Pecado/culpa
Carlos DOMÍNGUEZ MORANO*
Los conceptos de pecado y culpa guardan estre- to o no lo es y, paralelamente, se desenmascara a
chas relaciones de identidad al mismo tiempo que los «justos y piadosos» según la ley, que son conde-
mantienen aspectos diferenciales de importancia. nados como pecadores ante Dios.
Será, por tanto, conveniente circunscribir y delimi-
Todo ello tiene una traducción en los términos
tar convenientemente ambos conceptos para anali-
que el NT emplea de modo preferente para referirse
zar posteriormente sus eventuales relaciones.
al pecado. El término amartía sustituye al de para-
basis (parabaino = transgredir, descarriarse), estre-
chamente ligado a la tradición religiosa y al respeto
1. PECADO
de sus grandes instituciones, la alianza y la ley. Es
No es posible una comprensión del concepto de un nuevo orden el que ha quedado establecido con
pecado sin una clara referencia al orden religioso. la llegada del reino. En él no tienen ya lugar el mero
Dentro de ese contexto podrá expresar el sentido de formalismo y la exterioridad que cumple con una
transgresión de una ley, de adquisición de una im- tradición, pues lo importante se centra en el fondo
pureza, de ruptura de una relación, etc., pero siem- del corazón que se abre o se cierra a la acción de
pre esa ley, esa mancha o esa ruptura se compren- Dios. Paralelamente, es el ser humano el que se alza
derá en una referencia más o menos directa a un como referencia y valor fundamental por encima de
orden sobrenatural. El pecado es el mal realizado en cualquier institución, por sagrada que ella sea. Ya
la presencia de Dios: «contra ti, contra ti solo pe- no será la ley, sino la fe la que se sitúa como refe-
qué». rente fundamental para entender lo que significa el
pecado. Con la nueva carga significante que ahora
se le atribuye, amartía se convierte así en el concep-
1.1. El concepto de pecado en el Nuevo to nuclear del NT para designar el pecado, despla-
Testamento. zando de modo claro al de parabasis, que se mues-
tra en franca retirada.
Dentro de este obligado contexto religioso, el
cristianismo quiso imprimir a la idea de pecado una Junto con el término de amartía, es el de adikía
significación bien particular. En razón de ello, nin- el que presenta mayor frecuencia en los escritos del
guno de los abundantes términos éticos y religiosos NT. La adikía es un término de carácter amplio, cu-
griegos existentes le sirvieron para identificar lo que yo sentido último se determina a partir del contexto
quería significar. Eligió, por tanto, un término ar- particular y de las oposiciones que con él se esta-
caico como el de amartía, para conferirle una signi- blecen. Es la injusticia humana (Rom 1,18; 3,24;
ficación nueva que era extraña en el contexto de la 2Cor 5,21), el daño que se ejecuta en las relaciones
moral y religión griega. Si en ese contexto amartía con los otros. Juan lo yuxtapone con el de amartía
expresaba «lo que choca con el recto sentir», la cul- como término más general, en tanto que pecado que
pa ligada a la ignorancia y al destino trágico, la ex- no es de muerte, sino de perdón: «toda injusticia
periencia cristiana expresó con ese término algo (adikía) es pecado (amartía), pero hay pecado que
más radical: una vida que se opone al plan de Dios. no es de muerte» (1Jn 5,17).
También con relación al AT la experiencia cris- En la elaboración sobre el pecado llevada a cabo
tiana introduce aspectos diferenciales de importan- por Juan y Pablo encontramos otro elemento impor-
cia. Desde una rica concepción veterotestamentaria tante de subrayar. El pecado no es tan sólo un acto
que resaltaba el pecado como ruptura de la Alianza, singular o la expresión de un mal individual que
se había llegado a otra en la que el aspecto de brota de la libertad y la responsabilidad humana.
