso no es posible humanizar la relación sexual si permanece en la esfera mera-
mente individualista o privatista. La socialización del amor es una exigencia
del dinamismo interno del proceso de maduración. Un 'pololeo' es hermo-
so, pero está a medio camino porque le ronda el peligro de enclaustrarse en
un egoísmo mu tuo que desolidariza con su en torno familiar y social. Mien-
tras los 'pololos' no den el paso de pensar en constituir una familia no han
humanizado su propia sexualidad. En efecto, la familia sólo existe por el
hecho de la bisexuación del ser humano. Si planteáramos la posibilidad de
ciencia ficción de reproducción asexuada para la especie humana no habría
lugar para la familia ... al menos como la conocemos. Sin embargo, para que
esa bisexuación sea específicamente humana, es decir, diferente al encuentro
genital puramente biológico, requiere someterse a un proceso de crecimiento
y madurez. Es un hecho que la persona no ha alcanzado su humanidad y no
ha personalizado su sexualidad, sino por medio de la disciplina, costosa en
muchos aspectos, de la institución conyugal y familiar. Cuando la sexualidad
se somete al pacto ma trimonial y familiar pierde su carácter de anonimato,
de posesión ávida, de bru talidad propias del reino animal, para dar paso a lo
específicamente humano, cual es el amor y la ternura. Esto es justamente lo
contrario de la brutalidad y del anonimato. Es enteramente atención del uno
para el otro, trata al otro con respeto, es paciente y siempre pronto a perdo-
nar.
Esta dimensión social de la in timidad sex ual tiene otra manifestación: su
ordenación a la vida. Es obvio que la transmisión de la vida puede ser un

(52) Utilizando una metáfora no es lo mismo conocer un país como turista a emigrar a un país.
En el primer caso estamos de paso; en el segundo, tenemos "animus domicilii".
LAS RELACIONES PREMATRIMONIALES 305

acontecimiento puramente biológico, independiente de la vida matrimo-


nial y familiar. Es razonable, sin embargo, que este nuevo ser llegue a este
mundo en un entorno de acogida donde pueda desarrollarse como persona.
Ello lo otorga la institución matrimonial y familiar. Lo avalan experiencias
históricas y lo confirman estudios e investigaciones psicológicas. La relación
prematrimonial también atenta contra este sentido social, porque -por su
misma condición- normalmente está cerrada a la vida.
"Si 'por algún error' viniere el hijo, éste no encontrará garantizado
su fu turo, pues la unión de quienes lo engendraron es inestable y
revocable". (53)
Este nuevo ser requiere las figuras permanentes paterna y materna para
su socialización. Por eso el amor maduro postula -desde su dinámica intrín-
seca- un deseo sincero de compartir "para siempre", conlleva una exigencia
de estabilidad y esto por dos motivos fundamentales:
"Por una parte, se necesita toda la vida para realizar el proyecto
personal de cada uno y para trabajar mutuamente en la realiza-
ción común. Por otra, el hijo, que es el fruto del amor madu-
ro -la expresión más genuina de creatividad es este tipo de
amor-, necesita durante un largo tiempo de situaciones estables.
Esta necesidad no proviene tanto de los cuidados físicos que
pueden fácilmente ser asumidos por otras personas, sino por los
procesos de formación de la personalidad que exige figuras de
identificación y situaciones de socialización estables". (54).
Estamos conscientes -sin embargo, y como lo expresamos en páginas
anteriores- de que actualmente está en tela de juicio la necesidad de socializar
el amor, especialmente en el mundo juvenil. Muchas veces hemos escuchado
esta expresión: "¿para qué necesito el 'papelito' para quererte? ¡con 'papeli-
to' o sin 'papelito' te quiero lo mismo!". Las causas de esta actitud contesta-
taria son múltiples (55):
* una reacción de rechazo a la presión social exterior por casarse -civil
y/o religiosamente-, ya que esta exigencia es vista como un trámite
burocrático, como una convención social prescindible.
* una reacción de los jóvenes contra la familia tradicional. Desde esta pers-
pectiva, el tener que casarse no es más que una costumbre de otras gene-
raciones y será signo de autenticidad no casarse "pour épater les bourgeois"
e ir contra lo que hacían los padres.
* reacción de algunos contra todo lo institucional para vivir el amor.
"La contestación cultural de algunos extremistas es tan radical
que lo que se cuestiona es la institución como tal. No es que tal
institución sea mala, es que toda institución lo es tratándose del
amor" (56).

(53) R. FERNÁNDEZ, o. c., p. 35.


(54) M.T. CORCUERA, Algunos elementos psicológicos de la sexualidad, en "Sexualidad y Moral
Cristiana" (Barcelona, Herder, 1972), p. 118.
(55) Cf. A. HORTELANO, a.c., pp. 360-372.
(56) O.c., p. 370.
306 WALDO ROMO P.

