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1 - Gruzinsiki Cap 2 Mezclas y Mestizajes

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Col ecci ón dirigida por Manuel Cruz Serge Gruzinski

El pensamiento mestizo
ÚLTI MOS TÍ TULOS PUBLICADOS
1. Ví ct or Gómez La dignidad
2. Enrique Gil Calvo El destino
3. Javier Sábada El perdón
4. Francisco Fernández Buey La barbarie
5. Gabriel Alfaiac La muerte
b. Aurelio Arteta La compasi ón
7. Carlos Thiebaut Vi ndi caci ón del ciudadano
8. Tzvetan Todorov El j ardín imperfecto
9. Manuel Cruz Hacerse cargo
10. Richard Rorty Forjar nuestro país
11. Jürgen Habermas La constelación posnacional
12. Serge Gruzinskr El pensamiento mestizo
13. JacquesAttali Fraternidades
PAIDÓS
Barcelona • Buenos Aires • Méxi co
Tít ul o original:
La penses métisse
Publicado en francés, en 1999, por
Fayat-d, París
Traducci ón de
Enrique Folch Gonzál ez •
Diseño de
Mario Eskenazi/ Diego Fei j óo
Libro publicado con ayuda del Ministerio ,
Francés de Cultura - Centre ISIational du
Livre
Quedan rigurosamente prohibidas sin auto-
rización de los titulares del copyright bajo
las sanciones establecidas en las leyes, la re-
producción total o parcial de esta obra por
cualquier medio o procedimiento, compren-
didos la reprografía o tratamiento i nformá-
tico, y la distribución de ejemplares de ella
mediante alquiler o préstamo público.
©
1999 Librairie Art héme Fayard
©
2000 de la t raducci ón, Enrique Foich
Gonzál ez
©
2000 de todas las ediciones en castellano,
Ediciones Paidós Itsérica, S.A,
Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona
y Editorial Paidós, SAICF,
Defensa, 599- Buenos Aires
http:/ / www.paidos.com
ISBN: 84-493-0943-3
Depósito legal: B. 38.129/ 2000
Impreso en A& M Gráfi c, S.L.,
Santa Perpetua de Mogoda (Barcelona)
Impreso en España - Printed in Spain
CAPÍTULO 2
Mezclas y mestizajes
«Mezcla ecléctica de punk rock y de worlá music -ragarrock m u n d i a -
lista, si se quiere-, el tercer álbum de estos ingleses de origen indio,
que trabajan ahora a diio, es el antidoto perfecto para la falsa "espi-
r i t u a l i d a d " d e grupos c o m o K u l a Shaker. Tjinder S i n g h , líder y
songwñter, explor a aquí u n a t r a m a de influencias múltiples, desde
u n Brimful of Asha fantásticamente pop que reencarna súbitamente a
C o r n e r s h o p en u n a especie de Beatles-Tandori, hasta el/unk años
setenta cheap, pasando por escapadas tecno todavía más cheap, algu-
nos k i l o s de hip hop p e r f u m a d o de cannabis y el/olk d e l norte de l a
India.» ^
Esta crítica musical, como muchas otras que ¡x)demos leer h o y e n
día e n los periódicos, se distingue tanto p o r el estilo y las ideas que
encadena a toda velocidad como por la materia que aborda. No se nos
escatima nada. La cascada de términos técnicos, los deslizamientos
entre la lengua autóctona y el inglés, el guiño al mundialismo, la insis-
tencia e n los híbridos («estos ingleses de origen indio», «una especie de
Beatles-Tandori») a l i m e n t a n u n a prosa que i m i t a l a música que
comenta. La acumulación de vocablos disimula m a l u n a incapacidad
de definir el álbum de Cornershop; el comentario evoca únicamente
«la mezcla», «el eclecticismo», la «trama de influencias múltiples». E l
ejemplo revela l a pobreza de las representaciones y de los discursos
suscitados por l a aceleración y l a intensificación de las mezclas e n
nuestro planeta
38. Liberation, «Sél ect i on disques, rock», 25 y 26 de octubre de 1997.
Un idioma planetario cios intermedios situados entre Occidente y sus antiguas posesiones,
la emergencia de «marcos conceptuales híbridos que producen nue-
QLIC lo «híbrido» y lo mesi izo puedan coexistir al mismo tiempo t|ue lo vos modos de conocimiento». • • Estas ideas prosperan en los campus
étnico en nuestros periódicos y en las pimtallas de nuestros televisores de Estados Unidos y en los medios intelectuales surgidos de los terri-
no es solamente u n indicio de la confusión que reina en las mentes. E l torios que Europa occidental colonizó n o hace mucho. E l elogio de
fenómeno manifiesta asimismo la aparición de u n «idioma planetario». la criollidad en las A n t i l l a s francesas ofrece u n a versión de ello que
Detrás de sus aproximaciones, este discurso, que está en vías de tri- pone el acento e n «el conglomerado interaccional o transaccional de
vialización, n o es tan neutro n i t a n espontáneo c o m o parece. E n él los elementos culturales caribeños, europeos, africanos, asiáticos o
podemos ver el lenguaje de reconocimiento de nuevas élites interna- levantinos que e l y u g o de l a H i s t o r ia h a r e u n i d o e n e l m i s m o
cionales cuyos desarraigo, cosmopolitismo y eclecticismo admite n suelo».'*^
todo tipo de préstamos de las «culturas del mundo». Correspondería a Conviene tener en cuenta este «idioma planetario», aunque sólo
u n fenómeno social y a u n a l o m a de conciencia en el seno de estos sea para separarse de u n lenguaje de moda o de ideologías c^ue ocupan
medios acostinubrados a consumir todo lo que el globo les ofrece, ' y u n espacio cada vez mayor, Esto n o impide que, a pesar de sus excesos,
en los que lo híbrido parece estar destronando a lo exótico. Es u n a la crítica posmoderna se haya mostrado a veces acertada,'" y que
m a n e ra nueva - a menos que veamos e n ella u n a variante del viejo muchos creadores, artistas y escritores aporten a las mezclas del
cosmopolitismo e u r o p e o- de tomar distancia en relación c o n e l n m n d o i l u m i n a c i o n e s nuevas que las ciencias sociales n o siempre
medio de origen y de distinguirse del resto de las poblaciones."' Y tam- proporcionan. Entre otras muchas, la obra de Édouard Glissant ofrece
bién es u n a forma de poner e n el mercado nuevos productos ador- u n destacado ejemplo de ello.'
nándolos con u n aura seductora. Los publicistas del perfume lanzado Sea o n o p r o d u a o de una moda, de Brasil a París, de México a Lon-
por u n gran modisto japonés, Jungle para hombre, encuentran acen- dres, el fenómeno de las mezclas es objetivamente indiscutible. A u n -
tos mesiánicos para describir u n nuevo paraíso terrestre «lleno de que reconozcamos que todas las culturas son híbridas y que las
colores»: «Rs urbano, como u n grafito, mestizo. Es lejano, poético, idea- mezclas se r e m o n t a n a los orígenes de la historia del hombre, este
lizado y m u y pacífico [...|. Es el m u n d o de mañana, u n auténtico mesti- fenómeno n o se puede reducir a la fomiulación de una nueva ideolo-
zaje». Sólo se trata, por supuesto, del m u n d o de los clientes de Kenzo. gía surgida de la globalización. Es a l a vez t r i v i a l y complejo. Trivial
Este i d i o m a planetario también es l a expresión de u n a retórica porque lo encontramos a distintas escalas a lo largo de la historia de la
más elaborada que se pretende p o s m o d e m a o poscolonial, donde h u m a n i d a d y porque hoy en día se ha vuelto omnipresente. Y com-
lo híbrido permitiría emanciparse de u n a m o d e r n i d a d condenada plejo porque parece inasequible en cuanto tratamos de superar los
p o r occidental y unidimensional.' Sus portavoces localizan, en espa- electos de la moda y de la retórica que lo rodean.
