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Introducción A La Didáctica de La Lengua y La Literatura

El documento trata sobre la importancia del lenguaje en la vida humana y su naturaleza social. Explica que el lenguaje es transversal a todas las actividades humanas y es el medio principal para la comunicación e interacción social. También describe las diferentes perspectivas sobre la definición de lenguaje de autores como Saussure, Chomsky y Sapir. Finalmente, enfatiza que el lenguaje es un hecho social fundamental para el desarrollo mental y la adaptación humana gracias a la competencia lingüística innata en todos los individuos.

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Introducción A La Didáctica de La Lengua y La Literatura

El documento trata sobre la importancia del lenguaje en la vida humana y su naturaleza social. Explica que el lenguaje es transversal a todas las actividades humanas y es el medio principal para la comunicación e interacción social. También describe las diferentes perspectivas sobre la definición de lenguaje de autores como Saussure, Chomsky y Sapir. Finalmente, enfatiza que el lenguaje es un hecho social fundamental para el desarrollo mental y la adaptación humana gracias a la competencia lingüística innata en todos los individuos.

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INTRODUCCIÓN A LA DIDÁCTICA DE LA LENGUA Y LA LITERATURA

Un enfoque sociocrítico
Armando López Valero
Eduardo Encabo Fernández
Capítulo I
El lenguaje como elemento transversal que articula toda actuación humana
En este capítulo que da inicio a esta producción no podíamos sino tratar el tema sobre el cual gira toda la
temática de la obra, es decir, el lenguaje. Antes de abordar la Lengua y la Literatura, o bien su didáctica,
debemos referirnos a esa entidad abstracta llamada lenguaje que ha acontecido desde el principio de los
tiempos. Desde que el ser humano opta por imponer un elemento cultural que actúe como norma y como
represor de los instintos, precisa de un vehículo de actuación dentro de esa sociedad cultural trazada, Así, si
efectuamos un barrido visual a nuestro entorno más cercano, e incluso más lejano, observaremos que todo es
lenguaje, en cualquiera de sus manifestaciones. Tales muestras bien pueden ser habladas (cuando
interactuamos con una persona interlocutora), escritas (el contacto con los libros, con los carteles que nos
anuncian cosas de forma escritas…), icónicas (aquellas señales culturales que ya hemos interiorizado como
pueden ser los hombrecitos que denotan si un semáforo está en rojo o verde para pasar), proxémicas (en el
sentido del lenguaje corporal y nuestras señas hacia los demás), paralingüísticas (ritmo, entonación…). Con
todo ello concedemos al resto de las personas que habitan con nosotros una información para las posteriores
actuaciones vitales, y todo ello se hace efectivo a través del lenguaje. Estamos en condiciones de acordar- tal
como nos indica Marina (1999)- que la forma más eficaz con el resto del mundo que nos trasciende es el
lenguaje; el modo en que el lenguaje interviene en las complejas relaciones producidas nos da la clave para
entender la constitución del mundo mancomunado en el cual vivimos. Pero, ¿qué es realmente el lenguaje?
¿Estamos en condiciones de decir que es una actividad, tal y como indicaba Leontiev? ¿o bien diremos como
Chomsky que es una facultad? De igual modo, podríamos preguntarnos si es un sistema formal, como reseña
Hjelmslev; ¿y si fuese un módulo operativo- opinión de Fodor-? ¿Será- en opinión de Lévi-Strausss- una
estructura que no necesita sujeto? ¿O un conjunto de actos de habla (Austin y Searle)? En todo caso, no
podemos desdeñar ninguna de las aportaciones que acabamos de citar, ya que todas, bien analizadas, son
ciertas. Si podemos extraer la conclusión de que todas ellas van a conformar un complejo entramado que
debe servirnos para hacernos una idea de la magnitud del objeto lingüístico dentro de nuestra existencia.
Debemos afianzar la creencia del carácter transversal del lenguaje dentro de la vida de las personas y del
funcionamiento social que acontece. Insistimos en que todas las actuaciones sociales tienen impregnada la
distinción lingüística, ya que no tendrían ese carácter sin que el lenguaje bañase su desarrollo. Más adelante,
veremos cuál es el objeto real de área de conocimiento en el cual se convierte la Didáctica de la Lengua y la
Literatura, pero como paso previo pensamos que es importante delimitar la importancia del instrumento
lingüístico incluido en el estudio del ser humano o de la sociedad que este último ha creado. Remitámonos a
términos del antropólogo Claude Levi- Strauss cuando indicaba que, todo problema que se pudiese plantear es
