Feminismo A La Conquista de La Cueca
Feminismo A La Conquista de La Cueca
Escuela de Comunicaciones
Santiago de Chile
Diciembre de 2017
Feminismo chileno a la conquista de la cueca:
Conjuntos cuequeros con letras enfocadas en la igualdad de género ofrecen una mirada
crítica hacia el folclor y la sociedad chilena. A través de la “danza nacional”, mujeres de
Santiago y Valparaíso se atreven a agitar las opiniones con discursos y prácticas políticas
inéditas dentro de este género musical. Víctimas y detractores del machismo celebran su
iniciativa, mientras que el sector más tradicionalista y conservador las resiste.
Son las nuevas cantoras. Las que se están atreviendo a abrir sus propios espacios en un
ambiente históricamente dominado por los hombres, como el canto a la rueda, una práctica
decimonónica que da origen a lo que actualmente se conoce como cueca. Las que se paran
en un escenario a denunciar los femicidios que ocurren año a año en el país; las que vienen
a cantar las injusticias y la desigualdad que viven en la sociedad. Son nuevas y pocas
cantoras, el brote de una semilla que la propia tradición se encargó de sembrar.
(¡Ay!) Te llevaste la luz clara
(tiquitiquití, veleidoso) que iluminaba mis ojos
(¡Ay!) Ahora lucho con la pena
(tiquitiquití, veleidoso) de rabia me deshojo
(tiquitiquití, veleidoso) Te llevaste la luz clara
Es tu castigo, sí
(¡Ay!) Que esté despierta
(tiquitiquití, veleidoso) no acabé muerta
Veleidoso
(Raúl Guerra y Jocelyn Villanueva)
“En ‘Aprendiz de bruja’, nuestro debut en las tablas, hablamos de las abuelas, las que nos
enseñaron lo que nosotras sabemos y somos. Mostramos a una persona de edad, a quien le
llama la atención el atrevimiento que tienen las jóvenes para dar cara a una injusticia que
siempre ha sucedido, pero que ella y las de su tiempo veían como algo normal. La abuela se
sorprende con el apañe que se dan hoy las mujeres para luchar por tener igualdad ante los
hombres en la sociedad”, cuenta dos días después del evento Jocelyn “Josi” Villanueva,
directora del conjunto folclórico, mientras se fuma un cigarrillo afuera de su departamento
en el Barrio Yungay y habla de lo animada que está por las entrevistas que le han venido a
solicitar debido a este inédito proyecto.
“Se ve que responde a lo que se vive hoy en día en el país, en donde la lucha por
reposicionar socialmente a la mujer se hace cada vez más fuerte. Incluso nos han
contactado de grupos feministas para dar una que otra charla y nosotras queremos hacerlo,
aunque siempre explicamos que Flor de Juanas no nace como respuesta al machismo
dominante; nace como una necesidad de cantar canciones que hablen de nosotras mismas.
Porque en las canciones más antiguas no se habla de la mujer como es realmente y tampoco
se escucha a la mujer hablando de sí misma ni de su importante rol en la historia.
Intentando mostrar esto es que nos ha ido relativamente bien”, agrega.
Esta murga cuequera, que pone en el escenario a 16 mujeres, acompañadas por cuatro
hombres que apoyan el trabajo musical y teatral, entre ellos el compositor y letrista Raúl
Guerra (quien además es pareja de Josi Villanueva), adquiere relevancia en el medio
folclórico con poco más de un año de trayectoria. Se ha presentado en eventos
institucionales realizados en La Moneda, así como en el recientemente inaugurado
“cuecódromo” del Parque O’Higgins, llegando a representar a Chile en el “Festival
Internacional Canta Pueblo, La Fiesta Coral de América”, realizado en Argentina.
Así también, la breve trayectoria de Flor de Juanas ha contado con apariciones en distintos
medios de comunicación, tales como CNN Chile, Radio NIU, Radio INJUV, el diario La
Cuarta y El Mostrador, entre otros. Todo en torno a las más de 20 presentaciones que han
realizado durante el 2017, lo que les ha permitido sumar alrededor de dos mil 500
seguidores en su página de Facebook; tener su propia página web y equipo de registros
audiovisuales; y estar autogestionando su primer video clip con un llamado público a sus
seguidores para que participen.
Hay importantes factores socioculturales que influyen en la rápida visibilidad que ha tenido
Flor de Juanas. Lo primero ya lo menciona Villanueva, y tiene que ver con el levantamiento
de un sector de la población en contra de ciertas costumbres que minimizan el papel de la
mujer dentro de la sociedad. Así, en el ámbito de la cueca, lo comprueba el investigador y
sociólogo Felipe Solís, quien revisó dos mil 78 cuecas obtenidas de grabaciones
comerciales, fuentes documentales y discos editados en Chile durante el siglo XX, para la
realización del artículo “La reproducción de valores patriarcales a través de los textos de
cuecas chilenas”, publicado en el número 32 de la Revista Resonancias de la Pontificia
Universidad Católica de Chile el año 2013, en donde una de sus conclusiones es:
“La violencia física y simbólica contra la mujer se justifica cuando se está en este marco
(matrimonio). La infidelidad femenina es completamente demonizada, la consagración a las
labores domésticas y el cuidado de los hijos es enaltecido, y todas las labores económicas
de la mujer están en virtud de su posición de esposa. En el mismo sentido, no deja de
sorprenderme que la única actividad femenina económica independiente y fuera del espacio
del hogar, se ejerza en el espacio del prostíbulo. Si bien las prostitutas están ligadas
íntimamente a la explotación a través de la omnipresente figura masculina, encarnada esta
vez en el proxeneta, es este uno de los pocos estereotipos que subvierten los valores de una
feminidad destinada al ámbito de lo privado, del hogar, de lo doméstico y del cuidado de la
familia. No hay referencias a la mujer obrera o jefa de hogar, ni menos a una mujer
profesional, sino tan solo escuetas menciones al oficio de cantora y al de cantinera, los que,
de todas formas, están ligados al servicio y la entretención”.