39. Véase el ensayo de Jonathan Frledman en Featherstone y Lash (comps.), Spa- 43. Ibidem, pág. 331.
ces of Culture: City, Nation, World. 44. Homi Bhabha, The Location of Culture, Londres, Routledge, 1994; P Gilroy,
40. Los desfiles de moda de Jean-Paul Gaultier o los espectáculos de Peter Sellars Tfiere Ain' t No Black in the Union Jack, Londres, Hutchinson, 1987; D. Hebdige,
son reveladores de este fenómeno, tanto por los modelos que presentan como por el Subcuiture. The Mleaning of Style, Londres, Methuen, 1983. Véanse asimismo las
público que reúnen. reflexiones de Homi Bhabha sobre el concepto de hibridez en contextos coloniales y
41. Sobre las relaciones entre lo posmoderno y lo poscolonial, véase Walter D. Mig- poscoloniales,
nolo, The Darl<er Side of the Renaissance. Literacy, Territorialiíy and Colonization, 45. J. Bernabé y otros, Éloge de la créolité, París, Gallimard, 1989, pág. 26.
Ann Arbor, The University of Michigan, 1995. 46. Véase Néstor García Canclini, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir
42. De ahí el concepto de colonial semiosis, que designa un campo de estudio que de ta modernidad, Méxi co, Consejo Nacional para tas Artes, Grijalbo, 1990, y la
hace hincapié en las interacciones semióticas y en las apropiaciones y las resistencias reval ori zaci ón de la noci ón de hibridez.
que emanan de las periferias (Mignolo, 1995, págs. 7-8). 47. Édouard Gtissant, Poétique de la relation, París, Gallimard, 1990.
Las relaciones entre el mestizaje biológico y el mestizaje cultural
Incertidumbres y ambi güedades del lenguaje
tampoco son claras; el nacimiento y l a multiplicación de individuos
mestizos es u n hecho; y el desarrollo de formas de vida mixtas prove-
Todavía relativamente poco explorada y, p o r tanto, apenas f a m i l i a r
nientes de fiientes mtíltiples es otro hecho, n o forzosamente ligado a l
para nuestras mentes, a la mezcla de seres y de imaginarios se la llama
precedente. Además, si planteamos la cuestión en estos términos, olvi-
mestizaje, sin que sepamos exactamente qué encubre este término y
damos las relaciones de lo biológico y l o c u l t u r al c o n lo social y l o
sin que nos interroguemos sobre las dinámicas que designa. Juntar,
político. Si a ello le añadimos la trivialización de la palabra mestizaje,
mezclar, tramar, cruzar, enfrentar, superponer, yuxtaponer, interpo-
comprenderemos p o r qué toda esta confusión invita a algunos a
ner, traslapar, pegar, fundir, etc., son palabras que se aplican al mestiza-
rechazar una noción tan pesadamente connotada
je y que cubren con u n a profusión de vocablos la imprecisión de las
descripciones y la vaguedad del pensamiento.
La idea a la que la palabra mezcla remite n o sólo tiene el inconve-
El desafío de las mezclas / y;,/: ;
niente de ser vaga. E n p r i n c i p i o, se mezcla l o que n o l o es, cuerpos
puros, o colores básicos, dicho de otro modo, elementos homogéneos,
Por lo demás, el fenómeno de la mezcla se h a convertido en u n a reali-
exentos de toda «contaminación». Percibida c o m o u n pasaje de l o
dad cotidiana, visible en nuestras calles y en todas nuestras pantallas.
homogéneo a lo heterogéneo, de lo singular a lo plural, del orden a l
M u l t i f o r m e y omnipresente, asocia seres y formas que a priori nada
desorden, l a idea de mezcla acarrea por tanto connotaciones y aprio-
debía aproximar. E l choque de estilos y de ciudades en Belém n o es
rismos de los que hay que desconfiar como de la peste. Lo m i s m o ocu-
u n ejemplo aislado. H o y en día podemos pasar en pocas horas de las
rre con el término «hibridez».
mezclas de Moscú, donde los anuncios de C a l v i n Klein escoltan a las
Estas resonancias se encuentran en l a noción de mestizaje. Y las
estatuas de Lenin, a las de México, donde las indias de las calles deam-
distinciones que introducimos de ordinario entre «mestizaje biológi-
b u l a n entre las torres de Reforma, y a las de Tourcoing, donde, e n el
co» y «mestizaje cultural» n o hacen más que acrecentar nuestro males-
barrio de m i infancia, u n a población francomagrebí se adapta a los
tar. El mestizaje biológico presupone la existencia de grupos humanos
vestigios de las viviendas obreras y a l a cascara arrogante e i n c o n -
puros, físicamente distintos y separados por fronteras que la mezcla de
gruente de u n a escuela de arte contemporáneo. Estas vecindades y
los cuerpos, bajo el imperio del deseo y de la sexualidad, vendría a pul-
estas presencias que nos sorprenden por todas partes, y que a algunos
verizar."" A l activar circulaciones e intercambios y provocar desplaza-
nos i n c o m o d a n , atrepellan nuestros puntos de referencia. ¿Un
mientos e invasiones, l a historia pondría p o r tanto fin a l o que l a
m u n d o moderno, homogéneo y coherente habria cedido súbitamen-
naturaleza habría delimitado o r i g i n a l y biológicamente, u n presu-
te el paso a u n universo posmoderno, fragmentado, heterogéneo e
puesto incómodo para todos los que intentan deshacerse de la noción
imprevisible? :
de raza. E n cuanto a la noción de «mestizaje cultural», está cargada de
Sobre esta cuestión, las ciencias sociales empiezan a proporcionar-
ambigüedades ligadas a l concepto m i s m o de cultura, u n a cuestión
nos pistas e iluminaciones. U n a antropología porfinaligerada de su
que retomaremos más adelante.
fascinación por los pueblos salvajes y u n a sociología sensible a la mez-
cla de los modos de vida y de los imaginarios tienen m u c h o que ense-
48. Aunque, como recuerda muy bien Carmen Bernand, originariamente la noci ón íiamos sobre el alcance y el sentido de las mezclas que se desarrollan
de mestizo no se refiere a la mezcla bi oi úgi ca, sino a una el ecci ón pol ít i ca: en la
p o r todas partes ante nuestros ojos. La obra pionera de Jean-Loup
España medieval, ios " mi stos» o mestizos eran ios cristianos que prefirieron aliarse
con losmusulmanes contra el rey Rodrigo ÍC. Bernand, Mestizos, mulatos y ladinos Amselle, Logiques métisses, mostraba lo que l a experiencia africanista
en Hispano-América: un enfoque antropológico y un proceso histórico, dact.,
1997). puede aportar a u n debate cuyos términos contribuyó ampliamente a
clarificar. Más cerca de nosotros, u n especialista del área caribeña, A l interesarse p o r l a problemática d e l «cambio cultural», de l a difu-
M i c h e l Giraud, realizó u n a reflexión paralela sobre esta región del sión, de l a asimilación y de la aculturación," algunos antropólogos
m u n d o . " Por su parte. Fran^ois I,aplantine y Alexis Nouss recordaron anglosajones h a n establecido la tipología de los modos de contacto
la importancia del mestizaje en la historia de las sociedades humanas -«roce, penetración, ajuste...»- y de los modos de difusión -«disemina-
y subrayaron las singularidades de l o que es a l a vez u n c a m po de ción, dispersión...»- y h a n elaborado u n a serie de categorías que per-
observación y u n d o m i n i o del pensamiento.' Hace algunos años, Car- miten delimitar mejor las condiciones y las modalidades de la mezcla,
m e n Bernand y y o m i s m o decidimos releer la historia del Nuevo a falta de i l u m i n a r sus mecanismos.
