Domingo 16 de febrero
Mt 5, 17-37
“17» No piensen que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a
darles su plenitud. 18En verdad les digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, de la Ley no
pasará ni la más pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla. 19Así, el que quebrante uno solo
de estos mandamientos, incluso de los más pequeños, y enseñe a los hombres a hacer lo mismo,
será el más pequeño en el Reino de los Cielos. Por el contrario, el que los cumpla y enseñe, ése
será grande en el Reino de los Cielos. 20Les digo, pues, que si la justicia de ustedes no es mayor
que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. 21» Han oído que se dijo
a los antiguos: No matarás, y el que mate será reo de juicio. 22Pero yo les digo: todo el que se
llene de ira contra su hermano será reo de juicio; y el que insulte a su hermano será reo ante el
Sanedrín; y el que le maldiga será reo del fuego del infierno. 23Por lo tanto, si al llevar tu
ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, 24deja allí tu ofrenda delante del
altar, vete primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve después para presentar tu ofrenda.
25Ponte de acuerdo cuanto antes con tu adversario mientras vas de camino con él; no sea que tu
adversario te entregue al juez y el juez al alguacil y te metan en la cárcel. 26Te aseguro que no
saldrás de allí hasta que restituyas la última moneda. 27» Han oído que se dijo: No cometerás
adulterio. 28Pero yo les digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido
adulterio en su corazón. 29Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo y tíralo; porque más te
vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. 30Y
si tu mano derecha te escandaliza, córtala y arrójala lejos de ti; porque más te vale que se pierda
uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo acabe en el infierno. 31» Se dijo también:
Cualquiera que repudie a su mujer, que le dé el libelo de repudio. 32Pero yo les digo que todo el
que repudia a su mujer — excepto en el caso de fornicación— la expone a cometer adulterio, y el
que se casa con la repudiada comete adulterio. 33» También han oído que se dijo a los antiguos:
No jurarás en vano, sino que cumplirás los juramentos que le hayas hecho al Señor. 34Pero yo
les digo: no juren de ningún modo; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35ni por la tierra,
porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del Gran Rey. 36Tampoco
jures por tu cabeza, porque no puedes volver blanco o negro ni un solo cabello. 37Que su modo
de hablar sea: «Sí, sí»; «no, no». Lo que exceda de esto, viene del Maligno.”
En este día la Iglesia nos invita a contemplar una sección maravillosa del Evangelio, nos
encontramos justamente en medio del Sermón de la Montaña, lo que ha venido conocerse como
la carta magna del cristianismo, justo en los capítulos 5, 6 y 7 de san Mateo encontramos aquello
que se espera de nosotros, el itinerario que hemos de recorrer en nuestro peregrinaje hacia el
cielo, el modo de corresponder a la gracia de Dios que nos fue dada en el bautismo para vivir en
santidad.
El texto de este día nos presenta a Jesús enseñando a sus discípulos como la vivencia de la
palabra de Dios no se limita a un mero cumplimiento legal, es decir no se trata simplemente de
cumplir por cumplir, sino que la palabra que ha sido dada debe ser profundizada para caminar no
sólo por la vía que nos aleja del mal, sino en toda ocasión buscar el bien que custodia esa palabra
y procurarlo en el mejor modo posible.
En el contexto de Jesús en que se esperaba la llega del Mesías ciertamente tenían presente que
éste sería un intérprete auténtico de la ley dada en la antigüedad por medio de Moisés,
recordemos que el público original de san Mateo estaba conformados por cristianos provenientes
de comunidades de origen judío. Al presentar a Jesús en el Monte exhortando no sólo al
cumplimiento de la Ley sino recordando su alto valor, el Divino Maestro busca llevar a sus
oyentes a descubrir como la Palabra dada por Dios no pasa, sino que su vivencia debe ser
profundizada cada vez más.