transgresión de la ley se situó como central. En los Es también una situación, una fuerza maléfica, un
escritos del NT la idea de pecado pierde, sin embar- ambiente diabólico que se expande, contamina y
go, esa impronta jurídica. La novedad radical que destroza la vida. Una realidad, pues, que de alguna
supone la llegada del reino de Dios resituó de modo manera parece situarse al margen de la libertad y la
fundamental la idea de pecado. En ese nuevo con- responsabilidad personal, pero que, al mismo tiem-
texto, se habla menos del pecado y, simultáneamen- po, las condiciona y las deteriora. El ser humano
te, se revoluciona la relación que se establece con el parece así como entregado, vendido al poder del pe-
pecador. Por otra parte, se altera también en pro- cado, del que sólo Cristo le salva. Toda una impor-
fundidad los criterios para determinar lo que es jus- tante aporía, a la que posteriormente vendremos,
surge así desde esta concepción de la falta: es fruto
2 PECADO/CULPA
del corazón del ser humano, de su libertad y de su cial equivocada. El pecado «es un abuso de la liber-
responsabilidad y, al mismo tiempo, se deja ver que tad que Dios da a las personas» (n. 387).
ese corazón está dañado por una situación que le
Desde esta consideración del pecado como ex-
antecede, que le determina, y de la que puede que
presión de la libertad y voluntad del sujeto, buena
ni tenga conciencia.
parte de la concepción cristiana del mal moral se
centró en un gran tema: el de la distinción entre el
carácter mortal o venial de la falta. Hasta nuestros
1.2. El pecado en la tradición de la Iglesia
días, se mantiene la doctrina sobre las tres condi-
La comunidad cristiana ha ido elaborando a lo ciones necesarias para que se pueda hablar de pe-
largo de los siglos una teología del pecado en la que, cado mortal: materia grave, pleno conocimiento y
junto a los elementos aportados por el mensaje de deliberado consentimiento (Catecismo de la Iglesia
Jesús, advertimos la presencia de otros muchos católica, n. 1857). Ese pecado es motivo de conde-
elementos procedentes de los entornos culturales en nación eterna. El pecado venial, aunque no se pue-
los que esa teología se fraguó. El pecado se ha en- de evitar totalmente, exige también una purificación
tendido, particularmente a partir de la teología y una expiación.
agustiniana, como la pérdida de una inmortalidad y
La nueva sensibilidad antropológica y teológica
de una libertad para el bien concedidas al ser hu-
que se abrió en la Iglesia a partir del concilio Vati-
mano en su origen y, a la vez, como inclinación a la
cano II trajo también consigo una nueva perspectiva
concupiscencia transmitida por la generación. A
y consideración del pecado. De modo particular, se
través de ella, la persona experimenta como parte
resaltó el papel del pecado social como una realidad
de sí una fatal oposición a la voluntad salvífica de
que, desde las estructuras económicas, políticas,
Dios. Tan sólo mediante los dones de la gracia, que
culturales, etc., opera como obstáculo a la unión y
la Iglesia transmite a través de los sacramentos, es
comunión entre los seres humanos (GS 10). A ve-
posible controlar esa concupiscencia y obtener una
ces, reconoce el Vaticano II, las circunstancias so-
liberación de las estructuras pecaminosas que, de
ciales desvían al hombre del bien y son las institu-
modo permanente, asedian al ser humano.
ciones que incitan al pecado (GS 25). De modo más
En el origen del pecado se situó la acción seduc- incisivo aún, las Conferencias episcopales de Mede-
tora del tentador, ángel caído, que introduce el mal llín y Puebla insistieron en las estructuras pecami-
moral en el mundo desde sus inicios. Adán y Eva nosas sociales. Esas estructuras generan desigual-
pierden su naturaleza primera inmortal y tendente dades e injusticias en el orden social, político, eco-
sólo al bien. A partir de ahí, toda la actividad hu- nómico y cultural, se rechaza el don de la paz del
mana se ve esencialmente corrompida. La libertad Señor y, con ello, se rechaza al propio Señor (II Con-
queda mortalmente herida, la razón debilitada y el ferencia General del Episcopado Latinoamericano
cuerpo y toda la realidad material como una fuente en Medellín, 3,14).
permanente de desviación moral y de impiedad.
