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CONTRERAS, El Principio de La Poblacion de Los Economistas Clasicos Ingleses de Malthus

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UNIVERSIDAD DE MADRID

FACULTAD DE DERECHO

TESIS DOCTORAL

El principio de la población en los economistas clásicos


ingleses de Malthus a John Stuart Mill

MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR


PRESENTADA POR

Pedro Schwartz

DIRECTOR:

Jesús Prados Arrarte

Madrid, 2015

© Pedro Schwartz, 1966


EL ERIHCIPIO DE LA POBIACION EN LOS ECONCKtSIAS CIASICOS INGLESES DE

MALTHUS A JOHN STUART MIEL.

■■
o

Iv

Pedro Schwartz,
EL PRINCIPIO DE lA POBIACION EN LOS ECONOMISTAS CIA#[C08 INGLESES DE

MALTHUS A JOHN STUART MILL.

efacio.

. Intruducciûn.

. Malthus

. Los cnemigos del principle de la poblacion.

. Eendiniientos decrecientes en la agricnltura: cl modelo ricardiano.

. Un coinienzode Swciologia de la poblacion: Ricardo y James Mill,

. Neo-malthus iani smo.

. La condicion obrora: controversias de la posguerra,

. Dos corolarios del principle raalthusiano: libre importacion de alimentes y emi.


gracion.

Dos economistas : Lloyd y Senior,

a Las leyes de pobres,

I. J. hn StixTort Mill.

I. Conclusion.

bliografia.
[zo±
PREFACIO.

Esta tesiS; que se présenta para el grado de Doctor en Derecho de la

Universidad de Nbdrid_^ ha sido redactada bajo la direccion de Don Jésus Prados

Arrarte, Catcdratico de Economia Politica de esa Universidad. Le agradezco el

alionto que rue dio desde el primer instante, su paciente lectura de este tra_

bajo, y las criticas que me han permitide corregir algunos de los muchos de_

dcctos de que adolece.

Tambien agradezco a la London School of Economies y al British Museum el

que me pormitieran consultar y citar los manuscritos de John Stuart Mill y de

Francis Place, respectivamcnte.

Mcudrid, a 29 de a b r il de I9 6 6 .

Nota.

Cuando en ol prosente trabajo, aparezca en castellano el titulo de un libre


ü articule, quiere decirse que se escribio originalmente en nuestro idioma, o que
existe traduccion.

Siguicndo cl uso ospanol, y salvo indicacion de lo contrario, cuando se hable


■o "Inglaterra" se querrâ decir "Inglaterra, Pais de Gales y Escocia", mientras
que "Gran Bretaha" designara a "Inglaterra, Pais de Gales, Escocia y la isla de
ïrlanda".
Capitulo primero. Introduccion*

Este aho se cumple el bicentenario del nacimiento de Thomas Robert

Malthus. Su nombre pertenece al escasisimo numéro de apelativos de personas

famosas que han entrado a formar parte del lenguaje de todos los pueblos

civilizados: hablamos de opiniones malthusianas, como de civilizaciones

precolombij^nas, o de partidos marxistas, su fama nace de que popularizo

un problema que preocupaba en su tienpo, y que desde entonces ha traido

constante la atencion de los estudiosos de las ciencias sociales: el pro­

blema de la poblacion . un problema hoy mas que nunca présente en la con_

ciencia del mundo, pues de su solucion depende la felicidad de la parte

mas numerosa del género humano. Estas circunstaucias hacen oportuno que

se célébré y se estudie a Malthus.

Hay muchos modos de acercarse a su figura, pero hemos preferido

el historico. Lo que nos morla ante todo era la curiosidad, el deseo de

conocer la época en que vivio Malthus, los hombres que discutieron el prin-

cipio de la poblacion, las consecuencias que tuvo el descubrimiento de nues,

tro autor. îComo y por que nacio la teoria malthusiana? ^Como se desarrollo?

6Que criticas se le opusieron? ^Que adhesiones consiguioî Que consecuencias

cientificas y politicas tuvo? La présenté tesis quiere ser, pues, no un es.

tudio de las teorias y los problemas demograficos de la actualidad, sino un

ostudio puramente historico, que ha de interesar primordialmente a&qucllas

personas que, al enfrentarse con una teoria, no puede menos de preguntarse

que hombres y que^realidades yacen bajo ella.

Otro motive nos mueve, mas gratuite aun quizà pero que parece la

mejor manera de honrar la memoria de Malthus; el deseo de enderezar la ba.

lanza en que se aquilata su fama, inclinada como esta por el peso de tanta

hostilidad, tonto insulto incluso, como provoca la mera mencion de su nombre.

Tambien queremos rehabilitar al grupo de pensadores a quienes se ha yenido

en llamar malthusianos, que sufren con él de un oprobio casi general.

In hostilidad a Malthus y los malthusianos se entiende ( si bien

se perdona con dificultad) por dos razones. De una parte, dado que los reac.
cionarios ingleses emplearon a Malthus como arma para combatir toda clase

de reformas (y quo Malthus mismo tambien cayo en esta actitud) se suele

equip'arar malthusianisme con conservadurismo a ultranza. De otra parte,

principalmente a la vista del caso de Irlande, suele atribuirse a los mal.

thusianos una actitud de inmol^ilidad ante eL problema do la pobreza de las

naciones: en efecto, despues del hambre de que provoco una disminu.

cion de su poblacion de ocho a cineo millones, el pueblo irlandes empleo

metodos tipicamente malthusianos para evitar una repeticion de la catas.

trofc, y consiguio mantener estable su poblacion durante un siglo . pero

estabiliznndo tambien su economia. Se contrasta, pues, amenudo una acti

tud "malthusiana" o "irlandesa" frente al atraso economico, con una ac­

titud de "de desarrollo".

Estas cuestlones de politica economica son mucho mas dificiles

de valuar de lo que parece a primera vista, y en ello se erapleara en parte

esta tesis. Pero me.s inportancia para la rehabilitacion de Malthus y sus

discipulos tiene el valor cientifico de su doctrinal la teoria malhusiana,

con sus modificaciones posteriores, es énormémente sugerente, tanto mas

cuanto que el problema que los malthusianos se plantearon, a saber, cuales

son las causas de los movimientos demograficos aun no se ha resuelto satis.

factoriamente.
La Revolution francesa on Ingjaterra .

Las primeras noticias de la Revolucion Francesa despertaron sim..

patia on anplios sectores do la poblacion inglesa. En efecto, las opi.

niones ilustradas tenian en la clase educada gran numéro de seguidores,

quo acogieron la instauracion de una monarquia constitucional en Fran­

cia como lui triunfo para las luces. "Por otra parte, las clases pobres

del pais, que desde hacia tienpo habian estado implicadas en la lucha

por la reforma del Parlamento, sobre todo inspirados por la independen.

cia do los Estados Unidos y empujados por activistas’como el demogogo

Wilkes, se conmovieron con el cambio de regimen en Francia y se unieron

en un fuerte movimiento de agitacion popular en favor de la extension

de la democracia, Por una parte pues, se escribieron y difundieron gran

cantidad de libres donde se vertian los nuevos conceptos politicos. Por

otra, nacieron por todo el pais sociedades de ^Amigos del Pueblo'*, de

"Informacion constitucional", y Jsociedades de Correspondencia" por me­

dio de las cuales la pequena burguesia en particular pretendia préparer

una Convencion Ndcional.

El regicidio en 1793 y la subsiguiente época de Terror enfriaron

grandemente este ardor reformista. Las dudas sembradas por whigs tradi>

cionales como Burke ( cuyas Cartas sobre la Revolucion Francesa se publi.

caron en 1790) crecieron, y crecio el numéro de publicaciones antirrevo-

lucionarias. Entre los pobres se mantuvo mas tiempo el sentir radical,

pero una ola de patriotisme barrio sus ultimos restos al entrar la Gran

Bretana en guerra con Francia en febrero de 1793. Cuando Pitt y Grenville

promulgaron las notorias îsiete leyes" de 1795 para la represion de todo

tipo de agitacion politica, la opinion popular estaba claramente de su

parte (1).

(1)7- Cf. G, Wallas The life of Francis Place (London. 1398), p. 25, nota 1.
Malthus y la Revolucion Francesa,

Este es el ejnbiente ideologico en el que escribio Tomas Roberto

Malthifs (1766-1^3^)* Su padrc Daniel era hombre de ideas libérales,

emigo personal de Hume y de Rousseau, a quienes en olgûn momento llego

a alojar en su casa. El hijo, por su parte, desconfiaba de las desmesu-

radas esperanzas de los amigos de la Revolucion Francesa, y fué para de-

mostrar la vanidad de estas para lo que publico su Ensayo sobre al Prin­

ciple de la poblacion (normalmente llamado Primer ensayo sobre la pobla­

cion para distinguirlo de las muy distintas ediciones subsiguientes de

la obra).

Habia recibido Tomas Malthus esmeroda educacion, primero a manos

de tutores y luego en la Universidad de Cambridge, como correspondfa al

vastago de persona tan ilustrada. En Cambridge se distinguio en sus es.

tudios matematicos. Su caracter apacible y bondadoso le incliné sin duda

a seguir luego la carrera sacerdotal, ordenandose en la iglesia angli.

cana, y consiguiendo un beneficio tras algunos anos de espéra. Casado ya

y fartioso gracias a sus ensayos sobre la poblacion obtuvo la plaza de pro.

fesor de economia politica on el colegio de la Compania de las Indias

Orientales en Haleybury, donde enseno hasta el fin de sus dias. Durante

estes anos cultivé sélidas amistades, como por ejemplo la de Ricardo,

por encima de diferencias doctrinales, Asi, este hombre tan odiado y ca.

lumniado era persona fundamentalmente buena, que llevé la vida sosegada

del erudito, mostrando siempre la mayor paciencia ante los insultos de

sus contemporaneos.

Cuenta Malthus en cl Prefacio de su Primer ensayo ( que publicé

anonimamente en 179^) que este opuscule debia ”su origen a una conver.

sacién con un amigo sobre el tema del ensayo del Sr. Godwin, sobre ava.

ricia y prodigalidad". El amigo era su padre Daniel. Este sin duda de.

fendié la postura igualitaria de Godwin (17 56 ..1336) de que la porsimonia

servia mejor a la sociedad que la profusion, y por lo tanto la vida lu-

josa de los ricos danaba a la sociedad, mientras que Tomas se inclinaria


como en su fomosa controversia con Ricardo, por la defense de una clasc

rica que gastasc profusamente (2). "Tal discüsion", prosigue el Prefa.

cio, "plonteo la Question general de la future mejora de la sociedad".

Entonces fue cuc.ndo al hijo se le ocurrio enplear el principio de la

poblacion que luego expus o mas detalladamente en el Ensayo, para demos-

trar que una politica igualitaria supondria un retroceso social.

Dos postures han solido adopter los autores ante el pensamiento

de Malthus. La una os de total repuisa, cuyo maximo exponente son Marx

y Engels (3): Malthus quedaba dibujado como enemigo de la humanidad, acc_

rrimo oponente de toda reforma politica y de todo arbitrio para la mejora

de las clases pobres. La otra es de admiracion, por haber presentado la

lirnitacion al crccimiento de la poblacion como condicion necesaria para

ol progreso, punto de vista que expreso con gran fervor miAinn John

Stuart Mill. Despojadas de su tono extremoso, ambas aciertan en parte.

El Primer Ensayo sobre la Poblacion es en efecto cl escrito de un

acérrimo contradictor de todas las ideas que llegaban a Injlaterra desde

ol otro lado del Canal y el de un complete pesiraista respecte al future

de la humanidad. En aquel entonces, el joven Malthus "no le disgustaba

ponerles la carne de gallina" a sus lectures, como acertodamente observa

Lord Robbins (4) pues perseguia un succès de scandale para su obrita. El

mismo Stuart Mill no negaba el clarisimo caracter reaccionario de este

Primer Ensayo ( 5). Pero con la segunda edicion del ensayo ( 1303) aparecio

cl Malthus que admiraron los malthusianos: se trataba de una obra totalmente

distinta, en que cl crccimiento del numéro de habitantes no .ora^como cala,

midad inevitable, sino como un mal que los hombres podian alejar poniendo

los medios necesarios para ello.

(2 ). - Vcanso los argument os de Malthus a este respecte en los capitules XV


y XVI del Primer ensayo. El ensayo de Godwin se encuentra en The Enriquer
Reflections on education, manners, and literature (London 179TT«
(3) R. y D. Meek, Marx and E ^ e l s on Malhus (London 1953)^* Vease tambien Karl
Marx, Theorien uber den Mohrwert, traducida al francos por J. Molitor,
bajo el titulo de Karl Marx. Oeuvres completes. Histoire des doctrines
économiques (Paris, 192A- 5).
(4)._ L. Robbins, The Theory of Economic Policy in English Classical Political
Economy (195311 P« 75.
\5).- J.S. Mill, lYinciules of Political Economy (edicion variorum de la Uni­
versidad do Toronto a cargo de J.M. Robson, 1965) V, vi, 1.
El Primer Ensayo sobre la Poblacion (179-8)

El Primér ensayo era pues el escrito de un enemigo del ideario republi-

cano francos. Su objetivo principal era socavar el optimismo progresista do

los partidarids de la revolucion francesa, demostrando que la pobreza y el

vicio eran inevitables. De entre esos dos maies,'el acentd se cargaba sobre

la pobreza: en sus ptiginns aparecla ol vicio y la irregularidad sexual como

la unica defensa de las clases acomodadas para no caer en la miséria, defense

que no valia a las clases inferiores para salir do ella.

Los ensayos sobre la poblacion de Malthus podrlan llcvar como subtitulo

"^Por que hay pobreza?" Todos los malthusianos se interesaron por el mismo

problema. Estudiaban la poblacion y las leyes de su crccimiento solo en

cuanto que explicaban la pobreza. Su punto de vista era excesivamente prac­

tice, poco tcoricü, lo que quiza fuera la razon por la que no se adelantara

mas en ciencia demografica durante el periodo.

Como objeto de sus criticas Malthus escogio dos libros que tenian gran

prcdicamento entre los partidarios de la Revolucion francesa: Political Jus­

tice (1793) (6) de Godwin^y Esquisse d^un tableau historique du progrès de

1^esprit humain (379^0 de Condorcet, libros que su padre debia de admirar

grandemente. El libre de Godwin proponia la desaparicion del Estado, la fa-

milia, la propiedad, las Iglesias, para hacer la.felicidad de los hombres3 es

decir, su autor era un anarquista clasico; pudo publicarse a pcsar del recelo

de los gobornantes ingleses porque su precio lo ponia fuera del alcance de los

bolsillos del pueblo. Condorcet (17^3 179^) por su parte escribio en las condi.

clones mas extraordinarias un libre lleno de optimisme sobre el future y la

perfectibilidad de los hombres: proscrite por Robespierre y escondido en casa

de su amiga Mme. Vernet compuso en ocho meses su Esquisse sin libros para ayu..

darse y expuosto al peligro constante de ser descubierto. Terminado su tra­

bajo saliû de su refugio, fué aprèsado y se suicidé en la carcel para evitar

la guillotina. No se puede imaginar situacién mas desfavorable para componer

(o). La cdicion mas conveniente es: William Godwin, An Enquiry Concerning


Political Justice an its influence on general virtue and happiness,re
produccion: fotografica de la 3& edicion con las variantes de la la y
2Ss (University of Toronto Press, 1946)
un ^##canto de espcranza al future de la humanidad.

Godwin y Condorcet proclamaron, pues, que tanto la sociedad como el in-

ü.ividuo cran perfectibles: la pobreza podria desaparecer con la transforma.


#
cion radical de las instituciones; los prejuicios, discnsiones, costumbres

corrompidas entre los hombres, podrian desvanecerse con la difusion de las

luces. Malthus, por el contrario, afirmo en su ensayo que la miseria y el

vicio eran inevitables por ser estes los dos frenos al crecimiento excesivo

de la poblacion.

La primera teoria de la poblacion.

Su ra-zonamiento era sencillo y convincente, lo que sin duda expli ca

gran parte del éxito de su opusculo. »Creo" empieza diciendo Malthus, "que

puedo dar por supuestos dos postulados. Primero, Que el alimente es necesario

a la existencia del hombre. Segundo, Que la pasion entre los sexos es necesa­

ria y se i.nntendra aproximadamente con su fuerza présenté" (pg.4) ( ) Este

ultimo postulado le parecio necosario a Malthus formularlo porque Godwin

habia afirmado que con la evolucion de la humanidad el instinto sexual irfa

pordicndo su fuerza.

"Suponiendo", continua, "que se acepten mis postulados, digo que el po-

der de la poblacion es indcfinidamente mayor que el poder de la tierra de pro.

ducir sùbsistencia para ol hombre".

Seguidamente formula esta declaracion general de otra manera, que es la

que sè grab6 en la imaginacion de la gente.

"La poblacion, cuando nada la frena, aumenta en proporcion geométrica.

La sùbsistencia a.umenta solo en proporcion aritraética".

El antiguo estudiante de matematicas de Cambridge afiadio a continuacion:

"un ligero conocimicnto de los numéros indicara la inmensidad del primer poder

en comparacion con el segundo". La conclusion de este razonamiento se innponia

inevitablemente: "Esto implica un fuerte freno en constante operncion sobre la

(T).- En la edicion de Ann Arbor %perbacks (The University of Michigan Press)


cuyo| 1 11ulo #^Populat ion : The First Essay by Thomas Robert Malthus.
poblacion derivado de la dificultad de sùbsistencia. Esta dificultad tiene

que caer en alguna parte y habra de sentirla severamente una cinplia porcion

de la humanidad(^La presion de los numéros "aparece como un obstâculo deci­

sive contra la posible existencia de una sociedad, cuyos miembros viviesen

todos acomodada y feli^cnte, y con relativo ocio". La pobreza era, pues,

inevitable y todos los proyectos de los defensores de la Revolucion fran­

cesa eran irrealizables.

Los frenos al crecimiento de la poblacion.

El modo exacto en que tal presion se verificaba lo expresaban los dos

frenos destacados por Malthus: la. adversidad (8) y cl vicio. Inevitablemente

los habitantes do todos los paises, excepto los de los parses nuevos que go-

zasen de gran abundancia de tierras por cultiver y de conocimientos técnicos

adelantados, econtraban que el bienestar y la virtud cstaban fuera de su al­

cance. îQue lejos cstaban los dichosos y castes ciudadanos de las utopias de

^odwin y Condorcet: Los que, para, no reducir su nivel de vida, retrnsaban el

matrimonio, se vcian enpujados al vicio sexuel, con la infelicidad que este

trae a la large; los que por virtud horoica se mantenian castes, sufrian de

la adversidad del rctraso de su cntrada en el feliz estado matrimonial. En

cuanto a los pobres, que no podian terner una caida en la escala social por

un ma.trimonio presipitado, senti an los efectos del principio, o en la adver.

(3) Con esta palabra traduzco "misery", que no quiere decir miseria, sino
"condicion desgraciada del animo o de las circunstancias exteriores", con-
depto en el que el Malthus del Primer ensayo incluia. la necesidod de re-
trasar el matrimonio para no caer en la escala social.
sided del hambre, o en la adversidad de las limitaciones legales al matri.

- raonio (como las que exist ran cn algunos poises gennanicos) .

Malthus conplico un poco las cosas al introducir una clasificacion

adicional dc los frenos en preventives y positives (9)» Pero la clasifi.

cacdon inportante a cfectos de su refutacion de las teorias progresistas

es esta de adversidad y vicio, con cl recuerdo de que la causa ultima de

là existencia de estos frenos es siempre la escasez de alimentes: "la muerte

por inanicion parece ser el ultimo y mas terrible recurso de la Naturaleza"

(ed. Ann Arbor, pg. 49).

Hay que hacer alguna reflexion adicional sobre los frenos. Es muy im­

portante notar que el rctraso del matrimonio se encontraba entre las formas

posiblos de aliviar la presion de los numéros ya en este Primer ensayo. Pero

era este arbitrio causa de vicio en muchos casos, y de adversidad de todos,

pues que "todo obstâculo en el camino del matrimonio ha de considcrarse como

una clase de infelicidad". (ed. Ann Arbor, pg. 31)• En la segunda edicion

iba a cambiar este concepto del rctraso del matrimonio y OvJ.igerarsc asi en

cierto modo cl tono sombrio del ensayo, pues ya no serian inevitables la pre­

sion de la poblacion ni consiguientemente la adversidad y el vicio.

En segunda lugar, taë## los frenos describes arriba, queda claro que

Malthus no se referia al peligro en un future mas o menos lejano de que los

hombres llcgascn a estar apretados como sardinas, que es aquél en cl que pen.

saban Wallace y Condorcet. Malthus conccptuaba la presion de la poblacion

(9)•- Una cxposicion compbta de los frenos necesita de un cuadro para quedar
Clara. La teoria dc la poblacion de Malthus era una teoria de equili.
brio, en cuanto que suponia dos fuerzae en contraposiciôn y un nivel
de poblacion tal que siempre habria un numéro grande de habitantes en
cl limite de sùbsistencia, Por lo tanto, una forma altemativa de pré­
sentai' la teoria incluyondo los frenos, séria la que adopta Blaug en
su Economie Theory in Retrospect.

Capa.cidad de crecimiento | Frenos al crecimiento


Preventives Positives
(todas las limitaciones (todas las causas
de los nacimientos) de muerte)
Adversidad Vicio Adversidad Vicio
por retrasar por hambro como cau-
el matrimonio sexual epidemics da de
cnfcrmedadcs muerte
(abortos)
Instantes de produccion Escascz de medios' de sùbsistencia
corao algo sienç)rc prcsente, que se reflojaba en la existencia de pobres

en la sociedad (10) .

Ciclos economicos.

Por ultimo queda una reflexion de la maxima importmcia. La presion

de que se hablaba en cl punto anterior estaba présenté en todos los momen.

tos de la historia pero no de manera uniforme y continua. En un pasaje del

mayor intcrés I4alth s subraya la existencia de ciclos y mantienc que su

nucva teoria dn explicacion cabal de ellos.

Es curioso que pudiese considerar en 179^ que la existencia de ci­

clos economicos no era cosa conocida de todos, cuando inmediatomente des

pues de la guerra napoleonica iban a ser el topico de todos los periodicos

populares.

Esta clase de oscilacion (dice el capitulo H , pg. Il) no lo nota-


rian obscrvadores superficiales, y puede ser dificil incluse para
las mentes mas pénétrantes el calcular sus periodicos.... Muchas
razones concurrcn a que estas oscilaciones hayon sido menos obvias..
de lo que na.turaiment e podria esperarse Una razon principal
es que las historias de la humanidad que poseemos son historias solo
de las clases altas.

Pues bien, estos ciclos en cuya existencia tanto insiste se deben en

su opinion a los efectos de la constante presion de los numéros. Hay un re-

trasü en el ajuste de la poblacion a la sùbsistencia.

En una época de escasez, al estar el numéro de trabajadores por en.


cima de la proporcion de trabajo en el mercado, el precio del trabajo ha
de tender hacia una disminucion, mientras que el precio de las provisiones
tendcria al mismo- tiempo al alza. El trabajador tiene que trabajar mas para
ganar lo mismo que antes. Durante esta época de escascz, los obstâculos al
ma.trimonio, y la dificultad dc ment one r una familia son tan grandes que la
poblacion queda estacionaria.

10). ^^La verdad es que, si ol contenido de la argumentacion presentado


en este ensayo es acertado, la dificultad, lejos de ser remota, sé­
ria in^ncnte e inmediata. En coda periodo durante la progresiva ro_
turacion de la tierra, desde cl momento présenté hasta el momento en
que toda la tierra se hubiese convertido en un jardin, la necesidod
nacida de la falta de alimentes estarla presionando constantcmente
'sôbre toda la humanidad, si su condicion fuese la de E^uQCSSÏl
(Arbor, 50).
Entre tanto, la baja de salaries monotarios.debida a la mayor ofcrta

on ol mercado de trabajo, junto con el aumento de la productividad de les

obreros (il), disminuye doblementc los costes del empresario. La produc.

cion aumenta hasta que por fin los medios de sùbsistencia vuelven a la

misma proporcion respecte a la poblacion que en el periodo


del que partimos. Al ser la situacion del trabajador otra
vez tolerable, los frenos a la poblacion disminuyen en
cierto grade, y se repiten los mi smo s movimientos progre.
sivos y retrogrades con respecto a la felicidad.

En capitules posteriores del présente trabajo habra mas que decir

sobre la explicacion de los ciclos y del paro obrero que producian. Pué

este punto uno dc los desorrollos mas interesantes de la teoria malthu.

siana. Baste por el moment o con notar que ccano dijo Marx las oscilaciones

del ciclo economico son demasiado rapidas para poder explicarse por movi-

miontos de poblacion.

Antes de que, en consccuencia de un alza de salaries,


pudicra ocurrir un aumento de la poblacion reaimentc
capaz de trabajo, habria pasado una y otra vezel
tierce en el que se hayr^ llevado a cabo la campofîa
industrial, y librado y ganado la batalla ( 12) .

Aplicacion del nuevo principio.

No es necesario detallar el uso devastadôr que hizo Malthus de su

nuevo argumente contra las ideas de los "amigos de la humanidad". Cualquicr

reforma institucional profunda, y con mayor motive la supresion propuesta

por Godwin de la propiedad privada o del matrimonio ( instituciones ambas

que ccntribuian a limitar el crecimiento de la poblacion), resultaria en

(iz.; Km , ûp'ihvt^ jX lïL ^ iji.


Hft. Ç - f W » ^ f t , y i). fiec-h.

: . : ■ ■ ■

(31) Dicho cn palabras de hoy, lo que Malthus da por^supuesto es que al


subir el precio de les provisiones dobido a au escasez y caer los
salaries monotarios por razon del exceso de seproduce una
doble presion sobre los salaries realos. Si cl trabajador quisiese
ganar le que antes, habria de trabajar mas. Por lo tanto, el coste
de oportunidad del ocio aumenta y se produce un efecto substitucion
por el que el obrero tendera a trabajar mas horas (y mas intensa.
mente si contrata a destajo) por unidad de salarie. Este mismo efec­
to os el que dio lugar al aumento dc productividad de los obreros
alemanes durante la segunda guerra mundial al ser bombardeados sus
hogares.
la igualacioa de todos los habitantes del pals en el limite dql hambre.

Es curioso resaltar que ol inventor de la frase "principio de la

X)v'blaci6n" o al menosL cl autor en cl que Malthus la descubrio fué el mismo

Godwin. En su primer ensayo cita Malthus la slguientc frase de Godwin;

"hay un prinbipio en la sociedad humana, por medio del çual la poblacion

80 mantienc perpétuamente al nivel de los medios de sùbsistencia". Cornenta

M'.lthus^ t '

La unica cuestion es ^que es este principio? iAcaso una


causa oculta y obscura? ^TMa misteriosa interferencia
del ciclo que, en ciertos périodes, déjà a los hombres
impotentes y a las mujeres estériles?... jNo sera mas
bien un grado de miseria e infelicidad, el resultado
inevitable de las leyes de la naturaleza, que las ins­
tituciones humanas, lejos de agravar, han tendido a
mitigar considerablemente, aunque no puedan hacerlo de­
saparecer? (Arbor 63)

El sistoma do igualdad, pues cala a tierra pop efecto del mismo prin.

cipio Gstudiado por Godwin,

No quiere esto decir que Malthus rechazara aqui en principio toda

reforma institucional. Muchos malthusianos a ultranza, sobre todo entre

los cnemigos de cualquier reforma popular, arguirian mas tarde que era

inutil intentar la elevacion del nivel de vida del pueblo por medio de

ccmibios econoîTiicos y politicos, porque al poco tiempo el aumento de po-

nlacion anularia taies adelantos. No era tan reaccionario Malthus. Se

nostraba osccptico frente a cambios radicales en las instituciones de la

sociedad, pero admitla (aunque muy de pasada) los buenos efectos sobre el

aumento de poblacion de reformas paulatinas. En el Primer Ensayo, como es­

taba dirigido contra los revolucionarios, apenas lo apunto en una nota

(pg. 43 de la ed. Ann. Arbor) ;

"el aumento del producto de cualquier pais siempre dependera en gran


medida del espiritu de actividad que en él prédominé, y de la forma
en que este se dirija. Los conocimientos y habites del pueblô, y
otras causas temporales, particularmonte el grado de igualdad y li-
bertad civil existente, tendron siempre gran influencia en el fomento
y buena direccion de este espiritu".

En ediciones posteriores del ensayo la idea de que una buena cons-

titucion y un modorado bienestar aumentaban el control del pueblo sobre

sus propios instintos quedaria mucho mas ampli cimente expuesta sin llegar
nunca a ninguna posicion avanzoda pues Malthus séria siempre un wnig,

al contrario de les ricardinos que eran casi todos "radicales filosofïcos".

Leyes de pobres.

La aplicacion del principio con mayor trascendencia practica, es cl

ataque de K-ilthus a las "Leyes de Pobres".

En tiempo8 de Isabel I, la reina virgen, se promulgaron una serie

dc leyes economicas y sociales, de cuya envergadura dara idea el que

Sidney y Beatrice Webb prestasen el nombre de "codigo social isabe.

lino". Aparté de disposicioncs talcs como la ley de aprendices y la que

permitia la regulacion de precios por los magistrados, integraba este

codigo una ley de socorro a la indigencia.

La Reforma habia suprimido los conventos y era necesario sùbstituir

la caridad eclesiastica por la deaLgun organisme publico. Los isabelinos

cscogicron la parroquia como la unidad administrative de base; séria pues

la parroquia la que socorriese a los pobres con el producto de un impuesto

sobre imnuebles. Para tener derecho a percibir tal socorro, el pobre habia

de estar doniiciliado en la parroquia de acuerdo con las llamadas "leyes

as ont ami onto",

Este sistema habia pervivido en sus lineas générales hasta tiempo

de Malthus. A lo largo dc los siglos se habian introducido diverses re­

formas, en el sentido de perraitir a las parroquias que ensayasen nuevos

sistemas de asistencia, taies como cl alquiler de los pobres a empresa.

rios del distrito ( que dio lugar a un escandaloso trafico de ninos desde

Londres y otras ciudades del sur ogricola a Lancashire y los distritos

del norte industrial), la crcacion de asilos o "casas de pobres", la

"clasificacion" o separacion de hombre, mujeres, ninos, ancianos, enfermos

dentre do dichos asilos, y mil variantes que debido a la descentralizacion

del sistema existian las unas junto a las otras.

La innovacion mas Ikportante es la que vino a conocerse con el nom­

bre del lugar donde aparecio, "Speenhamlond" en el condado dc Berkshire.

Los magistrados de esta parroquia decidieron en 1795, en vista de la ca. ,


•restia de la vida causada por las guerras con Francia, arla^(ir al salario

de los trabajadores una subveneion en mctalico variable segun cl precio

de los alimcntos de primera necesidod. Esta medida indicaba buen corazon


*

pero confuso pensamiento; su efecto, después de una mejoria temporal de

la situacion era naturalmente un incentive, a los empresarios* a que redu.

jcran los salaries, y que pasaran parte de sus costes al municipio (13),

Dc extenderse esta«forma de subveneion, y dada una oferta inelastica de

bicnes de consumo, no podia ocurrir mâs que una espiral inflacionista, a

la que ya no se aplicarla el freno de la libre convertibilidad de la es -

terlina (porque Inglaterra habia abandonado cl patron oro en 1797)*

Saita a la vista que el sistema de "Speenhamland", e incluse todo

sistema de asistencia a los pobres resultaria, si el principio de creci.

lïiiento irremediable de la poblacion hasta el limite de sùbsistencia era

cierto, on un mayor aumento dc los habitantes erapeorandose la situacion

general (l4) .

En su Primer Ensayo dedico Malthus el quinte capitulo a la discusion

de las leyes de pobres. Très eran los argumentes principales que dirigia

contra ellas. El primero era el efecto sobre los precios de un aumento de

rentas monetarias de los pobres sin que disminuyese el consumo de los ri­

cos. El segundo el fomento de la falta de prevision de los pobres al ayu.

darlos si caian en la indigencia. El tercero la grave lirnitacion de la li_

bertad de movimientos y de la optima colocacion del factor trabajo, por la

causa de las"leyes de asentamiento".

En cuanto al primero, suponia Malthus que la oferta de alimentes

era muy rigida, y por lo tanto, los subsidies monotarios a los pobres no

inducian mayores suministros sino solomente un alza de preciosj maxime(ana.

dia) cuando era sabido que una mayor remuneracion monetaria llevaba a los

obreros a trabajar menos (en detrimento de la oferta de bienes de consumo).

■riaV, ■ MFirv, Capital/ vol. II, cttadu en Mnrac 1 m ^Ithucj tex,


triH--ooii?r(sj.onad?is pnr B, Moote y D. Heeh (LoBdrea"l953), pi
(3-3). de cuyos gastos dichos empresarios solo sufragaban una parte.
( l4). Incluse la de las clases altas que tendrian que pagar impuesto s
municipales mas altos.
En su razonamiento suponia* tacitomente que las islas eran una economia

cerrada (no hay que olvidar que en aquel tienpo cstaban los ingleses en

guerra con Napoleon) y no examinaba en absolute el incentivo que supon­

dria una rcgularizacion de las Importaciones de trigo por Inglaterra so­

bre la produccion de este alimente en cl extranjero, fenomeno sobre el

que iba a gira^ron parte dc la controversia posteriof.

El segundo es el que mas dolio a la opinion popular. Afirmaba Mal­

thus que la scguridad de obtener asistencia parroquial en caso de nece-

sidad; inducia al pobre a casarse sin pensar en el future y que la su­

presion de toda espcranza de ayuda le acostumbraria a la prudencia. "Por

dura que parezca en casos individuales" decia Malthus en frase que tenia

la virtud de provocar la ira de muchos lectures, "la pobreza dependiente

deberia considcrarse deshonrosa". (ed. Ann Arbor 29). Como se vera, los

escritores populares por su parte, insistian mucho en la idea dc que las


* , /
rcalidades del sistema economico hacian inutil que el obrero fuese prcvi-

sor: las crisis economicas que a intervalos irregulares afectaban al pais

cchaban por tierra el débil entramado dc proteccion que el obrero hubiese

lovantado con su corto sueldo cn las époeas de prosperidad.

El terccr argumente apuntaba a un importante defecto del sistema

de asistencia de aquellos- tiempo. Las leyes de asentamiento daban lugar

a toda clase de abuses, desde la expulsion por la fuerza de trabajadores

que estuviesen a punto de ganar el domicilie en una parroquia, hasta el

transporte de obreros parades a su parroquia de origen; siendo induda.

blemente Origen de rigidez en la colocacion de la mano de obra.

La primera de las soluciones (mejor dicho, paliativos, pues afirmaba

Malthus que "paliativos son todo lo mas que permite la naturaleza del

caso" (Arbor, pag. 33)) aportados por el economista ingles se relacio.

baba precisamentc con las leyes de asentamiento: "la total abolicion de

todas las leyes de parroquia existantes."

Esto al menos ^aclaraba Malthus) darfa a los braceros de Inglaterra


libertad de accion, que dificilmente puede decirse que posean en el
momonto présenté. En estas circunstancias podrian asentarse libremento
y sin.' intcrrupcion, donde quierâ que hubiese posibilidades de mayor
abundancia de trabajo y un mayor precio do la mano de obra. (Arbor,
p. 33).

El segundo paliativo era de menor importancia, pues prorito'lo iban

a transformar los malthusianos on un clamor por la robaja dc los aran_

coles sobre la importanion do alimentes : se trataba de una propuesta de

incentives a la agricultura,

El tcrcero sc ha notado mucho menos, encubierto como estaba por la

pr jpuesta de abolir el sistema existente dc ayuda parroquial. Se trataba

de la fundacion "para casos de extrema necesidad^de casas de trabajo para

cada condado, mantenidas por icçuestos reales sobre todo el reino, y

abiertas a personas de todos los condados, e incluso de todas las na­

ciones." Una idea sernejante constituyo el nucleo de la reforma de las

leyes de pobres dc 1^34. "El regimen habria de ser duro y los que pu_

diesen habrian de estar obligados a trabajar. Seria descable que no se

consideraran como asilos acogedores en todas las dificultades, sino me.

ramente como sitios donde hubiese algun alivio para la indigencia ex

trcma." (Ann Arbor., p. 34).

Asi pues, el tono de M-ilthus era impacable, y su esPeranza de que

se resolviera el problema de la pobreza, nula." El evitar la periodica

aparicion de la miseria, queda, por desgracia, fuera del poder del hom­

bre." (Ann /orbor, p. 34).

6Es refutable la teoria del Primer Ensayo?

En resumen, Malthus present6< en su Primer Ensayo de 179^ una teo­

ria biologica de la poblacion. A pcsar de todos los elementos sociolo-

gicos que considéré a lo largo de su disertacion, la raza humana como la

de los demas animales crecia hasta el limite de la sùbsistencia.

A traves del reino animal y vegetal, la Naturaleza ha desparramado


las semilias de la vida con mano por demas prvfusa y libéral. Se ha
mostrodü relativemente avara en ol espacio y alimente necesarios para
criarlas.... La Necesidad, esa impcriosa y ubicua ley de la Natura­
leza,, las restringc dentro de los limites prescrites. La raza de las
plantas, y la raza de los c-nimales se encogen bajo esta gran ley res
trictiva. Y la raza del hombre no puede, por cualquier esfuerzo de la
razon, escapar de ella. (Ann Arbor p. 5).
En una situacion de igualdad, todos los hombres se encontrarion pe.

riodicomente en la linca del hambre. En una sociedad en la que existieran

diferencias de clase, solo los pobres se dejarian llevar por el impulse

de reproduccion pues nada tenian' que perder. Los ricos evitarian caer en

la escala social, retrasando su matrimoni-' con la ayuda del vicio. En ra

zon le ello era imposable "la existencia de una sociedad cuyos miembros

tudv.'S viviesen en comodidad, felicidad y ocio relative." ('Ann Arbor p. 6).

La primera pregunta que se ha de hacer sobre una teoria cientifica

es si es posible concebir algun hecho real que, de tener lugar, pudiese

c.ntradecirla. Es decir, hay que preguntarse si es refutable. Por ejem­

plo, como se vera mas abaju la teoria de la poblacion trJL y como la for

mulü Ricardo es tautologica o irrefutable porque aparentemente cualquier

situacion concebible de la poblacion en un pais la confirmaria, fUese

cual fuese cl numéro, densidad, relacion con la renta nacional, distri-

bucion por edades y sexos de sus habitantes. En tal caso esa teoria por

grande que fuera su importancia politica carece de interés cientifico

porque no dice nada sobre el mundo real.

^Existe alguna situacion concebible que, caso de presentarse, de.

mostraria lo erroneo de la teoria contenida en el Primer Ensayo? La res

puosta es que si, y que de hecho hay que considerar esta teoria como re

futada.

Hay gran confusion sobre lo que concretamente predice la teoria

biologica de Malthus. Los ricardianos de la segunda generacion, taies

cornu el economista N. W. Senior, consideraron que el peligro raalthusiano

habia pasado, que habia sido una falsa alarma, al leer los resultados de

1--S censos dccenales. El primero de los censos de poblacion ingleses se

compilé en el aho ijoi, y para los malthusianos vino a confirmar todos

los temores expresados por el maestro. En efecto, las cifras mostraban

que la poblacion inglesa habia auraentado notablemente en la segunda parte

del siglo XVIII, con lo que quedaba zanjada la larga controversia sobre

si el pais se estaba quedando o no despoblado. Pero el cuarto censo, el

de I&3I; mostro que el crecimiento habia disminuido en intensidad. Dedu


II. 16

jer n Senior y otros economistas ingleses que el peligro de un crecimiento

continuado de la poblacion habia desaparecido, y que, por lo tanto, el

principio de Malthus era rechazable. Pero la teoria de Milthus no prede.

cia un crecimiento continuado de la poblacion.

Tampoco supondria una refutacion el apuntar a^ crecimiento del su

ministre de alimentos, ya fuese por adelantos técnicos, ya por la apertura


I
do nuevas tierras productoras ayende los mares. Con sus dos progresiones,

la geométrica y la aritmética, Malthus queria decir que la poblacion siem-

pru îUtodecia a crecer mas aprisa que la sùbsistencia. No predecia la per­

pétua inmobilidad de ambos factores.

La teoria adelantaba una prediccicn: la de que las fuerzas contra-

puestas de sùbsistencia y numéros tendian a un punto de equilibrio. Pre­

decia la perpétua inmobilidad de la relacion de sùbsistencia a numéros.

Por no darse en la realidad la perraonencia de este equilibrio es por lo

que se la puede considerar refutada.

6Cual era el punto de equilibrio predicho? Como acertadnmente in_

dica el profesor Stigler, Malthus en el Primer Encayo predice que la can.

tidad de ali ento per capita , cualquiera que sea el numéro y la produc-

tividad de la poblacion, se mantendra en cl nivel de sùbsistencia (15).

'I 5T Siÿongasc que la primera teoria de Malthus viene expresada por las
siguientes funciones:
^1) 8 = t4- 1 *
(2) N = 2 t
^3) k = 8/N = 1

siendo S el producto o sùbsistencia total, que aumenta en funcion del


tiempo, N cl numéro de obreros, que también aumenta en funcion del
tienqpo, y k el salario minirno o linea del hambre. Es importante notar
que a Malthus no le importaba la relacion entre producto y poblacion
sino entre consumo y poblacion (véase nota siguiente). Con estas fun­
ciones puede construirse el siguiente cuadro:

t 8 N 8/N
o 1 o - Cuadro 1 A
1** 2 2 1
2 3 4 3/4

* Esto se supone para que pueda ponerse el modelo en movimiento


y podria corresponder a frutos expontaneos de la tierra. Cf.
G. J. Stigler, J. P. E., 1952.
** t. = 1 = 25 anos. C
Dibûjese la curva de renta media: W
II rr.

hcibrcu lugar a fluctmciones clcllcas com) las que ostudio Malthus en el se_

gundw' capitule cle su ensayo, y a diferencias entre clases protogidas por la

institucion de la propiedad, pero a largo plazo las clases bajas habran 4è

mantonerso cn la linea del hcmbre. Si una serio do buenas cosechas o la

apertura de una nueva fuente de suminlstroq, aumenta permanent ement e la

oferta de provisiones, o Una epidemia disminuye el numéro de bocas, la .po­

blacion tendera a crecer hasta que el alimente p er capita vuelva a la li.

ne a del hombre. Viceversa, una sequia, o una inmigracion, produclra nortoa-

dad hasta que el sistema vuelva al punto de equilibrio. Recuerdese la frase;

"El evitar la periodica reaparicion de la miseria, queda por desgracia,

fuera del poder del hombre." Por 16 tanto se habra de considerar refutada

la teoria si en un pais viejo" tuviese lugar un periodo prolongado (l6) en


• . 1.

Continua la nota ^15)

o Fig_. 1_A

a mono S que aunente la productividad [lo que Malthus en su capitulo I oli


mina explicit criente) la poblacion de equilibrio N- = 2
Supongase que baste media unidad de S para vivir, es decir que
3) k = 1/2 . Con esta nueva funcion el cuadro apareceria de la siguiente
forma: '
t S N S/N
0 .1 0
1 2 2 1 Cuadro 1 B
2 3 4• 3/4
3 4 S 1/2

La nota(l6) a continuacion de la 15.


Gonbinuà la nota

La curva de renta media apareceria asi:

Supôn,^a5o por fin, para ilustrnr con mis claridad adn el fUn cio-
r,ami en o de este modèle,que (3) k * •= 1/16 . Con esta nueva funciôn el
;
cuadro anareceria asi:

t S •N S/N
0 1 0 -

1 2 2 1
2 3 4 3/4
3 4 8 1/2
Cuadro 1 C.
k 3 16 3/16
5 6 32 3/16
6 7 64 7/64
7 8 128 1/16

La curva de renta media aparecerd asi:

k"

- — %

(16) Cuin prolongado, véase figura 2. Hav que notar que e n d First
la funciôn de S no es Una funcidn de rendimientos decrecientes al esti-
lo de los opûsculos sobre la renta eue se discutirdn on el prôximo ca*-
pitulo. SI crecimiento de la sùbsistencia lo présenta Malthus corao una
funciôn lineal del tiempo. Por motivos aludidoe en el texto mis abajo
no relaciona mano de obra con aumento do producciôn* La tinica rolaciôn
entre ndmeros y alimento es la inversa • que loo hombres necesitan
corner ; el producto .per capita, por lo tanto, es para Malthus una rela-
ci6n de conoumo*.
El grifico 2 quiere hacer explicita la relaciôn entre el tiempo
por una parte y los ntümero s y la sùbsistencia per otra. El primer caso
es el de la Pig. 1 A, en el que k » 1. Las funciones^son las raismas.
(Continua.
II 19

lincc. del hoinbre. El profesor Stigler concl\aye ncertadcjnente que la teoria

signe la nota l6

(1) S * t 1 (if) S * N
( 5 ) f l - 2 *
,k » 1 (6) t ■ 1 ; S » 2; K - 2

Si ahora se supone que es posible vivir y reproducirse^ (3) k. =


'4) N » 165: 5 (16 t + 16 » 2t;(6) t = 7; 8 « ; H = 12 , La longi-
tud del periodo dependera excluido cualquier ceiabio on las funciones
de produccion y de crecimiento vegetatiyo, del valor de k . Véase la
representacion.grafica on la fig. 2

N;

z—

El equilibrio tarda en llegar mas periodos cuanto menor sea k. En el


caso de k''= I/16, el equilibrio llega a los siete pcriodos de 25
anos, os.decir a los 175 ofios, de comenzado cl crecimiento de la po ­
blacion.
Suponiendose por otra çarte que todas las funciones incluida
la de k son astables, se podra calcular cuanto tordara en reponerse
un pais con esas funciones de cualquier pérdida de poblacion, hasta
quedar otra vez restaurado ol equilibrio.
II 20

del First Essc.y al considerarsc refutada.

No hace falta pararse a pensar mucho tlempo para ver gue esto es

asi. Inglaterra, el pals para el cual Malthas escribio su enSayo era un

^'pais Viejo", en cl sentido de que no tenia tierras vlrgenes y fertiles en

^ran cantidad. A pesar de elle, el nivcl de vida de todas sus clases so­

ciales ha mostrado una tendencia secular al alza. La teorla del First Essay

es falsa.

Una teorla interesante

No hay que pensar por ello que carezca de interes. For el contrario

es una de las teorlas m s importantes de la historin de las ciencias socia­

les. Para quiones inidan cl intercs de las ideas por su influencia practica,

hay que subrayar que dcstruyo para sieiapre la ingenua conviccion cameralista

y mercantilista do que una gran poblacion equivalla a riqueza y poder para

cl pals en que radicase; y que tuvo grandes repcrcusiones an la politica

economica, inglesa y alémana del siglo XVIX. (17)..PGr% quienes se fijen en

la relacion de las ideas del pasado con los problèmes del présenté, no hace

falta recorder que el 'i)roblema de la poblacion" es uno de los mas acuciantes

del mundo actual.

Pero mas que todo eso iraportan las consecuencias de esta teorla en

el terreno cientlfico. Ella marca la verdadora iniciacion de los estudios

demograficos y de ella nacen las teorlas de la poblacion que se discuten

h'jy en dla. Hubo quicn precedio a Malthus por el pamino de una explicacion

universal para los movimientos de poblacion. Pero la suerte le deparo a

este un momento propicio y una pluma, facil, Con su ensayo, los problemas

de la poblacion entraron en la conciencia popular.

Mas aun, con la teorla de Malthus, aporocicron en el mundo cientl

17) Para su influencia en Inglaterra vease mas abajo. En cuanto a la eu.


riosa influencia en los palses germanlcos plasmada en fuertes restric-
ciones al matrimonio, vease D. V. Gi , "Malthus and the Limitation
of Population Growth" en Introduction to Malthus, seleccionado por-
D.V. Glass, (Londres 19531 > pag. 39-47.
fico nociones tales como la del equilibria ecol6gica, a de la capacidad de

las especies de desarrallarse hasta el limite que le marque la subsistencia

que dieram fruta en ciencias ajenas a los sociales, Por ejemplo, constitute

algo m6s que unq mera caincidencia el que tanta Charles Darwin camo Wallace

(18 )
descubrieran la tearia de la evaluciôn leyendo el ensayo de Malthus,

Par fin,la presentaci6n misma de la tearia es digna de elogio* El Ensa-

yo sigue hacienda gran efecta sobre el lector. Es cierta que Malthus no fue

objetivomente original, en cuanto que otras muchas autares, dosde Giovanni

Botero en el siglo XVI hasta Contillan y Adam Smith en el,XVIII presentaron

la teoria "malthusiana" can tados sus elementas, Schumpeter, can el cela del

buen historiodor,présenta una capiosa lista que el lector curiasa padrfi con-

sultar, Malthus misma era consciente de sus deudas:

El..,,argumenta que vay a presentar ciertamente na es nueva.Los


principles de las que depends las han explicada en parte Hume, y
m6s ampliamente el Dr, Adam Smith, El Sr, Wallace la,ho aplicado
al presents tema (las sistemas politicos utôpicas), aunque sin pres«
tarie la importancia que merece, a deade el punta de vista mâs efi-
caz, (ed. Ann Arbor, pâg, 3) ^^9)

(IB).- Darwin, Autobiagrafia, p. 57. Para las pasajes referontes a Malthus


en las obras de Darwin y Wallace véase McCleary, the Malthusian Po­
pulation Theo r y , pfig. 171

(19).- David Hume, "Of the Populausness of Ancient Nations" en Essays Moral.
Political on Literary (1752) discutido par Wallace on A dissertation
on the Numbers of Mankind in Ancient and Modern Times, in which the
superior populausness of antiquity is maintained (1753),

En el Prefacia de la segunda edici6n dice Malthus la siguiente: •


"Las unicos autares de los que habio deducida el principle (para el
Primer ensayo) ,,, eran Hume, Wallace, Adorn Smith y el Dr, Price,,.
En el curso de la presente investigociôn me encantré que se habia
hecho mucho mâs de la que ya pensoba cuanda publiquô este Ensayo
por primera vez ... Platân, ... Aristôteles, ,., Montesquieu, el
Dr, Franklin, ••• Sir James Stewart, .*. Mr. Arthur Yaung, ,,, Mr.
Townsend
de lofe Nociones (1776), présenté una situacién quizé menas urgente, pero no

*20)
menas desesperada la de su disclpulo inglës • Sin embargo, hay que reca-

(21 )
nocer a Malthus la originalidad subjetiva de presenter su principia con­

cise y elegantemente, en forma que llamase la atenciôn de sus lectores; de

□mpleorlo coma piqueta de domolicién de la Nueva Jerusalênj de utilizerla

para defender la necesidod de institucianes taies coma la propiedad privada

y el matrimonio, y para atocar la exixtencias de atrasIncarna las leyes de po-

bros; de usorlo, par fin, para axplicar las movimientos ciclicas de la eco*

nomia, las grandes vicisitudes de la historic, conquistos, calanizaciones,

guerres, invasianes. Tado ella atestigua una omplitud de visién, una genero-

sidad de la imoginacién, na muy frecuentes en la histarâa del pensamiento

econémico,

Critica de las progresiones u las frenos.

Una vez refutada la tearia biolégica del Primer ensava. es nocesario

descubrir en sus oxiomas y supuestas reales la fuente o fuentes de error.

