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Crisis Del Feudalismo y Centralización Monárquica

Este documento discute diferentes teorías sobre la relación entre la crisis del feudalismo en los siglos XIV y XV y la formación del estado moderno. Menciona que recientemente algunos cuestionan la idea de que la crisis del siglo XIV condujo a la centralización de las monarquías y al estado moderno, proponiendo que estos cambios ocurrieron antes sin necesidad de una crisis. El autor analiza la posición de diferentes corrientes historiográficas sobre este tema.

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Crisis Del Feudalismo y Centralización Monárquica

Este documento discute diferentes teorías sobre la relación entre la crisis del feudalismo en los siglos XIV y XV y la formación del estado moderno. Menciona que recientemente algunos cuestionan la idea de que la crisis del siglo XIV condujo a la centralización de las monarquías y al estado moderno, proponiendo que estos cambios ocurrieron antes sin necesidad de una crisis. El autor analiza la posición de diferentes corrientes historiográficas sobre este tema.

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N D C E

PnnsrNrecróu
fuan Trías Vejarano

Pourrcres
["rs socrrolons tvrs»rrrnRÁNEAs y EL rMpERro RoMANo:
DTvERsTDAD n rurrcnecróN DE Los srsrEMAs rcouóprrcos
Domingo Plácido
["a cnrsrs DEL sIGLo rrr: REALTDAD rrrsrónrce y DISToRsroNEs 25
xrsroruocnl,rrces
Iosé Fernández Ubiña
Lns rn¡usroRMAcloNEs socrAlEs EN Iá, pERTFERTA DBL MUNDo 53
RoMANo: ¿uNA NUEVA FonrvrecróN DEL FEUDALISMo?
Carlos Estepa
I¿ rne¡srcró¡¡ Eu Onrnrur¡ 69
Iohn Haldon
I"e rn¡Nsrcróu nu OccrorNrr 83
ChrisWickham
corrlcspto DE FEUDALTSMo:
Er, 91
cÉursIs, worucróru y srcrrlrrrcecróN ACTUAL
Alain Guerreau
¿Rnvor,ucróu o tuur¡cróu FEUDAL? Urue cnírrce rL7
Dominique Barthélemy
Er rruoer¡suo nrspÁrvrco EN rlr RECTENTE HrsroRrocnerÍ¡, 131

Iulio Valdeón Baruque


Cnrs¡s DBL FEUDALTSMo y cENTRALrzecróx uorur(nqurc.n 139
CASTBLLANA (OBSBRVACIONES ACERCA DEL ORIGEN DEL <(ESTADO
MODERNO» Y SU CAUSALIDN))
José M.. Monsalvo Antón
CRISIS DEt FEUDAIISMO Y CENTRALIZACIÓN
MONÁRQUICA CASTELLANA (OBSERVACIONES ACERCA DEL
ORIGEN DEL «ESIADO MODERNO» YSU CAUSATIDAD)

José M." Monsalvo Antón


Universidad de Salamanca

¿DrscREpANCrAs rEóRrcAs o DrÁroco DE soRDos?


Er sscuRRrorzo coNcEpro DE «CENTRALIZACTóN»

En un ciclo de seminarios sobre la formación y desarrollo del feudalismo


no sorprende que uno de ellos se dedique al tema del estado. En efecto, los or-
ganizadores han pensado que entre «feudalismo» y «estado» ha de existir una
conexión indudable. Como también, más concretamente, que se haya pedi-
do al ponente que se ocupe de las relaciones entre la «crisis del feudalismor,
entiéndase en el período bajomedieval, yla formación de la «monarquía feu-
dal centralizada» o «estado moderno». Para un significativo sector de la histo-
riografia todas estas correlaciones, al menos en su enunciado como principios
básicos o propuestas para un debate, no son sino eüdencias de partida o por
lo menos sólidas convicciones. Así lo creemos. Conücciones, cuando menos,
de que hay un nexo en la historia entre la evoluciónJdel poder. Aunque no sea -
unívoco el papel o incluso el perfil que se dé a la llamada «crisis del siglo xrv»
en la explicación, ni se pretenda que sea causa única o inicial, no se duda de
su incidencia en el advenimiento del estado moderno, una incidencia fuerte
o incluso determinante. Apuntamos todo esto por cuanto recientemente es-
tas correlaciones esenciales se ponen en tela de juicio. Se propugna, en la lí-
nea contraria, que las transformaciones que condujeron al «estado moderno,
se habrÍan producido ya en los siglos xl-xu, sin que fuera necesaria la llama-
da «crisis del siglo xry». De igual modo, en estas interpretaciones se desligan
los cambios en las monarquÍas de aquellos derivados de las estructuras so-
ciales y se remiten tales cambios políticos a una panoplia más o menos des-
criptiva, y poco o nada causal, de factores diversos y múltiples, entre los cua-
les queda diluido o desaparece el del feudalismo y su evolución estructural.
Como se trata, parece, de una corriente nada marginal dentro de la historia
medieval, en trance de construir o reconstruir un nuevo paradigma académi-
co sobre la formación del estado moderno, nos parece que merece ser co-
mentada. Concretemos un poco más estos enfoques.
Entre las diversas teorías que vinculan las transformaciones centraliza-
doras de las monarquías con los cambios de los siglos xrvyxv, para un ámbi-
r40 José M." Monsaluo Anton

to europeo occidental en general, cabe resaltar una fuerte y arraigada tradi-


ción historiográflca de orientación marxista. Aunque con variantes interpre-
tativas considerables, ha venido desde hace ya unas cuantas décadas insis-
tiendo, junto con la crisis del feudalismo, en el otro pivote de estas transfor-
maciones: la idea de que la nueva forma de estado lo adjeüvemos ahora-
-no
surgido tras la crisis de la Baja Edad Media fue construido por o, cuando me-
nos, con la aquiescencia de la nobleza señorial y beneficiaba los intereses de
ésta. El corazínteórico de estos puntos de üsta está sobre todo en las discu-
siones sobre la naturaleza de clase de la monarquía absoluta, cuyas raíces,
naturalmente, se hunden en los últimos siglos medievales y que los historia-
dores de orientación marxista, y no sólo ellos, ligan habitualmente con la cri-
sis. En efecto, aI menos desde el éxito académico del debate sobre «la transi-
ción del feudalismo al capitalismo» de los años cincuenta y sesenta, que re-
forzó la línea Dobb-Hilton frente a la de Sweezy y erradicó las interpretaciones
no sólo liberales sino también circulacionistas dentro del marxismo, se im-
puso la idea de que el estado absolutista era un estado dominado, controla-
do y al servicio de la nobleza señorial. Desde entonces quedaban fuera del
paradigma marxista más influyente en los campos de la historia medieval y
la historia moderna algunas opiniones, incluso dentro del marxismo, que ha-
bían defendido o defenderían luego que este estado de tipo absoluto era ya
una especie de avanzadilla del capitalismo, o que había sido resultado de la
economía monetaria y el auge ciudadano y, por ende, reflejaba los intereses
de la burguesÍa, opiniones que se apoyaban en algunos textos de Engels y
que han sido defendidas por autores como Lublinskaia, Iosé Luis Romero o
N. Poulantzas. Triunfaba la idea de continuidad del feudalismo bajo el esta-
do absoluto, hasta el ñn delAntiguo Régimen, y se consolidaba la idea de que
la centralización iniciada tras la crisis del rov no sólo no había socavado las
bases de dominación de la nobleza feudal, sino que las había reorientado y
dado oxígeno. Los intervinientes en el citado debate sobre la transición del
feudalismo, además de Porchnev, Hinckner o los participantes en los deba-
tes sobre la naturaleza del feudalismo d la lumiére du marxismey, sobre to-
do, quien acabaría por representar la construcción teórica más acabada en
esta línea, P Anderson, son las referencias inexcusables en estas cuestiones. I
Sobra decir que en todos los casos el feudalismo se entendía en su sentido
amplio y que la crisis del lov, sea cual sea su explicación, se interpreta sobre
todo como crisis general del sistema por é1, eso sí- y no como
-superada

I ANDERSoN, P. El Estado absolutista, Siglo )O(I, Madrid, 1979, pp. 14-15, entre otras; Transiciones
de Ia Antigüedad al feudalismo, Siglo )O(I, Madrid, 1979. Respecto a otras referencias, uid., enfre
ellas, las obras de HrrroN, R.H. (ed.). La transicíón d.el feudalismo al capitalismo, Barcelona,
Crítica, l97B (2.a ed.); KRTEDTE, P. Feudalismo tardío y capital mercantil, Barcelona, lg82; panalx,
CH.; VImn, P y ornos. El feudalismo, Ayuso, Madrid,1972; uíd. en concreto de esta última las opi-
niones de Hn¡crun, F. «Contribución a la discusión sobre la transición del feudalismo al capita-
lismo: la monarquía absoluta francesa», pp. 89-96.
Crisis del feudalismo y centralización monárquica castellana... 141

mera expresión coyuntural de pestes y calamidades demográficas, agrícolas


o mero ciclo económico. En estas opiniones sobre el estado, particularmen-
te la obra de Anderson, en plenos años setenta, representa la cima y el pun-
to de üsta que ahora es ya clásico de este juego de correlaciones: «crisis del
xv de rentas rurales y crisis de la nobleza-, reacción señorial, ro-
-caída
bustecimiento del estado». Pero, además, los puntos de üsta sobre el feuda-
lismo y el estado defendidos por Anderson se difundían en un momento en
que gozaban del más alto prestigio obras de investigación y anillisis sobre el
mundo señorial, salidas de la mano de importantes historiadores, que preci-
samente habían demostrado, casi siempre a propósito de los problemas agra-
rios y las relaciones sociales en el campo, la certidumbre sobre ese mismo
juego de correlaciones sobre el que insistía el ensayo histórico de aquéI. A tí-
tulo de ejemplo representativo, aunque en realidad se trataba de toda una pu-
jante línea de trabajo del medievalismo europeo, podían citarse las obras de
Bois o Hilton.2 Posteriormente, la obra de R. Brenner conseguía articular otro
debate de algún modo del de «la transición del feudalismo al
-continuación
capitalismo»- eu€, aunque centrado más bien en los problemas del desa-
rrollo social y agrario y la estructura de clases, afectaba indirectamente al pro-
blema del estado. En dos artículos de Brenner, de lg76 y 19g2, se ünculaba
estrechamente a las necesidades de la nobleza tras la crisis, y teniendo en
cuenta el transfondo de las luchas de clases y el nivel organizativo de las co-
munidades campesinas, la cuestión de los orÍgenes del absolutismo, aunque,
eso sí, no como salida general a la crisis, sino como vía de la nobleza france-
sa. El norteamericano comparaba la situación francesa con el caso inglés y
del este europeo, formaciones éstas en las que sus clases dominantes no ha-
brían recurrido a la naciente burocracia estatal como solución a sus proble-
mas.3
Toda esta tradición historiográficade orientación manristaha estado presente
en las interpretaciones que desde hace décadas se han venido ofreciendo en nues-
tro país a propósito de las transformaciones del estado en la Baja Edad Media y
üempos modernos, en concreto en relación con la monarquía castellana, aun-

2 BoIs, G. Crise du
feudalisme. Economie rurales et demographie en Normandie orientale d.u début
xw síécle au milier xtt siécle, Ehess, París, 1976; HrLroN, R. A Medieual society. The west Midlands at
the End of the Thirteenth C,entury, Cambridge, 1966; de este autor pueden encontrarse en castella-
no, en un caso en una precoz edición, sus obras Sieruos liberados. Los mouímientos campesinos
medieuales y eI leuantamiento inglés de 1381, Siglo )O{I, Madrid, l97B (ed. inglesa, 1973) y ConJtitto
de clases y crisis del feu^dalismo (colección de artículos entre 1949-1982), Crítica, Barcelona, lg88.
3 BRENNER, R. «Estructura de clases agraria y desarrollo económico en la Europa preindustrial»,
1976 y «Las raíces agrarias del capitalismo europeo», 1982, ambos en AsroN, TH.; pHrLprN, c. H. E.
(eds.). El«Debate Brenner». Estructurade clases agraríay desarrollo económico enlaEuropaprein-
dustrial, crítica, Barcelona, 1988, pp.2l-81,253-386. otro texto importante del auto¡ que mos-
traba claramente sus posiciones en relación con las polémicas sobre la formación del capitalis-

