INTRODUCCIÓN
Sabemos que el Espíritu Santo constituye el alma, la savia vital de la Iglesia y de cada
cristiano: es el Amor de Dios que hace de nuestro corazón su morada y entra en comunión
con nosotros. El Espíritu Santo está siempre con nosotros, siempre está en nosotros, en
nuestro corazón.
El Espíritu mismo es "el don de Dios" por excelencia (cf. Jn 4, 10), es un regalo de Dios, y,
a su vez, comunica diversos dones espirituales a quien lo acoge. La Iglesia enumera siete,
número que simbólicamente significa plenitud, totalidad; son los que se aprenden cuando
uno se prepara al sacramento de la Confirmación y que invocamos en la antigua oración
llamada "Secuencia del Espíritu Santo". Los dones del Espíritu Santo son: sabiduría,
inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios» (Papa Francisco).
DON DE LA SABIDURÍA
El primer don del Espíritu Santo, según esta lista, es, por lo tanto, la sabiduría. Pero no se
trata sencillamente de la sabiduría humana, que es fruto del conocimiento y de la experiencia.
En la Biblia se cuenta que a Salomón, en el momento de su coronación como rey de Israel,
había pedido el don de la sabiduría. Y la sabiduría es precisamente esto: es la gracia de
poder ver cada cosa con los ojos de Dios. Es sencillamente esto: es ver el mundo, ver las
situaciones, las ocasiones, los problemas, todo, con los ojos de Dios. Esta es la sabiduría.
Algunas veces vemos las cosas según nuestro gusto o según la situación de nuestro corazón,
con amor o con odio, con envidia... No, esto no es el ojo de Dios. La sabiduría es lo que obra
el Espíritu Santo en nosotros a fin de que veamos todas las cosas con los ojos de Dios. Este
es el don de la sabiduría.
DON DEL INTELECTO
El segundo don, es el de intelecto. No se trata en este caso de la inteligencia humana, de la
capacidad intelectual de la que podamos estar más o menos dotados. Es una gracia que solo
el Espíritu Santo puede infundir y que suscita en el cristiano la capacidad de ir más allá del
aspecto externo de la realidad y escrutar las profundidades del pensamiento de Dios y de su
diseño de salvación.
DON DE CONSEJO
El don de consejo. Sabemos cuán importante es, en los momentos más delicados, poder
contar con las sugerencias de personas sabias y que nos quieren. Ahora, a través del don de
consejo, es Dios mismo, con su Espíritu, quien ilumina nuestro corazón, de tal forma que nos
hace comprender el modo justo de hablar y de comportarnos; y el camino a seguir.
DON DE FORTALEZA
Hay una parábola, relatada por Jesús, que nos ayuda a captar la importancia de este don. Un
sembrador salió a sembrar; sin embargo, no toda la semilla que esparció dio fruto. Lo que
cayó al borde del camino se lo comieron los pájaros; lo que cayó en terreno pedregoso o entre
abrojos brotó, pero inmediatamente lo abrasó el sol o lo ahogaron las espinas. Sólo lo que
cayó en terreno bueno creció y dio fruto. Como Jesús mismo explica a sus discípulos, este
sembrador representa al Padre, que esparce abundantemente la semilla de su Palabra. La
semilla, sin embargo, se encuentra a menudo con la aridez de nuestro corazón, e incluso
cuando es acogida corre el riesgo de permanecer estéril. Con el don de fortaleza, en cambio,
el Espíritu Santo libera el terreno de nuestro corazón, lo libera de la tibieza, de las
incertidumbres y de todos los temores que pueden frenarlo, de modo que la Palabra del Señor
se ponga en práctica, de manera auténtica y gozosa. Es una gran ayuda este don de fortaleza,
nos da fuerza y nos libera también de muchos impedimentos.
DON DE CIENCIA
Cuando se habla de ciencia, el pensamiento se dirige inmediatamente a la capacidad del
hombre de conocer cada vez mejor la realidad que lo rodea y descubrir las leyes que rigen la
naturaleza y el universo. La ciencia que viene del Espíritu Santo, sin embargo, no se limita
al conocimiento humano: es un don especial, que nos lleva a captar, a través de la creación,
la grandeza y el amor de Dios y su relación profunda con cada creatura.
DON DE PIEDAD
Es necesario aclarar inmediatamente que el don de piedad no se identifica con el tener
compasión de alguien, tener piedad del prójimo, sino que indica nuestra pertenencia a Dios
y nuestro vínculo profundo con Él, un vínculo que da sentido a toda nuestra vida y que nos
mantiene firmes, en comunión con Él, incluso en los momentos más difíciles y tormentosos.
DON DE TEMOR DE DIOS
El don del temor de Dios, del cual hablamos hoy, concluye la serie de los siete dones del
Espíritu Santo. No significa tener miedo de Dios: sabemos bien que Dios es Padre, y que nos
ama y quiere nuestra salvación, y siempre perdona, siempre; por lo cual no hay motivo para
tener miedo de Él. El temor de Dios, en cambio, es el don del Espíritu que nos recuerda cuán
pequeños somos ante Dios y su amor, y que nuestro bien está en abandonarnos con humildad,
con respeto y confianza en sus manos. Esto es el temor de Dios: el abandono en la bondad de
nuestro Padre que nos quiere mucho.
CONSAGRACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
(Todos nos ponemos de pie)
Recibe ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, y dígnate ser
en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi director,
mi luz, mi guía, mi fuerza, y todo el amor de mi corazón.
Yo me abandono sin reservas a tus divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a tus santas
inspiraciones.
¡Oh Santo Espíritu! Dígnate formarme con María y en María, según el modelo de tu amado
Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador.
Amén