HISTORIA AGRARIA' 29 • Abril 2003 • pp.
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Crecimiento y atraso: la vía mexicana
hacia el capitalismo agrario (1856-1920)
Alejandro Tortolero Villaseñor
El problema de la inserción de la agricultura mexicana en una economía capi-
talista ha sido analizado desde distintas vertientes. Desde Malina Enríquez (1909),
hasta Sergio de la Peña (1975), Semo (1988), o Knight (1996), la hacienda mexicana,
basada en la opresión y el peonaje, ha sido vista como el fundamento de la ineficiencia
en el campo. La hacienda, el sistema de gran propiedad, funcionaría mediante me-
canismos coactivos que lejos de potenciar el crecimiento agrario originan un retraso
que sólo una transformación tan violenta como la revolución puede superar. La ha-
cienda sería responsable del atraso en el campo mexicano porque desarrolla una
economía más cercana a las grandes unidades feudales que a las modernas explo-
taciones capitalistas. Según las grandes síntesis de historia agraria mexicana, en la
base de la revolución mexicana se encuentran los altos costos sociales de un sistema
de hacienda que acapara los principales recursos en detrimento de los pueblos y los
pequeños propietarios. En vísperas de la revolución, la hacienda acaparaba el 97%
de la tierra, mientras el grupo de hacendados, una elite de 847 propietarios, apenas
representaba al 3% de la población (Rojas, 1991:218; Bellingeri en Cardoso, 1981:324;
Buve,1984; García de León en Semo,1988:79)'. Esta opinión ha sido fruto de varias
Fecha de recepción del original: Junio de 2002. Versión definitiva: Marzo de 2003 .
• Alejandro Tortolero Villaseñor es Profesor en la Universidad Autónoma Metropolitana. Dirección para
correspondencia: Departamento de Filosofía. Area de Historia. Universidad Autónoma Metropolitana. Avda.
Michoacán y la Purísima, sln., Col. Vicentina, 09340 Iztapalapa (Mexico).
[email protected] García de León (1988:79) toma los datos de G. Magaña y sólo menciona que más de las tres
cuartas partes del territorio nacional, casi 168 millones de hectáreas, estaban en manos de
los hacendados. A. Córdova, en la introducción a Malina Enríquez afirma que el 97% de la
tierra censada pertenecía a hacendados y rancheros, el 2% a pequeños propietarios y el 1%
a pueblos y comunidades (CÓRDOVA, 1983: 16).
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maneras de explicar el funcionamiento del campo y la responsabilidad de la hacienda
en la revolución mexicana. En este trabajo mostraremos que esta posición está ancla-
da en una representación errónea del campo mexicano que tiene su origen en el
modelo de hacienda de Malina Enríquez (1909). Analizaré algunos de los obstáculos
fundamentales para el crecimiento capitalista en el campo mexicano, entre las refor-
mas liberales que se traducen en las leyes de desamortización de 1856 y la revolución
que abarca hasta la segunda década del siglo XX.
La caracterización de la gran hacienda como ineficiente, asociada a propieta-
rios absentistas, mercados reducidos y cautivos, tecnología atrasada y falta de insti-
tuciones adecuadas para insertar el campo mexicano en la senda del desarrollo
capitalista puede ser válida en algunas regiones, pero el México decimonónico sufrió
una transformación importante en el último tercio del siglo, sobre todo en las regiones
ligadas a la expansión urbana y al sistema ferroviario que se forma durante el Porfiriato.
En estas regiones la hacienda es una unidad productiva con importantes avances
tecnológicos, con propietarios interesados en la explotación racional y en los benefi-
cios. En este marco regional vinculado al cambio, los principales obstáculos al desa-
rrollo de una agricultura capitalista fueron tres: (1) las formas compulsivas de organi-
zación del trabajo, (2) la escasez de capitales (producto de una raquítica emisión y
circulación monetaria, que impidió la formación de un mercado de tierras y las rela-
ciones salariales con pago monetario), y (3) la ausencia de crédito agrícola, originada
por la muy limitada oferta de capitales y por un inadecuado marco institucional". Todo
ello enmarcado en un modelo de desarrollo que privilegiaba a la ciudad sobre el
campo, y para ello dirigía los beneficios de las políticas de fomento esencialmente a
las explotaciones vinculadas a los mercados urbanos.
1. LA HACIENDA NO ES NEGOCIO: EL DEBATE Y LAS TRADICIONES
ANALíTICAS
El campo mexicano acentuó su carácter dual en el siglo XIX: por un lado la
agricultura de autoconsumo practicada en los pueblos y pequeñas propiedades; por
otro, una agricultura comercial practicada en las haciendas, plantaciones y algunos
ranchos, que abastecía a las ciudades, centros mineros y mercados locales". Aqui la
hacienda controla la mayor parte de la producción, los precios, el crédito y los circuitos
mercantiles, los recursos productivos, etcétera. Los aparceros y arrendatarios son la
'respuesta' de la hacienda a las fluctuaciones del mercado, al aprovechamiento de las
tierras marginales, a la apertura de nuevas tierras al cultivo, al resguardo de fronteras
que impidan la expansión de otras haciendas y a la formación de clientelas, elemento
central en el funcionamiento de los sistemas políticos de antiguo régimen (Tortolero,
2002a, Beaur 2002, Actas 1997). Los rancheros tienen una clara orientación mercantil
Dejamos fuera los factores geográficos que imponían serias desventajas para la transforma-
ción de la agricultura en importantes franjas del México árido.
Aunque muchos pueblos participaron en la agricultura comercial y muchos ranchos no.
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en zonas como el Bajío, el norte de Guerrero, la sierra Alta de Hidalgo, San José de
Gracia o en la Meseta Central. A menudo son propietarios de sus tierras y practican
una agricultura basada en sistemas de ayuda familiar y en el aprovechamiento inten-
sivo de los espacios cultivables (Knight 1996, Barragán y otros 1994, Colin 2000)4
1.1. La hacienda en el debate
Para llegar a construir esta imagen del campo mexicano se ha pasado por
distintas tradiciones. En la primera, los intelectuales liberales y conservadores de
finales del XIX y principios del XX ven a la hacienda como un territorio de disputa: una
propiedad de grandes dimensiones pero ociosa, con propietarios absentistas, ajena
a las innovaciones (Malina Enríquez,1909; Orozco, 1911; Cabrera,1913). La comuni-
dad, en cambio, es un espacio de relaciones sociales armoniosas, de solidaridad
étnica y cohesión, pero también de incapacidad para entender la noción de propie-
dad privada, de allí su expoliación por los criollos ávidos de tierra durante la desamor-
tización de las comunidades". Entre la hacienda ociosa y la comunidad comprometida,
el rancho representa el desarrollo de la propiedad mediana o pequeña que tanto éxito
había tenido en la agricultura "farmer" de los Estados Unidos. El sueño liberal de
transformar un país de haciendas en uno de medianos y pequeños propietarios como
los vecinos del norte, se cristalizaba en el ranchero.
Los conservadores, en cambio, se niegan a aceptar tres características de la
situación imperante en la década de los veinte: la miseria agraria, la pésima distribu-
ción de la propiedad territorial y el despojo a los menesterosos. El sistema de propie-
dad comunal se habría alterado poco, la hacienda no sería responsable de la absor-
El término "rancho" es muy ambiguo. En ocasiones se utiliza para definir terrenos anexos a
la hacienda (los de los arrendatarios), en otras para señalar terrenos independientes de la
hacienda que generalmente no exceden las mil hectáreas, y finalmente para designar nú-
cleos poblacionales aledaños a la hacienda. Este es un problema que no resuelven las
estadísticas del período y por ello la imprecisión sólo puede ser aclarada con investigacio-
nes regíonales aún en proceso. En Morelos, la mayor parte de los ranchos estaban dentro
de las haciendas; pero en el Bajío son en general propiedades independientes. La hacienda
se explota con el trabajo de los peones, mientras que los ranchos, pequeñas parcelas
arrendadas dentro de la hacienda, se explotan mediante el trabajo familiar (TORTOLERO, 1995:24).
La agricultura que se practicaba en los pueblos era menos sensible a las demandas del
mercado. En la agricultura del maíz, la actividad económica singular vital de los indígenas,
la influencia de la costumbre era generalizada. Preferían sistemas de cultivo que aseguraran
la existencia de la comunidad y relaciones de complementariedad con las haciendas, que
disputar mercados. Sus tierras en el México central estaban acaparadas por caciques que
se encargaban de gobernar y los comuneros apenas tenían las necesarias para su subsis-
tencia, teniendo que buscar un complemento como trabajadores temporales en las hacien-
das (TUTINO, 1986; GIBSON, 1967) A pesar de la gran cantidad de litigios sobre tierras,
condiciones de trabajo y derechos de aguas, la hacienda y la comunidad se complementan
más que oponerse (HAMNETT, 1999: 90-92). Sobre las comunidades, DÉHOUVE, 1995; HU-DE
HART, 1995; DEVOS, 1995; BRAcAMoNTE, 1995; Ruz, 1995; CHENAUT, 1995.
