El hombre bajo la mirada benevolente de Dios.
III. Historicidad de la gracia
José Ignacio GONZÁLEZ FAUS*
La enseñanza de este apartado puede ser con- ideal será más bien la huida de la historia al desier-
densada también en forma de un enunciado senci- to. Y todos estos peligros son propios no sólo de al-
llo: La gracia nace siempre en la historia y tiene for- gunos Padres Griegos, sino de la noción misma de
ma de historia. Pero esta afirmación no es fácil de divinización, por muy cristiana que ésta sea.
aceptar: se podría decir incluso que constituye la
En efecto: acabamos de decir que no le resulta
cruz de toda la doctrina sobre la Gracia, al menos
fácil a la razón humana concebir la divinización
en buena parte. Nuestro capítulo 10, al hablar de la
como proceso, o hablar, como Ireneo, de un Espíritu
Gracia como crecimiento, y de la simultaneidad de
Santo acostumbrándose a morar en la carne3.
pecado y Gracia en el hombre, sacará las conse-
Prueba de ello son las reacciones contra muchas
cuencias concretas de esta tesis formal. Ahora, para
Cristologías modernas, porque hablaban de la di-
ayudar a comprenderla, comentaremos su formula-
mensión histórica de la Divinidad de Jesús. (En
ción mediante una rápida panorámica histórica.
cambio, las primeras teologías de la liberación so-
lían decir que preferían ese nombre al de «libertad»,
para indicar que se trata de un proceso nunca con-
1. LA DIVINIZACIÓN COMO OLVIDO DE LA HISTORIA
cluido4). Nosotros, sin embargo, debemos decir que
Ya desde antiguo, el hablar de divinización en un la noción misma de «divinización» queda falseada
mundo tan poco divino y que parece tan poco revo- cuando se olvida su complemento dialéctico: la his-
lucionable (y que además concebía a Dios, sobre to- toria. Y para percibir la seriedad de ese peligro pue-
do, como el Eterno y Atemporal) fue llevando a los de ser bueno evocar, en otra rápida palabra, que la
primeros Padres a concebir la divinización de un teología griega de la divinización parece haberse
modo demasiado intelectual. continuado –o trasplantado– a su modo, tanto en la
mística renano-flamenca del s. XIV (Eckart, Ruys-
Así se fue confundiendo en exceso la Gracia con broeck, Tauler...) como en la mística española del s.
una «gnosis», y se fue dejando al hombre reducido a XVI. Pues bien: al continuarse, se han prolongado
puro sujeto pasivo de esa iluminación. también sus variantes peligrosas5, que ahora po-
De aquí brota (o con esto se entronca) también la drían reducirse a estas dos, vinculadas entre sí:
concepción en exceso fisicista de la redención, que a) Así como, en cristología, una teoría unilateral
es típica de los Padres griegos y que, pese a sus de la divinización lleva a diversas formas de monofi-
grandes méritos frente al juridicismo occidental, no sismo, así en antropología puede llevar, o se asoma,
rehúye el peligro de ser lo que irónicamente podría a diversas formas de panteísmo que niegan la con-
ser calificado de «un poco farmacéutica»1. sistencia de la creaturidad, haciéndola absorber por
Añadamos además que, en el fondo de este modo lo divino. Este peligro ha sido visto siempre como
de concebir de la teología de la divinización, late un típico de la mística flamenca, aunque hoy se reivin-
esquema mental demasiado ontológico, para el que dica que se trata de hipérboles de lenguaje, más
el hombre no es sino «una cosa más», y Dios, por su que de errores6. Por eso es preferible hablar sólo de
absoluta trascendencia y total indecibilidad, sólo peligro, aunque un peligro abierto.
puede ser balbucido, sin determinaciones, como la b) A su vez, la inclinación monofisita-panteísta
«Cosa Suprema» que se relaciona con el hombre lleva fatalmente al descuido de la historia. La famo-
como con el resto de las cosas: haciéndole ser «cosa» sa «nada» de san Juan de la Cruz dejará entonces
(recuérdese la expresión metafísica de la «Natura na- de ser «cruz», para convertirse en simple «ausen-
turans»). Ese Dios, o esa Gracia, que podría ser con- cia»7. Y este descuido de la historia lleva a un des-
cebida como Contemplación o como Silencio, da lu- precio peligroso de todas las mediaciones huma-
gar antropológicamente al ideal de la apatheia (= nas8.
