Creación y ecología
Francisco José RUIZ PÉREZ*
Con el término «creación» (del hebreo bara’, tra- los presupuestos bíblicos de los que parte. Se le ha
ducido en los LXX como ktísis), el cristianismo da recriminado que fomenta en demasía el divorcio en-
su particular respuesta a la pregunta por la com- tre el ser humano y el mundo, y que así implícita-
prensión del mundo. De la revelación vetero y neo- mente auspicia un programa secularista (Amery,
testamentaria no emana únicamente una aproxi- White, Gogarten, Cox, etc.). La utilización repetida
mación en lenguaje e imagen al quién de Dios, y al que se hace del verbo bara’ en el relato genesíaco
qué y al para qué del ser humano. También nace sacerdotal (cf. Gn 1,1-2,4a) parece enfatizar efecti-
una propuesta para descifrar lo mundano, el dónde vamente la diferencia ontológica entre el creador y
se efectúa la relación entre lo divino y lo humano. lo creado. En contraste con las cosmogonías al uso,
La realidad no humana es más que una pura cir- el relato sacerdotal descarga al mundo de notas mí-
cunstancia eventual y prescindible. La Escritura le ticas y le confiere la más cabal profanidad. A la vez,
reconoce su entidad. La cuestión cosmológica así no en el ámbito de lo creado queda inoculada una asi-
queda marginada en pro de las cuestiones teológica metría: el ser humano es la única criatura que ex-
y antropológica. El ser humano es trozo de mundo, presamente es «imagen y semejanza» de Dios, voca-
y con el mundo se sumerge en la dinámica de sal- cionada a someter, mandar y utilizar otras especies
vación que Dios imprime al todo. Por eso, la revela- como alimento (cf. Gn 1,26-30). Esa asimetría se
ción abre las puertas a una determinada inteligibi- agudiza en el orden del mundo que se inaugura
lidad del universo. Viene a afirmar que «Dios creó después del diluvio (cf. Gn 9,1-7), porque, desde en-
los cielos y la tierra» (Gn 1,1). tonces, el ser humano será depredador de especies
animales, no sólo vegetales, reconociéndose a sí
El contexto cultural contemporáneo exige de la
mismo en oposición franca con los demás vivientes.
teología nuevas tareas a propósito de esa afirmación
central. El reciente despertar de la conciencia ecoló- Sin negar la cuota de corresponsabilidad, parece
gica (es sólo en 1866, de manos de E. Hackel, que la asociación directa del caos ecológico contem-
cuando es introducido el término «ecología») ha poráneo con las raíces veterotestamentarias del
puesto en entredicho la cosmovisión gestada desde cristianismo es una interpretación reduccionista
la Modernidad, parapetada actualmente detrás del tanto del legado bíblico como del complejo desarro-
desarrollo científico-tecnológico y de la actividad llo cultural de Occidente. La teología contemporá-
económica globalizada. El paulatino desmorona- nea propone una lectura de la tradición bíblica que
miento ecológico del planeta habla de una crisis en- desdramatiza su aparente unilateralidad antropo-
tre el ser humano y su medio que no es sólo soluble céntrica y antiecológica. Esa lectura subraya el es-
con ajustes coyunturales y tecnocráticos. Los avan- tatuto último de creatura que tiene el ser humano
ces tecnológicos originan retos inéditos, para los y, por consiguiente, su radical semejanza con el res-
que se carece de una criteriología práxica suficien- to de las creaturas (cf. Sal 104,27-30; Qoh 3,19; Jb
temente madurada. Ejemplos de ello son las pers- 38-41). Revisa la teoría del dominium terrae, recupe-
pectivas abiertas por las tecnologías militar y bioge- rando una acepción de los verbos «someter» y «do-
nética. El resultado es que la humanidad está expe- minar», latente en ellos y obviada en la historia de
rimentando un salto cualitativo en la asunción de la exégesis. La soberanía y el dominio del ser hu-
su responsabilidad con la historia y con su entorno. mano sobre lo creado no son ilimitados ni arbitra-