La base de esta actitud está marcada por el 'slogan' consumista de "usar


y botar" ...y referido a la relación de pareja será: "usémonos, gastémonos y
cuando nos aburramos, botémonos". Se trata, según esta mentalidad, de vivir
al día, 'sacarle el jugo' al presente porque no es posible comprometerse a
fu turo, ya que el amor es algo esencialmente fugaz y no podemos amarrarnos
en la medida que no sabemos si más adelante nos querremos.
Ante esta crítica tan radical hay diversas respuestas. Sólo queremos po-
ner de relieve una de ellas: la comprobación histórica que
"el amor siempre [el subrayado es nuestro] ha sido vivido como
una realidad social... Esta constante histórica a través de los siglos
no puede explicarse razonablemente si no hubiera algo dentro del
amor que le exigiera precisamente su publicación o socialización.
Por eso, nos inclinamos a pensar que la socialización, en una forma
u otra, es algo no sobreañadido al amor, sino connatural en él"(57).
Una cosa es que haya cambiado a lo largo de los siglos, los pueblos y las
culturas la manera de socializar el amor y otra es afirmar que ésta no ha exis-
tido. Los cambios reflejan que los modos de socializar son culturales y, por
tanto, mutables. La permanencia del hecho mismo nos muestra que no es
algo cultural y, por tanto, prescindible o modificable, sino una dimensión
constitutiva a la realidad del amor. Se trata, entonces, de revalorar o tener
imaginación creadora para idear nuevos caminos o 'momentos fuertes' para
expresar esa publicitación, no como 'catecumenado' sino como compromiso
irrevocable y definitivo.
"Mientras no sintamos la necesidad de decir a nuestros amigos de
una forma u otra verdaderamente significativa, según los tipos de
cultura que nos toque vivir, que el yo y el tú nos queremos y que
ya no somos un yo y un tú aislados, sino un auténtico nosotros
consistente y estable a quien en adelante han de tratar siempre
en plural, es señal que nuestro amor no ha llegado todavía a su
madurez elemental" (58).
A la luz de esto se entiende, entonces -sin perjuicio que podría perfec-
cionarse- la exigencia de la Iglesia de proclamar ante testigos cualificados
("in facie Ecclesiae") el compromiso matrimonial. Los propios novios
tienen que llegar a experimentar la necesidad de proclamar 'a los cuatro vien-
tos', en 'la plaza pública' su amor definitivo. A su vez, la comunidad eclesial
y civil tienen derecho a saber que uno y otro novio se pertenecen exclusiva-
mente en forma irrevocable, para cuidar y proteger ese amor, base de la
Iglesia y base de la sociedad humana.
Por eso, "mientras el yo y el tú no sientan que su amor es tan
grande que les empuja a dar la cara ante los demás y a presentarse
como un yo-tú, comunidad de amor, es decir, como un nosotros,
el amor todavía está en camino. No ha llegado a la meta. Por eso
no puede expresarse con una manifestación que es también ella la

(57) O.c., p. 373.


(58) O.c., p. 376.
LAS RELACIONES PREMATRIMONIALES 307

meta de las manifestaciones afectivas. Esto explica la precocidad


de las relaciones sexuales prematrimoniales" (59).
Llegamos al final del camino. Nos abrimos, ahora, a la dimensión sacra-
mental de la relación sexual. Ese amor humano, hermoso, progresivamente
auténtico requiere redención, porque como toda realidad humana es ambi-
valente. Comienza como donación -mirando y velando por el otro- y
puede terminar en forma egoísta, mirando por sí mismo y culpando al otro.
Esta sanación sólo la trae Jesucristo. Todo amor humano, también el de
'pololos', de novios y esposos, es participación del amor del Señor. Pero su
amor es oblativo e irrevocable, es un amor sin medida y un amor pascual que
desde la cruz redime para la resurrección. A escala humana este amor sólo
puede ser significado por un amor que -imperfectamente- aspire a tener
esas características: el amor matrimonial. Pero si permanece sólo como un
amor natural es una pálida evocación de aquel amor salvífica. Al ser el amor
matrimonial -y la socialización que le expresa, el matrimonio- elevado a la
dignidad de sacramento, toda la vida matrimonial y, en particular, su mani-
festación más íntima, recibe el sello sacramental. En virtud de la gracia del
sacramento la unión sexual es santa y santificante:
" ... está cargada de una sublime densidad simbólica como sería
impensable desde un punto de vista puramente natural. Ella realiza
un signo eficaz de la presencia actuante del amor de Cristo y la
Iglesia" (60).
Cuando el amor matrimonial se incorpora al amor de Cristo y la Iglesia
tiene la capacidad de ser "misterio" pleno, es decir, sacramento de la verda-
dera y única Alianza conyugal de Cristo Esposo e Iglesia Esposa. Cuando el
amor de los esposos se abre al amor pascual redentor, se sana, perfecciona y
eleva y las mismas manifestaciones corporales y espirituales adquieren una
dignidad nueva y se ennoblecen "como elementos y signos especiales de la
amistad conyugal" (Gaudium et Spes 49). Sólo en este misterio el amor
sexual puede convertirse en amor-liturgia, es decir, encuentro comunitario
en que los esposos se unen entrañablemente. Es en ese misterio donde la
amistad conyugal puede transformarse en amor-adoración porque el sacra-
mento del matrimonio introduce a Cristo en el otro y éste queda, así, divini-
zado. Es, finalmente, en ese misterio donde la socialización del amor puede
convertirse en amor-epifania porque los esposos cristianos descubren en el
fondo de "su amor civil" a Cristo que quiere manifestarse -a través de
ellos- a los que lo rodean (61).
Recuperamos, así, desde la significación sacramental muchos de los
aspectos que señalamos en páginas anteriores: la dignidad de la sexualidad
y el placer del encuentro íntimo, la necesidad de coherencia entre el gesto
físico y la amistad de comunión y, finalmente, la publicitación de esa amistad
exclusiva e irrevocable.

(59) a.c.. p. 597.


(60) R. FERNÁNDEZ, o.c., p. 37.
(61) Cf. A. HORTELANO, pp. 453-456.

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