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Vivir en La Frontera Imperial Baracoa, La Primada de Cuba

Este documento analiza la evolución histórica de Baracoa, la primera ciudad fundada en Cuba por los españoles, desde su fundación hasta mediados del siglo XIX. Se enfoca en las peculiaridades del desarrollo socioeconómico, demográfico, político y cultural de Baracoa y su región, argumentando que las limitadas comunicaciones internas con el resto de Cuba, las características de su suelo y economía, y sus vínculos alternativos con el Caribe influyeron en la formación gradual de una identidad diferenciada dentro del contexto orient

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Vivir en La Frontera Imperial Baracoa, La Primada de Cuba

Este documento analiza la evolución histórica de Baracoa, la primera ciudad fundada en Cuba por los españoles, desde su fundación hasta mediados del siglo XIX. Se enfoca en las peculiaridades del desarrollo socioeconómico, demográfico, político y cultural de Baracoa y su región, argumentando que las limitadas comunicaciones internas con el resto de Cuba, las características de su suelo y economía, y sus vínculos alternativos con el Caribe influyeron en la formación gradual de una identidad diferenciada dentro del contexto orient

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Revista Mexicana del Caribe

ISSN: 1405-2962
[email protected]
Universidad de Quintana Roo
México

García González, Ivette


Vivir en la frontera imperial: Baracoa, la primada de Cuba
Revista Mexicana del Caribe, vol. V, núm. 9, 2000
Universidad de Quintana Roo
Chetumal, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12800903

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104 Ivette García González

TO LIVE ON THE IMPERIAL FRONTIER: BARACOA,


PRIMARY CITY OF CUBA

IVETTE GARCÍA GONZÁLEZ


Instituto de Historia de Cuba

RÉSUMÉ

Baracoa, à ce jour, reste l’une des régions les plus atypiques de Cuba, y
compris dans sa province d’Oriente; cette étude cherche à démêler les
particularités du devenir socioéconomique, démographique, politique
et culturel de Baracoa, depuis les origines jusqu’au milieu du XIXe siécle;
à notre avis, les communications limitées avec le reste de l’intérieur de
l’Île, les particularités de ses sols, de son économie, et la gestion alterna-
tive de ses relations avec le reste de la Caraïbe ont marqué la lente
formation d’un ensemble différencié, dans le contexte de cette province
orientale comme dans le contexte national.

SAMENVATTING

Baracoa behoort nog steeds tot een van de meest atypische regionen
van Cuba, inclusief in het oostelijk gedeelte. Het artikel analyseert het
verleden, vooral de socioeconomische, demografische, politieke en culturele
ontwikkeling van deze regio tot midden negentiende eeuw. De conclusie
is dat het isolement, de grondeigenschappen, de economie en het gebruik
van alternatieve contacten met het Caraibisch gebied, geleid hadden tot
de specifieke identiteit van deze regio.

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Vivir en la frontera imperial: Baracoa, la primada de Cuba 105

VIVIR EN LA FRONTERA IMPERIAL: BARACOA,


LA PRIMADA DE CUBA

IVETTE GARCÍA GONZÁLEZ


Instituto de Historia de Cuba

RESUMEN

Baracoa constituye hasta el momento una de las regiones más atípicas


de Cuba, incluso dentro del Oriente. Este trabajo se remonta a sus orí-
genes y pretende desentrañar las peculiaridades de su devenir socioeco-
nómico, demográfico, político y cultural hasta mediados del siglo XIX;
proceso en el cual a nuestro juicio, las limitaciones para las comunica-
ciones interiores con el resto de la ínsula, las características de sus suelos,
la economía y el uso de la alternativa de los vínculos con el Caribe, in-
fluyeron en la paulatina formación de un conjunto diferencial dentro
del contexto oriental y nacional.

ABSTRACT

Baracoa remains one of the most atypical regions in Cuba, even within
the East zone. This paper returns to the origins of Baracoa and attempts
to unravel the peculiarities of its socio-economic, demographic, political
and cultural history until the middle of the XIX century. It is our opinion
that the limited internal communications with the rest of the island, the
characteristics of the land, its economy and the links with the Caribbean
region influenced the gradual formation of a set of different defining
factors within the national and regional context.

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106 Ivette García González

PALABRAS INTRODUCTORIAS

L os estudios regionales alcanzan en las últimas décadas una importan-


cia significativa como bases de reafirmación de la identidad en un
plano tridimensional: regional, nacional y macrorregional1 (por lo ca-
ribeño en Latinoamérica). Diferentes puntos de vista en la definición de
la región histórica ocupan hoy los debates en coloquios y reuniones cien-
tíficas. En nuestro criterio, ella constituye un espacio geográfico social
—en este caso subnacional—, en el que confluyen características econó-
micas, sociales, políticas, culturales e ideológicas que revelan una mismi-
dad que la singulariza, sin que por ello deje de pertenecer al entramado
exterior, nacional e internacional, del que forma parte. La ciudad, en este
contexto, actúa como centro jerarquizante, hacia y desde el cual fluye la
civilización.
El proceso de formación de las regiones latinoamericanas, particu-
larmente las caribeñas, se encuentra indisolublemente unido a la presen-
cia colonialista de España desde los siglos XV y XVI, y de otras potencias
(Inglaterra, Francia y Holanda), asentadas a partir del XVII. En la cam-
paña ocupacionista, se presentó de inmediato la necesidad de construir
ciudades en sitios favorables, de acuerdo con la función que irían a
desempeñar:

...lo primero es ver en cuántos lugares es menester que se hagan asientos en


la costa del mar, para hacer guardar la navegación y para más seguridad de la
tierra, que los que han de ser para asegurar la navegación, sean en puertos
que los navíos que de acá de España fueren, se puedan aprovechar de ellos
en refrescar y tomar agua, y las otras cosas que fueren menester para su
viaje…2

En la medida en que era necesario preservar las conquistas, las es-


trategias comerciales y militares fueron vitales, por lo que la mayor
parte de estos enclaves caribeños se encuentran emplazados en las costas,
y en muchos casos se les ha identificado como “civilización costera o

1
El concepto de macrorregión se utiliza para definir un espacio que abarca varias
regiones históricas con características similares. En el presente trabajo se emplea en dos
planos: interior y exterior. En el interior se refiere al oriente de Cuba y en el exterior al
Caribe.
2
Citado por Venegas (1979, 21-22).

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marítima”. Éste constituye un elemento medular para entender la ulterior


evolución de las ciudades, regiones, naciones y, en definitiva, el desarrollo
del Caribe como núcleo de la más antigua cultura hispanoamericana.
Según los patrones de conquista, es lógico que aunque algunos de
los primeros asentamientos, incluido el que trataré en este trabajo, iban
dejando de tener importancia económica a medida que se descubrían
zonas más ricas en el continente o en las propias islas, el interés de la
Corona por preservarlos se mantuviera, por el significado que habían
tenido en el sistema defensivo hispánico del área en el contexto de las
guerras interpotencias y de las propias comunicaciones entre el viejo y
el nuevo mundo.
La cuestión geográfica actuó en dos direcciones según los presupues-
tos que se mencionan: como garantía de atención de la metrópoli y como
causa de vinculaciones históricas, pues éstas se efectuaban de manera
más fácil por la vía marítima. Esta es la razón por la que los puertos,
principales y secundarios, adquieren una relevancia considerable y es
por ello que en el Caribe es indispensable el estudio de la actividad mer-
cantil y de diverso tipo que gira alrededor de los sitios portuarios si se
pretende comprender la evolución y resultante identitaria de sus regiones
y localidades.
Los estudios que, con una óptica regional, enfocan la identidad en la
unidad y diversidad del Caribe de hoy reclaman el análisis multidisci-
plinario que contribuya a desentrañar las raíces de los fenómenos de
asimilación y segregación que tienen lugar. Generalmente se privilegia
el estudio de aquellas ciudades o regiones populosas, casi siempre ca-
pitales, en las que se sucedieron fenómenos de elevada trascendencia y
que muchas veces se usan como patrones para periodizar las historias
nacionales. Pero unidas en época y frecuentemente a la zaga están otras,
como Baracoa, primera ciudad y puerto que fundaron los españoles en Cuba,
consideradas hasta hace poco olvidadas por su aislamiento y atipicidad
en la trayectoria nacional.
El presente trabajo ofrece un análisis acerca de la trilogía puerto-
ciudad-región en el caso más oriental de Cuba, esto es, la evolución del
puerto y sus diversas relaciones durante el proceso histórico que cul-
minó con su consolidación como región histórica: desde la fundación
de la villa hasta la primera mitad del siglo XIX, y su incidencia en la
configuración y diferenciación de la ciudad y la región en el contexto
insular.

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Durante el primer periodo, subdividido en dos etapas: hasta me-


diados del siglo XVII y desde la segunda mitad de éste hasta la década de
1780, se constata un sistema de vínculos con otros espacios caribeños, a
través de puertos principales y secundarios, fomentado al margen de
los intereses y voluntad metropolitanos, que condicionan un conjunto
de reformas en la ciudad y contribuyen al surgimiento y definición de
un determinado nivel del proceso conformativo. Del segundo periodo,
que se inicia a partir de la década de 1790, se aborda la primera etapa
hasta mediados del XIX, cuando se asiste a la consolidación de la región.
El examen de esa secuencia temporal resulta muy significativo para en-
tender la evolución posterior y la posición de la población regional ante
diversos asuntos que incidieron en la definición de la identidad y la na-
cionalidad, como fue la gesta independentista frente a España.
En torno al Caribe se han dado múltiples definiciones, desde las que
sólo comprenden a las islas, hasta las que excluyen a las Bahamas, e in-
cluso la que asumo en este trabajo, más recientemente examinada en un
análisis muy bien logrado (von Grafenstein, 1997), que considera a este
espacio como circuncaribe, es decir, toda el área que abarca las costas
continentales de las cuencas marítimas golfo-caribe, así como el arco de
las Antillas, partiendo del criterio de que este espacio se reconformó y
modificó después de la llegada de Colón, porque desde entonces se formó
una red de vínculos entre islas y costas del golfo-caribe en función del
dominio europeo.
Al igual que M.G. Smith y que Johanna von Grafenstein, considero
que todo este espacio comparte ciertos denominadores comunes, que lo
hacen una unidad en sí mismo, hecho que no niega su intrínseca diver-
sidad. Entre los rasgos compartidos está la expansión de Europa en el
Nuevo Mundo, patrones similares de conquista, colonización, peonaje,
esclavitud y el desarrollo de sociedades multirraciales y multiculturales
(von Grafenstein, 1997, 25).
De acuerdo con Salvador Morales, los circuitos financieros y mercan-
tiles que se desplegaron en todo este gran espacio, tienen valor no sólo
como intereses comunes que se gestaron, modificaron y sobrevivieron
durante siglos, sino que también fueron canales directos para el significa-
tivo intercambio cultural. Frutos agrícolas, géneros artísticos, trasplantes
lexicológicos, transferencias de costumbres, dieron nuevos contenidos,
compartidos en grado relativo, a la formación de las incipientes nacio-
nalidades emanadas del sistema colonial; las migraciones, las mezclas

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interraciales, la transculturación, etcétera, en procesos de etnogénesis


peculiares con ciertos rasgos de analogía (Morales, 1998, 22).
Este trabajo fue posible a partir de la consulta y procesamiento de
importantes fuentes primarias que se encuentran en el Archivo Nacio-
nal de Cuba, la mapoteca y fototeca de la Biblioteca Nacional José Martí,
los archivos de las actuales provincias Santiago de Cuba, Guantánamo
y el hoy municipio Baracoa, además de un conjunto de fuentes biblio-
gráficas sobre España, Cuba y el Caribe.