Esta nueva sensibilidad eclesial respecto a la
En su esencia, el pecado se concibe como una concepción del pecado no parece haber logrado, sin
ofensa a Dios, como una rebelión contra él, como embargo, el desarrollo y la continuidad deseable.
una transgresión de la ley divina. El ser humano, Un estancamiento innegable se produce con poste-
entonces, se niega a reconocer a Dios como su ori- rioridad al Vaticano II, dando paso a una abierta re-
gen y fuente esencial de su vida. La orientación de cuperación de las antiguas doctrinas en las que el
su fin último se ve así quebrantada y todas sus re- pecado se comprende exclusivamente desde la ópti-
laciones con el mundo, los otros y consigo mismo ca de la ofensa personal a Dios. Todo ello nos deja
quedan radicalmente pervertidas. El pecado hiere en una lamentable situación en la que cada vez va
mortalmente la naturaleza y atenta contra la solida- siendo mayor la lejanía entre la predicación eclesial
ridad humana, al faltar al amor verdadero para con sobre pecado y la sensibilidad moral de los hombres
Dios y para con el prójimo. y mujeres de nuestro mundo. El pecado, se puede
afirmar, es un concepto socialmente devaluado, mo-
En la concepción cristiana del pecado se fue tivo de recelo y sospecha sobre lo que con él se pre-
abriendo cada vez más la consideración de la res- tende. De modo más particular, observamos cómo
ponsabilidad y la libertad humana como la causa se acrecienta el recelo de que con la doctrina del pe-
esencial del mal moral. La libertad y la voluntad cado lo que se postula no es sino una insostenible
constituyen las condiciones fundamentales del pe- negación de las realidades humanas, de la autono-
cado. El Catecismo de la Iglesia católica se hace eco mía personal y, de modo más inaceptable aún, una
de esta consideración resaltando que el pecado no negación de todo lo que constituya una fuente de
es sólo defecto de crecimiento, debilidad psicológica, placer y felicidad.
simple error o consecuencia de una estructura so-
PECADO/CULPA 3
Pero, además, existe otra cuestión de mayor gra- bién un lugar de importancia. Es la causa funda-
vedad aún, que es la que se plantea sobre la proba- mental del dolor, la injusticia y la muerte. Y, sin
bilidad de que a lo largo de los siglos se haya ido embargo, el pecado no aparece en ella como la clave
produciendo una importante tergiversación de lo fundamental para entender la naturaleza misma de
que el mensaje de Jesús supuso de novedad en este las relaciones de la humanidad con Dios. El pecado
tema central de la fe cristiana. Que los conceptos de es un accidente, un accidente de gravedad por lo
culpa y pecado están llamados a ocupar un lugar de que supone de deterioro y daño a la vida. Por ello
importancia en el conjunto del pensamiento teológi- también necesita reparación y acción preventiva.
co cristiano no cabe la menor duda. Pero cabe, sin Pero es el nuevo don de vida que Jesús ofrece lo que
embargo, interrogarse sobre cuál deba ser el papel esencialmente organiza las relaciones de los seres
que habría que concederle dentro de la dogmática y humanos y Dios. Esta visión del pecado y de la sal-
de qué manera particular hay que entender la im- vación que Dios nos trae es la que fundamental-
portancia que tiene el pecado dentro de ella. Ya mente late en los textos evangélicos. Pero, sin duda,
desde el principio, la teología cristiana elaboró con- no logró alcanzar la predominancia de la anterior.
cepciones diferentes sobre el tema, que hoy parece Importantes motivaciones de orden antropológico e
necesario revisar y evaluar convenientemente. institucionales, cuya explicitación está ahora fuera
de lugar, intervinieron, sin duda, en ello. Quizás tan
sólo a partir del s. XIX la exégesis y la teología caen
1.3. Revisión teológica actual. en la cuenta de lo que supone la categoría evangéli-
ca de reino de Dios y la diferente significación que
Es un hecho constatado por exegetas y teólogos en ella encuentra el concepto de pecado. Y es ya en
que ya en el mismo NT encontramos dos corrientes el s. XX cuando la teología de la liberación se hace
diversas en su comprensión del pecado, la salvación cargo de rescatar esta concepción diferente del
y el perdón que Dios concede. Por una parte, hay mensaje evangélico. Por otra parte, la nueva catego-
una corriente que hace del pecado y del perdón sal- ría teológica de «opción fundamental» vino también
vador los dos polos fundamentales que articulan la a ofrecer un nuevo marco hermenéutico muy dife-
relación de los seres humanos con Dios. Esta rela- rente al de la consideración del pecado como mortal
ción, en efecto, se entiende en clave de ruptura y o venial.