M u n d o centrándonos en los fenómenos de mostizíije. de los c|ue reali- Sin embargo, la relación entre mestizaje y aailturación se debe al
zamos u n primer inventario.' • antropólogo mexicano Gonzak) AgLÜrre Beltrán. En un notable aniUisLs
Pero ¿puede i m a sola disciplina resolver la cuestión de los mestiza- histórico del «proceso de aculturación» en el México colonial y contem-
jes? Para ello, se necesitarian ciencias «nómadas», preparadas para cir- poráneo, demuestra que los mestizajes son u n resultado de «la lucha
a i l a r del folclor a la antropología y de la comunicación a la historia entre la cultura eurojiea colonial y la cultura indígena. Ul Los elementos
del arte. La cuestión atañe lanío a la demogi-afía histórica, a la genea- opuestos de las culturas en contacto tienden a excluirse mutuamente, se
logía y a la historia de la familia, o a la historia social, como a la histo- enfrentan y se oponen unos a otros; pero, al m i s mo tiempo, tienden a
ria de las religiones o a l a lingüística. Estos cruces de disciplinas penetrarse mutuamente, a conjugarse y a identificarse».' Este enfrenta-
todavía están por llegar y queda m u c h o por hacer, pero las aportacio- miento es lo que permite «la emergencia de una cultura nueva - l a cultu-
nes de la antropología cultural y de l a antropología de la religión n o ra mestiza o mexicana- nacida de la interpretación y de la conjugación
son de ningún modo despre-ciablcs." de los contrarios. Rsta cultura se desarrolló a cambio de innumerables
La primera h a recordado que «las culturas pueden mezclarse casi vicisitudes t|ue desembocaron en su consolidación definitiva c o n el
sin límite y n o solamente desarrollarse sino también perpetuarse».^' triunfo de la revolución de 1910».'" A l evidenciar la elaboración de u n a
medicina mestiza Aguirre Beltrán describe de manera concreta la emer-
49. Jean-Loup Amselle, Logiques métisses. Anthropologie de l' identité en Afrique gencia de u n sistema coherente de ideas y de prácticas, '
et ailteurs. París, Payot, 1990. Por " lógica mest i za», Amselle designa «una aproxi-
maci ón continuista que I... ] pondría el acento en la no di st i nci ón y el sincretismo U n tipo particular de mezcla h a suscitado numerosos trabajos:
ori gi nari o» (pág. 10), «una mezcla cuyos componentes no se pueden separar» (pSg. el mestizaje de las creencias y de los ritos, o, si se prefiere, el sincre-
248). Nuestra aproxi maci ón es diferente en la medida en que trata de (os procesos de
const rucci ón de los mestizajes. t i s m o religioso. Este término tiene u n a larga h i s t o r i a q u e se
50. Michel Giraud, «La créol i té: une rupture en trompe l' oeil», en Cahiers d' études
r e m o n t a a l menos hasta Plutarco. E n el c a m p o de l a antropología
africaines, 148, xxxvii-4, 1997, págs. 795-811. Contiene útiles referencias biblio-
gráfi cas. religiosa, h a hecho felices a los especialistas de las religiones afro-
51. FranQois Laplantine y Alexis Nouss, Le métissage, Paris, Flammarion, 1997. Los
autores defienden una definición del mestizaje que tambi én se présenla como un ideal:
«El mestizaje es una composición cuyos componentes mantienen su integridad» (págs,
8-9), «El mestizaje no es la fusi ón, la cohesión, la osmosis, sino la confront aci ón y el 56. Definido por Redfieid en 1935 y retomado por muchos investigadores nortea-
di ál ogo» (pág. 10). A nosotros nos parece que esto supone encerrar el fenómeno en mericanos, este concepto fue aclimatado en Francia por Alphonse Dupront y Natban
limites demasiado estrechos y extremadamente difíciles de establecer en la prácti ca. Wachtel. En la bi bl i ografía del libro de Nathan Wachtel La visión des vaincus, París,
52. Carmen Bernand y Serge Gruzinski, Histoire du Nouveau Monde, 1, II, Les Gallimard, 1971 (trad. casL: ¡.os vencidos, Madrid, Alianza, 1976), encontraremos
métissages. París, Fayard, 1993 (trad. cast.: Méxi co, FCE, 1999). Recordemos, a valiosas indicaciones.
títul o indicativo, los trabajos pioneros de Konetzke (1983) sobre el mestizaje bioló- 57. Gonzalo Aguirre Bel t rán, El proceso de aculturación, Méxi co, Universidad Ibe-
gico en Améri ca Latina, roamericana, 1970 (1= edición, 1958).
53. Canclini (1990, pSg, 15), 58. Ibídem, pág. 37. En otra región de Améri ca, el Caribe, la síntesis l i ngüísti ca y
54. No es el objetivo de este libro ni de este capít ul o hacer un balance, ni siquiera cultural realizada por los habitantes de las Antillas suscitó, con el nombre de criolli-
somero, de las investigaciones sobre el mestizaje. Nos contentaremos con evocar las zaci ón, el interés de los investigadores y de los escritores de esta parte del mundo
interrogaciones que han jalonado nuestra refl exi ón. (véase Giraud, 1997).
55. Altred L. Kroeber, Culture Patternsand Processes, Nueva York y Londres, First 59. Gonzalo Aguirre Bel t rán, Medicina y magia. El proceso de aculturación en la
Harbinger Books, 1963, pág, b7. estructura colonial, Méxi co, Instituto Nacional Indigenista, 1973, págs. 275-277.
brasileñas. " Éstas constituyen u n terreno privilegiado, puesto que plejidad."' E l sincretismo se califica sucesivamente de proceso cons-
retinen las influencias cruzadas de las culturas africanas, a m e r i n - ciente o inconsciente, objetivo o subjetivo, permanente o transitorio.
dias y cristianas. U n a investigación reciente cuenta n o m e n o s de También puede remitir a elementos incompatibles o estructuralmen-
ciento c i n c u e n t a libros q u e a b o r d a n e l s i n c r e t i s m o religioso."' tc análogos. Las conclusiones de los especialistas confirman las obteni-
A l g u n o s h a n visto e n el sincretismo brasileño u n a máscara desti- das en Brasil: hablan de «la naturaleza Huida y dinámica, en constante
n a d a a c a m u f l a r algunas supervivencias; y otros, u n a verdadera devenir, de las diferentes realidades indígenas y mestizas».'" «Lejos de
estrategia de resistencia a la cristianización, establecida para salvar resolver las ambigüedades que existen, l a negociación (y cventual-
algunos de los «muebles» del paganismo local. Por último, algunos mente. el conflicto) que se instaura entre grupos portadores de mode-
autores q ue h a n d e s m o n t a do sus m e c a n i s m o s l a h a n presentado los distintos no cesa de crear otras nuevas.» Pero si es indiscutible que
c o m o u n bricolaje, u n patchwork o u n a «amalgama indigesta».'' el sincretismo se h a de remitir a situaciones inestables y contradicto-
Para extraer mejor l a especificidad de estos fenómenos e n el u n i - rias, también es preciso disponer de los medios para aprehender estos
verso afrobrasileño. también se h a n invocado nociones controver- contextos y estas relaciones de otro m o d o que calificándolos de «flui-
tidas c o m o la de escisión (Roger Bastide). dos y dinámicos».
La lectura de estos estudios revela que el término sincretismo l a extensión del término a dominios distintos del de la religión no
posee sentidos múltiples, e incluso contradictorios, y que se puede ha hecho más que complicar la situación. En la m e d i c i n a la literatura,
aplicar a situaciones extremadamente dispares: confluenci a de las la filosofía la ciencia y las artes, se h a n identificado múltiples formas
prácticas y de las creencias, paralelismo, mezcla, fusión... De hecho, de sincretismo. Nociones como las de arreglo aproximado (Balandier)
todas estas distinciones terminológicas reflejan m a l la complejidad o doble causalidad ÍBastide) invitan por otra parte a considerar toda
de las situaciones y de su variabilidad. ¿Podemos realmente propo- situación como sincrética. Bien mirado, ¿no es acaso sincrético el con-
ner categorías globales si «cada caso es único»?'" U n m i s m o fenó- j u n t o de l o real, l o que hace d e l concepto de sincretismo algo t a n
m e n o puede, p o r otra parte, adoptar formas diferentes: e l c u l t o general que lo vuelve superfluo?
afrobrasileño llamado Tambor de M i n a e n Sao Luis d o Maranháo y No sorprende por tanto que l a idea misma de sincretismo resulte
que se desarrolla en l a Casa da M i n a presenta sincretismos que anali- problemárica. cuando n o inútil. Condenada por u n a parte de los
zaremos e n términos de paralelismo pero también a veces en térmi- antropólogos, acusada de reductora o de impresionista,' a m e n u d o
nos de convergencia. Si b i e n se m i r a , m u c h o s rituales sincréticos cargada de connotaciones negativas, t e r m i n a por designar u n fenó-
parecen manifestar una especie de «equilibrio inestable» pero dura- meno confuso y artificial, sinónimo de promiscuidad, de impureza o
dero entre tradiciones diversas, antes que estados tajantes y fáciles de contaminación.'" Los términos mezcla, mestizaje y sincretismo
de inventariar. crean u n m i s m o sentimiento de confusión, cuando n o suscitan l a
E n el d o m i n i o mexicano, la proliferación de las definiciones y de duda o la repulsa. ¿Cómo explicarlo? ' '
las categorías elaboradas por los investigadores también produce per-
60. Sergio Figueiredo Ferretti, Repensando o sincretismo, SAo Paulo, Edusp, 1995, 64. Véase la síntesis de Alessandro Lupo, -Síntesi s controvertidas. Consideraciones
pág. 90. Plutarco utiliza la palabra sincretismo para designar la uni ón circunstan- en torno a los l ími t es del concepto de si ncret i smo», en Revista de Antropología
cial de individuos liabitualmente opuestos unos contra otros; Erasmo la aplica al Soc/ a/ , 5, 1996, págs. 11-37.