La comunidad ofrecía a los indígenas la posibilidad de sobrevivir de forma independiente,
que se pierde con la desamortización (MaLINA, 1981: 127). Un análisis sugerente del pensa-
miento de Malina Enríquez en KOURI (2002b)
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ción de los terrenos comunales, y los pueblos sin necesidad de tierras intentan arre-
batárselas a la hacienda (Bulnes,1920, Rabasa, 1920, 1986: 306). Con la revolución
mexicana se impone la concepción liberal y entre 1930 y 1960, los estudiosos del
campo mexicano afirman que la hacienda mexicana está en la base de la revolución
(Tannembaum 1929, McCutchen 1952 y Chevalier 1956). México vivía el llamado milagro
mexicano, asociado a una economía donde la hacienda había desaparecido: se ha-
bían repartido (sólo en el periodo cardenista de 1934 a 1940) más de diecisiete
millones de hectáreas (Gutelman, 1977: 109)6. El viejo sueño de Molina Enríquez, que
proponía basar el nacionalismo en un país de propietarios, parecía estar al alcance
con esta reforma agraria. El milagro económico asociado a la reforma agraria hacia
creíble la leyenda negra de la hacienda ineficiente. Al final de los sesenta, esta visión
comenzó a ser matizada, aunque los trabajos de Chevalier (1956), Tannenbaum (1929)
y McCutchen (1952) se habían convertido en clásicos. Surgen distintas tendencias
que podemos clasificar, según su visión de la hacienda, en funcionalistas, paternalistas,
marxistas y economicistas.
1.2. Los enfoques actuales
Los estudios funcionalistas caracterizan a la hacienda por su función: ganade-
ras, cerealeras, mixtas, de beneficio de minerales y haciendas-plantación. Pretendían
realizar estudios a escala de cada hacienda, pero para las más de 8.000 haciendas
que existían sólo tenemos un centenar de estudios (Tortolero 1995, anexo A y 1996:151
178), que han servido más para construir tipologías e identificar causas del desarrollo
que para rebatir la leyenda negra. Los estudios sobre sociabilidad, vínculos entre el
personal de la hacienda y paternalismo del hacendado en el marco de la economía
moral de las sociedades preindustriales también han tenido un peso importante (Nickei
1989, Rendón 1989, Guerra 1988). La hacienda es más un territorio de acuerdos que
de conflictos; el peón, a cambio de su libertad, obtiene una serie de "prestaciones"
que hacen su condición superior a la de los trabajadores no ligados a la hacienda.
Los estudios inspirados en el marxismo y la macroeconomía trataron de hacer
una síntesis con escasos datos o variables de dudosa fiabilidad. Entre los primeros,
la hacienda se estudió por su relación con el capitalismo, encontrando haciendas
tradicionales, transicionales y modernas (Leal 1976, 1982). Un supuesto campo capi-
talista basado en el estudio de unas cuantas haciendas centró la discusión sobre los
modos de producción por más de una década (Semo,1977, Sempat et.al, 1976). A
partir de 1965, con la publicación de las series estadísticas sobre la economía porfiriana,
se afirma que la caída de precios de las principales exportaciones mexicanas, unidas
a malos años de cosechas, explicaban la revolución (Hansen 1971, Vernon 1965, Solís
1970, Rozenzweig 1965). Si bien desplazan el origen agrario del movimiento hacia el
sector exportador, subrayan el problema estructural de la organización de la agricul-
tura en torno a haciendas incapaces de cubrir la demanda interna de alimentos que
Hasta 1935 la superficie afectada por la reforma agraria era de 10,8 millones de hectáreas,
de las cuales 2,8 millones correspondían a tierras cultivadas, repartidas entre 545,000 fami-
lias, es decir, 5 has. por familia en promedio. AHCL/DEEF 73437/2. México 1934.
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el crecimiento poblacional requería, un mecanismo negativo para el mercado de tra-
bajo, al retener la mano de obra.
Para otros autores, durante el Porfiriato la hacienda sí habría respondido a la
demanda interna de alimentos; los hacendados invertían, experimentaban con nuevas
cosechas y métodos y buscaban nuevos mercados (Coatsworth, 1990:88). El atraso y
la protesta popular se explicarían por los cambios institucionales y el impacto en la
construcción de los ferrocarriles? En vísperas de la revolución, pueblos de Morelos y
Oaxaca habían conservado sus tierras en un 60% (Guerra, 1988: 476). La hacienda
no era responsable ni de la revolución ni del atraso, como confirmaban los estudios
regionales.
1.3. Haciendas y mercados: el enfoque regional
Durante el régimen porfirista (1877-1911) se adopta como modelo de creci-
miento el de Francia, fundado en un nacionalismo cosmopolita y urbano que supone
a la nación como una construcción homogénea y occidental izada, orientada al mer-
cado internacional y organizada científicamente (Tenorio,1998). Al campo le corres-
ponde alimentar a las ciudades, haciendo posible el crecimiento urbano (Tortolero,
2002b). Esto habría ocurrido en la ciudad de México, en Guadalajara, en Monterrey,
en Puebla, en Guanajuato, en Morelia y en Veracruz, las ciudades que muestran un
mayor dinamismo demográfico.
CUADRO 1. POBLACiÓN DE LAS PRINCIPALES CIUDADES, HABITANTES.
MÉXICO 1852-1900.
1852 e 1880 1895 1900
Guadalajara 63.000 75.000 83.870 101.208
Guanajuato 40.000 39.337 41.486
Cd.México 200.000 339.935 344.721
Monterrey 13.534 40.000 56.855 78.528
Morelia 25.000 25.000 32.287 37.278
Puebla 71.631 75.000 91.917 93521
Veracruz 8.228 10.000 29.164
México 7.661.919 9 169 700 12.570.195 13.605819
Fuente: Boyer y Davies (1973).
En Chalco, en la cuenca de México, granero tradicional de la capital, donde
existen al finalizar el XIX 56 pueblos, 32 haciendas y 13 ranchos, se producen entre
Una década de crisis económica habría motivado que importantes capas de la ciudadanía,
tanto en el campo como en las urbes, participaran en el movimiento revolucionario (CERDA,
1991:307 -343).
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1880 Y 1914 una serie de cambios: multiplicación de ranchos y fábricas, introducción
de ferrocarriles, construcción de diques y obras de irrigación, creación de compañías
agrícolas e industriales que cambian cultivos, técnicas y aprovechamiento del paisaje.
El hacendado lleva a cabo lo que puede definirse como una revolución agrícola,
porque transforma el sistema de propiedad, las técnicas de cultivo y la actitud empre-
sarial (Tortolero, 2000)8. En Guadalajara hay un hinterland rural en donde La Barca,
Chapala y Atotonilco se extienden sobre 26 pueblos, 31 haciendas y 231 ranchos en
1885. Los ranchos eran propiedades privadas, de valor modesto por estar rodeados
de tierras de monte y temporal, con uso limitado de los arados y pocas inversiones.
Las haciendas, en cambio, se extienden de las 20 a las 40 mil hectáreas, con valores
de 25 a 100 mil pesos, poseen el 88% de los sistemas de riego, el 60% de la
superficie explotada y el 78% de los arados y maquinaria agrícola (Bohem 1994,
Aldana 1978, Vesta López, s.f.) Cerutti, (1988) describe un "sistema del norte" pujante,
donde el mercado impulsa una asociación entre prestamistas, incipientes banqueros
y hacendados algodoneros, las regiones son sensibles a los cambios originados por
su vinculación a un mercado exterior y están conectadas con la demanda del merca-
do estadounidense y nacional. En Puebla, hacendados e indígenas compiten por los
mercados. En Tepeaca entre 1780 y 1860, las haciendas eran pequeñas unidades
productivas (menores de 1.000 has.) y de 4.148 operaciones registradas en los libros
de alcabalas para fines del XVIII, los indios efectúan el 57.4%, y los mestizos y
españoles pobres 36.3%. No sólo la ganadería ocupa un lugar de primer orden, sino
que mestizos e indígenas casi igualan a los comerciantes españoles en su produc-
ción. Durante el XIX unos 4.000 vendedores y compradores se disputan el mercado,
aunque el peso de las elites es importante. Además, los hacendados participan en
una reactivación económica hacia mediados del XIX: incremento de las inversiones,
rentabilidad positiva, mayor diversificación de la producción) que sustentarían su hi-
pótesis de que, hacia 1830-1840, el entorno agrario de Tepeaca habría experimentado
una reactivación económica ligada a la recuperación de algunos antiguos mercados
o a un mayor dinamismo de circuitos mercantiles tradicionales (Garavaglia y
Grosso, 1997:221). En Atlixco encontramos hacendados preocupados por hacer efi-
cientes sus explotaciones, que cuidan meticulosamente sus registros contables e in-
troducen las innovaciones tecnológicas necesarias para hacer rentables sus hacien-
das (Mertens, 1988; Torres, 1994), pero también en otras zonas de Puebla (Velez,
1983 y 1987). En el Bajío existía una agricultura pujante, donde desde la Guerra de
Independencia (1810-1821) los arrendatarios transforman el espacio de cultivo e
incrementaron la producción agraria mediante la extensión del regadío por
entarquinamiento practicado en la cuenca del río Laja hasta la revolución (Tutino 1986
y1998, Sánchez 2001). En Ouerétaro, los hacendados participan en el mercado y en
la construcción de los ferrocarriles (Miller 1997). En Michoacán, los hacendados se-
guían estrategias como reducir la deuda, acudir a nuevos mercados, diversificar la
En el Estado de Morelos, la modernización en los ingenios azucareros origina profundas
transformaciones y conflictos por la apropiación de los espacios comunales como la tierra
ejidal, los bosques y los ríos que están en la base del levantamiento zapatista (WOMACK,
1972, CRESPO, 1992, TORTOLERO,1995).
