Libro Teoría y métodos en la ciencia política.
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Introducción. Gerry Stoker
El presente libro se propone analizar el alcance, el contenido y los
métodos de la ciencia política como disciplina para así conformar nna
guía de sus principales debates teóricos. De este modo, la primera parte
del libro se ocupa de ciertos enfoques en el estudio de la política; la
segunda parte examina cuestiones metodológicas esenciales que han
abordado los politólogos y la tercera, finalmente, versa sobre las
diferentes teorías del Estado y del poder político.
Tres razones nos impulsaron a hacer este libro. En primer lugar, el hecho
de que los politólogos, en general, no hayan reflexionado mucho sobre la
naturaleza y el alcance de su disciplina. La practican pero no hablan de
ella y, en cierto modo, esta actitud es bastante saludable. Sin embargo,
se ha hecho cada vez más necesario presentar de forma explícita las
características principales de la ciencia política, ya que el «mundo
exterior» solicita insistentemente que se evalúe tanto la investigación
como la enseñanza en este campo.
El objetivo de este libro es ofrecer una exposición y una valoración
general y sistemática de las principales cuestiones teóricas y
metodológicas que afectan al estudio de la política, que resulte accesible
para el estudiante pero también sugestiva para profesores e
investigadores. Como la mayoría de los autores son británicos, se centra
en la bibliografía y en los debates que han tenido especial relevancia en
el Reino Unido.
Del mismo modo, los ejemplos y casos prácticos se refieren
inevitablemente a la experiencia británica. Sin embargo, no es un libro
insular. Confiamos en que resulte de interés para lectores de un amplio
número de países ya que presenta un enfoque de la ciencia política más
amplio que el de muchos textos norteamericanos. Nuestro libro
constituye un sorprendente testimonio del cosmopolitismo de la ciencia
política británica y de la amplitud de su compromiso internacional con un
amplio abanico de perspectivas y debates.
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La segunda motivación para hacer este libro surge del carácter
cosmopolita de nuestra concepción de la ciencia política. El
reconocimiento del enorme aumento tan13to de las investigaciones
como de las publicaciones que se consideran ciencia política justifica la
aparición de una guía que oriente sobre su variedad y complejidad. La
Asociación Americana de Ciencia Política (American Political Science
Association, APSA), fundada en 1903, tenía en la década de los noventa
cerca de 13.000 miembros en Estados Unidos y otros setenta países
(APSA, 1994). El Consorcio Europeo para la Investigación Política
(European Consortium for Political Research, ECPR) comenzó con ocho
miembros en 1970 y a mediados de los noventa ya formaban parte de él
unas doscientas instituciones. La Asociación de Estudios Políticos del
Reino Unido (Political Studies Association of the United Kingdom) se
fundó en 1950 con unos cien miembros. A mediados de los noventa su
número de socios ya sobrepasaba los mil cien.
En estas décadas de crecimiento se ha visto cómo los politólogos han
ido adoptando enfoques cada vez más diversos y definiendo áreas de
investigación cada vez más especializadas. A mediados de la década de
los sesenta, W.J.M. Mackenzie escribió, en un período sabático, un
análisis de más de cuatrocientas páginas, titulado Politics and Social
Science, sobre el estudio académico de la política y su desarrollo
durante los años cincuenta y sesenta. El libro es ambicioso e
impresionante por el abultado número de obras que reseña. Mackenzie
(1967) señala la tendencia a apartarse del tradicional estudio de las
instituciones en beneficio de una disciplina más variada, influida por los
estudios de la conducta y las técnicas cuantitativas. Analiza también las
aportaciones del marxismo, la teoría de sistemas, la teoría de juegos y el
enfoque económico al estudio de la política, además de introducir ideas
procedentes de la biología y la psicología social. Sería imposible
imaginar que una sola persona pudiera escribir a mediados de los
noventa un libro como éste, y menos en tan poco tiempo. Hoy en día,
incluso mantenerse al día en las publicaciones de dos o tres subáreas es
todo un reto para cualquier mortal. En este contexto el presente libro
pretende ser una guía útil, tanto para los estudiantes como para los
investigadores y profesionales de la disciplina, de los avances de ésta y
de las nuevas y fascinantes direcciones que está tomando el estudio de
la política.
La tercera motivación nace del convencimiento de que había llegado el
momento de analizar tanto las recientes innovaciones en el estudio de la
política como la forma en que esta disciplina debía desarrollarse en el
futuro. El libro muestra hasta qué punto enfoques esenciales como el
análisis institucionalista o el conductismo han evolucionado gracias a los
comentarios críticos y a la reflexión de los profesionales de la disciplina.
Del mismo modo, se pueden apreciar innovaciones metodológicas. Las
diversas tradiciones en el estudio tanto de la teoría del Estado como de
la del poder revelan también cambios apreciables en sus principios y
argumentos.
Para llegar a una adecuada valoración de los diversos aspectos de la
ciencia política es preciso evaluar la situación actual del debate sin
descartar tendencias tachándolas de «simplistas». Los conductistas de
los noventa ya no piensan que los hechos hablen por sí solos. Los
institucionalistas no creen que las características formales y jurídicas de
las organizaciones determinen su carácter. Los pluralistas no piensan
que el poder esté distribuido equitativamente dentro de la sociedad. Este
libro, al presentar una relación actualizada de las opiniones y
argumentos de la ciencia política, puede sentar las bases para una
evaluación más matizada.
En esta introducción nos propusimos una serie de objetivos.
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El primero era aclarar y defender nuestra idea de lo que es la ciencia
política; el segundo, presentar los diversos enfoques de la ciencia
política que se mencionan en el libro, el tercero, abordar los retos
metodológicos, y el cuarto, esbozar cuáles son las funciones de la teoría
en la ciencia política.
¿Qué es la ciencia política?
Los británicos nunca se han sentido cómodos al utilizar el término
«ciencia política». La London School of Economics (LSE) se inauguró en
Londres en 1895 con el fin de enseñar economía y ciencia política. Sin
embargo, a lo largo del siglo xx, las universidades británicas se han ido
apartando de esta nomenclatura y han preferido utilizar denominaciones
como: «gobierno», «política», «teoría e instituciones políticas» y «política
y relaciones internacionales». El Reino Unido tiene una Political Studies
Association (Asociación de Estudios Políticos) y no una American
Political Science Association (Asociación Norteamericana de Ciencia
Política). Los escrúpulos que suscita el uso de la palabra «ciencia»
reflejan sin duda la posición especial que las ciencias naturales reclaman
para sí y el desprecio por las ciencias sociales que a veces han
expresado políticos de renombre. La muestra más lamentable de la poca
estima que algunos políticos tienen por las ciencias sociales la
proporcionó el desaparecido Sir Keith Joseph al insistir en que el Social
Science Research Council (Consejo para la Investigación en Ciencias
Sociales del Reino Unido), la fuente principal de recursos públicos para
la investigación, fuera rebautizado como Economic and Social Research
Council, ESRC (Consejo para la Investigación Económica y Social).
