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JESUS APOSTOL Y SUMO SACERDOTE Hebreos 3 1-6

1. El documento describe a Jesús como el Apóstol y Sumo Sacerdote superior a Moisés. Jesús merece más honor que Moisés porque construyó la casa de Dios, que es la iglesia. 2. Se explica que para los judíos, Moisés ocupaba un lugar único al haber recibido la ley directamente de Dios. Sin embargo, el escritor demuestra que Jesús estuvo aún más cerca de Dios que Moisés. 3. Al fijarnos en Jesús, lo vemos como el gran Apóstol

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JESUS APOSTOL Y SUMO SACERDOTE Hebreos 3 1-6

1. El documento describe a Jesús como el Apóstol y Sumo Sacerdote superior a Moisés. Jesús merece más honor que Moisés porque construyó la casa de Dios, que es la iglesia. 2. Se explica que para los judíos, Moisés ocupaba un lugar único al haber recibido la ley directamente de Dios. Sin embargo, el escritor demuestra que Jesús estuvo aún más cerca de Dios que Moisés. 3. Al fijarnos en Jesús, lo vemos como el gran Apóstol

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JESÚS, APÓSTOL Y SUMO SACERDOTE.

Hebreos 3:1-6
Por lo tanto, hermanos, vosotros que pertenecéis al pueblo santo, que habéis sido llamados por Dios a ser suyos,
considerad atentamente a Jesús, el Apóstol y Sumo Sacerdote gracias al cual profesamos nuestra fe. 2 Pues
Jesús ha sido fiel a Dios, que le designó para este servicio, como también Moisés fue fiel en su servicio en toda la
casa de Dios. 3 Pero Jesús merece más honor que Moisés, del mismo modo que el que construye una casa
merece más honor que la casa misma. 4 Toda casa es construida por alguien, pero Dios es quien hizo todo
cuanto existe. 5 Así pues, Moisés, como siervo, fue fiel en toda la casa de Dios, consistiendo su servicio en dar
testimonio de las cosas que Dios había de decir. 6 Pero Cristo, como Hijo, es fiel sobre esta casa de Dios que
somos nosotros mismos si mantenemos la seguridad y la alegría en la esperanza que poseemos. (DHH)

Es bueno recordar la manera convincente con la que empieza el autor de Hebreos. La base de su pensamiento es
que la Revelación de Dios ha venido ha venido a nosotros en este tiempo por medio de Jesucristo, y que sólo por
medio de Él tenemos acceso directo a la presencia de Dios. Empezó demostrando que Jesús es superior a los
profetas; luego siguió demostrando que Jesús es superior a los ángeles, y ahora se propone demostrar que Jesús
siendo Apóstol y Sumo Sacerdote de su pueblo, es superior a Moisés.

Vamos a desarrollar esta predica, considerando tres grandes aspectos que podemos establecer como vitales en
la Fe Cristiana.

1. NO EXISTE NADIE MAS GRANDE QUE JESUS

Hoy nosotros podemos preguntarnos, ¿Cómo es que si ya quedo demostrado que Jesús es superior a los
ángeles, se requiere demostrar que también es superior a Moisés? Recordando también, que esta carta fue
escrita para hacerse llegar a los judíos que se habían convertido a Cristo, debemos considerar que la transición
del judaísmo como religión al cristianismo no era tan sencilla como pudiéramos imaginar, entre otras cosas es
bueno conocer que Moisés ocupaba un lugar absolutamente único para todo judío. Moisés era el hombre con
quien Dios había hablado cara a cara, como se habla con un amigo. Fue el que recibió directamente los Diez
Mandamientos, la misma Ley de Dios. La Ley era para los judíos la cosa más grande del mundo, y Moisés y la Ley
estaban inseparablemente unidos. De hecho, esta cita que se usa para hablar de la grandeza de Moisés es la
prueba de la posición única que le asignaban los judíos. «Moisés fue fiel en toda Su casa» (Num_12:7). Ahora
bien, la base del argumento de Números es que Moisés es diferente de todos los profetas. A éstos Dios se les da
a conocer por visiones; pero habla con Moisés «cara a cara». Para un judío habría sido imposible concebir que
nadie pudiera estar más cerca de Dios que Moisés; y, sin embargo, el escritor de Hebreos nos dice que Jesús
siempre ha estado más cerca de Dios que Moisés. Adicionalmente, maestros de siglo II dC comentaban lo
siguiente: «Dios llama a Moisés fiel en toda Su casa, y así le ensalza por encima de todos los mismos ángeles
servidores.» Para los judíos, en ese sentido, el orden que está siguiendo el autor de Hebreos es el único lógico e
inevitable. Ha demostrado que Jesús es superior a los ángeles; ahora debe demostrar que también es superior a
Moisés, que a su vez era superior a los ángeles. Este pasaje de Hebreos, no da lugar a dudas de la superioridad
de Cristo sobre Moisés y era necesario aclararlo para que todos los creyentes que venían del judaísmo no
mantuvieran esa creencia opuesta a la verdad de Dios.

