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El Sindicalismo Revolucionario en La Semana Roja

Este documento presenta un resumen de 3 oraciones del artículo "El sindicalismo revolucionario en la Semana Roja: la disputa por la dirección de la huelga" de Alejandro Belkin. Analiza la interpretación de Enrique Dickmann sobre los sucesos de la Semana Roja de 1909 en Buenos Aires, cuando hubo una represión policial durante una manifestación del 1 de mayo que dejó varios muertos y llevó a una huelga general; también describe las disputas entre el Partido Socialista y el Comité de Huelga General por la dirección de la huel

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El Sindicalismo Revolucionario en La Semana Roja

Este documento presenta un resumen de 3 oraciones del artículo "El sindicalismo revolucionario en la Semana Roja: la disputa por la dirección de la huelga" de Alejandro Belkin. Analiza la interpretación de Enrique Dickmann sobre los sucesos de la Semana Roja de 1909 en Buenos Aires, cuando hubo una represión policial durante una manifestación del 1 de mayo que dejó varios muertos y llevó a una huelga general; también describe las disputas entre el Partido Socialista y el Comité de Huelga General por la dirección de la huel

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El sindicalismo revolucionario en la Semana

Roja: la disputa por la dirección de la huelga


Alejandro Belkin
UBA - CEHTI
[email protected]

“El comité [de huelga general] lanzó varios


manifiestos, convocó por repetidas veces a los
delegados de los gremios, envió circulares al in-
terior llamando a la solidaridad. Fue el centro de
relaciones del movimiento huelguista”.1

La institución policial sería tan criminal con


Falcón como sin él; ella vive para el crimen y la
opresión.2

Los sucesos ocurridos en mayo de 1909, conocidos popularmente


como “semana roja”, constituyeron un hito en la historia del movimiento
obrero argentino. Las obras clásicas mencionan su importancia (Abad
de Santillán, 1933; Íscaro, 1958; Marotta, 1961; Oddone, 1934), inves-
tigadores posteriores también destacaron el valor de aquellos aconte-
cimientos (Bilsky, 1985; Falcón, 1987; Godio, 1972; Suriano, 1988).
Sin embargo, a pesar de su formidable envergadura, carecemos de es-
tudios que analicen aquel tramo puntual de la historia del movimiento
obrero argentino. El mismo año que ocurrieron los acontecimientos, el
Partido Socialista (PS) publicó un informe donde relata su actuación
en aquellas jornadas. El documento sobredimensiona la participación
del PS en la huelga: “En el origen y desarrollo de los acontecimientos
le ha correspondido al Partido Socialista una participación importante,
de indiscutible magnitud” (Partido Socialista, 1909, p. 20). Unos años
más tarde, profundizando la misma orientación, Enrique Dickmann

1. “Acción del Comité de Huelga General”, El Obrero en Madera, II, 31, 1 de junio de
1909, p. 2.
2. “La renuncia de Falcón: breves consideraciones”, La Acción Socialista, IV, 91, 16
de junio de 1909, p. 2.

(Archivos, año V, nº 10, marzo de 2017, pp. 13-32) [ 13 ]


14 ARCHIVOS, año V, nº 10, marzo de 2017: 13-32

elaboró una interpretación global de los sucesos, donde ubica al PS en


el centro de la escena y él mismo se sitúa como protagonista central del
conflicto (Dickmann, 1949). Esta versión se ha transformado en canóni-
ca. En la única obra escrita específicamente sobre el tema, un libro de
la Biblioteca Política de CEAL, los autores quedan prisioneros de esta
perspectiva (Frydenberg y Ruffo, 1992). La sobrevaloración del PS, y de
la propia figura de Dickmann, llevó necesariamente a minimizar el rol
que cumplieron las demás corrientes. El papel que desempeñaron los
sindicalistas revolucionarios quedó especialmente relegado. También fue
silenciada la disputa permanente que existió entre el Partido Socialista
y el Comité de Huelga General (CHG), conformado por anarquistas y
sindicalistas, con hegemonía de éstos últimos. Día tras día, durante toda
la semana que se extendió la huelga, ambas organizaciones rivalizaron
por la dirección del conflicto.
En primer lugar, presentamos la interpretación de los sucesos
elaborada por Enrique Dickmann. En segundo lugar, describimos las
disputas cotidianas entre el PS y el CHG, rivalidades que contradicen
el relato construido por Dickmann. En tercer lugar, desarrollamos los
balances que realizaron sindicalistas y socialistas sobre la huelga y sus
resultados, analizando las diferentes estrategias políticas que defendía
cada fuerza. Por último, subrayamos el protagonismo del sindicalismo
revolucionario en estos sucesos. Para efectuar la reconstrucción histo-
riográfica hemos utilizado diferentes fuentes impresas. En primer lugar,
hemos examinados en profundidad los periódicos de las tres principales
corrientes políticas, La Vanguardia, diario oficial del Partido Socialista,
La Protesta, principal vocero del anarquismo, y La Acción Socialista,
órgano de difusión del sindicalismo revolucionario. También recurrimos
a la prensa gremial: La Unión Obrera, mensuario de la Unión General de
Trabajadores y El Obrero en Madera, órgano oficial de la Federación de
Trabajadores en Madera.3 También incorporamos la visión de la prensa
comercial a través del diario La Nación. En este trabajo, circunscribimos
nuestra investigación al ámbito de la ciudad de Buenos Aires.

La interpretación apologética de Dickmann

Para celebrar el 1º de mayo de 1909 se organizaron dos grandes


manifestaciones públicas. Por una parte, la FORA convocó a sus adhe-
rentes a concentrarse en la Plaza Lorea, desde allí marcharían hasta la
Plaza Mazzini. Los organizadores habían establecido el siguiente reco-
rrido: Callao, Córdoba, Libertad (pasando por el local de La Protesta),

3. El gremio de obreros ebanistas era el principal bastión del sindicalismo en el


movimiento obrero.
A. Belkin - El sindicalismo revolucionario en la Semana Roja 15

