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América Del Sur en Los Comienzos Del Nuevo Milenio: Entre La Continuidad y El Cambio.

Estudio de casos: Argentina, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Venezuela.

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Santiago Leiras
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América del Sur en los comienzos del nuevo milenio: entre la

continuidad y el cambio.
Santiago Leiras (Compilador)
Prólogo de Mario Daniel Serrafero
“América Latina: La región en movimiento y la política en perspectiva”
El presente trabajo de Santiago Leiras constituye un gran aporte al campo de la política
latinoamericana y de los estudios comparados. Asimismo, viene también a completar un
déficit en el área de los “estudios presidenciales” pues la perspectiva de los distintos
capítulos parte del análisis del desempeño presidencial o bien de los componentes del
sistema político de los distintos países latinoamericanos tratados en este volumen.

La obra tiene otros tantos aciertos. En primer lugar, es ostensible el cuidadoso diseño de
investigación que pone punto de inicio al libro y que recorre todo el trabajo. Y en las
conclusiones Leiras retoma las hipótesis originales y da cuenta de su grado de
corroboración. En segundo lugar, combina el tratamiento en profundidad de un caso,
Venezuela, con el estudio comparado de otras experiencias regionales seleccionadas muy
apropiadamente. En tercer lugar, los casos seleccionados alcanzan para dar cuenta del
cambio ocurrido hacia finales de los 90 con el agotamiento o fin de las políticas
neoliberales y el inicio de una nueva etapa signada por un color político distinto. Venezuela
es, justamente, el paradigma de una construcción política de izquierda con una centralidad
estatal omnipresente, un fuerte liderazgo, y una dinámica electoral de tipo plebiscitaria. El
otro modelo es el de una izquierda socialdemócrata o más moderada de la cual da cuenta
también el texto, cuando se analizan los gobiernos de Uruguay. Los casos analizados
permiten conocer y adentrarse al análisis y debate sobre las realidades políticas regionales
que prácticamente comenzaron con el nuevo siglo y que se prolongarán, al menos, por otra
década.

Una parte de la obra se focaliza en la acción política y la construcción institucional de Hugo


Chávez Frías y su revolución bolivariana en Venezuela. Santiago Leiras en la primera
sección del libro, desde una rigurosa metodología traza los problemas a investigar y las
hipótesis que explican la Venezuela desde finales de la década del cincuenta del siglo
pasado siglo, hasta el presente. Los siguientes autores y trabajos completan esta parte:
Alberto Baldioli y Santiago Leiras,“¿Un nuevo modelo de liderazgo político? Un recorrido
a través de la historia de Venezuela”; Santiago Leiras, “La presidencia de Hugo Chávez
Frías (1999-2012): la dinámica de cambio en un régimen en cambio”; Hernán Fair, “La
construcción político-discursiva de la revolución chavista. Entre la ruptura radical y el
refundacionalismo (1999-2002)” y Estela Pittatore, “Participación y Abstención en
Venezuela. El impacto del Gobierno de Hugo Chávez”,

La segunda parte del libro, El cambio en el Cono Sur y sus protagonistas, aborda las
experiencias de otros países de América del Sur, y los autores y los títulos de los trabajos
son los siguientes: Natalia Ceppi, Bolivia, el camino a la transformación: un proceso de
cambios, conflictos y tensiones sin resolver; Santiago Leiras, ¿Continuidad o cambio? Diez
años de kirchnerismo en Argentina; Adolfo Garcé, De Tabaré Vázquez a José Mujica: Un
balance de los gobiernos del Frente Amplio en Uruguay (2005-2014); y Fernando Martínez
Escobar, Las nuevas fuerzas políticas autodenominadas progresistas y/o de izquierda en el
Paraguay (2008-2012),
En el primer capítulo Baldioni y Leiras se focalizan en el tema del caudillismo para poder
entender la actualidad del proceso venezolano. Un largo recorrido que va desde la
construcción de la nación venezolana, las guerras civiles del siglo XIX, los avatares
políticos de comienzos del siglo XX, las transición a la democracia en el primer tercio, la
experiencia autoritaria de Marcos Pérez Jimenez y, posteriormente, el sistema político del
“Pacto de Punto Fijo” que logró la estabilidad del régimen, pero con enormes costos
institucionales que minaron su propia legitimidad.

En el capítulo dos Santiago Leiras realiza un recorrido completo de la experiencia de


Chávez en el poder. El capítulo encaja perfectamente, luego de los anteriores que ponen al
lector en condiciones óptimas para comprender mejor la experiencia chavista. En forma
concisa y clara, Leiras realiza un análisis de las distintas etapas que recorrió Chávez en el
gobierno de Venezuela. Distingue así: 1) la etapa Fundacional (1999-2002), 2) la fase de
Crisis (2002-2005), 3) y la Consolidación del régimen (2006-2012).

El capítulo de Fair, desde una perspectiva de transdisciplinariedad se propone analizar “la


construcción político-discursiva de este nuevo liderazgo decisorio”. Dice el autor que en el
marco de la crisis de representatividad ocurrida luego del fracaso del sistema de pacto de
punto fijo, el discurso logró crear el vínculo de representación político. El discurso de
Chávez enarbola un carácter de ruptura radical, un populismo nacionalista y
latinoamericanista y una refundación democrática que combina el carácter representativo y
participativo del régimen.

En el capítulo IV Estela Pittatore trata la participación y la abstención en Venezuela, sus


continuidades y sus cambios. Dice la autora que durante 20 años (1958-1978), una
sociedad sin fisuras acudió a las urnas con notable regularidad, pero con posterioridad y en
el marco de una polarización de la sociedad, se operó un cambio en la participación que
hacia el año 2000 llegó a niveles de abstención electoral alarmantes. Y señala que durante
el gobierno de Chávez, la participación electoral siguió un patrón de recomposición
ascendente, pero dentro de un marco de polarización de la sociedad sin precedentes.

A partir del capítulo V se analizan otros casos latinoamericanos. En dicho capítulo Natalia
Ceppi trata el proceso de cambios y conflictos ocurridos en Bolivia. La descomposición de
la época neoliberal y los enfrentamientos violentos del “Febrero Negro” y la “Guerra del
Gas”, en 2003 fue el marco de emergencia de Evo Morales y su posterior triunfo electoral
de 2005. Desde su pertenencia indígena y sindical Morales asume con un discurso radical y
promueve cambios domésticos y realineamientos internacionales con el fin de “refundar” el
país y que cambiaron la fisonomía política, social y económica de Bolivia.

En el capítulo VI Santiago Leiras desarrolla el interrogante sobre la continuidad o el


cambio que significó la década kirchnerista en relación con los años del menemismo.
Acertadamente Leiras señala que la pretensión refundacional ha sido una constante en el
inicio de cada administración. Lo quiso hacer Raúl Alfonsín, también Carlos Menem y, por
último, la pareja presidencial. El capítulo analiza, entonces, tales cambios y continuidades
que acontecieron bajos los gobiernos de Néstor y de Cristina Fernández de Kirchner en
relación con la década de los noventa.
En el capítulo VII Adolfo Garcé analiza la experiencia de gobierno del Frente Amplio en
Uruguay a través de las gestiones de Tabaré Vázquez (2005-2009) y de José Mujica (2010-
2014). En relación con el mandato de Tabaré Vázquez señala que, si bien en materia
económica no fue lo que esperaban los electores de izquierda, dejó su impronta en las
políticas sociales y en su preferencia por la igualdad. Respecto del mandato de José Mujica,
tampoco llegó ese esperado giro a la izquierda en materia económica y se enmarcó en un
gobierno de perfil de centroizquierda o socialdemócrata y el rasgo más significativo que
remarca el autor fue la “revolución de los derechos”.

En el Capítulo VIII Fernando Martínez Escobar aborda las autodenominadas nuevas


fuerzas progresistas o de izquierda en Paraguay. Señala que luego de la caída de Alfredo
Stroessner el sistema político tuvo tres actores centrales: el Partido Colorado o Asociación
Nacional Republicana (ANR), el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) y el Tercer
Sector Político. Derecho o centro derecha fueron las claves ideológicas de las fuerzas
políticas paraguayas, hasta que, en 2008, partidos políticos y movimientos sociales
apoyaron y sostuvieron la candidatura presidencial de Fernando Lugo. Y por primera vez
accedieron al poder en coalición con el Partido Radical Auténtico. El trabajo analiza los
conflictos y las propuestas de las alianzas políticas autodenominadas progresistas y/o de
izquierda en relación a la tierra, el modelo económico agroexportador de materia prima.

La elección de los casos –como se señaló antes- resulta también un acierto. El lector podrá
tener un panorama bastante completo de los llamados populismos radicales o modelos
bolivarianos, que inauguró la propuesta de Hugo Chávez y “el socialismo del siglo XXI”,
con casos tan claros como Venezuela y Bolivia, más allá de sus diferencias. Argentina, por
su parte, es un caso que siempre merece una mirada atenta. Para algunos, la Argentina de
los Kirchner integró el lote de los populismos del siglo XXI. O’Donnell no dudó en
clasificar los años del kirchnerismo dentro de la conceptualización de su Democracia
Delegativa. Y también podría decirse que es un caso que parece ubicarse a medio camino
entre los experimentos radicales de Venezuela, Bolivia y Ecuador de un lado y, del otro, las
experiencias de gobiernos de izquierda más moderados como el Uruguay del Frente Amplio
o el Brasil bajo el liderazgo gubernamental del PT. En realidad, la Argentina se ubica en su
propio sitio con el desfile permanente de sus dirigentes con la intención de “refundarla”,
como bien señala Leiras. Otros análisis resultan no menos atractivos, como el de Uruguay.
Con un sistema político que funciona en forma estable y con un mayor ajuste al Estado de
Derecho, la experiencia de gobierno de una izquierda moderada en la región no deja de ser
interesante. Y el análisis de Paraguay resulta un caso de interés. La hegemonía del Partido
Colorado, se quebró con el triunfo de sectores progresistas que llegaron al gobierno
relegando del Ejecutivo a los partidos más tradicionales. Las alianzas autodenominadas
progresistas o de izquierda fueron una novedad en el panorama político paraguayo que
marcó una diferencia de ineludible referencia en su sistema político e institucional.

Respecto de Venezuela –el caso central de esta obra-, la sensación que deja en el lector es
que se ha desentrañado el pasado relevante y los orígenes de un régimen que ha sido -y es-
una referencia insoslayable para entender la política de una parte de la región. Señala
Leiras, que “la presidencia de Hugo Chávez Frías se ha inscripto en el marco del
surgimiento de regímenes democráticos electos cuya característica definitoria es la relativa
irrelevancia de los límites constitucionales sobre el ejercicio del poder y la existencia de
fuertes restricciones -por acción u omisión- en el ejercicio de los derechos y garantías
individuales”. Advierte, además, que “al ser este un modelo de democracia en el que la
representatividad es sustituida por el procedimiento plebiscitario, que puede conducir a la
unanimidad encarnada en el líder, la erosión de la legitimidad plebiscitaria puede acarrear
consecuencias de manifiesta imprevisibilidad”. Y remata señalando que “el régimen
democrático en Venezuela no es ajeno a la problemática de regímenes políticos emergentes
que no pueden resolver la ecuación legitimidad-gobernabilidad. O toman por el camino de
la gobernabilidad, en detrimento de su legitimidad, y hacen descansar ésta última sobre las
aptitudes de un liderazgo plebiscitario. O, a la inversa, mantienen su legitimidad de origen
y ejercicio a costa de un debilitamiento y pérdida de su capacidad de gobierno”. Los
resultados de la investigación y las reflexiones finales del autor no cierran el tema, sino que
lo abren a una mayor y más rigurosa polémica.

Por último, cabe señalar que los aportes de Santiago Leiras y de los autores convocados en
esta investigación serán una importante referencia para el debate y la discusión sobre los
regímenes políticos de América Latina, sus características, rendimientos y destinos. Lo cual
no es poco. Y, además, las perspectivas involucradas y los términos de este debate están
lejos del advenimiento de una conclusión, de un consenso o de un futuro previsible.
Prólogo del compilador.
En la primera década del nuevo siglo América Latina –de manera particular el
subcontinente sudamericano- ha vivido un fenómeno nuevo (y viejo a la vez) cual ha sido
(y es) la coexistencia de gobiernos de carácter progresista nacional-popular y/o
socialdemócrata con un ciclo ascendente de la economía mundial, por lo menos hasta la
crisis financiera internacional del 2008/2009.
Por cierto, este nuevo ciclo político tiene su inauguración con el ascenso a la presidencia de
la República de Venezuela de Hugo Chávez Frías en 1999, asunción que todavía aún tuvo
lugar en medio de una región marcada por presidencias que reflejaban en mayor o menor
medida los consensos en torno de estrategias de signo liberal o neoliberal; tales eran los
casos de Carlos Menem en Argentina (y Fernando De La Rúa a partir del mes de diciembre
de ese año 1999), Fernando Henrique Cardoso en Brasil, Vicente Fox en México o Julio
María Sanguinetti en el Uruguay, solo para mencionar algunos de ellas.
Pronto se pudo advertir a lo largo de la región los signos de este proceso de cambio más
allá de las fronteras de Venezuela; allí pudimos asistir a la aparición de Lula Da Silva en
Brasil en 2003 y Dilma Rousseff en 2011, Néstor Kirchner en Argentina en el mismo año
2003 y Cristina Fernández de Kirchner a partir del 2007, Evo Morales en Bolivia en 2005,
Rafael Correa en Ecuador en el 2007, Fernando Lugo en Paraguay en 2008 y Tabaré
Vázquez y Hugo Mujica en Uruguay en los años 2005 y 2009 respectivamente como
evidencia de un nuevo tiempo político en el continente.
La presente publicación se enmarca dentro del proyecto de investigación De la vieja a la
nueva democracia en Venezuela: entre la continuidad y el cambio fundacional, financiado
por el Programa UBACYT de investigación científica y tecnológica de la Universidad de
Buenos Aires para el período 2012-2015 con sede en la carrera de Ciencia Política de la
Facultad de Ciencias Sociales.

Por ello, mi agradecimiento a la Universidad de Buenos Aires y en ella a la universidad


pública por fomentar estas investigaciones.

Así también quiero hacer extensivo mi agradecimiento a Alberto Baldioli y Hernán Fair,
quienes me han acompañado en esta y otras iniciativas de investigación desde el año 2008
hasta la actualidad.

A Estela Pittatore, por su disponibilidad aún en medio de una compleja agenda académica.

También quiero agradecer a Fernando Martínez Escobar, Doctorando en Ciencias Sociales


de la UBA, Natalia Ceppi de la Universidad Nacional de Rosario y Adolfo Garcé de la
Universidad de La República de Montevideo-Uruguay por sus ricos aportes a la obra
colectiva a través del estudio de las experiencias nacionales de Paraguay, Bolivia y
Uruguay.

A Mario Daniel Serrafero, Investigador Principal de CONICET, por haber accedido


gentilmente a prologar esta obra colectiva.
A Sonia y Victoria, mis dos amores.

A la editorial XXXXXX por haber posible la edición de esta obra.

Dejo, a partir de este momento, abierta la invitación al lector para iniciar esta nueva
aventura intelectual de recorrer los sinuosos senderos de la investigación.

Santiago C. Leiras
Compilador
Índice
Prólogo de Mario Daniel Serrafero.

Prólogo a cargo del compilador

Introducción

Parte I: Venezuela en la era Chávez: el comienzo del cambio o el cambio del comienzo

1. Baldioli Alberto y Leiras Santiago: “¿Un nuevo modelo de liderazgo político?


Un recorrido a través de la historia de Venezuela”.
2. Leiras Santiago: “La presidencia de Hugo Chávez Frías (1999-2012): la
dinámica de cambio en un régimen en cambio”.
3. Fair Hernán: “La construcción político-discursiva de la revolución chavista.
Entre la ruptura radical y el refundacionalismo (1999-2002)”.
4. Pittatore Estela: “Participación y Abstención en Venezuela. El impacto del
Gobierno de Hugo Chávez”.

Parte II: El cambio en el Cono Sur y sus protagonistas.

5. Ceppi Natalia:” Bolivia, el camino a la transformación: un proceso de cambios,


conflictos y tensiones sin resolver”.
6. Leiras Santiago: “¿Continuidad o cambio? Diez años de kirchnerismo en
Argentina”.
7. Garcé Adolfo: “De Tabaré Vázquez a José Mujica: Un balance de los
gobiernos del Frente Amplio en Uruguay (2005-2014)”.
8. Martínez Escobar Fernando: “Las nuevas fuerzas políticas autodenominadas
progresistas y/o de izquierda en el Paraguay (2008-2012)”.
Conclusiones.

Los autores.
Presentación.
(….) el estudio de la estabilidad se enfrenta
con algunos aspectos esenciales de la dicotomía persistencia-cambio.
Descubrir las leyes de esa dicotomía
ha sido uno de los motivos constantes del pensamiento político occidental:
así como sacar generalizaciones empíricas de la oposición continuidad- cambio
ha sido y es uno de los objetivos principales de las ciencias sociales contemporáneas

Leonardo Morlino
Como cambian los regímenes políticos (1985)

El final del siglo XX, en medio del aparente consenso difuso del cual parecía gozar el
denominado “Consenso de Washington” tanto a nivel internacional como a nivel regional,
dio lugar al inicio de un proceso de cambio en América del Sur, a partir del ascenso de la
figura de Hugo Chávez Frías a la presidencia de Venezuela en el año 1999.
El denominado “Régimen de Punto Fijo” en Venezuela (Karl, 1997, 1989, 1999;
Coppedge, 1998), a través de una compleja e inteligente ingeniería institucional, había
afrontado de manera exitosa a lo largo de cuatro décadas los problemas atinentes a la
gobernabilidad democrática, pero al precio de una paulatina y creciente erosión de su
legitimidad política.
Ello se debió a la exclusión de la agenda pública de algunas cuestiones políticamente
relevantes, como la creación de una industria más competitiva y eficiente, o la
redistribución mediante tasas impositivas de los excedentes derivados de la renta petrolera.
Así también la exclusión en la arena pública de actores como por ejemplo las asociaciones
vecinales y los nuevos partidos, quienes tuvieron serias dificultades producto del diseño
electoral pergeñado para el acceso a los cargos e instancias gubernamentales de decisión,
contribuyó a ese proceso de erosión.
La impugnación a las limitaciones de la democracia tuvo su expresión entonces, en
términos de una fuerte demanda de cambio, en el triunfo de Rafael Caldera, uno de los
principales dirigentes históricos y fundador del Comité de Organización Política Electoral
Independiente (COPEI), quién en las elecciones presidenciales de 1993 encabezó una
coalición de partidos por fuera de las estructuras partidarias tradicionales, y luego, en los
sucesivos triunfos electorales del Teniente Coronel Hugo Chávez, a partir de 1998
(Spinetta, 2010), inaugurando a partir de ese año un nuevo tiempo histórico y un nuevo
clima de época en la Venezuela contemporánea.
Merece ser destacado aquí que el caso de Venezuela –como así también el de la vecina
Colombia- había sido considerado como un modelo arquetípico en el análisis de los
procesos de transición a la democracia en América Latina (Aznar, 1999), debido a la
particularidad de su exitoso desarrollo, en un contexto signado por la proliferación de
regímenes autoritarios de diverso signo en el continente (O´Donnell, 1989) durante las
décadas de 1960 y 1970.
Este proceso de cambio político tuvo su correlato en diferentes países de la región,
pudiendo ser destacados entre otros los de Lula Da Silva en Brasil en 2003, Néstor
Kirchner en Argentina en el mismo año y Cristina Fernández de Kirchner a partir del 2007
(Baldioli y Leiras, 2012), Evo Morales en Bolivia en 2005, Rafael Correa en Ecuador en el
2007, Fernando Lugo en Paraguay en 2008 y José Mujica en Uruguay en el año 2009.
Un común denominador presente en la mayor parte de estas experiencias políticas habría
sido la existencia de conflictos y tensiones tanto en términos axiológicos como en el
terreno de las prácticas concretas, entre la dimensión electoral de la democracia y los
fundamentos del liberalismo constitucional y que comprendió también al propio modelo de
democracia contenido en el desarrollo histórico del estado de derecho.

Objetivos e hipótesis de la investigación


Será el objetivo general de la presente publicación abordar en clave de Política
Comparada las transformaciones de la democracia en Venezuela, procurando detectar
cambios y continuidades entre la democracia de 1958 y la nueva democracia de 1999.
Serán objetivos particulares:
a) Analizar los factores de estabilización de la democracia puntofijista en
Venezuela a partir de 1958, como así también sobre las causas, crisis y agotamiento de la
democracia de 1958.
b) Llevar a cabo un pormenorizado estudio de los factores y contexto de
surgimiento de la figura de Hugo Chávez Frías, como así también analizar la construcción
discursiva de su nuevo liderazgo decisorio.
c) Analizar las principales consecuencias de la instauración del nuevo régimen
político en Venezuela sobre la calidad de la democracia.
d) Analizar experiencias en la región que contengan “rasgos de familia” con la
experiencia de Hugo Chávez Frías en el contexto de la última década en la región.

Tres interrogantes básicos orientarán el desarrollo de esta investigación:


1. ¿Cuáles son los principales factores de estabilización/crisis de la democracia
venezolana entre 1958 y 1999?
2. ¿Cuáles son las principales consecuencias de la instauración del nuevo
régimen político a partir de 1999 sobre la calidad de la democracia?
3. ¿La experiencia de Hugo Chávez contiene atributos que permitirían
establecer rasgos comunes con otras experiencias en la región?

A partir de los interrogantes formulados, tres serán las hipótesis explicativas a lo largo del
desarrollo de la presente obra:
1. La disponibilidad de recursos fiscales derivados de los excedentes de la
renta petrolera, el excepcionalismo de su liderazgo político y social y la
disciplina y fortaleza de las organizaciones habrían constituido los factores
centrales de la estabilización/crisis de la democracia venezolana.
2. La instauración del nuevo régimen político a partir de 1999 se demostraría
como disfuncional en relación a la calidad de la democracia.
3. La concepción sobre el papel del estado, una concepción desarrollista en
materia económica crítica del neoliberalismo económico y el énfasis en la
inclusión social constituirían factores explicativos de la semejanza de la
experiencia de Hugo Chávez Frías con otros procesos políticos de la región

Metodología
Con el propósito de poder cumplimentar los objetivos precedentemente expuestos, y
someter a verificación las hipótesis de esta obra, recurriremos de manera principal a
fuentes secundarias, a partir de una exhaustiva búsqueda de material bibliográfico que nos
permitirá una adecuada aproximación al caso que será desarrollado a lo largo de la
presente investigación. Esta búsqueda de material bibliográfico será complementada
recabando información de fuentes primarias tales como artículos periodísticos, discursos
oficiales, documentos públicos, fuentes jurídicas y datos de carácter económico, electoral e
institucional entre otros recursos.

Asimismo, la presente publicación se fundamentará en el método comparado como


procedimiento para el tratamiento de las unidades de observación definidas como objeto de
investigación. Se tratará de una comparación de carácter diacrónica, a partir del cual
nuestra unidad de análisis será abordada en diferentes contextos.
En este contexto, y en el marco del enfoque institucionalista1, la investigación comprenderá
el abordaje de la “vieja” democracia venezolana entre 1958 y 1999 y la “nueva”
democracia en el periodo que tiene inicio a partir de 1999 tomando como fecha límite para
la finalización de este periodo el año 2012, en el cual han tenido lugar las elecciones
presidenciales en Venezuela.
En forma complementaria al análisis comparado diacrónico, se contempla la realización de
un estudio en relación a “experiencias afines” en la región, siendo el período contemplado
el comprendido entre los años 1999 y 2012.

Antecedentes teóricos.
La representación política puede ser entendida como responsabilidad funcional (Leiras,
2008), en relación con la competencia técnica, o responsabilidad personal, respecto de la
relación que se establece con mayor o menor nivel de receptividad, de los representantes
hacia los representados, lo que nos introduce en la discusión sobre la rendición de cuentas
o accountability (O’Donnell, Iazzetta y Vargas Cullel, 2003).

Este último concepto adquiere especial relevancia para una adecuada comprensión de los
diferentes niveles de responsabilidad –vertical y horizontal- (O´Donnell, 2007) a los cuales

1
Si bien el institucionalismo ha sido definido como enfoque, la presente investigación no excluirá la apelación a otras
herramientas (históricas, análisis de discurso) entendiendo el responsable de la coordinación de esta obra que las mismas
permitirán enriquecer el abordaje de la problemática del libro.
se encuentran sometidos los líderes políticos en su relación con la ciudadanía, las agencias
de control institucional, y los diferentes actores sociales y políticos.

En relación con esta cuestión, una consecuencia a destacar, en ese escenario internacional
de las últimas décadas de multiplicación y al mismo tiempo debilitamiento de los actores
estatal-nacionales, fue el surgimiento de regímenes democráticos electos cuya
característica definitoria ha sido la relativa irrelevancia de los límites constitucionales
sobre el ejercicio del poder y la existencia de fuertes restricciones -por acción u omisión-
en el ejercicio de los derechos y garantías individuales.

La perplejidad que generaron estas nuevas democracias llamadas imperfectas o iliberales


(Zakaria, 1997; Merkel, 1999) -adjetivación que calificó la baja calidad en formas
constitucionales y contenidos ciudadanos de dichas democracias- radicó en los fuertes
conflictos y tensiones tanto en términos axiológicos como en el terreno de las prácticas
concretas, entre las nuevas democracias y los fundamentos del liberalismo constitucional y
que comprendió también al propio modelo de democracia contenido en el desarrollo
histórico del estado de derecho.

Si bien los modelos deficitario o iliberal de democracia se fundamentaron en la soberanía


popular como principio de legitimidad del poder político y en el acceso al poder mediante
elecciones competitivas tanto por parte del poder ejecutivo como así también del poder
legislativo, existieron determinadas prerrogativas que definieron límites al ejercicio del
control institucional, como por ejemplo la extralimitación puesta de manifiesto a través de
la utilización recurrente y sistemática de poder de veto, o de los decretos de necesidad y
urgencia, teniendo como consecuencia una violación de los límites constitucionales y el
debilitamiento de las garantías respecto del ejercicio del poder político basado en el
gobierno de la ley (Bosoer y Leiras, 1999).

Aquí es donde estaría presente entonces el debate sobre la propia calidad institucional de
las democracias emergentes2 en América Latina y de aquellas instituciones democráticas
que permitieran un mejor control de la ciudadanía hacia los líderes políticos (Schmitter y
Guilhot, 1998)3. En este sentido, el funcionamiento de las denominadas “democracias
2
Entendemos como calidad democrática aquella capacidad para aprovechar el potencial único que la poliarquía ofrece en
tanto régimen político Sostuvimos que, si bien la participación efectiva y la competencia política evidencian una
democracia, un enfoque multidimensional de la calidad democrática pone énfasis en otros factores tales como la calidad
de la vida social, el desarrollo de la ciudadanía, la eficacia institucional y en forma particular, la rendición de cuentas
horizontal (Corbetta y Pérez Liñán, 2001).

3
Siendo los indicadores más relevantes: 1. Una constitución sancionada garante de la igualdad política de todos los
ciudadanos, 2. Elecciones regulares que son celebradas cuyos resultados son respetados por aquellos que ejercen
relaciones de autoridad, 3. Elecciones libres y transparentes y de resultados inciertos, 4. No-existencia de partidos o
movimientos antidemocráticos que rechacen las condiciones precedentes, 5. Aquellos líderes electos y representativos no
son controlados en su conducta por grupos no electivos, 6. Alternancia en el poder de partidos o alianzas que ocurre
dentro de las reglas, 7. Una segunda alternancia en el poder de partidos o alianzas que ocurre dentro de las mismas reglas,
8. Acuerdos de carácter formal o informal sobre las reglas de juego, 9. Estos acuerdos, tanto como la constitución son
efectivamente aplicados a todos los grupos y territorios, 10. Como resultado de lo anterior, las condiciones para la
competencia política son iguales para todos los ciudadanos y grupos sociales. 11. Esta igualdad procedimental ha
producido igualdad sustantiva para todos los ciudadanos y grupos sociales.
delegativas” (O´Donnell, 1997, 2011) en las últimas dos décadas, tanto en América Latina
como en el este europeo, estuvo alejado de los parámetros de desenvolvimiento que
permiten definir a las democracias propias de los países capitalistas desarrollados, como
institucionalizadas.

Al respecto, el autor argentino Guillermo O’Donnell sostenía lo siguiente:

Al usar el término delegativa me refiero a una concepción y practica del poder


ejecutivo según la cual por medio del sufragio se le delega el derecho de hacer todo
lo que le parezca adecuado para el país. También demuestra que las democracias
delegativas son intrínsecamente hostiles a los patrones de representación normales
de las democracias, a la creación y consolidación de las instituciones políticas y,
específicamente, a lo que denomino “rendición de cuentas horizontal”. Con esto me
refiero al control de la validez y legitimidad de las acciones del ejecutivo por parte
de otros organismos que son razonablemente autónomos de aquel (O´Donnell, 1997:
293).

Otro aspecto destacado por O´Donnell ha sido el “carácter esquizofrénico” de los estados
en el que se basan las nuevas democracias. La coexistencia de instituciones y prácticas
políticas de carácter democrático y autoritario, estas últimas como expresión de la
denominada vieja política (Panizza, 2000), han constituido su rasgo principal:

En estas situaciones, estados ineficaces coexisten con esferas de poder autónomas y


con base territorial. Estos estados son incapaces de asegurar la efectividad de sus
leyes y sus políticas a lo largo del territorio y el sistema de estratificación social.
Las regiones periféricas al centro nacional (que por lo general sufren más las crisis
económicas y cuentan con burocracias más débiles que el centro), crean (o
refuerzan) sistemas de poder local que tienden a alcanzar grados extremos de
dominación personalista y violenta (patrimonial y hasta sultanista, en la
terminología weberiana), entregados a toda suerte de prácticas arbitrarias"
(O´Donnell, 1997: 296).

En muchas de las democracias deficitarias o iliberales que están surgiendo, la efectividad


de un orden nacional encarnado en la ley y en la autoridad del estado se ha ido
desvaneciendo no bien nos alejamos de los centros nacionales y urbanos. La crisis del
estado, en tanto representación de legalidad y la consecuente incapacidad para hacerla
cumplir en forma efectiva, llevaba a la construcción de una democracia con una
“ciudadanía de baja intensidad”:

En muchas zonas marrones se respetan los derechos participativos y democráticos


de la poliarquía, pero se viola el componente liberal de la democracia. Una
situación en la que se vota con libertad y hay transparencia en el recuento de los
votos pero en la que no puede esperarse un trato correcto de la policía o la justicia,
pone en tela de juicio el componente liberal de esa democracia y cercena
severamente la ciudadanía. Esta bifurcación constituye el reverso de la compleja
mezcla de componentes democráticos y autoritarios en estos estados (O´Donnell,
1993: 173).
Ahora bien, podría ser concebida la "democracia delegativa" no sólo como producto de la
puesta en marcha de reformas estructurales, sino también del impacto de la crisis de
representación política, y el proceso de disgregación y desestructuración social derivado
también de la puesta en marcha de las políticas de reforma de mercado (Paramio, 1999).

Estructura Capitular.
Con el propósito de cumplimentar con los objetivos delineados, la presente obra será
dividida en dos partes, la primera de ellas relacionada con el caso de Venezuela y la
segunda con protagonistas centrales del proceso de cambio en el Cono Sur.
La primera parte, bajo el título Venezuela en la era Chávez: el comienzo del cambio o el
cambio del comienzo, será desarrollada a través de cuatro capítulos.

En el primero de ellos denominado ¿Un nuevo modelo de liderazgo político? Un recorrido


a través de la historia de Venezuela Alberto Baldioli y Santiago Leiras proponen abordar
la problemática del liderazgo político –con particular énfasis en el fenómeno del
caudillismo- tanto en la historia política de Venezuela como así también en buena parte de
la tradición intelectual de los siglos XIX y XX. Ambas perspectivas –histórico-política e
intelectual- no tendrán otro sentido que poder comprender en su debido contexto el
surgimiento de liderazgos de carácter “providencial” y carismático como el de Hugo
Chávez Frías (1954-2013).

El capítulo dos, La presidencia de Hugo Chávez Frías (1999-2012): la dinámica de cambio


en un régimen en cambio, de Santiago Leiras, tendrá como propósito particular analizar la
presidencia de Hugo Chávez Frías entre 1999 y 2012 en sus diferentes etapas: 1)
Fundacional (1999-2002), 2) Crisis (2002-2005), 3) Consolidación (2006-2012). El análisis
propuesto incluye el período comprendido entre la asunción presidencial de Hugo Chávez
el 2 de febrero de 1999 y el último triunfo presidencial del fallecido presidente en los
comicios del 7 de Octubre de 2012 frente al candidato opositor por el Movimiento de
Unidad Democrática Henrique Capriles Radonski.
El tercer capítulo La construcción político-discursiva de la revolución chavista. Entre la
ruptura radical y el refundacionalismo (1999-2002) de Hernán Fair, se propone analizar la
construcción político-discursiva de este nuevo liderazgo decisorio. De modo específico, se
coloca el eje en las transformaciones radicales y en la formación del nuevo orden político
que llevó a cabo Chávez para hacer frente a la situación de emergencia en la que accedió al
poder. En ese marco, se incorporan dos dimensiones de la crisis de representatividad: la
socioeconómica y la político-institucional. Ambas dimensiones son analizadas en
vinculación directa con el contexto socio histórico, económico, político e institucional, en
el que se asienta y legitima. El recorte temporal se concentra en el período 1999-2002.
Para finalizar esta primera parte, Estela Pittatore, en su trabajo Participación y Abstención
en Venezuela. El impacto del Gobierno de Hugo Chávez, propone indagar los factores
políticos, económicos y sociales que entendemos fueron determinantes de la continuidad y
los cambios de la participación, contrastando las similitudes y diferencias entre las
condiciones que promovieron la participación y la abstención electoral entre 1958 y 2013,
en el entendimiento de que cuando la población decide no acudir a las urnas, esta actitud
política no siempre expresa falta de interés sobre el hacer político.
La segunda parte de la obra, bajo el título El cambio en el Cono Sur y sus protagonistas,
será también desarrollada a lo largo de cuatro capítulos.
En el capítulo de Natalia Ceppi, Bolivia, el camino a la transformación: un proceso de
cambios, conflictos y tensiones sin resolver, bosqueja, en primer lugar, los principales
hechos y consecuencias de las políticas neoliberales adoptadas a partir de 1985 con el fin de
caracterizar el contexto sobre el cual puede vislumbrarse el nacimiento del MAS. En
segundo lugar, la autora analiza las medidas de cambio más representativas dispuestas por
el gobierno de Evo Morales; medidas que son entendidas como parte de las demandas
históricas como así también algunos cambios que se han presentado en el diseño de la
política exterior tanto en términos de discurso como en la práctica política.
En el capítulo de Santiago Leiras ¿Continuidad o cambio? Diez años de kirchnerismo en
Argentina, se propone analizar los cambios que acontecieron durante las experiencias de
Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner en el poder, como así también las
continuidades en relación a la década de 1990. Esta aproximación ha sido llevada a cabo
teniendo en consideración que, si hay algo que no ha estado ausente durante las
experiencias de Néstor y Cristina Kirchner, esto ha sido precisamente la inclinación a
inaugurar un nuevo tiempo histórico, siendo el 2003 el momento de quiebre de la historia
hasta entonces vivida. La construcción de este nuevo relato político tuvo como marco de
fondo la crisis terminal de la Argentina entre finales del año 2001 y comienzos del año
2002.

El capítulo de Adolfo Garcé, De Tabaré Vázquez a José Mujica: Un balance de los


gobiernos del Frente Amplio en Uruguay (2005-2014), examina y compara los dos
gobiernos consecutivos del Frente Amplio en Uruguay, el de Tabaré Vázquez (2005-2009)
y el de José Mujica (2010-2014).
El capítulo se inicia con un repaso de la evolución del FA desde su fundación en 1971 a su
primera victoria electoral en octubre de 1971. Además, se presentan algunos de los rasgos
generales del FA en tanto partido de gobierno. Así también se formula el prisma analítico
que, se aplicará, más adelante, de modo sucesivo, a las gestiones de Vázquez y Mujica. En
la conclusión se sintetizan los hallazgos y se formulan algunas conjeturas acerca del,
altamente probable, tercer mandato frenteamplista (2014-2019).

La segunda parte de la obra finaliza con el desarrollo de Fernando Martínez Escobar quien,
en su capítulo Las nuevas fuerzas políticas autodenominadas progresistas y/o de izquierda
en el Paraguay (2008-2012), se interroga sobre las razones del acceso al poder político de
los movimientos y partidos políticos auto considerados de izquierda y/o progresistas, así
como para que y ante quienes se ha conformado como una herramienta política. Con ese
propósito el autor procurará indagar en las articulaciones, alianzas y frentes de luchas
unificados a partir de la primera década del siglo XXI, así como en sus continuidades
institucionales a lo largo de esa década.
En las conclusiones, se hará un abordaje en clave comparada que nos permitirá, en base a
las hipótesis planteadas y la evidencia documental recogida, establecer los hallazgos más
relevantes y corroborar la veracidad/falsedad de las hipótesis formuladas en la presente
introducción.

Bibliografía.
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decisional al neopopulismo”, Revista PosData, Número 5 (Grupo Interuniversitario
PosData), Buenos Aires (1999), páginas 75-96.
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¿Un cambio ideológico dentro de la continuidad? En Santiago Leiras (Comp.)
Democracia y estado de excepción. Argentina 1983-2008, Editorial Prometeo,
Buenos Aires, 2012.
 Bosoer, Fabián y Leiras, Santiago: "Posguerra fría, neodecisionismo y nueva fase
del capitalismo. El alegato del Príncipe-gobernante en el escenario global de los
´90", en Atilio Borón, Julio Gambina y Naum Minsburg (Comps.), Tiempos
violentos: neoliberalismo, globalización y desigualdad económica en América
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trayectoria Argentina”, Revista Instituciones y Desarrollo, Número 10 (Instituto
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www.iigov.org/revista.
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2000.
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desde un gobierno autoritario, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1989.
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 Karl Terry: “The perils of the Petro-State: Reflections on the paradox of plenty”,
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 Leiras Santiago: “Representación Política” en Mercedes Kerz (Comp.), Dominio
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Centro de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales. Instituto Juan March. Madrid.
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 O´Donnell, Guillermo: "¿Democracia delegativa?", en Guillermo O´Donnell (Ed.),
Contrapuntos. Ensayos escogidos sobre autoritarismo y democratización, Editorial
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 O’Donnell, Guillermo, Disonancias. Críticas democráticas a la democracia.
Editorial Prometeo Libros, Buenos Aires, 2007.
 O´Donnell, Guillermo: “Nuevas reflexiones acerca de la democracia delegativa” en
Guillermo O`Donnell, Osvaldo Iazzetta y Hugo Quiroga (Coords.), Democracia
delegativa, Prometeo Editorial, Buenos Aires, 2011.
 O´Donnell Guillermo y Schmitter Philippe (Eds.), Transiciones desde un gobierno
autoritario, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1989.
 O`Donnell, Guillermo Iazzetta, Osvaldo y Vargas Cullell, Jorge, Democracia,
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América Latina, Homo Sapiens ediciones, Rosario, 2003.
 Panizza, Francisco, “Beyond delegative democracy: Old politics and new
economics in Latin America", Journal of Latin American Studies, Volumen 32,
Número 32 (Cambridge University Press), Cambridge (2000), páginas 737-763.
 Paramio, Ludolfo, "Las dimensiones políticas de las reformas económicas en
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Iglesias), Madrid (1999), páginas 5-74.
 Schmitter, Philippe y Guilhot, Nicolas, "Conceptualizing and then, measuring the
consolidation and the quality of neo-democracy", Mimeo, Instituto Universitario
Europeo, Florencia, 1998.
 Spinetta Robertino: “Autocracia y Legitimidad Política. Alcances y límites de la
forma decisionista de gobierno de Venezuela entre 1998 y 2006” en Santiago
Leiras (Comp.), Estado de excepción y democracia. Argentina, Brasil, Perú y
Venezuela en perspectiva comparada, Homo Sapiens ediciones, Rosario, 2010.
 Zakaria, Fareed, "The rise of the iliberal democracies" Revista Foreign Affairs,
Volumen 76, Número 6 (Council of Foreign Relations), Nueva York (1997),
páginas 42-50.
Parte I: Venezuela en la era Chávez: el comienzo del cambio o el
cambio del comienzo
Capítulo I

¿Un nuevo modelo de liderazgo político? Un recorrido a través de la


historia de Venezuela.
Alberto Baldioli
Santiago C. Leiras
1. Presentación.

En el presente capítulo se propone abordar la problemática del liderazgo político –con


particular énfasis en el fenómeno del caudillismo- tanto en la historia política de Venezuela
como así también en buena parte de la tradición intelectual de los siglos XIX y XX.

En la primera parte, los autores analizan el largo proceso que involucra la construcción de
la nación venezolana, las guerras civiles del siglo XIX, la llegada del “General Petróleo”
en los comienzos del siglo XX, la gran transición a la democracia de las décadas del ´30 y
´40 como así también el decenio de la regresión autoritaria de Marcos Pérez Jiménez.
En la segunda parte será tratado el denominado “Sistema Político de Punto Fijo” que dio
lugar a la más larga experiencia democrática, conocida en la historia política de Venezuela,
hasta finales de la década de 1990. Veremos como El denominado “Régimen de Punto
Fijo” en Venezuela, a través de una compleja e inteligente ingeniería institucional, había
afrontado de manera exitosa a lo largo de cuatro décadas los problemas atinentes a la
gobernabilidad democrática, pero al precio de una paulatina y creciente erosión de su
legitimidad política.
Ello se debió a la exclusión de la agenda pública de algunas cuestiones políticamente
relevantes, como la creación de una industria más competitiva y eficiente, o la
redistribución mediante tasas impositivas de los excedentes derivados de la renta petrolera.
Así también la exclusión en la arena pública de actores como por ejemplo las asociaciones
vecinales y nuevos partidos, quienes tuvieron serias dificultades producto del diseño
electoral pergeñado para el acceso a los cargos e instancias gubernamentales de decisión,
contribuyó a ese proceso de erosión.

Finalmente, los autores exploran el abordaje realizado desde la tradición intelectual


venezolana del fenómeno del caudillismo y su particular énfasis en las condiciones de
surgimiento y reproducción del mismo. Ambas perspectivas –histórico-política e
intelectual- no tendrán otro sentido que poder comprender en su debido contexto el
surgimiento de liderazgos de carácter “providencial” y carismático como el de Hugo
Chávez Frías (1954-2013).


Los autores agradecen los comentarios de Hernán Fair a versiones preliminares del presente capítulo.

UBA

UBA
2. Venezuela: De la ruptura colonial a la modernidad petrolera

2.1. El Nacimiento de una Nación

“En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela sus acontecimientos han sido tan rápidos y sus devastaciones tales, que
casi la han reducido a una absoluta indigencia a una soledad espantosa; no obstante que era uno de los más bellos
países de cuantos hacían el orgullo de América. Sus tiranos gobiernan un desierto, y sólo oprimen a tristes restos que,
escapados de la muerte, alimentan una precaria existencia; algunas mujeres, niños y ancianos son los que quedan. Los
más de los hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven, combaten con furor, en los campos y en los
pueblos internos hasta expirar o arrojar al mar a los que insaciables de sangre y de crímenes, rivalizan con los primeros
monstruos que hicieron desaparecer de la América a su raza primitiva. Cerca de un millón de habitantes se contaba en
Venezuela y sin exageración se puede conjeturar que una cuarta parte ha sido sacrificada por la tierra, la espada, el
hambre, la peste, las peregrinaciones; excepto el terremoto, todos resultados de la guerra”

S. Bolívar Carta de Jamaica 1815 (1998)

A mediados del Siglo XVIII comenzaron los movimientos contestatarios contra los
españoles (principalmente la compañía Guipuzcoana); tal ha sido el caso del levantamiento
de Juan Francisco León en 1749, mientras que a la par tuvo lugar la rebelión de los
esclavos negros liderados por José Chirino, quienes lucharon contra los hacendados que los
explotaban. Las dos primeras rebeliones fueron ahogadas en sangre por los militares
españoles, cuyo jefe era el afamado General Felipe Ricardos, un veterano de las guerras
europeas.
A partir de la Revolución Francesa, hubo algunos patriotas inspirados por el ideal de los
derechos de la misma, entre ellos Manuel Gual y José María España. Ellos pudieron lograr
organizar un grupo multiétnico donde comulgaban esclavos y hombres libres, hermanados
en la idea de igualdad de la revolución. No obstante, tal conspiración fue descubierta y
desarticulada: España termina juzgado y ejecutado en el año 1799, mientras que Gual fue
asesinado con veneno en Trinidad en 1800.
Dentro de los sectores intelectuales, Simón Rodríguez y Andrés Bello durante muchos
años acariciaron el sueño de la libertad, y con su prédica ambos tendrán que ver con la
formación educativa y política del futuro libertador Simón Bolívar.
Hacia 1806 comienzan las campañas de Francisco de Miranda, quién tenía relaciones muy
importantes con círculos políticos británicos que de alguna manera creaban desconfianza
en los colonos, permitiendo a los españoles recibir información de los lugareños de los
movimientos del general rebelde.
Sin embargo, estos fracasos de Miranda abonaron el escenario para un joven General
Simón Bolívar que aprovechará militar y políticamente estos hechos en forma posterior.
Ambos prohombres venezolanos no tuvieron una relación de concordia a tal punto que,
como se verá más adelante, el propio Bolívar entregará como reo a Miranda a los
españoles, sacándole para siempre de su camino (Siso Martínez, 1956).
El 19 de abril de 1810 un grupo de criollos caraqueños proclaman un gobierno propio con
el propósito de gobernar en nombre del rey Fernando VII de España, en esos momentos
internado en un castillo francés por orden de Napoleón Bonaparte. Apoyados por la
multitud llamada para tal efecto se conforma la Junta Conservadora de los Derechos de
Fernando VII; la misma desplegó una actividad febril para conseguir apoyo del extranjero,
sabiendo que la lucha contra los peninsulares iba a ser muy dura para los patriotas.
La Junta gobierna hasta el 2 de marzo de 1811, a partir de esa fecha se forma un
Triunvirato compuesto por Cristóbal Mendoza (este es nombrado presidente de la
República), Juan Escalona y Baltasar Padrón, quienes en plenario declaran la
independencia del Reino de España el 5 de julio de 1811 y dos días después se firma el
Acta de la Independencia.
El ejército fue puesto en manos del Generalísimo Francisco de Miranda, pero la suerte le
fue esquiva y debe capitular en la Batalla de San Mateo, el 25 de julio de 1812,
culminando con esa derrota la primera república. Bolívar y otros comandantes entregaron a
Miranda a los españoles, y se dirigieron a Cartagena, Nueva Granada. Allí Bolívar
conseguirá apoyo de hombres y material, emprendiendo la denominada “Campaña
Admirable” con la conquista de San Antonio de Táchira, culminando con la toma de
Caracas, el 7 de agosto de 1813, declarándose la segunda república.
Es en esta Campaña Admirable donde Bolívar declara la guerra a muerte y amenaza con la
misma a los españoles, advirtiendo que todo aquel que se oponga a la libertad será pasado
por las armas. No obstante rápidamente se levantará en los llanos un caudillo realista
llamado José Tomás Boves quién, a lo largo del año 1814, librará varias batallas muchas
de ellas ganadas para causa realista, lo que dará por tierra con los sueños de los patriotas,
los cuales serán vencidos nuevamente. El general Bolívar deberá exiliarse a Jamaica,
buscando el apoyo inglés, y luego irá a Haití, donde se prepara para una próxima campaña.
La cual será definitiva para la suerte de las armas patrióticas (Siso Martínez, 1956).
El 1º de junio de 1816, Simón Bolívar declara la libertad de los esclavos que estén
dispuestos a pelear por la causa de la libertad, hará una primera expedición de los Cayos,
hacia Margarita y Ocumare donde ratifica la libertad de los esclavos y deja sin efecto la
guerra a muerte. Sin embargo es derrotado por los realistas, y vuelve a Haití a
reorganizarse, para emprender luego la segunda expedición de los Cayos, saliendo el 21 de
diciembre y llegando a Barcelona el 31 de diciembre, allí con la ayuda de sus
lugartenientes logra vencer al general realista Morillo, y se abonará el camino de la
victoria. También se logrará la alianza con el jefe llanero José Antonio Páez, y con ello
abrir un frente muy importante de fuerzas para combatir a los españoles en Nueva Granada
y en Venezuela.
La idea de Bolívar era organizar una “Gran Colombia”, que comenzará a desplegarse en el
Congreso de Angostura el 15 de febrero de 1819. Es allí donde el 17 de diciembre de ese
mismo año se sancionará la Ley Fundamental de la República de Colombia, y se aprueba
la Constitución de la Gran Colombia1, de la cual adhirió Venezuela, perteneciendo a la
misma hasta el año 1830 (Siso Martínez, 1956).
El general Bolívar logra la consolidación de la independencia de Venezuela, al derrotar
definitivamente a las fuerzas realistas en la batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821.
Solo quedarán tres bastiones aislados de resistencia, que los generales Bermúdez, Padilla y
Páez se encargarán de conquistar y expulsar de esa manera toda fuerza extranjera del
territorio patrio2.
En el Congreso de Cúcuta en agosto de 1821, se elige a Simón Bolívar presidente de la
Gran Colombia por mayoría, siendo elegido vicepresidente de Colombia Francisco de
Paula Santander y de Venezuela Carlos Soublette. Luego súbitamente el libertador
preparará la campaña hacia el sur para liberar Ecuador, Perú y el Alto Perú (que luego el
Mariscal Sucre bautizará Bolivia en honor al libertador).
Bolívar junto con sus comandantes de ejército liberará definitivamente América del Sud en
la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. Su lugarteniente, el Mariscal Antonio
José Sucre, al mando del Ejército Unido Libertador del Perú, derrota totalmente a los
españoles que eran comandados por el General José de la Serna3.
En los años subsiguientes el libertador Simón Bolívar comenzará a sentir el sabor amargo
de la política: su gran sueño de un continente americano unido se verá trunco, por la
compleja realidad nacional y regional de cada país. El Congreso Anfictiónico de Panamá,
que se reuniría del 22 de junio al 15 de julio de 1826 en la ciudad homónima invitando a
todas las naciones hispanoamericanas y que tendría veedores de Inglaterra, Holanda y
EEUU, no tuvo el eco que él esperaba. Comenzaban ya a advertirse las señales separatistas
en las repúblicas que componían la Gran Colombia. Una de las primeras fue la República
de Venezuela, que se separará de esta en el mes de noviembre de 1829, llamándose a un
congreso en la ciudad de Valencia, donde en ese momento se asentó la capital del país, y se
elaboró en los dos años siguientes la constitución del Estado de Venezuela, siendo elegido
presidente constitucional de la nueva república José Antonio Páez4 (Morón, 1994).

1
La Gran Colombia fue conformada por la República de Colombia, la República de Venezuela y la Provincia Libre de
Guayaquil. Más tarde se unirá la Presidencia de Quito.
2
Bermúdez vencerá en Cumaná (octubre de 1821), Padilla triunfará en el combate naval de Maracaibo (24 de julio de
1823) y Páez que tomará Puerto Cabello (8 de noviembre de 1823).
3
El general de la Serna era todavía en esos momentos Virrey del Perú, siendo el último de los virreyes de pleno derecho
peninsular, ya que el último, el general Pío de Tristán y Moscoso fue interino y era peruano de nacimiento, y fue quien
aceptó las condiciones de los patriotas vencedores de Ayacucho, conduciendo la transición.
4
Hasta ese momento, Páez era el Jefe Supremo de Venezuela, cargo reconocido por el propio Bolívar, quien gobernó por
decreto hasta ser sustituido por el último presidente de la Gran Colombia, el general Rafael Urdaneta.
2.2. El Caudillismo, la Guerra Federal y el apogeo de Guzmán Blanco.

Ya el enemigo no era el reino español, eran los vecinos, los ex amigos, la paz no se encontraba en ninguna parte, los
presidentes eran como dictadores, no representaban a nadie, solo a oscuros intereses, el sueño de Bolívar de que el
criollo, el negro y el indio estén unidos en pos de la libertad eran solo galimatías inexistentes del país del nunca jamás,
solo el dolor, los cuartelazos y la guerra civil se cernía en el horizonte. La muerte, el hambre, el odio era lo que se
enseñorea en estas circunstancias…

José Antonio Páez se constituye como el artífice de la fundación del Partido Conservador,
y en 1834 firma una Ley de Libertad de Contratos y un importante incremento en la
producción y exportación del café que beneficia a un sector de la economía. Sin embargo,
cuando en 1835 es elegido por el Congreso el Dr. José María Vargas5, los militares
liberales entre los que se cuenta Páez, Santiago Mariño y Julián Castro de filiación paecista
y los bolivarianos Luis Perú de Lacroix y José María Melo se levantaron contra el
presidente y lo depusieron, tomando la presidencia de facto Santiago Mariño; acto seguido
convocan a Páez para que los respalde, pero este rechaza adoptar esa actitud y restaura en
el poder al Dr. Vargas.
El Dr. Vargas renunciará indeclinablemente a la presidencia en 1836 y se retira de la
política, debido a la fuerte oposición liberal dentro del Congreso. Lo sucederá como
presidente interino el general Carreño, y luego de un interinato de Carlos Soublette,
retornará al poder en 1838 el general Páez, quien en ese año tendrá que enfrentar la crisis
económica mundial que trajo graves consecuencias a Venezuela, el enfrentamiento con
Inglaterra por el Esequibo en materia de soberanía nacional y disputas territoriales, y
además la creciente oposición de Antonio Leocadio Guzmán6, un líder liberal que
comenzaba a fortalecerse.
Los problemas a nivel nacional e internacional fueron desdibujando la imagen de líder con
que el general Páez contaba desde hacía más de dos décadas, esta será su anteúltima
presidencia, pero todavía le faltará pasar por el amargo sabor de la derrota final (Mijares,
1967).
De 1843 a 1847, durante la presidencia de Carlos Soublette hubo cierta normalidad
institucional, aunque algunos disturbios seguían, en el período que va de 1847 a 1858 se
destacó el mandato de los hermanos Monagas (José Tadeo y José Gregorio), los mismos
rompen con el conservadorismo, esta ruptura en el año 1848 concluye con un atentado en
el Congreso, donde se produjo un tiroteo que costó la vida de ocho personas, cuatro de
ellas diputados.
En 1854, durante la presidencia de José Gregorio Monagas, se proclamó la definitiva
abolición de la esclavitud. Cuando José Tadeo Monagas vuelve al poder en 1855, su
gobierno se vuelve autoritario, a tal punto que en 1858, se levanta en armas Julián Castro y
a través de un golpe cívico militar pone fin a su gobierno en la denominada “Revolución
de Marzo de 1858” (Siso Martínez, 1956).

5
De profesión médico, fue el primer civil que llegó a la presidencia de Venezuela.
6
Antonio Guzmán será el fundador del Gran Partido Liberal de Venezuela en 1845, con este partido quiso llegar
infructuosamente a la presidencia, algo que realizaría su hijo Antonio Guzmán Blanco.
El jefe triunfante se hace proclamar como presidente interino en la ciudad de Valencia que,
como en el pasado, vuelve a ser utilizada como capital provisional del país. Desde allí
Castro lanzará una serie de decretos que crearán inestabilidad y un fuerte rechazo de los
liberales, que se levantarán en armas en toda la Nación. Así comenzará la Guerra Federal,
la cual durara desde 1859 a 1863, más de cuatro años de una guerra siniestra y fratricida7.
En medio de todos estos acontecimientos, vuelve a la presidencia de la República el
general Páez en 1861, tomando el mando de la estrategia de las tropas centralistas, que
hasta ese momento habían tenido muy poco éxito; empero, ya la estrella del viejo guerrero
de la independencia había dejado de brillar, y tuvo que soportar una derrota final, que lo
obligó a firmar el Tratado de Coche, que marcará el final de su gobierno conservador, y
llevará a la presidencia provisional al caudillo de los liberales–federalistas, el general Juan
Crisóstomo Falcón, quién proclamará la creación de los Estados Unidos de Venezuela,
nombre que la república conservará desde 1864 hasta 1953.
La obra más importante del breve gobierno de Falcón será la promulgación del Decreto de
Garantías, que pondrá fin a la pena de muerte, algo que ratificará la nueva Constitución,
convirtiendo a Venezuela en el primer Estado en el mundo en llevarlo a la práctica. En el
año 1867, Falcón renuncia a la presidencia y se retira, luego de un levantamiento
denominado Revolución Azul. Víctima de una penosa enfermedad morirá cuatro años
después en el exilio en la Isla de Martinica (Mijares, 1967).
La triunfante Revolución Azul otorgó la presidencia del país a Guillermo Tell Villegas y a
José Ruperto Monagas8, alternándose los mismos en el poder. Sus gobiernos fueron
impopulares, situación que fue aprovechada por el general Antonio Guzmán Blanco quien
encabezó la Revolución de Abril en el año 1870, derrocando a los azules, e instaurando la
institucionalidad en el país, tratando de erradicar en su país el caudillismo y la guerra civil.
La primera tarea que se dispondrá a hacer Guzmán Blanco es intentar quitarles el poder
territorial a los caudillos locales. Para ello centraliza el poder a través de la reducción del
número de estados de veinte a nueve. En lugar de campañas desenfrenadas como las de
antaño, cuando se levante algún caudillo, lo eliminará por medio del exilio u otra forma,
evitando los enconados combates, de esa forma terminaría la anarquía y las inconductas
políticas.
El nuevo presidente, por haber vivido varios años en Europa, implementa una serie de
medidas para modernizar el país. Durante su primer año como mandatario, Guzmán
Blanco crea por decreto el Conservatorio de Bellas Artes, reestructuró la Alta Corte
Federal, estableció la obligatoriedad de la instrucción Pública promoviendo la educación
primaria para disminuir el porcentaje de analfabetismo, reorganizó la Universidad Central.
En materia económica crea el peso venezolano como moneda de curso legal, impulsa
inversiones en obras de infraestructura, carreteras, vías férreas, ferrocarriles, puertos,
embellece la ciudad de Caracas, con nuevas construcciones edilicias, como el Teatro
Municipal y el Capitolio entre otros. Estas son algunas de las razones por las cuales se lo
comienza a llamar “el ilustre americano”.

7
En esta guerra civil murieron aproximadamente 200.000 personas.
8
Era hijo del general José Tadeo Monagas, quien octogenario también participó en la Revolución Azul comandando un
ejército junto con su hijo.
Además de minar la base de poder los caudillos del interior, también hace lo propio con el
poder de la iglesia católica al pasar a la esfera estatal las funciones sociales que tenía esta,
a tono con el pensamiento liberal de aquellos años en la mayor parte de los estados
hispanoamericanos.
En el terreno de los mitos fundantes y como hecho con connotaciones unificadoras
incentivó a través de la cultura y la educación el culto de los héroes del pasado, para lograr
una mejor cohesión social, procurando crear una imagen del “Ser nacional”. Para esta tarea
logró captar a los intelectuales, cooptando a los más destacados para llevar adelante su
cometido.
Terminado su primer gobierno -el denominado septenio-, Guzmán Blanco partió hacia
Europa, pero el nuevo presidente Francisco Linares Alcántara no estaba a su altura, y a los
dos años una revolución llamada “reivindicadora” en 1879 derroca a Linares. Guzmán
Blanco es requerido para tomar la presidencia nuevamente, esta vez por un quinquenio.
En este segundo gobierno, al inicio del mismo, Guzmán Blanco crea como moneda de
curso legal al Bolívar, y comienza a abogar por el ingreso al país de los nuevos
paradigmas, como el positivismo, dándole mayor importancia a las ciencias naturales en la
educación. A fines de su mandato comienza a haber cierta resistencia en los estudiantes,
hecho que lo lleva a cerrar la Universidad Central. A partir de este momento se crea el
bienio, consistente en períodos de gobierno de dos años cada uno, y transfiere el mando
por un período de dos años a su fiel compañero Joaquín Crespo.
En el año 1886, el congreso lo elige para su tercer y último mandato como presidente, pero
no lo cumple en su totalidad, entregando el poder al año siguiente a Hermógenes López
para que culmine dicho mandato, partiendo hacia Europa en forma definitiva (Moron,
1994).
Con la desaparición de la escena política de Guzmán Blanco sobrevendrán algunos años de
luchas internas, en dónde el caudillismo volverá con ímpetu al escenario político nacional,
alternándose varios presidentes, es así que luego de López, serán presidentes: Juan Pablo
Rojas Paul, Raimundo Andueza Palacio, Joaquín Crespo9, Ignacio Andrade, este último
solo durará poco más de un año, ya que se levantó en armas el caudillo Juan Manuel
Hernández10, quien enfrentó a las fuerzas gubernamentales que estaban comandadas por el
General Crespo, quién así sostenía a su colega el presidente Andrade, si bien las fuerzas
del gobierno derrotaron a las fuerzas de Hernández, el general Crespo perdió la vida en
combate (Morón, 1994).

9
El general Crespo llega a partir de la Revolución Legalista, el mismo se pone a la cabeza de un ejército y se provoca el
enfrentamiento contra el grupo continuista comandado por Palacio, quién quería perpetuarse en el poder. Cabe recordar
que posteriormente en junio de 1893, el Congreso Constituyente comienza la tarea de una nueva Constitución donde se
limite el período presidencial a 4 años.
10
Juan Manuel Hernández, a quien apodaban “El Mocho”, era uno de los caudillos políticos más populares del país,
debido a que había aprendido en las varias veces que tuvo que exiliarse a EEUU, la importancia de los mítines, como así
también el dialogar con el electorado conociendo de esa manera sus necesidades, y a la vez hacerse conocido y confiable
para el mismo.
La disputa que tuvo con Crespo y Andrade, fue por el proceso de elecciones fraudulentas, y la toma de las mesas
electorales por la fuerza que hicieran las autoridades por orden del entonces presidente Crespo, este hecho fue lo que
originó este conato de guerra civil.
2.3. La Hegemonía Andina: la llegada al poder del general petróleo.
“Juan Vicente Gómez logrará lo que muchos caudillos no podrán, su dominio sobre Venezuela será férreo y astuto,
donde desplegó todos sus deseos. Muchos creían al principio que sería manejable, por sus orígenes incultos, su pobre o
nula educación, pero no contaron con su desconfianza hacia todo ser humano, a su espíritu salvaje, y su pensamiento
conservador en lo político. Gómez gobernó con puño de hierro el país durante veintisiete años, fue el jefe del ejército de
los Estados Unidos de Venezuela por treinta y seis años, hasta el día de su propia muerte”.

Luego de las diferentes crisis institucionales que se produjeron entre los años 1888 y 1898,
en 1899 llega al poder el caudillo tachirense Cipriano Castro luego de encabezar la
Revolución Restauradora, que en una rápida campaña militar derrota a las fuerzas del
presidente Andrade. Es importante tener en cuenta el gran protagonismo que tendrá en
estos combates el general Juan Vicente Gómez, quién será el segundo del nuevo presidente
Castro, y que se hará cargo de la jefatura del estado mayor del ejército.
Castro ocupa de facto la primera magistratura del Estado, hasta que en el año 1901 la
Asamblea Nacional lo proclama presidente constitucional. Sin embargo, el nuevo
presidente tendrá que enfrentar una importante amenaza externa: la insolvencia económica
de Venezuela, sus retrasos en el pago de su deuda externa, y la negativa de Castro a
reconocer la citada deuda, hicieron que Gran Bretaña y Alemania impusieran un bloqueo
naval, que terminará luego de varios meses y enconados combates, gracias a la denuncia
internacional de juristas11 respetados y sobre todo al rechazo de la opinión pública de los
citados países europeos.
Castro también tendrá que enfrentar problemas internos resultado de levantamientos de
diferentes ciudades contra su gestión; no obstante, podrá sortear con la ayuda de Gómez
todos estos contratiempos. Sin embargo estos múltiples frentes de conflicto tendrán su
repercusión en el estado de salud del presidente en los años venideros. Producto de una
importante descompensación, en el año 1908 deberá ir a tratarse a Francia, para nunca más
regresar a su país. A pesar de sus intentos, quien pasaría a ser el nuevo hombre fuerte, el
general Juan Vicente Gómez, jamás se lo permitiría.
Cipriano Castro tendrá que pasar por el rechazo de los europeos, por sus políticas
contrarias a los intereses de la banca internacional, y será apresado y expulsado de EEUU
por las autoridades de inmigración de aquel país, que nunca le perdonó su política
nacionalista. Terminará residiendo en San Juan de Puerto Rico, donde será su última
morada.
Juan Vicente Gómez comienza a gobernar a Venezuela en 1908. Su administración se verá
beneficiada cuando, luego de seis años de iniciada su gestión presidencial, comienza a
explotarse el petróleo en escala, fundándose el campo de explotación de la Caribbean
Petroleum. Esta empresa más tarde será comprada por uno de los emporios más poderosos
del mundo, la Royal Dutch Shell, empresa internacional que tendrá las más importantes
explotaciones en el país.

11
Entre estos juristas descolló el Dr. Luis María Drago, quien en 1902 era ministro de relaciones exteriores del segundo
gobierno de Julio Argentino Roca, al ver que EEUU no daba cumplimiento a la Doctrina Monroe, en respuesta produjo
una doctrina jurídica internacional, por el cual: “ningún Estado extranjero puede utilizar la fuerza contra una nación
americana con la finalidad de cobrar una deuda financiera”.
El petróleo comenzó a ser la gran estrella. El líder, indiscutiblemente gracias a esta
coyuntura, comenzó con una política de carácter modernizante con ribetes demagógicos,
centrada en la obra pública, a partir de la construcción de un entramado importante de
carreteras que convergían en los principales puertos del país. La presencia de Venezuela
durante los años posteriores a la primera guerra mundial en los medios financieros
internacionales, producto de su activa política de concesión de contratos de exploración,
perforación y explotación petrolera a las empresas europeas y estadounidenses, hicieron de
Gómez y de Venezuela un actor solicitado y aclamado por el capitalismo internacional,
debido a que el petróleo era el gran boom en el concierto de las naciones del mundo (Siso
Martínez, 1956).
Hasta el descubrimiento de petróleo los productos principales del comercio exterior
venezolanos eran el cacao y el café pero a partir de 1917 comenzaron a disminuir
paulatinamente su importancia, hasta quedar en los años treinta el café en el último lugar
de la lista de bienes exportables, teniendo el petróleo y sus derivados los primeros lugares
en preferencia. Esto provocará –y explicará hasta nuestros días- la escasa diversificación
de la economía venezolana, que trajo consigo la obligación de importar bienes primarios,
incluido gran parte de los alimentos componentes de la canasta familiar.
En todos esos años Gómez modernizó el ejército, la armada y creó la fuerza aérea nacional,
creo nuevos centros de reclutamiento y academias castrenses: de esa manera se
consolidaba su poder frente a sus enemigos políticos internos, los cuales eran el incipiente
sindicalismo, los intelectuales que querían formar partidos políticos para derribar al
régimen, y sobre todo los estudiantes universitarios que estaban ligados a estos, que
odiaban visceralmente a Gómez, a quien consideraban un dictador que promulgó una
Constitución que le permitía períodos presidenciales de siete años, y tener la suma del
poder público (Gil Fortoul, 1954).
Solo en el transcurso de períodos muy breves deja gobernando a “títeres” como a Victorino
Márquez Bustillo y Juan Bautista Pérez, aunque en 1921 debido a una enfermedad del
líder, el Congreso, por orden de Gómez acepta nuevamente aprobar los cargos de primera
y segunda vicepresidencia de la Nación, ocupando la primera vicepresidencia su hermano
Juan Crisóstomo Gómez, pero mantendrá la duración del período presidencial de siete
años.
El primer vicepresidente Juan Crisóstomo Gómez fue asesinado en el Palacio Miraflores el
30 de junio de 1923. Este hecho provoca una enconada represión a los opositores, y
denuncian a los exiliados por el suceso, pero los mismos argumentan que existían
problemas en el seno de la familia del dictador y que dicha muerte fue ordenada por el
mismo.
Durante el mes de febrero de 1928, desde la Universidad Central, los líderes estudiantiles
Jovito Villalba y Rómulo Betancourt encabezan una serie de reuniones masivas, y
manifestaciones contra el régimen: este movimiento se llamará la Generación del 28. En
apoyo al movimiento juvenil se levantan dos cuarteles de Caracas, pero el mismo es
controlado por el gobierno, sobre todo gracias a los servicios de espionaje desarrollados
por la policía de seguridad de Gómez.
En 1929 un nutrido grupo de exiliados desembarca en Cumaná a las órdenes de Román
Delgado Chalbaud12, estos pensaban que al marchar contra el régimen, con ánimo de
derrocarlo, el pueblo cansado de tanta represión y miseria se plegaría en una marcha
triunfal, sin embargo, nada de esto sucedió: el movimiento fue derrotado y Chalbaud
muerto en la acción.
En los últimos siete años de su vida, Gómez comenzó a recibir los honores de sus adláteres
y medios extranjeros, y el Congreso lo nombró “El Benemérito”, sin embargo desde la
oposición los militares contrarios a sus arbitrariedades le llamaban con desdén “general
petróleo” o “bagre”, para los jóvenes opositores siempre fue el odiado “bagre”.
Entre los actos de gobierno de su último septenio se destacan la creación de los Bancos
Obrero y Agrícola y Pecuario y la promulgación de la primera Ley del Trabajo. A su vez,
en un claro gesto hacia los financistas extranjeros, pagó la deuda externa venezolana en su
totalidad, incluidos los intereses leoninos del siglo XIX en el año 1930, en plena crisis
económica mundial. Esta medida lo hizo aún más popular para los gobiernos de los países
centrales.
Juan Vicente Gómez fallece en su hacienda de Maracay el 17 de diciembre de 1935. Su
fortuna personal ascendía a ciento quince millones de bolívares, todos sus activos y
propiedades estaban en Venezuela. Un año después, por decisión legislativa, todos sus
bienes fueron confiscados por el Estado (Siso Martínez, 1956).

2.4. De la Gran Transición a la Democracia.


“El general Medina Angarita fue un hombre con consciencia democrática, sencillo, plural y jovial, su mayor ambición
era modernizar a Venezuela y transformarla en una república moderna. Su legado más grande fue sembrar el espíritu
democrático en la mente del pueblo venezolano, y su búsqueda de la igualdad social. Pero en una mirada retrospectiva
se podría decir que su obra de gobierno impactó a largo plazo en todos los ámbitos del desarrollo.”

A la muerte del caudillo Gómez, el general Eleazar López Contreras, quien había sido su
ministro de guerra y marina, completará su período presidencial hasta 1936. El General
Contreras tuvo en principio una importante tarea: conducir la transición hacia la
democracia.
El general López Contreras no compartía muchas de las medidas represivas que había
tomado Gómez contra la oposición: una de las primeras muestras de cambio fue permitir la
libertad de expresión, como así también auspiciar la creación de partidos políticos13 y
organizaciones sindicales, reconocer el derecho a huelga, promulgar una ley nacional de
trabajo mucho más moderna, e instituir el seguro social obligatorio (Gil Fortoul, 1954).
López Contreras fue elegido por el Congreso presidente constitucional hasta 1943. Sin
embargo, en una gran muestra de civilidad y comprensión democrática, presentó a los
legisladores un proyecto de ley por el cual se reducía el mandato presidencial de siete a

12
Román Delgado Chalbaud era el padre de quien fuera primero aliado de los adecos golpistas Rómulo Betancourt y
Rómulo Gallegos que perpetraron el golpe de estado contra el presidente Medina Angarita en 1945, y posteriormente
presidente de facto y miembro de la junta militar que derrocó al presidente Rómulo Gallegos en 1948.
13
Se crearon la Federación de Estudiantes de Venezuela presidida por Jovito Villalba, el Partido Republicano Progresista
de corte marxista, y la Organización Venezolana (ORVE) bajo la dirección de Rómulo Betancourt.
cinco años comprendiendo esta reducción a su propio período, por lo que su gestión
presidencial sería desde el año 1936 hasta 1941.
A pesar de ser un militar de convicciones democráticas, el General Contreras tenía
conciencia de la existencia de sectores en la sociedad civil con intenciones
desestabilizantes contra su gobierno; su reacción fue enviar al exilio a Rómulo Betancourt,
Raúl Leoni, Gonzalo Barrios y Jovito Villalba entre otros dirigentes. Empero, no envió a
asesinar a nadie jamás.
La administración de López Contreras tuvo que soportar estoicamente un paro del sector
petrolero que duró cuarenta y tres días; no obstante, el presidente no adoptó medidas
excesivamente severas, y reconoció la posibilidad del ejercicio del derecho de huelga por
parte de los trabajadores. También el primer mandatario tendrá un gesto humanitario
recordado hasta el día de hoy, dado que recibirá a cientos de judíos provenientes de dos
buques de ultramar alemanes en 1939 y procederá a otorgarles asilo político cuando ningún
país de la región lo había hecho hasta ese entonces. Si no hubiera adoptado esa decisión
todas esas personas habrían sido devueltas a Alemania, donde les esperaba una muerte
tortuosa en los campos de concentración del régimen nazi (Mijares, 1967).
Durante su mandato se crean el Instituto Pedagógico Nacional para la formación y
capacitación de los maestros, la Sociedad Bolivariana, el Cuerpo de Bomberos de Caracas,
y la Guardia Nacional, esta última para llenar el vacío institucional en materia de seguridad
y terminar con la policía secreta y los paramilitares utilizados por Gómez en su tenebroso
período de represiones indiscriminadas. Todo esto lo hará en sus primeros dos años de
gobierno. Además, y posteriormente, inaugurará el Museo de Bellas Artes y el Banco
Central de Venezuela, ente regulador de la economía nacional y de su moneda de curso
legal.
Como parte de sus últimos actos de gobierno, López Contreras creará la Oficina Nacional
del Trabajo, el Consejo Venezolano del Niño, el Ministerio de Agricultura, la Oficina de
Control de Cambio y de Exportaciones. También en materia internacional firmó el
Tratado de Demarcación Fronteriza con Colombia en 1941.
En el mes de abril de 1941 el general López Contreras entrega el poder al general Isaías
Medina Angarita, su ministro de guerra y marina y tachirense al igual que él, quien había
sido elegido por una amplísima mayoría en el Congreso. Medina Angarita comienza su
mandato demostrando su profunda vocación democrática, permitiendo que los adecos -
partidarios del partido Acción Democrática recientemente creado- critiquen vivazmente su
gestión por los diarios, e inclusive permitió que este partido paulatinamente se haga cargo
de los sindicatos obreros14. A pesar de la dura oposición que tuvo durante sus años en el
poder, jamás expulsó al exilio a ningún opositor.
El presidente impulsa por decreto la legalización de todos los partidos políticos, otorga el
derecho de sufragio a la mujer, el sufragio directo para la elección de diputados nacionales,
pero manteniendo inalterable el sufragio indirecto para la elección del presidente de la
Nación. Este último punto será objeto de la querella pública con los partidos de oposición

14
Esta fue una de las causas de las querellas de su antecesor y amigo el general López Contreras, que pensó que Medina
Angarita mostraba signos de debilidad ante ese partido político “lleno de golpistas”.
al gobierno, ya que desde el poder ejecutivo no se entendía al congreso como una
institución confiable a la hora de elegir a los presidentes constitucionales.
En materia de gobierno, el presidente desarrolló una activa gestión en materia de
educación, logrando al final de su gobierno reducir el analfabetismo en un 50%. Por otra
parte, en materia laboral el presidente Medina Angarita adoptó las siguientes medidas:

 Puesta en marcha de la Ley del Seguro Social Obligatorio, promulgada en 1940 con
la creación del Instituto Central de los Seguros Sociales y el funcionamiento de la
primera Caja Regional en 1944.
 Ampliación de los servicios de cultura obrera.
 Fijación de salarios mínimos.
 Abolición del trabajo nocturno en algunas industrias.
 Reglamentación de la Ley de Sociedades Cooperativas,
 Reforma parcial de la Ley del Trabajo y promulgación del reglamento del trabajo en
el campo.