2. JESUS: APOSTOL Y SUMO SACERDOTE

El escritor de la carta a los Hebreos, exhorta a sus lectores a que fijen su atención en Jesús. La palabra que usa
(katanoein), es muy sugestiva. Quiere decir más que mirar o fijarse en algo. Se puede mirar una cosa y hasta
fijarse en ella sin verla de veras. La palabra quiere decir fijar la atención en algo hasta penetrar en su significado
y percibir la lección que encierra, para aprenderla. En Lucas 12:24 Jesús usa la misma palabra cuando dice:
«Considerad los cuervos.» No quiere decir simplemente «Miren los cuervos», sino Miren los cuervos y
estúdienlos y aprendan la lección que Dios está tratando de enseñarnos por medio de ellos.» Si queremos llegar
a entender el Evangelio, una mirada de reojo a nuestro Señor no bastará; tiene que haber una observación
detallada en Jesús, en su vida, en su ministerio. Para crecer espiritualmente, debemos fijar nuestra mente en
Cristo. Es imperativo que nosotros consideremos con cuidado y entendamos totalmente a la persona y el trabajo
de Jesucristo.

El escritor de Hebreos se dirige a sus destinatarios llamándolos "hermanos santos, participantes del llamamiento
celestial" (v. 1).

Los creyentes en Cristo Jesús son santos. En aquel entonces se dirige a los judíos creyentes más ahora a
nosotros, somos "hermanos santos" esta es nuestra posición con Dios por el sacrificio expiatorio de Cristo.
Nosotros somos santos en Cristo. La palabra "santo" en este versículo está enfatizando nuestra posición
producto de la salvación. Nosotros hemos sido "apartados para Dios." Los verdaderos creyentes son santos,
apartados. La santidad no debe ser vista como un resultado lejano. El creyente ya es un santo porque él está "en
Cristo". Esta posición perfecta con Dios debe ser el mayor incentivo para hacer todo lo posible por vivir una vida
piadosa delante de él-.

Ahora, ¿Qué vemos cuando fijamos nuestra atención en Jesús? El escritor, nos sugiere dos cosas:

1. Vemos al Gran Apóstol. Esta es la única vez que se llama Apóstol a Jesús en el Nuevo Testamento. El escritor
de la carta de manera intencional lo hace y no da este título a ningún otro hombre; lo reserva solo para Cristo.

En primer lugar, necesitamos ver a Cristo como nuestro Apóstol. La palabra Apóstol significa ‘el que es enviado’.
Un Apóstol es alguien enviado con una misión a cumplir. Es natural que, al oír la palabra Apóstol, pensemos de
inmediato en los doce apóstoles. Pero, en verdad, de acuerdo con el orden presentado en el Nuevo Testamento,
el Señor Jesús es el primer Apóstol. El Señor Jesús es aquel que fue enviado por Dios Padre con una misión
especial.

Cuando una persona es enviada como embajador o como Apóstol, debe poseer ciertas credenciales. Y en los
capítulos iniciales de la epístola a los Hebreos, encontramos las credenciales de Cristo, nuestro Apóstol.

Este Apóstol es nada menos que el Hijo de Dios, cuya gloria es presentada en siete diferentes aspectos en la
descripción de Hebreos 1:1-3. Él es el heredero de todas las cosas; es el resplandor de la gloria y la imagen
exacta de su Ser: es el creador del mundo; Él es quien sustenta todas las cosas; es el purificador de nuestros
pecados; Él está sentado a la diestra de la Majestad en las alturas; Él es mucho más excelente que los ángeles.
Esas son, por tanto, las credenciales de nuestro Apóstol Jesucristo, el Hijo de Dios.

En el segundo capítulo de Hebreos, son presentadas las credenciales de nuestro Apóstol como el Hijo del
Hombre. Como tal, Él fue hecho un poco menor que los ángeles, y experimentó la muerte por todos. Fue
coronado de gloria y honra, y por medio de su muerte, destruyó al diablo, el cual tenía el poder de la muerte. Él
está esperando hasta que todas las cosas sean sometidas bajo sus pies, y es Él quien va a conducir a muchos
hijos a la gloria.

Consideremos por algunos momentos la grandeza de este hecho: ¡El propio Hijo de Dios e Hijo del Hombre es
nuestro Apóstol! ¡Cuán grande es nuestro Apóstol! A Él sea la Gloria y la Majestad por Siempre.
¿Cuáles son los deberes del Apóstol de nuestra confesión? En primer lugar, un Apóstol debe representar a aquel
que lo envió, y no hay otro que pueda representar mejor a Dios que su propio Hijo. Todos los profetas que
fueron enviados antes del Señor Jesús representaban a Dios de una forma muy limitada; mas, cuando el Hijo fue
enviado al mundo, Él representó a Dios plenamente. «A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en
el seno del Padre, Él le ha dado a conocer» (Juan 1:18).

Un Apóstol debe hablar por aquel que lo envió. En el capítulo 8 de Juan, nuestro Señor Jesús dice: «… nada hago
por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo» (8:28). Cada vez que el Señor abría su boca, Él no
estaba profiriendo sus propias palabras; Él estaba hablando la palabra de Dios.

