Equipo Claretiano de Evangelización Misionera - ECEM
Oratorio
Iniciación a la experiencia de
Dios para niños a través del
Silencio, la Palabra de Dios y
los Símbolos.
INTRODUCCIÓN.
El Oratorio es una experiencia iniciada hace unas décadaS por el escolapio
valenciano Gonzalo Carbó.
Actualmente está muy difundida por centros educativos religiosos y otras
plataformas pastorales, como las parroquias.
Es un instrumento adecuado para introducirlo en los procesos catecumenales de
infancia, alternándolo con el ritmo normal de iniciación a la fe y dándole una
periodicidad sistemática (una vez al mes, por ejemplo).
La pedagogía utilizada es sencilla y, con un poco de práctica, está al alcance de
todos los catequistas y padres que quieran promover eficazmente entre sus hijos y
catecúmenos la apertura a la experiencia personal de Dios.
Algunos elementos del Oratorios son básicos y otros pueden ir introduciéndose según
las circunstancias y la creatividad de los animadores/catequistas concretos.
A continuación presentamos un esquema para el desarrollo del Oratorio.
1. PREPARACIÓN DEL LUGAR.
Indicamos una preparación “estándar” pero que puede ser completada o variada
según las circunstancias y posibilidades.
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2. MOTIVACIÓN Y CAMINO HACIA EL LUGAR
Se les ambienta a los niños (sobre todo las primeras veces, hasta que ya se vayan
acostumbrando) en la importancia de lo que se va hacer: ESTAR CON DIOS.
Para ello es muy importante hacer silencio y estar tranquilos.
Por eso, la llegada al lugar del Oratorio tiene que ser en SILENCIO Y DE UNO EN
UNO. Para ayudar a conseguir ese clima se pueden utilizar algunos recursos:
- Los catequistas/padres se distribuyen a lo largo del recorrido (unas 4-
5 personas). Cuando los niños –de forma pausada y de uno en uno-
van llegando donde ellos están les ponen las manos en los hombros o
en la cabeza y le susurran alguna frase como: “LA PAZ ESTÁ EN
TU CORAZÓN”, “Dios está contigo”, “Dios te espera”.
- Los niños pueden ir repitiendo en su interior alguna frase u oración
que se les proponga, por ejemplo el “Shemá” de Dt 6, 4-5: “El Señor
es nuestro Dios. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con
toda tu alma, con toda tu fuerza”. Dicha oración o frase se les puede
entregar escrita para que la vayan leyendo
3. ENTRADA.
Al llegar al oratorio puede haber algún cartel en la puerta con la frase “Dios está
aquí”. Se le puede invitar a cada niño a que, con voz baja, salude a Jesús con la
siguiente frase del niño Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1Sam
3,10) o “Hola, Jesús, entra en mi corazón”.
Se hace genuflexión si hay Santísimo o, de lo contrario, inclinación ante la
Palabra. (Estos gestos se van enseñando con el tiempo).
Deben ir sentándose alternativamente en las sillas/bancos, para no caer los amigos
juntos. Si son sillas, sería conveniente que estuvieran separadas con una distancia
prudencial para que no hablen entre ellos.
Se procura que no pisen la alfombra central, en la que está la Palabra de Dios.
Algunos catequistas/padres se sientan detrás de los niños y, si en algún momento
alguno se intranquiliza, se acerca y le vuelve a poner las manos en los hombros o en
la cabeza y les susurra algo para que se tranquilice. Si aún así algún niño siguiera
inquieto con peligro de estropear el ambiente, dicho catequista/padre le invitaría a
irse con él fuera. [Nada de esto debe hacerlo quien dirige el oratorio].
4. SALUDO Y RECUERDO.
El catequista/animador que dirige les da la bienvenida con sencillez y brevedad y, si
se tiene como costumbre, se recuerda algo del oratorio anterior, tal como alguna
frase del Evangelio de aquel día a la que se le concediera mayor importancia.
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5. SILENCIO.
Se deja silencio de uno a dos minutos para que los niños se serenen, invitándoles
a no pensar en nada. Es una forma de vaciar la mente para que pueda entrar bien la
Palabra de Dios.
También se puede poner en este momento alguna canción suave que ayude a crear
un clima adecuado (del estilo de “Extiende tu mano” o “Tan sólo he venido”,
ambas de Juan Luis Guerra).
6. SÍMBOLO DEL DÍA.
Quien dirige presenta el símbolo del día que estará siempre en sintonía con el
Evangelio que se va leer.
7. ENCENDIDO DEL CIRIO.
Quien dirige el oratorio enciende el cirio y puede decir su significado (Jesús está
presente como Luz en medio de nosotros).
8. PROCLAMACIÓN DE LA PALABRA.
- Un niño (puede organizarse para que le toque a uno cada vez) se
arrodilla ante la Palabra, la besa y se la lleva a quien dirige.
- Quien dirige, si lo ve necesario, invita a estar atentos para la
escucha de la Palabra: bien sentados, en silencio y atentos.
- Proclamación de la Palabra (Siempre quien dirige). Hay que
procurar que la traducción de la Lectura sea lo más adaptada posible
a los niños.
Al termina se hace la aclamación “Palabra del Señor”, respondiendo
los niños “Gloria a ti, Señor, Jesús”.
- Posibilidad de un canto sobre la Palabra de Dios.
- El mismo niño (u otro, si se organiza por turnos *) toma la Palabra
de manos de quien dirige y la lleva a su lugar, arrodillándose y
besándola.
*Cabe la posibilidad de que el niño encargado lleve puesto algún tipo de
distintivo (una “cruz” por ejemplo) y que dicho distintivo se lo vayan
pasando de unos a otros. En este caso, el niño que coge la Palabra podría
ser distinto de que la vuelve a colocar en su sitio, y el primero le pasaría al
segundo el distintivo.
9. EXPLICACIÓN DE LA PALABRA.
Utilizando la técnica de preguntas sencillas a los niños sacar una conclusión y
aplicación para la vida.
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10. ORACIÓN.
- Invitar a tomar una postura adecuada, cerrar los ojos, respirar
despacio...
- SILENCIO, para sentir la presencia de Dios con el eco de la Palabra.
(Se puede poner una suave música instrumental de fondo).
- Abrir los ojos.
- Peticiones (“Te pido, Jesús, por...”) o alabanza (“Te alabo, Jesús,
por...”) o acción de gracias (“Te doy gracias, Jesús, por...”).
11. RESUMEN.
Quien dirige puede terminar formulando una FRASE que resume el mensaje de la
Palabra de Dios y los niños pueden irla repitiendo de uno en uno y así memorizarla
hasta el próximo encuentro.
12. DESPEDIDA.
María guardaba la Palabra de Dios en el corazón. Terminamos invocándola a ella,
que es nuestra madre con el deseo de que también nosotros guardemos en el
corazón lo que Dios nos dice.
Podemos orar con el Ave María o con la antífona: “Oh dulce ♥ de María/ Sé la
salvación mía” y “P. Claret/Ruega por nosotros”.
Los niños se van levantando uno a uno, y haciendo inclinación o genuflexión, dicen
“Adiós, Jesús, quédate en mí ♥”. Y van saliendo.
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