impasibilidad), típico también de los Padres griegos
y que hoy ha sido puesto en crisis por sus innega- Es verdad que en el Renacimiento se produce
bles influjos estoicos2. una primera recuperación o un volver de nuevo la
atención al mundo y a la historia, que tiene ya cier-
Es fácil percibir que en todas estas determina- to carácter reactivo, aunque todavía acontece en el
ciones la realidad de la historia humana y la histo- seno de la fe, gracias, entre otros, a los famosos
ricidad misma de la Gracia no tienen cabida. Su
2 EL HOMBRE BAJO LA MIRADA BENEVOLENTE DE DIOS
«humanistas cristianos» como Erasmo, Luis Vives, El reduccionismo individualista (en el que los Pa-
etc. Pero, de todas formas, hay que reconocer que dres griegos no habían caído) es el reverso de su in-
esa recuperación ya no acontece en el seno de la tensidad antropológica. Y aquí comienzan a perci-
teología, la cual sigue pensando al margen de la his- birse los peligros de esta postura; porque, si bien
toria y considerando que ésta no puede ser el lugar podría haberse abierto mejor a una concepción de
de acción de la Gracia, sino que una cosa es «lo Dios como Libertad que crea libertades, como Liber-
temporal» (la historia) y otra «lo eterno» (la Gracia). tas liberans, o Persona personans10, sin embargo,
El ideal cristiano es más bien «despreciar lo tempo- muchas veces caerá de hecho en una concepción de
ral y amar lo celeste»; y la corrección que ha expe- Dios distante, ahora no ya por Trascendente, sino
rimentado esa frase de la Liturgia, al tener que ser por enemigo: una Libertad que niega libertades. Pa-
traducida a las lenguas modernas, es expresiva de recería como si el acercamiento de Dios a la historia
la incomodidad que producía. La corrección que no hubiese sido para salvarla, sino para condenar-
habrían podido aportar aquí nombres como Ripalda la. Y esta ambigüedad hace que el existencialismo
o, más tarde, Petau no fue efectiva, porque las teo- agustiniano pueda abocar a diversas formas de dua-
rías de esos teólogos, si bien permiten evitar una lismo que tampoco integran verdaderamente la his-
concepción de lo sobrenatural como ajeno a lo na- toria.
tural, no están en realidad preocupadas por el tema
Entre el olvido de la historia y el dualismo entre
de la historia humana, sino, en todo caso, por aque-
Gracia e historia, debemos reconocer que las cosas
llos hombres que, por no estar en la Iglesia, parece-
no ocurren siempre y necesariamente así, al menos
ría que tienen cerrada toda posibilidad de acceso a
a nivel de principios. Y el mejor ejemplo de ello pue-
lo «sobrenatural».
de ser Tomás de Aquino: frente a una divinización
que corre el riesgo de volverse evasiva, y superadas
ya las amenazas reductoras de todos los pelagia-
2. EL DUALISMO ENTRE GRACIA E HISTORIA PROFANA
nismos11, Tomás intuye la posibilidad de apostar
La necesidad de una reacción contra toda esta por la síntesis y por la armonía, como prueba el
forma platónica de pensar se dejó sentir ya desde axioma que acabamos de citar en la nota 14: la
los comienzos. Si algún mérito tiene Agustín frente Gracia no como destrucción ni como olvido, sino
a los griegos (aunque el precio de ese mérito fuese como perfección de la naturaleza. En esa armonía,
su pesimismo de anciano), es el empeño por no de- nada humano queda fuera de la gracia. Y este opti-
jar fuera de la vida de fe la vida de cada día de cada mismo de fondo es el que permitirá a Tomás recu-
cristiano. Por este empeño, la Gracia comenzó a ser perar la seriedad de las mediaciones (que se le es-
concebida poco a poco, y ya en los comienzos, no capaba a su homólogo de Kempis) y apostar –por
como simple conocimiento místico, sino como pra- ejemplo– por la ciencia aristotélica (la cual era efec-
xis mística, como vida en el amor, que no requería tivamente amenazante, pero en la que, además,
sólo «gnosis», sino mistagogia; es decir: no sólo in- muchos contemporáneos del Aquinate no sabían ver
doctrinación, sino conducción, iniciación. El plato- más que sólo amenaza).
