Absolución penal no genera automáticamente responsabilidad del
Estado por privación injusta de la libertad
El Consejo de Estado explicó que cuando un juez penal absuelve a un
procesado por la comisión de un delito dicha absolución per se no hace
injusta la privación de la libertad y, por tanto, no configura
automáticamente la responsabilidad del Estado en los términos del
artículo 90 de la Constitución.
La conclusión se dio luego de que alto tribunal resolviera en segunda
instancia una demanda de reparación directa instaurada por un hombre
en contra de la Fiscalía General de la Nación. (Estos son los presupuestos
constitucionales para la aplicación de la acción de repetición)
El demandante consideraba que había sido injusta la privación de la
libertad de la que fue objeto dentro de un proceso penal que la entidad
adelantó en su contra.
El sujeto había sido condenado en primera instancia por la comisión de
varios delitos, pero posteriormente, en segunda instancia, el Tribunal
Superior de Medellín decidió absolverlo de todos los cargos. (Medida de
restablecimiento del derecho al buen nombre es una expresión propia de la
justicia restaurativa)
A pesar de que entre las partes se dio un acuerdo conciliatorio, la Sala
desarrolló el régimen de responsabilidad del Estado por privación injusta
de la libertad a la luz de los hechos del caso.
Al respecto consideró que los jueces, en virtud de los principios de
autonomía e independencia judicial consagrados en los artículos 228 y
230 de la Constitución, gozan “de discrecionalidad para valorar el derecho
que sea aplicable al caso concreto”.
Así, “[e]l que una decisión proferida por un juez de la República investido
de autonomía judicial sea modificada o revocada por una autoridad
judicial jerárquicamente superior en virtud de la interposición de recursos
en contra de dicha providencia, por sí misma, no configura la
responsabilidad del Estado, si no (sic) que garantiza y reafirma el debido
proceso y el principio de doble instancia que brinda seguridad jurídica”.
(Lo que debe saber del error jurisdiccional en materia de acción de
reparación directa)
La Corporación precisó que para determinar si una privación de la libertad
fue injusta y debe ser reparada por el Estado es necesario “constatar si la
orden de detención y las condiciones bajo las cuales esta se llevó a cabo se
apegaron a los cánones legales y (…) si el término de duración de la
medida de restricción fue excesivo, así como si la medida era necesaria,
razonable y proporcional”.
En este sentido concluyó que “la libertad, como los demás derechos, salvo
el de la dignidad humana, no tiene un carácter absoluto y su limitación
resulta legítima cuando tal restricción se encuentra acorde a los
parámetros legales y a los fines constitucionales. Es por esto que para
poder entender configurado un daño antijurídico de cara a la restricción de
tal derecho debe obligatoriamente acreditarse en el caso concreto que tal
limitación devino de una situación ilegal, desproporcionada, arbitraria o
irrazonable, pues de lo contrario el daño carecerá de antijuridicidad y no
podrá ser indemnizado”. (Lea : La ley de vacunas contra el covid-19 y la
responsabilidad estatal por daño del Estado)
Por lo anterior, el alto tribunal revocó la sentencia de primera instancia y
negó las pretensiones del demandante. Los consejeros Jaime Rodríguez
Navas y Guillermo Sánchez Luque aclararon su voto (C. P. Nicolás Yepes
Corrales).
Consejo de Estado, Sección Tercera, Sentencia
05001233100020100019701(56329), Abr. 29/20.
Unifican jurisprudencia sobre responsabilidad del Estado por
privación injusta de la libertad
La Corte Constitucional estudió dos acciones de tutela presentadas en
contra de fallos expedidos por el Consejo de Estado en procesos de
reparación directa por privación injusta de la libertad. (Lea: Antes de
indemnización por privación injusta debe verificarse que el solicitante
puede acceder a la reparación)
Se debe decir que en uno de los expedientes acumulados la Fiscalía
General de la Nación afirmó que dicha corporación judicial incurrió en un
defecto sustantivo, luego de aplicar el régimen de responsabilidad objetiva
a un investigado absuelto por aplicación del principio in dubio pro reo, a
pesar de que la jurisprudencia constitucional le había dado un alcance
diferente al artículo 68 de la Ley Estatutaria de la Administración de
Justicia.
