Palma Méndez Salma Xareni
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Historia Contemporánea de México
LA UTOPÍA CARDENISTA 1934-1940
Para 1933 fue designado candidato de la presidencia, después de ser
gobernador de Michoacán y presidente del PNR.
Sin tener carrera y sin ser neófito de la política, hizo su carrera militar en
campaña.
Cuando Lázaro Cárdenas fue designado candidato presidencial, su carrera
militar había sido hecha, básicamente, en campaña y no la política; conocía
bien al ejército y tenía una posición sólida dentro del mismo.
En muchos círculos se menospreció la capacidad intelectual de nuevo
presidente y se le auguró un destino similar al de Ortiz Rubio.
En el gabinete cardenista original había connotados callistas que no veían a
su jefe en el presidente. Tomás Garrido Canabal en la agricultura, Rodolfo
Elías Calles en comunicaciones y obras públicas, Juan de Dios Bojórquez en
Gobernación, Fernando Torreblanca de la subsecretaría de relaciones
exteriores, eran todos hijos directos o artificiales de la poderosa mano del
Jefe Máximo.
Al inicio de 1935 había problemas con ferrocarrileros, electricistas,
telefonistas, petroleros y cañeros, entre otros. Cárdenas actuó con rapidez
ejerciendo, el poder que le daba la presidencia en tanto jefatura del ejército
recogiendo el sentimiento anti capitalista de muchos miembros de la élite
gobernante del público en general, y apoyándose en las organizaciones
obreras que atacan al Jefe Máximo. Envió representantes personales a los
jefes de operaciones militares y los gobiernos planteando la necesidad
inmediata de tomar posición: Calles o él.
Antes de que el callismo pudiera reaccionar, el Maximato había tocado a su
fin y se iniciaba la era cardenista.
ADIÓS AL MAXIMATO
Cárdenas empezó su gobierno con desequilibrio, aun que tenía más
argumentos que sus antecesores, en diferentes grupos era menos
apreciado y los políticos estaban cargados en su contra ya que eran hijos
directos o artificiales de la poderosa mano de Maximino. Desatando
huelgas tras su toma de posesión y al inicio de 1935 había problemas con
los ferrocarrileros, electricistas, telefonistas, petroleros, etc. Provocando
que el congreso desarrollarla con rapidez dos alas políticas: izquierda y con
cárdenas.
En Junio, el Jefe Máximo condeno las divisiones en el congreso.
Cárdenas envió representantes personales a los jefes de operaciones
militares y a los gobernadores planteando la necesidad inmediata de tomar
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posición: Calles o él. Obteniendo respuesta positiva y Calles tuvo que
abandonar la capital.
En 1936 Calles compareció acusado de acopio de armas y tuvo exilio físico
y político por un decenio.
Iniciaba la era cardenista.
LA PURGA
La desaparición de calles y su grupo político logro que las cosas volvieran a
su normalidad, la presidencia, asumió planamente el papel rector que
habría de caracterizarla.
Portes Gil se erigió en ejecutor de la purga inevitable, contra legisladores y
gobiernos desleales al presidente. Después fue acusado de no ser leal al
presidente sino a él mismo.
Hubo cambios en diferentes áreas y lo que significo es que, la dirección del
partido oficial quedó enteramente subordinada a las decisiones del
presidente.
Desde la presidencia del PNR, Portes Gil se erigió en ejecutor de la pulga
inevitable, contra legisladores y gobernantes desleales al presidente. En
una profusa cadena de desafuero si desaparición de poderes, el caso más
espectacular de la pulga fue la destrucción de la maquinaria política de
Garrido Canabal y sus "camisas rojas" en Tabasco.
A partir de la salida de Portes Gil, la dirección del partido oficial quedó
enteramente subordinada a las decisiones del presidente. A este control
presidencial del partido, del Congreso y las gubernaturas, debe añadirse el
de otra pieza clave: el ejército.
Con el correr del tiempo, por temor a la política obrera de Cárdenas, surgiría
una corriente anti cardenista dentro del ejército, personificada por el
general de división Juan Andrew Almazán.
LA NUEVA ALIANZA
El régimen revolucionario se definió como enteramente abierto a la
participación popular. Ya que cuando decidió deshacerse de Calles no le
quedó otro camino que fortalecer a la presidencia llegándose la fuerza de
los sectores populares.
1934 la tolerancia a los terratenientes llego a su fin.
La alianza con de bastos núcleos campesinos debía ser pagada y el pago
debía hacerse a costa de hacienda.
La reforma agraria se aceleró a partir de 1935.
1938 Confederación Nacional Campesina, constituyo entonces la base más
sólida del gobierno.
Unificación del movimiento hasta llegar a la creación de la Confederación
de Trabajadores de México.
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El pago de renovación de la alianza de los obreros con el régimen corrió
básicamente a cuenta de grandes empresas industriales, en buena medida
en poder del capital extranjero: minería, petróleo, tranvías, parte de la red
ferroviaria y sistema telefónico, las empresas eléctricas, etc.
El régimen revolucionario se define a sí mismo y frente al Porfiriato, como
enteramente abierto a la participación popular. El PNR en cambio de job
fuera a la mayoría de las agrupaciones de trabajadores y la política empezó
a volverse cada vez más un juego exclusivo de un círculo cerrado, el callista.
La alianza de bastos núcleos campesinos con el gobierno de la revolución
debía ser pagada, y el pago sólo pudo hacerse a costa de la hacienda. La
reforma agraria se aceleró notablemente a partir de 1935 y el nuevo
reparto no tocó sólo la periferia, sino el corazón mismo de la agricultura
comercial.