oposición del ser humano frente a Dios y en la mi-
sericordia de ese Dios que, para salvar la separa- El pecado, qué duda cabe, constituye un tema
ción, ofrece a su propio Hijo como expiación por los de suma importancia en la comprensión de la vida
pecados del mundo. Las relaciones entre la huma- cristiana. Desconocerlo supondría, por tanto, un
nidad y Dios se conciben, por tanto, en una clave error antropológico y teológico de gravedad. La vida,
dramática de enemistad-reconciliación, pecado- en efecto, puede degradarse, perderse y fracasar ro-
salvación. Esta corriente encuentra en Pablo su ex- tunda y estrepitosamente. Y sin embargo, el pecado
presión más acabada y es continuada por Agustín, no parece tener en el mensaje de Jesús la impor-
Anselmo de Canterbury, Lutero, Pascal o la teología tancia que algunas corrientes de pensamiento cris-
jansenista y, en tiempos más recientes, por figuras tiano le otorgaron. Es más, cuando el pecado se re-
como Karl Barth, Bultmann, Pannenberg o Molt- salta como elemento de primer plano en la concep-
mann. ción de las relaciones del ser humano con Dios, fá-
cilmente se viene a caer en tergiversaciones de im-
De otro lado, encontramos en el mismo NT una portancia sobre el sentido profundo y radicalmente
concepción diferente sobre las relaciones entre Dios novedoso que posee el mensaje de Jesús.
y la humanidad y sobre la salvación que se nos
brinda. En ella Dios figura como fuente de vida que
se ofrece para acrecentar y engrandecer la vida hu-
1.4. Jesús ante el pecado.
mana, para eliminar todo lo que siembra muerte y
sufrimiento y para prometer una vida que trascien- Es evidente que Jesús no enfrentó nunca el pe-
de la limitación inherente a la condición humana. cado con una falsa indulgencia. Todo lo contrario.
Jesús es quien nos revela esa vida que Dios es y Sus exigencias fueron siempre más radicales que
que desea dar y comunicar a los seres humanos. Su las de sus enemigos. Pero, al mismo tiempo, Jesús
proyecto del reino de Dios es una propuesta utópica muestra un empeño especial en deshacer esa an-
de lucha contra el sufrimiento y sobre las causas gustia que sitúa al pecado en un primer plano, con-
que lo generan. Sus «signos» expresan de modo pa- virtiéndolo en el obstáculo fundamental para la re-
radigmático (curando, resucitando, exorcizando) es- lación con Dios. Por ello, no es la confesión del pe-
ta vida que Dios es y que comunica a los seres hu- cado lo primero que pide Jesús a los que se le acer-
manos. can. Lo primero era el encuentro, la cercanía y la
solidaridad, tal como se manifiesta paradigmática-
En esta concepción diferente de las relaciones
mente en el caso de Zaqueo: «hoy tengo que alojar-
entre Dios y la humanidad, el pecado ocupa tam-
4 PECADO/CULPA
me en tu casa» (Lc 19,5). Tan sólo tras el encuentro mentalidad sacral que focaliza el mal moral como
solidario brotará la conciencia de pecado y la nece- oposición a una voluntad sagrada. Es así como se
sidad de conversión. Los que, sin embargo, tenían perpetúa en la mayor parte de las comprensiones
situado el pecado como lo primero y definitorio se del pecado. Pero la comprensión cristiana de la falta
escandalizan: «Ha entrado a hospedarse en casa de puede efectuarse tanto en el contexto de una men-
un pecador» (Lc 19,7). talidad secular como de una sacral, ya que la di-
mensión religiosa del cristianismo hay que enten-
Jesús anuncia y predica el reino de Dios a todos
derla en la comprensión unitaria de la caridad cris-
y se lo promete a publicanos y pecadores, a los reli-
tiana. En ella no se superpone lo religioso y lo ético,
giosamente sospechosos, a los desclasados y a los
ni lo primero es absorbido por lo segundo. Supone
impuros. Fueron pecadores sus grandes amigos y
la síntesis de esas dos polaridades. Por ello, se hace
con ellos convivía y compartía mesa (Mc 2,16; Mt
obligado liberar la noción de pecado de las garras
11,19; Lc 7,34; 15,1-2; 19,7), aun a costa de escan-
unilaterales de la moral y de la religión, del horizon-
dalizar una y otra vez (Mt 9,1011; Lc 15,2) y de dar
talismo o verticalismo. Porque la historia toda está
pie a un motivo importante para su condena a
trascendida por la historia de la salvación: quien
muerte. Pero el Dios de quien él habla hace salir el
alimenta al hambriento, alimenta a Dios mismo.
sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre
justos e injustos (Mt 5,43-45). Si Dios juzga en materia de pecado, no lo hace
como un juez que exige respeto a una ley exterior y
En esta posición de Jesús ante el pecado hay
que castiga su incumplimiento, sino en la posición
que situar también una de las diferencias más sig-
de un Dios vivo que quiere hacer partícipe a la per-
nificativas entre la predicación de Jesús y la del
sona de su propia vida. La vida del ser humano, sus
Bautista. La predicación de Juan estaba centrada
relaciones con el universo, con sus semejantes y
primordialmente en la confesión del pecado y la ne-
con él mismo, no es ajena a la vida que Dios quiere
cesidad de conversión (Mc 1,2; Lc 3,3). Pero Jesús
vivir y compartir con nosotros. De ahí que cuando
no relaciona la conversión al reino con la confesión
alguien daña a los otros o a sí mismo es la vida de
del pecado, sino con la apertura a la buena noticia,
Dios mismo la que hace fracasar. Dios es víctima
con la adhesión a un proyecto en favor de la vida y
del pecado, víctima con el desnudo y con el injus-
en contra de todo aquello que la mutila y la degra-
tamente tratado. Por eso mismo, la muerte y resu-
da. Como muy bien ha señalado José M. Castillo,
rrección de Jesús se constituyen en la mayor reve-
en Juan Bautista el reino se relaciona con el reco-
lación de lo que es el pecado: la muerte a la vida
nocimiento y salida del pecado. En Jesús se rela-
que Dios desea hacerle vivir al ser humano y la vida
ciona con el sufrimiento humano. Su predicación,
que Dios puede hacerle vivir. El cristiano descubre
por eso, no tiene el tono conminatorio y amenazante
en Jesús que el pecado mata la vida y es invitado en
que tenía la del Bautista. Para Jesús el problema
nombre de esta vida a resucitar en Jesucristo.
más grave no es el problema del pecado, sino la lu-
cha contra el sufrimiento que degrada y hace perder
la dignidad de las personas. Juan, por eso, se des-
II. CULPA
concierta ante Jesús. Parece que no era eso lo que
él esperaba. Pero los ciegos ven, los cojos andan, los 2.1. Las relaciones culpa-pecado.
sordos oyen y los muertos resucitan. Que Juan en-
tienda y que nadie, ni ayer ni hoy, se escandalice Como muy bien analizó Paul Ricoeur, en el mal
(Lc 7,18-23). No se trata de amenazar con castigos a moral se diferencian tres momentos dialécticos: la
causa del pecado, sino de mostrar la bondad y la mancha, el pecado y la culpabilidad. Esta última
misericordia ante el sufrimiento humano. designa el momento subjetivo de la falta, mientras
que el pecado denota su momento ontológico. El pe-
Lo primero para Jesús es la vida, no el cumpli- cado significa la situación real del ser humano ante
miento ético o cultual de una ley religiosa. Y por Dios, sea cual sea la conciencia que se tenga de
ello, tan sólo sobre la misericordia seremos juzga- ello. La culpabilidad consiste en tomar conciencia
dos; ya que tan sólo en la misericordia con el en- de esa situación real. La culpa, pues, posee un claro
fermo, el preso, el hambriento… es posible respon- matiz subjetivo. Expresa la conciencia de estar
der y amar al Dios de la vida: «Os lo aseguro: Cada abrumado por un peso que aplasta, es el desgarro
vez que lo hicisteis con un hermano mío de esos de un remordimiento que corroe desde dentro. Su
más humildes, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,31-46). simbolismo está íntimamente relacionado con el
tema del tribunal, que declara la culpabilidad o la
Quedan así abolidas las fronteras entre una
inocencia de un sujeto. Ese tribunal, sin embargo,
mentalidad sacralizada y una mentalidad secular en
se transfiere como símbolo a la conciencia, que
la consideración del mal moral. Porque como ha se-
también, al modo de un juez, mide la ofensa, pro-
ñalado M. Vidal, la comprensión cristiana del peca-
nuncia la condena e impone un castigo: el malestar
do no tiene por qué expresarse en las claves de una
de la culpa.