frente que forman los humanistas y los luteranos; mientras que en el siglo xvii indica 65. Lupo (1996, pág. 23).
la armoni zaci ón de doctrinas y de corrientes filosóficas diversas. 66. Marcello Carmagnani, .Adecuaci ón y recreaci ón: cofradías y hermandades de
61. Figueiredo Ferretti (1995). la región de Oaxaca», en L' Uomo, 2, 1989, pág. 245.
62. Ibídem, pág. 88. 67. Lupo (1996, pág. 12).
63. Ibídem, pág. 92, 68. Figueiredo Ferretti (1995, pág. 89).
Berlín, 1992. Pensar lo intermediarlo las dos herencias, occidental y a m e r i n d i a , tienen de supuestamente
auténtico».
U s diíicTiluidcs para pensar la mezcla no son exclusivas del d o m i n i o Kl interés que hoy en día suscita la cuestión de la frontera respon-
de las ciencias sociales. Incluso u n íenómeno físico en apariencia tan de en parte a estas preocupaciones. C o m o lo muestran numerosos
simple' c o m o l a mezcla de fluidos - a l a que evitaremos reducir el ejemplos, u n a frontera es a m e n u d o porosa, permeable y flexible: se
mestizaje de los cuerpos y de las culturas- permanece, al decir de los desplaza y puede ser desplazada. Pero nos cuesta m u c h o pensarla e n
científicos, como «un proceso imperfectamente comprendido». cuanto se muestra real e imaginaria a la vez, o infranqueable y transi-
La complejidad del universo social e histórico n o es la única res- table, como ese límite, casi invisible, que, en diciembre de 1992. dividía
ponsable de nuestra incomodidad. La comprensión del mestizaje tro- aún a las dos ciudades de Beriín. E n algún lugar entre Kreuzberg y
pieza c o n hábitos intelectuales que c o n d u c en a preferir conjuntos Mitte. siguiendo l a calle H e i n r i c h Heine, el m u r o , aunque destruido
monolíticos antes que espacios intermediarios. Efectivamente, es más hacia tres años, seguía separando maneras de andar, de mirar, de gesti-
fácil identificar bloques sólidos que intersticios sin nombre. Preferimos cular y de vestir. E l paso instantáneo de u n universo a otro -de u n a
considerar que «todo lo que paixKV ambiguo sólo lo es en apariencia, y acera a otra, de una grisalla a o t r a - ya n o producía más que una sensa-
que la ambigüedad n o existe».' Las aproximaciones dualistas y mani- ción física, u n a impresión de extrañeza. Las partes antes separadas
queas seducen por su simplicidad y, cuando se escudan en l a retórica parecían soldadas de nuevo si n haberse convertido todavía e n u n a
de la altcridad, confortan a las conciencias a l tiempo que satisfacen sola pieza.
nuestra sed de pureza, de inocencia y de arcaísmo. Probablemente, esta sensación de inconclusión -¿respecto a qué
Podemos reducir así la historia de la conquista de América a u n modelo de referencia?- n o era más que u n a ilusión, nacida de u n a
enfrenta miento destructor entre buenos indios y malos europeos, incapacidad de concebir los espacios entre dos mundos. ¿Se estaba ges-
con la convicción y l a buena fe que poníamos antaño e n oponer los tando u n a dinámica híbrida tras el aparente triunf o de Occidente?
salvajes de América a los conc]uistadores civilizadores. Esta manera ¿Qué intermediarios, qLié pasadores circulaban entre las dos ciudades
de ver las cosas petrifica y empobrece l a realidad al e l i m i n a r todo y sus moastmosas herencias? ¿Dónde situar, por ejemplo, a los vende-
tipo de elementos que desempeñan papeles determinantes: los inter- dores asiáticos cuyos puestos cubierios de nieve atestaban el metro de
cambios entre u n m u n d o y otro, los cruces, pero también los i n d i v i - Schónhausen Allee? ¿Dónde situar a los gitanos que mendigaban en
duos y los grupos que ofician de intermediarios, de pa.sadores, y que la estación de Alexanderplatz? En Berlín, el amontonamiento de épo-
transitan entre los grandes bloques que nos gusta identificar. En rea- cas añade otras fronteras: el transeúnte que se entretenía en los vesti-
lidad, estos espacios de mediación h a n tenido u n papel esencial en la gios de la estación de Anhalt, en otro tiempo la mayor y más célebre
historia, c o m o se h a recordado a propósito de l a colonización del de la ciudad, n o ignoraba que había sido destruida e n 1943. cerrada
N u e v o M u n d o : «En los espacios in between creados p o r l a c o l o n i z a - por los soviéticos en 1957 y dinamitada por el Senado de Berlín occi-
ción, aparecen y se desarrollan nuevos modos de pensamiento cuya dental en 1961, antes de ser reducida a l aspecto m o m i f i c a d o de u n a
vitalidad reside e n su capacidad de transformar y de criticar lo que ruina ant igua. La complejidad es a la vez u n a cuestión de espacios y de
temporalidades.
U n filme evoca suntuosamente este estado del intervalo, Europa
69. En comparaci ón con el dominio de la historia y de la cultura.
(1991). En él, Lars v o n TVier desvela el caos de u n a sociedad exangüe
70. Julio Ottino, «La mezcla de fluidos», en Le chaos. Dossierpour la science, enero
de 1995, pág. 94.
71. Mugues Neveux, »Les seigneuries trangaiseset lesconcepts de Grund-und-Guts-
herrschaít* , en Historie und Eigen-Sinn. Festschríft fürJan Peters zum 65 Geburs-
tag, Weimar, Verlag Hermann Bohiaus Nachfolger, 1997, pág. 104. 72. Mignolo (1995, pág. XV).
que apenas emerge de u n régimen totalitario, u n a A l e m a n i a devas- El desgaste de una categoría
tada p o r la guerra y que se precipita hacia lo desconocido, converti-
da en la presa de u n porvenir sin nombre. La A l e m a n i a de Europa, la Para aprehender las mezclas, hay que empezar por desconfiar del tér-
de 1945, es u n a «zona extraña» segiin la expresión de Lars v o n Trier. m i n o «cultura», desgastado por generaciones de antropólogos, sociólo-
Es emblemática de los m u n d o s intermediarios, surgidos inmediata- gos e historiadores. Dotado progresivamente de los sentidos más
mente después de las catástrofes, extraviados entre u n sistema atur- diversos, retomado por los filósofos' y adoptado por los historiadores - a
dido y u n a recomposición brutalmente impuesta por u n Occidente menudo menos cuidadosos que STÍS colegas antropólogos con los conte-
triunfante. nidos que le confieren-, el término ha terminado por invadir los
Las ciencias duras nos proporcionan imágenes de estos confines medios de comunicación y los pasillos de los gobiernos. Aplicado origi-
incierios: el paso de u n color a otro ofrece gradaciones de u n a com- nariamente a los mimdos premodemos y primitivos, se extendió luego
plejidad indescriptible . • Cada vez que dos colores parecen estar a a las sociedades de la modernidad y a las realidades contemporáneas,
punto de contactar y de fundirse, u n tercero i r r u m p e entre ambos. convirtiéndose en una especie de cajón de sastre cada vez más difícil de
El examen del conjunto de Mandelbrot, esa colección de puntos que delimitar. N o resulta fádl deshacerse del término:' se adhiere a la estilo-
forma u n enmarañamiento de formas contorneadas y de filamen- gráfica y n o vamos a afirmar que en estas páginas siempre conseguire-
tos, y que pasa p o r ser «el objeto más c o m p l i c a d o de las matemáti- mos evitarlo. A h o r a bien, alimenta la creencia -confesada, inconsciente
cas», revela qu e u n a frontera aparentemente lisa se convierte e n o secreta- de que existiría u n «conjunto complejo», i m a totalidad cohe-
u n a cadena de espirales e n cuanto se observa c o n u n determinado rente, estable, de contomos tangibles, capaz de infiuir en los comporta-
aumento. • También la biología m o l e c u l a r nos muestra que los mientos: la cultura. Sea cual sea la época o el medio, sólo habría que
umbrales que separan lo viviente de lo inerte, lo muerto de lo vivo, definir su contenido, extraer sus «lógicas», sacar a la luz sus funciones y
lo viviente h u m a n o de lo viviente n o h u m a n o , son eminentemente sus virtualidades, mientras nos preocupamos por descubrir su núcleo
problemáticos. duro e inalterable. Pero este proceder «culturalista» conduce a infundir a
Del m i s m o modo que pueden pasar por etapas transitorias o alea- la realidad una obsesión por el orden, el recorte y el establecimiento de
torias, las fronteras pueden vagar antes de detenerse e n posiciones formas, algo que, de hecho, es propio de la modernidad. A l insistir en
definitivas. A l g u n a s de ellas siguen desplazándose e n u n ciclo casi las especificidades y las diferencias, e n detrimento de lo que vincula a
indefinido, como las que. en la América colonial, separan a los distin- cada cultura c o n otros conjuntos, cercanos o lejanos, desembocamos
tos grupos étnicos. E n el siglo xvm, la mezcla de las poblaciones de ori- pronto en las retóricas de la alteridad y luego en las del multiculmralis-
gen europeo, indio y africano había alcanzado tal nivel de diversidad m o que defiende «la cohabitación y la coexistencia de grupos separados
que hubo que distinguir toda una serie de gRipos y de subgrupos. Los y yuxtapuestos, resueltamente vueltos hacia el pasado, al que hay que
cuadros de «castas» pretendían mostrar esta variedad a los europeos.