Jesús no se presenta solamente como un difusor o intérprete de la ley, sino como un legislador,
Él, verdadero Dios y verdadero hombre, repite constantemente “ustedes han escuchado que se
dijo, pero yo les digo”, Él es la Palabra de Dios hecha carne que vino a habitar entre nosotros,
como lo repetimos en el Angelus, Él es el que busca llevarnos por los caminos de la perfección
cristiana, que no es otra cosa sino la perfección en el amor
Hay numerosos puntos a detenernos en este Evangelio, pero para quedarnos con una idea a
meditar escuchemos a Jesús que dice: “Si su justicia no es mayor que la de los escribas y
fariseos…” ahí podemos encontrar el punto de partida de las demás afirmaciones del Señor,
Jesús en lengua original habla de una “super justicia”, es decir no conformarse con un mero
cumplimiento formal, sino ir más allá, dejar que la Palabra dada por Dios penetre lo más
profundo de nuestro ser, de modo que no sólo evitemos el asesinato de otro ser humano, sino que
purifiquemos el corazón de modo que ni siquiera salgan palabras de nuestra boca con la
intención de herir al otro, es más Jesús habla de procurar incluso el bien a aquel que nos procura
el mal; Jesús habla de ir más allá de entrar evitar en una relación inmoral con una mujer que no
es la propia, Él busca que ordenemos nuestros afectos de modo que incluso nuestra manera de
ver a los demás sea con recta intención; El Señor no habla sólo de evitar litigios judiciales, sino
salvaguardar las relaciones con los demás por medio del amor que se manifiesta a través del
perdón; Jesús no habla sólo de no jurar, sino que va más allá, porque busca que aprendamos a
vivir con transparencia, siendo sinceros con los demás.
Jesús en el fondo busca que sus discípulos descubran que detrás de la Ley está el autor de la Ley,
el autor de la Palabra, y que por Él, esta palabra no es una prescripción de mínimos sino una
elevación a la grandezas de la vida nueva de Hijos de Dios, la vida de plenitud en el amor, por
ello esa sección concluye con un versículo de suma excelencia y sabiduría “sean perfectos como
su Padre celestial es perfecto”
Lunes 17 de febrero
Mc 8, 11-13
11Salieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole, para tentarle, una señal del
cielo. 12Suspirando desde lo más íntimo, dijo: —¿ Por qué esta generación pide una señal? En
verdad les digo que a esta generación no se le dará ninguna señal. 13Y dejándolos, subió de
nuevo a la barca y se marchó a la otra orilla.
Nos encontramos meditando a lo largo de estos días el evangelio según san Marcos, siendo el
más breve de los cuatro, nos presenta de un modo maravilloso la vida y obra de nuestro Señor
Jesucristo. En esta ocasión Él reclama la actitud de algunos de los fariseos que se acercan para
pedir una señal del cielo, su actitud les lleva a buscar fenómenos extraordinarios para poder dar
crédito a la palabra de Cristo, buscan quien satisfaga su curiosidad, casi parece sarcástica la
petición puesto que parecen pedirle algo que no puede hacer, sin embargo si nosotros volvemos
páginas atrás sea al capítulo 7 y 6 podemos constatar los que las grandes multitudes que seguían
al Señor iban admirando, las grandes obras que realizaba, en estos capítulos vemos diversos
milagros de curación e incluso dos multiplicaciones de los panes.
Por tanto, venir ahora a pedir signos, es una necedad, bien lo dice el dicho popular “no hay peor
ciego que aquel que no quiere ver”. San Juan Crisóstomo por eso dirá que «no le preguntaban
para creer, sino para apresarlo»
Con cada uno de los gestos que realiza Jesús anuncia una palabra, proclama la Buena Nueva,
llama a la conversión del corazón. Jesús no es simplemente un taumaturgo, un hacedor de
milagros o fenómenos grandiosos, es algo más, es el Mesías de Dios, el Redentor, el Ungido que
ha venido al mundo para nuestro salvación. Cristo Jesús no sólo da “pan y circo”, comida y
diversión, Jesús a venido para darnos vida y vida en abundancia. Aquellos que con un corazón
sencillo y humilde le siguen saben descubrir quien camina con ellos, aquellos que van bajo la
duda y la sospecha, que van como justicieros, que van como quien se encuentra alto en un pilar
mientras los otros son una bola de ignorante y pecadores, viven bajo el sesgo de su soberbia y se
cierran al amor que transforma la vida.