nismo anterior fue siendo fecundado por elementos
Y, sin embargo, este esquema mental de Tomás
más cristianos, por ser más reales. Estos elemen-
(excelente en su formalidad) se queda hoy corto en
tos, que quizá no estén ausentes de los mejores re-
sus contenidos, tanto por una primacía unilateral
presentantes de la teología de la divinización (como
de lo intelectual en el hombre como porque, en el
pueden ser los Padres Capadocios), cobran, sin em-
fondo, Tomás sigue pensando aún demasiado en
bargo, relieve y autonomía y son percibidos sobre
términos estáticos de «naturaleza»: por eso pecará
todo por la experiencia de transformación de san
también, sin querer, de falta de atención a la histo-
Agustín9. Este modo de concebir está también en
ria12 .
consonancia con una visión más antropológica de la
redención, y ésta será su aportación definitiva. Si la Por una u otra razón, en consecuencia, el dua-
Gracia era antes concebida como Contemplación o lismo seguirá siendo la tentación de Occidente; y el
Silencio, ahora puede ser concebida como Libertad, dualismo es otra forma de olvidar que la historia es-
la cual es una determinación más positiva que la tá bañada por la Gracia. Por eso, como ya dijimos,
apatheia griega. Pero este modo prometedor de con- es preciso reconocer que la teología occidental, en
cebir tiene también su tragedia, y ésta consiste en casi todas sus variantes, posee un flojo tratado de
que, en Occidente, la redención (y a partir de ella la Gracia, y que esta deficiencia está en estrecha rela-
obra de la Gracia) queda reducida a sólo el aspecto ción con esa actitud occidental que ha tendido a
negativo (que hemos llamado de «reconstrucción» pensar a Dios y la historia como alternativas y que
del hombre o de «liberación del pecado»), explicado ha sido en buena parte la matriz del ateísmo mo-
además de una manera demasiado jurídica. Por eso derno13. La Cristiandad –como atisbo de la síntesis
las formulaciones de toda esta corriente son tam- entre Gracia e historia– fue un momento fugaz. Lo
bién con mucha frecuencia mancas o unilaterales.
EL HOMBRE BAJO LA MIRADA BENEVOLENTE DE DIOS 3
que efectivamente marcará a la teología occidental En este contexto, también se comprende un poco
es la fractura de la Cristiandad. mejor el carácter revolucionario y la importancia de
la frase de Teresa de Lisieux y G. Bernanos: «todo es
Al separarse la Gracia de la historia, al Occiden-
Gracia». Frase que es asimilable a la de G. Gutiérrez
te cristiano no le quedó para la historia más anun-
que acabamos de citar. Todo está, al menos, bañado
cio que el de la Ley, no el del Evangelio. Lutero ya
por la Gracia y, por eso, sigue abierto siempre a al-
intuyó esto, aunque su pesimismo o la unilaterali-
guna nueva esperanza y a un nuevo comienzo. La
dad de su agustinismo le impidieran encontrar ple-
simple percepción de esa necesidad de transforma-
namente la respuesta válida y lo llevaran a otra
ción ya es el primer paso de la Gracia y la primera
forma de dualismo, con la doctrina de los Dos
derrota de los poderes que destrozan al hombre. Así
Reinos. Pero no cabe negar que el cristianismo occi-
lo hacíamos notar más arriba, tanto al hablar de la
dental apenas ha sabido algo más que predicar a la
imagen de Dios como del pecado: la peor opresión y
historia los imperativos, en lugar de anunciarle
la peor enfermedad son aquellas que no son perci-
también los indicativos. Dicho de manera más gráfi-
bidas como tales. Pues el que se sabe esclavo bus-
ca: el cristianismo occidental ha predicado infinidad
cará la libertad, y el que se sabe enfermo luchará
de veces que hay que ser casto, pero poquísimas
por la salud. Y ya en esta búsqueda se da la prime-
que es posible serlo o, al menos, caminar hacia la
ra derrota y el primer rechazo del mal15. Aunque es-
castidad. Ha anunciado bastantes veces que hay
té claro también que la acción de la Gracia no acaba
que ser pobre, pero muy pocas que se puede ser po-
ahí: desde que nace, un anhelo liberador se convier-
bre14. Ha dicho algunas veces que hay que ser libre,
te en proyecto absoluto, en un proyecto «proyecta-
y bastantes más que «no se puede» ser libre, pero
do» siempre hacia un horizonte de liberación total,
muchas menos que es posible ser libre o, al menos,
de plenitud definitiva o escatológica16. También la
caminar hacia la libertad. Y cuando la Buena Noti-
Gracia, aunque sus comienzos son sencillos, se in-
cia se adulteró en moralismo, la Gracia se evaporó
serta en el proyecto humano pleno: el proyecto de fi-
de la historia. Parecía que sólo así podía el cristia-
liación y fraternidad.