En lo que respecta a la política económica y fiscal de su gobierno, Medina Angarita


impulsó en el ámbito legislativo la Reforma Fiscal que gravaba la renta, representando esta
una medida progresiva que derivaría en el sostenimiento a los sectores más pobres. Así
también fue sancionada la Ley de Hidrocarburos de 1943, a través de la cual se produjo una
mayor participación del Estado en la producción y en las ganancias del petróleo y la
fijación de ciertos límites a las empresas extranjeras, como la creación mixta de oleoductos,
la capacitación de empleados venezolanos, la obligación de las empresas a llevar su
contabilidad en el territorio nacional, dar cuenta de los mismos y de los informes técnicos al
Estado, y otras medidas de aspecto regulatorio, que pueden ser miradas como una política
nacionalista sobre el petróleo. Además, la ley establecía explícitamente la extensión por
espacio de cuarenta años de las concesiones. Por el contenido del texto, queda en evidencia
que el presidente pensaba en un futuro en el cual sus conciudadanos estarían preparados
para dirigir el negocio petrolero (Mijares, 1967).
Por otra parte Medina Angarita tenía en mente un importante proyecto de Reforma Agraria,
consistente en la otorgación de créditos de fomento, ya que, el desarrollo del negocio
petrolero había originado una importante desinversión en otros rubros, entre ellos las
materias primas alimenticias. El proyecto ingresó en el período legislativo correspondiente
al año 1945 al Congreso, pero quedó trunco por el golpe de estado que tuvo que soportar el
presidente (Gil Fortoul, 1954).
El 18 de octubre de 1945 Medina Angarita fue derrocado por un golpe cívico-militar cuyos
principales participantes fueron la denominada “Unión Patriótica Militar”, organización
compuesta por mandos militares medios, destacándose los tenientes coroneles Carlos
Delgado Chalbaud y Marcos Pérez Jiménez entre otros, y el partido Acción Democrática
(AD) en el cual sobresalían los dirigentes Rómulo Gallegos, escritor afamado y perdedor de
las anteriores elecciones presidenciales, y Rómulo Betancourt, periodista. Ambos habían
sido fundadores del partido Acción Democrática en 1941.
El nuevo régimen fue presidido por Rómulo Betancourt, quien se convierte en el primer
presidente de la AD a través del golpe de estado, y se compone una Junta de gobierno, con
cargos ocupados tanto por civiles como por militares. (Mijares, 1967)
La junta presidida por Betancourt se abocó en primera instancia a preparar el decreto del
sufragio universal y directo enviándolo al congreso para reformar la Constitución en forma
expeditiva en 1947. A los pocos meses la junta de gobierno llamó a comicios libres y
directos de acuerdo a la Ley, siendo elegido el escritor Rómulo Gallegos, quien será el
primer presidente de la AD de manera constitucional en febrero de 1948. Sin embargo, el
nuevo presidente no durará mucho en sus funciones, ya que a través de su ministro de
defensa, el coronel Carlos Delgado Chalbaud y de sus camaradas de armas se gestó un
golpe de estado que tendrá lugar en noviembre de ese mismo año; una de las primeras
medidas que adoptará el gobierno revolucionario será la derogación de la Constitución de
1947 (Gil Fortoul, 1954).
Carlos Delgado Chalbaud preside el país con una Junta Militar compuesta por los coroneles
Marcos Pérez Jiménez y Luis Llovera Páez. La misma suspendió las libertades públicas,
expulsó a varios dirigentes políticos del país, entre ellos a los dirigentes de AD, y luego en
el año 1950 convocará a elecciones, donde el candidato oficial era el propio presidente de
facto. No obstante el mismo fue asesinado antes de las elecciones, las cuales terminaron
siendo suspendidas. La Junta encargó la continuación del gobierno de facto al respetado
abogado y diplomático Dr. Germán Suárez Flamerich, quien juró como presidente
provisional de la República el 27 de noviembre de 1950.
A pesar de que un civil como el Dr. Flamerich estaba a la cabeza del gobierno, el poder real
se encontraba en manos del coronel Marcos Pérez Jiménez, como un poder en las sombras.
Tras los momentos convulsionados vividos durante las elecciones legislativas del 22 de
noviembre de 1952, en la cual se perpetró un fraude mayúsculo que representó un
verdadero escándalo institucional15, Flamerich le entrega el poder a Pérez Jiménez el día 2
de diciembre de 1952. Pérez Jiménez será nombrado presidente provisional de la república
hasta el 19 de abril de 1953, fecha en la cual la Asamblea Nacional Constituyente lo declara
presidente constitucional, con un período de cinco años hasta 1958 (Gil Fortoul, 1954).
Su gobierno será llamado “la dictadura de Pérez Jiménez”, debido a que este organizó una
temible policía secreta, denominada también Policía de Seguridad Nacional, dirigida por el
coronel Pedro Estrada. Algunos la creían más dura que aquella de los tiempos de Gómez:
las detenciones, torturas y homicidios a los opositores políticos fueron algo de lo cual
Marcos Pérez Jiménez será acusado por el resto de sus días (Mijares, 1967)16.
En materia económica, gracias a la Guerra de Corea y a otras circunstancias de la situación
internacional, por ejemplo el incremento de la demanda de petróleo y sus derivados,

15
La Unión Democrática, que era apoyada desde el exilio por la AD y el PCV, había ganado las elecciones, pero el
gobierno que tenía su partido Frente Electoral Independiente, al verse perdidoso, cambió los resultados y dio ganador de la
totalidad de las bancas en juego a la URD de Jovito Villalba, el que supuestamente sería el gran ganador de esa noche, sin
embargo al otro día se dijo que había ganado el FEI, en ese proceso de desinformación fraudulenta es cuando se le entrega
el poder al Coronel Pérez Jiménez unos días después, y es aclamado por el FEI en el Congreso.
16
Pérez Jiménez querrá volver al país a competir electoralmente encabezando al partido de derecha Cruzada Cívica
Nacionalista, sin embargo fue inhabilitado a candidatearse, debido a la Constitución de 1961 que lo impedía, como así
también le fue negado el regreso al país.
Venezuela tuvo ingresos fiscales elevados. Como consecuencia de ello, Pérez Jiménez
incrementó el gasto público, construyendo grandes obras de infraestructura, como
autopistas, puentes y puertos. Las obras más veneradas por sus partidarios y por los
extranjeros fueron el Puente sobre el Lago Maracaibo, la Autopista Caracas – La Guaira, el
Helicoide de Caracas, el Hotel Humboldt, entre otras, a las que la oposición las llamaba
“faraónicas”. No obstante disponer de ingresos extraordinarios de divisas las mismas no
fueron utilizadas para educación, y en escasa medida para el sistema de salud. Tampoco
mejoró la situación de los pobres, quienes observaban con desprecio tanto a militares como
a los políticos, dado que nada de lo que sucedía en Caracas o Maracaibo les llegaba a ellos.
A pesar de todas las obras realizadas por Pérez Jiménez, comenzaron a producirse graves
denuncias: periodistas, estudiantes universitarios, punteros políticos de los barrios bajos,
cuando eran encontrados por la Seguridad Nacional, eran torturados, y muchas veces
morían en manos de esos torturadores. En el año 1957, el Arzobispo de Caracas Monseñor
Rafael Arias Blanco, a través de una pastoral, denunció al régimen por las malas
condiciones de vida que tenían los obreros y campesinos, a pesar de la riqueza que
ingresaba al país (Mijares, 1967).
En el mes de noviembre de 1957, Pérez Jiménez anunció al país que, en lugar de realizar
elecciones libres, llamaría a un plebiscito para decidir su reelección. Ante esta situación la
oposición hizo un llamamiento al pueblo para que no vaya a votar, porque de esa manera
legalizaría la farsa del dictador. De todas maneras el referéndum fue llevado a cabo
saliendo victorioso el presidente, lo que desencadenó una serie de huelgas generales y
movimientos de protesta social de distinta índole. Una parte significativa de la oficialidad
de las fuerzas armadas se plegaron a la actividad de resistencia de la oposición, hubo un
bombardeo de tanteo por parte de la fuerza aérea, y finalmente el día 23 de enero de 1958,
se produjo el golpe de estado que terminaría con el gobierno despótico de Marcos Pérez
Jiménez, dando paso a una nueva transición democrática (Morón, 1994).

3. La Venezuela contemporánea. Factores explicativos del Chavismo.


3.1. Los antecedentes: transición y consolidación democrática en Venezuela. El
Régimen político del 58.

El derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez en enero de 1958 dio lugar a la más larga
experiencia democrática, conocida en la historia política de Venezuela, hasta finales de la
década de 1990. Dicha experiencia fue denominada como “El Sistema político de Punto
Fijo”, en alusión al lugar donde los principales líderes políticos suscribieran un pacto de
garantías y gobernabilidad democrática17.

¿Cuáles han sido los factores que permitieron la consolidación democrática del
experimento político resultante del Pacto de Punto Fijo?

Tres serán las dimensiones consideradas:

17
El acuerdo fue suscripto en la residencia del líder del COPEI, Rafael Caldera,
1. Disponibilidad de ingresos fiscales derivados de los excedentes de la
renta petrolera.
2. Excepcionalismo de su liderazgo político y social.
3. Disciplina y fortaleza de las organizaciones partidarias.

Una lectura presente con suma frecuencia en la literatura sobre la democratización


Venezolana, pondrá el acento en las transformaciones estructurales derivadas del desarrollo
de la actividad petrolera, cuyo origen podemos ubicar a partir de los años ´20 durante la
dictadura de Juan Vicente Gómez (Betancourt, 1978); la organización económica
particular y el cambio social fomentados por el petróleo, signaron definitivamente la
política y las instituciones políticas venezolanas y también la organización y las
condiciones de clase de los terratenientes, los campesinos, los hombres de negocios y los
trabajadores.
Una muestra de ese proceso de cambio social y económico se encuentra en el hecho de que,
en el año 1936, la población económicamente activa estaba distribuida en un 58 % en el
sector primario (agricultura), un 15 % en el sector secundario (manufacturas) y el 27%
restante en el terciario (comercio y servicios), mientras que en el año 1991 esas
proporciones eran del 10,7, 14,9 y 50, 9 %, respectivamente (Crisp y Levine, 1999).
De esa manera, una integración mediatizada por el petróleo en el mercado internacional
creó las condiciones estructurales necesarias para la conformación de un sistema de
partidos, al mismo tiempo que proporcionó los ingresos fiscales de los cuales dependía la
administración democrática para mantener la ambigua y costosa situación de fomentar el
crecimiento del sector privado, mientras simultáneamente otorgaba subsidios a las clases
media y trabajadora.
Los ingresos petroleros pagaron la factura de la democracia pactada, subsidiando tanto al
sector empresarial, como así también a los sectores populares. Protegieron al país de la
inflación y de los problemas de balanza de pagos, que han caracterizado a otros sistemas
políticos con similares proyectos económicos. Por cierto, Venezuela contaba con una
ventaja persistente con la que no contaron democracias anteriores como las de Argentina y
Chile; si necesitaba más ingresos, el Estado podía presionar a la industria petrolera
controlada por extranjeros antes que a su propia población18.
Hay que destacar al respecto, que el proceso de acumulación de capital en realidad, se
produjo a través de la transferencia de recursos del sector petrolero a otros sectores de la
economía con lo cual este recurso fiscal mitigaba las tensiones económicas que finalmente

18
De todas maneras, puede ser relativizada la línea argumental relativa a la incidencia de los factores estructurales sobre
el proceso de democratización, dado que: 1) Aunque Venezuela es rica, la desigual distribución de su riqueza podría
intensificar el conflicto social, en vez de limitarlo. 2) La transición venezolana a la democracia tuvo éxito a pesar de
producirse durante una depresión económica y el régimen ha sobrevivido a más de una década de estancamiento
económico desde 1979. 3) Ningún otro país exportador importante de petróleo (incluidos Arabia Saudí, Irán, Irak, Kuwait,
Indonesia, Nigeria, México y Ecuador entre otros) es considerado como modelo democrático exitoso. La volatilidad de
los precios internacionales del crudo ha provocado unos ciclos de extrema prosperidad y fuerte recesión que pueden ser
más peligrosos para el gobierno democrático que un crecimiento moderado pero estable, como en el caso de Colombia
(Coppedge, 1998).
hubieran exigido una reducción de los salarios y beneficios del sector popular, situación
que ha dado lugar a la extinción de las democracias políticas (Karl, 1989).
En este marco se desarrollaron las distintas estrategias de las elites políticas que tendrán su
expresión en el Pacto de Punto Fijo el 31 de Octubre de 1958, entre los líderes de los tres
principales partidos políticos de aquel momento: Rómulo Betancourt por Acción
Democrática (AD), Rafael Caldera por el Comité de Organización Política Electoral
Independiente (COPEI), y Jovito Villalba por la Unión Republicana Democrática (URD).
Serán cláusulas principales del mencionado acuerdo, la defensa de la constitucionalidad y
el derecho a gobernar conforme al resultado electoral, el gobierno de Unidad Nacional,
dando participación en el poder a la oposición, y el establecimiento de un programa mínimo
de coincidencias programáticas la que permitía garantizar la cooperación partidista durante
el proceso electoral (Alcántara, 1999; Coppedge, 1998).
Constituyó la sanción de la Constitución del 23 de Enero de 1961 la culminación del
proceso de institucionalización de la democracia venezolana, luego de una historia política
caracterizada por la puesta en vigor de 25 cartas constitucionales y un estatuto provisional.
Entre aquellas disposiciones más relevantes, como expresión del nuevo consenso político
que, atendiendo a la experiencia política de caudillismo y autoritarismo caracterizó a
Venezuela, podemos destacar:
1) La consideración de las fuerzas armadas como una institución apolítica, obediente y no
deliberante, cuya misión es asegurar la defensa nacional, la estabilidad de las instituciones
democráticas y el respeto a la constitución y sus leyes, estando las mismas al servicio de la
república y no de una persona o parcialidad política (Artículo 132).
2) Establecimiento de los límites al mandato del Presidente de la República, siendo el
mismo de cinco años, quedando imposibilitado de ejercer el cargo por un período de diez
años siguientes a la culminación de su mandato (Artículos 135 y 185).
3) Regulación de las facultades legislativas del Poder Ejecutivo, en materia económica o
financiera, cuando lo requiriera el interés público y con autorización de ley especial,
reglamentación total o parcial de las leyes, sin alterar su espíritu, propósito y razón,
decretar en caso de urgencia comprobada, durante el receso del congreso, la creación y
dotación de nuevos servicios públicos, o de la modificación o supresión de los existentes
previa autorización de la comisión Delegada (Artículo 190 Incisos 8,10 y 11).
Tuvo importancia para la preservación de dicho acuerdo institucional, por un lado, el
propio proceso de aprendizaje de las elites políticas, que se manifiesta en su disponibilidad
para la puesta en práctica de estrategias cooperativas, y por otro, la fortaleza organizativa
de los partidos políticos y del sistema de partidos (Coppedge, 1998; Levine, 1989).

Respecto de la primera cuestión, la democracia tuvo éxito con posterioridad a 1958, debido
al aprendizaje de los líderes19 con relación a los errores cometidos durante la experiencia
19
Para una lectura crítica del comportamiento de las elites venezolanas ver Sol Péres Shael María, La democracia
venezolana y sus protagonistas: Betancourt, Caldera y Pérez, Ediciones Alfadil, Caracas, 1997.
conocida como el Trienio democrático (1945-1948). El estilo de gobierno de Acción
Democrática fue un claro obstáculo para la consolidación del sistema democrático; AD
basó su legitimidad de origen en procedimientos democráticos que eran objeto de tela de
juicio por parte de los actores sociales y políticos relevantes, en tanto los mismos no
garantizaban desde la perspectiva de dichos actores, el respeto a sus intereses esenciales. La
ausencia de consenso sobre las propias reglas del juego, sumadas a la lógica mayoritaria
que caracterizó a la gestión de AD, contribuyó al colapso de la tentativa de construcción de
su democracia.
En este sentido, los acuerdos firmados por la clase política en 1958, no solo permitieron
que el país superara la etapa de la transición; el espíritu de moderación y consenso se
convirtió en parte de la cultura política democrática, aún con la existencia de fuertes
conflictos institucionales entre el Ejecutivo y el Legislativo en coyunturas de gobiernos de
minoría como el primer período presidencial de Rafael Caldera entre 1969 y 1974, con un
12, 6 % de apoyo legislativo o en gobiernos de mayoría, como el de Carlos Andrés Pérez
entre 1974 y 1979, con un apoyo legislativo del orden del 95% (Cox y Morgenstern, 2001).
Así, entre el 23 de Enero de 1961 y el 31 de Agosto de 1994, y, mediante una dudosa
interpretación de los incisos 8,10 y 11 del artículo 190 de la constitución de 1961, se
firmaron 195 decretos de necesidad y urgencia, justificados por la emergencia económica,
y se hizo lugar a la constitución de 179 nuevas comisiones legislativas de carácter
temporario y 156 de carácter permanente (Crisp, 2000).
De todas maneras, los líderes se esforzaron por alcanzar el consenso en cuestiones de
importancia como por ejemplo la defensa, la política exterior y la política petrolera. Los
dirigentes de los partidos también coinciden en no permitir que los conflictos se
intensifiquen hasta el punto de poner en peligro el régimen democrático. Estas normas de
comportamiento político han ayudado a la democracia venezolana a atravesar las sucesivas
crisis que ha debido afrontar el régimen político de Punto Fijo20.
Ahora bien ¿Por qué las elites no-políticas otorgaron su aval al proceso de transición
democrática? Fundamentalmente, por la obtención de determinadas garantías en la
preservación de sus intereses sectoriales. Así, un compromiso clave fue con el sector
militar; a cambio de aceptar su nuevo papel, definido como el de un cuerpo apolítico,
obediente y no deliberativo, las Fuerzas Armadas recibieron la promesa del estado de
acrecentar la tecnología y modernizar el equipamiento, mejorar la situación económica de
oficiales y personal alistado, y mantener el servicio militar obligatorio. En un acuerdo
implícito en lo que respecta a la responsabilidad por el que desempeñaron durante el
período de Pérez Jiménez, a los militares se les dieron seguridades de que todos los partidos
renunciarían a la idea de someter a juicio a los líderes castrenses y reconocerían los méritos
y servicios de los hombres de las FFAA y su contribución a la preservación de la paz
pública.
También la Iglesia recibió garantías; si bien estas no eran explícitas en el documento
original, el primer gobierno de Acción Democrática inmediatamente modificó el status
legal de la iglesia, garantizándole una mayor independencia respecto del estado. Todos los
20
Por lo menos hasta comienzos de la década de 1990.
partidos prometieron asimismo aumentar sus subsidios al establishment religioso (Karl,
1989).
También fue crucial el papel jugado por las elites económicas en la transición a la
democracia en Venezuela a partir de 1958. No obstante el hecho de la ausencia de un
partido que pueda ser etiquetado como conservador, y que el sistema social no pudiera ser
considerado como corporativista, se desarrollaron formas efectivas e informales de
representación de intereses centradas en relaciones de carácter clientelar entre líderes
políticos y grupos económicos relevantes (Coppedge, 1999).
Estos arreglos informales contribuyeron, de manera decisiva, a la estabilidad institucional
durante décadas, pero con consecuencias colaterales poco saludables -corrupción,
ineficiencia-: cuando comienza la crisis económica a partir del año 1979 y los abusos se
dieron a conocer, Venezuela ingresó en un proceso de inestabilidad política.
Con relación a la fortaleza de los partidos políticos, se hace referencia a dos dimensiones:
1) Partidos altamente disciplinados.
2) Insertos en las organizaciones más relevantes de la sociedad.
La disciplina quedó reflejada en los estatutos del primer partido de masas en Venezuela,
Acción Democrática, adoptando explícitamente el principio del centralismo democrático
como norma de funcionamiento entre los dirigentes y la base del partido. La utilidad de
dicha disciplina se puso de manifiesto durante el golpe de 1945 contra el General Medina
Angarita, cuando los militantes de AD se apoderaron de arsenales y comisarías de todo el
país siguiendo expresas instrucciones de los dirigentes del partido. Los estatutos del COPEI
como así también de URD, tomaron como modelo el de AD.
Contribuyó a la extensión de la disciplina partidaria la propia ley electoral, al establecer la
elección mediante candidaturas de partido y no de carácter individual, una fórmula electoral
de Representación Proporcional, con listas cerradas y la identificación de las listas
partidarias en una única tarjeta con el nombre, los colores el símbolo del partido, sin
nombres de candidatos en las elecciones legislativas, tanto en el ámbito estadual como así
también a nivel municipal.
La introducción de esta nueva ley electoral tuvo como consecuencia que muchos votantes
ni siquiera sabían los nombres de los candidatos que se presentaban para esos cargos, y los
representantes electos no tenían incentivos institucionales para ser responsables ante sus
electores, ya que debían su lealtad sobre todo a los líderes nacionales del partido que
decidían su inclusión en una lista y el puesto que ocupaban en ella.
El sistema electoral creó, junto a la expulsión asegurada para cualquiera que votara en
contra de las directrices del partido, una disciplina de partido casi perfecta en el congreso
venezolano. Tanto es así que casi nunca se hace recuento de votos en el parlamento. En los
debates, un orador designado por su partido manifiesta la posición de dicho partido sobre la
legislación en cuestión. El resultado de la votación se sabe en cuanto se pasa lista al
comienzo de la sesión, porque cada parlamentario presente vota según las directrices del
partido (Coppedge, 1998).
Por otra parte, la disciplina partidaria se combinó con la penetración de los partidos en otras
organizaciones, a través de la cooptación, infiltración o patrocinio directo de los partidos,
quedando casi todas las organizaciones subordinadas al control partidario. Desde
principios de los años sesenta, los responsables de las organizaciones sociales fueron
nombrados en elecciones que seguían directrices partidistas; cada partido presentaba una
lista de candidatos para los puestos vacantes y los miembros de las organizaciones elegían
entre ellos. Este procedimiento se aplicaba a las elecciones sindicales y fue adoptado por
las organizaciones campesinas, los colegios profesionales, profesiones liberales y distintos
ámbitos de la vida social.
La penetración de los partidos en las organizaciones de la sociedad civil fue un factor muy
importante para el establecimiento y consolidación de la democracia en Venezuela. El
control sobre las organizaciones sociales permitió a los líderes movilizar en poco tiempo a
sus partidarios para derrocar a los regímenes militares en 1945 y 1958. También les dio la
posibilidad de moderar a sus partidarios cuando la democracia requería moderación. La
disposición de líderes sindicales con alta implicación política a limitar las demandas
salariales por razones políticas durante el gobierno de Betancourt, hasta el punto de aceptar
un recorte salarial del 10 por ciento en 1961, fue crucial a la hora de persuadir a la elite
empresarial a que respaldara la democracia.
Además, la capacidad de los partidos para movilizar o moderar les proporcionó autoridad a
la hora de negociar eficazmente con los sectores de las Fuerzas Armadas y líderes
empresariales durante la elaboración del pacto de transición. Contaban con la organización,
la disciplina y los militantes necesarios para hacer atractivas promesas, y proferir amenazas
creíbles. Y después de la transición, el control de las organizaciones y en cierta medida, de
los medios de comunicación, proporcionó a los líderes de los partidos un enorme control
sobre la agenda pública; el poder para decidir sobre cuáles eran los asuntos de importancia,
cómo definirlos y que cosas ignorar (Coppedge, 1998).

Aquel conjunto de factores que contribuyeron de manera decisiva a la consolidación


democrática en Venezuela, -disponibilidad de ingresos fiscales derivados de los excedentes
de la renta petrolera, excepcionalismo de su liderazgo político y social, disciplina y
fortaleza de las organizaciones partidarias-, se constituirán en aquellas dimensiones que,
paradójicamente, desencadenarán la crisis (y colapso) del sistema político de Punto Fijo a
partir de la década de 1990. Si bien estos mecanismos garantizaron la consolidación del
régimen democrático, constituyeron al mismo tiempo un serio obstáculo para su mayor
democratización (Crisp, 1997).
Esto se debió a que, fueron excluidas de la agenda pública algunas cuestiones políticamente
relevantes, como la creación de una industria más eficiente y competitiva, o la
redistribución mediante tasas impositivas, de los excedentes derivados de la renta petrolera;
por otra parte, distintos actores fueron sistemáticamente excluidos de la arena pública,
como por ejemplo las asociaciones vecinales y, así también nuevos partidos tenían serias
dificultades producto del diseño electoral pergeñado, para el acceso a los cargos e
instancias gubernamentales de decisión.
De esta manera, el Régimen de Punto Fijo, a través de esta compleja e inteligente ingeniería
institucional, resolverá los problemas atinentes a la gobernabilidad democrática, pero, al
precio de una paulatina y creciente erosión de su legitimidad política.

3.2 Una democracia bajo presión21: la crisis de los ´90.

Las sucesivas crisis de los años ´80 y comienzos de la década del ´90, -crisis financiera y
devaluación del Bolívar en 1983, la crisis social derivada del Caracazo en 1989 y los
intentos de ruptura institucional de Febrero y Noviembre de 1992- pusieron de manifiesto
las limitaciones de la democracia Venezolana y de los pilares que dieron soporte a la
misma, como así también implicaron la puesta en tela de juicio de la capacidad y eficacia
de sus instituciones democráticas.
La crisis financiera que tuvo lugar con la devaluación del Bolívar en 1983 aparecía como la
expresión de la crisis fiscal del estado, producto de la creciente erosión de los ingresos
fiscales derivados de la renta petrolera, del agotamiento del estilo de decisión pública
conocido como rent-seeking y del modelo petroestatal de acumulación de capital (Karl,
1997, 1999). Los indicadores son elocuentes al respecto: caída del producto bruto interno
por habitante del 3,2 % durante la década del ´80, el incremento de la deuda externa de U$
29.187 millones en 1982 a U$ 38.460 millones en 1995, aumento del índice de precios al
consumidor de un promedio del 23,3 % durante la década del ´80 hasta alcanzar niveles del
100% en 1996, entre otros- (Alcántara, 1999; Smith y Mc Coy, 1994).
Ante la necesidad de hacer frente a la crisis de legitimidad y creencia en la eficacia de las
instituciones democráticas, ejemplificada con una pérdida de confianza en el Congreso, el
poder judicial, los partidos políticos y todas aquellas instituciones relacionadas con el
Estado-Rentístico (Mc Coy y Smith, 1994), se plantearon diversos iniciativas de reforma
desde el propio seno de las elites políticas, siendo ejemplo de ello la convocatoria del
presidente Jaime Lusinchi (1984-1989) para la constitución de la Comisión para la Reforma
del Estado (COPRE), y el Pacto para la Reforma en 1990, procurando reeditar la
suscripción de un nuevo acuerdo institucional como el de Punto Fijo.
Del conjunto de recomendaciones elaboradas en esos respectivos marcos, habían sido
aprobadas al mes de Junio de 1992, entre otras, la creación del cargo de alcalde y la
elección directa del mismo, el establecimiento de elección directa de gobernadores, hasta
entonces designados por el Presidente de la República, la descentralización de los recursos
financieros a las comunas, el acortamiento de las campañas electorales, la realización de
referéndums en el ámbito municipal, y distintos procedimientos para estimular la
participación, la rendición de cuentas respecto de la financiación y los gastos de campaña
de los partidos políticos, y una nueva ley orgánica del consejo de la magistratura.
Asimismo, se modificó el sistema electoral, mediante la introducción de la elección
nominal, en combinación con la fórmula de representación proporcional, tanto para el
ámbito municipal como así también para la renovación de la cámara de diputados, la

21
Inspirado en la obra colectiva de Mc Coy Jennifer, Serbin Andrés, Smith William C. y Stambouli Andrés, Venezuelan
democracy under stress, North-South Center Press, Universidad de Miami, Miami, 1994.
separación de las elecciones nacionales, estaduales y municipales y la reelección de los
miembros de los consejos comunales (Coppedge, 1994).
De todas maneras, las sucesivas reformas ensayadas desde el punto de vista institucional no
lograron revertir el creciente grado de descrédito público, que tendrá su manifestación,
entre otras, en el descenso en los niveles de identificación partidaria: si en el año 1973, el
48,7 % de los venezolanos manifestaba tener simpatía o militancia político-partidaria,
frente al 51,2 % que declaraba su independencia o desinterés, hacia 1983 los respectivos
porcentajes eran del 38,4 % y 61,6 %, en 1993 -año de la destitución por Impeachment de
Carlos Andrés Pérez-, 29,8 % y 71,2 % y en 1994 -asunción de Rafael Caldera, candidato
vencedor en las elecciones presidenciales de 1993, al frente de una coalición de partidos
ajena a los partidos tradicionales, Acción Democrática y Copei-, 22,7% y 77,2 % (Pereira
Almao, 1999)22.
No obstante, esta insatisfacción no se reproduce en relación con el sistema democrático:
preguntados en Mayo de 1992 acerca de la mejor alternativa para el futuro de Venezuela,
el 43 % de los encuestados expresó su preferencia por la preservación de la democracia
con los actuales partidos, un 40 % por una democracia sin los actuales expresiones
partidarias y solo el 8% se inclinó por una salida militar a la crisis (Myers, 1994).
En medio de un clima de creciente deterioro de la legitimidad democrática, se realizan las
elecciones presidenciales el 5 de diciembre de 1988 que dieron lugar al triunfo de Carlos
Andrés Pérez con el 55% de los sufragios y acceso por segunda vez, a la presidencia del
país, el 2 de Febrero de 1989.
Dos semanas después de su asunción, el presidente Pérez anunció un severo plan
económico de ajuste de corte neoliberal; la reacción no se hizo esperar, dado que, el 18 de
Febrero de 1989, se produjo un estallido social conocido como el “caracazo”. Se
suprimieron las garantías constitucionales, hubo una fuerte represión y un saldo de más de
300 muertos.
Se instaló una atmósfera social donde se resaltaba el contraste entre las penurias sufridas
por una gran parte de la población y las prácticas estatales percibidas como corruptas. En
este clima sectores de las fuerzas armadas encabezados por el teniente coronel Hugo
Chávez, intentado aprovechar el clima de rechazo a la corrupción y de crítica hacia los
partidos políticos tradicionales, encabezó una rebelión militar el 4 de Febrero de 1992
contra el gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez. El presidente, junto a las tropas
leales, sofocó la rebelión, y reaccionó en relación a la dirección de algunas de sus medidas
de gobierno, anunciando la rectificación de la política económica y la reestructuración de
las fuerzas armadas, manteniendo a su ministro de defensa (Serrafero, 1996).
El 27 de Noviembre del mismo año, se produjo un segundo intento de golpe de estado
donde intervinieron sectores de la aviación y unidades de la marina, siendo nuevamente
22
Myers David: "Perceptions of a stressed democracy: ¿Inevitable decay or foundation for rebirth? en Mc Coy Jennifer,
Serbin Andrés, Smith William C. y Stambouli Andrés (Eds.) Venezuelan democracy under stress, North-South Center
Press, Universidad de Miami, 1994.
dominada la situación. Pocos días después, el 5 de diciembre se realizaron las elecciones
de gobernadores y alcaldes municipales, sufriendo el gobierno una fuerte derrota.
Frente a este panorama institucional, las alternativas solo parecían reducirse a tres: golpe
de estado, renuncia del presidente o destitución. Desde el propio poder judicial se inició el
camino por la tercera opción, y Ramón Escovar Salom, fiscal general de Venezuela,
solicitó a la Corte Suprema de Justicia el procesamiento de Carlos Andrés Pérez, por
malversación de fondos públicos y peculado el 11 de marzo de 1993. La Corte Suprema se
expide el 20 de mayo del mismo año, en forma positiva sobre el informe del fiscal, y en
este contexto, Pérez anunció su “alejamiento temporal” del cargo, aunque esto no
implicaba la renuncia formal al mismo. El proceso finaliza con la destitución de Carlos
Andrés Pérez, en medio del más absoluto aislamiento político y carente del más mínimo
apoyo partidario (Corrales, 2010) y la designación con el apoyo de 205 de los 236
parlamentarios de Ramón Velázquez como presidente de Venezuela el 5 de Junio de 1993
(Pérez Liñán, 2009). Asimismo, se acordó un pacto de gobernabilidad con el empresariado,
a fin de garantizar la gestión del gobierno de transición hasta las elecciones presidenciales
de 1993.
El triunfo de Rafael Caldera, dirigente histórico del Copei, en las elecciones presidenciales
de 1993, encabezando una coalición de partidos por fuera de las estructuras partidarias
tradicionales, constituyó la expresión de una creciente demanda de cambio, en el
funcionamiento de un sistema político que, sobre la base del principio de la democracia
representativa (Artículo 3. Constitución 1961), ha privilegiado la dimensión de la
representación sobre aquella de la participación política (Dahl, 1971), con el consecuente
vaciamiento de la representación -puesto especialmente de manifiesto a partir del Caracazo
de Febrero de 1989- y la emergencia de nuevos actores políticos y sociales relevantes
(Ramos, 1995).
Esta demanda de cambio se verá ratificada luego con los sucesivos triunfos electorales de
Hugo Chávez, a partir de las elecciones presidenciales de 199823.

4. El caudillismo en la tradición intelectual venezolana.


La historia política de Venezuela, aquí desarrollada, ha estado signada por el
presidencialismo como modelo institucional, así como también por el caudillismo como
estilo de decisión y liderazgo político; podemos remitirnos a los propios escritos de Simón
Bolívar, como así también a los paradigmáticos casos de José Antonio Páez (1830-1847),
Antonio Guzmán Blanco (1870-1877 y 1883-1888), Juan Vicente Gómez (1908-1935) y
Marcos Pérez Jiménez (1948-1958) aquí mencionados, para poder tener una cabal
comprensión de los alcances del "decisionismo" que ha caracterizado el desarrollo de la
vida institucional de este país a lo largo de casi toda su existencia.
Es necesario destacar que el pensamiento político de Simón Bolívar se desarrolla en una
Venezuela de comienzos del siglo XIX caracterizada por un contexto de fragmentación y
desestructuración social y política, producto en buena medida de la constitución federal del

23
Ver capítulo II.
estado en construcción. Como el propio Bolívar sostendrá en sus distintos escritos políticos,
será perentorio gobernar conforme al principio de la centralización del poder dado que:
(......) lo que debilitó más el gobierno de Venezuela fue la forma federal que
adoptó, siguiendo las máximas exageradas de los derechos del hombre, que autorizándolo
para que se rija por sí mismo, rompe los pactos sociales y constituye a las naciones en
anarquía. (Blanco Fombona, 1986: 6).
Por otra parte, y si bien Bolívar adherirá en forma posterior a la necesidad de una
concepción republicana, también advierte sobre las dificultades de la misma:
(.......) generalmente hablando, todavía nuestros conciudadanos no se
hallan en aptitud de ejercer por sí mismos y ampliamente sus derechos, porque carecen de
las virtudes políticas que caracterizan al verdadero republicano, virtudes que no se
adquieren en los gobiernos absolutos, en donde se desconocen los derechos y los deberes
de los ciudadanos.
Por otra parte ¿qué país del mundo por morigerado y republicano que sea,
podrá, en medio de las facciones intestinas y de una guerra exterior, regirse por un
gobierno tan complicado y débil como el federal (Blanco Fombona, 1986: 7).
De allí entonces que:
Una asamblea de notables, de hombres virtuosos y sabios, debe convocarse
solemnemente para discutir y sancionar la naturaleza del gobierno y los funcionarios que
hayan de ejercerle en las críticas y extraordinarias circunstancias que rodean a la
república"
Esta asamblea deberá, por cierto, debatir sobre el mejor diseño institucional, atendiendo a
las peculiaridades de la cultura de Venezuela, encontrando el mejor ejemplo de inspiración
en el "Modelo Republicano" de Inglaterra; Republicano, pero no de características
democráticas, fundado en una autoridad presidencial de carácter vitalicia y la institución de
la vicepresidencia hereditaria:
El presidente de la república nombra al vicepresidente para que le
administre el estado y para que le suceda en el mando. Por esta providencia se evitan las
elecciones, que producen el grande azote de las repúblicas, la anarquía, que es lujo de la
tiranía y el peligro más inmediato y terrible de los gobiernos populares" (Blanco Fombona,
1986: 168)
Además este modelo de gobierno deberá estar sustentado sobre el principio de la división
de poderes, incorporando a los clásicos poderes ejecutivo, legislativo y judicial (con la
correspondiente garantía de independencia y estabilidad en el cargo de los jueces), un
cuarto poder llamado Poder Moral; esto será justificado en los siguientes términos:
(...)tomemos de Esparta sus austeros establecimientos y formando de estos
tres manantiales una fuente de virtud, demos a nuestra república una cuarta potestad cuyo
dominio sea la infancia y el corazón de los hombres, el espíritu público, las buenas
costumbres y la moral republicana. Constituyamos ese aerópago para que vele sobre la
educación de los niños, sobre la instrucción nacional, corrompido en la república; que
acuse la ingratitud, el egoísmo, la frialdad del amor a la patria, el ocio, la negligencia de
los ciudadanos; que juzgue los principios de la corrupción, de los ejemplos perniciosos,
debiendo corregir las costumbres con penas morales, como las leyes castigan los delitos
con penas aflictivas y no solamente lo que choca contra ellas sino que las burla; no
solamente lo que viola la constitución sino lo que viola el respeto público. La jurisdicción
de este tribunal verdaderamente santo, deberá ser efectiva con respecto a la educación y a
la instrucción y de opinión solamente en las penas y en los castigos, pero sus anales y sus
registros donde se consignen sus actas y deliberaciones los principios morales y las
acciones de los ciudadanos, serán los libros de la virtud y del vicio (Blanco Fombona,
1986: 111).
Es interesante explorar así también la contemporaneidad de trabajos como el de Laureano
Vallenilla Lanz, dado que el mismo, escrito y publicado por primera vez en 1919, en plena
dictadura de Juan Vicente Gómez24, remitirá, bajo circunstancias y condiciones
institucionales distintas de aquellas que provocaron el colapso del experimento democrático
puesto en marcha como resultado del Pacto de Punto Fijo en 1958 en el caso particular de
Venezuela, a la discusión sobre la necesariedad de un estilo de liderazgo "excepcional" en
contexto de crisis y desarticulación social.
Cuatro serán los ejes constitutivos de la obra de Vallenilla Lanz Cesarismo Democrático.
Estudio sobre las bases sociológicas de la constitución efectiva de Venezuela: en primer
lugar, la caracterización de la guerra de la independencia como un largo proceso de guerra
civil, dada la participación de ciudadanos venezolanos en los bandos protagonistas del
conflicto político; segundo, la heterogeneidad de la sociedad colonial y las características
del medio geográfico como dimensiones explicativas de la guerra civil; en tercer término, la
justificación de la dictadura como mecanismo para el restablecimiento del orden y la
cohesión social y por último, una caracterización de la propia noción de Cesarismo
Democrático.
Respecto de la primera cuestión, la manifestación más elocuente de la participación de los
distintos actores políticos en la larga guerra civil que caracteriza la vida política de
Venezuela en el siglo XIX, son la unión de "Patriotas" y "Godos" en 1830 para desconocer
la autoridad del Libertador Simón Bolívar, disolver Colombia y reconstituir la patria
venezolana. Por otra parte, en 1858 Godos y Liberales se unen contra Monagas y hacen lo
propio en 1868, después de una lucha de cinco años para derrocar al régimen de Falcón
reconociendo como jefe de la Revolución Azul al mismo Monagas, derrocado diez años
antes por tirano.

24
Sin embargo, en rigor, la formulación de soluciones cesaristas se produjo más de una década antes de la llegada al poder
de Juan Vicente Gómez (1887-1935). Así en pasiones (1895), novela de José Gil Fourtoul (1861-1943) –asociado al
positivismo-, uno de los personajes-intelectuales, el Lodi, al hacer el balance de la gestión del “tirano” estrella –Antonio
Guzmán Blanco (1829-1899) en la historia-, declaraba: “La dominación absoluta de un hombre es, hasta cierto punto, un
bien relativo, cuando las probabilidades hacen temer, o la anarquía, o un nuevo despotismo. […] Y entre ambos males es
preferible el de la tiranía, con tal de que el tirano no sea demasiado cruel ni demasiado ignorante”, ver Lasarte Valcárcel
Javier: “República sin ciudadanos: historia y barbaries en Cesarismo democrático” en Altamirano Carlos (Director),
Historia de los intelectuales en América Latina (Tomo I: La ciudad letrada, de la conquista al modernismo), Editorial
Katz, Barcelona, 2008
De allí entonces, la caracterización de la guerra civil más como social y económica que
como propiamente política, dado que:
(....) se refería exclusivamente a las clases elevadas, a los descendientes
más o menos puros de los conquistadores, quienes al estallar la guerra llevarán a la
política aquellos prejuicios nacidos y fomentados en el hogar, sostendrán ardientemente la
lucha entre patriotas y realistas, y cuando la república se constituya definitivamente,
continuarán divididos ellos y sus descendientes promoviendo las revoluciones intestinas,
predicando los más avanzados principios políticos, agrupándose alrededor de todas las
banderas; y ante la suprema necesidad de vivir, acallando los rancios exclusivismos de
clase para rendir parias a los caudillos de toda condición, arrancados de las capas
inferiores de la sociedad por el huracán de las revoluciones y encumbrados por sus
cualidades personales, en un pueblo arrastrado fatalmente al igualitarismo por
imposiciones étnicas y geográfica (Vallenilla Lanz, 1990: 88).
Ahora bien, el carácter feroz que asumió la revolución en Venezuela, de acuerdo al planteo
de Vallenilla Lanz, se halla explicado en buena medida por la heterogeneidad de la
sociedad colonial, producto de la gran cantidad de gente de color que resultó de la unión de
los españoles con los negros: a fines del siglo XVIII, se calculaba en 406.000 el número de
razas mixtas o gentes de color libres. En este sentido los españoles se diferenciaron de los
ingleses, dado que los colonos ingleses de Norte América no se mezclaron con los indios y
mucho menos con los negros, lo cual ha traído aparejado una clara diferenciación en el
desarrollo de las colonias fundadas por uno y otro pueblo, así como en la evolución social y
política de las naciones que de ellas surgieron.
Por otra parte, la peculiaridad territorial de Venezuela constituye un factor de relevancia
para el autor, sosteniendo lo siguiente:
(....) Ya Sarmiento, sociólogo genial, sentó el principio, comprobado hasta
la saciedad por la historia, de <que el caudillismo surgió de las patas de los caballos de
los países de llanura como Venezuela y la República Argentina>; donde no hubo llanuras
y caballos no hubo caudillos y las indiadas conservan su carácter secular y su secular
fisonomía, como en Bolivia y Ecuador (Vallenilla Lanz, 1990: 276-277).
Una pluralidad que no necesariamente conlleva al pluralismo, recordando la feliz expresión
del autor italiano Giovanni Sartori, sumada a las características territoriales de Venezuela
representan el contexto que llevará al autor a la fundamentación del orden político a partir
de la figura del caudillo -recorrido sociológico que lleva a la construcción del discurso de
legitimación ideológica de la dictadura de Juan Vicente Gómez-, frente a las teorizaciones
abstractas de los partidarios del Constitucionalismo Liberal, que prescinden de las
particulares condiciones y características de los pueblos de la América Hispana.
En Venezuela, sostendrá Vallenilla Lanz, como en toda la América Española, la historia
comprueba que la Ley Bolivariana, adaptada a los diversos medios, es la única que hubiera
podido prevalecer con provecho para la estabilidad política, el desarrollo social y
económico y la consolidación del sentimiento nacional, si los ideólogos no le hubieran
opuesto sistemáticamente los principios anárquicos que han legitimado en cierto modo las
ambiciones de unos y los impulsos desordenados de otros, dando bandera a las
revoluciones y perpetuando junto con la anarquía la necesidad del tirano.
Es evidente que en casi todas las naciones de Hispano América, condenadas por causas
complejas a una vida turbulenta, el caudillo ha constituido la única fuerza de conservación
social, realizándose el fenómeno que los hombres de ciencia señalan en las primeras etapas
de integración de las sociedades: los jefes no se eligen sino se imponen. La elección y la
herencia, aún en la forma irregular en que comienzan, constituyen un proceso posterior. Es
el carácter típico del estado guerrero, en el que la preservación de la vida social contra las
agresiones incesantes exige la subordinación obligatoria a un jefe (Vallenilla Lanz, 1990:
165).
De hecho Vallenilla establecerá una continuidad entre los distintos liderazgos políticos que
han dejado su huella en la política latinoamericana a través del cumplimiento de la
mencionada ley Bolivariana, a lo largo del siglo XIX: desde la Argentina hasta México
ningún pueblo se ha sustraído al cumplimiento de la ley bolivariana: Rosas, hasta Porfirio
Díaz pasando por Páez, Guzmán Blanco, Roca o el propio Hipólito Irigoyen ya a
comienzos del siglo XX, son la evidencia de que las democracias no han logrado librarse de
la anarquía, sino bajo la autoridad de un hombre representativo, capaz de imponer su
voluntad, de dominar los egoísmos rivales y de ser el “dictador necesario” en pueblos que
evolucionan hacia la consolidación de su individualidad nacional.
Será el dictador el César democrático, en tanto representante y regulador de la soberanía
popular, es la democracia personificada, la nación hecha hombre, constituyendo la síntesis
de dos conceptos antagónicos: democracia y autocracia. En otros términos, cesarismo
democrático como expresión de la igualdad bajo un jefe, como poder individual surgido del
pueblo por encima de una gran igualdad colectiva.
En un registro muy similar el “nuevo” modelo venezolano de democracia presidencialista,
presente en el diseño constitucional en vigor a partir de 1999, será descripto en los
siguientes términos por uno de sus principales ideólogos en los inicios de esta nueva
experiencia política, el sociólogo argentino Alberto Ceresole25:
El modelo venezolano no es una construcción teórica, sino como una
emergencia de la realidad. Es el resultado de una confluencia de factores que podríamos
definir como <físicos> (en oposición a los llamados factores <ideológicos>) que no
habían sido prepensados. El resultado de esa confluencia de factores es un modelo de
revolucionario que pivota sobre una relación básica entre un caudillo nacional y una
masa popular absolutamente mayoritaria que lo eligió a él, personalmente, como su
representante, para operar un cambio amplio pero sobre todo profundo (Ceresole, 1999).

25
A comienzos del año 1999, un ex consejero y amigo de Hugo Chávez, el intelectual nacionalista argentino de nombre
Norberto Ceresole, dijo en la prensa caraqueña que él había “inventado a Chávez”. Este dicho, junto con otras razones,
le valió la expulsión de Venezuela. Dos años después dijo lo mismo de otra manera, en el Café Tortoni de Buenos Aires
“Hay dos Chávez, de uno de ellos me siento responsable y no me arrepiento”.
Esta frase se encuentra en la biografía de Modesto Guerrero (2007), biógrafo personal de Hugo Chávez, y en la cual
describe el derrotero posterior del polémico “intelectual orgánico”. Posteriormente el sociólogo falleció en el año 2003.
Pero, por sobre todas las cosas se destacará la especificidad del nuevo
modelo, en relación a otros anteriores y ya conocidos en la experiencia histórica:
El modelo venezolano no se parece en nada a lo conocido, aunque nos
recuerda una historia propia, que generalmente hemos negado por nuestra anterior
adscripción y subordinación ante los tabúes del pensamiento occidental-racionalista
(marxismo incluido).
Se diferencia del modelo democrático, tanto liberal como neoliberal porque
dentro de la orden popular (mandato) está implícita con claridad meridiana la idea de que
el poder debe permanecer concentrado, unificado y centralizado (el pueblo elige a una
persona –que es automáticamente proyectada al plano de la metapolítica- y no una idea o
institución). No es un modelo anti-democrático, sino posdemocrático (Ceresole, 1999).
La crisis de representación política, el colapso del modelo petro estatal y el creciente grado
de corrupción institucionalizada en Venezuela, constituyen ejemplos claros de condiciones
propiciatorias para la emergencia de esta especie de liderazgo “piloto de tormentas”
(Novaro, 1994) con reminiscencias mesiánicas, teniendo como consecuencia un paulatino
proceso de desinstitucionalización (Raffalli, 2000). Veremos cómo se gesta aquel
personaje, que desde una trinchera de confrontación y reacción frente al reformismo
democrático de Punto Fijo, en vía muerta, se presenta, una vez en el poder, como Príncipe
modernizador y constructor del nuevo orden.
También se remontará Ceresole a las raíces ideológicas y los antecedentes políticos en los
que se basa el nuevo modelo:
El modelo venezolano posdemocrático es una manifestación clara
de que en la América de raíz hispánica existen fuerzas profundas que buscan diferenciarla
de los modelos independentistas instaurados por las revoluciones inglesa y francesa del
siglo XVIII. Los antecedentes de la posdemocracia venezolana deben buscarse en otros
movimientos nacionales y populares como el peronismo argentino, que siempre gobernó
dentro del sistema democrático (ni un solo día dejaron de gobernar los mecanismos de la
dogmática liberal) pero requiriendo permanentemente la participación de un ejército
nacionalizado e industrializado.....
Pero, deberá ser definida la modalidad de relación que se establece entre líder y pueblo:
En el modelo el poder emerge fundamentalmente de la relación caudillo-
masa. Existen otras instancias y niveles en donde también se produce poder como los
cuadros de conducción que hemos denominado <apóstoles>...
(....) la concentración de poder es imprescindible para la producción de
poder en un entorno exterior agresivo, ya que el poder es la principal escala de medición
toda acción política incluyendo el pensamiento político en cualquiera de sus niveles
(Ceresole, 1999)
Muchos de estos presupuestos en la elaboración de la carta constitucional aprobada en
1999 -relación caudillo-masa, poder centralizado unificado y concentrado, la presencia de
un ejército nacionalizado- podrán ser reconocidos a través de, entre otras iniciativas
institucionales, el establecimiento de mecanismos de referéndum y de revocatoria de
mandatos como principio básico de esta nueva democracia participativa, sentando de esa
manera las bases para la construcción de, no sólo ya un nuevo diseño institucional, sino
también de un nuevo régimen político. En el próximo capítulo analizaremos la dinámica
que ha adquirido ese nuevo régimen en un contexto de cambio.

5. Bibliografía.
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Capítulo II

La presidencia de Hugo Chávez Frías (1999-2012): la dinámica de cambio


en un régimen en cambio.
Santiago C. Leiras
1. Presentación.
El final del siglo XX, en medio del aparente consenso difuso del cual parecía gozar el
denominado “Consenso de Washington” tanto a nivel internacional como a nivel regional,
dio lugar al inicio de un proceso de cambio en América Latina, a partir del ascenso de la
figura de Hugo Chávez Frías a la presidencia de Venezuela en el año 1999.
Este proceso de cambio político tuvo su correlato en diferentes países de la región,
pudiendo ser destacados entre otros Lula Da Silva en Brasil en 2003, Néstor Kirchner en
Argentina en el mismo año y Cristina Fernández de Kirchner a partir del 2007, Evo
Morales en Bolivia en 2005, Rafael Correa en Ecuador en el 2007, Fernando Lugo en
Paraguay en 2008 y Hugo Mujica en Uruguay en el año 2009.
Un común denominador presente en la mayor parte de estas experiencias políticas habría
sido la existencia de conflictos y tensiones tanto en términos axiológicos como en el
terreno de las prácticas concretas, entre la dimensión electoral de la democracia y los
fundamentos del liberalismo constitucional y que comprendió también al propio modelo de
democracia contenido en el desarrollo histórico del estado de derecho1.

Será el propósito particular del presente capítulo analizar la presidencia de Hugo Chávez
Frías entre 1999 y 2012 en sus diferentes etapas: 1) Fundacional (1999-2002), 2) Crisis
(2002-2005), 3) Consolidación (2006-2012).
El análisis propuesto incluye el período comprendido entre la asunción presidencial de
Hugo Chávez el 2 de febrero de 1999 y el último triunfo presidencial del fallecido
presidente en los comicios del 7 de Octubre de 2012 frente al candidato opositor por el
Movimiento de Unidad Democrática Henrique Capriles Radonski.

2. La etapa fundacional (1999-2002). La construcción del “nuevo”


régimen político en Venezuela.
El ex-teniente coronel y cabecilla de las intentonas golpistas de febrero y noviembre de
1992, Hugo Chávez Frías, encabezando la coalición electoral Polo Patriótico, es elegido
presidente de Venezuela con mayoría absoluta el 6 de Diciembre de 1998, obteniendo el
56,20% de los sufragios emitidos, frente al 39,97% de los votos obtenidos por Salas


Ponencia presentada para el XI Congreso Nacional de Ciencia Política, organizado por la Sociedad Argentina de
Análisis Político y la Universidad Nacional de Entre Ríos, Paraná, 17 al 20 de julio de 2013.


UBA
1
Ver Introducción
Romer, quién, al frente de una coalición política heterogénea, contó con el apoyo de los
partidos tradicionales, tanto de Acción Democrática, como así también del COPEI. No
obstante, Chávez no consigue en las elecciones parlamentarias de 1998, la mayoría ni en la
cámara de diputados ni en el senado del entonces congreso bicameral, obteniendo 76
escaños en la cámara de diputados (36, 72%) y 19 escaños en la cámara de senadores
(33,85%).
Con ello daba término a 40 años de hegemonía de los dos partidos tradicionales AD y
COPEI y al sistema partidocrático resultante (Mc Coy, 1999). La precaria situación
económica del país, los altos índices de desempleo, el aumento de la pobreza así como la
corrupción que genero el viejo sistema de Punto Fijo fueron aumentando el descontento
popular y en última instancia llevaron a la ciudadanía a votar por alguien que prometía
terminar con la “podredumbre” del sistema y que hablaba de “revolución pacífica” del
pueblo.
Asume el 2 de Febrero de 1999 jurando (........) sobre esta moribunda constitución que
haré cumplir e impulsaré las reformas democráticas necesarias que requiere el país (.....).
En este sentido es que se realizará la convocatoria, para el 25 de Abril del mismo año, de un
referéndum, en el cual los ciudadanos deberán pronunciarse sobre la posibilidad de la
constitución de una Asamblea Constituyente con el propósito de transformar el Estado, y
crear un nuevo ordenamiento jurídico que permita el funcionamiento de una democracia
“social y participativa”.
Entre los principales intelectuales orgánicos2 del nuevo régimen se fundamentará dicha
convocatoria para la transformación institucional, a partir de los siguientes argumentos:
1. El carácter programático –ideológico de la constitución no se cumplió con
la fuerza necesaria para su concreción. La desviación populista, el
clientelismo y la corrupción desvirtuaron el programa constitucional.
2. Además, el programa constitucional no fue acompañado, o lo fue en forma
retardada, incompleta y reactiva, por una acción legislativa eficaz y
proyectiva que lo impulsara en forma coherente.
3. El estado no diseñó las adecuadas garantías constitucionales para la mejor
protección de los derechos fundamentales. El gravísimo deterioro de la
calidad de vida de amplios sectores de la población y los balances en rojo
que consecutivamente arrojan las violaciones de los derechos humanos,
constituyen el mayor mentís de la carta de los derechos establecida en la
constitución.
4. El deterioro del poder judicial, garante por excelencia del Estado de
Derecho, ha impedido su efectiva realización, y por consiguiente
desvirtuado el principio central de la supremacía constitucional y la
autonomía de las ramas del poder público.

2
Cabe destacar que el Dr. Ricardo Combellas ha sido un destacado integrante de la Asamblea Nacional Constituyente
(ANC) integrando la Comisión del Poder Ejecutivo, a cargo del estudio de la organización de la presidencia de la
república, el sistema de gobierno, la elegibilidad vacante, el sistema de elecciones, las atribuciones del presidente, del
vicepresidente, de los ministros, del consejo de estado, del consejo de seguridad y defensa de la nación y del consejo de
ministros.
5. El pálido desarrollo del principio democrático recogido por la constitución y
su desviación partidocrática, tutelar y cerrada a la participación, ejemplifica
en el país una suerte de régimen político que Duverger denominó alguna
vez “democracia sin el pueblo” (Combellas, 1999).

Asimismo, y a tono con el sesgo fundacional y de características plebiscitarias que asume


el nuevo régimen, se fundamentará la convocatoria en estos términos:
Una frase del general De Gaulle en los difíciles días del tránsito de la IV a
la V República francesa vale la pena aquí citar <Cuando los acontecimientos hablan muy
claro y se está de acuerdo en el fondo, los procedimientos tienen una flexibilidad
considerable>.
(...) los procedimientos, en definitiva las formas jurídicas, por supuesto que
son importantes, pero a todas luces secundarios frente al hecho político fundamental: el
llamado al poder constituyente originario, con el fin de abrir cauces al rediseño
institucional de la república. Lo que deseo transmitir lo expresan con claridad las
palabras del destacado jurista alemán Martín Kriele <la fuerza explosiva que se halla en
la idea de la soberanía del pueblo no puede ser eliminada por ningún estado
constitucional, solo puede ser moderada y suavizada>.
Los poderes constituidos (el Presidente, la Corte Suprema de Justicia, el
Congreso) afincados en el respeto mutuo implicado en el principio de colaboración de las
ramas del poder público, deben atender solícita y prontamente este llamado, que no es
otro que el llamado al titular de la soberanía democrática, el pueblo, para que legitime
con su sí aprobatorio la convocatoria constituyente. Por supuesto que el respaldo de la
iniciativa popular es fundamental para alcanzar el objetivo propuesto.” (Combellas,
1999).
Esta convocatoria por cierto estará enmarcada dentro de la discusión planteada por el
propio presidente Chávez, en torno a los siguientes ejes convocantes:
1. Los valores de la democracia.
2. Un sistema político amplio, profundo, de contenido político ético.
3. La descentralización, la desconcentración y un verdadero federalismo.
4. La genuina independencia del Poder Judicial.
5. La defensa irrevocable de los derechos humanos, tanto individuales
como sociales.
6. Un nuevo orden económico.
7. Un nuevo orden social, basado en la ayuda mutua.
8. El rescate del ciudadano.
9. Una nueva doctrina democrática de seguridad y defensa.
10. Un poder moral como mecanismo de modernización y saneamiento del
estado (Chávez, 1999)

Finalmente, se realiza la consulta el 26 de Abril de 1999, en base a dos preguntas que


constituyeron el eje de la convocatoria:
1. ¿Convoca usted una Asamblea Nacional Constituyente con el propósito
de transformar el estado y crear un nuevo ordenamiento jurídico que
permita el funcionamiento efectivo de una democracia social y
participativa?

2. ¿Está usted de acuerdo con las bases propuestas por el Ejecutivo


Nacional para la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente,
examinadas y modificadas parcialmente por el Consejo Nacional
Electoral en sesión fecha Marzo 24, 1999 y publicadas en su texto
íntegro en la Gaceta Oficial de la República de Venezuela, número
36.669 de fecha marzo 25, 1999?

Frente a la primera pregunta, fue claro el triunfo de la propuesta de convocatoria a una


Asamblea Constituyente, con un 92,36% de votos favorables, y un 7,64% de votos
negativos, y la pregunta relacionada con las bases propuestas para dicha convocatoria por
el Poder Ejecutivo, obtuvo 86,43% de opiniones afirmativas, y un 13,57% de sufragios
negativos.
Asimismo, el 25 de Julio de 1999, se celebraron nuevas elecciones para la designación de
los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), la cual es ampliamente
ganada por la coalición que apoya a Chávez, Polo Patriótico (PP), que consigue 121 de los
128 elegibles3 de la Asamblea que deberá elaborar una nueva constitución política.
En lo sucesivo la pugna política entre el chavismo y sus opositores, se centrará en torno al
tema del carácter “derivado” u “originario” de la asamblea. La diferencia residía en que, si
la ANC iba a ser originaria, tendría la facultad de crear un orden jurídico totalmente nuevo
y legislar sobre cualquier materia imponiéndose sobre el congreso, mientras que, de ser
derivada, tendría que actuar respetando la constitución y acatando la institucionalidad
existente, cumpliendo en este marco con la tarea específica de elaborar una nueva carta
constitucional.

Poco tiempo después, fue declarada la “emergencia judicial” y la “emergencia legislativa”


con lo cual se limitó drásticamente el accionar de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación (CSJN) y del congreso en favor de la ANC. Finalmente, la Corte Suprema
terminará definiendo el carácter supraconstitucional de la Asamblea Constituyente.

En un nuevo referéndum realizado en el mes de diciembre de 1999, con el 71, 37% de los
votos a favor y 28,63 % de sufragios en contra y con un porcentaje de abstención del
54,74%, es aceptada la nueva constitución Bolivariana de Venezuela, quedando ese mismo
día, -15 de diciembre-, disueltos el Congreso y la Corte Suprema de Justicia y las
funciones legislativas son asumidas por la ANC.

3
Sobre un total de 131 miembros, siendo los tres restantes reservados para representación de las comunidades indígenas.
Entre las principales modificaciones se destaca la incorporación de la figura del referéndum
revocatorio. En este sentido, las materias de especial trascendencia nacional podrán ser
sometidas a referendo consultivo por iniciativa del presidente/a de la república, por acuerdo
de la mayoría de la Asamblea Nacional, aprobado con el voto de la mayoría de sus
integrantes, o a solicitud de un número no menor del diez por ciento de los electores/as
inscriptos en el registro civil y electoral (artículo 71), no pudiendo ser objeto de
tratamiento consultivo las leyes de presupuesto, las que establezcan o modifiquen
impuestos, las de crédito público, y las de amnistía, así como aquellas que protejan,
garanticen o desarrollen los derechos humanos y las que aprueben tratados internacionales
(artículo 74).
Si el referéndum concluye en un sí aprobatorio, siempre que haya concurrido el veinticinco
por ciento de los electores/as inscriptos en el registro civil y electoral, el proyecto
correspondiente será sancionado como ley (artículo 73).
Por otra parte, todos los cargos y magistrados de elección popular son revocables, cuando
igual o mayor número de electores/as que eligieron al funcionario/a hubieran votado a
favor de la revocatoria siempre que haya concurrido al referéndum, un número de
electores/as igual o superior al veinticinco por ciento de aquellos inscriptos en el registro
civil o electoral (artículo 72). Asimismo, durante el período para el cual fue elegido el
mandatario no podrá realizarse más de una solicitud de revocación de su mandato.
Sin embargo esta iniciativa constitucional, por su propia definición, tropieza con la propia
dificultad que supone su implementación; en primer lugar, por la alta exigencia de su
convocatoria, 25% de los electores inscriptos, que en el supuesto caso de revocación del
mandato del Presidente, representa un número aproximado de 2.500.000 personas. Sumado
a ello, la revocación del funcionario se condiciona a la votación favorable de un número de
electores mayor al que lo eligió. Este “espejismo” del referéndum revocatorio es advertido
hasta por los propios “intelectuales orgánicos” del proceso constituyente, dado que:
En suma, el instituto del referéndum revocatorio es adrede exigente y así lo
aprobó la Constituyente, dentro de una paradójica defensa del denostado principio
representativo, contradictoria a todo evento con la bandera de la democracia
participativa como sustitutiva de la malhadada democracia representativa. En esta
materia, el constituyente protegió y fortaleció al representante ante los avatares de un
fuerte movimiento de opinión adversa. En la cruda verdad, al <soberano> se le tornará,
repito, casi imposible deshacerse de los representantes electos, por lo menos mientras
transcurre su mandato (Combellas, 2001).
Entretanto, se “institucionaliza” el proceso de concentración y centralización del poder, a
través de la modificación constitucional que introduce la ampliación del mandato
presidencial de cinco a seis años con la posibilidad de reelección inmediata y por una sola
vez para un período adicional (artículo 230), aún sin satisfacer plenamente las
aspiraciones de Chaves quien sostenía:
Me iré, no sé adónde, si Dios quiere, en el año 2009. O un poco antes si la
Constituyente decide recortar el período a 4 años. Pero si lo alarga a 7 podrían ser 14
años (Diario el Nacional, 10 de Abril de 1999).
También se establecerán nuevas cláusulas que tenderán a incrementar las facultades
legislativas del presidente de la república, como la atribución de declarar los estados de
excepción en los casos previstos en la constitución y la restricción de las garantías
constitucionales (artículo 236, inciso 7 y 8 y artículos 337, 338 y 339). Es en este
contexto que se han llevado a cabo iniciativas legislativas como, entre otras a destacar, el
Decreto-Ley nº 113 del 26/04/1999, otorgando facultades al presidente Chávez para dictar
medidas extraordinarias en materia económica y financiera, requeridas por el interés
público, las cuales abarcarán los planos de la organización de la administración pública
nacional, financiero, tributario y económico-sectorial.
Respecto del rol de las Fuerzas Armadas, en la constitución de 1961, en su artículo 132, se
definía a las mismas como una institución apolítica, obediente y no deliberante, cuya
misión es asegurar la defensa nacional, la estabilidad de las instituciones democráticas y el
respeto a la constitución y sus leyes, estando las mismas al servicio de la república y no de
una persona o parcialidad política. Un nuevo rasgo que estará presente en la Constitución
Bolivariana será el de la incorporación del derecho a sufragio de conformidad con la ley
(artículo 330), aunque esto no implique la posibilidad de participar por el acceso a cargos
públicos, ni en actos de propaganda, militancia o proselitismo político4.
En el marco de esta nueva institucionalidad se desarrollaron las elecciones presidenciales
del 30 de Julio del año 2000, en las cuales Hugo Chávez Frías derrota s su (ex) compañero
de ruta, Francisco Arias Cárdenas por un 59,70 por ciento de los votos frente al 37,50
obtenido por Arias Cárdenas, iniciando de esta manera Hugo Chávez su “primer” período
presidencial5: con relación a la duración de su mandato presidencial, el propio Chávez
aseguró en aquella oportunidad:
Parece que estamos comenzando, parece que estaremos del 2001 al 2007,
porque los dos años de transición no contarían (Hugo Chávez publicado en Diario El
Nacional. 1 de Marzo de 2001).

4
Recordemos al respecto la campaña presidencial del año 2000, con la participación del propio Hugo Chávez y de su ex-
compañero de ruta, Francisco Arias Cárdenas, como principal competidor. Respecto de las transformaciones del rol de las
Fuerzas Armadas ver Norden (2003).
5
En sintonía con las afirmaciones del presidente, y la presentación de recursos judiciales ante el Tribunal Superior de
Justicia, la Asamblea Nacional ha consignado ante el mencionado tribunal, un recurso de interpretación de los artículos
230 y 231 de la Constitución Bolivariana, sobre la duración del período presidencial. La Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia determinó que el actual período presidencial culmina en enero del año 2007, en base al criterio de la
existencia de una situación de transitoriedad, en tanto “necesaria e inmanente”, que se mantendrá hasta la definitiva
consolidación de las instituciones modificadas o creadas sobre la base del nuevo ordenamiento constitucional.

“Desde el referéndum del 25 de Abril de 1999, han venido discurriendo dos regímenes transitorios a saber:

1. Desde el 25-04-99, fecha del referéndum aprobatorio, hasta el 30-12-99, fecha de la promulgación y
publicación de la constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
2. Desde el 30-12-99 hasta la realización de las elecciones de los poderes públicos, el cual cursa actualmente,
conforme a lo dispuesto en la constitución, las bases y preguntas del referéndum del 25-04-99 y en las normas de la
Asamblea Nacional Constituyente sancionadas conformes a esta.
En consecuencia, la transitoriedad, en sus dos momentos, está regida, primero por las normas sancionadas por la
Asamblea Nacional Constituyente, en ejercicio de la competencia constituyente (…..) y por las normas transitorias de la
constitución de la República Bolivariana de Venezuela” (Diario El Nacional. 5 de Abril de 2001).
Con los partidos tradicionales reducidos a un papel casi testimonial, con pleno manejo de la
asamblea legislativa por parte del oficialismo y la subordinación de las fuerzas armadas al
nuevo poder político, el presidente Hugo Chávez se lanza a una aventura electoral esta vez
con el propósito de desarticular el poder sindical encarnado en la Central de Trabajadores
de Venezuela (CTV), en este contexto se lleva a cabo un nuevo plebiscito en el mes de
diciembre del año 2000 con el objetivo de consultar a la ciudadanía sobre su acuerdo o
desacuerdo sobre la revocatoria de los mandatos de los dirigentes sindicales: con un
elevado porcentaje de abstención electoral -75 por ciento- se impone la postura de la
revocación de los mandatos (Ellner, 2003)6.
El año 2001 marca el inicio de una dinámica de confrontación y polarización política:
diferentes iniciativas desde el oficialismo darán lugar a una estrategia reactiva por parte del
oposición, dando lugar a un escenario caracterizado por la crisis de legitimidad (Botana,
1988)7. En el punto siguiente analizaremos los hitos más sobresalientes en esta etapa de
crisis en la construcción del nuevo régimen político de Venezuela.

3. La crisis de un régimen como crisis de legitimidad (2002-2005).

3.1. La relación gobierno/oposición: entre el lock out y la “revolución”.

Las elecciones del 30 de julio del año 2000 no sólo habían dado cuenta del masivo apoyo
popular del proyecto bolivariano, sino también de un nuevo escenario político, marcado
por una nueva distribución de fuerzas al interior de la Asamblea Nacional y los gobiernos
estatales. El inicio del “primer período presidencial”, proveniente de una relegitimación de
todos los poderes como el propio Chávez expresara, dio al presidente más fuerzas para
allanar el camino hacia una democracia participativa.

En este sentido se inscribe el Decreto 1011 del mes de Octubre del año 2000, a través del
cual se proponía reformar el sistema educativo sobre bases bolivarianas, ideologizar la
enseñanza pública y nacionalizar los establecimientos privados. La oposición se movilizó
alrededor de la propuesta radicalizando sus posturas.

Un año más tarde, el presidente Chávez volvió a tomar el mismo curso de acción. En el
mes de noviembre del año 2001, el congreso otorgó al mandatario facultades especiales

6
La ausencia de una estrategia general coherente por parte del chavismo –fruto de la puja entre “duros” encarnados por
Nicolás Maduro partidarios de una estrategia de creación de sindicatos paralelos y “blandos” partidarios de reconocer el
carácter de interlocutor de la CTV entre actores como Reina Sequeira o Luis Miquilena- y la renovación iniciada desde el
seno de la propia CTV, destinada a establecer elecciones directas para su comité ejecutivo, la creación de una comisión
electoral pluralista y la eliminación de la contratación sindical de los trabajadores petroleros, neutralizaron en buena
medida la embestida hacia el sector sindical.
7
El destacado autor argentino nos recuerda que la legitimidad de un régimen resulta de la creencia compartida por
gobernantes y gobernados con respecto a un núcleo de valores centrales (fines últimos, en sentido weberiano, que
perfilan una determinada concepción del gobierno y de la sociedad), y del acuerdo que los actores establecen acerca de
una regla de sucesión.
Este debate es planteado en Coppedge M. (2002).
para aprobar una Ley Habilitante8 que sancionara un total de 49 decretos con fuerza de ley.
Nuevamente la oposición reaccionó elevando la apuesta, convergiendo los diferentes
sectores de la misma en la posición de dar por tierra con las leyes sancionadas, donde las
de mayor relevancia incluían una Ley de Tierras que disponía la fuerza pública y la
realización de una reforma agraria, una nueva Ley de Hidrocarburos y finalmente la Ley de
Pesca.

Las fuerzas contrarias al gobierno convergieron en una sociedad entre Acción Democrática
(AD), Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), la Federación de
Cámaras y Asociaciones de Comercio de Venezuela (FEDECAMARAS), y la CTV.
Viendo el arco opositor infructuosos sus pedidos al gobierno, decidieron elevar la apuesta
y comenzaron a llevar acciones concretas. El día 10 de diciembre del 2010 CTV y
FEDECAMARAS llamaron a un paro total de las actividades, y comenzaron una estrategia
de movilización con el propósito de presionar el gobierno. Si bien el gobierno no cedió a la
presión sectorial, el paro fue considerado exitoso; no obstante, la espiral de radicalización
y polarización política desatada a partir de ese momento no tendría fin sino hasta conseguir
una derrota definitiva de alguno de los dos bandos (Spinetta, 2010).

En este sentido, el clímax de la confrontación se dio durante los sucesos de abril de 2002,
donde las fuerzas políticas y sociales opositoras lograron desalojar al presidente Hugo
Chávez de sus funciones a través de un golpe cívico-militar que duró 48 horas y ubicó a
esas fuerzas en una postura de máxima intransigencia e intolerancia.

8
Un listado más amplio de las 49 iniciativas comprendía las Ley de Tierras y Desarrollo Rural, Ley Orgánica de Espacios
Acuáticos e Insulares, Ley General de Puertos, Ley Especial de Asociaciones Cooperativas, Ley Orgánica de
Hidrocarburos, Ley de Creación, Estímulo, Promoción y Desarrollo del Sistema Microfinanciero, Ley de Aviación Civil,
Ley de Transformación del Sector Bancario, Ley de Mensajes de Datos y Firmas Electrónicas, Ley Orgánica de Ciencia,
Tecnología e Innovación, Ley de Transformación del Fondo de Inversiones de Venezuela en el Banco de Desarrollo
Económico y Social de Venezuela, Reforma de la Ley de Función Pública de la Estadística, Ley de Zonas Especiales de
Desarrollo Sustentable (ZEDES), Ley del Sistema de Transporte Ferroviario Nacional, Ley de Reforma Parcial de la Ley
de FONDAFA, Ley Orgánica de Identificación, Ley de Coordinación de la Seguridad Ciudadana, Ley de Reforma Parcial
a la Ley del Banco de Comercio Exterior, Ley de Zonas Costeras, Ley de Fondos y Sociedades de Capital de Riesgo, Ley
de Armonización y Coordinación de competencias de los Poderes Públicos Municipal y Nacional para la prestación de los
servicios de distribución de gas con fines domésticos y de electricidad, Ley de Reforma de la Ley de Créditos para el
Sector Agrícola, Ley de Comercio Marítimo, Ley General de Marina y Actividades Conexas, Ley de Cajas de Ahorro y
Fondos de Ahorro, Ley del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas, Ley de Contrato de Seguros,
Ley del Fondo Único Social, Ley de Seguros y Reaseguros, Ley de Tránsito y Transporte Terrestre, Ley para la
promoción y Desarrollo de la Pequeña y Mediana Industria, Ley de Fortalecimiento del Sector Asegurador,
Ley Orgánica del Turismo, Ley Orgánica de Planificación, Ley de Pesca y Acuicultura, Ley de la Procuraduría General de
la República, Ley de Reforma Parcial de la Ley General de Bancos y otras Instituciones Financieras, Ley de Bomberos y
Bomberas, Ley del Fondo de Crédito Industrial, Ley de Reforma Parcial a la Ley del Impuesto Sobre la Renta (Reformada
luego en la AN), Ley de Registro Público y del Notariado, Ley del Estatuto de la Función Pública, Ley de la Organización
Nacional de Protección Civil y Administración de Desastres, Ley que crea el Fondo de Inversión para la Estabilización
Macroeconómica, Reforma Parcial del Estatuto Orgánico del Desarrollo de Guayana, Ley de Procedimiento Marítimo,
Ley de Licitaciones, Reforma a la Ley sobre Adscripción de Institutos Autónomos, Fundaciones y Asociaciones a los
Órganos de la Administración Central, Ley Estímulo para el Fortalecimiento Patrimonial y la Racionalización de los
Gastos de Transformación en el Sector Bancario
Enmarcado en fuertes protestas y una huelga general convocada por FEDECÁMARAS,
que duró más de tres días, el 11 de abril del 2002, el mando de la oposición convocó a una
marcha permitida entre los sectores caraqueños de Parque del Este y PDVSA Chuao que
luego fue desviada hacia al Palacio de Gobierno ubicado en Miraflores, Caracas, esta
marcha fue fuertemente promovida e impulsada por los medios de comunicación privados
de Venezuela. Alrededor del mismo se habían congregado simpatizantes de Hugo Chávez,
y cuando ambos bandos se encontraron se produjeron enfrentamientos que causaron varios
muertos en ambos bandos. Si bien todavía se discute quién inició y quién continuó el
tiroteo esa tarde, en la madrugada del día siguiente el Alto Mando Militar venezolano
anunció que Chávez había renunciado tras habérselo solicitado. Inmediatamente, militares
adversos a Hugo Chávez ejecutaron un Golpe de Estado que colocó en la Presidencia al
presidente de FEDECÁMARAS Pedro Carmona Estanga. Luego de fuertes protestas de los
simpatizantes de Chávez y algunas presiones internacionales, ya que muchos países no
reconocieron a Carmona, los militares leales al Gobierno retomaron el poder y Chávez
reasumió la Presidencia en la madrugada del 14 de abril de 2002.

La oposición no abandonó sus esfuerzos por desalojar a Chávez del poder, aunque a través
de la exclusión de la vía insurreccional: el 17 de Octubre de 2002, una coalición de
partidos políticos, asociaciones civiles y organizaciones no gubernamentales opositoras a
la administración de Hugo Chávez dieron inicio a la estructura supraorganizacional
denominada Coordinadora Democrática (CD).

Con los hechos de abril en el imaginario colectivo aún, y una situación de conflictividad
creciente, autoridades de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Centro Carter
articularon una mesa de diálogo con el objetivo de que el gobierno y la oposición sentaran
un programa común de acuerdos y cese de hostilidades. Fracasada esta instancia, la
intransigencia se apoderó de la situación nuevamente y esto llevó a la declaración de un
nuevo paro de actividades el día 2 de diciembre del 2002.

Los sectores de la oposición, aglutinados en la CD, la CTV y FEDECAMARAS, junto a


otros partidos y organizaciones desencantadas del proyecto bolivariano como el
Movimiento al Socialismo (MAS) y el partido Bandera Roja exigieron al presidente su
renuncia o la realización de un referéndum consultivo de mandato. Ante la negativa de
Chávez, el paro que inicialmente tendría una duración de 24 horas, se prorrogó de manera
indefinida. Con una duración total de 62 días y serias consecuencias para la economía
venezolana, el paro petrolero de diciembre de 2002 a febrero de 2003 constituyó el
segundo intento frustrado de la oposición para desalojar a Chávez del gobierno.

Fracasadas las diferentes alternativas de cambio por medio de la vía extrainstitucional,


pareció quedar “allanado” el camino para la resolución institucional de la crisis, haciendo
uso de los mecanismos establecidos por la propia constitución bolivariana. En el apartado
siguiente analizaremos el proceso que desembocó en el Referéndum Revocatorio llevado a
cabo el 15 de Agosto de 2004.
3.2. Referéndum revocatorio ¿desacuerdo en los fines, acuerdo en los medios?
Luego del fallido golpe de Estado y del derrotado paro petrolero que procuraron deponer al
presidente Chávez por vías extraconstitucionales, desde el mes de febrero del año 2003
sectores mayoritarios de la oposición política concentraron sus esfuerzos en alcanzar los
requisitos para la realización de un referendo revocatorio.
En el mes de mayo, gobierno y oposición, con los auspicios de la OEA, el Centro Carter y
el PNUD, suscribieron un acuerdo donde se comprometieron a encontrar una salida a la
crisis política dentro de las pautas establecidas por la constitución de 1999. En el punto 12
de dicho acuerdo, explícitamente se comprometieron a respetar y seguir los requisitos del
artículo 72 de la constitución, y en el punto 13 a llevar a cabo esfuerzos para designar a los
miembros de un nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE). Este acuerdo abrió cauces para
que la interna conflictiva vivida desde finales del año 2001 pudiera comenzar a procesarse
por medios pacíficos (Lander y López Maya, 2005).
En el segundo semestre del 2003 fueron designados los integrantes del CNE. En ese
momento, las designaciones hechas fueron reconocidas y bien recibidas tanto por las
organizaciones simpatizantes del gobierno, como por las de la Coordinadora Democrática
(CD). Una de las primeras tareas que tuvo que cumplir el CNE fue la elaboración de un
reglamento que estableciera los procedimientos de implementación del referendo: el
reglamento aprobado contó con amplio respaldo de las partes.
La recolección de firmas para solicitar los referendos revocatorios de diputados,
oficialistas y de oposición, y del presidente se realizaron en dos fines de semana
consecutivos, entre noviembre y diciembre de ese año. Cuando se efectiviza la entrega de
las firmas, se iniciaron los conflictos.
Al revisar el CNE las firmas entregadas, se encontró con decenas de miles de datos y
firmas de caligrafía similar sin nota alguna. Esta situación se presentó tanto en las firmas
recogidas para el referéndum presidencial como para la revocatoria de diputados
oficialistas o de oposición. El 24 de febrero el CNE tomó la decisión, por mayoría de 3 de
los 5 rectores que lo integran, de someter a la observación de la Comisión Técnica
Superior (CTS) del Poder Electoral más de 1.480.000 firmas. Si bien la OEA y el Centro
Carter criticaron inicialmente la metodología utilizada para seleccionar las firmas a ser
observadas, terminaron respaldando la decisión adoptada por el CNE.
El anuncio del CNE suscitó un vehemente rechazo por parte de la CD, que llamó a
desobediencia civil lo que desencadenó cinco días de violencia en algunas ciudades del
país, suceso conocido como “La Guarimba”. El Bloque Democrático (BD), grupo disidente
de la CD promovió entre otras medidas por internet una acción de protesta o
“desobediencia civil” que consistía en el masivo bloqueo de calles frente o cerca del hogar
de cada manifestante. El objetivo era provocar una situación de anarquía y violencia que
incitara la intervención de las fuerzas armadas, aunque finalmente este objetivo no fue
alcanzado (Lander y López Maya, 2005).
El 2 de marzo el CNE, luego de oír la opinión de la CTS y por decisión nuevamente
dividida, acordó someter a ratificación o “reparo” 876.017 de las firmas bajo observación.
La CD terminó aceptando cumplir con lo pautado por el CNE y las fechas para los reparos
fueron fijadas y cumplidas sin mayores contratiempos. El 3 de junio el CNE dictaminó que
el número de firmas recogidas y validadas cumplían con lo pautado en el artículo 72 de la
constitución nacional y fijó para el 15 de agosto la realización del referéndum revocatorio
presidencial.