Solo de esta forma cobia la esperonza de encantrar el comino de atra tearia

que incorporose la aprovechable de la refutada pero al tiempa evitara los

errores do 6sta

Tanta las progresiones coma las frenos âsperamente criticados par los

adversaries de Malthus. En cuanto a los progresiones, John Stuort Mill re-

(20).- Menas urgente parque creia pasible que la condicién de las clases
trabojadoras se mantuviose préspero mientras hubiero crecimienta eco-
némica; tan pesimista parque na ténia esperonza alguno de que los
hombres supieron limiter sus numéros al llegor al estoda estacionarib.
(21),- Malthus creia, segun dijo en au Prefacia, que su originalidad cansis-
tio, no on haber dicha que la pablacién ténia que mantenerse al nivel
de la subsistencio, la que yo habian vista muchas autares, sino on
haber deacubierta qu6 fronas impedian au crecimienta y coma afecta-
ban estas frênes o las institucianes politicos y sociales, y o los
propüostaa por su reforma,
(22),- La falta de reolisma de los axiomas de una tearia na la invalida oer
s e . parquo con talos obstraccianes quizfi se eliminen factares innece-
sarios para la explicacién del casa entre manas, Los defectos de las
progresiones na refutan la tearia de la pablacién. Fera una vez refu­
tada 6sta, cabe buscor en los supuestas la fuente de error, coma en
cualquiera atra porte de la tearia.
sumj.j la opinion general al decir que eran"un intento desafortunado de dar

precision numer^ca a cbsas que no la admiten."

Critica do la progresion geomctrica.

Hay que distinguir sin embargo entre la progresion geometrica a la

que crece la poblacion y la aritmetica a la que se dcsarrolla la subsis.

tencia: mientras la primera es una aproximacion aceptable de la capacidad

reproductora de la especie hwiiana^ la segunda hay que rochazarla eh absolute.

Es Importante subrayo.r de paso que el enpleo de la palabra "capaci­

dad." reproductora en vez de"tendencia" es consciente, pues era capacidad a

que Malthus se referia en realidad, aunque solo fuera porque la misma li .

mitacion de alimentes hace imposible que la poblacion tienda a crecer tanto

como es capaz de hacerlo. Sobre el significado de la palabra"tendencia" sostu.

vo on los ultimo8 anos de su vida una polemica con Senior de la quà se

hablarâ en un capitulo psterior.

Es cierto que una propension geométrica con razon dos no puedc decirse

que describe, excepte por una coincidencia muy improbable, el poder, la capa

cidad total, de crecimicnto de la poblacion. Hay una curiosa tendencia

general a aceptar la progresion geométrica presentada por Mrtlthus; ello se

debe a que es psicologicornente plausèblc. Nace esta anticipatio mentis, de

la tendencia general a pensar en la reproduccion por mitosis cuando se

habla de un organisme que se propaga rapidemente: si el progenitor^ê divide

en dos, como lo h/ee la rjneba, y la proie a su vez en dos, no ocurriendo la

muerte del individuo mâs que en el memento de la reproduccion, entonces

la progresion geometrica propuesta en el First Essay rige exactamente. Pero

cuando se acepta que sean dos los progonitores, que puedan sobrevivir al

nacimiento de los hijos, y que posean la capacidad de tener ma.s de cuatro hi


(23)
jos , el crecimiento no puede seguir exactamente la série 2 , L, 8 ,

(23)
Malthus suponia que los matrimonios tenian normalmente seis hijos,
pero dos de ellos, o morian en temprana edad, o no se casaban, o no
tenian descendencia.Por otra parte el crecieminto que suponia esta
tasa geométrica, lo que equivakdria a un crecimiento de arual
Sin embargo esta serie es una aproximacion aceptable: la poblacion puede

crccer a un ritmo qua représenta bien una progresion geometrica si no sc

especifica su razon. Como lo exprèso J. S. Mill: "la capacidad de crecimiento

es siempre la de crecer en progresion geométrica, solo la razon numérica es

diferonte,"

Si la progresion geométrica expuesta por Malthus se toma como expre-

sion de la capacidad de la poblacion para crecer, hay que concurrir con

alguno8 malthusianD8 en que se quedo corto en sus calcules. James Mill en sus

Elementos llego por ejenplo a la conclusion de "que la poblacion...tiene

tal tendencia a incrementarse, que le permitiria doblarse en un pequeho nu.

mer 3 de anos", menos de los. veinticinco que senalaba Malthus. Hoy en dia , un

critic j de Malhhus, cl Dr. Richard Blaug, habla de quince anos como el perio..

en cl que podria doblarse una poblacion si creciese al maximo de su capacidad.

No irporta que no se hayan observadd casos reales de crecimiento a

esa velocidad, porque por hipotesis la poblacion ha de crecer al mismo ritmo

que los alimentes. La idea de que los supuestos de una teorla han de ser

necGsariamente observables es un prejuicio positiviste que no hay que toma::


(2L)
en cuenta. La inmehsa capacidad de crecimiento de la poblacion es dedu.

cible de la constitucion fisiologica de la mujer. Fue esta precisamente la

base que escogio James Mill en sus Elementos par^su teoria de la poblacion.

"La tendencia natural de la poblacion a aumentar se ha de deducir de...la


a
constitucion fisica de la hembra de la especie humana." (3 éd., p.46).

En resumen, a pesar de sus defectos, la "progresion geométrica" de

Malthus aporto una idea de la. mayor iizportancia : que la capacidad biologica

de la humana para reproducirse era mucho mayor que cualquier ritmo de

crecimiento registrado en la realidad. Esta idea no es tan évidente como

pudiera pareccr. En el siglo pasado, por no citer mas que dos nombres,

Michael Sadler y Herbert Spencer, afirmaron que la capacidad de reproduccion

(glQ--------
De todas formas Malthus se enfrento de antemano con taies criticas bus.
cando casos que mostrazen un crecimiento cercano al limite, taies como
nuevas colonies, recij^eracion del numéro de habitantes despué s de una
pestilencia o una guerra que no hubiesc afectado fundamentaimente la
capacidad productive.
disminuia con el progreso, social para el primero, biolpgico para el segundo,

como vcromos en el proximo capitulo,

Critica a la progresion aritmetica. . *


0 , “,
El comentario mas iiïç)^ante sobre la progresion aritmetica de Malthus,

y on general sobre la ley de rendimicntos decrecientes en la ogricultura, se

debe a Edwin Cannan en su libro, Teorias de la produce ion y de la dis tribu,

cion (1893). Sobre cl tema de la progresion aritmetica dice: "imaginar que el

Ensayo sobre^el principio de la poblacion se base alguna vez en la ley de ren.

dimientos decrecientes es confundir el malthusianisme como lo expus o J, S. Mill


(25)
con g1 Malthusianisme como lo expus o Malthus."
(26)
Lord Robbins, en su libre sobr la politica economica de los ciasicos

ha criticaào acertadaraente esta afrimacion de Cannan en lo que respecta a la

S'ogunda edicion y siguientes del Ensayo, pues en ellas Malthus introdujo for:.
Cl
malme^te la Icy de rendimientos decrecientes en sustitucion de su progresion

aritmetica, Pero en lo referente al First Essay sigue en pie lo que dijo

Cannan.

Se ha dicho a mcnudo, siguiendo a Stigler, que Cannan se equivocaba tam

bien sobre el Finest Essay y que la progresion aritmetica no era mas que una

forma rudimentar-ia. de expresar la ley de rendimientos decrecientes historicos.

Como base a tàles afirmaciones se apunta que esta progresion, tomada en rela_

ciôn con el crecimiento geometrico de la poblacion, es decir de la mano de

obra, de hecho supone una caida de la productividad marginal del trabajador.

Pero esto es olvidar que, tal y como lo expresa Malthus, el crecimiento de

la produccion agricole es funcion del tiempo y al parecer independiente de

la mano de obra ompleada. Con ello sin duda queria Malthus salir al paso

de los argument os populacionistas vulgaresde que coda niho vlene con un

pan debajo del brazo, o que cada boca tiene dos mânes. No relaciona en abso.

(257
E. Cannan, Historic de las teorias de la produccion y distribucion en
la economia politica inglesa de 177Q~^ 35fô.(Fondo de cultura economica,
Mexi co, 19W ), p. 16^
1.
(96)
L. Robbins, The Theory of Economie Policy In English Political Economy.
Into el animento do mano de obra con el anmento de produccion. La unica

relacion entre numéros y alimentes es la inversâmes una relacion de consume,


¥
nacida de que los hombres neccsitan corner para vivir.

De todas formas,la progresion aritmetica adolece de un defecto,en

comun con la ley de rendimientos historicos decrecientes; que pretende

elevar a la catégorie de ley universal de la produccion agricole lo que todo

lo mâs podria ser una mera tendencia. Malthus excluye todo adelanto tecno.

logico de su descripciôn de la futura historic agricola. Dice;

Concederé que ,por medio de la mejor politica posible,arando


mas tierra y con grandes inventivos para la agriculture el
producto de esta Isla pueda lograrse en los primeros veinti­
cinco anos....En los veinticinco anos siguientes,es imposible
suponer que el producto pudiese cuadruplicarse.(Ann Arbor,p.8)

Esta claro que no entraba en sus calcules la introduceion en el proceso

productiv^^rnmn lo ofi el prcdeeir ol -ourco fttturo do la hiratoria»Cannan

hacia bien en llamar a la referida tendencia de rendimientps historicos


(28)
decrecientes una"pseudo-ley". Con igual razon es esto cierto de la

progresion aritmetica.La unica leccion que esta sugiere es la gran probabili

dad de que sea dificil aumentar la produccion al mismo ritmo que la poblacion

si esta crece al mâocimo de su capacidad.

Critica de los frcnos.

Malthus no abandono la teoria del First Essay por haberse convencido

le que ol nivel de vida de todas las clases sociales estaba subiendo, sino

por un cambio de opinion sobre los frenos. El freno ultimo era la falta de

medio8 de subsistencia. Segun lo exponia en esta primera version,para, los

animales y las plantas el efecto de este freno de ultima instancia era sen-

cillo :

A todos ellos les impele un poderoso instinto a aumentar su especie


y este instinto no lo interrurapp ningun razonamiento o duda sobre
como subvenir a las necesidades de la proie.Dondequiera haya libertad

(27)
G.J.Stiigler ,Journal Of Political Economy ,1952.
(23)
Por ejoraplo on la pagina iS5 do la traducciôn esponola
se ejerce el poder de a\jmcnto, y los efectos super abundant es quedan
reprimidos luego por la falta de espacio y aliment o, lo que es co­
mun a animales y plantes, y entre los animales al caer presade
otros. (Ann Arbor, pag. 10) .

Entre los hombres la operacion del freno ult mo es mas complicada, anade.

Pero en el First à- Essay la reaccion del hombre mismo era en fin de cuentas

?Tieramente mecânica, una obediencia casi inevitable, sobre todo en las clases

mâs bajas, al impulse biologico. El hcanbre antes de casarse duda, "iNo redu.

cira su posicion. en la vida?.., y si tiene una fandlia numerosa ^bastarân

sus mayores esfuerzos a mantenerlos?" Pi'osiguc MaltAus: "taies considéra.

clones tienden a iirpedir y ciertamente irapiden que un gran numéro de hou.

bres en todas las naciones civilizadas sigan el dictado de la naturaleza

con una tempranÀ. union con una unica mujer". Y prosigue: "esta retencion

casi necesariamente produce vicio, aunque ( anade el sacerdote curandose en

sodud) no con absoluta necesidad". En las clases bajas tal escape en brazos

do la esterilidad viciosa no ténia razon de ser, pues faltaba el estimulo

de una posicion que mantener.

Tal imagen del hombre era sicologicamente poco pausible, y ademas

dificil de sostener para un ministro del Senor. En la segunda edicion iba a

admitir la posibilidad de otro freno, el de la "disciplina moral", esdecir

el rotrasar el matrimonio sin llevar una vida viciosa, que âbriria lapuerta

a la idea de que la humanidad podia contrôler su numéro sin infringir la mo­

ral. El Hombre ya no era necesariamente esclave de sus impulses sexuales,

El Segundo Ensayo (1B 03)

Menos paginas son necesarias para comentar el nuevo trabajo que

présenté Malthus al editar otra vez su Ensayo sobre el principio de la po.

blacion (lB03)* La segunda edicion era un libre distinto por su teoria, su


, (29)
metodo, su intencion. A todas luces era un libre de menor calidad a pesar de

(297
El mismo titulo cambio: el First Essay se llamaba, "Ifo ensajo sobre el
principio de la poblacion, en cuanto afecta la mejora futura de la so-
ciedad, con reflexiones sobre las especulaciones de Mr. Godwin, fW. Con­
dor cet, y otros escritures"; la segunda edicion por el contrario, "Uh
ensayo sobre el principio de la poblacion; o, un examen de -sus efectos
pasados y présentes sobre la felicidad humana; con una investigacion
sobre las posibilidades de la desaparicion o mitigacion futura de los
maies que ocasiona."
ser mas pausible la hipotesis en el presentada, o quiza por ello mismo,

pues nada hay mas pausible que una verdad de Perogrullo.

A lo largo de todo el presente trabajo (dijo en el prefacio a la


segunda edicion) me he separado del principio de la anterior, en
cuanto que he supuesto la accion de otro freno a la poblacion
yie no cae bajo las catcgorias de vicio o de adversid^; y en la
ultixiia parte he intent ado suavizar las conclusi ones mas severas
del ensayo.

Desde el punto de vista teorico, pues, el cambio mas interesante

es la adicion del freno de la "disciplina moral", a los de vicio y adver.

sidad bajo los que se habian resumido todos los obstaculos al crecimiento

de la poblacion. Consistia esta disciplina moral^en primero, retrasar el

matrimonio hasta el momento en que uno pudiera prever que le séria posible

mantener una familia en el mismo piano social que de soltero; segundo, h ^ r l o

sin por ello satisfacer irregularmente el inq)ulso sexual; y tercero (se po­

dia ahadir adelantando algo do los capitules que siguen), no enç)lear metodos

anticonceptiVOS durante el matrimonio.

Dicha modificacion le fue quiza sugerida por Godwin, uno de los

autores contra los que habia dirigido su First Essay. Godwin, al descubrir

quion era el autor del ataque, quizo conocer a Malthus y lo busco en Londres

Debieron hablar del tema por lo que se deduce de una carta de Malthus a
(30)
Godwin el 20 de agosto de 1799» Godwin, que habia inventado la frase

"el principio de la poblacion" en su Political Justice, habia quedado muy

impresionado por el First Essay , llegando incluso a admitir que no dudaba


(31)
do que el argumente de Malthus fue se verdadero. Penso, sin embargo, que

Malthus habia dado demasiado poca importancia al "freno prudencial", es de.


(32)
cir, a la costumbre de -.retrasar el matrimonio. Debio decirselo asi a

Malthus, quien le escribio en la mencionada carta entre otras cosas;

'(30)
Inqpresa por primera vez por C. K. Paul, Godifin, His friends and Contem­
poraries (iBTô), volumen I pag. 321 a 325. Reproducida por Ronar en su
edicion de 1926 del First Essay de Malthus para la Royal Economic So­
ciety, pag. Ill a VIII.
(31)
Godràn, Dr. Parr's Spltal Sermon (iSOl), p. 74

(32)
Godwin, .Diu. Parr's Spital Sermon nag. 72 a 73
Aun aduiitiendo las iraperfecciones présentes, no creo de ninguna
manera quo la mayor parte de las estrecheces que se padecen en la
sociedad se deban a ellas. Al aceptar la necesidad de prudencia
para cvitar la miseria e infelicidad de una poblacion excesiva,
la responsabilidad pasa de las instituciones publicas a la conduc-
ta de los individuqs.

Queda bien claro aqui que Malthus habia admitido la critica de Godwin, pero

que seguia usando el principio de la poblacion en favor de la causa reac-

cionaria. Habria que esperar a Mcardo, James Mill y Place para que este

principio entrase a formar parte de la panqplia radical.

También debio de influir el que Malthus hubiesc vivido entre tanto

las alegrias de un casto noviazgo.

El amor virtuoso, elevado por la amistad (dice en el cap. 1 del


libro IV), parece ofreoer una mezcla de gozo sensual e intelec-
tual particularmente adaptada a la naturaleza del hombre, y la
mas capaz de despertaV'las simpatias del alma, y producir el de-
leite mas exquisito. Quiza no exista hombre alguno que, habiendo
experimentado una vez las delicias genuinas del amor virtuoso,
por grandes que hayan side sus placeres intelectuales, que no mire
hacia ese periodo como el moment o sole ado de toda su vida, el que
prefiere su imaginacion, el que recuerda ^ y contempla con la mas
profunda anoranza, y el que querria volver a vivir de nuevo.

El cambio no fue para mejor. El First Essay presentaba una teoria

equivocada si, pero interesante. El Ensayo sobre el Principio de la Pobla.

dioUh, una teoria ta#tol6gica. Se podria resumir la segunda teoria de Malthus

es la siguiente frase; "la tendencia de la poblacion a crecer se ve liraitada

por la produccion de alimente, de tal forma que la renta por cabeza tiende

a caer hasta el limite del hambre _a menos que entre en operacion el freno

de la disciplina moral". Como Malthus no anadia una teoria de la disciplina

moral, que determinase su aparicion en la sociedad, siempre que resultara

quo en un pais se habia elevado el nivel de vida de la clase pobre, podia

echarmano de la operacion de su nuevo freno. Es cierto que hablaba de un

"nivel de desgracia" por debajo del cual los pobres se negarian a reprodu-
(33)
cirse, nocion que anunciaba el salarie acostumbrado" de Ricardo

133)-------- ,
3a. edicion (lB06) III p. 209 "En la mayoria de los paises, entre las
clases mas bajas del pueblo, aparece algo asi como un "nivel de des.
gracia" un punto por debajo del cual no seguiran casândose y propagande
su especie... Los circunstancias principales que contrlbuyen a elévarla
son la libertad, la seguridad de la propiedad privada, la difusion de la
instruccion, y un gusto por las conveniencias y comodidas de la vida.
Las que contribuyen principalmente a deprimirlo son el despotisme y la
Ignorancia." (cap. IX, citado por McCleary, Malthusian Population Théo.
IX* P T9)
II. 30.

Pero no habia irencion alguna de los posibles déterminantes de este nivel.

En general no habia discusion alguna de los déterminantes del crecimiento

de la poblacion. El defecto no era irreparable ni mucho menos, pero le fal­

taba a Malthus el deseo de innovar verdaderamente una vez que decidio aban-

donar su primera teoria. Quiza le faltase el impulse de teorizar, ocupado

como estaba en convencer a sus numerosos oponentes de la urgencia del probleraa

de la poblacion.

Animndo por este deseo propagandistico, y sin duda influido por una

large tradicion que hacia de la inducaoV el metodo cientifico por excelen-

cia, -se dedico Malthus a recopilar casos y mas casos para demostrar la cer.

teza de su teoria en los libros de historia, las relaciones de viajeros y las

tablas de poblacion, raien1V*as no pudo via jar ; en el continente mismo cuando

puso hacerlo despues de la paz de Amiens (lB02) . sin mirar si la teoria mis­

ma se tenia en pie. Si en los paises reinaba la adversidad y el vicio, era

claro que la poblacion presionaba sobre la subsistencia. Si la poblacion era

prospéra y virtuose, buscabialgun impedimento de tipo législative al matri­

monio. E n ultir.i'-i case acudia a la disciplina moral. Su confianza de que en.

contraria algun tipo de freno nunca desfallecio. En resumen, buscaba probar

su teoria, no explicar movimientos demograficos. No puede haber frase mas

reveladora que la citada por Blaug en Economie Theory in Retrospect (1964)

p. 65 .

He puesto (dice Malthus en el prefacio a la segunda edicion) todo


el cuidado que pude en evitar cualquier erroy en los hechos y en
los calcules presentados a lo largo del trabajo. Si a pesar de todo
alguno de ellos resultara false, el lector verâ que no afectan fun-
dament aiment e las conclusiones de su razonamiento.

Si esto es asi, apor que aducir hechos y hacer câlculos? como lo expreso un

critico de su tieripO| cuando la poblacion era estacionaria, Malthus lo consi-

deraba como una confirmaciôn de la existencia de sus frenos, y cuando crecia

como una confirméeion de la tendencia de la poblacion a crecer.

Se habia dado sin embargo un giro corapleto en la intencion del ar­

gumente teorico y su apUcacion practica, de la mayor trascendencia. Desde

el punto de vista politico, la teoria del First Essay destruia todas las es.

peranzas de mejora; con la introduccion de un nuevo freno en el Ensayo sobre


II 31.

el principio de la poblacion, el pr ogre so aparecia como posible. Los malthu-

sianos vulgares continuaron a openerse a toda reforma con argumentes sacadcs


, (34) , ,
de la primera edicion. Malthus mismo eiigpleo metaforas, expresiones, e in­

cluso hizo propuestas que eran innecesariamente ofensivas, pues no se seguian


(35)
en estricta logica de su argument o. Pero las semi H a s de un credo refer-

mista estaban ahf.

Le. receta de la disciplina moral era de posible aplicacion. De hecho,

como explica el profesor Glass en un interesante articulo del libro recqpi-

lado por el bajo el titulo Introduction to Malthus, el pueblo irlaMes lo

empleo con constancia ejemplar.

El desarrollo de la deraografia no podia tener lugar por el camino

que marcaba Malthus en la segunda edicion. Por una parte necesitaba esta

ciencia nuevas hipotesis de caracter sociologico que permitiesen preveer los

movimientos de poblacion de manera mas exacta; teorias que ligasen, por ejera-

plo, la industrializacion, el crecimiento de la vida urbana, el trabajo fe.

menino, con la fertilidad. Por otra parte le faltaban los instrumentos ana.

liticos con los que distinguir y seleccionar mas claramente causas y efectos,

especialmente instrumentos estadisticos, tales como tasas de reproduccion

neta, de fertilida 1, piraraide de poblacion, etc. En tiempos de Malthus se

iniciaron con gran vigor el estudio y empleo de tales tecnicas. Especial­

mente interesante fue la labor estadistica de Booth que estudiaremos en un

capitulo posterior.

Tampoco buscaron los Malthusianos instrumentos de analisis demogra.

fico en los trabajos de personas que no intervinieron en la controversia so­

bre el ensayo, Sehala Shunpeter el poco caso que hicieron los économistes

(3Ï)
Senior se lament aba en su carta a Malthus de 9 de abril de l829 "pero
e H a s ( las opiniones de Malthus) han sido caricaturizadas por la mayo#
ria de sus seguidores. Porque pueda. traer pobreza un numéro adicional
de personas, se ha supuesto que ocurrira asi necesariamente. Porque un
auraento de los medios de subsistencia pueda verse seguido y neutral!.
zado por un aumento proporcional de personas que alimenter, se ha su­
puesto que esto ocurrira necesariamente. (Two Lectures pgs. 88 -89).
(35)
"Un hombre (jue nace en un mundo ya poseido, si no puede conseguir sub-
sistencia de sus padres, sobre quienes tiene derechos, y si la sociedad
no quiere de su trabajo, no tiene derecho en justicia sobre la mas minima
porcion de alimento, no tiene por que estar donde esta. En la gran fiesta
( sigue en pag. siguiente)
II, 32

politicos y en especial John Stuart Mill de los trahajos estadisticos que


( 36)
se estaban llevando a cabo en la Royal Statistical Society de Londres

Despucs de darle un inopulso inicial, la teoria malthusiona obstaculizo el

crecimiento de la ciencia demografica, Como bien cornenta Schumpetr esto era

un indieio de "inercia intelectual", no por pereza sino por una eacesiva

"preocupacion por los problemas practices del dia que la vida misma reaol-

vla sin necesidad de ayuda alguna." (pag. 525)»

Todo ello confirma la decidida super!oridad del First Essay sobre

las ediciones posteriores del libro, a pesar de la dureza de su doctrina,

de que esta es demostrablemente erronea, y de la intencion reaccionaria de

su autor. Con él, Malthus se consagro como uno de los grandes nombres del

pensamiento humano. Como dijo Hazlitt, en su proea inemitable:

No ha dejado la opinion donde la encontre; la ha hecho avanzar o


quizâ la haya desviado del recto camino, o le haya puesto une ba­
rrera impidiéndole el paso. En una palabra, su nombre no esta fijo
en el firmamento de la reputacion como cl de muchos otros, nadie
sabe por que, inscrite en grandes letras, con un halo de TAI£RT0S
GENIO, ERUDICION, rebrillando alrededor de él. Su nombre équivale
a una idea, esta identificado con un principio.(37)

(35) Continuéeion
de la Naturaleza no hay lugar para él. Ella le dice que se vaya y pronto
ejecutara su propia orden, si él no consigne apiadar a alguno de los in
vitados." (2a edicion pag. 531 a 532).
( 36)
J, A. Schumpeter, History of Economie Analysis, (Londres 1954) p. 519 Y
sig.
(37)
Hazlitt, The Spirit of the Age , Oxford University Press, pag. 143
( citado por K. Smith, he Malthusian controversy p. 3
C A P I T U L O III

LOS ENEMIGOS DEL PRINCIPIO DE LA POBLACION


S K 3 B S s = s s s s s s = s c s s ;= s s s s s s = a s = s « ;s s * tB S 9 e a s M s s a a

El hombre més insultado de Inglaterra en la primera mitad del siglo XIX

fue sin duda alguna Thomas Roberto Malthus. Se podria busear razones soterra -

des para explicar el odio que despertd: la teorla malthuaiana toeaba ternes muy

intimes, euél el matrimonio, el sexo, el nOmero de hijos, que a muchas perso -

nas repugnaba el ver tratados en pùblico. Ha sido neceaario el paso de un si­

glo y medio para que las cuestiones de limitacidn de naclmlentos empiece^a tr&

tarse de un modo razonable. Pero una discusidn cientifica debe fljarse, no en

las intenciones, sino en los argumentes. En este terreno la razôn de la ira de

los anti-malthusianos era muy otra que una repugraneia irraclonal a hablar de

cuestiones sexuales, y mucho més s61ida!era|f el que Malthus habia dada argumen.

tos a los reaccionarios y los enemigos del progreso eocial.

Como ya se ha visto, el Primer Ensavo fue eseneialmente una defense del

statu quo. Si la impresién de reaccionarismo a ultranza perduré adn después de

que Malthus cambiara de postura, se debla ello sobre todo a que muchos malthjyi.

sianos vulgeres siguieron manteniendo la primera teorla sin modifieecién algu­

na. Mas, por importante que fuese ese cambio de postura de Malthus, ^.podria bas^

tar para satisfacer a las personas de convicciones democréticas?•

Lo que en suma objetaban los crlticos al primer Malthus y a los malthusijg,

nos vulgares era que presentaban la pobreza como cosa inevitable, qosto una ca-

lamidad nacida de los hébitec sexuales de la raza humana; y que, por lo tanto,

eximian de culpa a las instituciones y los gobernantes. Como lo expresabe el *

mismo Malthus;

Las instituciones humanas, por mucho que parazcan sar causas de


grandes maies, son en realidad ligeres y superficiala#, meras plumes
que flotan sobre la superficie, en comparacidn con esas profundas ca^
sas de mal, que resultan de las leyes de la naturaleza y las pasiones
de los hombres. (Primer Ensavo).
El cambio de la segunda edicién era importante, pues ofreela alguna es-

peranza de que la pobreza pudiese desaparecer si se eonseguia inculcar a los

pobres la costumbre de retrasar el matrimonio. Pero Malthus seguia por ende cg,

locando la responsabilidad del progreso de las clases populares sobre les hom-

bros de los individuos que las componian, y eximiendo de elle al reste de la

sociedad. Por lo tanto, Malthus, mâs que tomar una postura democrâtiea en la

segunda edicién, habla abierto la puerta para que pudieran temarla otros mal­

thusianos.

Enseguida apareciâ en el campo malthusiano un tipo de pensador distinto,

que seflalâ que la tendencia da los pobres a reproducirse en exeeso se debie en

gran parte a su misma pobreza, y a su situaciôn social que les llevaba a perder

el respeto que tenian por si mismos; y que determinadas reformas sociales, so­

bre todo en el campo laboral y en el educetivo, podian eontribuir a resolver el

problems de la poblacién; tanto mâs cuanto que estos nuevos malthusianos ofre -

clan un remedio mâs aceptable a quienes deseaban limiter sus families que el de

la "disciplina moral": el uso de métodos anticonceptivos.

Pero los escritores demôcratas no pudieron hacer distingos entre un mal­

thusiano de la primera hora totalmente reaccionario, y un ^ I t h u s arrepentido

y ligeramente mâs optimiste, entre unos malthusianos vulgares eonservadores a

ultranza, y unos neo-malthusianos de convicciones populares. El gran enemigo

era el principio de la poblaciân. Esta condena en bloque rçste interés a la me­

sa de escritos anti-malthusianos, pero el relata quedaria eojo si no nos detu -

viéramos a examinarla, siquiera sea superficialmente (1).

(1).- Ha sido dificil citer directemente estos libros y opdsculos, pues de mu­
chos de ellos (que lei durante mi estancia en Londres) no existen ejem-
plares en EspaMa. Para la mayoria, pues, he utilizado los resümenes que
contiens el libro de Kenneth Smith, The ffalthUt/an Controversv. Londres
1951.
El libro de Smith destaca por la riqueza de su informaciân, pero su
punto de vista anti-malthusiano a ultranza es difieilmente sostenible y
discrete totalmente de él: Smith es de los que niegan que pueda oxistir
una presiân de los ndmeros sobre la subsistencia, y al misiM) tiempo de-
fiendehla necesidad de limitar los nacimientos.(Para una bibliografia
compléta, véase D.V. Glass, edt, Introduction to Malthus. Londres 1953).
La primera ola de critica; 1801-1810.

El primer comentario de importancia sobre el Ensavo lo escribié el mis­

mo Godwin, contra quien habia dirigido Malthus muchas de sus criticas, y se ti-
i
tulaba Thoughts Occasioned by the Perusal of Dr. Parr's Spital Sermon (1801).

Godwin no podia estar conforme con el extremismo reaccionaria del Primer

Ensavo. ni con muchas de las criticas que Malthus le habia dirigido a Ô1 perso-

nalmente, Habria sido de esperar, pues, una respuesta dura e incorforme. Pero

muy al contario Godwin hizo muestras de una actitud conciliadora en extreme, lo

que es sorprendente sobre todo comparândola con la que tomaria oMos mis tarde,

concretamente en 1820, cuando escribid su segunda comentario. Incluso H e g a b s

a felicitarse de haber dado ocasién a que Malthus compusiera su libro y asi hi-

ciera una contribuciôn importante a la economia politics.

En esto primerncomentario de Godwin, sin embargo, pueden encontrerse al-

gunas reflexiones criticas. Su primera objecién quizâ sea la mâs interesante.

Contestando a la afirmaciân de Malthus de que le implantaciân de un estado de

igualdad no séria posible en la situaciân actual de la humanidad sin graves con­

secuencias demogrâficas, dice:

Es aceptable que tomemos en cuenta los recursos de la mente humana;


las invenciones y descubrimientos que surgen en casi todos los périodes
de la ciencia y civilizaciân...; y la vasta muchedumbre de estas inven­
ciones que sin duda se realizarân antes de que llegue la oportunidad de
intenter el experimento de un estado de igualdad y benevoleneia univer­
sal. (p. 67). (1).

Asi sugeria Godwin la idea de que un avance tecnolâgico podia eontribuir a re- ^
solver el problema malthusiano, pero por desgracia la expresâ con poea fuerza. I
Los malthusianos, siempre pesimistas a este respecta, consideraron que les es- |r>
peranzas puestas em el progreso tecnolâgico no efectaban al verdadero problème,IA , /.
que era el de la presiân de los nâmeros sobre le subsistencia en el presents,
no en un future mâs o menos remoto. El progreso técnico sencillamente no entra-L
ba en sus câlculos. Lo triste no era que se equivocasen en sus prediccicmes, s i \
no que no se enfrentaban con el verdadero problème, que es el impacto de la I_ ^
ciencia sobre la poblaciân. El progreso cientifico y tâcniço créa casi tantos
problemas demogrâficos como resuelve. Hoy en dia, por ejemplo, los avances de
la higiene y la medicina han disminuido drâsticamente la incidencia de la mor-
talidad infantil, agravando asi el problems de la poblaciân; pero también pue -
den eontribuir a aliviarlo con el descubrimiento de nuevos métodos de control
de la natalidad.

_(1).- Citado por Smith, op. cit., pâg. 39.


La segunda objecîân de Godwin a Malthus ya nos es conoeida* Se trata de

las esperanzas a que daba lygar la posible difusiân de la disciplina moral en

las clases sociales que aün no la practicaban:

"otro freno (dice Godwin) de una poblaciân creciente que opera muy po-
derosa y extensamente en el pais en que habitamos, es ese sentimiento,
ya sea prudencia, virtud, u orgullo, que continuamente disminuye la
universalidad y frecuente repeticiân del contrat© matrimonial", (p. 72)
(1).

Aparté de Godwin, no hay nada de gran interés en esta primera ola de

critica. Sâlo vale la pena subrayar la existencia de très postures bésieas que

se repetirén a lo largo del periodo.

La primera tendencia es la de los malthusianos criticos, es decir, la

de los que en el fondo son malthusianos, pero les ha molestado algân punto de

la exposiciân de Malthus, ya en sus propuestas préctieas, ya en su lenguaje;

o bien, creen que pueden ahadir algo a la teoria para subsanar errores de de­

tails. Ejemplo de éstos, aunque seguramente él hubiera reehazado toi clasifi -

caciân, es Williams Hazzlit. En efecto, si bien el tono de su libro, A Reply

to the Essay on Population bv the Rev. T.R. Malthus. In a series of letters.

To which are added. Extracts from the "Essav". with notes (1007), es anti-mal­

thusiano, como lo es también el de su otra obra sobre el tema OP), en el fondo

acepta la existencia de un problème de la poblaciân. En realidad el llamar su

tono anti-malthusiano es decir bien poco, pues es furioso e incluso insultante

en la critica. La principal aportaciân teérica de Hazzlit es la distinciân en­

tre la tendencia concrets del crecimiento de la poblaciân, y el poder abstrac-

to de la raza humana para reproducirse, -distinciân importante que se volveré

a encontrar en la obra del economists Senior-. Por lo dentés su posture teârica

coincidia en lo fundamental con la del Malthus de la segunda ediciââs Segân re-

fiere el Sr. &nith (en la pég. 74), Hazzlit afirmâ que la felicidad de un pueblo

(1).- Citado por Smith, op. cit. pég. 40


(2).- Ea ésta una respuesta a la recensiân que de su libro hizo le Edimburoh Re­
view. respuesta que publicâ en la revista del demâcrata Cobbett, Political
Register, el 24 de noviembre de 1810.
podia juzgarse por la prevalencia de la discipline moral sobre.el vicio y la

miseria (Reply, 116). Malthus, después de su conversaciân con Godwin habria

aceptado ésto perfectamente, sâlo que habria dado menos importancia que Hazzlit

a la influencia de las instituciones sobre la propensiân a retrasar el matrimo­

nio. Con lo que realmente discrepaba Hazzlit era con la propuesta de Malthus de

suprimir toda ayuda a los indigentes.

. La segunda tendencia de los comentaristas y criticos de Malthus consis­

tia en proponer una ley del poder de reproducciân de la raza humana distinta de

la formulada por Malthus, es decir, distinta de la progrèsiân geométrica. Ja -

rrold Thomas, por ejemplo, en sus Dissertations on Man, Philoaoohieal. Physiolo

gical, and Political; in answer to Mr. Malthus's "Essav on the Principle of Po­

pulation" (1806), aparte de afirmar que Malthus concentraba suatenciân entera-

mente en la cantidad de subsistencia poseida en un momento dado (lo que no era

cierto, pues éste hablâ de un crecimiento de la oferta de alimentes en razân

aritmética), présenté la teoria de que

"en tanto no se emplean las facultades de la mente, en tanto el horn


bre se encuentra a la misma altura que los animales, es prolifero; a me-
dida que asciende por encima de ellos, disminuye su fecundidad (l).

No explicé exactamente cémo ocurria ésto, y se contenté con aludir a la gran

influencia que en su opinién ténia la mente sobre los procesos y secreciones

corporales, Més tarde se oerén otros ejemplos de esta tendencia de inventer

leyes de fertilidad potencial distintas de la de Malthus, ccmo por ejemplo en

la obra de Michael Sadler.

Una tercera tendencia es la de aquellos que niegan en absolute la impor­

tancia del problema de la poblaciân, o no han entendido bien lo que Malthus

queria decir. Admiten quizâ que pasados los siglos lleguen a encontrerse los

hombres en la tierra apretados como sardines. Pero, afirman, hasta ese momen­

to no existe problema alguno. Asi, Charles Hall, en el apéndice a su libro The

Effects of Civilisation on the People in European States (1605), intitulado

(1).- Thomas. Op. cit., pâg. 250. Citado por Smith, op. cit. pâg. 61.
"Observation^^ on the Principal Conclusions of Mr. Malthus's,'Easay on Population'

*s61o admitia que: si la gente seguia multiplicândose al ritmo de entonces, llega-

ria ànevitablemente el momento en que

toda la tierra y cada parte de ella estarô totalmente poblada; y que su


producto seré insuficiepte para el sostenimiento de los habitantes por
bien cultivada que ëste; pero este periodo es muy remoto, y su llegada
no puede evitarse par medios humanos; no deberiamos anticiper el mal
por nuestro sistema o practicas (l).

He aqui una muestra de total inconsciencia respecto de los problemas muy reales

planteados en cada momento por todo crecimiento râpido de poblacién, y de fata­

lisme frente al resultado final de la evoluciôn. Malthus se equivocô en muchas

cosas, pero una actitud como la de Hall despreciaba incluso las aportaciones po­

sitivas del autor del Ensavo.

La segunda ola de critica. 1918-1924

Miontras las cuatro primeras ediciones del Ensavo vieron la luz de 1798

a 1807, la quinta hubo de esperar hasta el aPio 1017. Esto muestra claramente que

el interés del pdblico en cuestiones de poblaciân decayâ durante la segunda parte

de las guerres napoleânicas, casi seguramente porque la inflaciân y prosperidad

tipicamente bélicas crearon p'iestos de trabajo para todos. Con la vuelta de la

paz diâ comienzo una recesiün econ5m5ca. Volviâ a aparecer en las conversaciones,

periâdicos, discursos, el problema de la pobreza, y volvieron a oirse explicacio-

nes malthusianas de las estrechocus que sufrian las clases populares. El momento

era de nuevo propicio para la publicaciân de escritos anti-malthusianos.

Cada uno de los très primeros libros de esta segunda ola que ehora se van

a examiner corresponden a una de las très tendencies arriba descritae respectiva-

mente. «%
The Happiness of States, por Simon Gray, escrito en 1804, pero no publi-

cado haste 1015, pertenece al grupo de los malthusianos con réservas. Empleaba pa­

ra su anélisis una nociân muy semejante a la de equilibria ecolâgico. Le situéeiân

(1).- Hall, op. cit. pâg. 250. Ci'ido por Smith, op. cit. pâg. 53
demogréfica era la résultante de dos fuerzas con trapues tas,. niSmeros y alimentes.

Lo que causaba un problema de poblaciân era la ausencia o rupture de un equili -

brio. Si se rompis este equilibria entre poblaciân y subsistencia, ^quô hacer?

Para Gray, la emigiaciân y colonizaciCn, que a primera vista podian parecer so-

luciones adecuadas, no lo eran en realidad, porque ellO equivaldria a creer que

en el pais de origen se podria producir la misma cantidad de alimente que antes

de la partida de los colonos, con menos brazos.(Claramente Gray ignoraba losprir^

cipios de la ventaja c o m p a ^ i v a en la especialiaciân internacional y de los ren­

dimientos marginales decrecientes en la agriculture, que precisamente aparecieron

en la literature por aquella époc^. Mejor soluciân, decia, ara abolir las leyes

del trigo y aumentar asi la subsistencia por medio de la libre importaciân de ali­

mentes -un programs muy ricardiano avant la lettre-.

La segunda obra a considérer, escrita por John Weyland, se llamabaPrin

cioles of Population and Prndrction. as they are affected bv the Progress of Socie­

ty; with a view to mnr=l and political consequences. Al parecer también se escri-

biâ este libro hacia 1004, a in encontrarse m ^ e r a de editar lo hasta 1816. Pertene,

ce al grupo de los que propnn.fan una ley de crecimiento potencial de la poblaciân

distinta de la razân geâmstrica. Coincidia Weyland con Malthus en penser que la

tendencia de la poblaciân a crecer podia ser un acicate para el progreso (1). Pe­

ro a diferencia de Malthus, no concebla circunstancia alguna en la que tal creci­

miento pudiese ser un mal. Segdn refiere ^ Sr. Smitb (pég. 92), para John Weyland

el crecimiento natural de la poblaciân variaba en su tendencia con cada variaciôn

en el estado de la sociedad, y rara vez tendia al exceso. Los cortos périodes de

Bxceso servien precisamente de estimulo para el progreso. Aqui se detenia Weyland,

(l).- Esta era la razân principal por la que Malthus se oponia al neo-malthusia-
njfèmo, es decir, a la doctrine que propugnaba medidas anti-concepcionistas.
Limitar los nacimientos retrasando el matrimonio favorecia el progreso, pues
el deseo universal de fundar un hogar empujaba a la gente a trabajar y a
ahorrar. Limitar sin ningân sacrificio era una invitaciân a la peres#.
sin dar mâa precisiones sobre su nueva ley. A él se le pcxiria haber dicho eon An-

tigona que rara vez lo consolador es cierto. Con razân criticâ Malthus este libro

en quinta ediciân de su Ensavo (1017), consideréndolo de poco interés.

Por fin, dentro del tercer grupo, el de los que no apreciaban debida -

mente la magnitud del problema que tenian entre manos, ni casi habian entendido a

Malthus, sc cncontraba James Graham, con su libro An Enquiry into the Principle of

Population (1817). Pobre critica al sistema malthusiano podia ser la da quien veia

en la mortalidad infantil un freno natural y aceptable del crecimiento de la po -

blaciân, mientras tildaba de artificial y deplorable el de las muertes por el in­

salubre trabajo de fébricas; y que preveia que, mejoradas las condiciones del mun­

do fabril y urbano, lus malos efectos del crecimiento de la poblaciân desaparecien,

pues el equilibrio estaba confiado al freno infalible de la mortandad en los pri­

meros afios de la vida.

La segunda respuesta de Godwin.

■*“ En 1020 apareciâ la obra més importante de este grupo de criticas a Mal­

thus: se trata de Of Population. An enquiry concerning the Power of Increase in

the Numbers of Mankind, being an answer to Mr. Malthus's ^Essav on that Subject

(London, 1820), por William Godwin (1). Este libro se podria clasificar entre los

del grupo segundo, el de los que proponen una ley de la poblaciân distinta de la

de Malthus. Son varias las razones que incitan a detenerse en él: en primer lugar,

se trataba del escrito de uno de los principales oponentes de Malthus; en segundo

lugar, aportaba algunas reflexiones de tipo estadistico que hubieran podido con -

tribuir al adelanto de la ciuncia demogréfica; y en tercer lugar, contenia un tra­

bajo de David Booth, llamado "Dissertation on the Ratios of Increase in Population,

and in the Means of Subsistence", del oue va ha habido ocasiân de hablar.

De paso vale la pena notar que Godwin se creia el primero en dar respues,

ta cabal y sistemâtica a Malthus, lo que indica la poca resonancia que tuvieron

(1).- Se encuentra en la Bibliote_] de la Facultad de Ciencias Politicas, Econâmi-


cas y Comerciales de Madrid.
los coinentarios de Hazzlit, Thomas, y los demâs entre los lectores cultos de la

clase acomodada.

Por desgracia para Godwin, no sâlo es el tono de su libro irritable y

adn por momentos lacrimoso, y la critica que contiene, deslabazada, sino, lo que

es més grave, presents argumentes que contradicen el primer comentario que habia

œcrito allé por el aho 1802, sin presentar razones que justifiquen su cambio de pps.

tuta. Por todo ello el libro pas6 sin pena ni gloria y la fama de su autor, que ha­

bia ido declinando durante largos ahos de silencio, sufriâ un golpe de muerte.

La contribuciân més importante de este libro de Godwin es una idea que,

sin duda, le fue sugerida por su colaborador Booth: la de que el dato importante

en todo intento de proyectar la futura evoluciôn de la poblaciân era el nûmero de

mujeres en edad fsrtil. El empleo de tal instrumente estadistico ( y del aün més

sensible, que no se descubriâ hasta més tarde, de la cantidad de hijas de mujeres

fértiles de un periodo, que se estima puedan llegar a ser fértiles a su vez) hubie,

se supuesto un gran avance para la ciencia demogréfica de aquel tiempo (1). Pero

por desgracia, mientras los malthusianos seguian encerrados en su deseo de propager

la teoria de la poblaciân en abbtracto, los antimalthusianos con Godwin a la cabe­

za no ayudaron tampoco mucho a la aceptaciân del nuevo instrumenta estadistico; Gqd

win mismo lo empleâ para demostrar, no sâlo que el crecimiento de los nâmeros de

la especie humana era muy pequeho de hecho, lo que era cierto respecto de una gran

parte del mundo (aunque no Inglaterra, ni los Estados Unidos), sino que e l ,ooder

de crecimiento también lo era (pég. 4). Afirmaciân que bmstaba para descualificar,

le a los ojcs de los malthuëianos. Concretamente, empleâ su nociân del nâmero de

mujeres en edad fértil para intentar demostrar que el crecimiento demogréfico de

(1).- Notâ con perspicacia que los dos censos ingleses de 1601 y 18LL eran "tra­
bajo perdido" porque "al estar mezclados y confondides todas las edades y
sexos, no podian servir de base a razonamientos alguno" (pég. 231).
Suecia en su tiempo (que se efectuaba a un ritmo tal que doblaria la poblaciân

en un poco més de un siglo) ténia lugar bajo circunstancias "peculiarmente favo,

rabies” y era la tasa normal, si no la mésima posible, de crecimiento de pobla­

ciân.

La disertaciân sobre tasas de crecimiento de poblaciân, y de los me,


K
dios de subsistencia, par David B o oth,ines±ta por Godwin en las péginas 243-

288 de su obra contenia la base estadistica de las afirmaciones de Godwin. Ya

en el capitulo II ds esta tasis se ha hecho alusiôn a la obra de este mateméti-

co. Bastaré, pues, con hacer un resümen de su disertaciân, cuyo interés aân

hoy sigue siendo grande.

La disertaciân se mueve en dos esferas distintas, la estadistica y la

demogréfica , pero con fortunes diverses en coda una de ellas: si las reflexio-

nés estadisticas son ^certadisimas, las teorias demogréficas y econômicas lo

son menos.

Consta de très secciones, la primera empieza con la critica de la pro­

pensiân geométrica. Expresado en palabras de hoy, lo que hace Boofch, es deoir que

una funciôn discontinua como es una propensiân geométrica de razân dos y de pe­

riodo 25 ahos, no puede représenter fielmente un movimiento oontinuo como es el

del crecimiento de la poblaciân: Naturo non fecit saltus. Llena de interés esté

también la critica de que Malthus hace mal en extrapolar une vez de crecimien­

to de la poblaciân, del conocimiento de unos pocos términos de la progresiân,

aunque hay que puntualizar un poco para que eea del todo aceptable. Con la re-

zân geométrica Malthus no queria expresar la ley de crecimiento de la poblaciân

sino su capacidad de crecimiento en abstracto; la ley era otra, a saber, que da­

da esa capacidad, y la imposibilidad de hacer crecer la subeistencia* a ritmo més

répido que el de la progresiân aritmética, une parte de la poblaciân (con cier-

tas fluctuaciones que no son al caso) siempre estaria al borde del hambre. Es

decir, que la "ley " de Malthus no fijaba un camino determinado para el creci-
miento de los ndmeros que muy bien podian marvtenerse estacionarios* Pero cier-

to5 molthusianos si creyeron posible determiner el camino future de la pobla -

cidn, y contra ellos y cualesquiera otras evoluciones que creen poder apresar

el future en una ley rigida, la reflexidn de Booth era vëlida, Sin conocer laa

circunstancias concretes del future, ^quién puede predecir exactamente en qué

términos se va a desarrollar?.

La seccién segunda es quizé la peor de la disertaciân. Trata de lae

posibilidades de crecimiento de los recursos alimenticios de la humanidad. Da­

do que todo lo que esté vivo en la tierra, afirma Booth, puede servir de alimen,

to, los limites de suministro vienen fij ados por las condiciones sociales; sâlo

cuando la tierra esté totalmente cultivada como un jardin existiré un limite im-

puesto por la Naturaleza; en cuanto que ha habido crecimiento de poblaciân, ha


Ol KxO je\
debido de haber aumento de alimente, aunqu» se créa que el hombre puede vivir

sin corner .Cale aqui Booth) en todas las trampas de los crlticos vulgares de

Malthus: mostraba no tener nociân alguna de los limites al aumento de producciân

agricole, y no haber oido hablar de los rendimientos decrecientes en la agri -

culture, nociân expuesta seis ahos antes por cuatro autorea simulténeamente.

Por fin demostraba no entender oue las dos propensiones geométricaj/ y aritmeti­

ca eran progresiones abstractas, dos fuerzas idéales, cuya résultants real cam-

biaba segén fuese la intensidad de la incidencia de les componentes; natural -

mente que en la realidad poblaciân y alimente caminaban de la mano, sâlo que

por la tendencia abstracte de la poblaciân a ir més deprisa que el alimente,

éste Ultimo ejercia une presiân constante a modo de freno sobre aquella.

La tercera secciân ocupeba la mayor parte de la disertaciân. Mientras

que las dos primeras venian dedicadas al exémen de las dos progresiones,

esta tercera examinaba principalmente cuestiones de estadistica demogréfica.


III. 13

Empieza Booth por denegar muy acertadamente que eea posible en abso­

lute que el crecimiento de la poblaciân siga exactamente cualquier razân geo,

métrica cuyos términos se desarrollen en espacios temporales iguales. Incluso

si tal progresiân se présenta como una ley abstracta, que gobierna el creci­

miento de la poblaciân en ausencia de ciscunstaneias contrarrestadoras, no

puede ser la preteneiân de Malthus aceptable si se supone que los progenitores

sobreviven al nacimiento del véstago. No digamos ya si se présenta como una

ley de crecimiento real, y enfermedades, accidentes al azar causan muertes

de frecuencia variable. Como ya se dijo en el capitulo segundo, la progresiân

geométrica de Malthus no puede ser més que una indicéeiân aoroximada de una

gran capacidad de crecimiento.

El centro de esta secciân consiste en un estudio de las cifras de la

poblaciân sueca, que como se ha visto, aprovechâ Godwin repetidas veees en el

resto del libro. La forma de procéder Booth en este punto es altamente intere­

sante, y hubiera constituido una leccién provechosa para los malthusianos, tan

inclinados a usar tasas crudas de crecimiento total de poblaciân en sus demos -

traciones. Booth demostrâ que las tasas crudas de crecimiento total podian ser

altamente engaPiosas.

Para ello tomé très momentos de la poblaciân sueca, los de los ahos

1757, 1760 y 1763, desagregando las cifras en grupos de edad, y siendo cada

grupo la media de los très ahos anteriores. Resultaba una poblaciân media de

2,379.062 para los nueve ahos de 1754 a 1763, dividida en grupos de cinco en

cinco ahos. Para hecer més féciles los câmputos redujo estas sifras a las co-

rrespondientes para una poblaciân total de 10.000 habitantes, de la forma que

qigue (pég. 268):


Edades de vivos Media de 9* «aMos de las Proporeionado a une po-
tablas précédantes blaciôn de l O . O W

Nacimientos 88.032 370

Menos de 5 aMos 334.899 1.408


5 a 10 255.965 1.076
10 a 15 241.521 1.015
15 i 20 * 204.297 859
20 a 25 195.371 821
25 a 30 187.134 785
30 a 35 176.309 741
35 a 40 150.066 631
40 a 45 132.180 556
45 a 50 110.505 464
50 a 55 98.395 414
55 a 60 84.646 356
60 a 65 74.643 314
65 a 70 52.357 220
70 a 75 40.106 169
75 a 80 23,230 98
80 a 85 11.569 49
85 a 90 4.303 18
més de 90 aMos 1.566 6

Poblaciôn 2.379.062 10.000

Pare que la poblaciôn de 10.000 habitantes se mentuviexa eatable, supon


niéndose que no oambiasen eue condiciones de vide, bestaba eon 370 nacimientos.