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producción y modernizar las operaciones (Chowning en Haber, 1999:250); en la re-
gión michoacana de Zacapu, los hermanos Eduardo y Alfredo Noriega explotan la
moderna hacienda de Cantabria sobre las tierras desecadas de la ciénega de Zacapu
a finales del XIX, introducen el ferrocarril hasta las puertas de la hacienda y exportan
el 99% de la producción de maíz (Reyes, 1992:32). En Veracruz, los créditos en el
campo se practican, entre 1820-1870, para los medianos y grandes propietarios
(Wiemers 1985). Los intereses son altos en el corto plazo (12 a 40% anual), pero no
prohibitivos y en el largo plazo disminuyen (8 a 9%) originando un circuito crediticio
que impulsa al campo veracruzano (Rodríguez 1997 y Kouri 2000). En Papantla se
desarrolla una agricultura próspera, exportadora de vainilla durante la segunda mitad
del XIX, que pasa de una producción de 300 kg. en 1800 a 33.000 en 1880 debido
al mercado exportador (Kouri, 2000: 129). En esta región fértil, con dos cosechas de
maíz al año, la vainilla dinamiza la desamortización de la tierra, pasando de los
condueñazgos al acaparamiento por una elite de comerciantes de origen europeo
(Kouri, 2002). En suma, los estudios regionales muestran que, allí donde los mercados
y la presión demográfica estimulan una agricultura eficiente, la hacienda se convierte
en una empresa con una clara orientación mercantil.
La presión demográfica fue un factor fundamental del cambio agrario en Méxi-
co. Cuando las ciudades crecen (su capital sobrepasó los 200.000 habitantes hacia
1880 y el medio millón en vísperas de la Revolución), los hacendados fueron sensibles
al cambio. En México y Guadalajara surgen compañías agrícolas que ilustran la
modernización acelerada en el campo: altamente capitalizadas, con economías de
escala y tecnología de punta (Tortolero, 2002). La Negociación Agrícola de Xico, SA,
creada en 1897 con dos millones y medio de pesos, tenía más valor que el Banco del
Estado de México, que inició sus operaciones ese mismo año con sólo millón y medio
de pesos, En 1908, Negociación Agrícola de Xico obtiene ganancias por un millón
cuatrocientos mil pesos, transformando el antiguo lago de Chalco en una explotación
que producía 200.00 cargas de maíz anualmente, frutales, productos lácteos y comes-
tibles variados (Martínez, 1996, Tortolero, 2002b). Las haciendas de Chalco respon-
den a la demanda de la Ciudad de México. Si durante el siglo XVIII la población pasa
de 101,000 en 1742 a 137.000 en 1803 y el consumo de maíz en México no sobre-
pasaba las 200,000 fanegas anuales, en Chalco las haciendas producían unas 250.000.
Cuando el consumo se incrementa, para alimentar una ciudad de unos 200.000 ha-
bitantes, los hacendados introducen abonos, obras de irrigación y nuevos cultivos
(Tutino en Katz, 1990).
Guadalajara a finales del siglo se convierte en la segunda ciudad en importan-
cia detrás de México con 101,208 habitantes y los espacios agrarios se transforman.
La Compañía Agrícola de Chapala, asociada a la Compañía Hidroeléctrica y de Irri-
gación de Chapala, con un capital de 14 millones de pesos, en su mayor parte de
origen francés, era la empresa más importante en su ramo en México en el ocaso del
porfirismo (Tortolero, 2002). Entre 1908 y 1924 estas compañías van a tener beneficios
altos y constantes que ni el movimiento revolucionario afecta. Si antes se hablaba de
un México feudal, no podemos ahora sustituirlo por un capitalista, pero sí de esa
agricultura innovadora representada por quizás un tercio de las haciendas del país
(Tortolero, 1999),
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2. EL MÉXICO RURAL
En la primera mitad del siglo XIX, mientras el PIS se redujo en casi un 30% por
habitante, la producción agrícola sólo decreció en 12,5%. El sector agricola pudo
resistir la confusión del periodo independentista mejor que los demás y hasta aumen-
tar su participación en el PIS, de un 21,9 a un 27% (Coatsworth, 1990:126). La pro-
ducción y el consumo de maíz por habitante será de 125 kilogramos en 1845, de
144.7 en 1877 y de 144,3 en 1907, alcanzando su máximo en 1897 con una produc-
ción y consumo de 184,3 kilogramos; el trigo oscila en torno a los veinte kilogramos
por habitante durante todo el siglo. La ganadería aparece más deprimida, por la fuerte
caída en el consumo de carnero y cerdo.
CUADRO 2. PRODUCCiÓN TOTAL Y PER CAPITA DE LA AGRICULTURA,
1800-1910.
Producción Producción per capita
Año (miles de pesos 1900) (pesos de 1900)
1800 72.891 12.15
1845 87498 1167
1860 84.987 10.62
1877 113.937 11.79
1895 179.660 14.22
1910 339.170 22.37
Fuente: Caatswarth, 1990:118-119.
Entre 1877 Y 1910, el valor de la producción agrícola por habitante pasa de
11.79 pesos a 22.37. El crecimiento podía lograrse por la vía extensiva de aumentar
la oferta de los factores de producción, o por la .intensiva de incrementar la explota-
ción de estos factores a través de mejores técnicas e implementos agrícolas, sistemas
de trabajo, etc. La vía extensiva fue la respuesta en zonas de escasa presión demo-
gráfica y mercantil; en torno a los núcleos urbanos que crecen y a la demanda interna
y externa la respuesta fue más variada.
CUADRO 3. HACIENDAS, RANCHOS Y POBLACION EN MEXICO.
Año Haciendas Ranchos Total Habitantes
1854 6092 15085 21177 7.853.395
1877 5689 14700 20574 9.481.916
1900 5932 32557 38489 13.607.257
1910 8431 48635 57066 15160377
Fuente: Nickel, 1988: 118, Sema,1988:228.
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Crecimiento y atraso: la vía mexicana hacia el capitalismo agrario (1856-1920)
Estas unidades productivas (haciendas y ranchos) dejaban un amplio espacio
sin explotar que será puesto a disposición de las compañías colonizadoras, que
deslindan 49 millones de hectáreas, entre 1881 y 1906. Para hacer productivas las
tierras consideradas improductivas, el gobierno contrataba compañías que, a cambio
de la medición de los terrenos, recibían un tercio de la superficie deslindada. Estas
compañías declaraban la existencia de terrenos baldíos, proporcionando datos sobre
su extensión y localización, y transportaban a los colonos que trabajarían las tierras
una vez fraccionadas (Gayol 1906, Holden en Semo, 1988, de Vos 1984). Todavía en
1910 había quejas de que no se conocía la superficie cultivable del país (Esquivel,
1910). Según los informes de viajeros, apenas se sacaba provecho de un 39% de la
superficie total en 1907 (Bigot, 1907:29).
CUADRO 4. APROVECHAMIENTO DEL ESPACIO TERRITORIAL EN MÉXICO
EN 1907.
Has. totales %
Cultivos de secano 10605.887 5,3
Cultivos de regadío 1.550.980 0,7
Pastos 48.762.849 24,6
Bosque 17.786.715 9,0
Total hectáreas útiles 78.706.431 39,6
Sin cultivo 120.013.669 60,4
Superficie total 198.720.100 100
Fuente Bigot (1907:29).
La situación no mejora en la siguiente década, y en 1921 sólo se cultivaba el
6% de la superficie del país (12.152.129 has.), los pastizales cubrían una superficie
de 48.743.767 has., y los bosques 16.565.666 has. Las tierras improductivas se ex-
tendían sobre una superficie de 119.003.087 hectáreas (McCutchen, 1951:24). A co-
lonizar la tierra y conocer con más precisión los sistemas de propiedad que existían
se encaminan las reformas liberales de 1856 que desamortizan las tierras de la Iglesia
y de las comunidades, y que se complementan con la legislación de terrenos baldíos
de 1883 (que establece que las compañías deslindadoras podían adquirir en conce-
sión una superficie máxima de 2.500 hectáreas, pero ante el incumplimiento de la
legislación en 1894 se suprime esta restricción y se da paso a la formación de gran-
des explotaciones)". Si bien esta legislación sirvió para aclarar los derechos de pro-
piedad de las tierras desamortizadas y de las denunciadas como baldías, diversos
mecanismos la burlaron. Uno de ellos fue la no aplicación de la desamortización en
las comunidades indígenas, salvo cuando estas comunidades creaban problemas al
De los terrenos deslindados en el s. XIX, más de dos tercios pasaron a manos de 300
latifundistas (DE Vos, 1984)
Hist. Agrar. 29' Abri/2003 • pp. 123-152 131
Alejandro Tortolero V¡llaseñor
gobierno 10. En 1910 los pueblos libres contenían el 51% de la población rural total
pero no existían estadísticas sobre las áreas de los poblados (Tannembaum, 1952:30).
Según algunas estimaciones, en 1910 los pueblos sólo conservaban el 6% del terri-
torio nacional como tierras comunales (González Navarro, 1986:367). Si a principios
del siglo XIX disponían probablemente del 40% de las tierras cultivables del país, en
vísperas de la Revolución no tenían más del 5% (Florescano, 1991:57).
El término de rancho es muy ambiguo: puede tratarse de una propiedad depen-
diente o anexa de la hacienda, una pequeña propiedad independiente de no más de
mil hectáreas; o un asentamiento humano, sin personalidad política ni jurídica, de
entre 20 y 2.000 habitantes (Avila, 1984: 123, Morin, 1979:211). Los ranchos son, sin
embargo, el elemento mas dinámico del mundo rural, pasando de unos 15.000 a
cerca de 50.000 en 1910, según las estadísticas oficiales, que puede incrementarse
notablemente tomando en cuenta los estudios reqionales". Un tipo de tenencia de la
tierra que en la mayor parte de los casos no estaba respaldada con títulos. Las
haciendas son la única propiedad privada que se apoya en documentos legales en
caso de venta o transmisión. Originadas en mercedes de tierra, casi siempre se
transmitieron en forma integral, recurriendo a la formación de mayorazgos o sistemas
de transmisión y de herencia no igualitarios. ' 2
A finales del siglo pasado la hacienda comercial experimenta su mayor expan-
sron, pero no se trata del "barril sin fondo" de la literatura revolucionaria, sino de una
unidad cuyos propietarios se preocupan por responder a las demandas del mercado.