nismo creer en la Gracia.
Todo este tipo de consideraciones nos va condu-
ciendo hacia un objetivo que deberá convertirse en
3. LA GRACIA COMO POSIBILITACIÓN Y TRANSFORMA- norma para toda nuestra exposición ulterior: hay
CIÓN DE LA HISTORIA que mantener que el Don de la Gracia (con perdón
por el pleonasmo) es un proceso, una vida, un com-
Si, tras esta panorámica histórica, recordamos bate incluso. Y esto hay que mantenerlo tanto a ni-
otra vez la tesis de este apartado («la Gracia nace vel de historia personal como de historia global.
siempre en la historia y tiene forma de historia»),
quizá podamos concluir que la dificultad de esta te- A nivel de historia personal, porque si –con To-
sis se pone de relieve en el hecho de que Oriente y más de Aquino– la gracia no destruye la naturaleza,
los místicos han pensado demasiado la Gracia al resulta además que la naturaleza del hombre es la
margen de la historia o desconociendo la autonomía historia, en cuanto que –con Pannenberg– «el con-
terrena de la historia, mientras que Occidente ha cepto de esencia del hombre es el concepto de un
tendido a pensar siempre en términos de dos histo- tener-que», o que «al hombre sólo se le da lo que él
rias. Con ello, Occidente ha logrado dejar un espa- es bajo la forma de un pedirle que lo sea»17. Con-
cio para la autonomía de lo terreno (técnica, progre- vendrá añadir aquí el detalle lingüístico de que la
so, ciencias naturales y ciencias del hombre...). Pero verdadera hombría (hominitas) es la humanidad
un espacio abandonado que, por eso, se encuentra (humanitas). Y humanidad, o humano, no deriva del
hoy con una seria amenaza de des-gracia de lo te- latín homo, sino de humus (tierra de cultivo), indi-
rreno: porque ha acabado convirtiendo la naturale- cando así que el hombre es el ser que tiene que ser
za en presa, o dejándola a sí misma (deterioro eco- cultivado, realizado como hombre. Porque –y aquí
lógico, positivismo, armamentismo...). En este con- está, en cambio, la diferencia con la tierra–, al ser
texto, la frase de G. Gutiérrez aludida en nuestro «cultivado», el hombre no da sólo unos frutos distin-
capítulo 3.° («no hay más que una sola historia») co- tos de sí, mientras permanece él mismo incambia-
bra todo su significado, a la vez que se entiende el do, sino que se hace a sí mismo, se da a sí mismo
que, para muchos dualismos occidentales, esa frase como fruto.
implicara un reduccionismo inadmisible. Pero es
Y también a nivel de historia global. Antiguo y
que en realidad estos dualismos sólo saben conce-
Nuevo Testamento concretan ambos el efecto de la
bir el Don de Dios como tantos dones humanos:
mirada benevolente de Dios sobre el hombre en la
como un narcisismo del donante, que nunca llega a
palabra pueblo y en la palabra Reino, que son ex-
permitir que sea efectivamente del otro aquello que
presiones de significado no sólo comunitario, sino
le ha dado.