Formaron u n nuevo género que expresa u n esfuerzo fallido por deli-
75. Por ejemplo, en el pensamiento de Wittgenstein, mediante la expresi ón «f ormas
mitar categorías que la realidad superaba y que. de hecho, en l a vida de vi da».
cotidiana los interesados ignoraban. 76. No es éste el lugar para proponer una historia del concepto, y menos aún para
pasar revista a sus defensores y detractores. Sin embargo, citaremos, de Ernest Gell-
ner, Relativism and the Social Sciences, Cambridge, Cambridge University Press,
1985; y de Christoplier Herbert, Culture and Anomie. Ethnographic ¡magination in
the Nineteenth Century, Chicago y Londres, The University of Chicago Press, 1991.
77. Amselle 11990) describe el encadenamiento de las operaciones que, en el marco
73. James Gleick, La théorie du chaos. Vers une nouvelle science, Paris, Champs/ del proceder «cul t ural i st a" , conducen a -l a selección de rasgos culturales descontex-
Flammarion, 1991, págs. 277-278. tualizados y la transcri pci ón de estas unidades sociales discretas que son las diferen-
74. Ibidem, pág. 281. tes cul t uras» (pág. 10).
proteger del encuentro con los otros»/" A h o r a bien, basta con examinar con los que se vinculaban los protagonistas de esta historia. Los espa-
la historia de cualquier grupo h u m a n o para darse cuenta de que, aún ñoles eran también - y sin duda e n mayor m e d i d a - individuos origi-
admitiendo que este arreglo de prácticas y de creencias posee algún narios de Andalucía, Castilla, Extremadura, Aragón o el País Vasco. En
tipo de autonomía, está emparentado c o n u n a nebulosa en perpetuo cada u n a de estas regiones, estos «españoles» se definían primero por
movimiento antes que con u n sistema m u y definido.'' la «patria» y l a ciudad e n las que habían nacido: se sabe que los con-
La categoría de cultura es el ejemplo perfecto de cómo u n a noción quistadores originarios de la ciudad de Medellín -bajo l a dirección de
occidental puede bloquear ciertas realidades, transformándolas o Hernán Cortés- se opusieron encarnizadamente a clanes que prove-
haciéndolas desaparecer. Su utilización rutinaria m i n i m i z a la parte de nían de otras ciudades vecinas. A u n a escala más modesta, la perte-
«contaminaciones» extranjeras, de influencias y prestamos proceden- nencia a u n linaje -c^ue engloba a todos los descendientes de u n
tes de otros horízontes que estas realidades conllevan inevitable e irre- antepasado común o r i g i n a r i o de u n a casa conocida («solar conoci-
versiblemente. Invita a t o m a r los mestizajes p o r procesos que se do»)- pesaba a m e n u d o tanto c o m o la extracción social, l a tierra de
propagarían en los confines de entidades estables, denominadas cul- nacimiento, la ciudad o la «nación» de las que se sentían miembros. En
turas o civilizaciones, o por u n a especie de desórdenes que alterarían el lado «indio», y en la medida en que las fiientes permiten apreciarlo,
de repente conjuntos impecablemente estructurados y c o n u n a repu- advertimos l a m i s m a diversidad de afiliaciones y de posiciones socia-
tación de auténticos."" 'w;ií.yi'.>' •••'•I.'- ,(•,:,';i:v. •.••!^--yfi''-. • ,:V les. A h o r a bien, por r u t i na o ignorancia, seguimos l l a m a n d o aztecas
- u n término que designa exclusivamente a los antepasados míticos de
los fundadores de México- a todas las poblaciones del México central.
«Un buen hombre es un hombre mezcl ado» i ' Cada ser está dotado de una serie de identidades, o provisto de pun-
tos de referencia más o menos estables, los cuales activa sucesiva o simul-
Pero otra trampa acecha al investigador: l a noción de identidad. Ésta táneamente según los contextos. «Un buen hombre es u n hombre
asigna a cada ser o a cada grupo h u m a n o unas características y unas mezclado», deda Montaigne." Ja identidad es una historia personal que
aspiraciones que también están determinadas y que, supuestamente, se vincula con capacidades variables de interiorizadón o de repulsa de
se basan e n u n sustrato cultural estable o invariable. Esta definición las nonnas inculcadas. Sodalmente, el individuo n o deja de afrontar una
puede provenir tanto de los interesados como de u n refiejo condicio- pléyade de interlocutores, dotados a su vez de identidades plurales. Como
nado en el observador, y se puede reducir, en el lenguaje ordinario, a una configuración de geometría variable o en eclipse,' la identidad se
u n etiquetaje somero que se convierte de inmediato en u n a caricatura. define siempre a partir de reladones y de inteiacdones múltiples. H con-
La historia de América, pensada en términos de enfrentamiento texto de la conquista y de la colonización de América es el que invita a
entre aztecas y españoles, lo atestigua: a l poner de relieve categorías los invasoix.'s europeos a idenliíicai' a sus advei-sarios como indios, englo-
facticias, se desprecia a los grupos múltiples, móviles o estratificados bándolos de este mcxio en u n apelativo unifícador y redudor.
Por lo tanto, lo que confírman estas dos palabras -identidad y cul-
t u r a - corre constantemente el riesgo de verse fetichizado, cosificado,
78, Laplantine y IMoiiss (1997, pág. 75). La utilización en la OMU del t érmi no mul- naturalizado y elevado a categoría absoluta,' • a veces de fbnna resuel-
ticultural para calificar a Francia -tras su victoria en la Copa del IVlundo de f út bol -
se debe a una confusi ón de lenguaje antes que al multicuituralismo como tal.