Donde los cultivos lo requieren, como en el caso del pulque o la caña de azúcar, que
fermentan y se descomponen rápidamente, introducen los ferrocarriles hasta la misma
hacienda". Donde no hay presión, practican sistemas extensivos.
10 Una de las causas de la estabilidad y longevidad del régimen porfirista fue la no aplicación
de las políticas desamortizadoras a los pueblos (GUERRA, 1988). La aplicación de la ley
desamortizadora del 56 fue más intensa en el Estado de México y en Sultepec, entre 1890
y 1894, pero continuó hasta 1910. En estas fechas se reparten 32.594 hectáreas entre 2012
adjudicatarios, lo que representa una parte mínima de los terrenos comunales del distrito. En
1870 en el valle de Toluca se reparten 81.117 hectáreas entre 63.373 adjudicatarios (SCHENK,
1991:264). Todavía en 1871 el gobernador del Estado de México incitaba a los pueblos y
autoridades municipales, infructuosamente, a repartir terrenos comunales (SALINAS, 1993).
11 En Morelos las estadísticas dan cuenta de 129 ranchos en 1910, pero en la Carta del Estado
de Morelos de 1910 hemos encontrado 204 ranchos y 6 rancherías (ToRTOLERo, 1995278)
12 Los mayorazgos se practicaron entre los miembros de la nobleza y servían para conservar
el patrimonio indiviso que heredaba en la mayoría de los casos el descendiente mayor en
línea masculina. Sólo cuando no existían estos descendientes podían heredar las mujeres.
Tomando en cuenta que en promedio una familia noble tenía tres descendientes, entonces
uno heredaba, el otro podía ir al convento y el tercero a la administración o al matrimonio.
Este sistema, suprimido junto con los títulos de nobleza hacia 1820, dio pie a que durante
este siglo, y a pesar de la extensión del reparto igualitario que prescribe el derecho caste-
llano y que es sancionado por diversos códigos civiles, se mantuviera un sistema de reparto
no igualitario que mantiene indiviso el territorio de las grandes explotaciones (MaLINA ENRíQUEZ
[1909], 1981:157, GARAVAGLlA y GROSO, 1994:34)
13 Esto sucede en Morelos (CRESPO, 1988: WOMACK, 1972; TORToLERo, 1995); pero también en
otras regiones como en La Laguna (PLANA, 1991; VARGAS-LoBSINGER,1984), Sonora (AGUILAR,
1986) Sinaloa (MATEu, 2001), Yucatán (WELLS, 1979), Chiapas (GARCíA DE LEÓN, 1985)
132 HiJ!. /vgrar. • Abril 2003 • pp. 123-152
Crecimiento y atraso: la vía mexicana hacia el capitalismo agrario (1856-1920)
2.1. El funcionamiento interno de las haciendas
Las haciendas se explotaban mediante sistemas de trabajo donde coexistían
peones, jornaleros, arrendatarios y aparceros (Katz 1976). La zona del centro, produc-
tora de cereales, contaba con una numerosa población campesina cuya producción
estaba orientada esencialmente al mercado interno. La zona del norte, tradicionalmen-
te minera y ganadera muy escasamente poblada, donde había surgido una vigorosa
agricultura comercial. Y la zona sur, donde florecían los cultivos tropicales de expor-
tación, también poco poblada y donde las comunidades indígenas habían logrado
mantener algunos privilegios comunales.
El elemento decisivo en las haciendas eran los peones, atados a la hacienda
por el endeudamiento que pasaba de una generación a otra. Constituían un núcleo
importante en la mayor parte de las haciendas, salvo en aquellas donde la población
era abundante (Garcia en Hernández, 1991), en cuyo caso los pueblos, faltos de tierra
y con exceso de efectivos, iban a trabajar a las tierras de la hacienda sobre todo
durante la siembra y la cosecha (Tutino, 1975). El peonaje por endeudamiento se
practicó con más fuerza en las haciendas del centro de México, mientras que en el
norte se pasa a un sistema de trabajo asalariado y en el sur a uno parecido al
esclavismo.
Los arrendatarios, por su parte, establecen acuerdos con los hacendados para
rentar las tierras marginales de la hacienda. Los campesinos, compitiendo por conse-
guir algún lote de tierra en explotación o algunos días de trabajo retribuido en la
hacienda, no pueden oponerse a esta oligarquía. No hay que olvidar el fuerte com-
ponente caciquil del poder local, facilitado por la posibilidad de utilizar el control del
agua como medio de presión sobre los campesinos y por la estructura geopolítica
regional. En Morelos, por ejemplo, los pueblos alejados de la capital y los ranchos
situados en las franjas montañosas, se marginan de las decisiones tomadas en los
ayuntamientos. Es cierto que esto ahorra gastos de vigilancia y desplazamiento de
trabajadores, pero los margina de las decisiones políticas y dificulta su resistencia
frente a los cambios contractuales.
En estas condiciones no será extraño encontrar contratos, escritos u orales,
que muestran el control de los propietarios sobre sus cultivos (Tortolero en Beaur,
2002). Los contratos agrícolas eran de arrendamiento y de aparcería. Expresan dis-
tintas formas de mediería y al final del siglo se difunden con la ayuda de impresos,
dejando en blanco los espacios para los datos del aparcero y la tierra que recibe.
Establecen con claridad su duración, la siembra que se practicará, la extensión de las
tierras y la semilla entregada por el propietario. A cambio el mediero se obliga a hacer
los trabajos y poner los bueyes y los aperos necesarios. La seguridad del hacendado
se establece desde que la cosecha esté en fruto, cuando "la hacienda pondrá los
veladores que juzgue convenientes para cuidar que no sufra daño ni robo", cuyo coste
se distribuía a partes iguales entre el mediero y el propietario. Cuando la mediería se
practicaba al quinto, el producto total del fruto se dividía en cinco partes iguales,
percibiendo el propietario tres y las dos restantes el mediero. Finalmente existían los
contratos de servicio por jornal, que en su mayor parte se hacían en forma oral, pero
Hist, Agrdr. 29· Abri/2()()3 • PjJ. 123-152 133
Alejandro Tortolero Villaseñor
que también al finalizar el siglo se empiezan a difundir a través de modelos, dejando
en blanco la función del jornalero, los jornales, raciones y descuentos, los útiles que
se le entregan al jornalero, la habitación para él y su familia y el nombre de su capataz
(Santiesteban, 1904). A través del sistema de jornales, el propietario buscaba retener
una mano de obra fija en las haciendas mediante el sistema del endeudamiento. Estos
jornaleros producen en sus pegujales lo necesario para su reproducción y ayudan en
los trabajos de la hacienda durante el ciclo de cultivo, y en los tiempos muertos se
emplean en los talleres, la reparación de la casa, etc. En una misma explotación
coexistían sistemas contractuales que van desde los cultivadores autónomos a los
jornaleros totalmente dependientes del propietario que cultivan un pequeño lote de
tierra. El sistema contractual, además de mostrar el poder del hacendado y sus es-
trategias para aprovechar los espacios cultivables, muestra el funcionamiento de las
haciendas.
Estas propiedades se dividían en varios espacios cultivables. Las mejores tie-
rras, cercanas a las vías de comunicación y a los recursos hídricos, son explotadas
en forma directa por el propietario con sus peones. Las tierras marginales se ponen
en manos de los arrendatarios y aparceros. Finalmente la hacienda guarda un espacio
de reserva que puede utilizar en casos de crisis o de aumento de la demanda (Ruiz
de Velasco, 1937; Bellingeri en Cardoso, 1981). A este funcionamiento responden estos
sistemas contractuales diversos que permiten reducir los gastos de cultivo, retener la
mano de obra y extender las redes clientelares. Este es un elemento que debemos
subrayar. El hacendado mexicano está atrapado entre su lado modernizador y mer-
cantil y su posición de actor en sociedades de antiguo régimen. El control sobre
importantes núcleos poblacionales le confiere un poder y un prestigio crucial en
momentos de conflictos sociales, cuando los hacendados movilizan sus clientelas
para intentar lograr favores del gobierno. Un hacendado sin clientelas no tiene meca-
nismos de presión, ni de prestigio frente a los otros propietarios."
En regiones de alta productividad como Morelos, la estrategia de la hacienda
fue consagrarse al cultivo comercial de la caña de azúcar; para lograrlo establecen
contratos para que los arrendatarios produzcan los cereales de autoconsumo que
faltan a la hacienda. En haciendas como Zacatepec, para el cultivo de arroz y de maíz
de temporal se arriendan las tierras rnarqinales", por ello no es extraño encontrar un
aumento en la producción de azúcar, y al mismo tiempo en la de maíz. Entre 1896 y
1907, la producción de maíz se multiplica un 200%, y productos como el chile y el
arroz incrementan notablemente su producción (Laville, 1984). Por tanto, las aprecia-
ciones de un estancamiento de la producción de alimentos de consumo interno en
México no son válidas para Morelos, gracias a los arrendatarios de los ranchos y los
habitantes de los pueblos, puesto que la hacienda se vuelca en la producción de
azúcar de caña. Para sacar ventaja de esta situación restrictiva, la organización de los
14 La aparcería no debe ser analizada sólo por su eficiencia productiva, sino que hay que
incluir las relaciones sociales, y las normas de acceso a la propiedad (GARRABOU en Actas,
1997:382)
15 AGN. Caja de Préstamos. Juan Pagaza agricultor y propietario. f.11.
134 Hrst, Agrtlr, • Abril 2()()J • pp. 123-)
e recimiento y atraso: la vía mexicana hacia el capitalismo agrario (1856-1920)
arrendatarios debia ser extremadamente racional, lo que explica la imagen del ran-
chero serio y trabajador, trasmitida por los viajeros franceses de principios del siglo,
que observan a los rancheros como a la clase del futuro (Bonaparte, 2003, Malina.