además histórico. La experiencia del favor de Dios,
en Israel, a diferencia de todas las culturas anti-
4 EL HOMBRE BAJO LA MIRADA BENEVOLENTE DE DIOS
guas, está vinculada a la historia; y tanto las pro- como los enfermos creían en el poder renovador de
mesas de los profetas como las relecturas de su pa- Jesús–. Pero esa fe en la Gracia, como hemos de ir
sado dejan en la conciencia creyente la convicción viendo en los capítulos siguientes, tampoco es la
de que la historia no está cerrada por una repeti- afirmación de algún capital o riqueza ajena a nues-
ción constante, ni programada por un destino tejido tro ser hombres (maravillosa quizás, pero descono-
por las parcas, sino abierta siempre a lo imprevisto cida) que sólo Dios mide y sólo Dios valora. Así se
(salida de Egipto, retorno a la tierra, posibilidades presentaba muchas veces el «estado de gracia». Y es
insospechadas que –según Jesús– se dan en la cierto que la Gracia actúa con la misma discreción
fe...). El fracaso del Crucificado, que es también su- de Dios y no suele tener, por lo general, el carácter
ceso de esta historia, no evapora ese modo de ver en apabullante de una «caída del caballo» como la de
un espiritualismo ahistórico que daría la razón al Saulo, que es la única forma en que buscan la Gra-
intelectualismo griego. Como tampoco el retraso de cia muchos cristianos. La Gracia es discreta; pero
la Parusía. Lo único que hacen es dejar mucho más ello no significa que la Gracia sea ajena a esta his-
abierta la gama de posibilidades con que expresar toria de nuestra carne, sino que también ella es len-
esa relación entre Gracia e historia. También el teó- ta, como lenta, lentísima, es la historia mirada des-
logo debe mantener abierta esa ambigüedad. Y, por de los ritmos de la propia conciencia; también ella
ejemplo, será legítimo que alguien piense que «luego busca –como la energía vital– su hora oportuna;
de Auschwitz» (y, sobre todo, dado que, luego de también ella tiene su historia, que es la historia de
Auschwitz, Auschwitz no ha hecho más que repetir- un trabajo lento, de una relación paciente, en la
se travestido en forma de Argentina, de Uruguay, de opacidad y la resistencia de esta historia empecata-
Sudáfrica, de Guatemala, de Chile...) no queda en la da.
historia otra manera de preguntar por la Gracia que
Por no saber pensar la Gracia en la historia ni
la de inquirir si todo lo que hay en la historia de
como histórica, hay una concepción degradada que
bondad, de compromiso por el hombre, de vida en-
tiende a opinar que la Gracia «se tiene» o «no se tie-
tregada y sacrificada, de humanidad realizada como
ne», y que no hay ahí término medio. ¡La realidad
fraterna y confiada... todo eso será capaz de com-
seria más bien la contraria! Y para ello bastaría con
pensar y redimir, ante el Juicio Absoluto, la maldad
que –tal como prescribíamos antes– nos esforcemos
de esta humanidad y la condena de que somos reos.
en pensar la Gracia como relación. Nadie está to-
Pero, aunque sea en esa forma mínima, tal pregun-
talmente sin Gracia, sino el condenado, porque na-
ta no desvincula, sin embargo, a la Gracia de la his-
die está totalmente excluido de la mirada benevo-
toria.
lente de Dios, que le busca y algo hará en él. Nadie
Y por eso debemos concluir, en forma de tesis, está totalmente «en Gracia», más que el salvado,
que la Gracia tiene lugar en medio de este hombre y porque nadie ha sido plena docilidad y plena res-
este mundo y esta historia empecatada; no trasla- puesta al amor de Dios. La Gracia no es sí o no, sino
dándonos a una especie de oasis o invernadero, historia. En sus consecuencias prácticas, la concep-
donde ya no tenga vigencia lo escrito anteriormente ción falseada a que acabamos de aludir divide a los
sobre el pecado. El mundo, por tanto, no se divide hombres, ya aquí, en condenados y salvados (cosa
en pecado y Gracia, como si fueran dos geografías que, como veremos, prohíbe Trento), y con ello da
contradistintas e irreconciliables. Sino que cada pie a todos los sectarismos que vamos a comentar
hombre, cada situación, es a la vez Gracia que pug- en el apartado IV y que destrozan la universalidad
na por nacer en el pecado y pecado que pugna por de la Gracia.
asfixiar a la Gracia. Por eso, conforme nos adentre-
Antes de pasar a ellos, todavía una última pala-
mos en nuestro estudio de la Gracia, no quisiéra-
bra de conclusión.
mos dar la impresión falsa de que ya hemos «cerra-
do» un capítulo pasajero y nos hallamos en una re-
gión donde sólo vigen nuevos acordes armoniosos.