Los resultados de referéndum ratificaron las previsiones llevadas a cabo por las principales
encuestadoras de Venezuela (Cuadro I).
Cuadro I
Principales encuestas previas al referéndum

Empresa Fecha NO SI Indecisos Diferencia

North 1-5 agosto 63 % 32 % 5% 31 %


American
Opinion
Research
Inc.

Evans/Mc 4-8 agosto 50 % 38 % 12 % 12 %


Donough
Co Inc.
Varianzas

Hinterlances 31 de julio/ 53 % 41 % 6% 12 %
8 de agosto

Alfredo 2-6 agosto 48 % 38 % 14 % 10 %


Keller y
Asociados

Consultores 22-31 de julio 51,50 % 45,20 % 3,30 % 6,30 %


21

Datanálisis 14 julio/ 47,50 % 42,30 % 10,20 % 5,20 %


2 agosto

Fuente: Lander, 2004

El resultado preliminar fue anunciado por Francisco Carrasquero, presidente y uno de los
cinco rectores del CNE, en la televisión y la radio nacional aproximadamente a las 4:00 de
la madrugada del ya 16 de agosto después que el 94% de los votos habían sido escrutados,
siendo el siguiente resultado:

 El Si (a favor de la destitución de Chávez): 3.576.517 = 42%


 El No (a favor de la permanencia de Chávez en el poder): 4.991.483 = 58%

Pero los resultados finales dados el 18 de agosto por el CNE fueron aún más favorables por
el "No", escrutándose todos los votos, donde se reafirma en dejar sin efecto el pedido del
cese del gobierno de Chávez, con una abstención de 30,08%:
Cuadro II

Resultados Referéndum Revocatorio Presidencial

15 de agosto de 2004

Votos %

Censo electoral 14.037.900 100,00%

Total votos 9.815.631 69,92%

Total votos válidos 9.789.637 99,74%

Total votos inválidos 25.994 0,25%

Total votos Si (a favor de la destitución de Chávez) 3.989.008 40,64%

Total votos No (en contra de la destitución de Chávez) 5.800.629 59,1%

Fuente: CNE y Wikipedia

Estas elecciones tuvieron una muy numerosa presencia de observadores internacionales,


incluyendo a las dos organizaciones que la dirigencia de la oposición había señalado como
los únicos árbitros confiables en cuyo veredicto aceptarían: la OEA y el Centro Carter.
Precisamente esta última organización elaboró un informe reconociendo la validez de los
resultados electorales; en las conclusiones del mismo se señalaba lo siguiente:
La conclusión del Centro Carter es que las máquinas de votación
automatizada funcionaron bien y que los resultados de la votación reflejan la voluntad del
pueblo. Nuestro conteo rápido incluyó también a los centros de votación manual, y no
hubo casi preocupaciones a este respecto.
Esperamos que estas conclusiones le den al pueblo de Venezuela confianza
en que el sistema automatizado funcionó adecuadamente, específicamente frente a la
cercanía de las elecciones regionales.
El Centro Carter en su reporte final al Consejo Nacional Electoral con su
evaluación de todo el proceso y con recomendaciones específicas para mejorarlo.
La masiva votación de cerca de un 73% del REP refleja el intenso interés
suscitado por el referéndum revocatorio. Se debe hacer un reconocimiento al pueblo de
Venezuela que permaneció en las filas durante horas sin generar incidentes, en una
demostración cívica de participación y orgullo ciudadano.
Instamos a todos los ciudadanos a aceptar esos resultados y a mirar hacia
el futuro. El 41% de la población que votó por un cambio en la presidencia tienen
preocupaciones legítimas que deben ser atendidas. Urgimos al gobierno a reconocer los
derechos y las preocupaciones de esta enorme minoría y a iniciar discusiones con ellos
que les permita crear una visión común sobre el futuro de Venezuela. También instamos a
aquellos que conforman la oposición a buscar caminos que les permitan trabajar de
manera constructiva con el gobierno a fin de alcanzar los sueños de todos los venezolanos
(Centro Carter, 2004).
Así también desde el propio informe se plantearon una serie de recomendaciones a futuro:
A fin de que Venezuela pueda avanzar hacia los próximos procesos
electorales previstos para elegir gobernadores y alcaldes a fines de septiembre, nos
permitimos respetuosamente sugerir algunos pasos que ayudarían a generar confianza en
el proceso y a asegurar mayor eficiencia:

 Los procesos electorales automatizados son la tendencia dominante


hacia el futuro, pero es necesario que los ciudadanos confíen en
estos nuevos sistemas. Aun cuando pensamos que las máquinas de
votación funcionaron bastante bien, creemos que una posterior
evaluación e información generada por otras compañías de
tecnología similar ayudaría a informar mejor al público venezolano
sobre los diversos sistemas automatizados.
 El CNE sufrió la ausencia de comunicación y coordinación interna,
lo que bloqueó la capacidad de los miembros del Directorio para
tomar decisiones a tiempo y para que la organización funciones con
eficiencia. Urgimos a los Rectores a compartir información, y a
desarrollar una mayor comunicación y coordinación entre ellos y
con los miembros de las otras instancias del CNE.
 La transparencia es la base fundamental de la confianza. Durante
los últimos ocho meses, la ausencia de una política de información
del CNE al público de Venezuela, los partidos políticos y hasta los
observadores internacionales ha generado preocupaciones y
sospechas innecesarias. Reclamamos mayor transparencia a todos
los niveles, a fin de asegurar la confianza en los futuros procesos
electorales (Centro Carter, 2004).
La reacción de la oposición no se hizo esperar, dado que la misma impugnó los resultados
del proceso revocatorio en medio de fuertes denuncias de fraude electoral9, esta actitud
tuvo su traducción en relación a los procesos electorales subsiguientes: así durante las
elecciones regionales del mes de Octubre del mismo año 2004 y municipales de agosto del
2005 los resultados de la oposición fueron magros, decidiendo en diciembre del mismo año

9
Entre los documentos de mayor circulación intentando demostrar las evidencias de fraude ver Haussmann y Rigobon
(2004) y Álvarez et al (2004).
2005 todas las fuerzas opositoras abstenerse en las elecciones para la renovación de
representantes de la asamblea nacional; esto permitió al Movimiento Quinta República
(MVR) y sus aliados políticos obtener el 100 por ciento de los escaños parlamentarios.
En este escenario de fortalecimiento del oficialismo y fragmentación/desmoralización de la
oposición, se desarrollaron las elecciones presidenciales el día 3 de diciembre de 2006 con
el resultado de un nuevo triunfo del presidente Hugo Chávez Frías por un porcentaje del
62,84% de los votos positivos frente al 36,90% de los votos obtenidos por el candidato de
la oposición, Manuel Rosales, en ese entonces gobernador del estado de Zulia, abriendo
inicio a la etapa de consolidación del régimen político.

4. La consolidación de un régimen (2006-2012): el “Socialismo del siglo


XXI”.
Poco antes de finalizar la campaña y ratificado luego del triunfo electoral, el presidente
Chávez anunció su intención de conformar una comisión para evaluar, formular y abrir el
debate sobre los contenidos de una reforma constitucional que fortaleciera el proyecto
socialista, calificado como “originario, indígena, cristiano y bolivariano” (Lander y López
Maya, 2007). Así también Chávez anunció la conformación de un partido único, el Partido
Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) y la desaparición de su organización electoral,
el Movimiento Quinta República (MVR).
El objetivo de reformar la carta magna de 1999, en palabras del diputado del MVR Carlos
Escarrá, no era otro que el de poder crear formar y organizar el poder popular como una
estructura orgánica del estado y no como un simple elemento de política abstracta. Ello
remite a la inclusión de la reelección indefinida del presidente de la República. Por otra
parte, el modelo de desarrollo que se intentaría definir a partir de esta reforma de la
constitución estaría dirigido hacia la ampliación de nuevas formas de producción que
podrían convivir junto con la propiedad privada de los medios de producción, siendo la
más importante para el gobierno la estatal, en convivencia con las empresas mixtas, las
empresas de producción social y los procesos de cogestión (Maingon, 2007; LGDESN,
2008).
El 2 de diciembre del 2007 se lleva finalmente a cabo el referéndum sobre la propuesta de
reforma constitucional: hecha inicialmente por el presidente venezolano Hugo Chávez, la
misma sería luego ampliada por la Asamblea Nacional de Venezuela con el objeto de
modificar 69 artículos de la Constitución de 199910. En un complejo aunque corto

10 Propuesta elaborada por Hugo Chávez


1) Artículo 11: Sobre la soberanía de la República. Establece la posibilidad de que el presidente de la República
pueda decretar Regiones Estratégicas de Defensa en cualquier parte del espacio geográfico nacional a fin de
garantizar la soberanía, además podrá decretar autoridades especiales de contingencia en caso de desastres o
cualquier otra situación que requiera la intervención inmediata y estratégica del Estado.
2) Artículo 16: Sobre la conformación del territorio nacional. Aparece como unidad política primaria la ciudad, la
cual estará integrada por comunas "células sociales del territorio", las cuales a su vez estarán conformadas por
las comunidades, "cada una de las cuales constituirá el núcleo territorial básico e indivisible del Estado
Socialista Venezolano", definición esta última que no se encontraba en la anterior constitución. El Presidente de
la República podrá decretar regiones marítimas, territorios federales, municipios federales, distritos insulares,
provincias federales, ciudades federales y distritos funcionales, previa aprobación de la Asamblea Nacional. Así
mismo, el Presidente de la República designará y removerá las autoridades respectivas, por un lapso máximo
que establecerá la ley. Se restablece la figura del Distrito Federal que había desaparecido en 1999 por la del
Distrito Capital.
3) Artículo 18: Sobre la capital de la República y demás ciudades. Se propone que el Estado venezolano desarrolle
una política integral para articular un Sistema Nacional de Ciudades que coordine políticas entre los Poderes
Nacional, Estadal, Municipal y Popular, éste último un nuevo poder.
4) Artículo 67: Sobre las asociaciones de carácter político. Propone una selección paritaria entre candidatos de
sexo masculino y de sexo femenino. Permite el financiamiento por parte del Estado a las actividades políticas y
prohíbe el financiamiento de las organizaciones políticas por parte de entidades extranjeras.
5) Artículo 70: Sobre los medios de participación para la construcción del socialismo. Añade a los Consejos del
Poder Popular — consejos comunales, consejos de trabajadores, consejos campesinos, etcétera — como medio
de participación y protagonismo del pueblo.
6) Artículo 87: Sobre el derecho al trabajo. Crea el Fondo de Estabilidad Social para Trabajadores y
Trabajadoras por Cuenta Propia, que brinda jubilaciones, pensiones, vacaciones, reposos y otros a los
trabajadores no dependientes.
7) Artículo 90: Sobre la jornada laboral. Reduce la jornada laboral máxima diurna de 8 horas diarias o 44 horas
semanales a 6 horas diarias o 36 horas semanales. Además reduce la jornada laboral máxima nocturna de 7
horas diarias o 35 horas semanales a 6 horas diarias o 34 horas semanales.
8) Artículo 100: Sobre la venezolanidad. Aclara en su introducción el reconocimiento de la República al mestizaje
de sus ciudadanos.
9) Artículo 112: Sobre las actividades económicas. Modifica el llamado a la promoción de la propiedad privada
por la promoción del desarrollo de empresas y unidades económicas comunales, estatales y mixtas con el sector
privado.
10) Artículo 113: Sobre los monopolios. Prohíbe los monopolios del sector privado. Reserva para el estado los
recursos naturales y la prestación de servicios públicos vitales, ya sea directamente, mediante empresas de su
propiedad o con empresas mixtas y similares.
11) Artículo 115: Sobre las formas de propiedad. Establece cinco formas de propiedad: propiedad pública,
propiedad social, propiedad colectiva, propiedad mixta y propiedad privada. Permite la utilización por parte del
Estado de bienes expropiados, por utilidad pública o interés social, mientras dure el proceso judicial. Se suprime
la palabra "disfrute" sobre el derecho de propiedad de las personas (naturales o jurídicas) por ser redundante con
la palabra "goce".
12) Artículo 136: Sobre el Poder Público. Añade al Poder Público un nuevo poder, el Poder Popular, el cual se
expresa por democracia directa en los Consejos del Poder Popular.
13) Artículo 141: Sobre la Administración Pública. Institucionaliza a las misiones y las añade a la Administración
Pública.
14) Artículo 156: Sobre la competencia del Poder Público Nacional. Se actualiza el artículo según el artículo 16.
Centraliza la recaudación de impuestos. Además se le atribuye al Poder Público Nacional la promoción,
organización y registro de los Consejos del Poder Popular y la gestión y administración de la economía
nacional.
15) Artículo 158: Sobre la política nacional del Estado. Se reemplaza a la descentralización como política nacional
por la promoción de la participación protagónica del pueblo.
16) Artículo 167: Sobre los ingresos de los estados. Se modifica el situado constitucional de un máximo del 20%
total de los ingresos a un mínimo del 25% de los ingresos, asignándole de esa forma un porcentaje superior del
presupuesto a los estados. Establece un transferencia mínima del 5% de los ingresos a los consejos comunales y
demás entes del Poder Popular.
17) Artículo 168: Sobre los municipios. Se le da participación a los Consejos del Poder Popular dentro del ámbito
de las competencias de los municipios.
18) Artículo 184: Sobre la descentralización de los municipios. Se actualiza el artículo para añadir a los consejos
comunales.
19) Artículo 185: Sobre el Consejo Federal de Gobierno. Pasa a llamarse Consejo Nacional de Gobierno. Pasa de
ser presidido por el Presidente e integrado por los Vicepresidente, los Ministros y los Gobernadores, el
Presidente podrá convocar Alcaldes y voceros del Poder Popular.
20) Artículo 225: Sobre la conformación del Poder Ejecutivo. El cargo de Vicepresidente original pasa a llamarse
Primer Vicepresidente. Además el Presidente tendrá la facultad de nombrar cuantos Vicepresidentes, además del
Primer Vicepresidente, considere necesario.
21) Artículo 230: Sobre el periodo presidencial. Se modifica de 6 a 7 años. Se retiran los límites para ser reelegido.
22) Artículo 236: Sobre las atribuciones y obligaciones del Presidente de la República. Se actualiza según los
artículos 16, 185, 318 y 321.
23) Artículo 251: Sobre el Consejo de Estado. Se le otorga autonomía funcional.
24) Artículo 252: Sobre la conformación del Consejo de Estado. Pasa a ser integrado por los máximos dirigentes de
cada uno de los Poderes: Presidente de la República, Presidente de la Asamblea Nacional, Presidente del
Tribunal Supremo de Justicia, Presidente del Poder Ciudadano y Presidente del Consejo Nacional Electoral.
25) Artículo 300: Sobre la creación de empresas y otras entidades. Se actualiza según el artículo 158.
26) Artículo 302: Sobre la exclusividad del Estado para reservarse las actividades de exploración y explotación de
los hidrocarburos, además de las de recolección, transporte y almacenamiento iniciales de los mismos.
27) Artículo 305: Sobre la producción de alimentos. el Estado podrá realizar expropiaciones si éstas fueran
necesarias para garantizar la seguridad y soberanía alimentaria.
28) Artículo 307: Sobre el latifundio. Se prohíbe terminantemente el latifundio. Se cambia el gravamen de las tierras
ociosas por la transferencia de esas tierras a la propiedad del Estado o de cualquier otro ente que sea capaz de
hacer productiva la tierra. Se pena con confiscación la utilización de tierras para la producción de drogas, la trata
de personas, la destrucción del medio ambiente o los delitos contra la seguridad de la nación.
29) Artículo 318: Sobre el Banco Central de Venezuela. Deja de ser autónomo y se supedita al Poder Ejecutivo.
30) Artículo 320: Sobre la estabilidad económica. Se actualiza según el artículo 318.
31) Artículo 321: Sobre las reservas internacionales. Pasan a ser administradas por el Presidente de la República
mediante coordinación con el Banco Central de Venezuela.
32) Artículo 328: Sobre la Fuerza Armada Nacional. Pasa a llamarse Fuerza Armada Bolivariana y se define como
patriótica, popular y antiimperialista.
33) Artículo 329: Sobre los cuerpos de la Fuerza Armada. La Fuerza Armada pasa de tener, además del Ejército, la
Armada, la Aviación y la Guardia Nacional, un nuevo cuerpo llamado Milicia Nacional Bolivariana en
reemplazo de la Reserva Militar.

Propuesta elaborada por la Asamblea Nacional de Venezuela

1) Artículo 21: Sobre la igualdad ante la ley. Añade la prohibición de discriminar según género, edad, salud,
orientación política o sexual.
2) Artículo 64: Sobre los derechos políticos. La edad mínima para votar se reduce de los 18 hasta los 16.
3) Artículo 71: Sobre los referendos consultivos. Se sube el porcentaje necesario para realizar un referendo
consultivo hasta el 20% de los electores inscritos. Se prohíbe la realización de referendos consultivos para temas
que estén regulados directamente por la constitución.
4) Artículo 72: Sobre los referendos revocatorios. Se aumenta el mínimo necesario de electores para abrir un
referendo revocatorio hasta un mínimo del 30% de los electores inscritos.
5) Artículo 73: Sobre los referendos para la aprobación de leyes. Se reducen los requisitos para que la Asamblea
Nacional pueda abrir un referendo sobre un proyecto de ley.
6) Artículo 74: Sobre los referendos para abrogar leyes. Se aumenta los requisitos mínimos para abrir un referendo
sobre la abrogación de una ley del 10% al 30%.
7) Artículo 82: Sobre el derecho a la vivienda. El Estado protegerá la vivienda principal y no se permitirán
medidas ejecutivas o preventivas de carácter judicial.
8) Artículo 98: Sobre la creación cultural. Se reemplaza la protección de la propiedad intelectual por el
reconocimiento del derecho de todos los ciudadanos a participar y disfrutar libremente de la cultura y del
progreso científico y tecnológico.
9) Artículo 103: Sobre el derecho a la educación. Se añade una mención a los principios humanísticos del
socialismo bolivariano.
10) Artículo 109: Sobre la autonomía universitaria. Se reconoce a los trabajadores como integrantes con plenos
derechos de la comunidad universitaria. Se garantiza el voto paritario entre estudiantes, profesores y
trabajadores.
11) Artículo 152: Sobre las relaciones exteriores. Orienta la política exterior hacia la construcción de un mundo
pluripolar y crea el Servicio Exterior.
12) Artículo 153: Sobre la integración latinoamericana. Añade la promoción de la construcción de una
Confederación Latinoamericana.
13) Artículo 157: Sobre la atribución de competencias nacionales. Se adecúa al artículo 158.
14) Artículo 163: Sobre las contralorías estadales. Se le retira la autonomía a las contralorías estadales y las
subordina a la Contraloría General de la República. Incluye al Poder Popular en el proceso de selección de los
contralores estadales.
15) Artículo 164: Sobre la competencia de los estados. Cambia el nombre de la constitución de los estados
a estatuto. Actualiza según el artículo 156.
16) Artículo 173: Sobre entidades locales dentro del municipio. Elimina la figura de las parroquias.
17) Artículo 176: Sobre la contraloría municipal. Actualiza según el artículo 163.
cuestionario, los ciudadanos venezolanos dirimieron la consulta realizada en base a dos
preguntas principales:

¿Aprueba usted el proyecto de Reforma Constitucional con sus Títulos, Capítulos,


Disposiciones Transitorias, Derogatoria y Final; presentado en dos bloques y sancionado
por la Asamblea Nacional, con la participación del pueblo y con base en la iniciativa del
Presidente Hugo Chávez?
Bloque A
Artículos: 11, 16, 18, 64, 67, 70, 87, 90, 98, 100, 103, 112, 113, 115, 136, 141, 152,
153, 156, 157, 158, 167, 168, 184, 185, 225, 230, 236, 251, 252, 272, 299, 300, 301,
302, 303, 305, 307, 318, 320, 321, 328, 329, 341, 342, 348.

18) Artículo 191: Sobre la exclusividad de los diputados de la Asamblea Nacional. le permite a los diputados
desincorporarse temporalmente de la Asamblea Nacional en el caso de ejercer cargos en el Poder Ejecutivo,
pudiendo reincorporarse cuando abandonen el cargo mencionado.
19) Artículo 264: Sobre la elección de magistrados del Tribunal Supremo de Justicia. Los magistrados serán
elegidos mediante la formación de una terna seleccionada por una comisión de la Asamblea Nacional y
representantes del Poder Popular. Luego la Asamblea Nacional escogerá a los titulares y suplentes
mediante mayoría simple.
20) Artículo 265: Sobre la remoción de magistrados del Tribunal Supremo de Justicia. Se reducen los requisitos
para remover un magistrado de unas 2/3 partes de la Asamblea Nacional a una mayoría simple.
21) Artículo 266: Sobre atribuciones del Tribunal Supremo de Justicia. Se añade como función el declarar si hay
mérito de enjuiciamiento para los rectores del Consejo Nacional Electoral, Generales y Almirantes del Alto
Mando Militar y los jefes de Misiones Diplomáticas.
22) Artículo 272: Sobre el sistema penitenciario. Centraliza los establecimientos penitenciarios.
23) Artículo 279: Sobre la elección de ciudadanos para ocupar cargos en el Poder Ciudadano. Se modifica de forma
similar al artículo 264.
24) Artículo 289: Sobre las atribuciones de la Contraloría General de la República. Se actualiza según el artículo
163.
25) Artículo 293: Sobre las funciones del Poder Electoral. Retira de la constitución la obligatoriedad de la
organización de las elecciones de los sindicatos por parte del CNE, aunque mantiene la posibilidad del
asesoramiento para la realización de éstas.
26) Artículo 295: Sobre la designación de los rectores del Consejo Nacional Electoral. Se modifica de forma similar
a los artículos 264 y 279.
27) Artículo 296: Sobre la conformación del Consejo Nacional Electoral. La postulación de los candidatos al CNE
pasa a ser responsabilidad de los Consejos del Poder Popular, sectores educativos y otros sectores sociales.
28) Artículo 299: Sobre el régimen socioeconómico. Se modifican los fundamentos del régimen socioeconómico
para estar basados en los principios socialistas, antiimperialistas y de cooperación.
29) Artículo 301: Sobre la política comercial. Se actualiza según el artículo 115.
30) Artículo 303: Sobre la propiedad exclusiva para el Estado de PDVSA. Elimina las excepciones a la
imposibilidad de privatizar Petróleos de Venezuela S.A. y otros entes que desarrollen actividades reservadas.
31) Artículo 337: Sobre los estados de excepción. Se retira el derecho a la información de las garantías que no
pueden ser suspendidas o restringidas durante estados de excepción.
32) Artículo 338: Sobre los estados de alerta. Se retiran los plazos máximos para los estados de alerta, de
emergencia, de emergencia económica y de conmoción interior y exterior, siendo reemplazado por "durarán
mientras se mantengan las causas que los motivaron".
33) Artículo 339: Sobre el decreto de estado de excepción. Modifica la aprobación de los estados de excepción para
que sea necesaria su aprobación sólo por la Asamblea Nacional. Sólo el Presidente de la República puede dejar
sin efecto los estados de excepción.
34) Artículo 341: Sobre las enmiendas. Aumenta el porcentaje necesario para activar la iniciativa de enmienda al
20% de los electores inscritos.
35) Artículo 342: Sobre las reforma constitucional. Permite que puedan ser adicionados o suprimidos artículos de la
constitución mediante una reforma constitucional.
36) Artículo 348: Sobre la Asamblea Constituyente. Aumenta el porcentaje necesario para llamar a una Asamblea
Constituyente al 30% de los electores inscritos.
Bloque B
Artículos: 21, 71, 72, 73, 74, 82, 109, 163, 164, 173, 176, 191, 264, 265, 266, 279,
289, 293, 295, 296, 337, 338, 339.

El pronunciamiento ciudadano constituyó la primera –y única- derrota del presidente Hugo


Chávez: por un ajustado margen es rechazada la propuesta de reforma constitucional, en
particular el polémico artículo 230 relacionado con la introducción de la cláusula de la
reelección indefinida:

Cuadro III
Resultados referéndum constitucional
2 de Diciembre de 200711

Bloque Opción SI SI Opción NO NO


A 4.404.626 votos 49,34% 4.521.194 votos 50,65%
B 4.360.014 votos 48,99% 4.539.707 votos 51,01%
Fuente: CNE y Wikipedia.

La derrota fue reconocida por el propio Hugo Chávez, aunque caracterizándola como una
“victoria de mierda”12. Inmediatamente después de referéndum de 2007, un parlamentario
del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ante la Asamblea Nacional de
Venezuela, Roberto Hernández, expresó que la propuesta podía ser presentada nuevamente,
sólo que la iniciativa no podía partir del Presidente, pero sí del parlamento o de los
ciudadanos.
Un mes después, durante un discurso a la Nación, Chávez dijo que para 2009 incluiría otra
pregunta en el hipotético caso de un referendo presidencial, que según él podría plantearse
de la siguiente forma: "¿Está Usted de acuerdo con realizar una enmienda a la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela que permita la reelección indefinida?".
A todo esto, la oposición sostuvo que esta consulta sería ilegal, alegando que la propuesta
ya había sido rechazada en el referéndum del 2007, y que no era posible presentar una
reforma de la Constitución en un mismo período constitucional. Sin embargo, durante la
mayor parte del 2008, el tema de la reelección se mantuvo de bajo perfil, porque se inició la
discusión para las candidaturas de gobernadores y alcaldes para las elecciones regionales de
ese año.
El 1 de diciembre de 2008, una semana después de las elecciones regionales, Chávez
propuso un referéndum con el objetivo de levantar el límite al número de reelecciones
presidenciales. Una propuesta inicial del partido oficialista Patria Para Todos (PPT), de
incluir a todos los funcionarios electos, fue rechazada inicialmente por Chávez, aunque
finalmente fue aceptada esta iniciativa.
El Referéndum constitucional de Venezuela de 2009, también llamado Referéndum
Aprobatorio de la Enmienda Constitucional, se llevó a cabo el domingo 15 de

11
Con el 94% de las actas escrutadas.
12
Ver en sitio web YouTube http://www.youtube.com/watch?v=bcCoaBvVtnQ
febrero de 2009 para aprobar o rechazar la enmienda de los artículos 160, 162, 174, 192 y
230 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela con el fin de permitir la
postulación de cualquier cargo de elección popular de manera continua. La siguiente
pregunta fue el objeto de la consulta ciudadana:
¿Aprueba usted la enmienda de los artículos 160, 162, 174, 192 y 230 de la Constitución
de la República, tramitada por la Asamblea Nacional, que amplía los derechos políticos
del pueblo, con el fin de permitir que cualquier ciudadano o ciudadana en ejercicio de un
cargo de elección popular, pueda ser sujeto de postulación como candidato o candidata
para el mismo cargo, por el tiempo establecido constitucionalmente, dependiendo su
posible elección, exclusivamente, del voto popular?
La propuesta es aceptada con el 54,85% de los votos frente al 45,14% por la negativa a la
modificación. La participación en los comicios alcanzó el 70,32% de los electores.
Cuadro IV
Resultados Referendo Aprobatorio de la enmienda Constitucional 13
15 de Febrero de 2009

Opción Votos Porcentaje

SI 6.310.482 54,85%

NO 5.193.839 45,14%

Fuente: CNE.
Quedaba abierto de esta manera el camino para una nueva presentación de Hugo Chávez
Frías como candidato a presidente de Venezuela en los comicios previstos para el 2012, sin
embargo este proceso va a estar signado por una inesperada noticia: el 10 de junio del año
2011, Hugo Chávez Frías es operado de urgencia en La Habana a causa de un "absceso
pélvico". En ese momento no se habla de cáncer.
Veinte días después, el 30 de junio, el presidente venezolano se somete a una segunda
intervención quirúrgica en la que se descubre un tumor cancerígeno. En septiembre de ese
mismo año, el propio Chávez anuncia que termina su tratamiento de quimioterapia.
La penúltima de sus operaciones fue hace casi un año, en febrero de 201214.
Declarando estar “totalmente libre del cáncer”15 Hugo Chávez encabeza en una nueva
oportunidad las listas del PSUV para las elecciones presidenciales llevadas a cabo el 7 de
Octubre de 2012, derrotando en esta oportunidad al candidato de la Mesa de la Unidad
Democrática (MUD) Henrique Capriles Radonski obteniendo el 55,07 por ciento de los
votos frente al 44,31 por ciento del candidato opositor, alcanzando la participación electoral
el 80,49 por ciento del padrón electoral.

13
Con el 98,81% de las actas escrutadas.
14
La última operación fue llevada a cabo en el día 11 de diciembre del 2012 en La Habana.
15
Hugo Chávez:” Estoy totalmente libre del cáncer”, Diario Clarín, Buenos Aires, 9 de Julio de 2012.
Cuadro V
Resultados elecciones presidenciales en Venezuela
7 de Octubre de 2012.

Candidato Votos Porcentaje


8.191.132
Hugo Chávez Frías (PSUV) 55,07%

Henrique Capriles Radonski (MUD) 6.591.304 44,31%

Reina Sequeira (PL) 70.567 0,47%

Luis Reyes (ORA) 8.214 0,05%

María Bolívar (PDUPL) 7.378 0,04%

Orlando Chirino (PSyL) 4.144 0,02%

Fuente: CNE y Wikipedia

El clima electoral favorable al oficialismo del mes de octubre se verá ratificado en los
comicios regionales del 16 de diciembre del 2012, aumentando el mismo el número de
gobernaciones de 15 a 20, conservando la oposición solo 3 de los 7 distritos en su poder
hasta ese entonces16.
5. Conclusiones.
Ha sido el propósito particular del presente capítulo analizar la presidencia de Hugo Chávez
Frías entre 1999 y 2012 en sus diferentes etapas: 1) Fundacional (1999-2002), 2) Crisis
(2002-2005), 3) Consolidación (2006-2012).
El análisis propuesto ha incluido el período comprendido entre la asunción presidencial de
Hugo Chávez el 2 de febrero de 1999 y el último triunfo presidencial del fallecido
presidente en los comicios del 7 de Octubre de 2012 frente al candidato opositor por el
Movimiento de Unidad Democrática Henrique Capriles Radonski.
La presidencia de Hugo Chávez Frías se ha inscripto en el marco del surgimiento de
regímenes democráticos electos cuya característica definitoria es la relativa irrelevancia de
los límites constitucionales sobre el ejercicio del poder y la existencia de fuertes
restricciones -por acción u omisión- en el ejercicio de los derechos y garantías
individuales.
Esas nuevas democracias definidas como "deficitarias", “iliberales” o “delegativas”, darán
cuenta de la baja calidad, en formas constitucionales y contenidos ciudadanos, de dichas
democracias, a partir de los fuertes conflictos y tensiones que plantea, en términos
axiológicos y en las prácticas concretas, con los fundamentos del liberalismo

16
Solo Amazonas, Lara y Miranda continúan en manos de la oposición. En manos del oficialismo se encuentran los
distritos de Anzoátegui, Apure, Aragua, Barinas, Bolívar, Carabobo, Cojedes, Delta Amacuro, Falcón, Guárico, Mérida,
Monagas, Nueva Esparta, Portuguesa, Sucre, Táchira, Trujillo, Vargas, Yaracuy y Zulia.
http://www.terra.com.ve/actualidad/articulo/html/act3017827-resultados-por-estado-en-las-regionales-de-venezuela.htm
constitucional y el modelo de democracia contenido en el desarrollo histórico del estado de
derecho17.
Este modelo de liderazgo que se inscribe dentro de las características de estas nuevas
democracias tiene ambiguas implicancias dado que, por una parte, encontramos
mecanismos establecidos en la propia constitución Bolivariana que refuerzan el
componente vertical de las nuevas poliarquías (relación líderes-ciudadanos), que se
manifiestan en la propia definición constitucional de un nuevo modelo de democracia
participativa, a través de la implementación de iniciativas como la posibilidad de
revocación de los mandatos públicos y la convocatoria de referéndum para los temas más
relevantes de la agenda política.
Se advierten asimismo, fuertes déficits y obstáculos para la consolidación democrática en
su dimensión horizontal (líderes- no/líderes) a través de iniciativas que se traducen en un
poder ejecutivo que concentra funciones antes ejercidas por el poder legislativo, tanto
nacional como regional, tales como: disolución de la asamblea nacional, control del
gobierno federal vía Consejo Federal de Gobierno y predominio de las guarniciones
militares en la concentración y distribución de los recursos regionales, entre otras
atribuciones.
Al ser este un modelo de democracia en el que la representatividad es sustituida por el
procedimiento plebiscitario, que puede conducir a la unanimidad encarnada en el líder, la
erosión de la legitimidad plebiscitaria puede acarrear consecuencias de manifiesta
imprevisibilidad.
En este sentido, el régimen democrático en Venezuela no es ajeno a la problemática de
regímenes políticos emergentes que no pueden resolver la ecuación legitimidad-
gobernabilidad. O toman por el camino de la gobernabilidad, en detrimento de su
legitimidad, y hacen descansar ésta última sobre las aptitudes de un liderazgo plebiscitario.
O, a la inversa, mantienen su legitimidad de origen y ejercicio a costa de un debilitamiento
y pérdida de su capacidad de gobierno.
La desaparición del “gran decisor”18, en el mes de marzo de 2013, ha venido para poner en
toda su dimensión los dilemas aquí presentados.
En el capítulo siguiente analizaremos el proceso inicial de construcción político-discursiva
del liderazgo decisor.

6. Bibliografía.
 Álvarez Tulio y otros: “Fraude a la democracia. El caso Venezuela”, Investigación
sobre el fraude cualitativo ejecutado en el proceso electoral relacionado con la
revocatoria del mandato de Hugo Chávez Frías, Caracas, 8 de Septiembre de 2004.
 Botana, Natalio, “La tradición política en la Argentina moderna”, en Julio Pinto
(Comp.), Ensayos sobre la crisis política argentina, Centro Editor de América
Latina, Buenos Aires, 1988.
17
Ver la introducción a la presente obra.
18
Hugo Chávez Frías falleció el 5 de marzo de 2013.
 Chávez Hugo: “Carta a los venezolanos”, Diario El Universal, Caracas, 22 de
Junio de 1999.
 Centro Carter, Reporte del Centro Carter sobre la última fase del Referendo
Revocatorio en Venezuela, Caracas, 23 de Agosto de 2004.
 Combellas Ricardo: "El proceso constituyente venezolano", Revista América
Latina Hoy, Número 21 (Universidad de Salamanca), Salamanca (1999), páginas
25-28.
 Combellas Ricardo: “El espejismo del referéndum revocatorio”. Diario El
Nacional. Caracas. 6 de Marzo de 2001.
 Coppedge Michael: “Venezuela: popular sovereignty versus liberal democracy”,
Helen Kellogg Working Paper, Número 294, Helen Kellogg Institute, Notre Dame,
2002.
 Ellner Steve: “El sindicalismo frente al desafío del chavismo” en Steve Ellner y
Daniel Hellinger (Eds.), La política venezolana en la época de Chávez. Clases,
polarización y conflicto, Editorial Nueva Sociedad, Caracas, 2003.
 Hausmann Ricardo y Rigobon Roberto, En busca del cisne negro. Análisis de la
evidencia estadística sobre fraude electoral en Venezuela, Caracas, 3 de septiembre
de 2004.
 Lander Edgardo: “El referéndum revocatorio en Venezuela”, Observatoire des
Ameriques, Número 28 (Universidad de Quebec), Montreal (2004), páginas 1-6.

 Lander Luis y López Maya Margarita: “Venezuela: la victoria de Chávez. El Polo


Patriótico en las elecciones de 1998”, Revista Nueva Sociedad, Número 160
(Fundación Friedrich Ebert), Caracas (1999), páginas 4-19.
 Lander Luis y López Maya Margarita: “Referendo revocatorio y elecciones
regionales en Venezuela: geografía electoral de la polarización”, Revista
Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, Volumen 11, Número 1 (Universidad
Central de Venezuela), Caracas (2005), páginas 43-58.
 Lander Luis y López Maya Margarita: “Venezuela: las elecciones presidenciales de
2006 ¿Hacia el socialismo del siglo XXI?” en Isidoro Cheresky (Comp.) Elecciones
presidenciales y giro político en América Latina, Editorial Manantial, Buenos
Aires, 2007.
 Lander Luis y López Maya Margarita: “Venezuela 2009: en medio de dificultades
avanza el proyecto del presidente Chávez”, Revista de Ciencia Política, Volumen
30, Número 2 (Pontificia Universidad Católica de Chile), Santiago de Chile (2010),
páginas 537-553.
 Maingon Thais: “Venezuela: una democracia complicada” en Isidoro Cheresky
(Comp.) Elecciones presidenciales y giro político en América Latina, Editorial
Manantial, Buenos Aires, 2007.
 Mc Coy Jennifer: “Chavez and the end of the partyachy in Venezuela", Journal of
Democracy, Volumen 10, Número 3 (National Endowment for Democracy),
Washington (1999), páginas 64-75.
 Norden Deborah: “La democracia en uniforme: Chávez y las fuerzas armadas” en
Steve Ellner y Daniel Hellinger (Eds.), La política venezolana en la época de
Chávez. Clases, polarización y conflicto, Editorial Nueva Sociedad, Caracas, 2003.
 Spinetta Robertino: “Autocracia y Legitimidad Política. Alcances y límites de la
forma decisionista de gobierno de Venezuela entre 1998 y 2006” en Santiago
Leiras (Comp.), Estado de excepción y democracia. Argentina, Brasil, Perú y
Venezuela en perspectiva comparada, Homo Sapiens ediciones, Rosario, 2010.

7. Fuentes.
 Consejo Nacional Electoral, www.cne.gov.ve
 Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
www.tsj.gov.ve/legislacion/constitucion1999.htm
 Diario Clarín, www.clarin.com
 Diario El Nacional, www.el-nacional.com
 Líneas Generales del Plan de Desarrollo Económico y Social de la nación 2007-
2013 (LGDESN), Ministerio del Poder Popular para la comunicación y la
información, Caracas, http://www.ceplan.gob.pe/documents/10157/610be3fd-9089-
41de-8af2-0ee3eda85b9a
 Terra Venezuela, http://www.terra.com.ve
 YouTube, http://www.youtube.com
 Wikipedia, http://es.wikipedia.org/wiki/Wikipedia:Portada
Capítulo III

La construcción político-discursiva de la revolución chavista.


Entre la ruptura radical y el refundacionalismo (1999-2002)*

Hernán Fair**

1. Introducción
La ruptura del sistema bipartidista que se había estructurado luego de la firma del Pacto de
Punto Fijo, generó en Venezuela una profunda crisis de representatividad política. La
emergencia de la figura de Hugo Chávez Frías fue una consecuencia directa de aquella
crisis. El siguiente trabajo se propone analizar la construcción político-discursiva de este
nuevo liderazgo decisorio. De modo específico, coloca el eje en las transformaciones
radicales y en la formación del nuevo orden político que llevó a cabo Chávez para hacer
frente a la situación de emergencia en la que accedió al poder. En ese marco, se incorporan
dos dimensiones de la crisis de representatividad: la socioeconómica y la político-
institucional. Ambas dimensiones son analizadas en vinculación directa con el contexto
sociohistórico, económico, político e institucional, en el que se asienta y legitima. El
recorte temporal se concentra en el período 1999-2002, de modo tal de examinar la
construcción discursiva durante la primera etapa del chavismo, que se inicia con su llegada
al poder, en febrero de 1999, y concluye con el intento de Golpe de Estado, de abril del año
2002.

La hipótesis principal afirma que el discurso de Chávez, en el marco de la doble crisis de


legitimidad del bipartidismo, logró recrear el vínculo de representación política,
solucionando ambas dimensiones de la crisis. Ello fue posible a partir de una serie de
medidas decisorias, enmarcadas en un discurso de fuerte transformación social frente al
pasado. En ese contexto, el presidente venezolano enarbolará un discurso de ruptura radical
y refundacionalismo, que edificará un nuevo orden contra-hegemónico al régimen vigente
hasta su llegada al poder. Los elementos centrales de este discurso de ruptura radical serán
dos. En primer lugar, una concepción de populismo nacional y latinoamericanista, con un
eje de antagonismo en los poderes constituidos, tanto internos como externos, simbolizado
en la oposición radicalizada a las políticas neoliberales y al modo de integración al orden
mundial, promovido por los Estados Unidos. Y en segundo término, un discurso
refundacional de democratización dual, asociado a una revolución pacífica e integral, que
planteará un difícil equilibrio entre la concepción representativa y la concepción
participativa de la democracia, asumiendo una nueva ruptura radical con el sistema político
vigente, pero también en relación a los populismos clásicos del siglo XX.

El marco teórico de este trabajo se centra en una perspectiva transdisciplinaria que toma
como base algunos elementos de análisis comparado, vinculados a lo que se ha dado en
llamar el “neodecisionismo”. El neodecisionismo, en ese contexto, es entendido como una
estrategia política de conformación de las identidades que, mediante el rol político clave

*
Agradezco los comentarios de Santiago Leiras a una versión preliminar de este trabajo.
**
UBA-UNQ-CONICET.
que adquiere la figura personalista del Presidente, apela a la situación previa de caos y
emergencia, para legitimar la necesidad de un nuevo ordenamiento jurídico y social de la
Nación. Este nuevo orden público es organizado bajo la presencia de un estilo de liderazgo
fuerte y ejecutivista, que toma decisiones soberanas en los momentos de excepción (Bosoer
y Leiras, 1999; Baldioli y Leiras, 2010). De este modo, el decisionismo es definido como
una lógica política formal, con independencia de la ideología defendida en términos de
políticas públicas. Como señala Pérez Liñán (2012: 11), “el análisis del decisionismo debe
separarse analíticamente del contenido sustantivo de las políticas públicas”. En efecto, “los
estilos del ejecutivo determinan cómo un programa de gobierno es implementado, no qué
programa”. Ello habilita la posibilidad de que pueden existir líderes neodecisionistas
neoliberales, como Menem, Fujimori y, con ciertos reparos, Color de Melo, junto a otros
más “progresistas”, como es el caso del propio Chávez y, por qué no, Néstor Kirchner1.

Una segunda aclaración refiere a la metodología de articulación transdisciplinaria. Como


bien destaca Pérez Liñán (2012: 11), el análisis de los liderazgos ejecutivos debe incorporar
variables adicionales a las institucionales, en tanto el neodecisionismo “no se limita a
ellas”. En ese marco, en el que los liderazgos presidenciales ocupan un lugar central, se
“requiere una interpretación cuidadosa no sólo de la arena institucional, sino también del
discurso político, de las trayectorias políticas de los líderes, de las capacidades burocráticas
del Estado y del marco económico y social”.

Tomando en cuenta estas consideraciones, el presente trabajo se concentra en una


metodología que, curiosamente, ha sido poco trabajada en los estudios sobre el nuevo
decisionismo, como es el análisis del discurso político2. Para ello, se incluyen una serie de
herramientas teóricas provenientes de la teoría del discurso desarrollada por Ernesto Laclau
y Chantal Mouffe (1987). En ese marco, se asume su concepción amplia del discurso, que
incluye a los elementos lingüísticos y extralingüísticos. Además, se destaca su perspectiva
construccionista del orden social, en el que toda realidad sólo puede ser entendida como
una construcción contingente e inacabada que se edifica y adquiere significación desde y a
través del orden simbólico. La propuesta metodológica, centrada en el plano de la
textualidad, consiste en examinar las características principales que asume la discursividad
de Hugo Chávez. Específicamente, colocaremos el eje en el juego de articulación de las
“cadenas equivalenciales” que unen determinados significados entre sí, así como en las
“fronteras políticas” que edifica su discurso, vinculado a las contraposiciones de cadenas
equivalenciales. A partir de allí, identificaremos una serie de paquetes de discursos o
macro-discursos, agrupados de acuerdo a sus regularidades3. Además, en una segunda
parte, incorporaremos algunas categorías más recientes de la teoría del populismo de
Laclau (2005), referidas a las características particulares que asume el populismo chavista.
En el marco de la articulación de componentes lingüísticos y extralingüísticos, el análisis
político del discurso verbal de Chávez será complementado con la incorporación de un
conjunto de elementos pertenecientes al plano extra-verbal del discurso. Básicamente, nos
referiremos a los condicionamientos provenientes del marco económico, sociohistórico e
1
Sobre el decisionismo en el Brasil de Color, véase Incarnato y Vaccaro (2010). Sobre Venezuela, véase Spinetta (2010).
En cuanto al caso argentino, véase Baldioli y Leiras (2010, 2012).
2
Para antecedentes en esta línea de análisis, véase Fair (2010, 2012).
3
Seguimos en este punto la línea arqueológica foucaultiana, aunque sin su énfasis estructuralista.
institucional, en el que se construye el liderazgo chavista y se asienta el proceso político
venezolano. Además, haremos mención a la relación dialéctica entre el discurso verbal, las
prácticas políticas e institucionales y las políticas públicas implementadas por el presidente
venezolano durante su Gobierno, para lo cual nos basaremos en bibliografía secundaria de
referencia. En cuanto a la delimitación del corpus, se basa en un conjunto azaroso de
discursos oficiales de Chávez durante el período comprendido entre 1999-2002, de modo
tal de analizar, desde un marco diacrónico, los principales ejes de su discurso durante su
primera etapa en el poder.

2. Contexto sociohistórico y político de emergencia del liderazgo chavista


2.1. El régimen de Punto Fijo y la democracia formalmente institucionalizada
Durante décadas, la democracia venezolana fue caracterizada por la Ciencia Política como
un ejemplo casi único en la región, a partir de la dinámica de funcionamiento de su sistema
de bipartidismo estable. En los términos de O´Donnell (1996), el régimen político de
Venezuela representaba un fiel exponente de lo que constituye una democracia
“formalmente institucionalizada”. El origen de esta caracterización nos remite a la firma del
denominado Pacto de Punto Fijo, de octubre de 1958. Este acuerdo (denominado de este
modo por el lugar donde se realizó el pacto) sentó las bases para un amplio y duradero
acuerdo institucional y político entre los dos principales partidos de Venezuela, Acción
Democrática (AD) y Comité Organizativo Político Electoral Independiente (COPEI)4. Este
acuerdo inter-partidario, que incluyó también al partido de Unión Republicana Democrática
(URD), promovió un tipo de democracia más resistente, que buscaba corregir los errores
que se habían cometido durante el período democrático de 1945-1948, conocida como el
Trienio.
El pacto, subscripto tras el derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez (1955-1958),
tuvo como antecedente la firma de un acuerdo entre los líderes de los partidos mayoritarios
(Rómulo Betancourt por AD y Rafael Caldera por COPEI, a lo que se sumó Jovito Villalba
por la URD), que sentó las bases para la conformación de un nuevo régimen político
institucional. Luego del derrocamiento del Dictador, se produjo en la residencia de Caldera
la firma del Pacto de Punto Fijo, en el que los partidos tradicionales, empresarios locales y
la Iglesia, acordaron un mecanismo de distribución y respeto de los espacios de poder por
parte de los tres partidos mayoritarios, de manera tal de abandonar la lógica de exclusión

4
En septiembre de 1941, a partir de la liberalización que llevó a cabo el dictador Isaías Medina Angarita, que facilitó la
organización sindical y política, fue establecido el primer partido nacional: Acción Democrática (AD). La base social del
partido estaba compuesta por sindicatos, sectores campesinos, organizaciones de maestros y asociaciones de estudiantes y
de profesionales, cada uno de ellos, integrados dentro del partido. COPEI, por su parte, nació como oposición al Trienio,
nombre con el que se conocieron los tres años de gobierno de Rómulo Betancourt (1945-1948). Inicialmente, concentraba
a sus votantes en los Estados tradicionalmente católicos, pero luego fue convirtiéndose en un verdadero partido no
confesional que competía en todos los niveles. En cuanto a su ideología, era un partido “centrista de clase media” y
moderado ideológicamente, mientras que AD era un partido policlasista que ha sido definido como “populista de clase
media” (Di Tella, 1993: 344 y 355).
política de la oposición, la misma que predominara durante el Trienio5 (Spinetta, 2010:
146-147).
La firma del pacto político-institucional, realizada el 31 de octubre de 1958, resultó crucial
para consolidar el régimen democrático y asegurar la gobernabilidad política (Coppedge,
1998), en un contexto en donde el apoyo del establishment a la democracia liberal era
frágil. A partir de sus pautas de organización y funcionamiento, que excluyeron la
participación de los sectores más radicalizados del Partido Comunista Venezolano (PCV),
se logró fortalecer al sistema político bipartidista, con una lógica de poder compartida y una
coexistencia pacífica entre AD y COPEI (si bien no exenta de conflictos internos), que se
extendió por cuatro décadas.
Kornblith y Levine (1995) destacan, en ese sentido, que los dos partidos mayoritarios
conformaban un verdadero sistema de partidos, que poseía las siguientes características: en
primer lugar, los partidos constituían las herramientas básicas de movilización política.
Segundo, la movilización aseguraba consenso y votos, características de los partidos
modernos. En tercer lugar, estos elementos se volvían centrales para legitimar las políticas
públicas y, por último, los partidos eran el principal agente para la organización y
canalización de los conflictos políticos (Kornblith y Levine, 1995: 37-38).
Estos autores incorporan, además, aspectos adicionales que permiten explicar la
perdurabilidad del bipartidismo. Entre ellos, recuerdan, en primer lugar, el fuerte trabajo de
articulación organizacional, posible a partir del financiamiento monetario proveniente
centralmente de los recursos derivados del precio del petróleo (Kornblith y Levine, 1995:
57). En efecto, el precio del barril representaba históricamente un elemento crucial para
entender el destino de la economía venezolana, al ser el país andino un fuerte productor de
petróleo y con escasa diversidad industrial (Karl, 1986). Pero además, los recursos
petroleros tenían una función política de primer orden, permitiendo un aceitado
funcionamiento del Régimen de Pacto Fijo. Ello se debe a que el elevado precio del
petróleo, como el que predominó entre 1973 y 1982, permitía el uso y abuso de prebendas
para disciplinar a la sociedad (Spinetta, 2010).
Un segundo factor clave del sistema bipartidista era la disminución de la distancia
ideológica entre los dos partidos mayoritarios, a partir del corrimiento de ambos hacia el
centro del espectro político (Kornblith y Levine, 1995: 57). Esta moderación identitaria
permitía una lógica de mayor negociación política, promoviendo una democracia
“consociativa” (Lijphart, 1984), que evitaba la polarización y fragmentación partidaria. En
ese marco de moderación ideológica, toda una serie de temas de debate político, como la
necesidad de diversificar la industria nacional, o incorporar una mayor distribución
equitativa del ingreso, fueron excluidos de la agenda pública, privilegiando el objetivo de
mantener en el tiempo el equilibrio fiscal y de precios.
Finalmente, como un tercer aspecto clave, la modalidad de competencia centrípeta a nivel
ideológico (Sartori, 1980), posibilitó la incorporación social de sectores políticos y sociales
con intereses diversos. En ese marco, uno de los elementos centrales del período de
5
Durante el denominado Trienio democrático (1945-1948), el estilo de Gobierno de Acción Democrática impidió la
consolidación del régimen democrático, debido a que aplicó procedimientos poco transparentes, que además excluían a la
oposición de la toma de decisiones. Véase capítulo I.
institucionalización de la democracia que se inició en 1958, a diferencia de la experiencia
anterior del Trienio, radicó en que el mismo fue construido a partir de una serie de
coaliciones y compromisos políticos que trascendían a los realizados entre los dos partidos
mayoritarios (Kornblith y Levine, 1995). Así, no sólo se establecieron acuerdos entre las
elites políticas, sino que se efectuó también un pacto con los principales actores políticos y
sociales. En relación al empresariado y el sindicalismo, hemos mencionado la red de
patronazgo y de subsidios, que, en el marco de los recursos provenientes del petróleo,
regulaban la actividad económica y evitaban todo estallido social. Pero también se
produjeron acuerdos básicos con las Fuerzas Armadas. En ese sentido, se firmó un
compromiso en el que, a cambio de aceptar su nuevo papel de subordinación obediente al
orden constitucional, el Estado se comprometía a acrecentar la tecnología y modernizar el
equipamiento militar, aumentar salarios de oficiales y agentes y mantener el servicio militar
obligatorio. Además, en lo que constituiría un acuerdo implícito, los partidos políticos
renunciaban a toda posibilidad de someter a juicio a los líderes castrenses por su
desempeño durante la Dictadura de Pérez Jiménez. Por último, la Iglesia formaría parte,
también, de los acuerdos institucionales, para lo cual se les garantizó una mayor
independencia del Estado y un incremento de los subsidios6.
En ese marco, no sólo los partidos políticos tradicionales cooperaron entre sí en la
búsqueda de acuerdos básicos para su supervivencia, sino que también los empresarios y
profesionales aceptaron las nuevas reglas de juego, al igual que las Fuerzas Armadas,
sectores de la Iglesia y de organizaciones sindicales y populares. En este sentido, algunos
autores se refieren a la existencia de un “aprendizaje político” (Aznar, 1990: 83) por parte
de la sociedad en general, y de los sectores dirigentes en particular, acerca de la
importancia de respetar las formas institucionales de la democracia liberal, en una lógica
que se fue fortaleciendo en el tiempo, a medida que se reproducían las nuevas pautas y
normas de conducta.
La sanción de la Constitución Nacional, el 23 de enero de 1961, fue la culminación de este
proceso de institucionalización de la democracia venezolana. En efecto, la nueva
Constitución estableció formalmente la misión democrática de las Fuerzas Armadas, que, a
partir de allí, debía garantizar la obediencia al orden institucional (Artículo 132). En
segundo término, fijó límites al mandato presidencial, impidiendo ocupar un cargo en los
diez años sub-siguientes a la culminación del Gobierno (Artículos 135 y 185). Por último,
se regularon las atribuciones legislativas del Poder Ejecutivo en relación a temas
económicos y financieros, a partir de la tipificación legal de una comisión delegada
(Artículo 190, incisos 8,10 y 11)7. En ese marco, la Constitución de 1961 generó y
sedimentó nuevas pautas y hábitos de comportamiento político que permitieron la
consolidación tanto del sistema de partidos, como del propio régimen democrático.
Estos hábitos democráticos compartían un mismo carril con el proceso de consolidación del
bipartidismo. En ese contexto, con la elección de Rafael Caldera como nuevo Presidente, en
1969, se produjo la consolidación del sistema puntofijista, al inaugurarse el péndulo

6
Véase Capítulo I.

7
Véase Capítulo I.
bipartidista AD-COPEI. A partir de 1973, este funcionamiento de poder alternado del
sistema de partidos, en el que los dos partidos mayoritarios se alternaban el poder político
cada cinco años, adquirió características estructurales, al concentrar, entre ambos partidos,
más del 80% del total de votos8 (Aznar, 1999: 92).

2.2. La dimensión político-institucional de la crisis de representación: debacle y


fractura del régimen de Punto Fijo (1988-1998).
Como señalamos, desde la firma del llamado Pacto de Punto Fijo, en 1958, la democracia
política en Venezuela parecía estar definitivamente consolidada. Los múltiples acuerdos
institucionales y políticos entre las elites, se mantenían estables y la sociedad se hallaba en
gran medida disciplinada al nuevo orden. Sin embargo, en los años ´80, el régimen
puntofijista ingresaría en una larga etapa de debacle, generando una creciente crisis de
representatividad de los partidos tradicionales. Dos fueron los motivos centrales de dicha
debacle. En primer lugar, la imposibilidad de resolver la crisis económica, expresada en
índices alarmantes de hiperinflación, un masivo endeudamiento externo y un creciente
déficit fiscal. Esta crisis se expresaba, a su vez, en una fuerte decadencia social, con
indicadores regresivos a nivel laboral. En segundo término, la crisis político institucional,
producto de una creciente “oligarquización” de los partidos predominantes.
En relación al aspecto político-institucional de la crisis del bipartidismo, el mismo se
materializó a partir de una serie de acontecimientos históricos que actuaron como
disruptores, incrementando el grado de descontento de la ciudadanía con los dirigentes
políticos y con los propios partidos tradicionales. El primer acontecimiento que mostraría la
fragilidad del bipartidismo estable se produjo en las elecciones presidenciales del 5 de
diciembre de 1988. En efecto, en aquella elección se produjo el triunfo, por segunda vez
consecutiva, de un candidato de AD (Carlos Andrés Pérez), que reemplazó en el Gobierno a
un hombre de su mismo partido, Jaime Lusinchi (1984-1989). A partir de ese momento, el
rol central que ocupaban los partidos políticos comenzó a ser cuestionado y desafiado y
empezó a gestarse, entre los dos partidos mayoritarios, una forma schmittiana (Schmitt,
1991) de construcción de las identidades, basada en la lógica amigo-enemigo. De esta
manera, cuando AD estaba en el poder, se incrementaban las huelgas de los sindicatos
ligados a COPEI; y cuando accedía al poder este partido, concluían esas huelgas y
comenzaban las de los sindicatos vinculados a AD.

No obstante, el acontecimiento clave que mostraría con crudeza la crisis de


representatividad política se expresaría en los multitudinarios disturbios del 27 y 28 de
febrero de 1989, bautizados como el Caracazo. El origen del masivo y extendido
descontento popular nos remite al incremento en el precio de la nafta, y por lo tanto del
transporte, que había implementado el entonces presidente Carlos Andrés Pérez (1989-
1993). Pérez había sido electo, en diciembre de 1989, con un discurso de crítica al

8
En la elección presidencial de 1973, AD y COPEI sumaron, en conjunto, un 85,4% de los votos. En las presidenciales de
1978, el número se elevó a un 89,9%. En 1983, alcanzó un 91,5%, y en 1988, llegó al récord de 92,9% (véase Kornblith y
Levine, 1995, tabla 2.6).
neoliberalismo. Sin embargo, al asumir el poder, giró rápidamente hacia la aplicación de los
ajustes monetarios, siguiendo los lineamientos en boga en esos años.

Pero además, el sistema político derivado de la firma del Pacto de Punto Fijo presentaba un
fuerte grado de corrupción, lo que se expresaba en un creciente descontento de la
ciudadanía en relación a la dirigencia y los partidos políticos tradicionales. Debemos
recordar, en ese sentido, que el régimen de Punto Fijo funcionaba mediante un sistema
irregular de patronazgos y redes clientelares, lo que promovía un rechazo creciente a la
“clase política”. Pero además, como señalan Alberto Baldioli y Santiago Leiras9, el
denominado sistema puntofijista logró perdurar a partir de la exclusión de la agenda pública
de los núcleos más radicalizados, liderados por el cuarto partido en importancia a nivel
nacional: el PCV. Esta exclusión política incluía, a su vez, la supresión del debate público
de ciertos temas candentes, como las políticas de inclusión social de los sectores
marginados por el sistema. Además, se basaba en la exclusión de ciertos actores políticos
de la sociedad civil, como las asociaciones vecinales y los nuevos partidos emergentes,
quienes tuvieron serias dificultades para acceder a cargos e instancias gubernamentales,
efecto del diseño institucional venezolano. En ese marco, hacia 1989 se produjo, en los
términos de la teoría del populismo (Laclau, 2005), un cúmulo de demandas sociales
insatisfechas, que articuló equivalencialmente las demandas institucionales y de crítica
económica de amplios sectores de la población, descontentas con el orden vigente.

En ese marco, frente al incremento en el precio de la nafta y los servicios públicos, a finales
de febrero de 1989 se produjo una masiva protesta popular en varias ciudades del país,
lideradas por la pueblada de Caracas. En la movilización, dirigida por sectores marginales y
obreros, se produjeron saqueos a supermercados y numerosos destrozos de comercios,
siendo la respuesta del Gobierno una brutal represión, que produjo, como saldo trágico, más
de trescientos muertos y un creciente descontento con la “clase política”.

El tercer acontecimiento dislocador se encuentra íntimamente vinculado al anterior. El


mismo nos remonta al 4 de febrero de 1992, cuando el entonces ignoto coronel Hugo
Chávez Frías, encabezó un intento de Golpe de Estado, que fracasó rápidamente. En el
mismo intervinieron oficiales jóvenes de ideología nacionalista popular, con un discurso
fuertemente anti-partidos, expresión de la fuerte crisis de representatividad de los partidos
tradicionales. Pero la intentona era, a su vez, una respuesta directa al fracaso del proyecto
neoliberal del Gobierno. En ese marco, los rebeldes promovían un discurso con una fuerte
orientación anti-partidos y un discurso nacionalista y anti-neoliberal.

El discurso de Chávez contra el sistema político vigente les permitió ganarse el apoyo de
algunos sectores medios y de la derecha intelectual, que centraban sus críticas en el modo
de funcionamiento del sistema de partidos. Por su parte, el énfasis de nacionalismo popular
obtuvo el respaldo de algunos sectores progresistas y de centro-izquierda, que apoyaban la
ideología popular y antiimperialista de los golpistas (Aznar, 1999: 81). A pesar de su rápido
fracaso, y de la misma manera que el Caracazo, la intentona golpista dejó sus marcas en la
sociedad, erosionando la legitimidad del sistema bipartidista.

9
Véase Capítulo I.
Luego del intento de Golpe de Estado, y siguiendo antecedentes iniciados por Lusinchi a
finales de los ´80, el gobierno de Pérez realizó varias reformas institucionales, como la
creación del cargo de alcalde y la elección directa del mismo, en un intento de morigerar el
descontento ciudadano10. Sin embargo, el intento fue infructuoso. En ese marco, la crisis de
representatividad de los partidos tradicionales se expresaría en un cuarto acontecimiento
disruptor: las elecciones de gobernadores de diciembre de 1992. En aquella contienda
electoral, AD perdió el dominio de varios Estados en manos de la oposición, en una
muestra de que ya había comenzado a evidenciarse el desestructuramiento del bipartidismo,
al menos a nivel regional11. Unos meses después, en el marco del declive inter e
intrapartidario en el apoyo a las políticas económicas ortodoxas de Pérez (Aznar, 1999: 87),
se produjo una importante denuncia de corrupción política que afectaba de manera directa
al Primer Mandatario. La denuncia concluiría con el juicio político por manejo irregular de
fondos públicos y la posterior destitución de su cargo, en 1993, lo que condujo a
incrementar el descontento social.

El quinto acontecimiento disruptor, síntoma claro del resquebrajamiento del bipartidismo,


nos remonta a las elecciones presidenciales de 1993, cuando Rafael Caldera, uno de los
fundadores de COPEI, y pieza clave de la firma del Pacto de Punto Fijo, decidió competir
para las elecciones presidenciales por afuera de las estructuras tradicionales. Con un
discurso fuertemente anti-partidos, Caldera formó el movimiento Convergencia, una
coalición de partidos que contaba con el apoyo de PCV y del Movimiento Al Socialismo
(MAS).

En las elecciones realizadas a fines de ese año, Caldera logró un ajustado triunfo, que le
permitió alcanzar la presidencia, con el respaldo del 30,5% de los votos. De este modo, un
partido nuevo lograba desplazar, por primera vez en casi cuatro décadas, a los dos partidos
políticos tradicionales de la cima del poder político. Sin embargo, el golpe y la eclosión
final del sistema político vigente se producirían en las elecciones presidenciales de
diciembre de 1998, con el amplio triunfo de Hugo Chávez Frías. La elección de Chávez,
realizada bajo las formas democrático liberales, contó con el apoyo de un nuevo partido,
Movimiento Quinta República, que desplazó a los partidos tradicionales y terminó por
destruir cuatro décadas de vigencia del sistema puntofijista.

2.3. La dimensión socioeconómica de la crisis de representatividad.


La crisis político-institucional del sistema bipartidista, que se inicia en el Caracazo de 1989,
y luego se expresa en toda su magnitud con el triunfo de Caldera de 1993, no puede ser
analizada con independencia de la dimensión económico-social o socioeconómica de la
crisis. En efecto, al igual que en otros países de la región de finales de los años ´80 y
comienzos de los años ’90, como la Argentina, Perú y Brasil12, en Venezuela la crisis de
10
Véase Capítulo I.
11
En las elecciones municipales y regionales del 6 de diciembre, AD fue vencido por dirigentes del COPEI, articulados en
varios Estados con el MAS. En ese marco, AD obtuvo 8 Gobernaciones, COPEI obtuvo 5 Gobernaciones y otras 5 aliado
con el MAS. Además, el MAS triunfó en 3 Estados, mientras que Causa Radical (Causa R), fundado en 1971, obtuvo la
gobernación de Bolívar (Kornblith y Levine, 1995).

12
Entre ellos, podemos mencionar los casos de Argentina, Brasil y Perú, que también presentaban esta doble crisis de
representatividad. Al respecto, véanse Panizza (2000), Fair (2010, 2012).
representatividad era tanto político-institucional, como también económica y social. En el
caso venezolano, al igual que en el brasileño, no existía el peligro de un actor político
central como eran las Fuerzas Armadas, un peligro que sí se presentaba en la Argentina, así
como en Perú, con el tema de la guerrilla. Sin embargo, al igual que en nuestro país, en
Venezuela existía una fuerte crisis del modelo de Estado Social que había llegado a su
apogeo en la segunda posguerra13.

En Venezuela, no obstante, existían dos elementos que hacían de este país un caso único en
la región. En primer lugar, hemos visto el sólido acuerdo institucional que firmaron las
principales fuerzas políticas y económicas en 1958. Como señalan Baldioli y Leiras14, este
acuerdo efectuaba una exclusión de algunas cuestiones políticamente relevantes. Entre
ellas, se dejaba a un lado el debate político e ideológico en torno a la creación de una
industria nacional más competitiva y eficiente que lograra diversificarse de su dependencia
petrolera. Además, se dejaba sin debatir la efectiva ausencia de una política de
redistribución progresiva, a partir de los excedentes de divisas derivados de la renta
petrolera, lo que convertía a Venezuela, hacia fines de los años ´90, en uno de los países
más desiguales de la región. Ello nos remite a un segundo eje central en la política
venezolana, asociado a la dependencia de recursos en divisas provenientes de la producción
petrolera.

2.3.1. La crisis del sector petrolero y su doble impacto político y socioeconómico.

Históricamente, Venezuela se insertó en el mercado internacional como proveedora de


petróleo. El desarrollo de esta industria nos remonta al proceso de industrialización iniciado
en la década del ´20 del siglo pasado, durante la Dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-
1935). El petróleo resultaba crucial en el país andino, al tener un doble impacto. En el plano
político, promovía una compleja red de subsidios y protecciones para empresarios y
trabajadores, de modo tal que garantizaba el disciplinamiento social de los partidarios. En
el plano económico, permitía financiar los desequilibrios externos generados por la
ausencia de una industria diversificada y competitiva, producto de la llamada “enfermedad
holandesa-evolutiva” (Diamand, 1973), que lo hacía dependiente de un único producto
industrial (en este caso, el petróleo), a partir de las ventajas comparativas naturales15. De
este modo, las divisas provenientes de la exportación petrolera, a diferencia de la Argentina
y sus clásicos ciclos de “stop and go”, permitían estabilizar la balanza de pagos, evitando
las clásicas devaluaciones para hacer frente a la depreciación de la moneda nacional y el
incremento desmedido de las importaciones.

En la llamada crisis del petróleo del año 1973, que afectó notablemente a los países
importadores de crudo, se produjo, en sentido inverso, un boom en los países productores y
exportadores, nucleados en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

13
Para una comparación entre ambas experiencias, véase Fair (2009).

14
Véase Capítulo I.
15
Para tener una idea de esta dependencia, el petróleo representaba el 45% de los ingresos totales del Estado en 1944 y
llegaba al 60%, en 1958 (Aznar, 1999).
Entre ellos se ubicaba Venezuela, que se benefició ampliamente del aumento exponencial
en el valor del barril. En ese marco, que se extendió por casi diez años, los recursos
provenientes del petróleo permitían financiar las prebendas hacia los partidarios del
régimen puntofijista, al tiempo que equilibraban el déficit fiscal y evitaban las crisis
económicas y sociales, en un sistema que funcionó casi a la perfección durante el período
1973-1982.

No obstante, en el marco de una fuerte depreciación en el precio del barril, que se redujo
cerca del 30% en menos de dos años, en el denominado “Viernes Negro”, el 18 de febrero
de 1983, se produjo el colapso del bolívar, la moneda nacional. Como consecuencia de ello,
se dispuso una fuerte devaluación monetaria que concluyó con la estabilidad económica
que prevalecía hasta entonces. Junto a la devaluación, se inició una espiral inflacionaria,
que fue acompañada por un aumento del endeudamiento externo y el déficit fiscal.
Finalmente, al declinamiento económico le siguió la decadencia social, en el momento en
que la devaluación depreció los salarios de los trabajadores y la inflación subsecuente los
redujo aún más, incrementando los índices de pobreza. Unos años después, la crisis se
potenció, cuando el entonces presidente, Jaime Lusinchi, lanzó un plan de ajuste y
austeridad monetaria que no logró controlar la creciente tasa de inflación, ni el aumento de
los índices de desempleo y pobreza.

Sin embargo, la crisis económica y social estallaría en toda su magnitud con el sangriento y
traumático levantamiento popular del 27 de febrero de 1989, en respuesta al plan de ajuste
ortodoxo del presidente Carlos A. Pérez (1989-1993). En efecto, gran parte de la ciudadanía
se sintió decepcionada con Pérez, quien en su primera presidencia (1974-1979), había
llevado a cabo una política desarrollista de fuerte intervención estatal. Además, durante la
campaña electoral de 1988 mantenía aún un discurso en defensa del Estado Benefactor. Sin
embargo, en su nuevo mandato como Presidente, Pérez viró repentinamente hacia el
neoliberalismo, implementando una política de ajuste monetario para controlar la inflación
y el déficit fiscal, y aplicando un aumento en el precio de los transportes, los servicios
públicos y otros bienes, no acompañados por una adecuación en los índices salariales.
Además, durante su Gobierno se implementaron políticas de reforma estructural,
privatizando empresas públicas y efectuando una apertura y desregulación comercial.
El efecto regresivo de la depreciación del precio del barril, potenciado por la ineficiencia de
las empresas públicas y la recesión generada por la aplicación de las políticas ortodoxas,
condujo a una fuerte caída del PBI y de las reservas monetarias y a un importante aumento
de la deuda externa. Además, la tasa de inflación no logró ser controlada, pese a la
aplicación de los ajustes monetaristas. En el plano social, por su parte, se produjo una fuerte
reducción de los índices salariales y de los niveles de empleo.
El contexto de doble crisis de representatividad (político-institucional y socioeconómica),
que había sido el desencadenante del Caracazo de 1989, fue campo propicio para la
intentona golpista de febrero de 1992. En ese contexto, un grupo de mandos medios de las
Fuerzas Armadas se rebeló ante el poder político, exigiendo la corrección de la orientación
neoliberal adoptada por Pérez y una lucha más enérgica contra la corrupción, por lo que
obtuvo el apoyo de sectores populares y estudiantiles. En estas circunstancias, hizo su
primera aparición pública la figura de Hugo Chávez Frías, un carismático Coronel del
Ejército que se embanderaba de un discurso anti-partidos y de raíz nacionalista popular, con
fuertes críticas al neoliberalismo y sus políticas de ajuste y liberalización. Sin embargo, la
intentona fracasaría rápidamente. Luego de ser condenado a prisión, en 1994 Chávez sería
indultado por el entonces presidente Caldera. Cuatro años después, regresaría al centro de
la escena pública, aunque ahora compitiendo democráticamente por el cargo presidencial.
2.4. La campaña presidencial de 1998 y la emergencia del nuevo líder popular.
Para las elecciones presidenciales a realizarse a fines de 1998, la crisis de legitimidad de los
partidos políticos tradicionales era muy grande. A partir de la victoria de Caldera, había
comenzado a conformarse un sistema de pluralismo limitado, que abarcaba desde el centro
del espectro ideológico (Convergencia, AD y COPEI), a la centro izquierda (Causa R,
MAS) (Aznar, 1999). Sin embargo, los partidos tradicionales hacían oídos sordos frente a
los reclamos ciudadanos contra la corrupción y el clientelismo y frente a la creciente tasa de
inflación, pobreza, inequidad social y desempleo. Además, en el último lustro, se había
producido un marcado declive del precio del barril del petróleo, reduciéndose de 70
dólares, en 1982, a sólo 11 dólares, en el año 1998. De este modo, se afectaban las fuentes
de prebendas que aplicaba el Régimen de Punto Fijo con sus adherentes, basados en un
sistema de regulación de los precios de los bienes y servicios (Spinetta, 2010: 151-152).

En ese contexto de crisis política y económico-social, reemergió en el espacio público la


figura del líder carismático Hugo Chávez. El ex militar golpista asumió, durante la
campaña presidencial, una posición nacionalista y popular, con fuertes críticas a la “clase
política” y al neoliberalismo. Con su nuevo partido, Movimiento Quinta República, logró
conformar una amplia política de alianzas hacia la centro-izquierda, que incluía a Causa R
(aunque un sector luego se desprendió del partido y formó el Partido para Todos, con
partidarios pro y anti-Chávez), el PCV y el MAS. La oposición, por su parte, se encolumnó
detrás de la candidatura del empresario Enrique Salas Romer quien, al frente del
Movimiento Proyecto Venezuela (MPV), y con el respaldo de los dos partidos
mayoritarios, exhibía índices de intención de voto para Presidente superiores a los de los
propios candidatos de COPEI y AD.

Finalmente, el 6 de diciembre de 1998, Chávez llegó al poder con un apoyo masivo del
56,2% de los sufragios, principalmente de sectores populares y medios, desencantados con
AD y COPEI16. Además, contó con el respaldo de sectores minoritarios de la clase media-
alta, como los industriales y petroleros, y algunos sindicatos no adecos. De esta manera,
con el ascenso del ex militar, se ponía punto final, de manera formal, al régimen
puntofijista, iniciando una nueva página en la historia venezolana que revolucionaría el
orden existente, extendiéndose por casi una década y media.

3. El ascenso de Chávez al poder


3.1. Las características neodecisionistas del liderazgo chavista
La asunción de Chávez como Presidente, en febrero de 1999, significó una profunda
transformación en la política, la economía y la sociedad venezolana. En el plano
16
En segundo lugar quedó el empresario Salas Romer, quien obtuvo un 39,9% de los votos.
económico, esta ruptura radical se materializó a partir de una profunda crítica al
neoliberalismo y sus políticas económicas. En el plano social, mediante una activa política
de inclusión de las masas. Y en el plano político, a partir de la conformación de un nuevo
orden institucional que garantizó el retorno de la gobernabilidad mediante la toma de
decisiones ejecutivas.
Este nuevo orden político, conducido por el liderazgo decisionista de Chávez, fue
acompañado por un discurso que promovió una creciente fragmentación y polarización
ideológica, que aún continúa vigente. En ese marco, quedaron conformados dos bandos
antagónicos. Por un lado, se posicionaban los aliados del Gobierno, que pronto recibirían el
nombre de chavistas. A nivel social, este núcleo chavista se hallaba representado por los
estratos bajos y populares. En el plano institucional, el nuevo orden contó con el apoyo del
Movimiento Quinta República (incluyendo al PC, Podemos y el MEP), el denominado
Comando Táctico de la Revolución, el Comando Maisanta y un conjunto de organizaciones
populares, cooperativas y sindicalistas, que habían sido dejados de lado durante el sistema
puntofijista. En la vereda de enfrente se ubicaron los núcleos antichavistas, sectores de
clase media y alta que conformaron la Coordinadora Democrática. En ese marco, se
ubicaban AD, el Partido Primero Justicia, el sindicalismo de la CTV, la mayor parte del
empresariado local, en particular la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio de
Venezuela (Fedecámaras) y los medios de comunicación privados, que realizaron una dura
campaña contra el chavismo (López Maya, 2004).
Ya desde su discurso de asunción, Chávez planteó una aspiración refundacional del orden
político vigente (Spinetta, 2010: 155). En dicho marco, su primera decisión política
consistió en decretar una convocatoria a un referéndum consultivo para modificar la
Constitución Nacional, en una medida que no estaba contemplada en la Constitución de
196117. En el referéndum, realizado el 26 de abril de 1999, la convocatoria obtuvo un
apabullante 92,36% de los votos aprobatorios. Poco después, el 25 de julio, se aprobó la
designación de los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) mediante un
segundo referéndum popular. En esa oportunidad, la coalición de fuerzas del chavismo,
bajo el nombre de Polo Patriótico (PP), obtendría 121 de los 131 escaños y un apoyo social
del 71,78% de los votos. Finalmente, en un tercer referéndum popular, realizado el 15 de
diciembre de 1999, un 71,37% de los votantes se expedirá a favor de la nueva Constitución
Bolivariana de Venezuela. Como consecuencia de ello, se producirá la disolución del
Congreso y de la Corte Suprema de Justicia y las funciones legislativas serán asumidas
íntegramente por la ANC.

Una vez lograda la amplia mayoría, el chavismo llevó a cabo una profunda e inédita
reorganización institucional, política y socioeconómica, que “institucionalizó” el proceso
de concentración y centralización del poder en la figura presidencial18. En ese sentido, se
dispuso la ampliación del mandato presidencial de cinco a seis años, con la posibilidad de
reelección inmediata para un único período adicional (Artículo 230). Además, se

17
La Constitución de 1961, en su artículo 3, señalaba que el sistema político se rige por el principio de la democracia
representativa.