Un Apóstol tiene un trabajo que hacer, una misión que cumplir. La misión para la cual nuestro Señor Jesús fue
enviado a cumplir fue ésta: hacer la voluntad del Padre. Él dijo: «Sacrificio y ofrenda no quisiste; más me
preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo,
oh Dios, para hacer tu voluntad» (Hebreos 10:5-7). Toda la vida de Cristo sobre la tierra tuvo un único objetivo:
hacer la voluntad del Padre,

2. Jesús es el Gran Sumo Sacerdote. ¿Qué quiere decir eso? Es una idea a la que el autor de Hebreos volverá
una y otra vez. Por lo pronto vamos a sentar las bases simplemente de lo que eso quiere decir. El sumo
sacerdote era la persona designada por Dios para presentarse ante Él en representación del pueblo. Jesús es el
vocero de Dios y nuestro representante ante Dios. ¡Qué bueno es que sea Jesús y sólo Jesús quien nos
represente ante Dios!, ¡no hay otro como Él!, “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin
mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos” Heb 7.26. Él nunca nos falla, Él no
actúa movido por intereses egoístas sino sólo por su amor generoso, Él es un Sumo sacerdote que no duerme
mientras Su rebaño está siendo atacado, ¡tal Sumo sacerdote nos convenía! El cristiano puede sentir temor
(ocasionalmente), pero está confiado, puede sentirse solo (pero no está abandonado), y por encima de
circunstancias tristes, dolorosas y amargas, dirigir la mirada a su sacerdote, verlo ya sentado en Su Trono y oírlo
decir: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás,
ni nadie las arrebatará de mi mano.” Jn 10.27.

3. LA IGLESIA COMO CASA DE DIOS

La imagen que está en la mente del autor de Hebreos es la siguiente: Concibe el mundo como la casa y la familia
de Dios. Usamos la palabra casa en dos sentidos: en el sentido de un edificio, y en el de una familia. Los griegos
usaban la palabra oikos en el mismo doble sentido. El mundo, entonces, es la casa de Dios, y la humanidad es la
familia de Dios. Pero ya nos ha presentado a Jesús como el Creador del universo. Ahora bien, Moisés era sólo
una parte del universo de Dios, parte de la casa. Pero Jesús es el Creador de la casa, y el Creador tiene que ser
más que la casa que es Su obra. Moisés no creó la Ley; sólo fue el intermediario para que se promulgara.
Tampoco creó la casa; solamente sirvió en ella. Moisés no habló de sí mismo; todo lo que dijo era un anuncio de
las grandes cosas que Jesús diría y haría un día. Moisés, en resumen, era el servidor; pero Jesús es el Hijo.
Moisés sabía un poco acerca de Dios; Jesús es Dios. Ahí está el secreto de Su superioridad.

Ahora el autor de Hebreos usa otra, figura. Cierto, podemos decir que todo el mundo es la casa de Dios; pero, en
un sentido especial, la Iglesia es la Casa de Dios, porque Dios la ha hecho con ese fin especial.

¿cuál es la casa de Dios que se menciona aquí? La respuesta está muy claramente expresada en el versículo 6:
“Esa casa somos nosotros”. Nosotros. Él mora en el creyente, en los hombres y las mujeres, en niños y niñas que
han sido lavados por la sangre de Cristo. Esa era la intención divina al crear al hombre: que fuera el tabernáculo
de Su morada. Pablo se refiere a esto en la carta a los Corintios: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios
6:19). El propósito de Dios es habitar en tu cuerpo y hacer que tú seas la manifestación de Su vida, la morada de
todo lo que Él es.

El verdadero edificio de la Iglesia permanecerá indestructible siempre que sus piedras vivas estén firmes; es
decir, siempre que todos sus miembros estén fuertes en la gloriosa y confiada esperanza que han puesto en
Jesucristo. Cada uno de nosotros es como una piedra de la Iglesia; si una piedra es débil, el Edificio no está firme.
La Iglesia permanece firme sólo cuando todas sus piedras vivas están arraigadas y fundadas por la fe en
Jesucristo, nuestro Gran Apóstol y Sumo Sacerdote.

En esta casa de Dios que siempre ha sido el pueblo, Moisés ministró como siervo, pero Cristo como Hijo. Por lo
tanto, el Hijo ha de ser obedecido mucho más, ha de ser escuchado mucho más, ha de ser honrado mucho más y
prestado atención, más que el siervo. Moisés sirvió fielmente como un siervo. ¿Cuál es el ministerio de un
siervo? Un siervo siempre está preparando cosas. Debe preparar comidas, debe preparar habitaciones, debe
preparar el jardín. Siempre está trabajando en anticipación de algo que todavía ha de venir. Su obra es en vista a
aquello que es todavía futuro: “pero Cristo, como hijo, sobre su casa”. ¿Cuál es el papel de un hijo en una casa?
El tomar cargo de todo, el poseerlo, el utilizarlo para lo que sea que le guste. La casa fue hecha para Él.

Gracias, Señor, que has venido a morar en mí. ¡Qué privilegio es ser Tu casa!

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