Paraguay, Paseo de Julio (actual avenida Leandro N. Alem), hasta el


destino. Por otra parte, el Partido Socialista citó a sus simpatizantes en
la Plaza Constitución, la manifestación tendría como punto de llegada
la Plaza Colón, detrás de la Casa Rosada. La UGT, en cambio, invitó a
los trabajadores a una conferencia en el local de Unione e Benevolenza,
calle Cangallo 1368 (actual Pte. Perón), organizada por la Federación
de Trabajadores en Madera y la Federación Nacional de Obreros Cons-
tructores de Rodados.4
Cuando la columna de la FORA se predisponía a iniciar su marcha,
fue brutalmente reprimida con descargas de máuser. La policía, encabe-
zada por Ramón Falcón, disparó indiscriminadamente sobre la multitud,
provocando más de diez muertos y un centenar de heridos.5 En sus me-
morias, Enrique Dickmann realizó una reconstrucción pormenorizada
de los acontecimientos (Dickmann, 1949). Su libro constituye un punto
de referencia ineludible sobre el tema.6 Por ese motivo, presentaremos
brevemente sus puntos principales.
El autor comenta que antes de concurrir al mitin del Partido Socia-
lista decidió pasar por Plaza Lorea, “para ver y apreciar la importancia
y el espíritu de la manifestación anarquista”. Una vez allí, fue “testigo
ocular de la terrible tragedia ocurrida”. Luego del ataque policial, quedó
sobre el pavimento “un tendal de catorce muertos y ochenta heridos,
algunos muy graves, que fallecieron a los pocos días”. Conmovido por
la tragedia, Dickmann dice que comprendió “que había que salvar a
la manifestación socialista”. Entonces, se dirigió “rápidamente al en-
cuentro del desfile socialista”. Alcanzó la cabecera de la manifestación
a la altura de Estados Unidos y Buen Orden (Bernardo de Irigoyen). La
muchedumbre estaba perturbada por las noticias que llegaban de Plaza
Lorea. En ese momento, “alguien lanzó la voz de que la manifestación
debía disolverse allí mismo por temor a graves acontecimientos”. Según
la exposición de Dickmann, “algunos miembros del Comité Ejecutivo,
presentes allí, casi aceptaron la indicación”. Sin embargo, él se opuso.
El dirigente socialista opinaba que “había que conducir, sucediera lo
que sucediese, la gran manifestación socialista hasta la plaza Colón”.
Finalmente, “prevaleció este temperamento”. El autor afirma que esa
resolución era esperable, porque “el Partido Socialista agrupa en sus

4. “Gran Conferencia”, La Unión Obrera, mayo de 1909, p. 4. Emilio Troise y Aquiles


Lorenzo pronunciaron sendos discursos, ver “Conferencia del 1º de Mayo”, El Obrero
en Madera, 1 de junio de 1909, p. 4.
5. “Detalles de la masacre”, La Protesta, 3 de mayo de 1909, p. 1; “El 1º de Mayo,
las manifestaciones de ayer, choque sangriento en la avenida”, La Nación, 2 de mayo
de 1909, p. 8.
6. Frydenberg y Ruffo (1992) utilizan el texto de Dickmann para relatar los hechos
ocurridos.
16 ARCHIVOS, año V, nº 10, marzo de 2017: 13-32

filas a lo más inteligente, ordenado, decidido, vigoroso y disciplinado de


la clase obrera”. Una vez en la Plaza Colón, “veinte mil hombres, ciuda-
danos y obreros, rodearon la tribuna socialista. Considerables fuerzas
policiales, a caballo y a pie, rodearon la plaza”. En esa situación extre-
madamente delicada, Dickmann fue el primero en subir a la tribuna.
Estaba convencido de que era necesaria una “acción enérgica contra los
autores de tan horrendo crimen”. Asegura, tajantemente, que “la duda y
la vacilación no son lícitas en el momento de la acción”. En su discurso
afirmó que Figueroa Alcorta (entonces presidente de la Nación) “ha de
estar cansado del movimiento obrero y socialista y ordenó a sus esbirros
la represión violenta”. Entonces, en ese marco majestuoso, a metros de
la Casa Rosada y rodeados por las fuerzas policiales, Dickmann propuso
a la multitud “declarar la huelga general y exigir la renuncia del jefe de
los asesinos, coronel Falcón”. Los asistentes aclamaron sus palabras,
“veinte mil pechos viriles respondieron vigorosa y unánimemente: ¡Viva
la huelga general!” (Dickmann, 1949: 158 y ss.).
Una lectura atenta del texto permite identificar los objetivos del au-
tor. Dickmann se propuso reivindicar al Partido Socialista y a su propia
figura. Ambos son ubicados como protagonistas de los acontecimientos
y ubicados en el centro mismo de la escena. En particular, el autor y el
PS aparecen como elementos decisivos en la declaración de la huelga
general. Según su relato, Dickmann fue testigo de la masacre, impidió
que la movilización socialista se disuelva, impuso su postura en contra
de otros miembros del Comité Ejecutivo y finalmente fue él quien pro-
clamó la huelga general y estableció su objetivo político: la renuncia de
Falcón. El autor se sitúa como una pieza clave e indispensable de los
sucesos. El papel que ocupó el Partido Socialista también se encuentra
sobredimensionado. Precisamente, ese fue uno de los debates que tu-
vieron lugar en aquella época. ¿Quién declaró la huelga general? ¿Quién
la dirigió? ¿Cuáles fueron sus objetivos? La respuesta a estas preguntas
resultan claves para entender los sucesos y remiten a las disputas por
la dirección del movimiento obrero, entre anarquistas, sindicalistas y
socialistas. Si fue el Partido Socialista quien declaró la huelga general
y paralizó al país, entonces su poder de movilización y su ascendiente
sobre el movimiento obrero eran enormes. Además, lo autorizaba a le-
vantar la medida de fuerza. La investigación que hemos realizados nos
revela un panorama mucho más mixturado.

La disputa entre el PS y el CHG

El 1º de mayo por la noche, en sesión extraordinaria, la Junta Ejecu-


tiva de la UGT dispuso la huelga general a partir del lunes 3, apegándose
a lo resuelto en los últimos congresos de la central obrera. Además,
A. Belkin - El sindicalismo revolucionario en la Semana Roja 17

resolvió nombrar una comisión para que trate de reunirse con sus pares
de la FORA. Por último, decidió citar a los secretarios de las sociedades
autónomas para el 2 de mayo para arribar a un acuerdo. Ese mismo
día, la FORA también se reunió y acordó convocar a “la Huelga General
por tiempo indeterminado para protestar enérgicamente del crimen y
como homenaje de respeto a los caídos, que son hermanos nuestros,
que son trabajadores”.7 Por su parte, el PS formalizó su apoyo a la
huelga general. “Al terminarse el mitin, el comité ejecutivo del partido
socialista celebró una sesión extraordinaria [...] La resolución que adoptó
[...] dispone el paro por tiempo indeterminado”.8 La policía clausuró los
centros de reunión del proletariado. Sin embargo, al día siguiente, en
“los locales privados se reunieron por la mañana, y por la tarde y por
la noche, los delegados de la mayoría de los gremios”.9 La emergencia
contribuyó a la unidad de las fuerzas obreras. Ese mismo día domingo,
se constituyó un Comité de Huelga General (CHG), estaba formado por
delegados de la UGT, la FORA y las sociedades autónomas.10 Por lo
tanto, los militantes de las organizaciones obreras movilizaron todas
sus fuerzas, reunieron a sus gremios clandestinamente, votaron a favor
del paro por tiempo indeterminado y crearon un CHG. La convocatoria
a huelga general no fue una decisión exclusiva del Partido Socialista,
como podría desprenderse del relato construido por Dickmann.
Desde el inicio de la huelga, el Partido Socialista y el CHG se dis-
putaron la dirección del movimiento. El día lunes, primera jornada de
huelga, fueron convocadas dos manifestaciones, una organizada por el
PS y otra por el CHG. La primera estaba citada en Plaza de Mayo y la
segunda frente a la morgue “con el fin de acompañar a su última morada
los restos de las víctimas”.11 “No menos de cuarenta mil personas acudie-
ron a la cita”.12 Además, el PS y el CHG diferían en las reivindicaciones.
El Partido Socialista tenía como principal exigencia la renuncia del jefe
de policía, coronel Ramón Falcón. En cambio, las demandas del CHG

7. “F.O.R.A.”, La Protesta, 3 de mayo de 1909, p. 1.