Flor de Juanas también atrae las miradas por el hecho de mezclar la murga, una
manifestación artística proveniente de España y popular en países latinoamericanos como
Uruguay o Panamá, con la tradicional cueca chilena.
“Tomamos como referente a la murga en su estructura como show, pues cuenta con un
saludo, un salpicón, un cuplé, reflexión, retirada y bajada, además de la forma de dividir las
voces por cuerdas, es decir: segundas, sobreprima y prima, donde éstas van jugando con
distintas armonías entre sí. También tomamos como referentes sus trajes coloridos y
pomposos, especialmente los de la murga al estilo uruguayo. En cuanto al contenido, la
murga nos influencia con su afán de transmitir una crítica social, sin embargo, nosotras no
abordamos los temas con sátira, como se hace tradicionalmente en este estilo”, explica
Villanueva.
Josi habla con propiedad. De entrada, pese a su clara visón crítica, advierte que ella no se
abandera con ninguno de los movimientos feministas cada vez más recurrentes en Chile, y
aclara que ninguna de las integrantes del grupo lo hace.
Pía Leiva, alias “Picaflor”, es una de las voces que alimentan el sonido de Flor de Juanas.
Ella cree que “las cantoras de hoy están gritando las cosas que por tanto tiempo se han
escondido en el silencio de las mujeres, porque ya es insostenible que salga gente
defendiendo o justificando que a una de nosotras le quiten los ojos por capricho”.
Justamente, la parte más sensible del show de Flor de Juanas se refiere a esto.
“La violencia es el uso inmoderado de la fuerza social, física o psicológica por parte del
agresor para lograr objetivos que van contra de la voluntad de la persona violentada”, parte
diciendo en tono elocuente una de las cantoras a la mitad de la presentación, mientras las
demás integrantes permanecen agachadas, de espalda al público. “La forma más extrema de
violencia contra las mujeres es el femicidio, que se define como el asesinato de una mujer
por parte de quien es o ha sido su esposo o conviviente. En nuestro país, este año, a la
fecha, hay un registro de 74 femicidios frustrados, 31 consumados y un suicidio femicida.
Este delito es la muestra de que en nuestras sociedades aún se cree que el hombre tiene
derecho sobre la libertad y la vida de la mujer”, finaliza ante el silencio total del público,
mientras las demás en el escenario levantan carteles con nombres como Paola Villalobos,
asesinada en abril de este año en Dalcahue, o Lorena Carrasco, ahorcada por su ex esposo
en Antofagasta, entre varias otras víctimas.
Con fecha 24 de noviembre, según datos del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género,
en Chile se registran 37 femicidios consumados y 99 femicidios frustrados, tres más que en
todo el año 2016 (34), aunque por debajo de los 45 femicidios concretados en el 2015 y los
40 del 2014.
Tras un silencio irrompible de poco más de un minuto, el canto al unísono de la murga
cuequera atraviesa la sala: “Para ir buscándole culpas/ suman bestias en la fila/ no hay
culpa que justifique/ lo que le ha hecho a Nabila/ Con retazos de coraje/ viste Carola Barría/
los hilo como una rueca/ a la sombra de sus días”.
Esta es la introducción para el tema titulado Veleidoso, que Flor de Juanas compuso como
respuesta a los casos de Carolina Barría y Nabila Rifo, a quienes sus parejas les arrancaron
los ojos en el año 2013 y 2016, respectivamente.
Canta una voz filosa con reverberación. Los pelos se ponen de punta. Las cantoras se
cubren los ojos con sus pañuelos y una de ellas, de pañuelo negro y rostro en la oscuridad,
baila una cueca solitaria y sombría.
VOCES DE SEDA
Andrea Martínez estuvo desde que el proyecto del canto a la rueda femenino se comenzó a
gestar “a pulso” y recorrió un camino con varios hitos. Arribó desde Santiago al puerto
hace casi una década, “cuando personalmente vivía la euforia de la cueca”. Sin embargo, y
pese a que descubrió múltiples lugares donde el pandero, los acordeones y las guitarras
abundaban, se encontró con un vacío. “No había en Valparaíso una rueda como a la que iba
en Santiago, allá en el galpón Víctor Jara”, cuenta.
En aquel tiempo ya había surgido en la zona central una oleada de mujeres que se atrevía a
cantar a la rueda (aunque mayoritariamente cantaban cueca en escenarios), como en un
principio Las Torcazas, y más adelante Las Niñas o Las Primas, entre otras. Sin embargo,
el canto a la rueda no era algo recurrente en ese momento en la capital de la Quinta Región,
ni siquiera entre hombres, según explica Martínez, quien a sus 32 años es arqueóloga,
investigadora del folclor y cantora.