18
Véase capítulo II.
establecieron una serie de cláusulas que tendieron a incrementar las facultades legislativas
del Ejecutivo. Entre ellas, la posibilidad de declarar el estado de excepción en los casos
previstos en la Constitución y la restricción de las garantías constitucionales (Artículos
236, 337, 338 y 339) y las facultades al Presidente para dictar medidas extraordinarias en
materia económica y financiera19.
Como consecuencia de estas reformas refundacionales, se reforzó el liderazgo
neodecisionista de Chávez, que tendió a concentrar el poder político en torno a su persona,
en desmedro de las instituciones representativas de la democracia liberal (Spinetta, 2010).
En ese marco, el nuevo liderazgo surgido de la crisis del sistema de partidos tradicionales,
implicó el regreso al poder de un líder personalista como no había en ese país desde 1958.
Este estilo de liderazgo se emparenta con lo que algunos autores han caracterizado como
“neopopulismo” (Zermeño, 1989), en el sentido de “una particular relación entre cierto
tipo de liderazgo personalista y sectores sociales en disponibilidad para movilizarse o ser
movilizados en contextos de crisis social, política y económica” (Aznar, 1999: 82).
Ahora bien, el nuevo liderazgo personalista y ejecutivista, para mantener el apoyo de sus
bases sociales, debía responder con eficacia decisional a las demandas primordiales de sus
electores. Estas demandas se concentraban en dos aspectos. En primer lugar, en solucionar
la crisis socioeconómica, vinculada a la aplicación de las políticas de ajuste neoliberal. Y en
segundo término, en concluir con la red de patronazgo, corrupción e impunidad, asociadas a
la partidocracia bipartidista. A continuación, analizaremos la respuesta política del discurso
de Chávez a aquellas demandas ciudadanas. Para ello, analizaremos las características
centrales que asume su discurso de legitimación social.
3.2. La crisis económica y social y la respuesta político-discursiva del liderazgo de
Chávez.

3.2.1. La apelación a la situación de emergencia económica: la Venezuela


“destrozada” de finales de los años ´90.

Hemos visto la importancia central que tenía la crisis político-institucional de los partidos
tradicionales para explicar la emergencia y estructuración del liderazgo chavista. En gran
medida, esta crisis era producto de la ineficacia decisional para solucionar la situación
económica y social (Aznar, 1990). En ese marco, al igual que otros líderes emergentes en
contextos de crisis, como Menem y Fujimori, el discurso verbal de Chávez también hará
mención a la situación de emergencia recibida, vinculada a una crisis terminal:
Esta crisis que nosotros hoy estamos sufriendo, es la más severa y es la más
prolongada de este siglo, comparable a alguna de las crisis del siglo pasado
(Discurso del 25 de marzo de 1999, p. 57).

La crisis, caracterizada también como una “depresión prolongada” que “se acerca a la
catástrofe” (Discurso del 25 de marzo de 1999, p. 60), un “país que se hunde (p. 60) y a una

19
Véase capítulo II.
“Venezuela que está destrozada (p. 64), será vinculada a la profunda caída del PBI, el
aumento de la tasa de “inflación” y la fuerte merma de la “inversión externa”:

En 1998, el Producto Interno Bruto había caído, o cayó, en un 20%, en relación a


1978. Es decir, en veinte años en Venezuela, el Producto Interno ha caído casi que
a razón de 1% anual, y eso de manera sostenida (…). Por otra parte, la tasa de
inflación promedio, desde 1980 hasta esta fecha, es una tasa de inflación que se
mantiene por encima del 30%, en estos últimos diecisiete años (….). La caída de la
inversión bruta fija real, en porcentaje del producto interno bruto, fíjense ustedes
cómo ha caído, en un 20% aproximadamente, tanto la pública como la privada
(Discurso del 25 de marzo de 1999, pp. 58-59).

Un segundo componente de la crisis estará representado por el incremento de la deuda


externa y la creciente fuga de capitales al exterior:

La deuda pública externa, que es otro de los fardos en lo económico y social aquí, y
además, a nosotros nos ha tocado en estos próximos cinco años, producto de las
renegociaciones anteriores de aquella llamada “la mejor renegociación del
mundo”, tan publicitada en su momento (…) Debemos cancelar la cantidad de
14.500 millones de dólares en estos cinco años, producto de la deuda externa, y en
los cinco años subsiguientes, 8.400 millones de dólares. (…) Esa es otra de las
variables de muy fuerte impacto sobre la situación que tenemos (...). Además (…),
se han ido del país, en los últimos catorce años, 37 mil millones de dólares de
capitales venezolanos que están en el exterior. Estos son capitales venezolanos, la
mayor parte de ellos están en el exterior, y hacen falta en este mismo instante para
la reactivación del aparato productivo (Discurso del 25 de marzo de 1999, pp. 59-
60).

Finalmente, en ocasiones, Chávez se referirá a la caída en el precio del barril del petróleo
(“En los últimos años se vinieron abajo los precios del petróleo”, 25-03-99, p. 61).

3.2 La doble ruptura radical en el plano económico y social

3.2.1. La ruptura con el “infierno” neoliberal y la búsqueda de una “sociedad justa”

El discurso de Chávez representa un discurso a contramano de la corriente de su tiempo.


Efectivamente, el Presidente venezolano será el primer mandatario en asumir una postura
de fuerte crítica a las políticas neoliberales, no sólo en su país, sino en toda la región. Desde
el discurso verbal chavista, el neoliberalismo será caracterizado como un “paradigma
fundamentalista” que condujo a Venezuela al “infierno”, y contrapuesto al “camino” del
“Pueblo”:

Estamos entrando al siglo XXI, y creo que ya muy pocas personas pudieran
dudarlo, ya no se trata de la caída del Muro de Berlín; no se trata de la caída de la
Unión Soviética, es que ha caído también el paradigma fundamentalista del
neoliberalismo. Ese no es el camino, y creo que esa es una de las verdades que, sin
temores de ningún tipo, debemos discutir en esas cumbres y más allá de las
cumbres, en la cotidianidad de todos los días, y en todos los espacios donde
circundan nuestros pueblos y su esperanza. ¿Es el neoliberalismo económico el
camino para los pueblos del Caribe? Decimos desde Venezuela: definitivamente sí,
el camino al infierno (11-12-2001, p. 688).

El “modelo neoliberal”, en ese contexto, será definido como un “viejo modelo político y
económico que hizo ese milagro al revés de llevar a la pobreza, a la marginalidad, a la gran
mayoría de un pueblo, que vive en un territorio lleno de riquezas” (11-12-2001: 684).
Además, será vinculado a una inserción económica “salvaje”, que promovió la importación
de productos, afectando a la producción nacional:

El modelo neoliberal salvaje que estaba aquí instalado importaba, importaba e


importaba todo tipo de productos y teníamos a los productores nuestros
abandonados (02-02-2000, p. 51).

En otra oportunidad, Chávez reafirmará la contraposición entre el neoliberalismo y el


pueblo, refiriéndose al “desastre que es para los pueblos del mundo esta política de
neoliberalismo salvaje” (22-08-2001: 287). Ahora bien, si el significante neoliberalismo
articulará la frontera de exclusión del discurso chavista, vinculado a un modelo que
“desechó la política”, Chávez planteará otro tipo de integración posible, bajo la conducción
de la política:

Cuando hablamos de la integración, tenemos que preguntarnos de qué integración


estamos hablando: ¿De la integración que aquí se montó en América Latina sobre
el carril del neoliberalismo, y desechó la política? (11-12-2001, p. 689).

En contraposición a la integración socialmente excluyente del neoliberalismo, el discurso


de Chávez construirá un doble proceso de integración, que será tanto económico-social,
como político. En el plano económico, la frontera de inclusión hará hincapié en un discurso
que articulará significantes clave provenientes de diversas tradiciones. Por un lado, en un
discurso que podemos denominar productivista nacional, destacará la necesidad de
promover las “inversiones” dirigidas al “desarrollo productivo”, con el objeto de alcanzar el
crecimiento del PBI:

En Venezuela, prácticamente, no hay inversión, ni pública ni privada, que genere el


desarrollo productivo, que pueda levantar el PBI. Es necesario, de manera urgente,
que incrementemos la inversión (02-02-2000, p. 59).

Esta “dinámica nacional de desarrollo” (02-02-2000: 64), que se dirigirá a la defensa de la


“economía real”, la “productiva” (22-08-2001: 293; 11-12-2001: 692), marcará un punto de
ruptura radical con el discurso anti-estatista, promovido por el neoliberalismo. En ese
marco, Chávez destacará la necesidad de que retornasen los recursos fugados al exterior
(“Es el momento que cada quien haga un aporte, arriesgue algo, el país lo clama, 37.000
millones de dólares en los últimos catorce años se han ido de Venezuela”, 02-02-2000: 68).
En cuanto al destino de la inversión pública, será articulada con la inversión del Estado en
el campo de la educación y la salud pública (“Quisiéramos dirigir la inversión pública hacia
la educación, por ejemplo, hacia la salud urgentemente”, 25-03-99: 68).
Ahora bien, en los discursos de Chávez la crisis, provocada por la aplicación del
neoliberalismo, presentaba, a su vez, un segundo componente, representado por la herencia
de crisis social. Esta crisis se expresaba en un Estado “destrozado”, en el marco de un país
con altísimas tasas de “pobreza” y “desigualdad” y con una sociedad fragmentada, en
donde predominaba la “exclusión” social, significantes que serán contrapuestos a la
búsqueda de una “sociedad justa”:
También hablamos del equilibrio social, hacia una sociedad justa. No solamente el
Estado está destrozado en Venezuela. Una sociedad de excluidos, una sociedad de
miseria, de desigualdad del 85%, de pobreza, miles y miles de niños abandonados,
una sociedad desintegrada, tenemos hoy en Venezuela (25-03-99, p. 65).

En ese marco, Chávez hará mención al “incremento de las tasas de desigualdad en el


ingreso nacional, que en Venezuela son unas de las más acentuadas de todo el continente”.
Se referirá, en ese sentido, al “cuadro macabro y terrible, que nos ha traído hasta aquí” (25-
03-99: 58). En efecto, para el enunciador, “es terrible la situación social del país,
sumamente terrible y peligrosa, por explosiva”. Como respuesta a ello, un “objetivo de
primer nivel” de su proyecto político, definido como “Proyecto Bolívar 2000”, será ubicado
en la “atención a los excluidos” (25-03-99: 69-70).

En realidad, un elemento a destacar en la discursividad chavista reside en que, desde la


visión de Chávez, la política, la economía y la sociedad se encuentran enlazadas entre sí. En
efecto, para el Presidente, “el problema económico influye, sin duda alguna, de manera
muy fuerte en lo social”. En ese marco, “la visión debe ser integral” (25-03-99: 68), de
modo tal que Chávez se refiere con frecuencia a lo económico-social de manera articulada.
Como consecuencia de esta cosmovisión integradora, contraria a la distinción en esferas
autónomas del liberalismo, el discurso del Presidente planteará también una fuerte ruptura
en el plano social, integrando lo económico y lo social a partir del antagonismo con el
modelo neoliberal.

Desde el orden de las prácticas extra-lingüísticas, además, su Gobierno promoverá una


fuerte política de inclusión de las masas, excluidas por el régimen predominante hasta
1998. En ese sentido integrador se sitúa su Plan de Desarrollo Económico y Social, vigente
a partir del 2001. El mismo garantizaría derechos sociales universales, la idea de propiedad
comunal y la defensa del petróleo nacional (López Maya, 2004). Además, el chavismo
llevó a cabo una fuerte política en favor de la democracia participativa, asociada a una
forma de democracia directa y popular, opuesta al alicaído régimen representativo liberal.

3.2.2. La ruptura con el proyecto neoliberal del ALCA y la propuesta de inserción al


ALBA para conformar la “Patria Grande”.

La ruptura radical que iniciará el chavismo no sólo promoverá un antagonismo económico


y social con el neoliberalismo. Al mismo tiempo, planteará una ruptura radicalizada en
relación al modelo de inserción internacional reinante. En ese contexto, el discurso verbal
de Chávez hará suya la defensa de elementos clásicos del populismo de la segunda
posguerra, como el resguardo de la “soberanía nacional”:
Aquí hay un gobierno soberano que no está subordinado a ningún centro de poder
ni político, ni militar, ni económico de ninguna parte del mundo (…) (estamos en)
un país libre y soberano (02-02-2000, pp. 47-48).

Este discurso nacionalista colocará el eje del antagonismo en la política exterior


estadounidense. Su primera expresión social se produciría en el año 2001, en la III Cumbre
de las Américas, con sede en Quebec. Allí Chávez propondría, sin ser acompañado por
otros mandatarios, que la reunión incluyera una declaración final a favor de una democracia
con justicia social (Spinetta, 2010: 141).

Desde el orden verbal, lo más interesante es que el discurso de Chávez realizará una
articulación equivalencial entre el proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas
(ALCA), promovido por los Estados Unidos y las potencias mundiales, y el neoliberalismo.
Pero además, no sólo criticará al ALCA, sino que planteará, en contraposición, una nueva
forma de integración nacional y regional, que presentará una alternativa al modelo de
inserción acrítica al orden global. En ese marco, ya en el año 2001, se referirá a la
necesidad de conformar una Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA):

El ALCA es una invitación; nos están invitando a una integración, pero enfocada
desde el punto de vista del neoliberalismo. Nosotros decimos: no. Si pudiéramos
comenzar a discutir lo que pudiera llamarse el ALBA, casi ALCA, pero con B:
Alternativa Bolivariana para las Américas (11-12-2001, p. 691).

Para legitimar esta alianza contra-hegemónica, Chávez apelará con insistencia a dos de las
figuras centrales de la conformación de la independencia regional: San Martín y Bolívar.
En ese marco, se referirá, desde un discurso “latinoamericanista” (Arnoux, 2008), a la
necesidad de construir la “Patria grande”, siguiendo el ejemplo de los próceres
latinoamericanos (“San Martín, que junto a Bolívar soñaron con la Patria Grande”, 11-12-
2001: 689).

3.2.3. El discurso nacionalista popular y latinoamericanista y la ruptura con los


“poderes constituidos”.

A diferencia de otros gobiernos regionales contemporáneos a Chávez, como el de Fernando


De la Rúa en Argentina, Vicente Fox en México o Fernando Cardoso en Brasil, la
discursividad chavista asumirá un discurso que, en muchos aspectos, podemos definir como
nacional popular radicalizado, o de populismo nacional. Sin embargo, al mismo tiempo,
presentará una serie de transformaciones en relación a los discursos nacional populares
“realmente existentes” (De Ípola y Portantiero, 1989), un tema en el que luego
profundizaremos. Dos serán los ejes centrales de la discursividad chavista. En primer lugar,
la presencia de un fuerte nacionalismo económico y político, que puede ser atribuido a su
formación militar. Este nacionalismo, sin embargo, se articulará equivalencialmente con
una visión latinoamericanista, de impronta anti-imperialista. En segundo término, su
discurso populista de izquierda, que apelará de forma constante a significantes típicos del
populismo, como la contraposición antagónica entre el pueblo y el poder establecido,
acompañado por una lógica de movilización anti-institucional y satisfacción equivalencial
de las demandas insatisfechas (Laclau, 2005).
En relación al eje que podemos denominar de nacionalismo latinoamericanista, hemos visto
que Chávez planteará una fuerte crítica a la relación de subordinación y dominio de los
Estados Unidos, en defensa de la soberanía nacional. No obstante, para valorar el grado de
ruptura radical que representó el chavismo, debemos tener en cuenta que no se limitará a la
pura negatividad con el orden vigente, sino que edificará una “estrategia de positividad”,
condición indispensable para consolidar una hegemonía alternativa (Laclau y Mouffe,
1987). En efecto, en el marco de la hegemonía neoliberal a escala mundial, una de las
particularidades trascendentales del discurso de Chávez será que no sólo presentará una
crítica radicalizada al neoliberalismo, sino que, al mismo tiempo, formulará una estrategia
alternativa. En ese contexto se sitúa la recuperación de significantes que, en gran medida,
eran tabú durante los años ´90, como el resguardo de la soberanía nacional. Así, mostrando
una ruptura radicalizada con las políticas de inserción internacional del liberalismo, el
discurso de Chávez defenderá los “intereses nacionales” (11-01-2000: 16). Además, hará
mención a la idea de “liberar nuestra patria”, asociado a valores como la “dignidad” (17-09-
2001: 410). Sin embargo, lo interesante de la discursividad chavista es que el macro-
discurso nacionalista se articulará equivalencialmente con lo latinoamericano. En ese marco
se sitúa su discurso “latinoamericanista” (Arnoux, 2008) en defensa de la integración
regional, vía la conformación del ALBA, que colocará el énfasis en la idea de unidad
regional, tal como se presentaba en discursos populistas clásicos, como el de Perón,
aunque, en este caso, teniendo como referencias centrales a Bolívar y a San Martín.

En cuanto a la dimensión “populista”, el discurso de Chávez asumirá un proceso de


“inclusión radicalizada” (Barros, 2006), que contará con las condiciones formales para
posicionarlo dentro del populismo de izquierda (Laclau, 2005). En el plano de las prácticas
sociales e institucionales, satisfará las demandas insatisfechas del Pueblo, incorporándolos
al nuevo sistema político que edificará a partir de 1999. Así, desde el eje de las políticas
públicas, sus medidas decisionistas a favor de la inclusión social lograrán una fuerte
reducción de las tasas de pobreza y desempleo. A su vez, el liderazgo fuerte de Chávez
permitirá recuperar el orden, la paz y la gobernabilidad, frente a la crisis político-
institucional del orden vigente.

En cuanto al discurso de legitimación de las políticas públicas, presentará también los


elementos formales del populismo. En ese marco, siguiendo el mandato de Simón Bolívar,
el Pueblo representará un actor político y social, que pasará a ocupar un papel central:

Bolívar tomó conciencia histórica, conciencia de quién debe ser el agente de los
cambios en la historia de nosotros, el pueblo; se fue con el pueblo y por eso lo
traicionaron (19-10-2001:513).

Esta defensa del Pueblo será contrapuesta a los intereses anti-populares, anti-nacionales y
anti-latinoamericanos, tanto locales como internacionales. En ese marco, el término
“oligarquía” se mencionará con frecuencia para personificarlos, incluyendo referencias a
los “medios de comunicación” (19-10-2001: 513) y los “terratenientes”, y un más genérico
dirigido a las “presiones internas y externas del poder” (05-09-2001: 387). En el plano de
los “poderes” internos, estos intereses constituidos estarán representados por el régimen
político puntofijista en su conjunto, incluyendo a las instituciones representativas del
Congreso, los partidos políticos y la Corte Suprema. Este sistema, que englobará el período
que abarca “desde 1958 hasta 1998”, había generado un país “empobrecido” y “en
pedazos”, “subordinado” y sin “soberanía nacional” y con instituciones políticas
“desmoronadas”:

Un país empobrecido, un país, desde el punto de vista político, con las instituciones
desmoronadas, partidos políticos desmoronados, la ética y la moral desmoronada,
la sociedad partida en pedazos, la economía vuelta polvo, relaciones
internacionales de subordinación y para nada de soberanía (05-09-2001: 386).

En contraposición a este régimen y sus efectos, se hallaba el “pueblo” venezolano:

En Venezuela, sin embargo, dice un viejo adagio: “No hay mal que dure 100 años
ni cuerpo que lo resista”. En verdad, no hay mal que dure tanto tiempo, ni pueblo
que lo resista y menos el pueblo venezolano, pueblo glorioso, pueblo heroico (05-
09-2001: 386).

En ese marco, en el discurso populista de Chávez se producirá la contraposición típica de


los populismos entre el pueblo y el bloque de poder, dividiendo el espacio social en dos
partes antagónicas (Laclau, 2005). Así, según el Presidente, tener una nueva Constitución
Nacional era “el objetivo macro, fundamental, prioritario, que antecede a cualquier otro”,
vinculado a la defensa de un proyecto “popular” y “revolucionario”, que necesariamente
debía “chocar con los poderes constituidos”:

Fue un año de choques, de grandes incertidumbres, y había que chocar,


inevitablemente había que chocar con los poderes constituidos, con la anterior
Corte Suprema de Justicia, con el Congreso, ni se diga; con el Consejo Nacional
Electoral; con los órganos del poder constituido había que chocar, y nos tocaba a
nosotros chocar (02-02-2000, pp. 46-47).

En ese contexto, que sólo exceptuaba de la crítica a las Fuerzas Armadas 20, en ocasiones
Chávez planteaba una continuidad histórica entre el dominio de la época de Bolívar y la
dominación de la “nueva” oligarquía, vinculada a la defensa de sus propios “privilegios”:

¿Qué puede diferenciar a las oligarquías dominantes de hoy, de aquellas


oligarquías dominantes de hace 200 años? Muy poco; la diferencia es sólo de
forma, pero en el fondo es la misma esencia. Son oligarquías que tienen mucho
dinero, manipulan, maniobran, engañan, chantajean y utilizan todos los recursos
que tienen para tratar de conservar sus privilegios, incluso la violencia, he ahí el
reflejo de la historia (19-10-2001: 514).

20
Aunque excede el marco de este trabajo, el discurso de Chávez presentará una fuerte alianza entre las Fuerzas Armadas
y los sectores populares (“Fuerza Armada unida con el pueblo”, s/f, p. 47), articulándolos a su proyecto de unidad
nacional (“Una unión tan hermosa como se ha dado, entre las Fuerzas Armadas Venezolanas, el gobierno, sectores
privados, y las comunidades de Venezuela, s/s, p. 69). En ese marco, rememorando a Perón (Sigal y Verón, 2003), Chávez
afirmará que “soy apenas un soldado”.
De este modo, los poderes constituidos del presente asumían la misma lógica de
dominación que las antiguas “oligarquías” de las épocas de las luchas por la independencia.
No obstante, como señalamos, la crítica no se quedará en la pura negatividad. En ese
marco, yendo al plano del contenido, el discurso de Chávez recuperará la dimensión
democrático-popular de los populismos “realmente existentes” (De Ípola y Portantiero,
1989), a partir del énfasis en significantes como la defensa de los que menos tienen y la
vinculación de la democracia con valores participativos y movimientistas, asociados a
“niveles crecientes de participación y organización popular” (17-09-2001: 426).

En ese contexto, el discurso chavista asumirá un mandato de integración de los excluidos


del Pacto de Punto Fijo, es decir, de los partidos de los movimientos sociales y las masas
populares, dentro del nuevo orden político. En esa sintonía, frente al proceso de exclusión
social del neoliberalismo, Chávez se referirá a la necesidad de implementar una “política en
defensa a fondo de los derechos humanos fundamentales del hombre” (11-01-2000: 16),
resguardando el “trabajo”, la “vivienda” y la “salud”. Además, recuperará un valor central
del discurso nacional popular y de la tradición democrática clásica, asociando la
democracia a la “igualdad social” (22-08-2001: 300). En el mismo sentido, afirmará que
“Si el siglo XX fue el siglo de las desigualdades que siguen hoy azotando al mundo,
luchemos para que el siglo XXI sea el siglo de la igualdad” (11-01-2000: 16). Ese objetivo
sólo se podía alcanzar “luchando contra la pobreza”, para alcanzar el objetivo de la “justicia
social” (22-08-2001: 293). El populismo de izquierda de Chávez presentará, entonces,
elementos en común con los populismos clásicos de Perón, Cárdenas y Vargas. No
obstante, como veremos, al mismo tiempo realizará algunas reformulaciones discursivas
que lo distinguirán de esas experiencias.

4. La ruptura radical en el plano político-institucional: la


“ingobernabilidad” y la “vía pacífica” de las reformas institucionales.

Hemos visto que el chavismo puede ser entendido como un fenómeno político emergente
de la crisis de representatividad del bipartidismo. En ese marco, en ocasiones el discurso de
Chávez posicionará en un lugar subordinado a la crisis económica y social, refiriéndose
centralmente a la presencia de una crisis “moral” y “ética”. Sin embargo, lejos de
presentarlas como inconexas, la crisis moral será articulada de forma equivalencial a una
crisis política, producto del contexto de “caos”, “ingobernabilidad”, “desintegración” y
“anarquía”, en el que asumió el poder:
El problema nuestro no es económico, el problema madre aquí, la madre de todos
los problemas es moral y ético. Ahí está la raíz, a esa raíz tenemos que atacar y es
político también. El marco político está en desintegración, en caos, en anarquía
(25-03-99, p. 62).
Una crisis que, en este caso, será expresión de la falta de “honestidad”, “eficacia” y
“eficiencia” de las instituciones representativas, y cuya solución provenía de la reforma de
la Constitución Nacional:
El problema de la gobernabilidad del contorno, de la eficacia de las instituciones,
de la honestidad de las institucionales, de la eficiencia, eso es algo urgente, no
podemos esperar ni un día, no podemos perder ni un día y esa es la vía
constituyente, la vía pacífica que es la que queremos todos (25-03-99, p. 65).

En ese marco, la situación de “ingobernabilidad” actuará como una estrategia para legitimar
la necesidad del cambio radical de chavismo y el rol del propio liderazgo presidencial,
condición de posibilidad para terminar de recuperar la “gobernabilidad:

Venezuela estaba ingobernable, todavía hoy tiene visos de ingobernabilidad en


áreas diversas, pero, repito, este es un proceso que va avanzando poco a poco,
paulatinamente iremos recuperando los grados necesarios de gobernabilidad en
todo el ámbito nacional (02-02-2000: 52).

Sin embargo, junto a esta apelación a la crisis institucional, en la frontera de inclusión del
discurso de Chávez prevalecerá una idea de transformación o cambio, que incluso se
impondrá por sobre la idea de continuidad con el pasado. Desde la propuesta chavista, se
debía realizar un cambio de raíz. En ese marco, el Presidente enarbolará un discurso
refundacional, de reminiscencias neodecisionistas, que prometía alcanzar un futuro
venturoso mejor, a partir de la toma de decisiones personalistas por parte del líder popular.
Existirá, en ese contexto, un elemento de refundación radical que no hemos mencionado,
pero que ocupará un lugar central en la “revolución” chavista: la recuperación de una
concepción liberal de la democracia y su compleja mixtura con la tradición clásica.

5. La concepción democrático-popular y participativa del discurso de


Chávez
Una vez asumido el poder, el 2 de febrero de 1999, el objetivo inicial del gobierno de
Chávez consistirá en llamar a la Constituyente para reformar la Carta Magna. La reforma,
en ese marco, será construida como una respuesta que permitirá salir de la crisis
institucional y socioeconómica. Ahora bien, como hemos visto, junto al cambio económico
contra el neoliberalismo y la integración acrítica al orden global, el proyecto chavista
edificaba una ruptura radical con el régimen existente en el plano institucional. En ese
contexto, una particularidad de la experiencia chavista será la revalorización de una
concepción participativa y social de la democracia, antagónica a la tradicional concepción
de la democracia representativa liberal. Así, el referéndum para convocar a la Asamblea
legislativa y reformar la Constitución, colocaba como eje nodal la necesidad de
“transformar el Estado y crear un nuevo ordenamiento jurídico que permita el
funcionamiento efectivo de una democracia social y participativa”21. En dichas
circunstancias, se incorporaron una serie de mecanismos políticos vinculados a un tipo de
democracia directa y participativa, en oposición a la habitual democracia representativa.
Entre ellas, se incluyó la posibilidad de revocatoria popular de los mandatos. Además, en
el marco del plan de Desarrollo Económico y Social, junto a la defensa del Estado
regulador y defensor del petróleo nacional, se tipificó la propiedad comunal y se
establecieron los derechos sociales universales e imprescriptibles (López Maya, 2004).

21
Véase Capítulo II.
En el contexto de un Gobierno que, en sus prácticas políticas e institucionales, era contrario
a la democracia representativa liberal y a los valores republicanos (Spinetta, 2010), la
oposición política, nucleada en la Coordinadora, se expidió en reiteradas ocasiones sobre la
inconstitucionalidad de la reforma constitucional chavista, ya que contradecía lo
especificado en el artículo 3 de la Constitución de 1961.
Como una respuesta a las críticas de la oposición, en el discurso de Chávez el proceso de
cambio, iniciado durante su Gobierno, será resignificado como plenamente democrático. En
dichas circunstancias, se revalorizará una concepción participativa, que podemos
denominar también neocomunitarista, social o popular. En esta democracia social, el
principio básico no era la accountability horizontal (O´Donnell, 1996, 1997), sino la
defensa de la soberanía popular. De este modo, frente a la visión liberal de la democracia,
en la que el Gobierno sólo gobierna por medio de sus representantes, Chávez promoverá
una concepción rousseauniana (Rousseau, 1995), en donde la democracia era equivalente a
la “participación” social del “Pueblo” en las decisiones políticas22:

Por primera vez en muchísimos años, Venezuela entró en un proceso realmente


democrático, porque su sustancia vital no puede ser otra que el clamor y la
participación de un pueblo y aquí se hablaba de democracia, pero el pueblo andaba
por un lado y la fulana democracia por otro. Ahora se han conseguido un proyecto
político y un pueblo, y eso sí verdaderamente podemos calificarlo de democrático o
de democracia (11-01-2000: 16).

Desde esta cosmovisión social de la democracia, el proceso constituyente se hacía


equivalente a un proceso “soberano” y “popular”, de manera tal que el “Pueblo” ejercía la
soberanía:

En el mundo entero Venezuela se ha convertido en una referencia del proceso


constituyente originario, un proceso soberano y popular. En los países vecinos y
hermanos del Continente hay una gran expectativa y están pidiendo manuales,
información y le estamos enviando, a todo el que pide le enviamos la información
que tenemos para que estudien el caso Venezuela, cómo llegó a darse este proceso
(03-02-2000: 64).

Esta concepción popular-social de la democracia, expresada también en la fuerte política de


inclusión de las masas, ubicará en un lugar privilegiado a la “organización popular” (10-01-
2002: 41), recuperando una idea de movimientismo populista que lo asemejará a las
experiencias históricas del populismo latinoamericano.

5.1. La soberanía compartida.


Ahora bien, esta concepción horizontal y participativa de la democracia, emparentada con
la visión clásica, se encuentra en fuerte tensión con la idea de soberanía ejercida
verticalmente desde la cima del poder político. Como señala Nun (2001), existe una tensión

22
Sobre la tensión entre estas dos cosmovisiones, véase Nun (2001).
entre la visión de la democracia participativa o deliberativa, que lo entiende como
“gobierno del pueblo”, y la visión representativa, que define a la democracia como el
“gobierno de los políticos”23. De hecho, las prácticas discursivas de Chávez tendrán un
fuerte componente de liderazgo decisorio fuerte, que concentrarán el poder en su persona.
Sin embargo, desde el discurso del Presidente, se planteará una especie de “soberanía
compartida”, en el que tanto el Pueblo, como el “Gobierno”, eran igualmente “soberanos”.
Pero además, incorporando un nuevo elemento de nacionalismo anti-imperialista, la
soberanía popular, la soberanía de “nuestro pueblo”, será vinculada, a su vez, con la
defensa de la “soberanía nacional”. De este modo, el Pueblo era soberano porque no
aceptaba las ”presiones” que ejercen los “centros de poder”, simbolizado implícitamente en
la figura de los Estados Unidos:

Ustedes han podido evaluar, sin duda, los signos fundamentales de nuestra nueva
política exterior: soberana, hecha aquí en Caracas, que obedece sólo a la
soberanía de nuestro pueblo y a la soberanía de nuestro Gobierno; que no obedece
a centros de poder de ningún tipo, ni acepta presiones de ningún centro de poder
mundial (…) que respeta la autodeterminación de los pueblos, que respeta la
soberanía de los pueblos, que respeta el derecho de los pueblos a buscarse a sí
mismos como queremos, y aspiramos que se siga respetando ese derecho a nuestro
pueblo, al pueblo venezolano (11-01-2000: 16).

De esta forma, reapropiándose de significantes típicamente democráticos, como la


participación social, la autodeterminación, la soberanía del pueblo y la igualdad, Chávez
logrará borrar el vínculo que separa a su figura del Pueblo, convirtiéndose en el portavoz
privilegiado de lo popular. Al mismo tiempo, se posicionará como un líder plenamente
democrático, al responder al mandato del Pueblo mediante una lógica de participación
horizontal en la toma de decisiones. La respuesta popular, entonces, sólo podía consistir en
un plebiscito permanente a su figura, en tanto portavoz de la pura presencia del Pueblo24.

5.2. La articulación entre la concepción participativa y la concepción representativa


de la democracia y la ruptura con el “pasado ignominioso”.

Hemos visto la visión neocomunitarista y social de la democracia que defenderá Chávez,


asociado a una democracia participativa. Pero lo más interesante, y que distanciará al
discurso de Chávez de otras experiencias populistas asociadas a la segunda posguerra,
como el peronismo, el cardenismo o el varguismo, es que su discurso se situará dentro del
respeto a los valores liberal democráticos25. En ese marco, que actuará en consonancia con

23
Esta tensión, en relación al caso venezolano, ha sido destacada por Coppedge (2002).

24
De hecho, Chávez, al frente del Movimiento Quinta República, fue reelecto cómodamente en su cargo, en las
elecciones presidenciales de julio del año 2000, con el apoyo de casi el 60% de los votos.

25
Una última diferencia con los populismos clásicos será la perspectiva “socialista”, que defenderá la política económica
y social de Cuba. En palabras de Chávez, el país caribeño era “uno de los países con mayor presencia geopolítica, con una
población en crecimiento dinámico, con una de las economías que crece con mayor rapidez y fortaleza”. En ese marco,
destacará que “con Cuba tenemos una relación creciente en lo político, en lo social, en lo económico” (22-08-2001: 284-
el triunfo mundial de la concepción liberal de la democracia, se presentará una nueva
ruptura discursiva. Esta ruptura radical, esta vez en el plano político-institucional,
antagonizará con las Dictaduras y autoritarismos de períodos previos (“Hemos podido
romper con un pasado ignominioso, sin tener que hacer lo que hicieron otros hombres y
mujeres en otra época”, 11-01-2000: 16).

De un modo similar, diferenciándose de su continua apelación al pensamiento de Bolívar


(Arnoux, 2008), así como de otras experiencias políticas previas en su país, Chávez
destacará, dentro de su proceso de “transformación”, la defensa de valores típicamente
liberales, como la “libertad de prensa” y la “libertad de expresión”:

Aquí no hubo ni una gota de sangre, ni un perseguido político, ni un preso político,


ni un exiliado político, ni un medio de comunicación cerrado. Por el contrario, se
abrieron las puertas a la libertad de crítica, como continúan y continuarán abiertas
de par en par, a la libertad de pensamiento, a la libertad de expresión, a la libertad
de participación (11-01-2000: 15).

No obstante esta ruptura con el populismo clásico, la democracia no podía limitarse al


aspecto meramente formal. En efecto, la reforma constitucional del Gobierno promovía un
proceso de democratización que iba “más allá” de las limitaciones de la democracia
representativa liberal. En ese marco, la democracia liberal era sólo el punto de partida para
el desarrollo de una nueva “democracia participativa”, que debía “llenarse de contenido
popular”, a partir de la “participación” del “pueblo”, la “igualdad social”, la “justicia” y la
defensa de los “derechos humanos” básicos, otorgándole una “oportunidad a todos”:

Discutimos mucho sobre democracia y Venezuela. Como siempre, estamos a la


vanguardia en el impulso de la democracia participativa, y ahí logramos que en el
punto N°7 de la Declaración de Santiago, se incluyera el concepto de democracia
participativa, porque hay que ir más allá. En eso insistiremos siempre. No basta
con la democracia representativa, hay que llenar la democracia de contenido
popular, y como todos sabemos, ustedes, los venezolanos todos, aprobamos aquí, en
nuestra Constitución, el sistema democrático participativo y protagónico que
estamos comenzando a construir. He allí uno de los elementos del mapa dinámico
este, que tenemos acá: Construyamos la democracia bolivariana, ¿Y cuál es la
democracia bolivariana? La democracia participativa, la democracia protagónica,
cuyo fin -decía Bolívar- debe ser darle al pueblo la mayor suma de felicidad
posible. La democracia no es sólo elegir representantes, llámense como se llamen.
No. Esa es sólo una parte de la democracia. La democracia tiene que garantizar
igualdad, justicia, no puede quedarse sólo en lo político; la democracia tiene que
ser también social, igualdad social; debe satisfacer los derechos humanos de la
población y no de una minoría de la población. De toda la población: educación,
salud, vivienda, trabajo, desarrollo humano, vida. La democracia tiene que ser
también económica, debe darle oportunidad a todos (22-08-2001: 300).

285). Sin embargo, en esta primera etapa, el llamado “Socialismo del Siglo XXI” todavía no había sido elaborado como
doctrina nacional. Véase Capítulo II.
6. La “revolución pacífica” e integral del chavismo y la Venezuela que
“renace”.
Hasta aquí hemos visto que Chávez presentaba un discurso que mixturaba elementos del
nacionalismo popular radicalizado, que incluían una veta de productivismo nacional en lo
económico, una fuerte visión latinoamericanista en lo político y una concepción
democrático-popular en lo social. En ese marco, el Presidente asumía una crítica radical al
neoliberalismo, y en ocasiones también a la tecnocracia26, marcando una frontera política
con la defensa del Pueblo y la integración social, nacional y regional. Además, aunque no
es motivo de este trabajo, el discurso de Chávez presentaba algunos visos conservadores,
producto tal vez de su herencia militar27. En el plano político institucional, asumía una
concepción participativa de la democracia, aunque lo articulaba a la defensa de la
democracia liberal. Vimos, además, que el discurso chavista presentaba una visión integral,
que articulaba lo político, lo económico, lo social y lo ético. En ese marco, en consonancia
con su discurso neo-comunitarista y sus raíces conservadores populares, se producía una
articulación global que incluía a todos los elementos que el neoliberalismo define como
autónomos:

El mercado, según los neoliberales, sí lo arregla todo. Ése es el nuevo Dios. Pues es
el diablo vestido de Dios, porque no es que lo arregla todo, lo daña todo. Daña la
economía, daña la sociedad, daña la política, daña la moral, porque parte de un
principio malévolo y salvaje, que es el individualismo y el egoísmo (25-03-99: 69).

En tales circunstancias, hará su aparición un nuevo significante que ocupará un lugar


privilegiado en la discursividad presidencial: la idea de revolución. En efecto, el discurso
de Chávez planteaba una “revolución democrática”, en el que no podía dividirse lo ético,
económico, lo social y lo político. Esta revolución implicaba un cambio radical en las
condiciones existentes, a partir de una profunda transformación del orden vigente, que
incluía a la totalidad:

Claro que todo esto está interrelacionado con lo económico, con lo ético y con lo
político. Es el todo lo que se dañó aquí, no es la sumatoria de las partes, es el todo.
Por eso el planteamiento tiene que ser revolucionario, porque tiene que enfrentar el
todo y transformarlo, y eso no tiene otro nombre que revolución, no le tengamos
miedo al término. Revolución, no reforma. La situación está tan complicada que no
acepta reforma. Llamo a revolución a todos los venezolanos, los que tengan miedo,

26
Junto a la crítica al neoliberalismo, en ocasiones también criticará a los “economistas” y a la “tecnocracia”,
asumiéndose desde un nosotros, “los políticos” (11-12-2001, p. 690).

27
Así, afirmará, por ejemplo, que “Si el siglo XX fue el siglo de la discordia entre grupos, de conflictos armados entre
grupos y naciones, pidamos y hagamos todo lo posible para que este siglo que comienza sea el siglo de la solidaridad, de
la unión, de la justicia, de la paz”, a lo que asociará a valores como la “solidaridad” y el “amor” entre “hermanos” y el
respeto a “Dios” y a un “mundo humano” (11-01-2000, p. 16). Acerca del dialogismo múltiple del discurso de Chávez,
véase Arnoux (2008).
vengan, vamos a quitamos todos el miedo, con coraje, con valor, vamos a
revolucionar el país (25-03-99: 65).

Se puede apreciar en esta cita que el discurso de Chávez no planteaba una simple reforma
parcial, sino una verdadera revolución integral, que buscaba transformar radicalmente el
estado de cosas vigente. En dicho marco, el denominado “Proyecto Nacional de
Reconstrucción de Venezuela” será vinculado a una “transformación profunda”, en el
contexto del paso de “un mundo a otro mundo”. Este “cambio de época” representaba un
“paso histórico” para el país, ya que, a partir de ahora, “Venezuela comienza a renacer”
(25-03-99: 55-56).

Se trataba, en efecto, de un “proceso revolucionario” para el “Pueblo”, relacionado a la


transformación de “un sistema político que estaba carcomido” (11-01-2000: 15).
Desde el discurso de Chávez, esta Revolución Bolivariana contaba con cinco ejes que
actuaban en “equilibrio” entre sí: el político, vinculado a la democracia participativa; el
económico, asociado al productivismo nacional, el social, vinculado al modelo popular a
favor de la “justicia social”, el internacional, asociado a la “integración multipolar”, con eje
en la unidad regional y, finalmente, agregará un quinto, asociado a la integración territorial:
Ustedes saben, todos lo sabemos, que la revolución avanza sobre cinco ejes en
equilibrio, cada día consolidando ese equilibrio; es un proceso de equilibrio
dinámico la Revolución Bolivariana (…): El político, cuyo lema o cuyo objetivo
estratégico es la construcción de la democracia bolivariana, como lo pueden ver
acá, la construcción de la democracia bolivariana, el eje político; el económico,
desarrollemos la economía productiva; el social, alcancemos la justicia social; el
territorial, ocupemos y consolidemos el territorio, y el internacional, fortalezcamos
la soberanía en la integración multipolar (22-08-2001: 283-284).

Sin embargo, la “Revolución Bolivariana”, que evoca épocas sangrientas, en el caso de


Chávez era, además, una revolución “pacífica”, lo que marcaba una ruptura con otras
experiencias revolucionarias de ruptura radical (“Este proceso de enterrar una república
vieja, de enterrar un régimen y parir otro y hacerlo pacíficamente, creo que es un logro
histórico”, 02-02-2000: 46). De este modo, la revolución chavista realizaba una hábil
articulación entre la democracia participativa, en tanto equivalente a lo popular, aunque a
partir de una concepción democrática “ampliada”, que no olvidaba el respeto de la
democracia liberal. Una revolución que era integral, porque, en contraposición al
neoliberalismo y el dominio de la oligarquía nacional e internacional, articulaba el cambio
político-institucional, con el cambio ético y el cambio económico-social, siempre bajo el
lente del mandato popular del pueblo soberano.

7. El intento de Golpe de Estado de abril del 2002


El proyecto chavista promovió una serie de políticas públicas que pusieron el acento en la
inclusión social, junto a un discurso de antagonismo radicalizado con los poderes
constituidos. En ese marco, la estrategia que siguió la oposición política, entre 1999 y 2002,
consistió en una ejercer una oposición dura e inflexible frente al chavismo. Si en el plano
ideológico las críticas se concentraron en la “confrontación”, el “autoritarismo” y la
“demagogia” de Chávez, asociados a la “dictadura”, el “totalitarismo”, el “fascismo” y el
“populismo” del Presidente y su modelo económico, las prácticas sociales apelaron a
estrategias insurreccionales. Así, el 10 de diciembre del año 2001 se llevó a cabo un paro
nacional, que duró más de tres días, cohesionando a sectores de centroderecha, bajo el
liderazgo de Fedecámaras (Coppedge, 2002).

A partir de entonces, se produjo una espiral de confrontación ideológica que articuló a


grupos económicos nacionales y transnacionales de orientación neoliberal, junto a la clase
media, el sindicalismo disidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV),
sectores religiosos, el Movimiento al Socialismo (MAS) y el alcalde de Caracas, Pedro
Carmona Estanga. Mientras que los anti-chavistas buscaban revisar las leyes
“revolucionarias” de Chávez, el chavismo, con el apoyo de los sectores populares y los
movimientos sociales, se oponía de forma tajante a cambiar el rumbo (López Maya, 2004).

En ese marco, cada vez lograrían ocupar un lugar más relevante los medios de
comunicación privados, con un discurso de fuerte oposición al chavismo, que no dudaba en
instigar al derrocamiento del “dictador”. En realidad, ya desde sus primeros tiempos en el
poder, se presentaba una relación de antagonismo radicalizado con los medios privados, a
los que Chávez acusaba de “manipular” la información. En ese marco, señalaba que:

Sigo haciendo un llamado a los dueños de los medios de comunicación social. Es


tiempo de que rectifiquen esa manipuladera y esa campaña perversa, que se desató
aquí desde que nosotros llegamos al Gobierno, y mucho antes (15-01-2001: 47).

Frente al apoyo de los medios masivos al intento de derrocamiento de Chávez, la estrategia


discursiva del Presidente consistirá en posicionarse como un líder “democrático” y situar a
los grandes medios privados como una “dictadura” que realizaba una “campaña” política en
su contra, con el único objetivo de terminar con la “revolución”, a partir de la destrucción
del orden democrático:

Hay que derrocar a la Dictadura de los grandes medios de comunicación social.


Tenemos que derrocarla, porque en verdad, así debo decirlo, esa campaña
mediática es una amenaza para la revolución. Es una verdadera amenaza, así que
tenemos que enfrentarla y derrotarla, en democracia, pero tenemos que hacerlo
(10-01-2002).

Desde el discurso presidencial, los medios masivos pasaban a ocupar, entonces, el centro de
la escena, como representantes o voceros de una “oligarquía” antagónica a la mayoría
popular, que se expresaba en defensa del proyecto bolivariano:

Vamos a ver quién puede más, si esa minoría oligárquica, o la mayoría aplastante
del pueblo patriota bolivariano y revolucionario de Venezuela (10-01-2002: 43).

Con el correr de los días, lejos de morigerarse, las posiciones de ambos bandos
contrapuestos se irían endureciendo. Como señala López Maya (2004), más allá de las
críticas al estilo “autoritario” y “confrontador” del Presidente, el eje central del conflicto se
situaba en el destino de los fondos petroleros. Por un lado, se encontraba la posición
chavista, que buscaba que el 100% del petróleo, en manos de la empresa estatal Petróleos
de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA), quedara en manos del Estado. La oposición
anti-chavista, en cambio, pretendía que el petróleo se abriera a la participación del capital
privado, fomentando una política de apertura y desregulación comercial, similar a la
vigente durante los años ´90.

Frente a la profundización de la lógica de no negociación política entre los sectores


enfrentados, el 9 de abril del año 2002 se produjo un segundo paro nacional por 48 horas,
que agrupó a Fedecámaras, la CTV y sectores de la Iglesia, apoyados por los medios de
comunicación y la clase media. Dos días después, los organizadores de la huelga, liderados
por el empresario Estonga, reclamaron “sacar a Chávez” del poder. Ello derivó, finalmente,
en un intento de Golpe de Estado. Sin embargo, luego de una fugaz detención de Chávez,
sus partidarios se movilizaron masivamente en su apoyo y lograron reponerlo en el poder,
con el apoyo de las fuerzas armadas leales al Presidente (López Maya, 2004).

A partir del fallido intento de Golpe de Estado, se produjo un fuerte reacomodamiento


político. En relación a las fuerzas del chavismo, el Presidente mostró sus dotes de
liderazgo, realizando una profunda reestructuración de PDVSA que despidió a empresarios
y empleados públicos insurreccionales. Al mismo tiempo, llevó a cabo un descabezamiento
de los sectores disidentes de las Fuerzas Armadas. Finalmente, profundizó su política social
incluyente, solidificando el consenso de los sectores populares. En el plano discursivo-
verbal, profundizó su antagonismo con los medios de comunicación privados, instigadores
de la “guerra” y contrapuestos a la defensa de la democracia liberal, asociada a la defensa
de la “Constitución”, la “paz” y el “entendimiento”28. En cuanto a la oposición, cambió su
estrategia política del intento de Golpe, por el de intento de revocación del mandato
presidencial (López Maya, 2004). Se produjo, de este modo, el fin de la primera etapa de la
revolución democrática del chavismo, una revolución política, económica, social y cultural,
que se extendería por más una década.

8. Conclusiones
Analizamos en este trabajo el discurso político de Hugo Chávez durante su primera etapa
en el poder, entre su asunción, en febrero de 1999, y el Golpe de Estado de abril del 2002.
De manera específica, colocamos el eje en la construcción político-discursiva de su
liderazgo, asumiendo una propuesta de análisis del discurso en un sentido amplio.
Señalamos, en primer lugar, que la llegada al poder del líder bolivariano sólo podía ser
entendida en el marco de una doble crisis de representatividad. En primer lugar, era
producto de una profunda crisis socioeconómica, promovida por la aplicación de las
políticas neoliberales, que habían generado un masivo endeudamiento externo, elevados
índices de pobreza y un crecimiento de la inequidad social. A ello se le sumaría la caída de
los precios internacionales del petróleo, factor clave para la economía venezolana, con una
fuerte dependencia de los recursos monetarios provenientes de esta industria. En segundo
lugar, el chavismo era un producto de la crisis político-institucional del sistema
estructurado tras la firma del Pacto de Punto Fijo, en 1958, vinculado a niveles crecientes
28
Véase, por ejemplo, el discurso de Chávez del 18-04-2002, pp. 296-298.
de corrupción, clientelismo e impunidad. A partir de esas circunstancias, destacamos que la
discursividad de Chávez se posicionaba dentro de un macro-discurso de nacionalismo
popular o de populismo nacional radicalizado. Este discurso presentaba una visión
democrático-popular en lo social, en la que se defendía la participación y movilización
social, la igualdad y la defensa de los derechos sociales, vinculados a la dignidad del
Pueblo y la justicia social. Además, incluía una concepción económica que definimos como
de productivismo nacional, centrada en el resguardo de la producción nacional y la
inversión pública en salud y educación, y vinculada a la defensa de la soberanía y la
autodeterminación nacional. Finalmente, presentaba un fuerte énfasis latinoamericanista en
lo político y económico, que reivindicaba la unidad latinoamericana, siguiendo el ejemplo
de San Martín y Bolívar. En ese marco, antagonizaba centralmente con el neoliberalismo y
sus representantes nacionales e internacionales, representados políticamente en la figura de
los partidos tradicionales (AD y COPEI), el establishment empresarial local (simbolizado
en la figura de Fedecámaras), los medios privados de comunicación y las potencias
mundiales (simbolizado tanto en el FMI, como en el proyecto del ALCA de los Estados
Unidos). Estos enunciadores eran vinculados al infierno neoliberal y nominalizados de
manera negativa como la oligarquía o los poderes constituidos. En contraposición a estos
poderes, se ubicaba la defensa del Pueblo soberano, en tanto equivalente a la defensa de lo
nacional, lo popular y lo latinoamericano. De este modo, el discurso de Chávez, incluyendo
sus prácticas sociales e institucionales, asumía los típicos lineamientos nacional-populares
de las experiencias del populismo histórico, y, al mismo tiempo, se enmarcaba dentro de la
lógica formal de construcción de las identidades políticas de la teoría de Laclau,
posicionado como un populismo de izquierda.

Desde el discurso populista de Chávez, lo nacional se articulaba equivalencialmente a lo


latinoamericano, de modo tal que se promovía un populismo latinoamericanista. En ese
marco, frente al proceso de inserción subordinada del ALCA, el Presidente instaba a
realizar una integración diferente, que respetara la soberanía nacional de los Estados y
promoviera la integración entre todos los países latinoamericanos. Esta integración regional
buscaba conformar la Patria Grande, a partir de la propuesta contra-hegemónica del ALBA,
al tiempo que promovía un orden multipolar, oponiéndose a las formas de dominio
imperial. Junto a la dimensión nacional y latinoamericanista, el discurso de Chávez asumía
una fuerte articulación de estos significantes con el mandato popular, lo que se expresaba
en una firme defensa de los Derechos Humanos básicos del Pueblo y en la búsqueda de una
sociedad más justa e incluyente, basada en el principio de la igualdad social. Este discurso
de integración democrático popular se materializaba, a su vez, en un conjunto de políticas
públicas que fomentaban la inclusión social radicalizada de las masas en el sistema político,
relegitimando su propio discurso verbal de ruptura radical. En la frontera externa, se
ubicaban la pobreza, la desigualdad, la desnutrición y la miseria, asociadas a las políticas de
exclusión social y fragmentación, provocadas por el modelo neoliberal. Estas políticas
económicas se vinculaban al proyecto excluyente que promovían las oligarquías locales,
incluyendo a los poderes constituidos, con la excepción de las Fuerzas Armadas. Además,
eran articuladas al proyecto de integración del ALCA, asumiendo una postura crítica de la
globalización neoliberal. De este modo, el chavismo se articulaba a un modelo de
integración que privilegiaba la unidad nacional y latinoamericana y la inclusión popular,
mientras que el anti-chavismo era articulado al poder de las oligarquías, vinculado a un
modelo que se basaba en la defensa de los privilegios, la injusticia, la desigualdad y la
exclusión social del Pueblo.

En el plano político institucional, finalmente, el discurso de Chávez realizaba también una


ruptura radical con el régimen puntofijista, al tiempo que presentaba un discurso
refundacional. A nivel de las políticas públicas, esta ruptura radicalizada se expresaría en la
sanción de la Constitución Nacional de 1999 y en la creación de nuevos mecanismos de
participación popular, ajenos a los marcos institucionales formales de la democracia liberal.
A partir de esta revolución de las estructuras vigentes, que asumía una visión integral entre
lo político, lo económico, lo social y lo ético, en oposición a los compartimentos estancos
del neoliberalismo, destacamos que el discurso verbal de Chávez presentaba una compleja
mixtura entre dos tradiciones de pensamiento. Por un lado, asumía una concepción
participativa de la democracia, típica de los discursos de populismo nacional, en el que se
fomentaba la movilización social y la defensa de los derechos sociales del Pueblo. No
obstante, en una ruptura con los discursos nacional populares clásicos, planteaba, a su vez,
una participación directa del Pueblo en la toma de decisiones, siguiendo la visión de
Rousseau de la soberanía en manos del Pueblo. En ese marco de cumplimiento de la
soberanía popular, se inscribía la incorporación del referéndum y la revocatoria del
mandato presidencial, así como la tipificación de los derechos sociales en la nueva
Constitución Nacional. Pero, al mismo tiempo, el discurso verbal de Chávez se posicionaba
también en defensa de los valores centrales de la democracia liberal, entre ellos, el respeto a
la libertad de prensa y de expresión. De este modo, marcaba una segunda ruptura, esta vez,
con el pasado de Dictaduras militares, aunque la ruptura política también se delimitaba en
relación a los populismos clásicos, vinculados al autoritarismo.

No obstante, desde el discurso chavista, esta dimensión representativa de la democracia


sólo era una condición inicial que debía llenarse de contenido popular con la democracia
participativa y social. De esta forma, la democracia liberal se hallaba subordinada al
objetivo central de defender la soberanía popular. Ello implicaba oponerse a los poderes
constituidos, quienes representaban valores antagónicos al Pueblo, pero también implicaba
el desarrollo de mecanismos concretos de participación del pueblo en la toma de decisiones
públicas. De este modo, se afianzaba la articulación equivalencial del chavismo con lo
popular, incorporando, a su vez, la defensa de lo democrático. Finalmente, Chávez se
situaba como un líder democrático que asumía el rol de portavoz del mandato del Pueblo,
de modo tal que la soberanía terminaba siendo compartida entre ambos, pero bajo el
liderazgo excluyente del Presidente, en tanto equivalente a los intereses populares. El apoyo
masivo de la sociedad en los referéndums, junto a la aceptación de la libertad de prensa y
de expresión, no hacían más que relegitimar este discurso verbal de mixtura popular-liberal.
Sin embargo, la misma reforma constitucional fijaba pautas institucionales para reforzar el
poder presidencial, y las propias prácticas discursivas del chavismo favorecían la
concentración de poder. De esta manera, se mantenía la tensión entre la democracia
participativa y la representativa, con una soberanía compartida que, en última instancia,
sólo podía funcionar políticamente bajo su liderazgo decisor. Por otra parte, los sectores
antagonistas a Chávez no aceptaban los límites a la democracia representativa y la
revalorización de la democracia popular y movimientista. En el marco de una sociedad
fuertemente polarizada políticamente, pero que no dejaba de respaldar y de movilizarse
masivamente en apoyo al Presidente, en abril del 2002, la oposición al chavismo
radicalizaría posiciones, realizando un intento de Golpe de Estado. Tras su fracaso, se
cerraría la primera etapa del gobierno de Chávez, iniciando un nuevo horizonte que no
haría sino radicalizar los principales ejes de su revolución democrática, popular, nacional y
latinoamericana29.

En el capítulo siguiente será abordado el fenómeno de la participación electoral en


Venezuela, con particular énfasis en el análisis de las continuidades y cambios observados
en el comportamiento electoral, a través de los años.

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29
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http://www.presidencia.gob.ve/html/publicaciones/publicaciones_discursos.html
Capítulo IV
Participación y Abstención en Venezuela.
El impacto del Gobierno de Hugo Chávez
Estela Pittatore

1. Introducción.
El interés en analizar la participación electoral en Venezuela radica en las continuidades y
cambios observados en el comportamiento electoral a través de los años. En efecto, si
durante 20 años, esto es desde 1958 hasta 1978, una sociedad sin fisuras acudió a las urnas
con notable regularidad, a partir de esta fecha y en el marco de una polarización creciente
de la sociedad, se operó un cambio en la participación que hacia el año 2000 llegaría a
niveles de abstención electoral alarmantes. Durante el gobierno de Hugo Chávez, la
participación electoral sigue un patrón de recomposición ascendente, no obstante lo cual se
asiste a una polarización de la sociedad sin precedentes.
En este artículo nos proponemos indagar los factores políticos, económicos y sociales que
creemos fueron determinantes de la continuidad y los cambios de la participación,
contrastando las similitudes y diferencias entre las condiciones que promovieron la
participación y la abstención electoral entre 1958 y 2013, en el entendimiento de que
cuando la población decide no acudir a las urnas, esta actitud política no siempre expresa
falta de interés sobre el hacer político. En el caso de Venezuela la sostenida renuencia de la
sociedad a ejercer su derecho al voto, no responde a la apatía política ni se reduce a la
recriminación a sus representantes. Como afirma Dieter Nohlen:
El análisis [de la abstención] que se queda en esta exégesis del 'reproche' peca
(…) por unidimensional.”(Nohlen, 2003).
Desde este registro creemos que la magnitud y permanencia del abstencionismo en
Venezuela a partir de 1978 y hasta avanzado el año 2000, es fruto de una no- participación
“principista” que viene a contrarrestar en las urnas la conformidad “sin principios”
(Coppedge, 2000) de la clase política. De ello se sigue la importancia de indagar las
condiciones de la recomposición de la participación electoral durante el gobierno de Hugo
Chávez que, como se sostuvo, se dio en un entorno de alta polarización social.
En este sentido queremos averiguar si las condiciones del juego político de Hugo Chávez
operaron este cambio en la participación electoral.
En adelante ofrecemos elementos para entender la política y la economía de Venezuela,
atendiendo al impacto que tuvieron estos factores en el comportamiento electoral de la
sociedad. El texto que sigue está construido según una línea de tiempo dividida en tres
períodos: 1958-1978, 1978-2000; 2000-2013.


UBA
El análisis intenta contribuir a una agenda de investigación sobre los factores determinantes
de la continuidad y el cambio en la participación electoral en Venezuela.
En la investigación utilizamos exclusivamente los datos de las elecciones presidenciales a
nivel nacional proporcionados por el Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE).

2. Política economía y sociedad en Venezuela 1958-1978.


2.1 La democracia en Venezuela y una sociedad sin fisuras.
Las condiciones políticas que dieron por resultado una sociedad sin fisuras durante 20 años
radican en la solidez de la democracia venezolana, considerada históricamente como la más
fuerte de la región, en el entorno de gobiernos débiles y dictaduras en América Latina.
Basada en una política acuerdista, la excepcionalidad de la democracia venezolana puede
ser atribuida a tres factores: un liderazgo político dispuesto a la cooperación, partidos
políticos inusualmente cohesionados y solventes recursos fiscales facilitados por una
extraordinaria riqueza petrolera (Coppedge, 1998). Sin embargo, la inacción progresiva de
este modelo de democracia ante las demandas sociales y la proliferación de fisuras
políticas, fueron transformándolo en un sistema irresolutivo y corrupto (Spinetta, 2010).
Veamos las condiciones de esta solidez de la democracia de Venezuela.
El sistema político de Venezuela se configura en 1958, tras el derrocamiento del dictador
Pérez Jiménez., momento en el cual se instalaría una Junta de Gobierno interina, primero
integrada por militares y luego por civiles, hasta que se hicieran efectivas las elecciones.
Para evitar los errores y deficiencias del trienio 1945-1948 y para contrarrestar la
hegemonía de AD (Acción Democrática)1 los líderes de los tres partidos principales,
Rómulo Betancourt (AD-Acción Democrática), Rafael Caldera (COPEI-Comité de
Organización Política Electoral), y Jovito Villalba (URD-Unión Democrática Republicana)
firmarían el Pacto de Punto Fijo, que comprometía a los firmantes a asegurar la estabilidad
del nuevo régimen, resolviendo los problemas relacionados con la gobernabilidad a través
de la cooperación. Los puestos de responsabilidad en el Congreso y el nombramiento de
los ministros y gobernadores se dividirían entre los tres partidos. De esta forma Betancourt
(AD), el primer presidente legitimado por las urnas a partir del Pacto, ganaría las
elecciones por un amplio margen, pero formaría un gobierno de Unidad Nacional, a pesar
de que su partido había conseguido la mayoría en ambas cámaras.
La Carta Magna de la democracia de Punto Fijo se instituyó en 1961, como resultado de un
acuerdo inter elites y pautaba siete puntos de convergencia: disposición del liderazgo de los

1
Se refiere al acuerdo de AD, el partido que al momento tenía la base política más amplia, con un grupo de militares para
derrocar a al general Medina Angarita en 1945, momento desde el cual AD asume el gobierno. Coppedge dice que AD
gobernó arrogantemente durante el Trienio, decretando reformas de gran alcance sin consultar a la oposición,
estableciendo así su hegemonía. Asimismo, persiguiendo a los personajes corruptos del gobierno de Medina, hirió la
sensibilidad de los conservadores, a pesar de haber incluido a Rafael Caldera (COPEI) –partido situado a la derecha del
espectro político- como presidente del Consejo del poder Judicial. En el nivel de la burocracia, la mayoría de los contratos
y despidos se hicieron de acuerdo a criterios estrictamente partidistas, mientras el ministro de trabajo utilizaba sus
recursos para impulsar el control de AD sobre los sindicatos. Según Mainwairing y Shugart, la extraordinaria popularidad
de AD y su consecuente renuencia al compromiso, hicieron que grupos civiles, la iglesia y los militares se colocaran en la
oposición. Le seguirían, diez años de dictadura.
partidos para compartir el poder entre sí, reconciliación de viejos antagonismos entre los
diversos sectores de la sociedad, eliminación de la violencia partidaria, respeto por las
libertades individuales, distribución entre los sectores sociales de las riquezas derivadas de
la explotación del petróleo, estructuración del Estado como motor del desarrollo económico
y apoyo a la política exterior de los Estados Unidos en el contexto de la guerra fría
(Coppedge, 1998). La política acuerdista del Pacto de Punto Fijo incluiría además a actores
del sector empresarial y a la organización de los trabajadores (a través de la Confederación
de Trabajadores Venezolanos-CTV), lo cual aseguraba la paz social, a las Fuerzas
Armadas, insistiendo en el papel profesional de los militares, limitando su competencia a
aquellos asuntos que tuvieran que ver únicamente con la seguridad militar y la defensa
nacional y a la Iglesia, estableciendo un modus vivendi entre la Iglesia y el Estado,
reconociéndole autonomía en sus áreas de actuación y garantizándole ciertos privilegios.
En virtud de esta política de acuerdos interpartidarios entre AD y COPEI, fue posible
superar la violencia reaparecida en la forma de guerra de guerrillas en 1960 (gobierno de
Rómulo Betancourt) impulsada por el PCV, –por haber sido finalmente excluido de la
firma del Pacto–, y por desertores de AD y de URD, además de la ocurrencia de varios
intentos de golpe de estado. Hacia el fin de esta década, la democracia estaba consolidada.
Fundada en la centralidad de AD y COPEI como principales fuerzas políticas del país, estos
partidos políticos llegarían a estructurar una relación fundamental entre el Estado y la
sociedad, lo que se constituiría en la condición de estabilidad del régimen democrático a
largo plazo. La política de consenso entre los líderes de AD y COPEI se haría regla a través
de los años, dice Coppedge, impulsando además a los líderes de otros partidos y de
organizaciones sociales a seguir esta línea interconsultiva. Las políticas concernientes a
defensa, política exterior e industria petrolera eran los puntos más importantes de
negociación y acuerdo. Finalmente, ambos partidos consolidaron una aceitada relación con
los militares y con el sector privado, intercambiando la no injerencia en cuestiones políticas
por beneficios en forma de partidas presupuestarias, subsidios, exenciones impositivas,
capacitación, protección y otros favores políticos (Coppedge, 2002). La política de
Venezuela podía ser descripta “como un sistema de partidos” (Levine, 1989) porque de
ellos dependía toda la acción política en este país. Coppedge (2002) advierte que la
preeminencia de los partidos políticos no es una virtud de la democracia sino en todo caso
una partidoarquía (partyarchy) mientras que para el autor el estilo político de acuerdos
entre las elites de AD y COPEI, constituye el establishment adecopeyano.
La extensión del control de AD y COPEI, se plasmó además, en la penetración partidista en
todas las organizaciones de la sociedad civil, a excepción de la Iglesia y el ejército y
algunas organizaciones empresariales, mediante cooptación o patrocinio directo de los
partidos. Coppedge (1998) refiere que desde los años sesenta, cada partido presentaba una
lista de puestos vacantes y los miembros de las organizaciones elegían entre ellos. El
mismo procedimiento se aplicaba, nos dice el autor, en las elecciones sindicales y también
sería adoptado por las organizaciones campesinas, los colegios de abogados, médicos,
odontólogos, arquitectos asesores fiscales, economistas, politólogos, profesores y demás
profesionales liberales. Esta penetración partidista en la sociedad civil, serviría para
moderar a sus partidarios o para limitar las demandas salariales. En virtud de este vínculo
los líderes obreros refrenaron huelgas cuando sus partidos políticos estaban en el gobierno.
La “docilidad” sindical era además un motivo de aliento para el sector empresarial privado.
La fortaleza política de estos partidos se materializaría a través de una disciplina de hierro2
incentivada por las elites partidistas y sería efectiva tanto para los legisladores como para
los militantes de todos los niveles, ya que en caso de desobediencia a los dictados del
cerrado círculo de dichas elites, quedaban expuestos a la expulsión. Según Mainwiring y
Shugart (1995), [los partidos] estaban tan bien organizados y disciplinados, que no se
registraban problemas a la hora de las nominaciones, de las elecciones o respecto del
comportamiento de los legisladores (…) la obstrucción parlamentaria estuvo casi ausente
de los gobiernos alternativos de estos dos partidos. Según Coppedge (2002), el resultado
de la votación se conocía al pasar lista al comienzo de la sesión, porque se descontaba que
los parlamentarios votarían en consonancia con el mandato del partido. Sin embargo,
creemos, este ordenamiento establecía un paréntesis en la relación entre la ciudadanía y el
poder, pues angostaba la participación política a las opciones corporativistas de las
organizaciones partidarias.
El Ejecutivo venezolano, por su parte, históricamente caracterizado por la centralización,
disponía de poderes informales, como lo son los decretos no legislativos, mientras la falta
de control horizontal de un congreso en el cual primaba la estricta disciplina partidaria,
reforzaba la centralización.
En 1968 se asiste a una fragmentación del sistema de partidos que cambia el juego político.
Pero si bien la contienda electoral de 1968 estuvo caracterizada por la pluralidad
ideológica—participaron COPEI, la URD, el MEP y el PCV, el Movimiento al Socialismo
(MAS) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR — el ganador de la siguientes
elecciones, el adeco Carlos Andrés Pérez, volvería a inaugurar un sistema bipartidista. AD
y COPEI dominarían nuevamente la escena político electoral, marginando a sus
competidores políticos y estableciendo un sistema bipartidista de alternancia perfecta hasta
1988, cuando Carlos Andrés Pérez llegaba por segunda vez a la primera magistratura.
Asimismo la ley electoral diseñada por los partidos extendía el control partidista a la arena
electiva, haciendo de los partidos una suerte de centinela de la voluntad soberana de los
ciudadanos. El ordenamiento legal decía que los votantes debían elegir entre partidos y no
entre candidatos. Además, en un sistema de representación proporcional con listas cerradas
(plancha), los votantes disponían de una tarjeta con los colores del partido, ¡sin el nombre
de los candidatos para las elecciones legislativas! Hasta 1989, esta fue la fue la forma de
designar a los ocupantes de los escaños de las dos cámaras y de los gobiernos locales3. De

2
Según Coppedge esta férrea disciplina partidaria finca en la historia de la formación de los partidos políticos. El autor da
cuenta de que AD fue el primer partido político de base masiva en Venezuela. Según relata, sus líderes habían pasado la
mayor parte de sus años de formación en el exilio durante las dictaduras de Gómez, López Contreras y Pérez Jiménez, que
habían perseguido a implacablemente a la oposición, empleando la tortura para obtener información y arrestar a sus
militantes. En este contexto, la supervivencia de la organización requirió el mayor secreto y una obediencia ciega
(Coppedge: 1995). Esta extrema disciplina quedó fijada para siempre en los estatutos de la AD y fue lo que hizo, según
Coppedge, que se adoptara el principio leninista del centralismo democrático como norma entre los dirigentes y los
subordinados. La misma disciplina organizativa, acota el autor, sería copiada por COPEI - fundado en 1945- y la URD al
momento de su organización.

3
La elección de las autoridades regionales ya estaba contemplada en la Constitución de 1961, sin embargo, no se habían
realizado más que elecciones para los Concejos Municipales en 1979. Hasta 1984 los gobernadores y alcaldes eran
designados directamente por el Ejecutivo Nacional. En 1984, el gobierno del entonces presidente de la República Jaime
Lusinchi impulsa la creación de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE) en donde se estipulaba
lo cual se sigue que el grado de accountability vertical, esto es, la medida en la cual los
ciudadanos estaban en condiciones de pedir rendición de cuentas a sus representantes, era
por lo menos dudoso, ya que desconocían su identidad. Los representantes, por su parte,
debían su lealtad a los líderes partidarios, que decidían su inclusión en la lista y el puesto
que ocupaban en ella. La pregunta que es: ¿Cuáles eran los incentivos para su
responsiveness ante sus constituencies?

En un entorno social sin fisuras, la ciudadanía no se mostraba afectada por estas


cuestiones. De ello dan cuenta las cifras de la alta participación electoral entre 1958 y
1973 equivalente a: 93,4 por ciento en 1958; 92,2 por ciento en 1963; 96,2 por ciento
en 1968; 96,7 en 1973.
2.2 Los Recursos Fiscales: El Petróleo, la Política y la Sociedad.
La riqueza petrolera tendría un fuerte impacto en la sociedad y en la política venezolana.
Contribuiría en gran medida en la expansión económica que diera lugar a la correlativa
movilidad social de los sesenta y los setenta ayudando a legitimar a los partidos en el
gobierno, pero también, el petróleo financiaría favores políticos a empresarios, patronazgo
para las elites y clientelismo para las masas.
El otro costado de la riqueza del petróleo tiene que ver con la declinación de la actividad
agrícola, la consecuente migración de la población de las zonas rurales a las urbanas, y el
correlato de una configuración de Venezuela dividida en zonas centrales y periféricas.
Levine lo expresa de esta forma:
La estructura social y política venezolana actual es resultado de los cambios
comenzados hacia los años ’20 ,mediados por el impacto del petróleo en la
agricultura, la industria, la migración, la vida urbana y la cultura popular
(Levine, 1989:266).
El autor argumenta que el efecto inmediato del boom petrolero del ’20 fue la distorsión de
la estructura de los precios agrícolas y de la inversión, lo que provocó una masiva depresión
rural, seguidas por la migración de la población a las ciudades y por el abandono de los
emplazamientos rurales detrás de promesas de dinero fácil y rápido.
Con todo, Coppedge (1998) afirma que el petróleo es un lubricante que suaviza las
fricciones sociales y que cuanto más importantes son los ingresos fiscales procedentes de
las exportaciones petrolífera, menos perdedores hay, (pues) se dispone de suficientes
recursos para distribuir. Terry Karl (1999) por su parte argumenta que a corto plazo los
“petrodólares”, esto es, el dinero ingresado al país por la venta de crudo, habilitaron a las
administraciones democráticas que se sucedieron “a mantener la ambigua y costosa
situación de fomentar el desarrollo de un sector privado y al mismo tiempo prestar apoyo a

hacer efectivo el ordenamiento jurídico de aquella constitución que hasta el momento no era aplicado. La comisión
presidencial además, impulsa una política para la descentralización territorial en Venezuela, pero el gobierno de Lusinchi
rechazó el documento junto a los líderes de su partido AD, decidiendo retardar en el Congreso los mecanismos de elección
para los Estados y Municipios. En 1989, asume la presidencia por segunda vez, Carlos Andrés Pérez, oponiéndose en un
principio a la elección de esas autoridades, sin embrago El Caracazo y otros conflictos sociales ocurridos durante su
gobierno, lo instaron a cambiar de opinión, aprobándose la nueva ley electoral en el Congreso.
las clases media y trabajadora” y que en virtud de este favor económico los gobiernos
pudieron conceder amplios subsidios, contratos e infraestructura a los empresarios al
tiempo que mantenían las tasas fiscales más bajas del continente y permitían algunos de
los beneficios más elevados, como así también, pudieron respaldar una negociación
colectiva que estableció los salarios más altos del continente, controles de precios,
enormes subsidios alimenticios y una reforma agraria.
Notemos sin embargo, que la autora se refiere a una situación “ambigua”. En el mismo
paper de su autoría afirma que “los estados petroleros no son como otros estados (…) y
que lo que los distingue, es su adicción a las rentas petroleras” (Karl, 1999: 36). En este
sentido la autora advierte que dichos países, encaran estrategias de desarrollo no
sustentables, alimentadas por un recurso no renovable, cayendo en la falacia de creer que la
riqueza petrolera es base de un desarrollo sostenible a largo plazo. Es lo que la autora
entiende por “trampa estructural” pues en su pensamiento, este rasgo es fundamento no
sólo de la orientación económica, sino del hacer político y del comportamiento social. En el
ámbito político porque incentiva la tendencia a conservar el statu quo e impide el cambio.
Desde lo social, porque el acceso al dinero fácil debilita la tradicional ética del trabajo,
“reduciendo los incentivos para la inversión, afectando la disciplina burocrática y
llevando a inquietantes prácticas presupuestarias” (Karl, 1999:35) y en este sentido, nos
dice es un riesgo moral”4.

3. Política Economía y Sociedad en Venezuela 1978-2000.


3.1 La Espiral de deslegitimación política.
Los gobiernos que se sucedieron en este período se vieron enfrentados a los vaivenes del
precio del petróleo, la riqueza más importante de país. A consecuencia de ello, la
gobernabilidad se tornó difícil, el futuro económico imprevisible y la paz social que había
caracterizado el período anterior se quebró, mientras la deslegitimación política que
causaron las medidas ineficientes de los gobiernos en su intento de paliar las sucesivas
crisis, desembocarían en una progresiva ruptura del contrato social iniciado en 1958. Los
primeros signos de esta ruptura aparecieron en el epílogo del gobierno de Carlos Andrés
Pérez, se profundizaron durante el gobierno de Luis Herrera Campíns y hacia fin de siglo
el contrato social se daría por concluido definitivamente. A consecuencia de esta situación,
a partir de 1978 las cifras de la abstención electoral no volverían a ser de un dígito. Los
guarismos del CNE dan cuenta de una abstención de 12,25 por ciento en 1978, de un
12,25 por ciento en 1983, de un 18 por ciento para 1988, un 39,84 por ciento en 1993,
un 36, 55 por ciento en 1988 y un altísimo 43,69 por ciento en el año 2000, año en el
cual la participación electoral relativa fue de un tímido 23, 5 por ciento.
Como decíamos en un principio, para nosotros la no concurrencia de la población
venezolana a las urnas es una forma de participación de una ciudadanía que expresa de
esta forma no sólo su hartazgo por la corrupción y por el desmanejo económico, sino que
con su negativa a ejercer su derecho a voto, dice con claridad que las opciones políticas
4
Karl refiere que hacia 1973 y 1974 se registra una euforia en los estados petroleros, debido al incremento cuatriplicado
del precio del crudo. A los pronósticos vertidos por los análogamente eufóricos primeros mandatarios como Pérez en
Venezuela -que declaraba la emergencia de “La Gran Venezuela”- los denomina la “versión moderna del mito de Mydas
ofrecidas no son elegibles. La abstención es entonces, el grito silencioso de una ciudadanía
que demanda más democracia, en el sentido de más amplitud en el juego político y mayor
responsabilidad política. Y aunque suene como un juego de palabras, creemos que la idea
inscripta en el abstencionismo venezolano de estos años era la de democratizar la
democracia.