PRIMER PERIODO DEL PROCESO DE CONFORMACIÓN REGIONAL.


ETAPA DE GÉNESIS Y LANGUIDEZ DE LA PRIMERA VILLA

Entre finales de 1510 y principios de 1511 se fundó la villa denominada


oficialmente “Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa”, aunque el
nombre que definitivamente le quedó fue el que le dieron sus primitivos
pobladores: Baracoa. Diego Velázquez, al frente de la hueste conquis-
tadora, estableció el asiento en una estrecha faja de la costa nororiental,
en una ribera semicircular, muy cerca de la punta de Maisí y el Paso de
los Vientos.
La cercanía de ese punto al occidente de La Española, la existencia
de una bahía a la entrada y la presencia de una gran cantidad de pobla-
ción aborigen, fueron los elementos determinantes de su fundación. El
asentamiento precolombino del lugar era el de mayor nivel cuantitativo
y cualitativo de la ínsula; estado que fue trastocado y en buena medi-
da desarticulado por la conquista. Poco después de ocupada fue declarada
villa, ciudad, capital y sede catedralicia de la nueva adquisición colonial.
La práctica expansionista se encargó pronto de demostrar a sus eje-
cutores el error de concederle los títulos principales y gubernativos del
territorio conquistado, principalmente por sus condiciones topográfi-
cas, que no permitían abrir mucho el perímetro de la ciudad —encerrada
entre montañas— y prácticamente impedían la comunicación por tierra
con el resto de la isla.
Hasta 1515 fue el único núcleo de españoles en Cuba, asentado jus-
tamente a la entrada del puerto, elemento que garantizó la validez del
acto instauracionista al tiempo que le confirió una posición como el mejor
sitio de la villa desde aquellos primeros tiempos. Su forma asemeja una
“C” o una herradura entre la punta de Sotavento y la de Barlovento. El

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puerto resulta cómodo y abrigado, no para buques de gran tonelaje


sino más bien para los de cargas no mayores de 400 toneladas aproxi-
madamente.3
Durante los años 1513 y 1515 se efectuó la penetración de los conquis-
tadores en el resto de la isla y se fundaron otras villas. Ese primer des-
plazamiento humano, que se creyó temporal, terminó por ser definitivo
cuando en 1515 Velázquez trasladó la capital hacia Santiago de Cuba, al
sur de Oriente; sitio con mejores condiciones para los proyectos colo-
nizadores.
A partir de ahí la localidad primigenia quedó abandonada y su
población blanca reducida a unos 50 españoles, pues casi todos partieron
con el Adelantado. Muchas encomiendas fueron abandonadas por los
hispánicos y, en las que se conservaron, sus encomenderos arreciaron el
régimen de dominación para mantener el sometimiento de los autócto-
nos, muchos de los cuales se escapaban y formaban partidas de alzados.
Tan crítica fue la situación que en varias ocasiones se propuso demoler
el sitio. El hecho de haber sido la primera villa, símbolo de la historia
hispánica y del cristianismo en el continente por la posesión de la famosa
Cruz de la Parra4 y las funciones de su puerto en el espacio caribeño,
fueron elementos de defensa que tuvieron sus pobladores para evitar
que las autoridades gubernamentales deshicieran el sitio.
La etapa comprendida entre esa fecha y mediados del siglo XVII fue
sumamente compleja para la ciudad primada, pues la región era la ciudad
como localidad, básicamente volcada hacia afuera y sin muestras de co-
lonización interior de la campiña. Un importante peso en el asunto
tuvieron sus particularidades topográficas y socioeconómicas, al igual
que la dinámica del Caribe durante ese lapso.
Por poco tiempo España fue la única potencia en el Caribe, sus
competidores europeos muy pronto comenzaron a incursionar en sus tierras
y aguas y la macrorregión caribeña se convirtió en centro de confluencia
de las contradicciones interpotencias. Esto generó conflictos de gran
perdurabilidad. La vida de las islas cambió con prontitud y, al decir de
Germán Arciniegas, en los puertos antillanos sólo se hablaba de corsa-
rios y piratas.

3
“Carta de relación de Diego Velázquez, 1514”, en Pichardo (1975, tomo I, p. 67).
4
Se conserva en la iglesia de la ciudad de Baracoa. Conocida como la reliquia más an-
tigua del continente asociada al descubrimiento de América por parte de los españoles.
Tradicionalmente se le han atribuido milagros y se le entregó una réplica de ella a Juan
Pablo II, en Santiago de Cuba, durante su visita a la isla.

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Fueron ellos los verdaderos dueños del Mar de Colón durante las
dos primeras centurias de la historia colonial del continente. Los asal-
tos e incendios de ciudades costeras como Baracoa, desatendidas por
España, eran frecuentes y llegaban al plano de poner a sus habitantes a
rescate, quienes se refugiaban indefensos en la sierra de Altamira (cerca-
na al sitio portuario), de donde no salían hasta que los agresores se ale-
jaban del lugar.
La agudización de los conflictos durante el siglo XVI y la primera mitad
del XVII llevó, en un primer momento, a la redistribución colonial del
área, con lo que Inglaterra, Francia y Holanda, principalmente, se apro-
piaron de territorios alrededor de Cuba. De particular importancia y
repercusión para Baracoa fueron las adquisiciones del occidente de La
Española (Santo Domingo), Martinica y Guadalupe por parte de los galos
y las Bahamas, Jamaica y Norteamérica, por Inglaterra. Fue en ese siglo
cuando se definió la complejidad del Caribe de hoy. El área se fue deli-
neando como productora de frutos tropicales, mercado de esclavos y
productos metropolitanos, con lo que adquirió gran importancia para el
comercio trasatlántico y el desarrollo del capitalismo europeo.5 Para Cuba
y especialmente para su extremo oriental, ingleses y franceses repre-
sentaron desde el inicio posibilidades efectivas de intercambio comercial
y resistencia a su asedio permanente por las costas.
La incursión europeísta durante esas centurias trajo considerables
pérdidas y amenazas para España, quien económicamente marchaba a
la zaga en el proceso evolutivo del capitalismo. La apropiación de terri-
torios, y con ello de recursos económicos, el resquebrajamiento de buena
parte de sus resortes de defensa —desde la destrucción de la Armada
Invencible en 1588, hasta la pérdida de La Flota de América en 1702—,
estuvo acompañada de la puesta en práctica de mecanismos de respuesta
comerciales (sistema de flotas) y militares (sistema de fortificaciones en
puntos principales) fundamentalmente, con el objetivo de garantizar su
predominio y exclusividad en el comercio hemisférico.
En el proceso de conformación del Caribe como unidad histórica,
Cuba desempeñó un papel de particular importancia por su posición
estratégica, tan cerca de la América continental y, como comprendía la
Corona, a resguardo del seno mexicano. Además de ser la mayor de las
islas con una gran feracidad de sus tierras, tiene emplazadas a lo largo

5
Para más información sobre la especialización de los diferentes microespacios cari-
beños, véase von Grafenstein (1997).

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112 Ivette García González

de sus costas norte y sur una cadena de bahías: Santiago de Cuba, Guan-
tánamo, Jagua, Matanzas, Nuevitas, Nipe, Baracoa, Bahía Honda, Mariel
y La Habana, casi todas de magníficas condiciones naturales. La proyección
continental de España confirió a La Habana el papel de puerto principal
a partir de la colonización de México y de América Central, de la ocupación
de los enclaves en Tierra Firme y de las excursiones hacia la Florida
(Morales, 1998, 18).
En la reseñada coyuntura hasta mediados del siglo XVII, las relaciones
de Baracoa con el resto del área caribeña transitaron por tres niveles de-
terminados por la propia actuación de España y sus rivales: el comer-
cio legal intercolonial, el saqueo del sitio y el contrabando. El primero
se desarrolló durante las primeras décadas de la conquista y en virtud de
éste se introdujeron en Baracoa los primeros esclavos. Por ejemplo, en 1532
se contaron en la ciudad tan sólo cuatro negros frente a 60 proceden-
tes de Yucatán, Veracruz y algunas islas del Caribe, los que se dedicaban
a la labor de las estancias.
Este tipo de intercambio se desplegó de forma regular y en embarca-
ciones menores fabricadas en la ciudad. Baracoa tuvo un papel importan-
te en el surtido de carnes, cebos, maderas duras como la jaragua, la caoba
y el cedro, casabe y otros artículos de significación en la época, y contri-
buyó a incrementar discretamente la ganadería y las producciones para
el consumo en las inmediaciones del sitio portuario, además del abasteci-
miento de productos originarios de los sitios de comercio.
Dada la incursión de corsarios y piratas en todo el Caribe, la agudiza-
ción de los conflictos entre las potencias europeas y el interés por mante-
ner el exclusivismo colonial en ultramar, España estableció un rígido
monopolio comercial a través del sistema de flotas desde mediados del
siglo XVI, aunque a partir de la segunda mitad del XVII éste perdió fre-
cuencia y efectividad. Las flotas se componían de dos convoyes que par-
tían cada año de Cádiz en dirección a América: uno iba a Nueva España
(México) y otro a Panamá (Tierra Firme).
“La Flota” o “La Flota de Nueva España”, tocaba puntos en España,
Canarias, Puerto Rico, Santo Domingo y La Habana, y luego recorría el
sur de La Española, el norte de Jamaica y el sur de Cuba hasta Yucatán.
“Los Galeones” o “Flota de Tierra Firme” tenía escalas en Canarias, Trini-
dad y Tobago, Margarita y otras islas menores. En Cartagena se reunían
los galeones del Perú, América Central, Venezuela y se reconstituía la
flota que iba a La Habana, pasaba por el sudoeste de Jamaica, Honduras,
Gran Caimán y finalmente llegaba a la capital de la mayor de las Antillas.