el lenguaje. Este se manifiesta como el hecho cultural por excelencia, y eso es debido a que es parte de la
cultura y es el medio privilegiado, el instrumento esencial a través del cual asimilamos las costumbres,
tradiciones, conocimientos, norma… de nuestro grupo de referencia. Sabemos pues que el lenguaje es un acto
dirigido, reversible y autorregulado, que es un sistema, que es significativo y que además es elástico (Buxó,
1983), con lo cual retomamos nuevamente la conclusión a la cual previamente habíamos llegado: la gran
complejidad del estudio del objeto lingüístico. Este carácter complejo deriva en una gran disparidad en lo que
respecta a las visiones que se tienen del mismo. Así, Ferdinard de Saussure- considerado como el padre de la
lingüística moderna- concibe el lenguaje como un sistema de signos que se encuentran unidos a través de
acciones, las cuales traducen relaciones mutuas. Bloomfield- representante de la escuela norteamericana- lo
designa como un conjunto de usos cada uno de los cuales consta de rasgos observables de tipo vocal y del
estímulo- respuesta. Por su parte Chomsky concibe el lenguaje como un conjunto de frases u oraciones
abstractas cuya organización subyacente ha de reconstruir la gramática. Así, debemos atribuir a este autor
toda la organización sintagmática constituida por una objetiva y exhaustiva composición estructural. De todos
modos es Sapir el que se aproxima a una concepción que se rige por ver el lenguaje como un método de
comunicación por medio de un sistema de símbolos. Su definición del mismo se traduce en: “un método
exclusivamente humano, y no instintivo, de comunicar ideas, emociones y deseos por medio de un sistema de
símbolos producidos de manera deliberada. Estos símbolos son ante todo auditivos, y son producidos por los
llamados órganos del habla (Sapir, 1986, 14). Procedamos a analizar los elementos que componen tal
definición: la aparición del vocablo “método” denota que el lenguaje es un medio, un instrumento para
alcanzar fines, la importancia del mismo alcanza su culminación cuando hablamos de interacciones entre
iguales; cuando nos aproximamos a otra persona para hablar, o bien cuando nos situamos en un lugar físico y
tomamos como referencia para nuestra posición a otra persona, siempre estamos utilizando el lenguaje. Se
desprende de la definición que el lenguaje es algo multiforme y heteróclito, además de ser algo familiar para
todos los seres humanos. Es importante resaltar de esa definición el hecho de que el lenguaje sea el medio
para comunicar ideas, emociones y deseos a través de una serie de símbolos, que quedan incluidos en lo que
denominamos código. Este último, según Rondal (1980), es un subsistema lingüístico que remite a la
transmisión de estructuras profundas de significación de una subcultura. De esa manera, cada código
lingüístico quedará definido por: un conjunto de características gramaticales; y también mantendrá una
directa correspondencia con una concreta forma de ver la realidad. Los códigos que utilizamos denotan esas
ideas, anhelos y creencias que aprehendemos de lo social, con lo cual, de nuevo, estamos ahondando en la
situación circular que nos remite al binomio lenguaje-hechos sociales.
Una vez delimitado el carácter transversal del lenguaje es pertinente proceder en el siguiente subapartado a
comprobar cómo el lenguaje es un hecho de naturaleza social, cosa que ya hemos apuntado previamente.
El lenguaje es un hecho social
El haber titulado de esta manera este subapartado responde a una manifestación de Ferdinard de Saussure
cuando expresó: la langage est un fait social. Y es una realidad demasiado obvia como para no ser reconocida
como tal. Lo que sí es cierto que tal vez debido a esa cotidianeidad del lenguaje no le conferimos la
importancia que este adquiere en nuestras vidas, y en este comienzo del milenio, inicios del siglo XXI, estemos
desdeñando la poderosa arma social en que se convierte. El hecho de tener una concepción basada en que
todo es lenguaje, o de igual manera, que la realidad está conformada por diversos lenguajes los cuales las
personas vamos interpretando, motiva que -bajo nuestro prisma- cualquier acontecimiento de tipo social
tenga una subyacente explicación apoyada en lo lingüístico-comunicativo. Así, dependiendo del prisma
interpretativo que confiamos a la recepción informativa que todos los días realizamos, podremos interpretar
de un modo más correcto la realidad que nos acontece; con lo cual, dependiendo de los recursos y bagajes
lingüístico-comunicativos que poseamos podremos dar cobertura a la necesaria acción hermenéutica sobre
esos signos de la realidad externa e interna que consuetudinariamente se nos van presentando.
