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Adorno Rolena - Guaman Poma - Literatura de Resistencia en El Peru Colonial

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traducción de

MARTÍN MUR U.
GUAMAN POMA
LITERATURA DE RESISTENCIA
EN EL PERÚ COLONIAL

por
rolena adorno

SIGLO VEINTIUNO) « Í S J
siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.
CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACÁN. 04310 MÉXICO D F

siglo veintiuno de españa editores, s.a.


C A L L E PLAZA 5. 28043 MADRID. ESPAÑA

siglo veintiuno argentina editores


siglo veintiuno editores de Colombia, s.a.
C A L L E 55 NÚM 16 44. BOGOTÁ. D E . COLO M BIA

portada de maría luisa martínez passarge

primera edición en español, 1991


© siglo xxi editores, s.a. de c.v.
primera edición en inglés, 1986
© university of texas press
título original: guarnan poma, writings and resistance in colonial perú

isbn 968-23-1764-9

derechos reservados conforme a la ley


impreso y hecho en méxico / printed and made in mexico
ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS

INTRODUCCIÓN
Literatura histórica y polémica sobre la Historia, 11; Retos al canon,
19

1. GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA


Forma en que Guarnan Poma explota las historias escritas, 23; El
respeto por la historia, 33; La filosofía lascasiana de la Conquista,
35; Dramatización de uína hipótesis, 42; El presente arrolla al pasado,
48

2. EN BUSCA DE UNA CONCEPTUALIZACIÓN HEROICA


Verdad histórica y visión moral, 53; Biografías de Incas y reyes, 58;
El prólogo siempre aparece al final, 67; La Nueva coránica como
narración épica, 72

3. DE LA NARRATIVA AL SERMÓN
Estrategias granadinas, 81; Acerca de cómo mover los afectos del
lector, 87; La literatura de la conversión, 91; Una teoría de la
comunicación entre culturas, 94; El papel privilegiado que desem­
peña la invención, 97; El símil de Lucifer, 99; La voz del predicador,
101; El sermón se apodera de la narración, 105

4. LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO


Las sensibilidades barrocas, 11Q; Representación y supresión visua­
les, 114; Los valores simbólicos del espacio pictórico, 121; Líneas
de autoridad y de jerarquía, 134; Desorden en el eje horizontal, 142;
Los paradigmas perdidos: la diagonal invertida y el centro vacío,
149

5. MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS


Alegoría, sátira y el sermón, 160; Sobre caciques y Coyas, 169; En
6 ÍNDICE

los aposentos de la Coya, 169; El presente en el pasado, 174; El autor


como héroe, 180; La crítica final de Guarnan Poma, 181

BIBLIOGRAFÍA 187

ÍNDICE DE ILUSTRACIONES 203

ÍNDICE ANALÍTICO Y DE NOMBRES 205


AGRADECIMIENTOS

Q uisiera expresar mi agradecim iento a varios colegas cuyos cono­


cim ientos m e han sido de gran utilidad para la elaboración de este
proyecto: a Jo h n V. M urra, con q u ien tengo la m ayor deu d a de
gratitud, y tam bién a Lucille K err, R oberto González-Echevarría,
W alter M ignolo, Ciríaco M orón A rroyo, Frank Salom on y David I.
Grossvogel. T engo igualm ente u n a d eu d a d e g ratitud con otras
personas cuya dedicación a las culturas hispanoam ericanas y andi­
nas ha acrecentado la que yo m ism a les profeso: Sara Castro-Kla-
rén, Raquel Chang-Rodríguez, Pierre Duviols, Regina H arrison,
M ercedes López-Baralt, Julio O rtega, Ju a n Ossio, Franklin Pease y
Jo rg e L. Urioste. Van mis gracias especiales a una colega de la
U niversidad de Syracuse, Jo a n n C annon, p o r la lectura de una
versión an terio r del m anuscrito.
D ebo agradecer a Siglo XXI Editores, de la ciudad de México,
el haberm e otorgado perm iso p ara rep ro d u cir ciertas partes de la
edición de 1980, de la Nueva coránica y buen gobiernor que coedita­
m os J o h n M urra y yo. U na versión an te rio r del capítulo 4, apareció
previam ente en Studies in the Anthropology of Visual Communication
(vol. 5, núm . 2, pp. 78-96), y ciertas secciones de los capítulos 3 y 5
se publicaron p o r vez p rim era en Dispositio, Revista Hispánica de
Semiótica Literaria (vol. 4, núm . 10, pp. 27-47). Deseo agradecer a
los editores de esas revistas, la o p o rtu n id ad que me d ieron de
utilizar dichos m ateriales.
Le agradezco a la U niversidad de Syracuse, y en especial a Louis
W. R oberts, el aliento y apoyo que recibí p ara la elaboración de
este libro.
D edico la obra a mi esposo, David S. A dorno, quien me ha
acom pañado en los largos viajes desde las bibliotecas de la realeza
eu ro p ea hasta los pueblos m ineros del Perú de la Colonia, en mi
búsqueda de “el au to r Ayala”.

17]
IN TRO D U C CIÓ N

En las páginas que siguen he tratad o de efectuar u n acto de


descolonización en el terren o de la historia y de la crítica literaria
histórica. El com ienzo de mi trabajo fue un a fo rm a de resp o n d er
a los escritores y com entaristas que, de m an era sum aria, desecha­
ban los escritos del escaso pu ñ ad o de am ericanos étnicos, p o r más
que de hecho hayan sido éstos quienes constituyeron la p rim era
generación de escritores latinoam ericanos. Este rechazo se debía
p o r com pleto al hecho d e que tales autores de las prim eras épocas
eran am ericanos nativos, cuyas raíces étnicas ah o n d ab an grande­
m ente en el suelo precolom bino del Nuevo M undo. M arginalizados
política y socialm ente d u ran te la época en que vivieron, en ocasio­
nes to m aro n la plum a p ara lanzar una contraofensiva. Sus culturas
nativas tradicionales, que eran orales, no los habían p re p a ra d o para
expresarse p o r escrito en lenguas europeas, y su auto in terés polí­
tico con frecuencia distorsionó las narraciones qu e hicieron de la
historia antigua. En consecuencia, estas voces autóctonas fueron
m arginalizadas u n a segunda vez p o r el m u n d o d e la crítica litera­
ria.1 Y sin em bargo, estos individuos orgullosos y desesperados
habían vivido en carne p ro p ia los prim eros y críticos m om entos de
la historia cultural y política hispanoam ericana, y se habían ya
com prom etido en u n proceso de descolonización en el que los
terrenos q u e se tenían que recu p erar eran de índole no sólo
geográfica, sino tam bién espiritual e histórica.2 Lo q u e tenían que

1 He examinado en otra parte (1974b) los sesgos raciales y críticos a que fueron
sometidos los escritos de los primeros autores amerindios bajo el régimen colonial
español; tal tipo de juicios se debieron, en gran medida, a los intereses políticos de los
críticos —ya estuvieran orientados al mestizaje o se revelasen como indigenistas—, o bien, a
la aplicación rígida de las normas estéticas del canon literario tradicional.
2 “El colonialismo no sólo destruye a partir del momento en que se instala
violentamente en territorios subyugados, sino que arrasa y rehace en beneficio de su
propia empresa imperial, la historia previa de esos territorios. Los mecanismos de esa
destrucción y reescritura interesada son visibles, con una claridad que nunca deja de
sorprender, en la literatura hispanoamericana. Por ello, el proceso de descolonización
implica siempre una contraofensiva en la que se rescatan no sólo territorios geográficos,
sino mentales; no sólo espacio sino tiempo. Es decir: historia” (González Echevarría, 1976,
P- 21).
19]
10 INTRODUCCIÓN

d ecir —y especialm ente la form a q u e escogían p ara decirlo— cons­


tituye un fascinante capítulo en la historia de la co nfrontación del
m u n d o occidental con el resto del m undo.
La exposición que q u iero h acer se refiere al en fren tam ien to de
una persona con la lengua e u ro p e a del co n q u istad o r extranjero, y
particularm ente con las m uchas form aciones discursivas que con­
form aban el m undo de las letras eu ro p eas en esa época. Mi
proyecto es el d e reconstru ir las form as en que un a u to r am ericano
autóctono (en este caso, an d in o ) del siglo XVI y principios del XVII,
Felipe G uarnan Pom a de Ayala,3 tra d u jo su experiencia al lenguaje
del “o tro ”. Lo que deseo averiguar es la form a en que la m ateria
literaria aceptó el reto de la com unicación intercu ltu ral d u ra n te los
prim eros cien años posteriores a la invasión y conquista del Nuevo
M undo p o r p arte de los españoles.
U na de las consideraciones que son fundam entales p o r lo que
toca a los esfuerzos de G uarnan Pom a, así com o p ara mi p ro p io
estudio, la constituye el hecho de que su Nueva coránica y buen
gobierno [1615] la escribió explícitam ente p ara el rey Felipe III de
España.4 El a u to r peruano estaba do lo ro sam en te consciente de las
dificultades que planteaba la com unicación a través de las barreras
lingüística y cultural. D aban form a a la retórica de su discurso, sus
experiencias con la literatura ju ríd ica, Histórica y religiosa de la
España del siglo XVI, así com o las expectativas que abrigaba acerca
del lector o destinatario que se tenía pro p u esto .

3 En cuanto a los intentos que se han realizado por estructurar una biografía de
Guarnan Poma a partir de evidencias internas y externas a su obra, véanse Adorno
(1979-80, 1980, 1981b) y Varallanos (1959, 1979).
4 Todas las citas del texto de la Nueva coránica y buen gobierno están lomadas de la
edición Murra-Adorno de 1980, y se reproducen mediante el permiso de la casa editorial.
Cuando cito el propio texto de Guarnan Poma, utilizo sus números de página originales,
según los corregimos y reprodujimos en la edición. Pero cuando hago referencia al
dispositivo crítico que lo acompaña, uso el número de volumen y de página de la edición
de 1980 en tres volúmenes. Las traducciones al español que se encuentran entre
paréntesis, de citas del quechua, son de Jorge L. Urioste.
El español de Guarnan Poma presenta dificultades tales como la falla de concordan­
cia en número entre las frases nominales y las verbales (véase Urioste, en Guarnan Poma
[1615] 1980, vol. 1, pp. xxviii-xxxi). Uno de los rasgos particulares de su prosa en español
es el uso que hace de las frases pronominales “el dicho”, “los dichos” o “los susodichos”.
Su utilización de este tipo de expresiones en español proviene del quechua ñisqa, que en
esta lengua se usa de manera convencional para hacer referencia a una frase nominal ya
mencionada en el discurso (ibid., p. xxx). El uso exagerado que hace de este rasgo en
español le recordará al lector el grado hasta el cual el quechua, lengua materna del autor,
influía en su español.
INTRODUCCIÓN 11

Literatura histórica y polémica sobre la historia

A ntes de e n tra r en m ateria en cuanto a la literatura étnica andina,


son precisas unas cuantas palabras acerca del contexto histórico e
historiográfico en el que apareció su obra. En el m o m en to en que
se pro duce la segunda oleada de Crónicas de Indias en el siglo XVII,
la historiografía, al igual que la propia historia, ya había cam biado
su orientación. Los esfuerzos de la C onquista habían p erd id o
ím petu, dejando que los acontecim ientos fantásticos e históricos se
entrem ezclaran en la im aginación popular. A consecuencia de ello,
las crónicas de la historia del N uevo M undo que en ese entonces
se escribían eran reelaboraciones, e incluso plagios, de crónicas
previas, o bien rem em branzas oblicuas de las hazañas de un lejano
pasado (Esteve Barba, 1964, p. 19). No obstante, prevalecía la
aspiración —o la p reten sió n — de descubrir y com unicar verdades
objetivas de la historia. La n o rm a de la verdad histórica del R ena­
cim iento, la res gestee a la qu e p reten d ían ajustarse las Crónicas de
Indias, consistía en “info rm ar sin adornos acerca de las cosas que
habían sucedido, sin distorsiones, agregados u om isiones, com o si
en verdad fuese posible reg istrar los actos hum anos tan fielm ente
com o podría un fonógrafo infalible registrar u n a interp retáció n
m usical” (Nelson, 1973, p. 40).
Por más que se adhiera a esta ilusión, a la m ayor p arte de la
literatura de crónicas del N uevo M undo se la p u ed e llam ar alegó­
rica, en el sentido que da a esto H ayden W hite (1973b, p. 261), p o r
cuanto tales obras fuero n escritas al servicio de “poderes com pul­
sivos” tales com o la religión o ideologías específicas, y, de m anera
típica, se apoyaron en las im plicaciones morales de hechos históri­
cos o de acontecim ientos históricos reducidos al estatus de las
manifestaciones de fuerzas m orales que supuestam ente dom ina­
ban el universo. Las crónicas del N uevo M undo eran “alegóricas”
en este sentido, p orque, típicam ente, constituían la elaboración de
versiones providencialistas e im perialistas de la historia de la con­
quista española, basadas en las filosofías de la g u erra ju sta. Se
hallaban entretejidas en las narraciones los principales problem as
filosóficos y prácticos que g en eró el descubrim iento y la coloniza­
ción del Nuevo M undo. En p rim e r lugar, las pretensiones legales
m ediante las cuales justificar la conquista eu ro p ea de los
pueblos indígenas am ericanos; y, en segundo, los m edios a través
de los cuales se p u d iera co n tro lar y g o b ern ar a las recién halladas
12 INTRODUCCIÓN

poblaciones (Zavala [1947] 1972, p. 19).


En los tratados historiográficos, las justificaciones de la conquis­
ta y la colonización aparecían a veces com o aspectos de co n tro v er­
sia, pero lo m ás frecuente era que rep resen taran la destilación de
posturas ideológicas particulares, q u e los autores tratab an d e im­
p o n e r a sus lectores. A ten d ien d o a sus m otivaciones pragm áticas,
las crónicas del siglo XVI sobre el Perú se p u ed e n dividir en dos
categorías: las que defendían los intereses privados de los conquis­
tadores y sus descendientes (com o las relaciones de méritos y servicios
—que eran peticiones de ciertos individuos p ara o b te n er del m o­
narca reconocim iento y recom pensas—), y aquellas que estab an al
servicio del interés político d e ad m inistradores q u e se o cu p ab an
de g o b ern ar a las poblaciones autóctonas, así com o de d ejar
establecidos los derechos y las estrategias m ediante los cuales
ejercían tal gobierno (Ossio, 1976-1977, p. 193). Los autores más
fam osos del segundo g ru p o fu ero n P edro S arm iento de G am boa
y su m entor, Francisco de T oledo. E ntre los m uchos escritores de
esa época, q u e se han identificado con el perio d o en funciones del
virrey T oledo (1569-1581), so n Sarm iento y el p ro p io T oled o
quienes m ejor se recuerdan, p o r el uso que hicieron de la litera­
tura historiográfica y docum ental com o cam po de batalla en el que
p u dieran hacer valer sus ju icio s políticos c o n tra la a u to n o m ía
autóctona (M eans, 1928, p. 519; véanse tam bién las pp. 462-497).
De m an era similar, los escritores am erindios p resen tab an sus
argum entaciones bajo el aspecto de inform es sin adornos. Su
form a de reco g er la historia se veía plagada de m otivos personales
y de autointerés colectivo, del m ism o m o d o que lo estaban las obras
historiográficas que habían p ro d u cid o los cronistas eu ro p eo s —sol­
dados, am anuenses y clérigos— d e las generaciones an terio res a la
suya.
G uarnan P om a sobresale com o u no de los individuos q u e se
m etieron con vigor al deb ate.5 Su p u n to de vista particular resp ecto
de las cuestiones políticas se p u e d e resu m ir fácilm ente: o p o n ié n ­

5 Entre los pocos nativos andinos de ese periodo que alcanzaron renombre por los
testimonios transcritos o por las obras que escribieron y que han llegado hasta nosotros
(Titu C u s í Yupanqui,Juan de Santacruz Pachaculi Yamqui Salcamayhua, El Inca Garcilaso
de la Vega), Guarnan Poma presenta la singularidad de ser el único que ofrece comen­
tarios extensos y directos sobre la vida de los andinos nativos bajo el virreinato español.
Al parecer, su vocación literaria le vino tras un aprendizaje en la lectura de obras religiosas,
tales como las de fray Luis de Granada, que constituían los puntales de la cultura literaria
INTRODUCCIÓN 13

dose al gobierno directo d e los extranjeros, G uarnan Pom a abogaba


p o r la restitución de las tierras y p o r el re to rn o a la form a de
g o bierno tradicional andina. Puesto que su p erten en cia a la noble­
za incaica le venía p o r línea m atern a, p refería fu n d am en tar su
p reten sió n a la aristocracia basándose en su linaje p aterno, el
Yarovilca Allauca H uanoco, que antecedía al de los incas “usurpa­
d o res” d e las épocas más recientes (véanse Tello, 1942; Varallanos,
1959, pp. 59-68). R abiosam ente anticlerical, vituperaba la voraci­
dad de todos aquellos que ocupaban puestos adm inistrativos de la
C olonia, ya fuesen civiles o eclesiásticos. D efendía a los andinos
com o cristianos civilizados y atacaba a los españoles com o pecado­
res descarriados. Al m ism o tiem po, fo m en tab a la institucionaliza-
ción de la religión cristiana y la creación de u n Estado andino
so berano que form ara p arte d e u n im p erio cristiano universal, al
fren te del cual estuviera el rey español. En pocas palabras, su
postura era com pleja p ero co h eren te, y siem pre inequívoca: en
favor del gobierno autóctono y o p u esta al colonialism o; G uarnan
Pom a era antiinca pero p ro andino, anticlerical p ero p ro católico.
En la articulación de sus p u n to s de vista, G uarnan P om a em plea­
ba un a form a de habla que es la que p red o m in a en to d a su obra y
que tiene el carácter de un a polém ica disim ulada. En este tipo de
discurso, tal com o lo define Bajtín, el hablante alude a las palabras
de o tra persona, o im plica qu e sus palabras son de o tro —sin
referirse específicam ente a ese acto d e habla previo—p ara expresar
sus propias intenciones. La polém ica disim ulada es igual a cual­
qu ier línea aislada de un diálogo, p o r cuanto resp o n d e a un acto
de habla previo, sin referirse explícitam ente a él.6 El hecho de quq
G uarnan Pom a se enfrascara en la polém ica oculta tuvo dos conse­
cuencias: en el plano inm ediato, le perm itió in teg rar a su propioi
discurso innum erables ataques co n tra supuestos que nunca espe-

hispánica del siglo xvi. Guarnan Poma afirmaba que había sido su hermanastro, un cura
mestizo al que identificaba como “Padre Martín de Ayala”, quien originalmente le había
enseñado a leer y escribir (ibid,., pp. 15-16).
6 “Mediante una polémica disfrazada... el discurso del autor endereza un ataque
polémico contra otro acto de habla, contra otra aseveración, sobre el mismo tema. En
este caso, una expresión centrada sobre su objeto de referencia choca contra otra
expresión, basándose en el propio referente. Esa otra expresión no es reproducida; se la
sobreentiende únicamente por su sentido; pero la estructura total del discurso del autor
sería completamente distinta, de no ser por esta reacción ante un acto de habla de otra
persona, que no ha sido expresado” (Bajtin [1929] 1978, p. 187).
14 INTRODUCCIÓN

cificaba, y com entarios acerca de autores a quienes jam ás m encio­


naba. La identificación d e estos actos de habla ajenos, u n a vez que
se desenm arañan y se sep aran de sus observaciones propias, hace
que su discurso resulte más inteligible. En segundo lugar, la p re­
sencia de la polém ica disim ulada da form a in te rn a y explicación a
los principios com posicionales de su discurso; es la causa de los
papeles respectivos que d esem p eñ an en la estructuración de su
o bra la redacción histórica, la o rato ria y la ficción.
La fuerza polém ica del libro de G uarnan P om a —e incluso sus
m étodos de articulación específicos— en cu en tran p reced en tes en
escritos anteriores del siglo XVI, tales com o los de Jo sé de A costa y
B artolom é de Las Casas, con los cuales G uarnan Pom a estaba
fam iliarizado. T anto A costa com o Las Casas em p learo n estrategias
de com posición en las que la descripción d e los fenóm enos y la
narración de los acontecim ientos pasaban a ser p ru eb a de la
dem ostración dialéctica (M ignolo, 1982, p. 86). En tan to que
Acosta, en su Historia natural y moral de las Indias lim itaba su
estructura argum entativa al exam en de los efectos de la naturaleza
sobre el hom bre, en la Historia apologética Las Casas ofrecía argu­
m entos dialécticos persuasivos y retóricos, al igual que dem o strati­
vos, al estudiar las obras del libre arbitrio de la h u m an id ad {ibid.,
p. 87). A un cuando G uarnan P om a no siguió la p au ta de d em o strar
las causas y describir los efectos a la m anera d octa de A costa y Las
Casas, rápidam ente descubrió el potencial que poseía un discurso
de la historia ap aren te m e n te n eu tro , p ara h acer qu e contuviera
argum entos retóricos de persuasión.
G uarnan Pom a enm ascaraba sus intenciones p resen tan d o sus
aseveraciones persuasivas com o si fuesen afirm aciones d e hechos;
su em peño polém ico lo escondía y disfrazaba a guisa de sim ple
n arración historiográfica. La explicación qu e d a sobre la aparición
de los prim eros andinos en las Indias, p o r ejem plo, así com o de la
proveniencia de su tro n co racial y étnico y del origen del Inca
im perial, son aspectos que se ab o rd an com o acontecim ientos
históricos que sim plem ente se están n arran d o . Raras veces adm itió
el au to r que tales cuestiones eran objeto de un apasionado debate.
En ninguna p arte dio la explicación de p o r qué llam ó a su libro la
“p rim era de las nuevas crónicas”, y sin em bargo, al igual que
Acosta, intentó hacer lo que el jesu ita consideraba u n a em presa
novedosa: explicar la presencia an d in a en el “Nuevo M u n d o ”
antiguo y escribir la historia m oral de la h u m an id ad civilizada de
INTRODUCCIÓN 15

A m érica.7 Más audaz qu e Acosta, quien se av enturó a llam ar


“nueva” a su p ro p ia obra únicam ente en su prólogo, G uarnan Pom a
p roclam aba la novedad de su o bra en el p ro p io título de la misma.
Para G uarnan Poma, el concepto de historia incluía que ésta se
preservara de alguna form a; así, lam entaba qu e el registro de la
antigua civilización andina consistiera en “unas historias cin escrip-
tura n e n g u n a ” ([1615] 1980, p. 8).8 Su labor, sugería, era la de
traducir de la m odalidad oral a la escrita; su trabajo era el de pasar
el registro de un m edio a otro, trasp o n er, y n o inventar o siquiera
in terp re tar. Al autoden o m in arse un cronista,9 G uarnan Pom a aspi­
raba a la prerrogativa de que lo que hacía era p o r el bien público
y de q ue se hallaba p o r encim a del autointerés. El mism o se
declaraba idóneo para la labor de historiador, al proclam ar su
devoción religiosa cristiana y al afirm ar que su historia efectuaría
el m ism o servicio que toda b u en a historia, a saber, p ro p o rcio n ar
la do ctrin a y el ejem plo m ediante los cuales todos los m ortales
debieran vivir. Sus declaraciones en cuanto a la utilidad (“utilidad
y p ro vecho”) de su libro se apegaban, de m an era general, a la m eta
ética y pública de la redacción de la historia.
Al igual que en su p o stu ra narrativa com o g u ard ián del bien
público, los esfuerzos de G uarnan Pom a com o p eticionario privado
se apoyaban en la ilusión de verdad histórica que él había creado
para disfrazar sus supuestos polém icos. La idea d e u n a probanza de
méritos, esto es, de una petición personal al rey p ara tratar de

7 En su Proemio a la Historia natural y moral de las Indias, Acosta señalaba: “Así que
aunque el Mundo Nuevo ya no es nuevo sino viejo, según hay mucho dicho y escrito de
él, todavía me parece que en alguna manera se podrá tener esta Historia por nueva, por
ser juntam ente historia y en parte filosofía y por ser no sólo de las obras de naturaleza
sino también de las del libre albedrío, que son los hechos y costumbres de los hombres”
([1590] 1962, p. 13). Es decir, Acosta consideraba que su historia era “nueva” porque
trataba de los asuntos humanos al igual que sobre los fenómenos naturales, y
porque intentaba estudiar las causas (labor del filósofo) a la vez que narraba los efectos
(labor del historiador). Esta última era una distinción que había formulado el teórico
italiano de la historia Francisco Patrizi (véase Mignolo, 1982, pp. 86-87).
HGuarnan Poma esbozaba como cuestiones aparte, pero que guardaban relación
entre sí, el hecho de que existiera la historia y el de que se la registrara. Afirmaba la validez
de una gran variedad de fuentes historiográficas, entre las que figuraban los quipos, esto
es, el sistema de cuerdas con nudos que los andinos utilizaban para preservar información,
así como los recuerdos y relatos orales de los ancianos y testigos oculares andinos (“los
quipos y memorias y relaciones de los yndios antigos de muy biejos y biejas sabios testigos
de u¡sta") ([1615] 1980, p. 8).
9 En la época de Guarnan Poma las palabras “historia”/ “historiadorB y “cróni-
c ; r / “ctonista” se utilizaban indistintamente (véase Mignolo, 1982, pp. 75-77 y 82).
16 INTRODUCCIÓN

o b ten er u n a recom pensa p o r servicios efectuados, estaba explícita


en el llam am iento q ue G uarnan P om a le hacía al rey Felipe III:
“A gradéscam e este seruicio d e trein ta años y de a n d a r tan pobre,
dejando mi casa y hijos y haziendas p ara seruir a vuestra M agestad”
(ibid. t p. 976). Es en este plano y en este contexto d e carta relatoria,
que a la obra de G uarnan P om a se lo p u ed e d en o m in a r con
p ro p ied ad u na “carta al rey”, ep íteto que con m ucha frecuencia se
ha utilizado p ara describirlo.10
Fue tam bién en la categoría g eneral de la relación com o dio
form a al capítulo de su libro q u e lleva el encabezado de “P regunta
su M agestad” —diálogo im aginario con el rey de España—, a la
m anera del tipo form al y oficial de inform e qu e su puestam ente
solicitaba el m onarca:

Pregunta Sacra Católica Magestad al autor Ayala para sauer todo lo que
ay en el rreyno de las Yndias del Pirú para el buen gobierno y justicia y
rremediallo de los trauajos y mala uentura y que multiplique los pobres
yndios del dicho rreyno... . A la pregunta de su Magestad rresponde el
autor y habla con su Magestad (ibid., p. 974).

Aquí, G uarnan Pom a im ita la fó rm u la de la relación tipificada en


las Relaciones geográficas de Indias (1586) (véase Jim énez de Ja
Espada, 1965). Los inform es d e esta índole cum plían u n a función
oficial obligatoria, puesto que con ellos se satisfacían las solicitudes
gubernam entales en cuanto a inform ación. C on frecuencia bajo la
form a de respuestas a cuestionarios, este tipo de relación n o se
apegaba a ningún m odelo literario tradicional, sino más bien a las
exigencias de p ro p o rcio n a r datos, d e m an era o rd en ad a, acerca de
las tierras recién descubiertas, así com o de sus pobladores (Migno-
lo, 1982, pp. 70-71).
Inventando no sólo su p ro p io cum plim iento, sino tam bién la
solicitud oficial, G uarnan P o m a elab o rab a sus respuestas e invertía

10 Desde que John Murra acuñó esta expresión en el artículo que elaboró para
Natural History en 1961, ha sido repetida por casi todos los que han escrito sobre la Nueva
coránica. Como probanza de méritos, el llamamiento que Guarnan Poma le hacía al rey
sobresalía entre las peticiones que de manera típica escribían los conquistadores y otros
europeos. Él fundamentaba sus pretensiones, no en una serie de hazañas (por lo común
militares) personales previas, de las cuales el relato escrito simplemente constituía una
verificación, sino más bien en aquellos esfuerzos y sacrificios personales cuya finalidad
misma fue la redacción del libro. El Inca Garcilaso y otros cronistas indígenas y mestizos
hicieron lo mismo.
INTRODUCCIÓN 17

e! carácter form al de la relación. En la novela y en la crónica, la


oratoria forense norm alm en te se utilizaba p ara legitim ar el estatus
del testigo com o perso n a de calidad y confiable (véase González
Echevarría, 1976, pp. 28-29); puesto que el testigo creaba una
relación con u na auto rid ad externa, la presencia ficticia de esa
autoridad daba, a su vez, au to rid ad al testigo. P ero G uarnan Pom a
subvirtió la fórm ula al crear el personaje ficticio del rey com o
inquiridor ingenuo y carente de inform ación. Así, aun cuando
G uarnan Pom a creó la figura del soberano, le arreb ató a ésta un
prestigio que, en vez de darle, se confirió a sí mismo; hizo que Mel
au to r Ayala” fuese la fuente de los conocim ientos y, p o r ende, la
autoridad.
La carta relatoria y la relación, p o r u n lado, y la crónica y la historia,
p o r el otro, constituyen dos categorías opuestas, p e ro com plem en­
tarias, d en tro del discurso historiográfico. El p ro p ó sito de los
autores difería considerablem ente entre ellas: la carta y la relación
se escribían p o r u n sentim iento de la obligación de testim oniar e
inform ar, en tanto que en la historia y la crónica se aspiraba a
elaborar, a p artir de aquellos datos que las relaciones pud ieran
proporcionar, las complejas relaciones que existían e n tre los acon­
tecim ientos históricos. Si a estos trabajos se los p u ed e considerar
com o pertenecientes a una sola categoría (M ignolo, 1982, p. 59),
ello únicam ente es factible desde la perspectiva d e la recepción que
han tenido todos los de esa índole durante el p resen te siglo, y no
a p artir de la que tuvo su^producción original en el siglo XVI. A
pesar de que G uarnan P om a m anifestaba que solam ente tenía la
intención de inform ar, y no la de interpretar, se contradecía a sí
mismo con aquellas declaraciones que revelan que su o bra la
consideraba una crónica, y no una carta. Por más que e n un a ocasión
haya dicho que su obra era u n a carta ([1615] 1980, p. 975), p o r lo
com ún la llam aba un “libro y corónica”, y en dos ocasiones solicitó
su publicación:

Y la dicha merced pide y suplica para cienpre de la dicha ynpreción a su


Magestad, del dicho libro compuesto por el dicho autor, don Felipe
Guarnan Poma de Ayala, señor y capac apo, ques préncipes, pues que lo
mcrese de la dicha auibilidad y trauajo (ibid., p. 11; véase también la p. 7).

Así, G uarnan P om a se alejaba del concepto del testim onio externa­


m ente m otivado y dado com o respuesta (la carta relatoria), y se
18 INTRODUCCIÓN

acercaba al del discurso aseverativo y form alm ente elaborado (la


crónica).
P or más que G uarnan Pom a obviam ente aspiraba a que su
trabajo fuese un tratado formal, resulta difícil colocar definitiva­
m ente su libro en el te rre n o ya de la em presa histoi iográfica
pública, o ya en el de la relación inform al del ciu d ad an o privado.
Esto es así, p o rq u e su trabajo está organizado en un a sucesión de
tres partes distintas. Su Nueva coránica contiene la historia del P erú
antiguo, desde la creación bíblica hasta el rein ad o del Inca H uayna
Capac (ibid. y pp. 1-369). Subsiguientem ente, el capítulo d en o m in a­
do “C o nq uista”, que com ienza con la llegada de los prim ero s
españoles al Perú y term ina con la conclusión d e las g uerras civiles
de los españoles después de la conquista, constituye u n a u n id ad
aparte (ibid., pp. 370-437; véase su índice, en la p. 1182). Los dos
tercios restantes del libro, el Buen gobierno, son u n a d escripción
sincrónica y exhaustiva de la vida en el virreinato del P erú (ibid.,
pp. 438-1189). Esta parte del libro n o consiste en el registro d e las
grandes y m em orables hazañas, sino más bien en la narració n de
los sucesos cotidianos, de los cuales G uarnan Pom a afirm a que es
testigo presencial.
En el Buen gobierno G uarnan Pom a recurre al concepto conven­
cional de q u e la verdad histórica es la n arración literal de los
acontecim ientos que en realidad acaecieron. La noción de verdad
histórica pertenecía a “el tipo de corresp o n d en cia que d eb e darse
en tre lo que declara un testigo ante un tribunal y los aco ntecim ien­
tos que d escribe” (Nelson, 1973, p. 1). De esta m anera, G uarnan
Pom a m aterializó el espíritu del tribunal y el espectáculo del testigo
que se p resen ta ante una au to rid ad superior. Esto o c u rre no
solam ente en el diálogo con el rey, sino tam bién a to d o lo largo de
las detalladas descripciones que hace de la explotación de la
población au tó cto n a p o r p arte de los colonizadores. C on la mism;
actitud, el a u to r andino copió cartas y docum entos legales y lo;
insertó en su trabajo. Halla aplicación aquí la definición ju ríd ic a dej
la relación com o aquel “inform e breve y sucinto qu e se hace
públicam ente an te un juez, de palabra o p o r escrito, to cante a los
hechos de un caso particu lar” (véase el Diccionario de autoridades
[1726-1737] 1964, pp. 3 y 556).
Por o tro lado, ni la Nueva coránica ([1615] 1980, pp. 1-369) ni el
capítulo d en o m in ad o “C onquista” (ibid., pp. 370-437) cum plen con
los requisitos para ser llam ados u n a relación. G uarnan P om a no
INTRODUCCIÓN 19

podía atestiguar personalm ente sobre las experiencias que había


vivido su pueblo desde la época de la legendaria llegada a las Indias
de un o de los hijos de N oé, ni tam poco había experim entado en
carne propia la invasión española y la conquista del Tawantinsu-
yu.11 Además, no se apegaba a los criterios establecidos p ara la
determ inación de la verdad histórica. Lo que sucedió en cambio,
com o voy a dem ostrar más adelante, es que los acontecim ientos de
la historia pasaron a ser los elem entos inestables tanto en la
n arración de la Nueva coránica com o en la de la “C onquista”. Los
relatos factuales iban d esapareciendo conform e G uarnan Pom a
abandonaba la exégesis de la historia y se desplazaba en o tra
dirección. P oniendo en tela de ju ic io las dim ensiones teleológicas
y éticas de los acaecim ientos históricós, exam inó el significado y la
m oralidad d e éstos, y estru ctu ró su p ro p ia respuesta literaria.

Retos al canon

\j¿l pretensión p o r parte de G uarnan Pom a, de darle a su ob^a la


definición genérica de crónica resulta significativa cuando se
la considera a la luz de su in ten ció n política. Y sin em bargo, el
problem a del género saca a relu cir cuestiones que van más allá de
su propia experiencia literaria inm ediata y que se centran en los
actos creativos que constituyeron y asistieron al nacim iento de la
tom a de conciencia literaria hispanoam ericana. Expresada del
m odo más general, la p reg u n ta que m e trato de resp o n d er es: ¿Qué
aspectos del canon y la convención literarios pasaron a ser las
condiciones que hicieron posibles los prim eros pasos de una
m ateria literaria que era, d e m an era singular y autoconsciente,
tanto hispánica com o am ericana?
Las im plicaciones del estudio que hago del libro de G uarnan
Pom a se refieren a la literatura, p e ro a la literatura conform e a la
relación que guarda con la sociedad. El en frentam iento de G uarnan
Pom a con el m undo de las letras, al que al principio consideró

11 Guarnan Poma indicaba que él nació después de la caída de los Incas: “Porque
yo no nací en tienpo de los Yngas para sauer todo que destas cordilleras lo supe y lo fue
escriuiendo; adonde estube más tienpos fue aquí" ([1615] 1980, p. 860). La forma en que
vincula la categoría espacial con la temporal refleja el concepto andino de la convergencia
del tiempo y el espacio; véase Wachtel (1973) para un análisis sobre el intento que hace
Guarnan Poma por coordinar los sistemas espacio-temporales andino y occidental.
20 INTRODUCCIÓN

com o una p u erta de en trad a p ara la intervención política en los


asuntos coloniales, cuando se le habían cerrad o todos los canales
tradicionales para la participación social, a la p o stre pasó a ser u n a
causa perdida. Esto queda de m anifiesto en la m anera, tan deses­
p erad a que hasta da vértigo, en que se desplaza de una form a
genérica a o tra para n arrar la historia y p re se n ta r argum entos en
favor d e la reform a colonial. El resultado de ello es un a exposición
que voltea de cabeza los discursos del Siglo de O ro , quitándoles el
acento que p o n en en las cualidades estéticas y cen tran d o la aten ­
ción en las im plicaciones sociales que tienen com o instrum entos
de p o d e r político. Al final de mi exam en, d eb erá ser evidente que
G uarnan Pom a ofreció im plícitam ente un a crítica d e las form acio­
nes discursivas europeas, puesto que puso de m anifiesto la incapa­
cidad que poseían para re p re sen ta r p len am en te la realidad social
o p ara colocarlas al servicio de la justicia.
El estudio que sigue se inicia con el pro b lem a de la versión que
da G uarnan Pom a sobre la conquista española del Perú, en vista de
las historias escritas con las que estaba fam iliarizado. C ontradijo a
sus fuentes docum entales y elaboró u n a n arración ficcionalizada
de los acontecim ientos, que tenía m ucho más qu e ver con sus
propias argum entaciones políticas qu e con las exigencias rigurosas
del oficio d e escribir historia. Mi investigación de la crónica de
G uarnan Pom a, com parada ésta con los tratados ju ríd ico s sobre los
d erechos de conquista, m e lleva a arg u m e n tar q u e su razón p ara
volver a red actar la historia tuvo las bases en la expresión, p rim o r­
dialm ente lascasiana, de la filosofía de la g u erra ju sta.
En el capítulo 2^se explora más a fo n d o la form a en que G uarnan
Pom a ab o rd a las cuestiones historiográficas, exam inando el uso
que hace de la biografía literaria p ara n a rra r la vida de los Incas
im periales. En vez de escribir u n a crónica d e la historia andina, lo
que hizo fue tejer, a través de las biografías de los doce Incas y de
su versión de la conquista, una n arració n épica sobre la experiencia
andina. Puesto que en la Nueva coránica se siguió la fórm ula épica
com o una “im itación de h istoria”, esta p rim era p arte de su libro
figura en tre los prim eros in ten to s p o r crear u n a saga épica de
la A m érica hispana. Y sin em bargo, e n tre la biografía ejem plar
y la literatura m oralista no m ediaba más q u e un co rto paso, y la
consideración de los diecinueve “p ró lo g o s” con q u e concluyen
m uchos de los capítulos del libro, saca a relucir la cuestión de la
literatura religiosa.
INTRODUCCIÓN 21

En el capítulo 3, ab o rd o lo que considero el resultado más


im portante de esta investigación, a saber, el descubrim iento de lo
p rom inente que fue el papel que desem peñó la literatu ra de la
conversión religiosa en la o b ra de G uarnan Pom a y, p o r analogía,
lo grande que ha de hab er sido la influencia de tales catecism os y
serm ones en el horizonte literario d e los indios ladinos, es decir, de
los am ericanos étnicos que estaban versados en el castellano.
E xplorando el grad o hasta el cual la retórica eclesiástica en trab a en
la articulación de la nueva voz am ericana, abrigo la esperanza de
haber arrojado luz sobre aquel m o m en to en que la élite nativa se
enfrentó p o r vez p rim era con la literatura de los conquistadores.
T engo la convicción de que fu ero n esos escritos religiosos —y no
los tratados jurídicos ni los historiográficos— los que provocaron
que G uarnan Pom a e n trara a la polém ica sobre el origen de las
personas autóctonas del Nuevo M undo y de los derechos gracias a
los cuales se los podía go b ern ar; fueron los catecism os y los
sermonarios las fuentes inm ediatas de los supuestos co n tra los cuales
consideró necesario d e fe n d e r a su raza.
A m edida que m e ad en trab a en el problem a de la identificación
del género de su obra, m e resultó obvio que la cuestión principal
no era historia frente a ficción, sino más bien, retórica eclesiástica
frente a poética. Al seguir el hilo de la form a en que se desbarata
la teleología interna que anim a la Nueva coránica com o estru ctu ra
épica, mi argum entación es en el sentido de que el serm ón se
entrom ete, y finalm ente an o n ad a, los esfuerzos de G uarnan Pom a
p o r crear una historia épica.
En los capítulos 4 y 5, exam ino los diversos grados en que los
dibujos de G uarnan Pom a c o rro b o ran y contradicen los textos
escritos a los que acom pañan. La p reg u n ta a la que trato de d ar
respuesta es la de si la rep resen tació n visual libera al a u to r/a rtis ta
de las convenciones historiográficas y literarias europeas que él
m anipula al escribir. Al analizar la com posición espacial en el
cam po pictórico, y al exam inar ciertos códigos de rep resen tació n
iconográfica com o portad o res d e significado pictórico alegórico,
sostengo que estos dibujos c o rro b o ran las im plicaciones que a la
postre tiene el texto escrito. A través de las im ágenes y la prosa,
G uarnan Pom a declara que n o hay ningún pu n to de contacto
productivo entre la cultura e u ro p ea y la andina; que cada un a
perm anece separada de la otra, sin que haya esperanzas de unirlas,
y que la com prensión en tre las dos es imposible. El exam en del
22 INTRODUCCIÓN

p u n to de vista narrativo con el que concluye el p resen te estudio


nos sirve para resum ir la p o stu ra de G uarnan Poma: éste se yergue
orgulloso pero aislado, d e n tro de su propia esfera cultural; el autor,
quijotescam ente se presen ta a sí m ism o com o el h éro e en un
en cu en tro en el que su o p o n e n te no en tien d e las reglas del
enfrentam iento, ni todo lo que está e n ju e g o en el desafío.
El reto que aquí se nos p resen ta es el de describir la excursión
de G uarnan Pom a p o r el m u n d o de las letras, re co rd an d o siem pre
que se trata únicam ente de u n a parte, p o r más que sea muy
im portante, de su historia.
1

GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA


C O N Q U ISTA

G uarnan Pom a sostenía que u n o de sus objetivos principales al


escribir la Nueva coránica y buen gobierno había sido el de volver a
n arrar la historia de la invasión y conquista del P erú p o r parte de
los españoles. Él conocía este periodo de la historia gracias a dos
fuentes: las tradiciones orales de su propio pueblo, y las narracio­
nes escritas de los historiadores españoles, que ya se habían publi­
cado en Europa. A su nueva redacción de los acontecim ientos le
daba form a no sólo su perspectiva étnica andina, sino tam bién, y
de m anera significativa, u n a filosofía de la conquista que le perm i­
tía expresar sus puntos de vista de m odo tal que resultasen inteli­
gibles y aceptables para los lectores europeos. Para evaluar las
aseveraciones clave que hace G uarnan Pom a acerca de la conquista
española del Perú, es preciso reinsertar lo que sostiene sobre
la historia peru an a en la co rrien te del diálogo historiográfico de la
cual se alim entó originalm ente. Aun cuando he situado las exposi­
ciones de G uarnan Pom a en el contexto de la filosofía política
española, no m e p reo cu p an tanto sus aportaciones a la polém ica
de su época —puesto que en sí, éstas son predecibles—, com o el
hecho de m o n tar un escenario para una exposición subsiguiente
acerca de la form ulación teleológica de su obra. G uarnan Poma
ficcionaliza la historia de la conquista del P erú m ediante una
estructura verbal más hipotética que historiográfica; a través de su
em presa literaria intenta darle sentido a un pasado m uy rem o to y
a un p resente que parece negar la existencia m ism a de esa época
perdida.

Forma en que Guarnan Poma explota las historias escritas

“En un escritor, el deseo de escribir sólo p u ed e surgir gracias a la


experiencia que previam ente haya tenido con la lite ra tu ra ”, afirm a
[23]
24 GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA

N o rth ro p Frye, y el novato “com enzará p o r im itar cualquier cosa


que haya leído, lo cual g en eralm en te significa que será aquello que
estén escribiendo los que le ro d e a n ” (1964, p. 40). Se debe añ ad ir
que, a pesar de la falta de experiencia del aspirante a a u to r —o
quizás a causa de esta inexperiencia— tal individuo tam bién exam i­
nará sus alrededores para evaluar cuál es el auditorio potencial o
cuáles son los lectores indicados. Si la im itación de lo que se está
escribiendo en su ám bito les p ro p o rc io n a a los autores convencio­
nes literarias, la evaluación de su auditorio potencial les ayuda a
escoger entre esos m odelos posibles. G uarnan Pom a buscó aquellos
códigos literarios a través de los cuales p udiera com unicarse m ejor
con el lector que le interesaba, esto es, el rey Felipe III; y halló los
m odelos en las obras más serias que estaban a su disposición,
particularm ente la historiografía y la literatura de la devoción
religiosa.
Son los m odelos contradictorios que utilizó G uarnan Pom a los
que ayudan a producir los efectos tam bién contradictorios. El
datum histórico es el que g en era su preocupación en cu anto a la
precisión de los hechos, en tan to que es el m andato bíblico, en el
que se recalca no el acontecim iento particular o específico, sino
más bien el “acontecim iento típico, recu rren te, o el que A ristóteles
denom ina universal”, el que inspira la calidad ahistórica de la figura
ejem plar (i b i d p. 64). En el p rim e r caso, los m odelos de G uarnan
Pom a son, p o r ejem plo, la Historia del descubrimiento y conquista del
Perú [1555], de Agustín de Zárate, que le p ro p o rcio n a la cantidad
exacta de “gente de a caballo y de enfan tería y arcabuseros”, para
m encionarla en la narració n que hace del alzam iento de G onzalo
Pizarro; en el segundo, figura e n tre dichos m odelos el Memorial de
la vida cristiana [1566], de fray Luis de G ranada, cuyos héroes y
profetas bíblicos, ejem plares e in d ep en d ien tes del tiem po, re p re ­
sentan ya no la historia, sino la quintaesencia de la experiencia
m oral hum ana.
Al principio, la p reten sió n p o r p a rte de G uarnan Pom a en el
sentido de que su obra es histórica se recibe con escepticism o.
Ciertos acontecim ientos de la historia de la conquista del Perú, p o r
ejem plo, no provienen de las crónicas españolas, sino de las tradi­
ciones orales andinas: la recepción que les dio su padre a Pizarro
y A lm agro, ju n to con sus ho m b res, en Túm bez, y la b u en a disposi­
ción con que fue aceptada la au to rid ad de Carlos V sobre la tierra;
el hecho de que los andinos no hayan tratad o de o p o n e r resistencia
GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA 25

a los españoles en las batallas que se intentaron; y la finalización


de las guerras civiles e n tre los españoles con la d e rro ta y captura
de H ernández G irón p o r p arte de los señores andinos. El coronesta
p eru an o b o rd a estos episodios p ara que encajen en u n a n arración
tom ada sólo en parte d e las crónicas españolas de la conquista del
Perú. Al dividir estas narraciones en las categorías de verdad y
m entira según los criterios eu ro p eo s de la época, u no p odría llegar
a la m ism a conclusión que han expresado Porras B arrenechea
(1948) y otros; a saber, que G uarnan Pom a es u n h isto riad o r que
m ien te.1
Sin em bargo, al observar la vinculación que existe e n tre la
verdad histórica y la ejem plar, según se entendían en la época de
G uarnan Pom a, surge otra form a d e exam inar las im plicaciones del
capítulo de la “C onquista”. En ese entonces la historiografía se
asociaba con la poética y las artes retóricas y, p o r lo com ún, se
reconocía su naturaleza “fingida” (W hite, 1976, pp. 23-24). “La
‘verd ad ’ se equiparaba, n o con el ‘h ech o’, sino con u n a conjunción
de éste y la m atriz conceptual d e n tro de la cual se situara adecua­
d am ente en el discurso”; había m uchas clases de verdad que
desem peñaban un papel en la historia, y estas verdades se le
p resentaban al lector a través de técnicas de rep resen tació n ficcio-
nal (ibid., p. 24). Para iniciar la discusión del discurso de G uarnan
Pom a, bien podríam os p lan team o s la siguiente pregunta: ¿Cuáles
son los “hechos” que se p resen tan y cuáles las hipótesis, esto es, la
m atriz conceptual en la que se basa su exposición?
En la Nueva coránica, los hechos se refieren a la adm inistración
social, política y económ ica de un enorm e im perio preco lo m b in o ,2
La hipótesis en que se basa la exposición de estos hechos es en el
sentido de que la organización de aquella sociedad era su p erio r a
la que trajeron de España los invasores conquistadores ([1615]
1980, p. 890). En el capítulo “C onquista”, los hechos son que el
E stado inca fue invadido y conquistado p o r los españoles alred ed o r
de 1532; la m atriz conceptual está conform ada p o r la convicción

1 En su estudio, El cronista indio Felipe Huamán Poma de Ayala, Porras señala los
errores sobre hechos históricos y geográficos que se encuentran en los relatos de Guarnan
Poma. Repitiendo estas evaluaciones, los historiadores de la literatura y otros comentaris­
tas han denigrado la obra de Guarnan Poma.
2 Ésta es la parte de la obra que ha ofrecido y sigue ofreciendo una enorme cantidad
de información sobre las prácticas de los andinos; desde su publicación en 1936, la Nueva
coránica no ha tenido rival como fuente de información sobre las instituciones andinas
(Murra, 1970, p. 6).
26 GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA

de que los españoles no tenían d erech o alguno a hacer tal cosa. En


el Buen gobierno, G uarnan Pom a presen ta hechos concernientes a
los trabajos forzados que se le im p o n ían a la población autóctona,
especialm ente en las minas, así com o respecto de las vidas que
cobraron las cam pañas de extirpación de idolatrías al inicio del
siglo XVII, acom pañadas, adem ás, p o r confiscación de bienes y
propiedades. Tras estas n arraciones está el su puesto de que los
españoles hicieron todo esto sin justificación, violando todo pre­
cepto de justicia, e incluso sus propias leyes.
Para G uarnan Poma, prim ero encolerizado y a la postre d e rro ­
tado p o r to d o lo que ve a su alred ed o r, el m u n d o de las ideas pasa
a ten er cuando m enos la m ism a im p o rtan cia q u e el m u ndo de los
hechos. Su “nueva crónica” de la historia p e ru an a y su relato
de la conquista no son tanto una letanía d e detalles históricos,
com o la drainatización de una hipótesis intrincada. Lo que parece
ser la n arración de acontecim ientos históricos es m eram ente la
m ateria prim a a p artir de la cual construye su argum entación en
defensa de los derechos del pueblo andino. C uando preten d e
inform ar, en realidad está efectuando un debate; cuando se supone
que está explicando, de hecho in ten ta persuadir. La m ejor form a
de elucidar la integración que hace de los diversos elem entos con
los que trabaja, es a la luz de las crónicas que lee, y que contradice,
así com o teniendo en cuenta que explota la filosofía de la conquis­
ta, que es d e índole política y escolástica.
Puesto que se halla bien versado en las C rónicas de Indias que
se han publicado, G uarnan Pom a utiliza los tratados filosóficos
sobre la g u erra ju sta para darle form a a su “h isto ria”. Por más que
copia de las obras de Zárate y de D iego F ernández, El Palentino,
com o cronistas, su inspiración proviene p rincipalm ente de Las
Casas com o político teórico y polem ista. El epígrafe de la “historia”
de la conquista de G uarnan Pom a bien p o d ría ser “y no ubo
conquista”, puesto que él m ism o declaraba in sistentem ente que no
había o cu rrid o una conquista m ilitar del Perú: “Y ancí fue conquis­
tado y no se d efen d ió ” (ibid., p. 388; véanse tam bién las pp. 164,
377, 564, 573, 971 y 972). A islando su n arració n de la conquista
del Perú, tan to respecto de la Nueva coránica com o del Buen
gobierno, establece una distinción q u e incide directam en te en el
papel que desem peña el capítulo “C o n q u ista” en el designio teleo-
lógico global de la obra.
En su historia de la conquista española, G uarnan Pom a mezcla
GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA 27

fuentes historiográficas europeas con relatos tom ados de las tradi­


ciones orales andinas, que in d u d ab lem en te recordaban aquellos
inform antes suyos que habían “com ido con el In ca” (ibid., pp.
1088-1089). La descripción que hace de los prim eros conquistado­
res españoles y el sentim iento d e asom bro que trasm ite en cuanto
a su apariencia y com portam iento, únicam ente p u d iero n provenir
de su propia herencia d e tradiciones orales. Nos dice la form a en
que los españóleseles hab lab an ” a sus libros y papeles, el m odo en
que su indum entaria les cubría el cuerpo com o m ortaja, y m encio­
na que todos parecían ser de un rango social idéntico, d ebido a
que su vestim enta no m ostraba diferencias.8 Al m ism o tiem po, y
aun cuando acusa a A gustín de Zárate y a Diego F ernández de
carecer de inform ación verificada “acerca de acontecim ientos so­
bre los cuales todavía qu ed ab an testigos vivientes” (p. 1088), G ua­
rnan Pom a copia y parafrasea la cita a n terio r acerca de ellos,
tom ándola del Symbolo cathólico indiano, del au to r franciscano Luis
Jeró n im o de O ré (cf. O ré, 1598, f37v, y G uarnan Pom a [1615] 1980,
p. 1088).
Resultan sum am ente notables, en tre tales plagios, los relatos que
hace G uarnan Pom a d e los acontecim ientos que tuvieron lugar
desde la llegada al Perú del p resid en te de la A udiencia P edro de la
Gasea, hasta la victoria d e éste sobre el rebelde G onzalo Pizarro.4

* Este pasaje revela algunas de las observaciones que se hacían los andinos acerca
de los que venían del extranjero: “Cómo tubo noticia Atagulpa Ynga y los señores
prencipales y capitanes y los demás yndios de la uida de los españoles: Se espantaron de
que los cristianos no dormiese. Es que decía por que uelauan y que comía plata y oro,
ellos como sus caballos. Y que trayya ojotas [sandalias] de plata, decía de los frenos y
herraduras y de las armas de hierro y de bonetes colorados. Y que de día y de noche
hablauan cada uno con sus papeles, quilca [representación gráfica]. Y que todos eran
amortajados, toda la cara cubierta de lana, y que se le parecía sólo los ojos. Y en la cauesa
trayya unas ollitas colorado, ari manca [olla sin estrenar], y suri uayta [adorno de pluma
de avestruz]. Y que trayyan las pixas colgadas atrás larguícimos, decían de las espadas, y
que estauan bes ti dos todo de plata fina. Y que no tenía señor mayor, que todos parecían
ermanos en el trage y hablar y conuersar, comer y bestir. Y una cara sólo le pareció que
tenía, un señor mayor de una cara prieta y dientes y ojo blanco, que éste sólo hablaua
mucho con todos” ([1615] 1980, p. 383).
Para una narración similar, basada también en las tradiciones orales andinas, véase
Titu Cusi Yupanqui ([1570] 1973, p. 15).
4 Compárese Guarnan Poma ([1615] 1980, pp. 420-429) con Zárate ([1555] 1947,
libro 6, cap. 7; libro 7, cap. 8, pp. 547-569).
Ramiro Condarco Morales (1967) fue el primero en observar la correspondencia
entre el texto de Guarnan Poma y el de Zárate; se dio cuenta también de la similitud entre
el capítulo del peruano que trata sobre las leyes de los incas (las “hordenansas”) y la
exposición que hace fray Martín de Murúa sobre el mismo tema en su Historia del origen
28 GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA

En contraste con su narració n de sucesos an terio res, G uarnan


Pom a da prom inencia (cuatro dibujos y cuatro páginas de prosa)
al alzam iento de G onzalo, así com o al de H ern á n d ez G irón. Sigue
el texto de Zárate para el enfren tam ien to e n tre De la Gasea y
Pizarro, y la obra de Fernández para d ar o rien tació n a su relato de
la insurrección de H ern án d ez G irón.5 A un cu an d o se apega a estas
dos fuentes para aspectos particulares, las ab an d o n a en m om entos
decisivos de la narración, con objeto de d ar realce al p apel heroico
que atribuye a su padre, ju n to con otros curacas (señores étnicos).
E specíficam ente, G uarnan Pom a repite la Historia del descubri­
miento y conquista del Perú ([1555] 1947), de Zárate, en lo tocante a
los enfren tam ien to s en tre G onzalo y De la Gasea, que se encuen­
tran en los libros sexto y séptim o de la crónica de Z árate.0 C uando
se aparta del texto de este últim o, com o al n a rra r el esfuerzo que

y genealogía de los Reyes Incas del Perú ([1590] 1946). En el prim er caso, no hay duda de
que Guarnan Poma copió a Zárate, y los ejemplos son más prolífíeos que los que indicó
Condarco Morales. En cuanto a la coincidencia entre Guarnan Poma y Murúa, sin
embargo, no resulta claro quién fue el que le copió al otro. Según su propio testimonio,
Guarnan Poma consideraba a Murúa su enemigo declarado ([1615] 1980, p. 920), lo tenía
por un bribón (ibid., pp. 521, G25 y 661-663), y, al mismo tiempo, por un hombre erudito
(“un gran letrado") (ibid., p. 521).
5 Véanse Guarnan Poma ([1615] 1980, pp. 430-434), y Fernández ([1571] 1963,
Segunda parte, libro 2, caps. 24-25 y 43-45; vol. 164, pp. 327-333; vol. 165, pp. 10-20).
6 Guarnan Poma comienza en el libro 6, cap. 7, de Zárate, parafraseando la carta de
Carlos V a Gonzalo Pizarro; la versión que da Guarnan Poma del documento es un reflejo,
y a la vez una forma expurgada del texto de Zárate. En tanto que en la transcripción que
Zárate hace de la carta se reconoce la “lealtad” de Gonzalo y se anuncia el nombramiento
de De la Gasea como presidente del Perú, Guarnan Poma convierte la carta en un
documento en el que exclusivamente se trata del perdón que se le otorga a Pizarro. Sólo
en su último párrafo se hace una alusión a De la Gasea, puesto que ahí se expresa la
exigencia del em perador en el sentido de que Gonzalo obedezca al recién nombrado
funcionario real (cf. Zárate [1555] 1947, libro 6, cap. 7, p. 547, y Guarnan Poma [1615]
1980, p. 420). Guarnan Poma ilustra este suceso con un dibujo en el que Carlos V le
entrega al presidente De la Gasea la carta para Gonzalo ([1615] 1980, p. 419).
Guarnan Poma también se apega al texto de Zárate en lo concerniente al hecho de
que Gonzalo se hallaba reuniendo a sus fuerzas en los momentos en que De la Gasea
llegaba a Trujillo y organizaba el ejército realista. Una vez más, Guarnan Poma ilustra el
relato tomado de Zárate* pintando la recepción que Gonzalo le hace al capitán Carvajal
a la llegada de éste a Lima (ibid., p. 421) (cf. Zárate, libro 6, cap. 10, p. 553, y Guarnan
Poma [1615] 1980, p. 422).
Guarnan Poma se apega cuidadosamente al texto de Zárate en la narración de la
forma en que Gonzalo organiza sus tropas y nombra a sus oficiales (véanse Zárate, libro
6 ,cap. 11, p. 554, yGuaman Poma [1615] 1980, p. 422). Y finalmente, cuando losoficiales
de Gonzalo preparan los gallardetes ceremoniales que los van a acom pañar en la batalla,
Guarnan Poma de nuevo repite el texto de Zárate (cf. Zárate, libro 6, cap. 11, p.
554, y Guarnan Poma [1615] 1980, p. 422).
GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA 29

hizo Pizarro p o r quem ar el asentam iento de H uánuco, lo hace con


el pro pósito de elogiar el valor de los andinos. P or más que esté
parafraseando a Zárate, no p o r ello deja de in sertar el nom bre de
su pad re com o el héroe de la defensa de H uánuco. Además, recalca
la valentía que m ostraro n los g u errero s andinos en la batalla,
increm en tan d o el núm ero de españoles que en cierto m om ento
llegaron a reforzar las fuerzas qu e ya estaban atacando la ciudad
(treinta, en Zárate; trescientos, en G uarnan Pom a) y después red u ­
ciendo el n ú m ero de aquellos que ab a n d o n aro n las filas del líder
rebelde para reincorpo rarse a las del b an d o realista, de cuarenta a
cuatro. Al exagerar el n ú m ero restan te de españoles que com etie­
ro n un acto de traición hacia su m onarca, G uarnan Pom a trata de
indicar que más lealtad h a d a el rey existía e n tre los andinos que
en tre los ibéricos (cf. Zárate [1555] 1947, libro 6, cap. 12, pp.
555-556, y G uarnan Pom a [1615] 1980, p. 423).
T ras la narración de estos hechos, G uarnan Pom a regresa al
m ism o capítulo 12 del texto de Zárate p ara relatar el éxito de Diego
C enteno al apoderarse del Cuzco,7 así com o la d erro ta definitiva y
ejecución de G onzalo.8 Los agregados que hace G uarnan Pom a a
la narración del español reflejan las preocupaciones del au to r
andino y su deseo de elevar la im portancia del capitán español Luis
de Avalos de Ayala, a quien le atribuye el o torgam iento de su
p ropio apellido español. P or ejem plo, cuando G uarnan Pom a habla
de la sangrienta batalla de H u arin a Pam pa, la caracteriza com o “la
gran batalla que fue m ayor en este rrein o en tre cristianos, que no
con los yndios” ([1615] 1980, p. 425; las cursivas son mías). Al
describir los preparativos de la batalla de De la Gasea en el Valle
de Jauja, com enta que el presid en te “yua haziendo más gente y
m altratando a los yndios” (ibid., p. 427).9 C uando n arra la form a
en que De la Gasea organizó las fuerzas reales, de nuevo parafrasea

7 Esta comparación textual ya había sido hecha por Condarco Morales (1967, pp.
307-308).
HCompárese Zarate, libro 6, cap. 14 y libro 7, caps. 6-8, con Guarnan Poma ([1615]
1980, pp. 423-429).
9 Aun cuando el contexto inmediato de esta cita sugiere que la referencia podría
ser a Gonzalo, en vez de a De la Gasea, en este relato en particular se describe el acopio
de tropas que estaba efectuando el presidente (“Yua haziendo más gente”) mientras
Gonzalo se había regresado a Cuzco (“Tornó al Cuzco con quatrocientos soldados”)
(Guarnan Poma [1615] 1980, p. 427; véase Zárate [1555] 1947, libró 7, cap. 3 y cap. 4, p.
565).
30 GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA

a Zárate, salvo que a la lista de oficiales que da éste, le agrega el


nom bre de Ávalos de Ayala.10
G uarnan Pom a concluye su n arració n de las guerras civiles en tre
los conquistadores, que tra sto rn a ro n la vida del P erú desde 1538
hasta 1550, con el relato de la rebelión y d erro ta de Francisco
H ernández G irón. Utiliza com o fuente la Segunda parte de la
Historia del Peni ([1571] 1963), de Diego Fernández. A diferencia
del cuidado con que copió y p arafraseó el libro de Zárate, G uarnan
Pom a sigue la n arración de El P alentino únicam ente en sus trazos
más generales. La p arte más im p o rtan te en que se aparta del texto
de Fernández se refiere al papel que les atribuye a los caciques
andinos al oponerse y vencer al rebelde; este asunto resulta de
im portancia m edular p ara su argu m en tació n polém ica.
Según Porras B arrenechea (1948, pp. 16-17), El P alentino y otras
fuentes docum entales indican que las tropas nativas no solam ente
atacaron a las fuerzas rebeldes de H ern án d ez G irón, sino tam bién
al ejército de la C orona. G uarnan Pom a es el único, dice Porras,
que convierte estos actos de represalia p o r p arte de los indígenas
contra todos los extranjeros, en Un acto de lealtad y en un servicio
al rey de España. De hecho, G uarnan Pom a ab an d o n a el texto de
El Palentino cuando este últim o n arra la form a en que los seguido­
res de H ernández G irón fu ero n capturados y castigados en el
Cuzco ([1571] 1963, Segunda parte, libro 2, cap. 56, v. 165, pp. 56-57)
y la m anera en que el p ro p io H ern án d ez G irón fue cap turad o p o r
M iguel de la S erna y ju a n Tello, y llevado a Lima para ser ejecutado
(ibid., cap. 58, v. 165, pp. 59-62). En vez de ello, a p a rtir de la batalla
de las fuerzas reales con tra H ern án d ez G irón, G uarnan Pom a
sostiene que su padre, “d o n M artín de Ayala” y d o n L eón A po
G uasca y d o n Ju a n G uarnan U achaca, caciques de C hanga, se
enco n trab an en tre “los dichos prencipales yndios capitanes” que
participaron en la lucha contra el rebelde ([1615] 1980, p. 433).
Según G uarnan Pom a, fu ero n ellos quienes lograron la d e rro ta y
huida de H ern án d ez G irón, a p esar de hallarse en grave inferio ri­
dad num érica respecto de los españoles y los aliados nativos de
éstos (ibid., p. 435). El acontecim iento se in tro d u ce en la n arració n

10 Zarate ([1555] 1947, libro 7, cap. 4, p. 566) ofrece una lista de los oficiales del
ejército realista, que Guarnan Poma reproduce, agregando a ésta el nombre del benefac­
tor de su padre ([1615] 1980, p. 427). Aun cuando Zarate no menciona al capitán Luis
de Ávalos de Ayala, todo parece indicar que éste efectivamente se hallaba en el Perú en
los momentos de este encuentro (Porras Barrenechea, 1948, p. 14).
C O H Q Y ÍS T &

fe »

e^i u¿wf* c«
<9o>*
1. Una batalla librada al servicio de Su Majestad por Don Martín Guarnan
Malqui de Ayala [(1615) 1980:400]
2. Apo Alanya y Chuqui Llanqui capturan a Francisco Hernández Girón
[(1615) 1980:402]
GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA 33

m ediante u n dibujo en el que se m uestra al “Capac Apo d o n M artín


G uarnan M alqui” y otros señores étnicos persiguiendo a los espa­
ñoles que huyen (lámina 1). U no p u ed e darse cuenta de la obvia
sátira visual de G uarnan Pom a, al observar que ú n icam ente se ven
las ancas de los caballos que están desapa-reciendo al galope (ibid.,
p. 434; véase tam bién la p. 426).
En estos relatos, el au to r andino hace caso om iso de la batalla
de Pucara, en la que el rebelde fue definitivam ente desbaratado,
según El P alentino (Porras B arrenechea, 1948, p. 17). En cambio,
proclam a la veracidad de su propia narración respecto de la victoria
de do n M artín de Ayala y A po Alanya sobre H ern án d ez G irón, y
confirm a visualm ente la captura de este últim o p o r p arte de los
señores andinos (ibid., p. 436; lám in a*2).
A todo lo largo del capítulo “C onquista”, G uarnan Pom a en­
treteje los datos de las historias im presas, con relatos que, o bien
se hallan vivos en las tradiciones orales, o son de su propia
invención. C ualquiera que sea la variedad de sus fuentes, y sea cual
fuere la veracidad de los acontecim ientos que narra, el capítulo
entero gira en to rn o a la lealtad y el valor de los señores andinos
en cuanto a servir al rey de España. En general, las historias escritas
tienen un im p o rtan te papel. Son las que p ro p o rcio n an la secuencia
de los sucesos y los detalles p ertinentes, tales com o los nom bres de
los capitanes españoles, com o trasfondo sobre el cual G uarnan
Pom a hace un relato de las guerras civiles posteriores a la conquis­
ta, en las cuales los únicos héroes son los andinos.

El respeto por la historia

A pesar de que utiliza narraciones escritas y orales y las mezcla con


episodios quizás inventados p o r él, G uarnan Pom a usa sus fuentes
con discrim inación. El respeto que tiene p o r la verdad histórica
basada en los hechos puede dem ostrarse a través del tratam iento
que da a los acontecim ientos milagrosos, tales com o las apariciones
de la Virgen M aría y del apóstol Santiago (santo p atró n de España),
de las que hubo noticia d u ran te la conquista del Perú. P or más que
a estos sucesos les atribuya un significado político, la m anera en
que da cuenta de ellos se apega a la práctica historiográfica norm al.
C om o historiador, a G uarnan Pom a no le estaba perm itido
inventar personajes o sucesos, esto es, las “m en tiras” y la “im ita­
34 GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA

ción” de la poesía, com o las llam aba el teórico d e la historiografía


Luis C abrera de C órdoba (1611, f 11 r). Lo que sí podía “in v en tar”,
no obstante, eran las relaciones form ales qu e se d ab an e n tre estos
elem entos (W hite, 1973b, p. 262). La labor del h isto riad o r sería la
de describir y verificar los acontecim ientos; sobre él recaería la
responsabilidad de d a r cuenta de los hechos (K rieger, 1974, p. 56).
En el caso de las visiones milagrosas y de las visitas de los apóstoles
a las Indias, es posible que G uarnan Pom a esté tra tan d o con sucesos
que ya habían quedado consagrados com o históricos p o r la fuerza
de la tradición oral. Por la m anera en que enm arca estos relatos,
resulta claro que los trata com o lo haría cualquier o tro historiador.
En im ágenes y p o r escrito, G uarnan Pom a n a rra tres milagros:
el fracaso de M anco Inca al tratar de in cen d iar u n palacio inca (el
de Cuyus M ango) que ya había pasado a ser tem plo cristiano, y las
apariciones de la V irgen María y del apóstol Santiago, que hicieron
que los gu errero s incas se p o straran m aravillados y se som etieran
a las tropas españolas ([1615] 1980, pp. 402-407; lám ina 3). G uarnan
Pom a inserta cuidadosam ente la frase “dizen q u e...”, en los m o­
m entos críticos de estas narraciones; es decir, les p o n e u n p a rén ­
tesis a los aspectos más fantásticos de dichos sucesos, negándose a
aceptar la responsabilidad personal en cuanto a su veracidad y
protegiendo así su credibilidad com o historiador.
A este respecto, G uarnan Pom a se adhiere a los preceptos
historiográficos del siglo XVI. Las más altas au toridades de la época,
a saber, los intérpretes de A ristóteles, aceptaban el uso de aquellos
elem entos que concordaban con las creencias populares; ángeles y
santos eran entidades sobrenaturales que habían venido a rem pla­
zar a las antiguas deidades paganas (Riley, 1962, p. 191). Lo único
que se estipulaba era que tales sucesos se m anejaran a través de la
narración p o r parte de una tercera persona; así, el au to r o n a rra d o r
evitaban ten er que em itir un ju icio personal sobre el asu n to (ibid.,
pp. 192-193). El uso constante que hace G uarnan Pom a del m odi­
ficador “dizen q u e” salvaguarda su p ropia im parcialidad, no sólo
acerca de los m ilagros legendarios, sino tam bién respecto de sus
descripciones de los sistemas rituales y de creencias tradicionales
an d in o s.11 El cuidado con el que trata la narració n de los milagros

H “Dizcn que" puede ser uno de los medios lingüísticos de que dispone el español
para desconocer la responsabilidad o la autoridad del autor en lo tocante a las obser­
vaciones que vengan a continuación. Sin embargo, también puede ser la traducción al
español del marcador de discurso o de oración en quechua, el sufijo si, que significa que
GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA 35

y el que pone en la exposición de las creencias andinas, sugiere que


no es indiferente a la búsqueda d e la verdad factual en la historia,
sino más bien que posee u n p ro fu n d o respeto p o r ella. Al mismo
tiem po, se protege de las posibles acusaciones en el sentido de que
se adhiere a las creencias indígenas.
P or otro lado, al p resen tar aquellos episodios de la historia de
la conquista que explícitam ente contrad icen a sus fuentes escritas
(el papel heroico que d esem p eñ aro n los señores andinos, que
acabam os de exam inar), G uarnan Pom a no califica ni su versión ni
las otras, com o tam poco identifica los relatos que está contradicien­
do. N o utiliza ningún recurso historiográfico que pudiese indicar
que su propósito es el de corregir el registro histórico. Y sin
em bargo, el respeto que m uestra p o r la historia com o género
retórico, p o r un lado, y la indiferencia que m anifiesta hacia sus
preceptos, p o r el otro, dejan m uchas cuestiones p o r resolver.

La filosofía lascasiana de la Conquista

C on objeto de dar bases a su argum entación en el sentido de que


los andinos debieran estar exentos de pagarles tributos a los
españoles, G uarnan Pom a hace una recapitulación de los aspectos
principales de su historia andina. A firm a que los antiguos andinos
eran “blancos”, es decir, descendientes de los hijos de Adán, y que
en épocas anteriores a la cristiana seguían la “ley de cristiano”, aun
cuando posteriorm ente los incas obligaron a los andinos a conver­
tirse en idólatras ([1615] 1980, pp. 80, 87, 119). En el siglo XVI se
som etieron a la autoridad del rey de España y del papa católico y
rom ano, convirtiéndose así en cristianos bautizados y en “servido­
res” de Dios y del rey español. C uan d o concluye su argum entación
afirm ando que los andinos “n o son esclabos, ciño libres p o r Dios”
(;ibid., p. 901), lo que hace es, de hecho, rechazar la teoría aristoté­
lica de la esclavitud natural, que defendían m uchos de quienes
consideraban que las guerras de conquista eran ju stas (véase H anke
[1959] 1975).

el hablante ha adquirido la información a través de terceras personas y que, por ende,


no puede garantizarla con certidumbre como testigo ocular (Urioste, 1973, p. 49). El
validador de lo que se sabe de oídas, esto es, de lo no presenciado, y el validador
testimonial son rasgos característicos del quechua (ibid., p. 45).
C O M Q V ÍS T # A
MMA6CQM.S. (yA

CrutL iu ^ co

3. “Milagro de Santa María” [(1615) 1980:374]


GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA 37

Sin em bargo, los elogios que expresa G uarnan Pom a p o r algunos


de los m iem bros de la o rd e n dom inica, sugieren de qué lado está
su lealtad en particular:

Pero ellos algunos son grandes cristianos y grandes letrados y predicadores


y lo fueron desde sus antepasados. Que por ellos muchos ereges se
conuertieron a la fe en el mundo ( ibid., p. 660).

P robablem ente se está refiriendo a fray B artolom é de Las Casas, o


al colega de éste en el P erú —a u to r de la prim era gram ática y
diccionario en quechua—, fray D om ingo de Santo Tom ás. Los
argum entos de Las Casas en favor de que España les restituyera las
propiedades a los andinos influyeron g ran d em en te en la articula­
ción de los p u n to s de vista de G uarnan Pom a, y resulta in teresa n te
especular sobre cuáles p u d iero n h ab er sido sus vínculos con la
o rd en a la que éste pertenecía. Según su pro p io relato (ibid.,
p. 660), los dom inicos se hallaban activos en la diócesis de H ua-
m anga (“en las dichas dotrinas de Xauxa, de los Yauyos, de Gua-
manga, P arinacocha”) en la época de su vida. De hecho, su devo­
ción a Santa M aría de la Peña de Francia es un indicio indirecto de
la presencia de los dom inicos en H uam anga y C astrovirreina.12

12 Este título en particular de la Virgen María, que tiene sus orígenes cerca de
Salamanca, en España (Chevalicr, 1944, pp. 531-532), representa una devoción dominica.
En la comedia hagiográfica de Tirso de Molina titulada “1.a Peña de Francia" y publicada
en la Parte cuarta (Madrid, 1635), se narra la forma en que esta devoción se originó durante
el reinado de do n ju án II de Castilla, cuando un estudiante universitario francés descubrió
la imagen de la Virgen escondida en los escabrosos riscos de la Peña de Francia, al sur
de Salamanca. Al desenterrar la imagen, que había permanecido oculta desde que el rey
Rodrigo perdió España ante el embate de los moros, el rey de Castilla prometió construir
un santuario en ese sitio; mientras el estudiante, Simón Vela, se halla en su lecho de
muerte, ya realizada su misión de encontrar la imagen de la Virgen Sagrada, hace el
resumen de la historia de la Virgen de la Peña de Francia (Téllez [1635] 1970, Acto tercero,
vols. 1028-1039, p. 174): “Rey D onjuán, sol de Castilla, esta imagen soberana está aquí
desde los tiempos que Rodrigo perdió a España; haz, pues, que aquí se fabrique una
generosa casa, y que su gobierno tengan los Padres de la O rden sacra del grande español
Domingo; porque ya el Cielo me llama para darme en dulce muerte hallazgos de tal
ganancia.”
Santa María de la Peña de Francia es la devoción favorita de Guarnan Poma; a
menudo menciona sus milagros, el día que se la festeja y la fidelidad que personalmente
le tiene ([1615] 1980, pp. 405, 654-655, 665, 922, 947, 1115, 1117). En varias ocasiones
dibuja su imagen (ibid., pp. 404,653,841, 933, 946), y atribuye su nombre a una parroquia
y asentamiento en Suntunto, Huamanga (ibid., pp. 745, 833), así como a ciertas capillas
de Chocllococha, Castrovirreina (ibid., 1110,1119), y de la iglesia de Santa Clara, en Lima.
38 GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA

En las cuestiones prácticas, G uarnan Pom a com parte la m odali­


dad y el m étodo de los dom inicos que abogaban p o r que se
devolviera el dom inio del Perú a los andinos. P o r ejem plo, el
memorial en que figuran com o autores D om ingo d e Santo Tom ás
y Las Casas en 1560, y que se le m andó a Felipe II en defensa de
los derechos de los caciques del P erú contra los encom enderos
españoles, encuentra eco en las aseveraciones del p ro p io G uarnan
Poma. Éste hace suyos los argum entos centrales de los dos dom i­
nicos. En prim er lugar, la encom ienda se d ebería abolir, po rq u e
no hay ninguna justificación legal p ara la m ism a.18 (Sobre este
aspecto, G uarnan Poma va a hacer su p ropia defensa, que m uestra
creatividad.) En segundo, a los en com enderos y a todos los dem ás
no andinos se les debería p ro h ib ir la en trad a a los asentam ientos
de los nativos. En tercer lugar, el rey debería reim p lan tar y respetar
los privilegios tradicionales de los señores étnicos del P erú .14
En tanto que los defensores europeos de los andinos le advier­
ten al rey que sus fortunas en el P erú (así com o la suerte de este
país) van a declinar si no se pro teg e a los nativos (Las Casas [1560]
1958, vol. 5, p. 466), G uarnan P om a lo expresa de una m anera más
directa: la raza andina va a d esap a re c er—y no m eram en te a declinar
en cuanto a nú m ero —y la C o ro n a se q u ed ará en la pobreza:

Desde aquí en ueynte años no abrá yndio en este rreyno de que se cirua
su corona rreal y defensa de nuestra santa fe católica. Porque cin los
yndios, vuestra Magestad no uale cosa porque se acuerde Castilla es
Castilla por los yndios ([1615] 1980, p. 982).

U no de los pocos autores dom inicos a los que G uarnan Pom a se


refiere expresam ente es D om ingo de S anto Tom ás. Sin em bargo,
a p a rtir de com paraciones textuales se p u ed e ded u cir que el
cronista p eru an o estaba tam bién fam iliarizado con las obras de Las
C asas.15 El hecho de que se en cu en tre a Las Casas en la obra de

13 Aun cuando la encomienda se abolió oficialmente en 1542 (Ots Capdequí [1941]


1975, pp. 25-26), para el andino étnico continuó siendo una odiosa forma de servidumbre.
Las frecuentes quejas de Guarnan Poma contra la encomienda y el hecho de que dedique
un capítulo completo al problema del encomendero ([1615] 1980, pp. 561-574) dan fe de
la existencia de esta institución colonial a principios del siglo xvu.
14Compárese Las Casas ([1560] 1958, vol. 5, pp. 465-468) con Guarnan Poma ([1615]
1980, pp. 510,514, 563,972).
15 Dados los tiempos que corrían, no debe sorprendernos el silencio que gtiarda
Guarnan Poma respecto del nombre de Las Casas. Luis López, un hermano jesuíta de
GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA 39

G uarnan Pom a indica que los tratados del fraile efectivam ente
reverberaron en tre la población indígena del P erú en las décadas
siguientes a su fallecim iento. De mi exposición se d e sp re n d e rá que
si* Tratado de las doce dudas ([ 1564] 1958), le p ro p o rc io n ó a G uarnan
Pom a una im p o rtan te fuente d e conceptualización para suar-
g um entación retórica. Y ello confirm a que el Tratado circuló entre
los dom inicos del virreinato del P erú y seg u ram en te en tre los
m iem bros de la ord en en H uam anga (véase L o h m an n Villena,
1966, p. 67).
G uarnan Pom a jam ás sigue a ciegas estos o tros textos, sino que
los m anipula conform e a sus p ropios propósitos. P uesto que carece
del respeto reflexivo que tienen los europeos p o r la palabra escrita,
trata los dem ás textos —desde los d e Acosta hasta los de Zárate, y
centrándose en los de Las Casas— con un frío desapego. De la
m ism a m anera que sigue a historiadores com o F ernández y Zárate
al pie de la letra, y luego los contradice claram ente, igual repite el
argum ento de Las Casas en cuanto a la injusticia de la conquista,
para después rebasar la aseveración de éste en cu an to a devolverles
a los andinos la soberanía sobre su territorio.
Es decir, G uarnan Pom a n o está en favor del re to rn o al gobierno
dinástico de la hegem onía estrictam ente inca en que pensaba Las
Casas (véase A dorno, 1978a, 1978b). Éste escribió las Doce dudas
varios años antes de que fallecieran T itu Cusi Y upanqui y Tupac
A m aru, que fueron los últim os príncipes incas; ju n to con ellos,
desapareció la p ostrera esperanza para el Estado neoinca que
habían tratado de establecer y m a n ten e r en Vilcabamba. P or la
época en que G uarnan Pom a estaba term in an d o su proyecto, las
puestas del ju e g o habían cam biado: Titu Cusi y T upac A m aru
habían d esaparecido desde hacía apro x im ad am en te cuarenta años,
y la situación de los nativos andinos se hallaba d eterio rad a hasta
más allá de toda esperanza. En consecuencia, G uarnan Pom a no
entra al debate acerca de cuál g ru p o étnico o político andino deba
gobernar, sino que más bien trata de in dagar si a la totalidad de
los ciudadanos andinos no se les han negado unos derechos del
tipo más fundam ental. H acia 1615, la perspectiva del cronista

José de Acosta, en el P^rú, fue llevado ante un tribunal de la Inquisición por sostener
opiniones similares a las de Las Casas. Esto ayuda también a explicar por qué Acosta, aun
cuando en De procurando, indorum salute ([ 1588] 1954) sigue las doctrinas de Las Casas, ni
usa el nombre de éste ni cita sus libros (Hanke [1959] 1975, p. 90).
40 GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA

peruano es más p ro andina y panandina, que antiincaica; conform e


a este espíritu, no sólo renueva la pro p u esta de Las Casas en cuanto
a la restauración del gobierno incaico, sino que no m b ra com o
nuevo g obernante de las “Yndias del P irú ” a su pro p io hijo, que
representa a la dinastía Yarovilca ([1615] 1980, p. 963). Es así com o
les da u n giro nuevo y creativo a los argum entos que Las Casas
había presentado en defensa de la sucesión inca, en su tratado de
1564.
En un capítulo en el que G uarnan Pom a im ita el estilo retórico
de la prosa eclesiástica (“Conzedera, erm anos m íos”), una de sus
m editaciones reitera las propuestas de Las Casas; este texto se
puede desglosar, enunciado p o r enunciado, para dem o strar que su
fuente son las Doce dudas:

Que aués de conzederar que todo el mundo es de Dios y ancí Castilla es


de los españoles y las Yndias es de los yndios y Guenea es de los negros.
Que cada déstos son lexítimos propietarios, no tan solamente por la ley,
como lo escriuió San Pablo, que de dies años estaua de pocición y se
llamaua rromano (ibid.y p. 929).

Este pasaje se refiere al p rim er principio (Principio I) del tratado


de Las Casas: todos los infieles tien en jurisdicción soberana sobre
sus propios territorios y posesiones; este d erecho a jurisdicción
viene m andado no solam ente p o r la legislación h um ana (el “n o tan
solam ente p o r la ley” de G uarnan Poma), sino tam bién p o r la ley
natural y la divina (Las Casas [1564] 1958, p. 486). La referencia
que hace G uarnan Pom a a San Pablo tiene su origen en el m ism o
Principio /. En ese pasaje, Las Casas cita la referencia que hace
Agustín a la epístola de Pablo a los rom anos (capítulo 13, verso 1),
en la cual el apóstol insiste en que la com unidad cristiana debe
obedecer al m onarca bajo cuya ju risdicción viva, aun cuando ese
gobernante sea u n pagano. Así, pues, dice G uarnan Pom a, San
Pablo “se llamó a sí m ism o u n ro m a n o ”. De la m ism a m anera, según
deja im plícito G uarnan Pom a, los españoles debieran obed ecer a
las autoridades andinas, m ientras se en cu en tren en el reino sobe­
rano del Perú.
En el pasaje que sigue, G uarnan Pom a señala que los nativos de
Castilla, ya sean ju d ío s o m oros, están sujetos a las leyes de esa
tierra. De m anera análoga, aquellos españoles que viven en el P erú
son considerados extranjeros, mitmaq, “en la lengua de los indios”;
GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA 41

es decir, son personas a quienes se ha enviado fuera de su terru ñ o


para que atiendan intereses en sitios lejanos. C om o los españoles
se encu en tran en esta m ism a situación, tienen que o b ed ecer las
leyes andinas, y n o las de su país ([1615] 1980, p. 929). En este caso,
G uarnan Pom a está reiteran d o el segundo principio (Principio II)
del tratado d e Las Casas. Su aseveración se refiere a la proposición
en la que Las Casas habla de las cu atro clases de g ente n o cristiana
(él los llama infieles) y de sus respectivos derechos y jurisdicciones.
La prim era clase la constituyen aquéllos, tales com o los ju d ío s y los
m oros, que, p o r vivir en Castilla, están sujetos al g o b iern o de los
reyes cristianos, p o r d erech o y de hecho ( “de jure y de fa d o ”) y, p o r
ende, están obligados a o b ed e c e r las leyes “ju stas” del rein o español
(Las Casas [1564] 1958, pp. 487-488). Al referirse a esta p rim era
situación jurídica, G uarnan P om a coordina la n oción escolástica
con el concepto an d in o de mitmaq; el colono extran jero debe
obedecer las leyes de su nueva tierra, y n o las de su país de origen.
G uarnan Pom a prosigue, y resum e su argum entación con la
siguiente aseveración:

Cada uno en su rreyno son propietarios lexítimos, poseedores, no


por el rrey ciño por Dios y por justicia de Dios: Hizo el mundo y la tierra
y plantó en ellas cada cimiente, el español en Castilla, el yndio en las
Yndias, el negro en Guynea... Y ancí, aunque [el rey español] le haga
merced al padre, al español en las tierras que se conponga con el rrey, no
es propietario. Y ací a de tener obediencia al señor prencipales y justicias,
propietarios lexítimos de las tierras, que sea señor o señora ([1615] 1980,
p. 929).

De esta m anera, G uarnan P om a clasifica a los andinos com o


pertenecientes a la cuarta categoría de infieles, esto es, a aquellos
que jam ás han estado, ni en la actualidad están, sujetos a un
gobernante cristiano, ni p o r d erech o ni de hecho. Las razones que
da para ello, son las mism as que articuló Las Casas, a saber, que
los andinos nunca habían u su rp ad o tierras cristianas, ni les habían
hecho d año alguno a los cristianos, ni habían in ten ta d o hacérselo;
jam ás habían sido subyugados p o r algún príncipe cristiano, ni p o r
ningún m iem bro de la Iglesia (Las Casas [1564] 1958, p. 489). Al
recalcar los derechos que tien en los propietarios legítim os de la
tierra y al declarar que tales d erechos son m andato, no del rey, sino
de Dios, G uarnan P om a apela a la noción de ley natural, es decir,
42 GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA

al concepto escolástico del derecho que tien en todos los pueblos a


la soberanía sobre sus propias tierras, que se seguía desde Tom ás
de A quino (H óffner [1947] 1957, pp. 331-342).16 Adem ás, su refe­
rencia al G énesis I (“Dios hizo el m u n d o y la tierra y p lantó en ellas
cada cim iente”) reitera la cita que hace el p ro p io Las Casas del
prim er capítulo del G énesis, que ofrece en el Principio I com o
p rueba de que todos los pueblos tienen el d erech o a la soberanía
sobre sus propias tierras, bajo los preceptos de la ley natural (Las
Casas [1564] 1958, p. 468).
Las obras jurídicas qu e G uarnan Pom a explota hábilm ente, se
colocan al servicio de sus propios objetivos políticos. P or más que
sólo en form a lim itada logra im itar el lenguaje del tratad o lascasia-
no, no deja de elaborar su “historia” de la conquista española del
Perú a m anera de d efen d e r y dram atizar los principios que estipu­
lan los tratados jurídicos. A fin de cuentas, es com o si reescribiera
la historia andina hacia atrás, p ero en vez de com enzar p o r las
narraciones orales de las épocas legendarias, lo hiciera con el
Tratado de las doce dudas, tom ando éste com o plataform a desde la
cual p o d e r arg u m en tar retrospectivam ente en favor de la au to n o ­
mía autócto na en los Andes.

Dramatización de una hipótesis

La estrategia principal de G uarnan Pom a consiste en m ostrar que


los p eruanos no diero n n inguna causa p o r la cual los europeos
hubieran p o d id o librar un a g uerra ju sta co n tra ellos. Al principio
m ism o de su narración de la historia andina, G uarnan Pom a niega
la validez de la razón en virtud de la cual los españoles tenían el
derech o a d ifu n d ir el evangelio. Este d erecho lo invalida atribuyen­
do la presencia de la histórica C ruz de C arabuco a la visita de San
B artolom é en épocas apostólicas (ibid., pp. 92-94).17 C on ello de-

16 En el mismo Principio //, Las Casas hace referencia al derecho natural, diciendo
lo siguiente: “Tienen todas éstas [naciones] sus reinos, sus señoríos, sus reyes, sus
jurisdicciones, altas y bajas, sus jueces y magistrados y sus territorios, dentro de los cuales
usan legítimamente y pueden libremente usar su potestad, y dentro dellos a ningún rey
del mundo, sin quebrantar el Derecho natural, es lícito sin licencia de sus reyes o de sus
repúblicas entrar, y menos usar ni ejercitar jurisdicción ni potestad alguna” ([1564] 1958,
p. 489).
17 Los relatos de esta índole no eran insólitos. Por ejemplo, Juan de Santacruz
Pachacuti Salcamayhua ([1613] 1968, pp. 283-284) atribuía la cruz a la visita de santo
.C O M Q .V ÍT A .

EUUMBMWMt
IEV^&CARiy$AALlüAjAWRiBLEPEW

1. Don Martín de Ayala, primer embajador de Huáscar Inca, a Francisco


Pizarro, embajador del emperador Carlos V [(1615) 1980:348]
44 GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA

m uestra que esta visita estableció explícitam ente la cristiandad en


el Perú, antes de la llegada de los españoles:

Y ancí los yndios somos cristianos por la rredimción de Jesucristo y de su


madre bendita Santa María, patrona de este rreyno y por los apóstoles de
Jesucristo, San Bartolomé, Santiago Mayor y por la santa crus de Jesucristo
que llegaron a este rreyno más primero que los españoles. De ello somos
cristianos y creemos un solo Dios de la Santícinva Trinidad (ibid., p. 1090).

Sin em bargo, el ataque polém ico más directo que lanza G uarnan
Pom a en su historia de la conquista es su contradicción de la noción
en sí de una conquista militar; se trata del a rg u m en to en el sentido
de “y n o ubo conquista”, al que ya m e he referido. G uarnan Pom a
basa este supuesto en dos aseveraciones: en p rim e r lugar, insiste
en que las llaves del reino le fu ero n entregadas pacíficam ente a
Francisco Pizarro, com o em isario de Carlos V, en T úm bez (lám ina
4); y en segundo, sostiene que fue la intervención m ilagrosa de la
Virgen M aría y del apóstol Santiago, la que les im pidió a los incas
resistirse jam ás p o r la fuerza a los españoles (véase la lám ina 3). P or
am bos lados, trata de m in ar cualquier noción de que hubiera
habido una guerra justa de conquista en el Perú. ,
G uarnan Pom a desconoce el acaecim iento de cualquier resisten­
cia arm ada que se hubiese p o d id o considerar com o una justifica­
ción para librar la guerra co n tra los incas. C onvierte los aconteci­
m ientos de T úm bez, no en el p relu d io de p osteriores encuentros
violentos, sino en la fase en q u e q u e d a ro n firm em ente establecidas
las condiciones de bienvenida y de paz:

Y los españoles, don Francisco Pizarro y don Diego Almagro, y don Martín
de Ayala18 se hincaron de rrodillas y se abrasaron y se dieron paz, amistad
con el enperador. Y le honrró y comió en su mesa y hablaron y conuer-
saron y le dio presentes a los cristianos. Acimismo le dio al señor don
Mar[tín] de Ayala que fue primer enbaxador que de Atagualpa en el puerto
de Tunbes, adonde saltó primero ([1615] 1980, p. 378).

Tomás: “Pues se llamó a ese barón Tonapaviracochampacachan, ¿pues no será este hombre
el glorioso apóstol Sancto Tomás?” Muchos otros cronistas aseguraban también que santo
Tomás había visitado las Indias en la antigüedad con objeto de predicar contra las
religiones diabólicas que profesaban los pueblos indígenas (Esleve Barba, 1964, p. 11).
,H Aquí, Guarnan Poma hace referencia a su padre, anticipadamente, mediante el
apellido español que, según dice, le confirió a Guarnan Malqui algún tiempo después, el
conquistador Luis Ávalos de Ayala.
GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA 45

Hay o tro m om ento en el que G uarnan Pom a insiste una vez más
en el establecim iento inm ediato y definitivo de la paz andino-espa­
ñola, y en esta ocasión sale a relucir su tono com bativo. En esta
versión, m anifiesta que no solam ente su padre, sino de hecho los
señores principales de cada u n a de las cuatro subdivisiones del
Im perio incaico, se habían p resen tad o en T úm bez p ara d ar la
bienvenida y abrazar a los rep resen tan tes del em p e ra d o r español.
Llama a aquéllos “prim eros ynfantes y señores, príncipes y princi­
pales grandes”, y llega a la siguiente conclusión: “De m an era que
los q uatro partes destos rreynos se fu ero n a darse de pas y a bezar
los pies y m anos del rrey n u e stro señ o r en p era d o r d o n Carlos de
la gloriosa m em oria” (ibid., p. 564; véase tam bién la p. 971).19 Ya
sea su fuente la tradición oral, o ya un acontecim iento hipotético
de su propia creación, le da a éste una in terp re tació n política: “Y
ací no tenem os enco m en d ero ni conquistador, sino que som os de
la corona rreal de su M agestad, seruivio de D ios” (ibid., p. 564).
C on esta afirm ación, G uarnan Pom a da respuesta a dos argu­
m entos de la polém ica. La p rim era va dirigida a las crónicas de la
conquista del Perú, en las que se describen los actos m ilitares de
los españoles com o una respuesta a la violencia iniciada p o r los
incas. La segunda se endereza contra un argum ento hipotético —la
no resistencia de los andinos a la invasión extranjera— que consid­
eraba a los nativos am ericanos com o potencialm ente incapaces de
haber podido tom ar una decisión cognitiva en cuanto a aceptar
librem ente el dom inio español.20 La aseveración de G uarnan Pom a
en cuanto a la aceptación libre p o r parte de los incas del dom inio
español, confiere dignidad histórica a su p u eb lo y defiende la

19 Casi a manera de nota a pie de página, Guarnan Poma prosigue: “Bastaua que
sólo fuera el excelcntícimo señor don Martín de Ayala a darse de pas y serbir a la corona
rreal por todo el Pirú, pues que fue gran señor Capac Apo [poderoso señor], segunda
persona del Ynga y su bizorrey destos rreynos” ([1615] 1980, p. 564). Recalca de este
modo el papel histórico que insistentemente atribuye a su padre.
Ix>s juristas españoles habían estructurado, a posíeriori una serie de títulos con
los que justificaban los derechos de conquista en América. Uno de los aspectos que se
debatían era la aceptación del dominio español. Algunos, como Francisco de Vitoria, por
ejemplo, sostenían que la sumisión voluntaria de los aborígenes a la autoridad española
había sido un acto de temor y confusión. Éste argumentaba que los nativos no pudieron
haber entendido lo que estaban haciendo, ni qué era lo que los españoles les pedían. Y
agrega: “Esto lo piden gentes armadas que rodean a una turba inerme y medrosa” ([1532]
1967, p. 73). En vez de ser este argumento una defensa del indio —como muchos
investigadores han pensado— resultaba ser una instancia del patemalismo que los
amerindios de la generación de Guarnan Poma —y él en concreto1- rechazaban como
insultante.
46 GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA

im agen civilizada del andino c o n tem p o rán eo que aquél se esfuerza


p o r crear. Su insistencia en este acto de sum isión diplom ática es,
de hecho, un regreso al arg u m en to referen te a la capacidad racio­
nal del pueblo indígena. En tan to que los teóricos políticos habían
puesto en tela de juicio el valor de tales rendiciones pacíficas,
G uarnan Pom a respon d e p in ta n d o una im agen d e la sum isión
andina, que es un m odelo de habilidad de estadistas consum ados,
p o r parte de los em bajadores del Inca. De esta m anera, G uarnan
Pom a no solam ente trata de co rreg ir la form a en que ha q u ed ad o
registrada la historia, sino tam bién de n egar las acusaciones racistas
que hacen los europeos en cu an to a la supuesta inferioridad
cultural andina.
La representación de m ilagros y visiones (véase lám ina 3) resulta
de im portancia crítica para la d ram atizad ó n de los principios
concernientes a la conquista injusta. El a u to r p eru an o arguye que
estas visiones milagrosas tuvieron el efecto de restringir la potencial
resistencia andina ante la invasión española. A cada u n o de estos
sucesos —el hecho de que no se q uem ara el tem plo consagrado, las
apariciones de la V irgen M aría y del apóstol Santiago— les da
prom inencia m ediante representaciones pictóricas (ibid., pp. 402,
404 y 406), y vuelve a referirse a ellas varias veces (ibid., pp. 655 y
1090). Gracias a dichas representaciones, da respuesta a la opin ió n
que m uchos sostenían en el sen tid o de que para la conquista de los
reinos del N uevo M undo no hab ían hecho falta milagros, ya que la
superioridad natural del español sobre el aborigen hacía innecesa­
ria la intervención so bren atu ral en favor de los conquistadores o
de los m isioneros.
La evaluación que hace V itoria de las circunstancias, es típica de
la actitud de los europeos. En la década de 1530 escribe que no
está persuadido de que la fe se esté esparciendo en tre las poblacio­
nes indígenas, po rq u e no ha o ído ni de milagros ni de señales
extraordinarias, ni tam poco de ejem plos de conducta religiosa, que
p u d ieran servir para fines d e evangelizadón: “Pues m ilagros y
señales no veo ninguno, ni tan religiosos ejem plos de vida; y sí, en
cam bio, al contrario, m uchos escándalos y crím enes atroces y
m uchas im piedades” (a ta d o en H ó ffn er [1947] 1957, p. 355). De
m anera análoga, en De procuranda indorum salute, José de A costa
sugiere que la m isión apostólica que re n u n d a a todo em pleo de
fuerza o a toda protección m ilitar, no en cu en tra aplicación en el
N uevo M undo. R ecurriendo al ejem plo del trágico destino que
GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA 47

corrieron los m isioneros dom inicos yjesuitas en la Florida, Acosta


aduce que los nativos am ericanos no p u ed en ser convertidos
pacíficam ente, debido a sus m aneras primitivas; de hecho, confiar
en su razón y su libre albedrío es com o “hacer am istad con jabalíes
y cocodrilos” ([1588] 1954, libro 2, cap. 8, p. 443). A dem ás, sostiene
Acosta, el m étodo apostólico ú n icam ente funciona si se p ro d u cen
milagros, y, en A m érica, tales acaecim ientos son extrem ad am en te
escasos (ibid., pp. 443-446). P or más que en cu en tra sum am ente
angustiante esta falta de milagros, no p o r ello deja de arg u m en tar
que la superio rid ad de los sacerdotes y la in ferioridad de aquellos
a los que hay que convertir hacen que la situación n o sea insalvable:
“P orque aquellos a quienes se anuncia la fe son en todo muy
inferiores en razón, en cultura, en autoridad; y los que la anuncian,
p o r la antigüedad y prestigio de la religión, p o r su m uchedum bre,
su ingenio, su erudición y dem ás cualidades, son m uy su p erio res”
(ibid., p. 446). Así, pues, según Acosta, los m étodos convencionales
bastan para lograr la conversión de estas gentes sencillas.
G uarnan Pom a contradice los pu n to s de vista que A costa y otros
presentan, cuando argum enta: “C óm o hizo Dios m ilagro para
hazelle m erced a su M adre bendita a los españoles cristianos, p o r
m ejor decir que más quizo hazer m erced la M adre de Dios a los
yndios p o rq u e fuesen cristianos y saluasen las ánim as de los yndios”
([1615] 1980, p. 405). C on esto, no sólo dignifica la experiencia
andina y niega la noción de un a resistencia o agresión andina
contra los españoles, sino que tam bién trata de d em o stra r que la
cristiandad ya se hallaba establecida en el Perú. P or ejem plo,
cuando las tropas incaicas ven que es im posible in cen d iar lo que
an terio rm en te había sido un palacio inca recién consagrado com o
tem plo cristiano, G uarnan Pom a in te rp re ta el episodio com o una
señal divina que indica que los andinos ya se han convertido al
cristianism o: “En ese tienpo era señal de Dios questaua ya fixa la
Santa Yglecia en el rrey n o ” (ibid., p. 403; véase tam bién la p. 655).
La narración de estos acontecim ientos dram atiza las afirm acio­
nes de G uarnan Pom a en el sentido de que no había o cu rrid o una
conquista m ilitar del Perú, aseveración que se hace explícita en
varias otras ocasiones (véase ibid., pp. 164, 377, 388, 564, 573, 971
y 972). A dem ás, acusa a los españoles de haber actuado ilegalm en­
te; éstos no traían ningún d ecreto que les perm itiera m atar despia­
dadam ente al Inca o a otros señores étnicos:
48 GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA

No truxo zédula para matar al rrey Ynga ni a los excelentícimos señores


ni a los capitanes deste rreyno... . Y ací aués de conzederar y acauar con
esto: Que no ay comendero ni señor de la tierra ciño son nosotros
propietarios lexítimos de la tierra por derecho de Dios y de la justicia y
leys (ibid., p. 972).21

Esta negación de los derechos de los extranjeros en el Perú, nos


p roporciona la clave d e cuál era la in terp re tació n que G uarnan
Pom a le daba a la historia de la conquista. Sin em bargo, p o r más
que lanzara acusaciones e hiciera dram atizaciones, el pro g ram a de
G uarnan Pom a no es sim plem ente una respuesta displicente a las
historias europeas de la conquista del Perú. Su labor no es m era­
m ente la de hacer que su pueblo sea el h éro e del d ram a y que los
españoles aparezcan en éste com o los villanos y traidores. La batalla
de la historia ya se había p erdido, y G uarnan Pom a tiene u n objetivo
polém ico m ás inm ediato. Su argum entación acerca de la naturaleza
de los nativos del N uevo M undo, sobre sus orígenes y su civilización
precolom bina, form a p arte d e u n a estrategia defensiva o rientada,
no al pasado, sino al presente. Si se co m p ren d e esta m aniobra, es
posible apreciar de m ejor m o d o el papel qu e el a u to r le asigna a la
narración de la historia en su proyecto literario.

El presente arrolla al pasado

Los capítulos de la Nueva coránica que se dedican a la sociedad


andina precolom bina desem p eñ an un papel específico d en tro del
designio teleológico que existe en la historia andina d e G uarnan
Poma. De m anera irónica, estos capítulos que se refieren al pasado
revelan que el p ropósito del a u to r no es historiográfico. Su in ter­
p retación del pasado da apoyo a las afirm aciones qu e hace acerca
del presente; y éstas, a su vez, se articulan de m an era tal qu e qu ed e
garantizada la rectificación de los agravios, en el futuro. Las im pli­
caciones m orales y políticas qu e el pasado tiene p ara el p resen te

21 No es Guarnan Poma el primer andino étnico que sostiene esto; ya en el decenio


de 1560 presentó este argumento ante la corte española Felipe Huacra Paucar. Hijo de
uno de los señores de Jauja, Huacra Paucar pasó a España para defender personalmente
su punto de vista. Según él estimaba, de ser inevitable el establecimiento de la institución
mediante la cual se controlaba a la mano de obra, era su propio padreJquien debió de
haber sido nom brado encomendero (véanse Murra, 1980, y Espinosa Soriano, 1971-1972).
GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA 49

q uedan expresadas en cada línea del texto escrito, y la constancia


de este esfuerzo perm ite argüir que hay una coherencia de in ten ­
ción subyacente a la totalidad de la obra.
T anto en la Nueva coránica com o en el Buen gobierno, las referen ­
cias cruzadas y m utuas, del pasado al fu tu ro y del presente al
pasado, constituyen una constante en la retórica de G uarnan Poma.
La in trom isión/de sus preocupaciones co ntem poráneas en la na­
rración histórica, afecta a la ilusión historiográfica neu tra que trata
de crear. Al in ten tar ofrecer u n a “ilusión referencial” en el nivel
del discurso, trata de d ar la im presión de que el referen te histórico
habla p o r sí m ism o (véanse B arthes [1967] 1970, p. 149; Benveniste
[1966] 1971, pp. 206-208). Pero G uarnan Pom a con frecuencia se
entrom ete en la narración de la historia, ap aren tem en te carente
de n arrad o r, para ofrecer algún co m en tario m oralizador en su
propia voz severa y apasionada. De esta m anera crea un tiem po en
dos estratos, trenzando, com o dice B arthes ([1967] 1970, p. 148),
la cronología de la m ateria con la del acto de lenguaje que da cuenta
de ella. El lector se ve transportado de la m odalidad histórica a la
historiográfica, es decir, del pasado de los incas al presente del
narrador. La voz del narrad o r, que es G uarnan Poma, interviene
constantem ente, y no solam ente en los prólogos, sino tam bién en
las narraciones de los capítulos. El resu ltad o de ello es un ir y venir
continuo en tre la época histórica y la época de la narración, en el
que el com entario apasionado del n a rra d o r am enaza con apode­
rarse de la p reten d id a neutralidad de la n arración histórica.
El tratam iento que da G uarnan Pom a a las cuestiones de la
barbarie y el paganism o pone de m anifiesto que su preocupación
p o r el presente es m ucho m ayor que su interés en el pasado. La
form a en que se com prim e el tiem po en la narración de la Nueva
coránica y buen gobierno revela la inm ediatez y la urgencia de su
m isión “historiográfica” y trae al p rim e r plano su preocupación p o r
las im plicaciones contem poráneas que tien en las cuestiones histó­
ricas.
“Paganism o” y “barbarie” se habían considerado voces sinóni­
m as desde los tiem pos medievales; desde Burgos en 1512, y de ahí
en adelante, la fusión de los dos conceptos fue el pretexto gracias
al cual se elaboraron las bases ju ríd icas p ara la conquista (véase
H óffner [1947] 1957, pp. 61 y 264). En tan to que la m ente p o pular
eu ro p ea consideraba la barbarie (la ubicación de u n g rupo fuera
de las prácticas que definen a u n a cultura secular determ inada) y
50 GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA

el paganism o (el estar fu era d e la cultura religiosa cristiana) com o


una m ism a cosa, G uarnan Pom a distingue claram ente en tre los dos
conceptos, en sus exposiciones sobre los antiguos andinos. De
hecho, su argum entació n coloca a la sociedad an d in a fuera del
espacio de la cultura secular eu ro p ea, p ero la m u estra su p erio r a
ésta, y situada en la fro n te ra m ism a de su cultura religiosa. P o r
ejem plo, en cada un a d e las cuatro edades preincaicas de la historia
andina, G uarnan Pom a efectúa dos operaciones: adm ite los voca­
blos “b árb aro ” e “infiel” com o epítetos distintos, y sim ultáneam en­
te los atenú a en el contex to d e una exposición que p rácticám ente
los contradice; y al m ism o tiem po, ofrece la “b a rb a rie ” de los
antiguos com o u n m o d elo d igno de ser im itado p o r el lector
cristiano contem poráneo .
En el “pró lo g o ” que va al final d e su exposición de la p rim era
era antigua de los andinos, la Vari Vira C ocha R una, m anifiesta
que el lector cristiano se p o d ría beneficiar esp iritu alm en te em ulan­
do la conducta piadosa d e esos infieles bárbaros:

¡O, que buena gente! aunque bárbaro, ynfiel, porque tenía una sonbrilla
y lus de conosemiento del Criador y Hazedor del cielo y de la tierra y todo
lo que ay en ella. Sólo en dezir Runa Camac, Pacha Rurac [creador del
hombre, hacedor del universo] es la fe y es una de las más graue cosas,
aunque no supo de lo demás ley y mandamiento, euangelio de Dios, que
en aquel punto entra todo. Ued esto, cristianos letores, de esta gente nueba
y prended de ellos para la fe uerdadera y serbicio de Dios, la Sanctícima
Trinidad ([1615] 1980, p. 52).

De m anera sim ilar desb arata las acusaciones d e b arb arie y paganis­
m o en sus narraciones d e las sucesivas eras andinas. D escribe el
Vari R una (que constituye el segundo de sus cu atro p erio d o s
preincaicos de la civilización andina) com o b árb aro e n sus conoci­
m ientos, p e ro cristiano e n sus costum bres: “Y con ello párese qu e
tenía toda la ley d e los m andam ientos y la b u e n a o b ra de m iseri­
cordia de Dios, au n q u e b árb aro , no sauiendo n a d a” (ibid., p. 56).
De m odo análogo elogia la h u m an id ad de la tercera y cu arta eras,
que son P u ru n R una y A uca R una, respectivam ente (ibid., pp. 62,
73-74). Al hacer el resu m en d e la civilización d e la cu arta era, b o rra
de ia im agen de estos paganos bárbaros cualquier huella de perv er­
sidad y vicio:
GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA 51

De cómo en aquel tienpo no se matauan ni se rrobauan ni se echauan


maldiciones ni auía adúlteras ni ofenza en seruicio de Dios ni auía luxuria,
enbidia, auaricia, gula, soberuia, yra, acidia, pereza... Y abía mandamiento
de Dios y la buena obra de Dios y caridad y temor de Dios y limosna se
hazían entre ellos (ibid., 73).

En consecuencia, la narración de G uarnan Pom a tiene el efecto de


contradecir las etiquetas que él m ism o aplica a los andinos anti­
guos, puesto que su voz de n arrad o r interviene p ara co n d en ar y
alabar, en el lenguaje del o rad o r cristiano: au n q u e gentiles, arguye
G uarnan Pom a, los antiguos ad o rab an al v erd ad ero Dios, p o r la luz
que les daba su entend im ien to n atural.22 Hay anticipación de la
p ropia cristiandad, en virtud d e la referencia a u n dios en tres
personas: “T enían los yndios antigos conocim iento de que abía un
solo Dios, tres personas.”28 En las cuatro narraciones sobre las
épocas preincaicas, la barbarie queda red u cid a a la carencia de un
sistem a de escritura (“los que son inoran tes sin letras”, en las
palabras de Las Casas).24 En pocas palabras, co n fo rm e se va descri­
b iendo a los antiguos andinos a m añera de d efe n d er la pureza e
inocencia espirituales de sus sucesores co n tem poráneos, a la voz
del historiador se va so b reponiendo la del polém ico estridente.
Al exam inar los esfuerzos de G uarnan Pom a com o historiador,
descubrim os que la narración histórica caren te de n a rra d o r se ve
alcanzada p o r la interp retació n histórica del polém ico, siem pre

22 En su Introducción del símbolo de lafe, fray Luis de Granada define la luz de la razón
y la compara con la de la fe ([1582] 1944, parte tercera, tratado primero, cap. 1, p. 400):
La Humanidad puede conocer a su Creador en virtud de la razón humana ordinaria; sin
embargo, es la fe cristiana la que hace el conocimiento de esta verdad certero, firme e
infalible. La circunstancia más feliz es la combinación de ambos aspectos: “Pues cuando
desta manera la lumbre de la razón se casa con la fe (que es cuando lo que la fe nos
enseña, testifica también la razón) recibe el ánima con esto una grande alegría y
consolación, con la cual se confirma mucho mas en la fe; porque mas alumbran dos
lumbres juntas, que una sola” (ibid.).
23 En este caso, Guarnan Poma aprovecha las categorías religiosas andinas para
sugerir —aunque no sea más que implícitamente— la forma análoga en que andinos y
cristianos entienden la deidad. Describe una trinidad andina que consta de un padre, que
es el administrador de justicia, y dos hijos: el mayor es la fuente de caridad; y el menor
es quien proporciona salud, alimentos y lluvia ([1615] 1980, p. 55).
24 Guarnan Poma niega de manera sumamente vigorosa que los nativos de los Andes
pertenecieran a aquella categoría de bárbaros que eran incapaces de autogobemarse y
que, por ende, merecían ser esclavizados. Esta definición clásica, tomada de la Política de
Aristóteles y citada por Las Casas para rechazarlo, se refiere a aquellos que, a causa de
sus costumbres extrañas y horrorosas, así como por sus inclinaciones malignas y perversas,
52 GUAMAN POMA CONTRADICE LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA

encastrada en las preocupaciones inm ediatas, las d e su p ro p ia


época.23 El presente fluye hacia afuera y b o rra to d o recu erd o del
pasado. Para G uarnan Pom a, escribir historia es enzarzarse en la
polém ica y reco n stru ir los acontecim ientos históricos tal com o
debieran de haber acaecido. Al p re ten d e r ap ro p iarse de las con­
venciones del tratad o historiográfico, en realidad u su rp a el d ere­
cho de hablar en el foro privilegiado al cual incluso Las Casas, el
favorecedor de los indios, le h ubiera negado el acceso.26 A un
cuando G uarnan Pom a proclam a su devoción a la v erd ad histórica,
la socava a cada instante. Su estrategia es com pleja, y el pro b lem a
de la identificación genérica de su o b ra requiere de u n exam en más
a fondo. En la exposición que sigue, sobre la teoría de la historio­
grafía en el siglo XVI, ex am inaré u n tipo de redacción histórica —la
biografía— p o r el que G uarnan Pom a d em u estra u n a afinidad
especial. C on la biografía, se vuelve palm aria la fo rm a en que el
au to r se aleja de la historia política.

resultan ser crueles y feroces; no se guían por la razón, sino que más bien son casi bestiales
(“los que por sus extrañas y ásperas costumbres, o por su mala y perversa inclinación
salen crueles y feroces... y no se rigen por razón... sino que son cuasi bestiales") ([1559]
19G7, libro 3, cap. 265, vol. 2, p. 641).
En ninguna otra parte es esto más obvio que en el capítulo sobre el censo de los
incas. La descripción de los grupos de edad en la sociedad incaica ha sido considerada
una de las aportaciones más importantes de Guarnan Poma al registro etnográfico de su
época; su narración se ha utilizado como una de las fuentes principales para la estructu­
ración de un sistema único de categorías por grupos de edad, que es el que se atribuye a
los incas anteriores a la conquista (Murra 1980, pp. xiii-xiv; véase Rowe, 1958, pp. 499-522).
V sin embargo, en cada una de las veinte descripciones de grupo de edad que ofrece
Guarnan Poma, regresa al texto, después de la redacción original, y agrega nuevos
comentarios. En casi todas estas enmiendas al texto se compara el orden social andino
tradicional con la desarticulación que ha causado la imposición del régimen colonial.
26 Para Las Casas, la redacción de la historia debía reservárseles a los eruditos y, en
su opinión, los curas contaban de manera especial con ese requisito: “Tampoco conviene
a todo género de personas ocuparse con tal ejercicio, según sentencia Methástenes, sino
a varones escogidos, doctos, prudentes, filósofos, perspicacísimos, espirituales y
dedicados al culto divino, como entonces eran y hoy son los sabios sacerdotes” ([1559]
1951, vol. l,p . 6).
2

EN BUSCA DE U N A CO NC EPTU ALIZA CIÓ N HERO ICA

Mi intención, en este capítulo, es la de exam inar la m anera en que


G uarnan Pom a trata de re d o n d e a r y enderezar las experiencias
históricas que narra. P or consiguiente, y con el fin de destacar los
recursos que utiliza para crear su imago mundi, nos d eten d rem o s
en los géneros literarios q u e aprovecha, y señalarem os las caracte­
rísticas más notables de éstos.