El elegir Teoría y métodos de la ciencia política como título de este libro
fue algo completamente intencionado, porque de este modo se expresa
el compromiso de recuperar el término «ciencia» para designar todas las
disciplinas organizadas de forma académica. La palabra «ciencia»
«procede del término latino scientia, que significa simplemente un
conocimiento adquirido a través del estudio» (Potter et al., 1981, p. 7).
De acuerdo con Mackenzie (1967, p. 17) nos referimos a la ciencia
política en el sentido de que «simplemente existe una tradición
académica de estudio de la política, una disciplina que se transmite de
profesor a alumno, a través del discurso y de la escritura». La disciplina
no copia íos métodos de las ciencias naturales porque no serían
apropiados. Presenta un «conocimiento estructurado» y exige que
quienes la practican respeten ciertas normas intelectuales a la hora de
debatir.
Por encima de todo, la disciplina de la ciencia política descansa en el
principio de que todo conocimiento es público y cuestionable. No hay
verdades ocultas ni infalibles portadores de la verdad. La ciencia política
exige a los que la practican que aporten argumentos y datos que puedan
convencer a otros.
Los vínculos emocionales, las corazonadas y la intuición no justifican
adecuadamente las pretensiones de conocimiento... La coherencia lógica
y unos datos adecuados sonlios criterios más comúnmente aceptados
para juzgarlas (Zuckeirnan, 1993, p. 3).
La ciencia política exige una coherencia lógica. Esto implica definiciones
claras y precisas tanto de los conceptos principales como de sus
correctas derivaciones. Los argumentos deben construirse evitando la
incoherencia y la imprecisión.
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También hay que asegurarse de que los datos presentados para
respaldar una afirmación sean realmente adecuados. Como se mostrará
más adelante, los diferentes enfoques de la ciencia política hacen
hincapié en diferentes tipos de datos, pero ninguno de ellos afirma que
éstos no sean necesarios. Incluso en teoría política, los argumentos se
basan frecuentemente en el análisis de textos y los principios normativos
se ilustran con ejemplos prácticos.
Una vez que hemos reivindicado el uso del término «ciencia», el lector
podría pensar que se ha alcanzado el objetivo de este apartado pero, por
desgracia, no es así. Si la palabra «ciencia» tiene muchas
connotaciones, también las tiene «política». Como señala Heywood
(1994, p. 16):
La mayoría de los estudios académicos comienzan dilucidando el objeto
de la materia a partir de preguntas como «¿,qué es la física?», «¿,qué
es la historia?» o.«¿,qué es la economía?». Tales discusiones tienen la
virtud de mostrar a los estudiantes qué pueden esperan qué es lo que
están a punto de estudiar y qué asuntos y problemas van a suscitarse.
Sin embargo, lamentablemente, al estudiante de la política la pregunta
«¿qué es la política?» es más probable que le produzca confusión que
alivio o tranquilidad. El problema de la política es que el debate, la
controversia y el desacuerdo son inherentes a la misma, y que la
definición de «lo político» no es una excepción.
El desarrollo de la ciencia política se ha visto acompañado del deseo de
ampliar su área de estudio. Los capítulos que en la primera parte de este
libro se ocupan de las tendencias en el estudio de la ciencia política
ofrecen una serie de definiciones cada vez más amplias de lo que es
«político». En Gran Bretaña, desde los años cincuenta, los estudios
institucionalistas clásicos que centraban su atención en el parlamento y
la administración pública han debido ampliar su campo de interés para
analizar las elecciones, los partidos políticos de masas y los grupos de
presión. En general, cabe atribuir el mérito de esta expansión a los
politólogos de enfoque conductista. Como comenta Gamble (1990, p.
412):
Lo que los métodos conductistas han hecho... es desarrollar el estudio
del comportamiento político de las masas y ampliar la definición de los
elementos que integran la política. El conductimo ha abierto una
brecha que han aprovechado otros enfoques metodológicos más
generales.
En los años setenta y ochenta la presión en favor de ampliar la
definición de lo político fue aún mayor. Dearlove y Saunders (1984)
propugnan una ciencia política que preste atención a los aspectos no
democráticos de la política y que la sitúe en el contexto de su medio
social y político. Lo que se planteaba era una ciencia política que se
ocupara de un mayor número de instituciones y que relacionara el
análisis político con los intereses de otras disciplinas, principalmente
de la economía y la sociología.
El feminismo llevó esta pretensión aún más lejos. La política no podía
reducirse a un limitado espectro de asuntos públicos como la economía
y los asuntos exteriores. Desde una perspectiva feminista, Jenny
Chapman afirma en el capítulo 5 que «la política trata de todas las
decisiones que configuran nuestra vida, y no sólo de aquellas que se
toman en el ámbito restringido que tradicionalmente se define como
"política”.
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Los asuntos privados pueden convertirse en asuntos públicos. Como
afirma Heller (1991, pp. 340-1): «Lo “político” se vuelve realmente
político si hombres y mujeres desean que, como tal, se discuta, rebata,
o decida en el dominio público... Nada ni nadie queda, en principio,
excluido». Por ejemplo, en la mayoría de las democracias occidentales
la experiencia negativa de muchas mujeres en relación con la violencia
doméstica masculina ya no se considera asunto privado sino público,
tanto en el debate como en la acción política.
La ciencia política de los noventa considera lo político desde una
perspectiva mucho más amplia. Gamble afirma:
Lo político se define actualmente... de forma que pueda abarcar otras
áreas de la vida social, tales como el género, la raza o la clase. La
política se entiende ya como un aspecto de las relaciones sociales, más
que como una actividad que tiene lugar en las instituciones de la
administración pública (Gamble, 1990, p. 412).
Leftwich (1984) sostiene que, para confirmar su alejamiento de una
perspectiva centrada en las instituciones públicas, la ciencia política
debería adoptar una definición dinámica de la política, no basada en un
solo ámbito o conjunto de instituciones donde tienen lugar ciertas
actividades, sino en un proceso generalizado en las sociedades
humanas.