Como sô*dlriQ hoy, la taea cruda de nacimientos necesaria para el equilibrio

séria de 37 por mil. Si por un acaso murieeen todes las personas de més de 45

aMos, es decir, 2.108 individuos, quedando intacte el nOmero de mujerea fértiles

(l)7y continuando incambiado el nilmero de nacimientos en 370, la tasa cruda de

natalidad subiria a 46,8 por mil e irla decayendo hasta que la poblaciôn vol-

viese a las 10.000. Concluye Booth que "pueden ocurrir por lo tanto extensas

variecionee en el censo de la sœiedad, en cuyo germen no se contiens un prin-

cipio de crecimiento permanents".

(1).- De 15 a 40 afios, por ejamplo, no in^sorta qye mueran algunos de sus maridos
entre las personas de mâs de 45 aMos, si se supone que buscarlan nuevo
cônyuge entre los hon4)rea infôrtiles.
A* continueciôn se enfrenté Booth eon el problems del crecimiento de la

poblacidn en los Estados Unidos de Amëriea, que Malthus siempre eitaba como

une de los casos en que la tendencia abstracts de la peblacién a crscer se ha-

bia realizadp en los hechos, debido a la abundancia de tierras a disposieién de

los americanos. Admitia Booth la rapides del crecimiento de la poblacién ameri-

osna, pero la atribuia a dos causas: la inmigracién, y la peculiar pirémide de

edad (que diriamos hoy) de los norteamericanos. Adn ignorando la inmigracién

por el mcrnento, el répido crecimiento de los americanos podia explicarse por-

ope una proporcidn de elles més importante que la del viejo mundo se encontraba

en la edad fértil. "Al tomar el censo de una nueva colonia, no debemos maravi-

U a r n o s de que doble el nûmero de sus habitantes en un periodo muy corto ....

La colonie no es una sociedad en el sentido en que hablamos de una nacién .•.

Es el cuerpo del pélipo sin sus miembros, que sus energies inherentes pueden

renovar". (277-78). Si entran nuevos inmigrantes,como suelen ser parejas j6-

venes en la edad fértil, el enchanchamiento de la pirémide per su base conti-

njaré:"las edades més altas, les extremidades del pélipo- no estén formedes

aün; ni lo habian de estar nunca, si continuées la inmigraeién"• (278). La

postura de Booth, con lo que tiens de vélido y de erréneo, queda resumida en

una frase que se encuentra en esa misma pégina del libro. "Si nuestra colonie

no recibe otra accesién de inmigrantes, aumentaré hasta que reuna su ndmero de

10.000, después de lo cuél se mantendré astable", Los célculos y métodos de

Booth son OBtimedieimes , y sus advertencies contra la costumbre de extrapoler

una tendencia de crecimiento de unos cuantos censos globales, sin desagregar

las cifras, eran muyh oportunas. Pero su creeneia de que las poblaciones, si no

se salian del camino de la normalidad, tendian a mantenerse astables, no es aceg,

table. Hay que rechazar su aseveracién implicite de (ÿje la tasa de crecimiento

sueca es, no ya s61o la normal (lo que ya séria discutible), sino la méxima po-

sible cuando la pirémide de edades muestra une buena distribucién. El anélisis

demogréfico debia refinarse, pero no podia pedirsele més que una descr&pcién
de uns realidàd existante. Para predecir movimientos demogréfiees se neeesita

una teoria, cuyos datas concrètes vsndrén suministrados par el anélisis demo­

gréfico. Pretender que la realidad descubierta por este instrumente es le üni

ca posible es darle el anélisis un range que no tiene.

De hecho Booth apuntd tentâtivamente una teoria distinta de le de

Malthus para justificar su creencia de que, llegeda a un cierte ndmero, la po-

blacién permaneceria astable. Termina su disertacién pregunténdose si no dis-

minuiré la razén de la progresién de crecimiento, "si no disminuiré la dura -

cién de la vida misma, a medida que se aleja de la semilla primera" (288). Se

inscribia asi Booth en la trayectoria de quienes oponian a la tendencia abs -

tracta de crecimiento continue propuesta por Malthus una tendencia distinta,

por la que la poblacién no quedaba limitada por presiones ecolégicas, sino

por una disminucién de la fertilidad a medida que erecian los ndmeros, Esto

explique quizé la faite de eco que tuvo entre los malthusianos el estudio de

Booth, fascinados como estaban éstos por si descubrimiento de la nocién del

equilibrio ecolégico.

P i e r ^ Ravenstone v A.H. Everett.

Dentro de lo que aqui se ha llamado la segunda obra critica habria

queestudiar a très autores més. Uno de ellos, Francis Place, el creador

del neo-malthusianismo, merece tratamiento aparté y se volveré més tarde s6"%


O
bre él. En cuanto a los otros dos, Pier^y Ravenstone y el americano A.H. Everett,

baste uaa corta mencién.

O
Pier^y Ravenstone, era seguramente un seudônimo» Bajo él se publicé

en 1821 un libro intituled© A Few Boubts qs to the correetnen of some opinions

deverallv entertained on the Subjects of Population and Political Econom^v. Be­

gun el 5r. K. Smith, es posible que perteneciera al circulo de Godwin (p. 142)

pues emplea conceptos semejantes a los de David Booth: considéra que las tasas
pMjLo
de natalidad cruda son engaMosas, pero por efemplo, una taea alta puede de -

berse a una disminucidn de la duracién media de la vide y no â un aumento de

la cantidad de nacimientos; apunta también que la extenaién de le duzaeién me­

dia de la vida puede dar lugar a un crecimiento afimero de les némeros, si lo

que aumento es la lomgevidad de los viejos; por fin, divide como Booth le so­

ciedad en una pafte reproduatora y otra no reproductora, empleando esta distin-

cién de forma semejante a como àc hace el mencionado matemëtieo.

Para las conclusiones que aaca con ayuda de estos instrumentos son

inaceptables. Afirme (con ignorancia excusb^debido al tiempo en que viviayr)/

que la disminuciôn de la mortalidad infantil era imposible, que el crecimiento

de la poblacién era en todas partes igual, y que en todas perte surgie alimen-

to suficiente para mantenerlo. Por fin propuso una ley de crecimiento de la

poblacién para oponer a la de Malthus, cuyo sélo enunciado baste para condenar-

la.

El némero anual de matrimonies seré en todas partes en proporeién a la


poblacién total como 1 a 116-123. El némero de niflos de cada matrimo-
Inio fecundo, de 4 3/5 a 4 4/5. El nümero de nacimientos constituiré cada aHo
una veintiseisaVB o veintisieteava parte del pueblo; esto parece ser
los limites extremes de su oscilacién. (A Few Doubts, pég. 121, cita-
da en Smith, p. 140).

Si Ravenstone pertenecia al grupo de quienes pretenden presenter una

alternativa a la ley de crecimiento de Malthus, Everett por su parta era de

los malthusianos con réservas \ conocié personalmente a ^^lthus y ëe sintié

movido a dec^r que "rara vez me he encontrado con un ejemplo més acabado del

vsrdadero temperamento filosôfico, realzado con la urbanidad de un perfeeto ca-

ballero" (cit. por Smith, p. 159). Su libro, llamado New Ideas on ^oulation

with Remarks on the Theories of Malthus aad Godwin (Boston, 1823), se distin­

gue, sobre todo, porque hace hincapié en el hecho da que loe reeien nacidos

llegarén con el tiempo a producir alimente, y que, por lo tanto, la presién

de la poblacién era cosa de proporeién entre el hombre. considerado como un

consumidor, y como un productor, idea ésta que corregia la excesiva separacién


de Malthus entre crecimiento de nômero y crecimiento de.la produccidn de ali-

meito. •

La tercera eb*a de critica (1830-40)

Del tercer momento de la critica contra Malthus no hay que decir mucho

aqui, pues se centré alrededor de la diaeusién de la ley de pobres de 1834, y

a ista se dedicaré un eapitulo aparté. Baste con noter el nombre de Michael

Sadler, cuyo Law of Population (1830) fue ridiculizado devaatadorawente por


U
el que més tarde séria famoso historiador, Lord Maceyilay. Se encuentra en este

escrito la formulacién més desnuda de una ley substitutive de la de Malthus:

la fertilidad de los seres humanos, coeteris oaribua. varia inversamente con

su némero. Otros nombres importantes de este tiempo, los économistes Senior y

Lbyd se situaban en otro piano totalmente distihto de estos escritores de


\
p^fletos y opdecàlQB y mereben atemeién aparté*

La critica no esoecializada

Para terminar, y como indice de la resonancia que tuvo el ensâyo de

Malthus, hay que noter la existencia de une corriente fuertisima de critica

per poetas, 1iterates, periodistas, politicos, es decir, personas no especia-

lizadas en cuestiones demogréfiees o econémicas.

Los dos mejores ejemplos son la novela Hélincourt. de Thomas Love

Pœcock y un poema de Shelley.

Peacock, novelists en sus muchas horas libres, fue Examinador Jefe, es

decir, gerente, de la Casa de las Indies Orientales, en Londres, después de

Janes j4î-ll y antes de John Stuart jlfill. Al contrario de estos dos diligentisi-

mcB administradores. Peacock era conocido por su pereza un poco frivole, y por

el interés preferente que prestaba a su vida social y literaria. Su carécter

eacéptico, burlôn, amable, vagamente liberal, se refleja bien en sue novelas.


11 1 . X 7

mezclas de critica social, fantasia y humor. En Mélineourt (1618), Peacock

castiga la sociedad de su tiempo imaginando que cierto noble inglés compra

m oragutén a un marinero, le educe en las gracias sociales (excepto la pa­

labra, clero esté) y le integra sin dificultad en los altos circules del

pais. La educacién de Sir Orang Haut-Ton, que asi se llama el simio, es muy

compléta e incluye lecciones del filésofo Mr. Fax, bajo cuyos rasgos angulo-
/)
SOS y atormentados se encondia un malthusianâébo. El seHor Fax expresaba su

opinién sin ambajes,

Los solterones y solteronas merecen toda mi consideracidn. El


mundo rebosa de bipedos sin plumas. Terrible excefo de qu# #ay@ nés
hombres que trigo, causa dnica y prolifioa de penurxa, entermedad,
y guerra, y peste, y epidemia, y hambre. (Cap. VIII) (1).

Asi educado no le costé mucho a Sir Orang Haut-Ton, ser elegido dipu—

tado (por el ourse podrido de Un-voto) a la Cémara de los Comunes, asan^lea en

la que su parquedad de palabra fue muy apreciada.

e
Pero no siempre era el tono tan zumbôn. S h e l ^ era liberal a ultranza y

unia en el mismo odio a quienes ejercian la tirania y a quienes daban argumen­

tes a los tiranos. En una sétira de dudoso gusto, llamada Oedious Tvrannus or

Swellfoot the Tyrant. A tragedy in acts. (1817) , Shelley pinté a un pringi

pe malthusiano castigando a pueblo. A parece el rey en el temple del Hambre,

fuera de si por el atrevimiento de los sübditos -representados como una piara

de puercos- al pedirle comida més abondante. Llama al castrapuerc^s, que ca-

racteristicamente se llamabe Moises, pues era notoria la enemistad de Shelley

por la religién, y le grita; "Saca el cuchillo Moisôs, y castra a las p u e r c a ^

que cubren la tierra de cerdos^/corta bien hondo Moisés; inûtil he sido moral

disciplina,/ ni hambre, ni tifue, ni guerra, ni cércel,/usa del arte que al de,


y ^AMXÀZoïAai f
ro Tébanoy el Gran Sacerdote del Hambre enoentsare ,/Corta bien hondo, Moisés.^
h

( 2 ).

(1).- The Complete Novels of Thomas Love Peacock (London, 1963, vol. I).
(2).- The Complete Poetical Works of PÇrcy Bisshe Shelley (Boston and New
York, 1901), pég. 283-296.
III. 20

El trégalâ de Shelley demostrabe la existencia de una corriente de

f el empleo de
opinién que idsntificaba malthusianismo con infantieidio/con

métodos antinaturales de limitacién de la fecundidad. Injuste como era esta

opiniéd referida a Malthus -siempre enemigo de cualquier forma de neo-nelthyt.

sianismo- csrâeaturizaba de roanera burda la posieién de un grupo de économie

tas que por entoncea empezaban a hacer noter su existencia. De este grtpo de

personas, que buscaban sustituir si ineficaz procedimiento malthusiano de la

disciplina moral por métodos més recionales de limitacién de los nacimientos,

se va a ocupar el capitule préximo.


C A P I T U L O IV

RENDIMIENT05 DECRECIENTE5 EN LA AGRICULTURA: EL MODELO

RICARDIANO

En la segunda edicién de su Ensavo sobre la Poblacién. Malthus fortnu

16 la progresién aritmética que gobernaba la oferta de alimentos de tel mène­

ra que ya se vislumbraba la ley de rendimientos decrecientes• Pero hasta el

aPio 1015 no se opéré la sustituciôn de menera perfectamente clara, Fue en

ese aMo, por lo tanto, cuando la teoria de la poblacién de los clésicos quedé

formalmente compléta.

La ley de rendimientos decrecientes estaba en el aire. Prueba de ello

es que cuatro autores la descubrieron independientemente al mismo tiempo. Lo

que ocurriô es que les fluctuaciones de los precios de los eereales dieron

ocasién a que se crearan barias comisioneS parlamentarias euyoa informes sirvi

eron de base al descubrimiento de los économistes.

El efecto de la guerra sobre el precio de los alimentos puede dedu-

cirse de las cifras que aporta Lord Robbins en su libro sobre el economists

Robert Torrens. Durante més de ochenta aMos antes del comienro de las guerres

napoleénicas el precio del trigo (1) en el mercado de Windsor no habia pasado

nunca de 60 chelines el quarter (20 libras de peso). Proclamado el bloquyizogi

tinental por Napoleén en 1805, las importaciones decayeron notablemente y, CQ.

mo en todas las guerres, los ingleses hubieron de roturar pastos para culti­

ver trigo. De 1808 a 1813 el quarter de trigo en Windsor no bajé de 96 eheli-

nés, y en 1 ^ 3 el precio mediù fue de 120 chelines (2). Es cierto que parte

(1).- La polémica, cuya demcfipélén se inicia aqui, y se prosigue en el Cap.


VIII, concierne en realidad los precios de cuatro eereales, trigo, ave­
na, cebada, centeno y dos leguminosas, guipantes y habas. Pero ya el
precio del trigo era el més importante, yvadwnés era un buen indice de
la evolucién dp los demis precios, seré més sencillo referirse éélo a
este cereal. Cp. Halévy, Historv>of the English People.vol.II.o.ll2.
(2).- Liosel Robbins,' Robert Torrens and the Evolution of Classical.Economic#^
pég. 36.
de la subida podia explicarse por la inflaciôh monetaria causada par los

gastos de la guerra y permitida por la inconv/ertibilidad de la libra. Pe­

ro las causas més importantes eran sin duda, las dificultades de la oferta

debidas al bloqu^continental, y el aumento de la demanda d ^ i d a al creci­

miento de la poblacién.

El resultado de precios tan altos fue una^prosperidad para el sector

agricola. El margen de cultivo se am^llé considerablemente tanto extensive

como intensivamente. Pero en el otoMo de 1013 hubo una gran cosecha, con lo

que empezaron a caer los precios, tendencia reforzada por importaciones de

Irlande y por la llamada de la paz en 1814 (sélo interrumpida por los "cien

dias" y la campaMa de Waterloo). La crisis de la agriculture se eonfirmaba.

Estas fluctuaciones de precios dieron lugar a que se nosbraran très comités

de investigacién de 1811 a 1815 para examiner la situacién del eomereio de

granos. Los dos primeras se enfrentaron con el problems dsl alto precio del

trigo, y pertenecieron a la Cémara de los Comunes, pues al comén del pueblo

era a quién preocupaba principalmente la carestia dela vida (1). El tercero

se enfrenté con el problème del bajo precio del trigo, problems que habia de

reeupeear a los terratenientes especialmente, por lo que se formé en la Cé­

mara de los Lores. En las conclusiones del Comité de los Lores se basé si

proyecto de Ley del Grano de 1915, que luego se aprobaria en esa misma sesién

(2). El resto del relato pertenece a la historié de las Isyes de grande, tra-

tada en el Cap. VIII de esta tesis.

(1).- Véase, British Parliamentary Papers. "Report from the Select Committee,
appointed to inquire into the Corn Trade of the United Kingdom", 1812-
1813. Y "Report from the Select Committee to whom several petitionee...
upon the suject of the Corn Laws were referred", 1813-1814.
(2).- Véase, British Parliamentarv Papers. "First and Second Reports from the
Lords'Committee appointed to inquire into the State of the Growth, Com­
merce, and Consumption of Grain and all Laws relating thereto". 1814-
1*15.
IV. J

Con motivo de la discusién parlamentaria del refeildo proyecto de

ley del grano de 1815, aparecieron cinco opûeculoe exponiendo la ley de

rendimientos decrecientes en la agriculture. Las fechos de su aparicién son

las que siguen:

3 feb. 1815: Malthus, An Inquiry into the Nature and Progress of Rent;

10 " " :Malthus, Grounds of an Opinion on the Policy of Restricting


the Importation of Foreinq C o m :

13 " " :(R, West), An Essay on the Application of Capital to Land;

24 " " :Torrens, An Essay on the External Corn Trade;

24 " 2 :Ricardo, An Essav on the Effects of a Low Price of Corn on


the Profits of Stojfck.

De estos autores, el dnico que parece haber leido el trabajo de otro

fue Ricardo, que conocia el pensamiento de Malthus (1).

El razonamiento de estos tree ensayos se resumia en dos pesos, el

primero, introducir 1a nocién de rendimientos decrecientes, el segundo, li-

gar esta nociân con la renta de la tierra. Todos ellos presentaban la no -

ciôn de rendimientos decrecientes sin distinguir claramente entre rendimien,

tos medios y rendimientos marginales, si bien es yerdad que la formulacién

de West, que es la més perfecta, puede interpretarse como referida a rendi-

nientos marginales: "cada cantidad adicional de trabajo aplicada a la agricuj^

tura rinde un producto efectivamente disminuido", son sus palabras (2). De

todas formas tal confusién no ténia consecuencias grayes en el momento de

aplicar la "ley", puesto que cuando los rendimientos medios decrecen, torn-

bién lo hacen los marginales (3).

(1).- Véase para estos datop y para une excelente diaeusién de este tema, el
prélogo de Sraffa al cuarto yolumen de su edicién de las Obra s de Ri­
cardo. (Ed. Emecé).
(2).- "Each additional quantity of work bestowed on agriculture yields an ac­
tually diminished return".
(3).- Aunque no seajfcierta la proposicién inversa. En efecto, los rendimiejQ.
tos marginales de un factor yiable, cuando se aplica en dosis infinité­
simales crecientes a otro factor de oferta perfectamente ineléstica,em-
piezah a decrecer mientras los rendimientos medios siguen aén incremen -
téndose. Sélo a partir del punto en que los rendimientos marginales y
los medios sean iguales, empieza*,# decrecer tanëiiën lo# rendimientM me
dios. Véase Blaug, Economie Theory in Retrospect, pég. 72.
Una vez establecicfe la nociôn de rendimientos decrecientes, estos

autores la aplicaron para explicar la aparicidn d ^ ^ e n t a de la tierra. Syponian


Ax
un modèle en el que se aplicasen dosis discretes de capital y trabajo la tie,

rra, para Ip cual no se postulaba més que un uso, la produccién de trigo. En

resumen, su idea ara que, al aumentar los costes de produccidn en el margen,

aumentaba el excedente por encima del coste en las tierras majores. Todas estas

nociones son demasiado conocidas para que se insiste més sobre ellas (1).

El modèle de Ricardo.

A pesar de no ser él opüsculo de Ricardo si més temprano, si tiene

més interés que los otros cuatro por la amplitud de su visidn; fue ahi donde

se intégré el principio de la poblacién de Malthus con el del rendimientos de­

crecientes en un unico modelo econémico. Ademés, ese modelo le permitié propo-

ner una teoria dinémica de la evolucién de la économie.

El modelo presentado en Influencia del baio orecio del trigo estaba

basado en una simplificacién fundamental: suponia que el sistema econémico era

como una inraensa granja que no producia més que un sélo bien, el trigo; la ven-

taja de ^ta^ssogflf simplificacién era que el trigo se podia considérer a la vez

bien de capital (semilla y capital variable de salaries) y bien de consume,(ali-

mentacién de los obreros), con lo que se eliminaban los problèmes de precios

relatives. Otro supuesto de hecho o de contexte era que existian très factores

de produccién, tierra, capital y trabajo; y que estaban apropiados por très clo­

ses distributives: terratenientes, que percibian la renta de la tierra, capita­

lists s, los bénéficies, mano de obra, el salarie. Otro supuesto de hecho era

la estabilidad del nival tecnolégico.

(1).- Al disminuir la productividad marginal del factor variable, aumenta la


del factor fijo. Como la tierra no tiene coste (pues no puede producir
més que un sélo bien, el trigo) todo el excedente por encima del coste
del factor variable, es renta de la tierra.
IV. 5

Las predicciones que se deduclan^con la ayuda de la "ley" de rendi­

mientos decreciente^ eran: primero, que a medida que aumentaba el ahorro aumen,

taba la poblacién; segundo, que al aumentar la poblacién, aumentaba el produc­

to, pero con incrementos decrecientes; tercero, que los salaries totales aume&

taban a ritmo constente, las rentas totales a un ritmo creciente, y los bénéfi­

cies totales a un ritmo decreciente, hasta que éstos a partir de un cierto pun­

to empezaban a decaer. &Qué se deducia de todo ello para la evolucién future

de la économie? Que se acercaba el estado estaeionario, es decir, el estado en

el que no habia inversién neta. En efecto, el motor del modelo era la acumula-

cién de capital para salaries, que es lo que incitaba a la mano de obra a cre-

cer. A medida que los bénéficiés marginales se éban reduciendo, disminuia el

incentive a ahorrar, hasta que en el limite el ahorro neto desaperecia.

Examinemos su razonamiento concrete en el opésculo de 1815. En pri­

mer lugar présenta el efecto que tiene la ampliacién del margen del cultivo sg,

bre las rentas y los beneficios.

Al entrer en cultivo sucesivamente tierra de peor calidad, o tierra


peor situada, la renta subiria en la tierra anteriormente cultivada,
y los beneficios caerian exactamente en el mismo grado; y si la pe-
queRez de los beneficios no detiene la acumulacién, dificilmente ha-
bré limites al crecimiento de la renta, y a la caida de los benefi -
cios (1).

Suponiendo que "no tiene lugar majoras en la agriculture, y que el

capital y la poblacién avanzan en la proporeién debida, de tal forma que los

salaries reales de la mano de obra se mantienen uniformemente los mismos" (p.12),

iqué ocurre a medida que progress un pais? Para explicarlo Ricardo présenta

un ejemplo numérico muy ingenioso (p. 17) y deduce que:

Se veré que durante el progreso de un paie el producto total de su


tierra aumentaré, y durante un cierto tiempo aquella parte del pro^
dücto que pertenece a los beneficios del capital, asi como la par­
te que pertenece a la renta, aumentarén; pero que més tarde, coda
acumulacién de capital se veré seguida de une disminucién absolute
asi como proporcional de los beneficios, -mientras las rentas aumen­
tarén uniformemente. (pégs. 15-16).

(l).- Ricardo, Works, Sraffa ed. , vol. IV, pég. 14.


IV, 6

Como el Interés de la comunidad estriba en que se mantengan eltos

los beneficios y se aleje el estado estaeionario, "el interés del terratenien,

te siempre se opone al interés de todas las demés clases de la comunidad" (p.21).

Los beneficios sélo pueden aumentarse si tiene lugar alguna de estas

très circunstancias: "12) La caida de los salaries reales del trabajo... 2*)

Majoras en la agriculture o en los aperos de cultivo .... 3*) El deécubrimiento

de nuevos mercados, de donde se pueda importer trigo a un precio més barato que

aquel al que puede producirse en casa" (pég. 22). Vemos aqui que Ricardo, antes

de pasar a discutir la politics que recomienda, modifiée una de sus funciones,

la que gobierna los salarias, y suspende uno de sus supuestos de hecho, la cons-

tancia del nivel de productividad.

Tiene interés el detenerse por un momento a examiner la relacién ejn

tre salaries y beneficios en el sistema de Ricardo. Ricardo dijo que todo au­

mento de salarie se realizaba a coste de los beneficios. Esta afirmacién ténia

un doble sentido. Si se suponia que la tasa de salaries se mantsnia en el ni-

vel acostumbrado, entoncea pensaba Ricardo qee un aumento de los salariestota,

les como la fuerza que deprimia los bénéficiés; porque ello llevaba a un aumen­

to de poblacién que inducia a su vez jl un aumento de la demanda de alimentos,

una ampliacién del margen de cultivo, y uno elevacién de la renta de la tierra.

Si se suponia quela tasa de salarias podia varier, entoncea el efecto de los

salaries sobre los beneficios podia realizarse por dos caminos: cuando la tasa

de salaries aumentaba porque hubiese crecido el capital sin que la poblacién se

expandiera autométicamente, entonces los salaries totales habrian crecido, y

tendria lugar una demanda inducida de alimentos que provocaria el consiguiente

aumento de le renta de la tierra; cuando la tasa de salaries aumentaba porque

disminuyese la poblacién (por emigracién, quizé), una inversién de capital en

un periodo conseguiria mener producto total en el siguiente, con lo que la tasa

de bénéficias caia a corto pCLazo; el que cayese o no a largo plazo dependeria


de que los capitalistes mentuviesen o no su acumulacién. Estas reflexiones Iban

a tener interés para la polities de salarios y el neo-malthusianismo.

El opdsculo termina con el examen de los argumentes en favor de la

proteccién arancelaria de la agricultural

Si los intereses de los terratenientes se consideran de tal isqpor-


tancia que nos lleven a no aprovecharnos de todos los bénéficias
que se eeguirian de la importacién del trigo a bajo precio, taoÈfién
deberian llevarnos a rechazar toda majora en la agriculture y en los
instrumentos de cultivo (pég. 41).

Si se quisiera resumir su pensamiento en una frase, habria que re-

coger la cita siguiente: "los beneficios générales del capital dependen total-

nente del bénéficie de la éltima porcién de capital empleada en la tierra" (p.21)

Como de los beneficios depends la acumulacién, todo lo que eleve los beneficios

del capital en la agriculture o bien aleja el estado estaeionario, o bien^ si

se conttola el crecimiento de la poblacién) eleva los salaries œ r caeita.

Renta de la tierra v costes de oportunidad.

&
El opûaculo s c ^ e La influencia del baio orecio dsl triao. precisa-

mente por la sencillez de sus supuestos, muestra la capeeidad analitica de Ri­

cardo en toda su fuerza. En Los orincioios de économie oolitica iba e emplear

bésicamente un modelo idéntico a éste, sélo que, al introducir productos dis -

tintos del trigo, especialmente productos manufacturadoa, la iba a ser necesa­

ria la previa discusién de la teoria del valor. Por ello, quien quiera ver el

modelo descarnadamente, mejor haré en dirigirss al opûsculo de 1815 en vez de

al tratado de 1817; comprenderé por qué es Ricardo "el economists de los éco­

nomistes" .

En este punto es necesario hacer dos criticas a la concepcién ricar-

diana. La primera se refiere al hecho, a primera vista eurioso, de que Ricardo

no disse el peso desde la nocién de renta de la tierra hasta la de coste de


oportunidad. En realidad una critica de este tipo es injuste, porque no es

licite pedir a nadie que tenga visidn profôiica. Més justo es preguntar por

qué John Stuart Mill, que si descubrié los costes de oportunidad, no los in­

tégré en el modelo ricardianq que formata la base de su teoria. Esto quizé dé

una indicacién de cêéles eran algunas de las razones que pudieran impédir a

Ricardo dar el peso adelante.

Cuando Ricardo daba su ejemplo numérico del fenémeno de la rente

de la tierra, cabria haberle preguntado por qué razén tal excedente por en -

cima del coste habia de ir a parar a los terratenientes: en efecto, ai es cier­

to quG, debido a un progresivo aumento de la demanda, el margen de cultivo haya

de extenderse a tierras menos fértiles, y que por ello aparezca un excedente

por encima del coste en los tierras intramerginales, &por qué no percibèn ese

excedente los capitalistes que arriendan la tierra?. De hecho, si no hubiese

més que un capitaliste no habria razén alguna por la que el terrateniente hubie.

se de cobrar la totalidad del excédents; dependeria su reparte de la capacidad

de regateo de los contendientes. Pero en cuanto hay un ndmero de capitalistes

en competencia, la renta es lo que otros cultivadores estarian dispuestos a

pagar. De aqui a decir que la renta es lo que la tierra podrie dar en otros

usos no habia més que un peso; pero los économistes clésicos no lo dieron has­

ta muy tarde, y cuando lo dieron en la persona de John Stuart Mill, no sacaron

de ello consecuencias necesarias. El caso es que su concepto de la renta de la

tierra como excedente gratuite por encima del coste les permitia presenter a

la clase terrateniente como una clase parésita en base a su anélisis econémico

sin ninguna premisa politics o ética, con todas las consecuencias précticas

que ello icdâDBba, desde la defense del libre cambio en materia de granos, has­

ta la peticién de que se nacionalizase la tierra. Si se introduce la nocién de

coste de oportunidad ocurre una de dos cosas: o bien, la renta de la tierra

ya no es renta absolute sino sélo renta difersncial y se convierte en una por-


cién distributive tan "légitima" como el bénéficié y el aalario (con lo que #e

necesitan premises politicos opinables pare afirmar que los terratenientes son

una clase parésita); o bien, todas las porciones distributivas son rentas ab­

solutes, nacidas de la escasa elasticidad de sustitucién de los factores entre

si. Sea como sea, se hubiera hecho necesaria une rovisién del concepto de ren—

ta de la tierra, lo que motivos politicos inconscientes harian dificil,

Los rendimientos decrecientes como lev histérica.

Se ha visto cémo Ricardo especificé taxativamente la nscesidad de

un nivel tecnolégico astable para que las predicciones de su modelo resultasem

ciertas, y cémo subrayé que el progresivo aumento de la renta de la tierra eon

el crecimiento de un pais en poblacién y riqueza se suspenderia si hubiese "una

mejora en la agriculture o en los aperos de cultivo" o "el descubrimiento de

oevos mercados de donde importer trigo .«• barato". Pero el hecho es que las

elevaciones del nivel de productividad entraban en su modelo como excepciones

a la régla, como causa contrarrestadore, més que como alnelgo que, durants un

cierto periodo de tiempo podia muy bien ser la régla general. Esto era espe -

cialmente notable en la Inglaterra de su tiempo, que gozé de una tasa de cre­

cimiento, y por lo tanto, de adelanto tecnolégico como ha habido muy poeos en

la historié. Ricardo sabia que los rendimientos decrecientes no eran una ley

histérica, sino sélo une tendencia , pero 61, y los ricardianos razonaron como

si fuese una ley. Senior, que no era estrictamente ricardiano, y que rechazabe

el pesimismo inherente a ese escuala, hablô de rendimientos decrecientes en le

agriculture y crecientes en la industrie; con ello la tendencia general de loe

rendimientos del sistema econémico dépendis de la intensidad relative de esos

dos factores contrapuestos. Stuart Mill si era un ricardiano, es decir, si

creia que el estado estaeionario estaba a "un palmo de dlstancia": con menos

justificacién todavia que Senior debié permitirse hablar de dos fuerzas eon-
trapuestas (no ya an la économie, sino an la agriculture misma, la una haeien-

do elevarse la productivadad, la otra deprimiândola) sin medifiear sustancial

e inmediatamente su modelo, Como en la cusstién de los costes de oportunidad,

no intégré plenamente en su teoria su descubrimiento de la importancia de los

avances tecnolégicos en la agriculture. Pero esto es materia que se discutiré

en el Capitule XI de la presents tesis.

Estado estaeionario v poblacién.

En resumen, el modelo ricardiano se mantuvo en pié, a peser de les

dificultades que le planteaban las nociones de coste de oportunidad y de nivel


A
tecnolégico.y-4 pesar de lo endeble de sus bases, constituyé si sostôn del

anélisis demogréfico de la época.

Desde el punto de cista demogréfico, el modelo llevaba a la conclu-

sién de que era importante detener el crecimiento de la poblacién; el estado

estaeionario se aproximaba con cada aumento de los habitantes, pues ello indu-

cia un crecimiento de las rentes de la tierra e costa de los beneficios«£i ha-

bia de llegar, era mejor que lo twtlüRse, no por un crecimiento de los salarios

totales (manteniéndose constante la tasa de salarie), sino por un crecimiento

de los salaries per capita. Si llegaba cuando las clases obreras se eneontra-

ban en un estado de miseria, la condicién de éstas tendria dificil ramedio.

Do esta idea nacieron dos derivaciones importantisimas, que examinarsmos en

los dos Capitules que siguen: la idea de un punto éptimo de poblacién, y la

idea neo-malthusiana de un control artificial de la natalidad.


C A P I T U L O V

UN COMIENZÜ DE 50CI0L0GIA DE LA POBLACION:

RICARDO Y JAMES^ MILL

Con la especlficacién ds la "ley" de rendimientos decrecientes queda­

ba perfilada la teoria de la poblacién bajo su nueva y més compleja forma de

"modelo ricardiano": el principio de la poblacién formaba la base de una teo­

ria dinémica de la économie que permitia predecir la evolucién de las porcio­

nes distributivas, y la préxima llegeda de todo el sistema hacia el estdo

estaeionario.

Ya hemos hecho alusién a que Seqj^j^ no era un ricardiano estricto. El

predominio del sistema ricardiano sobre los économistes ingleses del tiempo no

fue tan absolute como se ha.solide creer. Se piensa que una vez esculpidas les

tablas de la ley por Ricardo en sua Princioiosde 1617, la obediencia no habia

sido rota hasta que devons dié la seMal de rebelién en 1817. Sagûn Richard

Blaug en su tesis doctoral Riémtdién Economies la realidad fue muy distinta.

Hay que distinguir en primer lugar el camino seguido por el cuerpo or-

todoxo de los économistes del seguido por los que Se encontreban fuera dsl re-

dil. La expresién podré parecer un poco fuerte* Pero es un hecho que quienes

no tenian contacte directe con un pequeMo grupo de aconomistas en Londres eran

totalmente desoidos e incluso desoonocidos. Apenas es exagerado decir que era

indispensable reunirse a cenar regularmente con los demés socios del Club de

Economie Politica para que las ideas de uno tqviesen aceptacién.

Los économistes heterodoxos formaban dos grupos muy distintos* Por una

parte estaban lo que se ha venido en llamar "socialistes ricardianos" aunque

mejor responderian al de "socialistes smithianœ" pues pretendian para el

trabajador todo el producto del trabajo, como en los tiempo# primitives desci^

tos por Adam Smith en el libro I de La Riqueza de las Naç^onea. Por otra se
encontroban los iniciadores del pensamiento marginaliata, tales como Long -

field y demés miembros de la escuela de Dublin -sin ningûn eco entre los cul-

tivadores dés notados de la ciencia a pesar de que la idea de la utilidad mar­

ginal tuviese clara filiacién benthamiata,

A pesar de la indiferencia que demostraba a quienes seguian llneas de

investigacién distintas de las suyas, los economistas "clésicos" u ortodoxos

no dejaban de ester en profundo desacuerdo entre si sobre cuestiones importan­

tes. La principal diferencia se presentaba entre los disclpulos directos de

Ricardo por un lado, es decir, James Mill y J.R» McCulloch, fieles al pensa —

miento del maestro incluso hasta el exceso, y por otro, los que emiozaban a

ponar en duda les doctrines ricardianos. Entre estos éltimos se encontraban

Malthus, claro, el ex-coronel de los marines. Robert Torrens, el whio Senior,

y otros. El Club de Economla Politics no se mostraba ni mucho menos unénime sa,

tare las cuestiones que consideraba: James Mill incluso dejé de acudir a las ce-

nas porque, segén la lengua maliciosa de Mallet (que reseMé en sus diarios las

reuniones de aquella época) no podia pontificar como entre sus jévenes disci-

pulos.

Los economistas disidentes del pensamiento ricardiano empezaban a en-

contrar demasiado sombrio el mensaje central de éste. En primer lugar adquirij^

ron la conviccién de que la poblacién no presionaba sobre la subsistencia en

forma tan implacable como Ricardo, siguiendo a Malthus, perecia pensarlo: Se­

nior en sus cartas a Malthus de 1829 (l), Torrens ya desde 1808, y otros mu-

choa miembros del Club de Econoroia Politico asi lo deciarr: "Uno de los erro­

rs s de Ricardo" escribe Mallet en su diario, resumiendo une discusién del 15

de abril de 1631, "parece haber sido que llevé el principio de la poblacién

de Malthus a conclusiones injustificadas" (2).

(1).- Véase capitula IX, de esta tesis.


(2).- Proceeding* Pnii+innT Economy Club, vol. I. Diario de Mallet
En segundo lugar se negaban é seaptsrel que la tasa de benefieio en

la agriculture gobernag* la tasa de beneficios, y queestuviexa llevando toda

la économie hacia el estado estaeionario. Como ya hemos apuntado fue Senior

precisamente quien propuso la distincién entre rendimientos decrecientes en

la agriculture y crecientes en lo industrie, dependiendo la linea de evolucién

de la tasa de bénéficies general de respective fuerza de estos dos factores.

Por fin incluso empezaron a nacer dudas sobre details# del sistema,

tales como la teoria de la determinecién de los salarios que habian expuesto

Ricardo y James Mill y McCulloch detrés de ôl. En efecto el mismo Nassau Se­

nior (cuya talla como economists no se ha reconocido aén suficientemente a pe­

sar de los esfuerzos de Marian Bowley y de Sch^eter) propuso una teoria dis -

tinta de los salarios en su opdsculo On the Price of Obtaining por la qua los

salarios générales estaban gobemados por los de las industries de exportacién,

teoria que resultaba ser un gran adelanto por su empleo (si bien percial) del

concepto de productividad.

La publicacidn de los Principles de John Stuart Mill en 1040 restable-

cié la preeminencia del pensamiento de Ricardo y fue tal la aceptacién de^tra­

tado de Mill qua durante una veintena de affos la teoria econémica quedé inmo-

vilizada. No quiere decir esto que Mill fuese nada més que un imitador de Ri­

cardo -sus innovaciones fueron muchas e importantes. Pero en lo fundamental ,

su sistema era ricardiano, y haste en lo adjetivo se lo parecié a sus contem-

poréneos.

La presente narracién, sin embargo, no he llegado aén ten lejos. Queda

por estudiar la posture del mismo Ricardo respecte a la remuneracién del tra­

bajo (a saber, su definicién de la teoria del fondo de salarios), el empleo

de esta teoria por James Mill para determiner el éptimo de poblacién, y las

consecuencias neo-malthusianas o de restriccién de la natalidad que éste au-

tor dedujo de tel doctrine, y otras muchas vicisitudss del principio malthu­

siano antes de que se pueda analizar la posture de John Stuart Mill.

^ ■
El salarie acostumbrado.-

El oRo es al de 1817, feeha de la pgblicaciôn de Lps Principio# de

Ricardo, En su eapitulo sobre lo# salarios, el V, Ricardo introduce un concep­

to de poco valor cientlfico que, sin embargo, iba a transformer définitivamen-

te la doctrine Malthusiens en une doctrine de carécter sociolôgico: el concep-


0
to de "salarie acostumbrad^".

Une idea semejante se encontraba ya en Malthus bajo el nombre de "ni-

vel de miseria" (standard of v^tchedness) como se ha apuntado més arriba. Pero

fue Ricardo quién la acusé efectivamente para su uso general.

En ese eapitulo V de Los Princioios. distinguié Ricardo entre el tipo

de salario natural, y el tipo de mercado (1). Para él, el tipo de salarie de

equilibrio (o tipo "natural") venia determinado por el minimo acostumbrado por

debajo del cuél se negarian a vivir los trabajedorss, disfflinuyendo en conse -

cuencia el némero de hijos. Ricardo insistié en que este tipo de equilibrio

no equivaldris al minimo de subâistencia:"d0pende especialmente de los usos

y costumbres del pueblo".

Un trabajador inglés considerarie su salario inferior al tipo natutel


y ademés insuficiente para el sostén de la familia, si no le fuera
posible con él comprar més alimentos que patates y no tener otra vi-
vienda mejor que una choza de tierra; sin embargo, estas necesidades
naturales y moderadas se juzgan con frecuencia sufici^tes en pais es
donde "la vida del hombre es barata" y sus necesidades^atisfacen fé-
cilmente,

El tipo de mercado por su porte, no venia determinada por la costum­

bre establecide, sino por la proporeién entre capital y trebajadoree y podia

encontrarse por encima o por debajo del salario naturel, segén las circuns -

tancias. Ricardo no hablaba directamente de fondo de ealarios, pero ésta era

la idea que subyacia su razonamiento. Los capitalistes, suponian adelahtaban

(1).- Para simplificar la exposicién se reproduce aqui la argumentacién de


Ricardo en términos reales en vez de monetarios.
cada aMo un fondo de bienes de consumo a los trabajadores. Cl salario medio

resultaba sencillamente de dividir este fondo por el ndmero de asalariados.

No es éste el lugar para entrer en une critica de esta catégorie# Baste noter

que lo entrego se suponia inçondicional y hecha sin ateneiôn alguna a la pro­

ductividad que en contrapartida desarrollesen los obreros, lo que hacia de la

teoria algo muy rudimentario, si bien no tan equivocado como suele suponerse.

En une sociedad donde hubiese abondantes tierras fértiles "aunque la

pblecién pueda doblarse en veinticinco aMoe" (continué Ricardo refiriéndose a

la conocido razén geométrica de Malthus), "también podrie doblarse en un pe­

riodo més corto el capital (1)." M.entras no aporeciesen rendimientos decre­

cientes en la agriculture, el tipo de salario de mercado podria mantenerse por

encima del tipo de equilibrio "por un periodo indefinido", "Porque tan pronto

se responds con un crecimiento de poblacién al impulse dado por un aumento

de capital..., otro incremento de capital puede producir el mismo efecto" (2).

Pero cuando aparecieron los rendimientos decrecientes en la tierra,

le acumulacién ds capital se haria més dificil, ya que la velocidad de acumula,

cién dependia de "los poderes productives del trabajo", y éstos eran general-

mente mayores "cuando hay abundancia de tierra fértil" (3). En consecuenoia,

el tipo de salario a corto plazo iria acercéndose al tipo natural..

Lo que en el fondo importaba para el bienestar de la class trabaja-

dora,sobre todo en poises que para ellos se estaban acercando al estado es-

tacionario, es que el tipo acostumbrado (o "naturel") fuese alto.

Los amigos de la humanidad han de desear nepesariamen t e que en todos


los paises sientan les clases trabajadores apetencia por comodidades
y goces, y que se les estimule por todos los medios y esfuerzos a que
se los procure. No puede haber mejor seguridad contre una superabun-
doncia de poblacién. (Ricardo. Works. Sraffa ed. I. pég. 100).

(1).- Ricardo. Works.Sraffa ed. I, pég. 98.


(2).- Ricardo. Works.Sraffa ad. I, pég. 95.
(3).- Ricardo. Works.Sraffa ed. I, pég. 98.
Oy
Una teoria irrefutable o tj^utoléaica.-

Con 8u nobién del salario acostumbrado, Ricardo convertie el princi­

pio de la pOblacidn en una teoria irrefutable o tautoldgica, por la faite de

especificacién del contexte* Desde el punto de vista politico su nodifioaeién

o61 principio era un adelanto, puesto que sugeria le existencia de todo un muri

do de déterminante*# socioldgicos de la poblacién, al tiempo que reehazaba la

idea de que los hombres habian de reproducirse necesariamente y biolég/^amen-

te hasta rebajarse al nivel de subsistencia* Pero desde el punto de viets

cientlfico la formulacién ricardiana no ténia ningén valor, puesto que no

permitia hacer ninguna prediccién determinada. Como no se especificaban las

condiciones de aparicién de una nueva costumbre, cualquier tipo de salario

que se prolongera durante algün tiempo podla definirse como el "salario acos­

tumbrado". Como Ricardo no puntualizaba cuanto tiempo tardaria un nuevo ni­

vel de salarias en haberse "acostumbrado"* ni cuanto habia de durbt Uh pério­

de de salarios por debajo del "habituai" pëta romper le costü*Wèe, ho existia

nivel alguno de salarios que no fuese coMfSlstible con su teoria.

El bëttiihô de renovacién del principio malthusiano estaba en el estu­

dio de las motivaciones de fertilidad, y en la consiguiente prssentacién de

hipétesis que permitiesen predecir les "costumbres" déterminantes de los mo-

vimientos de poblacién. Desgraciadamente, al quedarse en la superficie Ricar­

do consiguié dar la sensacién de que habia encontrado la respuesta definiti-

va, e inhibié a otros investigadores buscar nuevas soluciones.

James Mill. El éotimo de poblacién.

Para Malthus el crecimiento de la poblacién no era peligroso més que

(tiando era demasiado répido. Si se consiguiera por la adopcién de la disciplina

moral que la poblacién creciese a la misma velocidad o un poco menos aprisa

que la subsistencia, o dicho con mayor precisién menos aprisa que la demanda

efectiva de trabajo, no habia por qué poner limite méximo a su ndmero. Muy
al contrario el deseo de casarse unido a le discipline moral empujarfa a

los hombres a trabajar y a ahorrar. Con razén decia Malthus (por ejemplo

en el articulo para el Suplemento de la Enciclooedia Briténica) que no era

srmdLge de la poblacién, sino sélo de su crecimiento demasiado répido.

Pero al introducirse formalmente los rendimientos decrecientes en el

modelo cambiaben las cosas. Malthus empleé esta nocién en las ediciones pos­

ter iores de su ensayo, pero no vié todas sus implieacionea. Ricardo por el

contrario si las vié: llegaba un momento en que el crecimiento de la pobla-

dén y los consiguisntes rendimientos decrecientes en la agriculture indu-

cian la disminucién de la tasa de beneficios y la proximidad del estado es-

tecioncrio con todos sus terrores; por lo tanto, pasado un cierto punto cual-

quier" crecimiento de la poblacién suponia un empeoramiento.

James Mill desarrollé con mayor details esta idee de un punto épti­

mo a partir del cuél era de desear que la poblacién no creciese en absoluto.

Lo hizo en su libro Elementos de economla politisa (1821).

Para James Mill, como para Ricardo, una vez que cornenzaban a decre­

cer los rendimientos en la agriculture, los aumentos subsiguientes de pobla­

cién y de capital sélo mejoraban la situacién de los terratenientes. Es im­

portante subrayar para los efectos de esta exposicién, que no era sélo el

crecimiento de poblacién lo que temia James Mill, sino también el crecimie^

to de capital. Este éltimo llevaba consigo el aumento de inversién en la

tierra con la consiguiente disminucién de los rendimientos marginales de la

économie. Por lo tanto, el mantenerse en el punto éptimo implicaba tanto que

se detuviera el crecimiento de la poblacién como el del capital.

La orioinalidad de James Mill.

A primera vista Los Elementos parecon un libro sin ninguna origina-

lidad. Pero una segunda lecture révéla ideas nuevas escondidas, especialmen-

te en punto al principio de la poblacién.


Por ejemplo, en lo referents a la capacidad de la poblacién para

crecer, James Mill es el primero en apoyarla claramente sobre la base fir­

me de "la constitucién fisiolégica de la hembra de lé especia Humana ...

y de les inferencias qys las ciencias de la fisiologia y la anatomia compare,


//
da nos permiten derivar por la analogie de la constitucién de otros animales.

En cuanto e la capacidad de la subsistencia de crecer tan aprisa co­

mo podrian hacerlo el nùmero de habitantes, también la présenté de mènera

nueva e interesante. En vez de comparer habitantes con la subsistencia glo­

bal en un momento dado como lo hacien muchos malthusianos pretendia contras­

ter la tendencia al crecimiento de ambos factores en el tiempo. Por eso se

fijé por un lado como ya se ha dicho en la capacidad fisiolégica de la hem­

bra Humana y por otro, en la capacidad de crecimiento del capital (pues de

esta éltima dependen el que se pueda aumentar la produccién de susbsistencia^


S
Comparé puôs némeros con capital, no némeros con subblstencia/.

Bien cierto es que uno de los factores déterminantes del creeimien-

to de capital era su rendimiento en la agriculture, pués al disminuir éste

disminuia le produccién global brute de la cual se ahorraba. Pero también

s verdad que la proporeién en que el ahorro se invertie en capital fijo y

capital circulante (es decir, principalmente salarios) o la propensién de la

sociedad al ahorro era un determinants més inmediato del tipo de salarie. Al

introducir el capital, el anélisis se refinaba*

En efecto, en vez de argumenter sélo en base a rendimientos decre -

cientes en la agriculture, James Mill empezé el estudio dsl terne habiando

de la flaqueza de los incentives al ahorro en la mayorie de las sociedades,

quedando los rendimientos como factor subsidiario.

Be haberse proseguido esta linea de investigacién, es decir, de la


Lp l
rsjcién entre ahorro y rendimientos agrlcolas, los resultados podrian haber

sido muy interesantes, especialmente ai, como sugirié Francis Place, el es-
tudlo de los incentives al ahorro se hubisra combinedo eon "el estudio de

las estados agricolas por el Sr. Malthus". Quiz6 se hubiera llegedo aei a

formuler la teoria que hoy ae llama de la "trempa melthusiana", por la que

se predice la presidn de poblacidn sobre subsisteneia en paises cerxadoa de

carëcter agricole, como inevitable.

Pero bastante es ye el oebozo de sociologie del ahorro en Loe Ele-

mentos. En el caso de los muy ricos "la posesidn de grandes fortunes des-

#erto el apetito de goces inmediatoa". En el caso de los pobres, los instin-

tos racionales que llevan a posponer el goes inmediato de los bienes, a du­

ras penaa prevalecen frente a la gran dificultad de ahorar "aftediendo un

penique a otro". S61o personas de situaciôn media se inclinerân a hacer la

adecuada "provision para los hijos". Concluia James Mill que era rara an la

historia de la humanidad la existencia de tal clase media.

Se hubiera acostumbrado este autor de haber visto alguna estadisti-

ca sobre el ahorro: normalmente son los ricos quienes més ahorran, junto

con las personas juridicas de gran capacidad econdmiea* La enemiga de James

Mill a la clase terrateniente, proverbialmente ostentosa en Inglaterra, le

llevaba a ver la realidad distinta de c6mo es. Pero incluso aei su hipdte-

sis socioldgica del ahorro hubiera podido servir a una teoria del desarro-

llo Qcondmico muy interesante.

También refind la teoria malthusiana en otro punto de importancia:

el del efecto de un excesivo crecimiento de la poblaeidn en une sociedad di-

\idida en clases. Aunque esta idea se eneuentra en las pdginos de Los Ele -

mentos. estd mds ampliamente desarroUada en el articula "Colony" del Supple­

ment to the Encyclopaedia Britdnice de 1819.

Los anti-malthusianos repstian a menudo que la produccidn agricola

total no habia llegado a su méximo absoluto, que sa podia incrementar po -

niendo los medios necesarios pare ello, y que por lo tanto habia lugar para
mds habitantes. Si los criticos del malthusiaoismo hubiemen seMalado la

posibilidad de cambios en el nivel tecnoldgico, eus argumentes hubiasen si-

do aceptables; pero la mayoria de ellos suponlo que le produetivided era

constante. James Mill les rebatid haciendo noter que, "como la tierra rinde

gradualmente menos y menos producto a cada nueva poreidn de mano de obra,

séria necesario emplear, gsadualmente, no sdlo un Numéro mayor y mayor, si-

no una mayor y mayor oroporcidn del pueblo en la tarea de producir alimente",

(p. 11). Si un pais ha llegado a la proporciôn mds eonveniente (punto 6pti-

mo) entre la gente que produce alimenta, y le que produce otros bienes, in-

cluidos los bienes no materials*, la poblecidn podria sumentar, si, pero

aumentando la proporciôn de la clase agricole y alejdndose del ôptimp.