Verdad histórica y visión moral

En la literatura hispánica, el vínculo que existe en tre la historia


escrita y la o b ra de im aginación ha sido afirm ado desde Cervantes
hasta Borges y C arpentier (G onzález Echevarría, 1976, p. 67). Al
exam inar la obra de G uarnan Pom a, uno de los aspectos que salen
a relucir es el de la relación que guardan los discursos, in d e­
pendientes p ero com plem entarios, de la historia y la ficción.
T anto la obra docum en tal com o la imaginativa están sujetas a la
verdad de la coherencia, así com o a la de la correspondencia; es
decir, am bas tienen que ser co h eren tes en el sentido de que d eb en
guardar una relación lógica y o rd en ad a en tre las diversas partes,
una especie de lógica interna. A este respecto, el discurso del
historiador y el del escritor im aginativo, con frecuencia tienen
aspectos en com ún (W hite, 1976, p. 21). Al mismo tiem po, am bos
se apegan a la verdad de la correspondencia: la ficción, al igual que
la historia, debe ser “ad ecu ad a” a un a im agen de algo que va más
allá de ella misma, si quiere asp irar a presentarle alguna nueva
percepción a la experiencia h um ana (ibid., pp. 22 y 23). C onside­
rando cuál es la postura polém ica de G uarnan Poma, no resulta
so rp ren d en te que la verdad de la coherencia, el tejido de una
lógica interna, adquiera p rio rid ad p o r encim a de la verdad de
correspondencia. En cualquier caso, el traslape de las fronteras
de la historia y la ficción convierte en un reto el ubicar la o bra de
[53]
54 EN BUSCA DE UNA CONCEPTUALIZACIÓN HEROICA

G uarnan Pom a, entre los discursos de su época.


C om o elem ento que nos ayude a d eterm in ar los grados hasta
los cuales o p eran la historia y la im aginación en la “n ueva” crónica
de G uarnan Pom a, es preciso que nos p reg u n tem o s cuáles son las
clases de verdad que están rep resentadas en ella. ¿C o rresp o n d e la
narración de G uarnan Pom a, en m ayor grado, a lo q u e A ristóteles
llamó la verdad particular de la historia, o a la v erd ad universal de
la poesía? C on objeto de e stru ctu rar una respuesta a esta preg u n ta,
debem os exam inar prim ero cuál era el co ncepto de histo ria en los
siglos XVI y XVII, y hasta qu é p u n to G uarnan Pom a se apega a él.
P o r más que su narración de la conquista del P erú p o r p arte de los
españoles no pertenezca exclusivam ente a la categoría de la histo­
riografía, hay algunas partes de su exposición q u e sí reflejan
objetivos historiográficos. Para c o m p ren d er cuáles so n éstos, nos
será de utilidad exam inar la teoría de la historia en c u a n to a su o tro
enfoque, aquel que no es el pu ram en te histórico-político.
Para em pezar, debem os reco rd ar que la cuestión de la v erdad
particular, histórica, fren te a la verdad poética, n o era u n a distin­
ción n ítida e n la época de G uarnan Poma. P o r más q u e u n teórico
tal com o Luis C abrera d e C ó rd o b a distinga en tre las dos, tam bién
adm ite que cada una de ellas posee algunos aspectos de la otra. En
su obra, De historia, para entenderla y escrivirla, señala* cuál es el
terren o com ún que la historia co m parte con la retó rica y la poesía.1
Los estudios m odernos nos dicen que los p recep to s clásicos que
regían el arte de la oratoria, se aplicaban a todas las form as de
literatura; el proceso de fusionar la retórica con la literatu ra, d e n tro

1Cabrera de Córdoba recuerda a sus lectores que en la historiografía se usan técnicas


estéticas y que esta ciencia tiene objetivos estéticos al igual que historiográficos, todo ello
con el propósito de dejar grabada en la memoria del lector la verdad que el historiador
desea revelar y comunicar. En su obra, De historia, para entenderla y escrivirla, señala dichos
principios: “Engáñanse los que piensan ser historia sin artificio; tiene su dotrina leyes,
por los claríssimos maestros con prudencia confirmadas” (1611, f. 15 r); “[La historia]
aparta de vicios los ánimos, inflámalos a la virtud:., aguza el ingenio, aclara el entendimien­
to, ennoblece la memoria, delecta la fantasía: da contento, o dolor, al oyente, conforme
a lo que escriue a diuersos fines” (ibid., f 19 r-v).
Describe las nueve “partes integrales” de la historia, entre las cuales figuran muchas
de las que se utilizan en la oratoria y la ficción: “exordios, descripciones, digresiones,
oraciones, elogios, discursos, juizio, pronósticos, sentencias” (ibid., f. 62 v). De éstas, es
únicamente el discurso el que admite materiales hipotéticos: “Solo en esta parte usa de
exemplos el historico, útil com em óradón de alguna cosa hecha, o como hecha, para
persuadir buen argumento con indudón imperfecta. ...Refierense a los exemplos, las
parabolas, apologos, y fabulas, símiles y proverbios, impropiamente llamados exemplos”
(ibid., f. 74 r; la cursiva es mía).
EN BUSCA DE UNA CONCEPTOALIZACIÓN HEROICA 55

de un p u n to de vista generalizado de la elocuencia, se inició hacia


el final de la A ntigüedad (Gray, 1986, p. 205). La poética y la
retórica, aunadas, prop o rcio n ab an las técnicas de la elocuencia
(Struever, 1970, p. 53), y, p o r lo com ún, se reconocía la naturaleza
“ficticia” de la historiografía com o ram a de la retó rica (W hite, 1976,
pp. 23-24). P or más que la Poética de A ristóteles había sentado la
auto rid ad para distinguir e n tre poesía e historia, la explicación
estaba lejos de ser lo suficientem ente clara com o p ara no d ar origen
a u n debate inacabable en tre los teóricos y a confusión en tre los
lectores (Riley, 1962, pp. 163-165).
La noción de que en el siglo XVI el co ncepto de historia abarcaba
m uchos tipos de verdad, es de im portancia crítica p ara los efectos
de la presente exposición. Reviste p ertinencia en especial la idea
que sustentaban el gran h u m anista español J u a n Luis Vives y sus
sucesores, tales com o Páez de C astro, en el sentido de que entre
las verdades de los hechos de la historia figuran las res togatae, es
decir, los asuntos civiles. Estos teóricos am pliaron el concepto de
historia a m anera de qu e abarcase la descripción de la civilización
y el pensam iento de un pueblo, así com o la trayectoria que había
seguido su destino político y m ilitar (M ontero Díaz, 1948, pp. xvii
y xviii). G uarnan Pom a se adh iere a este valor historiográfico en los
capítulos de la Nueva coránica q u e h an sido altam ente elogiados p o r
la inform ación docum ental que co n tien en acerca de la vida preco­
lom bina en el P erú.2 A un c u a n d o con frecuencia inclina la balanza
de la autoridad y el prestigio en favor de sus propias lealtades
étnicas y regionales, com o en el caso d e su descripción del gobierno
federal de los incas ([1615] 1980, pp. 342-343), p o r lo com ún se
tom a en serio la obligación historiográfica de describir las institu­
ciones de la sociedad andina con exactitud en cuanto a los hechos
y en u n considerable grad o de detalle.
La historiografía del siglo XVI tam bién significaba adherirse a la
prerrogativa clásica de servir com o magister vitae, m aestra de los
individuos y de las naciones; así, tenía la responsabilidad de com u­
nicar las verdades m orales, al igual que las em píricas. Los docentes
predicaban, y los historiadores practicaban, su creencia en este
valor (M ontero Díaz, 1948, p. xxix). C abrera d e C órd o b a define la
historia escrita com o la narració n de las verdades, según las expresa
un h om bre docto, con la finalidad de en señ ar los preceptos de la

2 Véase el capítulo 1, notas 2 y 25.


56 EN BUSCA DE UNA CONCEPTUALIZACIÓN HEROICA

vida virtuosa (1611, f 11 r). El hum anista aragonés Ju a n Costa va


más allá del carácter ejem plar de la historia, y p ro p o n e un a esencia
m oral que está intrínseca en la em presa historiográfica: la historia
no es otra cosa más que la m anifestación evidente y lúcida de las
virtudes y los vicios, de cuyo estudio se encarga la filosofía m oral
(citado en M ontero Díaz, 1948, p. xxxv). C on esto, diríase que
aparece el vínculo lógico de la historia con la retórica. Y sin
em bargo, los preceptores coinciden en que el p ro p ó sito de la
historia es el de m anifestar la verdad e inform ar, mas no el de
persuadir. C abrera de C órdoba, p o r ejem plo, deja esto b ien claro
en su D iscurso 18, titulado “Del estilo y elegancia del h isto riad o r”.
Ahí establece com paraciones e n tre los estilos de habla y, p o r ende,
en tre las intenciones del filósofo, el sofista, el h istoriador, el p oeta
y el orador.
En el análisis que hace C abrera de C órdoba, el histo riad o r queda
situado e n tre dos extrem os; u n o d e éstos lo o cu p a el filósofo, quien
p ro p o n e la verdad escueta y cuyas oraciones carecen de pasión o
de expresiones fuertes (1611, f 83 r), y en el o tro está el orador,
que debe ser enérgico en to d o lo q u e expresa, con o bjeto de u n ir
los espíritus y llevarlos p o r la senda que él desee, “p ara am ar,
despreciar, co n d en ar o absolver, to m ar o d ejar las cosas” (ibid.,
f 83 v). El historiador se halla quizá más cerca del sofista, cuya
intención n o es la de persuadir, sino la de com placer, a través del
uso de palabras y m odos de hablar que sean más agradables que
verificables: “entretexien do fabulas, ap artan d o se de la m ateria, y
de las cosas, im itando a los p in to res en el colorir con la verdad,
igualando los contrarios, e iguales” (ibid., f 83 r). U bicada en tre la
form ación discursiva del sofism o y la de la poesía, la historia debe
ponerse al servicio de sus lectores de m an era desinteresada. A
través de u na prosa que im plícitam ente inspira, p e ro que nunca
persuade, el historiador se esfuerza p o r en cam inar a los lectores
hacia verdades de dim ensiones m orales y éticas, al igual que
empíricas: “po rq u e su inten to , ni es delectar, ni persuadir: p ero
deleita con la elegancia y o rd en de palabras de su elocución: y con
los accidentes que contiene, y casos notables, y p ersu ad e a seguir
el bien, y apartarse del m al” (1611, f 83 r-v).
La afirm ación de C abrera de C ó rd o b a en el sentido de que “El
fin de la historia es la utilidad pública” (ibid., f 19 r) tiene tam bién
una im plicación política. La m isión del histo riad o r está estrecha­
m ente relacionada con la tarea de g obernar, y es responsabilidad
EN BUSCA DE UNA CONCEPTUALIZACIÓN HEROICA 57

del príncipe escoger los m ejores historiadores que sea posible; en


la labor del historiador q u ed arán e n ju e g o tanto la rep u tació n del
príncipe com o la de su n ación (ibid., f 16 v). De hecho, C abrera de
C órdoba com ienza su tratad o p reg o n an d o el valor form ativo que
la historia escrita posee p ara el príncipe:

Uno de los medios mas importantes para alcanzar la pmdencia tan necesaria
al Principe en el arte del Reynar es el conocimiento de las historias. Dan
noticia de las cosas hechas, por quien se ordenan las venideras, y assi para
las consultas son vtilissimas (ibid., f 1 r).

Según los preceptores, la historia iba a ser de gran valor in stru m en ­


tal para la conform ación de las reglas m ediante las cuales se debiera
gobernar.
Observam os que la práctica historiográfica de G uarnan Pom a se
adhiere a algunos de estos lincam ientos en cuanto a la verdad en
la historia escrita- A un cuando, com o vimos en el capítulo 1, n o se
apega al datum em pírico de la v erdad histórica en lo co n cerniente
a los acontecim ientos políticos de la conquista, sí se ajusta a la
norm a en aquellas cuestiones que se refieren a las res togatae. Al
mism o tiem po, trata de m a n te n e r constantem ente fren te a sus
lectores la enseñanza de la verd ad m oral. La m eta de la “utilidad
pública” la aplica p o r igual al prín cip e y al ciudadano privado, y
com parte con entusiasm o la convicción del h istoriador en el senti­
do de que la historia escrita debe estar al servicio del arte de
gobernar. Su tratado se ocupa d irectam ente de la form a en qu e se
debiera gobernar el Perú, y el hecho de que dedique su libro al rey
español es la adm isión explícita de este objetivo. H asta este punto,
queda justificado que G uarnan Pom a sitúe su obra bajo la rúbrica
de historia. Sin em bargo, la form a en que aborda la enseñanza de
su “lección de historia” es harin a d e o tro costal.
La historia tiene que en señ ar sirviendo com o fuente de contem ­
plación, y no com o grito de com bate para e n trar en batalla. Su
objetivo es el de apelar a la facultad del “en ten d im ien to ” y n o a la
de “la voluntad”. En consecuencia, aun cuando para G uarnan Pom a
(al igual que para los sofistas) la historia tiene la m isión de hacer
las cosas vividas, se sup o n e que no debe falsificarlas. Si tiene
éxito, la historia ayuda al lector a seguir la senda del b ien y a evitar
el mal.
Sin em bargo, debem os re c o rd a r que todas estas diferencias
58 EN BUSCA DE UNA CONCEPTUALIZACIÓN HEROICA

sutiles son cuestión de grado: la p ersu asió n de la historia es de u n a


naturaleza suave y pasiva, y que si inclina al lector hacia este o aquel
lado, lo hace únicam ente a través de la belleza y el o rd en de sus
palabras, y n o m ediante la fuerza d e su argum entación. A un
cuando G uarnan Pom a ab o rd a cuestiones históricas, las in te rp re ta
conform e a sus propias necesidades políticas. P or consiguiente,
para él la historia no es la n arració n d e “lo que aconteció”, sino
más bien el relato de “lo que nos sucedió a nosotros”. Según estim a
G uarnan Pom a, para co n tar la verdad acerca d e la explotación y la
ruina del Perú, es preciso ir m u ch o más allá de los hechos de la
conquista m ilitar (o no militar). La naturaleza de la verdad que
n arra es m ayor que los m eros hechos; éstos, ju n to con los aconte­
cim ientos hipotéticos y las aseveraciones generales, se in sertan en
cadenas lógicas que llevan a conclusiones q u e en sí mismas son
únicam ente hipótesis que desem b o can e n nuevas conclusiones.
C on objeto de explicar y com u n icar su co n cep to de verdad, que es
el de la catástrofe m oral, G uarnan Pom a e stru ctu ra todo el edificio
de su historia, no para en se ñ a r los hechos d e la experiencia
em pírica, sino más bien p ara co m u n icar una visión m oral. Esa
visión m oral sale a la luz cu an d o se exam ina p o r vez p rim era la
clasificación que hace el p ro p io G uarnan Pom a de su prosa, así
com o al estudiar el uso q u e da a u n g é n ero literario particular —la
biografía— q ue parece ajustarse a u n p ro p ó sito específicam ente
historiográfico.

Biografías de Incas y reyes

A un cuando G uarnan P om a in titu la su o b ra “C o rán ica”, tam bién


utiliza las palabras “historia” y “uida” p ara describir sus diversos
aspectos. Adem ás, la narració n d en o m in ad a “C onquista” (la con­
quista del Perú, las guerras civiles de los españoles) la coloca en
u n a tercera categoría, a la que n o designa con n inguna etiq u eta
historiográfica. Pero, ¿a qué narraciones particulares aplica los
nom bres de “vida” e “histo ria”? En las epístolas al rey q u e consti­
tuyen el prefacio de su obra, se establece u n a distinción q u e indica
que divide los tipos específicos de tem as en categorías discursivas
tam bién específicas.
E n la “carta del p ad re del a u to r” a Felipe III, G uarnan P om a
in fo rm a a su lector que él ha escrito acerca d e los antiguos andinos,
EN BUSCA DE UNA CONCEPTUALIZACIÓN HEROICA 59

y usa la palabra “historia” p ara referirse a tal labor (ibid., p. 6). Más
adelante, dice que va a n a rra r las “vidas” de los corregidores y de
todos los grupos colonizadores, así com o las d e los señores étnicos
andinos y de la gente de su p ueblo (ibid.). H asta ahí, to d o parece
indicar que historia se refiere al pasado de los antiguos, y uida a la
existencia y actividades de los m iem bros de la sociedad colonial
contem poránea.
En la “carta del a u to r” se utilizan los mismos vocablos, p ero con
ciertas variantes en cuanto al m aterial que figurará en las categorías
respectivas. Explica que va a escribir la historia de los reyes de la
antigüedad, y las “vidas” de los indios, desde la época de los
antiguos hasta la de los doce Incas (ibid., pp. 8-9). P rosigue la
descripción m anifestando que n arrará las “uidas” d e los grupos
colonizadores, así com o las de los “caciques prencipales y los yndios
particulares”, al igual que hizo en la epístola an terio r (ibid., p. 9).
M erced a esta segunda carta nos dam os cuenta de que, au n cuando
“historia” se refiere exclusivam ente a las épocas antiguas, “uida” no
queda restringida a la descripción de lo m oderno. Así, p o r ejem plo,
se nos ofrecen las “historias” de los Incas, al igual q u e sus “uidas”.
Se hallan e n ju e g o dos concepciones del objeto historiográfico, de
las cuales se p u ed en in ferir dos propósitos distintos; la diferencia
queda de m anifiesto m ediante una lectura más aten ta del texto de
G uarnan Pom a y cuando se e n tien den aquellas voces, según se
utilizaban en su época.
En su dedicatoria a d o n P edro Álvarez O ssorio, m arqués de
Astorga, Francisco López de G om ara ofrece la distinción crítica,
en su Crónica de los barbarrojas:

Dos maneras hay, muy ilustre Señor, de escrevir historias; la una es quando
se escrive la vida, la otra quando se qüentan los hechos de un emperador,
o valiente capitán. De la primera usaron Suetonio Tranquilo, Plutarcho,
Sant Hieronimo y otros muchos. De aquella otra es el común uso que todos
tienen de escrevir, de la qual para satisfacer al oyente bastará relatar
solamente las hazañas, guerras, victorias y desastres del capitán: en la
primera hanse de de^ir todos los vicios de la persona de quien se escrive
([1545] 1853, pp. 331-332).

Así, pues, la “vida” es biográfica, y ofrece n o sólo u n a in terp re ta ­


ción de la vida pública d el sujeto (las victorias y derro tas), sino
tam bién de su vida privada. La vida pública d e u n individuo,
60 EN BUSCA DE UNA CONCEPTUAUZACIÓN HEROICA

exclusivam ente, constituye el m aterial de “historia”. C on toda p ro ­


babilidad, la “vida” ofrecería un perspectiva más global del carácter
del sujeto, p ero solam ente u n a breve ojeada a las co rrien tes de la
historia que giraron en to rn o a él, o ella. En consecuencia, no
resulta so rp ren d en te que, com o lo señala López de G om ara,
“historia” —la historia de los grandes logros de u n pueb lo — fuese
una de las em presas historiográficas más u rg en tes y que más
prevalecieran.3
De én tre todas las características que López de G om ara p u d o
h aber m encionado, o pta p o r distinguir los vicios del sujeto, com o
d eterm inantes para el retrato biográfico. La biografía debe revelar
no solam ente los aspectos positivos, sino tam bién los negativos del
individuo; es decir, el escritor tiene el d e b e r d e p re se n ta r no
m eram ente los erro res políticos de la p erso n a en cuestión, sino
tam bién las deficiencias m orales, que p u ed e n o n o q u ed ar de
m anifiesto en los actos públicos. En sus “vidas”, G uarnan Pom a no
escribe las biografías de todos los individuos de la totalidad de los
grupos de que se ocupa, p e ro sí se espacia e n la descripción de
los rasgos de vicio que m enciona López de G om ara. Así, G uarnan
Pom a nos dirá que la gente buena, tem erosa de Dios, d e las épocas
preincaicas únicam ente op tab a p o r la g u erra y la d estru cció n com o
últim o recurso; q ue d u ra n te el rein ad o de los Incas, el pueblo
andino cayó en la idolatría, p ero aún observaba “los diez m anda­
m ientos y la ley de m isericordia”, y que los aspectos más ren o m ­
brados de los caciques prencipales e yndios particulares m od ern o s, son
“sus rretos que uzauan antiguam ente y de su cristiandad y p u lid a
y otras curiucidades destos rreynos” ([1615] 1980, p. 6). A un
cuando estos retrato s m orales de índole general, o “uidas” del
m u n d o andino son abigarrados, las “vidas” de los colonizadores,
desde los encomenderos hasta el vagabundo español de más baja

3 Contrariamente a lo que nosotros esperábamos acerca de la historiografía del siglo


xvi, la opinión de López de Gomara pone de manifiesto que la biografía no se consideraba
una forma en desuso. Si bien durante ese siglo no se escribieron nuevas colecciones
importantes de biografías, se debe señalar que las grandes series biográficas escritas a
finales del siglo xv, que fueron las Generaciones y semblanzas de Pérez de Guzmán ([1450]
1924) y los Claros varones de Castilla, de Hernando del Pulgar ([1486] 1923), eran muy
leídas y se reeditaron con frecuencia durante el siglo xvi. De hecho, la biografía fue un
género historiográfico cuya vitalidad continuó, puesto que en el siglo xvn se observó un
interés considerable por los ejemplos de la literatura moralista de la Edad Media (Maravall,
1972, pp. 160-161). No obstante, entre los propios historiadores tenía prioridad el registro
de la historia de los acontecimientos públicos.
EN BUSCA DE UNA CONCEPTUAUZACIÓN HEROICA 61

ralea, se retratan en tonos que siem pre son más som bríos; a la
civilización andina se la recu erd a p o r sus vicios y sus virtudes, pero
a la sociedad colonial ú nicam ente p o r sus vicios.
G uarnan Pom a tam bién utiliza el vocablo “uida” en el sentido
estricto de biografía. En el libro d o n d e “se celebrará y se hará
inm ortal la m em oria y el n o m b re de los grandes señores desapare­
cidos” a m anera de historia, tam bién se n a rra rá n las biografías de
los doce Incas (ibid., p. 7). En lo to can te al rein ad o histórico de los
Incas, G uarnan Pom a pone ju n ta s “historia” y “uida”. T om ando, p o r
un lado, las grandes hazañas públicas del individuo y, p o r el otro,
su re tra to m oral, G uarnan Pom a hace de la biografía su m odalidad
predilecta de discurso histórico (véase A dorno, 1974b). C rea tres
series de biografías: las de los Incas, las de las Coyas (las consortes
reales de los Incas), y las de los diez prim eros virreyes. En tanto
que los virreyes parecen ser sujetos adecuados p ara estas biografías
literarias convencionales, resulta más in teresan te el hecho de que
G uarnan Pom a coloque a los Incas en el m ism o m olde, puesto qúe
crea una seductora com binación h íbrida de leyenda autóctona con
convenciones literarias extranjeras.
Ya desde el medievo, los cronistas españoles habían inco rp o ­
rado aspectos de la biografía real a sus trabajos historiográficos,
que ad o p tab an el form ato de la sucesión de dinastías (Ruano, 1952,
p. 77). A un cuando la m ateria de estas crónicas era el proceso
político, sus autores se centrab an en la historia de una sola nación
o im perio, m ediante el expediente de personalizar los asuntos a los
que d ab an tratam iento. Su ten d en cia era hacia la biografía, con la
que presen tab an todas las hazañas com o si éstas hubiesen sido
llevadas a cabo p o r el rey; entrem ezclan d o los acontecim ientos
personales de la vida del m onarca —sus enferm edades, la calidad
de su carácter— con aquellos qu e poseían im portancia histórica,
salía a relucir una biografía q ue daba la im presión de que la historia
nacional era una serie de acontecim ientos personalizados (ibid.,
p. 82).
En el siglo XV llegó a España la nueva biografía italiana, p ero la
form a en que los españoles elab o raro n el gén ero m ostró únicam en­
te sim ilitudes externas con el m odelo del Renacim iento. C on Pérez
de G uzm án y otros, la biografía española m antuvo su fidelidad a
los p ro to tip o s medievales d e la canción de gesta y la hagiografía
(R om ero, 1944, p. 138). El rechazo de la individualidad librem ente
m anifestada, que los italianos encom iaban, se expresó en la ten­
62 EN BUSCA DE UNA CONCEPTUALIZACIÓN HEROICA

dencia a resum ir, en fórm ulas categóricas, el valor m oral de cada


uno de los episodios y en o frecer u n excursus m oralizador acerca
del significado de los principios éticos p ertin en tes (ibid., pp. 122 y
124). De esta m anera, el episodio individual se elevaba al plano de
las ideas postuladas; del ejem plo individual surgía el arquetipo
m oral (ibid., p. 122). H acia finales del siglo XV, la biografía española
p erm anecía fija en el m odelo qu e Pérez d e G uzm án había estable­
cido en sus Generaciones y semblanzas, que H e rn a n d o del Pulgar
había seguido en sus Claros varones de Castilla.
Es m uy probable que G uarnan Pom a haya llegado a conocer esta
tradición literaria. U na de las obras qu e m ayor éxito pop u lar
o btuvieron e n el com ercio de libros del P erú colonial a finales del
siglo XVI fue el Valerio de las historias de la Sagrada Escritura y de los
hechos en España, de R odríguez d e Alm ela ([1487] 1793; Leonard,
1942, p. 23), y éste bien le p u d o h ab er p ro p o rc io n a d o u n m odelo
a G uarnan Pom a. R odríguez de A lm ela escribe a im itación de
V alerio M áximo, y ofrece ejem plos de las nobles hazañas que
lograron ciertos personajes históricos fam osos; y tras cada anécdo­
ta inserta una reflexión m oral. Su libro vio varias reim presiones
e n tre 1511 y 1587 (R odríguez de Almela [1487] 1793, pp. 4-5), aun
cuando desde 1520 hasta la elaboración d e la edición de 1793, se
había considerado que era o b ra de Pérez de G uzm án (D om ínguez
B ordona, 1924, pp. xxv-xxvi). Este erro r, sin em bargo, revela la
h o m ogeneidad que existía en la tradición de los ejem plos biográ­
ficos m oralistas, desde Pérez de G uzm án h asta R odríguez de
Almela. A un cuando am bos recalcaban la lección m oral que se
debía ap ren d er, Pérez de G uzm án hacía p rim e ro el retrato y
después esbozaba la m oraleja, organizando su exposición según
cada u n o de los personajes. R odríguez de A lm ela, en cambio,
ord en ab a su discurso conform e a tem as m orales y ofrecía anécdo­
tas sobre figuras históricas con objeto d e ilu strar el principio en
cuestión. Las pruebas internas que existen en la Nueva coránica
p o n e n de m anifiesto que G uarnan P om a siguió explícitam ente el
p roced im ien to que utilizaba Pérez de G uzm án. De cualquier m odo,
la tendencia d u ran te el m edievo en España, en el sentido de
com binar los detalles íntim os y m u n d an o s de la vida del m onarca,
con aquellos que tenían una im portancia histórica, fue el concepto
general con el que trabajó G uarnan Pom a.4 Al ex am in ar sus biogra-

A La importancia de la historiografía medieval para la literatura colonial hispa-


EN BUSCA DE UNA CONCEPTUALIZACIÓN HEROICA 63

fías bajo la luz de la tradición literaria hispánica, u no descubre no


solam ente la form a en que hace resaltar las im plicaciones m orales
de los acontecim ientos históricos, sino tam bién la m anera en que
“dom estica” la im agen del Inca, haciéndola m enos exótica (indu­
dablem ente, este últim o efecto iba o rien tad o al lector europeo).
El guión narrativo de G uarnan P om a es exactam ente igual al de
la biografía española del siglo XV, en el q u e se establece el linaje
del sujeto, se hace su descripción física y la de su carácter m oral, y
se m encionan sus hazañas notables (al igual que otras n o tan
notables) (R om ero, 1944, pp. 118-122). A lo anterior, y a guisa de
conclusión, se le agregan los detalles sobre la m uerte del personaje,
así com o el n úm ero de sus descendientes y los nom bres d e éstos.
La com paración del form ato típico de la biografía castellana con
el que utiliza G uarnan Pom a, revela dicha similitud.
El retrato de E nrique III de Castilla que hace Pérez de G uzm án,
nos p roporcion a u n ejem plo. Para em pezar, el biógrafo expone el
linaje del rey y su antigüedad:

Este rey don Enrique el tercero fue fijo del rey don Iohan y de la reyna
doña Leonor, fija del rey don Pedro de Aragón, e descendió de la noble
e muy antigua e clara generación de los reyes godos e, señaladamente, del
glorioso y catolico principe Recaredo, rey de los godos en España. E,
segunt por las estorias de Castilla paresce, la sangre de los reyes de Castilla
e su sucesión de un rey en otro se ha continuado fasta oy, que son mas de
ochocientos años, sin auer en ella mudamiento de otra liña nin generación,
lo cual creo que se fallará en pocas generaciones.de los reyes christianos
que tan luengo tienpo durase...
E este rey don Enrique comenco a reynar de poco mas de onze años e
reyno diez e seis, ansi que biuio mas de veinte y siete años (Pérez de
Guzmán [1450] 1924, pp. 11-12).

G uarnan Pom a com ienza su biografía del Inca M anco C apac de


m anera similar: en vez de d o cu m e n ta r su linaje, que según G uarnan
Pom a era infam e, ofrece u n a declaración acerca de la dinastía Inca,

noamericana se ha señalado cuando menos en otro trabajo, El camero, de Rodríguez


Freyle ([1636] 1976). Enrique Pupo-Walker (1982, p. 131) sugiere que la narradón
interpolada, que adopta el marco histórico y las fórmulas del modelo que la crónica
americana heredó de la historiografía medieval castellana, forma parte integral de una
retórica de persuasión que, a su vez, constituye uno de los rasgos distintivos de las crónicas
de Indias.
64 EN BUSCA DE UNA CONCEPTUALIZACIÓN HEROICA

que nos trae rem iniscencias del tipo de evaluación sum aria que
hacía Pérez de Guzm án:

Desde el primer Ynga Manco Capac Ynga que rreynó ciento sesenta años
con el comienso y con el postrer Topa Cuci Gualpa Uascar Ynga lexítimo
y de su ermano uastardo Atagualpa Ynga y desde que comensó a rreynar
los dichos Yngas y acabar su rreyno, como se acabó y consumió su rreyno,
los dichos lexítimos de derecho que rreynaron mil y quinientos y quinze
años de señorear en la tierra estos dichos Yngas y rreys ([1615] 1980, p.
87).

El biógrafo español prosigue co n u n a descripción del físico y el


tem peram ento personal del rey E nrique, diciéndonos qu e era de
estatura m edia y buena disposición, d e piel blanca y cabello rubio.
Sin em bargo, una en ferm ed ad que padeció d u ra n te la adolescencia
cam bió el carácter del príncipe. Se pasaba la m ayor p arte del
tiem po solo, y era más inclin ad o a la incontinencia q u e a la seriedad
o a la p rudencia ([1450] 1924, pp. 12-13). A un cu an d o G uarnan
Pom a no presenta este tipo de inform ación detallada sobre M anco
Capac, sí sigue el m odelo biográfico en el caso de los otros once
Incas. La apariencia de éstos se describe extensam ente, y, en unos
cuantos casos notables, se co o rd in a el tem p eram en to con el aspec­
to físico.5
R egresando a Pérez de G uzm án, prosigam os con su descripción
del reinando de E nrique III:

El auia grande voluntad de hordenar su fazienda e crecer sus rentas e tener


el reyno en justicia; ...Ouo este rey algunos buenos e notables religiosos e

s Acerca de la combinación de rasgos físicos y temperamentales positivos, en­


contramos ejemplos en la biografía de Viracocha Inca (“Gentil hombre, blanco de cuerpo
y rrostro y tenía unas pocas de barbas y tenía buen corazón" [(1615) 1980, p. 107]), así
como en la de Huayna Capac (“Y de la cara era hermoso y gentil hombre, blanco, muy
onrrado, amigo de todos" [ibid,., p. 113]). Por el contrario, LJoque Yupanqui poseía una
combinación menos feliz de rasgos físicos: “Y tenía las narises corcobados y los ojos
grandes y labio y boca pequeñas y prieto de cuerpo y feo y mal ynclinado y mizerable. Y
ací no hizo nada y era para poco y sus bazallos huyan de uelle la cara" (ibid., p. 97). Estos
aspectos revelan que tenía mal carácter. El príncipe Huascar Inca, quien facilitó la caída
del imperio incaico á causa de la guerra civil en la que estaba enzarzado en la época de
la llegada de Pizarro, también es retratado como físicamente feo y de mal carácter “Y
tenía su rrostro morenete y largo, sancudo y feo y de malas en trañ as.... El dicho Uascar
Ynga tenía mal corasón y malas entrañas... por donde de la soberbia ganó Uascar tanto
pleyto y batalla y muerte" (ibid., pp. 116-117).
EN BUSCA DE UNA CONCEPTOALIZACIÓN HEROICA 65

perlados e dotores, con quien se apartaua a Ver sus fechos e con cuyo
conseio hordenaua sus rentas e justicias... E ansí, con tales maneras, tenia
su fazienda bien hordenada e el reyno pacifico e sosegado (ibid., p. 14).

T am bién se describe el g obierno de M anco Capac:

Y este Inga ydeficó Curicancha, templo del sol. Comensó a adorar el sol y
la luna y dixo que era su padre. Y tenía suxeto todo el Cuzco cin lo de
fuera. Y no tubo güera ni batalla, ciño ganó con engaño y encantamiento,
ydúlatras. Con suertes del demonio comensó a mochar [adorar] uacas,
ydulos ([1615] 1980, p. 87).

G uarnan P om a tam bién da relación del m atrim o n io de cada uno


de los Incas. A cerca de M anco Capac, dice: “Y se casó, d an d o dote
al sol y a la luna con su m u g er que era su m adre, la señora Mama
Uaco, Coya, p o r m andad o d e los uacas y dem o n io s” (ibid.).
Pérez de G uzm án concluye su retrato de E nrique III con la
narración de su m u erte y dejando constancia d e sus hijos:

E vino a Toledo e alli mando juntar todas sus gentes e fizo cortes para auer
dineros e hordenar los fechos de la guerra. Estando en Toledo aquexolo
mucha la dolencia, e murió dia de nauidad, año de mil e cuatrocientos e
siete años. E dejo fijos a don Iohan, que despues del reino, e a la infanta
doña María, que es reyna de Aragón, e a la infanta doña Catalina, nasuda
de pocos dias e caso con el infante don Enrique ([1450] 1924, p. 18).

De m anera similar, G uarnan Pom a describe la m u erte d e Manco


C apac y a los descendientes que dejó:

Y murió de edad de ciento y sesenta años en el Cuzco... Y tenía infantes,


hijos lexítimos Cinche Roca Ynga, Chinbo Urma, coya, Ynga Yupanqui,
Pachacuti Ynga. Y tubo uastardos y uastardas, auquiconas [principies] y
ñustaconas [princesas] ([1615] 1980, p. 87).

Lo que más llama la atención acerca del texto de G uarnan Pom a


es que com bina la fórm ula castellana p ara la biografía, con elem en­
tos de la tradición historiográfica autóctona. G uarnan Pom a explo­
ta cuando m enos dos tipos de fuentes indígenas: la tradición oral
que recu erd an él m ism o y sus inform antes, quizá co n ayuda de
khipus (“los quipos y m em orias y rrelaciones de los yndios antigos
66 EN BUSCA DE UNA CONCEPTUALIZACIÓN HEROICA

de m uy biejos y biejas sabios testigos de uista” [p. 8; véase tam bién,


El Inca G arcilaso (1609) 1963, prim era parte, libro sexto, cap. 9,
vol. 2, p. 224]); y la tradición pictórica de la historiografía nativa
(véanse M endizábal Losack, 1961, pp. 228-230; López-Baralt, 1980,
pp. 120-135). La probabilidad de que haya usado tales fuentes la
sugiere no tan to la creación visual de retratos de los Incas p o r parte
de G uarnan Pom a, com o la descripción verbal qu e hace de ellos.
C ada una d e las figuras se describe com o si G uarnan Pom a
estuviera reco rd an d o un dibujo que ya había visto:

Mango Capac, Ynga, el primer padre de los dichos Yngas, tenía su llauto
[cíngulo] uerde y su pluma de quitasol y su orexa de oro fino, masca paycha
[borla real], uayoc tica [flor ornamental] y en la mano derecha su conga
cuchona [hacha] y en la ysquierda un quitasol y su manta de encarnado y
su camegeta arriua colorado y en medio tres betas de tocapo [paño de labor
tejido] y lo de auajo azul claro y dos ataderos en los pies ([1615] 1980,
p. 87).

N o da n in g u n a clave en cu an to a las fuentes de esta inform ación


visual, ni acerca de si se está refiriendo a u n a rep resen tació n
pictórica o a valores sim bólicos (véase López-Baralt, 1980, p. 132).
Y sin em bargo, desde el p u n to de vista de la p ro d u cció n del texto,
es la serie de biografías de los Incas, la que ofrece el m ejo r ejem plo
de la síntesis que hace G uarnan Pom a de los m ateriales de las dos
culturas.
Desde el p u n to de vista del lector europeo, las biografías p resen ­
tan la dom esticación de los exóticos Incas. En ta n to que Pérez de
G uzm án escribe acerca de la corte de un rey cuyo rein ad o había
concluido haría unos cu arenta años, G uarnan P om a coloca en
nítido enfoque las hazañas legendarias y los co nocim ientos trad i­
cionales de épocas rem otas. Les agrega detalles prosaicos a perso­
najes de pro p o rcio n es míticas, y ofrece una especie de inform ación
a base de chism es, que era típica del gén ero biográfico. Al mism o
tiem po, desestigm atiza inform ación (ap are n te m e n te fantástica)
que o fendería a u n lecto r occidental, tratan d o d e qu e aceptem os
de b u en g rad o que M anco C apac dijo que el sol era su padre, que
casó con su m adre p o r o rd e n de los ídolos y los dem onios, y que
m urió a la ed ad de ciento sesenta años. Las narracio n es sobre Incas
que vivieron doscientos años ([1615] 1980, p. 111), y de Coyas que
hacían hablar a las piedras, se com unicaban co n los dem onios y se
EN BUSCA DE UNA CONCEPTUALIZACIÓN HEROICA 67

com ían a sus propios hijos (ibid., pp. 121 y 129), están todas ellas
expresadas m ediante las fórm ulas benignas y b ien conocidas de la
biografía narrativa. G uarnan P om a le hace tram pa al lector, cuando
presenta a estos personajes con dim ensiones superiores a la hum a­
na, sem ejantes a dioses (o a m onstruos), com o si fuesen reyes y
reinas ordinarios. Al devolverles su tam año, haciéndolos hum anos,
coloca los fundam entos p ara su com entario m oralizador.

El prólogo siempre aparece al fin a l

Los personajes biográficos de G uarnan Pom a a d q u ieren toda su


im portancia únicam ente en el contexto del prólogo con el que
concluye la narración; y esta im portancia no se la confiere el hecho
de que sean personajes históricos singulares, sino el d e constituir
m odelos hum anos, m orales, dignos de ser em ulados o condenados.
El prólogo es una de las convenciones literarias que al parecer
G uarnan Pom a entendió erró n eam en te. A un cuando com ienza su
libro con u n “prólogo al lector cristiano”, d e carácter general (ibid.,
p. 11), utiliza la fórm ula p ara cada u n o de los capítulos, así com o
para todo el libro, y pone estos prólogos al final de los capítulos a
los que acom pañan. Es posible que la ubicación del prólogo en el
sitio d o n d e debiera ir u n epílogo, haya sido una exigencia mecáni­
ca. En el m anuscrito original, al final de cada capítulo G uarnan
Pom a reservaba una página final, o u n a p arte de ella, p ara escribir
un m ensaje a guisa de prefacio. P uesto que en general el prólogo
es un fenóm eno a posteriori, qu e se escribe después de haber
term inado una obra con objeto de justificar, explicar o sintetizar
los aspectos im portantes del texto al que precede, el sido en que
los colocó G uarnan Pom a tal vez sim plem ente refleja el o rd en lineal
original de su com posición. E m pero, esta versión de la obra es,
según todo lo indica, u n a copia final, conform e al p ro p io testi­
m onio de G uarnan Pom a (ibid., pp. 918 y 1084); en consecuencia,
lo m ás probable es que el o rd e n peculiar que le dio haya sido
intencional.
P or raro que parezca, en la p ro p ia época de G uarnan Poma se
hallan precedentes en cuanto a hacer del prólogo u n texto de
conclusión, en vez de una in tro d u cció n (Porqueras Mayo, 1957, p.
130). U no de los rubros que se solicitaban p ara el com ercio de
libros en Lima, en 1583, era el Arte de los contractos (1573) (Leonard,
68 EN BUSCA DE UNA CONCEPTOALIZACIÓN HEROICA

1942, p. 28) d e B artolom é de A lbornoz; ahí se ofrece u n a raciona­


lización para el hecho de colocar el p rólogo al final, d o n d e no iba
a servir com o u na invitación engañosa p ara el lector, sino más bien
com o vehículo m ediante el cual aquél p u d iera ju z g a r la obra. Así,
el lector lo p u ed e utilizar p ara d eterm in a r si el texto cum ple con
todo lo que este “prólo g o ” p ro m ete.6 D e m anera similar, G uarnan
Pom a hace tem a explícito de sus “p ró lo g o s” las lecciones que se
deben a p ren d er de sus capítulos. En aquellos que dedica a la
sociedad andina antigua, señala los buen o s ejem plos que los andi­
nos contem poráneos d eb erían seguir; en las exposiciones sobre la
sociedad colonial que ap arecen e n el Buen gobierno, advierte al
lector de habla hispana que debe evitar el co m p o rtam ien to cruel y
el desatino m oral que se atribuyen a los colonizadores.
Al texto que en realidad hace las veces de in tro d u cció n a los
capítulos de G uarnan Pom a, con frecuencia se lo llam a el primer
capítulo. C on esta designación se apega a u n a convención literaria
que era com ún (véase P orqueras Mayo, 1957, pp. 131-132); es decir,
cuando n o se ponía un pró lo g o form al, eran las prim eras líneas de
una o b ra las que com ún m en te d esem p eñ ab an la función in tro d u c­
toria.
C on frecuencia, el título primer capítulo d e hecho significaba
“p ró lo g o ” (ibid., p. 131).7 Fray A n to n io de la C alancha nos dice, en
su Coránica moralizada del orden de San Agustín (1639-1653), p o r qué

6 Colocado así, el prólogo podría clarificar los usos que se le debieran dar al texto.
He aquí la racionalización que hace Albornoz: “Todos los que por escríptura publican
algún Tracto de su ingenio, suelen al principio de ella proponer el Prólogo, en que dan
cuenta a el Lector de lo que más notable les parece, a fin de atraherle a que la lea. Mas
yo dudoso si alguna cosa hai en mi obra que merezca ser leída, tuve por mejor, que el
Lector a su riesgo se pusiesse en leerla, que no siendo por mi Prologo engañado, y en
recompensa de el tiempo que en leerla havra (no se si diga) perdido, proponerle al fin el
Prologo (que havia de estar al principio) para que el sea el juez de mi lectura, si ella ha
cumplido lo que prometió el Prologo, y no sea el Prologo su engañador, para prometerle
lo que la lectura no puede cumplir, y juntam ente con esto declarar el uso que de esta
escríptura puede tener el Lector, que al principal servido que le puedo hazer, aclarándoles
mis motivos, para que entienda el provecho que de ella puede sacar” (citado en Porqueras
Mayo, 1957, p. 130).
7 Por ejemplo, Gonzalo Fernández de Oviedo, a quien Guarnan Poma llama “el
capitán Gonzalo Pizarro de Obedo y Ualdés, akayde de la fortaleza de la ysla Españoles
de Santa Domingo" én su paráfrasis de O ré ([1615] 1980, p. 1088; cf. O ré, 1598, f. 37 r),
manifiesta que la primera unidad de su Historia general y natural de las Indias va a hacer
las veces de introduedón: "Comienza el prim er libro deste volumen. El cual consiste en
el proemio o introduedón desta primera parte de la General y natural historia de las ¡ndiasm
([1535] 1959, vol. 1, p. 7).
EN BUSCA DE UNA CONCEPTOALIZACIÓN HEROICA 69

va a usar el primer capítulo com o intro d u cció n de su obra. Colocará


sus observaciones in tro d u cto rias en el p rim er capítulo de su cróni­
ca, ju n to con la presen tació n de su tem a principal, p o rq u e, aun
cuando m uchos lectores pasan p o r alto el prólogo de u n libro, la
mayoría de ellos leen el p rim e r capítulo (citado en Porqueras Mayo,
1957, p. 131).
G uarnan Pom a hace uso d e las prim eras líneas, o la prim era
página de sus capítulos, p recisam ente en esta form a.8 Sin em bargo,
en casi todos los casos, p ara in tro d u c ir el capítulo recu rre a un
dibujo, y no a un texto escrito. Sólo en algunos, hay una declaración
en prosa que acom paña o viene a sustituir aquella frase in tro d u c­
toria. Así, utiliza el p rólogo y el p rim er capítulo a la m anera
convencional; el prólogo, e n la form a que lo hace A lbornoz para
concluir los capítulos, y el primer capítulo, a la m anera en que
C alancha los inicia.
El prólogo desem peña u n papel m uy especial en el sistem a
retórico de G uarnan Pom a; es la flecha que ap u n ta desde el libro
h a d a el m un do, que relaciona el texto con el lector. Los diecinueve
prólogos de G uarnan Pom a son, todos ellos, com entarios morali-
zadores sobre los capítulos que los preceden, p ero los que revisten
interés en especial son los qu e acom pañan las narraciones biográ­
ficas. Tales prólogos revelan la orientación m oralista de los retrato s
verbales. P o r más q u e las p ro p ied ad es form ales d e las biografías
siguen, en bu en a m edida, el m odelo castellano, n o p resen tan en
com ún con éste —d esd e el p u n to de vista de la p ro d u cció n del
texto—el concepto utilitario de Pérez de G uzm án y d e Pulgar. Nos
aproxim am os con esto a u n a bifurcación en la senda e n tre la
historiografía y la literatu ra m oralista, en tre las obras al estilo de
Pérez de G uzm án y de Pulgar, p o r u n lado, y las de R odríguez
de Almela, p o r el otro.
Según Pérez de G uzm án, la historia, en la form a de biografía,
tiene com o objetivo in sp irar a los hom bres virtuosos a realizar
hazañas nobles ([1450] 1924, p. 7). “Las grandes hazañas”, p ro m ete
el historiador, serán reconocidas y recordadas. La fam a le resulta
atractiva a la élite, m ás que al ciudadano com ún; con la obra
Generaciones y semblanzas se espera inspirar a los líderes, a los
prim eros en tre iguales. Las biografías de G uarnan Pom a, e n cam-

MMuchos de los capítulos de Guarnan Poma llevan por título primer capitulo; véanse
las pp. 79, 120, 289, 300, 303,317, 330, 520, 575,675, 689, 806, 923, 1004, 1005, 1140.
70 EN BUSCA DE UNA CONCEPTUALIZACIÓN HEROICA

bio, siguen la o rientación de R odríguez d e Almela y de la literatu ra


m oralista, p o r cuanto in te n ta n in star a la acción a todas las p erso ­
nas. Esto es evidente tanto e n los retrato s de los Incas y las Coyas,
com o cuando el tem a son los virreyes.
Gracias a los prólogos, los Incas y las Coyas se convierten en
ejem plos, n o tanto de liderazgo h eroico com o de u n co m p o rta­
m iento m oral y religioso q u e d eb e ser ya em ulado, o ya rechazado.
Estos ejem plos llevan la m ira d e ser atractivos p ara los lectores
andinos en su carácter de ciudadanos privados, y n o en el de élites
gobernantes. De lo que se trata es de conciencia personal, y n o de
d eb er público, y ello se define e n térm inos de cristianism o co n tra
paganism o. T al es el m ensaje d el prólogo de G uarnan Pom a, que
pone m arco a las biografías de los Incas:

Letor de los Yngas: Aués de uer desde el comienso de Mango Capac Ynga
hasta que se acabó el lexítimo Uascar Ynga. ¡O perdido Ynga!, ací te quiero
dezir porque desde que en trastes fuestes ydúlatra, enemigo de Dios,
hazedor de los hombres y del mundo, que es lo que llamaron los yndios
antigos Pacha Camac [creador del universo], dios Runa Rurac [hazedor
del hombre]. Que ací lo conocieron, que ací lo decía los primeros Capac
Apo Yngas antigos.
Ací lo llamaron a Dios que es lo que entró en los corasones de bosotros.
Y de buestra agüela Mama Uaco, Coya, Mango Capac Ynga entró los
demonios, mala serpiente, y te a hecho maystro y herroniaco ydúlatra,
guaca mvjcha [adorador]. Y te a puesto y enpremido la ley de ydúlatra y
seremonias, aunque no la hizistes dexar los dies mandamientos y las
buenas obras de misericordia. Ací dexáredes de la ydúlatra y tomáredes lo
de Dios que fuera de bosotros, fuérades grandes santos del mundo. Y
desde agora seruí a Dios y a la Uirgen María y a sus santos ([1615] 1980,
P- H9).

En idéntico tono, el prólogo a los “letores m ugeres” del capítulo


sobre las Coyas constituye u n a p ero rata co n tra las idólatras: “Y ací
el p rim er ydúlatra com ensastes, m uger, y d ru istes a los d em o n io s”
(ibid., p. 144). Las adm oniciones d e esta índole llevan u n p ro p ó sito
polém ico, adem ás del m oralizador, p u esto que d efien d en la n o rm a
incaica de la justicia y la caridad, a la vez que tratan de p o n e r en
tela de juicio las creencias andinas tradicionales. Sin em bargo, lo
que prevalece, en g ran m edida, es la fuerza m oralizadora.
De la m ism a m anera, las biografías de los virreyes (ibid., pp.
43&475) están ideadas a m o d o d e n o hacerle h o n o r a la élite e
72 EN BUSCA DE UNA CONCEPTOAUZACIÓN HEROICA

el m edio que más se ha utilizado, el ejem plo (H after, 1966, pp.