El ser humano está abocado a reelaborar con ur- rios. Dado que efectivamente somos «imagen y se-
gencia su cosmovisión, con objeto de modificar a mejanza» de Dios, la actividad humana debe tener
tiempo su relación con el medio. Un proyecto así se por modelo el proceder de Dios mismo descrito en
está realizando ya desde muchas instancias secula- Gn 1. Éste está lejos de ser un ejercicio prepotente
res. La teología se siente afectada por él. De hecho, de fuerza; por el contrario, asegura y promociona la
el pensamiento teológico del futuro difícilmente po- vida. Gn 2,15 confirma el estilo del cómo tiene que
drá esquivar la problemática ecológica. habérselas el ser humano con su entorno: ha de
cultivar y cuidar el Edén, es decir, su papel como
creatura está lejos de la explotación abusiva e in-
I. RAÍCES BÍBLICAS DE LA SENSIBILIDAD ECOLÓGICA discriminada, y más cerca del mantenimiento y la
ACTUAL conservación. La culminación de la creación en el
tiempo sabático, en el ocio gozoso, es expresión de
A la teología judeo-cristiana de la creación se le que la actividad humana está sometida a la limita-
ha querido negar su acento ecológico a la vista de ción y de que la realidad no humana debe ser siem-
2 CREACIÓN Y ECOLOGÍA
pre considerada y protegida en el orden creacional La creación, en los sinópticos, pertenece al plan
(cf. Lv 17-26). salvífico de Dios, es el arranque inicial de la volun-
tad divina de reinar: «Venid, benditos de mi Padre,
Tampoco se puede afirmar que la tradición bíbli-
recibid la herencia del reino preparada para voso-
ca alimente una visión objetivista del mundo como
tros desde la creación del mundo» (Mt 25,34). La
le es propia a la ciencia moderna. Israel tiende a re-
tradición mateana abunda en ello al justificar el uso
flexionar teológicamente sobre la historia, no sobre
de las parábolas en Jesús como el cumplimiento del
la naturaleza en sí, como lo muestra la formulación
oráculo del profeta: «Abriré en parábolas mi boca,
que adoptan credos como Ex 20,2. El pensamiento
publicaré lo que estaba oculto desde la creación del
bíblico interpreta la actividad divina como un conti-
mundo» (Sal 78,2; cf. Mt 13,34-35). O al recoger en
nuum salvífico desde el origen hasta la culminación
la discusión sobre la indisolubilidad del matrimonio
del tiempo. El mundo como tal remite a una inten-
la indicación de Jesús de que «al principio no fue
cionalidad que lo justifica, una intencionalidad sal-
así» (Mt 19,8). Se trata de un hecho pretérito, pero
vífica que engrana naturaleza e historia en un único
de consecuencias normativas para el hoy.
dinamismo de plenificación (cf. Is 51,9-11). La natu-
raleza, de ese modo, es parte de un proyecto, no es En Jesús no llega a encajar el pensamiento apo-
pura physis griega. El mundo está embutido en la calíptico que preconizaba una ruptura total entre el
historia, y la Escritura no lo desengancha de ella. eón presente y el futuro. La continuidad salvífica
Hasta tal punto el orden creacional está conectado entre el hoy y el mañana no exige la anulación de
al orden de la redención que el mundo se asoma al este mundo para acceder así a la plenitud escatoló-
futuro del nuevo cielo y de la nueva tierra (Is 65,17) gica. Al contrario: la vida que el Dios creador ha
y padece las consecuencias del pecado humano (cf. puesto en marcha en este mundo se prolongará,
Os 4,1-3; Jr 5,20-25). transformada, en una dimensión también vivifican-
te; es «Dios de vivos» (cf. Mc 12,18-27 par.). De ahí
A partir de Westermann, sin embargo, no se
que lo que se opone al proyecto creacional de Dios,
descarta que la fe creacional debió aparecer mucho
como es el dolor, la enfermedad y la muerte, sea un
más espontáneamente de lo que se supone hasta
incentivo justificado para la intervención taumatúr-
adquirir la entidad y autonomía con que se le ve en
gica de Jesús.