“La rueda que había acá en el año 2010 la conformaba un colectivo teatral que se llama La
Chilena, integrado por músicos y actores incipientes, entre ellos el Mauro Gutiérrez, Karin
Walker y la Karen “Flaquita” Silva, que además era la única mujer que cantaba harto en la
rueda en ese tiempo. Después de dos años, el grupo se fue juntando con más gente ligada a
la cueca, entre ellas varias chiquillas, como las de Pasión Porteña, con quienes surgió la
idea de hacer la rueda en el tradicional bar ‘Liberty’. Se le propuso esto al dueño, y ahí se
empezó a repetir la junta semana a semana, desde el primer jueves de agosto del 2012”,
explica la cantora, quien además es co-autora de los libros La mujer en la música de la
Bohemia Porteña. Historia de Lucy Briceño (2017); Cueca en Valparaíso. La vida de un
cultor porteño (2014); y Manuel Jorquera. Pintura chilena. Retratos y escenas de la cueca
porteña (2016).
“Pasaba sí que eran los hombres los que tocaban bien, entonces daban los tonos para ellos y
a nosotras nos costaba harto cantar. Así que tuvimos que empezar a aprender más sobre
música e instrumentos para poder darnos nuestros propios tonos. Ahí se dio algo particular,
que era que cuando nosotras les quitábamos la cueca a los hombres, pasaban tres canciones
y ellos se empezaban a ir. No estaban acostumbrados. Decían que se ponía fome. Y
nosotras les discutíamos para que se quedaran y nos apoyaran, porque al final cuando ellos
tocaban nosotras sí les avivamos la cueca”, explica.
“En el 2014 las chiquillas empezaron a ausentarse de la rueda. Varias tuvimos hijos, otras
por cuestiones de trabajo. Yo participaba en un conjunto que se llama Las Mestizas junto a
Manuela Venegas, Karin Walker y Daniela Contreras, pero no nos llenaba lo de ensayar y
componer entre nosotras, se echaba de menos el juego y la dinámica de la rueda. Así que
con el apoyo de la “Flaquita” Silva nos pusimos a hacer un taller de canto a la rueda para
mujeres como nosotras, donde pudiéramos llevar a nuestros hijos. El taller se hacía en el
Centro Comunitario Patio Volantín y era por trueque, así que pedíamos comida para la
once. El primer día llegaron como 50 personas, mujeres de hasta 60 años. Hicimos dos
ciclos, hasta que nos hicieron las gestiones y nos trasladamos a la Isla de la Fantasía, ya no
como taller sino como rueda de cantoras”, revela Martínez.
En el vaivén cultural, las ideas porteñas convergen con las ideas de la capital. Así fue como
este innovador proyecto conquistó a las cantoras jóvenes de Santiago.
“Las primeras que lo hicieron fueron las chiquillas de Valpo. Nosotras empezamos a ver lo
que estaban haciendo, cómo se apoyaban y cómo se enseñaban esto lindo del folclor. Ahí
fue cuando nosotras nos dimos cuenta de que en Santiago podíamos hacer lo mismo, y nos
unimos. Formamos una rueda femenina, una cueca desde el amor, desde el apañe entre
nosotras. El amor que te permite apoyar a la que quiere aprender y guiarla para que sea
mejor. De esta forma nos hemos dado cuenta que a través de este amor es que se avanza
mucho más rápido”, asevera la folclorista Daniela Martínez, quien es parte de la actual
rueda femenina de Santiago.
Las ruedas de cantoras en Santiago durante este año se han realizado los viernes o los
domingos, de forma intermitente, en distintos bares y plazas de la ciudad, entre ellos la
Plaza Yungay o el Parque de los Reyes, los mismos lugares donde los martes, por lo
general, se reúne la tradicional rueda cuequera santiaguina, esa en la que cantan
mayoritariamente hombres, que se extiende hasta después de la media noche y que en los
últimos años ha atraído cada vez a más público, especialmente jóvenes interesados en el
fenómeno festivo de la “cueca urbana”.
Pese a que no se trata de un movimiento masivo, las ruedas de cantoras ya han marcado sus
primeros hitos. Uno de ellos ocurre entre el 10 y el 12 de noviembre, un fin de semana
clave para estas mujeres, ya que se realiza en Valparaíso el Segundo Encuentro Nacional de
Cantoras, organizado justamente por estas jóvenes que intentan estrechar lazos entre
quienes recién inician su camino musical y las más experimentadas.
Es así como, en lo más alto del Cerro Las Cañas se juntan durante tres días un centenar de
cantoras, en su mayoría de la Región Metropolitana y la Región de Valparaíso, aunque con
algunas presencias de la Región del Maule y La Araucanía. Y el caso excepcional de una
cantora que viene desde Argentina, porque cantaba en una rueda de chilenos en el país
trasandino.
“Nos estamos recién conociendo entre nosotras, intentando definir para dónde va la micro,
es por eso que necesitamos que esta instancia sea de las cantoras y para las cantoras.
Tenemos amigos folcloristas que se mueren de ganas de venir, pero esto es para nosotras.
No porque estemos discriminando ni nada; es porque tenemos que partir por organizarnos y
unirnos como mujeres”, explica Andrea Martínez, de la Rueda de Cantoras de Valparaíso,
quienes este año son las anfitrionas del evento.