9-10), G uarnan Pom a rechaza la m eta historiográíica de insp irar la
contem plación o fom en tar la eru d ició n p o r m o r de ella misma. En
vez de ello, trata de persuadir al lector d e que haga algo con tra un
m u ndo lleno de m aldad y co rru p c ió n .10

La N ueva corónica como narración épica

Al convertir la anécdota histórica en u n ejem plo m oral, G uarnan


Pom a pasa a ser un partid ario del exemplum.11 C u an d o lo que
prevalece es el valor que tiene la enseñanza d e u n a lección m oral,
los propios hechos históricos ceden su estatus privilegiado ante
aquellos atributos con los que m ejo r se p u e d a persuadir, y ésos
bien se p u ed en inventar. C onform e el m aterial histórico de G ua­
rnan Pom a se com ienza a m anipular com o o b jeto de contem pla-

considerar como personajes históricos, sino como a representantes de las categorías


permanentes y universales que constituyen el sistema social andino (véase Ossio, 1973,
pp. 176-181).
10 Tras el concepto pesimista del hombre y de su mundo, se halla el auge que
adquirió la literatura moralista a principios del siglo xvn. La denuncia del egoísmo, la
depravación y la propensidad al mal de la humanidad, quizá jam ás se había difundido tan
ampliamente por el extranjero como en esa época (Maravall, 1975, p. 327). En la práctica,
esa literatura representaba un alejamiento de la actitud de considerar esta vida meramente
como preparación para la siguiente, y abarcaba la necesidad urgente de reformar el modo
de llevar a cabo los asuntos temporales. Haciendo a un lado la especulación acerca de las
verdades últimas, volteaba los ojos hada la ética normativa que se requería para llevar
una vida justa: “La mayor atención que se le presta a la sabiduría práctica corresponde,
en parte, a una aceptación más generalizada del hombre como animal político y, en
consecuencia, de la dignidad que significa una vida activa en la sociedad” (Hafter, 1966,
pp. 74-75).
11 La cultura barroca hacía un gran hincapié en la experiencia individual (Wamke,
1972, p. 41). En Europa, a todo lo largo de los siglos xvi y xvu, hubo reediciones continuas
de las colecciones de los exempla medievales (Maravall, 1972, p. 160); la literatura ejemplar
siguió floreciendo entre los escritores y oradores españoles, desde la época de Quevedo,
quien escribió su Política de Dios durante el reinado del rey Felipe III (1598-1621), en vida
de Guarnan Poma, hasta la de Gracián (Hafter,, 1966, p. 10). Este último tenía en gran
estima la obra de d o n ju án Manuel, El Conde Lucanory la citaba frecuentemente (Maravall,
1972, pp. 160 y 162). En El pasagero, diálogo que contiene "útiles consejos" (“advertencias
útilísimas a la vida humana"), Suárez de Fígueroa confirma el poder incondicional del
ejemplo: “Mueven los ejemplos con singular eficacia, siendo instrumentos bastantísimos
para enfrenar las mas desenfrenadas costumbres" ([1617] 1913, p. 359). El ejemplo se
recibía gozosamente, en particular si era ahistóríco (Maravall, 1972, p. 162), por más que
los propios historiadores con frecuencia se mostraran escépticos en cuanto al valor de
los ejemplos del pasado (Hafter, 1966, pp. 12-13).
EN BUSCA DE UNA CONCEPTOALIZACIÓN HEROICA 73

ción m oral ([1615] 1980, p. 369) —“Lo m alo ap artaldo para que
sean castigos y con lo b u e n o se cirua a Dios y a su M agestad”—, el
personaje histórico es recread o en algún p u n to del espacio que
existe en tre historia y p recep to , e n tre el episodio novelístico y las
máximas que asimilan la biografía al sistem a didáctico (véase Cros,
1971, p. 81).
En la Nueva coránica y buen gobierno hay dos casos sobre-sa-
lientes de esta índole: la narració n , rep etid a en diversas oca-siones,
de la vida de G uarnan M alqui, p a d re de G uarnan Poma; y el relato
de la propia vida del autor. Estas narraciones, en las qu e se
entrem ezclan elem entos veraces y de fantasía, de historia y de m ito,
son ficciones que en cu en tran fu n d am en to en verdades histó-ricas.
C onform e a las definiciones del siglo XVI, son narraciones en la
m odalidad épica.
El concepto de la epopeya p ro p o rcio n a, provisionalm ente, u n
enfoque productivo al p ro b lem a del género literario d e la Nueva
coránica, p o r lo que qu ed a justificado u n exam en más m inucioso
de esa definición genérica. Según afirm a López Pinciano en su
Philosophía antigua poética [1596], la epopeya es aquella “im itación
de historia” ([1596] 1953, vol. 3, p. 250) cuyo propósito m oral exige
que los acontecim ientos en los q u e se basa sean dignos de adm ira­
ción12y su tram a, o fábula, tenga verosim ilitud (ibid., pp. 178 y 250).
C om o im itación de la cosa, en vez de la cosa m ism a (“ha de ser,
digo, im itación de obra y n o ha de ser la obra m ism a”), la fábula,
com o sustancia m ism a de la poesía (“la m ateria del ánim a po ética”)
puede ser de tres tipos (ibid., vol. 1, p. 10; vol. 2, p. 39). U no de
ellos es la ficción pura, to talm en te o bra d e la im aginación, com o
las novelas de caballería. La segunda es del tipo que llam am os
fábula; al igual que los apólogos de Esopo, éstas consisten en la
elaboración de una verdad sobre la base de u n a ficción (“sobre u n a
m entira y fid o n fundan u n a v erd ad ”) y ofrecen consejo m oral a la
m anera de u n pequeño cu en to (ibid., vol. 2, p. 12). El tercer tipo
de fábula se fundam enta e n la historia y da origen a la epopeya y
la tragedia: “Hay otros que, basándose en u n a sola verdad, fabrican

12 La admiratio (admiración), es aquel efecto que la literatura ejerce sobre sus


lectores, que tiene la virtud de orientarlos hada los preceptos de la filosofía moral: “Los
escritores del siglo x v i i trataban de sobrecoger e impresionar a sus lectores, no sólo porque
esto resultase placentero, sino también con objeto de captar su atendón y situarlos en un
marco mental receptivo gradas al cual pudieran hacerles llegar una lección moral, o les
pudieran revelar una verdad universal" (Riley, 1962, p. 91).
74 EN BUSCA DE UNA CONCEPTUAUZACIÓN HEROICA

mil ficciones, tales com o tragedias y epopeyas, que siem pre, o casi
siem pre, tienen su origen en algún suceso histórico, p e ro de tal
m anera que la cantidad de con ten id o histórico es m ínim a, en
com paración con lo fantástico. Y así, la o bra tom a el n o m b re del
género del q u e está constituida en su m ayor p arte. F adrique
agregaba que d ebido a esto, L ucano se cuenta en tre los historiado­
res, pues aun c uando su trabajo contiene n arraciones ficticias, éstas
son pocas com paradas con las históricas” (ibid., pp. 12-13).18
El sujeto de la epopeya tiene que ser algún prín cip e seglar y de
valía —virtuoso, piadoso y valiente, pero n o so b reh u m an o — cuya
historia no sea “ni tan antigua que esté olvidada, ni tan m o d ern a
que pueda dezir nadie, ‘esso n o passó ansí’” (ibid., vol. 3., pp. 169
y 178). A dem ás de su concepción heroica, vista en el p lan o ya sea
del individuo o en el de la colectividad, la epopeya ofrece m árgenes
a lo que López Pinciano llam a “verdades” y “ficciones”, es decir, la
mezcla de inform ación factual y de invenciones. Para d ejar en claro
cuál es la in teg rid ad de tales producciones, hace la m etáfo ra de
equiparar los poem as qu e se basan en la historia, a la elaboración
de una tela: la tram a de este tejido nuevo es la historia, y los hilos
de la u rd im b re son la invención poética (ibid., vol. 2, p. 98). La
im plicación d e esto es que, entretejidas, estas hebras genéricam en­
te distintas p ro d u cen u n tejido co n tin u o y ro b u sto .14 T ras deb atir
los m éritos d e la epopeya fu n d am en tad a en la v erdad y d e aquella
que se basa en la ficción, El Pinciano llega a la conclusión, siguiendo
a Tasso, de que es su p e rio r la que se sustenta en la h isto ria.15
Para los m iem bros d e la generación de López Pinciano, cual-

,s El texto original reza así: “Otras ay que sobre vna verdad fabrican mil ficciones,
tales son las trágicas y épicas, las quales siempre, o casi siempre, se fundan en alguna
historia, mas de forma que la historia es poca en respeto y comparación de la fábula; y
assí de la mayor parte toma la denominación la obra de la vna y otra se haze. Fadrique
añadió: Por esso cuentan a Lucano entre los históricos, el qual, aunque tiene fábulas, son
pocas en respecto de las historias."
14 Según López Pinciano, “Assí que los poemas que sobre historia toman su
fundamento son como vna tela cuya vrdimbre es la historia, y la trama es la imitación y
fábula. Este hilo de trama va con la historia texiendo su tela" ([1596] 1953, vol. 2, p. 98).
15 “Tom o, pues, a mi lugar y digo que, quanto a este punto, tiene más perfección
la épica fundada en historia que no en ficción pura" (ibid., vol. 3, p. 167). En esa época
había poco consenso a este respecto. En las últimas décadas del siglo xvi hacía furor en
Italia la polémica acerca de si Tasso seria mejor poeta que Ariosto. A todo lo largo del
debate, lo que se hallaba en el fondo de muchos de los desacuerdos era precisamente el
papel que desempeñaban la historia y lo maravilloso, y la importancia que tenía la
verosimilitud (Weinberg, 1961, vol. 2, pp. 991 y 1073).
EN BUSCA DE UNA CONCEPTUALIZACIÓN HEROICA 75

q uier n arración en prosa, larga y de carácter ficticio, pertenecía al


género épico. El propio Pinciano ensalza una y o tra vez la Historia
etiópica de H elidoro, considerando que se en cu en tra en la misma
categoría q ue La odisea y La eneida (ibid., vol. 3, p. 165). Al igual
que C ervantes, p ro p o n e la aplicación de la teoría épica a la ficción
en prosa (Shepard, 1962, p. 214). Esté o no fu n d am en tad a en
acontecim ientos históricos, de la epopeya se espera que trasm ita
enseñanzas al lector. El Pinciano declara esto explícitam ente, ex­
presando así una actitud que se apega a la justificación general de
todas las form as de arte, en el p erio d o que nos o cu p a.16
Mi interés en aplicar la definición que en esa época se daba a la
epopeya, al caso específico de G uarnan Pom a, tiene su razón de ser
si se observa que éste fundam enta en la historia su im itación de las
acciones (la fábula) que se n arran en la Nueva coránica, y las teje a
m odo de hacer una im itación poética de los acontecim ientos.
Sobre la base de u n a sola verdad —el h echo de que el Tawantinsuyu
fue conquistado -por los invasores extranjeros— G uarnan Pom a
elabora “mil ficciones”. Figuran en tre éstas, p o r supuesto, la bien­
venida que se les dio a los invasores españoles y la aceptación
inm ediata de su autorid ad en Túm bez, la p o stu ra en el sentido de
que los nativos no habían ofrecido resistencia a la conquista, y la
conclusión venturosa de las guerras civiles e n tre los españoles
gracias, únicam ente, a los caciques andinos. Estos sucesos narrados
constituyen los puntos inicial, m edio y final de la im itación poética.
Sobre estos cim ientos, el au to r llega a u n a conclusión “v erdadera”:
la destrucción del Im perio incaico se llevó a cabo sin ninguna
justificación legal o m oral. El m odelo se p o d ría am pliar a m odo de
que abarcase toda la narración de la Nueva coránica y de la “C on­
quista”. U na vez más, apoyándose en u n a sola v erdad —el auge y la
caída del Im p erio andino— se u rd e n m il ficciones; así, u n o de los
hijos o nietos de N oé llega a las Indias p ara fu n d a r la raza andina;
siglos después, u n explorador español llega p o r casualidad tierra
ad en tro y le dice al Inca que él y sus caballos n o com en más que
oro; y así sucesivam ente. N o es ésta la fábula corta, la n arración en

16 La finalidad moral de la poesía, de la novela y del teatro era la de reformar a


la sociedad a través de la literatura. Maravall señala que todo escritor barroco tomaba la
conducta humana como cuestión m edular “Todo escritor barroco presenta como central
el problema de la conducta moral, y con objeto de atraer a los lectores al sistema de
relaciones que considere fundamental para la sociedad, el autor sostiene que el logro, el
‘éxito* o la felicidad radican en seguirlo” (1975, p. 140).
76 EN BUSCA DE UNA CONCEPTUALIZACIÓN HEROICA

la que se dram atiza u na lección moral; es, más bien, el relato épico
de la civilización andina, cuya fase final la constituye la tragedia de
la conquista y colonización españolas.
La segunda característica d e la epopeya, esto es, qu e la o b ra debe
ser la historia de algún ilustre príncipe seglar, tam b ién está p resen ­
te. Si nos centram os ya sea en la n arració n llam ada “C on q u ista”, o
en la Nueva coránica más la “C onq u ista”, vem os q ue G uarnan Pom a
crea héroes a p artir de la “tela” d e su p ro p ia fam ilia y d e su linaje
ancestral. La conversión del personaje h istóricam ente p ro m in en te
en el h éro e ejem plar, era lo q ue presagiaba el surg im ien to del
poem a épico, a p artir de los anales d e la historia. G uarnan Pom a
lleva a cabo la m ism a gesta al re tra ta r a sus p ro p io s antecesores
com o los héroes de la historia antigua y co n tem p o rán ea del Perú.
Los prim eros señores de esta antigua dinastía llevaron la civiliza­
ción a su m ás pleno florecim iento en las épocas preincaicas, según
G uarnan P om a ([1615] 1980, pp. 65-75). U na vez conquistados p o r
los incas expansionistas, los yarovilcas p asaro n a ser los virreyes de
los incas (las “segundas p erso n as” en to d o el Taw antinsuyu.l A
continuación, G uarnan Pom a nos dice que su p ro p io p ad re, G ua­
rnan M alqui, igualm ente ejerció el cargo d e p rim e r m inistro del
Inca; com o hem os visto, tam bién se le o to rg a el m érito d e hab er
aceptado pacíficam ente la au to rid ad d e los españoles en Túm bez.
La figura heroica de G uarnan Malqui es de dim ensiones supe­
riores a las hum anas, puesto q u e trasciende tan to la esfera im perial
andina, com o la colonial española. G uarnan M alqui, superviviente
de la conquista, que adem ás había o cupado u n p u esto en el palacio
del Inca, p o sterio rm en te se puso a p ru eb a en com bate, con sus
lealtades en el b ando del rey de España, salvándole la vida a u n
capitán español y, p osterio rm en te, ayudando a d e rro ta r a las
fuerzas del conquistado r alzado H ern án d ez G irón (véase el capítu­
lo 1, pp. 13-20). La narració n que hace G uarnan P om a d e su linaje
étnico, desde los albores de la civilización andina h asta veinte años
después de la conquista, q u ed a resum ida y ejem plificada p o r la
figura heroica de G uarnan Malqui. R euniendo la info rm ació n que
G uarnan Pom a relata acerca de su p ad re, ap arecen los elem entos
de u n a narrativa —narrativa que p resen ta tem as principales de
com ienzo, de transición y de culm inación (W hite, 1973b, p. 5). Esto
o cu rre así, ya se considere únicam en te desde la perspectiva 'del
re tra to biográfico que hace de su p adre, o ya d esd e aquella que
presen ta el relato que em pieza con los antepasados civilizadores y
EN BUSCA DE UNA CONCEPTUALIZACIÓN HEROICA 77

term ina con la lealtad hacia el rey español p o r parte de sus


descendientes más recientes.
De esta m anera, G uarnan P om a trata de llegar a u n a conclusión
estabilizadora en el relato que nos habla de la génesis y floreci­
m iento de la civilización andina, así com o del cataclism o que causó
la invasión extranjera. La vida de G uarnan Malqui hace las veces
del hilo cond u cto r de la n arració n que p o n e de m anifiesto que la
p rim era parte del libro, la Nueva coránica, algo tiene de una
teleología poética, de esa “intencionalidad in tern a que justifica la
form a en que todo funciona d e n tro de esa realidad fingida”
(Krieger, 1974, p. 59). G uarnan Pom a ofrece u n relato épico cuya
codificación en cuanto a m otivos se pu ed e id entificar ya sea con la
totalidad de la historia de la civilización andina, desde los yarovilcías
hasta los incas, o con u n sólo hom bre: G uarnan Malqui.
H abiendo llegado hasta aquí, nos resultará útil ah o ra to m ar en
cuenta la distinción que se establece e n tre las fórm ulas de crónica
y narración, p o r m ás que no dejen de g u a rd ar cierta relación en tre
sí (W hite, 1973). C uando los elem entos del cam po histórico están
ordenados de tal m anera que los acontecim ientos que hay que
narrar se organizan conform e a la cronología de su acaecim iento,
lo que se obtiene es un a crónica; y la crónica q ueda organizada a
m anera de n arración cu an d o los sucesos se codifican siguiendo un
p atró n de m otivos (motifs). En principio, la crónica es abierta en
sus extrem os, sin que p resen te inauguraciones, culm inaciones o
resoluciones. La narración, en cam bio, tiene u n a form a discem ible,
p o r el hecho de h ab er tran sform ad o el proceso diacrónico y
abierto, en o tro proceso term in ad o acerca del cual se p u ed en
plantear preguntas, com o si se estuviera tratan d o con u n a estruc­
tura de relaciones sincrónicas (W hite, 1973b, pp. 5-6).
El relato de; la Nueva coránica d e G uarnan P om a es en realidad
una narración que tiene el carácter teleológico de un a secuencia
poética; y hay que reco rd a r que la característica esencial de la que
se jacta la form a poética es la teleología. M urray K rieger señala
que “es precisam ente la lib ertad que tiene el p o eta en cuanto a
insertar teleología ahí d o n d e su objeto de im itación n o la tenía,
aquello que lo distingue incluso del histo riad o r m ás arro g an te que
quisiera p resen tar el pasado conform e a su fantasía particular”
(1974, p. 56). T am bién G uarnan Pom a crea un a teleología, cuando
lo cierto es que su objeto de im itación no poseía ninguna; crea una
visión de un m u n d o m oral cuya génesis y apocalipsis consisten,
78 EN BUSCA DE UNA CONCEPTUALIZACIÓN HEROICA

respectivam ente, en la ap arición de los prim eros andinos y la


m uerte del últim o Inca. O tra form a de lectura d a a e n te n d e r que
dicha n arración abarca desde la época de Vari Vira C ocha R una
hasta la conclusión de las g u erras civiles e n tre los conquistadores.
D entro de este diseño, la “C o n q u ista” sería o tra n arración, u n a
alegoría de la codicia de los españoles y de la b u en a fe d e los
andinos. La “C onquista” es p recisam ente el en fren tam ien to del
principio de la buena fe de los andinos, con el de la codicia de los
españoles.17 Libre de la obligación que tienen el h isto riad o r o la
h istoriadora en el sentido de d a r fe de “los hechos”, condición que
les im pone que su trabajo cu en te con u n sistem a de referencias, lo
cual, a su vez, inhibe la p u reza de los m odelos form ales (ibid., p.
53), G uarnan Pom a, com o p oeta, ignora toda consideración en
cuanto a hacerse responsable de sus afirm aciones. Su narració n
tiene algo de esa intencio n alid ad in te rn a que viene envuelta en su
p ropia m aterialidad (ibid. , p. 59).
B asándose en tales principios teleológicos, los com entarios crí­
ticos que externa G uarnan P om a acerca de otros cronistas resultan
reveladores. Critica tan to a Luis Je ró n im o de O ré —cuya o b ra
adm ira, com o hem os visto, hasta el p u n to de plagiarlo— com o a su
archienem igo M artín de M urúa —a q uien detesta p o r c u atrero y
ladrón de esposas—, p o r no h a b e r con tad o la historia com pleta de
los incas: “C om ensó a escriuir y no acabó para m ejor dezir ni
com ensó ni acabó” ([1615] 1980, p. 1090). La crítica de G uarnan
Pom a es a la vez sustantiva y form al; im ponerles un a form a a los
acontecim ientos equivale a im p o n erles un significado, o, m ejor
dicho, el im ponerle form a a la n arració n de los sucesos equivale a
liberar una teleología qu e éstos contienen. Así, G uarnan Pom a
recrea la historia andina, co m o si ésta poseyera tal calidad de
com pleta y hubiese llegado a su conclusión. E ntre los in térp re tes

17 La alegoría —ese concierto de metáforas (“junta de metáforas”) (López Pinciano


[1596] 1953, vol. 2, p. 144) que presenta la doctrina moral como una narración fabulosa—
frecuentemente se encuentra en la épica. Al igual que en las fábulas de Esopo, esta alegoría
consta de máximas que describen las cualidades de la virtud moral. La Iliada y la Odisea
de Homero, así como la Eneida, se hallan repletas de tales alegorías y enseñanzas morales:
“Poco ay que entender si por alegoría ente[n]déys no la que en palabras, sino la que en
sentencias está sembrada. ¿Vos no acordáys del apólogo y las fábulas de Esopo, y que,
por debaxo de aquellas narraciones fabulosas, están otras sentencias y ánimos, las quales
algunos dizen moralidades? Esta, pues, es la alegoría que en la épica se halla muy
ordinariamente; de manera que la ¡liada y Odysea de Homero y la Eneyda están llenas
destas alegorías y ánimas intrínsecas” (ibid., vol. 3, p. 175).
EN BUSCA DE UNA CONCEPTOALIZACIÓN HEROICA 79

de A ristóteles en el siglo XVII, la form a era considerada com o la


im posición, en la naturaleza, d e u na teleología latente, p o r más que
no realizada (K rieger, 1974, p. 60). Para G uarnan Pom a, la carga
real que le im ponía la historia era la de d ar sentido a los aconteci­
m ientos, la de conferirles u n significado m oral. Y así, la n arración
que creó n o describe u n proceso político o histórico, sino que sirve
com o base para una m editación m oral. El resultado es u n a especie
de mimesis de la ficción histórica —una epopeya com o “im itación
de historia”— que tiene existencia en algún p u n to e n tre el ejem plo
histórico y el precep to m oral.
P or más que en la obra de G uarnan Pom a sean visibles los
perfiles de la concepción épica, queda abierta la p re g u n ta en
cuanto al grad o hasta el cual se apega a los principios d e dicho
concepto. C on objeto de p roseguir esta evaluación y de explorar a
fondo el problem a de la identificación genérica de la Nueva coránica
y buen gobiernoy nos ocuparem os ahora de los autores y p recep to res
favoritos de G uarnan Pom a, aquellos que escribían literatu ra reli­
giosa, y en especial serm onarios y catecismos. Su objetivo, al crear
una epopeya repleta de personajes heroicos y en la que se expresa
el orgullo y la fe colectivos en el g rupo étnico, debe reconciliarse
con la form ación discursiva a la que se conoce com o “la literatura
de bien vivir”; puesto qu e si se puede in ferir que G uarnan Pom a
trata de crear o rd en y significado a p artir de los acontecim ientos
con los que trata em pleando las técnicas de la n arració n de cuentos,
es preciso tom ar en consideración tam bién, p o r las im plicaciones
que tiene, el hecho d e que ad o p te la retórica eclesiástica.
3

DE LA NARRATIVA AL SERM ÓN

La teoría, al igual que la práctica de la retórica eclesiástica e n la


época de G uarnan Pom a, nos o frecen una bu en a o p o rtu n id a d de
pro fu ndizar intelectualm ente en su obra, desde la concepción
general de ésta, hasta las tácticas retóricas específicas q u e en ella
se utilizan. En la Nueva coránica y buen gobierno hay cu an d o m enos
seis citas del Memorial de la vida cristiana de fray Luis de G ranada,
p o r más que solam ente e n u n a se m encione la fu e n te .1Los escritos
de fray Luis están presentes a to d o lo largo del libro d e G uarnan
Poma. R esulta obvio que éste consideraba al escrito r dom inico
com o un m odelo literario e in telectual apropiado. Sin em bargo, e$
aún más im p o rtan te la relación q u e guarda su texto con losj
m odelos que yo considero m ás cercanos a él: las recopilaciones dÁ
serm ones que se publicaron e n el P erú p ara la conversión d e los
pobladores nativos. En m i o p in ió n , fu ero n estos textos d octrinales
los que más directam en te o casio n aro n su en conada reacción polé­
mica; más directam ente, creo, que las crónicas acerca d e la con­
quista española del Perú.
Los nuevos catecism os y serm o n ario s bilingües que se elabora­
ro n en el P erú tras el T ercer C oncilio Provincial celebrado en Lim a
(1583), revisten im portan cia p ara G uarnan Pom a p o r o tra razón:
se refieren a los problem as específicos de la com unicación in te r­
cultural. Escritos p ara resolver los problem as qu e en fre n tab a n los
clérigos españoles para com unicarse con los nativos andinos, estos
textos le p ro p o rcio n an a G uarnan Pom a una teoría, así com o u n a
práctica de la com unicación, q u e se ajusta a sus necesidades p ara
cruzar la m ism a barrera cultural, au n q u e desde la dirección opues-

1 Comparar, de manera respectiva, a Guarnan Poma ([1615] 1980, pp. 1, 50, 109,
367,954 y 956) con Granada ([1566] 1945, tratados 1-7, vol. 2, pp. 205,301,220-221,219,
399, y 206-207). Cada uno de estos casos se refiere a temas tales como las glorias del délo
y los sufrimientos del infierno, así comó a a ta s de los profetas bíblicos Jeremías, David,
Habacuc y san Juan Bautista. Guarnan Poma copia, casi palabra por palabra, el texto de
fray Luis.
[80]
DE LA NARRATIVA AL SERMÓN 81

ta. Si se quiere e n ten d e r su estrategia retórica es preciso exam inar


estas obras, así com o la pose que G uarnan P om a asum e com o
predicador. A la postre, es la descripción del serm ó n —y específi­
cam ente la cuestión de la inventio— la que arroja luz sobre el
problem a de la conceptualización que G uarnan P om a escogió para
escribir la historia andina. Surge aquí, com o asunto principal, la
relación que guarda el serm ón con el g én ero narrativo. Prosiguien­
do con la exposición del capítulo an te rio r acerca de la teleología
que está im plícita en la Nueva coránica y buen gobierno, pasaré a
exam inar los relatos que se en cu en tran d e n tro de los serm ones (los
ejem plos) y m e ocuparé de la form a en que el serm ó n se en tro m ete
en la n arración principal, cuyo m arco de referencia es m ás amplio.
Al evaluar las funciones respectivas que se les asignan al cuento y
al serm ón, un o descubre la form a en que e n el Buen gobierno se
desglosa el designio teleológico qu e se estru ctu ró en la Nueva
coránica.

Estrategias granadinas

Fray Luis de G ranada, que fue u n o de los escritores m ás im p o rtan ­


tes en la España de la C on trarrefo rm a, figuró tam bién e n tre los
autores más populares en el com ercio p eru an o del libro (L eonard,
1940,1941,1942). Es el único a u to r al que G uarnan P om a cita com o
fuente de alguna de sus afirm aciones; el texto al que se refiere
resulta ser una anécdota bíblica acerca de la idolatría ([1615] 1980,
p. 367). Fray Luis es igualm ente el p rim ero de tres escritores a
quienes G uarnan Pom a m enciona com o “los sabios que con p o n en
los libros y lo escriuen para el se ru id o de D ios”; los o tro s dos son
D om ingo de S anto Tom ás y Luis Je ró n im o de O ré (ibid., p. 926).
En form a irónica, las obras d e fray Luis d e G ran ad a y los
catedsm os que se escribieron p ara la conversión d e los andinos,
p ro p o rd o n a n m odelos antitéticos, si con ellos hay q u e in te rp re ta r
la e x p e rie n d a andina. En tanto qu e fray Luis es m agnánim o en su
ev alu ad ó n general y teórica de las culturas precristianas y paganas,
la literatura p ara la conversión del N uevo M undo se m uestra
inm isericorde en el tratam iento que da a las prácticas paganas.
G uarnan Pom a explota ambas posturas, apoyándose en la perspec­
tiva del g ranadino y utilizándola p ara d efen d er a la s o a e d a d andina
co n tra los ataques directos y pragm áticam ente orien tad o s que se
82 DE LA NARRATIVA AL SERMÓN

lanzan en las obras que p rodujo el T e rc e r C oncilio Lim ense.


Para en te n d e r la form a en q u e G uarnan P om a aprecia los
escritos de fray Luis, pasarem os a la an écd o ta bíblica respecto a
la cual aquél cita a éste com o su fuente. C om o conclusión d e la
p rim era p arte de su obra, esto es, la Nueva coránica, G uarnan Pom a
hace la siguiente observación:

Nos espantéys, cristiano letor, de que la ydúlatra y herronía antigua lo


herraron como xentiles yndios antigos herraron el camino uerdadero,
como los españoles2 tubieron ydolos, como escriuió el rrebrendo padre
fray Luys de Granada: Que un español gentil tenía su ydolo de plata que
él lo abía labrado con sus manos y otro español lo abía hurtado. De ello
fue llorando a buscar su ydolo; más lloraua del ydolo que de la plata.
Ací los yndios como bárbaros y gentiles lloraua de sus ydolos quando
se los quebraron en tienpo de la conquista. Y bosotros tenéys ydolos en
buestra hazienda y plata en todo el mundo (ibid., p. 369).

En el Memorial, fray Luis había traíd o a colación esta anécdota


acerca de la tribu de Dan, bajo el título: “D e lo q u e se p ierd e p o r
el p ecad o ” ([1566] 1945, tra ta d o 2, cap. 3, vol. 2, p. 219). Su
com entario sobre la anécdota tom ada del capítulo decim octavo del
Libro de los Jueces revela un a actitu d com pasiva, que G uarnan
Pom a seguram ente hallaba alentadora. En su p ro p ia n arración,
fray Luis subraya la legitim idad de la congoja d el pagano:

Pues si este malaventurado lloraba tanto por haberle quitado un dios de


metal que él mismo había fabricado (teniendo por tan justas y debidas las
lágrimas de esta pérdida), ¿qué será razón que sienta un cristiano, pues
sabe cierto que todas cuantas veces pecó, perdió no al falso dios que él
mismo hizo, sino al verdadero Dios que hizo todas las cosas? (ibid., cap. 3,
vol. 2, p. 219).

En la com paración, fray Luis atribuye m ayor culpa al cristiano que


a sabiendas rechaza a Dios, qu e al pag an o q ue p erd ió sus dioses sin
que fuera culpa suya, es decir, a consecuencia d e la destrucción que
causaron otros. G uarnan Pom a n o d esperdicia la o p o rtu n id ad ,

2 En este caso, al igual que en la exposición que Guarnan Poma hace de los orígenes
andinos, utiliza el vocablo *españoT para referirse genéricamente a la civilización de la
tradición bíblica judeo-crístiana.
DE LA NARRATIVA AL SERMÓN 83

apoyada en la autoridad de fray Luis, de señalar que los españoles


m erecen ser más censurados que los andinos antiguos (los “yndios
antigos”) o que aquellos que fu ero n víctimas de los españoles “en
tienpo de la conquista”.
Así, pues, la adm iración que siente G uarnan Pom a h a d a fray
Luis se pued e atribuir a la toleran te sim patía de este últim o p o r la
hum anidad de la era p recristiana y h a d a aquellos paganos que
nunca habían oído ni rechazado el evangelio.3 La ev o cad ó n p o r
parte de fray Luis, de u n antiguo pasado que incluía la prefigura-
d ó n de la era cristiana, su confianza en la facultad de la razón
natural (“la luz n atu ral”) p ara m o strar la form a en que los antiguos
llegaron a conocer a Dios,4 y la m an era en que p resen ta a los
reyes y profetas hebreos com o m odelos de espiritualidad y de
buena conducta, son aspectos, todos ellos, que le dan a G uarnan
Pom a la autoridad para re tra ta r a los prim eros andinos del m ism o
m odo.
D entro de este espíritu de g enerosidad, G uarnan Pom a com para
a los Pacarimoc Runa, literalm ente “los del am anecer” ([1615] 1980,
vol. 3, p. 1098) con la im p lo ra d ó n del pro feta Habacuc: “Señor,
¿hasta cuándo clam aré y n o m e oyrás y daré bozes y no m e
rresponderás?” (ibid., p. 50). G uarnan Pom a copia la plegaria del
Memorial5 (“¿H asta cuán d o señor, clam aré y no m e oirás?” [G rana­
da (1566) 1945, tratado 5, cap. 2, vol. 2, p. 301]), y la utiliza p ara
describir los anhelos espirituales de los prim eros andinos y m ostrar
que eran idénticos a los de sus predecesores bíblicos. Esta o ra d ó n
es sim ilar a una que existe e n la tra d id ó n quechua, esp ed alm en te

9 Fray Luis era un teólogo muy de su época, especialmente en lo tocante a cuestiones


referentes a la naturaleza de la humanidad. Con cimientos en la antigua fe de san Basilio
y san Ambrosio, así como en el pensamiento medieval de Tomás de Aquino, fray Luis
mostraba sensibilidad ante las noticias de lofc descubrimientos en el Nuevo Mundo. Su
antropología escolástica se había elaborado con la conciencia de que los horizontes de la
experiencia humana se estaban expandiendo (Laín Entralgo, 1946, p. 28).
4 Véase el capítulo 1, nota 22, para la definición que da fray Luis de razón natural.
5 Mi certidumbre de que Guarnan Poma copió la plegaria del Memorial se basa en
el hecho de que la oración aparece en la misma página que el salmo de David que Guarnan
Poma cita en la primera página de su propio libro: “Como el profeta rrey Dauid nos dize
en el pezalmo, Domine Deus salutis meae, donde nos pone grandes miedos y desanparos
de Dios y grandes castigos que nos a de enbiar cada día" ([1615] 1980, p. 1). Su fuente es
fray Luis de Granada ([1566] 1945, tratado 5, cap. 2, vol. 2, p. 301): “Y como aun mas
claro lo representa David en todo aquel salmo que comienza ‘Domine Deus salutis meae’,
donde el sancto Profeta nos propone grandes miedos, y temores, y desamparos de Dios."
84 DE LA NARRATIVA AL SERMÓN

con respecto al tem a “óyem e y re sp ó n d e m e ”.6 En este caso, G ua­


rnan Pom a en cu en tra una reco n fo rtan te afinidad e n tre la cultura
del A ntiguo T estam ento y la suya propia. Vez tras vez señala la
sim ilitud de la oración quechua con la del p ro feta del A ntiguo
T estam ento (“deziendo com o los p ro fetas”), con el fin d e fo m en tar
su tesis en el sentido de que la tradición espiritual bíblica y la de
los antiguos andinos tenían en c o m ú n la ad o ració n del Dios
verdadero ([1615] 1980, p. 78).
R especto d e la cuestión de la experiencia religiosa en la era
precristiana, G uarnan Pom a de nuevo se apoya en fray Luis, y
p ro p o n e su audaz tesis acerca d e la civilización indígena, contra­
p oniéndose tanto a las obras catequizadoras que escribieron los
m isioneros del Perú, com o a las crónicas qu e de este país hicieron
los españoles. M ientras que am bos g ru p o s habían tachado de
pagana y b árbara a la sociedad andina m o d ern a y antigua, la
am plitud y tolerancia d e la antro p o lo g ía escolástica de fray
Luis le perm ite a G uarnan Pom a recre a r a los an d in o s com o u n
pueblo tem eroso de Dios, desde épocas inm em oriales. Y lo cierto
es que el concepto de arm onía e n tre el paganism o de los antiguos
y la experiencia cristiana m oderna, tem a co n stan te en G uarnan
Pom a, era tam bién la idea central en la teología de fray Luis. El
au to r del Memorial seguía fielm ente el ejem plo de los padres de la
Iglesia, tratan d o siem pre de en c o n tra r u n significado so b ren atu ral
y cristiano en las verdades de la n aturaleza y en el pensam ien to de
los antiguos. De m anera m edular, su ideal era la arm onía: u n a
arm onía real y física e n tre el m u n d o n atu ral y el sobrenatural, y
una arm onía histórica y providencial e n tre la an tig ü ed ad pa­
gana y el cristianism o (Laín E ntralgo, 1946, p. 227).

6 La oración tradicional quechua, que Guarnan Poma también inserta en su propia


narradón ([1615] 1980, p. 54), está registrada en Oré: “Al qual [ ‘Pachacamac, o Pacha
yachachic, que significa hazedor del vníverso’] hazia vna elegante o rad o n en la lengua,
cuya declaraaón y romance es este: ‘hazedor, que estas desde los am ientos y p riña pió
del mundo, hasta en los fínes del, poderoso, rico misericordioso, que diste ser y valor a
los hombres... a saluos, sin peligro y en pas. Adonde estas? Por ventura en lo alto del cielo,
o abaxo, o en las nuues y nublados o en los abysmos? Oyeme y respóndeme, y concededme
lo que pido, danos perpetua vida para siempre, ten nos de tu mano, y esta ofrenda redbela
ado quiera que estuuieres, o hazedor’." (1598, f. 40 r-v).
Ya antes Cristóbal de Molina elcuzquefto había transcrito una versión de esta plegaria
en sus Ritos y fábulas de las Incas ([1575] 1959, p. 55), y fray Martín de Murúa iba a
reprodudr posteriormente otra variante de la misma en su Historia general del Perú, origen
y descendencia de los Incas ([1611] 1962*1964, vol. 1, pp. 37-38).
DE LA NARRATIVA AL SERMÓN 85

Además de la perspectiva abierta que ponía de m anifiesto fray


Luis, existen otras dos razones inm ediatas y pragm áticas p o r las
cuales G uarnan Pom a escogió la retórica eclesiástica com o el
lenguaje para su exposición. U na de ellas está en el hecho de que
la estrategia retórica de la am enaza le p ro p o rcio n a el vehículo
perfecto para arg u m en tar en favor de su postura.7 Y la o tra es que
el m odelo lascasiano de argum entación en p ro de la refo rm a
colonial, se basa en u n principio de la d o ctrina cristiana. La
obligación personal y religiosa en cuanto a la restitución “de
hazienda, de fama, de h o n ra ”, es d e d r, de los bienes o el b u en
nom bre de un individuo que haya sido m anchado p o r acusaciones
de iniquidad, verdaderas o falsas (véase G ranada [1566] 1945,
tratado 2, cap. 1, vol. 2, p. 216), es la justificación de las dem andas
políticas que hace Las Casas al exigir que se devuelvan las tierras
peruanas a sus p ropietario s.8
Es de los escritos de fray Luis de G ranada, de Las Casas y
posiblem ente de los del arzobispo d e Lima, Jeró n im o d e Loaysa,
de do n d e G uarnan P om a tom a el principio de la restitución cristia­
na com o vehículo d e expresión m ediante el cual exige justicia p o r
p arte de los colonizadores:

Es muy justo que se buelba y rrestituya las dichas tierras y corrales y pastos
que se hendieron en nombre de su Magestad porque, debajo de consencia,
no se le puede quitársela a los naturales, lexítimos propietarios de las

7 El arma primordial del predicador es la retórica de la amenaza. En el Memorial de


la vida cristiana, fray Luis inicia el “capítulo primero" del primer libro estableciendo las
razones que tiene para meterse a hablar del castigo divino: la mejor manera de reformar
los corazones rebeldes es colocarlos ante el espectáculo del castigo y del sufrimiento
mediante una razón psicológica; a la humanidad siempre la mueve más una amenaza d e
aflicción que la promesa de salud, siempre se ve más afectada por la perspectiva de ser
condenada, que por la de la prosperidad ([1566] 1945, tratado 1, cap. 1, vol. 2, p. 205) .1
HAl trasmitir los principios escolásticos de la guerra justa, Las Casas habitualmente
usaba el lenguaje religioso. Convertía la cuestión legal en un asunto moral, utilizando el
lenguaje de la moralidad cristiana para expresar sus convicciones acerca de la teoría legal.
La espina dorsal de la perspectiva de Las Casas era la aplicación estricta de las normas
de restitución cristianas respecto de aquello que se había adquirido injustamente (Loh-
mann Villena, 1966, p. 21). El punto de vista lascasiano en cuanto a la restitución era bien
conocido en el Perú, y Guarnan Poma cita y comenta el acto de restitución que llevó a
cabo el arzobispo dominico de Lima, fray Jerónim o de Loaysa, cuando se hallaba en su
lecho de muerte, en 1575 (véase Guarnan Poma [1615] 1980, pp. 477 y 712). El acto
ejemplar de Loaysa fue sólo uno entre otros de la misma índole, pues el arzobispo había
persuadido a muchas otras personas de que realizaran acciones de penitencia y restitución
similares (Lohmann Villena, 1966, pp. 38-77).
86 DE LA NARRATIVA AL SERMÓN

dichas tierras ([1615] 1980, p. 540; la cursiva es mía; véanse también las
pp. 477, 532, 573,1086 y 1087).

C uando dice que los españoles se van a ir al infierno si n o les hacen


restitución a los andinos, está p o n ien d o en cortocircuito el razona­
m iento teológico de fray Luis d e G ranada: la restitución es u n acto
de penitencia y de contrición; el no efectuar la restitución, que
indica la ausencia de penitencia, sería causa de p erd ició n e tern a
(véase el Memorial de la vida cristiana [1566] 1945, trata d o 2, cap.
1, vol. 2, pp. 215-217). G uarnan Pom a lanza toda la fuerza de este
argum ento contra los colonizadores y am enaza co n el castigo
divino del que han advertido fray Luis y Las Casas:

Disís que aués de rrestituyr; no ueo que lo rrestituys en uida ni en muerte.


Paréseme a mí, cristiano, todos bosotros os condenáys al ynfierno...
Aunque os metáys en el decierto y rreligión, ci no rrestituys y pagáys lo
que deuéys, serés condenados al ynfierno ([1615] 1980, pp. 369 y 1087).

D entro de este m arco de referencia, el gesto político pasa a ser de


carácter personal, redu cid o o elevado al nivel d e la conciencia
moral; es el predicador, y no el h istoriador o el n a rra d o r, quien
centra u na atención tan in ten sa en el lector que tiene e n m ente.
Para G uarnan Pom a, tan to el h istoriador com o el n a rra d o r de
epopeyas o el p red icad o r poseen, cada u n o a su m o d o , caracterís­
ticas que d a n sostén a los valores respectivos que figuran en su
propio sistem a discursivo. En u n o de los extrem os, hay valores de
la historia q u e deben ser enseñados; y en el otro, la estrategia del
predicador tiene que co n v ertir estos acontecim ientos e n tem as
para la reflexión religiosa y m oral, y con ello ponerles rem edio. Así,
G uarnan P om a establece el m aridaje en tre la fu n d ó n m o ral de la
historia com o magistervitae y estructu ra de la im itación poética, p o r
un lado, y el lenguaje d e la p ersuasión abierta, p o r el o tro . T en ien ­
do para escoger en tre los objetivos y estrategias d e la historia, la
epopeya y la retórica eclesiástica, G uarnan Pom a se inclina final­
m ente en la dirección d e esta últim a. Vuelve los ojos h a d a el
retórico y el p red icad o r p ara la satisfacaón de sus necesidades
literarias, p o rq u e sus objetivos están basados, de p rín a p io a fin, en
co n sid erad o n es extraliterarias.
Al llam ar retórico el sistem a al que se acoge G uarnan Pom a, en
vez de denom inarlo historiográfico o poético, m e apego a la
DE LA NARRATIVA AL SERMÓN 17

definición d e sistem a retórico que da B e m a rd W einberg, al decir


que es “aquel en el que se p ro d u ce u n efecto específico de persua­
sión sobre u n auditorio d eterm in ad o , gracias al uso del carácter
del auditorio, del carácter del hablante y de los argum entos del
discurso, com o m edios de p ersu asió n ” (1952, p. 343). G uarnan
Pom a defiende los derechos d e su p u eb lo dram atizando, y no
m eram ente enunciando, su hipótesis. Se vale d e u n argum ento
disfrazado a m anera de narració n histórica, com o u n a esp e d e de
pru eb a o dem ostración de las preten sio n es de los peru an o s a la
soberanía en su propia tierra. La teleología especial que les im pone
a los acontecim ientos de la historia p o n e de m anifiesto qu e utilizó
la fábula poética, al igual que datos históricos. N o o bstante, a ello
añade la tarea del orador, en el cual seguía d ep o sitad a la form a
más directa del arte de la persuasión. Para que su causa saliese
victoriosa, tenía que ju g a r con las afecciones d e sus lectores.
Ú nicam ente la retórica, con la qu e se dirige u n m ensaje específico
a u n auditorio tam bién específico, servía explícitam ente p ara este
p ropósito de te n d e r el p u e n te q u e hacía falta.

Acerca de cómo mover los afectos del lector

A quellos aspectos de la retórica q u e resultan p ertin en tes p ara la


em presa literaria de G uarnan P om a son los que ex p o n e fray Luis
de G ranada en Los seis libros de la retórica eclesiástica, o de la manera
de predicar? La relación que existía e n tre el p red icad o r y el o rad o r
era m uy íntim a, y fray Luis, com o m uchos otros, fu n d am en ta su
teoría de la retórica eclesiástica en aquella q u e se había desarrolla­
d o p ara lidiar con las causas legales ([1576] 1945, vol. 3, p. 491). A
diferencia del dialéctico que polem izaba co n los eru d ito s en las
escuelas, el predicador, al verse obligado a tra tar co n el populacho
en general, tenía que apoyarse e n ejem plos e interp retacio n es
vivaces —y n o e n argum entos filosóficos— p ara g anarse a su audi­
torio (ibid. y libro 2, cap. 2, vol. 3, p. 507).
U na d e las características qu e distinguen el serm ón d e la oratoria

9 Esta obra b escribió originalmente fray Luis en latfn, y fue publicado en Lisboa,
en 1576. Aun cuando es poco probable que Guarnan Poma haya tenido acceso a la
traducción al español, sus preceptos teóricos resultan útiles pava elucidar la práctica
retórica de fray Luis en sus obras de devoción, asf como la de Guarnan Poma en la Nueva
coránica y buen gobierno.
88 DE LA NARRATIVA AL SERMON

e n g eneral es lo que fray Luis llama el “acom odarse o d escen d er a


cuestiones particulares”; este co n cep to ofrece un a perspectiva
im p o rtan te en cuanto a la organización de la o b ra de G uarnan
Pom a. En tanto que el o ra d o r tiene q u e evocar u n a única respuesta,
que es la que se espera en todos los oyentes, el p red icad o r debe
ajustarse a las necesidades particulares, p o r distintas que pu ed an
ser, de todos y cada u no d e aquellos que lo escuchan. Debe
“aterro rizar a algunos, in sp irar o consolar a otros, y aplicarle a cada
un o las m edicinas que más benéficas sean p ara su salud p erso n al”
(ibid., cap. 12, vol. 3, p. 524). S egún fray Luis, el p red icad o r debe
dirigir el serm ón a las diversas clases sociales, in fo rm an d o a cada
u na cuál es su d eber m oral, a la m an era en qu e acostum braba
hácerlo san Pablo al final d e sus cartas, y com o tam bién lo hizo san
Ju a n Bautista: “Lo que tam bién practicó San J u a n Bautista, cuando
a todos los que acudían a él, daba, según el estado de cada persona,
varios preceptos de vivir” (ibid., p. 525).
C uando G uarnan Pom a da los no m b res d e los diversos grupos
a los que va dirigido su p ro p io libro, tam bién equipara su proyecto
al de san J u a n Bautista: “C om o el p rec u rso r San Ju a n B autista traxo
los am enazos, azotes y castigos d e Dios p ara que fuésem os en fre­
n ad o s” ([1615] 1980, p. 1). P arafrasean d o las rem isiones que hace
fray Luis a Jerem ías y a san Ju a n B autista en la prim era*página del
Memorial de la vida cristiana, G uarnan P om a cu en ta la fo rm a en que
aquéllos advirtieron a sus seguidores cuál era el d estin o que les
esperaba si n o m odificaban su conducta. La m anera en que se
refiere a estos profetas lleva im plícita las mismas advertencias a sus
lectores, y se presenta a sí m ism o co m o el p ro feta del h ad o andino.
F igurándose que su libro se preservará en los “archivos del d é lo ,
al igual que en los del m u n d o ” (“Lo te n d rá en el archibo del m u n d o
com o del d é lo ”) (ibid., p. 751), G uarnan Pom a evoca el L ibro del
J u id o en el q ue se deberán escribir las vidas de to d a la hum anidad.
Así, el m arco que da a su o b ra es el d e u n libro e te rn o p ara re n d ir
cuentas.
Las cuentas eternas, según G uarnan Pom a, se tien en que pagar
ahora; basándose en su contabilidad, espera in sp irar al lector a que
haga lo p ertin en te para rem ed iar la situ ad ó n . A este respecto, sus
estrategias resultan un eco de las prácticas que reco m en d ab a fray
Luis. A cerca de la cuestión de ganarse el afecto del lector, el
p red icad o r g ranadino sugiere que el efecto d e p en d e de dos cosas:
la m agnitud del asunto que esté bajo co n sid e ra d ó n , y la habilidad
DE LA NARRATIVA AL SERMÓN 89

para colocarlo ante los ojos del oyente (“m ostrem os ser en su
género de grandísim a im portancia, y... propongám osle com o p a­
tente a sus ojos”) (1576) 1945, libro 3, cap. 10, vol. 3, p. 547). En
cuanto al aspecto de h acer las ideas “visibles”, fray Luis d a el
ejem plo de Jerem ías, quien, en las Lamentaciones, n o sólo describe,
sino que exagera la calam idad que n arra (ibid., p. 547).
O tra form a de p o n e r el asunto ante los ojos del lector es la de
centrarse en el carácter del p ro p io predicador. Según fray Luis, p o r
lo com ún san Pablo se p ro p o n ía a sí mism o com o ejem plo p ara ser
im itado p o r los fieles. Llega a la conclusión de que san Pablo p o n ía
ejem plos ante los oídos de la gente m ediante su prédica, y ante sus
ojos m ediante su persona; al m ism o tiem po que quienes le escu­
chaban quedaban m aravillados, se veían tam bién inspirados a la
im itación (ibid., libro 1, cap. 6, vol. 3, p. 501).
Al proseguir, fray Luis agrega que el verdadero secreto p ara
em ocionar a otros es em ocionarse u n o m ism o (ibid., libro 3, cap.
10, vol. 3, p. 548): Y sin em bargo, se p reg u n ta cóm o nos p o d rem o s
em ocionar nosotros m ism os, puesto que tales efectos n o en tran
d en tro de nuestras facultades. Pues p o r m edio de lo que los griegos
llam aban “phantasías”, y que fray Luis denom ina “visiones”: “P or
las cuales de tal suerte se rep re se n ta n en el ánim o las im ágenes de
las cosas ausentes, que parece que las m iram os con los ojos, y que
realm ente las tenem os p resen tes” (ibid.). Según fray Luis, la nece­
sidad de figurarse escenas que le sean útiles al o rad o r, quien p o r
lo com ún trata de crear en sus oyentes ya el sen tim ien to de
conm iseración o ya el de indignación, es de im portancia crítica
para el predicador, puesto q ue los efectos que trata d e alcanzar son
m uchos y m uy variados (ibid.).
Así, pues, con objeto de hacerle “visibles” estas cosas al feligrés,
con frecuencia se recu rría a m ecanism os gráficos.10 Los serm ones
a m enudo iban acom pañados de “jeroglíficos im presos o estam pa­

10 Estas representaciones gráficas podían ser de varios tipos, tales como emblemas
y empresas (Gallego, 1972, p. 24). Los emblemas supuestamente tenían su origen en la
sabiduría de los antiguos; su objetivo era el bien común, y su enseñanza moral no era
propiedad exclusiva de ningún individuo, sino que quedaba a disposición de toda la
sociedad (ibid., pp. 21 y 24). Las empresas, sin embargo, sí eran patrimonio de un solo
individuo o de una sola familia; debido a que se basaban en el gusto personal y exigían
el reconocimiento de signos esotéricos, en forma típica contenían mensajes secretos que
únicamente podían descifrar unas cuantas personas (ibid.). El material gráfico que se
empleaba como ayuda visual en los sermones, obviamente debía estar más cercano al
espíritu del emblema que al de la esotérica empresa.
90 DE LA NARRATIVA AL SERMÓN

d o s” o de “pinturas a descifrar” (Maravall, 1975, p. 498). C o n su


deseo de hacer las cosas visibles, G uarnan Pom a sigue las m ism as
estrategias, exagerando (aun cu an d o no sea más qu e p o r cen trarse
exclusivam ente en ellos) aquellos vicios crim inales q u e d esearía ver
corregidos, p resen tan d o el p ersonaje del n a rra d o r com o u n a figura
ejem plar y anim ando to d o el discurso con represen tacio n es gráfi­
cas. (E xam inaré esta últim a característica en el siguiente capítulo.)
En lo tocante a la im portancia de los asuntos q u e se d e b en tra ta r
en el serm ón, fray Luis cita d irecta y p ro fu sam en te el c u arto libro
de Agustín, De la doctrina cristiana. Al explicar la fo rm a en que
C icerón daba reglas p ara estilos de o rato ria bajo, m edio y alto, p ara
enseñar, com placer y em ocionar, respectivam ente, a los oyentes,
agrega que, au n cuan d o tales estilos son ap ro p iad o s p ara los
asuntos judiciales, no se p u ed en aplicar a la o rato ria eclesiástica
p o rq u e en ésta todo asunto sobre el qu e se predica es im p o rta n te
([1576] 1945, libro 5, cap. 18, vol. 3, p. 603). A gustín estaba
convencido de que todo aquello con lo que se topaba la h u m an id ad
debía in terp re tarse con referencia a su función d e n tro del designio
más am plio del plan providencial divino. El vivir c o n fo rm e a tales
condiciones era u n “ejercicio co n tin u o de traducción, u n ir m ás
allá de los contextos literales de las cosas (objetos, acontecim ientos,
personas) para captar la im portancia que a d q u ieren bajo la luz de
una perspectiva más am plia” (Fish, 1972, p. 25).
Exhibiendo u n p u n to de vista similar, G uarnan P om a confiere
im portancia a toda cuestión, relacionándola con el d estin o e te rn o
de la h u m an id ad y con la evitación del castigo divino. Para él, n o
hay u n a je ra rq u ía d e las ofensas q u e vaya de las m ayores a las
m enores; los ultrajes q u e se co m etan co n tra el más hum ilde uindio
tributario” son tan graves com o los que se les inflijan a los señores
étnicos. T o d a la experiencia h u m a n a —la p recolom bina, al igual
que la colonial bajo los españoles— la traduce a las fuerzas an tag ó ­
nicas del vicio y la v irtu d en el p lan o del individuo, y cada p erso n a
tiene que librar esa batalla en el transcurso de su p ro p ia vida. C om o
m iem bro de u n a raza cuyo avance histórico ha sido tru n c ad o p o r
la conquista y colonización extranjeras, G uarnan P om a rechaza la
m atriz conceptual de la historiografía eu ro p ea qu e proyectaba el
avance de la hu m an id ad h a d a u n a m eta últim a y q u e daba p o r
sentada la superioridad p ara alcanzarla, d e los p ueblos blancos
europeos p o r e n a m a d e otras culturas. En vez de ello, o p ta p o r el
concepto teológico q u e sitúa el g ran (y único) d ra m a d e la
DE LA NARRATIVA AL SERMÓN 91

hum anidad en la arena de la salvación o la perd ició n individuales.


Así, en la pbra de G uarnan Pom a, lo qu e acaece e n el m u n d o de
los asuntos hum anos eleva a u n a p o tencia más alta el factor de la
narración de “lo que o cu rrió ”. A un cuan d o su exposición nunca
ab andona el espectáculo del P erú colonial y de los peruanos,
G uarnan Pom a trata de d arle sentido a su especificidad, así com o
de dignificarla, colocando esa experiencia en u n a esfera teológica,
y no historiográfica. Los acontecim ientos específicos de la historia
son devorados p o r la contem plación de los acontecim ientos que
tipifican la naturaleza hum ana. En consecuencia, lo que dom ina es
el lenguaje de la m oralidad cristiana, el del vicio y la virtud. G uarnan
Pom a abandona el proyecto d e n a rra r lo que había acontecido en
el Taw antinsuyu hasta el m o m en to d e la conquista española, con
objeto de p o d e r relatar lo que o cu rre d e m an era general en el Perú,
en la vida cotidiana de los andinos colonizados. La form a en que
fundam enta conceptualm ente las distinciones m orales convierte
los sucesos de su'P erú co n tem p o rán eo en u n ejem plo de la ironía
de toda la c o n d id á n hum ana. P o r más que en la Nueva coránica y
buen gobierno se reiteren co n stan tem en te d e rto s tipos de actos
(tales com o los abusos que curas y corregidores com etían con los
nativos), a la postre ofrece poca in fo rm a d ó n e n cuanto a la form a
en que se desarrollaban los ac o n te d m ien to s públicos, y sí ilustra y
recalca, en cam bio, las form as universales de las a c a o n e s hum anas.

La literatura de la conversión

A un cuando posee afinidades con la retórica eclesiástica e n gene­


ral, la Nueva coránica y buen gobierno en tra en u n diálogo directo con
los cate asm o s y serm onarios que se elab o raro n e n Lim a p ara la
p o b la d ó n autóctona andina. Ú nicam ente en este contexto adquie­
re n sentido las d escripd o n es que hace G uarnan Pom a en cuanto a
sus objetivos literarios. M anifiesta qu e su libro lleva la in te n a ó n de
ser u n a guía confesional p ara los andinos:

La dicha corónica es muy útil y prouechoso y es bueno para emienda de


uida para los cristianos y enfieles y para confesarse los dichos yndios y
emienda de sus uidas y herronía, ydúlatras y para sauer confesarlos a los
dichos yndios los dichos saserdotes ([1615] 1980, p. 1).
92 DE LA NARRATIVA AL SERMÓN

Esta declaración en cuan to a su p ro p ó sito la rep ite en el prólogo


general al lector ( i b i d p. 11).
Las afirm aciones de esta índole p rovienen directam en te de la
literatura religiosa destinada a los nativos am ericanos. En el Symbolo
catholico indiano, fray P ed ro de O ré m anifiesta que los esfuerzos de
su herm ano, fray Luis Jeró n im o , resu ltarán beneficiosos p ara los
sacerdotes que atien d en a los indios, así com o p ara los propios
indios: “Las tengo p o r obras g ra n d em en te vtiles y prouechosas, assi
para los curas de Indios com o p ara los mism os In d io s.” En el Arte
y vocabulario de la lengua general del Perú llamada quichua, tam bién
se describe su propósito de la m ism a m anera:

El qual será muy útil para todo género de gentes, así curas de Yndios, como
otras personas eclesiásticas y seglares que deuieren de tratar con los Yndios
en poblado y yendo de camino... Será también de mucho prouecho [para]
el que comienza en la lengua Yndica para los que oyen confesiones (1614,
f 4 r).11

Hay dos puntos de contacto e n tre la crónica del p e ru a n o y los libros


de instrucción religiosa del T e rce r Concilio. El p rim ero está e n las
argum entaciones polém icas qu e se hacían acerca d e la sociedad
andina tradicional y del p o tencial espiritual de los andinos; el
segundo se en cu en tra en la teo ría de la com unicación que se p o n e
en práctica d e n tro de esos textos didácticos. En estas obras late el

11 En 1584 y 1585 se habían publicado tres obras religiosas. La primera, titulada


Doctrina christiana y catecismo para instrucción de los indios y délas demás personas, constaba
de una cartilla, o exposición de la doctrina cristiana, y dos catecismos: uno corto, "para
los rudos y ocupados” (f 13 r), y el otro, más extenso y en forma de diálogo, “para los
que son mas capaces” (ibid., f 25 r). La segunda publicación se llamaba Tercero catecismo
y exposición de la doctrina christiana por sermones; consistía en una serie de treinta y un
sermones que contenían el catecismo y una extensa descripción de la doctrina cristiana,
en relación con las prácticas rituales andinas. Y finalmente, el Symbolo (Oré, 1598) trilingüe
(“un manual Indiano, y vn Sermonario y Symbolo y Arte en la lengua Quichua y Aymara
con su declaración en romance” según Pedro de Oré), estaba conformado por cánticos,
que eran similares a los sermones.
Vale la pena señalar que Guarnan Poma también produjo textos explícitamente
religiosos como parte de su propia obra. En el capítulo sobre los “Yndios” del Buen
gobierno se dan instrucciones en cuanto al programa y la manera de las observancias
religiosas, e incluye una larga serie de oraciones cristianas en quechua ([1615] 1980, pp.
840-851). Lo más probable es que muchas de estas plegarias las copie de las obras en
cuestión; el Salve Regina, por ejemplo, lo da en una versión quechua (ibid., p. 849) que es
idéntica a la que se presenta en la Doctrina christiana y catecismo para instrucción de los Indios
(1584, f 3 v).
DE LA NARRATIVA AL SERMÓN 93

pulso de la polém ica a la que G uarnan Pom a responde; éstos fu ero n


los docum entos que circularon librem ente en tre los indios ladinos
del Perú y en tre los españoles, la m ayor p arte de ellos clérigos, que
trataban d irectam ente con aquéllos (Acosta, 1982). La defensa
que de su raza hace G uarnan Pom a constituye una reacción directa
a los sesgos que se expresan en dichos textos doctrinales. En el
repaso que hace de las “crónicas pazadas” ([1615] 1980, p. 1089),
m enciona una u o tra de estas obras; y el Tercero catecismo y exposición
de la doctrina por sermones p u ed e servir de ejem plo en cuanto a la
actitud que los m isioneros dejan expresada en tales libros.
Las acusaciones más graves que se les hacían a los andinos eran
las altisonantes condenas de la idolatría, de la ebriedad, de los
delitos sexuales y de la prom iscuidad. El serm ón XVIII del Tercero
catecismo va o rien tad o co n tra la adoración de las waqas (deidades
locales, lugares sagrados) andinas. C om o si ello fuese p ru eb a
definitiva de que se trata de falsos dioses, el p red icad o r pregunta:

¿Por ventura las guacas defendieron a vuestros antepasados de los viraco­


chas?12 Dadme acá la guaca, yo le pisaré delante de vosotros y la haré
pólvora... Todo es engaño y mentira ([1585] 1773, p. 243).

Q uienes sigan ad o ran d o las xvaqas y obedezcan a los hechiceros no


ap ren d erán la ley divina, sino que seguirán siendo iguales a las
bestias incivilizadas de los campos:

El indio que no aprende la Ley de Dios es como bestia que no quiere mas
de comer, y beber, no tiene otro gusto, sino en pacer yerua. ¡Hombre! tu
no eres carnero, ni caballo. La lengua que tienes no es solo para comer,
como el caballo, y el carnero, sino también para hablar como hombre (ibid.,
p. 288).

Al igual q u e la idolatría, el delito d e la b o rrac h era ritual es atacado


tam bién, a causa del efecto que ejerce sobre la razón hum ana; la
em briaguez priva al hom b re d e “lo m ejor que Dios le dio, a saber,

12 En la jerga mitad español y mitad quechua de la época de Guarnan Poma, viracocha


se aplicaba a los individuos españoles (véase [1615] 1980, pp. 49 y 925). Literalmente, el
vocablo significa “laguna de grasa”, porque la grasa simboliza las facultades de creación,
y también de gobierno. Así, los viracochas eran los que estaban al mando. A partir de 1532,
la palabra se aplicó a los europeos, y hoy en día, en algunas comunidades andinas sigue
teniendo el significado de “patrón" (véase ibid., vol. 3, p. 1107).
94 DE LA NARRATIVA AL SERMÓN

la razón y el ju i d o h u m a n o s”, y lo reduce a la c o n d id ó n de un


perro: “Lo m ejor que Dios os d io que es el ju i d o y la razón de
hom bre, y de h o m b re os volvéis caballo y aun P e rro ” (ibid., pp. 315
y 316).
En los serm ones se co n d en an igualm ente de la m an era más
vigorosa la fo m ic a d ó n , el adulterio y la sodom ía. El castigo de Dios
p ara estos pecados es la ru in a de la n a d ó n andina:

Sepa que la causa porque Dios ha permitido que los Indios seáis tan
afligidos, y acosados de otras naciones, es por ese vicio [la sodomía] que
vuestros pasados tuvieron, y muchos de vosotros todavía tenéis. Y sabed
que os digo de parte de Dios que si no os enmendáis, que toda vuestra
nación perecerá y os acabará Dios y os raerá de la tierra (ibid, pp. 347-348;
véanse también las pp. 304 y 333).