Nosotros hemos de guardarnos de no adquirir estas actitudes farisaicas, quizás no lo digamos
explícitamente por los fariseos pero podemos hacerlo de otros modos, como cuando quizás
andamos sólo de evento en evento católico, pero no hay un serio compromiso bautismal de
conversión, no hay perseverancia en un plan de vida espiritual, por ej. podríamos ir del desayuno
católico con fulano, al almuerzo con los hermanos de un grupo por el día del amor y la amistad
(o navidad, o festejo de cumpleaños), luego vamos a la tarde de alabanza, o a la hora santa donde
cantará “X” o “Y” grupo y frecuento la Misa sólo en “X” iglesia porque sólo ahí el padre predica
como a mí me gusta, pero cuando se pregunta si esta persona está frecuentando su pequeña
comunidad, se nos dice que tiene “tantos meses de no ir”, no se confiesa frecuentemente, falta a
la Misa dominical por irse a la playa de paseo excusando diciendo “es que de algo me tuvo que
valer haber ido al bingo”, su familia nunca ve a esta persona, en su trabajo vive peleado con
todos, ve un templo donde está Jesús en el sagrario y no se detiene porque el silencio “le parece
aburrido”, y resume su vida diciendo “es que ahí no siento la presencia de Dios” y reduce la
experiencia de Dios al sentimiento y deja de vivir de la fe para vivir de su sensibilidad.
Se olvida que hay un signo de Cristo en el pobre que tiene al lado, en el padre o madre anciano
que anhela su visita, en el esposo o esposa que experimenta su ausencia en el hogar, en los hijos
que el Señor le ha dado para ejercer su vocación de servicio, en el trabajo cotidiano que
desempeñado con diligencia es signo de la presencia de Dios en el mundo.
¿Sé vivir todavía de la fe operante o vivo buscando signos como aquellos escribas y fariseos?
El acto de fe más bello es el que brota de los labios en plena oscuridad, en medio de
los sacrificios, los sufrimientos, en el supremo esfuerzo de una voluntad firme de hacer
el bien. Como el rayo, este acto de fe rasga las tinieblas de tu alma; en medio de los
relámpagos de la tormenta te levanta y te conduce a Dios.
La fe viva, la certeza inquebrantable y la adhesión incondicional a la voluntad del Señor
es la luz que ilumina los pasos del pueblo de Dios en el desierto. Es esta misma luz la
que brilla a cada instante en todo espíritu agradable al Padre. Es esta la luz que ha
conducido a los magos y les ha hecho adorar al Mesías recién nacido. Es la estrella
profetizada por Balaam (Nm 24,17), la antorcha que guía los pasos de todo hombre
que busca a Dios.
Ahora bien, esta estrella, esta antorcha, son las que igualmente iluminan a tu alma, la
que dirige tus pasos para evitar que vacilen, la que fortalece tu espíritu en el amor de
Dios. Tú no la ves, no la comprendes, pero es que no es necesario. No verás más que
tinieblas, pero, ciertamente, no las de los hijos de la perdición, sino las que envuelven
al Sol eterno. Ten por seguro que este Sol resplandece en tu alma; el profeta del Señor
ha cantado, refiriéndose a ella: «Tu luz nos hace ver la luz» (Sal 36,10).
P. Pío de Pietrelcina, CE 57; Ep 3, 400 s
Que el Señor nos conceda la gracia en este día de saber discernir lo que hay en nuestro corazón
para que purificándonos de la superficialidades del buscar sólo signos, podamos profundizar
nuestra relación con Él por la fe en su palabra.