Por lo tanto, el crecimiento excesivo de la poblacidn podria no-

tarse, no sdlo por una caida de los salaries, sino también por un crecimien­

to relative del sector agricole. Es esta une intereeente espeeificacidn de

la teoria ricardiana, que la hace empirica y de lugar a posiblescontraejem-

plos, que podrian refutarla.

James Mill considéra una extensiân de la poblacidn mtfs allé del

punto dptimo como una catéstrofe, pues podia 11ever a le destrucciôn de la

clase media* a la que él pertsnecia. En Los Elementos. dijo:

Probablemente nadie disputaré que quienes se eneuentran par snci-


ma de la preocupacidn de cômo coneeguir los medios de subsisteneia
y respetabilidad, sin por ello ester expuesto a les vicios y las
locuras de las grandes riquezas; es decir, los hombres de fortune
media, los hombres a los que la sopiedad debe sus mayores adelantos,
son precisamente los hombres que, por ser dueMos de su tiempo, por
ester libres de trabajo manual, por no ester sujetos a la autoridad
de nadie, y por verse ocupados en los trebajos més agredables, ob-
tienen, en cuanto clase, la suma mayor de goce humane (pég. 49).

Concluye pérrafo tan fervoroso: "para la felieidad, como también para el

ornemente de nuestre natureleza, es especialmente de desear que una clase

de este tipo forme la mayor proporciôn posible de la eomunidad" (pég. 49).


Hay que noter que James Mill penseba que el punto ôptimo habia pasado ha-

cia mucho tiempo, o que por un exceao de celo neo-malthueiano olvidaba que era "

posible no llegar al ôptimo por defecto de poblaciôn. En el mismo libro hay un

posaje notable:

Esta limitaciôn del nümero de nacimientos, al elevar los salaries, llevaré


a cabo todo lo que deseamos, sin complicaeiones ni obstéeulos* La limi-
taciôn de los nùmeros, si se pusde conseguir, puede llevarse tan lejos
que no sôlo se eleve la condiciôn del trabajador a cualquier estado de co-
modidad y goce que se desee, sino qua se detenga totalmente le aeumulaêidn
de capital (pôg. 53).

Es importante subrayar que, en opiniôn de James Mill era eondiciôn indispen»

sable para tal elevaciôn del nivel de vida de las clases obrera el que se detu-

viera la acumulaciôn de capital, ademés del crecimiento de le poblaciôn. Sugiere

esta teoria visiones de un sôlo obrero inmensamente ricp llevendo a cabo todo

el trabajo de la sociedad. La fuente del error estribaba en la auseneia del con-

cepto de produetivided para explicar le remuneraciôn de la mano de obra. El sa­

larie era sencillomente el cociente de dividir capital por nümero de obreros. El

crecimiento del divisor quedando el dividende estacionario impliçaba un cocien-

te cada vez mâs pequeflo. El intente de aumentar el cociente empliendo el divi­

dende (es decir, el capital) ténia consecuencias sociales indeseadas, pensaba

James Mill, puesto que aumentaba la porciôn de los terratenientes a costa de las

closes médias emprendedoras. La ünica forma,acepteba, pues, de aumentar los

salarios per capita era disminuir el divisor. Como James Mill se olvidaba de la

relaciôn que existia entre capital y trabajadores, a saber que el ndroero y la

produetivided de éstos influia en la cuantia de aquël, dedujo que no ara nec&

sario pensar en un limite para la disminuciôn de la oferta de trabajo. Este in-

terpretaciôn de la teoria del fonde de salarios aubrayaba todos los inconvenien-

tes de este concepto sin hacer patente ninguna de sus ventejas, excepte una: la

de destacar el papel del control de nacimientos en la elevaciôn del nivel de vi­

da de la clase trabajadora.
C A P I T U L O VI

NEO - MALTHUSXANISMO

El nombre de Malthus susle unirse eciuiveeadamante al del movimien-

to en favor del controlSde la natalidad. Quienes en realldad siguieron los

consejos de Malthus no fueron los neo-malthusienos, sino todos aquellos, co­

mo ciertos principes alemanes, que prehibien el matrimonio antes de cumplir

el servieio militar, o si no se demostrebe capacidad da mantaner une familia.

La relaciôn entre Malthus y el movimiante anti-eoncepcionista as la contraria

de la que se suele creer; el apalativo da"neo-palthusiano" que se le did a fi­

nes del siglo XIX es desafortunado par demés, porque Malthus fue decidido ene-

migo de todas estas précticas (1). Pero como «sta es la apelacidn general, no

habrâ més remedio que aceptarla.

&Cuéles eran las razones de Malthus para oponarse a lo que, a pri­

mera vista, pareceria una prolongacidn de su pemsaniento?. Véamos. Como era

natural no pas6 mucho tiempo antes que se le acusara de propbnsr al iafeAtioi##

dio como soluciôn al prsblema de la pobreza -la solucidn de COndofCSt como en­

fonces pddicamente se la llamaba (2). Malthus se defendi6 vigorosamente de tal

acusacién: œ oponla a "formas antinaturales y artificiales de frenar la po -

blacién" por dos razones: "su inmoralidad y su tendencia a destruir el estimu-

lo indispensable para el trabajo". No hay que olvidar que Malthus cCnsideraba

el retraso del matrimonio como la combinéeidn perfects de incentive el trabajo

(por la necesidad de ahorrar para poder casarse), y de freno al crecimiento ex_

cesivo de la poblaciôn.

(1).- Para la difusiôn dsl verdadero malthusiano en Alemania y Suiza, véase D.


V. Glass, en "Introduction to Malthus. editado por él mismo. En cuanto
a la inoportunida^ del ape%etivo de "neo-malthusiano" véase E.F. Penrose.
"Malthus and the Uhderdeveloppec' Areas", en Economie Journal. June 1957.
(2),- Véase McCleary, The Malthuuian Population Theory, pég. 87
Si fuase posibla a cads matrimonio el limiter a volunted el nû—
mero de sus hijos, hay razones para temer que creciese grande -
mente.la indoleneia de la reza humane ; y que no llegara la po -
blaciôn de los distintos peises, ni la de iode la tierra, a su
extensiôn propia y natural (1).

La limitaciôn de nacimientos y el salaria en Jaw^s Mill.

James Mill per el contrario, como buen représentante del ethos

burgués, discrepaba de este escéptica representacién de los incentives al tra­

bajo porMalthus. Para él, los hombres estarian dispuestos a trabejar, no sélo

para mantener su nivel de vida a peser de su matrimonio, sino para elevarlo.De

otra forma dicho, la limitaeién artificial del nûmero de hijos no destruirla el

deseo de trabejar més, pues podia seguir en opereciôn el deseo de subir en la

vida. Como lo expresaba en sus Elementos (pég. 52) si se introducian métodos

eficaces "de limiter los nacimientos al nOmero que se précisa para mantener la

poblacién sin aumentarla", se podia esperar una subida del nivel de vida hasta

donde apeteciera.

James Mill creie saber de un método, a la vez seguro,discrète,y

més aceptable éticamente que el aborto, el método que Francis Place le hebia

comunicado y que el mismo Place intenteria propager très ahos més tarde. En su

articule "Colony" (1819) habia dicho James Mill:

El problems préctico més importante en el que pueda emplearse la


sebiduria del politico y del moraliste es... el de cuéles sean
los majores medios para contrôler el progreso de la poblacién. Has
ta el momento presents se ha soslayado de la forme més inexcusable
... Y, sin embargo, si se descartasen superticiones puériles, y se
pusiese la vista sin vacilacién en el principle de la utilidad, no
séria muy dificil encontrar une solucién. (pégs. 12-13).

En los Blementos (1821), hizo otra alusién al tema. Al hablar de

la prudencia como freno de la poblacién la definié de forma mucho més emplie que

Malthus: "o bien se contraen matrimonios con menos frecuencia, o bien se tiene

euidado de que no fructifiquen en més de un determinedo némero de hijos" (2).

(1).- Citado por McCleary, op. cit. pég. 88.


(2).-James Mill, Elements of Political Economy, pég. 34, citado por MacCleary,
op. cit. pég. 85.
Sus aXusiones no pasaron de ahi» AX lector moderno eeto quizA

pueda parecerle poco. Pero hay qua toner en cuente qua an equal tiempo cuelquier

referencia a esos temas ee conaideraba altamente impr*.cedente. Hizo falto que

se ocupara de ellos una persona como Francis Place, quien, debido a su origen

obrero, tenia muchas menos inhibiciones que el Examinedor en Jefe de La Compe-

Mia de las Indies Orientales.

Place V el control de la natalidad.

Los detalles, llenos de interés, de le vida de Francis Place, el

sastreradical de Charing Cross, como se le llemd genssesements , se encontrarén

en la biografia que sobre él escribié Graham Welles, Baste con decir que, luego

de durosaMos como sastre, durante los que sufrié represalias por sua activida-

des como lider sindicel, consiguié reunir la fortune sufieiente para poder re-

tirarse del trabajo. Desde el momento de su retiro hasta el de su muerts se de,

dic6 exclusivamente a promover en le medida de sus fuerzas el progreso politi­

co, econémico y social del pueblo inglés. Sin aparecer nunca en primer piano,

y utilizando suinfluencia sobre dirigeâtes obreros, diputados, escritores,fu&

cionarioB, consiguié pesar de manera decisive en el movimiento reformists de

ü tiempo. A\éâl casi exclusivamente se debe la deroqacién de lam leyem que

prohibianla .-indicacion obrera ; él fue uno de lo?; pilare*: del movimiento para
extenderla educaciôn atodaslas clases de la sociedad; él contribuyé como n^
diea oetener lapresién nece.saria para que cl Parlamento, y en epecial la
Cémara de los Lores, se deeidiese a acomster le Gram TTsforme €emstiéucional de
1832. El fue por fin quién inicié el movimiento neo-malthusiano.

Place ara escéptico en cuanto a la eficacie dsl método malthusia-

no de sontrolar la poblacién, a saber, la disciplina moral o el retraso dsl ma­

trimonio. En una carta dirigidà a Jorge Ensor, por ejemplo, ironizé sobre "la

disciplina moral, que ha servido tan bien en su caso y en el mio -y en el de


(James) Mill, y Wakefield- que reunimoe entre loe euatro creo que no menos

de 36 hijos .»« gente indicada para enseMar disciplina moral" (1). Escri-

bia esto Place en el aMo 1818, precisamente cuando, segûn todos los indicios,

descubriô la existencia de métodos artificiales para contrôler la natalidad.

Ese fue el aMo en que volvié Roberto Owen de Francia; éste, seguramente preocu,

pado por los peligros de una tasa excesiva de la natalidad em sus "paralelo-

gramos” o comunidades cooperatives, debié inquirir en el pals vecino quê raé-


9
todos empleaban la clase alta y la burguesia para conseguir su baja fertilidad;

se^dn Field (2) debié comunicar sus descubrimientos a Place,, quien a au vez

hablarla de ellos a James Mill.


Sea ésto cierto o no, el caso es que alrededor de 1820 Place se con—

vintié en un "neo-malthusiano" convencido, y en consonancia con su sinceridad

y Gsplritu pdblico empezé a divulgar sus nuevas convicciones a sabiendas de

las consecuencias que ello podia acarrearle. "Me doy perfecta cuenta", dijo

en una carta de la época, "de la denigracién que tendré que sufrir quién pre-

tenda explicar la verdad de esta cuestién. D e b ^ t ^ exponerse a muchas imputa-

ciones, y yo estoy dispuesto a ello" (3),

El libro de Place sobre Malthus.

Place crela pues firmemente en la necesidad de que las clases traba-

jadoras frenaran la rapides de su reproduccién; ésta$por su parte eran franca-

mente anti-malthusianas y culpaban de su mala situaciôn a las instituciones

politicos, sociales y econémicas. Los malthusianos protestaban de su buena fe,

y los demécratas les acusaban de hipocresla. Place se decidié a escribir un

(1).- Wakefield era el teérico de la emigracién de quien se hablaré en el cap.


VIII de esta tesis. Ensor era un escritor popular anti-malthusiano a
quien Place (|cômo no!) estaba intentando convertir. La carta es del 18
de enero de 1818, y la cita Field en "Early Propagandist Movement", Essays
on Population (quizé el mejor libro sobre la cuestién), p. 110, n. 45.
(2).- Field, op. cit. p. 111.
(3).- Place Guardbooks, vol. LXVIII, Place Collection. British Museum; citado
por Field, op. cit. p. 113.
libro para deshacer estos malentendidos, y lo intitulé Illustrations and

Proofs of the Principle of Population (1822). El libro criticaba a la vez a

Godwin y a Malthus, aunque encontrase la aportacién de este dltimo mucho més

importante. Es decir, buscaba por una parts reafirmar la validez esencial del

principio de la poblacién y por otra liberarlo de sus implicaciones reaecio-

narias,

Como ya sabemos, la segunda respuesta de Godwin habia aparecido dos

aMos antes. Si Place le dié tanta importancia es que sin duda tuvo mucho eco

entre las clases obreras, al menos de mènera indirects por medio de los resd-

menes y comentarios de la prensa popular (1). Para criticar esta segunda res­

puesta de Godwin, le basté a Place con citar los pasajes més importantes de

la primera, la de 1801, tan sorprendentemente malthusiana. La contradiccién

entre las dos era tan flagrante, que la autoridad de Godwin como publicists

se desmoronaba.

Més interesantes son las reflexiones de Place sobre Malthus, pues cons

tituyen el estudio més equilibrado de aquella época. La critica de Piece, apar­

té de deplorar el lenguaje y los similes inneceseriraente ofensivos para las

clases pobres que a menudo usaba Malthus, se concentré en dos puntos princi­

pales: el efecto de las instituciones sobre la condicién del pueblo, y los

medios de impedir la sobrepoblacién.

En cuanto a lo primero. Place arguyé que Malthus prestaba demasiada po-

ca importancia a las instituciones defectuosas en su explicacién de la pobre-

ae. Esto podria parecer sosprendente a quien recuerde las condiciones que, en

opinién de Malthus, se necesitaban para que la costumbre de une disciplina mo

ral fuese extendiéndose en todas las capas de la poblacién, a saber: seguri-

dad de la propiedad privada, y libertad civil y politics. Pero, en primer lu­

gar, Malt hus introdujo estas consideraciones bastante tardiamente en su teoria.

(l).- Como yo se ha visto en el Capitule III los libres que atacaban a Malthus
tuvieron poco predicamento entre las clases acqmodadas, sin exceptuar
el mismo libro de Godwin.
En segundo lugar, parecia querer reducir todos los maXos efectos de las ins­

tituciones corrompidas a uno sélo: el hecho de que incitaban a los hombres a


• •

reproducirse sin prudencia, Esto ultimo es lo que, sin duda, queria signifi-

car Malthus con una frase que ya se hallaba en el Primer Ensavo y que no

retiré de ediciones posterioees, frase que, como ya se ha dicho, tanto mo -

lesté a los criticos de Malthus (sin exceptuar a Place): que las consecuen -

cias de un mal gobierno son "como plumas que flotan en la superfic||p, cuando

se comparan con los moles que hacen las pesiones de la humanidad". Para Mal­

thus, pues, las instituciones corrompidas no producian infelicidad por si

mismas, sino sélo como excitantes de otra fuerza, la de la reproduccién, que

era la verdadera causante de los maies sociales.

Place creia que la pobreza no podia explicarse exclusivamente por la

presién de la poblacién, como pensaba Malthus. Por esto es por lo que aprob^

ba a Godwin por "haber dicho, con tanto celo como verdad, que esta parte del

tema la trataba el 5r. Malthus en forma que prestaba apoyo a un despotisme

sin piedad, y conducia o la degradacién y destrucciôn del pueblo" (1). Pero

tampoco creia Place que la pobreza se debiese exclusivamente a la existencia

de instituciones defectuosas, como afirmaba Godwin. En resumen, su explica -

cién de la pobreza es doble, pues afirma que se necesitaba para combatirla

tanto una reforma institucional, como una limitaeién de los nacimientos (2).

Conoretamente, las reformas sociales que propugnaban en su libro fueron las

mismas por las que luché toda su vida con botable éxito: a saber, que se de-

rogaran las leyes que prohibian la sindicacién, la emigracién y la libre im-

portacién de gronos.

(1).- F. Place, Illustrations, pég. 128


(2).- Aunque quizé Place cargue el acento sobre la limitaeién de le poblacién
puesto que llamaba un exceso de ésta "el mal primordial", Véase Field,
op. cit. p. 108.
En cuanto a la otra causa de la pobreza, la presién de los numéros,

Place rechazaba très posibles soluciones: el uso del aborto y del infanti-

cidio, la abolici6n.de las leyes de pobres, y la propaganda de la disciplina

moral.

Godwin habia argumentado contra Malthus, y a juicio de Place acertada-

mente, que era inutil esperpr que con la aboliciôn de la ley de pobres reca-

yese el castigo de la pobreza exclusivamente sobre los hombres de quien "de-

cidia casarse sin la seguridad de poder sostener una familia", porque (en

exprèsiôn de Place) "ningün trabajador, y muy pocos artesanos, tienen la se-

giridad de poder mantener una familia" (1). Con ello querian aludir nuestros

dos autores a los altibajos inesperados que producia el ciclo. En consecuen-

cia, la supresiôn del subsidio de pobreza dificilmente podia impedir la

costumbre del matrimonio imprudente. La auseneia de un subsidio més bien afec-

taria la poblacién a través de los factores de vicio y miseria. Si el ünico

recurso para limitar la poblacién son estos dos azotes, dice Place con pala­

bras que atestiguan su humanidad pero quizé su falta de sentido de la proper

cion, mejor séria recurrir al infanticidio (2). Por suerte, no era necesario

tomar este camino. Sabia de un remedio con el cual se podia reducir el auzi-

lio a la pobreza sin usar de medios drésticos. Pero aKadié, recalcando:

no tengo empacho en decir que si no se pudiesen encontrar otros medios


mejores (que el aborto y el infanticidio), que por muy doloroso que fue.
se para mis sentimientos, por mucho que me sublevase, por muy intenso
que fuera el sufrimiento y por grande que fuese su extensién al pjRtnci-
pio, recomendaria inmediatamente su adopcién, si résultera claro para

(1).- Illustrations, pégs. 139-140


(2).- En esto reflejaba Place la opinién de Godwin en su primera época. "Tam-
Doco considéra al niMo recién nacido con reverencia suoerticiosa. Si la
alternative fuese exhaustive, preferiria que un niMo muriese en la pri­
mera hora de su existencia, que no qoe un hombre sufriese durante seten-
ta aMos de su vida un estado de miseria y de vicio", Godwin, Dr. Parr's
Spital Sermon (1801), pég. 64, citado por Place en Illustrations. pég.
142. En su niMez y juventud. Place vié por si mismo lo que significaban
el hambre y la prostitucién, y nunca dudé M era peor^.aborto o infan­
ticidio, o una vida de degradacién.
mi comprensiôn que los trabajadores se beneficiarian perceptible y perma-
nentemente en su situacién pecuniaria sin hacerlos més viciosos en otros
. respectes (l).

jCâmo marca una juventud liens de sufrimiento! Sélo asi puede explicarse que

Place pudiese creer que la adopcién general del infanticidio en una eomunidad

civilizada podria concebiblemente no tener efectos sobre el nivel ético gene­

ral.

Como se ha dicho ya, no creia Place en la eficacia de la disciplina mo­

ral, entendida como la definia Malthus, es decir, retrasar el matrimonio guar.

dando castidad durante la solteria» Pero es que ademés, eu experiencia le de-

cia que los matrimonios tardioa llevaban a infracciones de la castidad, y sé­

lo quienes como él habian visto de cerca los sufrimientos del vastisimo nû-

mero de prostitutas que llenaban las calles de Londres podlan saber a qué

odiosos resultados conducia ésto.

La soluciôn para evitar un nûmero excesivo de hijos estaba en el empleo

de ciertos medios que Place no especificaba en su libro Illustrations. Sus

palabras elgo en este volumen sélo se aclararian en posteriores pu-

dicaciones anénimas: "si sobre todo se entendisse de una vez claramente que

no es dénigrants para personas casadas el emplear medios de precaucién que

les permitieseq^sin hacer daho a la salud, ni ofender la delicadeza femenina,

impedir la concepcién", se podria evitar los malos efectos de la sobrepobla­

cién (2).

Propaganda en favor del control de la natalidad.

No faltaba més que diseminar los conocimientos précises para poder li­

miter artifidcalmente la natalidadJUna vez hecho ésto, aftedié Place, "tengo la

plena conviccién de que la gente seguiré el curso de accién recomendado aunque

no se les empuje a ello" (3). Los hechos le han dado la razén.

(1).- Illustrations, pgs. 142-43


(2).- Illustrations, pég. 165.
(3).- Illustrations, pég. 165.
No es coincidencia, pues, que poco tiempo deapués de la aparicidn del

libro de Place se difundieran por ciertos barrios de Londres unas hojitas de

propaganda sobre el control de la natalidad, en la forma que se relata a con.

tinuaciôn.

La historié de estas "hojitas diabâlicos", como se las danominé por en-

tonces, no es bien conocida, y son pocos los detalles que puedo afladir al

ensayo ya citado de Field. En el verano de 1823 (1), aparecieron très hojas

volanderas, la primera que recibié més difusiôn, llamada To the Married of

Both Sexes (A los casados de ambos sexos), las otras dos. To the Married.of

Both Sexes in Genteel Life (A los casados de ambos sexos en la vida refina-

d«)_^ To the Married of Both Sexes of the Working People (A los casados de

ambos sexos de la clase trabajadora).

La primera hoja especificaba dos métodos de control de nacimientos, el

del coitus interruptus. y el de uno pequeMa espomja atada a une cinta e in-

troducida en la vagina. Las otras dos hablaban s61o del segundo método. Es

dudoso que recetas tan caseras tuviesen mucho efecto sobre la natalidad in-

glesa. Pero, en fin, la ciencia médica estaba aûn muy atrasada.

Las hojas apelaban a varias razones para convencer a la gente de que

usase los métodos que asi describian. En una de ellas (la dirigida a las per­

sonas de vida refinada) se hablaba de posibles razones médicas para desacon-

sejar la gravidez, como eran una debilidad constitucional o una deformidad

del pelvis. En dos de las hojitas también se apelaba al deseo de mantenerse

an el nivel social en el que uno se encontraba -pero no, claro esté, en la

hojita destinada a los trabajadores-. Era ésta la més interesante de las tres.

Empezaba por negar que el conocimiento de estos métodos fuese a aumentar el

(1).- Segûn Falconer, en Note upon a Paper, el hecho ocurrié antes de julio
de 1822. Pero Falconer tenia interés en adelantar la feeha, para in-
sis tir en la juventud de los participantes en la aventura, y ademés
escribia de memoria en 1845.
incentive al vicio, como afirmaban loa que creian que el miedo al embarazo es

lo mejor defense de la virtud, ^Por qué hay tanto vicio? se preguntaba el au­

tor de la hoja, sabiendo que se dirigia a la clase social de la que se reclu-

taban las prostitutas: "porque muchos jôvehes, que temen las consecuencias

que produce una familia numerosa, se entregan al desenfreno, y destruyen la

propia felicidad al tiempo que la de las desgraciadas muchachas con las que

se relocionan".

Pero queda el argumenta principal. Decio asi la tercera hoja volandera:

cuando el nûmero de trabajadores en cualquier oficio o manufactura, ha


sido durante algunos aMos demasiado grande, los salarios caen muy bajo
y los trabajadores se ven reducidos casi a lo condicién de esclaves.

Cuando los salarios son bajos hay que enviar a los hijos al trabajo a

una edad muy temprana: "los sufrimientos de esos pobres niMos no pueden des-

cribirse, y no hace falta describirlos a vosotros que los presenc&qjL# y d o ^ o -

rais cada dia de vuestras vidas". Los padres por su parte se verén torzados

a trabajar desde que se levantan hasta que se acuestan, sin esperanza siquie-

ra de mejorar su condicién. Baste con mencionar, dice para terminer su descrip-

cién de la vida de los trabajadores, las enfermedades, privaciones, dolores y

muertes prematures, que tienen que sufrir ellos y sus families. La respuesta

a tantos maies es corta y sencilla: limitar el nûmero de hijos.

El misterio de quién fuese el autor o fuesen los autores de estos escri-

tos no se ha resuelto del todo. Por muchas razones (que los ejemplares impre-

sos de estos escrilds se eneuentran entre los papeles de Francis Place en el

British Museum, que los borradores del segundo y tercero estaban corregidos

por mano de éste (l), que escribié algûn articule anénimo en defense del con­

trol de la natalidad (2), y que lo defendido en las hojas cuadraba con su sis-

(1).- Field, Essavs on Population, pég. 108


(2).- En el Black Rvarf. vide Capitulo siguiente.
tema de ideas) se puede afirmar que Place jugé un papel central en su con-

feccién. Es posible que él no los escribiera de su propia mano, que no hi-

ciese més que adopter el texto que otro le suministré. Sea lo que sea. Place

era el aima de esta empresa (l).

En resumen, la interpretacién més plausible de los hechos parece ser

que Place oyé los detalles de los métodos anticonceptivos de boca de Qsen,

que redacté, o més seguramente inspiré la redaccién de las "hojitas diabé-

licas", y que se encargé de organizar su impresién y difusién. A Place pues

le cabe la gloria de haber iniciado el movimiento neo-malthusiano. Con ello

basta, en la humilde opinién de quien ésto escribe, para incluirle entre los

grandes benefactores de la humanidad.

El arresto de John Stuart Mill.

El relato quedaria incompleto si se olvidase un detalle curioso y po­

co conocido: queda fuera de duda que J. 5. Mill, por entonces un joven de

diez y siete aMos, ayudé a ladifusién de las "hojas diabélicas", y que fue

arrestado por causa de ello.

El domingo, 11 de septiembre de 1925, el director del Trades'Newspaper

and Mechanics^Weekly Journal, preguntaba indignedsmentc:

jNo fue el autor de las "Illustrations and Proofs" el que empleé a cier­
tos jévenes caballeros (imaginese la ocurrencia de emplear a jévenes ca-
balleros en tal misién) para que repartiesen a la hora del mercado en -
tre las mujeres e hijas de obreros y tenderos, ejemplares de uno de los
escritos meneiunados més arribay por lo que estos jévenes caballeros se
vâeron arrastrados por la muchedumbre indignada ante un Magistràdo, y
liberados bajo fianza, bajo la acusacién de falta (aunque gracias a hé-
biles manîobras no llegaran a see juzgados? (2).

(1).- Por algûn tiempo se atribuyeron a Roberto Owen, especialmente porque una
carta anénima en el Black Q#arf afirmé que fue Owen quien trajo los de­
talles del método de Francia. Pero hay que subrayar que esa carta, casi
con seguridad, fue escrita por Place mismo (Field, op. cit. p. 99), y
que no afirmaba que CV^en las hubiese escrito, sino que habia traido la
idea de Francia. Owen negé la imputéeién de la paternidod de las hojas
aMos més tarde, en una carta al Morning Chonicle del 8 de octubre de
1827. (véase, N.E. Himes, "The Place of J.S. Mill and Robert Owen in the
Esto se escribia unos tres aMos después del suceso, y en vida de Mill no

volvié a haber una alusién tan directa a ello, sino sélo alguna puya velada de

poca resonancia. Pero cuando murié, une persona con quien habia chocado alguna

vez, un tal Abraham Hayward (3), escribié la nécrologie de Mill en The Times v

aproveché la ocasién para recorder una coplilla que se habia publicado en ese

misma pcriédico en los aMos mil ochocientos veyte, aludiendo a sus esfuerzos

neo-malthusianos (4), Los amigos de Mill salieron en defense de su memoria, y,

o bien negaron los hechos, o bien los exculparon apelando a la juventud del en-

cartado. No es posible negar la evidencia; Hayward ténia razén al afirmar que

Mill tomé parte en su juventud en el primer intento de difundir la doctrîna neo*

malthusiana. Pero esto, en vez de empaMar su fama, no hace més que reforzarla.

(...) History of English Neo-Malthusianism", Quartelv Journal of Economics, agos-


to de 1928, pag. 639.
(2).- Asi lo cita Field en op. cit. pég. 107.
(3).- Cuando Mill dirigia la Westminster Review, se publicé en ella un articule
en el que se acusaba a ciertas personas de la clase media de "hacer el tra­
bajo sucio de la aristocracia, luchando por ellos, escribiendo para ellos,
bromeando g insultando para ellos, y mintiendo por ellos", y nombraba en­
tre otros a Disraeli y a esto Hayward, quien escribié une carta de protes­
ta a Mill. Véase Mill a Robertson, enero de 1838, en The Earlv Letters of
John Stuart Mill. 1812-1848, Mineka ed. vol. II. pég. 367.
(4).- El articulo necrolégico de The Times. 10 de mayo de 1873, pég. 5, col. 4,
contenia un pérrafo que decia asi: "He must have been a boy in years when
a foolish scheme for carrying on the Malthusian Principle, brought him under
the lash of the satyrist. InMoore's Ode to the Goddess Ceres we find:
"There are two Mr. Mills, too, whom those who like reading Though all
that's unreadable, call very clever: And, whereas Mill Senior, makes war
on good breeding, Mill JUnior makes war on all breeding whatever".
De hecho Moore no habia impreso el nombre de los Mill complete, sino sin
la vocal, segun la costumbre de la época; asi "M-11". Véase (Thomas Moore),
Odes on Cash. Corn. Catholics, and other matters. (Londres, 1820).
C A P I T U L 0_ _VII

CONDICION OBRERA: C0NTRQVER5IAS DE LA P0S6UERRA

El final de las guerres nepoleônicas signified para Inglaterra el prin­

cipio da una época da dapresidn. La paz siempre desilusiona a los vencedores:

se rompe la solidaridad del combats, las reinvindicaciones suspendidas durante

aMos se oyen de nuevo, los diverses grupos vuelven a pensar primordialmente en

sus intereses; y fuera de casa, los vencidos levantan cabeza, los aliados se

disputan -en una palabra, los problèmes, tanto internos como intemacionales no

han desaparecido, y la large lucha parece haber sido indtil-. AMédase a esta

psicosis normal de posguerra, que Inglaterra se enfrentaba con una serie de di-

ficultades econémicas graves: la suspansién de gastos militeras y de las subven-

ciones a los paises extranjeros reducia drésticamente el ritmo de la circulacién


»
monetaria tanto nacional como intemacional; la vyelta de los hombres que habian

estado bajo las armas congestionaba el mercado de trabajo; la terminacién de los

contratos de suministro con el Gobierno hacia tambalearse las expectatives emprg.

sariales, sin que los mercados extranjeros pareciesen dispuestos a absorber tan­

ta mercancia como se esperaba; la agriculture, entonces aûn el sector més impqr

iante de la economéa inglesa, entraba en franca crisis, a peser de los inmëdiatos

esfuerzos por detener la importacién de alimentes extranjeros. Por fin, y para

empeorarlo todo, la politics econémica de aquel momento eonsistié en una serie

d(é medidas deflacionistas: el clamor de todo el pais era "Retrenchment and Reform",

que se podria traducir por, 'economia en la Hacienda y reforma en el Parlamento.

El partido popular siempre se habia rebelado contra las. peculaciones y gastoS

suntuarios del gobierno y sus seguidores. El impuesto sonre la rente, Qu#' '&# gue­

rre habia hecho necesario, era alternante impopular: en el Presupuesto de 1816 se

suprimié, pero también se radujo fuertemente el gasto pûblico. Como colofén, cuan.
VII. 2

do la daprèsién duraba ya algunos aMos, se tomé le decisién de zestablecer la

convertibilidad de la libre esterlina en oro a la paridad de preguerra (error

que Inglaterra repitié un siglo despuôs al término de la primera guerra mundial),

lo que supuso una fuerte contraccién de la moneda en circulacién y la consiguien^

te caida del nivel de precios. No es de asombrar que hubiese pero.

El fenémeno llamé muchisimo la atencién tanto del péblico ccrnio de

los économistes. Puede decirse que son los aMos de 1815 a 1626 los que mercan el

principio de una mentalided econémica tipicimente moderns en Inglaterra. La depre-

sién de la posguerra primero, la lucha entre los partidarios de la ortodoxia mo-

retaria y los de la inflacién conscients en 1619, la fiebre especuladora de 1825,

h legalizacién de los sindicatos en ese mismo aMo, seguida por une ola de huel-

gas, el crac de 1826 con la consiguiente epidemia de quiebras y de conflictos, y

abren los ojos a los verdaderos problèmes y conflictos de intereses de un pais

capitalists. Em este capitulo vamos a estudiar algunas formulaciones del princi­

pio malthusiano durante ese période.

Clases de paro.

Mas hay una cuestién previa que es importante dilucidar. ^Cuéles

fueron las explicaciones del desempleo ofrecidas por los economistas? Es tel la

confusién de opiniones, y la dificultad de saber quê parcela de verdad contenia

cada una de ellas, que serê necesario estudiar la cuestién con cierto detalle.

Suele considéreras equivocadamente que los estudiosos de aquel tiejQ,

po se dividian en dos grupos bien diferenciados. El uno, el de los économistes

n.cardiano8 partidarios de la Ley de Say, que negaban toda posibilidad de sobre-

produccién y de paro obrero, porque la économie se regulaba autométicamente a si

misma para mantener la plena ocupacién. El otro, el de los economistas que man-

tenien la posibilidad del subconsumwy taies como Sismondi, y Malthus (no en el

Enpayo sino en sus Princioios.). y que proponlan resolver les crisis con aumentos
VII. 3

artificiales de demanda. Esta burda dicotomia, que nace de una aplieaciôn

mecrônica del ideario kaynesiano, esté en contradiccién #on loa hechos y ha de

rechazarse sin vaciliacién.

La situaeién doctrinal era mucho més compleja. Para clasificarla

séria oportuno distinguir entre euatro clases de paro obrero.

Dos clases de paro obedecen primordialmente a causas estructurales,

mientras que las otras dos lo hacen primordialmente a causas coyunturales.

Los dos paros estructurales son, el paro tecnolégico, y el paro de

subdesarrollo. El primero nace de la introduccién de nuevos métodos de produc -

dén que compiten con formas menos eficaces de emplear la mano de obra. Tiene Iç^

gar entonces la redundancia de cierto nûmero de trabajadores, reduhdancia que

en un modelo de competencia perfects se corrige a corto plazo, pero que en la

realidad, habida cuenta la existencia de obstéeulos a la movilidad de la mano

de obra, puede prolongeras durante muchos aMos. Entre los disturbios sociales

que habia padecido Inglaterra en la posguerra inmediata, estuvieron las destruc-

ciones de maquinaria por las huestes del imaginario capitén Ludd, Los economis­

tas se emplearon en decir a los "Ludditas" que sus intereses no estaban esencial-

mente reMidos con la introduccién de nueva maquinaria. Pero el mismo Ricardo ad-

mitié que an ciertos casos podian los obreros sufrir con la mecanizaciéh: en

efecto, en la tercera edicién de Los Princioios (1821) modified el capitulo sobre

"Maquinaria" presentando un ejemplo numérico en el que suponio que la introduccion

de nueva maquinaria desplazeba a un cierto nûmero de obreros pero no aumentaba

el producto total, sino solamente el producto neto (es decir, la produetivided

por obrero empleado); en tal caso (muy artificial, por ciento) los intereses

de. los trabajadores podlan résulter lesionados permanentemente. Algunos ricardi^

nos sin necesidad de partir de supuestos tan restringidos admitieron la posi­

bilidad de la aparicién y prolongacién del paro tecnolégico por defectos del mer­

cado de trabajo. El caso que més a menudo discutieron fue el de los tejedores
•VII «

a mano, gremio que gozaba de alto nivel de vida y cémodes condiciones de txrabg.

jo al final del siglo XVIII, y que se habia visto reducldo a la miseria por

las innovaciones tecnolégicas de la industrie textil. Este preocupaeién culminé

en el Report on the Condition of the Handloom Weavers (Informe sobre la condi­

cién de 16 b Tejedores a Mano) de 1842, realizado por una Real Comisién presidi-

da por el economists Nassau Senior, que demostré plana coRprensién de las causas

y remedies de este tipo de paro.

No era pues la posibilidad de paro tecnolégico la que desconoclan

los clâsicos ricardianos, ni la que apuntaban Sismondi, y Malthus en sus Prin­

ciples of Political Emonornv (1621). Tampoco se trataba del que describié Mal­

thus en el Ensavo sobre la poblacién y que ha venido en llamarse paro de subde­

sarrollo o (equivocadamente) pero agricole eneubiarto, Con estos nombres se

quiere designer la situaeién de un pals eminentamsnte agricole cogido en la

"trampa malthusiana", es decir, la implacable presién de los némeros sobre la

subsisteneia, sin que parezca posible que la produetivided pueda dar el salto
fvo
deseado para el despegue. La designacién de paro agricole eneubiarto es ecgr

tada porque, como bien ha notado el Prof. Haberler, sugiere la idea de que pue­

de retirarse del sector agricole una masa de trabajadores sin que sufra la pro-

duccién en absolute; ello implicarla que éstos estaban en situaeién de producti-

vidad marginal nula, cosa dificilmente concebible. En realidad lo que se quie­

re decir es que, con una inversién de capital ralativamente pequeffa en la agri-

cultura, se podré retirer mano de obra de ese sector y dejarla disponible para

otras labores (1).

En realidad la "trempa malthusiana" da lugar a pero estacional, y

baja produetivided de la mono de obra cuando esté empleada. Un paro de este ti­

po se llama trempa porque de él dificilmente se pod]^ salir si no se créa un

(l).- Véase, Gottfried Haberler, "La teoria de los costes comparativos, y le


produccién y el comercio internacional de mercanclas agricoles", Moneda
y Crédite, y septiembre de 1965.
VII. 5

sector industrialI p un sector agriccls-industrializado, con cuys ayuda la pro-

ductividad de toda la économie j^ada elevarse bruscamenta,, dajando atrds la ta­

sa de crecimiento végétâtivo de la poblacién. Ninguno de los économistes de

equal tiempo, ni siquiera Malthus en su Ensavo. planted el problème en estos

términos de iesarrollo de sectorea alternatives, pues creian que la trempe mal­

thusiana constituia un peli^^^ general para toda clase de sociedades, no sélo

para las agricoles sin ccjj^^cio exterior, y que la éniea salida de él era la '

que adopté Irlande deapués del.Hambre de 1846, la de parer totalmente si creci-

nlento de la poblacién (y de peso el su économie)# Es aleccionador noter que, a

pesar de ésto, fue paradéJicamante por obra de los melthusianos por la que se

resolvié definitivamente el problems del "paro" agricole de subdesarrollo en

Inglaterra. La reforma de la Ley de Pobres de 1634, que estudiarsmos en el cap.

X, promovida que fue por ellos, actué como una dura medicine en el sur agricole

del pais, y lo purgé de mano de obra de baja produetividad, colocéndola en la

industrie bajo pena de la tsmida "casa de pc^res", y destruyendo les barreras al

proceso de capitalizacién de la agriculture (1).

Eran los paros coyunturales los que eenstituyeron materia de dis­

puta pare los économistes. Hemos dicho que hay que distinguir des tipos dentro

de esta clase: el uno se suele U a m a r "pero ciclico", y es el que dié lugar a

toda la controversial el otro racibe el nombre de "astagnaeién secular", fenémeno

que dificilmente se podia dar en Inglaterra en una época de crecimiento econémico

sin précédantes como era aquella, pero que sin embargo preocupé a los economistas

bajo el nombre de "estado estacionario" sin que sa produjesen desacuerdos ni con­

troversies especialmente importantes sobre ello. En resûmen, la manzena de la

discordia la const^^yeron los paros coyunturales eiclicos.

(1).- Sin embargo, hay que noter que la Ley de Pobres de 1634 fus incapez de re­
solver los problèmes planteados por los paros ciclicos del norte industrial
como lo demuestra la durisima resistencia del pueblo a le implantacién del
nuevo régimen de benficiencia en esas regiones.
La exposiclén llega ahora e un punto dalicsdo de explieer, paro que ee

importante comprender cabalmente. El paro ciclico refiejade an verlecioeee de

la coyuntura, llegé a aer'comprendido no por Melthua, eino por loa rieaxdienoe,

al contrario de lo que se suele creer; lo que ocurrié eS que éstos ne consi -

dadason necesario proponer medida alguna para cerregirlo pues censideraban que

las periodices depresiones que sufria le aoonemia serien siempre certes y en to­

do caso saludables.

Keynes creyé encontrar en el Malthue de The Princielas un pracusor de sus

teorias, pere se equivocabe, El y Malthus coineidian en que el p r o b l e m que les

preocupaba era el de le posibilidad de astagnaeién secular, o, dicho de otra for­

ma, la posibilidad de un estado de equilibrio con subempleo. En este sentido el

diagnéstico de ambos sobre la situaeién de Inglaterra en su respective tiempo

ara igualmente equivecado. En tiempos da Keynes quizé hubiese més indicios de

que el pais se habia equilibrado permenentemente con sus recursos en perte deso-

cupados, pues les autoridades inglesas realizaron la rare hezeMa de mantener

el en més de un diez por ciento de la mano de obra durante une décoda ente­

ra: pero hay que insistir que en el tiempo de Malthus dificilmente podia ha-

blarse de estagnacién secular. La explicacién de la stagnacién secular y les re­

medies para ella ofrecidos por Keynes, sirvieron sin embargo pere la tarea de

explicar y corrégir el ciclo. En camblo la explicacién de Malthus no hubiese po­

dido jugar nunca ese papel. En lo que se equivocaba Keynes era en creer que él

y Malthus ofrecian idénticas explicaciones e idénticos remedios ^ r el sélo

hecho de que Mdlthus qaonméjmra on'meyar conauoa «pare-coartMgir mi

En efecto, Malthus creia que el paro se debie a un exceso de inversién

real a costa del consume -dificilmente podria encontrersa doctrine mence keynesi^

na. Para él la rsnta inducida por la inversién en un période no eerie sufieiente

para absorber el producto de tal inversién en el période siguiente. Era por con­

siguiente necesario en su opinién exciter la demanda y frenyr la inversién cada

vez que hubiese paro.


Los ricardianos negaban que Inglaterra hubiese llegado a la estagnacién

secular, ni que, de haber llegado (lo que extraMamente ellos también pansaban

que podia ocurrir), pudiese cbexiatir con la minima desocupecién de los facto­

res de produccién. El parc ^ no se debia para ellos a una deficiencia de la de­

manda, sino a una deficiencia del capital, que no se basteba para emplear a toda

1b mano de obra. Sus explicaciones de la desocupecién se cifraban en buscar las

causas de la deficiencia del capital circulante. Si lo que habia ocurrido era

un aumento del capital fijo a costa del circulante, entonces podria aparecer

paro tecnolégico. Si era todo el capital si que crecia menos que la pwblacién,

entonces, o se seUalaban factores que redueian la tasa de bénéficies (leyes del

grano, impuesto desequilibrado) o se pensaba en la presién demogréfica (déndose

asi una explicacién incongruente en base al principio de la poblacién)• Esta es

la solucién que veremos adoptar per Place y Stuart Mill en las péginas que siguen,

Y aûn cabia una explicacién monetaria, la més interesante y ocertada, pero que

eludié a los ricardianos durante largo tiempo; esta solucién, que parece incom­

patible con la ley de Say, pere que en realidad no lo es, se le ocurrié a John

Stuart Mill.

En un ensayo escrito hacia 1829 é 1830, y publicado sélo en 1843, cuyo

titulo era "The Influence of Consumption upon Production" (1), Mill afirmé

que las depresiones récurrentes se debian a la existencia de dinero atasorable

con cuya ayuda la gente, en momentos en que la confianza se tambaleàbe, podia

vender sin comprar, y asi oeasionar una crisis de sobre-produccién. Esto no

quitaba pore que expresase plena confianza en la capacidad de la economia de

recuperarse esponténeaments; en otras palabras, creia que era isqweible un

equilibrio sin plena ocupacién. He aqui lo que poetulaba la ley de Say: no la

imposibilidad de desarreglos mmetarios (lo que impliceria un desconaeimiento

de la funeién del dinero como depésito He valor) sino la confianza de que ta­

ies desarreglos se coregirian esponténeaments. Dadas les condiciones rsales de

(l).- La influencia del consume sobre la produccién, en On Seme Unsettled Ques­


tions of Political Economy (Londres, 1843).
su tiençjo no andaba demasiado errado en su optimismo. La contribueidn de Keynes

eonsistié en negar el valor universal del anélisis clésico, y hacer ver (gracias

a su nocién de equilibrio con sub-enpleo) que estos desarreglos podian prolon-

garse.

Para encontrar un predeeesor, Keynes debsria haberse fijado en inflacio­

nistas del tipo de Thomas Attwood. Este banquero de Birmingham, diputadp del

partido tory, no llegé a tener verdadera influencia excepta en circules popula-

res. Sus libres, como The Remedy, or Thoughts on the Present Distress (1816),

D Prosperity Restored or Reflections on the Cause.of the Public Distresses and

the Dnlv Means of Relieving them (1817). y otros de la miss» tendencia fueron muy

ppulaxes pero no consiguieron acept^acién entre la clase dirigente, por consi-

derarse su doctrine una irresponsable defense del desorden financiero y mone-

tario que habia reine^ durante la guerra. Sostenia Attwood que la creciente po-

Hacién y actividad inglesas se encentraban ind ebidamente encorsetadas por una

circulacién monetaria muy ineléstica: la crisis se resolyeria cuando el Estado

emitiese los billeèes necesarios para elevar el nivel de precios al menos al

punto en que se encontraban hacia 1807, para elevar los salaries a 18 chelines

por eemana (1), y para bajar el tipo de interés al 5 por ciento (2),

La cuestién no estaba en que los ricardianos, a al menos algunos de ellos,

no supiesen vey, si bien de forma eproximade, las causes menetories de los ci-

clos, sino en que estaban dispuestos a que éstos se corrigieren sélos. Es decir,

que en el terre no de la teoria econémica pues diferian de Malthus, quién en su

anélisis hacia caso omiso de factores menetarios; pero diferia mucho menos de

Keynes, excepta en que no veian la posibilidad de folios en el mécanisme correc

tor. En el terreno de la politico econémica, si difererian de Keynes, y del key-

(1).- Los salarios agricoles normales alrededor del aMo 1825 se situaban entre
6 y 15 chelines. Attwood escribia en 1816-17. Fuente para los salarios:
Place Collection. British Museum.
(2).- Datos sacedos de Halévy, History of the English People, (ernest Benn Ltd.
London), vo^. II, pég. 47. Es curioso notar que Halévy, que escribia estos
datos sn 1623, llamase a Attwood "excéntrico", y sus propuestas, "ridicules" y
basadas en unas "maraMa de sofismas".
nesiano Attwood: la ortodoxia financisra era un dogpma pare ellos, y antes que

infringirlo preferlan que el ciclo jugase libremente, sin darse cuenta de los

sufrimientos que ello significabo para la clase obrera (l),

Exceso de poblacién v paro.

La exposiclén que anteceds puede dar la impresién de que los ricardianos

supieron ver desde el prAncipdLo el mscanissio monetaria que iw^lieeban los ci-

clos, Esto no fue asi. Nétese que el ensayo da Mill donde le explicacién mone­

tarists recibié su més clara expresién se escribié en 1830. Antes de llegar

ahi se tanteo mucho, y aén después de llegar ahi se olvidé repetidas veces lo

alcanzado para volver a explicaciones més primitives. En esto estriba el inte­

rés de Attwood, que vié les cosas claras desde el principle.

A menudo se apelé a factores no monetarios del tipo més diverse para ex-

plicar las crisis, desde la caida del tipo de bénéficié debido al proteccionig,

mo, hasta el exceso de presién fiscal. Pero ahora nos vamos a ceflir a un sélo

ejemplo por su relacién con el principio de la poblacién, el uso por Francis

Place y John Stuort Mill de la teoria de la poblacién para explicar el deson-

*leo.

Un semonario radical obrero, el Black Dwarf (o Enano Negro) habia tornado

cartas an el asunto de las "hojitas diabélicas" desde el principio. La posture

de su director, Wooler, ante la situaeién de le clase obrera era le de eufcpar

las institueioned y la de negar la importancia del factor demogrâfico, lo que

indica ya que era hostil al neo-malthusianismo.

Todo empezé por una carta que una tal seMora Flldes, de Manchester, en­

vié al Black Dwarf, pidiendo ayuda a su director para que le ayudase a descu-

brir quién le habia enviado un paquets de"hojas diabélicas" (seguramente ha­

bia sido Place): La Sra. Fildes era comadrona, y se sentie insultada en su fe-

(1).- Para todo ésto véase, Gorry, Monev. Saving and Investment in English Eco-
QgffjrC, 1B00-:^B^0, y Link, English Tt^eories of E c o n o p ^ Fluctuations. 1815-
1848.
minidad y au profesién por aquel envio. Acudia en buaca de ayuda al Black Dwarf

porque en sua péginas se habiaiJi publicado un comentario desfavorable sobre los

malthusianos al racibirse noticia de la campaMa de propaganda recién iniciada

(1 ).

En el nûmero siguiente es decir, el del 12 de novionbre de 1822, ee anu *

date la controversia. En un editorial, el director ton«ba posture contra el

Principio de la Poblacién. "La Poblacién no ha preaionado qunca sobre los

medios de subsisteneia". El origan del méa esté en la mala distribucién de le

propiedad: si mal "nace de que sa priva e la gran masa de la sociedad de una

porcién considerable de lo que produce, para mantener a los que rw producen na-

da" (662), Pero a peser de que esta era su firme conviccién, Wboler sa propo-

nia abrir sus péginas a un defensor dal principio de la poblacién; en efecto,

a continuacién publicaba un eoaayo "da le pluma de una persona muy honrada y

estimada, escrito desde hace uoos diez y ocho meaea, a consscuancia de una obje-

ciones que le hicieron unes personas en un circule bastante amplio, para cuyo

usa se redacté, no para su publicacién" (663).

Casi con seguridad el ensayo en cuestién, intitulado "Le depresién de la

masa del pueblo, causas y remedios", era de la mano de Francis Place. También

parece que el circule alMdido era el de los ricardianos (2). De hecho, cuando

se planteé la cuestién de continuer con la controversia. Place escribié una no­

ta a John Stuart Mill déndole algunas directrices para sus cartes futures, bajo

el encabezamiento "Sugerencias a John Mill para su respuesta al Bk. Dwarf", su-

gerencias escritas por Place mismo a juzgar por la letra (3).

(1).- En la pégina 660, al final del nAsaro del S de novietabre de 1623, nS 19,
vol. IX del Black Dwarf, hay una pequeMa nota que dice: "Memos recibido el
paquete de Mrs. Fildes, pero no creemos que la conducts del individuo alu-
dido tenga nada que ver con el Sr. T. que ha denegado solemne y decidida-
mente todo conocimiento de la transacién".
(2).- N.E. Himes, Introduccién a las Il^ly^gâtions de Place.
(3).- La duda subsiste sélo porque a continuacién del titulo de estas nota*
(que se eneuentran en eld#r#P de ellas) se lee: "Devolver a B.N.". Las
iniciales éstas podian ser el resultado de una confusién y querer signifi-
car B(lack) D(warf); o también podian referirse al autor del ensayo pu­
blicado por la revista, si era distinto de Place. Continûa la nota de Pla-
.../...
El artleulo de Place partie del heeho de que la pobreza y prlvaciân del

pueblo eran évidentes y que no bastaban para expllcerla# ni la inmoderada deuda

pûblice, ni las leyes que dlficultaban la importaeidn de trigo, ni la introducciôn

de nueva maquinaxia. Para su diagnôstico Place segula fielmente el camino trazado

por James Mill en sus Elereentos t la cause évidente de la pobreza era "el avance

de la poblacidn més allâ del capital", Ya que tanto el trabajo coma el capital

son necesarios para la produccidn, y ya que es ieipbéfblë forzar el capital a que

crezca môs aprisa, o se acepta qu^optimue el exceso de trabajo "que par faite de

capital es improductive", o se reduce al nùmero de trabajadores en el mercado.