79, La cultura es «una sol uci ón inestable cuya perpetuación esesencialmente alea-
t ori a» (Amselle, 1990, pág. 57),
80, La preocupaci ón por lo aut ént i co y lo puro es, por otra parte, tan fuerte que 81. Michel de Montaigne, Essais, 111, ix, pág. 222 (edición de Pierre Michel, Paris,
anima incluso a los apóst ol es de la criollidad, quienes no vacilan en defender «l a Le livre de poche, 1965) (trad. cast.; Ensayos, Madrid, Cát edra, 1987).
pureza del criollo basilectal (lengua si ncrét i ca por excel enci a)» o en exaltar la pre- 82. Véase Giraud (1997, págs, 795-811).
servaci ón de un patrimonio idealizado; véase Giraud 11997, pág. 803). 83. Amselle (1990, pág, 63).
ta. c o n las consecuencias políticas e ideológicas que conocemos, pero a
ciahstas en historia económica también h a n denunciado el fetichis-
m e n u d o también debido a u n a inercia mental o a u n a falta de aten-
m o latente de las categorias, y h a n propuesto «analizar los conceptos
ción ante los clichés y los estereotipos. E n realidad, si estas categorías
que usan los historiadores (sobre la formación de los precios, la mone-
impregnan tanto nuestra visión de las cosas, y si parecen aportar u n a
da y los lazos entre economía y demografia. etc.)» con elfinde eviden-
clave de explicación satisfactoria, se debe a que dependen de formas
ciar mejor «su relativa intemporalidad y, por tanto, la dificultad para
de pensar profundamente enraizadas. , : , : i! ,.: „
construir con ellos u n tiempo específicamente histórico».*^
Estos hábitos atraviesan todo el razonamiento históríco y proceden
E n definitiva, deberíamos p e r m i t i r que nuestras herramientas de
del m i s m o m o d o en todas partes.'* Nos llevan a evocar i m a «América
historiadores sufrieran una crítica severa, y habríamos de reexaminar
barroca» o una <(Lx:onomía de Antiguo Régimen», como si se tratara de
las categorías canónicas que organizan, c o n d i c i o n a n y a m e n u d o
realidades homogéneas y coherentes de las que sólo faltaría establecer
separan a nuestras investigaciones unas de otras: economía, sociedad,
sus cararterísticas oríginales. O nos conducen a estudiar las «religiones
dvüización, arte, cultura.. Esta crítica supera los límites de este trabajo,
prehispánicas» sin que nos preocupe la validez del marco adoptado,
pero es bueno tenerla presente a la hora de navegar por las aguas de la
cuando éste no hace más que calcar nociones y prácticas del Occidente
«cultura», las identidades y los mestizajes. Si estos últimos se resisten
cristiano. Hemos mostrado de qué manera los cronistas del siglo xvi y sus
c o n tanta fuerza al análisis, es porque nuestras rúbricas habituales
sticesores. a partir de analogías más o menos discutibles, distribuyen en
-sociedad, religión, política, economía, arte, c u l t u r a - nos o b l i g a n a
rúbricas y subrúbricas occidentales -religión, dios, panteón, santuario,
separar lo inseparable y a eludir fenómenos que atraviesan las partí-
sacrificio, mito, etc.- unos rasgos a los que arrancan arbitrariamente de
dones dásicas.'^
su contexto amerindio. A h o r a b i e a esta visión presupone la existencia
de u n modelo subyacente, imiversal e intemporal, aunque definido e n
Occidente, llamado religión, y compuesto de puntos de referencia idénti-
El peso deletnocentrismo •<
cos independientemente de las épocas, las regiones y las sociedades.
Este modo de obrar, de origen aristotélico,'' lleva a los especialistas
Las imprecisiones del vocabulario y los obstáculos acumulados por
a debatir sobre los contenidos sin preguntarse por l a existencia, o el
nuestras maneras de pensar n o lo explican todo, A d e d r verdad, por lo
nivel de realidad, cuando no de pertinencia, de la envoltura que pre-
general la historia ha dejado a u n lado los mestizajes. C u a n d o se h a
tenden llenar. Hugues Neveux presenta convincentes ejemplos de ello
interesado p o r los movimientos nacionalistas, p o r el n a d m i e n t o de
en su estudio de las revueltas campesinas.^ Por su parte, algimos espe-
las identidades o p o r las relaciones entre cultur a p o p u l a r y c u l t u ra
erudita, apenas ha abordado los fenómenos de mezclas con los m u n -
dos no ocddentales o las dinámicas que los suscitan. Habitualmente. el
84. Sobre la el ecci ón deconceptos genéri cos, véase Hugues Neveux, Les révoltes
paysannesen Europe, xiv-xvií siécle, París, Albin Michel, 1997, págs. 56-62. historiador europeo antepone l a historia de Occidente a l a del resto
85. «FEI aristotelismol, por medio de la noci ón de ' ' substancia" , ya trataba de com- del mundo, l a historía de Europa a la historia de Ocddente y, aún con
prender el mundo elaborando conceptos genéri cos que, para él, t raducían realidades
met afísi cas» (Neveux, 1997, pág, 59).
86. El tema de las revueltas campesinas ha estado durante mucho tiempo en el cen-
tro del debate hi st óri co sin que sehaya llevado a cabo un claro estudio acerca de la
87. Jean-Yves Grenier, «Proj et de candidature á un poste de directeur d' études á
elección y la del i mi t aci ón del objeto. El anál i sis deestos movimientos se preocupa
l' EHESS, Histoire économi que des sociétés préi ndustri etl es», dact,, mayo de 1997,
sobre todo dedefinir cada revuelta mediante una calidad susceptible deexpresar su
pág. 1.
naturaleza especifica, lo que seconvierte en -postular, para cada i nsurrecci ón, una
88. Reducir las mezclas a un orden determinado y facticio -el cul t ural - supone
" calidad esencial" , como si las restantes sólo fuesen máscaras en medio de los ava-
escamotear su complejidad, pero al convertirlas en fenómenos con entradas y calida-
l ares» (Hugues Neveux, * Le role du " religieux" dans les soul évement s paysans;
des múl t i pl es -del orden de lo soci o- p ol í t i co- económi co- r el i gi osocor r emos el
l' exemple du pél eri nage de Nikiashausen (I476)i>, en Mouvements papulaires et
riesgo desustituir la realidad compuesta que pretendemos explicar por un artificio
consciente sacíale, París, Maloine, 1985, pág, 79),
de lenguaje o una quimera conceptual.
mayor frecuencia, la historía nacional a la historía de sus vecinos. Sean dental." Esta idea n o se puede barrer de u n plumazo c o n el pretexto
cuales sean las razones de este etnocentrísmo, apenas ha estimulado la de que los partidarios de la posmcxlemidad y de los post-wlonial stitdies
exploración de las mezclas. la toman a su cargo. las amalgamas planetarias que invaden nuestra
¿La antropología histórica constituye tal vez u n a excepción? Naci- vida cotidiana nos rectierdan que n o estamos solos en el m u n d o de las
da e n los confines de la historía y de la etnografia. esta disciplina nos ideas y que l o occidental y a n o es ciertamente l o universaL Por l o
ha enseñado a desistir del discurso eurocéntríco del colonizador para tanto, hemos de aprender a relativizar nuestros modos de pensamien-
dar príoridad a la «visión de los vencidos» - u n tema ilustrado por los to y a practicar, en palabras del antropólogo italiano Ernesto De Marti-
trabajos de Miguel León-Portilla y de Nathan Wachtel-, lo que nos h a no, u n «etnocentrismo crítico».
permitido descubrir la riqueza de íónnas de pensamiento y de modos Para comprende r l a «visión de los vencidos», l a investigación se
de expresión que se habían desarrollado en América antes de la inva- había centrado lógicamente en l a parte amerindia, en su persistencia
sión de los europeos. y e n sus resistencias a la colonización, mostrando cómo la tradición
Pero ¿se pucxlc retiiperar del olvido la «visión de los vencidos» y des- indígena absorbía los préstamos occidentales. Retomada y ampliada
nK)ntar sus complejos engranajes, sin pi-eguntai-se i^or el alcance de las por los cultural iludies, esta posición h a llegado a veces a encerrar a la
interpretaciones de la realidad y de las construcciones intelectuales que sociedad india en u n marco puramente autóctono y exageradamente
estos mundos extraños opusieron a la experiencia occidental? Actual- homogéneo, excluyendo de m an e ra sistemática los mestizajes del
mente ya no nos resulta posible considerar el enfrentamiento intelec- campo de observación y dando lugar a u n marco idealizado, ya que
tual entre los cronistas del Renacimiento y los m u n d o s amerindios algunos defensores de la political correctness y de la indian voke sitúan al
como una lucha sin ctiartel entre las verdades de la razón y los extravíos pensamiento a m e r i n d i o que ellos mismos rescatan del o l v i d o por
de los mundos primitivos. Y hemos de reconocer que las sociedades de encima de la razón occidental, a la que reducen a u n mero i n s t n i m e n -
la América antigua habían desarrollado modos de aprehensión del to de dominación al servido de las nadones europeas.''