Esto seria más fácil, pero sería demasiado cómodo. 4. A MODO DE CONCLUSIÓN: OPTIMISMO Y PESIMIS-
MO ANTROPOLÓGICOS
Y evacuaría además todo el camino de Jesús, a
quien la Plenitud de Gracia (la conducción por el Cuanto llevamos expuesto nos permitirá com-
Espíritu de Dios) y la experiencia misma de su Fi- prender un curioso balance histórico que parece
liación única le llevaron precisamente a una vida de contradictorio, pero que es innegable: toda la histo-
fe invicta en el don del Padre; y cuya voluntad hu- ria de la humanidad y de lo que el hombre ha pen-
mana defendió la Iglesia a capa y espada contra los sado y sentido sobre sí mismo está como transida
monoteletas18. por dos grandes experiencias relativas al ser hu-
Por eso mismo, uno de los primeros efectos de la mano y que, esquematizando un poco, podemos ca-
acción renovadora de Dios sobre el hombre (y una lificarlas como la experiencia del optimismo impeni-
de las primeras referencias que debe hacer todo es- tente y la del pesimismo irredento. Pienso que esta
tudio sobre la Gracia) es el de creer en la Gracia – constatación antropológica fundamental se prolonga
EL HOMBRE BAJO LA MIRADA BENEVOLENTE DE DIOS 5
también a lo largo de todo lo que la experiencia cris- menos a nivel de talantes humanos, más que a nivel
tiana ha ido diciendo sobre el hombre. de proposiciones concretas. La visión cristiana del
hombre quiere ser un no a todos los pesimismos, y
Es de sobra sabido que la literatura hebrea ha-
también un no a todos los optimismos. Aunque qui-
bla del hombre como imagen de Dios y como barro;
zá no ha llegado más allá de la nobleza del intento y
como objeto del recuerdo de Dios (Sal 8) y como
de su carácter obligatorio para nosotros: que, el pe-
concebido en la iniquidad; como pasta mala y como
cado abunda más de lo que los hombres están dis-
receptáculo para un corazón limpio... Pero ya he-
puestos a reconocer, y que donde abunda el pecado
mos dicho que no es sólo el lenguaje bíblico. Sería
sobreabunda la Gracia (Rm 5,20). En aceptar am-
muy fácil hacer una larga lista de nombres, de tes-
bas cosas reside toda la dificultad del ser cristiano –
tigos de la experiencia humana, creyentes o no, cu-
y del ser hombre–, pero también toda su grandeza.
yas visiones optimistas o pesimistas del hombre no
parecen reconciliables. Marx, Tellhard, o Pelagio por Para el creyente, el optimismo tiene, natural-
un lado, y Freud, Hobbes, Maquiavelo o Jansenio mente, la última palabra. Pero la tiene –como escri-
por el otro, encabezarían esas listas interminables y bía san Pablo– in spe. Y tiene sólo esa palabra: la
antagónicas. El hombre, un lobo para el hombre; el última. El pesimismo tiene muchas palabras prime-
hombre, ser supremo para el hombre. Parece in- ras y segundas, y tiene su palabra no in spe, sino in
creíble que puedan formularse dos experiencias tan re. La Gracia baña al hombre y es más poderosa
simples, tan lúcidas y tan opuestas entre sí. que su pecado; más aún: la revelación y la agudiza-
ción del sentido del pecado acontecen en el seno de
¿Quién tiene razón? ¿Cómo debe el ser humano
la revelación de la Gracia (y sólo así acontecen cris-
buscar y vivir su propia humanidad? ¿En el triunfa-
tianamente). Por eso el optimismo cristiano recibe
lismo de una de nuestras listas o en el derrotismo
su fuerza de lo mismo que parece hacerlo tan iner-
de la otra? En todo el presente apartado hemos in-
me: de que no se apoya en el hombre mismo. Pero
tentado desautorizar los optimismos unilaterales de
eso es lo que le hace más grande, pues se trata de
aquellos que se evaden de la historia, y los pesi-
un optimismo que no acontece «a costa» del pesi-
mismos exclusivos de quienes deciden volver a ella.
mismo, sino, quizá, más bien en el seno de éste19 .