8. “El 1º de Mayo: las manifestaciones de ayer, choque sangriento en la avenida”, La
Nación, 2 de mayo de 1909, p. 8.
9. “Elocuente despertar del proletariado: la huelga general, triunfo completo de la
causa obrera”, La Acción Socialista, 16 de mayo de 1909, p. 1.
10. Frydenberg y Ruffo realizan una detallada reconstrucción de los acontecimientos
día por día. Sin embargo, saltean la jornada del domingo. Ese día se reunieron los
gremios y decidieron su apoyo a la huelga general. Esta llamativa omisión quizás se
deba a su apego demasiado pronunciado a la versión de los hechos realizada por el
Partido Socialista (Frydenberg y Ruffo, 1992: 48-50).
11. “Ecos del 1º de mayo”, La Nación, 2 de mayo de 1909, p. 6.
12. “El Sepelio”, El Obrero en Madera, 1 de junio de 1909, p. 2.
18 ARCHIVOS, año V, nº 10, marzo de 2017: 13-32

fueron las siguientes: “1º Obtener la libertad de los presos por causas
de la huelga; 2º La reapertura de los locales obreros”. Además, en su
sesión del lunes, acordó “no dar por terminado el movimiento hasta
que no lo resuelva una asamblea que se convocará para ese objeto en
los propios locales obreros una vez obtenida su reapertura”.13 Este úl-
timo punto era fundamental, porque le quitaba al Partido Socialista la
potestad de levantar la huelga general. El diario La Nación expresa con
toda claridad esta dicotomía: “La solución del conflicto está, por parte
de los socialistas, en la renuncia del jefe de policía, y en cuanto a los
ácratas y sindicalistas, en las asambleas gremiales que se realizarían
en los locales obreros una vez obtenida su reapertura y la libertad de
los trabajadores detenidos”.14 Esta cita refleja la disparidad de posturas
en el campo obrero. Por un lado, los socialistas, por el otro, el bloque
compuesto por anarquistas y sindicalistas. Además, deja en claro la
división tripartita de las opciones políticas dentro del proletariado.
Una delegación del Partido Socialista, conformada por Alfredo Pala-
cios y Enrique Dickmann, se entrevistó con el ministro del interior, el
doctor Marco Avellaneda, en la Casa Rosada (Partido Socialista, 1909:
49). Esta reunión exasperó a las organizaciones obreras, porque enten-
dieron que el PS se arrogaba la representación del movimiento. Ade-
más, circuló la versión de que Palacios le ofreció al gobierno “terminar
el paro general si se destituye al coronel Falcón”. El diario La Protesta
salió inmediatamente al cruce de estos trascendidos, aseguró que el
“ofrecimiento es por un lado arriesgado y por otro una viveza”, porque
la declaratoria de huelga general fue realizada por la FORA, la UGT y las
sociedades autónomas. Dejando en claro que “no es la huelga la obra
de un partido, sino la obra de los trabajadores”.15
Con anterioridad a los sucesos del 1º de mayo, la Municipalidad tenía
intenciones de aplicar una ordenanza que establecía un nuevo Código
de Penalidades “que afectaba la libertad de trabajo de los conductores
de vehículos”. Además, la disposición incluía “el uso de la Cédula de
Vecindad, especie de libreta de conchabo con foto” (Frydenberg y Ruffo,
1992: 67). Los gremios del transporte estaban nucleados en la Fede-
ración Gremial de Rodados (FGR),16 formada por los Conductores de
Carros, Conductores de Vehículos, Protección Chauffers, Empleados de
Tranvías, Lecheros, Cocheros Particulares y de Remise. En repudio a la

13. “Acuerdo”, La Protesta, 4 de mayo de 1909, p. 1.


14. “La huelga general”, La Nación, 4 de mayo de 1909, p. 7.
15. “Mitin socialista”, La Protesta, 4 de mayo de 1909, p. 2.
16. “Con representación de siete sociedades de rodados, se dio por reorganizada esta
federación, la noche del viernes último [6 de diciembre de 1907]”, en “Federación
Gremial de Rodados”, La Protesta, 10 de diciembre de 1907, p. 2.
A. Belkin - El sindicalismo revolucionario en la Semana Roja 19

ordenanza municipal, la FGR había declarado la huelga general desde


el lunes 3 de mayo. Por ese motivo, el CHG incluyó entre sus demandas
la derogación de la ordenanza municipal. Este reclamo se sumaba a
los mencionados más arriba, la libertad de los presos y la reapertura
de los locales obreros.
El día martes se llevó a cabo un acto multitudinario en la Chacarita,
para acompañar el sepelio de los muertos del sábado.17 Hablaron varios
oradores. Palacios tomó la palabra en nombre del Partido Socialista. El
sindicalista Luis Lotito hizo lo propio por las sociedades autónomas.
Cerró el acto Juan Bianchi, secretario general de la FORA, en represen-
tación del CHG. Al regresar del cementerio, los manifestantes fueron
“atacados cobardemente por la policía”.18 Para el día miércoles 5 también
se convocaron dos actos diferenciados. El Partido Socialista citó a sus
adherentes en Plaza Constitución a las 16 hs. Por su parte, el CHG,
junto con la FGR, resolvieron concentrar sus fuerzas en Plaza de Mayo
a las 15 hs.19 El CHG emitió un comunicado donde afirmaba: “Reunido
el Comité Central de huelga, ha resuelto en vista del nuevo e infame
atropello llevado a cabo ayer por los sayones policiales, exteriorizar su
enérgica protesta llevando a cabo hoy 5 a las 3 p.m. en la Plaza de Mayo
un Gran Mitin”.20 El PS permitió que en su acto hable “el compañero
Montesano a nombre de la U.G. de T., F.O.R.A. y Sociedades Autóno-
mas, recriminando los hechos vandálicos de la policía y recomendando
la persistencia en la huelga general”.21 Falcón y la policía impidieron
que se realizara el acto en Plaza de Mayo, varios manifestantes que se
acercaba al lugar fueron reprimidos y encarcelados.22 El día jueves 6, el
CHG y el PS también realizaron dos actividades diferenciadas. El CHG
dispuso una concentración en Plaza Constitución. En el acto hablaron
miembros de las sociedades gremiales, ante numerosos trabajadores.
“Tomaron la palabra Montesano y Sibeche, que explicaron las causas
de la huelga y la necesidad de proseguir la lucha”.23 Por su parte, el
Partido Socialista convocó a concurrir a la Avenida de Mayo para reco-
lectar firmas exigiendo la renuncia de Falcón. Nuevamente, el quinto
día de huelga general, se llevaron a cabo dos manifestaciones distintas

