¿QUÉ ES SER CIUDADANO/a?
La idea de ser ciudadano o ciudadana es un concepto que surgió muchos años atrás. Se usaba en la antigüedad
para distinguir a quienes pertenecían a la comunidad política -los ciudadanos- del resto de personas que no tenían
plenitud de derechos civiles y políticos. Los pensadores de esa época, entre ellos Aristóteles, pensaban que las mujeres,
los esclavos y los extranjeros no eran ciudadanos. La ciudadanía era sólo para unas pocas personas y entrañaba una
cierta visión elitista del ser ciudadano. Era considerada un privilegio para unos pocos. En la Grecia antigua, el concepto
de ciudadanía daba cuenta del vínculo entre el individuo y el Estado, que otorgaba al ciudadano un estatus superior al
resto de las personas. . Esa condición se daba únicamente a los varones libres que contaban con cierta riqueza y que
habían nacido o se habían naturalizado en la polis. Los ciudadanos tenían libertades, derechos y obligaciones. Las
libertades y derechos incluían la posibilidad de hablar y votar en la asamblea, ejercer funciones públicas, participar de la
actividad religiosa, contar con la protección de la ley, tener beneficios sociales, poseer tierra, entre otras. Las
obligaciones se referían a las tareas que los ciudadanos debían desempeñar a favor de la polis y que no se limitaban a la
participación política, sino que abarcaban otros asuntos públicos, en particular, el de pagar impuestos y defender a la
comunidad. El estatus de ciudadanía podía perderse cuando se había cometido una falta contra la comunidad o contra
su honor, por ejemplo, al no pagar los impuestos, al robar, al desertar, al abandonar el campo de batalla, o al haber
maltratado a sus padres. El perder la ciudadanía suponía quedarse sin el amparo de la ley, dado que implicaba la pérdida
de derechos como por ejemplo asistir al ágora (o plaza pública), la imposibilidad de ser testigo en un juicio, de estar en el
ejército, de asistir a los servicios religiosos o de hacer testamentos.
SABÍAS QUÉ…
La Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano reconocía
únicamente a los varones y dejaba fuera de la comunidad a las mujeres. Por ello, en
1791, Olympe de Gouges proclamó la Declaración de los Derechos de la Mujer y la
Ciudadana. La Declaración se convirtió en uno de los textos más importantes en la
historia de la lucha por el reconocimiento de los derechos de las mujeres. Por sus
ideas y por la crítica a la dictadura derivada del movimiento revolucionario, Olympe
de Gouges fue guillotinada en 1793.
La Roma antigua mantuvo algunas de estas características, como la igualdad ante la ley de los que eran ciudadanos o
la participación en los asuntos públicos. Sin embargo, la ciudadanía romana era menos excluyente que la griega, pues los
romanos, un imperio conquistador, era más abierto a los extranjeros, a quienes les ofrecía una ciudadanía de segunda
categoría. Es decir, las ciudadanas y ciudadanos de los territorios conquistados no podían participar en las decisiones
públicas, aunque contaban con la protección de la ley, podían suscribir contratos e, incluso, casarse con los romanos.
Todo ello permitió una integración paulatina y la expansión de la cultura romana y de su imperio por las costas del
Mediterráneo.
Algunas de las ideas de los griegos y romanos están vigentes en la actualidad, pues seguimos considerando que
la ciudadanía está asociada con la pertenencia a una comunidad y con la libertad de actuar dentro de la ley y de
buscar su protección. La visión moderna de ciudadanía surgió de la Revolución francesa y se plasmó en la
Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, adoptada en 1789, que reconoció que los
derechos de los hombres eran naturales, inalienables y sagrados, y que todos los hombres nacían libres e
iguales. De esta manera, las ideas antiguas de ser ciudadano como la membresía a una comunidad fueron
complementadas con la ampliación del reconocimiento de esos derechos a un mayor número de personas.
Desde el siglo XVII los pensadores contractualistas explicaron el origen de la autoridad, la razón por la cual creamos
al Estado, el modo en que protegemos los derechos humanos y cómo adquirimos la condición de ciudadanía a partir
del “contrato social”, es decir, el acuerdo real o hipotético que se realiza al interior de un grupo social y mediante el cual
se acuerdan las reglas de convivencia y las leyes a las que se someten los miembros de esa comunidad. La metáfora del
contrato social ha sido desarrollada por diversos autores como Jean-Jacques Rousseau, John Locke o Thomas Hobbes,
quienes lo pensaron como un pacto original entre sujetos libres para someterse a un régimen común. Si bien hay
diferencias entre estos tres pensadores, la esencia del pensamiento contractualista es que entregamos nuestra libertad
y decidimos convivir en una comunidad. Esa es la idea clave de esta metáfora que ha tenido un importante efecto en la
construcción de las sociedades modernas.