El punto més debil de su razonamiento se encuentra en la supuesta impo-

sibilidad de aumentar el ritmo de acumulaeiôn del capital; era éste un supuesto

generalmente aceptado por la escuela clâsiea -baste con estudiar la posture de

Beatham ante las colonies en el capitule VIII. Hubo un error de James Mill que Pla­

ce no repitid: el de creer que la disminuciân del nümero de trabajadores aumenta in-

condicionalmente y parpétuamente los salaries. En la oëgina 676 de ese volumen del

Black Bwarf decia: "Aqui el capitaliste se alarma ante le probabilidad de que los

trabajadores reduzcan su nCmero de tel manera que obliguen al capital a darles une

porciôn mayor del producto en vez de une més pequeMa". Se referia Place al case de

que disminuyese le mano de obra de tel manera que, no s61o se repartirian entre
-eA,u (-WwA k
menos el fondo de salaries, sino que este fondo disminuiri^ eumentando la proporciôn

de él que cobraba el factor trabajo. Pero, a Madia Place ,/%% i a la absolute confian-

za de que sieropre prevaleceria el deseo de tener descendencia sobre el de elevar

indefinidameete el salario.

... ce: " N.B. Si me autorizas a decir que tu contestacién llegaré a su debido
tiempo, le diré al Enano que omita el ensayo qbe esté en sus menos y deje es-
pacio para su contestaciôn". Francis Place Collection. Bristish Museum,
vol. 68, folios 115-117.
(
A la vista de la disyuntiva planteada por Place, la solucién. era,

"o dificultad los matrimonios, o hacer los matrimonios menos prollferos" (!)•

Como en su opinidn (basada sin duda en su experisncia de juventud) el trabajador

no podla con sus s61as energies, hacer el esfuerzo necesariô para U e v a r una vida

laboriosa y ordenada, el matrimonio suponia una necesidad impostergablo• Por lo

tanto, era indüpensable "la introducciôn de un medio que dejese al arbitrio de

las personas casadas el tener hijos o no", (pég, 6 68),

Con su plan, decia en conclusiôn, desapareeeria le pobreza, con lo que

disminuirian las tentaciones de hurto, estafa, alcoholismo y aumentaria les posi-

bilidades de educaciôn del pueblo.

En su contestaciôn Wooler diô muestras de una disposiclôn cortés y

templada. Sin duda alguna debia saber quiôn era el eutor de este artéculo enôni-

no. Hizo bincapié en el efecto politico que tendria la apariciôn de una clase

obrare prôspera cuando aôn so se habrian refornsdo las instituciones del pais:

"todos los arbitrios ideados para producir una majore pareial solamente retrasan

la tormenta que tiene que venir, y prolongea los maies que no pueden curarse asi"

(2 ).

Las carias de John Stuart MijLl.

k
En vez de seguir peso a peso las incidencias de la co^rovsrsia entre

Booler y John Stuart Mill, serô mejor f^eunir los très puntos centrales de la argu-

mentaciôn de Mill, ((2),

(1).- Nôtese la semejanza de expresiones entre este articule en el Black Dwapf


y las "hojiias diabôlicas".
(2),- The Black Qwarf. vol. XI. nS 21. (19 nov, 1833), pég. 705-6.
(3).- 1) A.M, (^.5.Mill), "Question of Population", The Black D%mrf. vol. XI, nS
22 (27 nov. 1823), pag, 748 y as. ^
2) (Wooler), "Question of Population. The Black Dwarf to "A.M." Againt the
Preventive System", Ibid. vol. XI n * .23 (4 die, 1823), pég, 772 y ss.
3) A.M, (J,S.Mill) "Question of Population* Arguments of the Populatnisi,
To the Editor of the Black Dwarf". Ibid. vol. XI, n* 24, (10 die. 1823)
p6gs, 791 y 88.
4) (Wooler), "The Black Dwarf to A.M. Question of Population", Ibid. vol.XI
nS 27 (31 die, 1823) pégs, 905 y ss,
5) Un amigo de las clases inferiores (es de suponer que Francis Place), "Ques­
tion of Population", Ibid. vol. XII, s> 1 (7 enero 1824), pa#. 15 y ss.
El punto de partida del joven economieta eta la teoria del fondo de sala­

ries en su forma més rudimentarie, Es notable que une discusiôn alrededor de

la poblaciân y su efecto sobre el bienestar. Mill renunciara totalmente a emplear

el argumente malthusiano de la tendencia de la poblaciôn a crecer més^ deprisq

que la^ Su argumente era sencillanœnte "que si hubiese menos nom­

bres, no habtia hombres sin trabajo; y que si no hubiese hombres sin trabajo los

hombres que estén empleados podrlan dicter sus téxminos a los capitalistes" (7 51).

Se limitaba asi voluntariamente a considérer la cuestiôn a corto plazo y a b a n d o n

ba todo apoyo que le pudiese prestar la teoria de la poblaciôn a largo plazo. Pero

no se daba cuenta que el remedio que proponia, la limitaciôn de nacimientos, era

esencialmente un remedio a largo plazo y que por lo tanto au soluciôn implicaba

una peticiôn de principio.

El razonamiento es ademés, adn dentro de su propio marco de referancia, ax-

tremadamente rudimentario: hay us ndmero de personas sin trabajo; la solueiôn esté

en disminuir las llegadas al meZcado de trabajo; de ser esto iw^osible, se podria

emplear las soluciones propusstas por James Mill en su articulo "Du Colom? (so-

lucipn que por su carécter a corto plazo tendria al menos algûn efecto sobre el

problems entre manos, a saber, transporter fisicamente los parados al otro lado

del mar. Esta soluciôn de recambio es la que iha a defender pasados unos aMos.

Mill no ofrecia ninguna explicaciôn de cômo podla haber desempleo cuando un


H
coste de salaries hubiera supuesto un aumento de empleo ejà proporciôn inversa

(ya que el tipo de salaries no venia fijado por la proporciôn del fondo de sala-

... 6) H.M. (sic. se trata de J.S. Mill), "question of Population", Ibid. vol. XII
nS 1 (7 enero de 1824) pégs. 21 y ss
7) (Wooèer), "Fufther Inquiry inth the Principe of Population", Ibid. vil. XII
n@ 5 (4 febrero 1884) pégs. 143 y ss.
8) A.M. (J.5, Mill), "Question of Population Resumed", Ibid. vol. XII, n* 8
(25 febrero 1824) pégs. 239 y ss.
Cl articulo consiste principalmente en una cita de articulas "Colony" de Ja­
mes Mill).
Se sabe que John Stuart Mill escribiô otros articulos porque los incluyô
un su Diblioarafla. vide apéndice bibliogréfico de esta tesis*
rios WF al nûmero de trabajadores N, asi w « wF/N). En uno de los pasajas p a r œ e

sugerir Mill que hay una resisteneia por parte de los obreros a acsptar un suel-

do por debajo de un cierto limite.

Hay una cierta cantidad de empleo. Hay tantos hombres como puede ser emplea­
dos y més; porque hay un gran nûmero de hombres sin trabajo. Esto* hombres
que eatén sin trabajo, o se mueren de hambre, p aceptan salarios més bajos
que sus compaReros. La conaecuencia es que los salarios scA bajos, y eomo
el empleo se considéra un favor, el trabajador se ve obligado a menudo a so-
portar la groseria e insolencia de su jefe. (27 de nov. 1923, pég. 750 del
vol. XI),

También se podria interpreter este pasaje como sugiriendo una cantidad de

empleo tecnolégic&camente fija. Es imposible decidir. Mill pretendia vulgarizar

su teoria neo-malthusiana al méximo para magnificar su influencia, y asi s61o

consiguié colocarse en una sitsacién imposible.

El segundo tema de las cartes (despuôs de la explicacién de la teoria del

fondo de salaries) es la defense del control de natalidad. La base deesta defen­

se se encuentra en la siguiente deblaràciôn de John Mill. "No creo enla eficacia

del freno moral de la disciplina moral del seMor Malthus, mientras lagran mesa

del pueblo siga ton ineducada como hasta el présente". Place habia ido més lejos

pues se sentie escôptico ante la aplicabilidad de la disciplina moral, incluse

entre las clases cultivadas* Sea esto como fuese. Mill conduis:

Creo que es altamente desebble que el freno fisico se conozca por si pueblo;
y estoy de acuerdo con usted en que cada individuo seré el mejor juez de
su propia conciencia (p. 22)

Dos criticae principales dirigié Wooler contra Mill, la primera que si re­

medio propuesto no era natural, la sqgunda que no habia razén para que sélo los

pobres limitaran el ndmero de sus niftos. A la primera contesté Mill con un simil

muy apto que también séria anti natural al emplear un paraguas contra la Iluvia.

Wooler le contesté que habia que distinguir entre diverses leyes de la naturele-

za. Mill redarguyé que Wooler estaba concsdiéndole la razén, pues las leyes de la

naturaleza estaban necesitadas de un criterio de avaluacién - a saber, el crite-


rio de utilided. A la sagunda objscién contesté que era més imprudente para
'
los pobres el excederse en el némero de hijos, que para los ricos, y hay que

esperar hasta Los Prineioios de Economie Polltica (1648) para que Mill ex­

tend iera la obligacién de contrôler la natalidad e las clases aeomodadas.

El tercer tema de las cartas era el de el efecto que teedria el empleo

del nuevo môtodo sobre la causa de la Reforma Parlementa rie. Woolqr, que habia

argumentado que no habia exceso de poblacién en Inglaterra, afirmaba en éste

punto temer que el empleo del control de nacimientoa mejorase la situacién del

proletariado inglés sin necesidad de ninguna reforma institucional. Temia, en

otras palabras, que Inglaterra se convirtiese en un pais de esclavoe contentos

de su suerte. Queria ademés que el némero de personas aumentase para que crecie-

se la fuerza del pubelo. "Por muy hundida que esté Irlande", decia, "seré li­

bre y feliz antes que Inglaterra haya roto las cadenas de los traficantes de

bsujoa podridos". Mill, por el contrario, negaba que un pueblo embrutecido estu-

viese mèa dispuesto a exigir reformas que uno con mejor nivel de vida. La clase

media argumentaba, no era menos ardiente en la lucha por la Reforma Parlamentaria

que la clase obrera. La historié no ha dado razén a Wooler, especialmente en el

ceso de Irlande; ni es tan sencillo el problème como parecia sugerir Mill; qui-

zé la mejor levadura de cambio sea una mejora empezada e interrumpida.

John Mill, pues, habia abrazado el neo-malthusianismo con un entusiasmo

ardiente, por el que incluso llegé a sufrir un corto arresto. No sélo era él quien

sentie de esta forma, sino tairà>ién el resto del pequeMo grupo de jévenes békthd-

rlstas formado alrededor de él y de su padre.

El principio de la poblacién de Malthus (dice Mill en su Aitobioaraéia re-


firiéndose a esta época) era una bandera y lazo de unién entre noaotros,
tanto como lo podia ser cualquier opinién de las especialmente propiaq de
B^ntham* Adoptamos con cela ardiente esta gran doctrine, ordinerjqaiipte
lanzada como argumento contra la perfectibilidad indefinida de las cosaa
humanas, por indicar los dnicos medios de realizar tel perfectibilidad,
asegurendo plena ocupacién con altos salarios a toda le pNalacién obrera
mediante una restriccién voluntaria del aumento de su ndmero (Austral,
pég, 62).
El debate la Sociedad de Cooperacién.

Malthus habia dirigido su First Essav contra dos pensadorss progrèsistas.

Su victoria fus compléta, auxillada sin du(te por el exacerbado patriotiemo de

los ingleses en lucha con Napoleén. Canada la guerre, y con un pdblico propicio

a escucharles debido a las angustlas de la deprsién, volvisrpn a aparecer estos

visionariüs benevolentss que prometlan el fin de todas las dlfieultades socia­

les si se suprimla la propiedad priveda. Uno de silos era Roberto Owen, que con-

siguié durante un lapso de tiempo considerable el apoyo de le clase pudiente,

svaladas como estaban sus palabras por su éxito como patrono en sus fébricas

de New Lanark. Contra los disclpulos de Owen volvié a emplear John Stuart Mill la

misma arma que antaMo Malthus: el espectro de la poblacién. {Cuén lejos adn esta

ba el tiempo en que Mill diria que los sistemas socialistas présentaban las ma-

yores probabilidades de escaper al peligro multhusiano!*

Alredor de Mill, que por entonces contaba con diez y nueve aRos, se he-

ü a reunido un pequeRo grupo de jévenes "utilitaristas" dedicados a propagar las

creencias de Bentham como si fuese la buene nueva, Uno de ellos, un canadisnse

qje haria brillante carrera politico, John Roebuck, entre en contacta en 1825 con

los miombros de una sociedad de debates oweniste, llamada la Sociedad de Coope-

racién (por ser el ideal cooperative el punto més importante de le filosofia

politico de Owen). Roebuck propuso un debate, reto que fue aceptado con aie -

gria por los coopérativistas, pues éstos (dice Mill) "natureImente preferian

una controversia con sus oponentes en vez de une tranquila discusién entre los

miembros de su grupo".

Owen era gran amigo del principio de la poblacién: creia que la organiza-

cién y las instituciones de la sociedad eran las responsables de le triste si-

tiecién de las clases trabajadores, y afirmaba que la ebsorcién de los tr(d)ajado­

res en sus comunidades modelo o "parelelogramos" cooperètivos les colocaria en

el reino de la riqueza.
Ha llegado el perlado en el que aparecen elaros los medios eon los que,
sin fuerza ni fraude de ninguna clase, se pueda crear riqusza en tel abundgn
)cia y tan ventajosamente para todos que las neeeaidades y dessos de ca­
da ser humano pueden quedar més que satisfechos (1)
I ;

Claromente los owenistas formeban parte da los que eonaideraban que el

Principio Malthusiano no era més que un pretexto para oponerse a reformas pro­

fondes de la sociedad. Las dudas que Owen tuviese sobre la cosvenienele de un

control de le natalidad les guardé para si,

El debate y sus peripecias se conocen hoy por la descripcién que de él hizo

John Mill en su Astobioarafia y por los manuscritos de sus disclpulos (2}, Lo

interesante de sus intervenciones estriba en que argumentaba la teoria malthusiens

de forma més distinta de como lo hizo en las certes al Blaçk Dwarf, Se evidencia

ba asi un cierto flotamiento en el corazén de la posture ricardiana. NatureImen-

te, no habia mencién alguna de los métodos de control de nwimientos, Eomo era

de esperar en un debate péblico. La diferencia reveladora era otra: se trata

de que Mill volvia a formuler el principio como una hipôtesis pare explicar la

pobreza a largo plazo, en vez del paro a corto, Como para los ricardienos el

principio de Malthus era cierto, no por las contrataciones a que habia sido ao-

metido, sino debido a su deductibilidad de axiomes para silos condudentes de to-


k
da evidencia (como eran la permanencia del i n s t A o sexual y la productividad cons­

tante o deereciente de la agriculture), tendis a no e specificar los supuestos de

hecho y de contexts para los que lo consideraban vélido, Empujados por el mal-

thusianismo, parecian creer que el principio explicaba cualquier siti^cién social

concebible, es decir, lo concebian en uno afirmacién tautolégica incontrastable.

En las cartas al Black Dmarf el prob|é|j^ era explicar el pero, ampliamente ex -

(1),- "Memorial of Robert Owen of New Lanah, in Scottard to the Allicer Powers
Assembled in Congress, at Aix-la- Chapelle, in behalt of the Working Classes'
en el Manifiesto of R. Owen (1017),
(2),- Los manuscrites se encuentran en la M,4,^^-Tipyior Colleetjion de la London
School of Economics,
tendido por el pels en los mMos de crisis ds la posguerre; en conseeueneie. Kill

empleé Is formulaciôn del principio llemade fondo de ealirioe y arbitrer lamente

olvidé los retrasos temporales del ajuste de poblacién a subsistencie que hacen

la teoria inexplicable al corto plazo. En 1825 cuando. se anul6 la controversia en

la sociedad de Cooperacién la coyuntura econâmies hebla cembiede; fue tfate un

aMo de peuperidad, que iba e desembocar en la severe depresidn de 1636. La pre-

si6n del paro habia disminuido y el fendmano, cuya Ûnica eolucién estebo en li­

miter los nacimientoa, se habia resueIto por ai sélo. Ere necesariô volver a la

formulacién a plazo largo.

El debate lo empezé Charles Austin (el hermeno manor de John Austin, el

tratadista de la Soberania), foxmulande le proposicién a debatir més o menos de

la forma siguiente (en cuanto que se puede colegir de las introdueiones de John

Mill): que la causa de la infelicidad humane, era la tendencia de la poblacién

a aumentar més de prisa que los medios de subsistencie; mocién que John Mill hu­

biera querido formuler de manera menos exclusive y universel como "que le condi-

cién de la gran mass de la humenidad no puede mejorerse permanenteinente por otros

medios que la limitacién de su némsro". (p. 50).

Es de suponer que la intervencién de John Mill siguiera a la dsl primer

cooperativista. La idea central de su diecurso, le que repitié una y otre vez

con diferentes ilustraciones, que la de rendimientes decrecientes en le agricul­

ture. Es importante noter que a renglén seguido se negé expresemente a heblar

de la relacién entre capital y poblacién (como lo habia hecho en el Black Dwarf)

con el débil pretexto de que queria éviter disputas terminolégicas sobre el tér-

mino "capital". Indudablanente juzgaron su eleccién del terreno de controversia

consideraciôn de téctica, puesto que el remedio que ofrecian los Owenistas era

la creacién de colonies agricoles ; pero creo que tanbién influyé en la conside-

racién de la favorable coyuntura econémiea que atraveaaba Inglaterra, que hacia

ridicula toda afirmacién de que faltaba capital para emplear a todos los ingle-
ses, pero que por otra parte, dado el crecimiento del nivel de aetividad econd—

mica, justificaba aparentemente los temores de escasez de tierras cultivables.

En efecto Mill en un punto de su discurso hizo alusién al hecho de que "se ha

hecho necesariô cultiver suelos estôriles" (p 41). Partiendo pues de la propo-

siciôn aceptable de que la cantidad de producto que se puede eaear de une pisse

de tierra no puede srecer indefinidamente, llegé a la afirmacién de que, supo -

niendo que el nivel tecnolégico es constante (lo que resta todo intsrés al er-

gumento) el producto agricole de un paie sélo puede después de un cierto punto

aumentar a un ritmo deereciente.

Era esta la doctrine del énico éptimo de su padre, y Mill prosiguié por

el mismo camino al afirmar a continuacién que pasado este punto sélo se podria

mantener un ritmo de crecimiento constante de le produecién agricole si la mano

de obra en la agriculture aumentaba a costa del sector industrial y de servieioe.

De aqui su padre habia deducido una deterioracién pauletina del niyel de vida

general, pero John Stuart Mill aRadié un détails al modelo que le pexmitia con-

clusiones més optimistes: era la idea, luego heche famosa por Senior, de que mign

très en la agriculture la productividad marginal era histéricamente deereciente,

en la industrie, gracias a los avances tôcnicos era creciente. Dijo John Mill,

"Aunque habda una proporcién cada vez iiiiiiiiii iieilg~Hfe 1 Heei para producir
las comodidades y adornos de la vida, es posible que por medio de mejoras
en la maquinaria y una aplicecién més extendiéa de la divisién del traba­
jo, estX iél menor proporcién podria produciA bastants para ttxios" (p.45).

Los hechos han refutado esa hipétesis pues la tendencia histériee ha sido

de disminucién del sector agricole en favor de los otros*. Sea ésto como fuere.

Mill excluia de esta concesién el mundo owenista, donde la desaparieién de la

propiedad privada quitaria todo incentive a la inversiÔh.

De las contestaciones que recibié, Mill dedujo que habia convencido a sus

oponentes de la realidad de los rendimientos histéricos decrecientes en la agri­

culture. Los dos oradores de mayor pero entre los owenistas, un vicia de pala­

bra florida, llamado Gale Jones, y el futuro obispo anglicano de St. David's, ata-
caron la tesis de los économistes por otro lado. Gela J œ ' s como muchos otros

antimalthusianos propuso una nueve ley de crecimiento de la poblacién: sélo

hay una determined# cantidad de vida en el universo" y que por lo tanto un cre­

cimiento absolute llevaba consigo une disminucién de la veloOidad de reproduccion i

Mill, en su segundo discurso, perdié poco tiempo con este argumenté* Thirlwall

era un advsrsario de otra catégorie: "entes de que hubiese prenunciado dos fra­

ses", dice Mill en su Autobioorafle .. "decidl que era el mejor orador que habia

pido en mi vida, y nunca he oldo a nadie por encima de él" (1), Tirlwell "no

negaba .... no prétendis ocuparse del poder de le poblacién para crecer, pero*..

eegaba que hubiese crecido" de hecho (pég. 54). En prueba de ello aduela el ca-

so de Grecia, Asia, donde habia disminuido; y, para Inglaterra, recordaba las

observaciones de Cobbett en sus Rural Ridas, donde este periodista afirmaba

que la poblacién habia descendido porque las Iglesias estaban més vaclas que

antes. A Mill le basté con explicar que la causa de la escasa poblacién de los

palses del medio oriente se debla a une causa que los owenistas pretendlen ha­

cer desaparecer, el desgobierno, y con ridiculizar los métodos estadlaticos de

Cobbett. Lo que debié de ser més diflcil de rebâtir fue el escepticismo de Thiel-

wall sobre la probabilidad de que se extend1era la costumbre de la disciplina

moral entre el pueblo. Ya se ha visto en les cartas al Black Dwarf que Mill

aceptaba la imposibilidad de la disciplina moral en un pueblo ignorante, y que

eso habia recomendado el control artificial de la natalidad. En la sociedad de

la Cooperacién no pasé de expresar su confianza de que la progresiva extensién

de las luces llevaria al pueblo a observer la misma prudencia que los que le

estaban escuchando.

Supondré que en este cuarto hay cincuenta solteros, y cuando miro al né-
mero de personas a mi alrededor, no puedo creer que haya menos. Me atreve-
ria a decir que de estos cincuenta hay al menas cuarenta que se easarlan
con gusto, yq que sélo se retienen de hacerlo por motives prudenciales.
(pég. 59).

(1).- Mill, Autobioorafia. pég* 106.


y afirmando qua la situacién de la humenidad sélo poéia mejwrarse permanante-

mente con una limitacién de sus nûmeros terminé su diecurso.


C A p I T U L 0 VIII

DOS COROLARIOSi DEL PRINCIPIO MALTHUSIANO: LIBRE

IMPORTACION PE ALIMENTOS Y EMIGRACION

Cuando Malthus eseribiâ su Primer enaavo estaban prohibides legalmente

la libre importaciôn de alimentos y la emigraciôn de trabajadores por les lia

madas "Leyes del grano" y "Leyes de Exportaciân de maquinaria y emigraciân de

artesanos". Mientras se présenté el principio de la poblacién de manera total­

mente pesimista, la revocacién de taies prohibiciones podia tener poca impor-

tancia, pues el respiro temporal que produjera pronto se verla anulado por un

nuevo aumento de los habitantes. Mas. al formularse el principio de manera més

optimista , coneediéndose importancia a mejoras sociales que acostumbrare la

clase obrera a niveles de vida més altos, le derogacién de asdsas prohibido -

nés se hizo imperative para todo malthusiano. Siguié un largo eonbate politico

en el que los malthusianos recibieron la ayuda de circonstanciés y grupos aje-

nos e la problemética de la poblacién, y que se vié coronado por el éxito en

fechas que atestiguan la distinta difieultad de la reforma en cada caso: en

efecto, la emigrecién se permitia legalmente en 1626, mientras que hubo de es-

perarse hasta 1646 para conseguir el libre comercio de cereales.

Si le historié de la emigraeién y el libre cambio se redujera a una mere

deduccién légiea de los corolarios del principio malthusiano , poco interés

tendria relatarla con détails. Pero estos dos fenénenoa afectaban a problèmes

mucho més amnlios que los meramente demogréficos, y movilizaron grupos ideolé-

gicos muy diferentes del malthusiano. Este capitule pretende deacribir los re­

botes inesperados del principio de la poblacién en el medio social briténico

por razén de sus consecuencias para dos cuestiones de la mayor importancia po­

litics: la cuestién colonial y la cuestién agraria.


La aparicién del movimiento librecambista.

El movimiento contra las leyes del grano es la manifestaciôn social més

representative de la Inglaterra de la primera mitad del siglo XIX. Nace por im­

pulse de los économistes politicos, se extiende luego a los comerciantes e indus

triales del nuevo capitalisme inglés, se popularize entre las mesas con la ayu­

da de las técnicas de agitaciôn depuradas por metodistas y antiesclavistgG triun.

fa por fin gracias a la conversiôn de un primer ministrq conservador y proteccio,

nista a las ideas de sus contraries libérales. ^Puede haber algctmés inglés y

victoriano que e^a mezcla de ciencia econémiea y capitalisme, de religiôn y libre

cambio, de doctrinarismo y pagmatiamo, de conservacién y reforma?

El libre-cambio se entendia entonces de manera distinta que ahora, pues

no se trataba de aumentar el volumen de^comercio internacional por acuerdos bi é

unilatéralesnde liberalizacién, sino de suprimir "*^lîâteralmente los obstéculos

a la importaciôn. La idea de que esta supresién unilateral de barreras araneela-

rias podia redundar en bénéficie del pais tiene un aire paradéj ico que la hace

dificil de aceptar para el hombre de la celle: sin los argumentes que en sufa­

vor dieron los économistes politicos hubiera tenido pocas probabilidades depo-

pularizarse. Es cierto que la préctica de limiter la accién del Estado, abando-

nando en la medida de lo posible la economia a sus movimientoa esponténeos, te­

nia larga tradicién ya cuando Adam jjmith escribié su tratado; es cierto que las

condiciones sociales y econémicas de Inglaterra eran muy favorables al abandono

del proteccionismo, y, aun més, que sin estas condiciones sociales de les pro-

mesas de los économistes no hubieran sido escuchadas, quedéndose en letra muerta.

Pero la construccién teôrica de los economistas sobre le que basaron su actitud

libre-cambista no era una consecuencia necesaria del medio ambiente; por el con­

trario, su "demostracién" de los bénéficies que consigo llevaria la destruccién

de las barreras comerciales, constituyé un poderoso factor en la difusién del

ideario anti-proteccionista. Después de todo, existe hoy en dis una nacién tan

poderosa econémiea y politicamente como lo fus le Inglaterra victoriana, y con


ideéntica tradicién de libre faire, que sin embargo no se hà

mostrado excesivamente entusiasta por una supresién unilateral de aranceles.

La defense que hizo Adam Smith del libre-cambio iba dirigida contra la

practice mercartilista de fomenter la exportaciôn para mejoras de la balanza

comercial y revelaba una profunda influencia del pensamiento fisiocrôtico. La

explicacién analitica de la Biqueza de las naciones de los bénéficies del libre

comercio era rudimentaria, pues se basaba principalmente en la convenuencia de

encontrar una salida para el excedente de la produecién nacional. Anélogamente

su cfitica de las leyes del grano era al^o simplista. En el Copitulo V del iibro

IV ao encuentra una larga digresién sobre las leyas del grano; es decir, sobre

el sistema, que duraba desde el reinado de Eduardo IV en ci ai lo XV, dt proté­

ger la produecién inglesa de trigo dificultando la importaciôn cuando la eosecha

fuese mala y fomentando la exportaciôn cuando fuese buena. Sostenia Smith que

los agricultores y terratenientes ganarian con la desaparieién de la barrera

jxoteccionista que rodeaba la agriculture. El argumente es algo obscure, y se

basaba en la influencia de precio del trigo sobre el precio de la plata: cuando

bajaba el precio del principal alimente de la clase obrera, también tendia a ba-

jar el de la plata (es de suponer que ello se debia a que los salarios bajarian

con el precio de los alimentos y el coste de produecién de la plata diaminuiria.

Para Smith, pues, una caida del precio del trigo suponia una depreciacién de la

moneda y la consiguiente subida del nivel general de precips con los beneficios

que ello traia para la clase empresarial.

La polémica cambié de tono con la publicacién del Ensavo sobre la oobla-

cién. Malthus^, palabras de una novela de su tiempo, habia insistido en que "més

personas que trigo era temibls predominio". Para muchos malthusianos cualquier

limitacién de la disponibilidad de alimentos necesariamente agravaba el problems

demogrâfico. Por ello es importante seMalar que, en contraste con la mayoria

de los malthusianos, Malthus mismo defendié la conveniencia de protéger la agri­

culture contra la competencia extranjera.


Ya se ha visto en el capitulo dedicado a la renta de la tierra que los

precios del trigo de 1809 a 1Ô12 fueron extraordinariamente elevados. Luego, la

buena cosecha de 1813, la importaciôn de trigo de Irlande, y la reanudaciôn del

comercio exterior al ser derrotado Napoleôn, hicieron caer los precios de manera

radical. Estas fluctuaciones dieron lugor a que se nombraran los comités inves-

gadores ya referidos, y a que se propusiera en 1815 por el gobierno un proyecto

de ley de granos.

En el Parlementa aparecieron dos bandos, Por un lado estaba el grupo

agrarista, que era con mucho el més poderoso^ prueba de ello es que consiguiô

mantener el sistema proteccionista #asta el aMo 1846. Por otro estaba el grupo

de los economistas y demôçratas, que denunciaba el arancel como un privilegio

inaceptable de la clase gobernante inglesa, y cantaba las ventajas del libre -

cambio.

Dos eran los argumentes principales de los agraristas. El primero forma-

ba la del opusculo de Malthus Grounds of an Ooiniokl y consistia en subra-

yar la necesidad de que Inglaterra fuese independiente de las fuentes de suminis-

tro extranjeras en caso de guerra. Este argumento ténia importancia por la expe-

riencia del bloqueo continental por la que Inglaterra acababa de pasar, y ya ha­

bia sido adelantado por Adam Smith en La riqueza de las naciones.

El segundo argumento por el contrario, se oponia radicalmente a las en-

ettanzas de Smith. La protecciôn, decian ciertos graristas en el Parlemente, al

mantener la prosperidad de la agriculture, induciria grandes inversiones de ca­

pital, que en ultimo término abarataria la produecién. Este argumento es el que

cuieiercn rebâtir los economistas con su ley de rendimientos decrecientes: el su­

poner que las inversiones de capital necesariamente aumentarian la rentabilidad

de la tierra era falso. Sélo lo harian (en palabras de hoy) si las inversiones

reflejaban une innovacién tecnolégica; si tenian lugar en un mismo piano tecno­

légico, habria rendimientos decrecientes.


Es curioso que Malthus, quien formulé conjuntamente con West, Torrens y Ricardo

la "ley" de rendimientos decrecientes, también emplease las inversiones de ca­

pital para defender el sistema proteccionista. Pero él no se referia a las in­

versiones que un mantenimiento de la proteccién permitiria realizar, sino a lo

que ocurriria con las inversiones realizadas durante la prosperidad. Olvidpba

que era mejor dar una inversién por perdida y considerarla como un coste histé-

rico (indemnizando a los que la habian realizado, ai era necesariô), que perder

mas salvarla.

Aparté de los argumentes basados en la necesidad de la defense nacional

y en las pérdidas de inversiones realizadas, Malthus présenté otro que concierne

al tema de esta tesis mucho més directemente: el del probable efecto de una cai­

da del precio del trigo sobre los salarios monetarios, Malthus, participaba

en la extendida creencia de que los salarios reales a largo plazo eran constan­

tes, y que por lo tanto las alzas en los salarios reales a corto plazo provoca-

dos por un descenso del coste de la vida tendian a hacer crecsr la poblacién y

9 resultar en una caida eventual de los salarios monetarios. Temia, en conse -

cuencia, que la derogacién de las leyes del grano sélo résultera en un aumento

de poblacién. Su posture era la que se vino a llamar cuando el Gran Hambrp de

Irlande, la de "enemiga de la patata"; temia Malthus que una politico de ali­

mente barato supusiese un incentive al matrimonio imprudente y a las families

excesivamente numerosas#

Ricardo interpretaba el principio de la poblacién de manera diferente.

No es sélo que creyera en la posibilidad de acostumbrar a la clase obrera a un

nivel de vida més alto, de tal forma que no modificara sus hébitos de raproduc-

cién aunque diese un salto sua ingrasos ; sino que preferia que la disminu -

cién de los beneficios naciese, no de un aumento de los salarios totales, sino

de un aumento de la tasa de salario, como hemos visto en el capitulo IV.


La controversia no giré sin embargo alrededor WeLja#_>&eceiAÉk&W de las

nécesidades de le defense nacional, ni de le proteccién de les inversiones


!
agricoles, ni de los efecto* de un abatatamiento de las subsistencias sobre los

salarios monetarios. Giré alrededor de la presunta oposicién de intereses entre

los terratenientes y el resto de la comunidad. El punto central del opâsculo de

Ricardo, La influencia del faefo oreeio del trioo consistia en demoetrar que a

los terratenientes les interesaba que no hubiese progresos en la agriculture,

d libre comercio de producto* agricoles porque asi subian sus rentes. Los agra­

ristas por su parte protestaban de que defendlan los intéressé de todo el sector

agrficola. Examinâmes las vicisitudes del combats•

El proyecto de ley de 1815 se aprobé, prohibiéndose asi toda entrada de

trigo mientras su precio en los mercados i n ^ e s e s no alcanzase 60 chelines por

"quarter" (elevândose el umbral de 60 a 60, aunque en 1814 los agricultores

lo habian pedido de 64, 95 e incluso 105 chelines) (1).

Pero esta victoria de los intereses agricoles marcaba el momento cul­

minante de su preponderancia. La tendencia hacia el libre-cambio se haria a

partir do entonces cada vez més fuerte. El pueblo, noturalmaite, se habia mos-

trado opuesto, incluso violentamente, a la nueva ley del grano. El grupo finen-

ciero de la City era libre-cambista por au propia naturaleza, y pronto iba a

declararlo péblicamente. Los intereses industriales, déndose cuenta de la pro­

teccién de que gozoban les hacia vulnérables a la réplica del tu ouoaue. y vien

do que su superioridad técnica hacia superflue toda barrera arancelaria, prepio-

ron en favor del libre-comercio tanto en materias primes como producto* acabg,

dos. El sector agricole iba qusdando cada vez més aislado, si bien su poderio

politico le garantizara aén largos aMos de ineomunidad.

Desde el punto de vista teérico sélo fàltaba un peso para que la pos-

dcién libre cambiste complétera su panoplia de argumentoe. Ricardo colmé este

(1).- Elie Halévv. History of the English People, vil I, pég, 233.
vacio en 1817 con la publicacién de au# Princioio# de economia polltica. Este

Iibro merca una época en la teoria del comercio internacional, pues en 61 aprejx

dieron los economistas el teorema de loe costes comparativos (l).

Con la ayuda de este teorema y algunom supuestos de hecho, se podia mos-

trar que la proteccién a cualquier sector de una economia dlsminuia los bene -

ficiüs nacidos de la divisién internacional del trabajo. Que parte de esos béné­

ficias correspondia a cada pais iba a poder determinerse con la ayuda del con-

cepto de "relacién real de intercambio" que Torrens, Herivale y J, Stuart Mill

iban a popularizar en los aRos cuarente, precisamente en el lUtimo acto del dra­

ma de la leyes del grano. J. S. Mill mismo aportaria la excepeién de "industries

nacientes" en 1848, ampliando la teoria ricardiana del ccmercio Internacional al

campo dinémicG. Pero sin necesidad de esperar a esos refinamientos, el teorema

de los costes comparatives tal como lo formularon Torrens y Ricardo en los pri-

meros veinte aSos del siglo se bastaba y se salvaba pare tirer por tierra los

argumentes proteccionistas usuales.

El paso siguiente fue de naturaleza politisa, que no teérica. En el aRo


S
1820 el economists Thomas T#oke (famoso més tarde por su History of Pricé) re-

dacté la "Petition of the Merchants of London i^n favour of free Trade", que

marcaba la convencién del sector financière e industrial a la nueva ideologia

(2). Esta peticién consiguié numerosas firmes en la City, y se vié acompaRada

por otras peticiones llegadas de los sectores industriales de-BmsQigba#, Marches-

ter, Liverpool y Glasgow

(1).- Roberto Torrens habia presentado una formulacién sucirta de este teore­
ma, junto con su corolario "la divisién territorial del trabajo" en su
primer Iibro The Economists Refuted (1808). Este Iibro consistia en una
critica al de William Spence, Britain Independent of Commerce. (1807),
en el que el "économiste" o fisiécreta inglés Spence negaba que el bloqueo
continental pudiese hacer doRo a Inglaterra, pues consideraba que sélo
la agriculture era productive. Véase Robbins, Robert Torrens and the Evo-
lotion of Classical Economics (1958), pp. 11 y siguiente s, Torrens fue si
co-inventor del teorema de los costes eomparativos con Ricardo,
(2).- Halevy History of the English Peopl#, vol. II, p,122 .- Ricardo, Wortes
vol. V, pégs. 42 y siguientes.
A peser de la protecciôn, la criais agricola continusbs por causa de unes

oantas buenas coaechas. Los intereses agricoles wipezsron a agitarsa pidiendo

una protecciôn: segôn la ley de 1815 la importaciôn quedaba prohibida hasta

que el precio inglés alcanzabs 60 chelines, pero l l e ^ d a este eventualided,

los puartos se abrian ilil^tsdamente por un periodo de très meses, lo que da­

ba ocasiôn a toda clase de importéeiones eepeculativas. Pidieron que la impor-

ticiôn por encima de los 60 chelines ee visse sujets a alguna limitacién adicio-

nal.

Por otra parte, el gobierno se preocupaba por las amplias fluctuaciones

del precio del trigo, que atribuie a lo abrupto del userai de importaciôn y a

lad mencionadae importaciones eepeculativas. En vez de elevar el umbral, como

lo pedian los terratenientes, peeeentB un proyecto de ley en el que sa instau-

Bba el principio de la^j^cala s#aeesWkee". ULegado un cierto precio, en esta

ocasiôn 70 chelines, se permitis la importaciôn con un arancel elevado (12

chelines). A medida que el precio en si mercado inglés fusse més alto, se iris
I
reduciendo el arancel, hasta que llegado un precio de 85 chelines, Jtaéa no se-

£a més que de un chelin.

Los agameistas no estaban satisfechqs con esta pequeMa reforma, y argu-

isntaron en base, no ya a la cantidad de capital que habian invertido en la

gricultura como lo hicieron en 1615, sino al peso de la cargo impositiva que

soportaba su sector,

El gobierno se mantuvo firme gracias a las criticae que dirigieren va­

ries diputados, a le cabeza de los cuales ee encontraba Ricardo, contra esta

tesis de la imposiciôn excesiva en la agriculture.

El opésculo due Ricardo publicô con motive de la diacusiôn de este pro-

yecto de ley se intitulaba sobre là proteccién a la aoripultura (1822). Dos

son los argumentes principales que présenta contra la legialaciôn existante:

el primera era que las leyea del trigo provocaban fluctuaciones inneceaarias
en los precios no sélo cuando llegaban al userai de exportaciôn, sino tembiôn
* .
cuando cafan a niveles bajos por una buena cosecha; el segundo, que la carga

impositiva no justificaba una barreta proteccionista tan alta como la que de-
-fCn Ji joA* VoS
jpgnrK^ eemr intereses agrarios •

En cuanto al primera argumentaba Ricardo de la forme siguiente: la ley

del grano tenia per efecto a largo plazo al pezmitir que le agriculture in-

&esa mantuviese un precio medio superior al precio medio extranjero por la

cuantla del arancel més los gastos de transporte. Para que pudiese exportarse

trigo inglés, los precios en Inglaterra habian de caer, no ya por debajo del

precio normal inglés, sino por debajo del precio normal extranjero:

Cuando tiene lugar cosechas abundantes, antes de que se pueda exporter


trigo de un pais en taies circunstancias (es decir, protsgido por una
ley del grano), el trigo tiene que caer per debajo de un precio normal
medio, ne sôlo por la cuantia del derecho arancelario, sino ademés por
le cuantia de los gastos de expor^eiôn del trigo (1).

En cuanto al segundo argumento, sostsnia Ricardo que los impuestos so-

IXan rscaer en éltimo lugar sobre si consumidor, y que por lo tanto la agri­

culture deberia ser protegida de la competencia del trigo extranjero sôlo en

la medida en que soportaba impuestos peculiarss - como serian diezmos y tasas

pobres-.

La razôn principal por la que Ricardo deploraba tanto las fluctuaciones

excesivQS de los precios del trigo, como una protecciôn arancelaria que por

defecto o por exceso no equi&aliera sxactamente a les peculiares cargos fis­

cales soportadas por la agriculture, era su deseo de que le colocaciôn de las

inversiones se realizese segûn el criterio de los particulares sin dîeteMkèlÔh

alguna:

Al péblico le interesa que el agricultor no se oea obligado a elmjerse


de une ocupaciôn que hubiera escogido bajo un sistema de libre cqs^t e n -
cia, y en la cual permaneceria si todos les demés bienes sôportasen una
carga impositiva igual a la que soperta al que él produce . (Works. IV.
p. 217).

(1).- Ricardo, Works, vol. IV, pég. 341.


Asi iba desaparseiendo do Is sscena el principio malthusiano como argumento

en favor del libre comercio del trigo, y siendo sustituldo por otros argumen­

tes que perteneclan més bien a la teoria del capital y del comercio interna­

cional. 5616 al final del todo, cuando ocurrié la catéstrofe irlandesa, vol-

• veria a irxun^ir en escena el problema demogréfico, ganando definitivamente la

batalla contra las leyes del grano.

Aparte de las tazones teéricas adueidas en cada momento, habia un moti­

ve politico profundo que mevia a los defensores del libre-cambiot el odio al

terrateniente. Este odio se nota bien a las d a r e s en un articulo que a los

19 aMos escribiô John Stuart Mill en la Westminster Review (1).

El partido proteccionista sabia que al defender las leyes del grano es­

taba luchando por une forme de vida, casi se podria deeir, una civilizacién.

Tener tierra ora lo més importante en Inglaterra: los terratenientes poeein

el poder politico por su escaMo en la Cémara de los Lores y su influencia

en la de les Cosiunes; Gobernaban los asuntos del pueblo en el que residian

desde los religioses (pues ellos repartian los bénéficies de la Inlesia), hasta

los econômicos (al aer de ellos la tierra de la que todos vivian), y los juri-

1o o q (
dicos (pues ellos administraban la justicia

En sus palacios o castillos eampestres vivian une vida con profundas

raices en su regiôn, ya dedicados a los déportés, ya a la mejora de la agri-

ciltura, ya al embellecimiento de sus morados. La tierra significabo la posibi­

lidad de vivir el ideal aristôcrético desde sus aspectos més refinados hasta

més reprobables, desde el mecenazgo hasta la opresiôn • Lo que les ricardia-

nos pedian era, no una reforma arancelaria sine una reforma constituciohal, y

cuando esgrimian argumentoe econômicos en la discuslôn estaban empleando una

astucia de guerra. Pn.ro la animoaidad polltica de las nuevas clases médias.

(1).- J.5. Mill.Tlhp^^fryPt ‘ Westminster R o v i ^ y III, C ^ r i l 1625) ,


pég. 394-420.
de la Inlaterra industrial y profesionsl, se notaba bien pronto bajo la su­

perficie bruMida ds sus articulas* Véaso si no el trabajo del joven Mill,

lleno de resosancias berit^mistas, de cinismo unpoco fabricado frenta a

los argumentos de sus contraries.

El lenguaje que oimos narmalmente de los t#eratenientes sobreesta


cuestién no es lenguaje notablemente dsfinido o précise, y presents
poca eosa tangible en cuanto a argumentas de por qué haya que prefe-
rir su interés al del péblice en general. En vez de probar (como lo
implican eus manifestaciônes) que unos terratenientes rieos traen més
felicidad al pais que el grano barato, habian vagamente de la neeeeidad
de protéger la agriculture (pég. 396-7).

Aunque los ricardienos quisieran engaRarse por un tiempo, se fueron

convenciendo de que era imposible la derogacién de las leyes de granos mien?

tras no se reformera el Parlamento. Poco después de publicar Mill un articu-

lo ocurrié el gran crash de 1925-6: la depresién résultants eepujé al Gobier­

no a permitir pequeMae ventes de trigo con arancel bajo para aliviar el ham-

fcre. En 1828 se basé une nueva ley de granos segén la cuél el precio a par­

tir del que smpezaba a funcionar la escala corrediza era de 54 chelines en

vez de 70 como en 1822, entrahdo el trigo virtualmente libre de arancel e

partir de los 72. Pero eran estas pequeMas reformas sin importancia que no

(legaban al fondo de la cuestién. La batelle habia que plantearla en el terre­

no de le reforma de la ley electoral, y una vez gsnada ahl (lo que ocurrié

en 1830-1834) se podla hablar otra vez de leyes de grano*

El aoovo a la emiaracién.

Al contrario de lo que acontecié con la inqportacién de alimentos, el

perlodo interesante del nuevo fenémeno migratorio se encuentra después y no

antes de la indispensable derogacién de las leyes que lo obstaculizaban.

El fin de la prohibicién de "exporter" maquinaria y mono de obra zadi-

caba en el temor de los industriales ingleses de que otros palses establecis-

ron industries rivales empleando sus secretos técnicos, Pero hacia loe a Mae
veinte, dichos induetriales empezaron a darse cuenta de que avance con ree-

pecto a sus competidorss ara grands, ^ o a e tenian més que genar eon el li -

he comercio que con la prèteeqién; si se exponian a le competencia un poco

preocupante de los industriales extranjeros, conseguirlan eue meterias pri­

mas libres de aranceles; y ademés aumentaban las posibilidades de que los

paises extranjeros adt^tasen también ellos el libre-ernebéo* .

La reforme de la ley se efeetué de tnanero casi insensible, Francis Pla­

ce, del que ya hemos hablado como protagoniste de le propaganda onti-concep-

tiva, decidié en 1614 (a raiz de une huelga fracasada) conseguir la deroga­

cién de les llamadas "leyes de combinaeién" o leyes onti-sindicales» En 1825

el Gobierno quieo controrrestar una de las numerosas maniobras de Place en

favor de la libertad sindical (en las que le ayudaba su amigo el diputado

Joseph Hume); pensaoon loe ministres en incluix entra los objstos a considé­

rer para un proyecto de ley; junto eon al problema sindical, el de le emi -

gracién de artesanos y de maquinaria, para asi desviar la ateneién de los

legisladores. Pero #1 reeultado fue que Place consiguié su ley permitiendo

la creacién de sindicetos, y ademés de paso obtuvo la derogacién de las an­

tiques prohibiciones que confinaban los trabajadores a las islas briténicas.

Los malthusianos sentian una vaga inclinaeién por el transporte dsl

exceso de poblacién a tierras fértiles pero lejanas y desiertas, més de un

modo vago e inconcreto, sin saber muy bien en detalle qué efectos tandria

tal movimiento sobre la metrépoli y sobre el lugar colonizodo*

Pero en 1626 aparecieron en la prenea de Londres unes curiosas cartes,

de las cuales la més famosa es la Carte desde Sednev. relatando las tribu-

laciones de los colonos en tierras australes por un testigo ocular. De he­

cho taies cartas "desde Australia" estaban escritas desde Ip prisién de

Nawgaic en Londres mismo par un tal Edward Gifibtfn Wakefield, quf alli se ha-

lleba por rapto f(*trodo de una belle heredere. Los articules de Wakefield
contenlan materia revolueionaria de la colonizaciôn, que forzé a muchoe

economistas a cambiar de poetura.

Siguiendo su reaccién contra el sistema mercantilieta, los economis­

tas clésicoe se opusieron ya desde la Riaueza dp las Naciones a la pervi-

wsncia de todo imperio colonial. Jeremiae B##fkham dirigid en 1793 un opdscu,


A
lo llamado Emancioa vour Colonies, a la conveneiôn fraceea an el que sostuvo

que la poeesidn da colonies, lejoe de traez beneficios para la metrépoli,

suponia una serie do gastoe indtiles. El comercio colonial, como cualquiera

otro monopolio, enriquecia a quienes participaban directamente en 61, pero

producia menos beneficios a las naciones implieades que un sistema de libre

comercio. A ello venian a aMadiree los gastos militares o politicos, y los

peligros de injueticia y opreeién, que U e v a b a n consigo las colonies, Me­

jor y més barato era pues comerciar que dominer.

James Mill, en un articulo que ya hemos tenido oeasién de estudiar,

"Colony " en el suplemento de 1619 a la Encyclopaedia Brttafrtdca . abundé

en los mismas ideas. Era precieo terminer eon si monopolio del comercio co­

lonial, especialmente el de le CompaMia de las Indies Orientales* La sxis-

tencia de territories civilizedos en Ultramar podia tener utilidad para *

la emigraeién del excedente de poblacién de los paisse viejos; pero incluso

esta ventaJa podia perder importancia si se extendia el empleo de los méto-

dos anticoptisms veladamsnte aludidos en el articulo.

El resultado de tal ataque, apoyado comô estaba por la tendencia

histérica a la liberalizacién que por entonces émeependa en Inglaterra,

obtuvo el que a poco se abriera el comercio con la Chine y la India a to-

das las naciones. La idea colonial parecia (o peser de loe nimeroeos inte­

reses que la apuntaleban) en trance de derrim^. Ni siquisra el principio

malthusiano aportaba el refuerzo esperado.


La base teérica de la enemiga de lo# benthamistas al ostablecimiento de

colonie8 consistia en aplicar también a la cuestién colonial su punto de

vista restrictive sobre la aetividad estetal. Pare que fuera admisible 2a

intervencién del Estado era necesariô demostrar que se consegulan unos

beneficios incalculables por la libre aetividad ds los particulares *


4
Para Ber^am y James Mill estp no ocurrla en las colonies: la aetividad

econémiea venia limitada por la cantidad de capital acumulado, y la inter,

mncién estatal en el emplsd de dicho capital, lejos de aumentar su canti­

dad, lo desviaba hacia inversiones que los particulars# no hubieran esco­

gido, y por lo tanto, hacia inversiones monos.*productives. La proteccién

del comercio colonial y si sstablscimisnto ds nusvas colonias por si Esta­

do suponian una pérdida nets para si pals. La novedad ds las ideas ds Wa­

kefield, Torrens, John Stuart Mill, y los dsmés economistas de la segun­

do gsneracién ricardiana, consistié en demostrar que la accién péblica en

el terreno colonial recogla unos bénéficiés indiscriminados que qusdaban

fuera del alcance de les particulares.

Ya antes de las cartas de Wake^fisld de 1826, se habian indiinado

Jbs economistas sobre el problema de la emigraeién. Torrens, por ejesqxlo,

praocupado por la erssierts dsgradacién dsl pusbl# irlandés, exploré les

posibilidades de la emigraeién en un opâsculo intitulado A Paoer on the

Means of Reducing the Poor Rates (1617) (1). En él, después de recha-

zar el sistema de Dwen, proponia el envio de amplio nâmero de pobres a

las regiones despobladas del Canodé, el Cabo de Buena Esperanza, y Nueva

Holanda. De la disciplina moral o prudencial como freno de una poblacién

excesiva, habia mucho que esperar; "cuando contemplamos el efecto proba-

Câ«s,t«/
(1).- L. Robbins, Robert Torrens and the Evolution of ChemAeeJ. Epopomics
(1958), pég. 149
bla de lam ascuelas da Ball y Lancaster (1), as£ como tamblfin al da nuea—

troa nuiserosos bancos para la acumulacidn da paquaMoa ahorros, podamoa an­

ticiper une majora incalculable an la condicidn de .laa claaaa trebajado­

ras" (2), Pero todo alio s61o podrla producir efecto a largo piezo, Se ra-

cesitaba un arbitrio qua preporcionara un respiro inmediato, y alio podia

ser la amigracidn.