Enríquez,1981: 153).
Los sistemas contractuales nos muestran que ni el hacendado es el propietario
sólo preocupado por el poder, el prestigio y la explotación despiadada de los traba-
jadores, ni el ranchero es el trabajador diligente que representa al agricultor del
futuro. Ambos están insertos en un espacio económico donde las restricciones am-
bientales, demográficas y políticas juegan contra el ranchero y el pequeño propietario,
pero donde ellos sacan partido para intentar el acceso a la tierra, mientras que los
propietarios, con márgenes de actuación mucho más amplios, utilizan los contratos
para compartir el riesgo, optimizar el funcionamiento de sus propiedades y tener
fuerza de trabajo leal y con relaciones clientelares. La aparcería y los arrendamientos
no son responsables del atraso tecnológico, sino que posibilitan la innovación en los
espacios administrados directamente por la hacienda, que cuenta con los capitales
necesarios para introducir sistemas de irrigación, aperos y material agrícola, fertilizan-
tes, máquinas para el procesamiento de cultivos, etc. (Tortolero, 1995). Además, las
formas contractuales son un instrumento eficaz de extracción de fuerza de trabajo, se
comparten los costos de supervisión y control y los propietarios mantienen mecanis-
mos para intervenir en la organización del proceso productivo.
2.2. Los mercados
Un elemento que contribuyó al funcionamiento y al florecimiento de las hacien-
das fue el ferrocarril. A través de las vías férreas, el trigo de Sonora se envió a la
capital, las mantas poblanas llegaron a Yucatán; se hizo posible enviar carga de
Guadalajara a Orizaba, a lo largo de 800 kms; el pulque de los llanos de Apam inundó
a la ciudad de México para saciar la sed de la capital, que exigía medio millón de
litros diarios (Knight, 1996:111 )'6. Los más de 20.000 km. de vías férreas originan no
sólo una vinculación a las economías internacionales, sino un mapa de intercambios
regionales (Coatsworth,1984, Kuntz,1995, Kuntz y Riguzzi,1996, Martínez y Tortolero,
2000). Estos mercados enviaron mercancías al Norte y al Atlántico, formándose el
"sistema del norte" con eje en Monterrey, economías de enclave como el henequén
comercializado en su mayor parte en los EUA, café y maderas preciosas destinadas
a la exportación, productos ganaderos comercializados en la frontera. Aunque México
no se convirtió en una economía agroexportadora de las dimensiones de Australia o
de Nueva Zelanda, logró exportar una parte considerable de sus productos agrícolas
e intentó, como en el caso del azúcar de caña, apoderarse de un mercado que las
grandes plantaciones de Cuba parecían haber descuidado tras la guerra hispano-
cubana (Tortolero, 2002).
La red ferroviaria pasa de los 800 km. en el primer periodo del gobierno de Porfirio Díaz
(1876-1880). en 1890 era de 9,713 km, en 1900, 15.781 yen 1910, en el ocaso del Porfiriato,
de 24.718 (AHCLDEEF 31.747. Mexique. Note économique 57).
HiJ!, Agrilr. • Abril 2003 • pp. 12_3~1 52 135
Alejandro Tortolero Villaseñor
Durante el Porfiriato asistimos al incremento constante de las exportaciones,
asociado más al auge del comercio internacional que a los acontecimientos políticos
internos (Kuntz, 2001: 12). Hasta 1890 las exportaciones tienen un fuerte componente
agrícola, con el café y el azúcar a la cabeza y el henequén en rápido ascenso. Sin
embargo a partir de 1895 los bienes agrícolas ceden en importancia ante el empuje
de los minerales", Con todo, entre 1870 y 1910 las exportaciones agropecuarias
pasan del 20 al 37% del total de las exportaciones". Durante el periodo revolucionario
el sector exportador crece por los grandes volúmenes de henequén, café, ixtle, ga-
nado, pieles y cueros, y la reactivación minera a partir de 1916 (Kuntz, 2001:35). El
ferrocarril estimuló las exportaciones y el mercado interno. Los ahorros sociales direc-
tos atribuibles a los servicios de pasajeros fueron escasos: si los 4,6 millones de
pasajeros de primera clase que había en México en 1910 hubieran viajado por diligen-
cia, y los 11,2 millones de pasajeros de segunda clase hubieran caminado sus des-
tinos, el costo no hubiera equivalido a más de 14.6 millones de pesos, o 1.3% del PIS
(Coatsworth, 1984: 136), aunque el estímulo a la migración interna es innegable, como
también a la circulación de ideas y de personas. En cambio en comparación con los
servicios de pasajeros del ferrocarril, el transporte de carga significaba ahorros direc-
tos muy altos, un mínimo de entre 126.7 Y 135.8 millones de pesos, o entre 10.8 Y 11.5
% del PIS en 1910 19 Este crecimiento fue contradictorio ya que la economía creció,
pero la propiedad de los recursos productivos y los beneficios de la actividad econó-
mica se concentraron todavía más, favoreciendo el crecimiento del latifundio y al
fortalecimiento de la clase terrateniente (Coatsworth,1984: 138 y 140).
3. LOS OBSTÁCULOS
Los propietarios no eran, pues, una elite medrosa, más interesada en la domi-
nación feudal que en la agricultura. Tampoco fue la ineficiencia de las instituciones la
responsable del atraso agrario. Si el Estado porfirista no estableció una política agra-
ria que fomentara el desarrollo económico y social del campo mexicano (García de
León, 1988:75), y contribuyó a una distribución desigual de la riqueza agrícola, es
también cierto que promovió medidas que están en la base de un crecimiento en el
campo: avanzó en la privatización de la propiedad a través de la política de coloni-
zación y de deslindes; definió con más precisión los derechos de propiedad en materias
17 Los metales preciosos representan el 65% de las exportaciones en 1877 y el 51% en 1900,
en cambio los metales industriales como el cobre pasan de 4% en 1890 al 7% en 1900. El
henequén, las maderas, los metales industriales y el caucho pasan del 25% de las expor-
taciones en 1877 al 40% en 1910. El café, el ganado. el garbanzo y la vainilla representaban
un 10% anual de las exportaciones que se mantiene estable durante el periodo (ROSENZWEIG,
1989179)
18 Sobre el total de las mercancías exportadas, el café representa el 7.3% en 1880, 6.4% en
1892, 4.3% en 1900 y 2.9% en 1910. El henequén para las mismas fechas, 9.4%, 12.9%,
10.2% Y 9%. El ganado vacuno, 0.8%, 0.2%, 3.2% Y 1.8% (Estadísticas Económicas del
Porfi riato).
19 Una tonelada de algodón transportado de México a Querétaro costaba 61 dólares en 1877,
mientras que en 1910 con la introducción de ferrocarriles baja a 3 dólares. Este es el ahorro
económico mas importante.
136 Hrsr. Agrar, 29 • Abril 2(0) • pp, J23~152
Crecimiento y atraso: la vía mexicana hacia el capitalismo agrario (1856-1920)
de aquas'"; estableció las bases para la extensión de sistemas de transporte que,
como los ferrocarriles, originan un mercado interno de dimensiones importantes; asu-
mió otras funciones, como la creación de servicios agronómicos, de centros de ense-
ñanza e investigación, la difusión de nuevas tecnologías, la aclaración de los sistemas
de patentes (Tortolero, 1995)21. También se crea una Dirección General de Estadística
en 1882 con objeto de hacer un catastro de propiedades urbanas, agricolas y mineras
y un censo agrícola. A partir de 1893 se celebra anualmente la Exposición Agrícola
de Coyoacán y se participa en Exposiciones Internacionales como en París (1900) y
San Luis Misuri (1903). En 1882 se legisla en materia de patentes de invención, y con
la aclaración de los derechos de patente se encuentran registros de 1.432 solicitudes
de registro de patente, de las cuales 90 son destinadas a la agricultura. Finalmente,
en el ocaso del régimen, en 1908, se crea la Caja de Préstamos para Obras de
Irrigación e Industria, útil para financiar las deudas de los terratenientes y para difun-
dir el ríego en las grandes empresas (Tortolero, 1995:94).
En realidad, el Estado porfirista había hecho un esfuerzo enorme por transfor-
mar el marco institucional, creando las bases para impulsar la inversión y el creci-
miento económico. Si a comienzos del siglo no existía un sistema legal que esñmulara
las transacciones y protegiera los derechos de propiedad, ni un mercado de capitales
debido a las continuas crisis fiscales y confiscaciones, ni capital humano que estimu-
lara el desarrollo económico, ni apertura al capital y al comercio internacional
(Coatsworth y Tortella 2002), es innegable que con el triunfo liberal y concretamente
durante el Porfiriato, esta situación había cambiado. Se habían suprimido en 1857 los
fueros y los tribunales especiales que daban lugar a una proliferación de leyes y
prácticas legales; se definen con más precisión los derechos de propiedad de tierras
y aquas'". Los capitales ya no huyen temerosos de confiscaciones, guerras imperiales
20 No hay una extensión del regadío considerable hasta 1908, pero se hace un mapeo de los
recursos hidricos. Según Orive, hasta 1910 se había logrado irrigar unas 700.000 hectáreas,
de 1926 a 1946 se irrigan 816.000 has. y de 1946 a 1952 se irrigan 750.000: en seis años
se habia irrigado más que en cuatro siglos (ToRTOLERo, 2000:103). El gobierno pensaba que
eran los particulares los que debían hacer frente a los problemas de la irrigación y para ello
define los problemas de derechos de propiedad e interviene en caso de conflictos. Desde
1897, en la sección de Fomento se crea una oficina encargada de las concesiones y con-
firmaciones de agua que en 1909 se había dividido en tres comisiones: la Comisión Inspec-
tora del Rio Nazas, la de Estudio y Reglamentación de Ríos y la Inspectora de Rios y
Concesiones. El gobierno porfirista prepara lo que habría de continuar su sucesor revolucio-
nario, una política centralizadora que está en la base de la extensión del regadío.