17. El movimiento obrero utilizó en otras oportunidades el ritual del sepelio como
acto político y como forma de disputar el espacio público con la autoridad (Lobato,
2011; Suriano, 2001).
18. “A la vuelta del entierro: una nueva masacre”, La Protesta, 5 de mayo de 1909, p. 2.
19. “Mitins de hoy”, La Vanguardia, 5 de mayo de 1909, p. 1.
20. “Gran Mitin”, La Protesta, 5 de mayo de 1909, p. 2.
21. “La huelga general en todo el país”, La Protesta, 6 de mayo de 1909, p. 1.
22. “Falconiana”, La Protesta, 6 de mayo de 1909, p. 1.
23. “En la Plaza Constitución”, La Protesta, 7 de mayo de 1909, p. 2.
20 ARCHIVOS, año V, nº 10, marzo de 2017: 13-32

de protesta. El CHG convocó a un mitin en la Plaza Vicente López y


Planes, en Montevideo y Las Heras, “frente a la cual tiene su guarida el
presidente de la república, con el objeto de producir molestia a ese barrio
burgués”.24 El Partido Socialista realizó un acto en Plaza Constitución.
En esta breve reseña de los acontecimientos, quedan en evidencia los
desacuerdos entre el Partido Socialista y el Comité de Huelga General. En
ningún momento consiguieron conciliar sus posiciones, esas divergen-
cias impidieron que realicen una manifestación callejera unitaria. Cada
día que duró el conflicto, el PS y el CHG realizaron actos por separado.
Finalmente, el sábado 8 de mayo el CHG entabló negociaciones con
el gobierno. En una reunión gremial efectuada ese día a las 15 hs., se
designó una comisión de seis miembros, formada por 2 delegados por
la FORA, 2 por la UGT y 2 por las sociedades autónomas. A las 16 hs.
dicha comisión se reunió con el presidente del senado, Benito Villanue-
va, quien concurrió en representación del Poder Ejecutivo, “en cuyo
nombre dicho señor propuso las bases de arreglo que constituían las
reivindicaciones presentadas por el proletariado en huelga: 1º Abolición
del Código de Penalidades dictado por la Municipalidad; 2º libertad de
todos los presos detenidos por causa de la huelga general; 3º reapertura
de los locales obreros”. Ese mismo día, a las 20 hs., se reunieron delega-
dos de 32 organizaciones y acordaron aconsejar “la vuelta al trabajo en
atención a que las reclamaciones presentadas habían sido satisfechas
en todas sus partes”. Sin embargo, esa “no era una resolución definitiva
puesto que iba a ser sometida a la asamblea de los gremios industriales
del domingo, en la cual se tomó el acuerdo de reanudar el trabajo”.25
Además, la FGR realizó un asamblea el domingo 9 a las 14 hs. y tam-
bién resolvió volver al trabajo. Por lo tanto, también en esta instancia
del conflicto, el CHG y los distintos gremios obreros desempeñaron un
papel clave. El gobierno accedió a reunirse con una delegación del CHG
y se comprometió a conceder todos los reclamos que levantaban las
organizaciones sindicales.
El sábado 8 por la noche se reunió el Comité Ejecutivo del Partido
Socialista y también decidió “invitar a volver al trabajo a los obreros”. Sin
embargo, en su declaración no menciona las negociaciones efectuadas
por el CHG, ni la asamblea de delegados obreros. La renuncia de Falcón,
el objetivo que perseguía el PS, no se había conseguido. Por ese motivo,
su decisión de levantar el paro se sustentaba en argumentos diferentes a
los sostenidos por el CHG. El PS sostenía que “continuar en la resistencia
implicaría para la clase trabajadora hacer más cruentos los sacrificios

24. “Acción del Comité de Huelga General”, El Obrero en Madera, 1 de junio de 1909,
p. 2.
25. “Contestando inexactitudes”, La Protesta, 15 de mayo de 1909, p. 1.
A. Belkin - El sindicalismo revolucionario en la Semana Roja 21

y privaciones soportados hasta hoy” y propone “mantener una activa


propaganda encaminada a [...] que abandone la jefatura de policía el
actual funcionario”,26 en obvia referencia al coronel Ramón Falcón.27

Los balances de la huelga

La disputa política se tradujo en balances diferenciados. Para los


sindicalistas, el desenlace de la huelga fue ampliamente favorable para
los trabajadores, “el movimiento fue de tanta magnitud, que tuvo la
singular virtud de hacer «capitular» [...] al Poder Ejecutivo”. La huel-
ga culminó con un “triunfo completo de la causa obrera”,28 porque el
gobierno concedió todas las reivindicaciones exigidas por el CHG. Los
trabajadores “obtuvieron todo cuanto se reclamaba para reanudar el
trabajo”, y más aún. Porque la “la comisión obrera obtuvo, además, la
seguridad, por boca de Villanueva, que no se expulsaría a ningún obrero
extranjero”. Por lo tanto, se trataba de un “triunfo espléndido, indis-
cutible”. El gobierno fue derrotado completamente, el “poder ejecutivo
[...] tuvo que poner en libertad a más de cuatrocientos detenidos por
delitos graves; reabrir los locales y dar la seguridad de la derogación del
código de penalidades” y también “tuvo que dejar sin efecto su proyecto
de aplicación de la ley de residencia”.
Para los sindicalistas, constituyó un hecho de trascendental impor-
tancia que haya sido el gobierno quien tomó la iniciativa de negociar.
El Poder Ejecutivo, “después de ocho días de resistencia tuvo que [...]
levantar bandera de parlamento”. Más aún, que el poder estatal haya
dialogado específicamente con el CHG resultaba todavía más relevante.
“El solo hecho de llamar el poder ejecutivo a la comisión de un movi-
miento de protesta contra las autoridades [...] eso solo constituye un
triunfo”. Los sindicalistas se mostraron absolutamente deslumbrados
porque accedieron a negociar directamente con el gobierno. De acuerdo
con su criterio, el hecho marcaba un hito en la historia de las relaciones
entre el Estado y el movimiento obrero. “Esto es algo que revoluciona
las prácticas seguidas hasta el presente para hacer cambiar la conducta
de un gobierno”.29
El análisis que efectuaron los sindicalistas revolucionarios se forjó

26. “Orden del día del Partido Socialista”, La Vanguardia, 9 de mayo de 1909, p. 1.
27. La jefatura de Ramón Falcón (1906-1909) apuntó a una organización más pro-
fesional de la policía, reforzando su perfil represivo (Barry, 2010).
28. “Elocuente despertar del proletariado”, La Acción Socialista, 16 de mayo de 1909,
p. 1.
29. “El Partido Socialista y la huelga general”, La Acción Socialista, 1 de junio de
1908, p. 1.
22 ARCHIVOS, año V, nº 10, marzo de 2017: 13-32