“El año pasado fue en Santiago, y fue como para juntarnos y conocernos. Nos sirvió para
saber de qué estábamos hablando y explorar un poco. Esta vez es un poquito más
concreto”, agrega.
El Centro Comunitario Cerro Las Cañas alberga a estas entusiastas mujeres. El sector tiene
un aire de campamento. Hay carpas instaladas, hay un salón habilitado como comedor y
dos salas para dormir: una para las que están con sus hijos y otra para las demás.
Entre taller y taller, algunas jóvenes salen a mirar desde las alturas el colorido poblado del
cerro. Se ve el puerto y gran parte de la costa de la ciudad. Es un día particularmente
festivo. Además de la variedad de actividades culturales que hay durante el fin de semana
en Valparaíso, Wanderers, el equipo local, juega la final de Copa Chile contra la U. Se ve
gente vestida con camisetas verdes cargando cervezas para reunirse a ver el encuentro. Una
de las cantoras cuenta que hace un momento vieron que un tipo borracho seguía a una
mujer y la acorralaba a empujones para que no se fuera. “Tuvimos que empezar a gritarle al
huevón para que la dejara tranquila”, relata, “y después le dijimos a ella que se fuera no
más, que no tenía porqué aguantar eso”.
“Hay que cambiar estas cosas. Eso mismo de que si te ven con una amiga te preguntan
‘¿por qué andan solas?’, y una no anda sola. Andamos sin un hombre, que es distinto. Pero
la idea es dejar de sentirse solas por no estar con un hombre. Acá tú nos ves, estamos puras
mujeres, y lejos de sentirnos solas nos sentimos más acompañadas que la cresta”, asegura
Chanel Tuga, que acaba de terminar de dar su taller de percusiones y se asoma a pies
descalzos a la vereda.
Ahí mismo está Daniela Gómez, una cantora que vino desde Santiago al encuentro, quien
reafirma la opinión de sus compañeras, y además muestra parte de lo que ella artísticamente
hace para “luchar contra el machismo desde dentro de la cueca”:
“Como cantoras, además de rescatar la historia que ya se contó, tenemos que contar nuestra
propia historia o responder ante lo que no nos gusta. Una forma de protestar hacia el
machismo dentro de la cueca es justamente con cueca. En base a eso yo hago algo a lo que
le llamamos contracuecas. Así es como, por ejemplo, al verso tradicional ‘Si querís que te
haga un niño, me hay de pagar la hechura, vos creí que no es trabajo hacerte la criatura’ le
modifico y respondo ‘Si queris hacerme un niño, tenis que nacer de nuevo, porque no eres
el primero, que intenta ponerle empeño. Yo no quiero un niñito, esa es la ciencia, disfruto la
vida sin consecuencia; sin consecuencia, ay sí, ando segura porque yo no quisiera tener una
criatura, prefiero estar soltera en primavera’”.
Son varias las cuecas que reescribe esta joven para poder mostrar la respuesta femenina a lo
que dice parte de la tradición folclórica.
“Si estas letras no nos representan, si no estamos de acuerdo con lo que dicen, no tenemos
por qué cantarlas. O sea, si en la rueda los cabros cantan ‘si querís hacerme un niño’,
nosotras pedimos ‘re’ y sacamos la de nosotras. Pero no es algo de mujeres contra hombres;
también hay compañeras que cantan canciones que no son muy amigables con nosotras
mismas. Entonces pensamos que hay que replicar en el acto para que se den cuenta”, afirma
Gómez.
A medida que se acerca la noche del sábado, las actividades formales van terminándose. La
última, y quizás la de mayor intercambio de conocimiento, es el conversatorio con María
Cristina Escobar, cantora y cultura del folclor porteño, quien a sus 75 años quiso compartir
algunas experiencias con las nuevas generaciones, como la conformación del trío femenino
Bermaricris en la segunda mitad del siglo pasado. La charla, a modo de entrevista, se
extiende por más de una hora.
Gran parte de las jóvenes mira a la artista con admiración. Se ríen a carcajadas de su
picardía para contar historias y escuchan atentas cada una de las canciones que María
Cristina preparó para la cita. Mientras ella les cuenta que “jamás había visto tanta chiquilla
dicharachera junta haciendo algo como esto” o su experiencia en tiempos de dictadura
como taxista en el puerto, las botellas de vino y las cervezas amenizan lo que será la
inapagable rueda de cuecas de la noche. Una seguidilla de canciones que se cantará hasta el
amanecer.
En el segundo encuentro
cantan en rueda
se plantan las cantoras
con voz de seda
Las Cantoras
(Carola López)
Carola López, cantautora y payadora nacional, se encamina con las demás mujeres del
encuentro al Centro Cultural La Isla de la Fantasía, que está en un rincón del cerro San Juan
de Dios, y que representa un nido de tradición musical para Valparaíso.
Es la tarde del domingo. En la “Isla” hace poco rato terminaron de almorzar importantes
referentes folclóricos porteños, como Lucy Briceño y Ramón “Huaso” Alvarado. Su
sobremesa son tangos, boleros y cuecas interpretadas por músicos locales más jóvenes
como Dante Escorza o Inti González.
A través de los micrófonos las saludan y mencionan que son las “chiquillas del Encuentro
de Cantoras”. Los asistentes las miran con curiosidad. Ellas se ubican bien al fondo del
patio de la casa, amontonan sus equipajes y sin mayor preámbulo varias se disponen a
bailar. Los silencios entre banda y banda, en cambio, los aprovechan para tomar sus
instrumentos y cantar cuecas.