Martes 18 de febrero
Mc 8, 14-21
14Se olvidaron de llevar panes y no tenían consigo en la barca más que un pan. 15Y les advertía
diciendo: —Esten alerta y guárdense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.
16Y ellos comentaban unos con otros que no tenían pan. 17Al darse cuenta Jesús, les dice:
—¿ Por qué van comentando que no tienen pan? ¿Todavía no entienden ni comprenden? ¿Tienen
endurecido el corazón? 18¿ Tienen ojos y no ven; tienen oídos y no oyen? ¿No se acuerdan 19de
cuántos cestos llenos de trozos recogieron, cuando partí los cinco panes para cinco mil? —Doce
— le respondieron. 20— Y cuando los siete panes para los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas
de trozos recogieron? —Siete — le contestaron. 21Y les decía: —¿ Todavía no comprenden?
El santo Evangelio en este día es una continuación del de ayer, lo protagonistas cambian, ya no
es Jesús y los fariseos, sino que ahora se trata de Jesús y sus discípulos, aquellos que han
caminado con Él, que han sido testigos de sus obras. El Divino maestro busca orientarles, busca
formar sus corazones con su palabra, busca enseñarles una lección de vida eterna, y sin
embargo, distraídos por el camino, no entienden la palabra que les dirige. Jesús les previene de
no adoptar las actitudes y comportamientos de los fariseos, y ellos piensa que les pregunta por
algo de comer.
Jesús les quiere llevar a ver sus obras desde un plano más elevado, quiere hacer que pasen de una
visión meramente natural y humana a una visión sobrenatural de sus palabras y obras, quieren
ensanchar su campo de visión, quiere llevarlos a que contemplen la verdad de las cosas.
Capítulos atrás el Evangelista ha descrito las insidias que tramaban los fariseos contra Jesús, así
como la muerte de san Juan Bautista por los excesos de Herodes, y es más se había anunciado la
confabulación de ambos para hacer fuera a Jesús.
San Beda el venerable explicaría que “La levadura de los fariseos es el posponer los decretos de
la ley divina a las tradiciones de los hombres; predicar la ley con las palabras, e impugnarla con
los hechos; tentar al Señor y no creer en su doctrina ni en sus obras. La levadura de Herodes es el
adulterio, el homicidio, la temeridad del juramento, la hipocresía y el odio a Cristo y a su
precursor.”
Cristo interpela a sus discípulos puesto que han visto y oído las grandes obras que Él ha
realizado y aun parece confundirse su corazón, el Señor ciertamente nos tiene paciencia y en
ellos sabe esperarnos hasta conducirnos a contemplar su verdad. No dejarnos contaminar por la
levadura de los fariseos y herodes significa en el fondo una invitación a la coherencia de vida, a
vivir concordes a nuestra fe.
“Permanecer en la verdad y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y
para los discípulos de Cristo, tanto de los primeros tiempos como de todas las nuevas
generaciones de la Iglesia a lo largo de los siglos. Desde este punto de vista, el anuncio del
Espíritu de la verdad tiene una importancia clave.” San Juan Pablo II, Catequesis 17/05/1989
Los cristianos no vivimos de levaduras mundanas, sino que dejamos que por la fe, el Espíritu
Santo sea quien nos haga crecer y multiplique las gracias que Dios realiza en nosotros, con
nosotros y por medio de nosotros. El Espíritu de Dios actúa profundamente en nuestras vidas
hasta llegar a vivir una vida de santidad.
Que el Señor nos conceda la gracia de preservar nuestro corazón de aquello que lo hincha y
desvía para que abiertos a su palabra podamos crecer por la acción del Espíritu Santo y demos
fruto de vida eterna.
Miércoles 18 de febrero
Mc 8, 22-26
22Llegan a Betsaida y le traen un ciego suplicándole que lo toque. 23Tomando de la mano al
ciego lo sacó fuera de la aldea y, poniendo saliva en sus ojos, le impuso las manos y le preguntó:
—¿ Ves algo? 24Y alzando la mirada dijo: —Veo a hombres como árboles que andan.