en oposición a las posturas del PS. Los socialistas cuestionaron los


logros obtenidos. En su prensa aseguraban que resultaba “evidente
que, terminada la huelga, se franquearían los locales y se soltarían
muchos de los presos. La afirmación de que esas eran las ventajas que
perseguía la huelga [...] no se puede tomar en serio”. Además, el Código
de Penalidades, sostenían los socialistas, había sido “suspendido ya
en su aplicación por la autoridad municipal”. Asimismo, la huelga se
levantó cuando los presos aún permanecían detenidos. Por ese motivo,
los socialistas señalaban socarronamente: “esperemos que se cumplan
las promesas del gobierno, que no han sido, tampoco cuantiosas”.30
Los sindicalistas contratacaron afirmando que los socialistas negaban
la victoria porque el PS no fue consultado por el gobierno. Recordemos
que el CHG estaba compuesto por delegados de la FORA, la UGT y los
gremios autónomos. El PS no tuvo ninguna injerencia en la negociación.
Además, los sindicalistas tenían mayoría en ese organismo (Frydenberg
y Ruffo, 1992: 74), porque contaban con los delegados pertenecientes
a la UGT y con los representantes de los gremios autónomos.31 El go-
bierno conferenció con “una comisión [...] de los que estaban al frente
del movimiento”, donde el PS no tenía representación alguna. El CHG
era el “único capaz de normalizar la situación y volver a dar vida a la
industria, al comercio y al transporte”. El PS estaba resentido, según
los sindicalistas, porque “los doctores del partido no fueron consultados
para nada”. Por esa razón, los socialistas menospreciaban el triunfo
conseguido, “esa es la razón que indujo al órgano socialista a negar la
victoria”. El Partido Socialista “quiso ponerse al frente del magnífico
movimiento”, pero fue desoído por los trabajadores, “fue olvidado y todo
lo hicieron los delegados obreros, los toscos obreros de manos callosas”.
El triunfo de la huelga implicó la derrota del partido. Porque triunfó “el
proletariado revolucionario, aquel que combate desde sus organismos
sindicales [...] aquel que no acepta la acción legal y parlamentaria [...]
aquel proletariado tuvo un triunfo, logró lo que reclamaba”. Denun-
ciaban lo que consideraban una impostura del Partido Socialista, “los
que siempre se han conformado con migajas y triunfos morales, esta

30. “La reciente huelga general”, La Vanguardia, 11 de mayo de 1909, p. 1.


31. Los delegados designados por la UGT fueron José Montesano (ebanista) y Juan
Loperena (secretario general de la UGT). En el acto que tiene lugar en la Chacarita
el martes 4 de mayo, el sindicalista Luis Lotito tomó la palabra “en nombre de las
entidades autónomas”. En la asamblea de delegados del sábado 8, se nombró “una
comisión para que redacte una extensa declaración dando por terminado el movimien-
to”, se designaron para esa importante tarea a Juan Bianchi (secretario general de la
FORA y anarquista), el sindicalista Luis Lotito y Luis Lauzet (sindicalista y secretario
de la Federación Gráfica Bonaerense), ver “Elocuente despertar del proletariado”, La
Acción Socialista, 16 de mayo de 1909, p. 1 y ss.
A. Belkin - El sindicalismo revolucionario en la Semana Roja 23

vez se muestran más exigentes que los partidarios del todo o nada, tan
combatidos por ellos”.32
Según la opinión de los sindicalistas, la huelga general victoriosa
mostró a las claras las potencialidades de la acción directa, el “poder
insustituible de la acción directa, se comprueba en el acontecimiento
magnífico que ha producido el proletariado de esta región”. La huelga
general confirmó la eficacia de la acción directa, “destruyendo los falsos
conceptos de «lucha» pregonados por los reformistas”. La confirmación
práctica de la eficacia de la huelga general (entendida como la expresión
suprema de la acción directa), demostraba que la lucha parlamenta-
ria (considerada como su opuesto) era completamente inconducente.
“Concebir la importancia de la huelga general es destruir toda la ilusión
parlamentaria”. Los dirigentes del Partido Socialista “saben bien que
la acción directa, es la antítesis de la acción parlamentaria, y sostener
aquella es quitarle valor a esta”.33 Sebastián Marotta afirmaba que “la
última huelga general ha revelado [...] la superioridad inconfundible
del método de acción revolucionaria que caracteriza a la organización
sindical: la acción directa”.34 Por esa razón, los sindicalistas estaban
convencidos de que se abrían grandes posibilidades de crecimiento para
su corriente, “nunca como ahora los sindicalistas de la argentina hemos
tenido la ocasión de alentar nuestras concepciones de la acción obrera”.35

Cambiar de verdugo

Hemos visto que el CHG y el PS diferían en los objetivos de la huel-


ga general. La principal consigna defendida por el Partido Socialista
consistía en exigir la renuncia de Falcón. El CHG jamás enarboló esa
demanda. Los sindicalistas fueron los principales defensores de esta
postura. Para justificar esa posición elaboraron una explicación no
exenta de complejidades. Sostuvieron que la existencia de la policía es
un fenómeno intrínseco de la sociedad burguesa y como toda institución
jerárquica necesita de una jefatura. El capitalismo “necesita para su
defensa y conservación [...] de una policía, ésta de un jefe”. Por lo tanto,
un “jefe de policía es la consecuencia del régimen en que vivimos; no
es más que un efecto”. En otras palabras, no hay capitalismo sin poli-

32. “El Partido Socialista y la huelga general”, La Acción Socialista, 1 de junio de


1909, p. 1.
33. “Los triunfos del Partido Socialista…?”, La Acción Socialista, 16 de junio de 1909,
p. 2.
34. “Los triunfos del partido Socialista…?”, La Acción Socialista, 1 de julio de 1909, p. 2.
35. “Los triunfos del Partido Socialista…?”, La Acción Socialista, 16 de junio de 1909,
p. 2.
24 ARCHIVOS, año V, nº 10, marzo de 2017: 13-32

cía, y no hay policía sin jefe. A su vez, toda fuerza policial es represiva.
Los socialistas, pidiendo la renuncia de Falcón, hacían recaer todas
las responsabilidades en un individuo. Transformaban lo que era un
problema social en una cuestión de responsabilidad individual. Para
los sindicalistas, la “institución policial sería tan criminal con Falcón
como sin él; ella vive para el crimen y la opresión”. Por lo tanto, el pedido
de renuncia del jefe policial, “echa todas las responsabilidades sobre
un hombre”. En consecuencia, la masacre de la Avenida de Mayo fue
producto de la lógica de funcionamiento del sistema capitalista y no se
explica por la personalidad irascible de un individuo. Es decir, “de los
hechos ocurridos el 1º de Mayo son culpables [...] todo el mundo bur-
gués, representado en el Estado y sus ramificaciones”. Por ese motivo,
“sería inoficioso pedir dicha renuncia; más aún, ridícula, tal petición; por
eso es que las organizaciones al ir a la huelga general no la han tenido
en cuenta”. En definitiva, el “estado capitalista vive solamente para la
violencia, la que solo desaparecerá cuando lo hayamos derrumbado”.
En lugar de la renuncia de Falcón, los sindicalistas alentaban su elimi-
nación física, como forma de represalia por las muertes ocasionadas y
para infundir temor en los futuros jefes de policía, “lo conveniente y útil
sería eliminarlo, para que ello sirviera de ejemplo y tuviese la virtud de
morigerar a los que le sucediesen”.36
El PS, como todo partido opositor, sostenían los sindicalistas, limitaba
sus aspiraciones a ocupar puestos en la maquinaria estatal, buscaba
reemplazar a quienes ocupan cargos gubernamentales. Pero no se pro-
ponía destruir al Estado. Por ese motivo, sus críticas se restringían a
determinados individuos, sin analizar los engranajes del cual formaban
parte. De esta forma, el Partido Socialista continuaba con “su costumbre
de ver a los hombres y no la naturaleza de los puestos que desempe-
ñan”. Por ese motivo, “reclamaba la destitución de Falcón”. Pero esta
exigencia implicaba que sólo “se quería un verdugo nuevo”. Es decir, el
reclamo por su renuncia, entrañaba un tácito respaldo para su sucesor.
“La destitución de Falcón y la vuelta al trabajo con su reemplazo por
otro, hubiese sido, quiérase o no, dar el beneplácito al nuevo verdugo”.
Para los sindicalistas era indistinto quién ocupaba la jefatura de policía.
“El proletariado está, estará, descontento contra todo jefe de policía o
de estado, llámese con el nombre que se quiera. [...] El proletariado no
halla diferencia en que lo asesine Falcón, Fraga, Astorga, o mañana
lo asesinen científica y reglamentariamente Palacios o los oficiales so-
cialistas”. Por lo tanto, durante la huelga general se desplegaron dos
estrategias diferentes. El Partido Socialista “luchaba por su lado para