3.2 Los hitos de la deslegitimación política.


Al hacerse cargo de su primer gobierno en 1974, Carlos Andrés Pérez (AD) se encontró con
una masa de dinero sustantiva, fruto del boom petrolero ocurrido hacia finales del gobierno
de su antecesor, Rafael Caldera (COPEI). En octubre de 1973 y como consecuencia de la
Guerra de Yom Kipur entre Israel y Egipto, los países árabes habían realizado un embargo
petrolero que había ocasionado que los precios del petróleo pasaran de costar 3
dólares/barril a 14 dólares/barril triplicando el presupuesto de la Nación, que fue de 14
millones a 42 millones de Bolívares. Para canalizar los ingresos adicionales, Pérez solicitó
al Congreso poderes especiales -que le fueron otorgados– para poder tomar medidas
urgentes en materia económica y así emprender la construcción de lo que llamó “La Gran
Venezuela”. El caso es que esta política expansiva, endeudó al fisco de tal forma, que al
llegar Herrera Campíns, su sucesor en el gobierno, halló las arcas del Estado virtualmente
hipotecadas. ¿La “trampa estructural” de Karl?
Pérez sería eventualmente acusado de corrupción en el Congreso de la República por el
Caso Sierra Nevada5 inaugurándose con este presidente un período en el cual los rumores
de corrupción e inmoralidad, sumados a la declinación económica producida por los
vaivenes del precio del petróleo y la creciente deuda externa, comenzarían a socavar el
contrato social inaugurado en 1958. La abstención electoral, como se dijo, daba el primer
salto cuantitativo desde 1958. La sociedad empieza a objetar la honestidad de la clase
política y comienza a exigir un modelo de democracia más inclusivo (Spinetta, 2010).
El gobierno de Luis Herrera Campíns (1979- 1984), perteneciente al COPEI, contribuiría a
generar la espiral de deslegitimación con políticas económicas deficientes frente a los
vaivenes del precio del petróleo, deslegitimación que se plasmaría en un proceso
ascendente de pérdida de confianza en el gobierno, frustración de las expectativas creadas,
pérdida de confianza en los partidos y sus líderes, acompañado de un repliegue defensivo
en la esfera privada, cuyos signos fueron el estallido de la protesta social. Si las causas de
esta desconfianza radicaban en la propia disfuncionalidad del sistema político, parece
lógico concluir que la creciente insatisfacción sobre los logros del gobierno fueron los que
condujeron a un cuestionamiento del contrato social inaugurado en 1958.
El 18 de febrero de 1983, conocido como el viernes negro, el Bolívar sufriría la mayor
devaluación de su historia con respecto al dólar estadounidense hasta ese entonces, como
consecuencia de la fuerte depreciación del precio internacional del barril de petróleo. La
consecuencia inmediata fue una importante caída del poder adquisitivo de los venezolanos,
a más de que el presidente en ejercicio recurrió a una restricción obligada de divisas. A

5
En el procedimiento y por el margen de un solo voto (el de José Vicente Rangel, dirigente del MAS) -al tiempo Ministro
de Relaciones Exteriores, Ministro de la Defensa y luego Vicepresidente de Hugo Chávez en su primera presidencia-
quedó absuelto de ser condenado políticamente por tal hecho. La accountability horizontal fracasaba por un voto.
partir de esa fecha además, finalizaría un largo período de estabilidad cambiaria y de
precios en Venezuela para dar inicio a una nueva era de devaluación, inflación y fuerte
recesión6.
Para la sociedad venezolana, la crisis económica de 1983 fue producto en última
instancia, de los efectos de un régimen anquilosado en donde una estela de
corrupción, clientelismo y tráfico de influencias por parte de sus arquitectos AD y
COPEI había generado una clase política corrupta, arrogante y aislada de los
problemas del pueblo. Para Mac Coy y Myers (2004) y para Myers (2008), la
crisis originada a partir del viernes negro marcó un punto de inflexión en la
consideración política de la democracia puntofijista. Estos autores sostienen que
es a partir de este momento que sistema político venezolana comienza a cambiar
su sentido (Spinetta, 2010: 71).
El segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez incrementaría el malestar en la población. Sus
medidas tendientes a contener los precios del petróleo, la moneda devaluada, el acicate de
la inflación y su apego a los dictados del Consenso de Washington7 que devino en recetas
de ajuste, generalizó el descontento social. Como sostiene Michael Coppedge (2002) el
razonamiento popular era: en un país rico como Venezuela, el deber del gobierno es
compartir esta riqueza con la población. De no ser así, significa que los políticos en el
gobierno despilfarran el dinero y lo roban.
Surgieron una serie de protestas, en principio por al aumento en el precio de los pasajes del
transporte público, generadas por quienes viviendo alejados de los lugares de trabajo debían
trasladarse a diario a trabajar a la capital. En 1989 el movimiento social conocido como el
Caracazo comenzó en Guarenas, población localizada a unos 40 km. al este de la capital y
se extendió rápidamente a la propia Caracas y otras ciudades: La Guaira, Valencia,
Barquisimeto, Mérida, Guayana y los Valles del Tuy convirtiéndose en una gran pueblada.
Se saquearon supermercados, centros comerciales y establecimientos de todo tipo. Ante
esta situación y debido a la incapacidad de la policía local para controlar los saqueos, el
gobierno de Pérez empleó al Ejército como medio de represión de los hechos violentos
ocurridos en toda la ciudad, con la estrategia de control de disturbios conocida como "Plan
Ávila". La medida, que involucró a la FF.AA, dejó, según cifras oficiales 276 muertos y
numerosos heridos8.

6
Spinetta (….) da cuenta a pie de página de que este hecho implicó una fuga de capitales de 60 billones de dólares , la
contracción de la economía y una devaluación acelerada del bolívar que hizo desaparecer la estabilidad cambiaria de la
moneda venezolana.
7
Originalmente acuñada por Williamson, la expresión indica las máximas recomendadas por el organismo para paliar la
crisis en los Estados. Estas son: Disciplina presupuestaria (los presupuestos públicos no pueden tener déficit);
Reordenamiento de las prioridades del gasto público de áreas como subsidios hacia sectores que favorezcan el
crecimiento y servicios a los pobres, como educación, salud pública investigación e infraestructuras; Reforma impositiva
(buscar bases imponibles amplias y tipos marginales moderados); Liberalización financiera, especialmente de los tipos de
interés; Tipo de cambio de la moneda competitivo; Liberalización del comercio internacional (disminución de barreras
aduaneras); Eliminación de las barreras a las inversiones extranjeras directas; Privatización (venta de las empresas
públicas y de los monopolios estatales); Desregulación de los mercados; Protección de la propiedad privada.

8
Según la ONG de Derechos Humanos COFAVIC, el número oficial de víctimas no se corresponde con la realidad, y cita
la aparición de fosas comunes como La Peste, donde según esta ONG, aparecieron 68 cuerpos sin identificar, cuyos nombres
Con el gobierno debilitado por la conflictividad social, las denuncias sobre corrupción en la
administración in crescendo y las críticas de los partidos políticos en la oposición, Pérez
fue sorprendido la madrugada del 4 de febrero de 1992, con un intento de golpe de Estado
comandado por varios oficiales medios de las Fuerzas Armadas, dentro de los cuales se
encontraba el Teniente Coronel Hugo Chávez. Pérez logra escapar en el baúl del vehículo
de un jardinero del palacio presidencial, y desde la planta televisiva de “Venevisión”
retoma el control de la situación. La sublevación es derrotada y sus cabecillas van a prisión,
mientras Pérez se compromete ante la población a corregir algunas de sus medidas. Pero el
proceso de deterioro del gobierno no se detendría.
El 27 de noviembre hubo otra intentona de golpe, durante la cual los golpistas llegaron a
bombardear algunos edificios públicos, tales como el Palacio de Miraflores, el Ministerio
de Relaciones Exteriores, y el Aeropuerto La Carlota, mientras grupos de civiles aplaudían.
La intentona fue de nuevo fallida pero una vez más no contribuyó a mejorar la ya
desacreditada imagen del Presidente.
En marzo de 1993 el Fiscal General de la República, Ramón Escobar Salom introdujo una
solicitud de antejuicio de mérito en contra de Carlos Andrés Pérez por el delito de
"peculado doloso" y "malversación" de 250 millones de Bolívares -17 millones de dólares
en esa época- de la partida secreta por cuyo manejo era responsable9. El Congreso decidió
suspenderlo de sus funciones bajo la acusación de corrupción el 21 de mayo de 1993 y
decretó su destitución el 31 de agosto del mismo año.
En 1994 asume su segunda presidencia Rafael Caldera, ante el descrédito de los partidos
tradicionales, legitimado en las urnas por una coalición heterogénea de partidos, MAS,
MEP y PCV y viejas agrupaciones de centro-derecha como la URD y el Movimiento de
Integridad Nacional-Unidad (MIN) con el nombre de Convergencia. Caldera compitió por
fuera del COPEI, partido del cual había sido fundador, “con un discurso fuertemente anti-
partido”10. Sin embargo, sólo conseguiría el 24 por ciento de los votos.
Este presidente debió enfrentar una vertiginosa espiral inflacionaria y un paralelo descenso
de las reservas de divisas, empleadas generosamente por el Banco Central de Venezuela
(BCV) en el intento de sostener al bolívar frente al dólar. En Junio de 1994, el presidente
anunció la suspensión de algunas garantías constitucionales, lo que se tradujo en el control
estatal del mercado de cambios, del sistema bancario y de los precios. Ante la fuga de
capitales y las prácticas especulativas las entidades financieras estaban en bancarrota, por lo
cual serían intervenidas y saneadas por el Estado, mientras el Banco Central de Venezuela
anunciaba la suspensión inmediata de todas sus operaciones de compraventa de dólares.
Las medidas fueron toleradas inicialmente por la población pero hacia 1996 la situación se
hacía inmanejable. La inflación registraba un histórico porcentaje de 103 puntos y había un

no figuraban en la lista oficial. Asimismo, organismos no pertenecientes a las FF.AA., como la Dirección de los Servicios
de Inteligencia y Prevención (DISIP), la policía Metropolitana y la policía Judicial, cometieron abusos y asesinatos.
Ver capítulo III.

9
Durante el proceso se reveló que dicho dinero había sido utilizado para ayudar a la Presidente Violeta Chamorro en
Nicaragua y a la vicepresidente Y. Medina Parra.

10
Ver capítulo III.
crecimiento negativo del PIB. En abril de 1996, ante la ineficacia de sus recetas
intervencionistas, Caldera optó por medidas ortodoxas de corte neoliberal, que el FMI venía
reclamándole como condición para liberar un préstamo stand by de 1.400 millones de
dólares y al que hasta entonces se había rehusado, en cumplimiento de una promesa
electoral. En virtud de estas medidas, el gobierno devaluó el bolívar un 70 por ciento,
unificó los tipos de cambio, levantó los controles sobre las transacciones corrientes y de
capitales, y liberalizó los tipos de interés bancarios, mientras las tarifas de los servicios
públicos y los precios de los combustibles se encarecieron un 800 por ciento. De los
presupuestos del Estado se detrajo una tercera parte para atender el servicio de la deuda
externa (elevada hasta los 36.000 millones de dólares), se abrazó la disciplina fiscal ligada a
una reforma tributaria ad hoc (que supuso la implantación del IVA) y se reformó el régimen
de prestaciones sociales, para que los trabajadores las percibieran cada año y no al finalizar
la relación laboral11.
Caldera concluyó su segundo mandato con un balance de luces y de sombras. Entre las
sombras estaba el hecho de que, debido a los bajos salarios, la inequidad en el reparto de la
renta y la parquedad de los programas sociales para amortiguar el impacto de las recetas
anticrisis, los índices de pobreza según el INE (Instituto Nacional de Estadística) indicaban
que el 40 por ciento de la población estaba bajo la línea de pobreza y el 28 por ciento, sólo
era capaz de cubrir sus necesidades básicas.
El partido de la Convergencia quedaría atrapado en el enrarecido ambiente previo a las
elecciones legislativas de noviembre de 1998. Unos guarismos minúsculos conseguidos en
la contienda, de 3 senadores y dos diputados redujo al partido de gobierno a la condición de
fuerza testimonial, marginada por los partidos tradicionales y especialmente por el
ascendente Movimiento Quinta República (MVR), el partido montado por la nueva estrella
de la política nacional: Hugo Chávez Frías.
Entretanto, un 45 por ciento de la población electoral optó por pronunciarse por la
abstención, que disminuiría apenas 5 puntos porcentuales en relación a la última
elección en la cual el abstencionismo electoral había superado el 50 por ciento.

4. La participación en Tiempos de Hugo Chávez.


4.1 La democracia de Chávez.
Hugo Chávez Frías llegó a la primera magistratura luego del triunfo en la elecciones
presidenciales en diciembre de 1998 (Coppedge, 2002) con el 56 por ciento de los votos.
Es que “la abdicación de AD y COPEI de sus responsabilidades (…) produjo un efecto de
recelo para los sectores que pretendían que sus expectativas fueron cumplidas. Bajo este
clima de desconfianza para con el régimen de Punto Fijo, las masas en disponibilidad y
sectores medios y hasta empresarios de Venezuela comenzaron a buscar alternativas con
respecto a los partidos tradicionales (Myers, 2008 en Spinetta, 2010). En este momento el
candidato Hugo Chávez fue visto con simpatía por vastos sectores de la sociedad
venezolana (Spinetta, 2010:.73).

11
El nuevo paquete de estabilización y ajuste estructural, fue ejecutado por el ministro de Planificación Teodoro Petkoff
Malek (antiguo guerrillero comunista y dirigente del MAS).
Decidido a instaurar un modelo de democracia más participativa y un nuevo orden
económico y social, Chávez reclamaba un cambio cultural radical en el cual la solidaridad y
la eticidad del trabajo comunitario reemplazaran a las actividades de neto corte lucrativo.
Su revolución se desarrollaría en dos etapas: la primera entre 1999 y 2007 que instauraría
el Proyecto Nacional Bolivariano, el cual implicó un cambio en el terreno económico y
social, la segunda a partir de 2007, que profundizaría los lineamientos programáticos del
Proyecto Bolivariano. Los ejes en torno de los cuales se operaría esta revolución son: los
valores de la democracia, un sistema político amplio, profundo y de contenido político
ético, la descentralización, la desconcentración y un verdadero federalismo, la genuina
independencia del Poder Judicial, la defensa irrevocable de los derechos humanos, tanto
individuales como sociales, un nuevo orden económico, un nuevo orden social, basado en
la ayuda mutua, el rescate del ciudadano, una nueva doctrina democrática de seguridad y
defensa, un poder moral como mecanismo de modernización y el saneamiento del estado12.
En este sentido Chávez se abocó a instaurar un modelo de democracia a su medida en el
cual gobernó en constante estado de excepción y por su sola decisión política. Como dice
Fair en el capítulo anterior “en su revalorización de la concepción participativa que
podemos denominar también neocomunitarista, social o popular (…) el principio básico
propuesto por Chávez no era la accountability vertical y horizontal (O´Donnell, 1996,
1997), sino la defensa de la soberanía popular. De este modo, frente a la visión liberal de la
democracia, en la que el Gobierno sólo gobierna por medio de sus representantes, Chávez
promoverá una concepción rousseauniana (Rousseau, 1995), en donde la democracia era
equivalente a la “participación” social del “pueblo” en las decisiones políticas”13.
Asimismo y mediante un régimen básicamente plebiscitario, apeló al apoyo popular,
ignorando los límites del control horizontal y poniendo en cuestión a los partidos. Tal como
se sostiene el comienzo de la presente obra “una democracia "deficitaria", “iliberal” o
“delegativa” que da cuenta de la baja calidad, en formas constitucionales y contenidos
ciudadanos, (….) a partir de los fuertes conflictos y tensiones que plantean, en términos
axiológicos y en las prácticas concretas, con los fundamentos del liberalismo constitucional
y el modelo de democracia contenido en el desarrollo histórico del estado de derecho”14.
Por su parte la polarización social durante su gobierno alcanzaría niveles sin precedentes.
"El proceso de polarización incesante comenzado en 1998 terminó por convertirse en
moneda corriente del sistema político (…) Durante los primeros ocho años del gobierno de
Hugo Chávez (…) la polarización y radicalización creciente al interior de la sociedad
venezolana se concibió como producto del endurecimiento de la conducta tanto de las
fuerzas opositoras como del gobierno y sus partidarios” (Spinetta, 2010: 73).

No obstante, y a pesar de la agudización de sus medidas revolucionarias, del incremento de


la intransigencia y la unilateralidad de su hacer político y del poco espacio que este
ordenamiento dejaría a una oposición “desmoralizada y sorprendida” (Spinetta, 2010) el
gobierno de Chávez propició una lenta recomposición de la participación (por no hablar de
la demorada pero cierta realineación del sistema político). De ello dan cuenta las cifras de

12
Ver capítulo II de esta obra.
13
Ver capítulo III.
14
Ver introducción.
la abstención electoral registrada en esos años que parte de un 43, 6 por ciento en el
año 2000, desciende a un 25, 3 por ciento en 2006 y a un 19,8 por ciento en 2012. En
el año 2013 cuando Chávez ya había fallecido, las cifras de la abstención electoral se
ubican en un 20,3 por ciento en las elecciones llevadas a cabo por su desaparición.

En adelante se ofrecen las principales medidas de su gobierno en los planos institucional,


político y social.

4.2 Política e Instituciones en tiempos de Chávez.

Chávez llegó al gobierno con una coalición de pequeños partidos, el Polo Patriótico, (MVR,
MAS, PPT (Patria para Todos), IPCN, PCV; MEP; GE: SI y AA) derrotando por 16,9
puntos porcentuales a la no menos heterogénea coalición que encabezó Salas Romer, la
cual contaba con el apoyo de los partidos tradicionales AD y COPEI. El primer signo de la
democracia plebiscitaria que Chávez tenía in mente apareció a poco de haber asumido,
sería su llamado a un referéndum consultivo para la conformación de una Asamblea
Constituyente. El llamado al referéndum consultivo para modificar la Constitución
desataría un conflicto político y llenaría de inquietud a la sociedad. En principio el instituto
del referéndum no estaba contemplado en la Constitución de 1961, pero la discusión se
planteó ante la posibilidad de que la aprobación popular lograra poner en funciones una
Asamblea Constitucional de carácter originario, ya que dicha asamblea originaria podía
disolver los poderes del Estado. Chávez había jurado como presidente “sobre esta
Constitución moribunda” y estaba decidido a cambiarla. En la consumación de su objetivo,
Chávez no trepidó en presionar a la Corte Suprema que en Enero de 1999 justificó las
posibilidad de convocar a una referéndum constitucional bajo la fundamentación de que
constituía una contradicción al principio de soberanía popular que el mismo pueblo no
pudiera decidir sobre un hecho de estas características (Spinetta, 2010). El referéndum
consultivo que se llevó a cabo a consecuencia del dictamen favorable de la Corte arrojó el
92,36 por ciento de votos favorables para aprobar la constitución de la Asamblea y un 86
por ciento de votos positivos, para la pregunta relacionada con las bases propuestas para
dicha convocatoria. Entre las principales modificaciones se destaca la incorporación de la
figura del referéndum revocatorio y la revocabilidad de todos los cargos de elección
popular15.
En Junio de ese año se eligieron los parlamentarios constituyentes: la coalición chavista se
quedó con 121 de los 131 escaños. Dice Spinetta “un cheque en blanco al MVR para
escribir la Constitución.” En adelante la electa ANC (Asamblea Nacional Constituyente)
dejaría sesionar al congreso siempre y cuando se mostrara cooperativo. Pero Chávez
decidía ahora gobernar por encima de los partidos, entonces cuando la nueva Constitución
fue aprobada, referéndum mediante en diciembre de 1999, el Congreso y el Tribunal
Supremo de Justicia fueron disueltos. La ANC reemplazaría al antiguo Congreso con un
Consejo Nacional Legislativo denominado Congresillo, compuesto por 11 miembros de la
ANC y otros 10 miembros propuestos por la propia asamblea. El Congresillo ostentaba
muchos poderes proactivos a partir de los cuales podía hasta remover funcionarios electos

15
Ver Capítulo II op.cit.
por sufragio popular en los niveles local y nacional. La asamblea reemplazaría además a los
miembros de la Defensoría del Pueblo, al Fiscal General de la República, al Contralor
General de la República y a la dirección del CNE. Hasta el 31 julio del año siguiente, fecha
en la cual la ANC dejó sus funciones, "no existía ningún poder del Estado, a excepción de
la presidencia, que no hubiera sido designado por un cuerpo 95 por ciento chavista
(Coppedge, 2002).
Hubo asimismo otro referéndum unos pocos meses después de las mega elecciones. Con la
fortaleza política de estas elecciones Chávez decidió arremeter contra la opositora Central
de Trabajadores de Venezuela (CTV) y propuso un referéndum sobre la posibilidad de
revocar los mandatos de los dirigentes sindicales. Con una participación muy escasa que no
superó el 24 por ciento (CNE), la revocatoria fue aceptada.
Chávez además fue investido de poderes legisferantes por la Constitución, que podía
ejercer en caso de necesidad y urgencia en materias económica y financiera y en los
ámbitos tributario, económico y social. El artículo 339 de la Constitución modifica
asimismo la aprobación de los estados de excepción para que recaigan únicamente en la
ACN, mientras que sólo el presidente puede dejar sin efecto los estados de excepción. Esta
legitimación formal de sus atribuciones excepcionales borró todo contrapeso posible del
ejecutivo. Mientras en las mega elecciones del año 2000, así llamadas porque se elegían
todos los cargos electivos, presidente, gobernadores y parlamentarios de la Asamblea
Nacional y las asambleas regionales, Chávez contaba con un poder ilimitado, la
oposición—entendida como la oposición política y los sectores opositores de la sociedad—
dice Coppedge, aullaba.
Al malestar político y social por un gobierno en constante estado de excepción se sumó
otra cuestión conflictiva: la educación.
La propuesta de Chávez era reformar el sistema educativo sobre bases bolivarianas,
ideologizar la enseñanza pública y nacionalizar los establecimientos privados. Seguro por el
masivo apoyo recibido en las elecciones del 2000, ya en su segundo mandato presidencial,
el presidente avanzó con la propuesta mientras la oposición entraba en pánico y se
movilizaba. La polarización iba en ascenso.
Un año más tarde el foco de conflicto estuvo centrado en nuevo otorgamiento de facultades
especiales al presidente. Mediante una ley habilitante logró emitir 49 decretos16 con fuerza
de ley. La oposición se abroqueló: FEDECAMARAS y la CTV convocaron a un paro de
actividades.
En abril del 2002 las fuerzas opositoras desalojaron a Chávez del poder durante 48 horas.
Los conflictos habían comenzado con una huelga general convocada por FEDECAMARAS
que duró tres días, al cabo de los cuales se convoca a una marcha hacia el Palacio de
Miraflores ampliamente publicitada por los medios de comunicación privados. Al llegar a
destino los manifestantes se encontraron con partidarios de Hugo Chávez. Hubo una
refriega importante que arrojó muertos. Esa madrugada el Alto Mando Militar anunciaba la
renuncia de Chávez y al día siguiente la oposición colocaba a Pedro Carmona Estanga,
presidente de FEDECAMARAS, en el gobierno. La fuerte presión de los elementos
16
El articulado de los 49 decretos se encuentra en el capítulo II.
chavistas y la falta de reconocimiento internacional, desalojaron al presidente Carmona y
Chávez retomó sus funciones.
Aún en una posición de máxima intransigencia e intolerancia de la oposición, esta sería la
última intentona de derrocar a Chávez por medio de un golpe. Unos meses más tarde, los
partidos políticos de la oposición se agruparon en conjunto con algunas asociaciones civiles
y ONGs en una estructura supra organizacional que se llamó Coordinadora Democrática
(CD). Pero a pesar de que el Centro Carter y la OEA articularon una mesa de diálogo para
lograr un programa común de acuerdos tendiente a concluir con las hostilidades, la
intransigencia volvería al centro de la escena en un nuevo paro exigiendo al Presidente su
renuncia o bien la realización de un referéndum consultivo de revocatoria de mandato.
Spinetta da cuenta que ante la tajante negativa de Chávez, el paro que inicialmente tendría
24 horas, se prorrogaría indefinidamente. Duró 62 días, en los cuales y al igual que en
ocasión del golpe, la sociedad civil se hallaría inmersa en un estado de polarización
permanente, en parte además por la cobertura mediática del proceso. Medios públicos y
privados tomaban posturas respecto del conflicto y ayudaban así a polarizar las fuerzas
sociales en dos campos irreconciliables, mientras la movilización política permanente de
simpatizantes bolivarianos, como de detractores de Chávez, tomaban las calles de los
grandes centros urbanos. El clima de confrontación se plasmó en la apropiación de espacios
geográficos de ambas fuerzas. La oposición se abroqueló en torno de PDVSA en Chuao y
el chavismo se concentró en torno al palacio de Miraflores y la sede principal de PDVSA
en La Campiña, en el centro de la capital. El paro llegó a su máximo punto de
confrontación cuando Chávez contraataca y decide despedir a más de 18.000 empleados de
la empresa estatal PDVSA, lo cual además de perjudicar a la CTV, implicó una merma de
la capacidad de producción de la compañía que sería percibida en el mediano y largo plazo
(Spinetta, 2010). La medida se contradecía con la voluntad chavista de “renacionalizar el
petróleo” con el objetivo de mejorar la eficiencia de PDVSA en el contexto de la
distribución de una mayor cantidad de divisas para el gobierno17.
El paro petrolero fallido —nuevo intento de derrocar a Chávez— convenció a la oposición
de que los medios elegidos no eran los adecuados. Los miembros de los partidos mayores
decidieron entonces trabajar por conseguir un referéndum revocatorio de todos los puestos
ejecutivos, incluidos, va de suyo, el del presidente en ejercicio.
Unos meses después y con la mediación de la OEA, el Centro Carter y el PNUD se
propició un acuerdo conjunto entre el gobierno y oposición, donde se comprometían a
hallar coincidencias para solucionar la crisis política y a designar nuevos miembros en el
Consejo Electoral-CNE. La designación de los miembros del CNE y el reglamento de
procedimientos fueron aceptados por el gobierno y por la oposición, pero cuando se
entregaron las firmas recolectadas para solicitar el referendo revocatorio de diputados
oficialistas y de oposición y del presidente, se iniciaron los conflictos. Según el CNE en las
firmas entregadas había miles de firmas de caligrafía similar sin nota alguna. Se procedió a
la revisión de las mismas, se dio por solucionado el problema, pero la oposición no lo
aceptó, reaccionó enérgicamente y llamó a desobediencia civil. Se desencadenaría una

17
Chávez tuvo una actuación clave en la relación de Venezuela con los países de la OPEP y en la resolución de la
regularización de las cuotas del petróleo. Ver Jan Kalicki, David Goldwin (2005) Energy and Security, Wilson Center
Press.
violencia que duró cinco días en algunas ciudades del país. El hecho se conoce como “La
Guarimba”.
El referéndum se llevó finalmente a cabo en el 2004 con la tutela de la OEA y del Centro
Carter. Los resultados le dieron al apoyo a la permanencia de Chávez, en un 58 por ciento,
mientras el sí por la revocatoria del mandato del presidente fue de un 42 por ciento. Los
organismos observadores garantizaron su transparencia.
La reacción de la oposición fue impugnar los resultados del proceso revocatorio y hacer
fuertes denuncias de fraude electoral. A consecuencia de ello, durante las elecciones
siguientes para la renovación de representantes de la Asamblea Nacional, la oposición
decidió abstenerse, lo cual le permitió al Movimiento Quinta República (MVR) y sus
aliados políticos obtener el 100 por ciento de los escaños parlamentarios.
A poco de la victoria electoral de 2006, Chávez anunció su intención de conformar una
comisión para evaluar, formular y abrir el debate los contenidos de una reforma
constitucional que fortaleciera el proyecto socialista, calificado como “originario, indígena,
cristiano y bolivariano” (Lander y López Maya, 2007, Leiras, 2013). Asimismo anunció la
conformación de un partido único, el Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) y
la desaparición de su organización electoral, el Movimiento Quinta República (MVR).
En diciembre del 2007 se lleva finalmente a cabo el referéndum sobre la propuesta de
reforma constitucional: hecha inicialmente por el presidente y luego ampliada por la ANC,
lo cual incluía la reelección indefinida. La derrota fue reconocida por el propio Hugo
Chávez, quien caracterizó la victoria de la oposición como una “victoria de mierda.”
Un mes después, durante un discurso a la Nación, Chávez insistió. Prometió que para el
2009, la pregunta sobre la reelección indefinida volvería a formularse en un hipotético
referendo presidencial .La oposición trinó que esta consulta sería ilegal, alegando que la
propuesta ya había sido rechazada en el referéndum del 2007, y que no era posible
presentar una reforma de la Constitución en un mismo período
constitucional. El Referéndum constitucional también llamado Referéndum Aprobatorio de
la Enmienda Constitucional, se llevó a cabo en febrero de 2009 con la posibilidad de
permitir la postulación de cualquier cargo de elección popular de manera continua.

La respuesta de la población fue la aceptación en un 54, 85 por ciento, mientras que un 45,
14 por ciento se pronunció por la negativa a la aprobación.

Así Chávez quedaba habilitado a presentarse a elecciones en forma indefinida. La salud le


jugaría una muy mala pasada. Pero aun así Chávez se presentaría como candidato y ganaría
las elecciones en Octubre de 2012 derrotando en esta oportunidad al candidato de la Mesa
de la Unidad Democrática (MUD) Henrique Capriles Radonski. Las cifras de la victoria,
55, 7 por ciento de los votos para Chávez frente al 44,31 por ciento para el candidato
opositor. La participación electoral alcanzó el 80,49 por ciento del padrón electoral.

Hasta aquí hemos dado cuenta de un virtual combate entre Chávez y la oposición. Para
Spinetta, el logro más significativo del Presidente Chávez ha sido su capacidad para dividir
la política venezolana entre quienes apoyan y quienes están en contra de la República
bolivariana. Para sus apoyos dice el autor, el presidente Chávez ha sido el Mesías que
librara la lucha justa necesaria patriótica para terminar definitivamente con un régimen
excluyente e injusto que subsumió a la mayoría de los venezolanos en la pobreza. Spinetta
dice que los apoyos de Chávez reclaman que partir de la refundación constitucional de
1999, Venezuela pudo alejarse definitivamente de un régimen oligárquico que durante 40
años había estado disfrazado de democracia. El autor lo llama una quimera institucional y
citando a Hawkinns (2003) y Weyland (2001), objeta que sus pilares de sustentabilidad
radican en una identificación mimética del pueblo soberano y su líder. (Spinetta, 2010:59).

Es verdad que Chávez tuvo una suerte de relación mimética con lo popular. Pero no es una
relación que se dio en el vacío. El presidente estaba convencido de que el cambio cultural
que proponía y que la eticidad que reclamaba comenzarían a gestarse en el segmento social
para el cual la vulnerabilidad es ley. Y eligió partir de la trinchera de los que menos tienen,
y desde allí comenzar su revolución. Se comunicaba con su pueblo a diario a través de los
medios de comunicación y mientras estuvo en el gobierno, ofreció un programa de radio
interactivo que se llamaba “aló Presidente”. No olvidó sin embargo las necesidades
materiales de su pueblo y entonces se ocupó de proporcionar más de una decena de
programas sociales, que bajo el nombre de misiones ofrecen educación, salud y alimentos a
precios bajos18. Si logró el cambio cultural que intentó impulsar por tantos medios, lo dirá
el andar del tiempo.

También es cierto que Chávez aventó la polarización social catalogando a la oposición in


toto como un ato de detractores del régimen bolivariano. Pero ¿qué decir de la oposición?
Su respuesta a la diatriba presidencial fue la escalada del conflicto hasta llegar al golpe de
Estado. ¿Podría decirse entonces que la oposición no alentó la polarización?

El otro dato de la realidad es que este presidente vibrante, demasiado elocuente,


controvertido pero indiscutiblemente significativo, sacó a la clase política del marasmo de

18
Misiones Bolivarianas o Misión Cristo son los nombres dados por Chávez a una serie de programas sociales
implementados en su gobierno Las misiones se subdividen en tres grandes grupos: Las educativas, que van desde instruir
personas analfabetas (Misión Robinson I), dar educación básica (Misión Robinson I), dar Educación Media (Misión
Ribas) y dar estudios universitarios (Misión Sucre). Las misiones educativas pueden depender entre sí. Las de aspectos
alimentarios y servicios básicos, que van desde la dotación a zonas de pobreza de ambulatorios eficaces y otros servicios
médicos asistenciales (Misión Barrio Adentro), el embellecimiento de lugares públicos (Plan Bolívar 2000, ya concluido)
la construcción de viviendas para cubrir el histórico déficit habitacional del país (Misión Hábitat) y (Gran Misión
Vivienda Venezuela), hasta una mejor distribución y almacenamiento de alimentos a precios más accesibles por medio de
mercados y supermercados (Misión Mercal). Y misiones misceláneas, que incluyen la mejora de las condiciones de las
etnias minoritarias y marginadas, representadas en los indígenas (Misión Guaicaipuro), agilización del trámite de los
documentos de identidad del ciudadano común (Misión Identidad), y la promoción de las actividades agrarias para reducir
la excesiva urbanización del país (Gran Misión AgroVenezuela). A partir del año 2011, el ejecutivo Nacional puso en
marcha la creación de grandes misiones sociales, donde un gran número de personas participan progresivamente. Ellas
son: Gran Misión AgroVenezuela, para enfrentar la crisis alimentaria mundial. Ésta misión consiste en dar a pequeños y
medianos productores los insumos necesarios para cosechar, con lo que el estado incrementaría la producción alimentaria;
Gran Misión Vivienda Venezuela, creada en el mes de Abril de 2011 en respuesta a la crisis habitacional que enfrenta el
país de casi 2.000.000 de viviendas; Gran Misión en Amor Mayor, para atender a los abuelos en situación de pobreza o
que no alcanzaron a cotizar completamente las cuotas del seguro social para acceder a la pensión de retiro, Gran Misión
Hijos de Venezuela, para combatir la pobreza extrema en familias de escasos recursos; Gran Misión Saber y Trabajo, con
la meta de generar, desde el 2011 hasta el 2018 tres millones de empleos.
fin de siglo y logró que la población fuera nuevamente a las urnas, tal vez porque durante
su largo gobierno, había algo sobre lo cual discutir y necesidad de expresarlo.

5. Conclusiones.
Hemos dado cuenta de las condiciones políticas, institucionales y sociales que promovieron
la participación y la abstención electoral en Venezuela y hemos visto desde la empiria que
el incremento de la abstención electoral entre 1978 y el año 2000 corrió paralela a la
ruptura del pacto puntofijista, mientras que el advenimiento de la figura carismática y
controvertida de Hugo Chávez, lograría revertir la situación de marasmo en el orden
sociopolítico en el que se hallaba Venezuela hacia al año 2000.

En este sentido mostramos que el hacer político del líder venezolano, que sabemos daría
por resultado, el apoyo masivo de una buena parte de la población y la oposición enconada
de otra parte de la ciudadanía, redundaría en una lenta pero sostenida recomposición de la
participación electoral. Asimismo entendemos que los factores que hicieron a esta
recuperación del interés político en la sociedad están vinculados y relacionados entre sí.

Chávez llegó al gobierno decidido a hacer una revolución que trastocara todos los resortes
en que se apoyaba el orden social y político de Venezuela y en el cometido, le dio voz a los
renegados del período puntofijista, esto es, a los partidos de Izquierda, entre ellos el PCV,
el cuarto partido en importancia del país, que a excepción de los dos gobiernos de Rafael
Caldera, había estado excluido de la política nacional, con quienes formó la alianza de
gobierno y a los sectores sociales marginados. Así construyó sus apoyos y con el pláceme
masivo de los viejos olvidados, reformó las instituciones a la medida de su revolución,
mientras lograba contener los embates furiosos de las corporaciones.

La radicalidad de sus medidas puso en discusión, entre otros temas candentes, la cuestión
de lo social, lo cual trajo aparejado la visibilidad de estos sectores olvidados, un dato que
no hay que soslayar a la hora de analizar de dónde procede la notable magnitud de sus
apoyos. Es que los vínculos de Chávez con “su pueblo” fueron más allá de los beneficios
del clientelismo. Remedaron un imposible: la relación cara a cara del poder y el hombre y
la mujer común, contexto en el cual, este presidente le otorgaría la cabal condición de
ciudadanía a este segmento social

Pero mientras Chávez construía estos apoyos a su revolución, el “otro pueblo” —la
oposición social— abjuraba de la radicalidad de sus medidas. Sin embargo, y al cabo de
abroquelarse en torno de actitudes políticas golpistas y en un movimiento reflejo tardío,
volvería a la liza electoral.

Es en este sentido que entendemos que Chávez fue el factótum de la recomposición de la


participación en el entorno de una sociedad altamente polarizada, porque los amores y
odios que suscitó, redundaron en que las urnas se vieran colmadas de apoyos y disensos. El
servicio que le otorgó a esta división social una oposición política aturdida, fragmentada y
la deriva, que no estuvo a la altura de las circunstancias, es un tema clave.
Desde nuestra perspectiva, la remanida acusación a Hugo Chávez de un hacer político
Schmitiano de amigo-enemigo no hace más que poner en evidencia las debilidades de un
sistema político que no pudo o no supo cómo insertarse en las reglas del fuerte juego
político propuesto por el presidente. Porque en todo caso, ante el escenario de
confrontación, la oposición debió haber sido más mesurada y más creativa y no responder,
como lo hizo, recogiendo el guante y contestando con armas que no eran de ninguna
manera políticas.

Spinetta reclama en su artículo la necesidad de pluralismo político, en un orden que halla


autocrático, personalista y polarizado Sin embargo, la condición de posibilidad de ese
pluralismo político, es la constitución de partidos políticos con algún grado de
institucionalización y no alianzas de compromiso con el único objetivo de batallar con el
enemigo.

La desaparición física de Chávez, creemos, acelerará el proceso de realineamiento


partidario, que parece haber comenzado en las últimas dos elecciones. En verdad es el
sistema político el que necesariamente habrá de desarrollar estrategias que impulsen a la
sociedad a no retraerse de la participación política y a firmar un nuevo pacto social. Tal vez
entonces la abstención electoral vuelva a ser de un dígito.

6. Bibliografía

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www.cne.gov.ve
 Coppedge, Michael: “Venezuela: Democrática a pesar del Presidencialismo” en Juan
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de Latinoamerica, Editorial Alianza, Madrid, 1998.
 Coppedge Michael (2002), Venezuela: Popular Sovereignity versus Liberal
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Dame, Notre Dame.
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http://www.ine.gov.ve/

 Kalicki Jan y Goldwin David, Energy and Security, Wilson Center Press,
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University), New York (1999), páginas 31-48.
 Leiras, Santiago: “La presidencia de Hugo Chávez Frías (1999-2012): la dinámica
de cambio en un régimen en cambio”. Ponencia preparada para el XI Congreso
Nacional de Ciencia Política “La política en movimiento. Estados, democracias y
diversidades regionales", organizado por la Sociedad Argentina de Análisis Político
y la Universidad Nacional de Entre Ríos, Paraná, 17 al 20 de julio de 2013.
 Levine, Daniel: “Venezuela: The Nature, Sources and Prospects of Democracy” en
Larry Diamond Juan J. Linz y Seymour Lipset (Eds.), Democracy in developing
countries, Volumen 4: América Latina, Lynne Rienner Publishers. Boulder, 1989.
 Mainwairing, Scott y Shugart, Matthew Soberg:“Presidential Behaviour in a System
with Strong Parties: Venezuela, 1958-1995”,en Scott Mainwairing y Matthew Soberg
Shugart, (Eds.), Presidentialism and Democracy in Latin America, Cambridge
University Press, Cambridge, 1997.
 Nohlen, Dieter: “Ampliación de la participación política y reducción del
abstencionismo: ejes de una cultura democrática y una nueva ciudadanía para el siglo
XXI”,Ponencia presentada en la XVII Conferencia de los Organismos Electorales de
Centroamérica y el Caribe, Protocolo de Tikal, San José Costa Rica, Septiembre
2003
 Ramos, Marisa: “Los Efectos de las Elecciones de 1993 y 1995 sobre el Sistema de
Partidos en Venezuela”, Revista América Latina Hoy, Volumen 13 (Universidad de
Salamanca), Salamanca (1996), páginas 45-52.
 Spinetta, Robertino, “Autocracia y legitimidad política. Alcances y límites de la
forma decisionista de gobierno de Venezuela entre 1998 y 2006” en Santiago Leiras
(Comp.), Estado de excepción y democracia. Argentina, Brasil, Perú y Venezuela en
perspectiva comparada, Editorial Homo Sapiens, Rosario, 2010.
Parte II: El cambio en el Cono Sur y sus protagonistas.
Capítulo V
Bolivia, el camino a la transformación: un proceso de cambios, conflictos
y tensiones sin resolver

“…la refundación de un nuevo orden no es un hecho aislado, ni se


puede entender con un pensamiento dicotómico que opone blanco a negro. Es
el resultado de un largo camino que se va construyendo y desarrollando, con
idas y vueltas, con varios actores y distintos procesos políticos. Por ello, la crítica
y el cambio solo serán fecundos si recuperan una cierta idea de continuidad
histórica” (Calderón, 2007: 44).

Natalia Ceppi*

1. Introducción
La victoria de Evo Morales en las elecciones presidenciales del 18 de diciembre de 2005 a
través del Movimiento al Socialismo (MAS) generó expectativas en algunos sectores,
descontento en otros pero al mismo tiempo causó incertidumbre como un denominador
común. Su llegada fue percibida como una ‘ruptura con el pasado’. Su triunfo no fue
producto de alianzas parlamentarias y su pertenencia indígena y sindical se combinaba con
un discurso combativo, reivindicador de los derechos de los excluidos y sumamente crítico
de las políticas neoliberales implementadas en el país desde mediados de los ochenta.
Bolivia transitó los últimos años del siglo XX y los comienzos del presente siglo inmerso
en la crisis y los conflictos. Los resultados negativos del período neoliberal –reflejados en
el incremento de la pobreza y la desigualdad- y el fortalecimiento del accionar de múltiples
movimientos sociales que propugnaban la necesidad de cambio eclosionaron en los
enfrentamientos violentos conocidos como el ‘Febrero Negro’ y la ‘Guerra del Gas’ en
2003. Frente a este contexto, el MAS se identificó –y promulgó- la idea de cambio y
renovación tanto para el escenario doméstico como para la política exterior del país. Evo
Morales propuso refundar el Estado-Nación mediante la puesta en marcha de un nuevo
modelo socio-político y económico orientado a redefinir los vínculos del Estado con la
economía y la sociedad en su conjunto, propugnando la noción del ‘Vivir Bien’.
Con respecto a la política exterior, la administración Morales se ha embarcado en una
redefinición de la misma que, en parte, se encuentra en consonancia con el proceso de
transformación del escenario doméstico. Aquí, se destacan el afianzamiento de las
relaciones con Cuba y Venezuela; el acercamiento a China e Irán; los cuestionamientos al
vínculo con Estados Unidos; el reposicionamiento del Estado en el comercio energético con
Argentina y Brasil y el endurecimiento del reclamo marítimo hacia Chile. Asimismo, en el
seno de Naciones Unidas Bolivia ha mantenido una política activa en la defensa de
temáticas consideradas centrales en la agenda nacional.

*
UNR-CONICET.
El presente capítulo bosqueja, en primer lugar, los principales hechos y consecuencias de
las políticas neoliberales adoptadas a partir de 1985 con el fin de caracterizar el contexto
sobre el cual puede vislumbrarse el nacimiento del MAS. En segundo lugar, se analizan las
medidas de cambio más representativas dispuestas por el gobierno de Evo Morales;
medidas que son entendidas como parte de las demandas históricas: el proceso
constituyente; la reformulación del rol del Estado en la economía –nacionalizaciones- y las
políticas sociales destinadas a combatir problemáticas estructurales tales como la pobreza,
la exclusión y la desigualdad. Finalmente, se consideran algunos cambios que se han
presentado en el diseño de la política exterior tanto en términos de discurso como en la
práctica, haciendo hincapié en las relaciones bilaterales más significativas y en el ámbito de
Naciones Unidas.

2. La etapa neoliberal
El proceso de redemocratización iniciado en Bolivia con Hernán Siles Suazo el 10 de
octubre de 1982 encontró a un país sumido en una profunda crisis de índole económica,
política y social producto de “los desaciertos en 18 años de gobiernos presididos por
militares” (Sanjinés Ávila, 2007: 78). Al transcurrir su primer año de administración, la
economía nacional presentaba síntomas de gran preocupación. El nivel de precios subía de
manera constante, el Producto Bruto Interno (PBI) se encontraba en caída y el país carecía
de financiamiento internacional por la cesación de pago de los intereses de la deuda. El
entonces Presidente propuso seis planes de estabilización económica pero todos ellos
terminaron fracasando y potenciaron la gravedad de la crisis. La inflación –entendida como
una de las manifestaciones más visibles- estaba totalmente descontrolada y fue creciendo a
pasos agigantados al punto tal que entre 1983 y 1985 escaló de 329% a 8170% (Morales,
1992: 5). Sin posibilidades de hacer frente a la coyuntura, Siles Suazo terminó su mandato
de manera anticipada llamando a elecciones presidenciales para el 14 de julio de 1985.
Los resultados de los comicios de 1985 tuvieron una connotación particular. Ninguno de
los candidatos presentados alcanzó la mayoría absoluta de los votos. Los tres primeros
puestos se distribuyeron de la siguiente manera: Hugo Banzer Suárez –por el partido
Acción Democrática Nacionalista (ADN)- obtuvo el 32.83% de los votos; Víctor Paz
Estenssoro –Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR)- el 30.36 % y Jaime Paz
Zamora –Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR)- el 10.18% de los sufragios
(Corte Nacional Electoral, 1997). Ante este escenario y de acuerdo a lo dispuesto por la
Constitución vigente entonces, el Congreso debió decidir quién de los tres candidatos
pasaría a ocupar la presidencia del país (artículo 90, Constitución Política de 1967). A
excepción de la ADN, todas las fuerzas que contaban con representación en el Parlamento
apoyaron la figura de Paz Estenssoro, siendo la primera vez que el Congreso eligió al
candidato que había quedado en segundo lugar en las elecciones (Mesa Gisbert, 2006: 174).
Así, en 1985 se inició el ciclo de la ‘Democracia Pactada’ la cual se tradujo en la
alternancia en el Ejecutivo durante dos décadas de las tres principales fuerzas políticas, es
decir, el MNR, el MIR y la ADN. Este sistema fue viable gracias a la conformación de
coaliciones en el Congreso que intervenían en la elección de la figura presidencial cuando
no se disponía de la mayoría absoluta de los votos (Alenda, 2004: 4). A principios de los
noventa, los tres partidos mencionados comenzaron a compartir espacios con Conciencia de
Patria (CONDEPA) y Unión Cívica Solidaridad (UCS) (Romero Ballivián, 2006). Si bien,
éstos pudieron captar simpatizantes con promesas de cambio y de igualdad de derechos, no
lograron posicionar a ninguno de sus candidatos en la presidencia y en realidad,
favorecieron la rotación del MNR, el MIR y el ADN en el Ejecutivo al participar en la
conformación de las alianzas parlamentarias. Paralelamente, contribuyeron a garantizar la
estabilidad democrática mediante prácticas clientelares que se apoyaban en recursos
materiales y simbólicos (Alenda, 2004: 13-14).
Ante el contexto de crisis generalizada y la necesidad de recuperar el financiamiento
internacional, Paz Estenssoro (1985-1989) dispuso la implementación de una serie de
reformas que modificaron la matriz económica y social del país (Sanjinés Ávila, 2007:
118). El puntapié de este proceso fue dado a través del Decreto Supremo 21.060
(29/08/1985) que bajo el lema Bolivia se nos muere buscó “obtener solvencia externa a
partir de un modelo de desarrollo basado en las fuerzas del mercado” (Peredo Herrera,
2006: 12). Dicho Decreto -cuyos dos objetivos principales fueron la reducción de la
inflación y la reanudación del crecimiento económico- dio origen a la denominada Nueva
Política Económica (NPE). Esta última marcó el comienzo de la transformación de los
vínculos de Estado con la economía y la sociedad a través de la limitación de la
participación estatal en las actividades productivas y de fiscalización (Arze Vargas, 2009:
272). Entre las medidas promulgadas, se destacan las clásicas recetas neoliberales, a saber,
i) la liberalización de diferentes sectores de la economía y la promoción de privatizaciones;
ii) la eliminación de las restricciones al comercio externo a través de la disminución –y/o
desaparición- de aranceles y herramientas para-arancelarias; iii) el establecimiento de un
tipo de cambio flexible con relación al dólar estadounidense y iv) la reducción del gasto
público.
En términos de los objetivos perseguidos por el gobierno nacional, el Decreto 21.060 arrojó
en un primer momento ‘resultados positivos’. La inflación fue controlada rápidamente –
disminuyó al 66% en 1986 y llegó a 16.6% en 1989- y la economía contó con un
crecimiento estable durante toda la presidencia de Paz Estenssoro. Ello devino en la
recuperación de la Inversión Extranjera Directa (IED) –alrededor de U$ 30 millones por
año frente a un promedio de U$ 8 millones anuales en el período 1983-1985- y la reapertura
de los canales de crédito de los organismos financieros internacionales (Sucre, 2002). Estos
signos de avance fueron el justificativo utilizado por las administraciones posteriores,
especialmente por el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada (1993-1997) para
profundizar y afianzar el modelo iniciado en 1985. Bajo la promesa de generar un mayor
crecimiento económico, nuevos puestos de trabajos e innovaciones tecnológicas, las
industrias estatales fueron reestructuradas siguiendo los postulados del Consenso de
Washington (Gordon y Luoma, 2008: 97).
Gonzalo Sánchez de Lozada puso en marcha la capitalización de las principales compañías
públicas a través de la Ley 1544 (21/04/1994). Esta decisión alcanzó a Yacimientos
Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), la Empresa Nacional de Electricidad (ENDE); la
Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL); la Empresa Nacional de Ferrocarriles
(ENFE) y la Empresa Metalúrgica Vinto (artículo 2, Ley 1544). El caso de YPFB fue el
más resonante tanto por el peso del sector energético en la economía nacional como por la
intensidad de su reforma. A partir de su capitalización, el Estado perdió el control de la
principal fuentes de ingresos gubernamentales desde el colapso de la industria del estaño en
1985 (Gordon y Luoma, 2008: 95). En tiempo récord, los activos de YPFB fueron divididos
para crear tres compañías -Chaco S.A. y Andina S.A., ocupadas del upstream- y
Transredes S.A. que se encargó del downstream de la cadena energética1. Mediante esta
medida Sánchez de Lozada pudo cumplir con las demandas neoliberales de los organismos
financieros internacionales sin grandes cuestionamientos sociales. Las capitalizaciones
fueron presentadas como un proceso de transformación de las empresas estatales en
sociedades compartidas entre los ámbitos público y privado donde las compañías
extranjeras, en lugar de pagar al gobierno por sus acciones, se comprometían a invertir en la
creación de una nueva empresa (Gordon y Luoma, 2008: 96). Sin embargo, en la práctica,
las capitalizaciones –en particular la de YPFB- limitaron el rol del Estado a la
administración de los contratos firmados con las empresas transnacionales. Tal como
plantea Sanjinés Ávila, fueron la secuencia lógica del Decreto 21.060 y la NPE (2007:
227), constituyéndose en el ‘broche de oro’ de un programa político-económico planificado
para desmantelar los resabios del capitalismo de Estado, entendido como sinónimo de
atraso y marginación (Arze Vargas, 2009).
Ahora bien, ¿qué evaluación puede realizarse del período neoliberal? Inicialmente, la
liberalización de la economía permitió que el país atravesara una fase de relativo
crecimiento y estabilidad (Nogales Iturri, 2008: 70). Al comenzar este proceso, la relación
deuda/PBI era del 156% mientras que la relación deuda/exportaciones alcanzaba el 490%.
Estos datos se modificaron tras algunos años de mejoras económicas y de renegociaciones
de la deuda, dando lugar a que en 1998 la relación deuda/PBI fuera del 9.32% y la relación
deuda/exportaciones del 397% (UNESCO-EPT Bolivia, 2000). Asimismo, el ‘shock’
neoliberal había reducido de forma estrepitosa los niveles de inflación y mantuvo la tasa
anual del PBI real en un promedio del 4% en la década del noventa frente a un porcentaje
que osciló entre el 1.7% y el 3.8% durante la administración de Paz Estenssoro (Loayza,
Santa Cruz & Pereira, 1999: 116-119).
A pesar de esta primera etapa ‘positiva’ en términos macroeconómicos, el modelo
neoliberal comenzó a evidenciar síntomas de agotamiento hacia fines del siglo XX y dejó
entrever su incapacidad para generar bienestar a la población en su conjunto (Nogales
Iturri, 2008: 72). A partir de 1999 Bolivia ingresó a una etapa recesiva que se extendió por
varios años donde se conjugaron las propias falencias de las políticas impuestas desde 1985
y los impactos de las crisis económico-financieras regionales y extra-regionales que se
suscitaron en los noventa. De este modo, los comienzos del siglo XXI se caracterizaron por
un deterioro generalizado de la economía, reflejándose especialmente en la disminución de
la tasa de crecimiento del PBI –de 5.03% en 1998 a 2.49% en 2002- y en la evolución
negativa de la IED que bajó de 12.1% a 8.5% en su relación con el PBI (Banco Central de
Bolivia).
Paralelamente, la recesión hizo cobrar mayor visibilidad a ciertas cuestiones sociales que
no habían sido atendidas durante los noventa. A modo de ejemplo, en el período 1989-
2002, la población que se encontraba por debajo de la línea de pobreza creció de 52.6% al
60.6%; se fortaleció la brecha entre pobres y ricos –el Coeficiente de Gini pasó de 0.58 a

1
Por upstream se entiende las actividades de exploración y explotación y por downstream las fases de refinación,
transporte y distribución.
0.61- y la tasa media anual de desempleo urbano subió del 7.3% al 8% (INE; CEPAL;
Mosley, 2006).
Todos estos indicadores tuvieron su correlato en los resultados de las elecciones
presidenciales del 30 de junio de 2002. Los mecanismos de la ‘Democracia Pactada’
posibilitaron una nueva victoria de Gonzalo Sánchez de Lozada con sólo el 22.46% de los
votos pero ninguno de los partidos tradicionales obtuvo el segundo lugar. Este último fue
ocupado por el MAS con el 20.94% de los sufragios, generando así cambios en un
escenario político que había permanecido prácticamente estático durante casi dos décadas.
La composición del Congreso también fue modificada. El MAS consiguió el segundo lugar
a través de 27 diputados sobre un total de 130 y 8 senadores sobre un total de 27,
desplazando al MIR al tercer puesto (Corte Nacional Electoral, 2007). Estos resultados
reflejaron la tendencia hacia una polarización social, es decir, aquellos que abalaban las
políticas llevadas adelante por los integrantes de la ‘Democracia Pactada’ y los sectores
olvidados que abogaban por un cambio político y social (Romero Ballivián, 2006: 34). En
esta dirección, el MAS y la propia figura de Evo Morales supieron cautivar a una
importante cantidad de votantes con un discurso ‘combativo’, crítico del neoliberalismo
pero a la vez reivindicador de los derechos y demandas de las poblaciones indígenas y
campesinas.
Pese a los tintes de renovación que presentaba el espectro político y los indicadores socio-
económicos negativos, Sánchez de Lozada decidió enfrentar la situación de apremio en la
que se encontraba el país dándole continuidad al modelo económico que había afianzado en
los noventa. La receta para sacar a Bolivia de la recesión consistió en la aplicación de
políticas de ajuste. El 9 de febrero de 2003 el gobierno nacional anunció la creación de un
impuesto a los salarios con el objetivo de incrementar la recaudación estatal. El
denominado ‘impuestazo’ contó con el rechazo absoluto de la población, los partidos
políticos opositores y las organizaciones laborales (Camacho Balderrama, 2003: 2).
El clima era tenso y cargado de incertidumbre pero el rechazo social comenzó a teñirse de
violencia cuando el 11 de febrero el Grupo Especial de Seguridad (GES) de la Policía
Nacional aprovechó el ‘impuestazo’ para acuartelarse y demandarle al gobierno el pago de
sueldos atrasados y un aumento salarial (El Diario, 30/01/2011). A raíz de este hecho se
inició un enfrentamiento armado durante los días 12 y 13 entre esta fracción de la Policía y
miembros del Ejército en las inmediaciones de la Plaza Murillo en la ciudad de La Paz.
Este acontecimiento pasó a la historia como el ‘Febrero Negro’ que con un saldo de 34
muertos –entre uniformados y civiles- simbolizó el momento sumamente crítico y complejo
que atravesaba la democracia, la cual “pareció estar al borde de una total destrucción”
(Shultz, 2008: 155).
Tras dos días de intenso conflicto, donde además primaron los saqueos y el vandalismo,
Sánchez de Lozada decidió dar marcha atrás a la medida anunciada el 9 de febrero. En
palabras de Camacho Balderrama, “febrero fue la movilización de algo muy concreto, fue
la movilización desesperada de la gente con hambre, de la gente con frustración, con
resentimiento, con desilusión, con desesperanza y con desconfianza frente a su futuro y al
de sus hijos” (2003: 2). Por otro lado, este conflicto también había sido una clara evidencia
que Bolivia vivía tiempos turbulentos y que la sociedad se encontraba en plena ebullición
frente a un modelo socio-político y económico que no daba respuestas a las demandas de
los sectores más desprotegidos y marginados.
Sánchez de Lozada pudo sortear los enfrentamientos de febrero pero no pudo hacer lo
mismo cuando en octubre de ese mismo año estalló la denominada ‘Guerra del Gas’. Este
conflicto tuvo sus orígenes en los disturbios civiles que estuvieron presentes a inicios del
mes de septiembre cuando salieron a la luz los intentos de exportación de gas licuado
boliviano a Estados Unidos por puertos chilenos. Los antecedentes de este proyecto se
remontan al gobierno de Jorge Quiroga (2001-2002), quien había iniciado conversaciones
con el consorcio Pacific LNG –conformado por Repsol, British Gas, Petroleum, Total y
Prisma- para exportar el hidrocarburo vía Chile al ser la ruta más cercana y más barata para
llegar al Pacífico (Gordon & Luoma, 2008: 100). El negocio fue rechazado por la población
por considerarlo poco beneficioso en términos económicos –Estados Unidos había
solicitado precios preferenciales- y por atravesar un punto sensible en la historia nacional:
Chile recibiría gas boliviano sin haber saldado con el país andino la demanda de
reivindicación marítima2.
Con el correr de los días, las protestas populares fueron cobrando mayor intensidad y los
bloqueos a los accesos de las principales ciudades se constituyeron en una práctica
cotidiana. La población demandaba al Ejecutivo el llamado a un referéndum nacional
donde pudiera expresarse sobre el manejo estatal de los hidrocarburos y los ingresos
provenientes de sus exportaciones. La respuesta del gobierno nacional se basó en el uso de
la fuerza que lejos de calmar los ánimos, consolidó los reclamos sociales. Entre el 8 y el 17
de octubre, las movilizaciones adquirieron mayor vehemencia y a las demandas de
nacionalización de los hidrocarburos se sumó el pedido de renuncia a Sánchez de Lozada.
Ante la gravedad de la crisis, Sánchez de Lozada dimitió el 17 de octubre de 2003 mediante
el envío de un fax al Congreso y con un saldo de 112 muertos entre civiles, policías y
militares (El Diario, 30/01/2011). El ex mandatario fue sucedido por su vicepresidente,
Carlos Mesa Gisbert, quien heredó una coyuntura sumamente compleja: un país sumido en
una de las crisis más profundas de la historia pero que, a diferencia del pasado, contaba con
la presencia de actores y movimientos políticos dispuestos a desafiar el orden imperante en
ese entonces.
El gobierno de Carlos Mesa Gisbert: cuenta regresiva hacia el MAS
La estadía de Mesa Gisbert en el poder presidencial fue fugaz. La situación económica era
apremiante –el Tesoro General se encontraba totalmente quebrado-;3su relación con el
Congreso estaba rota; los partidos políticos tradicionales eran repudiados por la mayoría de
la población, especialmente tras los episodios del ‘Febrero Negro’ y la ‘Guerra del Gas’ y

2
Por la Guerra del Pacífico (1879-1883) Bolivia perdió “120.000 kilómetros cuadrados, 400 kilómetros de costa, varios
puertos, bahías y caletas, así como su acceso soberano al océano Pacífico” (Salazar Paredes, 2006: 61). A raíz de las
pérdidas territoriales, Bolivia no tiene acceso a los yacimientos cupríferos de Chuquicamata, los cuales son los más
importantes de Chile ni a la riqueza proveniente de los recursos marítimos. El Tratado de Paz y Amistad fue firmado el 20
de octubre 1904. Sin embargo, las relaciones diplomáticas entre ambos Estados son inexistentes debido a que las mismas
llegaron a la ruptura en 1978.

3
La crisis económica era de tal magnitud que el déficit fiscal fue alrededor del 8.6% del PBI en los años 2002 y 2003
(Humérez Quiroz & Mariscal Ayaviri, 2005: 87).
la sociedad vivía “una bronca explosiva” (Mesa Gisbert, 2008: 14). A este complejo cuadro
debe agregarse que la temática del ‘cambio’, la cual había contado con un lugar destacado
en las demandas sociales de febrero y octubre de 2003, tenía un correlato en la figura de
Evo Morales y el MAS.
Con el fin de calmar los ánimos, a escasas horas de asumir como Presidente Mesa Gisbert
dio a conocer la denominada ‘Agenda de octubre’. Esta última estaba compuesta por los
siguientes ítems: i) la convocatoria de una Asamblea Constituyente como un mecanismo de
democracia participativa; ii) la realización del referéndum popular sobre la política de
hidrocarburos; iii) el enjuiciamiento político a Sánchez de Lozada y a aquellos funcionarios
que directa o indirectamente eran responsables por las muertes y los heridos de los
conflictos de 2003 y iv) la modificación de la política económica que había conducido al
Estado a la desidia (Mesa Gisbert, 2008: 15). De todos ellos, la temática de los
hidrocarburos se presentaba como prioritaria por su lugar en la vida económica del país y
por ser uno de los principales leitmotiv de la caída de administración anterior. Como la
figura del referéndum no estaba contemplada en la Constitución Nacional, Mesa Gisbert
solicitó su reforma con la Ley 2631 del 20 de febrero de 2004. El referéndum se fijó el 18
de julio del mismo año y consistió en la realización de cinco preguntas donde los
ciudadanos se manifestaron por SI o NO con respecto al futuro de la política
hidrocarburífera nacional4. De acuerdo con los datos de la Corte Nacional Electoral (CNE),
el SI obtuvo la mayoría en todas preguntas con porcentajes que oscilaron entre el 54% y el
92%. Debido a que Carlos Mesa no sometió a consideración popular su Proyecto de Ley, se
inició una negociación difícil, con un Congreso ‘opositor’ más cercano al derrocamiento
del gobierno que al apoyo de las políticas del oficialismo (Mesa Gisbert, 2008: 18).
Conocidos públicamente los resultados del referéndum, Mesa envió su Proyecto de Ley al
Poder Legislativo para su respectiva aprobación. A partir de allí el enfrentamiento entre el
Ejecutivo y los partidos políticos que contaban con representación en el Parlamento se hizo
más explícito, teniendo como núcleo las modificaciones en torno a los porcentajes y los
tipos de impuestos que debían pagar las empresas que explotaban y comercializaban el gas
boliviano (Arrarás & Deheza, 2005). Mientras que Mesa Gisbert había propuesto el
mantenimiento de las regalías en un 18% y la inclusión de un impuesto –el Impuesto
Complementario a los Hidrocarburos (ICH)- del 32%, progresivo, deducible y diferenciado
en función del tamaño de los campos y de los volúmenes de producción, el MAS como

4
Las preguntas eran las siguientes: 1- ¿Está usted de acuerdo con la abrogación de la Ley de Hidrocarburos No. 1689
promulgada por el Presidente Gonzalo Sánchez de Lozada?; 2- ¿Está usted de acuerdo con la recuperación de todos los
hidrocarburos en boca de pozo para el Estado boliviano?; 3- ¿Está usted de acuerdo con refundar Yacimientos Petrolíferos
Fiscales Bolivianos, recuperando la propiedad estatal de las acciones de los y las bolivianas en las empresas petroleras
capitalizadas, de manera que pueda participar el Estado en toda la cadena productiva de los hidrocarburos?; 4- ¿Está usted
de acuerdo con la política del Presidente Carlos Mesa para utilizar el gas como un recurso estratégico para recuperar una
salida útil y soberana al océano Pacífico?; 5- ¿Está usted de acuerdo con que Bolivia exporte gas en el marco de una
política nacional que: a) Cubra el consumo de gas para los bolivianos y las bolivianas; b) Fomente la industrialización del
gas en el territorio nacional; c) Cobre impuestos y/o regalías a las empresas petroleras, llegando al 50% del valor del gas,
principalmente para la educación, salud, caminos y empleos? Puede consultarse el Decreto 27.507 (19/05/2004).
Disponible en: http://www.lexivox.org/norms/BO-DS-27507.xhtml (Acceso: 21/03/2013).
segunda fuerza política, insistía en el cobro de una regalía petrolera del 50% (Chávez &
Lora, 2005; El Diario, 08/10/2004).
Ante la falta de apoyo político, Carlos Mesa puso su renuncia a disposición del Congreso
nacional el 6 de marzo de 2005 “con el objetivo de llamar la atención al país” (Mesa
Gisbert, 2008: 23), confiando en que el apoyo popular del cual gozaba –alrededor del 68%-
coadyuvaría a la victoria de su proyecto. Según el ex Presidente, esta decisión fue motivada
por el accionar ‘desestabilizador’ de aquellos actores que se oponían a su propuesta de Ley.
Entre ellos se encontraba Evo Morales, quien en los primeros días del mes de marzo instó a
los movimientos sociales a bloquear los accesos a las ciudades en señal de desacuerdo con
el 18% de las regalías sugerido por Mesa (BBC Mundo, 09/03/2005). Frente a esta
acusación, Morales aclaró que las manifestaciones no estaban dirigidas a conseguir la
dimisión de Mesa, sino a presionar al Congreso para que aprobara rápidamente una nueva
normativa hidrocarburífera que le asegurara al país el 50% de las regalías (BBC Mundo,
07/03/2005).
Tras su tratamiento en la Cámara de Diputados, en marzo de 2005 el Proyecto de Ley pasó
al Senado; instancia que debía refrendarlo antes que el Presidente finalmente lo promulgara
(La Jornada, 17/03/2005). En su estadía en la Cámara de Senadores, el proyecto fue
modificado mediante la incorporación de observaciones de carácter técnico y jurídico. Uno
de los principales puntos reformados y que más controversia generó entre el Congreso y el
Ejecutivo radicó en el tratamiento de la recaudación fiscal. El Congreso fijó las regalías en
18% pero desestimó la creación del ICH por considerarlo inalcanzable ya que el mismo era
dependiente de los volúmenes de producción (Cartilla Informativa CEDLA, 2005: 21). El
17 de mayo de 2005, el presidente del Senado, Hormando Vaca Diez aprobó la Ley 3058
que contempló el 18% para las regalías y el 32% para un impuesto denominado ‘Impuesto
Directo a los Hidrocarburos (IDH)’. Este último, a diferencia de la propuesta de Mesa, no
era progresivo; no hacía distinción de los campos según su productividad y no posibilitaba
los descargos por rubros diversos (Cartilla Informativa CEDLA, 2005: 22; Crespo en BBC
Mundo, 18/03/2005).
Carlos Mesa no vetó ni promulgó la nueva Ley de Hidrocarburos. Optó por dejar pasar el
tiempo constitucional requerido para que esta responsabilidad “recayera en los que la
habían aprobado” (Zaratti Sacchetti & Torres Orías, 2008: 146). Mesa presentó su segunda
renuncia el 6 de junio de 2005 con un mandato totalmente debilitado y cautivo de las
presiones por parte de múltiples actores: aquellos sectores que demandaban una mayor
firmeza del Estado frente a las transnacionales energéticas; un Congreso que lo
desacreditaba y las compañías extranjeras que amenazaban con demandar al país. Con su
alejamiento del gobierno, Eduardo Rodríguez Veltzé –presidente de la Corte Suprema de
Justicia- ocupó interinamente la presidencia de la República y convocó a elecciones
presidenciales anticipadas para el 18 de diciembre de 2005.
La estadía de Carlos Mesa en el poder fue difícil, compleja y hasta ‘solitaria’. Los
indicadores económicos negativos, los impactos sociales del ‘Febrero Negro’ y la ‘Guerra
del Gas’, el avance de partidos políticos -como el MAS- que reivindicaban los derechos de
los excluidos y su ruptura con el Congreso fueron los principales factores que
condicionaron la gestión del ex mandatario. Probablemente, una de las mayores debilidades
de la administración Mesa fue que su acceso al gobierno no estuvo acompañado de un
acceso al poder (Urioste Fernández de Córdoba, 2008: 256). En un primer momento, su
independencia de las fuerzas políticas tradicionales contó con el visto bueno de gran parte
de los ciudadanos, no obstante, esta situación no fue suficiente para contrarrestar los
márgenes de acción de los partidos que estaban en el Parlamento. El entonces Presidente
gobernaba con una coyuntura político-social fragmentada y hostil donde coexistían dos
‘agendas en pugna’ (Stefanoni, Página 12, 11/06/2005). Por un lado, se encontraban los
reclamos por la realización de la Asamblea Constituyente y la ‘nacionalización’ de los
hidrocarburos y por otro, los pedidos de referéndum autonómico de los departamentos de
Oriente, en especial, de Santa Cruz. Intentando encontrar un ‘punto medio’, Carlos Mesa
decretó dos cuestiones que trascendieron a su gestión: la elección por sufragio directo
ciudadano de los prefectos departamentales –atribución que hasta entonces recaía en el
Ejecutivo- y la convocatoria para la realización de la Asamblea Constituyente (Decreto
Supremo 27.988 -28/01/2005- y Decreto Supremo 28.195 -02/06/2005-). De este modo, en
los meses previos a los comicios de 2005, el escenario político nacional quedó inmerso en
el debate de la continuidad o el cambio donde primó una dinámica conflictiva pero plagada
de incertidumbre ante los posibles resultados.

3. La llegada del MAS al poder


Las elecciones del 18 de diciembre de 2005 se desarrollaron en un clima de gran
expectativa. En la carrera por la presidencia se encontraban ocho candidatos: Jorge Quiroga
por Poder Democrático y Social (PODEMOS); Samuel Doria Medina, representante de
Unión Nacional (UN); Gildo Angulo por Nueva Fuerza Republicana (NFR); Evo Morales
por el MAS; Felipe Quispe por el Movimiento Indígena Pachakuti (MIP); Michiaki
Nagatani por el MNR; Néstor García por Unión Social de los Trabajadores de Bolivia
(USTB) y Eliseo Rodríguez por el Frente Patriótico Agropecuario de Bolivia (FREPAB)
(Corte Nacional Electoral, 2007).
Los resultados de las presidenciales significaron la sepultura de la ‘Democracia Pactada’.
El MAS accedió a la presidencia de la República de manera directa y sin necesidad de
alianzas interpartidarias (Mayorga, 2008: 21). Como plantea Romero Ballivián, en su
triunfo estuvieron presentes ciertos elementos que permiten caracterizarla como inédita
(2006: 47) ya que el MAS ganó por mayoría absoluta -53.74% de los votos- y con una
amplia ventaja con relación al segundo puesto, ocupado por PODEMOS, quien reunió el
28.59% de los sufragios (Corte Nacional Electoral, 2007).
En el triunfo de Morales convergieron factores diversos; aquellos asociados al contexto en
el cual se desarrollaron los comicios y otros vinculados al MAS como fuerza política. Entre
los primeros, se destacan la desconfianza en los referentes de los partidos políticos
tradicionales y el fortalecimiento de los movimientos sociales que velaban por los derechos
de los no incluidos5. Con respecto a los segundos, el MAS –a diferencia de PODEMOS,
UN y MNR, entre otros- se vinculaba directamente con el cambio y la renovación. El MAS

5
Jorge Quiroga fue vicepresidente durante el gobierno de Hugo Banzer (1997-2001) por ADN, sucediéndolo en la
presidencia tras la renuncia de su predecesor el 6 de agosto de 2001 por razones de salud. Gobernó como Primer
mandatario hasta el 6 de agosto de 2002. Por su parte, Samuel Doria Medina además de ser propietario de una de las
empresas más importantes del país, la compañía cementera Sociedad Boliviana de Cemento (SOBOCE), fue Ministro de
Planeamiento en el gobierno de Jaime Paz Zamora por el MIR entre 1989 y 1993.
puede ser definido como un partido atípico, como una “especie de coalición de actores
sociales que se aglutinan bajo el liderazgo de Evo Morales”, quien se convierte en un
“factor de unificación simbólica” (Mayorga, 2008: 33). Otro rasgo intrínseco es su relación
con los movimientos sociales y las organizaciones sindicales, actores que son reconocidos
como agentes de cambio y con los cuales se enlaza pero a la vez representa (Mayorga,
2003: 10; 2008: 33).
Por su parte, la figura de Evo Morales concentra ciertos condimentos que no reúnen los
otros candidatos. Su pertenencia indígena y sindical está acompañada de un discurso radical
y ‘anti-sistema’ que va más allá de las críticas al neoliberalismo. Su discurso hace hincapié
en la necesidad de refundar el pacto social y político de la nación (Maira, 2007: 72) para
atacar de raíz problemáticas históricas tales como la pobreza, la desigualdad, la exclusión y
la discriminación, entre otras. Para ello, Evo Morales propuso la necesidad de implementar
un nuevo modelo de desarrollo que transforme las relaciones del Estado con las inversiones
extranjeras, las regiones y la sociedad en su conjunto destinado a conformar un Estado
social, comunitario y protagonista del desarrollo económico (Plan Nacional de Desarrollo,
2006). El MAS esgrime un proyecto con ejes en el “nacionalismo estatista y el
multiculturalismo indigenista” (Mayorga, 2006: 8; 2008: 21), que en términos de objetivos,
conlleva la búsqueda por un mayor protagonismo del Estado en la economía; la
profundización de la democracia participativa y el reconocimiento jurídico y ‘en la
práctica’ de la diversidad étnico-cultural del país.
Teniendo en cuenta los factores anteriormente mencionados, el proyecto masista gozó de
una amplia recepción en los comicios presidenciales y en la composición del Congreso. Los
resultados de diciembre de 2005 modificaron en su totalidad el esquema de fuerzas,
quedando reducidas a cuatro: MAS, PODEMOS, UN y MNR (Deheza, 2007: 49). El MAS
consiguió la mayoría en la Cámara de Diputados -72 sobre un total de 130- pero no así en la
Cámara de Senadores donde PODEMOS logró posicionar a 13 representantes sobre un total
de 27, desplazando al MAS al segundo lugar con 12 funcionarios (Corte Nacional
Electoral, 2007).
Con respecto a las elecciones prefecturales, el MAS ganó en 3 de los 9 departamentos -
Oruro, Potosí y Chuquisaca-. Los 6 restantes se distribuyeron entre PODEMOS –La Paz,
Beni y Pando-; Alianza de Unidad Cochabambina (AUN) –Cochabamba-; Autonomía para
Bolivia (APB) –Santa Cruz- y Encuentro Regional Camino al Cambio (ER-CC) en Tarija
(Corte Nacional Electoral, 2007). El triunfo de la oposición en el ámbito departamental fue
posible gracias a la coexistencia de fuertes liderazgos regionales –como los casos de La Paz
y Cochabamba- y la fragmentación del voto producto de la mutación de los partidos
tradicionales y el surgimiento de nuevas fuerzas políticas (Deheza, 2007: 45).
Este cuadro de situación, es decir, el triunfo del MAS a nivel nacional pero no
departamental y la victoria de la oposición en el Senado, fueron los primeros indicadores
que la puesta en marcha del cambio político no sería un proceso sencillo o expeditivo. Al
contrario, este proceso que se inició en 2006 y cuya continuidad ha sido favorecida por la
reelección de Evo Morales el 6 de diciembre de 2009 con el 64.22% de los votos dio lugar
a la existencia de múltiples conflictos que, en algunas ocasiones, llegaron a la violencia.
Conflictos que, a lo largo de su mandato, se han suscitado no sólo entre el MAS y la
oposición sino también entre el MAS y diferentes actores afines.
El 16 de junio de 2006, Evo Morales presentó el denominado ‘Plan Nacional de Desarrollo:
Bolivia digna, soberana, productiva y democrática para Vivir Bien’6. Este último,
constituye el conjunto de políticas y estrategias que habilita a poner en acción la
‘refundación del Estado’ en todos sus aspectos. Dentro de este programa macro, el gobierno
nacional impulsó el proceso de transformación de los siguientes temas: la redefinición del
pacto Estado-nación a través del proceso constituyente; la rediagramación del vínculo
Estado-empresas transnacionales/inversiones extranjeras, en particular, en el manejo
de los recursos naturales y la implementación de políticas sociales para los sectores
más vulnerables.
El proceso constituyente
La promulgación de una nueva Constitución Política fue una de las promesas más
resonantes de la campaña presidencial de Evo Morales. Si Bolivia se encaminaba hacia la
redefinición de los vínculos del Estado con la sociedad era imperioso que los ciudadanos
contaran con una Carta Magna que reflejara los cambios económicos, políticos y sociales
que la actual administración quería implementar. El 2 de julio de 2006 la población
concurrió a las urnas para votar por los representantes de la Asamblea Constituyente y para
pronunciarse a favor o en contra de las autonomías departamentales. Con respecto a los
constituyentes fueron elegidos 255 miembros en base a la circunscripción del país, de los
cuales 137 respondieron al MAS, 60 a PODEMOS, mientras que UN y MNR contaron con
8 asambleístas cada uno, respectivamente. El resto de las 16 fuerzas obtuvieron entre 1 y 8
representantes pero con afinidad al MAS (Mayorga, 2008: 29).
Por su parte, de los resultados del referéndum autonómico puede realizarse una doble
lectura, es decir, como una victoria del MAS ya que el NO a la autonomía logró imponerse
en 5 de los 9 departamentos y a su vez, como un ‘espejo’ de la división socio-cultural y
económica propia del país. En los departamentos del centro y occidente, donde el MAS
cuenta con mayor adhesión -Chuquisaca, La Paz, Cochabamba, Oruro y Potosí- el rechazo
a la autonomía alcanzó porcentajes que oscilaron entre el 62.23% y el 75.48%. En cambio,
en los departamentos del oriente –Pando, Beni, Santa Cruz y Tarija- el SI a favor del
régimen autonómico fluctuó entre el 57.68% y el 73.83% (Corte Nacional Electoral, 2007).
De este modo, uno de los principales retos de la Asamblea Constituyente radicaba en
congeniar en la futura Constitución Política las diferentes visiones e intereses de cada
región.
La Asamblea Constituyente inició sus actividades tras su instalación en la ciudad de Sucre
el 6 de agosto de 2006. Por reglamento, contaba con un plazo máximo de 12 meses para dar
nacimiento al texto constitucional. Este plazo no pudo ser cumplido debido a las grandes
discrepancias entre el MAS y la oposición en cuanto a las autonomías –departamentales e
indígenas-, la participación departamental de los beneficios derivados de la explotación
hidrocarburífera y el reconocimiento de algunos derechos a las comunidades indígenas y
campesinas. La Constitución fue aprobada en líneas generales el 24 de noviembre de 2007
sin la presencia de la oposición –con 136 votos- y con el recinto custodiado por las Fuerzas
6
El ‘Vivir Bien’ es “una forma de vida, de relacionamiento con la naturaleza, de complementariedad entre los pueblos, es
parte de la filosofía y la práctica de los pueblos indígenas”. El ‘Vivir Bien’, es “vivir en solidaridad, en igualdad, en
armonía, en complementariedad, en reciprocidad” (Farah & Vasapollo, 2011: 9).
Armadas ante la posibilidad de un estallido social (Los Tiempos, 25/10/2007). Su
aprobación en detalle se llevó a cabo el 9 de diciembre con el traslado de las sesiones a la
ciudad de Oruro a fin de mitigar la escalada de tensiones. A pesar de esto, la oposición
desconoció la nueva Carta Magna y los prefectos de Santa Cruz, Tarija, Pando y Beni
llamaron a la elaboración de sus respectivos estatutos autonómicos7. El desarrollo del
propio proceso y sus resultados demostraron que el objetivo de acordar un nuevo pacto
social y refundacional había fracasado, porque en lugar de establecer puntos de encuentro,
reinaba la crisis y el conflicto.
Frente al proceso autonomista liderado por los departamentos del oriente, Evo Morales
convocó un referéndum revocatorio de los representantes del Ejecutivo y de los
departamentos para el 10 de agosto de 2008. Al igual que en el seno de la Constituyente,
los resultados reprodujeron la división del país, ya que a excepción de los prefectos de La
Paz y Cochabamba, todos los funcionarios fueron ratificados en sus cargos (Corte Nacional
Electoral, 2008). La polarización política y social se agravó con los denominados ‘sucesos
de Pando’ cuando en el mes de septiembre fuerzas policiales se enfrentaron con campesinos
e indígenas con un saldo de 13 muertos y varios heridos (Los Tiempos, 11/09/2009). Este
acontecimiento forzó al oficialismo y a las fuerzas opositoras a trabajar de manera conjunta
en las modificaciones finales del texto constitucional.
Las negociaciones entre el oficialismo y la oposición se desarrollaron durante el mes de
octubre, contando con la presencia de representantes de la Organización de Estados
Americanos (OEA), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), países vecinos y la
Iglesia Católica, entre otros, quienes actuaron en calidad de veedores. Se modificaron 147
artículos del texto constitucional promulgado en diciembre de 2007. Entre los principales
temas que fueron reconocidos y/o incorporados se encuentran: el carácter plurinacional del
Estado; la idea de soberanía delegada; el concepto de nación frente a la noción de clases
sociales; la independencia de poderes; los derechos y las garantías de los pueblos indígenas
originarios y campesinos y el reconocimiento de su preexistencia; el ejercicio de la gestión
territorial indígena autónoma sin perjuicio de los derechos de terceros adquiridos
legalmente; la expropiación sólo con fines de utilidad pública; las autonomías –
departamentales, regionales municipales e indígenas-; el rol del Estado en los sectores
económicos estratégicos para promover equidad económica y social; la elección de los
magistrados del Poder Judicial por voto popular; la extensión de la tierra; la necesidad de
contar con dos tercios para la reforma parcial o total de la Constitución y la limitación de la
reelección de Presidente y Vicepresidente a un solo mandato de manera continua
(Constitución Política de Bolivia, 2009; Ayerbe, 2011).
Tras el acuerdo en el Congreso, el texto fue sometido a referéndum popular el 25 de enero
de 2009. Las reformas incorporadas no impidieron que la polarización regional estuviera
presente. La actual Constitución fue aprobada con el 61.43% de los votos pero en los
departamentos de Pando, Santa Cruz, Tarija y Beni, se impuso el NO con porcentajes que
fueron desde el 56.66% al 77.33%, respectivamente (Agencia Boliviana de Información,
2009). Además, ese mismo día los ciudadanos se pronunciaron sobre la extensión máxima

7
Es importante destacar que este llamado no estaba avalado jurídicamente y en varias oportunidades la Corte Nacional
Electoral se pronunció sobre esta cuestión desconociendo la legalidad de dichos estatutos.
que debían tener las tierras privadas agrícolas -5.000 o 10.000 hectáreas- y su
correspondiente incorporación a la Constitución Nacional. La opción de 5.000 hectáreas
como máximo obtuvo una adhesión del 80.56% (Agencia Boliviana de Información, 2009)
y respondió en parte, a uno de los reclamos históricos de las comunidades indígenas y
campesinas de poner fin al latifundio en un país donde grandes porciones de tierras están
concentradas en pocas manos (Moreno & Aguirre, 2007).