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Vivir en la frontera imperial: Baracoa, la primada de Cuba 113

Después, al igual que la Flota de Nueva España, iba a las Bahamas,


Florida, las Bermudas, los Azores y Cádiz (Cartay, 1988, 103-104).
En el plano insular esta práctica tenía una importante limitación: todas
las mercancías que las distintas demarcaciones podían exportar a la me-
trópoli se debían depositar en los puertos principales —La Habana en el
caso de Cuba—. Tal reglamentación era impracticable para Baracoa que
permanecía incomunicada por tierra y en el trayecto por mar se encon-
traban expuestos a los asaltos de corsarios y piratas que merodeaban las
Bahamas y la Florida. Todo ello con el riesgo de no encontrar espacio
en la flota, además de lo costoso de esa práctica por concepto de gastos de
fletes.
La propia imperfección del sistema monopólico español, que poten-
ciaba las capitales de islas, provocando entre otros efectos la dife-
renciación entre éstas y sus localidades y regiones del interior, abría
el margen para los vínculos de las relegadas, con otras zonas del Caribe
igualmente excluidas del gran comercio metropolitano, muchas de ellas
próximas al puerto en cuestión.
En virtud de que sus productos no podían exportarse fácilmente, a
menos que se autorizaran navíos sueltos desde España o se les permi-
tiese su venta en las colonias cercanas (hecho que contravenía el sistema
restrictivo español), y como rápidamente aumentaba la incapacidad de
la metrópoli para darles una respuesta sistemática y efectiva a las deman-
das de sus colonias, desde el propio momento en que se inauguró se inició
en el Caribe el comercio de rescate, basado en el trueque de mercancías
fuera del comercio oficial.
Puede comprenderse así, que los diversos factores de referencia gene-
raron variadas redes de interconexiones entre las regiones del área, princi-
pales y secundarias, unas por vía legal y otras por la ilegal. Una de las
más importantes fue la que tuvo como eje a La Habana y otros puertos
principales como San Agustín, Santa Marta, Cartagena, Puerto Cabello,
Portobello, Santo Domingo, San Juan de Puerto de Rico, Kingston y otros.
La historiografía generalmente se refiere a la principal ciudad cubana
y a sus ramificaciones en todo el espacio caribeño e incluso transoceáni-
co, pero en realidad existía toda una madeja de vínculos entre ciudades
puertos secundarios como Baracoa, Barranquilla, Gonaives, Islas Aves,
Aguadilla, Samaná, Mayagüez, Puerto Plata, Santa Marta, Savana la-
mar, y otros, con una significativa incidencia en la conformación cul-
tural de las regiones y ciudades que participaron con mayor o menor
intensidad.

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114 Ivette García González

El contrabando con diversos puntos del circuncaribe fue el tipo de


comercio que regía en Baracoa, con aceptación y consenso entre los pobla-
dores y las autoridades locales, incluso eclesiásticas, a contrapelo de las
disposiciones metropolitanas y de la Capitanía General, trasladada de
Santiago a San Cristóbal de La Habana desde 1553. De modo que llegó a
convertirse en un comercio marginal que, hasta mediados del siglo XVII,
se alternaba de manera a veces dramática con el saqueo por parte de los
piratas, quienes robaron más de una vez la escasa riqueza del sitio,
hurtando incluso animales.
Esta no era una situación exclusiva de la primera villa. Similares
desventajas tenían las otras dos del oriente en la costa sur. Pero la situa-
ción en La Asunción se hacía más dramática por estar más aislada
de los centros de colonización, sin emplazamientos de defensa y con
condiciones topográficas especiales de su campiña (que tiene el relieve
más abrupto e intrincado de la isla). Así por ejemplo, mientras la mayoría
de los sitios fundados trasladan su enclave hacia puntos más al interior,
para protegerse de los ataques, la primada no puede hacerlo por las
barreras que le impone la topografía. Mientras Santiago y Bayamo lo-
graban incrementar sus índices demográficos y económicos y mantenían
relaciones entre ellas, Baracoa permanecía aislada incluso de los canales
interiores de comunicación en el oriente.
Los propios informes de la Capitanía General, de visitadores e incluso
obispos, cuando referían datos sobre Baracoa, era por informaciones de
terceras personas pues ellos generalmente no llegaban hasta allá. Un
elemento que demuestra la liberalidad con que el tráfico ilegal con el
Caribe se realizaba en la primera villa era que, cuando excepcionalmente
se hacía alguna visita de alguna autoridad, sus moradores se escondían
al igual que lo hacían de los asaltantes de los mares.
En una ocasión, a finales del siglo XVI, se ordenó detener allí a los con-
trabandistas; las autoridades capturaron a varias personas que no tuvie-
ron tiempo de esconderse, los que escaparon prepararon en un sitio
cercano a la villa el rescate y liberación de sus coterráneos, con la ayuda
de belgas y franceses de las costas, amigos suyos. Ello refleja la falta de
respeto hacia las autoridades de la isla y evidencia que entre los naturales
de la región y los forasteros de los mares antillanos cercanos existían re-
laciones estables y una determinada comunidad de intereses.
Al principio, el contrabando en Baracoa se realizó con las Bahamas,
las colonias del norte y Jamaica, todos territorios ingleses. La ciudad
aportaba entonces el casabe y las maderas duras y en el siglo XVII su par-

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Vivir en la frontera imperial: Baracoa, la primada de Cuba 115

ticipación se incrementó con ganado mayor, menor y cacao. Estas acti-


vidades garantizaban la sobrevivencia de sus pobladores, pero no eran
suficientes para un desarrollo de la ciudad.
Desde comienzos del siglo XVII la Corona realizó esfuerzos por afianzar
el control sobre sus posesiones, particularmente en relación con el con-
trabando, la administración del territorio colonial y la situación de las
costas de Cuba. Creó dos departamentos: Oriente y Occidente. En el se-
gundo la capital siguió siendo Santiago y el territorio se subdividió en
jurisdicciones con centros respectivos en las primeras villas (Bayamo,
Santiago, Puerto Príncipe y Baracoa), aunque los límites entre ellas no
eran estrictos.
Ésta viene a ser una nueva disposición prohabanera pues la máxima
jerarquía en Oriente no podía contar con las mismas prerrogativas que
tenía el capitán general ubicado en La Habana. De inmediato tuvo poco
significado para Santiago y mucho menos para La Asunción, pues
la Corona no proporcionaba medios para fomentar el crecimiento de la
población y la economía de las jurisdicciones orientales. Por su parte,
los gobernadores de La Habana, interesados en la supresión de aquella
gobernación, le negaron todo tipo de apoyo.
A pesar de la vocación centralista de España la medida tampoco con-
tribuyó a la unidad colonial. Por el contrario, profundizó las diferencias
regionales dentro de la isla por el hecho de que el país estaba práctica-
mente incomunicado y el tránsito en su interior era muy esporádico y
más bien de tipo local. Las redes terrestres aparecieron en la medida en
que se produjo el proceso de colonización interior. La división tendría
un determinado significado en la paulatina interrelación económica,
comercial y, consecuentemente, cultural entre las localidades de Oriente.
Durante la primera mitad del siglo XVII Baracoa todavía se reconocía
básicamente como poblado de indios, indicador por el que constituye una de
las reservas indígenas de la ínsula. Junto a estos 100 (entre naturales y pro-
cedentes de México e islas del Caribe) se contaron sólo 20 vecinos espa-
ñoles, lo cual es significativo porque muestra la preponderancia de los
primeros como conjunto demográfico y revela diferencias con otras
regiones cubanas.
De las jurisdicciones cubanas, Baracoa es la de menor número de ve-
cinos, una de las de mayor cantidad de aborígenes y la de menor incre-
mento demográfico, con tasas inferiores al uno por ciento. Todo esto
constata una diferenciación con la evolución del resto de Oriente —de
por sí atrasado con respecto al Occidente—, pues Bayamo y Santiago

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116 Ivette García González

registraron en esa fecha un aumento considerable de población. Ello tam-


bién señala que el proceso de mestizaje prácticamente no incluía a negros,
sino a blancos e indios y su descendencia.
Se estableció en el lugar un Cuerpo de Prácticos para conducir las
flotas y embarcaciones hacia La Habana, en vista de que por la costa
norte no había más población hasta Nuevitas. En 1620 se reportó que en
el puerto de Baracoa, a pesar de ser una localidad deprimida, muchas
fragatas cargaban carne de puerco viva y muerta, manteca para La Haba-
na y Cartagena y también palo de ébano para Castilla. Los navíos de
otras islas, que iban con vinos y otras cosas para La Habana y Nueva
España, entraban allí a tomar descanso y a dejar parte de la mercancía
que llevaban, lo cual representaba, al estar dentro del puerto, menos
riesgos ante los enemigos.6
Además el sitio participaba del comercio legal con San Agustín y
Campeche y mantenía correspondencia permanente con Cartagena y la
Florida.
En la medida en que se agudizaron los conflictos en el área caribe-
ña y creció el contrabando, las prerrogativas del Cuerpo se ampliaron, a
veces por imperativo de España durante las guerras y otras muchas para
el tráfico ilegal en la región.
El estado del comercio oficial de la isla y la situación del Caribe duran-
te esta primera mitad del siglo XVII tuvo una relación directa con la
evolución de su parte más oriental. Sobre lo primero es importante des-
tacar que tres de las vías al efecto: la de Sevilla, la de Canarias y la de
Nueva España-Veracruz-Campeche-La Habana, se mantuvieron funcio-
nando con regularidad, aunque beneficiaban especialmente a la capital
habanera.
Respecto a ellas la primada se servía de su condición de puerto escala
para dichas transacciones, siempre que en su trayecto usaran la ruta de
la costa norte. Sobre el tráfico con las grandes Antillas, Occidente y, más
que todo, La Habana, realizaba cierto intercambio comercial pero de
muy escasa significación.
El margen que dejaba La Habana en cuanto a las relaciones intercari-
beñas es el que sostenía a Baracoa y a casi todo Oriente, como principal
garantía para la subsistencia y fomento de cierto desarrollo regional.
Este condicionamiento interno coincidía con la situación exterior. Duran-

6
Pichardo (1975, 27-28), 1a autora tomó la referencia de la carta relación del obispo de
Armendariz al rey, de fecha 12 de agosto de 1620.