En el otro expediente, los accionantes consideraron que alto tribunal
demandando, al resolver el proceso de reparación directa que promovieron
por la privación injusta de la libertad de una ciudadana (absuelta por
atipicidad subjetiva y de la cual son herederos), omitió aplicar una
sentencia de unificación, según la cual la responsabilidad del Estado en
tales casos es objetiva, sin que en su caso particular fuera procedente
concluir que hubo culpa exclusiva de la víctima.
Consideraciones de la Sala Plena
De acuerdo con todo este contexto, la Corte ratificó que el artículo 90 de la
Constitución Política no establece un régimen de imputación estatal
específico, como tampoco lo hacen el artículo 68 de la Ley 270 de 1996 y la
Sentencia C-037 de 1996, cuando el hecho que origina el presunto daño
antijurídico es la privación de la libertad.
Lo anterior en tanto la Corte Constitucional y el Consejo de Estado han
aceptado que el juez administrativo debe establecer en estos casos el
régimen de imputación a partir de las particularidades de cada caso.
En otras palabras, definir una fórmula automática, rigurosa e inflexible
para el juzgamiento del Estado en hechos de privación injusta de la
libertad contraviene el entendimiento del artículo 68 de la Ley 270 y de
paso el régimen general de responsabilidad, previsto en el artículo 90
constitucional. (Lea: Si se verifica la necesidad de la medida que restringe
la libertad la privación no es injusta)
Y es que la Sala Plena debía establecer, en ejercicio de su competencia
para guardar la integridad y supremacía de la Carta Política, si las
decisiones judiciales cuestionadas por los accionantes y que invocaban la
jurisprudencia de lo contencioso administrativo se ajustaban a la
interpretación referida.
En efecto, señaló que “determinar, como fórmula rigurosa e inmutable, que
cuando sobrevenga la absolución por no haberse desvirtuado la
presunción de inocencia, el Estado deba ser condenado de manera
automática, a partir de un título de imputación objetivo, sin que medie un
análisis previo del juez que determine si la decisión que restringió
preventivamente la libertad fue inapropiada, irrazonable,
desproporcionada o arbitraria, transgrede el precedente constitucional
fijado”.
Y concluyó que lo señalado no se opone a que otros supuestos o eventos
queden comprendidos por un título de imputación de esa naturaleza, tal y
como podría ocurrir, en principio, con aquellos casos en los cuales el
comportamiento no existió o la conducta es considerada atípica.
El magistrado Carlos Bernal Pulido salvó voto de forma parcial, mientras
que sus colegas Alejandro Linares Cantillo y Antonio José Lizarazo
Ocampo se reservaron la presentación eventual de una aclaración de voto
(M.P. José Fernando Reyes).
Condenas al Estado
De otra parte, en reciente respuesta a un derecho de petición presentado
por un ciudadano, la Fiscalía General de la Nación dio a conocer el valor
de las condenas por medio de las cuales se ha declarado patrimonialmente
responsable a la entidad por falla en el servicio por la errónea imputación
de delitos y privación injusta de la libertad. (Lea: “Demandar al Estado
debe dejar de ser un deporte”)
Así, explicó que entre los años 2000 al 2018, el monto total de las
condenas ascendió a $ 1.021.921.723,001; cifra distribuida de la siguiente
manera:
CONDENAS POR DETENCIÓN INJUSTA
2011 251 $ 25.687.297.269
2012 496 $ 59.113.432.726
2013 1074 $ 138.237.786.172
2014 1028 $ 170.369.452.178
2015 994 $ 207.944.750.547
2016 969 $ 222.597.619.245
2017 511 $ 143.399.416.286
2018 166 $ 54.571.968.578
TOTAL 5489 $ 1.021.921.723.001
Lo anterior refleja los altos costos para el erario que trae consigo este tipo
de errores del ente acusador, y deja una importante inquietud sobre la
vulnerabilidad de los ciudadanos frente al poder punitivo del Estado.