Los agraristas, junto con el ejército, pusieron fin a los remanentes de la
rebelión cristera y se abstuvieron de apoyar en 1938 a la rebelión del
general Cedillo.
La alianza de los obreros con el nuevo régimen se fortaleció raíz del
conflicto entre el presidente y Calles. El Jefe Máximo había acusado
directamente a Lombardo Toledano de ser el responsable del clima
detención que vivía el país en ese momento.
El pago de la renovación de la alianza de los obreros con el régimen correo
básicamente a cuenta de las grandes empresas industriales, en buena
medida en el poder del capital extranjero: minería, petróleo, tranvías, parte
de la red ferroviaria y del sistema telefónico, las empresas eléctricas,
etcétera.
LA UTOPÍA CARDENISTA
Cárdenas llego a considerar que estaba en la posibilidad de optar entre dos
alternativas para ese desarrollo: imitar la estrategia del modelo capitalista
seguido por las sociedades industrializadas o intentar camino diferente que
combinara el crecimiento de la producción con el desarrollo de la
comunidad más integrada y más justa.
1940 el PIB creció 27%.
Se deterioró la economía 5 años atrás ya que la expropiación petrolera
afecto en todos los sectores.
El valor de la producción se incrementó en 53% en el sexenio.
A raíz de los acontecimientos políticos y económicos que se sucedían en el
ámbito nacional y mundial, Cárdenas llegó a considerar que estaba en la
posibilidad de optar entre dos alternativas parece desarrollo: imitar la
estrategia del modelo capitalista seguido por las sociedades
industrializadas o intentar un camino diferente que combinar y el
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crecimiento de la producción con el desarrollo de una comunidad más
integrada y más justa. El deterioro repentino de la economía en 1938 fue
resultado directo de la crisis petrolera. La expropiación petrolera de ese año
no sólo afectó a las exportaciones de combustibles sino que, por la presa el
día internacional, arrasó tras de sí también las ventas de minerales y creó
un clima de desconfianza que prácticamente detuvo las inversiones en
buena parte del sector primario de la economía.
El gobierno de Cárdenas llevó la reforma agraria muy lejos, pero la
destrucción de la hacienda tuvo un efecto económico negativo inmediato y
la producción agrícola comercial prácticamente se estancó en 1937.
Entre 1934 y 1940, el Estado asumió nuevas funciones y ahondó las que ya
tenías; se convirtió en un "estado activo", involucrados directamente en la
producción y creación de infraestructura.
EL BIENESTAR INVISIBLE
Las cifras muestran claramente que durante el sexenio Cardenista hubo una
baja en el valor de la producción agrícola negativamente asociada con el
reparto agrario.
Muchas haciendas se dedicaban totalmente y parcialmente a la producción
del mercado internacional o nacional, pero al quedar en manos de los
ejidatarios sus tierras se destinaron al autoconsumo y salieron de la
economía del mercado.
Los ejidos contaron con pocos insumos lo cual hizo descender el
desempleo rural.
La baja real de los productos de bienes agrícolas provoca un alza en los
precios de los alimentos y el malestar en zonas urbanas.
Las regiones norte y centro del país se experimentaron los mayores
crecimientos de la producción agrícola por habitante y la mejor nor
participación del ejido en el total de la superficie cultivada. Por un lado, el
ejidatario siempre contó con un financiamiento menor que el propietario
privado. Hubo también un cambio en la naturaleza de los cultivos. Muchas
hacienda se dedicaban parcial y total mente a la producción por el mercado
internacional o nacional, pero al quedar en manos de los ejidatarios su
tierra se destinaron al autoconsumo y salieron de la economía del mercado.
Por ello, la baja en el valor de la producción no necesariamente significa un
empeoramiento de la situación del campesino.
LAS PALANCAS FINANCIERAS
Fue el presidente Cárdenas quien por primera vez empleo el gasto público
primordialmente para alentar el desarrollo económico y social del país
durante el sexenio cardenista los egresos se distribuyó
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En 1934 Abelardo Rodríguez había creado la nacional financiera (NAFINZA),
cuya tarea original era administrar los bienes raíces que la crisis económica
anterior había dejado al sistema bancario por quiebras de los prestatarios.
Con cárdenas esta función pasó por un plano secundario y en cambio
NAFINSA comenzó a actuar como lo que sería en el futuro: el banco del
desarrollo del gobierno.
Ante los conflictos con las empresas eléctricas extranjeras, cuya capacidad
instalada no crecía al ritmo que se demandaba se creó la comisión federal
de electricidad que con el paso del tiempo seria la empresa domínate.
Fue el presidente cárdenas quien por primera vez empleo del gasto público
primordialmente para alentar el desarrollo económico y social del país.
Entre 1936 y 1937 los gatos de tipo económico fueron superiores al 40 por
ciento, destinados fundamentalmente al desarrollo de las comunicaciones,
la interrogación y el crédito a la agricultura. A partir de Cárdenas empezó a
echar mano de déficit fiscal y la oferta monetaria total pasó de 454 mil
millones de pesos en 1934 a 1,060 en 1940. Junto con los beneficios
LOS LÍMITES COMERCIALES
Durante el primer año del gobierno de cárdenas, el intercambio con el
exterior se había recuperado bastante y la exportación ascendió a poco más
de doscientos millones de dólares (en 1932 apenas 96 millones). Al dejar
cárdenas la presidencia las ventas del exterior eran solo de 177.8 millones,
en gran medida debido a la baja en las exportaciones de petróleo y
minerales.
Cuando cárdenas asumió la presidencia, la producción de petróleo, aunque
baja respecto al pasado, iba en aumento. El esfuerzo mexicano por colocar
su petróleo en los países del eje y en América Latina permitió que en 1930
las ventas al exterior subieran a 19.2 millones y a 20.8 millones en 1940.
