colegio de estudios cientificos y tecnologicos
del estado de baja california
TEMA:
FILOSOFIA DEL LENGUAJE Y EL
ARTE
Nombre del maestro:
Martha Román Palomares
Nombre del alumno:
Alonso Velarde Lara
Grupo: 6APGM
MATERIA: FILOSOFIA Fecha: 07/MAYO/2018
Introducción
Una de las características más importantes de la filosofía del siglo xx es lo que
se ha dado en llamar su giro lingüístico. A la influencia de este giro no han
escapado las diferentes corrientes filosóficas vigentes, ya se trate de la
fenomenología, de la hermenéutica, del marxismo... por no hablar de la
filosofía analítica, origen y eje de este cambio. Este giro lingüístico se puede
caracterizar, breve y toscamente, como la creciente tendencia a tratar los
problemas filosóficos a partir del examen de la forma en que éstos están
encarnados en el lenguaje natural. Este cambio de orientación filosófica ha
dado una dimensión nueva a los estudios sobre el lenguaje, una dimensión, si
se quiere decirlo así, no filológica. De hecho, la parcela de investigación
lingüística tradicional ha sido invadida desde comienzos de siglo no sólo por
los filósofos, sino también por sociólogos, psicólogos y antropólogos. Todo
esto ha tenido como efecto un ensanchamiento y una profundización en la
comprensión de lo que se considera como el aspecto distintivo de la especie,
el lenguaje natural. El giro lingüístico de las metodologías filosóficas se ha
hecho patente asimismo en todas sus disciplinas, desde las más abstractas
hasta las más ligadas con la acción humana concreta. Esta es una de las
razones por las que la filosofía del lenguaje constituye hoy día en la mayoría
de las universidades del mundo una parte importante e insustituible de los
estudios filosóficos. Es más, en muchas ocasiones es precisamente la filosofía
del lenguaje la disciplina que tiende un puente hacia ciencias empíricas como
la lingüística y la psicología a través del cual la filosofía toda resulta
fecundada. Renovada.
Desarrollo
El lenguaje
El hombre es el único ser en el mundo con la capacidad de expresarse con un
lenguaje articulado, ya que ninguna otra especie zoológica dispone de una
estructura física ni mental adecuada para hacerlo.
Se han entrenado monos con la intención que
aprendieran la palabra hablada pero sólo se
ha conseguido que incorporaran algunos
signos sin otro significado que el explícito, y
comparándolos con el desarrollo evolutivo del
hombre, alcanzan un nivel intelectual no
superior a los dos años.
El lenguaje humano es un conjunto de signos y
símbolos que representan lo que se quiere
decir y que comprende varios componentes
esenciales, un sonido, un tono, un gesto, un
volumen y dos significados, el convencional o
la definición denotada de la expresión, y el
connotado que simboliza la intención que
conlleva.
A la filosofía no le interesa
particularmente el lenguaje como
sistema sino su relación con el
mundo, con el pensamiento y con la
cultura.
El lenguaje es una creación del
hombre para entenderse y
comunicarse con sus semejantes,
utilizado como medio de expresión
de sus intenciones, su pensamiento, sus sentimientos y emociones y
representa una manifestación de la cultura.
Los filósofos no se detienen en el significado de una palabra u oración sino en
el sentido que tiene esa expresión, o sea lo que quiere decir y su verdad o
falsedad.
Casi todos los filósofos de la historia abordaron en algún momento el
lenguaje, principalmente los ingleses, investigando su origen y tratando de
desentrañar el misterio de los símbolos y la semántica.
El lenguaje expresa
significados y una visión del
universo; y cada filósofo tiene
una forma singular de decir
las cosas, creando las
expresiones más elocuentes
que identifican con mayor
exactitud su manera de
pensar.
Existen de ese modo,
expresiones filosóficas que
llevan el sello del encuadre
filosófico al que pertenecen y
que fuera de ese contexto
significan otra cosa.
El lenguaje se relaciona con la cultura y no es estático sino que tiene el
mismo dinamismo de la vida, cambia, crece y hasta puede llegar a morir
como muchas lenguas antiguas. Define a una cultura y también la
transforma.
El lenguaje es el intento de descubrir el mundo interno y la expresión del
espíritu.
El pensamiento organizado y reflexivo es posible por medio del lenguaje que
simbólicamente representa una idea del mundo que nos circunda.
El pensamiento crea el lenguaje y el lenguaje hace posible el pensamiento.
El hombre crea un discurso e intenta expresar sus ideas y su cosmovisión por
medio del lenguaje que es el código de símbolos convencional creado por
una cultura con la capacidad de adoptar distintas formas y combinaciones
que definen una forma de ser y de pensamiento.
Pero nunca el lenguaje podrá expresar con real exactitud una idea, ya que
ésta siempre superará al lenguaje hablado; porque no nos alcanzan las
palabras para definir nuestro pensamiento con la fidelidad que deseamos; y
tampoco las ideas podrán ser interpretadas enteramente por el interlocutor,
cuyo entendimiento estará inevitablemente limitado por su propia
cosmovisión que es la condición que distorsiona los mensajes que recibe.
La comunicación humana es el intento infructuoso de alcanzar a
comprenderse mutuamente y los hechos históricos lo comprueban.
El arte
Una de las situaciones más confusas que enfrenta la filosofía académica
actual es la de los fines de la filosofía del arte, es decir: ante una obra
artística, como un poema, o una escultura, o una catedral, una danza o una
interpretación musical, cuál será la misión de la filosofía. Es lo mismo que
preguntarse cómo debe enfrentar el pensamiento las cuestiones acerca de la
belleza. Del pensamiento son los límites, las formas, las clasificaciones, las
comparaciones. De la belleza es la vivencia, lo inapresable, el espíritu sutil
que escapa a todas las definiciones.