-en este caso ftente a I. Wallerstein- y relanzaba los debates de la transición en una línea
mo
Dobb-Hilton, pero renovada, era su trabajo de lg77i «Los orígenes del desarrollo capitalista: crí-
tica del marxismo neosmithiano», traducido entre nosotros en.En Teoríqn."3,1929, pp.57-166.
t42 José M3 Monsaluo Antón

que rara vez se ha abordado esta problemática de forma directa, miáxime entre
medievalistas. Pero al menos pÍra un sector del medievalismo han servido de re-
ferencia. Por lo demás, algunas de los posnrlados teóricos que se han mencio-
nado no chocaban en algunos aspectos con otras tradiciones académicas, porlo
que ha sido más sencillo armonizar puntos de üsta. En concreto, toda una línea
de trabajo que es ajena a la teoización marxista havenido defendiendo en Eu-
ropa una cronología de fortalecimiento del estado monárquico en la que los si-
glos xv-xvhabrían resultado decisivos. En este punto las ideas de Guenée, autor
de un célebre libro general sobre estas cuestiones, por poner el ejemplo de una
obra de considerable difusión universitaria,4 no tenían por qué chocar con las
interpretaciones marxistas, por lo menos en la ubicación temporal de los fenó-
menos. Únicamente que los historiadores influidos por el marxismo, y aquí ya
no estarían de acuerdo tantos, vendrían a insistir con diferentes énfasis en los
problemas de las rentas señoriales, de las clases y sus luchas o en el manteni-
miento del feudalismo «en sentido amplior, pero no había por qué cuestionar los
apartados que Guenée, o cualquier otro, dedicaba en su libro a los progresos de
la fiscalidad moniárquica en los siglos xv-xv, los poderes del príncipe o la apari-
ción de la burocracia, la diplomacia o la opinión pública. Por otra parte, los his-
toriadores españoles de las instituciones y del derecho tradicionalmente solÍan
dar también mucha importancia a las transformaciones de los siglos :av y )v en
lo que, en sus fpicas explicaciones, venía rubricado como la superación de las
formas de poder «feudovasalláticas» yla aparición del nuevo estado modemo.
Por otra parte, clásicos estudios sobre la nobleza trastamarista en sus pugnas di-
násticasypolíticas duranteelxv-nosreferimos, porejemplo, alaobradeL. Suá-
rez- podían fácilmente someterse a una relectura en clave de trance necesario
en el advenimiento del estado.
De manera que el contexto historiográfico favorecía, de algún modo, que
el juego de correlaciones sobre centralización, crisis bajomedieval y noble-
za señorial arraigara en nuestro país. Al menos entre los historiadores in-
fluidos por el marxismo, o cuando menos no doctrinalmente antimarxis-
tas, este juego explicativo no era cuestionado. El eco alcanzado en el me-
dievalismo hispánico durante los años setenta y ochenta, y aún después,
por la obra de |. Valdeón, desde su temprana defensa de una concepción
«amplia» del feudalismo hasta la conexión de la monarquía centralizada
con la salida a la crisis del xw,s pone de manifiesto el éxito historiográfico

4 GUENÉE,E.Occidentedurantelossiglosxvyxv.l,osEstados,Labor(NuevaClío),Ba¡celona,1973;
uid. asimismo Srnevrn, J. R. Soáre los orígenes medieuabs delEstadoModerno, Ariel,Barcelona, lgSl
(la ed. en inglés, 1970).
s Vi.d.elp¡ólogo,escritoporVetDEóN,J.enlgTl,alaediciónespañoladelcitadolibrodeP¡n¡lrv,
CH. VIran, Pyornos. Elfeudalismq pp.9-19; VALDuóN,1. lns conflictos sociales en elreino de Castilla
durante los siglos xN y xv, Siglo )Oil, Madrid, 1975, pp. 32-33; foel,r. «El feudalismo ibérico.
Interpretaciones y métodos», en Estudios de Historia de España. Homenaje aM. Tuñón de Lara,I,
Madrid, 1981, pp.79-96; IDEM. Elfeudalismo, Ed. Historia 16, Madrid, 1992, p. 118.
Crisis del feudalismo y centralización monfuquica castellana... r43

de estas concepciones. Es más, aunque no se pueda decir que sea lo pre-


dominante entre los historiadores de las instituciones, se ve cómo en tra-
bajos directamente relacionados con la génesis medieval del absolutismo
castellano, ya incluso fuera del campo del medievalismo, esta asociación de
la crisis del feudalismo con el robustecimiento del estado o de la monar-
quía centralizada ha sido postulada con gran solvencia. Los trabajos de S.
de Dios, de 1985 y 1987, lo evidencian. En estos trabajos, y aunque no se
menciona más que como referencia, la crisis del xrv aparece como insosla-
yable en el tránsito hacia el estado moderno y así se dice que la «larga cri-
sis bajomedieval de reproducción de la clase señorial» actuó, asÍ lo dice el
autor, como el «motor» de los cambios de las formas políticas.6 Por nuestra
parte, la crisis del xv o, más bien, la reacción señorial, era defendida tam-
bién como uno de los procesos esenciales que causaron la centralización
estatal castellana.T
Hace poco, el profesor Ladero ha defendido una interpretación en la
que se pone en tela de juicio no ya sólo el nexo entre sistema feudal, o su
crisis, y la formación de la monarquía centralizada, sino también la pro-
pia cronología de afirmación de ésta. En un trabajo reciente se refiere a
estas cuestiones.s Parte de una severa crítica a algunas interpretaciones
habituales, en las cuales, según el autor, predominan los aspectos eco-
nómicos o demográficos de la llamada «crisis del sistema feudal» y sus
concomitantes sociales, la crisis de la «renta feudalr, o se pone énfasis en
los procesos de «transición del feudalismo al capitalismo», o en las lu-
chas entre «clases antagónicas» de señores y campesinos, mientras se de-
fiende la primacía de lo estructural y el tiempo largo sobre las coyuntu-
ras, o lo mismo por el hecho de que estos historiadores vean las trans-
formaciones sociopolíticas como simples consecuencias necesarias de
fenómenos calificados como «refeudalización», «feudalismo de estado»,
nacido éste en torno a los «aparatos de poder, estatales monárquicos,
etc. Ve todo este juego de explicaciones de ciertos historiadores
tamente no concreta nombres y trabajos, pero todos sabemos de -cier-
qué se
habla- como un ejercicio dogmático, mecánico o lineal y resultado de
una especie de «teoría previamente elaborada».e Por el vocabulario so-
bre conceptos que el autor subraya, entrecomillándolos y
-los citados
algunos otros-, como si fueran lugares comunes caricaturizados, pare-

6 DIos, S. os. «Sobre la génesis y caracteres del estado absolutista en Castilla», en Studía Historica.
Historia Modern4 III,3, 1985, pp. ll-46, en concreto, p. 15; ÍDEM. «El Estado Moderno, ¿un cadáver
historiográfico?», en Ruceuro, A. (coord.). Realidad e inuigenes del pod,er kpaña afines de la Edad
Media. Áúrrbito,Valladolid, 1988, pp. 389-408, la cita concretamente en p. 393.
z Moxs¡rvo, J. M." «Poder político y aparatos de estado en la Castilla bajomedieval. Consideraciones
sobre su problemáfic»», en StudiaHístorira. Histori.aMedieual,lV,ns 2,19S6, pp. f01-167.
a l¿onno QuEs¡¡¡, M. A. «La Corona de Castilla: transformaciones y crisis políticas, 1250-1350», en
Europa en los umbrales de la crisis, Estella, 1994, pp.275-321.
s IBÍDEM, pp.276-279.
r44 José M." MonsalwAntón

ce que no hay duda sobre los enfoques históricos a los que apunta su crí-
tica. Aunque haya alguna ligera referencia al malthusianismo, parece que
son los conceptos y explicaciones de los marxistas las que han resultado
más comprometidos por esa «teoría previamente elaborada», «previa a la
investigación» *como también se dice-, que condiciona la labor de es-
tos historiadores según el autor. No es nuestro propósito refutar el fun-
damento epistemológico de estas críticas del profesor Ladero el
-sobre
papel de las teorías en las ciencias sociales, sobre hipótesis de trabajo
previas, sobre investigación, empirismo y conocimiento histórico- ni
tampoco cuestionar, en modo alguno, su obra, ciertamente importante
y de todos conocida. Es más, incluso podemos coincidir con algunas de
sus opiniones también recientes sobre el estado bajomedieval, en con-
creto algunos conceptos que interpretamos como progresivos en la tra-
yectoria de este historiador.l0 No se trata de nada de esto. Se trata de acla-
rarnos sobre los procesos y sus cronologías. Y en este sentido, lo que de-
fiende el autor en su trabajo sobre Castilla entre 1250-1350 a propósito
de los orígenes medievales del estado moderno choca frontalmente con
ese bagaje interpretativo que, como hemos señalado, nos parecía muy
arraigado en nuestro país. Se dice en ese trabajo del profesor Ladero que
antes de la crisis económica y social habría cambiado ya la estructura po-
lítica. Esta transformación, ya acaecida antes, podía en todo caso afectar
al desarrollo mismo de la crisis, pero no sería su salida o consecuencia
de la misma. Es más, habría que remitirse a fenómenos acaecidos entre
cien y doscientos años antes de mediados del xv-en Castilla, los reina-
dos de Alfonso MII y de Alfonso X son citados como claves- para expli-
car la génesis del «estado modernor. El punto de vista es nÍtidamente ex-
presado: «A mi entender, la génesis del estado moderno monárquico es
resultado de una evolución posible de la realidad histórica europea des-

to Sin ir más lejos, al principio del artÍcrlo de l¡orno Qu¡s¡oa, M. A «Poder y administración en Españo),
en ElTfatado de Tordesillasy suépom,vol.I, pp.63-89, sorprendentemente, ya que no es la concep-
ción del estado que se defendía hace años, leemos el segundo y tercer piárrafo de este artículo de tadero
---el resto yaes otra cosa- y nos idenüficamos perfectamente con unas ideas que, ¡ingenuos de noso-
tros!, nos parecen el fruto de arduos y diffciles combates teóricos propios personales por supues-
-perc,
to, de otros muchos también- acerca del poder y acerca del estado... aceptados aquí sin mayor pro-
blema supuesto, tácitamente- en una especie de preiímbulo introductorio: la idea de que el
-por
poder político y las formas de dominio socieconómico están ligadas üsiblemente; la superposición y
la multiplicidad devarios poderes sobre los mismos espaciosypoblaciones; la idea de que los medios
de administración del poderpolítico no siempre transcurrenpormedios institucionales... Calificamos
estas ideas de «progresivas», porque resultada absurdo aüibuir a una especie de criptomanrismo silen-
te al autor y sería también injusto y tremendo achacar estos puntos de üsta teóricos a una especie de
eclecticismo voraz, un eclecticismo conceptual que es verdad que resulta caracteístico del modus
operandi de ciefios historiadores actuales, pero no de un historiador como el profesor Iadero. Otro
trabajo reciente del autor no contiene estas declaraciones de principios, ÍDEM. rcAlgunas reflexiones
generales sobre los orígenes del "Estado modemo"r,en HomerwjeAcadémimaD. Emilia GarcíaGómez,
RAH, Madrid, 1993, pp.433-448.
Crisis del feudalismo y cenüalización moniárquica castellana... t45

de los siglos Kr-xrrr, y sólo dentro de ella, a partir de las estructuras y for-
mas feudalesrr de organización social y política, de la misma presencia
anterior de reyes y reinos, y de las concepciones doctrinales, jurídicas e
institucionales sobre el pode¡ donde confluyen desde la Alta Edad Me-
dia diversas corrientes: germanismo, pensamiento eclesiástico cristiano,
romanismo intensificado desde el siglo xrr, recuperación de la filosofía
aristotélica y, en algunos casos mediterráneos, influjos de origen bizan-
tino e islámico.»tz Aunque no queda absolutamente borrada de la expli-
cación, puesto que se le reserva algún breve comentario, con estas ase-
veraciones, corroboradas en otros pasajes del artÍculo, la noción de «cri-
sis del feudalismo» implÍcito en clave marxista o afín-
-y lo que lleva
queda totalmente descalificada en la explicación sobre los orígenes del
estado moderno. La crisis estructural del xtv, o las transformaciones so-
ciales de los siglos xv-xv
-por incluir
mos llamar «reacción señorial»,
también eso que muchos acepta-
«salidas a la crisis», etc.-, nos parece que
se perciben en esa propuesta explicativa como no necesarias, 13 como fe-
nómenos que, en el mejor de los casos, habrían sido accesorios y tan-
genciales, que pudieron afectar algo al desarrollo de las monarquÍas cen-
tralizadas, sí, pero no funcionar causalmente, porque los fundamentos
de éstas estarían ya construidos antes, incluso bastante antes.
Con estas posiciones explicativas citadas, para el caso de la monarquía cas-
tellana centralizada en concretq queda desdibujada --como no se había hecho
hasta ahora- la trascendencia histórica de los ultimos reinados medievales, de-
cisivamente el reinado de los Reyes católicos pero tambiénla épocaTlastámara
en general, adelant¿índose en el üempo considerablemente el nudo gordiano de
la aparición del estado modemo: se desplaza del sigloxvalos siglosxr-xl. Toda
esta nueva interpretación necesariamente emerge, se quiera o no, no ya sólo con-
üa quienes han defendido la correlación «crisis del feudalismo-crisis de la no-
bleza señorial-centralización», que en el medievalismo hispiánico es un sector
concreto de historiadores, sino contra toda una tradición de historiadores del de-
recho y de las instituciones y también de medievalistas y modemistas no nece-