los salmos (cf. Sal 8, 19, 23 y 103) y la literatura
sapiencial (cf. Sab 11,24). Tal línea de interpreta- En todo esto, Jesús se desmarca del legalismo
ción es muy productiva para la teología ecológica, rabínico y recupera el optimismo propio de la teolo-
porque la creación tiende a ser tratada por sí mis- gía creacional veterotestamentaria, para la que, en
ma. Es algo más que el primer capítulo necesario principio, el mundo como tal es «bueno». «Nada hay
para que la historia pueda desenvolverse. En efecto, fuera del ser humano que, entrando en él, pueda
vista en sí misma, la creación incluso se permite contaminarle; sino lo que sale del ser humano, eso
sugerir a la historia un horizonte de realización. En es lo que contamina al ser humano» (Mc 7,15; cf.
Gn 1 hay no sólo protología, sino, por encima de to- 7,19 par.). Esa apertura sin prejuicios respecto al
do, escatología. El relato genesíaco es un «así- mundo explica que Jesús no lleve adelante una vida
deberían-ser-las-cosas». Establece un marco dentro ascética al estilo acrisolado por Juan el Bautista.
del cual tendría que desarrollarse la historia. En tal Tras la conocida acusación de ser «comedor y bebe-
marco, el ser humano es una creatura entre otras, dor» (Mt 11,19), se intuye el acceso franco de Jesús
cuya viabilidad únicamente es factible en tanto en a la realidad natural. Y explica también que recurra
cuanto no vulnere los límites que el entorno le im- repetidamente a imágenes naturales en su predica-
pone, tal y como éste es interpretado en la Escritu- ción. El mundo es transmisor de la plenitud anun-
ra. La creación se comporta, de ese modo, como ciada del reino.
mensajera de Dios. La misma Ley ayuda a que la
Esa teología creacional de fondo va a revertir en
realidad sea fiel a su diseño creacional (cf. Sal 19).
la praxis histórica de Jesús. En él es palpable la
La visión neotestamentaria de la creación hace convicción de que toda creatura, por el mero hecho
también acentuaciones decisivas. Según Rm 8,18- de serlo, está abierta a la posibilidad de la actua-
30, la creación entera está a las puertas del aconte- ción salvífica de Dios. Puesto que todo se sitúa den-
cimiento salvífico que definitivamente realizará el tro del marco creacional, nada se cierra a la diná-
Hijo de Dios. El final de la historia afecta a toda mica del reino ni se estanca en la cuneta de la de-
criatura, no es un desenlace protagonizado exclusi- sesperación. El Padre celestial «hace salir su sol so-
vamente por el ser humano (cf. también 2Pe 3,13; bre malos y buenos y llover sobre justos e injustos»
Ap 21,1, ambos en conexión con Is 65,17; 66,22). (Mt 5,45). El Altísimo «es bueno con los ingratos y
Jesucristo representa el punto de confluencia de la los perversos» (Lc 6,35). Jesús se deja rodear de
realidad humana y no humana. En él se abre la po- aquellos que, como los pobres y los enfermos, com-
sibilidad de comprender la realidad en todas sus partían el rechazo religioso-social. Recupera para
manifestaciones (cf. Ef 1,3-13; Col 1,13-20).
