CONTRA EL NACIONALISMO Y LOS NACIONALISTAS
BOLIVIANOS Y BOLIVIANISTAS. OTRAS PERSPECTIVAS
POLÍTICAS PARA ENTENDER A BOLIVIA
Gustavo Pinto
Mosqueira
Hacen más de dos décadas que vengo estudiando el asunto del o
los nacionalismos. Lo hago con mayor sistematicidad desde fines
del siglo XX luego de hacerme cargo de las asignaturas de
Antropología política en la carrera de Antropología y de Sociología
en la de Derecho de la Universidad Católica de Bolivia, y de
adentrarme en áreas de las ciencias sociales como la Sociología
política, la Sociología histórica y otras. Esto me llevó a escribir un
ensayo breve en enero-febrero de 2002 respecto a la idea de que
en el oriente boliviano es posible explicar y defender la existencia
de una “nacionalidad camba”.
De ahí en más, se multiplicaron mis lecturas sobre el nacionalismo
de varios autores del ámbito académico internacional, del
nacionalismo boliviano en particular como el expuesto por Carlos
Montenegro, Irma Lorini, y otros, que expresan, sin cuestionar, la
idea de la existencia o construcción de la “nación boliviana”, es
decir, del Estado-nación de Bolivia.
Pero al conocer más y volverme crítico de la modernidad
(occidental europea), concretamente del discurso político moderno
y modernista en torno al Estado, la nación o el Estado-nación, así
como por el hecho de hacer múltiples lecturas sobre “otros
nacionalismos” (y sobre las “naciones sin Estado” que existen hoy
en este planeta tierra) ya en el contexto y condición posmoderna
en sus dimensiones social, histórica, cultural y política, fui
captando con otros “prismas” esta temática, haciéndome aún más
crítico respecto del nacionalismo político moderno, es decir, en
contra de esa narrativa o metadiscurso “patriotero” -que habla de
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una “sola patria” o de un “solo país” o del “pueblo” como sinónimo
de una clase social empobrecida- en Estados que, en los hechos,
son pluriculturales y plurinacionales como el caso de Bolivia y
muchas otras repúblicas en el mundo; Estados compuestos, lo
sabemos, por una heterogeneidad de pueblos y naciones, que
viven en sus determinados territorios).
En Bolivia en la última década se avanzó en ver esta diversidad,
al constitucionalizar lo “plurinacional”. Sin embargo, veo dos
limitaciones en post de avanzar más aún: una, solo los indígenas
como etnias y culturas son reconocidas como naciones, dejando
(se los ha ninguneado) a los mestizos y criollos sin identidad
nacional; dos, se nota que existe una mentalidad conservadora,
nada progresista en estos asuntos en la clase política tradicional
altoperuana secundada por muchos nacionalistas de las tierras
bajas al seguir concibiendo a Bolivia como “una nación” de
“naciones indígenas” cuando, en los hechos, este es un Estado
etnocrático porque es gobernado y administrado por los aimaras-
quechuas y sus descendientes, los mestizos andinos.
Esta “supuesta” nación boliviana, sobre todo a partir del fracaso de
la guerra del Chaco, con las ideas nacionalistas de políticos, de
partidos y militantes nacionalistas (populistas y demagogos
autoritarios en su mayoría), sin embargo, sigue siendo y
entendiéndosela signada por la historia, la cultura, la idiosincrasia,
la mentalidad del collasuyo. De modo que, todo lo que no sea
andino, o no cuenta o es un mero añadido al macizo andino, como
pensaron hace casi un siglo varios nacionalistas del occidente
boliviano.
Esto explica por qué escritores, investigadores e intelectuales en
general, impregnados del esquema nacionalista modernista, se
esforzarán, a través de sus publicaciones y prácticas políticas, en
acoplar y acomodar a la idea andina de nación boliviana las otras
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historias de las etnias, culturas o pueblos orientales, haciendo
aparecer a éstos últimos como si, por un destino ineludible o un
determinismo histórico, o casi como por mandato divino, los
cambas hayan estado unidos desde siempre al Estado etnocrático
andino.
Sin embargo, estamos en otro contexto histórico y político. Por
eso, es oportuno ver y pensar a Bolivia como Estado desde otras
perspectivas. Esto será posible diferenciando y analizando los
tipos de nacionalismos que se identifican actualmente.