En uno de esos silencios es que Carola López sube al escenario y recita un brindis en honor
a sus compañeras cantoras. Más tarde, cuando logra hacerse tiempo entre conversación y
conversación con las mujeres que desbordan el lugar, opina:
“Todavía no lo puedo asimilar. Vengo de tres días increíbles. Es algo tan emocionante
poder vivir esto, darse cuenta de que está pasando, sentir el abrazo que nos hemos dado las
cantoras. Yo que pese a ser considerada “nueva” llevo mis años en esto, puedo comparar lo
que pasaba hasta hace poco y ahora, puedo decirte que por muy pequeño que parezca es un
cambio enorme, que espero se afirme y se mantenga. Te sentís acompañada, te sentís
apañada, sin esa inseguridad o timidez de estar sola”.
Respecto al carácter político de las letras y a lo que representa la unión femenina, Caro
amplía el punto de vista y dice que “no se trata de algo estrictamente feminista, que es con
lo que se podrían ligar algunas letras. Porque tampoco la idea es movilizar toda la acción a
eso. Yo creo que una parte de lo que queremos decir puede referirse al feminismo, puede
retratar las injusticias a la que se expone la mujer en sociedad, pero también queremos
hablar de otras cosas, también queremos dedicarnos a escribirle al amor, a los niños o a la
naturaleza. Por eso mismo es importante crear estos espacios para que nosotras tengamos la
libertad de crear en igualdad de condiciones, sintiéndonos apoyadas y aprendiendo entre
todas”.
Las letras de las que habla “Caro” López corresponden a sus composiciones de brindis y
cueca, y atañen a temáticas contingentes. Entre estas cabe mencionar a “Uno que juró
quererte”, que versa en su brindis introductorio: “Brindaré por la mujer/ y alzo mi copa en
albricia/ para que tenga justicia/ y deje de padecer/ que no tenga que temer/ por
pensamientos ajenos/ por actos que no son buenos/ de una violencia sin nombre/ que lo
escuche firme el hombre: / ¡No queremos ni una menos!”. Y luego en la cueca: “Uno que
juró quererte/ quiso acabar con tu vida/ y le ganaste a la muerte/ pese a los golpes y heridas/
te golpeó en la cabeza/ quiso tu muerte/ te dejó abandonada/ tu triste suerte/ tu triste suerte,
ay sí/ sacó tus ojos/ y con maldad sus manos/ tiñó de rojo/ y una ciega justicia/ lo
beneficia”.
Otro tema de López es “La Revoltosa”, con el que ganó el “Concurso Margot Loyola:
Premio a la música de raíz” el año 2016. En su brindis recita: “Brindo dijo una soltera/ no
estoy buscando marido/ y no ando con el vestido/ escondido en la cartera/ Soy mujer
aventurera/ más libre que el mismo viento/ y sé que ni un sacramento/ sella el amor, lo
aseguro/ por eso amores no juro/ ni firmo ni un documento”. Para dar paso a la cueca que
canta: “Yo nunca voy a casarme/ que esa vida es embustera/ prefiero vestir los santos/
disfruto más de soltera/ Las solteras tenemos/ una ventaja/ cambiamos de vestido/ también
de faja/ También de faja, ay sí/ cuando hay parranda/ voy para donde quiero/ nadie me
manda/ No quiero ser esposa/ soy revoltosa”.
Lucy Briceño, de trayectoria destacada en el folclor chileno, tanto así que este año fue
declarada Tesoro Humano Vivo de Chile por el Consejo de la Cultura y las Artes, asegura:
“Claro que era la mujer la que en un principio cantaba la cueca, pero siempre se andaba con
puros hombres. Esto de que anden en un grupo tan yo no lo había visto jamás”.
Dante Maldonado fue parte del grupo precursor de la rueda de cantores de Valparaíso.
Como sociólogo y folclorista, opina:
“Es una experiencia nueva. No me podría aventurar a decir que existe o que se está
gestando un movimiento feminista dentro de la cueca, porque no hay sustancia suficiente.
Sí me parece interesante hablar sobre que se estén instalando nuevos discursos y nuevos
roles en donde la mujer es protagonista. La cultura oficial se matiza con estos nuevos
discursos libertarios que provienen de ideas feministas, todo a través de este soporte que es
el folclor”.
Andrea Martínez explica: “La cueca es una crónica de lo que pasa en el país, es parte del
sustrato cultural. En el propio quehacer de la creación surgen discursos que pueden ser
feministas, pero es porque somos mujeres del hoy y eso es lo que vivimos. No ha sido una
decisión consciente; es un proceso de autoconciencia desde el hacer. Y creo que es muy
bonito que se dé así, porque refleja que hay cambios en nuestro pensamiento que
plasmamos en la creación. A veces se tiende a teorizar mucho y cuando lo llevas a la
práctica te das cuenta de que la gente no tiene las mismas lógicas que ves en la teoría. Es
lindo que la acción hable de ti y no al revés”.