La Justificacidn econdmiea de tales trasiados de poblacidn era adn

muy rudimentaria; sôlo decla que el trabajo y capital an aquelles tierras

remotas era tan productive qua pronto sarlan capaces los emigrantes de

reembolsar el pasaje.

Observacidn tan superficial como asa no podia convercer a los éco­

nomistes. Prueba de alio esté en el pasaje del citado articule "Colonies"

da James Mill, en el qua se contarien proyectos emigracionistea da Wilmot

Se ha explicado a menudo y con suficiente clarldad que es s61o el


capital el que da ocupecidn al trabajo; tomô/moslo pues como pos-
tulado. Serâ necespria una cantidad determinada de capital para dar
empleo a la poblaeién que quede atrés después de la partida de l œ
emigrantes. Pero si, para pagar los gastos de tal emigracién, se
subtree ten&b del capital del pais, que si resto no basta para ocu-
par a la poblacién sabrante, hq^ré una redundancia de poblacidn,
con todos los maies que eso trae consigo (3),

Hox^ton no podia contester a las objeciones de James Mill porque

aceptaba la teoria dsl fonda de salaries, es decir, (como lo expresabe

Wakefield) la teoria que afirma "primero, que no hay trabajo que no esté

empleado# por el capital; segundo, que todo al capital esté empleado "pL»s

no hay capital desocupado. La gran contribuciôn de Wakerfield esté en ha-

(1).- En las escuelas de este#ombre se empleabe el sisteme de "monito-


res", es decir, si de educar los niMos més jévenes por los mayorsa
reduciéndose asi las necesidadas de personal dc^nte. Los benthamistas
se interesando grandemente por elles, pero fracaearon. -
(2).- VéasB L. Robbins, op. cit. pég. 150.
(3).- James Mill, "Colony", Supplement ta Encyclopaedia Britannica.
(1819), pég. 13. Citado por D.N.»Winch. "ClaA c a l Economies and the
Case for (plonization", Economica N.S, XXX, 120 (Nov.1963) pég.
390! • Este excelente articule me ha permitido describir al pen-
samiento de Bakefield en las péginas que siguen*
DBr rsDaxa.ao esxa p o ax u ra esxaxu ca a coxxu pxiBx.a, eon oKywm#nkwm u^wwn»«>v»

madoa de Adam Smith. ..

Wakefield, puea, me hallabe en la cércel cuando redactd #u carta

desde Australia del Sur. En ella describla'las tribulaciones de los colonos de

Blac^ Swan River, nacidos del mode de colonizaci6n indiscriminado que se usaba por

entonces. El deseo de los colonos de poseer tierra ere tal que se dispensaban in-

mediatamente en una extensidn grande de territorio, con lo qua faXtaban brezoa

para los empleos no agricolas, y sobre todo para la explotaeidn y separacidn de

los bienes de capital llevados por los colonos, Wakefield pintabe con vivos colo­

res la lenta destruccidn de coches, semillae, forjas, abandonados por los isq»-

cientes agricultores. En esa carte desde Sidney, abog6 por primera vez en favor

de lo que se iba a llamar el "slstema Wakefield". Consistia 6ste en cobrar un

precio por la tierra, de tal forme que los colonos no accedieran a la prppiedad

irunediatamente, sino s61o después de haber servido algunos aftos a un petrono y

de haber ahorrado una suma da cierta impoataneia. Los ingresos de la venta de la

tierra permitian a la corona financier la emigracidn subsiguisnte. La necesidad de

ttrabejar por un salario durante algunos aftos, mantendria lo divisiân del trabajo.

El hecho de que la tierra costase un precio tenia para Wakefield una consecuencia

més importante aûbque el compês de espera entre la llegada a las colonies y la ac-

cesidn a la propiedad; era la concentraeiôn géogréfica. Sin elle no habla posibi-

lidad de localidades urbanas y, por lo tanto, de vida civilizada. En realidod am-

bss ideas se reducian a una: tanto en incentives a una diversificacién de ocupa-

ciones, como a una concentraeiôn de habitantes, fomentaban la divisiân del trabajo.

Con la puesta a precio de las tierras, decia Bakefield en resumen, la colùnizeciân

podia traer tanto para la metrâpoli como para la colonie, incontables benefiCios.

Las ideas de Wakefield suponian en perte una reacciân contra Adam Smith,

pero principalmente une reacciân contra loa ricardianos. Es cierto que Adàm Smith
,

habia dicho que la prosperidad de los nuevos palses se debla principalmente a la

abundancia de tierra libre (1); esto mismo apuntaben los ricardianos con su tso-

(1) Cp, Robbins Torrens, pég. 15é-7


rla de la rente. Le doctrine ortodoxa ara pue# que la limitaci6n de la cantidad

de tierra eupondrla un freno al crecimiento econâmico. Wakefield invertie total-

mente la cuestiân al pedir que la corona ejercieae au poder politico para crear

un monopolio artificial de la tierra y pare pedir una rente wiortirada para su

ocupaciôn (1).

La razân por la que asi dependia la limitaciân de la oferta de tierra

era que tal limitaciân aumentaba la productividad de un fondo de salaries o ca­

pital social dado, al éorzar una mayor divisiân del trabajo. Wakefield, que impli

citamente atacaba a Smith en la cuestiân de que la oferta abondante de tierra

poducia la riqueza, se apoyâ en âl para denegar le teoria del fondo de salaries

expuesta por James Mill y otros économistes clésicos. En su libro England and

America. empleâ la nociân de "campe de producciân" para mostrer, a) que era po-

sible que un fondo de salaries dado no se usase todo ôl para emplear meno de obre

por falta de campo de producciân, ea decir, de un mercado seguro para al produc-

to, y b) que era posible aumentar la productividad de un fondo de salarie dado,

e incluso a travée del tiempo la cuantéa del fondo de salaries, al aumentar el

campo de producciân.

No se sigue del hecho de que la mano de obre siempre see empleada por el
capital, que el capital encuentra siempre un caapo en el que emplear el
trabajo. Eg éste un non seouitutoue siempre d^n par c % p ^ ^ ^ B n t h a m , Ri­
cardo, Mill, McCulloch y otros. Adam Smith por el contrario, vié que ha­
bia limites al empleo de la mano de obre aparté de la limitaciân del ca­
pital, a saber, los limites del campo de producciân, y del mercado en el
que se vaya a disponer del producto excedente (2).

(1).- Digo "rente amortize^" parque el p>ago se efectuaba de una sâla vez.
(2).- Wakefield, Enoland^merica. vol. II, pég, 103 y sa. citado por D.N. Winch
"Classical Economist and the^ a s e for ^Ionization", Economice. N.S. XXX
120 (noviembre 1963), pég. 361.
Como vemoa qui, Wckefiald emplea a Adam Smith contra loa rieardianoa,

haciendo alusiân a la famoae y aeartada méxime del économieta eacocéa "La di­

visiân del trabajo viene limitada p w la extenaiân del mercado". & n t h a m habia

negado explicltamente esta afirmaciân de Smith: en au Emancipate vour coloniea

(1793) dijo que "la cantidad de capital, no la extenaiân del mer^sdo ea lo que

détermina la cantidad de ccmiercio (1). En opiniân de Wakefield, dice acertada-

mente Winch, "aunque no era neceaario gobernar laa coloniaa para eomerciar con

dlaa, si os necesario que laa coloniaa exiatieran -y gracias al impulao eatatal

si fuera necesario- (pég. 396). En ceinbdo,para Bentham era indiferente que se

abriese o se cerrose un mercado.

Abraae un nuevo mercado, y no se aumanta, ai no as por accidente, la su­


ma total de comercio. Ciérrese un visjo mercado, y no se disminuye ai no
es por accidente, o por el memento, la auma total de comercio.

El punto de vista de Wakefield trionfâ. Torrene, John Stuart Mill, Grote

(estos dos dltimos benthamistas), y otros, formaron la Colonization Sociatv ,

organizaciân que iniciâ las medidas que resultaeon en le fundaciân de prâaperas

colonias en Australia del Sur y Nueve Zelanda. La miama idea de crear colonies

con las que eomerciar pero que eventualmente se gobernarian a si mismas era uns

invenciân politico luminosa de lo que naceria le idea de la Commonwealth brité-

nica de naciones (2).

La idea malthusiens de la emigraciân como vélvula de escape para al ex-

ceso de habitantes de la n»trâpoli, por obre y gracia de Wakefield y su cola-

boradores habla rabotedo de forma inesperada, convirtiéndoae de una mars cues­

tiân instrumental, en un problème independiente y fecundo.

(1).- Coll. WorKi of J. Bentham. J. Bowming ed. ,vol. IV, p#g. 114,mitado por
Winch, op. cit. pég. 293-4.
(2).- Wakefield jugâ el papal de éminence arise Junto a Lord Durhwt y el radical
Charles BulCer, cuando éstos consiguierondel G o b i e m o ingléa que no se
repfimiere "la rebeliân canadiensa, sino que se coneediera el status de
Dominio a oquellas colonie. Vâaae Robbins, Torrens pég. 154, y en general
todo ese capitulo VI, para una discuaiân més compléta de laa incidentes
que aqui no hacemos més qüe eabozar.
El trlunfo del libro-cambio.

Efectuada la reforma de la ley electoral, y elegido el nuevo Parlamento,

el tema de las leyee del grano volviô a eetar ecAxre el tapete* Loa radicales fi-

losdficos, es decir, el grupo de benthamistas y ricardianos quo son los prota­

gonistes de este estudio contribuyeron de manera especial a la reforma de la

constituciôn, especialmente por su hébil uso de tâetieas de intimidaeiôn (1).

Pero al nuevo clima politico necido de le gran reforme les cogi6 de improviso

y no supieron adaptarse a él.

Pasado el primer fervor w h i ^ . pues al pertido de este nombre se le atri-

bia la victoria en la gran lucha constitueionel, el comûn del pueblo volviÔ a

desongaffarse de la politico al usa: la reforma no habie sido lo sufieientemente

profunda como para que las closes trobajadores adquiriesen une vos an el Par­

lemente; la crisis econômica, que dur6 con cortas interrupciones de 1837 a 1846,

pedobe principalmente sobre los closes bejes; la ley de pobrss, cuyo rigor se

sentie precisamente en épocas de depresiôn, les parseia no s61o cruel, sino ve-

jatoria. NaciÔ asi un inmenso movimiento popular, si movimiento cartista. oue

usando la fuerza cuando era necesario, exigio el sufragio universal, le mejore

econâmica de las closes popularee, y la derogaciôn de la ley de pobres. Los ra-

dcales filosôficos quedaron al mergen de este movimiento, pues incluso aquellos

que habian aalido de las closes trobajadores, como Francis P^ace, temian la re-

voluciân, creian en el laissez-faire. y defendlan (como busnas molthusianos}

la ley de pobres.

En el mundo politico de les closes médias tMibién se encontreron despla-

zados. John Stuart Mill intentâ desplazar al pertido whifig, creando un fuerte

partido radical alrededor de la persona de Lord Durham, a quiôn se d ^ i a la

independencia del Canddé; pero ôste murid, los radicales del Parlamento no se
aât’octVQ.
mostraron a la altura de las circunstahcias y su necesaria Imimge^con si par­

ti).- VéasB, J. Hamburger, James Mill and the Aèt of Revolut^n. (Yale, 1963)
tido irlondôs de O'Connel les hizo muy lispopulares en Inglaterra.

Parolelamente nacla (en 1839) el gran movimiento de la "Llga éontra

la Ley de Granos", que representaba a la perfecclôn el espiritu politico de

las clases que acababan de conseguir une participaciôn en los asuntos p(%licos«

Ese movimiento que demostraba el alejamiento de los radicales del centre de la

oscena politics', arrancâ la direeeiân de la lucha proteecionista de manos de

los economistas. "La defense dsl libre çambio fue tornade de sus manos por gen-

te que habia aprendido su sconomia de los cont^lss, su lôgica de los orado-

res, su retârica de los predieadores" (!)• El paladin del libse-cembio en el

Parlamento reformado habia sido por algdn tiempo el radical Charles Villiers;

pero pronto se vifi desplarado por hombres como Cobden, Bright, y W.J. Fox.

La téctica de la Liga estaba copiada de las formas de agitacidn emplea-

das con tanto éxito por los antiesclavistas y que estos a su vez habian aprend^.

do de Wesley. Periddicos subvencionados, grandes reuniones pdblicas, pstieiones

al Parlamento, sociedades libre cambistas, giras de misionsros-conferencien-


C#Q/lW
tes, fueron empleados con éxito crecients por el nuevo movimiento cuyo -emmmtel

general se encontraba (caracteristicamente) en Manchester. Se hebian lanzado a

la agitaciân porque el g o b i e m o whig (en el poder desde la Gran RmAsmm) les

habia defraudado tanto o més que a los cartistas. Su agitacidn su fusg,

za y ténia su efecto principalmente en les classe médias, coii^itiendo con le

agitaciôn de carécter més politico yrevolucionario de los cartistas. Entre

esas dos piedras molares los antiguos radicales benthamistas desapareeisron

o m o fuerza politics.

Como los historiadores dsl pensamisnto econâmico de nacionalidad aie-


tJ
mena han tendido a confundir a la escuela elisica con la de Mq,#ohe8ter es im­

portante subrayar au difersnte actitud, més flexible la de los primeros, més

(1).- G.M. Young, Portrai(t of an A ^ . pég. 10


dogmética la de los segundos frente a le cuestiân dsl libre-cambio y del pe-

pci del Estado en la economia, Pero taepoco hay que ir tan lejos como un li­

bro reciente, el del 5r, Grornoo..The Manchester Set^e^l of Economies, en el que

afirma que los économistes ya no estaben en favor de la dsrogaciân de las leyes

del grano en los ahos 1639-1646, en los que la Liga ejerciâ sus actividedes.

Es cierto que habia aspéetos de las t^cticas de la Liga, dé sus argumep,

bs, y sobre todo de sus esperanzas, con los que los économistes no podian es­

ter de acuerdo. John Stuart Mill era en aquôl tiempo la sminencia gris de los

radicales filosâficoa, y ese puede frenar su actitud como tipica de la de to­

do el grupo. En cuanto a la tâctica , Mill penseba que era quimérieo persguir

la derogaciân de les leyes dsl grano mientras no cambiase adn més que en el

aho 1634 la composiclân de la cëmara de los Comunss y se liberase ëste de la

preponderancia de los terratenientes (en lo que fue contredieho por un accider^

te inesperado -la conversiân de Sir Robert P##l, conservador y proteecionista,

si credo del libre-cambio). Otro punto era que la liga no aceptaba compromise

alguno en su objeto de derogaciân absolute, mientras que Mill y los otros eco­

nomistas admitian la necesidad de medidas de transiciân. Sin embargo, se mos-

traba^ Mill de acuerdo con la insistencia de la Liga de que sus mienbxos com-

batiesen la elecciân de cualquier candidado que no se ecmprometiese a luchar

contra la protecciân arancelaria (1).

Los argumentes usados par la Liga quizé les gustoron menos aân que las

técticas. En un movimiento de tel amplitud es natural que se adujesen les jus-

Uficociones môs diverses y aûn contradictories {2)« Los manchestsrianos nece-

sitaban vencer la resistehcia de très nûcleos: primero, la de los terratehisQ,

tes, que gozaban de un poder politico basado en le tierra; segundo, la de la

comunidad agrlcola, que ternie los efectos dsl librs-camAio sobre su condiciôn;

(1).- J. S, Mill a John Sterling, 5 de enero de 1841, The Earlier letters of


John Stuapt M j H ^ 1812-1646 . II, pég. 463 (Univ of Toronto, ed.J
(2).- Vôase Asa Briggs, They of ImoroWement. pég. 315.
tarcero, la da las masas cartistas, que acusaban a la Lige de luchar, no

por pan barato, sino pdr salarios bejos. Pare ganarse a los primeros, la Li­

ga tendia a hablar da une identidad de intsrases entre todos los miambros

da la comunidad (mientras los économistes habian subroyado siempre la opo-

siciân de intaroses entre terratenientes y resto dsl p e i s K Para tranquili­

zer a los segundos, la Liga subrayaba el sufrimiento que les causaban les fluc-

tuaciones originadae por le ley de grenos (lo que los economistas no diseutian),

En el caso de los terceros, tempoco habia acuerdo, pues algunos ricardianos,

entre otros Mill, se inclinaban por las opinionss^que habia defendido Melthus

en su tiempo^sobre laVprobebilidad de un aumento permanente del niv/el de sa­

larios por un abaratamiento del alimenta, o por un aumento dé la demanda de

bienes ingleses en el extranjero osk Ipe ppreéie

Segün repetida experiencia, invariablemente tiens lugar un gran aumento


dSu*el ndmero de bodas, en épocas de eomida barata y plena ocupaeiân.
No puedo, pues, éstar de acuerdo con la importaneia qi# tan a menudo
se presta a la derogaciân de les leyes del grano, consi^arada mera -
mente como una cuestiân obrera .... Las coses que aâlo les efactan un
poco no producen une impresiân permanente sobre eus hébitos y neeesi-
dades, y pronto decaen a oo sstado anterior (l).

Todo esto no quiere deêir, sin embargo, que los economistas y los ra­

dicales filosâficos en general sa levaran las manos totalmente de la lucha.

Baste con citar dos ejemplos. El primero es al apoyo prestado por los radi­

cales de Londres en 1841 al presupuesto de Baring (en el que se proponlan

opendes reducciones arancelarias, y especialmente la instituciân de la escala

movil de la ley de granos de 1828, por un p a ^ e M o arancel al peso) : los osig,

tentes a una reuniân pûblica en el barrio londinense de firmaron

una peticiân al Parlamento redactada por John Stuart Mill, siendo moderedor

el antiguo besthamista Prescott (2). El ssgsndo es la rapidez con que fWri-

(1).- J.S. Mill Princioios (1848), II, x i, 2


(2).- J.S. Mill, "Text o f P e t i t i o n agreed to at a meeting held at Kensing­
ton on Utesday June 15, 1841", En el Mgi|hina Chronicle del 17 de junio
La reuniân fue descrita en el Morning Chronicle del dla 16.
vale, Senior y John Stuart Mill contestaron a lot argumento# proteceidniataa

de Torrens basados on la nociân de "relaciân real de intereambio" (1)

De hecho la aboliciân testai de le protecciân agricole no fue obra ni de

los radicales filosâficos, ni de la "Liga pare la aboliciân de las leyes de gra­

ms". En 1841 mismo ceyâ* el G o b i e m o y, très una elecciân general (^le sus-

tituido por un g o b i e m o conservador encabazado por Pesl* La solidez de sus cog;


jO
viqijfciones proteccionistas inspiraba alguna duda, porque ya en 1629 habia cambiado

de opiniân en materia de las leyes pénales contra loa catâlicos, al prssentar, il

que enfantas ocasiones las habia defendido, la ley de emaneipecidn en los Comunes,

Pero nadie se podia esperar une conversiân tan repentina esta vez; y es que nadie

se esperaba lo catéstrofe irlondesa.

En el afto 1845 se declarâ en Irlande una plaga que destruia la patata,

teciéndola totalmente incomestible, *eân para los animales. El resultado del fa-

llo de la coseche de 1845, y de la defieieneia de las (pis le siguierofjpé fue que,

en el espacio de cinco aMos, murieron un millân de irlandeses y enigraron otros

ochocientos mil.

Era imposible que P#el, homtre recto, pero sobre todo sensible y humano

bajo su opariencia de frialdad, se mantuviese indiferente ante la eatéstrofe.

Pidiâ al Parlamento la derogaciân de las leyes del grano, y después de muehas di-

ficultodes politicos, nacidas especialmente de la opoaiciân de su propio partido,

onsiguiâ la aboliciân. Esta msdida dividiâ al partido conservador de tal forme

que tuvo que abandonar el g o b i e m o a los whigs, hasta que la magia politico de

Disraeli consiguiera unificarla otro vez. Pero Pesl X|Kkâ la admiraOiân y la gratî.

tud del pueblo inglôs, y cuando a los pocos afios muriâ en un accidente de eaballo,

la gente lloraba en las calles de Londres.

(1).- VSase, L. Robbins, R a b a t . T p w g n » «nd th. Evolution of C l e M l c a l Economies


pég. 207-225.
C A P I T U L O JX

DOS ECONOMISTAS: SENIOR Y LLOYD

A medida que avanza el eiglo, les econeedstas vaq abandenando eada vez con

més decisiôn el pesimismo primero de Melthus, aunque no per esc dsjen de conce-

obr importaneia il problème de la poblacidn. En cuestiân de malthusiasnisme, si

ser optimiste consiste en sairayar las posibilidades de control que sobre su

propio crecimiento tiene la raza Humana, y tambiën les de mejoras su .produeti-

vidad. Cada vez se oyen més voces diciendo que el crecimiento exeesivo de la

poblaciân no es inevitable, y que la forma més sficaz de evitarlo es conseguir

que las clases més pobres gocen de una situaeién le sufieiZmtamente desbhogada

como para que no quieran estropearla con un crecimiento indiscriminado.

Tipieos de este période de transiccidn, son des économistes, prefesores

ambos de la cétedra de economia politics de Oxford y ambos relativemente igno-

rados en el siglo presents: Lloyd y Senior. La cétedra de Oxford se coneedla

con dos condiciones: que se ejeréiese durante cuatro ahos, sin posibilidad de

reeleccién inmediata, y que se publicasen las lecciones alXi impartidas* Gra­

cias a esta segunda cléusula se conocen hoy las notables enssManzas de estes

dos economistas sobre la poblaciân.

W.F. Llovd

Lloyd fue el sucesor de Senior en dicha cétedra, y fue casi tan ignorado

en su tiempo como lo es hoy. SuS contribueiqnSs més importantes a la economia

fueron en el campo de la teoria del valor, pues fus uno de los predecesores dsl

marginalisme. Si hubiera tenido més inf luéncis'quizé se hubissen evitado los clé

sicos muchos erzqrgs y dificultades.


Sobre la poblaciân pûblicâ Two Leeturas on tksCheck# t o .Population delivered

beflore the Univers it w of Oxford in Miche Ter 1832 XOxford 1833)* Si

bien estas lectures son poitecioseA e las de Senior enaliredes més ebejo, se

estudian en primer lugar y mucho més sucintamente, porque la imposibilidad de

consulter el texte original me ha obligado a contentarme del resunen contenido

en la obre del Sr. K, Smith ya citeda, prefiriendo consagrar la mayor parte de

este' capitulo a un trabajo de cuya valia e importaneia he podido Juzgar por

si mismo.

En cuanto se pueda colegir en un estudio de segunda mano, las Ipcciones

de Lloyd tienen interés especial por sus aportaciones teâricas. Su preocupacidn

es determiner les fuerzas contrapuestas que fijan el nivel de poblaciân en cada

caso, es decir, las condiéiones necesarias y suficientes de un equilibria* In­

siste Lloyd en la importante''diferencie entra la tase de crecimiento posible

y la real, distinguiendo très posibilidades.

La primera séria la tasa teârica, o condiciân de que no sâlo hubisee abub-

dancia de comida, sino que desapareeieran todas las causas que disminAyen la

fecundidad o acortan la duraciân de le vida hu m w e . E n este caso séria posible

que los ndmeros se doblaran en diez aMos.

La segunda tesa/%%^^ca también al suponerse abandancia sin limites de

alimente, pero admitiôndose la esistencia de limiteciones de la fecundidad y

la longevidad. En este caso la poblaciân podria doblar en treinta y cinco aMos.

La tercera séria la tasa real, tel y como existe en los diverses paises

dadas las circunstancias en que se encuentran. En Inglaterra esté tasa suponia

doble poblaciân cada cuarenta y nueve o cincuenta aMos.

A medida que se admitieran més circunstancias reals# un el modelo, meyo-

res Gran las posibilidades de varier sus consecuencias* De haber cambios en les

circunstancias, las medidas a tomar verian. Por ejemplo, dseia Lloyd, los pro-

gresos en la medicina y la higiene, y la mayor duraciân de la vida infantil,


haoion més necesaria .qu© nunce una observaciôn generalizada de la discipline

moral Smith, 203 ),

Demostraba asi Lloyd una actitud més flexible que la de la mayoria de los

malthusianos. Si bien el célculo de lOs périodes de duplicaciéh en los diversos

estudios de abstraccién del modelo eran gratuitos (sin olvidar que, en el pri­

mer caso, el période de duplicacién iria reduciéndose progresivaaûOt#), al que

hiciese noter la impos ibilidad de pradiccién a partir de una ley sin tomar on

cuenta les circonstanciés en las que.rige, esa une contribucién importante que

obros malthusianos hubieran hecho bien en adopter, Hay que affadir a ésto su ne­

gative a hablar del exceso de poblaciân como un "castigo" a la faite de previ-

si6n del pueblo, pues, ni el matrimcnio era un crimen, ni la rstribueiân cierta

(decia), dado que las variaciones de la coyuntura econémica hecian dificil si

no imposible un célculo prudente por parte de les que se casaben, Lloyd era
9
sin duda un économiste de gran intuiciân, y sus lecciones s ^ r e los frsnos de

la poblaciân hubieron de terner gran interés.

Senior y la poblaciân (l).

Fue en 1829 cuando publicâ Senior su Two Lectures on Population .... To

which is âddaJL. a Correspondence b e t w e e n the author and the Rev. T.R. Mai thus.

Como el titulo indica, el texto de las doe conferencias de Senior venia

seguido de la reproducciân de unas cartes que éste intercambié con Malthus,que

son del mayor interés ^examiner la diferencia entre la teoria de la poblaciân

de los ricardianos y la de los otros economistas.

Las conferencias son de trazo muy sencillo y tono convincents, y debieron

hacer su efecto en los estudiantes de Oxford, que escuchaben a Sebior. Partie

éste de le aceptaciân general del hecho de que "toda espeeie de planta o animal

(l).- En el caso de S ^ i o r hubo més suerts» pues pudo obtenerse una copia xero-
gréfica de sus lecciones y depositarla en le Biblioteca de le Faculted
de CC.PP.EE. de Madrid.
capaz de aumentar ya por generaeiôn e por •omille, deb# e#r eapaz de un

to constantemente creciente" (p. 7)* E#te afirmaeiôn valia para la eapecie hu-*

manfe^y de hecho "ha sido determinada por observaelén", dijo Senior refiriéndo-
(
SG a la supuesta tasa de crecimiento en los Estados Unidos (l)« Visto el poder

de crecimiento de la raza humana quedaba la cuestiân de qué frerws habian d o ­

rado y podian opérar sobre 61; a éste tema iba a dedicar Senior el resto de su

estudio. Siguiendo a Malthus, distinguié entre los freno# que disminuian la

fecundidad o frenos preventives, y los e(ue disminuian la longevidad, o frenos

positives, (olvidando la emigraciân, debido a que estaria considerando a toda

la humanidad). Los positives tomaban la ferma de mal fisieo, siendo si dltimo

y fundamental de silos la muerte por inanicién. Los preventives quedaban redu-

cidos por Senior a dos: la copulaciân promiscua (o mal moral (2) y la abstinen-

cia de matrimonio (por miedo a perder el nivel de vida al que se estaba aces—

tumbrado^

Hay que subrayar el interés de les precisiones aportadas per Senior a

este concepts de "nivel de vida acostumbrado". Los ricardianos no habian hecho

m^s que apuntar la importaneia de este factor, pero déndole tan poca concreciân

que (como se ha visto an un eapitulo anterior) se convertie an el factor ad hoc

de su teoria, permitio odecuar cualquier situaeién de hecho a ella, y por lo

tanto, la vaciaba de sentido* Senior distinguié dentro de los componentes de

ese nivel de vida très clases de bienes: de necesidad, de decencie y de luje.

Los bienes de necesidad venian definidos en parte por las condiciones fisicas

del medio, tales como el clima, ;»ro an parte también por las eostumbres socia­

les: "Los zapatos son bienes de necesidad para todos los habitantes de Ingle-

(1).- Séria una pena pasar por alto una acettada reflexién de Senior en este pun­
to. Booth y Godwin, al tratar de estadlsticas de poblaciân, pareclan creer
qué el principio de la pubertad era indiferente, pues, quien era f é j ^ Ü
més pronto, tembién dejaba de serlo antes. Pero Senior vié que una pyüertad
més temprana acortaria el perlodo en que podria doblarse la poblaciân,
(2).- Es curiosa la general creencia de que el vicio sexuel U e v a b a eparejado
consigo la infecundidad. ^Se deberia ello al uso generalizado dsl aborto
e infanticio por las prostitutas? %0 a la general prevaleneie de enfer-
medades venôreas? £,0 sencillamente al desconocimiento de taies circulas
sociales por los économistes?. Como dato curioso hay que hacer noter que
en la novela pornogréfica Fannv Hill eserita en el siglo XVIII, las rela-
ciones sexuales ilicitas taanpoco perecen prudicir dsscandéncia nunca#
(p. 4). En cuanto a laa do# otra# categorla# eon elaramsnte de tipo eoetoJâSgi-

CO, y necesitan para su precisiôn dates imposible# de determiner a priori*. "La

pregunta de si un bien dado se hâ de considérer corne de decensia o dfô lujo, obvia—

mente no.'ipuede contesteras si no se especifica el lugar, el tiempo, y el rango

del individuo que lo usa". Todo esto esté muy bien, pero hubiera sido de egra—

decer que alguno de estos econcmistas se hubiese dignedo describir con toda pre-

cisiôn posible los componentes de la idea de "nivel de vida", como déterminan­

te del nivel de poblaciân, y que asi le teoria de la poblaciân hubiese tornado

contenido empirico y dado lugar a alguna predicciân concrete y contrastable.

Volviendo a los frsnos de la poblaciân como los expuso Senior, feltabe

en la clasificaciân el de la abstinencia dentro del matrimonio, de la que Senior

hizo caso omiso sin duda por consideraria inopérante (al contrario de J,Stuart

Mill), y las medidas de control de natalidad* Reoumiâ, pues, su exposicidn de

los frenos de la manera siguiente: "La poblaciân de un distrito dodo queda li-

mitada sâlo por el mal moral o fisieo, o por el temor de que vengan a faltar

bienes de necesidad, de decencia, o de lujo""(p. 7).

La segunda conferencia tocaba dos puntos principales: uno era la defen-

sa del consume improductivo, otro el estudio de la probable évolueiân future

de la poblaciân.

Al comparar la situaeién de Irlande con la Inglaterra, y ver que los

hâbitos frugales de los irlandeses (cuya dieta generalmente consistia de pa-

tatas y leche) les lleveban a consentir une mayor poblaciân de la que con sus

mismos recursos hubieran consentido los ingleses, defendiâ Senior las costum-

bres civilizadas de gasto superflue que mantenia, la relaciân dntre ndmeros

y recursos en un nivel més favorable.

Los hébitos de disciplina moral necesitaban pues del clima de una socie-

dad acomodada. Por lo tanto

a medida que una naciân avanza en opulencio, el freno positivo cede el


paso al preventive. Si esto es cierto, el mal de una poblaciân redundante.
iA. O

O para hablar més claramente, de una poblaciân cuyo exeesivo nûmero le


impide gozar de un euministro adecuado y regular de bienes de necesidad,
tiende a disminuir con el progreso. A medida que a w e n t a la riqueza, lo
que ersn bienes de lujo para una generaeiân, se convierten en bienes de
decencies para la siguiente... Me parece lo més naturel que el aumento
de riqueza no sâlo acompaffe, sino que precede si aumento de poblaciân
(34-35).

He aqui pues el segundo tema de este conferencia. Senior se encontraba

optimiste en cuanto a la future evo&uciân de la poblaciân. Normelmente se so­

lia creer, que "la poblaciân tiene una tendencia a aumentar més allé de los

médias de souabbtinencia" (p. 36— 37)". Pero Senior distingue entre poder abstrac*

to y tendencia real. "Admito que la poblaciân tiene el podeV~(considerado en

abstracto) de aumentar a ese ritmo,.. Lo que niego es que, en una sûciedad de

sabias instituciones, hava tendencia alouna hacia ese estado de cosas. Crefi

que la tendencia es exactamente la contraria". Y en el ejemplar de les confe­

rencias que se consulta para este estudio, aMadia una mano, que sin duda era

la de Senior mismo "tomando la palabra tendencia como expresando eapacidad (1)

posibilidad o probabilided". Este era precisamente el punto por el que iban

a trabar combate Malthus y Senior en la correspondeneia publicada con estas

conferencias.

Concluia Senior con estas palabras llenas de actualidad. "Una poblaciân”

decia, en sus palabras finales, "que crées més répidaments que los medios de

subsistencia es, por régla general, un sintoma de desgobierno, que indica ma­

ies profundos de los que sâlo es uno de los resultados" (52). El problème no

era saber "cuél de la poblaciân o la subsistencia tenderia a crecer més répi-

damente en ausencia de circunstancias modificadoras", sino més bien el recono-

cer "que la felicidad o miseria humcnas dependen principalmente del avance re­

lative de esos dos factores, y que hay causas, y causes que el hombre pus#*

controlar, por las que se puede regular tal ovancs" (50).

(l).- Tachado el original. El ejemplar de las Conferencias de Senior sobre le


poblaciân que se ha empleado para el présenta trabajo es el de la London
Sphool of Economics. Sc trata de la segunda ediciân, son correceiones a
mano, que juzgo ser ya del autor, ya de alguien inspixado por él.
lA. r

Daba asi Senior otro ejemplo de la actitud tipica de los économistes

trente al problems de la poblaciân: mucho buen sentido, deseo de aplicar rëpi-

damente los nuevos conocimiantos a la eonsecuciân de un mayor bienestar, pero

cierto desinteresarse por los espsctos teâricas de la cuestiân.

La correspondeneia con Malthus. .

Después de dar sus clases en Oxford y de llsger a una postura moderada-

mente optimists. Senior al parecer tuvo ocasiân de hablar con Malthas y expo-

nerle las diferencias entre sus respectives teoriad, prometlëndoie e continua-

ciân que le enviaria el texto de las conferencias. Asi lo hizo el 15 de smyzo

de 1829, acompaPtando al envio de una carte en la que prêtandia concretar la

razân exacte por la que discrepaben. Se ha dado cuenta, dice, después de re­

iser los obras de Malthus, que la dniea diferencia entre los dos estriba en el

distinto sentido que dan a la palabra "tendencia".

Usted mentendria que, en ausencia de causas modificadoras, la poblaciân


tiene una tendencia e aumentar més deprisa que el alimento, porque mien­
tras el aumento relative de la primera es mere obediencia a nuestros de-
seos naturales, el aumento relative del segundo es todo esfuerzo y s æ r i f i -
cio. Yo mentendria que, eo ausencia de causas rooéificadoras, el alimento tiena
una tendencia,.porque de hecho, asi lo ha hecho por régla general, y por­
que consider( ^ 1 deseo de mejorar nuestra condiciân tan natural ccmo el
deseo de rnatrirnomio (p. 56)

à aumentar més deprisa que le pebleeiâiL


Malthus no se mostrâ de acuerdo con la afirmaciân de S ^ i o r de que la

diferencia entre ellos era "casi enterementa verbal". En su carta de contesta-

ciân de 23 de marzo de 1829, defiende su interpretaciân de la palabra "tenden­

cia", ya que créé que la poblaciân es como un resorte ratenido por la limita­

ciân de alimento, pronto a expandirse en cuanto haya ocasiân para ello. Le


k*
parece més exacte hablar de une tendencia bgéMROmemern de la poblaciân a^aumen-

tar més répidaments que el alimento. Pero no es esto lo que tiene interés, no

es el punto central de la carte el subrayar que Senior interpréta "tendencia"

como evoluciân real de los aconteciisientos, y Malthus como inelinaciân o capa-

cidad. Lo importante es que Malthus opone al uso de la exprèsiân por Senior,


porque tiene une concepcidn "izlendese" del problème de le poblaciân (eegân

se explicô en la Introducciân al présente trabajo). Es peligroso, dice Malthus#

afirmar que el alimento tiende a crecer més, aprisa que la poblaciân, porque la

gente olvidaré lo necesidad de disciplinarse.

Es claro que, si se ha de conseguir un progreso, no seré por esfuerzos


para aumentar el alimento, sino por disciplina moral que disminuiré la
miseria y el vicio constantemente oeasionados por la tendencia de la
poblaciân a presionar sobre la subsistencia (71).

No se ha de buscar un desarrollo econâmieo que eree una situaeién en

las que los gentes se inclinen a limiter el nâmero de sus hijos, sino uno li-

râtaciân de los matrimonios dando por bueno el nivel de riqueza existantei exac­

tamente la soluciôn adoptada por Irlande durante el siglo.

Senior no abandonâ sus posiciones. El 26 de marzo de 1829, volvia a

insistir en que el alimento de hecho habia creeido més que le poblaciân, pues­

to que en muchos poises la situaeién dsl pueblo era més préspera que en el

pasado. Aén admitiendo que su manero de expreserse pudiese inspirer ercesivà .

confianzQ y optimismo, afirma que

se podria deducir inferencies iguelmente folsas y peligrosas, y de he­


cho se deducen, de la proposieién que la poblaciân tiens una tendencia
a crecer més aprisa que el alimento. Nada més execto que su afirmaciân,
"que la poblaciân siempre esté pronta e inclinada a aumentar més aprisa
que al alimento, si se aflolan los frenos oue la retienen". Pero mu-
, chos, quizé la mayorio de sus lectores adoptan la proposieién sin la
salvedad... Niegan la posibilidad de majoras permanentes, y consideran
cualquier mejora parcial mera labor de S i s i ^ " (78-79).

Tenta razân ténia Senior que Malthus an la carta de contestaciân de

31 de marzo de 1829 réitéré una posture escôptica frente a reformas institu-

cionales y eConémicas.

La ûnica fuente (dijo) de una mejora esencial y permanente de su con-


.v‘'.diftiân (le de las clasas trabajadoras) es la mejora y recto encauzamien-
to de sus hébitos morales y religiosos.

Una interpretaciân caritativa (en cuyo apoyo podrian aducirse numerosos

texto)de estas palabras subrayaria la influencia que podrian tenez sobre los
hébitos morales y religiosos del pueblo oportunas reformas institucionales

y econômicas, Pero lo Indudable .es que en opiniân de Malthus taies reformas

no podrian tener efecto directo, sino sâlo de rechazo* La cfistaneia entre la

postura de Senior y la de Malthus era pues grande*

Sin embargo, Senior en la â&time carta de la serie intenté minimizar la

diferencia, quizé por respeto del viejo pensador, quizé por querer alistar a

Malthus en las filas de los malthusianos optimistas; "Nuestra controversia

(dice el texto impreso) ha terminado, como creo que pocas controversies fina-

lizan nunca, en acuerdo mutuo***" (67), aunque una insereién a pluma, casi

seguramente de mano de Senior, aMade a continuacién "... o al menos an algo

que se le acerca mucho".

Para justificar la existencia de tal acuerdo (de hecho més aparente

que real), subrayé Senior la existencia de dos elemsntos en la postura malthu-

siana: "ningdn plan de mejora social puede ser complété, si no incluye tanto

los medios necesario# para aumentar la producciân, como para impedir que la

poblaciân avance de manera correspondiente"• (p. 90). Malthus habia subrayado

primorçlig^^ente el segundo elemento

Usted (le dice Senior) encontrâ el principio de la poblaciân menospre-


ciado, o mejor dicho, desconocido; y creyendo acertadamente que los
errores prevalentes son los més daMinos, les presté usted atehciân ca­
si exclusive.

Pero la consecuencia fue una compléta inversiân de opiniones: los se -

guidores de Malthus liegaron a caraterizar el penscmiento de su maestro y

"parque una mayor poblaciân oueda traer pobreza, se ha supuesto que necesaria-

mente la traeré" (88). Senior por el contrario encontrâ el principio de le

poblaciân "convertido en el pretexto de le negligencia y la injusticia, en la

objeciân favorita a todo proyecto de aumentar la productividad de los recur­

sos del pais". Dada la manera de penser corriente en su tiempo, concluyâ Se­

nior, y a la vista de la politics comercial y fiscal de Inglaterra (por la


que se mantenian los afancsles sobre el trigo de importaeiân> y se hacla recaer

la mayor parte de los impueetos indirsctos sobre los bienes de consumo de los

trabajadores), no ténia més remedio que insistir, no tanto en la necesidad

de controlar el aumento de poblaciân, como en la urgencia de efectuâr reformes

que lleven a un incremento de la producciân.

El pesimismo de los ricardianos no era compartido pues por Atros eco­

nomistas de gran forma e influencia.


- îlILFJBMBng;

LAS L E Y E S P E POBRES.

Pocas reformas sociales lev a n t a r o n tanta o p o s icidA en la

Inglaterra d e c i m o n d n i c a como la R e f o r m a de la L e y de Pobres efec-»

tuada en 1634. D u r a n t e la d i s c u s i d n p r e v i a a la n u eva ley, la

n e c e s i d a d de terminar con el caos existent# acalld muchas p r o t e s ­

tas. Pero llegado el momento de su aplicacidn, y ante la mayor

se v e r i d a d del nuevo sistema, la c%ase obrera inglesa expresd su

o p o s i c i d n p or todos los medios, llegando incluso en el norte in­

dustrial a la v i o l e n c i a ffsica contra las personas y los edifi-

c i o s ; y, v i e n d o la inutilidad de sus esfuerzos mientras no cam-

blase el ca r d c t e r oiigdrquico de la C o n s t i t u e idn inglesa, se lan-

z6 con el entusiasmo que todos c o n ocen a la a g i t a c i d n d e m o c r d t i —

ca cartista, cuyo combustible principal fue p r e c i s a m e n t e el odio

a la L e y de Pobres.

I g u a lmente vi o l e n t a fue la lucha en el campo de las letras,

donde e scritores de las téndencias mds diverses se enfrentaron

con la o r t o d o x i a que, por asf decirlo, c o n s tituian los economis—

tas p o l i t i c o s » Periodistas populates como Peaxgus O'Connor en su

N o r t h e r n S t a r .o como W i l l i a m Cobb e t en su Pol i t i c a l R e g i s t e r .pen-

sadores s ocialistas como Engels y m^s tarde M a r x ,condenaban la

nueva L e y de P o b r e s con la m i s m a fuerza que el n o v e l i s t a radical

Dickens, o el escritor t ory y por entonces incipiente p o l f t i e o y

d a n d y consumado, B e n j a m i n Disraeli# Fue sin d u d a la d e f ense de

la L e y de P o b r e s por la gran m a y o r i a de los economistas la que

llevd a C a r l y l e a d e n ominar "ciencia n e f asta" ("the dismal s c ien­

ce") a la e c o n o m i a p o l f t i c a - a p e l a c i d n que se hizo proverbial»

L a a c u s a c i d n principal contra los économistes que idearon

y p r o p u s i e r o n la reforma era que des e a b a n suprimir totalmente el


sino s(5lo se modified, solia afiadirse que los economistas, o no

se ‘atrevieron a proponer la supresidn total, o no c o n s i guieron

convencer a los legisladores de la o p o r t u n i d a d de dsta. Enge l s

r e c ordd a los lectores de C o n d l c i d n de la clase t r a b a i adora en

Inglaterra en 1844 la opinidn d e s favorable de M a l t h u s sobre la

cuestidn de si los pobres teni a n derecho a recibir socorro en

la necesidad.

Malthus asegura con toda claridad que el derecho a la


vida, derecho h a sta entonces reivindicado par a todos
los hombres del mundo, es u n a entelequia. C i t a las
palabras de u n poeta, que el pobre llega al festin de
la Naturaleza, y no e:icuentra cubierto para dl, y afia-
de que "ella le ordeni que se vay%*" *

(El pasaje al que se refiere E n gels ciertamente es uno de los

méis desafortunados de Malthus y justifica cualquier indignacidn).

Pero, continua Engels, la N u eva L e y de Pobres de 1834 no supri##

mi(5 totalmente el subsidio de pobreza; los miembros de la C o mi-

sidn Investigadora que informd sobre el proyecto de ley,

convencidos oomriMalthus y los demds partidarios de la


libre competencia de que lo m e jor es dejar que cada
uno cuide de si m i s m o , •• «hubieran preferido abolir to ­
talmente la ley. Pero como no tenian ni el v a l o r ni la
autoridad para hacerlo, p r o p u s i e r o n u n a ley que se ar-
monizase en la m e d i d a de lo posible con la doctr i n a
de M a l t h u s .

Como "la muerte por p ura inanicidn era algo demasiado terrible,

incluso para u n Comisario de la A d m i n i s t r a c i d n de Pobres," la

nueva ley se propuso intervenir en los casos extremos, pero de

forma tan s ever a que el s is tema de jL^issez-fa,iry pare cia p r e f e -

rible en comparacidn»

Otro tipo de a c u s a c i d n contra los economistas era no menos

grave. Se les h a cia responsables de la crueldad del m d todo de

socorro impuesto por la n u eva ley, a cuya c o n f e c e i ^ n h a b i a n con-

(l) M a r x * a n d E n gels on M a l t h u s . ed»por R« Meek, p. 69*


t ribuido» C o n s istia este método en obliger a que todo subsidio

se recibiera en u na "ca’sa de pobres" o "casa de trabajo", donde

como su nombre indica el a m b i e n t e era por lo menos desagradable,

si no sdrdido, y donde se exigia u n a p r e s t a c i d n personal a cam-

bio del socorro. De hecho el*sistema instaurado mds pa r e c i a p e r -

seguir la e x t e r m inacidn de los pobres que la d e s a p a r i c i d n de la

pobreza.

No todos los crCticos de la n u e v a ley llegaban a los ex­

tremes de u n escritor andnimo que en 1839 acusd a los Comisarios

encargados de su apl i c a c i d n de defender el infanticidio, y ligd

esta propuesta con la doctrina malthusiana# E l libelista recogid

en su publ i c a c i d n u n eserito publicado ese mismo afto con i n t e n #

ci(5n satfrica, tomdndolo totalmente en serio* Este folleto sa —

tfrico, firmado por u n tal "Marcus" pr o p o n i a la cre a c i d n de u n a

sociedad v o l u n t a r i a de personas d e s i n teresadas cuya labor con-

sistiria en asfixiar con anhfdrido carbdnico très reci d n nacidos

de cada cuatro. Pues bien, el ondnimo libelista reprodujo este

folleto con u n tftulo elocuente: The B o o k of Murder! (jEl libro

del asesinato!), tftulo que proseguia: Vade M e c u n for the C o m ­

missioners and Cruardians of the N e w Poo r L av t h r o ughout Great

B r i t a i n and Ireland: being a n exact reprint of the infamous E s s a y

on the P o s s i b i l i t y of L i m i t i n g Populousness, b v Marcus one of the

three (Commissioners). W i t h a r e f u t a t i o n of the M a l t h u s i a n D o c ­

trine. (Vademecum de los comisarios y guardianss de la n u e v a ley

de pobres en..G r a n Bretafta e Irlanda;ea u n a r e i m p r e s i d n exacta del

infame Ensayo sobre la p o s i b i l i d a d de limitar la poblacidn, por

Marcus, uno de los tres (comisarios). C o n u n a r e f u t a c i d n de la

(2,- No fue el dnico, pues el folleto satfrico descrito a c o nti-


n u a cidn en el texto fue retirado de la c i r q u l a c i d n pottlos
magistrados despuds de haberlo denunciado el Rev. J.R. S t e ­
phens desde el pdlpito.
3
d o c t r i n a m a l t h u s i a n a •) Pero si b ien no llegaban t an l e j o s , to­

dos los crfticos ataca b a n la d ure z a del rdgimen de las casas de

pobres, y h a cian responsables de ello, explicita o implicita-

m e nte a los economistas que h a b i a n aconsejado la reforma»

La d e s c r i p c i d n mds famosa de u n a casa de pobres q u i z d sea

la de Charles Dickens en su nove l a Oliver T v i s t . o el progreso

del nifio de p a r r o q u i a (1838) (aludiendo al hecho de que eran las

parroquias las que f i n a n ciaban y orga n i z a b a n la ayuda a los p o ­

bres). La J u n t a de la Parroquia, dice Dickens al p r i n c i p i o de su

novela.

establecid la régla de que todos los pobres t u v iesen


la a l t e r n a t i v a (porque ellos no qu e r i a n obliger a n a ­
die, no faltaba mds) de m o r i r de hambre gradualmente
dentro de la Casa, o rapidamente fuera de ella. Para
este fin, convinieron con la compafiia de agua u n su-
ministro ilimitado del Ifquido; y con el factor de gra­
nos, u n suministro periddico de pequeftas eantidades de
avena. C o n esto r e p a r t i a n unas gachas aguadas tres v e —
ces por dia, con u n a cebolla dos veces por sémana, y
u n panecillo el d o m i n g o . •..La cosa resultd cara al
principio debido al aumento de la cuenta de la F u n e r a -
ria, y a la nec e s i d a d de achicar las ropas de los p o ­
bres, que flotaban ampliamente sobre sus formas escu-
rridas y encogidas despuds de u n a sémana o dos de ga­
chas .Pero el ndmero de refugiados en la Casa de T r a b a ­
jo se fue achicando también: y la J u n t a estaba encan-
tada.^

y p a i q saber la opinidn de Dickens sobre los économistes, b a sta


4
con recorder a Mr. Grc^grind gritando "Facts, facts, facts!"

({Hechôs, hechos, hechos!) a sus atemorizados hijos.

Quizd el m e jor r e s u m e n de todas èstas crfticas sea la f r a ­

se de Carlyle en su opdsculo sobre el cartiamo:

(3).- E n ediciones posteriores desa p a r e c i d la a f i r m a c i â n de que


"Marcus" era uno de los très comisarios encargados de la
a p l i cacidn de la n u eva ley# Es especialmente interesante
una alusiân en el B o o k of M u r d e r a Francis Place. Dice el
libelista: "En cuanto al sefior Place r e c o m e n d a r i a inmedia-
tamente su a d o pciân (la a d o p o i â n del mdto d o del inf an tic i —
dio), si no tuviera otro mdtodo propio p a r a asesinar a in-
numerables millones de niftos impidiendo que lleguen a
existir siquiera."
(4).- Dickens, Oliver T v i s t , p. 10-11 (Macmillan, Londres, 1930)
Si a los pobres de s olemnidad se les hace la v i d a impo­
sible inevitablemente de d i n a r dn en masa« Es el secre-
to de los r a t o n e r o s * • U n mâtodo adn mds breve es el
arsdnico: incluso puede que fuera mds suave, de ser
permisibie.5

Son dos, puâs, las euestiones a dirimir, antes de poder juz­

gar la p o s tura de los cldsicos frente al p r o b l e m a del socorro de

pobres. La pr i m e r a es saber si en efecto eran partidarios de su —

p r i m i r totalmente el subsidio; la segunda, en qud m e d i d a eran

responsables de la crueldad del sistema establecido por la ley de

1834# A ello se encamina la d i s c u s i â n que sigue.

L a situaciân ba.io la a n t i g u a L e v de P o b r e s .

El socorro pdblico de los pobres, enfermos, y parados g o s a -

ba de larga t r a diciân en Inglaterra# Los dos principibs. centrales

de la ayuda a los indigentes que se m a n t e n d r i a n h a s t a entrado el

siglo X X estaban y a présentes en la l egislaciân de los Tudor# E n

efecto, los parlamentos de Isabel I a p r o baron de 1597 a 1601 u n a

serie de leyes (cuyo alcance se puede deducir del nombre que le

d i e r o n S i d n e y y Beatrice Vebb, "el câdigo social isabelino") en­

tre las cuales d e s t acaba u n a par a el socorro de los pobres basada

en estas dos ideas rectoras % la de que cade P a r r o q u i a era r e s p o n ­

sable de sus propios pobres; y la de que se h a b i a de tratar de

d i s tinta m a n e r a los pobres capaces de. trabajar y los d e m â s , obli-

gândose a los primeros a a l guna p r e s t a c i â n personal.