CREACIÓN Y ECOLOGÍA
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ellos la dignidad teológica de la creatura y les posi- go de San Víctor, Buenaventura, Tomás de Aquino),
bilita la esperanza. espiritualidades como la franciscana y la considera-
ción positiva que tuvo el trabajo en el monacato oc-
cidental, asumido como colaboración en la gesta-
II. APUNTES ECOLÓGICOS DE PARTE DE LA TEOLOGÍA ción continua de la creación. El protestantismo ac-
Y DEL MAGISTERIO tual ve incluso anticipaciones lejanas de la teología
propiamente ecológica también después de la Re-
La asociación entre creación y ecología, entendi- forma (muestras de ello son Arndt, Gerhardt y la
da ésta en un sentido amplio, no es un aconteci- teología física de los ss. XVII y XVIII).
miento exclusivo del panorama teológico contempo-
ráneo. No cabe duda de que el potencial significati- Suele datarse simbólicamente en 1972, con oca-
vo y crítico del patrimonio bíblico anterior ha sido sión de la publicación del Informe del Club de Roma
interpretado y realzado desigualmente a lo largo de –Los límites del crecimiento–, el momento en que en
la historia. Coaccionada por la Ilustración, la teolo- la teología prospera definitivamente la problemática
gía reciente se ha caracterizado por padecer una in- ecológica. Los aportes para una teología ecológica
seguridad cada vez mayor en su reflexión sobre la no han cesado desde entonces (Krolzik, Auer, Link,
naturaleza. Se llegó a aceptar que el mundo era, Liedke, Fox, Brandly, etc.). Un hito en esa repercu-
desde el punto de vista epistemológico, sólo compe- sión es Moltmann, con su obra Dios en la creación
tencia exclusiva de la ciencia experimental. El obje- (1985). A partir del reconocimiento de que el colap-
to propio de la reflexión teológica pasó a ser así la so ecológico es «una crisis del hombre mismo», Mol-
historia y las vicisitudes de la libertad humana. La tmann elabora una doctrina ecológica de la creación
crisis ecológica actual ha ayudado a denunciar las que opera con el siguiente programa: a) superación
consecuencias nefastas derivadas de la retracción del pensamiento moderno analítico y objetivista a
de otros tipos de discursos sobre el mundo distintos favor de un conocimiento integrador, que acorte la
del científico-experimental. La teología misma está distancia entre el ser humano y la naturaleza; b)
empeñada hoy en recuperar el terreno perdido res- comprensión del mundo como «creación abierta»,
catando, además de las premisas bíblicas, aquellas impregnada del futuro de Dios; c) recuperación de la
trazas de su propia singladura histórica que abogan teología bíblica del sábado; d) superación del apa-
por la pertinencia de su perspectiva en la interpre- rente dualismo creación-redención a través de la va-
tación del mundo. loración del reino como el único horizonte mesiáni-
co; e) desarrollo de la dimensión trinitaria de la
Hay precedentes en el largo trecho de la teología creación; y f) desarrollo de un nuevo concepto de
previa a Trento. Sería anacrónico e impropio hablar inmanencia de Dios en el mundo. Foros de recep-
de un discurso ecológico en la tradición cristiana ción igualmente de la perspectiva ecológica han sido
antes de la Modernidad y del comienzo de la cosmo- la teología feminista (Ruether, McFague) y la teolo-
visión influida por el paradigma científico- gía de la liberación (Boff).
experimental. Sin embargo, como sucede con la Es-
critura, se detectan consideraciones tanto en la tra- La perspectiva ecológica ha trascendido a los po-
dición como en el magisterio que avalan la existen- sicionamientos oficiales de la teología ecuménica.