La política no está separada de la actividad y de la vida pública. Por el
contrario, comprende todas las actividades de cooperación y de
conflicto, dentro de las sociedades y entre ellas, allí donde la especie
humana organiza el uso, producción y distribución de los recursos
humanos, naturales y de otro tipo en el proceso de producción y
reproducción de su vida biológica y social (Leftwich, 1984, pp. 64-5).
La política se encuentra por doquier en la sociedad: desde la unidad
familiar al Estado, y desde las asociaciones voluntarias a las
corporaciones multinacionales. La política entraña enfrentamiento y
colaboración, refleja la estructura de la sociedad y, por supuesto, influye
en ella.
La política es una actividad colectiva. Como señala Anderson (1977, p.
vii):
En resumen, actuamos políticamente siempre que tomamos decisiones
en nombre de otros y no sólo para nosotros mismos. La política
conlleva una organización y planificación de los proyectos comunes,
fijar reglas y normas que definan las relaciones entre unas personas y
otras, y asignar recursos a las diferentes necesidades y deseos
humanos.
Es fácil aceptar que la actividad política, entendida de esta manera,
puede aplicarse tanto a la familia, las organizaciones voluntarias y las
corporaciones multinacionales como a los partidos políticos y a la
administración pública.
Leftwich (1984, pp. 83-4) concluye que la ampliación de la definición de
la política exige dejar de identificar la ciencia política con el estudio del
gobierno y de los asuntos públicos, para centrarse en la «política de la
vida cotidiana». Debería favorecerse que el estudiante prestara una
atención mayor a «todos los grupos e instituciones que conozca o que
le interesen, ya sean su familia, asociaciones, departamentos,
facultades, oficinas o fábricas». Al procurar que «se extienda el estudio
y el conocimiento de la política en las sociedades humanas» el propósito
de Leftwich es «evitar que la ciencia política se debilite, se estanque o
convierta en algo carente de importancia».
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El argumento de Leftwich es bastante válido, pero sería un error que
nuestra disciplina le siguiera por el camino que conduce a un estudio
indiscriminado de «la política de la vida cotidiana». La política es un
aspecto de las relaciones sociales, pero como politólogos debemos
reconocer que su práctica es más relevante y estimulante en unas áreas
que en otras. Concretamente, la política tiene un carácter especial en el
ámbito de los asuntos y de la administración pública, en relación tanto
con la asignación de recursos como con las decisiones que toman
instituciones que ostentan autoridad legítima. Es una actividad colectiva,
vinculante y justificada cuyo carácter especial reclama insistentemente
un puesto de privilegio en la ciencia política (Crick, 1993).
En términos más abstractos, es necesario combinar un ámbito específico
con una definición' dinámica del objeto de la ciencia política. Como
proceso de conflicto y de cooperación sobre los recursos necesarios
para la producción y reproducción de nuestras vidas, la política es una
actividad ubicua. Sin embargo, la política como disciplina debería prestar
una especial atención al modo en que se desarrolla este proceso en la
actividad de la administración; especialmente, cómo los problemas
entran a formar parte o son borrados de la agenda de la administración y
cómo, en este ámbito, se debate y se decide sobre ellos.
El carácter singular de la administración se hace evidente si se
considera como parte del Estado moderno. Las administraciones
intentan gobernar de forma ordenada y lo hacen de muy variadas
maneras y desde diseños institucionales diferentes, en el contexto de
esa poderosa y vasta entidad que es el Estado moderno. Como
Heywood (1994, p. 37) apunta:
Es mejor considerar el Estado no tanto como un conjunto de instituciones
sino como una clase específica de asociación política que establece su
jurisdicción soberana dentro de unos límites territoriales definidos... El
Estado impone su poder supremo porque está por encima de todas las
demás asociaciones y grupos de la sociedad, y sus leyes exigen la
obediencia de todos los que viven dentro del territorio.
En teoría, el Estado se mantiene aparte de la sociedad civil, pero a
través de las actividades políticas y de las de la administración ambos
mantienen una relación compleja, controvertida y polémica.
Precisamente por la importancia crucial que tiene el Estado para la
ciencia política, la última parte de este libro se dedica a analizar algunas
de las diferentes teorías que se ocupan de él.
Gran parte de la actividad política tiene lugar allí donde interaccionan el
Estado y la sociedad. Sin embargo, la política no siempre genera
acuerdos o consenso. A veces el conflicto es tan agudo que la violencia,
la guerra civil y la revolución se convierten en instrumentos políticos. En
tales circunstancias la práctica política, que es generalmente ordenada,
da paso a métodos más brutales y caóticos. La ciencia política debería
dar cabida a todas las formas de la política y al estudiar su forma
constitucional, monótona, no debería olvidarse de la posibilidad latente
de que dé lugar a manifestaciones más violentas y extremas.
Para resumir el punto de vista que inspira este libro podríamos decir que
lo que entendemos por ciencia es una producción organizada de
conocimiento que exige de los que la practican ciertas disciplinas
intelectuales, especialmente, coherencia lógica y datos adecuados.
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La política es una actividad generalizada que tiene lugar en todos
aquellos ámbitos en los que los seres humanos se ocupan de producir y
reproducir sus vidas.
Esta actividad puede entrañar tanto enfrentamiento como cooperación,
de forma que los problemas se presentan y resuelven a través de
decisiones tomadas colectivamente.
La ciencia política es una disciplina académica que pretende describir,
analizar y explicarle de forma sistemática esta toma de decisiones, así
como sus valores y puntos de vista subyacentes. Sin embargo, la ciencia
política debería prestar una especial atención al ámbito colectivo que
conforman las actividades de la administración pública en el Estado
moderno, dada la amplitud y el carácter coercitivo de la autoridad que
dichas actividades representan. Asimismo, debería reconocer que si la
política «normal» se resquebraja, la actividad política puede manifestarse
de una manera más violenta y brutal.
Los diversos enfoques de la ciencia política.
De lo que se ha expuesto hasta ahora, se desprende que la ciencia
política no es «un área invariable de estudio cuyo carácter e intereses se
dan por hechos, o se presupone que son inmutables o permanentes»
(Leftwich 1984, p. 4). La ciencia política como disciplina, para decirlo sin
rodeos, la definen aquellos que la practican. A ningún lector debería
sorprenderle que si hay discrepancias y desacuerdos entre los
politólogos acerca de qué es la ciencia política, las haya también sobre
su práctica. Zuckerman (1991, p. 13) se refiere a la «cacofonía de la
ciencia política» y también señala que los politólogos «mantienen
profundas discrepancias acerca de los enfoques y métodos de análisis
apropiados, y proponen hipótesis y teorías que, literalmente, se
contradicen entre sí. A menudo, al describir el mismo fenómeno lo
analizan de formas muy diferentes. Puede que incluso observen el
mundo de diversas formas». La ciencia política se caracteriza por la
variedad de sus enfoques.