La a fírm a d ó n en el sen tid o de que la su b y u g aa ó n del P erú es u n


castigo divino, y de que la form a últim a d e tal castigo es la
d e stru c d ó n de la n a d ó n p eru an a, constituye u n a e x p licad ó n espi­
ritual de los asuntos seculares, y es cuestión d e la que, a su vez, pasa
a ocuparse G uarnan Pom a. Éste niega los pecados d e los padres,
así com o de los hijos, e, invirtiendo la situ ad ó n , lanza la cólera de
este castigo divino contra los propios españoles. Su esfuerzo se ve
fad litad o p o r el hech o de q u e po n e en práctica los p rin d p io s de
la c o m u n icad ó n in tercu ltu ral que se esbozan en el “P ro em io ” del
Tercero catecismo.

Una teoría de la comunicación entre culturas

T itulado “Del m o d o que se ha de te n e r en en se ñ a r y p red ica r a los


Indios”, el p re fa d o del Tercero catecismo p resen ta u n a g ran riqueza
e n cuanto a consejos so b re la form a de com unicarse con los
aborígenes. La p rim era regla de retórica que d eb e seguir el cura
evangelizador —h a d e n d o eco de las enseñanzas d e fray Luis— es la
de adecuar el m ensaje a aquellos que lo escuchan: “H ase pues de
acom odar en to d o a la c a p a d d a d de los oyentes el que quisiere
h acer fruto con sus serm ones o razonam ientos” (ibid., p. vii). La
segunda, es que los aspectos p rin d p ales que haya q u e en se ñ a r se
d eb en re p e tir con la fre c u e n d a que haga falta p a ra q u e el oyente
los retenga en la m em oria (ibid., p. viii). La siguiente es q u e el estilo
DE LA NARRATIVA AL SERMÓN 95

tiene que ser claro, sencillo y breve; el lenguaje d eb e ser el de “la


conversación e n tre com pañeros, y n o el d e la declam ación teatral”
(ibid. t pp. ix-x). Y la cuarta, que es la m ás im p o rtan te, es que el
predicador, adem ás de hacer que se en tien d a su mensaje, debe
persuadir a sus oyentes d e que lo sigan: “El q u arto aviso, y el más
im portante, es, que de tal m anera se p ro p o n g a la doctrin a chrisda-
na, que no solo se perciba, sino qu e tam bién se p ersu ad a” (ibid., p.
x). Así, el vehículo qu e se prefiere p a ra com unicarse con un
auditorio indígena relativam ente refinado, n o es el diálogo con
preguntas y respuestas (que era el fo rm ato al que se habían
apegado los prim eros catecism os), sino más b ien el serm ón:

Asi también es menester que esta misma Doctrina se les propusiese a los
Indios en tal modo, que no solo la percibiesen, y formasen concepto de
estas verdades christianas; pero también se persuadiesen a creerlas, y
obrarlas como se requiere para ser salvos: y para esto es necesario diferente
estilo, y ha de ser como Sermón, y Plática del Predicador, y tal que enseñe,
y agrade, y mueva a los oyentes, para que así reciban la Doctrina de Dios,
y la guarden (ibid., p. xiv).

U na vez más, al igual que fray Luis d e G ranada, el m isionero


preceptista sugiere que la m ejor m an era d e conm over al público
andino, com o a cualquier g ru p o que escuche u n serm ón, es a través
del em pleo de interpretacio n es vivaces, m ás qu e m ediante argu­
m entos razonados: “Estos Indios, com o los dem ás hom bres, mas
se p ersu ad en y m uevan p o r afectos qu e p o r razones.” Así, se
recom iendan vigorosam ente las exclam aciones, los apostrofes y
otras figuras del arte orato rio , p ara em o cio n ar al lector, y entre
ellas figuran de m anera p ro m in en te los símiles y los ejem plos, para
hacer que lo ex trañ o se vuelva inteligible (ibid., pp. xi-xii).
E n todos estos aspectos, G uarnan P om a resp eta a los preceptos
del catecism o. Se adhiere a la regla de la adecuación dirigiéndose
p o r separado a todos los grupos de la colonia; lo q u e sostiene, lo
rep ite infinitas veces. H ace innum erables discursos exhortativos, y
la in tención de p ersuad ir a su au d ito rio resulta palm aria. Al ad ap ­
tar el m ensaje a su receptor, G uarnan P om a escoge la form a del
serm ón (“la Plática del P red icad o r”). De hecho, cada uno de sus
diecinueve prólogos es u n serm ón, y los p ropios capítulos se
ajustan a ese form ato. P ara que se en tien d a la m an era en que las
narraciones de capítulo siguen las reglas del serm ón, tengo que
96 DE LA NARRATIVA AL SERMÓN

regresar al tratado de fray Luis sobre la p redicación (véase tam bién


A dorno, 1979a).
Fray Luis explica que el serm ón, al igual que cu alquier oración,
consta de tres partes: la exposición, la argum entación y la amplifi­
cación. La exposición se concibe com o un a n arració n —posible­
m ente histórica, aunque no es necesario que lo sea— que contiene
lo que ha sucedido, o lo que podría suceder: “E xponem os pues con
estilo sencillo, o con n arració n histórica, con la cual declaram os
nuestro intento, o lo que ha sucedido o puede suceder” (la cursiva es
mía). La argum entación se usa a guisa de dem ostración, con la cual
el p redicador trata de hacer creíble aquello que es dudoso: “Pro­
bam os con argum entos y razones, con las cuales in ten tam o s hacer
creíble lo d u d o so .” Se en tien d e p o r am plificación, aquel discurso
o rientado a m over los afectos del oyente:

Amplificamos cuando con una oración extendida,... concitamos el ánimo


del oyente a ira, compasión, tristeza, odio, amor, esperanza, miedo,
admiración o a cualquiera otro afecto (Granada [1576] 1945, libro 2, cap.
3, vol. 3, p. 508).

La argum entación va dirigida al entendimiento, el cual, en la an tro ­


pología escolástica, es la facultad intelectual del alma. La amplifi­
cación va orien tad a a la facultad de la voluntad, con objeto de
movilizar a la capacidad p ara que efectúe algún acto:

Pues por este medio abrimos camino para mover las pasiones, persuadir,
disuadir, alabar o vituperar; porque para estas tres cosas principalmente
conduce la razón de amplificar (i b i d libro 3, cap. 1, vol. 3, p. 530).

Los capítulos narrativos de G uarnan Pom a se ajustan a la fórm ula


de la exposición, p o r más que estén salpicados con elem en to s de
argumentación. El capítulo qu e se dedica a la P u ru n R una, que es la
tercera época preincaica an d in a en el esquem a de G uarnan Poma,
constituye u n ejem plo de este procedim iento. N a rra la experiencia
de un pueblo industrio so y tem eroso de Dios, a la m an era de la
exposición. Y pasa a la argum entación, cuando tra ta d e d em o strar
que estos infieles no eran m oros, ni turcos, ni ju d ío s, sino m ás bien
“españoles”, es decir, que p erten ecían a la trad ició n cultural
bíblica que los cristianos reclam an p ara sí. El prólogo, co n el que
concluye el capítulo, sirve com o amplificación, p o r cu an to trata de
DE LA NARRATIVA AL SERMÓN 97

incitar al lector a que pase a la acdón:

Mira, cristiano letor, aprended desta gente bárbara que aquella sonbra de
conoser al Criador no fue poco. Y ací procura de mesclar con la ley de
Dios para su santo seruicio ([1615]] 1980, p. 62).

En estos m om entos el serm ón en sí se disuelve, al señalar lo que


espera alcanzar más allá de sus propios límites. En la mayoría de
los capítulos, irru m p en en la n a rra d ó n com entarios que interpola
el orador, dirigidos al lector. Así, la expo sid ó n , la arg u m e n tad ó n
y la am plificadón no se m an tien en del todo com o unidades discre­
tas, sino que se traslapan de la m ism a m an era que o curriría en
cualquier serm ón. Ú nicam ente los prólogos son incesantem ente el
centro de la am plificadón, puesto que tra ta n de m over al lector a
que efectúe alguna a c d ó n en el m u n d o de la e x p erie n d a vivida.

El papel privilegiado que desempeña la invención

Pero, entonces, ¿cómo encaja la idea de la n a rra d ó n , es d e d r, la


p re se n d a de u n a teleolpgía, según la expuse en el capítulo anterior,
en un m arco de re fe re n d a que tam bién abarca el serm ón? Si la
poesía avanza p o r m edio de mimesis y retórica, de afirm a d ó n y
d em o stra d ó n (Howell, 1975, p. 93), ¿cómo coexisten los dos aspec­
tos en la Nueva coránica y buen gobierno? H e sostenido que la Nueva
coránica de la ex p erien d a andina es u n a n a rra d ó n que com ienza
con la c re a d ó n de A dán y la g e n e ra d ó n d e la Vari Vira C ocha Runa,
y term ina con el registro de la m u erte del últim o Inca. Y sin
em bargo, d e n tro de ella aparece el serm ó n en la form a de los
prólogos. Estos serm ones ejercen u n efecto corrosivo, al ro m p e r el
ritm o y la p au ta del relato, así com o la d ista n d a estética en tre el
n a rrad o r y el lector. A causa de la introm isión que significa el hecho
de que el a u to r se dirija d irectam ente al lector, los personajes de
la n a rra d ó n q u ed an asimilados con los lectores que se hallan fuera
de ella. G rad as al ir y venir continuo desde u n nivel n a rra d o n a l a
otro, las unidades del relato pasan a ser ejem plos en el contexto
del serm ón, p o r más que reten g an su id en tid ad com o episodios de
la historia de la d v ilizad ó n andina.
En la Nueva coránica parecía surgir u n a p ugna en tre el im pulso
de la historia y el de la ficd ó n m ítica o épica; en el Buen gobierno,
98 DE LA NARRATIVA AL SERMÓN

estos im pulsos ceden claram ente el paso a u n a tensión e n tre la


poética y la retórica, con p red o m in io definitivo de esta últim a. El
triunfo de la retórica en el Buen gobierno zanja el debate, que n o se
había resuelto, en cuanto al tip o de g én ero de que se trata, co n el
que se inició el presente estudio. El p roblem a se refiere al estatus
que guarda la verdad fren te a la verosim ilitud y ante el relativo
papel que desem peña la invención. La inventio es parte constitutiva
del serm ón en el m ism o g rad o en q u e lo es de la n arració n , y fray
Luis la define com o “el acto con que el e n ten d im ien to busca y halla
cosas verdaderas o verosímiles, aptas a p ersuadir lo qu e se in te n ta ”
([1576] 1945, libro 2, cap. 1, vol. 3, p. 506). Tal com o lo indicaba
fray Luis al describir la exposición del serm ón, el escrito r está en
libertad de usar lo que ha o cu rrid o o lo que podría ocurrir; en o tras
palabras, aquello que es v erd ad ero , o lo que es verosímil. La
verosim ilitud ocupa u n sitio privilegiado d en tro de la retó rica en
general. C ierto es que en la o rato ria legal la descripción de las
circunstancias tenía que ser el resu ltad o de una indagación rigurosa
de los hechos; pero en la retó rica dem ostrativa o deliberativa, había
una am plia gam a de m edios que p o d ían venir en ayuda de los tem as
de la literatura didáctica, siem pre y cuando cayeran d e n tro de los
límites de la verosim ilitud (Cros, 1971, pp. 85^86). Las cuestiones
de descripción, p o r ejem plo, n o es m en ester que se ap eg u en
exclusivam ente ni a la realid ad co n creta ni a la proyección ideal
(ibid., p. 88). C uando se la em plea p ara alabar o vituperar, la
retórica no necesita ser objetiva (ibid., p. 83).
En m ateria de invención, en la retó rica eclesiástica, fray Luis se
inclina en favor de la conformación, o razonamiento fingido, qu e
define de m anera sum am en te g en eral com o discurso inventado.
Esta práctica la atribuye n o sólo a los oradores clásicos, sino
tam bién a la Sagrada E scritura, e incluso —de m an era significativa—
a los profetas. Según fray Luis, el escritor, pongam os p o r caso
Jerem ías, está justificado al p resen ta r n o solam ente lo q u e la g en te
dice en general, sino tam b ién lo q u e debiera d e d r, o lo qu e d eb ió
de h ab er dicho. A través d e la conformación, se p o d ía n a ñ ad ir
(inventar) discursos y a c o n te d m ien to s que en realidad jam ás acae-
d e ro n , p ara efectos de am p lific a a ó n y con el fin d e in star a la
co n m isera d ó n ([1576] 1945, libro 3, cap. 9, vol. 3, p. 545). Para fray
Luis, el razonamientofingido es el caballito de batalla del p redicador:
“N o sé yo si hay cosa que más p erten ezca al o fid o del p re d ic a d o r”
(ibid., cap. 8, vol. 3, p. 544).
DE LA NARRATIVA AL SERMÓN 99

Puesto que la inventio tom a e n consideración n o sólo lo verda­


dero, sino tam bién lo verosímil, surge o tra posible justificación
—bajo la rúbrica de la retórica— p ara los épisodios ficticios que
G uarnan Pom a introdu ce en la historia de la conquista del Perú
p o r parte de los españoles. Los acontecim ientos se p u e d e n retratar,
no en la form a que fueron, sino com o p u d iero n h a b e r sido: “lo que
ha sucedido o puede su ced er”. Lo que en realidad haya acaecido
carece de im portancia, desde la m anera en que se en m arca la
proposición central, hasta la presentación de los argum entos.
M ientras que el histo riad o r consideraría tales episodios com o
absurdos y faltos de toda justificación, resultan p erfectam ente
legítimos desde el p u n to de vista del o rad o r o del p red icad o r —o
de cualquiera que adopte el estilo del “Serm ón, Plática del Predi­
cador”. Así, puesto que G uarnan Pom a hace caso om iso del hecho
histórico rigurosam ente com probado, su razonamiento fingido que­
da doblem ente justificado: en p rim e r lugar, p o rq u e n a rra su epo­
peya; y en segundo, p o rq u e utiliza el arte de la retó rica para
persuadir al lector de la dignidad y la gloria de la civilización
andina.

El símil de Lucifer

Para ponerles m arco a sus argum entos políticos, G uarnan Pom a


asimila el estilo oral y las figuras del discurso eclesiástico, explotan­
do el símil con gran m aestría. La expresión que com únm ente utiliza
para establecer una co m paración con los españoles es la que se
refiere al orgullo de Lucifer: “C om o el gran ángel tan herm oso,
Luysber, se hizo Lucefer, p erd ió el cielo p o r su sob erb ia” ([1615]
1980, p. 560). Este símil lo aplica a los colonizadores en diversas
ocasiones (véase ibid., pp. 439, 494, 551, 598, 813, 950, 961, 969,
1178), y las veces que los acusa del pecado de soberbia son in n u m e­
rables.13 P o r lo com ún asocia los actos d e traición política con el

,s En la Nueva coránica y buen gobierno he encontrado alrededor de ochenta refer­


encias a la *soberbia?. Guarnan Poma aplica sin cejar esta palabra cuando describe los
arrogantes abusos que los colonizadores españoles cometen con los andinos. A la vez que
señala de esta manera los delitos políticos utilizando el lenguaje de la retórica eclesiástica,
también indica que la caída de Huascar Inca fue el resultado de una altiva soberbia (ibid.,
p. 117; véase también la p. 388): “Por la soberbia ganó Uascar tanto pleyto y batalla y
muerte.”
100 DE LA NARRATIVA AL SERMÓN

pecado de la excesiva altivez, del m ism o m o d o q u e e n el Tercero


catecismo se describe el crim en d e L ucifer co m p arán d o lo con un
acto de traición (“Los co n d en ó com o a traidores a p en a e te rn a ”)
([1585] 1773, p. 68). Estos ángeles caídos ya no se hallan al lado de
Dios: “Y tien en su corazón lleno de rabia y de envidia co n tra Dios
y contra los que son del vando d e D ios” (ibidL, p. 69).
D esde su perspectiva andina, G uarnan Pom a em pieza p o r acusar
a los colonizadores de traición, y trad u ce el lenguaje d e los delitos
políticos a la retórica cristiana del pecado. Así, c o n d en a la ejecu­
ción del príncipe inca T upac A m aru p o r p arte d e Francisco de
T oledo, p o r ser un acto m ed ian te el cual el virrey u su rp ó las
prerrogativas d e su p ro p io rey. C om o plebeyo, T o led o n o poseía
autoridad alguna para m atar al so b eran o Inca; G uarnan P o m a lo
llama u n acto de consum ada soberbia.

De los males que abía hecho en este rreyno, ací al Ynga como a los
prencipales yndios y a los conquistadores deste rreyno, ues aquí, caua-
1le ros, la soberuia que tiene un mandado pobre. Se quiso alsarse como se
alsó y mató a un rrey y señor deste rreyno. No pudiendo conoser la causa,
ciño el mismo rrey y señor a de sentenciar y firmar pa[ra] la sentencia y
muerte de otro señor y rrey. Y ací la souerbia le mató a don Francisco de
Toledo ([1615] 1980, p. 461).

P or este hecho, acuáa a T oledo de soberbia (¡ibid., pp. 452, 461, 498,
950, 951) y con las mismas expresiones describe la ejecución del
Inca A tahualpa p o r m an o de Francisco Pizarro; es d e d r, com o u n
acto de tra id ó n política, cuya co n se c u e n d a será la p e rd ia ó n e tern a
(ibid., p. 393).
Así, pues, G uarnan Pom a da a los aco n te d m ie n to s históricos de
la conquista u n a in te rp re ta d ó n q u e es a la vez política y teológica.
En c o n g ru e n a a con esta c o n c e p a ó n , explica la h istoria m o d ern a
andina com o co n secu en d a d e la caída d e L u d fe r, en m ed io d e u n a
pero rata co n tra la c o rru p d ó n de los inspectores d e la Iglesia y
sobre el sufrim iento de los trabajadores andinos e n las minas:

Y ací castigó a aquel Luysber, tan gran ángel y tan hermoso, con sus
seguaces. Y cayeron los ángeles malos del cielo como arena de la mar y
mucho más, conforme la culpa como lo merecieron. Los primeros
entraron al ynfierno con su Príncipe de las Tinieblas para rrecibir mayor
castigo. Y otros quedaron en el mundo entre los hombres a estoruarnos
DE LA NARRATIVA AL SERMÓN 101

la yda del cielo y engañarnos al pecado (¡ibid., p. 969).

Al m ism o tiem po que trae a los ángeles caídos al m u n d o para


explicar la subversión colonialista d e las almas andinas, los am enaza
con su castigo terrenal: “A d e sau er q u e ay u n solo Dios y rrey y su
justicia. Y los soberbiosos com o L uzeber serán castigados en este
m undo, ya que n o en el o tro m u n d o , con el castigo de Dios” (ibid.,
p. 1178). A diferencia de la Nueva coránica que concluía am enazan­
do a los españoles con la co n d en ació n etern a (ibid., p. 369),
G uarnan Pom a da fin al Buen gobierno con la prom esa del castigo
en este m undo.

La voz del predicador

Puesto que el serm ón p resu p o n e q u e en u n o d e los lados h ab rá u n


auditorio cristiano, crea en el o tro la voz de la auto rid ad m oral y
espiritual —en la persona del p redicador. Al igual que se hizo en
los opúsculos y serm ones religiosos que se escribieron p ara los
andinos, aquel q ue va a d a r u n serm ó n p o n e su p ro p ia voz p o r
encim a del estatus del lector, ya sea éste u n rey, un cacique o u n
plebeyo. El serm ón exalta la su p erio rid ad del predicador, y, en
consecuencia, G uarnan P om a saca p artid o de ello a to d o lo largo
de su o b ra .14 D onde m ayor significancia cobra el au to rre tra to que
se hace G uarnan Poma, es e n el co n tex to de las cualidades perso­
nales que se esbozan para el p redicador. Se ve precisado a descri­
birse com o un cristiano ju sto , caritativo y piadoso; al igual que san
Pablo, es él quien tiene qu e d a r el m ejo r ejem plo. En m uchas de
sus anotaciones autobiográficas se recalcan su piedad y su devoción
cristiana hacia el prójim o. La n arració n d e su vida al servicio de

14 En la retórica clásica, la persuasión se consideraba “una compleja reacción


humana desencadenada por una creencia racional en la verdad de la (esis del orador, por
la aceptación emocional de la tesis como placentera en alguna forma, y por la aceptación
ética del carácter del orador, como hombre sensato, de buena moral y de buena voluntad"
(Howell, 1975, p. 55). En la propia época de Guarnan Poma, Suárezde Figueroa recalcaba
que el predicador debía ser de edad madura, puesto que con ello iba a ser capaz de
comunicar juicio, prudencia y razón: “Un moso en el trono de un pulpito disminuye
grandemente la devoción, siendo en cuanto dice (a lo menos con la presencia) poco eficaz
para la reprehensión, poco atractivo para la obediencia" ([1617] 1913, p. 126).
Sin embargo, lo más importante para el predicador es su piedad Citando a
Menandro, fray Luis de Granada le recuerda al lector “Quien persuade son las cos­
tumbres del orador, y no la oración" ([1576] 1945, libro 1, cap. 2, vol. 3, p. 494).
102 DE LA NARRATIVA AL SERMÓN

C risto term ina sólo después de que nos ha descrito su viaje final a
Lima, reconfortando en el cam ino a su gente y distribuyéndoles
estampas. Sin em bargo, son los serm ones de G uarnan Pom a, más
que los autorretratos que hace p ara sus propios propósitos, los que
crean la voz y el carácter del n a rra d o r com o cristiano piadoso.
U n excelente ejem plo d e la form a en que m anipula el estilo del
serm ón es el que se e n cu en tra en el prólogo que dirige a sus
lectoras, con el que concluye su capítulo sobre las biografías de las
Coyas (i b i d p. 144).15 Aquí, la co njunción de la teoría retórica y de
la sem iótica ofrecen una visualización de la form a en que crea el
personaje literario. En estos m om entos, únicam ente to m aré en
consideración un solo aspecto del p u n to de vista n a rrad o n al, que
exploraré más a fondo en el capítulo 5. En am bos casos sigo la
defin id ó n que da Uspensky d e p u n to de vista n arrad o n al, com o
la postura que establece el sujeto q u e describe, respecto de los
personajes que retrata ([1970] 1973, p. 1). En el pró lo g o en
cuestión, G uarnan Pom a p resen ta el p u n to de vista del n a rra d o r a
m anera tal de colocar a éste e n u n a p o sid ó n su p erio r a la d e las
receptoras que ha indicado, qu e son el au ditorio de las m ujeres
andinas. Este prólogo lo estru ctu ra a la m anera del serm ó n de
arenga, y su m ensaje es el d e in star a las lectoras andinas a que
recu erd en los pecados de Eva y de M am a Uaco, la esposa (y m adre)
de M anco C apac Inca, que, según G uarnan Pom a, fue q u ien trajo
la idolatría a los A ndes (ibid., p. 144). La yu x tap o sid ón de los
personajes bíblicos con los andinos, eleva a la p rim era Coya al rango
de las prim eras grandes pecadoras de la hum anidad, e im p o rta al
m u n d o andino antiguo el con cep to ajeno, cristiano, del pecado
original. La a d m o n id ó n que sub secu en tem en te hace el n arrad o r,

15 He aquí el texto completo de este “prólogo": “Nos espantéys, mugeres. El prim er


pecado que acometió fue muger. La Eua pecó con la mansana, quebró el mandamiento
de Dios. Y ací el primer ydúlatra comensastes, muger, y cimistes a los demonios. Todo
ello es cosa de burla y mentira. Deja todo y teñe deb o d ó n a la Sanctídma Trinidad, Dios
Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Sancto, un solo Dios, y a su Madre de Dios, Santa María
denpre Uirgen. Que ella os fabo re será y rrogará por bosotras del d élo para que gozemos
y nos ajuntemos en el d élo y en este mundo, para que no nos tiente Satanás. Armaos con
la crus y treza el Padrenuestro y el Auemaría y acordándoos de la paaón de Nuestro
Señor Jesucristo, digamos el Credo, para que seamos con la Santídma Trinidad y con
Jesucristo y con su Madre Santa María y con sus sanctos y santas ángeles de la corte del
délo. Para esto armémonos con la señal de la Sancta Crus. De nuestros enemigos líbranos,
Señor, de todo mal del mundo, de la carne y del demonio."
En la exposidón que sigue se reitera una parte de lo que yo sostenía acerca del
punto de vista narradonal (en Dispositio 1979b, pp. 43-44).
DE LA NARRATIVA AL SERMÓN 103

en el sentido de que sus com patriotas se d eben alejar de las


flaquezas q ue m o straro n sus progenitoras bíblicas y autóctonas, y
buscar la salvación en el Dios cristiano, rep resen ta la estructuración
de un m ensaje cuya m odalidad no es la del cacique, sino la del
predicador. Lo que resulta interesante en esto es observar la form a
precisa en que G uarnan Pom a flexiona esa voz extranjera, y su
textura, con objeto de apropiarla a sus propios intereses, que son
muy distintos (véase Volosinov [1930] 1978, p. 163).
En el saludo, el prim er rasgo que llama la atención del lector es
el uso de la lengua quechua para n o m b rar todos los rangos, altos
y bajos, de las m ujeres andinas a quienes va dirigido el prólogo: “A
los letores m ugeres, Coya, Capac Uarmi, Curaca Uarmi, AUicac Uarrni,
Uaccha Uarmi” (consortes del Inca, consortes de los señores p ode­
rosos, m ujeres de los kurakas, m ujeres d e los señores favorecidos
po r el Inca, m ujeres pobres y hum ildes) ([1615] 1980, p. 144). La
interposición de una lengua n atural en el texto escrito de o tra —en
este caso, del quechua en el español— constituye lo que se p odría
considerar u n a postura externa a la narración, en el plano de la
fraseología. N orm alm ente, cuando un escritor in tro d u ce un habla
extranjera o irregular, ello indica que el n a rra d o r recalca lo alejado
que él se en cu en tra de ese acto de habla, puesto q u e asum e un
p u nto d e vista deliberadam ente externo, con respecto al personaje
que se describe (U spensky [1970] 1979, p. 52). En la Nueva coránica,
sin em bargo, ese m ecanism o tiene el efecto contrario, puesto que
la frase en lengua extranjera d enota la p o stu ra in te rn a de G uarnan
Pom a con respecto al m u n d o que representa; la invocación en
quechua es natural e innata, tan to para el n a rrad o r com o p ara el
personaje al q ue se nom bra. La frase, “A los letores m ugeres...
Uaccha Uarmin es u n em blem a de la cercanía, y de hecho, de la
integración del hablante con el m u n d o que describe, y no u n índice
de la distancia que p u diera hab er en tre ellos.
Este uso del quechua foija el vínculo de la identificación del
au to r con el auditorio andino, puesto que debilita el nexo en tre el
hablante y el rey a quien dirige la totalidad de su com unicación. Y
com o el uso del quechua subraya la distancia que hay en tre el rey
español y el d o m inio de la representación andina, la invocación en
quechua establece una relación jerárq u ica d e n tro d e ese dom inio
andino que se está represen tan d o . A prim era vista, p o d ría parecer
que el rey ha sido sustituido p o r u n nuevo recep to r, a saber, las
com patriotas d e G uarnan Poma. Sin em bargo, yo creo que este
104 DE LA NARRATIVA AL SERMÓN

texto se debe con sid erar com o u n a d ram a tiz a d ó n e n la cual el


narrad o r y el m u n d o qu e éste describe hacen u n a rep resen tació n
dram ática d e la piedad cristiana, en provecho del lecto r real. El
tono m oralizador que asum e la voz q u echuaparlante, así com o la
postura verbal que ad o p ta respecto de sus co terrán eas andinas,
convierten este m onólogo en u n diálogo que se lleva a cabo para
edificación del lector, e n u n diálogo en el q u e el n a rra d o r encara
a u n g ru p o de interlocu to res silenciosos, que e n este caso son las
m ujeres andinas.
Tras dirigirse al audito rio an d in o en su lengua m atern a, la voz
del n a rra d o r rep en tin am en te adopta las cualidades d e alguien que
es ajeno a dichas oyentes. Su voz pasa a ser la del Tercero catecismo,
que am enaza a los andinos autóctonos con su p e rd ició n y que les
m anda to m ar las sendas de la fe y la virtud cristianas. Así, G uarnan
Pom a se distancia de la im agen de barbarie, qu e vitupera, y al
m ism o tiem po establece su superioridad p o r encim a d el m u n d o
andino que está describiendo. A todo lo largo d e su p ero rata, en
la que acusa a las m ujeres andinas de los pecados d e Eva y de
idolatría, el o ra d o r se coloca más arriba de sus oyentes ficticias, con
cuyo m u n d o previam ente se había identificado. M ientras qu e allá
era líder étnico y cacique, aquí se convierte en portavoz de la
autoridad m o ral y espiritual. E structurando niveles de* a u to rid ad
p o r sobre las m ujeres que son sus com patriotas, él es el p red icad o r
y el que da consejos, en tanto que ellas son el re b añ o obediente. El
m andato en quechua, au n ad o al serm ón, le p e rm ite n al o ra d o r
ado p tar m ayor estatura qu e sus sem ejantes, y a la vez p erm an ecer
encerrado d e n tro de la esfera que todos ellos rep resen tan .
La distancia en tre el n a rra d o r y las nobles a las q u e se dirige es
m en o r que la en o rm e sim a que lo separa a él del m o d elo del
serm ón que im ita. E strictam ente hablando, G uarnan Pom a no
imita, sino q ue estiliza el serm ó n (Bajtin [1929] 1978, p. 181). Según
Bajtin, o cu rre estilización cuando o tro h ablante se ap ro p ia d e las
características típicas de u n a p ersona en particular, o d e u n d ete r­
m inado estatus social, o d e cierta m odalidad literaria. La estiliza­
ción se distingue de la im itación p o r el hecho d e q u e e n aquélla el
au to r utiliza “el acto d e habla de o tro para perseg u ir sus propios
objetivos, de tal m anera que les im p o n e u n a nueva in ten ció n a las
declaraciones" (ibid., pp. 178-180). La m eta qu e se p ro p o n e G ua­
rnan Pom a es la de im p o n erle u n a au to rid ad je rárq u ic a al “au d ito ­
rio ” ficticio al que se dirige, y elevar su p ropia estatu ra an te el p u n to
DE LA NARRATIVA AL SERMÓN 105

de vista potencial del lector que se ha señalado. Adem ás, al darle


una nueva form a al estilo del serm ó n discursivo, a m odo de
adecuarlo a sus propósitos, el n a rra d o r dom estica y vuelve inocua
la voz externa de am enaza que acom pañaba a aquel estilo. Al
ex h o rtar a su pueblo a que haga u n esfuerzo colectivo para alcanzar
la redención, y puesto que habla com o alguien del in terio r del
grupo que está haciendo un llam am iento a los suyos, con ello queda
nulificada la fuerza extraña y p atern al d e las palabras q u e emplea.
De este m odo G uarnan Pom a se levanta en arm as co n tra el lenguaje
racista y am enazador de la literatu ra de la conversión. En vez de
sim plem ente distanciarse de esa voz ajena, va más allá y la d errota,
al convertirla en u n llam am iento au tó cto n o en favor d e la reform a
interna.
La exhortación con la que term in a el prólogo ilustra perfecta­
m ente el caso. Esta declaración ritual convencional es la consolida­
ción final d e la voz del p red icad o r con la del cacique; y, sim ultánea­
m ente, esa voz se identifica co n el aud ito rio andino: “A rm ém onos
con la señal de la sancta crus de nuestros enem igos; líbranos, Señor,
de to d o m al del m undo, de la carne y del d em o n io ” ([1615] 1980,
p. 144). C on esta exhortación, G uarnan Pom a transform a definiti­
vam ente u n m ensaje de advertencia q u e viene de afuera, en una
expresión de solidaridad p roveniente d e ad en tro . C on estas pala­
bras, el narrador/predicad o r/ca« ^M £ concluye el diálogo con su
rebaño y hace que caiga el telón de la obra dram ática que ha
rep resen tad o para la edificación del rey español. Lo cierto es que
lo que ha hecho G uarnan Pom a h a sido crear la im presión de
que tiene u n estatus de liderazgo com o cacique, asum iendo la voz
del predicador. En esta traducción del concepto del portavoz y líder
autó cto n o a aquellas form as q u e p u ed a e n te n d e r el extranjero,
queda de m anifiesto el p ro fu n d o esfuerzo que dedica G uarnan
Pom a a la com unicación intercultural.

El sermón se apodera de la narración

Regreso, aunque será p o r últim a vez, al pro b lem a con el que


concluí el capítulo anterior, a saber el estatus de la Nueva coránica
com o im itación poética, com o una n arració n sobre la civilización
andina desde los albores del tiem po hasta la invasión española de
los A ndes y la destrucción d e la hegem onía incaica. Q uisiera
106 DE LA NARRATIVA AL SERMÓN

a rg u m en tar que en el Buen gobierno la retó rica eclesiástica se


apodera del im pulso narrativo que tiene G uarnan Pom a, y lo
suplanta. La intencionalidad in tern a que se observa en la Nueva
coránica, se abandona en el Buen gobierno, d o n d e en la descripción
del estatus n o figuran inauguraciones, culm inaciones ni, ciertam en­
te, propósitos. La historia de la civilización an d in a se difum ina en
una serie d e viñetas en las que se re tra ta a los op reso res coloniales,
ju n to con la corrupta explotación a que som eten al p u eb lo andino.
Los capítulos del Buen gobierno no son los episodios d e u n a n arra­
ción más extensa, sino sim plem ente u n rosario de ejem plos que
constituyen el cuerpo del serm ón; tien en la finalidad de ilustrar
cuán necesarias son las recom endaciones de refo rm a que han
pasado a ser los aspectos principales del pro g ram a político y social
de G uarnan Poma. La exposición, la arg u m en tació n y la amplifica­
ción se entrem ezclan y m ultiplican. Las docenas y docenas de
ejem plos, jam ás se convierten en u n a narración; el c o n ten id o del
Buen gobierno es dem asiado vasto, y tam bién dem asiad o difuso,
com o p ara restringirlo de tal m odo. En el Buen gobierno, el serm ón
se apo d era de aquellos fragm entos qu e hu b ieran p o d id o constituir
la narració n y term ina p o r convertirse en la m o d alid ad predilecta
de discurso.
Sin em bargo, la cuestión más ap rem ian te n o es la m an era en
que G uarnan Pom a utiliza la retó rica eclesiástica, sino el saber p o r
qué la em plea. A un cuando su libro es, de la p rim era a la últim a
página, u na em presa retórica dedicada a persu ad ir al rey de España
a que instituya reform as coloniales radicales, esta carga, al p arecer
rebasa las fuerzas del autor, a m edida que se p o n e a describir los
asuntos coloniales. El deseo d e p ersu ad ir a su lecto r e n cuanto a la
veracidad de su versión de la historia andina, lo m anejó dejando
que la n arració n hablara p o r sí sola, crean d o la ilusión del relato
carente de narrador. Pero su p asión y lo q u e está e n ju e g o , resultan
dem asiado fuertes cuando describe el presente. Su necesidad de
persu ad ir se vuelve crítica y, en consecuencia, la n arració n cede el
paso al serm ón.
Este cam bio de la narrativa a la o rato ria p resen ta varias im plica­
ciones posibles. La prim era es que el auge que cobra el serm ó n en
el Buen gobierno constituya el reconocim iento, p o r p a rte de G ua­
rnan Pom a, de que no ha sabido d arle sentido a la experiencia
andina, d ad o lo que ha o cu rrid o desde la llegada d e los españoles.
Sim plem ente n o es capaz de m a n te n e r los acontecim ientos catas­
DE LA NARRATIVA AL SERMÓN 107

tróficos e inauditos d en tro de u n a pauta que p ueda situar y d ar


significado a todo lo que ha acaecido en los Andes. P or derecho
propio, el serm ó n es fragm entario; es incom pleto debido a que su
propósito o m otivo final —la enm ienda del co m portam iento, la
salvación, o lo que sea— se e n cu en tra más allá de su alcance. Es u n
discurso que únicam ente se p u ed e com pletar fuera d e sí mismo; y,
p o r ende, su p a tró n refleja el p ro p io discurso incom pleto del autor,
su propia búsqueda, truncada, del significado de la historia.
Además, el uso de la retó rica específicam ente eclesiástica, en tre
las otras posibilidades de las artes retóricas de la persuasión, resulta
significativo p o r dos razones. La p rim era es que, según la teoría
agustiniana de la retórica, que era la prevaleciente, se debía atrib u ir
a un agente externo (el Espíritu Santo), y no a la o rato ria religiosa
en sí, el hecho de que el p red icad o r alcanzara sus metas. De m an era
análoga, las exigencias de G uarnan Pom a en cuanto a reform as en
la colonia d ependían de agentes externos, puesto que tales refo r­
mas habían de lograrse m ed ian te actos de restitución cristiana,
tanto p o r p arte del rey com o d e los colonizadores. El pesim ism o
del au to r en cuanto al logro de esta m eta se hace explícito, pues
considera que los agentes responsables —los curas párrocos y los
españoles y criollos terraten ien tes— son los peores enem igos de
los andinos. R esulta clara la poca fe que tiene en que m ed iante su
propio discurso se p ued an alcanzar los fines deseados.
Al mism o tiem po, al usar el lenguaje religioso p ara h acer valer
sus pretensiones propias y las de su pueblo, G uarnan Pom a despla­
za el problem a político y su solución, a la esfera espiritual. A
consecuencia de ello, las recom pensas o castigos p o r el hecho de
que los colonizadores cum plan o dejen de cum plir co n su d eber,
tam bién se desplazan al d om inio d e lo trascendental. Tal retórica,
p o r poderosa y persuasiva qu e p u ed a haber sido en labios y en las
plum as de obispos y arzobispos, pasa a ser un in stru m en to patético
en el libro del peticionario andino, carente de todo d erecho. P or
valientes que fueran sus esfuerzos, el hecho de que G uarnan Pom a
optara p o r apoyarse en la retórica religiosa p o n e de m anifiesto que
la suya no era n ingu na am enaza real, ni en el terren o legal ni e n el
político; constituía, más bien, la adm isión de una carencia de
m edios efectivos con los que p u d iera d e fen d er a su pueblo.
Así, el in ten to p o r p arte de G uarnan Pom a de escribir u n a
narración se ve plagado de ambivalencias e incongruencias. En
consecuencia, aquello que p u d o h a b er sido un a conclusión, qu ed a
108 DE LA NARRATIVA AL SERMÓN

abierto; lo que po d ría p ro d u cir u n id ad term in a e n fragm entación;


y lo que p u d iera m over hacia la identificación co n d u ce a la nega­
ción. Éste es el m ensaje abierto en u n p lano del texto (“y n o ay
rem edio en este m u n d o ” y, en otro, refleja la actitu d a la que hay
que achacar la totalidad de la estructura. D ebido al hech o d e que
G uarnan Pom a no expresa esperanza alguna e n c u an to a q u e se
logren las reform as coloniales que p ro p o n e, lo que hace es cons­
truir, y conform e a ello, m inar, sus propios p ro ced im ien to s lite-ra-
rios. M onta u n a historia, esto es, una narració n histórica, sólo para
después n eg ar su significado. La m an era en q u e se apoya en el
lenguaje tiene que encarar el hecho de que G uarnan P om a no cree
en el p o d er que éste tiene p ara la com unicación; hace uso del
lenguaje de la persuasión, p ero deja que éste vigile y m o n te guardia,
p o rq ue no cree en su poder. A un cuan d o G uarnan P om a parece
em plear el lenguaje ingenuam ente, com o si éste p u d iera cap ta r la
naturaleza de las cosas en térm inos figurativos, lo q u e hace, de
hecho, es cuestionar el p ro p io esfuerzo p o r c a p tu ra r ad ecu ad am en ­
te la verdad de las cosas m ed ian te el lenguaje (véase W hite, 1973b,
pp. 36-37).
En este contexto, la desintegración de la n a rració n y el surgi­
m iento del serm ó n con u n relieve cada vez más claro, so n efectos
m utuam ente reforzadores d e la actitud de negación q u e acaba p o r
caracterizar la obra de G uarnan Pom a. N egando qu e la realid ad se
p ueda re p re se n ta r m ed ian te u n a teleología, a b a n d o n a definitiva­
m ente el concepto d e la narració n estru ctu rad a a la m an era con­
vencional. A ntes de pasar a exam inar las consecuencias finales de
este cam bio £n la actitud del autor, m e enfrascaré e n el texto
pictórico, en busca de pruebas que las co rro b o ren . La form a en
que esta retórica de la negación se m anifiesta en la n arrac ió n visual,
constituye la m ateria del siguiente capítulo.
4

LOS IC O N O S EN EL ESPACIO: EL O RA DO R SILENCIOSO

C om o géneros favoritos de G uarnan Pom a p ara la significación


artística, el serm ón correctivo y el dibujo narrativo vienen a encon­
trarse en el terren o com ún de lo didáctico. Al igual que el serm ón,
el arte visual de los siglos XVI y XVII se o rientaba a la instrucción y
la persuasión. Los dibujos eran herram ien tas que en co n trab an u n
gran uso en la instrucción cristiana, y G uarnan Pom a hace frecuen­
tes referencias a “ym ágenes”,1 qu e p robablem ente eran estam pas
o grabados de santos y otras figuras religiosas, com o m ateriales
auxiliares p ara la cristianización d e los andinos. De hecho, afirm a
que él m ism o a m enu d o distribuía tales objetos e n tre su gente
([1615] 1980, p. 1122). Y al decir esto, adm ite que estaba fam iliari­
zado con las iniciativas de la instrucción co n trarrefo rm ista (véase
López-Baralt, 1979a). La influencia que ejercía el arte occidental, y
específicam ente el que se usaba p ara la C on trarrefo rm a, resulta
palm ario en su obra, y, según su p ro p io p u n to de vista, sus dibujos
constituyen la característica de su libro que más probabilidades
tenían de atraer el gusto visualm ente o rien tad o de su principesco
lector eu ro p eo ([1615] 1980, p. 10).2

' Véase Guarnan Poma ([1615] 1980, pp. 598,608,628,632,634,639,650,687,688,


699, 700, 701, 702, 789, 811, 860, 863, 893, 910, 934, 1132 y 1168).
2 Señalando que el rey muestra una cierta afición por las artes visuales, Guarnan
Poma expresa la esperanza de que la variedad y originalidad de los dibujos haga más
amena la lectura de su prosa: “Pasé trauajo para sacar con el deseo de presentar a vuestra
Magestad este dicho libro... escrito y debojado de mi mano y engenio para que la varidad
de ellas y de las pinturas y la enbinción y dibuxo a que vuestra Magestad es enclinado
haga fázil aquel peso y molestia de una letura falta de enbinción y de aquel ornam ento y
polido ysti lo que en los grandes engeniosos se hallan” (ibid., p. 10).
Sin embargo, el papel histórico que desempeñó Felipe III como mecenas de las artes
es dudoso; su nombre está conspicuamente ausente, por ejemplo, de la lista de monarcas
que cita Calderón de la Barca en su protocolo en defensa de los pintores de Madrid (1677).
Ahí, Calderón recuerda a los reyes españoles que han dado apoyo a las artes, desde el
reinado de Femando el Católico, y no se menciona el nombre de Felipe III (Curtius, 1936,
p. 94). No obstante, la corte de Felipe III era famosa por sus intereses artísticos. Francisco
de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, fue el valido de la corte que realmente gobernó
el reino desde el acceso al trono de Felipe III a la edad de veintiún años, y era un generoso
[109]
110 LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO

Al m ism o tiem po, para G uarnan P om a la creación de rep re ­


sentaciones visuales es un a extensión de su p ro p ia tradición cul­
tural (véanse M endizábal Losack, 1961; López-Baralt, 1980, pp.
120-135). H abla de la im p o rtan cia qu e en la adm inistración del Inca
se le confería a la vocación del qillqakamayuq, que era el individuo
que llevaba el registro de la in form ación gráfica, y señala que estos
secretarios del Inca y del concejo real de éste, eran nobles p e rte n e ­
cientes a su p ro p io linaje yarovilca ([1615] 1980, pp. 193 y 361). Tal
com o se m encionó en el capítulo 2, sus descripciones en prosa de
los doce Incas, en las que asienta detalles de la vestim enta y
apariencia de éstos com o si estuviera describiendo retrato s que
hubiera visto personalm ente, sugieren que estaba fam iliarizado
con la tradición pictográfica incaica. Ya sea desde el p u n to de vista
de la cultura autóctona o desde el de la extranjera, el m edio visual
le ofrece a G uarnan Pom a u n vehículo de com unicación fidedigno.
Al exam inar su práctica artística, resu ltará obvio q u e considera que
el dibujo es u n m edio de com unicación más p o d ero so que el
lenguaje escrito.3

Las sensibilidades barrocas

C onform e la cultura latina del M ed iterrán eo fue cruzando el


A tlántico d u ra n te los siglos XVI y XVII, co m p letan d o su esfera de
influencia al “abarcar la A m érica h ispanoportuguesa, que era
la A m érica m ás brillante de la é p o ca” (B raudel [1949] 1976, vol. 2,

patrono de las artes. Su vigoroso sistema de mecenazgo fue probablemente mejor que
cualquier otro que hubiera podido idear el indolente e indeciso Felipe (Volk, 1977, p. 7).
El traslado de la corte, que de Madrid pasó en 1601 a Valladolid, donde permaneció hasta
1606, trajo un gran florecimiento de las artes con la decoración del palacio real de
Valladolid, así como de los alojamientos ducales de Lerma. Con la subsiguiente
restauración (de 1606 a 1611) del palacio de El Pardo, situado en las afueras de Madrid,
prosiguió la gran racha de actividad gracias a la cual Felipe III —a pesar de sí mismo—
llegó a adquirir renombre (ibid., pp. 9 y 11).
* En este sentido, el texto visual posee una ventaja sobre la expresión verbal. La
combinación que hace Guarnan Poma de frases en español y en quechua, dentro de una
misma oración, las vuelve punto menos que ininteligibles, como cuando, por ejemplo,
trata de interpretar la historia del mundo en diez edades históricas ([1615] 1980, p. 925).
En cambio, una ideación pictórica que contenga simultáneamente iconos nativos andinos
y los convencionales europeos puede crear manifestaciones sintácticamente completas e
inteligibles para prácticamente cualquier observador, aun cuando permanezcan ocultos
ciertos valores simbólicos.
LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO 111

p. 826), trajo con ella el arte b a rro co de la C ontrarreform a. Era


característica de este arte el ser propagandista, puesto qu e en él se
traslucía la preocupación p o r convencer al público de la verd ad de
ciertos conceptos que se p o n ían e n tela de juicio:

Así, pues, el arte barroco con frecuencia tiene un dejo de propaganda. En


algunos aspectos, era un arte hecho a la medida... El arte era un medio
poderoso para la lucha y para la instrucción; un medio para afirmar, a
través del poder de la imagen, la Inmaculada Santidad de la Madre de Dios,
la eficaz intervención de los santos, la realidad y el poder del sacrificio
eucarístico, la eminencia de San Pedro; un medio para argumentar, a partir
de las visiones y éxtasis de los santos (ibid., p. 832).

La noción de u n arte concebido n o sólo para enseñar y e n tre ten e r,


sino tam bién para m over el espíritu de la gente, era típicam ente
barroca. C om o teórico, López Pinciano (1596) hablaba de este
objetivo, y autores com o Suárez d e Figueroa (1617) lo m aterializa­
ro n en obras destinadas a re fo rm a r la conducta y las costum bres.
La preocupación p o r influir en el público, frecu en tem en te se hacía
expresa en los tratados teóricos sobre la pin tu ra de ese p erio d o ,
tales com o el Arte de la pintura ([1638] 1956) de Francisco Pacheco.4
La prim acía de la vista, d e n tro de la je ra rq u ía de los sentidos, fue
una idea que se inició con el B arroco (Barthes [1971] 1976, p. 65).5
Maravall resum e el sentim iento del p erio d o hacia el arte d iciendo
que se trata d e una técnica d e persuasión; según él, la g ra n causa
del B arroco es la de agitar las pasiones (“la eficacia en afectar, esto
es, en d esp ertar y m over los afectos, es la gran razón del B arro co ”
(1975, p. 168).
En las artes literarias, los poetas laudaban y parecían envidiar el
p o d er de la im agen visual. En Los cigarrales de Toledo (1621), T irso
de Molina habla d e la licencia d e q u e goza el pincel:

4 Pacheco era de la opinión de que el logro más digno de elogio del artista era la
presentación de observaciones morales ingeniosas, con las cuales embelleciera su obra:
“En un pintor lo que más haya que elogiar son las ingeniosas moralidades de que haya
esmaltado su obra” ([1638] 1956, vol. 2, p. 146; véanse también, tdem, vol. 1, pp. 212-236;
Volk, 1977, pp. 393-397).
5 A los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola se les concede el mérito de haber
elevado grandemente la importancia de la sensibilidad óptica (Gállego, 1972, p. 93). En
los Ejercicios, fue la imagen visual la que pasó a ser el material perdurable, y sus
representaciones figurativas engendraron toda una literatura de ilustraciones (Barthes
[1971] 1976, pp. 66-67).
112 LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO

En el breve espacio de vara y media de liento, pinta lexos y distancias que


persuaden a la vista a lo que significan, y no es justo que se niegue la
licencia que conceden al pincel a la pluma ([1612] 1913, p. 126).

En su p rotocolo (1677), cada vez más frecu en tem en te citado, en


defensa de los pintores de M adrid, C alderón d e la Barca habla del
m ism o potencial que tiene la m anifestación visual:

Pues sabiendo que es un manchado lino de minerales, y licores, hace creer


(o quando no lo crean que lo duden) que se vé presente lo historiado, y
real lo fabuloso (Curtius, 1936, p. 92).

Para C alderón no hay d u d a alguna de que la facultad de la vista


aventaja la del oído (ibid. , p. 93). A parte de señalar qu e la im agen
visual puede m aterializar acontecim ientos que sucedieron hace
m ucho tiem po (o que jam ás ni siquiera ocu rriero n ), en estas
evaluaciones laudatorias se encom ian la im p o n en te d ignidad y el
p o d er creativo de lo visual. Según C alderón, la p in tu ra g u ard a
relación con lo sobrenatural, puesto que el p in tar es un a actividad
que em ula la creación divina, ya que Dios, que de hecho es un
artista, se re trató a Sí m ism o en Sus mayores obras: “Buelbe á
acabar d o n d e em pezó, ratificándose en ser la P intura rem ed o de
las obras de Dios, pues Dios, e n cierto m odo P intor, se re tra tó en
sus m ayores o b ras” (ibid., p. 97).
Ya con an terio rid ad se habían expresado sentim ientos similares,
en el Memorial (Bibl. Nal. de M adrid. MS 2350, flf 272-281) que le
enviaron los pintores de M adrid al p ro p io rey Felipe III, solicitando
la fundación de una academ ia de la p in tu ra (Volk, 1977, pp.
393-397). Los pintores de la co rte le reco rd ab an al rey que es a
través de este m edio m aravilloso com o el Espíritu S anto com p en sa
las lim itaciones hum anas, p o rq u e con ello qu ed a claro en u n
instante aquello que sólo con m uchos libros y m u ch o tiem p o se
podría d ecir (ibid., p. 393). R esum en su argum entación ex p resan d o
la form a en que la p in tu ra p u ed e p o n erse al servicio de las u rg en tes
necesidades en cuanto a decoración religiosa de carácter instru cti­
vo, especialm ente p ara quienes n o saben leer. R especto del efecto
que ejerce la im agen visual en el que la contem pla, re c u e rd an la
anécdota sobre san G regorio: éste se puso a llorar al ver cierta cosa
rep resen tad a pictóricam ente, au n cu an d o la había leído m uchas
veces sin que le llegara tal em o ció n (ibid., p. 394).
LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO 113

El prestigio del arte visual y el hecho d e que se lo asocie con la


instrucción religiosa, hace p erfectam ente lógico que se lo extienda
a propósitos seculares. El florecim iento de la literatura ilustrada en
el siglo XVII fue tal, que a n osotros nos resulta difícil im aginar hasta
qué p u n to influyó en las artes y en la vida en general (Gállego, 1972,
p. 87); era capaz de entusiasm ar a toda un a sociedad (ibid., p. 88).
La literatura del bu en gobierno —d edicada a la educación de los
príncipes y en la que se ofrecían consejos políticos a los m inistros
del rey— constituía una g ran p arte de la literatu ra sobre los em ble­
mas o empresas. Los arbitristas, ya fuesen caballeros o frailes, n o se
co n tentaban con m andarle m em oriales al rey, sino que le dedica­
ban libros enteros. Y, con objeto de fijar sus consejos en la m em oria
del m onarca, los más astutos de estos autores usaban grabados que
deleitaran a la vez que instruyeran, aligerando así la solem nidad de
sus lecciones (ibid., pp. 92-93).
Se pued e considerar que la o b ra de G uarnan P om a se inserta en
el contexto am plio de esta tradición.6 De cualquier m odo, sus
dibujos com unican un significado escueto y recto, a diferencia de
lo que o curría con las elaboraciones esotéricas de la literatu ra
de las empresas; su interés en el valor didáctico del dibujo se asem eja
m ucho más a las actitudes que expresaban los pin to res de la corte
y sus defensores, quienes se p reo cu p ab an p o r la utilidad pública
de la im agen visual que hablaba en silencio y constituía u n texto
vivo (véanse el cap. 3, n ota 10, y Volk, 1977, pp. 393-394).
El espectáculo de las im ágenes m ueve a com punción a quienes
las m iran; y a los ignorantes y burdos, les ofrecen una historia
viviente de Jesucristo, nuestro bienhechor. Y así es, p o rq u e ¿quién
con m ayor vivacidad y pasión im prim e en nuestros corazones la
dulce gravedad, la divina belleza y aspecto maravilloso y au to rid ad
celestial, la pureza y divinidad perfectas de la Más Sagrada Virgen,
que este o ra d o r m udo y texto viviente?
El dibujo, com o o rad o r silencioso, desem peña u n papel decidi­
dam ente retórico. C om o p arte integral d e su p ro p io “serm ó n ”,
G uarnan Pom a utiliza los dibujos p ara agradar, en señ ar y, lo más
im p o rtan te, p ara persuadir. Su sutil m anipulación de la im agen
visual—explotándola en algunas ocasiones, om itien d o m aterializar­
la en otras, y utilizándola p o r lo dem ás p ara suavizar el em bate de
su prosa virulenta— indica que se hallaba a to n o con las sensibili­

6 Véanse Adorno (1974a); López-Baralt (1980).


114 LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO

dades de su época y que tam bién él se convirtió e n un p ro p ag an ­


dista m ediante el uso del arte.