cia de una línea abierta con los planteamientos De particular valor fueron la Asamblea Ecuménica
fundamentales de la sensibilidad ecológica. Aunque Europea de 1989 en Basilea y la Convocación Mun-
la patrística y la teología medieval siempre mantu- dial de 1990 en Seúl. También el magisterio católico
vieron una evidente visión antropocéntrica del se ha hecho eco del peso ecológico de la perspectiva
mundo, tal antropocentrismo fue relativizado. Por cristiana del mundo. El Vaticano II no duda en
un lado, es cierto que nunca se puso en cuestión la reiterar la preeminencia del ser humano sobre el
misión encomendada al ser humano de dominar la resto de las creaturas (cf. GS 12.1; 12.3; 14.2;
tierra. Pero, por otro lado, también es verdad que se 26.3), pero la matiza notablemente. Insiste en la
reconocía que el dominium terrae se encontraba se- condición de creatura del ser humano. En efecto, el
riamente menoscabado por el pecado original. Tam- universo material encuentra en el ser humano, por
poco se aceptó que el antropocentrismo se desen- su condición corporal, su máxima expresión creatu-
tendiera de su eje teocéntrico. La cosmovisión me- ral (GS 14.1). Por eso, el dominio humano sobre el
dieval afirmaba la consistencia de un orden univer- mundo, acorde con Sab 9,2-3, ha de efectuarse «en
sal, estructurado teocéntricamente, en el que esta- justicia y santidad» (GS 34.1; cf. 69). El concilio no
ba integrado el ser humano junto con las otras olvida que la actividad del hombre está marcada por
creaturas. Que existió, de hecho, una teología y una una ambigüedad que radica en la subversión de
praxis eclesial que subrayaba el valor per se de la «toda su ordenación en relación consigo mismo, con
creación lo demuestran muchos nombres propios de todos los otros seres humanos y con todas las cosas
la patrística y la teología medieval (Atanasio de Ale- creadas» (GS 13.1). El drama es tal que «el poder
jandría, Basilio de Cesárea, Agustín de Hipona, Hu- acrecentado de la humanidad amenaza con destruir
al propio género humano» (GS 37.1; cf. 4.4 y 9). Pe-
4 CREACIÓN Y ECOLOGÍA
ro la historia y el mundo dentro de ella están impe- rrollar estructuras de decisión político-económicas
lidos por la promesa de la plenificación, hasta el que velen por la preservación en justicia de los bie-
punto de que «toda aquella creación que Dios hizo a nes del planeta. Se trata de una nueva conciencia
causa del hombre será liberada de la servidumbre global, cuyo sujeto es la humanidad entera. En una
de la vanidad» (GS 39.1). palabra, el declive ecológico no sólo denuncia las
contradicciones de nuestro hacer mundano, sino
Al magisterio conciliar hay que sumarle el poste-
delata que las raíces de esas contradicciones están
rior a él, sobre todo el que ha sido de significación
relacionadas con nuestro ser y con las dificultades
especial para la doctrina social de la Iglesia. Ahí es-
actuales de nuestra cultura para verbalizarlo y dar-
tá la insistencia sobre el destino universal de los
le consistencia. En esa encrucijada no dejan de ser
bienes, ya tratado por el concilio, que realiza Pablo
pertinentes las sugerencias que proporciona el dis-
VI en su Populorum progressio (cf. 22). Juan Pablo II
curso cristiano sobre el mundo. La teología ecológi-
continúa la crítica al desarrollo y al parámetro cul-
ca contemporánea, en general, apadrina los siguien-
tural consumista en su Sollicitudo rei socialis. La vi-
tes caminos de reflexión:
sión del Génesis indica que el ser humano «es colo-
cado en el jardín para cultivarlo y custodiarlo, por 1. Relativización del antropocentrismo. La situa-
encima de todos los demás seres puestos por Dios ción ecológica demanda que se continúe revisando
bajo su dominio, a la par que debe estar sujeto a la la inclinación antropocéntrica de la Modernidad.