En la primera parte de este libro se describen seis «enfoques» de la
ciencia política. Otros autores utilizan el término «escuelas» (Leftwich,
1984, p. 5; Zuckerman, 1991, cap. 3). Hemos elegido «enfoques» porque
el término «escuelas» da una idea exagerada de cohesión y de orden
dentro de las diversas subdivisiones de la ciencia política. Sin embargo,
los enfoques que señalamos sí orientan a los politólogos hacia formas
diferentes de abordar su disciplina. Responden a preguntas sobre el
objeto principal del que ha de tratarse; el método para obtener datos y la
naturaleza del proceso de teorización que debe llevarse a cabo, además
de mostrar diferentes presupuestos subyacentes en el carácter y
funcionamiento de la política. Algunas de las principales características
de estos seis enfoques se muestran en el cuadro 1, junto a una
valoración de su aceptación dentro de la disciplina.
La selección de estos seis enfoques se basa en la evolución de la
disciplina. La teoría normativa y los estudios institucionalistas son el
«doble pilar» de la ciencia política tradicional (Held y Leftwich, 1984, p.
147) y, a pesar de los certificados de defunción, siguen siendo
esenciales para la disciplina. El primer enfoque la teoría normativa tiene
una gran solera en los estudios políticos. En general, se entiende que
esta teoría entró en decadencia en los años cincuenta y sesenta, pero
que desde los setenta se ha recuperado.
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Miller, escribiendo ya en los años noventa, concluye que «ha habido un
súbito incremento tanto del interés en esta materia como de la confianza
en aquellos que la practican, y su reputación entre los politólogos
también parece haber mejorado» (p. 421).
A la teoría política normativa le interesa descubrir conceptos morales
y aplicarlos al ámbito de las relaciones y de la práctica política. Como
expone Daryl Glaser en el capítulo 1, en algunos círculos se han
levantado voces que cuestionan esta rama de la disciplina que se dedica
a analizar el «deber ser». En términos generales, algunos han puesto en
duda que este debate sirva para algo y lo consideran un inútil ejercicio de
elaboración de proposiciones tautológicas que son verdaderas por
definición pero no en un sentido general. También se ha puesto en duda
que los seres humanos sean capaces de hacer elecciones morales. Sin
embargo, los politólogos han reaccionado ante estos ataques
reafirmándose en su idea de que la teoría normativa es un método
riguroso y evolucionado de ocuparse de las decisiones que se le
presentan al ser humano.
Al estudio de las instituciones políticas le interesan las reglas, los
procedimientos y las organizaciones formales del sistema político, así
como su impacto en la práctica política. Desde un punto de vista
histórico, la vitalidad del enfoque institucionalista en ciencia política pone
de manifiesto la influencia que sobre su desarrollo como área de estudio
independiente han tenido el derecho, la filosofía y los estudios históricos.
Gran parte de los trabajos institucionalistas tradicionales han sido
criticados con razón por la debilidad de sus métodos, el carácter
antiteórico y descriptivo de sus resultados, y un solapado enfoque
preceptivo que se basa en una concepción idealizada de las virtudes de
la democracia liberal. Sin embargo, como sostiene R.A.W. Rhodes en el
capítulo 2, estas críticas no han hecho desaparecer el enfoque
institucionalista, sino que su interés primordial en las principales
instituciones del Estado y la reformulación de sus presupuestos de
formas diversas han posibilitado que mantuviera su relevancia en la
disciplina de la ciencia política.
Tanto la teoría conductista como la de la elección racional son enfoques
más recientes, aunque ya bien afianzados en la ciencia política. De
hecho, en los Estados Unidos, el enfoque conductista es el dominante
dentro de la disciplina. Su impacto en Europa ha sido muy considerable
pero, a pesar de todo, sigue siendo un enfoque más. El conductismo
procura explicar el comportamiento político en los niveles individual y
agregado. En los cincuenta y sesenta los conductistas criticaron con
frecuencia el doble pilar tradicional de la ciencia política. Los estudios
institucionalistas se consideraban descriptivos y faltos de rigor y las
instituciones menos importantes que el comportamiento como objeto de
atención. El reglamento de las instituciones nos dice lo que las personas
deberían hacer, pero, como politólogos, nos tendría que interesar el
comportamiento real, la práctica. Los conductistas también daban gran
importancia a la necesidad de separar los hechos de los valores. Se
consideraba que la teoría política normativa, al interesarse por los valores,
era una actividad inútil que expresaba diversas opiniones pero, como
enfoque, no podía presentar pruebas que resolvieran debates. Los
conductistas de los cincuenta y sesenta preferían una teoría basada en
«los hechos» y, por tanto, incuestionable. Lo que pretendían era dar, a
través de una serie de leyes y generalizaciones, un nuevo enfoque
«científico» al estudio de la política.
Como señala David Sanders en el capítulo 3, el conductismo, al verse
criticado y cuestionado, ha abandonado algunos de los presupuestos de
sus primeros partidarios; especialmente su forma simplista de entender la
diferencia entre hechos y valores.
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Ahora los conductistas reconocen que los hechos no hablan por sí
mismos y que sólo tienen sentido dentro del marco de una investigación.
Las ideas acerca de lo que es importante y el funcionamiento de las
cosas estructuran las observaciones; la teoría y los hechos no son
independientes entre sí y ya no se reclama con tanto énfasis un análisis
libre de valores. Se admite el pluralismo latente en la mayoría de los
primeros trabajos conductistas y también se ha moderado la pretensión
de que sea posible elaborar leyes y generalizaciones «científicas». El
conductismo actual tiene un enfoque más matizado y pretensiones más
modestas pero, a pesar de todo, sigue teniendo fuerza en la ciencia
política. Su carácter singular viene dado por la atención al
comportamiento individual y el interés por generar una teoría causal y
falsable. Como Sanders indica, la pregunta principal en el conductismo
es: ¿cómo te darías cuenta de que tu análisis es incorrecto?-.