21 Se difunden las escuelas prácticas de agricultura (Morelos, Chalco, Chihuahua), las estacio-
nes agronómicas, las estaciones experimentales (Tabasco, San Luis Potosí, Chihuahua, Dis-
trito Federal). Los 322 egresados de la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria, entre
1856 y 1906, trabajan en la administración central relacionada con la agricultura, publican
boletines y periódicos de agricultura, crean escuelas y estaciones regionales de agricultura
(ToRToLERo, 1995) En España, en 1882, 52 agrónomos tenían plazas en la administración
central relacionada con la agricultura y en 1891 llegaban a 90 (GARRABOU, 2001 :220).
En 1856 es abolida la propiedad corporativa y la Constitución de 1857 en su artículo 27
reitera la desamortización y establece el derecho de propiedad individual. Además se pro-
mulgan una serie de leyes relativas a la colonización y propiedad de tierras (articulo 72 de
la Constitución, la ley del 20 de julio de 1863 sobre ocupación y enajenación de terrenos
His). AKyar. 29· Abril2()().3 • pp. 123-152 137
Alejandro Tortolero V¡llaseñor
y luchas íntestinas'". La población alfabetizada alcanza el 29% del total de habitantes
en 1910, un punto por debajo de lo que se estima necesario para estimular el creci-
miento económico". Con estas medidas se alienta el comercio y la inversión de ca-
pitales: el comercio representaba el 4,6% del PIB en 1860 y se eleva a 17,5% en 1910.
Los inversionistas internacionales inyectan capitales a la economía porfirista por casi
$2 billones (Bortz y Haber, 2002: 16).
En suma, el Estado porfirista no estaba alejado de sus pares europeos en lo
que se refiere a las mejoras en el marco institucional y en las políticas de fomento a
la agricultura, donde las piezas clave fueron la aclaración de los derechos de propie-
dad en materia de tierras yaguas, el apoyo decidido a la enseñanza agrícola y a la
extensión agronómica, la extensión del regadío y el crédito en el campo. Es cierto que
esta política de fomento es contradictoria porque incrementa la concentración y hace
más rentables las grandes propiedades, y no beneficia a la pequeña propiedad ni a
la de los indígenas. Pero la concentración de la propiedad en Inglaterra, Francia,
Italia, Alemania y España también era considerable y sin embargo no se la considera
responsable de la falta de crecimiento en el campo (Garrabou, 2001:241). Se puede
pedir que el Estado fomente un crecimiento más equilibrado a través del reforzamiento
de la propiedad campesina, de una política monetaria que drene crédito y dinero a
sectores campesinos desprotegidos, o de la aplicación de las leyes para el pago del
salario en dinero, pero no se puede decir que haya sido el principal obstáculo para
el crecimiento en la agricultura y para la expansión del sistema capitalista.
Si los responsables del atraso no son ni las elites medrosas, ni la tecnología
atrasada, ni la falta de fomento al campo, ¿qué explica la situación de atraso en
ciertas áreas del México rural que no se vinculan al sistema capitalista? En mi opinión
los problemas que habría que analizar para la expansión del capitalismo en el campo
mexicano están ligados a las contradicciones del régimen. La transformación profun-
da del ámbito institucional es contradictoria porque beneficia principalmente a los
baldíos, la ley de colonización del 15 de diciembre de 1883 y la del 26 de marzo de 1894)
que fomentan el acaparamiento de tierras por las compañías deslindadoras. En asuntos de
aguas las leyes de 1888,1894,1896,1902 Y 1910 definen con más precisión los derechos de
propiedad.
23 México había tenido entre 1825 y 1855 48 cambios de presidentes y 111 de ministros
(COATSWORTH y TORTELLA, 2002: 19) y de 1855 al Porfiriato encontraremos otros 27 presidentes;
con Díaz los inversionistas no dejan de subrayar la impresionante estabilidad del personal
político. Según el Informe Financiero y Comercial de México en 1905 del Crédit Lyonnais "le
régime politique est depuis plus de 25 ans remarquablement stable; rnais que I'home qui a
assuré cette stabilité est appelé a disparaitre". AHCLDEEF.73437/2.
24 En 1910, el 29 % de la población sabía leer y escribir, frente al 16% de 1900 (Pani 1918 y
Censos):
1900 1910
Número de individuos que saben leer y escribir 2.179.588 4.394311
Número de individuos que sólo saben leer 347903 364129
Número de individuos que no saben leer ni escribir 10913766 10.324.484
Se ignora si saben leer y escribir 166.002 56.931
Población Total 13.607.259 15.139.855
En 1920 se llega al 30% de la población (COATSWORTH y TORTELLA, 2002:34)
138 Híst, Agrar, 29 • Abri! 2()()j • pp, 123-152
e recimiento y atraso: la vía mexicana hacia el capitalismo agrario (1856-1920)
hacendados y rancheros ligados a los circuitos comerciales. Entre la elite ligada a
Porfirio Diaz está el tercio de las haciendas innovadoras>. Sin embargo este esfuerzo
dejaba problemas no resueltos. Haciendas modernas e innovadoras que funcionan
con viejos sistemas de peonaje; mercados de capitales que inyectan las grandes
transacciones pero no las transacciones cotidianas; mercados de crédito que no pueden
ampliarse por la falta de seguridad en los derechos de propiedad de las comunidades
indígenas que no habían sido transformadas al régimen de pequeña propiedad, de
ranchos que no tenían una existencia legal y dependían de los acuerdos con los
hacendados y hasta de algunas haciendas que no contaban con documentos que
ampararan la extensión de todos sus linderos. El cambio institucional y las políticas
de fomento al campo mexicano tenían serios llmites'",
3.1. Los sistemas de trabajo
Los sistemas de trabajo practicados en la hacienda mexicana continúan, sobre
todo en la región central y sur, con las formas compulsivas heredadas de la época
colonial como el endeudamiento, el enganche, el pago en fichas y vales. No sólo en
las haciendas tradicionales, sino en las modernas explotaciones azucareras como la
Compañía Azucarera del Pánuco, las tiendas de raya originaban fuertes ganancias
para los propietarios, mientras que los trabajadores se endeudaban (Tortolero, 2002: 19,
Escobar, 1915:65-68). La modernización de las haciendas no genera mayoritariamente
sistemas de trabajo asalariado".
Aunque algunos prefieren explicar los sistemas de trabajo a partir del
paternalismo y la economía moral, lo esencial es que los trabajadores estaban atados
a la hacienda, impidiendo la formación de un mercado libre de trabajo. Las estadís-
ticas nos indican esta tendencia cuando hablan de un México rural compuesto en su
mayoría de peones: 94,3% en Michoacán; 95.8% en Morelos; 97% en Tepic; 88,4% en
el México de 1910 (Meyer 1986:492). Estos peones en general estaban atados a la
hacienda a pesar de que los Códigos Penales, como el del Distrito Federal, estable-
cían desde 1871 que el hacendado que no pagara a sus peones con moneda cometía
25 ESOUIVEL (1910), parafraseando a Malina Enríquez, señalaba las consecuencias funestas de
la distribución de la riqueza, donde los amigos de Díaz, el 15% de la población, gozaban
de los beneficios económicos, mientras que el 85% restante era "víctima de la amistad". Una
explicación del "capitalismo de amigos" en BORTZ y HABER (2002).
26 El cambio institucional ha recobrado actualidad a partir de NORTH (1993) que define las
instituciones como las restricciones concebidas por los individuos que estructuran las rela-
ciones humanas. Para evitar confundir las instituciones con las organizaciones, AYALA (1999)
Y BORTZ y HABER (2002).
27 Bulnes en 1881 decía que "no habían cambiado en México durante los últimos ochenta
años ... los sirvientes de campo están sumidos en una especie de esclavitud constituida por
una deuda de trescientos, cuatrocientos, quinientos y aun más pesos que debe cada uno."
(VALADÉS, 1977297). Las tiendas "han sido eficacísimas para explotar a la gente pobre de las
haciendas y a ellas debemos en gran parte el estado de atraso en que se encuentra y la
injusta dependencia en que se le ha mantenido" (ESCOBAR, 1915:66).
HiJ!, Agrar. 29 • Abril 200.) • pp. 123-152 139
Alejandro Tortolero V¡llaseñor
fraude." Los Congresos Católicos también señalaban la importancia de terminar con
las prácticas del endeudamiento (Katz,1982). Sin embargo el sistema de hacienda se
basaba en estas prácticas, muy rentables para el propietario; en la tienda se recupe-
raba el salario pagado a los trabajadores y a través del endeudamiento se les impedía
la libre circulación'".
3.2. Los capitales y la circulación monetaria
A esta situación contribuía la inexistencia de moneda fraccionaria que sirviera
para el pago de los ínfimos jornales. En 1903, según la Comisión Monetaria, creada
por Porfirio Díaz por los ingentes problemas monetarios que vivía el país a raíz del
cambio del patrón bimetálico y de la depreciación de la moneda, existían en circula-
ción 61.661.505 pesos, repartidos de la siguiente manera:
CUADRO 5. CIRCULACiÓN MONETARIA EN MÉXICO EN 1903.