El rol del Estado en lo económico


De acuerdo con los lineamientos del Plan Nacional de Desarrollo, uno de los pilares básicos
para la construcción de un Estado plurinacional y comunitario radica en la reformulación
del rol del Estado en la economía en su conjunto y en su vinculación con las empresas
transnacionales. Según el MAS, esto se traduce en el “desmontaje del colonialismo y el
liberalismo” orientado a consolidar al Estado como promotor del desarrollo nacional y
garante de una distribución de ingresos más equitativa (Plan Nacional de Desarrollo, 2006).
En esta dirección, se inscribe la política de nacionalizaciones que Evo Morales impulsó
desde los inicios de su mandato. Entre 2006 y 2012 fueron nacionalizadas veinte compañías
(Smink en BBC, 20/02/2013), siendo el sector hidrocarburífero el primero en ser
nacionalizado y el más importante en términos de impacto. El resto de las nacionalizaciones
abarcaron una serie de industrias diversas, tales como provisión de agua potable,
telecomunicaciones, energía eléctrica, cemento y estaño, entre otros8. Este proceso se ha
presentado mediante la compra de acciones o por la reversión de contratos de los paquetes
accionarios que habían sido vendidos a empresas privadas (Fundación Milenio,
18/01/2013). De las veinte compañías, el gobierno de Morales indemnizó a siete en los
primeros seis años de gestión por un monto de U$ 615.7 millones, quedando pendiente el
pago de más de U$ 500 millones (BBC, 20/02/2013).
La nacionalización de los hidrocarburos fue promulgada el 1º de mayo de 2006 a través del
Decreto Supremo ‘Héroes del Chaco’. Entre sus aspectos más significativos, se encuentran,
en primer lugar, la voluntad del gobierno nacional de avanzar en el control de la industria
energética mediante la firma de nuevos contratos que le garanticen un mínimo del 51% de
las acciones a nombre de YPFB. En segundo lugar, la nacionalización del 51% de las
acciones de las empresas capitalizadas Chaco, Andina, Transredes, Petrobras Bolivia
Refinación y la Compañía Logística de Hidrocarburos de Bolivia. Por último, el aumento
de los ingresos fiscales provenientes de la renta gasífera -18% regalías; 32% IDH y 32%
por una participación adicional de YPFB para los campos que superen una producción
certificada diaria de 100 millones de pies cúbicos-9 (Decreto Héroes del Chaco; Molero
Simarro, Paz Antolín & Ramírez Cendrero, 2011).

8
La cronología de las nacionalizaciones fue la siguiente: Empresas Chaco, Andina y Transredes –hidrocarburos- (DS
28.701, 01/05/2006); Empresa Aguas de Illimani –agua y saneamiento- (DS 28.985, 22/12 2006); Complejo Metalúrgico
Vinto –minería- (DS 29.026, 07/02/2007); Petrobras –hidrocarburos- (DS 29.128, 15/05/2007); ENTEL –
telecomunicaciones- y CLHB –hidrocarburos- (DS 29.544, 01/08/2008); Air BP- distribución de gasolina de aviación-
(DS 111, 01/05/2009); Empresas Corani, Valle Hermoso y Guaracachi –electricidad- (DS 493, 01/05/2010); ELFEC –
electricidad- (DS 494, 01/05/2010); Planta de Vinto Antimonio –minería- (DS 499, 01/05/2010); FANCESA –cemento-
(DS 616, 01/09/2010); TDE –electricidad- (DS 1.214, 01/05/2012); Mallku Khota –minería- (DS 1.308, 01/08/2012);
Electropaz y ELFEO (DS 1.448, 29/12/2012) (Fundación Milenio, 18/01/2013).
9
En cuanto a este punto, se recomienda consultar los trabajos de Osvaldo Guachalla & Carmen Rivero (2007) y Mauricio
Medinaceli Monrroy (2010) quienes analizan el esquema impositivo del Decreto 28.701. Siguiendo con el planteo de los
Los aspectos centrales del mencionado Decreto dejan entrever dos cuestiones que poseen
una estrecha vinculación. Si bien, existe una clara intención en el gobierno de Evo Morales
de darle un mayor protagonismo al Estado en las decisiones del sector, no prescinde de la
inversión extranjera, al contrario, la necesita para viabilizar diferentes políticas de corte
social que redunden en equidad e inclusión. Mediante el actual esquema impositivo, el
gobierno nacional ha ‘superado’ -de cierta manera- a sus predecesores porque garantiza que
las compañías cancelen el 50% de la producción neta en materia de IDH y regalías
(Rodríguez Cáceres, 2008: 129). Este aumento de la renta gasífera ha estado inmerso en un
contexto de precios internacionales en alza; situación que también permite explicar la suba
de los ingresos estatales por el sector de hidrocarburos en el período 2006-2011, pasando de
1077.80 a 1629.61 millones de bolivianos, respectivamente (UDAPE, Sector Fiscal).
El incremento de la renta nacional posibilitó al gobierno de Evo Morales poner en marcha
una serie de acciones en materia social entre las que se destacan los Bonos Juancito Pinto
(2006) y Juana Azurduy (2009) y la Renta Universal de Vejez o Renta Dignidad (2007).
¿Qué características en común poseen estas medidas? Todos ellos representan aportes de
diferentes sumas de dinero por parte del Tesoro General de la Nación –que se nutre
fundamentalmente de los ingresos por la venta de gas natural- para mejorar la calidad de
vida de grupos sociales vulnerables.

Las principales políticas de corte social


El Bono Juancito Pinto cobró vigencia por el Decreto Supremo 28.899 del 26 de octubre de
2006 y fue presentado como un incentivo a la matriculación, permanencia y culminación
de la escuela primaria (artículo 2, Decreto Supremo 28.899). Este bono, que es entregado
en dos cuotas anuales de 200 bolivianos, apunta a la universalización de la educación
primaria, la reducción de la inasistencia y el abandono escolar. En un primer momento,
dicho bono comenzó beneficiando a los alumnos de primero a quinto grado y se fue
ampliando hasta alcanzar el octavo grado en 2008. De este modo, en un plazo de dos años,
el Estado extendió su aplicación a la totalidad del ciclo primario de la educación formal, la
educación juvenil alternativa y la educación especial (Yáñez Aguilar, 2012: 3). Este aspecto
es un indicador del crecimiento que tuvieron los montos signados al bono entre 2006 y
2012, los cuales subieron alrededor del 62%, según los datos del Ministerio de Educación
(Informe de Gestión del Estado Plurinacional de Bolivia, 2012: 19). Cabe aclarar que los
únicos requisitos para su cobro son que los alumnos posean una asistencia regular y una
edad máxima de 18 años para acceder a la educación formal y la educación juvenil
alternativa.

autores, en realidad, los contratos firmados en octubre de 2006 entre el Estado boliviano y las petroleras posibilitan que el
país pueda recaudar mayores ingresos de las exportaciones de gas natural aunque éstos no llegan al 82%, tal como lo
estipula el artículo 4 del citado Decreto. Esto se debe a que en los contratos firmados, las empresas asumen los costos y
riesgos de las operaciones pero gozan de la posibilidad de que esos gastos sean reconocidos por YPFB a través de la
figura de los costos recuperables, los cuales son costos operativos y de inversiones. Anualmente los operadores de los
campos –las empresas transnacionales- presentan los detalles de los montos a recuperar. Dichos montos poseen límites
que están expresados en porcentajes sobre el total producido en el año, llegando en algunos casos al 100%. A modo de
ejemplo, en los campo San Alberto cuyo operador es Petrobras, esta empresa tributa un 50% en regalías e IDH pero al
tener un costo recuperable del 30%, el esquema de ingresos se distribuye en: 53.8% para el Estado, 3.8% en participación
de YPFB y 16.2 en concepto de utilidad de la empresa (Guachalla & Rivero, 2007: 5).
La Renta Dignidad nació el 28 de noviembre de 2007 con la Ley 3791, definida como una
prestación vitalicia, de carácter no contributivo que el Estado otorga a los bolivianos
residentes mayores de 60 años que no perciben una renta del sistema de seguridad social o
una remuneración del presupuesto general de la Nación10. Esta renta, cuya financiación se
apoya prácticamente en los recursos del IDH, representa el pago de un monto anual de
2.400 bolivianos más gastos funerarios (Wanderley & Mokrani, 2011: 346). De acuerdo
con los datos arrojados por el propia gestión presidencial, entre 2008 y 2012, creció un 8%
el número de adultos mayores que es destinario de esta contribución del Estado (Informe de
Gestión del Estado Plurinacional de Bolivia, 2012: 18).
Finalmente, el gobierno nacional dispuso el 3 de abril de 2009 el pago del Bono Madre
Niño-Niña Juana Azurduy por el Decreto Supremo 66. Este bono es un incentivo para
mejorar la calidad de vida de la mujer embarazada y de los niños hasta los dos años de edad
que no cuentan con un seguro de salud. Las embarazadas reciben un monto de 50
bolivianos por cada uno de los cuatro controles prenatales fijados y 120 bolivianos al
momento del parto y el control post-natal. En cuanto a los niños, el Estado paga 125
bolivianos por cada uno de los doce controles bimestrales de salud a efectuarse en los
diferentes centros de salud del país (Decreto Supremo 66). Desde su entrada en vigencia en
2009 hasta el año 2012, el Estado boliviano destinó unos 302 millones de bolivianos para
respectiva aplicación (Informe de Gestión del Estado Plurinacional de Bolivia, 2012: 19).
De los hechos expuestos hasta aquí pueden extraerse una serie de reflexiones parciales. El
desarrollo de los acontecimientos dio cuenta que el proceso constituyente fue un proceso
convulsionado, conflictivo y hasta por momentos violento. Sin dejar de reconocer que la
actual Constitución Política representa un avance en cuanto a la reivindicación de los
grupos sociales tradicionalmente excluidos y marginados, no puede dejarse de lado que su
implementación aún debe enfrentar el gran reto de integrar en ‘términos prácticos’ la
diversidad socio-cultural y económica del país (Errejón Galván, 2009: 127). Esto no
constituye un dato menor, teniendo en cuenta que los resultados del referéndum de 2009
demostraron, como plantea Mayorga, que el texto constitucional no fue producto de un
verdadero pacto nacional sino de un acuerdo político dirimido en el seno del Congreso
entre el oficialismo y la oposición (2009: 1).
Las políticas en el área económica han sido uno de los hechos más relevantes en los
intentos de la administración Morales de reposicionar la figura del Estado en sectores
económicos claves. Sin lugar a dudas, las nacionalizaciones constituyen un paso importante
en el objetivo de modificar la relación Estado-empresas transnacionales forjada en los
noventa. Sin embargo, éstas no son parte de un proceso acabado sino que todavía resta
mucho camino por recorrer, en especial, en lo que respecta al control operativo de las
industrias que fueron nacionalizadas. En el caso del sector hidrocarburífero, más que su
nacionalización, hubo una reformulación del vínculo Estado-compañías extranjeras que
quedó expresado en la firma de nuevos contratos. A través de los mismos, el Estado ha

10
El artículo 3 de la Ley 3791 agrega que también serán beneficiarios por única vez de la Renta Dignidad los bolivianos
que perciban una renta del sistema de seguridad social (sólo el 75% del monto de la misma). Disponible en:
http://www.lexivox.org/norms/BO-L-3791.xhtml. (Acceso: 15/04/2013).
mejorado sus niveles de ingresos aunque su articulado también es un indicio de que las
transnacionales aún conservan amplios márgenes de acción dentro de la industria.
Ahora bien, no debe dejarse de lado que el incremento de los ingresos fiscales depende –
además de las nacionalizaciones- de los altos precios internacionales que gozan los
hidrocarburos. Esta bonanza ha permitido que la administración Morales financie las
políticas sociales anteriormente mencionadas a través de los recursos que recibe YPFB.
Esta profunda dependencia al modelo primario-exportador genera una gran incertidumbre
sobre el destino de las mismas en un contexto de precios bajos.
Por último, es importante subrayar que la ‘refundación del Estado’ ha sido –y es- un
proceso que no ha estado exento de tensiones y conflictos. Durante el primer mandato de
Morales, los conflictos estuvieron centrados en el binomio oficialismo-oposición donde el
MAS y los partidos políticos tradicionales se disputaban el poder y por ende, el control del
Estado (Komadina Rimassa, 2012). En cambio, a partir de 2010 -coincidente con el inicio
del segundo mandato-, el epicentro de los conflictos se trasladó a los vínculos entre el
gobierno nacional y algunos actores –principalmente organizaciones sociales- que en
diferente medida han tenido cercanía con el MAS. En este sentido, la interiorización de los
derechos colectivos que ha promulgado el proceso constituyente y las reformas sociales y
económicas implementadas han contribuido a solidificar los reclamos y demandas de
grupos sociales que tradicionalmente estaban marginados o bien, carecían de representación
como movimiento o sindicato (Komadina Rimassa, 2012; Deheza, 2012).
Entre 2011 y 2012 la administración Morales debió hacer frente a múltiples conflictos. Los
paros y bloqueos por el Decreto Supremo 748 del 26 de diciembre de 2010 que incrementó
el Impuesto Específico a los Hidrocarburos y sus derivados –denominado ‘gasolinazo’-; el
reclamo de las comunidades indígenas, oponiéndose a la construcción de una carretera en el
Parque Isiboro Sécure (TIPNIS) y las demandas de incremento salarial por parte de
médicos y oficiales de policía, se constituyeron en los principales foco de preocupación
para el oficialismo (Deheza, 2012). Los reclamos fueron de tal intensidad que el gobierno
nacional debió dar marcha atrás a sus medidas para poner paños fríos a los momentos de
turbulencia social. Este cuadro de situación refleja que el proceso de cambio encarnado en
la ‘refundación del Estado’ ha permitido cosechar algunos avances en materia económica y
social aunque paralelamente deja abiertos los interrogantes sobre cuál es la capacidad del
gobierno de Morales para continuar con el proceso de cambio en un contexto socio-político
en permanente tensión.

4. Los cambios en Política Exterior


El proceso de transformaciones iniciado por la administración Morales en el ámbito
doméstico tuvo su correlato en el rediseño de la política exterior tanto a nivel discursivo
como en las acciones emprendidas. El actual gobierno propuso como meta máxima ‘romper
con el pasado’; un pasado caracterizado por el condicionamiento de los organismos
financieros internacionales en el marco del Consenso de Washington y las políticas de
Estados Unidos hacia la región. Bajo el lema de querer ‘socios y no patrones’, se
establecieron como objetivos de esta ‘nueva política exterior’ la valoración de la identidad
nacional, la defensa de los recursos naturales, el fortalecimiento de los procesos de
integración y la proyección de nuevas alianzas a través de la diversificación de las
relaciones políticas y comerciales del país (Plan Nacional de Desarrollo, 2006).
Estos postulados sirvieron de sustento para la reconfiguración de los vínculos externos, ya
sea mediante el surgimiento de ‘nuevos socios’ o bien, modificando sus ejes y rasgos
principales. En este sentido, se destacan el fortalecimiento de las relaciones con Cuba y
Venezuela –en especial, con el país bolivariano-, China e Irán; los momentos de tensión
con Estados Unidos; la intensificación del comercio gasífero con Brasil y Argentina y el
endurecimiento en la demanda marítima con Chile.

Cuba, Venezuela y el ALBA-TCP


Para comprender el dinamismo que han adquirido las relaciones de Bolivia con Cuba y
Venezuela, es necesario remitirse al nacimiento de la Alianza Bolivariana para los Pueblos
de Nuestra América (ALBA)11. Dicha propuesta fue institucionalizada por Fidel Castro y
Hugo Chávez el 14 de diciembre de 2004 con miras a conformar un esquema de integración
antagónico a las premisas neoliberales sostenidas por el Acuerdo de Libre Comercio de las
Américas-ALCA (Canelas & Verdes-Montenegro, 2011: 254-255). Su principio rector, a
saber, el logro de un comercio soberano basado en la cooperación, la complementariedad,
la solidaridad y la reciprocidad tuvieron eco en el proyecto doméstico de Evo Morales,
quien oficializó la adhesión de su país el 29 de abril de 2006. De forma paralela, el
esquema ALBA incorporó a los Tratados de Comercio de los Pueblos (TCP), entendidos
como “instrumentos de intercambio solidario y complementario”, acordes a las ventajas
comparativas de cada país frente a los tratados de libre comercio (TLC) tradicionales
(ALBA-TCP; Canelas & Verdes-Montenegro, 2011: 255). En otras palabras, los TCP –que
fijan compromisos recíprocos y unilaterales- pretenden ser superadores de la veta
netamente comercial que poseen los TLC, por lo cual, son una especie de híbrido que reúne
cooperación, comercio y políticas de desarrollo social (Alvarado Aguilar, 2009: 245).

Entre 2007 y 2009 se sumaron a esta iniciativa Nicaragua (2007), Dominica (2008),
Honduras (2008) que se retiró en 2010, Ecuador (2009), San Vicente y Las Granadinas
(2009) y Antigua y Barbuda (2009). En lo que refiere a las relaciones con Bolivia, éstas
denotan -en términos generales- un escaso o nulo desarrollo con los ‘socios menores’ y un
leve dinamismo en el caso de Ecuador.

En cuanto al impacto del ALBA-TCP en Bolivia, puede ser evaluado como ‘exitoso’ a
nivel social pero poco significativo en el aspecto económico (Alvarado Aguilar, 2009). Con
respecto al primer punto, se encuentran los proyectos en materia de salud y educación que
se han llevado a cabo con aportes cubanos –recursos humanos-, pero fundamentalmente
con fondos de Venezuela, país que en definitiva lidera y sustenta este esquema. Entre los
mismos, se destacan un conjunto de misiones destinadas a mejorar la calidad de vida de las
poblaciones más pobres, tales como: el Programa Yo Sí Puedo/Misión Robinson
Internacional –para reducir el analfabetismo-; Becas Internacionales ‘Gran Mariscal de
Ayacucho’ -para la formación universitaria de jóvenes de bajos recursos-; Misión Batallón

11
En sus inicios, el ALBA fue bautizado como Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América. En 2009, el
término Alternativa su reemplazado por Alianza, quedando denominada finalmente como ALBA-TCP.
51 –atención gratuita de médicos venezolanos formados en Cuba-; Misión Moto Méndez –
atención gratuita y ayuda técnica a personas con capacidades diferentes-; y Operación
Milagro –cirugías oftalmológicas gratuitas-, entre otras (Ministerio de Relaciones
Exteriores de Cuba y Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela). Además de estas
misiones, Venezuela financió entre 2007 y 2011 el Programa Bolivia Cambia, Evo Cumple
cuyos fondos fueron destinados a la realización de obras de infraestructura tales como
provisión de agua potable, saneamiento, centros médicos y espacios de recreación en zonas
periféricas y marginales por un monto estimado en U$ 460 millones.

A diferencia de los avances en el área social, los resultados en materia económica del
ALBA-TCP no fueron positivos para Bolivia. Con respecto a Venezuela, si bien existe un
compromiso de “incrementar notablemente la importación de productos bolivianos”, la
balanza comercial da cuenta de una leve mejoría –de U$ 202 millones en 2006 a U$ 293
millones en 2011-, siendo deficitaria para Bolivia en los últimos dos años del período de
estudio (Alvarado Aguilar, 2009; IBCE, 19/03/2012). A pesar de ello, en el marco del
ALBA-TCP, Venezuela es el mercado de mayor interés y es el destino de prácticamente el
100% de sus exportaciones. Por su parte, los vínculos con Cuba poseen cierta similitud en
el sentido de que el comercio es deficitario y no ha logrado prosperar de manera notoria con
el correr del tiempo (IBCE, 2009: 13).

Este panorama muestra que las relaciones de Bolivia con los miembros fundadores del
ALBA-TCP, particularmente con Venezuela, enfrentan desafíos que generan interrogantes
sobre su solidez. Uno de los principales componentes de esta relación bilateral se encuentra
en la empatía política, personal y de intereses entre Morales y Chávez. Este aspecto, no
debe sobredimensionarse al analizar el vínculo entre ambos Estados pero tampoco puede
ser dejado de lado ya que en varias oportunidades el mandatario boliviano ha destacado al
ex Presidente venezolano como un amigo y un referente político. De este modo, se pone en
tela de juicio cuál es la verdadera capacidad de continuar y avanzar en la misma dirección
más allá de la permanencia de aquellas figuras políticas que han impulsado este vínculo en
el contexto del ALBA-TCP (Canelas & Verdes-Montenegro, 2011). Asimismo, las
misiones sociales llevadas adelante por Venezuela y el envío de fondos fueron posibles
gracias a una coyuntura internacional favorable en materia de precios del petróleo.
Probablemente, la continuidad de las mismas pueda verse afectada cuando los valores del
crudo y, en consecuencia, los ingresos estatales venezolanos, se encuentren en descenso.

China e Irán: ¿nuevos socios en la agenda?

El acercamiento por parte del gobierno de Morales a países tan disímiles como China e Irán
puede justificarse en la necesidad de ampliar el espectro de vinculaciones en el escenario
internacional aunque sus ‘móviles’ difieren según cada vínculo bilateral. En el caso de las
relaciones Bolivia-China, éstas se encuentran en plena sintonía para el desarrollo de
proyectos conjuntos en temáticas como inversión, minería e infraestructura mediante el
contacto de instancias públicas y privadas (Toledo en El Día, 7/11/2011). Entre ambas
economías existe una clara complementariedad puesto que como China demanda grandes
volúmenes de materias primas, Bolivia exporta a dicho país minerales diversos tales como
estaño, plata, plomo zinc y antimonio. Estos productos representan más del 30% de las
exportaciones que Bolivia realiza al Estado asiático (IBCE, 20/08/2012). Desde el año 2006
Bolivia experimenta un marcado crecimiento de las ventas de minerales hacia China –de
U$ 36 millones en 2006 a U$ 333 millones en 2011- (IBCE, 20/08/2012), lo cual se explica
por la creciente demanda china de materias primas y los altos precios internacionales de los
minerales. La balanza comercial es absolutamente desfavorable para Bolivia pero los
intentos por expandir la relación bilateral se enmarcan en la posibilidad de diversificar sus
vínculos con el exterior, en especial, con un socio que concentra gran parte de la deuda
externa pública bilateral boliviana, llegando incluso a desplazar a Venezuela como primer
acreedor durante el 2012 (IBCE, 29/04/2013).

El 2011 fue un año significativo en el vínculo sino-boliviano debido a la firma de diversos


convenios tanto en materia de cooperación –agricultura, comunicaciones, inversiones y
seguridad alimentaria- como para el emprendimiento de proyectos conjuntos (Ministerio de
Planificación del Desarrollo de Bolivia). Dentro de estos últimos, se encuentra la
suscripción de dos acuerdos tras la visita de Evo Morales a China en agosto de 2011; uno
para la construcción del primer satélite boliviano, denominado Túpac Katari, y el otro para
la exploración de litio en el Salar de Coipasa por parte de la empresa estatal China
International Trust and Investment Corporation (CITIC) con el objetivo de lograr la
industrialización del sector (Los Tiempos, 11/08/2011; Correo del Sur, 11/08/2011).
Teniendo en cuenta que Bolivia concentra las reservas de litio más grandes del mundo y
que este mineral es utilizado en la fabricación de aparatos electrónicos y en la industria
automotriz, su desarrollo sería una gran oportunidad económica para el país, siempre y
cuando no quede anclado netamente en el rol primario-exportador, tal como acontece con
los hidrocarburos.

En cambio, tal como lo plantea Fernández Saavedra, las relaciones entre Bolivia e Irán son
entendidas como una “anomalía” al carecer de antecedentes histórico-culturales o
relevancia económica y comercial (2009: 2). En este acercamiento, el rol de Hugo Chávez
ha sido de gran importancia para fortalecer el vínculo con Bolivia y también con aquellos
países integrantes del ALBA-TCP. La concomitancia de negocios en una etapa de precios
altos del crudo y la retórica anti-imperialista ha generado que el ex mandatario venezolano
se convirtiera en el nexo entre Irán y los Estados partes de dicho esquema. De acuerdo a
Paredes Rodríguez, la dinámica de vinculación seguida por Irán se repite en todos los
países, es decir, reanudación o establecimiento de relaciones diplomáticas –con Bolivia fue
en 2007-, firma de acuerdos de cooperación en diferentes áreas, intercambio de visitas de
funcionarios de alto nivel y compromisos de inversiones iraníes (2010: 197-198).

En el caso de Bolivia –aunque también está presente en las relaciones con otros países del
ALBA-TCP- el estrechamiento de los vínculos bilaterales está atravesado por un fuerte
pragmatismo político. Mientras que el país andino apoya el desarrollo del programa iraní
del uso pacífico de la energía nuclear en los foros internacionales, Teherán hace lo propio
con la defensa de la hoja de la coca como parte de la idiosincrasia del pueblo boliviano.
Este interés mutuo ha sido criticado con firmeza por los principales partidos políticos
opositores al MAS, quienes además de condenar el régimen de Mahmud Ahmadineyad por
las violaciones a los derechos humanos, reclaman mayor transparencia en la relación
bilateral (El Deber, 18/06/2012). Fuerzas políticas como CN, UN y PODEMOS
cuestionaron la intensificación de los vínculos desde sus inicios por considerarlos
perjudiciales en los lazos que Bolivia tiene con Europa y Estados Unidos (La Nación,
27/09/2007). Esta crítica se intensificó tras la publicación de los cables de Wikileaks que
señalan que el verdadero interés de Irán se encuentra en la posibilidad de adquirir uranio
del Estado andino para su plan nuclear (Prensa Islámica, 03/12/2010; El Deber,
18/06/2012). Si bien, no se han encontrado fuentes oficiales que corroboren esta
información y hasta el propio Morales se ha encargado de desmentirla, desde el Ministerio
de Planificación se ha reconocido que hay ‘intenciones de emprender tareas de prospección
sobre el recurso’ donde Irán colaboraría en la elaboración de la carta geológica (Los
Tiempos, 31/08/2010; Infolatam, 01/09/2010).

Estados Unidos: una relación en crisis

Desde la llegada de Evo Morales al poder, la relación Bolivia-Estados Unidos fue


tornándose hostil y conflictiva, marcando un punto de inflexión con la década del noventa
cuando los vínculos bilaterales se encontraban en sintonía. Esta situación descansaba en la
aceptación por parte de los gobiernos bolivianos de los postulados neoliberales de la época
-impulsados por Estados Unidos y el FMI- y su cooperación en la cruzada estadounidense
contra el narcotráfico en América del Sur. Este último punto se materializó a través de la
Ley de Preferencias Arancelarias Andinas (ATPA, en inglés) que constituía un régimen de
beneficios arancelarios otorgados unilateralmente por Estados Unidos a los países de la
región –excepto Venezuela- por su colaboración en la lucha contra el tráfico de drogas
(IBCE, 2009: 14). El sistema estuvo vigente entre 1991 y 2001 aunque fue extendido bajo
la denominación de Ley de Promoción Comercial Andina y Erradicación de la Droga
(ATPDEA, en inglés) a partir de agosto de 2002. En el caso de Bolivia, la aplicación de la
ATPDEA favoreció las exportaciones de productos no tradicionales, tales como calzados,
joyería y artículos de cuero y madera, entre otros (IBCE, 2009).

Así, el ascenso de Evo Morales, con su discurso anti-imperialista y su empatía con el


gobierno de Hugo Chávez, fue recibido con cierto recelo por parte de la administración de
Bush hijo. Esta hostilidad latente fue convirtiéndose en manifiesta cuando entre septiembre
y octubre de 2008, el gobierno del MAS declaró a Philip Goldberg –entonces Embajador de
Estados Unidos en La Paz- persona non grata y suspendió indefinidamente las operaciones
de la DEA bajo el argumento que ambas figuras buscaban desestabilizarlo. La respuesta de
Estados Unidos no se hizo esperar y de manera inmediata el Congreso -justificando que
Bolivia no había avanzado lo suficiente frente al narcotráfico- decidió interrumpir los
beneficios comerciales de la ATPDEA (Canelas & Verdes-Montenegro, 2011: 246).

Debido a la distancia existente, en mayo de 2009 se inició un período de reuniones entre


funcionarios de ambos países con el objetivo de recomponer la relación bilateral. Esto
derivó en la firma del Convenio Marco de Relaciones Bilaterales de Mutuo Respeto y
Colaboración el 7 de noviembre de 2011. Entre sus metas prioritarias se planteó la
promoción del comercio conjunto y la lucha contra el narcotráfico pero sin mencionar la
restitución del régimen de ATPDEA. Este acercamiento se opacó cuando el gobierno de
Barack Obama negó la extradición de Gonzalo Sánchez de Lozada y subrayó además, la
falta de cooperación de la administración Morales en el lucha contra el narcotráfico. Ante
esto, el mandatario boliviano ha realizado en reiteradas ocasiones fuertes declaraciones
contra Estados Unidos, las cuales han llegado a perder las formas protocolares básicas (Los
Tiempos, 28/12/2012). En definitiva, desde el 2006 la relación bilateral se caracteriza por
su baja intensidad y la existencia de constantes momentos de tensión. A su vez, la postura
del gobierno de Morales con respecto a Estados Unidos exhibe rasgos contradictorios
porque su retórica ‘anti-imperio’ no se condice con el hecho de que el país del norte es el
tercer destino de las exportaciones bolivianas.

Argentina y Brasil: vínculos con base en la energía

El triunfo de Evo Morales fue bien recibido por los entonces Presidentes Néstor Kirchner e
Inácio Lula Da Silva. En términos generales, los gobiernos de Argentina y Brasil veían con
buenos ojos el proceso de reformas propuesto por el líder del MAS, quien a su vez,
encontró en sus vecinos los principales destinos para el gas boliviano. Mientras que
Argentina debió reiniciar la importación del hidrocarburo tras la crisis energética que
eclosionó en marzo de 2004, Brasil mantiene desde 1999 la compra del recurso para
abastecer a la región industrial del país. Ambos vínculos bilaterales transcurrieron sin
sobresaltos hasta que Evo Morales anunció la nacionalización de los hidrocarburos el 1º de
mayo de 2006. Esta decisión modificó los parámetros anteriormente acordados para la
compra-venta del energético, originando momentos de tensión ante la incertidumbre de
cómo se redefinirían las relaciones contractuales (Ceppi, 2012: 2). Tanto Néstor Kirchner
como Lula Da Silva apoyaron la decisión soberana del Estado boliviano de tener una mayor
presencia en el sector energético pero subrayaron que los precios del gas serían discutidos
en un “marco racional y equitativo” (Murphy en BBC Mundo, 04/05/2006).

Con respecto al vínculo Argentina-Bolivia, la renegociación del acuerdo energético no


contó con demasiados obstáculos. Argentina se encontraba –y continúa- ávida de energía y
Bolivia necesitaba fortalecer la comercialización de un recurso que es pilar de su economía.
El único asunto que generó algunos entredichos en instancias ministeriales fue el precio
solicitado por el Estado boliviano; situación que fue saldada finalmente en la firma de un
convenio de compra-venta de gas natural por un período de 20 años a cargo de las empresas
Energía Argentina Sociedad Anónima (ENARSA) y YPFB (Convenio, ENARSA-YPFB,
19/10/2006). Este convenio, que rige las relaciones energéticas entre ambos países fue
modificado en marzo de 2010 ante la imposibilidad por parte de las compañías de cumplir
adecuadamente con la letra de lo acordado.

En la relación con Brasil, la medida de nacionalización ocasionó sorpresa, incomodidad e


incertidumbre. La presencia de militares bolivianos en los campos y refinerías de
PETROBRAS fue una “exhibición de soberanía” que disgustó al ex Presidente, a los
directivos de la empresa e incluso a Itamaraty (Canelas & Verdes-Montenegro, 2011). La
renegociación contractual fue sumamente compleja y hasta existieron –en un primer
momento- ‘amenazas mutuas’ de dejar en stand by el vínculo comercial en caso de no
arribar a un acuerdo proporcionalmente beneficioso. Finalmente, luego de varios meses de
encuentros presidenciales, ministeriales y entre directivos de las dos compañías, el 28 de
octubre de 2006 se suscribió el acuerdo entre PETROBRAS y YPFB, respetando los
volúmenes y plazos que se habían pautado en la década del noventa.

En pocas palabras, a partir del mandato de Evo Morales, la relación de Bolivia con
Argentina y Brasil, mostró rasgos de continuidad en materia comercial, si se tiene en cuenta
que ambos países se constituyen en los socios energéticos ‘históricos’ del Estado andino.
Los episodios de tensión en sendas vinculaciones respondieron a los intereses estatales en
juego sin llegar a afectar la ‘esencia’ de ambas relaciones, especialmente ante la necesidad
mutua que por el momento los tres países poseen de la compra-venta del hidrocarburo.

Chile: un caso especial

Los resultados de la Guerra del Pacífico y la firma del Tratado de Paz y Amistad en 1904
marcaron el futuro de los vínculos chileno-bolivianos. Desde entonces, como sostiene Milet
a más de un siglo de terminada la contienda, ambos Estados se presentan como rivales,
“incapaces de conciliar posiciones”, porque mientras Bolivia demanda una salida soberana
al Pacífico, Chile ha evaluado la posibilidad de conceder una salida al mar “pero sin cesión
territorial” (2004: 37). Sin embargo, el clima de empatía política entre los gobiernos de
Morales y Michelle Bachelet (2006-2010) generó la esperanza –sobre todo en Bolivia- de
poder acercar diplomáticamente a los dos Estados. Morales asistió a la asunción
presidencial de Bachelet en marzo de 200612 y ambos acordaron trabajar en una agenda
compartida sin restricciones donde fue incluida la cuestión marítima, conocida como la
‘Agenda de los Trece Puntos’ (Lorenzini, 2011: 88-89).

Esta esperanza fue esfumándose a medida que avanzaba el tiempo. El calendario de las
reuniones fue cumplido en tiempo y forma pero no hubo evolución con respecto a la
cuestión marítima, a diferencia de otros temas como defensa e integración física. A pesar de
ello, la administración Morales evaluó de manera positiva los vínculos establecidos con el
gobierno de Bachelet ante la incorporación en el diálogo bilateral de una problemática
sensible en la historia compartida. Teniendo en cuenta los pequeños avances hechos
durante la gestión de Bachelet, la llegada de Sebastián Piñera el 11 de marzo de 2010 no
causó –inicialmente- preocupación en el gobierno boliviano. Los encuentros en el marco
del Mecanismo de Consultas Políticas Bolivia-Chile continuaron con normalidad y en julio
de ese mismo año, los vicecancilleres se comprometieron a “alcanzar soluciones concretas,
factibles y útiles” en el tema marítimo en los próximos encuentros bilaterales (Acta XXII
Reunión Mecanismo de Consultas Políticas Bolivia-Chile, 14/07/2010). Estas palabras
quedaron en papel cuando en marzo de 2011 Evo Morales declaró su intención de llevar la
problemática a la Corte Internacional de Justicia13. Según el Ministro de Relaciones
Exteriores de Bolivia, David Choquehuanca, esto fue motivado por la falta de propuestas
por parte de Chile para cumplir con lo acordado en la reunión del Mecanismo de Consultas
de 2010 (Cambio, 27/03/2011). Por su parte, la respuesta de Piñera no se hizo esperar,
quien afirmó que dicha decisión constituía “un serio obstáculo” en la relación bilateral y
ratificó la predisposición de su país de continuar las negociaciones pero sin ceder soberanía
(El País de Tarija, 01/03/2013).

A partir de la iniciativa boliviana, el vínculo bilateral ha llegado a su punto más álgido


desde que Evo Morales se convirtiera en Primer mandatario. Esto se reflejó con claridad en
la reunión de la Asamblea General de Naciones Unidas del 28 de septiembre de 2012
cuando el Presidente boliviano y el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Alfredo

12
Este gesto fue de gran importancia considerando que los dos Estados no poseen relaciones diplomáticas desde 1978.

13
Finalmente, la demanda fue presentada ante la CIJ en abril de 2013.
Moreno, disertaron ante el organismo donde se acusaron mutuamente. Morales alegó que la
mediterraneidad boliviana es producto de “un encierro geográfico impuesto por la fuerza” y
Moreno sostuvo que no existen problemas de límites pendientes porque éstos fueron
abordados en el Tratado de 1904 (Centro de Noticias ONU, 28/09/2012). Ambas posiciones
no sólo dan cuenta de diferentes interpretaciones jurídicas sobre los acuerdos bilaterales
firmados sino que además, ponen en evidencia dos miradas encontradas que difícilmente
puedan reconciliarse.

La ‘diplomacia’ de Evo en Naciones Unidas

Durante los primeros seis años de su gobierno, Evo Morales ha mantenido una presencia
activa en diferentes espacios multilaterales, particularmente en el ámbito de Naciones
Unidas. El actual mandatario ha encontrado en esta organización un escenario propicio para
la promulgación de aquellos postulados y demandas que son parte del proceso de
‘refundación del Estado’. Año tras año, Morales ha hecho hincapié en los siguientes temas:
i) la crítica al capitalismo y al accionar de Estados Unidos en el mundo, identificándolos
como ‘responsables absolutos’ de los orígenes de la pobreza y la inequidad, el cambio
climático y los saqueos/explotación de los recursos naturales renovables como no
renovables; ii) el reclamo por una salida soberana al mar; iii) la reivindicación de los
derechos colectivos de los pueblos indígenas; iv) el rechazo a la privatización de los
servicios básicos y v) la defensa de la hoja de coca como parte de la cultura de los pueblos
indígenas andinos.

De los temas mencionados, Bolivia tuvo un gran protagonismo en la promulgación de la


Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas, efectuada por la Asamblea General
el 13 de septiembre de 200714; el reconocimiento del acceso al agua potable y el
saneamiento como un derecho humano el 28 de julio de 2010 y la solicitud a la Comisión
de Estupefacientes de Naciones Unidas, realizada el 19 de marzo de 2012 para que se
evalúe la despenalización del ‘akulliko’ -masticado- de la hoja de coca en la Convención
sobre Estupefacientes de 1961.

La defensa de los derechos de las comunidades indígenas fue uno de los asuntos donde el
Presidente Morales puso mayor énfasis en su primera presentación ante la Asamblea
General de Naciones Unidas el 19 de septiembre de 2006. En dicha oportunidad hizo un
llamado a todos los Estados miembros con el fin de que la Declaración anteriormente
mencionada fuera aprobada en carácter de ‘urgente’. Desde su perspectiva este instrumento
representa un reconocimiento universal de los derechos individuales y colectivos de las
comunidades indígenas de todo el mundo así como del respeto a la diversidad cultural. Tras
la adopción de esta Declaración por parte del organismo internacional, la administración
Morales la elevó a rango de Ley el 7 de noviembre de 2007, sentando así un precedente en
el tema (Los Tiempos, 08/11/2007).

Por su parte, la lucha por considerar el acceso al agua potable y el saneamiento como un
derecho humano se remonta a los resultados del IV Foro Mundial del Agua, llevado a cabo

14
Bolivia acompañó el proyecto presentado por Perú.
en México en el año 2006. En dicha oportunidad, se ‘enfrentaron’ dos visiones sobre cómo
concebir el acceso a este recurso, es decir, como un derecho humano fundamental o como
necesidad básica; noción que terminó por prevalecer. Disconforme, la delegación boliviana
impulsó la firma de la declaración complementaria para gestionar en el seno de Naciones
Unidas y en otros foros multilaterales el reconocimiento del acceso al agua en ‘cantidad,
calidad y equidad’ como un derecho humano elemental (Declaración Complementaria,
22/03/2006). La postura de la administración Morales puede explicarse a partir de la
cosmovisión que poseen las comunidades indígenas de los recursos naturales y por la
‘huella’ que ha dejado la Guerra del Agua en el año 2000 en Cochabamba cuando los
servicios de agua potable y saneamiento fueron privatizados.

Desde la primera participación en Naciones Unidas, Evo Morales ha combatido la


privatización de los servicios básicos porque esto constituye “una violación a los derechos
humanos”. Tomando la iniciativa, en 2010 la delegación boliviana presentó una moción -
que contó con el respaldo de más de 30 Estados- para que la organización reconociera el
acceso al agua y al saneamiento como derechos humanos (Los Tiempos, 22/03/2010).
Finalmente, el 28 de julio del mismo año la Asamblea General aprobó dicha petición e instó
a los Estados a garantizar su cumplimiento (Centro de Noticias ONU, 28/07/2010).

En cuanto a la defensa de la hoja de coca, el primer mandatario boliviano aprovechó todas


las sesiones de la Asamblea General para reivindicar su uso como un producto ancestral y
propio de la idiosincrasia de los pueblos andinos, apartándolo de la identificación directa
con la cocaína. Evo Morales presentó en el seno de la organización los principales
lineamientos del Consejo Nacional de Lucha contra el Tráfico Ilícito de Drogas
(CONALTID) denominados ‘Estrategia de Lucha contra el Narcotráfico y Revalorización
de la Hoja de Coca’. Su eje central radica en que el Estado tenga un control social de los
cultivos y de su extensión, garantizando la sobrevivencia de los productores de hoja de coca
pero que al mismo tiempo trabaje en la lucha contra el narcotráfico en el marco de
responsabilidad compartida (CONALTID, 2007: 4). Para la implementación de esta
estrategia, se plantearon dos medidas básicas: i) racionalizar, estabilizar y controlar la
producción de hoja de coca en un nivel sostenible y con participación social y ii) “asegurar
los destinos legítimos de la coca producida” (CONALTID, 2007: 30).

Debido a la negativa inicial de la Comisión de Estupefacientes de considerar la propuesta


de Bolivia, su delegación ante Naciones Unidas decidió en 2011 retirar temporalmente al
país de la Convención Única de Estupefacientes de 1961 porque la misma prohíbe el
‘akulliko’ de la hoja de coca (Los Tiempos, 10/01/2013). No obstante, en marzo de 2012,
Evo Morales solicitó a la Comisión la readmisión de Bolivia a la Convención de 1961 con
una reserva sobre el artículo que prohíbe lo que él define como un error histórico. La
solicitud fue aceptada por el organismo internacional el cual se comprometió al tratamiento
de la temática y al respectivo pronunciamiento de los Estados partes en el año 2013.
Independientemente de los resultados, el hecho de someter a consideración la cuestión
puede entenderse como un logro de la administración Morales en sus intentos de modificar
el ‘status jurídico internacional’ de un recurso ligado a la propia historia de su país15.

15
Si bien trasciende al período de estudio, en enero de 2013 los Estados partes de la Convención de 1961 aceptaron la
reserva de Bolivia sobre el masticado de coca sólo cuando se realiza en el país.
5. Conclusión
Los inicios del presente capítulo estuvieron marcados por un interrogante disparador, a
saber, ¿qué cuestiones vinculadas a la noción de cambio fueron cobrando mayor notoriedad
en Bolivia desde principios del siglo XXI y particularmente, tras el ascenso de Evo Morales
en 2006? Frente a este interrogante, las diferentes fuentes consultadas demostraron la
existencia de una multiplicidad de respuestas. Algunas de ellas –y desde diversas
disciplinas- dan cuenta que desde la llegada del MAS el país andino se encuentra
atravesando una etapa de cambios radicales. Otras, al contario, señalan que poco ha
cambiado en la primera década del siglo actual. Sí hay una renovación de los actores
políticos y sus discursos y una cierta ‘movilidad’ en el tejido político pero el trasfondo
socio-político, económico y cultural ha permanecido sin alteraciones significativas.

En realidad, el recorrido realizado permite dar cuenta que el proceso que está atravesando
Bolivia es parte de un período de transformaciones donde la continuidad y el cambio
conviven, aunque no siempre en armonía. Los resultados de las elecciones presidenciales de
2002 en las que el MAS se posicionó como segunda fuerza política nacional y los
conflictos violentos de febrero y octubre de 2003 fueron los primeros indicios de que esa
‘quietud’ que había caracterizado por décadas al escenario socio-político nacional había
comenzado a modificarse. Tres años más tarde, el triunfo de Morales con mayoría absoluta,
defensor de los derechos de los excluidos y con una retórica anti-sistema reafirmó que la
historia del país andino se encontraba en un punto de inflexión.

Con respecto a la ‘refundación del Estado’ -que aquí fue abordado a partir del proceso
constituyente, las nacionalizaciones y las políticas sociales- pueden extraerse las siguientes
consideraciones. En primer lugar, el otorgamiento de una nueva Constitución Política que
reconociera jurídicamente la diversidad cultural como un elemento identitario y el respeto
de los derechos de las comunidades indígenas y campesinas fue un paso muy importante en
la búsqueda por reducir los márgenes de exclusión. Asimismo, la incorporación de las
autonomías, la ampliación del rol del Estado en la economía y la limitación de la extensión
de las tierras privadas también son parte de esa lucha por ‘romper con el pasado’. No
obstante, la coyuntura en la cual se gestaron dichos cambios, reflota la incertidumbre sobre
cuáles son las posibilidades que lo acordado en términos jurídicos se proyecte en la
práctica.

En segundo lugar, el fortalecimiento del Estado en la economía a través de las


nacionalizaciones merece una doble lectura. Por un lado, dichas medidas han redefinido el
vínculo Estado-empresas transnacionales; situación que a su vez ha permitido a la
administración Morales implementar un conjunto de políticas sociales como parte de la
lucha contra la pobreza y la desigualdad. Éstas han contribuido a mejorar los índices
sociales aunque no ofrecen una respuesta integral puesto que Bolivia continúa siendo uno
de los países más pobres y desiguales de la región. Por otro lado, este proceso es
exacerbado a nivel discursivo ya que aún el Estado debe conquistar espacios en materia del
control operativo de las industrias. También debe tomarse en cuenta que los avances del
Estado sobre la economía han sido en la regulación de sectores extractivos. Aún queda
pendiente como gran desafío avanzar paulatinamente hacia la superación de un modelo
económico –y político- que depende de la exportación de los energéticos.

En cuanto a la política exterior, el gobierno de Morales le ha impreso un sello propio. Esto


se observa tanto en las relaciones bilaterales como en su accionar en el seno de Naciones
Unidas. Los vínculos bilaterales han adquirido algunos matices que no estaban presentes en
los años noventa. Esto se observa en el afianzamiento de los lazos con Cuba y Venezuela;
el acercamiento a China e Irán y en la crisis en la relación con Estados Unidos. Por su parte,
el vínculo con Argentina y Brasil –salvo las tensiones por la nacionalización de los
hidrocarburos- continúa inscribiéndose en una lógica de empatía y de necesidad ‘mutua’ de
compra-venta de energía. En cambio, el caso chileno es una relación con connotaciones
particulares ante la existencia de un pasado no superado donde persisten distintas miradas
sobre el conflicto. Así, el acercamiento logrado en los gobiernos de Morales-Bachelet ha
quedado relegado por la confrontación directa entre el mandatario boliviano y la
administración de Sebastián Piñera. Por su parte, en el ámbito de Naciones Unidas, Morales
ha llevado una diplomacia activa en la defensa de temas que son parte de la agenda
nacional. El impulso para la adopción de la Declaración de los Derechos de los Pueblos
Indígenas; el llamado a reconocer el acceso al agua potable y el saneamiento como un
derecho humano y el tratamiento de la hoja de coca son hechos a destacar en el marco de su
gestión externa.

En definitiva, los acontecimientos abordados en el plano doméstico y en el ámbito de la


política exterior dan cuenta que Bolivia se encuentra atravesando un proceso de
transformaciones sociales, políticas y económicas desde fines del siglo XX. En este
proceso, el país ha avanzado positivamente en la solución de algunos conflictos y
problemáticas, pero también se han disparado otros. Probablemente, una vez más, el reto de
los diferentes gobiernos nacionales será transitar este camino haciendo convivir el binomio
continuidad-cambio sin caer en la violencia y el caos.

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Documentos

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07/11/2011.
Capítulo VI

¿Continuidad o cambio? Diez años de Kirchnerismo en la Argentina

Santiago C. Leiras

1. Introducción

Estamos acostumbrados a los mitos de fundación.


El punto regenerativo es un lugar común repetido luego
de cada una de las crisis nacionales

Tomás Abraham,
La lechuza y el caracol. Contrarrelato político (2012)

Uno de los ejes principales de la discusión política argentina en los últimos años ha girado
en torno al carácter de “ruptura o continuidad” del proyecto kirchnerista con relación a
aquel encarnado por el menemismo durante la década de 1990. La radicalización del
conflicto político, cuyas expresiones más emblemáticas han sido entre otras el conflicto con
el sector agropecuario en el año 2008 y la dura confrontación entre el poder ejecutivo
nacional y el grupo mediático Clarín a partir de dicho año 20081, generó condiciones para
la propia radicalización del debate intelectual y político siendo el eje cambio/continuidad
uno de los tópicos principales en la discusión.
En dicho debate han sido participes entre otros, destacados intelectuales afines al
oficialismo como los filósofos Ricardo Forster (2010), vocero principal del colectivo Carta
Abierta, o José Pablo Feinmann (2011) como así también importantes voces críticas como
la socióloga Maristella Svampa (2007) y la ensayista Beatriz Sarlo (2011), quien presentara
esta visión en la publicación de su autoría Entre la audacia y el cálculo. Kirchner 2003-
2010.
Por cierto que, más allá de la rica discusión planteada en torno de este tema, está presente
en la política argentina una pretensión de refundación del estado y la sociedad en los inicios
de cada nueva etapa política: aquello que bien podría representar un proceso de alternancia
política entre diferentes actores es percibido como el comienzo de un nuevo ciclo histórico
de la republica que viene a constituir una verdadera bisagra de la historia.
Así entonces es como durante el gobierno de Raúl Alfonsín estuvo presente esa pretensión
fundacional, estableciendo el año 1983 como frontera entre la democracia y la dictadura, en
las postrimerías de un régimen militar en franca y desordenada retirada tras la debacle
militar de Malvinas.


UBA
1
En este marco se lleva a cabo el debate sobre el rol de los medios de comunicación y la aprobación en el año 2009 de la
Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Con la asunción de Carlos Menem en 1989, en medio de la vorágine hiperinflacionaria que
obligo a la entrega anticipada del poder por parte de Raúl Alfonsín, el propio año ´89 se
constituyó en la nueva bisagra de la política argentina, estableciendo de hecho una
continuidad entre gobiernos civiles, militares, democráticos o pseudo democráticos en tanto
expresiones de un mismo modelo de estado desde la segunda posguerra.
Esta inclinación a inaugurar un nuevo tiempo histórico no estará ausente durante las
experiencias de Néstor y Cristina Kirchner, siendo el 2003 el momento de quiebre de la
historia hasta entonces vivida. La construcción de este nuevo relato político tuvo como
marco de fondo la crisis terminal de la Argentina entre finales del año 2001 y comienzos
del año 2002.
Es propósito del presente trabajo analizar los cambios que acontecieron durante las
experiencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner en el poder, como así
también las continuidades en relación a la década de 1990.

2. La vocación fundacional en la política argentina

2.1. La vocación fundacional en tiempos de Raúl Alfonsín

Con el triunfo de la fórmula radical conformada por Raúl Alfonsín y Víctor Martínez en las
elecciones presidenciales del 30 de Octubre de 1983 y su posterior asunción el 10 de
diciembre de ese mismo año, el régimen político democrático comienza a ser el punto de
anclaje para la organización política institucional del país. Su establecimiento fue la
consecuencia del proceso de transición democrático que las Fuerzas Armadas empezaron
en las postrimerías de su gobierno, más como producto de la necesidad ante sus reiterados
fracasos que por sus propias convicciones.
En efecto, luego de la derrota militar con Gran Bretaña en la Guerra de las Islas Malvinas
en el mes de Junio del año 1982, se inició un proceso de transición a la democracia signado
por dos características centrales.
La primera de ellas ha sido la imposibilidad de establecer algún tipo de pacto institucional
tendiente a definir entre los actores políticos las reglas de juego de la reconstrucción
democrática. Al respecto, nuestro país es un buen ejemplo de lo que en la literatura
académica de aquellos años se denominó como “Transición por Ruptura” (O´Donnell y
Schmitter, 1989), caracterizada por la ausencia de mutuas garantías entre el nuevo gobierno
que se instalaba y el régimen autoritario que reemplazaba.
Luego del colapso del régimen militar provocado por la derrota militar en el conflicto del
Atlántico Sur, las Fuerzas Armadas se vieron fuertemente cuestionadas tanto en su
desempeño gubernamental como profesional, puesto este último en tela de juicio
precisamente a raíz de su actuación en este conflicto bélico.
Por las razones antes expuestas, los líderes políticos no encontraron incentivos suficientes
para negociar con las Fuerzas Armadas el conjunto de cuestiones vinculadas con la agenda
de la transición democrática, como efectivamente sucedió en Brasil, Chile y Uruguay
(Stepan, 1988; Garreton, 1987; Gillespie, 1995), paradigmáticas experiencias del Cono Sur,
o en los casos de España e Italia (Maravall y Santamaría, 1989; Morlino, 1986, 2000;
Pasquino, 2002), ejemplos en aquel entonces de exitosas experiencias de democratización
política.
La segunda característica ha sido la ausencia de algún tipo de acuerdo partidario por parte
de las fuerzas civiles que las dotara de mayores y mejores recursos institucionales para
poder así hacerse cargo de la difícil herencia que recibirían del Gobierno de las Fuerzas
Armadas (Mustapic y Goretti, 1992)2.
La ausencia de estos acuerdos coloca a las fuerzas políticas en abierta competencia entre sí,
sin un previo acuerdo en torno a los temas centrales de la agenda pública, como tampoco
acerca de una modalidad de distribución del poder que fuera en buena medida
independiente de los resultados electorales (Mustapic y Goretti, 1992).
Fue así como los dos principales partidos políticos de la Argentina, la Unión Cívica Radical
(UCR) y el Partido Justicialista (PJ), encararon la nueva situación democrática, jugando sus
roles de acuerdo a las reglas propias de una democracia consolidada, pero debiendo
enfrentar al mismo tiempo los dilemas de la transición democrática.
Los desafíos y exigencias que tenía ante sí la reciente democracia eran cuantiosos entonces.
El ciudadano y fundamentalmente los actores estratégicos (Coppedge, 1994)3 debían
aceptar y hacer propio el postulado referido a que el único principio de legitimidad válido
para el orden político provenía de la legitimidad popular. Al mismo tiempo, tenía ante sí la
obligación de fijar las reglas y procedimientos para determinar los caminos de acceso a los
cargos electivos. Sin embargo, el mayor reto que enfrentaba el régimen democrático era el
de asegurar su continuidad y validez institucional para lo cual debía lograr que esas reglas y
procedimientos fueran acatados al menos por aquellos a quienes esas reglas determinan
como participantes en el proceso.
Además, la democracia argentina debutaba de la mano de requerimientos éticos. La
ciudadanía exigía esclarecer los hechos y juzgar a los responsables del Golpe de Estado de
1976 por su sistemática violación de los derechos humanos. Las heridas imborrables que el
Proceso había dejado en el imaginario colectivo fueron determinantes para que se
redimensionara el significado que tenía el orden político democrático para organizar la vida
en sociedad, canalizar los conflictos sociales y dirimir el antagonismo político. Fueron, en
consecuencia, parte de una frontera no negociable la elección de las autoridades por
sufragio universal, asegurar la libertad de asociación e información sin prohibiciones,
proscripciones o censuras y garantizar la libre participación ciudadana de la mano de la
lealtad a la institucionalidad.

2
Los compromisos establecidos durante la fase de instauración democrática, como por ejemplo el Pacto de Punto Fijo en
Venezuela en 1958 o el Pacto de la Moncloa suscripto entre los principales actores políticos y sociales en España en 1977,
tuvieron como objetivo reducir los conflictos y fijar límites a la competitividad política a fin de fortalecer la adhesión de
todos los actores al sostenimiento de las instituciones.
3
Definimos aquí como actores estratégicos a todos aquellos grupos que tienen recursos de poder suficiente para poder
influir, obstaculizar y hasta oponerse al proceso de afirmación del régimen político. Esta definición ha sido reelaborada a
partir de aquello que Michael Coppedge entiende por Actores estratégicos “aquellos que son capaces de socavar la
gobernabilidad interviniendo en la economía o en el orden público o grado en que un grupo es capaz de utilizar ciertos
recursos políticos para su propio beneficio”.
En los ´80, en consecuencia, se inicia el tiempo de la democracia identificado como tiempo
de no-retorno a pasados recientes. Es en definitiva un tiempo de grandes imperativos
morales y grandes exigencias sociales. Se generaliza la creencia acerca de la bondad de la
democracia para organizar los comportamientos sociales y estilos de vida y se extiende el
sentido socialmente compartido que identifica a la democracia con buen gobierno y como
tal capaz de solucionar en tiempo y en forma la multiplicidad de problemas legados por el
tiempo militar. El trípode legitimidad popular– imperativos éticos-eficacia de la democracia
sintetiza este tiempo democrático y expone cuán difícil iba a resultarle a la democracia
argentina no romper con sus promesas que, en definitiva, eran sus propios anclajes4.
Existía entonces en la sociedad argentina de 1983 una fuerte demanda vinculada con
reivindicaciones de justicia sustantiva, largamente postergadas como consecuencia de la
acción institucional del gobierno militar, que dará lugar a una revalorización de la
democracia política como marco para la satisfacción de las distintas y heterogéneas
demandas sectoriales, no existiendo en consecuencia margen alguno para la formulación de
políticas de Ajuste y Reforma Estructural (Torre, 1998) que dieran lugar a la existencia de
nuevas “víctimas sociales” (Novaro y Palermo, 1996).
Esto explicará en buena medida la convicción, y la puesta en práctica de políticas en
consecuencia a partir de 1983, de que la reconstrucción pos autoritaria era exclusivamente
un hecho político-institucional5 siendo el cambio del Régimen Político el problema central
de la agenda política de la transición y esta definida como Transición del Autoritarismo
al Régimen Democrático. Al ser privilegiada en forma inicial y de manera excluyente la
construcción de un régimen democrático de gobierno, no se advertía que el proceso debía
incluir necesariamente y con el mismo peso la reorganización de la economía (Portantiero,
1993; Torre, 1994).
A partir de estos presupuestos se propone a la sociedad un proyecto de refundación
democrática y reforma en los planos económico –Plan Austral y Modernización del Estado-
político/institucional –reforma constitucional6- administrativo –propuesta de traslado de
la capital del estado a la ciudad de Viedma- y moral/intelectual –planteado en los
lineamientos del discurso pronunciado por Raúl Alfonsín en el predio de Parque Norte del 1
de diciembre de 1985-.
La convicción aquí explicada encontró su primer límite en las elecciones realizadas en
Argentina el 6 de septiembre del año 1987. Sus principales consecuencias fueron en primer
lugar, el principio del fin del vasto proyecto de reforma económica, institucional y moral-
intelectual del alfonsinismo y en segundo término, la instalación en la sociedad del debate
en torno de la sucesión presidencial con diferentes repercusiones en el seno de los partidos
mayoritarios7.

El colapso estatal –fiscal regulatorio y administrativo- producido durante los años


1989/1990 representó el segundo límite en la medida en que significó un fuerte replanteo de
4
El autor recupera en estas líneas desarrollos oportunamente elaborados en Kerz y Leiras, 2004.
5
Esta fuerte convicción estaba presente en las ciencias sociales de la época, Ver Portantiero, 1984 Grossi y Dos Santos,
1984 O´Donnell G. y Schmitter, 1989, Floria, .1988 Agulla, 1996 Fernández, 2002 entre otros. De más reciente factura y
especial interés es Bercholc J. y Bercholc D, 2012
6
Ver Bosoer y Vázquez, 2012.
7
Desarrollado en Leiras, 2009, 2011.
la noción misma de la transición, sustituyendo la reforma-reconfiguración del poder
estatal al cambio político como problema central de la democracia.

2.2. La vocación fundacional en tiempos del “Menemato”.

La década de 1990 mostrará cómo la lógica del mercado, que por su propia naturaleza
genera desigualdad social, avanza sobre la lógica democrática. El discurso hegemónico
neoliberal izará como bandera la promesa de cumplimiento del círculo virtuoso formado
entre apertura de la economía, estado mínimo y democracia. Mientras más se abra la
economía al mundo, mientras el estado más se achique, único remedio para combatir su
ineficacia y mientras la democracia política genere previsibilidad en sus procedimientos,
los efectos benéficos de este círculo se derramarían para toda la sociedad.
Su consecuencia fue más bien el quiebre del contrato entre mercado y democracia propio
del estado de bienestar o en nuestro país asistencialista y el rompimiento de la virtuosidad
de ese círculo. El efecto derrame se convirtió en goteo y los postulados de mayores
beneficios materiales para todos, se reconvirtieron en beneficios para pocos, desasosiegos
para muchos.
La existencia de fuerzas internacionales imponiendo límites severos a la naturaleza y al tipo
de políticas económicas y de bienestar social fueron aceptadas durante la presidencia de
Carlos Menem (1989-1999) quien adoptó fielmente las indicaciones del Consenso de
Washington, y circunscribió sus opciones políticas y económicas dentro de los parámetros
fijados por este Consenso con el convencimiento de que para asegurar el éxito en la acción
de gobierno, debían aceptarse sin cuestionamientos las exigencias impuestas más allá de las
fronteras nacionales.
Al asumir como una especie de determinismo histórico la ineludible extensión de la lógica
del mercado sobre la democracia, la democracia representativa argentina sufrió su propia
metamorfosis. Las formas de manipulación que se adoptan para la construcción de acuerdos
operativos se desarrollan o bien a la sombra del mecanismo representativo o bien,
practicando formas de cooptación de voluntades individuales para inclinar el debate
deliberativo que en sus resoluciones contribuyan al éxito del programa económico
adoptado.
Esta “transición del Estatismo al Mercado” operará así también en medio de la
construcción de una nueva matriz ideológica (Bosoer y Leiras, 2001) de la democracia
argentina en base a tres ejes estructurantes:
a) Una resignificación de la salida del autoritarismo y del primer período de gobierno
democrático como etapa final en la crisis del modelo estatal de desarrollo económico y
regulación social, a partir de la cual, el punto de inflexión o bisagra histórica trazado en
1983 queda desdibujado y se traslada al año 1989, como verdadero momento de la ruptura
con el pasado.

b) Una reevaluación de la gestión presidencial de Raúl Alfonsín a partir del último


tramo de su mandato, signado por el debilitamiento progresivo en el ejercicio del poder que
finalmente desencadena la entrega adelantada del gobierno cinco meses antes de cumplir el
sexenio constitucional. Dicho final es atribuido no solamente a la pérdida de apoyos y la
falta de resultados de las políticas de gobierno ensayadas para remontar la coyuntura de
emergencia, sino también, y sobre todo, al agotamiento e inviabilidad de un proyecto
reformista de mayor envergadura, al que se venía cuestionando desde hace mucho tiempo
antes desde diferentes sectores de poder para quienes dicho proyecto constituía una
amenaza.

c) Un proyecto de Reconstrucción/Redefinición del poder estatal, con centralidad de


políticas orientadas al mercado, en sus tres principales dimensiones: Ideológica
neodecisionismo-, Burocrático-Funcional-Reforma del Estado-, y Jurídico-Constitucional
–Reforma Constitucional-.

Todo ello en medio de un régimen democrático que se desarrollaba en el marco de un


estado de excepción (Leiras, 2010) al cual se invocará de manera permanente a lo largo de
la última década, entrando dicha apelación en contradicción con el carácter y pretensión
fundacional sobre el que se elabora el relato político de los años ´90.
Merece ser destacado que el recambio presidencial del año 1989 en la Argentina se
desarrolló en un contexto inédito dado que por primera vez en la discontinua historia
democrática de este país, se produjo la entrega del poder entre presidentes de distinto signo
partidario. Al mismo tiempo, dicho recambio tuvo lugar en el marco de la más severa crisis
económica conocida hasta ese entonces, consecuencia de un proceso hiperinflacionario que
llevó a la renuncia del Dr. Raúl Alfonsín cinco meses antes de la finalización de su
mandato presidencial –la “resignación” de su cargo fue presentada ante la Asamblea
Legislativa el día 30 de junio de 1989- y la asunción del mando el día 8 de julio del mismo
año, por parte del Dr. Carlos Menem.
El balance será ambiguo: El (neo) decisionismo8 se demostró funcional y exitoso para
resolver una crisis de gobernabilidad y cerrar las brechas entre gobierno del estado,
gobierno de las leyes y contratos básicos de la estructura social y económica.
Pero a la vez, contenía en su núcleo las razones de su propia limitación, lo que afectó a la
propia calidad institucional de la democracia argentina, como era su incapacidad de
institucionalizarse, al descansar en última instancia en la figura del líder plebiscitario como
única fuente de la decisión efectiva y garantía de la estabilidad política y económica.
Encontraba de este modo en los confines de su energía política, una y otra vez las
circunstancias en las cuales se produjo su ascenso; es más precisaba recrearlas para
8
Se entenderá aquí por “decisionismo”, un modelo de decisión política fuertemente concentrado en la figura presidencial,
un replanteo y adecuación del régimen presidencialista en el contexto de la doble transición del autoritarismo a la
democracia y del estatismo económico al gobierno orientado hacia políticas de libre mercado, desregulación y activa
inserción a los ritmos impuestos por el proceso de globalización capitalista. Este nuevo decisionismo se basa en una
concepción de la gobernabilidad asentada en las prerrogativas y la "performance" del Ejecutivo decisor, prevaleciente, con
todos sus atributos, sobre los otros poderes con sus atributos y funciones. Ver al respecto (Bosoer y Leiras, 1999, 2001).

Sin embargo, la experiencia del “decisionismo kirchnerista” lleva a replantear esta definición en la medida en que opera
de hecho una separación del neodecisionismo del contenido sustantivo de las políticas públicas. Ver Pérez Liñán, 2012.
mantener su base de sustentación argumental. En términos hobbesianos, fuera de este
principio “acecha” permanentemente el estado de naturaleza.
Este escenario, lejos del de una normalización del sistema político argentino, con una
alternancia posible entre fuerzas o coaliciones en condiciones de llevar adelante una agenda
de consensos y disensos, sería el del peligro de la ingobernabilidad y la ilegitimidad a partir
del momento en que Carlos Menem concluyera su mandato presidencial. La falsa profecía
se auto cumpliría con las sucesivas crisis producidas tanto durante el gobierno de la Alianza
que lo sucedería a partir del 10 de diciembre de 1999 como así también durante los
gobiernos interinos del Justicialismo entre los últimos días del mes de diciembre del año
2001 y comienzos del año 2002, dando por tierra con muchos de los supuestos de la
normalización política sobre los cuales se realizaba la lectura del proceso democrático:

a) La crisis por el caso de sobornos en el senado nacional que llevaría a un


enfrentamiento público entre el entonces presidente Fernando De La Rúa y el
vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez, episodio que culminaría con la renuncia de este
último el día 6 de octubre del año 2000.

b) La crisis económica que derivó en la llegada de Domingo Cavallo al ministerio de


Economía en el mes de marzo del 2001.

c) Los desfavorables resultados electorales de las elecciones legislativas de octubre del


2001 para el oficialismo, como expresión de un fenómeno más profundo de creciente apatía
política en el terreno electoral.

d) Los sucesos políticos del mes de diciembre del 2001, que derivaron en la renuncia
del entonces presidente Fernando De La Rúa, en medio de un trágico saldo de 30 muertos y
centenares de heridos en todo el país, y la más profunda crisis institucional vivida hasta
entonces.

e) La abrupta aunque anunciada salida de la convertibilidad con la consecuente ruptura


de las reglas de juego macroeconómicas imperantes a lo largo de la última década y la
declaración de cesación de pagos de la deuda con los acreedores privados ya durante las
presidencias de Eduardo Duhalde y Adolfo Rodríguez Saá respectivamente.

Este “menemismo y después”, su legado, consecuencias y proyección de dicho legado será


abordado en forma sucinta a continuación (Baldioli y Leiras, 2010).

3. ¿Cambio o continuidad? El debate en tiempos del kirchnerismo.

Tras las fallidas operaciones de instalación de las candidaturas presidenciales de Carlos


Reutemann y José Manuel de la Sota, Eduardo Duhalde termina dando su apoyo al
entonces gobernador de la provincia de Santa Cruz Néstor Kirchner como candidato a
presidente, para enfrentar a Carlos Menem y Adolfo Rodríguez Saá en una “interna abierta”
del Justicialismo en la propia elección presidencial.
El 24 de enero de 2003, y con el argumento de que los tres aspirantes presentaban
programas contrapuestos, el congreso del partido justicialista toma una decisión inédita:
suspender la elección interna “por única vez” y permitir a todos los precandidatos el uso de
los símbolos partidarios comunes para presentarse a la elección general. En la práctica, esto
significaba que iban a enfrentarse como si perteneciesen a partidos distintos.

Kirchner arrancó su campaña en una posición desfavorable. Las encuestas de intención de


voto lo ubicaban por detrás de los otros candidatos justicialistas y de Ricardo López
Murphy –ex ministro de Fernando De la Rúa y candidato de un conjunto de fuerzas de
centroderecha-. Sin embargo, la popularidad de Kirchner comenzó a crecer impulsando un
programa de perfil “socialdemócrata” con el que buscaba diferenciarse de las políticas
aplicadas durante los gobiernos de Menem y De la Rúa, poniendo acento en priorizar la
producción, la justicia, la educación, el trabajo, la equidad y la salud -sintetizado de algún
modo en sus slogans de campaña: “Un país en serio” y “Primero Argentina”-. No fue
desdeñable tampoco el aporte que significaron tanto su compromiso de mantener al
ministro de economía de Duhalde, Roberto Lavagna, con una imagen positiva en la
sociedad por su gestión anticrisis, como la participación de su esposa, Cristina Fernández,
diputada y senadora por la provincia de Santa Cruz desde 1995.

Todo ello contribuyó sin duda al ingreso de Kirchner a la segunda vuelta. En efecto, en las
elecciones del 27 de abril de 2003, el Frente para la Victoria de Néstor Kirchner obtuvo
sólo un 22 % de los votos, resultando superado por la Alianza Frente por la Lealtad -UCD
de Carlos Menem, que obtuvo el 24,30 %.

Cuadro I
Elecciones presidenciales Argentina
27 de abril de 2003

CANDIDATO y PARTIDO VOTOS PORCENTAJE

Carlos Menem
4.677.213 24,34
Frente por la Lealtad

Néstor Kirchner
4.227.141 21,99
Frente para la Victoria

Ricardo López Murphy


3.142.848 16,35
Movimiento Federal Recrear

Elisa Carrio
2.720.143 14,15
Alternativa por una República de Iguales

Adolfo Rodríguez Saa


2.714.760 14,12
Frente Nacional y Popular

Otros candidatos 1.531.527 7,97


Votos blancos e impugnados 214.294 1,08

Fuente: Universidad de Georgetown. Political Database of America (PDBA)

Finalizada la primera ronda electoral, Kirchner visitó a los entonces presidentes del Brasil,
Luís Ignacio Lula da Silva y de Chile, Ricardo Lagos Escobar, ante quienes ratificó sus
intenciones de fortalecer el MERCOSUR y declaró que mantenía con orgullo las
convicciones políticas que había sostenido en el pasado.

La segunda vuelta debía llevarse a cabo el 18 de mayo de 2003. Los sondeos previos
indicaban entre un 60 y 70% de intención de voto para el gobernador de Santa Cruz. Ello
significaba no tanto apoyo explícito a los méritos propios de Kirchner, como rechazo a la
posibilidad de que Menem presidiera nuevamente el país. Sin embargo, el ballotage no
tendría lugar: el 14 de mayo el ex presidente Menem, después de una larga cadena de
rumores y desmentidos, anunció su decisión de renunciar a su candidatura, lo que
automáticamente convirtió a Kirchner en presidente electo. Muchos analistas señalan que la
maniobra de Menem tuvo como propósito evitar una derrota estentórea, y al mismo tiempo
condicionar a Kirchner, que accedió a la presidencia con el nivel más bajo de votos jamás
registrado en la historia Argentina (Leiras, 2010).

La repuesta a la crisis durante los años del menemismo, como verdadero intento de
elaboración de una nueva matriz ideológica, adquirió su expresión a través de un discurso
de legitimación de alta eficacia simbólica. Dicha eficacia se pondría de manifiesto en el
hecho de que el relevo gubernamental producido en diciembre de 1999 no implicó una
sustantiva reformulación de los presupuestos ideológicos, jurídico-políticos y
organizacionales contenidos en dicha matriz y presentes a lo largo de la década de 1990,
sino más bien una ratificación y profundización de dichos contenidos programáticos, los
cuales se han mantenido vigentes hasta la fecha inclusive, aún contextos de carácter
“terminal” como la crisis del año 2001.

No obstante la llegada al poder de Néstor Kirchner a la presidencia de la nación ha sido


definida como “una fisura impredecible e imprevista en el devenir de la historia
argentina” por parte de intelectuales afines al oficialismo como el filósofo Ricardo Forster,
dado que la misma había sido precedida y se constituía en un resultado de los traumáticos
acontecimientos de diciembre de 2001 y el derrumbe del gobierno de la Alianza (Leiras,
2003; Novaro, 2002; Serrafero, 2002).

Forster sostiene que las fisuras de la historia:

Constituyen momentos que, por lo general suelen tomarnos desprevenidos o poco


atentos para leer sus características y lo que abren en el horizonte de una sociedad. Pocos
imaginaron las consecuencias que traería el ya famoso discurso de Raúl Alfonsín durante
los días de semana santa del ´87, cuando ante una multitud congregada en Plaza de Mayo
para defender la democracia contra la rebelión golpista de los carapintadas comandados
por el entonces ignoto oficial Aldo Rico, lejos de apuntalar el ánimo movilizado de gran
parte de los argentinos congeló su entusiasmo hablando de “héroes de las Malvinas” y de
que “la casa está en orden”, inaugurando la etapa de las leyes de la impunidad que, como
todos ya sabemos y unido al deterioro económico y a la hiperinflación, allanaron el
camino para la llegada de Menem y su “revolución” neoliberal de la mano de Cavallo y su
convertibilidad. .

(…..) Esa “fisura” no inmediatamente perceptible de aquella Semana Santa del


´87 vino a clausurar las ilusiones del alfonsinismo (Forster, 2010a).

En este registro se plantea la existencia de una nueva etapa con ribetes históricos a partir
del 25 de mayo del 2003:

Lo que es importante señalar con todas las palabras, que como destacaba
Horacio González, estamos delante de una <fisura en la historia>, de esas que nos ofrece
la oportunidad de ser contemporáneos de un proceso de transformaciones (Forster, 2010a)

Cuatro serían los pilares sobre los cuales se plantea la existencia de este “nuevo tiempo
histórico” de la política argentina: la puesta en marcha de un nuevo modelo de desarrollo
productivo con inclusión social y radical redistribución del ingreso, la mejora en la calidad
de las instituciones democráticas, la puesta en marcha de una política en el terreno de los
derechos humanos que viene a finalizar con un ciclo de impunidad consagrado en las leyes
de Punto Final y Obediencia Debida dictadas durante el gobierno de Raúl Alfonsín, y los
indultos de Carlos Menem y la recuperación del rol del estado, ausente durante los años
´90.