Representación y supresión visuales

El dibujo saca la argum entación polém ica del do m in io de lo


asertivo y le d a el lustre de lo factual; retira de los acontecim ientos
m ilagrosos el elem ento de extrañeza o de in credulidad, y trasm ite
un sistem a de valores com o si se tratase de u n sistem a de hechos
(B arthes [1957] 1972, pp. 123-131). El p o d e r d e la im agen visuaí
reside en el hecho de que tiene significación n o a través de la
argum entación, sino p o r im perativo; da la im p resió n d e ser al
m ism o tiem po generalizada, n eu tra e in o cen te (ibid., p. 125). La
diferencia en el tratam ien to q u e G uarnan P om a da a u n m ism o
suceso, ya lo describa visual o verbalm ente, indica que se halla
consciente d e este hecho; y yo creo que ésa es la razón p o r la que
se apoya tan vigorosam ente en la n arració n pictórica. T enem os u n
ejem plo im p o rtan te de esto en su narració n del alzam iento de
H ern án d ez G irón.
En u n dibujo de las tropas de H ern án d ez G irón com batiendo
contra las fuerzas reales, aparece en p rim e r plan o u n soldado que
dispara un arcabuz (lám ina 5). En u n p e q u eñ o ró tu lo situado sobre
el cañón del arm a, se lee: “Éste m ató d e n h o m b re s” ([1615] 1980,
p. 432). Sin em bargo, en la n a rra d ó n en p ro sa d e la página que
acom paña el dibujo, G uarnan Pom a únicam en te da fe d e ello com o
algo que ha oído d e d r: “Dizen que u n solo arcab u sero m a tó d e n
h o m b res” (ibid., p. 433).7 En este caso el n a rra d o r deja e n claro que
lo que está relatan d o le viene de segunda m ano, y n o asum e
n inguna responsabilidad personal en cu an to a su a u te n tid d a d . Y
sin em bargo, en el dibujo la d e c la ra d ó n escrita carece del m odifi­
cador “dicen q u e ”. D en tro del m arco pictórico, el lenguaje flota,
libre d e las restricd o n es q u e se le im p o n en en la n a rr a d ó n verbal.
De hecho, sería absurdo m aterializar u n suceso en form a pictórica,
y luego agregarle algún calificativo que pusiera en d u d a su acaed-
m iento. Para G uarnan Pom a, el dibujo no tiene q u e aten erse a las
reglas que rigen el lenguaje escrito. El ejem plo d e H e rn án d ez G irón

7 Véase el capítulo 1, nota 11, para las distinciones que establece el quechua en
cuanto a la validación de lo sabido a través de otras personas, o no testimonial.
€*¿0$ **ym+>*A
5. Este soldado mató a cien hombres [(1615) 1980:398]
116 LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO

m uestra la form a en que las im ágenes se le im p o n en al lector sin


trabas lingüísticas y sin que sea preciso h acer referencia a la
verificación potencial de las aseveraciones. En su conjunto, los
dibujos le perm iten al au to r im p o n erle al lector sus pu n to s de vista
sobre la civilización and in a com o u n o rd en social arm onioso, y la
colonia contem poránea com o u n “m u n d o al revés”.
La m ejor form a de co rro b o ra r la tesis en el sentido de que
G uarnan Pom a considera qu e los dibujos tienen m ayor p o d e r
que la escritura es exam inando su reticencia en cuanto a dibujar
ciertos tipos de acontecim ientos. A un cuando expresa la esperanza
de que la variedad de sus dibujos divertirá al lector real, delibera­
dam ente limita la gam a de asuntos que describe visualm ente. Hay
ciertos tem as que de m anera conspicua se hallan ausentes del texto
pictórico de G uarnan Pom a, lo cual sugiere qu e aquello que no
com unica a través de la m odalidad pictórica es revelador. En otros
casos, la presencia de un dibujo neutraliza o dom estica la estriden­
cia de su correspondiente expresión verbal, crean d o u n a distancia
irónica en tre la im agen y la prosa, puesto que los respectivos
m ensajes en tran en conflicto.
H ay varios casos en que u n dibujo do m a o desestigm atiza la
n arración que habrá de seguir. De m an era típica, éstos son los que
p intan los tipos o categorías sociales que interv ien en en la rep re­
sentación que hace G uarnan Pom a de la sociedad colonial. En el
Buen gobierno dedica capítulos en tero s a ciertos grupos, a los que
caracteriza casi exclusivam ente p o r los abusos que com eten contra
la población andina. Sin em bargo, los dibujos que constituyen el
“p rim er capítulo” o intro d u cció n a estos capítulos, son todos ellos
retratos dignificados de dichos individuos. Al cura (ibid., p. 575),
al corregidor (ibid., p. 493), al encomendero (ibid., p. 563) y al in spector
eclesiástico (visitador) (ibid., pp. 689, 692, 695 y 698) se los retrata
visualm ente com o personajes distinguidos, p o r más q u e las n arra­
ciones que los acom pañan sean punzantes ataques co n tra ellos.
G uarnan Pom a se refren a al re p rese n ta r a estas autoridades
locales de la colonia, com o, p o r ejem plo, cuando dibuja a un cura
intachable al inicio del capítulo d en o m in ad o “Los padres de las
d o trin as” y coloca, un o a cada lado del sacerdote, a san P edro y san
Pablo (ibid., p. 575). Sin em bargo, en las prim eras líneas del texto
adjunto se explica que, d e m an era típica, los curas son dados a la
codicia p o r las riquezas y a los pecados d e la carne:
LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO 117

Los dichos saserdotes y padres y curas questá en lugar de Dios y de sus


sanctos... no hazen lo que £stas bieñauenturados hizieron. Antes se uan a
la cudicia de la plata y rropa y cosas del mundo y pecados de la carne y de
apetitos y daños que no se escriue, que el buen letor luego los sabrá para
buen castigo, exemplo (ibid., p. 576).

De m anera similar, los “prim ero s capítulos” de los ap artad o s


correspondientes a los inspectores eclesiásticos, a los co rregidores
y a los encom enderos son los prefacios a virulentas críticas verbales
contra estos funcionarios, q u e parecen contradecir sus palabras.8
Aquí, al parecer se apega a la do ctrin a de la im itación estética, al
retratar visualm ente a los funcionarios coloniales más d irectam en ­
te responsables del bien estar de los andinos, no com o él afirm a que
eran, sino com o debieran de h a b e r sido. D esata su cólera cuan d o
pinta a los dem ás gru p o s q u e constituyen la sociedad colonial
andina: a los “tenientes, ju ece s y escribanos”, a los m ineros, m ayor­
dom os y corregidores de m inas, a los “soberbios criollos y mestizos
y m ulatos”, constan tem en te los retrata explotando a los andinos
nativos.
A este respecto, G uarnan P om a jam ás olvida quién es su p rim e r
lector, y la reticencia que ejerce parece ajustarse a u n resp eto
p rem o d em o p o r la au to rid ad , que fue característico del o rd e n
absolutista del siglo XVII “e n el que la estructura tradicional de la

NGuarnan Poma inicia el capítulo sobre los visitadores de la Iglesia con un retrato
de Cristóbal de Albornoz, a quien llama “llano santo hombre, brabo jues", y al que cita
como al inspector al que acompañó en una campaña de extirpación de idolatrías que
probablemente tuvo lugar en Lucanas, en la década de 1570 ([1615] 1980, p. 689; véase
Duviols, 1967). Junto a este distinguido retrato de Albornoz aplicando uno de sus castigos
ejemplares, se halla la crítica de Guarnan Poma enderezada contra estos visitadores (ibid.,
p. 690). De hecho, en los dibujos de todo este capítulo se pinta una imagen positiva de
los inspectores, mientras que el texto en prosa no describe más que el lado oscuro de sus
actividades.
De manera similar, el “prim er capítulo” sobre los corregidores comienza con un dibujo
en el que el corregidor se encuentra tranquilamente dictándole a su secretario y llevando
a cabo sus labores en forma correcta; y sin embargo, el texto en prosa que lo acompaña
nos dice: “Y como biuen apsolutamente con poco temor de la justicia y de Dios en todo
el rreyno, y sacan treynta mil pesos del corregimiento y salen rricos, haziendo daño a los
yndios pobres y a los prendpales, m enospredando y quitándole sus ofidos y cargos en
este rreyno (ibid., pp. 491-492).
El capítulo sobre los encomenderos también empieza creando una dicotomía entre
un dibujo titulado “Cristiano comendero de indios deste rreyno" y una narradón verbal
que hace hincapié en el gran daño que aquéllos le hacen a la población nativa (ibid., pp.
562-563).
118 LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO

sociedad y en especial la m onarquía, se co nsideraban com o p arte


de una jerarq u ía establecida p o r la divinidad y en la cual la política,
la m oralidad y las creencias religiosas se en ten d ían com o cosas
inseparables” (H odgart, 1969, p. 56; véase tam bién Maravall, 1975,
pp. 48 y 351). Bajo una perspectiva de esta índole, se critica a la
sociedad, p ero nunca se atacan sus fundam entos, y G uarnan Pom a
sigue la regla, ya p orqu e dem u estre u n resp eto al estilo euro p eo
p o r la m onarquía, o ya p o rq u e se adhiera a u n a de las creencias
andinas en cuanto al carácter cosm ológico de la dirigencia política
(véase Ossio, 1976-1977). N egando los derechos de todos los colo­
nizadores con respecto a los andinos, p ero aceptando la auto rid ad
del prop io rey, G uarnan Pom a ataca únicam ente a los funcionarios
del m onarca. En este esfuerzo, las com binaciones que hace G ua­
rnan Pom a m ediante dibujos idealizantes y prosa acusatoria, le
perm iten criticar sin ofender, p ro testar sin m anifestar falta de
respeto p o r el rey, y persu ad ir a éste con una indignación que no
amenaza. P or consiguiente, em plea un a técnica ab lan d ad o ra simi­
lar al re tra ta r a su propia raza. En tanto que critica severam ente
p o r escrito la conducta d e los andinos nativos que se hallan bajo el
régim en colonial, visualm ente guía al lector a m an era de alejarlo
de sus propios juicios apasionados, o, cuando m enos, los atem pera
con la ilusión de la obediencia y el b ien estar de los andinos
cristianos.9
El tipo de decoro visual que m antiene G uarnan P om a se p u ed e
apreciar en form a óptim a exam inando los acontecim ientos presu­
m iblem ente históricos que se n arra n en el texto en prosa, p ero que
nunca se rep resen tan gráficam ente. En diversas partes de su
libro, G uarnan Pom a afirm a que su padre, G uarnan M alqui, le salvó
la vida al conquistador español Luis de Ávalos de Ayala

9 Tanto en el capítulo dedicado a los “yndios prencipales”, esto es, a los señores
étnicos, como en el que trata de los “yndios comunes”, los dibujos muestran una ejemplar
devoción cristiana que se ve contradicha por las descripciones que los acompañan y que
hablan de un comportamiento depravado y corrupto. En tanto que dibuja a artesanos
andinos pintando devotamente un crucifijo de tamaño natural, por ejemplo, nos narra
la forma en que estos artistas autóctonos con frecuencia caen en la embriaguez, y sugiere
una serie de medidas correctivas que habría que tomar contra ellos (ibid., pp. 687-688).
Cuando dibuja a una devota mujer andina adorando una imagen del Gólgota simbólica­
mente materializada en el suelo frente a ella, describe la devoción de dichas mujeres, pero
agrega que con frecuencia se vuelven promiscuas y se dedican a la prostitución: “Y asi
salen putas aprouadas, mejor que sus amas haraganes, mentirosas en este rreyno” (ibid.,
pp. 837-838).
LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO 119

d u ran te la conquista del Perú. D ram atiza esto in v en tan d o un


discurso de Ávalos de Ayala, en el que el capitán esp añ o l elogia al
padre del autor:

¡O señor deste rreyno, don Martín de Ayala, seruidor de Dios de nuestro


muy alto enperador don Carlos de la gloriosa memoria! ¡Aunque a yndio,
tendrá cuydado de dadle su encomienda su Magestad! ([1615] 1980, p. 16;
véanse también las pp. 750 y 917.)

No se sabe si realm ente el cacique le salvó la vida al conquistador.


Diríase, sin em bargo, que G uarnan Pom a hub iera d eb id o rem em o ­
rar pictóricam ente el aco ntecim iento, del m ism o m o d o q u e ilustra
sus afirm aciones en cuanto a que G uarnan Malqui se reu n ió con
Pizarro en T úm bez para entregarle las llaves del rein o an d in o en
1532, así com o las referen tes a que su p ad re ayudó a la d e rro ta de
H ernández G iró n varios años después (véanse las lám inas 1 y 4).
No obstante, G uarnan Pom a n o retrata aquel suceso, p o r m ás que
lo narra en repetidas ocasiones.
Yo op in o que esto se p u ed e explicar m ediante el hech o d e que,
para G uarnan Pom a, la superio rid ad política y m ilitar del an d in o
con respecto al español es u n tem a prohibido, p u esto que las
descripciones d e esta índole p o d rían o fen d er al rey .10 En otros
planos, españoles y andinos norm alm en te se re ú n e n co m o iguales
(véase la lám ina 4). El acto de valentía y clem encia d e G uarnan
Malqui hacia el capitán español Ávalos de Ayala, necesariam ente
iba a p e rtu rb a r el equilibrio pictórico que G uarnan P om a establece
con tanto cu id ad o .11 El deseo de expresar su orgullo étn ico y racial
se ve m itigado p o r su necesidad de cultivar, y n o alienar, a su lector
español. La conspicua ausencia d e la hazaña heroica d e G uarnan
Malqui da fe del in ten to p o r p arte d e G uarnan Pom a d e m an ip u lar
las reacciones de su lector.

10 Por ejemplo, Guarnan Poma nunca dibuja el éxito militar de Manco Inca en el
sitio de Cuzco durante la conquista. Aun cuando dice que Manco puso de rodillas a los
españoles (“Los dichos soldados cristianos pedía misericordia; hincado de rrodillas,
Uamaua a Dios con lágrimas a boses y a la uirgen María y a sus santos”), simplemente
retrata a Manco Inca sentado en su trono y rodeado por una multitud de andinos, para
conmemorar sin duda los “d e n millones de yndios a que abría llegado deste rreyno" (ibúL,
p. 401).
11 Guarnan Poma retrata solamente una vez a los guerreros andinos ocupando una
posiaón superior a la de los conquistadores españoles; y es en el dibujo en que los caciques
vigilan al rebelde capturado, Hernández Girón (lámina 2).
120 LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO

Al m ism o tiem po que p o n e cuidado en n o m o strar que el


poderío andino es superior al d e los españoles, crea y m antiene la
dignidad visual de los señores andinos, incluyendo a los Incas. A
pesar de sus acusaciones en cuanto a los antecedentes sospechosos
y m aneras dem oniacas de M am a H uaco y d e su hijo y m arido
M anco C apac Inca, G uarnan Pom a los retrata a am bos en poses de
gran dignidad. A un cuando n a rra la g uerra civil en tre los príncipes
incas H uascar y A tahualpa en la época de la conquista española
(ibid., p. 380), nunca hace u n dibujo de algún com bate de ese
conflicto. C uando describe el en fren tam ien to de A tahualpa con los
españoles en Cajam arca, explica que los caballos espantaron al
príncipe inca, haciéndolo caer al suelo desde su litera real (ibid., p.
385). Sin em bargo, en los dibujos n o registra el incidente, ni la
confusión que se p rodu jo después de él. Sí dibuja, en cambio, el
m om ento anterior, en que la caballería española se aproxim aba al
aú n en tro n ad o A tahualpa (ibid., p. 384). De principio a fin, Gua­
rnan Pom a retrata a los doce Incas co n dignidad, llegando al p u n to
de conm em orar el final de su linaje con u n dibujo d e d o n M elchor
Carlos Inca, ataviado a la eu ro p ea (ibid., p. 753).
El hecho de que fuesen tan distinguidos los retrato s que hacía
G uarnan Pom a de todos los señores andinos, incluyendo a los
Incas, h a d a los cuales m ostraba am bivalenaas, se p u ed e explicar
p o r la form a en que en ten d ía que las fuerzas que se hallaban en
o p o sid ó n en su m und o ya n o eran incas c o n tra n o incas, sino
andinos contra europeos. S egún Saavedra Fajardo, el arte del
“b u en gobierno” exigía que a todos los b u en o s líderes se les
reco rd ara m ediante retratos edificantes y ejem plares, con objeto
de estim ular el noble desem peño de sus sucesores (Maravall, 1960,
p. 218). En co n co rd an d a con tales co n v en d o n es, G uarnan Poma,
en la Nueva coránica, in ia a su historia de los Incas con retratos de
éstos, y en el Buen gobierno, con los retratos d e los prim eros diez
virreyes. O casionalm ente, ofrece re p re se n ta d o n e s de los papas de
la Iglesia católica rom ana, en la historia papal que contiene su
Nueva coránica. En cambio, se e n cu en tran a faltar retratos conm e­
m orativos d e los m onarcas españoles. A un cu an d o Felipe III apa­
rece com o interlocuto r en el diálogo “P regunta su M agestad”
([1615] 1980, p. 975), en el dibujo de la p o rtadilla de la obra no
ocupa más que un sitio secundario. C uando bien podríam os ten e r
la esperanza de ver retratos de Felipe II, o de Carlos V com o
em p erad o r en los m om entos del descubrim iento del Nuevo M un­
LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO 121

do, n o encontram os ninguno. La m ínim a función visual que de­


sem peñan los m onarcas españoles p arece extraña, si nos atenem os
al papel que desem peña el rey com o destinatario. Tales ausencias
nos indican que el libro de G uarnan Pom a no es tan convenciona-
lizado com o parece. P o r más q u e haya e n ellos u n a m anipulación
de los códigos de la rep resen tació n visual, los dibujos de G uarnan
Pom a escanden más de lo qu e revelan. Están aún p o r descubrirse
las com plejidades de su articulación pictórica.

Los valores simbólicos del espacio pictórico12

En el análisis sem iótico del arte, el interés de los objetos re p re ­


sentados n o radica únicam ente e n su valor m im ético com o copias
de objetos del m undo real, sino tam b ién en el valor sim bólico del
lugar que ocupan d en tro del cam p o pictórico y en las relaciones
que p u ed en g uardar con los objetos q u e los rodean. En el caso que
nos ocupa, resulta p ertin en te u n p a tró n específicam ente and in o
de significación espacial. Yo p ro p o n g o que el texto pictórico hay
que leerlo sobreim poniéndole u n a retícula del sim bolism o espacial
andino; quisiera argum en tar q u e la m an era en que se o rd e n a n los
iconos en el espacio, perm ite u n a in te rp re ta ció n visual adicional y
da p o r resultado la agregación de o tro nivel de significado pictóri­
co. Así, aun cuando pictóricam ente se expresa en form as que son
com prensibles para el lector eu ro p eo , G uarnan Pom a em plea sus
propios valores autóctonos de rep resen tació n sim bólica y p erm a­
nece fiel a ellos.
Mi p u n to de partida p ara esta exploración es el mapamundi de
G uarnan Pom a, en el que tran sfo rm a el m odelo conv en d on alizad o
de la geografía simbólica eu ro p ea, e n u n a im agen cu atrip artita del
universo an d in o (lám ina 6). El c en tro d e este orbis terrarum parti­
cular lo ocupa no R om a o je ru sa lé n , q u e era lo que se acostúm bra­

te En la exposición que sigue se elaboran y amplían las argumentaciones que hice


respecto de los significados visuales que utiliza Guarnan Poma, en The Indian historian
(1979c) y en Studies in the anthropology of visual communication (1979d). Simultáneamente
con mis ensayos apareció el de Mercedes López-Baralt titulado “La persistencia de las
estructuras simbólicas andinas en los dibujos de Guarnan Poma de Ayala”, en el Journal
of Latin American Lore (1979c). Felizmente, llegamos a conclusiones similares en cuanto
a la importancia del significado que tiene el espacio en los dibujos de Guarnan Poma. En
la presente exposición he incorporado las referencias que hace López-Baralt al dibujo de
Coricancha y a la descripción del Cuzco imperial por parte del Inca Garcilaso.
6. “Mapamundi del reino de las Indias” [(1615) 1980:914-915]
LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO 123

ba, sino el Cuzco. Lo que hace qu e esta rep resentación sea singu­
larm ente andina son las dos divisiones diagonales del espacio. La
prim era división separa los cam pos su perior e in ferio r (d o n d e el
valor preferido corresp o n d e a la posición superior); la segunda
diagonal, que intersecta a la prim era, fija a la vez el cen tro del
diseño (el quinto sector) y las posiciones a la d erech a y a la
izquierda. El sistem a de oposiciones que así se crea, se p u ed e
traducir a la siguiente je ra rq u ía d e preferencias. El centro es la
posición que tiene el valor preferido. E ntre los cuadrantes, sin
em bargo, la escala de valores se p u ed e leer de izquierda a derecha
(desde nuestro p u n to de observación) y luego de arriba hacia abajo;
la prim era posición (hacia la izquierda del centro, desde n u estro
p u nto de vista) la ocupa Chinchaysuyu; en la segunda (a la derecha
del centro) figura Collasuyu; en la tercera posición (arriba del
centro) se halla Antisuyu, y en la cuarta (abajo del centro) está
Cuntisuyu (véase W achtel, 1973, pp. 180-181). D ebido a la inver­
sión del cam po visual, que ejerce el m ism o efecto que u n a im agen
a espejo, la d erecha conceptual siem pre se encontrará a la izquierda
pictórica, desde nuestro p u n to d e vista com o observadores exter­
nos. Se debe recalcar que la dicotom ía su p erio rid a d /in ferio rid a d
no im plica valores absolutos, sino que más bien articula u n sistem a
de oposiciones y una jera rq u ía d e preferencias. La calidad sistem á­
tica y com plem entaria de los térm inos que se hallan en oposición
resulta m edular para esta consideración, y el concepto d e oposición
es sustantivo p o r ser estructural.
C om o com plem ento al m odelo del universo an d in o que nos
ofrece G uarnan Poma, está el d ibujo de J u a n de Santacruz Pacha-
cutí Yamqui Salcam ayhua, d e u n diseño que se e n co n tró en la
p ared del T em plo del Sol d e C oricancha, en el Cuzco ([1613] 1879,
p. 256). Este esquem a cosm ológico consiste en una d u alidad mas-
cu lin o /fem en in á m ediada p o r u n cen tro (Isbell, 1976, pp. 38-40).
La estructura re lad o n al del dibujo de C oricancha es tal que los
elem entos masculinos están rep resen tad o s a la derecha conceptual
(la izquierda pictórica) y los elem entos fem eninos a la izquierda (la
derecha pictórica). Isbell ha analizado este m odelo, n o com o un
paradigm a de su p erio rid a d /in ferio rid a d , sino com o u n concepto
de la necesaria com plem en taried ad (ibid., pp. 38, 55; véase López-
Baralt, 1979c).
El dibujo de C oricancha y el diagram a que hace G uarnan Pom a
del m odelo del im perio, se p u e d e n resolver en un solo m odelo
124 LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO

simbólico: la oposición a rrib a /a b a jo (hanan/hurin según los voca­


blos andinos), que R. T om Zuidem a ha d en o m in ad o la estru ctu ra
básica de la cultura andina (citado en López-Baralt, 1979c, p. 84).
La descripción verbal que hace el Inca G arcilaso de la ciudad
im perial del Cuzco, fusiona el m odelo de C oricancha y el mapamun­
di de G uarnan Pom a en una oposición fundam ental:

De esta manera se principió a poblar esta nuestra imperial ciudad dividida


en dos medios que llamaron Hanan Cuzco, que como sabes, quiere decir
Cuzco el alto, y Hurin Cuzco, que es Cuzco el bajo... Esta división de ciudad
no fue para que los de la una mitad se aventajasen a los de la otra mitad
en exenciones y preeminencias, sino que todos fuesen iguales como
hermanos, hijos de un padre y de una madre... y mandó [el Inca] que entre
ellos hubiese sola una diferencia y reconocimiento de superioridad; que
los del Cuzco alto fuesen respetados y tenidos como primogénitos her­
manos mayores; y los del bajo fuesen como hijos segundos; y en suma,
fuesen como el brazo derecho y el izquierdo en cualquiera preeminencia
de lugar y oficio, por haber sido los del alto atraídos por el varón, y los del
bajo por la hembra (Garcilaso [1609] 1963: lib. 1, cap. 16, vol. 2, p. 28).

R ecientem ente, algunos investigadores (W achtel, 1973, p. 177;


Ossio, 1973, p. 179) han identificado la posición a la derech a del
cen tro con hanan (arriba), y la de la izquierda del cen tro con el
concepto d e hurin (abajo). Así, el concepto an d in o d e hanan asocia
las posiciones de arriba y a la derech a con las cualidades de
m asculinidad o superiorid ad (según q u e la relación sea de com ple-
m en taried ad o de dom inación); y, p o r ende, hurin re ú n e las
posiciones de abajo y a la izquierda, que rep rese n ta n las cualidades
de la fem ineidad o inferioridad, es decir, los conceptos de com ple-
m e n ta rie d a d o su bord in ació n , resp ectiv am en te (López-Baralt,
1979c, p. 88).
El diseño com pleto del mapamundi de G uarnan Pom a, en el que
se observen cuatro sectores o rd en ad o s alred ed o r de u n cen tro , sólo
se en cu en tra en unos cuantos dibujos del libro. Lo que q u iero d ecir
con esto es que los iconos, sean cuales fu eren su c o n ten id o y
significados, se hallan o rd en ad o s en u n a com posición qu e repite
la disposición del diseño original del mapamundi. Así, p o r ejem plo,
los reinos de Castilla y del Perú, al igual que el concepto de la
d u d a d del d é lo cristiana, se re p resen tan en dibujos cuyos iconos
están ord en ad o s en un p atró n que consiste en cu atro dom inios
organizados alred ed o r de un sector central ([1615] 1980, pp. 42 y
LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO 125

952). Puesto que estas entidades y conceptos no andinos se han


m aterializado form alm ente conform e a la pau ta andina de la
significación espacial (W achtel, 1973, pp. 209-212), b ien podríam os
escudriñar todo el cu erp o de los dibujos de G uarnan Pom a p ara
ver si se encuentran evidencias de la m ism a articulación. Así, la
interpretación inicial de los acontecim ientos que describen sus
dibujos, basada en los valores denotativos y significativos de los
propios iconos, p o d ría verse reforzada (o m odificada), de tom arse
en consideración los valores de las posiciones que dichos iconos
ocupan en el cam po pictórico. De los 399 dibujos que co ntiene el
libro, aproxim adam ente las dos terceras partes (unos 256) se
p u eden analizar en cuan to a contrastes espaciales y orientación
direccional.13 Si G uarnan Pom a organiza todos los fenóm enos de
la experiencia, real e hipotética, en los cam pos d e la historia, la
ficción y la mítica, conform e a esa retícula, entonces la escala de
valores inherentes a ella tiene que servim os com o u n a p o d ero sa
herram ienta p ara in te rp re ta r las escenas y los sucesos que están
visualm ente registrados.
H aciendo uso de la significación pictórica, G uarnan Pom a traza
el diagram a de la d erro ta histórica que los españoles le infligieron
a su pueblo. Si algún reflejo v erd ad eram en te histórico hay en la
Nueva coránica, éste hay que en co n trarlo en la form a en que el au to r
conceptualiza los acontecim ientos pictóricam ente; en u n dibujo
tras otro, desm antela el sím bolo principal del paradigm a político
andino. De hecho, en su m apa sim bólico del m u n d o crea el m odelo
fundam ental y perfecto del universo an d in o y traza sus dibujos de
las épocas precolom binas co n fo rm e a los valores p o sid o n ales del
mapa. Sin em bargo, e n sus retrato s de la época colonial, con
fre cu en d a contradice estos m ism os valores. Así, a través de la
frag m en tad ó n y subversión del diseño original, m u estra la form a
en que la colonizadón convirtió el o rd e n cultural y so d a l au tóctono
en caos y ruina.
Tal vez la p reg u n ta más fa sd n a n te acerca de los dibujos de
G uarnan Pom a sería la d e si los realizó co n sd en tem en te, bajo la luz
de estos valores andinos. P uesto que resulta im posible contestarla
con certidum bre, p o r lo m enos po d em o s p lan team o s o tra distinta,

De los 134 dibujos que no se pueden analizar en cuanto a orientación reladonal


o direcdonal, 82 contienen solamente un personaje en el campo perceptual, y 37 son
vistas panorámicas de dudades coloniales.
126 LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO

pero igualm ente pertinente: ¿Son los p atro n es lo suficientem en­


te repetitivos com o p ara resultar significativos, y lo suficientem ente
congruentes com o para que trasm itan u n significado? P or más que
la inevitable repetición de ciertos tipos de com posición pictórica
p u ede co n trap o n erse a la idea de variedad q u e G uarnan Pom a
esperaba alcanzar en sus dibujos, el principio de la rep etició n y de
la coherencia estructural que ésta im plica, hace posible el análisis
de la com posición espacial del dibujo. D eterm in an d o el valor
posicional d e los “racim os” de elem entos visuales, categorizados
p o r tem a pictórico, el lector puede ap reciar d e qué m an era la
sustitución de u n grup o p o r o tro señala el proceso de la p ro p ia
transform ación paradigm ática y cóm o queda d e m anifiesto la
desarticulación del m odelo perfecto del mapamundi.
U no p u ed e observar, p o r ejem plo, la form a en qu e la casilla de
la p rio rid ad espacial, esto es, el centro, en las descripciones de las
épocas incaicas la ocupa invariablem ente el Inca; y tam bién, que
en la época colonial esta casilla queda vacía de personajes de la
dirigencia andina. La llenan, en cam bio, sím bolos im personales de
la m onarquía española, o figuras hum anas que re p resen tan , no al
Inca com o señor, sino al an d in o com o víctima desvalida. En otras
palabras, el b loqueo de las cinco posiciones de la retícula espacial
andina es sem ejante al ord en am ien to sintáctico d e los elem en to de
una oración gram atical: los m iem bros de los diversos paradigm as,
o conjuntos d e iconos, van colocados en las diversas posiciones; es
decir, re cu rrien d o a expresiones tom adas del análisis lingüístico de
la poesía, el principio de equivalencia se ve p royectado desde el eje
d e la selección, al de la com binación (Jakobson, 1960, p. 358). Las
entidades se hacen equivalentes en valor o en significado, a causa
de las posiciones equivalentes que o cupan en el p lan o sintagm ático
(véase Levin, 1962, pp. 30-41).14 Lo qu e “leem os” con o bjeto de
co m p ren d er el significado pictórico, es la sintaxis u o rd en am ien to
de la com posición.
La idea de una in terp re tació n secreta, o cu an d o m enos im plícita,

H Levin llama a esta convergencia de equivalencias “acoplamiento": “Cuando existen


tales equivalencias de naturaleza [fónica] o semántica, o de ambas índoles, entre las
unidades léxicas, y cuando las unidades que de este modo se hacen equivalentes, se
colocan en posiciones también equivalentes dentro de los sintagmas, tenemos un aco­
plamiento poético, y éste es el tipo de acoplamiento con el que se fusionan la forma y el
significado en un poema” (1962, p. 41). De manera análoga, en el texto visual los signos
irónicos aunados a los signos posidonales crean y refuerzan un significado pictórico.
LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO 127

se en cu en tra en dos dibujos q u e hablan de la form a en que los


españoles asum ieron el control de la sociedad andina. U no de ellos
registra un acontecim iento histórico: el funesto en frentam iento de
A tahualpa Inca y Francisco Pizarro en Cajam arca. Al d eso rd en ar
los signos d e la representación espacial andina, G uarnan Pom a
simboliza la am enaza que ocasionó este suceso para el o rd e n social
andino. El o tro dibujo es el que p o n e el im aginativo a u to r en la
portadilla, y ^ n el cual aparecen el pontífice d e la Iglesia católica y
el rey español, según las respectivas relaciones que g u ard an con el
m undo andino. En am bos dibujos, la superim posición de la cuadrí­
cula and in a sobre el cam po pictórico hace posible una in terp re ta­
ción que confiere un significado especial a los iconos particulares.
La frecuente queja verbal p o r p arte de G uarnan Pom a en el
sentido de que la conquista puso d e cabeza el m u n d o peru an o , se
expresa gráficam ente m ediante la inversión de las posiciones de
los signos que identifican las cu atro subdivisiones del im perio.
A parte del p ro p io mapamundi, G uarnan P om a p resen ta u n m odelo
de la form a en que estaba organizado, en su retrato colectivo del
“G ran C onsejo del Inca”, en el cual los cuatro señores de las
subdivisiones del im perio o cupan las posiciones cerem oniales que
les co rresp o n d en p o r derecho (lám ina 7). De izquierda a derecha
se en cu en tran los señores de Chinchaysuyu, Antisuyu, Cuntisuyu
y Collasuyu ([1615] 1980, p. 366). Están acom pañados p o r los
consejeros de H anan Cuzco y d e H u rin Cuzco, a la derecha de
C hinchaysuyu, y a la izquierda d e Collasuyu, respectivam ente
(W achtel, 1973, p. 178). El cu ad ro de “A tahualpa en C ajam arca”
rep resen ta la indeseada p erm u tació n de este o rd en , puesto que las
posiciones de los señores se hallan invertidas y confundidas (ibid.y
p. 386; lám ina 8). El señ o r de C hinchaysuyu se encuentra ah o ra a
la izquierda, y no a la derecha del Inca; y al señ o r de Antisuyu no
se le ve p o r p arte alguna. El o tro p erso n aje que se p u ed e identificar
en este dibujo, que es el señ o r d e Collasuyu, y que n orm alm ente
aparece a la izquierda del Inca, a h o ra se en cu en tra a su derecha.
C om o rep resen tación que e n ca m a el cen tro del universo, el Inca
es el g arante tradicional de la arm o n ía (W achtel [1971] 1977, p.
30). A quí todavía ocupa esa posición central privilegiada, p ero el
deso rd en que reina a su alred ed o r presagia que está a p u n to de ser
d errocado.
U na segunda distinción je rá rq u ic a hanan/hurin (arrib a/ab ajo )
se refiere al g ru p o de españoles que ap arecen en el p rim er plano
7. “Concejo Real destos reinos” [(1615) 1980:336]
LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO 129

de este dibujo. Estos intrusos españoles se e n cu en tran en la posi­


ción inferior, puesto que se inm iscuyen p o r vez p rim era en el
espacio andino. C olocados abajo d e los señores andinos, estos
cuatro personajes ocupan sobre el eje horizontal sitios que indican
una escala con valores de rango descendente, que van desde
A lm agro hasta el in térp re te Felipillo, pasando p o r Pizarro y fray
V icente de Valverde. Sobre este eje de izquierda a derecha, Alma­
gro ocupa la posición que posee el valor más positivo; y Felipillo,
la más negativa. Este orden am ien to no es accidental, puesto que el
texto en pj*osa lo co rro b o ra .15 Según los signos espaciales, la
posición del cura hace que éste sea u n personaje más negativo que
los soldados conquistadores, p ero el indio que hace las veces de
in térp re te e interm ediario es, con m ucho, el m ás despreciable.
Gracias a esta configuración espacial, “A tahualpa Inca en la ciudad
de C ajam arca” es la aseveración esencial acerca de u n paradigm a
de o rd e n que está a p u n to de ser trastornado. El c en tro va a q u ed ar
vacío, y los elem entos extranjeros (los conquistadores, sus rivales,
el clero y los andinos cooptados) rem plazarán a las cabezas tradi­
cionales del Tawantinsuyu.
El dibujo de la portadilla es la transform ación colonial del
paradigm a original (lám ina 9). Ya n o aparece nin g ú n Inca, y todos
los elem entos indígenas han sido sustituidos p o r sím bolos y perso­
najes europeos. T odos los señores q u e han desaparecido se ven
rem plazados p o r u n solo signo de au to rid ad indígena: la im agen
de un príncipe indígena, ataviado com o cortesano español. El au to r
identifica este personaje com o a sí mismo; sus nom bres de clan,
G uarnan (halcón) y Pom a (león) (“águila y león rreal, G uarnan
Pom a”, ibid., p. 1037) ap arecen e n tre los símbolos heráldicos del
escudo que está ju n to a él. P uesto qu e el personaje andino se
ado rn a e identifica m ediante sím bolos euro p eo s (véase tam bién
ibid., p. 167), la com posición com o u n todo sugiere la aquiescencia
y la asim ilación de las m aneras extranjeras. Sin em bargo, cuando

15 En el libro de Guarnan Poma, Frandsco Pizarro es un personaje menos favoreado


que Diego de Almagro; después de todo, fue Pizarro el responsable de la ejecudón de
Atahualpa, en tanto que Almagro y otros se oponían a ella ([1615] 1980, p. 393). Guarnan
Poma también condena verbalmente a fray Vicente de Valverde por su cruel intento de
evangelizaaón, así como por su indebido pánico en la confrontación con Atahualpa.
Guarnan Poma deja constanda de su desaprobaaón colocando al dominico a la izquierda
de los conquistadores. Felipillo, a quien Guarnan Poma ha llamado el traidor a su raza,
ocupa la posiaón más indeseable de todas (a la máxima izquierda).
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8. Atahualpa Inca en la ciudad de Cajamarca [(1615) 1980:356]
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9. El primer nueva corónica y buen gouienio compuesto por don Felipe


Guarnan Poma de Ayala, señor y príncipe [(1615) 1980:1]
132 LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO

el dibujo se lee conform e al diseño andino, o tra es la historia que


nos cuenta.
U na vez que se le so breim pone a este dibujo la retícula andina,
queda reducida la im portancia de la línea vertical de los em blem as
que representan el papad o de la Iglesia católica rom ana, la m o n ar­
quía española y el escudo de arm as (inventado) de G uarnan Poma.
En el m odelo del mapamundi, los sectores o rd en ad o s verticalm ente
representan, no la prim era y segunda, sino la tercera y cuarta
posiciones. La au to rid ad jerárq u ic a andina qu ed a simbolizada, no
p o r el orden am ien to vertical, sino más bien p o r la línea diagonal
que divide el cam po su p erio r del inferior. En este dibujo, esa línea
conecta al pontífice católico con el príncipe andino. Ejerce u n a
especie de m ediación en tre los dos el signo institucional de los
reinos de Castilla y de León, que ocupa el sitio reservado, en el
p atró n original, al Cuzco, o a la figura personal del Inca (véanse las
lám inas 6 y 7). En este dibujo, la posición central se ha llenado de
m anera im perfecta; la carencia de algún sím bolo de au to rid ad
personalizada represen ta u n a desviación con respecto al m odelo
original, lo cual sugiere que este cen tro de au to rid ad es una versión
debilitada de la tradicional.
A un cuando los signos personales del papa y del príncipe andino
en tran en una relación jerárq u ica, a la figura del rey se la em puja
hacia un lado. Y no solam ente se lo aleja de la posición central, que
sería la esperada y aquella en la que idealm ente d ebería estar
ubicado, sino que ocupa la posición de Collasuyu, es d e d r, la
segunda división del im perio. D ebido al hecho de q u e se lo p u d o
h aber colocado en la casilla privilegiada p ero vacía de Chinchaysu-
yu, que es el sector I de la retícula, su u b ic a d ó n en esta p o sia ó n
secundaria del cam po se p uede e n te n d e r com o u n in d id o de valor
peyorativo. C uando G uarnan Pom a describe Collasuyu, p o r lo
com ún caracteriza a los habitantes de esta subdivisión del Im perio
com o físicam ente degenerados y em p ed e rn id am en te ávidos de las
riquezas de las m inas del Potosí que se en co n trab an en su territo rio
(iibid., pp. 77-78, 180, 338): “Y tofdos] de la casta son g o rd íam o s y
floxas, encapases, pu d lán im o s, p ero rrica gente llámase Colla capac
[un poderoso Colla] rrica de plata d e Potocí y d e o ro de Carauaya,
el más fino oro de todo el rrey n o ” (ibid., p. 180). En o tra ocasión
se recu rre al tem a de la cudicia p ara describir a los collas; G uarnan
Pom a relata de qué m an era su co d id a terren al les im pide convert­
irse realm ente a la fe cristiana (“P ero con engaño se p u ed e hazerse
LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO 133

cristiano. N o se p uede co n la cudicia de la plata com o aquí; es


echarse a p e rd e r y m u rir u n a ues”) (ibid., p. 77). La división
Chinchaysuyu-Antisuyu fren te a Collasuyu-Cuntisuyu que p resen ta
la cuadrícula andina, im plica las condiciones de u n a doble oposi­
ción: o rd en o cultura frente a barb arie o naturaleza, y pro sp erid ad ,
en oposición a pobreza (W achtel, 1973, p. 180).
Al m ism o tiem po, G uarnan Pom a acusa a los colonizadores
españoles de üna codicia incontrolable. De hecho, la explotación
que los collas llevaban a cabo de las riquezas del Potosí, se ve
rebasada p o r la de los españoles. El au to r le recu erd a al lector que
el rey de España n o sería nada sin la riqueza del Potosí: “P o r la
dicha m ina [Castilla] es Castilla, R om a es Roma, el papa es papa y
el rrey es m onarca del m u n d o ” ([1615] 1980, p. 1065). Al igual que
la in terp retació n verbal de G uarnan Poma, su m anipulación de las
posiciones espaciales coloca al m onarca español en el sitio que les
corresponde a los collas. En el nuevo m apa de las Indias del Perú,
el rey de España ha venido a rem plazar a los codiciosos, explota­
dores e hipócritas collas.
En este nuevo m apa sim bólico, G uarnan Pom a resum e sus ideas
en cuanto a la relación ideal e n tre E uropa y Perú, colocando al
papa católico ro m an o y al príncipe andino en la relación de
prioridad. G uarnan Pom a prevé un Estado a n d in o cristiano y
g ob ern ad o au tónom am en te. Así, el papa rep resen ta la a u to rid ad
espiritual, y n o el dom inio político. P ero en tre el m odelo original
del Taw antinsuyu y su m apa idealizado del futuro, se en cu en tra la
in terp retació n que da G uarnan Pom a a la historia andina. C ada vez
m e convenzo más d e que su evaluación hay que en co n trarla en los
propios dibujos, en los que se observa que conform e avanza la obra,
su p u n to de vista socava y niega la relación ideal que se había
p ro p u esto en la portadilla.
C on objeto de exam inar la in terp retació n visual que da G uarnan
Pom a a la historia andina, cen tro mi atención en las principales
pautas de com posición q u e ap arecen en sus dibujos, pu esto que
éstas están articuladas a lo largo del eje diagonal p rim ario y de su
inversión com o im agen a espejo, así com o con resp ecto a la
oposición izq u ierd a/d ere c h a . La sucesión de usos q u e se le d an a
la posición central, nos sirve com o com entario final sobre los
pun to s de vista de G uarnan P om a respecto al d estino histórico del
pueblo andino.
134 LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO

Líneas de autoridad y de jerarquía

G uarnan Pom a utiliza las oposiciones d io ses/h u m a n id a d , masculi­


n o /fe m e n in o , am o /sirv ien te y b ie n /m a l p ara p o n e r d e m anifiesto
la form a en que ciertas instituciones europeas reflejan los valores
de la cultura andina, y la m an era en que, en otras esferas de
influencia, la invasión y conquista p o r p arte de los españoles ha
pervertido y d estruido estos valores que tanto se apreciaban (véase
tam bién A dorno, 1981a).
En todas las com posiciones ord en ad as a lo largo d e la diagonal
prim aria, un personaje que se en cu en tre en la p arte superior
derecha del cam po pictórico (que es la parte su p erio r izquierda del
observador) queda equilibrado p o r o tra figura en la p arte in ferior
izquierda (n uestra p arte inferio r derecha). La diagonal que así se
genera, indica u n p atró n de jerarquías. En los 265 dibujos en los
que se p u ed en estudiar las relaciones p osidonales, aproxim ada­
m ente el 20 p o r d e n tó siguen esta pauta. Los dibujos en los que se
representan: la re la a ó n que guarda la h u m an id ad co n los dioses
que figuran en ellos, las jerarq u ías religiosas y m orales, y las
relad o n es sodales basadas en el patriarcado y el sexo, se trazan a
lo largo de este eje diagonal, de tal m odo que sugieren que G uarnan
Pom a está in terp re tan d o los fenóm enos incaico y colonial confor­
m e al paradigm a andino. Así, p o r ejem plo, el o rd e n patriarcal que
sugieren los dibujos del p rim er ho m b re y la p rim era m u jer andinos,
en el Vari Vira C ocha R una, se ve reiterad o en la re p re se n ta d ó n
de A dán y Eva (ibid., pp. 22, 48; lám inas 10 y 11). A co n secu en d a
del o rd en cronológico que se establece en el texto, A dán y Eva dan
la im presión de prefig u rar a los prim eros nativos del Nuevo
M undo. U na in te rp re ta d ó n visual de esta índole h u b iera corres­
pon d id o al efecto que deseaba G uarnan Pom a, pu esto que cons­
tantem ente recalca que los prim eros habitantes de los A ndes
descendían directam ente de Adán: “Vari Vira C ocha R una, p rim er
g e n e ra a ó n d e yndios del m ultiplico de los dichos españoles que
trajo Dios a este rreyno de las Yndias, los que salieron de la arca
de N oé, deluuio" (ibid., p. 49). N o obstante, son A dán y Eva los
que se c o n d b e n a im ita d ó n de los p ro to tip o s andinos. El m arco
de la sierra andina y el hecho d e que A dán em plee la taki chacüa,
es d e a r , el bastón que se utilizaba en los A ndes p ara cavar,
hacen de los Vari Vira C ocha R una los m odelos efectivos de
sus predecesores bíblicos. Así, el uso de los elem entos andinos para
ELPfiÍM E 6 MVHD 0

10. “El primer mundo: Adán y Eva” [(1615) 1980:17]


ucvu
11. “Primera generación de indios: Vari Vira Cocha Runa” ríl615>
1980:40] 1
12. “ídolos de los incas: Inti, Huana Cauri, Tambo Toco” [(1615)
1980:238]
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13. La buena conducta y la cristiandad: la confraternidad de los veinticua­


tro [(1615) 1980:862]
LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO 139

re tra ta r la cu ltura bíblica, reafirm a estos valores.


En los dibujos donde se ilustra la relación d e la h u m an id ad con
sus dioses, a la deidad siem pre se la coloca en la posición su p erio r
derecha, y las figuras hum anas la ad o ran abajo, en la p a rte in ferio r
izquierda (izquierda sup erio r y derecha inferior, respectivam ente,
desde n u estro p u n to de vista). A to d o lo largo d e la rep resen tació n
de los ó rd en es espirituales bíblico, incaico y cristiano m o d e rn o
andino, prevalece la relación hanan (su p erio r d e re c h a )//m n n (in­
ferior izquierda); así, está claro qu e el principio a n d in o es el
sím bolo gráfico m ediante el cual G uarnan Pom a articula sus p u n to s
de vista sobre las personas m o d ern as y antiguas com o seres religio­
sos. E ncontram os, sucesivam ente, los patriarcas del A ntiguo T esta­
m ento (Noé, A braham y David) arrodillados y en súplica an te la
im agen del anciano venerable y b arb ad o que en la iconografía
cristiana rep resen ta a Dios (ibid., pp. 24, 26, 28). Más adelante, el
Inca y/ su corte aparecen de rodillas ad o ran d o los waqas situados
en la cim a de unas peñas (lám ina 12; ibid., pp. 268, 270, 272, 274),
en tanto que los andinos m o d ern o s rezan d evotam ente a los pies
de la im agen del C risto crucificado, así com o d e u n a de las
advocaciones de la V irgen María: santa M aría de la P eña de
Francia16 (lám ina 13; ibid., pp. 835, 837, 847, 933). Es ésta u n a
jerarq u ía que n unca se m odifica de m anera sustancial; los dibujos
parecen decim os que, en la experiencia andina, el Mesías cristiano
vino a rem plazar pacíficam ente a los antiguos dioses de los incas.
La categoría de las relaciones hum anas definidas m ed ian te u n a
auto ridad religiosa o m oral, se retra ta de la m ism a m anera; es decir,
la oposición waqa/I n c a q u ed a rem plazada p o r la de c u ra/felig rés.
En estos cuadros aparece u n sacerdote o algún o tro clérigo, ju n to
al hum ilde fraile, m onja o creyente andino, de los cuales aquel es
el su p erio r espiritual. M anteniéndose co h eren te en c u an to a la
relación del p ap a rom an o con el p ríncipe andino, establecida en
la portadilla, aquel que ejerce la au to rid a d espiritual sobre la
población indígena d u ran te la época colonial siem pre es retra ta d o
com o u n eu ro p eo . En otras palabras, los térm inos d e o posición se
identifican siguiendo lineam ientos étnicos, al igual que religiosos.
A un cu ando G uarnan P om a es v eh em en tem en te anticlerical, adm i­
te la je ra rq u ía cu ra/felig rés o rd e n a n d o sus form as a lo largo del

16Véase el capítulo 1, nota 12, para una exposición sobre el origen de esta devoción
en particular.
140 LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO

eje de la diagonal prim aria andina. Esta línea descendente, que


tiene carácter p referen d al, es la que define la p o sid ó n y la contra-
p o sid ó n de la jerarq u ía y la p e rm a n e n d a (ibid., pp. 476, 478, 482,
486, 641, 643, 645, 647, 649).
Las relad o n es patriarcales se establecen de m an era similar; el
eje d erech a/izq u ierd a destinado a los signos sexuales, y que ya
hem os visto (láminas 10 y 11), es el que no rm alm en te sigue
G uarnan Pom a en sus dibujos. Esta d isp o sid ó n se ajusta explídta-
m ente a uno de los rasgos cardinales del m odelo del mapamundi,
así com o del de C oricancha.
Sin em bargo, cuando se articulan rela d o n e s políticas a lo largo
de esta diagonal preferen te, la d e sc rip d ó n de la época colonial
in tro d u ce una desafortunada tra n sfo rm a d ó n en la je ra rq u ía origi­
nal. En este caso, el diseño gráfico reitera ex p líd tam en te la cues­
tión que se está arg um en tan do en la prosa. El do m in io político
in stitu d o n al g eneralm ente q u ed a significado p o r la figura de auto­
ridad o de superioridad que aparece en la p arte su p erio r derecha
del cam po pictórico, en tanto que el g ru p o subyugado o in ferior
queda ubicado en la parte in fe rio r izquierda. Este orden am ien to
es el que prevalece en los dibujos d o n d e figuran andinos ju n to con
otros andinos, com o en el caso del Inca y sus súbditos; éste aparece
arriba y a la derecha, m ientras que los súbditos se sitúan abajo y a
la izquierda (ibid., pp. 153, 161). D esplazándonos h a d a atrás en el
tiem po, descubrim os que G uarnan P om a retrata a los señores
antiguos de su región e n una re la d ó n sim ilar con respecto al Inca
gu errero y conquistador. Ahí, los andam arcas y lucanas aparecen
p o r arriba de sus enem igos incas y en c o n tra p o sid ó n a ellos; estos
últim os, a la postre, d erro ta n a los prim eros y los absorben en su
cre d e n te im perio (ibid., p. 157). De m an era sem ejante se rep re­
sentan las relad o n es políticas en tre los españoles, com o en el caso
del retrato del em p erad o r Carlos V con P edro d e la Gasea, en los
m om entos en que éste está a p u n to de ser enviado al Perú; o en el
dibujo d o n d e aparece el m ism o P ed ro de la Gasea entrevistándose
con el m ensajero del rebelde G onzalo Pizarro (ibid., pp. 4 1 9 ,428).17
La co n stan d a con la que se rep re se n tan de este m o d o las relad o n es
políticas sugiere, una vez más, q u e esta pau ta gráfica de origen
and in o significa el o rd e n ideal.

17 En capítulo 1, “Forma en que Guarnan Poma explota las historias escritas'’, se


describe el tratamiento que dio el autor al alzamiento de Gonzalo Pizarro.
LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO 141

La cuestión problem ática en cu an to a este eje de jerarq u ías, sin


em bargo, se halla en la integ ració n de los españoles y los andinos
en un solo o rd en político. A to d o lo largo de la obra, n o hay n in g ú n
dibujo en el que los europeos se a p ro p ien de la posición cen tral o
hegem ónica en el cam po de la organización política, cu an d o sí, en
cam bio, se adm ite su pred o m in io en la je ra rq u ía eclesiástica.
C uando u n o busca andinos en la posición hanan en los dibujos
que rep resen tan la época colonial, ún icam en te ap arecen los p erso ­
najes de la víctim a y el m ártir. En u n o d e estos dibujos, G uarnan
Pom a retrata a un hom bre an d in o an te u n a cruz al tam año del
cu erp o hum ano, que es el sím bolo del m artirio cristiano (lám ina
14). Al m ism o tiem po, el cura, qu e está abajo, lo está atosigando:
“C on la d o trin a se venga el p a d re p o rq u e se quejó y pidió justicia
[el yndio]” (ibid., p. 605). En o tro , un cacique ha sido colgado en la
horcp, ejecutado a petición del encomendero y p o r o rd en del corregi­
dor (ibid., p. 571; lám ina 15). El andino, retratad o com o víctim a en
la posición d e hanan, no p u ed e re p re se n tar la au to rid ad política,
que adem ás el propio icono niega. P ero en cam bio, el an d in o
silenciado trasm ite, p o r hallarse en hanan, una su p erio rid ad m oral
con respecto a los hom bres perversos que lo h an victim ado. El
retrato de G uarnan Pom a n o hace más que o torgarle dign id ad a
un an d in o cuyo p o d er y au to rid a d han sido destruidos. En am bos
dibujos, el personaje an d in o em ula, a través del sufrim iento y de
los signos de la cruz y de la horca, el sím bolo del sacrificio suprem o.
Así, G uarnan Pom a pinta la desaparición del g o bierno nativo en
los Andes; la autoridad política de los indígenas ha q u ed ad o
definitivam ente destruida. La única presencia indígena es la del
que se som ete rufianescam ente a la v oluntad de los colonizadores
(ibid., p. 900), o la de la víctim a desvalida (ibid., pp. 571, 605). La
m etáfora espacial en cuanto a la identificación, la co n tin u id ad y el
o rden, desde los tiem pos p recolom binos hasta la época colonial,
funciona en las categorías de la experiencia espiritual, la p atriarcal
y la social m oral, p ero no en el ám bito político. En este últim o caso,
el enfoque de G uarnan Pom a es irónico; la figura an d in a q u e se
coloca en la situación predilecta, la hanan, es la víctima, y n o el
señor. Al m ism o tiem po, a los colonizadores se les niega la p re rro ­
gativa política; el espacio hanan q u e p o r d erech o o cupaban el Inca
o los otros señores étnicos, q u ed a vacío a causa de que éstos han
sido ejecutados p o r m ano de los invasores extranjeros (ibid., pp.
3 9 2 ,453,571). Tales dibujos constituyen la m anera en que G uarnan
142 LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO

Pom a plantea visualm ente su tesis d e que el m u n d o está d e cabeza


(“el m undo al rre u é s”).18

Desorden en el eje horizontal

En una segunda pauta com posicional de im portancia, en la que se


repite una parte del diseño del mapamundi, se reitera la oposición
Chinchaysuyu/C ollasuyu. En el m u n d o andino, esta configuración
conceptual d erech a/izq u ie rd a se ha asociado con el d om inio y la
subordinación políticos (Isbell, 1976, pp. 38-41). En sus dibujos,
G uarnan Pom a la em plea p ara describir las situaciones concretas
en el terren o social y en el político; aproxim adam ente el 28 p o r
ciento (es decir, 75) de los 265 dibujos están articulados conform e
a este patrón. En otras palabras, si la com posición diagonal nos
ofrece la teoría del sistem a y sus reglas de com binación e n las
categorías espiritual, social, patriarcal y m oral, entonces las com ­
posiciones orientadas horizontalm ente nos dan la articulación real
de estas relaciones; es decir, las relaciones paradigm áticas del
sistem a se desdoblan sobre el eje diagonal, en tanto qu e los
aspectos sintagm áticos se despliegan sobre el eje horizontal. En este
caso, la relación existente en tre la h um anidad y sus dioses n o es
tem a de representación, y únicam ente se describen dos o p o sid o -

IHGuarnan Poma utiliza este tema de la literatura europea para describir la forma
en que la jerarquía social tradicional ha quedado desordenada y ha quedado invertida
por la presencia de los españoles (véase i b i d pp. 222, 411, 450, 544, 618, 776, 1136 y
1138). Curtius señala el antiguo origen de dicho tema medieval en el sentido de "juntar
una sarta de imposibilidades"' y lo asocia con una actitud crítica que produce una censura
y denuncia de la época ([1948] 1963, pp. 94-98). Según Maravall, el mundo al revés fue
uno de los grandes temas que se revivieron durante el período barroco, y esto lo asocia
él con la cultura marginal de los desposeídos, es decir, con la contracultura popular. En
lo tocante a España, Maravall considera que el asunto fue producto de una sociedad en
transición, en la que las modificaciones en cuanto a fundón y posición social de diversos
grupos creaban un ánimo de inestabilidad. Citando a autores que van desde Tirso de
Molina y Cristóbal Suárez de Figueroa hasta Francisco de Quevedo y Baltasar G radan,
quienes explotan el tema, indica la forma en que se convirtió a éste en una fórmula de
protesta soaal seria (1975, pp. 313-315). Es preasám ente de este modo como Guarnan
Poma articula su visión de un “mundo al reués”. Tal como lo argumentaré en el capítulo
5, este lugar común es el que resume la pérdida de fe por parte de Guarnan Poma en la
capaddad de la sociedad peruana colonizada para alcanzar justida y armonía social. La
evaluadón que hace habla de la inversión que sin esperanza alguna ha ocurrido en las
cosas, y la cual, según teme, ya no se puede remediar.
*• *T4

14. “¡D ízim e la d o trin a , in d io pleytista!” [(1 6 1 5 ) 1980:561]


c o m e n d e ro

ElCOMEMDEROlf
trrc+r A fu u íq p x e+ iri ?*X ¿pn ,¿ eA ya,*íchixtyper&

15. El encomendero manda colgar al cacique; el corregidor lo ordena así


para tener contento al encomendero [(1615) 1980:528]
LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO 145

nes básicas: m ascu lin o /fem en in o y b u e n o /m a lo ; y esta últim a


viene a ser sinónim a con la distinción a n d in o /n o andino. En los
dibujos d onde este o rd en p o sid o n al se ve p ertu rb ad o , el signifi­
cante esp ad al corrobora los valores negativos que trasm iten los
propios objetos pictóricos.
En los m odelos de C oricancha y del mapamundi, la d isp o sid ó n
horizontal de los signos sexuales es de im p o rta n d a fundam ental.
El Inca G ardlaso corro b o ra que lo m asculino va colocado a la
derecha, y lo fem enino a la izquierda. C om o hem os visto, equipara
dicha re la a ó n con la de los hijos m ayores y m enores, y e n a e rto s
estudios contem poráneos ya se subrayaba la idea de la com plem en-
tariedad de las distintas p artes (hanan/hurin) que constituían el
todo (ibid., pp. 37-38). G uarnan Pom a sigue este p a tró n cuando
intervienen signos sexuales; y cuan d o los signos de la im agen
conform an una o p o sid ó n a n d in o /n o andino, los prim eros norm al­
m ente ocupan la p o sid ó n d e privilegio. D ebido a que esta oposi­
d ó n d erech a/izq u ierd a constituye u n p a tró n d e o rd en am ien to
inequívocam ente andino, u n o p u ed e su p o n er que el uso q u e hace
de ella G uarnan Pom a n o es acd d en tal. Al m ism o tiem po, yo
sostendría que cuando viola este o rd en , ello tam bién es significati­
vo; las escenas dibujadas de esta últim a m an era conllevan valores
negativos.
O bservando, en p rim er lugar, aquellos dibujos en los que están
presentes signos sexuales, se descubre que la inversión del o rd en
m asculino (a la d e re c h a )/fe m e n in o (a la izquierda) d en o ta desor­
d en o extravío. Éste es el m ensaje, p o r ejem plo, que trasm ite el
dibujo de los andinos antiguos, de los tiem pos preincaicos, que
andan en busca del Dios verdadero. El ho m b re del Vari R una está
m irando h a d a arriba y a la izquierda (y no h a d a la derecha, com o
ha retratad o G uarnan Pom a a todos los dem ás devotos, antiguos y
m odernos), y alza u na plegaria en quechua: “Pacha cam ac, ¿may-
pim canqui?” (“C read o r del m u n d o , ¿dónde estás?”). P uesto que
G uarnan Pom a sostiene qu e las g e n e ra a o n e s anteriores habían
perd id o su pleno c o n o a m ie n to d e Dios aunque se m an ten ían
intuitivam ente consden tes de Él g ra d a s a la luz de su razó n n atu ral
(“una sonbrilla de co n o a m ie n to del C ria d o r”) ([1615] 1980, p. 50),
de la m ism a m anera indica pictóricam ente esta confusión espiritual
in v in ien d o los signos cuya o rie n ta d ó n d e re ch a /iz q u ie rd a n orm al­
m ente significa o rd e n (ibid., p. 53). La inversión d e los signos
sexuales subraya la d e so rie n ta a ó n en qu e se vio sum ida la genera-
EL mOA

6. Castigo por aduliciio en la época de los incas [(1615) 1980:280]


* o
IMS
OTMDEMOTOW

17. “Defiende del español a su hija su padre y su madre, los pobres indios”
[(1615) 1980:814]
148 LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO

ción de Vari Runa, a causa de su búsqueda espiritual im perfecta e


intuitiva (véase el capítulo 2).
De igual m anera, los delitos com etidos en la época d e los Incas,
que en sí mism os eran indicios d e deso rd en social, se retratan de
tal form a que la inversión de los signos sexuales recalca los valores
negativos que se están describiendo. Así, p o r ejem plo, se dibuja a
los adúlteros en el m o m en to en que se les está aplicando la pena
de m uerte p o r lapidación (lám ina 16; ibid., p. 308); y a un a m ujer
que envenena a la gen te p o r din ero (“hanpiyoc collayoc runa
uatoc”) la ejecuta a palos u n verdugo del Inca (ibid., p. 312!).
G uarnan Pom a se queja de que en la época colonial los españoles
fuerzan y corro m p en a las m ujeres; estos abusos y delitos sexuales
constituyen para él la p e o r m anifestación de d eso rd en social. Sólo
nacerán mestizos; iy la raza andina perecerá! Así, re trata a m ucha­
chas andinas que son llevadas a los encomenderos (ibid., pp. 381,565),
y a una joven andina que trata de d efenderse de u n español lascivo
(ibid., p. 882; lám ina 17), en dibujos en los que los signos sexuales
se han invertido. En estos dos casos de la época colonial, la
inversión de los signos sexuales ocurre ú n icam ente d e n tro del
g ru p o étnico andino; esto es, hay u n ho m b re en la posición de
hanan, p ero éste es el español. En oposición a él, el h o m b re y la
m ujer andinos ocupan la posición de hurin, a su izquierda. Sin
em bargo, d en tro del g ru p o andino, la m ujer o cu p a la posición
hanan, y el hom bre la de hurin.
La única representació n b u rd a y sexualm ente explícita de las
relaciones sexuales en tre españoles y andinas, se e n cu en tra en un
dibujo en el que no figuran ho m b res andinos, y la inversión de los
signos sexuales es inequívoca. El dibujo, que lleva el título, “El
co rregidor i padre, tiniente an d a rro n d an d o y m iran d o la güer-
güenza de las m ugeres”, m u estra a una desfachatada m u jer andina
exponiendo ante sus visitantes su cu erp o desn u d o y sus órganos
genitales (ibid., p. 507). El hecho de que se la coloque a la d erecha
conceptual, con los españoles a la izquierda (n u estra derecha),
define sin lugar a dudas la am enaza que re p resen tan sus acciones
para la integridad racial y el o rd e n social.
C uando en el eje h o rizontal coinciden adversarios políticos
europeos y andinos, ya sean reales o potenciales, la co nfrontación
generalm ente se expresa d e tal m anera que los andinos q uedan
situados a la derecha, y los no andinos a la izquierda. Este o rd en a­
m iento se articula así en los dibujos que se inician co n la llegada y
LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO 149

recepción de los españoles en T úm bez p o r p arte del p a d re del


au to r (véase la lám ina 4)f y prosigue a to d o lo largo de las escenas
coloniales.
En lo que correspond e a la época de la conquista, son m uy pocos
los dibujos e n los que los señores incas se re ú n a n pacíficam ente
con los virreyes y capitanes españoles (ibid., pp. 442, 462), y los que
hay son representaciones idealizadas. En estos raro s dibujos, andi­
nos y no andinos se reú n en com o iguales, en el m ism o plano, sin
que n in guno de los bandos ejerza a u to rid ad o fuerza sobre el otro.
Sin em bargo, en la mayoría de los dibujos, el h ech o de que se
coloque al español a la derecha significa d eso rd en y violencia (ibid.,
pp. 523, 810).
Así, cu an d o G uarnan Pom a describe el fun cio n am ien to de las
relaciones sociales y políticas en la época de la colonia, el o rd en se
ro m p e y se disuelve. La violación del código pictórico espacial
niega una y o tra vez el concepto de qu e p u d ie ran re in a r el o rd en
y la justicia bajo el régim en colonial español. La colocación sim bó­
lica de las im ágenes sobre el eje horizontal, reitera el relato de la
destrucción de la sociedad andina.
A p a rtir de estos dibujos com ienza a m anifestarse el lenguaje
denegativo de G uarnan Pom a. En tan to q u e en los dibujos articu­
lados sobre el eje diagonal p rim ario se coloca a las nuevas entidades
en los antiguos m oldes jerárquicos, id entificando las instituciones
europeas con los valores culturales andinos, la articulación espacial
del eje horizontal contradice la expresión más fu n d am en tal de
o rd en (la hanan/hurin). Así, la estru ctu ra sim bólica básica del
m u n d o an d in o em pieza a desintegrarse en los dibujos, m in an d o y
h aciendo fútiles todos los fervientes llam ados de G uarnan Pom a en
favor de la refo rm a colonial.