Oro 482.885 0,78
Pesos fuertes (plata) 58.145.122 94,29
Moneda fraccionaria 2.971.810 4,81
Cobre 61.688 10
Total 61.661.505 99,99
Fuente: Cepeda (1984:268)30
Con un circulante de unos 25 millones de pesos en 1880, 86 millones en 1893,
y estimaciones de 100 a 120 en 1903, el circulante por persona pasa de $2.46 en 1880
28 El gobernador del Estado de México manifestaba su preocupación en 1846 "Los indigenas se
encuentran casi en su totalidad resentidos con los hacendados sus vecinos, ya porque algu-
nos de ellos tienen usurpadas todas o la mayor parte de las tierras de repartimiento, las que
han adquirido por engaños, clandestinamente o por fuerza, y ya porque en otras haciendas,
principalmente en las de la Cañada de Cuernavaca y las de Tierra caliente, de los cortos
jornales que pagan a los trabajadores de una parte en papel que sólo tiene valor en sus
propias fincas, precisando así a aquellos infelices a que lleven efectos que por lo regular son
de mala calidad y muy caros, como que no tienen libertad de buscar donde se les den mas
baratos; teniendo presente S.E. que el uso de estos papeles o vales esta prohibido por repe-
tidas disposiciones y que en su deber esta evitar estos abusos, así como el que con infracción
notoria de las leyes continúen usurpados los terrenos de los pueblos" (ARIZCORRETA, 1849).
29 Según los informes de los Administradores de la hacienda de San Pedro del Alama en
Durango entre 1769 y 1809, una de las contabilidades mejor conservadas de su época
(VARGAS, 1992) los dueños del Mayorazgo obtenían la mayor parte de sus rentas de estas
propiedades. El comercio de ovejas produce a la hacienda $320.542, la caballada $208.189,
las labores agrícolas arrojan pérdidas de $122.860 y la tienda utilidades de $221.583. Lo que
se perdía en las labores agrícolas se compensaba en la tienda.
30 BIGOT (1907:22) da una composición ligeramente diferente:
482.885,00 pesos de oro
61.116.932,60 pesos de plata
61.690,64 pesos de cobre
Total 61.661.508,24
140 Hisr. Agr't1f< 29· Abri/2()()3 • pp. 123-152
e recimiento y atraso: la vía mexicana hacia el capitaliJmo agrario (1856-1920)
a $8.81 en 19033 1 . Esto nos remite al circulante de 1791: $31.693.993 pesos para una
población de 4.500.000, es decir $7.04 pesos por habitante (Romano, 1998). La com-
posición del circulante sólo posibilitaba las grandes transacciones, esencialmente ur-
banas, practicadas con pesos fuertes y moneda de oro, pero las operaciones cotidia-
nas como el pago de salario o las compras pequeñas se ven afectadas por la inexis-
tencia de monedas menudas (un 0.10% del circulante), que se sustituyen por fichas y
otros signos monetarios existentes en las haciendas (cuadro 6)32. De esta cantidad, la
mayor parte se concentraba en las oficinas públicas (4.57%) y en los bancos (81.32%),
dejando para el comercio, fábricas y haciendas el 12.74% (Cepeda, 1984:274).
CUADRO 6. SALARIO DIARIO EN EL CAMPO MEXICANO DURANTE EL
PORFIRIATO (CENTAVOS).
Año Precios Corrientes Precios de 1900
1877 22 32
1885 22 27
1892 29 26
1898 31 37
1902 35 32
1911 44 27
Fuente: Rosenzweig (1989:250).
Esta falta de circulante en el campo hace que se impongan como medio de
pago las fichas y vales. También en las grandes transacciones de dinero casi no se
utiliza: las propiedades se trasladan mediante un reconocimiento de la deuda de la
hacienda. El derrumbe financiero de las fincas provocado por la acumulación de
censos precipitó, en muchos casos, la transferencia de la propiedad (Garavaglia y
Grosso, 1994:168)33. En Atlixco, entre 1870 y 1905, diez haciendas, que representa-
31 SOLÍS (2000:73) da cifras mas modestas cuando afirma que la circulación monetaria en 1895
apenas alcanzaba 334 millones de pesos que se incrementan a 193.9 millones en 1910,
mientras que ROSENZWEIG (1989:216) estima en 86 millones en 1893-94 y 310 millones en
1910-11 Para RIGUZZI (1999:349) en 1885 el nivel de circulación de billetes per cap ita era de
60 centavos y una familia poderosa tenía depositado en Londres el equivalente a un tercio
de la emisión monetaria en México. Ninguno menciona sus fuentes. La disponibilidad mone-
taria por habitante en Inglaterra en 1775 era de 17 pesos y a principios del XIX era de 14
pesos para Francia y de 7 para España.
32 Las fichas de haciendas aparecen en colecciones numismáticas como la Fischer Collection,
1891 y Eklund 1949 El director de la Compañía Azucarera del Pánuco se queja de la falta
de moneda divisionaria para practicar operaciones en la tienda de la hacienda y ante la falta
de esta moneda en los alrededores, [incluldo el gran puerto comercial de Tarnplcol, tiene
que comprar moneda de a un centavo en México (TORTOLERO, 2002:19).
33 En Tlaxcala los gravámenes hacía finales del XVIII llegaban al 41% del valor de las hacien-
das. De 170 fundos, 108 reconocían censos y sólo 11 estaban libres de censo. En Cholula,
en 1790, representan un 73,9% del valor de las haciendas. En l.eón las hipotecas represen-
taban el 39,9% del valor de las propiedades durante el XVIII (ROMANO, 1988: 156)
Hist. AgYdY. 29 • Abril 2003 • JiP. 123-152 141
Alejandro Tortolero Villaseñor
ban un cuarto de la superficie del Distrito, estaban endeudadas en un 50% del precio
de su venta. No hay presencia de préstamos bancarios sino que son los prestamistas
los que otorgan créditos con el objetivo de convertirse en propietarios ante la falta de
pago. Este grupo se comporta más como rentista que como inversionista (Lecoin en
Chamoux,1993). Las haciendas de Atlixco cambian 144 veces de manos entre 1867
y 1911, en promedio cada once años, casi siempre por deudas (Mertens,1988)34.
Los esfuerzos por crear un sistema bancario durante el Porfiriato sirven más
para estabilizar las tasas de interés y crear un mercado de capitales (Marichal,1999),
que para hacer llegar el circulante al campo": En 1910, de acuerdo a los activos de
la banca, un habitante rural del Centro de México podía contar con 120,28 pesos, uno
del Norte con 41,57, Y uno del Pacifico Sur con 43 centavos (Cepeda,1984:263)36
Esto explica los sistemas coercitivos de la zona sur, la coexistencia de sistemas en
el centro y el desplazamiento al trabajo asalariado en el norte, con una reducida suma
de dinero por habitante en todos los casos".
3.3. El crédito y los derechos de propiedad
El otro obstáculo importante para la creación de un mercado de tierras, estre-
chamente ligado a la falta de capitales, eran los sistemas de propiedad que frenaban
la extensión del crédito agrícola. Me refiero a la forma de tenencia comunal practicada
en las comunidades indígenas que frenaban la circulación de la tierra entre los par-
ticulares y de explotaciones como los ranchos que al no tener estatuto jurídico depen-
den de los acuerdos con los hacendados. Sólo 8.431 haciendas podían contar con
34 En Xico, Veracruz, entre 1872 y 1905, la presencia de los créditos es notoria El crédito es
de tres tipos: primero, de cantidades menores a 1.000 pesos, al 1% de interés mensual, de
seis meses a varios años; a él accede la capa social superior de campesinos residentes de
Xico motivados por prestigio; en segundo lugar el practicado por la burguesía agraria local.
los inmigrantes que prestan hasta 5.000 pesos con interés del 1 al 2% mensual y están
dispuestos a embargar con tal de fundar grandes familias; finalmente el practicado por
hacendados y negociantes que prestan de 10.000 a 60.000 y que sobreviven a la Revolución
(Hoffman en CHAMOUX, 1993).
35 Según el embajador francés en México, en 1908 la casi totalidad de comerciantes y agricul-
tores "gimen bajo las exigencias y bajo la negativa de los bancos mexicanos a concederles
créditos" (Canudas y Bátiz en CARDOSO, 1980:434)
36 Pero de acuerdo al circulante monetario, un habitante en 1910 apenas tenia $10.37 pesos
(RosENZWEIG, 1989:216).
37 Estas percepciones están siendo revisadas por los estudios regionales. En Veracruz existe
un mercado regional de capitales entre 1820 y 1870, donde las deudas se pagan. En
Michoacán hasta 1850 los mercados crediticios se amplían, los propietarios y rancheros
obtienen préstamos; los mercados de créditos funcionan y las deudas se pagan. a pesar de
altas tasas de interés y escasez de efectivo. En Nuevo León entre 1856-1862 el Gobierno de
Vidaurri origina una expansión de mercados crediticios y gubernamentales; una armada de
5.000 hombres es provista por comerciantes con intereses de 11 al 50% anual (MARICHAL,
2000). En Guadalajara, la oligarquía, ante la falta de bancos, practica el crédito entre parien-
tes en la primera mitad del XIX (LINDLEY, 1983).
142 l-JiJI. Agrar. 29. Abril 20()3 • pp. 123-152
Crecimiento y atraso: la vía mexicana hacia el capitalismo agrario (1856-1920)
títulos propiedad que posibilitaban ventas y traslados, mientras que los casi 50.000
ranchos y las 6.937 comunidades rara vez los tenían".