Y, por lo general, casi siempre que nos encontramos
con alguna contraposición de este tipo, la constante Por todo ello, la primera razón del optimismo
de la tradición cristiana parece sugerirnos que lo cristiano no brota de lo que el hombre ya es o ya ha
verdadero no es optar por uno de los dos extremos, conseguido, sino que arranca de que el hombre es
ni tampoco el optar por ese centro híbrido, que no un perdonado, un ser acogido incondicionalmente
es «ni frío ni caliente», que recorta a ambos extre- por Dios «cuando todavía era pecador» (Rm 5,5). Y
mos en una componenda más o menos hábil y que ese perdón y esa acogida incondicionales crean y
es quizá lo único a lo que llegamos los hombres. Lo mantienen abierto el proyecto de filiación y de fra-
cristiano es optar por la totalidad. Y esta opción se ternidad que dio título a esta obra, y cuyos pasos
hace incluso agudizando la tensión entre ambos ex- intentaremos delinear en los capítulos siguientes.
tremos.
Pero antes de emprender esta última parte de
La visión cristiana del hombre, por tanto, pre- nuestra tarea, convendrá dejar bien sentado que
tende abarcar todo lo que de positivo se ha dicho esa oferta de la Gracia –sin que obste para ello su
sobre él y todo lo que se ha escrito de negativo. Al carácter de don– está hecha a todos los hombres.
4
Ver, por ejemplo: «La teología europea, aun la más
progresista, continúa ignorando la palabra “Liberación”,
*
GONZÁLEZ FAUS, J. I., «El nombre de “gracia”» y «Histo- pero habla mucho de “Libertad”... De poco sirve insistir
ricidad de la gracia», en Id., Proyecto de hermano. Visión genéricamente en la mentalidad histórica del judeocristia-
creyente del hombre (PT, 40), Santander, Sal Terrae, 1987, nismo, en oposición al fixismo cósmico del pensamiento
p. 432-435; 441-452. griego, si los términos usados en las traducciones bíblicas
son abstractos, ahistóricos, términos-postulado, y no pa-
1
Así la califiqué en La Humanidad Nueva, p. 194. labras situacionales, palabras-proceso, palabras-
articulación de praxis» (H. Assmann, Teología desde la
2
Para una critica de la apathela, cf. J. Moltmann, El praxis de la liberación, Salamanca 1973, p. 32. Subraya-
Dios crucificado, Salamanca 1975, pp. 382-394. Añada- dos míos).
mos, no obstante, que el ideal de la apatheia puede ser re-
cuperado en cuanto referido a la propia necesidad o al 5
Esto explica la sospecha –tal vez unilateral, pero en
propio deseo: no como impasibilidad ante el mundo y ante modo alguno infundada– con que la autoridad eclesiástica
los demás. (Véase lo que apunto en el capitulo «Hacer teo- ha mirado estos dos momentos: del Maestro Eckart hay
logía y hacerse teología», en la obra de AA. VV. Vida y Re- condenas como la que recoge el Denzinger (DS 960-963,
flexión, Lima 1983, pp. 94-95). 972; D 510-513, 522); y las sospechas contra los «alum-
brados» de nuestro siglo XVI son de sobra conocidas.
3
Cf. Adv. Haer. III, 17,1; V, 8,1.
6
Y conviene no olvidar, en efecto, que buena parte de
los escritos de Eckart son simples sermones en los que el
6 EL HOMBRE BAJO LA MIRADA BENEVOLENTE DE DIOS
maestro no busca tanto el expresarse con perfección cuan- gue su existencia, y que nosotros reformulábamos en la
to el ser comprendido. Sección anterior diciendo que el pecado se enmascara.
7 16
Véase el capitulo «Los olvidos de un místico» – Por volver a los ejemplos que acabamos de evocar,
expresivo en su titulo, aunque suave en su forma– con que digamos que la lucha contra la enfermedad no aspira a la
concluye J. Vives su obra sobre san Juan de la Cruz, supervivencia ni a la convalecencia, sino a la salud plena,
Examen de amor (Santander 1979). También aquí pode- del mismo modo que la lucha contra un dictador no aspira
mos conceder que los peligros pueden no ser más que hi- al mero derrocamiento del sistema, sino a lograr una si-
pérbole de formulación. Por eso se ha dicho, con razón, tuación de plenitud de libertad, justicia, paz, verdad y so-
que los escritos de los grandes místicos españoles (en con- lidaridad.