Los a b u s 08 que con el tiempo f u e r o n apareciendo n a c i a n de

esos d og principios. Del primero se derivebe_el empleo despâtico

de las llamadas "leyes de asentamiento" ("Lavs of settlement")

que d e t e rminaban las condiciones de la adqu i s i c i d n de v e c i n d a d en

u na p a r r o q u i^^estando interesadas las Juntas Parroquiales en impe­

dir que la c o n s i g u i e r a n los trabajadores y sus familias. Del s e-

(5).- Thomas Carlyle, Ch a r t i s m (1839), cap. Ill


de trabajo mxxtas donde se conf ü n d i a n pobres de toda edad, 80X 0 ,

y condiciânjy el uso, famoso en m ala parte, de niftos pobres del

sur agrfcola en las fâbricas del norte por cuenta de las parroquias#

El tiempo, sin embargo, h a b i a suavizado el e s q u e m a de p a r t i —

da en u n punto: a pesar de la p r o h i b i c i â n de la ley isabelina, se

h a b i a ido permitiendo la concesiân de "socorro fuera de p u e r t a s ",

es decir, fuera de la casa de pobres y sin exigir c o n t r a p restacidn

alguna# Mas este sistema ténia la d esventaja de disgustar a las

clases ricas, que d e b l a n soportar los gastos adiçionales q ue s u p o -

nia.

La reforma llevada a cabo en el siglo X I X tuvo por principal

motivo, como era de esperar, no el deseo de corregir los abusos de

las leyes de asentamiento y del rdgimen de las cas a (cuya e x ten­

sion y gravedad la clase dirigent© desconocia), sino el aumento

de la suma global del socorro# Los crfticos de la antigua L e y de

Pobres v o l vian u na y otra vez sobre este punto* Algunos de ellos

exageraban, como,,lo h a c i a Malthus al suponer u n aumento i n i nte-

rrumpido de la suma total de 1803 a 1826. De h e cho el punto m d x i —

mo se alcanzO* en 1818, el afto mâs duro de la d e p r e s i O n de la pos -

g uerra.^ Pero ha y que admitir que el peso del subsidio era grande
(6).- Segdn Cl a p h a m las cifras eran como siguen:
1815 £ 5.400.000 1819 £ 7*500.000 1823 £ 5 . 8 0 0 . 0 0 0
1816 £ 5.700.000 1820 £ 7.300.000 1824 £ 5.700.000
1817 £ 6.900.000 1821 £ 7 . 0 00.000 1825 £ 5.800.000
1818 £ 7 . 9 0 0 . 0 0 0 1822 £ 6.400.000 1826 £ 5.900.000
No h a y cifras p a r a 1804-1810. P a r a 1803 es £ 4.300.000. E n
1830-1 se g a s t a r o n £ 6.800.000, lo que indica que la cifra
estaba subiendo otra vez en los aftos que p r e c e d i e r o n la re­
forma. Vâase Clapham, Ec o n o m i e H i s t o r y of M o d e m B r i t a i n .vol.
I, pâg. 362-3, y pfg. 362-3 not a 1#
Cl a pham t a mbién p i e n s a que Ma l t h u s faltaba a la v e r d a d
cuando llamé el peso de las tasas de pobres "un mal que dej a
pequeno el de la deuda naçional, por grande que sea el terror
que inspire éste". ^e hecho, dice Clapham, las tasas de p o ­
bres sumaron £ 6,8 0 0 * 0 0 0 en 1830-1 p a r a Inglaterra y el Pais
de Gales, mientras que el interés y la a m o r t i z a c i é n de la
deuda sumaron £ 31.000.000. Véase Clapham, Économie H i s t o y v
of M o d e m B r i t a i n , v o l , I , p . 363. E n mi opiniân, sin embargo,
Malthus no q u e r i a comparar las eantidades gastadas en socorro
y en deuda p d b l i e o s , sino las consecuencias sociales de ambos:
las leyes de pobres a u m e n t a n la p o b l a c i â n y la desmoraliaanj
la deuda p u b l i c a no tiene los efecto# que generalmente se te—
men, V é ase M a l t h u s , E s say,S t a n d a r d E d i t i o n , p p . 3 5 5 y sig.
dicho afLo 1818 el monto total de lo pagado en tasas p ara el soco-

rro de los pobres fue casi équivalente al gasto pdblieo del go—

biernoj excluidos los intereses y la a m o r t l z a c i d n de la d e uda pd-

b l i c a y lo asignado al ejercito y a la marina, Adem d # h a b r i a que

afiadir al peso de la tasa de pobres aproximadamento u n 25)6 m^B de


7
arbitrios para otros gastos municipales y p a r r o q u i a l e s •

El peso de la f iscalidad local se v e i a agravado por la d i s —

tribuci(5n poco equitativa de su carga. Per u n a parte h a b i a u na

mala distribucidn geogrdfica d e bida a la o p e r acidn de las leyes

de asentamiento: en 1830-1, alrededor de très millones de libras

del total de seis m illones ochocientas mil se ga s t a r o n en las p a —

rroquias agrfcolas del sur, de po b l a c i d n mucho menor, aunque el

pare as£ socorrido afectase en su m a y o r parte al t rabajador indus­

trial del norte.Lo que ocurria era que las parroquias industriàles

atraian trabajo en ^poca de pros p e r i d a d y d e v o l v i a n los parados

en Spoca de d e p r e s i d n a su t i erra de origen, P o r otra parte h a bia

falta de equidad dentro de las parroqui(5 mismas, debido a dos sis-

temas de socorro nacidos a finales del s•XVIII y que se e x t e ndie-

ron rdpidamente por todo el sur agrfcola: el sistema de S p e e n h a m -

landjy el sistema de las tasas de trabajo. E n 1795 los m a g i s t r a ­

des del condado de Berkshire decidieron, en v i s t a del alto precio

del trigo, extender el sistema introducido en &1 p ueblecito de

Speenhamland, y pagar u n suplemento s e gdn el ntimero de familiares

(7)e“ En el afio 1831, p,ej,, s u p u sieron estos arbitrios a d i c i o n a -


les casi £ 2 millones. Los arbitrios adicionales eran, no
S(5lo la pequefia tasa p a r a el Templo, sino t a m b i ^ n la tasa
del Condado (con la que se p a g a b a n los gastos de t r a n s p o r ­
te de pobres expulsados p or la apl i c a c i d n de las leyes de
asentamiento); y frecuentemente ta m b i d n las tasas de C a r r e -
teras, Policia, P a v i m e n t a c i d n , Limpieza, y Mejora# V ë ase
Sidney and Beatrice Vebb, E n g l i s h Poor L a v H i s t o r y , parte
II, vol, 1, p6g,2.
8
le?, trabajador y el precio del p a n (escala de p a n de Berkshire)*

Este constituia u n incentive a que.los patronos b a j a s e n los s ala­

ries pu^s lasf d escargaban u n a parte crecàente del coste de la m o ­

no de obra sobre la parroquia* El sistema se extendid enseguida,

y los impuestos parroquiales subieron de tal m a n e r a que se b u sed

un sistema par a d i s m i n u i r l o s , a saber el sistema de la t a s a de

trabajo, Consistia date en que coda c ontribuyente se v e i a à dju—

dic^; pc^a que les diese empleo, u n numéro de trabajadores p a ­

rados en p r o p o r c i d n con la c a n tidad en que se les hubiese tasado;

si no daba empleo a su cuota ténia que entregar al munieipio u n a

suma équivalente a los salaries que no pagaba# C o n este sistema

no hacia mds que disfrazarse el subsidio de paro, d i s e r i mindndose

contra los contribuyentes que no fuesen patronos,

Agravaba aun mds la p r e o e u p a c i d n de las elases poseyentes

el que larnanero de prestar el soeorro tuviese el efeeto de au —

msntar la ne c esidad en vez de disminuirlo* No h a y d u d & que el

sistema de S p e e n h a m l a n d implicaba u n incentive al aumento del

subsidio» Pero de m a n e r a mds general, este temor de que la ayuda

a la indigencia supusiese u n circulo vicioso se r e f orzd con la

diseminacidn de la teorfa malthusiana: sig u i e n d A a M a l thus se su—

ponfa que la seguridad de ser socorrido en la m i s e r i a era u n in­

centive al crecimiento de la p o b l a c i d n — que de heeho estaba au —

mentando, al menos h a sta los afLos 30 - y t a m b i e n era u n incentive

a la inmigracidn desde Irlande, pues en a q uella isla no hubo ley

de pobres hasta 1838*

La crf tica de la vie.ia L e v de Pobres por M a l t h u s ,

Resumiendo, la oposioidn de las closes gobernantes a la L e y

de Pobres existente no se b a s a b a en la d u r e z a de las condiciones

(8)o- (* y Bo ¥ebb, E n g l i s h Poo r L a v H i s t o r y ,parte II, vol*l,p,5*


Véase ta m b i e n Raynes, Social S e c u r i t y in B r i t a i n , p6g*131.
de socorro para quienes lo recibian, sino en «u costo par a q u i e —

nés lo sufragaban. Ese alto costo se atribuia a menudo a defectos

de administracWtR, no tanto por m a l v e r s a c i d n de fondes p a r r o q u i a —

les, como por darse la ayuda "fuera de p u e r t a s ” sin c o n t r a p r e s t a —

cidn de trabajo, o por tomar forma de suplemenjko de salarie* Pero

principalmente las crfticas subrayaban la pr e s u n t a r e l a c i d n entre

socorro a la indigencia y aumento de poblacidn; como este dlti m o

punto de vista fue tomando importancia c r e d e n t e, es interesante

detenernos en 61 por un momento*

Malthus partia del contraste entre la suma g a s tada y el p o -


9
co efeeto que parecia tener sobre el p a u p e r ismo p a r a llegar a la

conclusion de que la lînica forma de suprimir la po b r e z a era dejar

de socorrerla* Esta conclusion era el tema p r i ncipal del E n savo

de Malthus, no tanto en su primera versiOn donde lo que sobresa-

lia era la in^enciOn politico, como èa la s e g u n d a ediciOn y p o s -


. . 10
x©nor©s

Malthus atacO las Leyes de Pobres en très puntoS* L a p r i m e r a

crftica consistiO en mostrar que el socorro a la indigencia era,

por asf decirlo, imposible, que daba con u n a m a n o lo que q u i t a b a

con la otra© Si el socorro se daba en forma de dinero, la d n i c a

consecuencia séria una inflaciOn de precios*

Suponiendo que la cantidad de alimente se m a n t e n g a en Y&'Ks


A
cualquier pais agual durante muehos afios*** si los ricos \luv

se s ubscribiesen por cinco chelines al dia p a r a q u i n i e n -

tos mil hombres, y los ent r e g a s e n s in d i s m ihuir el gasto

de sus propias m e s as,,no puede haber dud a q[üe estos h o m ­

bres v i v i x i a n mds acomodadamente**#* h a b r i a menos canti-

dad de comida que dividir entre el reste, y en c o n s e e u e n —

cia««* el mismo ndmero de piezas de p l a t a eom p r a r i a u n a

(9)*- Malthus, First E s s a v . p,74


( i j Malthus, First Essay, p*98, y p4gs, 93 y sig*
menor cantidad de aubslstancla, y al precio de lea proviaionaa au*
mentarla universalmente,^^

si el socorro se concedia en eapecie, Malthus se ternie que el alimente entre*

gado a los pobres se restase del acumulado para los trabajadores empleedoe*

El problems no podria resolverse ni siquiera si se ponia a trebajar a los in­

digentes, segün las disposiciones de la Ley de Pobres del Perlemento 42 de

Isabel I; supondria esto eôlo el desplazamiento de trabajadores eorrientea

por una competencia desleal, al ser la remuneraciôn de los socorridoe menor

que la tasa de salaries en el mercado; tal^aâèèMOBL* pues, daria luger e la

12
Bxtensiôn del paro y del pauperismo.

El segundo punto de ataque era el efeeto del subsidio sobre la pobla-

ci6n. Aunque se concediera que era factible un socorro de pobres por poderse

efectuar algûn aumento en la producciôn de alimento, este aumento sôlo conse-

guirîa espolear el crecimiento de la poblaciôn, Cualquier clase de socorro

era un incentive a adelantar lo edad del matrimonio. El socorro entregado a

combio de trabajo séria en este coso también el peor posible; porque si de

verdod se daba trabajo al parado (que se encontraba en esa situaciôn, supo-

nia tâcitomente Malthus, por el exceso de personas con respecte al fCndo de

salaries), dssapareceria"la vergüenza que solia ir unida al goce del socorro

de la Parroquia” y "las consecuencias de la pobreza despues del matrimonio

13
no supondrion un freno a la poblocidn",

El torcer punto de ataque, con el que Malthus denunciobo un abueo uni-

versalmentG detestodo, ôron las leyes de asentamiento, Suponian estas, decia

el economists, toda clase de presiones anticonstitucionales sobre Ica traba­

jadores para que no se establecieran en una parroquia, asi como también gran-

14
des impedimentos a la circulacién de lo mano de obra.

(11).- Malthus, Essay on Population. Standard edition, Libro III, Cap+V^pég.


334. También en Figet Essay excepta las dltimas ocho palabras,
(12),- Malthus, Essay on Population, Standard Edition, Libro III, cap,VI,
p6g, 348 y sig.
(13).- Malthus, Essay on.Population. Standard Edition, Libro III, cap VI,
pag, 345-6
(14),-Malthus, Essay on Population. Standard Edition, Libro III, cap, VI,
pâg, 344, También se encuentro en el Primer Ensavo.
E n consecuencia, Malthus no esperaba que el p r o b l e m a del p au­

pé r i s m e pudiese resolverse con u n ataque frontal* Quizé^ "las ine­

vitables variaciones del trabajo m a n u f a c t u r e r o ” , es decir las v a —

riaciones cfclicas, admitiesen a l gun paliativo^^i pero el dnico

remedio eficaz era el empleo m^s activo del freno moral* ^al cosa

no ocurriria mienbras las Leyes de Pobres ofr e c i e s e n u n dltimo

refugio a las farnilias nacidas de u n m a t r imonio imprudente* Por

lo taiiL. era necesaria "la a b o licidn graduai y m u v graduai de las


16
Leyes de Pobreso"

El plan de Malthus para esta abolie!(5n graduai era b i e n sen—

cillOf Consistia en la p d b lica den e g a c i d n del derecho de los po—

bres a la s u b s i s t enci.a; es decir, u n a p r o c l a m a c i d n de q(#e

ningdn nifio nacido de cualquier matrimonio que tenga lu-


gar 0,1 pacar un aho de la fecha de promulgue idn de la
loy» y qua ningUn nino ilegftimo nacido a los dos afios
de esa idcha? tendriam-^msmsm derecho a a s i s tencia p a r r o -
quial,!/

La caridad privada en el caso de los nifios legftimos, y la obli-

g a c i d n legal de cuidar de los ilegftimos severamente exigida a

los padres, bastarfa para resolver el pr o b l e m a del pauperismo u n a

vez que hubiese s i d o .derogada la L e y de Pobres*

Los argumentes de M a l thus pronto fueron aceptados en mayor

O menjgc grado por todo s los economistas politicos* Ricardo, por

(15 ),- H ay que recordar que ya en el First E s s a v h a b i a dado M a l ­


thus u na cxplicacidn de los ciclos en termines de fluctua-
ciones de poblacion. E n ediciones méts tardias aceptd la
po s i b ilidad de paliar algunas de las consecuencias de los
cicloso
Dado el sistema de socorro entonces vigente^ dijo,''séria
desoablo cuando fuese posible el emplear esos (trabajado—
res)que se e n e e n trasen s in trabajo, si sdlo se q u i siera
evitar los malos efectos morales de la ociosidad..* Pero
eooGl tipo de empleo que h a b r i a que escoger séria aquel
que no interfiriese con el capital existente* Taies son
obras pdblicac de cualquier d e s c r i p c i d n * •• c a r r e t e r a s ,p u e n -
t o s - D o " M a l t h u s .Essay on Po p u l a t i o n , S t a n d a r d Edition,pp356-7*
(16 ) n- Malthusr E s s a y on P o p u l a t i o n , S t a n d a r d Edition, libro III,
capo vT; p^g©3h7«
(17 ) c- Malthus, E s s a y on Population, St* E d * , l i b r o IV, cap* VIII,
vdgo 486*
X # 12.

ejempl.o : que en tertos pmiios chocd con Malthus, acept<5 totalmen—

to la postura do èoto on cueotiôn de leyes de pobres, sosteniendo

que :'todo erilgo do ].os pobres debe desear ardientemente su aboli-

ciôn"<; ïr.ribi Sn liir o su ef eeto ol E nsavo sobre la Poblacidn en las

clasos diripc'-itosUn cpiomplo dado por el mismo Ricardo es elo—

cuentos en 1796 W. litt el jüven atacd un proyecto de ley que pro-

ponia un salar '.o minime ^ p o r q u e no proporcionaba dicho snlario

al ndmero do hijcss dicicndo que ora necesario hacer un honor en

vez de una des gracia ol haber traido muehos hijos al mundo; mien—

•bras que on I'll? ol Comitl ?arlamentario sobre la ley de Pobres

hiso muGstra de to bal oposiciôn al sistema de Speenhanland que


18
proporciono.ban la cur lolia del socorro al,mismo ndmero de hijos.

Porc hay quo no too: un punto, importante» En su Ensavo Mal­

thus hizo una crAv-edad quo al pronto pasd inadvertida pero que,

pas ado el ticnp,;, adquirid crccicnte importancia: la utilidad de


<s2p'<ef*o
unas casas de bunbojc don^o ^a persona^ dif Icult Admo, fuese del

pais que inc sc - pour la raci'^j.x alojamiento y comida (incomodos,

parca, desde luegc j n cambre do trabajo© Lo que Malthus atacaba

pues primn rdlo.?.me n e era la oonccsidn de socorro "fuera de puer-

tas" s'Jn exigir.L? '■o?^tr.api "s bcC3.dn, y las corruptelas como el sis—

tema Speenh-^land '•> cl do la tasa de trabajo asi como también las.

leyes de as^xitami e n . Pero en principio no excluia cierto socorro

a los pobres bajr condicionos quo le robasen todo su atractivo

eomparado con la romurorroiôn del trabajo©

Los oc^^enistar y cl publico se fijaron primordialmente en

el aopecto negative de la postiira malthusiana Aj. h&blaron con entu—


si asmo de una total suprocion» Poro, llegado el,momento de la R e ­

forma de 1339, ol socorro. a les pobreÇg aunque con importantes

(13) c- R ic ard o ,
, Priy qipiof. {Craffa ed*), cap? V "Salaries *',in fine «
X* 13.

modificaciones y. ce mantuvo.y p r e c ia a m e n te en el sentido que s u g e -

ria la salvedad hcclia por Malthus o

La conversion de los ocon.ov.istao «

En ol ano 1330 todo el sur de ïnglat e r r a se en c e n d id en r e -

vue 1 to s ,T incc adios de casas y graneros, d e s tru c c A d n de méquinas

a g ic o lw Era e s t a p a r t e del pais p r e c is a m e n to l a que h a b ia v i s t o

extenderso mcLo los sistor.as do Speenhamland y de la t a s a de t r a b a —

j on Se e n c o n t r a b a ademàs en el poder un g o b ie r n o d e l p a r t i d o w h ig ,

partido que desde cl final de las guerras n a p o le d n ic a s h a b ia l u —

chado por el " r e t r e n c h m e n t " — la disminuciôn d e l g a s to p i lb l i c o o

SI momento era p r o p ic i.o para a t a c a r una de las f u e n t e s de desmo—

r a l i z a c i ù n del cbrero a g r i c o l a y un motive de g a s to s c u a n tio s o s *

Apenas llegado al poder, p u e s . Lord Grey, e l p r i m e r m i n i s t r e , nom­

bre una co m io id n ir.vestigador-a de o b i s p o s , abogados, y p o l i t i c o s ,

en la que des tac a.tan dos p e r s o n a s : Ne Vf» Boni or y Edwin C h a d w ic k ,

Senior era ya en aquel momento é c o n o m is te de g r a n p r e s t i g i o ,


i
y estaba r ;-y uni do aj partido whig© H a c ia pcco que e l g o b ie r n o l e

habia podido su opinion sobre la couveniencra de v o l v e r a imponer

re s tric e io n e s a los oindicatos y sob re les problem as d e l s o c o r ro

de pobres en Xrl a nda© Resultd ser e l miembro raés importante de l a

Comis %du; pues (acg'in c ita , bobbins; Senior e s c r i b i d a T o c q u e v i l l e :

"El informe, o al mono:: sus très cuartas p a rte s , fu e e s c r it o p o r

ni, y tcdo lo nux no oscribX yo lo volvi a r e d a c t a r p e r s o n a l m e n t e .

La mayor p a r t e del proyecto de ley basado en el i n f o r m e , ta m b ié n

lo Gscribf y o i y de hccno soy responsable de lo s e f e c t o s , buenos

0 malos (y tienen que ser lo uno o lo otro en grado enorme) de t o —

^a_ 1a mejdida. ■
(]9) Eobb in s - The _Tbepi%_p_f Ec cmom ic Policy i n Engl i s h C l a s s i —
P : Po 9 5 , nS 3 , citando L e t t e r s and
Conversations of i-lexis de Tocgucrille with N , ¥ , S e n i o r »
1334-1859% - O l e Ir
Senior no era raalthusiano a ultranza. Sus opiniones sobre
el socorro a la indigencia no se basaban en la idea del fondo de
salaries, ni on la idea de un excedente absolute de poblaciôn.
Quizé. (admitiô on una carta de esa época) hubiese un excedente re­
lative o temporal, que se podria resolver por la eraigraciôn; que
asi ‘’ol verdadero excedente de poblaciôn no es grande, aunque el
sistema de la Ley de Pobies lo acumula en sitios detorminados de
21
la forma mfs incoi ▼eniente". la idea crucial de Senior era que
consideraba las Leyes de Pobres como reliquia de un sistema feu­
dal que implica la servidumbre de los trabajadores. La desapari-
ciôn de la Ley era un paso mô.s en la emancipaciôn de la clase obre-
22
ra. Su fin era conseguir la supresiôn de una causa de desmorali-
zaciôri de los pobres. El fin del gobierno por el contrario era dis-
minuir ol peso de los impuestos sin provocar el descontento de la
clase trabajdora. Esta divergencia resultaria en la imperfecta
aplicuxiôn de algunas de las recomendaciones mf^s imprtantes de
Ici Comisiôn,
Chadwick inauguraba con su puesto de Secretario una carrera
larga y fecund a de refC^mador social. Su puesto lo debia a que era
amanuense de Bentliam (como Coulson, otro miembro de la Gomisiôn)
desde 1830. Esto tiene importancia, pues asl "rauchas de las ideas
de la Nueva Lo y de Pobres fueron tcmadas del inacabado pero asom-
2%
broso Côdigo Constitucional de Bentham”.
Las investigaciones de la Gomisiôn tuvieron un resultado muy
importante: el de transformar la opiniôn de los economistas sobre
la utilidad de una Loy de Pobres bien planeada y administrada, y

(20) Vdase iiarian Bowley, Nassau Senior, pdg. 284, n. 2.


(2 1 ) Senior en una carta al Lord Chancellor, citada en Bowley,
Nassau Senior, pAg, 312-315*
(22) Marian Bowley, Senior, pAg, 289 y ss.
(2 3 ) Maurice Marston, Sir Edwin Chadwick, pAg. 22. Citado por
S. y B. Webb, History of the English Poor L a w , parte II*
pAg. 31 *
V 0I . I ,
el de apariarloa definiiivomente de la a o l uoién de abolir el

socorro.

Pué u n importante descubrimiento el que con ribuyé a este

cambio de opiniéns que era posible socorrer sin d e s m o r a l i z a r , y

por lo tanto que se p o dfa concéder el socorro é/e tal forma que

a y u dara a limitar la poblacién. M i l l relata la conv e r s i é n en dos

cartas escritas muehos afios més tarde. L a p r i m e r a dice :

Los econ omistas ingleses, la m a y o r £a de los cuales habfan


sido m u y opuestos a la tasa de pobres, h a n venido a favore-
cerla desde la investi.Qacién que résulté en la reforma de
1834. Han venido a creer que u n socorro reducido a lo eS -
trictamente necesario y suj e to a condiciones mds d e s agra-
dables que el trabajo libre, no produce la falta de p r e v i -
sién y la d e s m o r a l i z a c i é n que Vd. a c e r t a d a m e n t e apunta
como los efectos de la limosna indiscriminada. (Mill a »,
Cherbuliez, 6 de noviembre de 1863). , , / ^
^ du (a tuuJi/q
La otra carta nombra a un a p e r sona como j n originadoj/, a

saber el D i r ector del diario liberal M o r n i n g C h r o n i c l e .

Black, como bien recuerdo, comblé la o p i nién de algunos de


los p rincipales economistas politicos, especialmente la de
mi paédre, respecte a las Leyes de Pobres, por los articulos
que escribié en el Chronicle en favor de una ley de pobres
para Irlanda. R e b a t i é las opiniones de aquéllos, con la
af i r macién de que una L e y de Pobres no suponia n e c e saria-
mente u n incentive a la poblacién, sino que podria es t a b l e -
cerse do tal forma que supusiera u n freno efectivo de ella,
y les convencié de que tenia razén. (Mill a Harrison, 12
de diciembre de 1864).
Para el pdblico en general s in embargo, la s u p resién pur a

y simple de la Ley de Pobres seguia c o n s tituyendo u n corolario

de la ciencia de la economic politica. H a r r i e t M a r t ineau, cuyas

ncwlas didécticas Ilustraciones de Economia P o l i t i c a 1 ^ habian

hecho saltar a la forna, predijo en el éltimo libro de la serie,

l a moral de muchas fébulas (1834) que las leyes de pobres a c a b a -

rion por abolirse totalmente. J o h n Stuart Mill la criticé por

ello en su resefia del volumen.

No podemos estar de acuerdo con su c o n d e n a absoluta del


principio de las leyes de pobres. E n esto se encuentra
ella de cididamente retrasada c on respecte al estado ac­
tual de la ciencia; la economia politica ha abandonado en
gran parte esta exagerada c o n c lusién entre otras iguai­
me nte exageradas que h a b ia deducido del principio de la
p o b l a c i é n on los primeros moment os de su descubrimiento.
Las recieatas inTSsxigaoioiies os La «omisxon ae xa Ley ae
P o b r e s # •• nos p a r e c e n t a n concluyentes en favor del p r i n -
cipxo de una tasa de pobres, como lo son en contra de la p r d £
tic a existent#.

Mds tarde, cuando el proyecto de ley basado en el Informe se d i s c u -

tfa en la C d m a r a de los Lores, el entonces L o r d Concilier, L o r d

Brougham, que presumia de radical y de economistas, se most r é m^l

informado, como ocurrfa a menudo. Stuart Mill d é p loré su discurso

inoportuno#

.La d o c trina de nbolicién de la L e y d e Pobres se rechaza casi


universalmente por los economistas politicos, aunque se siga
cargando a la economia politico con el descrédito de ello, y
aunque Lord Br o u g h a m creyese sin d u d a que d e m o s traba su maes
tri a en tal c i e n c i a al profesar uno de los errores que ha
a b a n d o n a d o . V25)

La p r i m e r a pregunta de las dos que pretende contestor el pré

sente capitulo, a saber si los economistas estaban en favor de la

sup r e s i é n pura y simple del socorro de pobres, se puede contestor

negativamente. Incluso con M a l thus se e n c u e n t r a alguna p r o p u e s t a de

que subsista el socorro; y si durante a l g d n tiempo la p r o f e s i é n se .

fijé en los argumentes negatives del maestro y se most r é p a r t i d a r i a

de una s u p r e s i é n total, c on las investigaciones de la C o m i s i é n de

Pobres cambié de opinién, y pasé a d e f ender el sistema con la con-

dici é n de que se m o d i f i c a r a su organizacién# Cudlss eran las modi f i

caciones que p r o p onlan y en q ué m e d i d a se r e f l e j a r o n en la pr d c t i c a

es lo que se pos a a di s c u t i r ahora.

El informe de 1834.

A h o r a se trata pues de comparar las conclusiones del Informe

con ^08 efectos précticos de la Ley.

La C o m isién concluyé que los maies por e l l a d e s e u biertos n a -

clan de la d e s m o r a l i z a c i é n de la clase obrera y del d e s c o n c i e r t o a d-

Mill), "On M iss M a r t i neau's S u m m a r y of Political Economy",


M o n t h l y R e p o s i t o r y . N.S., VIII, P. e21, mayo de 1834.
( 25 )
(J.S.Mill), "Notes on N e v s p a p e r s - L o r d Brougham's S p e e c h on the
Poor L a w A m m e n d m m e n t Bill", Ibid. p. 596^7, agosto de 1834.
m i n i s t r a t i v o que la» vieja» leye» de pobre» l l e vaban consigo. P a r a

c o r r e g i r estos dos defectos p r o p u s i e r o n dos principios de reformat

el pri n c i p i o de "menor eligibilidad" del socorro, y el principio de

control desde el centro#

C o n s i d e r e m o s el seg^undo# I n g l aterra era entonces un pais al-

tamente d e s c e n t r a l i z a d o , en el que los ministerios de Londres conta—

b a n poco, oxcepto el de Hacienda, A s u ntos Exteriores, y los M i l i t a -

res. Incluso la policia esta b a a cargo de las parroquias, excepto en

Lo n dres donde seis afios antes Sir R o b e r t Peel h a b i a fundado su cuer-

po de "bobbies", Cualquier m e d i d a de control centralizado levantaba

u n muro de airada r é s i s téncia por parte de quienes d i r i g i a n los asu g

tes locales, es decir, los nobles terratenientes cuyo poder en el

F a r l a m e n t o era aplastante* Los miembros de la comisién no se a t r e v i ^

r on a rec o m e n d a r la c e n t r alizacién total del sistema


(26 ), ni s i q u i e ­

ra la i n t e g r a c i é n de los impuestos de pobres en el sistema fiscal

general; sabfan que ello era polfticamente imposible, aparté de que

t e n f a n m u y p o c a confianza en la honestidad y eficacia de la adminis-

tr a c i é n central, A lo més que llegaron fue a recomendar que se sustj.

tu y e r a la p a r r o q u i a como unid a d a d m i n istrative del socorro por la

ü n i é n de parroquias, cuya junta recogerfa el impuesto y lo a d m i n i s -

trarfa; y a que se e s t a b l e c i e r a en Londres u n a J u n t a Central de C o n ­

trol in t e g r a d a por très Comisarios independientes del P a r l a m e n t o que

v i g i l a s e n la a c t u a c i é n de las Uniones,

E n cuanto al primer principio, el de menos eligibilidad, lo

c o n s i d e r a b a n el més importante del Informe»

La c o n d i c i é n p r i mera y més esencial de todas*,, es que su si-


t u a c i é n (la del pobre de solemnidad) c o n s iderada en su conjtm

j26j
M a l t h u s cuando hablé de la c o n v e niencia de establecer casas de
pobr e s pretendia que el gobierno central se en c a r g a r a de su ad-
mi n i s t r a c i é n »
to no sea real o aparentemente ta n elegible como la situacién
del trabajador de la categorfa m€s baj&,'27)

No se trataba de hacer pasar a los socorridos aun més hambre y s u f r i -

mientos que los que p a s a b a n los trabajadores comunes en las époeas de

escasez. Se trataba de incitar a oquellos que pu d i e r a n trabajar a p r &

ferir la v i d a del asalariado a la del pobre de solemnidad, sin por

ello someterle a castigos inhumano s , ni aplicar este incentivo a q u i ^

nés no p u d i e s e n trabajar por su edad o su falta de salud. Se trataba

también de encontrar un método objetivo y autom(tico de seleccién

(como correspondra a una época que tanta fe ténia en el libre funcio-

namiento del mercado) que terminase de una vez para siempre con las

arbitrariedades anticonstitucionales nacidas de las leyes de a s e n t a ­

miento,

El principio de menos elegibilidad se plasmé en una serie de

recomendaciones en las que se pedia la t e r m i n a c i é n del sistema de

Speenhamland, haciendo incompatible el socorro con la p e r c e p c i é n de

un salario eualquiera; la a b o l i c i é n de las leyes de asentamiento; y

por fin la p r o h i b i c i é n de todo socorro fuera de puertas. Estas très

rec omendaciones se p o d i a n resumir en una: la régla de que el socorro

se habia de p r e star a todo el que lo pidiese, pero tinicamente en ca-

sas de pobres, Quedaba por regular el r é g i m e n de éstas de tal forma

que f u e s e n ”menos elegibles" p a r a los capaces de trabajar, y que fuesen

acogedoras p a r a los nifios, ancianos, enfermes y locos.

Es importaiRe noter que el sistema de casas de trabajo recomen-

dado por la C o m i s i é n era f u n damentalmente diferente del que luego se

aplicé en la préctica, P rimeramente el principio de menos elegibili­

dad no significaba que se h a b i a de hacer p a sar hambre a los refugia-

dos en la casa de pobres, Como d e cia el Informe tal principio "no im-

T27T
British P a r l i a m e n t a r y Papers (1834, XXVII), "Report of the Poor
L a w In q u i r y Commission", p, 127,
licaba que el alimento o las comodidades del p o b r e tu v i e s e n que apro-

imarse al mfnimo vital"; sélo s ignificaba que los capaces de trabajo

e v e r f a n obligados a trabajar, y que todos los a c o g i d o s a la institu-*

ién h a b r f a n de plegarse a u n a disciplina siempre molesta#

A u nque la comida de la casa de trabajo sea més abu n d a n t e y de


m e jor calidad que la que suele consumir u n a familia de obreros,
y aunque la casa sea superior a la h a b i t a c i d n de éstos, sin em­
bargo la estricta d i s c ipli&a de las casas de trabajo b i e n r e gu*
ladas, y en p articular las restriociones a que se v e n sometidos
los acogidos a ellAs con respecto al uso de bienes r e c o n o c i d a -
mente supérfluos, tales como licores f ermentados y tabaeo, son
intolérables p ara los indolentes y d e s o r d e n a d o s ; m i e ntras que
p ara los ancianos, los débiles y otros r e cipiendarios justifiée
dos de ayuda, la r e g u l aridad y disciplina de u na casa de t r a b a 4
jo la c o n v e r t fa en u n lugax de relativa c o m o d i d a d .(28)

En segundo lugar, los miembros de la c o m i s i é n p e r s e g u f a n la

vo l u c i é n de la casa de pobres general mixta# De hecho eont e m p l a b a n

ste tipo de institucién con horror, en especial del Présidente, el

bispo de Londres Blomfield, por el efeeto que tenfa el contacte con

agos y maleantes sobre los nifios. Vale la p ena citar el Informe con

Igiîn detalle en este p u n t o #

^R e p o r t . 1834, p. 129. Es de notar la i nflueneia que en este punto


tuvo el Informe sobre J o h n Stuart Mill# El 27 de febrero de 1831,
en u n articule sobre "The E m i g r a t i o n Bill" (el proyecto de ley s o ­
bre emigracién) en el E x a m i n e r . M ill Afin seguia recomendando el
sistema de alquilar el trabajo de los pobres al m e jor postor, con
supe r v i s i é n para evitar abusos. Al comentar el Informe en la m i sma
revista el 9 de marzo de 1834, alabé la s o l u c i é n de la casa de p o ­
bres precisamente porque iba a p e r mitir u n trato mis human o p ara
con los socorridos.
E n A m é r i c a ( d e c i a Mill) el trabajador independiente g oza de una
sit u a c i é n tan a c o modada que sélo con entregar al que pedia so ­
corro un a cantidad de dinero més pequefia que el salario n o r m a l . •
b a s taria para limitar el pauperismo#
Pero aqui el trabajador independiente gana t an poco que no se le
puede dar ese poco con condiciones més severas#.# E n la casa de
trabajo, y sélamente en la casa de trabajo puede atenderse am-
pli a m e n t e a las necesidades fisicas del pobre, y sin embargo h a ­
cer que el pauperismo sea, no vergonzoso (no es este el fin) si ­
no poco de desear.
("The Poor Laws", The E x a m i n e r . 9 de marzo de 1834, pgs. 145-6#)
Es necesario c l a s i f i c a r (a los pobres) por lo menos en cuatro
pos o elases — 1* Los ancianos y realmente incapaces; 2. los n i -
nos; 3. Las mujeres capacès de trabajo; '4. Los hombres capaces
de trabajo, de los cuales los dos illtimos esperamos que sea n los
menos numerosos. Es n u e s t r a o p inién que tanto la c lasifieacién
como la s u p e r i n t e n d e n c i a necesarias se p u e d e n obtener més fécil-
mente en edificios separados que bajo el mismo techo* Si se efe^
tdan de esta s e g unda forma, serfa necesario exigir grandes edi­
ficios, ya que pocos de los edificios existentes t i e n e n el tama-
no o la d i s t r i b u c i é n precisos; y como se nec e s i t a n cualidade* d ^
ferentes, tanto intelectuales como morales, p a r a la d i r e c c i é n de
elases tan diferentes, habré que d e s ignar u n superintendente dij^
tinto p ara cada clase, P o r lo tanto, con esta soluc i é n no se ah£
rrarfa n ada en s u p e r i n t e n d e n c i a y se h a bria de gastar mucho en
construccién.

Informe anadia que la so l u c i é n primera séria més ventajosa:

Si, por el contrario se a s i gnan edificios separados para cada


clase, se podria, en la m a y o r i a de los casos, usar las elases de
trabajo existentes,

esto que (como se p o d i a leer en otra parte del Informe) la n u e v a u n i -

d administrativa, las Uniones de Parroquias, habia de c omprender como


(29)
nimo cuatro parroquias y cada u na de éstas solia tener una casa .

Por desgracia, se p o d r i a decir con T o u n g que esta solucién, como

s demés, de los radicales filoséficos "era completamente a c e r t a d a eo-

siempre, y como siempre enteramente i n a p l i c a b l e " .

Le de E n m i e n d a de la Le de Pobres de 1834.

El Informe hizo p r o f u n d a impresién, y el Gobierno en menos de

atro meses c o n s iguié la a p r o b a c i é n de un proyecto de ley que incorpo-

ba las recomen d a c i o n e s de la Comisién, al parecer sin grandes m o d i f i -

ciones. Senior actué como po r t a v o a de la Comisién, a provechando su

istad con varios mi e m b r o s del Gobierno, y redacté el proyecto dentro

la t r a dicién p a r l a m e n t a r i a inglesa de p r e sentar el m e nor frente p o s i -

e a la oposicién. E n efeeto, no e s p e ù ^ ^ a b a las reformas que se h a b r i a n

llevar a cabo, sino que meramente e s t g b l e c i a u na au t o r i d a d central

n determiner en d e t a l l e sus funciones. E s t a a u t oridad cons i s t i r i a en

^ "Report", P. 172.
^ Toung, V i c t o r i a n E n g l a n d , p. 60.
s Comisarios que te n d r f a n poderes p ara regular el socorro, par a decre

r reglamentos o b l i g a t o r ios, para ordenar la ereccién de casas de traba

, y para consolidar las parroquias en Uniones. El énico principio po-

tivo incluido en el proyecto era la p r o h i b i c i é n de prestar auxilio

uera de puertas". Es instructive notar que, aunque la po l é m i c a se cen-

é a l r ededor de la e u e stién del control centralizado, la séla m o d i f i c a -

én importante hecha al proyecto afecté a su dnico principio positive ;

efeeto la C é mara de los Lores substituyé la p r o h i b i c i é n de concéder

corro "fuera de puertas" por u na concesién de poderes a los comisarios

ra que reg u l a s e n tal clase de socorro a su arbitrio.

El peligro de esta t é c tica de minima r e s i s t e n c i a estribaba en de-

r el ré g i m e n de subsidio de p o b reza al arbitrio de los très comisarios

jo la d i r e c c i é n del Gobierno* Los miembros de la comisién investigado-

con Senior a la cabeza demo s t r a b a n cierta ingenuidad al creer que la

n c e s i é n de poderes discreoionales a los très comisarios llevaba consi-

la garantia de que sus recomendaciones positivas respecto de la clasi-

cacién de pobres, y respecto del r é g i m e n dentro de las distintas casas.

cuanto empezé a funcionarr la nueva administracién, se impuso el deseo

1 gobierno y de las parroquias de ahorrar dinero a cualquier otro impe-

tivo, con lo que los gastos de r e c o n v e r s i o n de edificios, de capacita-

én de personal, no llegaron a efectuarse. La d n i c a b a r r e r a al deseo de

orrar fondes ptîblicos era el miedo a la i nsurreceién popular, u n peli-

o mucho més real de lo que se podr i a uno imaginar hoy: y cuando las

□testas o revueltas se h a c i a n peligrosas, los comisarios p e r m i t i a n la

estac i é n de socorro "fuera de puertas". E n resdmen, la comisién inves-

gadora recomendaba un sistema de socorro en el que los pobres d e bian

r internados necesariamente pero no indiscriminadamente, pues las casas

bian de tener u n minimo de confort y los establecimientos h a b i a n de ser

stintos para los diferentes tipos de pobres; en la préctica, el sistema

n s istié en una m e z c l a de las antiguas casas de pobres geherales mixtas


la p r e s t a c i é n de ayuda fuera de puertas. Si la p e r v i v e n c i a de la casa

oral mixta era m u y de deplorar, la de la a y uda fuera de puertas era

compensacién importante. El efeeto del Informe, que p a recfa h a b e r si-

tan grande fue en r e a lidad mucho menor. El sistema existente pervivié,

a reforma efectuado résulté en poco més que u n aumento de severidad y

d i s m i n u c i é n de gasto.

Los hechos posteriores a la p r o m u l g a c i é n de la ley d e m u e s t r a n la

enuidad de los economistas radicales que tantas esperanzas p o n i a n en

n u eva disposicién. Mucho d e p endia de la eleceién de los très comisaries.

ior rechazé el puesto; Ch a d w i c k no lo consiguié: lo mds que pudo obte-

fué la secretarfa, que no llevaba consigo poder ejecutivo. Los afios

uientes fueron una lucha continua entre Chadwick, que q u eria aplicar

recomendaciones del Informe rigidamente, y los comisarios menos ambi-

sos y mds realistas, que h a c i a n concesiones a las demandas de las a u t o -

ades parroquiales y a las protestas de la clase obrera.

E n lo que hubo acuerdo complète entre C h a d w i c k y sus jefes fue en

supresién del socorro a todo trabajador empleado. C on ello se consigtiié

dnico efeeto verdaderamente positivo de la reforma: la d e p a u p e r i z a c i é n

Sur agricole, a lo que coadyuvé la c o i n c idencia de dos cosechas e x ce-

tes, y del principio de la fiebre de los ferrocarriles, con lo que h u-

pan y trabajo para todos.

El desacuerdo entre los comisarios y su secretario se m a n i f e s t é en

euest i é n de la politica a seguir con el norte industrial. M i e n t r a s

dwick queria que se suprimiése inmediatamente todo socorro fuera de

rtas, los comisarios p r o c e d i a n mucho més cautamentè. El hecho es que en

s regiones industriales la c a n tidad total de soeorro siempre h a b i a sido

uefia; habia poco pauperismo crénico, excepto en oficios que d e s a p a r e -

n, como el de los tejedores a mano; el paro que h a b i a era de corta du-

ién y de carécter ciclico, y af e c t a h a a los obreros como una c a l a m i dad

itable por la que elles no eran responsables. Los trabajadores del nor
te se negaban a sufrïr las penalidades infamantes de u n a casa de

pobres y no v e i à n q ué es lo que se pre t e n d i a conseguir con la

obl i g a c i é n de ingresar en ellas, si no era su p r o p i a h u m i l l a o i é n *

Par a u n desempleo de esta clase el socorro fuera de puertas era

indudablemente la d n i c a solucién*

D u r ante los afios que siguieron a la r e f o rma,la resistencia

del norte a su i m p l antacién fue incansable: casas de pobres q u e —

madas, encargados de la ley de pobres huyendo a ufia de caballo,

revueltas reprimidas por la tropa, eran los resultados n o r males

de todo intento de p r o hibir el socorro fuera de puertas» L a a g i —

t a c i é n contra la ley de pobres fue el alimento principal del m o —

vi m iento cartista. Baste con un ejemplo, las palabras del lider

cartista Joseph Stephens en Newcastle en enero de 1838,

El pueblo no v a a aguan t a r esto, y yo dirfa que antes


de permitir que se separen,se encarcelen a marido y m a ­
jor,a padre e hijo, y se les alimente de ba z o f i a = an­
tes de permi t i r que la m u jer o la h i j a lleven el trabajo
de presas = antes que eso = Newcastle d e b e r i a ser y
tendria que ser una inmensa pira con sélo un a m a n e r a de
apagarla, con la s a n ^ e de todos los que apo y a r o n esta
medida abominable,

E n esto era mucho més razonable la f l e x i b i l i d a d de los C o m i ­

sarios que la intransigencia de Chadwicl(, Este éltimo no compren**i

dia en absolute la natu r a l e z a del paro ciclico, y con su tozude*

caracterfstica cerraba los ojos ante la evidencia de los hechos#

L a p e n a es que se oyera tan poco la voz de algunos economistas

que no estaban del todo de acuerdo con la n u e v a ley, tales como

L o n g f i e l d el catedrético de Dublin, Lloyd el p r o fesor de Oxford

del que y a hemos tenido o c a sién de hablar, Read, Scrope, y sobre

todo el calumniado McCulloch, que en esta o c a sién se m o s t r é de

u n a clarividencia i n sospechada a p e sar de su estricta adhesién

a la L e y de Say, Q u i z é es que ello* mismos no 1-evantaran la v o z

(3 0 ),- Gommage, H i s t o r y of the Chartist M o v e m e n t . citado por


Clapham, E c o nomic H i s t o r y of M o d e r n B r i t a i n , vol. I,
pig, 579.
lo smficiente, E l hecho es que t an pronto como el 30 de septienb-

bre de 1821, M c C u l l o c h escribfa estas interesantfsimas r e f l e x i o -

nes a M c V e i g h Napier, el director de la E d i n b u r g h R e v i e w :

(Una eu e s t i é n importante aun sin contestor es) si las


probabilidades de d e g r a d a c i é n en el caso de que u na
p o r c i é n considerabl e de los pobres se v e a r e p e n t i n a m e n —
te p r i vada de su medio de vid a aeèstumbrado a u n pais
sin ley de pobres, son mayores o menores que las p o s i -
bilidades de degr a d a c i é n de que se les h a g a depender
del (s o c o r r o ) 3 1 e n periodos de dificultad. E n paises co—
mo Francia, y otros estados continentales casi no h a y
riesgo de que ocurran fluetuaciones considerables en
la d e m anda de mano de obra, con lo que la c o n c esién de
Leyes de Pobres .$# sélo p o dria traer maies consigo. Pê ­
ro este no es nuestro caso — u n cambio en los canales
ordinarios del c omercio,una p r o h i b i c i é n de que se adm i —
tan nuestros productos manufacturados en los puertos de
los E s t ados Unidos o eualquiera otro de nuestros p r i n ­
cipales clientes; colocarîa a u n a gran parte de n u e s t r a
p o b l a c i é n en un a s i t u acién de m a yor angustia, y final-
mente redmciria la tasa general de salaries. A h o r a bien,
supéngase u s t e d que no tenemos L e y de Pobres, &qué hace
la gente en tal caso?... No estoy ni mucho menos seguro
de que en u n pais altamente manufacturevo comô I n g late­
rra, donde neces a r i a m e n t e tienen que recurrir periodos
de privacién, o cuando n e c e s a r i a m e n t e t e n g a n que afectar
a una gran parte de la poblacién, u n fondo caleulAdo p a ­
ra responder a esas contingencias, y en alguna m e d i d a
p r e s ervar el estado (?) del pueblo... no contrarestfe
los males que la e xistencia de ese fondo trae consigo.

Este era el principio de la c o n v ersién de los economistas a la

n e c e s i d a d de u na ley de pobres a pesar de los argumentos aducidos

contra ella por Malthus. Lo importante de esta carta no es esto,

que despues de todo llegé a ser la p o s l c i é n general de los e c ono­

mistas, sino que reconociese las necesidades p e c u liares de socorro

de u n a economia industrial. So n estas las caracteristicas especia—

les que olvidé el Informe, que olvidé la Ley, y que a h ora A l v i d a -

ba Chadwick. Los Comisarios, con su p r u d encia p o l f t i c a ace r t a r o n

en la m e d i d a en que cediefon. E n el afio 1839, por ejemplo, u n afio

de dep r e s i é n aunque no tan c atastréfico como 1842, r e c i b i e r o n ayu-


IL It
da fuera de puertas 560.000 pobres, mientras que el némero de po

bres recluidos dentro de las casas de trabajo era de 98.0 0 0 - ci-

(31).- Ilegible. La carta esté r e c o g i d a en los Papers de M c V e i g h


Napier, v o l . II,MS S . A d d . 34612 del B r i t i s h Museum. E l Sr.
A m b i r a j a n llamé mi a t e n c i é n sobre ella#
fras que por otr part© a t e s t i g u a n la m a g n i t u d del problema#

La resistencia del norte n a c f a no sélo del apego al sistema

de socorro fuera de puertas, sino del odio que d e s p e r t a b a la casa

de pobres general mixta, que, apenas m o d i f i c a d a p o r la s e p a r a c i é n

de las distintas elases de pobres en diferentes partes del e d ifi—

cio, h a bia sobrevivido incélume a la reforma#

Algunos encargados de la a p l i cacién de la ley emplearon el

método de cuatro edificios recomendado por el Informe. P or ejemplo,

un magistrado del condado de K e n t decia u n a carta al comisario a d-

junto de su distriti que pre f e r i a adaptar las casas de pobres e x i s ­

tentes, a construir u n a casa nueva par a la ü n i é n de parroquias#

Sus razones no sélo eran que la a d a p tacién costaba menos y era m e ­

nos visible (por lo,tanto menos irritante para el pueblo), sino

también por que p e r m i t f a la clasif i e a c i é n de los pobres sin n i n g u -

na dificultad. "Entre nosotros", decia, "las casas no son como

prisiones,porque no necesitamos altas paredes p a r a separar las

elases; u na d i s t a n c i a de ocho o diez millas es mucho més e f e ctiva


32
que las paredes més altas." Pero en general se siguié el camin#

més facil y se c o n s truyé en casi todas partes u n a séla c asa de

pobres para la ünién, empleéndose u n modelo standard que puso la

m i s m a n ota de lobreguez a traves de todo el territorio ingles#

Ch a d w i c k mismo dié la mejor expl i c a c i é n de la vi c t o r i a de la casa

de pobres unificada:

E l sistema separado era cl més diffcil. R e q u e r i a los ser—


vicios de especialistas que no se p o d i a n conseguir i n m e -
diatamente. Para el tfatamiento de nifios p o b r e s ••.habia
que capacitar m a e s t r o s . •.Todos los comisarios asistentes
- abogados y militares en su m a y o r i a - optaron por u n a
sola casa en cada Ü n i é n . 33

(32).- S. y B.¥ebb, H i s t o r y of E n g l i s h Poor L a v , vol II,parte!.J^


pég. 126. ^
(33).- S. y B. ¥ebb, H istory of E n g l i s h Poor L a v , vol. II parte IJ"
.^ég# 130.
Més grave aun que la falta de d i s t i n c i é h entre las diversaa

elases de pobres, era la d u r e z a del r é g i m e n al que se le s o m etfa*

Ne se trataba de que se les eonfinase dentro del edificios p o d i a n

los socorridos dejar la C a s a cuando quisieran, aunque h a b i a en

esas institueiones u n lugar de det e n c i é n p ara ca^os de infla^cién

de la disciplina interior, y u n hospital donde los looos e s taban

con otro tipo de enfermes. La d n i c a barrera a la frecuente enÿya-

da y salida era (aparté del temor de no encontrar empleo fuera)

la n e c e s i d a d de cumplir las complicadas formalidades que ello exi-

gia. De hecho las "aves de paso" fueron u n pr o b l e m a desde el p r i n ­

cipio.