25Después le puso otra vez las manos sobre los ojos, y comenzó a ver y quedó curado, de
manera que veía con claridad todas las cosas. 26Y lo envió a su casa diciéndole: —No entres ni
siquiera en la aldea.
En el santo Evangelio contemplamos la grandeza del amor del Corazón de Jesús, que se
compadece de aquellos que pasan dificultades, como evitando todo show con sencillez y
suavidad busca realizar este gran milagro, a nosotros podría parecernos sorprendente el modo en
que termina todo, Jesús no quiere que este hombre una vez curada entre nuevamente en la
ciudad, y constantemente vemos este gesto tras las grandes obras que realiza Jesús, pide que no
sé dé a conocer el milagro que hizo, es el llamado secreto mesiánico del Evangelio de Marcos, y
es que el Señor buscaba con esto preservar a las multitudes de ir tras de Él en búsqueda de un
mesias terreno o político como muchos quería verlo, uno que les solucionara todos los problemas
de una vez y que les ahorrara el trabajo con el cual cada uno debe de empeñarse para hacer la
voluntad de Dios.
Jesús no nos ha prometido seguridades y alegría plena e imperturbable en este mundo, antes bien
nos enseñó que debíamos negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz cotidiana y caminar
en pos de Él. Alguno podría decir entonces para que comportarnos rectamente si nada va a
cambiar, porque yo tengo que ser diferente cuando parece que a todo el que se dedica al mal le
va bien en este mundo. Pues lo hacemos porque hemos sido encontrados como la oveja perdida
por el Buen Pastor. Porque quiero llevar su amor a este mundo. Porque yo no me porto bien para
ganarme el cielo, sino que me porto bien porque el cielo me ha sido ganado, me ha sido dado
gratuitamente, y quiero comenzar a gozar aunque sea de modo imperfecto las alegría que se me
han prometido, y no quiero hacer nada para perderlas.
El ciego comienza ver poco a poco ¿significa que Jesús no podía haber sanado sus ojos de una
vez? Hay quien a esto responde que con el gesto de una visión progresiva, quería mostrarnos que
nuestra vista sobre la vida sobrenatural, sobre nuestra relación con Cristo, que nuestra comunión
con Dios, es un proceso gradual en el que se va perfeccionando nuestra capacidad de descubrir
su presencia en nuestras vidas y en el mundo que nos rodea. La vida espiritual se desarrolla
progresivamente, no hay saltos, sino perseverancia continua en la búsqueda del bien, y del mejor
bien a realizar en cada caso. Por eso en el camino de conversión hacia la comunión plena con el
Señor hemos también de sabernos tener paciencia, es Dios que nos va configurando con su Hijo,
y nos va dando un nuevo modo de ver la realidad, su propio modo de verla en virtud de la fe.
Por tanto no hemos de desanimarnos sino que como el ciego del Evangelio nos sepamos
conducir por Jesús aunque sea fuera de la ciudad, dejemos que el obre en nosotros como quiera,
sabiendo que si entramos en su voluntad no encontraremos sino el poder contemplar su rostro
cara a cara.
Jueves 20 de febrero
Mc 8, 27-33
27Salió Jesús con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino comenzó a
preguntar a sus discípulos: —¿ Quién dicen los hombres que soy yo? 28Ellos le contestaron:
—Juan el Bautista. Y hay quienes dicen que Elías, y otros que uno de los profetas. 29Entonces él
les pregunta: —Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Le responde Pedro: —Tú eres el Cristo.
30Y les ordenó que no hablasen a nadie sobre esto. 31Y comenzó a enseñarles que el Hijo del
Hombre debía padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, por los príncipes de los sacerdotes
y por los escribas, y ser llevado a la muerte y resucitar después de tres días. 32Hablaba de esto
claramente. Pedro, tomándolo aparte, se puso a reprenderle. 33Pero él se volvió y, mirando a sus
discípulos, reprendió a Pedro y le dijo: —¡ Apártate de mí, Satanás!, porque no sientes las cosas
de Dios, sino las de los hombres.