El ser humano, por el devenir de las circunstancias, ha construido un marco social y cultural necesario para su
subsistencia, y el lenguaje ha llegado a ser parte fundamental del desarrollo vital de las personas. Por ello,
podemos adherirnos a la expresión de Román Jakobson (1976, 83) cuando nos indica que “para todos los seres
humanos, y sólo para los seres humanos, el lenguaje es el vehículo de la vida mental y de la comunicación”.
Importante es destacar el hecho de la vida mental y del raciocinio, ya que influye en la inteligencia y en la
adaptación a las distintas situaciones que a lo largo de las distintas etapas de la vida mental se van
presentando. Como venimos resaltando, el lenguaje es un instrumento que nos ayuda a ver con más claridad
situaciones con las que nos tenemos que enfrentar. De alguna manera, nos sirve como decodificador de las
señales externas con las cuales somos bombardeados a lo largo del día. Cuanto más formados lingüística y
comunicativamente estemos, mejor podremos asimilar toda la información que vamos recibiendo. Tal y como
dice Chomsky (1980), los seres humanos poseemos una competencia lingüística que debemos de ir
desarrollando. Dicha competencia se halla en la base del comportamiento y de lo fundamental, es decir, toda
persona está dotada de unas condiciones lingüísticas innatas, cuyo grado de desarrollo va a depender de sus
interacciones sociales y su grado de aprendizaje. Por ello, nos dice este autor que el hecho de poseer esa
competencia lingüística implica que se lleve a cabo de un modo directo y simple en el comportamiento
humano.
Dentro de todo este bosquejo teórico acerca de la importancia del lenguaje en nuestras vidas y en nuestro
acceso al acervo cultural que nos precede antes de realizar nuestra aparición en este mundo, debemos indicar
que para completar un adecuado marco contextualizador que corrobore nuestra idea relativa a que el
lenguaje es el elemento fundamental de la vida humana, será preciso indicar cuáles son las funciones que
desarrolla el mismo. Así, basándonos en Hallliday, diremos que las mencionadas funciones son: función
instrumental (el lenguaje será utilizado para la consecución de objetivos: pedir alguna cosa, marcar distancia
entre personas); función reguladora (el lenguaje nos indica cuál es nuestra situación lingüística con respecto a
los demás); función personal (expresamos nuestras emociones, ideas, sentimientos, creencias); función
heurística(a través del lenguaje vamos a ser capaces de ir construyendo nuestra particular visión de la realidad
en contraste con la visión colectiva de la misma. Vamos explorando la realidad, interpretando todos los
aspectos de la misma que vamos descubriendo. Realizando un símil muy sencillo, el lenguaje podría
convertirse en un machete que nos ayuda a cortar las prolongadas matas que nos impiden ver el conocimiento
y la realidad); función imaginativa (estrechamente ligada a la anterior, ya que a través del lenguaje podemos
hacer realidad nuestras imaginaciones e ir creando nuevas realidades); función informativa (queda implícita
en todas las anteriores, ya que el uso del lenguaje para aproximarnos a la realidad requiere de la reunión de
información sobre la realidad circundante y las personas con las cuales interactuando).
Una vez delimitadas cuáles son las funciones del lenguaje, es pertinente hacer alusión a la división hecha por
Saussure en su Curso de lingüística general en lo que respecta a Lengua y Habla. Las dos se hallan dentro del
lenguaje pero tiene una definición diferente. Así, la primera de ellas, la Lengua, está referida a la forma
particular que adquiere el lenguaje en una comunidad social determinada, es decir, que esa forma queda
convenida por los miembros de una sociedad a través de un consenso. Por otra parte, cuando hacemos
alusión al habla, estamos refiriéndonos al comportamiento del individuo que pone en práctica su Lengua. Con
una sencilla comparación podríamos explicar de un modo más preciso tal separata: imaginemos una hoja de
papel, el pensamiento (Lengua) corresponderá al anverso y el sonido (Habla) será el reverso. Si antes
aludíamos a las funciones del lenguaje, ahora podemos concretar que la Lengua va a cumplir tres funciones:
función comunicativa, en el sentido de poner en relación a las personas para el intercambio lingüístico;
función representativa, es decir representación de la realidad para acceder a ella; y por último, representación
reguladora, que como ya hemos dicho, va a ir dándonos información acerca de lo que sabemos y de lo que
piensa o sabe el interlocutor. Estas tres funciones se dan de una manera interrelacionada y simultánea.

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