Se trataba de que la m a y o r parte de los directores de las

casas de trabajo i n t e r p r e t a b a n el principio de menos e legibilidad

como un a e xhortacién a m a t a r los pobres de ha m b r e * Cuando s a l i a n

a la luz pd b l i c a algunos casos extremos, taies como el de la casa

de A n d o v e r (donde se d e s c u b r i é que los pobres empleados en m a c h a —

car huesos par a abono se comian, empujados por el hambre los tué -

tanos medio podridos) se efectuaban r e f o r m a s , p e r o n u n e a sufA-

cientemente profundas como pa r a transformar el soeorro de pobres

de u n castigo en u na ayuda#

Mientras que a la p r i m e r a pr e g u n t a cuya c o n t e s t a c i é n b u s c a -

ba este capftulo se ha podido dar u n a r e s puesta t e r m i n a n t e (los

economistas no q u e r i a n suprimir totalmente el socorro de pobres,

sino sélo reformarlo), a la segunda h a y que dar r e s p uesta més

m a t izada# ^Eran responsables los economistas de las condiciones

que solian imperar en las masas de pobres después de 1834?#

(3 4 ),- E n 1847, después del caso de Andover, se s u s tituyé el s i s ­


tema de los très Comisarios, por el de u n a J u n t a de Pobres,
en la que se s e n taban entre otros los m i n istres r e l a c i o n a -
dos con el socorro a la indigencia#
No h ay duda, como nota Robbins en su obra sobre la escuela

clésica, de rue las casas de pobres establecidas después de la

reforma eran m u y distintas de las que recomenc aron n u e ^ r o s a c-

tores# Ni q u e rfan que el principio de menos e l i g i bilidad ré s u l t e r a

en u n sis4ema de hambre para los hombres y mujeres en edad de t r a ­

b a j a r , - ni q u e r f a n que los nifios enfermes, incapaces, encontra—


36
sen la casa menos elegible. Por lo tanto no p e c a r o n por comi—

sién, si se nos permite la expresién.

Pero ésto no les exime de responsabili^ad. H i c i e r o n m u e s —

tra de falta de energfa al no protesj-ar c o ntra el gobierno que

asf deso b e d e c f a sus recomendaciones. E n parte esta falta de ener­

gfa es excusable porque crefan haber t e r m inado su tarea. Es algo


TâTÎ
^<^r^ . The T h e o r y of Economie P o l i c y p é g . 98
(36)
Sobre este punto, vale la pena citar las declaraciones de
Senior ante el Comité P arlamentario sobre los nifios en 1862:
"C o n t e s t a c i é n (del sefior Senior): R e c o m en^amos (en el Informe
de 1834) que en cada ü n i é n hubiese u n a escuela separada; d i —
jimos que los nifios que iban a las casas de trabajo se endu-
recfan si y a eran viciosos, y se corrompfan si era inocentes.
Recomendamos que en cada Ü n i é n hubiese u n edificio para los
nifios, y uno para los varones capaces de trabajar, y otro
para las hembras capaces de trabajar y otro p ara Ic^s ancianos,
supusimos el uso de cuatro edificios en cada l/nién#
"P r e g u n t a : ^Cuatro instituciones d i s t i n t a s ? T
*C o n t e s t a c i é n : Excepto en ésto, que no n e c e s i t a n todas
ellas ser casas de trabajo.... nunca pe n s a m o s que los nifios
estarfan bajo el mismo techo que los adultos." B r i t i s h P a r ­
liamentary Papers (1862), Select Com m i t t e e on Poo r Relief,
Th ird Report, Folio 504, preguntas 6.905 y 6.906.
J. S. Mill también se oponfa al si s t e m a establecido e n
la préctica. E n una carta del 22 de agosto de 1868, en la
que recomendaba a Ch a d w i c k como candidat© para unas elecciones
parlamentarias, dijo: "Si la cémara de los lores no hubiese
rechazado las cléusulas (del Proyecto de L e y de 1834) refe-
rentes a la educacién de nifios pobres -si se hubiesen a cep—
tado sus planes (los de Chadwick) para la s e p a racién de los
enfermos, los locos, los ancianos, los jévenes, entre sf y
de los capaces de trabajar; y p a r a su d i s t r i b u c i é n en casas
diferent e S y p e r s i g u i é n d o s e tratamientos totalmente distintos;
no sélo se hubiese ahorrado e n gran m e d i d a el gran gasto de
a d m i n i s t r a c i é n de las casas de pobres unificadas, sino que
también se hubieran prevenidc los defectos més grave^f la
présente a d m i n i s t r a c i é n de la L ey de Pobres."
que siempre ocurre cuando se da el primer paso en una gran r e ­

forma: todo el mundo créé que el problema puede solucionarse ie

u n solo golpe, de una vez par a siempre*, cuando la realidad de-

m u e s t r a que las soluciones a los problemas causan ellas mismas

nuevos problemas* Pero en parte su p a s i vidad se debfa al efeeto

pa r a l i z a d o r de su ad h e s i é n al principio M a l t h u s i a n o : los crf-

ticos de la nueva l e y eran n ormalmente a n t i m a l t h u s i a n o s , y ello

h a c f a que los economistas tendiesen a subrayar su c onformidad con

el principio central de la reforma, y a prestar menos a t e ncién

de la d e b i d a a los defectos del nuevo sistema.

T a m b i é n d i eron muestras de la falta de imaginacién y de la

so b e r b i a tfpicas de los tecnécratas cuando no p r e s t a n oidos a la

o p i n i é n piîblica. C r e y e r o n que u n a vez resueltos los problemas in­

telectuales y técnicos sobre el papel, todo iria a pedir de boca.

No imaginaron que el peso de la tradicién y el egoismo de las

elases gobernantes pudiesen obstaculizar sus reformas y m a n tener

sin ambio sustancial el viejo y corrompido sistema. No imaginaron,

el pensamiento puesto dnieamente en la n e c esidad de hacer desapa-

recer los pobres de sopa boba, lo que significaba para un pobre el

caer bajo el peso de su Ley. El pueblo, que ténia que vivir y su-

frir el nuevo sistema se lo repetia con su resistencia, pero ellos

la d e s p r e c i a b a n como se hace con las légrimas de un nifio caprichoso.


»

Si los deseos de los economistas hubiesen prevalecido, tam-

poco el resultado h u b iera sido demasiado brillante. E n cuanto a

ninos, viejos, enfermos y locos, h a bria sido necesario p r e cisar

mucho més los detalles institucionales y de f o r m acién de personal

de lo que lo hi c i e r o n los redactores del Informe y los economistas

que les apoyaban, aunque hay que decir que la e xperiencia e x i s ­

tente era nula, pues era la pr i m e r a vez que se e studiaban los

problèmes de u n sistema de seguridad social. Mda importancia tiene


su actitud frente al socorro de las personas capaces de trabajar.

R e c u érdense los detalles de la d i s c i p l i n a de las casas de trabajo

que recomendaba el Informe: ni tabaco, ni a l c o h o l , N» s u p e rflui-

dad alguna; estaban c oncobida s en realidad como reformatories. Es

imposible monter u n sistema adecuado de subsidio de paro sobre

la dnica idea de evitar m atrimonies impr o v i d e n t e s • C o n esa idea

en mente sélo se podfa conseguir u n sistema p u n i t i v o , cuando lo

que hacfa falta era algo m u y flexible y variado que respondiese

a las diferentes necesidades con distintos remedios: al p r o blema

del paro c f c l i c o , con subsidies proporcionales al salario habituai

de los parados; al problema del paro tecnolégico, con escuelas de

capacitacién profesional; al problema del exceso de hijos con

subsidios familiares, unidos a una p r o p a g a n d a de control de n a-

cimientos. Mas esté claro que, al llegar a este punto nue s t f a i :

crftica ha llegado demasiado lejos. U n control «kv aa e i m iontea

g e n e ral, apoyado por la p r o p aganda del Estado, era imposible en

aquel tiempo, pues ni siquiera existfan los conocimientos médicos

necGsarios. Casi, c a s i , hemos llegado a decir que los clésicos

no recomendaron la i n stauracién del W e l fare S t a t e . Contentémonos

con decir que su obs e s i é n m al thusiana les impidié que se p i o n -

teara rectamente los problemas que implica la p r i m e r a insta u r a ­

cié n de u n sistema de seguridad social.

E n m a teria de Ley de Pobres, los clésicos p e c a r o n por omi-

sién.
C A P I T U L O XI

JOHN STUART MILL

El principio de la poblaciôn tuvo obsasionado a John Stuart Mill duran­

te toda la vide* Dasde al momento en que comenzô a publiear a la adad da diaz

y ocho aMoa haata doa ^oa antes da au muerta (qua aa aapa) aa ancuantra man-

ci6n del principio en aua aacritoa. Bien aa ciarto qua con loa aMos aa fua con­

vene iendo de qua el problema da la poblaciôn como tal, aa dacir, la praaiôn de

los ndmeroa sobre la aubaistencia, habia ido pardiando ay urgancia. Paro la li-

mitaciôn da loa nacimientoa qua habia raclamado an aua aMaa mozoa por motives

econômicoe, la reclamô en loe maduros por razonaa moralaa y aatéticaa, para

protéger a la mujer y la Naturaleza da un ndmaro axcaaivo da hijos y de ocu-

p antes. Aparece y reaparece el principio en puntea distintos de au doctrina,

en la teoria de la distribuciôn, an al eatudio de la propiedad da la tiarra.

en sua prediccionea sobre el deaarrollo acqn&hico, en su crltica del aocialia-

mo;lo eif^lea para resolver problemas de indole diatinta, paro obrero, mendici-

dad, palarios bajoa, inferioridad de la rtiijer; airva de m^xiyo a arbitrios di­

ferentes, limitaciôn de nacimientoa, eÉigracién, campaainoa-propietarioa, sin-

dicaciôn libre, coopéraciôn; Se podria decir que Mill fue al malthuaiano por

æccelencia.

Hay quien ha dicho que tal obÉeaiôn aôlo pueda explicarae por un com-

plejo de hoatilldad hacia la patamidad y la famille (1). La idea es plausible

sobre todo a la vista de ese documente dncio que aa la Autobioara fia. La edu-

caciôn durisima de Stuart Mill a menos de au padre la matcô indalablemante an

su vida efectiva. Los indiciea de una eondiciôn casi patolôgicè en aste tarra-

( 1 ) A.W. Lovi, "The Mental Criais of John Stuart Mill", Pavcboanal^itic Review
XXXII, (Enero de' 1945).
no abunda. Beete con recorder la crisis nerviosa que sufriô a los diez y nueve

aMos, durante la que creyâ que las inclinaciones afaetivas aa la habian egos-

tado para siempre; o lo tengo y axeeaivo da su amor, rayano an la idolâtrie,

pr quién méa tarde iba a aer au mujer. Su biégrafo, diaeipulo, y amigo, Ale-

mnder Bain, c«went6 que Mill no ae hacia una justa idea del imperio del ina-

tijto sexual en los demés honbrea, sobre todo al exigir que ae guardaaa abati-

nencia dentro del matrimonio para evitar un ndmarà axeeaivo de hijea. Sin

duda alguna ae movia Mill bajo el efecto de una repreaién en este terrene de

las relaciones familières.

Pero esta reflexiones, si tienen interda biogrdfico, no lo tiaam tanto

en el terreno de la teoria. Se puede dar el caao da qua un obseaionodo dé con

la verdad cuando personas equilibradas no^iertan. Lo interesante no ea tanto

averiguar las razones psicoldgicas que motivaron la adheaidn da Mill al prin­

cipio Malthuaiano, sino en qué medida contribuyd a rafinarlo limpiéndolo de

los defectos que hemos venido notando hasta ahora

No hace falta volver sobre loa detalles de les opiniones de Mill sobre

el malthuaianiamo durante su juventud. Le hemos aeguido en los capituloa que

anteceden desde sus percances con la policia en la primera campaMa de propa­

ganda neo-melthusiana y sus cartes anônimes en el Black Dwarf. Le hemos visto

emplear el^ principio malthuaiano contra los oweniataa en loa debates da la

Sociedad de la Cooperaciôn. Le hemos citado entra loa économistes que perai-

guieron la aboliciôn de las leyes del grano, la deaapericién del sistema de

emigracién indiscriminada y sua auatitucién por el de Wakefield, la reforma

de la Ley de Pt^res en 1834.

Recojamos el hilo del relato en 1842, cuando au amigo de juventud y

antiguo amanuense de Bentham, Edwin Chadwick, publicé un informe sobre la

condicién sanitaria del pais, "Report on the Sanitary Condition of the L a b o ­

ring Population of Great Britain” , que hizé época por sus terribles revelacio-
nee. Los cotnentarios de Mill sobre este trbbejo tienen inter*# porque meroan

un peso més de su alejamiento del enfoque del Primer Ensavo. es deeir, su ale-

jamiento de una actitud resignada Trente a los sufrimientoe causades por un

exceso de poblacidn. Deeia en su resefta:

Lo que aiguë es un resultado importantisimo e inesperado (de la inves-


tigacidn de Chadwick), pues queda perfeçtamente probado; que los des-
trozos de las epidemias y otras enfermedades no disminuyen, sino que
tienden a aumentar la prasifin de la poblacidn; que en los distritos en
los que la mortalidad ee mayor, los nacimientos, rw s61o bastan para
reemplazar si nümero de los fallacidos, sino para aMadir a la pobla-
cidn (1),

Coneluia Mill con la importan[tj|;eorrecci6n al sistema malthusiano de

que "la mortalidad ocasionada entre adultes por el vicio y la missria, no con­

trôla, sino que estimula, el exceso de crecimiento de los nûmaros* Su efeeto

principal consiste en suhsistir una poblaciôn bien repartida en las siete eda-

des del hombre, por una poblaciôn joven y al mismo tiampo ddbil". (p. 531).

La paulatina correccidn de la teeria de la poblaeidn es uno de los ele-

mentos del melthusianismo de Mill; el otro es la continuada reinvindicaeidn de

la creencia de que el pensamiento de Malthus constituye el verdadero origan

del refonnismo social y econdmico inglés. Desde al nacimiento del Cméstianis-

m a alredddor de 1637, una de las principales matas de la agitacidn popular

habla sido la derogacidn de la Ley de Pobres en 1834; perd l o s partidos demo-

crëticoe, Malthus, el principal impulser de esa reforme, era el simbolo de la

més negra reaocién. Una importante seccién dsl partido torv. también atacaba

6 Malthus y los malthusianos sin césar, especialmente la integrada por los

intereses agrarios, pues les unie con la poblaeidn obrere un eomûn odio a los

manufactureros. La personalidad torv més destacada dentro de esta tendencia

era Disraeli, quien, a la cabeza de su grupo "Young England", pretendla resu-

sitar una relacidn paternal entre ricos y pobres, entendiendo que las perso­

nas con fortune tenlan la obligacién de protéger a los que no la tenian. En

(!)•- The Examiner. 20 de agosto de 1842, ptfg. 530.


un orticulo publicado en 1645 sobre "The Claims of Labour" (La demanda de

los trabajadores), Mill intentaba enfrentarse con si nuevo paternalisme torv

proponiendo reformas para la close obrera que aumentasen, no s61o su bieneater

sino también su independencia. Reivindicaba para los economistas la paterni-

dad del movimiento filantrdpico que los ti^ppieis querlan tergiverser. Para Mill,

el origen de la conciencia social de su tiempo era dc^le: el malthusianisme por

una parte, y el movimiento de reforma constitutional y cartismo por otra.

Aunque se puede tomar esta afirmecién como una paradoja (deeia Mill),
es hirtéricamente cierto que, s61o desde ese momehto (el de la aperi-
cién dsl Ensavo de Malthus), se ha considsrado por las personas sen-
sotas que era posible mejorar permanentemente la condicidn de las clo­
ses trabajadoras. Sabemos que esta no era le inferencia deduçida origi-
nariamente de la vsrdad expuesta por el Sr. Malthus. Incluso éi mismo
anuncié^eaa verdad como una ley inexorable, que al perpstuar la pobre-
za y degradacién de la gran masa de la humanided, destruia les visio-
nes de mejora social indefinida que tanta conmociôn habian producido
en un paie vecino ••• Pero el Sr» Malthus pronto abahdoné estas equi-
vocadas inferencias (1).

Era Malthus quién habia descubierto la nocién de minimo acostumbrado

por debajo del cual la gente se negaria a reprodueir su espssie, y esto jù&-

tificaba lo esperanza de que "aquello que eleve la civilizaciôn de la gente

en general... genera por si mésmo los medioa de satisfaeer las necesidades que

engendra" (p. 186).

Por otra perte, la gran explosién popular de i s ) ^ si movimiento car-

€sta, que habian abierto los ojos y oidqs de las closes altas, demostroban

que 1a pretensién de restaurar de un pÉtscnàübta(si es que habia exis-

tido alguna vez) no podia ser sino uno quimara. De todo ello se deducia que

habia que apoyar s61o a aquellos planes de reforma que ayudaran a los tra­

baj adores a ayudarse a si mismos, taies como una inyxsrtante extensiôn de la

educacién popular, o une reforma legal que facilitass las cooperatives y las

transacciones de la propiedad rüstica. Cualquier cosa, oswc&wfS^ que con-

tribuyese a las plena ocupecién o mayor comodidad de la class pbrera fomen-

(1).- J.S. Mill, "The Claims of Ishaw " , Dissertations s^d Discuasloa , vol,
II, pp. 183-4.
tsbe su Independencia, y en coneecuencla un mayor control en cueetionee de-

mogréficas.

Irlande v le reforma de la eetructura ‘agricole.

En los afios que siguieron. Mill did un peso més en la direeeidn de religar

la situaeidn demogréfiea a la eetructura social de un pals. La misme catéstro,

fe irlandesa de 1646 que e n ^ J d a Peel a derogar las leyes dsl greno, llevd

a Mill a abogar por la reforma del sistema de tenencia de la tierra en Irla^i

la.

Se encontre Mill redactando su Magnum opus econdmico, Los princioios

de econcMBia oolitifea . cuando una plaga dastruyd la coseche de patata en Ir­

lande. El g o b l e m o inglés tomd très tipos de medidas) libre importaeidn de

alimePAos, un plan de obras pûblicas para absorber a corto plazo el paro ir-

Jbndés y la plena aplicacidn de Lay de Pobres, promulgada en 1836 para orga­

nizer el socorro a largo plazo el e s t ü o de Inglaterra.

J U ju
Para Mill esta séria de medidas no haclan m é s ^ r a M a r la superficie

dsl problème, El hambre islanseds »tenla su cause prdxima en el fallo de la

coseche d e patata, era cierto; pero la causa profunda se encontraba en el sit^

tema social que habla ido forzando al campesino irlandés a alimentarse ex-

clusivamente de ese insipido tubéreulo.

En Inglaterra la revolucidn industrial habla afsetado profundamente

el sector agrario. En realidad se podrie decir sin temor a exagerar dama -

siado que sin revolucién agricola previa no habrla habido revolucidn indus­

trial. La situacién de partida se podria caracterizar por la existencia de

dos modos prédominantes de poseer la tierra: la propiedad -feudal, y la pro­

piedad mancomunada. Los grandes ssMores possian inmensas extensionss de

tierra que alquilaban a granjeros, garantizéndolss la posesidn durante un

tiempo razonable e indemnizéndoles por las inversionss de capital que hu -

biesen realizado durante la vigencia dsl contrato. En las tierras fsudales


coexistîan dos grupos sociales, el de los grandes seMores par un lade, y el de

los granjeros y bracaros por otro, estes dltimes compartiendo casa y comida en

un modo de vida patriarcal.

Por otra parte los pueblos possian propios, sobre los qus los seMores

tenian algunos derechos como el de caza o el de taie, pero cuyo usufruto real

recela en el vecéndirio. En resumen, antes del gran cambio habia dos claaes sto-

ciales, la de los eefiores, y la de los "yeomen", quienea ccmm> branjeros, o como

braceros bon derecho a aeltivar loe propios munieipdsef^onstituian un estamento

cuasi-artisanal e indi&endiente.

La revolucidn agricole del siglo XVIII modified este eequrana de la si -

guiente manera. Por una parte los très grupos que vivian de les tierrae feuds -I

les fueron defemdiéndeee en très claaes sociales: la ds los sshores, le de los

granjeros acomodados, y la de los obreros agricoles a sueldo. Por otra los pro­

pios municipales sa desamortizaron, paeando generalmente eu prppiedad a loe se-

Mores feudales colindantes, con lo que los pequaMos eultivedorss municipales,

es vierc;a rèduesdoe gcadualmente a la situaeidn de obreros agricoles, o emigra-

ron a las ciudedes en buece de trabajo fdcil. Asi se instauraba el sistema ca­

pitaliste en la agriculture : les unidades de cultiva eumentaben de tamaMo, nacia

una clase de granjeros ricos entre la de los grandes seMores y la de los obre­

ros, aparecia por fin un proletariado agricola a sueldo -lo que, unido a un no­

table progreso èecnoldgico, aumentaba considerablemente la productividad.

En Irlanda la situaeidn era distinta pera^por lo general, los ingleses

no supieron apreciar el caréctsr peculiar de la situaeidn irlandesa y quisieron

aplicar la receta que tan buenos resultados habia dado en Inglaterra: desSmarti-

zacidn y aumento de tamaMo de las unidades de cultivo.

Una descripcidn compléta del sistema apsario irlandôe liavaria demasiado


UCsAeA.
tiempo. Baete con distinguir dos situaclones bdsicas: la del condado de Niater

donde le ley garantizaba la tenencia de la lierra y la indemnizacidn de los gas-


to8 de capital realizado* durante el arrendamiento, y la del reato de Irlanda,

donde loa cultivadoree eran "arrendatarios a veluntad", y pedlan ser expulsados

sin indemnizacidn alguna cuando conviniera al aeffor da la tierro* Esta diferen-


M l s * ^
cia de organizacidn legal se replejaba en la situaeidn del campesinedo: en Nister

gezaba de una moderada prosperidad; en el resto de Irlande se encontraba falto

de incentive para invertir, no teniendo otro deseo que extraer el méximo de una

tierra ocupada en precario.

A primera vista el sistema de arrendamientos a voluntad no producia otro

efeeto que el de robar a la poblaeidn agricola de toda razdn de mejorarse. Pero

el anâlisis malthusiano revelaba més, revelaba que la situaeidn habia de empeo-

rar. En una situaeidn socioldgica de este tipo, si ténia lugar une mejora de

la productividad gracias a un avance tecnoldgico podia résulter un crecimiento

mid qus proporcional de la poblaeidn, aumentando la degradacidn a medida que le

poblaeidn sa acostumbraba a vivir con menos,

Esto es lo que ocurrid con la introduceidn de la patata. Ello supuso

una fuerte elevacidn de la productividad agricola en tôrminos de calories. Ha­

bia una posibilidad de que aumentase el producto por persona, y consiguientemen-

te el nivel de vida. Pero ;gks tsodsnol# demogréfiea irlandesa (une poblaeidn en

fuerte crecimiento desde 1770 (1), unida a une total faite de incentives para

mentener o mejorar el nivel de vida hizo de la patata un fuerte acalerador de la

poblaeidn y, por lo tanto, de la subdiviàidn de la tierra, hasta la llegada de

la plaga que destruyd la cosecha.

Quedaba claro, pues, que era necesaria una modificàcidn de la forme de

tenencia de la tierra en toda Irlande, con la excepcîdn dsl Ulster. En este

'pe-creia Mill poder ofrecer una solucidn original que respondiese a los deseos

del pueblo irlandds. Los técnicos agricoles ingleses heblèban de la neessidad de

consolidacidn y grandes propiedades. Mill propuso la creacidn de campesifios pro­

pie tarios.

(1).- Cecil Woodham-Smith, The Great Hunger, o. 23,


En vista de la crisis irlandesa, Mill la composieidn de sus

Principles durante sais meses, y, en una saris de 47 artleulos éditoriales en al

Morning Chronicle (del cinco de octobre de 1646, al siete de abril de 1847) pi-

did "con urgencia la formacidn de propiedades para los eampesinos en las tierras

incultes de Irlande (1). En estos articules abogaba por dos cosas: primera, que

los crédites concedidoa para la realizacidn de obras pûblicas en Irlande se em-

plearan en drenar y prejaarar las tierras incultes de ese isla; segunda, que se

estableciesn en taies tierras eampesinos propietarios en perpetuidad. Con ello

creia Mill que la regeneracidn del campesino séria permanente, con el consi -

guiente freno sobre el crecimiento demogréfico.

Dado el desfavor con que se contempla hoy la psquefla propiedad agricola,

vale la pena examiner los argumentos que eir^leâ Mill para defenderla. Qôamos su

argumentaciân en los Principles por/este libro més acesible, y por haber recogi-

do Mill en él lo sustancial del pensamiento expresado en los articules.

Para Mill la aplicacidn de la Ley de Pobres an Irlande a partir de 1836

no podia sino agravar el problems. Varies de los articules mantenian esta postu-

ra, y elle se repetia en el tratado, reflejéndo asi lo que podriamos llamar los

elementos antiouados del malthusianisme.

El mal habia nacido de un sistema de tenencia de la tierra que restaba


al pueblo todo motivo de laboriosidad o ahorro, excepte el miedo a la
muerte por inanicidn; el remedio arbitrado por el Parlemente iba a des-
truir incluso este dltimo, al conferirles un derecho legal al subsidio
de pobreza (2).

En realidad la ausencia de una Ley de Pobres hasta esa ôpoca habia con-

tribuido a la degradacidn del pueblo irlandés, aparté de suponsr un incentive

para el crecimiento demogréfico ';pues'^ el dnico seguro de vejez eran loa hijos.

(1).- J.S, Mill, Autobioorafia (ed. Austral), pég. 131,


(2).- J.S, Mill, Principles, ed. 1646, II, X, 1, Reproducida en Toronto, ediv
cidn , vol. II, apéndice B, pég. 966
Pero el anéliels de Mill contenia elemento# de malthuaianiamo moderno

o socioldgico que compensaban anpliamente au inaeeptable actitud frente a una

Ley de Pobrea. "El mal habia nacido de un sistema de tenencia de la tierra", dice,

y asi muestra el aspecto reformists dàl prineipio de la poblaeidn. Escuchemos

como describe la situaeidn irlandesa.

La mayorie de una poblaeidn de oeho millones, deepués de ester sumida en


irremediable inercia y abyecta pobreza bajo el eiatema "cottier" (de
arrendamiento a voluntad); reducida por efeeto de date a la sdla bdaqueda
del alimenta més barato, y a la incapacidad de hacer o querer cosa al­
guna que majore su condicidn; por fin, se ha viato abocada a una situa-
cidn peor que la que sdlo permits a los seres humanos existir fisicamen-
te - una situaeidn en la que le alternative es la muerte, o ser manteni-
doa permanentemente por otra gente, o un cambio radical en las institu-
ciones econdmicas bajo las que ha tenido la desgracia de vivir (1).

La dnica solucidn estaba en la desaparicidn del sistema "cottier". Los

agraristas ingleses que defendian la consolidacidn, prêtendion que todos estoe

pequeMos cultivadores se convirtiesen en braceros a sueldo de grandes capitalis­

tes agricoles (que a su vez arrendarian les tierras de los seMores feudales),
di, (a oV
segdn el sistema inglés. Esto no sdlo supondria una disminueidn/en "dos tercios"

(2), sino también la continuada ausencia de todo ineentivo de progreso para la

gran masa del pueblo.

Si se pudiese transformer en un instante el campesinado irlandés en asa-


lariados, siendo los salaries tan bajos como son ahora, fpues no habria
razdn alguna para esperar que subiesenf, y manteniéndose las presentee
costumbree y caracteristicas mentales del pueblo, sdlo veriamos a cinco o seis
millones de personas viviendo como braceros de la misma manera desespe-
rada que como arrendatarios antes; igualmente pasivos ante ausencia de
toda comodidad, igualmente imprudentes en su multiplicacidn, e incluso,
quizé, igualmente indolentes en su trabajo.

Mill pioponia otro sistema més en consonancia con la voluntad de loe

irlandeses, y con mayoree promesas de mejoria social: "con eu eonsentimiento

no podrén nunca ser desplazados de sue tierras hasta que no se les dé algo me-

jor" (3). Ese este sistema el de convertirles en propietarios de las tierras

(1).-J.S. Mill. Manuscrite de Los Prineipios. Roproducido en la Toronto édition,


vol. II, apéndice B, p. 988
(2).- Toronto edition, vol. II, p. 991.
(3).- Toronto edition, vol. II, p', 990
que cultivoban; donde ya habla propietarios habria que contenteras con limi­

ter la rente a un nivel invariable y darles perpetuidad de tenencia; donde

no habia propietarios, como en las tierras incultes, se podia seguir el pro-

cedimiento més directo de entrega de un titulo de propiedad.

La introducciôn de eampesinos propietarios, no sélo en Irlande, sino

también en Inglaterra, fus una de los obsesiones de Mill durante la dltime par­

te de su vida. No hay duda de que este sistema, ayudado por un poco de emigra-

cién habria colmado las aspiraciones del pueblo irlandés, y es por esto por lo

que el Profesor R.D.C. Black afirma que Mill fue el dnico economists que pro­

puso una solucidn acorde con los deseos de quienes hbbian de soportarla. Pero
huxÀH*fiikU C îo
hoy en die, cuando tanto se lucha contra el utdbEriEttSBÜs, se inclinaria uno a

penser que tal solucidn no séria la ideal.

Mill la vid como un medio poderoso de sacar al campesino de su enbrute-

cimiento. El ser propietarios de las tierras an queb trabajaban lievaria a los

cultivadores a aumentar su laboriosidad hasta limites casi sobrehumanoe, capa-

dLtaria su intàligencia al convertirles en dueflos de su propio deètino, y por

ello mismo incrementaria su previsidn y control de si mismos. La consecuen—

cia de todo ello séria un poderoso freno al exceso de poblaeidn,

Con esto queria decir Mill que la condicidn de campesino propietario

supondria un avance sobre la de braceros a sueldo, o la de arrendatarios a co-

luntad. Cuando la progresiva elevacidn del nivel de vida aumentd las anbiciones

de los reformadores sociales, Mill entrevid la posibilidad de ir més allé del

sistema de eampesinos propietarios. Especialmente si en un pais ya existia la

produccidn agricola en gran escale, y si la poblaeidn no mostraba una tenden­

cia excesiva al crecimiento, no habia razdn alguna para atomizar le propiedad.

En primer lugar el trabajo as "sin duda alguna més productive an un

sistema de empresas industriales grandes". En segundo lugar, habia que tener

en cuenta el aspecto moral de la cuestidn, "que es adn més importante que el


econômico"î habria que eneontrar algo mejor como la meta del progreeo indus­

trial que

V'
dispereoj^^a la humanided por la fez de la tierra en families sépara—
das, coda una regida internamente como lo son ahora las families, por
un dôspota patriarcal, y con poea o ninguna comunidad de intereses,
o eomuniôn mental, con otros seres humanos.

Esta condicidn podia suponer un progreso sobre otra aûn més primitive

Pero si se deseba la aparicidn de espiritu pûblico, de sentimientos


generosos, o incluso de justicia e igualdad, taies excelencias se con«
seguirian en la escuela de la asociacidn, no del aislamiento de inte­
reses (1),

Lo que si pedia Mill, pues, era la creacidn de cooperatives agricoles, donde

las ventajas del individualisme y de la produccidn a gran escala pudiesen au-

narse para elevar el campesinado a un nivel de civilizacidn adn més alto»

La teoria de la poblaeidn en los Princiàios.

Este tratamiento tan sugerente del problem» de la poblaeidn en Ir­

landa no se reflejd en la parte tedrica del tratado. En los capitulos dedicados

a le "ley" que segia el crecimiento demogréfico no se presentaba ningdn estu-

dio sistemético de los factorss socioldgicos cuya importancia habia notado Mill

en la préctice.

Hay que subrayar primeramente, que el estudio formai del prineipio

malthusiano habia sido insertado por Mill en el primer libro de su tratado,

el referents a las "leyes" necesarias, casi fisicas, de la produccidn, mien-

tras que el anélisis de la condicidn agraria irlandesa se encontraba en el

libro segundo, éedicodo a las leyes humanas, modificables de la distribueidn.

Con ello se prohibia a si mismo Mill incorporer plenamente loe interesanti-

simos aspectos institucionales que habia subrayado para Irlanda a su formu-

lacidn de le "ley" demogréfiea -formulaéidn que seguia éncondicionalmente las

tradieionales lineas ricardianas.

(1).- J.S. Mill. Principles, ed 1648, reproducida an Toronto édition, vol.II


pég. 768.
La Impresidn general que produce au anélisie es la de ser incomplète

més que ôrroneo: falla por faltarle una consAderaciân de las causas sociolô-

gicas que influyen tanto en la oferta de hombres como en la oferta de bienes.

Refiriéndose a la primera, es decir, a la "ley de crecimiento de la

mano de obra" (libro I, capitule X) empieza por hablar, acertadamente, de le

fertilidad potencial del hombre, que es "infinite", y de que para los anima­

les es la falta de subsistencias lo que impids un crecimiento ilimitado. El

peso siguiente consiste en notar que la tierra no esté cubierta de hombres, y

que, por lo tanto, ha debido de haber frenos a su crecimiento* Nada hay que

objetar tampoco a la afirmaciôn de que hambre, epidemie, y guerre han sido

los frenos principales en los pueblos primitivos.

Pero al llegar al exémen de los d«nés frenos, la exposicidn se empo-

brece. Mill los incluye bajo la apelacidn colectiva de "frenos preventives", y

y no dice nada més sobre allas que el que el retraso del matrimonio se debe

al miedo de la pobreza, al miedo de caer por debajo de la clase social de

uno, o (en el caso de las closes altas) al miedo a no poder subir en la es­

cala social* Toda lo Informacién que saca de este superficial exémen es que "

"la aceleracién de la tasa de crecimiento (de la poblaeidn) pronto sigue a

cualquier disminucidn de los motivos de disciplina moral"*

En cuanto a la ley que régula la oferta de bienes, y sus efectos cuando

octde de consumo con la de crecimiento de la mano de obra se ocupd an los

capitulos XII y XIII de ese mismo libro primero, sin pasar tampoco de IS su­

perficie.

La oferta de bienes venia determineda en el modelo clésico desde la

segunda edicidn del Ensavo de Malthus, o al menos desde 1815 por la ley

de rendimientos decrecientes en la agricultura. En este punto Mill hizo

la concesidn importantlsima de que no se trataba de una ley histdrica^ sino s

sélo de una tendencia que podria ser contrarrestada por el progreso tecno-

légico.
No afim4>(dice Mill al discutir las opinionea dal économiet# amarieano
Carey) que el coete de produccidn ... de loa producto# agricolae aube
siempre y necesariamenta con cede aumento de poblaeidn. Tiende a subir
pero la tendencia puede ser contrarrestada, y de hecho lo es, incluso
durante largo tiempp. El efecto no depends de ep dnico principle, sino
de dos principios antagdnicos. Hay otra fuerza... el progreso de la ci­
vilizacidn.

Mill usaba a sabiendas este tôrmino vago, pues queria considérer, no sdlo

el progreso de los conocimientos, la capacitacidn, e invenciones en el sector

agricole, sino tambidn en los otros sectores, y asimismo, an el "capital huma-

no", como hoy se dice.

Después de esta limitéeidn a la inevitabilidad del funeionamiento de

uno de los dos elementos del prineipio malthusiano, la "ley" de rendimientos

decrecientes en la agriculture, el modelo clésico quedaba indeterminado. Lo

unico seguro (y adn esto habia que formularlo de manera muy vaga) es que "aun­

que el progreso pueda durante un cierto espacio de tiempo, anular, e incluso

sobrepasar, el crecimiento real de la poblaeidn, seguramente nunca alcenza la

tasa de crecimiento de que es cepaz la poblaeidn" (Toronto ed. p. 190). Falta-

ba (nsturelmente) todo intento de cuantificar el progreso tecnoldgico y el de

la produccidn agricola. Faltaba (menos naturalmente) un estudio de las causas

socioldgicas de la fertilidad. Para dar mayor deÿerminecidn a éxtus dos facto-

res era necesario entrer de llsno en el campo de la sociologia. Mill no lo hi­

zo. En realidad hizo caso imiso de la destruccidn del minucioso aparato de re-

lojeria que era el modelo ricardiano, destruccidn que dl mismo habia llevado a

cabo sin querer. El prineipio de la poblaeidn y el modelo construido sobre él

forman en cierto modo la columns vertebral del sistema econdmico milliano: nos

lo encontramos en las leyes que rigen la produccidn, en la déacusiân de los dé­

terminantes del salario, en la tendencia de los bénéficias hacia el minimo, en

el crecimiento de la rente de la tierra al crecer la poblaeidn, en la idea de

un estado estacionario. Pero si sdeptei^ntrarrestador del progreso tecnoldgi­

co, Mill habia destruido sus pretensiones de validez universal. Analiticamenta,

pues, L^s Prinpiolos de économie odblica es una casa construida sobre arena.
Les dltime# peripecias del prineipio de la poblaciôn en el pensamiento

de Mill pueden relatarse en pocas palabras. Muestran bien claramente que, in­

cluse para nugstro autor, habiase salido date prineipio del campo de la écono­

mie para entrer en el de la sociologie y el de la ética.

En el mismo tratado de Los Princioios se sacaban consecuencias de tipo

ético del prineipio malthusiano. Para Malthus, la obligacién de disciplina mo-

lalimplicaba que se retrasara el matrimonio hasta tanto se tuviera seguridad

de poder mantener una familia. Paro Mill, la obligacién de convivencia iba més

allé del matrimonio.

La mayor parte de le gente acepta que ses posible retrasar el matrimonio


y vivir en abatinencia mientrès se es soltero; pero una vez que se ha ca-
sado, no parece ocurrirsele a nedie en este pais la idea de que el tener
o no familia, y el nûmero de ella, sea cosa contrôlable por él.

Con estas frases no queria Mill aludir a métodos artificiales de control,

sino a la abstrinencia dentro del matrimonio, como deja patente su cita de Sis-

mondi a continuacién:

"Une fois que cette famille est formée la justice et l'humanité exigent
qu'il (el roarido) s'impose la même contrainte à laquelle se soumettent
les célibataires" (1)

Esto se considéré generalmente una doctrine muy dura en su tiempo. Ya hemos

aludido al juiçio de Alexander Bain al prineipio de este capitule. Pero este

punto séria para nuestro autor^importancia que rebasaba el campo de lo econé-

mico. Se trataba de le emancipacién de las mujj^res.

Rare vez es eleccién de la esposa que las families sean demasiado nume-
rosas; sobre ella nmcae (ademés del sufrimisnto f l s ^ o y por lo menos
una porcién alicuota de las pribaciones) toda la in^rable fatige del ex­
ceso de trabajo doméstico que ello trae consigo.... entre los barbarismes
que las leyes y la moral aûn no han dejado de sancionar, el més répulsive
sin duda es que a un ser humano se le permits considerarse con derechoa
la persona de otro (2),

(1).- Toronto edition, vol I, pég. 369


(2),- Torobèo edition, vol. I, pég. 372.
Esta idea de ayudér a la emancipacién de la mujer fue el tema central del

malthusianisme de Mill en los éltimos aMos de su vida. Se daba cuenta de que

la presién demogréfiea habia disminuido. En varias cartas o escritos aludia a

ello, y a la importancia del prineipio de Malthus para las mujeres. Sélo ci-

taremos una carte a U.K. Wilcox el 20 de enero de 1871:

Hace tiempo que mentango como usted la opinién de que "la causa de la sg_
bre poblacién", o por lo menos una condicién necesaria de ella "es la
subyugacién de la mujer, y su cura, la emancipacién". Ese es uno de los
grandes bénéficiés que se derivarén de esta reforma social, la mayor y
més fundamental de todas (1).

Se preguntaré el lector que dénde habia ido a parar el neo-malthusianis-

mo del joven Mill, Después de las cartas anénimas en el Black Dwarf, no hay

referencia al control de la natalidad en las obras de Mill, Incluso en una

ocasién se retuvo de entrer en la cuestién cuando le convidaban a ello. En

1870 Charles Bradlangbp la persona que iba a hacer resonar el neo-malthusia-

nismo en les cuatro esquinas del reino, sostuvo una polémlca con el Reveren-

do David King sobre un libro suyo. Elements of Social Science, en el que pre-

eisamente defendia el control de la natalidad. El pastor King escribié una

carta a Mill pregunténdole si era cierto que, como afirmaba Bradlangh, Mill

habia aprobado el libro en pdblico. Mill cobtesté que nunca habia aprobado

el libro en pûblico, ni era de esperar que lo hiciese nunca, Nada dijo sobre

sus opiniones privadas.

No hay duda sin embargo de que Mill mantenia en privado las mismas

opiniones que cuando joven. En 1868, dos aPlos antes de la carta al pastor

King, un tal Haslam, de Dublin, le habia enviado un opûsculo The Marriage Pro­

blem en el que defendia francamente la limitacién artificial de familias. Stuart

Mill le contesto como sigue:

(1),- Elliot, Letters of John Stuart Mill, vol, II, p. 303, Btras cartas y
notas son: Anotacién del 13 de abril de 1854 en su diario, apéndice A,
de las Letters editadas por Elliot; Cartas de Mill a J,Jay en noviem-
bre de 1848, a W,G, Warf, en primêvera de 1849, a E. Hereford, en enero
de 1850, a Green el 8 de abril de 1852, a d'Eichthal el 17 de enero de
1867 (Correspondance inédite, p, 209) y en "Po$thumd%s Chapters on an
Socialism". Fortnight^/. 1879, pég. 374.
XI. 16

A 19 de febrero de 1808.
Le agradezco su opûsculo. Nada puede haber més importante que la cuestién
a que se refiere, ni nada més de alabar que el propésito que lo anima. So­
bre la conv/eniencia de ponerlo en circulacién, la moralidad del asunto
depende totalmente de los esposos mismos, y los hechos que expone el
opûsculo deberlan j e r l ^ ^ comunicados por sus consejeros médicos. Pero
estamos aûn muy lejos de esa situacién por el momento, y entretanto
cada uno debe actuar segûn su propio juicio de lo que es prudente y
justo (1).

Es natural que Mill se mostrase prudente en la expresién de taies opi­

niones, Sihududa sintiô que su amistad platénica con su mujer mientras elle

estuvo casada con el primer marido séria objeto de repercusiones calumniosas si

defendia el control de nacimientos en pûblico. Ademés, ello hubiese afectado

su autoridad e influencia como defensor de la emancipacién femenina. Su acti­

tud en esta materia se parecia a su posture en cuestiones religiosas, pues

también aqui queria evitar una provocacién que haria més mal que bien. Lo que

ocurrié después de su muerte, cuando Abraham Hayward intenté impedir que se

le erigiera un monumento desenterrando su malaventura de juventud, demuestra

que su discrecién era prudente.

Pocos aMos después Charles Bradlaugh, junto con la bellisima Annie Ba­

sant (librepensadora entonces, amante de Bernard Shaw, y socialists més tarde,

teésofa al fin), fueron juzgados por obscenidad debido o su propaganda nep-

malthusiana. El preoceso hizo muchisimo ruido, y las clases obrera y media

inglesas leyeron avidamente en las columnas de sus periédicos los detalles

del nuevo mêtodo cuya descripcién el ministerio fiscal queria retirer de las

librerias. Aquello signified el prineipio de una nueva era para el malthusia­

nisme. Defendremos nuestro relato aqui,, cuando desde el punto de vista cien-

tifico el prineipio de la poblacién estaba plenamente en el campo de la socio­

logia y la cuantificaciôn, y desde el punto de vista préctico, en el campo

del "birth-control".

(i).— Véase N.E, Himes "J. S, Mill" Attitude towards Neo-Malthusianism", en


Economie Journal. Supplement n^ 4 de Economie Hirsous. 1929
C a p it\ilo X I I . Conclusion

A lo la rg o de este tra b a jo hemos vueI t o l a v is t a hacia e l pasado

y hemos em itid o ju ic io s sobre lo s hombres de l a época m althusiano, sobre

sus id eas, y sus acciones, y quizà hayamos^ e^mpleado con excesiva frecuen-

c ia un tono de s ii^ e rio rid a d s u fic ie n te que no se meroco, Muestra ûnica su.

p e rio rid a d consiste en haber v iv id o mas ta rd e y conocer lo que p ara aque­

llo s hombres era e l in e& c ru tab le fu tu ro . Sera bueno que acabemos con unas

cortas re fle x io n e s sobre e l estado a c tu a l de l a t e o r ia de l a po b lacio n , pues


•Wv|>CK>
es Wnpnimm lo que en re a lid a d hemos adelantado que e l lo nos hara c o le g ir ca.

balmente l a e s ta tu ra c i o n t i f l c a de lo s mo.lthusianos.

La h is t o r ia aqui re la ta d a comenzo con e l F i r s t Essay de M althus,

en e l que se p resen taba una t e o r ia b io lo g ie a de l a p o b lacién : segun e l l a ,

lo s hombres se reproducian necesariamente hasta e l l im i t e de l a subsisten-

c ia . En l a segunda e d ic io n l a h ip o te s is se h a c 'a s o c io lo g ic a , a l d e s c r ib ir

Malthus algunas de la s convicciones que h a ria n f a c t ib l e l a adopcion gen eral

d e l "fre n o m oral". Ricardo in té g ré lo s ^rendim ientos decrecientes en su mo­

delo y lo a p lic é a l a determ inacién de lo s s a la r ie s ; pero fué James M i l l

quien le d ié e l g iro mas im p ortan te, a l p rc s e n ta rlo e x p lic ita m e n te en t e r ­

mines de demanda y o fe r ta de mano de obra: lo s déterm inantes de l a acumu-

la c io n de c a p it a l rc g ia n l a demanda, c l " s a la r io acostumbrado", l a o fe r ta .

Desde e l punto de v is t a te é r ic o e l rc s to de l a h is t o r ia tie n e menos in te r é s ,

pues sélo hay que n o ta r un in te n to de Senior de d é f i n ir l a nocién de " s a la ­

r io acostumbrado", y l a admisién de t a p a d illo por John S tu a rt M i l l de l a po­

s ib ilid a d de cambios en e l n iv e l te c n o lé g ic o . A l f i n a l d e l periodo que con-

sideramos, e l mundo in g lé s se encontraba cada vez mas l i b r e d e l p e lig r o m al­

th u sian o , es d e c ir gozaba de una prosperidad c re c ie n te ; y l a Éacuela;

ma g in a lis t a d e jé de consideror l a t e o r ia de l a po b lacién como p a rte i n ­

tè g re n t e de l a c ie n c ia ecouomica, toraando los:. movimientos demogrâficos como

una v a r ia b le exégena. Pué entonces cuando nacié l a t r a d ic ié n de que l a t e o r ia

de Malthus estaba to ta lm e n te superada.


o tr a causa d e l desvio modemo h ac ia lo s m althusianos - se hal l a en l a

consecuencias que e l p r in c ip le de l a pohlacion tuvo para l a p o l i t i c a econo.


Lol
mica de l a epoca. lidssp te s is ha p reten d id o m ostrar que l a a c titu d de lo s mal­

thusianos no fue n i mucho menos ta n ro a c c io n a ria como se ha dado a entender.

Como dice John S tu a rt M i l l una y o tra vez, e l p r in e ip io m althusiano se con-

v i r t i o on bandera de reform a, una vez que se dejo a trâ s l a t e o r ia b io lo g ic a

d e l F i r s t Essay. Es c ie r to que lo s m althusianos defendieron l a Ley de Po­

bres de IÔ 3L ( a pesar de que e l Inform e que h i c i e r on y que s ir v iô de base

a esa le y po era ta n negro como lo p in t a n ), pero no es e l l o l a verdadera

razon por l a que se ataca su p o s tu ra p o l i t i c a , por l a que e l a d jc tiv o

"m althusiano", por ejem plo, es empleado c a i como un in s u lt o por e l economista

francos Sauvy. La razon e s tr ib a en l a d is ttn c io n e n tre a c titu d "irla n d e S d "

y l a a c titu d do " d c s a rro llo " fre n to a l a pobreza, de que se hablaba en l a

in tro d u c e !on: los m althusianos fa v o re c ia n l a l i m i t acion de l a p o b lacién

como o.rma p r in c ip a l co n tra l a p&breza, mostrando escepticism o ante l a posibi.'

lid a d de e x c ita r e l creciem innto de una economia, por lo que su nombre se ha

hecho para muchos sinénimo de re s tric c io n is m o , tim id e z , y conservadurismo

ante los problemas s o c ia le s . Hay que d e c tr que e s ta concepcién de l a a c t i ­

tud p o l i t i c a de lo s m althusianos se ve co n tarres tad por e l hecho de que

c.lgunos de o llo s dcfendioran

Pero, on H is t o r ia de la s D o ctrinas Econémicas , l a a c titu d p o l i t i c a

tie n e menos in ^ o rta n c ia que l a ap o rtacio n te o r ic a . La do lo s m althusianos


6>
l a hemos v is to c ritic a d o , a lo la rg o de toda esta t e s is , mas s in mdmayasVbas —

ta n te t(.que l a postura que defendemos con tra lo s m althusianos no es ta n i mu­

cho menos e s ta b le c id a , y que es perfeçtam ente p o s ib le hoy e l ser "m althu-


I
siano,

Como b ie n se habra podido c o le g ir , l a id e a que subyacié toda n uestra

c r i t i c a era l a necesidad de buscar una e x p lic a c ié n s o c io lé g ic a a l problema de

l a p o b la c ié n . Se negé que la s te o r ia s b io lé g ic a s fue sen aceptables porque

presuponian que e l hombre es incapaz de c o n tro lo r su entorno. Se a firm é


AAi. j

que meras proyecciones de tendencias e x is ta n te s en un momento dado no p e r-

m. te n p re d e c ir l a fu tu r a évolueio n de l a p ob lacion, por no tomar en cuenta

e l hecho de que toda tendencia esta condicionada a l a e x is te n c ia de una se.

r i e de c irc u n stan c ias re a le s . Se s u g irio por f i n que era imposible e x p lic a r

l a évolueion de la deniografia de un pais s in tomar en cuenta fa c to re s so­

c ia le s como l a u rb an izac io n , l a emancipacién de l a m ujer, l a p ro g res iva desa

p a ric io n de l a f a m ilia ex te n s iv a , y lo s déterm inantes sociologicos de l a

o fe r ta de mano de obra.

S in embargo se nota en l a a c tu a lid a d un movimiento im portante en f a ­

vor de l a re in te g ra c io n de l a t e o r ia de l a poblacion a l campo economico.

No hace f a l t a e n tra r en d e t a lle s . Lo que hacen lo s pensadores que p a r t i e l .

pan en este movimiento es p rese n ta r l a poblacion como una v a r ia b le depen-

d ie n te de l a demanda de mano de obra, lo que en c ie r to modo co n v ie rte de

nuevo l a t e o r ia d e l F i r s t Essay en una t e o r ia aceptable a p r i o r i .

Para d e c id ir s i es c ie r t a l a t e o r ia so c io lo g ic a preconizada en la s

paginas que anteceden, o s i lo es l a t e o r ia de l a demanda de mano de obra,

s é ria necesario e n tre n ta ria s con l a r e a lid a d por medio de contrastaciones

econometricas. Es im posible d e c ir cual de la s dos s a ld r ia v i c t o r io s a . .

E l pensamiento de M a lt-u s aun esta con nosotros por mucho tie n p o .


B I B L I O G H A F I A
NOTA: E s ta b i b l i o g r a f î a c o n tie n s tSnicamente lo s l i b r e s c ita d o s «“n l a
p ré s e n te t e s i s *

Anônimo To th e M a rrie d o f Both Sexes

To th e M a r rie d o f Both Sexes


i n G e n tle L i f e

To th e M a r rie d o f Both Sexes


o f th e -'o r k in g People

^ en P la c e C o l l e c t i o n , B r i t i s h MuseumJ

The Book o f M u rd er; Vade iie -


cum f o r th e Comm issioners
and G ard ia n s o f th e New Poor
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r e p r i n t o f th e infam ous Essay
on th e P o s s i b i l i t y o f L i m i t -
in g Po pulo usness, by Marcus
one o f th e th r e e ^LComm is s i on*»
e r s ] , P it h th e r é f u t a k iq n ^ o f
the M ilt h u s ia n D o c t r in e .

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