voluntad de Dios, que le impone límites en el uso y Por muy relevante que sea su lugar en el mundo, el
la potestad de las cosas» (SRS 29.3; cf. 30.2). De ahí ser humano tiene que saberse incluido dentro del
que «el desarrollo no puede consistir solamente en cosmos, en pertenencia a él y en dependencia de los
el uso, dominio y posesión indiscriminada de las co- procesos que lo configuran. Lo mundano impone
sas creadas y de los productos de la industria hu- límites. Tarde o temprano, surge la necesidad de
mana, sino más bien en subordinar la posesión, el afrontarlos, a pesar de que los éxitos tecnológicos
dominio y el uso a la semejanza divina del ser hu- hayan conseguido demostrar que es posible dismi-
mano y a su vocación de inmortalidad» (SRS 29.4). nuir e, incluso, retrasar los efectos de esa limita-
De otro modo, sucede que la naturaleza misma se ción. A nuestra cosmovisión mediática y tecnológi-
rebela contra el ser humano (cf. SRS 30.3). Una ca, aventada por una futurología optimista, le resul-
concreción mayor de estos apuntes está realizada ta difícil aceptarlo. Hacerlo supondría algo así como
por el mismo Juan Pablo II en su mensaje para la una concesión sin fundamento, antihumanista. Pe-
Jornada de la Paz de 1990 «La paz con Dios crea- ro la crisis ecológica no ofrece dudas: el progreso in-
dor, la paz con toda la creación». finito en los términos en que hoy se persigue niega
la alteridad del mundo y lo pretende doblegar com-
pletamente en una especie de euforia humana de
III. REFLEXIÓN SISTEMÁTICA omnipotencia. Para contrarrestar la fantasía antro-
pocentrista son de valor conceptos clave del saber
Está en curso la gestación de una revolución en secular como los de contingencia, falibilidad y fini-
la cultura. La activa un principio de realidad in- tud humanas. El saber teológico propone ahondar-
cuestionable: el planeta está muriendo prematura- los conectándolos con otro perteneciente a su acer-
mente. Como consecuencia, la extinción biológica vo, el de creaturidad. El estatuto fundamental de
ha dejado de ser una posibilidad inimaginable. El creatura, que afecta por igual al ser humano y a la
medio se degrada más allá de lo que podría tolerar realidad no humana, tiene una notable carga relati-
para perpetuarse y nos encaminamos, a este ritmo, vizadora y crítica del antropocentrismo. Reconocer-
hacia un punto de no retorno. La humanidad se en- se como creatura significa descentrarse y aceptarse
frenta así a un problema inusitado de superviven- en necesidad y dependencia. A la creatura no le ca-
cia. Sin embargo, la solución encierra una comple- be, por lo tanto, constituirse en fin para sí misma ni
jidad desconcertante. Aquellas estrategias diseña- subvertir egocéntricamente un orden que, en última
das para encontrarla que han sido puramente tec- instancia, no ha sido instituido por ella. El concepto
nológicas (v. gr., inversión en la investigación e im- cristiano de creatura entiende que esa indigencia
plementación de tecnologías más verdes) o tecno- radical queda remitida a una voluntad creadora que
cráticas (v. gr., búsqueda de consensos políticos so- es amorosa. La autoría y la tutoría de Dios sobre
bre recortes en la fabricación de productos agresi- todo lo creado no son algo que vaya en detrimento
vos al medio) han demostrado ser insuficientes. La de la creatura, en especial del ser humano, en lo
crisis ecológica pone en juego otros muchos frentes. que se pudiera interpretar como una usurpación di-
Conmina a elaborar una nueva concepción de los vina de las potencialidades creaturales. Creaturidad
modos y fines de la actividad tecnológica, a imagi- no es una indigencia resignada, sino agradecida; es
nar alternativas al sistema económico neoliberal y una dependencia potenciadora, no paralizante. Es
al ethos consumista, a diseñar modelos más asocia- por eso por lo que una visión así de la creaturidad
tivos y subsidiarios de producción y gestión, a desa- desbarata la confusión entre medios y fines, y libera
CREACIÓN Y ECOLOGÍA
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a la actividad humana de sus trampas idolátricas: del asociacionismo civil que profesa un ecologismo
la posesión se transforma en administración, el do- militante hasta las propuestas ecológicas del credo
minio cambia a colaboración, la explotación pasa a pluralista de la así llamada «nueva religiosidad».