Corte Constitucional, Sentencia SU-072, Jul. 5/18
Si se verifica la necesidad de la medida que restringe la libertad la
privación no es injusta
La Sección Tercera del Consejo de Estado negó la indemnización de
perjuicios solicitada por un taxista que estuvo privado de la libertad
injustamente, por haber sido capturado mientras transportaba a uno de
sus pasajeros a cobrar el dinero de una extorsión y señalado,
posteriormente, por la víctima del delito como partícipe del mismo.
En sustento de su decisión, el alto tribunal hizo ver que si bien la
investigación penal precluyó, luego de que se evidenciara su falta de
intervención en la ejecución del hecho punible investigado, la detención
obedeció a la conducta del procesado, lo que rompe el nexo causal
necesario para atribuirle a la administración el deber de reparar los
perjuicios causados.
Precisamente, la Sala advirtió que la aprehensión en flagrancia obedeció a
la situación fáctica en la que fue encontrado, lo que dio lugar a que fuera
dirigido a las autoridades judiciales para la apertura de una investigación
por extorsión.
Durante el trámite, el juzgado de control de garantías decidió imponerle
medida de aseguramiento restrictiva de la libertad al imputado, debido a
que encontró demostrado el requisito de necesidad de la medida, en tanto
las circunstancias permitían inferir la probabilidad de participación del
capturado en el ilícito endilgado. (Lea: ¿Puede configurarse una causa
extraña como eximente de responsabilidad estatal por privación injusta de
la libertad?)
A juicio de la corporación, esta situación impidió calificar de arbitraria a la
captura, por cuanto se adelantó con fundamento tanto en la afirmación
que hiciera la víctima de la extorsión sobre la participación del capturado
en el delito como en su presencia en el lugar de los hechos.
Lo anterior debido a que, como se demostró en el proceso, el accionante
acompañaba regularmente a la persona que efectuaba actividades
sospechosas que dieron lugar al inicio la investigación penal, sin que se
notara el más mínimo reparo por la conducta de quien lo contrataba para
que le prestara el servicio de transporte.
Justamente, la Sala explicó que, en este evento, la conducta del sindicado
determinó el inicio de una investigación en su contra, pues se encontraba
en circunstancias alejadas de la actuación debida que le era exigible en los
términos del artículo 63 del Código Civil.
Por tanto, concluyó que el daño, aunque antijurídico, no es imputable al
Estado, porque lo determinante y exclusivo para que ocurriera la
aprehensión fue la conducta omisiva del actor, quien no cuestionó ni
reprobó las actividades que realizaba la persona que transportaba, hecho
que permite clasificar su conducta como gravemente culposa y, así mismo,
exonerar de responsabilidad a la administración de justicia (C. P. Jaime
Enrique Rodríguez).
Consejo de Estado Sección Tercera, Sentencia
66001233100020100014701 (46360), Dic. 15/17
¿Puede configurarse una causa extraña como eximente de
responsabilidad estatal por privación injusta de la libertad?
Un fallo de la Sección Tercera del Consejo de Estado, dado a conocer
recientemente, explica que, tradicionalmente, en el análisis de la
responsabilidad extracontractual del Estado se ha admitido que tanto el
hecho de terceros como el de la propia víctima pueden impedir la
imputación de un daño antijurídico efectivamente sufrido a la entidad
pública demandada, en la medida en que rompen el nexo de causalidad
entre la acción estatal y el perjuicio.
Sin embargo, en el caso de la responsabilidad estatal por privación injusta
de la libertad no parece que se aplique en rigor ninguno de estos
supuestos, sin que por ello haya que concluirse, necesariamente, que no
cabe exoneración estatal.