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Vivir en la frontera imperial: Baracoa, la primada de Cuba 117

te estas primeras décadas del siglo, con el predominio inglés en los ma-
res antillanos se afirma el contrabando y Baracoa cimenta sus relaciones
con diversas posesiones de ese entorno.
Las autoridades locales no sólo rescatan, sino que mantienen corres-
pondencia permanente con Francia, Inglaterra y Flandes, van directa-
mente a puertos como el de Gonaives a efectuar tratos directos con los
corsarios y suministran información sobre el acontecer de la isla. Todo
lo cual contribuye a la mejoría que antes se refería en la región hacia la
década de los veinte de ese siglo. Ello frente a las limitaciones para el in-
tercambio interregional dentro de Cuba. No obstante, estos años de re-
lativa paz permitieron a los baracoesos mantener algún tráfico con La
Habana por vía marítima, lo cual se confirma por un litigio capitalino,
cuyo meollo era lograr la supremacía en el comercio con Baracoa y la
Florida.
Sin embargo, la propensión a la decadencia vuelve a hacerse presen-
te a mediados del XVII; hecho en el que nuevamente tiene un peso especí-
fico la dinámica caribeña. Si hasta la década de 1620 los rivales de España
se dedicaban a hacerle la guerra en los mares, a partir de entonces mos-
traron un objetivo evidente de apropiación de territorios, con lo cual se
agudizó aún más la piratería y los asaltos a las poblaciones. Se llevó a
cabo la colonización formal de las islas del Caribe oriental, del occidente
de La Española, de las costas de Campeche, Yucatán y Centroamérica, todo
a cargo de Inglaterra, Francia y Holanda. Como consecuencia, la situación
en el oriente de Cuba se cargó de violencia e ilegalidad.
En mejores condiciones para sobrevivir en tal escenario estaban La
Habana y Bayamo, pero el resto de la isla se encontraba en franca desven-
taja. En 1652 se produjo el mayor acto depredatorio en Baracoa, que
consistió en el asalto e incendio de la ciudad por un grupo de piratas.
Con ello se cerró un ciclo en que había prevalecido la lucha por la sobrevi-
vencia, pero en la que se habían alcanzado algunos progresos, cuya
continuidad interrumpen los sucesos externos, así como otrora varios
de esa misma índole la favorecieran. La región, que en ese tiempo es
principalmente la ciudad, queda en ruinas.

NUEVA ETAPA DEL PROCESO DE CONFORMACIÓN REGIONAL.


LA SALIDA DEL LETARGO

Luego del desastre de 1652 los pobladores emprenden la reconstrucción


de sus moradas y realizan ingentes esfuerzos de recuperación. Se inicia

RMC, 9 (2000), 104-139


118 Ivette García González

un lento proceso de reanimación de importantes indicadores regionales


(demográfico, económico y comercial) hacia la década de 1680, situación
a la que contribuyen una serie de factores internos y externos.
En el Caribe se produce durante la segunda mitad del siglo un afian-
zamiento de las posiciones ocupacionistas de las potencias imperiales.
España tuvo que reconocer las conquistas de Inglaterra y Francia en los
Tratados de Madrid (1670) y de Ryswick (1697). Aunque formalmente
se acordó la terminación del corso y la piratería, el contrabando y el fi-
libusterismo se incrementaron, toda vez que cada una de las potencias
imperiales aspiraba a controlar el comercio en el área. Las colonias de
los rivales de España aumentaron sus relaciones con el oriente cubano,
especialmente con Baracoa por estar más desprotegida que las otras vi-
llas, menos sometida al control del gobierno insular y también menos
abastecida de los productos extracoloniales.
Desde el punto de vista comercial se delimitaron e intensificaron en
la práctica tres vías de comercialización (dos de ellas de contrabando):
el comercio legal con España; el denominado de intérlope, que venía
desde las colonias no españolas, Europa y otras partes, y el comercio in-
tracolonial. El de intérlope significó el mayor contrabando en Baracoa y
lo llevaron a cabo las colonias a través de navegantes extranjeros, prin-
cipalmente franceses, ingleses y holandeses.
En 1680 la población de Baracoa se componía de 350 habitantes. A
partir de esta fecha el crecimiento de la población será constante. Se nota
una mayor permanencia en el sitio al enumerarse 107 familias y el ejerci-
cio relativamente estable de la corporación local y de un Beneficio, todo
muy cerca del puerto. Se impulsó asimismo la producción de diferentes
cultivos como la caña de azúcar (en limitada proporción) y el tabaco en
las escasas zonas llanas, hacia el suroeste. También se recupera el cacao
que había sido prácticamente extinguido y ya a finales del siglo se reco-
noce como la principal producción de la región.
Uno de los aspectos más significativos fue que el sitio original donde
permanecía el casco urbano comenzó a salirse de sus marcos locales, lo
que constituía un avance en la ampliación de sus límites. Todo ello expli-
ca que en 1682 el puerto declarara una mayor actividad que en tiempos
precedentes. Los navíos de España, el Caribe y las colonias del norte,
cuyos puertos miran al este, entraban allí a buscar prácticos con mayor
regularidad para conducirse por el canal de Bahamas y el Paso de los
Vientos en una y otra dirección (Marrero, 1978, t. III, 63-64). Además de

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Vivir en la frontera imperial: Baracoa, la primada de Cuba 119

los tradicionales productos destinados al trueque intercaribeño, que se ha


afirmado como un comercio marginal, se incrementan las partidas de
tabaco y cacao.
Al estado de cosas imperantes viene a sumarse la proyección de la
Corona española a partir del siglo XVIII, con el advenimiento de los Borbo-
nes a la monarquía, misma que se caracteriza principalmente por sus
grandes esfuerzos de centralización y fortalecimiento de su poderío en
el Caribe y la aplicación de una política de despotismo ilustrado, que
trae importantes consecuencias en el orden doméstico y en sus colonias.
A pesar de las reglamentaciones administrativas y comerciales centraliza-
doras, dictadas durante la primera mitad del XVIII, el comercio ilegal
resultaba más diversificado e incontenible que nunca.
Ello se legitimaba en la práctica de los baracoesos por la participación
oficial de las autoridades políticas, administrativas y eclesiásticas. Y
resulta perfectamente explicable a través de múltiples ejemplos. El regla-
mento comercial de 1720, por citar uno, gravaba en más de 40 por ciento
los productos peninsulares y en más de 70 por ciento los americanos.
Sin embargo, los artículos de procedencia europea no española no se
vendían tan caros en las posesiones americanas, en cuyas costas se intro-
ducían los contrabandistas, pues resultaba más ventajoso el contrabando,
sobre todo en regiones como la que se aborda.
Los norteamericanos participaron en esa época en el trueque ilícito con
verdadero ímpetu, especialmente mediante el tráfico de balandras, cosa
muy frecuente en el puerto primigenio. Cargadas de productos, este tipo
de embarcaciones se acercaban al sitio portuario para ejercer el contra-
bando en la ciudad, anunciando su presencia con el disparo de un caño-
nazo. Los extranjeros se aprovechaban sistemáticamente de las guerras
que sostenían con España en las aguas que rodeaban a Cuba, para surtirla
de artículos de diversa índole.
A finales de la década de 1730 la inminencia de una guerra con In-
glaterra y el sistemático contrabando por la costa norte, determinaron
que el gobierno departamental en Santiago hiciera ver al de La Habana
la necesidad de fortificar las costas de su jurisdicción, en particular las
de Baracoa. Por ello se inició entre 1739 y 1742 un proceso de reformas,
centrado básicamente en la erección de tres fortificaciones en la villa y el
envío de refuerzos militares desde Santiago, muchos de los cuales fueron
con sus familias.
Todo esto significa una contribución a la región desde el punto de
vista demográfico y urbanístico, pues dichos emplazamientos se convir-

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120 Ivette García González

tieron en elementos conformadores de la forma urbana en virtud de que


alrededor de ellos se asentaron núcleos poblacionales que pocas décadas
después serían barrios. Además se establecieron la Tenencia de Gobierno,
la Administración de Rentas, la Escribanía, un hospital y la cárcel.
Esto representaba una mejoría frente a la situación anterior y evitaba
la agresión militar a la ciudad, pero no limitó de manera sensible el ejer-
cicio del tráfico ilegal, en tanto las condiciones de aislamiento de los
poderes centrales y la marginación del comercio oficial se mantuvieron,
a diferencia de lo que había empezado a suceder con las jurisdicciones
del sur, en buena medida beneficiadas por el Tratado de Asiento de 1713.
Esta convicción llevó incluso al Padre Morell de Santa Cruz, en 1757, a
abogar por el fortalecimiento de la defensa de la villa, independiente-
mente de la de Santiago, e incluso, por que su estructura y costo se dedu-
jera en proporción de la de los presidios de Puerto Rico, Santo Domingo
y Cartagena (Morell de Santa Cruz, 1985, 124-125).
Las sugerencias del obispo no se llevaron a la práctica y en realidad
las nuevas autoridades se adaptaron al medio y se disputaban el control
del contrabando, lo que generó conflictos con la elite local que cada vez
se hacía más fuerte, a pesar de los esfuerzos por restarle poder. Francia
e Inglaterra incrementaron sus vínculos con Baracoa en este tiempo, sobre
todo desde Santo Domingo, las Bahamas, las colonias del norte y Jamaica,
lo que representó un alivio frente al monopolio de la Real Compañía de
Comercio de La Habana y garantizó —en medio de la desatención ofi-
cial— la sobrevivencia del sitio y sus moradores. Tal era el estado de co-
sas que, en 1753, el Ministro de Hacienda envió un informe a la Corona
en el que afirmó que:

...el contrabando se practica en gran escala por los ingleses desde Jamaica
y los franceses desde Haití, tan sin moderación ni rescate, que por las cos-
tas y puerto de la comarca baracoana entran sin embargo todo tipo de mercan-
cías que se venden a los vecinos tan como permitan su adquisición, en que
no se pagan derechos ni se corren riesgos [Leiseca, 1925, 105-106].