La teoría de la selección racional también ha logrado muchos adeptos
desde mediados de los años cincuenta. Su presupuesto implícito es que
el comportamiento político puede entenderse como el resultado de las
decisiones de individuos que actúan según su propio interés. Los
estudios de la elección racional han procurado arrojar luz sobre
cuestiones de todos los campos de la ciencia política, que van desde la
lucha electoral hasta el funcionamiento de la burocracia. La bibliografía
sobre la elección racional se ha consolidado en diversos corpus, como el
de la teoría de juegos, el de la elección social o el de la elección pública.
En particular, muchos de los argumentos del último de ellos tienen un
marcado aire normativo y antiestatalista (Jerano al de la Nueva Derecha.
El enfoque de la elección racional, como demuestra Hugh Ward en el
capítulo 4, ha sido objeto de numerosas críticas. Este autor afirma que,
para poder desarrollarse, este enfoque debería ser más humilde en sus
pretensiones y también más valiente. La naturaleza del ser humano —
con su complejidad psicológica y frecuente irracionalidad— señala las
limitaciones del enfoque. No obstante, dado que los individuos se
esfuerzan por tomar decisiones racionales respecto a sus objetivos, dicha
corriente tiene un ámbito considerable. La teoría de la elección racional
necesita desarrollar su capacidad de "analizar las decisiones que se
toman cuando la información es limitada y hay incertidumbre, dando
cabida a motivaciones de índole altruista y moral. También habría que
insistir en que las premisas de la Nueva Derecha que se asocian a la
rama de la elección pública no son inherentes a este enfoque. La
elección racional ha bebido (y debería seguir haciéndolo) de diversas
tradiciones teóricas, de forma que constituye un útil instrumento dentro
del «utillaje» de los politólogos.
El último binomio en nuestra descripción de los enfoques de la ciencia
política feminismo y análisis del discurso representa un reto importante
para las corrientes más consolidadas. Aunque cabría encontrar
antecedentes de ambos enfoques en la trayectoria de la disciplina, sólo
han pasado a un primer plano a partir de los años setenta.
El impacto del feminismo ha sido considerable en muchos sentidos,
puesto que ha favorecido la revisión de los elementos más consolidados
de la ciencia política. Los enfoques ortodoxos .en la teoría normativa y en
los estudios empíricos de los institucionalistas y conductistas se han visto
cuestionados y obligados a reconocer que anteriormente no habían
tenido en cuenta el género.
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Objeto de Orientación Naturaleza de Concepción del Posición dentro
estudio metodológica la teoría Estado y de la de la disciplina
política
Teoría Descubrir Analítico Normativa. El paradigma Tradición
normativa y aplicar deductiva. Evaluativa. liberal es el arraigada. Si este
conceptos Prescripitiva predominante enfoque responde
ramales a pero no el a los retos
la esfera hegemónico planteados por el
de las positivismo, el
relaciones relativismo y el
políticas y determinismo
a la tendrá un papel
práctica de preponderante a la
las hora de abordar de
mismas. forma rigurosa y
documentada las
opciones a las que
se enfrenta el ser
humano.
Institucionalis Normas, Inductivo Normativo Originariamente El abandono de su
mo procedimie Relativista. Prescriptivo. propugnaba un perspectiva
ntos y Cualitativo pero Evaluativo. sistema de política tradicional
organizacióno en todos Empírico. gobierno liberal y su creciente
n formal los casos. democrático con complejidad
del sistema una actitud metodológica
político y conservadora conceden a este
su impacto hacia las enfoque un papel
en la reformas. En su importante, que
práctica variante está supeditado al
política. moderna es reconocimiento
explícitamente del carácter
multi teórico. determinante del
Estado para la
política.
Análisis Explica el Suele utilizar Empírico. Abandona su Las exageradas
conduclista comporta datos Casual. pretensión pretensiones
miento agregados y Capaz de originaria de una originarias del
político a análisis ponderar teoría libre de conductismo
un nivel cuantitativos. predicciones valores. Fe su están dando lugar
individual yEn su versión falsables. vertiente a un análisis más
agregado. moderna se moderna es modesto y
reconoce el explícitamente matizado. So
papel de la multiteórico. particularidad y
teoría en la empuje vienen
producción de dados por el
hipótesis. compromiso
Insiste en que primordial en la
el propósito idea de
principal de la casualidad y con
investigación una teoría
es explicar lo empírica falsable.
que se
observa.
Trasfondo
positivista
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Teoría de Elecciones Razonamiento Empírica Es el Se instituyó
laelección hechas en deductivo que Predictiva, paradigma como enfoque
racional el ámbito conduce a Prescriptiva. dominante en que aportara una
social y predicciones y la Nueva forma útil de
panco por a una teoría Derecha pero investigar las
individuos empírica. no inherente a condiciones en la
racionales Trasfondo ella. En se que se desarrolla
que positivista. vertiente la elección
actúan moderna es colectiva.
según su explícitamente Necesita
propio multi teórico, desarrollar más
interés. su capacidad de
abordar tanto la
toma de
decisiones en
situaciones
complejas o
inciertas como
las
motivaciones
egoístas
Feminismo Analiza el Relativista, Normativo. Persigue la Enfoque
impacto del a favor de Prescriptivo. feminización reconocido de
patriarcado los Evaluativo, del debate y la impacto limitado.
con el métodos Empírico. ampliación de Su potencial es
propósito de cualitativos. la definición grande si
cuestionarlo. Ataques a de lo político. prescinde de los
los excesos del
métodos postmodernismo
cuantitativo
s apelando
a
una
metodologí
a feminista
alternativa.
Búsqueda
infructuosa
e
innecesaria
.
Análisis del Cómo los Relativista: Empírico. Concede En los márgenes
discurso discursos difumina la primacía a la de la ciencia
estructuras distinción política, ya política: lo lastra
de significado entre la que, al fin y su alto nivel de
posibilitan esfera al cabo, todas abstracción y
ciertas de las las prácticas generalización en
acciones; ideas y la surgen del las explicaciones.
como se de los choque entre Su principal
producen, objetos fuerzas contribución es el
funcionan y reales. políticas que centrarse en la
cambian. Consideran pretenden estructuración del
do que imponer sus significado social
todos los ideas. como acto político.
objetos y Tendencia a
prácticas las
tienen interpretacione
significado s clicistas o
sólo como marxistas.
parte de en
determinad
o discurso.