LA UTOPÍA CARDENISTA II
México se encontraba en una posición ideal: podía aprovechar la
experiencia derivada de la industrialización de los países capitalistas
avanzados para no repetir sus errores ni pagar su enorme costo social. El
proyecto oficial buscaba “una industrialización consciente”.
Lo que significaba básicamente construir un México de ejidos y de
pequeñas comunidades industriales. La industrialización no debería de ser
la meta principal si no el desarrollo de la economía agrícola ejidal.
El cardenismo visualizaba al México del futuro como un país predominante
agrícola, rural, cooperativo. México parecía dispuesto a seguir un camino
más justo en donde la meta fuera el desarrollo integral del individuo y la
sociedad, no el simple crecimiento de la producción.
TODO EL PODER A LA ORGANIZACIÓN : LOS OBREROS
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La tolerancia de las huelgas y el enfrentamiento de cárdenas con calles por
su política obrera, llevaron a Vicente lombardo toledano y a la CGOCM a
encabezar en 1935 un bloque de organizaciones sindicales de respaldo
activo a la política del presidente.
Fue el comité nacional de defensa proletaria (CNDP), formado por nueve
confederaciones y sindicatos de industria con la notoria ausencia de la
CROM, la cámara de trabajo y la CGT. El pacto de solidaridad tenía por
objetivo neutralizar las presiones del callismos y sentar las bases de un
magno congreso obrero y campesino.
la política obrera cardenista, fue respondida por el presidente el 11 de
febrero de 1935 en monterrey en un discurso conocido como el de los
catorce puntos. Subraya ahí la necesidad de poner fin al conflicto entre las
agrupaciones obreras y dar paso a un frente unido de los trabajadores.
DIALÉCTICA DEL ESLABÓN MAS DÉBIL
Lombardo inauguro en congreso constituyente de la Central Sindical.
Lombardo fue electo secretario general de la flamante organización. Pero
en el corto plazo no se plantearon el derrocamiento del orden capitalista ni
la instauración de la dictadura. La lucha real seria por cosas tangibles:
salarios, horas de trabajo, prestaciones sociales, respeto absoluto al
derecho de huelga.
El gobierno mexicano hizo el recuento legal y político del conflicto y
sanciono la rebeldía de las compañías decretando el 18 de marzo de 1938
la naciolizacion de la industria petrolera, una de las deciones de mayor peso
en el futuro y la conformación de la nación de la historia de México.
PRINCIPIO Y FIN DE FIESTA
Separación del sindicato de mineros, metalúrgicos y similares
Separación del sindicato mexicano de electricistas
Partido comunista unió sus fuerzas a las de lombardo esto dando como
resultado la expulsión de los primeros de la CTM
El reagrupamiento del movimiento obrero durante el cardenismo y su
alianza con el gobierno mejoró la posición del trabajo organizado frente al
capital
Cárdenas se opuso a que la CTM incluyera campesinos en sus filas, ya que
este tipo de unión la fortalecería demasiado
LA VOCACIÓN EJIDAL
El plan sexenal sostuvo la necesidad de seguir dotando de tierra y agua a
todos los núcleos agrarios que no las tuvieran o que las tuvieran en
cantidades insuficientes.
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En mayo de 1934 en guerrero, cárdenas declaró que una parte importante
de esa organización consistiría en armar y encuadrar a los campesinos en
unidades de autodefensa.
El ejido colectivo fue visto como la única posibilidad de que las regiones
agrícolas importantes, no se transformaran en zonas donde cada ejidatario
se dedicaría sólo al cultivo de autoconsumo (maíz)
Fue creado el banco nacional de crédito ejidal, este proveería el capital
necesario para echar a andar y mantener estos grandes proyectos de
explotación comercial
TIERRAS MAYORES
El primer ejido colectivo importante del cardenismo se estableció en 1936
en la región de la laguna, entre Coahuila y Durango (una meseta de 1.4
millones de hectáreas
El conflicto entre los campesinos y las haciendas laguneras tuvo cauce
político en la serie de huelgas promovidas por sindicatos campesinos del
lugar entre 1935 y 1936
Cárdenas decretó la expropiación de una tercera parte de la zona agrícola,
es decir, 146 mil hectáreas
La segunda expropiación tuvo lugar en 1937 en Yucatán
La tercera expropiación en el valle de yaqui
Cuarta expropiación tuvo lugar en el propio terruño de cárdenas, en 1938
Quinta expropiación fue en los Mochis Sinaloa en 1938
EL ALA CAMPESINA
Uno de los apoyos visibles a la candidatura de cárdenas, había sido la
confederación campesina mexicana (CCM)
El presidente cárdenas formo el 10 de julio de 1935 un decreto sobre la
necesidad de organizar ligas de comunidades agrarias en cada estado de la
república ( servirían de base para la creación de una gran central campesina
nacional )
Sobre la base de la confederación campesina mexicana (CCM), se procedió
a formar la confederación nacional campesina (CNC) cuyo programa
sostuvo que la única forma de defender los intereses de los trabajadores
del campo era admitiendo la realidad de la lucha de clases
En marzo de 1938 se transformó el PNR en partido de la revolución
mexicana (PRM)
DESGAJAMIENTOS
En mayo de 1937 se había organizado la unión nacional sinarquista (UNS),
agrupación de claras resonancias fascistas, que adquirió pronto vuelo en las
zonas rurales del centro del país
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EL PARTIDO DEL PRESIDENTE
Cárdenas propuso reestructurar el PNR----PRN apoyado por los tres
sectores: obrero, campesino, popular y militar.