creto Teresa de Jesús y Juan de la Cruz) no pueden leerse
17
al margen de sus vidas prácticas, que constituyen su me- W. Pannenberg, Anthropologle in theologlscher Pers-
jor y más necesaria hermenéutica. pektive, Göttingen 1983, p. 105. La segunda frase contiene
un juego de palabras que se ha hecho ya clásico en la lite-
8
Por poner un ejemplo paradigmático (por lo enorme ratura filosófica alemana y para el que no encuentro tra-
de su influjo), recuérdense aquellas frases de Tomás de ducción satisfactoria en castellano: «Dem Menschen ist
Kempis: «Yo soy el que levanto en un instante al humilde das was er ist nur so gegeben, dass es ihm zugleich noch
entendimiento para que entienda más razones de la ver- aufgegeben ist».
dad eterna que si hubiera estudiado diez años en las es-
18
cuelas... Yo soy el que enseño a despreciar lo terreno y Cf. La Humanidad Nueva, pp. 423-426 y 472-473.
aborrecer lo presente, buscar y saber lo eterno... Más La Iglesia define que en Jesús no hay sólo un ser humano,
aprovechó uno con dejar todas las cosas que con estudiar sino un querer humano. Y la voluntad humana marca ya
sutilezas» (De Imitatione Christi, lib. III, c. 43). El famoso tí- lo histórico del hombre Jesús, pues el querer humano es
tulo de otro capitulo, «Sobre los diversos movimientos de siempre querer con una historia y en esta historia (a dife-
la naturaleza y de la gracia», a pesar del valor existencial rencia del más abstracto «ser humano»).
de sus descripciones, puede llevar al mismo desprecio de
19
las mediaciones, porque parece desconocer por completo Por eso escribe lucidamente E. Schillebeeckx: «Es
el axioma tomásico de que «la gracia no destruye la natu- cierto que el hombre que vive de la Gracia ve el mal moral
raleza, sino que la perfecciona» (I, q 1, a 8, ad 2). con más profundidad que la conciencia puramente ética,
pero su juicio sobre la historia es más benigno» (Cristo y
9
Que por algo ha quedado, al menos en Occidente, y a los cristianos, Madrid 1983, p. 585).
pesar de sus innegables riesgos (que comentaremos en el
siguiente apartado), como «el Maestro» de la Gracia.
10
La segunda expresión la tomo de Ignacio Ellacuría, a
propósito de Xabier Zubiri.
11
Sobre los pelagianos, vid. infra, pp. 544-554.
12
Quisiera señalar también que la forma mental tal vez
no radique tan sólo en la calidad de las personas, sino en
las épocas en que viven. Agustín, al menos en sus últimos
veinte años, vive los días de destrucción de una época his-
tórica: cada día podia recibir noticias de una nueva Iglesia
o una nueva ciudad arrasada por los bárbaros. Tomás, en
cambio, vive el momento de consolidación de una época
histórica en la que cada día podían recibirse noticias de
una nueva catedral comenzada o construida.
13
Lo que ya no es tan claro es qué factores desempe-
ñan, respectivamente, los papeles de «causa» y de «efecto»:
si la mala doctrina de la Gracia ha sido causa de esa acti-
tud occidental, o si no hay en toda la cultura «occidental»
una cierta incapacidad para la gratuidad y para el respeto
que están en la base tanto de su mal tratado de Gracia
como de su posterior ateísmo.
14
O, por lo menos, no ha anunciado eso a los ricos,
aunque quizá si a aquellos que ya eran pobres por obra de
otros, con lo que ese anuncio quedaba falsificado.
15
Esta es una de las razones por las que todas las dic-
taduras (incluido el autoritarismo eclesiástico) no se con-
tentan con que se las obedezca, sino que necesitan ade-
mas que se las alabe, que los subyugados se manifiesten
identjflcados con ellas, porque, en cuanto existe esa con-
ciencia de la des-gracia, una zona de nosotros aparece
como «liberada», y puede decirse que en ella ha instalado
la salvación una especie de «gobierno provisional». Hasta
aquí llega el significado de aquella frase de la ascética que
afirmaba que la mayor victoria del demonio es que se nie-