En este día queridos hermanos llegamos al culmen de un camino que san Marcos ha venido
preparando, luego de obrar números prodigios, luego de ser cuestionado por los fariseos, luego
de habernos anunciado la muerte del precursor del Señor, el Evangelista nos narra este pasaje
precioso en el cual Jesús pregunta a sus apóstoles por su identidad qué dicen los demás, qué
dicen ellos.
Todo el camino ha sido un continuo contemplar al divino redentor en Jesús, ha sido darse cuenta
de los grandes signos mesiánicos que cumplía, ha sido encontrarse con Él cara a cara como el
ciego de Bethsaida, Jesús progresivamente nos ha llevado de la mano para que le reconozcamos.
Ahora bien, al contemplar tu vida, al contemplar tu historia personal, qué contestarías al Señor,
¿has aprendido a ver la voluntad de Dios en tu historia? ¿reconoces tu vida como una historia de
salvación en la cual se han manifestado las grandezas del Señor? ¿Quién es Jesús para ti?
Y si animados con gran fervor contestamos que Él es el Cristo, ¿estamos dispuestos a compartir
su destino? ¿estamos dispuestos a caminar con Él hasta morir en cruz? ¿o pensamos todavía
mundanamente buscando comodidades y seguridades terrenas?
San Francisco de Sales interpelado por esta pregunta escribía:
“-Él es Nuestro Salvador y Redentor: Ése es su nombre, pues Jesús quiere decir Salvador. Él nos
ha rescatado con su Pasión y muerte. Se ha hecho compañero de nuestra miseria para luego
hacernos compañeros de su gloria. Te ruego, Teótimo, que te fijes con cuánto ardor desea Dios
que seamos suyos. La Redención ha sido tan copiosa y abundante que nadie ya puede dudar de la
misericordia divina
-Nuestro Médico: El excelente Médico de todas nuestras enfermedades. Venid a Mí, nos dice, y
seréis curados. Y para el divino Médico es como un honor que le busquen los enfermos, sobre
todo si sus enfermedades son incurables.
-Nuestro Maestro: Es el que el Padre ha enviado para enseñarnos lo que tenemos que hacer y
desde entonces, debemos ajustar nuestra voluntad a la suya, quedándonos a la espera y en
sencilla disposición de recibir todo con amor, sin otro deseo ni pretensión que darle gusto.
-Nuestro Amigo: Aprended de Él lo que tenéis que hacer y no hagáis nada sin su consejo, porque
Él es el Amigo fiel que os conducirá y dirigirá y tendrá cuidado de vosotros, como de todo
corazón se lo suplico.
-Nuestro Guía: Nos lleva de la mano; estrechádsela fuerte y caminad gozosos. Si os entra miedo,
no temáis: vais con Jesús. Él os ayudará y cuando no podáis seguir, Él os llevará en sus brazos.
Dios quiera que no nos fijemos mucho en las condiciones del camino sino que tengamos los ojos
fijos en Aquel que nos conduce.
Y por fin, nuestro Modelo en todo, y nuestro Dios por los siglos de los siglos.”
Roguemos al Señor nos conceda la gracia de saber descubrir nuestra historia a la luz de la
suya, para que asumiéndolo como nuestro Señor y redentor sepamos confesarlo con la alegría
de la fe.
Viernes 21 de febrero
Mc 8, 34—9,
34Y llamando a la muchedumbre junto con sus discípulos, les dijo: —Si alguno quiere venir
detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga. 35Porque el que quiera
salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. 36»
Porque ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? 37Pues ¿qué podrá
dar el hombre a cambio de su vida? 38Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras
en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él cuando
venga en la gloria de su Padre acompañado de sus santos ángeles. 9-1Y les decía: —En verdad
les digo que hay algunos de los aquí presentes que no sufrirán la muerte hasta que vean el Reino
de Dios que ha llegado con poder.