ser uso respetuoso y sostenible de otras criaturas. Cabe la sospecha de que tales tentativas no se des-
La teología de la creaturidad conduce a la ética de hagan del todo de hipotecas ideológicas cuestiona-
la responsabilidad, de la sobriedad y de la solidari- bles (pesimismo histórico, individualismo larvado,
dad. Proporciona una clave de lectura de lo real con cierto fetichismo naturalista, tendencia al biocen-
virtudes ecológicas: todo está ahí radicalmente en trismo y geocentrismo, etc.). Pero inducen también
gratuidad. Y sólo en gratuidad se pueden realizar positivamente un nuevo «estado de opinión» que
las relaciones del ser humano con el cosmos. propicia una actitud espiritual más conciliadora con
el medio. Incluso el actual paradigma científico está
2. Revalorización de la conexión entre historia y
generando una visión reencantada del mundo, que
naturaleza. El desequilibrio ecológico remite a des-
advierte que el método físico-matemático es un ac-
equilibrios históricos. No basta con permanecer en
ceso parcial a la realidad. La naturaleza ha recupe-
los foros de las ciencias experimentales para resol-
rado misteriosidad, el mundo se ha «desobjetivado».
ver la problemática de la degradación del medio.
La teología cristiana de la creación participa de ese
Detrás de él se esconden factores históricos de
proceso de conversión hacia la naturaleza, y está en
enorme virulencia antiecológica tan diversos como
disposición de insinuar hoy algunos apuntes para
el drama humano de la desigual distribución de la
una espiritualidad distinta con sensibilidad ecológi-
riqueza, el hiperconsumismo de la minoría privile-
ca:
giada del planeta, la pauperización creciente de la
mayoría de la humanidad, la conflictividad religio- a) En esa espiritualidad queda afectada la ima-
so-político-económica o la propagación de patrones gen de Dios. La teología de las últimas décadas ad-
culturales insolidarios. El planeta en degradación mite que su reflexión ha estado muy influida por la
es, por consiguiente, el espejo del andar del espíritu urgencia histórica del momento presente y por la
humano. La pregunta por el futuro del entorno es la respuesta ética a ella. El acercamiento estético y
pregunta por el adonde quiere dirigirse histórica- contemplativo a la naturaleza quedó depreciado.
mente la humanidad. Naturaleza e historia han de Igualmente la impronta androcéntrica de la cultura
ser pensadas juntas. Cualquier hipotética plenifica- occidental ha lastrado la imagen de Dios con una
ción de la historia tiene que contar con la plenifica- excesiva carga patriarcal, y ha subestimado o igno-
ción del mundo no humano. Sin esa «fraternidad rado rasgos de lo divino que podrían auspiciar con
entre las criaturas» parece inviable todo horizonte mayor efectividad una actitud con convicciones eco-
salvífico. De ello se hace eco la teología cristiana, lógicas. Actualmente la teología, dado que el patri-
para la que no procede la separación entre los ór- monio bíblico lo permite, promociona la diversifica-
denes natural e histórico. Por una parte, desde la ción de las imágenes de Dios. Se reivindican aspec-
perspectiva neotestamentaria, la redención es, más tos de la revelación que son correctivos a la imagen
que ruptura, continuidad de la creación. En la en- de Dios al uso, como lo maternal, lo femenino, lo in-
carnación, Dios anuncia que asume la creación y clusivo, lo pasivo, lo lúdico, lo providente y lo crea-
explicita anticipadamente el patrón de la realización tivo.
cósmica: Jesucristo. Por otra parte, el misterio pas-
b) La espiritualidad cristiana ecológica aboga
cual de Jesucristo nos incorpora a una tarea histó-
también por la apertura de nuevas alternativas para
rica que es divina y humana a la vez: la oposición a
expresar la inmanencia de Dios en el mundo. La ex-
la obstrucción de ese proceso de plenificación. La
cesiva trascendentalización de Dios, a la postre, de-
teología lleva la sensibilidad ecológica a la pregunta
ja huérfano lo inmanente y desautorizado su poten-
por la libertad humana y a la raíz de su falibilidad.