Resumiendo al máximo son estos tres:
1ro. El nacionalismo modernista (racionalista). Surgió con la
Revolución francesa y fue apuntalado por los “jacobinos”
francófonos y luego por el periodo napoleónico en Francia. Se lo
conoce también como el “nacionalismo decimonónico”. El
pensador francés Ernest Renan lo expuso teóricamente en la
segunda mitad del siglo XIX. Es un nacionalismo racionalista.
Pretendió homogenizar culturalmente a los pueblos y naciones de
un Estado en torno a una sola lengua, una única historia, a unos
símbolos patrios como son una sola bandera, un solo himno (al
que se lo adjetivó con lo de “nacional”). Postuló la construcción de
un Estado fuerte, centralizado y centralista. Combatió las diversas
identidades culturales y nacionalidades. E impuso un solo proyecto
político: el de la única nación convertida en Estado-nación
incrustando en el gobierno y administración del Estado a una sola
etnia o nacionalidad. En Francia se subieron al poder los
francófonos: los de lengua, habla y cultura francesa. Estos
acabaron y combatieron a las otras identidades culturales y
nacionales, imponiéndoles la lengua francesa, una sola historia,
etc., por ejemplo a los Bretones y otros pueblos que tenía Francia
como república en su momento. Generalmente en este tipo de
Estado etnocrático, la etnia y cultura que la gobierno hace las leyes
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a su favor y en contra de las otras particularidades étnicas y
culturales. Por eso logra imponerse y oprimir a las otras naciones,
quitándoles sus tierras o territorios, sus recursos naturales (oro,
gas, petróleo, etc.) en nombre de la soberanía, de la unidad, etc.
Este tipo de nacionalismo llegó a Hispanoamérica, y las
respectivas élites políticas lo aplicaron un poco más tarde, y en
unos Estados ya más entrado el siglo XX, como el caso de Bolivia.
(En Bolivia hacia 1924 se creó la Sociedad Nacionalista Boliviana
y hacia 1926 se fundó el primer Partido Nacionalista).
Con un Estado-nación pensado y defendido así, el colonialismo
francés no solo fue externo sino también interno. Acabó con
diversas identidades nacionales dentro del mismo Estado francés.
Esto sucedió también en los Estados Latinoamericanos. Se
construyó una sola narrativa en torno a la historia, a los símbolos
patrios únicos para todos, a las guerras contra otros Estados
vecinos aun cuando se hayan perdidos esos conflictos bélicos, etc.
(En Bolivia, esta narrativa raya en lo patético, hasta el punto que
un historiador sucrense, uno de los pocos honestos que he leído,
afirmó que no le da ganas de estudiar la historia boliviana -esa
oficial que nos las imponen en los colegios y universidades- porque
es trágica, ¡y vaya que lo es!, si uno la lee con un espíritu crítico,
pero que no se la enseña así).
2do. Nacionalismo etno-cultural. Apareció también en el siglo
XVIII. Incluso antes del jacobino o francófono. Lo teorizó y explicó
Johann G. Herder en Alemania. Es el ala romántica del
nacionalismo dieciochesco. Sostiene, en su tesis central, que las
naciones “preexisten” a los Estados modernos. Que no se
construyen sino que nacieron y se formaron después de cientos de
años de evolución y convivencia social de un grupo humano dentro
de un territorio, en torno a una lengua, a unos usos y costumbres
comunes, mitos y cosmovisión propia, etc. Muchas de esas
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naciones (etnoculturales) fueron conquistadas por otros Estados
imperiales más fuertes, anexadas y hasta colonizadas inclusivo
hasta hacerlas desaparecer.
Pero con el tiempo, muchas de esas naciones lucharon por su
liberación de ese dominio imperial hasta convertirse en naciones-
Estados. El caso de Irlanda del Sur y su liberación política del
imperialismo británico hasta convertirse en una República Libre en
1921 es un ejemplo paradigmático.
Ahora bien, varias de aquellas naciones, sin haber sufrido esas
experiencias políticas opresivas, con el objetivo de formarse como
Estados modernos, se volvieron nación-Estado por un proceso
más espontáneo y voluntad propia, o sea, organizaron
políticamente su poder para autogobernarse y decidir su destino
como tales.
Esta idea romántica de nación y de nación-Estado no llegó en su
momento a las repúblicas hispanoamericanas. Por esto, a las
élites políticas nacionalistas modernistas nunca les interesó
respetar a los pueblos, culturas y naciones porque gobernaron los
respectivos Estados con el esquema político del primer tipo de
nacionalismo descrito arriba. Es decir, solo adoptaron el
nacionalismo jacobino-francés modernista y homogenizante,
cultural y políticamente hablando. Los jacobinos se inventaron el
concepto de ciudadano, dejando de lado el de identidad cultural
étnica. Para lograr esto, crearon símbolos únicos, la idea de
soberanía de un “solo pueblo”, una “sola nación”, una “sola patria”.