Durante la segunda mitad del siglo XVIII el mundo asistió a la genera-


lización de las revoluciones burguesas, cuyos centros de irradiación
fueron Francia e Inglaterra, para las cuales los enclaves coloniales consti-
tuían piezas fundamentales. Por la parte española se replanteó la política
colonial hacia el área. Hasta esa fecha las islas habían sido marginadas
frente a la parte continental de sus posesiones. Las constantes incursio-

RMC, 9 (2000), 104-139


Vivir en la frontera imperial: Baracoa, la primada de Cuba 121

nes de corsarios y piratas, el aumento consecuente del contrabando y


las ocupaciones temporales, pero de muy serias consecuencias, de Guan-
tánamo y La Habana (1741 y 1762 respectivamente) por parte de Inglate-
rra, fueron definitorias en la decisión de reinstrumentar la política hacia
el Mediterráneo americano.
La firma de La Paz de Versalles en 1763 y la distensión entre España
e Inglaterra generaron un conjunto de reformas comerciales entre 1763
y 1767 que beneficiaron de modo excepcional a la oligarquía criolla haba-
nera, en detrimento de las regiones del interior de la colonia. No obstante,
algunas de ellas sirvieron en cierta medida al patriciado oriental, sobre
todo de las regiones sureñas: la eliminación del monopolio de la Real
Compañía de Comercio de La Habana, la relativa apertura del tráfico
fuera del sistema de flotas, medidas de beneficio y fomento de algunos
cultivos y exportaciones como el café y el Reglamento del Comercio
Franco de 1767.
Un año después se extendieron las prerrogativas comerciales a 24
puertos insulares para el intercambio con 13 puertos españoles. Este fue
el paso más importante y compactador de todas las disposiciones an-
teriores y se completó con la libertad para el comercio de negros en 1789.
Las nuevas medidas no respondían todavía a un comercio libre, pero
demostraban el fracaso del monopolio y fueron un avance para la época.
El nombramiento por Carlos III, en 1777, de Floridablanca como primer
secretario del Estado ibérico, tuvo mucho que ver con los sucesos de
estas décadas y su repercusión en los enclaves insulares y sus locali-
dades portuarias no capitales. Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico ocu-
pan un buen espacio en el Memorial Secreto que redactó dicho magis-
trado en 1787:

La Junta sabe, y lo ha experimentado en la última guerra, que el puerto de La


Habana, aunque tan capaz, seguro y útil por estar a la vista de cuanto salga
del seno mexicano, no es proporcionado para acudir con prontitud a otros
parajes que convenga socorrer [...] Pobladas y aseguradas las islas de Cuba,
Santo Domingo, Puerto Rico y Trinidad y bien fortificados sus puertos y los
del continente de Florida, Nueva España por ambos mares [...], no sólo se
podrán defender de enemigos sino que se tendrán en sujección los espíritus
inquietos y turbulentos de algunos de sus habitantes [Franco, 1965, 2-4].

Este análisis tiene mucho que ver con la situación de Baracoa pues
frente a sus costas, tanto por el norte como por el este, se encontraba en

RMC, 9 (2000), 104-139


122 Ivette García González

este tiempo un área muy sensible en la que confluían muy cerca pose-
siones coloniales de las tres potencias que tenían mayor disputa (Francia,
Inglaterra y España).
Precisamente durante la última guerra a la que se refiere el Memorial
(Francia y España contra Inglaterra, 1780-1783), el Cuerpo de Prácticos
del puerto cumplió un importante papel en la asistencia a las embarcacio-
nes francesas que lo solicitaban, facilitándoles agua, víveres y cruce de
correspondencia con Santiago, fundamentalmente por la ensenada de Miel
y el puerto.
Una rápida observación de la situación regional de esta segunda mi-
tad del siglo refleja el incremento de los indicadores regionales con
respecto a etapas precedentes y cierra la década de 1780 con un declive
significativo.
De acuerdo con datos de 1778, la población aumentó hasta 1 920
personas, frente a 1 169 que se contaron 21 años atrás, con una prepon-
derancia de la población libre y mulata (sólo 6.7 por ciento eran esclavos),
tendencia que continúa en adelante y únicamente tiene una discreta mo-
dificación en el siglo XIX. A los grupos humanos tradicionales se ha
incorporado para entonces un número considerable de franceses.
Desde los años de las reformas urbanas se desplegó una franca prác-
tica de ocupación y colonización de tierras, pues buena parte del terreno
no abrupto de la jurisdicción fue declarado desde mediados del siglo
como haciendas (66 en 1771 y 91 en 1783), en las que se hacían coincidir
los diferentes cultivos y la ganadería, con preponderancia de los corrales
para la cría de ganado menor. Se incorporaron nuevos cultivos y produc-
tos de exportación: el coco, la cera y el café, ajos y cebollas, además de
artículos del mar, el carey, entre otros. La región contaba ya hacia finales
de los setenta, con redes comerciales internas y hacia otras regiones del
oriente, como los Tiguabos, Holguín y Mayarí y también hacia Santia-
go y La Habana por vía marítima.
Para mantener la vitalidad y mayor jerarquía del puerto de la villa,
se pusieron en práctica diferentes mecanismos de control político, admi-
nistrativo y comercial: el sistema impositivo, suministros hacia las zonas
rurales y otras adecuaciones, pero se mantuvo a la ciudad como centro.
Sin embargo, su retraso en el proceso conformativo, la debilidad de
su elite regional en comparación con otras y sus difíciles características
para el acceso, determinaron que continuara siendo sumamente renta-
ble el contrabando por la costa norte, al cual destinaban una cantidad
significativa de los productos autóctonos y otros que eran resultado de

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Vivir en la frontera imperial: Baracoa, la primada de Cuba 123

presas hechas en el mar por las partidas corsarias de la región, que du-
rante este tiempo se hicieron cada vez más fuertes. Su debilidad también
se manifestaba en el hecho de que no pudieron impedir la segrega-
ción de una parte de su territorio (Sagua de Tánamo, a favor de Santiago)
en 1779, cuyos terrenos son sumamente feraces para el tabaco, la gana-
dería y la producción de frutos.
Este hecho, más una fuerte sequía durante 1782 y otras condiciones
climatológicas adversas, provocaron una crisis regional a partir del año
siguiente que, aunque no retrotrae el estado de la región a la del periodo
precedente y no pone en peligro la existencia misma del organismo re-
gional, acusa significativas diferencias con lo que en igual secuencia tem-
poral estaba ocurriendo en el resto de Cuba, incluso en Oriente, en cuanto
a mayores adquisiciones de esclavos, afianzamiento del binomio esclavo-
plantación como patrón de progreso, despegue de la sociedad escla-
vista, proporción de absentismo, entre otros elementos.
Sobre este último elemento es importante destacar que mientras en
otras regiones orientales la mayoría de los hacendados permanecen en la
ciudad y dejan en sus haciendas a mayorales o arrendatarios, en Baracoa
son pocas las que tienen esa característica. La mayor parte de los pro-
pietarios vive en la villa y la abandona en determinadas etapas del año,
cuando en compañía de familiares o agregados va a las fincas rurales.
Esto está relacionado directamente con las características de la explota-
ción de la tierra y de los productos que se exportan, los que generalmen-
te requieren de pocos cuidados, o se obtienen casi silvestres, o los que
son de poca inversión, como los colmenares, los cocos y la cera y la cría
de cerdos, respectivamente, situación que a su vez incide en el hecho de
que, a pesar de que resulta evidente la modificación de nuevos espacios
físicos como zonas productivas interrelacionadas en función del consumo
y la exportación, dichas zonas aún no se consolidan como poblados rurales.
Los paliativos de la crisis vinieron a ser nuevamente los suministros
ilegales del exterior más cercano y las conmociones en el área. Durante
la Revolución de las Trece Colonias del Norte (1776-1778) se incrementa-
ron las funciones portuarias para asistir a las embarcaciones que se diri-
gían desde La Habana a los lugares del conflicto. Al finalizar ésta y perder
Inglaterra esa importante extensión colonial, la región aumentó sus nexos
con Jamaica, por la caída de los precios en esa isla. También aprovechó
la decisión de las autoridades de Versalles de abrir varios de sus puertos
antillanos a los barcos estadounidenses, vinculándose así en calidad de
intermediario o asistente en los mares, para uno y otro destino.

RMC, 9 (2000), 104-139


124 Ivette García González

Además, la autorización de España a Cuba de abastecerse de colonias


amigas o neutrales durante los conflictos de fin de siglo contribuyó a
cimentar los nexos con los galos, quienes, por su parte, declararon en
1784 siete puertos libres. Algo similar ocurrió con los norteamericanos y
los pobladores de San Eustaquio, Santo Tomás y otros puntos. Luego, la
antes mencionada libertad para el comercio de negros en 1789, benefició
a Baracoa no porque ahí se procediera a la adquisición de dicha mano
de obra, pues su economía no la requería ni contaba con capital para
comprarla, sino igualmente como puerto escala de los buques con desti-
no a La Habana. Todo ello evitó el colapso de la región y cerró un ciclo
en que a nuestro modo de ver puede hablarse de Baracoa como región
histórica.

SEGUNDO PERIODO DEL PROCESO CONFORMATIVO.