tiempo (o, más exactamente, de lo que nosotros llamamos tiempo) tan Ahora bien, otorgar la primacía a lo amerindio sobre lo ocddental
sofisticados como el nuestro, c^ decir, tan complejos y tan eficaces como no iiace más ciue invertir los términos del debate en lugar de despla-
el que hoy en día todavía nos sirve para escribir la historia. zarlo o de renovarlo. Además, esta d e n u n d a de eurocentrismo apenas
C o n su mera presencia, o con los numerosos rastros que han deja- disimula el nuevo imperialismo que acarrea u n pensamiento univer-
do, estos edificios conceptuales ponen en duda la pretendida univer- sitario establecido en las mejores universidades de Estados Unidos.
salidad de nuestra visión de las cosas, pues d a n lugar a «formas de Aunque esta corriente se complazca en animciar su toma de distanda
temporalidad y de historicidad» que no se pueden reducir a las nues- con respecto a Europa, n o deja de ser, en su forma y en su sustancia,
tras."* Esta confrontación descubre la parte de etnocentrismo y de fac- profundamente ocddental. Pero ante todo el pensamiento indígena
ticidad que i m p l i c a l a noción de c u l t u r a y, a m e n u d o , su escasa
adecuación a las realidades n o europeas.'" En el caso mexicano, los tes-
91. Elaborada por la etnohistoria y la arqueol ogía.
t i m o n i o s indígenas revelan que la idea de u n a ctiltura nahua, o de 92. . Las descripciones y explicaciones de una comuni caci ón humana que traspasa
u n a cultura mesoamericana, es una construcción del observador íx;ci- las barreras culturales confrontan al estudioso con los limites de una noción lineal de
la historia y le invitan a reemplazarlos por una historia no l i neal », en Mignolo
(1995, pág. 23¡ . Recordemos que los post-colonial studies se presentan como una
prol ongaci ón del pensamiento posmoderno en los países que fueron cotonías euro-
89, Véase Hill (1988, pags. 1-17); Richard Price, First Time. The Historícal Vision peas y que no hace mucho l l amábamos Tercer Mundo.
of an Afro-American Peopie, Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1991; 93. Ernesto De Martino, Furore, símbolo, valore, Mi l án, Feltrinelli, 1980.
Robiíi Wright, Aos que vao a nascer: urna etnografia religiosa dos indios banlwa, 94. Los trabajos de Georges E. Sioui, un hurón entreverado, van en esta di recci ón:
tesis, dact.. Campi ñas, Departamento de Ant ropol ogía, IFCH/ UNICAM, 1996. Pour une autohistoire amérindienne. Essais sur tes fondements d' une mémoire
90. Roy Wagner, L' invenzione de la cultura, íVlilán, IWorsia, 1992. sociate, Québec, Pressesde l' Universíté de Laval, 1989.
que afronta la dominación europea dista m u c h o de poseer unos con- durante siglos. A l reunir bni^camente a humanidades que llevaban
tomos claros, o la «pureza» y la autenticidad que se le atribuye. Es raro tiempo separadas, la irrupción de las mezclas sacude la representación
que no se encuentre mezclado con rasgos de origen occidental, o que de una evolución única del devenir histórico, y resalta bifurcaciones,
no haya dejado lugar para visiones del m u n d o más o menos mixtas. travesías y atolladeros que hemos de considerar obligadamente.'"'
A la idea de u n tiempo lineal la acompaña de ordinario la convic-
ción de que existe u n orden de las cosas. Nos cuesta deshacemos de la
El orden y el tiempo idea de que todo sistema posee u n a especie de estabilidad o r i g i n a l
hacia la que h a de tender inexorablemente. Por eso la historia econó-
Hay otras concepciones que también entorpecen nuestra compren- mica se funda a m e n u d o en «hipótesis implícitas fuertes, como la de
sión de las mezclas y los mestizajes. La complejidad de estos fenóme- u n a evolución e n términos de e q u i l i b r i o: cada m o v i m i e n t o corres-
nos se adapta con dificultad a u n a herencia positivista que alimenta ponderia a u n desequilibrio momentáneo que se resuelve en el marco
u n a visión del tiempo centrada en la linealidad. La noción de cultura del movimiento de longitud superior».' No sorprende, por tanto, que
nació de u n a óptica evolucionista y la historia quedó impregnada de la complejidad y la movilidad de las mezclas o el choque de tempora-
ella durante m u c h o tiempo.'^ C o n frecuencia, los historiadores h a n lidades evoquen u n a imagen del desorden. A h o r a bien, cuando rele-
tendido a leer las épocas pasadas c o m o el fruto de u n m o v i m i e n t o gamos la mezcla al d o m i n i o del desequilibrio y de la perturbación, la
lineal, de una evolución, cuando n o de una progresión o u n progreso; convertimos en u n fenómeno transitorio o secimdario, infinitamente
como si cada nueva etapa pudiese desarrollar unas fuerzas que las eta- menos revelador, en p r i n c i p i o , que las estmcturas en cuyo seno se
pas anteriores habrían contenido en germen. De este modo, el Renaci- desarrollaría."
miento sucede a l a Edad M e d i a y abre los tiempos modernos. Este
La realidad apenas responde a esta visión de las cosas. En lugar de
tiempo lineal trae consigo la sempiterna cuestión de los orígenes, que
afrontar perturbaciones ocasionales a p a r t i r de u n fondo de orden
a su vez implica l a idea de u n a autenticidad o de una pureza pasadas
siempre dispuesto a rehacerse, l a mayoría de los sistemas manifiesta
que habría que volver a encontrar. Esto debería animarnos a m u l t i p li-
comportamientos que fluctúan entro distintos estados de equilibrio,
car nuestra prudencia cuando tratamos de identificar, en el siglo xvi
sin que exista forzosamente u n mecanismo de regreso a u n a «norma-
ibérico, las primicias de fenómenos que h o y e n día nos parece que
lidad».'" Por el contrario, a largo plazo la reproducción de estados
o c u p a n e l p r i m e r plano de l a escena planetaria, los mestizajes y l a
mundíalización
96. La vi si ón evolucionista sugiere la idea de que la pl anet ari zaci ón de ios mestiza-
A h o r a bien, los mestizajes r o m p e n l a linealidad. Surgen e n l a jes sería una etapa previa de un desarraigo radical y una unKormi zaci ón absoluta que
conducen directamente hacia la «al dea pl anet ari a».
América del siglo xvi en l a confluencia de temporalidades distintas
97. Grenier (1997),
- l a del Occidente cristiano y las de los m u n d o s a m e r i n d i o s - , las 98. Esta posi ci ón remite a otras ideas que siguen influyendo en nuestra vi si ón del
mundo. Así, durante mucho tiempo creímos que el universo tendía hacia un estado de
ponen brutalmente en contacto y las m o n t a n unas sobre otras. Aquí, equilibrio perfecto resultante de la t ransf ormaci ón de su energía. La revi si ón del
la metáfora del encadenamiento, la sucesión o la sustitución en la que segundo principio de la t ermodi námi ca y el recuerdo de la irreversibilidad del tiempo
obligan a retomar estos presupuestos y, sobre todo, a otorgar al desorden un signifi-
se apuntala l a interpretación evolucionista pierde toda viabilidad, cado distinto. El modelo de orden queorganiza espont áneament e nuestro pensa-
miento tropieza hoy en día con la evol uci ón de las mismas ciencias duras. La
pues el tiempo de los vencedores n o solamente n o reemplaza automá-
consi deraci ón dei caos, especialmente, hace poner el acento en los conceptos de pro-
ticamente al de los vencidos, sino que también pueden coexistir babilidad y de irreversibilidad y en losefectos no lineales de los procesos lineales.
Véase liya Prigogine e Isabel le Stengers, Entre le temps et l' éternité, Paris, Fayard,
1988, pág. 15; e liya Prigogine, Les tois duchaos, París, Flammarion, 1994.