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El feminismo ha sido decisivo en la ampliación de los horizontes de la
ciencia política y en la ampliación de los horizontes de la ciencia política
(y en la comprensión de su propia naturaleza), aunque, como afirma
Jenny Chapman en capítulo 5,- aún ocupa un puesto marginal dentro de
la disciplina. Hasta cierto punto, esto pone de manifiesto el
«conservadurismo dinámico» del enfoque dominante en la ciencia
política, que ha mostrado su capacidad para incorporar elementos del
feminismo sin- prescindir de su orientación originaria. También
demuestra que algunos de los defensores "del enfoque feminista no han
logrado darle a su trabajo un perfil empírico lo suficientemente
penetrante. A pesar de todo, la potencial contribución del feminismo a la
teoría política sigue siendo respetable.
El análisis del discurso ha tenido menos impacto que el feminismo.
Constituye un importante vínculo entre la ciencia política y el
postmodernismo, ya que considera que estructurar el significado de lo
social es el principal hecho político, Los estudios del discurso analizan
cómo los sistemas de significado o «discursos» conforman la manera de
entender la propia posición o actividad política. Según este enfoque, la
producción, el funcionamiento y la transformación de los «discursos»
deberían ser objeto de estudio ya que constituyen una herramienta útil
para entender la articulación. y el carácter de la política en las
sociedades complejas. Pocos politólogos discutirían la validez de tal
afirmación o negarían la importancia del lenguaje, los símbolos y la
estructuración de los debates políticos: Sin embargo, lo que no está tan
claro es hasta qué punto el análisis del discurso, que a menudo funciona
con un alto grado de generalización y abstracción, puede abordar estos
asuntos de forma provechosa. En el capítulo 6 David Howarth hace una
valoración relativamente optimista de las posibilidades del análisis del
discurso.
En este apartado nos hemos referido a seis enfoques de la ciencia
política. Puede que a algunos les sorprenda que el marxismo no haya
sido incluido en la lista. La contribución del pensamiento marxista está
presente en diversos apartados de este libro, principalmente en el
capítulo 13, que aborda las teorías marxistas del Estado. Creemos que el
marxismo ha sido decisivo en el impulso que ha recibido la ampliación,
antes mencionada, del ámbito de la ciencia política (Berki, 1986), ya que
la relación de la política con las grandes fuerzas sociales y económicas
ha sido uno de los temas principales de los autores marxistas. Sin
embargo, resulta difícil considerar el marxismo como un enfoque
diferenciado dentro de la ciencia política porque su fuerza radica
precisamente en cuestionar la existencia autónoma de esta disciplina.
Como afirma Callinicos (1984), el materialismo histórico marxista precisa
de un enfoque general que, rebase las barreras entre las disciplinas. El
marxismo se niega a «ser un enfoque más en el estudio de la política> y
«sus pretensiones son evidentemente incompatibles con la idea de una
disciplina autónoma de lo político»; (Callinicos, 1984, p. 124). Esto no
quiere decir que el trabajo' de los politólogos no haya sido influido por el
pensamiento marxista de hecho, muchos aceptarían el reto planteado
por el marxismo de relacionar el devenir político con el del conjunto de la
sociedad. Sencillamente, el análisis marxista de la sociedad tiene
consecuencias para el estudio de la política pero no es apropiado
considerarlo como un enfoque independiente.
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Aspectos metodológicos y los retos que plantean.
Cada uno de los seis enfoques de la ciencia política que presentamos se
relaciona con unos métodos específicos de producir conocimiento; en
otras palabras, cada uno de ellos tiene una orientación metodológica
determinada. Es importante que, a la hora de estudiar ciencia política,
seamos conscientes de la& posibilidades metodológicas disponibles.
Este reto implica algo más que hacer frente a las exigencias de cada una
de las técnicas, de investigación, aunque esto ya supone en sí mismo un
trabajo considerable. La elección del método apunta a cuestiones de
mayor trascendencia filosófica.
¿Cómo podemos conocer la sociedad? ¿Qué se considera una
explicación pertinente de un fenómeno social? La segunda parte de este
libro analiza tanto los retos prácticos o técnicos como aquellos de índole
más filosófica a los que se enfrenta la ciencia política.
Al debatir la producción de conocimiento, los politólogos utilizan términos
que pueden no ser familiares para el conjunto de los lectores y que se
usan para describir de forma rápida1 complejas concepciones del mundo
social.', Un punto de vista ontológico hace referencia a una idea de la
naturaleza de la existencia y del ser social. La epistemología expresa un
punto de vista sobre coma sabemos lo que sabemos y, especialmente,
Sobre lo que constituye una explicación adecuada de los
acontecimientos o procesos políticos. Diferentes puntos de vista
generales, ontológicos o epistemológicos, llevan a orientaciones o
preferencias metodológicas distintas. Los diversos enfoques de la ciencia
política que hemos señalado prefieren y valoran formas de conocer el
mundo diferentes.
Merece la pena introducir en este momento ciertos conceptos que van a
utilizarse capítulos del libro y que muestran diferentes actitudes respecto
al conocimiento del mundo. Dichos conceptos constituyen posiciones
independientes dentro de un amplio abanico de opiniones. Los
positivistas mantienen que es posible conocer el mundo mediante la
experiencia y la observación; que la verdad o cualquier afirmación puede
confirmarse a través de la observación empírica sistemática.
La ciencia política positivista suele analizar los datos disponibles y
afirmar que produce postulados generales y sólidos acerca del
comportamiento político. Los realistas críticos, principalmente, creen que
el conocimiento tiene cierto carácter universal. Los individuos actúan en
un mundo que no han elegido y, con frecuencia, sus acciones tienen
efectos estructurales no deseados. Sin embargo, la capacidad.de los
individuos para entender la estructura del mundo social se considera
muy limitada. El papel del observador político es explicar los
acontecimientos en relación con las acciones de los individuos y de las
organizaciones en un contexto estructural. .El observador de este mundo
político puede afirmar que goza de una posición especialmente
privilegiada desde la que proponer explicaciones. Por el contrario, los
relativistas rechazan la idea de que sea posible un conocimiento,
objetivo, universal e inmutable, porque los criterios para valorar la verdad
se relacionan con el tiempo, el lugar y la cultura. Para los relativistas
extremos, la comprensión de un acontecimiento político precisaría de
una descripción.de conjunto que se basara en todas Ias concepciones
individuales de dicho acontecimiento. Una posición menos extrema
indica que el papel del observador es sacar a la luz los modelos de
significado generales que diversos grupos dentro de la sociedad
atribuyen al acontecimiento en cuestión.
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Hay otra distinción frecuente que se refiere al modo en que el observador
elabora sus propias teorías. El método deductivo recalca el valor de
sacar conclusiones de los principios básicos a través de un proceso de
análisis y reflexión conceptuales. Por otra parte, las conclusiones del
método inductivo proceden de la observación empírica y de la búsqueda
de modelos y generalizaciones.