Este discurso justificó y legitimó la desaparición de muchas etnias
con sus respectivas culturas, la expoliación de sus recursos
naturales, de su trabajo vía impuestos a cambio de empobrecerlos
y mantenerlos dominados inventándose contra ellos un sistema
cultural de prejuicios: son anti-revolucionarios, o son bárbaros, o
son “flojos”, o “ignorantes”, son “antipatriotas” (¿les suena algo
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esto?), etc. (Los ingleses les decían a los irlandeses que eran
“sucios”, que “no eran capaces de gobernarse a sí mismos”, etc.,
para justificar colonizarlos). ¿Acaso no hizo eso el Estado
andinocéntrico boliviano con los otros pueblos que no son andinos
en Bolivia? Y pensar que muchos políticos, intelectuales,
profesionales, analistas…que no son andinos en Bolivia, militaron
y apoyaron ese proyecto político de Estado-nación collasuyano y
que aún son permisivo con el colonialismo interno de los andinos
en contra de los otros pueblos, culturas y naciones que tiene el
Estado plurinacional de Bolivia –que de “pluri” solo tiene eso, pero
no de múltiples naciones a las que se las debe respetar y valorar;
no por nada se sigue colonizando con andinos (los que se hacen
llamar “interculturales”) los territorios o regiones de los cambas en
general.
3ro. Nacionalismo identitario cultural. Está relacionado con el
nacionalismo dieciochesco (del siglo XVIII). Es posmoderno.
Predica la heterogeneidad de identidades culturales dentro de una
república. Se diferencia, sí, del segundo nacionalismo, en cuanto
predica que un grupo humano es o se constituye como pueblo o
nación no en base a una etnia, sino a una identidad cultural. Esta
identidad es consecuencia de un largo mestizaje (biocultural o solo
cultural) entre varios grupos que llevan conviviendo en un territorio
o región, hasta haberse formado una comunidad cultural con una
historia, una cultura, unas costumbres, una lengua o un dialecto
(sociolecto), una idiosincrasia particular, etc., o sea, una “nación
histórico-cultural”. Con el tiempo, algunos de estos pueblos o
nacionalidades desarrollan un discurso regionalista si forman parte
de un Estado o una narración independentista ante un Estado
centralizado y centralista que no atienden sus respectivas
demandas económicas, educativas, etc.
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El sustrato filosófico y antropológico de este tercer tipo de
nacionalismo es que el mundo no es homogéneo sino
heterogéneo, no es único sino diverso. Se rechaza el intento de
cualquier Estado etnocrático de imponer la cultura dominante del
grupo étnico o cultura que gobierna y administra el Estado. Tal
como sucede hoy en Bolivia. Y esto explica el discurso del
“nacionalismo camba” o de otros nacionalismos en el mundo que,
en algunos casos, han logrado la autodeterminación de sus
respectivos pueblos o naciones vía las autonomías regionales
reales o territoriales o vía el federalismo, y en otros siguen
luchando por liberarse de la dominación y opresión que sufren de
un Estado que tiene incrustado en el poder a una etnia o cultura
específica la cual goza de todos los privilegios y poderes para
expoliar, explotar y acallar a otras voces identitaria-culturales
nacionales que claman por la descentralización administrativa y/o
política en base al derecho a decidir su propio destino como
nación.
De manera que hoy entenderemos a Bolivia de una determinada
manera, dependiendo de en qué tipo de nacionalismo nos
ubiquemos. Es anacrónico, sin embargo, conservador y patético a
la vez, seguir mirando este Estado boliviano desde el primer
nacionalismo descrito y cuestionado desde mi punto de vista. Si lo
miramos desde el segundo y el tercer nacionalismo, entonces
percibiremos que en Bolivia no hay una “sola patria” sino “varias
patrias”, no hay una “sola nación”, sino “naciones”, no hay un “solo
país”, sino “varios países”, y que para hacer justicia y por justicia
con esta diversidad nacional y cultural, es mejor que cambie su
estructura política administrativa actual por la de un Estado federal
o confederado, antes de que se “haga trizas” por el aire como
Estado.
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Democracia, justicia, confianza y libertad es lo que exigen y por lo
que luchan y lucharán las naciones aun dentro de un mismo
Estado.
¡Los pueblos o naciones tienen “Derecho a decidir” su propio
destino!