En la década del 70, en medio de la dictadura de Augusto Pinochet, los recintos militares y
las cárceles estaban colmados de detenidos políticos (muchos de ellos y ellas
posteriormente asesinados y desaparecidos). Ante la duda de “¿qué más hacer?”, según
explica Araucaria Rojas en el artículo “Las cuecas como representaciones estético-políticas
de chilenidad en Santiago entre 1979 y 1989”, algunos personajes como Gala Torres,
Apolonia Ramírez y Gabriela Lorca tomaron la iniciativa de formar el Conjunto Folclórico
de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos.
“Se reúnen inicialmente 25 mujeres que, compartiendo la misma dolorida realidad,
comienzan a articular su propio canto, que, en su totalidad, está localizada en lo
denominado ‘raíz folclórica’”, se lee en la investigación publicada en el año 2009 en el
número 212 de la Revista Musical Chilena de la Universidad de Chile.
Dos cuadras al sur del Teatro Caupolicán, por la misma calle San Diego, casi cuatro
décadas después la mujer vuelve a usar como herramienta a la cueca para hablar de lo que
injustamente le está pasando.
Lo hace el conjunto de cueca brava Las Pecadoras, que se presenta un viernes por la noche
en el tradicional Club Social Comercio Atlético, para cantar letras que “pretenden
incomodar”, según el mismo grupo afirma.
Una buena forma para definirlas como artistas es a través de sus propios versos:
“Perdóneme el patriarcado/ si mi rezonga le irrita/ Mas la historia que está escrita/ hoy deja
dos irritados/ De todo lo que ha contado/ solamente usted subraya/ sus proezas, sus
medallas/ olvidando que existieron/ mujeres que combatieron/ como usted en las batallas”.
Las Pecadoras se forman como conjunto musical en Melipilla, el año 2010, bajo la idea de
“insertar en el entorno folclórico un discurso desafiante a través de un repertorio musical
con nuevos contenidos y propuestas, para equilibrar el repertorio cuequero tan marcado por
el puño masculino”, según dicta su biografía en su propia página web. Ahí mismo también
explicitan que creen necesario que este mensaje tenga un enfoque de género “para
incentivar la autovaloración, el conocimiento y reconocimiento social de la participación
de la mujer a lo largo de la historia”.
Daniela Meza es quien escribe las canciones principalmente, y quien idea las melodías
básicas para que la banda después trabaje sobre eso. A la espera de un vaso de vino en el
sector reservado para los artistas en el Comercio Atlético, la cantante y actriz habla sobre el
proyecto:
“Nosotras partimos un poco sin forma. Sabíamos que había que rebelarse de alguna
manera, pero nada más. Después nos pusimos a investigar sobre el feminismo y ahí ya fue
tomando rumbo nuestro discurso, tuvimos una guía. Nos dimos cuenta de que esta opresión
a la mujer pasa en todos los ámbitos. Para parir estás siendo violentada, para trabajar estás
siendo violentada, estás siendo violentada en la casa. Las mujeres que están metidas en la
cueca se dan cuenta que dentro de este mundo también, y surge la necesidad de unirse. Es
una necesidad de apapacharse. Quizás no hay tantas todavía, solo un par de conjuntos
folclóricos enfocados en temas de género, pero ya se pueden escuchar letras feministas
derechamente”.
El local que está en San Diego con Matta se dispone para la presentación de Las Pecadoras.
Entre el público asistente hay varios grupos de mujeres. Algunas pasan a comprar una jarra
de borgoña y toman ubicación cerca de la pista de baile. Más atrás, en los mesones más
grandes, entre las murallas con recuerdos que evocan a los años previos a la dictadura (en el
centro de uno de ellos aparece Salvador Allende), se ubican familias completas. Comen
empanadas fritas. Toman bebida y vino pipeño. El plato fuerte de la noche, con dos mujeres
enfrente y un cuarteto de hombres detrás, se sube a cantar.
“Antes la mujer siempre estaba en segundo plano, todo mucho más recatado. Ahora tú
escuchaste que sonó el primer acorde, la mujer tomó el pañuelo y salió a bailar. Esa ha sido
la evolución que ha tenido la cueca. Las mujeres están dejando una huella grande en la
tradición porque están creando, están cantando sus propias canciones, están retratando lo
que pasa ahora y eso es lo que hay que seguir haciendo. Porque así como la sociedad y el
país cambian, nuestra cultura tiene que ser su reflejo para que nosotros vayamos
entendiendo”.
La cueca sigue sonando de fondo: “No soy una señorita (mía es la culpa) / no soy perfecta,
lo siento (yo no soy así)/ llevo en mí una condena (mía es la culpa)/ mas sin
arrepentimiento (yo no soy así)/ comprenda que no quiero/ ser palomita (mía es la culpa)/
Usted de mí no espere/ una sonrisa (yo no soy así)/ Una sonrisa, ay sí/ guardar silencio (mía
es la culpa)/ ya se acabó este cuento/ de ser objeto (yo no soy así)/ no soy una ternura/ si me
disculpa (mía es la culpa)”.
“La cueca tiene su lado machista. Ahora debería ser menos, porque a los hombres no se les
debería olvidar las grandes exponentes que tenemos del folclor y la cueca femenina.