Se produjo conflicto entre presidente y el jefe máximo.
Las diferencia cardenistas y callistas, dieron por resultado balazos en plena
cámara.
Con la destrucción política de calles desapareció el poder tras el trono, y la
dirección del PNR quedo en manos del presidente.
EL PARTIDO DE LA REVOLUCIÓN
El enfrentamiento de cárdenas con calles hizo evidente la necesidad de
transformar al PNR en una organización más activa.
Lombardo propuso la alianza de la CTM con el PNR, CNC y el partido
comunista mexicano
A fin de marzo de 1938en medio de la movilización se transformó a PRN
(partido de la revolución mexicana) afiliando a este 4 millones de
miembros.
LA EXPROPIACIÓN PETROLERA:HISTORIA
El conflicto entre el gobierno de Cárdenas y las empresas petroleras de
nacionalidad extranjera, tenía un antiguo linaje. A principios de siglo,
para estimular la producción de las modestas cantidades de petróleo que
requería la demanda interna, Porfirio Díaz hizo que el Congreso modificara
las leyes que al respecto se mantenían desde la época colonial. En virtud de
la ley de 1909 los depósitos de hidrocarburos —que un estudio
oficial de la época consideró no muy ricos— pasaron a ser propiedad
del propietario superficiario y se otorgaron a los empresarios petroleros
—prácticamente todos extranjeros— extraordinarias concesiones fisca-
les (durante un buen periodo sólo debían pagar el impuesto del timbre,
menos del 1 % del valor de la producción). La situación cambió
dramáticamente al iniciarse la Revolución y percatarse el gobierno por
primera vez del gran potencial petrolero del país.
Ya para 1910 el mercado interno le resultaba chico a la industria petrolera,
que empezó a exportar la mayor parte del combustible. En 1921, con una
producción récord de 193 millones de barriles se exportó el 99%. A los
gobiernos de la Revolución a los que les tocó intentar modificar una
situación en que un recurso natural no renovable, extraído en grandes
cantidades por empresas extranjeras era exportado casi en su totalidad sin
dejar beneficios ostensibles al país.
La actitud nacionalista en materia petrolera de los gobiernos posteriores a
Díaz se debió tanto a la naturaleza y magnitud de la industria, como a
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la necesidad de contar con recursos para hacer frente a los gastos de la
lucha revolucionaria. Las grandes exportaciones de petróleo —México
llegó a ser en la segunda década del siglo el principal exportador mundial—
fueron vistas como una fuente idónea para cubrir los grandes
déficits presupuéstales. Naturalmente, las empresas extranjeras que
dominaban la industria, resistieron al máximo, con el apoyo de sus
gobiernos —en particular del norteamericano y del inglés—, los esfuerzos
mexicanos encaminados a modificar sus privilegios. Madero, por ejemplo,
tuvo que hacer frente a una verdadera crisis internacional cuando en
1912 decretó un impuesto general a la producción de petróleo crudo de
veinte centavos por tonelada.
La lucha entre empresas y gobierno se agudizó a partir de 1917. El
párrafo IV del artículo 27 de la nueva Constitución declaró los depósitos
petroleros propiedad de la Nación. A partir de ese momento, y por
los siguientes doce años, el meollo del conflicto petrolero sería decidir
si la disposición constitucional afectaba o no a los depósitos otorgados
en propiedad absoluta a las compañías extranjeras antes de 1917. El
problema quedó más o menos resuelto con el llamado "acuerdo Calles-
Morrow", de 1928, que desembocó en una ley petrolera que explícitamente
reconocía el principio de la no retroactividad.
A partir de 1922 la gran producción petrolera mexicana empezó a
declinar y muy pronto el país perdió su lugar como productor mundial
importante. Las grandes empresas internacionales empezaron entonces a
concentrar su actividad en Persia, Venezuela y Colombia. Al iniciarse
los años treinta, México era ya un productor marginal, situación que
empezó a cambiar sin embargo, aunque no mucho, con los descubrimientos
de los depósitos de Poza Rica en 1930.
Los petroleros ingleses, ansiosos de explotar estos nuevos yacimientos pero
temerosos de los obstáculos que pudiera hallar en el gobierno cardenista
—el Plan Sexenal sostenía la conveniencia de seguir
una política petrolera nacionalista— estuvieron dispuestos a hacer con-
cesiones. En noviembre de 1937, con la desaprobación de las empresas
norteamericanas, la compañía inglesa El Águila y el gobierno Mexicano
llegaron a un entendimiento sobre la explotación de Poza Rica. A cambio
del usufructo de uno de los depósitos de petróleo más ricos, la compañía
reconocía el derecho original de propiedad de la nación mexicana
sobre todos los yacimientos de hidrocarburos y aceptaba pagar regaifas
al gobierno por una suma que variaría entre el 15% y el 35% del valor
de la producción. Era un paso gigantesco en la lucha del gobierno por
reafirmar su control sobre el petróleo, dado que El Águila controlaba las
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zona de Poza Rica desde antes de que entrara en vigor la Constitución
de 1917. Pero el conflicto no había empezado aún.
La negociación con el consorcio inglés no era el único motivo de
preocupación de los petroleros norteamericanos. Los alarmó tanto o
más que eso la ley de expropiación aprobada por el Congreso en 1936.
En virtud de esa legislación, el gobierno mexicano podía nacionalizar
por causa de utilidad pública cualquier tipo de propiedad y pagarla de
acuerdo con su valor fiscal —generalmente menor que el del mercado—
dentro de los diez años siguientes al momento de la decisión. Para
tranquilizar a los inversionistas extranjeros y a sus gobiernos, el presidente
Cárdenas aseguró al embajador norteamericano que no pretendía emplear
la nueva ley contra las grandes empresas mineras o petroleras.