1l Me permito entender que se refiere a «feudalidad» más que a «feudalismo, en un sentido amplio.
tz «[¿ Corona de Castilla: transformaciones...», op. cit.,p.2Bl.
13 IBÍDEM, p.322.
1a
Que era la época en que se ponían los énfasis en el nacimiento del estado moderno. Así, práctica-
mente toda la tradición de historiadores del derecho españoles todo estudiosos de la Corona
-sobre
de Castilla- subrayaba las postrimerías medievales como decisivas en la superación por el estado
moderno del orden feudovasalláüco o estamental, caracteústicos ambos de la Edad Media. En un tra-
bajo anterior, el propio Ladero, como si se acoplase exactamente en ese caso aI enunciado del colo-
quio correspondiente, venÍa también a considerar decisivas las postrimeías medievales, sobre todo
el úlümo cuarto del xv, en el alumbramiento del estado moderno, uid. «La genése de l'Etat dans les
royaumes hispaniques médiévaux (1250-f 450)», en HERMANN, C. (coord.). Ic premier áge d.e l'Etat en
kpagne (1450-1700),Pais,1989, pp. 9-65. Sobre algunos autores que han opinado acerca del momen-
to histórico de aparición del estado modemo y las etapas que lo han precedido, uld. las primeras pági-
r46 José M." Monsaluo Antón

sariamente implicados con los ejes teóricos del marxismo.la Nos parece que las
opiniones recientes delprofesorladero se inscriben enunnuevo paradigmahis-
toriogláfico sobre la aparición del estado modemo, perfilado en la última déca-
da sus raíces son más antigUas- al calor de los coloquios del progra-
-aunque
ma Genése de l'Etat Moderne- Acción Temática Programada coordinada por I. Ph.
Genet con el epicentro enel CNRS francésylacolaboraciónde múltiples centros
de investigación, universidades e historiadores europeos. Un programa que, en-
tre Otros efectos, aparte de consagrarse pronto, a buen Seguro' Como un topos
universita¡io muy seguido y plasmado en manuales, ha servido ya de guía o re-
fuerzo contextual a las obras de algunos historiadores. ts El programa dela Gené-
sq a pesar del título general, abarcaba cuestiones de los siglos xl-xu[. Se desa-
rrolló entre 1985 y principios de los años noventa, pero ha seguido luego con oÚas
iniciativas. Abarca temas dispares de la Edad Media y Modema y algunos traba-
jos de sociedades extraeuropeas. Una iniciativa tan amplia-cerca de cuarenta
equipos de trabajo paralelos y unos cuantos coloquios y libros centrales- ha de
recogerun mínimo de heterogeneidad, como es lógico, sobre todo porque pre-
domina, en concreto en los equipos palalelos, lo interdisciplina¡ ---o más bien,
layuxtaposición de disciplinas, pero no siempre integradas con el conocimien-
to histórico-, o bien aspectos muy puntuales y especializados,16 que -aunque
sean muyinteresantes por símismos-poco tienen que ver con un debate serio
sobre el estado modemo. Pero nos parece que sí hay una línea marcada, una eS-
pecie de cuerpo doctrinario de síntesis, de paradigma oficial, concretada no tan-
to en esa aludida adición de equipos de investigación y trabajos puntuales para-
lelos, sino sólo en algunos de éstos y sobre todo en los eies salidos de las confe-

nas de nuestro trabajo «Poder político y aparatos de estado...», op. cit Vi'd tarnbién, en este senüdo,
los trabajos de Dros, S. oe. nsobre la génesis y los caracteres del Estado absolutista en Castilla»» y «El
estado moderno, ¿trn cadáver historio$áfico?».
ls Sin ir más lejos, y por referirnos al caso español, creo que se conecta bastante con la aparición de
algunos libros. Por ejemplo, los de NrEro Soru,c ,1. M. Ceremonias dc la Realeza. Propaganda y legiü-
mación enlaCastillaTfasuimara.Madrid, 1993, o Íor»r. lglesia, génesis delEsnda Modemo en Castilla
(136g-1480),Univ. Complutense, Madrid, 1993. O bien, convergiendo las cuestiones de la Genésecon
el ya conocido y trabajado desde hace tiempo campo de especialización del autor, l¿o¡no QuEs¡¡n,
M. A. Físcatidad.y poder real en Castílla (1252-1369), Univ. Complutense, Madrid, 1993.
16 No voy a citar aquí todas las secciones, en las que han participado medievalistas, modernistas, teó-
logos, historiadores del arte, filósofos, sigilógrafos, paleógrafos, codicólogos, historiadores del dere-
cho, de la Iglesia, de la literatura, antropólogos, etc. Parala época más propiamente medieval, he aquí
unas pinceladas sobre algunos de los temas de estos equipos «interdisciplinares»: canónigos medie-
vales; profecías y sus expresiones escritas; impuesto de la sal, la moneda,laraznay el botín en socie-
dades diferentes a la medieval, los descubrimientos medievales, Ias prácticas simbólicas, las doctri-
nas polÍticas, iconografia, orígenes teológicos del estado, guerra y diplomacia, etc. Aparte de algunos
volúmenes sobre los que los ftanceses no dejan de ver como sus periferias, lo reconozcan o no: la géne-
sis medieval del estado en la península Ibérica, o sobre el mundo mediterriáneo. Vid. de toda esta acti-
üdad un resumen en el Anexo de GsNEr, l. PH. (eds.) . Ef¿ t ModeflIe: Gen¿se, Bilan et perspectiues, Mitions
du CNRS, París, 1990, aunque todavía incluía proyectos que estaban en curso'
t7 Culture et ld.eologíe dans la Gen¿se de l'Etat Modern e, Bibliothéque de l'Ecole Frangaise de Rome,
Roma, 1985; Gr¡¡er, J. PH.;VTNCEñ, B. (eds.). EtatetEglise danslaGenésedel'EtatModeme, Bibliothéque
Crisis del feudalismo y centralización moniárquica castellana... 147

rencias plenarias y sus nueve volúmenes centra]es.lT Aparte de ello, este cuerpo
doctrinario también se concreta perfectamente en los balances o conclusiones
que el propio Genet presenta como propuestas destiladas de la acción cientÍfica
combinada, en la medida --él lo recuerda- en que se pueden sintetizar traba-
jos de historiadores mrmerosos y diversos. ta noción de esta.do modemoltabria
aparecido, según Genet, en Occidente: Francia, Escocia, Inglaterra sobre todo,
pero también castilla, Portugal yAragón. Sus componentes seían los siguientes:
la instauración de una relación no feudal del rey y el súbdito, el desarrollo de
asambleas representativas, el surgimiento de una fiscalidad de estado, la inter-
vención del estado en el dominio de la justicia y la guerra; habrÍa tenido como
corolarios la aparición de una ideología específica del estado y una autonomía
del campo de la políüca a úavés de conceptos nuevos como territorio o nación.
Así formr¡lados sus rasgos definitorios, éste serí4 a juicio de Genet, el estado mo-
derno y su ap ariciín en pleine lumiére sehabría producido entre 1270 y 1360, fe-
chas que en la conclusión final fija entre 1280 y 1360. ra riles conclusiones no se
apoyan en elvacío y a nosotros nos parecen bien fundamentadas.
El programa Genése permitimos llamarlo así- ha permitido am-
pliar los conocimientos -nos
en algunos temas, a nuestro juicio en cuatro gran-
des campos, que en una opinión personal vislumbramos como ras priorida-
des del programa: primero, el binomio guerra-impuesto, con el surgimien-
to en el siglo xrr de la llamada «fiscalidad de estado», no basada en el vasallaje
sino en el impuesto legítimo, cuyo motor era la guerra, una guerra que ya no
era vista sólo bajo el ángulo típico de la Guerra de los cien Años, sino que
por el contrario se enfatizan ahora las guerras del último tercio del xn y prin-
cipios del xv; en segundo lugar, las bases de la legitimidad del nuevo esta-
do, en especial del tema de la aparición del concepto de nación y
-aparte
del surgimiento de las asambleas legislativas, ya de más solera- en lo que
se refiere al papel de la Iglesia y sus relaciones con el estado; en tercer lugar,
lo que podríamos llamar las dimensiones culturales del estado moderno,
concretado en las abundantes contribuciones sobre teología política me-
dieval, el papel de la escritura y el lenguaje jurídico o político, o ra iconogra-
fía sobre el príncipe o las ideas de justicia, ley, etc.; en cuarto luga¡ las rela-
ciones del estado con la sociedad, pero no tanto lo que entendemos en otra

de la casa de Veláaquez, Madrid, 1986; Aurnao, E (ed.). prosopographie et Genése d.e I'Etat Moderne,
Presses de l'Ecole Normale Supe¡ieure de Ieunes Filles, parÍs, I9g6; GENE! J. pH.; LE MrNÉ, M. (eds.).
Genbse de I'Etat Moderne. Préleuement et Redistr¿bution, Editions du GNRS, parís, 1987; Bursr, N.;
G¡rvEr, J. P (eds.). La Ville, la Bourgeoisie et la Genése de I'Etat moderne (nr-xwa siécles). Colloque de
Bielefeld Q,985), Editions du CNRS, París, l98B; CoNrenrNr, Ph. (ed.). llEtat et les Aristocraties, xu-xmt
siécle (France, AngLaterre, Escosse), Pens, París, lgBg; CouLEr, N.; Gnrvrr, I. p (eds.). IjEtat moderne:
territoires, droit, systéme polítí4ue,Editions du GNRS, París, 1990; GrNrr, l. pu.; T[lrarrr, J. y. (eds.).
Droit et Théologie dans la Science Politi4ue de I'Etat Moderne, Bibliotheque de l'Ecole Franqaise de
Rome, Roma, 1990; GENET, J. PH. (ed.). Etat Moderne: Genése, bilan et perspectiues... op. cit.
te Estas ideas conclusivas se encuentran en la conclusión de GtNsr aI libro I¡t Vílle, la bourgeoisie...,
op. cit.,p.339; asimismo, en E ¿2, Moderne: Genése, bilan et perspectiues,p.262, enfreotras referencias.
148 José M." Morxaluo Antón