¡Cuántos corazones habrán sido conmovidos con estas palabras! ¡Cuántos hombres y mujeres no
se sentirán animados al escuchar la voz del maestro! ¡De qué sirven todos los esfuerzos por
conseguir bienes, dinero, seguridades y fama si al final se pierde la vida!
Estas perspectivas de Jesús, nos sacuden en lo más profundo de nuestro ser, ¿De qué aprovecha
todo lo que hacemos en vistas de la vida eterna? Abandonarlo todo por irnos detrás de Él.
“La invitación de Jesús a cargar con la propia cruz y seguirle, en un primer momento puede
parecer dura y contraria de lo que queremos; nos puede parecer que va contra nuestro deseo de
realización personal. Pero si lo miramos bien, nos damos cuenta de que no es así: el testimonio
de los santos demuestra que en la cruz de Cristo, en el amor que se entrega, renunciando a la
posesión de sí mismo, se encuentra la profunda serenidad que es manantial de entrega generosa a
los hermanos, en especial, a los pobres y necesitados. Y esto también nos da alegría a nosotros
mismos.”
Benedicto XVI
En estas sabias palabras del Papa descubrimos como la fe nos lleva a la vida verdadera. Tantos
testimonios de grandes hombres y mujeres que supieron hacer de Cristo su único tesoro nos
manifiesta que sí se puede ser santo, y que sólo el Señor puede colmar esos abismos infinitos y
profundos que aveces experimentamos en nuestro corazón, un corazón herido sólo puede ser
sanado por Cristo, la sed de infinito sólo puede ser saciada con Aquel que es infinito.
Negarnos a nosotros mismo, a nuestra propia voluntad tiene sentido cuando se hace para abrazar
la voluntad de Dios, tomar la cruz sólo tiene sentido si albergo la esperanza de la resurrección,
seguir a Cristo es valioso cuando su amor es nuestra meta. No somos invitados por Jesús al caos
y desesperación, Jesús quiere liberarnos de las ataduras que nos hacen terrenos para vivir según
la verdadera vocación para la cual fuimos creador y redimidos, la de ser hijos de Dios.
“«Hay que amar al mundo, pero hay que anteponer al mundo a su creador. El mundo es bello,
pero más hermoso es quien hizo el mundo. El mundo es suave y deleitable, pero mucho más
deleitable es quien hizo el mundo. Por eso, hermanos amadísimos, trabajemos cuanto podamos
para que ese amor al mundo no nos agobie, para que no pretendamos amar más a la criatura que
a su creador. Dios nos ha dado las cosas terrenas para que le amemos a Él con todo el corazón,
con toda el alma.” San Cesareo de Arles
Que el Señor nos conceda la gracia de sabernos volcar a Él, abandonando toda atadura que nos
tenga sometidos, para que poniendo toda nuestra confianza en Él sepamos lanzarnos hacia los
brazos de Aquel que nos eleva a la vida eterna.
Sábado 22, Cátedra de san Pedro.
Mt 16, 13-19
13Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, comenzó a preguntar a sus discípulos:
—¿ Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? 14Ellos respondieron: —Unos que
Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o alguno de los profetas. 15Él les dijo:
—Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? 16Respondió Simón Pedro: —Tú eres el Cristo, el Hijo
de Dios vivo. 17Jesús le respondió: —Bienaventurado eres, Simón, hijo de Juan, porque no te ha
revelado eso ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18Y yo te digo que tú
eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán
contra ella. 19Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará
atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos.
En este día celebramos la fiesta de la “Catedra de san Pedro”
La palabra cátedra designa habitualmente el lugar desde donde se enseña, así la sede del obispo
en una diócesis también recibe este nombre, y por ello la iglesia principal se llama catedral,
porque desde ahí viene impartida la enseñanza de la fe que el obispo transmite.