Esta situación dificultaba la extensión del crédito>. Como no se conocía con
certeza lo que se ofrecía en garantía, ni los títulos permitían apreciar los derechos que
amparaban, era imposible medir el alcance de las operaciones de crédito (Malina
1981:216). La ausencia de un mercado financiero se explicaría por el dominio de las
redes de parentesco, el atraso institucional, la persistencia de mentalidades
antifinancieras, y un estilo empresarial basado en el poder de monopolio y el acceso
privilegiado a la información (Riguzzi 1999). Los derechos de propiedad precarios
fueron obstáculos insuperables para extender el crédito, pero éste no contribuyó a
mejorar el tamaño de las explotaciones: será una revolución, con sus secuelas de
destrucción, descapitalización y expropiación de las haciendas la que lo hará
(Riguzzi,2002: 135 y 146)40 Esta inexistencia del crédito en el campo es señalada por
los expertos de la época como Francisco Icaza, del Crédit Lyonnais, que aconseja a
los inversionistas franceses ocuparse de este mercado tan olvidado de los bancos
mexicanos:
"Con hipoteca de haciendas de primer orden se hacen préstamos con rédito de
6% anual, siendo estas operaciones muy aceptables, teniendo cuidado de que
los títulos de propiedad estén perfectamente arreglados y suministrando can-
tidades que no lleguen a la mitad del valor que prudentemente se les aplique...Yo
creo que si Uds. tuvieran algún dinero sobrante en sus cajas, y voluntad de
hacer algunos negocios aquí, el más seguro sería estas imposiciones sobre
buenas casas o haciendas de primer orden y si se resolvieran a hacer opera-
ciones a 5% tendrían a elegir lo mejor y en muy poco tiempo, un par de meses,
habrían colocado unos cinco millones de francos, que al cambio actual con-
98 Para las comunidades la fecha es 1877 (GONZÁLEZ NAVARRO, 1986:364). En 1903 de un total
de ingresos recaudados por la Federación de 77,5 millones de pesos, sólo 2.600.000 pro-
venían de impuestos sobre transacciones inmobiliarias, y 378 000 pesos de derechos de
sucesión, frente a los 67 millones que generaban los derechos de aduana y del timbre.
AHCLDEEF73437/2 Situation finaneiere et eommereiale du Mexique. 1905.
99 Desde MaLINA ENRíOUEZ (1909) hasta hoy (RIGUZZI, 1999 y 2002) se señala la casi crónica
carencia de crédito en el campo mexicano. Para MENDOZA (1879:7) si México había hecho
una reforma religiosa y política, le faltaba una económica y para ello propone una reforma
hacendaria donde el crédito público fuera un elemento importante, MACEDO (1905: 162) señala
que el desarrollo de los bancos hipotecarios fue muy débil y la oferta privada llena el renglón
que antes hacía la Iglesia. BARRERA (1909:483) señala la poca importancia de los bancos
hipotecarios en el crédito agrícola con préstamos sobre prendas que no alcanzaban los
ochocientos mil pesos en 1904.
4(J Riguzzí señala la falta de estudios sobre el crédito hipotecario en el campo mexicano ante-
rior a la revolución, en sus estudios de 2564 anuncios de juicios de hipotecas aparecidos
en el Diario Oficial entre 1873 y 1913. Contrasta con el caso estudiado por Hoffman (en
CHAMOUX, 1993) donde en una pequeña comunidad en Xico, Veracruz, encuentra 206 contra-
tos de hipoteca entre 1872 y 1915 en el Registro Publico de la Propiedad y en los Archivos
Notariales. Entre Xica con sus 206 contratos y México con sus 2.564 -aunque el autor
constata que no todos se refieren a propiedades de la Ciudad de México- la investigación
regional será decisiva.
J-list. Agrar. 29 • Abril 2()()J • jJp. 123-152 143
Alejandro Tortolero V¡llaseñor
vertirían en dos millones de pesos mexicanos..pueden ustedes creer que ten-
drían un grande éxito si con fuertes cantidades hicieran operaciones al 5%."
(lcaza.1899)
Un mundo rural sin mercado libre de trabajo, donde el mercado de dinero
también es restringido, donde la tierra circula bajo formas en las cuales el dinero casi
no aparece, donde una parte al parecer importante en regiones como Morelos y
Oaxaca de esta mercancía está en manos de las comunidades, donde explotaciones
como los ranchos dependen de acuerdos con los hacendados y donde la polarización
en la renta es muy alta, los hacendados concentran la mayor parte del ingreso a
través del control de los recursos tierra, agua, circuitos mercantiles, acceso al crédito
y a la información. Todo ello acentúa el carácter dual de la economía y el paso al
capitalismo. Si a esto añadimos que allí donde los esfuerzos modernizadores llegan,
encuentran el limitante natural de la falta de agua en los sistemas agrícolas, el cuadro
se oscurece".
4. CONCLUSiÓN
En la primera mitad del siglo XIX, una serie de medidas facilitan el paso al
capitalismo: el cobro de diezmos de Iglesia termina en 1833, la propiedad corporativa
es abolida en 1856, los fueros eclesiásticos y militares en 1857, el comercio se libe-
raliza entre 1790-1810 Y se da una apertura al comercio mundial, se terminan las
restricciones a la inmigración y se reducen las de importación de capitales, los mo-
nopolios como el del tabaco desaparecen hacia 1850. Antes del Porfiriato, la econo-
mía mexicana no contaba con medios de transporte y medios de comunicación bási-
cos, como tampoco con bancos, capital, tecnología y adiestramiento. La organización
económica padecía de ineficiencia, los derechos de propiedad estaban mal estable-
cidos y con frecuencia no eran sancionados, y las medidas fiscales causaban más
daño que bien al desalentar la iniciativa, fragmentar los mercados y derrochar los
dineros públicos en gastos improductivos. (Coatsworth, 1990: 15). Con el Porfiriato
asistimos a un parteaguas que transforma la estructura económica y permite un cre-
cimiento económico de más de tres décadas. En el campo este crecimiento es con-
tradictorio, generando una economía dual. Sin embargo, en el interior de las hacien-
das las contradicciones son flagrantes: si la hacienda no es la responsable del atraso
por su capacidad de innovación y su eficiencia, lo es por su funcionamiento interno,
41 Buena parte del México rural estaba en la zona seca, y en regiones donde el agua era
abundante (Chateo, Puebla, La Laguna), las haciendas la habían acaparado de tal forma que
por ejemplo en Morelos explican el levantamiento zapatista. Numerosos autores han señala-
do las bondades del suelo mexicano, al que sólo falta el agua para aumentar la superficie
cultivable y la productividad de la tierra (TORTOLERO, 2002). La colonización y el desarrollo
agrícola habrían sido, en México, una cuestión hidráulica (LEJEUNE, 1892: 160: BIGOT, 1907:49)
El control del agua se convierte en una rémora que otorga un control autoritario a sus
usufructuarios y que incide en la práctica de acuerdos y actitudes ajenos a una economía
basada en la libre circulación de los bienes.
144 Hist, Agrtlr. 29 • Abril 2003· pp. 12.)-15.2
Crecimiento y atraso: la vía mexicana hacia el capitalismo agrario (1856-1920)
donde el endeudamiento y la tienda de raya impiden la libre circulación de mercan-
cías, trabajadores y monedas. Será necesario esperar a que la Revolución suprima las
tiendas de raya y la circulación de fichas y desarticule la hacienda a través de una
reforma agraria que no se logra sino hasta los años cuarenta del siglo XX.
Además de la hacienda, la coexistencia de sistemas de propiedad comunal y
de explotaciones como los ranchos (a menudo sin títulos de propiedad) y de meca-
nismos crediticios donde el dinero casi no aparece, son otros obstáculos al capitalis-
mo. Si, según los responsables de la política desamortizadora, hacia 1857 se habían
creado más de 9.000 propietarios, las investigaciones regionales muestran que en las
comunidades cercanas a la Ciudad de México las tierras desamortizadas apenas
alcanzan el 3% del valor de los bienes desamortizados y el número de propietarios no
duplicaba al de pueblos y barrios (Lira, 1983:247)42. Esto incrementa la indefinición de
los derechos de propiedad, como el que hubiera 48.635 ranchos en 1910 que depen-
dían de los acuerdos establecidos con los hacendados. El esfuerzo del Estado porfirista
había estado encaminado a beneficiar a la gran propiedad. El Estado no es el culpa-
ble del atraso, pero sí de no haber fomentado un desarrollo agrícola más equilibrado.
Los principales obstáculos al desarrollo de una agricultura capitalista son, en
definitiva, la organización coactiva del trabajo, la escasez de capitales producto de
una raquítica emisión y circulación monetaria (que imposibilita la formación de un
mercado de tierras y un funcionamiento de las explotaciones sobre la base de rela-
ciones salariales), la ausencia de crédito agrícola y el fomento de la agricultura apo-
yando esencialmente a la gran propiedad. El modelo de desarrollo porfirista, que
privilegiaba a las ciudades sobre el campo, origina una modernidad cosmopolita,
donde las políticas de fomento al campo aparecen asociadas a las explotaciones,
haciendas, ranchos y algunas comunidades, vinculadas a los centros urbanos y a los
grandes mercados, pero dejando de lado a las comunidades y a los ranchos no
ligados al circuito mercantil. Sólo una violenta revolución se encargaría de demostrar
los límites de este modelo.
AGRADECIMIENTOS
Este articulo fue redactado gracias al apoyo de las fundaciones Guggenheim y México/Antonio
Madero, que me permitieron realizar una estancia como profesor invitado en la Universidad de Harvard
durante el segundo semestre de 2002. A estas fundaciones, a John Coatsworth, director del David Rockefeller
Center for Latin AmeriL-an Studies en la Universidad de Harvard y a John Womack, les hago patente mi
agradecimiento, aJí como a los editores y evaluadores de la revista.
En Sultepec al finalizar el siglo XIX representaba una parte minima (SCHENK, 1991 :264): en
Toluca se habían repartido apenas unas ochenta mil hectáreas. Malina explica en sus "se-
cretos de la paz porfirista" que Porfirio Díaz es un político único porque sabe gobernar a
distintos grupos sociales. A los pueblos en sus distintos estados evolutivos y a los propie-
tarios comunales les da la indivisión de sus propiedades, a los jornaleros la paz para obtener
un jornal seguro (MaLINA. 1981140-142).
u.«. Agrar. 29· Ahril2{)()3 • NI, 12_)-152 145
Alejandro Tortolero Villaseñor
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