clave como las relaciones clase/estado, sino más bien en otros dos aspectos:
uno, la actitud de la nobleza hacia la monarquía menor medida, se han
-en
abordado las relaciones con las ciudades y por su parte el campesinado ha
interesado poco-, con el tema de las relaciones de los nobles con los prín-
cipes o la corte, y otro, el problema del personal del estado, concretado en
la prosografía, la composición de los órganos de la corte, etc., subcampo es-
te concretamente que dio en la Genésemuchos menos resultados de las ex-
pectativas que se habÍan trazado los organizadores. De estos cuatro grandes
campos, el último es el único que incorpora preocupaciones del siglo xv en
adelante, pero no afecta a la génesis del estado moderno, sino que se anali-
za la composición de éste o cómo era percibido y sentido por algunos gru-
pos sociales, en concreto la nobleza. Los otros tres campos del programa
Genésesonlos que han abordado más directamente la cuestión de la géne-
sis. Y es significativo que las cronologías parciales que se han ido desgra-
nando en las diferentes aportaciones de cada uno de estos campos justifi-
can situar el epicentro de la aparición del estado en el xlI y no después: la
fiscalidad de estado nace en la segunda mitad de ese siglo, todos los princi-
pios de legitimidad jurídica, nacional y doctrinal los típicos prin-
-incluidos
cipios de plenitudo potestatis, quod omnes tangit..., utilitas publica, etc.-,
habían cuajado ya hacia 1250, el lenguaje de la política o las imágenes de su-
perioridad de los príncipes y la simbología de las monarquías habían surgi-
do asimismo en los siglos xI-xIII... Si a todo esto se une lo ya más conocido
sobre los momentos históricos de aparición de instituciones claves
-asam-
bleas legislativas y representativas, reconocimiento de la soberanía regia, bu-
rocracia en la corte, etc.-, resulta más que probado que parecen correctas
las fechas que se proponen en las conclusiones del programa Genése: se-
gunda mitad del xu y primera del xrv. En ese sentido, se trata de una aporta-
ción historiográfica congruente. Y es a esta propuesta a la que se podría an-
clar la opinión sobre el caso castellano expuesta por el profesor Ladero en el
trabajo antes citado.
Son diversas las objeciones que podrían ponerse a este programa. Podría
apuntarse la falta de novedad teniendo en cuenta que conceptualmente no
hace sino complementar caminos ya trazados desde atrás, que no le desme-
recen en modo alguno: ahí están las obras clásicas de Bloch, de Kantorowicz,
de Guenée, de Straye¡ de Ullmann. Podrían también hacerse preguntas acer-
ca de por qué no se ha valorado adecuadamente el trabajo de algunos histo-
riadores, no ya como participantes se sabe lo que es el mercado de los
-ya
congresos y la universidad-, sino simplemente como referencias: llama la
atención que autores como Anderson, Brenner, los debates sobre el feudalis-
mo o la transición al capitalismo no existan, o que a la obra de un historiador
como G. Bois, salvando ligeramente el volumen coordinado por Contamine,
no se le saque ningún provecho, y ello a pesar de ser francés, ámbito historio-
gráflco, cómo no, mucho más contemplado que los demás. Llama la atención
también la ausencia de referencias a la historiografia italiana, poniéndose por
Crisis del feudalismo y centralización monárquica castellana... r49

otro lado en eüdencia que los países donde la monarquía no articuló la vida
políüca también el caso alemán- poca conexión tenían, a ojos de los
-sería
organizadores de la Genése, con la problemática del estado, proposición ésta
que habría sin duda que fundamentar y no dar por implícita. podría también
objetarse, sobre todo a los proyectos de los equipos paralelos, la fragmenta-
ción de objetivos, el empirismo, la dispersión, el minimalismo, quizás en grÍrn
parte debido a algunos lastres que arrastra esa corriente que se llama «nueva
historia políticar. Pero tampoco se puede generalizar aquí. subrayemos que
el programa Genése, a pesar de estas y otras objeciones que subjetivamente
podríamos hacer, resulta en conjunto una aportación interesante. pero lo es,
insistamos en esta idea, sólo en los temas o campos analizados, incluyendo
las minúsculas parcelas de saberes tan heterogéneos, y en ro que éstos hayan
podido significar en la edad media. Ahora bien, ¿está en ellos la explicación
del origen del estado moderno o la monarquía centralizada? Es aquí donde
más flaquean las explicaciones dela Genése, por tres carencias esenciales que,
a nuestro juicio, impiden contraponer es que alguien lo pretende- esta
propuesta con otras, como por ejemplo, -silas explicaciones de tipo marxista. Es-
tas últimas, en su variedad y teniendo en cuenta que no son unívocas y que
son discuübles, sÍ se proponen como globales y como causales.
La primera carencia del programa Genése es que no se contemplan ni
se recogen como argumentos en la explicación final temas cuya posible
influencia en la aparición del estado moderno debería cuando menos ser
evaluada, máxime cuando existen otras corrientes historiográficas que
han dado funcionalidad causal a estas cuestiones: el régimen señorial, el
mundo campesino, las ciudades, las rentas, la organización de los grupos
sociales, las formas políticas no monárquicas, la dinámica del feudalismo,
la crisis... Podríamos seguir, pero no es necesario porque Genet se encar-
ga de precisar que el programa de investigación que ha coordinado «ne
rend par example pas compte de structures historiques comme celle de
crise, de mode de production ou de transition, qui n,en jouent pas moins
un role capital dans l'histoire de cette "forme', politique qu,est l,Etat mo-
derner.rg ¿Cómo soslayar nosotros- unas temáticas, unos
problemas históricos nada -pensamos
banales sin haberlos siquiera analizado y pon-
derado?, ¿cómo no encontrar parcial en las propias temáticas unas pro-
puestas de esta índole?
La segunda carencia, también expresamente remarcada por er coordina-
dor general, es que no se ha utilizado ningún concepto teórico de «estado».
Hay una especie de vanagloria en defender que l'Etat Modernederque se ha-
bla en le Genése es un modelo empírico, no teórico, un modelo nacido «d,une
forme historique observée, et non un modéle conceptuel construit», cantine-

rs GeNrrr, I. PH. «uEtat moderne: un modéle opératoire?», en Gen¿se de l'Etat Modeme, bilan et pers-
pectiues, p.262.
150 José M.a Monsalw Antón

la que no deja de sonar a la típica crítica hacia la teoría marxista de la historia,


se reconozca o no.20 Obüamente, se comprenden las dificultades de coordi-
nar a historiadores diversos que tienen puntos de vista heterogéneos sobre el
concepto de «estado». Pero la solución no pasa, creemos, por pacificar estas
posibles diferencias, si no negándolas, puesto que el propio Genet las reco-
noce,zI sí actuando como si no existieran y prevenir contra una historia cons-
truida como conceptualización preüa al tratamiento empírico. ¿Acaso es po-
sible ordenar, articular los datos sin un «modelo conceptual construido» o, por
lo menos, algunas hipótesis de partida? ¿No lo eran, acaso, los interrogantes
que se planteaban en la Acción Temática Programada cuando se proyectó y la
decisión sobre los temas y los participantes? ¿No hubiera sido quizá preferi-
ble introducir algunos equipos paralelos o algunas áreas de debate precisa-
mente sobre las teorías sobre el estado moderno en vez de eludirlas? Claro que
quizá no fue fácil hacer un hueco a estas discusiones teóricas sobre el estado.
Al fin y al cabo, sólo ha habido poner algún botón de muestra- cin-
-por
cuenta y tantas contribuciones sobre aspectos relativos a la moneda, o varios
volúmenes sobre el impuesto de la sal, o al parecer ineludibles investigacio-
nes sobre los textos proféticos medievales...
Finalmente, el modelo dela Genése, aparte de parcial y empírico, tam-
poco es un verdadero modelo causal, sino descriptivo. El campo de la po-
sible explicación causal, como la misma teoría estatal, a pesar de que in-
teresa al coordinador general,2z ha sido sustraído de las conclusiones de
la Genése. Aquí apenas vemos las nociones de causalidad aplicables
es que preocupara realmente hacerlo, cosa que incluso puede también
-si
dudarse- a una atomización temática desarticulada, de modo que sólo

20 IsÍosN4.
z1 De hecho, el propio Genet se cubre inteligentemente las espaldas mencionando en una breve
nota a pie de página en su conclusión general que él piensa que la forma de estado que correspon-
de al estado moderno du¡ante su génesis es de «feudalismo de estado». Pero es algo que ha queda-
do deliberadamente fuera de las aportaciones dela Genése, rBlDEM, n.o 3, p.262. Lo mismo el pro-
blema de cómo el estado moderno puede tener sus raíces en el feudalismo, rBiDEM, p. 261, que aun
siendo cuestiones que interesan personalmente a Genet, se han dejado también fuera de las preo-
cupaciones de la Genbse.
22 Vid.noÍaafÍerior.Seplanteadirectamenelapreguntaensutrabajo«l,edéveloppementdesmona¡-
chies d'Occident est-il une consecuence de la crise?>», en Europa, en los umbrales de la cr¿s¿s, Estella,
1994, pp. 247-273. El autor no se decanta claramente, pero, tras hacer un breve recorrido a través de
ciertos datos conocidos sobre varios países, apunta en algunas direcciones, sólo esbozadas en alguno
de los trabajos que componen el libro coordinado por CoN'rAMrNE. ¿E at et las Aristocraties, op. cít.Para
J. Ph. Genet la fiscalidad de nuevo tipo habría sido decisiva, pero también la remodelación ya clara-
mente bajomedieval de la aristocracia ---el caso inglés es en el que apoya mejor su argumentación- y
el nuevo sistema de poder al que quedó ligada. la nueva fiscalidad habría permitido crea¡ un estado
moniárquico regulador y garante de un tejido complejo de distribución de prebendas, cargos y dinero.
El dinero y no la tierra sería el fundamento de esta estado donde la nobleza se sintió a gusto y conve-
nientemente recompensada como para depositar en la monarquía el control del sistema. Naturalmente,
Genet no hace sino evocar el tema del «feudalismo bastardo» e intentar ensamblarlo en una explica-
ción del estado moderno que, aquí sí, tiene una cierta ambición causal.
Crisis del feudalismo y centralización moniárquica castellana... 15r

podrÍamos encontrar proposiciones causales del tipo siguiente: el rena-


cimiento del derecho romano desde el siglo xu generó instrumentos jurí-
dicos a los reyes del siglo xrr, las frecuentes guerras de fines del xm obli-
garon a los monarcas a aumentar la fiscalidad sobre sus súbditos, los ju-
ristas tenían elaborada una noción de soberanía en pleno siglo xur, que
pudo entonces ser aplicada por los reyes... O argumentos de esta índole,
cuando no simples descripciones de cómo se representaba a los reyes en
las monedas capetas del xn, o cómo se reclutaban los canónigos, o quién
firmaba un tratado de paz exterior. cuestiones, sin duda, interesantes, pe-
ro bien alejadas de las preocupaciones sobre la causalidad del estado mo-
derno, causalidad que, por otra parte, en caso de haber sido un objetivo
de los proyectos, ni siquiera sería resultado sencillamente de la suma de
pequeñas causalidades, sino que habría que entenderla el nivel
de conocimientos y de datos- en un complejo sistema de-según interrelaciones
multifactorales y retroalimentación. cuestión ésta, por cierto, que nos re-
cuerda también que poco aporta la Genése hay que encuadrar en
las encrucijadas que padece la historia de las -que
mentalidades- a la reno-
vación de los métodos y las técnicas de investigación sobre el conocimiento
científico de los problemas del poder qué no se ha recurrido a la
-¿por posibles juegos
teoría de sistemas, por ejemplo, para ensayar de interac-
ciones causales?-, en un posible ejercicio de auténtica interdisciplina-
riedad que vaya más allá del recurso a una Babel de disciplinas académi-
cas que, a la hora de la verdad, no supone auténtica comunicación inte-
lectual.
Todas estas carencias nos parece que impiden la contraposición entre el
programa Genésey las interpretaciones de orientación marxista, o cuales-
quiera otras.23 sencillamente, porque se trata de otra cosa. Las cronologías y
resultados obtenidos en el programa Genése son en general correctos, pero
tienen las limitaciones apuntadas. Los enfoques marxistas sobre la crisis del
feudalismo y la centralización justifican por su pafte sus cronologías y no pre-
tenden tampoco cuestionar si el surgimiento del vínculo de naturaleza fren-
te al de vasallaje, o la noción de «impuesto», o la de territorio nacional datan
ya del siglo xrr o están conectados con las concepciones aristotélicas sobre la
ciudadanía política. Por eso no tenemos que responder a preguntas como
«¿quién tienelarazón?», «¿se equivocan los que niegan al feudalismo yla cri-