cial teológico. Las posibilidades de romper con la
Le insinúa que la fractura entre el ser humano y el
herencia deísta ilustrada, sin recular a posiciones
mundo, al igual que la que se da entre los seres
más o menos panteístas, pasan actualmente por la
humanos mismos, tiene que ver con el cuestiona-
valoración de la pneumatología. El Espíritu asegura
miento de su religación fundamental, el pecado. En
que la inmanencia no es un estado de abandono di-
la sanación de esa religación está en juego el futuro
vino, sino un espacio llenado por la presencia ubi-
cósmico. De ahí que la doctrina sobre el pecado
cua del Vivificador. A la vez, no se puede obviar el
pueda contribuir notablemente en el debate ecológi-
componente escatológico de la creación. También el
co. El aporte de nuevas comprensiones del pecado,
mundo no humano está abocado al futuro, dinami-
como es el caso del «pecado estructural», parece te-
zado por la promesa, en conformación confluyente
ner grandes posibilidades.
hacia Cristo; es decir, continúa siendo ámbito del
3. Recuperación de una «espiritualidad de la tie- actuar creativo de Dios. En la raíz del ser no hay
rra». Actualmente se asiste al nacimiento de una ningún principio apersonal, que por una virtualidad
conciencia postindustrial y postconsumista de ma- propia pudiera generar la realidad. El mundo es,
nifestaciones muy dispares: desde la proliferación sencillamente, porque existe una voluntad soberana
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y libre, distinta a él, superior a cualquier otra ins- voluntad de ser, mezclada sin duda con la compul-
tancia imaginable, que está dispuesta a crearlo. Se sión por el poder, debe ceder espacio a una con-
es porque se es amado. De ahí que el acto creador, ciencia cada vez más fuerte del estar-en y del estar-
mirado como implementación del amor, no pueda con. Lo relacional se erige como eje vertebrador pa-
constreñirse a un instante temporal pretérito. La ra la antropología, también la teológica: somos pla-
sustentación en el amor no puede ser entrecortada netarios, somos humanidad, somos co-creaturas. Al
ni fragmentaria. El amor induce pasos de cada vez menos para la teología todo esto implica reconside-
mayor plenitud. El pasado alcanza el presente y el rar los parámetros en que se mueve la mística crea-
futuro, porque el pasado es promesa, y como tal cional, que invita a la alabanza solidaria de las
apunta a una realización que afecta al hoy y al ma- creaturas, al acceso estético a lo creado y a la fra-
ñana. Es preciso, por eso, hablar de una creatio ori- ternidad con el cosmos.
ginalis, pero conjuntamente con una creatio conti-
nua y nova (Moltmann).
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348-355; Juan Pablo II, «Paz con Dios creador, paz con to-
que negocia la identidad contando con ellos. A la da la creación»: Ecclesia 2.456 (1989), 17-21; C. Link,
naturaleza le fue negada su capacidad de interlocu- Schöpfung. Schöpfungstheologie in reformatorischer Tradi-
ción y fue convertida en una prótesis maleable de tion, Gütersloh, 1991; S. McFague, Modelos de Dios. Teolo-
todo lo humano. Sin embargo, no es el yo desancla- gía para una era ecológica y nuclear, Sal Terrae, Santan-
der, 1994; J. Moltmann, Dios en la creación. Doctrina eco-
do y prometeico, sino el nosotros integrado en el lógica de la creación, Sígueme, Salamanca, 1987; J. Noemi
mundo, más impotente de lo que se imaginaba, el Callejas, El mundo, creación y promesa de Dios, San Pablo,
soporte más sólido para construir la identidad. La Santiago de Chile, 1996.
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RUIZ PÉREZ, F. J., «Creación y ecología», en TAMAYO, J.
J. (dir.), Nuevo diccionario de teología, Madrid, Trotta,
2005, p. 182-190.