La fiesta de hoy celebra la elección de Pedro como cabeza de los apóstoles, celebramos su
primado en la fe, y es una bella ocasión para orar por su sucesor, hoy el Papa Francisco. En todo
tiempo los Papas han debido afrontar diferentes crisis y dificultades en la vida de la Iglesia,
nuestros días no son la excepción, pero la fe y esperanza en la Palabra del Señor nos da ánimo y
seguridad en medio de tantas dificultades
El Papa nos transmite esa estabilidad que nos recuerda que venimos de una larga Tradición que
hemos de asumir como propia y recordar que la fe no es negociable ciertamente pero tampoco la
caridad ni la esperanza.
Meditar el evangelio de hoy, nos lleva a recordar que Dios continúa a hablarnos en nuestros días,
aún nos sigue interpelando la voz de Cristo que resuena de un modo especial a través de su
vicario, del Papa, Él nos recuerda que el Señor lleva las riendas de la historia y de nuestra
historia de salvación.
Al escuchar palabras tan preciosas que dice a Pedro también nosotros nos alegramos, puesto que
sabemos que si permanecemos en su barca no habremos de naufragar.
Comentario Biblia de Navarra:
Frente a todos aquellos que no han sabido descubrir quién es Jesús (v. 14; cfr 14,2; 16,2-4; etc.),
Pedro confiesa claramente que Jesús es el Mesías prometido y que es el Hijo de Dios: «El Señor
pregunta a sus Apóstoles qué es lo que los hombres opinan de Él, y en lo que coinciden sus
respuestas reflejan la ambigüedad de la ignorancia humana. Pero, cuando urge qué es lo que
piensan los mismos discípulos, el primero en confesar al Señor es aquel que también es primero
en la dignidad apostólica» (S. León Magno, Sermo 4 in anniversario ordinationis suae 2-3).
Pero esta confesión de Pedro no incluye sólo la misión de Jesús — ser el Mesías— sino su íntimo
ser: Jesús es el Hijo de Dios. Ésta es la confesión completa de quién es Jesús, la misma que
hacemos los cristianos unidos a Pedro. Pero esta confesión no se puede proferir sólo desde la
experiencia humana, hay que hacerla desde la fe, que es gracia de Dios. Por eso, San León
Magno, glosa así las palabras del Señor (v. 17): «Eres verdaderamente dichoso porque es mi
Padre quien te lo ha revelado; la humana opinión no te ha inducido a error, sino que la revelación
del cielo te ha iluminado, y no ha sido nadie de carne y hueso, sino que te lo ha enseñado Aquel
de quien soy el Hijo único» (ibidem).
Y por eso también, como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, las palabras de la confesión
de Pedro deben entenderse aquí en un sentido literal — no hay metáfora alguna al confesar a
Jesús como Hijo de Dios—, ya que las pronuncia por revelación del Padre (cfr nn. 441-442).
Si esta confesión de Pedro es un don de Dios, no es menos gracia la que el Señor le promete
ahora (vv. 18-19) — y que después le conferirá (cfr Jn 21,15-23 y nota)—, el poder de atar y
desatar en la Iglesia fundada por Él: «Y añade: Ahora te digo yo, esto es: Del mismo modo que
mi Padre te ha revelado mi divinidad, igualmente yo ahora te doy a conocer tu dignidad: Tú eres
Pedro: Yo, que soy la piedra inviolable, la piedra angular que ha hecho de los dos pueblos una
sola cosa, yo, que soy el fundamento, fuera del cual nadie puede edificar, te digo a ti, Pedro, que
eres también piedra, porque serás fortalecido por mi poder de tal forma que lo que me pertenece
por propio poder sea común a ambos por tu participación conmigo. Sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Sobre esta fortaleza — quiere decir—
construiré el templo eterno y la sublimidad de mi Iglesia, que alcanzará el cielo y se levantará
sobre la firmeza de la fe de Pedro» (S. León Magno, Sermo 4 in anniversario ordinationis suae
2-3).
En este día roguemos podamos renovar nuestra comunión con el Señor por el Papa, a quien se
le confió la misión de ser el sucesor de Pedro, para que escuchando su voz estemos atentos a las
llamada de Jesús el Buen Pastor.