23Hay otros enfoques sobre el estado que no tenemos ocasión de comentar aquí. Entre ellos, exis-
te toda una corriente muy de moda, apoyada en la antropología polÍtica, que niega que pueda
hablarse de estado en etapas preliberales. Clavero es su principal impulsor. A expensas de pres-
tarle la debida atención en su momento, puesto que es una de las interpretaciones más rigurosas
que existen, nos remitimos a algunas reflexiones que hacemos en nuestro trabajo «Historia de los
poderes medievales, de Derecho a la AntropologÍa (el ejemplo castellano: monarquía, concejos y
señoíos en los siglos xr-xv)», en Bannos, c. (ed.). Historia a Debate, Medieval, santiago de compostela,
199s, pp.81-149, esp. pp.94-96y 111-112.
r52 José M." MonsaluoAntón

sis como fundamento del estado moderno y sitúan la clave de éste en los si-
glos xt-xn, o los que insisten en las relaciones clase/estado, valoran como
esencial la reacción de la nobleza señorial y consideran necesario lo ocurri-
do en los siglos xv-xv?». Las preguntas esta¡Ían mal planteadas si se presen-
tan así, no caben respuestas excluyentes y por eso nos resultaba llamativo y
curioso que algunos historiadores antes un ejemplo en concreto,
-citamos
que nos dio pie a las reflexiones que acabamos de hacer- hayan pretendido
tomar las conclusiones del programa Genése como baluarte contrapuesto y
alternativo a los tradicionales estudios marxistas sobre el estado.
No podemos estar satisfechos con pensar que unos historiadores y otros
hablan lenguajes diferentes e incomunicados. Sin embargo, será bueno re-
cordar que existen distintos registros científicos a la hora de entender las cues-
tiones sobre el estado. Abuen seguro que la falta de entendimiento nace mu-
chas veces por no saber en qué registro se mueve una explicación o una te-
mática determinada, porque la realidad histórica, que se presta por supuesto
a ser interpretada y no sólo descrita, es cualquier cosa menos plana. Hay un
registro hondo de conocimiento que afecta ala naturaleza del estado en el
feudalismo, entendiendo el feudalismo en su sentido más amplio de «modo
de producción» o de sociedad global en la larga duración. Al feudalismo, así
entendido, corresponde un tipo de estado que, pese a que a algunos les pa-
rezca demasiado genérico, debe tenerse en cuenta, ya que las sociedades his-
tóricas donde fue dominante el feudalismo presentan una estructuración del
poder específica.24 Hay un segundo registro que corresponde a la forma de
estado en las formaciones sociales concretas. Aquí se encuadran los proble-
mas referidos a los cambios sociales, la organización social, las crisis, las cues-
tiones de la renta, las relaciones clase/estado, el régimen señorial, etc. Hay
un tercer registro, el régimen político, que afecta a los desarrollos institucio-
nales, las relaciones fácticas nobleza/monarquía, los atributos de la sobera-
nía real, el surgimiento de algunos órganos administrativos, etc. Nos parece
importante tener esto en cuenta para no confundir cuestiones.2s En alguna

24 Hacemosalgpnasreflexionessobreelloen«Poderpoliticoyaparatosdeestado»,p.106-l14.Pese
a lo que algunos puedan pensar, las cuestiones relativas al modo de producción feudal y la articu-
lación del poder político en él no costituyen un cuerpo cerrado, raquÍtico y unívoco de conoci-
mientos. Que existe un amplio margen de tratamiento cuando menos teórico, y ciertamente polé-
mico, sobre el modo de producción feudal lo demuestra, por ejemplo, el reciente trabajo de pEñA
PÉnsz, E I. «El modo de producción feudal: algunos problemas», en Cuadernos Burgaleses de Historia
Medieual,3, 1995, pp. ll-82.Vid. tambiénKucr¡NBUCH, L.; MrcHAxL, B. «Estructuraydiniámicadel
modo de producción en la Europa preindustrial», e¡ Stud.ia Historica. Historia Medieual, N,lg86,
pp.7 -57 (t¡aducción del orig. alemrín). De todos modos, como ya hemos expuesto en otras ocasio-
nes, a nuestro juicio más que el modo de producción son las formaciones económico-sociales feu-
dales el registro que resulta más sugestivo en un tratamiento sobre el poder político y el estado desde
una perspectiva estructural.
25 Explicamos un poco más estos registros en «Historia de los poderes medievales, del Derecho a la
Antropología», pp. I l4-l 15, y en «Poder político y aparatos de estado», a lo largo de todo el artículo.
Crisis del feudalismo y centralización monárquica castellana... 153

ocasión, teniendo en cuenta esta diversidad de registros de conocimiento,


hemos apuntado que habría que distinguir entre la «problemáüca de las mo-
narquías» y la «problemática del estado». Desde luego, para valorar cuándo
surgió y qué fue el estado moderno y qué significó la crisis del feudalismo sí
convendría distingui¡ para saber de qué hablamos, entre wa centralización
políticaformal, que sería una centralización de tipo administrativo, institu-
cional o ideológica, y una centralización política estructural, correspondien-
te ésta a los problemas relacionados con las formaciones sociales, las diná-
micas y las estructurales del feudalismo. pondré un solo ejemplo: las institu-
ciones centrales de las monarquías tanto inglesa como francesa o ibéricas
presentan durante los siglos xrr-xv unas afinidades enormes desde un punto
de üsta formal: imágenes de superioridad regia, consejos reales, cámaras su-
premas de justicia, doctrinas políticas preabsolutistas, incluso identidades
en la relación de los monarcas con las noblezas y los demás estamentos de
los reinos. Pues bien, una preocupación por los problemas de la centraliza-
ción desde un punto de üsta estructural habría de atender a cuesüones que
no se corresponden con esa panoplia de afinidades formales: así, por utilizar
las vías abiertas desde Dobb a Brenner, encontramos que mientras los nota-
bles franceses iniciaron tras la crisis del xrv una conquista del poder moniír-
quico que les supuso el mantenimiento de derechos jurídicos sobre el cam-
pesinado pero reproduciéndose a expensas del estado central, sus homólo-
gos ingleses reorientaron sus bases de dominación rurales y aceleraron como
terratenientes más que como señores la futura fractura entre la acumulación
primitiva de capital y el poder del estado. No creemos que estas cuestiones
sobre régimen señorial, rentas y clases dominantes deban quedar excluidas,
como ha ocurrido en el programa Genése, de la explicación sobre los oríge-
nes del estado moderno, con independencia, como decimos, de las seme-
janzas formales del régimen moniírquico inglés con el de otras partes. Es ne-
cesario integrar cuestiones de régimen político en la perspectiva estructural,
y üceversa, pero conüene no perder los diferentes ángulos de üsión. para no
alargar esta reflexión, digamos simplemente que una auténtica indagación
sobre la causalidad de las monarquías centralizadas ha de transcurrir, a nues-
tro juicio, por la problemática dela centralización política estructural.

i
Er uooEro cAsrElraNo DE cENTRALTzACIóN. UN nsqunnae cAUSAL

Pese a haber ubicado el marco conceptual en el que se expone esta proble-


mática, restilta todavía dificil en pocas páginas abordar algo tan complejo. cier-
tamente, habrá que volver con más detenimiento sobre ciertos temas. pero el he-
cho de haber tratado ya con anterioridad estas cuestiones y poder remitir al lec-
tor a esas referencias, o a oúos trabajos, naturalmente, favorece que, al menos,
podamos esbozar un esquema que, ante todo, siwa para propiciar un debate.
El punto de partida es sencillamente la constatación de que el poder cen-
r54 Iosé M." Monsaluo Antón

tral de la monarquía castellana fue absorbiendo durante los siglos xrr-xv


amplísimas funciones de tipo estatal que antes no se habían desarrollado
o eran ejercidas por señorÍos particulares o concejos: funciones normati-
vas, judiciales y de gobierno; capacidad extractiva, financiera y distributi-
va de los recursos; funciones de legitimación ideológica; capacidades de uso
legítimo de la fuerza armada y de control militar. Estos desarrollos del ré-
gimen político castellano los definíamos como de progreso del «autorita-
rismo regio, la centralización institucional-administrativa y la burocratiza-
ción», fenómenos que permitían ver que, a lo largo del perÍodo, el estado
central acabase por afianzarse como lapieza clave de todo el sistema polí-
tico.26
Esta notable absorción de funciones políticas por el poder central, es de-
ci¡ la progresiva definición de la monarquía centralizada, proceso de los si-
glos xtI-xv, no eliminaba los rasgos feudales ni de la sociedad ni del ejerci-
cio del poder.zz Pero, en cualquier caso, el robustecimiento de los aparatos
centrales no se explica sólo en su propia inmanencia. Por lo pronto, este in-
cremento de los instrumentos y recursos políticos centrales ha de venir im-
pulsado por algún tipo de fuerza propulsora. Por lo que habrá que interro-
garse cuál era o cuáles eran los resortes que impulsaban hacia arriba o am-
plían el espacio político de la monarquía. Pensamos que si había unos resortes
que tienen que ver con la naturaleza del poder regio, más allá de esas cau-
salidades parciales referidas a temas puntuales de la índole de los mencio-
nados a propósito dela Genése, o que explican simplemente algunos fenó-

z0 los detalles de estos desarrollos del régimen, en «Poder político y aparatos de estado», pp. I 14- 126. A
resalta¡, en todo caso, dos aspectos que no conüene olvidar. El primero es que estos progresos admi-
nistrativos, burocráticos y el propio ideario autoritario regio no se consumaron hasta los siglos xv y xv,
de modo que no podrlamos afirmar que el estado modemo estabayaprácticamente generado en el siglo
anterior, pero bien es verdad que ya a mediadios del siglo xv el impulso de la centralización ---entendi-
dacomo centralimciónformal-eratal que no podía atribuirse alos efectos de la crisis delxv, todavía
por incidir: está expuesta esta ultima consideración en el artículo citado, p. 126. En este senüdo, sí ten-
dría algúnvalorla opinión de GenetaplicadaaCastilla, pero la cronologÍapropuestaporélparalaGenése
sólo podrÍa aplicarse forzando bastante las cosas, puesto que al régimen moniárquico
-1280-1360-
castellano aún le faltaban todas las transformaciones de la época Tlastiímara. to segundo es que, a pesar
de la enorme absorción por parte del estado central de funciones polfücas, el peso de los señoúos y con-
cejos, que eran sistemas de poder no heterodeterminados por la monarquía centralizada, todavía resul-
taba considerable en el sistema poftico global, todavía podemos hablar de un estado basado en la frag-
mentación de soberanías, caracterÍstica del poder polÍüco en el feudalismo, mioura, pp. I55-167, donde
se habla de estos poderes descentralizados.
2z En este sentido, puede hablarse para el perfodo bajomedieval de «monarquía feudal centraliza-
da», si se prefiere poner el énfasis en el adjetivo intermedio «feudal» aquí «en senti-
-entendiendo
do ampliorl-, o simplemente, y es más cómodo, puede hablarse de «monarquía centralizada», para
distinguirla en este caso de la «monarquía feudal», la existente hasta el siglo xrr, pero teniendo en
cuenta que aquí «feudal» se refiere a un tipo de relaciones rey-vasallos y a un estadio de fragilidad
de las instituciones centrales que luego, desde el siglo xrr en adelante, cambiarán con la centraliza-
ción, sin que, como decimos, ni la sociedad ni el poder deiaran entonces de ser feudales en sentido
amplio.
Crisis del feudalismo y centralización monárquica castellana...
155

menos o síntomas, pero no el sentido de esa fuerzao fuerzas históricas pro-


pulsoras.2s Pero también hay que tener en cuenta que este robustecimien-
to monárquico se vio acompañado e impulsado por un sistema social que
fue adaptándose y condicionando las transformaciones políticas. Por lo que
habrá asimismo que preguntarse por el efecto de las relaciones sociales y
los cambios estructurales en el estado y en la interacción de éste con la so-
ciedad. De las posibles respuestas a estos interrogantes proponemos dos
cadenas explicativas o causales, en torno a dos grandes líneas de fuerza his-
tóricas, cuya combinación, nos parece, proporciona las claves acerca de las
causas de la monarquía centralizada, claves que podrían ser en algún pun-
to aplicables a otras monarquías, pero que ofrecen los perfiles específicos
del caso castellano. Nos limitaremos a exponer un enunciado de estas dos
grandes líneas de fterza, apuntando a modo de esbozo su cualidad.