ETAPA DE REANIMACIÓN Y DESPLIEGUE DE POTENCIALIDADES REGIONALES

De todos los sucesos de finales del siglo XVIII en la macrorregión caribeña,


el de mayor peso en la modificación del espectro baracoano fue la revo-
lución haitiana, iniciada en 1791. La conmoción en sí destruyó el emporio
plantacionista en la vecina región, dejó un amplio espacio comercial para
Cuba y provocó un flujo migratorio masivo.
El desplazamiento de esas personas, provenientes de Martinica, Gua-
dalupe y sobre todo de Haití, fue un fenómeno de grandes proporciones
y consecuencias para el área caribeño-insular. Muchos inmigrantes se
establecieron en Puerto Rico, la costa norte de América del Sur y, en ma-
yor medida, en la isla de Cuba.
En este país los principales asentamientos de tal origen se localizaron
en Santiago, Guantánamo y Baracoa, todas regiones orientales.
En la correspondencia de los capitanes generales durante esos años,
se puede verificar la frecuente llegada de naves de todo tipo a la ensenada
de Miel y al puerto baracoano, a lo cual también contribuyó el hecho de
que el gobierno colonial ofrecía asilo sin reparo a los que escapaban de los
conflictos en sus tierras, pues esto les permitía fomentar el desarrollo de
las regiones cubanas, aumentar la población blanca y fortalecer el sector
conservador que respondía a sus intereses.
Huelga tal vez apuntar la receptividad que tuvieron en una región
deprimida económicamente y en la cual un componente demográfico
que ya formaba parte de la elite local eran justamente los franceses. Para

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Vivir en la frontera imperial: Baracoa, la primada de Cuba 125

que se tenga una idea, en Baracoa algunos prácticos del puerto, el médi-
co de la villa, ciertos miembros del Cabildo, capitanes de milicias y otros,
eran personas de ese origen o sus descendientes. La inmigración ma-
siva de francohablantes que ahora se produce sienta una pauta medular
en el proceso de conformación regional, abriendo un nuevo periodo en su
historia.
Si hasta ese momento el crecimiento de la población en el lugar fue
lento, en correspondencia con su escaso desarrollo y las limitaciones de
su comercio, si bien se observa una relativa reanimación a partir de 1682
(que se afirmaría como tendencia en las década siguientes del siglo XVIII),
fue en la etapa divisoria de ese siglo y del XIX, por efecto de dicha revolución-
inmigración, que se produjo un aumento relevante de los índices pobla-
cionales. Ello puede verificarse en las siguientes cifras:7

Año Población Incremento (%)

1778 1920
1792 19 837 68
1810 24 427 64

También el ingreso constituyó un estímulo para la riqueza de la región.


Las peculiares características de sus suelos y la desocupación de las
autoridades coloniales hicieron que casi desde el inicio su economía mar-
chara —como se ha visto— en dirección particular con respecto al resto
de la isla. Los inmigrantes se dedicaron a fomentar la agricultura. Incor-
poraron nuevas técnicas para el cultivo del café —que hasta ese momento
era muy discreto—, reanimaron la producción azucarera y tabacalera,
fomentaron cultivos e introdujeron algunos como la canela, el jengibre,

7
El cálculo de incremento de población fue realizado por la autora. Los datos se ex-
trajeron de:
- Padrón general de los habitantes de la ciudad de Baracoa, con expresión del número
de casas, familias, calidad, estado y ejercicio, formado de orden del señor Diego José
Navarro. 1778. Miscelánea de Expedientes, Leg. 4074/W, Archivo Nacional de Cuba.
- Padrón general de los habitantes de la isla de Cuba, formado en el mes de diciembre
de 1792. Memorias de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, tomo 32, La Habana,
1846.
- Sobre los cuatro distritos de Cuba de 1791 a 1810 (Holguín, Bayamo, Puerto Príncipe
y Baracoa). Donativos y Remisiones, Leg. 426/8, Archivo Nacional de Cuba.

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126 Ivette García González

las especias no conocidas para las comidas y otros. Ello tuvo un gran sig-
nificado pues contribuyó a la búsqueda de alternativas económicas para
el desarrollo regional.
Después de una etapa de tanteo y esfuerzos dirigidos nuevamente a
los renglones tradicionales o de mayor demanda en el mercado, como el
azúcar y el tabaco, participaron de manera activa en la delimitación de
la estructura económica regional en esas décadas, lapso durante el cual
Baracoa fue definiendo su vocación productora y exportadora de frutos,
en correspondencia con sus particulares condiciones, diferenciadas de la
mayor parte del resto de la colonia. Pero la influencia rebasaría princi-
palmente el ámbito puramente económico, para imbricarse en todo el con-
junto de elementos culturales que conformarían lo regional.
Los que permanecieron en el sitio urbano se establecieron al oeste de
la ciudad, muy cerca del puerto. Los escollos que tuvo que vencer el
centro de la villa en su evolución determinaron que el proceso de urba-
nización fuera lento, presentando poco atractivo constructivo y escasez
de fuentes de motivación para la permanencia en él, a pesar del proceso
reformador de las década de los treinta y los cuarenta del siglo anterior.
Con la llegada de los francohablantes se fomentaron enseguida comer-
cios, oficios y otras ramas del saber humano.
Con esto también coadyuvaron a la ampliación y diversificación de
las funciones de la ciudad, pues se inició un aumento progresivo del
número de casas y otras dependencias, así como una mejor utilización
de los materiales constructivos. Aunque a fines del XVIII permanecía el
fenómeno absentista, en tanto sólo un grupo de artesanos, marinos y
empleados (24 por ciento de la población total) hacía vida residencial, la
ciudad ejercía ya una función de eje aglutinador y generador de focos
de población en su periferia.
Tal situación se hace evidente por el fortalecimiento paulatino de di-
ferentes mecanismos administrativos, políticos y comerciales para hacer
confluir en ella el resultado de las actividades de diverso tipo. A dicho
entramado contribuyeron las ramificaciones hacia las haciendas del inte-
rior, en las cuales los priores de campo y otras fórmulas controladoras
tuvieron un peso importante. Así, durante esta etapa, la región llega a
abarcar casi toda el área de costa a costa, excepto la zona más abrupta
compuesta por el macizo Sagua-Baracoa y las Cuchillas.
Durante la primera mitad del siglo XIX las convulsiones en el Caribe
continuaron y algunas de ellas tuvieron una repercusión directa en la
dinámica regional. La prolongación del conflicto en la parte occidental

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Vivir en la frontera imperial: Baracoa, la primada de Cuba 127

de La Española en 1803 y la caída de Puerto Príncipe, fue uno de los de


mayor relieve, porque a partir de él se inició un nuevo éxodo.
Muchas personas que procedían de San Marcos, Los Cayos y Jeremie
marcharon a Baracoa, como su más cercano y natural refugio, además
de casi toda la población blanca de la mole de San Nicolás.
Al año siguiente de la caída de la capital haitiana, se reportó que a la
ciudad primigenia de la mayor de las Antillas llegaron 900 refugiados
dominico-españoles y que la Junta que funcionaba en La Habana acordó
enviar rápida ayuda para evitar que continuaran el viaje a otras regiones
“...pues se pretendía [...] no perder la buena proporción que ofrece la
emigración de los vecinos de Montecristi para poder conseguir el au-
mento de Baracoa que nunca podrá presentarse sin mayores ventajas”
(Pérez de la Riva, 1944, 4).
Otro de los sucesos de especial relevancia fue el inicio, en 1804, de
una nueva guerra entre España y Francia contra Inglaterra, y al año si-
guiente la modificación del bloque de aliados, pues entonces el enemigo
de España pasó a ser Francia. Durante la primera de esas campañas el go-
bierno español empleó a muchos emigrados franceses dedicados al corso,
utilizando jefes privados como intermediarios para un mejor control de
las acciones.
Los corsarios franceses, que acosaron durante años al comercio inglés
sobre el crucero de Maisí, asaltaban las naves del enemigo “...favorecidos
del pronto recurso que tenían en el puerto de Baracoa para asegurarla...”
(Callejas, 1911, 60-61). Lo que provocó varios tumultos en la ciudad y
amenazas de atacarla por parte de Inglaterra en 1807 y en 1811. Por esas
razones, el gobernador de Santiago tuvo que disponer el envío de mayor
número de fuerzas para la defensa de la plaza.
Otra cuestión de suma importancia en la época y de repercusión para
La Asunción fue que, entre 1810 y 1825, las islas hispánicas se convirtieron
en las piezas más rentables y mejor defendidas de la metrópoli, ante la
pérdida de importantes territorios de América continental, hechos que
se revirtieron en las relaciones intercaribeñas y en el reforzamiento de la
atención peninsular hacia ellas.
Como respuesta a los sucesos que en el exterior se producían y con el
objetivo de garantizar la permanencia de los habitantes, se inició desde
principios de siglo un proceso reformador que ratificó el valor estratégico
del lugar en el contexto caribeño, otorgó prioridad al puerto y al siste-
ma de defensa local. En 1803 se emprendieron los primeros pasos con
la habilitación del puerto y el emplazamiento oficial del muelle y de la

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aduana. Este primer estímulo se complementa cuando en 1816 se le otor-


ga la libertad de comercio con extranjeros al igual que a La Habana, pero
con la diferencia de que allí no se exigiera más que la mitad de derechos.
El logro de estas prerrogativas correspondía a las demandas regio-
nales sobre un tratamiento diferenciado y privilegiado respecto al puerto
capitalino, en vista de sus históricas limitaciones. En 1818 se extendió la
libertad a los demás puertos, lo cual amplió el espectro y posibilidades
de tráfico en La Asunción. Los acuerdos de comercio libre con neutrales,
firmados en 1805 y 1810, favorecieron también el despegue del desarrollo
de la ciudad y la región.
El análisis de los datos que contiene la correspondencia de la corpora-
ción local8 permite hacer algunas apreciaciones sobre la evolución de
esta rama hasta 1824. Las funciones y actividades portuarias se afianzaron
en unos casos y se extendieron en otros. El carácter de puerto escala
para los buques de negros procedentes de la costa africana en dirección
a La Habana fue una de las acciones que se realizó de manera estable y
beneficiosa para la villa, por los cobros de alcabala de acuerdo con los
servicios que allí se prestaban.
Los vínculos con los puertos españoles, fundamentalmente con
Málaga, Barcelona, Santander, Cádiz y Sevilla, cuyos buques iban para
la capital de la isla, fueron cada vez menos frecuentes, aunque las embar-
caciones que se mantenían usaban este puerto con el mismo interés de
los anteriores y generalmente pagaban los servicios prestados en la
ciudad, descargando para su venta parte de la mercancía que llevaban.
Las relaciones con los puertos del resto de Cuba fueron ampliándose
en función del tráfico hacia otras de las islas caribeñas; tales son los casos
de Holguín, Gibara, Puerto Príncipe, Trinidad, etcétera. Con la capital del
Departamento Oriental, Santiago de Cuba, se incrementó el cabotaje,
pues ahora destinaba a Baracoa aguardiente, azúcar, carne y comestibles,
a cambio de cocos y plátanos básicamente, diferencia de la última etapa
del periodo anterior, cuando Baracoa emitía con destino a Santiago varios
productos, mientras ésta sólo aportaba de manera excepcional la sal y
algo de cacao y café durante los años de la crisis de los ochenta.