Por un lado, difícilmente se puede pensar en un supuesto en el que la
actuación de terceros se dé de un modo totalmente ajeno al
funcionamiento del sistema penal. (Lea: Esta es la jurisprudencia
consolidada sobre responsabilidad del Estado en casos de privación
injusta de la libertad)
Por el contrario, la mayor parte de casos en los que se alega el hecho del
tercero en el contexto de los procesos por privación injusta de la libertad
tienen que ver con la “inducción al error” por parte de otras autoridades e,
incluso, de testigos que, voluntaria o involuntariamente, suministran
información incorrecta o la alteración dolosa de las pruebas.
No obstante, estas circunstancias no pueden calificarse como
impredecibles o irresistibles para los operarios de la justicia, a quienes se
les confía el juicio o la investigación, requisito imprescindible para la
eficacia de la excepción del hecho exclusivo y excluyente de un tercero.
Para la Sala, es evidente que el proceso penal se cimienta sobre un sistema
probatorio naturalmente falible.
En su mayoría, las pruebas sobre las que se estructura el juicio de
responsabilidad son fuentes humanas y, por lo tanto, falibles.
La aceptación del testimonio, el dictamen pericial o los documentos y, en
general, cualquier tipo de prueba implica necesariamente la aceptación de
su falibilidad.
Esto es, el testigo puede faltar a la verdad o equivocarse en su precepción,
el perito puede errar, el documento puede haber sido alterado y el informe
de autoridad faltar a la verdad.
Justamente por el origen humano y, por ende, falible de las fuentes de
acceso al conocimiento de los hechos, se impone al investigador o el
juzgador un deber reforzado de analizar rigurosamente las pruebas, de
acuerdo con las exigencias de la sana crítica.
El escrutinio del juez, entonces, debe dirigirse precisamente a identificar
las posibles falencias y a evaluar su grado de fiabilidad.
Por lo anterior, concluyó que la aceptación de la exoneración por hecho de
terceros, en eventos en los que se demuestre que la decisión se tomó con
fundamento en una prueba que no resultó del todo veraz, es tanto como
eximir al juez de la carga de juzgar con criterio.
Esto, según el fallo, es lo mismo que aceptar que el juez deje de ser juez.
Culpa de la víctima
En lo que respecta a la exoneración por culpa de la víctima la corporación
recordó que la jurisprudencia se ha encargado de explicar que no atiende a
la falta de diligencia o impericia de la víctima, tampoco a su intención, sino
que se trata de un asunto de causalidad: si la víctima causó el daño, al
margen de la subjetividad de la actuación, rompe la causalidad y no surge
la obligación de indemnización.
Consideración inadmisible, a juicio del alto tribunal, tratándose de
privación de la libertad, porque, al igual que el hecho del tercero ajeno a la
facultad punitiva del Estado, la víctima no estuvo en posibilidad de
generar una investigación en su contra y tampoco una medida de
aseguramiento.
Es que el Estado, titular de la acción penal, habría de estar en capacidad
de desvirtuar la presunción de inocencia, al margen del titular de la
misma. (Lea: Así se diferencia la culpa civil de la penal, para efectos de la
responsabilidad extracontractual)
Lo anterior no significa que el hecho de la víctima, cuando reviste la
connotación de gravemente culposo o doloso, carezca de efectos respecto
de la declaración de la responsabilidad estatal, pues, por expresa
disposición legal, por exigencia de los principios constitucionales y en
virtud de los preceptos milenariamente aceptados de vivir honestamente
(honeste vivere) y no hacer daño a los demás (naeminem laedere), se
impone la imposibilidad reconocer indemnización a quien ha obrado con
culpa grave o dolo.
Al respecto, la corporación insistió que la razón por la cual la culpa grave o
el dolo del agente se estiman jurídicamente relevantes no radica en su
aptitud para desvirtuar el nexo causal (tratándose simplemente de una
causalidad indirecta), sino en razones de proporcionalidad y de
interpretación armónica de los preceptos constitucionales, las que, en todo
caso, hacen evidente la autonomía del juez de la responsabilidad, de cara a
las decisiones adoptadas en el marco de la investigación y causa penal (C.