Elevación tendencial del poder regio

Formulamos de tal modo estavariable porque no p¿rece dificil poder jus-


üficar que existió en las monarquías medievales un potencial que empujaba
al poder regio a una centralización progresiva, en términos seculares. Es po-
sible que otras formas políticas no monárquicas principados territoria-
-los
les, las «comunas políticas»...- dispusieran de resortes aniáIogos, o quizá no.
No nos ocupamos de ello. Lo comprobado es que todas las monarquías eu-
ropeas medievales sí experimentaron esa tendencia y la Consumaron duran-
te la Baja Edad Media. La consumaron más allá de diferencias de régimen po-
lítico ejemplo, la típica discusión sobre el «autoritarismo» castellano
-por
frente al «pactismo» aragonés-, puesto que en todas ellas esos fenómenos de
autoritarismo regio, centralización administrativayburocratización cuajaron
y se institucionalizaron. Pero ¿de dónde procedía este impulso? Esto es lo que
plantea más problemas en la explicación. El impulso se puede explicar te-
niendo en cuenta la especificidad del poder regio, que habría tenido una lógi-
ca propia. Era diferente a cualquier otra potestad jurisdiccional y, aunque el
señorío del rey era un tipo más de señorío condición fue importante
-esta
durante siglos-, no era, a nuestro entender, un señorío como los demás, o
precisamente dejó de serlo por su especificidad. Tal especificidad le venía al
poder regio de algrrnos factores o fuentes de potencia que disfrutaba en la épo-
ca medieval sin que los poseyeran otras potestades jurisdiccionales.
Tenía la fuerza de una superioridnd.sobre cualquier otra instancia del reino,
superioridad expresada por lo menos teórica y nominalmente, aparte del presti-
gio histórico y legendario, pero además motriz de la acción política. Esta superio-
ridad en las monarquías ibéricas o inglesa estaba sólida y tempranamente afir-

2s Vid.nola l2 y tex(o de referencia.


t56 José M.4 Monsalw Antón

mada. En el caso de la francesa, que fue el de situación más comprometida, esta


superioridad, cuestionada en los siglos x y x, siwió a los capetos desde el xr para
irimponiéndose sobrelos «feudales» apartirdelainnegable suznrainetére$aso-
brelapirámidefeudovasallática, deviniendo enelxrr souuerainetédelos reyes so-
bre los súbditos.zg Desde este ángulo, puede decirse que esta noción de superio-
ridad regia está también conectada con la energía derivada de la propia feudali-
dad, incluso en los momentos más bajos del poder regio, siglos x-xr.
La superioridad regia convergía sinérgicamente con otro de los elementos de
especificidadregiaque dabaalos reyes unpotencialexclusivo: unos patrimonios
dominiales especiales, concretamente lo que aquí llamamos señoúo real o rea-
lengo. Los reyes, cuando menos, eran ricos durante la época de las «monarquías
feudales». También aquíhabíadiferencias. lasventajas delamonarquíainglesa,
antes y más con el patrimonio anglosajón adquirido tras la invasión normanda,
no las tenía la francesa, pero también ésta supo aprovechar la riqueza de su do-
minio real. La castellana tuvo la ventaja de las guerras de conquista, que aporta-
ron a los dominios del rey una inmensa tierra realenga, que precisamente fue
muyútil para ser utilizada como valor convertible en beneflcio de la centraliza-
ción. Aunque pudiera parecer que el realengo era un tipo de señoúo más, su mo-
ümiento histórico fue singular, no parangonable a los demás señoríos.
Otra tercera fuente de potencia específica de los aparatos centrales del es-
tado, personiflcados en el reyy su entorno, fue la autonomía política, aunque
nunca absoluta. Pero entendiendo este concepto de una determinada mane-
ra: como autonomía del poder político no con respecto a la sociedad
-que
sería la interpretación liberat el estado separado de las relaciones sociales-
sino con respecto tanto a fracciones de clase concretas como a otras instan-
cias de poder. En otras palabras, esta autonomía relativa implica que el esta-
do central pueda entenderse como condensación de contradicciones de cla-
se, pero precisamente esta condensación o síntesis permitÍa al poder regio no
depender mec¿ánicamente de unos aparatos políticos o de un grupo social con-
creto, sino utilizar en su propia elevación el efecto de maniobrabilidad que de
esta situación se derivaba. La autonomía del estado se reforzó precisamente
al hilo de la propia centralización bajomedieval, pero es también una cuali-
dad del poder regio constatable en tiempos anteriores.3o
En la monarquía castellanaeste impulso ascendente de lamonarquíalo he-

2s Por no entrar en los detalles de estos progresos prodigiosos de la monarqula francesa remitimos
a algunas obras esenciales: Lrt{Anrcrvrrn, J.F. La France médiéuale. Institutions et société, A. Colin,
París,1970; Pacaur, M. Les estructures politíques de I'Occident Médiéual, A. Colin, Parls, 1969, tam-
bién sobre otros ámbitos; PoLy, J. P; BoURNAZEL, E. El cambio feudal giglos x-xu), Labo¡ Barcelona,
1983; Barowx, l.W. The Gouernment of Philip Augustus. Foundatíans of French Royal Power in the
Middle Ages, Univ. of California Press, Berkeley, Londres, 1986; y una de las más recientes aporta-
ciones, LB Gorr,l. «La France monarchique: le MoyenAge», en BuRGUTERE, A.; RE!TL,J. @ds.). Hktoire
de la France. LEtat et les pouuoir¡ Seuil, París, 1989, pp. 19-180.
30 Este concepto de autonomÍa relativa del estado central requiere algunas precisiones más. Para
ello, remitimos a nuestro «Poder político y aparatos de estador, pp. 142-155.
Crisis del feudalismo y centralización monfuquica castellana... r57

mos podido constatar en los siglos x al xrr, la época correspondiente a la lla-


mada «monarquía feudal». Obüamente, las fuerzas actuaron también en los si-
glos siguientes, pero quizá convenga aquí y ahora enfatizar más su influjo en
esos siglos, precisamente cuando se empieza a fraguar la futura monarquía cen-
tralizada. Pues bien, para esos siglos xr yxu, aparte de los habituales estudios
sobre derecho, instituciones y fiscalidad,at ¡"ro, ,gunas investigaciones con-
cretas sobre la región castellanoleonesa, propias o de otros, las que nos dieron
algunas pistas sobre el funcionamiento de estas fuentes de potencia inherentes
al poder regio medieval. Por un lado, algunos trabajos de Estepa tam-
bién de Avarez Borge- sobre señoríos y feudalismo ponían de manifiesto-luego
la na-
turaleza del señoúo del rey---cl realengo-y su conversión podríamos decirvan-
guardista ----o así es como lo interpretamos nosotros a partir de estos estudios-
en «señorío jurisdiccional regio». El señorío del rey, que en una etapa aún más
temprana o formativa del feudalismo se habría concretado sobre todo como
«propiedad dominical», que luego pasó a un segundo plano, fue más tarde de-
jando también de funcionarcomo «dominio señorial» para darun salto en el si-
glo >mr al «señorío jurisdiccional» típico de la Baja Edad Media. Este salto se con-
cretaba, por ejemplo, en una nueva administración territorial de un sis-
tema de alfoces a uno de merindades al norte del Duero-.sz -paso
Más allá de
coincidencias y discrepancias conceptuales o de otro tipo, lo que nos interesa
de esos estudios es que se insinúa una lógica histórica de evolución del rearen-
go en relación con las transformaciones del feudalismo. porque, por otro lado,
en una investigación propia sobre la formación de los concejos o sistemas con-
cejiles del norte de la meseta, en concreto en la actual provincia de Burgos, nos
pareció descubrir que desprenderse del control directo de su señoío para do-
tar de territorios y jurisdicción a los concejos, que quedaban así como lo que lla-
mamos «realengo transferido», fue durante los siglos )il y)flr una operación que
restütaba ventajosa para el fortalecimiento regio, como era también ventajosa
para él la enajenación de inmunidades y territorios de su señorío en favor de
magnates y eclesiásticos. ¿cómo es que el poder regio se fortalecía transfirien-
do con condiciones sus dominios a los concejos de villas y ciudades o despren-
diéndose de ellos mediante la concesión de señoríos en favor de la aristocracia
rural? La respuesta a esta aparente paradoja era que el poder regio no debía tra-
tarse como si fuese una rubrica unitaria durante la monarquía feudal. Si bien
una de las dimensiones, su condición de «rey-señor»), se desdibujaba a costa de

3l Entre otros, un interesante trabajo de Laoeno, M. A. «Las transformaciones de la ñscalidad regia


castellano-leonesa en la segunda mitad del siglo ñt (1252-1312)», en Historía de la Hacienda espa-
ñoln. Homenaje al profesor Garcín de Valdeauella¡zo, Madrid, 1992, pp. 323-406.
tz Víd.Es¡tptDÍnz, C. «Formación y consolación del feudalismo en Castilla y León»», en En torno al
feudalismohisprinico. ICongreso deEstudios Medieuales(I-e6n,1987), León, 1989, pp. 157-256; ÍDEM.
«El realengo y el señorío jurisdiccional concejil en Castilla y León (siglos xrr-xv),, en Concejos y ciu-
dades en la Edad Mediahispáni.ca. II Congreso de Esrudios Medieuales (León, 1989), Áüla, 1990, pp.
467-506; Árv¡n¡z Boncn, I. Monarqulafeudaly organización territorial. Alfozes y merindades en
Castilla (x-xw), CSIC, Madrid, 1993.
r5B losé M." Monsalw Antón

concejos y señoríos particulares, las enajenaciones y transferencias servían pa-


ra reforzar la otra dimensión, aquélla correspondiente a la autoridad regia-el
«rey-vértice del sistema políüco»»-- que recogía los elementos imprescriptibles
de la monarquía, precisamente aquellos que constituyeron ya el epicentro de la
monarquía desde el siglo xr. Esta otra dimensión no señorial del rey, la autori-
dad regia imprescriptible, experimentaba el efecto de la elevación iustamente
al irse desprendiendo del lastre de su condición «señorial». Las diferentes esca-
las de poder sobre los mismos espacios se mantenían, pero ahora, ya bajo las
condiciones de la monarquía centralizada, ese vértice exclusivo de poder regio
se diferenciaba netamente de los techos limitados de los poderes señoriales y
concejiles. El poder regio iba a ser ya desde entonces bastante más que el rea-
lengo, nada menos que la cúspide de todo el entramado político del reino.aa
La señorialización como proceso global,a+ las importantísimas concesio-
nes de inmunidad y enajenaciones de tierras y domi¡rios del realengo a favor
de catedrales, monasterios y nobles durante los reinados de Fernando II, Al-
fonso IX, Alfonso MII y Fernando III, que en algunas zonas de la meseta nor-
te dejaron el realengo hacia 1300 apenas reducido al l0 ó 15 por 100 del te-
rritorio o menos,3s o la expansión de alfoces o tierras concejiles en la costa
cantábrica, o al sur del Duero, con un enorme realengo transregional trans-
ferido a las comunidades urbanas, convertidas en auténticas soberanÍas con-
cejiles, fenómenos de los siglos xr-)«ir que no hace falta ahora detallar, no de-

:a Se explica esto con más detalle en nuestro trabajo «Ia formación del sistema concejil en la zona de
Burgos (siglo x-mediados del siglo xrt)», en Burgos m la plem Edad Media. III lornadas Burgalesas de
Historia(Btitgos, l99l), Burgos, 1994, pp. 129-210, esp. pp.200-20s. El esquema adjunto muesüapre-
cisamente estas escalas de poder. De los niveles existentes, es el miis alto, eLA, el que apenas había teni-
do consistencia en los siglos x-xl y en cambio se expandió enérgicamente desde el siglo siguiente. por
debajo, o nivel B, estaban las jurisdicciones señoriales particulares --directas sobre las aldeas no orga-
nizadas en sistemas concejiles o mediatizadas por sistemas concejiles de señorÍq poco significativos
hasta la época Tlastiímara- o bien ya el realengo. En este último caso, también cabe distinguir si el rea-
lengo se ejercía directamente por lo oñciales del rey-hasta el )$/, en que prácticamente desapareció,
se puede rastrear esta fórmula en el tercio norte de Castilla- o mediante concejos, o sea, realengo trans-
ferido, que era lo habitual desde que se crearon sistemas concejiles hasta el xrr. Hay que decir, no obs-
tante, que buena parte de estos concejos de realengo medias ypequeñas sobre todo- pasaron
-villas
a la jurisdicción de señores particulares en la época Trastáma¡a conürtieron en «sistemas conce-
jiles bajo señorío» -se
Pero estas pérdidas del realengo en esos momentos no debilitaban al poder regio,
-.
ya que por entonces la escalaA" la perla de la monarquía centralizada, que llegaba a todos los ¡incones,
era ya el verdadero sostén del poder regio.
34 PASroR, R. Resistencias y luchas campesinas en la época del
crecimiento y la consolidación de la
formación feudal. Castilla y León, siglos x-nn, Mad¡id, t980.
ss Nos remitimos a algunos estudios sobre zonas concretas y, por
supuesto, a la información del
Libro Becerro de las Behetrías. Vid Árvenrz Boncr,l. Elfeudalismo castellano y el Libro Becerro de las
Behetrías: Ia Merinda.d de Burgos, universidad de León, León, l9B7; ManrÍNrz so6ra, p La Tierra de
C-ampos Occidental. Poblamiento, poder y comunidad del siglo x al sigtarrn, Universidad de Valladolid,
valladolid, 1985; REcLERo DE rA FuENrE, c. M. Los señoríos de los Montes de Torozos. De la repobla-
ción al Becerro de las Behetrías (siglos x-x¡v), Universidad de Valladolid, Valladolid, 1993; EsrEpA DÍEZ,
C. «Estructuras de poder en Castilla (siglos xr-xtl). El poder señorial en las merindades "burgale-
sas"», en Burgos en la plenaEdad Media. III Jornadas Burgalesas de Historia, pp.24T_2g4.
Crisis del feudalismo y centralización monárquica castellana'..
159

ESCRSS JURTSDTCCTONALES DE LA MONARQUíA CASTELLANA (oeSor EL Klü

A Autoridad del rey, vértice polít¡co de la monarquía

Jurisd icciones superiores Jurisdicción del realengo


B de los señoríos particulares o señorío del reY

r¡,
SISTEMAS

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CONCEJILES BAJO
EL REALENGO
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Comunidades urbanas, de las Comunidades urbanas, de las


D villas y aldeas (concejos de aldea) villas y aldeas (concejos de aldea)
de señorío de realengo

A.- Autoridad monárquica superior. Capacidad imprescriptible e inalienable del poder regio.