8
Para la elaboración de este examen se procesaron las siguientes fuentes: Noticia de las
embarcaciones que han entrado y salido del puerto de Baracoa, su procedencia, cargamento
y pasajeros. Fondo: Correspondencia de los Capitanes Generales, legajos 532/27087, 471/
4, 1 (fuera de caja) 34, 35, 37, 41, 55, 58 y 60, en el Archivo Nacional de Cuba.

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Vivir en la frontera imperial: Baracoa, la primada de Cuba 129

Hacia 1824, más de ocho puertos cubanos traficaban por Baracoa,


aunque la mayor asiduidad correspondía a La Habana y Santiago. Signi-
ficativo y cada vez más sistemático fue el intercambio con Estados Unidos,
sobre todo con la parte inglesa: Charleston, Filadelfia, Baltimore, Nueva
York y Nueva Orleans.
Esos centros proveían a la ciudad de harinas, mercancía seca, tablas,
madera y tejamaní con fines constructivos, a cambio de frutos, tabaco y
café, productos que se distribuían al resto de la jurisdicción.
Otra ramificación en cuanto a las relaciones, aunque de menor cuantía
en comparación con el área insular del Caribe, fue la que se efectuó con
Marsella, Génova y Palermo en Europa, y Portobello, Montevideo y
Venezuela en América. Aquí tuvieron que ver los grupos de extranjeros
que se asentaron en la villa y fomentaron intercambios con sus zonas de
origen en Europa y sus procedencias coloniales.
Las más importantes y frecuentes vinculaciones se efectuaron con
las islas del Caribe (inglesas, francesas, holandesas e hispánicas). Éstas,
como en etapas anteriores, siguieron siendo las más rentables por la
cercanía, lo barato de los productos, y por el hecho de efectuarse muchas
veces con localidades marginadas en sus respectivos países, situación
similar a la de Baracoa en Cuba, de modo que los productos se abarataban
aún más. Aunque desde el punto de vista económico los lazos con estos
espacios —antes de esta etapa y durante ella— no tuvieron connotación
nacional, fueron los que garantizaron durante siglos la permanencia y
evolución de la región. De manera que en el estudio de este caso deben
medirse no por su significado cuantitativo sino por el cualitativo, por lo
que representaba en el microespacio desde el punto de vista económico,
comercial, demográfico, de composición de clases e incluso político.
De las islas recibía casi todas sus importaciones y hacia ellas fluían
la mayor parte de las exportaciones. Recibía ganado menor y mayor,
víveres, maderas, carnes, ladrillos para las construcciones, arroz y otros
comestibles, a cambio de tabaco, coco, café, fuitete, jabón y manteca.
Los más sistemáticos fueron los vínculos con Jamaica, Puerto Plata, Sa-
maná, Montecristi, Jeremie, Guarico, Puerto Rico, Providencia, Martinica,
Guadalupe, Norfolk, Santo Tomás y otros lugares. En los reportes del
puerto durante los primeros años del XIX (1802-1807), el círculo parece
ser más estrecho (Samaná y Guadalupe), pero hacia 1824 el número
ascendió considerablemente. Se destaca la intervinculación con las po-
sesiones hispánicas e inglesas, Francia a continuación y en menor me-
dida Holanda.

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130 Ivette García González

Durante estos años se conservó la participación de La Asunción en el


contrabando americano, acentuado durante los años de 1823 a 1825. Las
principales zonas en que se practicaba el contrabando en el Caribe, eran
Santo Tomás, San Bartolomé y Margarita, puntos básicos de citas de cor-
sarios y piratas. En la primera se reunían las mercancías robadas a los
españoles y desde allí se llevaban a vender a Estados Unidos (EEUU).
Precisamente éste y San Bartolomé mantuvieron e incrementaron sus
históricos nexos con Baracoa, que les servía como vía de acceso al mer-
cado norteamericano.
Un examen acucioso de la documentación que al respecto atesora el
Archivo Nacional de Cuba revela que, más que una elemental transac-
ción a partir de la oferta y la demanda, se utilizaba con bastante frecuencia
el recurso de la reexportación, hecho que se explica por la carencia de po-
tencialidades económicas y agrícolas para destinar al exterior. La im-
portación se realizaba con un doble propósito: una parte para el consumo
interno y otra para exportarla hacia las zonas que comúnmente traficaban
con Baracoa en el Caribe o hacia EEUU.
Otro margen de dividendos fue el que la ciudad obtenía por el uso
del puerto como escala de los barcos cubanos hacia las islas, de EEUU
hacia ellas y viceversa. La región destinaba al exterior como productos
autóctonos: tabaco, café, plátanos, cocos, naranjas, cera, miel de abeja
y, en algunos años, jengibre, de reciente introducción por parte de los
franceses. De tal forma Baracoa se convirtió en receptora de los produc-
tos del área para destinarlos a Norteamérica y de artículos de esa nación
hacia el Caribe. Este mecanismo comercial debió ser el más practicado
durante esos años.
Así, cuando en 1826 se declara la libertad de comercio con todas las
banderas a los puertos de la isla, Baracoa tiene ya instaurado un sistema
propio de relaciones comerciales, que a partir del siguiente año se forta-
leció gracias al proceso de reformas, que redundaron en un progreso de
considerable magnitud. Las principales reformas fueron la culminación
de la remodelación de las fortificaciones (aproximadamente en 1855) y la
concesión en 1832, por Real Cédula, de los derechos de lanchajes.
Como resultado de la Real Cédula, en los años siguientes se elevaron
los indicadores económicos y comerciales. Un informe de la Real Hacien-
da fechado en 1842 señala que estos derechos “...tuvieron un feliz éxito
[...] se aprecia que casi ha centuplicado de 1826 a 1841, pues la importa-
ción que no llegaba a nueve mil pesos durante la primera época mercantil
de Baracoa, llegó a 80 000 en la segunda” (de las Cuevas, 1924, 141-149).

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Vivir en la frontera imperial: Baracoa, la primada de Cuba 131

En 1838 se le otorgó un escudo de armas y el título de Siempre Fiel a


la ciudad y seis años después se construyó un nuevo cementerio, pues el
anterior ya estaba dentro del recinto urbano, lo que denota la prolonga-
ción del trazado debido al aumento de la urbe. En 1845 se inició nuevamen-
te un proceso de reformas al puerto, que terminó en 1859. Éste incluyó un
estudio de la bahía y sus áreas aledañas, una remodelación de la aduana
y el emplazamiento de un nuevo muelle en sustitución del anterior —de
carácter rústico— que no era suficiente para la cantidad de artículos
que recibía en esos años el puerto.
En 1861 se dictaron medidas especiales para la villa, el puerto volvió
a ocupar un lugar importante. Ello se hizo evidente en la orientación
acerca de:

...la posibilidad de mandar allí un buque con preferencia a otros puertos,


podría hacerse este servicio por lo de la estación de Santiago de Cuba, o si
para ello debía aumentarse la misma o enviarlo directamente al puerto de esta
capital, o a qué clase de buque puedan cargarse aquella comisión y el modo
de hacer otro servicio sin perjudicar el general de la isla y salvar los incon-
venientes que para ello puedan presentarse [de las Cuevas, 1924, t. I].

El programa también fue algo sumamente importante para la estabi-


lidad y el incremento de los procesos de consolidación del organismo
regional. Se pusieron en práctica medidas para garantizar la protección
de las zonas rurales colonizadas, que desde la década de 1840 se habían
consolidado como poblados rurales: la mejora de caminos interiores para
unir de modo más efectivo las poblaciones del campo y el incremento
de la inmigración blanca, además de las reformas a la cárcel que se lleva-
ron a vías de hecho en 1858.
Dos años después se le otorgaron nuevas concesiones arancelarias y
de otro tipo, que incluyeron el perfeccionamiento y alumbrado del mue-
lle, la extensión de las franquicias comerciales que exceptuaban del pago
de derechos de tonelaje a las embarcaciones que entraran y salieran con
mercancías de ese puerto por 20 años y la sugerencia de enviar buques
al lugar para mantener activo el enclave.
La práctica reformadora tuvo una repercusión directa en el comercio.
El examen de los resultados de importación, exportación y movimiento
portuario durante los años 1826 a 18419 permitió identificar que el
9
Las estadísticas de importación y exportación de los años 1826 al 1859, así como las
del comercio con las potencias extranjeras se tomaron de: Jacobo de la Pezuela, Diccionario

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132 Ivette García González

monopolio de la importación y exportación en Oriente estaba en manos


de Santiago de Cuba, que absorbía más del 90 por ciento de esos indicado-
res. Para el resto de los puertos orientales quedaban pocas posibilidades.
El puerto de Gibara, cercano y con mejores condiciones que el que nos
ocupa, habilitado para el comercio con todas las banderas en 1827, des-
plazó e hizo mermar en cierta medida el tráfico de Baracoa en la ruta norte
de la isla.
En general se manifiesta un cierto incremento en las cifras de intro-
ducción y extracción de productos, excepto en algunos años por situacio-
nes coyunturales. Por ejemplo en el bienio de 1831-1832, que se explica
por la conocida “guerra de tarifas” entre España y EEUU, cuando la me-
trópoli elevó los impuestos a las harinas norteamericanas, al extremo de
excluirlas prácticamente de nuestro mercado. Como consecuencia, los
norteamericanos impusieron fuertes barreras arancelarias al café cubano,
producto importante de la región.
Ante la situación emergente provocada por la metrópoli, la mayoría
de los puertos encauzaron con rapidez el producto hacia regiones euro-
peas, pero para Baracoa la readaptación fue sumamente difícil por los
históricos nexos con los norteños y las pocas potencialidades regionales,
en comparación con sus vecinas. No obstante, también en su caso, aunque
con mayor lentitud, se observó una recuperación a partir del año 1833.
Si en 1826 el valor de las importaciones sobrepasó considerablemente
al de las exportaciones, desde 1836 el proceso se invirtió. Al observar
este indicador a escala nacional e incluso macrorregional es lógico que
resulte insignificante, pero debe tenerse en cuenta que incluso Oriente
representa en ese plano, un porcentaje ínfimo en el comercio colonial,
por lo que desde el punto de vista regional, por Baracoa, y macrorregio-
nal, por Oriente, esos índices tienen otra relevancia.
La mayor cantidad de embarcaciones extranjeras que traficaban por
Baracoa eran de los competidores de España, Inglaterra, EEUU y Francia,
pero principalmente la primera. Esta diferencia en los vínculos de Espa-
ña y el resto representó un 92.8 por ciento del total, frente a un 7.2 por
ciento de desventaja para la península (de la Pezuela, 1863, t. I, 130). La pri-
macía de Inglaterra provenía de las tradicionales relaciones de sus pose-
siones antillanas con la ciudad primada de Cuba, lo cual acentuó los
lazos entre Baracoa y el Caribe en un porcentaje considerable.

geográfico, estadístico e histórico de la isla de Cuba, Madrid, 1863, tomo I, pp. 128-130, tomo II,
pp. 34-38, 40-41 y 44 y Ramón de la Sagra: Historia física, política y natural de la isla de Cuba,
tomo II, primera parte, París, 1842, pp. 73, 75 y 76.