PECADO/CULPA 5
Pero todos sabemos de qué manera ese juez de identificaciones emprendidas con el ámbito familiar
la conciencia puede acertar en su juicio y condena, y social, con todo lo que ellas puedan tener de cues-
movilizando unos saludables sentimientos de cul- tionables desde un punto de vista ético o religioso.
pabilidad, y cómo puede también desencadenar una
Toda una tarea de discernimiento personal será
auténtica patología de la misma. Al mismo tiempo,
necesaria para que el sentimiento de culpa madure
cabe pensar también en la posibilidad de que nos
en una adecuada articulación con los valores e
encontremos en una situación real de pecado sin
ideales que el sujeto pretende que determinen su
sentir, sin embargo, culpa por ello: «¿Cuándo te vi-
modo de proceder en la vida. Porque no siempre el
mos con hambre o con sed, o extranjero o desnudo,
sentimiento de culpa se vincula con la transgresión
o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?» (Mt
de esos ideales conscientemente propuestos. Puede
25,44). La correspondencia, pues, entre el pecado y
emerger con relación a conductas admitidas como
la culpa abre toda una problemática de importantes
justas, pero inconscientemente condenadas, tal co-
derivaciones, no sólo en el campo de lo psíquico,
mo acaece en el sujeto escrupuloso. A su vez, com-
sino en el de lo ético y teológico también. A estos úl-
portamientos claramente contradictorios con los
timos aspectos nos referiremos preferentemente.
ideales y valores propuestos pueden mantenerse sin
Será obligado, sin embargo, tener en consideración
que el sujeto llegue a experimentar el malestar de la
algunos elementos fundamentales del desarrollo
culpa. Cabe así la posibilidad de un sentimiento de
moral y de los orígenes de la conciencia de culpabi-
culpa sin pecado y de una situación de pecado sin
lidad.
conciencia de culpabilidad.
El sentimiento de culpa, en efecto, constituye
uno de los mecanismos más decisivos en el desarro-
llo y constitución del ser humano. Un mecanismo, 2.2. La conciencia cristiana y eclesial de la culpa
por lo demás, que ejerce sus funciones desde los
primeros estadios de la existencia y con anteriori- La fuente fundamental de la conciencia de peca-
dad, por tanto, a la conciencia de lo bueno o lo ma- do para un creyente no puede ser la vergüenza, la
lo. En este sentido, se puede afirmar que el senti- mancha o el sentimiento de transgresión. Tan sólo
miento de culpa es anterior a cualquier ética o con- la palabra de Dios puede testificar la inocencia o la
ciencia de pecado. No necesita de la moral ni de la culpabilidad cristiana. El pecado, pues, necesita del
religión para instalarse en el corazón del sujeto. auxilio de la gracia para ser reconocido, «confesa-
Porque como el psicoanálisis nos mostró fehacien- do».
temente, el sentimiento de culpa brota de un modo En el seno de la comunidad creyente el sujeto ha
primitivo en los primeros estadios de la vida como de encontrar también una luz y una orientación que
expresión de la ambivalencia afectiva que marca to- guíe su conciencia de pecado. Pero no podemos ol-
das las relaciones del sujeto. El amor y el odio se vidar que la misma Iglesia, «santa y pecadora», está
entrecruzan generando ya un sentimiento de culpa necesitada de la luz del Espíritu que le manifieste
arcaico, en tanto que miedo al abandono de quienes de qué manera ella misma se ve implicada en diná-
se necesita para sobrevivir. Este tipo de sentimiento micas que ofuscan, oscurecen y le hacen errar en
de culpa, de carácter esencialmente narcisista, se su conciencia del bien y del mal. Asistida por el Es-
inicia ya en el primer año de vida, pero deja fácil- píritu se encuentra, sin embargo, sometida también
mente sus huellas en las estructuras psíquicas, vi- al poder de las tinieblas, de la corrupción y de la
niendo a ser para muchos sujetos el modo funda- contingencia. Sus juicios éticos, por ello, se pueden
mental de culpabilidad que llegan a experimentar. ver fácilmente sesgados bajo la fuerza de intereses
También en la relación con Dios el sentimiento de conscientes e inconscientes, de carácter colectivo e
culpa se puede manifestar con ese carácter narci- institucional y por la oscuridad que el mismo rostro
sista, en tanto que vivencia de un temor a ser de Dios posee todavía para ella. De ahí que la Igle-
abandonado por él, más que como conciencia de un sia entera se vea obligada a solicitar la luz de Dios
mal realizado o de un bien no realizado. para seguir descubriendo la entidad del pecado y de
Tan sólo posteriormente el sentimiento de culpa sus manifestaciones en el mundo y en ella misma.