Merece ser destacado que el inicio de un “nuevo ciclo productivo” data de finales del año
2001 y comienzos del 2002 cuando, en el marco de la más grave crisis de la historia política
argentina, los ex presidentes Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde adoptaron
estrategias drásticas de ajuste en el comienzo de este nuevo ciclo declarando la cesación de
pagos de la deuda externa el primero y devaluando la moneda argentina y pesificando la
economía el segundo, llevando a cabo la “tarea sucia” de la implementación del nuevo
modelo. Tras el drástico ajuste inicial, la economía argentina ha tenido hasta prácticamente
la fecha presente elevadas tasas de recuperación de su producto bruto interno.

Cuadro II

Producto Interno Bruto (PIB) - Tasa de Crecimiento Real (%)


Country 1999 2000 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011

Argentina -3 0,8 -14,7 8,7 8,3 9,2 8,5 8,7 6,8 0,9 7,5 8,9

Fuente: http://www.indexmundi.com/g/g.aspx?c=ar&v=66&l=es

Por otra parte, y a pesar de las elevadas tasas de recuperación económica, la evidencia
empírica no acompaña las referencias a la mejora de la distribución del ingreso y la
inclusión social proclamada, manteniéndose patrones de naturaleza similar a los de la
década de 1990:

Cuadro III

Índice Gini de medición de la distribución del ingreso en Argentina


1991-2010

Año Resultados índice


1991 46,6
1992 46,5
1993 44,9
1994 46,0
1995 48,9
1996 49,5
1997 49,1
1998 50,7
1999 49,8
2000 51,1
2001 53,4
2002 53,8
2003 54,7
2004 50,2
2005 49,3
2006 47,7
2007 47,4
2008 46,3
2009 46,1
2010 44,5
Promedio 1991-2001 48.77
Promedio 2002-2010 48,88
Fuente: Elaboración propia en base Series Banco Mundial
http://datos.bancomundial.org/indicador/SI.POV.GINI

En relación a la mejora de la calidad democrática resulta difícil sostener esta afirmación


dado que, siguiendo lineamientos definidos por sus antecesores, el ex presidente Néstor
Kirchner ha sustentado el ejercicio de su gestión gubernamental sobre la base de la
invocación de la emergencia (Bercholc, 2007; Botana, 2004; Quiroga, 2005; Serrafero,
2005) como principio de legitimidad, con la correspondiente apelación a la utilización de
recursos de excepción, en detrimento de los procesos deliberativos propios de la
democracia representativa. Pese a controlar la mayoría de ambas cámaras del Congreso,
Néstor Kirchner ha elegido en reiteradas ocasiones hacer uso de las facultades legislativas
del poder ejecutivo, a través de decretos de necesidad y urgencia en vez de seguir los
trámites ordinarios previstos para la sanción de leyes9, aunque ha sido escasa, en el caso de
Cristina Fernández, la recurrencia a los decretos de necesidad y urgencia como herramienta
para la decisión política.
En el terreno de los derechos humanos, Néstor Kirchner ha dado lugar a la reapertura de los
juicios a los integrantes de las fuerzas armadas, iniciativa clausurada durante los años del
gobierno de Raúl Alfonsín a través de las “leyes de la impunidad” en un contexto de fuerte
presión corporativa y mayor capacidad para el ejercicio de dicha presión por parte de las
fuerzas armadas que el actualmente presente –un párrafo aparte merece el indulto de Carlos
Menem intencionalmente comparado con las leyes mencionadas para poder construir esa
continuidad y la ruptura a partir del 2003-.
También merece ser destacado que, en esta reapertura y su relato correspondiente se ha
hecho omisión de hitos centrales en la búsqueda de justicia como la creación de la
Comisión Nacional sobre la desaparición de personas-CONADEP, la investigación
realizada por dicha comisión que sirvió de insumo para la sustanciación de los históricos
juicios a las juntas militares en el complejo escenario descrito y el juicio a los responsables
de la dirección política de la guerra de las islas Malvinas.
En relación a la recuperación del papel del estado en la economía nacional, si bien el
mismo se ha advertido a través de la recuperación de empresas y servicios transferidos al
sector privado durante los años ´90, podemos advertir los límites de dicha recuperación a
través de hechos de carácter emblemático, como ha sido la tragedia de Once, producto de la
conjunción de un esquema de rent seeking empresarial vía subsidios, ausencia de rendición
de cuentas en la asignación de dichos fondos y debilidad de las agencias estatales
encargadas de la regulación de los servicios privatizados o concesionados.
Durante las elecciones presidenciales de 2007, la entonces candidata a presidente Cristina
Fernández de Kirchner basó su propuesta de campaña en la idea de la continuidad dentro
del cambio, que se manifestaría a partir de tres “promesas” centrales: la primera de ellas, la
reinserción de la Argentina en el contexto internacional, la segunda, la inauguración de un
nuevo tiempo político que diera lugar al diálogo y la mejoría de la calidad institucional de
la democracia argentina dejando atrás el ciclo de emergencia permanente inaugurado en la
última década, y la tercera, la inauguración de una presidencia que establecería un cambio
en relación a la de su antecesor Néstor Kirchner.
De alguna manera ese “final de época” se encontraba presente en el ánimo de algunos
intelectuales, aunque la mirada fuera ciertamente crítica respecto del giro que aparentaba
materializarse:
Y hacia el final del artículo, que recuerdo al amigo lector fue escrito durante la
jornada electoral de 2007, me lanzaba con cierta temeridad a desplegar algunas
anticipaciones que serían magníficamente refutadas por la realidad venidera y, claro, por

9
Desde su asunción y hasta abril de 2006, Kirchner firmó 176 decretos de necesidad y urgencia – 48 en 2003, 63 en 2004,
46 en 2005, y 19 en los primeros cuatro meses del 2006-. La estadística arroja así unos 58,66 decretos por año, con
frecuencia comparados con los 54,5 por año de Carlos Menem —quien firmó un total de 545 durante sus diez años de
gobierno. De todas maneras el balance resulta “favorable comparando con el los primeros cuatro años de Carlos Menem
en los cuales el expresidente dictó 230 medidas de excepción. Ver Baldioli, 2003 Ferreira Rubio y Goretti, 1996, Zommer,
2006
la decisión de la propia Cristina Fernández. Cito lo escrito en ese umbral de época que
vendría a reforzar lo inaugurado en mayo de 2003: “nos preparábamos para despedirnos
de la larga primavera camporista que, en muchos aspectos, caracterizó el tiempo de
Kirchner; es probable que lo que vendrá se asemejará más a un gobierno a lo Bachelet,
con mayores dosis de prolijidad institucional y mejores vínculos con el insaciable mundo
empresarial. Hay, y eso se percibe más allá del resultado electoral, una atmósfera por la
que circulan mejor los aires de la derecha, esos mecanismos de producción de sentido tan
astutamente desplegados por los medios de comunicación que, insisto con esta idea,
constituyen hoy el espacio más decisivo y poderoso de la derecha. No hay en el discurso de
Cristina una vocación genuinamente distribucionista ni una retórica que la pueda asociar
al espectro del populismo (Forster, 2010b)

La propuesta tuvo un acompañamiento electoral masivo. La fórmula encabezada por


Cristina Fernández de Kirchner y Julio Cobos representando a la Alianza Frente para la
Victoria se impuso en la primera vuelta obteniendo un 44,92% de los sufragios frente al
22,95% de su más inmediata competidora, aquella conformada por Elisa Carrió y Rubén
Giustiniani de la Confederación Coalición Cívica (Baldioli y Leiras, 2012).

La expectativa del cambio pareció diluirse de manera casi inmediata, a partir del momento
de darse a conocer el gabinete de ministros para el nuevo gobierno. De los 12 integrantes
designados, siete ya ocupaban carteras en el gobierno de Néstor Kirchner y solo 5 de ellos
asumieron por primera vez un ministerio10.
La promesa de un nuevo tiempo político fundando en el diálogo quedó sepultada por la
continuidad de una estrategia de “confrontación calibrada”, muy característica del gobierno
de Néstor Kirchner, contra actores que se percibía en condiciones de poder ser derrotados o
estigmatizados como el ex presidente Carlos Menem, los jueces de la desprestigiada corte
menemista, los militares genocidas del proceso, y entre los meses de marzo y julio del año
2008, ya durante la gestión de Cristina Fernández, contra la “oligarquía agropecuaria”
luego los “monopolios mediáticos” encarnados en particular por el grupo Clarín e incluso el
Poder Judicial, definido como “La Corporación Judicial”.
En el caso particular del conflicto con el campo, el mismo marcó buena parte del primer
año del primer período presidencial de CFK. Un rasgo característico de todo este proceso
ha sido la ausencia desde el gobierno –también desde los sectores agropecuarios- de
propuestas de negociación que otorgaran racionalidad al conflicto, predominando la
descalificación de la protesta.
Cabe recordar que el 11 de marzo del 2008, el entonces ministro de Economía y Producción
Martín Lousteau anunció el establecimiento de un nuevo sistema de retenciones móviles a

10
Continuaron integrando el gabinete Julio De Vido en el ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y
Servicios Públicos, Alberto Fernández en la Jefatura de Gabinete, Aníbal Fernández en el ministerio de Justicia,
Seguridad y Derechos Humanos, Nilda Garré en el ministerio de Defensa, Alicia Kirchner en el ministerio de Desarrollo
Social, Carlos Tomada en el ministerio de Trabajo, Jorge Taiana en el ministerio de Relaciones Exteriores.
Asumieron funciones en aquel primer gabinete Lino Barañao como ministro de Ciencia Tecnología e Innovación
Productiva, Martín Lousteau en el ministerio de economía y finanzas públicas, Graciela Ocaña como ministra de Salud y
Ambiente, Florencio Randazzo en el ministerio del Interior y Juan Carlos Tedesco en el ministerio de Educación,
la exportación de trigo, maíz, soja y girasol por un lapso de cuatro años, disponiendo que la
variación de la alícuota correspondiente esté sujeta al incremento o disminución del precio
internacional del grano.
Las repercusiones de la medida no tardaron en manifestarse dado que, al día siguiente, las
entidades agropecuarias Confederación Intercooperativa Agropecuaria Limitada
(Coninagro), Sociedad Rural Argentina (SRA), Federación Agraria Argentina (FAA) y
Confederaciones Rurales Argentina (CRA) unificaron sus esfuerzos a partir de la
constitución de la denominada “Mesa de Enlace” e iniciaron un paro de 48 horas
exigiéndole al gobierno nacional dejar sin efecto el sistema de retenciones móviles,
considerado como fiscalista y recaudatorio.
En medio de un clima de tensión en aumento, el paro y las asambleas en las rutas
continuaron prolongándose hasta que el día 25 de marzo los productores agropecuarios
extendieron la protesta por tiempo indeterminado. Ese mismo día la presidente pronuncia el
primer discurso en relación al conflicto no solo cuestionando el lock out patronal sino
también calificándolo de “piquete de la abundancia”, intentando compararlo con los
piquetes ocurridos durante la crisis económica del año 2001:
Recuerdo esa Argentina de los años 2003, 2002, 2001, miles de argentinos en
piquetes, cortando calles, rutas porque les faltaba trabajo, porque hacía años que habían
perdido su trabajo o, tal vez, en el 2001, porque se habían apropiado de los depósitos de
pequeños ahorristas de la clase media. Eran los piquetes de la miseria y la tragedia de los
argentinos (….)
Estos piquetes son casi un paso de comedia. Los lleva adelante el sector que
mayor rentabilidad consiguió en los últimos cuatro o cinco años. Es una conducta rara,
cuando hay pérdidas debemos socializarlas cuando las vacas vienen gordas, las ganancias
para ellos y las penitas para los demás (Geada, 2010).
La virulencia adquirida por el conflicto entre el gobierno y el “campo” tuvo su expresión en
definiciones de carácter político de ese tenor como aquellas formuladas por el colectivo
Carta Abierta11: así, en su primera comunicación pública, definía el clima político de
aquellos días en los siguientes términos:

Como en otras circunstancias de nuestra crónica contemporánea, hoy asistimos


en nuestro país a una dura confrontación entre sectores económicos, políticos e
ideológicos históricamente dominantes y un gobierno democrático que intenta
determinadas reformas en la distribución de la renta y estrategias de
intervención en la economía. La oposición a las retenciones -comprensible
objeto de litigio- dio lugar a alianzas que llegaron a enarbolar la amenaza del
hambre para el resto de la sociedad y agitaron cuestionamientos hacia el
derecho y el poder político constitucional que tiene el gobierno de Cristina
Fernández para efectivizar sus programas de acción, a cuatro meses de ser
elegido por la mayoría de la sociedad.

11
En su blog Carta Abierta es definido como “un espacio de participación para la discusión y la intervención en las
políticas públicas, en defensa de un gobierno democrático popular amenazado, preservando siempre la libertad de crítica”.
Un clima destituyente se ha instalado, que ha sido considerado con la categoría
de golpismo. No, quizás, en el sentido más clásico del aliento a alguna forma
más o menos violenta de interrupción del orden institucional. Pero no hay duda
de que muchos de los argumentos que se oyeron en estas semanas tienen
parecidos ostensibles con los que el pasado justificaron ese tipo de
intervenciones, y sobre todo un muy reconocible desprecio por la legitimidad
gubernamental (Espacio Carta Abierta, 2008).

La repercusión que adquiere el término “destituyente” es analizada en una obra de la


ensayista Beatriz Sarlo:

Durante el conflicto con el campo, los intelectuales de Carta Abierta


propusieron un adjetivo para calificar a los opositores y sus acciones:
destituyente, clima destituyente. Adoptado de inmediato por el gobierno, tuvo
gran éxito. Fue el primer gran aporte de Carta Abierta al discurso kirchnerista
y, al señalarlo no estoy disminuyendo la importancia del grupo, sino por el
contrario, mostrando de que modo el hecho de caracterizar una situación y un
antagonista tiene una importancia capital. Se usaron muchas otras palabras
(oligarquía, clases dominantes entre las más repetidas) pero “destituyente”
alcanzo la máxima capacidad descriptiva y valorativa entre quienes apoyaban
al gobierno y obligo a los demás a discutir su exactitud

(….)El éxito de la caracterización “destituyente” no estuvo sostenido porque se


la usara en el campo kirchnerista; tal limitación habría significado que solo
una de las partes en conflicto reconocía su poder descriptivo. El éxito fue
también que los opositores a la resolución 125 discutieron sobre el sentido del
adjetivo, y rechazaron que se los identificase con una práctica política que
evocaba una agresión debilitante del orden democrático, aunque no significara
un golpe. “Destituyente” entro en el lenguaje político (Sarlo, 2011).

Así también resulta interesante destacar el rol que este grupo de intelectuales asigna a los
medios de comunicación en relación a la presentación del conflicto por parte de los
mismos:

En la actual confrontación alrededor de la política de retenciones jugaron y


juegan un papel fundamental los medios masivos de comunicación más
concentrados, tanto audiovisuales como gráficos, de altísimos alcances de
audiencia, que estructuran diariamente «la realidad» de los hechos, que
generan «el sentido» y las interpretaciones y definen «la verdad» sobre actores
sociales y políticos desde variables interesadas que exceden la pura búsqueda
de impacto y el rating. Medios que gestan la distorsión de lo que ocurre,
difunden el prejuicio y el racismo más silvestre y espontáneo, sin la
responsabilidad por explicar, por informar adecuadamente ni por reflexionar
con ponderación las mismas circunstancias conflictivas y críticas sobre las que
operan.
Esta práctica de auténtica barbarie política diaria, de desinformación y
discriminación, consiste en la gestación permanente de mensajes
conformadores de una conciencia colectiva reactiva. Privatizan las conciencias
con un sentido común ciego, iletrado, impresionista, inmediatista, parcial.
Alimentan una opinión pública de perfil antipolítica, desacreditadora de un
Estado democráticamente interventor en la lucha de intereses sociales (Espacio
Carta Abierta, 2008).

Luego de meses de conflicto entre el poder ejecutivo y el sector agropecuario representado


por la Mesa de Enlace, la presidente Cristina Fernández de Kirchner decide enviar al
congreso nacional el 19 de junio de 2008 un proyecto de ley ratificatorio de la resolución
125 del ministerio de Economía del 11 de marzo firmada por el ministro de Economía y
Finanzas Públicas Martín Lousteau y sus modificatorias (141/08, 64/96, 284/08 y 285/08)
por medio del cual se redefinía el sistema de retenciones a las exportaciones de trigo, maíz,
soja y girasol, creando un sistema móvil que dependía de la evolución del precio
internacional del grano.
A través de ese proyecto se establecía la creación de un fondo de redistribución social
destinando un 60% a la construcción de hospitales públicos y centros de salud, un 20% a
viviendas populares urbanas o rurales y el 20 % restante a la construcción de caminos
rurales, cuya ejecución estaría descentralizada quedando en consecuencia a cargo de las
provincias.
El proyecto de ley ratificatorio de la resolución 125 es tratado y aprobado en la sesión del 4
de julio de 2008 por 129 votos afirmativos, 122 negativos, 2 abstenciones y 3 ausencias,
siendo luego de la media sanción el proyecto enviado al senado nacional. Los días 16 y 17
de julio es tratado el dictamen de la mayoría quedando la votación empatada: 36 votos por
la opción afirmativa, 36 votos negativos.
De acuerdo al artículo 57 de la constitución nacional, en caso de empate en una votación
desarrollada en la cámara alta, corresponde al presidente de la cámara, el vicepresidente de
la nación, ejercer el voto. El Ingeniero Julio Cobos propuso a los presidentes de los bloques
legislativos con mayor representación pasar a un cuarto intermedio para intentar arribar a
una solución de consenso, entendiendo el entonces vicepresidente que el empate era reflejo
de la división social existente como resultado del conflicto agropecuario. Esta propuesta de
cuarto intermedio es rechazada tanto por el presidente del bloque oficialista, Miguel
Pìchetto como así también por el del principal bloque opositor en el senado, la Unión
Cívica Radical, Ernesto Sanz. Julio Cobos termina votando en forma “no positiva”
quedando rechazado el proyecto de ley.
En el marco de la confrontación con el grupo Clarín se inscribe la aprobación de la ley de
medios de comunicación audiovisual12 sobre la base de tres argumentos, que entendemos

12
Con fecha del 29 de Octubre de 2013 se conoció el dictamen de la Corte Suprema de Justicia a favor de la
constitucionalidad de la Ley 26522 (Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual). Ver versión sintética en Centro de
Información Judicial: “La Corte Suprema declaró la constitucionalidad de la Ley de Medios” http://www.cij.gov.ar/nota-
12394-La-Corte-Suprema-declar--la-constitucionalidad-de-la-Ley-de-Medios.html
También puede consultarse la versión completa del fallo en Corte Suprema de Justicia:” Grupo Clarín y otros c/Poder
Ejecutivo Nacional y otros/acción meramente declarativa”. Buenos Aires, 29 de Octubre de 2013.
principales, esgrimidos desde el oficialismo para sustentar la relevancia y la necesidad de la
sanción de esta propuesta legislativa.
El primero de ellos sostiene que la sanción de esta iniciativa está destinada a saldar una
deuda de la democracia argentina instaurada en 1983, siendo esta la primera presentada a lo
largo de estos 26 años transcurridos en democracia. El segundo argumento se basa en la
necesidad de una auténtica democratización de la propiedad de los medios de
comunicación, amenazada por la existencia de organizaciones empresariales con presencia
predominante en el mercado audiovisual. El tercer y último, vinculado con el anterior,
permite plantear la necesidad de un auténtica libertad informativa acicateada por la
presencia de carteles y grupos mediáticos de carácter concentrado que han transformado la
libertad de prensa en libertad de empresa.

El 16 de septiembre de 2009 se desarrolló una sesión especial de la cámara de Diputados


para tratar los cinco dictámenes (uno por la mayoría y cuatro por la minoría) que surgieron
del plenario de las comisiones de Comunicaciones e Informática, de Presupuesto y
Hacienda, y de Libertad de Expresión.

Los bloques de la Unión Cívica Radical, la Coalición Cívica, Propuesta Republicana y del
peronismo disidente expresaron objeciones reglamentarias y luego abandonaron la sesión.
Finalmente, tras 14 horas de debate, a la 1:20 de la mañana del 17 de septiembre, el
proyecto fue aprobado en general por 147 votos a favor, 4 en contra y 1 abstención

El 10 de octubre de 2009, con 44 votos a favor y 24 en contra, el Senado argentino aprobó


la Ley de Servicios Audiovisuales que ya contaba con media sanción de la Cámara de
Diputados tras una maratónica sesión que duró casi 20 horas.

De todas maneras merece ser destacado el carácter “épico” que han adquirido las batallas
políticas que ha encarnado el gobierno de Cristina Fernández13, siendo más importante
mantener en alto determinadas banderas –la lucha contra los monopolios mediáticos o la
democratización de la justicia- que las propias consecuencias de la puesta en marcha de
dichas contiendas políticas.
Así también la permanencia en el tiempo de iniciativas como la ley de emergencia
económica no nos permite afirmar que se ha inaugurado una nueva etapa en lo referente a la
calidad de las instituciones democráticas, aunque, como sostuviéramos precedentemente, ha
sido escasa en esta etapa la recurrencia a los decretos de necesidad y urgencia como
herramienta para la decisión política durante las presidencias de Cristina Fernández.
En función de lo expuesto podemos afirmar que, en definitiva, el “kirchnerismo” en su
diferentes etapas representa la continuación por otros fines –más que por otros medios- del
estilo decisionista de gobierno instaurado durante los años de Carlos Menem, ratificado y

13
Impronta más presente a partir del fallecimiento de Néstor Kirchner -27 de Octubre de 2010- y la unificación de la
jefatura política e institucional en Cristina Fernández. Por cierto el sello de Cristina se encuentra presente en otras
iniciativas políticas consideradas clave, por ejemplo el apartamiento del círculo político de la presidente de figuras con
vínculos estratégicos con el expresidente como Hugo Moyano
profundizado durante las gestiones de Fernando De La Rúa (1999-2001), Alberto
Rodríguez Saá (2001) y Eduardo Duhalde (2002-2003) que lo sucedieron.

4. Conclusiones
¿Puede ser que en nuestro país cada vez que asume la presidencia
Un personal gubernamental se anuncie una mutación del sistema
de valores?

(….) Como si existiera un grado cero de la cultura. Santos, mártires, excomulgados,


Una nueva epifanía consagra al poder de turno
y se proclama al reciente victorioso de una batalla cultural

Tomás Abraham,
La lechuza y el caracol. Contrarrelato político (2012)

Ha sido el propósito del presente trabajo analizar los cambios que acontecieron durante las
experiencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner en el poder, como así
también las continuidades en relación a la década de 1990.

Esta aproximación ha sido llevada a cabo teniendo en consideración que, si hay algo que no
ha estado ausente durante las experiencias de Néstor y Cristina Kirchner, esto ha sido
precisamente la inclinación a inaugurar un nuevo tiempo histórico, siendo el 2003 el
momento de quiebre de la historia hasta entonces vivida. La construcción de este nuevo
relato político tuvo como marco de fondo la crisis terminal de la Argentina entre finales del
año 2001 y comienzos del año 2002.

Cuatro serían los pilares sobre los cuales se plantea la existencia de este “nuevo tiempo
histórico” de la política argentina: la puesta en marcha de un nuevo modelo de desarrollo
productivo con inclusión social y radical redistribución del ingreso, la mejora en la calidad
de las instituciones democráticas, la puesta en marcha de una política en el terreno de los
derechos humanos que viene a finalizar con un ciclo de impunidad consagrado en las leyes
de Punto Final y Obediencia Debida dictadas durante el gobierno de Raúl Alfonsín, y los
indultos de Carlos Menem y la recuperación del rol del estado, ausente durante los años
´90.

En función de los argumentos expuestos pudimos llegar a la conclusión que, en definitiva,


el “kirchnerismo” representa la continuación por otros fines –más que por otros medios- del
estilo decisionista de gobierno instaurado durante los años de Carlos Menem, ratificado y
profundizado durante las gestiones de Fernando De La Rúa (1999-2001), Alberto
Rodríguez Saá (2001) y Eduardo Duhalde (2002-2003) que lo sucedieron.
Por cierto que, como hemos señalado en el trabajo, durante el gobierno de Raúl Alfonsín
también estuvo presente esa pretensión fundacional, estableciendo el año 1983 como
frontera entre la democracia y la dictadura, en las postrimerías de un régimen militar en
franca y desordenada retirada tras la debacle militar de Malvinas.
Con la asunción de Carlos Menem en 1989, en medio de la vorágine hiperinflacionaria que
obligo a la entrega anticipada del poder por parte de Raúl Alfonsín, el propio año ´89 se
constituyó en la nueva bisagra de la política argentina, estableciendo de hecho una
continuidad entre gobiernos civiles, militares, democráticos o pseudo democráticos en tanto
expresiones de un mismo modelo de estado desde la segunda posguerra.
Así el círculo “no virtuoso” Crisis-Emergencia-Refundación Política aparece de manera
recurrente: con la profundización de la crisis, la apelación a la definición de la crisis como
emergencia (institucional, económica y/o social) encuentra su oportunidad más propicia de
producción/circulación y también el resurgimiento de propuestas que vienen a reinterpretar
un nuevo ciclo político como la oportunidad para la transformación radical del estado y la
sociedad; agotado el mismo se abre la puerta hacia una nueva crisis y reinicio del ciclo….el
gran desafío es intentar evitar la reedición del círculo.

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Capítulo VII

De Tabaré Vázquez a José Mujica:


Un balance de los gobiernos del Frente Amplio en Uruguay (2005-2014)
Adolfo Garcé

1. Introducción
Toda gestión de gobierno es una mezcla de restricciones políticas e institucionales y
perfiles personales, de sueños fundacionales (explicitados, o no, en los programas
partidarios) y factores contextuales. Siguiendo esta pista, en este capítulo se examinan y
comparan los dos gobiernos consecutivos del Frente Amplio-FA en Uruguay, el de Tabaré
Vázquez (2005-2009) y el de José Mujica (2010-2014).

Como no hay forma de empezar a entender lo que pasó durante esta década de
administraciones frenteamplistas sin remontarse a los comienzos y recorrer los principales
hitos de los años previos, en esta introducción se repasa la evolución del FA desde su
fundación en 1971 a su primera victoria electoral en octubre de 2004. Además, se presentan
algunos de los rasgos generales del FA en tanto partido de gobierno, prestando especial
atención a la tradición ideológica, programática y discursiva frenteamplista. En la sección
siguiente se formula el prisma analítico que, se aplicará, más adelante, de modo sucesivo, a
las gestiones de ambos presidentes, Vázquez y Mujica. En la conclusión se sintetizan los
hallazgos y se formulan algunas conjeturas acerca del, altamente probable, tercer mandato
frenteamplista (2014-2019).

***

El FA fue fundado en 1971, cuando el país ya se deslizaba hacia el autoritarismo que se


instalaría dos años después. Se concretaba así el sueño, largamente anhelado por varias
generaciones de militantes e ideólogos, de la “unidad de la izquierda”. Además de
comunistas (PCU) y socialistas (PS), doctrinariamente marxista-leninista, que habían
venido cada uno por su lado, desde principios de los sesenta, impulsando la formación de
coaliciones de izquierda, participaron en la fundación del Frente Amplio algunos otros
grupos políticos de configuraciones doctrinarias distintas. Entre ellos, hay que mencionar a
las organizaciones políticas escindidas de los partidos tradicionales, como la “lista 99”, el
movimiento liderado por Zelmar Michelini (ex senador y Ministro del Partido Colorado) y
al Partido Demócrata Cristiano (pequeño, pero influyente en las clases medias y
profesionales).

El MLN-Tupamaros, un actor clave en la coyuntura anterior al quiebre de la democracia,


ante la irrupción del FA adoptó una posición que definió como “apoyo crítico”. Aunque
mantuvo su fuerte escepticismo ante el “camino electoral” (para los tupamaros, desde su

Instituto de Ciencia Política. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de la República.
[email protected]
fundación, participar en las elecciones era perder el tiempo), propició la formación de una
organización política legal (el Movimiento 26 de Marzo) buscando, por un lado, canalizar
la preferencia de los simpatizantes de la guerrilla hacia la nueva formación política y, por el
otro, no quedar aislados de una experiencia política de resultado incierto.

Durante el lapso de la dictadura el FA fue duramente perseguido por el régimen. El General


Líber Seregni, su candidato a la presidencia en 1971, fue tomado prisionero y liberado
recién en marzo de 1984, apenas unos meses antes de las elecciones de noviembre que
señalaron el punto clave de la transición hacia la democracia y en las que resultó electo
Julio María Sanguinetti, del Partido Colorado (PC). Seregni, a pesar de haber sido puesto
en libertad, no pudo participar en esas elecciones como candidato del FA. Al igual que
Wilson Ferreira Aldunate del Partido Nacional (PN), permanecía “proscripto” por las
autoridades. (Yaffé, 2005). El FA, a pesar de la persecución sistemática de sus cuadros y
militantes, y de algunos conflictos estratégicos y tácticos internos intensos, logró sobrevivir
a la dictadura. Su decisiva participación en el Pacto del Club Naval (la negociación entre la
cúpula militar del régimen y la mayoría de los partidos de oposición –el Partido Nacional
optó por no participar en ellas, entre otras razones, porque su principal líder, el ex senador
Wilson Ferreira Aldunate había sido tomado prisionero al regresar del exilio, dos semanas
antes de la instalación de la mesa de negociaciones, el 16 de julio de 1984) le permitió
emerger a la democracia convertido en un actor político clave.

Durante las dos décadas siguientes, entre 1985 y 2004, el FA experimentó un crecimiento
electoral extraordinario (pasó del 21% al 52%). Como explicara perfectamente Jaime Yaffé
(2005:66,161), para entender el constante crecimiento del FA en ese lapso hay que tomar en
cuenta que este partido tuvo una estrategia que combinó moderación programática (“el giro
hacia el centro” que suelen recorrer los partidos de izquierda una vez que se deciden a
ganar elecciones) y la confrontación sistemática con los sucesivos gobiernos. El liderazgo
de Tabaré Vázquez fue clave en ambas dimensiones. Vázquez impulsó la moderación
programática pero también se convirtió en un durísimo fiscal de los gobiernos colorados y
blancos. Veamos estas dos dimensiones por separado.

Vázquez y la moderación programática. El ascenso de Vázquez fue tan casual como


fulgurante. Luego de la escisión del PDC y de la lista 99 (liderada por Hugo Batalla desde
el asesinato de Zelmar Michelini en 1976), el arquitecto Mariano Arana, aunque
permaneció en el FA, no aceptó ser el candidato frenteamplista a la Intendencia de
Montevideo. En ese contexto surgió el nombre de Vázquez, un exitoso oncólogo socialista
de origen humilde y vinculado al mundillo del fútbol profesional pero con escasa actuación
política hasta ese momento. Desde sus primeros actos durante esa campaña electoral, tirios
y troyanos supieron que el nuevo líder tenía un gran potencial como candidato. Desde sus
primeros actos de campaña demostró que era capaz de armonizar con ingenio su
adscripción política e ideológica al Partido Socialista con un discurso público sin
estridencias ni ideologismos, que intentaba suturar las propuestas frenteamplistas a algunas
de las más influyentes tradiciones políticas del país, como el batllismo (de los colorados) y
el nacionalismo (característico de los blancos). Aunque en ese momento las elecciones
nacionales y departamentales todavía eran simultáneas y estaban vinculadas (no se podía
votar a partidos diferentes), suele admitirse que el nuevo candidato ayudó a que el FA
lograra su primera victoria electoral importante.
El gobierno de Montevideo fue el punto de llegada de un largo proceso de crecimiento de la
izquierda uruguaya. Pero, al mismo tiempo, fue el punto de partida fundamental para el
despegue político ulterior de Vázquez y del propio FA. Esta gestión, que abrió un largo
ciclo de gobiernos frenteamplistas en la capital del país (el FA sigue todavía, 24 años
después, administrando Montevideo), funcionó como un auténtico trampolín para su carrera
ulterior: durante esos años se las ingenió para mostrar que un gobierno de izquierda podía
combinar énfasis sociales con eficacia, y participación popular con ejercicio de la autoridad
(Garcé, 2007). Si, a partir de las elecciones de 1989, el nombre de Vázquez quedó asociado
para los frenteamplistas a la posibilidad real de ganar elecciones, su gestión envió otro
mensaje fundamental hacia los no frenteamplistas: el FA era capaz de gobernar sin
radicalismos y sin pagar excesivo tributo a la ideología. Desde la gestión de Montevideo,
Vázquez demostró que aquél buen candidato también podía ser un buen gobernante, que
pese a pertenecer al Partido Socialista podía ser un gobernante pragmático. Por eso mismo,
sobre el final de su gestión como Intendente, varios grupos de izquierda (dentro y fuera de
tiendas frenteamplistas) que pensaban que el FA debía “correrse hacia el centro”,
vislumbraron en Vázquez al líder capaz de encabezar la transformación del FA desde su
enfoque fundacional tributario del dependentismo, explícitamente “antioligárquico” y
“antiimperialista”, fuertemente estatista y planificador, y de tácito horizonte socialista, a un
perfil mucho más moderado de socialdemocracia market friendly.

Para entender lo que pasó después es fundamental tomar nota que el FA, desde el principio,
nació con reglas internas de tono consensualista (sin este tipo de definiciones jamás los
grupos pequeños como el Partido Demócrata Cristiano se hubieran atrevido a aliarse con el
poderoso Partido Comunista). Según el estatuto del FA, el programa es aprobado por el
Congreso (artículo 94), a propuesta del Plenario Nacional (artículo 71), por mayoría de 2/3
de los congresistas presentes (artículo 96). La regla de los 2/3, en el contexto de un
congreso como el del FA en el que, habitualmente, predominan militantes francamente de
izquierda (los comunistas suelen tener al menos 1/3 de los congresistas), hace que los
cambios en el programa sean realmente muy difíciles (Garcé y Yaffé, 2013:476-477). Por
eso mismo, los grupos que querían impulsar la moderación del programa frentista eligieron
construir un by-pass a la estructura del FA en torno a la candidatura presidencial de Tabaré
Vázquez, la estrella en ascenso. Ese by-pass se llamó Encuentro Progresista-EP.

El EP fue una alianza entre el Frente Amplio y pequeños grupos no frenteamplistas


escindidos, entre 1993 y principios de 1994, de los demás partidos. Esta estrategia funcionó
a la perfección: en julio de 1994 el Congreso del FA no aprobó ninguna modificación
programática relevante. El programa aprobado por el Congreso siguió teniendo el perfil
estatista y francamente de izquierda con el que el FA había comparecido públicamente en la
elección anterior. Sin embargo, el mismo congreso, luego de complejísimas negociaciones,
aprobó la participación del FA en la nueva alianza, más amplia todavía, que se venía
construyendo en torno a Vázquez. La plataforma electoral de la nueva coalición sí removió
las propuestas programáticas más radicales que el congreso no había podido eliminar. En
suma, 1994, desde el punto de vista programático, fue un año complejo y fundamental. El
FA, como partido, no hizo cambios fundamentales en su programa. Pero, al formar parte de
una coalición todavía más amplia (el Encuentro Progresista), aprobó una plataforma
electoral sensiblemente más moderada. Aunque la tensión entre el programa aprobado por
los congresos del FA y la plataforma electoral nunca desapareció completamente, poco a
poco, fue disminuyendo. Congreso tras congreso, el programa frenteamplista se fue
moderando (Yaffé, 2005; Lorenzoni y Pérez, 2013). Elección tras elección, el programa
frenteamplista fue convergiendo con la plataforma electoral del Encuentro Progresista
(Garcé y Yaffé, 2004).

Vázquez y la oposición sistemática. Desde el punto de vista programático, recorriendo el


sinuoso camino que acaba de sintetizarse, la izquierda se fue moderando. En ese sentido,
como ha dicho Jorge Lanzaro, “se fue acercando a los uruguayos”. Pero también, como él
mismo señalara, al mismo tiempo, “los uruguayos se fueron acercando a la izquierda”
(2000, 2004). En ese acercamiento de los uruguayos a la izquierda jugó un papel muy
importante el segundo elemento de la estrategia política de confrontación sistemática con
los partidos tradicionales impulsada por Tabaré Vázquez con el apoyo de la mayoría del
FA. Esta estrategia fue doblemente funcional para Vázquez. En primer lugar, le permitió
desplazar a Líber Seregni del liderazgo frenteamplista. Durante el año 1995, Seregni (como
presidente del FA), había participado activamente en las negociaciones políticas
convocadas por Julio María Sanguinetti, que había iniciado en marzo de ese año su segundo
mandato. El objetivo de estas negociaciones era acordar entre todos los partidos políticos
una reforma constitucional que permitiera “modernizar” los partidos políticos (eliminando
el Doble Voto Simultáneo) y asegurar la gobernabilidad (mediante el reforzamiento del
poder político del presidente, en otros mecanismos, a través de la incorporación del
balotaje). Seregni renunció a la presidencia de la estructura política frenteamplista cuando
Tabaré Vázquez manifestó públicamente que no apoyaría la reforma propuesta (a pesar de
haber sido acordada por el propio Seregni con los líderes políticos de los demás partidos).
A partir de ese momento, quedó muy claro que Vázquez tenía una diferencia fundamental
con Seregni (y también con Astori, que se alineó con el líder declinante para pugnar por la
sucesión): Vázquez privilegiaría la confrontación con colorados y blancos sobre la
negociación. Para Seregni el FA debía aparecer frente a la ciudadanía, como al final de la
dictadura gracias a su participación en el Pacto del Club Naval, como un partido “maduro”,
“responsable”, capaz de acordar con los otros. Para Vázquez, por el contrario, para ganar
espacio en el electorado, el FA debía aparecer como un partido “distinto” a los partidos
tradicionales y, para eso, debía subrayar lo más nítidamente posible todo el tiempo sus
diferencias con los elencos gobernantes.

En segundo lugar, la estrategia de la confrontación sistemática le permitió posicionar al FA


como la principal alternativa a la hegemonía de los partidos tradicionales. Al privilegiar el
choque con colorados y blancos Vázquez se aseguró desplazar a Seregni y triunfar sobre
Astori en la lucha por la sucesión del viejo dirigente. Pero, al mismo tiempo, logró que el
FA capitalizara el gran descontento instalado en la opinión pública luego de la crisis de
2002. En el lapso 1985-2004, sobre un total de 240 meses, colorados y blancos gobernaron
en coalición 151 meses, es decir, el 63% del tiempo total (Garcé, 2011). No lo hicieron por
mero capricho. Más allá de diferencias conceptuales que no siempre eran menores, en lo
esencial, compartían una agenda de gobierno orientada a liberalizar la economía y combatir
la inflación: apertura comercial, equilibrio fiscal, desregulaciones, privatizaciones, políticas
sociales enfocadas en los sectores más vulnerables. Al mismo tiempo que colorados y
blancos, hombro con hombro, empujaban lentamente el proceso de reformas estructurales,
el FA se consagró a ejercer sin medias tintas el papel de oposición. La confrontación
sistemática con las iniciativas de colorados y blancos constituyó una parte fundamental de
su posicionamiento político. Esta estrategia le permitió al FA capitalizar el extendido
descontento ciudadano derivado de la profunda crisis económica del lapso 1999-2002
(caída del PBI, colapso del sistema financiero, 20% de desocupación, 30% de pobreza).

Desde luego, este posicionamiento político, especialmente la insistencia en que era posible
“otra política económica”, al mismo tiempo cargó al FA con una responsabilidad muy
pesada. La izquierda, una vez en el gobierno, debería ser capaz de llevar adelante políticas
pública y notoriamente distintas a las implementadas por colorados y blancos. Esta
promesa, fundamental, a la larga, se convirtió en una piedra en el zapato.

***
A partir del 1º de marzo de 2005 Uruguay ingresó en una nueva etapa de su vida
democrática. Esta nueva etapa está estrechamente ligada a Tabaré Vázquez y José Mujica,
los dos líderes que tuvieron la responsabilidad de ocupar la Presidencia de la República.
Cada uno de los dos gobiernos lleva, sin lugar a dudas, la impronta de sus propios estilos y
preferencias personales. Sin embargo, todavía más importante que tomar nota de sus
respectivos y personalísimos perfiles políticos, es tomar en cuenta que ejercieron su cargo
en el marco de ciertas restricciones institucionales y políticas. A la hora de explicar qué
hicieron y qué dejaron de hacer es fundamental reparar en estos límites. A analizar estas
restricciones está dedicada la sección siguiente.

2. Marco analítico: liderazgos e instituciones


En algunos sistemas políticos los presidentes tienen las manos mucho más libres que en
otros. Los presidentes uruguayos no tienen las manos libres porque las estructuras políticas
dividen el poder. Latorre, que ejerció la presidencia durante el llamado “militarismo” en el
último cuarto del siglo XIX dijo que “los uruguayos son ingobernables”. Otro presidente,
Jorge Batlle, tocando la misma tecla pero más de un siglo después, sostuvo que “Uruguay
es el país del empate”. En Uruguay, “ese reino del casi” como lo denominara Carlos Real
de Azúa (2000) en uno de sus ensayos más conocidos escrito a principios de los setenta,
incluso cuando tienen mayoría parlamentaria, los presidentes enfrentan restricciones
institucionales y políticas realmente significativas. Si hubiera que sintetizar en un solo
concepto dónde está la clave más importante de la restricción del poder presidencial habría
que decir que reside en la trama hondamente pluralista de la polity uruguaya. Esta tónica
general de dispersión del poder, claramente vigente desde fines del siglo XIX, solamente se
ha interrumpido durante los lapsos de regímenes autoritarios. (Lanzaro, 2004).

La división del poder no fue, como en EEUU, producto de la lucidez de los “padres
fundadores” que heredaron y reprodujeron con brillo varios siglos de costosos aprendizajes
institucionales acerca de cómo limitar el poder de la Corona en Gran Bretaña. En Uruguay,
en verdad, la división del poder fue más el resultado de la dinámica política concreta que de
la visión de un “legislador extraordinario”. El poder se dividió porque ninguno de los
numerosos intentos de construcción de hegemonía logró prosperar. Fracasaron los
“doctores” cada vez que intentaron eliminar la influencia “caudillista” de la política
nacional (prohibiendo, en la primera constitución, la participación de los militares en el
Parlamento; enviando al exilio a Fructuoso Rivera durante la Guerra Grande; “aboliendo”
las “divisas” durante la llamada “política de fusión”). Fracasaron los caudillos colorados y
blancos en sus mutuos intentos de aniquilación. Los colorados, a la larga, especialmente
después de la Paz de Abril de 1872 que inauguró la “coparticipación” (primero territorial,
mediante el reparto de las jefaturas políticas de los departamentos; luego funcional, sobre la
base de la distribución de zonas de influencia –por ende, de cargos- en la administración
pública), no tuvieron más remedio que aceptar compartir el poder con los blancos.

En términos estrictamente institucionales, a pesar de la existencia de los checks and


balances propios del diseño presidencialista importado desde EEUU luego del ciclo de las
guerras independentistas, el poder del presidente en Uruguay está lejos de ser desdeñable.
En realidad, desde el punto de vista formal, el poder del presidente uruguayo es superior al
del presidente de los EEUU (iniciativa privativa en ciertas materias, veto total y parcial,
etcétera). En particular, los poderes institucionales del presidente uruguayo han ido
creciendo desde la reforma de la Constitución plebiscitada en 1966. En ese momento, en
plena crisis, la mayoría de los dirigentes de los partidos tradicionales reaccionaron contra la
estructura colegialista consagrada en la reforma constitucional anterior, que entró en
vigencia en 1952, y se orientaron a aumentar la incidencia del Presidente en la gestión de
gobierno y el proceso legislativo. (Chasquetti, 2003). La reforma posterior, aprobada a fines
de 1996, apuntó en la misma dirección.

Sin embargo, su fortaleza institucional contrasta con su debilidad política (González, 1993).
La debilidad política del presidente deriva de varias circunstancias. En primer lugar, de la
naturaleza de los partidos políticos. Como ha señalado González refiriéndose a los partidos
tradicionales aunque esto vale obviamente también para el FA, nuestros partidos “casi
siempre (…) han sido coaliciones relativamente flexibles de fracciones (1993:30-31). De
esto se deriva que, como norma general, el presidente no es el líder del partido sino el de su
fracción más poderosa. Por tanto, incluso cuando su partido obtiene mayoría parlamentaria,
el contingente legislativo que verdaderamente responde al liderazgo presidencial es menor
a la mayoría absoluta de legisladores. Dicho en otros términos: la fraccionalización de los
partidos determina que el presidente, en verdad, siempre esté en minoría. En segundo lugar,
en general, los presidentes son sometidos a un fuerte control por parte de la oposición.
Dicho de otra forma, la oposición tiende a ser políticamente relevante. En tercer lugar, el
presidente también debe compartir el poder con actores sociales. Empresarios, sindicatos,
ONGs y centros académicos, dependiendo de cuáles sean los asuntos de la agenda y de
otras circunstancias, inciden en la agenda, las alternativas y la implementación de las
políticas.

Pero los presidentes uruguayos no solamente deben aceptar compartir el poder con otros
actores políticos y sociales. Además suelen tener que renunciar a algunas de sus
convicciones para poder ganar elecciones. La regla de la mayoría absoluta, en este sentido,
es una limitación muy poderosa. Tal como enseñan los manuales de sistemas electorales,
para alcanzar el umbral del 50% de los votos, los candidatos precisan convencer a los
electores más centristas. Esto los obliga, a su vez, más allá de sus preferencias, a moderar
sus plataformas electorales. La otra cara de la regla de la mayoría absoluta, y muy
especialmente del balotaje, es que los presidentes inician sus mandatos con niveles de
popularidad realmente muy altos. Esto los alienta a intentar superar restricciones, a menudo
buscando apoyos más allá de sus propios partidos. En Uruguay, en este sentido, la reforma
constitucional que entró en vigencia en 1997, representa un punto de inflexión. La
introducción de la candidatura única por partido y del balotaje confirió a los presidentes
electos un poder simbólico nada menor. Sin embargo, al mismo tiempo, la regla de la
mayoría absoluta obligó a los candidatos a moderar sus plataformas electorales.

El argumento anterior no debe ser llevado al extremo. Es evidente que los presidentes en
Uruguay no son todopoderosos. Enfrentan diversas limitaciones nada triviales. Sin
embargo, no sería correcto concluir que, lisa y llanamente, carecen del poder suficiente
como para liderar transformaciones de relieve en las políticas públicas. Desde luego, para
hacerlo, están obligados a tomarse el trabajo de persuadir a la opinión pública, construir
coaliciones de reforma, y negociar pacientemente con diversos actores si quieren remover
obstáculos reales y eludir vetos potenciales.

La plataforma programática elaborada por cada partido durante la campaña electoral es, en
general, una buena síntesis de las preferencias sustantivas de los principales actores (recoge
las tensiones internas y toma en cuenta los desafíos de los partidos opositores). Dada la
orientación hacia criterios de representación de carácter programático en la política
uruguaya a partir de la década del 70’ (Luna, 2007), los programas partidarios se han
convertido en el mejor predictor de las orientaciones de las políticas públicas uruguayas
entre elección y elección (Garcé y Yaffé, 2013). Por eso mismo, en el análisis de las
presidencias de Vázquez y Mujica que se presenta en las dos secciones siguientes, se
prestará especial atención a detallar el programa de gobierno con el que el FA compareció
ante el electorado en cada una de esas dos campañas.

3. La presidencia de Tabaré Vázquez


No fue el gobierno que muchos frenteamplistas esperaban. Como se verá en seguida,
algunas decisiones del presidente generaron frustración en los electores de izquierda. Pero
la presidencia de Vázquez estuvo lejos de ser intrascendente. La política económica, en
particular, cambió mucho menos de lo tanto opositores como “creyentes” esperaban. Pero
en otras políticas como la tributaria, laboral y, en general, en las políticas sociales, el
gobierno de Vázquez dejó clara la marca de su preferencia por la igualdad.

Programa de gobierno

La cuestión programática ocupó, desde el principio, un lugar muy especial en el FA. De


hecho, las organizaciones políticas que fundaron el FA en 1971 venían convergiendo, desde
mucho antes, en la crítica a la ausencia de programas de gobierno bien formulados en los
partidos tradicionales. Sostenían que tanto la centralidad del clientelismo como criterio de
representación política como la existencia de múltiples candidaturas presidenciales (Doble
Voto Simultáneo mediante) conspiraba contra la calidad tanto política como técnica de la
acción gubernativa de estos partidos. Por eso mismo, los fundadores del FA, desde el
comienzo, insistieron en que, el nuevo partido, a diferencia de los “viejos”, debía ofrecer un
solo candidato presidencial y un único programa de gobierno.
Después de la dictadura la obsesión tradicional por el programa se mantuvo. Como
expliqué más arriba, congreso tras congreso el FA fue moderando sus propuestas de
cambio, “soltando lastre” programático. Por eso mismo, a pesar de este amortiguado y
trabajoso viraje al centro, la hoja de ruta con la que Vázquez asumió el 1º de marzo de 2005
la presidencia estaba lejos de ser intrascendente. El programa establecía, entre otras, las
propuestas siguientes: Plan de Emergencia Social orientado a paliar la situación de los
hogares más pobres; reforma tributaria basada en el Impuesto a la Renta; nuevo Sistema de
Salud; reforma administrativa orientada a modernizar la gestión pública y favorecer la
participación ciudadana; políticas de promoción de innovación, ciencia y tecnología. Otro
punto clave del programa, y de la campaña electoral de Vázquez, fue la promesa de llevar
al 4,5% del PBI el presupuesto para la educación.

Estilo presidencial

Tabaré Vázquez, por tanto, no asumió la presidencia sin agenda. Al cabo de un largo
proceso de moderación y decantación, el FA había logrado tener al menos media docena de
ideas claras respecto a qué hacer desde el gobierno nacional. La gestión de estas
innovaciones y del gobierno, en general, tuvo los rasgos siguientes.

En primer lugar, el presidente optó por integrar al gabinete a los principales referentes de
cada uno de las grandes fracciones del FA. Como ha argumentado Chasquetti (2004), de
este modo el presidente habría buscado asegurar la gobernabilidad. Como ya fue dicho, el
FA obtuvo mayoría parlamentaria. El esquema de gobernabilidad esperable era el de un
gobierno de partido férreamente controlado por una oposición poco piadosa. El apoyo
disciplinado de la bancada parlamentaria frenteamplista a las propuestas del Poder
Ejecutivo. En segundo lugar, delegó ampliamente en todos y cada uno de sus ministros. En
particular, confió en Danilo Astori, su viejo rival en la disputa por la sucesión de Seregni en
el liderazgo del FA, el manejo de la política económica. De hecho, Astori y su potente
equipo de economistas, terminaron asumiendo un papel de supervisión de las políticas
públicas del gobierno en general. El protagonismo de Astori, un economista y político muy
respetado en el ambiente empresarial, primero, durante la recta final de la campaña
electoral (entre julio y octubre de 2004) y, después, en el gobierno, tuvo importantes
consecuencias sobre el gobierno. Por un lado, aseguró una imagen de solvencia y de
manejo profesional de la gestión y, por ende, le permitió al presidente ganar prestigio entre
empresarios y electores no frenteamplistas. Por el otro, le significó perder apoyo dentro del
FA, especialmente en su “ala izquierda”. En tercer lugar, Vázquez optó por asumir un perfil
bajo y no exponerse ante la opinión pública. Esto lo ayudó, seguramente, a preservar su
imagen.

Continuidades y cambios, frustraciones y realizaciones

Aunque, por lo ya dicho, en la política económica de Vázquez prevaleció la continuidad


sobre el cambio, el acceso del FA al gobierno implicó novedades significativas en tres áreas
muy importantes del modelo de desarrollo. En primer lugar, las políticas de promoción de
la innovación, la ciencia y la tecnología empezaron a adquirir centralidad. El hito principal
en esta materia fue la creación de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación
(ANII). En segundo lugar, el FA diseñó y llevó a la práctica una profunda reestructura del
régimen tributario. Invocando, a la vez, razones de eficiencia y criterios de justicia, el
equipo económico liderado por Astori, en el año 2007 logró la creación y puesta en
funcionamiento del Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF). Finalmente,
también se verificó un cambio profundo en el campo de las relaciones laborales.
Atendiendo una vieja aspiración del movimiento sindical, el FA volvió a instalar los
Consejos de Salarios que, como se señaló al describir las reformas estructurales por
Mercado realizadas en la década del noventa, habían sido discontinuados al comienzo de la
presidencia de Lacalle. De esta forma, a partir del triunfo del FA, el movimiento sindical
recuperó poder en la pulseada con los empresarios en torno al nivel de ingreso de los
trabajadores. En suma, a pesar de los cambios realizados (mayor regulación laboral y nueva
política tributaria), “en la política económica del gobierno del FA no hubo cambios
mayores respecto a de los gobiernos anteriores” (Mancebo y Narbondo, 2010:422).

El acceso del FA al gobierno trajo aparejado innovaciones más relevantes en las políticas
sociales. El mismo día que asumió la presidencia, Tabaré Vázquez envió al Parlamento el
proyecto de ley de creación del MIDES. Esta reforma institucional, además de operar como
símbolo de la nueva jerarquía que pasarían a tener las políticas sociales, alojó programas
ambiciosos y efectivos de combate a la pobreza y la exclusión. El más conocido de ellos
fue el Plan de Atención Nacional a la Emergencia Social (PANES), un Programa de
Transferencias Condicionadas focalizado en los hogares más pobres de todo el país similar
al que, durante la última década, han venido implementando otros países de la región. A
partir de enero de 2008 el PANES fue sustituido por el Plan de Equidad, que apuntó a
reconfigurar la matriz de protección social del país (Bango, 2009:285-286). En este marco,
se introdujeron cambios muy importantes al régimen de Asignaciones Familiares apuntando
a mejorar el ingreso de los hogares con niños (De Armas, 2010: 231). El acento en combatir
la pobreza infantil caracterizó las políticas sociales del FA. El fuerte aumento del Gasto
Público Social en Infancia registrado en el período constituye una manifestación directa de
esta voluntad: la participación del GPSI en el PIB creció desde 4% en 2004 a 5,5% en 2009
(De Armas, 2010: 235).

Además, el FA diseñó e implementó una muy ambiciosa reingeniería del sistema de salud.
Aquí también, como en la reforma tributaria, el FA apuntó al mismo tiempo a maximizar
dos objetivos: racionalizar el sistema, por un lado, volverlo más equitativo, por el otro. El
Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS) implementado por el FA modificó diversos
aspectos de esta política. En primer lugar, desde el punto de vista del modelo asistencial,
priorizó la atención primaria de la salud, haciendo especial énfasis en la prevención. En
segundo lugar, en materia de financiamiento, creó un Seguro Nacional de Salud sobre la
base de la unificación en el Fondo Nacional de Salud (FONASA) de los recursos aportados
por el Estado, los trabajadores y las empresas. En tercer lugar, en cuanto a la asignación de
los recursos del FONASA, estableció un mecanismo de pago a las instituciones (públicas y
privadas) prestadores de servicios de salud en función de cápitas por sexo, edad y metas
prestacionales definidas por el Ministerio de Salud. En definitiva, el SNIS representó un
fuerte giro hacia la equidad e implicó un fortalecimiento notorio del papel rector del Estado
en la política de salud (Fernández Galeano y Olesker, 2009; Setaro, 2010; Fuentes, 2010).

En materia de política exterior, durante la presidencia de Vázquez, se fortaleció el vínculo


con EEUU y se debilitó el lazo con los países del MERCOSUR. Durante el año 2005, los
parlamentarios frenteamplistas aprobaron, con algunas modificaciones, el Tratado Bilateral
de Inversiones con EEUU que había negociado el gobierno de Jorge Batlle. En mayo de
2006 el presidente Bush recibió a Vázquez en la Casa Blanca. En marzo del año siguiente,
fue el presidente norteamericano el que visitó a su par uruguayo. Las reuniones entre ambos
mandatarios se realizaron en el marco de las negociaciones acerca de cómo incrementar el
comercio entre los dos países. En el año 2005, tomando por sorpresa al ala izquierda del
FA, Vázquez dejó trascender que apoyaba el punto de vista de su ministro de Economía:
Uruguay debía intentar firmar un TLC con EEUU (Porzekanski, 2010:115-117).

Finalmente, las negociaciones entre EEUU y Uruguay no desembocaron en un TLC. El


binomio Vázquez-Astori no pudo avanzar por este camino porque una poderosa coalición
política y social se movilizó con mucha energía para impedir este desenlace. Esta coalición
estaba compuesta, entre otros, por la Cámara de Industrias del Uruguay, la central única de
trabajadores (PIT-CNT), el Partido Comunista, el Canciller Reinaldo Gargano y un grupo
reducido pero influyente de intelectuales de izquierda (Porzecanski, 2010:175-176). En
lugar de un TLC, el gobierno uruguayo terminó negociando un TIFA (Trade and
Investment Framework Agreement). Los TIFA son acuerdos de cooperación que suelen
firmarse para preparar el terreno de la negociación de un TLC (Porzecanski, 2010:193-
194).

Al mismo tiempo que el gobierno de Vázquez intentaba avanzar hacia un TLC con EEUU,
la relación de Uruguay con sus socios del MERCOSUR fue empeorando. El conflicto con
Argentina a propósito de la instalación de una gran fábrica de pasta de celulosa en el Río
Uruguay (que sirve de frontera con Argentina) fue una de la causas de la progresiva
desafección hacia el MERCOSUR de Vázquez. De todos modos, también en esto el
gobierno de Vázquez fue más continuista que rupturista. En verdad, el escepticismo hacia
el MERCOSUR se había instalado en buena parte de la elite política uruguaya durante el
gobierno de Batlle, como consecuencia de la crisis económica 1999-2002 cuya intensidad
sólo puede explicarse por el alto grado de dependencia económica que Uruguay tenía, en
ese momento, respecto a la dinámica económica de sus dos grandes vecinos. En el año
2001, el 37% del total de las exportaciones uruguayas tenían como destino Argentina y
Brasil (Porzecanski, 2010:58).

4. La presidencia de José Mujica


Había buenas razones para pensar que, con Mujica como presidente, llegarían finalmente
cambios no triviales en la política económica. El ex guerrillero fue electo presidente porque
entre 2008 y 2009, logró derrotar a Danilo Astori en la disputa por la sucesión de Tabaré
Vázquez. Y venció a Astori, precisamente, porque logró encarnar el viejo anhelo de “otra
política económica”, esto es, de de un cambio significativo en el modelo de desarrollo. Sin
embargo, el mentado “giro a la izquierda” nunca llegó. El segundo gobierno del FA fue,
como el primero, un gobierno de centroizquierda y de perfil socialdemócrata que apostó
abiertamente a la inversión extranjera y se limitó a intentar compatibilizar crecimiento e
igualdad. Tal como ya había pasado con Vázquez, el afán arquitectónico y refundacional de
la izquierda uruguaya se canalizó en otras dimensiones. Lo más nuevo de la presidencia de
Vázquez habían sido, como vimos, los cambios en las políticas sociales. Lo más
sorprendente de la de Mujica fue la “revolución de los derechos”.

Programa de gobierno

Durante los diez años previos a su triunfo electoral, antes de cada elección los líderes del
FA encabezados por Tabaré Vázquez intentaban moderar el programa de gobierno de la
izquierda para hacer posible, de una buena vez, su triunfo electoral. Antes de la elección de
2009, en cambio, algunos grupos del FA que habían acompañado el “giro hacia el centro”,
se plantearon el objetivo opuesto. La victoria electoral solamente tendría sentido si se
traducía en la posibilidad de llevar adelante los cambios estructurales reclamados desde
siempre por la izquierda uruguaya. El PCU y el MPP fueron los grupos que más claramente
se plantearon el objetivo de impulsar, de cara al segundo gobierno, un “giro a la izquierda”.

Durante el segundo semestre de 2008 el MPP y el PCU acordaron impulsar algunos


cambios en el programa del FA orientados a mejorar la distribución del ingreso, modificar
el uso productivo de la tierra, aumentar la participación del Estado en la inversión y la
producción y potenciar el MERCOSUR. Las preferencias del PCU y el MPP se reflejaron
en el programa aprobado en el Congreso del FA en diciembre de 2008. El congreso votó
diversas correcciones a los lineamientos formulados previamente por la Comisión de
Programa del FA, dirigida por Héctor Lescano. Entre ellas, la anulación de la Ley de
Caducidad (y “continuar en la búsqueda de la verdad y restos de desaparecidos”), la
prohibición de firmar TLC con Estados Unidos (“del tipo que tienen Colombia y Perú”), el
retiro progresivo de las tropas de Haití, el impulso a la despenalización del aborto en la
próxima legislatura, la promoción de una reforma de la Constitución “para impulsar
cambios en el sistema electoral” y la creación de un Nuevo Frigorífico Nacional.
Asimismo, a instancias especialmente de los comunistas, el programa del FA insistió en su
vieja crítica al sistema de capitalización individual en la seguridad social y volvió a
reclamar la “extinción del lucro”.

Para hacer posible el “giro a la izquierda”, comunistas y emepepistas se propusieron,


asimismo, evitar que Danilo Astori fuera el sucesor de Tabaré Vázquez. Para ello, optaron
por impulsar la precandidatura presidencial de José Mujica. Frustrar la candidatura a la
presidencia de Astori no sería, en principio, nada simple. Una vez que Vázquez, a
principios de 2008, explicitó su preferencia por Astori, la mayoría de los grupos del FA
optaron por acompañar esta definición del presidente. Mujica, de todos modos, logró
vencer claramente a Astori y fue proclamado candidato a la presidencia. Sin embargo,
demostrando una flexibilidad política extraordinaria (propia del hondo pragmatismo que
caracteriza a la tradición ideológica tupamara), para asegurar la victoria del FA en las
elecciones nacionales de octubre de 2009, optó por recorrer el mismo que había transitado
Vázquez cinco años antes y pactó con Astori. Al cabo de intensas negociaciones, en julio
de 2009 anunció que el ex ministro de Economía de Vázquez sería su compañero de
fórmula y tendría a su cargo la política económica.

Con apenas seis meses de diferencia, Mujica se las ingenió para hacer dos promesas
electorales contradictorias. Para ser electo candidato por el FA, entre julio de 2008 y junio
de 2009, apoyado por comunistas y emepepistas, prometió un “giro a la izquierda”. Para
ganar la elección nacional, entre julio y noviembre de 2009, en cambio, ofreció “más de lo
mismo”. Esta contradicción inicial está en la base de muchos de los conflictos que signarían
su presidencia. De todos modos, cuando se mira esta paradoja en perspectiva, no tiene
mucho de nuevo. En verdad, en esencia, es lo mismo que el FA ya había hecho en la
elección de 1994 cuando, por un lado, mantuvo el programa de izquierda tradicional en el
congreso frenteamplista y, por el otro, aprobó –casi simultáneamente- la plataforma
electoral sensiblemente más centrista del Encuentro Progresista.

Estilo presidencial

Aunque, al pactar con Astori, dejó claro que no habría grandes rupturas conceptuales entre
sus políticas públicas y las de Vázquez, Mujica pronto mostró que su presidencia tendría un
estilo distinto a la de su predecesor.

Vázquez llevó adelante un gobierno de partido. No mostró ningún interés en pactar con la
oposición. Mujica, en cambio, rápidamente, tendió puentes hacia los demás partidos. En
primer lugar, a diferencia de su Vázquez que había fracasado en este intento, logró
concretar un acuerdo político que permitió la integración de dirigentes de la oposición en
cargos de gobierno. Renació, de esta manera, la vieja práctica de la “coparticipación”, una
tradición de gran arraigo en la política nacional, abandonada por los partidos tradicionales
desde 1990 en adelante. El excelente clima de diálogo con la oposición permitió, además,
que durante estos meses se lograran las mayorías especiales necesarias para renovar la
integración de los organismos de contralor.

El presidente Mujica no sólo logró acuerdos en torno a cargos. Además, logró la instalación
de cuatro comisiones programáticas multipartidarias que trabajaron durante los primeros
meses en la construcción de consensos en cuatro áreas consideradas prioritarias por el
nuevo gobierno: educación, seguridad, medioambiente y energía. La idea del presidente era
construir “políticas de estado” en estos cuatro asuntos fundamentales. La política de
diálogo con la oposición le permitió al presidente electo obtener niveles de simpatía y
aprobación de gestión superiores, incluso, a los alcanzados por Vázquez al inicio de su
mandato.

Otra diferencia impactante entre los estilos de liderazgo de Mujica y Vázquez fue el grado
de exposición pública de ambos presidentes. A diferencia de su predecesor que minimizó su
presencia en los medios y administró sus incursiones en el debate público con
extraordinario recato, Mujica nunca temió al desgaste de su imagen y mantuvo, todo el
tiempo, una altísima presencia mediática. A su habitual aparición en los medios nacionales,
especialmente desde que fue electo presidente, incorporó una alta presencia en los medios
internacionales. Poco a poco, empezó a ocurrir fuera del país lo mismo que ya había pasado
dentro y que explica, en buena medida, el “fenómeno Mujica”: el contraste entre su peculiar
estilo de vida (“voto de pobreza”) y el habitual en los líderes políticos, combinado con el no
menos llamativo contraste entre su pasado de guerrillero antisistema y su presente de
moderación y diálogo, despertaron un fuerte interés y una no menos intensa corriente de
simpatía por parte de los medios de comunicación del exterior.
La política de pactos con otros partidos y su alta exposición mediática, en parte, responden
a su personalísimo estilo. Como presidente, Mujica siguió teniendo el mismo tipo de
“gestos” que lo llevaron a ocupar ese cargo. Pero, al mismo tiempo, responden a
necesidades políticas. Tabaré Vázquez podía darse el lujo de no pactar con otros partidos y
de no acudir a la opinión pública. Desde 1995 era el líder del FA y sabía, siempre supo,
cómo ejercer la autoridad en la izquierda. José Mujica logró ser elector presidente por el FA
pero nunca fue el líder del FA. Fue su candidato a la presidencia porque el líder natural, el
favorito de los frenteamplistas, estaba constitucionalmente impedido de volver a ser
candidato. Y lo fue, además, para colmo de males, desafiando al líder natural (que prefería
ser sucedido por Astori) y contra la opinión de la mayor parte de los grupos del FA.

Es evidente que un presidente sin autoridad en su partido está obligado a buscar otros
apoyos para construir su liderazgo. Es lógico que Mujica haya ido a buscar, en los pactos
con la oposición, los apoyos políticos que podrían faltarle dentro de su propio partido. Es,
también, completamente racional (y habitual en sistemas políticos con jefes de gobierno
política y/o institucionalmente débiles, como el de EEUU), que los presidentes busquen
construir apoyo en la opinión pública para obligar a otros actores a acompañar sus
preferencias (go public). Si esta interpretación es correcta, Mujica habría intentado
compensar su debilidad política apelando a otras fortalezas: a su capacidad de negociación
con otros partidos y a su reconocida habilidad para persuadir a la opinión pública.

Al igual que Vázquez, Mujica no tuvo más remedio que cuotificar las designaciones
ministeriales para obtener un comportamiento ordenado y disciplinado de la bancada
parlamentaria frenteamplista. Pero a diferencia de su predecesor, que delegaba en sus
ministros y los dejaba manejarse con libertad, Mujica intentó controlarlos más
rigurosamente. Para ello, además de sus intervenciones públicas, se apoyó en algunos
funcionarios de su más estrecha confianza. La oficina de Presidencia, en este sentido, jugó
un papel muy importante como “centro de gobierno”, tanto en la instalación de la agenda
presidencial como en el seguimiento y coordinación de las políticas públicas. Aquí también
es difícil distinguir convicciones (el viejo anhelo, el de toda una vida, de mover el statu
quo) y la necesidad política (compensar falta de autoridad política con una gestión
“intervencionista”, proactiva, desde el centro presidencial).

Continuidades y cambios, frustraciones y realizaciones

La orientación de las principales políticas públicas cambió menos que el estilo presidencial.
En sus grandes lineamientos, el segundo gobierno del FA es mucho más continuidad que
cambio. Esto es consistente, por cierto, con lo que se argumentó al principio de este texto
respecto a las importancias relativas de las estructuras políticas y los estilos personales en la
política uruguaya. Sin embargo, en parte por la impronta presidencial, en parte por otras
razones, también hay que señalar matices no triviales.

La política económica se mantuvo. El equipo económico astorista siguió teniendo el control


de las principales orientaciones económicas. Pero Mujica, no se resignó a intentar acotar la
autoridad del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF). El presidente intentó conciliar sus
dos promesas electorales (“giro a la izquierda” y “más de lo mismo”). Por tanto, sin
perjuicio de permitir que los astoristas manejaran los grandes lineamientos de la política
económica desde el MEF, instaló en la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (que
depende, a su vez, de Presidencia), un staff de economistas de su confianza (y cercanos a la
visión del “ala izquierda” del FA) para librar, cada tanto, algunas batallas contra la
orientación del equipo astorista. Esto fue especialmente notorio en el tema tributario.
Tratando de cumplir con algunas de las expectativas de comunistas y tupamaros, que venía
reclamando desde 2008 cambios en la política tributaria, el presidente hizo que la OPP
elaborara un nuevo impuesto orientado a gravar a los grandes terratenientes contra la
opinión del MEF. Mujica logró, también, alinear al FA con esta propuesta en el parlamento.
Para ello, desde luego, se valió de su arma más poderosa, su capacidad de persuasión de la
ciudadanía mediante los medios de comunicación. El equipo económico debió aceptar la
derrota, hasta que la Suprema Corte de Justicia declaró que este tributo era inconstitucional.

Hubo algunos cambios también en la política industrial. Aunque ya durante el gobierno de


Vázquez el Ministerio de Industrias había empezado a elaborar políticas sectoriales, es
recién durante el mandato de Mujica que la izquierda logra acercarse a cumplir uno de sus
objetivos más anhelados: instalar políticas de promoción de sectores escogidos. En julio de
2011l el Ministerio de Industria Energía y Minería presentó planes industriales para seis
sectores considerados estratégicos: automotriz, naval, farmacéutico, bio y nanotecnología,
madera y vestimenta. Estos planes establecieron objetivos, metas cuantificadas,
coordinadores responsables, indicadores y cronogramas de seguimiento para ramas de
actividad clave por ser motores del crecimiento de la economía, ser intensivos en
innovación, o por importantes generadores de empleo. Fueron el resultado de tres años de
estudio por parte de los técnicos del gobierno y contaron en su elaboración con la
participación de empresarios y trabajadores de los sectores involucrados en el marco de los
Consejos Consultivos Sectoriales. Este mismo ministerio tuvo una participación muy
destacada en otro de los grandes proyectos productivos de la presidencia de Mujica: la
aprobación de la Ley de Minería de Gran Porte (setiembre de 2013). Esta ley procuró
ajustar el marco jurídico para hacer posible la instalación de un gran proyecto de minería a
cielo abierto para la explotación del gran yacimiento de hierro en la localidad de Valentines
por parte de la empresa Aratirí (Zamin Ferrous).

La presidencia de Mujica mantuvo el énfasis en las políticas sociales de la de Vázquez. El


MIDES y las políticas de combate a la exclusión siguió teniendo un protagonismo muy
visible. Pero tanto la política de vivienda como la educación adquirieron una centralidad
muy especial. Desde el punto de vista de los resultados, la más activa y efectiva de ellas fue
la política de vivienda. Aunque lanzó un programa desde Presidencia (el Plan Juntos), el
mayor éxito lo obtuvo gracias a la puesta en funcionamiento de las políticas (y las
instituciones) diseñadas durante el período anterior. Tanto la Agencia Nacional de Vivienda
como el Banco Hipotecario tuvieron, desde 2010 en adelante, un ritmo de trabajo muy
intenso. La ley de Promoción de la Vivienda de Interés Social aprobada en 2011 dio un
estímulo poderoso a la construcción de complejos habitacionales (Magri, 2013). Mientras
que en materia de vivienda se llevó adelante, en este lapso, una “revolución silenciosa”, la
política educativa se estancó a pesar de estar envuelta en una fuerte controversia pública.
Mujica instaló el tema, primero en su campaña electoral durante el 2009, pero mucho más
clara y profundamente, desde que asumió la presidencia. En su discurso de toma de mando
(1º de marzo de 2010), muy celebrado especialmente fuera del gobierno, anunció que
reformar la educación sería una de sus principales prioridades. Logró un éxito importante
cuando la Comisión multipartidaria logró acordar una serie de objetivos y medidas
concretas. Pero, después, logró escasísimos avances concretos. El más importante de ellos
es la creación de una nueva universidad pública de perfil tecnológico en el interior del país
(UTEC)1.

En materia de política exterior, el gobierno de Mujica se diferencia notoriamente del


anterior. Vázquez se fue enfrentando cada vez más abiertamente con el MERCOSUR, en
general, y con la administración Kirchner, en particular; José Mujica, por el contrario,
desde antes de ser electo presidente, ha puesto un fuerte énfasis en la importancia
estratégica de la región y de Argentina (López, 2013). En consecuencia con esta visión
geopolítica, Mujica dedicó mucha energía a fortalecer el vínculo de Uruguay con los países
vecinos, restañando las heridas generadas durante los años de Vázquez. Su perseverancia
rindió menos frutos de lo esperado por el Presidente. El enfrentamiento por la fábrica de
celulosa con Argentina se desactivó rápidamente. Pero, con el paso del tiempo, los
conflictos se intensificaron nuevamente y el idilio con Cristina Fernández terminó en un
inesperado, sonoro y muy divulgado exabrupto (“esta vieja es peor que el tuerto”). Mientras
tanto, la relación con el gobierno del PT en Brasil siguió siendo excelente.

Aunque no hay que desdeñar la importancia de otras novedades, la agenda de “nuevos


derechos” es lo más transgresor que ha mostrado el segundo gobierno del FA. No hubo, ni
habrán, cambios estructurales en el modelo de desarrollo, a pesar de la promesa del “giro a
la izquierda” formulada durante el año 2008 y de los esfuerzos realizados por algunos
jerarcas (pienso en el staff de la OPP, o en la Dirección Nacional de Industrias). Pero la
moderación de las políticas vinculadas al gobierno de la economía, que predomina en el
Poder Ejecutivo, contrasta con la radicalidad de las iniciativas sobre derechos, que campean
en el Legislativo. El matrimonio igualitario, la legalización de la interrupción del embarazo
y las acciones afirmativas hacia los afrodescendientes, entre otras medidas, generaron un
fuerte impacto en la opinión pública nacional e internacional.

Curiosamente, la agenda de nuevos derechos con su énfasis en la libertad y el respeto a la


diversidad convive con otras políticas del gobierno en las que prevalece un signo diferente
(Carneiro y Gioscia, 2013). En particular, contrasta con el giro hacia la “mano dura” que ha
signado la política del ministerio del Interior durante este período de gobierno. Aquí
también, y no menos que en los debates sobre “modelo de desarrollo”, conviven
problemáticamente la tradición ideológica del FA con los cálculos electorales. La
inseguridad ciudadana es la principal preocupación de la ciudadanía, seguida, pero de lejos,
por la situación de la educación. Más del 60% de la población reclama un incremento en la
represión.

La liberalización de la producción y comercialización de cannabis, seguramente la


iniciativa del segundo gobierno del FA que ha tenido mayores repercusiones

1
Vale la pena revisar la Web de la Universidad Tecnológica. Allí se define a la nueva institución del modo siguiente:
“UTEC es una institución comprometida con los lineamientos estratégicos del país, abierta a las necesidades del Uruguay
productivo, que tiene entre sus objetivos centrales hacer más equitativo el acceso a la oferta educativa especialmente en el
interior del país. Uno de sus rasgos más novedosos es su enfoque en la construcción colectiva de conocimientos, con altos
estándares de calidad de gestión y excelencia académica”. Ver: http://utec.edu.uy/es/?pa=que_es
internacionales, tiene un vínculo complejo con la agenda de “nuevos derechos”. Por un
lado, para algunos funcionarios del entorno del Presidente y para muchos de los
legisladores que votaron las nuevas normas, se enlaza naturalmente con esta nueva agenda
en la medida en que amplía el margen de autonomía individual. Además, como las demás
normas de la agenda de nuevos derechos, alimenta la ilusión, compartida por muchos
dirigentes frenteamplistas, de volver a convertir a Uruguay en un país de vanguardia como
en los tiempos del “primer batllismo” (comienzos del siglo XX), cuando el país avanzó
rápidamente en derechos sociales y aprobó normas de avanzada en materia de género
(como el divorcio por la sola voluntad de la mujer). Por el otro, curiosamente, las nuevas
normas sobre cannabis no se pueden entender sin la obsesión del gobierno de Mujica por
atenuar la sensación de inseguridad que campea en la opinión pública. Es fundamental tener
presente que Mujica elaboró su primera propuesta de liberalización de la producción y
comercialización de marihuana en el marco de un conjunto de medidas para combatir la
inseguridad, y que siempre defiende este proyecto en nombre del fracaso de la política
represiva tradicional (la llamada “guerra a las drogas”).

5. Conclusiones y perspectivas
Desde el 1º de marzo de 2005 la historia política uruguaya ingresó en una nueva etapa
signada por el predominio del FA. A lo largo de esta década de ejercer la presidencia con
mayoría parlamentaria, la izquierda uruguaya no llevó adelante ningún intento
expropiatorio ni políticas de redistribución del ingreso radicales. En verdad, ha conciliado
una política económica market friendly con políticas sociales ambiciosas.

La política económica de los dos gobiernos del FA ha estado a la derecha de las


preferencias que predominan en este partido. Esta paradoja, un partido de izquierda
llevando adelante políticas centristas, se explica en parte por la decisión de moderar el
programa para ganar la elección que se impuso en el FA a comienzos de los noventa. Pero
el “viraje hacia el centro” también es consecuencia de una modificación profunda en el
plano de las ideas, inseparable (a su vez) de la crisis del “socialismo real” y del auge del
neoliberalismo. En este sentido, la evolución del FA no es muy distinta a la de otras
izquierdas de la región y del mundo que abandonaron el ideal de la revolución socialista a
cambio de un proyecto mucho más humilde: sin abandonar el marco del capitalismo,
compatibilizar el crecimiento económico con la igualdad social.