Los seis enfoques de la ciencia política abordados en este libro tienen
ciertas preferencias «viscerales» (véase Dunleavy y O'Leary, 1987, p. 336)
por determinadas formas de orientación metodológica y explicativa (véase
el cuadro 1). Por ejemplo, el análisis del discurso mantiene la posición más
relativista, mientras que los conductistas se acercan más al positivismo.
Los institucionalistas y los conductistas han preferido generalmente
explicaciones más inductivas, frente a la tendencia más deductiva de la
elección racional y, por supuesto, de la teoría normativa.
Es importante recalcar hasta qué punto todos los enfoques aquí reseñados
se resisten a ser reducidos a posiciones extremas en lo tocante a sus
orientaciones metodológicas. Si la postura relativista se llevara al extremo
«culminaría en la incertidumbre total de la imposibilida.de suscribir ningún
principio o posición»;(Goodvvin, 1992, p. 13). Como afirma Fiona Devine, la
mayoría de los científicos sociales, para no caer-en la trampa del
relativismo, suelen definir algunos criterios con los que evaluar teorías
contrapuestas (véase el capítulo 7). Así mismo, pocos científicos sociales
suscribirían la idea de que «los hechos hablan por sí mismos». Por
consiguiente, Howarth, al hablar del análisis del discurso en el capítulo 6,
insiste en que existen criterios para evaluar teorías contrapuestas, pero
éstos sólo pueden establecerse dentro de ciertos discursos. En el capítulo
3, Sanders aleja al conductista actual de posiciones positivistas extremas y
admite que toda observación empírica se ve ilustrada por el esquema
teórico del observador. Los teórico 5 de la elección racional están a favor
de una elaboración teórica de filio deductivo, pero siempre contrastada con
los hallazgos procedentes de la observación empírica. Del mismo modo, el
estilo inductivo del institucionalismo tradicional, cuyo análisis parecía en
ocasiones incapaz de ir más allá de una descripción detallada ha dado
paso a un interés por desarrollar esquemas multiteóricos que puedan,
posteriormente, ser objeto de comprobación empírica.
También pueden establecerse divisorias entre los enfoques de la ciencia
política a partir de su preferencia por métodos cualitativos o cuantitativos.
En el capítulo 7 Devine revisa los métodos cualitativos, que van desde la
observación participante a la entrevista. En el capítulo 8 W. L. Miller
examina los métodos cuantitativos que utilizan los politólogos para
recoger datos y analizarlos. En términos generales, los enfoques
institucionalistas, feminista y de análisis del discurso son los que utilizan
más frecuentemente los métodos cualitativos. (Los enfoques cuantitativos
se asocian más con el trabajo de los conductistas o con la teoría de la
elección racional. Tales preferencias muestran diferencias significativas
tanto en el enfoque del estudio como en su orientación metodológica. Los
conductistas, dada su preocupación por los comportamientos individuales
agregados y por la falsabilidad de las afirmaciones teóricas, consideran
más apropiados los métodos cuantitativos. Del mismo modo, muchas
feministas, al tener una concepción de la persona como «ser» consciente
y social, suelen inclinarse por el uso de métodos de investigación
cualitativos Sin embargo, en principio, como apunta Chapman en el
capítulo 5, el análisis feminista es compatible con la utilización de
métodos cuantitativos.
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Así mismo, el trabajo cuantitativo de los estudios electorales puede
complementarse y cuestionarse con estudios .basados en técnicas
cualitativas, como demuestra Devine en el capítulo 7. En realidad, es
difícil no estar de acuerdo con las conclusiones de esta autora respecto a
la frontera entre lo cualitativo y lo cuantitativo; los métodos deberían
elegirse en función de los objetivos de la investigación y no debería
rechazarse la posibilidad de combinar los análisis cuantitativo y cualitativo.
Nos hemos ocupado de algunos de los retos metodológicos que se
exponen en este libro. Sin embargo, hay al menos otros dos que el
politólogo no puede dejar de tener en cuenta en el capítulo 9 se analizan
las dificultades y la incertidumbre del análisis comparativo. Tanto para los
humanos como para los animales, y no digamos para los politólogos, la
comparación es una herramienta esencial de descubrimiento.
Como apunta Mackenzie (1967," p. 310): La búsqueda, o la prueba y el
error, o bien están a merced del azar o implican la .comparación, no
puede evitarse comparar.
Mediante la reducción a ciertos elementos que después se comparan se
puede conocer una situación, ya sea para "'explicarla b para actuar sobre
ella». La comparación constituye un elemento esencial' en los métodos de
aprendizaje de los politólogos y puede realizarse de diversas maneras.
Por ejemplo, pueden hacerse comparaciones dentro de un solo país o
tomando varios como referencia. Trabajar con un marco comparativo
plantea diversas dificultades conceptuales y retos a la investigación.
Como afirman Tom Mackie y David Marsh en el capítulo 9, la comparación
ofrece a los politólogos una herramienta excelente pero problemática.
El análisis de cuestiones metodológicas de la segunda parte concluye en
el capítulo 10 con la descripción y el comentario del debate sobre
estructura y actuación a cargo de Colin Hay. Todas las ciencias sociales
se enfrentan al dilema de basar sus explicaciones bien en los actos
autónomos de los individuos, bien en el contexto o estructura en el que
éstos actúan y sobre el que no tienen control alguno. Hay pasa revista
a diversas posiciones del debate sobre estructura y actuación, y la suya
es un buen ejemplo de la orientación metodológica de un realista crítico.
La conclusión del capítulo es que resulta esencial para los politólogos ser
conscientes que os modelos de estructura y de actuación que subyacen
tras sus intentos de explicar el cambio político.
El papel de la teoría en la ciencia política.
Los seis enfoques de ciencia política que hemos señalado dan lugar a un
amplio abanico de teorías. En este apartado final de la introducción
explicamos lo que entendemos por teoría e indicamos la necesidad de
que se reconozca su diversidad tanto en lo formal como en el contenido. A
continuación se debate uno de los temas que generan más polémica y
discusión teórica en la ciencia política: la naturaleza del Estado.
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La tercera parte del libro se dedica a revisar la teoría del Estado y, por
tanto, muestra dé fácil estudio como se está desarrollando este debate en
el seno de la ciencia política. En términos generales, pone de manifiesto
cómo se hace la ciencia política.