brotará como conciencia de transgresión de una A esta luz, por ejemplo, la Iglesia tendría que in-
norma o un ideal propuesto; dicho de otro modo, terrogarse sobre las contradicciones en las que mu-
como la percepción en el «yo» de la crítica ejercida chas veces incurre al emplear diferentes criterios
por el superyó. Estamos así en un momento evolu- morales para los diversos campos de la acción ética,
tivo superior, el de la incorporación de la norma tal como ocurre palmariamente cuando afronta
como pauta de comportamiento que posibilita la in- problemas en el campo de la moral social o de la
serción en el grupo. Todavía, sin embargo, esa cul- moral sexual. La importancia concedida a la sexua-
pa está ligada esencialmente a profundas ambiva- lidad obliga a pensar que en ese discurso intervie-
lencias afectivas de carácter inconsciente (las de la nen más las estructuras inconscientes del superyó
estructura edípica infantil) y es muy relativa a las
6 PECADO/CULPA
y las problemáticas edípicas irresueltas que la pala- el papel de la mujer en la comunidad cristiana, por
bra revelada por Dios en Jesucristo. El cristianis- llamar prudencia a la falta de compromiso, por te-
mo, en efecto, afirmaba el teólogo y moralista Jac- ner miedo de levantar la voz en la plaza pública, por
ques Pohier, ha tematizado el mundo de la culpa de ser testigos mudos de sufrimientos injustos, por
un modo que se asemeja de manera sorprendente al sospechar de los logros del arte y la ciencia, por im-
universo fantasmático edípico y de la megalomanía poner las propias convicciones mediante influencias
que lo preside. La insistencia casi única en una vi- en las legislaciones civiles e injerencias en el poder
sión del pecado como rebelión del deseo y de la vo- público, etc. Tan sólo reconociendo y confesando así
luntad contra Dios, como transgresión de una ley el pecado estaríamos situados en una posición au-
impuesta, como causa de la muerte biológica, como ténticamente cristiana que, simultáneamente, reco-
amenaza permanente de condenación, todo ello, en noce la falta y la amnistía concedida de antemano
efecto, parece hablar más de las estructuras edípi- por Dios y que, por ello, pierde el miedo, se libera de
cas inconscientes que de la predicación y el mensa- la angustia aparejada a la conciencia de culpabili-
je que recibimos de Jesús. La relación con Dios pa- dad, reconoce cabalmente la materia de la que es-
rece quedar así establecida en una clave de rivali- tamos formados y, paralelamente, hace acopio de
dad y oposición, en una dialéctica de «o tú o yo», y energías para la construcción apasionada del reino
no en la de un encuentro que da la vida o un des- de Dios.
encuentro que ocasiona la degradación del ser hu-
mano.
2.3. Responsabilidad, libertad y conversión
Desde una perspectiva diferente de la del psi-
coanálisis, habría que considerar también cómo el Según vimos, el pecado se concibe en el NT no
sentido de pecado no puede ser tampoco una trans- sólo como un acto singular que brota de la respon-
posición de las exigencias de una cultura, de un sabilidad humana, sino también como una situa-
grupo, de una clase y de sus intereses muchas ve- ción, una fuerza maléfica que se expande, contami-
ces ajenos, lejanos y contrarios a los valores evan- na y destroza la vida. El pecado posee, pues, un po-
gélicos. Esa fue y seguirá siendo la denuncia efec- der contagioso que contamina el ambiente existen-
tuada siempre por los profetas en su contestación cial de los seres humanos y que hace enfermar a
del orden establecido y en su señalamiento del au- grupos, instituciones y colectividades.