Hicieron historia la Lucy Briceño, María Ester Zamora, Margot Loyola. Actualmente
tenemos a las Calila Lila, Las Primas, Las Niñas, entre varias más que no tienen nada que
envidiar a grupos de hombres. Yo lo veo aquí todos los jueves. La mujer que canta, que
quiere cantar, llega y se mete a la rueda y canta a la par con un hombre. Ya no ven tan feo
que una mujer se meta a cantar a la rueda. Eso antes era impensado. De todas formas se
mantiene el machismo dentro de la cueca, en distinto grado. Hay algunos que todavía
resisten a estos cambios, pero se van a tener que dar cuenta de que la música es diversa y
para todos”, dice Sáez.
La resistencia de la que habla el administrador del local es algo que Daniela Meza
experimenta con recurrencia. Por lo mismo, asegura, intenta mantenerse al margen de la
escena y dedicarse de lleno a su trabajo.
“Al principio nos llamó harto la atención la resistencia por parte del sector femenino,
porque creo que las mujeres deberíamos estar a favor de nosotras y no en contra de alguien,
ni del hombre ni de nadie. Empezaron a resistirse por nuestro nombre. Al tiro ligaban el
pecado con algo sexual. Por otro lado, hace tiempo atrás fui a una charla y una de las chicas
que estaba ahí, que es de otro conjunto cuequero de mujeres, me tiraba mala onda todo el
rato. Me llegó el rumor de que ellas decían que nosotras les veníamos a quitar la pega y a
cantar tonteras que no tienen que ver con la cueca, porque la cueca no puede ser panfletaria
ni feminista ni política. Por eso me mantengo más bien alejada”, narra la compositora, y
agrega: “Hay otros grupos que también se resisten. No les gusta que cantemos en la rueda.
No les gusta que seamos políticas, izquierdistas, feministas, que es como nosotras nos
reconocemos. Y creo que es imposible no ser política. Porque al no tomar una postura, al
no involucrarte con nada, también tomas una postura. Entonces no puedes no ser política.
Puede que no seas partidista, pero política se es siempre”.
Luis Castro, quien hace más de 18 años es director del legendario conjunto cuequero Los
Chinganeros (activos desde 1940 hasta la actualidad), opina:
“Hay mucha gente que dice que hace cueca pero lo que hacen no es cueca. Mezclan estilos
distintos, fusionan, se van para otro lado. Por ejemplo, los discursos ideologizados lo que
hacen es dividir, y la cueca es todo lo contrario a eso; la cueca lo que hace es unir, unir al
hombre y a la mujer del pueblo con un fin libertario. La cueca del roto chileno no es
política, ni es de derecha o de izquierda. El roto chileno vela por sus costumbres y sus
derechos, por los de su familia y los de su pueblo. Los intereses políticos, se entiende,
vienen desde afuera y la cueca no puede mezclarse con ellos”.
Castro creció en una familia de cultores cuequeros, entre ellos su tío “el maestro” Fernando
González Marabolí. Su trayectoria y el aporte de sus ascendientes a la cultura popular son
muy respetados tanto por creadores como por estudiosos del tema. Él cree que “actualmente
hay un gran desconocimiento de la tradición por parte de la gente” y que por eso “muchos
llegan y se ponen a cantar cueca o a crear cueca sin estudiar la historia de cómo se tiene que
hacer. No hay videos de cómo se cantaba la cueca, ni que expliquen los códigos, entonces
es difícil”.
“Antiguamente, en las chinganas, las mujeres también cantaban. No en la rueda, porque eso
es exclusivamente de hombres, pero sí cantaban cueca. En las casas de canto, por ejemplo,
cuando los dueños de la casa no tenían un hijo, era a la hija a quien le enseñaban la cueca.
No había un egoísmo de decir que porque era mujer no se le iba a enseñar”, complementa.
Daniela Meza, en tanto, reconoce que no se ha interesado en aprender las cuecas antiguas,
“porque simplemente hasta ahora no me ha llamado la atención, sino que todo lo contrario:
al escucharlas he sentido la necesidad de crear algo nuevo, que me represente”. Su
posición, cuenta, es de rebeldía frente a lo que le imponen. Y lo muestra por medio de
versos como los de “Mamita dijo la tele”, que en su letra dice: “Una cosa me di cuenta/
cuando la tele prendí/ que la mujer reluce ahí/ como una imagen violenta/ y quedo muy
descontenta/ con la mala transmisión/ mas nos deja la misión/ de mostrar con esta cueca/
que la realidad está chueca/ porque es mala la intención”.
“Creo que en el "folclor" siempre se están instalando nuevos discursos. Si bien se genera
una pugna entre lo que se considera 'tradicional' o 'puro' y lo que parece ser una invasión
externa, las prácticas tradicionales cambian de forma permanentemente. Considero, por otra
parte, que la cueca se ha encarnado históricamente de discursos contingentes, políticos y de
demandas sociales. De ese modo, el feminismo, sin duda, puede encontrar un sitio de
expresión en la cueca”, detalla la autora de libros como Por la Güeya del Matadero.
Memorias de la cueca centrina (2011) y Memorias de Las Barrancas (2012), entre otros.
Respecto del rol de la mujer en la cueca, Rojas va a la raíz para decir que “según las fuentes
con las que contamos, durante el siglo XIX, la cueca era considerada 'un canto femenino',
en tanto era ejecutada sólo por mujeres 'cantoras'. El Canto a lo Divino era el oficio
desempeñado por hombres y reservado exclusivamente para ellos”.