Los dos presidentes se las ingeniaron para, de una manera o de otra, dejar su huella. Pero lo
que más llama la atención de las presidencias de Vázquez y Mujica es la existencia de
fuertes restricciones políticas e institucionales que limitaron la discrecionalidad de ambos.
Vázquez logró sostener a Astori, pero no logró imponerlo como su sucesor. Mujica ganó
con claridad la batalla por la candidatura del FA entre 2008 y 2009, pero terminó pactando
con el líder vencido. El FA gobernó con mayoría parlamentaria pero la oposición logró
tener una presencia fuerte en el debate público todo el tiempo y fiscalizar la acción de
gobierno. El poderío de los mecanismos pluralistas de la polity uruguaya ayudan a entender
por qué, a pesar de su vocación hegemónica y del predominio de grupos de izquierda
radical en su estructura interna, el FA, a diferencia de otras izquierdas de la región, no ha
intentado llevar adelante reformas institucionales orientadas a concentrar el poder.
Se acerca una nueva elección. Otra vez el FA es el favorito. Todo indica que Tabaré
Vázquez ejercerá nuevamente la presidencia entre 2015 y 2019. Como en la elección
anterior, el FA está debatiendo intensamente qué rumbo deberían adoptar las políticas.
Aunque en buena medida la orientación final de la política económica derivará de la
correlación de fuerzas de los distintos sectores (composición de la fórmula presidencial y
votación parlamentaria de cada fracción en octubre de 2014), hay buenas razones para
pensar que el astorismo se debilitará y que se fortalecerá una coalición programática entre
los restantes grupos del FA en torno a un libreto centrado, como en los planteos de la
“nueva CEPAL”, en el “cambio estructural para la igualdad”. También está claro que el
nuevo gobierno no podrá eludir asumir el desafío de reformar la educación que Mujica
instaló en la agenda pública pero dejó pendiente.

Es muy probable que el FA vuelva a ganar. Pero es posible que la “Era Progresista” se esté
acercando a su fin. No hay que descartar que la oposición pueda derrotar al FA por primera
vez en cinco décadas en las elecciones para la Intendencia Municipal de Montevideo en
2015. Tampoco se puede descartar que el FA pierda, en octubre del año que viene, la
mayoría parlamentaria. La dispersión del poder incrementa el costo político de ejercer el
gobierno. No creo que el FA logre escapar a esta regla.

6. Bibliografía
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Capítulo VIII
Las nuevas fuerzas políticas autodenominadas progresistas y/o de
izquierda en el Paraguay (2008-2012).
Fernando Martínez Escobar

1. Introducción.

Paraguay ha vivido su historia política casi sin opciones autoconsideradas de izquierda al


interior del gobierno, ya sea en el poder ejecutivo o en el parlamento. Sin embargo en el
periodo 2008-2012 un amplio abanico de movimientos y partidos autodenominados
progresistas y/o de izquierda logran participar de la coalición de gobierno y, para el periodo
2013-2018, se convierten por primera vez en la tercera fuerza política en la Cámara de
Senadores detrás de los tradicionales e históricos Partidos Colorado y Liberal. Por esto nos
preguntamos sobre la razones del acceso al poder político de los movimientos y partidos
políticos autoconsiderados de izquierda y/o progresistas, así como sobre para que y ante
quienes se han conformado como una herramienta política.

Para esto indagamos en sus articulaciones, alianzas y frentes de luchas unificados a partir
de la primera década del siglo XXI, así como en sus continuidades institucionales a lo largo
de esa década.

En esa línea además destacamos como unidad político-temática a uno de los problemas
sociales que ha atravesado la historia paraguaya y que actuaría como uno de los clivajes de
autoposicionamiento izquierda-derecha entre los actores del espectro político: la tierra y el
modelo económico agroexportador de materia prima. Para esto examinamos la relación
entre los cambios económicos y el surgimiento de los movimientos y partidos políticos
autodenominados de izquierda y/o progresistas durante el comienzo del presente siglo.

2. Contexto en el que aparecen los movimientos y partidos


autodenominados de izquierda o progresistas.
Para comenzar debemos recordar que el sistema político paraguayo ha estado dominado por
partidos políticos de centro derecha y derecha. La llegada de Fernando Lugo a la
presidencia permitió a los movimientos y partidos de izquierda permear el territorio del
poder político, el cual (el poder político) expandió sus fronteras para acoger a estas fuerzas
políticas autoconsideradas progresistas y/o de izquierda. Estas traían consigo históricas
demandas que intentarían ser canalizadas, configurando nuevos ejes de articulación y
tensión para la cooperación y competencia entre los partidos políticos del sistema.

Ahora bien y teniendo en cuenta que los movimiento y partidos políticos autoubicados
entre la centro izquierda e izquierda se han mantenido fuera de las esferas de gobierno, con
algunas excepciones1 como el Partido País Solidario que en el periodo 2003-2008 contó


CONICET-UBA-UNSAM
1
Además el Partido Febrerista tuvo un senador y dos diputados en el Periodo 1989-1993.
con dos senadores y dos diputados, en el presente artículo realizamos una indagación inicial
sobre el surgimiento de estos partidos y movimientos, y su acceso al poder a partir del año
2008. ¿Cómo y por qué nacieron nuevos partidos políticos progresistas y/o de izquierda en
el Paraguay y cómo lograron acceder a espacios de poder entre en los periodos 2008-2012 y
2013-2018?

2.1 El cambio del régimen político (1989) y su incidencia en el surgimiento


de nuevos partidos políticos.
La literatura sobre el nacimiento de nuevos partidos políticos es amplia y variada. Algunos
autores como Pedersen (1983), Kitschelt (1988), Duverger (1996), Manin (1997),
Schlesinger (1991) colocan el acento en factores institucionales como la flexibilización o la
restricción de normas y reglas que favorecen la creación de nuevos partidos o la
transformación y/o desaparición de otros.
En esta línea, luego del derrocamiento de Alfredo Stroessner en el año 1989, se produjo
efectivamente la “redefinición del poder estatal… en su dimensión jurídico-normativa”
(Bosoer y Leiras, 2001:44) por lo que la Constitución Nacional, la ley electoral, las
instituciones electorales, el sistema de reparto de escaños, entre otros, fueron
transformados, permitiendo el retorno de viejos partidos políticos y la creación de otros
nuevos dentro de la arena política electoral2. Esto reconfiguró los patrones de competencia
y cooperación a comienzos de los años 90, y fue instituyendo una estructura de sistema de
partidos que aún subsiste a 25 años del derrocamiento de la dictadura. Entonces, el sistema
de partidos fue encontrando tres actores centrales: el Partido Colorado o Asociación
Nacional Republicana (ANR), el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) y el Tercer
Sector Político.

En esos términos el reagrupamiento de las fuerzas políticas en los años 90, luego del golpe
de estado que derrocó a Alfredo Stroessner, representó internamente la derrota del sector
militante3 del Partido Colorado o ANR y la unificación de las diferentes vertientes del
Partido Liberal bajo el Partido Liberal Radical Auténtico o PLRA; en tanto que a partir de
1993 comenzó a surgir una tercera fuerza política agrupada en el Movimiento Encuentro
Nacional4. Este sector tendió inicialmente a reunir a sectores independientes o en
desacuerdo con los dos partidos políticos tradicionales del Paraguay y en los años 90 fue la
principal tercera fuerza política aunque resultó completamente reducida luego de su
coparticipación del Gobierno de Unidad Nacional del colorado Luís Ángel González
Macchi5. En ese momento se escinde el movimiento interno País, su ala de centro

2
El tema es abordado por López, M, 2012 “Paraguay: de la transición a la democracia (1989-2008). Un abordaje
normativo”

3
La derrota del movimiento interno de los Militantes Stronistas ante el Movimiento Tradicionalista que había sido
desplazado de la dirección del Partido Colorado.
4
Luego convertido en el Partido Encuentro Nacional.

5
El gobierno de Unidad Nacional estuvo conformado por un sector por el Movimiento Tradicionalista del Partido
Colorado, el Partido Liberal Radical Auténtico (luego se retira) y por el Partido Encuentro Nacional. Este cogobierno
surgió luego del “Marzo Paraguayo” del año 1999.
izquierda, para crear el Partido País Solidario (PPS) a comienzos de los años 2000, en tanto
que sus miembros de la centro derecha migran hacia nuevo movimiento (2002) y luego
constituido como partido político (2004) Patria Querida (PPQ).

Entonces a la caída de la dictadura las reformas jurídico-normativas transforman el régimen


político favoreciendo la creación, crecimiento y acceso al poder de nuevos partidos
políticos o de viejos partidos redefinidos bajo nuevos formatos (como el PLRA). Sin
embargo durante la década de los 90 no accederán movimientos o partidos políticos
autodenominados de izquierda al poder político institucional.

2.2 Los partidos políticos y la potencialidad electoral.


Por otra parte la potencialidad electoral (Downs, 1957), es otro de los factores que la
literatura apunta como causa del nacimiento de nuevos partidos políticos. En este sentido
las preferencias del electorado paraguayo se mantuvieron dentro de estas tres franjas de
expresión política: El Partido Colorado (ANR), el Partido Liberal Radical Auténtico
(PLRA) y el Tercer Sector Político. Con la excepción del Partido País Solidario6, los tres
espacios tendieron a permanecer del mismo lado del espectro ideológico entre 1989 y 2008,
evidenciando homogeneidad ideológica y no la falta de ideología.

Desde la caída de la dictadura hasta el periodo 2008-2013, tanto el Partido Colorado como
el Liberal han logrado mantener las preferencias electorales7, controlando conjuntamente el
76,85 % de las bancas en el Senado y el 83,16 % en la Cámara de Diputados. No obstante,
el Partido Liberal (PLRA) nunca ha conseguido derrotar al Partido Colorado sin alianzas en
las elecciones generales8. Por lo que no constituye novedad, en el sistema político
paraguayo, que la institución Liberal precise asociarse con fuerzas políticas heterogéneas
que incluyan: a sectores del Partido Colorado, a sectores independientes, y al Tercer Sector
Político o movimientos y partidos políticos menores (no Colorados ni Liberales).

En cuanto al tercer sector político, podemos afirmar que si en los años 90 la tercera fuerza
estuvo constituida por el Partido Encuentro Nacional (PEN), la primera década del siglo
XXI estará marcada por el surgimiento del Partido Patria Querida y el Partido Unión
Nacional de Ciudadanos Éticos (PUNACE), ambos de derecha. Estos dos partidos
ocuparon la misma cantidad de escaños en Diputados y Senadores durante el periodo 2003-
2008; 10 y 7 respectivamente. Aunque ya para el periodo 2008-2013 el Partido Unión
Nacional de Ciudadanos Éticos se posicionará como la tercera fuerza hasta la muerte de su
máximo líder Lino Oviedo en el año 2013. El promedio de escaños ocupados por el tercer
espacio político entre 1989 y 2013 ha sido de 23,15 % en la Cámara de Senadores y de
16,84 % en la Cámara de Diputados.

6
El Partido Revolucionario Febrerista (PRF), ocupó una banca en la Cámara de Senadores en 1989 y se autodenomina
como un partido de Centro Izquierda.
7
Se toma en cuenta hasta el periodo 2008-2013.

8
Además desde 1989 el Partido Colorado siempre ha obtenido un número mayor de bancas en el Congreso que el Partido
Liberal. En 2000 el PLRA ganó las elecciones a la Vice-presidencia con el apoyo de la Unión Nacional de Colorados
Éticos, movimiento interno del Partido Colorado, luego convertido en Partido Político y liderado por Lino Oviedo.
Los partidos que componen esta franja política han fluctuado entre el nacimiento y la
desaparición, nunca han llegado a constituirse como segunda fuerza política y
consecuentemente se han mantenido por debajo del Partido Liberal; ubicados entre el
centro y la derecha del espectro ideológico en los años 90 y comienzo del nuevo siglo,
actualmente sus principales actores han cambiado hacia partidos autoubicados entre el
centro y la izquierda. Además ninguno de los partidos de este sector político ha podido
sobrevivir como tercera fuerza (detrás de los Partidos Colorado y Liberal) por más de dos
periodos consecutivos.

Cuadro 1

Tercer Sector Político, Cámara de Senadores1989-2013


50 bancas,
Partido Colorado, 99
23%
bancas,
46%

Partido Colorado
Partido Liberal Radical Auténtico
Tercer Sector Político

Partido Liberal Radical


Auténtico, 67 bancas,
31%

Fuente: Elaboración propia con datos obtenidos del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE) www.tsje.gov.py

Ahora bien, luego de las recientes elecciones realizadas el 21 de abril de 2013 lo nuevo en
el tercer espacio político constituye el posicionamiento de la izquierda como principal
grupo político dentro del tercer espacio y como tercera fuerza dentro del Senado. Los
números indican que sumada las bancas del Frente Guasu y de Avanza País, los mismos
alcanzan 7 lugares en la Cámara de Senadores con un total de 355369 votos9.

9
El Partido Liberal como segunda fuerza en el Senado recibió 588 054 votos. Fuente: Tribunal Superior de Justicia
Electoral (TSJE). http://tsje.gov.py/e2013/resultados-elecciones-2013-senadores.html
Cuadro 2

Cámara de Senadores
Partidos y Períodos Electorales / Escaños Total de
Alianzas Parlamentarios escaños
Políticas10
1989 1993 1998 2003 2008 2013
1993 1998 2003 2008 2013 2018
ANR 24 20 24 16 15 19 118
Partidos Tradicionales
PLRA 11 17 13 12 14 13 80

PEN 8 7 1 1 17
PB 1 1
PRF 1 *****11 1
PPQ 7 4 11
PUNACE 7 9 2 18
Tercer Sector Político PPS 2 1 *****12 3
MPT 1 *****13 1
PDP 1 3 4

Alianzas de Frente Guasu 5 5


Partidos y Avanza País 2 2
Movimientos
autodenominados
progresistas y /o
de Izquierda.
Total de 36 45 45 45 45 45 261
escaños
Fuente: Elaboración propia con datos obtenidos del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE) www.tsje.gov.py

Aun así, el total de votos recibidos por los partidos y movimientos de izquierda puede
considerarse todavía relativamente pequeño, en comparación a las dos grandes fuerzas
políticas del Paraguay y/o en relación a todo el resto de los partidos políticos de derecha
con representación parlamentaria, aunque evidentemente esos votos emitidos a favor de las
alianzas autodenominadas de izquierda eran necesarios para el Partido Liberal Radical
Auténtico (PLRA) de cara a competir por el sillón presidencial en las recientes elecciones
del 21 de abril de 2013.

En ese sentido no debemos olvidar que en las elecciones de abril de 2008 Fernando Lugo
constituyó por derecha y por izquierda la personificación de la suma de intereses

10
ANR, Asociación Nacional Republicana o Partido Colorado. PLRA, Partido Liberal Radical Auténtico. PEN, Partido
Encuentro Nacional. PRF, Partido Revolucionario Febrerista. PLR, Partido Liberal Radical. PPQ, Partido Patria Querida.
PUNACE, Partido Unión Nacional de Ciudadanos Éticos. PPS, Partido País Solidario. APC, Alianza Patriótica para el
Cambio. MPT, Movimiento Popular Tekojoja. PDP, Partido Democrático Progresista. PB, Partido Blanco.

11
*****Actualmente integra Avanza País.

12
***** Actualmente integra el Frente Guasu.

13
*****Actualmente integra el Frente Guasu.
acumulados durante las últimas dos décadas. Fue la figura que permitió a los miembros de
la Alianza Patriótica para el Cambio (APC)14, y demás aliados, sumar los votos necesarios
más allá de sus propias fronteras partidarias dentro de una coyuntura favorable sostenida
por la fuerte división interna del Partido Colorado y los cambios políticos en la región
latinoamericana. En el año 2008, ni el Partido Liberal Radical Auténtico, ni los partidos y
movimientos de izquierda, tenían la fuerza necesaria para derrotar por separado al Partido
Colorado en las elecciones; aunque obviamente el gran partido dentro de esa alianza fue el
Liberal.

Por su parte, los partidos y movimientos de izquierda lograron acceder al poder ejecutivo y
conformar la coalición de gobierno, en el año 2008, a partir del apoyo que brindaron a la
candidatura de Fernando Lugo para las elecciones presidenciales de ese año, no así al
Congreso, donde obtuvieron apenas simbólicas representaciones como consecuencia de la
multiplicidad de listas presentadas para ambas Cámaras. Aunque una vez en el gobierno se
reagruparon y reorganizaron para competir con los partidos políticos del sistema.

Entonces y desde el punto de vista de la fuerza política de los partidos como resultado de la
expresión electoral, es decir de la adecuación entre los electores y los representantes
políticos, resaltamos cuatro hechos:

(1) La participación por primera vez desde 1989, de los movimientos y partidos
autodenominados de izquierda, del Poder Ejecutivo entre 2008 y 2012; y como tercera
expresión electoral de la Cámara de Senadores entre 2013 y 2018. Esto no es menor, ya que
hasta el año 2008 era poco factible y ajeno hablar del eje izquierda-derecha en el Paraguay,
y solo existían algunas participaciones casi anecdóticas en el parlamento de movimientos y
partidos políticos autodenominados de izquierda.

(2) Efectivamente existe un electorado que está dispuesto a votar opciones de izquierda en
el Paraguay y que tiene capacidad de colocar a sus representantes en espacios de poder a
nivel nacional. Aunque continúan siendo pequeños ante las opciones del espectro de la
centro derecha y la derecha. El gran elector parece ser Fernando Lugo, quien encabezando
la lista de senadores del Frente Guasu obtuvo el tercer lugar detrás de los Partidos Colorado
y Liberal.

(3) Las preferencias del electorado paraguayo siguen siendo altamente conservadoras.

(4) El electorado de derecha dentro del tercer espacio político ha disminuido luego de las
elecciones del 21 abril de 2013, posiblemente por haber re-direccionado sus votos hacia los
partidos tradicionales (Colorado y Liberal).

3. La relación partidos políticos-transformaciones económicas.


Ahora bien, para que existan electores que voten opciones de izquierda, necesariamente
deben existir opciones institucionales mínimamente construidas que ofrezcan esa
posibilidad. En este sentido nos preguntamos: ¿Cómo, para qué y/o ante quienes se

14
Más abajo describimos como estuvo compuesta la Alianza Patriótica para el Cambio (APC)
construyeron las organizaciones de izquierda en Paraguay que accedieron al poder
ejecutivo entre el 2008 y 2012 y al Congreso en el Período 2013-2018?

En este contexto los enfoques institucionalistas y electorales como explicación sobre el


surgimiento de nuevos partidos y movimientos políticos, pueden ser enriquecidos con los
estudios que abordan la relación partido-sociedad, ya que incluso un “sistema de partidos
fuerte y altamente institucionalizado está sujeto a efectos corrosivos” (Roberts, 2002: 58).
Algunos autores como Neumann, (1956), La Palombara y Weiner (1966) intentan
responder a partir de esta óptica.

Por esto, rescatamos las transformaciones económicas ocurridas en el Paraguay y su


conexión con:

(1) Uno de los clivajes en torno al cual se agrupan los movimientos sociales, campesinos y
partidos de izquierda en la sociedad paraguaya: el modelo producción del Paraguay; y

(2) Las articulaciones, alianzas y frentes de movimientos campesinos, sociales, obreros y


partidos políticos de izquierda.
En esta línea autores como Fogel (2001) y Riquelme (2003) ubican a mediados de los años
60 del siglo XX el inicio de la transformaciones del modelo minifundiario y de subsistencia
que caracterizó al campo paraguayo, ya que relacionan este periodo con la promulgación de
las leyes 852 y 854, las cuales crean el Instituto de Bienestar Rural (IBR), y el Estatuto
Agrario respectivamente.
Aunque Campos (2010) entiende que este proceso se inicia un tiempo antes, es decir
cuando se empiezan a desarrollar los objetivos de la Alianza para el Progreso en el año
1961, ya que en ese momento se crean dos instituciones financieras que debían favorecer la
expansión agrícola; el Banco Nacional de Fomento (BNF) para los medianos y grandes
productores y el Crédito Agrícola de Habilitación (CAH) para los productores pequeños.
Sin embargo la segunda entidad no obtendrá los fondos financieros (Campos, 2010)
produciendo como resultado dos grupos diferenciados en la estructura social del campo; por
un lado las empresas familiares que trabajaban en fundos de entre 50 y 200 hectáreas y por
otro lado los fundos campesinos que producían en pequeñas parcelas o minifundios de
hasta 5 hectáreas (Fogel, 2001). Esta forma de producción representó el “40 % de las
unidades económicas campesinas” (Fogel, 2001:223) reemplazando el cultivo de
subsistencia por el algodón, el cual empleaba abundante mano de obra por la dificultad de
mecanizarlo y descomprimía la presión por el acceso a la tierra (Fogel, 2001).
Ahora bien, a partir de 1979 la soja comenzará lentamente su carrera ascendente entre los
principales productos de exportación del Paraguay (Richards, 2011). La cual tras sentir
(conjuntamente con el algodón) el impacto de la caída de los precios a nivel internacional a
fines de los años 70 y comienzo de los 80 se irá posicionando como el principal producto
del Paraguay con la introducción de capital y tecnología.
En efecto, la intensificación de la producción de soja tendrá un crecimiento exponencial a
partir de la introducción de semillas genéticamente modificadas durante el periodo
1999/2000 (Rojas, 2011), por lo que aumentará la concentración en pocos productos
(Richards, 2011:39)15. Esto, sumado a la poca necesidad de emplear mano de obra en la
producción de soja, más la escasa diversificación de la matriz productiva de una economía
orientada principalmente hacia la exportación de materia prima sin procesar y un débil
mercado interno, tenderá a desplazar a la población campesina de sus tierras, quienes a la
vez tendrán pocas posibilidades de encontrar empleo en las ciudades, ya que además del
bajo valor agregado de las exportaciones, el Paraguay posee la más baja presión tributaria
de la región, desincentivando el re-direccionamiento de la generación de riquezas hacia
otras áreas de la economía.
En este sentido “la sola dependencia de las fuerzas del mercado no será suficiente para
estimular un crecimiento económico sostenible que genere equidad” (Richards, 2011:139),
ya que como lo afirma el mismo Richards (2011) “existe una tendencia a la
concentración16 de la producción agrícola destinada a la exportación, que desalienta
potencialmente el crecimiento económico del Paraguay” (Martínez, 2013: 8)
Por su parte Stanley (2012:44) refuerza lo anterior al afirmar que “el auge global favorable
para el comercio paraguayo, no derivó en una mayor diversificación de los productos
exportados, más bien hubo una tendencia a mantener la alta concentración en pocos
productos”.
Ante este escenario los actores autodenominados progresistas y/o de izquierda se irán
articulando en torno a sus demandas insatisfechas para combatir al modelo económico que
consideraban expulsor, para lo cual abandonarán la singularidad y desconexión del abordaje
de los problemas de los años 90, para de forma agregativa tomarlos como problemas
integrados causados por un modelo económico-político al que empezaban a percibirlo
contrario, global y que abarcaba a toda la sociedad17.
En ese sentido afirmaba Eladio Flecha, dirigente de la Federación Nacional Campesina:
“Nos dimos cuenta que el problema agrario no se restringe solo al campo y al campesino,
sino que es una cuestión nacional, ya que la crisis agraria está repercutiendo en todo los
demás sectores, el de los comerciantes, de los profesionales y empleados”17(Flecha,
2003:55).

15
La investigación, los resultados y la metodología aplicadas se pueden leer en el artículo: Richards, Donald
“Estancamiento económico y modelo exportador del Paraguay”, en “Estado y Economía en Paraguay 1870-2010” Masi,
Fernando y Dionisio Borda, comp.
16
Para medir la concentración de commodities Richards (2011) utiliza el cálculo de coeficiente de Herfindahl. Índice de
medición utilizado para detectar monopolios industriales.
17
Previamente sus acciones estuvieron direccionadas a reclamos “esporádicos y/o muy localizados, buscando soluciones
a temas muy específicos” (Riquelme, 2003: 25) hasta la aparición en las décadas de 1960 y 1970 de las Ligas Agrarias
Cristianas (LAC), las cuales fueron reprimidas y desarticuladas por la dictadura en 1976 (Riquelme, 2003). Aunque a
partir de 1980 se vuelven a articular en organizaciones como SEARCO, CONAPA, MCP, ONAC, entre otras (Martínez,
2013: 13)

17
Palabras de Eladio Flecha, presidente de la Federación Nacional Campesina en el año 2000. (CDE, 2004)
Por esto las alianzas entre movimientos sociales y políticos, como herramienta para abordar
la integralidad de los problemas, se irán construyendo a partir de intentos organizativos
sobre problemas concretos y coyunturales primero, pero que luego se irán tornando, de a
poco, en una herramienta capaz de esbozar de manera incipiente proyectos políticos
nacionales que transcenderán lo inmediatamente sectorial. Las alianzas, rupturas,
encuentros, desencuentros, serán muchos y variados, pero existen continuidades
institucionales y políticas que pueden ser reconstruidas.
En este sentido resulta importante rescatar el antecedente del Congreso Democrático del
Pueblo (CDP), el cual reunió en el año 2002 a las principales organizaciones campesinas,
sindicatos, movimientos sociales y partidos de izquierda en un frente único que luchó
contra la privatización de los entes públicos. Incluso las dos organizaciones campesinas
más grandes del país; la Federación Nacional Campesina FNC y la Mesa Coordinadora
Nacional de Organizaciones Campesinas MCNOC acordaron participar del Frente luego de
haberse separado en el año 1998.
Cuadro 3

Congreso Democrático del Pueblo (CDP)18


Frente de Defensa de los Bienes Plenaria Popular Permanente. Centrales Obreras
Públicos:
FNC / OTEP / CNT19 MCNOC / CONAMURI CPA-SPN / CUT-A / CUT / CNT
Cambio para la Liberación, PLRA. Partidos de Izquierda.
Partidos de Izquierda

Fuente: (Martínez, 2013:14) “Cuadro elaborado en base a: 1. “Apuntes sobre Nuestra Historia y Nuestras Luchas”
(Coronel, Ortega y Palau, 2010) 2 “Participación y áreas de incidencia de las organizaciones campesinas en el Paraguay.
(CDE, 2004). 3. (Palau, 2002). “Luchas Sociales obligan a retroceder al gobierno y detienen el procesos de
privatización”.

Casi todas estas organizaciones, sumadas a otras nuevas, apoyarán la candidatura de


Fernando Lugo para las elecciones del año 2008. Aunque la importante Federación
Nacional Campesina (FNC) expresamente no lo apoyará.

18
Siglas de las organizaciones: FNC:Federación Nacional Campesina//OTEP: Organización de Trabajadores de la
Educación//MCNOC: Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas//CUT-A: Central Unitaria de
Trabajadores Auténtica//CNT: Central Nacional de Trabajadores//CONAMURI: Coordinadora Nacional de Mujeres
Rurales e Indígenas//CPA-SPN: Coordinadora de Pequeños Productores Agrícolas de San Pedro Norte//CUT: Central
Unitaria de Trabajadores//CNT: Central Nacional de Trabajadores
19
Fuente: Palau, Mariel. Luchas Sociales obligan a retroceder al gobierno y detienen el procesos de privatización, en:
OSAL: Observatorio Social de América Latina No 8 (sep. 2002- ). Buenos Aires: CLACSO, 2002- -- ISSN 1515-3282.
Disponible en :http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/osal/osal8/palau.pdf
Cuadro 4

Posición de las organizaciones sociales con relación a la candidatura de Fernando Lugo


Apoyo Institucional Apoyo de la Dirigencia, No tomaron Posición No apoyaron la
pero no de la candidatura de
organización Fernando Lugo
Mesa Coordinadora Nacional Central Unitaria de Coordinadora de Mujeres Federación Nacional
de Organizaciones Trabajadores Auténtica del Paraguay CLADEM Campesina FNC
Campesinas MCNOC CUT-A
Consejo Nacional de
Central Nacional de Coordinadora de Organizaciones Populares-
Trabajadores CNT organizaciones de los Movimientos Sin Techo
Bañados COBAÑADOS CONOP-MST
Organización Nacional
Campesina ONAC

Coordinadora Nacional de
Mujeres Rurales e Indígenas
CONAMURI

Coordinadora de Pequeños
Productores Agrícolas de San
Pedro Norte CPA-SPN
Partidos de Izquierda.

Organización Campesina
Regional de Concepción
OCRC integrante de la
Central Nacional de
Organizaciones Campesinas,
Indígenas y
Populares CNOCIP
Fuente: (Martínez, 2013:15 y 16) “Cuadro de elaborado con datos obtenidos de Documento de trabajo No 124
“Movimientos sociales ante el nuevo gobierno: apostando al cambio sin bajar las banderas” Base de Investigaciones
Sociales. (Palau y Ortega, 2008)

Sin embargo las alianzas y apoyos de los movimientos y partidos políticos de izquierda
fueron únicamente a la candidatura presidencial de Fernando Lugo. Para el Parlamento los
grupos políticos de izquierda se presentaron divididos y compitiendo unos contra otros.
Esto contribuyó a que los mismos tuvieran mínimas o simbólicas representaciones en la
Cámara de Senadores y Diputados.
Cuadro 5

Cuadro de Alianzas de Partidos Políticos y Movimientos Sociales que apoyaron la Candidatura de Fernando
Lugo.
Alianza Patriótica para el Cambio Alianza Patriótica Socialista (APS) Alianza Patriótica Norteña (APN)
(APC)
1. Partido Liberal Radical Auténtico 1. Partido Comunista Paraguayo (PCP). Organización Campesina Regional de
(PLRA)2. Partido Revolucionario 2. Partido Convergencia Popular Concepción (OCRC): integrante de la
Febrerista (PRF)3. Partido Demócrata Socialista (PCPS) Central Nacional de Organizaciones
Cristiano (PDC)4. Partido Democrático 3. Partido de la Unidad Popular (PUP) Campesinas, Indígenas y Populares
Progresista (PDP)5. Partido Movimiento relacionado a CPA-SPN 4. Plenaria (CNOCIP), participa de la Alianza
al Socialismo (PMAS)6. Partido País Campesina:4.1 Mesa Coordinadora Patriótica Norteña.
Solidario (PPS). 7. Partido Encuentro Nacional de Organizaciones Campesinas
Nacional (PEN). (MCNOC)4.2Coordinadora Nacional de
8. Movimiento Resistencia Ciudadana 9. Mujeres Rurales e Indígenas
Movimiento Fuerza Republicana. (CONAMURI)
10. Bloque Social y Popular. 4.3 Coordinadora de Pequeños
10.1 Central Nacional de trabajadores Agricultores de San Pedro Norte (CPA-
(CNT). SPN). Relacionado al PUP.
10.2 Central Unitaria de Trabajadores
(CUT-A).
10.3 Frente Amplio.
10.4 Partido Socialista Comunero 10.5
Coordinadora de Desarrollo
Comunitario.
10.6.Organización Nacional Campesina
(ONAC)11.Movimiento Popular
Tekojoja (MPT)20
Fuente: (Martínez, 2013:17) Cuadro de elaborado con datos obtenidos de Documento de trabajo No 124 “Movimientos
sociales ante el nuevo gobierno: apostando al cambio sin bajar las banderas” Base de Investigaciones Sociales. (Palau y
Ortega, 2008)

Bajo estas circunstancias los partidos y movimientos de izquierda lograron contribuir con la
victoria electoral de Fernando Lugo y por primera vez accedieron al poder ejecutivo en
coalición con el Partido Liberal Radical Auténtico21, pero sin una estructura fuerte y
articulada que impulse sus acciones desde el gobierno.
Ante esta perspectiva desfavorable para las organizaciones de izquierda al interior del poder
político, rápidamente empiezan a construir nuevas alianzas para competir por los recursos
de poder y el direccionamiento de las políticas públicas, ante el Partido Liberal, los partidos
políticos parlamentarios del tercer sector político y el Partido Colorado.
Es así que el 14 de agosto de 2008 se crea una alianza de organizaciones sociales llamada
Frente Social y Popular (FSyP) como continuación del Bloque Social y Popular (BSyP), la
cual sin embargo no logra congregar a todas las organizaciones que apoyaron la
candidatura de Fernando Lugo y el 21 de septiembre del mismo año otro grupo de
organizaciones establece el Frente Patriótico Popular (FPP). Ambas se originan
comprendiendo la situación de desconexión entre el recientemente electo Fernando Lugo y
los movimientos sociales que apoyaron la candidatura de Lugo, por lo cual entendían que el
camino para incidir y apoyar al nuevo gobierno y los ministros cercanos era por medio de
la movilización en la unidad.
20
Formó inicialmente parte del Bloque Social y Popular, luego se retira. Participa como movimiento asociado de la APC.
Luego de las elecciones del 20 de abril se convierte en Partido Político, conforma el Frente Social y Popular y la actual
Alianza Frente Guasu. (Martínez, 2013;16)
21
Sin olvidar por supuesto que el gran aporte electoral lo había hecho el Partido Liberal Radical Auténtico.
De esta manera el Frente Patriótico Popular (FPP) expresaba:
Debemos alertar, sin embargo, que la presencia de sectores
conservadores y neoliberales en el gobierno impedirá, con seguridad,
la consolidación de un proyecto de cambio profundo. Para avanzar
hacia ese objetivo debemos confiar en las fuerzas y en la movilización
de los trabajadores, campesinos y los sectores populares de manera a
romper la resistencia de los sectores que responden a los intereses
oligárquicos e imperialistas.
No podemos esperar pasivamente que los cambios se produzcan desde
las alturas, debemos confiar en las masas populares organizadas y
movilizadas alrededor de un programa de transformaciones profundas
que pongan en perspectiva la construcción de un nuevo Estado de
carácter Socialista”22. (Frente Patriótico Popular, 2008)
En un sentido similar la Mesa Coordinadora Nacional de Movimientos Campesino
(MCNOC) integrante del Frente Social y Popular (FSyP) manifestaba: “el Parlamento está
constituido más que nunca por los sectores conservadores, un parlamento con mayor dureza
es el que tenemos” (MCNOC, 2008: 11).
Ninguno de los dos Frentes presentaba grandes diferencias sobre los temas de fondo que
precisaban ser transformados, los cuales giraban en torno a la reforma agraria integral, la
implementación de un sistema tributario progresivo, el impuesto a la soja, la
desincentivación a la exportación de materia prima en estado natural, un plan de desarrollo
industrial, la expansión del mercado interno, el acceso a la vivienda, el acceso universal a la
salud, el acceso a la educación, la seguridad alimentaria, el presupuesto nacional
participativo, una política comunicacional que asegure el acceso a la comunicación a los
diversos sectores de la sociedad, la soberanía energética, la reforma del sistema de justicia,
los programas sociales, entre otros23
Por esto a pocos meses de la formación de ambos frentes, los mismos llamarán a la unidad
y el 19 de junio de 2009, conformarán el Espacio Unitario Unitario-Congreso Popular
Paraguay (EU-CP), iniciativa de la que también formaron parte partidos políticos de
izquierda. Aunque nuevamente este espacio se funcionará con partidos políticos de la
Alianza Patriótica para el Cambio (APC) sin el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA);
para dar nacimiento al Frente Guasu, el 20 de marzo de 2010, como la herramienta política
central de los movimiento y partidos políticos autoconsiderados progresistas y/o de
izquierda y de centro. Recordemos que la Alianza Patriótica para el Cambio (APC) fue la
principal alianza política que apoyó a Fernando Lugo para la presidencia y que abarcaba
tanto a partidos de izquierda como de derecha24.

22
Pronunciamiento oficial del Frente Patriótico Popular del 15 de septiembre de 2008, día de su creación.
23
Fuente: Pronunciamiento oficial del Frente Patriótico Popular (FPP) del 15 de septiembre de 2008, día de su creación y
carta del Frente Social y Popular (FSyP) del 15 de octubre de 2008 al Congreso Paraguayo.
24
El partido mayoritario de la Alianza Patriótica para el Cambio fue el Partido Liberal Radical Auténtico, el mismo
obviamente no participó del Frente Guasu.
Cuadro 6

Movimientos Campesinos, Movimientos y Partidos Políticos que conformaron el


Frente Guasu el 20 de marzo de 2010

1. Espacio Unitario-Congreso Permanente. Creado el 2. Partidos que formaban parte la Alianza Patriótica
19 de junio de 2009. (EUCP) para el Cambio (APC) y que se integraron al Frente
Guasu (FG).

Conformado por: Partido País Solidario (PPS)


Partido Revolucionario Febrerista (PRF)
1.1 Frente Social y 1.2 Frente Patriótico Partido Demócrata Cristiano (PDC)
Popular (FSyP) Creado Popular (FPP) Creado el 21 Partido Frente Amplio
el 14 de agosto de 2008. de septiembre de 2008. Partido Encuentro Nacional (PEN)
Mesa Coordinadora Organización de Lucha por la Partido Socialdemócrata;
Nacional de Tierra (OLT) Movimiento Avancemos
Organizaciones Organización Nacional Movimiento de Participación Ciudadana
Campesinas (MCNOC) Indígena (ONAI) Poder Ciudadano en Acción.
Movimiento Campesino Coordinadora de Productores
Paraguayo (MCP) Agrícolas de San Pedro
Organización Nacional Norte (CPA-SPN)
Campesina (ONAC) Coordinadora Sebastián
Coordinadora Nacional Larrosa
de Mujeres Rurales e
Indígenas (CONAMURI)
1.3 Partidos Políticos que fundaron el Espacio
Unitario-Congreso Popular (EU-CP):
Partido Convergencia Popular Socialista (PCPS)
Partido Popular Tekojoja (PPT)
Partido Comunista Paraguayo (PCP)
Partido del Movimiento al Socialismo (P-MAS)25
Partido del Movimiento Patriótico Popular (PMPP)
Fuente: Elaboración propia con datos obtenidos de: 1. La convocatoria oficial para la creación del Espacio Unitario
Congreso Popular del 18 de junio de 2008 2. La declaración de creación del Frente Patriótico Popular del 21 de
septiembre de 2008 3. Ocampos y Molinas, 2010, en “Informe Democracia y Desarrollo”. “Poder social y poder político:
nuevos desafíos para los actores sociales en América Latina” Capítulo Paraguay” Base-Ecta.

Esta fue la fuerza política (que participó de la coalición de gobierno) más amplia que
intentó aglutinar a los partidos y movimientos políticos ubicados entre la izquierda y el
centro. Varios de sus miembros dirigieron ministerios, secretarías de estado y direcciones
nacionales.
Si bien ocuparon pocas bancas en el Congreso Nacional, los mismos formaron parte de la
coalición de gobierno y con sus decisiones al frente de las carteras del poder ejecutivo
entraron en contradicción no solo con el direccionamiento que intentaba imprimir el Partido
Liberal Radical Auténtico, sino también con el Partido Colorado y los partidos políticos
pertenecientes al tercer sector, dentro de los cuales se encontraban el Partido Unión
Nacional de Ciudadanos Éticos (UNACE) y el Partido Patria Querida (PPQ).

25
También había formado parte de la Alianza Patriótica para el Cambio.
“Así de los diez Ministerios cuatro carteras de estados estuvieron a cargo26 de Ministros
vinculados al Frente Guasu27: el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, el
Ministerio del Interior, el Ministerio de Defensa y el Ministerio de Relaciones Exteriores
(Martínez, 2013:20) Además estuvieron al frente del gabinete presidencial, de secretarías
de estado, direcciones y/o presidencias de entes descentralizados autónomos y
autárquicos28. Por supuesto, la dirección de estas instituciones fue de manera intermitente.
Entonces retomando y conectando con el inicio del artículo, las demandas acumuladas, que
intentan ser canalizadas al interior del poder político por medio de los ministerios,
secretarias y direcciones a cargo de la alianza progresista y/o de izquierda, excederán la
capacidad de respuesta de estos grupos políticos que ante temas centrales y de fondo como
el modelo productivo, podrán apenas intentar contener de manera momentánea y sin éxito
la tendencia histórica del modelo económico paraguayo, ejecutado y promovido en este
caso por sectores del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA).

Para observar esto es necesario adentrarnos en las disputas entre los partidos políticos por
el direccionamiento de las políticas de gobierno durante el periodo 2008-2012 (2013).

Por esto nos focalizaremos en el direccionamiento de las políticas públicas relacionadas al


modelo agroexportador, ya que una de las intencionalidades de los partidos de izquierda fue
direccionar las políticas de gobierno hacia la satisfacción de sus demandas de los años 2000
relacionadas al modelo productivo.

Para ilustrar esto escogimos un caso pequeño del universo posible, pero que a la vez es
fácilmente observable, concreto y relacionado al modelo económico del Paraguay: la
liberación para uso comercial de las semillas genéticamente modificadas de algodón o
también conocido como Algodón BollGard I Evento MON531 29 de la empresa Monsanto.

En este hecho cuatro instituciones del poder ejecutivo entraron en disputa: El Ministerio de
Agricultura y Ganadería (MAG), dirigido por Enzo Cardozo del Partido Liberal Radical
Auténtico (PLRA), el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPyBS), dirigido
por Esperanza Martínez del Frente Guasu (FG), el Servicio Nacional de Calidad y Sanidad
Vegetal y de Semillas (SENAVE) bajo la dirección Miguel Lovera30 y cercano al Frente
Guasu (FG) y la Secretaría del Ambiente (SEAM) a cargo de Oscar Rivas también cercano
de los grupos progresistas.

26
No de forma continua.
27
Aunque se debe aclarar que al frente de un mismo ministerio, han estado diferentes personas, muchas veces
pertenecientes a distintos partidos políticos. Así por ejemplo el Ministerio del Interior estuvo primero dirigido por Rafael
Filizzola del PDP / Federico Acuña Araujo / Carlos Filizzola de PPS y Candia Amarilla de la ANR. (Martínez, 2013:20)
28
Secretaría de Acción Social (SAS), Secretaría de la Función Pública (SFP) Secretaría Nacional de la Niñez y la
Adolescencia (SNNyA) Secretaría de Emergencia Nacional (SEN) Secretaría Nacional de Cultura (SNC), Secretaría de
Información y Comunicación para el Desarrollo (SICOM). Instituto Nacional de Desarrollo y de la Tierra (INDERT),
Instituto Nacional de Calidad y Sanidad Vegetal y de Semillas (SENAVE), Instituto Nacional del Indígena (INDI)
Secretaría del Estado del Medio Ambiente (SEAM), Secretaría Nacional de la Vivienda y el Hábitat (SENAVITAT),
Gabinete de la Presidencia, Itaipu Binacional, Viceministerio de la Juventud y el Viceministerio de Minas y Energías.
29
Fuente: 1. Instituto de Biotecnología Agrícola: http://www.inbio.org.py/noticias/ver/47 2. DECIDAMOS:
http://www.decidamos.org.py/index.php?option=com_k2&view=item&id=637:la-roam-contra-el-uso-del-
algod%C3%B3n-transg%C3%A9nico&Itemid=1
30
Entrevista realizada por el autor a Miguel Lovera, presidente del SENAVE.
El 21 de octubre de 2011 el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) a cargo de Enzo
Cardozo del Partido Liberal autoriza la liberación para su comercialización del evento
MON 531 (algodón Bollgard I) de la empresa Monsanto, mediante resolución 2072/1131.

El acto de la liberación del algodón BollGard I puesto en el contexto del Paraguay se


inscribe bajo la histórica tendencia de su modelo económico. Por lo tanto el hecho a priori
es contrario a uno de los ejes que agrupó a los movimientos campesinos, en la lucha contra
la utilización de semillas genéticamente modificadas y a favor de la transformación del
modelo de desarrollo. Por lo que como podría esperarse en este caso, ni el Ministerio de
Salud Pública y Bienestar Social (MSPyBS), ni la Secretaría del Ambiente (SEAM), que
debían expedir el certificado de inocuidad alimentaria y la licencia ambiental
respectivamente, lo hacen. Así que el Servicio Nacional de Calidad y Sanidad Vegetal y de
Semillas (SENAVE) tampoco registra el evento MON531 (algodón BollGard I) en el
Registro Nacional de Cultivares Comerciales (RNCC) y el algodón BollGard I no puede
circular legalmente en el comercio.

Sin embargo a dos meses de la salida de los partidos políticos autodenominados


progresistas y/o de izquierda del poder, el 20 de agosto de 2012, mediante Decreto No
9503, el sustituto de Fernando Lugo, Federico Franco del Partido Liberal Radical
Auténtico, autorizó al SENAVE la introducción excepcional de Semillas de Algodón
conteniendo los eventos MON531X MON1445 (Tecnología BGRR y MON1445
(Tecnología RR)32 para la campaña algodonera 2012-201333, pero ya sin la participación de
los movimientos y partidos de izquierda.

Este caso nos permite encontrar dos posturas contrarias y no casuales al momento del
direccionamiento concreto de las políticas al interior poder ejecutivo, en torno a un modo
de producción agrícola relacionado a la tendencia del modelo económico paraguayo, a la
vez que muestra una continuidad proyectada en el tiempo entre las demandas de los
movimientos campesinos, sociales y partidos políticos de izquierda, de comienzos de los
años 2000, con las políticas públicas perseguidas por los representantes de estos sectores
dentro del gobierno entre en el período 2008-2012.

4. El Frente Guasu fuera del gobierno


Por otra parte, una vez fuera del poder ejecutivo (luego del 22 de junio de 2012), las dos
corrientes internas del Frente Guasu, es decir el bloque de 10 partidos o B-10 y el bloque
de 9 partidos o B-9 entran a una faceta de disputas de cara a las elecciones del 21 de abril
de 2013. Estas corrientes finalmente terminan rompiendo la unidad; quedando por un lado
el B-10 como Frente Guasu; sector político que impulsa la candidatura a la presidencia de

31
Fuente: Monsanto, http://www.monsanto.com/global/py/quienes-somos/Pages/historia-de-la-compania.aspx
32
Fuente: Monsanto, http://www.monsanto.com/global/py/quienes-somos/Pages/historia-de-la-compania.aspx
33
Además, el 3 de septiembre de 2012, a través de la resolución No 244 del SENAVE, se autoriza de forma excepcional,
la importación de semillas de algodón con los eventos MON531 XMON 1445 (BGRR) y MON1445 (RR), para la
campaña algodonera 2012-2013, conforme al decreto No 9503/12. http://www.monsanto.com/global/py/quienes-
somos/Pages/historia-de-la-compania.aspx
Aníbal Carrillo; y por otro el lado el B-9, que construirá una nueva plataforma política
llamada Avanza País, la cual impulsará la candidatura a la Presidencia de Mario Ferreiro.

Fernando Lugo se mantendrá dentro del Frente Guasu y será electo senador por esta
agrupación política para el periodo 2013-2018. El frente Guasu conseguirá 5 senadores y 1
diputado, en tanto que Avanza País conseguirá 2 senadores y 2 diputadas. Estos números
aunque pequeños convierten a la izquierda por primera vez en la tercera fuerza política en
la Cámara de Senadores detrás de los Partidos Colorado y Liberal.

Cuadro 7
Bloque de 10 Movimientos y Partidos Políticos o B-10 / Bloque de 9 Movimientos y Partidos o B-9.
Frente Guasu Posteriormente denominada Avanza País.
Partido Frente Amplio Partido País Solidario (Posteriormente cuando el B-9 se
Partido Movimiento Patriótico Popular retira del Frente Guasu, el Partido País Solidario
Partido de la Participación Ciudadana, Permanece dentro del Frente Guasu)
Partido Unidad Popular, Partido Febrerista,
Partido Popular Tekojoja; Partido Demócrata Cristiano,
Partido Comunista Paraguayo, Partido del Movimiento al Socialismo PMAS,
Partido Convergencia Popular Socialista, Partido Movimientos Mujeres por la Alianza,
Partido Frente Patriótico Popular Paraguay Teko Pyahu,
Movimiento Soberanía y Desarrollo, 20 de Abril,
Movimiento Bloque Social y Popular, Avancemos,
Izquierda Socialista, Francista y Pueblo al Poder.
Fuente: Elaboración propia.

Finalmente, en esta línea podemos trazar también las continuidades y conexiones de estás
políticas concretas que intentaron ser aplicadas desde el poder ejecutivo con las propuestas
de los movimientos y partidos políticos de izquierda que se proyectan al período 2013-
2018. Esto además nos permitirá ver que las propuestas para el periodo 2013-2018 del
Frente Guasu y Avanza País están conectadas con los movimientos sociales y partidos
políticos de izquierda formados en el periodo pos dictatorial (1989) y sobre todo con las
articulaciones de la primera década del siglo XXI.
Cuadro 8
Resumen de las propuestas relacionadas al Modelo Económico y Tributario de las Alianzas Políticas progresistas y/
de izquierda con representación parlamentaria
Frente Guasu (Proveniente del B 10) Avanza País (Proveniente del B 9)
Reforma Agraria Integral. Reforma Agraria Integral.
Transformación del sistema Transformación de la matriz productiva
agroexportador y ganadero a un modelo agroexportadora y ganadera.
industrial cooperativo. Diversificación de la producción que
Trabajo digno con posibilidad de tienda a la Industrialización.
formación. Impulso de las pequeñas y medianas
Cadenas Productivas a través de inversiones a través de su formalización
Parques Agroindustriales y cadenas de y la instalación de créditos baratos,
distribución organizadas en Unidades simples y de rápida obtención
Económicas. provenientes de la Banca Pública o
Transformación de la ley de compras impulsando la creación de nuevas
del estado para que adquiera entidades de crédito para la industria y
principalmente productos nacionales. las empresas de servicios.
Modelo Económico. Financiación desde la Banca Pública, Complementación en la producción
de la Reserva Monetaria y de los industrial con los países vecinos del
fondos de las Hidroeléctricas. MERCOSUR.
Ajustes salariales contralados por un Fortalecimiento del mercado interno
Ministerio de Economía a ser creado. otorgando mayor poder de compra a
Construcción de Infraestructura para el los/las trabajadores/ras, para esto habrá
acompañamiento del desarrollo que formalizar el trabajo, implementar
industrial. mejoras salariales y garantías sociales.
Fortalecimiento de las empresas Mayor protagonismo del Estado en la
públicas. vida económica del país, esto significa
Soberanía Alimentaria. aumentar los impuestos, combatir la
Pago del Costo Socio-Ambiental por la evasión y la elución fiscal.
extracción de riquezas del suelo Viviendas dignas como un derecho y
Viviendas dignas como derecho y como movilizador de la economía.
movilizador de la economía.
Implementación de un sistema de Implementación de un sistema de
tributario progresivo. tributario progresivo, equitativo y
Aumento de la presión tributaria. solidario. Quien gana más contribuye
(IRACIS, IMAGRO, IRP, Impuesto más en base al número de salarios
Inmobiliario, Impuesto a la tierra mínimos.
improductiva)
Sistema Tributario Introducción de Impuestos a la
exportación de materias primas.
Introducción de Impuestos a las
operaciones financieras.
Introducción de Impuestos a la
inversión extrajera del tipo Maquila.
Aumento de la presión tributaria.
Fuente: Elaboración propia con datos obtenidos de las propuestas de gobierno del Frente Guasu y Avanza País.

5. Conclusiones.
1. Ambas alianzas políticas autodenominadas progresistas y/o de izquierda (Frente Guasu y
Avanza País) con representación parlamentaria provienen de un continuum institucional
débil con base en los movimientos campesinos y sociales que entre fines de los 90 y
comienzo de los 2000 logran ir agregando lentamente sus demandas expresadas en diversos
Frentes, Alianzas, Mesas Coordinadoras, Espacios Unitarios, Congresos, Plenarias
Permanentes, Federaciones, entre otras. De esta manera se han construido y reconstruido
continuamente a partir de sucesivas alianzas y rupturas, frente al modelo económico
agroexportador de materias primas sin procesar del Paraguay y ante el cual proponen un
modelo de industrialización de la materia prima y la diversificación de la matriz productiva
y la inclusión de la población a la economía. Esto transformaría la manera en que el
Paraguay se integra al mundo.

2. Si bien existe un electorado dispuesto a votar por sectores autodenominados de izquierda


y o progresista, esto no implica que sean votos consolidados (o duros) a largo plazo. La
población paraguaya ha mostrado en las 6 elecciones generales (nacionales) desde la caída
de la dictadura que sus preferencias electorales siguen siendo depositadas a favor de los dos
partidos tradicionales. Ninguno de los dos partidos políticos, ni el Colorado y ni el Liberal
se han desplomado en las preferencias del electorado. En realidad son los nuevos partidos
políticos del tercer sector los que han sufrido la fluctuación entre el nacimiento y la
desaparición.

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Fuentes:
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 Entrevista realizada a Miguel Lovera Director del Servicio Nacional de Calidad y
Sanidad Vegetal y de Semillas (SENAVE).
Conclusiones.
El final del siglo XX, en medio del aparente consenso difuso del cual parecía gozar el
denominado “Consenso de Washington” tanto a nivel internacional como a nivel regional,
dio lugar al inicio de un proceso de cambio en América del Sur, a partir del ascenso de la
figura de Hugo Chávez Frías a la presidencia de Venezuela en el año 1999.
El denominado “Régimen de Punto Fijo” en Venezuela, a través de una compleja e
inteligente ingeniería institucional, había afrontado de manera exitosa a lo largo de cuatro
décadas los problemas atinentes a la gobernabilidad democrática, pero al precio de una
paulatina y creciente erosión de su legitimidad política.
Ello se debió a la exclusión de la agenda pública de algunas cuestiones políticamente
relevantes, como la creación de una industria más competitiva y eficiente, o la
redistribución mediante tasas impositivas de los excedentes derivados de la renta petrolera.
Así también la exclusión en la arena pública de actores como por ejemplo las asociaciones
vecinales y nuevos partidos, quienes tuvieron serias dificultades producto del diseño
electoral pergeñado para el acceso a los cargos e instancias gubernamentales de decisión,
contribuyó a ese proceso de erosión.
La impugnación a las limitaciones de la democracia tuvo su expresión entonces, en
términos de una fuerte demanda de cambio, en el triunfo de Rafael Caldera, uno de los
principales dirigentes históricos y fundador del Comité de Organización Política Electoral
Independiente (COPEI), quién en las elecciones presidenciales de 1993, encabezó una
coalición de partidos por fuera de las estructuras partidarias tradicionales, y luego, en los
sucesivos triunfos electorales del Teniente Coronel Hugo Chávez, a partir de 1998,
inaugurando a partir de ese año un nuevo tiempo histórico y un nuevo clima de época en la
Venezuela contemporánea.
Por cierto, este nuevo ciclo político tiene su inauguración con el ascenso a la presidencia de
la República de Venezuela de Hugo Chávez Frías en 1999, asunción que todavía aún tuvo
lugar en medio de una región marcada por presidencias que reflejaban en mayor o menor
medida los consensos en torno de estrategias de signo liberal o neoliberal; tales eran los
casos de Carlos Menem en Argentina (y Fernando De La Rúa a partir del mes de diciembre
de ese año 1999), Fernando Henrique Cardoso en Brasil, Vicente Fox en México o Julio
María Sanguinetti en el Uruguay, solo para mencionar algunos de ellas.
Pronto se pudo advertir a lo largo de la región los signos de este proceso de cambio más allá
de las fronteras de Venezuela; allí pudimos asistir a la aparición de Lula Da Silva en Brasil
en 2003 y Dilma Rousseff en 2011, Néstor Kirchner en Argentina en el mismo año 2003 y
Cristina Fernández de Kirchner a partir del 2007, Evo Morales en Bolivia en 2005, Rafael
Correa en Ecuador en el 2007, Fernando Lugo en Paraguay en 2008 y Tabaré Vázquez y
José Mujica en Uruguay en los años 2006 y 2010 respectivamente como evidencia de un
nuevo tiempo político en el continente.
En suma, en la primera década del nuevo siglo América Latina –y en particular el
subcontinente sudamericano- ha vivido un fenómeno nuevo (y viejo a la vez) cual ha sido (y
es) la coexistencia de gobiernos de carácter progresista nacional-popular y/o
socialdemócrata con un ciclo ascendente de la economía mundial, por lo menos hasta la
crisis financiera internacional del 2008/2009.
Ha sido el objetivo general de la presente publicación abordar en clave de política
comparada las transformaciones de la democracia en Venezuela, procurando detectar
cambios y continuidades entre la democracia de 1958 y la nueva democracia de 1999.
Así también han sido objetivos particulares analizar los factores de estabilización de la
democracia puntofijista en Venezuela a partir de 1958, como así también sobre las causas,
crisis y agotamiento de la democracia de 1958, llevar a cabo un pormenorizado estudio de
los factores y contexto de surgimiento de la figura de Hugo Chávez Frías, la construcción
discursiva de su nuevo liderazgo decisorio, las principales consecuencias de la instauración
del nuevo régimen político en Venezuela sobre la calidad de la democracia y diferentes
experiencias en la región que pudieran contener “rasgos de familia” con la experiencia de
Hugo Chávez Frías en el contexto de la última década en la región.
Con el propósito de afrontar este último objetivo se han incorporado al estudio las
experiencias de Evo Morales (2005- ) en Bolivia, Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina
Fernández de Kirchner (2007-2015) en Argentina, Tabaré Vázquez (2005-2009) y José
Mujica (2010-2014) en Uruguay y Fernando Lugo (2008-2012) en Paraguay.
Tres interrogantes básicos han orientado el desarrollo de esta investigación:
1. ¿Cuáles son los principales factores de estabilización/crisis de la democracia
venezolana entre 1958 y 1999?
2. ¿Cuáles son las principales consecuencias de la instauración del nuevo
régimen político a partir de 1999 sobre la calidad de la democracia?
3. ¿La experiencia de Hugo Chávez contiene atributos que permitirían
establecer rasgos comunes con otras experiencias en la región?

A partir de los interrogantes formulados, tres han sido las hipótesis explicativas a lo largo
del desarrollo de la presente obra:
1. La disponibilidad de recursos fiscales derivados de los excedentes de la
renta petrolera, el excepcionalismo de su liderazgo político y social y la
disciplina y fortaleza de las organizaciones habrían constituido los factores
centrales de la estabilización/crisis de la democracia venezolana.
2. La instauración del nuevo régimen político a partir de 1999 se demostraría
como disfuncional en relación a la calidad de la democracia.
3. La concepción sobre el papel del estado, una concepción desarrollista en
materia económica crítica del neoliberalismo económico y el énfasis en la
inclusión social constituirían factores explicativos de la semejanza de la
experiencia de Hugo Chávez Frías con otros procesos políticos de la región.

Con base en la evidencia bibliográfica, discursiva, documental y estadística presentada, se


ha llegado a las siguientes conclusiones:
Hipótesis 1 corroborada:
Aquel conjunto de factores que contribuyeron de manera decisiva a la consolidación
democrática en Venezuela, -disponibilidad de ingresos fiscales derivados de los excedentes
de la renta petrolera, excepcionalismo de su liderazgo político y social, disciplina y
fortaleza de las organizaciones partidarias-, se constituyeron sin embargo en aquellas
dimensiones que, paradójicamente, desencadenaron la crisis (y colapso) del sistema político
de Punto Fijo a partir de la década de 1990. Si bien estos mecanismos garantizaron la
consolidación del régimen democrático, constituyeron al mismo tiempo un serio obstáculo
para su mayor democratización.
Esto se debió a que, fueron excluidas de la agenda pública algunas cuestiones políticamente
relevantes, como la creación de una industria más eficiente y competitiva, o la
redistribución mediante tasas impositivas, de los excedentes derivados de la renta petrolera;
por otra parte, distintos actores fueron sistemáticamente excluidos de la arena pública,
como por ejemplo las asociaciones vecinales y, así también nuevos partidos tenían serias
dificultades producto del diseño electoral pergeñado, para el acceso a los cargos e
instancias gubernamentales de decisión.
De esta manera, el Régimen de Punto Fijo, a través de esta compleja e inteligente ingeniería
institucional, resolvió los problemas atinentes a la gobernabilidad democrática, pero, al
precio de una paulatina y creciente erosión de su legitimidad política.
Las sucesivas crisis de los años ´80 y comienzos de la década del ´90, -crisis financiera y
devaluación del Bolívar en 1983, la crisis social derivada del Caracazo en 1989 y los
intentos de ruptura institucional de Febrero y Noviembre de 1992- pusieron de manifiesto
las limitaciones de la democracia Venezolana y de los pilares que dieron soporte a la
misma, como así también implicaron la puesta en tela de juicio de la capacidad y eficacia
de sus instituciones democráticas.
La puesta en tela de juicio tuvo su expresión en términos de los cambios y continuidades
registrados en la participación electoral. En efecto, si durante 20 años, esto es desde 1958
hasta 1978, una sociedad sin fisuras acudió a las urnas con notable regularidad, a partir de
esta fecha y en el entorno de una polarización de la sociedad, se operó un cambio en la
participación que hacia el año 2000 llegaría a niveles de abstención electoral alarmantes.
Durante el gobierno de Hugo Chávez, la participación electoral sigue un patrón de
recomposición ascendente, no obstante lo cual se asiste a una polarización de la sociedad
sin precedentes.
El fenómeno de la abstención electoral ha sido estudiado a partir de la convicción que,
cuando la población decide no acudir a las urnas, esta actitud política no siempre expresa
falta de interés sobre el hacer político. En el caso de Venezuela la sostenida renuencia de la
sociedad a ejercer su derecho al voto, no responde a la apatía política ni se reduce a la
recriminación a sus representantes.
El triunfo de Rafael Caldera, dirigente histórico del Copei, en las elecciones presidenciales
de 1993, encabezando una coalición de partidos por fuera de las estructuras partidarias
tradicionales, constituyó la expresión de una creciente demanda de cambio, en el
funcionamiento de un sistema político que, sobre la base del principio de la democracia
representativa, ha privilegiado la dimensión de la representación sobre aquella de la
participación política, con el consecuente vaciamiento de la representación -puesto
especialmente de manifiesto a partir del Caracazo de Febrero de 1989- y la emergencia de
nuevos actores políticos y sociales relevantes.
Esta demanda de cambio se ha visto ratificada luego con los sucesivos triunfos electorales
de Hugo Chávez, en las elecciones presidenciales de 1998, en los comicios para la
convocatoria y composición de la Asamblea Constituyente de 1999, en el plebiscito para la
ratificación de la nueva carta constitucional, también durante 1999, y en las elecciones
presidenciales de Julio de 2000 y municipales del mes de Diciembre.
Todo ello en medio de una historia política de Venezuela signada por el presidencialismo
como modelo institucional, así como también por el caudillismo como estilo de decisión y
liderazgo político; podemos remitirnos a los propios escritos de Simón Bolívar, como así
también a los paradigmáticos casos de José Antonio Páez (1830-1847), Antonio Guzmán
Blanco (1870-1877 y 1883-1888), Juan Vicente Gómez (1908-1935) y Marcos Pérez
Jiménez (1948-1958) aquí mencionados, para poder tener una cabal comprensión de los
alcances del "decisionismo" que ha caracterizado el desarrollo de la vida institucional de
este país a lo largo de casi toda su existencia.

Hipótesis 2 parcialmente corroborada


El discurso de Chávez abordado, en el marco de la doble crisis de legitimidad del
bipartidismo, logró recrear el vínculo de representación política, solucionando ambas
dimensiones de la crisis. Ello fue posible a partir de una serie de medidas decisorias,
enmarcadas en un discurso de fuerte transformación social frente al pasado. En ese
contexto, el presidente venezolano ha enarbolado un discurso de ruptura radical y
refundacionalismo, que edificó un nuevo orden contra-hegemónico al régimen vigente
hasta su llegada al poder.
Los elementos centrales de este discurso de ruptura radical serían dos. En primer lugar, una
concepción de populismo nacional y latinoamericanista, con un eje de antagonismo en los
poderes constituidos, tanto internos como externos, simbolizado en la oposición
radicalizada a las políticas neoliberales y al modo de integración al orden mundial,
promovido por los Estados Unidos. Y en segundo término, un discurso refundacional de
democratización dual, asociado a una revolución pacífica e integral, que planteará un difícil
equilibrio entre la concepción representativa y la concepción participativa de la democracia,
asumiendo una nueva ruptura radical con el sistema político vigente, pero también en
relación a los populismos clásicos del siglo XX.
Este modelo de liderazgo, sustentado en el discurso refundacional de democratización dual
descripto, ha tenido ambiguas implicancias dado que, por una parte, encontramos
mecanismos establecidos en la propia constitución Bolivariana que refuerzan el
componente vertical de las nuevas poliarquías (relación líderes-ciudadanos), que se
manifiestan en la propia definición constitucional de un nuevo modelo de democracia
participativa, a través de la implementación de iniciativas como la posibilidad de
revocación de los mandatos públicos y la convocatoria de referéndum para los temas más
relevantes de la agenda política.
Se han advertido asimismo, fuertes déficits y obstáculos para la consolidación democrática
en su dimensión horizontal (líderes- no/líderes) a través de iniciativas que se traducen en
un poder ejecutivo que concentra funciones antes ejercidas por el poder legislativo, tanto
nacional como regional, tales como: disolución de la asamblea nacional, control del
gobierno federal vía Consejo Federal de Gobierno y predominio de las guarniciones
militares en la concentración y distribución de los recursos regionales, entre otras
atribuciones.
Al ser este un modelo de democracia en el que la representatividad es sustituida por el
procedimiento plebiscitario, que puede conducir a la unanimidad encarnada en el líder, la
erosión de la legitimidad plebiscitaria puede acarrear consecuencias de manifiesta
imprevisibilidad.
Hipótesis 3 parcialmente corroborada

El proceso que está atravesando Bolivia, descripto en esta obra, es parte de un período de
transformaciones donde la continuidad y el cambio conviven, aunque no siempre en
armonía. Los resultados de las elecciones presidenciales de 2002 en las que el MAS se
posicionó como segunda fuerza política nacional y los conflictos violentos de febrero y
octubre de 2003 fueron los primeros indicios de que esa ‘quietud’ que había caracterizado
por décadas al escenario socio-político nacional había comenzado a modificarse. Tres años
más tarde, el triunfo de Morales con mayoría absoluta, defensor de los derechos de los
excluidos y con una retórica anti-sistema reafirmó que la historia del país andino se
encontraba en un punto de inflexión.

Con respecto a la ‘refundación del Estado’ -que aquí fue abordado a partir del proceso
constituyente, las nacionalizaciones y las políticas sociales- pueden extraerse las siguientes
consideraciones. En primer lugar, el otorgamiento de una nueva Constitución Política que
reconociera jurídicamente la diversidad cultural como un elemento identitario y el respeto
de los derechos de las comunidades indígenas y campesinas fue un paso muy importante en
la búsqueda por reducir los márgenes de exclusión. Asimismo, la incorporación de las
autonomías, la ampliación del rol del Estado en la economía y la limitación de la extensión
de las tierras privadas también son parte de esa lucha por ‘romper con el pasado’. No
obstante, la coyuntura en la cual se gestaron dichos cambios reflotó la incertidumbre sobre
cuáles son las posibilidades que lo acordado en términos jurídicos se proyecte en la
práctica.

En segundo lugar, el fortalecimiento del Estado en la economía a través de las


nacionalizaciones merece una doble lectura. Por un lado, dichas medidas han redefinido el
vínculo Estado-empresas transnacionales; situación que a su vez ha permitido a la
administración Morales implementar un conjunto de políticas sociales como parte de la
lucha contra la pobreza y la desigualdad. Éstas han contribuido a mejorar los índices
sociales aunque no ofrecen una respuesta integral puesto que Bolivia continúa siendo uno
de los países más pobres y desiguales de la región. Por otro lado, este proceso es
exacerbado a nivel discursivo ya que aún el Estado debe conquistar espacios en materia del
control operativo de las industrias. También debe tomarse en cuenta que los avances del
Estado sobre la economía han sido en la regulación de sectores extractivos. Aún queda
pendiente como gran desafío avanzar paulatinamente hacia la superación de un modelo
económico –y político- que depende de la exportación de los energéticos.
En el particular caso de la experiencia kirchnerista, cuatro han sido los pilares sobre los
cuales se planteó la existencia de este “nuevo tiempo histórico” de la política argentina: la
puesta en marcha de un nuevo modelo de desarrollo productivo con inclusión social y
radical redistribución del ingreso, la mejora en la calidad de las instituciones democráticas,
la puesta en marcha de una política en el terreno de los derechos humanos que viene a
finalizar con un ciclo de impunidad consagrado en las leyes de Punto Final y Obediencia
Debida dictadas durante el gobierno de Raúl Alfonsín, y los indultos de Carlos Menem y la
recuperación del rol del estado, ausente durante los años ´90.

Todo ello teniendo en consideración que, si hay algo que no ha estado ausente durante las
experiencias de Néstor y Cristina Kirchner, esto ha sido precisamente la inclinación a
inaugurar un nuevo tiempo histórico, siendo el 2003 el momento de quiebre de la historia
hasta entonces vivida. La construcción de este nuevo relato político tuvo como marco de
fondo la crisis terminal de la Argentina entre finales del año 2001 y comienzos del año
2002.

Hemos destacado que el inicio de un “nuevo ciclo productivo” data de finales del año 2001
y comienzos del 2002 cuando, en el marco de la más grave crisis de la historia política
argentina, los ex presidentes Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde adoptaron
estrategias drásticas de ajuste en el comienzo de este nuevo ciclo declarando la cesación de
pagos de la deuda externa el primero y devaluando la moneda argentina y pesificando la
economía el segundo, llevando a cabo la “tarea sucia” de la implementación del nuevo
modelo. Tras el drástico ajuste inicial, la economía argentina ha tenido hasta prácticamente
la fecha presente elevadas tasas de recuperación de su producto bruto interno.

Por otra parte, y a pesar de las elevadas tasas de recuperación económica, la evidencia
empírica no acompaña las referencias a la mejora de la distribución del ingreso y la
inclusión social proclamada, manteniéndose patrones de naturaleza similar a los de la
década de 1990.

En relación a la recuperación del papel del estado en la economía nacional, si bien el


mismo se ha advertido a través de la recuperación de empresas y servicios transferidos al
sector privado durante los años ´90, podemos advertir los límites de dicha recuperación a
través de hechos de carácter emblemático, como ha sido la tragedia de Once, producto de la
conjunción de un esquema de rent seeking empresarial vía subsidios, ausencia de rendición
de cuentas en la asignación de dichos fondos y debilidad de las agencias estatales
encargadas de la regulación de los servicios privatizados o concesionados.
Mientras tanto la historia política uruguaya, desde el 1º de marzo de 2005, ingresó en una
nueva etapa signada por el predominio del Frente Amplio-FA. A lo largo de esta década de
ejercer la presidencia con mayoría parlamentaria, la izquierda uruguaya no llevó adelante
ningún intento expropiatorio ni políticas de redistribución del ingreso radicales. En verdad,
ha conciliado una política económica market friendly con políticas sociales ambiciosas.
La política económica de los dos gobiernos del FA ha estado a la derecha de las
preferencias que predominan en este partido. Esta paradoja, un partido de izquierda
llevando adelante políticas centristas, se explica en parte por la decisión de moderar el
programa para ganar la elección que se impuso en el FA a comienzos de los noventa. Pero
el “viraje hacia el centro” también es consecuencia de una modificación profunda en el
plano de las ideas, inseparable (a su vez) de la crisis del “socialismo real” y del auge del
neoliberalismo. En este sentido, la evolución del FA no es muy distinta a la de otras
izquierdas de la región y del mundo que abandonaron el ideal de la revolución socialista a
cambio de un proyecto mucho más humilde: sin abandonar el marco del capitalismo,
compatibilizar el crecimiento económico con la igualdad social.
Los dos presidentes se las ingeniaron para, de una manera o de otra, dejar su huella. Pero lo
que más llama la atención de las presidencias de Tabaré Vázquez y José Mujica es la
existencia de fuertes restricciones políticas e institucionales que limitaron la
discrecionalidad de ambos. Vázquez logró sostener a Danilo Astori, pero no logró
imponerlo como su sucesor. Mujica ganó con claridad la batalla por la candidatura del FA
entre 2008 y 2009, pero terminó pactando con el líder vencido. El FA gobernó con mayoría
parlamentaria pero la oposición logró tener una presencia fuerte en el debate público todo el
tiempo y fiscalizar la acción de gobierno. El poderío de los mecanismos pluralistas de la
polity uruguaya ayudan a entender por qué, a pesar de su vocación hegemónica y del
predominio de grupos de izquierda radical en su estructura interna, el FA, a diferencia de
otras izquierdas de la región, no ha intentado llevar adelante reformas institucionales
orientadas a concentrar el poder.
Finalmente Paraguay ha vivido su historia política casi sin opciones autoconsideradas de
izquierda al interior del gobierno, ya sea en el poder ejecutivo o en el parlamento. Sin
embargo en el periodo 2008-2012 un amplio abanico de movimientos y partidos
autodenominados progresistas y/o de izquierda logran participar de la coalición gobierno y
para el periodo 2013-2018 se convierten por primera vez en la tercera fuerza política en la
Cámara de Senadores detrás de los tradicionales e históricos Partidos Colorado y Liberal.
Uno de los clivajes de autoposicionamiento izquierda-derecha entre los actores del espectro
político ha sido la tierra y el modelo económico agroexportador de materia prima.
Ante este escenario los actores autodenominados progresistas y/o de izquierda se han ido
articulando en torno a sus demandas insatisfechas para combatir al modelo económico que
consideraban expulsor, para lo cual abandonarán la singularidad y desconexión del abordaje
de los problemas de los años 90, para de forma agregativa tomarlos como problemas
integrados causados por un modelo económico-político al que empezaban a percibirlo
contrario, global y que abarcaba a toda la sociedad.
Ambas alianzas políticas autodenominadas progresistas y/o de izquierda (Frente Guasú y
Avanza País) con representación parlamentaria provienen de un continuum institucional
débil con base en los movimientos campesinos y sociales que entre fines de los 90 y
comienzo de los 2000 logran ir agregando lentamente sus demandas expresadas en diversos
Frentes, Alianzas, Mesas Coordinadoras, Espacios Unitarios, Congresos, Plenarias
Permanentes, Federaciones, entre otras.
De esta manera se han construido y reconstruido continuamente a partir de sucesivas
alianzas y rupturas, frente al modelo económico agroexportador de materias primas sin
procesar del Paraguay y ante el cual proponen un modelo de industrialización de la materia
prima y la diversificación de la matriz productiva y la inclusión de la población a la
economía. Esto transformaría la manera en que el Paraguay se integra al mundo.
Hemos abordado en definitiva experiencias signadas por la tensión entre la continuidad y
el cambio pero también con un común denominador en la mayor parte de estas
experiencias políticas –la experiencia de Uruguay constituye una excepción a esta regla- el
cual es y ha sido la existencia de conflictos y tensiones tanto en términos axiológicos como
en el terreno de las prácticas concretas, entre la dimensión electoral de la democracia y los
fundamentos del liberalismo constitucional y que comprendió también al propio modelo de
democracia contenido en el desarrollo histórico del estado de derecho.

Cada una de ellas nos permite poner sobre la mesa de discusión la necesidad de afrontar
los grandes dilemas de las (ya no tan) nuevas democracias en América Latina:
Democracia/República, Estado/Mercado, Institucionalismo/Movimientismo, Crecimiento/
Desarrollo.

El debate en torno de estos dilemas seguramente continuará.


LOS AUTORES
Alberto Baldioli es Licenciado en Ciencia Política (UBA), Diploma de Postgrado en
Defensa Nacional y cursó el Magister en Defensa Nacional (EDENA), doctorando en
Ciencias Políticas (UCA), es Docente-Investigador (UBA). Director y Editor de la Revista
de Ciencia Política Online. Es autor y coautor de una docena de artículos de la disciplina
en revistas académicas especializadas a nivel nacional e internacional. Especialista en
Historia Contemporánea, Geopolítica y Seguridad Internacional.

Natalia Ceppi es Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de


Rosario (UNR), Magíster en Integración y Cooperación Internacional (CEI-CERIR) y
Doctora en Relaciones Internacionales (UNR). Es Becaria Postdoctoral de CONICET y
Jefa de Trabajos Prácticos de la asignatura Derecho Consular y Diplomático de la
Licenciatura en Relaciones Internacionales, Facultad de Ciencia Política y Relaciones
Internacionales de la UNR. Es autora de múltiples trabajos publicados en revistas
especializadas de la disciplina y participante en congresos nacionales e internacionales.

Hernán Fair es Licenciado en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires (UBA),
Magíster en Ciencia Política por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(FLACSO) y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Ha sido
becario Doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas durante el
período 2008-2013 y actualmente es becario Post-Doctoral del mismo organismo (2013-
2015). Es docente de la cátedra "Líderes y liderazgos en América Latina", en la Carrera de
Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires. Autor de capítulos de libros y de
numerosos artículos científicos en revistas nacionales e internacionales.
Adolfo Garcé García y Santos es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de la
República (Uruguay), es Profesor Agregado en Régimen de Dedicación Total en la
Facultad de Ciencias Sociales y en la Facultad de Ciencias Económicas y de
Administración (Universidad de la República). Realizó estancias de investigación en
London School of Economics and Political Science (2001), Universidad Católica de Chile
(2007) y Universidad de Santiago de Compostela (2010), y fue Profesor Visitante en la
Universidad de Minnesota (2012). Es investigador activo del Sistema Nacional de
Investigadores (desde marzo de 2009) y editor de la Revista Uruguaya de Ciencia Política
(desde el año 2010).
Santiago Leiras es Licenciado en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires,
Diploma de Estudios Avanzados y Doctor en América Latina contemporánea por el
Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset de Madrid-España, Profesor
Adjunto de la Universidad de Buenos Aires y Profesor Asociado de la Universidad de
Belgrano. Ha sido compilador de los libros “Democracia y estado de excepción: Argentina
1983-2008” (2012), “Estado de excepción y democracia en América Latina. Argentina,
Brasil, Perú y Venezuela en perspectiva comparada” (2010), autor de “El Cono Sur y sus
líderes durante los años ´90. Carlos Menem y Fernando Collor de Mello en perspectiva
comparada” (2009), y de una treintena de trabajos sobre su especialidad.
Fernando Martínez Escobar es Becario doctoral del CONICET Argentina, Doctorando en
Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires UBA. Participa de equipos de
investigación UBACyT. Máster en Acción Política y Participación Ciudadana en el Estado
de Derecho por la Universidad Rey Juan Carlos, Universidad Francisco de Vitoria y el
Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, Madrid-España. Abogado por la Universidad
Nacional de Asunción UNA. Actualmente su lugar de trabajo se encuentra en la
Universidad Nacional de San Martín UNSAM Buenos Aires-Argentina. Además es
miembro del Grupo de Estudios Sociales sobre Paraguay (GESP-IEALC-UBA), entre
otros.

Estela Pittatore es Licenciada en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires,


Argentina (UBA), Maestranda en Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad de
Buenos Aires (UBA) e investigadora tesista en el Instituto Germani, Universidad de
Buenos Aires (UBA).

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