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Vivir en la frontera imperial: Baracoa, la primada de Cuba 133

La concurrencia de los factores analizados condicionó que en los años


sesenta la región y la ciudad, como centro aglutinador y jerarquizante,
ofrecieran un espectro mucho más alentador y atractivo que en toda su
historia precedente.
Ello era evidente en el resultado del proceso de compactación de los
núcleos rurales, simultáneamente con una concentración y complejiza-
ción de las funciones urbanas, lo que hizo desaparecer definitivamente
el absentismo.
El comportamiento demográfico es aparentemente paradójico: por un
lado aumenta la población y por otro, los datos que se refieren a la ciudad
reflejan inestabilidad y en algunos años disminución. Ello obedece, sin
embargo, a la dinámica que se describió anteriormente, la que permitió
una paulatina definición más precisa de la condición —urbana o rural—
de sus pobladores, a diferencia de lo analizado en el periodo precedente.
Pero en general la tendencia es al crecimiento.
Vale la pena destacar que dentro del conjunto poblacional, continúa
prevaleciendo la población libre, aunque el número de esclavos se ha
elevado al 14 por ciento del total, en correspondencia con la relativa ca-
pacidad que ha adquirido para obtener un incremento de personas con
esa condición. No obstante, sigue siendo una proporción ínfima compa-
rada con la mayoría de las regiones cubanas donde se había extendido
la plantación esclavista.
Incluso con respecto al resto de Oriente, que no es exclusivamente
plantacionista y donde predomina la mano de obra libre y la ganadería,
también su particularidad es considerable. La única jurisdicción que, en
cuanto a proporción de esclavos, tiene una similitud con La Asunción es
Guantánamo, su vecina más cercana al suroeste, de reciente fundación.
El establecimiento del acueducto local y de la Sociedad Filarmónica
completan la fisonomía citadina baracoana, que refleja también la
ampliación superestructural de la riqueza ciudadana. En ello desempeña-
ron un papel importante los conjuntos de inmigrantes, fundamentalmen-
te los francohablantes. A mediados del siglo el puerto se considera de
primera clase y realiza un tráfico regional con cinco subpuertos, lo que
incrementa la función de la ciudad con su hinterland.
En el plano que se levantó en 1873 se observa el emplazamiento del
nuevo muelle y su comunicación con la calle de principal tráfico desde
la ciudad, así como la localización de varios almacenes, una fábrica de
aceite de coco, un punto de construcción de buques menores y la Sociedad
Filarmónica. Se demuestra que el binomio puerto-ciudad sigue siendo

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134 Ivette García González

un componente proporcionalmente clave en la capacidad conformativa,


integrativa y diferenciadora de la región.

CONCLUSIONES

La trayectoria de Baracoa revela un proceso de conformación de una


región histórica bien particular que llega a consolidarse como tal en 1860.
Para lograr un adecuado enfoque fue necesario profundizar en su cono-
cimiento, descomponiéndola en varios aspectos dentro de los cuales,
las relaciones de diverso tipo con otras regiones del espacio caribeño —
a través de su puerto y el papel de la ciudad—, se presentan como sus
catalizadores y conformadores. Esta metodología de análisis permite una
comprensión más completa de su esencia e identidad. En cierta medida
la propia condición de limitada inserción en el entramado insular pro-
pició que aflorara una estatura distintiva con plena vigencia en los finales
del siglo XX.
Durante el periodo que transcurrió desde la fundación de la villa
hasta la década de los ochenta del siglo XVIII, la ciudad transitó desde la
decadencia, el abandono y prácticamente la desaparición, hacia la bús-
queda de soluciones individuales y emergentes para la sobrevivencia.
El meollo de esas alternativas se halló en el establecimiento de relaciones
comerciales propias y dependientes casi exclusivamente del Caribe. Ello
se desarrolló por dos causas principales: su economía marchó casi desde
los inicios en dirección particular dentro del contexto insular cubano y,
en segundo lugar, la complejidad de su topografía dificultó en grado
superlativo la creación de vías de comunicación terrestre.
Los vínculos con la macrorregión caribeña durante este primer perio-
do tuvieron varios grados de materialización: desde el intercambio in-
tercolonial con las posesiones hispánicas durante las primeras décadas de
la colonización, las acciones de saqueo por parte de corsarios y piratas
hasta mediados del XVII y la participación por consenso en el ejercicio del
contrabando intercaribeño, que fue lo más destacado y duradero. Éste úl-
timo garantizó la supervivencia de la villa durante las primeras etapas y
propició cierto desarrollo regional en los tiempos sucesivos, aunque siem-
pre retardado en comparación con las otras regiones, incluso orientales.
El valor estratégico que el punto tenía para España determinó, aun-
que de manera tardía en comparación con otras, su interés por fortificar
y estimular su progreso. Sin embargo, ese factor fue decisivo para la evo-

RMC, 9 (2000), 104-139


Vivir en la frontera imperial: Baracoa, la primada de Cuba 135

lución regional, pero paradójicamente al margen de la península, a favor


de sus vecinos más cercanos y por tanto de los rivales de su metrópoli.
Aunque la magnitud de los cambios no tuvo trascendencia nacional,
en el espacio baracoano se tradujo en importantes transformaciones que
elevaron su jerarquía por la significación del puerto en las relaciones
hispanoamericanas y caribeño-norteamericanas.
Dicho proceso condicionó una mejoría de importantes índices y favo-
reció subsecuentemente la práctica de colonizar el interior de la campiña,
hasta ese momento reducida a explotaciones dispersas hacia el noroeste,
proceso que se acelera desde mediados del XVIII, contribuyendo a que
Baracoa se delineara como región histórica, a pesar de los efectos de una
crisis regional durante la década de los ochenta.
Todos estos factores que desembocan en el estado de la región hacia
finales de la década de 1780 actúan como antecedentes directos del proce-
so evolutivo que se observa desde comienzos del siglo XIX, caracterizado
principalmente por la inmigración de francohablantes durante el paso
de una centuria a otra, que proporciona estímulo a las posibilidades eco-
nómicas y comercializadoras de la región. De esa forma se da inicio a un
nuevo periodo en el proceso evolutivo regional.
Durante la primera década del siglo XIX, aunque no desapareció el tráfico
ilícito, éste fue menos rentable en la medida en que se liberalizó el comercio
de la isla, lo que contribuyó a la ampliación de las relaciones de Bara-
coa con el área de una forma regular y legalizada. El entramado de ese tipo
alcanza definiciones espaciales duraderas hacia 1860.
Lo antes referido se efectúa en correspondencia con el incremento de
las producciones propias, la definición y afianzamiento de una estructura
económica particular y dependiendo del comercio exterior, la consoli-
dación de los partidos rurales en estrecha relación con el sitio urbano
y la ampliación de los vínculos con otros puertos de la isla, en función de
sus relaciones caribeño-insulares y con el sur y este de Norteamérica.
Los resultados más evidentes se manifestaron en la tendencia prolon-
gada al incremento de los índices demográficos, la complejización de
las funciones urbanas, la extensión al máximo posible del trazado de la
ciudad y la aparición de elementos condicionantes de una espiritualidad
propiamente regional, con el fomento de manifestaciones culturales y
vida asociativa propia. La relevancia de familias arraigadas al terruño,
y con recursos económicos generalmente vinculados al puerto, represen-
tan en la década de 1860 una elite regional denotativa de la vida baracoe-
sa, todo lo cual permite afirmar su consolidación como región histórica.

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136 Ivette García González

A pesar de los evidentes progresos a escala regional, en las estadísticas


nacionales previas al inicio de la guerra de independencia de 1868, Bara-
coa se mantiene a la zaga de otras villas cubanas en una buena parte de
los renglones de medición. Los turbulentos caminos que siguió en su
desenvolvimiento la llevaron a reclamar —sobre todo durante la prime-
ra mitad del XIX— atenciones preferenciales, teniendo en cuenta su atipi-
cidad, pero las soluciones casi siempre se dilataron mucho. Esto hizo que
permaneciera latente esa sensación de abandono por sus patricios y de
contemplación como algo lejano y exótico por el resto de los cubanos.
Aun en tiempos en que estuvo más atendida, ese fue un fenómeno visible,
por lo que en su escudo se rubrica la frase: Onmiun Cubae urbium exigua
si tempora prima ferens (Aunque pequeña entre las ciudades de Cuba, sin
embargo, soy la primera en el tiempo).
Las limitaciones de antaño y la dependencia revelan a la ciudad pri-
mada de Cuba, con un estilo constructivo austero, que no conoció de las
complejidades europeas y occidentalistas clásicas de las formas urba-
nas. De las primeras villas cubanas, Baracoa es la de arquitectura más
humilde. En ella sobresalen como testimonios de sus elementos confor-
madores sus bien conservadas fortificaciones. Sin embargo, su valor
trasciende ese plano a toda una aprehensión ambiental regional que cons-
tituye hoy lo más atractivo de ella. Se refleja esta personalidad en un
sistema cultural propio, que abarca lo étnico, lo lingüístico, lo culinario
y lo artístico artesanal en sus más diversas gamas, así como un sentimien-
to de pertenencia en sus pobladores, de especial significado.

IVETTE GARCÍAGONZÁLEZ
E-mail: [email protected]

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