Pero las compañías no se tranquilizaron demasiado, a sabiendas de la
poca simpatía que Cárdenas sentía por ellas. Justamente en esa época el
gobierno estaba retrasando el otorgamiento de los títulos confirmatorios
que según la ley de 1928 debía darse a las propiedades adquiridas antes
de 1917. Más aún, los títulos originales estaban siendo examinados con
mucho cuidado porque, según los petroleros, el gobierno estaba
empeñado en encontrarles fallas para cancelarios.
LA EXPROPIACIÓN PETROLERA: EL CONFLICTO
El choque definitivo del gobierno y las empresas petroleras no habría de
originarse, sin embargo, por una disputa legal en torno a la propiedad
del subsuelo, sino en un enfrentamiento de las empresas y sus obreros,
fenómeno totalmente inédito hasta entonces en el litigio de los gobiernos
de la Revolución con las compañías extranjeras. Tradicionalmente los
sindicatos petroleros se habían destacado por su combatividad. Casi
desde el principio de sus actividades, las compañías debieron hacer
frente a acciones obreras organizadas, localizadas a veces en una sola
planta o las instalaciones de una empresa, pero a veces extendidas al
conjunto de la industria. En parte como resultado de esta actitud, los tra-
bajadores petroleros se encontraban entre los mejor pagados del país.
Sin embargo, no habían llegado a formar un sindicato único que esta-
bleciera las condiciones de trabajo para toda la industria. Alentados y
asesorados por la CTM y por la política de Cárdenas, los principales
líderes de 19 sindicatos se reunieron en 1935 en el Distrito Federal y
crearon el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexica-
na (STPRM), que de inmediato se afilió a la CTM y se dispuso a negociar su
primer contrato colectivo de trabajo con las compañías.
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Desde el principio, la negociación fue difícil. Las empresas rechaza-
ron el monto del aumento pedido (65 millones de pesos) y ofrecieron en
cambio uno equivalente a alrededor de la quinta parte. En 1937 el STPRM
anunció que iría a la huelga. Hubo un paro, pero no duró mucho porque
el gobierno consideró que la suspensión en el abastecimiento de
combustible desquiciaba a la economía nacional. Dictaminó el asunto como
una "conflicto económico" y los obreros volvieron al trabajo. No obstante,
la J unta Federal de Conciliación y Arbitraje tuvo que nombrar a
una comisión que debía definir en plazo breve si efectivamente las
empresas podían o no aumentar los salarios y las prestaciones en una
cantidad mayor a los catorce millones de pesos anuales que habían
ofrecido.
A partir de ese momento el conflicto adquirió una nueva dimensión,
su carácter básicamente laboral fue convirtiéndose en un conflicto de
carácter político. Los expertos nombrados por el gobierno produjeron
un voluminoso documento (2,700 cuartillas) que abordó no sólo el tema
de la capacidad económica de las empresas para hacer frente a las de-
mandas de sus trabajadores, sino también la revisión histórica del papel
que esas empresas habían jugado en México. Su conclusión fue una
condena abierta y tajante: la presencia de las empresas petroleras
extranjeras había sido más perjudicial que benéfica para el país. Por lo que
hace al aspecto estrictamente salarial, la situación financiera de las
empresas, refería el estudio, les permitía aumentar los sueldos y
prestaciones hasta en 26 millones, doce más de lo que decían estar
dispuestas a otorgar. Como era de suponerse, las compañías juzgaron
inadecuados los cálculos y las conclusiones de los expertos; insistieron en
cambio en que, de cumplirse cabalmente con las recomendaciones del
estudio, el aumento real no sería de 26 sino de 41 millones de pesos.
Admitieron a continuación que podían ofrecer un aumento de hasta 20
millones y el problema pasó otra vez a los tribunales laborales.
En diciembre de 1937 las autoridades del trabajo consideraron que las
conclusiones de los expertos eran válidas y que las empresas
podían, y debían, pagar la cantidad que se les había señaladas. Las
empresas elevaron entonces sus quejas a la Suprema Corte y empezaron
a presionar al gobierno retirando sus depósitos bancarios, lo que ocasionó
una pequeña crisis de confianza. En esa atmósfera caldeada y con
la CTM exigiendo un fallo favorable a los obreros, el lo. de marzo de
1938 la Suprema Corte dictaminó que las compañías debían otorgar un
aumento de 26 millones, como sostenía el estudio, pero en el entendido
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de que esta suma incluía salarios y prestaciones. Las empresas simplemente
se negaron a acatar la orden, sustrayéndose de hecho a la
obediencia de las leyes mexicanas y a la soberanía misma del país. No
había forma de soslayar la gravedad del momento. Si el gobierno no
hacía nada en contra de la rebeldía de las empresas, su prestigio y
capacidad de liderato quedarían en entredicho.