99. Ést e es el caso especial de las -estructuras disipativas-, donde la disipación de
95. Véase las afirmaciones de Edward B. Tylor en Pñmitive Culture, Nueva York, energía no conduce a la ent ropía, sino a un nuevo orden de cosas, ya se trate de nue-
Harper, 1951. vas estructuras o de otros estados di námi cos.
aparentemente simñares o vecinos termina por crear situaciones nuevas. dos del siglo xix y, por tanto, con u n estado de la ciencia que h o y en día
Cuanto más se perturban las condiciones, más abundan las oscilaciones se muestra totalmente superado. E l m o d e l o de l a nube supone que
entre estados distintos, provtxando la dispersión de los elementos del sis- toda realidad entraña, por u n lado, u n a parte irreconocible y, por otro,
tema, que vagan en busca de nuevas configuraciones. Los movimientos una dosis de incertidumbre y de aleatoriedad. Para el historiador de la
del sistema fluctúan entre la regularidad y la irregularidad absolutas y sociedad, l a i n c e r t i d u m b r e es l a que viven los actores, incapaces de
mantienen u n margen imporlmite do imprevisibilidad."" prever su destino n i tampoco los accidentes que padecen. La aleatorie-
Desde este p u n to de vista, las mezclas y los mestizajes pierden el dad es l a consecuencia de la interacción de los innumerables compo-
aspecto de u n desorden pasajero para convertirse e n u n a dinámica nentes de u n sistema.'' Si, c o n u n microscopio, observamos u n grano
fundamental. En nuestra opinión, esta interpretación se adapta mejor de arena e n suspensión en el agua, descubrimos que lo a n i m a n movi-
a la complejidad de las mezclas y a l a i m p o r t a n c ia de los mestizajes. mientos incesantes en todas direcciones. Este movimiento se debe a la
Sin embargo, hace que su estudio resulte más difícil, pues n o solamen- agitación térmica de las moléculas de agua, que son tan numerosas y
te tropieza con l a rigidez de nuestras categorías, sino también c o n tan invisibles que resulta imposible prever la trayectoria del grano de
nuestra concepción corriente del tiempo, del orden y de la causalidad. arena: esta trayectoria nos parece aleatoria. Pero l a aleatoriedad n o
Los mestizajes pertenecen, de hecho, a u n a clase de objetos ante los sólo mantiene u n a relación con la presencia de u n a gran cantidad de
ciue el historiador parece desarmado. elementos, sino que la encontramos también en sistemas más simples,
Prigogine, en las kyes del caos, cita a Popper, c|ue «habla de relojes y aun cuando estén íormados p o r u n número l i m i t a d o de elementos
de nubes."" La física clásica se interesaba sobre todo por los relojes, y la observables.""
física actuaL por las nubes». Explica que l a precisión de los relojes El historiador n o siempre tiene e n cuenta l a i n c e r t i d u m b r e y l a
sigue obsesionando a nuestro pensamiento haciéndonos creer que aleatoriedad. Sin embargo, estas últimas tienen u n a participación
éste puede alcanzar la precisión de los modelos paiticoilares, y prácti- esencial en situaciones c o m o el descubrimiento de América, donde
camente únicos, que estudia la física clásica. Pero lo que predomina en unos m u n d o s que estaban completamente separados se enfrentan
la naturaleza y en nuestro medio es l a nube, u n a forma desesperada- brutalmente. La presencia de aleatoriedad y de i n c e r t i d u m b r e es l o
mente compleja, vaga, cambiante, fluctuante y siempre e n m o v i - que confiere a los mestizajes su carácter inasequible y lo que paraliza
miento. Los mestizajes pertenecen a este orden de realidad nuestros esfuerzos de comprensión. ¿Pueden acaso reducirse la diver-
sidad y la multiplicidad de los mestizajes al juego de las causalidades
clásicas? ¿Podemos ver e n ellas «lógicas» cuyo despliegue suscitaría
El modelo de la nube mezclas de todo tipo? ¿No asigna este término, a irnos pesos o a unas
regularidades, el carácter implacable y automático de una ley?
El deseo de comprender la complejidad de la realidad obliga a estable- La complejidad, lo imprevisto y la aleatoriedad parecen pues inhe-
cer distancias c o n el positivismo y el determinismo rastreros hereda- rentes a las mezclas y los mestizajes. Sostendremos la hipótesis de que
100. Estas caract eríst i cas desafían cualquier análisis estrechamente determinista.
Remiten al principio de incertidumbre de Heisenberg íes imposible determinar simul- 102. Una cuesti ón que t ambi én plantean los economistas: «Mucl i as cróni cas anti-
táneamente y con una precisión absoluta la velocidad y la posición de una part ícul a) guas o recientes (económi cas pero t ambi én demográf i cas) parecen manifestar una
y a los trábal os de Poi ncaré (1854-1912), los cuales establecen que ínfimas incerti- di mensi ón aleatoria más o menos marcada», escribe Grenier (1997); véase, de este
dumbres sobre el estado inicial de los sistemas se ampl ían con el tiempo, de modo mismo autor, L' économie d' Ancien Régime. Un monde de l' échange et de fincertitu-
que resulta imposible prever la evol uci ón de los sistemas a largo plazo (L' ordre du de, París, Al bín IVlichel, 1996, pág. 425.
chaos, París, Belin, «Pour la science», 1989, pág. 37). 103. Véase Jean-Paul Delahaye, «Le complexe surgit-il du si mpl e?», en Le chaos,
101, Prigogine (1994, pág. 26). 1995, pág, 30. •
poseen, c o m o m u c h o s otros fenómenos sociales o naturales, u n a m i s mo conjunto histórico - l a Europa cristiana. Mesoamérica- y entre
dimensión caótica. Por eso nuestras herramientas intelectuales, here- tradiciones que a m e n u d o coexisten desde hace siglos. Mestizaje e
dadas de la ciencia aristotélica y perfeccionadas en el siglo xix. apenas hibridación afectan simultáneamente a procesos objetivos, observa-
nos preparan para afrontarlos. La cuestión de los mestizajes n o es sola- bles en diversas fuentes, y a la conciencia que tienen de ellos los acto-
mente u n a cuestión de objeto: ¿existen los mestizajes? E l estudio de res del pasado, ya se exprese e n las manipulaciones a las que se
los mestizajes plantea igualmente y ante todo u n problema de instru- entregan, en las construcciones que elaboran o en los discursos y con-
mental intelectual: ¿cómo pensar la mezcla? denas que profieren."
Las pistas del pasado
¿Qué puede hacer el historiador frente a esta serie de escollos y desa-
fíos? Para abordar los mestizajes y sus instancias intelectuales, elegire-
mos i m marco histórica y geográficamente delimitado: la Europa del
Renacimiento y la América de l a conquista o, más exactamente, el
México español. Ya hemos expuesto por qué; las primeras oleadas de
mestizajes planetarios son contemporáneas del establecimiento, entre
1570 y 1640, de la p r i m e r a economía m u n d i a l . ' " ' En pocas décadas,
españoles y portugueses consiguen d o m i n a r l a Europa occidental,
u n a gran parte de América y las costas de África, a l tiempo que afir-
m a n sus ambiciones en Filipinas, Nagasaki y Macao, en las costas de
China, y en C o c h i n y Goa en el (xéano índico.
Utilizaremos la palabra mestizaje para designar las mezclas acaeci-
das en el siglo xvi e n suelo americano entre seres, imaginarios y for-
mas de vida surgidas de cuatro continentes: América, Europa, África y
Asia. E n cuanto al término hibridación, lo aplicaremos a las mezclas
que se desarrollan en e l seno de u n a m i s m a civilización o de u n
104. Tambi én aparecen en esta época los primeros intentos de pertsar «pl anet ari a-
mente" cuestiones mayores - l a religión, la esclavitud, el mercado- con la ayuda de
datos provenientes de todo el mundo: cuando el jesuíta Luis de Molina se pregunta
sobre la iegitimidad de la esclavitud, no detiene su i nvest i gaci ón en las costas de
Angola o de Améri ca, sino que busca ejemplos en India, China, Japón, Mal aca y
Java. Véase Luis de Molina, De justicia et jure, Venecia, 1594, citado por Carlos
Zeron, La Compagnie deJésus et l' Institution de l' esclavage au Brésil: les justifica-
tions d' ordre historique, théologique et juridique, et leur intégration dans une 105. Tratamos de distinguir, por un lado, las di námi cas internas y, por otro, los pro-
mémoire historique (xvr-xvir siécle), tesis doctoral, dact., Paris, EH ESS, 1998, cesos nacidos del enfrentamiento de Occidente con las sociedades indígenas. No se
pág. 324, Sobre la noción de comercio mundial y de -precio j ust o», véase Patricia trata de definir la -nat ural eza» de los mestizajes, sino de extraer los mecanismos de
Nettel, El precio justo o las desaventuras de un confesor en el siglo xv¡, Méxi co, const rucci ón que intervienen en una si t uaci ón hi st óri ca marcada por relaciones
UAM-Xochimilco, 1997, pág. 94. de fuerza de tipo colonial.

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