Para vivir en sociedad, entonces, los seres humanos acordamos un contrato (o pacto) implícito que nos otorga ciertos
derechos a cambio de abandonar la libertad de la que disponemos antes de suscribir el pacto (es decir, en lo que
denominaban el estado de naturaleza). Siendo así, los derechos y los deberes de los individuos constituyen las cláusulas
del contrato social, en tanto que el Estado es la entidad creada para hacer cumplir el contrato. Del mismo modo, los
seres humanos pueden cambiar los términos del contrato si así lo desean; los derechos y los deberes no son inmutables
o naturales. De esta manera, con esta idea poderosa, se elimina la idea del origen divino del poder y de la autoridad.
Las democracias modernas que surgieron en el siglo XIX reconocían derechos de ciudadanía, en un primer
momento, a todos los varones. Del mismo modo que pensaban que el contrato social se había hecho únicamente entre
varones. Poco a poco, la diversidad de las sociedades y el reconocimiento de los derechos políticos como parte de los
derechos humanos se otorgaron de manera formal a todas las personas, sin importar su género, pertenencia a grupos
sociales, económicos, ideológicos y religiosos. Y, a pesar de ese reconocimiento formal a la igualdad en el acceso de esos
derechos, en la práctica, el ejercicio efectivo fue limitado para algunos grupos. El relato teórico de la ciudadanía ha
invisibilizado el hecho de que las mujeres han estado excluidas de manera efectiva de los procesos políticos
(recordemos, por ejemplo, lo que tardaron en conseguir el derecho al voto).
Desde que se inició la discusión moderna sobre la ciudadanía, las mujeres han estado excluidas. De ahí los
planteamientos de Olympe de Gouges o John Stuart Mill. A pesar de la consistencia de estos reclamos, para gran parte
del pensamiento político y filosófico el conflicto de género en torno a los derechos de ciudadanía no ha existido o bien,
consideró que sólo había sido una rabieta de unas cuantas mujeres que no parecían entender que sus derechos estaban
contenidos en la noción más general de seres humanos (Lois y Alonso, 2016: 61).
En la actualidad, ser ciudadana o ciudadano significa ser miembro pleno de una comunidad, tener los mismos derechos
que los demás y las mismas oportunidades de influir en el destino de la comunidad, asimismo supone obligaciones que
es lo que hace posible el ejercicio de los derechos. La ciudadanía se manifiesta (se hace posible) a partir de tres
dimensiones diferenciadas. Siguiendo a Marshall, primero, por pertenecer a una comunidad que es fuente de identidad
colectiva (nacional). Segundo, por la capacidad que tenemos de ser agentes participantes y decisorios en las
instituciones políticas. Tercero, porque supone cierto estatus legal. Por lo tanto se piensa al ciudadano como todo
miembro activo del estado que participa en algún acto social por el bien común de sus pares y da opiniones como tal, es
decir, ejerce una ciudadanía participativa.
EN RESUMEN
La ciudadanía es un concepto muy antiguo: ya en Grecia y Roma antigua se llamaba ciudadanos a las personas que eran
miembros de una comunidad política.
En la antigüedad, la ciudadanía era excluyente para las mujeres, los esclavos y los extranjeros.
Ser ciudadana o ciudadano significa ser miembro pleno de una comunidad, tener los mismos derechos que los demás y
las mismas oportunidades de influir en el destino de la comunidad. También supone el cumplimiento de una serie de
deberes y obligaciones vinculados a esos derechos.
A pesar de la existencia de derechos a nivel formal para la mayoría de ciudadanos y ciudadanas, aún hay problemas para
hacer efectivos muchos derechos por condiciones de desigualdad estructural.
En ese proceso podemos reconocer:
Ciudadanía civil: conformada en el siglo XVIII cuando se reconocen los primeros derechos asociados a la libertad: libertad
física, de palabra, de pensamiento, de religión.
Ciudadanía política: en el siglo XIX y consiste en el reconocimiento al derecho de participar en el ejercicio del poder
político, a elegir y a ser elegido, al sufragio general y la participación política.
Ciudadanía social: en el siglo XX y es el derecho a tener un nivel adecuado de vida: esto incluye educación, salud,
seguridad social, al trabajo etc.
CIUDADANÍA Y DERECHOS
El concepto de ciudadanía se refiere a las personas que son miembros de una comunidad y que tienen derechos plenos.
Pero, ¿qué significa eso? ¿Qué significa tener derechos?
Todas y todos sabemos que tenemos derechos y eso nos da la sensación de cierta protección. Intuimos que tener derechos
es algo bueno y algo que nos da herramientas para hacer cosas o para defendernos. Los derechos son otro de los conceptos
que usamos y valoramos, pero que no nos es fácil definir y muchas veces ni siquiera conocemos bien. El hecho de que
conozcamos los derechos que tenemos nos lleva a empoderarnos, es decir, a fortalecer nuestras capacidades, confianza,
visión y protagonismo para impulsar cambios positivos en nuestro entorno.