¿Cuáles serán, nos volvemos a
preguntar, los objetivos de la
filosofía del arte? ¿Establecer los
cánones, por ejemplo, por los que se
afirme que un cuadro es bello y otro
no lo es? ¿Dictar las medidas para la
poesía, fuera de las cuales el verso
sea condenado al destierro de lo
feo? ¿Fijar las formas musicales que
“encierren” la belleza y la armonía, y
limitar así los innumerables
caminos, casi infinitos, que el Logos
ha dispuesto para la Belleza-Una? Podríamos decir, en boca de Shakespeare,
que “las palabras de Mercurio parecen chillonas después de los cantos de
Apolo”. Mercurio es el pensamiento; Apolo, el arte. Sea prudente el
pensamiento al tratar de limitar el arte. Sea cauto y reservado el hombre al
tratar de establecer límites a lo increado.
Existen “formas áureas”, proporciones, relaciones de colores, ritmos, modos
musicales, etc., que, efectivamente, reflejan con perfección el etéreo fulgor
de la belleza. Pero limitar el número de estas formas, o establecer pautas
racionales que tracen el límite de lo bello y lo feo es otra cosa.
Aunque la voz de Mercurio sea chillona después de los cantos de Apolo,
también es cierto que Mercurio otorga el don de la oratoria, el fuego sagrado
en el verbo del orador. Y este es también un arte que Apolo, patrón de todas
las musas, acepta complacido. La filosofía del arte, entre otros objetivos,
podría ser portavoz racional de la belleza. Sin querer apresar o limitar, puede
vestir racionalmente la gloriosa desnudez de la intuición artística. El filósofo
puede tratar de entender todo aquello que le rodea y encaminarse a la
Verdad, guiado por el rayo del hecho artístico, por las huellas de la belleza.
En este sentido, quizás dos de los más grandes filósofos del arte hayan sido
Platón y Plotino. Ambos eran filósofos y poetas. Ambos expusieron las
profundidades de la filosofía según los cánones de la perfecta belleza. Ambos
aleccionaron a sus discípulos para usar la belleza y el amor como un
trampolín para el entendimiento de las más difíciles verdades. (¡Cómo
resuena en nuestras almas la melodiosa enseñanza de Platón, de que aquello
que nos sustenta en esta tierra de mentiras es la belleza que muestra, como
en un espejo, la Naturaleza!).
También la filosofía del arte puede
plantearse el objetivo (como lo hizo
el genial ideólogo inglés de principios
de siglo, John Ruskin) de hacer
accesible a la mente la obra artística.
Es decir, crear una escalera mental
que eleve nuestra conciencia a un
punto en el que podamos recibir el
rayo de la belleza presente en una
determinada obra artística. O
proporcionar una llave para entrar en
el reino de la creatividad artística. O
incluso enseñar el “lenguaje” con el
que una obra artística deja de ser un
misterio, hasta convertirse en libro abierto de radiante esplendor.
Por ejemplo, contemplando el Partenón, o la Gran Pirámide de Guiza,
podemos sentirnos conmovidos, alucinados, pero también confusos al no
saber el porqué de esta sensación tan indefinida.
Sin embargo, si nos explican, por ejemplo, que la pirámide es una
representación de la montaña mágica, que en sus medidas se reproducen las
estructuras septenarias y las proporciones del sistema solar, que sus caras
son ligeramente cóncavas, para repetir conceptualmente la concavidad de las
paredes del universo, que sus tres cámaras (más las otras cuatro, que dice H.
P. Blavatsky que la ciencia encontrará), alineadas en un eje vertical,
reproducen los centros pulsantes que “crean” o sustentan los tres mundos
(las tres regiones del universo: físico, psicológico-mental y espiritual; o
simbólicamente, Cielo, Tierra y Aire); si nos enseñan que el simbolismo de la
pirámide es el mismo que el del fuego, y que esta reproduce la jerarquización
de fuerzas y de entidades que existen en la Naturaleza, que cada pirámide
estaba consagrada a una estrella… todas estas ideas, todos estos conceptos y
enseñanzas construyen en nuestra alma un templo de ideas, de “materia
mental”, con el que recibir más dignamente, y de un modo más útil, el divino
resplandor de la belleza, cuando contemplamos esta pirámide. Esto es, sin
duda, filosofía del arte.
Conclusión
El lenguaje hace posible la comunicación, y la intención principal de la
comunicación es compartir una determinada información. Para que allá una
correcta comunicación debe existir un código lingüístico común entre los
hablantes. El entendimiento busca un acuerdo que termine en la
comprensión mutua del saber compartido.
En toda persona que actúa lingüísticamente, con intensión de a entenderse
con otros, se pueden encontrar las siguientes pretensiones de validez:
inteligibilidad, verdad, veracidad y rectitud.
El lenguaje surge de la necesidad de representar la realidad y comunicar
experiencias, sentimientos o emociones. Del contexto depende la formación
de un código lingüístico. Los conceptos pueden variar su significado según el
contexto cultural o la ubicación.
El ser humano es un ser simbólico, en la medida en que tiene la necesidad de
representar la realidad a través de conceptos. La generalidad de los
conceptos hace que estos no expongan de un manera totalmente veraz un
experiencia, o no garantizan la total comprensión de lo que se comunica por
parte del receptor.