LA EXPROPIACIÓN PETROLERA: EL RAYO
En los medios políticos, entre los líderes de las organizaciones de masas
y entre los miembros de la colonia extranjera, se tenía una aguda y agitada
conciencia del dilema. Para muchos, el siguiente paso de Cárdenas
sería nombrar un interventor en las empresas, que se hiciera cargo de
pagar el aumento decretado por los tribunales. La solución, sin embargo,
sería temporal pues tarde o temprano, después de una negociación,
las instalaciones serían devueltas a sus propietarios. Por contraste con la
élite dirigente, la opinión pública no parecía estar más interesada que de
ordinario en el asunto. En realidad, la gran mayoría de los radioescuchas
debieron de sorprenderse bastante cuando en la noche del 18 de
marzo de 1938 se anunció en todas las estaciones la suspensión de los
programas normales y el encadenamiento de las transmisoras con el
Departamento Autónomo de Publicidad y Propaganda para escuchar un
mensaje que el presidente iba a dirigir a la nación. A continuación, el
general Cárdenas hizo saber al país la decisión de su gobierno de cortar
por lo sano y expropiar a las empresas petroleras, pues no podía
permitirse que una decisión del más alto tribunal fuera anulada por la
voluntad de una de las partes mediante el simple expediente de
declararse insolvente. De no tomarse esta decisión, dijo el presidente, la
soberanía misma del país hubiera quedado en entredicho. Desde luego
señaló que los bienes expropiados serían pagados, pero de acuerdo
con los términos de la ley de 1936. México tomaba ese 18 de marzo
una medida sin precedentes en su historia y con muy pocos en la
mundial. Sólo la Unión Soviética se había atrevido antes a dar un paso
de esa magnitud.
Las grandes inversiones extranjeras en los países periféricos se sintieron
afectadas. Uno de los testimonios más interesantes y suscintos
del impacto que produjo en propios y extraños la decisión del general
Cárdenas, fue dado por el propio embajador norteamericano, quien ad-
mitió que la decisión de Cárdenas lo había sorprendido como "la caída
de un rayo en un día de cielo despejado". A partir del día 19 de marzo,
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los principales diarios del país y del mundo dedicaron sus titulares al
conflicto petrolero y se inició entonces en México una movilización
popular de magnitudes nacionales. Las organizaciones de masas y los
medios de comunicación alentaron la solidaridad popular con la medida
presidencial; la campaña cayó en suelo fértil y el apoyo a Cárdenas re-
sultó casi unánime.
El 22 de marzo tuvo lugar la primera manifestación pública frente al
Palacio Nacional por un grupo que hasta hacía muy poco tiempo se
había manifestado como un crítico notorio del gobierno: los estudiantes
universitarios. El día 23, el mismo lugar fue ocupado por un cuarto de
millón de personas pertenecientes a los sindicatos, al PRM o sin filia-
ción. El presidente debió permanecer en el balcón de Palacio desde las
once de la mañana hasta las tres de la tarde para recibir las muestras de
apoyo y en el interior del país se celebraron manifestaciones similares.
La movilización era general.
Las notas diplomáticas de Gran Bretaña criticando la medida
expropiatoria y poniendo en duda la capacidad del país para pagar lo
que había tomado, magnificaron la exaltación nacionalista. El
rompimiento de relaciones diplomáticas con el gobierno británico fue
bien recibido por la opinión pública mexicana. En abril, el presidente
ordenó la emisión de bonos por cien millones de pesos para formar un
fondo compensatorio y se formó el Comité de Unidad Mexicana Pro
Liberación Económica (CUMPLE) para recibir los donativos del
pueblo. La respuesta inicial fue entusiasta, miles de mexicanos
aportaron dinero, joyas e incluso animales domésticos para poder
pagar al extranjero sus propiedades y mantener así la dignidad
mexicana. El entusiasmo fue, sin embargo, mayor que la capacidad del
público para reunir la cantidad requerida y Cárdenas consideró prudente,
en julio, suspender tanto la emisión de bonos como la actividad del
CUMPLE. Su objetivo político había sido alcanzado, el embajador
norteamericano informó a sus superiores que el apoyo popular a la
medida expropiatoria era incuestionable y que por tanto era improbable
que Cárdenas diera marcha atrás, como lo pedían los ingleses y lo
deseaban los norteamericanos y algunos más.
LA EXPROPIACIÓN PETROLERA: EL BOICOT
La oposición oficial de Inglaterra a la expropiación —cuya inversión pe-
trolera en 1938 era mayor que la norteamericana— no preocupó gran
cosa a México. Con los norteamericanos la situación fue más difícil. En
buena medida la suerte de la expropiación dependía de la reacción de
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Washington. En principio, el gobierno norteamericano reconoció el derecho
que México tenía, como país soberano, a nacionalizar la propiedad de las
empresas extranjeras, pero condicionó ese derecho al pago pronto,
efectivo y adecuado de los bienes expropiados. Y fue en este
último punto que las posiciones de México y Estados Unidos diferirían
de manera irreconciliable.
México aceptó desde el principio pagar lo que había tomado, pero no
inmediatamente sino dentro del plazo de diez años fijado porta ley. Para
Washington un pago diferido convertía la acción de marzo no en una
expropiación sino en una confiscación, contraria a las normas del
derecho internacional. Estaba además el problema del monto. ¿Se to-
maría o no en cuenta el valor del petróleo que aún estaba en el subsuelo?
Para los petroleros norteamericanos no había duda: las propiedades
incluían el combustible aún no extraído. Para México la discusión volvía
a plantear el significado de la letra y el espíritu del artículo 27 constitucional.
Era evidente que el gobierno de Cárdenas no podría pagar los 400 ó
500 millones ue dólares en que extraoficialmente las compañías petroleras
calculaban el valor total de sus bienes expropiados. De todas maneras el
presidente mexicano propuso a Washington la formación de una comisión
mixta para hacer un avalúo y sugirió que el pago se hiciera con combustible.
Las empresas rechazaron la propuesta, ya que desde un
principio se habían negado a reconocer la legalidad de la medida tomada
por Cárdenas; se declararon en cambio víctimas de una denegación de
justicia. El gobierno de Washington sugirió entonces como única solución
que México devolviera lo tomado, a lo cual Cárdenas se negó.