36. “La renuncia de Falcón: breves consideraciones”, La Acción Socialista, 16 de


junio de 1909, p. 2.
A. Belkin - El sindicalismo revolucionario en la Semana Roja 25

obtener otro verdugo, mientras la organización [los sindicatos] lo ha-


cía por el suyo, para protestar contra el asesinato y lograr la libertad
de los presos, la reapertura de los locales y la derogación de la nueva
ordenanza municipal”. Es decir, las organizaciones obreras buscaban
modificar “condiciones de hechos y de derechos, sin preocuparse del
cambio de personas”.37

El Partido Socialista y la huelga general

La posición del Partido Socialista en favor de la huelga general causó


perplejidad entre los contemporáneos. El diario La Nación destacó este
hecho como una rareza: “Pocas veces el partido socialista ha votado una
huelga general. La resolución que adoptó ayer reviste, pues, importancia,
pues por ella se dispone el paro por tiempo indeterminado [...] exigiendo
la renuncia del coronel Falcón”.38 Sólo dos días después, el mismo diario
reiteró su manifestación de asombro: “merece señalarse la resolución
del partido socialista al invitar a los obreros a la huelga general, pues
esta medida la adoptó únicamente en una ocasión anterior”.39 Los sin-
dicalistas criticaron en reiteradas oportunidades a los socialistas por
su oposición sistemática a la huelga general. En este caso, tuvieron que
explicar las razones que motivaron al PS a inclinarse en favor del paro
nacional. Desde su punto de vista, la composición predominantemente
obrera del acto del PS obligó a sus dirigentes a declarar la huelga gene-
ral. La “manifestación socialista [...] estaba constituida en su enorme
mayoría de proletarios”. La masacre de sus compañeros causó una
enorme indignación entre los trabajadores. Los cuadros de conduc-
ción del PS eran contrarios a la huelga general pero “llevados por una
masa proletaria, se vieron obligados a proclamarla”. La ferocidad de la
represión policial y el impacto que causó entre los manifestantes, quitó
todo margen de maniobra a la dirección del partido. De lo contrario, “si
los doctores del partido socialista hubiesen tenido tiempo de meditar y
apagar o desviar la impresión producida, consecuentes con sus teorías,
se hubiesen limitado a una declaración de condenación de la masacre”.
Pero “ellos no tuvieron tiempo de meditar” y tomaron una decisión que
“desdice varios años de propaganda y desmiente sus propios argumen-
tos sostenidos en congresos, en la prensa y en todos lados”. Según los
sindicalistas, el apoyo del PS a la huelga general representaba una

37. “El Partido Socialista y la huelga general”, La Acción Socialista, 1 de junio de


1908, p. 1.
38. “El 1º de Mayo: las manifestaciones de ayer, choque sangriento en la avenida”,
La Nación, 2 de mayo de 1909, p. 8.
39. “La huelga general”, 4 de mayo de 1909, p. 7.
26 ARCHIVOS, año V, nº 10, marzo de 2017: 13-32

“derrota teórica”. Sin embargo, podrían haber obtenido un “beneficio


práctico”, si hubiesen conseguido coaligar sus fuerzas con las organiza-
ciones gremiales. Es decir, si el CHG y el PS se hubiesen fundido en un
único organismo. Esa coalición le “hubiera dado al partido un prestigio
inmenso, era el acuerdo que esperaban de la organización sindical y el
partido”. Sin embargo, esa arreglo “no se produjo”, afirmaban compla-
cidos los sindicalistas. No hubo acuerdo organizativo. Sin embargo, se
podría haber arribado a un “acuerdo tácito”, si el PS hubiese formulado
las mismas reivindicaciones que los gremios, “si las peticiones del par-
tido las hubiesen formulado inspirados en las de las organizaciones”.40
Pero tal cosa tampoco sucedió. Como hemos visto, las reivindicaciones
del PS y del CHG diferían. En este análisis, se trasluce la disputa por
la conducción del movimiento de protesta, y en términos más amplios,
del movimiento obrero.
Todas las fuerzas obreras, FORA, UGT, sindicatos autónomos y
Partido Socialista, coincidieron en un único punto, en la declaración
de huelga general por tiempo indeterminado a partir del lunes 3 de
mayo. Dentro del campo proletario se desplegó una sorda pelea por
la conducción y la orientación del movimiento. Desde el inicio mismo
de la huelga general, los sindicalistas vieron en el Partido Socialista a
un competidor, una organización que trataba de hegemonizar la direc-
ción de la protesta obrera. Por ese motivo, organizaron, promovieron
y controlaron el CHG, como organismo opuesto al PS. Pero además,
buscaron diferenciar los reclamos de ambos. El tercer día de paro, el
CHG comunicó que “ha prescindido en absoluto del Partido Socialis-
ta”. Tal decisión no se debía “solamente por no estar de acuerdo con
el pedido de renuncia del jefe de policía”, sino también “por conside-
rar que el partido no tienen ninguna injerencia en las organizaciones
obreras ni puede tenerla”. El desacuerdo sobre la renuncia de Falcón
era importante, pero lo era aún más la necesidad de diferenciarse del
Partido Socialista. Los sindicalistas reconocieron que la mayoría de los
trabajadores eran partidarios de exigir la renuncia del jefe de policía.
Después de ocurrida la masacre en Avenida de Mayo, “el público todo”
sostenía que “debemos pedir su renuncia”.41 Sin embargo, los sindica-
listas presionaron para que el CHG no levante esa consigna. Cuando
se constituyó ese organismo, algunos delegados obreros estaban de
acuerdo en exigir la renuncia de Falcón. Sin embargo, “tras una breve

40. “El Partido Socialista y la huelga general”, La Acción Socialista, 1 de junio de


1908, p. 1.
41. “La renuncia de Falcón: breves consideraciones”, La Acción Socialista, 16 de
junio de 1909, p. 2.
A. Belkin - El sindicalismo revolucionario en la Semana Roja 27

discusión, desistieron de tal propósito”.42 Las organizaciones gremiales


actuaron de manera unitaria, conducidas por el CHG, organismo que
estuvo hegemonizado por los sindicalistas: el pliego de reivindicaciones
lleva su impronta, diferenciado del Partido Socialista. Los sindicalistas
trataron de bloquear sistemáticamente cualquier posibilidad de pene-
tración del PS en el movimiento obrero. De esa forma fueron constru-
yendo su propio poder, postulándose como alternativa al reformismo
electoralista del PS.