El propósito fundamental de la teoría es, de alguna manera, explicar,
comprender e interpretar la «realidad». De hecho, es posible ir más allá
y afirmar que sin alguna clase de teoría es imposible entender la
«realidad». Como indica Zuckerman (1991, p. 118): «Sin el
pensamiento no se puede percibir, y no digamos describir o explicar, el
mundo "exterior"... La ciencia política, como cualquier otra disciplina del
conocimiento, no puede basarse únicamente en la observación». Sin
una idea de lo que es importante, no podemos desenredar la maraña
del mundo. En pocas palabras, la teoría nos ayuda a ver el bosque
oculto por los árboles. Las buenas teorías muestran a aquellos que
quieren explicar un fenómeno sus factores más importantes o relevan -
tes. Sin este proceso de criba una observación no sería eficaz.
El observador se vería abrumado por un montón de datos y, a la hora
de explicar un acontecimiento, sería incapaz de sopesar la influencia
de los diferentes factores. Las teorías son valiosas precisamente
porque estructuran la observación.
La teoría desempeña varias funciones importantes en la búsqueda de
una explicación para el funcionamiento del mundo social. Ante todo,
coloca en primer plano ciertos aspectos del mundo y orienta sobre qué
investigar. Nos permite ver el mundo y centrarnos en determinados
aspectos de la realidad. En segundo lugar, funciona como un útil
«sistema de clasificación», un marco en el que situar la observación de
la realidad. En tercer lugar, la teoría posibilita el desarrollo de modelos.
Las teorías se enuncian generalmente de una forma bastante abstracta,
que condensa y sistematiza la experiencia, permitiéndonos que «demos
una cierta congruencia a informaciones dispersas»! (Dunleavy y O'Leary,
1987, p. 343). Una buena teoría no sólo resiste ciertas pruebas de la
observación sino que tiene, además, coherencia lógica y profundidad.
Combina, en un todo complejo, un conjunto de ideas e hipótesis.
Finalmente, la teoría facilita el debate, el intercambio y el aprendizaje
dentro de la ciencia política. Los enunciados teóricos permiten identificar
tanto los puntos en común como las discrepancias entre modelos
opuestos.
La teorización toma diversas formas en la ciencia política (véase Judge
et al., 1995). Se puede hacer una primera distinción entre teorías
normativas y empíricas. Las teorías normativas tratan de cómo debería
ser el mundo; el teórico presenta un conjunto de situaciones deseables
e indica por qué este conjunto es preferible. A la teoría normativa le
interesa «mantener o promover normas, entendidas éstas como
valores» (Goodwin, 1992, p. 12). Muy cerca de ésta se encuentran dos
clases de teorías que intentan relacionar los valores con los «hechos».
Las teorías prescriptivas son instrumentales: se interesan por los
métodos más apropiados para alcanzar una situación deseable. La
teoría evaluativa valora una situación dada en función de un conjunto
de conceptos y valores.
El enfoque descriptivo-empírico es el otro gran campo de la elaboración
teórica y se ocupa de desarrollar una explicación que se base en los
«hechos». En un sentido estricto, la teoría empírica pretende establecer
relaciones causales: qué factores (variables independientes) explican
un fenómeno dado (variables dependientes). Llevada hasta sus últimas
consecuencias, la teoría causal debería formularse de forma que
posibilitara una falsación empírica. La teorización predictiva es una
variante de la teoría empírica que funciona con criterios deductivos en
vez de inductivos y establece una serie de premisas para extraer de
ellas conclusiones relativas al comportamiento.
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Aunque los supuestos en los que se basa la teoría puedan no ser
válidos o verificables empíricamente, se supone que conducen a
previsiones (explicaciones) certeras acerca del comportamiento.
En un sentido más amplio, la teoría empírica lo que pretende es
entender la realidad y, en este sentido, puede manifestarse como un
modelo o marco conceptual. Los modelos son representaciones o
descripciones estilizadas y simplificadas de esa realidad, que identifican
los componentes importantes de un sistema pero no contemplan las
relaciones entre variables. Los marcos o perspectivas conceptuales
aportan una terminología general y un método de referencia con los que
puede analizarse la realidad, mientras que, por lo que respecta a la
interpretación de las relaciones entre variables, van más allá que los
modelos y alcanzan una mayor profundidad y amplitud.
El cuadro 1 también pone de manifiesto que cada uno de los seis
enfoques de la ciencia política aquí descritos favorece unos esquemas
teóricos más que otros. Evidentemente, los teóricos normativos se
concentran en la teoría normativa y en sus subáreas, mientras que los
estudios institucionalistas y el análisis feminista son los más eclécticos,
presentando todas las posibilidades, a excepción de la teoría predictiva.
El interés por las posibilidades de predicción es característico de la
teoría de la elección racional; los conductistas son partidarios de una
teoría empírica causal, falsable, y la teorización empírica, más general,
es la que prefieren los otros cuatro enfoques, sin contar, claro está, la
teoría normativa.
La teoría en la ciencia política toma formas diversas, por lo que no es
de extrañar que su contenido también difiera. De este asunto se ocupa
la tercera parte del libro, dedicada a las teorías del Estado. La elección
de este ámbito teórico responde al reconocimiento, antes mencionado,
de la importancia crucial del Estado y de su especial papel dentro del
sistema político, lo cual hace que sea un objeto de estudio inevitable y
necesario dentro de la ciencia política. En relación con lo anterior, el
que nos centremos en las teorías del Estado también se justifica por la
función organizadora e integradora que éstas han desempeñado en la
ciencia política de las últimas tres décadas.
Como indica Dunleavy (1987), las teorías del Estado se han revelado
como un elemento de cohesión crucial y han favorecido la aparición de
un considerable cuerpo teórico que ha orientado la investigación en un
amplio espectro de campos dentro de la ciencia política
contemporánea.
Los capítulos 11, de Martin Smith, 12, de Mark Evans y 13, de George
Taylor, revisan, respectivamente, las teorías del Estado de tipo
pluralista, elitista y marxista.
Todas presentan considerables diferencias en cuanto a sus
perspectivas y han sufrido procesos de cambio y desarrollo como
reacción al debate interno y a la crítica externa.
De hecho, en el capítulo 14 David Marsh señala que hay indicios de una
considerable convergencia entre las tres posiciones, aunque aún
existan marcadas diferencias.
Tanto el desarrollo dinámico y separado de las tradiciones, como la
mutua colonización de territorio teórico y el constante proceso de
adaptación que pueden observarse en las teorías del Estado
caracterizan a buena parte de la ciencia política.