B.- Señores jurisdiccionales o elementos prescriptibles del señorío del rey.

c.- Poderes intermedios: sistemas concejiles. Los componentes transferidos (fisco, insti-
tuciones, dominio) 1o son parcialmente. Internamente, hay un ¡eparto de poderes con
unos elementos derivados de las fuerzas locales y otlos adscritos a los poderes supe-
riores.

D.- Todos los habitantes del reino son naturales o súdbitos del rey y sometidos por ello a las
decisiones vinculantes de las instituciones centrales y territoriales intransferibles del esta-
do, sea cual sea su condición ( J ). Además, están sujetos bien a Ia acción directa de los
señores jurisdiccionales o del señorío del rey ( | ), según se trate respectivamente de terri-
torio de señorío o de realengo, o bien a la acción mediatizadora del sistema concejil (
i),
cuando éste existe.
r6o José M." MonsaluoAntón

ben interpretarse como debilidad o sometimiento de los reyes a las presio-


nes de las ciudades, los nobles o la Iglesia. O más bien, diríamos, era el pre-
cio a pagar por una reorganización a la postre más «moder¡¿», si se nos per-
mite el calificativo. Todos esos fenómenos, que obüamente no podemos de-
tallar aquí, formaban parte de un proceso en ürtud del cual el poder regio
ejercía su superioridad, traficaba con el potencial material de esa inmensa
reserva que le proporcionaban sus dominios realengos a cambio de alianzas
y recursos, o los gestionaba más eficazmente, maniobraba entre ciudadanos,
nobles eclesiásticos precisamente porque, al ser condensación de relaciones,
el poder regio no dependía de ninguno de ellos en concreto unos
-aunque
y otros pretendieran instrumentalizar al rey-. El poder regio utilizaba, en su-
ma, en las dosis que le permitían las circunstancias históricas de los reinos
de Castillay León, esas fuerzas intrÍnsecas a todas las monarquías medieva-
les que les permitieron escalar posiciones hasta la monarquía centralizada.
En ese sentido, para la monarquía castellanoleonesa la quintaesencia de es-
te empuje de los siglos xr-xrrr, que como se ve afecta al régimen señorial y no
sólo a los cambios institucionales fue la reestructuración del realengo o se-
ñorío del rey. En esta reestructuración no sólo dejó de tener sentido la pérdi-
da de la condición dominical y la cristalización como «dominio señorial», si-
glos x-xr, con variaciones geográficas, tal como magistralmente ha demos-
trado Estepa, sino que siguió evolucionando desde los siglos xr-xr, bien hacia
lo que Estepa yAlvarez Borge han entrevisto como una fase desarrollada del
dominio señorial jurisdiccional regio-, bien, entendemos noso-
-señorío
tros, hacia una desnaturalización no desaparición formal- de la con-
-queen favor de su condición política:las
dición señorial directa del poder regio
transferencias de soberanía a los concejos y las enajenaciones a señoríos in-
munes es verdad que desürtuaron el protagonismo del señorío regio, pero,
gracias a las fuerzas propulsoras citadas, fueron el nutriente de la concentra-
ción del poder en la cúspide, por encima y más allá de cualquier otra juris-
dicción del reino, actuando como una especie de combustible del poder re-
gio en su camino a la centralización política.
A mediados del xu los éxitos eran ya enormes y prácticamente los reyes ya
no necesitaban depender de su señorío directo, hecho éste que representa a
nuestro juicio un gozne esencial de las transformaciones. Los desarrollos ad-
ministrativos, el despliegue de oficios de la corte, los nuevos esquemas de ad-
ministración territorial, la capacidad legislativa, la fiscalidad central, etc., son
síntomas de las nuevas dimensiones del poder regio, cuyos motores hemos in-
tentados explicar. casi todo el realengo se concentraba entonces en las po-
tentes y prósperas üllas y ciudades, que ya no eran administradas por los üe-
jos oñciales del señorío regio, puesto que había autonomÍa concejil, pero en
cambio las ciudades y sus dirigentes eran fuente de apoyos y riqueza para la
monarquía, al tiempo que los tentáculos de ésta-fiscales, legislativos, admi-
nistrativos, políticos- alcanzaban ya a todos los súbditos del reino y no ya só-
lo a los vasallos de los dominios del rey, incluyendo a los habitantes de los se-
Crisis del feudalismo y centralización monárquica castellana... rGr

ñoríos particularcs. se entiende la ventaja de poder desplegar esta autoridad


suprema sobre todos los súbditos frente a la üeja rcalezacasi estrictamente
dominial. En todo caso, el sistema político, inserto en una sociedad feudal, se
conformaba en escalas y concurrencias polÍticas entre instancias de poder
concejos, señoúos-, que permiten también rechazar una definición de este -
sistema político como de un único poder estructurado jurídicamente que, por
el hecho de ser superior, hubiera sometido ya a los restantes y concentrara la
soberanía en exclusiva. 36
Pues bien, todo este nuevo entramado se dibujaba ya, como decimos, a
mediados delxrr. Pero todavía desde entonces hasta la llegada al poder de la
dinastía Tiastiámara hubo incertidumbres, frenos, problemas para que se abrie-
ra camino definitivamente la centralización, que necesitará el paso del tiem-
po ylos desarrollos de los siglos xrvyxvpara cristalizar definitivamente. pero
hasta que esa nueva monarquía de la épocaTrastilmara pudo impulsarla cen-
tralización con nitidez tuvo que soportar las dificultades de reproducción del
bloque social hegemónico, la crisis, la falta de comprensión de la nobleza acer-
ca de su nueva situación a la sombra de un poder regio más consistente, los
recelos de estavieja aristocracia hacia unas villas entonces realengas cuyo con-
trol anhelaban, etc. son problemas en los que no vamos a entrar aquí, puesto
que tienen que ver en parte con el segundo conjunto de argumentos causales
y porque no era nuestro objetivo ahora más que marcar el enunciado de las
fuerzas intrínsecas de la monarquía y perfilarlas esquemáticamente en el ca-
so castellano, y este objeüvo nos parece cumplido.

Permeabilidad del sistema social. t,os hilos sociales de la centralización

I as fuerzas intrínsecas de la monarquía no bastan para explicar la


centraliza-
ción políüca estructural. sería enóneo pensar que las clases altas, cuando menos,
habrían permanecido al margen de ese proceso o simplemente como piezas sin
üda de esas fuerzas moniárquicas intrínsecas. una premisa ineludible, por tanto,
parece ser reconocer el papel activo que hayan podido tener los grupos aristocrá-
ticos y oligárquicos, ya sea como consentidores, cómplices, artifices o ro que sea,
pero entodo casono como simples espectadores deunas transformacionesesta-
talesque, naturalmente, entendemos comoinsertas enlasrelaciones sociales. otra
premisa paralela es intenta¡ conocer, más allá de las acütudes o papel histórico de
las clases, los condicionamientos del sistema en sus transformaciones estructu-
rales: en efecto, las condiciones de control territorial, las estructuras agrarias, las
formas de exacción y extracción de renta, entre oúos aspectos, determinaban las
capacidades de reproducción de un sistemayhabían de incidir necesariamente
en las posibilidades de éxitq de necesidad o de resistencia hacia un proceso co-

sa «Poder político y aparatos de Estado», p. 167.


162 José M." Monsalúo Antón

mo el de la concentración de poder en las instancias centrales del estado.


Más o menos bajo esas premisas intentábamos hace una década conocer
qué transformaciones sociales se habían producido en la Castilla medieval que
explicaran una posible necesidad de la centralización, en qué condiciones se
desenvolvían las clases dominantes, qué demandas podían exigir al sistema
político o cómo podía éste interactuar con ellas. Pues bien, estos interrogan-
tes pensamos que podían tener una mejor respuesta gracias a unos trabajos
que por entonces estaban siendo conocidos en España, aunque parecía que
únicamente en relación con el feudalismo agrario. Nos referimos a lo que se
dio en llamar «Debate Brenner».37 Nos parecía entonces, y sigue pareciendo,
que había que utilizar tales trabajos más allá del interés estricto por la histo-
ria rural, la transición agraria del feudalismo al capitalismo y la lucha de cla-
ses en el campo para hace¡ en cambio, una lectura directamente implicada
en la problemática del estado, que por lo demás era un aspecto que, aunque
no como prioridad, estaba presente y era intelectualmente funcional en el De-
bate Brenner. Así que intentamos «interpretar» políticamente las preocupa-
ciones expuestas en el debate, junto con otras referencias, todas ellas centra-
das en los casos inglés y francés, además de algo del este europeo, para luego
aplicar estos criterios al caso castellano medieval. La interconexión de los te-
mas de la monarquía centralizada con los temas de la estructura agraria de
clases, que hace una década podía parecer incluso extravagante dado el re-
parto académico del territorio que regía entonces,3s puede seguir siendo de-
fendida hoy día. Cómo no iban a ser importantes en las transformaciones
de la monarquía las rentas señoriales, las formas y el umbral de domina-
ción de la aristocracia rural sobre el campesinado, la cohesión intraseñorial,
los derechos adquiridos y la capacidad de resistencia de las comunidades caln-
pesinas, las caídas de ingresos señoriales... No hay un mundo del estado es-
cindido de las relaciones sociales, y menos en el feudalismo. Pues bien, al in-
tentar aplicar estas preocupaciones brennerianas a Castillasg suponÍamos la
afinidad de ésta con el modelo francés: el caso de una nobleza señorial que,
ante la imposibilidad de superar la crisis del xw con el recurso de las rentas

37 Vid. iota3. Poco antes la revista Debats el su número 5 había traducido el primer artículo de
Brennerylas réplicas fundamentales y, con la iniciativay comentarios de P Iradiel, uno de los intro-
ductores más destacados de este debate en España, la revista preparó un nrlmero con un intere-
sante dossier sobre «Marxismo y desa¡rollo económico en la Europa preindustrialr.
38 En concreto, estábamos aún en una fase de nuestra historiografia en la que estaba ügente lo que
entendemos como «reparto del territorio», académicamente hablando: anquilosada y hasta des-
prestigiada una historia de los acontecimientos de corte tradicional, como referencias potentes exis-
tían los historiadores del derecho y de las instituciones, por un lado, que monopolizaban el estudio
del poder políticq en especial la monarquíaylos poderes priblicos, cuya descripción y aniflisis satu-
raban de mayúsculas, y, por otro lado, los medievalistas socioeconómicos, que estudiaban la agri-
cultura y el mundo rural, los señoríos, las ciudades, las regiones y las comarcas; uid para estas evo-
luciones de nuestra disciplina el trabajo citado en nota 23, esp. pp. 82-91.
3s «Poder político y aparatos de estado», pp. 128-142.
Crisis del feudalismo y centralización monárquica castellana... 163