P. Stella Conto).
Consejo de Estado Sección Tercera, Sentencia
25000232600020040138401 (38976), Oct. 12/17
Esta es la jurisprudencia consolidada sobre responsabilidad del Estado
en casos de privación injusta de la libertad
Por regla general, y de acuerdo con jurisprudencia consolidada sobre la
responsabilidad de la administración por privación injusta de la libertad, a
menos que opere la culpa grave o dolo de la víctima la protección del
derecho fundamental a la libertad deberá imponerse.
Así lo concluyó una providencia reciente de la Sección Tercera del Consejo
de Estado, que revocó un fallo emitido por el Tribunal Administrativo del
Norte de Santander y declaró extracontractual y solidariamente
responsable a la Fiscalía General de la Nación y a la Policía Nacional.
En efecto, manifestó la Corporación que el artículo 70 de la Ley 270 de
1996 estipula que se entenderá probada la culpa de la víctima cuando esta
haya actuado “con culpa grave o dolo”.
Por su parte, el artículo 414 del Código de Procedimiento Penal dispone
que quien haya sido privado injustamente de la libertad podrá demandar
al Estado indemnización de perjuicios, siempre y cuando la detención
preventiva que le hubiere sido impuesta no se haya causado por dolo o
culpa grave (C. P. Stella Conto).
CE Sección Tercera, Sentencia 54001233100020030026301 (40463),
Dic. 13/17.
Así se diferencia la culpa civil de la penal, para efectos de la
responsabilidad extracontractual
Para efectos de determinar la configuración de la culpa de la víctima como
eximente de responsabilidad por privación injusta, la Sección Tercera del
Consejo de Estado recordó las diferencias existentes entre el concepto de
la culpa en materia civil y el que es propio en el ámbito penal.
Al respecto resaltó que mientras en el Código Civil la culpa demanda de
una confrontación objetiva con un estándar general, según la situación del
agente en un sistema de relaciones jurídicas, el juicio de culpabilidad en
sede penal comporta un reproche subjetivo a la conducta particular en
orden a la realización de la infracción.
La culpa grave, equivalente al dolo civil, tiene que ver con el
desconocimiento inexcusable de un patrón socialmente aceptado de
comportamiento sindicado a quien se le reprocha haber obrado de un
modo contrario a la norma penal, estando en condiciones de haber obrado
distinto.
Ello implica que, en el juicio penal, el análisis de la culpa, en tanto
elemento eminentemente subjetivo del delito, subordine el juicio de
reproche a las circunstancias particulares de quien realiza la conducta.
(Lea: Estos criterios determinan si la privación de la libertad fue por
culpa de la víctima)
Así, mientras que en el Derecho Civil basta con acreditar que la actuación
impugnada no satisface las exigencias objetivas del comportamiento, en el
Penal se han de ponderar circunstancias meramente subjetivas, como las
pasiones (miedo o ira), el grado de educación, los antecedentes personales,
entre otros.
De tal manera que, en el primero, el reproche se deriva de un análisis
comparativo, mientras que en el juicio penal se trata de circunstancias
particulares.
Graduación
El fallo recuerda, también, que la calificación de la culpa civil del actor
como dolosa o gravemente culposa se realiza desde la perspectiva del
artículo 63 del Código Civil. (Lea: No cualquier equivocación constituye
culpa grave dentro de la culpa exclusiva de la víctima)
Es decir, no se deriva de las características subjetivas del agente, sino de
una posición relacional objetiva, esto es, a la luz de la confrontación de la
conducta del actor con un estándar objetivo de corrección que utiliza el
modelo de conducta del buen pater familias, para cuya conformación debe
tenerse presente las reglas propias de las funciones, profesiones u oficios
desarrollados (C. P. Stella Conto).