Los paradigmas perdidos: la diagonal invertida y el centro vacío

El lenguaje pictórico de la negación p u ed e observarse todavía en


una tercera p au ta com posicional. Es m ateria d e esta p au ta la
subversión d e las jerarq u ías tradicionales, qu e re p resen ta la inver­
sión a espejo del diseño de la diagonal prim aria. C o n fo rm ad a p o r
una diagonal que se dirige de la p arte in ferio r derech a a la p arte
su p erio r izquierda (nuestra izquierda in ferio r a d erech a superior),
esta línea constituye la segunda división del espacio en el m odelo
150 LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO

andino. A proxim adam ente el 16 p o r ciento (cuarenta y tres) de los


dibujos que se p u eden analizar, se ap egan a este p atró n composi-
cional.
E m pero, la segunda división e n ausencia de la prim era indica,
en sí m ism a, u na aberración; en consecuencia, a la m ayoría de los
dibujos organizados sobre este eje se los puede describir com o
contradicciones de la je rarq u ía estru ctu ral que está im plícita en
aquellos que se hallan organizados conform e a la diagonal pri-ma-
ria. En esta perversión o im agen a espejo del o rd e n original, la
posición hanan coloca, a su d eb id o tu m o , a Satanás, a las fuerzas
del m al y al usurpador colonial, e n la posición del lado su p erio r
izquierdo (el derecho, para nosotros). H ay docenas de dibujos en
los que se encuentra esta disposición diagonal, y la m ayoría d e ellos
expresan de m anera doble el caos de la vida colonial, según lo
describe G uarnan Poma.
C o ndenando la presencia y las prácticas d e los españoles tan
concienzudam ente en los dibujos com o p o r escrito, G uarnan Pom a
crea u n gran núm ero de dibujos en los que se reitera el p atró n de
la diagonal invertida. En la m ayor p a rte de estas ilustraciones
aparecen asesinos, corregidores co rru p to s, rufianes vagabundos y
curas lascivos y perversos, en la posición sup erio r izquierda (la
superior derecha, para nosotros). En la m ayoría de los casos, los
personajes están yuxtapuestos a sus víctimas andinas, las cuales
ocupan la posición de la derecha in ferio r (nuestra izquierda infe­
rior). Se encu en tra un resum en visual de la inversión de todos los
principios visuales pertinentes, en el dibujo titulado, “C óm o el
m altratam iento de los corregidores y p adres españoles deste rrey-
no a los yndios, yndias p o b res” (i b i d p. 936; lám ina 18). El o rd en
hanan/hurin de los pares m a scu lin o /fem en in o y cu ra/felig rés se
ha invertido; la diagonal p rim aria invertida queda doblem ente
reiterada en el garrote del cura y en el bastó n del corregidor, y la
víctima andina caída al suelo rep ite u n a vez más el m artirio de
A tahualpa y de T upac A m aru. En este dibujo se h an violado casi
todos los principios organizativos d el paradigm a andino, y se ha
subvertido el ord en espiritual cristiano de la articulación hanan/hu­
rin que establecía G uarnan Pom a.
C onform e de este m odo va a u m en tan d o la distorsión y frag­
m entación del m odelo original d el mapamundi, hay u n factor final
que es preciso considerar: la posición del centro. Son muy pocos
los dibujos que presentan el diseño original perfecto, y aun cuando
í-fcw fc,* cerrvo
18. Forma en que los corregidores y curas de este reino abusan de los
indios [(1615) 1980:865]
152 LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO

la diagonal prim aría establece u n a cierta je ra rq u ía de valores


en algunos de los dibujos, la prevalenria de su im agen a espejo en
otros la contradice. En el p lano horizontal, tam bién el o rd en
hanan/hurin con frecuencia se ha invertido. La posición del centro
en sí, sólo en un pocos casos se articula sobre el eje horizontal o
sobre la diagonal. C uando aparece, es q u e está m ed ian d o e n tre los
térm inos de la oposición.
T anto en el mapamundi com o en el dibujo del “G ran C onsejo
del Inca” (lám ina 7), la figura p ersonal del Inca ocupa el centro. En
los dibujos de la época colonial, los únicos sím bolos q u e rem plazan
a esa im agen son el escudo de arm as de Castilla y el em blem a
institucional de la Iglesia católica. Si buscam os otros iconos que
ocupen la posición central, hallarem os m uy pocos. En los dibujos
que están com puestos a lo largo de la diagonal prim aria, solam ente
se en cu en tran símbolos religiosos cristianos. La histórica C ruz de
C arabuco, que G uarnan Pom a atribuye a la visita evangelizadora
que efectuó san B artolom é al P erú en la época de los apóstoles
(“San B artolom é que ganó más p rim ero y com o dejó la santa cruz
de C arabuco”) (lám ina 19, p. 92; ibid., p. 45), se halla al cen tro de
dos com posiciones diagonales (ibid., pp. 92,653); en otras aparecen
dim inutos crucifijos, p o r lo co m ú n com o si fu eran p arte de rosarios
(ibid., pp. 649, 835, 837, 847). Y e n otras más, figuran en el cen tro
crucifijos de p ared o de tam año n atu ral (ibid., pp. 633, 643, 687).
En estos dibujos, al igual que en el d e san B artolom é en el que el
apóstol le habla a u n and in o q u e está de rodillas, el em blem a
m áxim o de la cristiandad tiene la función de m ed iad o r sim bólico
e n tre el m u n d o europeo y el a n d in o (véase A dorno, 1981a).
Los personajes andinos ap arecen e n las com posiciones horizon­
tales que poseen un cen tro articulado. Este personaje, qu e ya no
es el andino com o seño r de la época incaica, aparece solo, sin los
símbolos del im perio (es d e d r, los cu atro señores de las subdivisio­
nes im periales) a su alrededor. Así, a G uarnan Pom a se lo en cu en tra
en el cen tro de u n dibujo titulado “P reg u n ta el a u to r”, en el que
está entrevistando a su pueblo (lám ina 20; ibid., p. 368). A quí, los
tocados que tradicionalm ente in d ican la identificación étnica se
han oscurecido, estableciendo co n ello u n contraste d o lorosam en­
te irónico con el retrato de los m ism os en el dibujo del “G ran
C onsejo del Inca” que es el in m ed iato an te rio r (lám ina 7). En o tro
dibujo, u n cacique, de nuevo ataviado a la eu ro p ea, escribe las
quejas que le dictan los andinos que lo ro d ean a izquierda y d erech a
A P O S T O L m i

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19. San Bartolomé y la Santa Cruz de Carabuco;“fue bautizado este indio”


[(1615) 1980:73]
20. “Pregunta el autor” [(1615) 1980:338]
LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO 155

(ibid., p. 784). En este caso, la hum ilde vestim enta de los peticio­
narios sugiere que, tanto en este cu ad ro com o en el anterior, el
andino com o señ o r ha pasado a ser ahora sim plem ente el an dino
com o asesor o com o peticionario. Se en cu en tran aú n otras com po­
siciones horizontales cuyo centro lo o cupan niñitos a los que se está
bautizando (ibid., pp. 627, 852).
En el últim o ejem plo del andino en el cen tro aparece u n alcalde
al que está azotando un esclavo negro, m ientras el corregid o r que
ordenó el castigo se en cu en tra observando. El dibujo se titula,
“C orregidor afrenta al alcalde h o rd en ario p o r dos guebos que no
le da mitayo” (lám ina 21; ibid., p. 503). La escena es un a rem inis­
cencia de las pinturas de la Flagelación de Cristo, puesto que la
víctima está am arrad a a u n a colum na, icono co m ú n d e la Pasión.
Com o sím bolo cristiano, el pilar es exclusivam ente u n em blem a
de sufrim iento y m artirio; n o com parte con la cruz la prom esa de
redención. Y sin em bargo, incluso la m ayor p arte de las cruces
de G uarnan P om a dejan en la m en te del observador u n a im agen
preem inente de sufrim iento, p orque, com o in stru m en to s de to rtu ­
ra y de m uerte, los clavos están presentes de m an era conspicua.
En form a global, en el curso de la n arració n pictórica de
G uarnan Pom a, el Inca im perial ha q uedado rem plazado p o r el
hum ilde peticionario y p o r la víctima brutalizada con la cual se
asocian los sím bolos cristianos del sufrim iento. D esafortunada­
m ente, el an d in o explotado rep resen ta el últim o eslabón en tre el
m undo nativo y el extranjero. La transform ación pictórica rep re­
senta u n cierto n ú m ero de cam bios caleidoscópicos m ediante los
cuales el Cuzco y su Inca, que originalm ente eran el cen tro del
o rden tradicional, en últim a instancia han q u ed ad o sustituidos p o r
la figura del an d in o anónim o, d egradado y del q u e se ha abusado,
así com o p o r los em blem as de instituciones extranjeras. Al hallarse
vacío, el cen tro carece de resonancia. En las descripciones que hace
G uarnan Pom a de la época colonial, el m odelo original an d in o con
sus d n c o sectores, ya no se vuelve a rep ro d u cir. Esa perfección
existe únicam ente en el pasado an d in o (el mapamundi) o en el
futuro del o tro m u n d o (su represen tació n del d é lo cristiano, a la
que ya nos hem os referido). Las pautas com po sid o nales qu e
G uarnan Pom a utiliza en el Buen gobierno constituyen solam ente
una p arte del diseño arquetípico; en la m ayoría de los dibujos se
rep ro d u cen únicam ente pedazos aislados del esquem a prototípico.
Así, los dibujos con que ilustra la Nueva coránica y buen gobierno
co r e g im ie n t o

cm m M TM i p o r j + l j u t f i a f c jU ín o C i ¿ a r m t y c

|ttlO l l l l t o * ) f í l T 1*
21. El corregidor castiga al alcalde indio por no haberle cobrado un par
de huevos a uno de los suyos [(1615) 1980:464]
LOS ICONOS EN EL ESPACIO: EL ORADOR SILENCIOSO 157

constituyen u n relato som brío, a m edida que explotan u n a parte,


mas nunca la totalidad del diseño an d in o fund am en tal y perfecto.
Por los m edios pictóricos, G uarnan Pom a reitera la destrucción del
m u n d o andino, conform e va volviendo a rep resen tar gráficam ente
el desm antelam iento de su sím bolo principal. J u n to con otro s
p atrones con significación visual y verbal que se exam inarán en el
capítulo 5, estas com posiciones ayudan a q ue el lector se dé cuen ta
plenam ente d e la desesperación en q u e se hallaba sum ido G uarnan
Poma.
5

M EDIACIÓ N ENTRE M UCH O S M U N D O S

El destino final de esta excursión p o r la Nueva coránica y buen


gobierno habrá de ser el de en c o n tra r la relación qu e existe en tre el
n a rrad o r G uarnan Pom a, aquellos a quienes m enciona com o recep­
tores de su obra y los personajes que crea. El papel que asum e en tre
el m u n d o externo al que se dirige y el m u n d o que crea en su obra,
constituye una m ediación que se va a m anifestar conform e a
diversas posturas estratégicas. Despliega su p u n to de vista d an d o a
en ten d e r que es in tern o al m u n d o m oral del rey, p ero ex tern o a la
esfera co rrru p ta en que m o ran los explotadores coloniales. Aquí,
la sátira y la alegoría sirven com o form as de representación. C on
respecto al auditorio an d in o c o n tem p o rán eo , el n a rra d o r se sitúa
en u na postura de sup erio rid ad social y m oral (com o cacique y
cristiano) y de igual m an era se coloca tanto d e n tro com o fuera del
m u n d o de los antiguos an d in o s.1
La rep resen tación del p u n to de vista narracional de G uarnan
Pom a presen ta facetas m últiples p ero coherentes, y voy a pasar a
exam inarlas, ante la contradicción en que cae el a u to r en sus
propios esfuerzos en otros terrenos. Lo que dice acerca d e la
historia de la conquista del P erú p o r parte de los españoles se
co n trap o n e con lo q u e realm ente q uiere d a r a e n te n d e r (capítulo
1). Su in ten to p o r crear héroes e in teg rar los m uchos hilos de la
experiencia p eru an a en u n todo co h eren te y d o tad o de sentido
(capítulo 2) no logra convertirse en una síntesis épica y p roduce,
en cam bio, u n serm ón interm in ab le (capítulo 3). Las oraciones

1 En otra ocasión (1981a), abordé una exposición afín a ésta, sobre la forma en que
Guarnan Poma establece un modelo de cultura frente a barbarie, en su texto pictórico.
Utilizando como punto de partida la teoría d eju ri Lotman en cuanto al modelaje cultural,
examiné el empleo que hace Guarnan Poma de diversos códigos de representación visual
(la iconografía cristiana, la representación del trasfondo y los códigos de la vestimenta).
Estos significado res visuales separan los espacios culturales andino y europeo en catego­
rías mutuamente excluyentes, con el resultado de que el artista invierte la ecuación de los
europeos e identifica la cultura andina con los signos de civilización, y a la europea con
los de barbarie.
[158]
MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS 159

silenciosas de los dibujos con frecuencia dicen u n a cosa y q uieren


decir algo más, u otra cosa (capítulo 4). En todos los casos, la voz
del refo rm ad o r social y orad o r, rebasa a la del historiador, a la del
n arrad o r y a la del cacique. Así, la cuestión de la voz n a rra d o n a l sale
a re lu d r com o u n a perspectiva central y final a p a rtir de la cual se
pueden evaluar los esfuerzos del escritor andino.
Tal com o se ha señalado anterio rm en te, el p u n to de vista
n a rra d o n a l consiste en la po stu ra que establece el sujeto n arra d o r
con respecto a los personajes y aco n te d m ien to s que describe
(Uspensky [1970] 1973, p. 1). Al exam inar el p u n to de vista de
G uarnan Pom a en lo que c o n d e m e a su crítica de la so d e d a d
colonial, es p re d s o reco rd a r que él p ertenecía a u n m u n d o en el
cual n orm alm ente se cuestionaba únicam ente la m a n ip u la d ó n del
poder, mas no se p o n ían en tela de ju id o las estructuras que lo
creaban (Maravall, 1975, pp. 48, 351). G uarnan P om a critica las
prácticas locales de las in stitu d o n es coloniales de la Iglesia y el
Estado, p ero n o rechaza los p rin d p io s teóricos del “b u en gobierno"
en los cuales se fund am en tan aquéllas. El uso qu e hace del tropo
literario “el m u n d o al rre u é s” revela su actitud clásica: en más de
una docena de ocasiones se queja de que el o rd e n apropiado de
las cosas se ha invertido (véase el capítulo 4, n o ta 18), p ero nunca
cuestiona la idea y el p o te n d a l del pro p io orden. En co n secu en d a,
argum enta q u e a los andinos se los victima y explota, a la vez que
hace un dibujo sobre la form a en que los colonizadores españoles
se increm entan y prosperan. Lo d e rto es que todas sus recom en-
d ad o n es en cuanto a refo rm a g u b ern am en tal p o n e n d e m anifiesto
que acepta las estructuras existentes de p o d e r y auto rid ad , y que
sólo hace falta restaurarles a los andinos sus cargos de dirigentes.
G uarnan P om a se d a cuen ta de la im posible situ a d ó n que
encaran él y su p ueblo, y sin em bargo se niega a p e rd e r la esperanza
de la ex isten d a d e u n universo m oral o ra d o n al, a pesar de sus
dudas en cuan to a que alguna vez p u ed a vivir p ersonalm ente en
tal universo. P o r más que exista una in c o n g ru e n d a en tre lo que
profesa —la refo rm a del o rd e n colonial—y lo q ue adm ite c reer —que
la reform a e n el P erú es im posible (“T odo acá es m en tira ”) ([1615]
1980, p. 1114)— tiene que resolver dos problem as retóricos u rg en ­
tes, si q uiere dirigirse eficazm ente a su destinataire. El p rim ero de
ellos es cóm o atacar y co n d en ar a los colonizadores, quienes son
vasallos y súbditos del rey español; y el segundo es el de cóm o
situarse a sí m ism o con respecto a los Incas antiguos, a quienes el
160 MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS

rey, com o defen so r del esfuerzo de la C o n trarrefo rm a, así com o


del que efectúan los m isioneros, va a co n sid erar com o idólatras
paganos.

Alegoría, sátira y el sermón

En todas las virulentas denuncias que hace G uarnan P om a respecto


a los colonizadores españoles, la cuestión está en có m o expresar
su ira y sim ultáneam ente controlarla, en la fo rm a en que varía la
expresión d e su argum en to o mensaje, con o b jeto de hacerlo
enérgico. La sátira es u n o de los canales a través d e los cuales da
rienda suelta a su rabia, y a la vez la co n tien e m o d u lan d o la
m o n o to n ía d e su voz encolerizada; es p ro b ab le q u e el uso que
de ella hace provenga d irectam ente de la experiencia q u e tuvo con
la retórica eclesiástica. La asociación de la sátira con la predicación
se rem o n ta a los profetas hebreos (Frye, 1962, p. 21), y desde la
época m edieval los serm ones, en form a típica, hab ían estado llenos
de ejem plos —ya sobre fábulas de anim ales, cuentos populares o
anécdotas b u rd as— con los que se in ten tab a c a p ta r la atención de
la grey (H odgart, 1969, p. 170). In d u d ab lem en te, m uchos de los
serm ones q ue escuchaba G uarnan Pom a venían b o rd ad o s con
retratos satíricos de los indios neófitos. De cu alq u ier m odo, en
G uarnan P om a la sátira nace de la pasión, y no del cinism o carente
de em oción; es satírico, más p o r necesidad que p o r vocación
literaria. Para él, la sátira es el últim o recurso de u n p red icad o r
apasionado q u e tiene que en fu recer al oyente d en u n cia n d o los
abusos que se com eten contra los andinos y h a c er q u e éste pase a
la acción m oral en defensa de aquéllas. El quid de la cuestión está
en hacerlo sin causarle una afren ta al lector real cuyos súbditos son
el blanco de su ataque.
El p roblem a típico d e la técnica satírica es el de e n c o n tra r u n a
form a de criticar un objeto sin antagonizar co n el lecto r (Feinberg,
1967, p. 86). Para que el ataque co n tra cu alq u ier cosa resulte
venturoso, el o ra d o r y el auditorio tienen q u e esta r d e acuerdo en
cuanto a la indeseabilidad de aquello que es o bjeto d e crítica. Y sin
em bargo, en la Nueva coránica y buen gobierno el e scrito r y el lector
m anifestado —el peticionario an d in o y el m o n arca español— se
hallan localizados en los lados opuestos de la fro n te ra cultural que
los separa. G uarnan Pom a resuelve este p ro b lem a desplazándose
POMTÍFÍCAL

e«u (t
22. “ ‘Flota’ Colún en la mar, a las Indias del Pirú” [(1615) 1980:38]
162 MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS

más allá del nivel personal, para pasar al im personal, y com prom e­
tiéndose a una alta norm a m oral (véase Frye [1957] 1973, p. 225).
Al identificar al lector con un a actitu d de sup erio rid ad moral, el
autor invita a la buena voluntad de aquél, y pro b ab lem en te la logra.
La teoría de la técnica satírica im pide que el lector se identifique
con los personajes que se describen, y G uarnan Pom a deja bien
claro que el rey español a quien escribe y los colonizadores espa­
ñoles que describe, pertenecen a distintas categorías morales den­
tro de la esfera cultural europea, según él la define.
El rasgo cardinal de la recreación ficdonal qu e hace G uarnan
Poma del m onarca es la devoción del rey a la causa de la justicia
para todos. Al crear la ilusión d e una com unidad d e m oralidad con
el lector que se ha señalado, el n a rra d o r im plícitam ente minimiza
las diferencias en tre las form as de e n te n d e r el m u n d o que los
separa. El uso de los códigos visuales y verbales de la retórica
cristiana, desde la iconografía hasta la alegoría, representa la
solución estratégica al problem a form al (véase A dorno, 1981a).
La alegoría es un conjunto de m etáforas, según López Pinciano
([1596] 1953, vol. 2, p. 144); éste señala que quienes m ejor explotan
el arte alegórico son aquellos que lo utilizan más para acusar que
para d efen d er.2 De la mism a m anera, G uarnan Pom a crea conjun­
tos de m etáforas visuales y verbales, com o arm as de ataque. Gracias
al prolongado doble sentido que ofrece la m etáfora, G uarnan Pom a
utiliza la técnica irónicam ente, crean d o una co n d en a a través del
elogio, en form a de cele b ració n /ataq u e, de los viajes de descubri­
m iento de los españoles, dándoles u n a in terp retació n alegórica que
posee el h u m o r am argo de un a caricatura política. En dos ocasio­
nes ([1615] 1980, pp. 46, 375), dibuja un galeón español en alta
m ar (lám ina 22). A bordo de él hay personajes a los que identifica
com o C olón, Vasco N úñez de Balboa y J u a n Díaz de Solís, el
explorador de las costas de Yucatán y del Brasil. A parecen en la
mism a cubierta Almagro y Pizarro, los conquistadores del Perú
(ibid., p. 46). En el segundo dibujo de la mism a escena está presente
un personaje adicional, el geógrafo y exp lo rad o r español M artín
Fernández de Enciso (ibid., p. 375).

2 En la Philosophia antigua poética ([159G] 1953, vol. 3, p. 55), López Pinciano define
la alegoría de la manera siguiente: “Sigue en orden la alegoría, la qual es junta de
metáphoras, y de la cual sea excmplo Cicerón, que dixo de Celio, orador, que tenía mejor
siniestra que diestra, porque sabía mejor acusar que defender.’’
MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS 163

En la narración escrita que acom paña a estos dibujos, G uarnan


Pom a ofrece una cronología de los acontecim ientos asociados con
estos diversos personajes históricos, p ero hace sim ultáneas esas
distintas hazañas en los dibujos titulados “Flota C o lú m ” y “Enbar-
cáronse a las Yndias”. D esde el p u n to de vista de la alegoría, los
dibujos q ue se alternan con la n arració n tratan de u n solo fenóm e­
no: el de las diversas expediciones que, en conjunto, constituyen el
acto m ediante el cual E u ro p a llegó definitivam ente al N uevo
M undo. El dibujo que de ahí resulta es un encom io a los descubri­
dores españoles, que se convierte en alegórico e irónico m ediante
el resum en visual único de los diversos viajes., así com o gracias al
texto verbal. Al describir a los exploradores y conquistadores,
G uarnan Pom a dice que se h abían desquiciado a causa de su sed
de oro:

Y no quicieron descansar ningún día en los puertos. Cada día no se hazía


nada, ciño todo era pensar en oro y plata y rriquiesas de las Yndias del
Pini. Estauan como un hombre desesperado, tonto, loco, perdidos el
juycio con la codicia de oro y plata. A ueses no comía con el pensamiento
de oro y plata. A ueses tenía gran fiesta, pareciendo que todo oro y plata
tenía dentro de las manos. A cido como un gato casero quando tiene el
rratón dentro de las uñas, entonces se huelga... Ací fue los primeros
hombres; no temió la muerte con enteres de oro y plata (ibid., p. 376).

C on objeto de que no pasen p o r alto las consecuencias históricas


de este fenóm eno, agrega: “P eor son los desta uida, los españoles
corregidores, padres, com enderos. C on la codicia del o ro y plata
se uan al ynfierno” (ibid.).
La alegoría visual y la sátira verbal adquieren significados explí­
citam ente morales; de hecho, se las p u ed e considerar com o aspec­
tos del serm oneo de G uarnan Pom a. O rientadas a en señ ar una
lección, estas piezas satíricas llegan a lo que López P in d a n o consi­
d era la parte m edular de la alegoría; dejando aparte el placer
estético, en este caso la alegoría se centra ú n icam ente en la ense­
ñanza (López Pinciano [1596] 1953, vol. 3, p. 247). P or más que la
n arración p ueda carecer de sen tid o com o historia, la alegoría es
vivida y resulta útil com o in stru c a ó n . Al utilizar los acontecim ien­
tos históricos com o pu n to de p artid a para o frecer un a lección
m oral, G uarnan Pom a se sitúa de lleno en el terren o del predicador.
C uando com para la codicia de los exploradores con el gozo del
164 MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS

gato dom éstico que tiene al rató n en tre sus garras, G uarnan Pom a
sigue las reglas de la expresión clara, utilizando símiles y com para­
ciones com unes, tal com o se estipula en el Tercero catecismo.
Su otra alegoría visual y verbal extendida, en la que se explotan
toda una serie de m etáforas con anim ales, a la m an era que se hace
en el s e rm ó n / es la continuación de sus com entarios acerca de la
codicia. A doptando la tradición del bestiario m edieval, G uarnan
Poma pinta u n dibujo en el qu e atribuye identidades anim ales a
diversos grupos de funcionarios coloniales (lám ina 23). C on las
fauces abiertas y la lengua extendida, el tigre es el español vagabun­
do, con frecuencia u n soldado; el león rep resen ta al encom endero;
la “d e rp e ” es el corregidor; el zorro es el “pad re d o ctrin an te”; el
gato representa al escribano; y el cacique principal qu ed a descrito
com o un rató n ([1615] 1980, p. 708). Sus m etáforas reiteran la
sentencia de Plauto, homo homini lupus (cuando el h o m b re se po n e
contra el h om bre es un a bestia [un lobo]), aforism o que daba
expresión a un sentim iento co m ú n en el p erio d o b arro co (Mara-
vall, 1975, p. 326). La m ism a descripción verbal se repite en otras
ocasiones ([1615] 1980, pp. 709, 832, 913-914). El m otivo del
bestiario o fábula anim al desem peña un papel en el serm ón-prólo-
go con el que se concluye el capítulo titulado, “justicia yndios”.
C om o alegoría m oral, da paso a form as simples de sátira en el
serm ón (H odgart, 1969, p. 170), y del m ism o m o d o G uarnan Pom a
explota la m etáfora para establecer identificaciones satíricas. Le
dice al lector español que es preciso am ar al prójim o y d efen d er a
los andinos, pobres corderos, de los anim ales feroces que los
quisieran devorar:

Cristianos letores: Y comunica en tu ánima y rrumia dentro de tu corasón


y procura de ser cierbos de Jesucristo. Ama a buestros prógimos y
defendelde a buestro basalto, los pobres obejas, para que no le coman los
ferós animales, serpientes, ticres, leones, sorras, gatos y rratones, para que
de ellos Dios te lo pague en el cielo ([1615] 1980, p. 832).

Así, la sátira adquiere u n tim bre m oral de invectiva y denuncia. El


aspecto central de esta fab u la d ó n es qu e la hum anidad, al conside-

* Acerca de tales efectos, López Pinciano {ibid., vol. 2, p. 95) señala: “Si alguna vez
por la alegoría dexaron la imitación, lo hizieron como philósophos y no como poetas,
como lo hizo Esopo con otros que han escrito apólogos, cuyas narraciones son disparates
y frívolas, pero las alegorías muy útiles y necesarias.
- o
.POBREDELOSIHS

poCti jc j* to

23. “Seis bestias devoradoras a las que temen los pobres indios del Perú”
[(1615) 1980:655]
166 MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS

rarse distinta a las bestias, re tra ta a sus sem ejantes a guisa de


anim ales, con objeto de decir algo acerca de la cond u cta hum ana.
Em pero, G uarnan Pom a no utiliza los anim ales com o sím bolos de
tipos y vicios hum anos, com o generalm ente se hace cu an d o se
quiere hacer pasadera la plática m oralizante y se desea d ivertir al
lector que se sitúa a distancia (véase Feinberg, 1967, pp. 52 y 55).
La sátira de G uarnan Pom a es am arga y com prom etida, y va
dirigida a la p ropia situación que vive. C o rresp o n d e al “m ecanism o
satírico de la reducción, al hecho d e p o n e r de m anifiesto que tras
las pretensiones hum anas de grandeza existen m otivaciones poco
hum anas” (H odgart, 1969, p. 172). Del m ism o m o d o q u e la trans­
form ación en sátira m oral del cu en to prim itivo sobre el anim al p o r
lo com ún desem boca en una polém ica satírica que ad o p ta la form a
de una protesta política o social (ibid.), tam bién la sátira de G uarnan
Pom a es exclusivam ente la de denuncia, alejada hasta d o n d e es
posible de la fantasía, lo cual constituye el polo o p uesto de la sátira
según el esquem a de Frye (véase Frye [1957] 1973, pp. 224-225).
Esta sátira de invectiva está estrecham ente relacionada con la
predicación y, p o r lo general, se basa en un esquem a enciclopédico
de los siete pecados m ortales, en los que prevalece u n sentim iento
de pesadilla y de lo dem oniaco, a p esar de cualquier h u m o r q u e se
les quiera inyectar (ibid., p. 225). Envuelta en su calidad de serm ón,
la sátira de G uarnan Pom a está desprovista de risa, a la vez qu e se
la ha privado de su am bivalencia regenerativa (véase Bajtín [1965]
1968, pp. 12 y 21). N o sólo d erro tad o , sino tam bién despojado de
su dignidad, hem os visto cóm o el andino, azotado y d esn u d ad o , se
ve atado a u n pilar de sufrim iento, en el centro de u n universo en
el cual, antaño, gobernaba el Inca desde su tro n o (cf. lám inas 7 y
21).
La sátira de G uarnan P om a es la de la pesadilla de la tiranía
social, cuya fuente percibe que son los colonizadores. H aciéndolos
hablar con sus propias voces, paro d ia los serm ones que los m isio­
neros espetan en quechua y crea diálogos y m onólogos satíricos
con los que dram atiza la codicia d e los europeos. En estas parodias
y piezas satíricas, com o es lo co m ú n en tales géneros, el acento
recae en el ataque a los abusos, y n o en la descripción d e personajes
o situaciones que p ud ieran ser de interés p o r d erech o p ro p io
(véase B ooth, 1974, p. 137).
T iene g ran im portancia la p aro d ia que hace G uarnan Pom a del
serm ón en quechua. En form a irónica, es el gén ero q u e le p ro p o r­
MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS 167

cionó el m odelo para su discurso, aquel que se convierte en el


blanco de su m ayor escarnio. En una im itación exagerada del estilo
del serm ón, ridiculiza tanto los m anerism os estilizados de los curas
com o los patrones del habla de éstos. R em eda el discurso de sus
más odiados enem igos, los padres de doctrina, p ara qu e las voces
extrañas se pu ed an co n d e n a r a sí mismas. La m ayor p arte de los
serm ones po n en de m anifiesto lo que el au to r p ro m ete al com ien­
zo: “Mexcla el serm ón de su hazienda y rrescates y otras ocupacio­
nes que ellos p re te n d e n ” ([1615] 1980, p. 624). De m anera signifi-
cativa, n o traduce al español estos discursos en quechua para
provecho de sus lectores en este idioma; su sátira, en este plano,
va claram ente orientada hacia el hablante de quechua. Las traduc­
ciones que ha hecho U rioste de G uarnan Pom a (ibid., p. 625)
revelan la ironía encubierta que contienen estas com posiciones.

El padre dijo: ¡Tejan! El padre dijo: ¡Acábenlo! Sepan que el padre es mejor
que el corregidor, mejor que el ku ra k a , mejor que el encomendero y que
el mismo virrey. Debes escuchar mis buenos mandatos que te dije que
trabajaras, ¡porque te voy a azotar hasta las nalgas! Esto es lo que les ordeno
hoy en el Evangelio. Este es el sermón. Se lo digo como representante de
Dios. ¡Reciban esto en el corazón!4

C on estos serm ones, G uarnan Pom a convierte en depravadas y


crueles las voces de los curas párrocos; con toda eficacia, les
arrebata el lenguaje y el espíritu del Evangelio. C uando es él quien
hace suya la retórica religiosa, utiliza dram atizaciones p ara quitár­
sela a aquellos a quienes se les ha confiado. Im itando el habla del
predicador, vacía la voz de éste de to d o co n ten id o religioso. De
esta m anera, G uarnan Pom a p o n e sus críticas de los colonizadores
en boca propia de éstos y en la de sus com patriotas. Resulta
significativo que, a lo largo de todo esto, el an d in o se quede
silencioso. Sufrientes, degradados y deshum anizados, los andinos
son retratados sin voz, sin esperanza.

4 Salvo uno, todos los demás de esta serie de nueve sermones en quechua son
satíricos. Damos a continuación otros dos ejemplos, traducidos al español por Jorge L.
Urioste: “Hijos míos, no me hagan enojar. Si me enojo, soy un puma; pero si no me enojo,
soy como un caballo, el cabestro que extira una llama” ([1615] 1980, p. 624). Guarnan
Poma atribuye el “sermón" que sigue a un “cura criollo de Huamanga”: “¡Hipócritas!
Ustedes han mandado cartas al obispo, diciendo: ‘Este padre no es bueno; expúlselo. Ese
otro padre es muy bueno*. Los judíos defamaban; ustedes me han defamado igualmente.
Arrogantes, lascivos, hipócritas. ¡Oiganme bien!” (Ibid.).
168 MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS

Estas crueles voces españolas fo rm an u n coro que se convierte


en parte esencial del ataque anticolonialista de G uarnan Poma; lo
que las to rn a irónicas es el significado de inm oralidad que el lector
asocia a las mismas. A lternando su p ro p io discurso con tales
parodias y rem edos de personas, G uarnan Pom a logra recalcar su
argum entación central com o no lo h ubiera po d id o lograr m ediante
una sola técnica. N o obstante, su experim entación con tal variedad
de géneros tal vez sim plem ente ind iq u e su sen tir en cuanto a lo
inadecuada que resulta cualquier fórm ula —o incluso todas ju n t a s -
para trasm itir su interpretació n de la realidad colonial. De ahí que
su febril p roducción de dibujos y prosa, con sus extensas repeticio­
nes y reiteraciones, sea el in te n to d e co m unicar u n m ensaje cuyas
dim ensiones rebasan cualquier form a única de expresión, y hasta
la sum a de todas ellas.
De m an era obsesiva, G uarnan Pom a rep ite sus aseveraciones en
el sentido de que los andinos, desde tiem po inm em orial, han vivido
conform e a los Diez M andam ientos, y que los españoles, desde
Francisco de T oledo hasta el cura local, se ven afectados de soberbia.
A un cu ando recu rre a la identificación m etafórica de los fenóm e­
nos andinos y no andinos, se m u estra escéptico en cu an to a su
habilidad p ara explicar las cosas; com o estrategia retórica, la m etá­
fora es insuficiente para explicar el sistem a o rd en a d o de la sociedad
andina, o p ara elucidar plen am en te las consecuencias que ten d rá
el com portam iento de los españoles en su colonia del Perú. C ada
reiteración traiciona la vaciedad que rep re se n tan las frases y deja
al descubierto lo inadecuadas que son p ara describir u n a realidad
que jam ás se p o d rá som eter a fórm ulas. D eteniéndose aú n más en
los m ales del colonialism o que en la refo rm a de éste, G uarnan
Pom a confiesa el desánim o m oral en q u e se halla sum ido: “Acá se
acauan los yndios y no ay rrem ed io e n este m u n d o .” La victoria de
la sátira sobre cualquier o tra form a literaria, y de m an era especia-
lísima la del diálogo satírico sobre la biografía ejem plar, hace que
nuestra lectura se desplace aú n más en la dirección de la desespe­
ración, co n tra la cual la esperanza n o p u ed e com petir.
Así, p o r u n lado, G uarnan Pom a desea fo m en tar el restableci­
m iento del o rd en en la sociedad y percibe que existe u n d e rto
p o te n d a l p ara lograrlo. P or el o tro, p inta una im agen aterro rizan te
de la ex p e rie n d a colonial, que contradice y a n o n ad a el celo del
reform ador. En el fondo, la cuestión n o se red u ce a pecado y
co d id a, o a m oralidad cristiana y a u se n d a d e ésta, p u esto que tales
MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS 169

aspectos son m ecanism os retóricos; el asunto está en la carencia de


un entendim iento fundam ental e n tre las dos culturas. A diferencia
de los cronistas europeos, que p o d ían ju zg ar las similitudes cultu­
rales con una m irada distante, o de reojo, y de m an era igualm ente
distinta al pensador escolástico q u e planteaba la sem ejanza en el
nivel filosófico o teológico, G uarnan Pom a vivía las diferencias en
carne pro p ia y experim entaba la falta de co m prensión y de en ten ­
dim iento en tre culturas con vastas diferencias.
Sin em bargo, ¿cómo p u ed e G uarnan Pom a efectuar innum era­
bles tipos de identificaciones en tre las dos culturas y, al mismo
tiem po, negar que sea posible cualquier identificación de esa
índole? En mi opinión, no hay ning u n a contradicción de tal o rd en
en la Nueva coránica y buen gobierno. Yo sostendría que para G uarnan
Pom a el uso de la m etáfora p ara en c o n tra r sem ejanzas es una pose,
y no u na convicción. Lo que hace es elaborar u n sistem a de
correspondencias para provecho del lector, sin que él m ism o crea
en ellas. Escoge la sátira, p o rq u e es la estrategia con la que p uede
ap aren tar que afirma la equivalencia de las culturas, cuando en el
fondo las ve com o irreconciliables.

Sobre caciques y Coyas

U na últim a indagación al respecto del p u n to de vista narracional


de G uarnan Pom a es la que se centra en la relación que éste
m antien e con los incas, desaparecidos desde m ucho tiem po atrás,
y los andinos que son sus co n tem poráneos. En estos m om entos
dejam os de hacer hincapié en la relación hablante-receptor para
pasar a considerar, finalm ente, el m u n d o andino con el que el
o ra d o r se identifica. Para ab o rd a r el p roblem a de su p u n to de vista
narracional he seleccionado u n personaje an dino h a d a el cual la
actitud del n arrad o r es am bivalente desde el p rin d p io : Mama
H uaco, Coya, m adre y esposa de M anco C apac Inca. Según G uarnan
Pom a, M am a H uaco fue una hechicera de origen d e sco n o d d o que
dio origen a la dinastía inca, que rem plazó a los incas originales y
subyugó a la antigua dinastía de Yarovilca Allauca H uanoco, de
quien G uarnan Pom a afirm a que es descendiente.
Al exam inar el tratam iento que da a M am a H uaco, descubrim os
que su d e sc rip a ó n de los personajes andinos es más com pleja que
la que hace d e los españoles. En tan to que cuando se trata de éstos
24. Mama Huaco, Coya , reinaba en el Cuzco [(1615) 1980:98]
MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS 171

el n a rrad o r sim plem ente critica o ensalza a uno u o tro colonizador,


no se introduce en un sistem a de relaciones con estos personajes,
quienes quedan fuera del espacio cultural andino que h a concep-
tualizado. Sin em bargo, al crear personajes andinos el a u to r p re­
senta a u n n a rrad o r a quien le es preciso e n tra r a la je ra rq u ía de
las relaciones que crea. A consecuencia de ello, estos retrato s son
más problem áticos en cuanto a su concepción, y más ricos en la
ejecución, que los corresp o n d ien tes a los españoles. Al exam inar
la relación q ue g u ardan dibujo y prosa en la Nueva coránica y buen
gobierno, se descubre que la ap aren te distancia e n tre el n a rra d o r y
el objeto de su descripción, iró n icam en te enm ascara la identifica­
ción que hay entre ellos.5
Resultan particularm en te significativas, en el caso del texto con
doble enfoque de G uarnan Pom a, la teoría y term inología q u e ha
desarrollado Boris Uspensky p ara describir la com posición de las
producciones artísticas verbales y visuales. Posee p ertinencia, p ara
el exam en del texto visual, el aspecto de los p u ntos de vista in te rn o
y externo, y la relación que g u a rd an con la perspectiva lineal e
inversa. Para describir la tex tu ra del discurso verbal de G uarnan
Pom a, me apoyo en las obras de B ajtin y Volosinov, en cuyo trabajo
fundam entó Uspensky su p ro p io sistem a de análisis (U spensky
[1970] 1973, pp. 5-6). Al exam inar las posturas espaciales y tem p o ­
rales que asum e el autor, tan to en los dibujos com o en la prosa,
voy a m o strar la form a en que G uarnan Pom a articula u n p u n to de
vista que a ratos es intern o , y en otros externo, a la esfera que
describe.
A todo lo largo de los textos visuales y verbales, G uarnan Pom a,
com o narrador, aborda la esfera del eu ro p eo com o si fuese a la vez
ajeno y p erteneciente a ella. Para que su relato sea recibido con
plena confianza en su auten ticid ad y veracidad, el n a rra d o r tiene
que im prim irle a su m ensaje u n a n o ta de credibilidad. En conse­
cuencia, insiste en su estatus com o p eru an o nativo y com o testigo
presencial de los acontecim ientos qu e describe: “Y ancí lo e uisto
a uista de ojos para el rrem ed io de los pobres y seruicio de Dios y
de su M agestad. C om o e uisto tantas cosas ques de e sp a n ta r”
([1615] 1980, p. 715; véanse tam b ién las pp. 285, 893 y 908). Al
m ism o tiem po, y para evitar el alienam iento de su c o rtesan o lector,

5 Esta exposición sobre el punto de vista narracional apareció por vez prim era en
Dispositia, Revista hispánica de semiótica literaria (Adorno, 1979b, pp. 28-41).
172 MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS

la persona n arrad o ra da poco realce al papel qu e desem peña com o


inform an te exótico que habla en una lengua extranjera. El dram a
que esencialm ente encara G uarnan Pom a está en cóm o p resen tar
al n arra d o r com o al confidente digno de crédito, cu an d o su propia
autoridad proviene de su condición de extranjerism o exótico. Esta
contradicción la resuelve a través de la sintaxis de la com posición.
El patriotism o étnico local de G uarnan P om a le p erm ite a éste
expresar un d e rto grado de resentim iento co n tra los incas. Sin
em bargo, trata a estos últim os con considerable sutileza, puesto
que los describe de tres m aneras: desde su p u n to de vista com o
d escendiente de la dinastía Yarovilca, los tacha de usurpadores;
desde su perspectiva com o cristiano, los llama idólatras; y com o
inform an te nativo de un rey extranjero potencialm ente xenófobo,
en cuentra ventajas en tratarlos com o personajes históricos distin­
guidos. A través de la m an ip u la d ó n de d e rta s técnicas com posido-
nales, G uarnan Pom a crea la ilusión de hallarse tan to d e n tro com o
fuera del terren o histórico que retrata, según se adecúe a sus
propósitos, ora una u o ra o tra de esas posturas. Es así com o
establece la au to rid ad de sus p u ntos de vista concernientes a un
p erio d o histórico rem o to acerca del cual ú n icam ente posee cono-
d m ien to s de segunda m ano.

En los aposentos de la Coya

La “Prim era historia de las reinas, Coyas” se in id a con el retrato de


M ama H uaco, Coya (lám ina 24; [1615] 1980, p. 120). A ésta se la
m uestra sentada en sus aposentos paladegos, m ientras es atendida
p o r tres sirvientas —dos m ujeres jóvenes y u n a enana. S osteniendo
en alto u n espejo en el que se ve su pro p io reflejo, M am a H uaco
se ocupa de su peinado. Varias características de este en can tad o r
cuadro sugieren que se halla e n ju eg o , en cuanto a su com p o sid ó n ,
un p u n to de vista intern o , y posiblem ente u n a perspectiva inversa.
Se considera que el p u n to de vista es in tern o , cuan d o el ojo que
observa y registra una escena parece estar situado d e n tro de la
esfera de la rep resen tad ó n ; y externo, cuando da la im presión de
hallarse fuera del área que se describe (Uspensky [1970] 1973, p.
2). En la pintura, la perspectiva es lineal cuando el objeto que se
retrata es considerado desde un solo p u n to e sp a d a l y trasm ite la
im presión de que la o bserv ad ó n se hace en u n m o m en to d eterm i­
MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS 173

nado y desde u n a posición fija; la perspectiva es inversa, cuando


queda rep resen tad a una pluralidad de p u ntos de vista, deb id o a
que la posición del p in to r es dinám ica (Uspensky [1970] 1976, pp.
221-228). En la perspectiva inversa, las “fracturas form ales de toda
suerte, las distorsiones de form a, en com paración co n lo que
veríam os desde u n solo p u n to de vista” surgen a causa del deseo
de re tra ta r el o bjeto en toda la p len itu d de su existencia (ibid., p.
228). Así, el artista que utiliza la perspectiva inversa observa un
objeto desde diversos ángulos y trasm ite la im p resió n sim ultánea
de esta m ultiplicidad de p u ntos de vista sucesivos.
En el re tra to de M ama H uaco hay tres rasgos que sugieren que
el p u n to de vista del p in to r es in te rn o a la escena. En p rim e r lugar,
la alfom bra sobre la que está sentada se halla inclinada hacia el
observador. Esta distorsión sugiere que el p in to r está rep resen tan ­
do la alfom bra com o si estuviera de pie sobre ella, y m irándola
desde arriba. Sólo desde una posición tal resu ltarían sim ultánea­
m ente visibles las cuatro esquinas que vemos. U n segundo rasgo es
la pequeñez d e la enana del p rim er plano, com parada co n el m ayor
tam año de las dam as de com pañía que aparecen al fondo. Si la
enana se dibujara desde nu estro p u n to de vista com o observadores
externos de la escena, su cabeza quedaría más arriba que las de sus
com pañeras del fondo. Sin em bargo, el dim in u to tam año de la
cabeza de la en an a nos dice que su figura la ha articulado u n artista
que crea la ilusión de ser u n observador in tern o a la escena. Para
el ojo que efectúa tal registro, las figuras del trasfondo estarían más
cerca, y p o r en d e serían de m ayor tam año, que las del p rim e r plano
pictórico. Esta gradación de tam años en particular se considera un a
de las características típicas de la perspectiva inversa, hasta d o n d e
ésta p resu p o n e, p o r el m om ento, u n p u n to de vista in te rn o (Us­
pensky [1970] 1973, pp. 135-136).
Hay un te rc e r rasgo del dibujo que hace im posible la existencia
de un solo p u n to de vista fijo e in te rn o p o r p arte del artista, puesto
que e n tra e n ju e g o la característica específica de m ovilidad que se
asocia con la perspectiva inversa. M am a H uaco sostiene u n espejo
en lo alto, y n osotros vemos tan to su cara, com o la im agen de ésta
reflejada en el espejo. Ni siquiera el p u n to d e vista de alguien
situado d e n tro d e la escena, en posición fija, hace posible la
perspectiva qu e aquí se ofrece; ú n icam ente un p u n to de vista móvil
p u ed e realizar esta represen tació n contigua de im presiones visua­
les sucesivas. La im agen de la cara se p u ed e a trib u ir a u n p u n to de
174 MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS

vista externo, y la im agen del reflejo, a u n o interno. Así, tenem os


el ju e g o en tre puntos de vista in tern o s y externos, que es com ún
en la perspectiva inversa. El efecto de esta alternancia es la ilusión
de que se retira el m arco que separa la p ro d u cció n artística del
m u n d o que se encuentra fuera de ella. Y la im p resió n visual global
es en el sentido de que el ojo que hace el registro se halla d en tro
de la habitación que se retrata. Este cu ad ro dom éstico real está
representado, po r así decirlo, desde d e n tro de sus propias fronte­
ras. Puesto que este retrato p resen ta a u n personaje histórico, la
m anipulación de los valores espaciales conlleva un significado
tem poral im plícito. El artista crea la ilusión de h ab er logrado lo
im posible: ha adoptad o una posición anacrónica d en tro de un
retrato histórico antiguo, com o si estuviera registrando las im pre­
siones que tenía de él, desde d en tro de sus confines.
P or más que la representación visual d e la p rim era Coya ofrezca
la ilusión de un p u n to de vista in te rn o del desaparecido m u n d o
incaico, uno pensaría que la n arración verbal de la biografía de la
Coya únicam ente se podría hacer d e m an era retrospectiva, de tal
m odo que el n arrad o r necesariam ente ten d ría que ad o p tar un
p u n to de vista externo. Después de todo, la época en la que
G uarnan Pom a inform a no es sincrónica con la de los acontecim ien­
tos que describe. Y sin em bargo, incluso e n la n arración histórica
el au to r an d in o se da m aña p ara in tro d u c ir un p u n to de vista
intern o, que alterna con otro externo. En el texto escrito, nuestro
p u n to de orientación queda definido p o r las “relaciones tem pora­
les en tre el sujeto que describe (el autor) y el suceso d escrito” (ibid.,
p. 57). En general, Uspensky considera qu e la po stu ra del n arrad o r
es in tern a a la narración cuando su “tiem po p re se n te ” es el mismo
que el del personaje que se representa; y es externa cuando
considera retrospectivam ente las hazañas o hechos de esos perso­
najes (ibid., p. 69). En el relato de la historia antigua que hace
G uarnan Pom a, ocurre una alternancia de esta índole.

El presente en el pasado

La biografía de Mama H uaco se n arra p rim ordialm ente en los


tiem pos p retérito y copretérito del sistem a verbal retrospectivo del
español. La distinción que hace B enveniste en tre los sistemas
verbales de la historia y del discurso, arro ja luz sobre el contraste
MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS 175

de valores e n tre los tiem pos co p retérito y p retérito , así com o en


cuanto a la relación que respectivam ente g u ard a n con el p u n to de
vista in tern o y el ex tern o ([1966] 1971, pp. 205-215). (A un cuando
el análisis q u e hace se refiere al francés, sus conclusiones son
igualm ente p ertin en tes para el español.) Según Benveniste, el
sistema verbal del discurso, a diferencia del de la historia, reside
en la relación que existe entre la prim era y la segunda persona
gram aticales, con lo cual se supone la presencia d e u n hablante y
un oyente, así com o la intención del p rim ero en in flu ir sobre el
segundo (ibid., pp. 208-209). D efine el sistem a verbal de la historia
com o la n arración de acontecim ientos del pasado qu e se p resentan
sin ninguna intervención del h ablante en la narración; tales sucesos
se “caracterizan com o pasado a p artir del m o m en to en que han
sido registrados y m anifestados en una expresión tem p o ral histó­
rica” (ibid., p. 206).
En español, la aserción histórica queda captada quintaesencial-
m ente en el tiem po pretérito (Alarcos Llorach, 1969, pp. 110-112;
Bull, 1960, pp. 17 y 94-98). En la biografía de M am a H uaco, este
tiem po p retérito , esto es, el sistem a verbal histórico que atribuye
las acciones a un perio d o de tiem po que excluye cualquier in ter­
vención personal p o r p arte del hablante, es el que p redom ina. Las
aseveraciones que constituyen evaluaciones finales d e la vida de
Mama H uaco se describen en sus aspectos perfectivos, y p o r lo
com ún term inativos, com o puntos e n el tiem po, sin d u ració n (Bull,
1960, p. 17). T an to su aspecto físico, com o el lugar d e fallecim iento
y la herencia espiritual que dejó, se tratan desde u n a perspectiva
general y a m an era de resum en: “Fue m uy herm osa... dejó la ley
del dem onio m uy entablado a todos sus hijos... M urió en el Cuzco
de edad de duzientos añ o s” ([1615] 1980, p. 99). En el sistem a de
Uspensky, el uso del aspecto perfectivo del verbo d efine la p o stu ra
retrospectiva del narrad o r: “Al m irar desde el tiem po fu tu ro hacia
atrás, hacia el presen te del p erso n aje”, el p u n to d e vista del
n arra d o r es ex tern o a la n arración qu e se está haciendo (Uspensky
[1970] 1973, p. 67).
N o o bstante, en otras partes de la n arració n biográfica aparecen
referencias tem porales que d en o tan una p o stu ra in te rn a del n arra­
dor, basada en el uso del aspecto im perfecto del verbo (el copreté­
rito). P uesto que el copretérito del español describe el aspecto
m edio o durativo de u n suceso considerado retrospectivam ente,
com o proceso que aún no ha concluido (Alarcos Llorach, 1969, pp.
176 MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS

111-112; Bull, 1960, p. 17), trasm ite la idea de un a aseveración


hecha en el tiem po presente acerca de u n dom inio tem poral
retrospectivo. D ebido a que el im perfecto (copretérito) ocupa un
lugar in term edio que difum ina la fro n tera en tre el sistem a verbal
histórico y el del discurso, B enveniste sitúa el aspecto im perfectivo
del verbo en am bos planos de expresión ([1966] 1971, p. 209).
Según Uspensky, el aspecto im perfectivo del verbo trasm ite un
sentido de “presente en el p asad o ”. Al igual que la form a presente
del verbo, el im perfecto le perm ite al n a rra d o r “llevar a cabo su
descripción desde d en tro de la acción —es decir, sincrónica, en vez
de retrospectivam ente— y colocar al lector en el cen tro mism o de
la escena que está describiendo” ([1970] 1973, p. 74). Esta táctica
narrativa se en cuentra en las siguientes frases entresacadas de la
biografía de Mama Huaco:

Según cuentan su uida y historia que hablaua con los demonios... hacía
hablar a las piedras y peñas... Tenía su bestido de rrosado... gouernaba
más que su marido Mango Capac... hazía milagros de los demonios... hazía
mucho bien a los pobres de la ciudad ([1615] 1980, p. 99).