téntico lugar donde está el pecado, así como en la
necesidad de su reconocimiento y confesión públi- Evidentemente, esta concepción del pecado viene
ca. Confesión que, evidentemente, no puede limitar- a crear una aporía significativa. De una parte, el
se a las faltas cometidas en un pasado lejano, sino pecado se concibe como expresión de la libertad y la
que tendría que mostrar también el coraje de reco- responsabilidad humana y, de otra, como una fuer-
nocer las que en la propia realidad del presente se za impersonal que viene, incluso, a deteriorar esa
siguen cometiendo, como se hizo en un admirable y libertad y que, de modo imperceptible, lo arrastra y
lamentablemente poco conocido documento de la empuja hacia el mal. Por otra parte, nos encontra-
diócesis de Orihuela-Alicante, cuando públicamente mos con que el NT insiste en la libertad y responsa-
pidió perdón por no haber querido hacer del Evan- bilidad personal, pero no ofrece criterios precisos
gelio la nueva y buena noticia, por el culto vacío para determinar el grado de esa libertad e, incluso,
convertido en acto social, por ejercer el ministerio advierte de la posibilidad de ser declarado pecador
como dominio, por mostrarse serviles con los pode- sin que el sujeto tenga conciencia de estar en peca-
res de este mundo, por el maltrato de la creación, do.
por falsear la imagen de Dios presentándolo como Esta aparente paradoja se clarifica, sin embargo,
un juez más que como un Padre, por juzgar y con- si tenemos en cuenta un dato fundamental para en-
denar a los otros, por silenciar a los que discrepan tender la actitud básica del NT frente a la cuestión
ahogando la pluralidad, por favorecer distancias y del pecado y del pecador. Lo que esencialmente in-
recelos con los hermanos separados, por las con- teresa es salvar la vida deteriorada y dañada por el
tradicciones, hipocresías y doble vida del clero, por pecado, personal o estructural, e impulsar al cam-
herir creando escrúpulos de conciencia, por dar el bio y la conversión para que el sujeto recupere la
rodeo ante el hermano herido para ir puros al tem- vida. El pecado es ruptura, desunión, dinámica de
plo, por el olvido de los marginados, gitanos e inmi- separatividad entre lo viviente. Por ello, lo que real-
grantes, por poner por delante el sexto mandamien- mente importa es recuperar la vida en el encuentro,
to a la falta de lucha por la justicia y la defensa del el vínculo, la unión que por el pecado se rompió,
pobre, por reservar asientos de primera fila para los más que determinar el grado de libertad tenida, vi-
ricos y poderosos ofreciendo al pobre exequias de niendo a favorecer así posiciones de perfeccionismo
tercera clase, por negar la sepultura a los que mu- narcisista. Interesa la libertad que hay que recupe-
rieron desesperados, por clericalizar la Iglesia ex- rar de nuevo para hacer posible la dinámica del
cluyendo a los laicos, por no reconocer en plenitud amor cristiano que repara el daño causado y resta-
PECADO/CULPA 7
blece el vínculo con los otros, con el mundo y con sólo de ese modo, por tanto, podremos encontrar el
Dios. Se sabe que se está en un mundo donde la camino de la salvación, de la vida que es eterna.
fuerza del pecado estructural es activa y nos deter-
mina a todos, querámoslo o no. Sabemos de nues-
tra fragilidad y, en la conciencia de ella, todos es- BIBLIOGRAFÍA: L. Beirnaert, «La teoría psicoanalítica y el
tamos abocados a confesar la pérdida de la inocen- mal moral»: Concilium 56 (1970), 364-375; J. M. Castillo,
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rá entonces la de mantener una actitud de escucha 1976; Diócesis de Orihuela-Alicante, Iubilaeum A. D. 2000.
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desea comunicarnos. Sólo así podemos comprender sobre la fe, Herder, Barcelona, 1979; P. Ricoeur, Finitud y
dónde muere el ser humano, dónde se destruye, y culpabilidad, Trotta, Madrid, 2004; M. Vidal, «Pecado», en
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J. J. (dir.). Nuevo diccionario de teología, Madrid, Trotta,
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