El protagonismo de los militantes sindicalistas y su


alianza con el anarquismo

Los militantes sindicalistas cumplieron un rol descollante en la


Semana Roja. Luis Bernard fue testigo de la masacre en Plaza Lorea y
luego habló en el acto del Partido Socialista en la Plaza Colón.43 “También
hizo uso de la palabra nuestro camarada Luis Bernard (testigo ocular
de la masacre), exhortando con palabra vibrante a los trabajadores a
disponer sus energías y armarse de coraje para contestar a las bruta-
les agresiones policiales”.44 El martes 5 de mayo, el Partido Socialista
organizó un acto en Plaza Constitución, el sindicalista José Montesano
pronunció un discurso a la concurrencia “a nombre del comité central
de la huelga”,45 donde dijo: “Debemos exigir la apertura de los locales
obreros y la libertad de los camaradas detenidos”.46
Ya hemos mencionado que el CHG estuvo hegemonizado por los sindi-
calistas, estableciendo la estrategia y las metas del movimiento. Cuando
el CHG se entrevistó con Benito Villanueva, éste les pidió una dirección
postal para enviarles por escrito la contestación sobre la libertad de los
presos. Los delegados obreros acordaron en dejar el domicilio de Juan
Cuomo, “al pedirse un domicilio para contestar respecto a la lista de los
presos, todos convinieron en que lo hiciera al domicilio y nombre de Juan

42. “A propósito de la solución de la huelga general: falsedades reformistas”, La Acción


Socialista, 16 de junio de 1909, p. 3.
43. “Habló también D. Luis Bernard que dijo haberse encontrado en el lugar de los
sucesos y narró diversos detalles que presenció, atacando el proceder de la autoridad”,
en “El 1º de Mayo: las manifestaciones de ayer, choque sangriento en la avenida”, La
Nación, 2 de mayo de 1909, p. 8.
44. “Elocuente despertar del proletariado: la huelga general, triunfo completo de la
causa obrera”, La Acción Socialista, 16 de mayo de 1909, p. 1.
45. “La huelga general: marcha del movimiento, el mitin socialista”, La Nación, 6 de
mayo de 1909, p. 10.
46. “En la plaza Constitución: grandiosa asamblea”, La Vanguardia, 6 de mayo de
1909, p. 1.
28 ARCHIVOS, año V, nº 10, marzo de 2017: 13-32

Cuomo”.47 Por ese motivo, la carta que envía el presidente del Senado
está dirigida a este militante sindicalista, razón por la cual adquiere
gran notoriedad.48 En la trascendental asamblea de delegados obreros,
realizada el sábado 8 de mayo, Luis Lotito, delegado del gremio gráfico,
presentó la moción que fue aprobada por unanimidad y que proponía
dar por terminado el movimiento. Para redactar un documento, expli-
cando detalladamente los motivos de aquella resolución, se designó una
comisión compuesta por Luis Lotito, Luis Lauzet y Juan Bianchi (los
dos primeros sindicalistas, el último anarquista).
El día domingo 9, se realizó la reunión decisiva, en el local de Méjico
2070, donde se decidió reanudar el trabajo. En esa asamblea se presen-
taron sólo dos mociones, las mismas fueron aprobadas por mayoría de
votos, ambas fueron elaboradas por militantes sindicalistas (la primera
fue presentada por los ebanistas y la segunda por Ernesto Piot).49 Por
lo tanto, en el transcurso de todo el movimiento y especialmente en
sus momentos decisivos, los sindicalistas ocuparon un lugar de primer
orden. La Semana Roja no se puede comprender sin la destacada par-
ticipación de los militantes sindicalistas.
El análisis de los acontecimientos nos revela la unidad sin fisuras
que se forjó entre anarquistas y sindicalistas. No se registraron críticas
cruzadas entre ambas corrientes. La FORA y la UGT, anarquistas y sin-
dicalistas, actuaron como un bloque homogéneo. Más aún, se produjo
un incidente aislado, cuya resolución muestra la unidad de criterios
que prevaleció en esa coyuntura. Una vez terminada la huelga, el 13
de mayo, aparece publicado en las páginas de La Protesta un artículo
firmado por un tal Manuel Magdaleno. En el mismo se criticaba la ac-
tuación del CHG, el autor reprochaba “la poca y mala acción desplegada
por ese comité durante el movimiento”. Pero la condena era más amplia,
el articulista expresaba su disconformidad con el maridaje establecido
entre la FORA y la UGT. El autor afirmaban: “Estoy disconforme, y doy
mi opinión [...] para que desaparezca de una vez por todas este concu-
binato que por tercera vez se repite entre el consejo de la federación y
la unión”.50 Dos días más tarde, en la edición del 15 de mayo, el diario
anarquista La Protesta cede sus páginas al dirigente sindicalista Luis
Lauzet, para que levante los cargos formulados contra el CHG. La buena

47. “Contestando inexactitudes”, La Protesta, 15 de mayo de 1909, p. 2.


48. El contenido de la carta puede leerse en “La huelga general: terminación del
movimiento”, La Nación, 9 de mayo de 1909.
49. “La reunión de anoche: resoluciones adoptadas por los representantes gremiales”,
La Vanguardia, 11 de mayo de 1909, p. 1.
50. “Asamblea de delegados: breves consideraciones”, La Protesta, 13 de mayo de
1909, p. 1.
A. Belkin - El sindicalismo revolucionario en la Semana Roja 29

relación entre ambas corrientes resulta evidente. En su respuesta, Lau-


zet defiende el proceder del CHG durante el movimiento, respondiendo
una por una las críticas formuladas por Magdaleno. Lo que resulta más
llamativo es la nota de la redacción que se publica a continuación del
artículo. En la misma se dice: “Pedimos a los que tengan empeño en
seguir ventilando este asunto, lo hagan verbalmente. En el diario es ya
suficiente lo que se ha escrito sobre el particular, máxime tratándose de
hechos consumados, que pueden estudiarse, pero contra los que ya no
se puede volver”.51 Es decir, la redacción de La Protesta cerró filas con
la dirección de la FORA, la UGT y los sindicalistas. El diario ácrata puso
fin al debate y clausuró definitivamente toda posibilidad de cuestiona-
miento por escrito. De esta forma, desactivó toda confrontación con la
UGT y los sindicalistas. El blanco de sus críticas fueron los socialistas,
en este punto también coinciden con los sindicalistas. Señalaron que
el PS, arrastrado por la presión de los acontecimientos, contradijo sus
posturas tradicionales al apoyar la huelga general. “Fueron en contra
de su táctica, empujados por la fuerza de las circunstancias”. Pero la
cuestión que más los irritaba, al igual que los sindicalistas, era que el
Partido Socialista quería apropiarse de la huelga general. “Ellos declara-
ron que el movimiento fue obra del P.S.A., para demostrar que disponen
de fuerzas… ¡Descarados! ¿Hasta dónde llega vuestra impudicia?”. Desde
su perspectiva, los acontecimientos habían sucedido de una manera
muy distinta, “las sociedades obreras decretaron la huelga general, a
la que se adhirieron los socialistas”.52 Los análisis del periódico liberta-
rio confirman que durante la huelga general se desarrolló un forcejeo
permanente, apenas disimulado, por la dirección del movimiento. Esta
disputa continuó en los balances posteriores.