Las empresas petroleras expropiadas desataron desde 1938 una feroz
campaña internacional de propaganda contra México al tiempo que
se propusieron cerrar a Petróleos Mexicanos (PEMEX) los mercados
internacionales, "ahogar a México en su propio petróleo" y negarle el
acceso al equipo necesario para mantener el ritmo de producción. PEMEX
pasó una época muy difícil para mantenerse a flote, pero logró burlar
parcialmente el bloqueo e intercambiar petróleo por equipo y otros
productos con los países fascistas entre 1938 y 1939. Al declararse la
segunda Guerra Mundial se perdieron esos mercados europeos, y a partir
de 1940 —hasta 1976— México habría de ser un exportador raquítico
de crudo. El gobierno norteamericano —como lo había hecho el británico—
contribuyó a bloquear la exportación, prohibiendo a sus dependencias que
lo adquirieran y presionando en el mismo sentido a algunas de las empresas
privadas de su país y a ciertos gobiernos latinoamericanos. Sin embargo, la
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demanda interna iba en aumento y de prisa; PEMEX se dedicaría
básicamente a cubrirla. La industria petrolera dejó de ser un enclave.
Adicionalmente, el Departamento del Tesoro dejó de adquirir las
grandes cantidades de plata que de tiempo atrás compraba al Banco de
México. Washington recurrió tanto a la presión diplomática como a la
económica para obligar a Cárdenas a dar marcha atrás pero se abstuvo
de hacer uso de la fuerza. En esos momentos Estados Unidos buscaba
que América Latina aceptara y apoyara la política de la Buena Vecindad,
propuesta por el presidente Franklin D. Roosevelt, para consolidar una
gran alianza interamericana en contra de la penetración del fascismo.
Tras esa política norteamericana estaban los nubarrones de la segunda
guerra, cuyo inicio, a fines de 1939, hizo aun más evidente la necesidad de
esa cooperación. Dado ese contexto internacional, el interés nacional de los
Estados Unidos exigía respetar la soberanía mexicana aun
si eso significaba sacrificar intereses de algunas poderosas empresas
petroleras.
En 1940 el presidente Cárdenas llegó finalmente a un arreglo para in-
demnizar a una de las empresas norteamericanas expropiadas: la Sin-
clair, que tras una ardua negociación reconoció el derecho de México a
expropiar a cambio de una indemnización sustancial que se pagaría parte
en efectivo y parte con combustible (entre 13 y 14 millones de dólares).
También hubo negociaciones informales con las otras empresas, pero la
Standard Oil —que era la más importante y llevaba la voz cantante—
sistemáticamente bloqueó cualquier tipo de arreglo que no fuera en sus
términos. El acuerdo con la Sinclair permitió a México sostener ante el
gobierno norteamericano, que era posible llegar a un arreglo justo y di-
recto con los intereses afectados. Que no fuera así en todos los casos era
menos culpa de México que de la intransigencia de la Standard Oil y las
empresas que negociaban a su sombra.
Cuando Cárdenas abandonó la presidencia no se llegaba todavía a un
arreglo definitivo con la mayor parte de las empresas expropiadas. Pero
era claro que esas empresas difícilmente volverían a México; la opinión
dominante en los círculos rectores del país era que el petróleo habría de
ser explotado única y exclusivamente por México.
LA SUCECIÓ CONSERVADORA
El cardenismo llegó a su clímax, con la expropiación de las grandes
empresas petroleras extranjeras en marzo de 1938. A partir de ese
momento la combinación del boicot decretado por los intereses petroleros,
la presión política y económica de sus gobiernos y los ataques del ala
conservadora de la "familia revolucionaria", cocinaron una crisis que se
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reflejó entre otras cosas en el descenso del reparto agrario y de la
movilización obrera.
Los políticos "veteranos" que habían quedado un tanto marginados
después del triunfo de Cárdenas, volvieron por sus fueros. Y dentro del
propio partido oficial y otras instituciones gubernamentales, surgieron
corrientes adversas a la acción presidencial. La nueva crisis de la "fa-
milia revolucionaria" se manifestó dentro del PRM como una explosión
de futurismo, prematura fiebre por la sucesión presidencial. Desde 1937
se había iniciado la movilización de ciertos grupos en favor de posibles
candidatos. En 1938, los corrillos políticos se jugueteaban los nombres
de los generales Francisco J. Múgica, representante del ala más radical
del cardenismo, Rafael Sánchez Tapia, Manuel Ávila Camacho, Juan
Andrew Almazán. Fuera del partido oficial, se formaron también
organizaciones que postularon a elementos abiertamente anticardenistas:
el general Manuel Pérez Treviño buscó dar forma a un Partido
Revolucionario Mexicano Anticomunista; el general Ramón F. Iturbe, se
puso a la sombra del Partido Democrático Mexicano; al general Francisco
del Partido Nacional de Salvación Pública. En una perspectiva más civilista
pero igualmente conservadora, surgió el Partido Acción Nacional
(PAN), con el distinguido abogado Manuel Gómez Morín a la cabeza, el
único partido de aquella súbita horneada que habría de tener una vida
regular y duradera.
A fines de 1938, y cuando al gobierno del general Cárdenas aun le
quedaban dos años de vida, renunciaron a sus puestos en el gabinete los
generales Francisco Múgica y Manuel Avila Camacho, para quedar en
libertad de trabajar por sus precandidaturas. Lo mismo hizo el general
Sánchez Tapia al abandonar la comandancia de la primera zona militar.