Consejo de Estado Sección Tercera, Sentencia
25000232600020110053901 (47400), Dic. 6/17
Estos criterios determinan si la privación de la libertad fue por culpa
de la víctima
La Sección Tercera del Consejo de Estado reiteró que frente a la culpa de la
víctima que exonera completamente al Estado cuando es demandado por
la privación, al parecer, injusta de la libertad de un ciudadano el análisis
de la conducta difiere completamente del campo penal, pues los efectos de
la decisión que se profiere en ese ámbito no se transmiten al estudio de la
acción de reparación directa, porque esta última es autónoma y con
identidad propia.
Ciertamente, entre ambas acciones existen diferencias, específicamente en
cuanto a las partes, el objeto, el fundamento, la carga probatoria y la
exoneración de responsabilidad. (Lea: No cualquier equivocación
constituye culpa grave dentro de la culpa exclusiva de la víctima)
Así las cosas, si bien una persona puede ser exonerada penalmente porque
el hecho no existió, el sindicado no lo cometió, la conducta no constituía
hecho punible o en aplicación del principio in dubio pro reo, no significa
que el Estado deba ser automáticamente declarado responsable por la
privación de la libertad y condenado a indemnizar el daño causado.
En efecto, cuando se ha configurado la culpa de la víctima la entidad
demandada será liberada de responsabilidad.
Entonces, cuando se analiza la conducta de la víctima en el ámbito de la
responsabilidad extracontractual no se está haciendo un reproche de la
culpabilidad de ella como un elemento del tipo penal, sino que se está
analizando su actuación desde la noción de culpa, la que si es grave o
dolosa, exclusiva y excluyente, bajo la óptica del artículo 70 de la Ley 270
de 1996, dará lugar a la exoneración de la entidad.
Pero si incide junto con la actuación de la administración en el daño dará
lugar a la disminución de indemnización.
Criterios
Desde esta perspectiva, el alto tribunal recordó que la jurisprudencia ha
determinado que cuando se trata de acciones de responsabilidad
patrimonial el dolo o culpa grave que allí se considera se rige por los
criterios establecidos en el artículo 63 del Código Civil.
Por culpa se ha dicho que es la reprochable conducta de un agente que
generó un daño antijurídico (injusto) no querido por él, pero producido por
la omisión voluntaria del deber objetivo de cuidado que le era exigible, de
acuerdo con sus condiciones personales y las circunstancias en las que
actuó.
Es decir, la conducta es culposa cuando el resultado dañino es producto
de la infracción al deber objetivo de cuidado y el agente debió haberlo
previsto por ser previsible o, habiéndolo previsto, confió en poder evitarlo.
(Lea: Conozca los 11 supuestos en que la culpa de la víctima exime de
responsabilidad estatal)
También se ha entendido por culpa el error de conducta en que no habría
incurrido una persona en las mismas circunstancias en que obró aquella
cuyo comportamiento es analizado y en consideración al deber de
diligencia y cuidado que le era exigible.
Clasificación tripartita
Ahora bien, tradicionalmente se ha calificado como culpa la actuación no
intencional de un sujeto en forma negligente, imprudente o imperita, quien
de manera descuidada y sin la cautela requerida deja de cumplir u omite
el deber funcional o conducta que le es exigible.
Y por su gravedad o intensidad se ha distinguido entre la culpa grave
o lata, la culpa leve y la culpa levísima.
Esta clasificación tripartita tiene consecuencias en el ámbito de la
responsabilidad contractual o extracontractual, conforme a lo que
expresamente señala el ordenamiento jurídico, así:
Culpa leve: consiste en la omisión de la diligencia del hombre normal
(diligens paterfamilias). Es decir, la omisión de la diligencia ordinaria en
los asuntos propios.
Culpa levísima: también equiparada con la omisión de diligencia que el
hombre juicioso, experto y previsivo emplea en sus asuntos relevantes y de
importancia.
Culpa lata: es la omisión de la diligencia mínima exigible inclusive al
hombre descuidado y que consiste en no poner el cuidado en los negocios
ajenos que este tipo de personas ponen en los suyos. En el régimen civil se
asimila al dolo (C. P. Ramiro Pazos).
Consejo de Estado Sección Tercera, Sentencia
19001233100020070026201 (44810), Jul. 13/17