descentralizadas de sus señoríos la debilidad estructural de los mis-


mos- tuvo que estimular -dada
pudo instrumentalizarla, eso no- una mo-
narquía fuerte como salida-nonecesaria, implicándose en la profunda centrali-
zación política castellana. La alta nobleza habría jugado un gran papel, pero
sin descuidar tampoco la originalidad castellana sobre todo por la fortaleza de
la caballería üllana y la potencia en castilla de fuertes propietarios que sin
embargo no eran señores. Pero de lo que se trata ahora no es de explicar estos
resultados históricos todo interesantes problemas de relación cla-
-sobre
se/estado que dejamos para otra ocasión-,+o sino indagar sobre los porqués
de la centralización en esta segunda veta argumental, sobre las causas de la
misma. Por ello simplemente se terminará esta exposición aludiendo a lo que,
en aquel trabajo y ahora, se postulaba como las grandes lineas de desarrollo
estructural de la sociedad castellana responsables o causantes de la centrali-
zación. Por ser ideas ya expuestas con más detenimiento en otro lugar,al pe-
ro que nos siguen pareciendo útiles como propuestas para un debate, nos li-
mitaremos aquí a su enunciado con algunos subrayados o matizaciones que
resultan pertinentes ahora.
La primera de estas líneas fue la peculiar impronta marcada en el feuda-
lismo por la conquista y colonización de los reinos cristianos hacia el sur y es-
pecialmente las condiciones de los siglos x-xu. En grandes iá.reas de lo que fue
luego corona de castilla, al abrirse inmensos espacios que durante siglos no
estuüeron seguros y controlados, la nobleza señorial no pudo reproducir las
estructuras señoriales tradicionales, porque el acceso a la tierra, o a rebaños y
espacios de pasto, alcanzí a campesinos y capas sociales villanas o urbanas
que poco tuvieron que ver con los derechos señoriales clásicos. El acceso a la
«propiedad» campesina no pueda hablarse de «propiedad privada»
-quizá
en sentido estricto, pero sí de derechos de propiedad particular o colectiva,
siempre en el contexto de una sociedad feudal- contrastaba con la forma-
ción de señoríos feudales en la Europa medieval o en las tierras septentriona-
les de los reinos hispánicos. Al sur del Duero el «feudalismo de frontera», o co-
mo queramos llamarlo, bloqueaba la proyección dominial de la nobleza, que
apenas pudo desplegarse del Duero al rajo. Incluso en las grandes llanuras de
la meseta sur el despliegue de señoríos de órdenes militares, que er¿rn señorí-
os jurisdiccionales fundamentalmente, no cuestionaba tampoco el protago-
nismo agrario de las comunidades de productores rurales o de rentistas urba-
nos no señoriales. La sujeción personal campesina era además muy frágil, muy
localizada o generalmente inexistente en términos de relaciones señores-cam-
pesinos y la presión fiscal que podía ejercerse sobre los campesinos, cuya par-

ao El profesor Carlos Astarita prepara, nos consta, un artículo


sobre estas cuestiones. y concreta-
mente parece que va a defender la primacÍa de la relación de los reyes con los concejos y la caba-
llerÍa villana, y no el protagonismo de la nobleza, como bases de apoyo de la monarquía centrali-
zada castellana. Su aparición será, sin duda, una buena ocasión para debatir sobre estos temas.
¿t «Poder político y aparatos de estador, pp.134-142.
r64 José M." Monsaluo Ant6n

ticipación en la colonización requería estímulos más que cargas, poco o nada


tenía que ver con la voluntad de una nobleza ausente, o cuando menos cir-
cunscrita a una colaboración superestructural con la monarquía. En otras zo-
nas, en concreto en los territorios al norte del Duero, sí existía una combina-
ción de formas señoriales más habitual en el occidente medieval, con cargas
y sujeción campesina más clásicas, pero a la postre todo el conjunto de los te-
rritorios de la Corona fueron afectados por las conquistas meridionales y los
bloques sociales resultantes se configuraron teniendo en cuenta las peculia-
ridades de la impronta de la repoblación y sus efectos.
Toda esta situación descrita, que apuntábamos entonces, podría seguir de-
fendiéndose como una de las líneas de desarrollo estructural para el caso de
Castilla. Tiene en común con el modelo francés que de esa situación se derivó
una debilidad tendencial de los dominios territoriales de la nobleza, con la im-
posibilidad de intensificar las rentas procedentes de la explotación directa del
campesinado, no porque la nobleza señorial tuviese bloqueada su capacidad
tendencial de explotación del campesinado en una fase de expansión y conso-
lidación de tendencias campesinas en Francia durante el xlI- sino,
-como
más sencillo aún, porque aquí carecía de dominios de tipo territorial en buena
parte de las regiones del reino. Para la Francia del siglo xII se habla de «con-
quistas campesinas», uderechos campesinos, reforzados por la monarquía ca-
peta a costa de posibilidades futuras para la nobleza. En el caso castellano es-
ta debilidad estructural de su nobleza sería resultado de los procesos de repo-
blación y los efectos en los derechos campesinos, de la energía de la caballería
villana y de los concejos. Analogía, por tanto, relativa con el caso francés, pero,
en tanto que debilidad estructural de la nobleza señorial, de un efecto compa-
rable para su futura actitud hacia el fortalecimiento del estado.
Ia segunda linea para explicar el modelo castellano de centralización vendría
relacionada con el crecimiento económico del período, el aumento de los exce-
dentes agrícolas y el auge de la industria y el comercio.42 Se üata, claro está, del
lugar común de la expansión económica general que toda la historiografia atri-
buye al período c. 1050-1300. Efecüvamente es así, pero debe evaluarse en el ca-
so castellano concretamente. Por lo pronto, esta generación de riqueza en todos
los órdenes que se dio en estos siglos ha de verse como requisito para poder fi-
nanciar la centralización. Entiéndase, para el desarrollo de la flscalidad de esta-
do o para pagar la burocracia monilrquica, hacen falta unos recursos. El creci-
miento económico facilita así estas transformaciones. Pero porotro lado este cre-
cimiento puso en eüdencia, y debeúamos enfatizar este punto, los límites de un
feudalismo basado en la exacción descentralizada de excedentes, que en el caso
castellano además solamente se reducía a ciertas regiones del reino.
Desde la segunda mitad del xu hasta la mitad del :sv estos lÍmites se deja-
ban ver en Castilla de una forma escandalosa: la introducción de la economía

a2 Exponemos escuetamente este factor en «Poder político y aparatos de estado», pp. 139-140.
Crisis del feudalismo y cenúalización monárquica castellana... r65

monetaria en el campo y la inflación esüuctural hundían los ingresos o ren-


tas üejas de la nobleza, desvalorizados y poco significativos, según se aprecia
enel Libro Becerro de las Behetrías.Y esto sólo donde la nobleza disfrutaba de
derechos señoriales, puesto que, como decimos, gran parte de las regiones
quedaban fuera del alcance tributario de los señores. para los nobles, en cons-
tante renovación y selección de linajes,+s se va eüdenciando en ese período
que sólo los que iban adaptiándose a formas más avanzadas de dominación y
sobre todo en los aledaños del poder regio podían tener futuro, no los demás.
Pero es que además, no ya sólo en las Extremaduras históricas o en la meseta
sur, sino incluso en el norte mismo, colmado de territorios señoriales, era eü-
dente que las ciudades yvillas, aunque no tuvieran apenas territorios depen-
dientes como las del centro y sur peninsular, también concentraban la rique-
za y representaban el sector de mayor dinamismo en la formación social cas-
tellana de la época. Las villas se veían como apetecibles bocados para una
nobleza que empezaba averse bloqueadaporlos techos de unos escasosypo-
co rentables señoríos rurales, de los que además no disfrutaban más qre e,
algunas zonas. En buena medida, creemos que los comportamientos inquie-
tos y convulsos de la nobleza castellana desde el reinado de Alfonso X hasta el
de Alfonso x tuvieron que ver tanto con las posibilidades de reinados fuertes
de apaciguar a los levantiscos como con los efectos de las crisis de rentas y con
la frustración de los nobles por no hallar la vía para dominar las üllas. Las ciu-
dades y üllas eran por entonces realengo transferido y así lo serían hasta la lle-
gada de los Trastámara, que pudieron romper este estatus precisamente con
la centralización monrírquica.
La tercera línea permite cerrar el ciclo. Se trata de lo que llamábamos
formato castellano de reacción señorial. Hay que contar, pues, con los efec-
tos de la crisis del siglo xv: crisis de rentas, crisis del viejo feudalismo des-
centralizado. Y hay que contar con la salida a la crisis. Es aquí donde en-
cajamos esa salida de la nobleza castellana y su semejanza con la france-
sa: la reproducción social de la nobleza pasaba, tras la crisis de rentas, por
un aliento directo a la monarquía centralizada. En el caso castellano, aun-
que utilizaron otros medios, se verificó en la praxis de la época Trastáma-
ra, que fue esa monarquía centralizada la tabla de salvación de la nobleza:
fue ya en esta época cuando giró definitivamente ese gozne que permitía
al poder regio prescindir de su condición señorial; cuando la monarquía
pudo exigir impuestos nuevos, altos y generalizados a todos los súbditos y
pudo transferirlos a sus adeptos, muy especialmente la alta nobleza, que

43 A este respecto es muy interesante lo que apunta en las últimas páginas de su artÍculo Esrsre, C.
«Propiedadyseñoío en Castilla (siglosrut-xnr)», en Señoríoyfeudalismo mlapenínsulalbérica,Congreso
de diciembre de IgSg, Institución«Femando elcatóbco»,zaragoza, 1993,vol. I, pp.373-425. ytambién,
sobre las crisis de las behetrías: «Estructuras de poder en Castilla (siglos xr-xn) . El poder señorial en las
merindades "burgalesas'), en Bü4gos m Ia plerm Edad Media" III Jornadns Burgalews de Hísari4Bwgos,
1994,pp.247-294.
166 Iosé M.a Monsaluo Anton

pudo así recibir in puts fiscales gracias a la imposición regia procedentes


de la explotación de sujetos sobre los que no necesitaban ni siquiera ser
señores o que, incluso siendo ya vasallos señoriales estos sujetos contri-
buyentes, eran explotados prioritariamente por la llamada fiscalidad cen-
tralizada, la más gravosa;aa fue también en esta época Trastámara cuando
el poder oabsoluto» de los reyes favor de corriente en la monarquía cen-
-apoca resistencia
tralizada- permitió quebrar con las libertades y estatuto
de buena parte de las villas realengas y entregárselas a los nobles afectos a
cambio de obvios apoyos políticos, y también fue entonces cuando la in-
discutible superioridad regia por encima de las demás potestades permi-
tió reforzar las dotaciones de justicia y administrativas a los señoríos no-
biliarios de tipo jurisdiccional, que eran los ügentes entonces, y estable-
cer las condiciones jurídicas por ejemplo- más favorables
-mayorazgo,
para la consolidación de los señores nobles.
Podrían definirse con mayor precisión ahora estos rasgos del estado en
la época Trastámara, pero su simple enunciado nos parece suficiente ar-
gumento para concluir con estas reflexiones o ideas para el debate. Nos pa-
rece que en la centralizaciót política de la monarquía, entendida de una
manera más exigente que la mera centralizaciín formal, se dio la concu-
rrencia de varios haces de factores o líneas de fuerza que convierten en mí-
nimamente compleja y obviamente polémica la explicación causal de la
misma. Hemos esbozado aquí una posible intervención causal en la que
conviene subrayar algunas opciones defendidas; la intervención de los pro-
cesos de tipo estructural y social en la génesis de la monarquía centraliza-
da, y no sólo los aspectos institucionales o doctrinales; la ineütable con-
currencia de la «crisis» del xv y sus posibles salidas para la comprensión
de esa centralización, aunque sus raíces tengan mucho que ver con lo ocu-
rrido también en la fase secular de crecimiento de los siglos anteriores; fi-
nalmente, entre las fuerzas no intrínsecas de la monarquía, hemos enfati-
zado el papel de la nobleza señorial. En relación con esto último espere-
mos que no se entienda que pensamos que el estado centralizado fue un
instrumento de la nobleza feudal. No fue así, dado que la naturaleza de los
aparatos centrales del estado se fundamentaba en una autonomía relativa

r+ Un ejemplo muy claro de esta transferencia de rentas se ve en la fiscalidad de Alba de Tormes,


concejo de señorío, en el primer tercio del xv: el estado central era el principal agente extractor de
las cargas fiscales eúgidas a la ülla y su tierra, con el 75,5 por 100, mientras que la fiscalidad seño-
rial sólo representaba el 14 por 100 y la concejil menos aún. En cambio, analizando el destino final
de los recursos fiscales, la situación es diferente: a las arcas señoriales acaba destinándose el 60-75
por 100, mientras que el estado central, a pesar de ser el principal agente extractor, sólo percibe el
15-30 por 100. El municipio autoconsumía su carga impositiva. Este balance claramente favorable
a la alta nobleza ejemplifica muybien, creemos, el sentido pro nobleza señorial de la centralización,
en el simple plano de la financiación de la nobleza; üd. estas referencias en nuestratesis El sktema
político concejil. EI ejemplo del señorío medieual de Alba de Tormes y su concejo de uilla y tierra,
Salamanca, 1988, pp. 375-377.
Crisis del feudalismo y centralización monárquica castellana... L67

sobre las clases y dado que otros sectores importantes de la sociedad con-
tribuyeron también a modelar la estructura y el poder estatales. En cual-
quier caso, debemos dejar para otra ocasión una introspección específica
sobre estos aspectos de la relación clase/estado, con el telón de fondo de
la centralización, puesto que estas páginas han querido centrarse exclusi-
vamente en los problemas de índole causal.

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