El escenario en donde se presentan Las Pecadoras la noche del tercer viernes de noviembre
también ha sido ocupado por otros conjuntos cuequeros femeninos. Las Primas son uno de
ellos. Compuesto actualmente por cuatro mujeres, lucen letras como: “Yo quiero un joven
que tenga/ un corazón transparente/ así como el agua clara/ que corre por las vertientes/ De
mirada sincera/ cuerpo fragante/ para querer, yo quiero/ un buen amante/ un buen amante,
sí/ amante fiel/ quiero unos ojos puros/ como la miel/ Y unos labios de menta/ que no me
mientan”.
“Lo que yo observo hoy es que hay un desconocimiento de cómo se articulaban estos
mismos discursos en el pasado, y por eso muchas creen que están haciendo algo nuevo,
cuando en realidad están entregando un mensaje solamente más directo, político,
panfletario... Los medios también caen en este desconocimiento y tienden a creer que esto
es totalmente nuevo, siendo que no es así. Por ejemplo, con Las Primas hacemos una
investigación exhaustiva para conocer los códigos, el lenguaje y los simbolismos femeninos
en el folclor, para no pasar a llevar a los referentes y aprender de ellos”, explica la cultora,
quien además integró el conjunto Las Peñascazo.
Leslie también considera que “este discurso feminista o político no es hegemónico, ya que
en el último tiempo ha habido una oleada de mujeres cantoras, y no todas van por el mismo
camino. En ese sentido, hay un análisis que está comenzando a germinar sobre el futuro rol
de las mujeres en el desarrollo artístico de la cueca, pero todavía está en pañales. Estamos
recién empezando un camino para llegar a un momento de diálogo y cruce de opiniones que
va a ser muy interesante”
Fabiola González, “La Chinganera”, es parte de esta oleada de cantoras que en las últimas
dos décadas han nutrido la música folclórica chilena. La oriunda de la región del BíoBío
cuenta:
“Hay dos movimientos femeninos: uno que es el de la cueca femenina, que lo empezaron
las capitalinas y lo seguimos muchas, entre ellas yo. Y otro es el movimiento del nuevo
folclor chileno, que curiosamente también está integrado por mujeres. Esos son los dos
puntales. Por otro lado, la cueca feminista actual es un movimiento pequeño que recién
comienza y que también es el resultado de estos dos movimientos de los que te hablo.
Primero, porque muchas de ellas partieron como espectadoras del movimiento de cueca
femenina del 2000, y segundo porque muchas otras de ellas fueron alumnas nuestras, de
poesía, de cómo se escribe una cueca o una décima, entre otras cosas. En este nuevo
movimiento están las Flor de Juanas, Las Pecadoras y seguro algunos grupos nuevos más,
pero pocos”.
“No es que minimice la cueca feminista, solo digo que es reciente y aun no tiene resultados
ni impacto, está en proceso, entonces es difícil de analizar”, puntualiza.
Pese a la conexión que puedan tener los discursos feministas de hoy con los que surgieron
en dictadura con la denominada “Cueca sola”, las condiciones para atender las demandas
actuales son muy distintas.
Respecto a eso, y sobre las experiencias de creación folclórica con discursos feministas y
de igualdad de género, habrá que esperar y ver si estas manifestaciones se siguen
masificando dentro de la cueca para así poder medir su impacto dentro de la tradición y la
vida social chilena.
En lo musical, Luis Castro, pese a su crítica rescata que “la diversificación de la cueca, así
como su acercamiento a los jóvenes a través de la cueca brava, está ayudando a que la gente
esté volviendo a bailarla y cantarla”.
“Sea o no sea cueca, esté bien o mal, eso la va a decir el tiempo. La cueca ha llegado a la
juventud y eso es muy importante, sea cual sea el camino. Entre todos los jóvenes que se
encantan con la cueca actual, hay uno o dos que se entusiasman y van a la raíz, y eso es lo
que vale”, asegura.
En el Comercio Atlético, mientras tanto, las mujeres presentes responden y cantan las
cuecas de Las Pecadoras. Brindan al escenario en una celebración tácita con la mujer que
canta y que representa parte del discurso en común de muchas de ellas.
Fuentes Vivas
Daniela Martínez, cantora integrante del conjunto de cueca chilena Las Mononas.
Contacto: +56 9 568 341 82
[email protected]
Lucy Briceño, cultura del folclor nacional y Tesoro Humano Vivo de Chile.
Entrevistada en La Isla de la Fantasía el domingo 12 de noviembre.
Fabiola González (“La Chinganera), investigadora, cantora y cultora del folclor chileno.
Contacto: +56 9 3131 1897
[email protected]
Fuentes Documentales
CLARO, Samuel; PEÑA, Carmen; QUEVEDO, María Isabel. Chilena o Cueca tradicional.
Santiago de Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile. 1994.
SOLÍS, Felipe. “La reproducción de valores patriarcales a través de los textos de cuecas
chilenas”. En: Resonancias, N°32. Santiago: Pontificia Universidad Católica de Chile,
2013.
GARCÍA, Marisol (2017). “Las nuevas cantoras”. La Tercera, 15 de septiembre del 2017.
Visto en web: http://www.latercera.com/noticia/las-nuevas-cantoras/#
MAIRA, Manuel (2010). “Los nombres jóvenes que renuevan la cueca”. La Tercera, 18 de
septiembre del 2010. Visto en web: http://diario.latercera.com/edicionimpresa/los-nombres-
jovenes-que-renuevan-la-cueca/