Palabras finales

La interpretación que elaboró Enrique Dickmann, donde el PS y


él mismo eran presentados como los demiurgos del conflicto, se ha
demostrado inexacta. La decisión de convocar a la huelga general fue
compartida entre el PS y el CHG, donde los sindicalistas tenían una
participación mayoritaria. Las medidas diarias de protestas fueron
sostenidas también por ambas organizaciones, disputando palmo a
palmo la dirección del movimiento. Estos elementos indican la fuerza
que había adquirido el sindicalismo revolucionario y su convicción in-
alterable de luchar denodadamente por conquistar la conducción del
movimiento obrero.

51. “Contestando inexactitudes”, La Protesta, 15 de mayo de 1909, p. 1.


52. “Hablemos claro”, La Protesta, 13 de mayo de 1909, p. 1.
30 ARCHIVOS, año V, nº 10, marzo de 2017: 13-32

La investigación que hemos realizado aporta a la comprensión del


vínculo entre los sindicalistas revolucionarios y el Estado. Según Mari-
cel Bertolo, en estos años la corriente atraviesa la segunda fase de su
evolución, la cual estaría caracterizada por “una estrategia más abier-
tamente antiestatista, con claras intenciones insurreccionales [...] una
de las consignas que más los caracteriza en estos años, será la de no
tratar con las instituciones del Estado” (Bertolo, 1993: 46-47). A la luz
de los acontecimientos que hemos relatado, creemos que estas afirma-
ciones habría que matizarlas. Repasemos los hechos que desembocaron
en la finalización del movimiento. En primer lugar, los sindicalistas
avalaron, protagonizaron y fueron artífices clave de las negociaciones
con el Estado. Sus militantes participaron activamente de los acuerdos
con Benito Villanueva, delegado del Poder Ejecutivo. Recordemos que
se mostraron deslumbrados por acceder a una negociación directa con
el gobierno. En segundo lugar, como ya hemos visto, una de las princi-
pales exigencias del CHG era la liberación de los presos. Sin embargo,
cuando la huelga se levantó los presos aún continuaban detenidos.
Según sus propias palabras “solo faltaba la libertad de los presos; el
Código de Penalidades fue abolido de hecho, los locales ya estaban
abiertos”.53 Es decir, los sindicalistas recomendaron la finalización de
la huelga amparados en una promesa oficial.54 Esta confianza tácita en
las palabras de un representante del gobierno despertó resquemores y
debates entre la militancia gremial. Sin embargo, los sindicalistas si-
guieron adelante y avalaron la finalización del paro. Ciertamente, en los
días posteriores, más de cuatrocientos presos recobraron su libertad.
Empero, algunos obtuvieron su excarcelación bajo fianza. Los sindica-
listas consintieron este procedimiento por la delicada situación procesal
en la que se encontraban, varios “estaban acusados por disparo de
armas”.55 En el mismo sentido, los delegados sindicalistas comentaron
que Villanueva se comprometió, en nombre del gobierno, a no aplicar
la Ley de Residencia. En el balance del conflicto, incluían esta promesa
gubernamental como parte del triunfo de los huelguistas. En definitiva,
los sindicalistas desplegaron todas sus energías en favor de la huelga

53. “Elocuente despertar del proletariado”, La Acción Socialista, 16 de mayo de 1909,


p. 1.
54. La misiva que envió Villanueva a Cuomo decía lo siguiente: “En cuanto a los presos
que me recomendaron se estudiará el caso de cada uno y me contestarán. La lista
general recién se va a clasificar el lunes, si se normaliza el tráfico. Pueden ustedes
tener la seguridad de que cumpliré lo prometido y que será puesto en libertad todo
detenido que no tenga malos antecedentes o no haya cometido faltas graves o deli-
tos”, en “Reunión de delegados gremiales”, La Vanguardia, 9 de mayo de 1909, p. 1.
55. “Otra vez sobre la última huelga general: los comentarios socialistas”, La Acción
Socialista, 1 de julio de 1909, p. 1.
A. Belkin - El sindicalismo revolucionario en la Semana Roja 31

general. Sin embargo, demostraron un alto grado de pragmatismo a la


hora de negociar. Este proceder cuestiona la supuesta negativa de los
sindicalistas a parlamentar con el Estado.
En su primera década de existencia, la relación que estableció el
sindicalismo revolucionario con el anarquismo atravesó por diferentes
momentos. En la Semana Roja actuaron en consonancia, con cierta
primacía de la corriente sindicalista. Sobre este vínculo tan estrecho y
la subordinación del anarquismo al sindicalismo revolucionario, aquí
sólo podemos arriesgar una posible explicación. La fallida huelga general
de 1908, convocada por la FORA, asestó un duro golpe al movimiento
libertario, llegando a mayo de 1909 con sus fuerzas disminuidas. Pero
además, esos mismos hechos habrían fortalecido a sectores del anar-
quismo más propensos a pactar con el sindicalismo revolucionario. A su
vez, el sindicalismo explotó esta situación en provecho propio. Utilizó esa
alianza en función de atacar a su principal competidor en el movimiento
obrero, que en aquella coyuntura histórica era el PS. Aquí no podemos
más que dejar señalados estos interrogantes, su verificación exceden
los límites de este trabajo.
En definitiva, los sindicalistas aparecen como la corriente más diná-
mica del movimiento obrero. Sus militantes ocuparon lugares destacados
dentro de las organizaciones gremiales. En estos momentos avanzaban,
consolidando sus posiciones, en alianza con el anarquismo y enfrentados
abiertamente con el Partido Socialista. El triunfo de la huelga general
lo consideraron su propia victoria, la demostración práctica de las po-
tencialidades de la acción directa, desmintiendo el parlamentarismo de
los reformistas. Al mismo tiempo, hacían gala de un gran pragmatismo.
La transacción con el Estado no les era ajena. Estuvieron presentes en
todos los eventos clave del movimiento obrero, en la lucha y en la mesa
de negociaciones. La historia del movimiento obrero ha sido escrita sin
tener en consideración a este actor fundamental, su inclusión no sólo
afecta aspectos parciales, obliga a una reelaboración global de nuestra
perspectiva del período.

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1910, Buenos Aires: Manantial.

***

Título: The revolutionary unionism in the Red Week: the dispute for the direc-
tion of the strike

Resumen: La “semana roja” de 1909 fue uno los principales conflictos obreros
de la primera década del siglo XX. El Partido Socialista elaboró una interpreta-
ción que se transformó en canónica, donde quedan relegadas las otras fuerzas
políticas. En este trabajo rescatamos el rol protagónico que tuvo el sindicalismo
revolucionario en estos acontecimientos.
Palabras clave: Sindicalismo revolucionario – Partido Socialista – Anarquismo
– Semana Roja

Abstract: The “red week” of 1909 was one of the main labor conflicts of the first
decade of the twentieth century. The Socialist Party elaborated an interpretation
that became canonical, where the other political forces are relegated. In this
work we rescue the leading role of revolutionary syndicalism in these events.
Keywords: Revolutionary Syndicalism – Socialist Party – Anarchism – Red Week

Recepción: 3 de enero de 2017. Aprobación: 4 de marzo de 2017.

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