Gracias al uso del tiem po im perfecto, el hablante crea la ilusión de


traer a su p ropio m arco de in tervención acciones que se iniciaron
en el tiem po pasado.
El concepto del “presen te e n el pasad o ” se p u ed e analizar
tam bién con respecto al tiem po p retérito . Bajo esta perspectiva, el
hecho de que G uarnan Pom a declare que M am a H uaco “dixo que
era hija del sol y de la lu n a ” tiene u n significado especial. U na
función atem poral del pasado sim ple perm ite que los verbos de
acción interna, tales com o p en sar e incluso decir, constituyan una
“presentificación”. (Káte H a m b u rg er [1973, pp. 64-98] expone la
función atem poral del p retérito sim ple que “presentifica” las accio­
nes de los personajes, no en u n sen tid o tem poral sino ficcional.) El
p retérito “dixo”, que rep resen ta un a acción articulada in tern am en ­
te y percibida externam ente, indica, en este caso, no tem poralidad
sino más bien un contenido en significado sem ántico en virtud del
cual M am a H uaco decidió asum ir la pose de hija del sol y de la
luna, o bien en realidad pensaba qu e lo era. Esta acción interna,
registrada en la form a “dijo”, les confiere a todas las dem ás acciones
que se n arran de su historia u n sentim iento de “estar ah í”, que se
p uede asem ejar al de la rep resen tació n d e las artes plásticas (Ham-
MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS 177

burger, 1973, p. 98). La “p resen tificación” de M am a H uaco en el


dibujo, que tam bién crea “u n A quí y A hora” estáticos (ibid., p. 98),
corrobora este efecto.
Al utilizar el im perfecto, el n arra d o r ofrece no evaluaciones
finales, sino más bien una im agen m ental móvil d e la perso n a que
“habla con las p iedras”, q u e se viste de determ in ad a m anera y
que reina vigorosam ente p e ro con com pasión en el d om inio incai­
co. La voz narrativa crea la ilusión de que observa estas acciones
m ientras están o currien d o y señala la repetición de las mismas. En
general, la im presión que da el n a rra d o r es la de un p u n to de vista
interno, de la m aterialización in situ de las hazañas del personaje
histórico, conform e éste se m ueve con grandeza y p o d eres sobre­
naturales para efectuar las rutinas de su vida cotidiana. La alter­
nancia del tiem po p reté rito (p u n to de vista externo) con el copre-
térito o im perfecto (pu n to d e observación in tern o ) crea la ilusión,
en el plano de la oración, de que el n a rrad o r e n tra y sale de esta
escena histórica. Es decir, con frecuencia saca a relucir aconteci­
m ientos que orienta hacia pu n to s retrospectivos en el tiem po, en
tan to que hay otros que no enfoca de esta m anera. Así, el hablante
organiza su narración, no com o una secuencia de sucesos, sino a
m odo de una serie de ejes retrospectivos que le p erm iten escoger
qué aspecto —inicial, m edio o final— de la acción va a utilizar para
traer a colación el acontecim iento (Bull, 1960, p. 100). De la m ism a
m anera que la articulación espacial del p u n to de vista pictórico
tiene im plicaciones en cuanto al significado tem poral, tam bién la
m anipulación tem poral del verbo trae consigo una significación
espacial. El tiem po im perfecto crea la ilusión de que el n arra d o r se
ha introducido en el dom inio espacial de los antiguos incas, don d e
es testigo de los actos de caridad y de las proezas de M am a H uaco.
O tro de los conceptos sintácticos que in tro d u ce el n a rra d o r en
el dom inio que está rep resen tan d o es u n elem ento que p ro b ­
ablem ente proviene de la lengua m atern a del autor, el quechua. Se
trata del uso del validador no testim onial (enclítico reportativo), el
“dizen q u e ”, ya descrito an terio rm en te en el capítulo 1. E ncontra­
m os aquí, que el m arcad o r del discurso quechua, so b reim puesto a
la prosa en español que usa el n arrad o r, expresa, tan to en el plano
fraseológico com o en el espacio-tem poral, la identificación del
n a rra d o r con el m u n d o a n d in o que se representa. El tipo de
expresión q ue nos ocupa perm ite com binar, d e n tro de la m ism a
oración, los acontecim ientos que se consideran com o pasados,
178 MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS

históricos y externos, con aquellos que están en el tiem po presente,


y que son discursivos e intern o s desde su p u n to de vista. En este
caso, la postura in tern a queda m arcada p o r el uso del presente
regular (Uspensky [1970] 1973, p. 71), conform e se conjuntan los
tiem pos de presen te y de pasado:

Dizen que fue gran hechicera... Y dizen que [a] ella no le fue conocida su
padre... Para se casar, dizen que pedió a su padre al sol dote y le dio dote
y se casaron madre y hijo ([1615] 1980, p. 121).

Aun cuando el contraste que establece Benveniste e n tre historia y


discurso c o rro b o ra el análisis que hace Uspensky de casos similares
a éste, el argum ento principal en favor del p u n to de vista in tern o
se encu entra en el rasgo de validación, qu e es u n a distinción
gram atical obligatoria en el quechua. El “dizen q u e ”, b ien puede
ser una traducción del validador n o testim onial, el sufijo quechua
-siy que significa que el hablante n o p u ed e resp o n d er p o r la
inform ación com o testigo ocular, sino que la ha adquirido a través
de terceras personas (véase U rioste, 1973, pp. 45 y 49). T anto si en
este caso el origen del “dizen q u e” es español o quechua, lo
im portante es q ue G uarnan Pom a deja en claro que n o está en
posición de verificar personalm ente ciertos atributos legendarios
de Mama H uaco. M ediante este m ecanism o el n a rra d o r se sitúa
más allá de los confines del m u n d o de Mama H uaco y hace qu e su
pu n to de vista sea externo con respecto a las acciones de ese
personaje.
P or o tro lado, esa alternancia de tiem pos gram aticales d e n tro
de una sola oración origina lo que U spensky llama un “cam bio
repentino de p u n to de vista” ([1970] 1973, p. 72). M ientras que la
voz narrativa es externa tanto respecto del personaje com o de los
acontecim ientos que se describen m ediante el tiem po histórico en
la cláusula subordinada, su p o stu ra tem poral es in tern a al m u n d o
representado, en el plano de la cláusula principal (“dicen q u e”). El
cronista posee inform ación especial, que, p o r ende, lo sitúa d en tro
del m undo que describe, cu an d o m enos en el nivel de su propio
tiem po de base en el discurso. “Dizen q u e ” significa “Según m e han
contado personas con au to rid ad ...”. Para Benveniste, esta construc­
ción rep resen ta la in terru p c ió n de la n arración histórica, a causa
de que interviene el discurso; el com entario del histo riad o r acerca
de los acontecim ientos que se n arran , o su rep ro d u cció n de las
MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS 179

palabras o el relato de otro, exige el uso del sistem a de tiem po


discursivo ([1966] 1971, p. 209). Así, la frase “dicen q u e ”, al igual
que aquella otra, “según cu en ta n su uida y histo ria”, coloca al
n arrador d e n tro de las tradiciones orales nativas. El “dizen q u e ” y
sus análogos nos señalan que los relatos han sido aceptados gracias
a la autoridad de que gozan ciertos andinos co n tem p o rán eo s que
se hallan fam iliarizados con el pasado de los incas. De esta m anera
el n arrad o r se coloca d en tro del m u n d o andino, a cierta distancia
en el tiem po con respecto al pasado de los antiguos, p e ro sin dejar
de m an ten er una posición espacial d en tro del d o m in io de la
experiencia andina en la que se apoya para su relato.
D esde el re tra to inicial hasta el pron u n ciam ien to final, el espec­
táculo de la vida de M am a H uaco rep resenta inequívocam ente una
panorám ica d e ese m u n d o p erd id o , desde adentro. T an to la bio­
grafía com o el cuadro pictórico son representaciones del m u n d o
andino, com o m u n d o dinám ico y que prosigue su existencia. La
m anipulación del espacio en el d ibujo y en los tiem pos verbales de
la narración le confieren a la com posición un sentido de dinam is­
mo, a la vez q ue trasm iten una im agen de la potencia qu e existía
en el m u ndo an d in o antiguo, así com o de la que se m anifiesta en
el contem poráneo. Esta ilusión de la “presentificación”, del traer
el m undo and in o al plano de hoy, se debe a la m ovilidad del p u n to
de vista del autor. A una distancia cercana en el tiem po, el n a rra d o r
verbaliza las acciones de M am a H uaco tal com o estaban sucedien­
do; en o tro m om ento, m uy alejado en cuanto al tiem po, in fo rm a
de lo que hacía utilizando los tiem pos verbales perfectos, captán­
dolo, p o r así decirlo, com o en un a fotografía instantánea. Y en
otros m om entos, presta oídos atentos a los relatos orales co ntem ­
poráneos de los ancianos andinos, quienes recu erd an relatos de
esos tiem pos de antaño. C ada u n a de estas facetas del com plejo
tem poral sugiere que la n o ción de la perspectiva inversa p ro p ia­
m ente dicha, aú n en m ayor g rad o que el simple p u n to de vista
interno, es el factor m ás p ertin e n te para describir la construcción
que hace G uarnan Pom a de las relaciones tem porales. Es este
m ism o rasgo d e la perspectiva inversa el que caracteriza las relacio­
nes espaciales en el retra to de M am a H uaco. El dibujo d e ésta no
es una rep resen tació n sim ple y estática, sino u n a p anorám ica
com puesta p o r m uchas im presiones visuales sucesivas.
A dem ás del retrato y d e la biografía, la pru eb a de esta m ovilidad
se m anifiesta incluso en el prólogo (véase el capítulo 3, “La voz del
180 MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS

pred icad o r”). Al citar a las señoras d e la nobleza m ediante sus


títulos en quechua, G uarnan Pom a se retrata a sí m ism o com o igual,
es decir, él m ism o es un cacique, hasta que se coloca en superioridad
absoluta sobre ellas, en el m om ento de su serm ó n estilizado. Y
luego, en su oración final, crea la ilusión de solidaridad con esas
señoras. Su postura la establece com o p rim o rd ialm en te in tern a al
m undo que describe, confiriéndose au to rid ad a sí m ism o con
respecto a su destinataire; y encim a de ello, d e n tro d e ese m undo
se coloca en una postura su p erio r a sus dem ás habitantes, con lo
cual se otorga un prestigio que rebasa el de sus personajes.

El autor como héroe

A la postre, los héroes y heroínas qu e crea G uarnan Pom a en su


libro no satisfacen las expectativas de estatu ra y d ignidad que el
au to r otorga a la im agen del narrad o r. Ú nicam ente a él se le ocurre
un concepto panheroico m ediante el cual se p u ed a ten d er un
puente e n tre el m undo del g u erre ro y noble estadista de la anti­
güedad, G uarnan Chaua, y el virrey del Inca y capitán del rey
español, G uarnan Malqui. Solam ente G uarnan Pom a (cacique cris­
tiano, “au to r y príncipe”) establece u n a u n ió n e n tre el heroísm o
del pasado y el del presente. La suya es u n a em p resa caballeresca,
en la que se deshacen entu erto s y se defiende a los desvalidos. En
consecuencia, las relaciones que el n a rra d o r establece tanto con el
lector real com o con los andinos a quienes se dirige —personajes
ficticios todos ellos—, a fin de cuentas cum plen con el p ro pósito de
elevar su p ropia postura, aún más que la de los sujetos que
constituyen su m aterial historiográfico y biográfico. Y aquí, final­
m ente, aparece la figura de G uarnan Pom a, puesto qu e es la
creación que el au to r hace de sí m ism o com o n arrad o r, la que
ofrece inform ación com pleta acerca de él. A p a rtir d e esta exposi­
ción del p u n to de vista, el n a rra d o r G uarnan Pom a em erge no
com o inform ante, sino com o a u to rid a d ), n o com o el servidor del
rey español, sino com o el señ o r andino. En tan to que da la
im presión de p resen tar una im agen d e sí m ism o com o indio ladino
asimilado, lo que observam os es, p o r lo co n trario , que perm anece
fiel a su propia herencia cultural, en un a identificación que es tan
íntim a com o coherente (véase A dorno, 1981a).
En cuanto a la recom pensa que recibe su h éro e, ésta aparece
MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS 181

únicam ente en el hecho de escribir el p ro p io libro. Las evidencias


que he descubierto al respecto de las dilatadas enm iendas qu e le
hizo al texto, así com o la inserción de páginas adicionales a pliegos
que ya habían sido cosidos, c o rro b o ra esta opinión (véase A dorno,
1980). Las repeticiones y la reiteratividad que le han d a d o fama,
parecen ser un indicio de que p ara él term in ar el libro iba a
equivaler a adm itir la d errota. La iro n ía últim a de G uarnan Pom a
es que se enfrasca en la redacción d e u n libro con el cual, según
tem e, no se pueden alcanzar las m etas que se ha propuesto.
T erm in ar el libro, soltarlo, sería dejarlo sujeto a un destino que
desea p osponer, más que d a r p o r bien recibido.

La crítica fin al de Guarnan Poma

E chando una últim a ojeada a la Nueva coránica y buen gobierno,


podem os ver la form a en que G uarnan Pom a esparce las semillas
de su desconcierto a todo lo largo d e su producción. El em pleo que
hace del sim bolism o espacial an d in o es un desafío a la evaluación
que p ueda efectuar el lector en cu an to a su estilo artístico ap aren ­
tem ente asimilado; sus identificaciones m etafóricas, en apariencia
inocentes y bienintencionadas, poseen una cara oscura que viene
a arrollar su interpretació n d e la experiencia colonial tan to p o r el
lado eu ro p eo com o po r el andino. C om o in stru m en to expresivo,
la m etáfora niega la ilusión de u n id ad y de totalidad; con ella
G uarnan Pom a disfraza las diferencias, p ero adm ite que éstas no
p u ed en ser ignoradas.
La am biciosa propuesta de G uarnan Pom a en el sentido de hacer
de su hijo el príncipe del P erú d e n tro de un rein o universal en el
que Felipe III sería el “m onarca del m u n d o ”, y su recom endación
en cuanto a establecer un cardenalato de las Indias, son aspectos,
am bos, que dan la im presión de qu e se m anifiesta fe en una
estructura política y religiosa cuyos objetivos d uda el a u to r que se
p u ed an alcanzar. Se desvincula de to d o su proyecto cu an d o declara
que el m u n d o está de cabeza: “Es señal que no ay Dios y n o ay rrey.
Está en R om a y Castilla” ([1615] 1980, p. 1136). A u to nom brándose
servidor de “C ristóbal de la C ruz”, su m isión, dice, es la de servir
a “los pobres de Jesucristo ” (ibid., p. 1118). De esta m an era se
despoja de la id entidad que él m ism o se había atrib u id o com o
consejero del rey. Estos esfuerzos term in an tam bién p o r n eg ar lo
182 MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS

que alguna vez habían afirm ado. El lam ento con el que finaliza sus
m editaciones trae ecos de u n antiguo estribillo —aquel que él
asociaba con la búsqueda original de Dios p o r p arte del h om bre
andino y que, de hecho, reitera el tem a tradicional de la plegaria
quechua. Al elevar su voz p ara preg u n tar, “¿A donde estás, nuestro
señor rrey Phelipe?” (p. 1122), G uarnan Pom a se identifica plena­
m ente con su propia raza y rechaza la im agen del consejero
im perial colonial. Al igual qu e e n los dibujos, aísla p o r com pleto lo
andino de la esfera cultural eu ro p ea (véase A dorno, 1981a).
A pesar de sus esfuerzos p o r c rear o rd en y arm onía en su tratado
sobre el b uen gobierno, el proyecto de G uarnan Pom a fracasa. En
el plano formal, el Buen gobierno no es otra cosa más que una serie
de arranques y paradas. M uestra u n agudo contraste con la Nueva
coránica, en la que G uarnan Pom a había tejido cuidadosam ente las
hebras de la historia bíblica, la papal y la andina, p ara form ar una
sola tela. El Buen gobierno, en cam bio, se vuelve fatigosam ente
repetitivo; parece avanzar, p ero n o llega a ninguna parte. N o tiene
culm inaciones ni resoluciones, salvo p o r el relato autobiográfico
del anciano agotado qu e lleva su m anuscrito a Lima. “C am ina el
a u to r” es u n a corta narració n cuyo efecto es el de establecer un
contraste con el corpus am orfo, en la que está inserta. La prosa
descoyuntada y vehem ente del Buen gobierno refleja los frustrados
intentos de G uarnan Pom a p o r co n tro lar la realidad que desea
describir. Acerca de esta p arte d e su libro y del m ism o m odo
en que él se quejaba de la o b ra de M urúa, podem os decir
nosotros, “ni com ensó ni acabó”. Esta narración tom a la form a de
una crónica, que no la de u n relato, y la p ro p ia carencia de una
codificación “m otivista”, le niega el atrib u to de u n valor positivo a
la experiencia que refiere; “to d o acá es m en tira”.
En tanto que G uarnan P om a había establecido u n a historia que
le diera significado a la experiencia andina del pasado, niega este
significado en el caso del p resente. P or más que parezca estru ctu rar
una ilusión de unidad, el Buen gobierno nos deja con u n conjunto
de piezas disímbolas. P or más que re cu rra al lenguaje tan to escrito
com o pictórico, G uarnan P om a cuestiona su p o d er p ara com uni­
car, p ara cam biar las cosas. C onstruye u n m odelo d e m oralidad
para el presente y para el fu tu ro , p ero d u d a de que cuente con
perspectivas en cuanto a su realización. Éste es el trágico grado de
ironía a través del cual la vida se percibe com o un a servidum bre
irrem ediable. G uarnan Pom a tenía su p ro p io m o d o de decirlo, y
MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS 183

éste constituye el epitafio de su visión irónica: “Y no ay rrem ed io


en este m u n d o .”
C om o reflejo no sólo de la evaluación que hace el au to r en
cuanto a las perspectivas de las futuras relaciones andino-hispanas,
su libro en dibujo y prosa señala o tro problem a: las dudas del a u to r
en cuanto a la posibilidad de com unicación a través de la b arrera
cultural. La propia existencia de este libro da testim onio de la
im portancia que G uarnan Pom a le atribuye al problem a. Las dobles
m aniobras entre, p o r un lado, el dibujo q u e idealiza y la prosa que
critica, y p o r el otro, el dibujo q u e critica y la prosa que condena,
esconden u n a incertidu m b re fu n d am en tal en cuanto a las perspec­
tivas de com unicación de una a o tra cultura. G uarnan Pom a no
solam ente está enfrascado en un a búsq u ed a de soluciones, sino que
tam bién anda en pos de las m ejores form as de hacer que a éstas y
a él se los entienda. Lejos de ser una especie de ilustración recta
del texto verbal, los dibujos, com o p o rtad o res de su p ro p io signi­
ficado in dependiente, establecen distintos tipos de relaciones con
el texto escrito, y todos ellos testim onian u n in ten to desesperado
p o r ten d er un p u en te que p erm ita salvar la zanja de las com unica­
ciones. A este respecto quisiera ex p resar una reflexión final que se
refiere a las tensiones y tendencias en conflicto que asistieron al
nacim iento de la narrativa en la A m érica hispana.
La experiencia de G uarnan P om a p o n e de m anifiesto que, aun
cuando las semillas de la ficción narrativa se sem b raro n en un
terren o que era supuestam ente historiográfico, los b ro tes de la
historia, la o rato ria y la ficción no se m antuvieron aparte. En pocas
palabras, el discurso literario se estru ctu ró a p artir de los diversos
m odelos que se hallaban a la m ano. G uarnan Pom a estuvo presente
en ese m om ento histórico que O ctavio Paz ha descrito com o “la
respuesta de la verdadera realidad de los am ericanos ante la
realidad utópica de A m érica” ([1961] 1966, p. 13). Los am ericanos
c o n trarrestaro n las historias providencialistas qu e escribían los
europeos, m ediante una narrativa con sello propio. D ebido a las
circunstancias que les eran in h eren tes, estos textos am erindios de
los prim eros tiem pos estaban llenos d e m odelos de experiencia qu e
parecían más míticos que reales, co n ten ían soluciones que ellos
sabían destinadas al fracaso y p resen tab an contradicciones que
ellos no podían resolver, sino solam ente ratificar. La in terp retació n
de los m odelos de la historia, la poética y la retórica refleja el
esfuerzo p o r trabajar m ediante conceptos antitéticos que rep re ­
184 MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS

sentan realidades contradictorias. Los límites de la com binación


creativa los im ponían únicam ente la im aginación o la desespera­
ción.
Y así, d en tro de tales esferas imaginativas, la ficción podía
disfrazarse com o historia, y la historiografía era intercam biable con
la oratoria. En el caso de G uarnan Poma, la historia qu e él quería
o rd en ar y re te n e r d en tro d e los límites del relato, se rehusaba a tal
confinam iento. La propia realidad rebasaba cualquier esfuerzo p o r
darles sentido a las cosas. La crónica a base de viñetas fragm entarias
que hace G uarnan Pom a es u no de los prim eros ejem plos de la
respuesta q ue dieron los andinos al sueño que otros soñaban. Su
libro vio la luz en u n m o m en to en que lo histórico y lo ficticio se
hallaban irrem ediablem ente vinculados, y sin em bargo, cada u n o
p o r separado, o am bos ju n to s, resultaban inadecuados p ara hacer
com prensible la experiencia com o u n todo.
La cuestión más im p o rtan te a que da lugar la em presa de
G uarnan Pom a n o concierne a si tiene éxito o si fracasa en su
aprendizaje literario autodidacta. En mi opinión, las m ayores im ­
plicaciones de su esfuerzo residen en la crítica que efectúa respecto
de las letras europeas. En su in ten to , aplicado y desesperado, p o r
c o m p ren d er y recrear el m u n d o de su experiencia, forcejea con
toda la gam a de m edios que los europeos utilizaban p ara in ter­
pretar y d ar expresión a la realidad: las crónicas y relaciones, los
tratados jurídico s, los opúsculos polém icos, los catecism os y serm o­
nes, la form ulación de la epopeya heroica, la biografía, la alegoría
y la sátira. Irónicam ente, esta o b ra qu e d u ran te tanto tiem po se ha
descartado sum ariam ente de los m anuales de historia literaria p o r
tosca e ingenua, posee una ex traordinaria variedad d e estrategias
discursivas.
Al hacer un m uestreo d e la gam a de posibilidades q u e ofrecen
los discursos europeos, G uarnan Pom a p one de m anifiesto lo
inadecuada que es cada una de ellas p ara inform ar d e la experiencia
de los nativos am ericanos, e in terp retarla, tan to antes com o des­
pués de la invasión y conquista españolas del Taw antinsuyu. Al
reescribir la historia and in a a m anera de que ésta incluya la
cristianización de los Andes, previa a la conquista, p o r p arte de u n o
de los apóstoles, desenm ascara las presunciones de las historias
europeas que había leído. A un cuando acepta y se adhiere a ciertas
partes de la filosofía escolástica de la guerra justa, n o deja de
desafiar las form ulaciones jurídicas pu ram en te teóricas en cuanto
MEDIACIÓN ENTRE MUCHOS MUNDOS 185

a los derechos del conquistador. C u an d o crea los héroes y heroínas


m ítico-históricos de los incas, co n fo rm e al m olde de la biografía
ejem plar, usurpa el m anto de la nobleza y la m oralidad cristianas
y utiliza sus fórm ulas para ensalzar y cen su rar a las señoras y
señores “b árb aro s”. Pone al d esn u d o el racism o que encierra el
serm ón proselitista, volviendo sus crueles ataques sobre los propios
colonizadores. N o obstante, su co n den a m ás sonante y dram ática
del discurso de los extranjeros se da en los satíricos serm ones en
quechua, en los que sustituye el m inisterio del evangelio p o r
expresiones de codicia criminal.
Y sin em bargo, no es m eram en te el sentim iento de la com pla­
cencia y superioridad de los extranjeros lo que G uarnan Pom a
rechaza al resp o n d er a este discurso. Se trata, de m anera más
profunda, de que encuentra deficientes los conceptos eu ro p eo s de
historia, de religión y de justicia. Ya fuesen las historias que él sabía
que fueron creadas para ju stificar y celeb rar la d o m inación colo­
nial; ya los opúsculos religiosos con los que sim plem ente se refor­
zaban las cam pañas de extirpación de idolatrías orientadas a con­
trolar la sociedad nativa; o ya el d eb ate acerca de la g u erra ju sta
que tuvo lugar m ucho después de las conquistas, cu an d o la m aqui­
naria institucional de la colonización se hallaba en pleno funciona­
m iento, G uarnan Pom a som etió a p ru eb a todos estos m edios,
sucesivam ente y en conjunto, con objeto de que ello le ayudara a
e n ten d e r el m u n d o que lo rodeaba. El hecho de que no lograra
e n co n trar e n ninguno de ellos u n a explicación aceptable de los
acontecim ientos, una posible resolución de la situación colonial,
refleja el fracaso del propio discurso e u ro p e o en cu an to a colocar
los cim ientos sobre los cuales se p u d ie ra estru c tu ra r aquella socie­
dad ju sta q u e tantos han anhelado p ara este “N uevo M u n d o ”. El
libro de G uarnan Pom a se alza c om o u n o d e los p rim eros esfuerzos
p o r en c o n tra r una respuesta, real y práctica, a las concepciones
utópicas —civiles y eclesiásticas— creadas p o r los “o tro s”.
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[Se han agregado algunos títulos de interés que h a n visto la luz


después de 1986, fecha en que se publicó la versión original en
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ÍNDICE DE ILUSTRACIONES

1. U na batalla librada al serv id o d e Su M ajestad p o r Don


M artín G uarnan Malqui de Ayala 31
2. A po Alanya y C huqui Llanqui cap turan a F ran d sco
H ern án d ez G irón 32
3. “M ilagro de Santa M aría” 36
4. D on M artín de Ayala, p rim er em bajador d e H uáscar
Inca, a F ran d sco Pizarro, em bajador del em p e ra d o r
Carlos V 43
5. Este soldado m ató a d e n hom bres 115
6. “M apam undi del reino de las Indias” 122
7. “C oncejo Real des tos rein o s” 128
8. A tahualpa Inca en la d u d a d de Cajam arca 130
9. El p rim er nueva corónica y b u en gobierno com puesto
p o r do n Felipe G uarnan Pom a de Ayala, señ o r y prín­
cipe 131
10. “El prim er m undo: A dán y Eva” 135
11. “Prim era g e n e ra a ó n de indios: Vari Vira C ocha Ru­
na” 136
12. “ídolos de los incas: Inti, H uana Cauri, T am bo T o co ” 137
13. La buena conducta y la cristiandad: la c o n fratern id ad
de los veinticuatro 138
14. “iDízime la dotrina, indio pleytista!” 143
15. El enco m en d ero m anda colgar al cacique; el correg id o r
lo ord en a así para ten e r co n ten to al en co m e n d ero 144
16. Castigo p o r adulterio en la época de los incas 146
17. “D efiende del español a su hija su p a d re y su m adre,
los pobres indios” 147
18. Form a en que los corregidores y curas de este reino
abusan de los indios 151
19. San B artolom é y la Santa Cruz de C arabuco;“fue
bautizado este in d io ” 153
20. “P regunta el a u to r” 154
21. El corregidor castiga al alcalde indio p o r no haberle
cobrado un par de huevos a uno de los suyos 156
[203]
204 ÍNDICE DE ILUSTRACIONES

22. “ ‘Flota* C olún en la m ar, a las Indias del P irú ” 161


23. “Seis bestias devoradoras a las qu e tem en los p o b res
indios del P erú ” 165
24. M ama H uaco, Coya, reinaba en el Cuzco 170
ÍNDICE ANALÍTICO

Acosta, Antonio: 93 Arte de la pintura: su antigüedad y


Acosta, padre José de: 38-39 n. 15; grandezas (Francisco Pacheco),
com o historiador, 14-15, 39; 111
acerca de la carencia de milagros Arte de los contractos (Bartolomé de
en la evangelización del Nuevo Albornoz): 67-68
Mundo, 4647 Arte y vocabulario en la lengua general
acto de habla: como polémica ocul­ del Perú llamada quichua, y en la
ta, 13-14; como parodia, 166- lengua española: 92
168; como estilización, 104-105 arte visual: el punto de vista interno
Adán y Eva: 134; dibujo de, 135 en el, 172, 173, 174; la perspec­
admirado: 73 n. 12 tiva lineal y la inversa en el, 172,
adoctrinamiento religioso, literatu­ 173, 174; en la persuasión reli­
ra del: 20-21,80, 92 n. 11 giosa y moral, 111-113; conside­
Adorno, Rolena: 10 n. 3, 39, 61, rado como superior al arte ver­
95-96, 113 n. 6, 121, 133-134, bal, 110-112
152, 158 n. 1, 162, 171 n. 5, Atahualpa Inca: 44-45, 64,120,150;
180-182, 192 n. 15 en Cajamarca, 126, 127, 129; di­
Alarcos Llorach, Emilio: 175, 176 bujo de, 130; ejecución de, 100
Albornoz, Bartolomé de: 68, 69 Auca Runa: véase Historia andina
Albornoz, Cristóbal de: 117 n. 8 preincaica, épocas de la Ávalos
alegoría, definición de: 78 n. 17, de Ayala, Luis de: 29-30,44 n. 18,
162; com o enseñanza moral, 118-119. Véase también Guarnan
163,164 n. 3; pictórica, 162,164- Malqui de Ayala, Martín Ayala,
165; relacionada con la epopeya, Martín de, padre: 12-13 n. 5
78 n. 17
Almagro, don Diego de: 24,44,127, Bajtín, Mijaíl: 13, 104-105, 166, 171
129-130, 162; en el dibujo, 161 barbarie: como comportamiento
amplificación: véase retórica ecle­ bestial, 51-52 n. 24; definición
siástica de, 49-50, 51-52 n. 24; como ca­
anticlericalismo: 117, 139, 166-168 rencia de un sistema de escritu­
Apo Alanya, cacique: 33; dibujo de, ra, 51
32 Barthes, Roland: 49, 111, 114
Apologética historia sumaria (fray Bartolomé, san: véase santos
Bartolomé de Las Casas): 14, 51- Benveniste, Émile: 49; los sistemas
52 n. 24 verbales del discurso y de la his­
arquetipos culturales andinos: 71- toria definidos por, 174-175,
72 n. 9 176,178-179
[205]
206 ÍNDICE ANALÍTICO

bíblicos, personajes: Abraham, 139; Claros varones de Castilla (Hernando


David, 80 n. 1 y 83 n. 5; 139; del Pulgar): 60 n. 3, 62
Habacuc, 83, 80 n. 1; Jeremías, Colón, Cristóbal: 161-162
80 n. 1, 88-89, 98; Juan Bautista, Comentarios reales de los Incas, Los (El
80 n. 1, 88; Noé, 19, 134, 139; Inca Garcilaso de la Vega): 123-
véase también santos 124
biografía(s): 20, 52, 61, 63-67, 71-72 comunicación a través de las cultu­
n. 9; de las coyas, 102; de los ras, teoría de la: 94-97; véase tam­
Incas, 64 n. 5; y enseñanza mo­ bién retórica eclesiástica
ral, 61, 69-70, 71-72; e historia complementariedad: el concepto
política, 58-61; popularidad de espacial andino de la, 123-124,
la, 60 n. 3, 62-63; véase también 142, 145
López de Gomara, Francisco Concejo Real del Inca: 127-128; di­
Booth, Wayne: 166 bujo del, 152
Braudel, Fernand: 110-111 Condarco Morales, Ramiro: 27-28
buen gobierno, literatura del: 57, n. 4, 29 n. 7
113, 120 conformación: véase retórica ecle­
Bull, William E.: 175, 176, 177 siástica: el discurso inventado en
la
Cabrera de Córdoba, Luis: 33-34, contrarreforma y las artes visuales:
54-55, 56-57 109-111
Caciques: 38; como héroes de la pos­ Coricancha: templo de (dibujo),
conquista, 27-33, 75; como vícti­ 123-124, 139-140, 142, 145, 163
mas de la violencia colonial (di­ n. 12
bujos), 143, 144 Coránica moralizada del orden de San
Calancha, fray Antonio de la: 68-69 Agustín en el Perú con sucesos ejem­
Calderón de la Barca, Pedro: como plares vistos en esta monarquía
abogado de los pintores de Ma­ (fray Antonio de la Calancha):
drid, 109-110 n. 2, 112 68-69
Carabaya: 132 Costa, Juan: 56
Carlos V (rey de España): 28 n. 6, crónica: 11-18; su vinculación con la
43, 44, 45, 120-121; sobre el di­ historia, 77-78, 182
bujo de, 140 crónicas de Indias: véase crónica
Camero: conquista y descubrimiento Crónica de los barbarrojas (Francisco
del nuevo reino de Granada, El López de Gomara): 59-60
(Juan Rodríguez Freyle), 62-63 Cros, Edmond: 73, 98
n. 4 Cruz de Carabuco: 42, 152; dibujo
Carta relatoria: 15-18 de la, 153
Cas tro virreina: 37 Curaca: véase caciques
católica, Iglesia: véase Tercer Conci­ Curtius, Ernst Robert: 112, 109 n.
lio Provincial de Lima 2, 141-142
Cigarrales de Toledo, Los (Tirso de Cuyus Mango. (Palacio del Inca): co­
Molina): 111-112 mo templo cristiano 47; véase
ÍNDICE ANALÍTICO 207

también milagros Ejercicios espirituales (San Ignacio de


Cuzco: como centro del mapamun­ Loyola): 111 n. 5
di, 121; descripción de, 123-124; emblemas: literatura de los; y empre­
Hanan Cuzco, Hurin Cuzco, sas, 89 n. 10, 113
124, 127 encomienda: 3842, 4445, 48 n. 21
epopeya: 20-21; como enseñanza
Chevalier, Fran^ois: 37 n. 12 moral, 74-75; la Nueva coránica
Chuqui Llanqui, cacique: dibujo de, como, 76-79; teoría de la, 73-75;
32 tipos de, 74 n. 13, 14 y 15; la
verosimilitud en la, 73
De historia, para entenderla y escrivirla esclavitud, teoría aristotélica de la:
(Luis Cabrera de Córdoba): 54 35
De procuranda indorum salute (padre Espinosa Soriano, Waldemar: 48 n.
José de Acosta): 47, 38-39 n. 15 21
derecho natural: 39-42, 42 n. 16 estampas: véase uimágenes”
destinatario(s): los andinos como, Esteve Barba, Francisco: 11, 42-44
70-71, 179-180; las mujeres andi­ n. 17
nas como, 102-105; Felipe III co­ evangelización en el Nuevo Mundo:
mo, 10-11, 15-16, 24, 58-59, 109- véanse Acosta, padre José de;
110 n. 2, 116-117, 118-119, Guarnan Poma de Ayala, Felipe;
120-121,159,160,162,171,179- Vitoria, padre Francisco de
180; los españoles como, 71, 81- exemplum: en la historia, 62-63 n. 4;
82, 96-97 en la literatura moralista, 62, 71,
Díaz de Solís, Juan: 161-162 72 n. 11; en la Nueva coránica y
Diccionario de autoridades: 18 buen gobierno, 80; en el adoctrina­
didáctica moral: en el arte, 111 n. 2, miento religioso, 95; véase tam­
112; en la historia, 15, 54-58; li­ bién Rodríguez de Almela, Diego
teratura de la, 20-21, 62, 69, 71,
72 n. 10 y 11, 75 n. 16 fábula: 73-75, 87
“Dizen quen (informe no testimo­ Feinberg, Leonard: 160, 166
nial): 34-35 n. 11, 36, 114, 177- Felipe II (rey de España): 120
179 Felipe III (rey de España): 16, 17,
Doctrina cristiana y catecismo para ins­ 24, 109 n. 2, 112, 118-119, 181;
trucción de los indios y de las demás dibujo de, 131; véase también des­
personas: 92 n. 11 tinatario
Domínguez Bordona, J.: 62 Felipillo (intérprete indígena): 129-
Dominica, orden: véase Las Casas, 130
fray Bartolomé de; encomienda; Fernández, Diego, el Palentino: 26,
Granada, fray Luis de; Guarnan 27, 28 n. 5, 39
Poma de Ayala, Felipe; guerra Fernández de Enciso, Martín: 161-
justa: filosofía dominica de la; 162
santo Tomás, Domingo de Du- Fernández de Oviedo y Valdés,
viols, Pierre: 117 n. 8 Gonzalo: 68 n. 7
208 ÍNDICE ANALÍTICO

Fish, Stanley: 90 ciones culturales bíblica y andi­


Frye, Northrop: 23-24, 160, 162, na, 83-84, 102 n. 15; sobre la
166 negación de la conquista militar
del Perú, 25-26, 4146, 47-48, 75;
Gallego, Julián: 89 n. 10, 111 n. 5, devoción de, a Santa María de la
113 Peña de Francia, 37, 37 n. 12;
Garcilaso de la Vega, el Inca: 12-13 sobre la orden dominica, 37-38;
n. 5, 16 n. 10, 66, 121 n. 12, sobre la encomienda, 40-42, 44-
123-124,145 46, 47-48; sobre la evangeliza-
Gasea, Pedro de la: 27-28,29; acerca ción en los Andes, 35, 4142, 46-
del dibujo de, 140 48, 118, 138, 153, 184485, 118
Generaciones y semblanzas (Fernán n. 9; sobre la idolatría entre los
Pérez de Guzmán): 60 n. 3, 62, cristianos, 81-83; sobre los Incas,
63-65, 69 3940,172; sobre los orígenes de
género, signos del: orden de los, la humanidad andina, 19, 34-35,
123-124, 134, 135-136, 139; in­ 74-75, 82 n. 2, 96-97, 134, 139,
versión de los, 145, 146, 147, 142, 145; sobre otros autores,
148,149-150, 151 77-78, 81-82; sobre las tradicio­
González Echevarría, Roberto: 9 n. nes espirituales precolombinas,
2, 17, 53 50-52, 70, 137; autorretratos de,
Granada, fray Luis de: 24, 51 n. 22, 129, 131-132, 152, 154; sobre la
85-86, 87-89, 94, 95, 96, 98, 99, “soberbia”, 98-99, 100, 167-168
101 n. 114; como fuente y mode­ guerra justa: filosofía dominica de
lo literarios de Guarnan Poma, la, 20, 3542
12-13 n. 5, 80-85,
Gray, Hannah; 55 Hafter, Monroe Z.: 72
Guarnan Malqui de Ayala, Martín: Hamburger, Kate: 176, 177
73; dibujo de, 31, 43; como hé­ Hanan/Hurin: concepto andino de,
roe de la posconquista, 27-30, 123-124,127,129,134,139,141,
33, 76-77, 118-120; en Túnbez, 142, 145, 148, 149-150. Véase
4445,118-119 también Cuzco
Guarnan Poma de Ayala, Felipe: re­ Hanke, Lewis: 35, 38-39
ferencias autobiográficas, 10 n. Hernández Girón, Francisco: 114,
3,12-13,19 n. 11,117 n. 8; sobre 115, 116, 119; dibujo de, 32; re­
la barbarie y el paganismo, 49- belión y derrota de, 24-25, 30,
52; clan de, significado de los 33, 76, 119 n. 11
nombres del, 129; sobre la “codi­ historia andina preincaica, épocas
cia”, 78, 132, 163, 166; sobre la de la: Vari Vira Cocha Runa (la
forma en que los colonizadores primera época), 50, 78, 97, 134,
abusaban de los andinos, 141, 136; Vari Runa (la segunda épo­
143,144,147,148,150,151,155, ca), 50, 145; Purun Runa (la ter­
156, 164-166, 167-168, 171; so­ cera época), 51, 96; Auca Runa
bre la comparación de las tradi­ (la cuarta época), 51
ÍNDICE ANALÍTICO 209

Historia de las Indias (fray Bartolo­ 82-83


mé de Las Casas): 52 n. 26 “imágenes”(dibujos religiosos): 109
Historia del descubrimiento y conquista Incas: Huascar Inca, 43, 64, 70, 74
del Perú (Agustín de Zárate): 10 n. 13, 120; Huayna Capac Inca,
n. 4, 13 n. 6, 15 n .8 y 9 ,16 n. 10, 18, 64 n. 5; Lloqui Yupanqui In­
24, 26-30 ca, 64 n. 5; Manco Capac Inca,
Historia general del Perú: origen y des­ 63-66, 70, 102-103, 120, 169;
cendencia de los Incas (fray Martín Manco Inca, 34, 119 n. 10; Mel­
de Muriia): 27-28 n. 4, 84 n. 6 chor Carlos, 120; Titu Cusi Yu­
Historia general y natural de las Indias panqui, 39; Tupac Amaru, 39,
(Gonzalo Fernández de Oviedo 71,100,150; Vira Cocha Inca, 64
y Valdés): 68 n. 7 n. 5; véase también Atahualpa In­
Historia natural y moral de las Indias ca
(padre José de Acosta): 14, 15 n. indio ladino: 21, 93, 180
7 inform e no testim onial (“Dizen
historiografía andina: véanse Qui­ que”): 34-35 n. 11, 114,177, 178-
pos; tradiciones orales andinas; 179
pictórica, representación Introducción del símbolo de la fe (fray
historia: y el arte de gobernar, 56- Luis de Granada): 51 n. 22
57; y descolonización, 9 n. 2; y Inventio: véase retórica eclesiástica
ficción, 25, 53-55; y enseñanza Isbell, Billie Jean: 109, 123, 142
moral, 54 n. 1,56-57,60; política,
frente a biografía, 58-61; y retó­ Jakobson, Román: 126
rica, 54-55; función que desem­ Jiménez de la Espada, Marcos: 16
peña lo hipotético en la, 54 n. 1;
teorías del siglo XVI, 54 n. 1, Krieger, Murray: 34, 77, 79
55-57
Hodgart, Matthew: 118, 160, 164, Laín Entralgo, Pedro: 83 n. 3, 84
166 Las Casas, fray Bartolomé de: 38 n.
Hóffner, Joseph: 42, 47, 50 14; como historiador, 14; sobre
homo homini lupus: 164, 165 las dotes del historiador, 51-52;
Howell, Wilbur Samuel: 97, 101 n. sobre el derecho natural, 42 n.
14 16; como polémico, 26, 37^42,
Huacra Paucar, Felipe cacique: 48 n. 51-52, 85-86
21 Leonard, Irving: 62, 68, 81
Huamanga: 37, 39 Levin, Samuel R.: 126
Loaysa, fray Jerónimo de (arzobis­
iconografía y símbolos religiosos: po de Lima): 85
conforme se aplicaban a las in­ Lohmann Villena, Guillermo: 39,
terpretaciones políticas, 143, 85 n. 8
155; y la tipología cultural, 158 n López, Luis: 38-39 n. 15
1; véase también “imágenes ” López-Baralt, Mercedes: 66,83 n. 6,
idolatría, descripciones de la: 81, 109, 110, 121 n. 12, 123, 124
210 ÍNDICE ANALÍTICO

López de Gomara, Francisco: 41, la Virgen María, 34, 36, 46, 47


153 n. 3 Mitmaq (extranjero): 40, 41
López Pinciano, Alonso: 73-75, 74 Molina, padre Cristóbal de, el Cuz-
n. 13,14 y 15, 78 n. 17,111,162, queño: 84 n. 6
163, 164 n. 3 monarquía española: dependencia
Lotman, Juri M.: 158 n. 1 en el Perú por parte de la, 132,
Lucifer: 71, 99-101 133-134; sobre el dibujo de la,
118, 120, 127, 129, 131, 132
Mama Huaco, coya: 65, 70,102-103, Montero Díaz, Santiago: 55, 56
120, 169-179; dibujo de, 170; Mundo al rreués: 116, 141, 142 n. 18,
acerca de dibujo de, 172-175 159, 181
Mapamundi', dibujo del, 122; como Murra, John V.: 10 n. 4, 16 n. 10, 25
modelo simbólico espacial, 124- n. 2, 48 n. 21, 52 n. 25
127,132,140-142,145,150,152; Murúa, fray Martín de: 78, 27 n. 4,
como síntesis de los rasgos andi­ 84 n. 6
nos y europeos, 121
Maravall, José Antonio: 60 n. 3, 72 narración: elementos de la, 76-77,
n. 10 y 11, 75 n. 16, 90,111,118, en comparación con la crónica,
120, 141-142 n. 18, 159, 164 77, 182
Means, Philip Ainsworth: 12 narrativa: categorías de tiempo en
Memorial de la vida cristiana (fray la, 49,71,174-175,178-179; véan­
Luis de Granada): 24, 80, 82, 83, se también Benveniste, Émile;
85-86, 88 presen ti ficación
Memorial del obispo fray Bartolomé de Nelson, William: 11, 18
Las Casas y fray Domingo de Santo Nueva coránica y buen gobierno (Feli­
Tomás: 38 n. 14 pe Guarnan Poma de Ayala): so­
Memorial en favor de los profesores de licitud del autor para la publica­
la pintura (Pedro Calderón de la ción de la, 16-18; crítica literaria
Barca): 112 de la, 9 n. 1, 25 n. 1; teleología
Mendizábal Losack, Emilio: 66, 110 poética en la, 75-79, 81, 82, 87,
Mendoza, Antonio de (virrey del 97, 105-106; sobre las guerras
Perú): 71 civiles posteriores a la Conquis­
mensajes visuales y verbales, contra­ ta, 27-33, 75; influencia del que­
dicciones entre los: 114-117, 118 chua en el español que usa el
n. 9, 119 n. 10, 158-159 autor en la, 10 n. 4, 110 n. 3;
metáfora: de la humanidad como textos en lengua quechua en la,
bestialidad, 93-94,164-165; en la 103-104,166-168,184-185; como
sátira pictórica, 164-165; como fuente de datos etnográficos, 25
estrategia retórica, 167-169, 181 n. 2, 52 n. 25, 55; enmiendas
Mignolo, Walter: 14, 15 n. 7 y 9, textuales a la, 181
16-17 Núñez de Balboa, Vasco: 161-162
milagros: de Cuyus Mango, 47; de
Santiago el Mayor, 33, 34, 46; de Oré, fray Luis Jerónimo de: 27, 68
ÍNDICE ANALÍTICO 211

n. 7, 78, 81,84 n. 6, 92 n. 11 pictórica, representación: ausencia


Oré, fray Pedro de: 92 de, 118-121; en la historiografía
orientación direccional y relacional andina, 65-66; justificación de
en los dibujos: véase pictórica, ella por parte del autor, 109 n. 2;
representación orientación direccional o rela­
Ossio, Juan M.: 12, 71-72 n. 9, 118, cional en la, 121, 123, 124-125,
124 155; niveles de significado en la,
Ots Capdequí, Luis: 38 n. 13 21-22,124-127
Pizarro, Francisco: 24, 100, 129,
Pachacuti Yamqui Salcamayhua, 162; en Cajamarca, 126; dibujo
Juan de Santacruz: 12-13 n. 5,42 de, 43, 130, 161; en Túnbez, 43-
n. 17, 123 45, 119
Pacheco, Francisco: 111 Pizarro, Gonzalo: 24, 27-28, 29 no­
Páez de Castro, Juan: 55 tas 7 y 9
paganismo, definición de: 49-50, plegarias en quechua: cristianas, 92
véase también Guarnan Poma de n. 11; tradicionales andinas, 84
Ayala, Felipe n. 6, 145, 182
Papado Católico Romano: 127,129, poética: 21; teleología poética, 21,
132, 133, 139; en el dibujo, 131 76-79; teoría del acoplamiento
parodia: véase acto de habla poético, 126 n. 14; véanse también
Pasajero: advertencias útilísimas a la epopeya; fábula; metáfora; sáti­
vida humana, El (Cristóbal Suá- ra; símil
rez de Figueroa): 72 n. 11,101 n. polémica oculta: véanse Bajtín, Mi-
14 jafl; acto de habla
Patrizi, Francisco: 15 n. 7 Porqueras Mayo, Antonio: 67, 68,
Paz, Octavio: 183 69
Peña de Francia, La (Gabriel Téllez): Porras Barrenechea, Raúl: 25, 30,
37 n. 12 33
Peña de Francia, Santa María de la: Potosí: 132-133
37 n. 12; como devoción andina, presentíficación: concepto de la,
139; como devoción dominica, 176-177; y movilidad del punto
37; como asunto de “comedia” de vista narracional, 179-180
por parte de Tirso, 37 n. 12; véase Primera y segunda parte de la historia
también Guarnan Poma de Ayala, del Perú (Diego Fernández): 28 n.
Felipe 5 ,3 0
Pérez de Guzmán, Fernán: 60 n. 3, Primer capítulo: 116, 117; véase tam­
61, 62, 65, 69 bién Prólogo
perspectiva: véase arte visual probanza de méritos: 15-16
persuasión: véase retórica eclesiásti­ prólogo: motivos del bestiario en el,
ca 165; en el capítulo sobre las co­
Philosophia antigua poética (Alonso yas, 70, 102 n. 15; en el capítulo
López Pinciano): 73-75, 78 n. 17, sobre los Incas, 70; en el capítulo
162 n. 2, 164 n. 3 sobre los virreyes, 71; como epí-
212 ÍNDICE ANALÍTICO

logo, 67-70, 68 n. 6; y la persua­ (padre Francisco de Vitoria): 45-


sión moral, 69-72; como sermón, 46
95-96, 97, 102-105, 165; sustitui­ restitución cristiana: 84, 85-86, 107-
do por el “primer capítulo”, 67- 108
68, 69-70, 68 n. 7, 69 n. 8, 71-72 retórica eclesiástica: 21; el acomodo
Puertos al campo (Octavio Paz): 183 en la, 88; la amplificación en la,
Pulgar, Hernando del: 60 n. 3, 62, 96, 97, 98, 106; la argumenta­
69 ción en la, 96, 97,106; el carácter
punto de vista narradonal; 22; defi­ del orador en la, 89, 101 n. 14;
nición del, 158-159; interno, la exposición en la, 96, 106; el
frente al externo, 174-179; análi­ discurso inventado en la, 98-99;
sis semiótico del, 101-104, 169- la inveníio en la, 81, 98-99; la
180 persuasión en la, 85 n. 7; las
Pupo-Walker, Enrique: 62-63 n. 4 phantasias en la, 89; el papel que
Purun Runa: véase historia andina desempeña lo hipotético en la,
preincaica, épocas de la 95-96, 97-98; teoría de la, 86-90,
95-97, 106-107; el uso de ejem­
Qillqakamayuq (el encargado de re­ plos en la, 95
gistrar la información gráfica): Riley, Edward C.: 34, 55, 73 n. 12
110 Ritos y fábulas de los Incas (padre
quechua, lengua: la validación y lo Cristóbal de Molina, el Cuzque-
sabido por terceras personas o ño): 84 n. 6
no testimonial en la, 34-35 n. 11, Rodríguez de Almela, Diego: 62, 69,
177; en las obras de adoctrina­ 70
miento religioso, 20-21, 90-94; Rodríguez Freyle, Juan: 62-63 n. 4
véanse también “Dizen que”; Nueva Romero, José Luis: 61, 63
coránica y buen gobierno; plegarias Rowe, John Howland: 52 n. 25
en quechua Ruano, Eloy Benito: 60
quipos: 15 n. 8, 65-66
Saavedra Fajardo, Diego: 120
razón natural: 51, 82-83 Santos: Agustín, 90; Bartolomé, 42,
razonamiento fingido: véase retóri­ 44, 152, 153; Gregorio, 112; Ig­
ca eclesiástica: el discurso inven­ nacio de Loyola, 111 n. 5; Santia­
tado en la go el Mayor, 33, 34, 44, 46; Juan
reforma colonial: véase restitución Bautista, 88; Pablo, 40, 88, 89,
cristiana 102,116; Pedro, 116; Tomás, 42,
relación: 12-18; y crónica, 17-18 44 n. 17; véase también bíblicos,
Relación de antigüedades deste reyno personajes
del Pirú (Juan de Santa Cruz Pa- Sandoval y Rojas, Francisco (duque
chacuti Yamqui Salcamayhua): de Lerma): 109 n. 2
42 n. 17, 123 Santiago el Mayor: véase santos
Relaciones geográficas de Indias: 16 Santo Tomás, Domingo de: 37, 38,
Relectio de Indis o libertad de los indios 81
ÍNDICE ANALÍTICO 213

Sarmiento de Gamboa, Pedro: 12 127-128, 132-133; Cuntisuyu,


sátira: su vínculo con la predica­ 123,127-128,132-133
ción, 160, 163, 166-167; pictóri­ teleología: véase poética
ca, 31, 33, 160-165 Téllez, Gabriel: 37 n. 12
Seis libros de la retórica eclesiástica, o Tello, Julio César: 13
de la manera de predicar, Los (fray Tercero catecismo y exposición de la
Luis de Granada): 87-89, 95-96, doctrina christiana por sermones:
98-99, 101 n. 14 92 n. 11, 93-96, 99-100, 104, 164
sermón: en la Nueva coránica y buen Tercer Concilio Provincial de Lima:
gobierno, 166-167, 184-185; rela­ 80, 81-82, 92
ción que guarda con la oratoria, Tirso de Molina: véase Téllez, Ga­
87-88; en el adoctrinamiento re­ briel
ligioso, 93, 94-96; la sátira en el, Titu C usí Yupanqui, Diego de Cas­
160; la estilización del, 180; el tro: 12-13 n. 5, 27 n. 3, 39
uso de mecanismos gráficos en tocado andino: como identificación
el, 89-90; véanse también prólogo; étnica, 128, 129, 152
quechua, lengua Toledo, Francisco de (virrey del Pe­
sexuales, signos: véase género, sig­ rú): com o ejecutor de Tupac
nos del Amaru, 71,100; como polémico,
Shepard, Sanford: 75 12; y la “soberbia”, 100, 168
simbolismo espacial andino: 121- tradiciones orales andinas: 23, 27,
124 33, 60-61, 65
símil: 163; en la Nueva coránica y Tratado de las doce dudas (fray Barto­
buen gobierno, 99-101, 134, 135, lomé de Las Casas): 38-42
136; en las obras de adoctrina­ Túnbez: 4345, 75, 76
miento religioso, 95
sistema retórico: definición del, 86- Urioste, Jorge L.: 10 n. 4, 34-35 n.
87; la persuasión en el, 101 n. 14 11, 167 n. 4
soberbia: véase Guarnan Poma de Uspensky, Boris: 102,103,159,171-
Ayala, Felipe 175,178
Soto, padre Domingo de: 15, 23
Struever, Nancy S.: 55 Valerio de las historias de la Sagra­
Suárez Figueroa, Cristóbal: 72 n. da Escritura y de los hechos en Es­
11, 101 n. 14, 111 paña (Diego Rodríguez de Alme-
Symbolo catholico indiano (fray Luis la): 62
Jerónimo de Oré): 27,84 n. 6,92 Valverde, fray Vicente de: 129-130
Varallanos, José: 10 n. 3, 13
Taki chaclla (el bastón andino para Vari Runa: véase historia andina
plantar): 134, 135, 136 preincaica, épocas de la
Tawantinsuyu: 19, 75-76, 89, 129, Vari Vira Cocha Runa: véase historia
133; Antisuyu, 123, 127-128, andina preincaica, épocas de la
132-133; Chinchaysuyu, 123, Velasco, Luis de (virrey del Perú):
127-128, 132; Collasuyu, 123, 71
214 In d i c e a n a l í t i c o

verdad histórica: 18, 24-26, 33, 53- 127, 132


54, 55 Waqa (ser o poder sagrado): 139;
verosimilitud: 73, 95-96, 98 dibujo de, 137
vida: véase biografía Warnke, FrankJ.: 72 n. 11
Viejo Testamento, personajes del: Weinberg, Bernard: 74 n. 15, 87
véase bíblicos, personajes White, Hayden: 11, 25, 34, 53, 55,
viracocha: 93, 93 n. 12 76, 77, 108
Virgen María: 33, 34, 36, 44, 46, 47
Vitoria, padre Francisco de: 45 n. Yarovilca Allauca Huanoco (linaje
20 dinástico): 13, 40, 76, 110, 169,
Vives, Juan Luis: 55 172
Volk, Mary Crawford: 109 n. 2, 111
n. 4, 112, 113 Zárate, Agustín de: 24, 26, 27-29,
Volosinov, V.N.: 103, 171 30, 39
Zavala, Silvio: 12
Wachtel, Nathan: 19 n. 11,123,124, Zuidema, R. Tom: 123
compuesto en baskerville 10/12
por centeno y asociados
impreso en cuadratín y medio, s .a. de c.v.
doctor vértiz 931 a-col. narvarte
03020 méxico, d. f.
dos mil ejemplares y sobrantes
10 de diciembre de 1991

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