¿Quiénes tienen los derechos? La respuesta a esta pregunta también fue diferente en los distintos momentos de desarrollo
de nuestras sociedades. Poco a poco se fue ampliando el catálogo de las personas a quienes se les reconocía como
integrantes de la comunidad y a quienes se les otorgaban derechos. Primero, los derechos se les otorgaron a todos los
varones, mayores de edad, que eran libres y contaban con un determinado nivel de ingresos o recursos. Después los
requisitos relacionados con la riqueza personal se fueron eliminando y con la abolición de la esclavitud todos los varones
fueron libres. Los siguientes pasos fueron el reconocimiento de los derechos de las mujeres y de las personas
pertenecientes a ciertos grupos, como minorías (étnicas o religiosas), de la diversidad sexual, personas en situación de
migración o en otras situaciones de vulnerabilidad.
Las sociedades modernas, conscientes cada vez más de la importancia de la protección de los derechos, fueron no sólo
reconociendo los derechos de las personas pertenecientes a grupos previamente excluidos (mujeres, indígenas, afros,
minorías étnicas, personas con discapacidad o pertenecientes a grupos de diversidad sexual), sino que fueron adoptando
mecanismos especiales y adicionales para otorgar a todas y todas las oportunidades reales de ejercerlos.
El reconocimiento de los derechos de todas las personas es un ideal ampliamente extendido en las sociedades
democráticas. Los derechos son para todas y todos, pero ser ciudadano y ciudadana nos otorga ventajas adicionales: nos
permite participar en la vida política de una comunidad y nos brinda protección ante cualquier posible intento de violación
de nuestros derechos.
Hasta ahora hablamos de la ciudadanía vinculada sólo a derechos, es necesario incluir también la definición de
ciudadanía como pertenencia a una comunidad compartida, y eso nos lleva a la dimensión de nuestra vida en común y lo
que significan nuestras obligaciones en ese marco. Es que ser ciudadano a menudo se vincula sólo al ejercicio de
derechos, desconociendo la esfera de cumplimiento de obligaciones, que es la otra cara de un derecho y que provienen de
la necesaria interconexión de la vida en sociedad.
En muchos países y específicamente en América Latina tenemos graves problemas como desigualdad social,
creciente vulnerabilidad de importantes grupos sociales y exclusión social, todas cuestiones asociadas al desconocimiento
de derechos sociales y a la necesidad de avanzar en la construcción de una ciudadanía social inclusiva. Frente a ello ha
surgido una creciente movilización de la ciudadanía que reclama por sus derechos y que ofrece y exige a las autoridades
formas alternativas de resolución de los conflictos.
Esto es muy importante ya que es una vía para hacer efectiva una auténtica democracia que no se limita al
derecho-deber ciudadano de emitir el voto electoral. Se considera que hay una tensión entre el tema de los derechos
humanos y la ciudadanía, ya que si sostenemos, como verán, que los derechos humanos son universales y que los Estados
se obligan internacionalmente cada vez más a su cumplimiento, ¿Cómo puede ser, entonces, que en la práctica los Estados
diferencien entre ciudadanos y extranjeros para el real reconocimiento y aseguramiento de los derechos humanos?
Así vemos que paralelamente a la expansión de la idea de derechos humanos, se dan leyes de ciudadanía que son
cada vez más estrictas en los países más poderosos, delimitando claramente aquellos derechos que no tienen los no
ciudadanos de sus Estados. En el contexto actual de gran movilidad geográfica de las poblaciones, esto es hoy un
verdadero problema ya que acrecienta conflictos entre los pueblos, exacerba los nacionalismos y la discriminación.
EN RESUMEN
Tener derechos significa contar con la protección de la sociedad para poder realizar ciertos intereses
fundamentales para lograr una vida digna.
Los derechos humanos son de todas las personas, pero la ciudadanía nos permite participar en la vida política de
la comunidad y nos otorga su protección.
Actividades:
1- ¿Cuál era la diferencia entre la Antigüedad (Grecia) y al siglo XIX con las Democracias Modernas respecto al
concepto de ciudadanía?
2- ¿Según la historia les parece que la humanidad ha evolucionado en cuanto a la consideración de ser ciudadanos?
3- Buscar en el diccionario la palabra status y explicar cuándo sienten que ejerce su status de ciudadano.
Ciudadanía y Derechos
4- ¿Cuál es el problema actual en América Latina?
5- ¿Cuál es la relación ente Derecho y Obligaciones?
6- ¿Qué quiere decir el siguiente párrafo?
“Así vemos que paralelamente a la expansión de la idea de derechos humanos, se dan leyes de ciudadanía que son
cada vez más estrictas en los países más poderosos, delimitando claramente aquellos derechos que no tienen los
no ciudadanos de sus Estados. En el contexto actual de gran movilidad geográfica de las poblaciones, esto es hoy
un verdadero problema ya que acrecienta conflictos entre los pueblos, exacerba los nacionalismos y la
discriminación”
7- Leer el artículo del escritor español Fernando Savater y luego reflexionar sobre la relación que plantea el autor
entre ciudadanía y democracia. Escriban sus conclusiones