Los partidarios de Almazán también se movilizaron y el PRM entró en
crisis. Luis T. Rodríguez, el presidente del PRM, incondicional
cardenista, empezó a ser atacado abiertamente por los partidarios de
Sánchez Tapia y Múgica y a fines de mayo de 1939, se vio obligado a
renunciar. Su lugar fue ocupado por un prestigiado revolucionario y
constituyente, el general veracruzano Heriberto Jara. De todas maneras,
la crisis interna del PRM no pudo ser superada enteramente. En julio
de 1939 Almazán se dio de baja en el ejército y entró de lleno en la lucha
sucesoria. Cárdenas debió tomar una decisión definitiva y en noviembre
de 1939 el PRM anunció que su candidato para el sexenio 1940-1946
sería el exsecretario de Guerra, general Manuel Ávila Camacho, y no
quien parecía continuación natural de la reforma cardenista, Francisco J.
Múgica. Las condiciones exigían una tregua y una consolidación
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moderada de lo ganado, no una nueva oleada radical. Dentro de las
grandes organizaciones de base del partido hubo expresiones de
descontento, pero Lombardo logró disciplinar a la CTM, Graciano Sánchez
a la CNC y el presidente mismo al ejército y a la burocracia, lo cual no
impidió que numerosos grupos de obreros, oficiales de ejército, campesinos
y burócratas, voltearan sus simpatías hacia Almazán. Múgica contó con el
apoyo de ciertas ligas de comunidades agrarias, grupos obreros y
burócratas, pero al final aceptó disciplinarse y se retiró de la contienda. No
fue el caso de Almazán y Sánchez Tapia, quienes al ver cerrado el camino
dentro del PRM se dieron a la tarea de formar sus propios partidos.
LA DISPUTA Y EL REFLUJO
Las pasiones políticas se desataron a lo largo y ancho del país. De todas
las oposiciones a Cárdenas y a su candidato, ninguna resultó tan efectiva y
peligrosa como la que encabezó el general Almazán. A pesar de
encontrarse a la derecha de la posición oficial, su clientela política no
se redujo a los sectores más conservadores y burgueses. Contó
también con apoyo de obreros, campesinos, militares y burócratas,
agrupados en torno al Partido Revolucionario de Unificación Nacional
(PRUN), que de inmediato se dio a la tarea de crear clubes en todo el
país. El PRUN fue pronto la cabeza de un movimiento con bases lo
suficientemente amplias como para constituir un serio reto al PRM.
Almazán inició su campaña a mediados de 1939 con un manifiesto
de lema ambiguo y por lo mismo aceptable para los grupos más va-
riados: "Trabajo, cooperación y respeto a la ley". En ese tono se mantendría
toda su campaña. Ávila Camacho inició la suya en abril, afirmando que
seguiría adelante con la marcha de la Revolución. La verdad es que en los
discursos de ambos candidatos se notaba la búsqueda del justo medio,
como un claro indicador político de que la utopía cardenista y su vena
radical no podrían tener continuidad de obra y
propósito en los años por venir.
Pese a la búsqueda compartida de la moderación, la campaña presidencial
de 1939-1940 estuvo lejos de ser ordenada y tranquila, los choques entre
almazanistas y avilacamachistas menudearon, sobre todo apartir de enero
de 1940, y la lista de heridos y muertos por razones políticas empezó a
crecer hasta llegar a su clímax el 7 de julio, fecha de las elecciones. En la
capital de la República y en muchas poblaciones del
interior hubo ese día balaceras, pedradas y asalto a casillas. La policía y
el ejército debieron disolver numerosos encuentros entre grupos
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políticos rivales. Al final, pese a las protestas de los partidarios de
Almazán, se dio la victoria a Ávila Camacho.
El general Almazán abandonó México. Sus partidarios insistieron en
que se le había arrebatado la victoria por medios fraudulentos y amena-
zaron con la rebelión. En efecto, hubo brotes armados en el norte, pero
las fuerzas federales los pudieron neutralizar. La calma se asentó aún
más cuando Almazán regresó a México en noviembre y declaró que
renunciaba a reclamar la presidencia del país y que se retiraba de la
política. Muchos de sus partidarios se consideraron traicionados pero
no pudieron hacer nada para evitar el desenlace, la desaparición política
de su líder. Su retiro de la política activa y su paso a la rememoración
colérica y nostálgica, cerró un capítulo crítico del México contemporáneo
que todavía espera el buen historiador que devuelva el rostro ver-
dadero de aquellas elecciones, las más disputadas y conflictivas del
México revolucionario.
La expropiación de 1938 fue una de las páginas más brillantes de la
Revolución Mexicana y del cardenismo, pero su costo fue alto. A partir
de la expropiación, y debido a las presiones económicas originadas por
los elementos extemos, hubo una crisis interna económica y política de
tal magnitud que el programa de reformas debió ir más lentamente y en
ciertos casos de plano se detuvo. Cárdenas debió contemporizar con
sectores de su propio partido que pedían un freno al radicalismo.
Al entregarla Presidencia, el partido del gobierno seguía sosteniendo que la
lucha de clases era el motor del desarrollo histórico y que la
meta última de la Revolución era construir una sociedad en donde los
instrumentos de producción estuvieran bajo el control directo de los
trabajadores. El ejido, las cooperativas y la propiedad estatal debían ser los
ejes económicos y sociales del México nuevo. Sin embargo, las fuerzas
contrarias al proyecto cardenista iban en ascenso dentro y fuera del país,
y a finales de 1940 era un proyecto en clara condición defensiva.
Cuando el general Ávila Camacho asumió la presidencia era claro
para muchos que el camino hacia la construcción de un "socialismo
mexicano" había terminado. Con el correr de los años se afianzaría la idea
de que al finalizar el sexenio de Cárdenas, había llegado también a su
fin la Revolución Mexicana.